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Hebreos 4.12 Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada
de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y
discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.
1. VIVA
“Viva” pues procede de un Dios viviente, está impregnada de su misma vida, y
también imparte vida.
2. Eficaz
En segundo lugar, la Palabra es eficaz. Cumple poderosa y fielmente los propósitos
de Dios. Posiblemente el autor tiene en mente aquel texto famoso de
Isaías 55.10–11 RVR60
Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que
riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra, y pan al
que come, así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que
hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié.
La Palabra no siempre actúa conforme a nuestras expectativas, pero siempre
cumple los propósitos de Dios.
Hace un diagnóstico acertado de nuestra condición humana, poniendo el dedo
en la llaga de nuestras enfermedades morales; a aquellos que creemos en ella
trae sanidad; a aquellos que la rechazan trae juicio y condenación.
Bien sea atendida por el hombre, bien sea descuidada, siempre es eficaz.
En un caso obra la salvación; en el otro trae juicio y condenación, a la vez que
vindica la justicia y coherencia de la revelación de Dios.
Es eficaz, pues, porque siempre cumple el propósito de Dios.
«La Palabra penetra en las partes más profundas y escondidas de la vida del
hombre y separa su vida animal más baja, con sus deseos, intereses y amores,
de su vida espiritual más alta, con sus aspiraciones de comunión con Dios»
6. “Discierne”.
La palabra griega del original, kritikos, significa “criticar” o “juzgar”, y sólo se
encuentra aquí en el NT.
Este término sugiere que discrimina y juzga los pensamientos y las intenciones
del corazón.
La Palabra de Dios, pues, penetra hasta los rincones más recónditos de nuestro
ser. Puede juzgar nuestros pensamientos antes que se conviertan en palabras, y
nuestras intenciones antes que lleguen a ser acciones.
Nada en la creación está escondido de la vista de Dios, sino que todo queda
expuesto delante de Él.
Nadie puede engañarle a Él pues es omnisciente.
Sus ojos disciernen donde hay hipocresía que otros no pueden percibir.
Nada escapa a su atención. De Él no podemos esconder nada.
En relación con el contexto podemos afirmar que Él sabe dónde hay verdadera
fe, y dónde sólo un asentimiento mental de los hechos.
Si no podemos engañar a Dios, mejor será que no tratemos de engañarnos a
nosotros mismos ya que un día tendremos que rendir cuenta ante el Señor en el
tribunal de Cristo.