Está en la página 1de 2

Fragmentos de la segunda meditación de Descartes

CON LA MEDITACIÓN DE ayer me encuentro sumido en tantas dudas, que no


puedo volver a olvidarlas (...). Sin embargo, me voy a esforzar y a intentar de nuevo
el mismo camino por el que entré ayer, removiendo todo aquello que admite la más
mínima duda, de la misma manera que si lo hubiera encontrado por completo falso;
voy entonces a seguir avanzando hasta que conozca algo cierto o, si no hay más,
hasta que conozca al menos eso mismo de manera cierta, que no hay nada cierto.

¿Qué será entonces verdadero? Tal vez sólo esto: que nada es cierto

Pero ¿de dónde sé yo que no hay nada diverso de todas estas cosas que acabo de
reseñar, y de lo cual no haya la más mínima ocasión para dudar? ¿No habrá acaso
algún Dios, o con cualquier nombre que lo llame, que me haya introducido estos
mismos pensamientos? Sin embargo ¿por qué pienso esto, cuando tal vez yo
mismo pueda ser el autor de ellos? Entonces ¿al menos yo no soy algo? Pero ya
negué que tuviera algún sentido y algún cuerpo. Sin embargo dudo; porque ¿qué se
sigue de ahí? ¿Estoy acaso tan atado al cuerpo y a los sentidos que no puedo ser
sin ellos? Pero me he persuadido de que no hay nada en absoluto en el mundo,
ningún cielo, ninguna tierra, ningunas mentes, ningunos cuerpos; ¿y acaso también
de que yo no soy? Por el contrario, yo ciertamente era si me he persuadido de algo.
Hay sin embargo un engañador, no sé quién, sumamente poderoso y astuto que con
habilidad me engaña siempre. Por lo tanto, no hay duda de que yo también soy si
me engaña; y que engañe cuanto pueda, que sin embargo nunca hará que yo sea
nada mientras yo esté pensando que soy algo. De tal manera que, muy bien
ponderadas todas las cosas, hay que llegar a establecer que este pronunciamiento,
Yo soy, yo existo, es necesariamente verdadero cuántas veces es expresado por mí,
o concebido por la mente.

¿Puedo acaso afirmar que tengo aunque sea lo mínimo de todas esas cosas que
acabo de decir que pertenecen a la naturaleza del cuerpo? Presto atención, pienso,
le doy vueltas, nada se presenta; me fatigo repitiendo en vano lo mismo. ¿Y qué hay
de aquello que le atribuía al alma, como nutrirse o caminar? Puesto que ya no tengo
cuerpo, esas cosas en verdad no son más que ficciones. ¿Sentir? Pero esto
tampoco se hace sin cuerpo, y me ha parecido sentir muchas cosas en sueños, que
luego me he dado cuenta que no había sentido. ¿Pensar? Aquí sí encuentro: el
pensamiento es; sólo a él no puedo arrancarlo de mí. Yo soy, yo existo; es cierto.
Pero ¿cuánto tiempo? Únicamente mientras pienso; porque también podría suceder
que, si me abstuviera de todo pensamiento, ahí mismo dejara por completo de ser.
Ahora no admito sino lo que sea necesariamente verdadero. Porque de manera
precisa sólo soy cosa pensante, esto es, mente, o ánimo, o intelecto, o razón,
palabras cuya significación me era desconocida. Soy entonces cosa verdadera, y
verdaderamente existente; pero ¿qué cosa? Lo he dicho: pensante.

Empero ¿qué soy entonces? Cosa pensante. ¿Qué es eso? A saber, que duda, que
entiende, que afirma, que niega, que quiere, que no quiere, que imagina también y
que siente.
¿Qué es lo que puede decirse que está separado de mí mismo? Porque es tan
evidente que yo soy el que duda, el que entiende, el que quiere, que no hay nada
por medio de lo cual se· explique con más evidencia. Ahora bien, yo también soy el
mismo que imagina; porque, aunque tal vez, como he supuesto, ninguna cosa
imaginada sea verdadera, sin embargo la fuerza misma de imaginar existe en
verdad y hace parte de mi pensamiento. Finalmente, yo mismo soy el que siento, o
el que me doy cuenta de las cosas corporales como por los sentidos; es claro que
ahora veo luz, oigo ruido, siento calor. Estas cosas son falsas, porque estoy
dormido. Pero ciertamente parece que veo, oigo, siento calor; esto no puede ser
falso, esto es propiamente lo que en mí se llama sentir; y esto, tomado así con
precisión, no es otra cosa que pensar.

También podría gustarte