Está en la página 1de 29
Por CONSTANCIO C. VIGIL ATLANTIDA INFANTIL < ) Wi b 0 a o frp d Dir ,. de Constancio C. aa fail : El Erial. — 234 edicién en castellano. Las Ensenanzas de Jestis. — Con las debidas licencias. 2# edicién. Reflexiones Cristianas, — 28 edicién. Las Verdades Ocultas. — # edicién La Edwcacién del Hijo. — 6# edicién. ¢ Amar es Vivir. — 5# edicién. Vidas que Pasan. — 3 edicién. El Hombre y los Animales. — 34 edicién. El Maiz, Fabuloso Tesoro, — 2# edicién ilustrada, PARA LOS NINOS | jUpa! — Libro con método original del autor para aprender a leer. 15# edicién. “La Escuela de la Senorita Susana. 12# edicién. SQ) Primer libro de lectura: 45 POR Comparero. — Lecturas para nifios de 8 a 10 afios. 11* edicién. Mangocho. — Relato de la vida infantil del autor, quien se identifica con los demas nifios. 10 edicién. ; CONSTANCIO C. VIGIL Marta y Jorge. — 20? edicién. Alma Nueva, — Lecturas adecuadas para la nifiez y la juventud. 92 edicién. > Cartas a Gente Menuda. — Conjunto de cartas muy breves, con CL.Y/0/. a bellas ilustraciones en colores, que ningin nifio, ninguna nifia, deja- rn de leer con encanto y provecho positivo. Vida Espiritual. — Es un manual para la dignificacién del nifio, divi- A a Eoleien de 220-00 Blemeratas dido en 5 tomitos independientes entre si, del cual se agotan conti- nuamente copiosas ediciones. Cuentos. — Son 22 los cuentos de Constancio C. Vigil, tan Avida- mente leidos por los nifios de América, y estan editados como el pre- sente en otros tantos voltimenes, cuya lista completa se halla en la contratapa de este libro. Lista de precios a disposicién de quien la solicite a: b EDITORIAL ATLANTIDA Editorial Atlantida, Florida 643, Buenos Aires, oe Los a ues Derechos reservados Hecho el depésito que marca la Ley. Printed in ‘Argentina — LA REINA DE LOS PAJAROS LA SENORITA SIMONA A sehorita Simona es una urraca que vive en la selva de Montiel. Alli mismo, en un 4rbol muy grande, tiene su escuelita, a la que asisten numerosos pAjaros de los alre- dedores. La maestra explica muy bien los peligros de las redes, de las jaulas y de las armas de fuego, pero muchos no entien- den, otros no ponen atencién y algunos interrumpen las clases con inoportunas ocurrencias e indiscretas preguntas. La seforita Simona explica que el hombre es un pAjaro muy grande y sin alas que camina con dos patas en el suelo y otras dos en el aire. Agrega que el hombre quiere poner en prisin a todos los pajaros por sus lindos colores y por-su bello canto, Y que por eso, en caso de peligro, hay que saber callar, y saber huir 0 esconderse. Les ensefia también que es peligroso cantar cerca de las ca= sas, como las tontas calandrias. Pero una calandria la interrumpe: —Dice mi mama que si sigue repitiendo que somos tontas no me mandaré mis a la escuela. —Dile a tu mam4 — contesta la maestra — que venga a hablar conmigo, y que me traiga lo que me prometié. —jSefiorita! — grita otro alumno. — El tordo me ha dado un picotazo. —Silencio! — ordena la maestra. — Pase el tordo a mi lado. jParece mentira que ni siquiera en la escuela estén con juicio! Restablecida la calma, prosigue la maestra: —Las armas de fuego son nuestros peores enemigos. Les recomiendo que cuando vean un resplandor y oigan un ruido fuerte, se alejen lo mas posible, y que luego se queden escondi- dos y quietos mucho tiempo. —Anoche hubo ruidos y resplandores — dijo un cardenal, — y yo avisé que eran tiros para matarnos y que nos fuéramos lejos, como usted nos ensefd. —Eso era tormenta y no disparos de armas — aclaré la maestra. — Sdlo a ti se te ocurre jsdlo a ti que de noche y llo- viendo salgan los cazadores a buscarnos! —jSefiorita! — dice otro alumno. — ;Es verdad. que los alambres son peligrosos? —A toda hora, hijo mio. {No sabes que las jaulas son de alambre? —Pues a mi me aseguré una lechuza que ella se posa todos los dias en los alambrados, y nunca le sucede nada malo. —jHablas con las lechuzas! jQué disparate! {Si te juntas con ellas, no vengas mas a mi escuela! ; —Sefiorita, ges verdad que ustedes, las urracas, se comen a los pajaritos cuando todavia estan en el nido? — pregunta - el benteveo. —jCalla! — excl fade i exclama indignada la sefiorita. — matoeptede hablar dé eo. 8) a sefiorita. — Eres el que Al oir tales c cosas, los alumnos i > se asu: aa stan y se disponen a —Por hoy — di — oy dice la maestra — la clase ha terminado. ae a daremos la leccién sobre “Cabecita Negra”. Es nece. ario i ; : - que ustedes sepan de memoria la vida de este pobre paja. illo é oe, ss lo y que no la olviden en ningun momento. Y ahora pueden re : tirarse, pero no el benteveo, que queda en penitencia —jHast. fi fori i i a mafiana, sehiorita! — dicen los alumnos, y vuelan alegremente hacia todos los rumbos. : — 10 — CABECITA NEGRA L dia siguiente, en efecto, la clase fué destinada a “Ca- becita Negra”. Este era un pajarillo que tenia la cabeci- ta renegrida y las alas y la cola con preciosas franjas ne- gras y amarillas. “Cabecita Negra” era muy bueno, pero por nada del mun- do queria ir a la escuela. Sus padres le aseguraban que le seria muy util aprender lo necesario, y lo mismo le mandaba decir la sefiorita Simona con Jos alumnos que vivian cerca de su casa; pero a él le gustaba més ir a la orilla del arroyo o pasarse las horas saltando de rama en rama y volando de Arbol en arbol En estos pasatiempos andaba un dia, cuando vié muchas semillitas en el pasto. —Si estuviese en la escuela — pensd en seguida — no era yo el que disfrutaba de tal banquete. Baja y se pone a comer las semillitas, que eran riquisimo alpiste; pero de repente cae sobre él la red. Salta desesperado y no puede salir. Una mano lo agarra y parece que lo ahoga; cuando lo suelta, esta dentro de una jaula. El pobrecito siente terrible pena. No comprende por qué lo han encerrado. Nunca habia hecho mal a nadie y nadie le dijo que no debia comer de aquel alpiste. Lo ha aprisionado un nifio que no comprende su afliccién. No hay en el mundo quien » venga a socorrerlo. Los tinicos que podrian ayudarlo son los padres y no sabe donde estan. Los llama desesperadamente con sus pios y les pide en todos los tonios que lo saquen de alli. Pero ninguno de ellos aparece, ninguno le contesta. Y no hay tristeza més grande que ser pajaro y no poder volar. Ni Ilanto tan inocente como el suyo, cuando al amanecer ie a lo. busca los Arboles, y el sol, y el arroyue : Ni clamor més lastimoso que su llamado a dormir, Jos ojitos mojados por las lagrimas, en espera de que vengan sus compaiieros para pasar juntos la noche. con 1 “Cabecita Negra” volviera a ser libre les contaria su his- toria a los demas pajaritos, para que ninguno dejara de ir a la escuela. : ; Y en prueba de carifio y gratitud, con su piquito le ras 4 Ss caria la cabeza a su maestra, y le repasaria una por una Ja plumas de las alas. El sabe, como nadie, las amarg: rancia. as consecuencias de la igno- se ges LA ENSENANZA DEL PELIGRO opavia hoy la seforita Simona da sus lecciones en lo mas Jl espeso de la selva de Montiel. Muchos pajaritos, gracias a ella, se han salvado de la prisién y de la muerte. Pero la ignorancia es grande, y siempre Iegan noticias de nuevas victimas. Como esa escuelita hay muchas en todas las latitudes, para impedir que millones de avecillas sufran la mis aflictiva de las desgracias, que es perder la libertad en que nacieron. ‘ Seria también conveniente ensefar a los nifios y a los hom. res aj : : een a los pajaros, hacerles comprender aue es feo'y es mal 4 j : re o 10) aries da alegria y que al dejarlos gozar de libertad is — mejor de su belleza y de sus cantos. x i : bs aa ei ces para quienes lo desconozcan, el origen is escuelitas, donde las humil : umildes maestras h: acen Cuant ued i i : pl ae lucha con la indolencia, con la indisciplina y aun con la ingratitud de los favorecidos con la ensefianza. — 16 — LA REINA DE LOS PAJAROS e se ha perdido en la noche de los a la Reina de los Pajaros de que aba encarcelado. 1 de espanto al escuchar tal noti- sible; finalmente ordené al que fuese a comprobarlo. ‘~ dia ya tan lejano qui tiempos fué informad: uno de sus stibditos est: La Reina se qued6 inmévil después dijo que no lo creia p 0 de sus cantores preferidos, Volvié el zorzal y dijo que era cierto. No se convencié la Reina, y le pidio a Ja urraca que verifi- case si era verdad lo que afirmaba el zorzal. 3 cia; zorzal, un a Volvid la urraca y dijo que, en efecto, habia un pajaro encerrado en una estrecha prisién, y que la prisién estaba bajo el alero de una casa de campo. Tampoco entonces quiso creer la Reina lo que escuchaba, y rogé a la golondrina que fuese hasta tal casa, y que se fijara bien, y que volviese pronto para referirle lo que viera. En contados momentos estuvo la golondrina de regreso y dijo que era verdad, que los gemidos del prisionero se oian desde lejos y la habian guiado y que el prisionero era Gorgorino. —jGorgorino!... jGorgorino!... — exclamé con amargura la Reina de los Pajaros. ee QUIEN ERA GORGORINO NUTILMENTE habiase intentado satisfacer al ambicioso Gor- gorino. Multiples pruebas realizé él mismo para salirse de su condicién. Porque no estaba conforme con ser pajaro y codiciaba poseer cuanto veia. Envidiaba la fuerza del ledn, la cola del pavo real, Ja blan- cura del armifio, la habilidad del castor, las crines del caballo, las astas del toro, la ligereza de la liebre, el vuelo del albatros. Protestaba por tener plumas y ponderaba las ventajas del abrigo de lana de las ovejas, de las siempre limpias escamas de los peces, “de las espinas del puerco espin, que le sirven de defensa. Se afligia hasta Ulorar cuando comparaba su cola con la cola de la ardilla, sus patas con las aceradas garras del céndor, su pico con la trompa del elefante. Pero nada lo amargaba tanto como estar en los arboles, no siendo fruta, segin él decia, y era su mayor afan vivir igual que los hombres, por lo que empleaba la mayor parte del tiempo en escudrifiar las casas, en ponderar cuanto veia en ellas y en imaginar las comodidades que alli se disfrutaban. se trataba del ambicioso y envidioso Gorgorino, la Reina se dispuso a ir en su ayuda. Mand6, pues, que se prepataran los guias y su cortejo, y se posd mientras tanto en la rama mas alta del arbol donde vive. Este es el mas grande y frondoso de los Arboles y esta en el centro de la mas ignorada e impenetrable de las selvas. No hay memoria de que jamas haya perdido una hoja. Segin avanza el sol en su carrera, cambia su coloracién, y tiene en un. mismo dia todas las variantes del verde, desde el mas oscuro hasta el mis claro. Cuando la Reina canta por primera vez el gran Arbol florece y ella bebe del néctar de las flores. Cuando la Reina canta por segunda vez se cargan las ramas de las mas dulces y deliciosas frutas, y ellas son el unico alimento de la Reina. Posada estaba la Reina en la més alta rama del més pro= digioso de los arboles, y era mas bella que todos los picaflores y que todas las aves del paraiso. Tendié tres veces las alas, tres veces las recogié; las abrié por cuarta vez y emprendié vuelo. ‘Adelante iban como guias el zorzal, la urraca y la golon- drina; después de ella formaban grandes nubes separadas los cardenales azules, los amarillos y los de copete rojo. Mas atras atin volaban millares de pajaros, representantes de las diversas familias. Mientras la Reina de los Pajaros avanzaba en vuelo majes- tuoso sus alas hacian el ruido de la seda y sus plumas brillaban como diamantes, amatistas, rubies, esmeraldas, zafiros y tur- quesas. Al pasar ella se detenian las aguas y los peces asomaban su cabeza para yerla, los animales grandes y pequefios dejaban” de comer, las plantas y hasta los pastos crecian de pronto, las abejas se elevaban de las flores y de las colmenas, las hormigas soltaban su carga y los bueyes suspendian su labor. Cuando los guias descendieron, los pajaros del cortejo se posaron en las inmediaciones, y la Reina se dirigié hacia la jaula donde estaba prisionero Gorgorino, =. 2 EL PRIMER PEDIDO L ver a la Reina, Gorgorino redoblé sus gemidos, capaces de partir los corazones. —jAy, Gorgorino, hijo mio! — exclamé ella. — ~Cémo has podido llegar a tan triste situacion?... ¢Quién te ha encerrado y por qué? —Un hombre me tiene aqui — contesté el prisionero. — Me engafié con ricos granos tentadores. Entré y no pue- do salir. —Te quejabas de todo cuando eras libre. Ahora nada te falta, segtun veo; ya no estas en los arboles como si fueras fruta; vives en una casa de esas que tanto elogiabas... ¢Qué quieres, pues? —Salir de aqui siquiera de cuando en cuando, y pasear por el jardin. SB La madre de los pajaros reflexioné un momento y después dijo: —Sualdras durante la noche. ;Prométeme que volverds a Ja jaula antes que alumbre la luz de cada dia! —jTe lo prometo, Reina! — contesté Gorgorino. uanpo fué de noche, Gorgorino convirtidse en ratén y salié de la jaula. Recorrié los alrededores, encontré un pedacito de pan duro y se lo comié; bajé al jardin y an- duvo por los senderos y entre los macizos de flores. Antes del amanecer volvié a la pieza, y ya en la jaula poco después se convertia en pajaro. Todas las noches, con el mismo cambio, realizaba sus paseos, tal como lo habia pedido, No tardé mucho en trabar relacio- hes con unos ratoncitos que vivian en el jardin y éstos le reco- mendaron més prevencién y cautela, pues andaban por alli gatos feroces que los devoraban al menor descuido. Tres noches después, Gorgorino vid que un enorme gato negro atrapaba a uno de sus amiguitos. Aterrorizado huy6é y se metié en su jaula, y alli espero impaciente la luz del dia para ser pajaro’y sentirse libre de las garras del felino. Ya no volvié a salir, y reanudé sus gemidos, mds angustiosos que nunca. — 247 EL SEGUNDO PEDIDO ASTA que al fin tuvo noticia la Reina de sus lamentacio- I | nes y resolvid visitarlo nuevamente, y se le aparecié lo mismo que la primera vez, y le dijo: £ —jAy, Gorgorino, hijo mio!... {Siempre con tus quejidos desgarradores! ¢Qué quieres ahora? —jTodo, menos raton! —Dijiste que tu unico deseo era salir de la jaula. Sales, y tampoco eres feliz. —Es que hay gatos, y, al no poder volar, tarde o tempra- no me devoraran. : —Saldras y tendrds alas. ;Prométeme que volverds a la jaula antes que alumbre la luz de cada dia! _—jTe lo prometo, Reina! Bo be “ 5 Payee Fi xf ae Ney Of AEE PRES yt he QUELLA misma noche, Gorgorino, convertido en mur- Pi clon, salié de la jaula y por la ventana que daba al jardin cruzé la atmésfera en raudo vuelo, bajo la luz plateada de la luna. En seguida se puso a cazar mosquitos y azo centenares, que le parecieron muy sabrosos. Cuando asomaban las primeras luces por el oriente regresé a su jaula y al poco rato se volvié pajarito. A la segunda noche estaba muy entretenido en su caceria cuando se le aproximé otro murciélago y le pregunté cual era su paradero durante el dia y qué sitio habia elegido para pasar el invierno. Vivamente sorprendido por la pregunta, Gorgorino le pidid : que le explicara eso. —iTan poco sabes ain? — respondié el nuevo amigo. —Al llegar el frio tendras que refugiarte en algin sitio muy oculto y alli colgarte con la cabeza hacia abajo, y permanecer jnmévil, como muerto, durante todo el invierno. Respiraras apenas para no consumirte por completo, pues no te ser po- sible alimentarte; no habra en el aire ni un bichito siquiera. ‘Al escuchar esta horrible revelacién, Gorgorino vold a linea recta hacia la terraza, se metié en su jaula y aguardé el a Apenas transformése en pajarito recomenzo sus planideros jan las paredes. ayes que estremecian las p: e ; ~ Y por tercera vez se le aparecio la Reina de los Pajaros y le dijo: = 27 ae ep —iAy, Gorgorino, hijo miol... jSiempre con tus lamentos que me trastornan! jSales de la jaula, como me pediste; vuelas, como deseabas!... ;Qué quieres ahora? —jTodo menos murciélago! Esa muerte en invierno es espantosa. jHazme vivir igual en todas las estaciones! —EI verano y el invierno seran lo mismo para ti... {Pro- méteme que volverds a la jaula antes que alumbre la luz de cada dia! — Te lo prometo, Reina! S75: CONVERTIDO EN RANA vANDOo llegé la noche, Gorgorino se transformé en una ranita. Salié inmediatamente de la jaula y dando grandes saltos de gimnasta atravesd el jardin y se juntd a otras ranas que chapoteaban y croaban en la orilla de un charco. . —jLinda vida! — exclamé alborozada, al unirse al coro y croar con todas sus fuerzas. —Linda — dijo la rana que tenia a su lado, — si no exis- tieran traicioneros anzuelos y hombres que nos buscan y deyo- ran como preciado manjar. ——zQue nos devoran, dices? —Bien se nota que todavia eres muy pequefia y que no tienes experiencia. Ayer mismo muchas de nosotras desapare- cieron de la charca Ilevadas por un hilo mas mortifero que todas las serpientes. Apenas oy6 esto Gorgorino, con tremendos saltos se dirigié a la terraza y se introdujo en la jaula, resuelto a no salir nunca mis en la condicién de rana. En cuanto fué de dia y se volvié pajarito, sus gemidos tras- pasaban los seres y las cosas como afilados puiiales. Hasta que se le aparecié por cuarta vez la Reina y di —jAy, Gorgorino, hijo mio!... jSiempre con tus quejidos penetrantes, que a cualquiera lastiman! jMe das mas trabajo tu que todos los demas pajaros juntos!... ;Qué quieres ahora? —jCualquier cosa menos rana! jHazme salir y volar, y que no sirva de alimento al hombre! —Saldras y nadie te buscar4 para comerte... ;Prométeme que volveras a la jaula antes que alumbre la luz de ca- da dia! —jTe lo prometo, Reina! Sigh CONVERTIDO EN MARIPOSA RA ya noche oscura cuando Gorgorino se volvié mariposa. E Sin perder un segundo paso entre dos alambres de la jaula y cuando estuvo fuera abrié las magnificas alas de seda color naranja con grandes manchas negras y brillantes como terciopelo. Dirigidse al jardin y alli encontré otra mariposa nocturna muy semejante a ella, que la invité a viajar juntas.” —Majiana — le contesté. — Déjame hoy volar sola. —Majiana, dices?... Para las mariposas no hay manana. Tan breve es nuestra existencia que vivimos mucho menos que las rosas. Gorgorino tuvo miedo de morir en seguida y renuncié a ser mariposa. Rapidamente se dirigié a la jaula, plegé las alas, entro y esperé la aurora. Con las primeras luces del nuevo dia, ya convertido en pajaro, sus lamentos conmovian a cuanto alcanzaban. ; Y se le aparecié por quinta vez la Reina y le dijo con mu- cha pesadumbre, ante la puerta de la jaula: —jAy, Gorgorino, hijo mio!... ;Siempre con esos gemidos que enloquecen!... {Qué quieres ahora? —j Déjame pajaro! jPajaro, nada mas, como era antes! Al hacer su nueva stplica, el prisionero se abalanzé sobre la Reina con tal vehemencia que la puerta cedié al empuje y. se entreabrié. Sin perder él un instante salté afuera y quedé libre. Poco después volaba junto a la madre de los pajaros hacia la espesura de la selva. ene ee EN EL ARBOL DE LA REINA L llegar la Reina al arbol del eterno verdor posdse en una rama y la rama florecié subitamente. Pidié a Pecho Colorado qiie le ordenara a Gorgorino que se acercase. Hizolo asi el avergonzado Gorgorino y la Reina le dijo: —Mucho me temo, hijo mio, que tu malsana curiosidad, tu enfermizo descontento y tus disparatadas ambiciones pro- voquen grandes desgracias para los pajaros. Por culpa tuya los hombres han inventado la jaula, jy ojala que la olviden! jOjala que la misma en que te encerraron a ti no motive el suplicio de algin otro, al ver que esta vacia y que sin una nueva victima ser4 una cosa inutil! Sabe que te esta prohibido desde hoy en adelante salir de esta selva y volar a mayor altura que las per- dices. Vive en el suelo como las alimafias y asi no podras que- jarte de estar siempre en los arboles como la fruta, y no te acor- dars de que si fueras céndor mirarias desde arriba las montajias. No deseards, tampoco, morar como los hombres en una casa, Pues ya estuviste en ella, al abrigo del frio, del viento y de la Iluvia, y eras muy desdichado. Escucha, joh descontento!... A la primera queja te haré arrancar las plumas de la cola; si vuel- ves a quejarte, desapareceran las plumas grandes de tus alas, Ahora bien, yo comprendo que necesitas tener en qué pensar en reemplazo de aquello que te prohibo; necesitas, sin duda, nue- vas preocupaciones, nuevas inquietudes, nuevos afanes que ali- menten tus devaneos y tu ambicién. Lo he pensado, y lo he pensado mucho, para que los dias no te resulten vacios yla existencia no te parezca inutil. Al oir estas palabras Gorgorino dié un respingo de gozo y las mas bellas dadivas y honores Pasaron por su mente. Dejé la Reina que acariciara un rato toda clase de fantasticas ilusiones, Y prosiguié diciendo: —Ya estan en tu cabeza, pues te los hice poner sin que lo advirtieras, cuatro parejas de piojos colorados. Son los mis bravos, encarnizados y glotones de cuantos se conocen, capaces iplicaran tan de devorar hasta el cafién de las plumas, y se multip! . si apid: te que en poco tiempo tendran una muy al ure rapidamen' z ¥ ea d y ndencia. Piensa en ellos de continuo, ‘Preoctipat ae a imagina si el mas sanguinario esta junto a la izquierda o a la derecha de tu ca- fan destrozarlos a to- alevosas picaduras, ca, tu cola o en tu nuca, rda beza; rascate, buscalos, jten por unico a dos con el pico! x Tal fué lo que ocurrié entre la ambicioso y descontento Gorgorino. Reina de los PAjaros y el 33 — AMBICION DE UNO, MAL DE MUCHOS ERO lo cierto fué que sucedié lo que la Reina temia: la ambicién de Gorgorino significd aflicciones que se agran- daron y ocasionaron al fin males irremediables. El hombre que cediendo a los bien visibles deseos de Gor- gorino inventara la jaula, al hallatla vacia la dejé abierta, en espera del regreso. Pero como pasaban los dias y las semanas y no yolvia, se dijo fastidiado que no era Gorgorino el unico pajaro del mundo, que sobraban los més lindos que él y con mas dulces cantos, y, puesto que habia trabajado para hacer aquella jaula, buscaria la manera de aprovecharla. Se ingenié para atrapar en el alero de su casa una golon- drina y la . j ee Puso en la jaula. A la tarde, la golondrina estaba Cazé un picafl ja sigui i ong picaflor y al dia siguiente el picaflor estaba ee suponerlo — pensé. — Esos son Ppajaros del cielo. i elegir a la calandria, mansa y notable cantora. i mai isa las avecillas no temian al hombre; se acer- aban a él con la misma confianza co: i ag ee mn que se aproximaban a Las calandrias andaban al alcance de su mano. Pronto tu- vo una en la jaula. Pero enfermé de tristeza una vez murié a los ocho dias, a Se decidiéd por una viudita, que es toda blanca con los bordes de las alas negros como el azabache a los quince dias. : : Eligié finalmente a un zorzal, y el zorzal se resigné a su ae destino, se acostumbré a la prisién y al Poco tiem, ‘acia Oir su voz potente y melodiosa. ms y sin cantar ni y la viudita murié Ss Si UNA CALAMITOSA NOVEDAD s6 un tiempo, pas6 otro tiempo, y los mensajeros de la Pes empezaron a traerle la penosisima noticia de que habia nuevos stibditos encarcelados, de igual manera que lo estuvo Gorgorino, privados de volar, privados de beber el agua cristalina de las corrientes, de comer los variados alimentos que la naturaleza les ofrece, de hacer su nido en los Arboles y de bafiarse en el sol, en la Iluvia y en el viento. Ante tan espantosas novedades, la Reina de los Pajaros quedé inmovilizada por el dolor y ya no hizo absolutamente nada mas que meditar de dia y de noche en los delitos que habrian podido cometer sus stibditos para que los condenaran a tan terrible suplicio. Al cabo de ocho dias, y sin probar otra cosa que gotas de agua que le traian en su pico los mas fieles servidores, eligi diez mil pajaros entre los més inteligentes y ms vigorosos vo- la 6 i i : dores y les ordend ir a averiguar la causa de que sus stibditos ‘ueran encarcelados por los hombres. Much f 10s de estos mensajeros no regresaron. Fueron también oka ; prisionados al aproximarse a los cautivos para preguntarles la causa de la condena. Los que volvieron informaron a la Reina que no habia con seguridad mas que dos motivos para que los pajaros que habi nacido libres estuvieran presos, y estos motivos ge he Ee sura del plumaje y la belleza del canto. 5 ae Sage Al oir esto la Reina, fué tal su indignacién que de sus ojos salian chispas y de su copete salian llamas de fuego. Justamente eran las dos cualidades que mas apreciaba ella en sus stbditos. De todos modos los estimulaba para que dedi- caran sumo cuidado a sus plumas, las asearan de continuo y mantuvieran a toda costa sus preciosos colores. Respecto al canto, ella habia establecido la obligacién de que los padres cantores se lo ensefiaran a sus hijos con el mayor esmero; acor- daba el mejor trato y sefialados honores a los que se distinguian en esta habilidad, y ellos gozaban del privilegio de posarse en el Arbol de la Reina y de comer de sus frutas deliciosas. 2 inexplicable que tales cualidades fuesen delitos merecedo- res de suplicio! Temerosa de haber atraido con su amor a lo bello la desgracia de la especie, resolvié consultar a los con- sejeros. De acuerdo con las practicas establecidas, compare- cieron ante ella una golondrina, un pirincho, un chingolo, un tordo, un corbatita, un pecho colorado y un tucano, to- dos prudentes y sabios, y muy conocedores de las cosas de los hombres. LA.CONSULTA UANDO |os siete estuvieron ante la Reina, abrieron y ce- c rraron las alas en sefial de respeto y aguardaron que ella les dirigiera la palabra. Y la Reina les dijo: —Ya sabéis cudl es el tormento que me agobia. Ahora sufro ademis la angustia de la duda, y temo perder el juicio. Mientras no supe las causas de la prisién de mis hijos, pude ima- ginar que eran culpables, aunque los sé tan buenos y tan ino- centes como las florecillas de los campos. Pero he sido infor- mada de que se les condena por su plumaje y por su canto, y esto me abisma en las tinieblas de la locura. ;Nunca pensé que tales atributos merecieran castigo!... Os he llamado para pediros vuestro sabio parecer. Hable el chingolo, primero. : El chingolo permanecié mudo. —Bien — dijo la Reina. — Diga el tordo lo que piensa. EI tordo bajé la cabeza y no dijo nada. Impaciente la Reina se dirigié al tucano y di jAbre tu pico imponente, que si esta lleno de verdades vale por todos los picos de todos los pajaros del mundo! Pero el tucano no abrid el fenomenal pico, ni pestafied siquiera. Dirigidse a la golondrina, al pirincho, al corbatita, al pecho colorado, y de ellos tampoco obtuvo otra respuesta que el si- lencio. Los fulminé la Reina con una mirada centelleante y exclamé: —jSabios y experimentados consejeros!... jLo mismo que vosotros me contestaria una piedra o un sapo muerto! ;Es epee que sois mudos los siete? ¢No sentis lastima al verme en esta agonia? Entonces, el pirincho pidié permiso para hablar por todos y, después de obtenido, dijo: —Callamos, joh Reina bien amada!, porque sélo nuestras lagrimas dirian lo que sentimos... Si ti no has comprendido cémo es posible que la hermosura y el arte sean considerados como un crimen, menos atin lo comprendiamos nosotros. Pero antes de venir a tu presencia reflexionamos profundamente, examinamos este magno problema en todos sus aspectos. —jBien!... ¢Y qué habéis conseguido?... —jLa unica posible explicacién!. —No 0s engafidis? —Estariamos cien afios posados en una rama, sin mover una pata, jy no hallariamos otra! —jHabla! jDila cuanto antes! —Esta es: La crueldad que te angustia no cabe en un co- razon. —jEl hombre la comete! — exclamé la Reina. —La comete — aclaré el pirincho — porque le falta el corazén. Con seguridad, oh Reina, lo ha perdido. Y nadie mejor que tu puede hacer revisar el mundo hasta encontrarlo. jHaz, pues, buscar el corazén del hombre, y cuando él vuelva a su sitio se acabara tu martirio! Agradecié la Reina, emocionada, el admirable dictamen de sus consejeros, que le trasmitia el sabio pirincho, y antes de despedirlos, los obsequiéd con las mas deliciosas frutas de su Arbol. See Ae, he Da SE INICIA LA GRAN BUSQUEDA ocas horas después, todos los pajaros por todos los confines buscaban el corazén del hombre, en las alturas y en las hondonadas, en las arenas y en las tierras de labranza, sobre la nieve y bajo el ardiente sol del trépico, en las gran- des y en las mas pequefias islas, en. los bosques, en los jardines y en las huertas, y no quedaba hojarasca, ni terronada, ni pe- dregal, ni agujero que no revisaran con sus penetrantes ojos, ni palmo del planeta que no golpearan con su agudo pico para que, si alli estuviera, les contestara el corazén perdido. Entre tanto, la Reina esperaba ansiosa el resultado de la busqueda. pase aquelidia aia que fiiese hallades oy sas occa dial Be pasd una semana, pasé un mes,. pasaron meses, y millones de pajaros, todos los pajaros, menos uno, seguian buscando el co- razon perdido. Y el que no buscaba era Gorgorino, porque su unica pre- ocupacién eran los piojos que le devoraban hasta la raiz de las plumas, y su tnica ambicién destrozarlos con el pico. : Cumplido el afio de busqueda, la Reina ordené que se con- tinuara sin interrupcién y con el mismo alrinco, y quedé nue- yvamente inmévil y como atontada por la angustia. ee LA TERNURA DE LOS PAJAROS upo comprobarse entonces el amor de los pajaros por su Reina. Todos se interesaban por su salud y enviaban a uno. de cada bandada mafiana y tarde a preguntar por ella. Ademés, nadie qued6 sin venir a ofrecerse por si podia serle util, y le traian cuanto consideraban lo ane para que re- cobrara el animo y las fuerzas. Elfpicetlon, ditttsareel gence Callal pemera ten tent con el dulcisimo jugo de la madreselva; el benteveo trajo un gusanillo blanco, gordo y dorado; el carpintero se ofrecié para labrar en el tronco del arbol una habitacién amplia y confor- table; los horneros propusieron hacer para la Reina una casa de barro, fresca en verano, abrigada en invierno; la simpatica ratona le traia bichitos; el tejedor se empefiaba en tejer un abrigo para ella; el Martin Pescador se presentaba con los més sabrosos y plateados pececillos, vivos atin; y asi los demas, cada cual segun podia. Emocionada la Reina, al recibir cada presente exclamaba: —jiEs como si me trajeras tu corazén en el pico! Solo y con dificultad le hacian tragar sus més fieles servi- dores lo indispensable para que el dolor no la consumiese ente- ramente. Se cumplié asi otro aiio y se redoblaron los afanes para en- contrar el corazén perdido. Mientras tanto, de cada hoja del gran Arbol brotaba de tiempo en tiempo una lagrima, y este Ilanto quemaba como fuego las florecillas del suelo y calcinaba la tierra. EI silencio ibase extendiendo entre los pajaros de todas las comarcas, y dejaban de cantar y desmejoraban mucho en su plumaje. A gran distancia llegaba la congoja de la Reina y era visi- ble hasta en las corrientes de agua disminuidas y en la vegeta- cién marchita o seca. Para unos, la Reina sufria desvanecimientos, para otros el mal era locura sin remedio, no pocos aguardaban la noticia de su muerte. EL PERDON PARA EL CULPABLE ERO aun en su afliccién o su locura, la Reina recordaba a Gorgorino, y sufria lo que él sufria, y juzgé cumplido el tiempo necesario para que estuviera curado de la enferme- dad de la ambicién, por lo cual ordené que se lo trajeran. Vino, pues, Gorgorino y se posé en la rama de la madre de los pajaros. Lo miré ella y vid que los ojos del desventurado daban vueltas siguiendo el movimiento de los piojos en su cabeza, que su pico golpeaba como matando piojos en el aire, que su cola apuntaba arriba y abajo, a la derecha y a la izquierda, Y que sus patas de continuo se extendian y se encogian con espantosa furia. Volvié a mirarlo otro rato, y con la voz ahogada por la emo- cién, pues ella ama a todos los pajaros, y mas a los desdichados, exclamé: —jHijo, hijito, trino de mi canto, hoyuelo de mi nido, plumén de mi pechuga! Dios se ha acordado de ti y manda que ea ~; te pregunte cuales son al presente tus ambiciones. —jSdlo una, slo una queda en mi vida! — contestd Gorgorino entre sollozos. —Dila, dila con sinceridad, y. repara que El te oye. —jLo unico que deseo es tener libre de piojos mi cabeza! —No anhelards otra cosa? —jiTe lo prometo, Reina! jNada més, asi sea mi existencia de diez siglos! —jPues dale gracias al Creador omnipotente, que todo lo ve y todo lo puede! Queda limpia tu cabeza de los que te atormentaban. En la plegaria matinal y en la plegaria vesper- tina que hacia El elevas con todos tus hermanos, afiade tu gra- titud por este beneficio que te dispensa. Pidele que te haga humilde y bueno como un Arbol, conférmate con tu condicién nada puedo por mi misma, te seguiré con mi amor a todas horas. iY corre, corre, hijo mio, y sin perder un segundo, remueve, escarba, ahonda por los Ilanos, por las cumbres y por los preci- picios, hasta que encuentres aquello que perdié el hombre y que es preciso restituirle cuanto antes! ee y tu destino y te colmara de bendiciones. Aunque nada soy y. LAS ORDENES DE LA REINA N la aurora del quinte ato, la Reina abrié y cerré lenta- E mente tres veces sus alas, que son joyas cuajadas de piedras preciosas, y did las gracias al cielo por estar viva atin — jpues hasta los pajaros saben agradecer sus dadivas al Creador del Universo y Dispensador de todos los bienes! — En seguida dicté severas érdenes para que en el mundo entero continuara la busqueda afanosa. Estaba cada vez mis convencida de que el hombre habia perdido el corazén y que encontrarlo era el tinico medio de salvar a los stibditos de la peor de sus desgracias. Recomendé que, mientras tanto, los pajaros huyeran del ser humano y que evitaran ser vistos los mas hermosos y los mis apreciados por su canto. Mandé, también, que se oculta- ran los nidos y que se multiplicaran las escuelas para Ia ense- fianza de las artimaiias de los cazadores. Dispuso, finalmente, que un tiempo, cada afio, los pajaros dejaran de cantar y mostraran su tristeza en su plumaje para recordar la crueldad que con ellos se comete al encarcelarlos. Desde ese mismo dia, la Reina de los Péjaros, dando el ejemplo con su propio sacrificio, no canté, no volé mas, no se alejé del arbol donde vive y que esta en la mas escondida, en la més ignorada e impenetrable de las selvas. No saldra de su recéndito refugio, no sera vista por los hombres, no se estucharé su canto magico, a cuyo influjo se detenian los vientos y las aguas, quedaban como en éxtasis los animales y florecian las plantas. jPorque sus alas pesan como si fueran de plomo, porque sus ojos ya no son mas que lagrimas, porque su sangre se ha vuelto més amarga que la hiel! Sr coir Coes iY asi suceder4 mientras los hombres no se compadezcan La REINA DE Los de la desdichada Reina, mientras ella no sepa que est latiendo pesos en su sitio el corazén que considera perdido, mientras siga en- EN LA BIBLIOTECA INFANTIL. 2 i ATLANTIDA SE IMPRIMIO EN carcelado un solo pajarito que haya nacido libre! Los TALLERES DE LA EDITO- RIAL ATLANTIDA EN EL MES DE AGOSTO DE 1948. Constancio C. Vigil EDICIONES DE ESTA OBRA 1° Septbre. 1942, de 10 mil ejemplares 2 Mayo 1944, de 10 mil ejemplares 39 Octubre 1946, de 10 mil ejemplares Y esta cuarta de 20 mil ejemplares. EN EL EXTERIOR 1° edicién et chino, en. 1948, editada por Literature Society, Shanghai BIBLIOTECA INFANTIL ATLANTIDA g 1 CUIENTOS oc CONSTANCIO C VIGIL % 1. Misia Pepa 13. La Reina de los Pajaros . 2. Los Chanchin 14. Chicharrén 3. El Mono Relojero 15. El Bosque Azul 4, Mufequita 16. Juan Pirincho 3 5. Los Ratones Campesinos 17. Los Enanitos Jardineros 6. El Sombrerito 18. Los Escarabajos y la 7. Tragapatos Moneda de Oro 4 . 8. Botén Tolén 19. Cabeza de Fierro i 2 9. La Hormiguita Viajera 20. El Iman de Teodorico , 10. El Manchado 21. La Moneda Volvedora 11. La Dientuda 22. El Casamiento de la 12. La Familia Conejola Comadreja 4 4 PRECIO DE CADA VOLUMEN $ 3.50 m/argentina "Relatos de horrendos crimenes“perturbaban las mentes infantiles, y prodigaban la ensefnanm de la perversidad y de la crueldad, hasta que se difundieron los 4 cuentos de Constancio C. Vigil, que han salvado a las nuevas generaciones de tan funesta influencia”. — ‘Literatura Infantil’. — C. Gomez Plaza. ey LIBRO EDICION ARGENTINA

También podría gustarte