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Julio 2021
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Su madre murió por algún cáncer raro hace 5 años a poco de cumplir los 46; era de
profesión médica patóloga con la dicha de que sus pacientes jamás hablaban; mientras
que su padre cuenta ahora 57 años con poco pelo y muchas canas, cuerpo bronceado y
manos curtidas por su trabajo de ingeniero mecánico, siempre trabajando a bordo de
barcos mercantes y ahora como burócrata en una gerencia operativa en el principal puerto
marítimo del país. Su hermano mayor, Augusto Alexander –doble emperador por sí
acaso…- es el primogénito de 26 años que completa el dueto de la felicidad del padre,
ausente y presente porque vive en un barco pequero inmenso a título de que es oficial
operativo en la cabina de mando, tiene como domicilio a Nueva York y estudia, cuando
puede, biología marina, a más de que en cada puerto una mujer espera… los marineros
besan y se van…
Viven en un piso alto de un condominio con vista al mar y con olor de yapa, pero las
vacaciones –todas ellas- las pasan en una casa de la familia materna en el valle de Tumbaco
y con ello no extrañan el calor y donde será la sede vida de la Saladita cuando empiecen
sus estudios presenciales. Allí convivirá con tías de toda forma y primos/as de todo orden,
de múltiples ocupaciones, profesiones, credos y gustos, en un combate permanente por
tener la razón sobre esos colores, olores y sabores, y es que de ello no saben las doctoras,
sentencian con sorna…
No es por Saladona lo de estudiar medicina, más bien se trata de algo mágico o intrínseco,
de sentimiento profundo que conmueve y porque pertenece a la tradición ilustrada y
humanitaria de la familia: las mujeres estudian medicina y los hombres son marineros, es
decir por que sí, así lo siente y desde luego no se haría patóloga, pues a ella le gusta hablar
con sus semejantes. ¿Por qué estudiar medicina entonces?, no está en discusión, porque
sí y punto. Las dificultades tienen que ver por la forma.
En su familia y en sus casas la tertulia era común y los libros circulaban como chismes o
golosinas con una singular apetencia a ser cultos pero también mundanos y alegres, esto
gracias a los viajes y a las habilidades que se aprenden en las fiestas familiares y en los
cocteles sociales y arribistas, a ver películas en cines de pantalla grande, a leer libros en las
bibliotecas y bailar en donde se pueda. Siempre estaban de acuerdo en leer por placer y
no por obligación. En este mundo dominaba sonoramente una extensa tropa de primas y
primos mostrando las distintas variedades de la locura juvenil y deseos de cambiar el
mundo o sus mundos.
Estaba de visita por vacaciones su prima María Fernanda que iba a mitad de la carrera en
la facultad que Estela iba a estudiar. Compartió con ella, entre otras actividades, muchas
jornadas coloquiales en la playa, cubiertas bajo la sombra que prodigaba el parasol. Una
plática que le llamó mucho la atención fue cuando le relato sus inicios en los primeros
niveles de la carrera que le significaron algunos sufrimientos, todo gracias a los
comentarios a baja voz que surgen en los corrillos sobre la inutilidad de ciertas asignaturas
al decir de los alumnos experimentados. No pocas veces se escucha en ese mundo oscuro
y anónimo que lo único que sirve es la práctica y es un desperdicio estudiar ciencias por
que no sirven y son aburridas, además no dan plata. Y con esos diretes empiezan las
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despreocupaciones y luego las lágrimas. Pero también le informó de las mejores formas
para estudiar y aprender, pero la preocupación ya estaba en su cabeza.
Fue esta una provocación para hablar con su padre, al que con cariño apodaba como el
Poseidón criollo y tratar sobre las dificultades de seguir la carrera escogida. Un primer
acuerdo bien reflexionado y lógico fue entender que no eran trabas u obstáculos los que
se venían, sino retos a superarse mediante la dedicación y el esfuerzo, es decir un
compromiso para cambiar, para ser mejor cada día aprovechando todos los recursos
disponibles. Nadie como su padre para hablar de ciencias y era cuando lo motejaba como
el Newton de Picoazá. Explicó a su hija que las ciencias básicas son los cimientos de la
práctica clínica y sin ellos es imposible comprender los fenómenos que se expresan en la
enfermedad de una persona.
Las ciencias, decía el multi-nombrado pater, siempre van de la mano de la razón; es más,
la filosofía ofrece los modelos teóricos y metodológicos a la ciencia y esta ayuda a resolver
técnicamente los problemas de cualquier orden, singularmente los de la medicina, esto
desde los tiempos de Hipócrates, Padre de la Medicina que se nutrió de los presocráticos,
de Aristóteles y más. Eso explicaba de alguna manera por qué el gato de la casa se llamaba
Demócrito y el perro respondía siempre al llamado de Empedocles. El primero porque
esparcía la arena de su cajón por todo el departamento y el otro porque…
Ella, su hija querida, entendía que era como la Higiea de Asclepio y con esta ilusión
confirmó con alegría su deseo de estudiar medicina para abrir las puertas a su sentido
humanitario. Pronto iba a comunicar esta buena nueva a sus familiares por medio de
visitas personales. Este loable propósito permitía también activar el sistema de trueque
entre primas, limitado por emergencia sanitaria. Llevaría sus trapos para cambiarlos con
los de sus pares y llegar al inicio de clases con un placard bien surtido para mostrar su
libertad estética en los pasillos y patios de la facultad…
PREGUNTAS MOTIVADORAS
- ¿Por qué estudiar medicina? Principio de causa
- ¿Para qué estudiar medicina? Principio de efecto
- ¿Cuándo se originaron las enfermedades?
- ¿Cuál es el valor de estudiar la historia de la medicina?
- ¿Tiene algún beneficio conocer los sistemas de ideas que nutren a la
medicina?
- ¿Cómo afecta la vida y el aprendizaje la emergencia sanitaria?
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DESARROLLO HUMANO I
Actividades y tareas para la semana 01
DESARROLLO DEL PENSAMIENTO HISTORIA DE LA MEDICINA
Leer el Relato 01 Leer el Relato 01
Mirar el fresco de la cúpula de la Capilla Leer el artículo “Lucy & Cía”, que
Sixtina en el Vaticano, pintada por Miguel corresponde al capítulo 3 (páginas 51
Ángel: “La creación de Adán” a 75) del texto Historias de la
Prehistoria del autor David Benito.