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Protesta o levantamiento juvenil urbano en el 2021, en el marco de la ciudad de Cali

“Nunca dudes de que un pequeño grupo


de personas pensantes y comprometidas
puedan cambiar el mundo. De hecho, son
las únicas que alguna vez lo han logrado”
(Margaret Mead)

Imagen tomada de https://www.desdeabajo.info/colombia/item/44200-un-levantamiento-juvenil-popular-urbano-


nunca-antes-visto.html

En medio de un cálido y sublime paisaje en las inmediaciones de la ciudad de Cali una turba
enardecida de jóvenes protestaba contra el agravio y arbitrariedad de la policía y el Esmad.

Este descontento colectivo, se gestó en la ciudad de Cali y se extendió a lo largo de todo el país,
a mediados de mayo del 2021, cuando centenas de jóvenes, participaron de la protesta social,
apoyados por los habitantes de este tórrido territorio, manifestando una enérgica reacción de
desacuerdo ante las injurias, ofensas e injusticas del Estado, los cuales contaban con el respaldo
de la fuerzas pública. Entre el descontento colectivo se registra
de salud y seguridad. El furor de aquella aglomeración era justificado, pues Ismacol sin prever la
cólera del pueblo y que este los había acogido afablemente para el desarrollo de su proyecto,
procedió a realizar despidos injustificados al personal de la vereda, sepultando las ilusiones y
estabilidad laboral que con desleales y engañosos contratos había prometido. El ultraje y
desafuero se intensifico cuando los proletarios locales, empezaron a ser reemplazados por
trabajadores foráneos que desconocían las condiciones del excelso panorama de uno de los
puertos más dinámicos e importantes de la región del Magdalena Medio, y que además hurtaron
las oportunidades de bienestar laboral a hombres que con sus años de esfuerzo y perseverancia
habían tejido la economía del municipio.

Uno de los voceros que se habían manifestado contra la empresa petrolera, Wilander Andrade,
sostuvo que los acuerdos planteados en 2016 sobre las garantías laborales, no solamente fueron
incumplidos, sino que se había vulnerado el derecho de los habitantes de la propia región a
ejercer las vacantes dentro de dicha compañía. Ante tal agravio, los inconformes e irritados
obreros y la masa que los apoyaba con pancartas y voces de protesta exigían un nuevo pliego de
peticiones, que debía ejecutarse con prontitud, si los vampiros de tierra, pretendían seguir
explotando el suelo de Palagua, y continuar lucrándose de los beneficios que les proporcionaba
un paisaje que les era ajeno y poco respetado.
Entonces, bajo la canícula del medio día, las protestas no cesaban y reclamaban con vehemencia
condiciones justas, desde su posición de trabajadores y de seres humanos, provistos de derechos
y de dignidad, y entre las que se incluía el aumento del salario, las jornadas laborales no mayores
a ocho horas, pavimentación y adecuación del lote entregado por Ismacol a los pobladores que
residen en dicha vereda, que se les brindaran oportunidades de empleo a las personas con
preparación y capacitación alusiva a la extracción de petróleo y las dinámicas que giran entorno a
esta actividad, pero sin experiencia y en última instancia se exigía que no se levantaran
represalias ni amonestaciones contra los manifestantes. Pero como si de un delito se tratase, el
reclamar y solicitar el cumplimiento de los derechos básicos del trabajador, cuerpos armados
pertenecientes al Esmad intervinieron en la zona de protesta, lesionando a dos personas y
privando de su libertad a otras tres.

La exasperación colectiva continuaba, y las voces alzadas en medio de la protesta no permitirían


ser silenciadas ni ignoradas, por lo cual, decidieron paralizar la operación de 110 pozos
petroleros del Magdalena Medio que afectaría precisamente a la cabeza del ramificado cuerpo de
la corrupción, al gran rizoma del desorbitante lucro de la explotación de la tierra. La protesta
se
intensificaba y ninguna de las partes parecía ceder, dejando al descubierto una contienda de
intereses que solo develaba que la empresa con su grupo de mano de obra foránea no iba a
doblegar su productividad, beneficio y orgullo ante obreros aglomerados que exigían detrás del
telón de su pliego de peticiones dignidad y reconocimiento. Por ello, el alcalde del pueblo Óscar
Botero decidió intervenir ante la manifestación de una turba colérica, con la intencionalidad de
evitar caos y desorden público que pudiera desatar graves actos de violencia y vidas apagadas.
Pero en su pronunciamiento, solo se limitó a anunciar y lavarse las manos ante la prensa,
declarando que tal situación ya había sido dialogada con directivos de la empresa, delegados del
Ministerio de Justicia, Ministerio de Minas y Energía y hasta con los concejales del municipio,
sin llegar a unas directrices y acuerdos que beneficiaran tanto a la empresa petrolera Ismacol,
como a los obreros que eran partícipes de la protesta.

Además, como si la intervención del mandatario del municipio no hubiera sido lo


suficientemente obsoleta, procedió a brindar indicaciones para imponer el control en las vías
públicas, con la pretensión de salvaguardar la imagen de una vereda que por años había
permanecido sosegada y serena, sin darle prioridad a unas necesidades y derechos básicos que
exigían ser cumplidos y respetados, tras ser pactados un año atrás de la dicha protesta. El
panorama tampoco parecía alentador de parte de la empresa implicada, pues su respuesta ante las
solicitudes planteadas, fue acusar infamante a los manifestantes de que los trabajadores que no
participaron de la protesta, estaban siendo amenazados por no sumarse al levantamiento
colectivo.

En última instancia, y sin recibir más resolución por parte de un alcalde que exigía el orden
público y el despejo de las vías y de una empresa que los imputaba de amenaza, los trabajadores
inconformes procedieron a no negociar hasta no contar con la presencia directa de los
funcionarios de Ecopetrol, de delegados del Ministerio de Trabajo y del Ministerio del Medio
Ambiente, para brindarles una solución oportuna ante la solicitud de laborar dignamente en una
empresa que cimenta su lucro sobre sus territorios. Por su parte, la Unión Temporal Ismacol,
comunicó la militarización de los campos, con la pretensión de evitar ataques y sabotajes en las
obras, medida arbitraria que se convirtió en parte de la cotidianeidad colombiana, cuando sus
hijos han de sentirse inconformes, ante el agravio y vejación del enriquecimiento foráneo.
Fuentes y referencias

Testimonio de Eduardo Ardila, hombre de 53 años y residente del municipio de Puerto Boyacá,
fue uno de los participantes de la protesta de trabajadores contra la empresa petrolera Ismacol.

Caracol Radio: Tomado de:


https://caracol.com.co/emisora/2017/11/07/tunja/1510066217_475148.html

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