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Capítulo V

“Efectos secundarios”

Los efectos secundarios de haber tomado una decisión de una magnitud tan grande
como declinar los sentimientos de mi futuro esposo fueron desfavorecedores, pues
aunque era obvio, he de admitir que me causo un dolor en el pecho, uno al que no
estaba acostumbrada. No esperaba que me siguiera frecuentando, pero tampoco que
se alejara de una forma tan radical.
Entiendo perfectamente el que Liam se alejara, aunque no es de mi agrado lo que está
haciendo, pero si yo estuviera en su posición no solo me alejaría, si no que rompería el
trato con tal de no volver a verle, así te inmadura soy. Claro estaba que él era el más
maduro de los dos.
Una semana había pasado, se alejó totalmente de mí. No había vuelto a pisar el palacio
y si lo había hecho, no había sido comunicada.
Una voz me sacó de mis pensamientos, los cuales solo me hacían querer volver al
pasado, cosa que no era posible.
— Alteza, —hizo una casta reverencia— El señor Carlos está abajo y desea verla. —eso
hizo que mis sentidos se dispararan, pues ha venido por parte de Liam, o eso quiero
creer.
— Dígale que pase a la oficina, lo veré en unos minutos.
— Lo que usted ordene. —después de decir eso salió de mis aposentos.
Traté de arreglar mi aspecto lo más rápido posible, alisé mi vestido color blanco de
mangas caídas que dejaba ver mi clavícula, el vestido tenia detalles de hojas como
enredaderas color verde, pequeñas margaritas y un camino de botones que iniciaba en
el camino de mi escote y terminaba en mi cintura, pues en esta reposaba un lazo color
hueso atado a ella. Con un pigmento color rojo coloree mis labios, no quiera parecer
alguien desarreglada.
Bajé y me dirigí a la oficina, los guardias me abrieron la puerta y ahí estaba Carlos, algo
inquieto por lo que podría observar.
— Carlos. —exclamé, después de sentarme en la silla correspondiente a mí.
Carlos se levantó del cómodo sitio en el que reposaba para hacerme una reverencia y
dar un beso en el dorso de mi mano. — Alteza, le vengo a dar un comunicado de parte
de su alteza, el príncipe Liam.
Asentí, pues un claro gesto para que continuara. Sinceramente estaba emocionada, al
menos eso creía hasta que Carlos habló.
— Le informo que el príncipe ha decidido que después de la boda que será en el reino
de Dramstia, la obvia coronación de ambos en Dramstia, se hará una fusión de los
reinos y vivirán en el reino del joven príncipe, pues eso es lo correcto, aparte de que se
habló con el consejo y todos están de acuerdo, incluida la reina.

La declaración del hombre enfrente me ha dejado descolocada, pues se estimaba que


viviríamos en Gloussta y no se haría un fusión, supongo que es uno de los efectos
secundarios de mi desplante para con él.
— Está bien, no me opondré a eso. Si se habló con el consejo solo me queda acatar lo
pactado. —después salí, sin despedirme, de esa oficina que comenzaba a crear un
efecto de asfixia. Vaya que las cosas estaban cambiando, pues hasta hace una semana
estamos bien, y ahora todo había estado yendo en picada.

──✧──
Tres días más habían pasado, sinceramente a estas alturas ya me había resignado a no
verlo. No regresaría, mínimo no a verme.
Decidí salir de mi alcoba, tenía muchas cosas que hacer y todas eran más importantes
que quedarme a esperar a alguien que no regresaría y que sobre todo, me traicionó.
Bajé por las amplias escaleras sin detenerme a reparar nada a mí alrededor. Llegué al
último peldaño y mi cuerpo algo escuálido tropezó contra un torso firme y ancho, alcé
mi cabeza y entonces lo reparé, el hacía lo mismo, con la diferencia de que él lo hacía
con una amplia sonrisa.
Arthur, él me cortejó hace algún período, no fue tanto, pues nos dimos cuenta que nos
iba bien como simples amigos. Sus ojos grises me reparaban con un peculiar brillo. Su
cabello café seguía rebelde, tal como lo recordaba, cuando llegué a su cara de nueva
cuenta, lo único que hice fue sonreír, de la misma manera que él. Me envolvió, justo
como lo hacía en tiempos anteriores.
Me sentía bien, supongo que eso era lo que necesitaba, un abrazo de alguien, que
mejor si es de él. Lo único que hice fue corresponder.
Estuve punto de hablar, cuando un particular sonido me lo impidió. Alguien había
carraspeado, cuando caí en cuenta de quién era me paralicé.

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