Está en la página 1de 2

Género epistolar

El género epistolar o las cartas pertenecen a los géneros referenciales o menores


que permiten a los sujetos construir identidad. Esto se logra porque a diferencia de los
Géneros literarios, se les permite a los autores hablar de sí mismos atravesando las
fronteras de la ficción. En ese sentido, la carta y los otros géneros referenciales forman
parte de los textos testimoniales, donde los sujetos pueden hablar de sí mismos desde
una perspectiva verídica o real, aun cuando no tengamos completa certeza de ello.
El testimonio corresponde a una larga tradición de textos escritos, que según
Leonidas Morales (2001), es transhistórico, es decir, que es posible de ser encontrado en
diferentes épocas y que esa misma condición hace que el contexto no modifique sus
características principales.
En este contexto, la carta es de larga data no solo en la historia universal sino
también en la historia americana. Desde la llegada de los españoles, la carta fue
instrumento de comunicación de suma importancia, pues era el medio oficial a través del
cual los colonizadores podían rendirles cuenta a los reyes de España y Portugal respecto al
proceso de conquista. Asimismo, durante las primeras décadas del establecimiento de las
distintas naciones, el medio de comunicación que, a pesar del tiempo de espera y retraso,
lograba cumplir su función. Posterior a los procesos de modernización y de la llegada del
telégrafo y el teléfono, la carta siguió siendo un formato que no fue abandonado e incluso
en la actualidad se escriben, aunque en menor cantidad.
Dos de las características más importantes de las cartas son: la ausencia del
destinatario, la petición de respuesta. Por una parte, la ausencia del destinatario es la
condición que motiva la escritura. La ausencia, la nostalgia, la necesidad por comunicarse
implican no solo la voluntad sino también la idealización del destinatario. Así ocurre, por
ejemplo, en las cartas de amor, en donde la amada o el amado simbolizan la cura para el
malestar o la carencia.
La petición de respuesta, por otra parte, implica el flujo constante de la escritura
porque otorga la motivación al destinatario para responder, transformarse en emisor y así
sucesivamente.

Contenido y forma
El contenido de las cartas no está restringido y se reduce a todo aquello que el
autor quiera comunicar. De todas maneras, como la carta busca satisfacer la necesidad de
comunicación, aquello suele responder a un objetivo específico determinado por el emisor
de la carta. Es en este nivel donde podemos observar la construcción de la identidad del
sujeto, ya sea por el lenguaje que utiliza o por la imagen de sí mismo que dibuja a través
de lo que cuenta. Tal como ocurre en las redes sociales, la carta es también una forma de
construir una imagen de nosotros, una imagen que buscamos responda a ciertas
características aceptadas por nosotros mismos o por nuestro destinatario.
La forma, por su parte, es más bien de estructura estable y se ha mantenido sin
muchas modificaciones. Lo importante de tener en consideración es la claridad con la que
aparecerá el destinatario, una estructura clásica en donde de organiza la información
(inicio, desarrollo, final) y una despedida que provoca e incita a la respuesta. Al ser esta
transhistórica, como antes señalaba, es la parte que menos nos entrega información
respecto al emisor.
Ejemplo:

En la imagen anterior podemos leer una carta de Gabriela Mistral a Manuel


Magallanes Moure, poeta y dramaturgo chileno con el que mantuvo correspondencia
amorosa durante los primeros años del siglo XX. En ella podemos observar un lenguaje
breve pero afectivo, que busca preguntarse por su amor y reflexionar sobre su ausencia.
En la carta, Mistral nos muestra la realidad viajera de Magallanes y la necesidad de ella de
tenerlo cerca, de verlo, de pasar un tiempo con él. Asimismo, la manera en que está
escrita, más allá de la falta de ortografía, nos habla de estilo de escritura epocal y marcado
por el uso de la máquina de escribir.
Lo que también resulta interesante de esta carta y de muchas, es la imagen que
Mistral crea de sí misma, pues es sabido que ella no se reunía jamás con los hombres que
mantenía correspondencia y que era más bien poco expresiva con sus sentimientos.

También podría gustarte