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SACRAMENTO DE LA UNIDAD: Eucaristía e Iglesia

Cap. III: La presencia de Cristo en la Eucaristía


Una meditación sobre Jn 6

El capítulo 6 de san Juan nos sitúa en el desierto, en una realidad árida, de hambre y sed. Es interesante
el detalle de que no han llevado sino cinco panes y dos peces. Han sido poco precavidos y es esa la
situación en la cual ocurre el signo de alimentar a más de cinco mil personas.

Este milagro les vale para que quieran proclamar a Jesús como su rey, “su rey de pan”, anota Kasper, en
la perspectiva del cumplimiento de la promesa del Mesías liberador. Jesús percibe el hambre del ser
humano, la precariedad que hay en nosotros y la necesidad que tenemos de ello para sobrevivir. No
obstante, el hambre que Jesús mejor conoce es el hambre de una vida espiritual en plenitud, que es la
que busca saciar, ya que no se sacia solo con el pan cotidiano, sino que es un hambre de aquello que
dura y permanece.

Así, los desiertos de nuestro tiempo, son originados por aquellos que desean solo saciar su hambre
física, pero se olvidan del hambre del espíritu. Esto lo expresa san Agustín en las Confesiones: “nos has
creado Señor para ti, y nuestro corazón estará inquieto hasta que no descanse en ti”. Solo Dios colma el
ansia de nuestro corazón y apacigua nuestra hambre de vida.

Jesús se presenta como el “Yo soy”, yo soy aquello que buscan, lo que preguntan: el pan, el camino, la
vida y la verdad. Así, la fe cristiana está fundamentada en el movimiento en el que no ascendemos a
Dios, sino que Él desciende al mundo, se hace hombre, habita en medio de nosotros. Por ello, nuestra fe
se refiere a una persona en concreto: Jesucristo. Esto ha generado grandes controversias en el tiempo de
Jesús y también hoy, pues cuesta a muchos reconocer que Dios se halla encarnado. No obstante, para
quien cree verdaderamente, Jesús es el mediador, el pan de vida que satisface el deseo más profundo de
vida eterna que subyace en el corazón del hombre.

La presencia real de Jesucristo en la Eucaristía es un tema que generó numerosas controversias en la


teología. Jesús no solo dice que es el pan de vida, sino que además se da como pan de vida. Así, la
Iglesia insiste en la presencia sacramental en la Eucaristía, es decir, lo que por la acción del Espíritu
Santo es oculto a nuestros sentidos y que hace que el pan y el vino sean en realidad el cuerpo y la sangre
de Cristo, el Señor resucitado y glorificado que se hace presente.

Cabe resaltar que, esta realidad, no se juzga desde los sentidos, pues ante la presencia eucarística se
equivocan estos, no es cuestión accesible al entendimiento, sino solo reverente actitud de fe.

Por consiguiente, de la misma manera que tomamos alimento terrenal, Jesucristo se nos da como
alimento espiritual, como viático para el camino. En la comunión eucarística nos transformamos en
portadores de Cristo, nos fundimos en Él, nos hacemos uno con Él. Por ello, es prenda de la gloria
futura, es decir, de la resurrección de nuestros cuerpos, en el que es medicina de inmortalidad,
participación de la divinidad, en el que desbordamos la barrera de la muerte en Cristo que la ha vencido
en su misterio pascual y nos hace ahora partícipes de ello dándose como alimento al hombre en la
Eucaristía.

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