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Y SU LLANTO ME DESPERTÓ

Llegó y con rápida mirada observó su alrededor. Nada. Todo seguía igual, ella no había llegado
aún. Se dispuso esperarla y para ello recostó su cansado cuerpo sobre el sofá. Inmediatamente
juntó sus ojos y sus pensamientos fueron diluyéndose para caer en un pesado sueño. Despertó.
Por la luz eléctrica que reflejaba los cristales de la ventana, intuyo que serían más de las seis.
Habría descansado más de dos horas. Del dormitorio un repentino ruido le alarmó (le puso en
alerta) “¿Mi amor eres tú?” Solo le respondió el silencio. Comprendió que había sido su
imaginación. Intento levantarse, pero la pesadez de su cuerpo le impidió aquel acto. Notó que
sus labios estaban secos y los humedeció, su vista ya acostumbrada a aquella tenue oscuridad,
empezó a notar ciertos cambios en la habitación. “¿Mi amor estas?” Como impulsado por unos
resortes se levantó y fue hacia el interruptor de la lámpara. La luz amarilla de la bombilla
eléctrica, inundo toda la habitación. Percibió algo extraño, pero sin lograr distinguir que era
aquello. Empezó a repasar uno a uno cada detalle, la ubicación de los cuadros, el color de la
pared, la ubicación y color de los muebles, los adornos sobre la mesa de centro. Todo estaba en
su lugar, sin embargo, era distinto. (no podía descubrir el misterio) Se dirigió hacia el dormitorio
e intento abrir la puerta del mismo. La encontró cerrada. Forcejeo unos instantes y nada. No
logró ingresar. Dio media vuelta y camino hacia la cocina, tomo un vaso y lo lleno de agua, al
tomar el primer sorbo advirtió que sus labios nuevamente estaban secos. Aquí también todo
seguía en su lugar, nada nuevo ni distinto logro percibir. Volvió a la sala. Recorriendo el pasillo
se percató de un nuevo sonido proveniente del dormitorio, eran semejantes al de lentos pasos,
exactamente el arrastrar de unos pies. Fue al encuentro de aquello pasos, pero se topó con la
puerta cerrada (encontró la), forcejeo la cerradura y nada “¿Mi amor eres tú? Solo silencio.
Intento romper la cerradura, pero no lo consiguió. Luego llego la calma. Dedujo que los sonidos
eran producto de su imaginación. Espero unos eternos minutos y nada. Decidió regresar a la
sala, al dar el primer paso, su corazón se paralizó, el sonido nuevamente se produjo (escuchó).
Sí, eran pasos, había alguien dentro de la habitación, acercó su oído a la puerta del dormitorio y
pudo escuchar nítidamente el sonido, eran el arrastrar de unos pies, lentos, pausados y más
leve aún pudo escuchar un silencioso lamento. Era la voz apagada de alguien que pedía auxilio.
Violentamente forcejeo la cerradura, pero en vano fueron sus intentos, con pasos apurados
marchó hacia la cocina, desesperado de la gaveta superior tomo un desarmador y con el
regresó al dormitorio. Después de unos minutos logró abrir la puerta. Durante esos minutos no
dejaba de llamar (decir, entonar, pronunciar) “Amor estas ahí”, “¿Amor eres tú?” , el latido de su
corazón acelero violentamente. Se percató que los pasos ya ni se daban, todo era silencio, un
silencio que originaba en aquel dormitorio y lentamente inundaba las demás corrompiéndolo.
Era un silencio cansado, lúgubre, que se repetía como eco en todas los demás ambientes,
repeticiones que se duplicaban interminablemente hasta poblar todos los espacios, sin dejar de
habitar en ninguno de ellos. Abrió la puerta, la habitación a oscuras, dejo percibir una criatura
que a rastras se alejaba de el, su cuerpo quedó paralizado, que era aquello que observaba y se
alejaba ocultándose en la parte más lejana del dormitorio. El temor le fue ganando, se originó
(nació) dentro de sus pensamientos y fue extendiéndose a lo largo de todo su cuerpo,
escuchaba nítidamente el latido violento de su corazón. Fue al encuentro de aquella forma que
minutos antes podo observar. Un llanto rompió el silencio, era de ella. Lo reconoció por aquella
entonación que solía darle su amada. Fue a su encuentro. En el piso algo viscoso logró sentir
encada paso que daba, el llanto se hizo desgarrador. La habitación alumbrada por los avisos
luminosos del exterior del edificio, presentaba una sombría oscuridad. Llegó al lado de ella, lo
que observó derrumbo su fingida serenidad. Ella se hallaba en el suelo tratando de protegerse
con sus manos, su cuerpo era una suma de colores que cubrían su desnudez. Absorto
descubrió que aquellas manchas eran de sangre, se apegó a ella, con voz conmovedora,
vacilante pidió explicación: “¿Amor mío que sucedió?” “¿Qué te han hecho?” Su llanto no dejo
que pudiera articular mas palabras, la abrazó, tomo sus manos para poder ver su rostro. Y no
era ella. Era más joven, casi una niña, su mirada era de terror, de espanto, de dolor, todo
cubierto de manchas rojas oscuras, su cabello largo era una maraña viscosa y pegajosa. Su
cuerpo desnudo yacía marcado de cortes, donde aún la sangre emanaba, pero ya en pequeñas
´proporciones. Ella emitió un grito aún más desgarrador, no pronunciaba palabra alguna solo
eran gritos, aullidos. Trato de calmarla, pero era imposible. El rostro de él cambio era una
mezcla de alivio y espanto al ver que no era su amada, pero también de compasión e
incertidumbre por saber quién era aquella que estaba en sus brazos. Desangrándose,
agonizando. Era un rostro de temor y lastima. Sus miradas se cruzaron e intento comunicarle
que se calmara. En ese instante sintió (se percató) que ella con las pocas fuerzas que le
quedaban intentaba librarse, sus brazos alejaban su cuerpo de el. Era una fuerza que en cada
instante transcurrido se volvía intensa. El intento aun mantenerse a su lado, tratar de calmarla,
protegerla, demostrarle que ahora él estaba ahí para socorrerla, que su intención no era
lastimarle. Pero la fuerza de ella, se volvió insoportable, no pudo tenerla más, tuvo que dejarla.
Un suspiro emito él. Una frase ella “Amor despierta, que sucede” fue en ese instante que logro
despertar.

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