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TIPOS DE LITERATURA
Además, la literatura siempre supone un pacto ficcional con el lector, es decir, el lector
sabe que ese discurso tiene que ser interpretado como ficción y no como una
narración sobre algo real.
circulando de manera oral y después pasaron a ser textos escritos. Estas obras
versan sobre distintos temas, pero se caracterizan por incluir leyendas y
elementos religiosos. Algunas de las composiciones típicas de esta época son
los cantares de gesta, los textos dramáticos, las sagas, las fábulas, algunas
composiciones poéticas y los relatos cortos. Por ejemplo: El cantar del mio Cid
(anónimo – 1200 – España).
Literatura renacentista. Es el conjunto de obras literarias que se
produjeron en los siglos XV y XVI. Una de las principales características de esta
literatura es que retomó los temas y las composiciones de la literatura clásica,
aunque se diferenció porque incluyó temas católicos y la idea del hombre como
centro de la cultura. En esta época se destacó el género dramático y la novela,
y surgieron nuevas composiciones, como el soneto y el ensayo. Por ejemplo: El
lazarillo de Tormes (anónimo – 1554 – España).
Literatura barroca. Es el conjunto de obras literarias que se produjeron en
el Barroco, un movimiento artístico del siglo XVII. Los temas de esta literatura
surgen como una forma de rechazo a los temas del Renacimiento, por ejemplo,
si en el Renacimiento se hablaba sobre el progreso del hombre, en el Barroco
se hablaba sobre la finitud de la vida. Una de las características fundamentales
es que se utilizaba el lenguaje ornamental, es decir, un lenguaje muy
recargado, que hacía que las obras fueran difíciles de comprender. Por
ejemplo: La vida del Buscón de Francisco de Quevedo (1626 – España).
Literatura romántica. Esta literatura surgió a fines del siglo XVIII en
Alemania y se extendió por Europa y América hasta finales del siglo XIX. Los
temas centrales de esta época eran la identidad, la naturaleza, la expresión de
los sentimientos y las emociones, la originalidad, la creatividad artística y el
amor. Se realizaron obras poéticas, narrativas y dramáticas. Por ejemplo: “El
gato negro” de Edgar Allan Poe (1843 – Estados Unidos).
Literatura contemporánea. Es aquella literatura que surgió a fines del
siglo XIX y que sigue vigente. Es un conjunto de obras muy variadas, porque
pueden pertenecer al realismo, al naturalismo, al fantástico, a la ciencia ficción,
entre otros. Sin embargo, frente a tanta variedad, esta literatura se caracteriza
por ser más libre en cuanto a la forma, es decir, que no tiene reglas tan
estrictas para su composición, como sí las tenían otros movimientos literarios
anteriores. Por ejemplo: El coronel Chabert de Honoré de Balzac (1832 –
Francia).
Literatura vanguardista. Es el conjunto de obras que se produjeron a
principios del siglo XX y que pertenecen a alguna de las corrientes de las
vanguardias históricas, como el dadaísmo o el cubismo. La mayoría de estas
obras son poéticas, aunque también existen obras que pertenecen a la
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Taller n° 1
Metáfora:
Símil:
Hipérbole:
Metonimia:
Sinécdoque:
Personificación:
Anáfora:
Alegoría:
Hipérbaton:
Onomatopeya:
Sinestesia:
Oxímoron:
Elipsis:
Asíndeton:
Polisíndeton:
TALLER N° 2
1. Crea un mapa conceptual, donde des a conocer qué son las figuras
literarias.
2. Desde tu redacción y experiencia, escribe dos ejemplos de cada
figura retórica
3. Lee el siguiente texto (fragmento, canto 1 de la Ilíada) y saca de
cada figura literaria 5 ejemplos:
CANTO PRIMERO
PESTE. — CÓLERA
1
Canta, oh diosa, la cólera del Pelida Aquiles; cólera funesta que causó
infinitos males á los aqueos y precipitó al Orco muchas almas valerosas de
héroes, á quienes hizo presa de perros y pasto de aves—cumplíase la
voluntad de Júpiter—desde que se separaron disputando el Atrida, rey de
hombres, y el divino Aquiles.
8
¿Cuál de los dioses promovió entre ellos la contienda para que pelearan?
El hijo de Júpiter y de Latona. Airado con el rey, suscitó en el ejército
maligna peste, y los hombres perecían por el ultraje que el Atrida infiriera al
sacerdote Crises. Éste, deseando redimir á su hija, habíase presentado en
las veleras naves aqueas con un inmenso rescate y las ínfulas del flechador
Apolo, que pendían de áureo cetro, en la mano; y á todos los aqueos, y
particularmente á los dos Atridas, caudillos de pueblos, así les suplicaba:
17
«¡Atridas y demás aqueos de hermosas grebas! Los dioses, que poseen
olímpicos palacios, os permitan destruir la ciudad de Príamo y regresar
felizmente á la patria. Poned en libertad á mi hija y recibid el rescate,
venerando al hijo de Júpiter, al flechador Apolo.»
22
Todos los aqueos aprobaron á voces que se respetase al sacerdote y se
admitiera el espléndido rescate; mas el Atrida Agamenón, á quien no plugo
el acuerdo, le mandó enhoramala con amenazador lenguaje:
26
«Que yo no te encuentre, anciano, cerca de las cóncavas naves, ya
porque demores tu partida, ya porque vuelvas luego; pues quizás no te
valgan el cetro y las ínfulas del dios. Á aquélla no la soltaré; antes le
sobrevendrá la vejez en mi casa, en Argos, lejos de su patria, trabajando en
el telar y compartiendo mi lecho. Pero vete; no me irrites, para que puedas
irte sano y salvo.»
33
Así dijo. El anciano sintió temor y obedeció el mandato. Sin desplegar los
labios, fuése por la orilla del estruendoso mar; y en tanto se alejaba, dirigía
muchos ruegos al soberano Apolo, hijo de Latona, la de hermosa cabellera:
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«¡Óyeme, tú que llevas arco de plata, proteges á Crisa y á la divina Cila,
é imperas en Ténedos poderosamente! ¡Oh Esmintio! Si alguna vez adorné
tu gracioso templo ó quemé en tu honor pingües muslos de toros ó de
cabras, cúmpleme este voto: ¡Paguen los dánaos mis lágrimas con tus
flechas!»
43
Tal fué su plegaria. Oyóla Febo Apolo, é irritado en su corazón,
descendió de las cumbres del Olimpo con el arco y el cerrado carcaj en los
hombros; las saetas resonaron sobre la espalda del enojado dios, cuando
comenzó á moverse. Iba parecido á la noche. Sentóse lejos de las naves,
tiró una flecha, y el arco de plata dió un terrible chasquido. Al principio el
dios disparaba contra los mulos y los ágiles perros; mas luego dirigió sus
mortíferas saetas á los hombres, y continuamente ardían muchas piras de
cadáveres.
53
Durante nueve días volaron por el ejército las flechas del dios. En el
décimo, Aquiles convocó al pueblo á junta: se lo puso en el corazón Juno,
la diosa de los níveos brazos, que se interesaba por los dánaos, á quienes
veía morir. Acudieron éstos y, una vez reunidos, Aquiles, el de los pies
ligeros, se levantó y dijo:
59
«¡Atrida! Creo que tendremos que volver atrás, yendo otra vez errantes,
si escapamos de la muerte; pues si no, la guerra y la peste unidas acabarán
con los aqueos. Mas, ea, consultemos á un adivino, sacerdote ó intérprete
de sueños—también el sueño procede de Júpjiter,—para que nos diga por
qué se irritó tanto Febo Apolo: si está quejoso con motivo de algún voto ó
hecatombe, y si quemando en su obsequio grasa de corderos y de cabras
escogidas, querrá apartar de nosotros la peste.»
68
Cuando así hubo hablado, se sentó. Levantóse Calcas Testórida, el mejor
de los augures—conocía lo presente, lo futuro y lo pasado, y había guiado
las naves aqueas hasta Ilión por medio del arte adivinatoria que le diera
Febo Apolo,—y benévolo les arengó diciendo:
74
«¡Oh Aquiles, caro a Júpiter! Mándasme explicar la cólera del dios, del
flechador Apolo. Pues bien, hablaré; pero antes declara y jura que estás
pronto á defenderme de palabra y de obra, pues temo irritar a un varón que
goza de gran poder entre los argivos todos y es obedecido por los aqueos.
Un rey es más poderoso que el inferior contra quien se enoja; y si en el
mismo día refrena su ira, guarda luego rencor hasta que logra ejecutarlo en
el pecho de aquél. Di tú si me salvarás.»
84
Respondióle Aquiles, el de los pies ligeros: «Manifiesta, deponiendo todo
temor, el vaticinio que sabes; pues, ¡por Apolo, caro a Júpiter, a quien tú, oh
Calcas, invocas siempre que revelas los oráculos a los dánaos!, ninguno de
ellos pondrá en ti sus pesadas manos, junto a las cóncavas naves, mientras
yo viva y vea la luz acá en la tierra, aunque hablares de Agamenón que al
presente blasona de ser el más poderoso de los aqueos todos.»
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Entonces cobró ánimo y dijo el eximio vate: «No está el dios quejoso con
motivo de algún voto o hecatombe, sino a causa del ultraje que Agamenón
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trago
el humo de los cigarrillos,
y las putas y los camareros
y los dependientes de ultramarinos
nunca se dan cuenta
de que está ahí dentro.
Pájaro azul, por Charles Bukowski hay un pájaro azul en mi corazón que
quiere salir
hay un pájaro azul en mi corazón que pero soy duro con él,
quiere salir le digo quédate ahí abajo, ¿es que
pero soy duro con él, quieres
le digo quédate ahí dentro, no voy montarme un lío?
a permitir que nadie ¿es que quieres
te vea. mis obras?
hay un pájaro azul en mi corazón que ¿es que quieres que se hundan las
quiere salir ventas de mis libros
pero yo le echo whisky encima y me en Europa?
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El Ensayo
En un ensayo el autor reflexiona, diserta, evalúa o analiza un tema.
¿Qué es un ensayo?
El ensayo es un género literario, o sea, una de las formas que tienen las obras artísticas
del lenguaje, en la cual un autor aborda subjetivamente un tema, echando mano a
la información que desee para sostener su punto de vista. A esto se le conoce como
ensayo libre o ensayo literario, o como lo expresa el poeta y ensayista venezolano
Armando Rojas Guardia: “La fiesta subjetiva del concepto”.
El ensayo como género nació en el Renacimiento, alrededor del siglo XVI, una época
en la que la divulgación de las ideas y la pedagogía se consideraron centrales en la labor
de los intelectuales, algo que se conservó en la Ilustración.
Tipos de ensayo
Partes de un ensayo
Debemos tomar en cuenta que los ensayos son unidades textuales, y rara vez se separan
en sus partes, ni mucho menos se esquematizan, sino que consisten en un fluir del
discurso escrito.
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TALLER N° 3
No tuvieron que limpiarle la cara para saber que era un muerto ajeno. El pueblo
tenía apenas unas veinte casas de tablas, con patios de piedras sin flores,
desperdigadas en el extremo de un cabo desértico. La tierra era tan escasa, que las
madres andaban siempre con el temor de que el viento se llevara a los niños, y a los
muertos que les iban causando los años tenían que tirarlos en los acantilados. Pero
el mar era manso y pródigo, y todos los hombres cabían en siete botes. Así que
cuando se encontraron el ahogado les bastó con mirarse los unos a los otros para
darse cuenta de que estaban completos.
"No sólo era el más alto, el más fuerte, el más viril y el mejor armado que habían visto jamás, sino
que todavía cuando lo estaban viendo no les cabía en la imaginación"
Aquella noche no salieron a trabajar en el mar. Mientras los hombres averiguaban
si no faltaba alguien en los pueblos vecinos, las mujeres se quedaron cuidando al
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ahogado. Le quitaron el lodo con tapones de esparto, le desenredaron del cabello los
abrojos submarinos y le rasparon la rémora con fierros de desescamar pescados. A
medida que lo hacían, notaron que su vegetación era de océanos remotos y de aguas
profundas, y que sus ropas estaban en piitrafas, como si hubiera navegado por
entre laberintos de corales. Notaron también que sobrellevaba la muerte con
altivez, pues no tenía el semblante solitario de los otros ahogados del mar, ni
tampoco la catadura sórdida y menesteroso de los ahogados fluviales. Pero
solamente cuando acabaron de limpiarlo tuvieron conciencia de la clase de hombre
que era, y entonces se quedaron sin aliento. No sólo era el más alto, el más fuerte, el
más viril y el mejor armado que habían visto jamás, sino que todavía cuando lo
estaban viendo no les cabía en la imaginación.
No encontraron en el pueblo una cama bastante grande para tenderio ni una mesa
bastante sólida para velarlo. No le vinieron los pantalones de fiesta de los hombres
más altos, ni las camisas dominicales de los más corpulentos, ni los zapatos del
mejor plantado. Fascinadas por su desproporción y su hermosura, las mujeres
decidieron entonces hacerle unos pantalones con un pedazo de vela cangreja, y una
camisa de bramante de novia, para que pudiera continuar su muerte con dignidad.
Mientras cosían sentadas en círculo, contemplando el cadáver entre puntada y
puntada, les parecía que el viento no había sido nunca tan tenaz ni el Caribe había
estado nunca tan ansioso como aquella noche, y suponían que esos cambios tenían
algo que ver con el muerto. Pensaban que si aquel hombre magnífico hubiera vivido
en el pueblo, su casa habría tenido las puertas más anchas, el techo más alto y el
piso más firme, y el bastidor de su cama habría sido de cuadernas maestras con
pernos de hierro, y su mujer habría sido la más feliz. Pensaban que habría tenido
tanta autoridad que hubiera sacado los peces del mar con sólo llamarlos por sus
nombres, y habría puesto tanto empeño en el trabajo que hubiera hecho brotar
manantiales de entre las piedras más áridas y hubiera podido sembrar flores en los
acantilados. Lo compararon en secreto con sus propios hombres, pensando que no
serían capaces de hacer en toda una vida lo que aquél era capaz de hacer en una
noche, y terminaron por repudiarlos en el fondo de sus corazones como los seres
más escuálidos y mezquinos de la tierra. Andaban extraviadas por esos dédalos de
fantasía, cuando la más vieja de las mujeres, que por ser la más vieja había
contemplado al ahogado con menos pasión que compasión, suspiró:
Era verdad. A la mayoría le bastó con mirarlo otra vez para comprender que no
podía tener otro nombre. Las más porfiadas, que eran las más jovenes, se
mantuvieron con la ilusión de que al ponerle la ropa, tendido entre flores y con
unos zapatos de charol, pudiera llamarse Lautaro. Pero fue una ilusión vana. El
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lienzo resultó escaso, los pantalones mal cortados y peor cosidos le quedaron
estrechos, y las fuerzas ocultas de su corazón hacían saltar los botones de la camisa.
Después de la media noche se adelgazaron los silbidos del viento y el mar cayó en el
sopor del miércoles. El silencio acabó con las últimas dudas: era Esteban. Las
mujeres que lo habían vestido, las que lo habían peinado, las que le habían cortado
las uñas y raspado la barba no pudieron reprimir un estremecimiento de
compasión cuando tuvieron que resignarse a dejarlo tirado por los suelos. Fue
entonces cuando comprendieron cuánto debió haber sido de infeliz con aquel
cuerpo descomunal, si hasta después de muerto le estorbaba. Lo vieron condenado
en vida a pasar de medio lado por las puertas, a descalabrarse con los travesaños, a
permanecer de pie en las visitas sin saber qué hacer con sus tiernas y rosadas
manos de buey de mar, mientras la dueña de casa buscaba la silla más resistente y
le suplicaba muerta de miedo siéntese aquí Esteban, hágame el favor, y él recostado
contra las paredes, sonriendo, no se preocupe señora, así estoy bien, con los talones
en carne viva y las espaldas escaldadas de tanto repetir lo mismo en todas las
visitas, no se preocupe señora, así estoy bien, sólo para no pasar vergüenza de
desbaratar la silla, y acaso sin haber sabido nunca que quienes le decían no te vayas
Esteban, espérate siquiera hasta que hierva el café, eran los mismos que después
susurraban ya se fue el bobo grande, qué bueno, ya se fue el tonto hermoso. Esto
pensaban las mujeres frente al cadáver un poco antes del amanecer. Más tarde,
cuando le taparon la cara con un pañuelo para que no le molestara la luz, lo vieron
tan muerto para siempre, tan indefenso, tan parecido a sus hombres, que se les
abrieron las primeras grietas de lágrimas en el corazón. Fue una de las más jóvenes
la que empezó a sollozar. Las otras, asentándose entre sí, pasaron de los suspiros a
los lamentos, y mientras más sollozaban más deseos sentían de llorar, porque el
ahogado se les iba volviendo cada vez más Esteban, hasta que lo lloraron tanto que
fue el hombre más desvalido de la tierra, el más manso y el más servicial, el pobre
Esteban. Así que cuando los hombres volvieron con la noticia de que el ahogado no
era tampoco de los pueblos vecinos, ellas sintieron un vacío de júbilo entre las
lágrimas.
"Una de las mujeres, mortificada por tanta insolencia, le quitó entonces al cadáver el
pañuelo de la cara, y también los hombres se quedaron sin aliento."
Los hombres creyeron que aquellos aspavientos no eran más que frivolidades de
mujer. Cansados de las tortuosas averiguaciones de la noche, lo único que querían
era quitarse de una vez el estorbo del intruso antes de que prendiera el sol bravo de
aquel día árido y sin viento. Improvisaron unas angarillas con restos de trinquetes y
botavaras, y las amarraron con carlingas de altura, para que resistieran el peso del
cuerpo hasta los acantilados. Quisieron encadenarle a los tobillos un ancla de buque
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mercante para que fondeara sin tropiezos en los mares más profundos donde los
peces son ciegos y los buzos se mueren de nostalgia, de manera que las malas
corrientes no fueran a devolverlo a la orilla, como había sucedido con otros
cuerpos. Pero mientras más se apresuraban, más cosas se les ocurrían a las mujeres
para perder el tiempo. Andaban como gallinas asustadas picoteando amuletos de
mar en los arcones, unas estorbando aquí porque querían ponerle al ahogado los
escapularios del buen viento, otras estorbando allá para abrocharse una pulsera de
orientación, y al cabo de tanto quítate de ahí mujer, ponte donde no estorbes, mira
que casi me haces caer sobre el difunto, a los hombres se les subieron al hígado las
suspicacias y empezaron a rezongar que con qué objeto tanta ferretería de altar
mayor para un forastero, si por muchos estoperoles y calderetas que llevara encima
se lo iban a masticar los tiburones, pero ellas seguían tripotando sus reliquias de
pacotilla, llevando y trayendo, tropezando, mientras se les iba en suspiros lo que no
se les iba en lágrimas, así que los hombres terminaron por despotricar que de
cuándo acá semejante alboroto por un muerto al garete, un ahogado de nadie, un
fiambre de mierda. Una de las mujeres, mortificada por tanta insolencia, le quitó
entonces al cadáver el pañuelo de la cara, y también los hombres se quedaron sin
aliento.
"Fue así como le hicieron los funerales más espléndidos que podían concebirse para un ahogado
expósito"
Era Esteban. No hubo que repetirlo para que lo reconocieran. Si les hubieran dicho
Sir Walter Raleigh, quizás, hasta ellos se habrían impresionado con su acento de
gringo, con su guacamayo en el hombro, con su arcabuz de matar caníbales, pero
Esteban solamente podía ser uno en el mundo, y allí estaba tirado como un sábalo,
sin botines, con unos pantalones de sietemesino y esas uñas rocallosas que sólo
podían cortarse a cuchillo. Bastó con que le quitaran el pañuelo de la cara para
darse cuenta de que estaba avergonzado, de que no tenía la culpa de ser tan grande,
ni tan pesado ni tan hermoso, y si hubiera sabido que aquello iba a suceder habría
buscado un lugar más discreto para ahogarse, en serio, me hubiera amarrado yo
mismo un áncora de galón en el cuello y hubiera trastabillado como quien no
quiere la cosa en los acantilados, para no andar ahora estorbando con este muerto
de miércoles, como ustedes dicen, para no molestar a nadie con esta porquería de
fiambre que no tiene nada que ver conmigo. Había tanta verdad en su modo de
estar, que hasta los hombres más suspicaces, los que sentían amargas las
minuciosas noches del mar temiendo que sus mujeres se cansaran de soñar con
ellos para soñar con los ahogados, hasta ésos, y otros más duros, se estremecieron
en los tuétanos con la sinceridad de Esteban.
Fue así como le hicieron los funerales más espléndidos que podían concebirse para
un ahogado expósito. Algunas mujeres que habían ido a buscar flores en los pueblos
vecinos regresaron con otras que no creían lo que les contaban, y éstas se fueron
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por más flores cuando vieron al muerto, y llevaron más y más, hasta que hubo
tantas flores y tanta gente que apenas si se podía caminar. A última hora les dolió
devolverlo huérfano a las aguas, y le eligieron un padre y una madre entre los
mejores, y otros se le hicieron hermanos, tíos y primos, así que a través de él todos
los habitantes del pueblo terminaron por ser parientes entre sí. Algunos marineros
que oyeron el llanto a distancia perdieron la certeza del rumbo, y se supo de uno
que se hizo amarrar al palo mayor, recordando antiguas fábulas de sirenas.
Mientras se disputaban el privilegio de llevarlo en hombros por la pendiente
escarpada de los acantilados, hombres y mujeres tuvieron conciencia por primera
vez de la desolación de sus calles, la aridez de sus patios, la estrechez de sus sueños,
frente al esplendor y la hermosura de su ahogado. Lo soltaron sin ancla, para que
volviera si quería, y cuando lo quisiera, y todos retuvieron el aliento durante la
fracción de siglos que demoró la caída del cuerpo hasta el abismo. No tuvieron
necesidad de mirarse los unos a los otros para darse cuenta de que ya no estaban
completos, ni volverían a estarlo jamás. Pero también sabían que todo sería
diferente desde entonces, que sus casas iban a tener las puertas más anchas, los
techos más altos, los pisos más firmes, para que el recuerdo de Esteban pudiera
andar por todas partes sin tropezar con los travesaños, y que nadie se atreviera a
susurrar en el futuro ya murió el bobo grande, qué lástima, ya murió el tonto
hermoso, porque ellos iban a pintar las fachadas de colores alegres para eternizar la
memoria de Esteban, y se iban a romper el espinazo excavando manantiales en las
piedras y sembrando flores en los acantilados, para que los amaneceres de los años
venturos los pasajeros de los grandes barcos despertaran sofocados por un olor de
jardines en altamar, y el capitán tuviera que bajar de su alcázar con su uniforme de
gala, con su astrolabio, su estrella polar y su ristra de medallas de guerra, y
señalando el promontorio de rosas en el horizonte del Caribe dijera en catorce
idiomas: miren allá, donde el viento es ahora tan manso que se queda a dormir
debajo de las camas, allá, donde el sol brilla tanto que no saben hacia dónde girar
los girasoles, sí, allá, es el pueblo de Esteban.
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Reseña literaria
Una reseña literaria ofrece una lectura sobre un libro que es útil para otros
lectores.
¿Qué es una reseña literaria?
Dicho en menos palabras, se trata de un texto que ofrece una opinión o una
mirada sobre una obra literaria, acudiendo a los criterios particulares del autor.
Muchas emplean sistemas de puntaje, o algún equivalente que transmita la
sensación general del reseñista, y acompañan el texto con información editorial
respecto a la obra.
Pero al mismo tiempo, la reseña literaria puede hacer vida en circuitos más
elitescos, como la academia o los circuitos literarios y culturales de un país. En
esos casos el público suele tener mayores conocimiento sobre el tema, y la reseña
más exigente en cuanto a metodología, criterios y la selección misma del texto a
reseñar.
En líneas generales, una reseña literaria responde a un formato más bien libre
de ensayo breve o de artículo. Suele ser relativamente breve, aunque bien
puede extenderse por varias páginas, y generalmente se enuncia desde el punto
de vista del reseñista, o bien desde uno impersonal.
No existe una estructura fija o recomendada para una reseña literaria, ya que en el
fondo se trata de textos de algún modo creativos. Sin embargo, dado que suelen
ser también escritos argumentativo-expositivos, no es raro ver que se rijan por la
tradicional estructura de:
Leer el libro completo. De ser posible, más de una vez. Esto permitirá ir
tomando notas, marcar episodios importantes o citas que luego se emplearán
para demostrar puntos de vista. Bajo ningún concepto el reseñista leerá
resúmenes o versiones incompletas del texto, o reseñará un texto que no
terminó, no quiso terminar o no pudo terminar.
Investigar lo más posible. Nunca es mala idea leer algo de lo que otros han
dicho sobre la obra, no tanto para confirmar ideas, aunque una cita de un
reseñista prestigioso o de un especialista de algún tipo siempre es bienvenida
en estos casos, sino para ver qué cosas han dicho al respecto y saber si nos
estamos perdiendo de algo, si hay algo que no tomamos en cuenta, o incluso
para saber qué afirmaciones ha hecho el autor en entrevistas, qué claves ha
compartido sobre su propia obra, etc.
Organizar las ideas. Suena obvio, pero una reseña literaria no es muy distinta
de cualquier texto argumentativo, en el que se debe tener algún tipo de idea
principal o de concepto central en torno al cual girará la reseña. ¿Cuál es el
principal acierto del libro? ¿En qué contexto resaltan sus cualidades? ¿Cuál es
la mejor vía para entenderlo? ¿A la luz de qué temática?
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TALLER N° 4
1. Realiza reseñas literarias a partir de los textos (cuentos) que hayas leído: el
gato negro, el ahogado más hermoso del mundo, Los gallinazos sin plumas,
el almohadón de plumas.
2. Crea una reseña literaria de la obra de García Márquez: La increíble y triste
historia de la Cándida Eréndira y su abuela desalmada
3. Realiza un breve ensayo de la obra anterior, donde expongas la trata de
niñas en la Guajira.