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Toc toc

Ya era la tercera vez en el mes que Julieta escuchaba los golpes en su ventana, no paso
mucho tiempo desde que comenzaron a sonar aquellos golpes después de que ella cumplio
once años. A ella le parecían raros esos golpes, si fuera una persona tratando de entrar,
¿No es más fácil simplemente romper la ventana? ¿Por qué parece que pide permiso para
entrar a su cuarto? Tal vez era una ramita, seria mas facil romper esa rama y tratar de
dormir normalmente.
Con ese pensamiento en mente, Julieta salió de su cama dirigiéndose a su ventana, corrió
las cortinas y quiso abrir la ventana, pero en ese mismo instante que corrió las cortinas, vio
a una bestia enorme, de dos metros veía ella, con unos ojos amarillos tan penetrantes y
fijos, con sus garras en el vidrio. Lo más destacable para Julieta eran esos ojos, tan
bestiales pero tan tranquilos. Julieta no sabía bien si estaba en estado de shock o no
percibía peligro en aquella… cosa.
– Señorita, ¿Puedo pasar? - Escucho una voz increíblemente humana, parecida a la de su
padre, pero más calmada y gruesa, Julieta se quedó procesando eso unos segundos, los
suficientes para que se hicieran minutos.

– Sí, pase. - Julieta como pudo, con la reducida luz de la vela que iluminaba todo su cuarto,
abrió la ventana y le permitió pasar a aquel visitante.

Julieta veía como ese “animal” se hacia mas grande, se dio cuenta que estaba encorvado
estando fuera de su ventana, se puso en dos patas y se estiró, Parece que tenía cuatro
brazos y se asemejaba bastante a un lobo, escucho cada hueso crujir de aquella criatura, y
se dio cuenta que su cabeza chocaba su techo.

– ¿Qué querés de mí?

La criatura se sorprendió por lo directa que era esa chiquilla, ¿No se asustaba de ver algo
que nunca vio en su corta vida? ¿No sentía peligro alguno?, lanzó una pequeña risa al
pensar en todo eso, era la primera vez que un niño no lloraba y trataba de atacar, y era
mejor así para él sinceramente.

– Solo vengo a buscar lo que es mío.

– ¿Tengo algo tuyo?

– Tu carne, tu carne es mía.

Julieta se quedó fría, quieta, rígida, empezó a sentir como sudaba de manera fría y sus
latidos empezaban a acelerar. Trato de entender lo que aquella bestia dijo, pero quedaba
más claro que el agua, quería comérsela. Julieta trataba de respirar y de que saliera una
palabra de su pequeña boca.

– ¿Por qué lo es?

– ¿Nunca te preguntaste porque nunca viste a las hermanas de tu madre?


Julieta se dio cuenta de ello, ella nunca había conocido a ninguna tía de ella, y el único
registro que había de ellas eran sus fotos, todas sus fotos antes de cumplir once años. Se
dió cuenta en ese momento que ella sufriría el mismo destino que todas ellas, y no podía
hacer nada más que resignarse.

– ¿Por qué no te comiste a mi mamá?

– Porque necesito la carne de tu familia, y ella puede seguir con tu linaje.

Julieta se quedó en silencio y supo en ese momento, que su madre la tuvo para que se la
comieran… La bestia aún no atacaba a la chiquilla, ni tampoco quería hacerlo, sentía que
necesitaba saber un poco de la verdad de todo esto, y así al menos irse sabiendo el porqué.

– Tus antepasados, una abuela suya que murió hace cuarenta años me invoco.

Julieta subió la cabeza para arriba para escucharlo hablar.

– Esa abuela tuya hacía brujería, y no supo bien cómo cerrar nuestro trato. Dijo que me
daría la carne de los niños si desaparecía la peste negra de este pueblo, cumplí mi parte
pero empecé a comerme los hijos de los granjeros, de los burgueses, de los médicos, de
todos. Tu abuela volvió a contactar conmigo, dijo que parara, que ellos no tenían que pagar
el precio y que se comiera a su familia. Cada generación de tu familia tiene mínimo tres
hijos, tu madre fue la tercera y por eso vivió, y lastimosamente, fuiste la segunda hija que
tuvo.

Julieta seguía fria, no podía creer que es lo que pasaba, ella sabia que después de unos
meses bajaron los casos de la peste negra, pero no creia que fuera por esa cosa. Ella
sentía la necesidad de correr pero no queria ni podia, sus piernas no se movían, su corazón
casi ni latia, y algo muy dentro de ella le decía “Va a ser doloroso, no lo hagas.” Si existe
esta cosa, debe existir un salvador para ella, que por favor escuchara sus rezos internos,
que la viniera a rescatar, pero sabia que eso no pasaria.

– ¿Te comiste a la abuela después?

– No, la gente la quemó después de saber que ella me invoco.

Su abuela había sido una víctima de la limpieza de brujas que pasó en aquel tiempo. Tiene
sentido, todo tenía sentido para ella.

– ¿La gente del pueblo sabe de tu existencia?

– Sí, y siempre después de que me coma a los niños, hacen una ceremonia en el honor del
fallecido.

Julieta y aquella cosa se quedaron en silencio, unos minutos. Sentía que su existencia era
una herramienta, un sacrificio para está cosa.
– Entiendo.

Julieta respiró y se relajo, no podía hacer nada en ese momento, y ambos lo sabían. Julieta
quería llorar, pero sus lágrimas no salían, quería gritar, pero se dio cuenta que se quedó sin
voz, quería odiar a su mamá por traerla a este mundo por ese propósito, pero no podía.

– Es la primera vez que digo la verdad, gracias por escucharme

– Gracias por decirme - La bestia en cierto modo le daba comfort, su voz se parecía
demasiado a la de su padre, y aun así, hasta el momento de su muerte, no sentía peligro
por aquella cosa, sino por el fin de su vida, pero ella tenía que pagar el precio del trato. Se
relajó y cerró los ojos con toda su fuerza, sentía la presencia más cerca de aquella cosa,
sabía que se estaba acercando y se estaba preparando para comerla. Su respiración se
hacía más pesada y sentía el corazón latir más fuerte. Sintió el aliento y la respiración de
eso a meros centímetros de su cabeza, aun no abría los ojos, no podía.

Y la comió.

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