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La antigua escuela de Tubinga, importante en la teología protestante de los siglos XVIII y XIX por
su concepto de "sobrenaturalismo bíblico", debió su surgimiento a Gottlob Christian Storr (nacido
en Stuttgart el 10 de septiembre de 1746 y muerto allí el 17 de enero de 1805).
Doctrina de Storr.
La ascensión de Storr a la facultad marcó el comienzo de una nueva época en la historia de la
teología de Tubinga. La ortodoxia luterana establecida allí a finales del siglo XVI había mantenido
un dominio ininterrumpido. La iglesia de Württemberg había permanecido fiel a su tendencia
bíblica, su posición pacificadora esencialmente y su deseo de unir la teoría teológica con la religión
práctica, tendencia que se debió especialmente a la influencia de Johann Brenz. En las
controversias de los siglo XVI y XVII los teólogos de Tubinga se habían alineado con la Fórmula de
Concordia, sin renunciar a su posición bíblico-práctica. A principios del siglo XVIII el canciller de
la universidad, J. W. Jäger (1702-20), basándose en el método de Johannes Cocceius, procuró
introducir un sistema de mayor vitalidad, siendo sus esfuerzos llevados más adelante por C. M.
Pfaff y C. E. Weismann, tendiendo Pfaff hacia la escuela de Georg Calixto y Weismann hacia la
de Spener y J. A. Bengel. No obstante, ni la escuela de Bengel ni la filosofía de Wolff pudieron
introducir una nueva fase de la teología en Tubinga, aunque el primero le impartió su tranquilo
estímulo bíblico. Mientras tanto, en la segunda mitad del siglo XVIII, la Ilustración comenzó a atacar
a todo el cristianismo positivo. Se hacía necesario ganar una posición que retuviera los elementos
inalienables de las antiguas verdades, a la vez que se cambiaban sus formas para ajustarse a las
nuevas influencias autoritativas. Tal fue el objetivo que Storr deseó y procuró cumplir.
Abandonando la subestructura ortodoxa, estimó que era posible un fundamento seguro para
la teología científica y dogmática sobre la sola autoridad de la revelación divina, tal como está
contenida en la Biblia, intentando derivar la verdad cristiana de esa fuente por la exégesis
gramatical e histórica y por la lógica sistemática. Procuró primero demostrar la autenticidad e
integridad de los escritos del Nuevo Testamento mediante evidencias históricas y la credibilidad de
los autores por su relación con los sucesos relatados, por sus puntos de vista característicos
identificados en los escritos y por la inevitable influencia controladora de partidarios y oponentes.
Esas Escrituras autenticadas proporcionan como resultado que recaiga sobre Cristo, en el sentido
más elevado, la autoridad de un embajador divino, sustentada por su perfecto pensamiento y
conducta ética, pero particularmente por los milagros divinos. De esta autoridad se sigue en orden
la verdad de su doctrina, la autoridad de los apóstoles y la verdad de su enseñanza, la inspiración
de los escritos apostólicos, y, finalmente, el reconocimiento de la inspiración del Antiguo
Testamento, ya que éste está atestiguado por hombres divinamente acreditados. Esta posición de
Storr se distinguía de la ortodoxia porque sustituía la inspiración de las Escrituras por la autoridad
de Jesús y sus apóstoles, porque hacía de la Escritura la única fuente, incluso el manual, de
enseñanza cristiana y porque derivaba no sólo la "fe humana" sino indirectamente también la "fe
divina" de la deducción histórica empírica, mientras que dudaba en atribuir la virtud de la evidencia
al "testimonio del Espíritu Santo." De la Ilustración difiere claramente por la manera en la que
empleó las pruebas históricas y lógicas al servicio del principio de autoridad. Tras el
establecimiento de la autoridad de Cristo y la Biblia, no necesitaba prueba interna añadida de la
verdad cristiana a partir de la razón o la experiencia. Pretendiendo tratar también razonablemente
en la autoridad atestiguada de la Escritura lo que la razón es incapaz por sí misma de establecer
sobre la naturaleza del caso, Storr profesa de esta manera un principio meramente formal de
autoridad, el sobrenaturalismo de la verdad cristiana, y un uso puramente instrumental de la razón.
Este sistema lo desarrolló admirablemente en Annotationes theologicæ ad philosophicam Kantii de
religione doctrinam (Tubinga, 1793; traducción alemana, 1794), en el que mantenía que quien
rechaza dar crédito a autoridades que tienen la ventaja de recibir experiencias especiales,
meramente porque sus enseñanzas no se pueden deducir sin ayuda de la razón, abandona el
punto de vista de la verdadera crítica. Al contrario, tales testimonios deberían ser considerados
seriamente, tan pronto como su eficacia moral queda firmemente establecida. Con respecto a lo
segundo, la fe cristiana histórica indudablemente sobrepasaba a la pálida y vacía creencia de la
razón pura. Storr también empleó el postulado de Kant de una armonía necesaria entre virtud y
felicidad, para justificar la unión del Nuevo Testamento de religión y moralidad.
Crítica de la doctrina de Storr; obras.
Storr no concedía lugar alguno a la influencia de ninguna filosofía, cualquiera que fuese, sobre el
contenido de la fe cristiana. Según él, la dogmática y la ética tienen simplemente que combinar los
resultados de la exégesis, lo cual era el resultado en gran medida, como F. C. Baur señaló, de una
serie artificial de pasajes de todas las partes del Antiguo y Nuevo Testamento, sin contemplar la
evolución genética de la verdad bíblica. Para él no hay escritos del canon sino sólo pasajes sin
discriminación de valor, lo que se debe a que el principio de unidad no es una autoridad orgánica
sino formal. Sobre la doctrina del pecado y la gracia el resultado de su obra parece ser una
simplificación semipelagiana y moderada del dogma, no satisfaciendo ni el interés religioso
profundo ni el científico. De esta manera rebaja la fe de la receptividad otorgada divinamente por la
gracia regeneradora a una relación moral humana autónoma, considerando al Espíritu Santo un
mero factor de ayuda que completa la actividad humana. Sobre la expiación basó la remisión del
castigo sólo en la obediencia pasiva de Cristo, aceptando incuestionablemente la equivalencia
formal de la pasión de Cristo con los pecados del mundo y deduciendo de la obediencia activa del
Salvador sólo los resultados positivos de su exaltación y la beatificación de sus hermanos. En
su cristología profesó estar de acuerdo con la ortodoxia sobre la vida de Cristo, pero evitó
la communicatio idiomatum, perdiendo de esta manera la verdadera encarnación del Logos y tal
vez aproximándose inconscientemente a una idea sociniana de la persona de Cristo. El sistema
dogmático de Storr está expuesto especialmente en su última obra importante Doctrinæ Christianæ
pars theoreticae sacris litteris repetita (1793; traducción alemana ampliada por K. C. Flatt, Stuttgart,
1803), que disfrutó de gran reconocimiento oficial en Württemberg. En exégesis combatió la
hipótesis de la acomodación, presentada por J. S. Semler y A. Teller. Sus principales obras críticas
y exegéticas son Neue Apologie der Offenbarung Johannis (Tubina, 1783); Zweck der
evangelischen Geschichte und der Briefe Johannis (1786), un estudio agudo y de largo alcance en
relación con los evangelios sinópticos, por el cual, según Baur, el estudio crítico del cuarto
evangelio recibió gran avance y Erläuterung an die Hebräer (1789), que contiene un tratamiento del
propósito de la muerte de Jesús.
F. G. Süskind; K. C. Flatt.
Friedrich Gottlieb Sökind (nacido en Neustadt-on-the-Linde el 17 de febrero de 1767 y muerto en
Stuttgart el 12 de noviembre de 1829), fue educado en Tubinga (1783-88), sucediendo a Storr
como profesor de dogmática (1798) y en 1805 como principal capellán de la corte y concejal
consistorial en Stuttgart, donde fue designado director del consejo para la educación superior en
1814. Como teólogo abordó la solución de los problemas básicos de la apologética dogmática,
mediante la aplicación de la filosofía y la exégesis. Se opuso firmemente a la filosofía
contemporánea de la religión expuesta por Kant, Fichte y Schelling, entrando finalmente hasta
cierto punto en acuerdo con la teología de Schleiermacher. Fue eminentemente el dialéctico de la
antigua escuela de Tubinga, pero estuvo enteramente falto del poder especulativo para captar la
unidad orgánica del punto de vista de una idea suprema. En su última posición oficial su resolución
"categórica y dictatorial" a veces provocó problemas, especialmente como redactor de la
impopular liturgia de Württenmberg de 1809, aunque fue un hombre de la mayor integridad y
mucho más exigente consigo mismo que con otros. Fue director de Magazin de Flatt (1803-12),
donde aparecieron muchos de sus artículos apologéticos y polémicos. Karl Christian Flatt (nacido
en Stuttgart el 18 de agosto de 1772 y muerto el 20 de noviembre de 1843), hermano menor de
Johann Friedrich, fue educado en Tubinga, viajando luego extensamente por Alemania y residiendo
durante algún tiempo en Gotinga. Durante este período se dedicó a la filosofía kantiana,
exponiendo el resultado en Philosophisch-exegetische Untersuchungen über die Lehre von der
Versöhnung des Menschen mit Gott (2 partes, Gotinga y Stuttgart, 1797-98), en el que mostraba
que la doctrina de la expiación resultante del sistema de Kant, por el que el perdón de pecados
está determinado por el grado de mejora moral, es no sólo la única razonable, sino la única basada
en el Nuevo Testamento. Esta idea le impidió ser profesor de teología en Tubinga en 1804,
supuestamente por exigencia de Storr. Sus ideas aparecieron en artículos esporádicos
en Magazin de Flatt. Con su llamada a Stuttgart como predicador y concejal consistorial supremo
en 1812 y con su nombramiento como director de educación superior en 1829 (que desempeñó
con la superintendencia general de Ulm), cesó su actividad literaria.