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Obedeciendo A Mi Jefe

(Historia Erótica De
Multimillonarios a Pelo)
por Gwendolyn Wilde
Copyright © 2014 por
Gwendolyn Wilde
Todos los derechos reservados.
Obedeciendo a mi Jefe

Tenia el mal habito de soñar


despierta. Sobre todo, tenia el mal
habito de soñar despierta sobre mi jefe.
Pero cualquier mujer hubiera hecho lo
mismo, con un jefe como el señor
Bradley. Era guapo, seguro, rico… y
duro. Incluso cuando él no estaba cerca
podía casi escucharlo en mi cabeza,
ordenándome por todos lados con su
brusca voz.
Por supuesto, jamas imaginé que
mis sucias fantasías se harían realidad.
Lunes por la mañana, lo mire
llegar. Lo salude cálidamente, y le robe
una mirada a su firme trasero antes de
que desapareciera detrás de la puerta de
su oficina. Debí haber empezado a
trabajar inmediatamente. Pero me
permití un vago ensueño, descansando
mi mentón en mis manos y dejando que
mis parpados se cerraran. Salte
directamente a la parte buena: Lo
imaginé doblándome sobre su escritorio,
levantando mi falta bruscamente y
hundiendo su enorme pene dentro de mi.
Jamas hubiera imaginado que
después él estaría haciendo exactamente
eso.
Mordí mi labio, deslizándome un
poco más profundo en la agradable
fantasía. Era tan duro y dominante.
Estaba segura que seria igualmente
masculino y dominante en la cama. Me
dio un escalofrío, intentando imaginarme
como se sentirían esas fuertes manos
rompiendo mi ropa, o agarrando mis
muslos.
"Jesse," gruñó. "¿Estás
durmiéndote? No es de extrañar que se
te olvidara enviarme un recordatorio
sobre la reunión de esta mañana."
Abrí mis ojos para mirarlo asomar
su cabeza por su puerta, observándome.
Tragué saliva, sintiéndome
ligeramente nerviosa mientras lo miraba
a sus ojos oscuros.
"No… Solo estoy pensando," dije,
sentándome derecha. "Y la reunión es en
unas horas más. Estaba apunto de
enviarte un recordatorio."
Apretó la mandíbula. "Quiero una
nota a la primera hora de la mañana. Lo
sabes."
"Lo siento", dije. "Lo haré de esa
manera de ahora en adelante."
Me frunció el ceño, cruzando los
brazos e inclinándose hacia la puerta de
la oficina. "Necesito tu atención
completa, Jesse. Estás aquí para
servirme. Si no puedes hacer eso, puedo
fácilmente encontrar a alguien para
reemplazarte."
Asentí, mirando hacía abajo. "Por
supuesto."
Jadeó, giró sobre sus talones y
cerro de golpe la puerta detrás de si.
Era solo un lunes normal por la
mañana. No me equivocaba muy a
menudo, pero el no era indulgente en lo
más mínimo. Especialmente cuando
estaba estresado por otra cosa. Que era
prácticamente siempre. En realidad yo
no cometía errores muy a menudo…
pero el me culpaba por muchas cosas
que eran culpa mía. Cuando algo iba mal
debido a él, era siempre mi culpa.
Suspiré.
Por supuesto, no solo era yo su
chivo expiatorio, también era la persona
que debía aguantar la peor parte de sus
frustraciones. Siempre desquitaba su
estrés en mi, regañandome y
amenazándome con despedirme.
El señor Bradley era guapo,
confiado, rico… pero en verdad era
demasiado malo que fuera tal dominante,
malhumorado cabrón. Suspiré. Era
bueno que me pagara tan bien. Quería
que consintiera su mas mínimo capricho,
y yo hacía todo lo posible. Quería que
tomara sus ordenes y reprimendas
dócilmente, y así lo hacía.
Pero no podía evitar sentirme un
poco ofendida y despreciada.
Por supuesto, yo sabía que
realmente no iba a despedirme. Tal vez
era la manera en que me lanzaba una
mirada agradecida de vez en cuando. Tal
vez era la manera en que sus ojos se
fijaban en mi mientras le traía café o
pilas de carpetas. Tal vez era la manera
en que sus ojos se encendían con un
hambre depredador cada vez que yo
asentía y decía "Si, señor Bradley."
No pasó mucho tiempo antes de
que me llamara de nuevo a su oficina.
El señor Bradley se reclinó en su
silla, cruzando sus brazos sobre su
musculoso pecho. Se había quitado su
chaqueta y aflojado su corbata. Sus
mangas estaban enrolladas hasta el
codo, y yo tenía la tentación de mirar sus
curtidos antebrazos. Incluso su ligero
desaliño me hacía pensar cosas sucias.
Tragué saliva. Debía mantener mi mente
ocupada mientras hablaba con el.
Me entregó una pila de carpetas.
"Ordenalas y encuentra las de la primera
semana de Julio."
Asentí. "Si, por supuesto. ¿Otra
cosa?"
Me miró por un momento.
"Jesse," dijo, frotando su barbilla.
"¿Has tomado alguna vez llamadas
personales en la oficina?"
Fruncí el ceño. ¿Como sabía eso?
"Solo una o dos veces," confesé.
"No fue por mucho. Necesitaba ayudar a
un amigo con..."
"Jesse," interrumpió. "No estás
aquí para ayudar a nadie mas que a mi.
Yo te pago – y te pago bien – para
atenderme, solo a mi. Mis necesidades
son tu única preocupación mientras estas
aquí. ¿Lo entiendes?"
Asentí. "Por supuesto. No volverá
a suceder."
"Es mejor que no," dijo,
mirándome de nuevo con un destello
peligroso en sus ojos. "O tal vez tenga
que buscar a alguien mas. Alguien que
pueda brindarme su atención completa.
Estoy cansado de aguantar tus fallas."
Fruncí el ceño.
"Si vas a despedirme,
simplemente despídeme. Estoy enferma
de que hables de ello todo el tiempo,"
dije bruscamente.
Levantó una ceja, sorprendido.
Negué con la cabeza. "Lo siento.
Solo estoy un poco frustrada. Estoy
haciendo todo lo posible, en serio. No
creo que puedas encontrar a alguien más
dedicado a tus necesidades que yo. Pero
no parece importarte. Todo lo que notas
son las cosas malas."
Sacudió la cabeza. Sus labios se
movieron ligeramente, una insinuación
de una sonrisa – como si le divirtiera mi
audacia. Como si lo encontrara
entrañable, o lindo. Pero claramente no
me estaba tomándome en serio.
"Simplemente tengo altos
estándares, Jesse"
Apreté los dientes. "¿En serio?
Porque parece que siempre encuentras
un millón de cosas de que quejarte
cuando estas de mal humor. El resto del
tiempo, todo esta bien. Tal vez tu eres el
problema. No yo. Soy tu asistente, no tu
saco de arena."
Me observó, pensativamente. "Ah,
Jesse, pero tu estás aquí para atender
mis necesidades. Si necesito a alguien
para sacar mis frustraciones, ¿por qué
no serias tu la que me ayude?"
"Yo…" Dudé, desconcertada por
su respuesta. Fruncí el ceño, hasta
alcanzar la punta de mi cabello.

La mirada del señor Bradley bajo


y se quedo en mi pecho. Me pregunte
por un segundo si el botón superior de
mi blusa se había soltado. – esta blusa
que estaba vistiendo tenía el mal habito
de traicionarme de ese modo, y
normalmente la abrochaba
completamente.
Resistí el impulso de mirar hacía
mi pecho. Respiré frustrada.
Naturalmente, el señor Bradley podía
cambiar el tema con solo mirarme. Pero
no iba a dejarlo.
"Estaría encantada de ayudar,"
dije, mirándolo. "¿Pero seguramente
pueda encontrar una forma mas
placentera de sacar su estrés?" Mordí
mi labio nerviosamente.
Ni siquiera había pensado como
habría sonado esa declaración hasta que
salio de mi boca. Había estado
pensando en actividades como hacer
ejercicio, o ir al boliche o incluso
simplemente golpear una almohada.
Pero los labios del señor Bradley se
curvaron en una sonrisa perversa, y me
di cuenta que se había enganchado en el
significado mas sucio de mi frase.
"¿Es esa una oferta, Jesse?" dijo,
con su voz baja.
Me quede allí tontamente por un
momento, aturdida. Me moría de ganas
de decir si y dejarlo usarme como
quisiera. Pero no me había preparado
para esto. No tenía ni un momento para
pensar, para decidir, para comparar los
pros y los contras de dormir con mi jefe.
Sus ojos vagaban por mi cuerpo
de nuevo. Levantó una ceja, esperando
una respuesta. Tragué saliva
nerviosamente. "Supongo que alguien
tiene que ponerte de buen humor," dije
suavemente.
El señor Bradley se paró,
inclinándose hacia adelante. "Cierra la
puerta, Jesse."
Su voz baja envió una oleada de
excitación a través de mis venas como
una potente droga. Vacilé. Mi corazón
dio un vuelco. ¿En verdad estaba
pasando esto? Temblando de emoción,
camine hacia la puerta y tome la manija,
moviendola hasta que cerró con un
suave golpe seco. Di la vuelta y lo
encaré de vuelta. Aún estaba viéndome
atentamente.
Su labio crispó esbozando una
sonrisa. "Ven aquí, Jesse," murmuró, con
su voz dura y dominante. Me acerque
obediente, hasta quedar frente a el, de
pronto consciente de mi traje de falta,
mis tacones altos y mi blusa abotonada.
"Ese botón," dijo suavemente,
mirando mi pecho. "Ha estado
volviéndome loco. Parece que esta a
punto de saltarse."
"A veces lo hace," dije, sonriendo.
Me sonrojé, desvié la vista de su mirada
fija por un instante. Mi lujuria era un
latido constante entre mis piernas,
volviéndose mas fuerte con cada
segundo.
"Encogé los hombros," ordenó.
"Empuja tus pechos hacia afuera."
Lo hice, sintiendo un rubor cálido
tomar mis mejillas debido a su orden
atrevida. Sentí el botón soltarse,
saltando. Mire mi blusa, ahora abierta lo
suficiente para mostrar mi escote y un
pedazo de mi sostén. El labio del señor
Bradley se arqueó.
"Ahí vamos," murmuró. Cruzó sus
brazos. Sus piernas estaban separadas
ampliamente y le robe una mirada al
medio de sus piernas, viendo el
impresionante bulto en sus pantalones.
"Ponte de rodillas," dijo
firmemente.
Vacilé, y el frunció el ceño.
Señaló que me acercara. Di un paso
adelante, hasta que mis piernas casi
rozaban sus rodillas. Desdobló sus
brazos y tocó mi pierna justo sobre la
rodilla. Subió mi falda un poco, sus
manos rondaron debajo del doblez para
tocar la piel debajo de mi muslo. Mis
ojos se cerraron, mis labios se
separaron, y tome un fuerte respiro
mientras saboreaba la sensación de sus
dedos rozando mi piel.
"Ponte de rodillas, Jesse," dijo de
nuevo.
Esta vez me tumbe sobre mis
rodillas, agradecida de que el suelo
estaba acolchado con alfombra. Tragué
saliva, mirando el bulto entre sus
piernas. Ahora estaba incluso mas
grande, aún abultado contra el
confinamiento de sus pantalones.
El señor Bradley me sonrío.
Separó sus rodillas un poco mas. Se
agacho y acarició mi cabello
posesivamente.
"Continua, Jesse," murmuró.
Deslicé mis manos sobre sus
firmes muslos, sintiendo sus músculos
tensar bajo mis manos. Dio un profundo
respiro mientras mi mano cubría su
paquete, acariciando a través de la tela
fina. Manoseé su cinturón, con mis
manos temblando de emoción.
Todo parecía tan surreal. Casi
podía creer que estaba sentada detrás de
mi escritorio con mis ojos cerrados,
añadiendo elaboraciones a mi aventura
con el señor Bradley. Pero no: esto en
verdad estaba sucediendo, y estaba
empeñada en disfrutar cada segundo.
Sus desos se hundieron en mi
cabello, masajeando mi cuero
cabelludo. Su agarre apretó mas caundo
mis manos frotaron su erección.
Finalmente logre desabrochar su
cinturón de cuero y separar las solapas
de sus pantalones. Tiré hacia abajo la
pretina de sus boxers, revelando la
hinchada y brillante cabeza de su pene.
Su vista envió un estremecimiento de
excitación por mi cuerpo. Deslicé mi
mano dentro de sus boxers y lo envolví
con mis manos. Saque su verga,
dejándola envuelta calurosamente en mi
mano. Miré hacía él. Estaba respirando
cortada y llanamente, mirándome con un
hambre libidinoso.
"Continua, Jesse," dijo.
Tragué, inclinándome hasta que su
rígido pene estaba justo frente a mis
labios. Presioné mis labios contra la
cabeza, sacando mi lengua para lamerla.
El señor Bradley dio un fuerte gemido.
Envolví mis labios alrededor de la
corona de su pene, dándole vueltas con
mi lengua mojada hasta que quedó
pulcra y mojada. Tiré de el mas
profundamente hasta la húmeda cueva de
mi boca, tomando tanta de su hombría
como pude. Se recostó, con su mano
agarrando mi cabeza y su pene
retorciéndose en mi boca.
"Dios, Jessie," gimió. Subí y bajé
mi cabeza regazo, explorando su mango
y su cabeza con mi lengua. Sus piernas
se acercaron, atrapándome entre ellas.
Meneaba mis muslos impacientemente
mientras lo chupaba. Mi excitación
palpitaba, a un ritmo demandante. Casi
podía sentir mi humedad remojar entre
mis bragas, filtrándose hasta mis muslos.
Me pregunté si yo iba a sacar alguna
satisfacción de esto, o si el solo iba a
terminar en mi boca y eso sería todo.
Por lo menos eso sería suficiente
para avivar mis fantasías. Pero esperaba
ardientemente que hiciera mas que
sentarse a empujar su pene entre mis
labios. Quería que me tumbara en su
escritorio y me cogiera.
Chupé fuertemente, apretando mis
labios entre su mango. Lo sentí tensar y
empujar mas rápido, como si estuviera
cerca de correrse. Moví mi cabeza mas
rápido, excitada por el pensamiento de
él rellenando mi boca.
"Alto," jadeó, aún sosteniendo mi
cabeza.
Lo obedecí, jadeando un poco
mientras levantaba mi cabeza y su
brillante pene salia de mi boca.
El señor Bradley me miró.
Envolvió su pene entre sus manos y
tomó un fuerte respiro.
"Ponte de pie," dijo bruscamente.
Me paré.
"Quitaté la ropa," ordenó.
Me agaché para quitarme los
tacones, pero sacudió la cabeza. "No los
zapatos. Todo lo demás."

Desabroché mi blusa tan rápido


como pude, con mis torpes dedos
temblando. Me la quite y la tire a un
lado. Abrí la cremallera de mi falda y la
doble para quitármela, sosteniéndome en
el escritorio. Entonces yo estaba allí
parada solo en mi ropa interior y mis
tacones altos. Llegué a mi espalda para
desabrochar mi sostén.
El señor Bradley observaba
atentamente, bombeando su mano
lentamente a lo largo de su pene. Vacilé,
mi sostén se desabrocho pero aun
colgaba sobre mis senos. "¿No vas a
desvestirte?" Pregunté.
Sonrió. "No, creo que sería
demasiado molesto."
Fruncí el ceño. "Eso no es justo."
Sonrío de nuevo. "¿No es justo?
Bueno, tienes razón. De hecho, creo que
esa es la forma en que debe ser. ¿Ya
olvidaste que estas aquí para
complacerme?"
Le dí una mirada traviesa, pero me
quite el sostén de todos modos. Lo tiré a
un lado. Me quité mis bragas, dejando
solo los tacones altos.
El señor Bradley acercó la cabeza
al escritorio. "Agáchate," dijo
secamente. Me acerqué y me doble hasta
las caderas, descansando mi pecho en la
brillante superficie de roble. El señor
Bradley empujó su silla hacía atrás y se
pudo detrás de mi. Intenté mirar sobre
mi hombro para verlo, pero atrapó mi
cabeza en su mano y me volteo para que
mirara al lado contrario que el.
Presiono sus caderas contra mi
trasero. Reposé mi mejilla en el
escritorio, gimiendo mientras frotaba su
pene en mi trasero.
"Jessie," dijo, con su voz ronca de
lujuria. "¿A quién le perteneces?"
La pregunta me tomo
desprevenida. Me mordí el labio,
mirándolo. Tragué saliva. Sabía lo que
quería escuchar. Y la idea de entregarme
a él era imposiblemente erótica. Era
exactamente lo que había estado
fantaseando.
Me miró ávidamente, dando
palmadas en mi trasero. "¿Quién es tu
dueño?" repitió, con su voz dominante.
"No creo que me pagues lo
suficiente para poseerme, señor
Bradley," dije elocuentemente.
Su labio se retorció, y agarro mi
trasero más fuerte. "Astuta, pero no
respondiste mi pregunta." Retrocedió un
poco, ya no empujando su pene contra
mi carne tierna. Su dedo sondeó mi
mojada entrada. Deslizó su dedo
lentamente dentro de mi, acariciando las
sensitivas paredes de mi vagina hasta
que gemí en voz alta.
"Mm," dijo. "Ahora, Jessie. ¿A
quién le perteneces?" Su pene presiono
contra mi muslo, caliente y palpitante.
Su dedo estaba enterrado profundamente
en mi, pero su pulgar envolvía alrededor
frotando mi clítoris hinchado. Cerré mis
ojos estrechamente, sintiendo el placer
empezando a abrumarme.
"Ah," gemí. Mi coño se agitó
alrededor de su dedo palpitante. Saco su
dedo, dejándome vacía y adolorida.
Gemí, decepcionada.
"Por favor," susurré.
¿A quién le perteneces? Preguntó
de nuevo, con una voz baja y peligrosa.
"A ti," dije bruscamente. "Te
pertenezco a ti, señor Bradley."
"Buena chica," dijo. Presionó su
pene contra mi goteante vagina. Arqueé
mi espalda, empujando mi trasero contra
el, ansiosa por la dicha de esa primera
penetración. Empezó a empujar su pene
lentamente, dejando atrás mi entrada
mojada, separando mis apretados muros.
Dio un profundo gruñido mientras su
pene me tomaba.
Un pensamiento repentino me
detuvo.
"Espera," gemí. "No."
Se detuvo, y sus dedos se
apretaron, enterrándose en mi trasero.
La cabeza de su pene enterrada en mi
cabeza, y pude sentirlo temblando
mientras se contenía.
¿Qué? Gruñó.
"No estoy usando métodos
anticonceptivos. Dejame… Tengo un
condón en mi pulsera," Dije
rápidamente.
Exhaló profundamente. Pero no
soltó mis caderas. Me levante con mi
codo, mirándolo. Pero el me mantenía
abajo.
"Jessie," dijo. "No me importa.
Esto es sexo. Se supone que debe ser
arriesgado, y salvaje. No lo hagas
mundano."
"Pero… eso no…" Apreté los
dientes. Era fácil para el decirlo. ¿Qué
tal si quedaba embarazada? ¿Aún así me
querría trabajando para el? Eso sería el
fin de esta aventura, de eso estaba
segura.
"¿Y qué tal si quedo embarazada?"
siseé.
"Mm… " tarareó, dándole
palmadas a mi trasero. "Eso me gustaría
mucho."
Fruncí las cejas. "¿Qué?"
"Ah, Jessie. No puedo pensar en
nada más caliente que tu, embarazada
por mi. Todos podrían ver tu estomago
hinchado, como prueba de que tu me
perteneces a mi y a nadie más. Dio un
agudo respiro, y sus dedos se hundieron
más profundo en mi piel.
Dudé, aturdida por sus palabras.
Había pensado que era descuidado, o
que no le importaban las consecuencias.
No se me había ocurrido que quería
embarazarme. Era un nuevo
pensamiento: que el pudiera reclamarme
tendida, de ese modo. Esta nueva idea
era ardiente, emocionante, y hacía que
mi vagina latiera alrededor de su pene.
Cerré los ojos.
"Cogeme," susurré. "Cogeme y
hazme tuya."
"Esa es mi chica," dijo, su voz
estaba rota con pasión. Entonces me
empaló con una sola hundida de sus
caderas. Mi boca se abrió por completo,
y me mire la suave superficie del
escritorio, buscando algo a lo que
agarrarme. El placer surgió en mi
mientras su verga, enorme y dura,
llenaba mi vagina. Me sostuvo
firmemente mientras salia entraba de
nuevo. Comenzó lentamente, dándome la
oportunidad de acostumbrarme a la
intensa, y completa sensación de su
enorme hombría.
Forzó su pene en mi vagina con
empujones cada ves mas fuertes. Daba
un gruñido primitivo con cada golpe de
sus caderas, ahogando mis impotentes
jadeos de éxtasis. Pronto todo su control
se había ido. Gemía y martillaba sus
caderas en mí, cogiéndome con
abandono. Podía oírlo tensar,
acercándose más y más a su clímax.
Cada duro empujón me hacía vibrar.
Cerré mis ojos, sintiendo mi propio
placer subir y subir hasta que estaba
listo para quebrantarse en un orgasmo.
Un pensamiento repentino paso
por mi cabeza. ¿Qué estaba haciendo?
Esto era irresponsable. ¿Tener sexo sin
protección con mi jefe? Iba a perder mi
trabajo y quedar embarazada, con toda
probabilidad. Todos los aspectos
negativos, todas las desgracias posibles
llenaron mi cabeza por un momento.
Sentí mi estomago hundirse en un rápido
momento de indecisión.
Entonces la voz del señor Bradley
me distrajo.
"Joder, Jessie," gruñó. "Voy a
venirme."
Escucharlo decir mi nombre
posesivamente me estremeció de
emoción. No me importaban todas las
posibilidades. Sabía que el me quería…
que el quería que le perteneciera. No
iba a deshacerse de mi. Iba a
mantenerme, a tomarme, a poseerme.
Cerré los ojos, gimiendo mientras mi
jefe se sumergía dentro de mi. Sus
últimos empujones fueron duros y
violentos. Pude sentir la temblorosa
tensión en sus manos, y sabía que estaba
apunto de venirse. La simple erótica
idea de el derramándose dentro de mi
era suficiente para enviarme en espiral a
mi propio orgasmo.
Abrí mi boca, jadeando sin poder
hacer nada. Mi vagina apretó alrededor
de su potente pene. Cada vibración de
placer era mejor que la anterior. Lo sentí
enterrarse dentro de mi con una ultima, y
dura estocada. Lo sentí endurecerse y
manosearse mientra terminaba. Sentí los
cálidos chorros de su semilla brotando
dentro de mi. Mi coño palpitaba,
convulsionando con las réplicas de mi
orgasmo. Pulso sus caderas lentamente.
Finalmente se retiró. Sentí la
humedad entre mis muslos. Lo sentí
empezar colarse dentro de mi, pero no
me importaba. Me paré lentamente. Le
eche un vistazo tímidamente al señor
Bradley.
Nunca se quito su ropa, y solo
necesitaba un momento para arreglarse.
Me miró, con su labio formando
una sonrisa.
Tragué saliva, sin estar segura de
que decir.
"Debería volver a trabajar,"
murmuré.
Sacudió su cabeza. "No lo creo."
"¿Qué?"
"Tengo una reunión en… " miró su
reloj. "Treinta minutos."
Fruncí las cejas. "Si," dije.
Mirándome de arriba a abajo. Enderezó
su corbata y desenrollo sus mangas.
"Odio a esos bastardos," dijo. "No voy a
estar en el mejor estado de ánimo
cuando regrese. Te necesitare para
ponerme en orden."
Levanté una ceja, sonriendo. "Oh,
ya veo. ¿Pero estas seguro que no
necesitas que trabaje en algo mientras
espero?"
"No," dijo decisivamente. "No te
pongas ni un trozo de ropa. ¿Entiendes?"
Suspiré.
"Eres mía. Y no vas a salir de este
cuarto hasta que regrese."
"De acuerdo, jefe," dije.
"Esperare."
Tomo su chaqueta de la silla y
salio a zancadas del cuarto, cerrando la
puerta detrás de si. Me hice un ovillo
desnuda en la silla y recargué mi cabeza
en la parte trasera de cuero.
Ahora, había suficiente tiempo
para soñar despierta sobre mi guapo, y
dominante jefe. Suficiente tiempo para
fantasear sobre lo que iba a hacerme
cuando volviera.
***
Abrí la puerta suavemente,
balanceando los termos de café en una
mano mientras intentaba sostener una
paca de carpetas bajo mi brazo al mismo
tiempo. Me deslicé dentro y empuje la
puerta con mi pie para cerrarla.
Incluso ahora, mirar al señor
Bradley por primera vez esta mañana me
provoco un estremecimiento. Y ni
siquiera estaba mirándome. Estaba en el
teléfono. Estudié su bien definido
perfil. Su mandíbula estaba apretada y
sus fosas nasales estaban acampanadas,
señales seguras de que no estaba de
buen humor. Puse cuidadosamente su
café matutino en el escritorio y moví
unas cosas para colocar el montón de
papeles al otro lado.
Giró la silla para encararme
mientras me acercaba. Lo miré a los
ojos, tímidamente. Me miró de arriba a
abajo, y luego encontró mi mirada. Me
hizo señas para acercarme.
"Oh-oh," gruño en el teléfono.
Cuando llegué a el, me sonrió y
me señaló hacia el suelo.

Fruncí las cejas, confundida.


Cambió el teléfono a su otro oído, y tiró
de mi brazo. Mis ojos se abrieron al
darme cuenta de lo que quería. Sonreí y
me hundí entre sus rodillas. Deslicé mi
mano en sus muslos. Froté el interior de
sus muslos, y el separo sus piernas aún
más.
Cuando rocé el rígido bulto entre
sus piernas, gruño en voz baja. Puso su
mano sobre el micrófono del teléfono,
recostando su cabeza en la silla. Lo
toqué suavemente, dejando que mi dedo
apenas rozara su pene a través de sus
pantalones. Empujo sus caderas hacía
mis manos.
Sus pantalones estaban estirados
fuertemente en torno a su verga erecta.
Me incliné hacia adelante y frote mis
labios contra su hinchado mango. Lo
mire tímidamente. Podía mantener este
juego tanto como quisiera, mientras
estuviera pegado a su teléfono.
Me miró misteriosamente, una
mirada de advertencia.
Aflojé su cinturón y desabroché
sus pantalones. Deslicé su palpitante
pene hacia afuera y presioné mis labios
en la suave piel de su mango desnudo.
Saqué mi lengua y mojé su pene con una
larga lamida. Lamí su verga hasta que
estaba mojada brillante, hasta que estaba
moviendo sus caderas impacientemente.
Estaba jadeando, tan
silenciosamente que apenas podía
escucharlo. Sus muslos estaban tensos,
tan duros como una roca bajo mis
manos. Lo provoqué hasta que ya no
pudo mas. Besé la punta de su pene,
lamiendo gentilmente hasta que se
estremeció.
Di un jadeo sorprendida cuando
sentí su mano en mi cabeza. Empujó mi
cabeza hacia abajo, forzando su rígido
pene entre mis labios mojados. Empujó
hasta que su pene golpeo el fondo de mi
garganta. Exhaló larga y fuertemente
mientras mi húmeda boca lo envolvía.
Gemí alrededor de mi bocado.
"Si, está bien," lo escuché decir en
el teléfono. Podría decir que el estaba
esforzándose para mantener su voz
controlada.
Empecé a chupar con fervor,
meneando mi cabeza en sus rodillas.
Puse mi lengua a trabajar, estimulando la
cabeza de su verga. Lamí su pene
ansiosamente, sintiéndolo retorcer y
pulsar en mi boca. Deslicé mi mano en
sus pantalones y tomé sus bolas.
Sus caderas se movían a la vez
que mi cabeza, un ritmo que se volvía
más y más rápido a cada segundo. Su
agitada respiración se hizo más fuerte.
Entonces tomo mi cabeza y empujo su
pene dentro de mi boca. Me mantuvo
firme, sin dejarme mover. Escuché un
toqueteo al colgar el teléfono.
Me levantó. Jadeé mientras me
volteaba súbitamente, empujándome de
espaldas hacia su regazo. Manoseó mi
falda, tirando hacia arriba. Sacudió mis
bragas hacía un lado y me levanto de tal
modo que pudiera colocar su pene en mi
entrada. Empujó dentro de mi
rápidamente, dando un profundo gemido
mientras enterraba su pene en mi
húmeda vagina.
"Joder," gruñó. "Ahora esta
mejor."
Me recliné hacia el mientras
comenzaba a estocar. Empujaba
furiosamente, sus manos me envolvían
para agarrarme firmemente.
Una de sus manos se abrió camino
en mi camisa, tomando mis pechos
desnudos. La otra mano se resbaló entre
mis piernas y masajeó mi clítoris. Me
arqueé hacia el mientras sus hábiles
dedos presionaban contra mi hinchada, y
palpitante esencia hasta gemir y
estremecerme. El gruñó, forzando su
pene en mi.
"¿Quién es tu dueño, Jessie?"
jadeó en mi oído.
Mordí mi labio, sintiendo el
placer aumentar. Golpeaba contra mi,
creciendo en intensidad a cada segundo.
"Dime. ¿A quién le perteneces?"
gruñó.

"A ti," me atraganté, sólo sus


dedos me engatusaban hacia un
aplastante orgasmo. Gemí, rindiendome
en sus brazos. A través de la confusión
de mi placer lo escuche gemir en mi
oído. Lo sentí endurecer su agarre en mi
al venirse. Lo sentí hundir su pene
desnudo en mi vagina, y llenarme de
nuevo.
Me relaje en sus brazos, sintiendo
la dicha comenzar a desvanecerse. Sus
caderas se movían en un ritmo lento y
gentil, con su pene aún duro dentro de
mi.
"A ti, repetí, a través de mi
soñolienta confusión. A ti te
pertenezco."
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