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Ciudad

La ciudad se lo trago, eso fue lo que su madre me dijo cuándo la llame por telefóno. Sabía
que el y ella nunca se habían llevado bien, pero relogiosamente una vez por semana, los
miércoles a las 9 de la noche el la llamaba para hacerle un repaso de su vida. Sólo me
menciono una vez en esos repasos, como la persona que vivía con él, lo cual a ella no le
importo mucho.
Cuando lo conocí él era joven, nunca apuesto y arriesgado, solo joven. Pasaron años antes
de que algo pasara entre nosotros, la relación se mantenía en, el enaviaba sus poemas y yo
los corregía. En un principio poemas de amor, melosos, sin ninguna formula o gancho, de
esos poemas de adolescencia, luego después de su primera novia, poemas sobre la
depresión, su padre muere y su poesía se convierte en feliz de nuevo, se siente liberado de
un yugo. En esa época es cuando su relación con su madre se quiebra, descubre que es gay
y no solo eso también se droga, ella lo hecha de la casa y el se va a vivir con su amante,
diez años mayor y casado, heteroperverso según sus versos. Su amante le paga la
universidad y lo obliga a hablar con su madre, su poesía se vuelve cotidiana, mejora,
evoluciona con él. Un día los poemas cambian, de nuevo sobre la muerte, de nuevo la
tristeza, mezclada con el desamor, no se deja ver nada de lo que pasa en su vida, hasta que
escribe un poema larguísimo titulado “Las últimas treinta noches del crecimiento” poema
narrativo que cuenta como la metástasis se llevo a su amante, todo el mes que estuvo a su
lado y como ambos en vista del final cayeron de nuevo en las drogas “hacer del
final/finalmente/un comienzo” verso uno el amante, verso dos la relación, verso tres él.
El amante le dejo fortuna y casa, terminó sus estudios y se sintió vacío, cada vez las deogas
eran más fuertes, cada vez las fiestas más locas. Hasta que “un angel vestido de
vodka/lamio mi conciencia” poemas más tarde me entere que se había encontrado a una
niña abandonada y la había adoptado. Dejo de enviarme poemas por un año, todos los días
revisaba mi bandeja de entrada, y no llegó nada, nunca escribí yo, el trato no era ese. Hasta
que llegó un correo con un boleto de avión, ante la duda no supe que hacer, conocerlo en
persona por primera vez, abandonar lo que tenía por la aventura. Decidí que valía la pena,
la vida hasta ahora es una sola y vivirla nunca está de más.
En el aeropuerto me recibió una adolescente, calcule que tendría la edad de el cuando
empezamos a hablar, me dijo su nombre y bueno era la niña de sus últimos poemas, el
camino fue divertido, hablamos sin parar porque yo sabía todo, igual que ella. Cuando
estuve frente a la puerta, me entraron nauseas, he compartido una vida con la persona que
me espera al otro lado y nunca lo he visto.
La puerta se abrió y estaba él sentado, rodeado de gente la cual despacho al verme llegar.
Me invitó a comer, salimos, hablamos y me dijo que tenía una habitación lista para mí en su
casa, pregunto sobre mi vida, si tenía trabajo, esposo, hijos. Ante mi negativa de casi todas
las preguntas, me dijo que renunciara que ahora sería su editora a tiempo completo, que me
pagaría el triple de mi sueldo actual. Le dije que no era necesario la cantidad pero que
aceptaba el trabajo.
Y así es como llegaron dos fechas importantes a nuestras vidas, la primera cuando se fue
dejando todo su herencia en mis manos hasta que la niña pudiera decidir que hacer con su
mitad y esta noche donde según su testamento “cuando las torres hayan destruido el
recuerdo/cuando el cuerpo se convierta en memoria/ y la memoria en olvido/ le verso
romperá lo virtual/ y su carne se esparcirá por el mundo”.

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