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DE LA
PALABRA
Pierde el miedo a hablar en público
Manual práctico de oratoria
Registro propiedad intelectual- AB- 43-2017
La oratoria_________________________________________
La buena oratoria____________________________________
Géneros de discursos_________________________________
El buen orador______________________________________
La voz hablada______________________________________
Lenguaje corporal_____________________________________
Pánico escénico________________________________________
A modo de relajación____________________________________
Improvisación__________________________________________
Elevator Pitch__________________________________________
Discurso de debate______________________________________
A modo de cierre_______________________________________
EL TRABAJO PERFECTO
Conocí a alguien cuya timidez le hacía perder buenas oportunidades en la vida.
No tenía ya sólo un pánico cerval a hablar en público, si no también a hacer cosas más
sencillas; siquiera hablar con una chica. Ese alguien era yo. Recuerdo una vez que sonó
el timbre de mi casa. Cuando abrí la puerta me encontré a cuatro chicas de mi edad. Era
una vecina que venía con sus amigas a preguntarme si me apetecía ir al cine con ellas.
Sin decir ni “mu”, les cerré la puerta en las narices. Mi padre se enfadó mucho. Alguien
me aconsejó que con clases de teatro, quizás pudiera vencer esa timidez. Yo pensé que
estaba algo peor que loco. Si no era capaz de hablar con cuatro chicas a la vez, ¿cómo
iba a hacerlo ante quinientas personas? Pues sí que lo hice. Y aquello cambió mi vida.
No sabía, por aquel entonces que sólo era un adolescente, que iba derecho a estudiar la
carrera de Artes Escénicas y convertirme en un profesional de la escena y la palabra,
pero sí decidí que iba a vencer aquel miedo que me atenazaba como forma de vivir una
vida con más oportunidades.
Esta es una historia que me gusta contar cada año cuando recibo a mis alumnos
en la Universidad de Castilla La Mancha en la que imparto cursos de Oratoria y
Comunicación Oral. Porque, muchos de ellos, entran a mis clases con el siguiente leiv
motiv:”profesor, no va a conseguir que hable en público. Me he apuntado a su curso por
si acaso; pero no lo va a conseguir”. El hecho de saber que su profesor fue una persona
tímida como ellos, les ayuda. Y la gran mayoría, consigue hablar en público con buena
solvencia. Recuerdo a un alumno que se ponía tan nervioso cuando tenía que hablar,
aunque fuera delante de diez personas, que tartamudeaba compulsivamente. Varios años
y esfuerzos después, se ha convertido en profesor universitario y da sus clases sin
ningún problema.
Cada curso, varios estudiantes pasan por mi clase y salen con mucha más
confianza en sí mismos y en sus posibilidades de hablar ante una concurrencia, lo que se
convierte en un gran valor para su futuro profesional. El prestigioso periódico
americano The Wall Street Journal publicó en un artículo en diciembre de 2001:
- Profesionalidad y ética.
- Experiencia en comunicación oral.
- Desarrollo del pensamiento crítico.
- Habilidad para la resolución de problemas.
Lo que más me sorprendió del artículo fue que los directivos encuestados
pusieran la experiencia en comunicación oral por encima de otras cualidades como la
habilidad para la resolución de problemas. Luego, cuando uno entra en contacto con ese
entorno laboral, se comprende. Alguien que no sabe comunicar no sabe dirigirse a un
grupo de trabajo, no sabe trasmitir lo que quiere de su equipo; en resumen, no sabe
liderar. Sí, es cierto, la línea que separa las dotes de comunicación de las dotes de
liderazgo es tan fina que se borra. Si no eres capaz de ser un buen comunicador no
puedes ser un buen líder y, por lo tanto, no puedes ser directivo de una gran empresa.
Así de fácil. Por eso, en los planes educativos anglosajones, mucho más adelantados
que los nuestros, se imparte la asignatura de comunicación oral desde secundaria.
Kiko fue uno de mis primeros alumnos de interpretación. Antes de ser profesor
de comunicación oral, he sido profesor y director de teatro, actividad que aún
compagino con la enseñanza de oratoria. Cuando conocí a Kiko, era un brillante
estudiante de arquitectura que sentía gran pasión por el teatro y la desarrollaba con
auténtica voracidad. Para suerte suya, porque está afición conjugada con sus estudios y
un “estupendo equívoco” le llevó a encontrar un maravilloso trabajo con el que Kiko
nunca había sido capaz ni de soñar.
A algunos discursistas excesivamente serios, esto les puede parecer algo banal.
Sobre todo, a muchos académicos que opinan que un discurso debe cumplir un objetivo
profesional: informar, enseñar, conseguir una resolución favorable de un tribunal… pero
lo cierto es que cuando uno consigue entretener dando su discurso, también logra que
aquellos que les están viendo y escuchando estén más atentos a lo que dice que si lo
hace de modo aburrido. A todos nos ha sucedido estar viendo un exposición soporífera
y, de repente, descubrirnos pensando en la exquisita ensalada que nos vamos a hacer
por la noche con el pollo que nos ha quedado de la comida para lo cual tenemos que
pasar por la tienda a comprar mayonesa de camino casa. El tedio consigue que la mente
busque de forma natural el modo de evadirse de la situación, lo que hará que nuestra
concurrencia deba esforzase por prestarnos atención. Y esto nunca debe pasar.
Recuerde siempre este concepto que saldrá varias veces a lo largo de este libro: nuestra
audiencia no debe esforzarse para seguir nuestra conferencia. Debe sentarse en su
butaca y disfrutar de ella. Así alcanzaremos mejor los objetivos de la misma.
Todo discurso tiene un objetivo, una finalidad: enseñar una nueva técnica o un
descubrimiento, vender un producto, captar socios o votos… y para ello, es necesaria la
persuasión. Es lo que hace que el discurso alcance ese fin para el que fue creado. La
persuasión provoca que aquellos que nos están contemplando absortos en nuestras
palabras, gestos y movimientos acaben pensando: sí, quiero. Quiero comprar esa
freidora; quiero darte mi voto; quiero formar parte de tu ONG; quiero contratarte para
que formes partes de mi empresa; quiero dar una resolución favorable a tu causa…
Y para conseguir ese sí quiero, todo discurso que busque un objetivo del público
ha de cumplir estos tres requisitos. Sea de la índole que sea. No tanto si es un discurso
que sólo persiga entretener, pero estos son los menos.
Como llevo ya varios años dando clases de oratoria me han hecho muchas veces
la gran pregunta: “¿qué debe tener alguien para ser un buen comunicador o una buena
comunicadora?” hay gente que se sube a un atril y estás deseando que se baje porque te
provoca tensión con sus movimientos y palabras y, sin embargo, hay quien mientras te
está explicando como se hace una fabada consigue embelesarte como si te estuviese
contando los secretos del universo. Lógicamente, para conseguir algo así no hay que
tener una sola cualidad si no un buen compendio de ellas. Pero sí, es verdad que hay
una que es la principal.
El primer día de clase, siempre hago esta pregunta a mis alumnos: dibujo en
recuadro en la pizarra y les pido que me den respuestas. Tipo lluvia de ideas. Me suelen
decir todo tipo de cosas: seguridad, conocimiento del tema, buena pronunciación, buen
vocabulario… las cualidades más acertadas las pongo más cerca del recuadro. Las
menos importantes más lejos. Y dentro del recuadro sólo pongo esa cualidad que
estamos buscando; las más importante; la respuesta acertada a la pregunta hecha.
Algunas veces, la aciertan y otras no. Porque es tan evidente que pasa fácilmente
desapercibida. La cualidad más importante que debe tener un orador es
NATURALIDAD.
Las partes de la oratoria son tres más una. Digo tres más una porque, si bien en
la comunicación oral podríamos hablar de cuatro elementos que la componen, en la
oratoria, que es una forma de comunicación oral, una de ellas no tiene gran importancia:
la proxémica. Hablemos de ella en primer lugar.
Luego tenemos la distancia social. Es la distancia que se utiliza con los extraños
con los que estamos obligados a mantener de algún modo una cierta inter actuación. Es
la distancia que guardamos con un dependiente de una tienda, un proveedor, un nuevo
empleado, el albañil que nos está arreglando algo en casa…por eso a mí también me
gusta llamarla distancia comercial, que pienso es más acertada ya que a veces se
confunden la distancia social y la personal. En oratoria, es la distancia que guardaríamos
con un pequeño auditorio de veinte a treinta personas o una reunión de trabajo con gente
desconocida o a la que queremos marcar una imagen de estatus superior. Es lo que a mí
me gusta llamar oratoria de proximidad.
Lenguaje: 8%
Para lenguaje: 37%
Kinésica: 55%
Lo primero que hay que hacer para dar un buen discurso es prepararlo bien.
Cierto que un orador brillante puede sacar algún partido de un discurso mal preparado
pero jamás llegará a conmover al público como si lo tiene bien diseñado. Y, cuando
digo esto, no me refiero a crear un powert point maravilloso con muchas luces y
numerosos dibujos; hablo de saber estructurar el discurso.
Actualmente, existen técnicas narrativas para estructurar un libro, un guión de
cine o una obra de teatro. Pero, ¿cuál es la estructura de una conferencia? Partamos de la
estructura narrativa general y trabajemos desde ahí.
Toda narración sea novela, ensayo, obra de teatro o guión de cine ha de tener
tres partes: planteamiento, trama y desenlace.
Veamos ahora con detenimiento como se elaboran cada una de estas partes para
configurar un todo global.
1.- Contar una anécdota que tenga que ver con el tema que estamos tratando y
que sea rápida de relatar. No conviene recrearnos demasiado en este aspecto ya que de
lo contrario corremos el riesgo de provocar que nuestra audiencia pierda el hilo y, como
se dice vulgarmente, desconecten.
2.- Contar un hecho histórico que de algún modo ratifique lo que hemos dicho en
el desarrollo. El valor de la historia tiene un poder muy grande en las mentes de un
público porque demuestra un ejemplo constatable de resultados, lo que da una gran
credibilidad.
3.- Utilizar el humor. Pero si contamos algo gracioso que venga muy a colación
del tema que estamos tratando. De lo contrario, podríamos distraer la atención de la
audiencia.
- Resumen.
- Tesis.
- Cierre.
Las dos primeras son imprescindibles. No así la tercera que suele depender del
estilo y la decisión de cada orador el incluirla o no.
1.- Dando nuestra opinión personal sobre los datos arrojados durante el desarrollo, ya
que hasta ahora los hemos ofrecido sin posicionarnos con respecto a ellos. De este
modo, aportaremos un significado subjetivo a esos datos y puede que a todo el discurso.
3.- Del mismo modo que en el exordio y el intraexordio, la historia nos brinda otra
brillante forma de acabar un discurso, estableciendo una analogía entre los resultados o
situaciones descritos en nuestra ponencia y otros similares que ya hayan tenido lugar.
1.- Con un chiste o anécdota graciosa a colación del tema de la conferencia. De este
modo, haremos que los presentes salgan de la sala con una sonrisa en los labios.
2- Otra forma brillante de concluir nuestra ponencia es con alguna cita de alguien
célebre, siempre que esa cita resuma perfectamente la idea final que deseemos ofrecer.
Es importante que si ya hemos utilizado este recurso en el exordio o intraexordio no lo
utilicemos en el cierre. Restaríamos valor a ambos.
3.- El tercer modo es acabando con una frase esperanzadora, expresando que lo que
hemos expuesto puede mejorar las vidas de nuestros oyentes, el mundo, la ciudad en la
que viven… eso hará que nuestro público salga de la sala mirando hacia el futuro con
una emoción positiva.
El exordio es, probablemente, una de las herramientas de las que disponemos los
oradores para captar la atención del público. Si se hace bien, en los tres o cuatro
primeros minutos de la conferencia ya tendremos las mentes de los que han venido a
vernos pendientes de nuestras palabras. De ahí que se le dé tanta importancia. Pero,
¿qué es el exordio?
Es una forma de apertura que busca sorprender y estimular la imaginación de la
audiencia forzando así su interés sobre nuestras palabras. Este es un recurso que utilizan
muchos guionistas de cine para captar la atención de los espectadores en los primeros
minutos de la película. En televisión se le llama afectuosamente “principios anti-
zapping”. Y es algo que lleva funcionando miles de décadas. No lo hemos inventado
ahora. En la antigua Grecia y en la Roma clásica los oradores políticos ya lo utilizaban.
Aristóteles, hablaba en sus tratados de retórica del exordio como “una forma de captar
la atención de los que nos escuchan sobre el tema a tratar y obtener su benevolencia.”
Sólo que ahora ha cambiado en cuanto a duración y forma. No vamos a estudiar los
maravillosos exordios de Cicerón o Demóstenes. Pero sí vamos a ver algunos de
oratoria contemporánea. Ejemplos con los que abrir un discurso de forma efectiva y
obtener en cuestión de minutos la atención de nuestra audiencia.
1.- Comenzar con preguntas, entre una y tres, que obligue a reflexionar a los
concurrentes a una sala. Por supuesto, ha de ser una pregunta que comulgue con sus
intereses y el tema de la conferencia que se va a ofrecer.
2.- Segundo tipo de exordio: comenzar con una cita brillante de alguien conocido.
Como consejo personal siempre recomiendo buscar a un personaje susceptible de ser
admirado por parte del público al que nos vamos a dirigir. De este modo, el exordio
tendrá más impacto.
Una vez, un alumno mío productor cinematográfico tenía que dar una
conferencia sobre métodos de producción de cine con bajo presupuesto. Estudiamos su
exordio hasta que decidimos que nada más subir al estrado dijese:
Buenas tardes. Una de las cosas que más me gusta hacer en este mundo es
desayunar con mi hija antes de llevarla al colegio sobre todo porque antes
desayunamos juntos viendo algunos dibujos. Y ese es mi momento. Mi mejor momento
del día. Y esta mañana, cambiando de cadena hemos encontrado por casualidad unos
dibujos animados del Ratón Mickey. Nunca los había visto y los he dejado a ver que tal
la parecían. Le han encantado. Y mientras los estaba viendo he recordado una cita de
Walt Disney que siempre me ha parecido inspiradora. A mi me ayudó a convertirme en
productor de cine dese luego. Walt Disney dijo: “el mejor modo de hacer algo es dejar
de hablar de ello y comenzar a hacerlo”. Y eso es lo primero que tienen que hacer
ustedes si quieren hacer una película: hacerla. He visto a demasiadas personas que
hablan y hablan durante muchas horas; durante muchos días; durante muchas semanas
e incluso muchos años de la gran película que van a hacer, pero no la hacen. La gran
mayoría de proyectos cinematográficos se quedan en eso, proyecto. Proyecto guardado
en un cajón. Pero ustedes sí que quieren hacerla, y además quieren que llegue a su
público les diré como… les diré los pasos que deben dar para que su proyecto, a pesar
de no contar con un gran presupuesto, pueda convertirse en una película estrenada y
no se quede guardado en un cajón.”
Aquella conferencia fue una de las más exitosas que he visto jamás. Y aunque en
este caso sí, es cierto que mi amigo desayunaba cada día con su hija, él no recordó la
frase de Walt Disney viendo unos dibujos del Ratón Mickey. Fue una forma
dramatizada de crear su comienzo. Todo estaba perfectamente estructurado y montado
como si de una obra de teatro se tratase. No me cansaré de decir que la oratoria tiene
mucho de teatralidad en mayor o menor medida.
3.- El tercer exordio es uno que a mí personalmente me gusta mucho: el cuento.
Empezar con un cuento puede ser un modo muy eficaz de captar la atención de nuestro
público, siempre que se sepa contar bien.
De modo que los nuevos dueños del prostíbulo despidieron al portero que no
tuvo más remedio que ganarse la vida con lo único que sabía hacer: realizando
chapuzas de casa en casa, Y para eso fue al pueblo de al lado a comprar buenas
herramientas, ya que en su pueblo no había quien las vendiera. Y uno de los clientes
viendo aquellas herramientas tan buenas que tenía le pidió que la próxima vez que
fuese al pueblo de al lado le comprase unas cuantas quedándose una comisión del valor
de estas, ya que él no tenía tiempo de hacer el viaje. Y poco después, un vecino llamó a
la puerta del antiguo portero del prostíbulo porque se había enterado que, de vez en
cuando, iba al pueblo de al lado a comprar herramientas y le pidió unas cuantas. Y
así, empezaron a ir los vecinos a pedirle herramientas y él al tercer viaje decidió
comprar unas cuantas más de las que le habían pedido y así posibilitar que sus vecinos
no tuviesen que esperar a que él viajase. Y al poco compró un granero dónde fue
guardando las herramientas que traía para vender. Porque también iban de las aldeas
vecinas que tenían menos trayecto a aquel pueblo que al otro más grande. Hasta que
poco a poco, aquel antiguo portero del prostíbulo, creó un rentable almacén de
herramientas y se convirtió en uno de los hombres más ricos del pueblo.” Imagino-
continué diciendo a mi público- que ninguno de vosotros habéis sido porteros de
prostíbulo pero sí que tenéis una cosa en común con él: habéis perdido vuestro
trabajo. Ahora, tenéis que crear vuestro almacén de herramientas y para eso estáis
aquí. Y para eso estoy yo aquí. Vamos a ver los pasos más acertados que hay que dar
para que vuestro almacén de herramientas sea una exitosa realidad.
Puedo asegurar que en este momento ya estaban tan atentos a mis palabras que
no perdieron la concentración ni un solo segundo. En este exordio es muy importante
contar bien el cuento y saber enlazarlo con el motivo de la conferencia que hemos ido a
ofrecer. Yo recomiendo usarlo cuando ya se tiene algo de experiencia en oratoria,
porque implica cierta dramatización a la hora de contarlo.
Hay una variable de este tipo de exordio que consiste en contar una anécdota del
propio orador. Esto suele ser muy eficaz ya que hace que el auditorio empatice de forma
más rápida con la persona que tienen delante y propicia un acercamiento hacia quien les
va a hablar. Rompe de forma tajante el distanciamiento inicial. Yo la uso bastante sobre
todo cuando doy discursos sobre oratoria y sobre el modo de vencer el pánico escénico.
Cuento la historia de cómo empecé a hablar en publico, con la que he introducido este
manual y concluyo: “como verán, soy la prueba de que cualquiera de los que están aquí
puede vencer el miedo a hablar en público y convertirse en orador”.
Otra variante muy buena es contar un hecho histórico siempre que tenga que ver
o ilustre de un modo directo el tema del cual vamos a hablar. A todos nos gusta
escuchar hechos históricos porque además, tiene un valor añadido: afianzan los
resultados positivos o enseñan a aprender de loa errores si fueron negativos.
4.- Utilizar un objeto que les ayude a introducir el tema. Esto es lo que en teatro
llamamos utilería. Objetos que los actores manipulan en el escenario.
Este exordio también puede ser muy eficaz. Se puede hacer de dos modos: O
bien haciendo que sea el propio orador quien use el objeto como forma de ejemplificar
algo, o bien dando el objeto al público para que lo manipulen e ilustre el tema sobre el
que van a hablar.
Hubo otra ocasión, como ejemplo de utilería usada por el público, que
preparaba un discurso a una directiva de una ONG cuyo propósito era el de conseguir
fondos para crear pozos de agua en una pequeña aldea de Senagal y, de este modo, sus
habitantes pudiesen trabajar la tierra y obtener alimentos de ella. La idea era ofrecer
varios discursos en lugares pequeños donde los asistentes no superasen el número de
cien personas. Entonces decidimos comenzar dando un bombón de chocolate a cada uno
de los asistentes. Mientras lo comían ella hacía lo propio. Luego empezaba a hablar:
Buenas tardes, esta forma de darles la bienvenida se le ocurrió a uno de mis asesores
como modo agradecimiento por haber acudido a nuestra llamada y estar aquí esta
tarde. Y hemos escogido este bombón precisamente lleno de praliné y con tres cholotes
porque fue el que nos ha traído hasta aquí. Sheila es una niña de Senegal, precisamente
de la aldea a la que estamos intentando ayudar, que estuvo con nosotros hace unos
meses y, claro, ella jamás había probado un bombón en la vida. Si allí no tienen dinero
ni para comer. De modo que un día que había comprado unos cuantos para nosotros le
dí uno a ella. ¿Saben lo que me dijo cuando lo estaba saboreando? Que era como tener
el cielo en la boca. Un bombón que no vale más de veinte céntimos; que yo compro
para tener allí en la sede de la oficina con total normalidad, llevó al cielo a una niña de
ocho años. Y ella fue la que hizo que quisiésemos ayudar a su aldea. Cada vez que me
como uno de estos bombones, me acuerdo de Sheila y por eso, yo he querido que
prueben ese bombón; el que tanto gustó a ella.
Aquella ONG tenía previsto poder comenzar a hacer lo pozos en tres años, quizá en
cinco. En año y medio ya tenían recaudado el dinero para comenzar su proyecto.
5.- Utilizar datos impactantes que vayan a sorprender al público.
Estos datos han de estar directamente relacionados con el tema a tratar pero
nunca deben ser los datos sobre los cuales esté fundamentado su discurso esos, como ha
quedado claro antes, se dejan para el momento del desarrollo.
Estos, ami juicio, son los cinco exordios de los llamados “populares” más
eficaces. Con “populares” me refiero a que fueron inventados hace mucho, ha sido
usados en miles, quizá millones de ocasiones, y son (o deben serlo) conocidos por casi
todos los oradores profesionales y profesores de oratoria del mundo.
Veamos ahora otros dos. Dos exordios que sería aventurado decir que los he
creado yo porque a día de hoy pocas cosas existen que no hayan sido ya inventadas.
Pero cuando yo los realicé no los había visto en nadie. Se me ocurrieron, los probé y
funcionaron.
Con este principio me gano en dos minutos a los asistentes porque fuerzo su
atención al dirigirme a ellos y les anticipo algo que les sorprende: les aseguro que voy a
subir su cotización como trabajadores. Un buen exordio puede ser decisivo para el éxito
de un discurso. Nunca relativicemos su poder ya que, como hemos visto, el porcentaje
de importancia que tiene una buena apertura en el discurso es muy alto. Hay quien
piensa que, dependiendo de la naturaleza del discurso, un tipo de exordio será mas
adecuado que otro. No lo niego. Pero tampoco es que haya un exordio específicamente
adecuado a cada tipo de discurso. Por ejemplo, si estamos ante una disertación política,
quizá, a priori, sería lo más apropiado comenzar con el exordio número cinco y ofrecer
datos impactantes que den cuerpo a nuestro discurso. Pero, ¿por qué no comenzar con el
número 2? O con el número 3? Si se hace bien, cualquier exordio vale para cualquier
discurso. Lo que es más importante es que el orador encuentre los dos o tres exordios
que mejor le vayan. O quizá se desenvuelva bien con los cinco. Lo fundamental es que
cada orador le de su estilo a cada comienzo.
También se puede realizar lo que llamo “exordio compuesto”, es decir, unir dos
o tres exordios en uno. En el ejemplo que he puesto sobre como empecé la ponencia que
dí en la Escuela de Negocios de FEDA: “Claves para emprender”, uní la anécdota
personal cuando hablé mi ahijada, al cuento del portero. También suele ser muy común
después de ofrecer datos impactantes hacer una o dos preguntas que hagan pensar al
público en una dirección clara. Si se hace bien se pueden unir dos exordios o incluso
tres, siempre que esto no alargue innecesariamente nuestra apertura.
Este tipo de comienzo, además, tiene un valor añadido y es que nos ayudará a
vencer lo que a mí me gusta denominar “el minuto terrible”. Es esa franja de tiempo
que va desde que el presentador dice nuestro nombre y el público se ha fijado en
nosotros, hasta que pronunciamos las primeras palabras del discurso y perdemos esa
ansiedad del comienzo. No tiene por qué ser un minuto exacto. Pueden ser dos minutos;
o minuto y medio. O dos minutos y medio. Pero es cuando más nivel de nerviosismo
registra aquella persona que va a dar una conferencia. Y no hay que equivoque, este
“minuto terrible”, en mayor o menor medida, lo sufrimos todos cuando vamos a ofrecer
un discurso. Todos. Ricos, pobres, altos, bajos, feos, guapos, gordos, delgados, expertos
en oratoria o principiantes… Sólo que la experiencia y los conocimientos ayudan a
gestionarlo mejor a unos que a otros. Para paliar esa ansiedad más adelante daré algunos
consejos y una guía de auto relajación. Pero yo sostengo que, para gestionar ese minuto
terrible no hay como tener preparado un buen exordio ya que el saber exactamente
cómo va a empezar la conferencia con un comienzo cautivador cuyas posibilidades de
embelesar al público desde el primer minuto son altas, ¿no le da cierta tranquilidad? A
mí mucha.
EL DISCURSO POR DENTRO
Como crear los contenidos del discurso
La primera:
Nunca buscar la perífrasis perfecta ni la gran metáfora.
Sí, es cierto que debe hablar con las palabras más adecuadas. El genial orador
José Javier Amorós Azpilicueta, Catedrático de Oratoria en La Universidad de Córdoba
defiende que, aunque dos palabras seas sinónimas, una será más adecuada que otra
dependiendo del contexto. Y yo estoy en pleno acuerdo con él. Pero esta perfecta
elección de palabras debe ir encaminada a hacer llegar mejor el mensaje no a adornarlo.
Cuando creamos un discurso no estamos haciendo literatura, estamos lanzando un
mensaje oral. Es muy importante no olvidar esto. Un novelista debe crea belleza con las
palabras. Un guionista debe forjar maravillosos personajes que mostrar a través de las
acciones y los diálogos y un discursista debe hacer llegar un mensaje del modo más
sencillo y directo que le sea posible.
Esto es importantísimo para crear los contenidos del discurso ya que no serán
iguales si se crean para un colectivo que para otro.
Sobre esto hay una pregunta que me gusta hacer a mis alumnos. Como siempre
es una pregunta trampa. Imaginemos que vamos a dar un discurso a unos alumnos que
están cursando el primer curso de grado universitario. Diez minutos antes de su inicio
nos comunican que se han colado un buen número de alumnos con nivel de master.
¿Qué haremos entonces? ¿Cambiamos los contenidos del discurso? Si subimos el nivel
los alumnos de primero no se enterarán de nada pero si no lo hacemos los alumnos de
master se aburrirán. Podemos optar por una solución salomónica e ir variando el nivel
del discurso para dejar contentos a todos. ¿Qué opción deberíamos tomar? Las
respuestas que me dan suelen variar. Aunque en la mayoría de los casos muchos optan
por la opción correcta: no variar el contenido original del discurso al menos, mientras el
número de alumnos de primero supero al de alumnos de master. En este caso, los
alumnos de master entran en la conferencia sabiendo que el nivel de la misma está más
debajo de sus conocimientos. Si subimos el nivel de la misma estaremos incomodando a
los receptores originales de nuestra ponencia: los alumnos de primero. En cuanto a la
opción de intentar dejar contentos a ambos, no lo recomiendo. Sólo conseguiríamos que
ninguno de los sectores de nuestro público acabase de verse cautivado al completo por
nuestras palabras.
Nunca olvidemos estas tres reglas de oro cuando estemos creando nuestro
discurso porque harán seguro que los contenidos serán mucho mejores y más acertados.
Y una vez que tengamos el discurso preparado repasémoslo. Yo siempre lo hago. Si lo
tenemos escrito releámoslo. Si no lo tenemos escrito y sólo lo tenemos esquematizado
repasemos el esquema y los conceptos de los que vayamos a hablar grabando a fuego
este pensamiento:
Hay que procurar, sin salirnos del esquema trazado en capítulos anteriores en
cuanto a estructura, quitar todo aquello que no tenga una intención clara dentro del
discurso. Lo que comúnmente se suele llamar polvo y paja. Todo lo que pongamos debe
tener una claran intención en cuanto a contenido o estructura. Puede que algo que
vayamos a decir no sea my importante en cuanto a datos pero tenga el objetivo de
permitir a nuestros interlocutores relajarse del contenido importante y darles un
descanso antes de ir hacia temas más densos. En ese caso dejémoslo. Porque aunque no
cumpla un objetivo de contenido sí lo hace de estructura. Pero si no cumple ninguna de
las funciones anteriores, eliminémoslo sin consideración ni pena. Hará que nuestra
exposición sea mucho mejor. La tendencia actual de la comunicación oral es la de
ahorrar tiempo. Cada vez se hacen los discursos más cortos. Las ponencias de dos horas
que se ofrecían hace unos años casi han desparecido. Actualmente suelen ser de una
hora. Hora y media como mucho. Yo incluso he llegado a ofrecer ponencias de treinta a
cuarenta y cinco minutos. Por eso todo contenido de discurso ha de cumplir la siguiente
máxima:
No nos andemos por las ramas; vayamos a lo que importa expresándolo de modo
claro y sencillo. Si podemos dar el mismo mensaje en una hora mejor que si lo hacemos
en hora y media. Albert Einstein nunca daba discursos de más de media hora, ya que
decía que él no era capaz de escuchar con verdadera atención a nadie por más tiempo y
por lo tanto no ib a exigir a un público lo que él no era capaz de hacer. De modo que si
nosotros podemos sintetizar nuestra disertación mejor que alargarla impunemente. Yo
siempre he sostenido que el mejor discurso es el que hace llegar el mensaje del modo
más sencillo con las menos palabras posibles. Recordemos aquel refrán tan cierto: “lo
bueno si breve, dos veces bueno”.
Plano de situación del discurso
Y, para terminar con este bloque sobre el discurso, vamos a aprender a fabricar
una de las herramientas más eficaces y que más nos ayudará evitar eso que a todos nos
da tanto miedo: quedarnos en blanco en algún momento de nuestra conferencia. Se trata
del esquema de discurso. Es un esquema en dos partes. La primera va referida sobre el
exordio y el planteamiento. La segunda, al desarrollo y el final.
Hagamos lo mismo en la conclusión: un punto clave del resumen con sus tres
conceptos. La tesis la resumiremos con una sola frase y otra para el cierre. No debemos
poner más. Eso nunca. Un punto clave por apartado de cada parte del discurso y tres
conceptos fundamentales. Si no podemos resumirlo así y creemos que necesitamos
poner más puntos o más conceptos es porque quizá estamos haciendo una conferencia
muy larga. Debemos quitar cosas. O puede que estemos incluyendo conceptos
secundarios en nuestro esquema. No. Sólo los fundamentales. Y no se trata de escribir
toda la conferencia en un folio. No haga una letra pequeña para que le quepa más
información como si fuese la chuleta para un examen, hagamos una letra grande con
espacios en blancos. Que quede limpio y claro.
Si hemos decido utilizar color para escribir los títulos o subrayarlos, utilicemos
uno diferente para cada una de las partes: uno para el planteamiento, otro para el
desarrollo y un tercero para la conclusión.
Una vez que tengamos los puntos más importantes y los dos o tres conceptos
que forman parte de cada uno, los colocaremos por orden trazando mediante líneas o
flechas el itinerario del discurso.
Veamos un ejemplo práctico de un esquema de discurso elaborado por mí para
una conferencia. Volvamos al discurso que di en la Escuela de Negocios de FEDA.
Como vemos, sólo pongo un título por parte; en el principio “Cuento del
portero” que es el exordio; y luego “Analogía sobre su situación” y “Claves del
emprendedor”, en el preludio. Cada uno con sus tres subtítulos.
Ya tenemos la introducción. Ahora pasamos al desarrollo. “Emprendedores de
éxito”, es el nexo de la introducción. Un tema casi entretenido con ejemplos de tres
emprendedores de éxito que hace que los que me estén escuchando vayan entrando en el
tema poco a poco. Ya en la franja de mayor intensidad, hablo de los dos temas más
importantes del discurso: “Claves para emprender con éxito” y “Estudio de viabilidad”.
Para el nexo de la conclusión me dejo ejemplos de fracasos empresariales y sus causas,
para explicar lo que nunca se debe hacer al empezar un proyecto empresarial. Al igual
que en el nexo de introducción, es fácil de escuchar y requiere menos concentración por
parte de la audiencia, por lo que les dejamos descansar para requerir de nuevo su
esfuerzo en la conclusión. Y en esta, entro en el resumen hablando de los tres aspectos
más importantes a tener en cuanta cuando se va a emprender un proyecto empresarial:
tener un producto, una eficaz estrategia de marketing y una buena previsión económico-
financiera. En este caso, como es incidir sobre lo ya dicho, no me hace falta poner
subtítulos. En la mayoría de los esquemas de discursos, no se hace falta hacerlo cuando
ya se tiene cierta experiencia. No obstante, si nos sentimos más seguros poniendo los
tres subtítulos, hagámoslo. Para la tesis, en este caso decidí hablar de la importancia que
tiene el factor “ilusión” por el proyecto, a la hora de emprender, algo sin lo cual, a mi
juicio, no se puede crear una pequeña empresa y cerré con una anécdota muy divertida
de un emprendedor que vendía herramientas a colación del exordio. Y ya está. Todo mi
discurso en dos caras de un papel A4.
El objetivo es que quede un esquema en el que podamos saber por dónde vamos
con un solo golpe de vista. Que no nos haga falta ni leer. Que nuestro cerebro, que sabe
organizar muy bien, pueda buscar el lugar del discurso en el que estamos en caso de
quedarnos en blanco. Por eso no debemos completar el esquema con palabras y frases
innecesarias que lo único que van a conseguir es embrollar el contenido y estorbar
cuanto intentemos buscar el punto por el que vamos. Consideremos este esquema como
un plano de situación del discurso: “Estoy en este punto y he de ir hacia este otro por
este camino”.
Un truco muy eficaz es poner este esquema al lado de donde tengamos el agua
para beber. Imaginemos por un momento que nos quedamos en blanco en medio del
escenario o en la otra punta de donde está el atril. Tranquilamente hacemos una pausa,
nos acercamos a beber agua y mientras bebemos miramos el esquema. Ya tenemos
claro cual es el punto que viene. ¿Ve de qué modo tan fácil hemos salido de ese temido
atolladero? Realmente no conozco a nadie que se haya quedado bloqueado dando una
ponencia teniendo un buen esquema de discurso entre sus herramientas.
GÉNEROS DE DISCURSOS
Durante mucho tiempo, cuando era adolescente, cada vez que oía hablar del
género de una película o una obra de teatro me preguntaba: “¿de qué valen los
géneros?” Me parecía una monstruosidad eso de andar etiquetando la creatividad. Un
hecho artístico, sea en forma de película, obra de teatro, pieza musical, pintura,
escultura… es una manifestación en sí misma sin necesidad de ser etiquetada. Más
tarde, cuando cursaba tercero de Artes Escénicas y me sumergí en la asignatura de
dramaturgia, lo comprendí. El género es un modo de hacer más sencillo el acto de crear
para el artista y de consumir para el público. Por eso existe lo que se llaman “claves de
género”.
Si un guionista está escribiendo una película policíaca sabrá que antes del
minuto veinte ya ha de haberse perpetrado un delito. De lo contrario, puede despistar al
espectador. Y para el que está viendo la película es lo mismo. Cuando alguien ve una
película en la cual aparece un policía o detective y ve que se comete un delito, sabe que
está ante una película policíaca y se sitúa en lo que está viendo. Ve una película en la
que aparecen dos personas que se encuentran casualmente y se gustan y sabe que está
ante una película romántica. Así, más o menos, es con todos los géneros. Para eso es
para lo que valen las claves de género. Lo que no significa que si se hace bien y
sabiendo lo que uno se trae entre manos no se puedan romper o alterar estas claves, pero
esto es otro tema.
Con los discursos sucede lo mismo: existen diferentes tipos de discursos. Y del
mismo modo que en el cine o la literatura el objetivo de este etiquetado es, sobre todo,
permitir a los oradores saber qué claves concretas deben utilizar en cada tipo de discurso
para hacer que este funcione a la hora de crear. Antes de nada conviene aclarar las
generalidades anteriormente mencionadas, las que hemos visto hasta ahora, funcionan
en todos los discursos. Pero cada género posee una serie de tips propios que lo pueden
hacer más eficaz, si los conocemos y sabemos dónde están sus claves a la hora de
crearlo. Sin embargo me he permitido la desfachatez de reordenar un poco este
“etiquetado” y darle un nuevo aire a los géneros de discurso establecidos. Aunque en
realidad, no existe ninguna escuela oficial de oratoria y comunicación que haya
catalogado los distintos tipos de discurso, suelen venir diferenciados como a los
profesores que lo enseñan mejor les parece. La tendencia es hacerlo atendiendo al
contenido. Pero yo creo que esto es engañoso y algo que invita a incurrir fácilmente en
el error. Por eso, prefiero separar los discursos según el objetivo que estos tengan ya
que, como hemos dicho antes, todos tienen un fin.
Los distintos tipos de discurso son:
Discurso social:
Se suelen emplear para inaugurar o cerrar un acto social; presentar a una
personalidad, dar o agradecer un premio… se da en el entorno de la vida social y no
tiene un ánimo de persuasión en sí mismo. Su finalidad es absolutamente protocolaria y
lúdica. Da igual el ámbito en el que se dé: empresarial, académico, acto social…
Se destaca por el hecho de ser bastante corto, entre tres y diez minutos, y jugar
mucho con la aparente espontaneidad y el humor. Un buen ejemplo de este tipo de
discurso es el de los padrinos de una boda o cualquier entrega de premios. Hay algo
muy importante a la hora de crearlo y es que si en cualquier otro no queda bien leerlo,
en este queda mucho peor porque se pierde esa sensación de naturalidad. Debe parecer
que lo que estamos diciendo se nos está ocurriendo en ese momento; que está
improvisando, aunque sea mentira. Y aunque el público sepa que es mentira. Lo que
importa es la impresión que demos. Cuando vamos a ver una película sabemos que los
personajes son actores, aún así “nos creemos” lo que está pasando en la pantalla. Pues
en este caso es igual. No se trata de mentir si no de interpretar.
Si esto le genera ansiedad, haga una cosa: escríbalo y apréndaselo al pie de la
letra. Como es un discurso corto no le deberá costar mucho trabajo hacerlo así. Y luego
ensáyelo una y otra vez ante el espejo interpretando esa espontaneidad, tal que si fuera
la escena de una obra de teatro o una película. Haga una pausa en un momento dado,
rásquese la nariz, las barbilla como si estuviese buscando la frase adecuada, incluso
interprete tener cierta duda a la hora de buscar una palabra…aunque si abusar de este
recurso, le dará la naturalidad que busca en este tipo de discurso. Y no deje de utilizar el
espejo, es importante para ensayar y verse. Darse cuenta de lo que le gusta y lo que no.
Lo que le parece natural y lo que no. Los boxeadores y los oradores tenemos algo en
común: el espejo es nuestro gran compañero de entrenamiento. De modo que, auque al
principio no nos guste vernos y nos sintamos un poco tontos incluso, eso ya se irá
pasando. No deje de utilizar el espejo. Hay quien decide grabarse. Yo esto lo considero
peligroso cuando alguien está empezando a hablar en público. Ni los oradores
profesionales nos gustamos en muchas ocasiones por lo que una persona que está
comenzando rara vez pensará: “que bien lo hago”. En la mayoría de ocasiones dirá:
“Que horror. ¿Yo soy esa persona? Imposible” Y esto puede llegar a incrementar la
inseguridad. Mi consejo es empezar con el espejo, ya que ante nuestro reflejo en tiempo
real y con el fragor del ensayo seremos mucho menos críticos que como meros
espectadores de un video.
Aunque cualquier exordio se puede aplicar a cualquier discurso, para el social el
que yo siempre recomendaría es la anécdota personal, a ser posible graciosa o emotiva.
Y siempre que podamos cerrarlo con humor, una cita o un emotivo agradecimiento, no
lo dudemos.
Discurso humanista:
Es el que tiene como objetivo concienciar de un problema social. No tiene por
qué llevar implícito convencer para que los que escuchan den dinero o apadrinen una
causa. Sólo busca concienciar a un colectivo de un problema de índole humanitaria.
¿Para qué sirve esto? A través de la concienciación, posteriormente se pueden realizar
campañas de captación de socios, donaciones de dinero e incluso la creación de
colectivos de presión para forzar leyes que favorezcan la causa por la que se está
luchando. Pero primero hace falta esa concienciación.
En este tipo de discurso suele ser muy eficaz darle un carácter emotivo para
buscar agitar las conciencias de quienes nos escuchan. No aconsejo hacerlos muy
largos. Si aburrimos a nuestro público perderemos gran parte de nuestra eficacia en él
por eso en esta ocasión, la brevedad será nuestra aliada. Que dure entre quince y
veinticinco minutos máximo. Prohibido pasarlo de media hora. Lo que necesitamos es
que durante todo el tiempo que dure el discurso los asistentes estén pendientes de
nuestras palabras y sus mentes no divaguen hacia otras cosas. Además, lo que se suele
contar en estos casos no siempre es agradable, porque a menos que alguien sea una
auténtica mala persona, a nadie acomoda escuchar relatos de desgracias humanitarias.
Por eso, si aplicamos más complejo de culpa de lo normal tenderán a sentirse
excesivamente incómodos y su inconsciente se cerrará mucho más a empatizar con el
mensaje que estamos tratando de lanzar. Es importante que vayamos poco a poco
conquistando el corazón y las conciencias de quienes nos escuchan. Igual que un
guionista de cine o un novelista va captando paulatinamente a su público, nosotros
debemos jugar a ese mismo juego. Dejemos que nuestro auditorio vaya cayendo
progresivamente en la seducción de las palabras que relatan nuestra historia. No
hagamos que se sientan incómodos demasiado pronto con verdades inquietantes. Mejor
será que, para cuando eso suceda, ya tengamos su conciencia cautivada por el problema
que le estamos contando. Así empalizarán con la causa y, quieran o no, su inconsciente
ya será de nuestro bando.
Como exordio recomiendo la anécdota aunque, en esta ocasión, no tenga que ser
precisamente personal. Cuente una historia emotiva de alguien, real o inventada, que
tenga que ver con el tema a tratar. A muchos discursistas les gusta comenzar con datos
impactantes sobre el hambre, la pobreza, el número de muertos en tal lugar… Yo no lo
recomiendo porque, si bien estos datos pueden provocar una fuerte impresión en
nuestros interlocutores, las estadísticas siempre resultan algo frío y nuestro objetivo es
apelar a la emotividad de los que nos escuchan. Una historia en la que se puede
comulgar con alguien que tenga nombres y apellidos llegará mejor al corazón del
público.
La reciente guerra en Siria ha provocado uno de los mayores éxodos de
refugiados de los últimos tiempos. Los noticieros de las televisiones ponían todos los
días impactantes imágenes de miles de personas buscando refugio fuera de las
fronteras del país encontrándose puertas cerradas en muchos de los lugares a los que
iban. Pero cuando un informativo decidió contar la historia de uno de estos refugiados,
un niño de cuatro años que apareció muerto en una playa, toda Europa se conmocionó.
Los pueblos se manifestaban para obligar a sus países a aceptar la llegada de cierto
número de expatriados de la guerra y las naciones comenzaron a colaborar con las
ONGs para ofrecer un refugio que hasta ese momento no estaba tan dispuesto. Al saber
la historia de aquel niño muerto, el clamor popular comenzó a hablar.
Discurso Político:
Este tiene como finalidad el debatir asuntos relacionados con la
administración pública, pero siempre desde la perspectiva ideológica del ponente.
También se usa para buscar votos, sobre todo en campaña electoral.
El discurso político posee unas características tan peculiares que le hacen ser
uno de los campos en los cuales los recursos de la oratoria mejor pueden brillar y
disfrutar de su utilidad. Porque tanto el contenido, como la forma o la actitud del orador,
incluso su hábito indumentario y el modo en que ha sido presentado puede significar la
diferencia entre alcanzar o no los objetivos propuestos. Pensemos en un candidato a la
presidencia: cualquier ser humano mayor de edad es un receptor potencial de su
discurso. Por eso será analizado por millones de personas en todo su ámbito, en cada
paso que dé. En un mero discurso inaugural que pronuncie, su mirada, sus palabras, sus
gestos, su expresión y sus silencios entraran directamente en el inconsciente del que lo
está viendo y le invitará a formarse un juicio de valor sobre la persona; ese juicio será el
que haga que le sea o no concedido su voto en las elecciones. Y las suma de millones de
juicios de valor harán que ese candidato consiga sus objetivos o se quede en el intento.
La oratoria política es un todo dentro de la comunicación oral; un absoluto paradigma
en el cual las partes que intervienen en el hecho comunicativo deben confluir en una
sutil armonía para llegar al equilibrio perfecto entre palabra, silencio y expresión. A lo
largo de la historia muchos brillantes políticos que han sabido dominar este tipo de
comunicación de masas han sido enarbolados como grandes oradores y estudiados en
las escuelas de retórica desde la antigüedad hasta ahora. Tal es el caso de Demóstenes,
Cicerón, Whiston Churchill, Charles De Gaulle o John F. Kennedy.
problema-efectos-causa-solución
Si planteamos un problema, de efectos nocivos por unas causas que se están dando en
este momento y terminamos con una posible solución a ese problema habremos
concluido bien nuestro discurso político.
Una vez que ya estamos seguros del cierre, es el momento de crear el exordio y
la introducción. Como tipos de exordio podríamos recomendar tres: empezar con datos
impactantes; con una pregunta que estimule la conciencia y la imaginación de los que
nos escuchan o con una anécdota personal. Cualquiera de los tres funcionará
perfectamente en un discurso político. Después, en la introducción, empezaremos a
hablar del tema que vamos a plantear y cuyo problema comentaremos claramente al
empezar el desarrollo que habremos de crear como hemos hecho con la conclusión pero
sin llegar a ofrecer la solución que nos guardaremos para el final.
Y para cerrar este discurso con broche de oro, nada como una frase
esperanzadora. Dejemos el humor y las citas para otro tipo de discursos. Una frase
esperanzadora es lo que hará que nuestros oyentes quieran votarnos.
Veamos un ejemplo genérico. Esto no ha sido creado tal cual lo voy a contar
para ningún político por lo que hace falta un ejercicio de imaginación:
Exordio 1.- “Esta mañana desayunando he leído que nuestro país registra un
veinte por ciento de paro. Pero lo que más me ha impresionado es que el ochenta por
ciento de ese paro está registrado en jóvenes con edades comprendidas entre los
dieciocho y los veinticinco años. Es decir, de cada diez personas que se licencien en
esta universidad, solo dos encontrarán trabajo. Una estadística demasiado preocupante
para vosotros como futuros graduados, para mí como candidato a la presidencia que
debe trabajar para esas cifras cambien y, en general, para cualquier persona que viva
en este país.”
Exordio 3.- “Estaba el otro día cenando en casa de unos amigos y allí me
encontré con su hijo al que no veía desde hacía cuatro años, en su graduación de la
universidad. El chico habla tres idiomas con fluidez: inglés, alemán y español. Se
graduó magna cum laude en Derecho y acaba de terminar un Master en Derecho
Mercantil. Pues no tiene trabajo. Y de verdad, que conociendo como conozco a ese
chico, sé que el problema no está en él. El problema está en la gestión que se está
haciendo en este país. Y eso hay que cambiarlo. Hay que cambiarlo ya.”
Si estamos en campaña electoral, suele resultar muy útil crear un eslogan. Una
frase que se impronte en las mentes de los ciudadanos como una promesa de algo mejor.
El eslogan debe ser corto, fluido, muy fácil de recordar y que se pueda decir con
naturalidad. Como el famoso: “Yes, we can” de la primera campaña de Barak Obama.
Un eslogan que invitaba el progreso, a la superación y que en cualquier discurso se
puede introducir de forma fácil y natural. O aquella memorable frase pronunciada por
Abraham Lincoln: “Por el pueblo y para el pueblo” Combinaciones de palabras
sencillas, fáciles de recordar y repletas de significado. Eso es lo que debemos buscar
cuando estemos intentando crear un eslogan político para una campaña.
Discurso religioso:
Este discurso siempre tratará de difundir una idea moral basada en una creencia
religiosa. Se llama también homilía y suele partir de escrituras sagradas como la Biblia.
Es usada por sacerdotes, pastores, misioneros, predicadores y otro tipo de religiosos.
Sobre este tipo de discursos hay poco escrito ya que cada tipo de religioso practica un
estilo diferente. No es lo mismo la homilía que se realiza en una iglesia católica que el
sermón de un pastor protestante. El primero es más corto y menos animado que el
segundo. Luego, entre los religiosos de una misma congregación también existen
diferencias. A unos les gusta ser más estrictos y a otros más desenfadados. Los hay más
o menos moralizantes… por eso es un tipo de discurso sobre el que no daremos normas
ni fórmulas más allá de las generales ya que sus particularidades dependen
exclusivamente de la decisión y el estilo personal del religioso que lo pronuncie.
Discurso didáctico:
El primero se utiliza para ilustrar a una serie de oyentes con respecto a una
investigación, descubrimiento o teoría realizada por un investigador, sea o no el
ponente. Generalmente, este tipo de discurso suele tener como público a personas no
profanas en la materia que, con más o con menos nivel, poseen ya unos conocimientos
adquiridos de antemano sobre el tema a tratar. Es pues indispensable, antes de preparar
el discurso, saber el grado de conocimiento que nuestro público tiene sobre el asunto del
cual vamos a hablar. Suelen ser discursos eminentemente serios, más por el carácter de
quienes suelen darlos que por necesidad en sí misma. Parece que si uno diserta sobre un
estudio científico o sociológico de una manera desenfada frivoliza la materia de la cual
se está hablando. Y no necesariamente. Uno puede usar el humor o la informalidad
como fórmula de discurso, salvo que lo que estemos diciendo sea de una importante
gravedad. Si estamos mostrando, por ejemplo, una técnica científica que ayudará a unos
médicos destinados en África a hacer más llevadera la enfermedad a unos afectados de
malaria, no procederá que utilicemos el humor. Pero si lo que estamos contando es una
nueva forma de agricultura ecológica que nos asegura mantener de forma natural las
vitaminas de los alimentos con todas su propiedades durante el doble de tiempo, ¿por
qué no podemos presentarlo de modo más informal y decir por ejemplo, que cualquier
tomate que se preciase de serlo, escogería esa técnica para ser plantado, cuidado y
recolectado? No hay que abusar de los formalismos y menos en unos tiempos tan
bonitos como los que estamos viviendo, dónde aquellas absurdas normas protocolarias
que se usaban antaño se están dando por oxidadas adoptándose nuevas formas mucho
más naturales y relajadas. Sobre esto, el contenido del discurso nos ayudará a saber que
carácter podemos darle al pronunciarlo.
“¿Se imaginan poder circular durante tres mil kilómetros con solo diez
litros de gasolina provocando una contaminación de 30 grs. de CO2 por Km? Menudo
disparate acabo de decir, ¿verdad? Pues hoy esto es posible si tratamos los
combustibles del modo adecuado. Y yo les voy a enseñar como”
Automáticamente, tendríamos a todo el público con las orejas más abiertas que
un elefante chismoso.
Se usa para intentar acercar ciertos temas a un público profano o poco iniciado
en una materia. Esto obliga al discursista a bajar mucho el nivel de la conferencia ya
que el objetivo primordial es que un auditorio que no tiene conocimientos de un tema
entienda una serie de conceptos por lo que hace necesaria, en la mayoría de los casos, la
utilización de una suculenta escudería de recursos pedagógicos.
En primer lugar, debemos conocer muy bien el perfil de los asistentes. Si en las
normas generales del discurso insistíamos mucho en ello, en esta forma de exposición
es más importante porque nuestro público variará de modo considerable tanto el
contenido como el modo de dar la un discurso didáctico. No tendremos la misma actitud
antes unos estudiantes de secundaria que con un grupo de trabajadores de la ferralla, por
ejemplo. Con los primeros seremos más desenfadados e incluso divertidos como
fórmula para que empaticen con nuestras palabras mientras que con los segundos, no es
que tengamos que ser absolutamente serios, pero sí menos informales.
En segundo lugar, debemos organizar muy bien lo que vamos a explicar. No dar
por sabido ni por entendido nada a no ser que, al conocer a nuestro público, tengamos
muy claro que eso lo conocen. Por ejemplo, cuando yo hablo de la voz en el ser humano
siempre explico como es la estructura del aparato fonador humano. Pero cuando doy
una conferencia en alguna facultad de medicina esto lo obvio al tener claro que esos
estudiantes tienen amplios conocimientos sobre el cuerpo humano y conocen
perfectamente la estructura del aparato fonador de las personas, de modo que sólo lo
nombro. Al exponer la materia debemos ir explicando los contenidos de forma gradual;
Lo que han de saber primero y lo que deben saber después para ir entendiendo todos los
conceptos que les queremos impartir. Esto que parece tan obvio no lo es tanto. Yo he
visto muchas conferencias didácticas en las cuales los ponentes iban saltando hacia atrás
para explicar conceptos que debían entender sus interlocutores ralentizando mucho el
discurso y dando una más que tosca impresión. Pocas cosas dan peor sensación de un
ponente didáctico que el verle saltar de un tema a otro con poco orden. En la didáctica,
la correcta organización es básica y primordial.
Cuando estemos creando esta distribución de conceptos, pensemos que todo
buen discurso didáctico tiene tres fases:
Informativa: en la que vertemos información en nuestros oyentes.
Expresiva, en la cual expresamos nuestro punto de vista con respecto a
los conocimientos que estamos impartiendo.
Interpretativa: cuando los asistentes dan su opinión acerca de lo
escuchado pudiendo generar incluso cierto coloquio entre ellos y el
ponente. Esta última fase es importantísima ya que es en la cual el público puede
resolver ciertas dudas y evitar irse de la sala habiendo aprendido conceptos de forma
errónea.
Al igual que en el discurso de exposición, hemos de explicar el porqué y el como
de los conceptos, no sólo los conceptos en sí mismos. Que los asistentes sepan como
nosotros u otros estudiosos han llegado a esos razonamientos hará que los recuerden
mejor además de estimular el pensamiento crítico de nuestro público lo que les ayudara
a valorar mejor esos datos que les estamos ofreciendo.
Algo que a mí me gusta mucho, es hablar e interactuar con mis oyentes cuando
doy un discurso didáctico. Les invito a que den su opinión o les hago preguntas durante
el discurso. Sobre todo, si no tengo más de cincuenta personas delante, algo muy común
en las masterclass incluidas en Masteres donde al aforo es muy reducido y limitado.
Eso hace que la conferencia sea más dinámica y los que nos escuchan estén más
despiertos. Pero hay algo que debemos tener muy en cuenta y es que si hacemos esto, si
invitamos a nuestro público a dar su opinión con respecto a ciertas cosas, nunca
debemos descartar ninguna de entrada. Siempre podremos sacar algo provechoso de
ellas. Aunque tengamos que esforzarnos en darle la vuelta para ello sin que se note
mucho. Esto reforzará la autoestima general y animará la participación de nuestros
oyentes, lo que seguro provocará una conferencia mucho más dinámica e interesante. Y
lo que nunca se debe hacer, es reírnos de la espontaneidad surgida de la ignorancia.
Aunque alguno diga un disparate, quitémosle hierro, porque de lo contrario, la
prudencia hará que el resto de nuestro público se cierre en banda por miedo a que le
pase lo mismo y perderemos una oportunidad maravillosa de dar una charla seguro más
interesante.
Y algo importante, es que cuando expliquemos cada concepto invitemos a que
nos pregunten sobre lo que acabamos de exponer porque así nos aseguraremos de no
avanzar al siguiente tema sin que lo que acabemos de explicar esté suficientemente
entendido. Lo contrario provocaría un estancamiento de aquellos que no hayan
comprendido los temas expuestos. Debemos de huir de eso.
Lógicamente, aquel que ofrece una conferencia didáctica siempre busca
herramientas como powert point pero aunque preparemos estos recursos de apoyo
tengamos siempre dispuesto como continuar el discurso si eso falla, ya que, si así
sucede, no debemos estar más de dos minutos intentando restablecer nuestra tecnología.
Pasado ese tiempo, las mentes de los concurrentes habrán desconectado de nuestro
discurso. También es importante no alargarse demasiado. Lo más que debe durar un
discurso didáctico es cuarenta y cinco minutos. Pero imaginemos que hemos de dar uno
de hora y media. Así nos los pide la organización del master, simposio o acto que nos ha
invitado a ofrecer nuestra disertación. Estructurémoslo como dos discursos de cuarenta
y cinco minutos con su planteamiento, desarrollo y cierre. Y entre uno y otro,
guardemos un descanso de cinco minutos en el que contaremos a nuestra audiencia algo
que venga a colación del tema que estamos tratando pero que sea banal, que no aporte
datos importantes que hayan de ser pensados, memorizados o considerados. De este
modo, dejaremos descansar a los que nos están escuchando.
Discurso militar
Tiene por objetivo inculcar el espíritu militar, el amor a la patria y las virtudes
heroicas de los soldados. En nuestro país, la mayoría de estos discursos suelen ser
leídos y están totalmente desprovistos de naturalidad y espontaneidad, bien sea real o
interpretada. Pero si uno se fija en el mundo americano, descubrimos que les encanta
utilizar a héroes de guerra para esparcir este espíritu entre la ciudadanía. El patriotismo
está allí mucho más arraigado que en muchos países europeos con más historia, más
identidad y que por ello, lógicamente deberían sustentar este sentimiento con más
facilidad. Observando detenidamente este tipo de discursos, he llegado a observar que
están repletos de interpretación, de emotividad. Los ponentes se convierten en modelos
a imitar por muchos de los que les están escuchando. Detrás de cada uno de estos
ponentes, hay una gran maquinaria cuyo principal engranaje es el marketing
comunicativo. Hay tres claves que nunca fallan en este tipo de discursos:
- La primera es que los exordios siempre suelen ser vivencias propias de los
militares en las cuales han tenido alguna experiencia, normalmente difícil, que
les ha hecho mejorar como ser humano. También pueden referirse a un
compañero en los mismos términos. Pero en este caso, suelen referirse a estos
como amigos que les han sido muy cercanos. Lo hayan sido o no.
- La segunda, que hay que jugar mucho con la interpretación de lo emotivo. Ver
como el ponente se emociona cuando habla de un hecho concreto, normalmente
traumático y doloroso, hace que el público se emocione también.
- Y la tercera es que en este tipo de discursos siempre suele haber una arenga que
nos diga lo maravilloso que es pertenecer a tal o cual país, sentirse tal o cual
gentilicio o lo bonito que es ser parte del ejército y servir a tu patria aunque no
se pidan alistamientos. Pero sí dejarán ese poso para después utilizarlo en otra
ocasión que normalmente son campañas de captación posteriores o campañas
políticas. En el mundo sajón es muy común que muchos los políticos de élite,
(senadores, congresistas…) hayan servido antes con honor en el ejército. O que
ciertos candidatos se vean apoyados políticamente por héroes de guerra.
Discurso de captación:
Discurso empresarial:
Se suele llamar discurso empresarial o management speaking, al utilizado en el
ámbito de la empresa y que es usado por los hombres de negocios, gerentes de
compañías, vendedores, relaciones públicas… Dentro del discurso empresarial me gusta
diferenciar tres clases diferentes:
Discurso comercial: usado por vendedores y cuyo fin es, lógicamente, vender.
Vender. Ya sea unos paquetes de acciones empresariales multimillonarias, un viaje o
una caja de clips. Vender.
Antes de hablar de este tipo de discurso, quiero dejar claro, al igual que lo he
hecho con el discurso didáctico, que no es mi intención dar consejos infalibles para
crear vendedores. Para eso ya están las escuelas de negocios dónde enseñan de verdad
técnicas de venta y marketing. Yo únicamente daré unos consejos que pueden ser muy
útiles en caso de elaborar un discurso de venta.
Repito. Ese es el mejor exordio que se puede hacer en este tipo de discurso. Una
hipótesis o un caso real donde nuestro producto sea muy beneficioso para alguien del
perfil de nuestro cliente. Hay que tener en cuenta que no debemos obligar al cliente a
escuchar durante mucho tiempo nuestro discurso. No más de quince o vente minutos. Si
son diez mejor. El discurso comercial debe ser lo más corto posible. Ir hacia la
información estrictamente necesaria que necesitamos para persuadir a nuestros clientes
de comprar lo que vendemos. Pensemos en los anuncios de la televisión. Duran entre
veinte y treinta segundos, pero es tiempo suficiente para interesarnos en su marca.
En los contenidos hay que procurar no engañar al cliente. No se trata de contar
las deficiencias de lo que vendemos, pero tampoco pintar una paleta de rosas pastel. El
público no es tonto y está acostumbrado a muchos ardides comerciales. Desde que
ponemos el pie en la calle estamos siendo manipulados con estrategias de marketing que
nos instan a necesitar o desear cosas en una sociedad que depende del gran consumo
para subsistir. No estamos ante niños a los cuales engañar. Estamos ante consumidores
experimentados. Por eso, cuanto más sinceros seamos mejor. Más lo percibirán ellos.
Veamos un ejemplo. Debemos hacer que nuestro equipo trabaje más para
conseguir presentar un proyecto en tiempo record. Si vemos que nuestro grupo de
trabajo está distraído, cansado, con pocas ganas y queremos apelar “al guerrero” o “la
guerrera” que todos llevamos dentro, diríamos frases como:
“Tenemos que hacer en un día lo que se supone que tardaríamos una semana.
Es difícil. Lo sé. Es duro. Lo sé. Pero podéis hacerlo. Eso también lo sé. Si no, no
hubiera contado con vosotros. Es mucho trabajo. No lo niego. Pero cada día hemos
demostrado lo que podemos hacer en esta empresa. Ahora tenemos un reto. Y un resto
como este es una oportunidad. Una gran oportunidad. Podemos hacer lo que nunca
hemos sido capaces de hacer. Y ser mejores. Ser mejores de lo que éramos ayer. Y
demostrarlo. Vamos a trabajar duro. Muy duro. Pero cuando hayamos acabado
tendremos algo tan bueno; tan absolutamente bueno, que podremos descansar sabiendo
que no hay muchos capaces de hacer lo que nosotros vamos a hacer. Y esto empieza
aquí; empieza ahora. Vamos a ello”.
“Hemos hecho grandes cosas en el pasado. Proyectos que han maravillado a los
directivos de esta gran empresa y por eso no es raro que ahora se fijen en nosotros
para desarrollar este proyecto. Nunca habíamos hecho nada igual. Pero estamos
sobradamente preparados para hacerlo. Lo sé porque os conozco a cada uno de
vosotros. He trabajado con cada uno de vosotros. Y por eso sé lo que buenos que sois
haciendo este trabajo. Sé que cuando se hace algo que nunca se ha hecho es una
responsabilidad. Pero también es un reto. Si tuviera otro equipo conmigo, quizá no
habría aceptado este encargo. Pero os tengo a vosotros y sé que somos, no sólo
capaces de sacar adelante este proyecto, si no de hacerlo muy bien. De elevarlo a la
categoría de arte porque sé de lo que sois capaces. No sé si vamos a hacer historia
pero seguro que vamos a dejar una impronta. ¿Qué me decís? ¿Empezamos ya?”
Por supuesto, no he puesto estos ejemplos para copiarlos al pié de la letra. Este
tipo de discursos depende, en gran medida, de la figura del líder que anima al grupo.
Nuestro equipo debe estar contento de trabajar con nosotros y apoyar nuestro liderazgo.
Si no somos líderes es difícil que demos un discurso de liderazgo. ¿Qué diferencia hay
entre un jefe y un líder? Fácil. El jefe está puesto en un cargo por imposición de un ente,
llámese junta directiva, otro cargo superior, consejo de accionistas…con poder de
hacerlo. Un líder es escogido de modo natural por las personas a las que lidera. Todos
necesitamos alguien que nos inspire y nos guíe. Nuestros líderes también necesitan otros
líderes y modelos a imitar y seguir. Hay veces que un jefe también sabe ser un líder y,
cuando eso pasa, todo suele ir como la seda. Pero muchas veces los jefes no suelen ser
buenos líderes y entonces todo va por imposición. Para ellos, no está hecho el discurso
motivacional porque nunca han creído necesitarlo. Les basta con decir: “se hace así y
punto”. Pero un líder nunca pretenderá imponer siempre preferirá persuadir. Por eso, en
nuestro discurso motivacional no debemos nunca ordenar ni hacer imposiciones.
Hagamos que nuestro equipo quiera hacerlo. Para ello es importante que, cuando
hagamos el discurso, exhortemos y apelemos a su deseo; les miremos a los ojos, nos
acerquemos a ellos e incluso tengamos contacto físico: una mano en un hombro, por
ejemplo… Busquemos el lado emocional antes que el racional.
Como cierre recomiendo, absolutamente, la frase esperanzadora y como exordio
una anécdota personal. Eso les hará sentirse más cerca de nosotros.
Discurso de debate:
El último de los géneros de discurso que veremos. Tiene también unas reglas
bastante específicas ya que debe adscribirse a las pautas propias del debate. A este
también dedicaremos un capítulo más adelante.
Todos estos son los tipos de discurso con los que cualquier orador u oradora
puede llegar a encontrarse. Fijarse sólo en la forma o el contenido del mismo puede
llevar a engaño porque, en ocasiones, un discurso parece una cosa y es otra. A mis
alumnos les suelo poner el siguiente dilema:
Terminado de explicar esto hago la siguiente pregunta: “¿de qué género son cada
uno de estos tres discursos?” Y les advierto siempre lo mismo: cuidado que es una
pregunta trampa. A pesar del distinto contenido que tiene cada discurso que los pudiera
hacer parecer militar el primero, humanista el segundo y académico el tercero, llegados
a este punto, todos advertimos que el objetivo les confiere otro género. Muchos piensan
que estamos ante tres discursos de captación. Pero tampoco. Los dos primeros sí que lo
son. Aunque el contenido del primero sea militar y el del segundo humanista, ¿qué
diferencia hay entre decir: “tu país te necesita” o “en tal ONG te necesitamos”?
Ninguna. Son dos claros discursos de captación. Ahora bien, mientras que en el primero
y en el segundo no nos han pedido dinero si no sólo nuestro compromiso y trabajo, en el
tercero, sí, lo han hecho. Para estudiar de la Universidad de Yale, tenemos que abrir la
cartera y desembolsar una determinada cantidad de dinero, ya que nos han hablado de
“planes de financiación”. Lo que significa que nos están vendiendo un master. Es un
discurso comercial. Esto nos es útil porque, aunque las generalidades a la hora de
preparar el discurso son las mismas, todos tienen sus peculiaridades. De este modo,
mientras en el de captación buscaremos un discurso más emotivo que altere las
emociones de los que nos escuchan, hablando de lo mucho que podemos aportar a ese
campo y la satisfacción personal que se siente al adquirir y realizar el compromiso, en
el tercero tiraremos también de estrategias comerciales teniendo buen cuidado de no
prometer nada que no podamos cumplir o estaremos incurriendo en estafa.
Si vemos, por ejemplo, el genial discurso de Charles Chaplin con el cual
concluye la película “El gran Dictador”, tenemos que lo que parece un discurso militar
es, en realidad, un discurso humanista.
Por eso, yo siempre he preferido clasificar un discurso atendiendo a su objetivo
más que al contenido o el carácter. Estoy convencido que es más útil y ayuda mucho
más la hora de pensar en su creación y preparación.
EL BUEN ORADOR
Una vez que ya sabemos como se crea un discurso vamos a la parte más
importante: dar ese discurso. Siempre he sostenido que un orador u oradora es como un
actor o una actriz de teatro. Tiene que salir a un escenario grande o pequeño y cautivar a
un público. Para ello, ha de controlar su espacio escénico, sea escenario de auditorio o
una pequeña sala de reuniones. También debe saber utilizar de modo adecuado sus
gestos, su voz, su mirada y las herramientas que necesite para hacer llegar su discurso:
powert point, proyecciones audiovisuales… Sé que esto dicho así, a priori, parece algo
muy complicado. Pero no lo es tanto. Tenemos la mejor herramienta que la creación ha
dado al ser humano para saber manejar todo esto: el instinto. Si usted conduce, piense
en la primera vez que se montó en un coche para hacer prácticas al volante. Nada parece
tan complicado como eso: pisar el embrague, poner punto muerto, girar la llave de
contacto, meter primera o marcha atrás según corresponda, pisar poco a poco el
acelerador a la vez que se levanta el pie muy suavemente del embrague…y además estar
pendiente del tráfico, los demás conductores, las señales de tráfico, semáforos,
peatones… dicho así parece una locura. Pero al final, uno es capaz de “olvidarse” de
todos los pasos y hacerlos fluidamente además hablar con el copiloto de lo bueno que
estaban los churros con chocolate del desayuno, porque es el inconsciente quien se
ocupa de todo el entramado de la conducción y el instinto de avisarnos cuando algo va
mal. Pues esto es lo mismo. Al principio hay que poner mucha atención en todos los
elementos que forman parte del hecho teatral (o comunicativo en este caso). Pero llega
un momento en el cual el inconsciente toma las riendas y releva al pensamiento. Pero
para esto no hay más secreto que la práctica diaria y el entrenamiento riguroso.
Veamos paso a paso todas las partes que deben controlar los oradores y
aprendamos a optimizarlas para dar el mejor rendimiento de nosotros.
En primer lugar hemos de saber que, probablemente, el orador o la oradora, sea
lo más importante de la ponencia: más importante que las palabras que vamos a decir;
más importante que la estructura del discurso; más importante que el exordio y mucho
más importante que el mejor vídeo o el mejor powert point que podamos poner. De
cómo realicemos nuestra presentación dependerá que lleguemos o no a nuestro público.
El/la ponente es la cara visible del discurso, el principal vehículo de transmisión del
mensaje. Por muy bien preparado que esté, si no lo transmitimos con eficacia no lo
haremos llegar a nuestro auditorio. Pensemos en una obra de teatro magistralmente
escrita, pero mal dirigida e interpretada. Nunca llegará al público como debe llegar.
Recordemos lo que decíamos al principio de este libro sobre las tres partes de la
comunicación oral: lenguaje, para lenguaje y kinésica. Recordemos que a través de la
kinésica es como más información transmitimos a nuestros espectadores. Por eso, desde
que ponemos un pie en la sala, en el escenario, en la tarima… ya estamos siendo
evaluados por el inconsciente de nuestro público. Aunque seamos expertos en nuestra
especialidad y estemos muy seguros de lo que queremos decir, si a los ojos del público
parecemos inseguros restaremos credibilidad al mensaje que estemos transmitiendo.
Porque aunque el público sepa que estamos nerviosos por hallarnos ante ellos, en su
inconsciente se grabará la idea de inseguridad. Además de hacerlos permanecer durante
toda la conferencia en una desagradable tensión por empatía con el ponente y sus
nervios, de modo que la impronta que se grabará en su recuerdo será “no agrado.” Y
solemos recordar mejor lo que nos ha sido agradable. Como gestionar estos nervios lo
veremos más adelante. Ahora veamos qué tenemos que hacer para que nuestro público
nos vea como unos discursistas, como mínimo, solventes.
Para hacer a un buen orador hay que trabajar con elementos internos y con
elementos externos. Los internos son aquellos que utilizamos implícitos en nuestro ser:
voz y expresiones.
LA VOZ HABLADA
La voz pronunciará las palabras que nuestro público oirá durante la conferencia.
Que además las escuche, depende sólo de nosotros. La voz es la que da significado a
esas palabras; es el continente del para lenguaje.
Hay tres elementos que hacen a nuestra voz ser como es: el tono, el timbre y la
intensidad. Para su definición tomaremos las palabras de los profesores Amparo Huertas
y Juan José Perona, autores del libro: Redacción y locución en medios audiovisuales: la
radio.
Timbre: El timbre es la característica más particular que tiene la voz. Tanto que
la diferencia de las demás voces del mundo. No hay dos voces iguales del mismo modo
que no hay dos huellas dactilares iguales. En cada persona al timbre de voz está
determinado por varios factores que vienen dados en nuestra naturaleza y nuestro físico:
grosor de las cuerdas vocales, tamaño de las cavidades bucal, nasal, velo del paladar y
otros resonadores; la lengua, los labios y hasta los dientes pueden influir en la timbre de
nuestra voz.
Tono y timbre son las tres cualidades principales de la voz que nos vienen dadas
de serie. Así pues, decimos que una persona tiene un timbre agradable cuando su voz
suena brillante y bonita. A veces, estas características se confunden y tenemos que se
dice erróneamente que una persona tiene un bonito “tono” de voz, cuando en realidad
nos estamos refiriendo a su timbre. O decimos: “baja el tono” a una persona que está
hablando muy fuerte, cuando lo que queremos es decir que baje la intensidad. No se
trata de ir corrigiendo a la gente por referirse de forma errónea a las cualidades de la voz
en un ámbito coloquial. Pero aquellos que la utilizamos de modo profesional sí,
debemos conocer bien nuestro instrumento y sus cualidades.
Ahora a usted que está leyendo este libro le hago la misma pregunta que le hago
a mis alumnos: ¿cuáles de estas tres cualidades-tono, timbre e intensidad- pueden
cambiarse y cuales no? Y como siempre advierto: es una pregunta trampa. Casi todos,
salvo que tengan conocimientos previos de voz, me responden que se pueden cambiar el
tono y la intensidad pero no el timbre ya que hay muchas peculiaridades innatas que lo
conforman. Es erróneo. El timbre también puede modificarse. De las tres cualidades de
la voz es la más complicada de variar pero se puede. Hace tiempo tuve una alumna que
vino a mi clase de teatro, entre otras cosas, para trabajar la voz, ya que la tenía muy
aguda y sus familiares y amigos le decían que tenía “una voz desagradable”. Durante
dos años de clases, aquella chica trabajó con empeño. Fortaleció sus abdominales y
aprendió a usar el diafragma para proyectar el aire desde la parta inferior de sus
pulmones. También prendió a colocar correctamente el sonido en los resonadores, de
modo que su voz cambió. Se hizo algo más grave y mucho más agradable. Todos a su
alrededor se dieron cuenta de ello. Estos cambios se pueden hacer de modo permanente
o temporal. Es común que muchos actores cambien la voz para interpretar a un
determinado personaje o que algunos locutores de radio la modifiquen cuando hablan al
micro. A estos cambios de las cualidades de la voz provocados de forma intencionada
es a lo que se llama modulación. Así, podemos hacer que nuestra voz varíe su textura
haciéndola más suave, más melódica, más aguardentosa…
Para aprender cómo se puede trabajar la voz lo primero que hay que saber es
¿cómo se produce la voz?
En la producción y emisión de la voz intervienen muchas partes y órganos de
nuestro cuerpo: desde los labios hasta el diafragma. Todas estas partes podríamos
dividirlas en tres grupos:
A.- Respiración: pulmones bronquios y tráquea. Son los que producen el aire,
necesario para que se dé el sonido.
B.- Fonación: laringe, cuerdas vocales y resonadores. Crean el sonido.
C.- Articulación: lengua, paladar, dientes labios y glotis. Articulan el sonido dando
lugar a las palabras.
Pensemos en una guitarra. Al igual que la laringe humana, la guitarra tiene unas
cuerdas cuya vibración produce un sonido. Pues bien, este sonido por sí mismo no
podría producir música. Para ello hace falta que la guitarra tenga una caja de resonancia
que amplifique este sonido. Si intentásemos hacer que sonase una guitarra eléctrica sin
ser enchufada, comprobaríamos que le sonido resultante de las cuerdas es muy exiguo,
apenas audible. Esto pasaría también si tapásemos el agujero de la caja de resonancia de
una guitarra acústica. En el aparato fonador de los humanos sucede algo parecido:
cuando el aire proveniente de los pulmones hace vibrar las cuerdas vocales estas
producen un sonido, pero para crear voz se hace necesario que este sonido sea
amplificado en los distintos resonadores humanos. A diferencia de la guitarra que tiene
más cuerdas y menos resonadores para crear música, el aparato fonador humano tiene
sólo dos cuerdas pero más resonadores.
Veamos paso a paso como se produce el sonido en los seres humanos, como este
sonido se convierte en voz y de qué modo esa voz acaba transformándose en palabras.
Pongamos esta situación: estamos un día cualquiera con nuestra pareja viendo una
película en el sofá de casa y nos surge el deseo espontáneo de decirle: “te quiero”.
Nuestro cerebro, entonces, ha de poner en marcha la orden a través de nuestro
pensamiento. Lógicamente, esa orden nos pillará respirando porque si no mal andaría la
cosa. Y como todos sabemos, la respiración en los mamíferos (a los cuales
pertenecemos los humanos) se compone de dos fases: la inspiración y la expiración. En
la inspiración entra aire en los pulmones que luego saldrá en la expiración. Este aire
expirado, entra en la laringe y provoca una vibración en las cuerdas vocales lo que da
lugar a un pequeño sonido, que al entrar en los distintos resonadores se convierte en
voz. Y esta voz, articulada a través de la glotis, la lengua, los labios y los dientes
conforma lo que llamamos palabras. Será entonces cuando una pequeña bocanada de
aire habrá completado su viaje en el oído de nuestra pareja convertido en: “te quiero”.
Vuelvo a repetir, que lo ideal seria realizar la práctica vocal con un buen
profesor de voz hablada, pero en su ausencia, aquí voy a dejar algunos ejercicios muy
básicos y sencillos que pueden mejorar su proyección vocal.
1.- Colóquese de pié en posición recta mirando hacia delante. Las piernas abiertas
aproximadamente a la altura de los hombros. Después, coloque una de sus manos en el
abdomen. Relájese. Intente coger una respiración lenta y profunda hasta que note que su
abdomen se mueve al compás de su respiración. Si esto no sucede vamos a utilizar un
pequeño truco. Coja un bote de colonia y acérquelo a la nariz. No hace falta que respire
fuerte ni intente “esnifar” la colonia. Sólo acérquelo y respire suavemente que es el
mejor modo de percibir el olor. Mientras el olor de la colonia le está deleitando, coloque
de nuevo la mano en su abdomen para comprobar que este se mueve al compás de su
respiración. Esto sucede así porque para percibir bien el olor es necesario que los
pulmones realicen una respiración profunda, lo que hace que el cerebro mande
automáticamente a estos la orden de hincharse en toda su capacidad. Aunque esto no
vale como solución final. Si no como forma de entrenamiento hasta que sepamos
utilizar nuestra respiración a voluntad.
2.- Una vez crea que tenga algo dominada esta respiración vamos a colocar la mano
delante de la boca, a unos diez centímetros de distancia aproximadamente. Vamos a
emitir un chorro de aire continuado. Si el aire llega a su mano frío, lo está haciendo
correctamente. Si llega caliente no. La razón es sencilla: si llega frío lo esta proyectando
desde la profundidad de sus pulmones y pasa por su faringe sin llegar a convertirse en
aliento. Por el contrario, si llega caliente es que se ha convertido en aliento. Y esto no es
lo que nos interesa. Si hacemos los ejercicios de voz respirando mal forzaremos las
cuerdas vocales. Debemos pues conseguir que el aire salga frío. Si le cuesta ponga los
labios en posición de soplar y verá que le es más sencillo.
3...- Cuando ya consiga que este aire de sus pulmones salga frío, vamos a poner una
hoja de papel a la misma distancia que teníamos la mano. Vamos a provocar con aire
que la hoja se mueva en nuestra mano como un cartel colgante mecido por el viento.
Primero hemos de conseguir que la hoja esté el mayor tiempo posible levantada hacia
atrás por el empuje de nuestro aire. Después, vamos a jugar haciendo que se levante y
vuelva a su sitio con soplidos cortos. Hemos de conseguir que el soplido la ponga en
posición horizontal para que después la gravedad la vuelva a dejar caer. Y acto seguido
le volvamos a hacer subir con la fuerza de nuestro aire. Y después, combinaremos los
dos ejercicios. Haremos que la hoja suba durante un rato largo para seguidamente
conseguir que suba varias veces con soplidos cortos. Cuando ya dominemos esto
manteniendo la hoja a diez centímetros de nuestra boca la iremos alejando poco a poco.
Lo ideal será que mantengamos el brazo totalmente estirado y consigamos que la hoja se
mueva a nuestra merced como si nosotros fuéramos los señores del proverbial viento y
la hoja de papel, una hoja caída de un árbol a la que hacemos danzar a nuestra voluntad.
Incluso podemos llegar a niveles tan buenos que una persona nos sostenga la hoja cada
vez más lejos y nosotros aún la afectemos con la fuerza de nuestro soplido. Aunque no
hay que obsesionarse. No se trata de que nos lleven la hoja a Yokohama y nosotros nos
dejemos la vida intentando que se mueva.
Del mismo modo, también hay que tener cuidado con no entusiasmarse
demasiado con estos ejercicios. No más de diez o quince minutos al día. Y descansando
entre una práctica y otra ya que corremos el peligro de emborracharnos de oxígeno.
Literalmente. Si entra demasiado aire en nuestro cuerpo podemos híper ventilarnos y en
ese caso llegar a marearnos un poco. Si esto sucede no hay que preocuparse, no es, ni
muchísimos menos, grave. Sólo nos sentaremos, nos relajaremos y recuperaremos
nuestra respiración normal hasta que se nos pase esa sensación. Y esperaremos un rato
para reanudar nuestros ejercicios de respiración. Pero insisto, no hay que preocuparse.
2.- Cerraremos los labios dejándolos relajados sin apretar y emitiremos un sonido de
eme tal que: “mmmmm”. Sabremos que lo estamos haciendo correctamente cuando
notamos que la vibración del sonido nos provoca un cosquilleo en los labios.
3.- Después, colocaremos la punta de la lengua en el velo del paladar para emitir un
sonido de R. “RRRRRRR”.
4.- Después haremos lo mismo pero con una L
5.- Ahora recuperemos la vocal “a” y continuemos el sonido por todas vocales del
abecedario por este orden:
.- “aea”
.- aeiea
.- “aeiouoiea”
5.- Después colocaremos las letras M, R, y L delante de las vocales de modo que
primero sonará “Ma Ma Ma Ma” después “Ma Me Ma”; “Ma Me Mi Me Ma” y para
acabar “Ma Me Me Mo Mu Mo Mi Me Ma”. Lo mismo con la R y con la L.
7.- Después un ejercicio que a poca gente gusta pero que es fantástico para trabajar el
golpe de diafragma y el golpe de glotis, tan importantes y necesarios en la proyección
vocal: el sonido “Hak”. Dígalo en golpes de tres: “hak, hak, hak”. En este caso la “h” no
es muda si no que es aspirada como la dicen los ingleses. Pongamos buen cuidado de
hacer que suene la “k” final, ya que en este ejercicio, la “h” aspirada trabaja el golpe de
diafragma mientas la “k” trabaja el golpe de glotis. Es vital hacer bien los ejercicios
para que tengan el efecto adecuado.
Como recomendación, hágalo delante de un espejo. Con cinco o diez minutos al día
bastará. Verá como su voz cambia y comienza a tener más presencia.
Ambos trabalenguas tienen parecida dificultad. Para unos será más sencillo el
primero que el segundo o viceversa, dependiendo de qué combinación de sonidos les
sea más complejo a su pronunciación.
Y el trabalenguas con el que me gusta acabar es uno de los más complicados que
conozco. Las palabras son tan enrevesadas que resulta muy eficaz para entrenar esa
combinación de la que hablábamos entre pensamiento y coordinación de la lengua:
Como ya hemos visto, el lenguaje corporal es muy importante ya que más del
cincuenta por ciento del mensaje que estamos proyectando en nuestros interlocutores lo
hacemos con los gestos, la mirada, la expresión facial… en nuestra vida cotidiana
utilizamos la kinésica en todo momento: cuando damos la mano, cuando damos dos
besos, cuando miramos, cuando sonreímos, cuando levantamos los brazos en señal de
victoria, cuando levantamos el pulgar para expresar nuestra conformidad de algo,
cuando torcemos el gesto para expresar lo contrario… Si estamos viendo a alguien que
nos está hablando o que está hablado a un público y lo hace con gestos elegantes y
expresión exquisita cautiva nuestra atención sin siquiera despeinarse. ¿No nos ha pasado
muchas veces que estamos en una reunión social y hay alguien que se convierte en el
centro de las miradas y no por su traje ni por su escote si no por su elegancia, gestos y
ademanes? Pues imaginémonos a esta persona en un escenario. Desde el momento que
entra en escena hasta que sale de ella atrae las miradas y la atención como un imán. Es
lo que se llama presencia escénica. No significa esto que hayamos de tenerlo para
captar la atención en un escenario, pero sí que hay varias cosas que se pueden hacer
para ayudar a que nuestra presencia ante el público facilite la comunicación y apoye el
significado de nuestro discurso.
1.- Desplazamientos:
Cuando estamos en un escenario, salvo que la organización de la ponencia nos
diga lo contrario y nos encierre tras un atril o nos siente en una silla ante una mesa,
hemos de movernos por el escenario. Pero no compulsivamente como si fuéramos
pájaros enjaulados si no desplazándonos a lo largo de nuestro espacio. Es muy
importante que parezca que el movimiento tiene un sentido claro. Por ejemplo, de la
parte más adelantada del escenario (boca), hacia la pizarra o paseando a lo largo de toda
la corbata del escenario. Aunque no conviene tampoco estar siempre en movimiento.
También hay que pararse. Y cuando estemos parados, estamos parados. Esto que parece
una obviedad no lo es. Es frecuente que, debido al nerviosismo, crucemos los pies,
demos pasos compulsivos hacia delante y hacia atrás, tamborileemos con un pié en el
suelo... Esto lo único que consigue es delatar nuestra ansiedad por estar en escena
además de provocar la intranquilidad del público. No me cansaré de repetir que cada
movimiento debe parecer efectuado en pos de una intención: ir de un sitio a otro del
escenario para favorecer la visión del público desde distintos ángulos, llegar a la pizarra
para explicar algo, beber agua, coger el mando del powert point o simplemente pasear.
Pero hemos de tener cuidado con esos pasos y movimientos de piernas compulsivos y
nerviosos. El orador debe controlar su movimiento y nunca al contrario.
2.- Mirada:
Esta constituye uno de los recursos más eficaces para seducir a un público. Pero,
como se suele decir en el mundo de los negocios, toda oportunidad se puede convertir
en una amenaza si no se gestiona bien. Si no utilizamos adecuadamente nuestra mirada
puede convertirse en un elemento distanciador de la concurrencia. Para que esto no pase
veamos como se debe mirar desde un escenario.
En estos casos aunque parezca mentira, siempre es más fácil cuando hablamos a
un gran auditorio que cuando lo hacemos ante pocas personas en oratoria de
proximidad. Ante muchas, el público se convierte en una gran masa a la que no hace
falta mirar directamente.; basta con repartir la mirada. Con observar la línea del
horizonte ya parecerá que estamos dirigiendo nuestra mirada al público del fondo,
mientras que si miramos hacia delante bajando un poco los ojos daremos la impresión
de estar concentrando nuestra visión en las primeras filas. Hay que mirar hacia derecha
e izquierda para no dejar de lado ninguna parte del auditorio, teniendo la precaución de
mirar hacia el centro cuando decimos lo más importante. No es nada difícil. Los que
quieran un buen ejemplo de cómo se hace esto, pueden ver cualquier vídeo en el que
hable Barak Obama, que me parece un gran orador. Sabe repartir perfectamente la
mirada entre todo el patio de butacas.
Cuando hablamos de oratoria de proximidad, a pesar de tener menos personas
delante, la cosa se complica pues la mirada ya hay que fijarla en las distintas personas
en un tú a tú y, claro, esto es más complicado. La mirada aprobadora o desaprobadora
del que estamos mirando nos puede desconcentrar. El mejor modo de evitar esto es
crear un personaje. No exactamente como si fuésemos actores pero sí parecido.
CREANDO AL PERSONAJE DEL ORADOR
Pensemos en la teoría de los roles. Esta establece que una persona crea de modo
natural distintos personajes en los diferentes entornos de su vida. Así, cualquiera de
nosotros no somos la misma persona cuando estamos en el trabajo, cuando estamos con
nuestra familia, amigos, en una reunión en un club social… hay muchos factores que
condicionan nuestro comportamiento en diferentes ámbitos. Normas sociales, de
empresa, cuál sea nuestra posición con respecto al lugar y grupo social con el que nos
encontramos, nuestras sensaciones en cada situación… Por ejemplo, pensemos en una
persona cualquiera llamada Juan. Juan trabaja en una oficina de contable. Allí es una
persona sumisa que acata las órdenes de su jefe sin protestar porque sabe que le va el
trabajo en ello y el pan de sus hijos. Si su jefe le increpase por cualquier motivo, Juan
agacharía la cabeza y se dejaría hacer. ¿Significa eso que Juan sea un pusilánime? Pero
cuando Juan está en casa toma decisiones con su familia y allí tiene la misma autoridad
que su esposa. Ella y los niños lo admiran porque es un hombre atrevido dispuesto a
proteger a su familia. Es cariñoso y muy afectivo. Cuando van a la casa de los padres de
ella es muy educado y jamás se lo oirá decir una palabra malsonante. Sin embargo,
cuando Juan está en el bar viendo un partido con los amigos, habla fuerte, insulta al
árbitro y como a algún amigo se le ocurra increparle puede encontrarse en medio de una
acalorada discusión. ¿Significa eso que Juan es agresivo o violento? No. Significa que,
una vez establecidas las pautas personales que definen a cada individuo como ser
excepcional y único, Juan adopta distintos roles en su vida. Como cualquiera de
nosotros. Una vez entendido esto, hemos de crear el rol del orador. ¿Cómo es la persona
que habla delante de toda esa gente? ¿Cómo camina? ¿Cómo se mueve? ¿Cómo
mira…? Estas son las preguntas que todo actor y actriz se hace cuando aborda un
personaje y son las que debemos hacernos nosotros cuando estemos creando nuestro rol.
Demos aprender a interpretar a nuestro personaje.
¿Cómo se hace esto? Primero tendremos que identificar cuál es el tipo de
discurso que solemos dar para crear al tipo de orador que necesitamos. Si el discurso es
serio tendremos que forjar un orador sobrio, que hable de modo exquisito y cuyos
movimientos sean muy correctos. Y si es un discurso informal deberemos crear un
orador desenfadado que pueda tener una postura corporal mucho más relajada y hablar
de forma incluso cómica llegado el caso. Igual que un personaje de teatro o de cine es
vestido con lo que se llama en jerga del espectáculo, indumentaria, nosotros habremos
de crear un estilo de “indumentaria” para nuestro personaje, que deberá ir acorde con el
tipo de orador que hemos creado y puede variar desde el traje hasta una vestimenta
informal. Los oradores no siempre hemos de ir vestidos de etiqueta. Y una vez que ya
tenemos identificado al personaje en su forma es cuando viene la parte del fondo en la
que ponemos buena parte de nuestra esencia en el orador o la oradora: todo personaje
cambia cuando es interpretado por un actor u otro. James Bond no es el mismo
interpretado por Sean Connery que por Daniel Craig. Tendremos que saber, porque ya
nos vamos conociendo como oradores, dónde están nuestros mejores valores. En
algunos será la voz, en otros la mirada, en otros la presencia física… y esto se lo
aportamos al personaje porque es lo que le dará el aspecto personal. Lo que hará que
nuestro orador sea irrepetible y sólo lo podamos hacer nosotros. Y una vez que esto está
creado hagamos lo siguiente, lo más difícil: mirémoslo desde el distanciamiento. Pero
¿qué es el distanciamiento?
Entre principio y mediados del siglo pasado, el dramaturgo, ensayista y teórico
teatral Bertolt Brecht, propuso la teoría del distanciamiento en la cual exponía que el
público debía ver una obra de teatro sin identificarse con los personajes, ya que de este
modo podría entender lo que le habían contado de un modo racional, crítico y objetivo,
mientras que si se deja influenciar de modo emocional, este entusiasmo le impedirá
entender la obra en todo su significado. Bien, actualmente la tendencia teatral está muy
alejada de esto, el público acude al cine o al teatro a dejarse emocionar por la historia,
que es para lo que está concebido el espectáculo. Pero la teoría del distanciamiento de
Brecht, es muy usada dentro del proceso creador de dramaturgos, directores y actores
cuando estamos poniendo en pie una obra de teatro. Se trata de ver nuestra obra, nuestro
personaje desde la distancia, desde una perspectiva crítica y racional alejada lo más
posible de nosotros y nuestras emociones. Es como si nuestra visión no saliese de
nosotros si no de una tercera persona. Esto es muy útil porque ayuda a tener otra
perspectiva y, sobre todo, a mirar nuestro personaje desde la objetividad y no desde la
emoción. No tenemos por qué estar de acuerdo con él; ni siquiera nos tiene que gustar
esto o aquello que hace. Simplemente, lo tiene que hacer y ya está. Incluso entendemos
que las cosas que le pasan le pasan a él, no a nosotros. Entendiendo que en el proceso
creador de un rol de orador esto no es tan aséptico ya que, lo queramos o no, el peonaje
no deja de ser una proyección de nosotros mismos, verlo desde cierta distancia sí que
nos ayuda a tener otra perspectiva y entender que cuando el público nos está juzgando,
nos está mirando y nos está estudiando en un escenario cuando damos una conferencia,
no es a nosotros a quien está juzgando, lo hace al personaje. Y si fracasamos no hemos
fracasado nosotros, lo ha hecho el personaje. Asumamos este fracaso, imbuyámonos de
nuevo en el proceso creativo y rediseñemos el personaje de nuestro orador del mismo
modo que un director de teatro trabaja de nuevo un personaje de una obra cuando, tras
ponerlo frente al público, se da cuenta de que no funciona.
Así, cuando salgamos al escenario lo haremos protegidos por ese personaje;
cuando miremos al público lo hará el personaje; cuando nos movamos lo hará el
personaje y del mismo modo que nos creemos que tal o cual actor puede ser un
intelectual, elegante y seductor aunque en su vida privada esté muy alejado de esta
definición, nosotros seremos capaces de mirar a un público con seguridad y confianza
aunque por dentro estamos diciendo:”Dios mío, sácame de aquiiiii, que toda esa gente
me mira sin paraaaaaar.” Para afianzar este tipo de entrenamiento, yo siempre
recomendaré acudir a una buena escuela de interpretación. No para ser actores pero nos
puede ayudar mucho para crear ese rol de oradores que estamos buscando.
“TICS”, O LO QUE NO SE DEBE HACER
Cuando doy un curso de oratoria, me gusta evaluar a los alumnos nada más
empezar para ver desde dónde partimos. La mayoría Ya han intentado hablar en público
alguna vez y tienen una serie de tics adquiridos. Muchos de estos son irracionales y,
como veíamos en el capítulo del leguaje corporal, ni siquiera se dan cuenta que lo
hacen. Los más comunes, es decir, los que más se repiten, los he clasificado en dos
grupos: físicos y sonoros.
Los físicos son aquellos que tienen que ver con movimientos. Al igual que los
sonoros, se hacen de manera compulsiva.
1.- Movimientos de piernas: Cruzar las piernas, mover los pies sin parar, cambiar el
peso repetidamente de una pierna a otra, tamborilear con un pié en el suelo…
3.- Cruzar los brazos: este es un gesto que realizamos de forma inconsciente cuando nos
sentimos amenazados. Pero en oratoria nunca debemos cruzar los brazos; se treta de un
gesto agresivo que nos distancia del auditorio. Es como poner una barrera entre ellos y
nosotros.
1.- Chasquido de la lengua con el paladar. Es un sonido muy característico que se hace
sin pensar. Si se realiza una vez puede resultar imperceptible. Dos ya se nota. A partir
de tres resulta bastante molesto para nuestro auditorio.
2.- Alargar la ultima vocal de la última palabra dicha cuando no sabemos que decir.
El dos y el tres se hacen casi por lo mismo: cuando hablamos el cerebro humano
va muchas palabras por delante de la que estamos diciendo. Pero a veces, la legua lo
alcanza, entonces necesita un segundo para desarrollar las siguientes frases. Sólo eso, un
segundo en el cual nuestro cerebro puede fabricar varias frases que diremos a
continuación. Durante ese segundo, el inconsciente desea hacer algún sonido para no
cortar el flujo comunicativo. Es por eso que aparecen los sonidos compulsivos a los que
antes no referíamos. Contrariamente a lo que nuestro inconsciente tan erróneamente
cree, puede llagar a estorbar gravemente la comunicación. ¿Qué se hace en estos casos?
Guardar silencio. Como veremos en el siguiente punto, el silencio es una de las
herramientas más útiles que tenemos para captar la atención de nuestros interlocutores.
Es preferible pues, hacer un silencio que decir la muletilla “ehhh” o alargar
innecesariamente la última silaba de la última palabra pronunciada.
Estos gestos compulsivos o “tics” pueden llegar a ser uno de los peores
enemigos para quien habla en público. Para deshacernos de ellos en primer lugar
debemos identificarlos. Después armarnos de paciencia. No vamos a deshacernos de
ellos en un día ni en una semana. Hace falta reeducar al lado más inconsciente de
nuestro cerebro y eso no es nada fácil. Para ir deshaciéndonos de los tics físicos, como
ya hemos comentado antes, nuestra mejor herramienta es el espejo. No dejemos decir
nuestro discurso ante un espejo. Iremos viendo que partes de nuestros movimientos
deberemos eliminar porque ayudaremos a nuestro inconsciente a verlos y reconocerlos.
Los “tics” sonoros son algo más difíciles de eliminar. Lo ideal es conseguir
sustituirlos por silencios. No hay como guardar silencio para captar la atención. Tuve
una profesora en primaria que cuando quería que todos nos callásemos en clase
guardaba un sepulcral silencio. Y sólo cuando no se oía ni una mosca ella empezaba a
dar su clase. Pocos sonidos infunden tanto respeto, aunque sea una antítesis. Si nosotros
guardamos un breve silencio cuando estamos hablando otorgamos una increíble
importancia al siguiente concepto que vayamos a decir. Veamos un ejemplo:
Estoy dando una clase y digo “es muy importante preparar bien un discurso y
conocer de antemano al público que vamos a tener para ver en que línea debe ir el
contenido del mismo. Es lo que se llama estudiar al público”. La gente podrá prestar
atención o no. Pero si antes de la última frase hago un silencio y digo “es muy
importante preparar bien un discurso y conocer de antemano al público que vamos a
tener para ver en que línea debe ir el contenido del mismo. (Pequeño silencio) Es lo que
se llama estudiar al público.” En este caso, el concepto “estudiar al público” ha
adquirido una notable importancia. No se trata de llenar todo el discurso de silencios,
porque lo ralentizaríamos mucho y le quitaríamos ritmo pero sí podemos hacer al menos
uno antes de cada concepto importante.
En teatro, siempre que un personaje va a decir algo muy notable o el director
quiere captar la atención o la intriga del público, suele indicar al actor que haga un
pequeño silencio, es lo que se llama “pausa dramática”.
Volviendo, entonces, a las muletillas y tics de sonido, si en lugar de pronunciar
estos sonidos compulsivos hacemos un silencio quedará como una pausa dramática que
aunque no esté prefijado en los ensayos el público no lo sabe. Y siempre será preferible
esto a realizar sonidos que no dicen nada y pueden resultar molestos llegado el caso.
Sustituir sonidos inconscientes por pausas no es fácil claro, requiere una gran
atención por nuestra parte cuando estamos ensayando ya que los tics sonoros pasan más
desapercibidos para el propio orador que los físicos. Aquí sí recomiendo grabar nuestra
voz durante un ensayo del discurso. Bien con una grabadora, el móvil… no hace falta
que tenga mucha calidad puesto que no lo va a oír nadie más que nosotros. Nos resultará
muy útil para identificar nuestros molestos tics sonoros. Pasado el primer susto en el
que decimos: esa voz no es nuestra, oigamos nuestro discurso poniendo atención a los
tics y el siguiente ensayo intentemos recordar hacer un silencio en cada uno de ellos.
No será fácil pero con práctica puede conseguirse.
Algunas señales que pueden ser muy útiles para vestir de expresividad nuestro
discurso son estas:
Doble raya.- Indica silencio largo.
Uve.- Acompañar las palabras con gesto de manos abiertas. (Ver capítulo sobre
los gestos y los tics)
Flecha recta hacia abajo.- Hacer gesto de sentencia con el dedo acompañando lo
que decimos (Ver capítulo sobre los gestos y los tics)
Con estos catorce tips, podremos hacer nuestros primeros minutos de discurso, o
un discurso entero si es corto, con toda la solvencia necesaria para cautivar a nuestro
público. Pensemos tranquilamente leyendo las palabras del comienzo de nuestra
disertación en como queremos vernos desde fuera del escenario; en como, si fuésemos
espectadores, nos gustaría ver al ponente que hemos ido a ver. Iremos situando las
acciones, los gestos, las expresiones y las intenciones con estos catorce signos de modo
que, a la vez que vayamos memorizando las palabras que hemos escrito, memoricemos
también las acciones y gestos que las acompañan. Incluso podríamos anotar en el
margen de la página acciones concretas como “ir a la pizarra”, “beber agua” o “pasear
por el escenario”. Y si no le gustan los grafismos que hemos escogido para las acciones
o las intenciones, cámbielos, incluso podemos inventar nuevos grafismos sobre acciones
que deseemos hacer y no estén reflejadas en esos catorce símbolos que corresponden a
las intenciones y acciones más comunes. Así iremos confeccionando nuestra propia
partitura del discurso.
HERRAMIENTAS DEL ORADOR
Cada vez que hablo de esto en los cursos que doy me gusta hacer la misma
pregunta a mis alumnos. Es una pregunta muy tonta, casi tan tonta como aquella:
“¿de qué color es el caballo blanco de Santiago?”. Y la pregunta que hago es: “¿de
todos estos elementos, cuál resulta más útil y necesario a la hora de dar el discurso?”
Y lógicamente la respuesta es: el propio orador. Sí, recordemos el capítulo en el que
hablábamos de cómo un orador ha de ser eficaz pero nunca notable. Cuado estamos
dando una conferencia nosotros somos una herramienta para hacer que el mensaje
que estamos transmitiendo llegue mejor a nuestros interlocutores. Pero somos la
herramienta más eficaz que existe para transmitir los conceptos que queremos hacer
llegar al público conmoviéndolo y así llegar a persuadirlo. Esto hay que tenerlo
claro porque la utilización de las otras cuatro irán supeditadas al orador. Y he visto,
a lo largo de más de mil ponencias, como habitualmente sucede al contrario; el
orador se pone al servicio de sus elementos. Lo que nunca debiera ocurrir.
Veamos como hacer buen uso de nuestras herramientas.
Cuando hablamos de grupos reducidos de diez personas, como por ejemplo una
reunión de trabajo o el caso de la oratoria forense que se habla para un tribunal o un
jurado popular, ya la cosa cambia. Yo recomiendo ir entregando el material a medida
que se va necesitando y cuando queramos que nuestros interlocutores lo vean. Al ser
pocas personas no interferirá en la buena marcha de nuestro discurso.
3.- Utilería
Como dijimos en el capítulo de los exordios, la utilería son objetos que podemos
manejar y mostrar a nuestro público e incluso dejar que los toquen. Puede resultar
particularmente eficaz ya que, al ser manipulados en tiempo real, suelen causar mayor
impacto visual y son más interactivos que un mero dibujo o fotografía que podamos
proyectar. En una ocasión, un profesor de paleontología aumentó considerablemente el
éxito de una charla que daba sobre el origen de las especies sustituyendo el dibujo del
cráneo de un homínido por una reproducción en escayola del mismo a escala 1:1. Si
tenemos poca gente escuchándonos, no nos será difícil que nos presten atención incluso
podemos dejarles manipular el objeto. Si tenemos más cincuenta personas es mejor que
empleemos una cámara y proyectemos nuestro objeto en una pantalla más grande que
permita a todo el mundo ver cómodamente y por igual lo que estamos haciendo con el
objeto en cuestión. Y nunca se nos ocurra entonces pasarlo al público para que lo
manipulen. Tardaría demasiado en llegar a todos y perderíamos la atención de la
concurrencia.
METODO ESCENA
Imaginación
Creatividad
(1) Diapositiva de una presentación de powert point preparada para una conferencia sobre pedagogía escénica.
El prestigioso diario inglés The London Times, publicaba hace algunos años en
un artículo los resultados de una encuesta realizada a dos mil quinientas personas. La
pregunta era: “Miedos que limitan tu vida”. Los más importantes eran estos por este
orden:
- A hablar en público 53%
–Al fracaso
–Al agua
–A la altura
–A volar
Así, vemos que el miedo a hablar en público, no sólo es uno de los más
extendidos por encima de otros más míticos como el miedo a volar, si no que, además,
lo padece tanta gente que ni juntándose todas las personas que padecen los otros cuatro
miedos le ganarían. Cuando leí este artículo yo ya había superado mi miedo a hablar en
público pero si no lo hubiera hecho, quizás me hubiese sentido menos sólo. Los que
padecen pánico escénico no sólo no son bichos raros, si no que están más acompañados
de lo que creen.
Aquel artículo estuvo tiempo rondándome la cabeza. Ya era actor profesional,
llevaba varios montajes teatrales a mis espaldas, alguna película que otra, programas de
TV… y, sinceramente, había pasado de un extremo al otro: no sólo no me daba ningún
miedo hablar en público si no que lo disfrutaba ampliamente. Les digo que es algo muy
bello cuando superas un miedo y llegas disfrutar de lo que antes temías. Como cuando
no sabes nadar y contemplas la diversión de otros en la playa o los niños que tienen
miedo a montar en bici y por fin aprenden. La forma en que yo superé mi pánico
escénico no fue otra que la exposición directa. Ir haciéndolo hasta que dejase de darme
miedo. Pero claro, yo jugaba con ventaja porque mis estudios en Artes Escénicas me
ayudaron enormemente. No es lo mismo salir a un escenario a realizar no se sabe qué
esperando no hacer mucho el ridículo, que pisar las tablas habiendo adquirido unos
conocimientos y herramientas que se sabe que funcionan.
Este tipo de ansiedad me llamaba mucho la atención sobre todo por lo extendido
que está y no saber que supuesto mecanismo en el cerebro lo activa. Porque, si bien el
miedo, como hemos visto, parte del instinto de supervivencia, ¿qué hace que se le tenga
tanto pánico a realizar un hecho en el cual no corre peligro nuestra propia existencia?
Lo peor que puede pasarnos cuando salimos a hablar en público, si no va bien la cosa,
es que hagamos el ridículo un poco. Si estuviéramos en el siglo XVII nos podrían tirar
verdura, pero ahora, con la educación que hay en la sociedad actual, ni eso. La vida no
corre ningún peligro. ¿Qué dispara pues ese terror tan profundo y visceral al ridículo?
Reflexioné sobre ello y elaboré una teoría que después consultaría con algunos
psicólogos y una gran socióloga. Y todos estuvieron de acuerdo conmigo:
inconscientemente sí, peligra nuestra existencia. Pero que no cunda el pánico, que
nadie piense: “pues sí hombre, con el miedo que me da hablar en público y ahora ¿viene
este tipo y me dice que me puedo morir si doy un mal discurso?” Hemos dicho que
peligra nuestra existencia, inconscientemente. Ese miedo tan profundo y aterrador que
le tenemos al ridículo viene también del instinto de supervivencia. Y eso es porque el
hombre es un animal gregario. Desde el comienzo de los tiempos, allá por el Paleolítico,
el ser humano ya se agrupaba en tribus. Y esa agrupación es necesaria para la
supervivencia del individuo y de la especie. Si alguien hacía algo mal que afectase
negativamente a la tribu, podía ser expulsado de la misma. Y un ser humano errando
solo por aquellos valles repletos de naturaleza hostil no duraba mucho a menos que
encontrase otra tribu que lo adoptase. Y así fue durante millones de años. No podemos
pretender que la impronta dejada en nuestro instinto durante todo ese tiempo de
evolución sea borrada de un plumazo por unos pocos miles de años de civilización.
Necesitamos formar parte de esa gran tribu ahora llamada sociedad. Es una de las
prioridades de la existencia humana. Pensemos en la adolescencia, época en la cual el
instinto está menos racionalizado y dominan más nuestros sentidos y emociones. Nada
hay peor para un adolescente que ser despreciado por sus amigos o por los compañeros
de instituto y colegio. Incluso los “diferentes” los raros, se reagrupan en sus propias
pequeñas tribus para darse apoyo y, salvo raras excepciones de personalidades muy
marcadas y desarrolladas precozmente, miran con envidia a los socialmente populares.
Nuestro inconsciente piensa que si hacemos el ridículo, nuestros amigos, compañeros de
trabajo, nuestro entorno laboral y vital podría darnos de lado. En resumen, podríamos
ser expulsados de la tribu. Y no hay miedo que supere eso. Esta sensación es más
acuciada en algunas persona que en otras. Pero existe siempre. Incluso los oradores
profesionales nos ponemos algo nerviosos y aparece ese cosquilleo en el estómago
previo a un discurso, sobre todo si es la primera vez que se da. Y ese “cosquilleo” es
bueno y necesario. Porque al salir al escenario se convierte en energía positiva que nos
hace estar alerta. Y la alerta es importante para percibir el ritmo y las sensaciones del
público en tiempo real o para darnos cuenta de algún imprevisto que nos obligue a
improvisar o variar el curso de nuestra exposición. Hace poco hablaba con un piloto de
Fórmula 1. Me aseguraba que siempre sentía miedo antes de salir a correr. Y si algún
día dejaba de sentirlo, dejaría de pilotar porque entonces no sería tan eficaz en la pista.
El miedo, los nervios, son buenos. No olvidemos nunca esto.
El problema viene cuando esta sensación y estos nervios traspasan la frontera de
la razón y se convierten en ansiedad, porque ello nos lleva casi siempre al bloqueo. Es
entonces cuando se dice que se padece pánico escénico.
¿Cómo afrontarlo?
Recuerdo mi debut como actor de teatro con una compañía profesional. Fue con
una obra de teatro titulada “Cuento de Invierno”, de William Shakespeare. Aún no había
acabada la carrera de Artes Escénicas pero varios estudiantes de mi curso colaboramos
con una compañía profesional y muy prestigiosa: Alquibla Teatro. Me dieron un
personaje bastante aparente: el príncipe Florisel, hijo del rey Políxenes. Eso me procuró
una importante sensación de responsabilidad. Además, tuve la “mala” idea de invitar a
toda mi familia al día del estreno: mis padres, mis hermanos, mis cuñadas, mi pequeño
sobrino que quería ir a ver actuar a su tío y unos amigos de la familia….todos fueron a
acompañarme en mi debut escénico. Una fila entera ocupada por mi estirpe y allegados.
Y eso me puso más nervioso todavía. Iba todo el rato de un lado a otro sin parar. Me
sentaba. Me levantaba. Bebía agua. Me volvía a sentar. Miraba el reloj. Y mientras, veía
como los actores más experimentados que yo, hablaban, reían y hasta hacían bromas. A
mi me daba envidia ver esa tranquilidad y me decía:”creo que no sirvo para esto”. Uno
de los actores principales, percatado de mi intranquilidad, me dijo:”te veo nervioso,
Mario”. A lo que respondí muy deprisa: “¿Yo nervioso? Ja, ja, ja, que risa. ¡Que va! No
estoy nada nervioso. Estoy muy tranquilo. Tranquilísimo. Soy el rey de la tranquilidad.
Con que estoy deseando que empiece. Vamos no sé porque no empieza esto ya ¿por qué
dices lo de nervioso? No lo estoy. ¿Parezco nervioso? Porque no lo estoy” Y es que no
quería que nadie pensase que era un cobarde que no servía para actuar y menos los
actores curtidos en las tablas que me acompañaban en aquel reparto. Aquel actor rió:
“No te preocupes hombre, yo también estoy nervioso. Todos lo estamos. Da igual los
años que lleves, cada estreno te pones nervioso. Luego ya, en las sucesivas
representaciones, se irá yendo. Estar nervioso es bueno. Te da energía”. Y con los años
he comprobado que tenía razón. Antes de cualquier estreno, antes de dar una
conferencia por primera vez, uno siente ese hormigueo. Ese hormigueo que te hace
mantenerte alerta. Eso no es miedo escénico. Eso es normal. Nunca se le podría pedir a
aquel piloto de Fórmula Uno que compita tranquilo. No sería bueno. Necesita esos
nervios. Y hasta se puede disfrutar de ellos. Aportan emoción.
“Muy buena pregunta. Nunca había considerado el hecho desde ese prisma, por lo
que ahora no podría contestarle. Pero prometo averiguarlo y la próxima vez que nos
veamos (o si me da un email) podré darle una respuesta. Y le agradezco que me haya
abierto esa vía de investigación (perspectiva). Siguiente pregunta.”
Supongamos ahora que le hacen una pregunta que no conoce pero que sus
conocimientos sobre el tema le permiten hacer una deducción lógica de la misma.
Aventúrese. En esto los sajones tienen una cultura del riesgo mucho más avezada que
nosotros por lo que no dudan tanto en arriesgarse a dar respuestas novedosas. Yo le
invito a que también lo haga. Deje claro que es una deducción realizada a “vuela pluma”
en ese mismo momento y declare la intención de estudiar más profundamente el tema
para saber a ciencia cierta si su deducción es concluyente.
Cuando la respuesta sea estudiada y forme parte de una tesis personal dígalo sin
tapujos. Incluso exprese la posibilidad de que haya otros estudiosos del tema que no
estén de acuerdo con usted o que no compartan sus opiniones o deducciones. Pocas
cosas visten tanto de sabiduría como el hecho de estar en desacuerdo con alguna teoría
establecida, siempre y cuando este desacuerdo se asiente sobre unas bases sólidas. Salvo
en las matemáticas y en la física no hay términos absolutos en ningún otro campo. Y
hasta los matemáticos y los físicos se rebaten teorías a diario.
“Esto es una opinión personal basada en… pero bueno, puede que haya algunos
compañeros y profesores que no estén de acuerdo con ella.”
¿Qué problema hay en ello? Yo he rebatido muchas opiniones dadas por gurús y
reconocidos maestros del arte de la oratoria y nunca me han recriminado por ello.
También algunas de mis teorías han sido rebatidas por otros estudiosos de la oratoria.
No sucede nada malo por ello. A unas personas les gustan más mis teorías y a otras las
de otros profesores. Nada más.
Y ahora pensemos en una situación que a muchos les da auténtico espanto: Nos
hacen una pregunta que no sabemos responder y el propio que la hecho la responde
dejando claro que sabe más que nosotros. Pues perfecto. Le damos las gracias por
alumbrarnos con su magna sabiduría y listo. Esa persona no nos está dejando mal. Se
está dejando mal así misma. El público sabe perdonar mejor la ignorancia que la
prepotencia. La concurrencia tendrá claro que esa persona ha ido a pillarnos, a dejarnos
en mal lugar y, nada más que por ello, tendremos la simpatía de los asistentes sobre
todo si salimos airosos de una forma elegante. Y nunca mostremos enfado, ofuscación
ni abramos ninguna contienda verbal contra esa persona. Hagámoslo todo desde la
humildad. Algo así:
“Pues le doy las gracias por aportarnos ese dato. Es una suerte tener a gente tan
versada entre el público. De verdad que se lo agradezco.” Y dígalo con una sonrisa.
Inmediatamente todo el público empatizará con usted y será de su bando. Piense que,
salvo que seamos Stephen Hawkins, siempre habrá alguien que sepa más que nosotros;
igual que nosotros sabremos más que alguien.
En ese momento, una ráfaga de aire trajo una ola del caudaloso río que
hizo volcar la barca y los dos hombres cayeron.
Este cuento no es para que usted lo cuente en una conferencia salvo que ilustre
algo que quiera decir; es para que lo recuerde si alguien intenta dejarle en mal lugar. Es
para que recuerde al estúpido profesor que se creyó más que el barquero y, con una
sonrisa en los labios, salga airoso de la situación del modo antes descrito.
3.- La tercera causa que puede disparar el pánico escénico es la infravaloración propia.
Esta relajación la he realizado muchas veces tanto con alumnos como con
oradores a los que preparaba y estaban a punto de dar un discurso. Suele ser muy eficaz.
Es una relajación que se puede hacer quince minutos antes de salir a hablar en público.
Yo siempre prefiero hacerla tumbado porque es más efectiva. Pero en el camerino de un
teatro o una sala de conferencias resulta muy difícil tumbarse de modo que también se
puede hacer sentado. Es importante buscar una silla cómoda. Sentarse con la espalda
recta bien apoyada en el respaldo y las plantas de los pies perfectamente asentadas en el
suelo. Las manos las pondremos sobre las piernas con las plantas hacia abajo o bien
juntas sobre el regazo, como más cómodo nos sea.
Lo primero que haremos será controlar nuestra respiración como ya aprendimos
a hacerlo en el capítulo en el que hablábamos de la voz (página55). Controlar la
respiración es el método más eficaz para no dejar que la ansiedad nos asedie. Porque es
el mecanismo que esta utiliza para hacerse con nosotros y controlarnos. Cuando estamos
entrando en ansiedad, lo primero que suele pasar en que nos híper-oxigenamos y, a
partir de ahí, perdemos el control de nosotros mismos y de nuestros pensamientos. Por
eso, lo primero que tenemos que hacer es adoptar una respiración lenta y profunda. Si
no puede porque los nervios no le dejan, recurra al truco del aroma (capítulo de la voz).
Una vez tengamos una respiración lenta y profunda, notando que el abdomen se mueve
al compás de nuestra inspiración y expiración, haremos la siguiente relajación:
EJERCICIOS DE RELAJACION
2B.- Repetimos esta operación con la otra mano y con ambos pies.
Imaginamos los sonidos que nos rodean: sonido del mar, de las gaviotas
(si es la playa) de los pájaros o los grillos (si es un prado de montaña).
Imaginamos con quien quisiéramos estar en ese lugar que nos encanta y en
esa situación tan agradable (1)
Imaginamos que esa persona nos dice al oído una frase que nos llena de
confianza y energía.
Tengamos el ejemplo de un tercer ponente que fue a dar una conferencia con un
catarro increíble. Cuando subió al escenario explicó: “Como verán, tengo un gran
resfriado. Esto es porque hace unos días a unos amigos nos pareció buena idea jugar un
partido de fútbol a pesar de la lluvia. Esta claro que todos estábamos equivocados. Pero
bueno, para estas cosas Dios nos dio los jarabes y los pañuelos que no dudo tendré que
utilizar esta tarde en más de una ocasión.”Y por espacio de tres veces, el ponente hubo
de sacar su pañuelo para aliviar su congestionada nariz, con la mayor naturalidad del
mundo ante un público que no dio más importancia al gesto.
Pero, me permito insistir, en que lo mejor que se puede hacer ante cualquier
imprevisto es mantener la serenidad e intentar buscar salidas lo más cómicas y
desenfadas posibles. No, olvidemos que un accidente imprevisto puede ser una gran
oportunidad de brillar como oradores y ganarnos el favor del público lo que puede
traducirse en una gran oportunidad.
ELEVATOR PITCH
Partiremos de la duración media que, como hemos dicho, suele durar un minuto.
Alguno se tirará de los pelos pensando: ¿pero cómo voy a presentar mi currículum o mi
proyecto en sólo un minuto? No tengo ni para empezar. Dejemos los pelos tranquilos. Si
se gestiona bien, un minuto da para mucho.
En primer lugar, dividiremos el tiempo en tres franjas: una primera de quince
segundos; una segunda de treinta segundos; y una tercera de otros quince segundos.
En la primera franja de tiempo nos presentaremos nosotros, hablaremos de nuestra
formación, nuestro currículum y diremos qué posición ocupamos dentro del proyecto. Y
esto dura sólo quince segundos. No más. En los treinta siguientes, hablaremos del
proyecto: contemos de qué se trata de forma clara y directa.
Y en los últimos quince segundos, hablaremos del potencial de mercado que
tiene nuestro negocio atendiendo a tres aspectos fundamentales: valor de mercado,
nicho de mercado y rentabilidad.
Mario Artesero García
La estructura de este elevator pitch, ¿no recuerda a otra? Pues la del discurso
normal. Aquella que era
Sí, el elevator pitch, es como otro discurso, sólo que mucho más corto y más
aplicado a algo concreto. Veamos ahora como abordamos cada uno de los contenidos:
Hay algunas cosas que nunca debemos hacer cuando estemos “lanzando”
nuestro elevator:
1.- Hablar rápido para decir más cosas en el minuto. Sólo conseguiremos
abrumar al que nos oye, dificultar su comprensión de lo que estamos diciendo y dar la
impresión de estar ansiosos y poso seguros de nuestro proyecto. Demos hablar como lo
hacemos en cualquier discurso, tres veces más despacio de cómo lo hacemos en nuestra
vida habitual. No se trata de decir la mayor cantidad de palabras por minuto, si no las
palabras más acertadas para interesar a nuestro interlocutor en aquello que le estamos
contando. Es como el trailer de una película. Si te muestra las imágenes precisas
desearás ir a verla. Si te muestra demasiadas, perderemos el interés.
2.- Insistir demasiado.- Lo único que podremos conseguir será hacernos pesados
a nuestro interlocutor. No olvidemos que nos tratamos de vender nada en ese momento,
sólo conseguir interesar al inversor para que desee concertarnos una reunión en la que le
demos a conocer nuestro proyecto más ampliamente.
3.- Intentar forzar la hora y lugar de la reunión en ese mismo momento. Nuestro
objetivo será únicamente que nuestro inversor coja nuestra tarjeta en un gesto de
verdadero interés. Dejemos luego que sea él quien nos llame.
Pondré como ejemplo el elevator pitch que tuve que realizar cuando presenté
mi empresa en un concurso de jóvenes emprendedores, dónde los que más destacaran
conseguirían una financiación parcial a fondo perdido por parte de la Federación de
Empresarios de la provincia de Albacete. Una de las pruebas a realizar y muy tenida en
cuanta fue un elevator pitch, en el cual debía presentar mi empresa en un minuto. Esta
se basaba en una escuela de Artes Escénicas y Comunicación Oral, Lo presenté del
siguiente modo:
El Wall Street Journal publicó, no hace mucho “el factor más importante para
progresar en la actividad profesional y empresarial es la habilidad para comunicarse y
hablar en público”. Y ahora que nuestro país se está internacionalizando, cada vez lo
es más. Me llamo Mario Artesero García, soy Licenciado en Artes Escénicas con un
master en Pedagogía de la Comunicación y, después de años como actor y director de
teatro y asesor de comunicación oral para ejecutivos, políticos y todo tipo de
conferenciantes, he creado un método de oratoria que enseño en “Escenae, Escuela de
Artes Escénicas y Comunicación Oral”, basado en los recursos utilizados por los
profesionales del escenario que, a fin de cuentas, son los que se la juegan cada día ante
un público. Una escuela orientada tanto a quienes deseen utilizar nuestras enseñanzas
de modo profesional como para los que quieran integrarlas en su vida cotidiana o
como forma de ocio. Una escuela situada en un entorno de población joven, entre
veinte y cincuenta años, de alto nivel intelectual y buen poder adquisitivo que no
dudamos sabrá apreciar el valor de un aprendizaje al que se puede acceder en muy
pocos sitios y que puede tener grandes aplicaciones.
Algo que hace al elevator pitch mucho más difícil de realizar es su corta
duración, lo que nos obliga a escoger muy bien las palabras que decimos. Existe un
concepto muy utilizado en marketing que es el de las palabras gancho y las palabras
tóxicas, y resulta muy aplicable en esta ocasión.
Estas son algunas palabras gancho, a modo genérico, que pueden hacer nuestro
pitch más atractivo: beneficio, éxito, conseguir, ganar, aumentar, liderar, planificar,
definir, promover, nuevo, oportunidad…
Palabras tóxicas: intentar (nunca se intenta, se consigue), disminuir, banco,
crédito, porcentaje, riesgo, esfuerzo, obligación, vendido, coste…
Un juego que me gusta hacer con mis alumnos de oratoria es retarles a que
busquen sus propias palabras gancho y sus propias palabras tóxicas. Así, de forma
natural, suelen encaminarse hacia su sector profesional, aquel en el que más utilizan la
comunicación oral. Les pido diez palabras, sólo diez palabras de cada. Diez gancho y
diez tóxicas. Una vez que las tienen las memorizan e intentan hacer un elavator pitch en
el que aparezcan esas diez palabras gancho que han buscado y no aparezca ninguna de
las tóxicas. Un ejercicio nada fácil pero muy instructivo.
1. Argumentos variados
2. Rigor de las evidencias
3. Evidencias más variadas
4. Respuesta a la pregunta del debate
5. Recursos externos al orador (herramientas utilizadas)
6. Naturalidad y expresividad
7. Dominio del espacio
8. Contacto visual
9. Dominio de la voz y de los silencios
10. Comienzos cautivadores
11. Argumentos definitivos
12. Finales contundentes
13. Lenguaje variado y apropiado
14. Concesión de la palabra
15. Uso adecuado de turnos de palabra
16. Agilidad de las respuestas
17. Actitud del equipo
Por todo esto, creo que el debate académico constituye uno de los tipos de
discurso más complejos que existen. Pero también supone un ejercicio de increíble
entrenamiento tanto para la vida profesional como personal. Por eso, disfruto
enormemente cuando contemplo a mis alumnos desenvolverse de forma eficaz en un
ejercicio de debate.
La peculiaridad de este tipo de discursos, sea académico, político o de
cualquier otra índole fundamentados en varias intervenciones cortas hace que debamos
variar, aunque sea ligeramente, la estructura del discurso para optimizar nuestro
resultado.
En primer lugar, debemos entender que cada intervención tiene su objetivo, por
lo que sólo realizaremos el exordio una vez en nuestra primera intervención, es decir, en
la exposición. Este debe ser muy corto, quizás una frase o un párrafo, ya que el tiempo
de estas intervenciones suele ser reducido. Suelo aconsejar que se empiece con una
pregunta o con datos impactantes. Permiten captar la atención de los que nos observan
de modo inmediato. Creo que es preferible huir de exordios demasiado efectistas que no
estén íntimamente ligados al tema central del discurso.
Recuerdo a un universitario en una de las ligas de debate que, para ilustrar un
tema de economía, lleno un vaso de leche, y fue pasando el contenido a otros vasos
hasta que al final se la bebió. Lo que quería ilustrar con esto es el cambio de manos del
que es objeto el dinero desde la fuente hasta que llega a los ciudadanos. Ciertamente,
esta puesta en escena fue muy espectacular, pero se desviaba en parte del tema central
además de consumirle demasiado tiempo de su exposición, dejando de arrojar datos y
cuestiones que hubiesen sido mucho más interesantes para abrir el debate.
Seguidamente del exordio, es interesante dar a conocer la tesis, lo que hemos ido
a defender. Es entonces el momento de ir abordando el tema paulatinamente aportando
datos, pruebas, ejemplos, estadísticas… Podemos extender aquí algunos datos que se
hayan dado a conocer en el exordio, aportando la documentación que los acredite.
Al igual que el discurso forense el debate exige una escucha activa pero, en
este caso, la refutación se produce de modo más veloz. Las preguntas de los integrantes
del equipo contario que pueden romper la concentración y el itinerario del discurso
exigen una gran rapidez mental y una buena capacidad de improvisación. Esto hace que
el orador de debate deba tener una mente abierta, dispuesta y bien entrenada. La
oratoria de debate es uno de los géneros más brillantes de cuantos existen en
comunicación oral. Personalmente, pienso que es una pena que se descuide tanto en el
sistema educativo español. En los sistemas docentes británico y americano se le da
mucha más importancia hasta el punto que ya en los centros de secundaria se realizan
equipos de debate que compiten entre ellos. Y si el centro consigue victorias ve subir su
prestigio y los alumnos que participen en sus equipos de debate adquieren puntos para
optar a prestigiosas universidades. Y es que luego en el mundo laboral, cosas como la
comunicación oral, la capacidad de negociación o la de liderazgo serán muy útiles para
acceder a buenos puestos de trabajo.
A MODO DE CIERRE