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En ese instante ella sintió como un nudo en la garganta que le impedía articular
bien las palabras; su mente velozmente entró como en un tornado de pensamientos
negativos que le daban la sensación de tener el corazón atragantado hasta el punto
de pensar que se le salía, al escuchar sus fuertes latidos cardiacos.
Sin saber cómo, recuperó sus fuerzas y poco a poco se acercó a Pedro sintiendo
cómo la ira se apoderaba de ella y en su pensamiento sólo cabían palabras de
rencor: ¡Infeliz!, ¿Crees que puedes verme la cara de tonta? Al acercarse más, Ana
toca por la espalda a Pedro y antes de que este se percate de quien es la mano que
acaba de rozarle, siente una bofetada que le hace ver estrellas y constelaciones.
Aturdido Pedro y no entendiendo lo que acaba de acontecer, solo dice: “Cálmate
Ana, ella es Karen mi hermana menor que acaba de llegar por sorpresa de Estados
Unidos”.
Y luego se escucha a Pedro decir: “mira Karen ella es mi novia Ana, a quien adoro
con todo mi corazón”.
Este relato describe el mecanismo por el cual nuestras conductas se ven afectadas
directamente por nuestra manera de pensar, y cómo esta forma particular de pensamientos,
en este caso el de Ana, la predispuso a reaccionar de forma desproporcionada a la situación,
originándole una emoción poco controlada, ante un hecho que no conllevaba mayor
alteración.
Este evento tan simple ejemplifica de manera clara el papel que tienen las emociones en
nuestro diario vivir; entendiendo las mismas desde su etimología como "movimiento o
impulso", o "aquello que te mueve hacia". Es decir cada emoción genera un tipo de impulso
que direcciona la conducta hacia un fin determinado.
Ana tuvo una reacción fuera de lugar y altamente desproporcionada a la situación real, porque
cuando las personas estamos bajo la influencia de emociones perturbadoras, nuestros centros
ejecutivos de pensamiento que controlan la atención, la memoria, la creatividad, etc., se
encuentran bloqueados o debilitados, ante el torbellino de emociones devastadoras, que se
imponen como un holocausto, ante cualquier intento del intelecto que les permita percatarse
de manera objetiva de la dimensión real del suceso.
Esta historia explica lo que sucede en la conducta humana cuando no logramos encontrar un
adecuado equilibrio entre nuestro cerebro que siente y nuestro cerebro que piensa, y cuando
esto sucede, las respuestas al entorno son poco precisas.
Material de apoyo: Inteligencia Emocional. Materia: Introducción a la Vida Universitaria.
Autor: Msc. Lic. Eduardo Montalvo Barba.
Fecha: Febrero 2018.
Otro claro ejemplo para entender mejor lo que es la inteligencia emocional y su impacto
significativo en la vida es este:
Juan es el estudiante más brillante de todos sus compañeros de curso, sus maestros
están maravillados y encantados con la manera tan fácil que entiende y reflexiona
sobre cualquier tema y asignatura que le toca cursar.
Juan se presenta por vez primera a su primer día de trabajo, pero tiene problemas
para acoplarse a su equipo, y le cuesta mucho escuchar otro punto de vista que no
sea el suyo, cuando le piden que realice una negociación con un proveedor se pone
muy nervioso y no logra convencer a su interlocutor, hasta el punto que la empresa
proveedora decide ya no trabajar más con ellos por el pésimo servicio brindado.
Al cabo de tres meses Juan es despedido y contra todo pronóstico el genio por
primera vez se siente frustrado.
Cuántas veces se ha observado a personas con un excelente nivel de inteligencia para: pensar,
reflexionar, encontrar soluciones a problemas matemáticos complicados, de quienes sólo se
pronosticaría un futuro brillante, tanto personal como profesional, y a la vez también se ha
podido observar a personas no muy brillantes en las artes del pensamiento, a las que les
cuesta aprender y que son lentas para procesar la información, de quienes sólo se pensaría
que tendrán que luchar mucho para encontrar un trabajo estable o llevar una vida
mínimamente satisfactoria. Pero, ¡Qué lejos de la verdad están estas apreciaciones!, puesto
que la vida nos demuestra, como en el caso de Juan, que el nivel de coeficiente es importante
para aprender a leer, escribir, solucionar ejercicios matemáticos, etc., sin embargo resulta que
no es tan importante cuando se trata de enfrentarse al mundo real.
Por otro lado existen personas que en el colegio no eran las más destacadas por estudiar y
tener las mejores calificaciones, aunque no eran las peores estudiantes, sus fortalezas no eran
intelectuales; sin embargo la vida demuestra muchas veces que son estas personas las que
triunfan, pero ¿por qué?
“Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona
adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo
correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo”.
Esto solo se logra cuando tanto el pensamiento como las emociones funcionan de manera
interconectadas, entendiendo que los pensamientos positivos originan emociones saludables;
por lo tanto la conducta será más adecuada a las situaciones del entorno, como en el caso de
Ana, la muchacha de la bofetada a Pedro. Ella reaccionó mal porque evaluó e interpretó de
forma incorrecta la situación y por este motivo expresó una emoción desproporcionada, pero
si Ana hubiese permitido que sus pensamientos participen de forma más precisa en su
conducta, con seguridad que su respuesta hubiese sido más acertada.
El cerebro racional regula, controla y administra las emociones, para que las personas logren
una respuesta más saludable a las demandas de su entorno. Por otro lado cuando una
persona anula sus sentimientos y solamente utiliza sus capacidades racionales, provoca
respuestas automáticas y poco humanas, que son muy parecidas al funcionamiento de las
máquinas, pero si estamos solamente gobernados por los sentimientos y no tenemos un
mecanismo de regulación interna, la persona rápidamente sería víctima de la ira, stress,
impulsos descontrolados, conductas demasiado eufóricas y desenfrenadas o por el contrario
apatía total.
“Una vida sin emociones sería aburrida y sin sabor y una vida sin pensamientos sería un
tormento.”
Por lo expuesto anteriormente, podemos mencionar que cuando tanto el pensamiento como
las emociones funcionan en equipo, la persona demuestra conductas más precisas a las
situaciones de su diario vivir, en las que disminuye el riesgo de dañarse a sí mismo y dañar a
los demás.