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Universidad Nacional Autónoma de México

Facultad de Filosofía y Letras

Maestría en Pedagogía

Sergio Roberto Gamboa Guerrero

Presenta

Pandemia y engaño, conceptos para discutir


sobre violencia
Introducción

El siguiente documento presenta las bases de una propuesta para trabajar la


problemática de la violencia, tomando como punto de inicio la pandemia originada
por el COVID-19, específicamente en México. El análisis presentado tiene como
objetivo identificar cómo se configura la realidad de los sujetos a partir de
acontecimientos actuales y no tan actuales, así como algunas precisiones sobre
violencia para que la discusión planteada sea direccionada a la propuesta del
engaño como un posible mecanismo de intervención, que, si bien no es una
propuesta definitiva, describirá un antecedente para seguir profundizando en esta
alternativa.

El acontecimiento inicial para este ensayo será la pandemia, no porque se vaya a


plantear una solución a la problemática de salud pública, sino por lo que representa
en la actualidad. No es una cuestión de azar, en palabras de Tedros Adhanom,
presidente de la Organización Mundial de la Salud (OMS), es un desastre global
pero que era inevitable (BBC News Mundo, 2021). Sin duda se vive uno de los
grandes eventos históricos y trágicos de la humanidad que marcará un precedente
sobre un antes y un después en la economía mundial y las relaciones sociales, por
mencionar algunos. Por otro lado, desde una perspectiva más optimista, representa
una ruptura para construir soluciones hacia una sociedad más justa.

La estructura inicial del texto es la descripción del caso que se pretende analizar,
sirviendo como punto de partida para la discusión. La primera parte servirá para
introducir el concepto de universalismo, en donde expondrá un poco sobre la
pandemia en México, para que posteriormente se pueda seguir ejemplificando y
enlazando con más ideas y conceptos.

La segunda parte se relaciona con la violencia, utilizando los conceptos de


biopolítica y necropolítica, en donde se dará una interpretación de lo que implica la
pandemia bajo estos mecanismos de control en la vida cotidiana. Esto conduce a la
tercera y última parte, donde se hablará sobre el engaño y las posibles bases de
esta nueva forma de concebir la intervención.
Punto de partida

Indudablemente existen muchas interpretaciones de la realidad, tanto individuales


como colectivas. Por ejemplo, la pandemia originada por el COVID-19 no solamente
expone las situaciones de precariedad y vulnerabilidad que enfrenta la sociedad,
también demuestra sus distintas formas de pensamiento. Prueba de ello es la
población incrédula, aquella que se niega a seguir las medidas de distanciamiento
social y el cubrebocas.

Dentro del discurso de incredulidad, se encuentran aquellos que piensan que la


enfermedad es una invención del gobierno. En ese sentido, Zizek (2010) establece
que “nunca ha sido más cierto el dictamen «toda historia es un estudio del presente»
[p.5] y que si bien se refiere a la historia de Francia y sus luchas políticas, en México
está afirmación no está exenta. Sobre la historia hay mucho por contar, pero el caso
más específico que podría ser recordado, sería el caso de Florence Cassez, en
donde el gobierno realizó un montaje sobre su detención mediante una transmisión
a nivel nacional. “En 2013, Loret de Mola reconoció el montaje, pero se justificó
diciendo que no se dio cuenta del engaño. Vallarta y Cassez habían sido detenidos
un día antes y en un lugar distinto al de la farsa televisiva” (INFOBAE 2021). Esta
situación generó más polémica al caso internacional y culminó con la liberación de
Cassez.

Este acontecimiento no es menor en la historia contemporánea mexicana, es un


ejemplo de varios que existen en los cuales el gobierno y los medios de
comunicación distorsionan, crean y especulan sobre un tema para crear escenarios
imaginarios en la población y desde esa perspectiva, tampoco es sorprendente que
existan sectores de la población que nieguen la existencia del virus o subestimen lo
gravedad que puede ser el desarrollo de la enfermedad. La incredulidad es solo una
parte de la realidad social que se vive frente a la pandemia y obedece al
universalismo y a la ideología, conceptos que a continuación se van a introducir.
Universalismo, aproximaciones conceptuales

Valdría la pena hacer un paréntesis para conocer más sobre universalismo, ya que
ayudará a comprender esta supuesta incredulidad de la población y que tiene que
ver con el concepto del engaño, que se abordará más tarde. Para Giusti y Vedalago
(2017), el universalismo “[…]afirma la existencia de ciertos principios que son
universalmente indiscutibles, por ser verdaderos, y que por lo tanto deben ser
admitidos por todas las personas y grupos culturales como guía para sus conductas
[…]” (p. 3-4). Estos principios tienen la función de servir como brújula para distinguir
las acciones entre lo bueno y lo malo y en cierta medida son para regular nuestras
decisiones. En ese sentido, no existe una sola universalidad, se puede clasificar
desde lo moral, ético, político e incluso religioso.

Este concepto pone a discusión cómo debería actuar el ser humano y es objeto de
críticas y debates. Por ejemplo, Bedin (2017), en un artículo relacionado a la crisis
del universalismo, refiere que para Alain Badiou, hay un problema en la concepción
clásica de este concepto, cuando se formula de manera aristotélica que “todos los
hombres son mortales” (p.276). La palabra mortal establece características al ser
humano y bajo esta concepción, definen e imponen cómo debe ser el hombre
(entendido como especie) al establecer características que más tarde podrían y
serían usadas para establecer discursos raciales, heteronormativos, entre otros.

Bajo esta idea se construye el universalismo de la enfermedad. Hugo López-Gatell,


subsecretario de prevención y promoción de la salud, hizo las siguientes
declaraciones cuando inició la pandemia en México: “Hay estimaciones de que se
podría llegar a tener hasta 70% de la población infectada, es decir,
aproximadamente 120 millones de habitantes, habría 75 y 78 millones infectados,
de los cuales, cerca de 10% o 12% podrían tener síntomas, y solo de 2 a 5% podrían
tener enfermedad grave; también pueden ocurrir muertes, detalló López Gatell” (El
Economista, 2020). ¿Cómo se relaciona esto con la pandemia? Las autoridades
siempre han manejado un discurso de mitigación de la enfermedad y la mitigación
es reducir el impacto, no prevenirlo, porque se asume que el ciclo de la enfermedad
no pone en peligro la vida de quienes contraerán el virus. En otro sentido, se va
configurando el universalismo, al que de momento podemos nombrar: “todos se van
a enfermar, pero no todos se van a morir”.

Un aporte más preciso sobre universalismo es la postura de Balibar (2007) en el


debate con Alain Badiou, refiriendo que es necesario “[…]comprender la lógica de
estas contradicciones y, en un modo dialéctico, investigar sus aspectos dominantes
y subordinados, para revelar cómo operan y cómo pueden ser desplazados o
distorsionados mediante la interacción entre teoría y práctica, o si se prefiere, entre
el discurso y la política” (p.1). En ese sentido, hay que recordar que en febrero y
marzo del 2020, las autoridades sanitarias mencionaron que los síntomas eran
parecidos a la influenza, donde pareciera que se viviría algo parecido a la influenza
A-H1N1 en 2007. No se hablaba demasiado sobre medidas de distanciamiento
social, mucho menos del uso de cubrebocas para prevenir la enfermedad y es ahí
donde está el espacio para la contradicción. Mientras que las autoridades
preparaban el escenario para atender a los pacientes de una enfermedad que
supuestamente era asintomática por la población, la contradicción de la incredulidad
estaba permitida para enfermar a todos aquellos que no creen en el virus, porque
“todos se van a enfermar, pero no todos se van a morir”.

Sobre el concepto de universalismo habría que hacer una última precisión. Balibar
(2007) realiza 3 conclusiones, siendo la última de interés para este documento: “Se
trata de la cara violenta inherente a la institución de lo universal. Insisto, una vez
más, en el hecho de que esta violencia es intrínseca, no adicional” (p.8). Para
esclarecer en dónde se encuentra la violencia en el universalismo, habría que
revisar sobre biopolítica y necropolítica.
Biopolítica y necropolítica

Desde la biopolítica, el poder disciplinario, entendido desde la postura de Byung


Chul-Han (2014) en donde “somete al sujeto a un código de normas, preceptos y
prohibiciones, así como elimina desviaciones y anomalías” (p.36). Las medidas de
prevención únicamente pueden ser acatadas por aquellos sujetos que logren
garantizar la reproducción del sistema capitalista, por eso el trabajo y educación a
través de la distancia no se detienen, no en un sentido formativo y redistributivo,
sino que ahora las jornadas laborales y educativas son más extensas y agotadoras.

¿Cuál es el papel que juega el poder bajo esta cuestión de todos nos vamos a
enfermar, pero no todos nos vamos a morir”? De manera visible y tradicional,
ninguno. Chul-Han (2014), menciona que “el poder, sin duda, puede exteriorizarse
como violencia o represión. Pero no descansa en ella” (p.28), porque una biopolítica
que se basa en la violencia es ineficiente, el castigo que se ejerce ante la
desobediencia es contraer el virus. Bajo una concepción evolutiva y de
adaptabilidad, no es necesario utilizar la violencia legítima del Estado, porque la
violencia se reproduce a través de la docilidad, usando como medio la enfermedad
y el discurso de mitigación bajo la cual se configura la biopolítica.

Para entender la docilidad, se retoma la definición que ofrece Ángela González


(2012): “En muchos sentidos, la docilidad expresa una pérdida de confianza del
individuo en su propia capacidad y juicio” (p.37). Para la autora, esa desconfianza
se origina en experiencias que llevan a pensar al sujeto como incapaz de imponerse
frente al orden impuesto. El pensamiento crítico y reflexivo desaparece y lejos de
que el sujeto se asuma como un actor protagónico de su propia historia, aparece
como un ser nostálgico.

Para Ángela González (2012), “la nostalgia podría ser entendida como la expresión
de una última frontera resistencial. Pero, también, como expresión de sumisión
racional” (p.37). La autora señala que es idealizar el pasado, como si en el antes
hubiera mayor estabilidad. Por esa razón, no es de sorprender que existan sujetos
que tengan esa nostalgia a la llamada vieja normalidad, refiriéndose a ella como si
los problemas no existieran y las condiciones de desigualdad fueran algo ajeno en
sus vidas.

Mientras que la biopolítica se instaura como medida de prevención – sometimiento,


para los incrédulos e incluso para aquellos que conocen los riesgos del virus pero
no tienen otra alternativa para evitar el virus, les espera una analogía relacionada
con el esclavo, donde se retoma la perspectiva de Mbembe (2011) en términos de
necropolítica: “El esclavo es, por tanto, mantenido con vida pero mutilado en un
mundo espectral de horror, crueldad y desacralización intensos “(p.33). Para ellos
les espera la mitigación, el ser atendidos en un sistema de salud deteriorado pero
al que se hace un disfraz para evitar su inminente colapso.

Estos sujetos son eliminados cuando contraen el virus, no porque necesariamente


tengan que morir, sino porque se someten a las medidas de mitigación. “Existe así
la consolidación de un enorme capo difuso de exclusión y exterminio socio-
económico donde, además de los casos en los que determinados ejercicios del
poder empujan deliberadamente a grupos humanos hacia la muerte, la omisión y
conveniencia del Estado […]” (Tarazona, 2015, p.2). En ese sentido, es cuando se
presentan los casos de familias que no cuentan la capacidad económica para
solventar la enfermedad, incluso si acuden a instituciones públicas. Sobrevivir se
convierte en una muerte en vida, por lo que el sujeto le entregará su vida al trabajo
para cubrir la atención hospitalaria.

La violencia, reflejada en la necropolítica y la biopolítica se hace presente ante el


universalismo de “todos nos vamos a enfermar, pero no todos nos vamos a morir”.
Para aquellos que pueden seguir las medidas de prevención – mitigación, les espera
la docilidad y la nostalgia, mientras que para los incrédulos y los que no tienen
alternativa, la mitigación es sinónimo de muerte.

Hasta ahora se ha revisado la violencia ejercida dentro de la biopolítica y


necropolítica, utilizando como referencia a la pandemia. Indiscutiblemente, se toca
la relación entre Estado y sujeto. Posiblemente no exista solución pacífica para
resolver el conflicto entre el Estado y sujeto. Valdría la pena explorar la violencia de
manera conceptual y sus distintas manifestaciones en la vida cotidiana. A
continuación se realizará un análisis sobre ello.

Violencia

La violencia ha estado presente en la vida cotidiana, sin importar sus expresiones o


manifestaciones. El significado y la connotación que adquiere depende de un
contexto determinado. Sin embargo, si se discute cuál es el significado desde un
sentido etimológico, podríamos afirmar que “la Bias o Violentia es una clase de
fuerza: la fuerza indómita que se impone contra una resistencia, contra una
voluntad” González, 1985, p.130). Esa perspectiva posibilita encontrar a la violencia
en la vida social, política y económica. En ese sentido, pareciera que se encuentra
en los procesos históricos, como si fuera un elemento del que no podemos huir.

Las expresiones de la violencia también se difunden de acuerdo con los problemas


nacionales e internacionales en turno. Por ejemplo, en 2006, durante el Gobierno
de Felipe Calderón, comenzó la llamada lucha contra en narcotráfico. Lo que
desencadenó una ola de violencia en el país y que se ha extendido en la actualidad.
Las calles se volvieron más inseguras y eso tuvo influencia en la construcción social
de la percepción sobre seguridad. Por otro lado, la comunidad científica también
puso atención en este fenómeno y poco a poco los discursos sobre inseguridad se
transformaron en los acontecimientos de violencia a nivel nacional. “No se trata de
un orden natural, sino que es un orden construido socialmente, es producto del
devenir de las luchas en las que los individuos y todo agregado social disputa sus
condiciones de existencia y su posibilidad de ser”. (García, 2016, p.115). La
configuración de la violencia está sujeta a los discursos mediáticos,por ejemplo,
cuando fue el auge de la violencia en las escuelas, se originó la palabra bullying y
a partir de ese suceso, se usa de manera indiscriminada esa palabra, cualquier
agresión es nombrada bullying, independientemente si la acción realmente sea un
acto de imposición y suceda en el contexto escolar.
En el imaginario colectivo, existe una tendencia a clasificar y nombrar la violencia.
Pareciera que la sociedad ya es experta en el tema al usar de manera
indiscriminada conceptos como bullying. “Existe una gran confusión sobre la
terminología concerniente a la violencia, no sólo en el lenguaje cotidiano, tan
sometido a las manipulaciones de los medios de comunicaciones masiva, sino
incluso en los conceptos utilizados por los científicos sociales”. (Martín-Baró, 2003
p.75). La comunidad científica se ha encargado de colocar apellidos a la violencia:
física, emocional, sexual, patrimonial, de género, en el noviazgo, escolar, patriarcal,
económica, laboral y una lista interminable de clasificaciones y tipologías.

Algunas de las mencionadas podrían entrar en la misma categoría, por ejemplo, la


manipulación emocional en la pareja podría responder a la violencia por razón de
género, pero también en el noviazgo, si se ejerce dominación en el ingreso entonces
entra la violencia económica. ¿Es necesario clasificar de esta forma la violencia?
Probablemente no, al respecto Martín-Baró (2003) refiere lo siguiente: “No se trata
simplemente de poner un nombre distinto a los actos violentos que son favorables
a los propios intereses; se trata más de fondo, de la comprensión misma de lo que
constituye la violencia” (p.77). Si el efecto dominante del ejemplo anterior es el
abuso emocional que existe en la pareja, habría que comprender lo que sucede en
cada caso, entender la particularidad de los acontecimientos y posteriormente
realizar el diagnóstico para una posible intervención.

En 2016, Tello y Ornelas señalaron que la violencia escolar está sobre-


diagnósticada porque “se trata de dar cuenta de las denominadas manifestaciones
de la violencia o de sus tipos; no cuando se trata de entenderla desde su
construcción como forma relacional y la complejidad que la constituye.” (p.80). Si
bien este argumento se usó para las escuelas, se podría considerar que aplica para
la violencia en sus distintas manifestaciones.

Zizek (2009) también hace aportaciones respecto a la crítica de estas formas de


construir la violencia: “¿No hay algo sospechoso, sin duda, sintomático, en este
enfoque único centrado en la violencia subjetiva (la violencia de los agentes
sociales, de los individuos malvados, de los aparatos disciplinados de represión o
de las multitudes fanáticas)? (P.21). Para Zizek, estas clasificaciones son
subjetivas. También llama la atención que pareciera que hay que construir enemigos
y culpables para desviar la discusión en lo que realmente importa, terminar con la
violencia. “Del mismo modo, respecto a la violencia, la tarea es precisamente
cambiar de tema, desplazarnos del SOS humanitario desesperado para acabar con
la violencia hasta el análisis de otro SOS […]” (p.22). Bastaría con revisar la
situación del metro en la Ciudad de México, en donde el juego político sobre qué
administración tuvo la culpa parece interminable y las soluciones para atender a las
víctimas de las negligencias gubernamentales están en segundo plano.

Con estos argumentos, pareciera que la comunidad científica también se encuentra


estancada para generar propuestas de intervención que atiendan la violencia. Su
atención está centrada en que los sujetos aprendan a nombrar las formas de
violencia subjetiva en vez de propiciar espacios de reflexión y autocrítica de manera
individual y colectiva. Es aquí cuando se introduce el concepto del engaño, como
una respuesta a la violencia.

Engaño

Benjamin (1995) realiza el desarrollo de la violencia mítica, estableciendo que la


violencia es lo que mantiene el estado de Derecho al poner en cuestionamiento lo
que la ley considera como legítimo e ilegítimo en términos de violencia. Sobre la
mentira y el engaño, en donde el derecho se vuelve contra estos conceptos por las
consecuencias violentas que pueden surgir de los engañados, el derecho hace
algunas consideraciones. “Tal tendencia del derecho ha contribuido también a la
concesión del derecho de huelga, que contradice los intereses del estado. El
derecho lo admite porque retarda y aleja acciones violentas a las que teme tener
que oponerse” (p.31). Se vuelve más fácil para el estado crear una simulación de
una aparente solución, que la búsqueda real y verdadera del conflicto. El engaño no
necesariamente tiene que conducir en violencia.

Si recordamos todos nos vamos a enfermar, pero no todos nos vamos a morir, el
engaño no tiene una carga violenta pero ha tenido consecuencias lamentables en
términos de biopolítica y necropolítica. Solamente basta con revisar las cifras
oficialas de quienes han fallecido o se han contagiado y compararlas con las
estimaciones que han realizado algunas universidades.

El engaño también es utilizado como mitigación, no como prevención. “La


humanidad está entrando en una fase de su historia en la que la verdad se reduce
a un momento en el movimiento de lo falso. Verdadero es ese discurso falso que
debe ser considerado verdadero incluso cuando se demuestra su no verdad”
(Agamben, 2020 p.62). Los sujetos incrédulos, retoman lo falso como una verdad y
cuando es verdad, lo niegan, rechazan y excluyen, incluso en este momento de la
pandemia donde cada vez existen más pruebas científicas de que el virus es real.

El engaño está presente en la vida cotidiana, solo hay que recordar cuando se
comenzó a implementar la toma de temperatura en espacios cerrados. Se difundió
información falsa como la muerte de neuronas si el termómetro se utilizaba en la
frente. Al respecto, Badin (2017) retomando la postura de Zizek sobre
universalismo, refiere que los universalismos tendrían que plantearse a modo de
exlcusión para que sus contradicciones puedan ser expuestas: “La identificación del
universal con lo excluido o abyecto, como único punto de universalidad verdadera,
nos posibilita visualizar el punto exacto en el que la universalidad concreta existente
se contradice” (p.284). Por ejemplo, en la necropolítica el enfermo es excluido y bajo
esa perspectiva, el replanteamiento del universalismo sería si todos estamos
enfermos, entonces todos vamos a morir. Si bien es cierto que todos somos
mortales, no necesariamente será por el hecho de que sea por medio del virus.

Modificar el sentido del universalismo no es algo menor. Si estar enfermo ya es una


categoría excluyente y el trato entre iguales es de exclusión, o sea, el no convivir y
alejarse, emerge la esperanza de buscar la verdad a través del engaño. Podría
suponerse que los incrédulos estarían investigando la transmisión del virus y
cuestionar si realmente están enfermos. En un mejor escenario, se utilizarían
medidas de prevención, ya que además se puede convivir con las medidas
necesarias. Tal vez aquellos privilegiados que pueden realizar sus actividades
cotidianas desde casa o que sí creen en el virus, tomarían una actitud más reflexiva
sobre lo que implicaría saturar un deteriorado sistema de salud, lo que sí podría
llevar a una muerte por sobrepasar la capacidad hospitalaria.

¿Cómo se puede lograr esto? A través de la publicidad. “Lo que la publicidad intenta
es manipular, y trabaja con doblez para lograr que este presupuesto de
manipulación que la acompaña, quede firmemente establecido.” (Luhmann, 2006,
66). La propuesta pensada no es tomar los medios de comunicación masiva, más
bien es la elaboración de una propuesta de intervención que contemple, en las
comunidades, el juego mediático del engaño. Será más fácil llamar la atención de
la comunidad por medio de estrategias que se utilizan en el marketing. No es lo
mismo invitar a un sujeto por medio de un “hola, ¿Te gustaría reflexionar sobre cómo
reproducimos la violencia en la vida cotidiana?” A utilizar la frase de un vendedor
como ¿Me permites 5 minutos para realizar algo divertido? Después el reto sería
hacer algo realmente divertido pero que también el sujeto pueda reflexionar sobre
sí mismo y la relación con los otros.

Es evidente que el engaño abre polémica y discusión, dejando muchas


interrogantes a lo largo de esta breve aproximación del concepto como una
propuesta contra la violencia. Sin embargo, el objetivo de iniciar el debate en torno
al engaño pareciera haberse logrado, por lo que resta emitir las conclusiones de
todo este recorrido.

Conclusiones

La pandemia puede analizarse desde muchas perspectivas y áreas del


conocimiento. Aquí se utilizó como el inicio de la discusión de lo que sucede en una
parte del imaginario colectivo y que poco a poco se fue orientando a otros
conceptos, como biopolítica y necropolítica para entender la realidad actual.

Dese esa perspectiva, se remitió a la revisión del concepto de violencia, así como
el abordaje que ha tenido en la actualidad y cómo tendría que abordarse para
construir soluciones que tengan un impacto en la sociedad. Esto llevó a reflexionar
sobre alternativas llevan al riesgo de abordar categorías no convencionales y
abstractas.

Utilizar la categoría del engaño puede que haya sido arriesgado, implica diversos
cuestionamientos sobre lo que es falso y verdadero. También se tiene la creencia
de que el engaño es una connotación negativa y si bien en la mayoría de los casos
es cierto, valdría la pena preguntarse a cuántos engaños estamos sometidos en la
vida cotidiana. Por esa razón, el discurso del engaño tiene que replantearse desde
el universalismo, donde las categorías excluyentes tendrán que provocar a que
como sujetos cuestionemos lo que nos rodea, pero siempre desde una postura
crítica, reflexiva y abierta al diálogo. Por último, este concepto del engaño tendrá
que seguirse desarrollando para que logre consolidarse como una propuesta sólida
y que pueda aplicarse en las ciencias y disciplinas de la intervención.

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