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DISJECTA MEMBRA
Los diarios nómades de Isabelle Eberhardt

“El lahemi’coud el Moghrabi


Oua errouhi’coud Eccarghi
El tehemi’oud Eddar-el Gharby
Ou elqaby Istambouly,
Ou elqaby Oharany!”1

Isabelle se imaginó desmembrada entre el Islam y Occidente. Su cuerpo impuro, pertenece al mundo
crepuscular y su alma, pura e inmortal, al oriente luminoso. Su existencia desgarrada aspira inutilmen-
te a la unidad que sólo llega con la muerte. Por eso, secretamente, con la opacidad de una pasión visce-
ral, sueña con el final; sólo que, para ella, el final es un comienzo, un tiempo antes del nacimiento en el
que su espíritu reposa en la unidad original.
El desgarramiento, expresado en la heteronomía, encuentra por fin su punto de reunión en el epitafio
que reúne a las partes de su yo y su doble en la piedra que marca el lugar de su descanso. Siempre deseó
permanecer en el desierto y descansar allí de su nomadismo atormentado.

1“Mi cuerpo está en Occidente/Y mi alma está en el Mahgreb/Mi cuerpo está en los países infieles/Y mi corazón en Estam-
bul/¡Y mi corazón está en Orán!”. Carta a su hermano Augustin de Moerder, 24 de diciembre de 1895. Mahgreb o Mohgreb (en
árabe: ‫ ال م غرب‬al-Maġrib; en bereber: Tamazgha) es la adaptación de una voz árabe que significa “lugar donde se pone el sol”,
nombre que designa al África musulmana.
2

MORIR

Ibo singulariter donec transeam.2


Isabelle Eberhardt

El mariscal Foch decía, a propósito del general Lyautey que, era un realizador de genio; pues bien, hace
falta un genio para reconocer a otro. Louis Hubert Gonzalve Lyautey conoció a Isabelle cuando era co-
ronel y fue su amigo en Ain Sefra: “Nos habíamos comprendido bien, la pobre Mahmoud y yo. Guarda-
ré para siempre el recuerdo exquisito de nuestras charlas al anochecer. Ella era lo que más me atrae del
mundo: una rebelde”.
Fue el entonces coronel, Lyautey, quien ordenó escribir su epitafio en francés y árabe:

El Sayyed Mahmoud
Isabelle Eberhardt
Esposa de Ehni Slimene
Muerta a los 27 años
Catástrofe de Ain Sefra
21 de octubre de 1904

Son sus soldados los que encuentran, sepultados en las ruinas de su gurbí,3 entre el barro y las piedras,
los manuscritos de Isabelle; disjecta membra de una obra inacabada: diarios, novelas inconclusas, car-
nets y cartas. Toda su vida había viajado con sus escritos en una valija, eran su única posesión, su único
mobiliario. Su cuerpo, arrastrado por el ímpetu del oued,4 se llevó consigo esos papeles que sobrevivie-
ron milagrosamente a la catástrofe de Ain Sefra.
Una tal Mme. Chloé Bulliol, compra una bolsa con fragmentos de los manuscritos, al cuñado de Isabe-
lle. Diez años después de la catástrofe, durante una visita del escritor René-Louis Doyon a Bône,5 en
1921, le entrega el pequeño tesoro. Doyon edita el diario –en 1923–, con el título que conserva desde
entonces: Mes Journaliers y, en 1925, publica una recopilación de carnets, nouvelles y cuentos bajo el
título de Contes et paysages.
La otra parte de los manuscritos rescatados por Lyautey es enviada a Victor Barrucand, el editor del
diario bilingüe de Argel, en el que Isabelle ha colaborado durante varios años. Pero, a diferencia de Do-
yon, Barrucand tiene una vocación de ghost writer y adjunta su escritura a la de Isabelle en un ejercicio
dudoso de composición. En estas condiciones, aparecen en 1906 A L’Ombre Chaude de l’Islam y, en
1908, Pages d’Islam. La novela que Isabelle había escrito y reescrito durante toda su vida: Trimardeur,
se publica en 1920 con un subtítulo: Roman terminé par Victor Barrucand.
Recordar a Isabelle, es perderse en un laberinto de escritos fragmentarios, viajes circulares y nombres
de villorrios anodinos, hasta dejarse arrastrar por su nomadismo compulsivo, por la heteronomía y la
metamorfosis constante de un ser inaprehensible.
Hay un momento decisivo en la vida de Isabelle, algo que marca un antes y un después. El encuentro
con su propio destino. El 29 de enero de, 1901 acompaña a Si El Hachemi, jefe de los Qadryas,6 a un
funeral en honor de su padre, Si Mohammed ben Brahim, el gran maestro de la hermandad Sufi. En
Béhima, pueblo situado a unos veinte kilómetros de El Oued, se detienen para visitar a un rico comer-
ciante del lugar Si Brahim Ben Larbi.

2 “Iré solitaria hasta la muerte”. Ver Eglal Errera, Isabelle Eberhardt, Editorial Circe.
3 Choza.
4 Lecho del río en el desierto que súbitamente se carga de agua en la época de lluvias.
5 Actualmente Annaba, Argelia.
6 La Qadrya, Kadriya o Qadiriyya es una tariqa sufí, que toma el nombre de su fundador, Abdul Qadri Jilani (fallecido en

1166). Posteriormente, a través de la predicación, esta tariqa se extendió por el mundo, arraigando especialmente en el norte
de África.
3

Cuando descansan en Behima, mientras habla con un conocido del lugar, un hombre atenta contra su
vida golpeándola a traición en la cabeza y en el brazo izquierdo con sendos mandobles de su alfanje.
Una cuerda donde se tiende la ropa, amortigua el primer golpe mortal, dirigido a la nuca. Isabelle trata
de alcanzar el sable de su amigo, pero recibe un segundo golpe en el brazo, que le cercena el codo y la
mano. El fanático, adepto de una secta opositora del sufismo, ha actuado por motivos oscuros.
El efecto sobre la vida de Isabelle es decisivo. Ella misma realiza una descripción del incidente para las
autoridades francesas:

“El Morabito se retiró a otra estancia para la oración de la tarde, yo me quedé en una gran sala con
vista a una antecámara abierta a la plaza –donde se aglomeraba una densa multitud–, mientras
tanto, mi sirviente cuidaba del caballo. En la habitación había cinco o seis personas: notables del
lugar y sus alrededores –en su mayoría Khouans7 de la orden de los Rahmanias8–, amigos de la
secta Qadrya. Yo estaba sentado entre dos de ellos, el dueño de la casa y un joven comerciante de
Guémar, llamado Ahmed Ben Belkacem. Este último, me pidió que le tradujera tres despachos co-
merciales, uno muy mal redactado que me dio bastante trabajo.
Tenía la cabeza baja y la capucha de mi albornoz doblada sobre el turbante, esto me impedía ver lo
que tenía delante. De repente, sentí un violento golpe en la cabeza, seguido por dos más en el brazo
izquierdo. Miré hacia arriba, ante mí había un individuo mal vestido y ajeno a la concurrencia,
blandía un arma que tomé por un bastón. Me levanté bruscamente y salté hacia la pared opuesta
con la intención de tomar el sable de Si Hashemi. Pero el primer golpe en la cabeza me había atur-
dido. Fue entonces que caí sobre un baúl, sentía un fuerte dolor en el brazo izquierdo.
Mientras tanto, el asesino fue desarmado por un joven mokhadem9 de los Qadryas y un criado de
Si Hashemi, llamado Saad. Pero el hombre logró soltarse. Viendo que se me acercaba otra vez, me
incorporé y traté de armarme, pero el aturdimiento y el dolor agudo en el brazo me lo impidieron.
Después, el hombre se dirigió hacia la multitud gritando: ‘Voy a buscar un fusil para liquidarla’.
Allí fue cuando Saad me trajo un sable de hierro ensangrentado diciendo: ‘Mira con lo qué te ha he-
rido este perro’.”10

Horas más tarde, un hombre fue detenido por el Jeque de Béhima: su nombre era Si bin Abdullah bin
Mohammed Lakhdar. Hacia las once, el médico-mayor de la guarnición, Leo Taste, toma nota de las
heridas recibidas por Isabelle:

“1) La señorita Eberhardt fue alcanzada en la cara posterior del antebrazo izquierdo por el golpe de
un instrumento cortante –a dos centímetros por encima de la parte superior del cráneo–, que le

7 Khouans, literalmente: hermanos, título que intercambian entre ellos los miembros de las diferentes congregaciones del isla-
mismo.
8 Una tariqa o secta sufí, que toma el nombre de su fundador Abderaman.
9 Mokhadem, Al Mokadem, caudillo de la vanguardia. Al Mokadema, la vanguardia.
10 “Tandis que le marabout se retirait dans une autre pièce pour la prière de l’après midi, je demeurai dans une grande salle

donnant sur une antichambre ouverte sur la place publique, où stationnait une foule compacte et où mon serviteur gardait
mon cheval. Il y avait là cinq ou six notables arabes de l’endroit et des environs, presque tous khouans de l’ordre des Rahma-
nias, secte amie de la Quadrïa. J’étais assise entre deux de ces personnes, le propriétaire de la maison et un jeune com-
merçant de Guémar, Ahmed ben Belkacem. Ce dernier me pria de lui traduire trois dépêches commerciales, dont l’une, fort
mal rédigée, me donna beaucoup depeine. J’avais la tête baissée et le capuchon de mon burnous rabattu par-dessus le turban,
ce qui m’empêchait de voir devant moi. Brusquement, je reçus à la tête un violent coup, suivi de deux autres au bras gauche.
Je relevai la tête et vis devant moi un individu mal vêtu, étranger à l’assistance, qui brandissait une arme que je pris pour
une matraque. Je me levai brusquement et m’élançai vers le mur opposé pour me saisir du sabre de Si Hachemi. Mais le pre-
mier coup avait porté sur le sommet de ma tête et m’avait étourdie. Je tombai donc sur une malle, sentant une violente dou-
leur au bras gauche. L’assassin, désarmé par un jeune mokhadem des Quadryas… et un domestique de Si Hachemi, nommé
Saad, réussit à se dégager. Le voyant se rapprocher de moi, je me relevai et voulus encore m’armer, mais mon étourdisse-
ment et la douleur aigüe de mon bras m’en empêcha. L’homme se jeta dans la foule en criant: ‘Je vais chercher un fusil pour
l’achever’. Saad m’apporta alors un sabre arabe en fer ensanglanté et me dit: ‘Voilà avec quoi ce chien t’a blessée’.” Tentative
d’assassinat d’Isabelle Eberhardt: un dossier judiciaire qui interroge. Cahiers de la Méditerranée 78, 2009.
4

produjo una herida transversal de cuatro centímetros de longitud y una fractura incompleta del
cráneo; un seccionamiento a medias, del tendón del tríceps humera, en la apertura de la articula-
ción del codo, en su porción posterior externa. En la parte interior del antebrazo izquierdo presenta
un rasguño en dirección oblicua, de tres centímetros y medio de largo –a dos dedos de la apófisis
estiloide del cúbito. En la parte superior de la cabeza hay una herida vertical, de tres centímetros y
medio de longitud.
2) La única lesión considerada de seriedad es la del codo; a menos que se produzca una complica-
ción grave tendrá una incapacidad laboral de tres meses”.11

Para una religión como el Islam, que toma la predestinación como un designio divino –Maktoub12–
sobrevivir a semejante ataque implica que la mano de Dios ha protegido a quien considera su fiel. Para
Isabelle, sentirse protegida por Alah no es más que ratificar su propio destino.
Ya vendrán más asesinos, porque es una secta entera que la ha condenado a muerte. Sería equivocado
ver este ataque como un episodio más de la disputa entre musulmanes. Durante el juicio quedará claro
que, Isabelle ha sido atacada por ser “francesa”, “rumia”; el asesino dice claramente: “Jamás atacaría a
un musulmán”.
Isabelle es la “rumia converti”,13 la “rumia m’tourni”; por lo tanto, debe asumir este ataque como con-
secuencia de su fe, el atentado de Behima es Mektub –destino. En este atentado contra su vida que,
para un musulmán, tiene el significado del martirio, Isabelle encuentra la clave del misterio de la exis-
tencia.
Mientras permanece en el Hospital Militar de El Oued vé fugazmente a su atacante mientras los solda-
dos lo conducen ante la justicia:

“Je l’ai vu venir et je l’ai regardé, pendant que les tirailleurs le fouillaient… Impression poignante
de pitié profonde pour cet homme, instrument aveugle d’une destinée dont il ignore le sens… Et
eu, de cette silhouette grise, debout la tête courbée, entre les turcos bleus, l’impression peut-être la
plus étrange et la plus profonde de mystère que j’aie jamais éprouvée. J’ai beau chercher au fond
de mon coeur de la haine pour cet homme, je n’en trouve point. Du mépris encore moins. Le sen-
timent que j’éprouve pour cet être est singulier: il me semble, en y pensant, côtoyer un abîme, un
mystère dont le dernier mot… ou plutôt dont le premier mot n’est pas dit encore et qui renfer-
merait tout le sens de ma vie”. 14

[“Lo he visto venir y lo he observado mientras los soldados lo cacheaban … Siento una profunda compasión
por este hombre que es el instrumento de un destino cuyo significado desconoce … Y esa silueta gris, de pie,
con la cabeza gacha entre los soldados de azul, me ha producido la impresión más extraña e intensa de miste-
rio que jamás había sentido.
He intentado buscar en el fondo de mi corazón odio hacia ese hombre y no lo he hallado, ni mucho menos
desprecio.
El sentimiento que experimento hacia este ser es singular: si lo pienso, me parece estar bordeando un abismo,
un misterio, cuya última palabra … o mejor dicho, cuya primera palabra, no se ha pronunciado todavía y que
encerraría todo el sentido de mi vida”.]

Isabelle parece encontrar, después del atentado, el sentido de la existencia que buscaba en sus vaga-
bundeos por el desierto; aquello que ahora da en llamar “la suprema belleza del alma” … “y que se tra-

11 Tentative d’assassinat d’Isabelle Eberhardt: un dossier judiciaire qui interroge. Cahiers de la Méditerranée 78, 2009.
12
Maktoub o Mektub, “lo que está escrito”, el destino en la tradición coránica.
13 Rumi significa en árabe “extranjero” y/o “cristiano”, es un derivado de Al rum, “romanos”. La rumia convertida que ha “vira-
do” hacia el Islam
14 El Oued 9.2.1901. Journaliers 1923, édité par les Bourlapapey, bibliothèque numérique romande, www.ebooks-bnr.com.
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duciría, en la práctica, por un fanatismo vivido armoniosamente, por la vía de la absoluta sinceridad en
el martirio”.15
Pero unos días después –el 20 de febrero–, la fe la abandona. Poseída por el desencanto, escribe unas
líneas de rara lucidez:

“Je m’y sentais prisonnier… Mais après cette course d’hier, je n’aspire plus qu’à y rester confiné
jusqu’au jour où je quitterai, J’ai éprouvé, de cette promenade rapide, l’une des plus amères tristes-
ses de ma vie!
Les dunes sont toujours là, et la ville grise, et les jardins profonds… Mais le grand charme de ce
pays, cette magie des horizons et de la lumière s’en est allé … et le Souf est vide, irrémédiablement
vide.
Les dunes sont désolées, non plus de cette désolation prestigieuse, pleine de mystère, que je leur
trouvais jadis… Non, elles sont mortes … Les jardins sont chétifs et sans charme … L’horizon est
vide et la lumière est terne et grise…
Et moi, je me sens plus étranger ici que n’importe où ailleurs, plus solitaire et j’aspire à m’en aller, à
fuir ce pays qui, maintenant, n’est plus que le fantôme de ce que j’ai tant aimé.
Et je constate maintenant, à ne plus pouvoir m’y tromper désormais, que tout le charme que nous
attribuons à certaines régions de la terre n’est que leurre et illusion, tant que les aspects de la natu-
re environnante répondent à notre état d’âme, nous croyons y découvrir une splendeur, une beauté
particulière…
Mais, du jour où notre âme éphémère change, tout s’écroule et s’évanouit…
… Je crois, en ce moment, que si je, pouvais avoir la certitude absolue, raisonnable et irréfutable que
j’aboutirai à bref délai à ce dénouement lugubre: que l’ennui noir, insondable, qui parfois me prend
et me torture au-delà de toute mesure deviendrait mon état normal et constant, je trouverais im-
médiatement la force d’éviter cette éventualité par une mort très calme et très froidement envis-
agée… Car ce n’est uniquement que ce monde fermé et personnel qui habite mon âme qui me retient
du suicide… et l’espérance de le voir durer autant que moi et, peutêtre, se développer et s’élargir en-
core. La vie en elle-même bien sincèrement, ne m’est rien, et la mort exerce sur mon imagination
une attraction étrange…”.16

[“Me sentía prisionero … Pero, después del paseo de ayer, sólo aspiro a confinarme hasta el día en
que deje el oued Suf, sin duda, para siempre.
Durante ese rápido paseo sentí una de las tristezas más amargas de mi vida.
Las dunas siguen ahí y la ciudad gris y los jardines frondosos … Pero el gran encanto de este país, la
magia de sus horizontes y la luz, se han ido … y el Suf está vacío, irremediablemente vacío.
Las dunas parecen desoladas, pero no con aquella prodigiosa desolación llena de misterio que yo les
atribuía anteriormente … No, ahora están muertas. Los jardines son pobres y sin encanto … El hori-
zonte está vacío y la luz es opaca y gris …
Y yo me siento más extranjero que en ninguna otra parte; me siento más solo y deseo irme, huir de
este país que ya es sólo el fantasma del que tanto amé.
Ahora constato, para no volver a equivocarme, que ese encanto atribuido a ciertas regiones de la tie-
rra, no es más que engaño e ilusión, porque las apariencias de la naturaleza responden a nuestro es-
tado de ánimo … el día en que nuestro efímero estado de ánimo cambia, todo se desvanece.
… En este momento creo que, si pudiese tener la certeza absoluta, razonable e irrefutable de que,
muy pronto seré conducida a un lúgubre desenlace: que el negro tedio, lo insondable que a veces me
invade –torturándome sin ninguna medida–, se fuera a convertir en mi estado normal y constante,
entonces encontraría inmediatamente la fuerza para evitar esa eventualidad con una muerte serena y

15 “Pour moi, la suprême beauté de l’âme se traduirait en pratique par le fanatisme menée harmonieusement, c’est-à-dire par
une voie d’absolue sincérité, au martyre”. Batna 26 de abril. Journaliers 1923, édité par les Bourlapapey, bibliothèque numé-
rique romande, www.ebooks-bnr.com.
16 Journaliers 1923, édité par les Bourlapapey, bibliothèque numérique romande, www.ebooks-bnr.com.
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contemplada fríamente … Porque no es sólo este mundo cerrado y personal que habita mi alma lo
que me aparta del suicidio … sino también la esperanza de verlo durar conmigo y quizás desarrollar-
se y ampliarse más aún.
La vida, en sí misma, no es nada para mí y la muerte ejerce un extraño atractivo sobre mi imagina-
ción….”]

El atentado ha vuelto a abrir una herida anterior que ya estaba entre las causas de la huida al Magreb.
De esa herida mana un profundo deseo de muerte.

NACER

“El cielo está vacío y mudo, no hay nada, nadie … la soledad es absoluta”.
A su hermano Agustin de Moerder

El 17 de febrero de 1877, a las seis de la mañana, nació en Ginebra, en la llamada ‘Petite Villa Fendt’, en
Les Grottes, Isabelle Wilhemine Marie Eberhardt, hija natural de Natalie Charlotte Dorothée de Moer-
der –nacida Eberhardt–, viuda de Paul de Moerder, muerto en Moscú en 1873.
Hija natural, Isabelle nació de otra hija natural; su madre era el resultado de la unión de una tal made-
moiselle Eberhardt y de Nicolás Korff. Natalie se ha casado con el general y senador Paul de Moerder.
Tienen tres hijos Nicolás, Olga y Wladimir. Nathalie ha ocultado a su marido que es hija natural y de
origen judío.
Un tercero aparece en la vida del matrimonio, Alexander Trofimovsky, contratado como tutor del hijo
mayor, Nicolás. De alguna forma, esto afecta la vida de la pareja; Nathalie abandona el hogar con sus
tres hijos y se escapa con Trofimovsky.
Trofimovski era un personaje singular, se lo podría imaginar, sin mucho esfuerzo, como a uno de los
caracteres de Dostoievsky: antiguo pope de la Iglesia Ortodoxa, erudito y poliglota. Hablaba armenio,
griego, turco, árabe y alemán a la par del ruso. Al principio se había identificado con las ideas de Tolstoi
pero, más tarde, adoptó el nihilismo radical de Bakunin. ¿Qué hacía este hombre en la casa de un gene-
ral ruso? Es sorprendente pensar como llegó allí y como escapó con su esposa.
El general Moerder no se da por vencido y persigue a los adúlteros en su fuga a través de Turquía, Italia
y Suiza hasta que logra dar con su paradero en Ginebra. Allí se reconcilia con Nathalie y convive con
ella durante un breve período. De esta reconciliación nace Agustín, el hermano favorito de Isabelle.
Las circunstancias del posterior nacimiento de Isabelle son oscuras. La niña llevará el nombre de su
madre y nunca llamará “padre”, a Trofimovsky; para ella y para sus hermanos, él será siempre “Vava”,
el “viejo”, el abuelo. Si no se hubiera hecho cargo de la educación de la niña, aplicando sus teorías pe-
dagógicas radicales, sería difícil imaginar las capacidades singulares de Isabelle. Obligándola a realizar
duras tareas en el campo durante la infancia y la adolescencia, la preparó para los rigores de la vida
espartana que habría de vivir más tarde. Insistiendo en que se vistiera con ropas masculinas, no sólo en
su casa sino en público, le dio la seguridad que sentiría luego al disfrazarse de hombre, un recurso sine
qua non en el Sahara. Y si no le hubiera comprado un caballo y le hubiera enseñado a cabalgar, no hu-
biera tenido las capacidades que le permitieron cabalgar, durante años, por el desierto.
También se ocupó de que fuera políglota, enseñándole alternativamente Griego, Latín, Ruso, Árabe,
Alemán e Italiano. Pero Vava prefería el ruso; con esta lengua “paterna”, transmitirá ese misterio del
“alma eslava” a Isabelle, que se siente profundamente rusa. Nathalie y sus hijos, por su parte, siguen la
costumbre de la aristocracia rusa y hablan en Frances.
Esta Ville Neuve, donde Isabelle pasa su infancia y primera adolescencia es como una escuela, allí lee
todo lo que cae en sus manos: Geografía, Historia, Literatura y Filosofía. Pero no sólo se trata de teoría,
se trata de practicar el ethos anarquista de Vava que, desde la infancia, predica a los niños el rechazo
por los valores de la sociedad burguesa.
7

Durante estos años de formación Agustin, el menor de sus medio hermanos, es su alma gemela; con el
comparte largos momentos de inquietante intimidad. Leen a los mismos autores: Pierre Loti,
D’Annunzio, Dostoievsky, Hugo, Zola, Goncourt. Son transgresores, se inician en el opio y el hashish.
Algunos años después, cuando Agustin se enrola en la Legión Extranjera y se marcha a Orán, a Sidi-Bel-
Abbés, Isabelle casi pierde la razón. En su desesperación, escribe líneas, que parecen dirigidas a un
amante, más que a un hermano. Es el comienzo de los desdoblamientos y la heteronimia, la carta está
firmada por “Myriam”:

“C’est comme si j’etais frappé de la foudre. Qu’as tu fait? Je suis dans un complet desespoir. Tout est
fini pour moi … la vie est devenu imposible, en te perdant, tu m’as perdu. Myriam”. 17

[“Es como si me hubiera caído un rayo. ¿Qué has hecho? Estoy completamente desesperada. Todo ha termina-
do para mí … la vida se ha vuelto imposible, perdiéndote me has perdido. Myriam.”]

Después de largos meses de separación, Agustin regresa de Argelia con un permiso transitorio. Como lo
hicieran durante sus aventuras non sanctas, ahora comparten las experiencias del legionario bisoño en
África. Es través de los ojos de esta alma gemela, que vislumbra por primera vez su destino de escritora
y musulmana errante.
Preñada de visiones, se entrega a la tarea de describir las imágenes compartidas con Agustín. En octu-
bre de 1895, aparece su primer artículo en la Nouvelle Revue Moderne; lleva por título: Visions du Ma-
greb. Una pregunta recorre el texto: “Qué misteriosa fatalidad pesa sobre esta raza, qué lazos la atan a
las otras razas inmóviles de Oriente”.
También hace referencia a “Mahmoud”, un héroe mítico del sudeste argelino, cuyo nombre Isabelle
adoptará como heterónimo. Entre los intensos momentos vividos durante esos pocos días, ha nacido la
nueva identidad islámica, se trata de una conversión religiosa y de un amor idealizado que deviene
creencia. Todo esto queda plasmado en lo que será la nueva existencia de Isabelle/Mahmoud. Ha naci-
do una joven o, mejor dicho, “un joven” musulmán.
Pero después del encuentro y “los besos intercambiados en la puerta”, los hermanos amantes vuelven a
separarse. En la Nochebuena de 1895, Isabel escribe una carta donde expresa su desgarramiento ante la
pérdida de su “bien amado”:
“El tiempo es gris y triste, la tierra está cubierta de nieve. Mi bien amado, en esta noche de Vernier,
te envío el recuerdo de mi corazón desolado… Mi bien amado, es la primera vez que pasaremos las
navidades separados … ¿Quién sabe si volveremos a vernos?”

A partir de este momento, Isabelle sólo piensa en huir y reunirse con su hermano. Una frase latina que
intercambian, como prenda, es su respuesta y la confirmación de su amor eterno: “Hieme et aestate, et
prope et procul, usque dum vivam et ultra”.18

17 Miryam es el primer heterónimo usado por Isabelle. Ver Khelifa Benamara. Le Destin d’Isabelle Eberhard en Algerie. Pu-
blibook.
18 “En invierno y en verano, de cerca y de lejos, mientras viva y más allá de mi vida”.
8

VIAJAR
“El camino, el camino, el camino …
Cuánto más sola estoy, más me obsesiona el camino.
Más allá, más allá … siempre más lejos”.19
Isabelle Eberhardt

Para Isabelle, el evento que da lugar a la existencia auténtica es la huída de la Ville Neuve; del “encierro
demente” al que Trofimovsky ha sometido a su madre y a sus hermanos. Cuando Isabelle escapa con su
madre al Norte de Africa, sabe muy bien lo que busca: encontrar a Agustin y rescatarlo de su destino
incierto en la Legión Extranjera. Al llegar a Bône –actualmente Annaba, Argelia–, se desencadena el
primer acto de la tragedia; la madre cae enferma y durante su convalecencia se convierte al Islam. Mue-
re poco tiempo después y es enterrada en el cementerio musulmán bajo el nobre de Fátima-Manubia.20
La pérdida de su madre pesará para siempre sobre Isabel: “Mamá está muerta y su espíritu blanco ha
dejado el depravado mundo terrestre que le era tan ajeno”.
Cuando Trofimovsky llega, demasiado tarde para asistir a Nathalie, se encuentra con que Isabelle ha
enloquecido; grita desesperadamente que quiere suicidarse para acompañar a su madre. La idea del
suicidio es sustituída por un vagabundeo sin rumbo, son los años de nomadismo atormentado, la
errancia de quien ha perdido su centro y lo busca sin encontrarlo. En un texto que lleva por nombre
Mektoub La voix du Destin, se pregunta con desesperación: “A dónde voy”.
Un cuento, escrito algún tiempo después, narra la leyenda de Oum Zahar y describe una escena que
bien puede guardar relación con el evento más terrible de su vida:

“Dans la vaste chambre basse aux murailles irrégulières en argile jaune, on avait couché la mère
sur une natte. On l’avait recouverte d’un voile bleu sombre qui dessinait en des angles raides la
forme immobile. Elle était morte”. 21

[“En la amplia habitación –de muros irregulares hechos de una arcilla amarillenta–, habían acostado a la
madre sobre una estera. Estaba cubierta por un velo azul que dibujaba con ángulos rígidos su forma inmóvil.
Estaba muerta”.]

La historia narra la leyenda de una joven que no puede hacer el duelo por la pérdida de su madre y que,
finalmente, es arrastrada por un espíritu maligno a un estéril vagabundeo y a la muerte.

Durante un tiempo Isabelle vivió en Túnez, donde su estilo de vida despertó la hostilidad de los france-
ses. Por cierto que su conducta no era de aquellas que complacen a los pulcros y provinciales coloniza-
dores. Por las noches se la podía ver tirada en el suelo de algún café nativo fumando kif o luchando con
los soldados de las barracas. Muy a menudo se llevaba alguno con ella para pasar la noche. Por aquella
época, escribió acerca del “extraño deseo de sufrir y de arrastrar a mi propio cuerpo hacia la suciedad y
las privaciones”.
Más tarde, volvió a Suiza, tenía la esperanza de conseguir algo de la herencia del general Moerder.
Mientras tando, Trofimovsky había muerto de un cáncer de garganta, dejando la casa y las tierras a
Isabelle. Pero como tenía una esposa en Odessa, el testamento fue impugnado e Isabelle nunca recibió
su herencia.

19 “Oh la hantise de la route … Je suis seule et elle me hante encore plus! Plus loin, plus loin toujours plus loin …” Ecrits in-
times, Payot-Rivages.
20 En algunas oportunidades se refiere a ella como “la rumia converti”, rumi significa en árabe “extranjero” y “cristiano”, es un

derivado de Al rum, “romanos”. Aunque este calificativo parece alcanzarla también a ella, cuando se ve a sí misma desmembra-
da en un cuerpo que está en Occidente y un alma que está en Oriente.
21 Au Pays des Sables. Adapté de textes réunis par René-Louis Doyon. Edité par les Bourlapapey, bibliothèque numérique

romande www.ebooks-bnr.com
9

Huérfana, expatriada y con la terrible angustia provocada por la pérdida de sus seres queridos, Isabelle
se refugia en su imaginación para no sucumbir a la locura. Sufre de una fragmentación identitaria de la
que nacen sus heterónimos: Myriam, Podolinsky, Mahmoud. A veces es rusa otras veces francesa, otras
árabe; algunas veces hombre, otras mujer. Asume el Islamismo como una cura mágica contra este an-
gustioso desmembramiento pero, como sucede con todas las conversiones, su nueva fe no le impide
naufragar en el escepticismo más terrible:

“Llevamos una máscara ante el mundo, tanto por desconfianza como por temor a los consuelos ba-
nales que no dejan de prodigarnos, una máscara impenetrable para aquellos –la mayoría de los
hombres–, de los que somos diferentes”.22

De todas maneras aquello que se afirma y domina su espíritu es la vocación nihilista de rechazar el
mundo. Como bien lo entendió Lyautey, Isabelle es, antes que nada, una rebelde:

“… si la lucha se hace inevitable no dudaré ni un momento … quizás lucharé con los revolucionarios
musulmanes como lo hacía a favor de los anarquista rusos … aunque con más convicción, con más
odio hacia la opresión. Siento que ahora soy más profundamente musulmana de lo que antes era
anarquista”.23

En realidad, cuesta comprender la relación posible entre el anarquismo y el islam. Pero los alternativos
mentores de Isabelle: Trofimovsky y Abu Nadara, pueden explicar esa mélange. Para la Anarquía lo
absoluto es la libertad, para el Islam lo absoluto es la Ley. La primera es una religión de la rebeldía, la
segunda de la sumisión. Como en todas las religiones semíticas, Dios es todo y el hombre no es nada.
Más aún, la noción de Mektub –“lo que está escrito”–, según la cual se identifica la palabra de Dios con
el Destino, hacen del converso un predestinado. Así como Calvino creyó ver en la gracia divina, una
predestinación y forjo la religión de los elegidos, el Islam hizo de la conversión una predestinación.
Hay una carta de Isabelle a su amigo Alí Abdul Wahab donde puede verse este deseo de sumisión al
Destino que está en las bases de su conversión al Islam:

“Dice usted que debe parecerme extraño que un joven como usted, educado a la europea, sea cre-
yente. Pero usted pertenece a una raza de creyentes, usted está entre los felices, los elegidos, los
musulmanes.
Qué dirá cuando oiga que yo, una niña educada sin religión, en medio de la incredulidad y la des-
gracia, atribuyo –desde el fondo de mi alma– … la poca felicidad de la que he disfrutado en la tierra
a la clemencia de Dios misericordioso y a ese Mektoub misterioso, contra el que resulta inútil e in-
sensato rebelarse. Quizás esta sea, sino la razón fundamental, una de las causas del respeto y el
apego profundo que siento por el Islam”.24

Yacub Sanuc o James Sanua, escritor judío-egipcio, cuyo nombre de pluma era Abu Nadara –“el que
usa anteojos”–, es una figura muy importante en este proceso de conversión al Islam. Exiliado a causa
de su oposición a Khedif Ismail, jeque de Egipto, fue uno de los precursores del nacionalismo moderno.
Cuando Isabelle está en París toma contacto con su Journal, donde Nadara ha publicado un anuncio
en el que promete enseñar cualquier dialecto árabe en treinta lecciones. Isabelle le pide un consejo para
aprender turco.25 Es el comienzo de una relación que se profundizará, en gran parte, debido al interés
que Nadara muestra por los escritos de la joven, de los que se convierte en el primer lector calificado.
Gran parte de la correspondencia entre ellos se ha perdido pero, en algunas cartas que han sobrevivido

22 Carta a Alí Abdel Wahab, Bone, 1897.


23 Citado por A. Kobak. Isabelle, the life of Isabelle Eberhardt. Albert Knopff.
24 Citado por Eglal Errera. Isabelle Eberhardt. Traducción modificada. Ed. Circe.
25 Firma N. Podolinsky otro de los heterónimos que usaba en aquella época.
10

al tiempo, se encuentra el testimonio de una amistad que crece hasta convertirse en una relación de
maestro-discípulo.

“París 16 de noviembre de 1896.


Querida madmoiselle:
Quiero expresarle, en árabe, el placer que me ha producido la lectura de sus escritos sublimes y mi
admiración por su caligrafía y sus dibujos. Desgraciadamente no he podido leerlo todo debido a la
debilidad de mis ojos …”

La respuesta de Isabelle muestra un deseo de encontrar un nuevo maestro en el camino que ha em-
prendido con tanta dedicación. La carta concluye con una declaración sorprendente ante quien es toda-
vía un desconocido:

“No lo olvidaré y seré siempre su hija intelectual, con respeto y afecto. Espero que algún día podré
demostrárselo, Inshalah.
Suya en el pensamiento, Isabelle de Moerder.”

Adjunta a su carta una página caligrafiada y enmarcada en arabescos. Siguiendo la costumbre musul-
mana, data su texto en el calendario árabe, basado en la fecha de la Héjira –1314–, situándola en Dar el
Harb, “La Casa de la Guerra”, como llaman los musulmanes al mundo infiel.
El 13 de abril de 1898, su hermano Vladimir se suicida por inhalación de gas.26 Isabelle está desolada,
en esas circunstancias Abu Nadara le escribe una carta muy especial:

“20 de abril de 1898


Mi querida niña:
Elogiando a la muerte, uno de nuestros poetas ha dicho: ‘Vivimos en un tiempo tan horrible que si lo
viéramos en sueños nos aterraría. El mundo es tan desgraciado que deberíamos felicitar a los que
mueren’.
Su hermano, al que usted recuerda con tanto afecto y cuya historia usted me ha relatado con tanta
elocuencia que me hizo llorar, sufría de tal manera en este valle de lágrimas que, desgraciadamente,
la muerte ha sido un alivio para él.
David ha dicho en sus Salmos: ‘No lloréis por el muerto que se fue, llorad por los vivos que llenan la
tierra’. Mi niña, lloro por usted y rezo por el reposo del alma de su hermano que está en el cielo.
… La humilde morada del proscripto egipcio está abierta para usted, aquí será tratada como herma-
na mayor de nuestros hijos…
Créame, cada criatura tiene su dolor. Pero Dios es justo y pondrá fin a sus sufrimientos. Confíe sólo
en Él, es el padre de los huérfanos.
Su padre afectuoso. Abu Nadara.”27

Por fin la suerte se pone de su lado, la Marquesa de Morès, cuyo esposo, Antonio de Vallombrosa, había
sido asesinado en el sur de Argelia, busca alguien que investigue lo ocurrido. Isabelle le parece la per-
sona ideal para realizar una encuesta secreta.
¡Mektoub! Por primera vez tenía dinero para cumplir su destino; vivir en el Magreb y conocer la fe que
había adoptado, en su manifestación más pura: las Zaouias del desierto.
Aquí comienza la larga marcha de Isabelle por ese mundo que ella denominará Le Pays des Sables. Este
“País de Arena” suscita una forma y un estilo de escritura propios: Les Écrits sur le Sable, “los escritos
sobre la arena” que semejan al fino polvo que corre en la clepsidra. En un tiempo circular, sin principio
ni fin, las imágenes se suceden; a veces su luz encandila y otras su oscuridad provoca un escalofrío. El

26 Es recurrente el suicidio en la familia de Isabelle, Wladimir se mata y Olga lo hace más tarde.
27 Citado por Eglal Errera. Isabelle Eberhardt. Circe.
11

desierto hace de escenario para que las pasiones humanas se muestren crudamente y, sin embargo, el
desierto ha creado su propia poesía, su propia religión y su propio mundo para tamizar aquello que de
otra manera sería inaceptable para el hombre. El Islam, la civilización nacida del desierto, es para Isa-
belle un oasis. A l’ombre chaude de l’Islam, en “la cálida sombra del Islam”, Isabelle encuentra un ho-
gar o así lo cree. Pero ¿acaso el nómade puede tener un hogar?, la civilización que Isabelle escoge para
constituir el escenario, la situación de su existencia es la civilización del nomadismo, el destino se ha
cumplido. Su vida será interpretada desde ahora según este mito islámico que comienza precisamente
con la huida o Héjira de Mahoma. El año 1 del calendario islámico se inicia con este evento que pone en
marcha la historia de la última revelación.
El mito más antiguo de las religiones semíticas es el abandono del hogar por Abraham/Ibrahim. El
mandato que inaugura la errancia comienza con dos palabra en arameo: “Lej lejah”. “Deja tu casa y la
casa de tus padres”; literalmente: “márchate lejos, muy lejos”.
La vida de los nómades comienza por el desarraigo, el abandono compulsivo de la tierra natal. El nó-
made errante no tiene raíces, su Dios es un hálito: Ruaj. El creador de todo, no es en sí mismo nada en
particular, es un Verbo, una Presencia o Shekinah. Algo que acompaña al viajero en una eterna diáspo-
ra que sólo terminará en el fin de los tiempos.
En el Islam, la noción de Héjira remite al mismo sentido, el profeta debe abandonar la Meca, huir de
sus enemigos y vivir en la montaña, en el desierto: “la frágil casa de la araña”.
Para Isabelle el viaje tiene una determinación existencial, es la inhospitalidad del mundo la que nos
condena a la errancia. Nacida en el “huis clos dément”,28 donde reina el caos tiránico de Trofimovsky,
descubre muy tempranamente la ausencia de hogar. Todos sus hermanos huyen, dos de ellos se suici-
dan. La madre expatriada acaba su triste existencia en Argelia, escapando junto a Isabelle de la “locura
a puertas cerradas”.
El deseo de Isabelle es el de transformar la derrelicción en un nomadismo asumido; hacer de su propio
destino un instrumento de libertad. En un texto de la recopilación “Páginas del Islam”, editado por Vic-
tor Barrucand, figuran estas “Notas a Lápiz”:

“Notes au Crayon
Un droit que bien peu d’intellectuels se soucient de revendiquer, c’est le droit à l’errance, au vaga-
bondage.
Et pourtant, le vagabondage, c’est l’affranchissement, et la vie le long des routes, c’est la liberté.
Rompre un jour bravement toutes les entraves dont la vie moderne et la faiblesse de notre coeur,
sous prétexte de liberté, ont chargé notre geste, s’armer du bâton et de la besace symboliques, et
s’en aller !
Pour qui connaît la valeur et aussi la délectable saveur de la solitaire liberté (car on n’est libre que
tant qu’on est seul), l’acte de s’en aller est le plus courageux et le plus beau.
Égoïste bonheur, peut-être. Mais c’est le bonheur, pour qui sait le goûter.
Être seul, être pauvre de besoins, être ignoré, étranger et chez soi partout, et marcher, solitaire et
grand, à la conquête du monde”. 29

[“Un derecho que pocos intelectuales se preocupan de reivindicar es el derecho a la errancia, al vagabundeo.
Y, sin embargo, el vagabundeo es la emancipación y, la vida en el camino, la libertad. Romper un día todas las
trabas que, bajo el pretexto de la libertad, la vida moderna y la debilidad de nuestro corazón nos han impuesto
como carga. Tomar el bastón y la bolsa simbólicos y ¡largarse!
Para el que conoce el valor y el delicioso sabor de la libertad en solitario (porque uno no es libre más que cuan-
do está solo), el acto de partir es el más valiente y el más bello.
Felicidad egoísta; puede ser. Pero es la felicidad para el que sabe gustarla.

Ecrits intimes, Payot-Rivages.


28

Pages d’Islam. Textes réunis par Victor Barrucand 1932, édité par les Bourlapapey, bibliothèque numérique romande
29

www.ebooks-bnr.com
12

Estar solo y carente de necesidades, ser ignorado y, aun siendo extranjero, sentirse como en casa en cualquier
lado.
Marchar, solitario y grande, a la conquista del mundo”.]

En todas las alternativas de la vida de Isabelle siempre aparece esta ambivalencia entre la fortaleza
para asumir el destino y la debilidad humana que la impulsa a huir del dolor. Como sabemos Isabelle
busca en el Islam una matriz de sentido, ese sentido es la aceptación de su vida trágica; huérfana pri-
mero, Heitmatlosse después, joven sin hogar ni patrimonio; acosada por el destino, se encuentra con la
fantasía mesiánica de transformarse en Morabita. En principio, parecería absurdo que una libertina
europea pudiera concebir la idea de convertirse en una monja; sin embargo en la tradición del Mahgreb
existe una historia de libertinas devenidas Morabitas.
Según Cecily Mackworth, “la mitología árabe contiene una larga tradición de Marabouts femeninos,
varias de las cuales habían explorado el desierto disfrazadas de hombres. Lelle Aouda ben Sidi
Mohammed fue uno de los ejemplos más famosos; siglos después los hombres hablaron de la belleza y
el aprendizaje de la gran leader, el desenfreno de su vida anterior y, su piadoso final como un ermitaña
en la cueva.”
En algunos casos, especialmente entre las tribus del norte –Ouled Nail–, el “morabitismo” femenino es
el último arrepentimiento después de una vida de prostitución.30 La aceptación del destino de “las mu-
jeres de la vida”, le brinda a Isabelle un modelo para la propia aceptación de un particular divorcio en
su existencia, entre las tendencias al erotismo desenfrenado y el deseo de un amor ideal y puro.
En Retrato de L’Ouled Naïl incluído en Pages d’Islam, se expresa esta dualidad entre el mundo de los
sentidos y el mundo del amor ideal.

“Como todos las mujeres de su región, Achoura consideraba que la venta de su cuerpo era la única
forma de escape disponible para una mujer. Ella no tenía ningún deseo de estar enclaustrada en el
matrimonio, ni se avergonzaba de ser lo que era. Para ella, la prostitución era legítima y no interfería
con el amor por su favorito, Mohamed el Arbi. De hecho, nunca se le ocurrió asociar la dicha indes-
criptible que compartían juntos, con lo que ella llamaba, usando la cínica palabra sabir: ‘coummer-
ce’.”31

La rara mezcla de voluptuosidad y santidad que habitaba en el alma de Isabelle la hizo particularmente
sensible a esta oscuridad luminosa del Africa Negra,32 tal como puede apreciarse en uno de sus escritos
más impresionantes: Le souffle de la nuit.

“C’est l’heure du soir où, le soleil déclinant dans une atmosphère rafraîchie par les premiers souffles
nocturnes, les murs de toub dégagent toute la chaleur qu’ils ont accumulée pendant le jour. Dans
les maisons c’est alors un étouffement de four, mais, au dehors, il fait bon sous la caresse des prem-
ières ombres. Et je reste longtemps paresseuse, étendue, le regard noyé dans le vague du ciel encore
lilas. Et j’écoute s’éteindre les derniers bruits de la zaouïya et du ksar: portes qui grincent et se fer-
ment lourdement, chevaux qui hennissent, chèvres qui bêlent sur les terrasses, braiements des
petits ânes d’Afrique, tristes comme de longs sanglots, voix grêles des négresses.

30 Cecily Mackworth. The Destiny of Isabelle Eberhardt. The Ecco Press.


31 “Achoura, comme toutes les filles de sa race, regardait le trafic de son corps comme le seul gage d’affranchissement acces-
sible à la femme. Elle ne voulait plus de la claustration domestique, elle voulait vivre au grand jour et elle n’avait point honte
d’être ce qu’elle était. Cela lui semblait légitime et ne gênait pas son amour pour l’élu, car l’idée ne lui vint même jamais
d’assimiler leurs ineffables ivresses à ce qu’elle appelait du mot sabir et cynique de ‘coummerce’…”. Le portrait de l’Ouled
Naïl. Pages d’Islam.
32 En su pintura de la noche africana Isabelle, describe el terrible mundo del instinto tal como se expresa entre las poblaciones

negras dando lugar a una combinación de los ritos más primitivos con el ascetismo musulmán.
A diferencia del Judeocristianismo, el Islam, el Hinduísmo y el Budismo no imponen la moral patriarcal y el rechazo de los
dioses de la tierra y el instinto. Los ritos chamánicos han sobrevivido al interior del Budismo y en el islamismo del Magreb los
clanes de ascetas e iluminados siguen expresando el ancestro del África Negra.
13

… Plus près, dans la cour, ce sont des sons de tambourin et de frêles guitares à deux cordes, accom-
pagnant des modulations vocales bien étranges et plus près de la plainte amoureuse que de la mu-
sique. Parfois, les voix baissent, tout se tait, le sang parle seul.
La vie recommence et sur les terrasses des maisons d’esclaves paraissent des nattes, des tapie, des
sacs. L’oreille s’intéresse encore à des choses étouffées, à des bruits de cuisine, à des querelles à voix
basse, à des prières murmurées. Et l’odorat s’émeut aux émanations qui montent avec les fumées
d’un amas confus de chairs noires, où les flammes des foyers jettent des lueurs joyeuses. Cependant
sur les portes des maisons maraboutiques se profilent d’autres silhouettes. C’est la vie quotidienne,
toute la vie du ksar, et je la regarde comme une chose de tout temps connue et toujours nouvelle.
Vers la droite, au-delà du Mellah, un pan de mur reste éclairé, très tard. D’étranges ombres se
jouent sur ce fond rougeâtre. Tantôt elles oscillent, passant et repassant lentement, tantôt elles
semblent danser avec fureur. Après que toutes les voix se sont tues, quand tout dort alentour, les
Aïssaouas veillent encore.
Dans la nuit qui fraîchit insensiblement, les khouans de la confrérie illuminée battent du tambourin
et tirent des plaintes stridentes de la rhaïta. Ils chantent aussi, lentement, comme en rêve.
Leurs corps en moiteur se balancent en un rythme de plus en plus rapide au-dessus des braseros de
charbons ardents, d’où s’élèvent d’enivrantes fumées de benjoin et de myrrhe. Ils cherchent ainsi
l’oubli et la volupté dans l’extase.
J’écoute encore autre chose. Je vois encore d’autres formes quand les Aïssaouas se sont eux-mêmes
assoupis…
Une haleine troublante me vient des terrasses. Je sais, je devine, j’entends ce sont des soupirs, des
râles dans la nuit pa-fumée au cinnamone. Sous les étoiles tranquilles, le rut ardent. La langueur
de la nuit chaude mêle des chairs renaissantes de désir, et ce sont des étreintes, un autre effroi :
sentir que les dents grincent dans des spasmes mortels, que les poitrines râ-lent … Quelle angoisse !
Il me semble que je mordrais la terre chaude, mais la véritable volupté est plus haute, dans la scin-
til-lation des étoiles, dans le souvenir des yeux retrouvés et des heures vécues, des heures si belle-
ment perdues.
Tout à l’heure, les Aïssaouas illuminés chantaient des cantilènes asiatiques, célébrant la béatitude
de la non-existence. À présent, les Africains noirs chantent, inconsciemment, un grand hymne
d’amour, à l’éternelle fécondité. Et moi je sais encore des musiques plus étranges et plus fortes, des
musiques qui font saigner le coeur en silence, celles que des lèvres ont murmurées, des lèvres ab-
sentes qui boiront d’autres souffles que le mien, qui respireront une autre âme que la mienne parce
que mon âme ne pouvait pas se donner, parce qu’elle n’était pas en moi, mais dans les choses éter-
nelles, et que je la possède enfin dans la profonde, dans la divine solitude de toute ma chair offerte
à la nuit du Sud.
Au matin, le vent d’ouest arriva soudain.
Ce vent, qu’on voit venir, soulevait des spirales de pous-sière, comme de hautes fumées noirâtres. Il
s’avançait dans le calme de l’air, avec de grands soupirs qui devenaient bientôt des hurlements ; je
lui prêtais des accents animés, je me sentais soulevée dans la grande embrassée de ses ailes de
monstre ac-couru pour tout détruire. Et le sable pleuvait sur les terrasses, avec un petit bruit con-
tinu d’averse”. 33

[“El hálito de la noche


Es el momento de la tarde cuando se oculta el sol y la atmósfera se refresca con la primera brisa nocturna. En-
tonces, las paredes de tob34 rezuman todo el calor que han acumulado durante el día. En el interior, las casas se
vuelven asfixiantes como un horno, pero afuera, con la caricia de las primeras sombras, refresca.
Me quedo acostada un largo rato, perezosa, con los ojos hundidos entre las ondas de un cielo aún lila. Y escu-
cho como se extinguen los últimos sonidos de la Zaouia35 y el Ksar;36 el chirriar de las puertas que se cierran de

33 Isabelle Eberhardt. Ver L’Ombre Chaude de L’Islam. Le souffle de la nuit. Édité et arrangé par Victor Barrucand, 1921,
Édité par les Bourlapapey, bibliothèque numérique romande www.ebooks-bnr.com
34 Adobe.
14

golpe, los caballos que relinchan, las cabras que balan sobre las terrazas y el rebuznar de los pequeños asnos
africanos —triste como un sollozo—, que se confunde con las voces agudas de las negras ...
Más cerca, en el patio, un tamborileo —mezclado con las notas de una frágil guitarra de dos cuerdas—, acom-
paña las extrañas modulaciones vocales, que parecen un lamento amoroso. A veces las voces se apagan, todo
calla y la sangre habla por sí sola.
La vida recomienza; sobre las terrazas de las casas de los esclavos, en los techos, aparecen las esteras, los tapi-
ces, las bolsas y se preparan futuros dormitorios.
Todavía escucho los últimos sonidos ahogados del caserío: los ruidos de las cocinas, las peleas en voz baja y las
murmuraciones de las últimas plegarias. El olfato se me irrita al respirar las emanaciones que suben –entre el
humo de un amasijo de cuerpos negros– desde los braseros que lanzan reflejos centelleantes. Hay también
otras siluetas en los portales de los Morabitos. Todo está allí, la vida cotidiana del ksar; algo ya conocido y, sin
embargo, siempre nuevo.
A mi derecha, más allá de la Mellah,37 un lado del muro permanece iluminado hasta muy tarde. Hay sombras
extrañas que juegan sobre el fondo rojizo. A veces oscilan, pasan y vuelven, lentamente; a veces parecen bailar
con furia.
Después de que todas las voces han callado, cuando todo duerme alrededor, los Aissaouas, todavía están des-
piertos. Sin darme cuenta, la frescura de la noche se hace presente. Mientras los iluminados de la hermandad,
tocan el tamborín y sus flautas silban con sonidos estridentes, otros cantan lentamente, como en un sueño. Al-
gunos danzan junto a los flameantes braseros de carbón: sus cuerpos –bañados en sudor—, se balancean más y
más rápido, entre el humo embriagador de benjoin y de mirra. De esta manera buscan el olvido y el placer en el
éxtasis.
Siento algo más. Cuando los Aissaouas38 ya están dormidos, aún descubro otras formas. Un aliento perturba-
dor me viene de las terrazas. Yo sé, adivino, escucho: suspiros, gemidos en la noche perfumada de canela. Bajo
las estrellas tranquilas, el calor arde. La languidez de la noche cálida, mezcla las carnes que renacen con el de-
seo. Es terrible escuchar los dientes que rechinan en un espasmo mortal y el estertor en los pechos…
¡Qué angustia! Sentí que podría morder la tierra caliente.]
(Pero la verdadera voluptuosidad es más elevada, está en el titilar de las estrellas, en el recuerdo de las horas
vividas, de las horas tan bellamente perdidas).
Los iluminados, Aïssaouas, dicen la cantinela asiática a la beatitud de la no-existencia. Los negros cantan, extá-
ticos, un gran himno de amor a la fecundidad eterna.
Pero yo conozco músicas más extrañas y más fuertes, músicas que hacen sangrar el corazón en silencio —
aquellas que otros labios han murmurado—; labios ausentes que beberán otros alientos que los míos, que respi-
rarán otra alma que la mía —porque mi alma no podía darse—, porque no estaba en mí, sino en las cosas eter-
nas, porque yo la poseo en la profundidad, en la divina soledad de mi carne ofrecida a la noche del Sur.
A la mañana, de repente, sopló el viento del oeste. Este viento que vemos llegar —levantando espirales de polvo
y altas columnas de humo negruzco—, avanzó por el aire tranquilo con grandes suspiros que pronto se convir-
tieron en aullidos. Yo me dejé llevar por el gran abrazo de sus alas monstruosas que corrían hasta destruirlo to-
do. Y una lluvia de arena cayó sobre las terrazas”.]

35 Zaouia, Escuela del Corán, residencia del Morabito, juzgado y lugar de oración.
36
Ksar: castillo
37Mellah: barrio judío.
38 Aissaouas, también llamados Aissawa, Issawa, Issaoua; es una orden mística fundada en Meknes, Marruecos por Sheik al

Kamil o Mohamed al Hadi ben Issa o Aissa 1465/1526. El nombre deriva del fundador y designa a la hermandad Tariqa, lite-
ralmente: “camino” y, a sus discípulos.
15

ESCRIBIR

“Nadie entendió el Africa como ella.”


Louis Hubert Gonzalve Lyautey

La escritura de este viaje al País de Arena ha sobrevivido milagrosamente a los avatares de la vida de
Isabel. Como su cuerpo escindido entre el Islam y Occidente o su identidad multiplicada en la hetero-
nimia, los escritos de Isabelle, disjecta membra, fueron el objeto de un culto y un retoque impúdico de
sus editores.
El primer error fue el de imponer criterios de unidad a esta escritura fragmentaria. El estilo de Isabelle
remite a lo que en Francia era llamado “carnet”, una rápida descripción de una escena de viaje, una
instantánea de un lugar o un momento. Estos destellos en la arena, estas visiones del desierto y sus vi-
llorrios poblados de leyendas. La cultura islámica en su forma cotidiana, existencial y el tipo de con-
ciencia del paisaje que ella genera.
Tal como en el caso T. E. Lawrence, la escritura de Isabelle cruza el borde de las civilizaciones; solo un
alma solitaria podría haberse enamorado tan profundamente del Otro. Y es ese Otro el que le ofrece la
posibilidad de llevar su heteronimia al travestismo: en el Mahgreb, se viste como un hombre y firma
sus escritos en masculino. Poco importa si ellos expresan su sensibilidad melancólica y su fragilidad
emocional; para alcanzar la absoluta sinceridad, Isabelle necesita revestirse de una máscara, ella le
permite visitar los territorios prohibidos para una mujer occidental. Las cuevas de los Sufis, las orgías
de los negros, el horror de la muerte. Internándose en la profundidad del desierto, Isabelle encuentra el
sujeto de su escritura unido al enigma de su propia existencia. El desierto es el útero de su obra litera-
ria.
Para ella escribir es viajar. Sólo en este viaje interminable por el desierto se revela el sentido de su exis-
tencia, en este diario de imágenes cambiantes, alucinatorias, exultantes y terribles. Con el correr de los
años, su nomadismo atormentado deviene contemplación. En sus últimas fotos, aparece vestida como
un campesino; con la cabeza rapada y cubierta con una chilaba, fuma kiff con total lasitud, ha encon-
trado su lugar en el mundo.
Como en el caso de otros escritores se ha discutido si su obra tiene interés tan sólo por la excentricidad
de su vida y por el paralelo de su vida con la de Rimbaud. Hasta llegó a inventarse la leyenda de que era
su hija. Quizás se exageró la intervención de Barrucard en la edición de sus textos, lo cierto es que él los
recopiló e intituló, también es cierto que Barrucard fue su editor y amigo durante varios años. Un dato
importante para comprender la particularidad de ciertos escritos de Isabelle es que, a excepción de sus
diarios íntimos, estaban dirigidos a las revistas y periódicos en francés publicados en Argelia y Túnez.
El mismo Barrucard era el editor de uno de esas publicaciones.
Isabelle murió cuando aún era muy joven, no sabemos el desarrollo que podría haber tenido su escritu-
ra con el paso del tiempo y la maduración de su estilo. Sin embargo, lo que leemos no son balbuceos,
sino algo cercano a lo que hoy llamaríamos: “realismo mágico”.
Sabemos que Pierre Loti fue un modelo importante en la formación de su escritura, también lo fueron
otros, incluyendo su hermano Agustin o el propio Abu Nadara. Pero hay algo propio de Isabelle, el des-
garrado tono confesional, la sinceridad absoluta, aun a costa de un patetismo que resulta poco atractivo
para el lector. La autora nos expone, nos estremece y nos conmueve hasta la exasperación pero, de al-
guna manera, nos pide que sigamos leyendo, porque más allá del pathos desértico, hay un oasis de co-
lores y voluptuosidad, anidando en las entrañas mismas de la muerte.

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