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Sentencia No. C-294/95 Arbitro/Particulares en Ejercicio de Funciones Judiciales
Sentencia No. C-294/95 Arbitro/Particulares en Ejercicio de Funciones Judiciales
C-294/95
ARBITRAMENTO-Materia arbitral/PROCESO
EJECUTIVO-Finalidad/PROCESO EJECUTIVO-Materia arbitral
Es claro que todas las obligaciones civiles, en general, dan derecho a exigir
su cumplimiento. Precisamente ésta es su definición legal, pues, según el
artículo 1527 del Código Civil, las obligaciones son civiles o meramente
naturales. Civiles son aquellas que dan derecho para exigir su cumplimiento.
Naturales las que no confieren derecho para exigir su cumplimiento, pero
que cumplidas autorizan para retener lo que se ha dado o pagado, en razón
de ellas. Y el juicio ejecutivo es, precisamente, el medio para conseguir el
cumplimiento de las obligaciones civiles, cuando se reúnen los requisitos
establecidos por la ley procesal. Obligaciones exigibles en el proceso
ejecutivo, que no han sido excluídas del proceso arbitral ni del mecanismo de
la conciliación, por el artículo 116 de la Constitución, ni por ningún otro.
ARBITRAMENTO-Exclusiones/JURISDICCION COACTIVA
ARBITRO-Facultades
Los árbitros, habilitados por las partes, en los términos que determine la ley,
pueden administrar justicia para decidir conflictos surgidos en torno a
obligaciones exigibles ejecutivamente, así esté en trámite el proceso
ejecutivo, o no haya comenzado aún. Así lo establece inequívocamente el
inciso cuarto del artículo 116 de la Constitución. Corresponde al legislador,
en virtud del mandato del artículo 29 de la Constitución, y especialmente de
su inciso segundo, fijar las formas propias de cada juicio, es decir, las
normas procesales, y señalar el juez o tribunal competente para cada clase
de asuntos. Por consiguiente, si el legislador dispone que ante los árbitros
habilitados por las partes en conflicto, se diriman asuntos propios del
proceso de ejecución y establece las reglas de este proceso arbitral, en nada
quebranta la Constitución.
ARBITRAMENTO-Procedencia
Lo dispuesto por el inciso primero del artículo 2o. del Decreto 2651 de 1991,
en nada contraría la Constitución. Sigue, además, la tendencia, que siempre
ha imperado en la legislación nacional, de permitir el arbitramento en los
asuntos susceptibles de transacción que se susciten entre personas capaces
legalmente y que puedan disponer de los derechos en conflicto.
Demandante:
BERTHA ISABEL SUAREZ GIRALDO
Magistrado Ponente:
Jorge Arango Mejía.
I. ANTECEDENTES
A. NORMA ACUSADA
"DECRETA:
B. LA DEMANDA.
"1.1.2. Sin embargo, puede acontecer que con una actuación judicial no
sólo se quebrante a las personas el debido proceso, sino que igualmente
se le lesione un derecho a acceder a la justicia, tal como cuando aquella
ha estado por fuera del marco constitucional y legal, e impide que el
Estado administre justicia como le corresponde tal como allí se indica.
Y ello sucede precisamente cuando el "juez", al sustraerse de ejercer el
poder jurisdiccional del Estado, le impide de contera acceder a la
justicia ya que con lo primero se quebranta el derecho al debido
proceso (art. 29 C.N.), y con lo segundo también se viola el acceso
"debido" a la justicia (art. 116 C.N.)".
"Mas aún, esa decisión que ordena que esa jurisdicción no sea prestada
por el Estado sino por los árbitros, no sólo impide que aquél cumpla
con su deber sino que también arriesga a que estos últimos rechacen su
conocimiento por falta de jurisdicción, dejando la ejecución sin juez
que lo decida, o que, por el contrario conozcan de ella contrariando el
ordenamiento jurídico colombiano. Todo lo cual, a todas luces,
constituye una actuación arbitraria que, por estar fuera del marco
constitucional y legal pertinente, configura una vía de hecho,
susceptible de amparo mediante tutela".
C. INTERVENCIONES
Por medio del oficio número 576, de febrero veinte (20) de 1995, el
Procurador General de la Nación, doctor Orlando Vásquez Velásquez,
rindió el concepto de rigor, solicitando a la Corte Constitucional declarar
EXEQUIBLE el artículo 2o., inciso 2, del decreto 2651 de 1991.
Dos fueron los mecanismos adoptados por el decreto 2651 de 1991, para
lograr su objetivo: la conciliación, institucionalizada en la ley 23 de 1991,
pero con dos aditamentos adicionales, el primero, la intervención del
juez, tal como estaba prevista para los procesos civiles, artículo 101 del
decreto 2289 de 1989, y, el segundo, su aplicación en los procesos
ejecutivos. Como el arbitramento, al cual podría llegarse, en caso de no
lograrse solución alguna en la etapa de conciliación.
Primera.- Competencia.
Y una última, que los árbitros administran justicia "en los términos que
determine la ley". Esto permite al legislador, por ejemplo, establecer las
reglas a las cuales debe someterse el proceso arbitral.
De otra parte, es claro que todas las obligaciones civiles, en general, dan
derecho a exigir su cumplimiento. Precisamente ésta es su definición legal,
pues, según el artículo 1527 del Código Civil, las obligaciones son civiles
o meramente naturales. Civiles son aquellas que dan derecho para exigir su
cumplimiento. Naturales las que no confieren derecho para exigir su
cumplimiento, pero que cumplidas autorizan para retener lo que se ha dado
o pagado, en razón de ellas.
"Podrán renunciarse los derechos conferidos por las leyes, con tal que sólo
miren al interés individual del renunciante, y que no esté prohibida la
renuncia".
Lo dispuesto por los artículos 15 y 16 del Código Civil explica por qué el
artículo 1o. del decreto 2279 de 1989, establece: "Podrán someterse a
arbitramento las controversias susceptibles de transacción que surjan entre
personas capaces de transigir o vinculadas con uno o varios fideicomisos
mercantiles. El arbitramento puede ser en derecho, en conciencia o
técnico". Esto excluye del pacto arbitral, que según el artículo 2o. del
mismo decreto comprende la cláusula compromisoria y el compromiso,
todas aquellas controversias que versen sobre cuestiones no susceptibles
de transacción, o entre incapaces. Conviene tener presente que, según el
artículo 2470 del Código Civil "No puede transigir sino la persona capaz
de disponer de los objetos comprendidos en la transacción". Y que, de
conformidad con el 2473 del mismo Código, "No se puede transigir sobre
el estado civil de las personas".
Si, pues, según el artículo 15 del Código Civil, una obligación que presta
mérito ejecutivo puede renunciarse cuando sólo mira al interés del
renunciante y no está prohibida su renuncia, ¿por qué no podrían el
acreedor y el deudor, antes o después de la demanda ejecutiva, someter la
controversia originada en tal obligación a la decisión de árbitros?
En conclusión: los árbitros, habilitados por las partes, en los términos que
determine la ley, pueden administrar justicia para decidir conflictos
surgidos en torno a obligaciones exigibles ejecutivamente, así esté en
trámite el proceso ejecutivo, o no haya comenzado aún. Así lo establece
inequívocamente el inciso cuarto del artículo 116 de la Constitución.
Hay que recordar que corresponde al legislador, en virtud del mandato del
artículo 29 de la Constitución, y especialmente de su inciso segundo, fijar
las formas propias de cada juicio, es decir, las normas procesales, y señalar
el juez o tribunal competente para cada clase de asuntos. Por consiguiente,
si el legislador dispone que ante los árbitros habilitados por las partes en
conflicto, se diriman asuntos propios del proceso de ejecución y establece
las reglas de este proceso arbitral, en nada quebranta la Constitución.
4a. Que en el proceso ninguna de las partes esté representada por curador
ad litem;
5a. Que las partes pidan al juez, de común acuerdo, que las cuestiones
sobre las cuales versa el proceso, se sometan al trámite de conciliación, y,
si éste fracasa o fuere parcial, a posterior arbitramento, salvo que acuerden
acudir a amigable composición.
Pues bien: lo dispuesto por el inciso primero del artículo 2o. del Decreto
2651 de 1991, en nada contraría la Constitución. Sigue, además, la
tendencia, que siempre ha imperado en la legislación nacional, de permitir
el arbitramento en los asuntos susceptibles de transacción que se susciten
entre personas capaces legalmente y que puedan disponer de los derechos
en conflicto.
El inciso segundo del artículo 2o. del decreto 2651, prevé que la solicitud
que se analiza "también podrá formularse en los procesos de ejecución en
que se hayan propuesto excepciones de mérito". De todo el análisis
anterior se deduce que tampoco esta disposición legal, referida
expresamente al inciso primero examinado, pugna con norma alguna de la
Constitución. Por el contrario: es también un desarrollo cabal del inciso
final del artículo 116 de la Constitución.
El inciso tercero del mismo artículo 2o., dispone que "Cuando existan
trámites o incidentes propuestos por terceros, el juez conservará
competencia para resolverlos y en general para todo lo relacionado con
medidas cautelares". Tampoco en esta norma hay nada contrario a la
Constitución: por el contrario, ella se ajusta al principio establecido por el
artículo 116 de la Constitución, según el cual la actuación de los árbitros se
cumplirá "en los términos que determine la ley".
Por último, el parágrafo del artículo 2o. analizado, dispone que "No
obstante lo dispuesto en este artículo las partes podrán acudir directamente
al proceso arbitral". Examinada esta disposición en relación con el resto
del artículo, se ajusta plenamente a la Constitución y, en particular, al
inciso cuarto del artículo 116. El parágrafo se limita a establecer que en
todos los procesos a que se refiere el artículo 2o., las partes podrán acudir
directamente al proceso arbitral, sin hacer la solicitud relacionada con el
trámite de conciliación. Esto, se repite, en nada viola la Constitución.
III.- DECISION
RESUELVE:
La norma del inciso final del art. 116, no puede ser interpretada de modo tal
que implique la absorción total de la función de administrar justicia que es
propia del Estado por los particulares en la condición de árbitros, previa
habilitación hecha por las partes, con la misión de proferir fallos en derecho
por las siguientes razones: a) El carácter excepcional de la disposición no da
base para convertirla en una regla general; b) Dado que el poder
jurisdiccional de los árbitros que autoriza la Constitución no proviene de la
ley, sino precisamente de la voluntad de los mismos particulares, es apenas
natural que aquél se limite a la facultad de solucionar el conflicto específico
sometido a su consideración; c) La voluntad de los particulares, no puede en
consecuencia trasladar a los árbitros el ejercicio de la función jurisdiccional,
en un ámbito dentro del cual ésta es privativa y reservada al Estado, como es
el atinente al ejercicio del poder de coerción y coacción. En tal virtud no es
posible, como se expresa en la aludida sentencia, que los árbitros puedan
conocer de los procesos de ejecución. La sentencia de cuya decisión nos
separamos se apoya en un argumento aparentemente sólido, según el cual,
como la norma constitucional no prohibe a los árbitros el conocimiento de
procesos de ejecución bien pueden éstos asumir funciones que implican el
poder coactivo del Estado. Nada mas equivocado, pues las funciones
constitucionales deben ser siempre expresas y no se pueden deducir por
inferencia. Además, el Estado no puede resignar en los particulares su poder
coactivo, porque por ese camino fácilmente se le podría buscar sustento
constitucional a la autotutela o a la autodefensa de los particulares.
Disentimos del fallo proferido por la Sala Plena, dentro del negocio de la
referencia, por las razones que enseguida nos permitimos consignar:
La norma del inciso final del art. 116, no puede ser interpretada de modo
tal que implique la absorción total de la función de administrar justicia que
es propia del Estado por los particulares en la condición de árbitros, previa
habilitación hecha por las partes, con la misión de proferir fallos en
derecho por las siguientes razones: