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EL ATÚN Y EL BETÚN

IGNACIO SÁNCHEZ CÁMARA/

EL Gobierno autónomo vasco ha criticado al de Cantabria por mezclar el plan Ibarretxe con las bombas
de ETA. Ambos persiguen la autodeterminación y la independencia del País Vasco pero, sin embargo, no
tienen nada que ver. El presidente del Ejecutivo cántabro, Miguel Ángel Revilla, después de los atentados
terroristas en San Vicente de la Barquera y Ribadesella, había instado al lendakari a aparcar su plan y a
ayudar a enviar a ETA al abismo. En un alarde de ingenio negro, fuentes próximas a Ibarretxe instaban a
la clase política «a no confundir el atún con el betún» y a buscar soluciones entre todos. Mientras tanto,
sedes del Partido Socialista en el País Vasco continúan siendo atacadas. La verdad es que no es fácil
encontrar soluciones conjuntas entre los terroristas, los beneficiarios del terror y sus víctimas. Tal vez sea
sólo cuestión de diálogo.

El plan soberanista de Ibarretxe no deja lugar a dudas sobre su imposible encaje en la Constitución. Su
pretensión de que decidan los vascos (y las vascas, faltaría más) choca con el principio constitucional que
confiere la soberanía al pueblo español. Así que quienes tienen que decidir son los españoles (y, por
supuesto, las españolas). El problema para él, y para su partido y su gobierno, de coalición y con mayoría
minoritaria, es que ya no resiste ni siquiera la prueba de la coherencia. Uno está ya cansado de escuchar al
lendakari que su plan soberanista (por tanto, inconstitucional, por tanto ilegal), requeriría, por supuesto, el
cese de la «violencia». En realidad, quiere decir el cese de la actividad terrorista de ETA. Ahora bien, si
ETA comete atentados terroristas, como ha sido el caso en Asturias y Cantabria, está claro que no se dan
las condiciones que el propio Ibarretxe estableció para consultar, inconstitucional e ilegalmente, al pueblo
vasco. A menos que se trate de que los vascos (y las vascas) decidan con la pistola en la sien. Pero esto
debe de ser confundir el atún con el betún. Por lo tanto, la única posibilidad compatible con la veracidad y
la coherencia consistiría en retirar el citado plan hasta que ETA no deje de existir. Porque, estamos
seguros de que no hay nadie tan miserable como para pretender que baste con que ETA no actúe, es decir,
no asesine, durante las horas en las que se consulte a los vascos (y las vascas). El lendakari exhibe poco
apego a la Constitución por la que es lendakari. Al menos, debería exhibir un poco hacia su propia
palabra. Y también un poco de autocrítica porque de la persecución política que padecen en la región que
gobierna el PP y el PSOE le incumbe una buena parte de responsabilidad. No hay mejor plan para el País
Vasco que la erradicación del terrorismo. Lo demás, puede esperar. Incluso el plan.

Por lo tanto, no sólo es que el Gobierno regional cántabro mezcle, con toda razón, el plan Ibarretxe con
las bombas de ETA. Es que lo hizo el propio Gobierno regional vasco que preside Ibarretxe. Sólo cabe
esperar que un demócrata cabal y un hombre de palabra cumpla la que dio y retire su plan, si no por
fidelidad a la Constitución en la que se asienta su magistratura, sí al menos a la palabra dada. Es decir,
que tiene toda la razón Miguel Ángel Revilla al mezclar las bombas de ETA con el plan Ibarretxe. Si el
PNV rechaza los medios violentos para obtener objetivos políticos, tiene una manera muy fácil de
demostrarlo: dejar de proponer objetivos políticos que se persiguen mediante procedimientos criminales.
Desde luego, no es nada difícil distinguir entre el atún y el betún.

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