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MujeresIndigenasCambioClimatico - Articulo de Marisol de La Cadena
MujeresIndigenasCambioClimatico - Articulo de Marisol de La Cadena
Marisol de la Cadena
Resumen
Para el ser humano andino (runa) no existe una diferencia ontológica entre él
mismo y los seres-tierra (tirakuna). Pero esa diferencia radical de los tirakuna
excede a la política moderna, ontológicamente hablando, es decir, desde lo que
la política moderna es y no puede reconocer que Ausangate sea algo diferente
a una montaña. Este texto es una reflexión sobre esa diferencia y las prácticas
políticas que ponen en funcionamiento los hombres y mujeres del Ande.
Palabras clave
seres-tierra, incomún, diferencia radical, desacuerdo ontológico.
21. Nazario Turpo fue un amigo con quién co-trabajé Earth-Beings. Era hijo de Maria-
no Turpo, un sabedor que, como Nazario vivía en los alrededores del Ausangate, una
montaña que también es un ser-tierra. Mariano fue un organizador ignorado de muchas
protestas campesinas que llevaron a la expropiación de la hacienda Lauramarca (Cuzco)
con la que se inauguró la Reforma Agraria de 1969. Nazario fue co-curador de la muestra
“Comunidad Quechua” que se exhibe en el National Museum of the American Indian
uno de los museos de la Smithsonian Institution localizado en Washington D.C.
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22. La cita exacta es la siguiente: “En tercer lugar derrotar las ideologías absurdas,
panteístas, que creen que las paredes son dioses y el aire es dios. En fin, volver a esas
fórmulas primitivas de religiosidad, donde se dice: “no toques a ese cerro porque es
un Apu y está lleno del espíritu milenario” y no sé qué cosa. Bueno, si llegamos a eso
no hagamos nada, ni minería ni toques nada [...] Yo pienso que necesitamos más edu-
cación”. Alan García Pérez, Entevistado por Cecilia Valenzuela, Programa Mira Quién
habla, 2009. Ver https://youtu.be/2Vf4WfS5t08
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—su reparto normal y el desacuerdo que lo altera— tiene que ser com-
puesto y reconocido históricamente. Tercero, digo que este requisito de
historicidad incluye el desacuerdo ranceriano en la colonialidad de la
política moderna —y entonces pierde su potencial transformativo ra-
dical y con ello su posibilidad política— lo que queda es solo la esfera
de la policía. El desacuerdo que rescate la política tiene que desafiar
la condición histórica de la política moderna —tiene que demandar
la inclusión de lo ahistórico en la política— y, por lo tanto, ser un des-
acuerdo ontológico.
El desacuerdo ontológico altera el desacuerdo de Rancière. En su con-
ceptualización, el desacuerdo que provoca la política proviene de “la
cuenta errónea de las partes del todo” (Rancière 1999, 27). En cambio,
yo propongo que la política emerge cuando aquello que se considera a
sí mismo todo, niega la existencia de aquello que lo excede. En palabras
de Rancière, “lo cuenta como que no cuenta”, ya que (en mis palabras),
excede el principio que reparte lo sensible en existencia histórica e inexis-
tencia a-histórica. El error incluido en la cuenta (¡cómo no error!) es
una práctica ontológica, como lo es también la política de desacuerdo
con dicha cuenta. Con estos cambios algunos términos de Rancière me
siguen siendo útiles.
La política, para Rancière, requiere la “la introducción de una incomen-
surabilidad en el corazón mismo de la distribución de los cuerpos que
hablan” (Rancière, 1999: 125). Los cuerpos que hablan son humanos —
algunos humanos— ocupando lo sensible que, para serlo, necesita de
la división entre naturaleza y humanos. Los Seres-Tierra y la gente con
la que ellos son (runakuna) introducen esta inconmensurabilidad en la
división entre naturaleza y humanos, que también divide lo a-histórico
de lo histórico. Su presencia pública presenta un desafío imposible para la
ontología histórica de lo sensible: ¿cómo puede lo a-histórico –es decir,
aquello que no tiene lugar dentro de lo que se considera a sí mismo el
todo- pretender re-partir lo sensible? Los Seres-Tierra presentan un desa-
fío inconmensurable a la política moderna, la enfrentan con lo que es im-
posible dentro de sus condiciones e implica la alteración de las mismas.
En mi propuesta, los desacuerdos ontológicos son momentos cosmo-
políticos que tienen la capacidad de irritar lo universal y de provin-
cializar la división ontológica entre naturaleza y humanos poniendo
en evidencia el carácter histórico-geográfico de dicha división. Estos
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23. Al momento de publicar este libro la propiedad de Máxima Acuña, llamada Traga-
dero Grande, sigue sitiada por la empresa Minera Yanacocha y sus funcionarios siguen
realizando “defensas posesorias” gracias a un recurso tramitado por la empresa ante la
jueza del foro civil que ve el caso (NdE).
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política: se trata de una alianza que, junto con coincidencias, puede incluir
la divergencia de las partes; es una alianza que no tiene como requisito
que todas las partes participen de un mismo principio de lo sensible y
que, por lo tanto, introduce en sí misma la posibilidad de desacuerdo
ontológico. No practicar el mundo de la misma manera puede llevar a
la disputa sobre cómo practicarlo. Esta alianza extraña —hecha con un
interés compartido que no es el mismo interés— tiene en sí misma su
posibilidad de ruptura. Y esta posibilidad, que es su condición, entraña
también la esperanza de un commons—de un pro-común-- que no tenga
como requisito la división entre la Naturaleza Universal y Humanos
culturalmente diversos. En vez de ser la expresión de homogeneidades
compartiendo el cuidado de la naturaleza, este commons alternativo sería
la expresión de una ecología de prácticas de ser divergentes negociando
constantemente lo que sería su interés en común. Mediados por un
interés que no es el mismo, la alianza entre ambientalistas y guardianes
locales (de lagunas, ríos, bosques) transgrede la obligación que sostiene
a la política moderna de dividir entre Naturaleza Universal y Humanos,
alterando así el principio de lo sensible que hizo el ‘anthropo-not-seen’ y
deslegitimando la guerra contra los que se niegan a tal reparto.
Mirada de cerca y con cuidado la alianza entre ambientalistas y guardia-
nes de las lagunas ofrece mucho para pensar. Compartiendo un interés
en común que no es el mismo interés—conociendo excesos mutuos y sin
suponer que un interés (y sus prácticas de ser) sean más importante que
el otro—alianzas así pueden inaugurar una política-otra que incluya la
posibilidad de la emergencia de un commons que no cancele diferencias.
Bibliografía
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