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La tragedia mexicana

SGSantacruz

Wendy Sánchez Muñoz tiene 33 años. Es oriunda de Guadalajara, México. Ella tiene una
tienda de arte en el paradisiaco pueblo de San Pancho, Nayarit. Wen, como la conoce su
círculo íntimo mide 1.63 cm. Es de complexión mediana. Su enorme sonrisa, lentes y
pecas, en sus mejillas, son sus rasgos característicos. El rostro de Wen está plasmado en su
tienda desde el nueve de enero de 2021. Desde ese día su nombre, su cara, sus gustos, su
carácter, su vida se ha vuelto parte de la vida de miles de personas en México. Wen fue
desaparecida a las siete de la mañana de ese día.

El caso de Wendy en cualquier lugar del mundo despertaría una indignación capaz de hacer
temblar al aparato que permitió su desaparición, como ha sido el caso del Tehuel en
Argentina. Sin embargo, Wendy no es un caso aislado. En México se han contabilizado 82
mil 825 desapariciones denunciadas, es decir, de las que tiene registro el Estado y las
organizaciones de familiares erigidas en busca de sus seres queridos. No obstante, tal
número serían un pálido reflejo de la verdadera tragedia que inunda a este país y que se
agudiza día a día, para ejemplo baste citar que en el año 2019 fueron desaparecidas más de
ocho mil personas. Esta situación lamentable es parte del México diario, del México
proletario, del México popular, el cual sufre en su carne todo el dolor infligido por las élites
económicas y políticas. Padecer incrustado en su piel, huesos y ser a partir de la
declaratoria de guerra contra las drogas por el entonces presidente de derecha Felipe
Calderón, en 2006. En cifras escalofriantes en los últimos dieciséis años han sido
desaparecidas 80.000 personas. México sumó a su tragedia de desaparecidxs a más de 250
mil muertxs en el mismo periodo.

La crisis atravesada por México, que bien podría ser llamado el país de las fosas y
desaparecidxs, se inscribe en la lógica del capitalismo salvaje, observable desde la dinámica
impuesta por el narcotráfico que podríamos calificar como capitalismo puro, donde el
capital se ha ido tragando todo, vida, naturaleza, trabajo, mercancías. Pero esto sólo fue
posible a la naturaleza corruptora del Estado que permitió, como brazo armado del capital,
el crecimiento y consolidación de los cárteles.

Aterrizando lo antes dicho, en México durante el proceso de cartelización y atomización de


la delincuencia organizada, estructuras completas del Estado como el ejército, policías,
políticos, aduanas fueron puestas a disposición del crimen organizado. Uno de los grupos
más violentos, de las últimas dos décadas, se conoció como Zetas. Grupo integrado por
elementos de élite del ejército mexicano y de la policía federal. Los Ztas fueros utilizados
por los gobiernos locales del noreste de México para controlar las aduanas y cruces
fronterizos con Estados Unidos. En esta dinámica se utilizó al grupo paramilitar para
asesinar a miles de personas y trasladar drogas y personas (migrantes) a Estados Unidos.
Negocio macabro que se saldó con miles de desaparecidxs y matanzas inimaginables como
la perpetrada contra 72 centroamericanxs en 2010.

Lo anterior nos lleva a reflexionar cómo el crimen organizado mexicano ha extendido sus
tentáculos a la casi totalidad de Nuestra América y ha burocratizado el exterminio, como lo
hizo el nazismo, para satisfacer las adicciones de la sociedad que más narcóticos consume a
nivel internacional: Estados Unidos. La hipocresía de los norteamericanos, Estado y capital,
ha llenado de dolor, sangre y muerte a Latinoamérica.

Ante tal fenómeno, que este 20veintiuno ha reaparecido con toda su crueldad, es necesario
no sólo plantear posibles soluciones sino rechazar aquellas que emanan desde los
gobiernos, pues al final del camino las estructuras del Estado están involucradas en el
narcotráfico, pero también impugnar aquellas elaboradas desde la academia que sólo
buscan solapar las políticas públicas de los gobiernos de turno, además de lavarle sus
manos ensangrentadas.

Por último, este texto es un llamado a nuestrxs compañerxs a conocer la realidad mexicana,
sumida en una vorágine de violencia. Una atenta invitación a revisar lo acontecido en esta
región en que cada día las calles y espacios digitales se llenan de boletines de
desaparecidxs. Miles de fichas de niñxs, abuelxs y adultos se des-tintan o pierden por otros.
Papeles a ojos de los indiferentes, nombres sin sentido para los narcos y políticos, rostros
ajenos… hasta que ese papel lleva el nombre y rostro de un ser amado.

Porque los desaparecidxs nos faltan a todxs.


¡Vivxs se lxs llevaron, vivxs lxs queremxs!

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