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Los impedimentos humanos para alcanzar la felicidad

Elaboró: Hernández López J. Cristel

Los discursos institucionales en cualquier ámbito social en su mayoría coinciden en


proporcionar a la ciudadanía herramientas que le permitan reforzar la cultura, a través de
acciones intrínsecas y extrínsecas, en el primer tipo de acciones encontramos aquellas que
se diseñan sin la necesidad de la difusión a través de campañas, programas o
convocatorias, como el caso del plan de estudios de la educación mexicana, donde se
bosquejan asignaturas que articulan contenidos dirigidos a reforzar la cultura en los niños,
niñas y adolescentes.

Las acciones extrínsecas que impulsan la cultura son las que comúnmente se llevan
a cabo en espacios públicos, por ejemplo las actividades que realiza el Instituto Municipal
de Arte y Cultura (IMAC) donde se imparten cursos, talleres o eventos “culturales” con el
propósito de engrandecer y transformar al Estado de Puebla en culto, pero, a qué nos
referimos cuando empleamos el termino “cultura”, solamente se puede reducir a la
transmisión de saberes que posee un pueblo, si esto no es así, cómo esta idea que poseemos
vagamente permite manotear al humano y lo limita a alcanzar la felicidad.

Ante las ultimas preguntas Sigmund Freud analizó la cultura bajo una perspectiva
psicoanalítica en su obra el Malestar en la cultura, partiendo en el capítulo III de la
interrogante por qué es tan complicado para el ser humano alcanzar la dicha, para lo cual,
dice que existen las siguientes tres fuentes de las cuales provienen nuestras penas (Freud,
1976:85):

a) La hiperpotencia de la naturaleza, esto puede entenderse a partir del malestar que


genera uno de los propósitos de la Ilustración, el cual pretende que a través de la razón
se someta a la naturaleza, pero esta conquista del “espacio y el tiempo, este
sometimiento de las fuerzas naturales, no promueve el cumplimiento de una milenaria
añoranza, la de elevar la medida de satisfacción placentera que esperan de la vida;
sienten que no los han hecho más felices(Freud, 1976:87), pues pareciera que aunque el
humano se esmera en dominar aquello que no es generado por el mismo sino que
procede de la naturaleza se sigue demostrándole de una manera elegante su fragilidad
humana a partir de los desastres naturales que ella puede generar, lo cual, el humano
refleja en sí mismo impotencia que lo único que hace es reafirmar lo poco cercano que
se encuentra de ser perecedero.

Lo cual sugiere que el dominio de la naturaleza a través de la razón como lo planteaba


la Ilustración, no genera en absoluto la felicidad pues “el poder sobre la naturaleza no
es la única condición de la felicidad humana, como tampoco es la única meta de los
afanes de cultura,… los progresos técnicos tienen un valor nulo para nuestra economía
de felicidad, (Freud, 1976:87), por esta razón afirmar que en la actualidad aquellas
personas que poseen mayor conocimientos que les ayuden a dominar la naturaleza no
equivale a decir que esas personas sean felices.
Otro de los aportes bajo la misma línea la establece Fromm (citado por Jay, 1974)
quien considera que el hombre contemporáneo neurótico por excelencia no ha podido
aprovechar los avances científicos, técnico, instituciones políticos, porque ha quedado
subderrollado éticamente, pues el humano se dedica sobre todo al éxito económico y
tecnológico, y no se ha dado que el triunfo material solo es una parte, lo cual, no logra
contentar al ser humano, precisamente por esto se corre el peligro que propio humano
este socavando su propia existencia pues el hombre necesita un elemento de
autolimitación, pues su desmesura es equivalente a la soberbia que nos impide ver
nuestros limites, ya que como no podemos ser dioses debemos de ser modestos, pues
no podemos hacer (aunque quisiéramos) que la naturaleza se encuentre bajo a nuestro
dominio.

b) La fragilidad de nuestro cuerpo, otra de las fuentes que evitan la felicidad pues el
enfrentamiento constante que experimentamos hacia la muerte a parir de nuestra propia
constitución bilógica genera el infelicidad en el humana, por ejemplo, el
envejecimiento que los órganos, el deterioro motriz, mental, sistemático, pues, aunque
los nuevos avances tecnológicos-científicos aumenten la esperanza de vida es evidente
que esto no exenta al humano de su propia muerte, lo cual siguiere que sería imposible
alcanzar la felicidad si se es consciente que biológicamente estamos constituidos de tal
forma el cuerpo no es eterno.
De lo anterior, queda claro que el hombre moderno no está contento consigo mismo, no
está contento después de ponerse en el lugar de dios, porque no puede evidentemente
cumplir funciones como dios, pues es débil, moral, no tiene habilidades para ser dios,
pero también existe el hombre que se cree dios, el cual se equivoca, es inconsistente,
que considera que la religión moderna debe de ser el progreso, crecimiento ilimitado,
pero es precisamente estas polaridades que generan el descontento humano pues el
crecimiento infinito choca con la existencia finita, por lo cual esta forma de vivir es
insostenible.

c) La insuficiencia de las formas que regulan los vínculos recíprocos entre los hombres en
la familia, el Estado y la sociedad; pues el malestar que supone el vivir con otros y los
problemas que surgen, impiden lograr la felicidad y este malestar se presenta siempre
cuando se accede a la civilización pues se opone a las pulsiones humanas, es decir,
desde una perspectiva individual el sufrimiento humano que ocasiona la represión de
las pulsiones hace que en un nivel social se reflejen el malestar en síntomas los cuales
son los conflictos o dificultades de la sociedad.

Ante las anteriores fuentes, que evitan alcanzar la felicidad, en las dos primeras para el
humano es imposible evadirlas, pero en la última, la cultura es la responsable de fomentar
este origen que produce desdicha, la palabra cultura según Freud, (1976:88) “designa toda
la suma de operaciones y normas que distancian nuestra vida de la de nuestros antepasados
animales” de modo que el ser humano la use para protegerse de la naturaleza y regule sus
vínculos humanos, donde todo lo cultural sean todas las actividades y valores que son
útiles para el ser humano en tanto ponen la tierra a su servicio, lo protegen contra la
violencia de las fuerzas naturales, etc. (Freud: 1976), pues en un marco pesimista, la cultura
para poder realizarse debe de sofocar los instintitos primarios, esenciales, naturales que
convierten en una bestia al hombre siendo la sociedad la que debe de maniatar y sofocarlos
para construir una cultura, en la cual se sufre una serie de malestares, pues esta se basa en la
represión, pues vivir juntos siempre equivaldría el sofocamiento de los instintos y su
renuncia.

Por lo tanto, para que se logre la cultura es necesario la renuncia de lo pulsional,


pues en alto grado se basa, precisamente, en la no satisfacción de poderosas pulsiones. Esta
«denegación cultural» gobierna el vasto ámbito de los vínculos sociales entre los hombres;
ya sabemos que esta es la causa de la hostilidad contra la que se ven precisadas a luchar
todas las culturas. (Freud: 1976:96), por esto si se analizan las acciones que actualmente se
llevan a cabo en los diferentes ámbitos sociales nos daríamos cuenta de que sus intenciones
son claras y concisas, aunque sin la necesidad de reconocer que la cultura obliga al humano
de oprimir sus pulsiones, por decir un ejemplo, no pareciera que el plan de estudios del
sistema educativo mexicano explique con claridad esto pues específicamente en la
asignatura de Formación Cívica y Ética se detalla en uno de sus ejes temáticos denominado
Convivencia pacífica y solución de conflictos se desarrollen las capacidades de los
estudiantes para establecer relaciones interpersonales basadas en el respeto, el aprecio y la
empatía. Para ello, se promueve la construcción de una cultura de paz sustentada en la
dignidad, los derechos humanos y la toma de conciencia acerca de los diferentes tipos de
violencia que impiden vivir en un ambiente de paz, lo cual implica transformar la manera
de relacionarse hacia formas que no lastimen o dañen a otros ni a sí mismosi; insinuando así
que los síntomas del malestar que implica la represión de la parte pulsional humana se
visualiza a través de la violencia, para lo cual debemos de estar adiestrados para fomentar
un cultura de paz, aunque aquí pareciera una situación tramposa, pues por un lado la
cultura es aquella que obliga al humano a la represión pero a su vez es a partir de ella que
se controla los síntomas partiendo del control individual de evitar el daño de uno mismo y
después evitar dañar a otros.
Pero esto último, con el intento de regular la parte personal para después seguir con lo
social, parece que no están aplicable en la actualidad donde el individualismo es
ambivalente; por un lado, refuerza la libertad individual, pues el humano se encuentra
liberado de las autoridades pero al mismo tiempo manifiesta un sentimiento soledad y
desamparo, lo cual es proclive a tener a afiliarse a partidos “solidarios”, es decir, los
partidos totalitarios, por eso la individualidad queda solo como un ideal.
Por eso los hombres generan mecanismos de escape, el mecanismo más común es afiliarse
o unirse a los movimientos de masa, todos creyendo en una misma verdad, todos cantando
la misma canción, experimentando un sentimiento libidinoso, a través de esta unión el
hombre que se siente solo, se reconoce parte de una gran masa matriarcal, donde se siente
protegido de los peligros externos, a través de una protección maternal.

En conclusión el malestar en la cultura desde el planteamiento de Freud sé basa no


como un fruto, o una mal resultado de las acciones de alguna clase social, tampoco es una
añoranza sugiriendo que de los interiores tiempos eran mejores, ni que los salvajes o los
primitivos fueran más felices , tampoco es el encuentro de llegar a la felicidad con una
formula política-económica ideal como eliminar la propiedad privada; represión social,
sexual o eliminar el ¡No!, sino es que algo inherente al sujeto humano, el abordar ese
malestar o desentrañarlo es poder asumir otro tipo de cultura que no tenga que ser la
violencia o promueva destrucción, a partir de la creación de otros lazos que nos permita
estar advertidos, que este malestar responder al yo en exceso al ser y el tener, donde el
discurso capitalista ataca a la falta de completud, pues siempre seremos humanos
incompletos. Para lo cual, el mundo moderno necesita ser criticado porque, aunque es
mejor que cualquier otra creación no es perfecta ya que posee peculiaridades que los
movimientos totalitarios han estado aprovechando.

Referencias

Freud, S. (1976). Sigmund Freud. Obras completas. El porvenir de una ilusión, el malestar
en la cultura y otras obras. XXI. Traductor José Luis Etcheverry. Amarrortu editores.

Jay, M. (1974). La imaginación dialéctica. Historia de la Escuela de Frankfurt y el Instituto


de Investigación Social. Taurus.
i
Véase en Programa de Estudios Formación Cívica y Ética 2017.

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