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UNIVERSIDAD NACIONAL EXPERIMENTAL

DE LOS LLANOS OCCIDENTALES


“EZEQUIEL ZAMORA”
UNELLEZ

La universidad que siembra


VICERRECTORADO DE PRODUCCIÓN AGRÍCOLA
PROGRAMA CIENCIAS SOCIALES Y JURÍDICAS
SUBPROGRAMA DERECHO
GUANARE-PORTUGUESA

LA MUERTE

DERECHO CIVIL IV (FAMILIA Y SUCESIONES)

BACHILLER C.I
María Inés. Vetancourt 22.090.079
4to año de Derecho semipresencial
Sección “B”
Facilitador: Freddy Vargas

Guanare, Agosto de 2022


Sin duda alguna, la muerte es inevitable y a pesar de su real existencia,
muchos tendemos a negarla y a despreciarla, en efecto, pareciera como si el
proceso del morir y el momento de la muerte fueran momentos trágicos para la
persona que se está yendo y también para sus seres queridos, no obstante, en
cada momento de nuestro ciclo vital nos encontramos con sucesos dolorosos,
con pérdidas que varían en intensidad y durabilidad, el problema radica en
nuestro afán por evadir esa realidad, en dejarla como algo incomprendido, en
concebirla como algo peligroso y muchas veces hasta morboso. De allí que, la
muerte es un hecho que por ser seguro pero a la vez imprevisible genera temor
y enigma en el ser humano, siendo fuente de reflexiones en el hombre, ahora
bien, desde el punto de vista jurídico, la muerte constituye de forma directa el
fin de la personalidad jurídica del ser humano, sin embargo, se precisa de la
ciencia médica para determinar el instante exacto en que tal pérdida acontece,
pues una diferencia de momentos puede ser determinante a los efectos
jurídicos, con inclusión de los sucesorios, pues, se distingue así desde la
perspectiva médica la noción de muerte clínica, como la cesación definitiva de
las funciones vitales, de la muerte cerebral o encefálica, que se traduce en la
cesación de la actividad cerebral en forma irreversible, no obstante que puedan
mantenerse artificialmente las funciones vitales, generalmente a efectos de
trasplantes de órganos, aunque esta última noción pudiera ser considerada
para ciertos problemas jurídicos, inclusive de orden sucesorio, y de allí la
importancia de la distinción.

En efecto, con la muerte se extingue la personalidad y desaparece el sujeto


quien era titular de deberes y derechos; aquellos susceptibles de contenido
patrimonial o pecuniario, en principio, no se extinguen con él, sino que son
trasmisibles a los herederos a través del mecanismo de la sucesión, de hecho,
la muerte significa la desaparición de la personalidad civil de la persona, o
dicho en otro modo, el término final de su capacidad jurídica, la misma extingue
la personalidad del individuo humano, de allí que ciertamente desde un punto
de vista jurídico la muerte puede definirse como la extinción de la personalidad
jurídica del ser humano, la cual se presenta como un hecho jurídico, es decir,
como un acontecimiento de la naturaleza que produce efectos jurídicos,
inclusive, el principal efecto jurídico, como es obvio, es culminar con la
subjetividad jurídica del ser humano. Cabe destacar que, la muerte debe ser
debidamente constatada, verificada y certificada, todo ello genera el proceso de
probar la muerte no solo desde el punto de vista médico sino también desde la
esfera legal, de allí que, desde el punto de vista médico debe ser llevado a
cabo mediante diversos indicios que conllevan a la certeza de la misma, en el
cual cabria mencionar el electroencefalograma, en virtud de que, mediante un
registro electroencefalográfico plano en una persona en coma traduce ausencia
de actividad cerebral, y por tanto es evidencia de muerte desde el punto de
vista legal, asimismo puede ser diagnosticado a partir del reflejo de las pupilas
pues, la capacidad de reacción de la pupila a los estímulos luminosos, la
velocidad de esta reacción, el grado de dilatación o de contracción de la pupila
o la ausencia de respuesta frente a diversos estímulos, son importantes
indicios clínicos que orientan a los facultativos en el diagnóstico de la muerte,
pues si bien la reacción nula de la pupila a la luz es prueba de muerte, es por
ello que, la prueba médica de muerte debe ser suministrada por un medico
con título universitario, en provisión nacional cuya certificación debe ser por
escrito donde se precise con certeza la causa de la muerte, no obstante desde
el punto de vista legal la prueba por excelencia es el Certificado de Defunción.

En cuanto a los efectos Jurídicos de la muerte sabemos que, con la muerte


se extingue la personalidad y desaparece el sujeto quien era titular de deberes
y derechos; es decir, genera como efectos la pérdida de la subjetividad jurídica
y, por tal, comienza la protección de la personalidad pretérita, la apertura de la
sucesión y los actos de última voluntad, la transmisión de los derechos de
contenido patrimonial, la extinción de los derechos de matiz personal, cuando
el hombre fallece se extingue su subjetividad jurídica y con él los derechos
personalísimos, pero los derechos de contenido patrimonial o pecuniario en
principio no se pierden, sino que se transmiten por vía del mecanismo de la
sucesión hereditaria. Es de saber que, el derecho regula no solamente las
relaciones jurídicas de los vivos, si no que después de la muerte también se
producen consecuencias jurídicas que han de ser reguladas, como todos bien
sabemos, pues es justamente en ese escenario donde entran en acción la
conmoriencia y la premoriencia, la primera refleja una presunción que se
denomina iuris tantum, es decir, en el lenguaje jurídico significa que admite
prueba en contrario, una presunción legal es una ficción que hace el derecho a
través de la cual se atribuye una consecuencia determinada a un hecho
concreto, de allí que, existen dos tipos de presunciones legales en derecho,
las que admiten prueba en contrario y las que no, que son las
denominadas iuris et de iure, lo que implica que se presumirán ciertas
consecuencias, pero siempre se puede probar lo contrario, es decir, la
conmoriencia, implica que en el caso de que dos personas llamadas a
sucederse (como pueden ser un padre y un hijo) fallezcan en el mismo acto, el
derecho presume que han muerto al mismo tiempo y no ha lugar a la
transmisión de derechos hereditarios del uno al otro, de esta manera, nos
encontramos con que deben darse dos presupuestos para que se presuma la
conmoriencia; en primer lugar, por expresa disposición legal, las personas
fallecidas deben estar llamadas a sucederse entre sí; en segundo lugar, la
existencia de un estado de duda acerca de quién ha muerto primero, pero,
como hemos dicho, la conmoriencia admite prueba en contrario, es decir,
puede probarse que uno de los sujetos ha muerto primero, esto es, puede
probarse la premoriencia de uno de ellos. Por tanto, en caso de que se pueda
saber de manera fehaciente que uno de los sujetos falleció antes que el otro,
deberá probarse y estaremos ante un supuesto de premoriencia.

En referencia a la no presencia y la ausencia, cabe señalar que, las mismas


son dos instituciones distintas que coinciden en proveer a la protección de
determinadas personas que se encuentran impedidas de obrar por sí mismas,
debido al hecho de no hallarse en un determinado lugar, unido a otras
circunstancias que varían según se trate de no presentes y ausentes, es decir,
el no presente es la persona que no se encuentra en el país en un momento
dado, sin que exista motivo legal para dudar de su existencia. En concordancia,
nuestro Código Civil en su artículo 417 manifiesta que, “Cuando sea
demandada una persona no presente en el país y cuya existencia no esté en
duda, se le nombrará defensor, si no tuviere quien legalmente la represente. Lo
mismo se hará cuando haya de practicarse alguna diligencia judicial o
extrajudicial para la cual sea impredeterminable la citación o representación del
no presente. El defensor no podrá convenir en la demanda ni transgredir si no
obtuviere el dictamen favorable y conforme de dos asesores, de notoria
competencia y probidad que, para estos casos, nombrará el Tribunal de
Primera Instancia de la jurisdicción en donde curse el asunto, a petición del
defensor”, de tal manera que, la norma transcrita supra contempla dos
hipótesis siendo esta que la persona jurídica individual, cuya existencia no está
en duda, no se encuentre presente en el país y sea demandada, y que haya
necesidad de practicarse alguna diligencia judicial o extrajudicial para la cual se
requiera su citación.
Por su parte, la ausencia tiene como característica la duda acerca de que la
persona existe todavía o ha muerto ya, por lo que resulta necesario que esta
duda resulte de los hechos determinados por la ley, ósea, la ausencia es la
condición de la persona física cuya existencia es incierta debido a
determinados hechos señalado por la ley; de allí que el régimen ordinario de
ausencia se distingan en tres fases o etapas que suceden a medida que
aumenta la probabilidad de la muerte y en las cuales se pasa de la protección
predominante de los intereses del ausente a la protección predominante de los
intereses de las personas cuyos derechos dependen de la muerte del ausente,
en efecto el interés que representa la institución en estudio es evidente, pues,
el Derecho debe intervenir en caso de duda sobre la existencia de la persona
natural, toda vez que si bien no existe certeza en la muerte a fin de considerar
sus radicales efectos, de allí que el orden jurídico contenga disposiciones
reguladoras de tal situación, que se acercan más a la protección de los terceros
a medida que el tiempo avanza y se hace menos probable que el ausente
regrese. En consecuencia, y como lo mencione anteriormente, el Código Civil
venezolano regula el régimen ordinario o procedimiento de ausencia en tres
etapas que comienzan con la protección de los bienes del presunto ausente,
continúa en segundo término con la posesión provisional de los bienes del
ausente y desenlaza en la posesión definitiva por parte de los herederos, de los
bienes del presunto muerto, tales etapas son tres la presunción de ausencia; la
declaración de ausencia y la presunción de muerte todos ellos responden a la
idea lógica de que con el transcurso del tiempo se incrementa la posibilidad de
la muerte. Ahora bien la ausencia presunta, según Prevé el artículo 418 del
Código Civil: “La persona que haya desaparecido de su último domicilio o de su
última residencia, y de quien no se tengan noticias, se presume ausente”. En
consecuencia, la ley presume ausente al individuo cuando se dan las
circunstancias consagradas en la citada norma que la persona haya
desaparecido de su última sede jurídica; y que no se tengan noticias de la
persona, en primer término, se precisa que la persona haya desaparecido de
su sede jurídica, esto es, del lugar en que la ley considera ubicada a una
persona para ciertos efectos jurídicos, la norma se refiere a que el sujeto haya
desaparecido de su último domicilio o residencia, sin embargo, en tal caso no
se están considerando tales nociones en su sentido técnico , sino que lo que ha
querido denotar el Legislador es la clara desaparición del sujeto en general de
su sede jurídica, esto es, del atributo territorial o especial de la persona, no
tiene, pues, en la norma indicada la expresión domicilio o residencia, un sentido
subsidiario, en el que se deba agotar primeramente la principal sede jurídica
(domicilio) para seguir a la sede subsidiaria o menos estable (residencia) , sino
que lo importante será que el sujeto en modo alguno se encuentre o se ubique
ni en su domicilio, ni en su residencia, ni en algún paradero. Efectivamente, la
ausencia supone una presunción iuris tantum que puede ser desvirtuada en
cualquiera de sus etapas procedimentales, bien sea con la prueba de la
existencia o de la muerte, por otra parte, es fundamental la carencia de noticias
, pues al margen de la determinación o ubicación territorial del sujeto, lo que
marca la incertidumbre sobre la existencia es precisamente la falta de noticias,
bien puede acontecer que alguien desaparezca de todas sus sedes jurídicas y
que no se sepa con exactitud donde se ubica, y sin embargo, la noticia cierta
sobre su existencia despeja la duda de su muerte.
En cuanto al tiempo que ha de transcurrir a los fines de la presente fase, no
establece la ley un lapso a objeto de considerar la desaparición, por lo que ha
de concluirse que debe tratarse de un período que se considere superior al
normal, lo cual ciertamente dependerá de las circunstancias particulares de
cada persona, de allí que, ha de tratarse de un tiempo superior al que puede
considerarse razonablemente normal, de modo que pueda caber incertidumbre
sobre su existencia, en caso de ausentes mayores de edad el Tribunal
competente será en principio el Juzgado Civil ordinario ,si se trata del régimen
ordinario de ausencia; en tanto que los Juzgados de Municipio serán
competentes en caso del régimen especial de presunción de muerte por
accidente. Por lo que es necesario que en la respectiva solicitud se refiera la
indicación del lugar correspondiente al último domicilio o, en su defecto, la
residencia del ausente a los fines de la determinación de la competencia del
Tribunal, si dicho domicilio o residencia no se ubica en el país, con la
respectiva sentencia se podrá promover en la República el exequátur y,
posteriormente, las reclamaciones sucesorias a que haya lugar, asimismo de
conformidad con el artículo 419 del Código Civil, la solicitud de presunción de
ausencia corresponde a los interesados y a los herederos presuntos;
legitimación activa que se mantiene en el resto de las fases del proceso.
Se indica que esta primera fase de la presunción de ausencia supone un
procedimiento no contencioso o de jurisdicción voluntaria donde no se plantea
contradictorio alguno, sino que se provee a la administración de los bienes del
presunto ausente. Se desprende de los artículos 418 al 420 del Código Civil
que la presunción de ausencia, constituye un procedimiento no contencioso o
de jurisdicción voluntaria, destinado únicamente a salvaguardar los intereses
del sujeto que no ha constituido apoderado a los fines de su representación y
administración de su patrimonio. En base a su efectos, mientras dura la
presunción de ausencia básicamente se pretende proteger al ausente aunque
con ello resulten beneficiadas también otras personas, y las medidas varían
según se haya dejado o no apoderado, de tal manera que, esta fase es
puramente en interés del ausente, porque trata de conservar el patrimonio de
éste, evitando perjuicios graves que pueda sufrir con la demora, así pues,
tratándose de sus efectos debemos considerar el artículo 419 del Código Civil,
la misma cesa con la prueba de la existencia del presunto ausente; con la
prueba de la muerte del presunto ausente y con la sentencia definitivamente
firme que declara la ausencia (declaración de ausencia).
Seguidamente tenemos, ausencia declarada, cuyo supuesto según el
artículo 421 del Código Civil presupone que hayan transcurrido dos años, de la
ausencia presunta, si el causante no dejó mandatario para la administración de
sus bienes o tres años para el caso de que se dejara mandatario, se trata de
una etapa con efectos más definidos y permanentes que la anterior, y aun
cuando continúa la situación de expectación, el Legislador considera que se
constituye en un estado más permanente que amerita tomar medidas más
acordes, esto porque la etapa anterior de “presunción de ausencia” se
encamina a la defensa de los intereses del ausente y a mantener su
patrimonio, mientras que la declaración de ausencia tiene una finalidad distinta
pues se orienta mayormente por los intereses de los herederos del ausente,
cuyo procedimiento está contenido en los artículos 421 al 425 del Código Civil,
destacando los siguientes: Artículo 422 “Acreditados los hechos que expresa el
artículo anterior, el Juzgado ordenará que se emplace a la persona de cuya
ausencia se trata para que comparezca o dé aviso, en forma auténtica, de su
existencia, en el lapso de tres meses. Este emplazamiento se hará por medio
de publicación en un periódico, repetida cada quince días durante el lapso de
comparecencia”; Artículo 423 “Si transcurrido el lapso de la citación, no
comparece el ausente ni por sí ni por apoderado, ni da aviso en forma auténtica
de su existencia, el Juzgado le nombrará un defensor con quien se seguirá
juicio ordinario sobre la declaración de ausencia”; Artículo 424 “En cualquier
estado del juicio, se le declarará terminado al comparecer el citado u obtenerse
en forma auténtica noticia de su existencia. La sentencia que cause ejecutoria
se publicará también en un periódico. En efecto, la presente fase de
declaración de ausencia, responde formalmente a un procedimiento
contencioso, toda vez que el artículo 423 del Código Civil le concede
formalmente a este proceso todas las garantías procesales de un juicio
ordinario, inclusive desde la contestación de la demanda, una vez nombrado el
defensor judicial. Dada la importancia de la materia en juego, y a los fines de
que tenga conocimiento del proceso el ausente, se prevé un sistema de
publicidad amplio y especial, con emplazamiento por carteles cada quince días
durante tres meses, según el artículo 422 eiusdem. Por otra parte, la referencia
a la legitimación también demuestra que estamos ante un procedimiento
contencioso o contradictorio, pues el artículo 421 eiusdem señala: “los
presuntos herederos ab-intestato y contradictoriamente con ellos los herederos
testamentarios.
En cuanto a sus efectos, debemos considerar los artículos 426 al 433 del
Código Civil, los cuales podemos resumir así: Apertura de los actos de última
voluntad del ausente, ejecutoriada la sentencia que declare la ausencia y a
solicitud de cualquier interesado; La posesión provisional de los bienes del
ausente por parte de sus herederos, si éste hubiere muerto el día de las últimas
noticias de su existencia o los herederos de aquéllos pues, la principal finalidad
de la declaración de ausencia estriba en obtener la posesión provisional de los
bienes del ausente, posesión que tiene lugar una vez ejecutoriado el fallo que
ha pronunciado aquélla y a instancia de los herederos del ausente; el ejercicio
provisional de los derechos sobre los bienes del ausente, donde también todos
los que tengan sobre los bienes del ausente, derechos que dependan de la
condición de su muerte, están autorizados para solicitar en juicio contencioso
con los herederos, que se les acuerde el ejercicio provisional de los mismos; la
liberación provisional de las obligaciones que dependan de la muerte del
ausente; la disolución de la comunidad conyugal, no obstante subsistir el
vínculo matrimonial, esto, pues, de conformidad con el artículo 173, apartado
segundo del Código Civil, la ausencia declarada constituye una de las causas
de la disolución de la comunidad de gananciales y la posibilidad de obtener
pensión alimenticia en caso necesario por parte del cónyuge del ausente, que
se determinará por la condición de la familia y la cuantía del patrimonio del
ausente. Esta etapa de declaración de ausencia presenta la misma forma de
cesación o culminación que indicamos respecto de la etapa anterior, esto es,
por la prueba de la existencia del ausente, por la prueba de la muerte de éste o
por la sentencia de presunción de muerte.
La presente etapa se denomina muerte presunta o presunción de muerte; se
traduce en la fase final del régimen de la ausencia. Su denominación tiene
lugar en razón de que el transcurso del tiempo y las circunstancias llevan al
Legislador a presumir, aunque no a asimilar, la muerte del ausente, en el
sentido de que se reducen notablemente las posibilidades efectivas de que el
ausente regrese o aparezca, presunción obviamente iuris tantum, pues, como
indicamos anteriormente, en cualquiera de las etapas del procedimiento,
incluyendo la presente, se podrá probar o acreditar la prueba en contrario, a
saber, la existencia o la muerte del ausente, siendo tal circunstancia una forma
de culminación del procedimiento, cabe distinguir dos supuestos en atención a
la norma indicada que hayan transcurrido más de diez años a partir de la
declaración de ausencia; o que el ausente tenga más de cien años de edad,
de hecho, la Ley no señala procedimiento especial en esta fase, a diferencia de
la declaración de ausencia, pero se indica que el Juez debe constatar la
procedencia de las circunstancias que permiten la presunción de muerte; es
obvio que, además de comprobar los presupuestos necesarios, el juez deberá
mandar a instruir las pruebas que crea conducentes, de allí que el Juzgador
tienda a comprobar el cumplimiento de los presupuestos necesarios a través de
diversos elementos probatorios a los fines de declarar con lugar la presunción
de muerte.

En la presente etapa se incrementa la incertidumbre sobre la existencia de


la persona y se aleja la esperanza de que el sujeto retorne, ello, sin lugar a
dudas, se refleja en los efectos de esta fase, entre los que suele citar la
posesión definitiva de los bienes y cesación de las garantías constituidas; se
podrá proceder a la partición y disponer libremente de los bienes; liberación
definitiva de las obligaciones que dependían del ausente y no se disuelve el
matrimonio y puede dar lugar a la ocurrencia del siniestro, además con la
declaración de presunción de muerte del ausente se procede a la partición y a
disponer libremente de los bienes, es lo mismo decir que la titularidad sucesiva
de los bienes existentes pasa ahora a manos de sus herederos. En cuanto a su
cesación si volviere el ausente o se probare su existencia después de la
posesión definitiva, según el artículo 436 del Código Civil, recobrará los bienes
en el estado en que se encuentren y si se descubriere de una manera cierta la
época de la muerte del ausente, los que en esa época eran sus herederos o
legatarios, o hubiesen adquirido algún derecho a causa de su muerte, o sus
sucesores, podrán intentar las acciones que les competan, salvo los derechos
que los poseedores hayan adquirido por prescripción o por percepción de frutos
de buena fe. En lo que respecta a presunción de muerte por accidente supone
la desaparición del individuo en circunstancias especiales que hacen aumentar
la presunción de fallecimiento, o, más precisamente, alejan con mayor
efectividad la posibilidad de que el ausente regrese dadas las particulares
condiciones de su desaparición, es decir, es una situación que se produce
inmediatamente después de la ocurrencia de algún siniestro, que arroje como
consecuencia la desaparición física de la persona, o resulta imposible
encontrarle y se tengan pruebas o indicios al menos, de la presencia de la
persona en el accidente, la misma se encuentra consagrada en el artículo 438
del Código Civil el cual dispone que, “Si una persona se ha encontrado en un
naufragio, incendio, terremoto, guerra u otro siniestro semejante, y a raíz de
éste no se ha tenido noticia de su existencia, se presume que ha muerto. Esta
presunción será declarada por el Juez de Primera Instancia del domicilio, a
petición de cualquier presunto heredero ab-intestato o testamentario, o de
quienquiera que tenga acciones eventuales que dependan de la muerte de
aquella persona, previa la comprobación de los hechos, la solicitud se publicará
por la prensa durante tres meses, con intervalos de quince días por lo menos,
pasado dicho período se procederá a la evacuación de las pruebas y a la
declaración consiguiente. Ahora bien, en este mismo contexto se ubica el
Derecho hereditario o Derecho sucesoral considerado como el conjunto de
normas jurídicas, que, dentro del Derecho Privado, regulan el destino del
patrimonio de una persona natural, después de su muerte, de tal manera que,
el Derecho Hereditario no es más que un conjunto de normas jurídicas
ubicadas dentro del Derecho Privado, que regulan el destino del patrimonio de
una persona natural, después de su muerte, en este sentido dispone el artículo
796 del Código Civil que la “Propiedad y demás derechos se adquieren y
transmiten por la ley, por la sucesión y por efectos de los contratos”, resultando
que la sucesión constituye uno de los modos de adquirir y transmitir la
propiedad y demás derechos, es así como, el Derecho hereditario viene
marcado por dos caracteres fundamentales, siendo su imperatividad y
solemnidad, en función de la primera se matizan otros principios sujetos a
estos, como la voluntad del causante cuando se imponen institutos como la
legítima, y la solemnidad, por su parte, se hace presente, en las formalidades
testamentarias, en los plazos perentorios para la aceptación de la herencia y la
solicitud del beneficio de inventario, ahora bien sobre su fundamento, se
considera que consiste en la necesidad no sólo moral, sino social, política y
económica, de que la muerte no rompa las relaciones jurídicas de quien
deja de existir, asegurando que ésta continuará vigentes a través de sus
herederos o causahabientes, a fin de proteger no sólo al difunto, sino a
quienes en vida de éste mantienen relaciones de derecho con él.

Por su parte, la herencia es la sucesión en todos los bienes del difunto y en


todos sus derechos y obligaciones que no se extinguen por la muerte, en
contrario el legado es una forma de sucesión mediante la cual el difunto deja un
bien o derecho a varias personas, en efecto estas suelen presentar diversas
diferencia entre las cuales vale anunciar que, la herencia es la totalidad de
bienes, derechos y obligaciones de una persona, que no se extinguen por su
muerte, mientras que, el legado es una disposición mediante la cual el testador
deja un bien o derecho concreto a una o varias personas determinadas,
asimismo los herederos pueden ser por voluntad del testador, herederos
voluntarios, o por ley, herederos legales, los legatarios solo pueden ser
designados por voluntad del testador en su testamento, los herederos son
sucesores a título universal, reciben la titularidad de todos los bienes y
derechos del fallecido en cambio los legatarios son sucesores a título
particular, solo reciben los bienes del legado. En base a la concurrencia de la
herencia y del legado es de notar que, en el proceso hereditario se impone
siempre que en la herencia concurran varios o un heredero; no obstante existe
comunidad hereditaria cuando sean más de uno los herederos llamados a una
sucesión; si concurren dos o más sucesores a adquirir una misma herencia, o
una parte de ella, se configura la llamada comunidad hereditaria; en virtud, la
comunidad hereditaria surge como consecuencia del llamamiento de varias
personas como sucesores a título universal; los herederos no lo son de cada
bien individualmente considerado, sino que todos son miembros de una
comunidad que posee la totalidad de los bienes del causante, por su parte en el
legado concurren todos aquellos sujetos que adquieren la sucesión.

Finalmente tenemos el momento de la sucesión, pues, el proceso sucesorio


precisa de otras etapas o momentos para configurar o consolidar su
adquisición en manos de los sucesores o herederos, de allí que se distingan
tres fases o momentos, a saber, apertura de la sucesión la cual marca el
instante preciso en que tiene lugar la transmisión universal del patrimonio del
difunto a los herederos, es el momento en que se inicia la transmisión del
patrimonio del causante, la delación es el llamado que se hace a raíz de la
apertura de la sucesión a aquellos que tengan vocación hereditaria, para que la
hagan suya, es decir, la delación difiere de la apertura de la sucesión98 y de la
adquisición, porque la primera implica solo el fenómeno de un patrimonio sin
titular y la segunda supone la sustitución del nuevo titular en dicho patrimonio;
mientras que la delación solo constituye «un llamamiento» legal o
testamentario a los efectos de la simple posibilidad o expectativa de adquirir la
herencia y finalmente, la adquisición de la herencia, es la que ocurre cuando el
sucesor acepta el llamado que se le ha hecho, transformándose en nuevo
titular y propietario del patrimonio hereditario.
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