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2/ Lo educativo en las sociedades actuales

Lo educativo en las sociedades actuales, como venimos diciendo, se produce en el


interjuego entre interpelaciones provenientes de diversos discursos sociales (mediá-
tico, comunal, callejero, escolar, del mercado, religioso, etc.) y reconocimientos o
identificaciones subjetivas que esos discursos provocan.

La propuesta es profundizar esta noción a través de una película, Bagdad Café (de
Percy Adlon, 1988). En ella se produce el encuentro entre dos mujeres que acaban
de separarse de sus maridos; una alemana, Jazmín, y una negra, Brenda.

Veamos la primera parte del Video Bagdad Café (hasta la mitad de la película: unos
45 minutos) prestando atención especialmente a las vinculaciones (encuentros y
desencuentros) entre las dos mujeres y sus respectivos mundos culturales. Es decir,
la relación entre culturas y comunicación.

Actividad:
Luego de ver esta primera parte de Bagdad Café, nos reunimos con dos compa-
ñeros/as y conversamos sobre aquello que hemos observado de las vinculacio-
nes entre las culturas y la comunicación.

Luego, hacemos una breve puesta en común de lo discutido, señalando los aspectos
que podemos identificar como más significativos.

En Bagdad Café ponen de manifiesto prácticas, representaciones, maneras de ser


y pensar, miedos, desencuentros, entre dos personas: Brenda y Jazmín, que a su vez
representan dos mundos culturales. Esas diferencias (y a veces contradicciones)
entre mundos culturales diversos, es posible que se nos haga manifiesta en nuestra
práctica en terreno con espacios y organizaciones sociocomunitarios.
Un antropólogo y filósofo argentino, Rodolfo Kusch (1922-1986) analizó las dife-
rencias entre el “ser alguien” con sus imperativos civilizatorios y progresistas, y el
“mero estar”, caracterizado por lo ancestral y autóctono (calificado de primitivismo
o barbarie). Para profundizar estas visiones, les sugerimos leer la introducción al
libro de Kusch América profunda, publicado en 1962 en Bs. As. Por la editorial
Hachette.
Introducción a América
Por Rodolfo Kusch

Cuando se sube a la iglesia de Santa Y aunque entremos en la iglesia de


Ana del Cuzco -que está en lo alto de Santa Ana, como quien se refugia en ella,
Carmenga, cerca de donde en otros tiem- siempre nos queda la sensación de que
pos había un adoratorio dedicado a Ticci afuera ha quedado lo otro, casi siempre
Viracocha- se experimenta la fatiga de un tomando la forma de algún mendigo que
largo peregrinaje. Es como si se remonta- nos vino persiguiendo por la calle. Ahí
ran varios siglos a lo largo de esa calle está parado y nos contempla desde abajo,
Melo, bordeada de antiguas chicherías. con esa quietud de páramo y una sonrisa
Ahí se suceden las calles malolientes con lejana con su miseria largamente llevada,
todo ese viejo compromiso con verdades y quizá le demos una limosna, aunque
desconocidas, que se pegotean a las caras sepamos que ella no cumple ya ninguna
duras y pardas con sus inveterados chan- finalidad.
cros y sus largos silencios, o se oye el Y nos acosa cierta inseguridad que
lamento de algún indio, el grito de algún nos molesta. No sabemos si esa limosna
chiquillo andrajoso o ese constante mirar es un remedio para una mala situación o
que nos acusa no sabemos de qué, mien- es sólo una manera de obligarnos a reali-
tras todos atisban, impasibles, la fugaci- zar un gesto. La misma inseguridad como
dad de nuestro penoso andar hacia la cuando nos hablaba una vieja india y no
cumbre. alcanzábamos a entenderle y estábamos
Todo parece hacerse más tortuoso, ahí como si nada oyéramos y nos sentía-
porque no se trata sólo del cansancio mos recelosos y acobardados, porque
físico, sino del temor por nuestras buenas todo eso no es lo que acostumbramos a
cosas que hemos dejado atrás, allá, entre tolerar. Nos hallamos como sumergidos
la buena gente de nuestra gran ciudad. en otro mundo que es misterioso e inso-
Falta aire y espacio para arribar a la meta portable y que está afuera y nos hace sen-
y es como si nos moviéramos en medio tir incómodos.
del magma de antiguas verdades. Más ¿Serán los cerros inmensos, los paisa-
aún, se siente resbalar por la piel la mira- jes desolados, las punas heladas, las chi-
da pesada de indios y mestizos con ese su cherías? ¿Serán las caras hostiles y recelo-
afán de segregarnos, como defendiendo sas que nos contemplan de lejos como si
su impermeabilidad. no existiéramos y que nos tornan tan
De pronto se ve rezar a un indio ante fatigoso ese trajín y este ascenso hasta
el puesto de una chola por ver si consigue Santa Ana y nos sumergen en este lento
algún mendrugo o un borracho que dan- proceso de sentirnos paulatina e infinita-
za y vocifera su chicha o un niño que mente prisioneros, en medio de una exte-
aúlla, ante nosotros, junto a un muro. rioridad que nos acosa y nos angustia? En
Entonces comprendemos que todo eso es ningún lado como en el Cuzco se advierte
irremediablemente adverso y antagónico esa rara condición de un mundo adverso,
y que adentro traemos otra cosa -no sa- con esa lamentable y sorda hostilidad que
bemos si peor o mejor- que difícilmente nos sumerge en un mundo adverso.
ensamblará con aquélla. Sin embargo, le encontramos el re-
medio. Es el remedio natural del que se
siente desplazado, un remedio exterior Y el hedor de América es todo lo que
que se concreta en el fácil mito de la pul- se da más allá de nuestra populosa y có-
critud, como primer síntoma de una ne- moda ciudad natal. Es el camión lleno de
gativa conexión con el ambiente. indios que debemos tomar para ir a cual-
Porque es cierto que las calles hieden, quier parte del altiplano y lo es la segunda
que hiede el mendigo y la india vieja que clase de algún tren y lo son las villas mise-
nos habla sin que entendamos nada, co- rias, pobladas por correntinos, que cir-
mo es cierto, también, nuestra extrema cundan Buenos Aires.
pulcritud. Y no hay otra diferencia, ni Se trata de una aversión irremediable
tampoco queremos verla, porque la ver- que crea marcadamente la diferencia en-
dad es que tenemos miedo, el miedo de tre una supuesta pulcritud de parte nues-
no saber cómo llamar todo eso que nos tra y de un hedor tácito de todo lo ameri-
acosa y que está afuera y que nos hace cano. Mas aún, diríamos que el hedor
sentir indefensos y atrapados. entra como categoría en todos nuestros
Es más. Hay cierta satisfacción de juicios sobre América, de tal modo que
pensar que efectivamente estamos lim- siempre vemos a América como un ros-
pios y que las calles no lo están, ni el tro sucio que debe ser lavado para afirmar
mendigo aquel, ni tampoco la vieja qui- nuestra convicción y nuestra seguridad.
chua. Y lo pensamos aunque sea gratuito, Un juicio de pulcritud se da en Ezequiel
porque si no, perderíamos la poca seguri- Martínez Estrada cuando expresa que
dad que tenemos, aunque sea una seguri- todo lo que se da al norte de la pampa es
dad exterior, manifestada con insolencia y algo así como los Balcanes. Y lo mismo
agresión, hasta el punto de hablar de pasaba con nuestros próceres, también
hedor con el único afán de avergonzar a ellos levantaban el mito de la pulcritud y
los otros, los que nos miran con recelo. del hedor de América, cuando creaban
Además es importante sentirse seguro, políticas puras y teóricas, economías im-
aunque presintamos que somos poca cosa pecables, una educación abundosa y va-
y que tenemos escasa resistencia cuando riada, ciudades espaciosas y blancas y ese
el mundo exterior nos es adverso. mosaico de republiquetas prósperas que
De ahí el axioma: el vaho hediento es cubren el continente.
un signo que flota a través de todo el La categoría básica de nuestros bue-
altiplano, como una de sus características nos ciudadanos consiste en pensar que lo
primordiales. Y no es sólo el hedor, sino que no es ciudad, ni prócer, ni pulcritud
que es, en general, la molestia, la incomo- no es más que un simple hedor suscepti-
didad de todo ese ambiente. Por eso se ble de ser exterminado. Si el hedor de
incluye la tormenta imprevista, la medida América es el niño bobo, el borracho de
de aduana, el rostro antipático de algún chicha, el indio rezador o el mendigo
militar impertinente o el silencio que res- hediento, será cosa de internarlos, limpiar
ponde a nuestra pregunta ansiosa, cuando la calle e instalar baños públicos. La pri-
pedimos agua a algún indio. La tormenta, mera solución para los problemas de
el militar y el indio son también el hedor. América apunta siempre a remediar la
El hedor es un signo que no logramos suciedad e implantar la pulcritud.
entender, pero que expresa, de nuestra La oposición entre pulcritud y hedor
parte, un sentimiento especial, un estado se hace de esta manera irremediable, de
emocional de aversión irremediable, que tal modo que si se quisiera rehabilitar al
en vano tratamos de disimular. Mas aún, hedor, habría que revalidar cosas tan leja-
se trata de una emoción que sentimos no nas como el diablo, dios o los santos. Y
sólo en el Cuzco, sino frente a América, mover la fe desde la pulcritud al hedor
hasta el punto que nos atrevemos a constituye casi un problema de índole
hablar de un hedor de América. religiosa.
Porque para mostrar en qué consiste fueron la destrucción y la anarquía, por-
y cuál es el mecanismo y los supuestos que eran la revolución en su versión mal-
del hedor, habrá que emprender con la dita y hedienta: eran en suma el hedor de
mentalidad de nuestros prácticos ciuda- América.
danos americanos una labor como de Esta es la dimensión política del
cirugía para extraer la verdad de sus cere- hedor, que pone a éste en evidencia y lo
bros a manera de un tumor. Y eso ya es convierte en un antagonista inquietante.
como una revelación, porque habrá que Quizá sea la única dimensión que se le
romper el caparazón de progresismo de conozca. Pero ¿qué pasaría si se tomase
nuestro ciudadano, su mito inveterado de en cuenta su realidad, el tipo humano que
la pulcritud y ese fácil montaje de la vida lo respalda, su economía o su cultura
sobre cosas exteriores como ciudad, poli- propias? Hacer eso sería revivir un mun-
cía y próceres. do aparentemente superado, algo así co-
Pero, claro está, que se nos pasó el si- mo si se despertara el miedo al desampa-
glo de las revelaciones. Sería desusada e ro, como si se nos desalojara del hogar
incómoda una revelación hoy en día y para exponernos a la lluvia y al viento o
menos cuando ella ocurre en el plano como si se nos diera la vida de aquel
individual. Quedan, sin embargo, las reve- mendigo que nos esperaba a la puerta de
laciones colectivas como lo fue la Revo- la iglesia, y en adelante tuviésemos que
lución Francesa. En este caso los inicia- recorrer la puna, expuestos al rayo, al
dos -que eran los burgueses de nuestro trueno y al relámpago. Es un miedo anti-
siglo- ejecutaron a Luis XVI porque sabí- guo como la especie, que el mito de la
an que estaban en la verdad. Y para re- pulcritud remedió con el progreso y la
tomar nuestra terminología, diríamos que técnica, pero que repentinamente se apa-
la burguesía de entonces constituía algo rece en una iglesia del Cuzco, provocado,
así como la solución hedienta para la aris- entre otras cosas, por un mendigo que
tocracia francesa. Como la historia euro- nos pide una limosna para humillarnos.
pea se encauzó luego por la senda de Y es que el hedor tiene algo de ese
aquellos y no de éstos, la muerte del rey miedo original que el hombre creyó dejar
no fue un crimen sino un acto de fe. La atrás después de crear su pulcra ciudad.
destrucción del rey y de las cosas de la En el Cuzco nos sentimos desenmascara-
aristocracia puso en vigencia la revelación dos, no sólo porque advertimos ese mie-
que habían sufrido los revolucionarios. do en el mismo indio, sino porque lleva-
Claro que en América ese tipo de re- mos adentro, muy escondido, eso mismo
velación no pasó nunca a mayores, por- que lleva el indio. Es el miedo que está
que siempre careció posteriormente de antes de la división entre pulcritud y
vigencia. En todos los casos se trataba del hedor, en ese punto en donde se da el
hedor que ejercía su ofensiva contra la hedor original, o sea esa condición de
pulcritud y siempre desde abajo hacia estar sumergido en el mundo y tener
arriba. Arriba estaban las pandillas de miedo de perder las pocas cosas que te-
mestizos que esquilmaban a pueblos co- nemos, ya se llamen ciudad, policía o
mos los de Bolivia, Perú o Chile. próceres.
En la Argentina eran los hijos de in- Pero este miedo de ser primitivos en
migrantes que desbocaban las aspiracio- lo más íntimo, un poco hedientos, no
nes frustradas de sus padres. Contra ellos obstante nuestra firme pulcritud que nos
luchaban los de abajo, siempre en esa asalta en el Cuzco, comprende también el
oposición irremediable de hedientos co- temor de que se nos aparezca el diablo,
ntra pulcros, sin encontrar nunca el tér- los santos, dios o los demonios. Tenemos
mino medio. Así se sucedieron Tupac miedo, en el fondo, de que se nos tire
Amarú, Pumacahua, Rosas, Peñaloza, encima el muladar de la antigua fe, que
Perón como signos salvajes. Todos ellos hemos enterrado, pero que ahora se nos
reaparece en el hediento indio y en la un pueblo miserable y humilde que quería
hedienta aldea. En ese plano, el planteo salvarse en medio de un desierto. Pero
del hedor y la pulcritud se ensambla con este pueblo utilizó la ira para encontrar
ciertos residuos cosmogónicos, algo así un camino interior y para toparse en su
como el miedo a la antigua ira de dios confín con una ley moral que lo sostuvie-
desatada en la piedra, en los valles, en los ra y para llegar a la tierra prometida. El
torrentes y en el cielo con sus relámpagos milagro consistió en convertir la violencia
y sus truenos. exterior en un camino interior.
Y sentimos desamparo porque nues- La visión de una ira divina descen-
tra extrema pulcritud carece de signos diendo sobre un monte responde a un
para expresar ese miedo. En cierto modo momento auténtico. Es algo así como
es un problema de psicología profunda, una emoción mesiánica que nos coloca,
porque se trata de llevar a la conciencia de pronto, en el margen que separa al
un estado emocional reprimido, para el hombre de la naturaleza, a fin de que el
cual sólo tenemos antiguas denominacio- hombre encuentre una moral controlada
nes que creemos superadas. El miedo por la ira divina que yace en la naturaleza.
actúa desde nuestro inconsciente, en la Y esto es auténtico porque surge en esa
misma manera como cuando los antiguos alternativa que se da en el equilibrio entre
hablaban de la ira de dios, esa misma que la vida, por un lado, y la muerte, del otro.
Lutero creyó haber superado con su pos- Y es un momento creador porque ahí
tura religiosa, en la misma medida como brota la gran mística que confiere sentido
también lo había hecho san Pablo con la al hecho de vivir.
ira de Jehová. Y en nuestro caso el temor Y en el juicio aquél sobre el hedor de
ante la ira de dios es el temor de quedar- América y sobre la afanosa pulcritud, se
nos atrapados por lo americano. Es el halla implícito el afán de encubrir una ira
miedo al exterminio de un Jehová iracun- que nadie quiere ver. Está en juego un
do, quien en el Antiguo Testamento exi- planteo primario que el hombre siempre
gía el sacrificio de un hijo para afirmar la ha necesitado, pero que el caparazón de
fe del creyente. Es el miedo a la ira de progresismo de nuestros ciudadanos e
dios desatada como pestilencia y desor- intelectuales -progresismo alimentado
den, que en América se nos muestra a casi exclusivamente en la Europa burgue-
nuestras espaldas con toda su violencia y sa del siglo XIX- trata de mantener a ra-
que nos engendra el miedo de perder la ya, porque si no, ellos perderían salud y
vida por un simple azar. Por eso nos sen- bienestar.
timos pequeños y en cierto modo mez- En verdad esta actitud mesiánica se
quinos pese a nuestras grandes ciudades. encuentra sólo hacia el interior de Améri-
Es como si nos sorprendieran jugando al ca, remontando su pasado o bajando
hombre civilizado, cuando en verdad hacia las capas más profundas de su pue-
estamos inmersos en todo el hedor que blo. Arriba, en cambio, aquella actitud se
no es el hombre y que se llama piedra, halla encubierta y reprimida. De ahí en-
enfermedad, torrente, trueno. tonces la necesidad de delimitar a cada
Y esa vivencia, ya profundizada, no uno de los dos grupos como si fueran
puede tener otra expresión que la que antagónicos. Por una parte, los estratos
tuvo cuando Jehová descendió sobre el profundos de América con su raíz mesiá-
Sinaí y “vinieron truenos y relámpagos, y nica y su ira divina a flor de piel y, por la
graves nubes sobre el monte... porque otra, los progresistas y occidentalizados
Jehová había descendido sobre él en fue- ciudadanos. Ambos son como los dos
go; y el humo de él subía, como el humo extremos de una antigua experiencia del
de un horno, y todo el monte se estreme- ser humano. Uno está comprometido con
ció en gran manera”. La ira de Jehová se el hedor y lleva encima el miedo al exter-
mostraba a Moisés para dictar una ley a minio y el otro, en cambio, es triunfante y
pulcro, y apunta hacia un triunfo ilimita- La fagocitación se da por el hecho
do aunque imposible. mismo de haber calificado como hedien-
Pero esta misma oposición, en vez de tas las cosas de América. Y eso se debe a
parecer trágica, tiene una salida y es la que una especie de verdad universal que ex-
posibilita una interacción dramática, co- presa que todo lo que se da en estado
mo una especie de dialéctica, que llama- puro, es falso y debe ser contaminado por
remos más adelante fagocitación. Se trata su opuesto. Es la razón por la cual la vida
de la absorción de las pulcras cosas de termina en muerte, lo blanco en lo negro
Occidente por las cosas de América, co- y el día en la noche. Y eso ya es sabiduría
mo a modo de equilibrio o reintegración y más aún, sabiduría de América.
de lo humano en estas tierras.

Seguimos mirando la película. Vamos a prestar atención, en la segunda parte del


video Bagdad Café a lo educativo (no sólo a “la enseñanza”, sino a lo relacionado
con la formación subjetiva en general, y a los espacios formativos). La idea es que
hagamos, en esta segunda parte, una observación de los modos de producirse lo educativo
en la película.

Actividad:
Una vez que miramos toda la película Bagdad Café, nos reunimos en grupos de 5
o 6 personas y hacemos un intercambio sobre:
ƒ las culturas y la comunicación,
ƒ los referentes educativos,
ƒ las referencias (o espacios referenciales) educativos,
ƒ las interpelaciones,
ƒ las identificaciones.

Luego de la puesta en común, les proponemos mirar el power point titulado Lo edu-
cativo y el Campo de la Práctica.
.

Con el fin de profundizar la concepción de “subjetividad” y “formación subjeti-


va, les sugerimos leer una selección del ensayo de Peter McLaren titulado “Desde
los márgenes: Geografía de la identidad, la pedagogía y el poder” incluido en el
libro Pedagogía, identidad y poder, Santa Fe, Ed. Homo Sapiens, 1998.
Sobre la subjetividad

Por Peter McLaren

Lenguaje y subjetividad determinantes. El lenguaje y la subjetivi-


dad informan nuestra conciencia práctica
Es cierto que damos sentido a la reali- en la cual el “yo” depende siempre de un
dad social por medio del lenguaje, que “nosotros”, y es siempre contingente con
siempre está repleto de un espectro de respecto a la localización histórica y social
discursos sostenidos por intereses mate- y al conjunto de relaciones sociales que
riales y formas de poder social, de lo que construyen la totalidad social más amplia.
se desprende que, por medio del lenguaje, Preferimos el término “subjetividad”
somos producidos como sujetos (es decir, porque acentúa el hecho de que una posi-
se nos proporcionan posiciones o puntos ción de sujeto es un punto de vista adop-
de vista subjetivos). A partir de esto, tado por un hablante dentro de un dis-
también se puede decir que el lenguaje curso que puede afirmar u oponerse a las
contribuye a constituir la subjetividad, posiciones adoptadas por otros hablantes.
que con frecuencia se construye en base Los discursos se invisten con formas ma-
a una multiplicidad de posiciones del su- teriales e institucionales y están goberna-
jeto. Aquí usamos el término “subjetivi- dos por prácticas discursivas que refieren
dad” distinguiéndolo de identidad, por- a las reglas históricas anónimas que go-
que la subjetividad nos permite reconocer biernan lo que debe decirse y lo que no,
y enfocar las maneras en que los indivi- quién puede hablar con autoridad y quién
duos extraen sentido de sus experiencias, debe escuchar. Como los discursos emer-
incluyendo sus entendimientos conscien- gen y son constitutivos de particulares
tes e inconscientes y las formas culturales configuraciones de poder, están necesa-
disponibles a través de las cuales esos riamente ligados a una posición ideológi-
entendimientos son constreñidos o esti- ca. Los discursos son ideológicos, no
mulados. simplemente como reflejos de una base
La subjetividad es más que las memo- económica, sino también en sus efectos
rias que hemos acumulado y/o los me- de poder.
dios que hemos puesto en cuarentena Así, pueden ser considerados en sí
dentro de las bóvedas de nuestros in- mismos prácticas materiales. Los discur-
conscientes. Es más que lo que procla- sos no sitúan la historia en el registro de
mamos acerca de los otros o lo que afir- una noción universalizada de verdad, sino
mamos acerca de nosotros mismos. Tal más bien en el de las prácticas significati-
como nosotros la definimos, la subjetivi- vas. Esas prácticas significativas están
dad es un proceso de mediación entre el ligadas a una política de la posición del
“yo” que escribe y el “yo que es escrito. individuo, informada por la raza, la clase,
La subjetividad está envuelta en inconta- el género, la orientación sexual y otras
bles capas de discurso que simultánea- determinaciones sociales y culturales.
mente nos enquistan y nos despliegan,
nos esclavizan y nos liberan. Nuestras Lenguaje, experiencia y praxis
subjetividades nacen por medio de nues-
tra participación en los acontecimientos La importancia del lenguaje reside en
mundanos, a través de nuestra orienta- el hecho de que es por medio de él que
ción sensual hacia y nuestra encarnación nombramos la experiencia y que actuamos
en un mundo informado por las relacio- como consecuencia de las maneras en
nes sociales y los procesos de producción que interpretamos o malinterpretamos
esa experiencia. Esto es importante no de la interpretación de nuestras experiencias.
sólo para los investigadores que intentan También determina el espectro de posibi-
entender el proceso de la educación sino lidades que tenemos para organizar nues-
también para los educandos que intentan tro mundo social, para desarrollar nuevas
analizar críticamente su experiencia coti- formas sociales y, como educadores, nue-
diana. La lucha por la manera de nombrar y vas formas pedagógicas. Si la experiencia
transformar la experiencia es uno de lo temas es primordialmente entendida a través del
cruciales que la pedagogía crítica y de la lucha lenguaje y si el lenguaje moldea la manera
por el cambio social. Esta lucha, en parte, en que vemos y actuamos con y sobre el
está bajo la influencia de la lucha por el mundo, se desprende que la experiencia
lenguaje y la manera en que se lo emplea. misma no garantiza la verdad, ya que
Como una práctica humana socialmente siempre es susceptible de interpretaciones
organizada y culturalmente producida, el conflictivas y contradictorias. Es decir,
lenguaje nunca actúa por sí mismo sino nuestra experiencia no es una esencia fija
solamente en conjunción con los lectores, o fluida, ni una realidad concreta cuya
sus localizaciones sociales, sus historias y existencia antecede al lenguaje y que es-
sus necesidades y deseos subjetivos. Sólo pera ser reflejada por él. Más bien la ex-
cuando podemos nombrar nuestra expe- periencia está constituida por el lenguaje.
riencia -dar vos a nuestro propio mundo La experiencia –“acontecimientos y
y afirmarnos como agente social activo conductas que se dan en las formaciones
con voluntad y propósito- estamos en sociales”– es constitutiva de la subjetivi-
condiciones de empezar a transformar el dad. Como el lenguaje nos permite inter-
significado de esa experiencia por medio pretar nuestra experiencia, de ello se des-
del examen crítico de los presupuestos prende que el lenguaje también es consti-
sobre los cuales se construyen esas expe- tutivo de subjetividad. Hemos señalado
riencias. que la experiencia no habla por sí misma,
La naturaleza del lenguaje que usamos fuera de los marcos de referencia (discur-
determina la manera en que damos sentido a sos) asociados con el lenguaje que elegi-
nuestras experiencias y el tipo de acción social en mos o que nos es dado para otorgar sentido
la que decidimos comprometernos como resultado a esa experiencia.

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