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La reivindicación de la figura del indígena y de los héroes anónimos

El Zarco es una obra escrita por Ignacio Manuel Altamirano, la historia se


desarrolla en Yautepec, Morelos, se ambienta en el período de la Guerra de
Reforma, sobre todo a finales (1861), era una época en donde los bandidos
asolaban los pueblos. Y narra el romance de la joven Manuela, ella es pretendida
por Nicolás a quien desprecia por su aspecto indígena, calificándolo de ‘feo y
horrible’, por lo que decide fugarse con uno de los bandidos más temidos de toda
la región: El Zarco, y allí comienza una serie de acontecimientos cambiantes para
quienes intervienen en la obra, como el propio Nicolás, doña Antonia -la madre de
Manuela-, Pilar, su amiga y para la propia Manuela a quien le depara una vida
diferente al lado de su amado.

En ese entonces los grupos de bandidos eran comunes y se reconocían por las
características de su atuendo iban literalmente cubiertos de plata de la que se
producían en las minas de Guanajuato, San Luis Potosí o Taxco, Guerrero (lugar
de donde Altamirano era originario), por los lugares en que operaban o por sus
técnicas de pillaje y robo. Los plateados, iban comandados por varios jefes, entre
ellos destaca El Zarco, por ser el más cruel.

En la población de Yautepec, toda la gente vivía asustada por la proliferación de


los bandidos, especialmente doña Antonia, quien teme por su hija Manuela y su
ahijada Pilar, sin embargo, Nicolás es quien se encarga de protegerlas y cuidarlas
porque le interesa Manuela, aunque ésta constantemente lo rechaza y humilla por
su aspecto físico.

Altamirano dice que Nicolás era un tipo indígena, pero lo describe no como un
indio abyecto y servil, ni mucho menos ignorante, es decir rompe prejuicios acerca
de los indígenas y no los encasilla en un papel donde solo tengan una
participación secundaria y pasiva, sino todo lo contrario, son protagonistas, tienen
una participación activa en toda la obra, proponen, pelean, actúan, toman
responsabilidades; el autor quien también tiene un origen indígena
constantemente resalta y pondera a estos grupos desfavorecidos, al decir del caso
de Nicolás que era un hombre culto, embellecido por el trabajo y que tenía la
conciencia de su fuerza y de su valer. En este personaje de Nicolás se podría
suponer que hay rasgos los cuales reflejan parte del autor, en la novela lo califica
como alguien de sentimientos elevados y nobles, destaca su bondad, pelea por
causas justas y sociales, por tanto, hay una constante reivindicación de la figura
del "indio", muchas veces olvidada tanto en los aspectos sociales como en las
obras literarias.

A lo largo de la novela encontramos una contraposición de caracteres: el Zarco y


Nicolás, Manuela y Pilar, y la preferencia de Manuela por el hombre atractivo,
blanco, de ojos azules y delincuente, sobre el indio “tímido, trabajador, fuerte,
valiente y honrado”, claramente podemos ver como el autor ensalza las cualidades
del hombre indígena y las destaca sobre otros personajes, les atribuye
características que solo engrandecen sus acciones, a la vez congruentes con sus
caracteres nobles y justos, en algunos momentos llega al grado de idealizarlos. A
pesar de que Nicolás es despreciado por Manuela, la mujer que amaba y quien no
puede corresponderle al estar enamorada del Zarco, sufrió en su orgullo, pues él
“amaba tiernamente, con sumisión, pero con decoro, con pasión tal vez, pero con
dignidad”, sin embargo su desengaño no fue brusco, porque al final se dio cuenta
de no amar verdaderamente a Manuela, después de darse cuenta de los
verdaderos sentimientos y valores de ésta al escapar con el bandido.

Por otra parte, también vemos la transformación psicológica de Manuela, desde


sus desprecios a Nicolás, sus citas clandestinas con el bandido, su ambición de
joyas y dinero, el abandono de su hogar por seguir al Zarco, su difícil adaptación a
las costumbres de los bandidos, y su trágico final al lado del Zarco. Ella representa
más que a la mujer enamorada, a la ambiciosa dispuesta a sacrificar a todos con
tal de ver satisfechas sus necesidades materiales, el propio Altamirano lo dice al
señalar: “aquel no era amor, en el sentido elevado de la palabra, era el deseo
espoleado por la impaciencia y halagado por la vanidad”.

En otro sentido, es importante señalar que en El Zarco, Ignacio Manuel Altamirano


sabe conjugar muy bien los elementos regionales descriptivos con la trama de la
novela, “el estilo de Altamirano es más acabado, el lenguaje más terso, rico y
limpio; el diálogo robusto y lleno de color; la descripción se ha pulido de manera
notable y la narración corre fácil y atrayente”, precisa la investigadora mexicana,
María Admée Álvarez, pues en la obra se proyecta de modo claro la fluidez de la
narración, la composición es clara y sobria, los diálogos simples y sencillos, hay
una auténtica descripción de las formas de ser de un pueblo (Yautepec), sí con
algunas contradicciones y paradojas, en donde a la vez se pone de relieve las
distintas problemáticas sociales que aquejan al país y que ha dado como resultado
la proliferación de asaltantes, todas ellas causas directas de las guerras internas y
desestabilizadoras de México, por eso surgen también los héroes anónimos, los
olvidados, y aquí conviene resaltar un personaje esencial de la obra, aunque
aparece ya casi al final de la novela, hablamos de Martín Sánchez, un campesino
que luchó para acabar con Los plateados que invadían la zona sur de México.

En Martín Sánchez se conjuntan varios elementos porque dice Altamirano que


gracias a su acción se debió la extinción “de esa plaga espantosa de bandidos que
por años enteros asoló aquellas fértiles y ricas comarcas”.

Martín era un campesino humilde, pero un día entraron los bandidos a su casa y
mataron a su padre y a uno de sus hijos, ante tal acto decidió acabar con ellos con
la ayuda de sus familiares primero, y después solicitó permiso al prefecto de
Morelos para perseguir ladrones en calidad de jefe de seguridad pública. Decidió
tomar venganza contra los plateados, y “de vengador de su familia se había
convertido en vengador social. Martín Sánchez era la indignación social hecha
hombre”, nos dice Altamirano en la obra.

En la novela se hace mención que Martín va a ver al presidente Benito Juárez,


para solicitarle apoyo y armas, además de que lo facultara para colgar a todos los
bandidos; Juárez aceptó y terminó diciéndole lo siguiente: “Hará usted un servicio
patriótico, porque hoy es necesario que el gobierno no se distraiga para pensar
sólo en la guerra extranjera y en salvar la independencia nacional”. Con este
personaje Altamirano, trata de reflejar las características de los héroes anónimos,
de los olvidados que luchan por las causas sociales, aun cuando en un principio
sea por un rencor personal, poco a poco las causas se hacen eco y se tornan en
el reclamo de miles, se reúnen los rencores generales y desembocan hacia un
pecho común que una vez inflado decide explotar y empezar a trabajar a favor del
país.

El Zarco nos deja varios mensajes, y uno de ellos es el alegato a favor del indio,
del campesino y del mestizo, que representan en la obra a los hombres “fuertes,
valerosos, orgullosos, justicieros y los salvadores del país”, claramente
manifestados en los personajes de Nicolás y Martín. Intervienen como
protagonistas: soldados, campesinos, herreros, indios, mestizos, todos los
olvidados se presentan en ella. Mientras que personajes como El Zarco, El Tigre,
El Coyote, se describen como unos bandidos crueles y rapaces, se les vio como
una calamidad que solo infundía terror y miedo en todo el país entre 1861 y 1862,
y por ello reciben su castigo después de tantos asaltos, plagios y asesinatos que
cometieron.

Es conveniente señalar que Altamirano atribuye a la novela una importante función


social para la difusión de ideas nuevas y para el conocimiento de la realidad
actual, cree que es el instrumento adecuado para llegar a un público numeroso y
poco favorecido que desconoce los contextos en los cuales ocurren importantes
manifestaciones sociales y políticas, recordemos que Altamirano fue maestro y
fundador de diversas revistas literarias, además en su papel como servidor público
abogó por la educación gratuita, laica y obligatoria, pues al igual que las novelas,
la educación juega un papel predominante en la tarea del mejoramiento de la
sociedad.

Finalmente es conveniente seguir indagando y leyendo diversas obras para


conocer los contextos sociales donde se ubican, los personajes que intervienen,
las experiencias que se narran, y en el caso específico donde intervienen
protagonistas indígenas es importante ubicarlos y cuestionar si su papel ayuda a
reforzar un estereotipo o por el contrario destruye prejuicios, esto último nos
permite impulsar nuevos debates y diálogos acerca del papel de los indígenas en
los tiempos actuales, y en las obras literarias, ya que la ficción se alimentan de la
realidad y viceversa.

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