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Continuidad y transformación de la Diosa en

las eras indoeuropea y cristiana

por Marija Gimbutas

Así como hace un siglo y medio -mediante el descifrado de la Piedra


Roseta- Jean-Frangois Champollion fue capaz de establecer un glosario de
señales jeroglíficas que sirvieron de llave para la totalidad del gran tesoro
del pensamiento religioso Egipcio desde el 3.200 a.C. hasta el período de
los Ptolomeos, así, en su ensamblaje, clasificación e interpretación
descriptiva de alrededor de dos mil artefactos simbólicos de aldeas
Neolíticas tempranas europeas, de 7.000 a 3.200 años a.C, la arqueóloga
Marija Gimbutasha sido capaz, no sólo de preparar un glosario
fundamental de los motivos simbólicos como llaves de la mitología
indocumentada de una era, sino también establecer sobre la base de su
interpretación, las señales y líneas principales de una religión basada en la
veneración del Universo como el cuerpo vivo de una Diosa-Madre-
Creadora, y de todas las cosas vivas en su interior, participando de su
divinidad-es decir, una religión; que uno percibe inmediatamente en
contraste con el Génesis 3:1 9, donde Adán es mandado por su Padre-
Creador: "Con el sudor de tu rostro comerás el pan, hasta que vuelvas a la
tierra, pues de ella has sido tomado; ya que polvo eres, y al polvo
volverás". En esta temprana mitología, la Tierra además de todas sus
criaturas han nacido, pero no del polvo, sino de la Diosa Creadora misma.

Joseph Campbell

El resultado del choque entre las formas religiosas de la Vieja Europa y las foráneas
indoeuropeas se hace evidente en el destronamiento de las antiguas Diosas, la
desaparición de los templos, parafernalia de culto y signos sagrados, así como en la
drástica reducción de las imágenes religiosas en las artes plásticas. Este
empobrecimiento comenzó en el centro-este de Europa y, gradualmente, terminó
afectando a toda Europa central. Las islas del Egeo y Creta, así como el centro y oeste
de las regiones mediterráneas, continuaron las tradiciones de la Vieja Europa durante
varios milenios más, pero lo esencial de la civilización se había perdido.
*combinación
Esta transformación, sin embargo, no se realizó mediante sustitución de una cultura
por otra, sino que *fue una hibridación gradual de dos sistemas simbólicos diferentes.
Dado que la ideología androcéntrica de los indoeuropeos era la de la nueva clase
gobernante, ésta nos fue transmitida como el sistema de creencias "oficiales" más
antigua; pese a ello, las imágenes y los símbolos sagrados de la Vieja Europa nunca
fueron totalmente desplazados; tales rasgos, los más persistentes de la historia
humana, se encontraban arraigados muy profundamente en la psique colectiva y sólo
podrían haber desaparecido con el exterminio total de la población femenina.
La religión de la Diosa se hundió; no obstante, alguna de las antiguas tradiciones, en
particular las relacionadas con los ritos mortuorios, natales y de fertilidad de la tierra,
continuaron sin demasiados cambios en algunas regiones donde, incluso, se rastrean
en la actualidad; en otras, se asimilaron con la ideología indoeuropea.

En la Grecia antigua, esto creó en el panteón de los dioses indoeuropeos algunas


extrañas imágenes, incluso absurdas, siendo la más notable la conversión de la Diosa
Pájaro en Atenea, una figura militarizada que portaba un yelmo y un escudo; la
creencia en su nacimiento de la cabeza de Zeus, el dios supremo de los indoeuropeos
en Grecia, muestra hasta qué punto llegó la transformación: ¡de diosa partenogénica a
nacida de un dios! Y aún así, no es totalmente sorprendente, ya que Zeus era un toro
(el Dios del Trueno es un Toro en el simbolismo europeo) y el nacimiento de Atenea
de la cabeza de dicho animal no era otra cosa sino el recuerdo de un nacimiento a
través de un bucráneo, el cual representaba al útero en el simbolismo de la Vieja
Europa.

Ilustración 2

Ilustración 1

La portadora de la Muerte, la Diosa como Ave de Presa, se militarizó y, así, las


representaciones de la Diosa Búho, en estelas líticas de la Edad de Bronce en Cerdeña,
Córcega, Liguria, S. de Francia y España, muestran una espada o una daga. La griega
Atenea y las irlandesas Morrígan y Badb aparecen en escenas de batalla con forma de
buitre, cuervo, grulla o grajo.

La transformación de la misma Diosa en yegua también se produjo durante la Edad del


Bronce. Las diosas partenogénicas, que engendran por sí mismas, sin ayuda de la
inseminación masculina, como respuesta a un sistema patriarcal y patrilineal, se
transformaron gradualmente en amantes, esposas e hijas de otros dioses, erotizándose
al ser ensambladas en un principio de amor sexual. Por ejemplo, la griega Hera se
convirtió en la esposa de Zeus; incluso éste tuvo que "seducir" (si nos ajustamos a la
exactitud histórica, podríamos utilizar el verbo "violar") a cientos de otras diosas y
ninfas para establecer su supremacía. En toda Europa, la Madre Tierra carecía del
poder de dar vida a las plantas si no mantenía relaciones con el Dios del Trueno o del
Cielo Brillante, en su aspecto de primavera.

En contraste, la Que Da la Vida y el Nacimiento, el Hado o los Tres Hados,


sorprendentemente, continuaron sin variación alguna en las creencias de distintas
zonas europeas; la griega Artemisa, la irlandesa Brigit y la báltica Laima, por ejemplo,
no adquirieron característica alguna de dioses indoeuropeos ni fueron esposas de
ninguno de ellos, y aunque la última aparece en las canciones mitológicas junto a
Dievas, el dios indoeuropeo de la luz del cielo, bendiciendo los campos y la vida
humana, no lo hace como su esposa, sino como otra diosa en igualdad de poder.

La aplicación del término "reina" para aquellas que no


estaban emparejadas con deidades indoeuropeas y que
continuaron siendo poderosas por derecho propio,
indica un poder residual de la Diosa en la historia de la
humanidad. Herodoto escribió "Reina Artemisa",
Ilustración 3
Hesiquio llamó a Afrodita "la reina" y la romana Diana,
que no es otra que la virgen griega Artemisa, se invocaba como regina. El culto a la
Diosa, tanto en Roma como en Grecia, pervivió con gran vigor hasta los primeros
siglos de nuestra era, hasta el momento de expansión del Cristianismo y de la
adopción de los cultos egipcios por el mundo romano.
El relato más inspirado de toda la literatura antigua aparece en el Asno de oro, escrito
por Lucio Apuleyo en el siglo II d. C.; se trata de la primera novela en latín, en la de
Lucio invoca a Isis desde las profundidades de su tristeza, tras lo cual, aparece ella y le
dice:
“Yo soy la madre natural de todas las cosas, señora y rectora de todos los
elementos, la progenie inicial de los mundos, poseedora de los poderes
divinos, reina de todo lo que hay en el infierno, señora de todos los que viven
en el Cielo, que se manifiesta única y bajo una sola forma en nombre de todos
los dioses y diosas.
Dispongo a mi voluntad de los planetas del cielo, los saludables vientos de los
mares y los ominosos silencios del infierno; mi nombre, mi divinidad, se adora
por todo el mundo y de diversas maneras, con costumbres variables y diversos
nombres”.

Este texto aporta detalles muy valiosos del culto a la Diosa hace casi 2.000 años. La
invocación de Lucio es un testimonio de que, para las gentes de los primeros siglos de
nuestra era, la Diosa tenía mayor significación que otros dioses. En el mundo greco-
romano, las gentes, obviamente, no estaban satisfechas con lo que le ofrecía la religión
oficial indoeuropea y, así, se practicaban cultos secretos -Religiones Mistéricas
(Dionisíaca, Eleusiana)- que procedían declaramente de la Vieja Europa y
proporcionaban un modo de sentir las experiencias religiosas del pasado.

Posteriormente, ya en la era cristiana, la Madre Tierra y la Diosa Parturienta se


fusionaron en la Virgen María; así, no es sorprendente que en los países católicos su
culto supere incluso al de Jesucristo. En ella existe aún una conexión con el agua vital
y los milagrosos manantiales curativos, con los árboles y las flores, con los frutos y las
cosechas; es Pura, Fuerte y Justa. En las esculturas populares en las que se le
representa como la Madre de Dios, su imagen es grande y poderosa, mientras que, en
su regazo lleva a un Niño Jesús muy pequeño.

Las Diosas de la Vieja Europa aparecen en narraciones populares, creencias y


canciones mitológicas. La Diosa Pájaro y la antropomorfa Diosa Donante de Vida,
pervivieron como un Hado o Hada y, también, con la forma de un ánade, un cisne o un
carnero que trae suerte o fortuna; como profetisa, es un cuclillo y, como Madre
Primitiva, aparece bajo la forma de un ciervo sobrenatural (mitología irlandesa) o de
un oso (griega, báltica y eslava).

El culto a la serpiente no venenosa como símbolo de energía vital, renovación cíclica e


inmortalidad, pervivió hasta el siglo XX; la mística de su hibernación y despertar,
como metáfora de la naturaleza que muere y revive, como símbolo esencial de la
inmortalidad de la energía vital, se conservó en Irlanda y en Lituania hasta nuestro
siglo, donde la corona de una gran serpiente (la Reina) sigue siendo el símbolo de
sabiduría.

La presencia de la Dama Blanca, la "Muerte", la cual aparece en forma de ave de


presa y de serpiente venenosa, se dejó sentir en distintos países de Europa hasta el
presente siglo, a través de estremecedoras imágenes, como la de la mujer alta y vestida
de blanco, el grito del ave nocturna y el reptar de una serpiente ponzoñosa, las cuales
proceden directamente del Neolítico.
La Dama Blanca no llegó a transformarse en el
indoeuropeo dios negro de la muerte, al igual
que la utilización del hueso y los colores
blanco y amarillo, como símbolos luctuosos,
convivieron en las creencias europeas
conjuntamente con el negro, color de luto en
las religiones indoeuropea y cristiana.

La Regeneradora-Destructora, supervisora de
la energía cíclica, personificación del invierno
y Madre de los Muertos, pasó a ser una
hechicera de la noche, dedicada a la magia
que, en tiempos de la Inquisición era
considerada como discípulo de Satanás.

La desentronización de esta Diosa


verdaderamente formidable, cuyo legado fue
transmitido a través de mujeres sabias,
Ilustración 4
profetisas y curanderas -que eran las mejores y
más valientes mentes de la época-, está manchada de sangre y es la mayor vergüenza
de la Iglesia Cristiana: la caza de brujas de los siglos XV a XVII fue un
acontecimiento de los más satánicos en la historia europea, llevado a cabo en nombre
de Cristo; la ejecución de las mujeres acusadas de brujas ascendió a más de ocho
millones y, la mayoría de ellas, colgadas o quemadas, eran, simplemente, mujeres que
aprendieron la sabiduría y los secretos de la Diosas de sus madres o abuelas.

En 1484, el Papa Inocencio VII denunció en


una Bula Papal la brujería como una
conspiración contra el Santo Imperio
Cristiano, organizada por el ejército del
Diablo y, en 1486, apareció el manual de los
cazadores de brujas, el "Malleus
Maleficarum" (El Martillo de las brujas) que
se convirtió en una indispensable autoridad
para el terror y el homicidio, ya que se
permitía el uso de cualquier tortura física y
psicológica para obtener la confesión de las
acusadas. Ilustración 5

Este periodo puede jactarse de haber sido el


de mayor creatividad en el descubrimiento de
instrumentos y métodos de tortura. Éste fue el comienzo de peligrosas convulsiones de
gobiernos androcráticos que, 460 años después, llegaron a su cenit en la Europa del
este de Stalin, con la tortura y asesinato de cincuenta millones de hombres, mujeres y
niños.

A pesar de la terrible guerra entablada contra las mujeres y su sabiduría, así como la
demonización de la Diosa, sus recuerdos pervivieron en cuentos de hadas, ritos y
costumbres, incluso en distintas lenguas. Las colecciones de cuentos, como los
alemanes de Grimm, son ricas en motivos prehistóricos que describen las funciones de
esta Diosa del Invierno, Frau Holla (Holle, Hell, Holda, Perchta, etc.). Ella es la Vieja
Bruja de nariz ganchuda y pelo desgreñado, cuya energía emana de los dientes y el
pelo; provoca la nieve y las tempestades pero, a la vez, regenera la naturaleza; hace
que el sol brille y, una vez al año, aparece en forma de paloma, lo que supone un acto
de consagración que asegura la fertilidad.

Como rana, Holla saca la manzana roja, símbolo de la vida, del pozo en el que cayó
durante la cosecha y la trae de nuevo a la tierra. Su reino es el interior de las montañas
y la profundidad de Ias cuevas (Holla, el nombre de la
Diosa, y Höhle, que significa "cueva", están
claramente emparentados y, en su acepción actual,
Hell es la acción de las misiones cristianas.
A Holla, como Madre de los Muertos, se le hacían
sacrificios consistentes en el horneado de un pan
llamado Hollenzopf, "la trenza de Holla", durante las
Navidades.
El Holler o Hollunder, "el saúco", era el árbol sagrado
de la Diosa, el cual tenía poderes curativos y, debajo
de él, vivían los muertos.

Esta poderosa Diosa juega aún un importante papel


en las creencias que se conservan en relación con Ilustración 6
otras deidades femeninas europeas, como la báltica
Ragana, la rusa Baba Yaga, la polaca Jedja, la servia Mora, Morava, la vasca Mari o la
irlandesa Morrígan, lo cual demuestra que no fue borrada del mundo mítico.

Hoy, es inspiración para el renacer de la herbología y otras artes curativas, al mismo


tiempo que alienta y fortalece la confianza en la mujer, mejor que ninguna que otra
entre las diosas. No hay duda de que las imágenes y los símbolos sagrados de la Vieja
Europa siguen siendo una parte fundamental de la herencia cultural europea.

La mayoría de nosotros, durante la infancia, estuvimos rodeados del mundo de las


hadas, el cual contiene muchas imágenes transmitidas desde aquellos lejanos tiempos.
En algunos rincones de Europa, como en mi país natal, Lituania, todavía fluyen los
ríos y manantiales milagrosos y sagrados, florecen arboledas y bosques sacros que son
prósperas reservas vitales, crecen retorcidos árboles rebosantes de vitalidad y con
poderes curativos; a lo largo de los cursos de agua, todavía se mantienen en pie
menhires, llamados "Diosas", plenos de misterioso poder.

La cultura de la Vieja Europa fue la matriz en la que se engendraron creencias y


prácticas muy posteriores; consecuentemente, no era fácil borrar recuerdos de un
larguísimo pasado ginecocéntrico y, por ello, no es sorprendente que el principio
femenino juegue un importantísimo papel en la visión subconsciente y en el mundo de
la fantasía onírica; aquél, en terminología jungiana, sigue siendo "el depositario de la
experiencia humana", así como la "estructura profunda" y, para un arqueólogo, es una
realidad histórica ampliamente documentada.

* Marija Gimbutas, nació en Vilnius, Lituania y llegó a Estados Unidos como


refugiada del régimen soviético en 1949 después de obtener un título de
Doctor en Arqueología en 1946 en la Universidad de Tübingen en Alemania.
Su formación fue interdisciplinaria e incluyó una base sólida en la lingüística,
la etnología y la historia de las religiones, lo cual era inusual para un
arqueólogo. Debido a un amplio conocimiento de las lenguas europeas, Marija
fue contratada por la Universidad de Harvard en 1950 para investigar y para
escribir textos sobre la prehistoria europea (muchos de los informes
arqueológicos de Europa del Este eran
ilegibles por sus colegas de alto nivel).
Permaneció en Harvard hace trece
años, donde también fue profesora en el
Departamento de Antropología. En
1955, fue nombrada Miembro de Museo
Peabody de Harvard. Sus logros
incluyen la publicación de una veintena
de libros y artículos sobre la prehistoria
europea. Los textos publicados entre
1946 y 1971 le dieron gran prestigio
como especialista internacional en
Edad del Bronce de Indo-Europa, arte
popular de Lituania y prehistoria de los
países bálticos y eslavos. Sus tres
últimos libros, sin embargo, han despertado enérgicas críticas, tanto el mundo
académico como en las comunidades de creyentes religiosos de todo el mundo.
Diosas y dioses de la vieja Europa (1974, 1982), El lenguaje de la diosa
(1989), y La civilización de la diosa (1991) revelan una interpretación de la
prehistoria europea que cuestiona muchos supuestos tradicionales acerca de
los inicios de la civilización europea.
En 1956, Marija presentó su "hipótesis de Kurgan" en una conferencia
internacional en Filadelfia. Con esta teoría, fue la primera académica en
integrar conocimientos lingüísticos y arqueológicos para resolver el problema
de los orígenes del habla de pueblos proto-indo-europeas (a quien llamó
"Kurgans") y localizar a sus migraciones en Europa.
Fue destinataria, a lo largo de su vida, de numerosos premios incluyendo el
Premio Sobresaliente de las Américas en 1960, el Premio Fundación
Humanidades en 1967, becas Fulbright y la Academia Americana de Ciencias
y subvenciones de la Smithsonian Institution, la National Science Foundation,
y otras instituciones importantes que apoyaron su trabajo.

En 1963, fue invitada a enseñar en la Universidad de California en Los


Ángeles, donde permaneció como profesora titular hasta su jubilación en
1989. Durante esos años muy activos editó una serie de publicaciones
académicas, y dio conferencias en todo el mundo. Fue directora del proyecto
de cinco grandes excavaciones de yacimientos neolíticos en el sudeste de
Europa entre 1967 y 1980.

Estas excavaciones en la antigua Yugoslavia, Macedonia, Grecia e Italia, hizo


posible que Marija pudiera centrarse en una investigación sobre el Neolítico
(que ella llama la "Vieja Europa") con el fin de entender el desarrollo cultural
antes de la influencia indo-europea.

Ilustraciones:

1.- Diosa Pájaro amamantando a su hijo (c 5000 a.C.). Figura de terracota


perteneciente a la cultura Vinca. Mide 21 cm. y procede de Drenovac, Serbia. Se
conserva en el Narodni Muzej de Belgrado, Yugoslavia.
2.- La Diosa Atenea naciendo de la cabeza de Zeus.
3.- Artemisa-Diana, diosa cazadora.
4.- Dama Blanca Rígida (c. 6000 a.C). Figurilla de mármol de la Diosa de la Muerte y
la Regeneración con brazos apenas esbozados y un enorme triángulo pubiano.
Pertenece a la cultura Karanovo, mide 7 cm. y procede del habitat de Azmask
(Bulgaria). Se conserva en el Narodni Muzej de Belgrado, Yugoslavia.
5.- Malleus Maleficarum, Lyon 1669.
6.- Hollunder – Sauco (Sambucus)

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