Colombia ha estado inmersa en diversos conflictos marcados por innumerables
vidas perdidas, arrebatadas y quebrantadas, pues es evidente que las decisiones y posturas políticas, sociales, religiosas, culturales e incluso territoriales ejercidas por grupos armados legales e ilegales han puesto en riesgo a todo el territorio nacional, sea este percibido de manera directa o indirecta, pues la guerra, las masacres y las muertes obtienen una visión subjetiva partiendo del relato de quien lo vive y quien lo percibe desde su cómoda realidad.
Según el registro único de victimas de conflicto armado nacional, Colombia cuenta
con 9’204.910 personas reconocidas como víctimas, dentro de las cuales no se hace complemente efectivo el cumplimiento de sus derechos desde su condición, mencionando que estas adquieren protección y garantía constitucional de cada uno de sus derechos como sujetos parte de la sociedad y victimizados por la misma, derechos que gracias al abandono gubernamental no se hacen efectivos pese a la priorización de su seguridad jurídica e integral.
El conflicto armado interno no es percibido por toda la población colombiana, pues
no la afecta de manera directa a su totalidad y por ello en muchas ocasiones sus consecuencias son percibidas de manera externa a la realidad de cada individuo, situación que comprende el ¿por qué? de la omisión de su importancia de erradicación y superación, pues situaciones como el desplazamiento forzado, la desaparición y el asesinato han impedido ser garantes de derechos como la dignidad y la justicia social.
El Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición garantiza la
transición del conflicto armado a la paz, esto mediante diferentes acciones en pro al goce efectivo de los derechos como víctimas y a su vez el crecimiento económico y social de la nación, propuestas que impiden su desarrollo efectivo gracias al poco alcance territorial y cultural, pues la ausencia gubernamental imposibilita el reconocimiento de víctimas y por ende de cada una de sus necesidades, problemáticas, riesgos y derechos vulnerados a través de las diferentes situaciones vividas. Por otro lado es preciso afirmar que dentro de esas 9’204.910 de personas víctimas del conflicto armado, un total de 255.815 pertenecen a población en condición de discapacidad, sea esta múltiple, auditiva, física, intelectual, mental o visual, lo que los sumerge en un nivel de vulnerabilidad doble, percibiendo que la problemática central no es la naturaleza de la discapacidad o de victima sino la inaccesibilidad y desconocimiento de servicios y derechos en pro a la superación, rehabilitación y solución de problemáticas nacientes de estas condiciones.
Es preciso que, dentro del contexto colombiano, se reconozcan a estas personas
como agentes de cambio, que acorde a su realidad intervengan y estén inmersos en campos sociales que contribuyan a su crecimiento y superación personal, territorial, nacional e incluso mundial que acompañados con profesionales psicosociales se promueva el cambio y la lucha por los derechos obtenidos desde su nacimiento, defendiendo los mismos de vulneraciones contempladas dentro de la ley suprema.
Pues bien, el reconocimiento histórico permite a su vez la identificación de
injusticias y desigualdades sociales omitidas pese a la vulneración de derechos accionados en diferentes momentos, por ello es preciso que desde una profesión humanista y social se promueva el goce efectivo de los derechos, la lucha por los que aún son incumplidos y altamente quebrantados; Las víctimas de diferentes hechos evidentemente ilegítimos son sujetos sociales y políticos garantes de derechos y deberes dentro de la sociedad, los cuales los convierte en parte de la construcción social de la nación, capaces de reconstruirse, reinventarse y superar su situación de violencia a partir de la recepción de la verdad, justicia, reparación, superación, reconciliación y no repetición de hechos violentos que posibiliten su revictimización. Referencias
Unidad para la atención y reparación integral a las víctimas, obtenido de: