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“Es necesario, así, comprender, todo al mismo tiempo, que la inhumanidad del hombre no proviene
de su naturaleza; que la inhumanidad, lejos de excluir la humanidad, sólo se explica por ella.”
Jean-Paul Sartre
En esta clase me gustaría proponernos elaborar una cartografía que nos permita
centrar la reflexión en las condiciones de posibilidad de la educación. En el texto que hemos
leído de Pineau podemos observar una primera sugerencia, que el autor traducirá en la
hipótesis de “que la consolidación de la escuela como forma educativa hegemónica se debe a
que esta fue capaz de hacerse cargo de la definición moderna de educación”. Si la escuela
asume la condensación de lo educativo -y va a “hacerse cargo”- considero necesario
emprender la tarea de develar qué es lo que era la educación, cuáles son las circunstancias
que debieron/deben estar presentes para que un proceso se considere educativo, qué
elementos son necesarios para que la acción educativa pueda practicarse. Es fundamental,
entonces, enfatizar el proceso, es decir, la “educabilidad”. Por ejemplo: ¿cuándo se consuma
dicho proceso?, ¿qué supuestos metafísicos, antropológicos y gnoseológicos están presentes
en la acción educativa?, ¿qué condiciones históricas posibilitan que la concepción de
“educabilidad” sea un concepto de difusión generalizada?
Pineau sostiene que la escuela no es un fenómeno que devino naturalmente y como
resultado lógico de lo educativo sino que hubieron, en palabras del autor, “rupturas y
acomodaciones” en su devenir. Nos tomaremos este espacio para pensar las vinculaciones
posibles entre el proyecto filosófico de la modernidad con la escuela como dispositivo de
gubernabilidad, a su vez bifurcaremos nuestra atención a cómo dialoga todo esto con el
proyecto económico capitalista y la conformación del Estado Nación.
En Argentina la escuela moderna emergió en las últimas décadas del siglo XVIII
como una institución de gran importancia, entramada con la historia de la ilustración y la
modernidad (Finocchio, 2012). Si partimos de esa imágen histórica debemos, necesariamente,
recorrer algunos aspectos que pertenecen al discurso de la modernidad ya que nos permitirán
ubicar a la escuela en el paisaje histórico político en el cual surge.
Según Foucault (2009), una experiencia histórica singular comprende tres ejes: el de
la formación de los saberes, el de la normatividad de los comportamientos y el de la
constitución de los modos de ser del sujeto. En tanto proyecto civilizatorio, entonces, lo que
aparece como modernidad amerita ser entendida como una formación discursiva asociada a
unas tecnologías de gobierno de poblaciones y de constitución de sujetos y subjetividades. En
tanto formación discursiva la modernidad está constituida por el universo de los enunciados y
los silencios que configuran la regularidad de la dispersión de unos objetos, conceptos,
posiciones de sujeto y disputas que han hecho pensable y visible de ciertas maneras realmente
existentes a la modernidad.
Grosfoguel nos habla de la pertinencia de pensar en un capitalismo histórico, el cual está
organizado en las lógicas civilizatorias de la modernidad1, podríamos pensar estos legados centrales
de la episteme moderna y del pensamiento ilustrado en relación con la emergencia del paradigma
sarmientino “Civilización y Barbarie”, interrogando sus efectos discursivos de ruptura de la
racionalidad colonial “arcaica” en el transcurso del siglo XIX; en particular, si hiciéramos énfasis en
la propia gramática de su paradigma “Civilización y Barbarie”, matriz identitaria que atraviesa
fundacionalmente la identidad nacional argentina hasta la contemporaneidad.
En tanto tecnologías de gobierno, la modernidad es un referente con múltiples
asociaciones en nombre del cual se han movilizado formas de gestionar e intervenir
colectivos concretos de personas. Algunas de estas tecnologías han adquirido la forma de
gubernamentalidad y biopolítica, del gobierno sobre la vida de las poblaciones. No obstante,
1
Según Enrique Dussel, la Modernidad se originó en sincronía con el sistema capitalista. En este sentido
sostiene que la navegación del océano Atlántico posibilitó, en 1492, el arribo a la cuenca Antillana, su posterior
conquista y desde allí la expansión hacia el resto del continente americano. La modernidad temprana se inició en
el siglo XV inaugurando una nueva dinámica en el sistema-mundo por parte de España y Portugal. Ambas
potencias iniciaron el desarrollo del sistema capitalista mercantil; el sometimiento de las culturas locales
nuestroamericanas a través de la espada y la cruz sería el punto de inicio de un nuevo eje geopolítico mundial
que se centraría en el Atlántico tropical. Ello implicó el desplazamiento de la centralidad que, desde el siglo
VIII, había residido en el Imperio Otomano y en la región mediterránea, en tanto epicentro de las relaciones
comerciales desde Europa. Económicamente el capitalismo mercantilista hispano-lusitano logró, por medio del
saqueo de los recursos minerales y la explotación de las poblaciones nativas de América y África. Esto es
denominado por Juan José Bautista como acumulación pre-originaria en tanto fundamento económico de la
colonialidad moderno capitalista (Bautista, 2018a). Resituar históricamente el lugar de Europa nos permite
comprender “la construcción de la modernidad y del capitalismo, ya no horizontal, lineal o progresiva, sino en
términos de complementariedad, por vía de la triangulación atlántica del mundo” (Gandarilla, 2018, p. 38). La
conquista y colonización de América nos permite identificar el momento fundacional (evento epitomizante a
partir de la propuesta de Briones) de la Modernidad que supuso el encubrimiento ontológico del Otro por medio
de la racialización de las diversas culturas de nuestra América. Podemos entender la persistencia de la
colonialidad como la imposición de un nuevo patrón de poder, que al decir de Ramón Grosfoguel es el
“sistema-mundo capitalista/ patriarcal/occidentalcéntrico/ cristianocéntrico moderno/colonial” (Martínez
Andrade, 2013, p. 42).
considero que aunque históricamente es un hecho que se han desplegado a nombre de la
modernidad estas tecnologías de gobierno de ello no podemos derivar la conclusión que estas
tecnologías definen la modernidad más allá del momento y lugar en que ésta es articulada a
través de aquéllas. Lo que hay es una multiplicidad contextualmente existente, no una
identidad trascendente o un esencialismo de estas tecnologías de gobierno como indicadores
de modernidad.
Eduardo Restrepo nos brinda algunas herramientas para el abordaje de la modernidad
que va a denominar la “eventualización de la modernidad” ya que para el autor el problema
se encuentra en que se ha pensado asumiendo una idea sustancialista de la modernidad. En
palabras del autor:
En efecto, una de las dificultades con las maneras cómo han sido abordada la
modernidad o las modernidades consiste en que se la busca definir esencialistamente. El autor
explica que una definición de este tipo implica “identificar un contenido concreto o abstracto
que le otorgue una identidad sustantiva a la modernidad y la diferencia tajantemente de la
no-modernidad”. Para Restrepo este tipo de abordaje tienden a operar estableciendo una
«modernidad hiperreal»2, es decir una definición totalmente abstracta, normativa y
estructurante de la imaginación teórica y política, “un «significante maestro» generalmente
naturalizado desde el cual se organiza lo pensable pero que se mantiene por fuera de lo
pensado”.
Es necesario agenciar que Restrepo no sostiene, al hablar de la modernidad hiperreal,
que no exista, ni que no configure subjetividades y prácticas. La modernidad es significante,
y significado. Lo que si quiere agenciar es la colonización en la “imaginación teórica y
política”, promoviendo un análisis que no tenga una respuesta preconcebida en el momento
de analizar la modernidad sino que el abordaje sea desde la estrategia eventualizante que
“considere qué se ha enunciado y hecho histórica y etnográficamente en nombre de la
modernidad (o en su contra).”
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Para esbozar la noción de modernidad hiperreal Restrepo se inspira en los trabajos de Alcida Ramos que
sugiere la del indígena hiperreal y de Chakrabarty que habla de la Europa hiperreal o la India hiperreal.
Laclau y Mouffe (1987) consideran que, en el espacio de las relaciones hegemónicas,
el privilegio que adquiere el “momento político” en la estructuración de lo social delimita las
equivalencias y diferencias entre los sistemas de identidades en juego, en tanto se produce
una determinada articulación contingente de la que derivan posiciones centrales que definen
la subjetividad, los temas y relatos legítimos de una época, los sistemas discursivos posibles,
y sus exclusiones. La representación provisoria de una universalidad por parte de un discurso
particular –universalidad que permanece inconmensurable porque nunca constituye un relato
pleno o sin fisuras– es lo que definen como una relación de hegemonía, en la que cierto
significante se condensa centralmente y representa e irradia una totalidad de equivalencias
identitarias y de diferencias que lo trascienden en la cadena del sentido, logrando estructurar
un determinado campo discursivo en relación con determinadas significaciones centrales.
En nuestro caso, la noción de Civilización en Sarmiento constituye ese punto nodal
(Laclau y Mouffe, 1987) que ilumina y eclipsa la cultura y los saberes de este “nuevo
tiempo” para las naciones latinoamericanas (cfr. Sarmiento, 1989a) constituyendo un
horizonte mítico de plenitud identitaria que permanece y persiste hasta el presente en sus
diseminaciones fundantes.
Restrepo nos invita a pensar más allá de una elaboración teórica, abstracta de la
modernidad para acercarnos a “examinar etnográfica e históricamente cómo en determinados
momentos y en diferentes escalas se articulan, con mayor o menor éxito, ciertos proyectos
civilizatorios en nombre de la modernidad como una problematización que cuyos contenidos
y términos no están definidos de antemano ni son siempre los mismos, pero de la cual se
derivan unas tecnologías de gobierno de poblaciones, se establecen unas formaciones
discursivas y se generan las condiciones de posibilidad de la producción de ciertas posiciones
de sujeto y de configuración de subjetividades”. Siguiendo esta propuesta en el próximo
apartado nos ocuparemos de rastrear aquellos rasgos identitarios de la modernidad argentina,
guiandonos a partir de las siguientes preguntas: ¿De qué manera el discurso de la modernidad
ha permeado la escuela? ¿Qué subjetividades y prácticas modernizantes van a colar e
instituirse?
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Los no-lugares como las aulas se caracterizan por ser recintos, espacios acotados, y acotados por
paralelepípedos, están de-finidas por muros que los aíslan/abstraen del exterior, un exterior que se crea como tal
precisamente en virtud del cercamiento mediante muros, predomina, como consecuencia de su cercamiento, una
luz artificial y homogénea, son espacios clónicos, idénticos a sí mismos en cualquier rincón del planeta, donde
funcionan como poderosas máquinas de sustitución de las realidades concretas por otras regidas por criterios de
racionalidad a-locados, son espacios privilegiados de conocimiento experto y abstracto, como corresponde a su
extracción/abstracción de un exterior de cuya distracción parecen defenderse, les rodea cierto aura de sacralidad,
derivada de su carácter separado, donde cualquier voz no autorizada es condenada al silencio, son espacios
asépticos, a cuya entrada debe abandonarse cualquier bagaje exterior (experiencia, lenguaje vernáculo o
suciedad) que sería visto como perturbador y contaminante, encuentran su sentido, no en el presente y el lugar
concretos en que actúan, sino siempre más allá, en el futuro y en el exterior que plani-fican, es decir, que hacen
plano —o tabula rasa— para rehacerlo según sus planes (planes de estudio, planes de investigación, planes de
gestión), planifican, además, sus propias actividades según un método, domina la seriedad —¿será un efecto de
su serialidad?— y se excluye toda broma (tanto desde ellos como sobre ellos); fluye con toda naturalidad una
jerga artificial experta que desprecia las lenguas y los saberes comunes, que así reaparecen como factores
distorsionantes y modos de ignorancia. Y se globaliza la percepción popular de que —sea lo que sea lo que en
ellos se enseñe, se investigue o se gestione— el conocimiento y las decisiones no surgen de los propios lugares y
saberes comunes sino de instancias separadas/abstractas, de un conocimiento experto que siempre viene de
afuera y de arriba.
Pues bien, la construcción de este curioso tipo humano a nivel global es el objetivo de
la empresa escolarizadora, en cuyas aulas-cubos, de forma progresivamente gratuita y
obligatoria, se modelan, durante años, las mentes-en-un-cubo de la infancia y juventud de
todo el planeta: es lo que se llama crear ciudadanos, fabricar ciudadanía. Hans Magnus
Enzensberger (1986: 4) lo señala con toda precisión: “Los pueblos no han aprendido a leer y
escribir porque tuvieran ganas de hacerlo, sino porque se les ha obligado. Su emancipación ha
sido al tiempo una incapacitación. A partir de ese momento, el aprender ha quedado sometido
al control del Estado y sus agencias: la escuela, el ejército, la justicia… Los niños de
Ravensburg que en 1811 participaron en la adjudicación de un premio cantaban ya:
“Trabajador y obediente / es lo que el buen ciudadano /debe ser honradamente. / La escuela,
cual debe ser, / forjará en la juventud / el sentido del deber. / Sólo la escuela consagra / a esta
virtud eminente / y presta conocimientos / que enriquecen nuestra mente. / Para siempre
agradezcamos / ¡Viva el Rey! / ¡Viva el Estado! /Donde de escuelas gozamos.”
Notas de clase:
Permea los contextos sociales, económicos y políticos y se adapta a nuevas realidades. Entra
en momentos de crisis de los que termina saliendo. Tiene una gran capacidad de adaptación,
permanece hace mucho porque constantemente se está pensando la forma en la que
transforma pequeñas partes para adaptarse y prevalecer.
En su larga duración va ampliando el sujetx a ser educadx o la ciudadanía; y eso sirve para
su sostenimiento. Quienes critican a la escuela hay transitado por ella y desde esos
conocimientos parten también para crear sus posicionamientos.
Revisar de Pineau ¿Cuáles son las piezas que enumera? Usarlas como forma de entender los
distintos momentos y contextos, como van teniendo distintas formas.
Finoccio: ¿Cuáles son las discusiones que se fueron teniendo en base a lo educativo y lo
escolar? “Que las discusiones se produzcan no significa que se conviertan en políticas
públicas”. Revisar- pensar también la participación de intelectuales en la conformación de
políticas públicas y formando parte de la creación de documentos ministeriales.