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Rutina

Me gustaría saber cómo iniciar este relato.

Es difícil describir los hechos que preceden este día, puesto que, ni si quiera estoy seguro de si
ocurrieron.

Bueno sea como sea no tengo nada mejor que hacer. Más bien, no quiero tener nada mejor que
hacer.

Era lunes por la mañana, observaba desde la ventana de mi oficina después de llevar a cabo la
rutina diaria que me fuerzo a realizar para poder llegar a mi empleo: una secuencia de abordaje a
transportes de los cuales ya no puedo notar la diferencia uno del otro ni de las personas que
abordan día con día, una caminata por la avenida que agota casi toda la energía que pude haber
recuperado durante la noche, un pedido en la cafetería de la esquina que es ignorado por el
barista, y un viaje final por el elevador que me marea en cada viaje, puesto que los espacios
cerrados me aterran. Todo esto para llegar a mi escritorio y observar durante horas el esplendor
de lo que es la ciudad, contemplando como ha cobrado vida y se ha tornado superior a todo ente
que la habita, se alimenta y crece innecesariamente, vive rápido e indiferente a cada individuo y al
mismo tiempo es dependiente de nosotros. Creamos un ser al cual poder parasitar, como si el
planeta mismo no fuera suficiente.

Generalmente las notas rojas en los periódicos y demás medios informativos pasan desapercibidas
por una gran mayoría de personas, yo incluido; en ocasiones solo mis compañeras de mediana
edad suelen, darnos la alerta de algún suceso mediante un grito ahogado de forzada preocupación
y una oración corta para quienes han padecido el suceso. En otras ocasiones donde eventos de
mayor escala están en boca de todos, (como sismos o guerras), todo el mundo se ve preocupado y
comenta algo alusivo al evento, luego por la tarde olvidamos que sucedió y seguimos con nuestras
vidas. Y luego está hoy, donde todo el mundo olvido el trabajo y la rutina para ver las noticias, leer
los periódicos revisar las redes y básicamente cualquier cosa que diera más información sobre lo
que estaba pasando. Yo no me percaté de ello ya que seguía ensimismado en mi delirio
deprimente de la mañana, y de cierta forma, me hubiera gustado no haberlo estado.

Desde mi panorama hay un par de edificios que tienen la misma altura, muy bellos he de decir, un
buen trabajo de arquitectura, una serie de rombos de cristal azulado que yo creo eran ventanas
reflejaban unos tenues rayos de sol entre las imponentes nubes negras y lluviosas que
bombardeaban la ciudad esta mañana; arriba de los mismos cristales una especie de balcón
flotante con algunos árboles de tamaño considerable puesto que había una persona junto a él con
quien podía comparar las dimensiones. Incluso a la distancia podía ver que era una chica, cabellos
rubios o castaños muy claros y con una apariencia muy formal, asumo que trabajaba ahí.
No sé por qué motivo exactamente, pero estuve clavado en la escena durante una media hora con
los audífonos puestos con una de las Suites de Bach, que me gustaba poner por pretencioso
cuando estaba solo sintiéndome importante, observando atento a la mujer de la azotea, la cual iba
y venía por todo el filo del barandal, se recargaba y acogía en el árbol y se llevaba las manos al
rostro, supongo que lloraba o quizá la lluvia le estaba llenando los ojos, se percibía algo
preocupada, incluso llegue a pensar que se arrojaría. No creo haber sido el único que lo pensó
siendo que el personal que se descuelga por las ventanas también la estaba viendo con aplomo,
colocándose en lo que aparentemente parecía una posición estratégica para atraparla en caso de
que se lanzase, lo que honestamente pienso que sería muy improbable que ocurriera, pero la
intensión es lo que cuenta ¿no es verdad?

En un parpadeo otra persona apareció corriendo, un hombre con overol, supongo yo que era
personal de mantenimiento o similar de ese edificio y en ese instante la escena cambió
totalmente: la chica hizo una reverencia de agradecimiento y entro con prontitud con el hombre.
En su momento deduje que se había quedado encerrada en el balcón, y preocupada tiró su
teléfono por la orilla lo cual había alertado al hombre del arnés que dio aviso al capataz que la
rescató de quedarse atrapada.

Imagino muchas cosas a lo largo del día como podrán leer…

Después de llevar ya un rato viendo está novela de suspenso adaptada en mi cabeza por
aburrimiento, y al ver que terminaba de una forma agradable sentí un alivió profundo de no haber
sido testigo de un suicidio trágico, y al mismo tiempo aburrido de nuevo porque no tuvo un
desenlace interesante. Justo un instante después del choque emocional por la conclusión de mi
fantasía, el rayo tenue de sol que ahora me deslumbraba levemente, llamó mi atención balcón de
nuevo, y como si el tiempo se hubiera ralentizado, justo después de notar que no había nada
interesante y durante el transcurso en el que mi mirada regresaba junto con la rotación de mi
cabeza hacia mi computadora, una figura negra humanoide de gran tamaño se desplazó frente a
mí subiendo a mi escritorio con desesperación, pisando y destruyendo mi laptop con un pie,
resbalando sobre el espacio vacío de mi área, retomando su camino en milisegundos al mismo
tiempo en el que su mirada se cruzaba con la mía; sus ojos humedecidos por las lágrimas de
desesperación, enrojecidos a tal punto que no había rastro de blanco en su esclerótica, pidiendo a
gritos compasión, como un animal malherido que no entiende que pasa y solo busca terminar con
el dolor, estrello su cráneo con toda la fuerza que sus piernas le dieron sobre el cristal de mi
ventana, rompiéndolo, bañándome de sangre y saltando por la ventana, cayendo justo sobre una
transeúnte y llevándosela de este mundo por la fuerza.

No reaccioné, no entendía que pasaba, solo giré mi cabeza hacia mis compañeros cuyas reacciones
eran variadas, del llanto y gritos, al desmayo, incluso había quienes tenían el estómago suficiente
para realizar una llamada de aviso a emergencias o atender a la gente que se veía más afectada.
Yo en cambio no asimilé que sucedía; dispersando la mirada por el resto de la oficina noté la
televisión donde la nota indicaba un número inusual de suicidios en el lado oeste de la ciudad
específicamente, al igual que en el periódico amarillista de mi compañero que hacía alusión al fin
de los tiempos, y finalmente al pasar lista de los individuos con la mirada me di cuenta de que a
nadie parecía importarle si yo me encontraba bien o no, quizá fue por aquellos colegas que
observaban con morbo la grotesca escena de ambos cuerpos esparcidos por el suelo de la avenida.
Según el reloj del televisor apenas había pasado poco más de un minuto para cuando salí del
trance catatónico en el que me encontraba, honestamente se sentían como horas. Intenté auxiliar
a mis compañeros más impresionados, no obstante, nadie hacía mucho caso a mi pueril habilidad
altruista, sin embargo, no me rendí y seguí prestando atención a todo, forzando un carácter firme
ante el desafortunado suceso que frente a mí se había presentado.

Algo en los minutos siguientes me hicieron petrificarme de nuevo, mis manos temblaban, mis
pulmones se comprimían y el pecho me dolía como si hubiera corrido 10 kilómetros después de
fumar 100 cigarrillos; lentamente me dirigí hacia el ventanal roto, un paso a la vez, sin poder
quitar la visón de quien había saltado de mi mente, su desesperada e impasible mirada se había
clavado en mi mente, resonaba en mi cabeza sin ser sonido y podía sentir su tristeza sin ser algo
tangible, me ataba la garganta como si alguien me forzara con una cadena por detrás mío.

Observe a mis compañeros que seguían atónitos por la escena que se apreciaba a los pies del
edificio, volteé la cabeza temeroso de lo que vería; aquello que me perturbaba me estaba
torturando con una tristeza infinita y un ansiedad inefable. Colocando mis manos en el marco de la
ventana dirigí mi cabeza al vacío infinito al que alguien se había aventurado con desesperación y
ahora lo entendía, quería que todo terminara ya. El dolor se incrementaba en cada momento.

Había ya colocado mi pie sobre la orilla cuando nuevamente y ahora con claridad lo que me
esperaba, como el cuerpo de aquel infeliz había terminado. Cayó como agua helada en la piel
desnuda de mi espalda, pues había sido yo quien había saltado, y ahora me doy cuenta de que
mañana será lo mismo.

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