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L.;;,._._.-CATHERINE MALABDU--
un libro de
CATHERINE MALABOU
p ARADISO EDITORES
Colección Estancias
TíTULO ORIGINAL: LES NOUVEAUX RI.Esskv
ISBN: 978-607-97871-5-8
'
Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida,
ni en todo ni en parte, ni registrada en, o transmitida por un sistema de
recuperación de inf()rmación, en ninguna forma ni por ningún medio, sea
mecánico; fotoquímico, electrónico, magnético, por fotocopia, o cualquier otro,
sin el permiso previo por escrito de la editorial.
En memoria de Andrée Paulhat
¡Qué! Me han radiografiado la cabeza.
He visto, estando vivo, mi cráneo,
¿y eso no será ninguna novedad? ¡A otros con ésas!
11 1 Preámbulo
23 1 Introducción
55 1 Introducción
Las "nuevas cartas" de la causalidad
6S IJ
El auto-afecto cerebral
87 1 2
!OS 1 3
117 1 4
6 I 165
La "teoría de la libido" y la alteridad de lo sexual a sí mismo:
neurosis traumática y neurosis de guerra en entredicho
7 1 193
8 1 223
9 1 263
10 1 289
11 1 307
Conclusión 1 3 19
Preámbulo
Creerá que la olvido desde que se murió. ¡Qué sola debe sentirse y qué abandonada!
¡Oh!, debo correr a verla, no puedo esperar un minuto, no puedo esperar a que llegue
mi padre. Pero, ¿dónde e,;? ¿Cómo he podido olvidar la dirección? Falta que aún me
reconozca. ¿Cómo he podido olvidarla durante meses? Está oscuro, no la encontraré,
el viento me impide avanzar; pero he aquí que mi padre se pasea delante de mí; le gri~
to: "¿Dónde está abuela? Dime la dirección. ¿Está bien? ¿Seguro que no le falta nada?"
- No - me dice mi padre - puedes estar tranquilo. Su cuidadora es una persona
ordenada. De tiempo en tiempo se le manda una pequefia suma para que le puedan
comprar lo poco que necesita. Llega a preguntar a veces qué ha sido de ti. Hasta le han
dicho que ibas a escribir un libro. Pareció contenta. Enjugó una lágrima.
121
ÜTRA RELACIÓN CON LA FILOSOFÍA
113
¿Acaso era posible que justamente el psicoanálisis no hubiera
dicho todo acerca de1 sufrimiento psíquico? ¿Podía ser que hubiera ig-
norado en particular el sufrimiento cerebral y, con él, la dimensión a
la vez emotiva y emocional del cerebro?
Es evidente que debemos dejar de considerar al cerebro como
un simple lugar de paso de las excitaciones, sin relación esencial con
la vida psíquica. La enfermedad de Alzheimer, como tantas otras pato-
logías, no es solamente una afección neurodegenerativa sino también
un daño a la psique, en el sentido de que trastoca la identidad del sujeto
y trastorna su economía afectiva.
¿Podía ser entonces\ que apareciera por fin a la ]uz del día un
tipo de lesión que el psicoanálisis nunca hubiera tomado en cuenta?
¿Que se manifestaran, corr¡o a posteriori, nuevos sufrimientos? ¿Que la
psicopatología se viera confrontada con la presencia de nuevos heridos?
No me quedó de otra que constatar, en la época de la enferme-
dad de mi abuela, que la unidad hospitalaria en la que se encontraba no
ofrecía ninguna ayuda psicoterapéutica. Sin bien es cierto que los pa-
cientes de este servicio de geriatría no eran maltratados, era claro que
justamente ya no se los consideraba como sujetos dotados de psiquis-
mo y que nadie habría sido habilitado para responder a su desamparo
de una forma que no fuera medicándolos. En cuanto a mí, a nosotros,
los miembros de la familia, no sabíamos cómo comportarnos. Nos em-
pecinábamos en hablar con mi abuela de cosas "normales", como si
todavía pudieran tener un sentido para ella.
Comprendí tarde, demasiado tarde, que la ternura (tendresse) ha-
bría sido la única respuesta. Que 1a incoherencia del comportamiento de
mi abuela y su indiferencia visible eran también reacciones al impacto
de la hospitalización. Debí intentar llevarla de vez en cuando, por unas
cuantas horas, a su casa. Le babría permitido reencontrarse con su ám-
,
bito familiar, sus "cosas". No debí buscar a toda costa y de manera absur-
da "refrescarle 1a memoria" sino dejarla, tranquilamente y sin esperar
nada, "asistir a su propia ausencia". 1
1
"[ ••• ] la facultad de asistir bruscamente a nuestra propia ausencia", véase Marce}
Proust, La parte de Guermantes. En busca del tiempo perdido, 111. Barcelona, RBA, 1999.
141
Pero yo no sabía nada y mis libros no me fueron de ninguna
ayuda. La filosofía, aún más que el psicoanálisis, se quedaba muda.
Ninguna de las versiones metafisicas de la huida del mundo es sus-
ceptible de ayudarnos a entender la deserción de los enfermos cere-
brales. Ni la teoría platónica de la huida del alma, su precipitación en
abandonar el cuerpo, ni el pensamiento existencial de la angustia, de
la tentación del suicidio, del ocio o del aburrimiento pueden aclarar
esta desherencia. Hay que decirlo: ningón filósofo abordó nunca el
inmenso problema del sufrimiento cerebral.
Fue necesario entonces constatar la impotencia del psicoaná-
lisis y de la filosofia para ofrecer un enfoque a la vez epistemológico,
clínico y metafisico de este sufrimiento. Hubo que conformarse con el
diagnóstico implícito de estado vegetativo. Todo el mundo lo pensaba
sin atreverse a decirlo: mi abuela, al igual que todos sus compañeros
de infortunio, se había vuelto un simple "vegetal" (légume).
EL TIEMPO DE UN LIBRO
115
es aquella traniformación discontinua, las más de las veces repentina, jJOr la
cual la identidad enfirma, desertando sus antiguos puntos de reft:rencia, que
por cierto ya no reconoce como suyos, se fija a los soportes indescifrables de un
"mundo otro".
¿Podía ser que existiera algún tipo de plasticidad que, bajo el
efecto de la herida, creara una cierta forma de ser al borrar la .forma de la
identidad anterior? ¿Podía ser que existiera en el cerebro una plastici-
dad destructora, cual doble sombrío de la plasticidad positiva, construc-
tora y moduladora de las conexiones neuronales? ¿Podía ser que una
tal plasticidad creara forma por aniquilamiento de la forma?
Decidí entonces empezar un libro en el cual debieran dialo-
gar filosoffa, psicoanálisis y neurología conten;iporánea. La apuesta de
semejante diálogo consistii:;ía en reconocer e identificar el sufrimien-
to cerebral como sufrimiento psíquico, iniciar una redefinici6n de ]a
psique misma a partir de dicho reconocimiento, examinar el cerebro
como fuente de las formaciones y deformaciones de la identidad.
La urgencia de esta apuesta concierne al porvenir de la filosofia
y el psicoanálisis, los cuales no pueden seguir con su retraso en los
rubros del psiquismo y de la mente.
PLANTEAR EL PROBLEMA
161
libros, muy interesantes, que proponían establecer una relación entre
los conceptos y métodos del psicoanálisis y los de la neurología, moH-
trando la posibilidad de que los dos campos no fueran heterogéneos
o irrcconciliables. 1· En cuanto a los filósofos franceses, se quedaron
perfectamente silenciosos.
Por mi parte, pronto me resultó claro que ni los ataques viru-
lentos dirigidos al psicoanálisis, sin importar cuán jtrntificados estén
en algunos puntoH, ni la impermeabilidad aparentada por ciertos psi-
coanalistas ante estos ataques, ni los intentos de "síntesis" apresurada
entre inconsciente y neuronas, estaban a la altura de lo que se impone
hoy en día, a saber, la necesidad de una reinvención teórica total de la
psicopatología. Semejante reinvención implica tanto una reorientación
de la clínica como una revisión filosófica de las bases mismas de dicha
reorientación. Es decir que antes de pronunciarse sobre la disputa
de los métodos (cura analítica contra terapias cognitivas conductua-
les), o de "elegir" entre metafísica y positivismo, se necesita primero
aceptar humilde y rigurosamente que hay que formular el problema
planteado por una conf}'.ontación entre psicoanáliHis y neurología en
la actualidad.
4
Podemos pensar por ejemplo en la obra de Gérai-d Pommier, Commenl les neuroscienres
démontrent la psychanalyse. París, Flammarion, 2004 ( Cómo Las neurociencias demuestran el
psicoanálisis. Buenos Aires, Letra Viva, 2010), o Frarn;ois Ansermet y Pierre Magistret-
ti, Á chacun son cerveau. Plasticité neurona le et inconscienl París, O dile Jacob, 2004 ( A cada
cual su cerebro. Plasticidad neuronal e inconsciente. Buenos Aires, Katz, 2006).
117
La causalidad. Es necesario iniciar resueltamente la confronta-
ción entre psicoanálisis y neurología en el terreno etiológico. Toda psico-
patología implica que se elabore una etiología especifica de los tras-
tornos, aunque sea múltiple o ramificada. Por lo tanto, para que sea
factible un diálogo fructuoso entre psicoanálisis y neurología, hay que
examinar el concepto de causalidad de los daños propio de cada discipli-
na y arrojar luz, en ambos casos, sobre la relación entre acontecimiento
y herida.
La guerra. Sé, por haber trabajado sobre las relaciones entre
arquitectura neuronal y jerarquía social en el seno de la empresa capi-
talista, que todo enfoque d1e la psicopatología es un gesto político. 5 Tal
afirmación tendría que sustentarse ampliam,ente. Me limitaré a una
sola justificación, pertinen,te aquí para mi análisis. La determinación de
los trastornos psíquicos, de su definición, de su cuadro clínico y de su terapia,
es siempre contemporánea de un cierto estado o de cierta época de la guerra.
En efecto, nunca terminaré de decir todo lo que el presente tra-
bajo debe a la psiquiatría de guerra. El psicoanálisis es primeramente
una teoría del conflicto, que se elaboró en gran parte a proximidad del
frente. Es conocido el papel que tuvo la Primera Guerra Mundial en
la evolución del pensamiento freudiano. Se sabe también que Freud
fue citado como experto durante el juicio de Wagner-Jauregg en 1920.
Wagner-Jauregg, psiquiatra militar, estaba siendo acusado de haber
torturado a neuróticos de guerra bajo el pretexto de que eran "simula-
dores", sometiéndolos a la faradización (utilización terapéutica de las
corrientes eléctricas). La reflexión freudiana acerca de esta supuesta
"simulación" tuvo un impacto determinante sobre la revelación de la
significación inconsciente de la guerra y de las angustias específicas
que la acompañan.
El estudiar el reporte de Freud a la luz de la lógica y de la psi-
,
cología del enfrentamiento.armado me llevó a leer tratados de psiquia-
tría militar contemporánea. Sin lugar a dudas, es en gran parte esta
5Véase Catherine Malabou, Quejiúre de notre cerveau?. París, Bayard, 2004. (¿Qué hacer
con nuestro cerebro?. Madrid, Arena Libros, 2007).
181
experiencia de lectura que me permitió t~jer el lazo que yo buscaba
establecer entre psicoanálisis y neurología.
En efecto, la psiquiatría de guerra contemporánea, al enfren-
tarse al estado cambiante de los conflictos y de las técnicas de ataque
en el transcurso del siglo xx, debió, por .sus propias fuerzas, asumir la
evolución que condujo desde lo que se llamaba en tiempos de Freud
neurosis traumática, hasta lo que se nombró más recientemente trastor-
no de estrés postraumático (PTSD, por sus siglas en inglés). Las razones
evocadas por los psiquiatras de guerra al señalar una cierta impoten-
cia del psicoanálisis para pensar esta evolución, me parecen mucho
más convincentes que aquéllas que se exponen en El libro negro del
psicoanálisis. Estas razones se pueden resumir finalmente en una sola:
e1 traumatismo. Podría ser que desde hace mucho tiempo el psicoanáli-
sis no estuviera en condiciones de circunscribirlo, como lo muestran
todos los conflictos del siglo xx y los de1 siglo xxr naciente. El trauma-
tismo se vuelve entonces el corazón de la cuestión.
Pero, ¿cuál es, entonces, la relación entre el trauma de guerra
y el ejemplo del que par.timos, una paciente de Alzheimer? Debo pro-
seguir un poco más en el rodeo que emprendí. El método de Bruno
Bettelheim me ha dado mucho a pensar. Por método, entiendo ante
todo el tipo de mirada con la cual consideró a los niños autistas. Se
sabe que le llamaron la atención las similitudes de comportamiento
entre los autistas y 1os "musulmanes" de los campos de concentración,
aquellos hombres que, vueltos indiferentes a todo, se d~jaban morir.
Entonces, en lugar de precipitarse··. directamente sobre el estudio del
autismo como si éste fuera una patología cerrada sobre sí misma, sin
relación con otro tipo de conducta social, Bette1heirn se preguntó si el
autismo no era también un tipo de respuesta a la amenaza o al ejercicio
de una violencia grupal, si el autismo no era un cierto tipo de reacción
a la opresión. Bettelheim declara:
119
manizar. Había vivcnciado el estar a merced de fuerzas que
rebasaban mi capacidad de influencia, y sin saber si o cuando
terminaría la experiencia. Ésta consistía en vivir aislado de
familia y amigos, ser severamente restringido en el envío y la
recepción de información. Al mismo tiempo, me sentía some-
tido a una manipulación casi total por un ámbito que parecía
enfocado a la destrucción de mi existencia independiente, si
no de mi vida."
6
Bruno Bettelheim, The Empt:y F'ortress. Nueva York, Free Press, 197:!, p. 8. (La fortaleza
vacía. Barcelona, Paidós, :!001).
201
psicológico muy fuerte, una angustia de estupor, siempre conllevan, lo
sabemos hoy, a daños del cerebro afectivo, esta parte hasta ahora desco-
nocida de la psique.
Por consiguiente, una redefinición del trauma se revela como
el primer desafío para orientar la confrontación entre psicoanálisis.y
neurología en la actualidad.
En efecto, si existe un punto 'de paso entre lo cerebral y lo psí-
quico, éste consiste necesariamente en la exploración de esta zona
sensible que constituye el cerebro emocional, secreto de una economía
de los afectos y hogar oscuro de esa plasticidad destructora que evo-
qué al inicio. Resulta ser esta economía la que habrá que confrontar
con el concepto tradicional de inconsciente.
TRES HIPÓTESIS
121
No se tratará aquí de aportar una voz a la supuesta liquidación del psi-
coanálisis haciéndose un adepto incondicional del enfoque neurológi-
co de los trastornos psíquicos, ni a la inversa de aplastar los resultados
de la neuropato1ogía encerrándolos en un marco teórico demasiado
pesado. Se tratará simplemente de pensar los nuevos rostros del sufri-
miento a través de un diálogo constante entre ambas disciplinas.
***
Muchas cosas han cambiado desde la época de la que estoy hablando.
Hoy día, el sufrimiento ps~quico de los enfermos cerebrales está más
ampliamente reconocido. Quisiera expresar mi deuda hacia el doctor
Thierry Gallarda (hospital Sainte-Anne, París), la doctora Laurence
Lenfant (psiquiatría geriátrica, Dijon), y al doctor Olivier Labergere.
Asimismo, agradezco al público de las conferencias del hospital Sain-
te-Anne y de la Cité des Sciences, a la revista L'Encéphale, y al Inter-
national Neuropsychoanalysis Society por su ayuda y su confianza.
221
Introducción
1
Sigmund Freud, "Mis tesis sobre el papel dC' la sexualidad e-n la etiología de las neu-
rosis", en Obras completas, t. VIL Trad. José L. Etcheverry. Buenos Aires, Amorrortu,
1986, p. 270.
241
está en juego la posibilidad de hacer coincidir la etiología sexual de las
neurosis con una teoría de los acontecimientos.
Según su significado científico, la sexualidad se revela de esta
manera como el concepto que decide el sentido del acontecimiento en la
vida psíquica.
125
En la actualidad, ya son incontables los artículos -publicados
tanto en las revistas especializadas como en las de divulgación- que
hacen del cerebro el órgano motor de la "química amorosa". 2 Todo
ocurre como si la hipótesis de una pulsión sexual específica, dotada
de manifestación psíquica propia, se borrara en favor de una sensibi-
lidad o de una sensualidad cerebral; como si todos los afectos fueran
en su inicio procesos neuronales u hormonales distintos en cuanto a
sus efectos pero idénticos en cuanto a su fuente. La libido desaparece
así detrás de la noción más vaga de "apetitos" (appétits), de la cual ya
no es más que una especie. Es así como Mark Solms puede declarar:
"En tanto que Freud emple6 el término sexual 'libido' para denotar la
1
función mental activada por nuestras necesid~des corporales de todo
tipo, los neurobiólogos mo?ernos hablan de 'apetitos'"_s
La libido -en su sentido rebajado de deseo o placer sexual-
aparece por lo tanto como la expresión derivada de una dinámica neu-
ronal de la cual sería sólo una de las manifestaciones. La idea de una
autonomía de lo sexual respecto a lo cerebral se borra: el sexo está en
el cerebro, como uno de sus fenómenos. Como lo resume Jean-Didier
Vincent: "El deseo está en la cabeza":J,
Por otro lado, el cerebro es descrito hoy en día como el lugar de
origen de los fenómenos de adicción. El conocimiento ampliado de la
neurotransmisión ha permitido dar cuenta con precisión de todos los
procesos de dependencia. Drogas, alcohol, medicamentos -somnífe-
ros y antidepresivos, en particular-, las conclusiones son las mismas:
los efectos de la habituación están ligados a la facilitación o la inhibi-
ción de ciertos neurotransmisores.
Todo ocurre, entonces, como si el cerebro estuviera en el ori-
gen de todos nuestros apegos. Esta afirmación no implica en absoluto
'
"Olivier Postel-Vinay, 'Le cerveau et l'arnour", en La Recherche, núm. 380, 2004, pp.
32-39.
" Mark Solms y Oliver Turnbull, The Era.in and the Inner World. Nueva York, Other
Press, 2002, p. 116. (El cerebto y el mundo interior. México, FCE, 2005).
4
Jean-Didier Vincent, Biologie des passiuns. París, Odilc Jacob, 1986, p. S 17. (Biología de
las pasiones. Barcelona, Anagrama, 1988).
261
una "intelectualización" de los deseos sino que demuestra, al contra-
rio, que la organización cerebral preside a una economía libidina.l cuyas
leyes propias acaban apenas de empezar a ser exploradas.
No queda otra opción que afirmarlo radicalmente: el cerebro se
presenta, en la actua1idad, de manera aún oscura pero segura, como el
lugar privilegiado de la constitución de los afectos.
Cerebro y emociones
127
cerebral descubierta por los científicos? La toma en cuenta de los da-
ños en los sitios cerebrales inductores de emoción permite responder
esta pregunta. Evidentemente, e1 tipo de acontecimiento que perjudica
los afectos cerebra1es queda fuera de la jurisdicción de la sexualidad.
Estos daños no son "patologías que conciernen a la función sexual".
Constituyen sucesos psíquicos que no son de ]a misma naturaleza que
aquéllos que Freud llama "sucesos sexuales".
El concepto de cerebralidad puede entonces permitir caracte-
rizar, como la "sexualidad" en su segundo sentido, a la vez una causa
y un régimen de acontecimientos. De esta manera, hoy en día sexualidad y
cerebralidad se colocan como ~conomías rivales de la exposición del psiquismo
a la herida.
5
"Endógeno" caracteriza aquello que nace al interior de un cuerpo, de un organismo,
lo que se debe a una causa interna. Por el contrario, "exógeno" designa aquello que
proviene del exterior y resulta de causas externas.
281
de la articulación entre lo exógeno y lo endógeno. Más exactamente,
el lugar privilegiado del encuentro y la articulación entre el incidente
y la sign{ficación. Ricccur observa muy justamente que lo propio del
di1:,curso psicoanalítico consiste en revelar, para cada acontecimiento,
el entrecruzamiento de lo "energético" y lo "hermenéutico", la articu-
lación del "sinsentido" y del "sentido". 6
En el reino de la cerebralidad, e] curso y el régimen de los
acontecimientos son de naturaleza enteramente distinta. Si bien los da-
ños cerebrales también son acontecimientos que, en tanto que afec-
tan la identidad psíquica del sujeto, revelan una cierta articulación de
lo exógeno y lo endógeno, dicha articulación tiene esta singularidad:
cualquier hermenéutica de ella es imposible. En efecto, en el caso de una
lesión cerebral, por ejemplo, el carácter exterior del accidente sigue
siendo externo al psiquismo mismo. Queda como exterior al interior.
Permanece inasimilable.
Los accidentes de la cerebralidad son heridas que desgarran el
hilo de una historia, la colocan fuera de sí misma, suspenden su curso y
permanecen hermenéuücamente "irrecuperables", mientras que el psi-
quismo sigue viviendo. El accidente cerebral revela de esta manera la posibi-
lidad que tiene el sujeto de sobrevivir a la ausencia de sentido de sus accidentes.
6
Paul Ricceur, De l'interprétation. Essai sur Freud París, Seuil, 196.5, pp. 77-78. (Freud·
Una interpretación de la cultura. México, Siglo XXI, I 970).
129
Aun siendo un órgano u organización expuesto a los golpes exterio-
res, a las heridas, a las lesiones, a los traumatismos, el cerebro no es
capaz de tratar los efectos endógenos de estos aflujos de excitación. El
cerebro no es el lugar de constitución de sus propios acontecimientos.
Sobre este punto, F'reud nunca cambiará de parecer.
Es por esta razón que tomé el partido Je no apoyarme en los
textos neurológicos de Freud, sino de considerar más bien los textos
puramente psicoanalíticos -más tardíos- donde se elabora progre-
sivamente, en un gesto de despedida cada vez más resuelto de la neu-
rología, un pensamiento inédito del acontecimiento psicopatológico.
La palabra "trauma" significa en griego "herida" y deriva de titrosko
('rrrpffimcro ), que significa perforar. 7 Así, el traµma designa una herida
con efracción, sea ésta fisi~a (herida "patente") o psíquica. 8 En todos
los casos se trata de un choque que viene a forzar, perforar una barrera
de protección. Ahora bien, para entender el pensamiento freudiano
sobre el acontecimiento psíquico, hay que recordar dos postulados
fundamentales de la concepción propiamente psicoanalítica del trau-
ma: 1) la incompatibilidad de la lesión orgánica con la aparición de 1a
neurosis; 2) la distinción entre causa "determinante" y causa "desen-
cadenante" del desorden psíquico.
En un pasaje de Más allá del princ2pio de placer dedicado a la
neurosis traumática, Freud afirma: "en la neurosis traumática común
se destacan dos rasgos que podrían tomarse como punto de partida de
la reflexión: que el centro de gravedad de la causación parece situar-
se en el factor de la sorpresa, en el terror, y que un simultáneo daño
fisico o herida contrarresta en la mayoría de los casos la producción
de la neurosis".u Cuando Freud escribe estas líneas, está pensando en
primer lugar en la lesión cerebral. En efecto, en 1919, en su "Intro-
7 '
Otras traducciones posibles al espafiol son "herir", "dañar", "penetrar". (N. del tr.ad.)
" La palabra alemana para "traumatismo" es Trauma, término que coincide con el que
emplea Freud. Por lo tanto, usaré indiferentemente "trauma" y "traumatismo".
'' S. Freud, "Más allá del principio de placer", en op. cit., t. xvm, p. 12. Esta afirmación es
retomada más adelante en la página ;32: "[ ... ] las posibilidades de contraer neurosis se
reducen cuando el trauma es acompañado por una herida fisica l, ..J".
301
ducción a Zur Psychoanalyse der Kriegsneurosen", Freud relativiza la idea
según la cual "no podía existir neurosis alguna provocada por el peli-
gro".1º Las heridas en la cabeza, los trastornos funcionales y motores,
las parálisis, los temblores, las pérdidas de memoria, la postración,
consecutivos a unas "lesiones orgánicas, palpables, del sistema nervio-
so", 11 no tienen, como tales, un impacto sobre el psiquismo. Para cons-
tituir acontecimientos psíquicos de pleno derecho, deben reactivar un
conflicto que no debe nada a la guerra: un conflicto afectivo. Así, para
Freud la verdadera causa de las neurosis de guerra es, en realidad, un
conflicto "de tiempos de paz". 12 En su origen, se trata de un conflicto
entre el yo y las pulsiones sexuales. Freud escribe que "la neurosis
surge del conflicto entre el yo y las pulsiones sexuales por él expulsa-
das (verstossen)". 1:, De esta manera, la "etiología sexual de las neurosis,.
sigue siendo la única válida en los casos de "neurosis traumáticas", las
cuales, en el fondo, no se distinguen verdaderamente ni duraderamen-
te de las demás neurosis.
De lo anterior se desprenden dos alternativas: o bien las le-
siones cerebrales o los _choques de todo tipo se revelan irreductibles
a trastornos sexuales, y por lo tanto los enfermos no competen a un
tratamiento psicoanalítico, lo cual significa que su sufrimiento no es
considerado como un sufrimiento psíquico; o bien las secuelas del
trauma se dejan traducir a la lengua de los sucesos endógenos, y los
traumados se vuelven neuróticos como cualquier otro.
Este punto es aclarado también por la distinción entre "causas
eficientes" (Veranlassungen) y "caus~ determinante.,, o más precisamen-
te "que posea la pertinente idoneidad determinadora (die betref.fende
determinierende Eignung besitzt)" del trastorno. 1'J, Dicha distinción,
planteada muy pronto por Freud ("La etiología de la histeria" data de
10S. Freud, "Introducción a Zur Psychoanalyse der Kriegsneuroseri', en op. cit., t. xvr1, p. 208.
" S. Freud, ''.Apéndice. Informe sobre la electrote'rapia de los neuróticos de guerra", en
op. cit., t. XVII, p. 210.
rn S. Freud, "Introducción a Zur Psychoanalyse der Kriegsneurosen", en op. cit., t. xv11, p. 206.
3
' !bid., p. 206.
'
4
S. Freud, 'La etiología de la histeria", en crp. cit., t. m, p. 193.
131
1896), le permite mostrar que los choques o los sucesos exteriores no
son más que factores secundarios que, por medio de los daños que cau-
san, en realidad no hacen más que "desencadenar" o "activar" las causas
end(igenas del desorden, causas verdaderas que siempre son de orden
sexual.
Ciertamente, Freud afirma claramente 1a necesidad de recono-
cer dos tipos de factores en el origen de la neurosis: factores constitu-
cionales y factores accidentales. Sin embargo, é] mismo admite que a
la hora de evaluar la "importancia etiológica de los factores sexuales
en el caso de las psiconeurosis", 15 fue llevado a abandonar "la exage-
rada insistencia en los inf\ujos accidentales que afectaban la sexuali-
dad (akzidentellen Beeinjlüssung der Sexualitiit)','. 16 Asimismo, subraya el
hecho de que las patología¡') y traumatismos exteriores, si bien juegan
claramente un papel en la etiología de las neurosis, sólo "son capaces
de dañar secundariamente sus pro.~esos sexuales". 17 ¿Podría ser que
Freúd, pensador del acontecimiento, no fuera un verdadero pensador
del accidente?
Es aquí donde habría que discutir encarnizadamente. Cierta-
mente, no se puede negar que Freud haya hablado <le peligro exterior
o de amenaza vital. Ni que haya diferenciado el miedo, la angustia y el
terror, este último siendo el afecto propio del trauma, el "estado en que
se cae cuando se corre un peligro sin estar preparado". 18 Así, definió
perfectamente el trauma como ese aflujo de excitación que desborda
las capacidades de metabolizaci6n del aparato psíquico. Dio su lugar
a aquellas "conmociones mecánicas, choques ferroviarios y otros ac-
cidentes que aparejaron riesgo de muerte", 19 así como a "la horrorosa
guerra que acaba de terminar". 20 No obstante, sierrlpre es la sexua-
15
S. Freud, 'Mis tesis sobre el paYel de la sexualidad en la etiología de las neurosis", en
up. cit., t. IIJ, p. 269.
IG ]bid., p. 267.
17
lbid., p. 210.
10
S. Freu_d, "Más allá del principio de placer", en op. cit., t. xv111, p. IS.
19
Ibid., p. 12.
20
ldem.
321
lidad, entendida como causalidad específica y régimen del aconteci-
miento, que al final triunfa sobre el accidente bruto, la efracción pura,
la herida sin porvenir hermenéutico.
(:Acaso no lo reconoce el mismo Freud al final? No hay un más
allá del principio de placer.
El "desarrollo del concepto de sexualidad" 21 permite afirmar
la autonomía acontecirnental (autonomie événementielle) de un proceso
que, si bien claramente no se sustrae enteramente al funcionamiento del
sistema nervioso, no deja de constituir respecto a él algo como una
extraterritorialidad en la que se teje la significación psíquica de los
accidentes constitutivos de la historia individual. El camino que, de la
neurología al psicoanálisis, induce en Freud el cambio de sentido del
"nerviosismo" -de lo nervioso a lo neurótico-- permite medir toda
la distancia que existe para él entre "atentados sexuales" 2 ~ y "lesiones
orgánicas" o "choques inesperados".
Para Freud, una herida del tipo de una lesión cerebral es psí-
quicamente muda en sí misma. Hay que empezar por cerrar los labios
de la herida para que pµeda hablar la "otra boca". Los lesionados del
cerebro deben ser reconocidos por lo que son, unos "tullidos de la se-
xualidad"" (Sexualitiitskrüppeln)."
"1 S. Freud, "Introducción a Zur Psychoana(yse der Kriegsneurosen", en op. cit., t. xv11, p. 207.
211
S. Freud, "La interpretación de los suefios", en op. cit., t. rv, p. 200.
~- S. Freud, "La sexualidad en la etiología de las neurosis", en op. cit., t. m, p. 267. Esta
1
e~presión füe usada por Freud en el contexto de una exposición acerca de la neuraste-
nia, como parte de las llamadas neurosis actuales, que tienen su origen en la vida sexual
actual del paciente. (N. del trad.)
133
bién provenga de un cierto intricado de lo exógeno y lo endógeno no
implica que la cerebralidad autorice la asignación interpretativa de
la lesión o del trauma a un "conflicto anterior". Tampoco admite la
primacía atribuida al "enemigo interior". 2 + La cerebralidad determina
el régimen del acontecimiento desastroso que no juega ningún papel
en el conflicto afectivo que supuestamente lo precede. Determina tam-
bién la supervivencia del psiquismo a un atentado traumático total y
definitivamente aleatorio.
Todos los enfermos y los traumados de los cuales hablaré aquí
cayeron enfermos, en el sentido ·de una caída, de un golpe que los aba-
te de manera totalmente inesperada. El que sean brutalmente alcan-
zados por este golpe o afectados por él en todo momento, enfermos
desde siempre y para sie,mpre, no cambia nada el hecho de que en
todos estos casos, la herida, discapacidad permanente o lesión súbita,
presenta la misma ausencia de sentido.
Cada uno a su manera, estos enfermos nos presentan el desafio
de pensar un peligro puro, excluido del sentido, un suceso inesperado
ajeno a la posibilidad de ser fantaseado. Uno no fantasea un ataque cere-
bral, ni siquiera se lo representa. La cerebralidad es así la causalidad
del accidente neutral y destructor: sin razón. Sabemos que basta con
muy poco, casi nada -algunas rupturas vasculares, mínimas en cuan-
to a su tamaño y su extensión- para que la identidad sea dañada, a
veces de forma irreversible. Lo sabemos, pero este saber no puede ser
puesto en escena por el psiquismo.
Esta imposibilidad de la puesta en escena psíquica no deja de
tener repercusiones psíquicas, Los daños causados por el accidente
"puro" son efectivamente vividos, soportados, sufridos por el psiquismo,
perturbando la economía cerebral de los afectos que mantiene unidos
cuerpo y espíritu, pensamitnto y sensibilidad, cognición y sensualidad.
' .
La destrucción de todo aquello que ata al su.1eto a sí mismo y
a los demás -auto-afecto, deseo, amor, odio, placer-, puede verse
341
arrojado en un instante o en e1 tiempo más largo de una enferme-
dad neurodegencrativa, ya que en ambos casos se comparte 1a misma
ceguera hermenéutica. De esta manera, la sexualidad es totalmente
expuesta a un régimen de acontecimiento más radical que ella, contra-
riamcnt~ a lo que afirma Freud: a los choques o al azar de las rupturas
de las conexiones neuronales.
l 35
drome de hiperactividad con déficit de atención, o cualquiera de los
disabilities movements.
Todos -víctimas de lesiones accidentales o enfermos cróni-
cos- padecen, no obstante que sus cuadros clínicos sean evidente-
mente disímiles, trastornos emocionales que se caracterizan esencial-
mente por una avería en las señales afectivas esenciales para la toma
de decisiones. Todos tienen, en diversos grados, comportamientos
permanentes o momentáneos de indiferencia o desafecto.
5
~ Antonio Damasio, Le sentimentmetne de so1'. París, Odile Jacob, 1999, p. 92. (Sentir lo que
sucede. Santiago, Chile, Andrés Bello, 2000) .
.36 I
término genérico, hay que entender todos aquellos daños causados
por la extrema violencia relacional. Ahora bien, la frontera que separa
los traumatismos orgánicos y los traumatismos sociopolíticos es, en la
actualidad, cada vez más borrosa.
Esta afirmación tiende a generalizar y ensanchar el concepto
de lesión cerebral al incluir tipos de daños que en principio no competen
a la neuropatología. Se trata de demostrar que todo traumatismo tiene
consecuencias en la organización neurona], en particular en los sitios
inductores de emoción. Éste es el punto que justifica la construcción
de un paradigma común a todos los "nuevos heridos". Por otro lado,
dicha afirmación permite dotar a la perturbación neuronal misma de
un sentido distinto al del daño fisiológico puro y sencillo.
Ciertamente, en el caso de las neuropatologías los cambios neu-
ronales son la causa de la desorganización psíquica, mientras que en
el caso de los traumatismos sociopolíticos no son más- que su conse-
cuencia. Pero no deja de ser cierto que en todas las situaciones opera
un mismo impacto del acontecimiento, una misma economía del accidente,
una misma relación del ,psiquismo con la catástrofe.
No es que el trauma -trátese de una lesión o un trauma so-
ciopolítico- sea necesariamente fortuito en todos los casos, ni que
exista una relación simple entre el adentro "normal" de una psique
y la irrupción violenta de un afuera imprevisible. Es evidente que los
traumas sociopolíticos nunca sobrevienen al azar. Todo acontecimien-
to proviene siempre -de una forma u otra- de una intimidad inextri-
cable entre el adentro y el afuera:•. No obstante, en la actualidad los
traumas aparecen cada vez más claramente como acontecimientos que
tienden a enmascarar su intencionalidad al tomar dos apariencias apa-
rentemente opuestas: o bien la de accidentes perfectamente inmotiva-
dos, o bien la apariencia ciegamente necesaria de las leyes de la natura-
leza. En ambos casos, su meta intencional se disimula y se ausenta.
Así, las víctimas de los traumatismos neuropatológicos exhiben
un extraño fenómeno que constituye un rasgo estructural de todas las
conductas postraumáticas. Las consecuencias de los daños cerebrales,
al borrar los límites que separan la "neurobiología" de la "sociopatía",
137
tienden a nublar los límites entre la historia y la naturaleza, revelando
al mismo tiempo el hecho de que actualmente la opresión política mis-
ma adquiere el rostro del golpe desprovisto de razón.•
N europsicoanálisis
Entre sus obras se destacan Marks Solms y Michael Saling, A Moment ef Transition.
21
'
Londres, Karnac, 1990, y M. Solrns, The Neuropsychology ef Drearns. Nueva York, Law-
rence Erlbaum Associates, 1997. Asimismo, señalemos un artículo recientemente pub-
licado en francés: M. Solms, "Ps~hanalyse et neurosciences", en Pour la science, 2004,
págs. 77-81.
"' El neuropsicoanálisis es una corriente de pensamiento que dio lugar a la creación,
en Estados Unidos, de una sociedad internacional, The International Society of Neu-
ropsydwanalysis, y al lanzamiento de una revista titulada Neuropsychoana!ysis. Este
movimiento reúne a algunos de los neurocientíficos más renombrados hoy día, como
Antonio Damasio, Erik Kandell (premio Nobel de fisiología y medicina en gooo), Jo-
381
Los "neuropsicoana1istas" pertenecen a aquella nueva generación de
investigadores que interrumpen el movimiento de rechazo puro y
sencillo del psicoanálisis que se volvió la costumbre, desde los afios
cincuenta, entre los teóricos del cerebro. 28 Los científicos que aceptan
reconocerse en el neuropsicoanálisis sin renunciar al principio de una
etiología cerebral de los trastornos mentales, reivindican la necesidad
de un regreso a Freud. Este último no sería un traidor a la causa neu-
rológica sino a la inversa, aquél que prepara su realización al aislar, en
el campo psicoanalítico, una serie de investigaciones y resultados que
deberán ser confirmad◊-s por la neurología por venir. Esta es la teoría
del "momento de transición".
En el libro titulado El cerebro y el mundo interior, Solms cita
el célebre pasaje de Más allá del principio de placer en el cual Freud
declara: "La biología es verdaderamente un reino de posibilidades ili-
mitadas; tenemos que esperar de ella los esclarecimientos más sor-
prendentes y no podemos columbrar las respuestas que decenios más
adelante dará a los interrogantes que le planteamos. Quizá las dé tales
que derrumben todo nuestro artificial edificio de h~pótesis". 29 Solms
se apoya en este pasaje para afirmar que "no se trata de demostrar si
Freud tenía la razón, sino de acabar el trabajo"/º pretendiendo mos-
trar de esta manera que el psicoanálisis sólo se alejó de la neurología
seph Ledoux, Benjamin Libet, por citar sólo algunos. En Francia, los psicoanalistas,
psiquiatras, neuropsicólogos y neurobiólogos que se interesan de cerca a este concepto
son esencialmente André Green, Daniel Wi,dlücher, actual director de la Association de
Psychanalyse et Psychothérapie (APEP), Sylvain Missonnier, Jean-Pol Tassin, Nicolas
Georgieff y Marc Jeannerod.
8
~ En el hospital de la Salpétriere en París, un grupo de neuropsicólogos, psiquiatras y
139
de manera provisional, en la espera de que este último progrese para
poder responder a la hipótesis del inconsciente.
Así, según la teoría del "momento de transición", el psicoanáli-
sis no sería más que un episodio -una suerte <le interrupción necesa-
ria- en la larga historia de la neurología, episodio que aseguraría la
mediación entre la neurología clásica tal y como Freud -el estudian-
te de medicina- la había aprendido y practicado, y el estado actual
de una psicobiología de las neuronas. "La razón [del abandono de la
neurología por Freud] -escribe Oliver Sacks- füe el muy deficiente
estado de comprensión de la neurología (y la fisiología) en esa época,
no una oposición a la explicación neurológica en principio" ;'l 1 Más ade-
' cualquier intentó de unir ( bring together)
lante dice: "Freud sabía que
el psicoanálisis y la neurolpgía sería prematuro (aunque él mismo hizo
un último intento e.n Proyecto de psicología, en 1895, que permaneció
inédito mientras vivió)".:i~
Si bien el "momento de transición" ya está concluido, hoy queda
abierta la vía de dicha "síntesis". Integrar el psicoanálisis en la historia
de la neurología permite primeramente insistir sobre la necesidad de
renovar, incluso reformar, ciertos aspectos de la teoría psicoanalítica
desde el punto de vista de la neurología misma; en segundo lugar e in-
versamente, reconocer la deuda de la neurología -entrada en la "era
de la sutileza"-3 ·~ hacia Freud.
El concepto de ncuropsicoanálisis, prosigue Sacks, proviene
en un comienzo del encuentro entre psicoanálisis y neuropsicología, de
3
' Segú_n la fórmula de Oliver Sacks en su prefacio en M. Solms y O. Turnbull, op. cit., p. vii.
'" ldem,
5
" Véase el interesante análisis de Jean-Michel Thurin reproducido en el informe de una
401
allí el nombre de "neuropsicología profunda" ( depth neuropsychology)
que Mark Solrns le da también a veces.-% Es el gran neuropsic'ólo-
go soviético Alexan<ler Luria quien, extendiendo los trabajos de su
maestro Lcv Vygotski, furnla en los años treinta la neuropsicología.
Luria propone remplazar la noción de "función cerebral" por el con-
cepto de "sistema funcional":% Mientras que la función es localizada
anatómicamente en un "área", por su parte los "sistemas funcionales"
suponen unas interacciones dinámicas entre diferentes mecanismos
neuronales. Una de las características de dichos sistemas es la capaci-
dad de reorganización de sus elementos, que implica que una lesión no
afecte un solo lugar de la organización neuronal, sino que transforma
los lazos o interacciones entre los sistemas. Un dafio cerebral siempre
tiene una localización dinámica.
Es así, declara Oliver Sacks, cómo:
1
" ·O. Sacks, "Prefacio" en M. Sohns y O. Turnbull, op. cit., p. viii.
" Alexander R. Luria (1902-1977) es el autor de obras fundamentales corno Traumatic
5
l 41
mentable--- Freud nunca la vio, nunca supo cómo Luria había
elevado la neurología clínica a un nivel completamente nuevo,
quizás complementario al del psicoanálisis."º
"
6
O. Sacks, "Prefacio" en M. Solms y O. Turnbull, op. cit., pp. vii-viii.
37
O. Sacks, El hombre que co11fondió a su mujer con un sombrero. Barcelona, Anagrama,
2003, p. 32.
"" Véase la nota 4<1. Malabou exp~ca la importancia de que la palabra "neuro-psicoanáli-
si_s", en francés, siempre esté mediada por un guión, confirmando la separación de ambas
disciplinas. Para fines de la lectura de esta edición en espafiol, se juntarán las palabras ,
sin el propósito de adscribir una sintonía entre ambas disciplinas. (N. del edit.)
·'" O. Sacks, "Prefacio" en M. Solms y O. Turnbull, op. cit., p. ix.
·HJ Idem.
421
Por consiguiente, no hace falta limitar nuestro análisis al ámbito de]
neuropsicoanálisis, sino que es conveniente tomarle prestados· los ele-
mentos útiles para la confrontación a la que nos arriesgamos aquí,
entre dos causalidades y dos regímenes eventuales: sexualidad y ce-
rebralidad. La enseñanza fundamental del neuropsicoanálisis consiste
en e1 imperativo de que de ahora en adelante, se consideren en pie de
igualdad a los "tullidos de la sexua1idad" y a los "sobrevivientes de las
lesiones neurológicas" .,¡,,i
4
~ Según la formula en A. Damasio, op. cit., p. 60.
4
" Esta expresión es empleada en varias ocasiones en el capítulo III de S. Freud, "El yo
y el ello", en op. cit., t. XIX, pp. 1-66 y en S. Frcud, ''Análisis terminable e interminable",
en op. cit., t. xxm, pp. 211-254.
143
Así, por ejemplo, un enfermo de Alzheimer no es -por lo menos no
exclusivamente- alguien que ha "cambiado" o que se ha "modifica-
do", sino sin lugar a dudas un sujeto que se ha convertido en alguien más.
Todo daño que alcanza los mecanismos cerebrales de produc-
ción y regulación de las emociones (en especial en el córtex prefrontal,
el hipocampo y la amígdala), altera la personalidad a tal grado que a
veces ]a vuelve irreconocible, sin necesariamente disminuir las funcio-
nes cognitivas de alto nivel (lenguaje, memoria, atención, etcétera).
Dicha alteración se reconoce sobre todo por aquella "despreocupación
extraña" (odd unconcern) 14 que parece suceder a los nuevos heridos,
como si se hubieran separado de sí mismos.
' .
El "cambio de personalidad" design:i, entonces, un trastorno
de la identidad cuya gra,vedad hace que se pueda distinguir clara-
mente entre un "antes" y un "después" de la herida. Semejante cam-
bio responde a la definición de catástrofe que propone el psiquiatra
y psicoanalista Franyois Lebigot, especialista de las situaciones de
urgencia: "La catástrofe responde a la definición del acontecimiento
en su aserción psíquica, es decir, que representa un hecho exterior,
identificable y generalmente brutal que, para el sujeto, introduce una
ruptura con una distinción muchas veces muy radical entre el antes y
el después". 1·5
Phineas Gage
441
Supervisor de obra durante la construcción de la línea del fe-
rrocarril en Vermont a finales del siglo XIX, Phineas Gage dirige la
operación de dinamita cuando se produce un accidente: una mina le
explota entre las manos. La larga barra de fierro con la cual había
estado trabajando le atraviesa el cráneo.
Se salva milagrosamente de este accidente pero su cerebro
frontal está gravemente dañado. Gage se vuelve a la vez irritable e
indiferente a todo, ansioso y ausente. Ya no siente nada por sus alle-
gados y se muestra perfectamente insensible. Damasio declara: "El
paciente será dado de alta en menos de dos meses. Sin embargo, ese
increíble desenlace pierde relieve si se lo compara con el vuelco ex-
traordinario que se producirá en la personalidad de Gage. Sus sueños,
ambiciones, apetencias e inapetencias, están por cambiar. El cuerpo de
Gage está vivo y bien, pero un nuevo espíritu lo anima". 47 Más adelan-
te dice: "Gage ya no era Gage ( Gage was no longer Gage)". 1·8
Esta metamorfosis, por ser una metamorfosis del ser entero y
no una simple pérdida de aptitud, muestra que no es posible separar la
herida orgánica de sus repercusiones psíquicas. Como lo afirma muy
justamente Mark Solms, que dice haber encontrado a "centenares de
Phineas Gage": "hoy es posible aprender algunas cosas muy impor-
tantes y valiosas acerca de la experiencia interior estudiando el órgano
físico que fue lesionado en el caso de Phineas Gage". 1'º En efecto, "hay
una relación descriptible entre acontecimientos cerebrales ( brain events)
y aspectos característic0s de quiénes somos. Si alguno de nosotros fuera
a sufrir la misma lesión que Gage, ~obrevenida en la misma región es-
pecífica, cambiaría de una manera muy similar y no sería el mismo, ya
no sería su 'sí mismo' anterior. Éstá es la base de nuestra concepción
según la cual es necesario que todo interés serio por la vida interior de
la mente sea acompañado de un interés por el cerebro y viceversa". 50
HA. Damasio, El error de Descartes. Santiago, Chile, Andrés Bello, 1999, p. 26.
-J.s !bid., p. 2s.
49
M. Solms y O. Turnbull, op. cit., p. 5.
·'º F. Davoine y J.-M. Gaudilliere, op. cit., p. SS.
145
La "cuestión aguda de la insensibilidad" y la condición postraumática
Plasticidad y destrucción
1
" Idem.
461
o explosión que tiene toda forma, como lo atestiguan 1os términos
que se refieren a los explosivos plásticos. 52 Esta noción se sitúa, por lo
tanto, en los límites entre la creación y la destrucción de la forma. 53
¿Cuál de estos tres sentidos habremos de seleccionar para ca-
racterizar el poder plástico de la herida al psiquismo? No se puede
negar que se trate efectivamente de un poder de creación de forma,
en el sentido de que hay una metamorfosis de la identidad. También es'
cierto que dicha identidad es plástica en sí misma, en la medida en que
es susceptible de recibir la huella de esta nueva forma. Pero es claro
que las heridas -traumas o catástrofes- no son "creadoras de for-
mas" en la acepción positivo del término. Estamos a leguas del paradigma
escultural de la "bel1a forma". Si 1a herida, como causa determinante de
la transformación del psiquismo, tiene un poder plástico, éste no puede
más que remitir esencialmente al tercer sentido de la plasticidad: 1a ex-
plosión y el aniquilamiento. Si hay creación de una identidad después
de la lesión cerebral, ésta es entonces creación por destrucción de forma.
Por lo tanto, la plasticidad que está en juego aquí es efectivamente una
plasticidad destructora.,
Semejante plasticidad -y aquí reside su paradoja- sigue sien-
do a pesar de todo una aventura de la forma. Los enfermos de Alzhei-
mer, por retomar su ejemplo, muestran precisamente 1a plasticidad
de la herida, mediante la cual una identidad se disloca para siempre
para formar una nueva, que no es un relevo ni una réplica compensa-
toria de la forma antigua, sino en efecto, literalmente, una forma de
destrucción. Prueba de que la destrucción hace forma, de que puede
constituir ella misma una forma de vida psíquica. El poder plástico
formador-destructor de la herida tal y como la pensamos aquí podría
enunciarse así: todo sufrimiento es formación de la identidad de aquél que
lo padece.
52
Aquí la autora mencionó las palabras plastic y plastiquage, que en francés se refieren al
explosivo plástico y a la voladura obtenida por el mismo. (N. del trad.)
53
Para una definición de la plasticidad, véase en particular Catherine Malabou, QueJaire
de notre cerveau?. París, Bayard, 2004,, pp. 15-17. (¿ Qué hacer con nuestro cerebro?. Madrid,
Arena Libros, 2007).
147
¿De qué manera, entonces, será el tema de la plasticidad des-
tructora una guía para la confrontación crítica iniciada aquí? Es preci-
so constatarlo: ni Freud ni los neurólogos han elaborado su concepto.
Tanto en e] psicoanálisis como en la neurología, la plasticidad es una
potente categoría operante, pero nunca es entendida mái, que por sus
dos primeros significados: recepción y donación de forma. El tercer
sentido, el de la deflagración, permanece en la sombra. La reflexión
neurológica sobre el poder determinante de la herida y del trauma
es ciertamente una reflexión sobre el cambio de identidad, es decir, la
destrucción de dicha identidad. Pero le falta a esta reflexión un con-
cepto, que permita precistr el sentido de este cambio e interrogar el
psiquismo en cuanto a la capacidad que tien~ de sobrevivirse as( mis-
mo, tras la herida, no en tJna ausencia de forma sino en la forma de su
ausencia. Tanto en ·psicoanálisis como en neurología, ]a plasticidad se
limita a permanecer en la orilla de su propia negatividad.
481
de nuevo en la forma de manifestación <le las fuerzas del alma,
y aun en la única forma, corno si todos los desarrollos más
tardíos hubieran sido anulados, hubieran involucionado. Esta
plasticidad extraordinaria ( dieser ausserordentliche Plastizitat)
de los desarrollos del alma no es irrestricta en cuando a su
dirección; [... ] Ahora bien, los estados primitivos pueden res-
tablecerse siempre; lo anímico primitivo es imperecedero en el
sentido más pleno.H
"
4
S. Freud, "De guerra y muerte. Temas de actualidad", en op. cit., t. x1v, pp. 286-287.
·'·' Ibid., p. 287.
56
Jdem.
149
de la lesión o del trauma, no hubiera ninguna relación. Que la nueva
identidad sea, una vez más, sin precedentes. La frialdad (froideur), por
volver a ella, es seguramente el argumente más convincente a favor
de esta metamorfosis. Damasio dice a propósito de un paciente: "[Su]
vida afectiva parecía más pobre. Ocasionalmente experimentaba un
breve brote emocional, pero por lo general estaba ausente ese tipo de
demostraciones. No mostraba signos que manifestaran su sentir por
]os demás, ninguna señal de vergüenza, tristeza o angustia frente al
trágico vuelco de los acontecimientos. Su afectividad general puede
ser bien descrita como 'superficial"'. 57
***
'
Todas estas preguntas también me las hago a mí misma. En efecto,
hay una objeción que me ha sido hecha con frecuencia, en el sentido
07
A. Damasio, op. cit., p. 77. Se trata del caso de un paciente con tumor cerebral, estudia-
do en 193~ por Brickner. (N. del edit.)
501
siguiente: a pesar de que en mis precedentes trabajos hice hincapié
repetidas veces en los tres sentidos de la plasticidad -recepción, do-
, nación y aniquilamiento de la forma-, en realidad también yo habría
tomado en cuenta sólo a los dos primeros. Me habría limitado a evocar
la plasticidad destructora o explosiva sin nunca considerarla concre-
tamente. La habría tratado únicamente de forma alusiva. Sólo las di-
mensiones creadoras de la plasticidad habrían sido exploradas: inven-
ción, flexibilidad, resistencia, capacidad de oposición a la flexibilidad.
Y es verdad que en el fondo, la ausencia de sentido de la forma misma,
el aniquilamiento del sentido en la forma y como forma nunca fueron
objeto temático de mi trabajo. N u nea afronté realmente la posibilidad
de la metamorfosis destructora.
Ahora bien, quizás sea éste el lugar donde pueda intentar dar
"un paso más" al explorar la hipótesis de una plasticidad realmente
explosiva y al dejar de subordinar la deformación o articularla al pro-
yecto de un relevo de la. forma.
Por lo tanto, es en esta dirección desconocida de mí, desconoci-
da también por el psicoanálisis y la neurología, que quisiera iniciar el
diálogo, al desarrollar la idea de una plasticidad que no sería otra cosa
que una forma de muerte.
La plasticidad de la muerte: ¿cómo pensarla? Éste será el proble-
ma más dificil, más expuesto del trabajo, ya que necesariamente habrá
que situarla entre la hipótesis freudiana de la pulsión de muerte -que
complica infinitamente el problema de la sexualidad- y la hipótesis
neurológica actual de una muerte d.e la pulsión.
151
Introducción
Las "nuevas cartas"' de la causalidad
1
Immanuel Kant, Crítica de la razón pura. México, Porrúa, 1979, pp. 21.•8-24.•9.
2
Véase Daniel Widliicher, "Le parallélisme imposible", Pierre Fédida (comp.), Com-
munú:ation et représentation, nouvelles séJnioWgies en psychopathologie. París, PUF, 1986, pp.
181-206.
561
organización responde a la aparición de acontecimientos externos? A
todo "carácter causal" le corresponde el sintetizar la sistematicidad del
sistema y la aparición del accidente.
Como lo observa muy justamente Marc Jeannerod, tanto e]
psicoanálisis como la neurología tratan con sistemas funcionales. 1 En
Freud, el aparato psíquico se compone de instancias que forman una
organización interna que decide el sentido del acontecimiento. En
cuanto a ]a arquitectura neuronal, t~mbién está compuesta por dife-
rentes sistemas en interacción constante.
Pero no deja de ser imposible, para el psicoanalista como para
el neurólogo, conformarse con una explicación estrictamente funcio-
nalista de los trastornos, que sólo toma en cuenta este nivel sistemáti-
co, ignora los acontecimientos exteriores y "reduce las causas exóge-
nas a puros factores reveladores de vulnerabilidad". 2 Según Jeannerod,
la colaboración necesaria entre psiquiatría y neurociencias hoy en día
pasa precisamente por la evaluación conjunta del grado de eficiencia de
la causa exógena en el mecanismo intrapsíquico. 3
Asimismo, Andr~ Green distingue en su obra La causalidad psí-
quica, entre "sistema cerrado,. y "sistema abierto": un sistema funcional
es a la vez una "auto-organización'·· o una "auto-poiesis", y una estruc-
tura abierta al "acontecimiento''.+ Tal vez se trate de una traducción de
aquello que Freud formula, en Un recuerdo irifantil de Leonardo _da Vincz~
como uno de los principios fundamentales del psicoanálisis: ''Nuestra
meta sigue siendo demostrar el nexo entre vivencias externas (dusseren
Erlebnissen) y reacciones de la persqna (Reaktionen der Person) a lo largo
del camino del quehacer pulsional (über den Weg der Trzebtiitigung)".'
157
El punto en común entre psicoanálisis y neurología reside en
la tarea de pensar juntos la autorregulación del sistema y la intrusión
perturbadora del azar, la necesidad económica y las reservas de inde-
terminación en el psiquismo.
Sin embargo, este punto en común se revela al mismo tiempo
y de forma inmediata como un punto de ruptura. Las concepciones
psicoanalíticas y neurológicas de la relación entre sistema y accidente,
así como las definiciones del concepto de acontecimiento en sí, son ra-
dicalmente opuestas. Incluso es posible afirmar que los enfrentamien-
tos conflictivos entre ambos campos descansan precisamente en estas
diferencias de apreciación del sentido de lo acontecimental psíquico
'
( événementialité psychique). Así se explica, en gran parte, el largo proce-
so de neutralización mutua. en el cual se han adentrado, ?esde el inicio,
el psicoanálisis y la neurología. Sexualidad y cerebralidad libran desde
siempre una guerra fratricida por la dominación etiológica.
En la actualidad, el valor etiológico de la sexualidad se ve su-
bordinado al de la cerebralidad, invirtiendo el antiguo orden de do-
minació.n que hasta una época reciente .otorgaba la preeminencia al
psicoanálisis.
Por "subordinación de la sexualidad" hay que entender prime-
ro el borrado de la especificidad de lo sexual en la economía general
de los afectos comandada por la actividad emocional del cerebro;
en segundo lugar, debe entenderse la predominancia etiológica cada
vez más grande de la cerebralidad en la psicopatología. Estos fenó-
menos son contemporáneos de una profunda redefinición del acon-
tecimiento psíquico.
De ahora en adelante, el acontecimiento psíquico deja de ser
considerado como un acontecimiento sexual. La hipótesis de un cere-
bro emocional expulsa la idea de una pulsión sexual autónoma. Así, la
regulación de los acontecimientos por el carácter cerebral difiere pro-
fundamente de su regulación por el carácter sexual.
581
LA PUESTA EN ENTREDICHO DE LA "ENERGÍA PSÍQUICA"
1
S. Freud, "Dos artículos de enciclopedia: 'Psicoanálisis' y 'Teoría de la libido"', en op.
cit., t. xvm, p. 240.
159
La subordinación neurológica de la sexualidad es el resultado
de una puesta en entredicho de esta organización energética en el seno de
la cual la libido, por su fluidez, suple la incapacidad cerebral para so-
portar las excitaciones. Sólo hay una energía: la energía nerviosa. Sólo
hay un circuito energético: la dinámica neuronal. La tesis, muchas ve-
ces implícita, que subyace a 1a teoría del cerebro emocional, puede ser
formulada corno sigue: el cerebro es una insLancia auto-ajt:Ctable que está
peifectamente capacitada para tramitar Las solicitaciones interna.1·y externas.
La economía cerebral de las emociones no necesita para nada la des-
viación de una energía psíquica, ni la constitución de un aparato cuya
tópica imaginaria vendrí~ de alguna forma a superponerse a la organi-
zación anatómica y biológica del sistema n~rvioso. Así, la subordina-
ción neurológica de la se;xualidad responde a la reivindicación de una
autonomía cerebral en el tratamiento de los afectos, autonomía que
necesariamente pone en entredicho la pertinencia de los conceptos <le
pulsión y libido. El cerebro tiene sus propios acontecimientos.
En su artículo titulado "El psicoanálisis a riesgo de las neu-
rociencias", publicado en El libro negro del psicoanálisis, Joelle Proust
refuta precisah1ente ]a concepción freudiana de una_excitación que no
sea la excitación nerviosa, que sería la fuente verdadera de toda ener-
gía psíquica, incluyendo la energía nerviosa. Declara: "La teoría freudia-
na de las relaciones entre lo psíquico y lo somático depende de una
concepción según la cual las neuronas deben recibir del exterior su
excitación. Según Freud, se precisa una excitación somática 'periféri-
ca' para que el sistema nervioso se estimule; el influjo nervioso se con-
sidera como una forma de energía que recorre las neuronas, pero no
engendrado por ellas. Esta·energía se inviste, es decir, se une a ciertas
representaciones que se convierten en representantes de la pulsión co-
rrespondiente". 1 Dicha eJ1J;rgía venida del exterior no es más ni menos
que la libido, la cual "puede ser excesiva, insuficiente, firme aquí, lábil
allí. Son los diferentes destinos de su marcha los que explican, según
'Joelle Proust, "El psicoanálisis a riesgo de las neurociencias", en Catherine Mcycr (ed.),
El libro negro del psicoanálisú. Buenos Aires, Sudamericana, '.2007.
601
Freud, la formación de cornpl~jos como el Edipo, y sus formas patóge-
nas, corno las neurosis y las psicosis. Pero hoy sabemos que la energía
mental no es de origen extra-neuronal: el axón de la neurona produce el
influjo nervioso que se propaga hacia las terminaciones nerviosas. La
idea de que la libido organiza la vida psíquica pierde así su único argu-
mento neurofisiológico. Este descubrimiento debería llevar a revisar
la imagen -y la teoría- del reservorio de energía aportado, según
Freud, por las pulsiones somáticas. Por la misma razón, la explicación
pulsional de la enfermedad mental -el supuesto papel que juegan los
complejos y la vuelta de representaciones reprimidas- se encuentra
igualmente desprovisto de justificación". 1
Este punto de vista, que sintetiza de forma brutal varios nive-
les muy distintos del análisis freudiano y aporta una represent~ción
grosera de la teoría de las pulsiones, tiene no obstante el mérito de
plantear el problema de una puesta en perspectiva de la energía psí-
quica y de la energía neuronal, del interior y del exterior, del sistema-
y de su relación con el afuera, con el accidente o el acontecimiento. El
argumento mayor del dE;spido infligido a la libido y·a la pulsión reside
en la afirmación según la cual el cerebro regula aquello que le sucede
sin ayuda ni injerencia exterior. Como resultado, la sexualidad ya no se
beneficia de ninguna extraterritorialidad en relación con lo cerebral.
La manera muy peculiar con la' cua] el cerebro se auto-afecta,
sin ruido, sin signos exteriores tangibles y qüe sólo se revela por ac-
cidente, en la absoluta fragilidad de una exposición inconsciente de· sí
misma, estará en el centro de] análisis, a la espera de su crítica freudia-
na a posteriori.
'Idem.
161
1
El auto-afecto cerebral
ACLAREMOS LAS COSAS: FREUD nunca dijo que las neuronas se conforma-
ran con recibir "su excitación del exterior". Muy al contrario, desde
el Proyecto de psicología insiste sobre la existencia de una excitación de
adentro. Jamás cambiará de parecer en este punto. En cambio, muy rá-
pidamente mostrará que paradójicamente, el sistema nervioso no pue-
de responder a esta presfón, esto es, regular solo su propia excitación.
Así es como Freud terminará por i.dentificar esta presión in-
terna con la pulsión cuyq ejercicio, regulación y tramitación necesitan
la delimitación de. un espacio propio que, en cierto sentido, rodea el
sistema nervioso y desvía una porción de su exceso energético. Este
espacio es el del aparato psíquico. Por lo tanto, el problema planteado
por la existencia de la excitación endógena del sistema nervioso no es
fundamentalmente un problema neurológico. Es, en gran parte, en
este punto donde se centra el debate contemporáneo.
Esto no implica que haya en Freud dos tipos de energía de dis-
tintas naturalezas, a saber, la energía nerviosa y la energía psíquica,
sino más bien un relevo, una diferenciación, una complejización econó-
mica de la primera por la segunda.
Recordemos el célebre enunciado de los trabajos sobre metap-
sicología según el cual "[ eJI estímulo pulsional no proviene del mundo
exterior, sino del interior del propio organismo". 1 O este otro: la pu1-
sión "no ataca desde afuera, sino desde el interior del cuerpo". 2 Estas
afirmaciones reflejan muy exactamente el discurso desarrollado en el
Proyecto de psicología: "CQn la complejidad de lo interno, el sistema de
'
neuronas recibe estímulos desde el elemento corporal mismo, estímu-
1 Sigm~md Freud, "Pulsiones y destinos de pulsión", en Obras completas, t. XIV. Trad. José
L. Etcheverry. Buenos Aires, Amorrortu, 1980, p. 111•.
Q Idem
641
1os endógenos que de igual modo deben ser descargados. [... ] De estos
estímulos el organismo no se puede sustraer como de los estímulos
exteriores, no puede aplicar su Qpara huir del estímulo".:)
Como es bien sabido, Freud distingue entre neuronas <.p, que tra-
mitan los estímulos exteriores, y neuronas 'V, cuya tarea es tramitar
las excitaciones endógenas. 4 Trátese ,de pulsión o de organización
"neuronal", Freud siempre reconoce la existencia de un "ataque" pro-
veniente del interior del sistema nervioso. En ningún momento busca
descubrir una energía que sería extraña a la energía nerv10sa, que
vendría del afuera para tratar el adentro de] sistema.
Ahora bien, ¿cómo entra en escena la energía propiamente
"psíquica", que no se debe confundir con la energía nerviosa? Es con-
vocada en el momento exacto en que Freud constata la incapacidad
del sistema nervioso para dominar la excitación, no obstante que sea
suya, para satisfacer su demanda, precisamente porque es interna. Muy
rápidamente, Freud abandona la hipótesis de la existencia de neuronas
de naturalezas distintas, permeables e impermeables, para entender y
resolver el problema esp,ecífico de la excitación endógena.
En los trabajos sobre metapsicologfa, la pulsión se presenta
como una füerza que amenaza resueltamente las barreras-contacto,
las facilitaciones, los diferentes sistemas "neuronales" de protección
contra las cantidades excesivas. Pero esta fuerza -y aquí reside la di"'.
ficultad- no es exterior a] sistema nervioso. Más bien es la manifes-
tación misma de su adentro. La pulsión se presenta como esta fuerza
de adentro que el adentro del sistema no puede tratar. Freud afirma:
5
S. Freud, "Proyecto de psicología"", en op. cit., t. I, p. 31,I.
4
Freud declara: "A.hora recordemos que el sistema de neuronas tenía de1>de el comienzo
dos funciones: recoger los estímulos de afuera, y descargar las excitaciones endógena-
mente generadas. [... ] Pero en este punto uno podría conjeturar que nuestros sistemas
cp y'+' habrían asumido, cada uno de ellos, sendos compromisos primarios. El sistema cp
sería aquel grupo de neuronas al que llegan los estímulos exteriores; el sistema'+' con-
tendría las neuronas que reciben las excitaciones endógenas". Ibid., p. 347.
165
Vernos ahora cuánta complicación ha traído la introducción
de las pulsiones para el simple esquema fisiológico del reflejo.
Los estímulos exteriores plantean una única tarea, la de sus-
traerse de ellos, y esto acontece mediante movimientos mus-
culares de los que por último uno alcanza la meta [... l, Los
estímulos pulsionales que se generan en el interior del orga-
nismo no pueden tramitarse mediante ese mecanismo. Por eso
plantean exigencias mucho más elevadas al sistema nervioso
y lo mueven a activic;lades complejas, encadenadas entre sí, que
modifican el mundo exterior lo suficiente para que satisfaga a
la fuente interior de estímulo:'
661
del primero. Se produce, entonces, una diferenciación o un clivaje del
mismo adentro -al no saber el sistema nervioso identificar y, por lo
tanto, interiorizar el origen o la razón de este ernpt~e interno- que
entraña un doble destino energético. Doble destino que corresponde,
en Freud, al desdoblamiento entre sistema nervioso y aparato psíquico.
Otra vez no hay dos tzpos de energía, sino una organización di-
ferenciada de la energía que se instala para resolver el problema de la
compatibilidad del adentro consigo mú,mo. Freud afirma: "Sobre todo [los
estímulos pulsionales] lo obligan [al sistema nervioso] a renunciar a
su propósito ideal de mantener alejados los estímulos, puesto que pro-
ducen un aflujo continuado e inevitable de estos". 6 La energía psíquica
entra en escena en e] momento preciso de este "renunciamiento".
Sólo una desviación de la urgencia del afuera, la translación del
adentro pulsional en un adentro distinto de aquél del sistema nervioso
-con la consecuencia de que este otro adentro se vuelve de alguna
forma exterior al sistema nervioso- permite encaminar la pulsión
hacia su destino que sin duda es primeramente la satisfacción y e]
mantenimiento del nivel de excitación lo más bajo posible. Este otro
adentro (o distinto) es el que forma el aparato psíquico.
La energía psíquica toma el relevo de la energía nerviosa para
dispensar el cerebro de la tarea de tener que responder a la insistencia
indomeñable de una auto-solicitación, o de una convocación del aden-
tro por sí mismo. Para Freud -y esta tesis es constante a lo largo de
su obra-, el sistema nervioso está de~jJrovisto de cualquier estructura de
auto-afecto.
'
1
Idem.
l67
No deberíamos representarnos una vía conductora cerebral
como un hilo telefónico que sólo recibe excitación eléctrica
cuando debe funcionar -en nuestro caso: cuando debe tras-
mitir un signo-, sino como uno <le aquellos conductores te-
lefónicos por los que fluye de manera constante una corriente
galvánica y que se vuelven inexcitables cuando esta cesa. O,
quizá mejor, pensemos en un dispositivo eléctrico muy rami-
ficado y destinado a iluminar y proveer de fuerza motriz; se
le requiere que cada lámpara y cada motor puedan ponerse
en funcionamiento mediante simple contacto. Para posibilitar-
lo, para que toda la red conductora mantenga un aporte de
trabajo aun durante la quiescencia funcional, debe existir una
determinada tensión, y a ese efecto la dínamo debe gastar un
determinado volumen de energía. De igual manera, existe una
cierta medida de excitación en las vías conductoras del encéfa-
lo, quiescente, vigil, pero aprontado para el trabajo.'
7 Josef. Breuer y Sigrnund Freud, "Estudios sobre la histeria", en op. át., t. 11, p. 20lí.
' !bid., p. 209.
9 !bid., pág. 21 o.
681
Pulsión y representación
169
En el texto titulado "La represión", Freud define una agencia
representante de pulsión como "una representación o un grupo de re-
presentaciones investidas desde la pulsión con un determinado monto
de energía psíquica (libido, interés)", siendo este último también lla-
mado "monto de afecto". 11
Se constata, entonces, una escisión adicional, por la cual el
mismo "representante" de la pulsión se desdobla en representación,
o grupo de representaciones, y monto de afecto. Freu<l explica este
destino de corte propio a la fuerza pulsional como sigue: "Una pulsión
nunca puede pasar a ser objeto de la conciencia; sólo puede serlo la
representación que es su representante. Ahora bien, tampoco en el in-
'
terior de lo inconciente puede estar repres~ntada si no es por la repre-
sentación. Si la pulsión i;io se adhiriera a una representación ni saliera
a la luz como un estado afectivo, nada podríamos saber de ella". 12
El hecho de que _la pulsión esté ligada a un emisario -repre-
sentación o monto de afecto-- constituye, entonces, su condición de
posibilidad. Esto significa también que siempre puede desprenderse
de aquellos emisarios a los cuales está 1igada, intercambiarlos para ella
misma cambiar de "destino".
La relación del cuerpo con el alma sólo se manifiesta con la con-
dición <le esta síntesis cortante, de esta unión disociada, no del alma y
el cuerpo mismos, sino de la estructura de su mutua representación o de-
legación. Por lo tanto, la presión extrema ejercida por la pulsión sobre
el sistema nervioso no es solamente cuantitativa, sino también cuali-
tativa: aquello que pulsa f:s a la vez la cantidad de fuerza y la división
de las instancias que se encuentran relacionadas en dicha fuerza, la
1
' S. Freud, "La represión", en op. cit., t. XIV, p. 147.
2
i S. Freud, "Lo inconciente", e9, op. cit., t. x1v, p. 173. En "La represión", Freud presenta
estas transformaciones como sigue: "La pulsión es sofocada por completo, de suerte
que nada se descubre de ella, o sale a la luz como un afecto coloreado cualitativamente
de algún modo, o se muda en angustia. Las dos últimas posibilidades nos ponen frente
a la tarea de discernir como un nuevo destino de pulsión la trasposición de las energías
psíquicas de las pulsiones en qfCctos y, muy particularmente, en angustid'. (S. Freud, "La
represión", en op. cit., t. XIV, p. 148).
701
complicación estructural de la fuerza. Esta complicación constituye el
adentro que se presenta al sistema nervioso como un extraño. El corte
(o la separación) es, entonces, la ónica solución posible para el exceso
de solicitación endógena: la división, la dilación, la demora, permiten
difáir la presión del adentro sin provocar "cortocircuitos".
Así, Freud insiste sobre el hecho de que la unión representativa
del alma y del cuerpo falla en representarse anatómica y orgánicamente a sí
misma en el sistema nervioso. La energía psíquica se desliga de la energía
nerviosa justamente para permitir al principio de todos los destinos
pulsionales esta representación disociada, partida en su unidad misma:
"El trastorno hacia lo contrario. La vuelta hacia la persona propia. La
represión. La sublimación". 13 La energía psíquica es de alguna forma el
rodeo metafórico de la energía nerviosa. No pudiendo descargarse en
el sistema nervioso, la excitación endógena es condenada al desvío,
a los giros, comparables a los tropos o figuras del discurso. Como lo
subraya muy justamente Michel de Certeau: "las operaciones, que or-
ganizan la representación al articularla sobre el sistema psíquico, son
de hecho de tipo retóri~o: metáfora, metonimia, sinécdoque, parano-
masia, etcétera".ª
Ahora bien, esta retórica suple el silencio del sistema nervioso.
Por no existir actividad simbólica alguna en el sistema nervioso, la
energía psíquica figura esta ausencia misma en. un estilo que de hecho
es extraño al cerebro, el cual no tiene ninguna iniciativa en el trata-
miento de una energía que no hace más que transmitir y mantener, en
la medida de lo posible, a un nivel t;onstante. El inconsciente está estruc-
turado como un lenguaje sólo en la medida en que el cerebro no habla. 15
l 71
Así, 1a energía psíquica viene a relevar la ausencia de capaci-
dad representativa y simbólica de la organización cerebral. El sistema
nervioso, cuya tarea primera es controlar las excitaciones, no puede
representar la relación de representación que une y desune origina-
riamente a la psique y al cuerpo. No elabora representación alguna
de 1as "fuentes de excitación internas al organismo", que de por sí son
estructuras de representación. Por eso no se puede afectar a sí mismo,
por eso no es una jJsique.
Sexualidad y división
lización de los procesos anímicos, todo;; lo;; e;;fuerzos por imaginar las representaciones
almacenadas en células nerviosas y la circulación <le las excitaciones por los haces de
nervios. El mi;;rno destino correría una doctrina que pretendiera individualizar el lu-
gar anatómico del sistema Ce (la actividad conciente del alma) en la corteza cerebral,
por ejemplo, y situar lo;; proceSfls inconcientes en las zonas subcorticales del cerebro.
Aquí se nos abre una laguna; por hoy no es posible llenarla, ni es tarea de la psicología.
Nuestra tópica psíquica provúionalrnente nada tiene que ver con la anatomía; se refiere a
regiones del aparato psíquico, dondequiera que estén situadas dentro del cuerpo, y no a
localida~es anatómicas". (S. Freud, "Lo inconciente", en op. cit., t. XIV, p. 1íü).
"'En el capítulo VII, trato de fiirma más precisa la relación entre sexualidad y corte, o
;;eparación.
721
decir que la pulsión sexual se reduce a un aflujo de energía que pulsa
y toca la puerta exigiendo ser tramitado. Pero tal tramitación nunca es
sencilla nl inmediata: hace que ]a energía sufra giros, escisiones, divi-
siones, para trarn,formarse en el mensaje cifrado de la "representan-
cia'' (rejJrésentance). 17 La sexualidad es la aventura hermenéutica de la
energía psíquica. El acontecimiento endógeno, cuando sobreviene, se
encuentra necesariamente separado de su exterioridad aun para aden-
trarse en la aventura interna del sentido.
Uno no se sorprenderá, entonces, por el hecho de que la "libi-
do", afecto ligado en un inicio a la pulsión sexual stricto sensu, termine
por designar en Freud la movilidad o la "retórica" del monto de afecto
en general. Así como existe un sentido "amplio" de la sexualidad, exis-
te también, por vía de consecuencia, un sentido "amplio" de la palaba
libido. El carácter lábil de la libido, que la hace susceptible de un infi-
nito desvío, se vuelve el rasgo dominante de la energía psíquica en su
conjunto. El tratamiento de la pulsión sexual se vuelve paradigmático
de todo destino pulsional.
Lacan muestra que la libido, lejos de ser sólo la manifestación
dinámica de la pulsión sexual, designa en realidad "una unidad cuan-
titativa, indiferenciada y susceptible de entrar en relaciones de equi-
valencia".18 Aun cuando, como veremos en la segunda parte de este
trabajo, no sea la única energía que opera en el psiquismo, pues está
muy lejos de serlo, la libido da su nombre a toda transacción energé-
tica. "Se hablará así -prosigue Lacan- de transformaciones, regre-
siones, fijaciones, sublimaciones de la libido, término único cuantita-
tivamente Concebido". rn Así, la libido tiene como función el unificar
17
Este neologismo está formado con base al modelo de los famosos neologismos esta-
blecidos por Jacques Derrida (différance, restance, destinérrance, etcétera). La gramática
indecidible de dichos términos (tanto en pasado como gerundio) hace posible articular
un proceso que a la vez es pasivo y activo, pasado y progresivo, situado y continuo.
18
Jacqucs Lacan, El seminario. Libro 2. El yo en la teoría de Freud y en la 1.icnica psicoana-
lítica. Buenos Aires. Paidós, 198S, p. SS2. Citemos también: "La noción de libido es, en-
tonces, una forma de unificación del campo de los efectos psicoanalíticos". Ibid., p . .3.33.
'~ lbid., p . .332.
l 73
un campo. No simplemente el de las diferentes fases y estructuras del
desarro1lo sexual, sino también, justamente, el "campo de los efectos
psicoanalíticos" en general/º los tropos o tropismos energéticos que
exceden la organización nerviosa.
74 I
o pasión, sino más bien un proceso que obra en la regulación vital: hay
una "emoción vital pura" sin otro objeto que "sí"-el sí mismo cerebral.
Demasiado ocupado describiendo la lógica pulsiona], el psi-
coanálisis falló precisamente en esta traducción afectiva de La regulación
vital, originariamente en acción en la función homeostática del siste-
ma nervioso. Lejos de ser un proceso energético mecánico, compara-
ble al funcionamiento de una central (o sistema), la homeostasis es una
economía qjiJctiva.
El mantenimiento de la excitación a su grado más bajo, necesa-
rio para la supervivencia, actividad elemental del sistema, es productor
de afectos: el cerebro se afecta a sí mismo al regular la vida. No hay
entonces "principio de inercia" -nombre que Freud da al principio de
constancia- sin emociones, es decir, sin el auto-afecto del mecanismo pro-
ductor de la constancia. "De forma bastante curiosa --escribe Damasio-
las emociones forman parte integral de la regulación que llamamos la
homeostasis". 21 Esto significa que mantenimiento, constancia, inercia,
horneostasis, son los productos paradójicos de una autoexcitación. El
"cerebro emocional" deb~ ser entendido justamente a partir de dicha pa-
radoja, que contiene todo aquello que está en juego en nuestro análisis.
Las emociones organizan y coordinan la actividad cerebral.
Trátese de emociones primarias (tristeza, alegría, miedo, sorpresa,
aversión), de las emociones secundarias o "sociales" (vergüenza, celos,
culpa, orgullo), o aun de las emociones llamadas "de fondo" (d'arriere-
plan): bienestar, malestar, calma, desánimo, etcétera, todas las emocio-
nes son prolongaciones elaboradas de los procesos afectivos que obran
en la regulación homeostática. Por lo tanto, hay en el cerebro mecanis-
mos reguladores de la adaptación al afuera sin adaptación emocional
del adentro a sí mismo. Toda historia individual comienza allí.
Ahora bien, al parecer el psicoanálisis permaneció ciego a esta
autoexcitación cerebral. Sin embargo, se objetará de inmediato, ¿acaso
Freud no dijo que la homeostasis, o "principio de inercia", es precisa-
"' Antonio Damasio, Le sentiment méme de soi. París, Odile Jacob, 1999, p. 1•7. (Sentir lo que
sucede. Santiago, Chile, Andrés Bello, 2000).
175
mente regulada por el principio de placer? Dice Freud: "la actividad del
aparato psíquico, aun del más desarrollado, está sometida al princij>io de
placer, es decir, es regulada de manera automática por sensaciones de la
serie placer-displacer f.. .]. El sentimiento de displacer tiene que ver con
un incremento del estímulo, y el de placer con su <lismil1ución".~~
Pero es necesario ver que el principio de placer no se da placer
a sí mismo, en la medida en que no se afecta a sí mismo. El mecanismo
del principio de placer permanece impasible, insensible a aquello de lo
cual es el principio. Es por esta razón que Damasio puede escribir esta
afirmación extraña según la cual "el placer no es una emoción". 23 La
emoción es una estructur;¡i. reflexiva por la cual la regulación vital se
afecta a sí misma. Así, este autor habla del "~echo de que la condición
de la regulación de la vida. se exprese en forma de afectos".\!+
761
Lo que muestra la anatomía acerca de la relación entre des-
encadenamiento y ejecución de las emociones es que la repartición
de los procesos emocionales entre varios lugares permite al cerebro
disciplinar y tratar las fuentes internas de excitación sin ser excedido
por éstas. En efecto, dichos "sitios" no son rígidos y f1jos sino que ellos
también constituyen sistemas funcionales. Así, Damasio suhraya que:
"Ninguno de estos lugares desencadenadores produce una emoción
por sí mismo. Para que suceda una emoción el lugar ha de produ-
cir una actividad subsiguiente en otras áreas [.. .]. Como ocurre con
cualquier otra forma de comportamiento complejo, la emoción resulta
de la participación combinada de varios lugares de un sistema cere-
bral".26 Podemos, entonces, considerar que la extrañeza del adentro a sí
mismo, nacida de la intensidad de las fuentes internas de excitación,
es efectivamente tramitada adentro del sistema nervioso, de una manera
funcional, interactiva, que supone la colaboración de varias instancias
que son todas instancias cerebrales. Ya no hace falta el rodeo psíquico de
la excitación nerviosa.
Así, el cerebro asume solo la retórica de sus excesos energéti-
cos. Lo que supone que exista una actividad de representación cerebra4 y
que la lógica de los afectos que actúa en la cerebralidad no se confunda
con la economía de la representación pulsional. Aquí tocamos un pun-
to decisivo. En efecto, si la estructura a la vez sintética y disjunta de
la relación psicosomática ya no es exterior al cerebro, ya no amerita
el rodeo, ¿no será que cambia el sentido mismo de inconsciente? Por consi-
guiente, ¿no se transforma también el destino de la energía psíquica,
esencialmente concebida como libido?
l 77
sola no basta para resolver. De hecho, investigadores como Solms,
por ejemplo, se niegan categóricamente a localizar el inconsciente. En
ningún caso, escribe Solms, se trata de decir que "el inconsciente se
encuentra en el hemisferio derecho" ni que se confunde con los sitios
inductores de la emoción. Si, en efecto, existe un inconsciente cerebral,
ligado al cerebro emocional, éste no puede ser pura y sencillamente
asignado a tal "área" o "región".
Pero la localización anatómica de los sitios de la emoción
permite recordar que el concepto de inconsciente cerebral está li-
gado al tratamiento por el cerebro de las excitaciones internas y a
la activi4ad auto-represeptativa que va de la mano con éste. Dicho
inconsciente está constituido por el "núcleo''. (core) donde se trama ]a
intriga originaria del apego a la vida. Este "núcleo" corresponde a la
elaboración neuronal de una representación, constante y cambiante,
de la relación psicosomática.
Existe, por lo tanto, unafarma de síntesis cerebral de la diferencia.
Dicha síntesis, fruto de una actividad representativa, corresponde a un
cierto tipo de puesta en imagen: "Hay producción de la conciencia-nú-
cleo cuando los dispositivos de representación del cerebro generan
un informe en imágenes, no verbal, de la manera como el propio esta-
do del organismo es afectado por el tratamiento [... ] de un objeto". 27
Esta cartografía de la relación entre el adentro y el afuera revela "la
historia" de] organismo, "tomado en el acto de representar su propio
cambio de estado en el momento en que está a punto de representar
algo más". 28
El núcleo, también llamado "proto-sí" (proto-se!fJ, forma primiti-
va de la identidad, resulta ser una interacción constante entre el ámbito
interno y el mundo externo. El estado del ámbito interno, las vísceras
y el marco músculo-esquelético (índices homeostáticos elementales)
' continua y dinámica, por la cual la vida
producen una representación
se mantiene constantemente informada sobre sí misma. Instante tras
27
A. Damasio, Le sentiment mime de soi, pp. 173-174.
"" Ibid., p. 175.
781
instante, el cerebro (se) representa la interacción entre estado interno
y solicitaciones exteriores. Así, las fuentes de excitación internas son
siempre identificadas y entendidas, sin tener que ser desviadas:
179
Es cierto que si uno caracteriz¡-¡ simplemente el inconsciente
cerebral como el lugar no consciente donde se dan los procesos ho-
meostáticos, se corre ef€ctivamente el rie.sgo de caer en esta trampa
y limitarse a una definición muy insuficiente y pre-crítica del incons-
ciente. La situación se vuelve muy distinta si 11amamo.s "inconsciente
cerebral", retomando la expresión de Marccl Gauchet, a fa "cerebración
de los afecto.(,3° es decir, un proceso activo y sui generis de regulación.
Todas las informaciones que el cerebro (se) da acerca tlel estado inter-
no del organismo y las relaciones de éste con los objetos se acompa-
ñan de producciones de afectos. Es imposible separar "información" y
"modalid<_1.d sensorial": en sentido propio, el ~·erebro se siente informado.
1
La actividad auto-representativa del cerebro 1 que cartografía sin cesar
los estados psicosomático,s, escudriña así su propio adentro, lo pone en
imágenes y se afecta por esta actividad de la ctrn] -como vemos- es
el receptor y el destinatario. Entonces, el término de inconsciente ce-
rebral no designa tanto un conjunto de procesos no conscientes como
el auto-afecto del cerebro en su conjunto.
Desde el inicio se traban en el cerebro, como un solo y mismo
fenómeno, los procesos homeostáticos, el nacimiento del yo y el naci-
miento del vinculo con el objeto. La lógica del auto-afecto cerebral no
supone la intervención de una energía sustituta que tenga el estatus
de la libido. La delimitación entre el yo y el objeto es dada antes que
cualquier narcisismo y cualquier investidura sexual. El auto-afecto
cerebral es una sensualidad lógica que hace posible el apego a la vida
misma, base de toda investidura erótica ulterior.
En el inconsciente cerebral, la regulación homeostática instala
de entrada la síntesis diferenciada del yo y del objeto, de la supervi-
vencia y del erotismo, sin otorgar a este último un estatus extra-neu-
ronal. El psiquismo se pn;:senta de ahora en adelante corno el núcleo
que reúne, en la misma ecinomía energética, la exigencia constante de
la supervivencia, el vínculo con uno mismo y el deseo por el otro.
801
¿Cómo entender más precisamente este concepto de "auto-affc-
to" del cerebro? Tradicionalmente, la noción de "auto-afecto" designa
en filosofía la manera originaria y paradójica con la cual el sujeto se
vive corno idéntico a sí al dirigirse a sí mismo como si fuera otro, en el
extraño espacio de su "fuero interno". Se trata de una suerte de tacto
de sí primordial: el sujeto se siente, se habla, se oye hablar, experimen-
ta la sucesión de sus estados de consciencia. Es el "contacto" que pro-
duce esta diferencia entre sí y sí mismo sin la cual, paradójicamente,
no habría identidad ni permanencia. El auto-afecto es la capacidad ori-
ginaria que tiene el sujeto de interpelarse a sí mismo, auto-solicitarse
y constituirse como sujeto en el doble movimiento de la identidad y la
alteridad de sí.
Entonces, hablar de auto-afecto cerebral equivale a admitir lapo-
sibilidad, para el cerebro, de mirarse y tocarse al constituir su propia
imagen. La regulación homeostática es una suerte de estructura de
espejo -de especularidad- en el seno de la cual el cerebro (se) ve
vivir_,n Así, el auto-afecto cerebral, que abarca el conjunto de los pro-
cesos homeostáticos,. ca:r:acteriza la capacidad que tiene el cerebro de ex-
perimentar el carácter alterante del contacto consigo. La emoción juega un
papel fundamental en la constitución de esta psique cerebral: el cere-
bro se afecta, es decir, se modifica él mismo en el transcurso constante
de la regulación vital. La apuesta de las investigaciones neurobioló-
gicas consiste en desprender, a partir de esta relación elemental del
cerebro consigo mismo y con el otro, la idea de una identidad cerebral
que no se confunda completamente con la identidad subjetiva en la
medida en que constituye precisamente su parte inconsciente.
¿Qué significa esto? El auto-afecto cerebral no es de la misma
naturaleza que e] auto-afecto del sujeto tal y como lo definen los filó-
sofos. La reflexión elemental que constituye a la psique cerebral corno
81
Cabe señalar aquí la existencia de esas sorprendentes neuronas llamadas "neuronas
espejos", que al percibir la actividad cometida por otro, codifican y activan el movi-
miento de fa misma manera que si füera ejecutado por el sujeto mismo. Véase Marc
Jeannerod, Le cerveau intime. París, Odile Jacob, 2002, p. 189.
181
tal no se reflrg"a a si misma. No duplica su especularidad hasta darle la
forma de la consciencia. Nadie siente su cerebro, nadie tampoco puede ha-
blar de él, oírlo hablar ni oírse hablando en él. El auto-afecto cerebral se
acompaña, paradójicamente y necesariamente, de una ceguera, de una
impasibilidad del sujeto consciente respecto a él. Si el sujeto puede "tocar-
se" a sí mismo, es efectivamente gracias al cerebro: el primer contacto
consigo es la homeostasis que hace posible dicha auto-interpelación.
Pero al mismo tiempo, esta solicitación originaria se disimula en aque-
llo mismo que posibilita. En mi fuero interno, mi cerebro nunca apare-
ce. El cerebro se ausenta en el lugar mismo de su presencia al si mismo. Sólo
es accesible a las técnicas[ de imaginería cerebral. Y de esta objetiva-
ción, no hay subjetivación posible.
Al escribir estas lípeas me veo escribiéndolas, pero esta visión
no es más que una forma muy derivada y muy elaborada de un primer
auto-afecto, el auto-afecto cerebral justamente, constante pero invisi-
ble, que vµelve inaccesible para siempre a mi experiencia los tesoros
de energía que encubre y que justamente me permiten escribir. El
auto-afecto cerebral es el inconsciente de la subjetividad.
A veces los neurobiólogos parecen reconocer una cierta proxi-
midad entre el funcionamiento del "proto-sí" (proto-sot) y el "yo., (m02)
de la segunda tópica freudiana:52 Al igual que la consciencia núcleo,
el yo se presenta en efecto como una superficie perceptiva donde se
encuentran, viniendo de direcciones opuestas, excitaciones internas y
solicitaciones externas. Jaak Panksepp, eminente neurobiólogo, llega
hasta definir el "seif del proto-sí (proto-soi [proto-selfl) como "simple
"
2
Y ello en contradicción con lo dicho por Freud: "De lo que llamamos nuestra psique
(Vida anímica), nos son consabidos dos términos: en primer lugar, el órgano corporal
y escenario de ella, el encéfalo ;siBtema nervioso_) y, por otra parte, nuestros actos de
consciencia, que son dados inmediatamente y que ninguna descripción nos podría
trasmitir. No nos es consabido, en cambio, lo que haya en medio; no nos es dada una
referencia directa entre ambos puntos terminales de nuestro saber. Si ella existiera,
a lo SU!JlO brindaría una localización precisa de los procesos de conciencia, sin con-
tribuir en nada a su inteligencia". S. Freud, "Esquema del psicoanálisis", en op. cit., t.
XXIIl, p. 11,S.
s21
ego-Like life form" (vida elemental bajo la forma de un yo ).ss "Este se!f
primordial -comenta Solms- forma el 'yo' (moz) básico, sobre el cual
se construyen las representaciones más complejas de nuestros scres":~ 4
El "yo" ( moz) de Freud y el "sí" (soz) de los neurobiólogos compartirían,
por lo tanto, esta característica de ser un concepto frontera entre per-
cepción de los estados internos y percepción de los acontecimientos
exteriores. "El yo ---------escribe Freud en EL yo y el ello-- es sobre todo
una esencia-cuerpo; no es sólo una esencia-superficie, sino, él mismo,
la proyección de una superficie" ..% Esta descripción parece coincidir,
en efecto, con la del núcleo cerebral de la representación del cuerpo,
interfaz entre sensaciones internas, percepción y motilidad.
En realidad, la analogía no va más allá. Así, Damasio se niega
categóricamente a asimilar el sí (soz) al "homúnculo", aquel "hombre
pequeño" que tantos psicólogos y neurólogos -Freud incluido- han
concebido como "habitando" el interior del yo (moz). En ·El yo y el ello,
Freud declara en efecto: "Si uno le busca una analogía anatómica [al
yo], lo mejor es identificarlo con el 'homúnculo del encéfalo' de los
anatomistas que está cabeza abajo en la corteza cerebral, extiende ha-
cia arriba los talones, mira hacia atrás y, según es bien sabido, tiene a
1a izquierda la zona del lenguaje". 36
El homúnculo corresponde a una representación figurada de
una parte del sistema nervioso. Habría de alguna forma un sujeto en
el sujeto, un pequeño yo en el yo, destinado "a interpretar las imágenes
y las representaciones formadas en el cerebro". 37 No obstante, así lo
afirma enérgicamente Damasio:
s., Cabe señalar que Panksepp construye un acróstico al formar la palabra SELF con su
definición: Simple Ego-like Lifo Form. (N. del edit.)
'" Mark Solms y Oliver Turnbull, El cerebro y el mundo interior. México, FCE, 2005, p. 111.
ª" S. Freud, "El yo y el ello", en op. cit., t. XlX, p. 27.
"" Ib1d., pp. 27-28.
"' A. Damasio, Le sentirnent méme de so1; p. 194.
183
gua neurología en la medida en que el "proto-sí" (proto-s02)
no se produce en un solo lugar, sino que emerge dinámica y
continuamente a partir de las seüales muy diversas que inte-
ractúan y atraviesan diversos órdenes del sistema nervioso.
Por otro lado, el proto-sí (proto-sot) no es un intérprete. Es
un punto de referencia en cada uno de los puntos en los que
se cncuentra.-~ 8
841
El auto-afecto cerebral es el proceso biológico, lógico y afec-
tivo, por el cual la finitud es constituida en núcleo vivo de la subjeti-
vidad sin jamás poder convertirse al mismo tiempo en un saber del
sujeto. El sí cerebral ( soi cérébra0 se representa sin presentarse.
185
Hay un lazo indisolvble entre el hecho de que el cerebro sea ca-
paz de representar su propio adentro y la puesta en imágenes de la
destructibilidad intrínseca de las configuraciones neuronales de1 pro-
to-sí (proto-soz). No hay nada en éste que trabaje en secreto como su
parte de .sombra inmemorial e imperecedera. Así, el inconsciente cere-
bral es fundamentalmente un inconsciente destructible y que se "sabe"
(sait) tal. Este "saber" biológico-simbó1ico es la prueba originaria de la
fragilidad en tanto exposición absoluta al accidente.
El núcleo de la subjetividad, cuando es atacado, corre simple y
sencillamente el riesgo de disolverse. A nivel del sí (saz), en su fondo
más elemental, no hay represión ni supresión, ni formación sustitutiva
' acontecimiento amenazador, e1 sí (soz) sólo
ante e1 peligro. Frente al
tiene una salida: la prop~a pérdida.
La única experiencia subjetiva que es posible tener del au-
to-afecto cerebral es la del sufrimiento que sigue a su dafio o a su
interrupción.
861
2
El cerebro lesionado:
de la novela neurológica al teatro de la ausencia
1
.Joscph Ledoux, Neurobiologie de la persrmnalité. París, Odilc Jacob, 2003, p. 376.
88[
ccsariamente también. Las funciones cognitivas de alto nivel como
el lenguaje, la memoria, la.razón, la atención, no son necesarias para
la constitución del "proto-sí" (proto-soz). En cambio, estas funciones
están estructuralmente ligadas a los procesos emocionales, y la re-
ducción selectiva de la emoción es a] menos igual de perjudicial a la
racionalidad que la emoción excesiva. Damasio declara:
0
Antonio Damasio, Le sentiment méme de soi. París, Odile Jacob, 1999, pp. 1<8-1,9. (Sentir
lo que sucede. Santiago, Chile, Andrés Bello, 2000).
189
ser herida en cualquier momento, y por medio de dicho daño causar
una traniformación radical de nuestra identidad.
Sin embargo, hay que entender muy bien -y esto constituye
una apuesta fundamental para la psicopatología actual- que la per-
turbación del auto-afecto cerebral no significa el fi'nal de la vida psíquica.
Esta sobrevive a los daños causados a ciertas zonas del cerebro, en
particular, al cerebro emocional, aun cuando dichos daños sean extre-
madamente graves, como lo son las afasias, las acinesias, las diversas
formas de epilepsia o las crisis de ausencia.
Exceptuando el coma profundo, todas estas perturbaciones, por
severas que sean, no implican que los pacientes que las sufren dejen de
' reducidos al estado de "vegetales" (légumes)
tener vida psíquica y estén
que no podrían beneficiarse de tratamientos psicoterapéuticos.
La ruptura con la cura psicoanalítica clásica aparece precisa-
mente en este punto. Las alteraciones de la personalidad causadas por
los daños cerebrales son tales que prohíben cualquier interpretación
en términos de regresión. En efecto, tales alteraciones impiden que
los pacientes regresen a un estado anterior, se refugien en un pasado,
sea cual sea, encuentren auxilio, aun precario, en los meandros de su
propia historia. Se trata sin lugar a dudas de una transformación por
destrucción. Una psique en trizas corresponde al nacimiento de una
nueva persona, irreconocible. Dicho fei:iómeno exige una nueva forma de
curar, que ya no se puede basar en la investigación del pasado, la ex-
ploración de la memoria o la reviviscencia de huellas.
Los lesionados del cerebro tienen en común este cambio de
personalidad que conduce a su entorno a concluir que se trata de una
metamorfosis: ''.Antes de la aparición de su lesión cerebral, los indivi-
duos afectados de la manera descrita no habían mostrado ninguna al-
teración de este tipo. Su familia y sus amigos [pueden] sentir un 'antes'
y un 'después', fechados eh el momento de la lesión neurológica". 5
3
!bid., p. 49.
901
defecto, elaborada a partir de la pérdida. Es por esta razón que Damasio
habla de un "método de las lesiones", que enseña a partir del daño: el
"método de las lesiones nos permite hacer para la consciencia aquello
que hacemos desde hace tiempo para la visión, el lenguaje o la memo-
ria: estudiar una degradación del comportamiento, relacionarla con una
degradación de los estados mentales (la cognición) y remitir ambas a
una lesión cerebral focal [.. .]. Una población de pacientes neurológicos
nos provee ocasiones que la mera observación de personas normales no
proporciona". 4 Así, vemos cómo la plasticidad lesional revela su extraño
poder escultural, que forma por aniquilamiento de la forma.
Puesto que los pacientes neurológicos sufren, en diversos gra-
dos, de perturbaciones de los sitios inductores de emoción, sus nuevas
identidades se caracterizan por el desafecto o la frialdad, una ausencia
muchas veces insondable. La relación entre herida traumática y com-
portamiento indiferente es patente. En la medida en -que todo trau-
ma induce perturbaciones del núcleo del "sí" (noyau du saz), todos los
cambios postraumáticos de la personalidad son reveladores de dicho
desafecto o deserción. Sobre estos psiquismos 'Jríos", el psicoanálisis nunca
dfjo nada. ¿Cómo tratarlos? ¿Cómo curar allí donde, muchas veces,
nada puede ser, estrictamente hablando, reencontrado?
Desafecciones
1
·• !bid., p. 92. (Traducción francesa modificada).
"A. Darnasio, El error de Descartes. Santiago, Chile, Andrés Bello, 1999, pp. 11-12.
191
Aquí X sirve de paradigma para la comprensión de esta "in-
capacidad" ligada al hecho de que ciertas lesiones afectan de manera
irreversible la capacidad de experimentar ]a emoción. "Los pacientes
neurológicos con lesiones en la amígdala no pueden desencadenar di-
chas emociones [el miedo y la cólera] y, como resultado, no tienen
tampoco los sentimientos correspondientes. Las cerraduras para el
miedo y la ira parecen faltar, al menos para los disparadores visuales y
auditivos que operan en circunstancias regulares". 6
Es el caso de David, que sufre de una lesión importante de los
dos lóbulos temporales; ésta provocó daños en la región del hipocam-
po, sede esencial de los procesos mnémicos y _cuya integridad es indis-
' los recuerdos de,hechos nuevos. La región
pensable para la creación de
de la amígdala es afectad'\ de la misma manera. David "padece uno de
los déficits más graves del aprendizaje y de la memoria que hayan sido
reportados jamás; está absolutamente incapaz de aprender hecho no-
vedoso alguno. Por ejemplo, no puede aprenderse ninguna apariencia,
ningún sonido, lugar o palabra física nueva". 7 Más aún, se muestra
incapaz de expresar una emoción y se ve indiferente a todo aque11o
que lo rodea. No siente ira ni angustia, y no parece tener ninguna
consciencia de su estado ni preocupación por éste.
Sufriendo lesiones en las regiones frontales, Elliot "me impresio-
nó como un tipo encantador, amable y algo misterioso, muy controlado
emocionalmente. [... ] Imperturbable y lejano, impasible incluso cuando
discutíamos acontecimientos personales vergonzosos". 8 Originalmente
dotado de una mente aguda y una excelente memoria para las fechas,
nombres y acontecimientos políticos, buen padre y buen esposo, Elliot
desarrolló un tumor cerebral que fue comprimiendo cada vez más sus
lóbulos frontales. Después de su cirugía, cual nuevo Phineas Gage: "El
vuelco subsiguiente, de la personalidad de Elliot, no fue muy feliz. [... ]
'
6
A. Damasio, En busca de Spinoza. Barcelona, Crítica, Q005, p. 6:2.
7
A. Damasio, Le sentiment méme de soi, p. 51.
8
A. Damasio, El error de Descartes, p. 55.
921
E11iot ya no era El1iot". 9 Si se le muestran imágenes que suscitan vivas
reacciones emocionales -edificios derrumbándose durante terremo-
tos, casas quemándose, personas heridas en accidentes sangrientos o a
punto <le perecer ahogadas-, E11iot declara sin ambages que no siente
nada. Tales imágenes ya no lo hacen reaccionar en absoluto.
Podemos constatar que estos pacientes tienen una vida emo-
cional muy empobrecida. Lo que llama la atención es la manera que
tienen de razonar a sangre fría, fenómeno que, según los neurólogos,
amenaza directamente la posibilidad de decidir, es decir, de atribuir
valor a las diferentes opciones que se presentan ante una elección. En
efecto, sólo el dispositivo emocional permite dar peso a las diversas
soluciones que se ofrecen para tomar la decisión. Si este dispositivo
permanece mudo, la decisión se vuelve indiferente, todo se vale, es
decir, no vale nada. La perturbación del auto-afecto cerebral produce
en el paciente una suerte de nihilismo, de indiferencia absoluta, de
frialdad que aniquila visiblemente toda diferencia·y todo relieve.
Crisis de ausencia
Automatismo epiléptico
9
Ibid., pp. 56-57.
'º A. Damasio, Le sentiment méme de soi, p. I O:l.
[93
Estos episodios de ausencia se asemejan a una congelación de
fotograma. El paciente interrumpe brutalmente su actividad; perma-
nece despierto, no se cae, no tiene convulsiones, pero "ya no está". 11 Se
queda mirando a los demás en un estado de "total pasmo o con indi-
ferencia". Ya no sabe quiénes son, quién es él, lo que hace, apenas ve
alrededor suyo. "En el lapso de unos segundos, rara vez unos minutos,
el episodio de automatismo se termina y el paciente se ve atontado,
sea cual sea el lugar en el que se encuentra en el momento". 12 Cuando
vuelve a sí, no conserva ningún recuerdo de lo que acaba de suceder.
Mutismo acinético
'"!bid., p. 108.
!bid., p. 109. Sobre la importante diferencia entre este estado de ausencia y el loded-in
1
~
941
En cuanto a 1a paciente T, sufrió un derrame cerebral que pro-
vocó lesiones extensas del lóbu]o frontal en ambos hemisferios. Perdió
repentinamente toda iniciativa en las áreas de la motricidad y el len-
guaje. Ella también acostumbra permanecer en cama, ojos abiertos y
con una expresión facial vacua. "Frecuentemente he usado el término
'neutral' -vuelve a afirmar Damasio-- para describir esa ecuanimidad
--o ausencia- de expresión". 15 Tras su restablecimiento, la paciente
"[a]firmaba que la incomunicación no le había producido angustia al-
guna. Nada la forzaba a callar; más bien-según recordaba- 'no tenía
·nada que decir'. [... ] 1a señora T no había experimentado emociones". 16
Agnosia y anosognosia
l 95
y de una parálisis del lado izquierdo del cuerpo, resulta de la pérdida
de una función cognitiva precisa. El paciente ya no recibe informacio-
nes sensoriales provenientes del cuerpo, o por lo menos ya no las per-
cibe. Este fenómeno crea -aquí también- una extraña indiferencia
emocional. Escribe Damasio:
961
lesiones del córtex prefrontal. En el lapso de dos meses, se restablece
de su herida de forma milagrosa pero "ya no es Gage".
Este hombre, cuyo comportamiento afectivo y social presenta
modificaciones espectaculares, se volvió entonces otra persona des-
pués de su accidente. Si su caso puede ser considerado como para-
digmático, es porque muestra que un daño en el auto-afecto cerebral
puede deteriorar gravemente la imagen de sí y provocar un cambio de
personalidad. Por lo tanto, ya no es posible tomar en cuenta la lesión
orgánica fuera de sus repercusiones psíquicas. Pero lo que muestra
asimismo este caso es que el acontecimiento -accidente o lesión-,
con sus repercusiones psíquicas, no puede ser reintroducido en el cur-
so de una historia. Dicho curso, en efecto, está definitivamente roto. El
caso de Gage hace patente el hecho de que un cierto tipo de régimen
de sucesos -los acontecimientos "internos", como los llama Frcud,
regidos por el principio axiológico de la sexualidad- es desbordado,
excedido por la aparición de otro régimen. Otro régimen aconteci-
mental en el seno del cual una metam01:fosis total de la personalidad puede
ser causada por una simple barra de hierro. Allí reside el carácter causal
cerebral del accidente sin significación.
Por tanto, la pregunta que se plantea entonces es sin duda, una
vez más, la de saber cómo es posible curar tales heridas psíquicas si
el sentido, por lo menos la categoría de sentido (sens) del daño que co-
nocemos desde Freud, les hace falta para siempre. La frialdad, la neu-
tralidad, la ausencia, el estado emocional "aplanado", son indicadores
generales de la ausencia de significación de las heridas, de su poder
metamórfico destructor de la historia individual, sin reintegración po-
sible en el curso normal de una vida o un destino, y hay que tornarlos
en cuenta como tales, aun cuando es imposible clasificarlos bajo las
etiquetas de la neurosis, la psicosis o, más vagamente, de la "locura".
197
los Lobos~, tienen su narrativa propia. Debemos a Oliver Sacks el
primer cuestionamiento profundizado acerca del estilo y la función
propios de la escritura de los casos neurológicos. En el prefacio a El
hombre que confundió a su mujer con un sombrero, Sacks muestra que la
tradición de los relatos clínicos, de los que hace remontar el origen a
Hip6crates, alcanza su apogeo con el psicoanálisis para apagarse pro-
gresivamente en la segunda mitad del siglo xx con el nacimiento de
una "ciencia neurológica impersonal". 2 º Ahora bien, según una para-
doja que es sólo aparente,-la frialdad, la indiferencia, la desintegración
de la emoción deben ser puestas en intriga en una trama narrativa
que no sea impasible en sí misma. La indiferencia del estilo no es una
respuesta adecuada a la ihdiferencia del sujeto. El trabajo de narración
es un gesto clínico.
Es necesario, pues: convertir a los lesionados del cerebro (céré-
bro-lésés) en justamente esto, unos casos, es decir, unos paradigmas,
unos espejos en los cuales debemos aprender a mirarnos. La tradición
de los relatos clínicos debe conocer hoy; según Sacks, una nueva vida y
un nuevo destino. Él recuerda la constatación de Luria según la cual:
"La capá.ciclad de describir, que tanto abundaba entre los grandes neu-
rólogos y psiquiatras del siglo XIX, ha desaparecido casi totalmente.
21
[... ] Hay que revivirla". Luria reacciona a dicha pérdida componiendo
aquello que lama "novelas neurológicas", entre las cuales El hombre
con su ?J7undo destrozado y Pequeño libro de una gran memoria son los
ejemplos más célebres. La primera de las dos "novelas" corresponde
al relato que hace un gran lesionado de guerra, Zasetski, de su vida
mutilada. Herido de gravedad por metralleta en 1943, emprende el
relato de "la historia de un instante que destrozó una vida entera. La
historia de una bala que penetró en el cráneo de un hombre, alcanzó
su cerebro, e hizo que volara en mil pedazos un universo, dejándo-
0
~ Oliver Sacks, El hombre que confundió a JU mujer con un sombrero. Barcelona, Anagrama,
200.'J, p. 1·5.
21
!bid., pp. 15-16.
981
lo irremediablemente dislocado". 22 La herida causó daños masivos en
la región parietal-occipital del hemisferio cerebral izquierdo. Luria
muestra cómo todos los aspectos de la vida del paciente fueron ellos
mismos fragmentados por aquellos fragmentos de obús. Zasetski se
encuentra inmerso en el caos. De ahora en adelante, es amnésico y
presenta trastornos afasicos. Ya no puede ver ni imaginar su lado de-
recho. Con innumerables dificultades, emprende la escritura del diario
de su patología. Así, escribe Sacks:
,w Alexander R. Luria. L'homme dont Le monde volait en éclat.,. París, Seuil, 1995, p. 25. (l!,l
hombre con su mundo destrozado. Barcelona, Granica, 1972).
21
· Véase el prefacio en Ibid., p. 12.
199
El problema es llegar a hacer justicia, en la exposición de tales
casos, a la ruptura de narrativa que al mismo tiempo los caracteriza,
a la capacidad destructora de la plasticidad que hacen patente. El "hé-
roe" de El hombre con su mundo destrozado declara: "Desde que me en-
cuentro en este estado, soy un hombre extraño [.. .]. Todo aquello que
aprendí antaño y viví en mi vida de antes de la catástrofe, todo aquel1o
desapareció, se volatilizó de mi espíritu, de mi memoria; sólo me queda
un dolor atroz en el cerebro".%
Se trata, en efecto, de hallar una expresión para tal "dolor de
cerebro", su retórica apropiada, que dé cuenta del cambio total de per-
sonalidad de aquél que sufre. Ahora bien, ¿qué retórica podrá dar
cuenta de la ruptura de' conexión, de la metamorfosis destructora?
Y, ¿quién escribe la nO\:ela del afásico? ¿Quién escribe el relato de la
pérdida de los afectos? ¿Qué espejo puede haber para el cerebro?
La exposición neurológica debe tomar prestado mucho del
teatro también. Al de Beckett, en particular, que por su forma puede
inspirar la puesta en escena de los "casos" neuropatológicos. En varias
ocasiones, Damasio compara el desamparo de sus enfermos con el de
Winnie en Los días felices (Happy Days) encarnación de una postura
de vigilia sin consciencia. 26 En efecto, es posible que la consciencia esté
ausente de la vigila: ''Aquellos pacientes que se encuentran en ciertos
estados neurológicos pueden estar despiertos sin por ello disponer
de lo que la consciencia-núcleo habría añadido a su proceso de pensa-
miento: imágenes de conocimiento centrado en un Sf (Soz)". 27 VVinnic
pregunta: "[ ... ] ¿qué haría yo, qué podría hacer yo durante todo el día,
es decir, entre el timbre de la mafiana y el de la noche? (Pausa.) Sólo
mirar fijamente al frente con los labios apretados. (Pausa larga mientras
hace este gesto. Deja de arrancar hierba.) Ni una sola palabra hasta el día
en que me muera, nada cpn que romper el silencio de este lugar". 28
1001
El teatro de la ausencia es la expresión privilegiada del aparato
afectivo y de la metamorfosis destructora. Su retórica no es más ni
menos que la de la interrupción, la pausa, la cesura, los blancos, aque-
llo que se produce cuando la red de las conexiones es destrozada, la
circulación de la energía paralizada. Dicho teatro es el que Deleuze
llama "teatro de la identidad agotada". Esto es lo posible que nace tras
el agotamiento de los posibles. Dice Deleuze: "Ya no hay posible [... ]
¿Agota lo posible porque está a su vez agotado, o está agotado porque
ha agotado lo posible? Se agota agotando lo posible, y viceversa. Ago-
ta aquello que no se realiza en lo posible. Acaba con lo posible, más allá
de todo cansancio, 'para acabar de nuevo"'.~u
¿Acaso estas palabras que describen al personaje becketiano, e]
"agotado" (épuisé), no caracterizan a la perfección al paciente neuroló-
gico también?
Este posible del agotamiento de lo posible, que forma la iden-
tidad del agotado, no tiene nada que ver con la persistencia de un es-
tado anterior, característico de la plasticidad freudiana. Para el agotado,
nada persiste, o bien lo que persiste es la nada: "Uno estaba cansado
de algo, pero agotado por nada". 30 En el agotamiento, "se combina el
conjunto de variables de una situación, con la condición de renunciar
a todo orden de preferencia y a toda organización de objetivos, a todo
significado".:.,:) El teatro del agotamiento dice la frialdad como ausencia
de sentido, y por consiguiente como ausencia de persistencia, revivis-
cencia y regresión.
Se vuelve patente la diferencia entre la técnica narrativa, la re-
tórica, la forma y el contenido de los "casos" del psicoanálisis y aqué-
llos de la neurología. Esta diferencia reside en la distancia que separa
para siempre el relato de una resistencia de lo indestructible en la
destrucción ---el "caso" psicoanalítico siempre deja entrever la persis-
m, Gilles Deleuze, "L'épuisé"', en Quad et autres pieces pour la télévúion de Samuel Beckett.
París, Minuit, 1992, pp. 57-58.
:io !bid., p. 59.
"'Idem.
1101
tencia de una infancia, de un pasado, de un destino psíquico, reconoci-
bles dentro de su propio desorden- y el relato de una destrucción de
la resistencia a la destrucción, escenificación de los recursos agotados
pero sobrevivientes de una psique que ya no se reconoce.
La escritura del sufrimiento neurológico, teatro de la ausencia
o novela del "dolor de cerebro", plantea la pregunta vertiginosa de una
supervivencia del psiquismo a su propio aniquilamiento.
1021
3
La identidad sin precedentes
' Sigmund Freud, "De guerra y muerte. Ternas de actualidad'"• en Obras completas, t. XIV.
1041
Por lo tanto, 1a plasticidad debe ser entendida como la capaci-
dad que tiene una forma de deformarse sin disolverse y, en este sen-
tido, de persistir a través de sus mismas mutaciones, de resistir a ]as
modificaciones, estar siempre lista para resurgir en su estado inicial.
Esta serie de transformaciones es precisamente aquello que siempre
puede "ser anulado" para dejar que reaparezca dicha "única forma".
Paradójicamente, la plasticidad consiste precisamente en la labilidad y
la permanencia de esta forma.
¿En qué consiste semejante forma? Freud prosigue:
"Idem.
1105
hombre de los orígenes y del nifio en nosotros, la posibilidad siempre
abierta, inminente, de su retorno.
La sombra de dicho retorno toma las más de las veces la forma
de una amenaza, ya que la reviviscencia de lo primitivo defi"ne la enfer-
medad psíquica. En efecto, Freud afirma que en un trastorno psíquico,
siempre está involucrada esta posibilidad de resurgencia. Recordemos
sus declaraciones:
"Idem.
1061
Enfermedades neurológicas y daños sin retorno
Pero parece más bien que a1 contrario de lo que afirma Freud, los ca-
sos de daños cerebrales que estudiamos previamente atestiguan una
imposibilidad de la regresión, una avería del regreso. El núcleo de su vida
psíquica está desgastado, agotado, destruido. Claramente, el hecho de
que "Las llamadas enfermedades mentales tienen que despertar( ... ] la
impresión de que la vida mental y anímica ha sufrido una destrucción"
no resulta, o ya no resulta, de un error de apreciación del "lego", sino
que es establecido por ün diagnóstico neurológico. Cuando el auto-afec-
to cerebral es alcanzado, aquello que resulta dañado es efectivamente
la plasticidad, según su definición freudiana de permanencia del psi-
quismo primitivo. Si bien es cierto que siempre que sobreviene una
lesión, una plasticidad compensatoria se pone en acción para intentar
suplir la función dañada, en los casos de patologías cerebrales graves
e irreversibles dicha plasticidad cede el paso a otra: una plasticidad que
hemos llamado destructora, poder de creación de una identidad por
pérdida de la identidad pasada. De una identidad sin infancia.
Las patologías cerebrales atestiguan la posibilidad que tiene el
psiquismo de seguir vivo aun después de que fue destruido su "estado
inicial", de sobrevivir a,la dislocación de su historia. Pese a su nombre,
una tal supervivencia no aparece como un relevo ni como una reden-
ción. No es de ninguna manera una salvación ni una resurrección sino
que por el contrario, se manifiesta las más de las veces como una mane-
ra de ausentarse de la vida, como una clausura de la capacidad de vivir
y morir, una duración de vida sin vida para durar. La vida de Winnie.
Pese a.que la pérdida de ciertas facultades puede entrañar com-
portamientos regresivos, tal retroceso no es exactamente un regreso a
un estado anterior, no se reúne con nada que sea conocido, no encuen-
tra nada allí donde regresa. El pasado ya no es ningún refugio.
En la mayoría de los enfermos de Alzheimer en fase avanzada,
la consciencia está deteriorada de manera análoga a lo que ocurre en
los casos de mutismo acinético que consideramos anteriormente:
1107
El deterioro afecta primero la consciencia-extendida al estre-
char progresivamente su campo hasta el punto en que desa-
parece prácticamente todo aquello que pueda parecerse a un
sí-autobiográfico (soi-autobiographique). Finalmente, le toca a
la consciencia-núcleo ser disminuida a tal grado que aun el
simple sentimiento de sí (sentiment de soz) ya no está presente.
La vigilia se mantiene, y los pacientes responden a la gente y a
los objetos de manera elemental ~por una mirada o un gesto,
sosteniendo un objeto-- pero nada indica que las respuestas
emanen de un verdadero conocimiento. [...] La continuidad de
la atención del paciente está cercenada, y la falta de meta ge-
neral se vuelve evideryte.'1
4
Antonio Damasio, Le sentiment ,;iéme de soi. París, Odilc Jacob, 1999, p. 110. (Sentir lo
quesucede. Santiago, Chile, Andrés Bello, iwoo).
·' Así, por ejemplo, "unos signos neurológicos importantes, que desaparecen clásica-
mente en el desarrollo infantil, reaparecen en el enfermo. .Es el caso, por sólo citar el
más con~cido, del reflejo de prensión (un bebé agarra automáticamente aquello que es
colocado en su mano)". Olivier Blond, "Une retombée en enfance?", en La Recherche,
núm. 10, zoos, p. 80.
1081
declara: "Primero, no he podido encontrar en la literatura científica
muchos argumentos a favor de esta teoría. Segundo, si bien es cierto
que algunos comportamientos afectivos y funcionales de personas que
sufren demencia se asemejan a comportamientos infantiles, los proce-
sos neurológicos involucrados son totalmente distintos". 6
El agotado cerebral no es un niño.
Es posible afirmar que aun cuando los enfermos parecen "re-
gresarse a la infancia", en todo caso toman un retorno hacia una in-
fancia que no es la suya, una infancia que no es más que un concepto
de infancia, un collage hecho de gestos y posturas estereotipados que
son los de la infancia de todo el mlllldo, es decir, de nadie. Una infancia sin
niño para vivirla. John Bayley, el esposo de Iris Murdoch, cuenta en
un relato admirable el naufragio de esta gran escritora debido a la en-
fermedad de Alzheimer. Evoca las mañanas que Iris pasa de ahora en
adelante frente al televisor, mirando el programa Teletubbies, destina-
do a niños muy pequeños, y por el cual parece manifestar cierto gusto.
Bayley observa acertadamente que la escritora se ha vuelto "childisli'
y no "a child': infantil, :i;nas no un infante. Infantil, pero no la niña que
ella había sido. 7
6
Jdem.
7
John Bayley, Iris. A Menwir ef Iris Murdoch. Londres, Abacus, 1998, p. 243.
l l 09
herramientas, no pertenece al campo neurobiológico propiamente di-
cho.8 No existen estudios destacados que traten por ejemplo de la com-
paración entre la organización cerebral primitiva y la organización
cerebral "desarrollada".
Desde luego, queda una posibilidad de ubicar una forma neu-
rológica de Jo primitivo en los análisis genéticos del sistema nervioso.
Los científicos distinguen, en efecto, entre cerebro "antiguo" y cerebro
'Joven". Cierras regiones del cerebro ~el tronco cerebral, el hipotála-
mo, la base de] telencéfalo y muy probablemente la amígdala y el córtex
cingular- son evolutivamente antiguos. 9 Estas regiones, presentes
en numerosas especies, es~án a cargo del control de los procesos vi-
tales fundamentales y actÓan sin pasar por los procesos cognitivos. 1º
Otras regiones como el n:o-córtex son evolutivamente modernas y
presiden a los procesos de formación de imágenes mentales y de las
conductas intencionales. Estas últimas regiones se caracterizan por
ser directamente influenciadas por la experiencia.
Sin embargo, el papel del cerebro antiguo no se limita a la mera
regulación homeostática, sino que interviene también "en el desarro-
llo y el funcionamiento de las estructuras evolutivamente modernas
del cerebro". 11 Los circuitos antiguos interfieren necesariamente "con
circuitos más plásticos y modernos relacionados con la representación de
nuestras experiencias vividas". 12 Queda claro, entonces, que dichas ex-
periencias son moduladas por un conjunto de exigencias. primitivas,
ligadas a la supervivencia. Recíprocamente, los circuitos bio-regula-
dores genéticamente especificados son informados por aquello que se
produce en las regiones más modernas y reaccionan constantemente
"No obstante, los trabajos de Jean-Pierre Changeux acerca de la epigénesis podrfan ca-
ber en este marco. Véase en particular el capítulo VII de Jean-Pierrc Changeux, L'hom-
me neuronal. París, ArthE!me Fayar~, 1983.
9
Véase Larry Squite y Eric Kandel, La rnémoire, de !'esprit au.x molécules. París, Flam-
marion, 2005.
'º Estos circuitos son esenciales para la homeostasis, el equilibrio metabólico, la búsque-
da de alimento o de albergue, la evitación de los predadores y la reproducción.
11
A. Darñasio, El error di! Descartes. Santiago, Chile, Andrés Bello, 1999, p. 1Fi7.
12
Idem.
1101
a dichas producciones. De hecho, esta influencia mutua es mediada en
gran parte por unas neuronas "moduladoras", localizadas en el tronco
cerebral y 1a base de telencéfalo. Estas últimas son a su vez influen-
ciadas por las interacciones continuas del organismo: '::--\ través de su
huella, los aspectos impredecibles de las experiencias vividas por cada
individuo marcan verdaderamente el funcionamiento de los circuitos,
a la vez directa e indirectamente, por las reacciones que determinan en
los circuitos innatos, y por las repercusiones de dichas reacciones en el
proceso global de funcionamiento de los circuitos". 13
Ahora bien, cuando sobreviene un dafio, no hay disociación en-
tre cerebro antiguo y cerebro moderno. El primero no resiste a la
destrucción del segundo cual núcleo "imperecedero". Muchos sitios
inductores de emociones están localizadas en el cerebro "antiguo" (en
particular, el hipotálamo y la amígdala). Cuando están dañados se al-
tera el auto-afecto cerebral. La interacción de lo antiguo y lo reciente
prohíbe justamente pensar en la existencia en el cerebro de una ins-
tancia depositaria de una memoria indeleble, que resistiría a la borra-
dura de las huellas. Los c;asos de lesiones cerebrales graves muestran
justamente que ningún estrato de la organización cerebral está a salvo de
la destrucción.
Cambio de paradigma
1111
manera irremediable. Al paradigma de la transformación de una mis-
ma forma hay que oponer, entonces, el de la transformación creadora
de una nueva forma, que se lleva consigo el original. Por lo tanto,
el trastorno psíquico ya no está ligado a una reviviscencia sino más
bien a una amnesia de la forma. Es por e]]o que los modelos de la
modificación de conexión o de la desconexión se imponen en neuro-
patología como los antónimos de la regresión. La cerebralidad, régi-
men acontecimental del accidente, caracteriza precisamente el modo
de producción de aquellos cambios sin memoria, característicos del
auto-afecto interrumpido.
,
La relación de la psique cerebral con su propia destrucción consti-
tuye toda la complejidad del concepto de incOnsciente cerebral. La idea de
una vida psíquica des\ructible da realidad a los daños irreversibles
que amenazan la.s funciones inconscientes, amenaza que no existe en
Freud. El hecho de que el cerebro en su conjunto -regiones "anti-
guas" y regiones "modernas"- pueda ser alcanzado por el aconteci-
miento lesional (événement lésionne~, que un simple accidente, un shock
brutal, tengan repercusiones psíquicas decisivas que se manifiestan
esencialmente por un cambio de personalidad, todo esto modifica a
profundidad la concepción de la causalidad psicopatológica tradicional
y hace necesario un nuev_o principio etiológico.
Este nuevo principio debe dar cuenta del impacto significante,
es decir, psíquico, del- acontecimiento sin significación. Hoy en día,
el vocabulario de la modificación de las conexiones y de la desconexión
neuronal se impone de manera dominante para caracterizar dicho im-
pacto. Ledoux declara: "[ ... ] la idea de que unas modificaciones en las
conexiones sinápticas de los circuitos neuronales tengan más impor-
tancia que las variaciones de cantidad de neurotransmisores o de sus
receptores se está abriGDdo camino".ª
Por ejemplo, la 'esquizofrenia se acompaña de "modificaciones
de la función de regiones y de circuitos particulares en el cerebro más
1121
que de cambios globales en monoáminos". 1'' Las variaciones de tamaño
o volumen de ciertas regiones acarreadas por dichas modificaciones se
revelan cada vez más como las verdaderas causas de la enfermedad.
, Por lo tanto, son generalmente las transformaciones o las rupturas de
forma las que caracterizan el alcance cerebral del acontecimiento en
bruto <le] daño. 16
Las modificaciones de conexión o las desconexiones son los
operadores del trastorno profundo de la organización cerebral, y por
consiguiente de la personalidad. Es así como se habla de "síndromes
de desconexión" para caracterizar las consecuencias de la interrupción
de las comunicaciones entre las diferentes regiones del cerebro. Pero
"si la trilogía mental [cognición, emoción, motivación] se disloca" bajo
el ef"ecto de estas rupturas de conexión, "el sí ( soz) empieza a desin-
tegrarse y la salud mental a deteriorarse. Cuando los pensamientos
son radicalmente disociados de las emociones y de las motivaciones,
como en la esquizofrenia, la personalidad puede cambiar de manera
drástica". 17 Queda claro, entonces, el vínculo entre la transformación,
el corte, la interrupció~ de las conexiones y la metamorfosis de la
identidad. Ledoux explica: "Cuando las conexiones cambian, la per-
sonalidad también puede cambiar. [... ] Cuando las emociones ya no
son contenidas, como en los trastornos de ansiedad o la depresión, la
persona deja de ser lo que era antaño". 18
75 ]bid., pp. 332-333. Hasta fechas recientes, los trastornos esquizofrénicos eran ex-
plicados por la cantidad excesiva de un cierto neurotransmisor: la dopamina. "Hacia
mediados de los afios setenta -prosigue Ledoux-, se pensaba que la depresión y la
esquizofrenia se debían a una transmisión, demasiado haja en el primer caso, demasiado
alta en el segundo, de monoáminos. Esta conclusión significaba una imagen demasiado
simple, incluso simplista, de la enfermedad". ]bid., p. 339.
rn Véase Nicolas Andreasen, "Defining the Phcnotypc of Schizophrenia: Cognitive
Dysmetria and its Neural Mechanisms", en Biologfral Aych.iatry, núm. 1•6(7), 1999, pp.
~JOS-920.
' J. Ledoux, c,p. cit., p. 398.
7
rn Jbid., p. 378.
l 113
Cuando la psique d4a de sofiar
rn S. Fr~ud, "De guerra y muerte. Temas de actualidad", en op. cit., t. XIV, p. 287.
20
:vlark Solms y Olivcr Turnbull, El cerebro y el mundo interior. México, FCF., 2005, p. 209.
~
1
Jdern.
114 I
cas, son incapaces de reconocer las caras que vieron en sueño. Cuando
hay daños en la tercera zona, se produce una "pérdida total de los
sueños" (a complete loss ef dreaming). 22
Este ejemplo muestra claramente que aquello que Freud da
por sentado como la expresión inconsciente primordial de lo psíquico
primitivo -el sueño-, que supuestamente se produce cada noche y
persiste bajo todos los disfraces que le impone el estado de vigila, no
resiste a la destrucción de las zonas cerebrales que lo posibilitan. En
estas condiciones, ¿será el psicoanálisis capaz de aprehender una psi-
que privada de la posibilidad de sofiar y que no obstante sigue siendo
una psique?
¿Qué diría Freud hoy acerca de la ausencia emocional, de la falta
de simbolización, de la privación del sueño? ¿Cómo entendería esta po-
sible pérdida del acervo de imágenes, del núcleo, del niño, del "salvaje"?
¿No habría que insistir hoy en día sobre "la brecha abierta", en
la teoría psicoanalítica, "por aquellos pacientes que se quE;jan justa-
mente de no tener un seif, ni yo (moz) ni individualidad"? 23 ¿No tendría-
mos que interrogar la significación teórica, clínica y política de "esos
aires catastróficos" que merodean por ]a psique cerebral enferma? Y
finalmente, ¿cómo no considerar otro sentido de la plasticidad que
aquél que postula el carácter imperecedero de las vivencias psíquicas?
Es indiscutible que Freud nunca dijo nada acerca de una plas-
ticidad destructora pos-lesional, creadora de una identidad sin prece-
dentes. Desde luego, en El malestar en la cultura, admite que las lesiones
cerebrales demasiado graves alteran hi posibilidad de la regresión y
alcanzan el "psiquismo primitivo": "[ ... ] el supuesto de la conservación
de todo lo pasado vale únicamente a condición de que el órgano de la
psique haya permanecido intacto, que su tejido no se haya deteriorado
por obra de traumas o inflamacioncs". 21'
"" !bid., p. 21 o.
3
i Frani;:oise Davoine y Jean-Mc1x Gaudi]Jiere, Historia y trauma: la locura de las guerras.
l 115
Pero precisamente cuando hay lesión cerebral, cuando "el ór-
gano de la psique" está dañado, es la vida psíquica misma que cesa. Lo
que le ocurre es que esta vida pasa a un estado vegetativo que sin duda
sale de la jurisdicción y la competencia del psicoanálisis. Para Freud,
la desaparición de lo primitivo significa la muerte psíquica. Ahora
bien, hoy día se revela, cual prueba temible para la psicopatología, que
esta pretendida "muerte" es, en realidad, una forma de vida.
116 I
4
Objeción del psicoanálisis:
¿puede haber destrucción sin pulsión de destrucción?
LA PERSISTENCIA DE LA HUELLA
1181
sado, de sus "precedentes". En este sentido, dicha plasticidad tiene,
entonces, un poder de creación e.r. nihilo puesto que proviene de1 ani-
quilamiento de la identidad inicial.
Semejante anáfo,is presupone necesariamente una división en-
tre, por un lado, el cerebro "normal" -con la plasticidad positiva de
sus modulaciones neuronales, la economía de sus afectos, la actividad
reguladora de su auto-afecto-, y por otra parte el cerebro lesionado
con su plasticidad negativa que opera una metamorfosis absoluta del
sujeto causada por el accidente en bruto. Entre ambos, parecería no
haber ningún vínculo. Ahora bien, y allí reside el meollo de la obje-
ción, ¿se podrá postuhir seriamente tal ausencia de relación entre el
füncionamiento no patológico del cerebro y los disfuncionamientos de
éste? ¿No habrá, en el proceso ordinario del auto-~fE:cto cerebral, una
propedéutica secreta a la metamorfosis de la identidad lesionada?
Esta objeción se despliega de manera triple. Primero, ¿cómo
negar que, aun en el caso de lesiones muy graves, algo como una
estructura o un perfil psíquico se mantiene? ¿Cómo negar que un
estilo de ser permanezc~ pese a 1as alteraciones o las perturbaciones
sufridas? Aun cuando un sujeto no nos reconozca más, ¿no será cierto
que nosotros sí lo seguirnos reconociendo siempre, en su metamor-
fosis misma? ¿Healmente exúte algo psíquico que sea irreconocible? ¿No
ocurre en cualquier terapia que de una manera u otra, se alcancen los
vestigios o las ruinas de una identidad y no los efectos metamórficos
de su desarraigo?
Podrían abundar los testimonios que mostraran que una perso-
na, aun cuando esté muy disminuida, sigue siendo fundamentalmente
aquél1a que fue. Habría muchas pruebas que aportar de esta persisten-
cia ontológica <le la identidad. Consideremos el caso pre/ientado por
Oliver Sacks bajo el nombre del "marinero perdido" (The Lost 11/ari-
ner). Jimmie sufre.del síndrome de Korsakov, una forma de daño pro-
fundo e irreversible de la memoria. A veces esta patología e/i llamada
"amnesia global transitoria" (AGT). i Sacks escribe que "Jimmie se daba
' Olivcr Sacks, El hombre que confundió a su mujer con un sombrero. Barcelona, Anagrama,
200.'.l, p. l75.
l 119
cuenta y no se daba cuenta a la vez de est<1 pérdida interior trágica y
profunda, pérdida de sí mismo (loss of himse!j/'. 2 Tenía la sensación
abrumadora de que "faltaba algo" ( quelque chose lui manquait) pero no
sabía precisamente qué y, por esta razón, exhibía una extraña y pro-
funda indiferencia ante su propia "desaparición" ("¿Es usted desgra-
ciado? -continué. -No puedo decir que lo sea. -¿Disfruta de la vida?
-No puedo decir que disfrute"). 3 A tal punto que Sacks se pregunta
si se puede considerar que Jimmie ha perdido su alma: "¿Era posible
realmente que la enfermedad lo hubiese 'desalmado'?". 4
Sacks interroga a las monjas del hospital: "¿Ustedes creen que
tiene alma?". 5 Éstas, escand'tlizadas, aconsejan entonces al médico que ob-
serve dos aspectos llamativos de la conducta de Jimmie, a saber su
actitud para con s~:_herma,no y su comportamiento en la iglesia.
Aun cuando és incapaz de reconocer a quién sea, Jimmie siempre
se conmueve mucho cuando_ su hermano lo visita. Sabe perfectamente
quién es, pese a que lo encuentra "vi~jo". "Resulta profundamente con-
movedor y emotivo presenciar estos encuentros, los únicos contactos
verdaderamente emotivos que tiene Jimmie".ü El segundo aspecto se
manifiesta en la capilla, donde Jirnrnie demuestra una atención y una
concentración de las que es totalmente incapaz en otras situaciones.
Está "absorto en un acto, un acto de todo su ser". 7 Y Sacks concluye:
"Quizás haya aquí una enseñanza filosófica además de una enseñanza
clínica: que en el síndrome de Korsakov o en la dernenc~a o en otras
catástrofes similares, por muy grandes que sean la lesión orgánica y
la disolución 'humeana', persiste la posibilidad sin merma de reinte-
gración por el arte, por la comunión, por la posibilidad de estimular el
espíritu humano: Y éste puede mantenerse en lo que parece, en princi-
pio, un estado de devastación neurológica sin esperanza". 8
2
!bid., p. 158.
3 !bid., pp. 160-1 r,2.
4
!bid., p. 165.
s ldem.
1
' !bid., pp. 154-155.
7
!bid., p. 167.
ºlbid.,pp.17.'H74.
1201
El análisis de este caso muestra claramente que algo permanece,
cual núcleo secreto de la identidad que resiste a la prueba traumática.
Entre una plasticidad neuronal y la otra, entre la positiva y
la negativa, la creadora y 1a destructora, ¿no habrá justamente una
relación plástica, un vínculo flexible, prueba de que, a pesar de sus me-
tamorfosis, la víctima de la lesión o de] trauma no se ha transformado
en alguien completamente ajeno?
La segunda objeción, que se deriva de la primera, se puede
formular en estos términos: todo trauma es una huella. Como tal, el
trauma impacta la psiCJue con su sello, se inscribe en ella. El aconte-
cimiento exterior, sin importar cuán brutal y desprovisto de signi-
ficado, siempre termina, a pesar de todo, por crear sentido en tanto
marca, escritura. Boris Cyrulnik declara que si bien el trauma "altera
los comportamientos, las emociones del herido y muchas veces su ce-
rebro atrofiado en las zonas profundas de las emociones y de la memo-
ria", no deja de ser cierto que "la huella del acontecimiento traumático
[... ] vive al interior del psiquismo como una cripta pesada [... ]". 9 Aun
cuando el acontecimiento traumático acarrea una "metamorfosis bio-
lógica", el secreto mismo de dicha metamorfosis -secreto ligado a su
desencadenamiento- es conservado en la intimidad de la identidad
psíquica orig;inana.
Si admitimos que el concepto más común de plasticidad del cere-
bro concierne a la capacidad que tienen las configuraciones neuronales
para cambiar de forma bajo la influencia del medio y de las vivencias del
sujeto, y que la experiencia juega \un papel fundamental en el cambio
que afecta la talla y el volumen de-,1as conexiones, entonces, ¿por qué
será que las adquisiciones de la experiencia se ven brutalmente inte-
rrumpidas por la llegada de la catástrofe? ¿Cómo es que el acontecimiento
traumático no llega también a inscribirse en el registro de las lecciones de la
experiencia? ¿Cómo negar la relación entre la experiencia y el accidente?
Habría, entonces, que reconocer con Freud que, sea cual sea
la amplitud de las "modificaciones psíquicas", la metamorfosis de la
9
Boris Cyrulnik, Un merveilleux malheur, París, Odile Jacob, 2002, p. l!H.
1121
identidad nunca es total. O que, en efecto, toda modificación "consiste
en un cambio de estado que se cumple en idéntico material y en la
misma localidad". 10 O tal vez que "en cada momento unos fragmentos
de la orga~i7,ación anterior persisten junto a la rnás reciente, y l... ] la
trasmudación nunca acontece de manera integral r... ]". 11
'º Sigmund Freud, "Lo inconcientc", en Obras completas, t. x1v, Tra<l. José L. Etchcverry.
Buenos Aires, Amorrortu, 1986, p. J 70.
11
S. Frcud, 'Análisis terminable e interminable", en oj). cit., t. XXII!, p. 2iJl.
1221
cho de que la economía cerebral es una estructura representativa, una
estructura de espejo. ¿No podría ser también una máquina de destruc-
ción? ¿De autodestrucción o destrucción del otro? ¿Podemos atribuir
Ja destrucción a la mera iniciativa del trauma?
1123
Parecería entonces inevitable el considerar que las lesiones ce-
rebrales participan en dichos conflictos internos, agravándolos o precipi-
tándolos, y que sigue siendo la pulsión que constituye la jurisdicción
última de la neuropatología. ¿Cómo demostrar que la indiferencia o la
frialdad no responden a conductas paradójicas de agresividad o a la soli-
citación del retorno a lo inorgánico, que tampoco en Freud se aparenta
a un retorno a la infancia?
¿Acaso la pulsión de muerte no está' inscrita inmediatamente
en el movimiento de la homeostasis misma? Corno lo muestra muy
justamente Lacan, "hay en él [el hombre] una fisura, una perturbación
profunda de la regulación vital. En esto radica la importancia de la
' .
noción de instinto de muerte aportada por Freud".15 Dicha fisura es
precisamente lafüura de la, homeostasis.
En efecto, la función principal de la homeostasis 16 es una fun-
ción restitutiva. Se trata de mantener el nivel más bajo posible de ten-
sión energética. El sistema nervioso está en busca permanente de esta
posición de equilibrio que se confunde con la supervivencia del orga-
nismo. Ahora bien, como lo observa Lacan, "[l]o más bajo de la tensión
puede querer decir dos cosas -todos los biólogos estarán de acuer-
do- según se trate de lo más bajo en función de cierta definición del
equilibrio del sistema, o de lo más bajo puro y simple, es decir, en lo
tocante al ser vivo, la muerte". 17 La fisura se encuentra precisamente
allí, en el hecho de que la homeostasis significa a la vez equilibrio y muerte.
Freud es llevado incluso a dar nombres distintos a estos ge-
melos: el princzpio de constancia al primero, el princzpio de Nirvana al
segundo. 18 En Más allá del princzpio de placer, declara: "Y puesto que
"' Jacques Lacan, El Seminario. Libro '2. Elyo en la teoría de Frt;ud y en la técnica psicoa-
nalítica. Buenos Aires, Paidós, 198S, p. 62. El Diccionario de psicoanálisis recuerda que,
inicialmente, una cantidad de tra~udores franceses optaron por rendir 1bdestrieb por
"instinto de muerte" más que "pulsión de muerte".
16
Palabra que de hecho no es empleada por Freud, el cual usa "principio de constancia"
o "principio de inercia".
7
' !bid., p. 127.
111
"El término 'Nirvana', difundido en el Occidente por Schopenhauer, proviene de la
religión budista en la que designa la 'extinción' del deseo humano, el aniquilamiento
124 I
hemos discernido como la tendencia dominante de la vida anímica,
y quizá de la vida nerviosa en general, la de rebajar, mantener cons-
tante, suprimir la tensión interna de estímulo (el principio de Nirva-
na, según la terminología de Barbara Low) [... ] ese constituye uno de
nuestros más fuertes motivos para creer en la existencia de pulsiones
de muerte". w
Es cierto, en efecto, que el equilibrio homeostático necesita
esta "igualación de tensiones químicas" que es la muerte. Por eso el
principio de constancia puede ser considerado como el proceso que
al mismo tiempo conduce al individuo a su propio fin. 2 º Por lo tanto,
si el auto-afecto cerebral se confunde con la regulación homeostática
originaria del sistema nervioso'. él también tiene que estar atravesado
por esa fisura que, a la vez que crea la distinción entre el equilibrio
y la muerte, impide no obstante distinguir entre ellos. Freud afirma:
"Si nos es lícito admitir como experiencia sin excepciones que todo lo
vivo muere, regresa a lo inorgánico, por razones internas, no podemos
decir otra cosa que esto: La meta de toda vida es la muerte; y, retrospec-
tivamente: Lo inanimado estuvo allí antes que lo vivo''. 21
"Gage ya no era Gage", "Elliott ya no era Elliott''. ¿No ten-
dríamos que considerar estos casos de metamorfosis como ejemplos
de regresión autodestructiva de la vida hacia lo inanimado, unas pre-
figuraciones de un retorno a aquella materia inerte que el vivo quiere
t. x1x, pp. 161-176, Freud insiste sobre la diferencia entre ambos principios: "[ ... ] debe-
ríamos percatarnos de que el principio de Nirvana, súbdito de la pulsión de muerte, ha
experimentado en el ser vivo una moclificación por la cual devino principio de placer; y
en lo sucesivo tendríamos que evitar considerar a esos dos principios como uno solo"'.
(!bid., p. 166). Pero lo importante es que, sean idénticos o diferentes, tanto el principio
de constancia como el de Nirvana tiene como meta la disminución de la carga de exci-
tación, la liquidación de la tensión y el aplazamiento del displacer.
"' S. Frcud, "Más alá del principio de placer"", en op. cit., t. xv111, p. 38.
1125
recobrar a toda costa? El trauma no crearía ninguna excentricidad en
relación a la inmanencia de la destrucción, revelándose de esta manera
que la neurología misma no podría constituir de ninguna manera la
alteridad excéntrica del psicoanálisis.
1261
Introducción
Freud y las "líneas de falla preexistentes"
Todos los neuróticos son simuladores, simulan sin saberlo, y ésta es su enfermedad.
Debemos recordar aquí que entre el no-poder consciente y el no-poder inconsciente
existe una gran diferencia. Pero en un individuo, lo consciente y lo inconsciente van
muchas veces de la mano y cuando digo frentc·a un neurótico que afirma y cree ser un
enfermo orgánico que no lo es, esto lo ofende pues es parcialmente cierto. La gente
sólo se ofende si hay algo de cierto.
Sigmund Freud (citado por Kurt Eissler), Freud sur lefront des névroses de guerre
Es CIERTAMENTE DIFÍCIL ATRAVESAR la espesa barrera del pensamiento
freudiano sobre los acontecimientos psíquicos. Éste, más sólido que la
"protección antiestímulo" que constituye uno de sus elementos, parece
no dejar pasar nada del afuera sin someterlo al tamiz, o al filtro, del
curso en<lógeno de la vida psíquica. Así, la8 conclusiones que se des-
prenden del examen de las neuropatologías -metamorfosis total de
la identidad, <lestrucción de lo primitivo, alteración profunda del au-
to-afecto, aniquilamiento sin regreso- aún tropiezan con la resisten-
cia del concepto freudiano de "realidad psíquica", lugar de acogida, de
transformación, <le traducción, incluso de constitución de] aconteci-
miento. Es al estudio de dicha resistencia que me dedicaré ahora con
e] fin de poner a prueba, y por lo rrÜ8mo reforzar y renovar, la reivin-
dicación etiológica de la CE;,rebralidad.
EL CRISTAL Y LA PSIQUE
1301
Freud detecta, pues, en la enfermedad una relación regulada
entre el azar del choque y la necesidad de la forma del quiebre, forma que
obedece a las fracturas ya dibujadas en la vida psíquica interna. Así,
la metáfora del cristal permite entender que para Freud el aconteci-
miento siempre es una síntesis entre el accidente repentino y el curso
endógeno de los acontecimientos psíquicos.
Ahora bien, es justamente la posibilidad originaria de tal "sín-
tesis" entre acontecimientos externos y acontecimientos del adentro
lo que permite elegir la sexualidad en tanto principio etiológico pri-
vilegiado. Una vez más, el concepto de "sexualidad" en Freud es ante
todo el nombre de un cierto régimen de acontecimientos. La expre-
sión "vida sexual" ( vie sexuelle) remite tanto a un desarrollo natural del
psiquismo y cuerpo como a un conjunto de acontecimientos que desde el
afuera suceden a esta unidad de desarrollo. En este sentido, los acon-
tecimientos de la sexualidad sueldan los <los bordes del azar y la nece-
sidad y se vuelven por esta razón los modelos mismos, o los arqueti-
pos, de todo acontecimiento. La sexualidad obtiene su carácter causal
privilegiado a partir de la articulación, constitutiva de su esencia, de
estas dos dimensiones: la "predisposición" (Anlage) y la contingencia.
El daño o el trastorno psíquico sólo pueden suceder en un psiquismo
que, en cierto sentido, los espera.
Por lo tanto, parece dificil siguiendo a Freud hacer justicia a un
poder acontecimental destructor que sólo se relaciona con la herida,
sin vínculo necesario con la intimidad del psiquismo y pudiendo por
esta razón causar en él trastornos inéditos que no actualicen ninguna
potencialidad dada de antemano. Si bien es cierto que el pensamiento
freudiano del acontecimiento evoluciona constantemente -desde Es-
tudios sobre la histeria o "La sexualidad en la etiología de las neurosis"
hasta los textos tardíos como Más allá del principio de placer, El yo y
el ello o Esquema del psicoanálisú- nunca se pone en tela de juicio la
característica del acontecimiento que consiste en estar entre dentro y
fuera. De la teoría de los traumas infantiles al análisis de los "acciden-
tes que aparejaron riesgo de muerte",2 Freud nunca vuelve a cuestio-
nar la doble articulación del acontecimiento.
1
' S. Freud, "Más allá del principio de placer"', en op. át., t. xvm, p. 12.
1131
La sola herida, en particular la lesión cerebral, no tiene valor
determinante y siempre se encuentra subordinada al de la rotura. En
cuanto al cerebro, comparado con una central eléctrica en los Estudios
sobre la hifferia y destituido de sus pretensiones a valer como lugar
de formación del trastorno psíquico en la introducción al texto sobre
neurosis de guerra, carece de autonomía etiológica. Sus propias fuer-
zas no le permiten articular aquello que viene del afuera con el curso
de los acontecimientos endógenos. Por lo tanto, no se le puede atribuir
poder de creación psíquica alguno a sus acontecimientos ya que éstos
nunca son, en realidad, suyos.
No es que Freud rr¡.inimice el impacto.de los accidentes, las ca-
tástrofes o los desastres sobre el curso ordinario de la vida del psiquis-
mo. Muy por el contrario., desde la teoría de las agresiones sexuales
infantiles hasta las consideraciones sobre la guerra, no cesa de bus-
car la elaboración de la noción de trauma: "La aplicamos [la expresión
'traumática'] a una vivencia que en un breve lapso provoca en la vida
anímica un exceso tal en la intensidad de estímulo que su tramitación
o finiquitación por las vías habituales y normales fracasa, de donde por
fuerza resultan trastornos duraderos para la economía energética". 3
O aun: "Llamemos traumáticas a las excitaciones externas que
poseen fuerza suficiente para perforar la protección antiestímulo (Rei-
zschutz)" .4 Pero de la misma manera como es llevado muy pronto a ad-
mitir un retroceso de las "influencias accidentales" en la ·constitución
de las neurosis, Freud mi:qimiza rápidamente el papel del trauma en
sí en la génesis de la neurosis no obstante llamada "traumática". El
trauma es realmente trauma sólo en la medida en que desencadena un
conflicto interno que le preexistía. El enemigo del que se defiende el
soldado en la neurosis de guerra sigue siendo "un enemigo interior". 5
·' S. Freud, "18ª conferencia. La fijación del trauma, lo inconciente", en op. cit., t. xv1, p.
2.'í2.
1 S. Freud, "Más allá del principio de placer", en op. cit., t. xvl!I, p. 28.
r, S. Freud, "Introducción a Zur Psychoanalyse der Kriegsneurosen", en op. cit., t. XV!!, p. 208.
1321
Para desarrollar la concepción freudiana de acontecimiento, me daré a
la tarea de explorar precisamente el espacio abierto por la diferencia y
la proximidad entre el análisis de los accidentes sexuales sobrevenidos
en la infancia y el de la neurosis traumática, en particular la de guerra.
En Más allá del principio de placer, Freud declara: "Ya es de antigua data
la descripción de un estado que sobreviene tras conmociones mecáni-
cas, choques ferroviarios y otros accidentes que aparejaron riesgo de
muerte, por lo cual le ha quedado el nombre de 'neurosis traumática"'. 6
Cabe recordar, en efecto, que durante la segunda mitad del si-
glo XIX se produjeron unas catástrofes ferroviarias por cuyas conse-
cuencias se culpó a las sociedades ferroviarias inglesas. Los pacientes
conmocionados padecían un extraño síntoma cerebral que los médicos
llamaron railway spine (e;,pina ferroviaria). En efecto, según la concep-
ción de la época, se trataba de un choque <le la médula espinal, una
mielitis de origen traumático.
El término "neurosis traumática" fue acuñado por Hermann
Oppenheim, precisamente para caracterizar las secuelas psíquicas de
tales accidentes. 7 En cuanto a la "neurosis de guerra", que será iden-
tificada unas décadas después, designa una variedad etiológica de la
neurosis traumática. 8 En este contexto de redefinición de 1a neurosis,
también Freud llega a considerar el alcance psíquico de heridas fisicas
accidentales y a aprehender así otros tipos de traumas que aquellos de
la infancia, directamente ligados a la "sexualidad" en el sentido común
del término. La teoría psicoanalítica debe poder enfrentar los estados
6
S. Freud, "Más allá del principio de placer", en op. cit., t. xvm, p. 12.
7 Hermann Oppenheim, Die traumatischen Neurosen. Berlín, August Hirschvvald, 1892.
1133
de conmoción (Erschütterung) "en que se cae cuando se corre un pe-
ligro sin estar preparado"/ aun cuando éstos parezcan cuestionar la
supremacía del principio de placer.
Sin embargo, el tomar en cuenta dichas conmociones y las nue-
vas situaciones traumáticas no pone en entredicho la etiología sexual
de los trastornos psíquicos, planteada desde el inicio de 1a obra. En
efecto, Freud escribe que "la conmoción mecánica debe admitirse como
una de las fuentes de excitación sexual (if mis observaciones en otro
lugar [Tres ensayos de teoría serua~ sobre el efecto de los sacudimientos
mecánicos y los viajes en ferrocarril)'\ 10 En el caso de choques mecáni-
cos accidentales, la excitapión sexual sobreviene sin preparación -ya
que el aparato psíquico no está armado para tal asalto- y es en reali-
dad este ataque sin prepai:ación, no el choque en sí con sus repercusio-
nes cerebrales, que genera la angustia y produce el trauma en sí.
En otros términos, existe trauma en la medida en que la con-
moción produce una excitación sexual no domeñable que despierta,
por su violencia, un conflicto preexistente.
En la neurosis de guerra, el traumatismo tampoco es causado
por el choque sino por el "conflicto del yo" desencadenado por éste.
El shell shock, es decir, el choque de metralla, apelación inglesa de la
neurosis de guerra, remite a una guerra más antigua que aquélla que
se juega en e1 frente.
'' S. Freud, "Más allá del principio de placer,., en op. cit., t. xv111, p. 13.
10 !bid., pp. 32-SS.
134 I
lugar en Budapest los días 28 y 29 de septiembre de J 918 y cuyo tema
es precisamente "el psicoanálisis de 1as neurosis de guerra".i 1
Durante dicho congreso, Freud debe pronunciarse sobre la na-
turaleza de los padecimientos traumáticos que se multiplican con la
guerra y su posible tratamiento por el psicoanálisis. De hecho, inicia
sostcnienclo muy claramente la idea según la cual el único tratamien-
to eficaz para tales neurosis es el psicoanalítico. La neurología, afirma
Freud, es impotente para curar estos trastornos en la medida en que
no toma en cuenta el hecho de que las heridas, sean o no "patentes" y
pese a su carácter orgánico, se rigen por la etiología sexual. Así, las
lesiones del sistema nervioso, provocadas por ciertas heridas en la
cabeza, no son en sí solas susceptibles de provocar el padecimiento
neurótico. Es el retraimiento narcúista de la libido que, produciéndose
a raíz de la herida, provoca la enfermedad, el hecho de que "el enfer-
mo retraiga al yo sus investiduras libidinales". Corno lo señala Louis
Crocq: ''.A..sí como las neurosis de transferencia se derivan de vicisi-
tudes de la '1ibido objetal', que se fija [... ] sobre un objeto de amor
exterior, las neurosis de guerra y las neurosis traumáticas de tiempos
de paz se derivan de vicisitudes de la 'libido narcisista' que se liga al
yo [.. .]"."
Freud comparte el punto de vista de Ferenczi, que en el Con-
greso de Budapest declara que "las experiencias proporcionadas por
el estudio de los neuróticos de guerra nos han conducido poco a poco
más allá del descubrimiento del psiquismo: han llevado casi a los neuró-
logos a descubrir el psicoanálisis". O también: "la posición de los neu-
rólogos más destacados experimenta un acercamiento, que se resisten
11
La "Introducción a Zur Psychoanal;Jse der Krieg.meurosen" es el texto que sirvió de
preámbulo a las actas del congreso. En éste, que tuvo lugar en el local de la Academia
de Ciencias de Hungría, participaron representantes del alcalde de Budapest así como
de los gobiernos de Hungría, Anstria y Alemania, médicos militares de alto rango y
psicoanalistas. Las actas reúnen contribuciones de Fercnczi, Abraham y Simmel, a las
cuales se agregó más tarde un texto de Jones.
'" Louis Crocq, Les traumatúmes psychiques de guerre. París, Odile Jacob, 1999, p. 2H.
En este punto, Crocq se refiere a "Introducción a Zur Psychoanalyse der Kriegsneurosen".
l 135
a confesar, a las tesis del psicoanálisis". is Queda establecido: ninguna
lesión orgánica puede ser causa de una neurosis de guerra. La etiolo-
gía de una tal neurosis es sexual, implicando la articulación de las dos
caras -la endógena y la exógena- del accidente.
1., Sándor Ferenczi, "Psicoanálisis de las neurosis de guerra", en Obras completas, t. lll.
Barcelona, REA, 2006. Así como lo recuerda Crocq, Ferenczi, "asignado como médico
jefe en un depósito de caballería cerca de Viena (lo cual le permite seguir con su análisis
con Freud), luego, a partir de 1916, como neuropsiquiatra en el hospital Maria Valeria
de Budapest, tuvo la oportunida9" de examinar a numerosos pacientes que padecían
neurosis de guerra"'. L. Crocq, op. cit., p. '.248. El día que Ferenczi presenta su informe en
el congre.so de Budapest es el '.28 de septiembre de 1918.
14
Kurt Robert Eissler, Freud sur le jront des névroses de guerre. París, PUF, 1992.
is Idem.
16
S. Freud, 'Apéndice. Informe sobre la electroterapia de los neuróticos de guerra", en
op. cit., t. XVll, pp. 209-QlS.
1361
En este juicio, Freud está incómodo porque no quiere acusar
a alguien que es un amigo y una personalidad eminente del mun-
do médico; de hecho, Wagner-Jauregg será totalmente rehabilitado
al poco tiempo. 17 Al mismo tiempo, Freud pretende insistir sobre el
carácter inhumano pero sobre todo ineficiente del tratamiento eléc-
trico. Al afirmar que la neurosis de guerra tiene orígenes psíquicos y
no directamente funcionales, demuestra que un tratamiento de choque
no tiene ninguna utilidad y que sólo el proceso psicoanalítico puede
contribuir a la cura del trastorno. Como lo señala Erik Porge en su
introducción al libro de Eissler: "[ ... ] el principal reproche que Freud
dirige a Wagner-Jauregg es por 'excederse en ex-i:ender el marco de
la simulación' y por desconocer que en la mayoría de los casos llama-
dos de simulación, se trata en realidad de neurosis. Freud llega. hasta
revertir la proposición que apunta a tomar a los simuladores por no
enfermos, diciendo: 'todos los neuróticos son simuladores, simulan sin
saberlo, y ésta es su enfermedad"'. 1 ~
El reconocimiento del origen afectivo de la neurosis de guerra
y su análisis en término,s de investidura libidinal, representan un pro-
greso indiscutible. Permiten deslocaiizar el conflicto, dejar de hacer
del cuerpo su único teatro y, por vía de consecuencia, su único agente
de cura. Permiten evitar la reducción neurológica o neuropsiquiátri-
ca de los trastornos, que en todos los casos ~simulación o ansiedad
reconocida como "real"- lleva a la prescripción del tratamiento de
choque, en sentido propio, del sistema nervioso.
' 7 De hecho, Freud lo exoneró de toda intención de malos tratos: "estoy personalmente
1137
y de los acontecimientos psíquicos en general? ¿Cómo rehabilitar el
enfoque neurológico? Tal empresa no es sencilla, tanto menos cuanto
que, como lo vamos a descubrir, aquello que Freu<l llama "etiología
sexual de las neurosis", de las traumáticas en particular, es una estruc-
tura diferenciada, compleja y que dificilmente se deja eludir o criticar
sin que de inmediato, de una manera u otra, nos atrape o nos vuelva a
atrapar en sus redes.
No basta con recordar que, cuando habla de la etiología "se-
xual" de las neurosis, Freud entiende "sexualidad" en el sentido am-
plio del término. Cabe además precisar este sentido.
, ocasiones que su teoría de la energía psí-
Freud indica en varias
quica es dualista. Es precisamente esta parti~ión energética que bau-
tiza con el nombre de "teo:r;fa de la libido". Dicha teoría siempre supone
la diferencia de las fuentes energéticas. La libido no es la única ener-
gía presente en el psiquismo. En el curso de la evolución de la teoría
de las pulsiones, Freud dividirá estas fuentes en pulsiones sexuales y
pulsiones yoicas, luego, al interior de una misma familia de pulsiones
sexuales, entre pulsiones de objeto y pulsiones del yo (narcisismo), y
finalmente, en el último estado de la teoría, entre pulsiones de vida
(incluyendo todas las pulsiones sexuales) y pulsiones de muerte.
Por consiguiente, el afirmar la resistencia de la cerebralidad a
todos los giros diferenciales de la "teoría de la libido" implica que se
demuestre que las secuelas psíquicas de los accidentes cerebrales y los
comportamientos postraumáticos en general no son enteramente asig-
nables a uno u otro de los distintos principios energéticos contenidos
en el mismo carácter causal. Habrá, entonces, que estar seguros de que
la metamorfosis de las identidades sin precedentes no proviene de una
forma retorcida de seducción, ni de un pliegue narcisista, ni de una
pulsión de agresividad, ni Qel trabajo de aniquilamiento interno inma-
nente a la pulsión de muerfe entendida como retorno a lo inanimado.
Es imposible hacer trampa con todas las barreras y todas las es-
pinas que el concepto freudiano de sexualidad opone a un reconocimien-
to de la-cerebra1idad. Por lo tanto, es colocándome en el corazón mismo
del pensamiento freudiano del acontecimiento, del accidente y del trau-
1381
ma, haciendo justicia a toda la complejidad de la etiología sexual y de la
teoría de la libido, que intentaré desp~jar, a nombre de la cercbralidad,
un jJensarniento de la destrucción del psiquismo diferente del psicoanalítico.
Para ello, habrá que vo]ver al frente de las neurosis de guerra
e interrogar una vez más al teniente Kauders, del que hasta el final, ni
Freud ni los médicos militares aceptaron reconocer la verdadera pa-
tología, no obstante que hubiera sido diagnosticada y consignada muy
exactamente por los neurólogos. Herido en el campo de batalla, Kau-
ders "fue examinado a fondo y se tomó una radiografia del cráneo. Se
le hizo saber que tenía una fisura (es decir, una fractura incompleta,
sin solución de continuidad) en la parte superior izquierda del cráneo,
y que se sospechaba la formación de un hematoma". ¿Por qué Freud,
comportándose en este punto como Wagner-Jauregg, no dijo nada
acerca de esta lesión? ¿Por qué no admitió el poder psíquicamente
determinante de este traumatismo cerebral en los comportamientos y
las actitudes del herido, tal y corno todo indicaba que debía hacerlo? ¿Qué
no había para e] psicoanálisis una posibilidad de aceptar el diagnóstico
neurológico, de trabajar a partir de él en vez de eludirlo o dejarlo en
segundo plano? ¿Qué es exactamente aque11o que el psicoanálisis su-
prime al neutralizar la neurología?
[139
5
¿Qué es un acontecimiento psíquico?
Sigmund Freud, Mis tesis sobre el papel de la sexualidad en la etiología de las neurosis
:Out ES UN ACOlffECIMIENTO psíquico (événemenL psychique)? Esta pre-
c.~ '
gunta surge en todo su radicalismo desde los primeros textos de
Freud. Los Estudios sobre la histeria muestran, en efecto, que el proble-
ma rector planteado por esta patología se relaciona sin lugar a dudas
con su etiología, es decir, la verdadera naturaleza de sus "agents provo-
cateurs".1 ¿Qué papel asignar al accidente en el desencadenamiento, en
particular de la histeria, y en general de las neurosis? A la inversa,
¿qué papel otorgar a los factores endógenos? ¿De qué forma se articulan
el incidente aleatorio y el peligro interior para justamente formar ]a
"eficacia patógena de una vivencia"?~
La respuesta de Freud a estas preguntas fundamentales no es
'
unívoca y desde los años que siguen de los trabajos sobre la histeria,
una serie de transformacic;mes desplazan la definición del aconteci-
miento. Pero todas estas modificaciones se ordenan siguiendo el hilo
conductor de la sexualidad que, en el transcurso de dichas reelaboracio-
nes, adquiere su estatus y su legitimidad definitivos de principio y ca-
rácter causal.
' Josef Breuer y Sigmund Freud, ;'Estudios sobre la histeria", en Obras completas, t II.
Trad. José L. Etcheverry. Bueno8 Aires, Amorrortu, 1986, p. 32. (En francés e-n el texto
original).
I! S. Freud, "Mi8 tesis sobre el papel de la sexualidad en la etiología de las neurosis",
en op. cit., t VII, p. 267. "[ ... ] no importaban las excitaciones sexuales que un individuo
hubiera experimentado en su infancia, sino, sobre todo, su reacción frente a estas viven-
cias: si había respondido o no con la 'represión' a esas impresiones". !bid., p. 268.
1421
Freud recuerda que el material básico sobre el cual trabaja el
psicoanalista está constituido por actos fallidos, lapsus y sueños; todos
fenómenos que habitualmente se consideran corno accidentales, contin-
gentes (ziffiillig), puros frutos del azar (Zziftll0, que como tales no se
pueden anticipar ni explicar. Freud escribe, a propósito de las "accio-
nes casuales, que debemos considerar ahora":
1143
es un accidente significativo. Forma parte de aquellos acontecimientos
que tienen "valor de confesión": olvido de objetos, manchas en la ropa,
monedas caídas al piso, errores de memoria .. Una pregunta urgente
se plantea entonces para Freud:. conferir un valor sintomático a tales
incidentes, ¿acaso no es volverse supersticioso? ¿Acaso el psicoanálisis
no será pura y sencillamente una forma de superstición, que otorga
significado y valor de coincidencia a aquello que sólo es fortuito?
El capítulo XII, Freud desarrolla uno de los ejemplos más lla-
mativos de los "actos sintomáticos". Freud cuenta que a su regreso
de las vacaciones, debe tomar un carruaje para dirigirse a casa de una
paciente muy anciana:
144I
r... ] me diferencio de un supersticioso por lo siguiente: No creo
que un suceso (Ereignis [événementl) en cuya producción mi
vida anímica no ha participado pueda enseñarme algo oculto
( verborgen) sobre el perfil futuro de la realidad. Sí creo que una
exteriorización no deliberada de mi propia actividad anímica
me revela algo oculto, pero algo que sólo a mi vida aními-
ca pertenece; por cierto que creo en una casualidad externa
(real), pero no en una contingencia interna (psíquica) ( ich glau-
be zwar an dusseren [realen] Zufa[l aber nicht an innere [p.~ychis-
che] ZufoLligkeit).'
EL TRANSFORMADOR SEXUAL
7
Idem.
1145
"real"? La relación entre accidente exterior y acontecimiento endóge-
no, entre adentro y afuera, azar y necesidad, contingencia y sentido,
es aquélla que -extrañamente-- llevará el nombre de sexualidad. En
efecto, "sexualidad" designa, en primer lugar, el punto de pasaje de una
significación del acontecimiento a la otra. Jugando un poco con lacé-
lebre fórmula de Lacan, se puede afirmar que si bien "no hay relación
sexual" ( il n'y a pas de rapport se:rue~, lo sexual es, a pesar de todo y ante
todo, el nombre de una relación. Una vez más, la sexualidad no designa
primeramente lo vivenciado o las prácticas sexuales, sino más bien la
constitución de un cierto tipo de acontecimiento (événementialité). Preci-
samente, la sexualidad ori&'ina la articulación entre Ereignis y Erlebnis.
"J. Breuer y S. Freud, "Estudios "SObre la histeria", en op. cit., t. u, p. 25. En la edición
de Amorrortu, no aparece en este prólogo la expresión "etiología sexual", (N. del trad.)
Freud escribe más adelante: "Sería injusto que yo pretendiera cargar a mi estimado
amigo Josef Brcucr con una excesiva responsabilidad por el desarrollo que he mencio~
nado". !bid., p. 264.
'' !bid., p. 23.
1461
que en el desarrollo de Breucr dicho papel es prácticamente ignora-
do fuera de la siguiente observación: "Ya con esto reconocemos a la
sexualidad como uno de los grandes componentes de la histeria". 1º A
la inversa, en e1 discurso de Freud la constitución de la sexualidad en
régimen de acontecimientos (événementialite') y, por vía de consecuen-
cia, en causa determinante de la histeria y la neurosis en general, se
va a afirmar de manera decisiva y constituir así un punto de ruptura
entre ambos discursos.
Breuer se propone primero-como lo expresa junto con Freud
en "Sobre el mecanismo psíquico de fenómenos histéricos: comunica-
ción preliminar"- establecer una analogía entre "la histeria corrien-
te" y "la neurüsis traumática" a fin de fundar el concepto de "histeria
traumática". En el caso de la neurosis traumática, la neurosis es oca-
sionada por una herida pero sobre todo por el terror que la acom-
paña: "En el caso de la neurosis traumática, la causa eficiente de la
enfermedad no es la ínfima lesión corporal; lo es, en cambio, el afecto
de horror, el trauma psíquico. Análogamente, nuestras pesquisas ave-
riguaron para muchos síntomas histéricos, si no para ]os más, unas
ocasiones que es preciso designar 'traumas psíquicos'. En calidad de
tal obrará toda vivencia que suscite los afectos penosos del horror, la
angustia, la vergüenza, el dolor psíquico". 11
Habría, pues, en todos los casos de histeria, el equivalente de un
shock traumático.
Se trata de saber en qué puede consistir dicho equivalente. En
el fondo, ¿qué es una herida en el ámbito psíquico? Sobre este punto,
Breuer, extrañamente, no se pronuncia de manera clara. Insiste sobre
el "factor accidental" (die accidentelle Moment) y sobre el "traumatismo
motivante" (veranlassendes Trauma) del trastorno sin precisar su natu-
raleza. El único punto que parece claramente establecido es el hecho
de que el factor accidental tiene valor causal: "En el caso de la histeria
'traumática' es evidente que fue el accidente (Vorgang) el que provocó
1147
el síndrome". 1 ~ De hecho, "los síntomas histéricos singulares desaparecían
enseguida y sin retornar cuando se conseguía despertar con plena luminosi-
dad el recuerdo del proceso ocasionador ( veranlassende Vorgang)", o "causa
desencadenante ( auslbsende Ursache)". 1·~
No obstante, el proceso "ocasionador" tiene que estar ligado
al afecto para tener un aJcance traumático efectivo. Debe coincidir con
fuertes emociones paralizantes. Por lo tanto, el trauma resulta de un
encuentro entre choque y afecto: "Descubrimos en efecto, al comienzo
para nuestra máxima sorpresa, que los síntomas histéricos singulares des-
aparecían enseguida y sin retornar cuando se conseguía despertar con plena
luminosidad el recuerdo del proceso ocasionador, ~onvocando al mismo tiem-
po el afecto acompañante, y cuando luego el enfermo describía ese proceso de
la manera más detallada posjble y expresaba en palabras el afecto. Un recor-
dar no acompañado.de afecto es casi siempre totalmente ineficaz". 14
Hay efectivamente encuentro del accidente inesperado con
la excitación endógena. Dicho encuentro forma ese acontecimiento
nombrado por Breuer "cuerpo extraño" ( corps étranger), que perturba el
equilibrio nervioso: "el recuerdo del trauma psíquico, al modo de un
cuerpo extraño (Fremdkorper), tiene que ser considerado como agens
eficaz y presente largo tiempo dE;spués que aquel sobrevino [.. .]". 1ó
Para explicar el apareamiento del incidente exterior y del afec-
to, así como la constitución del cuerpo extraño, Breuer muestra que
el incidente provoca una carga de excitación excesiva en el sistema
nervioso, misma que no logra ser tramitada. El choque histérico pro-
duce, en efecto, una "excitación tónica intracerebral" 16 explícitamente
considerada como una "inflamación del cerebro".
rn lbid., p. 29.
I.S Ibid., pp. 52-SS.
'"' Ibid., p. 52.
15
!bid., p. 232. La frase completa·reza: "Pero si este es el caso, si el recuerdo del trauma
psfquico, al modo de un cuerpo extrafío, tiene que ser considerado como agens eficaz
y presente largo tiempo después que aquel sobrevino, y a pesar de ello el enfermo no
posee conciencia alguna de esos recuerdos ni de su emergencia, debemos admitir que
unas representaciones inconcientes existen y son eficaces". (N. del trad.)
16
!bid., p. 207.
1481
En este punto del argumento es donde se encuentra desarro11ada la
comparación del sistema nervioso con la central eléctrica: "[ ... ] para
que toda la red conductora mantenga un aporte de trabajo aun duran-
te la quiescencia funcional, debe existir una determinada tensión, y
a ese efecto la dínamo debe gastar un determinado volumen de ener-
gía. De igual manera, existe una cierta medida de excitación en las
vías conductoras del encéfalo quiescente, vigil, pero aprontado para
el trabajo". 17
Cuando el optimum de excitación es rebasado, se produce en el
sistema, como ya vimos; un "cortocircuito". 18 El equivalente psíquico
del cortocircuito es la creación de una "facilitación anormal" 19 debida
a "la excitación de la vía motriz más que cerebral". Breuer concluye:
"la distribución desigual de la excitación acrecentada es justamente la
que constituye el lado psíquico de los afectos".~º
Esta carga excesiva genera entonces un síntoma, es decir, una
manifestación somática .. Esto es el fenómeno de la conversión. El apa-
reamiento del incidente con el afecto se debe a la coincidencia, en el
sistema nervioso, entre J) un choque recibido del exterior, S2) el exceso
emocional que suscita, 3) la imposibilidad, para el sistema nervioso, de
descargar esta excitación, que al final se muda en síntoma: "Llamamos
traumas psíquicos a las vivencias que desencadenaron el afecto origina-
rio, y cuya excitación fue convertida luego en un fenómeno somático;
y designamos síntomas histéricos de origen traumático a los fenómenos
patológicos así generados". 21
11
Ibid., p. 20s.
'" Ib1d., p. 210.
w Ibid., p. 214.
~
0
Jb1d.,p. 212.
"' Ibid., p. 220.
[149
La intervención freudiana: primera des localización
de lo cerebral a lo sexual y primera versión de la "soldadura"
Cuando Freud toma la palabra a 1,u vez, realiza una radicalización no-
table del problema etiológico:
1501
donará, según la cual un accidente, sea cual sea, se presenta primera-
mente corno perturbación de una economía energética. 1 s De hecho, es
sorprendente constatar que se hace uso del mismo léxico energético
para describir el funcionamiento del sistema nervioso y el destino de
la excitación sexual. Hablar de sexualidad, en efecto, no es otra cosa
que hablar otra vez de excitación, tensión, tramitación, descarga, o al
contrario, de inhibición. La metáfora de la central eléctrica podría, en
cierto sentido, caracterizar perfectamente la economía sexual misma.
Así, es en una similitud de registro -la relación entre tensión y des-
carga- que lo sexual se sustituye a lo cerebral.
Pero es también en el lugar de dicha similitud que se separa de
él para siempre. Al desplazar la autoridad causal de la perturbación
energética, Freud introduce en el seno de la economía del accidente
una dimensión simbólica, extraña al sistema nervioso pero constituti-
va del funcionamiento sexual. Esta dimensión concierne precisamen-
te la articulación del Ereignis y Erlebnis, es decir, la estructura dual
del acontecimiento psíquico, que Freud en "Las fantasías histéricas
y su relación con la bisexualidad" llama su "soldadura" (Verldtung). 24
Entre un tipo de acontecimiento (el "incidente") y el otro (el aconteci-
miento significativo para el psiquismo), viene a alojarse un elemento,
cual verdadero transformador, que nunca tiene su fuente en el sistema
nervioso y permanece radicalmente extraño a él, a saber, la fantasía
(Phantasie). Es así como la sexualidad nombra un régimen de aconte-
cimientos (événementialitl) que se sitúa en el cruce del circuito energético
y la escena teatral, este valor de escena siendo precisamente negado al
sistema nervioso. En ''.A.preciaciones generales sobre el ataque histéri-
co", Freud declara que los "ataques" (Anfallen) de las histéricas (se po-
drá notar por cierto que la palabra "Anfalt' designa tanto la aparición
~, Sobre este punto, véase S. Freud, "Más allá dd principio de- placer", en op. cit., t. xvm,
p. 29. "Un suceso como el trauma externo provocará, sin ninguna duda, una pertur-
bación enorme en la economía energética del organismo y pondrá en acción todos los
medios de defensa".
01
•· S. Freud, "Las fantasías histéricas y su relación con la bisexualidad", en o-p. cit., t. IX, p.
142. "Como es sabido, esta composición consiste en una soldadura (Verliitung)".
1151
imprevista de representaciones mentales como los asaltos guerreros)
"no son otra cosa que unas fantasías proyectadas sobre la motilidad,
figuradas de una manera pantomímica". 25
Sin la soldadura fantasmática no habría interiorización ni afec-
tivación del choque. Este lugar que Lacan nombra la "exterioridad ínti-
ma", lugar propio de ]os acontecimientos psíquicos, no se constitui-
ría.~6 La sexualidad deviene, entonces, en aquello que la cerebralidad
es incapaz de ser: un afuera del adentro que no es extraño a ese mismo
adentro. Un afuera del adentro que es propio del psiquismo.
Si bien en sus obras anteriores Freud no cesa de reevaluar la
parte respectiva del Erei10/s, del Erlebnis y de. la fantasía en la forma-
ción de la accidentalidad psíquica, nunca vuel~e a cuestionar el hecho,
planteado en Estudios sobr~ la histeria, de que los accidentes sexuales, de-
bido a su potencia de "soldadura", determinan la estructura de todos los acon-
tecimientos psíquicos. Es efectivamente esta soldadura que a partir de
ahora posee la "idoneidad determinadora" ( betreffende determinierende
Eignung) o "idoneidad para el determinismo" (Eignung zur Determi-
nierung) del trauma. 27
De ahora en adelante, Freud va a poner de relieve el carácter
piramidal de la serie causal ligada a dicha "idoneidad para el determi-
nismo": "No importa el caso o el síntoma del cual uno haya partido,
infaliblemente se termina por llegar al ámbito del vivenciar sexual. Así se
habría descubierto, por vez primera, una condición etiológica de sín-
tomas histéricos" .28
Como corolario, el síntoma ya no puede ser descrito como cuer-
po extraño. A esta metáfora, utilizada por Breuer, Freud prefiere la de
la infiltración:
" S. Frcud, "A..preciaciones generales sobre el ataque histérico", en op. cit., t. rx, p. 207.
5
l!6Jacques Lacan, El seminario. Libro 7. La ética del psicoanálisis. Buenos Aires, Paidós,
1988, p. 171.
27
S. Freud, "La etiología de la histeria", en op. cit., t. m, pp. 193-194.
"" !bid., p. 198.
1521
Anudaré todavía algunas pocas puntualizaciones a la imagen
así obtenida de la organización del material patógeno. Acerca
de este material hemos enunciado que se comporta como un
cuerpo extraño; y la terapia opera también como la remoción de
un cuerpo extraño del tejido vivo. Ahora estamos en condicio-
nes de inteligir en qué falla esta comparación. Un cuerpo ex-
traño no entra en ninguna clase <le conexión con los estratos
tisulares que lo rodean, si bien los altera, los constriñe a la in-
flamación reactiva. Nuestro grupo psíquico patógeno, en cam-
bio, no se puede extirpar limpiamente del yo, pues sus estratos
más externos traspasan omnilateralmente hacia sectores del
yo normal, y en verdad pertenecen a este último no menos
que a la organización patógena. [... ] Los estratos internos se
enajenan del yo más y más, sin que la frontera visible de lo
patógeno comience en parte alguna. La organización patógena
no se comporta genuinamente como un cuerpo extraño, sino,
mucho más, como una infiltración. [... ] La terapia no consiste
entonces en extirpar algo -hoy la psicoterapia es incapaz de
tal cosa-, sino en disolver 1~ resistencia y así facilitar a la
circulación el camino por un ámbito antes bloqueado.~;)
2
" S. Freud, "Estudios sobre la histeria", en op. cit., t. 11, pp. 295-296.
1153
sivamente se instala una desproporción entre las dos fuerzas aconteci-
mentales (événementielles) en juego. De hecho, el Ereignis pierde jJotencia a
favor del Erlebnis. Esta mutación se nota claramente en el paso de la pri-
mera teoría de la seducción infantil a la segunda. En esta última, Freud
tiende a minimizar el papel de las agresiones sexuales en la infancia
temprana y su impacto en ]a historia del sujeto. La noción de accidente
sexual cambia entonces <le sentido y, con ella, la de acontecimiento.
1541
Estos "acontecimientos importantes", que se produjeron en
la infancia, son agresiones sexuales. El accidente sexual se sigue en-
tendiendo aquí como Ereignis, como una ffracción venida del afuera.
Claro está que la fantasía juega allí su papel de soldadura, pero sin
reducir la parte de la accidentalidad externa. "Paréceme cierto -es-
cribe Freud- que nuestros niños están expuestos a ataques sexuales
mucho más a menudo de lo que uno supondría [... ]". 54 Así, enumera
los tres principales tipos de casos de tales agresiones: 1) los atentados
o abusos cometidos por "adultos extraños" a la familia; 2) los abusos
provenientes de personas cercanas (niñera, maestro, pariente, etcéte-
ra); y 3) los abusos perpetrados por otros niños y las relaciones amo-
rosas prematuras entre niños:35 Estas agresiones se distribuyen en una
escala de intensidad que parte de acontecimientos "de una asombrosa
nimiedad" y llega hasta los "traumas graves", como por ejemplo la
violación o el incesto:% Freud concluye:
31
· S. Freud, "La etiología <le la histeria", en op. cit., t. m, p. 206.
35
Jbid., pp. 200-201.
sa ]bid., p. 200.
"Ibid., p. 215.
1155
gía":38 Como constatamos aquí, la sexualidad es la síntesis del aconte-
cimiento efectivo y su interiorización.
Pese a lo anterior, cabe notar que desde Estudios sobre la histeria, Freud
declara que "las histéricas sufren de reminiscencias" y que si bien hay
que llamar "traumático" el acontecimiento de la efracción, el aprl?s-
coup del recuerdo de dicha efracción es igualmente determinante. La
elaboración mnémica de la,escena traumatizante se revela tan impor-
tan te, en su "valor de origen", como la ocurrefj.cia de la escena en si. De
hecho, sucede a veces que 1~ primera escena se vuelva patógena sólo en
el recuerdo, al produi:::ir éste por sí solo un aflujo de excitación interna
a posteriori. Así, Freud será progresivamente llevado a matizar la apre-
ciación del papel jugado por el Ereignis, o acontecimiento exterior, en
la formación del trauma. No es que se desuna la "soldadura" sino que
se forma·de otra manera.
Freud llega a defender la idea según la cual los acontecimien-
tos exteriores obtienen su eficiencia de las fantasías que activan y de la
excitación desencadenada por éstas. A partir de allí, la fantasía deja de
aparecer como la bisagra o el punto de articulación del Ereignis con
el Erlebnis, entre aquello que acontece desde fuera y el acontecimiento
vivenciado. Por el contrario, la fantasía marca su carácter indisoluble,
idéntico incluso, su unidad originaria, que justamente deja de precisar
de soldadura. La fantasía (Phantasie) termina designando ella misma
el modo de aparición del accidente en el psiquismo. Ya no habría ac-
cidente, por un lado, y su acogida en la intimidad de la experiencia,
por otro. De ahora en adelq,,nte, el acontecimiento psíquico se liga a la
'
aparición originariamente Jantasmática del accidente.
Freud afirma que es la fantasía que, de alguna manera, provoca
la venida de aquello que viene, como un retorno en el momento mismo
1561
del acontecimiento, dando a este último su valor de punta incisiva en
el lugar <londe a la vez llega y se inscribe. La "soldadura" cambia en-
tonces de sentido. Tras iniciar como sutura entre Ereignis y Erlebnis,
se vuelve articulación de dos instancias diferenciadas en el seno de un
mismo dispositivo, que Freud nombra "realidad psíquica" (Psychische
Realitat) y que distingue cuidadosamente de la "realidad material". En
Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico, Freud declara: "Si
los histéricos reconducen sus síntomas a traumas inventados, he ahí
precisamente el hecho nuevo, a saber, que ellos fantasean esas escenas,
y la realidad psíquica pide ser apreciada junto a la realidad práctica". 50
Esta afirmación hace eco a aquella de La interpretación de los
sueños, según la cual '1a realidad psíquica es una forma particular de
existencia que no debe confundirse con la realidad material'.40 Habien-
do empezado por admitir la realidad material o factual de las escenas
infantiles, Freud abandona esta convicción primera al mostrar que una tal
realidad es, de hecho, una realidad "psíquica". El acontecimiento trau-
mático no es "un hecho real" en el sentido de la "realidad material",41
lo cual no significa que ;,u realidad sea menor. Es "otra".
¿Qué significa esto? Hay "dos" realidades, pero la "realidad psí-
quica" misma es doble. La distinción entre la aparición inesperada del
acontecimiento y la acogida de dicho acontecimiento en la intimidad
psíquica tiene lugar ahora en el interior de la realidad psíquica en sí.
En efecto, la fantasía se revela de ahora en adelante como una articula-
ción entre un surgimiento interno -el accidente llega de adentro con
la misma fuerza que si actuara desde fuera- y su interpretación o su
reactivación en la ficción interna que elabora el psiquismo individual.
Por lo tanto, la distinción entre dentro y fuera ya no corresponde ex-
"" S. Freud, "Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico", en op. cit., t. XIV,
p. 17.
+o S. Freud, "La interpretación <le los suefios", en op. cit., t. v, p. 607.
' Véase Jean Laplanche y Jean-Bertrand Pontalis, Diccionario depsicoanálúú. Barcelona,
4
Labor, 1974, pp. 413-1'16: 'La seducción no sería esencialmente un hecho real, ubicable
en la historia del sujeto, sino un dato estructural que sólo podría ser transpuesto histó-
ricamente bajo la forma de un mito".
1157
clusivamcnte a la separación entre realidad psíquica y realidad mate-
rial sino a una partición interna a la realidad psíquica en sí. A partir <le
ahora, la "soldadura" se confunde con la estructura de dicha realidad.
La distinción entre "rea1i<lad psíquica" y "realidad material"
vuelve más segura aún la derivación o la secundarización del accidente
"real" (materialmente real) respecto al accidente "fantasmático" (real de
otra manera) y fija firmemente el orden de subordinación entre "factor
desencadenante" y "causa determinante". Un incidente que se produce
en la "realidad material" puede desencadenar el trastorno sin ser su
causa en absoluto. Un accidente puede ocultar otro. Un acontecimiento
-Ereignis- proveniente qe la realidad "material" puede provocar un
daño psíquico sin ser su razón primera. "Dese,ncadena" otra fuente del
trastorno, ella misma verd~deramente primaria, inscrita en la psique a
título de acontecimiento fantasmático. Esta dualidad entre desencade-
namiento y determinación subsistirá a lo largo de la obra de Freud.
158[
el ataque histérico", a menudo "sustituye un ataque". Así, la soldadura
en acción en ]a "realidad psíquica" consiste efectivamente en la articu-
lación entre el accidente fantasmático concebido como "ataque" y su
"figuración alucinatoria".H
Para Frcud el sistema nervioso es extraño a esta puesta en es-
cena fantasmática que prescinde de é]: no colabora en ella, no es su
tópica, no es su autor. En el momento en que aborda la cuestión del
trabajo del sueño, Freud muestra precisamente que dicho trabajo es
independiente de los procesos cerebrales. Hay una creación ·aconteci-
mental psíquica espontánea, que queda fuera de la jurisdicción de las ope-
raciones del sistema nervioso. Esta creación permanece inadvertida por
la "psiquiatría moderna" que, al ver el cerebro como la única fuente de la
formación del sueño, desconoce el "lazo causal" -el principio etiológi-
co- de la vida psíquica:
+s S. Freud, "Apreciaciones generales sobre el ataque histérico", en op. cit., t. IX, p. 207.
[159
un poder propio de ella. Pero semejante abstinencia no revela
sino poca fe en la validez de La cadena causal que se extiende
desde lo corporal hasta lo anímico..,.,i
+s S. Freud, "La interpretación de los sueños", en op. cit., t. 1v, pp. 66-67. (Las cursivas
son mías.)
1-1- S. Freud, "iUgunas consideracif)nes con miras a un estudio comparativo de las pará-
lisis motrices orgánicas e histéricas", en op. cit., t. I, p. 199. (Texto original en francés.)
40
Esta capacidad mimética se subraya también en S. Freud, "La sexualidad en la etiolo-
gía de las neurosis", en op. cit., t. m, p. í!6S, texto en el cual Freud habla de '1a histeria,
que imit<:1, a tantas afecciones orgánicas".
46
S. Freud, ''Algunas consideraciones con miras a un estudio comparativo de las paráli-
sis motrices orgánicas e histéricas", en op. cit., t. l, p. 206.
1601
La histeria mima la parálisis cerebral caricaturizándola, exa-
gerando y a la vez disociando sus síntomas. Es de una "intensidad
excesiva" al mismo tiempo que "delimita" los síntomas a ciertas partes
del cuerpo allí donde la parálisis cerebral las habría alcanzado en su
conjunto. 1' 1 Esta redistribución muy particular de la enfermedad se
explica por el hecho de que la histérica refigura o reconfigura el con-
junto del cuerpo al atribuir a cada una de sus partes valores afectivos
distintos. Cuanto más investido es el órgano, cuanto más "pesado" o
"inerte". 48 Es así como el afecto dibuja un cuerpo sobre el cuerpo, este
cuerpo segundo (corps second') siendo el resultado de una erotización
del primero, fenómeno del que una vez más, sólo la etiología sexual
puede dar cuenta.
Llegamos aquí a un punto esencial. Desde los primerísimos tex-
tos sobre la histeria se prepara secretamente la evolución que Freud
describirá en "Mis tesis sobre el papel de la sexualidad en la etiología
de las neurosis", de 1905. Admite que al inicio en su primera teoría de
la seducción, había sobrestimado "la frecuencia de estos sucesos (los
cuales, por otra parte, no pueden ponerse en duda), tanto más cuanto
que a la sazón yo no sabía distinguir con certeza entre los espejismos
mnémicos de los histéricos acerca de su infancia y las huellas de los
hechos reales ( der Spuren der wirklichen Vorgdnge); desde entonces he
aprendido, en cambio, a resolver muchas fantasías de seducción con-
siderándolas como unos intentos por defenderse del recuerdo de la
propia práctica sexual". 1·9 Prosigue Freud: "Tras esta enmienda, los
'traumas sexuales infantiles' fueron sustituidos en cierto sentido por
el 'infantilismo de la sexualidad'". 50
Con este desplazamiento de acento se produce una disminu-
ción de "la exagerada insistencia en los influjos accidentales que afee-
47
Ibid., p. 202.
1
·" Idem. Véase para el t"jemplo del brazo fuertemente paralizado sin la afectación de
otras partes del cuerpo.
w S. Freud, "Mis tesis sobre el papel de la sexualidad en la etiología de las neurosis", en
op. cit., t. Vll, p. 266.
·'º Idem.
1161
taban la sexualidad (akzidentellen Beeinfl,üssung der Sexualitdt)". Ahora
queda claro que las neurosis son causadas, en primer lugar, por "las
patologías que conciernen a la función sexual", y "en segundo lugar
[... ] las patologías y traumas de otras índoles, que deteriorando todo
el organismo, son capaces de dañar (schddigen) secundariamente sus
procesos sexuales". 61
La reelaboración de la teoría de la seducción, 1igada a la evolu-
ción del concepto de acontecimiento psíquico, puede entonces revelar su
verdadero alcance. La revelación de dos tipos de realidad -una prácti-
ca o material, la otra psíquica- tiene el propósito, sea o no confesado,
de denegar (dénier) toda ryalidad específica a los procesos cerebrales, de
privar la cerebralidad de su régimen de acontecimientos propio.
Claro está que Fr,eud insiste sobre el hecho de que "el retro-
ceso de las influencias accidentales de ]o vivenciado" en su teoría del
acontecimiento psíquico no significa la eliminación pura y sencilla de
dichas influencias. Evidentemente, permanece ]a proporción de acci-
dente incalculable, de catástrofe inesperada, de herida ocurriendo en
la "realidad material". Pero en el curso de todas esas reelaboraciones,
es la noción de acontecimiento cerebral la que ya se ve privada de toda
eficiencia propia. En efecto, mientras que cualquier Ereignis podía ser
articulado, a partes iguales, con el Erlebnis, las lesiones cerebrales po-
dían encontrarse investidas de un sentido y una dimensión psíquica.
Con la barrera de la fantasía, esta equivalencia se quiebra. De ahora
en adelante, es por la fantasía que pasa la línea de rotura de cristal
psíquico que preexiste a todo dafio, a toda fractura. La etiología sexual
se impone definitivamente en la teoría psicoanalítica. 5 Q
1621
objeción alguna contra el supuesto <le que cualquier clase de exigencia
pulsional pueda dar ocasión a ]as mismas represiones con sus conse-
cuencias [... ] nuestra observación nos muestra, de manera regular, [... ]
que ]as excitaciones a que corresponde ese papel patógeno proceden
<le pu]siones parciales de la vida sexual":":j En consecuencia, las neurosis
deberán ser rastreadas a sus orígenes, que conciernen a las "patolo-
gías" que puede padecer la función sexual.
Queda claro que la posición causal de la sexualidad se con-
quista en Freud al precio de una constante crítica de las pretensio-
nes etiológicas de la neurología y la neuropatología. Entre una neurosis
y un daño cerebral, puede haber puntos de pasaje pero justamente
nunca re1aciones de causa-efecto. Las lesiones orgánicas, sean las que
sean, nunca son creadoras de neurosis, es decir, capaces de articular un
acontecimiento y una ficción.
Se trata precisamente de la pregunta fundamental que Freud
dirige retrospectivamente a la neurología contemporánea: la narrati-
va, necesaria para la exposición de los casos patológicos, debe recurrir
a la capacidad ficcional de la enfermedad misma. Si la enfermedad está
desprovista de tal capacidad, ¿aún podemos hacer que hable sin la me-
diación de la elaboración fantasmática?
·''' S. Freud, "Esquema del psicoanálisis", en op. cit., t. XXIII, pp. 185-186.
[163
6
La "teoría de la libido" y la alteridad de lo
sexual a sí mismo: neurosis traumática
y neurosis de guerra en entredicho
..] estos opuestos no son irreconciliables, ni la concepción psicoanalítica de la neurosis
traumática es idéntica a la forma más burda de la teoría del choque. Mientras que esta
sitúa la esencia del choque en el deterioro directo de la estructura molecular o aun
histológica de los elementos nerviosos, nosotros buscamos comprender su efecto por la
ruptura de la protección antiestímulo del órgano anímico y las tareas que ello plantea.
1
La sexualidad, dice Freud, "debe entenderse aquí en el sentido lato, usual en psicoaná-
lisis, y no confundirse con el concepto más estrecho de la 'genitalidad'". Sigmund Freud,
"Introducción a Zur Psychoanalyse der Kriegsneurosen", en Obras completas, t. XVII. Trad.
José L. Etcheverry. Buenos Aires, Amorrortu, 1986, p. go6.
1661
LA SEXUALIDAD EN TANTO ALTERIDAD DE LO SEXUAL A SÍ MJSMO
1167
do -apetencia sexual~ a la fuerza con que la pulsión sexual emerge
en la vida anímica, por analogía con lo que son el hambre, la voluntad
de poder, etcétera, respecto de las pulsiones yoicas". 3
Más tarde, Freud observa que el mismo yo, lejos <le ser el "otro"
de las pulsiones sexuales, también puede volverse objeto de investidura li-
bidinal. Entonces es una segunda versión del dualismo pulsional que
se elabora haciendo justicia al contenido libidinal del narcisismo. Esta
nueva versión ya no descansa sobre la diferencia entre pulsiones yoicas
y pulsiones sexuales, sino sobre la distinción entre "pulsiones yoicas" y
"pulsiones objetales". Comentando acerca de esta evolución teórica,
Freud escribe: ''A.hora biep, llamó la atención de la observación psi-
coanalítica, en su cuidadoso avance, la reguiaridad con que la libido
era quitada del objeto y d\rigida al yo (introversión). [... ] El yo pasó a
formar parte de los objetos sexuales, y enseguida se discernió en él al
más encumbrado de ellos. La libido fue llamada narcisista cuando así
permanecía dentro del yo". 4
Finalmente, en 1920, en Más allá del principio de placer, Freud
reúne, en una última elaboración del dualismo, pulsiones yoicas y pul-
siones objetales en un mismo grupo, el de las pulsiones sexuales, dicha·s
de otra manera "pulsiones de vida", y define el otro de lo sexual como
aquello que constituye la "pulsión de muerte".
La diferencia de libido
3
S. Freud, "Una dificultad del psicoanálisis'", enop. cit., t. xvn, p. 129.
4 S. Freud, "Más allá del principio de placer", en op. cit., t. XVIII, pp. 50--51. Claramente,
Freud se refiere a su texto de 191'.I•, S. Freud, "Introducción del naráüsmo'", en op. cit.,
pp. 65-98.
t. XJV,
1681
ca como una teoría global de la energía, según la cual precisamente y
paradójicamente, la energía pulsional no es solamente de índole 1ibi-
dina1. "l---J en el psicoanálisis se ha plasmado algo así como una teoría
conocida bajo el nombre de teoría de la libido", escribe Freud. 0 Dicha
"teoría" corresponde precisamente al dualismo pulsiona1.
En efecto, pese a lo que su nombre podría dar a pensar, por
"teoría de la libido" no se debe entender una "teoría del deseo o del
placer sexual", sino más bien una teoría de la partición de las energías.
No obstante el que, como vimos al inicio, la libido funcione como ar-
quetipo de cualquier energía psíquica, esta unificación no tiene más que
un valor heurístico.º En realidad, la libido no es más que una de las
energías que actúan en el psiquismo. El hablar de "teoría de la libido"
equivale a admitir que la libido no es la única que está en juego. Pa-
radójicamente, la teoría de la libido es una teoría de la no-suficiencia
de la libido. Una vez más constatamos que lo sexual siempre tiene un
otro. Sin embargo, esta alteridad no disminuye la potencia etiológica
de la sexualidad, sino que la consolida.
De hecho, la. se~ualidad como principio causal siempre tiene
más de un origen. Por lo tanto, "someter a la teoría de la libido (durch
die Libidotheorie ermOglichen)" 1 un trastorno o un caso equivale a deci-
dir qué elemento de la pareja, el libidinal o el otro, determina su gé-
nesis o su destino. Explicar un desorden por la etiología sexual nunca
equivale a "reducirlo" abusivamente a lo sexual, sino por el contrario
a examinarlo bajo la lupa de una diferencia, la de lo sexual consigo
mismo; llámese dicha diferencia YO o pulsión de muerte.
Freud afirma en varias ocasiones su total desacuerdo con Jung
en este punto. Jung habría "ensanchado" el concepto de libido para
convertirla en la única energía activa en el psiquismo, una energía
5
S. Freud, "Una dificultad del psicoanálisis", en o-p. cit., t. xv11, p. 129.
6
Véase supra p. 63.
7
Esta fórmula se encuentra en particular en S. Freud, "Introducción del narcisismo",
en op. cit., t. XIV, p. 90. (En la versión de Amorrortu no se usó el verbo someter, sino que
la frase a la que se refiere la autora reza: "[... ] es fácil expresar la diferencia entre esos
dos hombres[ ... ], en términos que la teoría de la libido puede dominar".) (N. del trad.)
[169
que sería susceptible de "sexualizarse" o "desexualizarse" a voluntad. 8
Freud declara:
8
Cf S. Frcud, "Introducción del narcisismo", en op. cit., t. xrv, pp. 65-98.
8
S. Freud, "Más allá del principio de placer", en op. cit., t. xvrn, pp. 51-52.
'º S. Freud, "Dos artículos de enciclopedia: 'Psicoanálisis" y Teoría-de la libido"', en op.
cit., t. XVII!, p.251.
1701
pliegue narcisista en h segunda o, claro está, de la pulsión de muerte
en la tercera, lo que está en juego cada vez es la relación entre vida y
muerte. La pulsión de muerte está presente desde el inicio de la teoría
freudiana de las pulsiones, aun cuando no lleva este nombre todavía.
Significa que para Freud, y desde el principio, la etiología sexual de un
trastorno psíquico siempre debe hacer justicia al placer y a la destruc-
ción conjuntamente. 11
Por lo tanto, el rastrear una neurosis hasta su origen sexual no
es reducirla al principio de placer; es confrontarla también a aquello que,
en ella, proviene de una tendencia a lo negativo puro.
11
Esta recapitulación permite entender una nota de La interpretación de los sueños dedi-
cada a la acusación de pansexualismo dirigida en contra del psicoanálisis: esta última
"afirmaría que todos los sueños tienen contenido se.rual'. Freud denuncia "la falta de escrú-
pulos con que proceden los críticos en sus asuntos y la proclividad de los oponentes a
descuidar las manifestaciones más claras. r...] Otra cosa sería si se usara 'sexual' en el
sentido, corriente en el psicoanálisis, de 'Eros'. Pero los oponentes apenas han advertido
el interesante problema de saber si no todos los füefios son creados por fuerzas impulso-
ras 'libidinosas' (a diferencia de las 'destructivas') [Nota agregada en 1925.]". S. Freud,
'1..a interpretación de los sueños", en op. cit., t. !V, pp. 177-178.
1171
según la tendencia a la destrucción, siendo ambos orígenes indisociables.
Por lo tanto, y a la inversa de lo que se podría suponer de antemano, el
psicoanálisis, lejos de desconocer el poder causal de la destrucción en
la génesis del trastorno psíquico, admite muy exactamente su alcance.
Simplemente, Freud muestra que la operación de destrucción nunca
es la única en actuar en la medida en que siempre está involucrada en
una confrontación pulsional, silenciosa o no, con lo sexual.
Claro está, Freud habría insistido en la necesidad de someter la
cerebralidad misma a la teoría de la libido. Si de entrada hay dualismo
pulsional entre vida y muerte, la idea de un acontecimiento puramente
"exterior", perfectamente ,aleatorio, no tiene _sentido para el psiquis-
mo: todo aquello que ocurre afecta de inmediato, la lógica diferencial de la
construcción y la destrucción,.- Si la sexualidad siempre es el otro de sí
misma, esta partición suya le permite acoger todo aquello que llega,
incluyendo el aniquilamiento de lo sexual mismo. Así es que la se-
xualidad siempre lleva consigo su sombra, su doble negativo, registro
de los acontecimientos destructores de la psique. ¿Podrá entonces la
cerebralidad resistir a la criba de la "teoría de la libido"?
Ciertamente, Freud habría considerado que la redefinición con-
temporánea de la cerebralidad descansa sobre un impensado episte-
mológico. Al hacer caso omiso del dualismo pulsional, es decir, de la
estructura originalmente escindida de la causalidad sexual, la reve-
lación de la cerebralidad no desmentiría el privilegio etiológico de la
sexualidad, sino que por el contrario lo confirmaría.
De hecho, uno puede ubicar dos confusiones en el seno del dis-
curso neurológico actual. Primero, al redefinir el cerebro como sitio
de los afectos, la neurología contemporánea no vería que, lejos de rom-
per con el concepto psicoanalítico de "erogenidad" (érogénéité), está
constituyendo al cerebro como zona erógena privilegiada.
Segundo, al insistir ~obre el hecho de que el auto-afecto cere-
bral puede ser brutalmente interrumpido por lesiones o heridas acci-
dentales, la neurología contemporánea no vería que, lejos de romper
con el concepto psicoanalítico de pulsión de muerte, está presentando
sin saberlo a los lesionados del cerebro, con su indiferencia y su frial-
1721
dad afectiva, como ejemplos de la tendencia a la inercia que conduce
la vida a volver hacia la inmovilidad inorgánica originara, retroceso
característico de la pulsión de muerte.
Ante los ojos de Freud, el cerebro se revelaría hoy en día, sin
que jamás se discutiera esta hibridez, a la vez como el.fenómeno eróti-
co y el.fenómeno tanático de nuestro tiempo. La confusión neurológica
contemporánea provendría de una indecisión entre un "cerebro eró-
geno" (cerveau érogJne) y un "cerebro muerte" (cerveau mort), es decir,
entre los dos términos del dualismo pulsional tales y como Freud los
pensó ininterrurnpidaniente. Dicha confusión es precisamente la que
llevaría a la necesidad de someter la cerebralidad a la teoría dela libido.
1173
Para Freud, el supuesto desplazamiento de la causalidad psíquica des-
de la sexualidad hasta la cerebralidad resultaría ser simplemente una
refundición de los efectos de la primera. La pretensión de la cerebrali-
dad de valer hoy en día en tanto causa autónoma sólo sería una prueba
más de la potencia etio16gica de la sexualidad.
12
S. Freu1, "Tres ensayos de teoría sexual", en op. cit., t. VII, p. 153.
1., !bid., p. 166.
ª [bid., pp. I 53- I 54.
1741
cepción: "[ ... J cualquier otro sector del cuerpo puede ser dotado de la
excitabilidad de los genitales y elevado a la condición de zona eróge-
na". 15 En efecto, "el elemento decisivo [dela sensación de placer] es sin
duda 1a cualidad de los estímulos mucho más que las propiedades de la
región del cuerpo excitada". 1 º
Así, resulta posible considerar, como lo hace en Esquema del
psicoanálisis, que "el cuerpo íntegro es una zona erógena". 17 En 1914,
en Introducción del narcisúmo, Freud ya había ensanchado de manera
considerable la propiedad nombrada "erogenidad" (Erogeneitat). :Ésta
no concierne únicamente a las regiones cutáneas o las mucosas, sino
también a los órganos internos.
Por lo tanto, y pese a que Freud nunca toma este ejemplo, nada
prohíbe considerar que el cerebro, al igual que cualquier otro órgano, pue-
de volverse una zona erógena. ¿No sería posible pensar, entonces, que
la constitución contemporánea del cerebro en zona sensible, la más
vulnerable y expuesta, corresponde a una modificación de la erogenidad
1175
más que a la subordinación de la erogenidad misma a la cerebralidad?
c:Acaso el cerebro no es hoy en día el secreto del sexo, su intimidad no
genital, oculta en la economía de ]as neuronas? "Es posible -escribe
Freud- que en el organismo no ocurra nada de cierta importancia
que no ceda sus componentes a la excitación de la pulsión sexual". 19 La
constitución de la cerebra1idad en un principio axiológico que regula
un nuevo dispositivo emocional, la revelación de todas las conexiones
neuronales excitables, pudiendo aumentar o disminuir en tamaño y
volumen, corresponderían entonces más bien a una redistribución de
la economía libidinal que a su disminución teórica.
¿Cómo ligar estas afirmaciones con los análisis acerca del alcance psí-
quico de los daños cerebrales? ¿En qué medida permiten arr~jar una
luz distinta sobre el problema de la indiferencia emocional? Partamos
de aquella declaración de Freud según la cual "[a] cada una de estas
alteraciones de la erogenidad en el interior de los órganos podría ser-
le paralela una alteración de la investidura libidinal dentro del yo". 2º
Así, cualquier modificación de la erogenidad en el cuerpo provoca una
nueva configuración del narcisismo del sujeto.
Es precisamente en su texto titulado Introducción del narcisismo
que Freud da a conocer el segundo estadio de su teoría del dualismo
pulsional. De ahora en adelante, las "pulsiones sexuales" dejan de opo-
nerse verdaderamente a las "pulsiones yoicas". Se distingue más bien,
en el seno de lo sexual, entre "pulsiones yoicas" y "pulsiones objetales":
"Vemos también a grandes rasgos una oposición entre la libido yoica
y la libido de objeto. Cuanto más gasta una, tanto más se empobrece
la otra". 21 Freud se vio llevado a admitir que al retirarse de los objetos, la
libido no se agota sino que inviste al mismo yo. A su vez, este último se
"'S. Freu~l, "Tres ensayos de teoría sexual", en op. cit., t. Vil, p. 186.
~0 S. Freud, "Introducción del narcisismo", en op. cit., t. XIV, p. 81.
"' Ibid., pp. 73-74.
1761
vuelve objeto de amor y de deseo: "Libido e interés yoico tienen aquí
el mismo destino y se vuelven otra vez indiscernibles". 22
Por lo tanto, y de manera paradójica, la frialdad o la indife-
rencia emocional hacia los objetos del mundo exterior pueden per-
fectamente constituir la cara o la máscara de una sobreinvestidura nar-
cisista, es decir, de una investidura libidinosa del yo. La frialdad o el
desafecto, lejos de corresponder a una pérdida de afectos, podrían al
contrario no ser más que la máscara de una pasión narcisista, es decir,
de un deseo replegado sobre "sí" (saz).
22
!bid., p. 79.
e.s S. Freu<l, "Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia (Dementia para-
noides) descrito autobiográficamentc", en op. cit., t. XII, p. 65.
l l 77
Es sabido -y nos parece un hecho trivial- que la persona
afligida por un dolor orgánico y por sensaciones penosas re-
signa su interés por todas las cosas del mundo exterior que no
se relacionen con su sufrimiento. Una observación más precisa
nos ensefia que, mientras sufre, también retira de sus objetos
de amor el interés libidinal, cesa de amar. r... J Dice Wilhelm
Busch, acerca del poeta con dolor de muelas: "En la estrecha
cavidad de su muela se recluye su alma toda".~+
1
"' • S. Freud, "Introducción del narcisismo", en op. cit., t. .X.IV, p. 79.
1781
neurosis, con la partición entre pulsiones yoicas (ya que las neurosis
narcisistas implican un repliegue del yo sobre sí mismo), y pulsiones
objetales (la transferencia siendo un movimiento hacia el objeto). En
el origen de las neurosis de transferencia se encuentra la lucha del yo
contra los asaltos <le la pulsión sexual. En el de las neurosis narcisis-
tas, de las cuales forman parte las "neurosis traumáticas puras", por
el contrario, no hay huella alguna de tal conflicto. La violencia del
accidente y el terror que lo acompaña, surgiendo en e] psiquismo sin
que éste haya podido preparase para ello, causan el repliegue del yo,
su retraimiento de los ·objetos exteriores y las modificaciones de la
erogenidad del cuerpo herido.
Pese a que insiste sobre esta distinción entre ambos tipos de
neurosis, Freud reconoce que la neurosis de guerra tiene característi-
cas tanto de la una como de la otra. Afirma: "Las neurosis de guerra,
en la medida en que se diferencian por particulares cualidades de las
neurosis corrientes de tiempos de paz, deben concebirse como unas neu-
rosis traumáticas que fueron posibilitadas o favorecidas por un conflic-
to yoico".,! 5 Pero en el siguiente párrafo especifica: ''.A.parte de eso, lo
que hallamos en las neurosis de guerra es la neurosis traumática, que,
según se sabe, sobreviene también en ]a paz tras el terror y accidentes
graves, sin nexo alguno con un conflicto dentro del yo". 26
El "Informe sobre la electroterapia de los neuróticos de gue-
rra", de 1920, da cuenta de la aparición de los padecimientos emg-
máticos que son los choques nerviosos causados por la guerra. Cabe
colocar dichos choques en el mismo plano que los accidentes o ca-
tástrofes que desencadenan las neurosis traumáticas: "Ya en tiempos
de paz existían numerosos enfermos que después de traumas -vale
decir, de vivencias de terror y peligro, como accidentes ferroviarios
u otros- mostraban perturbaciones graves de su vida anímica y su
actividad nerviosa, sin que los médicos se pusieran de acuerdo en su
apreciación de esos estados. [... ] La guerra que acaba <le finalizar ha
25
S. Freud, "Introducción a Zur P.1ychoanalyse der Kriegsneurosen", en op. cit, t. XVII, p. 206.
% !bid., p. 207.
1179
producido y permitido observar un número elevadísimo de estos en-
fermos a consecuencia de accidentes". 27
Así, e1 neurótico de guerra está doblemente enfermo. Padece
a 1a vez una neurosis de transferencia y un traumatismo accidental.
Como ya se dijo, e1 primer trastorno proviene de un conflicto del yo.~ 8
En la mayoría de las neurosis de guerra, e1 conflicto "[ s]e libra entre el
antiguo yo de la paz y el nuevo yo guerrero del soldado"."9 Este con-
flicto es el que justifica el miedo, la tendencia a la huida y a 1a deser-
ción. El nuevo yo del guerrero se asemeja al enemigo y toma la forma
de una amenaza que hay que repeler a toda costa. En este sentido, e1
peligro que se "corporiza rn una configuración del yo" del guerrero
es análogo a las exigencias de la libido que mpenaza a1 yo en tiempos
de paz:30 La escisión (clivage) entre un yo pacífico y un yo guerrero en
el conflicto real reproduce pues el conflicto entre pu1siones yoicas y
sexuales, ya que descansa sobre esta misma estructura de clivaje.
En cuanto al segundo trastorno, debido al elemento traumá-
tico, no proviene de ninguna manera de la estructura conflictiva:
"A.parte de eso, lo que hallamos en las neurosis de guerra es la neuro-
sis traumática, que, según se sabe, sobreviene también en la paz tras
el terror y accidentes graves, sin nexo alguno con un conflicto dentro
del yo". 31
No hay que concluir que existe aquí una intervención pura del
Ereignis, sin preparación ni guión. La sentencia de Freud es inapela-
ble: aun cuando no provenga de un conflicto del yo, el elemento trau-
27
S. Freud, "Apéndice. Informe sobre la electroterapia de los neuróticos de guerra", en
op. cit, t. xvn, pp. 209-21 o.
eR Es preciso recordar que la neurosis de transferencia es definida por Freud como una
neurosis de objeto, es decir, como una neurosis referida a un objeto sexual, aun cuando
éste, en el caso de la neurosis de iuerra, sea un objeto interno, una modificación del yo
provocada por una internalización del cuerpo del enemigo, devenido cuerpo del peligro.
Véase S. Freud, "Introducción a Zur Psychoanalyse der Kriegsneurosen", en crp. cit, t. XVII,
p. 208.
29
lbid., p._207.
"º Ibid., p. 208.
"' !bid., p. 207.
1801
mático permanece ligado a un conflicto, y se lo remite a la sexualidad
como a su principio explicativo.
Freud descarta de inmediato toda autonomía etiológica de la
'causa orgánica; a propósito de ]a neurosis traumática, escribe: "La ho-
rrorosa guerra que acaba de terminar la provocó en gran número, y
al menos puso fin al intento de atribuirla a un deterioro orgánico del
sistema nervioso por acción de una violencia mecánica":~ 2 En "Informe
sobre la electroterapia de los neuróticos de guerra", Freud lamenta el
que los médicos no hayan sabido asignar sus verdaderas causas a la
neurosis de guerra:
·'" S. Freud, "Más allá del principio de placer", en op. cit, t. xvrn, p. 12.
"" S. Freud, "Apéndice. Informe sobre la electroterapia de los neuróticos de guerra", en
op. cit, t. xvn, pp. 209-210.
34
!bid., p. 2 1O.
1181
Aunque las manifestaciones de las neurosis de guerra eran en
buena parte perturbaciones motrices -temblores y paráli-
sis-, y aunque parecía natural atribuir a influjos tan groseros
corno la conmoción provocada por el estallido de una granada
en las cercanías, o por un sepultamiento debido a un derrumbe
de tierra, efectos mecánicos también groseros, se obtuvieron
observaciones que no d~jaban subsistir ninguna duda sobre la
naturaleza psíquica de la causación de las llamadas neurosú de
guerra. ¿Qué podía aducirse en contrario cuando los mismos
estados patológicos sobrevenían también en la retaguardia, le-
jos de esos horrores de la guerra, o inmediatamente después
de volver a filas tras 1la licencia? Los médicos [ i.e. los psicoa-
nalistas] se vieron entonces llevados a concebir a los neuróti-
cos de guerra en par~cidos términos que a los neuróticos de
tiempos de paz.-~;;
5
" ldern.
"" S. Freu<l, "Introducción a Zur Psyclwanalyse der Kriegsneurosen", en op. cit, t. XVII, p. 207.
'n S. F_rcud, "Más allá del principio de placer", en op. cit, t. xvm, p. SQ.
182 I
Así, la neurosis traumática no proviene de un conflicto interno,
motivo de la neurosis de transferencia, sino que provee una escapatoria
a tal conflicto. En este sentido, también ella depende enteramente del
conflicto. Lo cual explica que, como en la neurosis de transferencia, su
etiología sea sexual. En "Introducción a Zur Psychoana~yse der Kriegs-
neurosen", Freud admite que sea dificil explicar el elemento traumático
remitiéndolo a la "etiología sexual de las neurosis" y a la "teoría de la li-
bido referida a ellas", con las cuales no tiene relación aparente. Declara:
3ª S. Freud, "Introducción a Zur Psyclwanalyse der Kriegsneurosen", en op. át, t. xvll, p. 207.
1183
vestir el órgano herido. La herida de guerra no introduce nada nuevo
a nivel psíquico, y en especial nada distinto de la enfermedad orgánica
o del choque que sobrevienen "en tiempos de paz".
41
S. Freu~, "Más allá del principio de placer",.en op. cit, t. xvm, p. 12.
12
• !bid., pp. 32-33.
1
·" !bid., p. 33.
1841
tribución libidinal, como las de una melancolía, son temporariamente
canceladas por una enfermedad orgánica intercurrente; y más todavía:
una dernentia praecox plenamente desarrollada es capaz, bajo esa misma
condición, de una remisión provisional de su estado". 44
La herida corporal, al provocar una sobreinvestidira narcisista,
permite restablecer el orden en el pánico energético, disciplinar el des-
bordamiento causado por el trauma, restablecer la unidad, por fijación
en el órgano herido, tras la dispersión libidinal anxiógena (anxiog€ne)
causada por el accidente. Así, la herida es un factor de reparación y de
restablecimiento psíquicos de la perforación traumática.
En este sentido, la herida es autocuración del traumatismo. La le-
sión es paradójicamente un agente.de cicatrización. El daño fisico, en
particular la lesión del sistema nervioso, tiene entonces para Freud el
papel paradójico de reparador psíquico.+5
Por consiguiente, tanto en los casos de neurosis de guerra
como en los de neurosis traumáticas, la "teoría de la libido" conserva
el primer lugar etiológico al revelar en los unos un conflicto del yo
consigo mismo, y en los otros, una concentración de la libido en la he-
rida que conjura la amenaza de neurosis. La herida auto-erotizada cal-
ma el posible retorno de un conflicto del yo. La sexualidad se impone,
entonces, en todos los casos para activar y borrar a la vez los efectos
psíquicos de los dafios orgánicos, en particular los dafios cerebrales.
-H Idem.
-j, 5 Idem.
1185
El considerar el déficit emocional de los lesionados del cerebro
como un fenómeno narcisista equivale a verlo como una manifestación
de la pulsión sexua1. Se trata ahora de intentar una interpretación de
ese mismo déficit siguiendo la lógica de la pulsión de muerte.
No por ello se debe creer en una alternativa simple e ingenua en-
tre los dos términos. Por un lado porque, como lo señala Freud, ambos
tipos de pulsiones, las de vida (incluyendo las pulsiones sexuales) y las
de muerte, siempre están originariamente intricadas. Si bien las "des-
mezclas" son posibles, siempre se producen a partir del primer "amalga-
ma".'1'6 Por otro lado, en J.11ás allá del principio de placer, antes de llegar a
la parte en que asigna todos 1los tipos de pulsiones sexuales al grupo de
las pulsiones de vida, Freud considera que las pulsiones yoicas ("narci-
sistas") son de hecho tambiép expresiones de la pulsión de muerte en el
sentido de que su meta es la conservación solo del individuo y no de la
especie. 1'7 Por lo tanto, las dos hipótesis no se excluyen mutuamente.
Interpretar el comportamiento de los lesionados del cerebro
como expresión de la pulsión de muerte significa considerar su indife-
rencia como un dtfjarse morir. El daño cerebral, aquí también, no sería
la causa de] desafecto, sino el factor de una desmezcla de las pulsiones
que conduciría el organismo a obedecer exclusivamente al imperativo
interno de su propia desaparición. No sería posible, entonces, pensar
el desafecto emocional fuera de un proceso de autodestrucción que, aquí
también, sólo podría ser aprehendido a partir de la "teoría de la libido"
y no como un fenómeno puramente neurológico.
En Más allá del principio de placer, Freud establece que toda pulsión es
conservadora, siempre tendiente a la restauración de un estado_ per-
'
11
• ·' Véase en particular S. Freud, "Dos artículos de enciclopedia: 'Pc;icoanálisis' y Trnría
de la libido"', en op. cit., t. xvm, p. 253.
H Véase el inicio del capítulo VI en S. Freud, "Más allá del principio de placer", en op.
cit, t. XVlll, p. 43.
1861
dido. Cuando se propone analizar las conduct;;is postraumáticas que
llevan a los enfermos a reproducir en sueños e] surgimiento <le su
accidente, Freud admite la existencia de la "compulsión de repetición"
( Wúderholungszwang). Esta última arroja luz sobre el carácter regre-
sivo de la pulsión:
l 187
Pero dicha fuerza no es más que un "rodeo" de la carrera hacia la
muerte, ¡rodeo al que esa misma carrera impone un nuevo rodeo para po-
der llegar a la meta! 5~ Así, cuanto más se alarga la duración de la vida
de los seres superiores, tanto más debe la pulsión de muerte rodear el
rodeo de esta extensión, con el fin de realizar su meta y devolver la vida
hacia atrás. La especificidad del carácter _conservador de la pulsión de
muerte respecto de todas las demás pulsiones consiste en esta tenden-
cia al "regreso a lo inanimado" _.5s
Freud llega, entonces, a definir los dos grupos de pulsiones ~
M "[ ... ] a la sustancia viva le resultaba todavía fácil morir; probablemente tenía que reco-
rrer sólo un breve camino vital, cuya orientación estaba marcada por la estructura quími-
ca de la joven vida. Durante largo tiempo, quizá, la sustancia viva fue recreada siempre de
nuevo y murió con facilidad cada vez, hasta que decisivos infl.ttjos externos se alteraron de
tal modo que forzaron a la sustancia aún sobreviviente a desviarse más y más respecto de
su camino vital originario, y a dar ;nos rodeos más y más complicados, antes de alcanzar
la meta de la muerte. Acaso son estos rodeos para llegar a la muerte, retenidos fielmente
por las pulsiones conservadoras, los que hoy nos ofrecen el cuadro de los fenómenos vi-
tales. No podemos llegar a otras conjeturas acerca del origen y la meta de la vida si nos
atenemos__a la idea de la naturaleza exclusivamente conservadora de las pulsiones". Jdem.
·'·' Idem.
51
· !bid., p. 1,0.
1881
La vida se revela, entonces, como el camino apropiado que toma
el individuo hacia su propia muerte. Escribe Freud: "[ ... ] el organismo
sólo quiere morir a su manera".-% En realidad, las pulsiones de vida son
· las vías de la propia muerte. Obedecen, por un camino singular, al ca-
rácter inmanente del final Hasta las "pulsiones de autoconservación",
ahora clasificadas del lado de las pulsiones de vida, y por consiguiente
de las pulsiones sexuales, "son pulsiones parciales destinadas a asegu-
rar el camino hacia la muerte peculiar del organismo y a alejar otras
posibilidades de regreso a lo inorgánico que no sean las imnanentes":56
El acontecimiento de la muerte, el accidente de la muerte, sólo son
posibilitados por la inmanencia pulsional de la muerte."57 En Diferencia y
repetición, Deleuze subraya este doble estatus-de la muerte-.
55
lbid., p. 39.
"" Jdem.
·" Recordemos las palabras del Esquema del psicoanálisis: 'Así se puede conjeturar, en
general, que el individuo muere a raíz de sus conflictos internos". S. Freud, "Esquema
del psicoanálisis", en op. cit., t. xxm, p. 148.
8
r. Gilles Deleuze, Diferencia y repetición. Buenos Aires, Amorrortu, 2002, pp. 385-586. ·
11s9
uno o lo otro? Si tal es el caso, se vuelve aparentemente imposible pen-
sar el acontecimiento catastrófico sin convocar un "ser-para-la-muerte".
El carácter "imperecedero" de la vida psíquica, según Freud,
adquiere ahora un significado enteramente nuevo. Lejos de ser una
manifestación de indestructibilidad, se revela más bien como una de
las expresiones de la pulsión de muerte, de la compulsión de repeti-
ción que es suya, del eterno retorno de lo idéntico. Lo imperecedero es
la misma muerte.
La indif€rencia de los lesionados del cerebro se asemeja mucho
a la irzercia. La vida de los anosognósicos se parece mucho a la muerte.
La lesión cerebral, el choq4e, el traumatismo fierían los efectos de una
ley ontológica y biológica más antigua que ~llos: no serían más que
manifestaciones del retorno. a la pasividad inmemorial de lo inanimado.
La autodestrucción
'
9
S. Freud, "Dos artículos de enciclopedia: 'Psicoanálisis' y 'Teoría de la libido"', en op.
cit., t. xvm, p. 253.
60
S. Frcud, "¿Por qué la guerra? (Einstein y Frcud)", en op. cit., t. xxll, p. 192.
1901
do neutralizar la pulsión de muerte de las cólulas singulares
y desviar hacia el mundo exterior, por la mediación de un ór-
gano particular, las mociones destructivas. Este órgano sería
la musculatura, y la pulsión de muerte se extcrioriz;a ahora
-probablemente sólo en parte- como pulsión de destrucción
dirigida al mundo exterior y a otros seres vivos.(' 1
1191
Preguntas
1921
7
La separación, la muerte, la cosa
Freud, Lacan y el encuentro fallido
1941
A la inversa de lo que uno habría podido pensar de antemano, lo
que será exigido por la confrontación entre sexualidad y cerebralidad,
en su punto más crítico, no es la exposición contrariada de dos tipos
· de discurso: el uno, neurológico, que insistiría sobre la extenuación
siempre posible del psiquismo; el otro, psicoanalítico, que insistiría so-
bre el carácter imperecedero de este último; sino más bien la puesta en
perspectiva de dos conceptos aparentemente cercanos a la destrucción pero
en realidad radicalmente distintos de ella.
Por lo tanto, me interesaré ahora por el estatus de la hipótesis
psicoanalítica de un aniquilamiento del psiquismo, o hipótesis del peli-
gro absoluto. En efecto, es de dicha hipótesis que debemos partir para
mostrar aquello que en ella permanece incuestionado a pesar de todo.
Ese hueco crítico es lo único que puede dar a la cerebralidad su opor-
tunidad. ¿Dónde y cómo pasa la línea de demarcación entre ambas
visiones de la destrucción? El próximo capítulo pretende dedicarse a
esta pregunta.
1
Véanse las afirmaciones conclusivas del capítulo l.
" Gilles Deleuze, Diferencia y repetición. Buenos Aires, Amorrortu, 2002, p. 1-79.
1195
En efecto, todas las significaciones <lel causar la muerte y del de-
jar morir en el psiquismo se ven ampliamente exploradas en una obra
que da constantemente su lugar a la posibilidad del aniquilamiento, a un
yo capaz de dejarse marchitar cuando cede a la angustia de muerte
que sobreviene "bajo dos condiciones l--.J: como reacción frente a un
peligro exterior (aüssere G~fahr) y como proceso interno (innerer Vor-
gang), por ejemplo en la melancolía":5 Hay que hacerle justicia a Freud
mostrando que para él, el peligro proviene tanto· del afuera como del
adentro del psiquismo. De hecho, declara:
"Sigmurn;l Freud, "El yo y el ello", en Obras completas, t. XIX. Tra<l. José L. Etcheverry.
Buenos Aires, Amorrortu, 1986, p. 58.
· • !bid., pp, 58-59.
1
1961
mismo. Morir significa dejarse a sí mismo. Por consiguiente, la angus-
tia en tanto reacción al peligro siempre es fundamentalmente angustia
de separación, afecto del cercenamiento como tal. La controversia con la neu-
' rolot:,ría se centrará muy precisamente en tales definiciones.
Pero partamos de la concepción freudiana de la angustia: trá-
tese de la expresión afectiva del peligro pulsiona1 interior o, a la in-
versa, de la reacción a una amenaza exterior, la angustia siempre es
el afecto de la separación y del desgarro. Desde los textos sobre me-
tapsicología, donde la angustia se revela como una reacción a un pe-
ligro pulsional interno producida por la represión, hasta Inhibición,
síntoma y angustia donde la angustia, en tanto reacción directa a un
peligro exterior "real", causa la represión, el fundamento de la idea
freudiana de la destrucción del psiquismo sigue siendo el fenómeno
de la separación de sí.
Claro está, el periplo teórico que conduce de una obra (Metap-
sicologia)5 a la otra (Inhibición, síntoma y angustia) es de una complejidad
consideráble y, a primera vista, las conclusiones de ambos libros parecen
contradecirse. En efecto, ,en los textos sobre metapsicología la angustia
se presenta como consecuencia de la represión mientras que más ade-
lante, es la represión que aparece como una creación de la angustia. En
las Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis, Freud evoca este
"vuelco" de las relaciones entre represión y angustia: "No es la repre-
sión la que crea a la angustia, sino que la angustia está primero ahí, ¡es
la angustia la que crea a la represión!".º Ahora bien, este vuelco se debe
a una nueva toma en cuenta del peligro. Freud establece que de ahora en
adelante, el peligro pulsional interno ya no aparece como la forma prín-
5
En Francia, los cinco trabajos sobre metapsicología que en su versión en español for-
man parte del tomo xlv de las obras completas (Amorrortu), se publicaron en un libro
bajo el título de 1'vfétapsychologü. Esto corresponde a la intención de Freud de reunirlos
en un volumen intitulado Zur Vorbereitung einer Metapsychologie, lo cual nunca se llevó
a cabo. De los siete textos restantes sobre metapsicología, nunca publicados en vida de
Freud, sólo se encontró el último, Übersicht der Übertragungsneurosen, el cual es citado
más adelante en su versión francesa por la autora. (N. del trad.)
"S. Freud, "32ª conferencia. Angustia y vida pulsional'", en op. cit., t XXII, p. 79.
1197
ceps de todo peligro, siendo más bien la interiorización de un peligro
material real (rea0: "f ... l ;,qué clase de angustia será? Sólo la angustia
frente a un peligro exterior amenazante, vale decir, una angustia realis-
ta ( Tfealangst)".' En efecto, "el peligro pulsional interno" resulta "ser una
condición y preparación de una situación de peligro objetiva, externa.,. 8
Resulta entonces que toda "situación· pulsional temida se re-
monta, en el fondo, a una situación de peligro exterior":9 En conse-
cuencia, prosigue Freud, "[l]a angustia neurótica se ha mudado bajo
nuestras manos en angustia realista, en angustia ante determinadas
situaciones externas de peligro"_Jo Así, ya no se considerará, como era el
caso en los textos sobre n;_ietapsicología, el alcance psíquico de "una
angustia neurótica" que "se muda en aparente ,angustia realista", i I sino
que por lo contrario, se dar;í la prioridad a esa misma angustia real que
responde a un peligro exterior efectivo.
¿Cuál es, pues, este peligro que es más originario que el peligro
interno? Se trata precisamente del peligro de la separación, la cual apa-
rece en este punto del análisis bajo las tres formas principales que son
el nacimiento, el castigo y la castración. Partiendo de esta última, Freud
expone el orden de derivaciones de dichas formas. 'l .. ] el castigo de
castración, la pérdida de su miembro", para el varoncito, se revelan
como un "peligro real que el niño teme como consecuencia de su amor
por la madre". i 2 Freud especifica: "Desde luego, objetarán ustedes, ese
no es un peligro objetivo. A nuestros varoncitos no se los castra por
más que se enamoren de la madre en la fase del complejo de Edipo.
Pero no es cosa tan fácil de despachar. Ante todo, no interesa que la
castración se ejecute de hecho; lo decisivo es que el peligro amenace
de afuera y el niño crea en él". 1-"
"lbid., p._78.
'" Ibid., p. 80.
1., Idem.
1981
La angustia de castración (tercera forma de sep<1ración) es ella misma
un sustituto de1 miedo al castigo-1a madre castiga amenazando con
sustraerle su amor al niño (segunda separación); a su vez, esta angus-
, tia de castigo es la expresión de una angustia más arcaica ligada al
trauma de1 nacimiento (primera separación):
ª !bid., p. 81.
'"' ídem.
'" !bid., pp. 81-82.
1199
Los tres "peligros" de separación -nacimiento, castigo, cas-
tración- 80n analizados de la misma manera en Inhibición, síntoma y
angustia. Allí Freud se distancia claramente del punto de vista de Rank
al mostrar que su hipótesis del trauma del nacimiento "carece de toda
prueba y es harto improbable". 17 Pero no deja de ser cierto que la sepa-
ración sigue apareciendo como un factor predominante de la puesta
en peligro del psiquismo, el nacimiento siendo uno de los fenómenos
más destacados de dicha separación. Esta última se declina de acuerdo
a aquello que Lacan denomina "las cinco formas de pérdida, de los
Vorlust, que Freud indica en Inhibición, síntoma y angustia", 18 a saber la
gradación nacimiento-castración-pérdida de amor-castigo-exclusión.
Freud escribe, refiriéndose al "contenido de 1~ situación de peligro":
17
S. Freu4, "Inhibición, síntoma y angustia", en op. cit., t. xx, p. 128.
'"Jacques Lacan, El seminario. Libro JO. La angustia. Buenos Aires, Paidós, 2006, p. 101•.
19
S. Freud, "Inhibición, síntoma y angustia", en op. cit., t. XX, p. 1::rn.
2001
[... ] tan pronto corno discierne el peligro de castración, el yo
da la señal de angustia e inhibe el proceso de investidura ame-
nazador en el ello [... ], por medio de la instancia placer-dis-
placer. Al mismo tiempo se consuma la formación de la fobia.
La angustia de castración recibe otro objeto y una expresión
desfigurada: ser mordido por el caballo (ser devorado por el
lobo), en vez de ser castrado por el padre. l... ] Tampoco de un
padre ausente se temería la castración. Sólo que no se puede
remover al padre: aparece siempre, toda vez que quiere. Pero
si se lo sustituye por el animal, no hace falta más que evitar la
visión, vale decir la presencia de éste, para quedar exento de
peligro y de angustia. Por lo tanto, el pequeño Hans impone
a su yo una limitación, produce la inhibición de salir para no
encontrarse con caballos. 2 º
1201
La angustia de muerte
2021
Así como unas .separacione.s fisiológicas cotidianas "represen-
tan" la castración, la castración misma "representa" la despedida del
yo de sí mismo. Así la muerte .sólo deviene propia, se vuelve "mi muer-
te", al ser considerada como proceso de disociación ( dissociation) de las
instancias psíquicas, como un dejarse plantado a sí mismo en que el
yo se la pasara preparando y negociando su propia partida, la cual es
anticipada en el transcurso de la vida por "pérdidas de objeto repetidas
con regularidad". 'l~
El análisis del motivo de] doble en "Lo ominoso" confirma este
punto. "Se llama unheimticli' -inquietante, extraño-, 28 dice Freud,
"a todo lo que estando destinado a permanecer en el secreto, en lo oculto, (. ..)
ha salido a la luz".'1 9 Aquello que sale inopinadamente de su escondite
se vuelve "peligroso". El resto del análisis, con la hermosa lectura del
Hombre de la Arena, irá identificando progresivamente lo unheimlich
con el motivo del doble. La in.stancia que sale de lo secreto es la misma
intimidad (Unheimlichkeit) del yo, su adentro, el cual, al abandonar su
"caja", prefigura el momento de la separación fatal. El yo se figura la
muerte como la confesión del hecho de que una parte de sí mismo, que
e.s doble de la otra, ya no está apegada a la vida y se marcha. El doble es
ese yo que está dispuesto a dejar al otro, a precederlo en la nada. En El
yo y el ello, Freud escribe: "El único mecanismo posible de la angustia
de muerte sería que el yo diera de baja en gran medida a su investidura
libidinal narcisista, y por tanto se resignase a sí mismo tal como suele
hacerlo, en caso de angustia, con otro objeto":'!º
El doble, que por mucho tiempo fue considerado como la parte
inmortal del yo, como su "alma" incorruptible, se ha transformado en
la cultura en i;nensajero de la muerte:
"' Idem,
03
En francés lo ominoso se traduce por "l'inquiétante étrangetl', o sea, la inquietante
extrañeza. (N. del tracl.)
"" S. Freud, "Lo ominoso", en op. cit., t. XVII, p. 221•.
"º S. Freud, "El yo y el ello", en op. cit., t. XIX, p. 58.
1203
[... l el doble fue en su origen una seguridad contra el sepulta-
miento del yo, una "enérgica desmentida del poder de la muer-
te" (O. Rank), y es probable que el alma "inmortal" fuera el pri-
mer doble del cuerpo. [... ] Ahora bien, estas representaciones
han nacido sobre el terreno del irrestricto amor por sí mismo,
el narcisismo primario, que gobierna la vida anímica tanto del
niño como del primitivo; con la superación de esta fase cambia
el signo del doble: de un seguro de supervivencia, pasa a ser el
ominoso (unheimlich) anunciador de la muerte." 1
"'S. Freud, "Lo ominoso'", en op. cit., t. XVll, p. 225. Acerca de la relación entre lo primi-
tivo, el doble y la representación d; la muerte, véase también la segunda parte del texto
"De guerra y muerte", donde Freud establece la génesis de la relación del hombre "ci-
vilizado"" con la muerte partiendo de la mentalidad primitiva y estudiando su evolución.
Sobre este punto, véase mi artículo Catherinc Malabou, "La naissance de la mort, Hegel
et Freud en guerre?", en Fran¡;:ois Dagognet y Pierre Osmo (eds.), Autour de Hegel.
Hommage d Bernard Bourgeoú, París, Vrin, 2000, pp. 319-331.
•• S. Freud, ''Lo ominoso", en op. cit., t. XVII, p. 242.
2041
la causalidad sexual, sino 1a manifestación, en su propio orden, de la
marca común a la sexualidad y a la muerte: la separación.
En Inhibición, síntoma y angustia, Freud vuelve al caso de la neu-
rosis traumática,justamente para demostrar la etiología sexual. A ojos
de los detractores del psicoanálisis, la neurosis traumática parece per-
fectamente irreductible a una tal etiología. ¿Cómo es que el trauma,
en su carácter repentino, inopinado, podría jugar papel alguno en la
sexualidad? ¿Cómo podría despertar la angustia de castración de ésta?
Tomando prestados los argumentos de sus adversarios, Freud escribe:
1205
explicativo satisfactorio de las neurosis traumáticas. Freud prosigue
refutando el papel de la neurosis traumática como "contradicción al
valor etiológico de la sexualidad", en la medida en que "hace ya tiempo
la canceló la introducción del narcisismo, que puso en una misma serie
la investidura libidinosa del yo y las investiduras de objeto, y destacó
la naturaleza libidinosa de la pu]sión de autoconservación [ .. .]". 54
Así, para Freud, la etiología sexual es perfectamente capaz de
dar cuenta de la angustia de muerte. Fundamentalmente, es el cer-
cenamiento, ya sea fantaseado o anticipado, el que abre a la psique el
horizonte del nexo que mantiene consigo misma, la manera como
ella puede verse morir desdqblándose. La separación mortífera de sí es
la fuente misma de la especulación o de la reijexión por la cual el yo
se toma a sí mismo corno opjeto. De hecho, el nacimiento del superyó
es inseparable de tal proceso de autoobservación y se confunde con él.
Freud escribe, refiriéndose al yo:
2061
EL CAfü\CTER INDESTRUCTIBLE DEL ANfQUJLAMIENTO
"" S. Frcud, "S2ª conferencia. Angustia y vida pulsional", en op. cii., t. XXII, p. 75. En su
introducción a Inhibition, .1ymptóme et angoisse, EriC Porge escribe: "Así, el esquema es el
de una acumulación energética (libidinal) derivada de su curso, descargándose como
puede al tomar prestada otra vía que la de su salida somática normal".
·" S. Freud, Panorama de las neurosis de tran{ferencia. México, Siglo XXI, 2016, p. 36.
8
" !bid., p. 37.
1207
ligado a la irrupción inesperada de una angustia repentina, sea cual
sea el "largo debate en torno a la cuestión de si es más original la an-
gustia real o la angustia de añoranza"/m lo que cuenta es el hecho de
que ]a angustia sobreviene a partir de una estructura de espera que le
preexiste y que es la forma misma del inconsciente.
En un addendum de Inhibición, síntoma y angustia titulado "Com-
plemento sobre la angustia", Freud insiste sobre la proximidad que
vincula la angustia con la espera. ¿Qué es en realidad el peligro?
¿Consistirá en la sorpresa que provoca, en su "primera vez" o en la
aprehensión de su repetición? ¿En la novedad o en el retorno? No es
posible zanjar, ya que por\ naturaleza la espera siempre se constituye
de ambas instancias a la vez:
-1
9
ldern. Tran.scribimos a continuación el pasaje integral: "Hemos sostenido un largo de-
bate en torno a la cuestión de si es más original la angustia real o la angustia de añoranza
(Sehnsuchiangst), de si el niño transforma su libido en angustia real porque [la] considera
demasiado grande y peligrosa, y;a_sí llega a la representación de peligro, o si más bien
cede a una ansiedad general y de·ella aprende a temer también a su libido insatisfecha.
Nos inclinamos a admitir lo primero [...] la reflexión en torno a la filogénesis parece
resolver este conflicto a favor de la angustia real y nos permite suponer que, desde co-
mienzos de la era glacial, una parte de los nifios trae consigo la ansiedad, la que ahora los
induce a tratar la libido insatisfecha como un peligro exterior". [bid., pp. S7-S8.
'º S. Freud, "Inhibición, síntoma y angustia", en op. cit., t. xx, p. 15.'í.
2081
Es posible que en un primer momento, el trauma haya sido vi-
vido de forma pasiva, que haya sido pura y sencillamente sufrido, y que
el psiquismo lleve su huella, siempre dispuesta a ser activada por el re-
, torno de la situación amenazante. Al mismo tiempo, no podemos dejar
de ver que e1 1ímite entre vivenciado y no vivenciado, primera vez y
repetición, anticipación y rememoración, se borra de forma duradera
al punto de formar una sola y misma estructura.
Este borrado de los límites afecta también la distinción entre
peligro exterior y peligro interior: "En el nexo con ]a situación trau-
mática, frente a la cual uno está desvalido, coinciden peligro externo
e interno, peligro realista y exigencia pulsionaL Sea que el yo viven-
cie en un caso un dolor que no cesa, en otro una estasis de necesidad
que no puede ha1lar satisfacción, la situación económica es, en ambos,
la misma, y el desvalimiento motor encuentra su expresión en el des-
valimiento psíquico". 41
Sorprendente análisis. Todo se invierte y se vuelve, en sentido
propio, ju ego de doble. El doble, es decir, el fantasma de la separación,
sí aparece al final de curntas como el agente de ligazón de lo real y
lo psíquico, o del exterior con el interior. Sea o no real, el trauma es
causado por la separación, rememorada o por venir, es la separación
que se vislumbra. La espera del duelo de sí, la espera como duelo de sí,
cercenamiento de lo más íntimo en lo más íntimo de sí, es indestructible.
Tal es el punto central de la discusión. Si bien, para Freu<l,
el horizonte de acogida de todo acontecimiento es anticipación de la
amenaza, nada parece amenazar est~ horizonte en sí. La estructura de
borrado del sujeto (anticipación de la separación) es imborrable, inde-
leble, es lo indestructible de la destrucción. Retomando las palabras
de Lacan, el horizonte de espera que forma el inconsciente es a la vez
fragmentado e "indestructible". 1·2 En Freud, la separaáón jamás se separa
de si misma.
11
•· !bid., p. 157.
' " J. Lacan, El seminario. Libro 7. La ética del psicoanálisú. Buenos Airet-l, Pai<lós, 1988,
p. z1,1,.
1209
Pregunta Lacan: "¿Dirán uste<les que lFreudJ la requiere en
el sentido de conducirla a la espera, a la preparación, a un estado de
alerta, a una respuesta que es ya de defensa ante lo que va a suceder?
Aquí se trata, sí, de] Erwartung, de la constitución de lo hostil como
tal l .. .]".'"''3 Cabe constatar, en efecto, que pese a que Freud define el
trauma como aquello que perfora el aparato psíquico por efracción, sin
dejarle tiempo de prepararse para dicha intrusión, sigue admitiendo
una propedéutica a tal estado de impreparación, que es la estructura
originalmente anticipadora de la psique. Esta estructura en sí no pue-
de ser destruida por el trauma que anticipa.
,
Éste es el punto álgido del debate entre psicoanálisis y neu-
rología en cuanto a la cuestión de la destnlcción psíquica. Para los
neurólogos, la estructura 1e anticipación cerebral de la muerte -des-
crita como estructu.ra de auto-afecto- no es en sí inalcanzable, con-
trariamente a la estructura inconsciente definida por el psicoanálisis.
Ciertos daños pueden acabar con ella, o sea que el horizonte de antici-
pación neurológica de la destrucción es destructible. A tal punto que
algunos sujetos lesionados del cerebro son precisamente privados de la
posibilidad de verse o sentirse morir. Por consiguiente, la lesión o la
ruptura de conexión nunca pueden coincidir, sea simbólica o material-
mente, con la angustia de separación o <le castración.
Antes de desarrollar este punto decisivo, cabe aclarar una vez más,
siguiendo a Lacan que prolonga y amplía el a1cance de esta cuestión,
]a relación del inconsciente con su destructibilidad.
A primera vista, el pensamiento de Lacan parece precisamente
contradecir aquello que a~abamos de establecer, a saber, el carácter
imborrable de la borradura del sujeto o el carácter indestructible de
la estructura inconsciente del nexo del yo con su propia desaparición.
"
1
J. Lacan, El seminario. Libro 10. La angustia, p. 86.
2101
En efecto, en Lacan 1a separación originaria -caracterizada como se-
paración del yo y de1 sujeto- es interpretada como inscripción de la
alteridad, o de la falta, en el yo: "[ ... ] en el circuito, el yo está verdade-
. ramente separado del sujeto por la a minúscu1a, es decir, por el otro":H
Esta separación es la marca de la finitud y forma la estructura
de anticipación y de espera de la muerte, estructura que Lacan llama
también el horizonte del encuentro de los acontecimientos. Pero extra-
ñamente, dicha estructura de anticipación es duplicada por su negativo,
por una frontera que marca la producción ·de acontecimientos irnpre-
visibles, irnpensables o imposibles, acontecimientos que no pueden suceder.
El conjunto de estos "no acontecimientos" (non-événements) recibe en
Lacan el nombre de Jo real (Rée0, "punto de fuga de toda realidad po-
sible de a1canzar", trauma como tal que excede cualquier horizonte de
espera. 45 Esta negación del horizonte es, efectivamente, amenaza de
destrucción del horizonte en sí.
Tenemos, entonces, que pensar el inconsciente como esa coin-
cidencia del encuentro y del punto de fuga, posibilidad conjugada de los
acontecimientos que suceden y de aquellos que están más allá de todo
acontecer. En 1a medida en que pertenece a la segunda categoría, el
trauma es sin 1ugar a dudas inadmisible, imposible de apropiarse. Se
resiste a cualquier transformación en Erlebnis, a todo encuentro, a
toda angustia de separación. Ello explica por qué, para Lacan, lo real
(le Rée0 se ubica más allá de lo simbólico (le Symbolique). Lo real (le
Hée0 -o aquello que es propiamente traumatizan te en el trauma- no
corresponde a ningún símbolo, es decir, a ninguna estructura de unidad
fragmentada, a ninguna "soldadura" ( soudure). Lo real ( le Rée0 es lo
inseparable. Sin distancia, sin horizonte, sin "fisura" ni falta. "No hay
ausencia en lo real (le rée0". 1"'5 Lacan declara aun: "Pues en cuanto a lo
p. 461. "No hay ausencia más que si usted sugiere que puede haber una presencia allí
donde no la hay".
1211
real (le rée0, cualquiera que sea el trastorno que se le pueda aportar,
está siempre y en todo caso en su lugar, lo lleva pegado a la suela, sin
conocer nada que pueda exiliarlo de él". 4 '
¿Acaso no es evidente entonces que el psicoanálisis, contraria-
mente a lo. que acaba de ser afirmado, toma en cuenta, al lado de los
acontecimientos que se ofrecen para ser encontrados, otros aconteci-
mientos que son como hoyos en el tejido simbólico y exceden todo ho-
rizonte de acogida? Lacan recuerda que Freud distingue claramente
dos tipos de acontecimientos y admite que "[l]o que no ha llegado a la
luz de lo simbólico aparece en lo real ( le Rée0",+8 ¿No tendríamos que
afirmar que el horizonte dt1: espera psíquica es él mismo amenazado de
destrucción real ( réelle)?
Sin embargo, esta pregunta tiene que ser respondida por la negativa.
En efecto, parece ser que a pesar de todo, una nueva fórma de "soldadu-
ra" viene,a imposibilitar en Lacan, diga lo que diga, el pensamiento de
una destrucción sin restos. Esta nueva "soldadura" (soudure) sería aquella
a la cual Lacan da el nombre de Cosa: Ding. Desde mi punto de vista,
esta Cosa -"el otro absoluto del sujeto", este "Otro prehistórico, in-
olvidable, que nadie nunca más alcanzará dcspués",'1' 9 esa "nada", ese
"vacío", ese "nihil',5° ese trauma originario- sigue siendo·aquello que
de lo real ( du Rée0 se puede decir e imaginar. En efecto, ]a Cosa es "aque-
llo que de lo real ( du rée0 padece del significante". 51 La Cosa es aquello
que aun así, sucede, me ocurre desde lo real (du Rée0.
J. Lacan, "El seminario ;;obre Ll caria robada", en Escritos l. México, Siglo XXI, 2009,
p. 36.
'" Citado en Frarn;oise Davoine y .lean-Max Gaudilli€re, Ilútoria y trauma; la locura de las
guerras. Buenos Aires, FCE, 2011, p. 61.
¡." J. Lacan, El seminario. Libro 7. La ética del psicoanálúis, p. 69.
'"' Ibid.,p. 151 .
.,, Ibid., p. 1 54.
2121
Lo real ( Le Hée0 desconoce la falta, excede todo horizonte de
espera, y por ello no puede ser encontrado. Pero en Lacan, esta falta
de encuentro se vuelca irremediablemente en encuentro fallido. La Cosa es
· un punto de vuelco que ajusta el horizonte a esta falta de la falta y en
cierto sentido permite que la psique la vea llegar a pesar de todo.
¿Cómo sostener tal comprensión de la Cosa, que parece ir en
contra de la interpretación común? Un capítulo muy llamativo del
seminario titulacJo Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis,
lo permite. El título de dicho capítulo, "Tyche y automaton", es elo-
cuente por sí solo. Este texto extraordinario elabora los conceptos de
azar y necesidad, de encuentro y real, y en particular ]a significación
misma de acontecimiento en psicoanálisis. Lacan efectúa esta elabora-
ción ofreciendo una lectura impactante de un sueño interpretado por
Freud, el del "niño que se abrasa"_,,~
Lacan recuerda que el sentido más simple, el menos elaborado
conceptualmente, de la palabra -tyche (Wxri) encontrada en Aristóteles,
significa la "fortuna", lo que adviene por azar. En cambio, aulomaton
(aui-óµarov) designa lite:ra]mente "aquello que se produce por sí mis-
mo", lo que funciona solo y se repite de acuerdo a una estricta ne-
cesidad mecánica: el "autómata" o el "automatismo". Esta distinción
podría dar cuenta de forma inmediata de los dos tipos de aconteci-
mientos distinguidos por Freud. Tychf podría designar el modo de
advenimiento de los Ereignisse, acontecimientos o accidentes "puros",
inopinados y perfectamente contingentes. Por el contrario, automaton
podría designar la formación y la regulación de acontecimientos endó-
genos, que obedecen únicamente a su propia ley y de alguna manera se
generan a sí mismos.
De hecho, Lacan propone traducir -tyche por "encuentro de lo
real". En efecto, lo real (le Rée0 sólo puede sobrevenir por azar, sin
maquinación. Así, la -tychl! es el nombre apropiado para el modo de ad-
venimiento del traumatismo, siendo que' el trauma es el mismo real (le
5
" Véase el inicio del capítulo VII en S. Freud, "La interpretación de los suefios'", en op.
cit., t. V, p. 504·.
1213
Réel méme), "inasimilable" por la psique. Por lo tanto, parece ser que
hablar de "encuentro de lo real" (rencontre du Rée0 equivale a hablar
de un encuentro imposible. ·EJ trauma es aquello que por su fuerza de
contingencia perfora el horizonte de espera psíquica.
En cuanto a la palabra automaton, designa el retorno, el regre-
so, la insistencia de los signos a que nos somete el principio de placer. 53
Esta palabra caracteriza el régimen de aquellos acontecimientos que,
a la inversa de los primeros, son perfectamente asimilables por la psi-
que, los "acontecimientos vivenciados" que no desbordan los límites
del circuito energético ni el mecanismo o el automatismo de la regula-
ción homeostática.
¿No estaremos establecimiento de f"qrma definitiva la distin-
ción entre accidentes purqs (tychf) y acontecimientos vivenciados (au-
tomaton)? Lacan llega incluso a afirmar que lo real ( le Rée0 es de hecho
"la verdadera preocupación de Freud a medida que se le revela la fun-
ción del fantasma. Se empeña, casi con angustia, en preguntar cuál es
el primer encuentro, qué real (le rée0, podemos afirmar que está tras el
fantasma". 54 Este real (Rée0 "no ha de confundirse con el retorno de
los signos, ni tampoco con la reproducción o la modulación por la con-
ducta de una especie de rememoración actuada". 55 Por lo tanto, Lacan
insiste muy claramente sobre un aspecto esencial de un pensamiento
freudiano precoz de lo real (du Rée0 definido como primer trauma, sin
horizonte de anticzpación.
Sin embargo, aquí comienzan la complejización de los concep-
tos y el vuelco de las apariencias. En efecto, en Más allá del principio de
placer, Freud nota que el trauma tiende a repetirse y que se requiere
un trabajo de ligazón (Bindung) para volverlo asimilable por la psique.
,:;; J. Lacan, HZ seminario. Libro 11.;Los cuatro conceptosjundamentales del psicoanálisis. Bue-
nos Aires. Paidós, 1987, p. 6'.2. La frase reza: "Lo real está más allá del automaton, del
retorno, del regreso, de la insistencia de los signos, a que nos somete el principio de
placer". (Cabe recordar que en los inicios del psicoanálisis en Francia, el término "com-
pulsión de repetición" se tradujo como "automatismo de repetición" [N. del trad.]).
'
4
Idem.
"·' Idem.
2141
Inversamente, descubre que todo aquello que proviene del autornaton
puede perfectamente -como ]o mostró la referencia a Psicopatología
de la vida cotidiana- producirse por azar. Como 1o reconoce Lacan, es
posible que el origen del trauma sea accidenta] sólo en apariencia;°'(!
y la maquinación de los acontecimientos vividos o fantaseados bien
puede obedecer únicamente a los caprichos de la suerte. Es imposible
detener la ambivalencia de los términos.
Un estudio profundizado de los conceptos aristotélicos de -tyche
y automaton revela por cierto que sus significados respectivos son más
ambivalentes de lo que ·parece. Ciertamente, la -t¡yche pertenece a la ca-
tegoría del acontecimiento excepcional, pero no deja de ser cierto que
cumple una cierta función en la esfera del telos. 57 Por otra parte, "o au-
tomatismos" (o aurnµancrµóc;) significa en griego "aquello que llega por
sí mismo". Pero esta fórmula se entiende de dos maneras: aquello que
llega por sí mismo lo puede hacer si 1leva en sí su propia necesidad; y a
la inversa, lo que llega por sí mismo puede llegar por puro azar. En este
caso, la contingencia es su auto--:iustificación. Aristóteles emplea preci-
samente "to automaton" ,en el sentido del "caso azaroso", por oposición
a "technl' (-tÉXVTJ), la técnica o la maquinación. El verbo automatizein
(auroµaril;;e1v) dice ambas cosas: hacer algo por su propio movimiento
o a la inversa, actuar sin reflexión, al azar. 58 Por lo tanto, las produc-
ciones azarosas de la ryche sí tienen un sentido al final de cuentas, es
decir, un cierto fin; en cuanto a los acontecimientos automáticos, se
pueden producir por azar. Así, necesidad y contingencia intercambian
sus papeles. Así como el automatismo del acontecimiento puede burlar
la anticipación, lo real (le Rée◊ puede en última instancia ser encontra-
do por el mismo hecho de la contingencia-ser un encuentro fallido.
Lacan pregunta: "¿Dónde encontramos ese real (rée0? En efec-
to, de un encuentro, de un encuentro esencial se trata en lo descu-
1215
bierto por el psicoanáliois-de una cita oiempre reiterada con un real
(un rée~ que se cscabulle".b 8 El encuentro que es a la vez posibilitado
e imposibilitado por la tyche, es efectivamente, "esencialmente, el en-
cuentro fa1lido". 60
Ahora bien, ¿es esta respuesta satisfactoria? ¿Lacan no estará
fallando en el mismo momento en que formula la hipótesi.s de un en-
cuentro que irremediablemente falla en serfallido?
Pasemos al relato que hac~ Freud del ".sueño del nifi.o que se abrasa":
2161
corresponderá a 1a sobrevenida del niño que agarra a su padre del bra-
zo y le habla? ¿Será el accidente hi tychf del incendio o el autornaton de
la palabra, de 1a manifestación simbólica del reproche? Lacan pregunta:
1217
"Padre, ¿entonces no ves que me abraso?" es ella "misma una tea-por
sí sola prende fuego a lo que toca". 6 ·1· Para el padre, la frase "perpetúa
esas palabras, separadas para siempre, del hijo muerto", 65 esas palabras
cercenadas de la carne que designan y que así pueden repetirse en au-
sencia del niño, esas palabras separadas que realizan la separación. Por
lo tanto, lo real (le rée0 se pone perfectamente a] servicio de Jo simbóli-
co, del mundo en el que uno espera, comprende, encuentra.
Lacan pregunta: \:Qué encuentro puede haber ahora con ese
ser inerte para siempre -aun cuando lo devoran las llamas- a no ser
este encuentro que sucede precisamente en el momento en que las lla-
mas por accidente, como p7r azar, vienen a unirse a él?". 66 Así, la tyche
revela como su fin propio el automatismo de r~petición 67 que, para La-
can, es conmemoración sign{ficante: "Solamente en el sueño puede darse
este encuentro verdaderamente único. Sólo un rito, un acto siempre
repetido, puede conmemorar este encuentro inmemorable [.. .J". 68 Por
lo tanto, la repetición simbólica/automática -aventura de las palabras se-
paradas- es elfin de la fortuna.
¿Acaso no reencontramos aquí, diga lo que diga Lacan, el moti-
vo de la indestructibilidad del horizonte del encuentro, la perspectiva
en el seno de la cual el acontecimiento de la separación siempre puede
tocar al sujeto; en nuestro caso, al padre? Por cierto, para concluir,
Lacan insiste sobre el nexo indisoluble que une compulsión de repetición
y formación de horizonte. Volviendo al sentido del juego ,del carrete
expuesto en Más allá del pri!lcipio de placer, declara:
"
4
lbid., p. 67.
ns Ibid., p. 66.
66
Ibld., pp_. 66-67.
67
Véase nota .5.3 supra p. 214.
<)S ]bid., p. 67.
2181
él en esta prueba, la automutilación a partir de la cual el orden
<le la signifirnncia va a cobrar su perspectiva. Pues el juego del
carrete es la respuesta del sujeto a lo que la ausencia de lama-
dre vino a crear en el lindero de su dominio, en el borde de su
cuna, a saber, un foso, a cuyo alrededor sólo tiene que ponerse
a jugar al juego del salto.'59
6
" Ib1d., p. 70.
iu Jdem.
7
' ]bid., p. 72.
'" J. Lacan, El seminario. Libro 10. La angustia, p. 151. Véase también J. Lacan, Le sémi-
naire. Livre X. L'angoi_ue. París, Senil, 2004, p. 78.
1219
CONCLUSIÓN: LA RESISTENCIA DE LA CEREBRALJDAD
2201
se entiende el movimiento que Lacan llama lo imaginario (lmaginaire).
No hay punto de mira, de constitución de una subjetividad en el "verse
en la mirada del otro", ninguna lucha por el reconocimiento. De hecho, el
cerebro, su regulación, su organización, no obedecen a la categoría de
lo real ( du llée0 ni a la de lo imaginario ( l'Imaginaire).
Habría que osar lo "material" ( Afatérie0 para introducir en el
software real-simbólico-imaginario una cuarta instancia que no los in-
cluya. Lo material (Matérie0 sería el sentido de una economía afectiva
que se auto-solicitara sin verse.-.-
Pcro si el cerebro "normal" se afecta a sí mismo sin alcanzarse
en el espejeo de su propio distanciamiento, el cerebro lesionado no tiene
ninguna posibilidad de estar presente a su propia fragmentación ni a su
propia herida. Contrariamente a la castración, ninguna representación,
ningún fenómeno, ningún ejemplo de separación permite anticipar, es-
perar, fantasear aquello que puede ser una ruptura de conexión cere-
bral. Ni siquiera se la puede soñar. No hay escena para esta Cosa que no
es la Cosa. El cerebro no anticipa de ninguna manera la posibilidad de
sus propios daños. Cuando sobrevienen, es un otro sí ( c'est un autre saz)
el que es afectado, un "sí" nuevo (un soi "nouveau'), irreconocible.
Por lo tanto, la resistencia de la cerebralidad a la sexualidad
reside en la manera que tiene el sí cerebral (soi cérébra0 de pertenecer al
otro sin alienación ni especuLaridad.
Lo que quema lo simbólico es la destrucción material de la Cosa.
1221
8
Objeción de la neurología:
"rehabilitar el acontecimiento"
1 Kurt Robert Eissler. Freud sur leji·ont des névroses de guerre. París, l'L'F, 199g, p. 11.5.
~ Jbid., p. 11-1-.
224 I
es el siguiente: el neurólogo alemán más importante y un eminente
especialista vienés estaban seguros, o casi, que ~auders había tenido
una lesión orgánica del cerebro. Wagner-Jauregg estaba seguro de
que Kauders era un simulador". j
1225
los trastornos de Kauders, en particular la pérdida del sentimiento de
su cuerpo. Resulta evidente que ni el diagnóstico de simulación ni el de
retraimiento de la investidura 1ibidina1 a raíz del choque eran suscep-
tibles de dar cuenta de los sufrimientos fisicos y psíquicos de Kauders.
Eissler ya lo anuncia: un doble enfoque, neurológico y psicoanalítico -pre-
figuración del neuropsicoanálisis- era lo único que habría jJodido ayudar a
ese hombre.
¿Cómo es que Freud pudo cegarse en este punto? Y, ¿qué con-
clusiones teóricas o clínicas se sacan del reexamen neurológico con-
temporáneo de las neurosis traumáticas, en general, y de las neurosis
de guerra, en particular? 1
2261
ramente descriptiva, que no resistiría a un análisis profundo
de los factores que intervienen. 5
5
Jean Laplanche y Jean-Bertrand Pontalis, Diccionario de psicoanálisis. Barcelona, Labor,
1974,p. 266.
"Sigmund Freud, "Más allá del principio de placer"", en Obras completas, t. XVIIJ. Trad.
José L. Etcheverry. Buenos Aires, Amorrortu, 1986, p. 14.
7
S. Freud, "Introducci6n a Zur Psychoanalyse der Kriegsneurosen'", en op. cit, t. XVI!, p. 1W5.
8
Jdem.
1227
Es visible, pues, que Freud abandona el problema. Desde los
primeros textos acerca de la histeria hasta .l\!Iás allá del jJrinajJio de
placer o El nialestar en la cultura, pasando por los textos que se dedican
específicamente a la angustia, parece ser que aquello que se precisó
de manera efectiva no sea tanto el pensamiento del acontecimiento
como la etiología sexual del acontecimiento. Esta última, cada vez más
diferenciada, se ve finalmente elaborada en tanto estructura causal de
dos cabezas que se unen en el seno de una misma teoría: la teoría de
la libido. Tal estructura, a ]a vez bífida y una, se impone, entre vida y
muerte, a título de principio explicativo incuestionado.
Así, en la integrali9a<l de su obra, la postura de Freud acerca
del accidente permanece, en el fondo, fünda,mentalmente la misma.
Dicha postura podría ser resumida por las siguientes palabras <le la
"32ª conferencia. Angustia y vida pulsiona]": "¿Qué es en verdad lo
peligroso, lo temido en una de tales situaciones de peligro? Evidente-
mente, no es el daño de la persona que podría juzgarse objetivo, pues
no tiene por qué alcanzar significado alguno en lo psicológico, sino lo
que él ocasione en la vida anímica"."
El problema sigue siendo aquel de] enemigo interior o del in-
terior enemigo. Pero la pregunta acerca de un cuerpo propio que se vuelve
enemigo de sí mismo bajo el efecto de un cuerpo extraño impropio -bala,
metralla, explosión-- nunca es verdaderamente considerada.
Es por e11o que los. análisis de Erik Porge, en su introducción
-que por otro lado es excelente- al libro de Ei.s.sler, nos parecen
discutibles al plantear que 'Más allá del prinapio de placer presenta-
ría una teoría radicalmente nueva del trauma en la obra, que .sería la
que terminaría por llevar a Freud a romper con las doctrinas de sus
discípulos. Escribe Porge: "Todos los esfuerzos de los discípulos de
Freud consistían en descu~rir en las neuro.sis de guerra los mismos
principios que en las neurdsis de paz: había que conciliar las neurosis
de guerra con la doctrina del yo y de la libido". 10
'' S. Freud, "32ª conferencia. Angustia y vida pul;;ional", en op. cit., t. xxn, p. 86.
'º Érik Porge, "Introducción'", en K. H.. Ei8sler, op. cit., p. xv: Aquí los discípulos de Frcud
son Abraham, Pfistcr, Joncs y Ferenczi.
228]
En cuanto a Freud, infundiría a dicha perspectiva un verdadero
vuelco. E1 autor prosigue: "Ciertamente, al escribir que 1as neurosis de
guerra se asemejan a las neurosis de transferencia l---J, Freud autoriza
el enfoque en principios antiguos". 11
Pero en .Lvlás atfá del prinapio de
placer, "lejos de recusar la palabra traumatismo, he aquí que Freud
vuelve a ella[ ... ] y le da una dimensión nueva". 12 El vuelco es formu-
lado en los siguientes términos: aquello que Freud "abandona" es la
teoría del carácter sexual, para afirmar al carácter traumático de lo
sexual: "A..l término de un largo recorrido, Freud vuelve a toparse con
el carácter traumático de lo sexual. Tal es el vuelco al que llega. Al
reconocer el traumatismo como "fuente de excitación sexual", Freud
voltea hacia un origen sexual distinto de aquel del 'conflicto del yo y
de las pulsiones sexuales rechazadas por él"'. i:o
Este análisis no es erróneo, con la salvedad de que aquello que
Freud redefine no es el trauma, sino más bien la sexualidad. Las dos
características de lo sexual que Porge distingue acertadamente no se
relacionan con la redefinición del trauma, sino con la del dualismo
pulsional, es decir, de la teoría de la libido. Por lo tanto, es lo sexual que
cambia de sentido, no el trauma. La estructura del acontecimiento, sea o no
traumática, permanece idéntica.
[229
llo que Freud afirma, no sólo los padecimientos psíquicos traumáticos
ocasionados por la guerra no han desaparecido, sino que además, se
han comp1ejizado y agravado tanto que el concepto de neurosis ya
ni siquiera es susceptible de dar cuenta de ellos. En efecto, como lo
observa el psiquiatra militar Louis Crocq en su obra Les traumatismes
psychiques de guerre, la relación de subordinación entre herida, trauma
y narcisismo, es decir, entre la lesión y un cierto tipo de investidura
libidinal, es hoy en día ampliamente cuestionada. Ya queda removida
la pantalla entre herida orgánica y constitución de la neurosis o del
trastorno psíquico.
Se sabe -dice Cropq- que la afirmación freudiana, según la
cual la herida se opone al surgimiento de la nE:urosis, es inexacta. Cier-
tamente, prosigue, "el hecl;io de tener una herida somática no necesa-
riamente provoca una neurosis traumática", pero "no protege contra su
sobrevenida". 14 Resulta igualmente falsa la afirmación de acuerdo a la
cual las neurosis de guerra desaparecerían con el final de la primera
guerra. No solamente porque han habido más guerras, sino también,
y quizás de manera más importante, porque las heridas que causan
son cada vez más preocupantes para la psicopato]ogía. A tal punto
que "se plantea [de nuevo] la pregunta de saber si el trauma es el que
trajo consigo las obsesiones, los rituales y la mentalidad de destino, o
si dichas características son el resultado de un sujeto anteriormente
obsesivo y comprometido por sus anteriores facilitaciones de pensa-
miento y de conducta".L'i
El trabajo de Kardiner
14
Louis Crocq, Les traumatúmesp:,ychiques de guerre. París, Odile Jacob, 1999, p. 257.
" Ibid., p. 1 so.
2301
psicoanalista estadounidense Abram Kardiner, ex-paciente de Freud,
quien fue el primero en encaminar a la psiquiatría de guerra en la vía
del cambio decisivo hacia al abandono del término de neurosis trau-
. mática a favor del post-traumatic stress disorder (PTSD, por sus siglas en
inglés), esto es, el trastorno por estrés postraumático.
A] regresar a Nueva York tras su psicoanálisis en Viena, Kardi-
ner trabaja, además de su propia actividad psicoanalítica, en la clínica
de los veteranos, donde estudia numerosos casos de neurosis de gue-
rra. Empieza por intentar desarrollar una nueva teoría de los traumas
de guerra en el marco del psicoanálisis clásico, pero luego renuncia a
ello y desilusionado por un tiempo se vuelve hacia la antropología. 16
Es hasta 1941 cuando retoma el problema y da cuenta de un pensa-
miento nuevo en su obra fundamental titulada The Traumatic Neuroses
of War, revisada en 1947 con la colaboración de Herbert Spiegel. 17
Kardiner, quien empieza por proponer el concepto de "neurosis
traumática de guerra", desarrolla la idea según la cual los traumas
de guerra provocan un padecimiento del "yo efectivo" (ef.fective ego)
más que del "yo afectivo" (ajfective ego) del soldado. 18 Contrariamente
a lo que sostiene Freud, los mecanismos de defensa que obran en las
neurosis de "tiempos de paz" no son requeridos por los trastornos
relacionados con la neurosis traumática, la cual atañe en primer lugar
a una reacción de emergencia del "yo efectivo". Este término designa la
parte secreta de la organización psíquica que se encarga de eliminar
los estímulos agresivos a través de conductas adaptativas. Sus fun-
ciones principales son "la organización perceptiva, los movimientos
voluntarios, la orientación, la memoria, la inhibición y la supresión". 19
1231
La experiencia traumática se produce cuando e1 yo efectivo se ve im-
posibilitado para activar dichas funciones. Entonces no le queda otra
opción que reprimirse a sí mismo. Esto es el fenómeno del "estrecha-
miento" (contraction) que se traduce por un retraimiento ajfCtivo.
Kardiner desarrolla la hipótesis de un "desbordamiento"
( overwhelming) de la psique que se manifiesta a través de cuatro síntomas
neurobiológicos decisivos: "cambio en la percepción del mundo exterior,
cambio en 1a técnica de adaptación, cambios en la percepción de sí, cam-
bio en la vida neurovegetativa"_w El concepto de lo repentino es el que se
impone entonces en e_l análisis de tales trastornos, determinando la espe-
cificidad de 1a experiencia traumática. De ahora en adelante, al carácter
de inopinado del trauma debe responder una terapia de la emergencia.
"º ldem.
"' Franc,;oisc Davoinc y Jean-Max Gaudilli€re, Historia y trauma: la locura de las gue1Tas.
Buenos Aires, FCE, IW 11, p. 196.
"' Thomas William Salmon, The Care and Treatment 9f Mental Dúeases an.d War Neuroses
(Sh.ell Shock) in th.e British Army. Nueva York, VVar \Vork Committee of thc National
2321
Salmon propugna la creación de hospitales cercanos al frente, en
los que reine un espíritu de "hombro con hombro" (shoulder to shoulder),
que constituyan un verdadero soporte terapéutico de emergencia. Se
trata de la prefiguración de las actuales unidades médicas de emergen-
cia instaladas en sitios de catástrofes (atentados terroristas, explosio-
nes, incendios, accidentes), en el seno de las cuales se aplican las técni-
cas de debriefi"ngo relato "en caliente" de la experiencia traumática_ 2 s
Salmon enuncia cinco principios de la terapia de emergencia:
"proximidad (proximity), inmediatez ( itnmediacy), expectación o es-
peranza (expectancy), sencillez (simplicity), centralidad (centrality)". La
proximidad equivale a que por un tiempo se mantenga a] soldado en
el ámbito del frente. La inmediatez responde a la necesidad de impedir
que se desarrolle una neurosis traumática. La esperanza implica que el
enfermo esté convencido de que se curará. La sencillez reside en el re-
chazo a equipos o dispositivos técnicos demasiado complicados: deben
bastar unos locales sencillos, limpios pero rústicos. Asimismo, el trata-
miento, basado en la "sugestión persuasiva", debe ser muy sencillo. Fi-
nalmente, la centralidad sugiere una centralización de ]a organización
médica, escalonada desde los centros del frente hasta las unidades de
la retaguardia, a las cuales son transferidos ]os enfermos más graves,
muchas veces desahuciados. 24
1233
El diagnóstico de PTSD y su ensanchamiento progresivo
En la vida civil se necesita mucho tiempo para que los síntomas es-
pecíficos ligados a la experiencia traumática de guerra se impongan
en 1a consciencia colectiva y sean admitidos por ella. De hecho, mu-
chos soldados se quejan de esta falta de reconocimiento a su regreso
de 1a guerra. Así, es hasta 1980 cuando aparece la formulación del
trastorno por estrés postraumático o PTSD (por sus siglas en ing1és).
Figura por primera vez en la tercera versión del manual estadouni-
dense de nosografía psiquiátrica (Manual Diagnóstico y Estadístico de
los Trastornos Mentales [DsMl), siendo que tal denominación tenía por
vocación primera el caracterizar los estados de fStrés de los veteranos
de Vietnam. Por lo tanto, lo,-;; síntomas causados por la guerra no son
identificados ni reconocidos hasta mucho tiempo después de la misma:
El perfil clínico del PTSD incluye: 1) El estar expuesto a un acon-
tecimiento estresante patente que provocaría malestar en cualquier
sujeto, 2) reminiscencias del acontecimiento (sueños o recuerdos in-
trusos), 3) ·.un agotamiento psíquico que se traduce por una pérdida de
interés por las actividades habituales, una tendencia a desapegarse de
]os demás y una restricción de los afectos (frialdad o indiferencia), 4) un
conjunto heterogéneo de síntomas como pérdida de memoria, estado de
alerta, trastornos del sueño, culpa del sobreviviente, agravación de los
síntomas al ser expuesto a estímulos que recuerdan el trauma. Según
Ruth Leys: "El PTSD es fundamentalmente un trastorno de la memoria
( a memory disorder). Bajo el efecto del sentimiento de terror y de sor-
presa provocado por ciertos acontecimientos, la mente es escindida o
disociada y se muestra incapaz de registrar la herida en 1a psique dado
que los mecanismos de la consciencia y ]a cognición están destruidos".%
Se vio muy rápidame.nte que este cuadro clínico no sólo era
'
pertinente para caracterizar los trastornos relacionados con la gue-
rra, sino que era fácilmente aplicado a cualquier tipo de trauma. Así,
5
" Ruth Leys, Trauma. A Genealogy. Chicago, Thc University of Chicago Press, 2000,
p. 2.
234 I
1a necesidad de extender el l'TSD a casos distintos de aquéllos de las
antiguas "neurmiis de guerra" se impuso, a pesar de que allí también
el reconocimiento oficial de dicha necesidad hubiera tardado. Louis
Crocq escribe: "Todos estos aportes clínicos junto con la experiencia
de los profeiiionales civileii con los PTSD que resu1taban de accidentes y
catástrofes, llevaron a 1as comisiones del dsm a modificar en dos oca-
siones los criterios diagnósticos del t'TSD, en las revisiones DSM-III-R,
1235
Asistimos, pues, con la historia del diagnóstico de PTSD, a un
desplazanúento profundo del concepto de neurosis traumática tal y como lo
había d~finido el psicoanálisis. No se trata solamente de que los tras-
tornos psíquicos de guerra sean identificados de manera más exacta
por medio de dicho diagnóstico, sino que se ve cuestionado el lazo
mismo entre neurosis y trauma, puesto en entredicho e incluso deshecho.
La impotencia debida al choque traumático ya no es achacable al "des-
amparo" originario del st~eto. Aquí ya no puede ser invocado ningún
"conflicto interior". Ya no es posible ninguna "soldadura" (soudure)
entre Erlebnis y Ereignis. El pasado psíquico deja de ser la fuente del
presente. El pasado deja de ~er la razón del trauma. El PTSD admite la
existencia de acontecimientos que constituyen su propio origen y que,
como tales, ocasionan por su potencia específica una nueva vida psí-
quica. Estos acontecimientos son precisamente los acontecimientos
traumáticos ( événenients traumatiques).
REHABILITAR EL ACONTECIMIENTO
2361
var, "un acontecimiento antiguo", y de a11í un conflicto interno.:;~ Pero
hoy en día los psiquiatras y neuropsiquiatras insisten sobre el carácter
inopinado e irreductible del acontecimiento traumático, el cual, si bien
viene a recordar un traumatismo pasado, sólo lo puede hacer mod?fi-
cando profundamente la visión y el contenido del pasado mismo.
En efecto, semejante acontecimiento introduce, por su fuerza
patológica de deformación y su plasticidad destructora, algo inauténtico,
algo facticio en la vida psíquica. Crea otra historia, un pasado que no existe
y en este sentido constituye una "impostura neurótica''. 55 La conducta
histérica ya no es la úni-ca en mimar la patología cerebral, sino que la
patología cerebral también tiene la capacidad de mimar la neurosis:
La metanwifosis traumática
~" Idem.
'·' Ibid., p. 272. Es interesante notar que el padecimiento traumático se distingue de la
psicosis también. En cfC'cto, el padecimiento traumático responde a la intrusión de lo
"real en bruto" que no pudo ser trabajado por la fantasía, "mientras que la psicosis sí
permite cierta aceptación de lo real mediante el delirio y la estructura delirante". ]bid.,
pp. 152-153.
'¡¡ Ibid., p. 272.
l 237
cambia, se transforma en otro pasado cuando no es pura y sencillamen-
te destruido por el olvido. De allí en adelante entra en escena un nuevo
sujeto, para asumir dicho pasado que no tuvo lugar. Ya no es el mismo
sí (le méme saz) que se espera y se ve morir. La separación deja de anti-
ciparse y se cumple precisamente en la metamorfosis.
Crocq insiste sobre "la modificación duradera de la personali-
dad después de una experiencia de catástrofe", modificación que ]o
lleva a proponer el concepto de "personalidad traumato-neurótica" :%
Más adelante: "Mientras que las personalidades de las neurosis actua-
les son 'constitucionales', [... ] la personalidad traumato-neurótica no se
constituye más que en la ocasipn del trauma, a cualquier edad. Es aquello en
lo que se convirtió la personalidad del paciente ba¡¡Q el imjJacto del traumá'. 30
Esta modificación dG la identidad de los pacientes es un antiguo
dato de observación. Simmel ya hablaba de un "cambio de alma" y de
un "sepultamiento de la persona" bajo el efecto del accidente. 37 Pero el
modelo psicoanalítico, "al mismo tiempo que da cuenta de la efracción
y del trastorno en la personalidad, jamás postula que dicha personalidad
haya cambiado". 36 Si bien es claro que Freud admite que un accidente
puede dañar grave y duraderamente a la psique, nunca presenta ]a for-
mación de la nueva identidad como un proceso discontinuo, un salto, un
fenómeno tan inopinado, inesperado, como la misma catástrofe. Según
él, ningún trauma o ninguna herida parecen poder crear esr nihilo una
identidad postraumática. Siempre hay una cierta continuidad psíquica
entre el antes y el después de la herida, el sujeto sigue siendo lo que
es, en su misma alienación. Ahora bien, esta continuidad es la que se
ve puesta en entredicho en el debate neurológico contemporáneo.
En efecto, desde el punto de vista neurológico, la hipótesis del
peligro absoluto designa el riesgo de una desaparición brutal y repen-
2381
tina de la huella que ocasiona la formación de una identidad sin origen y
sin memoria, una identidad no interesada o falsamente interesada en sí
misma, productb de la plasticidad destructora.
Así, rehabilitar el acontecimiento equivale a tomar en cuenta
la discontinuidad provocada por e] acontecimiento traumatizan te y su
poder de transformación destructora de la identidad (" Gage ya no era
Gagr!'). Así lo declara Louis CroC<¡:
3
D Jdem. Sobre este punto, véase J. L. l-Ierman, op. cit., p. 29. "El combate deja una impre-
sión duradera en la mente de los hombres, cambiándolos de manera tan radical como
cualquier experiencia crucial que experimentaran".
10
Otto Fcnichel, Teoría psicoanalítica de las neurosú. México, Paidós, 1999, p. 606.
1239
inconscientemente la situación traumatizante, a la vez que la temen".+ 1
Estas afirmaciones quedan inoperantes en vista de los problemas clí-
nicos planteados por los sujetos que sufren PTSD, todos los cuales se
refieren a una intrusión brutal desde el afuera que impide cualquier
anticipación y cualquier encuentro con un "adentro" listo para acoger,
de una forma u otra, la brutalidad de la efracción.
La sexualidad pierde su valor etiológico director en la medida
en que el régimen acontecimental (événementialité) que gobierna no
puede, o ya no puede, integrar el acontecimiento traumático que de
ahora en adelante se define como "aquello que sobreviene una vez,
en una fecha y en un lugar1 ubicables, en la historia de una persona o de
una sociedad humana, y que por su significafión y sus consecuencias
contrasta con el resto de p.quel]o que advino (y a veces advendrá) en
el resto de dicha historia". 1•~ El DSM-m define el acontecimiento trau-
matizante como "acción de un estresor fuera de lo común", que rebasa
el dominio de las experiencias dolorosas o desagradables, (corno "el
duelo simple, la enfermedad crónica, los malos negocios o los conflic-
tos conyugales"). 1'3 Este "estresor" representa una seria amenaza para
la vida y la integridad de la vida del sujeto. Introduce un corte radical
entre pasado y presente.
Por consiguiente, se comprueba la imposibilidad de confundir
factor traumático y factor psiconeurótico, la cual destituye a la sexua-
lidad de su validez etiológica.
11
•· Véase J. Laplanche y J.-B. Pontalis, op. cit., p. '.206.
,., L. Crocq, op. cit., p. 206.
48Cabe mencionar que el DSM ya llegó a su más reciente actualización en '.201.3, con la
quinta versión del manual Por fines del seguimiento del texto, dejarnos la versión que
utilizó la autora. (N. del edit)
2401
En su comentario a la conmovedora película realizada por
Jean-Bcrnard Andro, L'effroi des honunes, el psiquiatra militar Claude
Barrois opone el mito de Orfeo al mito de Ed2po. Las personalidades
traumato-ncuróticas vuelven del infierno, no Je la infancia. J.,!. "En
este filme [... J se recogen los testimonios de sobrevivientes: 'Recuer-
do del infierno, infierno del recuerdo'. [... J de retorno del país de los
muertos, el poeta ya no tiene gusto por el canto".-l·5 Barrois muestra
justamente que todo aquello que la psiquiatría de guerra ha permi-
tido elaborar respecto a los traumas no concierne únicamente a las
víctimas de conflictos armados, sino más bien a todos aquellos sujetos
cuya identidad sufrió una prefunda rnetarno,j0sis bajo el impacto de una ca-
tástrofe. "Cualquiera sea su edad, su origen, su ocupación, su sexo y su
condición; cualquiera sea la ocasión del trauma -atentados, sect1es-
tros de avión, guerras, accidentes o catástrofes naturales-; cualquie-
ra sea el grado de su exposición, tengan o no heridas, hayan estado
solos o perdidos en la muchedumbre, a escala doméstica, nacional o
internacional [... J". 46
La sustitución de,Edipo por Orfeo, la sustitución del purgato-
rio de la culpabilidad por el infierno sin memoria, concierne a todos
los nuevos heridos, vuelvan o no del campo de batalla.
Judith Lewis Herman lo nota también, la distinción entre mili-
tares y civiles en las guerras actuales se ha debilitado de manera níti-
da.1·• Asimismo, el concepto de traumatismo de guerra se amplió para
incluir a las víctimas civiles. Las consecuencias psíquicas de las violen-
.... Jean-Bernard Andro y Claude Barrois, I/dfroi des hommes. París, FR.3, 1991. Véase
también C. Barrois, Les névroses traumatiques. París, Dunod, 1988; C. Barrois, "Souvenir
de l' en fer et enfer du souvenir.,, en Stress, psychiatrie et guerre, Symposium de l' Asso-
ciation Mondiale de Psychiatrie, París, 26 y 27 de junio de 2003, pp. 145-140. Claude
Barrois fue jcf'e de servicio en el hópital d·insfrudiou des armées de Fál-de-Gráce.
·-' F. Davoine y J.-M. Gaudilliere, op. cit., p. 199.
4
1
º !bid., pp. 1.9.9-200.
47
Véase J. L. Herman, op. cit., p. 28. "Es hasta el movimiento de liberación de la mujer
en los años 1970 cuando se tomó consciencia de que los trastornos postraumáticos más
frecuentes no eran los de los hombres en los conflictos guerreros, sino los de las mujeres
en la vida civil".
cias ejercidas sobre }as mujeres y los niños durante los conflictos, los
síntomas de cautiverio, los trastornos <le los rehenes o de las víctimas
del terrorismo, el estrés de los soldados de 1a paz o de los equipos hu-
manitarios, ya entran en dicha clasificación. Y seria necesario incluso,
según Judith Lewis Herman, extender aún un poco más los límites
del (post-traumatic stress disorder) para transformarlo en compLex
l'TSD
2421
responsables o de autores, subraya cada día un poco más la catástrqfe
natural de la jJolítica contemporánea.
Todos los acontecimientos traumatizantes tienden a neutrali-
zar su intención y a revestir ese carácter de no motivación propio del
incidente azaroso, no interpretable. Es por ello que corresponde a la
neurología, al psicoanálisis y al neuropsicoanálisis, sobre la base de
una redefinición común del trauma, el producir el sentido de dicha guerra
contra el sentido.
Claro está, esta borradura del sentido no es constatable sólo en
los países en guerra, sino por doquier, cual nueva cara de lo social que
atestigua la existencia de una patología psíquica inédita, idéntica en
todos los casos y todos los contextos, globalizada. Declara Judith Lcwis
Herman: "[e]l trauma psicológico se ha vuelto un fenómeno mundial". 5º
Se podrán sorprender por el hecho de que todas esas ocurren-
cias traumáticas sean puestas aquí en el mismo plano. Se hablará de
"amalgama". Se me reprochará el adoptar el método de Boris Cyrulnik
quien, en su obra Un merveilleux malheur, por ~jemplo, habla tanto de
las víctimas de campos de concentración nazis corno de los huérfanos
rumanos, los niños maltratados o los niños en los horrores de la gue-
rra de Mozambique, los grandes accidentes, para someterlos a una
misma cuestión del trauma. 51 Ahora bien, de lo que se trata hoy es
justamente de hablar del fenómeno de amalgama, de la mezcla heterogé-
nea de naturaleza y política que obra en todos los tipos de violencia, esa
mezcla donde la política se anula como tal para tomar el rostro de la
naturaleza y donde la naturaleza desaparece bajo ]a máscara de lapo-
lítica. Esta mezcla heterogénea globalizada entre la naturaleza y la política
se marca por la .unifomtidad global de las reacciones neuropsicológicas.
so "Las atrocidades masivas cometidas durante las guerras en Europa, en Asia y África,
han llamado la atención sobre el efecto devastador de la violencia y permitido reconocer
que el trauma psicológico es definitivamente un fenómeno mundial". J. L. Herman, op.
cit., p. 237.
1
·' Boris Cyrulnik, Un merveilleux malheur. París, Odile Jacob, 2002.
1243
EL TRIUNFO ETIOLÓGICO DE LA CERFBRALIDAD
2441
perjuicio al cerebro emociona1, son la prueba de ello. Escribe Judith
Lewis IIerrnan:
1245
de sentir e] mundo y responder1e"_ 55 Allan Schore analizó a detalle
el efecto de los traumas infantiles sobre las regiones fronto-límbicas:
"Los ambientes sociales y emocionales que generan apegos traumati-
zantes retrasan el desarrollo de ]as regiones fronto-lírnbicas, en par-
ticular las áreas corticales derechas que regulan las funciones afecti-
vas".50 Más adelante, continúa: "Durante la última década, un número
creciente de estudios neurobiológicos sobre el PTSD han revelado unos
disfuncionamicntos en los sistemas subcorticales frontales, y una al-
teración de la actividad funcional del córtex órbita-frontal, del córtex
singular derecho y de la amígdala". 57
Por lo tanto, la pert,urbación de los afectos en los estados pos-
traumáticos se extiende mucho más allá de los casos de lesiones ce-
rebrales, lo cual le confic:i;e un alcance universal.5 6 Este testimonio
biológico de la cerebralidad, o causalidad cerebral, lejos de ser una
"reducción" del sufrimiento, es revelador de otro sentido del acontecimien-
to psíquico, dependiente de su ausencia de sentido.
2461
la naturaleza y la comunidad, los rostros dcsafectados de las víctimas.
Al mirar estos rostros es imposible ignorar el lazo que los une y borra
el límite entre traumas lesionales, traumas sociopolíticos y traumas
causados por cataclismos naturales. En efecto, la diferencia de origen
entre las heridas tiende a desdibujarse a nivel de los afectos: f€nóme-
nos de deserción y de retraimiento emocional.
De hecho, podemos observar que los neurólogos nunca presen-
tan casos de lesiones cerebrales sin contextua]izarlos socialmente. Más
aún, invitan a tratar estos mismos casos como casos políticos. En las pri-
meras páginas de su libro Le sentiment méme de soi (Sentir lo que sucede),
Damasio contempla a un anciano que camina en las calles de Estocolmo.
Por la ventana, puede observar a ese "anciano frágil dirigiéndose hacia
un ferry que está a punto de zarpar. El tiempo apremia, pero su caminar
es lento; sus pasos son torpes a causa de la artritis que padece en los to-
billos; su cabello es canoso, su abrigo raído. [... ] Parece decir ¿Está hien
esto? ¿Estoy en el lugar correcto? ¿Adónde debo ir después?". 5·9
La visión de este hombre extraviado despierta de inmediato un
recuerdo:
se1 Antonio Damasio, Le sentimenl méme de s01: París, Odilc Jacob, 1999, pp. I,'J-14. (Sentir
W que sucede. Santiago, Chile, Andrés Bello, iwoo ).
1247
Neurológican1cntc hablando, le llegó un ataque de ausencia
seguido de un automatismo de ausencia, dos de las manifesta-
ciones de la epilepsia, padecimiento causado por un disfüncio-
narniento cerebral.uº
misma raíz que "voluntad"" y sólo admite la acepción de "desear o apetecer algo". (X
del trad.)
2481
el término sociopatía 'adquirida' para describir parte de las conductas
de este tipo de pacientes r.. .J"."·~
El segundo fundamento de la relación entre la biología y 1o
social proviene de] hecho de que lo socia] en sí puede ser la causa de
traumas que inducen tipos de comportamientos análogos a aquellos
de los neurópatas. Algunos actos de violencia extrema aparecen como
dictados e11os también por conductas de ausencia, por el disfunciona-
miento de los marcadores emocionales, o dicho de otra manera, por
una perturbación de la cerebralidad generada por el contexto sociopo-
lítico. Así, prosigue Damasio:
"" A. Damasio, El error de Desearles. Santiago, Chile, Andrés Bello, 1999, p. 204•.
'ª !bid., p. 38.
65
F Davoine y .l.-M. (7audilfü~re, op. cit., p. 36.
66
lbid., p. 34,_
m ldem.
1249
deja de tener el mismo sentido, oculto bajo esta ausencia de sentido
-conflicto social sin dialéctica, tan anónimo como una catástrofe na-
tural- ausencia que revela la frialdad misma de la signifz'cación política
y social hoy día. Damasio afirma:
Retendremos esta fórmula: "el umbral más allá del cual sus
emociones se manifiestan". En la actualidad, el reflexionar acerca del
trauma implica evidentemente una reflexión sobre la naturaleza de di-
cho umbral. La dificultad para ser afectado, tocado, 5·9 es el mal de nues-
tra época, el resultado paradójico de las heridas. Ser herido, en efecto,
es ser tocado, alcanzado por el golpe, como uno dice "¡touché!." en una
sesión de esgrima. Por cierto, tocar significa precisamente herir ("ha
sido tocado, herido de gravedad"). Pero el "tocar" (toucher) de la herida
genera hoy en día una insensibilidad al tocar, una incapacidad de ser to-
cado afectivamente, la cual es el signo del que uno fue tocado, es decir, herido.
¿Cómo explicar esta parálisis del tocar provocada de manera
paradójica por el impacto o el contacto de la catástrofe? Declaran Da-
voine y Gaudilliere: "[ ... ] la; imposibilidad de sentir algo, tenga o no
origen neurobiológico, nubla el espejo que nos relaciona con nosotros
2501
mismos y con los demás". 70 Se revela un lazo indef"ectible entre lesión en
eL cerebro y lesión en el otro:~ 1 en ciertos casos, "no hay lesión de ningún
órgano; es la propia dimensión de la alteridad la que está lesionada". 72
¿De qué saber es depositaria la frialdad? Difícil de explicar
por el trabajo de una pulsión de destrucción inmanente, imposible de
achacar a una investidura libidinal determinada, herida abierta, el es-
trés postraumático, presente en todos los campos de batalla de las
sociedades contemporáneas, reacción normal a una situación anormal,
inscribe en el escenario mundial el enigma de su acontecimiento.
70
F. Davoine y I-M. Gaudilli€re, op. cit., p. 127.
71
Ibid., p. 9.5.
12
!bid., pp. 1os-109_
1251
Introducción
La remisión con riesgo del olvido de lo peor
Se puede agotar la crueldad sangrienta (cruor, crudus, crudclitas), se puede acabar con
el asesinato con arma blanca, con la guillotina, con los teatros clásicos o modernos de
la guerra sangrienta, pero según Nietzsche o Frcud, siempre les suplirá una crueldad
psíquica al inventar nuevos recursos.
2561
la destrucción psíquica. Las pulsiones de vida y 1as pulsiones de muer-
te, que al inicio parecen corresponder a dos instancias plásticas con-
tradictorias -plasticidad constructiva y plasticidad aniquiladora-,
en realidad siempre obedecen al trabajo de una plasticidad originaria
positiva y autorregulada. El mismo intricado de las pulsiones de vi-
da y de las pulsiones de muerte está vivo. Los desbordamientos que
vienen a amenazar esta autorregulación, a saber, los distintos casos
de "desintricación" (désintrication) de los dos grupos de pulsiones, son
inscritos por Freud en el registro de la elasticidad o la inercia, jamás de
la plasticidad negativa. Aquello que excede el equilibrio plástico no es
plástico. Entre la plasticidad de la forma buena y la plasticidad como
borradura mortífera de toda forma, no parece haber algo intermedio.
No existe en Freud una JOrma de negación de la forma.
En cuanto a la neurología, es verdad que insiste, a la inversa,
sobre el trastorno total de la identidad provocado por la lesión o el
acontecimiento traum¡itizante. No obstante, este tipo de cambio no
es teorizado como tal, sino simplemente constatado. Extrañamente, la
neurología contemporánea no se pronuncia conceptualmente acerca
de la plasticidad destructora. Reconoce el fenómeno, más no su ley:
Primero, ningún neurólogo establece una relación explícita entre la
significación científica común de la plasticidad y su significación pato-
lógica. Hay un concepto definido de plasticidad neuronal, que remite
al sentido positivo y constructivo del carácter moldeable de las cone-
xiones. En cambio, ningún concepto caracteriza el proceso de destruc-
ción de estas mismas conexiones.
Segundo, la formación de identidad por destrucción es precisa
y simplemente convocada a título de posibilidad mórbida, sin ser cues-
tionada a título de posibilidad existencial constante -y no sólo lesional-
del sujeto.
Así, el motivo de la identidad por destrucción se ve abandonado
tan pronto es abordado. Todas las obras evocadas precedentemente
llegan muy rápido, como para conjurar los fenómenos de metamorfo-
sis destructoras que acaban de exponer, a las promesas de cura o de
remisión, y se apresuran a volver a la "buena" plasticidad, la compen-
1257
sadora, reformadora, cicatrizante. Así, el libro de Louis Crocq conclu-
ye con un capítulo titulado "La reparación", y el de Judith Herman con
consideraciones acerca de la "reconexión".
En estos capítulos de clausura se ven abordadas las "terapias
conductistas", en particular, las cognitivo-conductuales, que se pre-
sentan como prácticas mixtas entre neuropsiquiatría y psicoanálisis
"clásico". Mark Solms, quien también concluye su estudio con pers-
pectivas sobre las terapias por venir, habla de la "neurobiología del
talking curé'. 1 Tales procesos terapéuticos tienen por meta el renovar
las conexiones cerebrales bajo el efecto conjugado de la palabra y de la
adopción de nuevos compo\tamientos de adaptación (nuevos hábitos y
nuevas capacidades). 2 Estos tratamientos poh.en en marcha nuevos
procesos de crecimiento qu,e llevan al cerebro a readquirir una plasti-
cidad perdida.
Ha sido demostrado que durante una cura psicoanalítica "clási-
ca" las conexiones cerebrales se modifican. Hay, entonces, una coinci-
dencia entre la palabra analítica y la facilitación de ciertas conexiones
sinápticas.s Lina Ouss, quien forma parte del grupo de la SalpetriCre
reunido alrededor de Daniel Widlücher, insiste sobre el encuentro
fructuoso entre ambos enfoques, el psicoanalítico y el neurobiológico.
La doble lectura de los síntomas conduce al paciente a un "trabajo de
restablecimiento de la maleabilidad" que permite, en cierta medida, el
"rearmado de sí" (réassemblage du saz).+
Estos análisis son sin lugar a dudas apasionantes y merecerían
un estudio a profundidad. Pero una vez más, éste no es mi propósito.
Me importa más bien mostrar que una insistencia demasiado rápida y
' Mark Solrns y Oliver Turnbull, The Brain and the Inner JVorld Nueva York, Other
Press, 2002, pp. 278-279. (El cerebro y el mundo interior. México, FCE, 2005).
2 Acerca de la acción de dichas teiapias en la región de la amígdala, véase Joseph Le-
doux, Neurobiologie de la personnalité. París, Odilc Jacob, 200.S, pp . .361 y ss.
·' Sobre el cambio en las conexiones sinápticas en el análisis, véase Alain Prochiantz, La
construction du cerveau. París, Hachette, 1989, pp. 60 y ss.
· Lisa Ouss, "Une clinique neuropsychoanalytique: quels modeles", en el coloquio del
1
2581
pronta sobre la terapia, la remisión y 1a cura, conduce a una borradu-
ra del problema a la vez clínica y filosófica que plantea la plasticidad
destructora.
'Jacques Derrida, États d'ám.e de la psychanalyse. París, Galilée, 200, p. 12. (Estados de
ánimo delpsicoanálúis. Buenos Aires, Paidós, 2001).
6
!bid., pp. 5-o.
1259
Es en este punto donde habrá que discutir la afirnrnciém de De-
rrida según la cual 1a idea de la crueldad psíquica permanece extraña
a las ciencias positivas: "ningún otro discurso, l---J genético, fisicalista,
cognitivista, etcétera, sabría abrirse a esta hipótesis [hipótesis de la
crueldadJ_ Todos estarían hechos para reducir1a, excluirla, privarla de
sentido".' En contra de tales afirmaciones, importa hacer valer que la
neurología, lejos de ser "reduccionista", abre con su enfoque de los
acontecimientos traumatizantes, el campo de una reflexión sin prece-
dentes acerca de las mutaciones del dolor psíquico a la hora de la glo-
balización. En este sentido, también a la filosofía la reta a que piense
esta nueva economía del do\or.
Cuando la indiferencia emocional excede cualquier categoría
de neurosis y psicosis para anunciarse como la monstruosidad de
nuestro tiempo, cuando el cambio de personalidad inducido por el
daño en las conexiones cerebrales revela el poder plástico mortal y
mortífero del trauma, cuando las fronteras de la naturaleza y de lo so-
cia1 se borran bajo e] efecto de una brutalidad fría y neutral, entonces
la neurología desafía verdaderamente al pensamiento psicoanalítico
para que opere una real metamorfosis. Y esto aun cuando, como ya
lo seña1ó, 1a neurología comparte de forma paradójica con el psicoa-
nálisis esa extraña tendencia a huir del mal a favor de la reparación.
Habrá, pues, que retrasar esta huida y agravar aún el cuestionamien-
to acerca de la destrucción:
Por ello, tras haber examinado las modalidades de dicha huida
efectuada a favor de las categorías de plasticidad positiva (Freud y Da-
masio ), de resiliencia (Cyrulnik), o de "enfermedad monádica" (Sacks),
me encaminaré hacia mi pregunta central: la posibilidad de una con-
ciliación entre compulsión de repetición y formación de nuevas identidades
por destrucción. Me preguntaré cómo es posible pensar la existencia
'
conjunta, en el seno de la destrucción psíquica, de una mecánica de la
repetición y de una creaciónJOrmal, que exceda esta mecánica a la vez
que la confirme.
7
lbid., p. o.
2601
¿EXISTE U).J" 1LÁ..S ALLÁ.. DEL PRINCIPIO DE PLACER?
1261
9
El equívoco de la reparación:
de la elasticidad a la resiliencia
' Sigmund Freud, "Más allá del principio de placer", en Obras completas, t. XV!IL Trad.
José L. Etcheverry. Buenos Aires, Amorrortu, 1986, p. 48.
264 I
pulsión de muerte". 2 A cada una de ambas pulsiones correspondería un
proceso fisiológico particular, la construcción (Aufbau) y la descompo-
sición ( Zerfal0.
La construcción es formadora en el sentido de que teje lazos:
Eros es una pulsión de síntesis, que consiste en establecer cada vez
más vínculos entre unidades existentes. Por el contrario, la muerte es
fragmentación, desconstitución de la forma, análisis. En Esquema del
psicoanálisis, Freud afirma:
"Idem.
"S. Freud, "Esquema del psicoanálisis"', en op. cit., t. xx111, p. 146.
4
S. Freud, "El malestar en la cultura", en op. cit., t. XXI, pp. 111--116. En este punto, nos
referiremos también al penúltimo rubro ~e S. Fl"cud, "Dos artículos de enciclopedia:
'Psicoanálisis" y 'Teoría de la libido'", en op. cit., t. xvm, pp. 253-254, titulado "Recono-
cimiento de <los clases de pulsiones en la vida anímica". Véase también S. Frcud, "Más
allá del principio de placer", en op. cit., t. xvm, p. 1<2: "[... ] el afán del Eros por conjugar
lo orgánico en unidades cada vez mayores l... J".
1265
La tendencia erótica a la ligadura (Liaison) y a la formación está
presente en cada unidad viva, en cada célu1a. Así, los seres unicelu1ares
tienden a unirse para formar, en el curso de la evolución, organismos
complejos: "Como consecuencia de la unión de los organismos elemen-
tales unicelulares en seres vivos pluricelulares, se habría conseguido
neutralizar 1a pulsión de muerte de las células singulares y desviar
hacia el mundo exterior, por la mediación de un órgano particular lla
musculatura], las mociones destructivas". 5
Este mismo movimiento plástico de unión y unidad se encuen-
tra activo en las sociedades humanas y, de hecho, marca el origen de
la cultura. En efecto, ésta "~ería un proceso al servicio de Eros, que
quiere reunir a los individuos aislados, luego a.las familias, después a
etnias, pueblos, naciones, en ,una gran unidad: la humanidad. [... ] Esas
multitudes de seres humanos deben ser ligadas libidinosamente entre
sí".G A contrapelo de esta tendencia constructiva, la pulsión de muerte
obra para deshacer dichas aglomeraciones.
Ciertamente, Freud insiste sobre el hecho de que pulsiones
de vida y pulsiones de muerte están las más de las veces "intricadas"
(intriquées), de que "se conectan entre sí (mil einander verbinden), se
entremezclan (vermischen), se ligan (legieren)"' y prácticamente nun-
ca aparecen la una sin la otra. Por lo tanto, es dificil desenredarlas
y las dos tendencias, constructiva y destructiva, son susceptibles de
intercambiar papeles. No obstante, los dos grupos de pulsiones reve-
lan muy claramente la partición entre dos dinámicas constitutivas de
lo inconsciente, la una que da la forma, la otra que la aniquila.
¿Por qué, entonces, decir que algo impensado permanece en
la comprensión freudiana de estas dos dinámicas plásticas? ¿Por qué
afirmar que la segunda -negativa- no está realmente desarrollada
y que, en particular, nunca s~ reveló apta para dar cuenta del proceso
•
de metamorfosis psíquica ligada al traumatismo?
5
S. Freud, "El yo y el ello", en op. cit., t. x1x, p. 42.
6
S. Freud, "El malestar en la cultura", en op. cit., t. xxr, pp. 117-118.
'S. Freud, "El yo y el ello", en op. cit., t. x1x, p.1,2.
2661
El equilibrio plástico de la libido
6
S. Freud, "Una dificultad del psicoanálisis", en o-p. cit., t. XVII, p. 131.
1267
Es importante que la libido pueda apegarse a la vez yue perma-
nece disponible para futuras investiduras: allí reside la condición de la
vitalidad psíquica.
Ahora bien, esta ''.justa medida" plástica está regulada de ante-
mano. Freud jamás da cuenta del proceso por el cual la libido puede
alcanzar dicho equilibrio. Éste se ve asimilado sin más a la salud y a la
normalidad. Todo aquello que lo excede se ve eyectado de entrada afue-
ra del dominio de la plasticidad. En efecto, cuando el estado intermedio
entre fijeza y exceso de fluidez es rebasado, la plasticidad cede su lugar
a otras determinaciones energéticas que quedan fuera de su campo.
Así, toda pérdida de 1;novilidad de la 1ibido agota el mismo con-
cepto de plasticidad, el cual es pura y sencillarnente despojado de su
pertinencia. Por ~jemplo, cuapdo la libido se f\ja en exceso, pierde su plas-
ticidad en favor de una "adhesividad" (Klebrigkeit), de una "aptitud para
la fijación" (F'd.higkeit zu Fixierung), de una "tenacidad" (Zahigkeit) o
aun de una "inercia" (Tragkeit) nuevas. A la inversa, cuando se fluidifi-
ca en exceso, pierde de la misma manera su plasticidad a favor de una
labilidad que le resta sustancia.
Un ejemplo del primer caso es el del Hombre de los Lobos.
Freud afirma: "Una vez adoptada una posición libidinal, [el Hombre
de los Lobos] procuraba preservarla por angustia ante ]a pérdida que
importaría resignarla y por desconfianza, ante la probabilidad de que
la nueva posición no le procurara un sustituto cabal. Es la importante,
la fundamental particularidad psicológica que en los Tres ensayos de
teoría sexual definí como aptitud para lafijación". 8
Freud caracteriza la fijación como un río desviado de su curso:
"S. Freud, "De la historia de una neurrnús infantil'", en op. cit., t. xv11, p. 10.'í.
2681
la perversión (la inclinación neg·ativa, es cierto) puede estar
condicionada colateralmente (kollalerale Wége). 1º
ir, S. .Freud, "Tres e1wayos de teoría sexual", en op. cit., t VJJ, p. 155.
'' S. Freud, "Análisis terminable e interminable", en op. cit., t. xx111, p. 243.
1269
Como meta del trntamiento, puede enunciarse lo siguiente:
Producir, por la cancelación de las resistencias y la pesquisa de
las represiones, la unificación y el fortalecimiento más vastos
<lel yo del enfermo, ahorrándole el gasto psíquico que suponen
los conflictos interiores, dándole la mejor formación (gesta/ten)
que admitan sus disposiciones y capacidades y haciéndolo así,
en todo lo posible, capaz de producir y de gozar. 1~
2701
y para seguir desarrollándose, que de ordinario se espera. [... l en los
casos que ahora consideramos, todos los decursos, vínculos y distribu-
ciones de fuerza prueban ser inmutab1es, fijos, petrificados". 1"
Por ello, dice aun, "en el análisis estamos preparados para cier-
to grado de inercia psíquica f.. .J". 16
Así, los comportamientos aquí des-
critos están desprovistos de fuerza plástica, y el psicoanalista queda
desarmado cuando la plasticidad se agota. A dicha disminución no
corresponde creación alguna de forma de identidad nueva. El "agota-
miento" de la "buena" plasticidad no tiene porvenir plástico.
La cara más opaca <le este agotamiento es aquélla que se des-
cribe bajo el nombre de "reacción terapéutica negativa", efecto de "la
presencia en la vida anímica de un poder que, por sus metas, llamamos
pulsión de agresión o destrucción y derivamos de la pulsión de muerte
originaria, propia de la materia inanimada". 17 Se trata, en efecto, de
una fuerza que "se defiende por todos los medios contra la curación y a
toda costa quiere aferrarse a la enfermedad y el padecimiento". B Pero
esta fuerza, en la cual se encuentran el agotamiento de la plasticidad
libidinal y la pulsión de, muerte, es una vez más definida como una
tendencia "elástica", no como una instancia plástica de la psique.
La balanza reguladora entre apego y desapego no es solamente
operativa en la concepción de la libido, sino que determina en toda su
extensión la comprensión freudiana de la plasticidad. Es así cómo esta
balanza juega también un papel esencial en el seno de la economía de
ambas tendencias, la constructiva y la destructiva, inherentes a las
pulsiones de vida y las pulsiones de muerte. Cuando la pulsión "des-
asimilatoria" ( désassimilatrice) es demasiado fuerte, d~ja de ser plástica.
Cuando la pulsjón de vida es sometida al imperativo de ligadura ( liai-
son) de forma demasiado profunda, ya tampoco es plástica. De hecho,
cuando Freud habla de plasticidad, siempre se trata de equilibrio y me-
15
S. Frcud, ''A.nálisis terminable e interminable", en op. cit., t. xxm, p. 243. (Las cursivas
son mías).
'ª Idetn.
17
Ibid., p. 21,1,.
'" Idem.
1271
dida, aunque sólo hable de equi1ibrio entre construcción y destrucción,
a saber, la misma vida y la misma muerte.
Por lo tanto, no sorprQ..TI<le el que las pulsiones de vida se pre-
senten como más plásticas que las pulsiones de muerte: "Es que las
pu]siones eróticas nos parecen en general más plásticas, desviables y
desplazables que las pulsiones de <lestrucción". 19
Las pulsiones de vida son evidentemente más aptas para en-
contrar la mejor formación de compromiso posible entre solidez y li-
quidez del deseo.
De hecho, Freud nunca emplea las palabras "plástico" o "plas-
ticidad" para designar la obi;a de las pulsiones de destrucción. En Más
allá del principio de placer, se dice de la pulsión ,'de muerte que es "una
suerte de elasticidad orgániGa (eine Art van organischer Elastz"zitiit) o, si
se quiere, la exteriorización de la inercia en la vida orgánica (die AUs-
serung der Trligheit im organischen Leben)". 2º Ahora bien, ¡la elastz"cidad es
precisamente contraria a la plasticidad! Mientras que el material plástico
guarda la forma y no puede volver a su estado inicial una vez configu-
rado (así sucede con el mármol esculpido), el material elástico retor-
na a su forma primera y pierde la memoria de las deformaciones que
sufrió. Es por ello que Freud se da también el permiso de identificar,
a pesar de la incoherencia epistemológica de tal asimilación, la elasti-
cidad a la entropía. Afirma que "en ]as transposiciones entres procesos
psíquicos cabe considerar el concepto de una entropía que contraría, en
proporción a su medida, la ii:ivolución de lo acontecido". 21 La pérdida
de la forma es entrópica y no plástica.
La inercia dice la resistencia de los objetos con una masa dada
al movimiento que les es impuesto. 22 La elasticidad caracteriza la resis-
"º S. Freud, "Más allá del principio de placer", en op. cit., t. XVIII, p. 36.
~1 S. Freud, "De la historia de una neurosis infantil"', en op. cit., t. XVII, pp. 10.5-106.
'" Recordemos la definición del principio de inercia: "principio según el cual todo cuerpo
conserva indefinidamente su estado de reposo o de movimiento rectilíneo uniforme si
sobre él no actúa ninguna fuerza o si las fuerzas que se le aplican tienen resultante nula"'.
2721
tencia relativa del material a la deformación y a la huella. 23 La entropía,
de acuerdo a su etimología (entrüpia), significa originariamente el "re-
torno hacia atrás". 21· En todos los casos, la regresión, la destrucción, la
anulación, también son negaciones de la plasticidad negativa. En Freud no
existe, propiamente hablando, una obra plástica de la pulsión de muerte.
Así, no se encuentra en ninguna parte la idea de una auto-
nomía plástica de la destrucción. Resulta claro que cuando F'reud
nombra "plástico" al carácter imperecedero de la vida psíquica, está
confundiendo, en el seno de la plasticidad misma, la plasticidad (equi-
librio y "buena" forma), ·y la elasticidad (anulación de la forma). La
elasticidad (o inercia) sería entonces la entropía de la plasticidad, su
límite, y no su marca. 25
"" La elasticidad es la propiedad que tienen ciertos cuerpos de recobrar (por lo menos
de forma parcial) su forma y su volumen inic;iales cuando la forma que se ~jercía sobre
ellos deja de actuar.
04
En termodinámica, la entropía es una función que define el estado de desorden <le
un sistema que va creciendo conforme éste evoluciona hacia otro estado de desurden
acrecentado. Caracteri7,a también la degradación de la energía debida a un aumento de
dicho desorden.
""Freud declara que en algunas personas, "[l]os procesos que la cura inicia en ellos tras-
curren mucho más lentamente que en otras, porque, segón parece, no pueden decidirse
a desasir investiduras libidinales de un objeto y desplazarlas a uno nuevo, aunque no se
encuentren particulares razones para tal fidelidad a las investiduras". S. Freud, 'Análisis
terminable e interminable", en op. cit., t. xx111, p. Q4.3.
''" S. Freud, "El malestar en la cultura", en op. cit., t. XXI, p. 69.
27
Ibid., p. 70.
1273
Para aclarar m~jor dicho fenómeno, Freud establece la célebre
comparación entre el psiquismo y 1a ciudad de Roma: "Escojamos, a
modo de ejemplo, el desarrollo de la Ciudad Eterna"_cJs El ejemplo,
reconoce Freud, no deja de ser aproximativo, pues del pasado arqui-
tectónico de Roma no quedan más que ruinas, mientras que ]a huella
psíquica del pasado permanece viva. La conservación total del pasado,
sin destrucción, ni alteración ni ruinas, es posible sólo para el psiquis-
mo: "semejante conservación de todos los estadios anteriores junto a
la forma última sólo es posible en lo anímico, y no estamos en condi-
ciones de obtener una imagen intuible de ese hecho". 2 ·9
El doble sentido, ind,ecidible y ambiguo, de esta conservación,
se revela en toda su fuerza. 'Atestigua a la vez_'de la vivacidad del re-
cuerdo y de la neutralidad ~orfa, pasiva de la falta de memoria y la
materia inerte. En efecto, la conservación total del pasado no sólo con-
cierne la preservación del pasado vivido, sino también la memoria de
un pasado más antiguo que la vida. En el primer caso, la conservación
es plástica, en el segundo, ya no lo es propiamente. La forma de la vida
se afloja, ésta conserva la memoria de su ausencia de forma primera sin
darle forma: se retracta como una liga elástica que se suelta.
"" Idem
~" Ibid., p. 72.
~u S. Freud, "Análisis terminable e interminable", en op. cit., t. xx111, p. 231.
274 I
Por otra parte, cuando dicha plasticidad se agota, ya no queda
forma a] guna.
Ciertamente, Freud afirma que los trastornos psíquicos trans-
forman al yo. Las "alteraciones del yo" (Ichveriinderungen) causadas por
dichos trastornos corresponden a las transformaciones del "carácter"
debidas a los acontecimientos o a ]os traurnas. 51 Estas "alteraciones"
parecen hasta tener cierta autonomía:
"' Esta formulación se encuentra en particular en S. Freud, "El yo y el ello'", en op. cit., t.
xrx, pp. S0-1•0, a lo largo del capítulo III, "El yo y el superyó (ideal del yo)", así como en
S. Freud, ''.A.nálisis terminable e interminable", en op. cit., t. X:Xlll, p. 242 .
.n S. Freud, "Moisés y la religión monoteísta", en o-p. cit., t. XXJIJ, p. 73.
"
5
!bid., p. 7 4.
'
4
!bid., p. 75.
1275
La enfermedad sí es creadora de forma. Se la puede "considerar
.. ] como intento de curación, como empeño por volver a reconciliar
con las demás las partes de] yo escindidas por el influjo del trauma y
reunirlas en un todo poderoso dirigido contra el mundo exterior". 35
Pero dicha creación en ningún caso constituye el acto singular de for-
mación de una identidad nueva.
2761
La medida correcta
Aquí también vemos que la vida del cerebro se regula por una
medida plástica correcta. Unos cambios constantes agotarían la identi-
dad, unos cambios demasiado escasos la fosilizarían. Pero, ¿qué hay
del pape1 de una plasticidad destructora del justo medio entre tlui-
"
6
A. Damasio, El error de Descartes. Santiago, Chile, Andrés Bello, 1999, pp. 1.54,-135.
1277
dcz y solidificación? ¿Por qué será que dicho papel no es -o ya no
es- considerado aquí, siendo que sostiene implícitamente todas las
descripciones de casos de 1esiones cerebrales?
El Diccionario enciclopédico del cerebro es radical en este punto:
no hay plasticidad destructora. Al hab1ar de plasticidad, "uno no se refie-
re a cualquier modificación. Por ejemplo, no se vinculará a la plastici-
dad con una profunda desorganización consecutiva a una herida. Una
modificación debe tener cierta coherencia, cierto orden, para verse
atribuida a la plasticidad. Se trata pues de una modificación con una
organización estructurada, ordenada, que tiene alguna significación
biológica a ojos del observatjor":n
Según esta definición, la plasticidad se ve reducida a una sola
de sus significaciones, aquella de laformación estructurada, del cambio
coherente. El significado de la formación por destrucción es pura y senci-
Uamente evacuado.
La resiliencia
2781
este significado físico, se alejan de él también ya que cada vez más la
"resiliencia" ya no designa la resistencia de una materia inerte, sino de
un sistema complejo. Se revela, entonces, como esa cualidad que per-
mite a los sistemas el recobrar y mantener sus funciones iniciales tras
haber sufrido una desorganización. Supone umbrales de tolerancia más
acá y más allá <le los cuales la estructura sistemática se destruye.
Por ejemplo, en el área de la ecología, la resiliencia caracteriza
la capacidad de regeneración de un organismo o una población, así
como la aptitud de un ecosistema para restablecerse más o menos rápi-
damente tras una catástrofe (inundación, sequía, incendio). Los ecosis-
temas desarro11an diversos mecanismos <le autorregulación y logran
sobrellevar los efectos de los desastres al restablecer progresivamente
el estadio inicial de su homeóstasis. 58
Así, el concepto de "resiliencia" terminó por designar la ca-
pacidad de un sistema funcional para autorrepararse en general. De
ahora en adelante, su área de aplicación privilegiada es la psicología.
Cyrulnik echa mano de él para caracterizar, en particular, la situación
de niños vulnerables qu~ logran restablecer un equilibrio emocional
tras hacer sufrido choques o abusos importantes. La resiliencia permi-
te comprender y evaluar el resorte psicológico:
''" Véase lan Thornton, Ifrakatau. The Deslru.ction and Reassembly qf an Island Eco.rystem.
Cambridge, Massachusetts, Harvard University Press, 1999. El campo de aplicación
del término "resiliencia" es considerable. En informática, la resiliencia se refiere a la
cualidad que permite que un sistema siga funcionando correctamente pese a los defec-
tos de uno o varios de sus elementos constitutivos. El inglés utiliza el término "system
resiliencj', que según el contexto se traduce por "tolerancia a las fallas", "tolerancia a las
anomalías" o "insensibilidad a las insuficiencias", Más recientemente, las expresiones
"resilient business" y "resitient communit:j', menos empleadas en francés, han empezado a
aparecer en las publicaciones estadounidenses y canadienses a la hora de evidenciar la
capacidad intrínseca de las empresas, las organizaciones y las comunidades, de recobrar
un estado estable -ya sea su estado inicial o un nuevo equilibrio-- que les permita fün-
cionar tras un desastre o en presencia de un estrés continuo. De acuerdo con la misma
lógica se hablará de sociedades, etnias, idiomas y sistemas de creencias "resilientes".
1279
demasiada importancia a la sustancia. Cuando pasó a las cien-
cias sociales, significó "la capacidad de éxito, de vivir y desa-
rrollarse positivamente, de forma socialmente aceptable, pese
al estrés o a una adversidad que normalmente conllevan el
riesgo grave de una salida negativa".:Hi
2801
"la articulación de las fuerzas biológicas de desarrollo con el contexto
social, para crear una representación de sí que permite la historización
del sujeto".·n O aun: la resiliencia "no se debe buscar solamente en el
interior de la persona, ni en su entorno, sino entre ambos, porque tra-
ba sin cesar un devenir íntimo con el devenir social".+:;
¿Será, entonces, que estas definiciones de la resiliencia permi-
ten dar cuenta de la obra moldeadora de la destrucción bajo el efecto
del acontecimiento traumático, aun cuando ésta sea preliminar a una
reconstrucción? En vista de los fenómenos aquí descritos, ¿será la resi-
liencia un concepto más satiifactorio que el de plasticidad?
Uno de los argumentos que pueden sostener el privilegio de es-
te término es que la resiliencia da precisamente cuenta del punto de
impacto del acontecimiento y del fenómeno de resistencia que se urde
precisamente en este punto o a partir de él. La resiliencia supone una
irreversibilidad del tiempo psíquico. Después ya no es como antes. Si
bien la resiliencia es el equivalente metalúrgico de la elasticidad, cabe
observar que en el dominio psíquico, la restauración del equilibrio que
implica no es la anulación pura y sencilla de la forma, de la marca o la
huella iniciales. Justamente, la resiliencia no es un principio de inercia.
Por otra parte, la resiliencia es efectivamente un principio de
metamorfosis de la identidad. A la "metamorfosis biológica" evocada
más arriba corresponde el cambio de personalidad: "No hay estrépito
sin metamorfosis. Los grandes heridos del alma, los mutilados de la
carencia afectiva, los niños golpeados y los adultos desollados ates-
tiguan con sorpresa el desarrollo íntimo de una nueva filosofía de la
existencia.[ ... ] Así se teje la resiliencia".1,1,
El triunfo resiliente es frágil. La herida es transformada, pero
nunca se cura por completo. Cuando un sujeto es gravemente per:judi-
cado por la existencia, se ve forzado a tejer constantemente el proceso
psíquico de resiliencia hasta su muerte. Porque el traumatismo queda
1281
grabado en 1a memoria individual, el olvido no puede ganarle a la
curación: "E1 concepto de resiliencia, que nada tiene que ver con la in-
vulnerabilidad, pertenece a la familia de 1os mecanismos de defensa" .·1·~
No por ello la resiliencia, como se ha afirmado muchas veces, tiende a
amnistiar a los verdugos: "El triunfo de un herido jamás ha exonerado
al agresor". J,(;
Con la resiliencia se trata de mostrar que algo escapa a la com-
pulsión de repetición. Una víctima puede evitar quedar fijada a su trau-
ma.1·7 "La repetición no es obligatoria", 48 declara Cyru1nik. El ejemplo
de los niños maltratados lo confirma: "Si bien es exacto que frecuen-
temente los padres maltratadpres fueron hijos n~altratados, no lo es e1
decir que los hijos maltratados se convertirán en padres maltratado-
res".+9 Por lo tanto,puede haber,unaforma de vida que improvise a partir de
la compulsión.
A pesar de lo anterior, a la teoría de la resiliencia le falta algo
esencial en el sentido de que sigue dependiendo del valor únicamente
jJOsitivo de la plasticidad. Si bien la metamorfosis a la cual preside es una
transformación a partir del golpe, del choque, de la deformación, siem-
pre interviene corno una reconstrucción, una compensación. Claramente no
se hablaría de resiliencia en el caso de las identidades desertadas exa-
minadas anteriormente. La resiliencia no es compatible con la frialdad,
la indiferencia o la ausencia de afecto. No da lugar a una dirección de ser
dútinta a la. de la reorganización. Por lo tanto, no habría punto medio
entre personalidad resiliente y personalidad no resiliente. La primera
se reconstruye, la segunda decae sin dejar el menor sitio para un tercer
tipo ontológico: la fría resistencia de la identidad destruida, la persisten-
cia de la indiferencia, la forma psíquica del resorte· de la identidad.
4
:, !bid., p. 187.
1
"; !bid., p. 21.
1·7 A la inversa de aquello que afirma Freud en Afás allá del principio de placer: "F:! enfermo
-se sostiene-- está, por así decir, fijado psíquicamente al trauma . S. Freud, "Más allá
del principio de placer", en op. cit., t. xvm, p. 13.
4/l B. Cyrulnik, op. cit., p. 16.
00
·- Idem.
2821
Ohver Sacks y lasf0rmas de vida heridas
'º Oliver Sacks, El hombre que COJ?fundió a su mujer con un sombrero. Barcelona, Anagrama,
2003, p. 348.
5
' Ib1.d., pp. 348-349.
52
Véase !bid., p. S.%.
j283
Es semejante el desarreglo "excesivo" que padece Cherechevs-
ki, el hombre tristemente dotado de una superabundancia de función
mnémica, héroe Jel relato de Luria titulado Une prod(r:ieuse mémoire.
Cercano al Funes de Borges, "donde lo prodigioso y lo patológico son
1---l articulados",5J este hombre vive en un mundo que su exceso de
memoria termina por fragmentar. Todo es tan rico que ninguna sín-
tesis es posible. Pero esta riqueza excesiva, esta profusión destructora
tienden, no obstante, a una forma de organización. Al volver a con-
tactar con el "arte de la memoria" de los Antiguos, es decir, utilizando
"una técnica de notación visual que consistía en 'colocar' arbitraria-
mente unas imágenes nítidqs y precisas l... J en lugares particulares
[ ... ] de su estructura mental", Cherechevski logra "adquirir una suerte
de estabilidad interior" y se, vuelve un "mnemista profesional". 51' La
enfermedad se ha convertido en una forma de vida.
El daño causado a un sistema funcional por una lesión puede
ser compensado por una reorganización del conjunto de los sistemas.
Luria declara: "Se puede formular la hipótesis de que la desorganiza-
ción del sistema funcional que resulta de una lesión local puede ser
compensada por una reorganización de dicho.s sistemas funcionales y
por la inclusión de nuevos lazos preservados en el sistema alterado"."°-'
Reivindicando la herencia de dichas afirmaciones, Sacks insiste a su
vez sobre la necesidad de pasar "de una neurología de la función a una
neurología de la acción, de la vida". 56 De la función al sistema funcio-
nal, es todo el impacto psíquico de la herida que cambia de sentido.
·,.s Véase el prefacio de Sacl18 en Alexander H. Luria, L'lwrnme dont le monde volait en
éclats. París, Seuil, 1995, p. IG. Recordemos que "Une prodigieuse mémoire" constituye
el segundo de los dos relatos que co~nponen este libro.
ii4Ibid., pp. 15-16.
·,., "Puede ser hipotetizado que la desorganización del sistema fimcional que resulta de
una lesión local puede ser compensada por la reorganización de estos sistemas füncio-
nalcs y por la inclusión de nuevos vínculos preservados en el sistema atrofiado". A. R.
Luria, "Neuropsychological Studies in the USSR. Part 11", en Proceedings ,if the National
Acadtrr{y rif ~\'ciences of the United States of America, núm. 70(1•), 1973, pp. 1280 y ss.
""O. Sacks, op. cit., p. s'3.'í5.
284 I
El caso del síndrome de Tourette, analizado en El hombre que
confundió a su mujer con un sombrero en el capítulo "Ray el ticqueur in-
genioso", es interesante en este respecto. En efecto, este síndrome no
corresponde a un déficit sino más bien a un excedente de función, no ubi-
cable como tal por imaginería médica ya que no se acompaña de lesión.
Más que considerar las superabundancias energéticas de "Ray" -vi-
talidad incrementada, espontaneidad o reacciones anormales, flujo de
palabras- como puros y simples daños, Sacks se interesa por la forma
cómo dichos excesos permiten a] paciente que se adapte a la patología
de la que son el indicio no lesional. Así, la enfermedad debe ser con-
siderada como "una capacidad del organismo para crear una nueva
organización y un nuevo orden que encajen con su disposición y sus
exigencias, tan especiales y alteradas". 57 La "compensación" que Luria
consideraba corno un "cambio de configuración" de los sistemas fun-
cionales es transpuesta por Sacks al plano del organismo entero y se
vuelve "adaptación" o "reconstrucción". 50
Ray les da la vuelta a su impulsividad y a sus tics fisicos jugan-
do diversos juegos o improvisando en la batería cual virtuoso. Por lo
tanto, cabe hablar en su caso de una existencia metamorfoseada a pro-
fundidad por la enfermedad, la cual produce nuevas formas de razonar,
calcular y sentir. Para dar cuenta de esta transformación patológica y
del nuevo orden que produce, Sacks propone el concepto de "enfenne<lad
monádica", de inspiración leibniziana. Relaciona dicho concepto con
el motivo nietzscheano de "guerra sin fin" entre salud y enfermedad
que obra de acuerdo a un proceso generador de "superación" hacia la
"gran salud". 5·9 Las enfermedades, explica, "tienen un carácter propio,
pero también toman características de nuestro carácter; cada uno de
1285
nosotros tiene su carácter, pero también tomamos rasgos del carácter
del mundo: el carácter es monádico o microscópico, es un mundo en el
interior de otros mundos, un mundo que expresa a mundos". 60
Los sistemas funcionales se adaptan al daño y se organizan en
nuevas configuraciones que se convierten en mundos. Éstos dibujan
otro cuerpo y otro psiquismo.
Se entiende, entonces, la insistencia de Sacks sobre la impor-
tancia Je las "novelas neurológicas" y la necesidad de despejar una
retórica y una técnica narrativa propias de la exposición de ]os casos.
Sacks retoma la idea, defendida por Luria, de una oposición entre "sa-
bios clásicos" y "sabios rorrlánticos": "Los sabios clásicos consideran
los acontecimientos a partir de sus partes constitutivas. f... ] Los ro-
mánticos tienen posiciones, ,actitudes y estrategias que se oponen en
todo punto a ésta. [... ] Para esos románticos, el preservar la riqueza
de la realidad viviente es de la más alta importancia, y por lo tanto
sueñan con una ciencia que conserve tal riqueza". 61
Ahora hien, es claro que la neurología debe convertirse en
"ciencia romántica" al definirse como neurojJsicologia que tome en
cuenta la "biografia" de los pacientes. Sacks comenta:
Press, 1979_, citado en el prefacio de Oliver Sacks en A L. Luria, L'homme dont le monde
volait en éclats, p. 1O.
ºº lbid., p. 11.
2861
Así, "el síndrome siempre se vincula con la persona, y la perso-
na con el síndrome". 6 .~ Luria aprehende a los individuos heridos como
totalidades, "que hablan de su espíritu, de su vida, su mundo, su super-
vivencia". 61'
Por consiguiente, hay un lazo muy estrecho entre la metamor-
fosis de la identidad que sobreviene con la herida y el relato de dicha
metamorfosis, como si la plasticidad de la escritura sostuviera aquella
de los sistemas, como si la escritura reparara la herida a medida que
ésta., al reparase a sí misma, alimentara la escritura. Esta solidaridad es-
tructural entre el ncuropsicólogo novelista y su paciente transforma-
do impone un enfoque totalmente nuevo de la medicina, que Sacks
nombra "medicina existencial". En L'éveil, afirma que '1a fonción [... ]
<le la medicina existencial es la de dirigirse a la voluntad [... ], al 'yo',
de movilizar sus poderes <le comando [... ] a fin de que el sujeto pueda
recobrar nuevamente su hegemonía y su supremacía".G5 Llega inclu-
so hasta convertir a la enfermedad en una característica esencial del
Dasein: "Nuestras enfermedades [... ] no pueden ser comprendidas más
que en referencia a nosotros mismos, como expresiones de nuestra natu-
raleza, de nuestro ser-ahí (Dasein) en el mundo". 66 Por lo tanto, habría
una autenticidad ontológica de la tranefOrmación patológica.
1287
rnedad mundo", Sacks da al acontecimiento traumático un poder de
creación que ninguno antes que él, fuera de Luria, había vislumbrado
de manera tan clara y justa. A través de su estilo, él mismo ha trans--
formado el enfoque de dicha transformación al describir casos desahu-
ciados en un modo "romántico".
Pese a todo, existe en Sacks una conffonza en la enfermedad que
sostiene, de manera paradójica pero lógica, la confianza en ]a medicina
y en la terapia en sí. Es por cierto significativo que los pacientes de
Sacks nunca cesen de experimentar emociones.
Aun cuando sus emociones sean dañadas por las lesiones o el dis-
füncionamiento, los paciente~ no dejan de tener momentos de remisión
en los que recobran una suerte de auto-afecto int¡icto, cuando tocan mú-
sica o van a la iglesia. La "extraña indiferencia" siempre se compensa,
de una manera u otra, por una diferencia en los comportamientos según
los "yos" (les mm), según las regiones del mundo de la enfermedad.
Semejante enfoque es respetable y destaca por el hecho de que
permite plantear las bases de una clínica humana del trastorno neuro-
lógico, que.borra la frontera entre cerebro y psique y alienta a los tera-
peutas a seguir siendo afectuosos con sus pacientes, afectados por ellos.
Tal concepción de la medicina es irrefutable. No obstante, lo negativo
aún no tiene suficiente presencia en ella. Allí también, la metamorfosis
patológica sigue siendo dotada de un coeficiente de positividad, de
recreación de sí, de reconstrucción de un mundo. La significación des-
tructora de la plasticidad es dejada en la sombra. O por lo menos, sigue
siendo orientada hacia su salvación o su relevo.
¿Cómo pensar, sin contradecirse, una plasticidad de lo irreme-
diable?
2881
10
Hacia una plasticidad de la compulsión de repetición
La dificultad, en lo que atafie a la pulsión de muerte, proviene entonces del que no poda-
mos atribuirle con la misma precisión una fünción correspondiente a la de la sexualidad
en relación a las pulsiones de vida (o de amor). El saber que tenemos más asegurado
respecto a ella es su aleación posible con la pulsión sexual en el sa<lomasoquismo. Pero
también tenemos el sentimiento muy fuerte de que existen formas de destrucción que no
involucran este modo de 'intricación de las dos pulsiones.
2901
mitido pesquisar pulsiones libidinosas. Mas no por ello avalaríamos la
inferencia de que no hay otras". 1 En su última teoría de las pulsiones,
comenta André Green: "Freud ya no habla de pulsión sino de función
sexual como medio para conocer a Eros, con el cual no se confun-
de: Esta función de representante no posee todas las propiedades de
Eros. En cambio, Freud confiesa que no poseemos un indicio análogo
a aquello que representa ]a libido para la función sexual para conocer
la pulsión de muerte de una manera tan directa"."
La figura de Eros no agota todas las ocurrencias de la pulsión
de vida, pero siquiera permite dar, de esta multiplicidad, un indicio,
un fenómeno sensible, cosa que parece faltar irremediablemente a la
pulsión de muerte.
' Sigmund Frcud, "Más allá del principio de placer", en Obras completas, t. XVllL Trad.
José L. Etcheverry. Buenos Aires, Arnorrortu, 1986, p. M!.
I! André Green, Le travail du négatif. París, Minuit, 1993, pp. 115-116.
·' S. Freud, "Más allá del principio de placer", en o-p. cit., t. xv111, p. 62.
"· Ibid., p. 53.
l 291
sarla; por fin, llegamos a ver en el sadismo un representante de e]]a".;,
En efecto:
292]
tido en odio, es decir otra vez, de una intriga del placer. FreuJ escribe
en El yo y el ello,
1293
to de relieve. Por tanto, es otra vez la plasticidad "constructiva" que
triunfa aquí, puesto que la destrucción es pensada como una de las
figuras de la vida, ciertamente transformada e irreconocible pero, no
obstante, sacada del reservorio aparentemente inagotable de las for-
mas eróticas.
Esta tesis de la superioridad plástica de las pulsiones de vida,
aun cuando desemboca enfermar la muerte bajo las figuras del sadismo
o del odio, es la razón fundamental de la impotencia actual del psi-
coanálisis para abordar de manera satisfactoria la nueva economía del
sufrimiento, tanto del sufrir como del hacer sufrir. No es que la con-
fianza en la plasticidad de lp.s pulsiones de vida atestigüe quién sabe
qué optimismo. Sabemos hasta qué punto el psicoanálisis está sin ilu-
sión, Derrida tiene toda la r,azón en subrayarlo, en cuanto al carácter
permanente de la crueldad en el psiquismo. Por lo tanto, no se trata de
reprocharle a Freud dulcificación alguna del problema planteado por
la exiStencia de la pulsión de muerte. El asunto es aquel de lafarrna de
dicha existencia.
Presumiblemente, Freud no logra una "representancia" ( repré-
sentance) de la pulsión de muerte que sea verdadera y duraderamente
susceptible de deshacerse de la vida, de] amor, es decir, de la sexuali-
dad. Ahora bien, ¿será realmente posible pensar que la indiferencia
emocional, rasgo distintivo paradójico pero irrefutable de aquellos que
sufren y hacen sufrir en la actualidad, provenga enteramente del ma-
soquismo o del sadismo? Sin lugar a dudas, se le puede vincular a estas
instancias, pero no es seguro que sea consecuencia de ellas. Ser dura-
deramente traumatizado, ya no querer nada más, ya no sentir, quedar-
se postrado, haber perdido todo afecto. A la inversa, matar a sangre
fría, "hacerse estallar" como dicen, organizar el terror, dar al terror
el rostro del acontecimiento. fortuito, vaciar de sentido: una vez más,
' dichos fenómenos convocando a la
¿será realmente posible explicar
pareja del sadismo y masoquismo? ¿Qué no podemos ver que su fuen-
te radica en otra parte, allende la transformación del amor en odio, o
del odio en indiferencia al odio, en un más allá del principio de placer
dotado de su propia plasticidad, que ya es hora de conceptualizar?
2941
LA AMBIGÜEDAD DE LA REPETICIÓN EN
MAS ALLÁ DEL PRINCIPIO DE PLACER
11
S. Freud, "Más allá del principio de placer", en op. cit., t. xvm, p. 7.
1
" ]bid., p. I l.
1.s Jdem.
1295
del trauma, imposible Je asimilar a la pareja demasiado estrecha del
placer y displacer.
Freud escribe entonces: "Así se nos plantea esta duda: ¿Puede
el esfuerzo de procesar psíquicamente algo impresionante, de apode-
rarse enteramente de eso, exteriorizarse de manera primaria e inde-
pendiente del principio de placcr?". 11' Los sueños que reconducen a
los enfermos a la situación de su accidente o incluso el juego del ca-
rrete mediante el cual el niño reitera la ausencia de su madre, 11evan
a Freud a concluir que "la compulsión de repetición devuelve también
vivencias pasadas que no contienen posibilidad alguna de placer, que
tampoco en aquel momento I;>udieron ser satisfacciones, ni siquiera de
las mociones pulsionales reprimidas desde ento~ces". 1.o
¿Será entonces que la ,compulsión de repetición constituye una
instancia más originaria que el principio de placer e independiente de
él? ¿Acaso pone en entredicho su dominación sobre la vida psíqui-
ca? El capítulo IV, que define el traumatismo como aquello que hizo
efracción en la "protección antiestímulo" (Reizschutz), parece formular
una respue,':lta positiva a estas preguntas. El aparato psíquico no tiene la
oportunidad de preparase para la efracción y se deja desbordar por la
violencia del trauma, violencia que la función homeostática del princi-
pio no tiene el tiempo ni el poder de tramitar. "[ ... ] el principio de pla-
cer quedará abolido (ausser Krajt gesezt). Ya no podrá impedirse que el
aparato anímico resulte anegado por grandes volúmenes de estímulo;
entonces, la tarea planteada es más bien esta otra: dominar el estímulo,
ligar psíquicamente los volúmenes de estímulo que penetraron violen-
tamente a fin de conducirlos, después, a su tramitación". 16
Así, en el caso del traumatismo, el aparato psíquico ya no busca
el placer sino que está ocupado "ligando" ( lier) las cantidades de exci-
tación que lo sumergen. La ligadura (Bindung) entra aquí en escena.
'
Ligar, explica Freud, habiendo en este punto "considerado la concep-
2961
ción de Breuer", consiste en transformar la energía "libre", desatada si
uno quiere, en "investidura quiescente". Dice Freu<l: "Y quizás admi-
tamos la conjetura que la 'ligazón' de la energía que afluye al aparato
anímico consiste en un trasporte desde el estado de libre fluir hasta
el estado quiescente". 1~ Se comprende, entonces, que la repetición y
la ligadura obran juntas para domesticar la energía traumática. Los
sueños de accidente, por ejemplo, "en interés de la ligazón psíquica de
impresiones traumáticas obedecen a la compulsión de repetición". 18
Pero esta domesticación o esta moderación no producen placer. A la
inversa, son reabsorbidas en el mecanismo doloroso de la iteración.
Queda claro, entonces, que los sueños compulsivos sí son "una excep-
ción a la tesis de que el sueño es cumplimiento de deseo".rn
1
' ]bid., pp. 30-31.
lS ]bid., p. ,'JQ.
"'!bid., pp. 31-3'2.
"º !bid., p. OO.
l 297
principio de placer o si, en realidad, reconducen a él, cuales excepcio-
nes que no hacen más que confirmar la regla.
La segunda hipótesis se impone progresivamente. Ciertamente,
el automatismo compulsivo está destinado a regular, por la repetición
y la ligadura ( liaison), el aflujo energético traumático que constituye
un verdadero peligro para el psiquismo y con el cual el principio de
placer solo no lograría acabar. La repetición es una homeostasis por
defecto, que mediante pisoteos iterativos consigue la estabilidad que el
placer obtiene sin titubeos. Pero no deja de ser una homeostasis, una
quiescencia, una tranquilidad.
El capítulo VII, que yoncluye la obra, confirma aquello que se
empezaba a sospechar: la repetición, al ligar la energía libre, abre la can-
cha al principio de placer pa¡a que pueda continuar ejerciendo su au-
toridad. Le prepara el terreno tranquilizando la energía. Ahora bien,
esta preparación, que podría aparecer como la obrá de un principio
más originario que el principio de placer, sigue siendo un aspecto de
dicho trabajo.
La ligadura ( liaison) es una de las funciones del principio de
placer. La obra se concluye con este análisis sorprendente:
"' Idem.
2981
La ligadura ( liaison), imposible una vez más sin repetición, es
por tanto "una función preparatoria destinada a acomodar la excita-
ción para luego tramitarla definitivamente en el placer de descarga". 22
Pero, preguntarán, si la ligadura (liaison) es propedéutica al
principio de placer, ¿no será justamente la prueba de que es más origi-
naria y se sitúa más allá de él? De ninguna manera. He aquí ]a forma
como Freud resuelve la cuestión del estatus preparatorio de la liga<lura
(liaison): "Separemos función y tendencia [ .. .]. El principio de placer es
entonces una tendencia que está al servicio de una función: la de hacer
que el aparato anímico quede exento de excitación, o la de mantener en
él constante, o en el nivel mínimo posible, el monto de la excitación". 2 :1
De esta manera, la tendencia sería más antigua que la función,
aun cuando esta última la antecede en el tiempo.
Con la ligadura (liaison) sigue tratándose de placer, el cual
siempre se obtiene mediante una baja de la cantidad de excitación.
Es lo que realiza la ligadura (liaison) al transformar la energía móvil
en energía ligada o inmóvil. Cierto está, este bajo grado energético
se parece a la restauración del estado inorgánico que persigue la pul-
sión de muerte. Pero se parece también, y en primer lugar, al placer
(plaisir).% Por lo tanto, no existe un más allá del principio de placer,
solamente un placer obligado a veces a ligarse a sí mismo antes de
ejercer su control sobre el aparato psíquico. La anterioridad de este
"antes" es simplemente cronológica y no jerárquica. Existe, sólo por un
tiempo, un más allá o un más acá del principio de placer, que es como
su prefacio: la ligadura ( liaison) por la repetición. Los traumas obligan
a la ligadura (liaison) a que escriba este prefacio al placer, pero nunca
deciden de la conclusión. Muy pronto, el principio de placer recobra
su supremacía.
Así, la profunda ambigüedad de la repetición proviene de su
poder de ligadura (liaison). Es verdad que éste es mortífero por un as-
Qu Jdem
'J Idem
"' Según la ley del principio de Nirvana estu<liado más arriba.
1299
pecto esencial de él: inmoviliza, f\ja, lleva a la inercia y a lo inorgánico.
Lo compulsivo -ya se dijo y se redijo- a lo espectral ele la máquina
de muerte. Al mismo tiempo -y esto no se d~o tanto- esta "mecá-
nica" aglutina, disciplina, aplana, ayuda a sentar cabeza al inmovilizar.
Se trata de aquello que Freud había constatado más arriba a propósito
de los sueños de accidente, ajenos al cumplimiento de deseo: "Pero
tenemos derecho a suponer que por esa vía [estos sueños] contribuyen
a otra tarea que debe resolverse antes de que el principio de placer
pueda iniciar su imperio".~ª
La "función del aparato anímico que, sin contradecir al princi-
pio de placer, es empero ind~pendiente de él y parece más originaria
que el propósito de ganar placer"/6 no es más que un paso propedéu-
tico que al final de cuentas ti;abaja al servicio del placer y pierde muy
rápidamente su valor de suplemento.
Por lo tanto, la ambigüedad de la repetición proviene del valor
unificador <le la ligadura (liaison) que revela su permeabilidad a los va-
lores sintéticos de Eros. Sobre todo, la ligadura (liaison) inmoviliza la
plasticidad t/e la energía de muerte. "Helmholtz designaba por energfo libre
la energía que'[ ... ] es capaz de transformarse libremente.en otros tipos
<le trabajo' y por energía ligada a [... J aquélla que sólo puede manifestarse
bajo la forma de calor"'.~ 7 La energía libre es transformable, la energía
ligada ya no se puede transformar. La ligadura (liaison) agota la plastici-
dad de la energía libre, amarrando de esta manera el poder de formación
y transformación de esta misma energía, obliterando la hipótesis de una
plasticidad de (la) muerte. Inmovilizada, la energía es vuelta a la inercia.
Una vez más, la plasticidad ligadora triunfa. La rigidez compulsiva se
funde en la flexibilidad del agente de ligadura (agent de liaison).
Para que Freud pudiera responder positivamente la pregunta
acerca de la existencia de un,. más allá del principio de placer, habría
'
"·' !bid., p. S l.
6
" Jdem.
º' Véase Jdem. y .lean Laplanchc y Jcan-Bertrand Pontalil=i, Diccionario de psicoanálisis.
Barcelona, Labor, 1971·, pp.115-118.
3001
tenido que poder admitir o mostnir que un psiquismo, muy distinto <le
aquel que es regido por el principio de placer, es susceptible de apare-
cer bajo el efecto del trauma o ]a catástrofe. Habría sido necesario
reconocer la existencia de una forma específica de la psique producida
por la presencia de la muerte, del dolor, Je la repetición de la expe-
riencia displacentera. Habría tenido que dar su lugar a la fuerza de
improvisación existencia] del accidente, a esos psiquismos desertados
por el placer, donde la indiferencia y el desapego le ganan a la ligadura
( liaison) y que, no obstante, siguen siendo psiquismos.
Aquello que busca Freu<l al hablar de representante de la pul-
sión de muerte es efectivamente la forma de dicha pulsión, forma que
no encuentra en la medida en que priva a la destrucción de una plas-
ticidad específica. El sadismo y el masoquismo, que una vez más no
podrían habitar pura y sencillamente el espacio de un más allá del prin-
cipio de placer, están muy l~jos de estas figuras vivientes de la muerte.
j301
der sintético de la ligadura ( liaison), de la cohesión y de la disciplina.
No por e11o deja desempleada a la repetición sino que, a] separar1a de
aquello que la repetición repite, forma la desconexión de la repetición
y de la ligadura (liaison). Sin querer jugar con las palabras -pero,
¿cómo evitarlo aquí?-, lo que habría que e1,cribir hoy e8 Indift:Tencia
y repetición, al mostrar que la plasticidad destructora es precisamente
aquello que vuelve a la psique indiferente a su propia compulsión.
Al igual que la sobreinvestidura narcisista en el caso de las he-
ridas orgánicas, ]a ligadura (liaison) permanece para Freud una poten-
cia cicatricial. Así, constituye la dimensión reparadora de la repetición.
La identidad traumatizada no,, tiene el tiempo de agujerar realmente
el tejido ya vuelto a anudar del placer. A la inversa, habría que buscar
un más allá del principio de placer del lado de un desenganche del
psiquismo, de un salto fuera de esta trama y continuidad, de un hoyo,
en efecto, donde el psiquismo sería cercenado de todo lazo sin por ello
ser devuelto a un placer destructor, aunque fuera el del "proceso pri-
mario". El desenganche es arrancamiento al amor y arrancamiento al
odio. Existen psiques que están más allá del amor y del odio; ya no se
las llamará sádicas ni masoquistas.
La plasticidad de la compulsión no modifica en nada su deter-
minismo. Todos los traumatismos tienden a repetirse y esta ley sigue
válida. Simplemente hay que admitir que existe un poder de creación
formal en el seno mismo de la necesidad de la ley. Creación de los ros-
tros de la misma ley: frialdad, desafecto, indiferencia, estas formas ya
no deben nada al metabolismo de Eros.
La modificación compulsiva
3021
gimiento de los fenómenos <le muerte y de retorno desde la muerte en
los casos de l'TSD, la llegada de la frialdad y desafecto en el escenario
de la psicopatología mundial, autorizan a afirmar que un más a11á del
¡)rincipio <le placer se manifiesta y toma forma. Estas manifestaciones
exceden el psicoanálisis, y al mismo tiempo lo obligan a articular de
otra manera su pensamiento de la pulsión de muerte y a consolidarlo.
Así, el más allá del principio de placer sería la obra de la pul-
sión de muerte en tanto puesta en forma de 1a muerte en la vida,
producción de esas figuras individuales que no existen más que en
el desapego de la existencia. Estas formas de muerte en la vida, con-
gelación de imágenes de la pulsión, serían los representantes "satis-
factorios" de la pulsión de muerte que Freud buscó por tanto tiempo
lejos de la neurología.
Esta fenomenología de la destrucción, inseparable de la toma en
cuenta de la ruptura entre sexualidad y cerebralidad, dibuja el campo
político con otra comprensión del sufrir y hacer sufrir que aquella que
se funda en el sadismo o el masoquismo.
La idea de una pla.:¡ticidad de la destrucción -que permita dar
cuerpo a la misma pulsión de muerte- implica a la vez, según la defi-
nición ahora bien conocida del concepto de plasticidad, una recepción
y una producción de forma. La psique traumatizada es primeramente
una psique que sufre el choque, y su formación proviene de esta mis-
ma recepción. La crueldad de los verdugos -plasticidad destructiva
activa-- se revela como una reapropiación mimética de la pasividad
traumática. En la actualidad, el "hacer sufrir" adquiere notoriamente
el rostro de la neutralidad y la ausencia de sentido del golpe sin histo-
ria y sin autor, de la violencia mecánica, de la ausencia de interioridad,
añadiendo de esta manera una significación al inagotable concepto de
la banalidad del mal. El mal es el porvenir insensible del mal.
Es así como la plasticidad destructora revela la posibilidad,
inscrita en cada hombre, de convertirse en alguien más en todo momento.
Recordemos el caso de Phineas Gage y la conclusión según la cual
cualquiera que hubiera padecido la misma herida, habría sufrido como
consecuencia el mismo cambio de identidad. Pero pensemos también
1303
en aquéllos que hacen sufrir y que para tal efecto se vuelven otros,
siguiendo una decisión de metamorfosis que termina siendo cerebral-
mente constituida, ella también, como indiferencia al sufrimiento.
El riesgo constante de la metamorfosis destructora no se con-
funde del todo con el riesgo de la muerte. No es solamente mi muer-
te la que es posible en cada instante, como lo dice Heidegger, sino
también 1a transformación destructora del yo. El auto-afecto cerebral
puede verse interrumpido en cualquier momento. La gran enseñanza
de la neurología contemporánea es aquello que es a la vez destructivo
y configurativo dentro de la transformación de sí bajo el efecto de la
herida. Es asimismo su men,saje político.
Pero para que este mensaje sea escuchado, es necesario que la neuro-
logía reconozca -ella también- la obra de 1a plasticidad destruc-
tora y deje de cubrirla con las virtudes curativas o compensadoras
de la "bue'na" plasticidad. La plasticidad destructora está más allá del
principio de placer, si por ello uno se refiere al valor constructivo de
esta "buena" plasticidad, única hasta la fecha en ser tomada en cuenta
en el concepto neurobiológico de plasticidad. Así, habría que dejar de
considerar la plasticidad destructora como una simple interrupción
accidental de la plasticidad constructiva y ver en ella una·verdadera
posibilidad cerebral que en cualquier momento puede desentenderse de
la plasticidad constructiva, esto es, desconectarse de ella. Así, pregunta
Boris Cyrulnik:
3041
de él, pero apenas si uno se atreve a confürnr que se siente
iniciado por la terrible experiencia. Cuando uno vivió entre
los muertos, cuando uno vivió la muerte, ¿cómo decir que se
es un resucitado? ¿Cómo dar a entender que el sufrimiento no
es la depresión y que, muchas veces incluso, lo que duele es el
regreso a la vida? 11 ~
1305
tales que se vuelve irreconocible. Esta potencia metamórfica aniquila-
dora es igualmente difícil de pensar que la muerte:
[... ] sea de notar aquí que entenderé que el cuerpo muere cuan-
do sus partes se disponen de tal manera que adquieren unas
respecto a otras diversa relación de movimiento y de reposo.
Pues no me atrevo a negar que el cuerpo humano, aunque con-
serve la circulación sanguínea y otras funciones por la cuales
se estima que el cuerpo vive, no puede, sin embargo, mudarse
en otra naturaleza enteramente diferente de la suya. Pues nin-
guna razón me obliga a admitir que el cuerpo no muere sino cuando
se muda en cadáver; antes bien, la experiencia rJJisma parece persua-
dir de lo contrario. En efi:cto, sucede, a veces, que un hombre padece
tales mutaciones, que yo,no diría fácilmente de él que es el mismo. 30
'° Baruch de Spinoza, Ética. México, FCE, 1958, pp. 206-207. (Las cursivas son mías.)
3061
11
El sujeto del accidente
3081
<lucen al sujeto normalizándolo. En este caso, la cerebralidad sólo se
impondría como forma contemporánea de la subjetividad "a partir de
relaciones de poder que la instituyeron como objeto posib1e". 4
Por cierto, no he dado cuenta aquí como en ¿Qué hacer con nues-
tro cerebro? de la potencia ideológicamente coercitiva de los discursos
neurobiológicos contemporáneos. No he retomado el hecho de que el
cerebro se vuelve el sitio de la verdad del sujeto hoy en día, y que, a
este título, su organización se impone como un modelo biológico-so-
cial dominante que permite pensar y regular a la vez toda configura-
ción sistemática, tanto de la empresa como de las relaciones sociales
en general, sin olvidar 1a forma de los cuerpos.
Se podrá objetar al enfoque adoptado que la redefinición del
cerebro en términos de economía afectiva, así como la institución de
la cerebralidad en principio etiológico, constituyen un desplazamiento
del concepto de sexualidad que quizás no cambie su sentido puesto que
tal desplazamiento se sigue inscribiendo en el registro de una "erótica
de la verdad", es decir, de un "régimen mezclado de placer y de poder". 5
La crítica foucaultiana de la constitución del sexo en lugar de
verdad efectuada por el psicoanálisis se fonda precisamente en un
rechazo a la identificación del placer y de la sexualidad: "Contra el
dispositivo de sexualidad -escribe Foucault- el punto de apoyo del
contraataque no debe ser el sexo-deseo, sino los cuerpos y los place-
res".1' Ahora bien, el reconocimiento de una libertad de los placeres,
independiente del desarrollo sexual tal y como Freud presenta su gé-
nesis regulada, sí tuvo como cohsecuencia la destitución de la sexua-
lidad de su poder explicativo autónomo. Apareció otro cuerpo que no
quiere ni puede más doblegarse a esta fábrica interpretativa. Pero no es
seguro que la puesta de relieve de la cerebralidad en tanto principio
etiológico rival de la sexualidad vaya en el sentido de esta liberación
del cuerpo. Desde un punto de vista foucaultiano, la cerebralidad sería
4
Idem.
·' M. Foucault, Dits et écrzú JI. 1976-1988. París, Gallimard, 2001, p. 105.
6
,VI. Foucault, Hútoria de la se.rualidad. l. La voluntad de saber, p. 9.3.
1 309
un avatar más de la sexualidad, un poder normativo previsto para orde-
nar las emociones nuevas fundiéndolas en naturaleza. En este sentido,
el presente libro podría ser simplemente considerado como propedéu-
tico a la escritura de un nuevo capítulo de la Historia de la sexualidad.
Pienso, no obstante, que la situación del sujeto traumatizado
más allá del principio de placer es, evidentemente, también una situación
del sujeto más allá de la voluntad de saber. Y esto por dos razones a]
menos. Primero, una crítica genealógica de la cerebralidad es posi-
ble sin lugar a dudas, pero elude la cuestión de saber aquello que la
misma genealogía debe, en su estructura, al modelo neuronal. Tal vez
los lectores de Foucault no hayan tomado en cu~nta lo suficiente el
hecho de que el funcionamiento neuronal, organizado en redes que no
provienen de centro alguno y dependientes de interacciones puntuales
siempre cambiantes, es la réplica biológica exacta del esquema de los
micropoderes. La crítica genealógica del poder biológico toma presta-
da su forma a uno de estos mismos poderes: la organización cerebral.
En Nietzsche, la genealogi.a, la historia, Foucault describe la ge-
nealogía nietzscheana como un campo de fuerzas. Los vectores de po-
der "se distribuyen los unos frente a los otros, los unos encima de los
otros; [... ] el espacio que los separa [... ] se amplía entre ellos [.. .]"'.'
Este modelo de campo de fuerzas y contrafuerzas actúa precisamente
en el funcionamiento cerebral. Es hora de ver que, desde medio siglo,
la crítica política debe, en gran parte, su forma al modelo neuronal que a
veces intenta desconstituir.
Segundo, el rechazar inscribir la cerebralidad en el registro de
La voluntad de saber, permite descubrir aquello que, en el sujeto del
más a11á del principio de placer, coincide con el sujeto desaparecién-
dose tal y como lo pensó Foucault bajo la figura del escritor, autor o
cuerpo no disciplinado. Sacar a~la luz una psique tan vulnerable a las
'
heridas que puede transformar.se sin conservar hue11a de sí misma,
pensar un sujeto que se convierte en la forma misma de su muerte,
7
M. Foucault, 'Nietzsche, la genealogía, la historia", en Dits et Écrits J. 1.954-1,975. París,
Gallimard, 2001, p. 1012.
3101
que, en la interrupción de sus afectos, figura su desaparición, equivale
a descubrir, en las revelaciones neurológicas actuales, la imagen mate-
rial de la desaparición del autor. Por lo tanto y una vez más, lo neuronal
no es el otro de lo genealógico como lo piensa Foucault, sino su esp~jo.
En su célebre texto titulado ¿Qué es un autor?, Foucault analiza
la figura del autor contemporáneo como figura evanescente. Recuerda
estas palabras de Beckett: '"Qué importa quién habla', alguien ha dicho
'qué importa quién habla"', y comenta: "en esta indiferencia creo que
hay que reconocer uno de los principios éticos fundamentales de la es-
critura contemporánea". 8 Entonces, ¿estará dicha indiferencia del suje-
to de la escritura tan alejada de la indiferencia emocional que manifiesta
que el sujeto sufriente o traumatizado se va más allá del principio de
placer? La escritura, añade Foucault, está ahora "[l]igada al sacrificio,
al sacrificio mismo de la vida; borrado voluntario que no tiene por qué
ser representado en los libros, puesto que se realiza en la existencia
misma del escritor".9 La frase "No hay nadie cuando escribo", ¿acaso
no significará, en el nuevo herido, "no hay nadie cuando vivo"?
Por consiguiente1 más que criticar 1a cerebralidad desde un
punto de vista hermenéutico o genealógico, ¿no será más interesante
y más urgente establecer una relación entre el motivo de la deserción
cerebral y el de la desherencia o la deconstrucción de la subjetividad?
¿No será hora de que la filosofía descubra la psique cerebral como su
sujeto? ¿Acaso el sujeto de la cerebralidad no es el testigo sacrificial del
sujeto filosófico?
"M. Foucault, "Qu'est-cc qu'un auteur", en op. cit., p. 820. (Las cursivas son mías).
"!bid., p. 821.
1311
poráneas. Las "ciencias neuronales" están inscritas sin más trámite
en el registro de }as "comunidades analíticas" y de los "modelos posi-
tivistas o espiritualistas". 10 Jamás se considera su posible interacción
con la deconstrucción misma, o con otro tipo de filosofía distinto a la
filosofía llamada "analítica". Nunca tampoco aparecen como condicio-
nes del porvenir del psicoanálisis, cuando justamente la conferencia
de Derrida titulada Estados de ánimo del psicoanálisis busca despejar
dicho porvenir.
Recordemos que la cuestión central de esta conferencia es aque-
lla de 1a crueldad y la capacidad del psicoanálisis para enfrentar los
rostros contemporáneos del mp.l. La condena de Derrida es inapelable:
10
Jacques Derrida, État.1· d'áme de la psychanabise. París, Galilée, 200, p. 9. (Estados de
ánimo del psicoanálisis. Buenos Aires, Paid6s, 200 l ).
11
ldem.
3121
masivamente aplicada en China, los Estados Unidos y en nu-
merosos países árabe-musulmanes.'~
1., Véanse los análisis del capítulo 2 dedicados a las lesiones del lóbulo frontal, región
esencial <lel "cerebro emocional".
1313
Según Derrida, es regresando a1 sentido profundo de la pulsión
de muerte, partiendo de la pulsión de poder o de apoderamiento, que
el psicoanálisis debería y podría abordar desde cero la configuración
formada por la alianza de la crueldad y la soberanía hoy. Se trata de in-
dagar la forma contemporánea de la pulsión de muerte y preguntarse:
¿qué serían, a partir de ella, "las formas inéditas de la crueldad que un
psicoanalista del año 2000 debería interpretar con nuevos costos, fue-
ra y dentro de la institución? ¿Hay; en cuanto a lo político, a lo geopo-
1ítico, a lo jurídico, a 1o ético, consecuencias, o al menos enseñanzas a
obtener de la hipótesis de una irreductible pulsión de muerte [... ]?".rn
Una vez más, nos po<lep1os interrogar acerca de la posibilidad
de hacer que surja algo inédito a partir de lo antiguo. En efecto, en el dis-
curso de Derrida, la pulsión d,e muerte sigue siendo lo que es desde
siempre, a saber, el fundamento instintivo de estas formas de destruc-
ción que son el "sadismo, de una ferocidad que la libido narcisista ha-
bría apartado del yo para ejercerla sobre e1 objeto" o e1 "masoquismo
primario cuya hipótesis mantuvo también Freud". 17
La posibilidad de que puedan existir figuras de ]a pulsión de
muerte distintas del sadismo y masoquismo, que la plasticidad de di-
cha pulsión pueda actuar más allá del amor y del odio, no es evocada.
Entonces, si no cambia la definición de los fenómenos de la pulsión
de muerte, ¿cómo podemos esperar una renovación de su alcance es-
tructural en el orden geopolítico actual? Semejante renovación sólo
podría producirse por suerte, y es efectivamente 1o que Derrida parece
plantear al insistir sobre el acontecimiento impredecible, imprevisible
que podría permitir al psicoanálisis hoy hacer frente. El psicoanálisis
saldrá adelante si tiene suerte.
Para entender la postura de Derrida, tenemos que volver a la
estructura del "más allá" tal y rpmo es establecida en Más allá del prin-
cipio de placer. Según él, de aho~a en adelante la tarea del psicoanálisis
debería consistir en despejar la posibilidad de un "más allá" del "más
'"!bid., p. 20.
"Idern.
3141
allá de] principio de placer", "más allá" que al mismo tiempo dehería
volverse un rnás allá de la pulsión de rnuerte. La ética del psicoanáli-
sis correspondería a1 ideal regu1ador de un "más allá de 1a crueldad".
"Más allá de los principios, ¿habría también, a unos pasos más, un más
allá del más allá, un más a11á de 1a pulsión de muerte y, por lo tanto, de
la pulsión de crucldad?". 18
Una vez más, semejante más allá no podría ser del orden de un
acontecimiento imprevisto e imprevisible, que escape totalmente a la
misma lógica pulsional. Este "más allá del más allá" de la pulsión de
muerte sería absolutamente irreductible al carácter determinista de la
pulsión. Es precisamente por ello que podría ser su más allá. El acon-
tecimiento de este más allá, escribe aun Derrida, "como todo lo que
adviene, corno todo advenimiento digno de ese nombre, como todo
1o que llega, bajo la forma de lo imposible, [surge] más allá de toda
convención y de todo control escénico, de todo principio de placer o
de realidad, más allá de toda pu1sión de poder y quizá de toda pulsión
de muertc".rn
Una observación se impone al leer estas declaraciones, refe-
rente a la noción del "más allá" en sí. He intentado mostrar que, fina1-
mente, la respuesta de Frcud en cuanto a la existencia de un más a11á
del principio de placer fue negativa. La hipótesis según la cual ciertos
acontecimientos traumáticos podrían encadenarse siguiendo una lógi-
ca que excediera 1a del principio de placer-la lógica de la compulsión
de repetición en particu1ar- es claramente refutada por Freud al final de
la obra. Extrañamente, la repetición en sí obra en favor de la ligadura
(liaison) que emp1aza al trauma a ser asimilado por e1 psiquismo, el
cual, en última instancia, sigue siendo gobernado en todos los casos
por el principio de placer. Entonces, ¿cómo considerar un "más allá del
más allá" si justamente no hay un más állá del principio de placer?
Si Freud fracasa en despejar tal más allá, es precisamente por-
que no logra pensar que la pulsión de muerte puede formar sus pro-
,s Jdem.
'
9
Ibid., p. 17.
l 315
pias figuras. Sus representantes privilegiados siguen siendo el sadis-
mo y el masoquismo, dos fenómenos que, sin importar su violencia o
su grado de crueldad, a(m son precisamente tributarios del principio
de placer, del goce ligado a] "hacer sufrir". Ahora bien, una vez más,
¿cómo podríamos contemplar la posibilidad de ir más allá de un más
allá que no existe?
El único en poder hacer realidad este más allá que, en Freud,
falta para siempre, es cierto enfoque neurológico de la destrucción
psíquica. Más exactamente, es posible prolongar este enfoque neuro-
lógico para proponer, entre neurología y psicoanálisis, un concepto de
plasticidad destructiva que dé r. la pulsión de muerte su forma propia,
es decir, autónoma. Las identidades desertadas d.e la cerebralidad, fi-
guras vivientes de la muerte, se revelan precisamente como estos re-
presentantes de la tendencia al aniquilamiento y a la destrucción que
el psicoanálisis fracasó en alumbrar.
Pero el reconocer este hecho supone que se admita que el por-
venir del psicoanálisis no depende únicamente del psicoanálisis. Sin un
diálogo serio y construido con la neurología, que debe tratar con ca-
rácter prioritario e] sentido mismo de un más allá del principio de
placer, no se ve cómo e] psicoanálisis podría, por sus propias fuerzas,
realizar quién sabe qué toma de consciencia y dar a viejos conceptos
-como el sadismo o el masoquismo, por ejemplo- la ilusoria apa-
riencia de una segunda juventud.
¡A menos que se admita la sorpresa siempre posible de un acon-
tecimiento milagroso! Aquí también, ¿por qué será que el aconteci-
miento pensado como "llegador absoluto" se considera fu.era de toda
determinación concreta de lo que es un acontecimiento impredecible,
como las lesiones, daños o traumas cerebrales? (:No es justamente
aceptando considerar tales acontecimientos, que ya no son de la juris-
'
dicción de la sexualidad, que el psicoanálisis podría ser susceptible de
materializar por fin a la pulsión de muerte, y por lo tanto al más allá
del principio de placer y a un nuevo régimen de acontecimientos?
No podemos más que sorprendernos de que la deconstrucción
nunca haya considerado el hecho de que la revolución neurológica con-
3161
temporánea, lejos de no ser más que un "fenómeno científico" ame-
nazante para la filosofía pero sin interés filosófico en sí, tal vez sea
susceptible de proponer un concepto de acontecimiento que ya no deba
nada a la concepción tradicional del accidente o daño .. ¿Acaso lacere-
bralidad no es la realización de la deconstrucción de la subjetividad?
l 317
Conclusión
En 2l4ás allá del principio de placer, la ligadura es la función más importante del aparato
psíquico, misma que liga las cantidades externas destruétiva;; para lograr dominarlas,
aun previo a la intervención del principio de placer. Ligar es, entonces, un mecanismo
que sirve para proteger al organismo en contra de la desligadura displacentera del yo
causada por la estimulación excesiva, o por el trauma. l, .. ] Al ligar las excitaciones, el
organismo difiere su propia pulsión de muerte. Asimismo, la ligadura carga consigo ex-
plícitamente un sentido político: al ligar o unir al individuo con el otro o con lo exterior
dentro de un vínculo emocional de identificación que constituye al grupo homogéneo o
masa, los individuos neutralizan su tendencia letal a desmantelarse en pánico y desorden
en contra de sí mismos.
1
Jacques Lacan, El seminario. Libro 10. La angustia. Buenos Aires, Paidós, 2006, p. 4:J.
Q Idem.
3201
Esta nueva significación está ligada a la plasticidad negativa o
destructora. La plasticidad negativa es una tendencia a la formación
por aniquilamiento. Su resultado puede caracterizarse como una me-
tamorfosis a muerte o como una forma de muerte en la vida marcada
por la indiferencia afectiva.
Admitir la existencia de la plasticidad negativa, más allá de toda
promesa de remisión y toda perspectiva soteriológica, es el preludio
imprescindible a cualquier toma en cuenta del sufrimiento psíquico en
la actualidad. La confrontación de los dos regímenes etiológicos -e]
de la sexualidad y el de la cerebrali<lad- puede llevar a un resultado
fructuoso sólo con la condición de tal reconocimiento.
A fin de establecer dicho reconocimiento, intenté despejar un
concepto de acontecímiento material pensado como accidente y amena-
za de destrucción, dicho acontecimiento material, que transgrede la
tríada lacaniana de lo simbólico, lo real y lo imaginario/ proviene al
mismo tiempo de la contingencia de su sobrevenida y de un trabajo
pulsional interno, el cual inaugura una nueva comprensión tanto de la
contingencia como de la necesidad de la pulsión de muerte
***
El insistir sobre el papel de la plasticidad destructora más allá de toda
perspectiva de salvación, no equivale a rechazar las nuevas posibili-
dades terapéuticas. No se trata de desesperanza o pesimismo. Simple-
mente, antes de examinar la hipotética posibilidad de un "más allá del
más allá" de la pulsión de muerte'¡ antes de preguntarse cómo cuidar
o cómo curar, importa, según la lógica más elemental, preguntarse
primero por lo que padecen aqué1los que padecen.
Así fue cómo tuvimos que pasar mucho tiempo esbozando el
perfil de los nuevos heridos. La identificación del mal formó el núcleo
de la investigación. La característica de los traumas actuales -la cual
también resulta ser una geopolítica- es efectivamente la tarea prepa-
ratoria ante toda empresa terapéutica.
l 321
El acontecimiento destructor que, sin importar que su origen
sea biológico o sociopolítico, provoca perturbaciones irreversibles en el
seno del cerebro emocional y, por consiguiente, una metamorfosis ra-
dical de la identidad, se revela como una posibilidad existencial cons-
tante que amenaza a cada uno de nosotros en todo momento. A cada
instante, somos susceptibles de convertirnos en nuevos heridos, unos
prototipos de nosotros mismos, sin relación esencial con la forma pa-
sada de nuestra identidad. En particular, semejan-i:e pérdida es eviden-
ciada por la enfermedad de Alzheimer. Aparece una forma de vida que
despide a todos los antiguos modos de ser del sujeto.
Este tipo de transformación a muerte, esta supervivencia sin
relevo, no es solamente visible en los casos de lesiones cerebrales gra-
ves, sino que es también la forma globalizada del trauma; resultados
de las guerras, de los atentados terroristas, de los abusos sexuales, de
todos los tipos de opresión y de esclavitud. La violencia de hoy consis-
te en cercenar al sujeto de sus reservas de memoria.
Ya vimos que para Freud, todo trastorno psíquico, sea perso-
nal o colectivo, es del orden de la regresión. La gran lección política
del psicoanálisis reside en afirmar la resurgencia siempre posible de
1o primitivo. Freud escribe: "[ ... ] también la reforma pulsional en que
descansa nuestra aptitud para la cultura puede ser deshecha -de ma-
nera permanente o temporaria- por las influencias de la vida. Sin
duda, los efectos de la guerra se cuentan entre los poderes capaces de
producir semejante involución". 1 '
Ahora bien, podría ser que precisamente, las nuevas heridas no
pongan al desnudo un fondo indestructible de la humanidad, esa famo-
sa agresividad -o crueldad- primitiva. Podría ser que a la inversa,
aparecieran formas de destrucción pura, activadas por unos individuos
que ellos mismos hubieran sidc; formados por destrucción, desafecta-
dos. Lo primitivo podría haber definitivamente abandonado al inconsciente.
En realidad, el cerebro no está expuesto al mismo peligro que el psi-
~ Sigmund Freud, "De guerra y muerte. Ternas de actualidad", en Obras completas, t. xtv.
Trad. José L. Etcheverry. Buenos Aires, Amorrortu, 1986, p. 288.
3221
quismo tal y como Freud lo define. El peligro consiste en la volatili-
zación siempre posible -y las más de las veces políticamente orga-
nizada- del núcleo supuestamente "indestructible" del inconsciente.
En efecto, es posible, y allí reside el hecho nuevo que desafía al
psicoanálisis a que se transforme a profundidad, que los nuevos heri-
dos no tengan regresiones, que el trauma, ya sea político o lesional, no
tenga el valor de levantamiento de una supresión, que las palabras de
los enfermos no tengan significación reveladora alguna, que la enfer-
medad no constituya en sí una forma de verdad a la luz de la historia
pasada del sujeto.
La diferencia entre traumas orgánicos y traumas políticos se
borra en el punto exacto del tipo de acontecimiento que los genera,
acontecimiento sin significación, en bruto, que tiende a borrar su in-
tencionalidad para manifestarse como un golpe dado a toda herme-
néutica en general. La conclusión principal que podemos obtener de
la existencia de tales acontecimientos es que las heridas que ocasionan
son en su mayoría rupturas de tiempo, improvisaciones existenciales
que provienen de la anulación de pasado.
Una vez más, decir esto no es mostrarse pesimista. Al con-
trario, el aprehender a los nuevos heridos como figuras de la pulsión
de muerte que ya no deberían nada a la etiología sexual, es un punto de
partida muy fructífero para una clínica por venir que integre, como
pretende hacerlo el neuropsicoanálisis, los resultados conjuntos del
freudismo y la neurología.
En efecto, como algunos psicoanalistas empiezan a constatarlo,
no es sólo la neurosis traumática la que ha desaparecido del paisaje psi-
copatológico contemporáneo;' sino también la neurosis de tran.iferencia.
Una psique desertada, emocionalmente desafectada, indiferente, no es
o ya no es capaz de transferir. Vivimos en la época del fin de la trans-
ferencia. El amor por el psicoanalista o el terapeuta ya no significa
nada para una psique que no puede amar ni odiar más. Hay que pensar,
escribe muy valientemente Daniel Widlocher, "un más al1á de la neu-
l 323
rosis de transferencia" allí donde "el modelo de la neurosis de transfe-
rencia ya no aplica".º Davoine y Gaudil1iére subrayan igualmente "el
manejo de la transferencia, que aquí es muy dif"erente de su uso clásico
en psicoanálisis".' De ahora en adelante, se trata de "convertirse en su-
jeto del sufrimiento del otro y de su expresión, especialmente cuando
ese otro es incapaz de sentir algo,.. s
Es claro que la insistencia sobre el carácter bruto del accidente
o la catástrofe, sobre la dimensión exterior de la violencia, podría dar
a pensar que en cuanto a lo que le sucede, el sujeto no tiene vela en
el entierro. 9 Que la víctima del trauma es totalmente incapaz de rea-
propiarse simbólicamente, de 4na manera u otra, el acontecimiento
destructor; que ]os verdugos no están involucrados en lo que hacen
(pensemos, por ejemplo, en la frialdad de los asesinos seriales) y que,
por lo tanto, no son re.1iponsables. Esto no es lo que se dijo puesto que
intenté ligar constantemente violencia externa y juego de las pulsioncs.
Pero, ¿cómo negar el hecho de que los nuevos heridos ponen la
responsabilidad en entredicho? No responder, dejar de responder, tam-
bién es no esperar ni pedir respuestas. Esta deserción de la estructura
de la transferencia, constitutiva de la demanda de respuesta, ¿acaso no
se habrá vuelto irrefutable? El decir no equivale a "exonerar" a perso-
na alguna, sino a constatar la derrota del "sujeto supuesto saber., con
pacientes que no buscan saber ni tampoco no saber.
Tomar en serio el motivo del fin de la neurosis de transferencia
equivale claramente a reelaborar el papel del psicoanalista, el sentido
de la demanda y por vía de consecuencia, el sentido de la respuesta.
Se trata para el terapeuta de encontrar una manera de "convertirse
en sujeto del sufrimiento del otro" sin por ello transferir sobre él. La
J:
" Daniel \Vidlücher, Les nouvelles cartes la psychanaiyse. París, ()di.le Jacob, 1996, p. Q62
y p. 267.
7
Fran9oise Davoine y .Jean-Max Gaudilliere, Hútoria y trauma: la locura de las guerras.
Buenos Aires, FCE, 2011, p.1•9.
º Ibid., pp. 105-106.
9
Ruth Leys, Trauma. A Genealogy. Chicago, The University of Chicago Press, 2000,
pp. 37-39.
3241
fria1dad de los pacientes desafiaría así al psicoaná1isis a repensar la
neuLralidad del psicoanalista. La posibilidad de elaborar una clínica no
tranifáencial se revela finalmente como el mayor reto de la confronta-
ción entre psicoanálisis y neurología, abriendo para el neuropsicoaná-
lisis 1a promesa de su porvenir.
Entre psicoanálisis y neurología, es et€ctivarnente el sentido
del "otro" que se desplazó. Reconocer en la cerebralidad a este otro de
la sexualidad que Freud buscó sin cesar y no encontró, es también
escudriñar la capacidad de la neuro1ogía para acoger conceptualmente
semejante alteridad que de alguna forma encontró sin buscarla.
***
Acoger para el otro su dolor. No es tomar su lugar, es dárse1o. Lo
aprendí -demasiado tarde, demasiado pronto- de una enferma de
Alzheimer.
l 325
Los nuevos heridos. De .Freud a la neurología------jJensar los
traumatismos contemporáneos, se terminó de imprimir el
mes de noviembre de 2018 en Gráfica Premier S. A. de
C. V., 5 de febrero 2309, San Jerónimo Chicahualco. C. P.
52170. Metepec. Estado de México. Se tiraron mil ejem-
plares en papel cultural de 90 gramos. Se utilizaron en
su composición, elaborada por Alejandra Torales M.,
tipos Bell MT 9:12, 10:11,, 12:15, 11:15 y Bodoni MT
8:10, 12:14, 14d6.
Al borrar los límites que separan a la "neurobiología" y la
"sociopatía", el daño cerebral tiende asimismo a difuminar
las fronteras entre la historia y la naturaleza. Al mismo
tiempo, revela que la opresión política hoy en día asume el
disfraz de un choque traumático desprovisto de toda justifi-
cación. Estamos tratando, entonces, con una extraña
mezcla entre naturaleza y política, en donde la política
toma la apariencia de la naturaleza, y ésta última desapa-
rece para asumir la máscara de la política. En una lectura original
de la obra freudiana, Malabou logra plantear nuevas preguntas y
retos hacia el psicoanálisis y su relación con la filosofía y la
neurología. En una época en donde toda lectura del ser humano
resalta el privilegio de las neurociencias, Malabou se detiene en
pensar y cuestionar si es necesario hacer un cambio de noción de
sujeto, además de analizar qué significa el concepto de plasticidad.