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El secuestro de Figueroa

Víctor Cardona Galindo


El 30 de mayo de 1974 la Brigada Campesina de Ajusticiamiento del Partido
de los Pobres que encabezaba Lucio Cabañas Barrientos, secuestró al senador
y precandidato del PRI a la gubernatura de Guerrero, Rubén Figueroa
Figueroa. Lo mantuvo 103 días en su poder. En ese tiempo se desató la mayor
represión que se haya sufrido en la región. El secuestro del principal cacique
de Guerrero marcó el principio del fin de la guerrilla más conocida del país.

Martín Nario Organes, Samuel

El futuro gobernador Rubén Figueroa acudió el 30 de mayo de 1974 a un


encuentro pactado con Lucio Cabañas a la sierra de Tecpan y después de una
ríspida discusión política con Lucio y la dirección política de la Brigada
Campesina de Ajusticiamiento el primero de junio se rompieron las pláticas y
el entonces senador Figueroa vocal ejecutivo de la Comisión del Balsas quedó
detenido en manos del Partido de los Pobres hasta que se cumplieran las
demandas que se conocerían después.
En 1972 la guerrilla ya ocupaba las primeras planas en los diarios del país y
todos hablaban de ella. La Brigada Campesina de Ajusticiamiento tenía en su
poder a Cuauhtémoc García Terán por cuya vida exigía un millón de pesos. En
ese marco Figueroa retó: “Lucio Cabañas no es ningún guerrillero yo lo reto a
que me secuestre; los camioneros podrían pagar un buen rescate por mí”,
publicaba el periódico Excélsior, el 15 de abril de ese año. Con el tiempo
Lucio le tomaría la palabra.
Pasaba el tiempo y la guerrilla guerrerense resistía todas las campañas
militares que se le venían encima, obligando al gobierno a cambiar su
discurso. Por ello en 1973 Rubén Figueroa se pronunciaba por el diálogo con
los guerrilleros. El 25 de junio Antonio Alba Brito reportero de El
Heraldo escribió: “El senador Rubén Figueroa Figueroa, vocal ejecutivo de la
comisión del Balsas, indicó que Cabañas, como su amigo Genaro Vázquez,
encabeza un grupo que fue empujado a la clandestinidad por regímenes
anteriores, y particularmente por gobiernos locales”.
“Lucio Cabañas es un problema que existe en Guerrero porque no se ha
establecido un idioma común. No quiero que el gobierno de mi tierra hable el
idioma de los inconformes de la sierra, pero quizá con un diálogo adecuado…
Hay que encontrar los causales de la disidencia de Lucio y luego intentar otro
procedimiento para persuadir de su error a esa gente armada de la sierra de
Atoyac”, declaraba Figueroa a Ultimas Noticias el 12 de enero de 1974.
“Los ideales de grupos como el que comanda Lucio Cabañas en la sierra de
Guerrero, coinciden en parte con la política revolucionaria institucional’,
afirmó ayer el senador Rubén Figueroa, quien agregó que, si llega a ocupar la
primera magistratura de su entidad, invitará al diálogo ‘a los rebeldes
discípulos de mi amigo Genaro Vázquez Rojas… emplearé la persuasión en
lugar de la persecución: no para vencer, sino para convencer a Lucio
Cabañas”, se publicaba en El Heraldo, el 3 de mayo de 1974.
El encuentro entre Figueroa y Cabañas, tuvo como antecedente una intensa
relación epistolar que se llevó a cabo por medio del profesor Inocencio Castro
Arteaga y Luis Cabañas Ocampo tío de Lucio. Ellos fueron los enlaces entre la
guerrilla y el senador por Guerrero.
De hecho, Rubén Figueroa hizo numerosos esfuerzos para entrevistarse con
Lucio Cabañas, el primero fue buscar a Inocencio Castro Arteaga a quien le
pidió que sirviera de enlace con la guerrilla, porque quería hablar con Lucio
para que dejara las armas y se incorporara a la lucha política legal en aras de la
paz social en el estado. Castro Arteaga tal vez accedió a servir de
intermediario pensando en la paz de la región y por eso subió a algunos
pueblos de la sierra y escaló montañas buscando el campamento para
establecer contacto con Lucio para informarle de las intenciones de Figueroa.
Lucio e Inocencio eran amigos desde que formaron parte del comité cívico de
la escuela Normal de Ayotzinapa.
También sacó de la cárcel a Luis Cabañas Ocampo quien estaba prisionero en
Campo Militar Número Uno y lo comisionó para que buscara a Lucio y lo
convenciera de la entrevista.
Años después el ya gobernador de Guerrero Figueroa relataría a Luis Suárez
que “un par de años antes de lo ocurrido yo escribí una carta a Lucio
Cabañas... y me valí de un profesor conocido, con quien yo tenía trato cordial,
el profesor Inocencio Castro. Y por su conducto envié la carta a Lucio, donde
le decía que, igual que lo intenté con Genaro Vázquez Rojas, que, si era mi
amigo, me ponía a sus órdenes por si quería un diálogo relativo a su inquietud
y a las de sus seguidores [...] Me contestó de palabra, por el mismo conducto
de Inocencio, que no quería diálogo con un gobierno encabezado por Luis
Echeverría, poniendo calificativos que no le corresponden. Fue en forma
despectiva e hiriente así acabó con el primer contacto”.
Fue en la reunión de noviembre de 1972, cuando representantes de varios
grupos armados subieron al campamento “El Venado” ubicado en el Cerro del
Zanate donde llegó Inocencio Castro Arteaga, como representante del
Movimiento Revolucionario del Magisterio, con una carta de Rubén Figueroa
dirigida a Lucio Cabañas en la cual planteaba la posibilidad de una entrevista,
la propuesta fue rechazada contundentemente. Porque “en esos momentos no
había interés alguno de un acercamiento con una persona non grata. A pesar
de la negativa de los brigadistas, el senador no desistió en llevar a cabo su
propósito, para esto se hizo valer de la relación que tenía con, nada menos, dos
familiares de Lucio Cabañas. Luis y Pascual Cabañas, ambos tíos del
guerrillero, quienes estaban dispuestos en servir como correos entre ambos
personajes”, relata Eneida Martínez en su tesis, Los alzados del monte.
Historia de la guerrilla de Lucio Cabañas.
 Incluso la misma Margarita Cabañas intervino para que la entrevista se
llevara a cabo, dice Pedro Martínez Gómez.
Una de las misivas que Rubén Figueroa mandó a la Brigada –a través de Luis
Cabañas– fue durante el periodo que Carmelo Cortés Castro estaba a la cabeza
de la dirigencia, pues Lucio estaba en ciudad de México. La visita del
mensajero a la sierra, provocó disgusto entre los miembros, principalmente de
la dirección, porque veían el peligro de recibir a una persona, nada menos, al
servicio del mayor cacique de la entidad. Por otro parte, Luis Cabañas llegó
con la misma familiaridad, con la que siempre llegaba cuando estuvo su
sobrino, pero éste no fue bien recibido
De acuerdo al testimonio de Pedro Martínez, entrevistado por Eneida, ese día
no tuvo éxito Luis, porque cuando estaba Lucio platicaban ampliamente y esa
vez tajantemente se le dijo que con Figueroa no se quería ningún vínculo y
además se le dijo a Luis Cabañas que ya no volviera.  Se le dio a entender que
si seguía yendo con esas propuestas podría tener problemas. Se dice que ese
día Luis estuvo a punto de ser ajusticiado por la guerrilla que le tenía
desconfianza por el peligro de que guiara a los agentes del gobierno hasta el
campamento.
Aquí queda claro, que por parte de los brigadistas jamás hubo interés en tener
un encuentro con Rubén Figueroa, pues el haber querido tratar con él para
resolver los problemas que habían provocado el levantamiento armado
significaba ir contra la lucha emprendida por el Partido de los Pobres.
Además, la historia de los movimientos sociales les había enseñado a los
guerrilleros que el tener trato con el poder político, casi siempre, significó la
traición por parte de éste: “Lucio jamás iba a querer tratos de esa naturaleza
(…) no había interés (…) precisamente porque teníamos conocimiento de la
historia, ¿no?, Jaramillo, Zapata y todos los líderes, que cuando accedieron
fueron traicionados (…) además que uno conocía ya históricamente el papel
que habían jugado los Figueroa con Zapata (…) Y lo de Jaramillo con López
Mateos quedó muy marcado y nadie iba a aceptar, yo siento que Lucio no iba
a aceptar y no iba a entrar en ese tipo de negociaciones, porque además en la
Brigada había mucho convencimiento de que eso no eran soluciones”, sigue
Pedro Martínez.
Pero en marzo de 1974 Figueroa volvió a insistir por medio de recados
verbales que enviaba por medio de Pascual y Luis Cabañas a quienes les había
hecho regalos. Se habla de un Volkswagen a cada uno y la promesa de puestos
cuando fuera gobernador, si lograban la entrevista. Por eso Pascual y Luis
volvieron a solicitar en abril la entrevista.
Durante este periodo, llegó Luis Cabañas Ocampo, tío de Lucio hasta El Salto
Chiquito, donde acampaba la guerrilla reiterando la propuesta. También fue
rechazada. Luis regresó luego con otras cartas y finalmente la dirección del
Partido de los Pobres, en la primera semana de abril, aceptó la entrevista. El
12 de abril los dirigentes guerrilleros enteraron al resto de los combatientes la
existencia de un Plan Grande. “Sólo estábamos enterados: La Dirección,
‘Ricardo’ (a) ‘La Chichalaca’ y yo que éramos los que salíamos a dejar las
cartas para Figueroa, y a veces hasta esperábamos la contestación”, escribe un
guerrillero en “Diario de un combatiente II” en el libro Papeles de la sedición
o la verdadera historia político militar del Partido de los Pobres, compilado
por Francisco Fierro Loza.
Les informó que el “Plan grande” estaba en puerta sin decirles de que se
trataba. Era una actividad que tal vez duraría de tres a seis meses, “incluso un
año y exigía que los compañeros transitorios que por regla general
permanecían en la guerrilla como mínimo 3 meses, dijeran que, si iban a
aguantar como los compañeros fijos”, dice la versión oficial de la guerrilla en
el libro Lucio Cabañas y el Partido de los Pobres. Una experiencia
guerrillera.
Sobre el tema don Simón Hipólito entrevistó a un guerrillero cercano a Lucio
que dice: “A principios de mayo de 1974 volvió a insistir Figueroa en la
entrevista, Pascual, Luis y un profesor enviados por el candidato del PRI
llevaron la comisión al campamento. Entonces, por medio de un contacto
quedamos de notificarle la resolución de la brigada… Nosotros vimos que a
fines de mayo era el tiempo ideal, ya que llega el tiempo de las aguas,
reverdece la vegetación, los ríos crecen y las nubes permanecen casi todos los
días en los cerros, con lo que es más fácil encender la lumbre para preparar
alimentos, ya que el humo se confunde con ellas… Con la vegetación
reverdecida podíamos desplazarnos hasta en las narices de los guachos”.
Figueroa diría a Luis Suárez que después de una entrevista al
periódico Excélsior donde expresaba su disposición al diálogo con la guerrilla,
recibió una carta de Lucio manuscrita donde le decía que él era el candidato
más viable para Guerrero y que lo invitaba a platicar.
Lucio le envió el 20 de abril de 1974, una carta a Luis Cabañas Ocampo en la
que le dice “Como te habrás dado cuenta, no queríamos entrevista con nadie
del gobierno, pero ahora te aviso que decidimos entrevistarnos con Figueroa
para ver si durante su gubernatura en Guerrero, podemos lograr algunas
ventajas para la población civil”.
En otra carta del 9 de mayo, Lucio Cabañas Barrientos le dice al senador
Rubén Figueroa Figueroa: “Recibimos la copia de la contestación que nos
dirigió usted, indicándonos la posibilidad de entrevistarnos con su persona y
que el señor Inocencio Castro es de confianza para el gobierno como
contacto”. En ese mismo texto da las cinco condiciones.
La entrevista se realizaría el 25 de mayo. “Las fuerzas armadas del gobierno
deben retirarse ocho días antes de la entrevista y regresar ocho días después
cuando menos. Deben retirar al ejército, la policía judicial y el servicio
secreto. La policía municipal deberá acuartelarse en su respectiva cabecera
durante el retiro en los cuatro municipios que son San Jerónimo, Tecpan,
Atoyac y Coyuca de Benítez”.
“Debe usted venir en camioneta o coche, de contraseña traerá dos moños rojos
de trapo; uno colocado sobre la caseta y el otro sobre la parte delantera o
cofre; en caso de ser rojo el vehículo, los moños deben ser color blanco”. La
cita era a las ocho de la mañana en la Y griega de Atoyac, podía llevar hasta
cuatro personas con él, entre ellos alguien que pudiera tomar nota en
taquigrafía de las discusiones y acuerdos. Firman por la Brigada, Lucio
Cabañas Barrientos, Agustín Álvarez Ríos, Isidro Castro Fuentes, Enrique
Velásquez Fierro y José Luis Orbe Diego.
“Le dije al señor general Cuenca, Secretario de la Defensa, sobre la condición
de retirar las fuerzas. El general me dijo: ‘¿Cómo le va hacer caso a un
bandido? El Ejército Nacional no puede estar sujeto a los requerimientos de un
hombre que está fuera de la ley, de un forajido’ El general Cuenca fue
inflexible en no acceder. Me dijo que yo iba a tratar con bandidos y que por
eso tendría un saldo negativo. No me quedaba, pues, más remedio que
renunciar, pues no se cumplirían las exigencias de Lucio”, dice Figueroa en la
entrevista con Luis Suárez publicada en el libro Lucio Cabañas. El guerrillero
sin esperanza.
Figueroa contestó por medio de Inocencio y de Luis Cabañas que había
fracasado en su gestión para el retiro de las tropas. Pero la respuesta de la
Brigada Campesina de Ajusticiamiento fue posponer la entrevista para el 30
de mayo.
II

El 28 de mayo de 1974 en el campamento de Los Alacranes, la guerrilla inició


la preparación de mochilas para abandonar el lugar y llevar a cabo “El plan
grande”. Desde ese paraje las comisiones se desplazaron hacia la ciudad. El
combatiente Carlos buscaría dos choferes, para mover una camioneta con
víveres y Sabás haría el primer contacto con Rubén Figueroa en San
Jerónimo.

Marcelo Serafín Juárez, Roberto; fue detenido el 2 de diciembre de 1974. En


El Otatal, después del combate en que murió Lucio Cabañas. Hasta la fecha
está desaparecido.

En el libro Lucio Cabañas y el Partido de los Pobres. Una experiencia


guerrillera, un combatiente, al que le dan el seudónimo de Juan, y del que
queda claro se trata del mismo Carlos, explica: “El 28 de mayo se me
comisiona para salir al medio urbano con el fin de conseguir una camioneta y
dos choferes y subir el 30 de mayo por la carretera que va de Tecpan al
Aguacatoso-Cabeceras, llevaría bolillos y queso para los compañeros de la
comisión que marcharían hasta un lugar de la carretera para ‘recibir’ al viejo.
Yo tendría que salir temprano, ir atento viendo la carretera hasta encontrar una
contraseña que consistía en dos varas atravesadas en la carretera, ahí estarían
los compañeros, me bajaría con un chofer y el otro se regresaría con la
camioneta. Por esa misma carretera subiría más tarde el compañero Sabás con
los ‘visitantes’”.
Ese mismo día 28 de mayo la guerrilla avanzó hacia lo profundo de la sierra,
donde se dividió en dos grupos: uno de 26 miembros fue a esperar a Figueroa
en la brecha que conduce al Aguacatoso y el otro con un número mayor se
dirigió al norte para ubicar un punto de reunión. “Se presentaba la caída de la
tarde, cuando la guerrilla empezó a escalar la montaña con grandes cumbres,
las cuales hacían pesado el avance. Decidimos pernoctar a orillas de un
arroyuelo y pasar ahí la noche para continuar al día siguiente. Agotados por el
cansancio, se gozó de dicho descanso, el cual todo mundo aprovechó a sus
anchas”, asentó Francisco Fierro Loza en el texto La verdadera historia de un
secuestro.
Mientras el grupo mayoritario iniciaba su marcha para cumplir con su tarea, el
grupo de los 26 a pasos forzados avanzó toda la noche del 29 de mayo, para
llegar al amanecer a orillas del río Tecpan, mismo que corre paralelo a la
brecha por la que llegaría el precandidato a la gubernatura con su manojo de
propuestas para que Lucio abandonara las armas.
Por su parte Rubén Figueroa salió, de las instalaciones de Autotransportes
Figueroa ubicadas en Acapulco, a bordo de una combi roja propiedad de la
Secretaría de Agricultura, adscrita al Centro de Investigaciones de Iguala.
Inocencio Castro le había informado que Lucio Cabañas estaba enfermo y
cansado, por eso el principal cacique de Guerrero pensaba que “valía la pena
verse con él y tratar de llevarlo al terreno de la paz social”, diría después el
también senador. Para que fuera parte de su comitiva invitó a su sobrino
Febronio Díaz Figueroa, de 54 años, porque era profesor universitario de
marxismo y consideró que le podía ser útil en las discusiones con Lucio.
Figueroa dijo a Luis Suárez que le preguntó a Inocencio Castro, “cuando ya
me trajo la última comunicación de Lucio, si no caería yo en una celada. De
ninguna manera, me dijo. Añadió que Lucio tenía confianza en mí para
abanderar la vida nuestra”. Con el tiempo sabemos que Inocencio, no era
ajeno a los planes que tenía Lucio para con Figueroa.
Eran las 7: 45 de la mañana cuando el vocal ejecutivo de la Comisión del
Balsas abandonó la casa que tenía al interior de la compañía de transporte en
Acapulco, en el camino se detuvo para colocar los moños blancos a la
camioneta, esa era la contraseña para que lo identificara la guerrilla. Ernesto,
el chofer que llevaba, se quedó en el entronque de San Jerónimo y Febronio
tomó el volante.
El primer contacto entre la gente de Lucio y Figueroa se dio el jueves 30 de
mayo de 1974 en la vía que conduce de San Jerónimo a El Ticuí cerca del
crucero con la carretera Acapulco-Zihuatanejo. A las 9 de la mañana llegó el
senador y sus cuatro acompañantes, su secretaria Gloria Brito que iba para
tomar nota de los acuerdos en taquigrafía, Febronio Díaz Figueroa el asesor de
marxismo y dos tíos de Lucio, Luis Cabañas Ocampo y Pascual Cabañas
Ocampo que habían servido como enlace para la entrevista.
Luis Cabañas Ocampo que había sido el principal líder de Los Cívicos en
Atoyac, únicamente tenía un pulmón, el otro se lo habían quitado en la ciudad
de México, mediante una operación quirúrgica y se sofocaba al caminar, por
eso muchas personas, que lo conocieron, dudan que haya andado en la sierra
secuestrado con Figueroa y creen que todo fue un arreglo para aumentar la
popularidad de “el viejo” dado que era precandidato a la gubernatura.
Figueroa recodaría después ante Luis Suárez que: “Como al cuarto de hora
pasó un coche de sitio de San Jerónimo, donde iban el chofer y otra persona.
Pasó. Pero a los 400 metros se detuvo. Bajó una persona. Un hombre
chaparrito que llevaba en la mano izquierda una rama verde. Era el enlace.
Subió a la camioneta. Esa persona esa Sabás, nombre que tenía en la guerrilla,
y que era conocido de Luis y de Pascual Cabañas. Ellos sabían quién era en
realidad Sabás”. Se trataba de Sixto Serafín Castro, pero él prefería que le
llamaran Sixto Huerta, nació el 6 de agosto de 1936, en El Porvenir y su
seudónimo en la guerrilla era Sabás y era uno de los guerrilleros más
comprometidos del Partido de los Pobres.
Después de que Sabás subió a la camioneta enfilaron en dirección a Tecpan de
Galeana y de ahí rumbo a El Aguacatoso, deberían pararse donde encontraran
una rama verde atravesada en la carretera, pero al grupo que los esperaba se le
olvidó poner la señal y tuvieron que irse de paso hasta lo alto de la sierra.
Mientras ellos iban en camino, para los 26 guerrilleros que los contactarían,
“transcurrían las primeras horas del día 30 de mayo de 1974, cuando se
buscaba el lugar adecuado para colocarse cada uno en su puesto, a manera de
emboscada, por la desconfianza que se tenía a la llegada de Figueroa”,
comenta Francisco Fierro Loza.
El tiempo pasaba. El comando de los 26, en sus puestos de combate,
permanecía atento al reloj para checar la llegada a la una de la tarde, hora
precisa de establecer el contacto. A esta hora había inquietud y desconfianza
de que pudiera llegar Figueroa; todo era esperar. Los carros seguían pasando y
no se lograba ver la camioneta roja o blanca con las respectivas contraseñas.
Narra Juan: “El 30 de mayo salimos el chofer que conducía la camioneta, el
otro chofer y yo. Caminamos una hora, dos horas, tres horas y nada de
contraseña. Llegamos a un pueblo llamado El Aguacatoso, había ahí una
cadena que impedía el paso, porque el aserradero que ahí había estaba
embargado, precisamente por Figueroa; vino una persona, quitó la cadena y
pasamos, seguimos caminando otro rato hasta llegar a otro pueblo, llamado El
Seco, sin encontrar la contraseña. Emprendimos el camino de regreso,
pasamos por Aguacatoso y más adelante encontramos una combi, ahí venía el
viejo, Febronio, Gloria, Pascual y Luis, los traía el compañero Sabás. En
cuanto reconocí al compañero brinqué de la camioneta (…) Le dije que
tampoco había encontrado la contraseña”
“Nos pusimos de acuerdo de que diéramos otra vuelta a El seco, bajamos las
cosas, el chofer (que al parecer era Inocencio Castro) se fue con la camioneta
y junto con el otro chofer nos subimos a la combi. Ahí iba al volante Febronio,
a un lado Figueroa, atrás Gloria, Pascual y Luis, me subí junto al viejo para en
el trayecto ver mejor la contraseña. Pasamos por el Aguacatoso, llegamos al
Seco sin encontrar nada. Nos bajamos de la combi un rato. Ahí estaba un
rebaño de chivos, Figueroa intentó agarrar uno, el chivo se le fue sobre él
envistiéndolo, cayó al suelo, Pascual corrió a levantarlo, le sacudió la ropa”.
Por su parte Figueroa recordaba “penetramos a una brecha que conduce al
ejido de Pitos, Pitales y Letrados, donde está la explotación maderera de
Alcibíades Sánchez. Por cierto, a este Alcibíades yo, en mi calidad de
presidente del consejo de administración de la Descentralizada Forestal
Vicente Guerrero, le había ordenado un embargo de su madera que tenía en el
paraje del Aguacatoso, a donde llegamos ya en la sierra alta. Siguiendo la
brecha, a unos 25 kilómetros, se pasaba el poblado de Letrados, luego el de
Pitos o Pitales, no recuerdo bien, y finalmente El Aguacatoso, donde había
una cadena con un candado para impedir el acceso a la madera de Alcibíades.
Pedí permiso a los campesinos y a pie llegué al lugar sin encontrar a Lucio.
Pero antes, entre Pitales y El Aguacatoso nos habíamos encontrado una
camioneta Pick Up verde, nueva, Ford, que retornaba. Iban un chofer y un
joven estudiante (calidad que supe luego) de una de las escuelas vocacionales
de Instituto Politécnico Nacional de México, sobrino de Lucio, de apellido
Iturio, de 16 o 17 años, muy ágil. Este traía un bolso grande, de ixtle, lleno de
tortillas. Al encontrarse con nosotros reconoció a los dos Cabañas, a quienes
llamó tío. Ese joven se pasó a nuestra camioneta ‘combi’. Traía instrucciones.
Pero nos confesó que no había encontrado la huella prevista para proceder al
encuentro con Cabañas. Sin embargo, dijo que siguiéramos así, aclaró,
llegamos con este joven a El Aguacatoso, y fue cuando vimos la cadena, etc.
Entonces pasamos a pie por una brecha hasta un paraje muy lejano, donde
vivía una mujer con sus hijitas, y con unos chivos. Era una casa aislada. El
lugar mismo muy aislado en lo alto de la sierra”.
 “Serían las once y media de la mañana. Regresamos a pie a El Aguacatoso.
Nos encaminamos a una tiendita a tomar un refresco. Yo sentía preocupación
de que con tantas vueltas y revueltas se nos acabara el combustible. Pero
advertí que abajo había dos camiones, en un pobladito que allá se divisaba, y
propuse que fuéramos a verlos. La combi nos acercó hasta donde era posible y
me acerqué a pie a los camiones. Dije a los choferes que nos vendieran veinte
litros de gasolina, al precio que ellos quisieran. Los choferes estaban
desollando una puerca que daba algunos gritos… Me dieron 20 litros de
gasolina y les di 500 pesos. Puse el combustible a la camioneta. La señora que
despachaba los refrescos estaba quejosa. Ella no me reconoció, pero decía que,
por causa del Ing. Figueroa, que había dispuesto el embargo, los trabajos
estaban parados y a ella no le compraban. No me identifiqué y volví a la
camioneta para regresar por el camino que ya había hecho”. 
“Emprendimos el camino de regreso, pasamos por El Aguacatoso, ahí el viejo
compró 30 litros de gasolina y dio 500 pesos por ella. Salimos de ese lugar,
situado en lo más alto de la sierra, empezamos a bajar (…) de pronto en la
carretera vemos una rama atravesada, Febronio frena, nos bajamos Sabás y yo,
chiflamos y luego contestaron la contraseña”, dice Juan.
Llegó la una de la tarde, que era la hora definitiva para contactar a Figueroa y
compañía. Sin embargo, la desesperación y el desaliento hicieron crisis entre
los guerrilleros al grado que decidieron abandonar sus puestos de emboscada.
Ya fuera del terreno del peligro, como a la una y veinte minutos
aproximadamente, se escuchó el ruido de un Volkswagen que pasó rápido, sin
detenerse. En una curva lejana divisaron una combi color naranja que
avanzaba en dirección a El Aguacatoso.
“Con la sospecha de que pudiera ser Figueroa, nos detenemos un rato. En
estos momentos se pensaba en todo: que podía ser Figueroa o una exploración
policíaca, pero además se había cometido el error de no tirar la rama verde a la
carretera, que era la contraseña convenida. Sin embargo, inicia la discusión
sobre si nos quedábamos a esperar más aún, en contra de las reglas
disciplinarias…Unos éramos de la opinión de que se habían cometido muchos
errores; por ejemplo, que se había esperado más del tiempo convenido y si
bien es cierto todo podía salir bien, debíamos en estos casos ser rígidos, de lo
contrario, se tomaría como costumbre siempre arriesgar un poco. Lucio, por el
contrario, tenía el hábito, en esos casos, de romper con la disciplina que debe
tener la guerrilla”, dice la versión de Fierro Loza.
Se dice que la mayoría optaba por alejarse del lugar, pero proponía que antes
había que buscar comida, porque la camioneta con los víveres tampoco
llegaba. Pero a pesar del acuerdo de alejarse del lugar en busca de alimentos,
hubo quienes, como Ramón y Daniel, que se auto propusieron para quedarse
de manera voluntaria a checar el regreso combi para corroborar si era
Figueroa.
Después de haber pasado un corto tiempo se escucharon silbidos de los dos
guerrilleros que se habían quedado del otro lado del río, en espera de hacer
contacto. Se informó al resto de la guerrilla que Figueroa ya estaba poder del
Partido de Los Pobres. Lo habían contactado cuando regresaba de El
Aguacatoso, como a las cuatro y media de la tarde.
III

Dos guerrilleros con rifles y mochilas que surgieron del monte fueron el
comité de bienvenida para Figueroa. Luego que se dio la contraseña salieron
de la maleza otros 12 hombres armados con M-2 y FAL. Más tarde llegarían
los demás hasta completar los 26 que componían la comisión de contacto con
el futuro gobernador del estado.
Isaías Martínez, Enrique; el senador Rubén Figueroa Figueroa, Sixto
Serafín Castro, Sabás; la mañana del 31 de mayo de 1974 en el cerro
arriba de la comunidad de Los Letrados en la sierra de Tecpan.
Foto tomada por Gloria Brito Pliego.

Con la llegada del senador, la mayor parte de la comisión se concentró en la


orilla de la carretera, “de donde se iniciaría la caminata al fondo de la sierra”,
comenta Francisco Fierro Loza. Al llegar Figueroa, Gloria Brito, Febronio
Díaz, Pascual Cabañas y Luis Cabañas; todos fueron saludados de mano por
los miembros de la Brigada Campesina de Ajusticiamiento.
Pero a pesar del tono cordial con el que se dio el encuentro, lo primero que
hicieron los guerrilleros fue desarmar a los recién llegados. Pedro Hernández
Gómez, Ramiro les preguntó que armas portaban y comenzó a recogerlas, les
dijo que las devolverían cuando se fueran, que se trataba de una costumbre de
la guerrilla. Figueroa protestó, “no venimos en son de guerra, sino de paz.
Tanto derecho tienen ustedes como nosotros. Pero no vamos a discutir”, dijo.
Luis Cabañas estregó una pistola calibre 45, Figueroa una 380 y en la combi
llevaban una escopeta recortada calibre 12 que también les fue recogida. Pero
Gloria Brito se quedó con un arma de fuego calibre 9 milímetros en su bolso
de mano. Los guerrilleros sabrían esto después porque cometieron el error de
no revisarla. Por ser mujer la creyeron inofensiva.  
“Figueroa preguntaba por Cabañas con gesto de sospecha de que algo andaba
mal, dándosele la respuesta adecuada: que Lucio tenía que llegar
posteriormente a un lugar al cual se caminaría para iniciar la entrevista. Lucio
no se encontraba a lejana distancia, pero no se acercaba porque Figueroa se
pondría intransigente pidiendo que se iniciara la plática en este lugar”, escribió
Fierro Loza.
De manera rápida se iniciaron los viajes en la camioneta trasladando la gente a
Los Letrados. En el primer traslado se fue al volante Febronio, iban con él
Pascual, Luis y algunos combatientes. El chofer de la guerrilla trajo la combi
de regreso e hizo los otros dos viajes. Los integrantes de la comisión que iba
con Figueroa comentaban con gusto su visita a la sierra, y su interés de
escribir acerca de su experiencia. En el segundo viaje se fue el viejo cacique y
otros guerrilleros que ya conformaban su escolta. Así llegaron a un arroyo
donde Figueroa quedó custodiado por algunos combatientes. Ahí, en este
lugar, fuera de la carretera, se descansó, mientras el chofer continuaba
trayendo a sus otros compañeros. En el último viaje, “nos vamos Mano
Negra, Sotero, Lucio, Sabás y yo. Llegamos al lugar y se le dieron
instrucciones al chofer para que se llevara la combi lejos de ahí”, dice un
guerrillero en el libro Lucio Cabañas y el Partido de los Pobres. Una
experiencia guerrillera en México. Que es la versión oficial del Partido de los
Pobres sobre el movimiento.
Mientras Figueroa esperaba en ese arroyo, obscurecía. El senador se
desesperaba por la ausencia de Lucio, quien iba a corta distancia. Desde ese
arroyo se reinició la marcha a donde se dio la cena. Fue a poca distancia bajo
un gigantesco árbol de tupido follaje que a la luz de la luna proyectaba una
gran sombra. En este lugar se agudizó la desesperación de Rubén Figueroa.
Se comunicaba con los guerrilleros a través Pascual y Luis Cabañas, que se
acercaban constantemente a preguntar dónde estaba Lucio, cuándo llegaría, si
estaba lejos, porque el senador tenía que regresar pronto a la ciudad. La
respuesta era que Lucio estaba lejos, pero que pronto llegaría.
Figueroa dijo a Luis Suárez en el libro Lucio Cabañas. El guerrillero sin
esperanza, “otra vez en marcha. Ya eran las seis de la tarde. Nos
encaminamos adelante de Letrados, transportándonos todos en tres viajes de la
camioneta hasta llegar a un alambrado… A pie seguimos por la margen de un
riachuelo y llegamos hasta un árbol majestuoso, de esos que tienen nuestras
selvas, cuando se acercaban las sombras de la noche. En torno del tronco
había un verdadero colchón de hojas. Esperamos hasta la siete de la noche en
que llegó Lucio”.
Cuando el líder del Partido de los Pobres se presentó dónde estaba Figueroa se
provocó una gran algarabía. Febronio Díaz dijo a la revista Proceso el 30 de
noviembre de 1992, que Lucio llegó a las siete de la noche con doce
muchachos al lugar de encuentro. A su llegada Lucio lanzó un grito: “La lucha
por el socialismo es irreversible”.
Al ver llegar a Lucio el senador exclama: “¡Ese mí querido Lucio! ¡Cuánto
gusto de verte! Camina y lo abraza”. Lucio ni siquiera se mueve, está con los
brazos hacia abajo. Dice la versión oficial de la guerrilla que “inmediatamente
fija su posición ante el viejo, diciéndole que pertenecen a dos mundos
opuestos que son enemigos irreconciliables”.
Lucio le dijo a Figueroa: “‘Señor senador: venía yo preocupado porque por
radio me estaban informando que usted estaba impaciente. Pero, qué hacer.
Tengo tres días y tres noches caminando para esta cita. No pude más que
acelerar el paso y aquí me tiene usted a sus órdenes’. Me dio la mano. Lucio
no tenía radio, ni nada de eso. Nos quiso apantallar. Se presentó con un grupo
de unos doce muchachos. Entonces llegó el momento de vernos las caras, de
conocernos, pues. Con una lámpara eléctrica de pilas me echó el haz de luz a
la cara y así me vio creo yo que por primera vez. Entonces yo le pido a uno de
sus hombres la lámpara e hice lo mismo sobre el rostro de Lucio. Así nos
conocimos aquella noche en el punto aislado de la sierra. Lucio habló con sus
dos tíos, mis acompañantes”, platicó Figueroa a Luis Suárez.
Figueroa invitó a Lucio a sentarse para que cenara e insistía en la
conversación diciéndole a Cabañas que él deseaba que saliera de la sierra para
que se distrajera. Todo eso quedó registrado en una grabadora. Al avanzar la
noche, todos los guerrilleros se dispusieron a dormir, se les proporcionó
cobijas y hamacas a Figueroa y sus acompañantes, Lucio y otros brigadistas
durmieron en el suelo. “Pero como era tarde nos fuimos acostar. A mí me
pusieron una hamaca a unos cuantos metros de Lucio, que se acostó en el
suelo”, diría Figueroa siendo ya gobernador del estado.
El 31 de mayo de 1974, en sus primeras horas del día, Figueroa y su comitiva
se pararon muy temprano para saber cuál sería el desenlace de su visita. Lucio
se levantó más tarde. Al verlo, Figueroa lo saludó a gritos, lo llamó
comandante, se acercó para tratar de entablar conversación; en seguida le dijo
que le llevó a regalar una buena grabadora y una cámara Polaroid, con la que
en ese momento Gloria Brito tomó la foto donde aparece Figueroa con Sixto
Huerta, Sabás, por un lado y por el otro Isaías Martínez, Enrique. Le rogó a
Lucio para que se tomara una foto con él, pero el jefe guerrillero no aceptó.
Además de la grabadora y la cámara Polaroid, Figueroa llevó de regalo una
mochila, que dijo le había regalado un embajador gringo y Lucio en torno
burlón, comentó: “entonces la vamos a llamar la imperialista”. Lucio ni
siquiera hizo caso de los regalos, los tomó y luego los pasó a los demás
compañeros.
“Con las luces del alba nos vimos Lucio y yo frente a frente. Entonces le
regalé una cámara fotográfica Polaroid con la cual se tomaron las fotografías
donde aparezco con él y otros, y una grabadora la cual registró la
conversación; la discusión que entonces tuvimos como comienzo del diálogo”.
Al recibir la grabadora que le llevó Figueroa, Lucio elogió la que ya tenía,
“Esta registra hasta los cánticos de los gallos. Todos mis actos están
grabados”.
Esa mañana fue la primera en que Figueroa compartió con los guerrilleros el
té, que se hacía con hierbas aromáticas de la sierra. El primer día también
hubo queso con tortillas, después el senador comería, aunque los guerrilleros
no.
El tiempo transcurría para Figueroa tratando de convencer a Lucio para iniciar
las pláticas. Esa mañana del 31 de mayo, bajo aquel árbol de verde follaje
Lucio y Figueroa se apartaron por momento del grueso de la guerrilla, que
aprovecha el senador para proponerle: “Lucio, puedes irte a la ciudad; ten la
seguridad que allá tendrás la mejor casa en una de las colonias más lujosas,
carros a tu disposición, dinero, mujeres y todo lo que necesites”.
Al poco rato llegó el desayuno, lo mejor que pudo conseguirse; pero la
inquietud de Figueroa provocaba que su comida estuviera amarga; siempre
estaba acosando a Lucio para que dialogaran y éste lo eludía, argumentando
desacuerdo en los temas a tratar. Después del desayuno todos abandonaron
aquel árbol. Se avanzó de prisa, antes que la lluvia los alcanzara. Después de
pasar por las pequeñas cuadrillas de Pitos, Pitales y Letrados inicia la cumbre
que ya es parte de la sierra cafetalera, donde están unas pequeñas casas de
cartón que sirven de campamentos temporales a los dueños de las huertas de
café en tiempo de cosecha. En este pequeño caserío vivían unos campesinos
de apellido Mata en cuyos terrenos se iniciaron las pláticas.
 “Salimos de ese campamento, caminamos por todo un arroyo para arriba,
hasta llegar al lugar donde se llevaría a cabo la plática. En un campamento de
huerta de café se realizarían; cerca de ese lugar se encontraban ya los demás
compañeros de la Brigada que componían la retaguardia”, se lee en el
libro Lucio Cabañas y el Partido de los Pobres. Una experiencia guerrillera
en México.
Las horas del día 31 de mayo declinaban cuando la plática oficial se inició.
“Figueroa proponía que dejáramos las armas, que nos bajáramos de la sierra,
que él nos daría trabajo y que siguiéramos a lucha estando en la ciudad por los
marcos democráticos que registráramos al partido”.
Lucio contestó que la lucha por la vía legal ya no era posible, que la burguesía
los había obligado a tomar las armas. Ante esta negativa el viejo Figueroa
propuso que no se bajaran de la sierra que siguieran ahí y que mensualmente
les pasaría 75 mil pesos para el sostenimiento de la guerrilla, pero que ya no
atacaran al Ejército y las acciones estarían supeditadas a lo que él dijera.
“El viejo nos amenazó diciendo que por ese camino, o sea el de la lucha
armada, no íbamos a llegar muy lejos, que nos iban a meter boinas verdes, que
nos iban a meter perros, que nos iban a meter expertos antiguerrilleros, que la
CIA iba a intervenir y por último sentenció: -¡me corto el cuello si Estados
Unidos permite otro país socialista en América Latina!”, cuenta un guerrillero
sobreviviente de aquella experiencia.
Febronio dijo que Figueroa le propuso a Cabañas: La posibilidad de secar el
tular y entregarle esa tierra a su gente para que la explotara. La liberación de
algunos presos políticos. La aportación de cien mil pesos anuales para sostener
la organización.
Fue al llegar la discusión al tema de los presos políticos cuando las cosas se
trabaron. De inmediato Figueroa pidió a Lucio la lista de los presos políticos
del país, aun cuando decía no garantizar la libertad de todos. Parecía que el
senador pensaba volver a tener otra entrevista y llevar alguna respuesta
concreta sobre el tema. Haciendo alusión a los presos de Guerrero, se
comprometió a revisar los procesos y sacar al que estuviera por delitos
políticos, pero no a los que se les siguieran procesos del orden común. El
priísta dijo que no podía sacarlos a todos, que podría sacar a los que estaban
en las cárceles de Guerrero, pero hasta cuando fuera gobernador. Ofrecía sacar
de la cárcel a Pablo Cabañas y algunos familiares de Lucio como Bertoldo
Cabañas y Manuel García Cabañas.
Fue cuando Lucio le soltó definitivamente lo que ya Figueroa esperaba oír y
para lo que la Brigada Campesina de Ajusticiamiento se había preparado: “Yo
creo que los presos no nos los van a dar tan fácilmente, así es que usted se
queda detenido hasta que nos los den”. El viejo cacique estalló y gritaba
rabioso: “No te vas a cubrir de gloria Lucio, recapacita, es un error el que
estás cometiendo, si me consideras un traidor ordena a tu guerrilla que me
fusile, sería un honor para mí”. Así quedaron todos retenidos, y mientras el
precandidato a la gubernatura rumiaba su error, la dirección de la brigada
organizaba las comisiones para negociar su rescate.
II

Lucio Cabañas grababa todos sus discursos. Antes que el senador Figueroa
cayera en sus manos. El guerrillero marcó su postura en una de las reuniones
efectuadas en la sierra. “Echeverría para no estar mandando gente que esté
siempre acá mejor va a poner uno de los suyos y va a poner a Rubén Figueroa,
el senador ese, pariente de aquellos Figueroa que traicionaron a Zapata”.
Francisco Fierro Loza, Chon; era originario de El Porvenir
Municipio de Atoyac.

“Ahora Rubén Figueroa es zapatista, como Echeverría. Los que mataron a


Zapata, ahora son zapatistas ya que murió, también van a ser genaristas. Ya
Figueroa es genarista, si yo muero mañana también va a ser cabañista.
Entonces esta gente hipócrita así es de por sí”.
“Viene Figueroa y ya viene repartiendo tierritas, rompiéndole un amparo al
mismo gobernador, viene allí peleándose con ciertos ricos, viene hablando
bien de Genaro y viene pidiendo entrevista conmigo en lo personal. Así que
viene un compañero entre comillas, así se les pone a los falsos. Viene un
compañero entre comillas allí, a hablar con los revolucionarios, quiere la paz.
Viene a nombre de Echeverría a ver que quieren los revolucionarios”.
“Este señor viene hacer muchas dádivas al pueblo. Viene repartiendo
máquinas de coser, molinitos y todo lo que está dando para que la gente se
contente y vea que el gobernador es bueno y mucha gente se va a engañar”. En
este discurso Lucio vislumbraba un cambio de política con la llegada de
Figueroa a la gubernatura. “Vamos a sufrir debilitamiento con Rubén
Figueroa, vamos a sufrir debilitamiento en Guerrero, pero en las demás partes
de la república, es fortalecimiento, vamos a crecer el Partido de los Pobres”.
“Entonces nosotros vemos que viene un gobierno reformista que va a respetar
varias libertades nos va a tratar un poquito mejor, es decir no nos va a dar tan
duro, si vino Nogueda Otero y nos dio cinco macanazos hagan de cuenta que
Figueroa nos va a dar tres. Pero nos va a dar, o sea que nos va a fregar ¿no?
Porque toda esa politiquería de servir al pueblo, es para engañar al pueblo y
fregarnos, dejar solo al grupo y fregarnos para eso es”. “Si nosotros nos
dejamos engañar, también se acabó la revolución compañeros. Yo les advierto
que ya mi familia ya está con Figueroa, para que vean que voy bien yo, ¡no, ya
adelantamos!  Ya mi familia Cabañas está con Figueroa, cierta familia no
toda, ya andan allí, de repente ya va a venir un comandante de la judicial
Cabañas, de seguro, o quien sabe qué, pero algo puede haber, un hueso bueno
le va a dar a los Cabañas, y ya me llegó un Cabañas diciéndolos que
abandonemos las armas, ya hasta algunos compañeros hasta lo querían fusilar.
Pero no, no se puede fusilar a un ningún Cabañas mientras no se le
compruebe, mientras la gente no diga que se le fusile, si la brigada dice vamos
a fusilar un Cabañas, no vale lo de la brigada, vale cuando de los barrios se
diga ¿Oyes porque no chingan a ese Cabañas? Cuando nos digan así la gente
en los barrios, bueno pues ni modo ahora sí. Pero que digan nomás porque
aquí la brigadita lo acordó, eso así no se vale compañeros, porque hay que
hacer lo que el pueblo quiere, nosotros que hacemos lo que el pueblo quiere,
pues vamos bien, y hay que hacer siempre eso ¿no? No nada más porque yo lo
pensé muy bien y de acuerdo con mi teoría y que mi planteamiento este ha
traicionado la revolución, o las habrá traicionado muchas veces, pero si el
pueblo no quiere no hay traidor”.
En esta última parte, Lucio se refería a la visita que su tío Luis Cabañas
Ocampo hizo, al campamento de El Salto Chiquito, llevando un recado de
Figueroa y la Brigada en respuesta le respondió que ya no fuera porque de lo
contrario lo iban a fusilar. Muchos guerrilleros consideraban revolucionario a
Luis Cabañas y al ponerse de parte de Figueroa lo acusaron de traidor, por eso
lo querían pasar por las armas.
Pero la postura de Lucio en torno a Figueroa sigue así. “Esa situación de buen
trato que trae Figueroa no nos va a engañar, ahorita parece que se jaló al rector
de la universidad, ya se jaló a varios estudiantes de la universidad, pero no se
ha jalado al estudiantado todavía, el estudiantado está con nosotros y esa es
nuestra garantía, para la lucha dentro de lo urbano, en los pueblos grandes,
contamos con el estudiantado de Guerrero, aunque se vayan los rectores que
quieran con Rubén Figueroa. Aunque se vayan todos los Cabañas, menos uno,
ojalá”.
Así pensaba Lucio del futuro gobernador de Guerrero, en aquellos días
últimos de mayo de 1974 cuando la totalidad de la brigada salió buscando al
senador fuera de su zona de influencia y mientras el grupo de los 26 buscaba
hacer contacto con la comitiva de Figueroa, una numerosa representación de la
guerrilla realizaba una reunión en Los Letrados municipio de Tecpan de
Galeana, donde se habló de la lucha y se trató de concientizar al pueblo.
Al hablar d, Carlos Montemayor consideró que “para Figueroa era posible
negociar con Lucio y concederle un poder regional que fuera compatible con
su poder estatal y Lucio pensó que Rubén Figueroa formaba parte de un poder
monolítico e indisoluble que movería al Estado en su totalidad a negociar por
la conservación y defensa de Rubén Figueroa. Los dos se equivocaron”.
Aquel día en los cafetales de la familia Mata al llegar a la ruptura de
negociaciones. Luego que se dio la declaratoria de que el senador quedaba
retenido hasta que se cumplieran las exigencias de la guerrilla. Se dio una
discusión entre Lucio, Figueroa, Febronio y sus tíos, misma que fue recogida
por diversos testimonios de guerrilleros y por las grabaciones que cayeron en
manos del Ejército y que luego publicó Luis Suárez.
“Después de haber fijado su posición política el Partido de los Pobres,
Figueroa y secuaces se lanzan a pedir reflexiones y clemencia a Cabañas para
que los dejara volver a la ciudad o cuando menos a Figueroa. Decía Luis
Cabañas: Mira Lucio, las cosas se pueden arreglar; el senador habla con la
verdad, por otro lado, considero que tú debes legalizar el Partido de los
Pobres; tú te quedas en la sierra mientras los compañeros del partido luchan en
la ciudad”, asentó Francisco Fierro Loza en el texto La verdadera historia de
un secuestro.
“El viejo no hallaba que proponer, decía que si nosotros nos queríamos que
llegase a gobernador que se sujetaba a los que nosotros dijéramos, que se le
diera permiso para asistir a la asamblea donde se le nombraría candidato a
gobernador del estado para exponer su renuncia; que nada más iba a eso y se
regresaba de inmediato a la guerrilla. En ese momento daba todo”, comenta un
guerrillero en Lucio Cabañas y el Partido de los Pobres. Una experiencia
guerrillera en México.
Luis Cabañas decía: “Mira Lucio estás cometiendo un error, el senador te
sirve más afuera, siendo el gobernador más gana tu partido, puedes legalizar tu
partido”. Reclamaba “por eso nos llamaste a nosotros, yo ni quería venir” e
insistía en legalizar el Partido de los Pobres “Tu haz una planilla para cada
Ayuntamiento, y ya”.
Figueroa le pidió a Lucio que enviara a miembros del Partido de los Pobres
como delegados a la convención campesina del PRI que se pronunciaría por su
candidatura. “mándame tres que no sean de la brigada, que sean muchachos
del Partido” y le ofreció gestionar la libertad de su hermano Pablo que estaba
preso en Sonora.
A Pascual Cabañas le preocupaba la suerte que correría su familia al saberse
del secuestro, “van a creer que Luis y yo vinimos a entregar al ingeniero”.
Lucio apartó a sus tíos y les habla en voz baja buscando liberarlos de
responsabilidades. Pero como estaban las cosas ellos decidieron jugarse la
misma suerte que Figueroa y determinaron quedarse con los demás en la
sierra. Entonces les dijo Lucio, “Claro. Ustedes se quedan todos por parejo y
que no haya sospechas de que aquí Luis preparó esto o que este preparó lo
otro, o que hubo cosas (…) Echeverría si va a creer que estos dos parientes
míos lo vinieron a entregar a usted, pero eso es inexacto”.
Figueroa le decía a Lucio “No hay un hombre importante en México –por
mucho que lo sea- capaz de que un presidente deje en libertad a todos los
presos, porque no puede”. Pero al ver que no tenía escapatoria. Entonces
Figueroa dijo “a mi retenme aquí, pero a mis compañeros déjalos que se
vayan, a la señora que tuvo el honor de trabajar con el general Cárdenas déjala
ir (…) Te pido que dejes ir a mis compañeros que nada tienen que ver con este
problema. Conmigo haz lo que gustes y entre otras cosas, si me dieras el
honor, ordénale a tu brigada que me fusile aquí mismo. Quiero tener esa
satisfacción. No creas que tengo miedo a morirme (…) Aquí vamos a estar
mucho tiempo y no te van a dar nada”.
Pascual se dirigió a Lucio “Te dije que te vas arrepentir. Estás loco”, el
guerrillero le contestó “No creas tu que estoy loco. Usted es mi tío. Puede ser
como quiera, puede decirme lo que quiera. Quizás yo esté cometiendo un
grave error. Eso lo veremos. La dirección (del Partido de los Pobres) asume
toda la responsabilidad histórica”.
Figueroa advirtió a Lucio, lo “único que podrían hacer es cambiar un nuevo
candidato al gobierno del estado”. Mientras Pascual insistía que los del
gobierno iban a creer que él lo había llevado a entregar.
Lucio le contestó “Mientras estén ustedes aquí, allá no pueden perjudicar a
nadie. Ya saliendo, usted puede explicar todo como estuvo. Todo se tiene que
aclarar. Nosotros las determinaciones nunca las tomamos por equipo de
familia. Nosotros las tomamos por acuerdo de dirección”.
Lucio estaba convencido que con la retención de Figueroa lograría la
liberación de los presos, “el nombre de usted tiene que valer (…) saldrá de
aquí hasta que salgan los presos”.
La guerrilla nombró un grupo de 21 guerrilleros que se encargarían de la
vigilancia de los detenidos. Ya aquí Figueroa quedó en manos del grupo que
lo custodiaría hasta su liberación. Lucio ya nunca le dio la cara, con toda la
dirección de la Brigada Campesina de Ajusticiamiento se fue a otro
campamento, donde estaban más 45 brigadistas como a kilómetro y medio del
grupo que tenía a los retenidos.
Carlos y Sotero salieron a dejar el primer comunicado. Dice Carlos, “al día
siguiente salimos Sotero y yo a dejar el primer comunicado iba escrito en dos
hojas de libreta de taquigrafía. Llegamos al medio urbano donde otros
compañeros se encargaron de entregarlo a los medios masivos de
comunicación”.
La recepción de los comunicados de la guerrilla, era a través de la redacción
del diario El Gráfico, cuyo director-gerente era José María Severiano Gómez.
En este caso el comunicado, manuscrito en hojas de cuaderno con relación al
secuestro del senador y vocal ejecutivo de la comisión del Balsas, Rubén
Figueroa Figueroa, suscrito por la Brigada Campesina de Ajusticiamiento del
Partido de los Pobres, fue recibido en las oficinas de este medio, registro el
cronista de Acapulco Enrique Díaz Clavel.
El comunicado estaba fechado en la Sierra de Guerrero el día 2 de junio de
1974 y la Brigada Campesina de Ajusticiamiento daba a conocer: “tenemos en
nuestro poder al Senador Rubén Figuera Figueroa, bajo las armas del Partido
de los Pobres (P.D.L.P) y lo dejaremos en libertad cuando el gobierno cumpla
con nuestras peticiones que publicaremos en próxima ocasión: de no
cumplirse lo pasaremos por las armas”.
“Para negociar la libertad de Rubén Figueroa, deben retirar las tropas, policías
secretos y judiciales de los municipios de Tecpan, Coyuca de Benítez, San
Jerónimo y Atoyac de Álvarez Guerrero”, firmaba la dirección de la Brigada
Campesina de Ajusticiamiento: Lucio Cabañas, Isidro Castro, Agustín
Álvarez, Enrique Velázquez y José Luis Orbe Diego.
El gobierno no retiró a la policía ni al Ejército. Al contrario, se recrudeció la
ocupación militar en las comunidades de la sierra. Ese episodio de nuestra
historia quedó plasmado en el corrido Un hombre llamado Lucio Cabañas que
cantan Los Pumas del norte.
 “El 27 de junio del año 74 /subieron los federales /a la sierra de Atoyac
/buscando a Lucio Cabañas /queriéndolo asesinar… Lucio Cabañas Barrientos
/el rebelde guerrillero /es un tigre muy valiente /que no se le arruga el cuero
/secuestra a los millonarios /y no le teme al gobierno… Gritaba Lucio Cabañas
/de esta sierra ya no salen /cuídense mis compañeros /ahí vienen los
federales /aviéntense pecho tierra /ahí entre los matorrales… En la sierra San
Vicente /se formó la balacera /se oían las ametralladoras /también los tanques
de guerra /se oían varios cañonazos /en el fondo de la sierra… Andaban 10 mil
soldados /de la fuerza federal /tenían la sierra sitiada /no se podían caminar
/buscaban a Figueroa /queriéndolo rescatar”.
“Ya con ésta me despido /ya me voy a separar /que vivan los hombres
valientes /que no se saben rajar /que viva Lucio Cabañas /y la sierra de
Atoyac”.
IV

“Dicen que Lucio Cabañas /secuestró a un rico priísta /que cargó con él entero
/por burgués y carrancista… Un error se ha cometido /en nombre de la
pobreza /yo le hubiera secuestrado /solamente la cabeza”, se escucha en una
melodía de Judith Reyes.
El profesor Inocencio Castro Arteaga militante
del Movimiento Revolucionario del Magisterio
fue enlace entre Lucio Cabañas y Figueroa.

Una vez que se conoció el contenido del primer comunicado, en los medios de
comunicación se generó una fuerte propaganda en apoyo a la familia del
senador secuestrado. Las repercusiones llegaron hasta Los Pinos. “El
secretario de Gobernación, licenciado Mario Moya Palencia, calificó el
secuestro del senador Rubén Figueroa Figueroa –después de tener una reunión
de seis horas con el presidente (Luis) Echeverría- como un acto ‘felón,
criminal y cobarde’ y puso relieve que mientras el legislador accedió a una
entrevista con Lucio Cabañas, tratando de resolver un problema, éste
respondió tendiéndole una celada y secuestrándolos a él y a sus
acompañantes”, se leía en El Universal aquel 4 de junio de 1974.
Agregaba el secretario: “Hago notar a ustedes que no sólo ha sido víctima de
esta actitud cobarde el senador Figueroa, sino una mujer, su secretaria en la
Comisión de Balsas (Gloria Brito) y un distinguido profesional pariente suyo
(Febronio Díaz Figueroa)”, de los Cabañas nada comentó, y aclaró: “El
senador Figueroa obró así por convencimiento propio y autónomo, a pesar de
que, según tengo entendido, varios amigos suyos intentaron disuadirlo de
ello”.
Moya aseguró que las fuerzas militares no estaban actuando y se atrevió a
decir que se encontraban replegadas en sus cuarteles. “El gobierno no tomará
ninguna decisión, hasta conocer en su profundidad y en su amplitud las
condiciones a que me he referido antes”. Mientras el ministro decía esto, se
intensificaba la ocupación militar de la sierra y los soldados llegaban hasta los
lugares más recónditos de la selva cafetalera, deteniendo y secuestrando
campesinos.
Lo primero que hizo el gobierno fue detener a Inocencio Castro Arteaga quien
la noche del 4 de junio habló al noticiario 24 Horas que conducía Jacobo
Zabludovsky y vía telefónica informó su intervención en el encuentro entre el
senador y Cabañas, explicó que nada tenía que ver con el secuestro que
únicamente sirvió de contacto con Lucio a petición del propio Figueroa.
La Brigada Campesina de Ajusticiamiento de Ajusticiamiento escuchó en la
sierra la llamada de Inocencio Castro lamentando el desenlace de la entrevista.
El profesor buscaba con esta comunicación evitar ser involucrado por el
gobierno en el secuestro. Pero esa misma noche fue aprehendido por la policía
federal. Los guerrilleros consideran que fue un error el que Inocencio hablara
al noticiero, “debió escapar”, dicen. Era claro que el gobierno no se la iba a
perdonar porque tenía una militancia reconocida y probada en el Movimiento
Revolucionario del Magisterio (MRM).
Entre las reacciones que se dieron después de secuestro una fue la del
comandante de la 27 zona militar, el general Salvador Rangel Medina, quien
sorpresivamente declaró a Excelsior el 5 de junio que si la Secretaría de la
Defensa Nacional se lo ordenaba capturaba a Lucio Cabañas, señaló en una
entrevista que “Cabañas no representa problema” en la Costa Grande y en la
Costa Chica, como si él supiera con precisión donde estaba el guerrillero. Al
día siguiente fue reprendido públicamente por el secretario Hermenegildo
Cuenca Díaz, quien dijo que “no necesitaba órdenes para capturar a un
delincuente como Lucio Cabañas, que debe más de sesenta muertes. Si lo ve,
que lo aprehenda”.
La clase política se movilizó, y el 5 de junio miembros de la Liga de
Estudiantes Guerrerense, realizaron una manifestación en Chilpancingo para
pedir la liberación de Figueroa y el PRI lo declaró candidato a gobernador en
su ausencia, más tarde vendrían otras concentraciones masivas pidiendo su
libertad inmediata.
Mientras, allá en la sierra Lucio permitió que Figueroa hablara con los
guerrilleros y le presentó a todo el grupo. Pedro Martínez, Manuel se opuso
“diciendo que era incorrecto, que era un enemigo y no un compañero del
pueblo”, pero Lucio argumentaba que al enemigo hay que conocerlo y se
decidió que todos lo fueran a ver. Se presentaron en la tarde en el lugar donde
estaba el senador.
Dice Carlos: “En el tiempo que Sotero y yo anduvimos fuera los compañeros
vinieron a saludar a los detenidos, algunos compas se pintaron para no ser
reconocidos posteriormente. Esto aterrorizó más al viejo al ver aquellos
desnutridos, pero eso sí ricos en parásitos, que, sin camisa algunos, otros con
los pantalones arremangados, hacían fila para saludarlo y el aspecto que
presentaban se asemejaba a los integrantes de una tribu africana, pintados de
la cara y del cuerpo, pero en lugar de lanzas llevaban M-1, FAL y hasta R-15”.
Hubo guerrilleros que lo saludaron de mano, otros sólo lo miraron de lejos por
temor a que los conociera. “Eso no se pudo evitar en el futuro porque hubo
ocasiones en que por error de la comisión que se encargaba de cuidarlo
permitió que en algunas caminatas los reos se juntaran con todo el equipo”,
comenta un guerrillero.
Febronio Díaz recordaría después: “Sólo los tres primeros días estuvo a
nuestro lado Lucio Cabañas, después quedamos bajo la custodia de unos 25
guerrilleros. A quien más molestaban era a Rubén. Uno de ellos le echaba,
cuando dormía, la luz de la linterna sorda y todos los días le anunciaba que
sería fusilado al alba. Una muchacha que aún no cumplía los veinte años de
edad, se la pasaba amagándolo con una pistola amartillada cuando le tocaba
vigilarlo”.
Cuando estaban cerca de El Aguacatoso los campesinos le llevaron a Figueroa
buena comida, que llegó por medio de un abogado que recibió dinero de
Rubén Figueroa Alcocer, el hijo del senador que también sería gobernador.
Había campesinos que conocían al senador por que habían acudido a él para
enfrentar al talamontes Alcibíades Sánchez a quien Figueroa le clausuró un
aserradero. Por eso el hijo del senador sabía inicialmente donde se encontraba
su padre.
La versión oficial del Partido de los Pobres es que un colaborador fue a
comprar víveres a Tecpan y comentó al tendedero que el alimento era para la
Brigada y éste telefoneó al hijo de Figueroa, quien de inmediato mandó una
camioneta de variados alimentos, “esto hizo que rápido nos movilizáramos,
saliendo la comisión que traía a Figueroa hacia Río Chiquito. Nosotros
preparábamos las mochilas mientras otros despistaban al enemigo y a la gente
del pueblo cercano para que no se supiera información hacia donde nos
dirigíamos; siempre protegiendo al grupo que llevaba al viejo”.
Todavía de ese campamento salieron de nuevo Carlos y Sotero para Acapulco
a dejar el segundo comunicado que al parecer cayó en manos del
gobierno. Dice Carlos, “se nos dijo que no fuéramos nosotros personalmente a
dejarlos a algún periódico o a alguna radiodifusora, si no que mandáramos a
otra persona. Mandamos a un colaborador y le dijimos que fuera a algún
periódico, que le dijera a un niño que le daba cierta cantidad de dinero con tal
de llevar los sobres al periódico y que regresara para darle otra cantidad; el
compañero al ver que el niño entra se retiraría inmediatamente del lugar.
Regresó el compañero y nos dijo que le había hecho exactamente como le
habíamos ordenado. Llegó la noche y no se sabía nada en los noticieros,
amaneció y no salió nada en los periódicos. Estuvimos todo el día sin saber
absolutamente nada; ya en la noche nos fuimos a Atoyac, esperamos que el
comunicado saliera publicado para llevarlo a los compañeros. Al día siguiente
decidimos regresar al campamento sin llevar noticia alguna, llegamos y los
compañeros, al tanto también de las noticias y ver que no salía nada, se
suponían que habíamos sido detenidos y se disponían a abandonar el
campamento”.
De ahí los guerrilleros se movieron hacia lo más profundo de la sierra y se
instalaron en un campamento cerca de El Río Chiquito, donde al principio la
gente de los barrios iba a ver a los secuestrados como si fueran animales raros.
Es aquí donde después de un tiempo comenzaron a escasear los alimentos. No
se logró liberar la zona con el secuestro político de Figueroa, al contario el
Ejército estrechó el cerco.
 “A los detenidos se les daba comida especial dentro de lo que se podía
conseguir con los campesinos, como eran huevos de gallina y las mismas
gallinas. Esto era en el tiempo que todavía se podía obtener. Los campesinos
nos conseguían los alimentos sin muchas dificultades, ellos con sus bestias nos
trasladaban los alimentos hasta donde les era posible, nos conseguían maíz,
frijol, arroz, azúcar y otras cosas. Del campamento salíamos a recogerlas a los
lugares indicados, los campesinos ya no llegaban hasta donde se encontraba el
campamento por medidas de seguridad”, dice un miliciano.
El 6 de junio el gobernador Israel Nogueda Otero y secretario de la Defensa
Nacional general Hermenegildo Cuenca Díaz estuvieron en Atoyac. De esa
visita, se filtró a periódicos que fue para recoger el segundo comunicado.
La familia de Figueroa contactó el 6 de junio de 1974 al sacerdote Carlos
Bonilla Machorro para que interviniera en la liberación del Senador. “A eso de
las siete de la noche, en la Subsecretaría de Gobernación, el licenciado
(Fernando) Gutiérrez Barrios me pidió en plan de amigo que prestada ayuda a
la familia Figueroa, que estaba al borde de la desesperación”, escribiría más
tarde el sacerdote en su libro Ejercicio guerrillero.
El intermediario fue recogido esa noche por Figueroa Alcocer, en el
aeropuerto de Acapulco, quien le dijo que su padre estaba secuestrado en el
cafetal de los Mata. “Cuando le dije al licenciado Rubén Figueroa Alcocer que
mi problema estribaba en encontrar con rapidez un contacto con la guerrilla,
me contestó:
‘Nosotros tenemos a Inocencio Castro. ¿Lo conoce usted?’”
Y en una mansión de Las Brisas en Acapulco dice Bonilla que le llevaron a
Inocencio Castro para que se entrevistaran y ese mismo seis de junio entrada
la noche salieron Bonilla y Castro en busca de Lucio a la Costa Grande. Al
primero que vieron al amanecer del 7, dice el sacerdote, fue a Jacob Nájera en
San Jerónimo quien les dijo que no tenía ni idea por donde andaría jalando el
Senador y al atardecer se fueron a Nuxco en busca de otros contactos.
Por su parte la brigada comisionó el 8 de junio de 1974 a Pedro Angulo
Barona, Gorgonio y a Manuel Serafín Gervasio, Javier quienes tuvieron el
encargo de negociar con la familia de Rubén Figueroa su liberación y cobrar
el rescate. Gorgonio y Javier contactaron en el medio urbano a Abelardo
Morales Gervasio, Ramel quien a su vez sirvió de contacto entre los
guerrilleros y Bonilla. Ramel era muy valiente, siendo un guerrillero conocido
bajaba a lustrar sus botas al zócalo de la ciudad de Atoyac y cuando un
soldado lo miraba le decía “que me vez, cabrón”. Siempre andaba armado,
cuando lo detuvieron en un camión rumbo al puerto de Acapulco, llevaba la
pistola 380 que le habían decomisado al senador Figueroa el día que cayó en
manos de la guerrilla.
Estando la guerrilla cerca de El Río Chiquito salió otra comisión integrada
por Arsenio e Ismael a dejar de nuevo el segundo comunicado al que le
agregaron un escrito donde aclaraban que el original de este comunicado fue
enviado desde el día 6, pero que el texto y el mensaje fueron interceptados por
la policía. Esto denota que efectivamente el gobierno del estado y el Ejército
ya tenían el segundo comunicado desde antes que se publicara y no lo dieron a
conocer a la familia.
“A las 10:30 horas, una persona llamó por teléfono a la redacción del
periódico El Gráfico y pidió hablar con el director, señor José María
Severiano Gómez. Inmediatamente le notificó que entre los números 214 y
218 de la avenida Cuauhtémoc, bajo unas piedras había un sobre de plástico,
dentro de éste otro sobre de discos de 45 RPM y en el interior de este último
estaba el comunicado”, daba a conocer el día 14 El Universal.
El señor José María Severiano fue al lugar indicado acompañado del director
del periódico La Verdad, Carlos Bello, y encontraron la bolsa y el
comunicado, con otro escrito de original a máquina, en el que explicaban
cuando había sido enviado el primer comunicado.
En total, en el interior de la bolsa había tres comunicados, y se expresaba que
las copias eran para los periódicos que habían recibido el primer
comunicado: La Verdad, El Gráfico y Novedades.
Encontrado el texto del comunicado, el mismo director de El Gráfico se
encargó de avisar al licenciado Rubén Figueroa Alcocer, quien de inmediato
llegó a la redacción del periódico acompañado de agentes de la Dirección
Federal de Seguridad.
VI

En el segundo comunicado fechado el 10 de junio de 1974 el Partido de los


Pobres confirma que tiene en su poder al “senador burgués, millonario y
explotador Rubén Figueroa Figueroa y que los dejaremos en libertad cuando
la burguesía y el gobierno federal cumpla las peticiones revolucionarias que
les haremos, después del retiro de tropas y policías, tal como lo indicamos en
el primer comunicado. Hasta el momento, las tropas y policías no se han
retirado, por el contrario, nos están persiguiendo arriesgando así la vida del
que dicen querer salga vivo; de tal situación y de lo que venga,
responsabilizamos a Hermenegildo (Pinochet) Cuenca Díaz”.

Mural dedicado a la lucha social

“A la burguesía y a sus funcionarios que afirman que hemos tendido una


trampa a Rubén Figueroa, les decimos: es cierto. Y recuerden señores
burgueses carrancistas que ustedes tendieron otra peor contra Emiliano
Zapata; ustedes señores de la trampa y del crimen, llamaron a Zapata a
Chinameca para unírsele en su causa redentora y lo recibieron a balazos; allí
murió la esperanza del pueblo y por eso hoy haremos la revolución socialista”.
“Ustedes señores criminales del pueblo, con López Mateos prometieron a los
campesinos que seguían a Rubén Jaramillo, para que éste se pacificara
dejando las armas; él se creyó; se pacificó y al poco tiempo lo asesinaron
soldados bestias cobardes con ráfaga de ametralladora. Ustedes señores
delincuentes del gobierno, el año pasado fueron a los poblados de El Quemado
y de El Camarón, dijeron que Echeverría los mandaba a entregar dinero del
banco a los campesinos y éstos se reunieron en la escuela de cada lugar; pero
era una verdadera trampa del gobierno contra el pueblo, porque enseguida el
ejército criminal bestializado rodeó las escuelas, comenzó las golpizas y
torturas contra los hombres y mujeres, conduciéndolos presos hasta Acapulco
donde personalmente los golpeó el comandante de la zona militar: en estas
torturas murió don Ignacio Sánchez con otro campesino, mientras el anciano
Maximiliano de la Cruz está convaleciente. Estos hechos son traiciones del
PRI y del gobierno contra el pueblo mexicano. ¿Por qué se espantan ahora con
la trampa que les hicimos a ustedes los tramposos? Nosotros somos los justos;
ustedes son los verdugos asesinos; nosotros no torturamos ni traicionamos al
pueblo”, decía el comunicado.
Desde los primeros días de junio la presencia y el número de militares se
intensificó, patrullaba todos los pueblos y recorría los cerros más altos. Por
todos los caminos había emboscadas esperando a los guerrilleros y las
detenciones arbitrarias de campesinos inocentes se multiplicaron. Por
ejemplo, Domitilo Barrientos Peralta salió de su casa en El Rincón de las
Parotas el 10 de junio de 1974. Su hijo de cinco años, cuando oía un ruido de
carro subía rápidamente a un árbol de guayabas para ver las camionetas que
pasaban hacia la sierra. Esperaba que en una de ellas viniera su padre. Nunca
llegó, sigue desaparecido, por eso el niño después de llorar varios días murió
de tristeza.
El 15 junio se reunió la brigada en una asamblea general y esa fecha también
bajó una comisión encabezada por Gorgonio, para llevar las negociaciones
con la familia del senador secuestrado, ya para esta fecha sobrevolaban la
sierra dos luminosos aviones de guerra. La gente recuerda que eran muy
veloces, pasaban rumbo al Río Chiquito y regresaban hacia el puerto de
Acapulco.
El gobierno intentaba cortarles el paso a los rebeldes, porque el 16 la guerrilla
se movió hacia el Río Chiquito. Rubén Figueroa le contó a Luis Suárez que
“Estaban a unos cuatrocientos metros de un poblado, del que se oían ladrar los
perros y el canto de los gallos. Le dijeron a Figueroa que se trataba del barrio
Río Chiquito. Toda la fuerza guerrillera eran unos cien hombres, divididos en
dos columnas. Setenta y tres formaban la Brigada de Apoyo, de la que sólo
veían diariamente a algunos de sus miembros, para intercambiar alimentos e
instrucciones. Allí estuvieron unos cuatro o cinco días”.
Como he venido diciendo, al cerrarse el cerco militar se les termina la
alimentación y ante el hostigamiento aéreo del que estaban siendo objeto, se
consideró que el grupo era muy grande. Por eso del primer campamento en el
Río Chiquito salieron 35 guerrilleros de los 103 que para ese entonces
integraban la Brigada Campesina de Ajusticiamiento.
El 18 de junio en una asamblea de toda la Brigada, se les informó que se les
concedía permiso “a todo aquel que quisiera asumir sus propios riesgos, ya
que todas las salidas de los municipios de Tecpan, San Jerónimo, y Atoyac
estaban sitiadas, pues se decía que en estos municipios habían sido
concentrados más de 20, 000 efectivos del ejército y la policía política, así
como las demás corporaciones policiacas, así que con toda esa información
pidieron permiso 35 compañeros de los cuales la mayoría salió bien de la
sierra”, rememora un guerrillero en el libro Lucio Cabañas y el Partido de los
Pobres. Una experiencia guerrillera en México. 
Las corporaciones policiacas actuaban sobre los pueblos, ese 18 de junio de
1974 la Policía Judicial del Estado detuvo en la comunidad de Los Valles al
campesino Maurilio Castro Castillo. La judicial lo entregó al Ejército que lo
llevó al Campo Militar Número Uno, donde fue visto por Lucio Castillo
Gervasio quien también fue apresado dos días después. Lucio Castillo fue
liberado mientras Mauricio Castro está desaparecido.
Desde la sierra por medio de cartas Rubén Figueroa intentó influir sobre la
convención del PRI. En una misiva dirigida al profesor Victórico López y otra
al rector de la Universidad Autónoma de Guerrero Rosalío Wences Reza, el
19 de junio, les pide que medien ante el priísmo para que se pronuncie por la
libertad de los presos políticos. En una parte de ese texto se lee lo siguiente:
“Considero que las negociaciones emprendidas por el Partido de los Pobres
para obtener la liberación de presos políticos, puede encontrar rápida solución
si en la Convención del PRI próxima a celebrarse en la ciudad de
Chilpancingo, el domingo 23 de mes en curso… aprueba aceptar o acelerar
esa negociación”.
Ese mismo día 19 de junio envía otra misiva al presidente de la República
Luis Echeverría Álvarez en la que dice: “consideró imperativamente necesario
solicitar a Ud. Muy respetuosamente, ordenar a donde corresponda, en su
carácter de Jefe Nato del Ejército Nacional, suspender toda persecución en
contra del grupo armado del citado Partido de los Pobres, a fin de poder salir
de las recónditas selvas donde nos encontramos, a zonas cercanas a los centros
de comunicación que nos permitiría dos objetivos fundamentales: preservar
nuestra precaria salud, a punto de zozobrar y agilizar las gestiones del arreglo
ya que los correos podrían tener una movilidad que al propio tiempo es
deseable”.
La Brigada Campesina de Ajusticiamiento ese mismo día 19 envió el tercer
comunicado donde da a conocer sus demandas económicas para la liberar al
Senador Figueroa. Por su lado, el ejército estrecha más el cerco y detuvo a los
guerrilleros que en el medio urbano estaban encargados de negociar con la
familia.
Ese tercer comunicado se discutió en el primer campamento cerca de El Río
chiquito. Al debatir el contenido la dirección de la Brigada no logró el
consenso, entonces se llevó al pleno de todos los brigadistas, donde ganaron
las propuestas de Lucio Cabañas, como pedir la libertad de todos los presos
comunes en el estado. Porque Lucio argumentaba que en la cárcel únicamente
estaban los pobres. “Ese comunicado se discutió como cinco veces y lo aprobó
la Brigada porque la dirección no se puso de acuerdo. Ese es el comunicado
donde se pide la libertad de todos los presos comunes”, dice Pedro Martínez.
Otro guerrillero recuerda que fue en ese primer campamento cerca de El Río
Chiquito donde se hizo el tercer comunicado. Aquí comenzaron a “lloverle
críticas a Lucio por parte de los disidentes encabezados por los miembros de
la dirección. La discusión era principalmente sobre dos puntos: donde se
exigía la libertad de todos los presos comunes y la exigencia de la solución a
los problemas de las obreras de Medalla de Oro… Lucio argumentaba que los
asesinos no se encontraban en las cárceles, que estos generalmente eran
mandados a las Islas Marías y que, en la cárceles, la mayoría de la gente
estaba ahí era por haber robado algo, que esa gente cuando era detenida no se
la preguntaba cuantos días llevaba sin comer, que cuanta familia tiene que
mantener”. Lucio sabía sensibilizar a la militancia tanto que al final quedaron
integras sus propuestas y el comunicado se escribió. Una vez que estuvo listo
salió una comisión para darlo a conocer y después de eso la guerrilla se
cambió su campamento, al norte de El Río Chiquito.
Ese tercer comunicado está fechado el 19 de junio de 1974, pero salió a la luz
pública el 25 a través de la prensa, radio y la televisión. A cambio de la
libertad de Figueroa Figueroa el Partido de los Pobres pide al gobierno
federal: cincuenta millones de Pesos, 100 fusiles M-1, con dos cargadores de
30 tiros cada uno; 50 pistolas calibre 9 milímetros; la liberación de los presos
políticos; que los beneficios del Instituto Mexicano del Café pasen a manos de
los campesinos; el cese del comandante de la policía de Acapulco Wilfrido
Castro y que ese jefe policiaco liberara a los presos que tenía en su poder, pues
para ese tiempo muchos campesinos inocentes habían caído en manos de la
policía judicial y se sabía que estaban en cárceles clandestinas.
De este comunicado llamó mucho la atención que el grupo guerrillero pidiera
al gobierno del estado, “Que se abran todas las cárceles del Estado de
Guerrero después que el gobierno federal libere a los presos políticos; así
quedarán en libertad todos los presos comunes”, por eso muchos llegaron
dudar de su autenticidad.
Recordaba Figueroa que una madrugada, la comisión de custodia y los
detenidos partieron, siguiendo la margen del río Tecpan y que encontraron
gente que al parecer era de Sinaloa y que unos amapoleros les prestaron unas
bestias a los guerrilleros para trasladarse. “Desde el 30 de mayo hasta el 25 de
julio estuvimos en cuatro campamentos, recorrimos la selva guiados por los
hombres de la amapola y la mariguana, que dominaban esas grandes áreas”.
El 28 de junio El Heraldo informaba: “Más de 18 mil soldados cercaron la
zona de la sierra en que se supone se encuentra Lucio Cabañas, y a través de
todos los medios avanzan hasta lo más recóndito en su intento por rescatar al
Senador Rubén Figueroa y sus acompañantes (…) Todas las vías de acceso
hacia la zona cercada se encuentran bajo el control militar. Nadie puede salir
ni entrar sin ser registrado y plenamente identificado. Las barreras impuestas
han arrojado un sinnúmero de detenidos, así como el decomiso de miles de
armas. Muchas de alto poder como metralletas y rifles M-1”.
“Las tropas iniciaron su avance hacia la sierra desde las ciudades de
Chilpancingo, Iguala, Arcelia, así como de los poblados de Tierra Caliente,
Tecpan, Atoyac, Petatlán, La Unión y el puerto de Acapulco. Las acciones se
encuentran reforzadas por personal de la Policía Judicial del Estado y del
Servicio de Inteligencia Militar, quienes se han apostado en las laderas de la
sierra”, escribía ese 28 de junio Arturo González enviado especial de El
Heraldo.
La voz de un guerrillero participante en esa acción dice: “En los últimos días
de junio salimos de ese campamento y nos fuimos mucho más arriba, hicimos
campamento, permanecimos varios días ahí (…) comenzamos a sentir la
dureza da la represión, poco a poco los campesinos llevaban menos alimentos,
la ración se fue aminorando: té en la mañana, una o dos tortillas a medio día y
té en la noche. Llegan al poblado del Río Chiquito 3 mil soldados, abastecidos
por tres helicópteros, dos grandes y uno chico, que diariamente aterrizaban
hasta 3 o 4 veces. Empiezan a registrar los montes aledaños al pueblo, agarran
de guías a los compañeros campesinos, quienes los conducían a montes
contrapuestos a donde nos encontrábamos”.
“La zona era muy espesa de monte, se nombró una comisión que diariamente
se encargaba de vigilar con los lentes los movimientos de los guachos desde
un punto donde se dominaba todo el barrio; cualquier movimiento era sabido
inmediatamente en el campamento. Ahí nos vimos obligados a recurrir a las
raíces de los árboles como alimento, descubrimos que una palma peluda era
comestible, así cruda, pero unos compañeros la hirvieron y sabía mejor”. La
palma de la vida como le llamaron los guerrilleros los estuvo sustentando por
un buen tiempo, hasta Rubén Figueroa se vio obligado a comérsela. No había
de otra.
VII

Rubén Figueroa Alcocer estableció su centro de operaciones en la calzada Pie


de la Cuesta de Acapulco, donde funcionaban las oficinas de Autotransportes
Figueroa y ahí se concentró también Carlos Bonilla Machorro, en espera de
las comunicaciones de la guerrilla. Estaban resguardados todo el tiempo por
agentes de la Dirección Federal de Seguridad. Al transcurrir los días y al no
establecerse el diálogo directo con los secuestradores, Rubencito consiguió un
permiso en la Secretaría de Gobernación para utilizar los medios de
comunicación.

Eusebio Fierro Nava fue detenido por elementos del


Ejército mexicano en la sierra de Atoyac el 16 de julio
de 1974. Foto: Archivo Histórico Municipal de Atoyac.
Por eso en la radio se comenzó a difundir un anuncio el 28 de junio. Se
transmitía cada media hora y ahí el sacerdote Bonilla Machorro se dirigía a
Lucio, decía entre otras cosas: “Desde hace veinte días ando con mi amigo el
profesor Inocencio Castro, tratando de comunicarme con usted. Me ofrezco
como enlace para un diálogo conciliatorio entre la familia del senador
Figueroa y usted… Le suplico que el conducto para establecer contacto
conmigo, sea esta misma radiodifusora RCN del puerto de Acapulco”.
Mientras en la sierra, Figueroa pronunció ante los guerrilleros el discurso que
iba a decir en una de las convenciones que lo nombraron candidato y por
medio de recados mostraba su desesperación ante la dirección de la Brigada
Campesina de Ajusticiamiento. Ante la precaria situación que se vivía los
secuestrados tenían mejor alimentación que los propios guerrilleros. “Cuando
ya estábamos en una situación difícil, lo que se hacía era conseguir alimentos
precisamente para ellos, aunque nosotros no comiéramos, pero ellos que
comieran”, recuerda Pedro Martínez.
El objetivo de liberar la zona con el secuestro político de Figueroa había
fracasado. Al contrario, el ejército se disponía a quitarle “el agua al pez”, por
eso todos los pueblos estaban sitiados y racionados los alimentos. Había que
tener un salvoconducto militar para poder salir de la comunidad a las siembras
o a la ciudad. “Las familias que vivían dispersas en la sierra fueron obligadas
a concentrarse en poblaciones más grandes. Ningún campesino podía llevar
bastimento o agua al campo; antes de salir a trabajar eran minuciosamente
revisados, les señalaban horas para regresar a comer y horas para llegar por las
tardes, tenían que reportarse diariamente… se le prohibió a comercio vender
más de diez kilos de maíz (a la semana) por cada familia serrana, también se
les prohibió vender más de un kilo de azúcar, de frijol, arroz y otras cosas”,
escribió don Simón Hipólito Castro, en su libro Guerrero, amnistía y
represión.
El Ejército hizo un censo en cada poblado, casa por casa, para saber cuántos
vivían en cada habitación y racionarles el alimento. Las familias de la sierra
para equilibrar la ración, mezclaban la masa con plátanos verdes hervidos y
camotes de platanillo. Si para los campesinos era difícil la vida, para los
guerrilleros era peor, “andábamos comiendo cogollos de las plantas que
sabíamos que no eran venenosas”, platica un guerrillero.
El gobierno aumentaba su presencia en la zona, el primero de julio el
secretario de la Defensa Nacional general Hermenegildo Cuenca Díaz, llegó a
la ciudad de Atoyac, en un helicóptero de la Fuerza Aérea Mexicana, para
coordinar personalmente las operaciones militares que se realizaban en la
sierra en persecución del grupo de Lucio Cabañas Barrientos. Tuvo pláticas
con el comandante del 27 Batallón de Infantería coronel Alfredo Cassani
Mariña y con el presidente municipal Silvestre Hernández Fierro. Cuenca
Díaz reprendió fuertemente al alcalde a quien exigió mayor colaboración con
el Ejército.
Ese mismo día allá en la sierra, el senador Rubén Figueroa Figueroa escribió
una carta a Lucio, que ya no le había dado la cara, donde le solicitaba una
nueva entrevista, que tendría dos aspectos, “uno exclusivamente personal,
directo y confidencial entre usted y yo; y otro como comparecencia mía ante
su grupo para discutir y dialogar con él”. Pedía su libertad y proponía liberar
de inmediato 15 o 20 presos políticos y que llegando a gobernador el día
primero de abril liberaría a todos los presos políticos de Guerrero.
Decía que la salud de los retenidos declinaba rápidamente y que estaban en un
estado de nervios depresivo. “La última marcha nos mojamos, se mojaron las
cobijas y las hamacas y con el terriblemente húmedo frío de la sierra no
pudimos dormir. Al profesor Febronio le vino un dolor de espalda que
anunciaba pulmonía. Tenemos avitaminosis. Su tío Luis tiene abierta y
supurada una herida por operación y sólo Pascual ha estado más tranquilo y
sano”, decía.
En esa carta pedía que subiera un médico general, provisto de medicinas,
cuyos emolumentos serían cubiertos en Acapulco mediante una orden que
giraría. Que también serían cubiertas las medicinas que le llevaran. Solicitaba
la libertad de la señora Gloria Brito. “Dejó a su hijo de 4 años, encargado con
unos vecinos y no sabe qué trato habrá recibido… la señora va en su segundo
mes de embarazo”.
También Luis Cabañas envió en esos días un recado a Lucio: “Jamás he
pedido clemencia a nadie, pero lo hago porque tengo temor que me caiga
gangrena”, decía en referencia a la herida de operación que se le había abierto.
Figueroa sufría cuando su secretaria Gloria Brito le lavaba la ropa, porque se
quedaba encuerado cubierto con un zarape tiritando de frío. Por eso varias
veces intentó escapar, una de esas fue en la madrugada del 3 de julio, en el
campamento El Faisán, aprovechando que se durmieron los guardias. Agarró
un bordón, un zarape y su fue. Pero el senador se desorientó y caminó a lo
profundo de la sierra y no hacia la costa como debería hacerlo. La brigada
salió a buscarlo y lo alcanzaron en unos riscos “primero encontramos un
bordón, después los resbalones que se daba en las barrancas, hasta que más
arriba en un pretil rocoso lo encontramos”, le contó un guerrillero a Simón
Hipólito.
Ahí fue donde los demás retenidos entregaron la pistola calibre nueve
milímetros, dos cargadores y una navaja de muelle que tenía escondida Gloria
Brito en su bolso. Se la habían dejado para en dado momento matar a Lucio, si
alguno de ellos era pasado por las armas.
De esa aventura Luis Suárez escribió: “Sus compañeros le dijeron: ‘Lo van a
matar’. Respondió: ‘Yo prefiero irme y que me maten’. Caía una intensa lluvia
tropical esa noche. Figueroa llevaba una caña de monte, como apoyo o bastón.
Empapado por la lluvia se lanzó a la aventura. La recuerda: ‘Rodaba entre las
rocas, pasaba junto a los abismos. Pensé: hacia el oriente debe estar
Acapulco… Llegué al pie de una montaña, que estaba cortada a pico en unos
150 metros. Habían iniciado mi persecución. Me encontraron porque hallaron
mi bastón de caña y eso los orientó. Me alcanzaron tres hombres de Lucio,
entre ellos los nombrados Zacazonapan y el Gorrión… Llegué con esos
hombres de regreso al campamento, como a las 10 de la mañana, aterido de
frío, profundamente deprimido. Mis compañeros de cautiverio habían sido
amenazados de muerte si no aparecía”.
Lucio contestó la carta de Figueroa el 5 de julio fechándola en el campamento
La Fuga, por lo ocurrido le habían cambiado de nombre, antes se llamaba El
Faisán. Lucio decía “no es posible la venida de ningún doctor en vista de la
amplia persecución que se nos están haciendo; tendremos que esperar algunos
ocho días para lograr traerlo. Ya sabemos que el caso de mi tío Luis es grave y
lo de otro enfermo también, pero tenemos que esperar porque las
comunicaciones están cerradas; hay medicinas compradas, pero no pueden
subirlas”.
En cuanto a la libertad de Gloria Brito Lucio decía: “Gloria ya estuvo
desperdiciando sus lágrimas, pues en nuestra compañía no debe llorar, ella no
es la rica burguesa secuestrada, es la trabajadora que por medidas de
precaución ha sido retenida, se le ha respetado debidamente y debía sentirse
satisfecha el compartir el sufrimiento con nosotros que somos de la clase
trabajadora como ella y que luchamos por la felicidad de una clase social que
está siendo explotada en el régimen de ahora”.
El Partido de los Pobres envió un ultimátum a la familia de Figueroa el 7 de
julio en el que exigió el pago de 50 millones de pesos y la difusión de un
manifiesto en los medios de comunicación para liberar al senador. Amenazó
con fusilarlo de no cumplirse sus demandas. El texto iba dirigido a Rubén
Figueroa Alcocer: “Damos de plazo hasta el día 2 de agosto del año en curso
para que usted cumpla peticiones, de lo contrario, el día 3 del mismo mes será
fusilado por las fuerzas armadas de nuestro partido”.
“Entréguenos cincuenta millones de pesos mexicanos, con las siguientes
denominaciones: cien mil pesos en billetes de cincuenta, doscientos mil en
billetes de a cien pesos, setecientos mil en billetes de a quinientos pesos y,
cuarenta y nueve millones en billetes de a mil pesos… Cuando tenga el dinero
listo, hable al programa de 24 Horas de la noche y diga: ‘Acepto como
contactos al Sr. Cura Carlos Bonilla Machorro y al profesor Inocencio Castro
Arteaga, por lo que espero instrucciones del Partido de los Pobres”.
Ramel se reunió el 10 de julio con Bonilla Machorro en Zihuatanejo donde le
entregó el comunicado para la familia y en una segunda entrevista la familia
envió tres fotografías de los nietos del senador para que las trajeran
autografiadas, como prueba de vida, pero el contacto que las llevaba cayó en
manos del Ejército.
Como dije antes en la sierra ante la precaria situación de la guerrilla llegó a la
dolorosa necesidad de que salieran 35 brigadistas que pidieron permiso y el 12
de julio partieron por diferentes rumbos de la sierra. Luego que ellos salieron
la guerrilla cargando a cuestas a los secuestrados avanzó por las faldas de El
Barandillo, desde donde se divisaba El Plan del Carrizo. En ese pueblo había
una pista de aterrizaje de la familia Vargas, de ahí despegaban los helicópteros
para vigilar la zona.
Fue el 13 de julio cuando el grupo que tenía el secuestrado partió por la
mañana, el otro donde iba Lucio y toda la dirección de la Brigada partió por la
tarde. “Nosotros partimos por la tarde del mismo día. Avanzamos hasta muy
tarde llegando hasta un lugar denominado Monte Alegre, ya en esta zona la
situación alimenticia se comenzó a resolver porque ya mitigamos el hambre
con plátanos verdes hervidos. Aquí encontramos muchas huellas frescas de
emboscadas del ejército”, comenta un miembro del Partido de los Pobres.
 Cerca de ahí, unos guerrilleros que salieron el 12 cayeron en una emboscada
que les tendieron los miembros del Ejército que para ese tiempo ya estaban en
el monte. Habían abandonado los operativos que realizaban únicamente por
veredas y carreteras. Ya se metían a la maleza que había sido reino exclusivo
de los guerrilleros. Según la versión oficial de la guerrilla en esa emboscada
agarraron a Arsenio y Anselmo éste último que era de San Martín después se
dedicó a delatar y entregó a mucha gente.
Esta escaramuza parece tratarse del encuentro armado que se registró el 13 de
julio de 1974 en las cercanías de La Gloria entre el ejército y miembros del
grupo de Lucio Cabañas, que la división de investigaciones históricas de la
Fiscalía Especial registró, donde hubo contingencias para ambos lados, porque
los jefes militares pidieron “atención para los soldados heridos,” pero no
especifican cuantos ni la gravedad. En cuanto a la gente de Lucio, el ejército
detectó a cinco personas que huyeron. Tres de ellos fueron aprehendidos el 14
julio por una patrulla de la 35 Zona Militar establecida en La Gloria. Uno de
los guerrilleros que iba herido se metió a una vivienda y se resguardó atrás de
la chimenea, pero ya los soldados le seguían de cerca el rastro de sangre.
Según lo recabado por la Fiscalía el Secretario de la Defensa Hermenegildo
Cuenca Díaz fue informado de esto y un helicóptero fue enviado para trasladar
a los detenidos, y también, de que se entregaron los “paquetes sin novedad”.
El 15 de julio de 1974, el Subjefe del Estado Mayor informó nuevamente de
todo esto al secretario y le reportaba que ya se había solicitado al comandante
de la 35 Zona Militar la entrega de los detenidos “a fin de interrogarlos
detenidamente, por haber manifestado que forman parte del grupo principal de
Lucio Cabañas”.
La Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) recogió
testimonios donde da luz que uno los detenidos ese día sería Ernesto Mesino
Lezma que está desaparecido; el segundo sería Raymundo Morales Gervacio,
que después fue visto en el Campo Militar Número Uno y el tercero Margarito
Vásquez Baltasar, que también está desaparecido.
VIII

Corría el mes de julio de 1974. Los campesinos salían a sus milpas, pero sin
bastimento. Trabajaban hasta donde aguantaban el hambre y de regreso al
pueblo tenían que reportarse con el oficial al mando de la partida militar. En
los retenes no dejaban pasar pilas, radios, ni medicinas. Ya las familias no
contaban con pastillas ni para la diarrea. Toda la persona que intentaba llevar
un poco más de comida o quería pasar medicinas era acusada de colaborar con
la guerrilla. Aislados los guerrilleros comían plátanos, cajeles, camote de
platanillo y limón dulce que encontraban en las huertas abandonadas.
Alberto Mesino Acosta tenía 20 años cuando fue detenido por
el Ejército mexicano en la comunidad de Agua Fría el 18 de
julio de 1974.

Los sierreños todos los días comentaban con azoro, “ayer se llevaron a fulano
y hoy agarraron a zutano”. Las detenciones eran constantes. El 18 de julio de
1974 en Corrales del Río Chiquito fueron apresados, por soldados al mando
del mayor Francisco Escobedo, Mariano Serrano Zamora, Zenón Zamora
Hernández, Jorge Alberto Almogabar Ríos y Herminio Navarrete. Ya la
mayoría de las casas de esa pequeña comunidad estaban ocupadas por la tropa
que se comía las gallinas y todos los víveres de los campesinos. Por eso los
habitantes de ese lugar tuvieron que emigrar a la ciudad de Atoyac y a El
Ticuí o se concentraron en San Juan de las Flores. Los soldados también
hacían fogatas en cualquier terreno, provocando incendios que en muchas
ocasiones arrasaron con parcelas enteras de café.
El Plan Guerrero, mediante el cual el gobierno daba créditos para la
rehabilitación los cafetales, se convirtió en una trampa para los campesinos.
Los técnicos hacían una lista de productores sospechosos de pertenecer al
movimiento armando y los mandaban traer. Después de las reuniones el
ejército instalaba retenes, así cayeron muchos campesinos en manos de las
fuerzas represivas. Uno fue Alberto Mesino Acosta detenido por el Ejército en
la comunidad de Agua Fría, después de asistir a una reunión del Instituto
Mexicano del Café (Inmecafé) el 18 de julio de 1974. Tenía 20 años, era
originario de El Escorpión padecía de bronquitis y se dedicaba a la siembra de
maíz y café. Le decían El tres motores porque nació con tres testículos.
Alberto fue citado a Agua Fría junto con todos sus hermanos. Después de la
reunión jugó basquetbol. En esa ocasión un grupo de militares al mando del
capitán Jacobo colocó un puesto de revisión a un kilómetro de la salida de
Agua Fría y cuando Alberto iba en una camioneta rumbo a El Escorpión fue
detenido como a las 2 de la tarde y en ese mismo momento subido un
helicóptero que se lo llevó para jamás volver.
Miembro de una familia de 12 hermanos, Alberto era el chocoyote y no
alcanzó a casarse. Su mamá Juana Acosta Martínez lo buscó en cuarteles y
cárceles sin resultados. De regreso al Escorpión desde su casa observaba todo
el tiempo el camino esperando la llegaba de su hijo. Un tiempo después
mandó un recado donde decía que estaba prisionero en el Campo Militar
Número Uno y que se encontraba bien.
Antes que se llevaran a Alberto, miembros del Ejército ya habían golpeado a
Ramón Mesino Castro de 84 años a quien le quitaron un rifle calibre 22 que
usaba para la cacería y también torturaron a Bernardo Mesino Acosta a quien
ya golpeado maniataron y dejaron tirado entre el monte. Bernardo logró
zafarse de las ataduras y regresó a su casa.
“Algunos de los capturados los obligaron a guiar a las fuerzas militares por la
sierra, descalzos y sin alimentación, pura agua. A otros se lo llevaron a los
retenes militares donde vestidos como tales, subían a los autobuses a
identificar a jóvenes guerrilleros que trataban escapar; muchos de estos así
fueron detenidos. Algunos que volvían ingenuamente a sus poblados de
origen, fueron delatados y detenidos”, dice don Simón Hipólito.
Para esas fechas los miembros de la Brigada caminaban por lugares
escarpados y veces únicamente comían mangos que encontraban en las
huertas. Acosados por un helicóptero de fuselaje azul que se movía por esa
zona. Muy cerca del cerro Plateado donde también era escaso el alimento y
llegaron a comer maíz cocido junto con frijoles.
“Seguimos la marcha por todo el cañón del cerro, hasta llegar al río de El
Rincón, un lugar muy hermoso, con mucha agua, con un playón grande donde
hicimos campamento unos días mientras nos recuperábamos de la fatiga y del
hambre. Fue hasta ahí donde pudimos conseguir algunos alimentos con
algunos compañeros que todavía se encontraban en el lugar, donde
compramos una vaca y la comimos. De ahí nos fuimos al cerro Plateado
quedando cerca del lugar que le llaman El Fortín, toda esta zona es cafetalera
y pertenece al Cacao. Salió una comisión a conseguir alimentos, lo cual logró
no obstante que la tienda Conasupo del lugar limitaba las ventas, sólo
proporcionaba los alimentos que podía consumir una familia para un sólo día
de acuerdo al número que la componía, de manera que conseguir alimentos
con cada padre de familia era un problema, pero los compañeros sabían
ingeniárselas para conseguirlo, incorporando a los niños que iban a comprar a
pesar de la vigilancia que había de parte del ejército”, platica un brigadista.
Ya los guerrilleros andaban muy estresados, un día El
Chango y Juan estuvieron a punto de agarrarse a tiros. Fue durante una
expedición que salió del cerro Plateado en busca de alimentos a El
Guayabillal. Era una comisión de aproximadamente 15 guerrilleros
encabezada por Manuel, pero no lograron conseguir nada; durante su
regreso, El Chango perdió los cargadores de su rifle sin darse cuenta y Juan lo
recogió, pero no le dijo nada; al llegar a un río, El Chango se dio cuenta de la
pérdida y se regresó desesperado a buscarlos, hasta que los compañeros que
venían atrás le dijeron que Juan lo había recogido, El Chango se regresó muy
enojado y al llegar donde estaba Juan le reclamó porque lo había hecho
pendejo; El Chango se descuelga el FAL y le dice: “Te voy a matar a balazos
para que se te quite lo cabrón”, pero Juan le había ganado ya el movimiento y
le apuntaba con su M-2. El Chango se queda pálido y él dice: “jálale”
y Juan le responde: “No, tu eres el de la bronca”.
Manuel lo recuerda de esta manera. “Por ahí había un barriecillo perdido en la
montaña que se llamaba El Guayabillal salimos como unas diez o doce gentes,
en esa comisión, yo fui de responsable. Avanzamos por el monte hasta llegar a
las cercanías, encontramos unos campesinos. Íbamos con la idea de
comprarles maíz, pero lo curioso es que la gente siembra maíz y luego lo
vende y ya después por los meses junio, julio y agosto, están en crisis,
esperando el que van a cosechar y tienen que bajar, a comprar el maíz que
vendieron, a más alto precio de cómo lo vendieron. Por eso la gente de ahí no
tenía maíz y no podían subir suficiente porque estaban los retenes. Nos
regresamos desconsolados sin nada. Había un arroyo muy grande y algunos
árboles con frutas silvestres, le estuvimos jalando al árbol los frutos. Un
compañero que le decíamos El Chango traía colgado su FAL, por andar
jalando se le hizo fácil bajar su morral de parque con sus cargadores porque le
estorbaba y que se le olvida. Entonces Juan, ve que deja el morral y se lo
cuelga y nos pasamos el arroyo. Cuando ya estamos del otro lado,
el Chango se regresa corriendo ‘es que dejé mi morral’. Al no encontrarlo se
regresa preocupado, pero alguien le dice ‘no, tu morral lo trae Juan, entonces
en una actitud agresiva, desesperado le reclama a Juan, le dice: ‘me viste la
cara de pendejo, yo me pasó para allá y tú ya trayéndolo, ¿y por qué no me
dices?’, entonces la reacción de Juan fue descolgarse el FAL y se lo mete y le
dice ‘no me estés chingando, yo te voy a matar’, y entonces me puse entre los
dos, el Chango  se queda pálido”.
La comisión regresó al campamento con la moral muy baja y destrozada. No
traían alimentos y si un conflicto entre compañeros, al informar ante la
Brigada lo que había pasado se les criticó a los dos y como sanción se les
desarmó.
El 20 de julio de 1974, campesinos atacaron a la policía del estado en San Luis
San Pedro, el Partido de los Pobres habla de esta acción en su último
comunicado y dice que murieron siete policías. Esa operación se le atribuyó a
una pequeña célula del Partido de los Pobres que estaba trabajando en la zona.
Ese mismo día acá en la sierra de Atoyac fue detenido Lucio Castillo
Gervasio, quien estuvo recluido por más de un año en el Campo Militar
Número Uno y fue liberado el 13 de agosto de 1975.
De acuerpo a los datos proporcionados por el informe histórico de la Fiscalía
Especial, el día 23 de julio de 1974, la Zona Militar informaba en radiograma
cifrado de la detención de Arnulfo Sotelo Abarca, Cuche Blanco; Delfino
Castro Hernández, Pascual Castro Hernández, Pedro Ortiz Verónica e Isidro
Castro Vergara.
En estos días también fueron detenidos y desaparecidos Roberto Castillo de
Jesús, Abel Estrada Camarillo, Alberto Radilla Reyes, Tomás Gudiño Dircio y
Filemón Mesino Aguilar, Roberto Castillo de Jesús quien fue apresado el 24
de julio. Hay testimonios que señalan que este último fue detenido por
miembros del Ejército al mando del capitán primero Mario Arturo Acosta
Chaparro. Sus papás lo encontraron golpeado en un retén de San Luis la Loma
y se sabe que el 23 de septiembre de 1974 se lo llevaron de ahí al cuartel
militar de Atoyac.
Para festejar el aniversario del asalto al cuartel Moncada, el 26 de julio de
1974 se llevó a cabo una reunión de la Brigada Campesina de Ajusticiamiento
(BCA) precisamente en la cima del Cerro Plateado.
Dice José Carmen Tapia Gómez que “la vida de los campesinos de La Costa
Grande guerrerense está profundamente ligada al cerro Plateado, que fue
ocupado por Morelos y Galeana en tiempos de la lucha por la independencia y
en donde, más tarde, se llegó a decir que Zapata y Villa organizarían un
congreso”.
Es ahí donde se reunió toda la Brigada para discutir su destino. Es aquí donde
se empieza el desenlace de la historia de la guerrilla del Partido de los Pobres.
Aquí ya cuando el Ejército se había apoderado de todas las entradas y salidas
de la sierra, es también el clímax de la crisis que comenzó entre los brigadistas
a finales de mayo de ese año, cuando Lucio no permitió que se fusilara a los
tres que intentaron desertar del campamento de Caña de Agua llevándose
armas y parque, entre ellos estaba Sabino Fraga y Simplicio Robles quien
finalmente se escapó en una caminata la noche del 28 de mayo, dándose de
alta en el Ejército más tarde.
Este 26 de julio en el picacho del emblemático cerro Plateado se cambió la
dirección de la BCA. La nueva dirigencia quedó integrada por Lucio Cabañas
Barrientos, Lino Rosa Pérez, René; Pedro Ángulo Barona, Gorgonio;
Antonio o Solín y Heriberto Valle Adame, Heraclio.
“Después de una larga discusión quedó integrada la nueva dirección por el
compañero Lucio, Antonio, Heraclio, René y Gorgonio que se nombró en
ausencia, ya que se encontraba de comisión. Este mismo día la nueva
dirección propuso un plan: que nos dividiéramos en dos partes, que un grupo
más numeroso marchara hacia el Oriente o sea rumbo a Acapulco. Este grupo
llevaría al viejo y seguiría las negociaciones con la familia Figueroa. El otro
grupo más pequeño, marcharía hacia el Poniente, con el fin de atacar al
enemigo, distraer sus fuerzas para que la comisión que llevaba al viejo
marchara libremente; este mismo grupo (el pequeño), después de atacar al
enemigo, marcharía hacia la sierra de San Luis, con el fin de politizar y
estructurar toda esa zona hasta llegar a los límites con Michoacán”,
comenta Carlos.
“Esto como medida táctica para distraer al enemigo; decía Lucio que ya no era
conveniente que todo el grupo siguiera recorriendo la sierra. Se carecía de
alimentos, se decía que el Ejército ya nos había ubicado, que nos seguía de
cerca, que era necesario contratacar, pero que esto lo debía hacer un grupo
más reducido y en otro lugar donde el enemigo no nos buscara. Se tenía la
idea de que el ejército de inmediato se trasladaría a la zona donde se empezaba
a atacar y de esta forma dejaría libre la ruta por donde pasaría el otro grupo
que llevaría consigo al senador Figueroa”, dice un combatiente en el
libro Lucio Cabañas y el Partido de los Pobres. Una experiencia guerrillera
en México.
En esa fecha en la guerrilla se iba conformando también el grupo que saldría
después a la ciudad encabezado por Manuel y otros importantes cuadros de la
Brigada. También ahí se acordó negociar únicamente la cuestión económica,
los demás objetivos d habían quedado rebasados por las circunstancias.
IX

En ausencia, porque estaba en poder de la guerrilla del Partido de los pobres,


el 23 de junio de 1974, Rubén Figueroa Figuera fue postulado candidato del
PRI la gubernatura del estado de Guerrero en una convención en
Chilpancingo. El jefe del partido oficial, Jesús Reyes Heroles, aprovechó su
discurso en el acto celebrado en el cine Guerrero para lanzar una cadena
interminable de ataques a los guerrilleros y en especial a su líder Lucio
Cabañas Barrientos.

Lino Rosas Pérez, René.

Jesús Reyes Heroles aseguró que vivíamos en una apertura democrática y


calificó: “en todo terrorista hay un maniático con impotencia política e
incapacidad organizadora”. Ya el 9 junio en Taxco el sector popular del PRI
había realizado una asamblea para declarar a Rubén Figueroa como su
candidato a la gubernatura. Por eso el propio Figueroa, trató de convencer a
Lucio Cabañas para que lo dejara asistir a esa reunión, incluso le sugirió que
alguno de los brigadistas lo acompañara.
“Déjame ir, es más que vaya uno de tus hombres como delegado a la
convención, y no creas que lo voy a exhibir –dice– nada más para que vea y
que me postulen candidato’, y ya Lucio le decía ‘no, no se desespere, usted de
todos modos lo van a postular candidato, va a ganar las elecciones, o sea, no
se preocupe”, recuerda Manuel en una entrevista hecha por Eneida Martínez.
Por eso dos meses que deberían ser de campaña Figueroa se los pasó en la
montaña, medio comiendo, acompañado de un grupo de hombres con ropas
desgarradas que luchaban por un fin superior, el socialismo, y que poco les
importaba los discursos y los ofrecimientos de dinero y comodidades que
ofrecía el candidato priísta a gobernador, que muchas veces quiso comprar a
sus custodios. Es más, discutieron algunas veces, pasarlo por las armas. Pero
Lucio era de la idea que, si se recibía algún rescate, así fuera precario, debería
vivir.
También el Ejército mexicano tenía sus propios planes, la orden era rescatar al
candidato del PRI al precio que fuera, parecía que no importaba matar de
hambre o desaparecer a todos los pobladores de la sierra. En esta campaña
militar miles de campesinos fueron remitidos a los cuarteles que fungían como
cárceles y campos de concentración, de donde cientos ya no regresaron con
los suyos. La Fuerza Aérea Mexicana también bombardeó las elevaciones
montañosas más importantes de la sierra de Atoyac.
El informé histórico de la Fiscalía Especial dice: “A fines de junio de 1974
hubo un bombardeo al cerro de la Mojileca, donde Lucio Cabañas había
instalado uno de sus campamentos que después abandonó. Según cuenta gente
de Los Cajones, de Corrales de Río Chiquito y del ejido de Pitos, Pitales y
Letrados, miraban cuando los bombarderos ‘dejaban caer las bombas.
Escucharon muchas explosiones’. Todos padecieron crisis nerviosa, las
mujeres llorando. Ese día los habitantes de Corrales de Río Chiquito
decidieron abandonar el pueblo, pero se detuvieron porque no sabían a dónde
ir, hasta que finalmente todos huyeron…”
“Dicen algunas señoras de Los Corrales del Río Chiquito, que miraban cuando
los aviones se venían bajando dando volteretas y ya casi al ras de ese cerro
dejaban caer las bombas”, comenta Simón Hipólito.
Al tercer día, el 30 de junio de 1974, los aviones del ejército llevaron a cabo
otro bombardeo en el cerro de El Encanto, y tiraron dos o tres bombas, pero
para entonces ya habían llegado patrullas militares que andaban por el monte y
fue a ellas a las que bombardearon confundiéndolas con guerrilleros. También
bombardearon El Barandillo por donde antes había pasado Brigada. Felipe
Fierro Santiago originario del Plan del Carrizo logró ver los residuos de las
bombas en los terrenos de su familia “esquirlas por todos lados”.
De acuerdo al informe de la Fiscalía Especial “se registró otro bombardeo el
13 de julio de 1974 en las cercanías de Corrales de Río Chiquito. En ese
bombardeo murió Justo Bernal, avecindado del lugar conocido como Juan
Rojas (a) ‘El Gavilán’, o ‘Juan el Colorado’. Era esposo de Genara Argüello
Vázquez y ahijado de Francisco Argüello Villegas, padre de Genara”. Los
guerrilleros escucharon los tronidos al fondo de la sierra, pero no le prestaron
importancia, ellos ya se encontraban en otro lado.
De lo acontecido en aquellas fechas al interior de la Brigada podemos saber
gracias a los testimonios de guerrilleros como Carlos que escribió primero el
“Diario de un combatiente II” en Los papeles de la sedición o la verdadera
historia político militar del Partido de los Pobres que compiló Francisco
Fierro Loza, ese testimonio más tarde se publicaría también en el libro Lucio
Cabañas y el Partido de los Pobres. Una experiencia guerrillera en México y
hace poco Eneida Martínez recogió el testimonio de Manuel y otros
guerrilleros en su tesis Los alzados del monte. Historia de la guerrilla de
Lucio Cabañas.
Comentamos anteriormente que el último asunto tratado en la reunión del 26
de julio de 1974 en la cima del cerro Plateado fue la solicitud de salida
permanente de integrantes de la Brigada, que pretendían continuar con la
lucha armada, pero en la ciudad, ellos fueron: Élmer, Beatriz, Víctor, Ramiro,
Nidia, Manuel, Estela, Francisco y Hortensia.
“Ya iba a ser un rompimiento [con la Brigada] (...) Entonces ahí con esa idea
hablamos con Lucio, que en cuanto se recibiera un dinero, pues que sí se daba
la posibilidad de obtener dinero por Figueroa pues que nos dieran cinco
millones de pesos, y pues en plan todavía de una relación y que nos
consiguieran algunas armas. Para ello, en esa vez nos dieron una, era una 9
mm Browning [expropiada a Rubén Figueroa], que por cierto la traía Víctor”,
dice Manuel.
“Finalmente, despachados todos los asuntos en dicha asamblea, al día
siguiente, es decir el 27 de julio de 1974, salió la ‘comisión’ –con dirección
hacia el occidente– encargada de distraer y combatir al ejército; el entusiasmo
de todos ellos era evidente pues sentían que ahora sí iban a confrontar a
los guachos. ‘Era de elogiarse el buen estado de ánimo de los compañeros,
arreglando sus mochilas con gran entusiasmo, sin sospechar que se acercaba el
ocaso’, (comenta Manuel). No todos estaban seguros de que este grupo
pudiera realizar semejante tarea, pues los brigadistas ya tenían noticias del
enorme despliegue de las fuerzas castrenses por toda la sierra, otros más
dudaron del regreso de Lucio”, escribió Eneida Martínez.
“El 27 por la mañana hicimos todos los preparativos para abandonar el
campamento y se nombraron todos los elementos que iban a continuar hacia la
costa, a realizar las negociaciones, y el grupo que atacarían al ejército. Para
este último solamente habían nombrado 13 compañeros, pero sucedió que, a la
hora de salir, Cesar se escondió al iniciar la marcha del grupo grande, de que
ya formaba parte, apareciendo después tramposamente para así tener
participación en los ataques al enemigo”, explica un guerrillero.
El grupo chico en que iba Lucio Cabañas lo componían inicialmente 13
guerrilleros: Lino Rosas Pérez, René, armado con un M-2; Carlos llevaba un
M-1, Martín M-1, Eusebio M-2, Roberto M-1, Santiago Hernández Ríos quien
era conocido como Leoncio o El Pingüino llevaba un FAL y Pedro Mesino
Benítez, Rutilo también  llevaba FAL, Lucio M-2, Esteban Mesino
Martínez, Arturo, M-2; Ricardo M-2, Miguel Ángel de la Cruz
Martínez, Lázaro portaba un R-18, Gabriel 7.62, Edi Carlos M-2.  . 
 “Al otro día, 27 de julio, salió muy temprano el grupo que iba con el viejo y
se componía de 43 compañeros; los 13 restantes quedamos en el campamento
para salir más tarde. Como a la hora y media que se habían ido,
apareció César entre el monte, que no se había querido ir con el grupo al que
pertenecía; se le hizo una crítica muy fuerte”, nos explica Carlos y como no
había más remedio se le aceptó el grupo quedando el grupo de Lucio con 14
guerrilleros. Cesar llevaba un M-2.
Manuel dice que primero salió el grupo de Lucio, él ro recuerda así: “Por parte
del grupo de Lucio, yo cuando lo vi salir y se perdía en la maleza, incluso
Lucio se perdía, yo ya di porque Lucio ya no iba a regresar, era una situación
nutrida de soldados toda esa zona, ¡por toda la zona!, y metiéndose al monte,
por veredas”.
Así Lucio se separó de la mayoría de sus compañeros para no verlos más. La
columna de 14 guerrilleros pasó cerca de Los Tres Pasos, El Camarón y se
instaló cerca de La Cebada, ahí se enteraron del bombardeo al cerro El
Mojileca y en el cerro de la Bandera habían tirado unas bombas más, que, en
Pie de la Cuesta, fuera de la zona guerrillera, la Fuerza Aérea bombardeó un
rebaño de chivos donde murieron dos niños que los pastoreaban.
También supieron que en Los Tres Pasos hubo un enfrentamiento, “que unos
soldados vestidos de civil y que traían mujeres, se hacían pasar como gente de
la Brigada, pero que se encontraron con soldados uniformados y se
confundieron los dos bandos, produciéndose así el enfrentamiento… que el
compañero Antonio Avilés venía de sus milpa, lo encontraron los guachos, lo
golpearon y lo obligaron a cavar su propia tumba, pero no lo asesinaron, nada
más lo obligaron a que matara a su perro y que lo enterrara en el pozo que
había hecho” ante las carcajadas de los soldados.
“Esta realidad –poco a poco se volvió parte de la cotidianidad en la sierra– era
sólo la punta del iceberg de las prácticas sanguinarias de contrainsurgencia
que se venía para los pobladores de esos territorios. Territorios bajo el yugo de
la bota militar, el vuelo rasante de los helicópteros ya era cada vez más
nutrido, las autoridades locales quedaron supeditadas y no intervenían en lo
absoluto ante los atropellos y arbitrariedades por parte de la fuerza castrense.
Todos eran susceptibles a ser detenidos, torturados, desaparecidos”, escribió
Eneida Martínez. Para Carlos Montemayor durante la guerra sucia se vivió un
experimento de gobierno militar en una parte del país.
Mientras en la costa las negociaciones entre los enviados del Partido de los
Pobres y el intermediario iban por buen camino. “El veintiocho de julio le
entregué a Juan otras tres fotografías a colores de los nietos del ingeniero
Figueroa Figueroa”, asentó en su libro Carlos Bonilla Machorro enviado de
los Figueroa. Las negociaciones se hacían en medio de rumores. Se decía que
diversos grupos políticos querían eliminar a Rubén Figueroa para que no
llegara a la gubernatura. Con el cerco a la sierra y los bombardeos parecía que
tampoco el Ejército lo quería vivo.
El 29 de julio de 1974 fue detenido Alberto Radilla Reyes, su madre Amalia
Reyes Castro denunció que el teniente coronel Arturo Monroy Flores se lo
llevó de El Plan de los Molinos cuando acababa de llegar de la milpa. “El
teniente le dijo a mi hijo que le ayudara a bajar unos paquetes del helicóptero
que aterrizaba en el lugar para dejar comestibles a los militares a los cuales yo
tenía dos meses asistiendo”. Cuando regresó el militar le expresó que su hijo
llevaba de comer a los guerrilleros de lo que robaba a los militares. Le dijo
que entregó a su hijo a la judicial de Acapulco. Alberto dejó dos hijos en la
orfandad, después de eso los militares corrieron a la familia Radilla Reyes de
su huerta del Plan de los Molinos.
El día 30 de julio Tomás Gudiño Dircio fue detenido en El Cacao, lo bajaron
en un helicóptero al cuartel de Atoyac donde fue visto por otros campesinos
que lograron su libertad. Ese mismo día también fue detenido y desaparecido
por el Ejército Filemón Mesino Aguilar porque le vendió una vaca a la gente
de Lucio Cabañas.
El grupo más grande de la Brigada avanzó hacia el oriente con los retenidos,
iban para la sierra baja buscando el mejor lugar para liberar a los retenidos y
facilitar la negociación. Febronio dijo a la revista Proceso que el jefe del que
los cuidaba era Ramón.
“El resto de la Brigada que quedó al resguardo de Figueroa y compañía salió a
dirección al oriente el 27 de julio, la cautela tuvo que ser una de las
prioridades de cada uno de los brigadistas ya no podían caminar por veredas ni
caminos, pues la presencia de soldados estaba por todos los lugares
transitables, no sólo en busca del senador, sino principalmente para acabar en
definitiva con los guerrilleros”, dice Eneida Martínez en Los alzados del
monte. Historia de la guerrilla de Lucio Cabañas.  
Un guerrillero recuerda, “cuando nos separamos del resto de la Brigada
caminamos todo el día y eran como las 9 de la noche cuando caminábamos
sobre la brecha que conduce al poblado de El Cacao”. Acamparon en las
huertas de café cerca de El Porvenir y luego caminaron rumbo a La Pedregosa.
Mientras el grupo de Lucio instalado en las inmediaciones de La Cebada
comenzó las exploraciones para ubicar el sitio ideal donde atacar al Ejército.
X
El 5 de agosto de 1974 el general Salvador Rangel Medina fue relevado de
la comandancia de la 27 Zona Militar y en su lugar, fue nombrado el general
Eliseo Jiménez Ruiz, quien fungía como comandante de la 35 Zona Militar
con sede en Chilpancingo y había tenido bajo su mando la operación
Luciérnaga que acosó a la guerrilla al norte del municipio de Coyuca de
Benítez en sus límites con Chilpancingo.

Macario Acosta Serafín fue detenido y desaparecido por el


Ejército mexicano el 14 de agosto de 1974.

La noticia del cambio en el mando militar se publicó el 6 de agosto en Ultimas


Noticias, ese día Enrique Díaz Clavel escribía: “Esta mañana tomó posesión
de la comandancia de la XXVII Zona Militar el general Eliseo Jiménez Ruíz,
el octavo jefe militar en la abrupta región serrana, desde que Lucio Cabañas se
internó en ella en 1967… Los generales que han dirigido las operaciones en la
XXVII Zona Militar durante los últimos siete años, esto es, casi un
comandante por año, son: Salvador de Toro Morales, Manuel Enríquez
Rodríguez, Miguel Bracamontes García, Álvaro García Taboada, Joaquín
Solano Chagolla, Salvador Rangel Medida y ahora Eliseo Jiménez Ruíz”.
Al día siguiente de su nombramiento, Jiménez Ruiz envió al secretario de la
Defensa Nacional un plan de operaciones contra Lucio Cabañas, en el que
proponía organizar seis agrupamientos con sus respectivos mandos y áreas de
responsabilidad. A los que se les encomendaría como parte de su misión el
“control de víveres y personas sobre las rutas que conducen a la sierra y
procedentes de ella”.
Los puestos de control deberán “impedir el paso de víveres, armamento y
municiones que pudieran ser destinados al enemigo”. Ese plan encontrado, en
el Archivo General de la Nación (AGN), por la división de estudios históricos
de la Fiscalía Especial recomendaba la “identificación y captura de integrantes
de la gavilla y sus contactos”. Esta operación se llevaría a cabo de forma
paralela al acoso militar que el Ejército realizaba en forma de rastrilleo
constante de la zona para ubicar al senador Figueroa y al grupo de Lucio
Cabañas.
Mientras en la sierra, esos días primeros días de agosto de 1974, la columna de
Lucio Cabañas andaba en busca del terreno propicio para realizar una
emboscada a los soldados en el camino de San Juan de las Flores a Pie de la
Cuesta. “Era el 7 de agosto de 1974. El compañero
Lucio, René, Arturo y Rutilo fueron a ver el terreno, regresaron ya
oscureciendo con buenas noticias, habían encontrado un terreno muy bueno”,
dice Carlos.
Al otro día muy de madrugada, los guerrilleros se levantaron, tomaron atole de
harina, se repartieron seis plátanos hervidos cada uno, un pedazo de carne
asada y salieron rumbo al lugar de la emboscada; “todavía no amanecía
cuando ya estábamos colocados en nuestras trincheras”. Un día antes se
habían marcado las posiciones que cada guerrillero ocuparía. Lucio dibujó la
carretera en el suelo y con cáscaras de limones marcó las posiciones de cada
uno. Nada pasó el 8 de agosto esperaron todo el día y los soldados no pasaron.
Fue el 9 de agosto de 1974, en el lugar conocido como Monte Alegre, 14
guerrilleros encabezados por Lucio Cabañas emboscaron a una columna del
ejército. Ese día los brigadistas desde muy temprano habían ocupado sus
posiciones y al medio día los soldados venían por la carretera, con sus rifles
listos para disparar. En la maleza los guerrilleros contenían la respiración,
algunos sentían el miedo en el estómago con los testículos engarruñados y el
“nidito en la garganta”. Otros experimentaban ansiedad y excitación por el
combate. Lucio prendió la grabadora en el momento que se escuchaban los
primeros tiros. Luego la balacera fue general, parecía que de todos los
matorrales salían disparos, los soldados quisieron protegerse en la orilla de la
brecha, pero estaban copados, nada pudieron hacer para defenderse de esa
lluvia de balas que los perseguían como abejas asesinas.
“Todos jalamos el llamador… Nuestras armas respondían de maravilla. El
combate se generalizó. Fue una descarga cerrada primero y se oye la voz:
‘tenemos que vencer’… los guachos como a 3 kilómetros de distancia
disparaban sus armas, se oían estallidos de granadas”. Explica Carlos que la
emboscada se dio en Monte Alegre “y hasta un cerro llamado el Puerto del
Pato, venía la cola (de soldados), estos también disparaban, pero al puro
monte”.
Rendidos los militares, uno por uno fueron levantando la mano, pero “un
guacho vivo se atrincheró en un encino muy grueso, Ricardo quiso salir de su
trinchera para ver si lo podía ajusticiar, pero fue rociado por una ráfaga de
éste. Este guacho no nos permitía bajar por las armas, dominaba bien la recta y
sólo en una curva había posibilidad, pero estaba también un guacho que sobre
la cuneta de la carretera levantaba su FAL y disparaba puras ráfagas, pasando
por arriba de nosotros tumbando hojas y ramas, estaba casi destrozado de un
hombro, tenía algún rozón en la cabeza pues la cara la tenía llena de sangre,
pero aun así seguía disparando a pesar de que se le pedía que se rindiera, su
contestación era una ráfaga”.
Cuando éste último valiente soldado se rindió
entonces Eusebio y Carlos bajaron por las armas que pudieron recoger. La
balacera de los soldados, que se oía a un kilómetro de distancia por la
carretera, todavía no cesaba, cuando los guerrilleros ya iban en retirada. “Al
emprender la retirada vimos que el compañero Leoncio traía cargando al
compañero Lázaro, preguntamos qué había pasado y nos contestaron que
había salido herido de un pie. El gusto que teníamos pronto de desvaneció al
saber esto, caminamos, dimos un rodeo, atravesamos la carretera y llegamos al
campamento donde vimos todo lo que le quitamos a los guachos: un FAL con
5 cargadores, dos vacíos; un M-2 con tres cargadores, todos llenos, era del
teniente Ricardo Yáñez Salas, originario de Zimapán, Hidalgo; dos palomitas,
dos mochilas con alimentos y dos bayonetas”.
Luego al oír la grabación de la emboscada los guerrilleros supieron
que Lázaro fue herido accidentalmente por César, quien también estuvo a
punto de darle a Lucio. El balazo que recibió Lázaro era de M-2, le entró por
la planta del pie y salió por el empeine.
Según el balance que la guerrilla hace en su libro Lucio Cabañas y el Partido
de los Pobres. Una experiencia guerrillera en México. “Los guachos muertos
en la emboscada fueron 6 y 11 heridos, posteriormente, supimos que tres días
después de la emboscada, encontraron varios guachos muertos en el monte, lo
que pasó es que algunos fueron alcanzados por los compañeros de contención
y fueron a morir al monte. Nos contaba después la gente que varios guachos
salieron por diferentes pueblos, unos sin armas, otros con la ropa desgarrada,
otros descalzos”.
El último comunicado de la Brigada Campesina de Ajusticiamiento firmado el
27 de noviembre de 1974 da a conocer: “Esta acción armada sucedió en el
lugar llamado Monte Alegre, que queda entre los barrios de La Cebada y (Plan
de) Los Molinos; eran las 12:00 horas, del día 9 de agosto del presente año;
150 soldados cayeron en la emboscada y eran del 27 Batallón de Infantería.
Después de estarles disparando durante dos minutos, quedaron tirados en la
carretera 17 cuerpos vestidos de verde, 11 muertos y 6 heridos… Los soldados
que lograron esconderse nos dispararon varias ráfagas. Solo les recogimos 2
armas, un FAL y el M-2 del Tte. Ricardo Yánez que es originario de Zimapán,
Hidalgo”.
Los mandos del ejército informaban que en Monte Alegre se tuvo contacto
con la guerrilla “se logró establecer contacto con el enemigo logrando herir a
un gavillero y capturar la primera arma perteneciente a la gavilla, una carabina
M-1”.
De acuerdo a lo encontrado por la Fiscalía Especial, el Ejército tiene dos
versiones de los hechos, la de consumo interno y la que da a conocer a la
opinión pública. En sus reportes internos informa que el 9 de agosto de 1974
hubo un enfrentamiento en Monte Alegre, entre Plan de los Molinos y
ranchería de La Cebada. Piden el ascenso de dos soldados muertos ese día “al
repeler agresión de los maleantes”. En Tarjeta Informativa de Homero L.
Treviño al Jefe de Estado Mayor de la Defensa Nacional, le informa sobre los
soldados muertos y heridos, que según el documento fueron tres soldados
heridos. Entre los habitantes de la zona se menciona que allí murió un capitán
que era hermano del mayor Francisco Escobedo quien guardaba
el kepi agujerado y maldecía a la guerrilla delante de los campesinos.
Después de la emboscada los guerrilleros salieron caminando despacio
cargando a Lázaro. Lo dejaron escondido en una choza de Corrales de Río
Chiquito. Para que lo curaran y la columna pudiera moverse con más
facilidad, pues los militares les pisaban ya los talones.
“Dejamos el campamento y emprendimos la marcha rumbo al Río Chiquito,
hicimos una hamaca para trasladar a compañero Lázaro, pero pesaba
demasiado, lo cargamos a mamache uno por uno y así nos íbamos rolando, ya
oscureciendo llegamos a una casa abandonada que está a la orilla del camino.
Ahí se lavó la herida al compañero con agua con sal hervida”.
“Al otro día por la mañana nos acercamos todos al barrio y se mandó una
comisión por delante, regresó un compa a avisar que había dos casas solas y
que podríamos entrar a dejar el compañero herido. Se ponen guardias hacia el
lado de arriba de las casas por si venían guachos; Lucio y Rutilo entraron a la
casa a dejar al compañero, luego nos retiramos. Nos platicó Lucio que el
dueño de la casa no quería que dejáramos al compañero ahí, tenía miedo que
lo descubrieran los guachos, pero una señora muy valiente dijo: -Aquí déjenlo
en ese cuarto compañeros, yo me encargo de cuidarlo-. Al compañero se le
dejó una pistola 380… Nos retiramos del pueblo, por el río, éramos ya 13
compañeros, caminamos un largo rato, ya por la tarde nos detuvimos en un
lugar donde había cajeles, plátanos, mameyes y limones dulces. Ahí
dormimos”.
Debido a la emboscada arriba descrita, aumentó la presencia de los
helicópteros en busca de los brigadistas. El recorrido lo tenían que hacer con
sumo cuidado para no ser detectados, pues aquello era ya en un hervidero de
militares, que tenían copados todos los poblados que los cabañistas habían
visitado. Por otro lado, “las fuerzas castrenses venían sofisticando los medios
y métodos para atacar con mayor efectividad a la guerrilla y a los pobladores.
Esta situación la llegó a constatar la columna encabezada por Lucio, es decir,
ya no eran los soldados comunes y corrientes que estaban persiguiéndolos,
sino militares entrenados específicamente en tácticas antirrevolucionarias”,
escribió Eneida Martínez.
Esto lo confirma el guerrillero Carlos. “Cuando llegamos a la casa se nos
informó que habían llegado a hacer un registro unos guachos muy diferentes a
los demás, que iban vestidos de tigres y eran altos y negros. Que rodearon la
casa y separaron a todos los miembros de la familia interrogándolos por
separado maltratándolos y preguntando que dónde estaba la gente armada, que
dónde estaba Lucio”.
“En otras palabras, las llamadas Fuerzas Especiales se estaban encargando de
realizar el trabajo para lo cual no estaba adiestrado el militar común y
corriente y era de esperarse que la presencia de dichas fuerzas iría en
aumento”, comenta Eneida.
Días después, cuando el grupo había salido de la zona del Río Chiquito se
enteraron por una mujer lo que había pasado con Lázaro. “La señora nos dice
(...) que el compañero que ahí habíamos dejado herido había sido detenido;
resultaba que apenas salimos nosotros de dejar al herido, el dueño de la casa
fue inmediatamente a delatarnos y a informarle a los guachos del herido (...)
con lujo de fuerza sacaron al compañero herido, lo hicieron caminar, se le
subieron en el pie herido, lo patearon (...) Luego lo pusieron en la cancha
deportiva del pueblo, amarrado y al rayo del sol, y ahí lo tuvieron sin darle de
comer ni de beber, hasta que ese mismo día –ya muy tarde– vino un
helicóptero y se lo llevo”.
Esta información concuerda con el reporte interno del Ejército, que encontró
la Fiscalía. El 11 de agosto de 1974 reporta que el grupo Vallecitos, grupo
Guerrero, grupo Escobedo, grupo Francisco, grupo Vicente, grupo Cacao y
Grupo Martín capturaron sobre Río Chiquito un ‘paquete herido’.
Fue así como hace 40 años, el 11 de agosto de 1974 el ejército apresó al
valiente guerrillero Miguel Ángel de la Cruz Martínez, Lázaro, originario de
San Martín de las Flores. Lo sacaron a golpes de la choza donde se reponía de
la herida. Lo golpearon delante de todo el pueblo, cuando lo subieron al
helicóptero ya estaba irreconocible. Con su captura los militares obtuvieron
mayor información sobre los movimientos de la guerrilla, “el detenido
informó que existen tres grupos, el de Lucio, el que conduce al senador y los
del grupo 18 de mayo”, dice un reporte del Ejército.
XI

De acuerdo al estudio realizado por la Fiscalía Especial, el Ejército hizo un


censo de la población civil de la sierra obligándola a concentrase en los
pueblos más grandes en torno a los cuales se tendió un cerco militar. La
población fue obligada a dejar los pueblos pequeños y dispersos, con todo y
sus animales, abandonando los cultivos. Fue así como los pueblos fantasmas
se convirtieron en cuarteles de militares. “Hubo habitantes que huyeron a
poblados a donde tenían familiares o amistades que los acogieran, o
reconcentrados en los poblados mayores, de donde dependían, o salieron de la
región exiliados a donde pudieron. A este tipo de desplazamiento forzado se le
conoce como ‘aldea vietnamita’”.

Ausencio Bello Ríos de 24 años, se lo llevó el Ejército de


la comunidad de Zacualpan el 13 de agosto de 1974.
Dice la Fiscalía Especial “Tenemos registro de que durante este tiempo se
aplicó esta práctica, cuando menos en los siguientes veinte barrios y poblados:
Barrio de los Martínez y La Peineta –ambos en el ejido de San Francisco del
Tibor- ; El Molote; La Junta de los Ríos –delante de la Remonta- ; Agua
Zarca; Cerro Prieto de los Pinos, La Pascua y el Refugio –estos tres fueron
concentrados en El Quemado- ; El Carrizo; La Cebada; El barrio de las
Cuevas –que fue concentrado a la Vainilla- ; El Escorpión – donde sólo se
quedó a vivir don Margarito Mesino… Salto Chiquito –también llamado El
Saltito-, El Posquelite, El Sombrero de donde desaparecieron a Francisco
Castro Castañeda-; y El Suspiro. Todas estas eran poblaciones relativamente
pequeñas. Pero también ocurrió este desplazamiento en poblados mayores que
tiempo después fueron repoblados, aunque con población muy diezmada, es el
caso de El Porvenir Limón –barrio del que era originario Lucio Cabañas-; Tres
Pasos del Río –que fue utilizado como cuartel-; Corrales de Río Chiquito”.
Marco Bellingeri en su libro Del agrarismo armado a la guerra de los pobres,
1940-1974, reproduce una declaración del general Eliseo Jiménez Ruíz: “Se
convocó, después de que yo llegué a hacerme cargo de la zona y para seguir
los lineamientos trazados por el secretario de la Defensa Nacional, a una
reunión en la que tomaron parte presidentes municipales, comisarios policías y
varias personas para pedirle ayuda. La reunión se efectuó en Atoyac (…)
luego les manifesté: ‘El día que dejen de abastecer a los guerrilleros, entonces
en una semana acabaremos con ellos’ (…) Cuando conocimos los planes (de
Lucio) y los lugares donde se encontraba, cerramos el área y empezamos a
capturar a todos los contactos. El cerco abarcó desde Atoyac, hasta los límites
de Tepetlán (Petatlán), Tecpan y Chilpancingo. Impedimos el paso de
alimentos para los pueblos comprendidos en esta área y nosotros les
proporcionamos raciones suficientes para que una familia pudiera comer una
semana (…) Se ordenó también el cierre de los comercios, incluyendo las
tiendas Conasupo. Cada ocho días renovábamos la ración de alimentos a toda
la gente. De esta manera logramos que los guerrilleros se quedaran sin
alimentos y los obligamos a alimentarse de raíces, yerbas y demás productos
de la sierra. Eso nos ayudó mucho porque la gente sintió el efecto de tales
restricciones”.
Los puestos de control, la vigilancia y la revisión exhaustiva que realizaban
los militares en las carreteras fueron centrales para mantener el cerco. Todos
los vehículos eran revisados ubicando a las bases de apoyo y a los contactos
de la guerrilla. Así, y también quitándoles a las familias la comida que
llevaban demás lograron su objetivo. La Fiscalía Especial ubicó los nombres
de los oficiales al cargo de los puestos de control: “El primero en Corinto a
cargo del Teniente Coronel Ángel Lasso de la Vega Corona. El segundo en el
camino de San Juan de Las Flores a cargo del comandante Teniente Coronel
Francisco Quiroz Hermosillo. El tercero en San Vicente de Benítez, con
elementos de la Policía Militar. El cuarto camino a Cacalutla y El Quemado a
cargo del mayor Mario Arturo Acosta Chaparro y el mayor Elías Alcaraz
Hernández y el quinto en el kilómetro 17 de la carretera Acapulco Zihuatanejo
a cargo de la Policía Militar”.
Mientras el cerco se concretaba la columna que llevaba al senador se movía.
“Estando en cerro Plateado avanzamos hacia San Martín, -dice Manuel-,
cruzamos lomeríos montañosos hasta llegar a la zona cafetalera de las
cercanías al Porvenir, donde pudimos hacer un alto y pasar la noche (...) En
esa travesía sin tener muchos intervalos en nuestras marchas, llegamos en
poco tiempo al cerro de El Zanate, parte de sierra baja, al norte del barrio de
San Martín de las Flores, con la buena noticias de que los soldados no habían
incursionado en esos lugares, sólo ocupaban los barrios de San Martín, Ixtla y
El Nanchal ausentándose por algunos días”.
Desde el cerro de El Zanate se buscó acelerar las negociaciones para la
liberación del senador, pero los correos eran interceptados por el Ejército, uno
de ellos Abelardo Morales Gervasio, Ramel fue detenido el 7 de agosto de
1974 en el retén de El Conchero cuando viajaba en un autobús de la Costa
Grande al puerto de Acapulco. Antes ya había sido aprehendido y
desaparecido en Acapulco, Pedro Ángulo Barona, Gorgonio, quien era otro de
los comisionados para las negociaciones, por ello únicamente seguía en la
comisión Manuel Serafín Gervasio, Javier.
Carlos Bonilla Machorro, dice en su libro Ejercicio de Guerrillero: “Le
comuniqué a Rubén que todo se estaba haciendo al revés, que necesitaba
a Ramel porque era el principal contacto para localizar a Mariano, el ‘Lucio
de abajo’ y entregar el dinero… Tuvieron que pasar más de doce horas hasta
que Rubén supo que efectivamente Ramel había caído en manos de los
militares y que se encontraba en el Campo Militar Número Uno de la ciudad
de México”.
Fue el 8 de agosto, como a las 9 de la mañana, cuando llegó Javier al cerro de
El Zanate, llevando una fotografía de la familia Figueroa en la que venían
varios de sus parientes y que la familia del secuestrado pedía que, para la
entrega del rescate y como prueba de que seguía con vida, escribiera al reverso
de ésta los nombres de cada uno de los fotografiados y su
firma. Javier también llevó la noticia la detención de Ramel.
El 9 de agosto de 1974 Carlos Bonilla Machorro mediante la gestión de
Gutiérrez Barrios y la anuencia de Quiroz Hermosillo entró al Campo Militar
Número Uno a visitar a Ramel acompañado de Gutiérrez Barrios y Rubén
Figueroa Alcocer. Allí estaba Ramel con visibles huellas de tortura. Después
de dialogar con Bonilla Machorro Ramel escribió una carta para Lucio
Cabañas a quien llama Miguel seudónimo que el líder guerrillero adoptaba
cuando había necesidad.
La carta que está fechada en el “Campo Militar No. 1, México, D.F., agosto 9
del 74” y que se dice fue llevada a Lucio por Félix Bautista y Juan a la sierra.
“Miguel, como tú has de saber caí en manos del Ejército, pero gracias a la
intervención del hijo del senador, Rubén Figueroa A. y al padre Carlos Bonilla
no perdí la vida. Por esto te lo suplico en nombre de la estimación que creo me
tienes, que por favor sigas mis instrucciones. Mira, nos entregarán de
inmediato 25 millones en el lugar que quedamos, y los otros 25 millones
inmediatamente a la entrega del Senador, quedando claro que en ese momento
también a mí me pondrán en libertad. Quién me llevará al lugar donde se
entregue al senador para ahí se me dé la libertad, es el mismo padre Carlos
Bonilla, quien ya lo arregló junto con el hijo del senador hablando al mismo
presidente de tu actitud y de la confianza que le sigamos teniendo al padre, no
lo olvides que depende mi vida, procura que la entrega del senador sea lo más
pronto posible, teniendo en cuenta que debes hacerlo con estrictas medidas de
seguridad para el Senador… El mismo padre Carlos entregará el dinero y
recibirá al Senador acompañado de los amigos y yo… Esta carta sale del
Campo Militar Número Uno de México por conducto del padre que me vino a
ver. Atte. Ramel”.
Mientras en la sierra, dentro de la guerrilla, las cosas no iban por buen camino.
El 10 de agosto en la reunión de balance se leyó un escrito que
presentó Ramiro ante la Brigada, manifestando su separación del Partido de
los Pobres, así como la
de Manuel, Estela, Víctor, Francisco, Hortensia y Nidia.
El 12 de agosto Rubén Figueroa Alcocer y el exgobernador campechano José
Ortiz Ávila entregaron los primeros veinticinco millones del rescate a Carlos
Bonilla quien, al día siguiente salió a entregar el dinero. “Me pidieron que los
ayudara a contar los veinticinco millones de pesos. Distribuidos en
veinticuatro paquetes que contenía mil billetes de a mil; setecientos mil pesos
en billetes de quinientos; doscientos mil pesos en billetes de a cien, y cien mil
pesos en billetes de a cincuenta… Todo ese dinero fue depositado en dos
petacas; doce millones en una y trece en otra”, escribió Bonilla en Ejercicio
de guerrillero.
El 13 de agosto Bonilla Machorro entregó el dinero a la guerrilla. En un
comunicado publicado en julio de 1985 el Partido de los Pobres dice: “El
sacerdote llevó el dinero en dos maletas y en la gasolinera cerca de
Xaltianguis, Javier subió al coche que llevó Machorro a quien guio hasta la
entrada de una brecha, lugar en que ya se encontraban Antonio y Rafael Flores
Leonardo con Félix Bautista metidos en el monte. Hasta ese lugar
llegaron Javier y Machorro y ahí bajaron las dos maletas”. En un coche lo
guerrilleros movieron las maletas y las llevaron a enterrar con todo y dinero en
una milpa propiedad de los Flores Leonardo.
La represión contra la población civil no paraba ese mismo día 13 agosto fue
detenido y desaparecido Ausencio Bello Ríos donde estacionaba su camioneta
pasajera en la comunidad de Zacualpan. Tenía 24 años cuando se lo llevaron
los militares. “Él tenía el nombre de la ausencia, el cabello negro, la edad
trivial de los jóvenes. En sus ojos como cientos de pájaros, el destino.
Caminaba firme y con mesura. La zancada era larga. Respiraba fuerte porque
los olores eran nuevos cada mañana y escuchaba sin parar porque todo él, era
un ruido”, escribiría años después su hijo, el poeta Jesús Bartolo.
El 13 de agosto de 1974 la jefatura del Estado Mayor de la Defensa Nacional
“autoriza sobrealimentación a elementos de las Unidades radicadas en el
Estado de Guerrero”. La unidad de estudios históricos de la Fiscalía Especial
dice que “esta nota carecería de interés si no fuera porque coincide con la
política de hambrear a la población, durante ese mismo periodo”.
En el ámbito público, Enrique Díaz Clavel publicaba el 14 de agosto
en Excélsior: “Ocho batallones del ejército están en la sierra de Atoyac, al
parecer en persecución del grupo de Lucio Cabañas. Este contingente se
reportó recientemente con tres compañías del 49 Batallón, con sede en Iguala
(…) Al mismo tiempo, se incrementó la vigilancia militar en varios puntos de
la carretera Acapulco-Zihuatanejo, especialmente en el tramo Atoyac-El
Paraíso, única vía pavimentada de acceso a la sierra (...) Han corrido rumores
de encuentros entre soldados y grupos armados, pero las autoridades civiles
guardan silencio”.
Al saber de la detención de Gorgonio y Ramel la dirección de la brigada
comisionó a David para coordinar las negociaciones, pero cuando éste
contacto el 14 de agosto a Javier el dinero ya había sido recibido.
De uno de los cerros inmediatos de El Nanchal y San Martín el 14 de agosto
de 1974 se
bajaron: Nidia, Hortensia, Francisco, Víctor, Elmer, Manuel, Estela y otros,
eran 11 en total. Ramiro se quedó para ver si obtenía algún recurso d.
Caminaron por la brecha hasta Alcholoa y luego hasta Acapulco en camión.
La verdad este grupo de guerrilleros tuvo mucha suerte de no caer en manos
del Ejército. Porque conocidos ex brigadistas como la Onza y Jesús Gómez
Ochoa, El Gorrión, estaban de delatores en el retén de Los Bajos de El Ejido.
Ya había caído también Eugenio Gómez Serafín, Simón, quien no dudaba en
denunciar a sus compañeros.
En los pueblitos aledaños al cerro de El Zanate la represión se recrudecía, el
campesino Juventino Ruíz Santiago de 24 años fue detenido y desaparecido
por el Ejército el 16 de agosto. A las cinco de la tarde los soldados sitiaron su
casa en San Martín de Las Flores y cuando salió a darle de comer los
marranos lo apresaron. Su mujer Feliciana Serafín Gervasio estaba preparando
el café cuando escuchó que los soldados le hablaban a su marido. Luego se lo
llevaron a un cerrito donde lo tuvieron toda la noche. A las nueve de la
mañana, del 17 de agosto todavía permitieron que Feliciana le llevara café y el
almuerzo para él y para los soldados que lo custodiaban. A las 11 de la
mañana se lo llevaron para la cancha.  Por eso fue a las nueve de la mañana
cuando le llevó de almorzar cuando lo vio la última vez. A las dos de la tarde
llegó un helicóptero que se lo llevó para siempre. Juventino trabajaba una
huerta que tenía en cerro de El Zanate y otra por el rumbo de Palma Sola. Las
plantas de café se perdieron y en el lugar únicamente creció la maleza.
XII

Ignacio Zamora Román fue detenido el 17 de agosto de 1974 por soldados del
19 Batallón de Infantería que lo bajaron de un camión Flecha Roja en el retén
de El Súchil municipio de Tecpan Galeana, una persona lo señaló como
miembro de la guerrilla y fue llevado por personal militar al cuartel de Atoyac
que funcionaba como un campo de concentración y tortura.

Una montaña de Atoyac. Foto: Cuauhtémoc Contreras


También el 17 de agosto de 1974 toda la comunidad de Corrales de Río
Chiquito abandonó sus casas. Se fueron todos del lugar. La mayoría se dirigió
a San Juan de las Flores y a El Ticuí donde tenían familiares. Dejaron todas
sus pertenencias. No quedaron civiles únicamente militares. Después todo el
barrio fue ocupado por el Ejército. Las tropas al mando del
mayor Francisco Escobedo se metieron a las casas, se comieron los marranos,
desaparecieron el café, quemaron la ropa, se llevaron los sarapes nuevos que
había, se abastecieron de las vacas, no dejaron nada de maíz y frijol que los
campesinos tenían para el sustento. No permitieron regresar a trabajar las
huertas, las cosechas de ese año se perdieron y los animales se extraviaron en
el monte. Quemaron casas, cavaron hoyos en los patios y solares para hacer
trincheras. Cuando la mitad del pueblo regresó en enero de 1975 el lugar
estaba destruido.
A mediados de agosto de 1974, los bombardeos continuaban. “El Otatillo es
un lugar que está al norte de Los Tres Pasos, en el ejido de Los Valles… El 17
de agosto de 1974 elementos del ejército lo sometieron a un bombardeo,
principalmente el lugar conocido como Los Cajones que se encuentra entre los
ejidos de El Camarón y Los Valles. Se escucharon treinta y ocho explosiones,
tal vez de bazucas, tal vez de morteros. Después, columnas de soldados
descendieron, protegidos por helicópteros y aviones. Creían haber copado a la
guerrilla, pero no encontraron nada; solo unos jabalíes muertos, que allí
mismo desollaron, asaron y comieron; eso lo comentó después un soldado”,
asentó Simón Hipólito.
De San Martín de Las Flores se llevaron también a José Flores Serafín el 19
de agosto de 1974, su mujer Florentina Abarca García se quedó sola con sus
seis hijos. Ella los mantuvo haciendo servilletas y cazuelas. Cuando se lo
llevaron José estaba cultivando una milpa que pronto daría elotes y los
domingos bajaba con burros cargados de cazuelas y servilletas para venderlos
en la cabecera municipal.
Lo apresaron en su casa cuando estaba cenando, a las seis de la tarde, lo
sacaron sin camisa y así se lo llevaron. Le ataron las manos hacia atrás y lo
trasladaron a la cancha de basquetbol donde tenían a otros cuatro prisioneros
que trajeron de El Nanchal. Toda la noche los tuvieron en la cancha. A las
cinco de la mañana a los cinco cautivos los cargaron de cosas y amarrados de
las manos se los llevaron rumbo a Ixtla. Y en Ixtla los vieron pasar rumbo al
Suspiro. De José Flores Serafín nacido el 18 de septiembre de 1942 nada se
supo después. Florentina sostuvo a sus hijos trabajando en la cabecera
municipal en casas particulares y de cocinera en huertas de café en Santo
Domingo y en Cerro Prieto con los Blanco.
Por otro lado, la columna de los 13 guerrilleros, después de dejar la zona del
Río Chiquito se fue rumbo a El Pará municipio de Tecpan de Galeana.
“Íbamos bajando al río cuando oímos el ruido de un helicóptero que
sobrevolaba cerca de nosotros, dando varias vueltas y bajando más y más;
buscamos donde atrincherarnos y prepararnos para el combate, pues sabíamos
ya que los helicópteros militares sólo descienden donde hay cerca soldados en
tierra”, dice Carlos en Diario de un combatiente II.
Al llegar a El Pará los guerrilleros encontraron que el pueblo estaba lleno de
soldados y en las orillas del monte andaban preparándose para dormir. Al día
siguiente acosados por dos helicópteros llegaron a Fincas Viejas donde la
mayoría de los habitantes los recibió con júbilo, llevándoles al campamento
mucha comida con tortillas calientes, panochas, azúcar, sal, pan, dos paquetes
de cerrillos y cigarros. Ahí “se hizo una plática con la gente y oímos junto con
el pueblo la grabación de la emboscada (del 9 de agosto). No querían creer
que nosotros hubiéramos participado, nos verían demasiado chamacos, no
decían, pero finalmente se convencieron y se pusieron muy contentos”.
“En ese lugar dejamos ocultas las armas que traíamos de sobra: un FAL, un
M1 y el 7.62. El compañero al que se las encargamos, tiempo después fue
detenido y desaparecido por las fuerzas represivas, perdiéndose junto con las
armas un valeroso militante revolucionario”.
De Fincas Viejas la guerrilla salió rumbo a La Caña de Agua, ahí sus
colaboradores, además de darles de comer, les informaron que en las primeras
casas del pueblo estaban los soldados. Por eso instalaron el campamento a
prudente distancia de la comunidad. Fue de ese lugar de donde se
bajaron: Santiago Hernández Ríos, Leoncio y Ricardo, rumbo a la ciudad para
conseguir dinero y botas, pues la mayoría de los guerrilleros ya andaban casi
descalzos.
Al parecer estos dos guerrilleros cayeron en una emboscada del Ejército de la
cual únicamente Ricardo logró escapar. Leoncio fue detenido y se convirtió
en colaborador de los militares y participó en la detención de muchas
personas. Ricardo se volvió a unir al grupo de Lucio Cabañas cuando ya
andaba en la sierra de Tecpan de Galeana.
Pasaron los días convenidos y los comisionados no regresaron, por eso los 11
guerrilleros que quedaban se cambiaron de campamento, “pensando que los
compañeros habían caído en manos del enemigo”. Y efectivamente una
comisión de brigadistas que vigilaba el antiguo campamento pudo ver: “Ahí
traían a Leoncio vestido de guacho y con las manos amarradas a la espalda; al
momento de retirarnos se me pega una rama en la espalda; y el ruido hace que
los guachos se vuelvan a donde estábamos, nuestras armas estaban listas para
dispararse, pero los guachos siguieron de largo y nosotros nos alejamos del
lugar”, recuerda Carlos.
A la mañana siguiente los guerrilleros abandonaron el cerro de Caña de Agua
y mientras caminaban rumbo a la costa se percataron de la enorme cantidad de
rastros que dejaban los militares por su paso. Lucio calculó que cuando menos
cinco mil andaban tras ellos.
Los batallones iban y venían, cerca del arroyo de Caña de Castilla los
guerrilleros pasaban el camino cuando vieron que había soldados por todos
lados, pensaron que era un cerco, así que dispararon para que les diera tiempo
huir. Los soldados retrocedieron y se soltó la balacera. Fue el combate más
encarnizado del que se tenga memoria, las granadas hacían pedazos los
árboles y sonaban las armas de alto poder, se oía hasta El Ticuí. Era terrible el
combate, los guerrilleros salieron del cerco sin novedad, pero los disparos
siguieron algunas horas. Se dice que, por la oscuridad, los soldados de un
batallón no se percataron que otros subían y se pelearon entre ellos. Al otro
día fueron recoger los muertos, puros soldados y que buscaron en vano
cuerpos de guerrilleros.
De aquel combate, en el pueblo, quedó de recuerdo aquel chiste: “Mi capitán,
mi capitán, ¿De qué color es la sangre?, preguntó un soldado en medio de la
balacera, –color de mierda, contestó el capitán, - Ay, entonces ya me dieron,
gritó el soldado”. La gente se desquita los agravios, de alguna manera, con el
humor.
Fue el 21 de agosto de 1974 al oscurecer cuando se dice chocaron dos
batallones del Ejército mexicano en un paraje entre las Palmas y Huerta de las
López, aquí los soldados se mataron entre ellos por falta de coordinación. Una
versión dice que a las 10 de la noche, más de 100 soldados iban de El Ticuí
rumbo a la Caña de Agua. La gente de Lucio dejó pasar tres pelotones y luego
dispararon sus ráfagas contra de los uniformados, y se retiraron con rapidez.
La versión del guerrillero Carlos dice: “Bajamos hasta muy cerca de la costa y
ya al atardecer atravesamos un camino ancho que va de Atoyac a Caña de
Agua; de pronto empezamos a oír fuerte pisoteo, al parecer de mucha gente;
mientras más tiempo pasaba, más cerca se oían las pisadas. La sorpresa fue
muy grande cuando nos los encontramos de frente; eran los guachos. Nuestras
armas vomitaron fuego, generalizándose el combate; en eso sentimos que a
nuestras espaldas también disparaban, era otro grupo de guachos. Pudimos
romper el cerco y retirarnos inmediatamente, quedándose los guachos
tirándose entre ellos mismos (...) El resultado de la confusión fue que les
causamos 29 bajas”.
El 27 de noviembre de 1974, la Brigada Campesina de Ajusticiamiento da a
conocer su último comunicado, donde reconoce su primera derrota militar y
las dos primeras bajas que sufriera en combate. “De diez acciones guerrilleras,
nueve son victorias para el pueblo”, la segunda acción de la que habla el
comunicado fue en El Ticuí como a las 10 de la noche del 21 de agosto de
1974, “más de cien soldados entrarían en la emboscada, por lo que los tres
primeros pelotones que venían adelante los dejamos pasar para atacar a más de
80 que venían atrás a 150 metros; los rociamos con ráfagas durante un minuto
y nos retiramos con rapidez, ya que nuestros ataques proyectados tendrían
carácter de desgaste para distraer las tropas que perseguían a la comisión que
secuestraba al tirano Rubén Figueroa… En esta acción hubo 29 bajas, 14
muertos y 15 heridos. Creemos que varias bajas se las causaron entre los
mismos soldados, porque después de nuestra retirada los dos grupos de
soldados tardaron tirando una hora aproximadamente”.
Al día siguiente los militares desquitaron su coraje con cinco jóvenes que
camaroneaban en el lado sur del arroyo Caña de Castilla. Los golpearon hasta
dejarlos sin sentido. Luego se los llevaron al cuartel donde los interrogaron.
Del combate los jóvenes nada sabían, ellos únicamente buscaban de comer
para sus hijos.
El Cronista de Atoyac Wilfrido Fierro asentó el 21 de agosto, “En la
madrugada de hoy, cerca del poblado de El Ticuí, fueron emboscados por
fuerzas federales unos pescadores en la que resultó herido el agente de ventas
de almacenes Salinas y Rocha, Adauto Olea. La federación con motivo de la
persecución del guerrillero Lucio Cabañas Barrientos, desde hacía varios días
tenía copados los caminos que conducen a ese lugar, confundiendo a los
pescadores por guerrilleros abriendo fuego sobre ellos, con el resultado
descrito”.
El día del enfrentamiento, cinco campesinos fueron al arroyo buscando la
vida. En la tarde se ataron sus morrales con cuerda a la cintura, tomaron sus
linternas y los machetes. Caminaron rumbo al arroyo de Caña de Castilla a
camaronear. Ellos eran: Adauto Olea Hernández, Sergio y Marcelo Tabares,
Adolfo Solís, y Olé en ese tiempo marido de Aleja Gallardo. Mariano Radilla
les había prestado una lámpara de carburo. Ya venían de regreso con los
camarones, cuando salieron al camino de Huerta de la López, se desató la
balacera y ellos quedaron en medio del combate.
Así mojados como venían, con sus machetes escarbaron con ansiedad y se
enterraron entre la basura, para cubrirse de los disparos. Ahí permanecieron
enterrados entre las hojas hasta el Ejército los sacó a golpes y se los llevó
detenidos. Adauto jamás regresó.
Se comenta que Adauto se puso a discutir con los soldados y estos lo
golpearon mucho. Al día siguiente el 22 de agosto cuando los del pueblo
fueron encabezados por el comisario para pedir su libertad, encontraron que en
el lugar había mucha sangre regada, los casquillos se recogían por puños.
Doña Bucha Hernández se echaba en el mandil, pero el comisario no la dejó
traer ninguno. También los soldados no dejaron pasar a los ganaderos que
ordeñaban por ese rumbo hasta que recogieron todo.
El 25 de agosto en el transcurso del día surcaron el cielo de Atoyac, ocho
helicópteros de la Fuerza Aérea Mexicana, que venían a sumarse a la
persecución del guerrillero Lucio Cabañas Barrientos y en busca del senador
Rubén Figueroa. Ese día soldados del 27 Batallón detuvieron en la cabecera
municipal a Pedro Castro Nava, Mardonio Flores Galeana, y Rosalío
Castrejón Vázquez. Y en la carretera en un retén caía en manos de los
militares el Cívico Rosendo Radilla Pacheco.
Rosendo Radilla Martínez declaró que su padre y él fueron detenidos cuando
viajaban a Chilpancingo, tras haber sido parados en un retén militar instalado
en la colonia Cuauhtémoc. “En ese tiempo bajaban a todos los pasajeros de los
autobuses y a nosotros ya no nos dejaron subir; mi padre les preguntó que por
qué nos detenían y le dijeron que porque componía corridos de la guerrilla de
Genaro Vázquez Rojas y de Lucio Cabañas”.
XIII

Después de la escaramuza del 21 de agosto, Lucio Cabañas y su gente se


refugiaron en la sierra de Tecpan de Galeana. Estaban ya fuera de su territorio,
lejos de esa red de colaboradores que, en el municipio de Atoyac, los había
mantenido tanto tiempo en la sierra. Allá la gente era más desconfiada y tenía
menos compromiso con la lucha.
El profesor Jacob Nájera Hernández fue detenido el 2 de
septiembre de 1974, desde entonces está desaparecido. 

 La otra parte de la Brigada Campesina de Ajusticiamiento, que movía a


Rubén Figueroa y acompañantes, caminó con dificultad por debajo de
frondosos árboles, hasta llegar a la zona de esas hermosas y majestuosas
palmeras de cayaco de las que se saca tuba y de cuyos frutos se extrae un
aceite de fina calidad.
Durante la travesía en breves lapsos Luis Cabañas hacía plática a los
guerrilleros. Les decía que el maestro Lucio tenía razón. Ya en las
inmediaciones del cerro de El Zanate le había secado la herida de la operación
con la que llegó a la sierra. Caminaba como la gente del campo y se le veían
bien, a veces hasta alegre. Pascual se portaba déspota, se notaba claramente
que estaba del otro lado, con Figueroa. A Luis le preocupaba la secretaria
Gloria Brito porque era mujer de ciudad y no estaba preparada para la vida del
campo.
A la secretaria de la Comisión del Balsas, Gloria Brito, mientras estuvo en la
sierra no se le notó el embarazo. No tuvo ninguna deferencia con las
guerrilleras, no les dirigió ninguna palabra de amistad. Como ella, seis
milicianas estaban embarazadas y sin embargo buscaban afanosamente huevos
de paloma y de codorniz para dárselos. Gloria se los tomaba para soportar el
hambre en aquellos campamentos y caminos de la intrincada selva de Atoyac.
Procuraban que Gloria comiera primero y mejor, pero la veían tan “estirada”
que una ocasión una guerrillera comentó: “Hay que buscar huevos de culebra
para que le demos”. Fue sólo una expresión.
Una ocasión cuando caminaban en las cercanías de Río Santiago, Gloria Brito
se desmayó “fue como a las 3 de la tarde de ese día cuando íbamos a empezar
la marcha y fue en ese momento cuando se desmayó la secretaria del viejo y
tuvimos que esperar hasta que se controlara un poco y pudiéramos seguir”,
comenta un guerrillero de nombre Moisés.
Al pasar cerca de El Ocotal se sumó nuevamente a la Brigada Campesina de
Ajusticiamiento Martín Nario Organes, Samuel, quien llegó acompañado de
siete campesinos miembros de una sola familia, con él eran ocho. La familia
iba encabezada por Talante un viejo de unos 60 años de edad con rasgos
indígenas, se incorporó con sus tres hijos y sus tres nueras. Ismael el mayor
era esposo de Rosalba; El Volador estaba casado con Celia y Rufino era
pareja de Minerva. Llegaron un día lunes y contaron que habían recibido
vejaciones por parte del Ejército por eso se unieron a la guerrilla. Explicaron
que un buen día llegaron a sus casas los soldados y arrasaron con sus
sembradíos de maíz y con sus chivos. Junto con sus esposas estuvieron un
tiempo prisioneros en el cuartel de Atoyac donde vieron a Lázaro (detenido en
El Río Chiquito) “a quien tenían vendado de los ojos y atado de pies y
manos”.  El Volador, hijo de Talante, tenía unos 20 años y era un excelente
conocedor de la sierra por eso le dieron la comisión de guía.
Esos días el Ejército enfiló sus baterías hacia la sierra de Tecpan y el 27 de
agosto en Fincas Viejas recuperó un FAL y un mosquetón que la guerrilla le
había quitado a soldados del 50 Batallón de Infantería durante la primera
emboscada el 25 de junio de 1972. Los guerrilleros con Lucio a la cabeza
estaban cerca, el 29 de agosto caminaron todo el día y por la tarde se mojaron
porque les llovió muy fuerte. “Casi oscureciendo detuvimos la marcha,
descansamos junto a un marihuanal; ahí se puso a hervir maíz y fríjol y
aquello salió sabrosísimo, era la primera vez que lo comíamos, no recuerdo
que compañero dio la idea; se hizo una pequeña reunión y nos dormimos”.
Para esas alturas el grupo de Lucio Cabañas lo formaban once
guerrilleros: Rutilo, René, Roberto, Gabriel, Eusebio, Edi
Carlos, Arturo, César, Martín, Carlos y Lucio, su principal alimento era lo
que la madre naturaleza les daba, el 30 de agosto encontraron en el camino
unos cuajinicuiles, cortaron sus vainas maduras y comieron hasta llenarse,
luego echaron a las mochilas para llevar.
Fue ese día cuando por la radio escucharon una noticia que los llenó de
emoción y esperanzas. “Ya como a las tres de la tarde iniciamos la marcha,
subíamos un largo trecho y descansamos, se prendió la radio y oímos algo que
nos llenó de alegría: José Guadalupe Zuno había sido secuestrado por
miembros del FRAP; pensamos de inmediato que el secuestro del suegro del
presidente, aunado al de Rubén Figueroa, podría ser la llave que abriera las
cárceles y nos permitiera la libertad de los compañeros presos y
desaparecidos”.
El Ejército no paraba en detener a los guerrilleros que se movían para recoger
el dinero del rescate. Simón que había llevado 370 mil pesos a la sierra fue
detenido cuando regresaba y entregó a Cándido a finales de agosto. Poco
después detuvieron a José María cerca de Zacualpan cuando bajaba rumbo al
puerto de Acapulco buscando establecer contacto con David. Luego que
detuvieron a Simón un helicóptero comenzó a rondar la zona cerca de Las
Trincheras e Ixtla. Les pasó muy cerca cuando la guerrilla caminaba a poca
distancia de La Vainilla llevando a los secuestrados.
El Obispo de Cuernavaca Sergio Méndez Arceo también intervino para
agilizar la liberación de Rubén Figueroa, por medio de Javier Olea se reunió
con Rubén Figueroa Alcocer quien le pidió hiciera gestiones para liberar a su
padre. “Entonces me vino a la mente la idea de una carta para Lucio, ya que
Rubén Jr. tenía posibilidades de hacérsela llegar. En esa carta yo invocaba, por
muchos motivos, la liberación de Figueroa y sus compañeros (…) Nunca
recibió respuesta. Pero un día me pidieron audiencia, con pretexto de
hablarme de un sacerdote enfermo, dos señoritas. Ya en mi presencia me
pusieron en las manos un sobre con copias del tercer comunicado de Lucio
Cabañas, y una copia autógrafa de una carta del Ing. Rubén Figueroa al
presidente de la República”, dijo Méndez Arceo a Luis Suárez. Los
documentos en cuestión los hizo llegar a Rubén Figueroa Alcocer por medio
de Javier Olea.
“La segunda intervención fue así: Me encontraba yo en el Seminario Conciliar
de México en un curso de renovación, de un mes, con muchos otros obispos.
Una tarde llegó el padre Bonilla para decirme que me pedía el servicio de ser
depositario y de dar un testimonio por escrito, de veinticinco millones de
pesos para ser entregados al mismo padre Bonilla cuando el secuestrado
regresara a su casa sano y salvo. Después de reflexionarlo, y no obstante los
riesgos, acepté y redacté un recado. Me consta que ese recado llegó a Lucio”.
El 2 de septiembre de 1974 Jacob Nájera Hernández, fue sacado por la policía
judicial de la casa de sus suegros en San Jerónimo de Juárez y luego fue
desaparecido. Ahora en su honor la escuela preparatoria de ese lugar lleva su
nombre. Carlos Bonilla Machorro escribió en su libro Ejercicio de
guerrillero que cuando salieron con Inocencio Castro hacia la costa para
establecer contacto con la guerrilla al primero con vieron fue a Jacob Nájera,
pero no les supo dar razón de donde tenían al senador.
El día que detuvieron el maestro militante del Partido Comunista y del
Movimiento Revolucionario del Magisterio (MRM) se preparaba para
presentarse dar clases en la escuela primaria Benito Juárez donde trabajaba,
pero le mandó a decir el director que no se fuera porque lo andaban buscando
un grupo de judiciales. Por eso Jacob estaba sentado en la hamaca, cuando un
grupo de agentes que viajaban en coches negros y cafés, que iban al mando de
Isidro Galeana Abarca lo sacaron del interior de la casa y luego se lo llevaron.
Hasta la fecha nada se sabe de él. Isidro Galeana Abarca dijo después que lo
entregó a los soldados en la Y griega de Atoyac.
En esos días Rubén Figueroa Alcocer había estado en el cuartel de Atoyac y
había ofrecido un millón de pesos a cada oficial que participara en el rescate
de su padre y lo entregara vivo, comentó después el capitán Elías Alcaraz. Por
eso soldados de la patrulla Martín y Vicente pertenecientes a la fuerza de tarea
Atoyac, comandadas por el teniente coronel Juan López Ortiz se pusieron en
marcha hacia la región de El Quemado.
La expedición, que llevaba como guía al joven Leonardo de la Cruz
Martínez, José María, salió el 5 de septiembre de Atoyac y como a las tres de
la tarde se internó por el monte de la colonia Buenos Aires. Al subir el día 6
encontraron dos campesinos guerrilleros a los que José María delató y dieron
datos del rumbo que llevaba el grupo con Rubén Figueroa.
La guerrilla con Figueroa descendió hasta la sierra baja y en el lugar conocido
como La Polvosa, el 7 de septiembre de 1974, cayó peleando el guerrillero
Prisciliano Medina Mojica, Juan, se le encasquillo el M-1 por eso ya no pudo
tirar y los soldados los remataron. Su cuerpo quedó tirado en medio de la
carretera que va de Cacalutla al Quemado. Después se supo que fue sepultado
en la orilla del camino.
La versión de la guerrilla en el libro Lucio Cabañas y el Partido de los
Pobres. Una experiencia guerrillera en México dice: “Este caso sucedió
cuando uno de nuestros compañeros iba a explorar la carretera para que
pasáramos con el viejo (Figueroa); eran varios los compañeros los que iban a
explorar el paso: Juan, Antonio, El Gato, y Ramón, éste tenía que vigilar la
parte Sur, Juan la parte Norte, pero no le hicieron así, pues Ramón sí se quedó
en el lugar indicado, mientras Juan no y en lugar de eso se fue a explorar y
dejó sólo el lugar de la guardia; Ramón vio a tiempo a los soldados que venían
de El Carbón (El Quemado) y se hizo a un lado de la contracuneta
escondiéndose bien, los otros compas no sabían nada de los guachos, así que
cuando venían de explorar fueron descubiertos por los soldados quienes les
dispararon; el compa Antonio, que era quien venía adelante, pasó la carretera
corriendo y disparando, el compañero que le seguía, Juan, quiso hacer lo
mismo pero fue inútil, porque lo recibieron con una ráfaga de FAL y lo
hirieron, por lo cual ya no pudo seguir corriendo, sino que quedó en el suelo,
disparando hasta que quedó muerto por la balas del enemigo”.
Dice Moisés que entre Antonio y Juan mataron seis soldados este día.
El resto del grupo estaba cerca y escucharon los balazos, esperaron y “primero
salió El Chango, de ahí El Gato, de ahí Ramón, de ahí Sabás, de ahí el Gallo
Negro y Juan fue el que faltó”, recuerda la guerrillera Rosario quien era pareja
de Juan. De hecho, ese día Rosario estaba comisionada para ir a la
exploración, pero Juan tomó su lugar y fue así que murió enfrentando a los
militares.
Eneida Martínez en la tesis Los alzados del monte. Historia de la guerrilla de
Lucio Cabañas, recoge el testimonio de la guerrillera Rosario: “En esa
exploración me tocaba a mí (…) el ‘Gato’, el ‘Chango’, yo supuestamente iba
a ir, y Ramón, y yo no fui porque él [Juan] no me dejó, porque ya estaba muy
feo, me dijo Juan ‘tú ya no vas a ir, voy a ir yo en lugar tuyo’. Se fue él a
explorar el campo (...) Pues ya estaba la emboscada, ya estaba cercado ahí la
carretera, ya era una emboscada que estaba ahí y ellos fueron a explorar ese
lugar (...) les empezaron a tirar [los soldados] a ellos, pero ya Juan había
atravesado la carretera del aquel lado, asegún [sic] vieron el ‘Chango’
y Ramón, que Juan alcanzó a pasar y fue al primero que le dieron. Entonces
dice él que le dieron en las piernas, Juan cayó a media carretera, y ellos
quisieron sacarlo entre Ramón y el ‘Chango’ (...) quisieron hacerle frente al
gobierno pero no pudieron, porque era mucho el gobierno, sino que ellos se
fueron, corrieron y ahí dejaron a Juan (...)...él siguió tirando, él estaba tirado
se dio con el gobierno, se le encascajó el M1, ya no pudo tirar, se le encascajó
y ya ahí fue donde lo mataron el gobierno”.
Después del enfrentamiento, el resto de la comisión logró huir y llegar al
campamento donde se encontraba los demás de la Brigada con los
secuestrados, todos éstos escucharon los disparos y supusieron de un
encuentro del grupo explorador con los militares. A pesar de que Ramón, el
“Chango” y el “Gato” habían visto caer a Juan no quisieron decir nada al resto
de los brigadistas, sobre todo Ramón quien se encontraba al frente de la
dirección: “Entonces yo les digo a ellos ‘¿y Juan?’, ‘No, pues por a’í debe de
andar’ (...) pues si no sale pues ya sabes lo que se ha dicho aquí el que salió
salió y el que no pues ni modo (...) si cayó en batalla cayó y el que se la salvó
la salvó pues”.
“Pero la noticia de la muerte de la pareja de Rosario finalmente tuvo que ser
revelada a todos los brigadistas: ‘me sentí que me quedé sola, ya no me sentía
a gusto’, ese era el terrible sentimiento que la embargaba, pues no sólo perdía
a un compañero de lucha sino también a su pareja sentimental, pero eso dolor
no podía detener su marcha pues el Ejército les venían pisando los talones”,
asentó Eneida Martínez.
Y efectivamente el 7 de septiembre de 1974, en la noche Ejército y
guerrilleros durmieron como vecinos.
XIV

El 8 de septiembre de 1974 el Ejército rescató al senador Rubén Figueroa en el


lugar conocido como La Pascua, en la sierra de Atoyac, después de estar 103
días en manos de la guerrilla de Lucio Cabañas. Su familia había pagado 25
millones de pesos por su vida y los otros 25 esperaban depositados con el
obispo de Cuernavaca Sergio Méndez Arceo. El grupo que lo custodiaba nada
sabía de eso porque el Ejército había detenido a todos los correos y contactos.

El campesino Getulio Rebolledo Ocampo fue detenido por


los militares el 23 de septiembre de 1874, en San Andrés
 de la Cruz.

Un día antes, el 7 de septiembre el candidato del PRI a gobernador, intentó


escapar, aprovechando la confusión que causó la caída de Juan, cuando una
comisión de guerrilleros que exploraba el camino topó con el Ejército. Sobre
este hecho Rubén Figueroa diría a Luis Suárez: “No cayeron los tres porque
aquellos soldados no tenían armas automáticas, sino fusiles de cerrojo… Dije
a Gloria que me fugaría en el camino, y que si el Ejército volvía a tener
contacto correría hacia él. Se había conocido una carta de Lucio donde decía
que había fracasado que no les darían a los presos. Por lo tanto, nos liberaría,
mandándonos a Acapulco. A Gloria le recomendaba que se cuidara de la
flebitis, y a Febronio le expresaba las gracias por darle lecciones de marxismo.
A sus tíos Luis y Pascual les pedía disculpas por las molestias… Añadía Lucio
que empezarían los días difíciles y atribuía al ejército la intención de matarme
para echarle la culpa a él, lo que entendimos al revés, como un plan para
matarnos y culpar al ejército. La única forma que queda, dije a mis
compañeros, es echarme sobre las balas de los soldados tratando de salvar la
vida”. Así lo hizo al día siguiente.
Después de la escaramuza en La Polvosa, donde murió Juan, los guerrilleros
caminaron custodiando a los secuestrados hasta La Pascua. Una pequeña
planicie rodeada por dos arroyos, y en su exuberante vegetación destacan las
frondosas palmeras de cayaco. En el sitio hay una gran laja, conocida como La
Piedra Chorreada y su entorno está lleno de rocas y cuevas naturales. Los
brigadistas llegaron ahí en la madrugada del 8 y se dispusieron a descansar
para seguir su camino al día siguiente. Pero por la detención
de José y Pablo el Ejército ya conocía el rumbo que llevaban. El encuentro era
cuestión de tiempo. El cerco estaba tendido.
Ese 8 de septiembre, el combate durante el cual rescataron a Rubén
Figueroa comenzó como a las ocho de la mañana, fue en los terrenos de
Victorino Villegas.  “La barranca de La Pascua hervía de soldados, había en
todo el monte desde El Cerro Prieto de los Pinos, hasta Agua Zarca”,
recuerdan los lugareños.
De acuerdo a la versión del capitán Elías Alcaraz Hernández, los protagonistas
de esta acción fueron 55 efectivos que pertenecían a las patrullas: Martín a
cargo de subteniente Agustín Rivas Ramírez y Vicente a cargo del teniente
Arturo Flores Monroy.
Explicó que al ubicar el campamento guerrillero los soldados comenzaron a
morterear en abanico a las 8:45 de la mañana a una distancia de 50 metros y
en 15 minutos ya había acabado la operación. Figueroa había sido rescatado.
Dijo Alcaraz que “después de morterear el primero en salir fue Pascual García
Cabañas y Figueroa llegó al único soldado que lo conocía cuando Sabás lo
seguía de cerca disparándole, pero no le pudo dar por las carreras y lo
escabroso del suelo. A veces se resbalaba el ingeniero y a veces Sabás. Pero
intervino el soldado Romualdo Román Soto quien le pegó un tiro a Sabás en la
garganta… En tercer lugar, salió Gloria Brito que estaba embarazada, Luis
Cabañas sangraba cuando lo sacaron. Más abajo el teniente Arturo Flores
Monroy estuvo a punto de matar a Febronio que estaba herido de un brazo”.
En la refriega el soldado Federico Villa Escobedo salió herido.
El capitán Elías Alcaraz dijo a Misael Habana, en una entrevista que le
concedió para El Sur en septiembre de 2000, que ahí quedaron muertos los
dos campesinos que los guiaron. “A Chema no le pasó nada estaba vivito y
coleando y temblando de miedo”, dijo además que murieron 50 guerrilleros,
que algunos cuerpos fueron trasladados a Atoyac otros por el temporal fueron
sepultados ahí mismo. Los muertos nunca fueron identificados porque no
llevaban nombre y que a los secuestrados los sacaron en helicóptero el mismo
8 de septiembre, entre 10 y 11 de la mañana. También subieron al helicóptero
al soldado Federico Villa Escobedo que fue la única baja que tuvieron.
Otra versión es la de Febronio Díaz, quien tenía 54 años cuando acompañó a
Rubén Figueroa a entrevistarse con Lucio y diría muchos años después, a la
revista Proceso: “Lucio es el hombre a quien más le debe el estado de
Guerrero, en estos últimos tiempos”. Y recordará que aquél 8 de septiembre,
seis muchachas guerrilleras se pusieron a platicar con risotadas muy ruidosas,
cuando una voz potente salida de un aparato decía “ríndanse hijos de la
chingada están cercados” y sonó el primer bazucazo. “¡Cuidado!’ gritó Luis,
pero en ese momento le tocó una bala a él; era mortal por necesidad, le entró a
la altura del corazón, se rodó inmediatamente y empezó a vomitar sangre”.
También rememoró Febronio que él recibió tres disparos, uno de ellos en el
brazo. “Primero sacaron a Rubén, a Pascual y a Gloria, en un helicóptero.
Después vivieron por Luis y por mí, que íbamos heridos”. Dijo que en ese día
del rescate sólo murió Sabas, “Tres días después, según me dijeron, el Ejército
les tendió una emboscada y mató a 18; después fueron detenidos varios”.
Por su parte Rubén Figueroa Figueroa relató a Luis Suárez: “Al sonar las
nueve o nueve y media el primer bazucazo, cuando en el grupo íbamos
cuarenta y ocho personas, entre custodios y prisioneros, de los que once eran
mujeres… El grupo rebelde iba comandado por Ramón. A las siete de la
mañana nos había sobrevolado un avión de fuselaje azul. Después del
bazucazo vino el fuego cerrado de ametralladora, respondido débilmente. De
nuestros custodios, sólo dos estaban a unos cuantos pasos. Uno era
el Zacazonapan, hombre fuerte, dotado de un FAL. El otro era un hombre
chaparro tipo oaxaqueño o chiapaneco, con fornitura en la cintura, que parecía
uno de los desertores del Ejército, porque conocía lo toques y daba
instrucciones de defensa personal, aunque luego corrió abandonando el
arma… Mientras Pascual y yo fuimos al Ejército, Gloria y los otros se
refugiaron en el tronco de un cayaco, árbol de la región. Gloria estuvo de pie,
Luis en cuclillas y Febronio boca abajo. Cuando Zacazonapan quiso
alcanzarnos, las balas lo mataron”.
Según Figueroa, Sabás disparó sobre Luis Cabañas y sobre Febronio, matando
a Luis y dándole tres balazos a Febronio. “Seguía Sabás para alcanzarnos,
cuando tropezó con un soldado que le dio un balazo en el cuello y estuvo
agonizante hasta que llegó otro soldado, quien quiso disparar a Gloria ‘yo no
soy guerrillera, sino prisionera’…Gloria dijo a los soldados que por ahí me
buscaran, que yo llevaba pantalón y guayabera blancos (que ya eran negros).
El soldado se encaminó a buscarme. Sabás fue acabado. Pascual y yo
estábamos protegidos en una roca unos cuantos metros del soldado. Lancé un
grito: ‘Viva Echeverría, gusanos, hijos de la chingada’. Lo oyeron los
soldados y el teniente coronel López Ortiz, comandante de aquel
destacamento de sesenta hombres. Desde cincuenta metros me preguntó: ‘¿Es
usted, senador?’, ‘Yo soy. Deme un arma para batir a nuestros enemigos que
van corriendo”.
Rubén comentó que tenía tres días sin comer, cuando lo rescataron. Ya
estando en el cuartel de Atoyac “llegó mi hijo Rubén conducido por el coronel
Quiroz”.
También al enterarse de los hechos el Secretario de la Defensa Nacional,
general Hermenegildo Cuenca Díaz, se trasladó hasta Atoyac para llevarse al
senador Figueroa en un helicóptero al puerto de Acapulco y después
trasladarlo a la ciudad de México en un avión militar. De la acción, el Ejército
mostró hermetismo y no quiso dar información a la prensa de Acapulco.
Con el tiempo hemos llegado a saber la versión de dos guerrilleros de lo
ocurrido aquel día. Por ejemplo, Moisés dice que un día antes, “se acordó que
en caso de una balacera cualquiera de todos nosotros quebrara al viejo, pues
adelante teníamos que pasar por un camino muy andable y pensábamos que
podía haber problemas… Por la tarde los responsables del grupo discutieron
junto con los compañeros Samuel y Rufino, que eran los responsables del
grupo reagrupado recientemente y que se había incorporado a nosotros. Ese
día se acordó que la gente que quisiera podría salir, pues dentro de poco al
viejo se le tenía que ajusticiar y la gente de Samuel se encargaría de soltar a
los que acompañaban al viejo, o sea a Luis, Gloria, Febronio y Pascual y la
gente que quedara iba continuar atacando al enemigo”.
En su testimonio publicado en el libro Lucio Cabañas y el Partido de los
Pobres. Una experiencia guerrillera en México, comenta Moisés: “A la una de
la mañana los guardias descubrieron resplandores de focos que se regaban por
distintos lugares, avisaron a los responsables pero no les creyeron y pensaron
que era mentira, así amanecimos y la mayoría seguíamos sin creer lo que los
compas de guardia habían dicho (…) Ya a las 8 de la mañana los cocineros del
otro grupo hacían sus alimentos y nosotros también, al empezar a juntar la
lumbre se formó una vela de humo tanto de nosotros como de los otros
compañeros y fue en ese momento cuando pasó un helicóptero y se contuvo
un poco de tiempo y muy bajo arriba del campamento, nos observaban de
arriba con binoculares y nosotros también. Cuando el compañero Samuel se
decidió a tumbarlo en ese momento se fue y ya no se pudo. Tardó poco de
tiempo para que salieran los compañeros que habían solicitado permiso y
nosotros arreglábamos nuestro equipo para retirarnos también del lugar”.
“Los compas se estaban despidiendo de nosotros, habían avanzado como 15
metros cuando estalló el primer obús de mortero que nos tumbó a la mayoría.
Los compañeros se regresaron y tomaron sus rifles y corrieron desesperados.
El compañero Ramón trató de organizar a la gente y ésta no le hizo caso,
porque las ráfagas de Fales y estallidos de granadas y obuses están bastante
tupidos y nos gritaban que nos rindiéramos, que estábamos cercados, que no
saldríamos vivos y muchos más se desesperaron, yo también. Las primeras
ráfagas sonaron cerca de donde estaba el viejo, quien corrió hacia el lugar
donde venían los disparos más tupidos, Sabás fue en persecución de él, las
balas le impidieron ajusticiar al viejo, cayó abatido cuando contestaba con su
M-2 los disparos de los guachos”.
Por su parte la guerrillera Rosario entrevistada por Eneida Martínez comenta
que ya en la madrugada El Chango, El Gato avisaron que habían visto luces
del otro lado del cerro. “Nosotros como ya sabíamos que eran miedosos no les
creíamos porque andaban con el puro miedo”, dice Rosario. Por eso se
quedaron a dormir y al otro día tempranito, el jefe Salomón Ríos
García, Ramón, a quien le tocaba la cocina, les dijo “levántense a comer”
y Xóchitl le contesta “todavía van a comer ustedes, estamos rodeados del
gobierno”. Rosario le dice a Martha “a lo mejor es cierto, estamos rodeados
del gobierno”.
Rosario no se quería mover de ahí porque tenía esperanzas que por algún lado
saliera Juan. Dijo Ramón “se va a poner más feo”. Comenta Rosario, “lo malo
que hizo Ramón fue que nos puso a limpiar las armas… Nos dijo,
compañeros, limpien las armas”. Alguien le contestó “mira Ramón nos van a
agarrar con las armas desempatadas”, pero Ramón insistió porque había otras
armas.
En ese momento salían de permiso 25 guerrilleros entre
ellos Kalimán. Entregaron las armas que quedaron recargadas en una palma.
No tenían ni veinte minutos que habían salido cuando comenzaron los
primeros disparos, algunos guerrilleros estaban con las armas desarmadas
otros apenas las iban a desarmar. Rosario nada más cargaba una pistola y con
ella hizo frente al Ejército, Marta ya había desarmado, Ramón también había
desarmado su rifle. Al primer balazo Ramón creyó que se le había ido a
alguno de los brigadistas. Pero le siguió una ráfaga, dice Ramón “¡esto ya
valió madres, es el gobierno!”. Dicen los otros compañeros “ya ven, no les
creíamos a los que tenían miedo, les hubiéramos creído”. Se oía la balacera y
luego un helicóptero, comenzaron a caer granadas “que nos tapaban de tierra y
nosotros nos revolcábamos y peleamos. Nada más tirábamos al rumbo donde
estaba el gobierno, qué le hacíamos si ellos estaban bien y nosotros estábamos
desprotegidos, estábamos entre unas palmas”.
Rosario vio regresar a Matilde y a Kalimán, cree que fueron los únicos que
volvieron de los que habían pedido permiso. Marquina Ahuejote
Reyes, Matilde, una jovencita de 17 años, dijo “yo me voy a morir peleando”.
Al tiempo que tomaba una de las armas que habían dejado los que salieron y
se dio el gusto de morir peleando de frente contra el Ejército
mexicano.  Rosario le gritó “Matilde no te acerques”. Estaba cerrado el fuego,
“nos caían las ramas, hojas, tierra, nos tapaban”. Kalimán intentó hacerla
regresar, pero ésta no le hizo caso y se fue disparando de frente hasta topar a
los soldados donde encontró la muerte.
XV

El Ejército logró construir una red de soplones reclutados a veces con engaños
y amenazas de entre los jóvenes desempleados, a los cuales el gobierno les
prometió empleos en actividades culturales y deportivas. Después de ser
enganchados los sacaba de las comunidades y los integraba a la tropa para al
finalmente regresarlos clandestinamente al interior de sus pueblos de origen
como orejas y madrinas. Aunque también hubo soplones que únicamente lo
hicieron para recibir una palmadita en el hombro de algún oficial. Creían que
estar bien con los soldados era estar bien con “el gobierno”.
Montañas de la sierra de Atoyac. Foto: Carlos Téllez

“Durante los primeros 26 días de operaciones independientemente de la acción


militar; se han efectuado reuniones con los comisarios municipales,
comisariados ejidales, asociados del Instituto Mexicano del Café, maestros
que trabajan en escuelas del área y con los campesinos de sus propias
comunidades, con lo cual se ha logrado que la actitud de la población civil,
que antes se mostraba hostil, altanera y expresaba apoyo al gavillero, haya
cambiado, ya ahora se reciben muestras de solidaridad al gobierno y la gente
empieza a cooperar con informes; además el cabecilla ya no se atreve a llegar
a los poblados”. Lo anterior son los resultados de la Operación Atoyac que
informaba el comandante de la 27 zona militar Eliseo Jiménez Ruíz el 5 de
septiembre de 1974 a un mes de haber tomado posesión del cargo.
A estas alturas las tiendas Conasupo eran manejadas por el Ejército, que
repartía propaganda en contra de la guerrilla. Era imposible para los
guerrilleros conseguir comida y no podían acercarse a los pueblos. Muchos
soldados se hacían pasar por locos y pordioseros. En Los Valles había un loco
al que le decían La Borrega que hablaba con los postes de la luz, besaba los
árboles porque decía que eran sus novias, al pasar por un arbusto le decía
“¿cómo estas mi amor?” Se introducía en las casas donde había niños y pedía
permiso para jugar con ellos. También se metía en las viviendas de familiares
de Lucio Cabañas. Otros soldados trabajaban como coimes en los billares,
como peluqueros y había también aquellos que compraban lo robado.
Con toda esta logística desplegada y el rescate de Figueroa el Ejército
mexicano vivió su momento de gloria, antes del 8 de septiembre de 1974, la
imagen del Ejército se había deteriorado por su fracaso para rescatar a
Figueroa y eliminar a Lucio Cabañas. La mayor parte de los comentarios y
versiones que circulaban entre todos los sectores de Guerrero eran que el
Ejército estaba haciendo el ridículo en la sierra.
Finalmente, la llamada Operación Atoyac tuvo éxito. “Como resultado de esta
operación, fue liberado el citado senador y las personas que lo acompañaban
cuando fue plagiado, señora Gloria Brito de Díaz, Luis Cabañas, Febronio
Díaz Figueroa y Pascual Cabañas, resultando heridos los dos últimos
nombrados; entre los maleantes muertos, se identificó a Sixto Huerta
(a) Sabás uno de los principales gavilleros; por parte del personal militar
resultó herido un elemento del 27 Batallón de Infantería”, informaba el
comandante de la 27 zona militar. Ese mismo día, a las ocho de la noche,
Jiménez Ruíz informó telefónicamente a Cuenca Díaz que se había tenido un
nuevo contacto con la gavilla de Lucio en las inmediaciones del poblado
colonia Benito Juárez, “combatiendo desde las 18:00 horas hasta oscurecer”.
El capitán Francisco Meza Castro encabezaba la patrulla del Ejército que
emboscó a la gente de Martín Nario Organes, Samuel.
En un informe del 10 de septiembre de 1974 enviado al Presidente de la
República, Luis Echeverría Álvarez, el general Hermenegildo Cuenca Díaz
habla que en el enfrentamiento del 8 de septiembre a las 18:30 horas
“resultaron siete guerrilleros muertos” que se recuperó un FAL, se recogió una
carabina M-1, tres escopetas de diferentes calibres y dos rifles calibre 22, no
hubo herido por el personal militar. También dice que en reconocimiento por
el área donde se rescató a Rubén Figueroa “Se localizaron dieciséis gavilleros
muertos”.
Como ya hemos dicho que los soldados llegaron al campamento, guiados por
tres guerrilleros que fueron detenidos con anterioridad. No hay mucha certeza
en los nombres, pero se sabe que José María era delgado, alto y morenito de
pelo largo, salió con Pablo al Cucuyachi para informarse donde estaba el
maestro Lucio y recibir nuevas órdenes. Antes de salir a las poblaciones más
grandes fueron a cortarse el pelo, ahí los agarraron y los torturaron por eso
ellos llevaron al Ejército a La Pascua. Donde acuerdo a la versión
de Rosario murieron El Águila, Sixto Huerta, Sabás; Mano Negra y Marquina
Ahuejote Reyes, Matilde.
Carlos Bonilla Machorro para su libro Ejercicio Guerrillero entrevistó Pascual
Cabañas quien habló del momento del rescate. “Yo me di el arrancón y el
Senador me siguió; a veces se retrasaba, pero yo volvía hacia él, lo animaba y
le hablaba en voz alta. Lo iba sacando en dirección del Ejército. El respiraba
hasta por la boca, resbalaba, se enredaba entre las ramas, pero seguía.
Entonces nos colocamos junto a una gran piedra.”
En ese relato Bonilla comenta: “Si, Vicente (se refiere a un guerrillero) me
dijo que te vio correr con el senador y que nadie pensó en tirarles, sino más
bien en cubrirlos, porque habían recibido instrucciones de Lucio de ofrecer
máxima protección al ingeniero, porque lo querían asesinar para echarles la
culpa”. A lo que Pascual agrega: “Me parece que así fue, de lo contrario nos
matan fácilmente”.
Pregunta Bonilla ¿Y sus bajas... de qué bando las obtuvieron? Responde
Pascual “De los guachos. Ellos hirieron a Febronio en un brazo y a Luis de
gravedad. Yo los vi. Si a Luis lo hubieran atendido pronto, no muere. Pero no
lo recogieron. Lo dejaron mucho tiempo abandonado después de terminada la
batalla”. “Pascual –le pregunté-, las noticias afirman que les disparó un
guerrillero, ¿es cierto?” Responde: “Eso es mentira yo no puedo callar. Mi
hermano es mi hermano… En ese infierno de balas y pólvora, cerca del
Quemado, murieron como veinte, entre hombres y mujeres, pero también
soldados. Creo que el grupo completo era como de cuarenta y cinco o más
guerrilleros entre los que se encontraban una diez mujeres y algunos
muchachos casi niños”.
Eloy Morales Gervasio dijo a don Simón Hipólito: “Por la mañana del día 8
pasó muy cerca de ahí un campesino, que no acordaron detenerlo y que creen
que él fue el que los delató. (...) Como a las nueve o nueve y media empezaron
helicópteros y aviones a sobrevolar la zona. No tardó mucho tiempo para que
uno de nuestros vigilantes llegara corriendo a decirnos que sigilosamente se
nos acercaban elementos militares para tendernos un cerco. Rápidamente unos
se quedaron al cuidado de Figueroa y acompañantes y otros nos dispusimos a
enfrentarnos con ellos. Al tratar de abandonar la casa, recibimos una ráfaga de
fusil seguida por descargas de granadas. Vimos como Sabás caía herido; igual
caía otro compañero. Ambos eran los que cuidaban a Rubén Figueroa. Vimos
también como Figueroa se escondía entre unas piedras y un árbol caído; vimos
también como una granada alcanzó a Luis Cabañas y caía herido de muerte.
Nosotros quisimos rescatarlo protegidos por el fuego de cuatro compañeras
guerrilleras, pero una lluvia de granadas oscureció el lugar y tuvimos que salir
cuesta arriba, por un lugar donde todavía nos cercaban los guachos. 
Rosario se cubrió pecho tierra atrás de una palma y se acordó lo que le dijo
Juan “si a mí me matan en esto, tú no te despegues de Ramón y Martha ellos
te van a sacar, él conoce bien el camino aquí, sólo con ellos vas a salir” por
eso ella no les quitaba la vista a Ramón y Martha. “Entonces, se cerró el fuego
pues de una parte y otra, pero pues nosotros no le hacíamos nada al gobierno,
porque ellos ya estaban en sus lugares escondidos…según que al primero que
mataron fue a Sabás y al Gallo Negro y El Águila, eran los que hacían
guardia, ya no supimos de ellos, porque fueron los primeros que mataron”.
Los guerrilleros tuvieron que huir disparando “era mucho gobierno y no
alcanzábamos agarrar tiro, tuvimos que correr cada quien por su lado como
pudiera y nosotros salimos juntos porque brincábamos, nos revolcábamos y
caíamos y ya se fue la bolita junta rodando, peleando y tirando. Daniel andaba
matando la misma gente tiraba sobre la misma gente, le dijo Ramón  ‘nos vas
a matar, tírale al gobierno’. Ya de ahí ya no supimos de Samuel para dónde
salió, con quién salió, nada más la gente que salimos fuimos: Ramón, Martha,
Esteban, Kalimán, Rosario, Celia, Minerva y Germán, fuimos ocho que
salimos juntos”. A los demás Rosario les perdió la pista.
Dice Moisés que Valente se encontró con Dukan y luego con Solín, se
reagruparon, avanzaban para romper el cerco, él quiso seguirlos, pero las balas
se lo impidieron caminó hacia otra dirección donde “me encontré con Silvano,
Martha, Celia, Minerva, Rosario, Kalimán y Ramón, avanzamos
protegiéndonos unos con otros, abriéndonos paso hasta romper el cerco.
Muchos de los compañeros les hicieron frente a los guachos y también les
costó salir como el grupo de nosotros… Silvano iba adelante abriendo paso,
tendía su FAL y rociaba a la posición que está enfrente, Martha ganaba
terreno y protegía nuestro avance, Ramón pasaba de largo y ganaba una
posición”. Así salieron los ocho, perseguidos por un helicóptero artillado.
Eloy confió a don Simón que cuando llegaron a la cima de un cerro cercano al
enfrentamiento y vieron para abajo una nube de humo negra, producida por
tantas granadas; que fueron éstas las que dispararon los soldados, más que sus
fusiles de alto poder. De acuerdo a los datos recogidos por don Simón ahí
cayeron Sabás y El Zarco.
El grupo de los ocho avanzó con Ramón al frente cerca de una carretera
volvieron a encontrarse con los soldados. Se escondieron ya no pudieron
hacerle frente porque eran pocos y con pocas municiones. “Todos llevábamos
armas, porque alcanzamos a agarrar las que habían dejado los compañeros que
salieron, unos llevaban pistolas, otros llevaban rifles, yo no alcancé a agarrar
rifle, yo nada más llevaba la pistola”, dice Rosario.
Un testigo presencial, entrevistado por Simón Hipólito, le relató que después
de que terminó la batalla, “como a los veinte minutos, pasaron o llegaron
adonde él estaba arrancando su frijol ocho jóvenes, cuatro hombres y cuatro
muchachas, todos venían armados y cargando mochilas; las muchachas
vestían pantalones. Le pidieron algo de comer y sólo pudo ofrecerles elotes
asados que devoraron así de rápido. Le pidieron agua y les dio... Una de las
muchachas lloraba; le preguntó a un joven qué le pasaba y le contestó: ‘es que
allí en el enfrentamiento le mataron a El Zarco, su marido’”.
Los ocho sobrevivientes, de los que se tiene noticas, se refugiaron en un cerro
cercano al Cucuyachi. “Por ahí en unas palmas, en un arroyo, ahí tardamos un
mes enterito sin comer, salíamos nada más... comíamos hojas de ciruelo, era la
único que comíamos y agua del arroyo, sin probar tortilla sin probar nada, lo
único que salimos a una milpa a comer elotes crudos”, comenta Rosario.
Luego contactaron a un campesino, “un viejito que nos llevó ropa, que no le
conocí el nombre, nos llevó pollo en un traste y ese fue el que salió a
comprar. Ramón le dio dinero para que nos comprara ropa”, recuerda Rosario.
De ese cerro cercano al Cucuyachi salieron el dos de
noviembre Kalimán, Minerva, Celia y Rosario, dejaron allá
a Ramón, Martha, Esteban y Germán. “y salimos a la carretera, nada más
nosotros, cuatro personas y ellos se quedaron. En Atoyac cambiamos los
billetes que nos había dado Ramón y cada quien le dio por su lado”. De
ahí Rosario se quedó en Atoyac y no ha vuelto a ver a sus compañeros.
Febronio recordaría muchos años después que pasó después que salieron de
ahí: “Nos llevaron a un hospitalito de Atoyac; había dos planchas de concreto
nada más. Nos pusieron suero glucosado, nos dormimos desde las nueve de la
mañana hasta las tres de la tarde. Después nos trajeron a la Base Naval de
Acapulco y de allí, en avión ambulancia, al Hospital Militar de la Ciudad de
México. Fue en ese momento cuando Luis me dijo balbuceando: ‘Febronio,
quien sabe si me muera. Quiero que vayas a ver a mi madre y le digas que mi
último pensamiento fue para ella’. Cuando volábamos a la altura de
Cuernavaca, empecé a sentir frío. Entonces le quitaron la sábana a Luis y les
digo: ‘Oigan, también él viene herido, no se la quiten’. Y me dicen ‘Ya
murió’. Efectivamente, había muerto en esos instantes”.
XVI

“Hermano”, fue la primera palabra pronunciada por Figueroa, al verse con el


general Cuenca Díaz, a quien abrazó efusivamente en su alegre reunión de
Atoyac de Álvarez. El secretario de la Defesa Nacional subió al senador a un
helicóptero, para llevarlo al puerto de Acapulco y luego en un avión a la
ciudad de México. Después de un chequeo en el hospital militar, el 9 de
septiembre Figueroa llegó a su casa.

Carmelo Juárez Bello fue desaparecido por el Ejército


el 20 de septiembre de 1974 en El Ticuí.

El general Cuenca Díaz dijo a Rodolfo Guerrero reportero El Universal que:


“Los maleantes sufrieron numerosas bajas entre muertos y heridos… El
Ejército mexicano solamente sufrió una sola baja: un soldado herido… El
personal militar detuvo a varios gavilleros, pero hasta la noche se ignoraba
cuantos, y quienes son”, la nota se publicó el 10.
Según El Universal Febronio Díaz tenía una herida de bala en el hombro
izquierdo. Luis Cabañas tenía una pierna gangrenada y una infección en el
pulmón. Gloria Brito esposa del capitán Edensión Neftalí Díaz Marroquí, fue
trasladada inmediatamente con su familia a la ciudad de México.
Con las torrenciales lluvias que provocó el huracán Norma el 10 de septiembre
llegó procedente de la ciudad de México el cadáver del Luis Cabañas
Ocampo, que falleció a consecuencias de las heridas que recibió durante el
rescate de Figueroa, fue subido a la sierra y sepultado en su natal San Vicente
de Benítez.
Al sepelio de Luis, de Atoyac, únicamente fueron mujeres. A los hombres el
Ejército los regresó del retén que estaba en el Tejaban. Se sabe que unos
agentes federales no dejaron destapar el ataúd antes de que fuera sepultado, su
familia no pudo ver el cadáver, por eso existen muchas dudas en torno a la
muerte del maestro y exlíder del movimiento cívico. Luis era una figura
pública importante, había sido síndico y presidente municipal de Atoyac. Fue
hijo del coronel zapatista Pedro Cabañas Macedo.
Por su parte el Excelsior en su edición del 12 de septiembre de 1974 informa
que El general Hermenegildo Cuenca Díaz dijo: “hubo dos enfrentamientos,
uno el sábado 7 de septiembre y otro el domingo 8 cuando pudimos rescatar al
Senador (…) Cabañas y su grupo estaban fuertemente pertrechados y
presentaron resistencia, ya se había tendido un cerco en torno a ellos, pero
ante todo se trataba de proteger al senador y a sus acompañantes (...) En el
primer enfrentamiento, el sábado, hubo dos bajas por parte del bando
contrario. En el segundo enfrentamiento, el domingo, los bandoleros tuvieron
15 bajas. Cuando el fuego era intenso el senador apareció y se identificó, los
miembros del ejército lo rescataron de inmediato y poco después a sus dos
acompañantes; su secretaria Gloria y su chofer Febronio”.
El 13 septiembre Rubén Figueroa Figueroa se presentó al senado de la
República donde fue recibido como héroe y pronunció un efusivo discurso.
Luego siguió con su campaña política, y como la elección únicamente era un
trámite tomó, posesión como gobernador el primero de abril de 1975.
Según Bonilla Machorro en liberación de Figueroa tuvieron mucho que ver
Francisco Humberto Quiroz Hermosillo y Mario Arturo Acosta Chaparro,
“Quienes se anotaron un cien”, pondría en voz de Rubén Figueroa Alcocer.
Esos dos oficiales estaban metidos en la investigación contrainsurgente desde
1972 y don Rubén premiaría a este último con el cargo de jefe de todas las
policías en el puerto de Acapulco.
El 13 de septiembre de 1974 la Zona Militar reportó que el grupo de policía
militar obtuvo, en plaza de Acapulco un ‘paquete’ importante, el cual ya se
revisaba. Esta información fue retransmitida al Estado Mayor de la Defensa
Nacional. Ese día fue detenido Manuel Serafín Gervasio, Javier, medio
hermano menor de Lucio Cabañas, en la colonia 20 de noviembre de
Acapulco y conducido a la Base Aérea de Pie de la Cuesta donde fue visto por
Arturo Gallegos y, tras ser interrogado, se recuperó una petaca con 14
millones 500 mil pesos que estaba enterrada en una milpa cerca de Tierra
Colorada.
Cinco años después el miércoles 24 de enero de 1979 en el procurador federal
Oscar Flores Sánchez dio un informe sobre el destino de los desaparecidos,
según el mencionado funcionario durante el rescate de Rubén Figueroa
murieron 44 guerrilleros y da nombres de personas que públicamente fueron
sacadas de su domicilio, detenidas en sus trabajos o en los retenes, entre los
casos más conocidos están: Emeterio Abarca García, Ausencio Bello Ríos,
Inocencio Castro Arteaga, José Flores Serafín, Jacob Nájera Hernández, Aida
Ramales Patiño, Bernardo Reyes Félix y Cesáreo Villegas Tabares.
La Brigada Campesina de Ajusticiamiento en su último comunicado emitido
el 27 de noviembre de 1974 reconoce que esta “cuarta acción armada”
acaecida el domingo 8 de septiembre de 1974 a las 09:00 horas “significa
nuestra primera derrota militar”. Dice que dejaron escapar a Figueroa porque
que se había ordenado “a los compañeros no dispararle ni a él ni a sus
compañeros y se les dejó ir para que salieran con vida... Ahorita lo que se trata
es esconder bien estos 25 millones para que no rescate nada la policía, y que
este dinero se invierta en armas, se invierta en parque, en ropa, en alimento, en
curaciones para la gente de los barrios y en ayuda de las familias de los que
andan en los grupos armados”.
Pues de las demandas iniciales del Partido de los Pobres únicamente se logró
obtener la mitad del dinero. Los 25 millones que estaban depositados con el
obispo de Cuernavaca fueron recogidos por la familia el 9 de septiembre. “Al
día siguiente –escribió Bonilla- acompañado del subprocurador de Justicia de
la República, de Rubén Figueroa Junior y de su hermano Alfredo, acudimos
ante el obispo Sergio Méndez Arceo para que devolviera, mediante contra
recibo, los 25 millones de pesos”.
De los 25 entregados de a la guerrilla, se tienen noticias de casi 21 millones de
pesos. Del resto todo es confuso. Es probable que algún dinero hayan
mandado a la sierra, pero los emisarios cayeron en manos de los cuerpos
policiacos que se habrían quedado con el dinero.  
Tras la detención de Manuel Serafín Gervasio, Javier, el Ejército recuperó 14
millones 500 mil pesos. Javier venía de entregar dinero a Heraclio cuando
cayó en un retén volante de la policía militar. Según el Partido de los
Pobres Javier fue entregado por Eugenio Gómez Serafín, Simón. De los 14
millones y medio recuperados se entregaron las gratificaciones a los oficiales
que participaron en el rescate de Figueroa.
Dice Carlos Bonilla Machorro que doscientos mil pesos llegaron a manos
de Heraclio, que sería lo único que llegaría al grupo de los 11 que habían
abandonado la brigada el 14 de agosto.
También se sabe que Simón había llevado 370 mil pesos a la sierra y fue
detenido cuando regresaba. Al parecer de ese dinero Ramón les dio a los
guerrilleros que salieron el 2 de noviembre para hacer una vida normal, sin
embargo, Gregorio Fajardo de los Santos, Kalimán, cayó en manos de la
policía militar en un retén de Coyuca de Benítez el 5 y así el poco dinero que
traía también lo obtuvo la policía.
Kalimán dio la ubicación de la gente que se quedó en el cerro de El Cucuyachi
y el Ejército les cayó. Ramón, Martha, Esteban y René tuvieron que salir
huyendo abandonando el armamento y provisiones. Dice un reporte del
Ejército, “El 6 de noviembre de 1974, a las seis y media de la tarde la patrulla
Fonseca tomó contacto con facción de la ‘gavilla’ conducida por alias Ramón,
con Silvano, Esteban y Martha, que al sentir la presencia de tropas
aprovecharon la vegetación cerrada huyeron con uno de ellos herido. Los
‘maleantes’ abandonaron un FAL perteneciente al 48 Batallón de Infantería,
tres carabinas calibre 30 y una escopeta calibre 20”.  
El 25 de octubre de 1974 fueron detenidos por el Ejército mexicano en la
ciudad de Tixtla, la señora Rafaela Gervasio Barrientos, madre del guerrillero,
junto con su hija Bartola, Conrado y Juana Serafín Gervasio, el esposo de
Bartola Cleofas Barrientos y sus tres hijos de 5, 4 y 2 años. También fueron
aprehendidas la esposa e hija de Lucio Cabañas, Isabel Ayala Nava y Micaela
Cabañas Ayala, de un mes de nacida. Después de eso se pasaron dos años en
el Campo Militar Número Uno y en esta acción también fueron
recuperados 300 mil pesos del secuestro de Figueroa.
Finalmente, el 10 de diciembre de 1974 la policía judicial militar detuvo al
maestro Félix Bello Manzanares y Marcial Navarrete de la Paz en San Luis
San Pedro quienes eran los correos entre Lucio Cabañas y Félix Bautista. De
acuerdo a la policía, habían movido 50 mil pesos destinados para comprar
armas. En otro momento se dice que 500 mil. Félix y Marcial también fueron
los encargados de llevar el último comunicado de la brigada, suscrito por
Lucio. Llamaron por teléfono a El Gráfico y entregaron el comunicado frente
a la farmacia Moderna. El comunicado nunca fue publicado.
Félix Bautista entregó cuatro millones al Partido Comunista Mexicano (PCM).
Los pormenores del movimiento de ese dinero lo conocemos por Arturo
Martínez Nateras quien escribió el libro El secuestro de Lucio
Cabañas. Nateras aclaró “Félix dejó en custodia del PCM los recursos en
referencia. Siempre mostró una alta preocupación porque estuvieran
disponibles en caso de que fuera necesario”.
Cuando los sobrevivientes del Partido de los Pobres se enteraron del destino
del dinero 10 años después se lo fueron a reclamar al Partido Socialista
Unificado de México (PSUM) heredero del PCM y como no se lo quiso
devolver por la buena, primero secuestraron, el 22 de febrero de 1985, a Félix
Bautista Matías y como no les hicieron caso entonces secuestraron a Arnoldo
Martínez Verdugo el número uno de ese organismo, cuando estaba en
campaña para diputado federal.
Fue el primero de julio de 1985, cuando cinco hombres armados secuestraron
a Arnoldo Martínez Verdugo, candidato a diputado por el PSUM en el X
distrito electoral y excandidato a la presidencia de la República, en las oficinas
del Centro de Estudios del Movimiento Obrero y Socialista (CEMOS) en la
calle Nicolás San Juan 1442, del que era director. Los secuestradores se
introdujeron a dichas oficinas alrededor de las 13:55 horas y sin violencia se
llevaron a líder socialista. El Partido de los Pobres pidió para liberarlos 200
millones de pesos que calculaban, tomando en cuenta las devaluaciones de la
moneda, eran el usufructo de los cuatro millones.
Desde que secuestraron a Félix Bautista, Arturo Martínez Nateras aclaró que
él recibió y transportó 3 millones 500 mil pesos y que por otra vía llegaron al
PC los otros 500 mil pesos de los cuatro millones que ellos manejaron. Y se
invirtieron así: “Con un millón cien mil se adquirió, amuebló y acondicionó el
local de Durango 338… un millón y medio se destinó a equipos diversos:
máquinas de escribir, teléfono, fotocopiadora, dobladora, autos. Se invirtió en
dos terrenos, se apoyó a la editorial (ACP); medio millón se destinó a la
solidaridad internacional y el resto al pago de profesionales”.
En esa coyuntura Antonio Hernández y Alejandra Cárdenas también aclararon
su participación en el manejo de una parte del dinero. “A fines de 1974 se
presentaron en nuestro domicilio, en Chilpancingo, Gro., compañeros del
PDLP quienes ante el acoso del ejército, nos entregaron un millón cien mil
pesos aproximadamente, cantidad que fue distribuida como sigue: 700 mil
pesos fueron enviados a Félix Bautista a través de dos compañeros que él
mismo designó; 300 mil pesos se le entregaron a Fierro Loza; 63 mil fueron
recuperados por la policía y el ejército durante el cateo a nuestro domicilio y
el resto se utilizó en adquirir diversos artículos y en los gastos relacionados
con la reubicación de los compañeros perseguidos”, éste texto fue publicado
en La Jornada el 28 de julio de 1985 y recogido por José Woldenberg en su
libro Política y delito y delirio. Historia de 3 secuestros.
El PSUM realizó a una campaña para juntar el dinero, que el Partido de los
Pobres exigía que les devolvieran, recurriendo a la solidaridad de los
militantes y otras organizaciones de izquierda, pero ya se vencía el plazo para
pagar el rescate y no había reunido ni cien mil pesos de los 200 millones.
Después de un regateo el PDLP aceptó 100 millones de pesos.
Al no tener los recursos el PSUM recurrió al gobierno y con el permiso del
presidente Miguel de la Madrid, el secretario de gobernación Manuel Bartlett
dio los 100 millones para el rescate, mismos que fueron recogidos
directamente de una bóveda del Banco de México por Jorge Alcocer. Eran dos
bolsas de lona, cerradas “en cada bolsa hay 50 millones de pesos”, dijo a Jorge
Alcocer el funcionario que se los entregó y así sin contarse Antonio Franco y
la secretaria privada de Pablo Gómez fueron a entregar el dinero al Partido de
los Pobres el 13 de julio de 1985.
Por esas fechas nuevos cuadros de la guerrilla cabañista, ahora aliados con
Unión del Pueblo, llegaban a los pueblos de la sierra cafetalera. Pero esa es
otra historia de mi matria.  

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