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El comercio actual depende más de las tecnologías digitales…

Comencemos por los cambios en la digitalización.

Hace unas décadas, la región exportaba con éxito productos básicos y algunos bienes
manufacturados, hasta que recibió duros embates de la era digital. En 2000, apenas uno
de cada 20 latinoamericanos estaba en línea, comparado con más de la mitad hoy día.
Posteriormente, entre 2000 y 2013, el comercio mundial de servicios en ALC se
duplicó (de US$64 mil millones a 128 mil millones), impulsado por internet.

Las nuevas tecnologías digitales están transformando los modelos de negocios para
permitir un incremento de las actividades transfronterizas que implican la gestión de
cadenas de valor, un mayor acceso a los mercados mundiales, el monitoreo remoto, y
más estrategias y operaciones comerciales. Este año se espera que las conexiones de
máquina a máquina den cuenta de más del 40% de las comunicaciones y los dispositivos
en todo el mundo. Las plataformas digitales, como Facebook, YouTube y WhatsApp,
unen a miles de millones de personas.

Para 2020, se prevé que unos 940 millones de compradores en línea de todo el


mundo gastarán casi US$ 1 millón de millones (US$ 1 trillion) en transacciones de
comercio electrónico y transfronterizas. Plataformas como eBay y
MercadoLibre permiten que las pequeñas y medianas empresas lleguen a nuevos
mercados. Datos de eBay muestran que casi el 100% de los vendedores chilenos que
están en línea exportan, en promedio, a 28 mercados distintos, mientras que el 18% de
las empresas exportadoras del mismo país que no comercian en línea exportan, en
promedio, a tan solo dos o tres mercados.

No obstante, todavía queda un largo camino por recorrer: apenas el 2% del comercio
minorista total se realiza por vía electrónica en ALC, muchísimo menos de lo que
ocurre en otras regiones, como Europa y América del Norte donde el promedio fluctúa
entre el 7% y el 8.7%. Esto obstaculiza nuestra capacidad de abrir nuevos mercados.

La región necesita entender los fundamentos detrás de este fenómeno para aprovechar la
revolución digital del comercio. Necesita más inversiones en infraestructura de
telecomunicaciones, gobiernos más transparentes y digitales, mejores marcos
regulatorios y de políticas, e invertir más en talento humano.

Estamos avanzando en la dirección correcta. Un mayor número de administraciones de


aduanas funciona ahora en plataformas digitales; nuestros puertos están empezando a
explotar los macrodatos para reducir sus costos; y los exportadores e importadores
pueden realizar sus trámites de exportación a través de ventanillas únicas electrónicas de
comercio exterior.
y está más fragmentado (pero es más global)
 

La segunda gran tendencia, relacionada con la digitalización, es la fragmentación de los


procesos productivos, tanto horizontal como verticalmente. Hace algunas décadas, una
empresa automotriz podía ser dueña de todos los insumos, desde las plantaciones de
caucho hasta las ensambladoras de asientos. Probablemente, también manejaba la
cadena de logística desde el punto de producción hasta el de distribución e, incluso, la
venta minorista.

Esto ya no es así.

Hoy en día, es más probable que los ingenieros trabajen en cubículos —coordinando
una red inmensa de proveedores en varios países o continentes— y no que recorran las
plantas de producción. Para muchas empresas, ingresar a esa red de cadenas globales de
valor es una cuestión de vida o muerte.

Formar parte de las cadenas globales de valor también representa una oportunidad para
diversificar las exportaciones -una aspiración clave de los países de ALC- así como
mejorar su participación en el comercio, aumentar la diversificación de su oferta de
productos y conocer los últimos adelantos en materia de inteligencia comercial y
tecnologías productivas.

Lamentablemente, ALC se encuentra rezagada en esta área tan crítica. Nuestras


investigaciones en el BID demuestran que el comercio intraindustrial —una buena
proxy o variable aproximada de las cadenas globales de valor— aumentó un 35% en
América Latina y el Caribe entre 1985 y 2010, mientras que se duplicó en los países de
la región de Asia-Pacífico en el mismo período. No sólo eso. Apenas el 15% del valor
agregado extranjero utilizado en la producción de exportaciones en ALC proviene de
otros países de la región, porcentaje que alcanza el 42% en Asia-Pacífico y 50% en
Europa.

Al brindar apoyo operativo a los países de la región, siempre pensamos cuál es el mejor
modo de ayudar a los gobiernos a diseñar políticas que ayuden a las firmas para que
aprovechen la revolución digital y se integren a las cadenas globales de valor. Creemos
que este es el camino para que América Latina y el Caribe pueda exportar más bienes y
servicios y con más valor agregado.

El productor de galletas de quinua puede adquirir su materia prima de un productor rural


de Ocola, en el sur de Bolivia, comprar sus hornos en Shanghái, sus máquinas
empaquetadoras en Milán, y obtener su certificación orgánica en un laboratorio del
norte del estado de Nueva York, conectándose al mismo tiempo con potenciales clientes
a través de ferias comerciales como LACFlavors, así como con plataformas digitales de
empresarios como ConnectAmericas. Los consumidores que buscan alimentos
saludables estarán dispuestos a pagar un sobreprecio por dichos productos. Bolivia
pasaría de exportar semillas de quinua a producir algo mucho más valioso

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