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KAREN LICETH CUAJI ULTENGO

Trabajo participativo
Comunicación

El COVID 19, al llegar a nuestros mundos creo que nos dio un giro de 360° a
nuestras vidas, no solo por el hecho de cambiar nuestros hábitos sino también
porque, el miedo se apodero de nosotros, la incertidumbre y el desespero.
A mi como a la mayoría me toco dejar mi lugar de residencia durante los
comienzos de la pandemia, por salud, tanto como por cuidarme a mi y a mi
familia y así mismo por economía. Pandemia todo cerrado, pandemia no hay
trabajo, Pandemia no dejaban entrar ni salir personas, alimentos ni utensilios
al menos mientras se lograba adecuar un plan o la manera de seguir adelante
durante esta situación tan difícil que nos cambió para siempre porque al
parecer llego y para quedarse; al salir de mi sitio de residencia que en ese
entonces era en la Plata – Huila.
Muchos sucesos empezaron a salirse de mis manos, pues hacia un mes antes
de pandemia perdí a mi madre por la enfermedad más cruel y silenciosa como
lo es el Cáncer, devastada decidí seguir adelante por muy duro que fuese la
situación y como si fuera poco, la cereza que le hacía falta al pastel, una
pandemia que iba a dejar a muchas personas sin familia o incluso arrebatarle
sus propias vidas. Me fui a vivir con una familiar (tía) a una vereda de Paicol
– Huila; Donde me recibieron muy amables y con toda disposición de
ayudarme y darme hospedaje el tiempo que fuese necesario, allí permanecí
cuatro meses, pero la depresión no dejaba que mi vida continuara y tampoco
podía en ese entonces buscar otro rumbo porque estábamos durante el pico de
pandemia donde la gente se asusta y no razonaba bien y los problemas se
hacen un poco mas grandes de lo que ya lo son, no me dejaban salir y si salía a
donde quiera que fuera dudarían en dejarme entrar por el hecho de que tan
cruel virus iba camuflado el algunas personas que se veían sanas e inmunes,
los famosos asintomáticos.
Me decidí a que la vida en algún momento tenía que seguir y que tarde o
temprano las personas se tenían que acostumbrar a vivir así, a buscar nuevos
métodos y formas de adaptarse a esta nueva forma de vida que llevaríamos de
ahí en adelante, emprendí mi rumbo con maletas y con todo mi ánimo, fe y
esperanza a buscar un nuevo comienzo a hacer mi vida, porque, eso es lo que
dicta y predomina la sociedad para ser útil a ella misma, aunque en ese preciso
instante no era mi deseo seguir. Pero la sociedad lo empuja si no quieres
retroceder tienes que avanzar y sé, estoy completamente segura que no soy la
única a la que le pasa porque en este mundo hay muchas personas que
caminan sin un rumbo, que respiran pero viven, que están pero no sienten y
que duermen pero no descansan, hay muchas personas que te las encuentras en
la calle pero lo que ves es el cuerpo, porque el alma y la vida que quieren vivir
está perdida, sin luz y así van caminando como zombis en la oscuridad y la
tiniebla de la incertidumbre.
Volví a mi hogar de origen, a enfrentar mi pasado a pararme frente a frente
con la realidad, de que, ahora estaba sola y que lo que yo no hiciera por mi
nadie más lo haría, a hacerme cargo de una pequeña finquita que nos dejo mi
madre a mí y a mis hermanos donde no imagine que sin ella la luz de esa casa
y esa finca también se había apagado, donde esos cultivo fértiles de donde
sacábamos para mantenernos al igual que nosotros sintieron su partida y ya no
eran igual, sus hojas verdes oscuras y frescas ahora eran amarillas, con grietas
y se caían con el viento como si fuese otoño pero era invierno en ese entonces;
que hice si no quería hundirme en una depresión donde quisa hubiese sido
imposible salir; Me fui para el pueblo busque trabajo y arrende una pequeña
pieza donde me acomode con lo poco y nada que tenía, el trabajo era en una
panadería medio tiempo porque en pandemia las cosas no eran tan fáciles y la
gente apenas estaba dispuesta a volver a empezar, y así fui emprendiendo
poco a poco, escalón por escalón de nuevo y una vez seguí decidí ya no parar.

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