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Tema 2: La arquitectura y artes

coloniales hasta 1650


Siglos XVI y XVII
• El arte colonial hispanoamericano es el desarrollado en las colonias españolas en
América, desde su descubrimiento por Cristóbal Colón en 1492 hasta la
independencia de los diversos países americanos a lo largo del siglo XIX (los últimos
Cuba y Puerto Rico en 1898).

• Vemos en el arte colonial los mismos estilos artísticos que se desarrollan


paralelamente en el continente europeo, principalmente el Renacimiento, el Barroco
y el Rococó.

• Iglesias y catedrales, dado el rápido desarrollo de la labor de evangelización de los


pueblos nativos americanos, pero también edificios civiles como ayuntamientos,
hospitales, universidades y palacios y villas particulares.

• En pintura y escultura, en las primeras fases de la colonización fue frecuente la


importación de obras de arte europeas, principalmente españolas, italianas y
flamencas, pero enseguida comenzó la producción propia, inspirada en inicio en
modelos europeos, pero incorporando signos distintivos de la cultura precolombina.
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La influencia gótica, renacentista y
barroca
Arquitectura, pintura, escultura

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Las primeras muestras de arquitectura colonial en América tuvieron cierta pervivencia de rasgos
góticos, preferentemente un tipo de iglesias fortificadas, en un conjunto almenado con iglesia,
convento, un atrio y una capilla abierta –llamadas “capillas de indios”–, como el Convento de
Tepeaca, el de Huejotzingo y el de San Gabriel en Cholula. Las diversas órdenes religiosas rivalizaron
en cuanto a dimensiones y decoración de sus construcciones: los agustinos, dominicos y
franciscanos fueron los que realizaron edificios más monumentales y ornamentados, como los
conventos de Acolman, Actopan y Yuriria. Primera mitad S. XVI)

Convento de Convento de Huejotzingo


Tepeaca 4
Convento de Acolman

Convento de Yuriria
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A mediados de siglo XVI se empezaron a construir las primeras grandes catedrales, como las de México, Puebla y
Guadalajara. Se sigue por lo general la planta rectangular con testero plano, tomando como modelos la Catedral de
Sevilla, la de Jaén y la de Valladolid. La principal muestra, la Catedral de Ciudad de México, se construyó sobre un
templo azteca, a lo largo de 250 años (1563-1813), con una sucesión de estilos desde el renacentista hasta el
neoclasicista.

Catedral de Puebla. Catedral de la Asunción de María de México Catedral de Guadalajara 6


En Perú, en 1582 se inició la Catedral del Cuzco y, en 1592, la de Lima, ambas obras del extremeño Francisco
Becerra. En Argentina destaca la Catedral de Córdoba, obra del jesuita Andrés Blanqui. En ciertas zonas de
Sudamérica central se recibió la influencia mudéjar, principalmente en los artesonados decorados con mocárabes,
como en San Francisco de Quito. Esta última iglesia destaca asimismo por su fachada de estilo manierista italiano,
con una escalinata de inspiración bramantina y serliana.

Catedral del Cuzco Catedral de Lima 7


Catedral de Córdoba Iglesia de San Francisco, Quito
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La arquitectura barroca colonial se caracteriza por una profusa
decoración (Portada de La Profesa, México; fachadas
revestidas de azulejos del estilo de Puebla, como en San
Francisco Acatepec en San Andrés Cholula y San Francisco de
Puebla), que resultará exacerbada en el llamado
“ultrabarroco” (Fachada del Sagrario de la Catedral de México,
de Lorenzo Rodríguez; Iglesia de Tepotzotlán; Templo de Santa
Prisca de Taxco).

En Ciudad de México, la arquitectura civil alcanzó cotas de gran


lujo y ostentación, con la construcción de grandes palacios de
los ricos magnates del negocio minero (Palacio del Conde San
Mateo de Valparaíso, actual Banco Nacional; Palacio del
Marqués de Jaral del Barrio; Palacio del Conde de Santiago
Calimaya, actual Museo de la Ciudad de México).

San Francisco de Puebla 9


En Perú, las construcciones desarrolladas en Lima y Cuzco desde
1650 muestran unas características originales que se adelantan
incluso al barroco europeo, como en el uso de muros
almohadillados y de columnas salomónicas (Iglesia de la Compañía,
Cuzco; San Francisco, Lima).

En el siglo XVIII la arquitectura se orientó a un estilo más


exuberante, otorgando un aspecto inconfundible al barroco limeño
(Palacio del Marqués de Torre-Tagle, actual Ministerio de Asuntos
Exteriores). La Iglesia de San Agustín de Lima (1720) destaca por su
fachada, concebida como un gran retablo. Otras obras de
relevancia son las iglesias de la Compañía de Arequipa (1698) y
Quito (1722-1765).

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San Francisco Acatepec en San Andrés Cholula 11
Templo de Santa
Prisca Sagrario metropolitano
Iglesia de la Compañía (Quito)

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San Francisco de Lima Palacio de Torre Tagle, Iglesia de San Agustín, Lima
Lima
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Pintura y escultura coloniales
Las escuelas de Quito, Cuzco y Chiloé

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Las primeras muestras de pintura colonial fueron las de escenas religiosas elaboradas
por maestros anónimos, realizadas con medios precolombinos, con tintas vegetales y
minerales y telas de trama áspera e irregular. Destacaron las imágenes de la Virgen
con el Niño, con una iconografía de raíces autóctonas donde, por ejemplo, se
representaban los arcángeles como arcabuceros contemporáneos.

La producción artística hecha en Nueva España por indígenas en el siglo XVI es


denominada arte indocristiano. Adentrado el siglo XVI surgieron los grandes frescos
murales, de carácter popular. Desde mediados de siglo empezaron a llegar,
procedentes de Sevilla, maestros españoles (Alonso Vázquez, Alonso López de
Herrera), flamencos (Simon Pereyns) e italianos (Mateo Pérez de Alesio, Angelino
Medoro).

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En cuanto a la escultura, las primeras muestras fueron
nuevamente en el terreno religioso, en tallas exentas y
retablos para iglesias, confeccionadas generalmente en
madera recubierta con yeso y decorada con
encarnación –aplique directo del color– o estofado –
sobre un fondo de plata y oro–. A principios del siglo
XVII nacieron las primeras escuelas locales, como la
quiteña, la cuzqueña y la chilota, destacando la labor
patrocinadora de la orden jesuita.

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La Escuela Quiteña alcanzó su época de mayor esplendor entre los siglos XVII y XVIII, llegando a adquirir gran
prestigio entre las otras colonias americanas e incluso en la corte española de Madrid. También se la considera como
una forma de producción y fue una de las actividades más importantes desde el punto de vista económico en la Real
Audiencia de Quito.

Los Negros de Esmeraldas. Andrés Sánchez de Gallque, siglo XVI 17


Virgen del Rosario. Anónimo, siglo XVII La Piedad. Gaspar Zangurima, siglo XIX.
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La célebre Escuela de pintura cusqueña o pintura colonial cusqueña, quizá la más importante de la América colonial
española, se caracteriza por su originalidad y su gran valor artístico, los que pueden ser vistos como resultado de la
confluencia de dos corrientes poderosas: la tradición artística occidental, por un lado, y el afán de los pintores indios
y mestizos de expresar su realidad y su visión del mundo, por el otro.
El aporte español y, en general europeo, a la Escuela cusqueña de pintura, se da desde época muy temprana, cuando
se inicia la construcción de la gran catedral de Cusco. Es la llegada del pintor italiano Bernardo Bitti en 1583, sin
embargo, la que marca un primer momento del desarrollo del arte cusqueño. Este jesuita introduce en el Cusco una
de las corrientes en boga en Europa de entonces, el manierismo, cuyas principales características eran el tratamiento
de las figuras de manera un tanto alargada, con la luz focalizada en ellas.

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Nuestra Señora de Belén, pintura anónima "Virgen del Tránsito". Barroco Cuzqueño. S.XVII
del siglo XVII 20
La Escuela chilota de imaginería, también
denominada Escuela hispano-chilota de santería, es
una manifestación artística y cultural que se
desarrolló en el archipiélago de Chiloé a partir del
siglo XVI en el marco de la misión circular
evangelizadora instaurada por los misioneros
jesuitas, y que alcanzó su punto culmen a finales del
siglo XIX.
Su carácter de escuela viene dado por constituir estas
imágenes un «tipo» que alteró el arquetipo propio de
la imaginería americana o española de los siglos
barrocos, desarrollándose localmente a partir de
modelos venidos de Europa y países americanos, no
ciñéndose a las características propias de las
imágenes peninsulares, quiteñas o cuzqueñas,
apreciándose en ellas diferencias en la técnica, en los
materiales empleados y el estilo, formando un arte
de características propias.
Cristo de procesión, Caguach (s. XVIII)
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Dentro del conjunto de piezas realizadas, y que permiten realizar una clasificación de esta
imaginería, se puede mencionar la presencia de al menos cuatro técnicas:

Bulto entero: representadas como una sola pieza tallada en madera, y que por
algunos autores son raras en el archipiélago. Aquí, se tienen como referentes a las
imágenes de San Miguel y San Francisco en el Convento Franciscano de Castro,
Nuestra Señora del Patrocinio en Quilquico, o San Ignacio en Achao (siglo XVIII),
entre otras.
Candelero o Bastidor: estas figuras se caracterizan por poseer una cabeza, manos y
pies tallados, mientras que el cuerpo se simula con un fastuoso traje. De gran
predominancia en los artículos que se encuentran identificados (quizá porque este
tipo de imaginería aparece en Chile en el siglo XVI), se cubren -la gran mayoría- con
ropajes coloridos y gran cúmulo de accesorios como collares, anillos, coronas y
rosarios, entre otros. Dentro de sus exponentes, se pueden mencionar a la Virgen
del Rosario (siglo XIX) presente en Chaulinec.
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Tela encolada: imágenes que aparecen durante el siglo XVIII, se caracterizan por
utilizar en vez de madera en la construcción del cuerpo, tela (lienzo y brin)
rigidizada con yeso, representando una anatomía corporal que de hecho no
existe. Sus tamaños fluctúan entre 250mm y 1.500mm.
Articuladas: de gran difusión en el siglo XVIII, también fue utilizada como técnica
en Chiloé; en particular se caracterizan por la presencia de tallados completos (de
calidad mixta y tamaño variable) con la presencia de sistemas que daban
movimiento a cabeza, brazos y piernas, provocando un efecto realista. Aquí, la
mayor elaboración se encuentra normalmente en la cabeza y las manos, mientras
que el tronco se talla sin pulir, cubriéndose luego con ropajes.

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Izquierda: San Ignacio: imagen de bulto del siglo XVIII (Achao). Derecha:
Bulto entero
Virgen del Rosario: imagen de candelero del siglo XIX, con una decena
Nuestra Señora de Nahuel Huapi 24
de vestes una encima de la otra (Chaulinec, Capilla Antigua).
La Cofradía de la Soledad
(iglesia de San Francisco de esta
Ciudad de los Reyes, Lima), en
su afán de dar mayor realce a la
celebración del Viernes Santo,
contrató en 1619 al escultor
catalán Pedro de Noguera para
que le hiciera una imagen de
Cristo, articulado en cabeza y
brazos, de modo que pudiera
colocarse en una cruz el Viernes
Santo, reclinar su cabeza al
momento de expirar, y luego
ser descendido para ser
Virgen del Candelero trasladado en un catafalco en
Madera policromada, s. XIX. procesión por las calles de la
Parroquia de Tijarafe, La Palma.
ciudad.
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La pintura de la época colonial Sudamericana
Las escuelas locales y sus producciones: Vírgenes triangulares y arcángeles arcabuceros

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Orígenes y contexto

Durante la dominación colonial española, la pintura se desarrolló principalmente


como arte religioso en las iglesias, destinado a cristianizar a los pueblos indígenas. La
pintura religiosa colonial fue muchas veces realizada por indígenas encomendados o
reducidos y esclavos afroamericanos, bajo el poder de las órdenes religiosas.

Otra fuente de la pintura colonial son los libros y manuscritos realizados por
colonizadores, sacerdotes, científicos y visitantes. Entre estos se destacan los dibujos y
acuarelas del jesuita alemán Florián Paucke (1719-1789).

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En el actual noroeste argentino y sobre todo en Jujuy, se desarrolló en
las iglesias, la escuela cuzqueña, con sus imágenes de arcángeles
arcabuceros (relacionados con los conquistadores) y vírgenes
triangulares (sincretismo del culto a la virgen María y la Pachamama).
Los arcángeles arcabuceros integran un estilo pictórico estrictamente
americano que se desarrolló en el Marquesado de Yavi en la puna
de Jujuy, por entonces perteneciente a la provincia del Tucumán, siendo
su maestro Mateo Pisarro. Se trata de ángeles asexuados se encuentran
vestidos con ropas de soldado y armado de un arcabuz. Hoy solo hay
dos colecciones: en Uquía (escuela cuzqueña) y en Casabindo (maestro
de CTC).
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Bajando miel (1749-1767), Florián Paucke.
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La Virgen María y la Pachamama son pintadas como una. Los pintores mestizos e indígenas de la época
colonial no sólo representaron a la madre de Jesús como se lo hizo tradicionalmente desde el siglo XV, sino
que le dieron una nueva figura, que conjuga devoción y sello vernáculo.

Fue así que nació la serie de vírgenes triangulares, las que también simbolizan a la Madre Tierra, el cerro
sagrado. Las pinturas de vírgenes que fueron apareciendo en el período virreinal lucen una decoración
profusa: oro, perlas, estrellas, auras, coronas, mantos multicolores. Normalmente están representadas
dentro de un altar y acompañadas de querubines y/o ángeles, así como de elementos tradicionales como
las rosas, las palmas o el cuarto de luna creciente, que simboliza el momento de la concepción de Cristo.

No obstante, los íconos triangulares resaltan por el sincretismo cargado en sus lienzos, que también se
trasladó a la escultura o el tallado. No se desecha que estas representaciones tengan su fuente en la
Virgen de Copacabana, aquella figura mariana con tres ángulos que fue esculpida por Francisco Tito
Yupanqui, aquel indígena convertido al catolicismo que creó una figura que se hizo famosa por sus
milagros.

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Entre los temas más expresivos de la pintura de las Escuelas Andinas, están las extraordinarias Series
Angélicas: las Jerarquías, los Arcángeles Arcabuceros y los Arcángeles Músicos. En la primera serie, los
seres celestiales llevan faldas femeninas, que se combinan con botinas y, a veces, con corazas, yelmos,
espadas y escudos de las legiones romanas, y se identifican con los espíritus de la Naturaleza. En la
segunda serie, los arcángeles visten según la costumbre militar española del tiempo de la conquista y
portan arcabuces, lanzas, alabardas y banderas, considerándose los protectores de la casa. Los arcángeles
músicos, finalmente, son representados tocando instrumentos musicales de la tradición europea o
andina, visten ropa romana o española, y traen alegría a las habitaciones que los hospedan.

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Coronación de la Virgen por la Trinidad, Nuestra Señora de Pomata. Principios del siglo XIX
de autor anónimo paceño, hacia 1730
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Virgen de la Merced. Principios siglo XIX Músico. Arcángel Guitarrista. Siglo XVIII?

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Jerarquía. Arcángel San Gabriel de la Arcabucero. Arcángel Aspiel. Principios del siglo XIX
Abundancia. Principios del siglo XIX
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