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5 razones por las

cuales la Trinidad es
tan importante
Se nos dice que es difícil de describir, imposible de
entender, y que ni siquiera se encuentra en la Biblia.
Entonces, ¿por qué debería importarnos la Trinidad,
aparte del hecho de que es verdad?
Ya se ha escrito y dicho mucho acerca de por qué la
doctrina de la Trinidad es tan fundamental. Pero la
importancia esencial de entender a Dios como trino, un
Dios que existe eternamente en tres personas, Padre, Hijo,
y Espíritu, vale la pena repetirla.

Aquí hay cinco razones (más) de por qué es muy


importante que creamos esta doctrina.

1. La Trinidad distingue a nuestro Dios


Muchos asumen que los musulmanes, los judíos, y los
cristianos adoran al mismo Dios. En realidad, los
musulmanes y los judíos no mesiánicos profesan un dios
mono-personal, en lugar del Dios tri-personal de la
Trinidad. Esta distinción es vital.

Un dios mono-personal no puede ser eternamente


amoroso y bondadoso. Antes de crear el mundo, no podría
haber amado; al menos, solo podría haberse amado a sí
mismo. En su soledad, la mejor manera de definirlo es:
egoísmo interesado. Eso lleva a una cosmovisión que
prioriza el poder, a diferencia de nuestra cosmovisión
cristiana que considera el amor como el mandamiento
más importante y la virtud más perdurable (Mt. 22: 36-
40; 1 Co. 13:13).

La Trinidad explica cómo Dios era amor antes de


crear: las tres personas se amaban divina y
eternamente

Creemos que Dios nunca ha cambiado ni cambiará.


También creemos que Dios es amor (1 Jn. 4:8). La Trinidad
explica cómo Dios era amor antes de crear. Las tres
personas se amaban divina y eternamente. Él siempre, en
sí mismo, ha sido definido por el amor.

Al mismo tiempo, nuestro Dios tri-personal debe


distinguirse del politeísmo, por ejemplo, del Brahma,
Vishnú, y Shiva del hinduismo. No adoramos a tres dioses.
El Señor nuestro Dios es uno (Dt. 6:4).

A medida que las religiones del mundo continúan


multiplicándose, y contra una marea creciente de
universalismo, este distintivo solo se volverá más esencial
para la forma en que comunicamos nuestra fe.

2. La Trinidad da sentido al Antiguo


Testamento
La iglesia primitiva acuñó el término “Trinidad” a finales
del segundo siglo para articular el misterio revelado por
Cristo (Ef. 1:9; 3:3). Pero los primeros atisbos de
pluralidad en Dios se registran en el Antiguo Testamento,
no en el Nuevo.

Desde el primer capítulo, se nos presenta al Espíritu de


Dios (Gn. 1:2) y Dios se refiere a sí mismo con los
pronombres plurales “nosotros” y “nos” (Gn. 1:26-
27; 3:22; 11:7; Is. 6:8). Si bien la unidad de Dios es
fuertemente enfatizada, la palabra usada para describir a
Dios como “uno” en las Escrituras hebreas, ehūd, es un
término elástico que puede usarse para describir la
unidad en la diversidad. De manera similar, “Elohim” y
“Adonai”, usados para Dios en el Antiguo Testamento, son
términos en plural, quizás presagiando una realidad que
aún no se había revelado completamente.

El Antiguo Testamento menciona el Espíritu de Dios más


de 100 veces. También enseña acerca de un venidero
vencedor del enemigo (Gn. 3:15), un Hijo del Hombre que
aparece con el Anciano de Días (Dn. 7:9-14), un Hijo que
debe ser reverenciado (Sal. 2:11-12), el nacimiento
virginal de un niño llamado “Dios poderoso” y “Padre
eterno” (Is. 9:6), y el ángel del Señor reconocido como
Dios mismo (Gn. 16:10-13; 22:12-16; Éx. 3:1-6; Jue. 2:1-
4; 6:11-24; Zac. 12:8).

Basado únicamente en el libro de Éxodo, los Evangelios


identifican a Cristo como el “Yo soy” (Éx. 3:14; Jn. 8:56-
58), la roca en el desierto (Éx. 17; 1 Co. 10:4), y el que
salvó a los israelitas de Egipto (Jud. 5). El Cristo resucitado
interpretó cosas concernientes a sí mismo a lo largo de
toda la Escritura (Lc. 24:27) e incluso usó el Salmo
110:1 para probar la suposición innata de los judíos de
una segunda persona en la deidad.
3. La Trinidad proporciona un marco de
referencia para el Nuevo Testamento
Cristo no fue un ser humano creado que inventó una
forma original de venir a Dios. Si bien era completamente
humano, también era completamente Dios, como lo había
sido desde el principio (Jn. 1:1) y lo será para siempre.
Esto es difícil de explicar. Pero la Trinidad ayuda.

Dios no nos creó porque tenía una necesidad de llenar


un vacío relacional interno.

También ayuda a explicar pasajes en los que aparecen los


tres miembros de la Trinidad. El Padre envía el Espíritu en
el nombre del Hijo (Jn. 14:26). Todo lo que el Padre tiene
es del Hijo, y el Espíritu nos declara estas cosas (Jn. 16:15).
El Padre envía el Espíritu del Hijo a nuestros corazones
(Ro. 8:9; Gá. 4:6; Tit. 3:6). Bautizamos en el nombre del
Padre, del Hijo, y del Espíritu (Mt. 28:19). A través del
Hijo, tenemos acceso en un Espíritu al Padre (Ef. 2:18). Y
el amor del Padre, la gracia del Hijo, y la comunión del
Espíritu están siempre con nosotros (2 Co. 13:14).

4. La Trinidad es la base de nuestra


relación con Dios y su Iglesia
Debido a que el Padre, el Hijo, y el Espíritu estaban
perfectamente unidos desde antes de la creación del
mundo, amándose, sirviéndose, y glorificándose el uno al
otro, podemos estar seguros de que Dios no nos creó
porque tenía una necesidad de llenar un vacío relacional
interno. Esas son muy buenas noticias para nosotros,
porque nosotros nunca podríamos lograr llenar ese vacío.

Él estaba perfectamente satisfecho sin nosotros. Sin


embargo, eligió crearnos amorosamente, invitándonos a
disfrutar (y ser satisfechos por) el desbordamiento de
todo lo que Dios es en sí mismo. Como iglesia, somos la
casa del Padre (1 Ti. 3:15), la novia del Hijo (2 Co. 11: 2; Ef.
5:27; Ap. 19:7), y el templo del Espíritu (1 Co. 6:19).

Unidos a Él en amor, también estamos unidos con su


pueblo, aquellos con quienes somos edificados juntos en el
Hijo para ser morada del Padre por el Espíritu (Ef. 2:22).
Así como las tres personas de la Trinidad están
misteriosamente unidas como una, así todas las tribus,
lenguas, y naciones del pueblo de Dios (Ap. 7:9) son una
en Él.

5. La Trinidad explica nuestra misión


Así como vemos al Padre enviando al Hijo y al Hijo
enviando al Espíritu, vemos también nuestra gran
comisión como una continuación de la misión de la
Trinidad en el mundo (Jn. 17:18; Mt. 28:18-20). Nosotros
también somos enviados, según la presciencia del Padre,
para obedecer al Hijo, en la santificación del Espíritu (1 P.
1:2).

De la misma manera que cada persona de la deidad


glorifica a la otra, somos invitados a glorificar y dar
testimonio de Dios por todo el mundo que Él creó

De la misma manera que cada persona de la deidad


glorifica a la otra, somos invitados a glorificar y dar
testimonio de Dios por todo el mundo que Él creó. En la
cruz vemos la máxima glorificación del Padre cuando el
Hijo da su vida por nosotros para que podamos recibir el
Espíritu de adopción como hijos de Dios (Jn. 12:28; Ro.
8:15). Y de la misma manera estamos llamados a dar
nuestra vida por los demás (Jn. 15:13), glorificando a Dios
al hacerlo. Así llevamos a cabo la missio Dei, la misión de
nuestro Dios trino.

La Trinidad es fundamental
Nunca comprenderemos completamente a nuestro trino
Dios. El único tipo de dios que podríamos entender
completamente sería un dios hecho a nuestra propia
imagen. Pero en realidad, somos nosotros los que hemos
sido hechos a imagen suya (Gn. 1:26-27).

Al acercarnos a Dios, podemos estar seguros de que Él se


revela a los que lo buscan (Jer. 29:12; Heb. 11: 6). Cuanto
más correctamente lo percibimos, lo atesoramos más
profundamente, podemos adorarlo más plenamente, y
podemos unirnos a Él apasionadamente en su trabajo en
este mundo.

Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por CASIAN.


Kaitlin Miller forma parte del personal del centro de apoyo de Chick-fil-
A, Inc. y disfruta escribiendo para ministerios como Desiring God. Se
graduó de la Universidad de Georgia y del Seminario Teológico de Dallas.
Vive en Atlanta, Georgia.

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