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Gotas de silencio que hacen ruido


Inspirado y dando una relectura al texto
La agonía del difunto. De Esteban Navajas

PERSONAJES:

Rodolfo Contreras….. Hacendado. Líder político de la región


Gladis de contreras….. Su mujer. Administradora
Rosario Paternina…. Agricultura. Persona de confianza de los esposos.

Hacienda de Rodolfo Contreras, puntualmente en cuarto. Amplia con un ventanal que da hacia el
portón principal de la hacienda, desde allí se puede ver la trocha que conduce de la carretera
principal hasta la entrada. La piscina, el área de reuniones sociales y el parqueadero para los
vehículos de visitantes. Ahora todo está solitario. El portón tiene una cadena puesta, no hay acceso
para nadie. En el cuarto: cama matrimonial con un mosquitero, dos sillones con lámparas de piso
a su lado, mesas de té del otro lado, en una hay un libro, es nuevo y todavía tiene el plástico
protector, debajo de él una agenda, se nota que ya lleva años de uso. En la otra mesa una taza de
café, una biblia grande, bordes dorados, sobresalen papeles que marcan páginas seleccionadas.
Un cuadro del sagrado corazón, es un afiche enmarcado, debajo de él, un escapulario. Un gran
armario de madera tallada rompe con el estilo moderno de los muebles, un puff cerca de la puerta,
la cual está cerrada. Hay una puerta que deja claro que es el closet de la habitación, otra puerta
que es la del baño. Hay una mesa más, cerca de la cama, sobre ella, medicamentos. La habitación
parece cómoda, pero se nota que no es más que un lugar para dormir, no hay ambiente que sea un
espacio apacible para estar, a diferencia del resto de la casa que está llena de adornos y recuerdos
y de la cual sabremos a media que los personajes lo enuncien.

En el puff está sentada Rosario Paternina, sus manos están reposando sobre sus rodillas, mira
hacia la cama, donde está el cuerpo de Rodolfo Contreras, por momentos mira hacía el baño que
tiene la puerta entre abierta. Al extremo de ella, está la ventana, desde donde está no puede ver
más que el cielo, quisiera ir a ver; pero la alerta de los sonidos de agua en el lavamanos, que viene
del baño, no la deja actuar. Ella está vestida de falda larga, zapatos bajos, cerrados. Blusa
conservadora. Como ropa para asistir a misa o a un acto solemne, dentro de sus posibilidades
económicas, es uno de sus mejores atuendos.

El día ha estado pasado por agua, ahora mismo solo es una llovizna con algunos golpes de brisa.
No hay esperanza que venga un mejor clima, de hecho, va a volver la tormenta.

Sale del baño Gladis de Contreras, un vestido de diseñador denota su elegancia, en un momento de
luto; sin embargo es un atuendo que funcionaria en una gala, en una fiesta importante. Los tonos
de color son suaves, bien escogidos.
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Gladis: Recuerdo que lloré así o más cuando murió mi madre, yo tenía veintiséis años, ya era
esposa de Rodolfo, él fue mi fortaleza en ese momento, ahora que se ha ido, no tengo un hombre
firme sobre el cuál llorar.

Rosario: Sus hijos, doña Gladis.

Gladis: Sí, están los hijos. Deben estar desesperados por llegar a ver a su padre, pero esos
problemas de papeles para poder viajar.

Rosario: Pensé que solo era comprar los tiquetes, no era como antes que para viajar una demorada
días para ir a la capital.

Gladis: los gringos son muy jodidos con sus papeles, créeme cuando te digo que los chicos están
por viajar. Ahora, no es nada que lleguen al país, con ese dique reventado, no será fácil llegar hasta
acá.

Rosario: cuando lleguen, solo tienen que decirles a las organizaciones de salvamento para donde
vienen y en una lancha se lo traen hasta la puerta.

Gladis: rosario, esos equipos son para otras cosas. No hay que aprovecharse de eso para favores
personales. Hay gente que necesita más ayuda.

Rosario: tiene razón doña Gladis, pero es que con la muerte del señor Rodolfo es para que ya
hubieran mando por él. Para darle cristiana sepultura.

Gladis: El señor sabe como hace sus cosas. Te preocupas mucho por ver a Rodolfo enterrado, yo
que soy su mujer, deseo tenerlo más tiempo aquí, así. Mirándolo como se termina de marchitar.

Rosario: y está demorando mucho, está casi intacto. (Se ha levantado y acercado a la cama)

Gladis: Shhsss, Rosario Paternina. Ya te he hablado de esto. Aléjate de allí.

Rosario: si señora, es que por momentos creo que está como respirando, hasta anoche, juro que
sentí que roncó.

Gladis: son ilusiones ópticas, queridas. Espasmos mentales que nos dan por los olores mortecinos y
el estar tres días en vela orando.

Rosario: deberíamos dormir por turnos. Si quiere puede descansar y yo seguiré con las oraciones.

Gladis: el dolor no me deja dormir. Ve al cuarto de atrás y duerme un poco.

Rosario: estoy bien, puedo aguantar un poco más.


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Breve silencio.

Gladis: ¿se me notan los ojos hinchados?

Rosario: irritados, como si se hubiera lavado los ojos con jabón.

Gladis: si no estuviera tan acongojada, me reiría de esa ocurrencia tuyas.

Rosario: hasta aquí puedo sentir el olor al jabón.

Gladis: Niña. Te estás poniendo insoportable, no ves que estaba en el baño. ¡Ahora una no puede
mear y llorar en el baño y después lavarse las manos! ¡Viuda pero jamás puerca!

Rosario: disculpe señora.

Gladis: siéntate que me da mareo verte de pie. Vamos a seguir con los salmos.

Gladis ya se ha sentado en el sillón al lado de la mesa con la biblia. Rosario se dirige a sentarse,
no tiene afán de sentarse, incluso trata de empinarse y mirar por la ventana.

Gladis: (percatándose de la acción) ¿ocurre algo?

Rosario: no señora, creí escuchar algo.

Gladis: ¿qué creíste escuchar? Yo solo escucho los brizones.

Rosario: Como sí alguien llegara.

Gladis: la falta de sueño te tiene escuchando cosas que no son. Toma un poco mas de café.

Rosario: eso haré. Deberíamos cerrar esa ventana doña Gladis.

Gladis: no. Es necesario que estén así, la brisa helada ayuda a mantener más fresco el cuerpo de
Rodolfo y los olores no se acumulan. Tráeme un poco más de café mientras leo unos Salmos.

Rosario: ese café que está en la cafetera ya se venció. Debería prepara uno más fresco.

Gladis: tienes razón, pero no te lleves la cafetera, trae azúcar y más café.

Rosario: voy a llevarla a la cocina para lavarla.

Gladis: allí en el lavamanos puedes hacerlo.

Rosario: no hay jabón para platos en el baño.


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Gladis: con el jabón de manos está bien. Jabón es jabón, todos sirven para quitar la suciedad.

Rosario: como usted diga. (mira por la ventana aprovechando que toma la taza de café)

Gladis: te he dicho que no hay nada más allí afuera.

Rosario: ¿usted no tiene afán que vengan por nosotros?

Gladis: tenía afán que Rodolfo viviera más. Ya que se fue, no tengo más que tener paciencia.
Afortunadamente la casa está en lo más alto de la loma y el agua no llega hasta acá, sino tuviéramos
en una peor situación. No te preocupes, que si sigue lloviendo, el agua no subirá hasta acá.

Rosario: ni las personas.

Gladis: vendrán en su momento.

Rosario entra al baño, lava la cafetera.

Gladis: (leyendo la biblia) El Señor es mi pastor, no me faltará. Me hace acostarme en pastos


verdes, me lleva junto a aguas tranquilas, restaura mi alma. Me guía por senderos de justicia por
amor de su nombre. Aunque camine por el valle de la sombra de la muerte, no temeré mal alguno,
porque tú estás conmigo; tu vara y tu bastón, me consuelan.
Preparas una mesa delante de mí en presencia de mis enemigos. Unges mi cabeza con aceite; mi
copa se desborda. Ciertamente la bondad y el amor me seguirán todos los días de mi vida, y viviré
en la casa de Jehová para siempre.

Rosario: (desde el baño): El Señor es mi pastor, no me faltará.

Gladis: (busca otra pagina) : El Señor es mi luz y mi salvación; ¿A quién temeré? El SEÑOR es la
fortaleza de mi vida. ¿De quién tendré miedo? Una cosa le pido al Señor, esto es lo que busco: que
pueda habitar en la casa del Señor todos los días de mi vida,
contemplar la belleza del Señor y buscarlo en su templo. Porque en el día de la angustia me
mantendrá a salvo en su morada; me esconderá en el refugio de su tabernáculo y me colocará en lo
alto de una roca.

Rosario: El Señor es mi luz y mi salvación.

Rodolfo ha soltado un gas, suena algo fuerte, Gladis se alarma y se cubre la nariz, el olor es
inmediato.

Rosario: mjum! Doña, usted dispense, pero yo creo que no debería tomar más café. Le está
sentando mal al estomago.

Gladis: (espantado el olor, abanicando la biblia) tienes razón. Tres días solo tomando eso debe ser
lo que me tiene el estomago podrido.
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Rosario saliendo del baño con la taza de café y el recipiente de la cafetera.

Rosario: Dios me perdone, pero juraría que esos olores son del señor Rodolfo, que en paz descanse.

Gladis: ahora me vas a decir que eres catadora de gases. ¿Acaso tú andabas con Rodolfo para arriba
y para abajo para saber a qué le olían los gases?

Rosario: ayer cuando usted se bañaba, le juro que sentí el mismo aroma y venia del lado de la cama.

Gladis: inventos tuyos… Rosario, me siento como maluca del estomago. Prepárate unos
emparedados y ya no traigas café, hazte un té de manzanilla.

Rosario: enseguida.

Silencio.

Rosario: doña Gladis… las llaves.

Gladis: cierto hija, toma.

Rosario va saliendo.

Gladis: espera, dame las llaves, mejor solo te doy la de la cocina, no te vayas a confundir con tantas
llaves.

Rosario: si nadie va a venir ¿para qué ponerle seguro a las puertas?

Gladis: vendrán y una no sabe si en medio de la situación, alguien aprovecha y se lleva algo.

Rosario: maldito por Dios estará el que en esta situación, venga a buscar lo que no es suyo. Tendría
que ser de mala cabeza, para tener esas tentaciones.

Gladis: así es, pero por si las moscas, ayudemos al señor a no maldecir al ladrón. Aprovecha y
escóndeme los cubiertos de plata, ponlos debajo de la alacena de los granos.

Rosario: así será doña.

Va saliendo y Gladis sigue leyendo la biblia.

Gladis: Amo al Señor, porque escuchó mi voz; escuchó mi grito de piedad. Debido a que me volvió
la oreja, lo llamaré mientras viva. Las cuerdas de la muerte me enredaron, la angustia de la tumba se
apoderó de mí… (se asegura de que rosario se haya ido y cierra la puerta con cerrojo) ¡Rodolfo,
no seas tan puerco! ¡Un ser humano no puede tener eso olores en su cuerpo!
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Rodolfo: ¿qué querías que hiciera? Tengo la tripa llena desde anoche. Más bien cuida la puerta.

Gladis: ¿para dónde vas? No te salgas de la cama que rosario te podría ver.

Rodolfo: no me aguanto las ganas. Estoy que me cago en el pantalón allí acostado.

Gladis: date prisa.

Rodolfo: (desde el baño) ah no! A mí no me vas a quitar el placer de evacuar.

Gladis: no vas a dejar evidencias que has estado allí adentro.

Rodolfo: tranquila que el papel lo tiro en el inodoro.

Gladis: Rodolfo, ya me estoy preocupando. Ya es para que el doctor hubiera mando a alguien a
sacarnos de aquí.

Rodolfo: a mí también se me hace raro, pero algo debe estar solucionando. Recuerda que el país
debe estar con el ojo puesto en el pueblo.

Gladis: maldita sea la hora en que se rompió ese dique.

Rodolfo saliendo del baño.

Rodolfo: yo le daba como dos años más. De verdad que esos tipos sí que hicieron un trabajo de
porquería, y ya cerca las elecciones. Esto es un revés para el partido.

Gladis: Rodolfo, que partido ni que nada, yo ahora lo que quiero es salir de esta casa.

Rodolfo: en cuanto nos vengan a buscar, nos vamos para otro país y nos olvidamos de todo esto.

Gladis: el gobernador nada que llama a dar el pésame.

Rodolfo: con el mierdero del dique no tiene cabeza para eso. Mínimo todas las culpas se la están
encimando a él y te juro que si yo estuviera vivo, me tira los muertos a mí. Así que déjalo allá
tranquilo.

Gladis: tenemos que avisarles a los chicos apenas salgamos del país.

Rodolfo: el doctor se va a encargar de todo eso.

Gladis: el doctor, el doctor, ¡el doctor! Ese debe estar haciendo el papel de mesías para que no lo
cuestionen a él.
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Rodolfo: es parte de la estrategia, mientras más limpio lo mantengamos, mas fácil es para él
ayudarnos.

Gladis: eso mismo dijiste cuando iban a arrestar a los muchachos y mira. Ellos por allá escondidos,
sin poder poner un pie en el país.

Rodolfo: déjalos por allá, cuando salgamos, nos veremos con ellos. Ya verás, un par de años y nadie
se acordará de Rodolfo Contreras, y si es necesario, nos cambiamos los nombres. Ya verás que todo
saldrá bien.

Gladis: si fueran sus hijos, de seguro ya estarían en el país armando otra empresa. Nosotros somos
los que nos estamos quedando sin nada.

Rodolfo: tenemos la plata afuera, tenemos para vivir como se nos dé la gana.

Gladis: tú has debido ser alcalde, llegas dos periodos esperando y el doctor nada que te da el aval.
Nos ha dejado a nuestra suerte.

Rodolfo: son estrategias mija. A él no le conviene que yo esté en esos puestos, a mi tampoco… es
más fácil ganar plata estado en la sombra que siendo el alcalde.

Gladis: Rodolfo, hay que irnos rápido, no esperemos más… mira que hasta rosario ya está
sospechando de ti y tiene una miradera hacia la ventana, como esperando a alguien.

Rodolfo: ponla en contexto, dale manejo a la situación, haz que se comprometa sin saber el plan.

Gladis: se me acaban las ideas.

Rodolfo: tu tranquila, tu eres inteligente, por eso eres la que administra toda mi vida, yo sé de todo
lo que eres capaz. (La besa)

Gladis: ay Rodolfo, mira que no te lavaste las manos.

Rodolfo: mi reina, ya falta poco.

Alguien trata de entra.

Gladis: ¡acuéstate!... un momento que estoy en el baño… ¡rápido!

Gladis se prepara para abrir la puerta del cuarto, Rodolfo se acuesta en la cama; pero no
exactamente donde estaba antes. Se abre la puerta e ingresa Rosario, trae una bandeja con tazas
de té, la tetera y unos emparedados.
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Rosario: le hice unos emparedados de atún, el pollo parece que se ha dañado.

Gladis: debió ser a causa del apagón de antes ayer. Si hubiera aprendido a usar la planta eléctrica no
tendríamos ese problema.
Rosario: Antonio una vez me explicó, pero soy bruta para recordar esas cosas.

Gladis: por mucho que una se esfuerce, algunas labores se les dan mejor a los hombres.

Rosario: no a todos, el señor Rodolfo tampoco aprendió a usarla.

Gladis: pero fue por ocupaciones, recuerda que é siempre estaba ocupado en cosas administrativas y
asuntos políticos.

Rosario: el señor alcalde también y sabia de mecánica, hasta una vez le arregló el tractor a los
Guzmán.

Gladis: el alcalde no todo el tiempo fue alguien dedicado a la política. Por su carisma y al apoyo del
doctor y mi esposo llegó a donde está.

Rosario: pobre hombre.

Gladis: ¿por qué dices eso?

Rosario: él era un buen líder comunal, defendía bien los derechos de los agricultores. Recuerdo que
al principio era un fuerte opositor de las administraciones anteriores, prácticamente era enemigo de
su esposo. De pronto, de la noche a la mañana, era del partido, luego candidato y llegó a alcalde. Ni
mas se le vio esa fuerza para defender los derechos, solo eran elogios para el partido y darle
contrato a sus jefes.

Gladis: ¿Quién dice eso? Claro que seguía defendiendo a los suyos; es que aprendió que las cosas se
hacen de otra manera y no como todos creen. Todos creen que es fácil gobernar, que van a llegar a
la posesión y con solo decir, tierra para los más necesitados, mas sueldo para el empleado, se hará
por arte de magia, todo tiene su manejo, no es soplar y hacer botella.

Rosario: es que cuando entran se dan cuenta de que todo está amarrado y les toca callarse y comer
por debajo de la mesa.

Gladis: bueno, ¿y esas ideas tuyas a qué vienen? ¿No estarás diciendo que Rodolfo andaba en malos
pasos?

Rosario: mi señora, yo creo que bastante de sobra que sabemos cómo se manejan las cosas en este
país y gente como el señor Rodolfo no entran a la política por el amor al arte.

Gladis: estas ofendiendo el nombre de una persona fallecida.


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Rosario: negarlos es ofender a los fallecidos que ha habido por culpa de un mal gobierno.

Gladis: no pienso entrar en debate contigo, no es el lugar, el momento y la persona para hacerlo.
Rosario: el momento y lugar quizás no, pero señora Gladis, soy una persona que puede dar fe de las
cosas que se manejan detrás de estas cosas políticas.

Gladis: ahora eres analista política.

Rosario: no, pero recuerdo cuando sus hijos tenían el contrato de los almuerzos de las veredas
cercanas y me contrataron para cocinar. Darles un plato con un puñado de arroz y lentejas a los
niños, con un vaso de aguas medio endulzada con un par de panelas, era algo vergonzoso y después
escuchar el montón de plata que les daban por esos almuerzos miserables… no hay que estudiar
para saber que eso no se hace.

Gladis: fueron mal asesorados, los engañaron.

Rosario: si, siempre pasa lo mismo, los dueños del negocio nunca saben que los engañan, que los
mal asesoran.

Gladis: pero será ahora que te indignas, porque muy bien que te lucraste haciendo esos puñados de
arroz y lentejas. Varias veces vi a Antonio tomando trago en el pueblo, feliz porque les había salido
el contratico con mis hijos y tú, ni se diga, con tu hija se fueron a Barranquilla a comprar ropa y
pasear en el malecón.

Rosario: eso fue porque…

Gladis: mujer… no me vengas con el cuento que no sabía la realidad, que ahora les da
remordimiento.

Rosario: pues sí. A mí y a Antonio nos da pena. También el de estar convenciendo a la gente que
vote por los amigos de su difunto esposo a cambio de mercaditos y techos de eternit.

Gladis: son unos malagradecidos. Mira (toma la agenda) en las dos últimas campañas ustedes
ayudaron con ciento veinte votos… más que los otros que solo daban de treinta y cuarenta… no me
digas que no estaban felices cuando Rodolfo les ayudó para que les dieran mas tierras para sus
cultivos, cuando ustedes ni se lo merecían.

Rosario: para nada le vendimos el alma al diablo, si lo que cosechamos nos toca venderlo más
barato, que toca darle plata a los que “cuidan” las tierras para que no se metan los guerrillos.
Cuando se nos vino el agua del dique y nos dañó la tierra. Ustedes están felices con su casa en lo
alto del pueblo. Los que estamos abajo somos los que rezamos cada vez que el cielo se oscurece,
cuando las gotas de lluvia empiezan a caer esos techos de eternit, rezamos en silencio, esas brisas
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que amenazan con dejarnos en la intemperie, son gotas de silencio que hacen ruido, nos gritan que
estamos pagando por ser tan sinvergüenzas con gente como ustedes.

Gladis: me partes el alma mija. Rosario Paternina, no sabes cuánto me importa un carajo ese
discurso. ¿Tú no crees que yo también sufro? ¿Qué me duele? Claro que Rodolfo sabe moverse
como pez en el agua dentro de ese estanque de caimanes…. Se movía… pero siempre estaban los
que se aprovechaban de más y le tiraban los muertos a él, o ¿me vas a decir que Rodolfo fue el que
construyó el dique? ¿Lo viste cogiendo una pala como los Guzmán? ¿su nombre aparece en los
contratos de adjudicación de contrato? ¡No! Pero se revienta esa porquería y lo primero que
hicieron fue decir que él fue el culpable, como si fuera el mismísimo Dios para mandar que lloviera
demás. Tanto lo agobió las calumnia… míralo, allí está. Muerto de un infarto de tanto improperio
que sus vecinos dijeron de él.

Rosario ha mirado a la cama.

Rosario: ¡señora! ¡El señor Rodolfo se ha movido!

Gladis: ya vienes con tus cuentos.

Rosario: él no estaba así. Está más a la orilla de la cama. Yo misma la ayudé a ponerlo en el centro.

Gladis trata de apartar lo más posible a Rosario de la cama.

Gladis: porque yo lo moví, ahora que te fuiste a la cocina lo moví un poco, quería ver si los gusanos
no le estaban germinando en la espalda y las nalgas.

Rosario: los gusanos no germinan.

Gladis: ¡Ay! Tú sabes a que me refiero.

Rosario: ¿y ya le salieron gusanos?

Gladis: no, ya tiene yagas; pero todavía no hay rastros de gusanos. Parece un milagro tanta
conservación.

Rosario: parece más vivo que muerto. No vaya a ser que se levante como Lázaro.

Gladis: siéntate y come un emparedado mientras sigo rezando.

Rosario se sienta en el sillón que le corresponde a Rodolfo. Gladis la fulmina con una mirada,
rosario se levanta y va al puff. Gladis lee la biblia.

Gladis: Dios es nuestro refugio y fortaleza, una ayuda muy presente en problemas.


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Rosario: (interrumpiendo) mi abuela me enseñó unas oraciones.

Gladis: en la biblia está lo que se necesita.

Rosario: son textos de los Cantares. Si quiere rezo unos con el escapulario (se levanta para
tomarlo)

Gladis: deje eso allí quieto. Desde que lo trajimos desde Roma, nadie lo ha tocado, fue bendecido
por el mismo Juan Pablo II, está libre de todo mal humano, es lo más cercano que tenemos de Dios
en esta casa, es nuestro amuleto de fe. Rodolfo mandó a traer al arzobispo de Bogotá, para que lo
sacara del estuche y lo colgara allí. Recuerdo que la arquidiócesis de Antioquia quería comprarlo,
sin embargo Rodolfo y yo nos negamos. Las cosas iluminadas por el amor de Dios no tienen precio,
si las vendes, ya no son benditas, ya fueron corrompidas por el mal, por la ambición. Todos somos
pecadores y debemos buscar siempre el perdón, no del prójimo, de Dios, él será quien nos juzgue al
final.

Rosario: ¿trata de decirme algo doña Gladis?

Gladis: por sus obras los conocerás, y por mucho mal que hagan, si buscan el perdón y la salvación
su alma será limpia.
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Rosario (terminando de comer su emparedado) Por sus frutos. Es: por sus frutos los conocerás.

Gladis: es lo mismo.

Rosario: no señora. No son lo mismo, una cosa es obrar con mal y otra es sembrar el mal.

Silencio, se miran fijamente, como un duelo. Un silbido lejano entra por la ventana.

Gladis: ¿Qué fue eso? Parece que alguien silbó.

Rosario: no escuché nada. Quizás la brisa por medio de las cortinas… doña, siento que la comida
me ha dando ganas de dormir.

Gladis: ve a descansar si quieres.

Rosario: más bien me daré un baño, para espantar el sueño, no quiero dejarla sola en sus oraciones.

Gladis: tranquila. Descansa.

Rosario: me bañaré. (va a salir por la puerta del cuarto)

Gladis: Rosario, puedes bañarte en este baño.


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Rosario: este es su baño, no me corresponde a mi usarlo, además no me siento cómoda bañándome


teniendo a un muerto tan cerca.

Sale. Breve silencio.


Rodolfo: levantando la cabeza. ¿Se fue?

Gladis hace señas que guarde silencio, se aproxima a la puerta con sigilo, trata de escuchar más
allá del cuarto, abre con cuidado y observa hacia afuera, cierra con igual cuidado y pone el
seguro.

Gladis: maldita bruja esa. Sabe algo, ella lo sabe.

Rodolfo: ¡no te dejes atormentar! Solo está tirando dardos al aire, te dejas provocar. No pierdas la
paciencia.

Gladis: no pierdo la paciencia; pero no me voy a dejar apabullar por los eufemismos de esta
campesina.

Rodolfo: (riendo) ¡ay mujer! Cría cuervos y te sacaran los ojos. ¿Qué mas podíamos esperar de
Rosario? Allí donde está, tiene miedo, sabe que también está metida hasta el cuello en el barro.
Quiere es que le demos algo para salir de esa.

Gladis: mucha confiancita le dimos a esos dos.

Rodolfo: siempre hay que tener un aliado entre el proletariado, alguien que tenga un poquito más
que los demás de su clase, para dos fines: o los admiran y siguen para obtener lo mismo que ellos o
los lapiden por tomar más de lo que les corresponden. Muerto el rey, el pueblo desconoce a sus
condes.

Gladis: ella está tramando algo.

Rodolfo: quiere dinero. Siempre es eso. Mira este pueblo, se volvió mierda y pasaran años para que
medio mejore. Ellos quieren buscar algo que les garantice irse de aquí con las manos llenas, para
tener otro lugar donde anidar y seguir en lo mismo. Si sigue indagando, ofrécele que te la vas a
llevar para otro lado.

Gladis: no soporto un minuto más de su presencia, entre mas pasa el tiempo, más obvio es el
engaño. Hay que contactar al doctor, que venga rápido por nosotros.

Rodolfo: el agua ha bajado por el lado del granero, la 4x4 puede pasar por allí.

Gladis: quítate de la ventana.


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Rodolfo: no hay nadie cerca, todos deben estar haciendo fila para recibir los mercaditos de la cruz
roja.

Gladis: o escondidos entre el monte esperando el momento para entrar y saquear la casa.

Rodolfo: no son capaces de eso. ¿Qué van a hacer con adornos de bronce y plata? ¿Ponerlos en sus
cambuches de plástico para darle un poco mas de elegancia?

Gladis: tengo un pálpito Rodolfo, es en serio, vámonos de aquí… si dices que la 4x4 pasa por ese
camino, vámonos por allí. En el camino llamas al doctor y que nos guie a un lugar más seguro.

Rodolfo: no podemos llamarlo, es mucho riesgo. ¿Qué tal que tengan chuzado su teléfono? ¿Cómo
va a explicar que lo llamó un muerto?

Gladis: entonces llama a alguien más que le diga. ¡Carajo Rodolfo! Estamos tirados en el fin del
mundo, en medio de un mierdero donde nadie quiere empatarse, nadie va a venir por nosotros.
Salgamos y afuera arreglamos todo.

Rodolfo: esta estúpida ni siquiera fue capaz de cocinar el atún. Se nota que solo abrió la lata y la
metió dentro del pan. Hasta el pan está todo mojado.

Gladis: ¡Rodolfo contreras! ¿Me estas escuchando?

Rodolfo: ¡si! Si, si te estoy oyendo. Solo déjame descansar un poco. Estoy mamado de estar tirado
en la cama, de hacerme el muerto, de no dormirme para que no me salgan los ronquidos, de respirar
poquito y que no se me vea la barriga inflándose, aguantándome los peos, rezando por si uno se
escapa, que no suene duro. ¿Quieres irte ya? Ok. Está bien… ¿dónde están las llaves del carro?

Gladis: en el closet.

Rodolfo: (abriendo el closet) hay que buscar la forma de salir de aquí y dejar a Rosario.

Gladis: estoy insistiéndole que se vaya a dormir, pero entre más le digo, menos le da sueño.

Rodolfo: mira, aquí están tus pastillas tranquilizantes.

Gladis: ¿quieres que se las lleve al baño y se las ofrezca con una copa de vino?

Rodolfo: ¡Gladis! Machácalas y ponlas en el té. Que se tome eso y en media hora está profunda.

Gladis: pásamelas.

Gladis se pone en labor de preparar el dopaje, Rodolfo toma ropa del closet y la mete en maletas y
bolsas que acomoda dentro del closet)
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Rodolfo: en cuanto se duerma bajamos todo al garaje y nos vamos.

Al abrir un bolso se percata que hay dinero dentro.

Rodolfo: ¿y esta plata?

Gladis: es la que estaba en la caja fuerte del baño.

Rodolfo: ¿por qué la sacaste? ¿En qué momento?

Gladis: me dijiste que metiera la cafetera en la baño para tener a rosario el menor tiempo posible
fuera del cuarto, en la cocina… no me fiaba que ella allí adentro se le diera por revisar y viera la
caja fuerte y tratara de abrirla.

Rodolfo: yo no me di cuenta.

Gladis: porque el primer día te quedaste dormido y le dije a Rosario que fuera a cerrar el portón con
cadenas y candados.

Rodolfo: no me dijiste nada.

Gladis: porque cuando te desperté y te iba a decir, volvió Rosario.

Rodolfo: eres la mejor.

Gladis: cállate, después me tienes que compensar todo este calvario.

Rodolfo: cuando estemos en Cartagena o panamá te daré todo lo que pidas.

Gladis: guarda la crema C. tengo unas ojeras terribles, necesito hidratar mi cara. ¿Sabes lo que irrita
estar echándose agua en los ojos para que se hinchen?

Rodolfo: dos días de spa y estaremos como nuevos. Imagínate que estemos con los muchachos en
una playa del Caribe, bronceándonos lejos de estos agricultores… en las noches tomando coctelitos
y bailando bajo la luna caribeña…

La abraza y bailan, imaginan la música, simulan que tomar cocteles cada vez más grandes. Gladis
se detiene abruptamente.

Gladis: ¡los pasaportes! ¡Las tarjetas! Están en el estudio del sótano.

Rodolfo: cuando se duerma rosario buscamos todo.


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Gladis: el celular debe estar casi descargado.

Rodolfo: en la 4x4 lo ponemos a cargar. Ven y baila un poco.

Gladis: mis joyas…


Entra al baño, Rodolfo sigue bailando, soñando despierto, feliz… toma la taza de té en la que
Gladis ha vertido las el polvo de las pastillas, la bebe de un sorbo. Sigue deleitándose en su
ensoñación. Gladis regresa, lo mira desde la puerta del baño.

Gladis: para estar muerto te ves muy rico, no has perdido tu encanto.

Rodolfo: nunca, hasta se me ocurre que ahora que esa bruja quede fuera de combate, deberíamos
ducharnos juntos, un último polvito en nuestra casa.

Gladis: sales con unas cosas tan locas.

Rodolfo: días sin sentirte cerca, quiero que veas cómo se levanta el muerto.

Gladis: Rodolfo, no seas ordinario.

Rodolfo, medio lascivo se va acercando a Gladis, se escucha que tratan de abrir la puerta. Señas
de mantener silencio. Rodolfo se mete en la cama, pero antes se tambalea un poco, por el mareo,
Gladis no se da cuenta del hecho porque se dirige a la puerta del cuarto. Abre. Rosario está igual,
no parece que se haya bañado, tiene el pelo medio mojado.

Rosario: nada como un buen baño para sentirse viva. Debería hacerlo doña Gladis, así quizás el
cutis retome mas vida, se hidrate un poco… tanta lagrima en su cara, tanta sal saliendo dentro de
usted no le favorece.

Gladis: estoy bien… me alegra que estés mas fresca, ven siéntate aquí (su sillón) tómate un poco de
té. (le brinda la taza y nota que está vacía, vacila un poco, juraría que esa era la taza que había
preparado para rosario, confundida y vacilando en su confianza, le da la otra taza, la que solo
tiene té) Rosario, quiero pedirte disculpas, te he tratado mal. Estoy muy alterada por todo esto, me
preocupa que no hayan venido por nosotras. Fíjate que estaba tratando de llamar por el celular y
nada que hay señal… no quise seguir intentando porque la batería está muy baja y estoy esperando
la llamado de los muchachos.

Rosario: me imagino.

Gladis: ahora que estaba asomada en la ventana, mientras te bañabas… me di cuenta que el agua ha
bajado un poco por los lados del granero… yo creo, que si nos montamos en la 4x4, podríamos
cruzar... yo no soy muy experta con ese carro; pero por el bien de las dos, debo intentarlo. Si
salimos un poco más a la carretera y poniendo a cargar el celular… la señal mejora y podremos
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llamar a Antonio, lo recogemos y nos vamos un poco más al norte del pueblo. En la camioneta
cabemos los cinco.

Rosario: ¿los cinco?

Gladis: si. Tú, yo, Antonio, tu hija y Rodolfo.


Rosario: ¿nos llevamos al señor?

Gladis: claro, no voy a dejar a mi marido pudriéndose aquí. Si no han venido por nosotras que
estamos vivas, menos por un muerto.

Rosario: hasta tiene razón. Aunque me da pesar huir y dejar a los demás en medio de esta tragedia.

Gladis: no estamos huyendo, estamos salvándonos. Piensa en tu familia, ustedes han sido muy
cercanos a esta casa y no sería justo dejarlos aquí a su suerte. Cada quien ha cosechado lo suyo y
por sus frutos los conocerán. Lejos de aquí pueden tener una mejor vida y desde allá, poco a poco
ayudaran a los que quedan aquí… Rodolfo y yo los ayudaremos a que se levanten… así lo hubiera
querido él.

Rosario: no sé señora Gladis. Debo confesarle que en las últimas semanas, antes del dique, cuando
hablábamos con algunos vecinos sobre las próximas elecciones… la gente nos cuestionaba,
hablaban mal de nosotros, que éramos torcidos por estar a favor de ustedes que solo se han
aprovechado del pueblo. Que nos compran nuestras cosechas a precios injustos y los venden a las
súper tiendas a precios más altos. A la niña le dijeron que sus papás eran unos vendidos.

Gladis: puras calumnias. La gente es así con los que tienen mejor suerte, por eso es mejor que nos
vayamos. Tú, Antonio y Cecilia estarán mejor con nosotros…

Rosario: Margarita, la niña se llama Margarita.

Gladis: tú, Antonio y Margarita estarán mejor con nosotros en otro lado.

Rosario: ¿harían eso por nosotros?

Gladis: por supuesto.

Rosario: bueno. Vámonos.

Gladis: si, vámonos… ¿qué tal si me ayudas a meter a Rodolfo al carro? Pesa mucho.

Rosario: si, con mucho gusto… aunque me siento algo cansado.


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Gladis: bueno, entonces repósate un rato… podríamos salir en un par de horas, mientras podría ir
llevando algunas cosas a la camioneta… voy y vuelvo… voy y vuelvo… tu quédate tranquila,
descansando…

Rosario: usted es muy amable… señora

Gladis: dime Rosario.

Rosario: yo creo que deberíamos envolver el cuerpo del señor…son muchas horas de viaje y el
cambio de clima podría hacer que se descomponga más rápido y no me gustaría que eso lo vea mi
niña…

Gladis: mjum si, creo que es una buena idea. Le ponemos una sabana.

Rosario: (sacando un rollo de papel films para cocina) podemos enrollarlo con esto.

Gladis: ¡no! Eso podría sofocarlo… tu sabes, sancocharlo vivo… sancocharlo por el calor.

Rosario: el aire acondicionado del carro lo mantendrá fresco.

Gladis: plástico no…

Rosario: las toallas del baño. Son grandes y podrían servir.

Gladis: mucho mejor, voy por ellas.

Rosario: aquí la espero (cabeza adrede)

Gladis: si, quédate aquí tranquila.

Gladis se va al baño, una vez adentro, Rosario con un gran golpe de adrenalina corre y cierra la
puerta del baño con llave. Gladis, desde adentro, queda sorprendida.

Gladis: ¿Rosario? Rosario, creo que se me cerró la puerta. Ábreme.

Rosario: no se le cerró, yo la encerré.

Gladis: ¿de qué hablas? ¿Qué ocurre?

Rosario: esta maldita bruja no va a dejar que la engañen más.

Gladis: ¡Rodolfo! ¡Rodolfo, ayuda!


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Rosario: si, que se levante el señor Rodolfo. Yo sé que no está muerto, no soy ninguna tonta.
Levántese viejo ratero, mentiroso, sin vergüenza. Abra los ojos que a mí no me engaña.

Gladis: ¡Rodolfo, detenla!

Muy breve silencio. Se siente un leve ronquido.

Rosario: creo que no la va poder ayudar.

Gladis: ¿Qué le has hecho?

Rosario: yo nada, creo que usted misma se encargó de él.

Gladis: déjame salir y te explicaré todo. Podemos llegar a un acuerdo… tenemos dinero.

Rosario: (que ha abierto el closet y encontrado de primero el maletín con la plata) ¿este dinero?

Gladis: deja eso quieto. Te conozco, no eres una ladrona…

Rosario: no lo soy, pero esto es fruto de la codicia, es dinero que proviene del mal y a los del pueblo
les vendría bien… quizás si algo malos se una para algo bueno, se vuelve una bendición de Dios.

Gladis: no sabes con quien te estás metiendo.

Rosario: creo que sí y por si las moscas, podría preguntarle al doctor si hay algo más que saber de
ustedes.

Rosario a empezado a enrollar a Rodolfo, desde el pecho, pegado sus brazos para que no se mueva
y va subiendo hacia la cabeza.

Gladis: tú no vas a poder irte muy lejos de nosotros. Nos las vas a pagar. Te vamos a encontrar.

Rosario: no me tiene que buscar, aquí estaré. Ya Antonio viene con los demás. Ya silbó.

Gladis: ¡Rodolfo! ¡Despierta!

Rosario: el señor Rodolfo no puede levantarse. Los muertos no despiertan… pero tranquila. Voy a
cuidar que su cuerpo no se vaya a dañar más.

Gladis: Rosario, no cometas un crimen.

Rosario: yo no he hecho nada… solo estamos acampado en la parte más alta del pueblo. Cuando
llegamos el señor ya estaba muerto y la mujer de pura pena se dejó morir de hambre encerrada en el
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baño… solos, porque sus hijos no pueden poner un pie en estas tierras. Solo estamos esperando que
deje de llover y que vengan a rescatarnos de esta tragedia. (ya terminó de envolver a Rodolfo)

Se escuchan sonidos de cadenas cayendo al piso.

Rosario: hay cosas que es mejor que un hombre los haga, yo no soy buena cerrando portones.

Gladis: ¿pídeme lo que quieras? ¿Déjame salir? ¿Ayúdame?

Rosario: ¿cómo se llama mi hija?


Gladis: ¿ah? ¿Qué?

Rosario: ¡Maldita bruja! dígame como se llama mi hija.

Gladis: Cecilia… ¡no! Mentiras… es… ¿rosa? ¿Azucena?...

Rosario toma el maletín con el dinero y sale del cuarto. Breve silencio.

Gladis: El Señor es mi luz y mi salvación; ¿A quién temeré? El SEÑOR es la fortaleza de mi vida.


¿De quién tendré miedo? Una cosa le pido al Señor, esto es lo que busco: que pueda habitar en la
casa del Señor todos los días de mi vida…

Rosario ingresa otra vez y toma el escapulario de la pared. Sale definitivamente.

Gladis: Contemplar la belleza del Señor y buscarlo en su templo. Porque en el día de la angustia me


mantendrá a salvo en su morada; me esconderá en el refugio de su tabernáculo y me colocará en lo
alto de una roca.

Sobre el dialogo de Gladis, una brisa entra por la ventana, trayendo consigo voces, murmullos de
protesta, mucha gente…Suenan truenos y la brisa mueve el mosquitero.

Apagón lento.

Fin

Sergio Sarmiento Tamara

31/8/2021

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