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La Perfecta Consagración a Jesucristo

Día 16

La Perfecta Consagración a Jesucristo

SEGUNDA PARTE
TEMA: Conocimiento de mí mismo.

En esta segunda parte de nuestra preparación, pondremos todo nuestro corazón en


descubrir el estado tan desagradable en que nos han dejado nuestros pecados, para lo
cual tenemos que pedir la gracia de conocernos a nosotros mismos y de conocer lo
opuesto que es nuestro espíritu al de Jesús, para que con nuestra oración, reflexión y
renuncia de nosotros mismos nos arrepintamos y pidamos con más amor que Jesús nos
una a Él por medio de Su Madre.

Día 16

I. Lectura a Meditar.

Durante la primera semana dedicarán todas sus oraciones y actos de piedad a pedir el
conocimiento de sí mismos y la contrición de sus pecados, y todo lo harán con espíritu
de humildad. Podrán meditar lo que he dicho sobre nuestro mal fondo y no se
considerarán en los seis días de esta semana, más que como caracoles, babosas, sapos,
cerdos, serpientes, animales inmundos; o bien meditarán estas tres palabras de San
Bernardo: Piensa lo que fuiste, semen pútrido; lo que eres, vaso de estiércol; lo que
serás, cebo de gusanos.

Rogarán a Nuestro Señor y al Espíritu Santo que les ilumine por estas palabras: Señor,
que yo vea; Señor, que me conozca; Ven Espíritu Santo, y recitarán todos los días el
Ave, Maris Stella, y las letanías de la Santísima Virgen o del Espíritu Santo.

Recurrirán a la Santísima Virgen, pidiéndole esta gracia, que debe ser el fundamento
de las otras, y para ello dirán todos los días el Ave, Maris Stella y las letanías.

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Día 16

De la consideración de sí mismo

No debemos confiar de nosotros grandes cosas, porque muchas veces nos falta la
gracia y la discreción. Poca luz hay en nosotros, y presto la perdemos por nuestra
negligencia. Y muchas veces no sentimos cuán ciegos estamos en el alma. Muchas
veces también obramos mal, y lo excusamos peor. A veces nos mueve la pasión, y
pensamos que es celo.

Reprendemos en los otros las cosas pequeñas, y tragamos las graves si son nuestras.
Muy presto sentimos y agravamos lo que de otros sufrimos, mas no miramos cuánto
enojamos a los otros. El que bien y rectamente examinare sus obras, no tendrá que
juzgar gravemente las ajenas.

II. Tratado de la Verdadera Devoción (121-128).

121 Consiste, pues, esta devoción, en una entrega total a la Santísima Virgen, para
pertenecer, por medio de Ella, totalmente a Jesucristo. Hay que entregarle:

1. el cuerpo con todos sus sentidos y miembros;


2. el alma con todas sus facultades;
3. los bienes exteriores -llamados de fortuna- presentes y futuros;
4. los bienes interiores y espirituales, o sea, los méritos, virtudes y buenas obras
pasadas, presentes y futuras.

En dos palabras: cuanto tenemos, o podamos tener en el futuro, en el orden de la


naturaleza, de la gracia y de la gloria, sin reserva alguna –ni de un céntimo, ni de un
cabello, ni de la menor obra buena–, y esto por toda la eternidad, y sin esperar por
nuestra ofrenda y servicio más recompensa que el honor de pertenecer a Jesucristo por
María y en María, aunque esta amable Señora no fuera -como siempre lo es– la más
generosa y agradecida de las creaturas.

122 Conviene advertir que en las buenas obras que hacemos hay un doble valor: la
satisfacción y el mérito, o sea, el valor satisfactorio o impetratorio y el valor meritorio.

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El valor satisfactorio o impetratorio de una buena obra es la misma obra buena en


cuanto satisface por la pena debida por el pecado u obtiene alguna nueva gracia. En
cambio, el valor meritorio o mérito es la misma obra buena, en cuanto merece la gracia
y la gloria eterna. Ahora bien, en esta consagración de nosotros mismos a la Santísima
Virgen le entregamos todo el valor satisfactorio, impetratorio y meritorio. Es decir, las
satisfacciones y méritos de todas nuestras buenas obras. Le entregamos nuestros
méritos, gracias y virtudes, no para que los comunique a otros -porque nuestros
méritos, gracias y virtudes, estrictamente hablando, son incomunicables; únicamente
Jesucristo, haciéndose fiador nuestro ante el Padre, ha podido comunicarnos sus
méritos-, sino para que nos los conserve, aumente y embellezca, como veremos más
adelante1. Le entregamos nuestras satisfacciones para que las comunique a quien
mejor le plazca y para mayor gloria de Dios.

123 De donde se deduce que: 1. por esta devoción entregas a Jesucristo, de la manera
más perfecta –puesto que lo entregas por manos de María–, todo cuanto le puedes dar
y mucho más que por las demás devociones, por las cuales le entregas solamente
parte de tu tiempo, de tus buenas obras, satisfacciones y mortificaciones.

Por esta consagración le entregas y consagras todo, hasta el derecho de disponer de


tus bienes interiores y satisfacciones que cada día puedes ganar por tus buenas obras,
lo cual no se hace ni siquiera en las órdenes o institutos religiosos. En éstos se dan a
Dios los bienes de fortuna por el voto de pobreza, los bienes del cuerpo por el voto de
castidad; la propia voluntad, por el voto de obediencia, y algunas veces la libertad
corporal, por el voto de clausura. Pero no se entrega a Dios la libertad o el derecho de
disponer de las buenas obras, ni se despoja uno, cuanto es posible, de lo más precioso
y caro que posee el cristiano, a saber: los méritos y satisfacciones.

124 2. Una persona que se consagra y entrega voluntariamente a Jesucristo por medio
de María, no puede ya disponer del valor de ninguna de sus buenas obras; todo
lo bueno que padece, piensa, dice y hace pertenece a María,
quien puede disponer de ello según la voluntad y mayor
gloria de su Hijo.

1
Ver VD 146ss.

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Esta entrega, sin embargo, no perjudica en nada a las obligaciones del estado presente
o futuro en que se encuentre la persona; por ejemplo, los compromisos de un
sacerdote, que, por su oficio u otro motivo cualquiera, debe aplicar el valor satisfactorio
e impetratorio de la Santa Misa a un particular. Porque no se hace esta consagración
sino según el orden establecido por Dios y los deberes del propio estado.

125 3. Esta devoción nos consagra, al mismo tiempo, a la Santísima Virgen y a


Jesucristo. A la Santísima Virgen, como al medio perfecto escogido por Jesucristo para
unirse a nosotros, y a nosotros con Él. A Nuestro Señor, como a nuestra meta final, a
quien debemos todo lo que somos, ya que es nuestro Dios y Redentor.

126 He dicho que esta devoción puede muy bien definirse como una perfecta
renovación de las promesas del Santo Bautismo. De hecho, antes del Bautismo, todo
cristiano era esclavo del demonio, a quien pertenecía. Por su propia boca o las de sus
padrinos, renunció en el Bautismo a Satanás, a sus pompas y a sus obras, y eligió a
Jesucristo como a su Dueño y Señor, para depender de El en calidad de esclavo de
amor. Es precisamente lo que hacemos por la presente devoción: renunciar –la fórmula
de consagración lo dice expresamente– al demonio, al mundo, al pecado y a nosotros
mismos y consagrarnos totalmente a Jesucristo por manos de María. Pero hacemos
algo más: en el Bautismo hablamos ordinariamente por boca de otros –los padrinos– y
nos consagramos a Jesucristo por procurador. Mientras que en esta devoción nos
consagramos por nosotros mismos, voluntariamente y con conocimiento de causa.

En el Santo Bautismo no nos consagramos explícitamente por manos de María ni


entregamos a Jesucristo el valor de nuestras buenas acciones. Y después de él
quedamos completamente libres para aplicar dicho valor a quien queramos o
conservarlo para nosotros. Por esta devoción, en cambio, nos consagramos
expresamente a Nuestro Señor por manos de María y le entregamos el valor de todas
nuestras buenas acciones.

127 “Los hombres hacen voto en el Bautismo –dice Santo Tomás– de renunciar al
diablo y a sus pompas”. Y “este voto –había dicho San Agustín– es el mayor y más
indispensable”. Lo mismo afirman los canonistas: “El voto principal es el que hacemos

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en el Bautismo”. Sin embargo, ¿quién cumple este voto tan importante? ¿Quién observa
con fidelidad las promesas del Santo Bautismo? ¿No traicionan casi todos los cristianos
la fe prometida a Jesucristo en el Bautismo? ¿De dónde proviene este desconcierto
universal? ¿No es, acaso, del olvido en que se vive de las promesas y compromisos del
Santo Bautismo y de que casi nadie ratifica por sí mismo el contrato de alianza hecho
con Dios por sus padrinos?

128 Es tan cierto esto, que el concilio de Sens, convocado por orden de Ludovico Pío
para poner remedio a los desórdenes de los cristianos, juzgó que la causa principal de
tanta corrupción de las costumbres provenía del olvido e ignorancia en que vivían las
gentes acerca de los compromisos del Santo Bautismo, y no encontró remedio más
eficaz para combatir tamaño mal que excitar a los cristianos a renovar las promesas y
votos bautismales2.

III. Retiro Personal. (33 Días hacia un Glorioso Amanecer)

Con respecto a nuestra reflexión de ayer sobre la visión general de la vida de la Madre
Teresa, recuerda que un evento clave cambió todo: “la llamada dentro de la llamada”
del 10 de septiembre, la experiencia de la sed que Jesús tiene de amor y de almas.
Durante muchos años la Madre Teresa no habló de esta experiencia con nadie salvo
con su director espiritual. Más tarde, cuatro años antes de su muerte, el 25 de marzo
de 1993, después de leer un mensaje Cuaresmal del Papa Juan Pablo II sobre las
palabras “Tengo sed”,64 se sintió motivada a revelar su secreto en una carta dirigida a
sus Misioneras de la Caridad. Dado que esta carta parece revelar el corazón de la

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En el No. 48 de la RMat, el PAPA JUAN PABLO II presenta a SAN LUIS DE MONTFORT como Testigo y
Maestro de espiritualidad mariana por la renovación y vivencia en su consagración de las promesas
bautismales. Es nota recibida de la tradición de la “Escuela francesa de espiritualidad”. EL PAPA
CLEMENTE XI (junio 6 de 1706) había confirmado esta línea de apostolado monfortiano y dado al P. DE
MONTFORT el título de «Misionero apostólico». La fórmula “clásica” de consagración que el P. DE
MONTFORT nos propone (ver ASE 225) y las de sus “contratos de alianza” insisten en ello (ver Obras
BAC 451, 623-626). Por su parte, el PAPA PABLO VI invitaba a “dar al hecho de haber recibido el Santo
Bautismo toda su importancia” (Ver Ecclesiam suam, 6-8-1964). La liturgia de la Vigilia Pascual nos
ofrece también una fórmula concreta de renovación de las promesas bautismales. Lo característico de
Montfort es la referencia a la Madre de Jesús y de la Iglesia y su ubicación en la historia de la salvación.

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Madre Teresa más que cualquier otra cosa, la citaré ahora en detalle, y constituirá toda
nuestra reflexión de hoy:

“Después de leer la Carta del Santo Padre sobre “Tengo Sed”, quedé muy impactada.
No puedo decirles lo que sentí. Su carta me hizo comprender más que nunca lo
hermosa que es nuestra vocación. Estamos recordando al mundo que Él está sediento,
lo cual es algo que había sido olvidado. … La carta del Santo Padre es una señal… para
nuestra Sociedad entera, para adentrarnos más en esta gran Sed que Jesús tiene de
cada uno. También es una señal para Madre de que ha llegado el tiempo de hablar más
abiertamente del don que Dios me concedió el 10 de septiembre, para explicar
completamente, tanto como puedo, lo que significa para mí la Sed de Jesús.

Jesús quiere que les diga de nuevo… cuánto amor les tiene a cada uno de ustedes, más
allá de todo lo que puedan imaginar. Me preocupa que algunos de ustedes no hayan
encontrado a Jesús en realidad, uno a uno, Jesús y tú a solas. Podremos pasar tiempo
en la capilla, pero ¿han visto con los ojos del alma como los mira con amor? ¿Conocen
realmente al Jesús vivo? No por los libros sino por estar con Él en su corazón. ¿Han
escuchado las amorosas palabras que les dirige? Pidan la gracia, Él está anhelando
otorgársela. Hasta que puedan escuchar a Jesús en el silencio de sus propios corazones
no podrán escucharle decir “Tengo Sed” en los corazones de los pobres. Jamás dejen
este contacto diario e íntimo con Jesús como una persona realmente viva, no sólo con
una idea. ¿Cómo podemos durar un solo día sin oír a Jesús decir, “Te amo”? Imposible.
Nuestra alma lo necesita tanto como nuestro cuerpo necesita respirar aire. Si no, la
oración está muerta, la meditación es tan solo pensamiento. Jesús desea que cada uno
lo escuchemos hablándonos en el silencio de nuestros corazones.

Tengan cuidado de todo lo que pueda interferir con el contacto personal con Jesús vivo.
El diablo puede tratar de usar las heridas de la vida y algunas veces nuestros propios
errores, para hacernos sentir que es imposible que Jesús realmente nos ame, que
realmente está uniéndose a ti. Este es un peligro para todos nosotros. Y es tan triste,
porque es completamente opuesto a lo que Jesús quiere en realidad y está esperando
decirte: no sólo que te ama, sino más aún, que esta anhelándote. Que añora que estés
con Él. Él tiene sed de ti. Que te ama siempre, incluso cuando no te sientes digno.

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Cuando no eres aceptado por los demás, incluso por ti mismo, Él es quien te acepta
siempre. Hijos míos, no deben de ser diferentes para que Jesús los ame. Tan sólo crean;
tú eres precioso para Él. Deja todos tus sufrimientos a Sus pies y sólo abre tu corazón
para ser amado por Él así tal como eres. Él hará el resto.

Todos ustedes saben en su mente que Jesús los ama, en cambio en esta carta, Madre
quiere tocar sus corazones.… Es por eso que les pido que lean esta carta frente al
Santísimo Sacramento, en el mismo lugar donde fue escrita, para que Jesús mismo
pueda hablarles a cada uno.

Sus palabras en la pared de cada capilla MC, no pertenecen al pasado sino que están
vivas aquí y ahora y están siendo dirigidas a ti. ¿Lo creen? Si es así, podrás escuchar,
podrás sentir Su presencia. Permitan que sea algo tan intimo para cada uno de ustedes
como lo es para Madre, ésta es la alegría más grande que ustedes pueden darme.
Madre tratará de ayudarlos a entender, pero es el mismo Jesús quien debe decirles
“Tengo Sed”. Escucha tu propio nombre, no sólo una vez; escúchalo a diario. Si lo
escuchan con sus corazones, oirán, entenderán.

¿Por qué dice Jesús “Tengo Sed”? ¿Qué es quiere decir? Algo tan difícil de explicar en
palabras; si has de recordar algo de la carta de Madre recuerda esto: “Tengo Sed” es
algo mucho más profundo que Jesús diciendo sencillamente “Te amo”. Hasta que sepas
en lo profundo que Jesús está sediento de ti, no puedes siquiera comenzar a saber
quien quiere ser para ti o quien quiere que seas tú para El.

Nuestra Señora fue la primera persona que escuchó el clamor de Jesús “Tengo Sed”
junto con San Juan, y estoy segura que María Magdalena también. Puesto que ella
estuvo ahí en el Calvario, conoce qué tan real, qué tan profundo es su anhelo por ti y
por los pobres. ¿Lo sabemos? ¿Lo sientes como ella? Pídele que te enseñe…. Su papel
es el de ponerte cara a cara, como a Juan y a Magdalena, con el amor en el corazón de
Jesús crucificado. Primero fue Nuestra Señora suplicándole a Madre, es ahora Madre,
quien en su nombre te suplica a ti: “escucha la Sed de Jesús”. Que sea para cada uno…
una Palabra de Vida.

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¿Cómo nos acercamos a la Sed de Jesús? Sólo un secreto: mientras más te aproximes a
Jesús mejor conocerás Su Sed. “Arrepiéntete y cree” nos dice Jesús. ¿De qué tenemos
que arrepentirnos? De nuestra indiferencia, de nuestra dureza de corazón. ¿Qué
tenemos que creer? Que Jesús tiene sed aún ahora, en nuestro corazón y en los pobres.
Él conoce nuestra debilidad, quiere solamente nuestro amor, quiere solamente la
oportunidad de amarte. Él no está atado por el tiempo. Cada vez que nos acercamos a
Él, nos asociamos con Nuestra Señora, con San Juan, con Magdalena. Escúchenlo.
Escuchen su propio nombre; y haz que mi alegría y la tuya sean completas.

Ven, Espíritu Santo, que habitas en María. Ayúdame a escuchar la sed de Jesús.

IV. Oraciones.

Letanías del Espíritu Santo

Señor,
Ten piedad de nosotros.

Cristo,
Ten piedad de nosotros.

Señor,
Ten piedad de nosotros.

Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos.

Dios, Padre celestial,


Ten piedad de nosotros. (emplear esta respuesta de ahora en adelante)
Dios, Hijo Redentor del mundo,
Dios, Espíritu Santo,
Trinidad Santa, un solo Dios,
Espíritu, que procedes del Padre y del Hijo,

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Espíritu del Señor, que al comienzo de la creación incubando las aguas las fecundaste,
Espíritu por cuya inspiración hablaron los santos hombres de Dios,
Espíritu cuya unción nos enseña todas las cosas,
Espíritu que das testimonio de Cristo,
Espíritu de verdad que nos instruyes sobre todas las cosas,
Espíritu que fecundas a María,
Espíritu del Señor que llenas todo el orbe,
Espíritu de Dios que habitas en nosotros,
Espíritu de sabiduría y entendimiento,
Espíritu de consejo y fortaleza,
Espíritu de ciencia y piedad,
Espíritu de temor del Señor,
Espíritu de gracia y misericordia,
Espíritu de fuerza, dilección y sobriedad,
Espíritu de fe, esperanza, amor y paz,
Espíritu de humildad y castidad,
Espíritu de benignidad y mansedumbre,
Espíritu de gracia multiforme,
Espíritu que escrutas hasta los secretos de Dios,
Espíritu que ruegas por nosotros con gemidos inenarrables,
Espíritu que descendiste sobre Cristo en forma de paloma,
Espíritu en el cual renacemos,
Espíritu por el cual se difunde la caridad en nuestros corazones,
Espíritu de adopción de los hijos de Dios,
Espíritu que apareciste sobre los discípulos en forma de lenguas de fuego,
Espíritu del que los apóstoles quedaron henchidos,
Espíritu que distribuyes tus dones a cada uno como quieres,

Senos propicio,
Perdónanos, Señor.
Senos propicio,
Escuchanos, Señor.

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De todo mal,
Líbranos Señor. (emplear esta respuesta de ahora en adelante)
De todo pecado,
De las tentaciones e insidias del diablo,
De toda presunción y desesperación,
De la resistencia a la verdad conocida,
De la obstinación y de la impenitencia,
De la impureza de la mente y del cuerpo,
Del espíritu de fornicación,
De todo espíritu malo,
Por tu eterna procesión del Padre y del Hijo,
Por la concepción de Jesús, hecha por tu operación,
Por tu descenso sobre Cristo en el Jordán,
Por tu advenimiento sobre los discípulos,

En el día del juicio,


Nosotros, pecadores, te rogamos, óyenos. (emplear esta respuesta de ahora en
adelante)
Para que, así como vivimos por el Espíritu obremos también por el Espíritu,
Para que, recordando que somos templo del Espíritu Santo, no lo profanemos,
Para que, viviendo según el espíritu, no accedamos a los deseos de la carne,
Para que por el espíritu mortifiquemos las obras de la carne,
Para que no te contristemos a ti, Espíritu Santo de Dios,
Para que seamos solícitos en guardar la unidad de espíritu en el vínculo de la paz,
Para que no creamos a todo espíritu,
Para que sepamos discernir los espíritus, si son o no de Dios,
Para que renueves en nosotros el espíritu de rectitud,
Para que nos confirmes por tu espíritu soberano,

Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo,


Perdónanos Señor.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo,
Escúchanos Señor.

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Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo,


Ten misericordia de nosotros.

Oremos:
Te pedimos, Señor, que nos asista la fuerza del Espíritu Santo para que purifique
convenientemente nuestros corazones y nos preserve de todo mal. Por Jesucristo
nuestro Señor.
Amén.

Letanías de la Virgen María

Señor, ten piedad


Señor, ten piedad

Cristo, ten piedad

Cristo, ten piedad

Señor, ten piedad


Señor, ten piedad

Cristo, óyenos
Cristo, óyenos

Cristo, escúchanos
Cristo, escúchanos

Dios, Padre celestial,


Ten piedad de nosotros.

Dios, Hijo, Redentor del mundo,


Ten piedad de nosotros.

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Dios, Espíritu Santo,


Ten piedad de nosotros.

Santísima Trinidad, un solo Dios,


Ten piedad de nosotros.

Santa María,
Ruega por nosotros (emplear esta respuesta de ahora en adelante).
Santa Madre de Dios,

Santa Virgen de las Vírgenes,


Madre de Cristo,
Madre de la Iglesia,
Madre de la divina gracia,
Madre purísima,
Madre castísima,
Madre siempre virgen,
Madre inmaculada,
Madre amable,
Madre admirable,
Madre del buen consejo,
Madre del Creador,
Madre del Salvador,
Madre de misericordia,
Virgen prudentísima,
Virgen digna de veneración,
Virgen digna de alabanza,
Virgen poderosa,
Virgen clemente,
Virgen fiel,
Espejo de justicia,
Trono de la sabiduría,
Causa de nuestra alegría,

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Vaso espiritual,
Vaso digno de honor,
Vaso de insigne devoción,
Rosa mística,
Torre de David,
Torre de marfil,
Casa de oro,
Arca de la Alianza,
Puerta del cielo,
Estrella de la mañana,
Salud de los enfermos,
Refugio de los pecadores,
Consoladora de los afligidos,
Auxilio de los cristianos,
Reina de los Ángeles,
Reina de los Patriarcas,
Reina de los Profetas,
Reina de los Apóstoles,
Reina de los Mártires,
Reina de los Confesores,
Reina de las Vírgenes,
Reina de todos los Santos,
Reina concebida sin pecado original,
Reina asunta a los Cielos,
Reina del Santísimo Rosario,
Reina de la familia,
Reina de la paz.

Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,


Perdónanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
Escúchanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,

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Día 16

Ten misericordia de nosotros.

Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios


Para que seamos dignos de alcanzar
las promesas de nuestro Señor Jesucristo.

ORACIÓN
Te rogamos nos concedas,
Señor Dios nuestro,

gozar de continua salud de alma y cuerpo,


y por la gloriosa intercesión
de la bienaventurada siempre Virgen María,
vernos libres de las tristezas de la vida presente
y disfrutar de las alegrías eternas.
Por Cristo nuestro Señor.
Amén.

Ave Maris Stella

Salve, estrella del mar,


Madre santa de Dios
y siempre Virgen,
feliz puerta del cielo.
Aceptando aquel «Ave»
de la boca de Gabriel,
afiánzanos en la paz
al trocar el nombre de Eva.

Desata las ataduras de los reos,


da luz a quienes no ven,
ahuyenta nuestros males,

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pide para nosotros todos los bienes.

Muestra que eres nuestra Madre,


que por ti acoja nuestras súplicas
Quien nació por nosotros,
tomando el ser de ti.

Virgen singular,
dulce como ninguna,
líbranos de la culpa,
haznos dóciles y castos.

Facilítanos una vida pura,


prepáranos un camino seguro,
para que viendo a Jesús,
nos podamos alegrar para siempre contigo.

Alabemos a Dios Padre,


glorifiquemos a Cristo soberano
y al Espíritu Santo,
y demos a las Tres personas un mismo honor.
Amén.

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