Está en la página 1de 39

Capítulo 7

(Ella)

Desperté por el sonido de los pasos apresurados de mi hermana, caminando por toda nuestra
habitación.

Abrí un ojo, divisando la esbelta silueta de Jazmín, midiéndose prendas sobre su cuerpo para
después desecharlas en un montón de ropa a su lado.

-¿Qué haces? – pregunte tallando mis ojos.

Me senté en mi cama, tomando a Teddy entre mis brazos y mirando a mi hermana con
atención.

-Buenos días para ti también, hermanita – dijo sonriendo sarcástica.

Le sonreí apenada.

-Buenos días Jazmín, ¿me puedes decir que haces? – reformule amablemente.

Ella me sonrió abiertamente.

-Buscando que usar hoy en la feria, cariño – dijo tomando un pantalón ajustado en sus manos.

-¿No hicimos eso ayer? – pregunte poniéndome de pie, camino al baño.

-Nunca se termina de encontrar el atuendo perfecto hermana – respondió sacando más ropa.

Asentí sin estar muy convencida, y entre al baño.


Suspire lentamente mirando mi largo cabello alborotado y mejillas rojas, me dedique a lavar
mis dientes y rostro, para quitarme el pijama y estar presentable.

Cuando termine salí, esquivando a mi hermana con sus cientos de atuendos y fui directo a la
cocina, buscando a mi mamá con la mirada.

-¿Mamá? – la llame.

Mi papá asomo la cabeza sonriendo.

-Buenos días hija – me saludo mi papá.

-Buenos días padre – respondí y lo seguí al interior de la cocina.

Estaba de pie frente a la estufa, con un lindo delantal que decía “la mejor mamá del mundo”,
mientras cocinaba.

-¿Qué haces papá? – pregunte riendo levemente.

-Unas ricas y deliciosas magdalenas a tu madre – respondió.

Camine a la ventana que tenia vista al patio y observe a detalle el hermoso cielo azul.

-¿Qué miras hija? – dijo mi padre a mis espaldas.

Me gire para verlo con una sonrisa divertida.

-Viendo si los perros y gatos vuelan, el que tu cocines significa que el apocalipsis viene en
camino – conteste riendo.

El me observó ofendido.
-Me ofendes hija, es solo que ayer tu mamá trabajo mucho decidí consentirla un poco y por la
noche la llevare a cenar – dijo sonriendo.

Lo mire enternecida.

-Eso es muy dulce, papá – comente.

-¿De verdad? Creí que no le había puesto tanta azúcar – dijo mirando en el sartén divertido.

Me reí al escucharlo, caminé a la puerta trasera de la casa, para abrirle a Teddy y pudiera salir
al patio.

Me recargue en el marco de la puerta mirando al pequeño perrito correr entre el pasto,


algunas aves y mariposas salieron volando, una hermosa imagen digna de admirar.

-Buenos días hija – me saludo mi mamá desde atrás, dándome un abrazo.

-Buen día mamá – respondí sonriendo.

Se acerco a mi padre, basando su mejilla con afecto, mi papá la miro con el mismo afecto,
decidí salir de la cocina y dar les privacidad, por lo que me dirigí a mi habitación, donde mi
hermana se encontraba cambiándose.

-Saldré un rato, cuando regrese tienes que estar lista ¿de acuerdo? – dijo mirándome.

Asentí. Termino de cambiarse y salió de la habitación tras despedirse de mí.

Yo me quede ahí un rato más, mirando la ropa que había dejado ordenada en mi cama, suspire
tocando la ropa con mis dedos, no pude evitar sentirme nerviosa al usar aquello, quizás optaría
por usar algo más a mi gusto… cerré mis ojos frustrada.

-Hija puedes venir a desayunar – me llamaron mis padres.


Tras mirar por ultima vez la ropa, salí de la habitación, me acerque al comedor donde tome
asiento junto a mis padres.

-Espero que se la pasen muy bien hoy, hija – menciono mi papá.

-Así será papá – respondí tratando de sonar convencida.

Comí el silencio mientras ellos hablaban, hasta que mi padre se fue a su trabajo, por lo que
ayudé a mamá a recoger la mesa y limpiar todo.

-¿Todo bien, cariño? – pregunto mi mamá de repente.

-Si mamá – dije.

Ella puso su mano en su cintura y me miro con atención.

-Cariño debes hacer el esfuerzo por pasártela bien hoy, todos deseamos que así sea – musito
un poco angustiada.

Tensé mis labios y asentí con la cabeza.

-Tu hermana y tus primos se han esmerado mucho en que esta salida salga perfecta, solo
confía en ellos ¿sí? – me animo sonriendo.

-Lo hare mamá – respondí.

Ella al parecer quedo satisfecha con mi respuesta, por lo que se alisto para irse a trabajar, yo
me entretuve limpiando la casa.

-Bien hija, me voy al trabajo, nos veremos cuando regresen de la feria, tengan cuidado y no
dejen que sus primos beban demasiado alcohol ¿de acuerdo? – advirtió mi madre.

-Si mamá está bien – concedí.


Dejo un beso en mi mejilla y un abrazo cariñoso.

-Todo estará muy bien cariño – prometió antes de salir de la casa.

La observé marcharse así que cerré la puerta.

Decidí no pensar mucho y hacer mis tareas diarias, tratando de que mi mente se mantuviera
ocupada, lo cual me llevo un par de horas.

Después de darle de comer a Teddy salimos un momento al patio, donde me senté unos pocos
minutos a leer uno de mis libros favoritos.

Mi móvil sonó avisando un nuevo mensaje de texto.

*Jazmín: Espero que ya te estés preparando bebé.

Abrí los ojos con sorpresa al ver la hora, lo que yo había considerado unos minutos realmente
había sido mas de una hora, me levanté de un brinco y corrí a mi habitación para rápidamente
entrar a la ducha.

Sin dejar pasar mucho tiempo, me duche rápido, al salir cepille mi cabello dejando que se
secara, observe la ropa que mi hermana me había dejado lista, la cual observe insegura.

Se trataba de un pantalón ajustado color negro, blusa verde olivo de manga larga con escote,
pensé en no usarlo, pero quizás mi hermana se moleste si no lo uso… por lo que decidí
ponérmelo, pero con una sudadera encima y zapatillas negras.

Patética… pensé al verme en el espejo, cerré los ojos con fuerza, puse un poco de bálsamo en
mis labios, mascara en mis pestañas y una pizca de perfume de vainilla.

Me coloque una pequeña cadena que me había regalado mi abuela, era muy sencilla y
delicada, me gustaba mucho.
-Ya llegué – aviso mi hermana entrando a la habitación.

Me miro de arriba abajo.

-Te ves muy bonita hermana, tus curvas resaltan divinamente con ese atuendo, pero ¿Por qué
la sudadera? – me pregunto.

Me encogí de hombros tímidamente sin saber bien que responder.

Entro corriendo a la ducha, me salí de la habitación para dejarla cambiarse, me senté en la sala
en compañía de mi perrito para esperarla.

~Ojalá fuera un poco más segura de mí misma~ pensé con pesadez.

Tras unos minutos de espera, mi hermana salió tan hermosa como siempre, vistiendo un
pantalón ajustado, con blusa rosa y zapatillas blancas, luciendo impecable, elegante y muy
bella, una vez ambas listas, tomamos nuestros bolsos junto la correa de Teddy y salimos de
casa.

Caminamos en dirección de la casa de mis primos, donde los encontramos afuera, John y
Alfredo, ya listos para irnos.

Al vernos nos sonrieron en grande, se acercaron a nosotros, los dos me abrazaron afectuosos y
ambos besaron mis mejillas.

-Pero mira que chica tan preciosa tenemos de prima, John – dijo Alfredo sonriendo.

-A que es una princesa – dijo John de forma dulce.

Mis mejillas se pusieron calientes al escucharlos, les sonreí tímidamente.

-Gracias chicos – susurre tímida.

Ambos dieron un gritito raro.


-¡Que tierna! -dijeron al unisón.

-¿No hay un poco de amor para mí, par de bestias? – dijo mi hermana con un puchero.

Ambos se miraron entre si y se lanzaron contra ella, causando que mi hermana gritara como
loca, por lo que yo decidí entrar a la casa de mi tía Miranda junto a Teddy.

Me encontré a mi prima Michelle, saliendo de la casa perfectamente arreglada, al verme me


sonrió.

-Hola primita, que bonita te ves – dijo mirándome.

Le sonreí agradecida.

-Gracias Michelle, tú también estas muy hermosa – respondí.

-Gracias, ¿Dónde está Jazmín? – pregunto.

-Afuera con John y Alfredo – señale detrás de mí.

-Bien, entonces ya vámonos – dijo emocionada.

-Solo iré a dejar a Teddy adentro – dije señalando a mi perrito.

Mi prima lo saludo para después ir con los chicos afuera, por lo que yo entre a la casa, mi tía
estaba en la sala con su pequeño perro color negro, Teddy al verlo se fue corriendo hacia el
para jugar, mi tía al verme se puso de pie para saludarme con una sonrisa.

-Hola hija, vas muy guapa – dijo besando mi mejilla.

-Gracias tía, ¿le podría encargar a Teddy? – pedí apenada.


-Claro hija, vete tranquila, cuídense y cuiden al par de tontos esos – dijo señalando a mis
primos fuera de la casa.

Me reí bajito y asentí, tras despedirme de ella y Teddy, salí de la casa, junto a mis primos, los
cuales ya tenían ambos autos afuera, su amigo Andrés ya había llegado al lugar, mi prima
Michelle lo miraba completamente atraída a él.

Mi primo John era un chico atractivo, alto como Alfredo, cuerpo atlético, facciones fuertes y
deli finidas, cabello negro y ojos oscuros, algunos tatuajes adornaban su piel blanca, era un
mujeriego como Alfredo, pero también era un romántico, cariñoso, divertido y amigable chico,
Alfredo y John habían decidido estudiar arquitectura.

Al parecer eran muy buenos en ello y lo disfrutaban, el sueño frustrado de Alfredo era el ser
corredor de autos de carreras, pero mi tía Miranda dedicó que no quería ver a su hijo
corriendo a altas velocidades por lo que Alfredo decidió acompañar a mi primo John en la
arquitectura y le había gustado bastante.

En el curso conocieron a Andrés, el cual se convirtió en el mejor amigo de ambos, el chico


moreno, alto y de ojos verdes también había robado el corazón de mi prima Michelle, la cual lo
adoraba en secreto.

John y Alfredo no dejarían que Andrés se acercara a ella, eran muy sobreprotectores con
nosotras tres, quizás un poco más conmigo.

Después de todo lo que había pasado…

Note como ocasionalmente Andrés le sonreía a mi prima, la cual respondía al gesto sin que
Alfredo y John la vieran.

-Ya vámonos preciosa – dijo Alfredo mirándome.

Asentí me acerqué a ellos, Andrés al verme me sonrió.

-Hola bonita – me saludo estirando su mano en mi dirección.


-Hola Andrés – respondí en voz baja tímida.

Estreche su mano con la mía, donde Andrés dejo un beso, yo abrí los ojos como platos.

-Cuidado con lo que haces idiota – gruño Alfredo dándole un manotazo en la mano.

Andrés se rio bajito, miro como mi prima Michelle le volteaba la cara.

-Lo siento bonita, tenia que molestar a esta idiota – dijo Andrés riendo.

Creo que se lo decía mas a mi prima que a mí, por lo que solo permanecí en silencio

-Ya vámonos antes de que te mate – ordeno Alfredo.

Me llevo al lado del copiloto donde abrió la puerta y me ayudo a subir, para después ayudar a
mi hermana y Michelle subir en la parte de atrás, mientras Andrés y John se subían en otro
auto.

-¿Has visto como te mira Andrés? – susurro mi hermana solo para que Michelle y yo
escucháramos.

Mire para atrás interesada, mi prima estaba roja de las mejillas, se veía muy tierna.

-Es tan guapo – susurro sonriendo enamorada.

Jazmín y yo nos reímos cómplices.

-¿Cuál es el chiste? – pregunto mi primo subiendo al auto.

-Tu cara, primito – respondió Jazmín riendo.

Mi primo le saco la lengua a través del espejo retrovisor y emprendimos el camino a la feria.
(Él)

Al caer la tarde, opte por regresar a casa, para poder cambiarme de ropa, estaba seguro que el
molesto de mi mejor amigo no me dejaría en paz si no asistía con el al tan mencionado festival.

Sali de la oficina con rumbo al elevador, una vez ahí baje hasta la primera planta del edificio,
afuera ya me esperaba mi chofer para llevarme a la mansión, tras abordar el auto el viaje fue
rápido.

Al llegar, me permite hacer un poco de ejercicio, al estar en una de las maquinas del gimnasio,
no pude evitar pensar de nueva cuenta en la joven Bailleres, las dudas seguían presentes en mi
mente.

Recordó los ojos tristes, sonrisa inocente, mejillas rojas y timidez al hablar, frunció su ceño al
pensar en ella.

¿Quién podría lastimar a esa chica?

Su móvil sonó anunciando un nuevo mensaje de texto.

*Carlos Williams: Voy en camino a la mansión.

-Mierda – susurro al ver el reloj en su muñeca.

Se levanto del lugar, se dirigió a su habitación dando grandes zancadas, se desvistió y entro a la
ducha, dándose prisa, su amigo le daría un buen sermón que francamente no estaba dispuesto
a escuchar.

Al salir se cambio con un atuendo informal, una camisa tipo polo blanca, unos vaqueros de tela
color negro, zapatos negros y una chaqueta para mas tarde, peino su cabello perfectamente,
coloco un reloj en su muñeca y salió de su habitación.

Al llegar al recibidor llamo a su empleado.


-Dimitri, trae el auto Callidac negro – ordeno.

El hombre asintió y desapareció.

Salió de la mansión, donde diviso el flameante Porsche Cayman, color rojo de Carlos, el cual se
estaciono frente a él, y bajo su amigo quitándose sus gafas de sol.

-¿Estas listo, hermano? – pregunto alegre.

Lo miro sin expresión alguna.

-Esto es una tontería – respondió metiendo sus manos a los bolsillos de su pantalón.

Carlos lo miro de mala forma.

-Eres un maldito amargado – comento Carlos con el ceño fruncido.

Dimitri llego con su auto, le entregó las llaves.

-Vamos ir en mi auto – dijo Carlos señalando su Porsche.

El camino tranquilo hasta su Callidac y abrió la puerta.

-Sube – ordeno entrando al auto.

Escucho a su amigo Carlos maldecirlo, eso le provoco una pequeña alegría, para después verlo
subir al auto de mala gana.

Finalmente emprendimos el camino rumbo al festival, el cual fue en quejas, insultos y


comentarios estúpidos por parte de mi mejor amigo hacia mi persona.
Al llegar al lugar, las luces de colores y gran numero de personas nos recibieron, aquello
parecía una feria, colorida y escandalosa.

Llegaron a la entrada, donde un chico de servicio los recibió, bajaron y le entregaron las llevas
del auto, el chico miro fascinado el lujoso auto, por lo que subió emocionado.

-Esto es increíble ¿cierto? – pregunto Carlos mirando todo a su alrededor.

El miro los juegos mecánicos, juegos de apuestas, música fuerte, luces por todos lados, niños,
jóvenes y adultos disfrutando de las comidas y bebidas del lugar.

-Es muy colorido – se limitó a decir.

-Que bellezas – comento su amigo al ver un par de chicas pasar a su lado.

Ambas les sonrieron coquetamente, Alexander desvió su vista a su amigo.

-Vamos a beber algo – ordeno caminando rumbo a uno de los establecimientos.

Carlos camino a su lado, fueron rumbo a uno de los lugares el cual tenia la mejor vista de toda
la feria, les dieron la mejor mesa del lugar, en la cual se alcanzaba a ver todo a detalle, ambos
tomaron asiento.

Les sirvieron unos vasos con whisky de frutos rojos.

-Ahora dime ¿Qué paso con Greg Miller? – cuestiono mirando a su amigo.

Carlos le dio un trago a su bebida y lo miro con una sonrisilla.

-Quedo en la bancarrota, sin embargo, su hijo prometió vengarse, se llama – respondió Carlos.

Pero interrumpió lo que iba a decirle.


-No me interesa como se llame, su padre tuvo la culpa de su propia derrota – interrumpió con
voz fría.

Carlos permaneció en silencio unos minutos, conocía perfectamente su temperamento y era


mejor no provocarlo, no toleraba que nadie sobre la faz de la tierra lo amenazara.

Muchas personas creen que el es un monstruo y no están equivocadas, su reinado a sembrado


miedo entre sus rivales.

Tomo el whiskey de un sorbo, con mandíbula tensa desvió la vista a el lugar lleno de personas,
lo recorrido hasta que sus ojos observaron una silueta familiar.

Sus ojos se detuvieron en ella como si de un imán se tratara, reconocería aquel largo cabello,
cintura estrecha y caderas anchas, piernas largas.

La señorita Aleidy Bailleres.

Su corazón latió acelerado cuando ella se dio vuelta, sus ojos estaban brillantes, risueños, sus
mejillas estaban muy rojas y una hermosa sonrisa adornaba su rostro. Bajo su vista al cuerpo
de ella, sus ojos degustaron la vista, su cintura le invitaba a pasar sus manos por ella.

Ella miraba todo a su alrededor con curiosidad, en sus manos llevaba un algodón de azúcar, el
cual pintaba sus labios rojizos, sus apetecibles labios rellenos y a simple vista suaves,
llamativos.

Frunció el ceño cuando observo al chico, con el que le había visto hace unos días atrás, de
nueva cuenta él la abrazaba afectuosamente, para después besar su mejilla, causando que
estas se pusieran más rojas.

-¿Qué ves? Parece que vas a matar a alguien – cuestiono su amigo Carlos.

Sin hacerle el más mínimo caso, continúo mirando la cena, sin darse cuenta apretó sus puños
sobre la mesa.

-¿Quién es ese bastardo?- susurro para sí mismo.


¿Quién era él? Que la hacía sonreír así.

-¿Cuál bastardo? – cuestiono de nueva cuenta Carlos, sin tener respuesta de nuevo.

Su amigo trataba de ver que es lo que él veía con tanta fascinación.

Noto que la joven estaba acompañada por otras dos chicas, una rubia de cabello rizado y una
morena, pronto se les unieron otros dos chicos, quizás era una salida en parejas… aquella idea
le hizo molestar en sobre manera.

Tensa su mandíbula sin dejar de ver la escena, pero pronto lo que menciono el señor Román
llego a su mente.

~No esta interesada en socializar con nadie que no sea de la familia. Sus primos se han
prometido cuidarla de todo lo que la rodea~

¿Ellos serán acaso los primos que menciono el señor Román? Se cuestiono mentalmente. Tenía
que averiguarlo.

Se puso de pie, saco un rollo de dólares y los dejo sobre la mesa.

-Vamos Carlos – ordeno caminando.

-¿A dónde? – pregunto siguiéndolo.

No le respondió, se dirigió a la salida del lugar, con dirección a la sección de juegos, su amigo lo
siguió confuso.

(Ella)

Observe aterrada el enorme juego mecánico que se alzaba monstruoso frente a nosotros, el
solo ver lo grande y alto que era, hacia que me dieran ganas de salir corriendo en dirección
contraria.
-No planeo subir a eso – susurre asustada.

Mi prima Michelle me tomo por los hombros, empujándome en dirección del juego.

-Si que lo harás primita – respondió Michelle.

-Vamos preciosa, no te para nada y será muy divertido – me animo mi primo Alfredo.

Mi hermana me tomo de la mano con cariño y me llevo a los asientos del juego, mi cuerpo
temblaba de miedo.

-Yo estaré aquí contigo hermana – susurro Jazmín sonriendo.

-Te va a gustar preciosa – dijo una vez más Alfredo emocionado, sentándose detrás de
nosotras.

-Lo dudo – respondí en un susurro aferrándome a la palanca de seguridad.

Una vez que estuvimos todos listos, asegurados en nuestros respectivos lugares, el juego se
comenzó a mover.

Cerré los ojos aterrada. El juego comenzó a tomar velocidad, de forma rápida y violenta se
movía de izquierda a derecha, arriba y abajo, el viento golpea con fuerza nuestros rostros, el
sonido de los gritos emocionados de los demás inundaba mis oídos.

Me encontraba congelada en mi lugar, pasando los minutos mas largos de mi vida, abrí los ojos
unos segundos solo para marearme con las vistas borrosas de la feria, las luces de colores le
daban un toque hasta cierto punto divertido y colorido a todo.

Poco a poco el juego se fue deteniendo, hasta que finalmente se detuvo y pudimos bajar de
ahí, con ayuda de Alfredo salí de ahí, mis piernas temblaban.
Tomamos asiento en unas bancas, cerca de las hermosas fuentes con luces de la feria, suspire
exhausta.

-Ahora vamos a los juegos del otro lado – señalo John los juegos más lejos.

Lo mire con horror.

-¡Vamos! – gritaron todos al unisonó.

-¿Les molesta si me quedo aquí unos minutos? – menciones cansada.

-De ninguna manera te quedaras sola – refuto Alfredo cruzándose de brazos.

John lo llamo para ir a pedirle el numero a unas chicas, y mi prima los miro mal mientras se
acercaba a mi.

-¿Miedito, prima? – susurro Michelle sentándose a mi lado sonriendo.

-Pánico – acepte riendo bajito.

-No es tan malo – respondió Michelle emocionada.

Jazmín se acercó a su oído.

-Eso dices porque Andrés no se ha despegado de ti en ningún momento – susurro solo para
que Michelle y yo escucháramos.

Mi prima se sonrojo levemente.

-Pero si a ti no han parado de coquetearte prima – respondió Michelle.

Mi hermana le guiño un ojo, coqueta.


-También observe a algunos chicos mirándote hermanita – se dirigió a mi esta vez con una
sonrisa coqueta.

Mis mejillas se calentaron y baje la mirada avergonzada.

-Que dices – susurre sonrojada.

Unos bonitos y fríos ojos avellana se atravesaron en mi mente.

En ese momento llegaron mis primos y Andrés, con nosotras, por lo que nos callamos.

-¿Entonces a donde quieren ir? – pregunto John acariciando mi cabello.

-Vayan ustedes a los juegos, yo me quedare con Aleidy e iremos por algo de beber – respondió
Jazmín tomando asiento a mi lado.

Mis primos se miraron entre sí, no muy convencidos.

-¿Aquí nos esperaran ustedes? – cuestiono Alfredo.

-Si, cualquier cosa les llamo al móvil – contesto ella segura.

-Bien, pero si solo alguien se acerca a ustedes, nos llaman inmediatamente – advirtió John
mirándonos.

Mi hermana rodo los ojos.

-Que sí, vayan a divertirse – dijo Jazmín.

Finalmente asintieron y se marcharon, dejándonos a mi hermana y a mi en las bancas.


-¿Te lo estas pasando bien, cariño? – pregunto mi hermana tomando mi mano.

-Si Jaz, muy bien – acepte sonriendo.

Quizás no era mucho mi ambiente, pero hasta ahora todo había sido divertido en compañía de
mis primos y me la estaba pasando bien.

-Me alegra escuchar eso, ahora iré por una bebida ¿quieres algo? – pregunto señalando el
puesto de bebidas a unos metros.

-Un agua embotellada – respondí.

-Bien, ya regreso, no te muevas de ahí – pidió poniéndose de pie.

Asentí, por lo que ella emprendió el camino rumbo al lugar de las bebidas, me quedé ahí
admirando las bonitas fuentes.

Las luces en su interior le daban un toque mágico, era como si el agua fuera de colores, me
recordó a la hermosa cascada en el bosque. Irremediablemente también recordé a Alexander.

Sonreí apenada conmigo misma, bajé la mirada al piso, admirando las pequeñas piedritas de
colores bajo mis pies, la feria era realmente bonita y divertida, quizás esta salida con mis
primos había salido mejor de lo que pensé.

Los nervios poco a poco se calmaron, sin embargo, mi timidez me impedía poder socializar con
otras personas, ojalá algún día pudiera hacerlo, creo firmemente en que aún hay personas
buenas.

Quizás algún día pueda conocer amigos… aquella idea hacia que mi cuerpo se estremeciera.

Observe una vez más las fuentes con atención hasta que una voz gruesa, ronca y demandante
hizo que un escalofrió recorriera mi cuerpo.

-Señorita Bailleres – me llamo una voz masculina.


Al mirar en la dirección de donde provenía el llamado, no podía creer lo que mis ojos veían.

Alexander Hudson estaba de pie frente a mí, mirándome fijamente con aquellos ojos fríos e
indiferentes con todo a su alrededor.

Su porte elegante y imponente se encontraba ligeramente mas informal, pero no quitaba en


nada la elegancia que desprendía al pasar, las chicas a su lado lo miraban con la boca abierta,
impresionadas de ver semejante hombre, el cual bien pasaría por modelo.

Probablemente yo también lo estaba viendo de tal manera, así que mis mejillas se pusieron
mas calientes y rojas que nunca, me levante torpemente de mi lugar, y mire con timidez al
imponente hombre frente a mí, el cual me miraba con atención.

-Señor Hudson – dije con un hilo de voz.

Agradecí no tartamudear, como solía hacer cuando estaba nerviosa.

-Solo Alexander por favor, señorita Bailleres – respondió estirando su mano en mi dirección.

Tratando de que no se notara mi mano temblorosa, la alce para aceptar el saludo, lo que no
esperaba es que Alexander tirara de mi mano, inclinándose para besar mi mejilla.

Mis mejillas se encendieron mas como si fuera posible, mi cuerpo se estremeció al sentir el
tacto de sus labios contra mi piel, el cosquilleo en mi estomago de intensifico.

-Pue… Puede decirme Aleidy – susurré bajando la vista, completamente apenada.

Aun la sensación de sentir sus labios contra mi piel me superaba, apreté los puños tratando de
centrarme y no caer en el nerviosismo.

-Muy bien, Aleidy – respondió degustando cada letra de mi nombre.

Me pregunte si mi nombre siempre sonaba tan perfecto o es que solo en sus labios lo hacía.
-¿A mi no me vas a presentar, Alexander? – cuestiono un hombre rubio al lado de Alexander.

Fue entonces que me di cuenta del atractivo hombre rubio de ojos azules a su lado, el cual me
veía con una cálida sonrisa, su dentadura perfecta se asomaba deslumbrante, alto e
imponente como Alexander, pero con facciones amigables y relajadas, cuerpo esbelto, atlético,
realmente encantador.

Me sonroje cuando me miro de arriba a bajo sin borrar su encantadora sonrisa.

Alexander lo observo alzando una ceja levemente, para después regresar su mirada a mí.

-Aleidy, el es mi socio Carlos Williams – presento con voz levemente dura.

Estire mi mano tímidamente en su dirección, la cual el hombre rubio acepto sin borrar su
sonrisa.

-Carlos, ella es Aleidy Bailleres, nieta de un socio – termino de decir Alexander mirándolo con
seriedad.

-Es un placer conocerla señorita – me dijo Carlos.

Deposito un beso en mi mano, haciendo que mis mejillas volvieran a sonrojarse.

-Solo Aleidy – susurre mirándolo apenada.

-Entonces solo Carlos – respondió guiñándome un ojo.

Acto que hizo que bajara la mirara apenada de nueva cuenta.

Al levantar la vista de nuevo, note como Alexander miraba a su socio con advertencia, el cual
solo le regalo una sonrisa.
-¿Has asistido al festival sola, Aleidy? – pregunto Alexander con voz dura.

-No, he venido con mis primos – respondí nerviosa señalando detrás de mí.

Dándome cuenta de que no había nadie detrás de mí, me quise golpear mentalmente cuando
Alexander y Carlos miraron en esa dirección.

-Ell… ellos han ido a unos juegos y me he quedado aquí – explique torpemente.

Ambos hombres regresaron su mirada a mí.

-¿Te han dejado aquí sola? – cuestiono Alexander alzando una ceja.

Rápidamente negué con la cabeza.

-No, no, estoy aquí con mi – cuando iba a responder, mi hermana apareció frente a mí.

Me sonrió sin darse cuenta los hombres detrás de ella.

-He regresado hermanita – me dijo tendiéndome una botella de agua.

Le señale con la mirada a los hombres detrás de ella, mientras recibía la botella de agua, ella se
dio vuelta con sorpresa.

Alexander no había dejado de mirarme un solo segundo y eso me ponía muy nerviosa.

-Lo lamento mucho – dijo mi hermana apenada mirando a los hombres con atención.

Carlos la observo con una enorme sonrisa, y mi hermana no despego su vista de él.

-No se preocupe señorita – respondió Carlos mirándola.


-Jazmín, el es Alexander Hudson, socio de nuestro abuelo y el es Carlos Williams, socio de
Alexander – presente lentamente.

-Es un gusto conocerle señorita Bailleres – hablo Alexander formalmente, estirando su mano.

Mi hermana estrecho su mano, Carlos al igual estiro su mano, pero se acerco a besar la mejilla
de mi hermana, acto que la hizo sonreír.

-Un verdadero placer conocerle, señorita – dijo Carlos sonriendo.

-Pueden decirme Jazmín – respondió mi hermana.

-¿Ustedes son del pueblo donde esta la empresa que Alexander va a comprar? – pregunto
Carlos.

-Así es, ¿y ustedes? – pregunto mi hermana mirándolos.

-Ambos somos de Los Ángeles, pero por cuestiones de negocios viajamos para acá, mi colega
vive cercas del pueblo y yo en la ciudad – respondió Carlos.

-Espera, ¿eres tu el dueño de la mansión que esta en el bosque? – cuestiono Jazmín.

Cerré los ojos, sabia a donde se dirigía aquello.

-Es correcto – afirmo Alexander sin dejar de mirarme.

Mis mejillas se calentaron cuando mi hermana me miro.

No se atrevería…

-Él es el hombre misterioso que viste cuando fuiste a pasear con Teddy, hermana – dijo Jazmín
sonriendo.
Y se atrevió.

Mi rostro era todo un poema, mis mejillas estaban apunto de explotar, baje la mirada cuando
Alexander me miro con una muy imperceptible sonrisa.

Me mordí el labio, nerviosa.

-Pues sí, soy yo el hombre misterioso y recuerdo perfectamente a Aleidy – hablo Alexander con
tono ronco.

Podía sentir su mirada encima de mí, pero me negaba a mirarlo de vuelta.

-¿Les parece si seguimos esta platica tomando un trago, señoritas? – invito Carlos
formalmente.

Estuve apunto de negarme, pero mi hermana se adelantó, sonriéndole a Carlos.

-Claro que sí, vamos – acepto Jazmín.

-Vamos entonces – dijo Alexander dejándonos pasar.

Mi hermana me tomo del brazo, obligándome a caminar, al pasar por el lado de Alexander, su
aroma invadió mi nariz, casi quise cerrar los ojos para degustar su increíble loción.

Nos dirigimos a uno de los lugares más formales que había en el festival, nos dieron una mesa
en lo alto del lugar, dejándonos apreciar la hermosa vista de la feria.

No deje de sentir la mirada Alexander sobre mí, y al tomar asiento, me atreví a levantar la
vista, descubriendo que su mirada me recorría de arriba abajo, mis manos temblaron
nerviosas.

Nunca había estado tan nerviosa.

El mesero se acercó a nuestra mesa.


-¿Qué desean ordenar? – pregunto el mesero.

-Dos Whisky de frutos rojos, y para las señoritas serán – respondió Carlos mirándonos.

-Una limonada y una botella de agua – pidió mi hermana amablemente.

-Eres muy tímida – comento Carlos sonriéndome.

Asentí apenada.

-¿A que se dedican bellas señoritas? – pregunto Carlos.

-Yo soy estudiante de leyes – respondió Jazmín orgullosa.

Alexander me miro con atención.

-¿Y tú, Aleidy? – cuestiono Alexander.

-Deseo estudiar veterinaria – respondí mirándolo.

-Es una vocación muy noble – menciono Alexander.

-Mi hermana es la pequeña más noble – anticipo mi hermana pasando su brazo por mis
hombros.

Le sonreí agradecida.

-Ya había escuchado eso – dijo Alexander en voz baja.

Lo mire extrañada.
-¿Entonces tendré a quien llamar cuando me meta en problemas? – interrogo Carlos mirando
a mi hermana coqueto.

-Cuenta con ello – respondió Jazmín guiñándole un ojo.

Ambos comenzaron a hablar acerca del oficio de Carlos, quien al parecer también era
empresario como Alexander.

Observé la bonita vista que nos regalaba el lugar, tratando de calmar mi nerviosismo, el
mesero trajo nuestras bebidas por lo que proseguí a dar un trago a mi botella, mis labios
estaban secos.

-¿Qué edad tienes, Aleidy? – la voz de Alexander llamo mi atención.

Lo mire a sus bonitos ojos avellana.

-Diecisiete, ¿y tú? – respondí en voz baja.

Estaba luchando por no tartamudear, verme relajada, debía ser capaz de sostener una
conversación con él, quizás me ayudaba ver a mi hermana hablar con total naturalidad con
Carlos.

-Veintisiete – respondió llevando sus dedos a su barbilla.

Seguí el movimiento de sus dedos, los cuales se paseaban por su marcada mandíbula, mientras
asentía a su respuesta.

Se veía más joven.

-¿Tienes pareja, Aleidy? – cuestiono Alexander.

¿Por qué mi nombre tenia que sonar tan bien en sus labios?
Su pregunta me disloco por completo, lo mire sonrojada.

-No – respondí mirando mis manos.

No me atreví a regresarle la pregunta.

-Es bueno saber eso – declaro Alexander.

La emoción corrió por mi cuerpo, el cosquilleo se esparció como miles de mariposas dentro de
mí con aquella declaración, trate de mantenerme relajada, pero dentro de mí, miles de
emociones se aglomeraban.

Me mantuve callada sin saber que responder.

Su mirada me analizaba detenidamente, aquello no ayudaba en nada.

Desvié la mirada, buscando ayuda por parte de mi hermana, pero ella se hallaba hablando
totalmente interesada con Carlos, el cual la veía con fascinación y atención a cada palabra que
le decía, sonreí emocionada por ella.

-Tienes una sonrisa preciosa, Aleidy – comento Alexander con tono firme.

Aquello no era un halago, era una afirmación, regrese mi mirada a él, luche con toda mi alma
para no bajar la mirada tímida, sonreí con las mejillas roja, observe sus lindo ojos cobrar un
color avellana mas claro, casi dorado.

Eran hermosos.

-Gracias – respondí admirándolo.

El sonido del móvil de mi hermana interrumpió el momento, ella lo tomo para responder la
llamada.
Al escuchar supe que se trataba de mis primos buscándonos, por lo que, tras unas cortas
palabras, Jazmín finalizo la llamada, se giró a verme.

-Cariño, nos tenemos que ir, Alfredo nos esta esperando en la salida de la feria – aviso Jazmín
poniéndose de pie.

-Si, está bien – respondí imitando su acción.

-Permítanos acompañarlas – pidió Alexander poniéndose de pie.

Saco unos billetes de su cartera y los dejo sobre la mesa. Mi hermana y yo aceptamos su
petición, ambos nos acompañaron.

Caminamos rumbo a la salida donde nos esperaban mis primos.

Una ráfaga de viento soplo violento contra mi cuerpo, a pesar de llevar la sudadera, no pude
evitar estremecer del frio.

Al cabo de unos segundos, sentí una cálida tela sobre mis hombros, resguardando mi cuerpo
del frio, levanté la vista, era Alexander poniendo su chaqueta sobre mí.

-No te molestes – susurre apenada.

-Para mi es un placer – respondió amablemente.

Cerré mis manos sobre la cálida tela abrigándome con ella, su aroma estaba impregnada en
ella, quise sonreír totalmente extasiada, nerviosa y emocionada, mi estomago cosquilleaba.
Todas aquellas sensaciones eran nuevas para mí y me sentía como si estuviera en un sueño.

Desvié la mirada en dirección de mi hermana, la cual me veía con una sonrisa coqueta y
emocionada. Mis mejillas se encendieron… de nuevo.

Tras caminar unos metros más, llegamos al punto de reunión, donde se encontraban mis
primos, note unas parejas extra con ellos.
Alfredo y John al vernos acompañadas, fruncieron los ceños.

-¿Ya nos vamos? – pregunto mi hermana al llegar a su lado.

-Si, ¿Quiénes son ellos? – interrogo Alfredo mirando al par de hombres detrás de nosotros.

Luego nos miró, pidiendo explicaciones, hasta que noto la chaqueta sobre mí y frunció aún
más el ceño.

-Alexander Hudson y Carlos Williams, socios de su abuelo el señor Román Bailleres – respondió
Alexander con tono demandante y fuerte.

-Nos hemos encontrado a las señoritas Bailleres por aquí y decidimos acompañarlas, espero no
les moleste – añadió Carlos con tono relajado.

John y Alfredo asintieron, ambos estrecharon sus manos con ellos, aun mirándolos con el ceño
fruncido, Alfredo observo a Alexander con mirada tensa.

-Nosotros somos, John, Michelle y Alfredo Bailleres, también nietos de Román – presento
Alfredo.

Señalo a mi prima, la cual admiro a los hombres antes de estirar su mano en su dirección,
Alexander asintió tomando su mano cortésmente y Carlos le regalo otra de sus encantadoras
sonrisas.

-Gracias por acompañar a nuestras primas, nosotros nos retiramos – menciono John.

Me gire para despedirme de los hombres detrás de mí, hasta que Carlos hablo.

-Podemos llevarlas nosotros a su casa, por lo que veo irán un poco apretados en el auto – pidió
Carlos amablemente.

A Alfredo pareció temblarle un ojo, sin embargo, sonrió forzadamente.


-No se molesten, podemos irnos perfectamente – mascullo Alfredo.

Carlos guardo silencio, pude ver como cerro los ojos, casi rogando algo, la voz dura de
Alexander sonó.

-Eso no sería seguro para ellas, ni para ustedes – decreto Alexander.

Alfredo lo miro tenso, apretó ligeramente su mandíbula, mientras que todos se quedaban
silencio, observe a Alexander, él miraba a mi primo de forma impasible.

-Creo que él tiene razón Alfredo, quizás no sea mala idea – susurro Jazmín tratando de
disminuir la tensión.

Alfredo la miro, estaba molesto.

-No Jaz, nos iremos juntos – refuto mi primo.

Pude ver como John meditaba la situación.

-Creo que es buena idea primo, siempre y cuando no alejen su auto de nosotros – acepto John
mirándolos.

Alfredo lo miro mal.

-Iremos detrás de ti en todo momento – concedió Carlos relajado.

Alfredo estaba listo para negarse nuevamente, sin embargo, toque su brazo llamando su
atención, el bajo su mirada a mi y suavizo sus expresiones.

-Solo será por seguridad – susurre apenada.

Mi primo suspiro y acaricio mi cabello.


-De acuerdo preciosa – respondió con media sonrisa.

Le sonreí agradecida. Después miro a los hombres con semblante serio.

-No se aparten de mi auto – pidió mirándolos.

Carlos asintió, mientras que Alexander se limitó a mirarlo.

Alexander mando a uno de los chicos de servicio traer su auto, tras unos cortos minutos se
estaciono frente a nosotros un lujoso auto negro.

Los presentes miraron el vehículo, impresionados, Alfredo le dio un codazo a John para que
dejara de mirar el auto, lo cual me pareció gracioso.

Me disponía a subir al auto en la parte trasera con mi hermana, pero Alexander me abrió la
puerta del copiloto, esperando que subiera.

Lo observe dudosa.

-No necesario, puedo ir atrás – dije señalando la parte trasera.

-Insisto señorita – musito Alexander cordialmente.

Mi hermana me dio un empujoncito, por lo que sin mas que decir, subí tímidamente a bordo
del auto, Alexander cerró la puerta.

Los elegantes acabados del auto eran sumamente bellos, a simple vista costosos, tras unos
segundos subió mi hermana y Carlos en la parte trasera del auto, finalmente Alexander,
después de colocarnos los cintos de seguridad emprendimos el viaje de regreso, siguiendo los
autos de mis primos.

-¿Qué están haciendo ese par de bestias? – cuestiono Jazmín mirando los autos de mis primos.
Cerré los ojos frustrada al ver como ambos comenzaban a jugar carreras entre ellos. Recargue
mi cabeza en el cristal negando.

-Carlos sabe perfectamente que hacen – comento Alexander mirando el camino.

-¿También conduces así? – pregunto Jazmín a Carlos.

El cual se quedo en silencio unos segundos.

-A veces – susurro Carlos riendo.

-Todo el tiempo – afirmo Alexander cambiando de carril.

Jazmín rio bajito.

-Todo hombre puede cambiar, ¿verdad, Alexander? – menciono Carlos.

Mire de reojo a Alexander, esperando su respuesta.

-Asimilo que si – respondió simplemente.

Giré a ver la ventanilla, sentí su mirada sobre mí, unos segundos.

Jazmín y Carlos continuaron hablando en el trayecto del viaje, por mi parte me quede callada,
viendo los paisajes, aun no podía creer que me encontraba en el auto de Alexander, me odie
por ser tan tímida y no poder entablar una conversación con él, aunque él tampoco lo hacía.

De repente sentía que probablemente le había resultado aburrida, y como no iba a ser así,
trabajosamente podía decir mas de tres palabras, deteste ser tan tímida y nerviosa, como si
cambiando eso un hombre como el se fuera a fijar en mí.

Mi animo bajo por los suelos, me limite a quedarme callada el resto del viaje, no volví a
mirarlo.
Finalmente llegamos a la casa de mis primos, tome la puerta lista para bajarme del auto, pero
la mano de Alexander me agarro del brazo impidiéndomelo.

Mi corazón latió rápido con su toque.

-¿Aquí viven? – cuestiono mirándome.

Mi boca estaba sellada, no podía gestionar una palabra, su agarre nublo mis sentidos.

-No, nosotras vivimos a unos metros de aquí, pero ya podemos irnos caminando, muchas
gracias por traernos – respondió mi hermana agradecida.

-Las llevare a su casa, no es hora prudente para que ambas caminen por la calle – dicto
Alexander retirando su mano de mi brazo.

-Alfredo, ellos nos llevaran a casa – se dirigió mi hermana a mi primo cuando él se acercó al
auto.

-De acuerdo, me llamas cuando estén en su casa – pidió Alfredo serio.

Jazmín asintió, después de despedirnos de mis primos, Alexander arranco el auto con destino a
nuestro hogar, el cual se hallaba a un par de minutos de distancia.

Al llegar, Alexander me tomo del brazo, impidiendo que bajara del auto, él salió del auto y se
dirigió a abrir mi puerta.

-Gracias – susurre bajándome del auto.

Una vez abajo, me iba a quitar su chaqueta para regresársela, tomo de nuevo mi mano,
impidiéndolo.

-No lo hagas, aun hace frio, vendré por ella después, será un motivo para volver a verte – negó
mirándome a los ojos.
Mire sus ojos, mis mejillas estaban calientes, mi corazón latió emocionado.

Volver a verlo…

-Espero que pronto acepten salir con nosotros para conocernos mejor, linda – se dirigió a mi
Carlos sonriendo.

-Si – respondí sonriéndole.

-Aleidy – me llamo Alexander.

Lo mire con atención, dio unos pasos para acercarse a mí.

Era increíblemente alto.

-Disculpa el atrevimiento, pero ¿me darías tu numero telefónico? – pregunto seriamente.

Me tendio su móvil, mordí mi labio, nerviosa.

Tome con manos temblorosas el costoso aparato, donde digite mi número telefónico, para
después regresárselo.

-Gracias – respondió guardándolo en su bolsillo.

-Gracias a ustedes por traernos – dije sonriéndole agradecida.

-Fue un placer señorita, disfrutamos de su compañía, que pasen buenas noches – se despidió
Carlos.

Estiro su mano en mi dirección, al igual que a mi hermana, pero en la de ella deposito un beso,
sonreí.
-Buenas noches, Aleidy – dijo Alexander.

Sentí sus labios contra mi mejilla, mis mejillas se encendieron, quise sonreír emocionada.

-Buenas noches – respondí mirándolo a los ojos.

Sus ojos eran tan fríos, se veían tan atrayentes, llenos de secretos y misterios, se verían tan
hermosos con un brillo en ellos, pero desde que lo conocía siempre eran oscuros y hostiles.

-Buenas noches – les dijo Jazmín sonriéndoles.

Tras esto, ambas nos dirigimos a la puerta de la casa, sentía esa mirada recorrer todo mi
cuerpo, me aferre a la tela de su chaqueta.

Abrimos la puerta, entramos a la casa y al cerrarla, no pude evitar mirar hacia atrás.

Él seguía ahí, de pie junto a su auto, con su mirada puesta en mí, casi pude divisar una invisible
sonrisa en su rostro, pero lucia tan impasible que no se si realmente eso hacía, finalmente
cerré la puerta.

Jazmín rio bajito y corrió a la ventana, me asome por su hombro, observe como Carlos y
Alexander subían al auto, para darse vuelta e irse.

-Dios hermana, son guapísimos – susurro Jazmín emocionada.

Le sonreí de la misma forma.

-Si – acepte mirándola.

-¿Has notado como Alexander no te quitaba los ojos de encima? – pregunto con una gran
sonrisa.
Me sonroje soltando una risa nerviosa.

-Me ha pedido mi número telefónico – susurre tapando mi rostro con mis manos.

Mi hermana chillo bajito emocionada.

-Carlos también me lo ha dado, arreglare una cita doble con ellos – propuso.

Yo la mire con pánico.

-¿Crees que sea una buena idea? – interrogue insegura.

-Sera la mejor de las ideas – afirmo riendo.

Asentí mordiendo mi labio.

-Iré a avisarles a nuestros padres que hemos regreso, ve a nuestra habitación estoy muerta, ya
mañana vamos por Teddy – susurro caminando.

Asentí de nuevo, extrañaría a mi perrito por esta noche, pero lo mejor será ir por el mañana,
me dirigí a nuestra habitación.

Me quite la chaqueta de Alexander con delicadeza, la observe a detalle, lucia costosa y


elegante, suspire lentamente sin poder creer todo lo que había pasado, pero la prueba estaba
en aquella prenda en mis manos, su loción abrumaba mis sentidos.

La guarde con cuidado en el armario, me quite la ropa rápidamente y entre a la ducha,


recordando cada roce de sus manos en mi cuerpo.

Su mano al tomarme del brazo, sus labios contra mi mejilla, sus dedos acariciando mis
hombros al colocar su chaqueta sobre mí.

Sonreí bajo la ducha.


Luego de unos minutos terminé, me puse el pijama y sequé mi cabello, una vez lista salí, mi
hermana estaba sentada sobre su cama esperándome.

-Me gusta mucho Carlos – susurro mordiendo su labio.

Le sonreí.

-Es muy guapo, se ve que es un buen hombre – respondí dirigiéndome a mi cama.

Al acostarme, el cansancio se hizo presente en mí.

-Buenas noches Jaz – susurre adormilada.

-Buenas noches, cariño – escuche antes de cerrar los ojos.

Su mirada me siguió hasta en mis sueños.

Alexander…

(Él)

Al llegar a la mansión, observe a mi amigo.

-Pasaras aquí la noche – dije saliendo del coche.

Aun su aroma a vainilla se sentía en su interior, aspiro una vez mas aquel dulce olor y salió.

-Como ordenes jefe – respondió Carlos caminando detrás de mí.

Cuando entramos se dirigió a la licorera, donde se sirvió un trago, esbozo una sonrisa de
estúpido.
-¿Crees que le guste a Aleidy? – pregunto con el ceño fruncido.

Lo observe impasible.

-No y no hagas tus estúpidos juegos – respondí indiferente.

Carlos sonrió.

-¿No me digas que esa chica ha llamado tu atención? – cuestiono el rubio.

Su sonrisa se me antojaba para borrarla de un puñetazo.

-No es tu asunto Carlos, no te acerques a ella – advertí mirándolo.

Él levanto sus manos en señal de paz.

-Su hermana es realmente hermosa – comento sonriendo.

No respondí a su comentario, si bien Jazmín era hermosa, no le interesaba en lo absoluto.

Por otro lado, la menor de los Bailleres le llamaba la atención, por algún motivo deseaba
descubrir que secreto guardaba.

Aquella joven no se intimidaba bajo su mirada, lo veía con fascinación y timidez, exploraba sus
ojos sin temor.

Las personas a su alrededor no se dignaban a verlo por mas de unos segundos, pero aquella
joven lo veía como si fuese un rompecabezas, curiosa e intrigada, su mirada llamaba mucho su
atención.

Sus mejillas rojas eran casi una tentación, no pudo evitar besarla, y que el diablo se lo llevara si
no se había sentido increíblemente bien.
-Me retiro Carlos, buenas noches – dijo al final, dirigiéndose a las escaleras.

-Buenas noches amigo, sueña con la dulce Aleidy – respondió.

Lo mire con advertencia, por lo cual se dio la vuelta y se fue rumbo a la sala.

Negué con la cabeza y me dirigí a mi habitación.

Fui directo a la ducha, quitándome la ropa en el camino, aun sentía ese aroma dulce, cerré los
ojos al entrar bajo el agua, permitiéndome relajarme.

La silueta de su cintura, de su cuerpo se hizo presente en mi mente. Sus ojos curiosos se


grabaron en ella, su sonrisa, sus labios rojizos.

-Aleidy… - susurre.

Su nombre se deslizaba lento y suave en mis labios.

Perfecto.

Terminé de ducharme y tras ponerme un pantalón de pijama, me recosté en la cama.

Tomé mi móvil, decidí escribirle un mensaje a la joven Bailleres, aun que seguramente a estas
horas ya estaría dormida.

*Aleidy Bailleres: He pasado una noche muy agradable a tu lado, espero vuelva a repetirse. Att:
Alexander Hudson.

Suspire largamente, pase mi lengua por mis labios.

-Aleidy… - susurre una vez más.


¿Qué secreto guardas Aleidy?

Lo descubriré, no se la razón, pero lo hare.

También podría gustarte