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Se menciona a los Esenios como una sociedad judía acerca de la que existe poca
información histórica clara; florecieron 150 antes de Cristo hasta 70 después de Cristo.
Por la época de Cristo, estaba constituida por hombres que se daban al ascetismo en
mayor o menor grado. Con la esperanza de escapar a las impurezas rituales, se
constituían en colonias separadas.
Sus normas morales eran de tipo ascético, con muchas exigencias sobre sí
mismos. Prometían “honrar a Dios, ser justos hacia el prójimo, no herir a nadie, ni siquiera
cuando eran provocados, detestar el mal, alentar el bien, ser leales, especialmente hacia
las autoridades, amar la verdad, desenmascarar a los hipócritas, no hurtar nada,
abstenerse de toda ganancia ilícita”. Esperaban un Mesías para establecer el reino de los
justos.
Jesús consiguió entre ellos las energías espirituales que tanto necesitaba para
neutralizar las hostilidades del mundo, en el desempeño de su obra redentora.
Esos altos iniciados vivían su vida en los monasterios, grutas minas viejas o
abandonadas y lugares distantes del bullicio mundano. Sabían fluidificar el agua, hacer
pases e imponer las manos en la cabeza de los enfermos.
La Biblia no los menciona, pero los describe Josefo, Filo y los manuscritos del Mar
Muerto; Plinio y Filón también nos describen su vida y costumbres: Observaban la Ley, se
abstenían de los placeres de la carne, y algunos renunciaban al matrimonio,
menospreciaban las riquezas, eran trabajadores, preferentemente del campo, no hacían
comercio, y sostenían la doctrina de la inmortalidad del alma: (doctrina extraña al
judaísmo).
Algunos creen que Juan el bautista y Jesús eran de esta rama de los esenios,
aunque muy contradictorio con el pensamiento de Cristo en cuanto a la doctrina que
tenían los Esenios.
Algunos manuscritos antiguos celosamente guardados por la iglesia tradicional
afirman que María y José eran ESENIOS esto para argumentar la virginidad de María.