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Introducción
¿Quién es Santiago? Con toda probabilidad este nombre se refiere a Santiago, hermano del
Señor. Fue favorecido con una aparición privada de Jesús resucitado (1Co 15,7) y al
parecer fue a él a quien Pedro confió la Iglesia de Jerusalén (He 12,17; 15,13; 21,18) en el
momento de pasar a la clandestinidad. Posteriormente fue considerado como el responsable
de todas las comunidades cristianas de mayoría judía establecidas en Palestina, Siria y
Cilicia (véase He 15,13-29).
Esta carta es el escrito del Nuevo Testamento que denota el mayor parentesco con el
Evangelio de Mateo, aun cuando se traten temas que son comunes a todos los escritos
apostólicos; se encontrarán en particular los ecos del Sermón del monte. Lo que revela de
las comunidades judías de Palestina y de Siria complementa y corrige la imagen que se
pudiera tener de ellas, si se atiene a las dificultades que experimentaban muchos de sus
miembros para liberarse de la ley de Moisés. La carta de Santiago recuerda, al igual que el
Evangelio de Mateo, que la Ley educa para la libertad (2,12). A su manera es un verdadero
camino (2,8) para los que buscan la perfección.
Uno de los puntos de esta carta que más ha llamado la atención es la insistencia muy fuerte
de Santiago en la inutilidad de la fe que no se traduce en obras (2,14-26). Esta in sistencia
contrasta con las afirmaciones de Pablo quien, especialmente en Gál 5 y Rom 4, afirma que
somos salvados por la fe y no por las obras. Es imposible negar la intención de corregirse el
uno al otro; más aún, un estudio comparado de las epístolas obliga a decir que Santiago
conocía la primera carta de Pablo a los Corintios cuando escribió la suya, y que Pablo, a su
vez, conoció la carta de Santiago antes de responderle en Gálatas y en 2Corintios.
Los textos de los Hechos relativos al concilio de Jerusalén invitan a no acentuar en demasía
la oposición entre ambos (véanse las notas de He 15); Pablo, que critica duramente el
entorno de Santiago, parece que tuvo por él personalmente más que un simple respeto.
Santiago, al dirigirse a los fieles de Jerusalén, enseña cosas sencillas y prácticas, inspiradas
en la sabiduría del Antiguo Testamento. La religión auténtica se reconoce en la forma de
vivir y de tratar a los que nos rodean.
La carta de Santiago, habida cuenta de lo que acabamos de decir, debe haber sido escrita el
año 56 o 57. Se sabe que Santiago murió apedreado el año 62.
Carta de Judas
Introducción
Judas, hermano de Santiago, responde verdaderamente al apóstol de ese nombre, pero nada
indica que haya sido más bien hermano que hijo de Santiago (Lc 6,16; He 1,13). Tal vez el
autor confundió a los Santiagos y a los Judas, porque hubo un Judas hermano de Simón,
primo de Jesús, pero que no era el hermano de Santiago “hermano del Señor”. Sea como
fuere, lo más probable es que ese nombre figurara en el encabezamiento de la carta con el
fin de darle una autoridad apostólica a un escrito cuyo autor podría ser un desconocido. El
principal argumento para pensar así es la calidad del estilo griego, que sería sorprendente
en un galileo, pariente o apóstol de Jesús.
Esta carta bastante corta, de tono firme, por no decir agresivo, puede sorprendernos por los
ejemplos que da de la justicia de Dios, siempre dispuesta a castigar los pecados graves
contra el orden moral. Porque va a buscar tales ejemplos no sólo en las más antiguas
tradiciones de la Biblia sino incluso en las imaginaciones de los apocalipsis judíos de ese
tiempo. La Iglesia no había definido todavía cuáles eran los libros inspirados por Dios y,
además del Antiguo Testamento, los cristianos del Oriente Medio utilizaban la literatura
religiosa de los judíos (como el libro de Enoc, el Testamento de los doce patriarcas, la
asunción de Moisés...). A eso se deben las numerosas leyendas que se encuentran en esta
carta.
Para mejor entender el motivo de esta diatriba, hay que aceptar que desde el comienzo las
comunidades cristianas no estaban compuestas sólo de santos. En un mundo en que hasta
los violentos y los impuros hablaban un lenguaje religioso, algunas personas podían
convertirse al cristianismo sin haber renunciado a sus deseos y malas acciones. Es muy
difícil, por ejemplo, saber si los reproches que Santiago dirigía a los ricos sin conciencia
iban dirigidos a cristianos o a ricos no convertidos que perseguían a los pobres de la
comunidad.
No podemos pedir a esta carta altas consideraciones sobre el misterio cristiano, pero invita
a ver cómo, incluso hoy, el demonio sabe hacer su trabajo hasta en las comunidades
famosas por su fervor y en los medios más “eclesiásticos”.
La inmensa mayoría de los biblistas considera que esta carta de Judas, al igual que la
segunda carta de Pedro, son propias de una época en que hacía años que había desaparecido
la generación de los apóstoles y de sus auxiliares; de ahí que las ubiquen a fines del siglo
primero. Piensan que esta fecha tardía explicaría por qué ambas cartas no fueron
reconocidas inmediatamente por todas las Iglesias hasta el siglo tercero. También se pueden
esgrimir otros tantos argumentos para ubicar ambas cartas mucho antes, en especial la carta
de Judas, que pudo haber sido escrita en Siria entre los años 70 y 80.