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Tema 3

Familia e Intervención Social

Factores de riesgo y
factores de protección en
el sistema familiar
Índice
Esquema 3

Lecturas obligatorias 4
3.1. Introducción y objetivos 4
3.2. El estrés familiar 5
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3.3. Factores de riesgo e indicadores para su


valoración 8
3.4. Factores de protección y apoyo social familiar 12
3.5. Referencias bibliográficas 16

Lecturas recomendadas 18

Otros recursos 20
Esquema
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Título de la Asignatura
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Tema x. Esquema
Lecturas obligatorias

3.1. Introducción y objetivos

En el ámbito de la intervención social, el trabajo con familias en riesgo de exclusión


social es uno de los campos de actuación prioritarios. La evaluación del riesgo tiene
como objetivo detectar aquellos factores que pueden predisponer y/o favorecer la
disfuncionalidad del sistema familiar, entendiendo que esta disfuncionalidad puede
causar un perjuicio para todos los miembros del sistema, en especial para aquellos
que dependen del cuidado de otras personas (hijos e hijas, ascendientes, etc.) (Luján
et al., 2013).

Para poder evaluar ese riesgo, es necesario atender a una serie de factores que se
asocian al aumento de la probabilidad de que el sistema familiar sea disfuncional, es
decir, aquellos indicadores que nos permiten «realizar una predicción sobre las
posibilidades de que se produzca un determinado evento negativo en el futuro»
(Luján et al., 2013, p. 86). Estos indicadores también nos dan cuenta de los niveles de
estrés parental y, por ende, del nivel de estrés familiar que sufre el sistema. A su vez,
también nos permiten valorar la urgencia y la intensidad de la intervención que se
debe acometer.

Pero junto a los factores de riesgo, la familia también cuenta con una serie de factores
protectores, que pueden inhibir o mitigar la probabilidad de la disfuncionalidad.
Como estudiaremos a lo largo del tema, uno de los principales factores de protección
con los que cuenta el sistema familiar es el apoyo de las redes sociales, tanto formales
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como informales.

Por lo tanto, el estudio de este tema nos permitirá conocer cómo se construye el
contexto de riesgo familiar para poder planificar actuaciones no únicamente
transformadoras sino también preventivas.

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Por todo ello, los objetivos que se pretenden alcanzar con el estudio de este tema
son los siguientes:

 Conocer el concepto de estrés parental y familiar.


 Comprender cuáles son los factores de riesgo que pueden comprometer el
bienestar de la familia y qué indicadores permiten valorarlo.
 Comprender cuáles son los factores de protección que pueden contribuir a la
preservación familiar.
 Conocer las principales redes de apoyo con las que cuenta el sistema familiar.

3.2. El estrés familiar

El estrés familiar proviene de la capacidad de la familia como sistema para


responder de manera equilibrada a las situaciones que plantea el entorno. Por
tanto, si bien algunos de los factores que provocan el estrés individual son aplicables
al proceso de estrés familiar, este es de mayor complejidad, ya que implica la
valoración y respuesta de cada miembro, así como la elaboración de una respuesta
unitaria del sistema. Así pues, en cuanto al estrés, la familia se comporta como un
sistema compuesto de subsistemas enmarcado en un suprasistema (Musito y
Evaristo, 2017).

Es decir, nos encontramos ante tres niveles interrelacionados entre los que se
generan tensiones que suponen una amenaza para el funcionamiento, el bienestar
e incluso la propia existencia de la familia. Es por ello que sus singularidades han
permitido acotar un campo de estudio propio que ha posibilitado identificar los
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estresores que causan la situación, el modo en que la familia la evalúa y los recursos
que moviliza para superarla (Marquebreuq, 2006; Pérez, 2014).

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En ese campo de estudio, han destacado dos modelos fundamentales:

 El Modelo ABC-X de la teoría de desarrollo familiar de Hill, que identifica la


sucesión de tres fases tras una crisis de estrés familiar (Gómez y Kotliarenco,
2010).

 Modelo de estrés y adaptación familiar (Pérez, 2014): también conocido como


Modelo Doble ABC-X de McCubbin y Patterson, que aportaron al Modelo ABC-X el
factor temporal inherente a la situación de estrés. Estos autores diferencian tres
fases: la precrisis, la crisis y la poscrisis.

Figura 1. Modelo ABC-X de la teoría de desarrollo familiar de Hill. Fuente: adaptado de Gómez y Kotliarenco,
2010.
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Figura 2. Modelo de estrés y adaptación familiar. Fuente: adaptado de Pérez, 2014.

En cuanto a las tipologías o niveles de estrés, podemos diferencias tres grandes


grupos de acuerdo con el tipo de estresores que los ocasionan (Rodrigo et al., 2010;
Gómez y Kotliarenco, 2010; Musito y Evaristo, 2017):

 El estrés cotidiano: en donde destaca el cumplimiento normal de las obligaciones


habituales, la carga de trabajo, la falta de tiempo, los atascos de tráfico, las labores
del hogar, etc.

 El estrés crónico: en donde encontramos situaciones que terminan siendo


inherentes al sistema familiar o al suprasistema en el que se halla inmersa, tales
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como la violencia doméstica, las enfermedades crónicas, las graves situaciones


laborales y/o económicas, la ubicación de la vivienda en un entorno degradado, o
la emigración.

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 El estrés derivado de acontecimientos vitales negativos, como pueden ser las
muertes de familiares, la separación, el divorcio, el cumplimiento de una pena de
prisión, los desahucios, un embarazo no deseado, etc.

Otra clasificación sería la propuesta por Abidin (1992, en Ayala et al., 2013), quien
sugiere que dentro del sistema familiar se pueden distinguir tres fuentes de estrés
parental:

 Las características del menor: edad, sexo, temperamento, conducta, etc.


 Las características de los progenitores: edad, satisfacción vital, estilos de
afrontamiento, capacidad de resiliencia, percepción de las competencias
parentales, etc.
 Factores sociodemográficos: monoparentalidad, precariedad económica y/o
laboral, falta de apoyos, ausencia de redes, etc.

3.3. Factores de riesgo e indicadores para su


valoración

Como hemos visto, en nuestra vida cotidiana, nos encontramos con una serie de
estresores de distinta índole que afectan a nuestro funcionamiento individual y
familiar. Sin embargo, en aquellas familias en las que se acumulan los
acontecimientos negativos se entra en un círculo vicioso que les hace ver la vida
como un continuo de sucesos estresantes a los que no pueden hacer frente debido a
una carencia de recursos, lo que los lleva a un sentimiento de inseguridad que
conlleva la percepción del futuro familiar como un continuo de sucesos estresantes…
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Y así sucesivamente hasta llegar a una situación de cambio que causa vulnerabilidad
y requiere una continua reestructuración para adoptar respuestas que no son las
ideales, sino que se basan en la resiliencia.

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Este estrés psicosocial se puede ver agravado a causa de una serie de factores
denominados «de riesgo» que dejan a la familia en una situación de desventaja
psicosocial (Rodrigo et al., 2008; Gómez y Kotliarenco, 2010; Luján et al., 2013).

Dichos factores de riesgo hacen referencia a las características psicológicas,


biológicas y sociales que propician la aparición de una situación que afecta a
la funcionalidad personal y familiar.

En cuanto a su origen, podemos distinguir cuatro ámbitos fundamentales: la familia,


los iguales, el centro educativo y/o escuela y la comunidad (Rodrigo, Máiquez, Martín
y Byrne, 2008; Gómez y Kotliarenco, 2010; Luján et al., 2013):

 Familia: pobreza crónica y desempleo, empleo parental con horarios extensos;


progenitores con bajo nivel educativo, desorganización doméstica, conflicto o
violencia en la pareja, toxicomanías, progenitores con conducta antisocial y o
delincuencial.

 Grupo de iguales de cada miembro de la familia: compañeros con conductas de


riesgo, problemas de alcohol y drogas y conducta antisocial; aislamiento social;
dejarse llevar por la presión del grupo.

 Centro educativo de los menores de edad: falta de cohesión entre profesores y


alumnos, falta de relaciones entre familia y escuela, escuela poco sensible a las
necesidades de la comunidad, clases con alumnado de alto fracaso escolar y
conductas de riesgo.

 Comunidad: violencia e inseguridad, mala dotación de recursos, barrios


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masificados y sin identidad, entorno con prejuicios, intolerancia y actitudes de


rechazo.

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Así pues, de acuerdo con presencia de los factores de riesgo, es posible evaluar el
nivel de riesgo psicosocial y dividirlo en tres niveles: riesgo bajo, medio y alto (Rodrigo
et al., 2008; Gómez y Kotliarenco, 2010 y Luján et al., 2013):

 El riesgo bajo se da en familias que no se encuentran en situación de desventaja


social y en las que el estrés proviene de situaciones puntuales que pueden
solventarse con ayuda técnica.

 Por su parte, el riesgo medio se da en familias en situación de desventaja social,


caracterizadas por habitar una vivienda en malas condiciones, desconocer las
necesidades emocionales de los hijos e hijas, descuidar su higiene y la de las
personas dependientes a su cargo (descendientes, ascendientes, etc.), ser
negligentes en la organización y la economía domésticas, aplicar normas
demasiado rígidas y sin fundamento, tener hijos que acusan un retraso escolar,
carecer de redes sociales de apoyo y tener una relación de pareja conflictiva.

 Cuando hablamos de riesgo alto, nos referimos a familias en una situación de


desventaja social en las que existen maltrato infantil y violencia familiar. En este
nivel son habituales las agresiones verbales o físicas con una finalidad correctiva,
el abuso de drogas o alcohol por parte de los padres u otros familiares, una
conducta antisocial o violenta por parte de los padres, la negligencia parental en
la protección del menor, la falta de atención a la higiene, a la salud, educación y el
ocio de los hijos, la violencia en la relación padres-hijos, la existencia de trastornos
emocionales en los hijos y los problemas de conducta en la escuela.

En el mismo sentido, Escartín et al. (1997), al tratar las características de las familias
disfuncionales, identifican aspectos como el fracaso en los roles parentales, los
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conflictos familiares recurrentes y cíclicos, la falta de resiliencia, la presencia de un


«chivo expiatorio», las amenazas constantes de separación, la ausencia de reglas
explícitas frente a un gran número de normas implícitas, los límites poco definidos,
la falta de cariño parental, el mal funcionamiento social, la escasez de recursos
económicos, los trabajos poco cualificados, no reconocidos y marginales, el

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absentismo escolar, un bajo nivel educativo de los progenitores, conflictos judiciales
o policiales, falta de higiene y hábitos saludables, y la necesidad de ayuda
especializada para resolver sus conflictos.

No obstante, una vez definidas las características principales de las familias en riesgo
psicosocial, así como los estresores y los niveles de riesgo, se hace necesario poder
valorar el riesgo. Con este fin, existen una serie de indicadores que nos ayudan a
evaluar la situación de la familia y que tienen mucho que ver con los que acabamos
de señalar. De acuerdo con su presencia, los profesionales podrán tener una
perspectiva objetiva y determinar el nivel de riesgo para poder adoptar medidas que
ayuden a la familia a superar la situación de crisis.

De este modo, a la hora de evaluar el nivel de riesgo de una familia, deberemos


prestar atención a:

 La ubicación y habitabilidad de la vivienda.


 La capacidad de los padres para la organización doméstica y la gestión económica.
 Las relaciones conflictivas en el seno de la familia, o con la familia extensa.

Por otro lado, también es necesario conocer la historia de los miembros en sus
facetas psicológicas, afectivas, sexuales, sociales y de adicciones, así como si existen
prácticas educativas mediante el maltrato o que devengan en un riesgo para el
menor, ya sean activas o por omisión.

Entre las primeras, encontramos la imposición de normas excesivamente rígidas, el


desacuerdo parental sobre la educación de los menores, el uso de la agresión física o
verbal como herramienta educativa, la atribución de responsabilidades y el
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desempeño de trabajos no acordes a la edad de los hijos, la inducción a la


delincuencia el abuso sexual extra familiar. En lo que se refiere a las segundas,
podemos mencionar la ausencia de normas, el cambio de figuras de referencia, la
carencia afectiva, la falta de atención a la salud, la higiene, la educación, las

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necesidades emocionales y cognitivas, y la desprotección física de los menores
(Rodrigo et al., 2008; Gómez y Kotliarenco, 2010 y Luján et al., 2013).

3.4. Factores de protección y apoyo social familiar

En contraposición a las familias disfuncionales o familias que registran un elevado


riesgo psicosocial, las familias funcionales se caracterizan por tener una capacidad de
control según unas reglas y una jerarquía que permite a cada miembro tomar
decisiones que redundan en la consecución de unos objetivos comunes.

Además, otros rasgos de las familias funcionales son la definición y la especificidad


de los roles de sus miembros, la disponibilidad de recursos y mecanismos para
resolver los conflictos inherentes al sistema familiar y la capacidad de los miembros
para desarrollarse personalmente con libertad y flexibilidad.

En consecuencia, cabe señalar que las familias funcionales no son aquellas en


las que no se dan situaciones de crisis, sino aquellas que tienen recursos para
superarlas con éxito

Y esos recursos se encuentran estrechamente relacionados con los denominados


factores de protección. Por tanto, los factores de protección serían aquellas
influencias que ayudan a generar una respuesta adaptativa ante un riesgo que
naturalmente debería provocar una reacción no adaptativa (Escartín et al., 1997,
Rodrigo et al., 2010; Luján et al., 2013).
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Como podemos ver a continuación, al igual que los factores de riesgo, los de
protección también provienen de la familia, los iguales, el centro educativo o escuela
y la comunidad (Rodrigo et al., 2010; Gómez y Kotliarenco, 2010; Luján et al., 2013;
Musitu y Evaristo, 2017):

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 Familia: resiliencia del sistema familiar, calidez y apoyo, afecto y confianza básica,
colaboración y ayuda entre los miembros del sistema, estimulación apropiada y
apoyo escolar para los menores de edad, estabilidad emocional de los
progenitores, altas expectativas y buena supervisión con normas claras, relaciones
positivas con la familia extensa, grado de capacitación de los padres.

 Grupo de iguales de cada miembro de la familia: participación en actividades de


ocio constructivo, buena relación con compañeros que respetan las normas,
asertividad y comunicación interpersonal.

 Centro educativo de los menores de edad: buen clima escolar con normas claras
y vías de participación, altas expectativas sobre el alumnado, oportunidades para
participar en actividades motivadoras, tutores sensibles que aportan modelos
positivos.

 Comunidad: barrios seguros con viviendas apropiadas, relaciones de cohesión con


los vecinos, organización de la comunidad centrada en valores positivos, políticas
sociales que apoyan el acceso a recursos de apoyo a las familias, actividades de
participación en la comunidad.

Sin embargo, si existe un factor de protección capaz de ayudar a superar una


situación de crisis, incluso a una familia en riesgo psicosocial, ese es el apoyo social,
un proceso por el que los recursos proporcionados por las redes formales e
informales permiten cubrir necesidades tanto en situaciones cotidianas como de
crisis (Rodrigo et al., 2008).

Dada su importancia, a continuación, profundizaremos en la naturaleza de estas


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redes de apoyo. El apoyo social se divide en dos tipos de redes (Rodrigo et al., 2008
y Gómez, 2008):

 Redes de apoyo formal: implican la participación de profesionales que actúan


desde su posición unidireccional evaluando las necesidades de las familias

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mediante categorías establecidas que les permiten discriminar la necesidad del
servicio, que siempre se prestará según el reglamento oportuno y de manera
estandarizada. Por último, se valorará el éxito de la medida mediante criterios
objetivos de cara a orientar futuras actuaciones.

 Redes de apoyo informal: se componen por la red natural, es decir, familia


extensa, amigos, o vecinos, así como organizaciones de voluntarios e iniciativas
cívicas solidarias. Su principal característica es su carácter bidireccional, ya que se
intercambian las ayudas y los roles de las personas son complementarios en el
marco de un grupo social más o menos extenso. Ello contribuye al bienestar físico
y psicológico y al fomento de las capacidades emocionales y sociales. Igualmente,
favorece la creación de relaciones en un proceso constructivo que ayuda a
consolidar la identidad de los miembros y a generar un sentimiento de pertenencia
que da sentido al papel de cada persona en su desarrollo personal.

Ambas redes son complementarias y se pretende que las primeras propicien


el fortalecimiento de las segundas, de manera que se genere un movimiento
de apoyo cívico capaz de aportar nuevos recursos.

Además, las redes informales, al no requerir de la presencia de un profesional y ser


de carácter bidireccional, no afectan a la imagen que la persona tiene de sí misma y
su acceso se produce de manera natural. Es por ello por lo que deben ser las primeras
a las que se recurra, pues la participación de ellas no es solo la obtención de un
beneficio propio, sino la participación en un beneficio colectivo, con todas las
implicaciones positivas que ello conlleva para el solicitante (Rodrigo et al., 2008 y
Gómez, 2008).
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No obstante, en los casos de mayor riesgo psicosocial, en donde las redes sociales
informales son limitadas, el apoyo formal adquiere una especial importancia. Gracias
a los recursos institucionales, las familias en riesgo acceden a un programa de
prevención de futuras situaciones que les facilita una ayuda para las circunstancias

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inmediatas, les permite un acceso en futuras situaciones de crisis y las acompaña con
un seguimiento y evaluación profesionales (Rodrigo et al., 2008).

Así pues, dado que las familias con más riesgo son aquellas que más recurren al apoyo
formal, se hace necesario desarrollar un buen sistema de valoración del riesgo
psicosocial. Por ello, con carácter general, Rodrigo et al. (2010) proponen la siguiente
tabla de las situaciones familiares que requieren apoyo social:

Tabla 1. Situaciones familiares que requieren apoyo social. Fuente: adaptado de Rodrigo et al., 2010.
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En estas circunstancias, la intervención del apoyo social y la supervisión profesional


(Rodrigo et al., 2010):

 Ayuda al bienestar psicológico de los padres y madres.


 Mejora la situación educativa de los hijos.

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 Favorece la capacidad de los miembros de la familia para hacer frente a la
situación y protege del riesgo en el futuro, ya que previene el maltrato.
 Permite el acceso a la atención en momentos de crisis.

Precisamente, el papel de los profesionales es fundamental para el buen


funcionamiento del apoyo formal y para fomentar la creación de redes de apoyo
informal. En este sentido el profesional deberá facilitar el contacto con las
organizaciones de voluntarios, contribuir a crear redes de apoyo mutuo, identificar
aquellos recursos naturales de que las familias disponen y estimular su uso para
establecer vínculos de apoyo con personas fundamentales en el entorno de su
comunidad (Rodrigo et al., 2010; Luján et al., 2013).

3.5. Referencias bibliográficas

Ayala Nunes, L., Lemos, I. y Nunes, C. (2014). Predictores del estrés parental en
madres de familias en riesgo psicosocial. Universitas Psychologica, 13(2), 529-539.

Escartín Caparrós, M. J., Palomar Villena, M. y Suárez Soto, E. (1997). Introducción al


Trabajo Social II. Trabajo Social con individuos y familias. Editorial Aguaclara.

Gómez, E. y Kotliarenco, M. A. (2010). Resiliencia Familiar: un enfoque de


investigación e intervención con familias multiproblemáticas. Revista de Psicología,
19(2), 103-131.

Luján García, C., Pérez Marín, M. y Montoya Castilla, I. (2013). La familia como factor
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de riesgo y de protección para los problemas comportamentales en la infancia.


Familia, (47), 83-98.

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Musitu, G. y Evaristo Callejas, J. (2017). El modelo de estrés familiar en la
adolescencia. International Journal of Developmental and Educational Psychology,
1(1), 11-19.

Pérez Padilla, J. (2014). El estrés parental en familias en situación de riesgo psicosocial


[Tesis doctoral, Universidad de Huelva]. DPCES-Tesis. Tesis doctorales UHU.
http://hdl.handle.net/10272/8779

Rodrigo López, M. J., Máiquez Chaves, M. L., Martín Quintana, J. C. y Byrne, S. (2008).
Preservación familiar. Un enfoque positivo para la intervención con familias.
Ediciones Anaya.

Rodrigo López, M. J., Máiquez Chaves, M. L. y Martín Quintana, J. C. (2010).


Parentalidad positiva y políticas locales de apoyo a las familias. Orientaciones para
favorecer el ejercicio de las responsabilidades parentales desde las corporaciones
locales. Federación Española de Municipios y Provincias.
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Lecturas recomendadas
Perfil psicosocial de familias en situación de riesgo. Un estudio de necesidades con
usuarias de los Servicios Sociales Comunitarios por razones de preservación familiar

Menéndez Álvarez-Dardet, S., Hidalgo García, M. V., Jiménez García, L., Lorence Lara, B.
y Sánchez Hidalgo, J. (2010). Perfil psicosocial de familias en situación de riesgo. Un
estudio de necesidades con usuarias de los Servicios Sociales Comunitarios por razones
de preservación familiar. Anales de Psicología, 26(2), 378-389.
http://rabida.uhu.es/dspace/bitstream/handle/10272/6195/Perfil_psicosocial_de_fami
lia.pdf?sequence=2

En este artículo podréis encontrar la aplicación práctica de todos los contenidos


vistos a lo largo del tema y comprobar que la prevalencia de una serie de factores de
riesgo conforma un perfil sociodemográfico de familia muy característico, que a lo
largo de su ciclo vital será susceptible de necesitar el apoyo de la red formal (familias
monoparentales con más de dos hijos, encabezadas por una persona adulta con bajo
nivel de estudios y en situación de desempleo o inestabilidad laboral). Estas familias
no solo requerirán el apoyo de diversos recursos, sino que, además, corren el riesgo
de que su situación se cronifique o se «herede» dentro del sistema familiar (que pase
de padres a hijos). Por lo tanto, es fundamental que, como profesionales de la
intervención social, estemos familiarizados con este perfil familiar para poder
planificar una actuación eficaz e integral.
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Predictores del estrés parental en madres de familias en riesgo psicosocial

Ayala Nunes, L., Lemos, I. y Nunes, C. (2014). Predictores del estrés parental en madres
de familias en riesgo psicosocial. Universitas Psychologica, 13(2), 529-539.
https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=4966656

Al comienzo del tema hemos visto que los factores de riesgo elevan
considerablemente el estrés parental y cómo este fenómeno puede contribuir a la
disfuncionalidad del sistema familiar. Por ello y dada su importancia, en el artículo
propuesto las autoras analizan cómo se relaciona este estrés con el riesgo psicosocial
de la familia y con la percepción que tienen las madres de sus propias competencias
parentales. En el artículo se describe la investigación que realizaron a tal efecto, que
fue pionera en su ámbito y que permite comprender mejor los modelos parentales
de esta tipología de familias.
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Otros recursos

Lecciones magistrales

Las funciones de la familia

En esta clase, el Prof. Luis Ayuso presenta las peculiaridades que tiene en España la
solidaridad familiar. Dicha articulación es la base de nuestro sistema de bienestar y
ello se ve reflejado a la hora de gestionar los cuidados, el empleo o el desempleo, la
inversión educativa, etc.

Accede a la lección magistral a través del aula virtual

Familias y crisis. La situación de las familias vulnerables e implicaciones para la


reflexión-acción

En esta clase, la Prof.a Eva María Juan Toset presenta las principales aportaciones
sobre los sistemas de protección social en las familias poscrisis, así como una
aproximación a las formas emergentes de vulnerabilidad social en las familias y los
aspectos más relevantes que se aprecian en las estrategias de reproducción de los
factores de exclusión social en los hogares.

Accede a la lección magistral a través del aula virtual


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Webs

Servicio de Atención a Familias Reconstituidas – UNAF (Unión de Asociaciones


Familiares)

Unión de Asociaciones Familiares (UNAF). S. f. Somos familias reconstituidas (blog).


https://blogfamiliasreconstituidas.unaf.org/

Como hemos visto a lo largo del tema, ser una familia reconstituida (formada por una
pareja en la que uno o ambos miembros tienen hijos de relaciones anteriores) puede
ser un factor de riesgo para el sistema familiar por diferentes causas: la posible
disparidad entre modelos educativos, la ambigüedad de roles de las nuevas parejas
de los progenitores, las posibles reacciones negativas de los hijos ante esa nueva
formación familiar, la falta de equidad en el trato, etc.

Por este motivo, la Unión de Asociaciones Familiares (UNAF), de ámbito nacional en


España, tiene un servicio específico de atención y apoyo gratuito para este tipo de
familias. En su página web podréis encontrar toda la información sobre este servicio:
a quién va dirigido, en qué consiste, cómo se lleva a cabo, etc.

A su vez, desde la asociación también ofrecen atención por correo electrónico para
cualquier consulta sobre familias reconstituidas, por lo que puede ser una buena
opción para incorporar a nuestra cartera de recursos como profesionales.
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Vídeos

Resiliencia: el dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional. Boris Cyrulnik

Aprendemos Juntos. (10 de diciembre de 2018). Versión Completa. Resiliencia: el dolor


es inevitable, el sufrimiento es opcional. Boris Cyrulnik [Vídeo]. YouTube.
https://www.youtube.com/watch?v=_IugzPwpsyY

La resiliencia como capacidad para adaptarse a los cambios o situaciones adversas es


un importante factor de protección no solo para cada persona o miembro de la
familia, sino también para el sistema familiar en su conjunto.

El neurólogo y psiquiatra francés Boris Cyrulnik es uno de los mayores expertos


mundiales en el desarrollo de la resiliencia y una de sus máximas es que tanto el
sostén familiar como disponer de un tejido de apoyo informal sólido son factores
determinantes para que una persona pueda desarrollar una actitud resiliente ante la
vida. En esta conferencia argumenta y explica sus hallazgos al respecto de un modo
muy sencillo, claro y didáctico, y por ello os animamos a su visualización.
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