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Relatos

fantásticos
hispanoamericanos
Antología

Selección, prólogo, notas y bibliografía


José Miguel Sardiñas y Ana María Morales

LaNonda
Casa de las Américas
Prólogo

Nota de los antólogos: En las distintas etapas de la elaboración ¿Literatura fantástic;:a, o fantasmal?
de este libro, incluida la investigación bibliográfica, contamos
con la colaboración de Isela Irán Nohenú Orea Galleta. Lá literatura fantástica, ese género, subgénero, espe-
cie o categoría transgenérica, ese ente literario que nadie
sabe a ciencia cierta dónde comienza ni dónde termina -y
no por falta de esfuerzos para atraparlo-, tiene una nueva
arl.tolbgíá. Y así ha de ser, según parece, pues las antologías
se han vuelto un hábito de la ~literau fantástica. Mas,
Edición: Clara Hernández afortunadamel}te, no un hábito gratuito.
Diseño de cubierta: Khiustin Tornés En otros géneros, la selección valorativa presta los
Fotografía de cubierta: Tessio Barba mismos servicios que viene dandó desde sieiilpre: difundir,
Diseño interior: Ricardo Rafael Villares
Corrección: Iris Cano
privilegiar, canoniZar textos, en muchos casos simplemen-
Realización computarizada: Alberto Rodríguez
te salvro~ del olvido a que los cotidenarífi el conjunto de
una obra mediocre. En la narrativa fantástica, en cambio,
esa forma tácita de la crítica cumple -sobre todo en los
mejores casos- una función específica, además dé las men-
© Todos los derechos reservados cionadas: h.a sido un medio de mostrar la eXistencia inde-
© Sobre la presente edición:
pendiente de un género que los escritores han frecuentado
Fondo Editorial Casa de las Américas, 2003
de forma ocasional la mayoría de las veces (y conste que no
ISBN 959-260-009-0 nos referimos -<:omb más adelante veremos- al evanescente,
casi imposible, siempre a punto de emigrar hacia otra par-
te, que postuló Tzvetan Todorov). Ni siquiera en los libros
casa que se pueden considerar sus pilares, este tipo de narra-
Fondo Editorial Casa de las Américas
ción está totalmente separada de otras formas de la ficción
3ra. y G, El Vedado, La Habana, Cuba no realista, por lo menos en las literaturas de América Lati-
www.casa.cult.cu na. En Cuentos malévolos ( 1904), de Clemente Palma, surge
eventualmente de entre los rasgos crueles que justifican el

7
título de la obra; en Las.fuerzas extrañas (1906), de Leopoldo otros, han destacado el influjo que ella ejerció en sus for-
Lugones, coexiste con la llamada ciencia ficción, o ficción cien- mas de concebir el hecho literario; de Merino es la siguien-
tífica, con la fantasía bíblica y el discurso expositivo; y en te valoración:
Ficciones (1944) y El Aleph (1949), de Jorge Luis Borges,
que -junto con Bestiario ( 1951), de Julio Cortázar- consti- En un panorama donde la crítica más encumbrada
tuyen verdaderos clásicos, alterna con piezas policiales, con solía condenar al,silencio toda literatura que no se
esas prolongaciones estilizadas de la gauchesca que son los distinguiese por las inquietudes sociológicas o el
cuentos sobre compadritos y orilleros y con textos de otra enmarañamiento verbal, encontrar unos escritores
índole. De modo que sólo en las antologíp.s lo fantástico aban- intelectualmente valiosos que no sólo no menospre-
dona esa especie de condición fantasmal que parece serie ciaban, sino que valoraban y difundían historias de
inherente por predestinación etimológica y que, en térrmnos intriga, f9Iltasía y terror,_fue toparse conuna absolu-
m,enos metafóricos, se traduce como status marginal. ción liberadora, aparejada al descubrimiento de_ que
las lecturas. terroríficas o aventureras, que habían
alucinado nuestras noches juveniles, no pertenecían
Un hito: la Antología... {1940) de J. L. Borges, solamente al reino de la inmadurez y lo pueril. Para
S. Ocampo y A. Bioy Casares una mirada española de los años sesenta, aquella
Antología sólo era posible desde la falta de prejui-
Los esfuerzos de este tipo"llevados a cabo por hispano- cios, el gusto por las tramas y los misterios -sus-
americanos pueden calificarse ya de numerosos y, e!lla ma- tancia literaria de insoslayable importancia, y el sen-
yor parte de los casos, también de estimábles. No obstante
tido de que la literatura. debe estar principalmente al
todos, de alguna forma, han partido o se han beneficiado'
servicio de sí.misma. 2
directa o indirectamente, de una obra qúe sesenta ;mas des~
pués de su primera edición se sigue reimprimiendo y ~eyndo
Y, en efecto, el tipo de historias, «de intriga, fantasía y
co~ int~:és y pl~cer y que figura como hito en la difusión y terror» y «el gusto por las tramas y los misterios» son una
val~dc10n del genero en las letras hispanoamericanas y es-
razón -sobre la que volveremos inmediatamente- para ex-
panoJas, de acuerdo con la opinión de varios críticos y escri-
tores: la Antología de la literatura fantástica (1940) de 2 Trinidad Barrera (coord.): Adolfo Bioy Casares, Madrid, Cultura
Hisprutléa, 1991, p. 26 (Semana del Áútor); en esta misma oora pueden
Borges, Silvina Ocampo y Adolfo Bioy Casares. Osear Hahn, leerse las' opiniones de Móyaho y de Savater, pp. 65-66 y 71. Vid., además,
por ejemplo, ha señalado el año de su aparición como aquel A. Monterroso: «La literatura fant(¡sJ:!ca ·en México», en Moi"illi!.§, 1991, pp.
en que comienza el auge del relato fantás~co entre nosotros.,. 180-181 (para la ficha completa, en éste y en casos similares, remitimos al
Por su parte, I;)aniel Moyana, Fernando Savater, José María Índice de fuentes abreviadas, en la Bibliografia); Antonio Femández Ferrer:
«Continuidad de los galeones: sobre las décadas prodigiosas de las
Merino, Augusto Monterroso y José Emilio Pacheco, entre literaturas española e hispanoamericana», ibídem, pp. 136-137; J. E.
1
Pacheco: «Nota: la historia interminable», en su libro La sangre de Medusa
Osear Hahn: «Prólogo» a su Antología del cuento fantástico y otros cuentos marginales, México, Era, 1990, p. 12; y Gastón Baquero:
hispanoamericano: siglo XX, Santiago de Chile, Editoiial Universitaria «La página insólita», en su libro Lafúente inagotable, \hlencia, Pte-'Iextos,
1990, p. 2~. • 1995, p. 99.

8 9
el Los que se explican por la intervención de un ser
plicar la relevancia de esta obra; pero hay. además. otras en· o de un hecho sobrenatural, pero iQ.sinúan,. tam-
las queJa crítica, hasta ahora, apenas ha reparado.
bién, la posibilidad de una explicación natural
Primeramente su prólogo. Éste, que Bioy Casares es- («Sredni Vashtar», de Saki); Jos que .admiten una
cribió, pero que acoge también ideas por lo menos de Borges
explicativa alucinación. 4
-es dificil comprobar si de Silvina Ocampo, por falta de tex-
tos críticos suyos que sirVan como puntos de referencia-, Tres décadas después. con laprecisión.queJe permi"
puede no ser ya. puede incluso no haber sido nunca, ~a tíaJl., no sólo su agudeza. sino también una tradición.teóri-
obra maestra de la teoría de lo fantástico. Pero tiene el méri- ca (Pietre-Georges Castex, Louis Vax, Roger Cailo~s) que
to de haber sido uno de los acercamientos más tempranos al no tuvo la gentileza de rec_onocer, Todorov delimitaría lo fan-
tema, al preceder en once años al primer estudio sistemático tástico, al tratar de la naturaleza .delos sucesos_, teniendo
y profundo que se haya hecho en términos generales: Le con- en cuenta la posibilidad de explicación, como es.sabido. .A
5

tefantastique en France de Nodier a Maupassant ( 1951 ), grandes rasgos y sin entrar en las categorías intermedias.
de P.ierre-Georges Castex, y en diecisiete años al que parece si un suceso admite una explic_ación sobrenatural. es ma-
ser el primer estudio amplio y académico hecho desde Amé- raVilloso; si puede explicarse por leyes naturales, es extra-
rica Latina: 3 La literaturafantástica en Argentina (1957), ño; y si -o, más bien. mientrqs- obliga al lector implícito «_a
libro que resultó de una serie de conferencias ·impartidas hé_siter entre une explication naturelle et une explication
por Ana María Barrenechea y Emma•SusanaSperatti Piñe- surnaturelle_des événernents.évoqués», 6 _es fantástico. Todo
ro en El Colegio de México .. lo Cl!al parece corresponderse, en ese orden. con los incisos
Hay, en ese prólogo, dos clasificaciones de las narra- a, by e de 8ioy Cas!lJ:eS. Cuando se analizan·coii más deta-
ciones fantásticas. La segunda se hace tomando como base lle las subdivisiones de estos tipos de sucesos (extraño puro.
el tipo de explicación y comprende tres conjuntos de cuen- fantástic_o-extraño. fantástico. Jantásticp-mar<willoso y ma-
tos, que son, textualmente: ravilloso puro). queda claro qt\e las correspondencias en-
a) Los que se explican por la agencia de un ser o de tre las distinciQI_les de ambos son menos simétricas. Pero
un. hecho subsiste, y es el q\le en este caso importa: el prin-
un hecb.o sobrenatural.
b) Los que tienen explicación fantástica, pero no cipio de distribución usado para ordenar un corpus es el
sobrenatural («científica» no me parece el epíteto
conveniente para estas invencioJ:les rigurosas, vero~ 4 Adqlfo Bloy Casares: «Prólogo" a Jorge Luis I;lorges, SUvina Ocampo
símiles, a fuerza de sintaxis). y AdoÍfo Bloy Casares (eds.): Antología de la ltteraturajantástica,
Buenos Aires, Editorial Sudamencaila, 1940~ p. 14.
3 Como ha observado Monterroso, refiriéndose a .Alfonso Reyes y a
5 PUede verse una comparación entre las formas de cla5ificar textos
su monumental obra El deslinde. Prolegómenos a la Teoría Literaria, fantásticos por la explicación de Bioy y de Todorov, también, en José
«en 1944, una de las máximas autoridades literarias de nuestra-lengua Sanjinés: Paseos en el horizonte. Fronteras semióticas ~n los relatos
rodeó todas las posibilidades de una definición y en ningún momento de Juliq Cortázar,, New York, Peter Lang. W94, pp. 69-70.
se refirió a lo que en otras latitudes' se había establecido ya como e Tzvetan Todorov: Introd,uction a la littérature jantsiqu~. P¡r~!? ..
"literatura fantástica", limitándose a tocar sólo lo que denomina "género Éditions du SeuU, 1970, p. 37.
de anticipaciones"»; A. Monterroso: art. ctt., p. 181.
1,1
10
mismo, y ya se había expuesto en. 1940 (si los ántólogos pos· de acciones sobre tres de personajeS -de los cuales
argentinos no lo tomaron de alguna fuente europea ante- sólo do·s están representados, porque los vampiros quedan
rior). excluidos explícitamn~ y tres de temas. Pero aun si uno
·La primera clasificación que propone ese prólogo enu- quisiera tomarse el trabajo de repartir cuentos por casi-
mera argumentos fantásticos: aquellos en los que aparecen llas, comprobaría que alrededor de un tercio del total cabe
fantasmas, viajes por el tiempo, los tres deseos, argumen- en la correspondiente a las acciones. 8
tos con acción que sigue en el infierno, con personaje soña- Y es que la poética que los antólogos por entonces de-
do, con metamorfosis, acciones paralelas que obran por fendían en sus escritos críticos y ensayísticos y mostraban
analogía. tema de la inmortalidad, fantasías· metafísicas, en su obra narrativa tenía. forzosamente que permear la
cuentos y novelas de Kafka, y vampiros y castillos. Como selección de 'los textos; mucho más si se tiene en cuenta
han notado algunos críticos, 7 su.punto más débil es el eclec- que el criterio para formarla fue hedónico. :Borges, desde
ticismo. No obstante, si eso la: viCia como posible instru-· 1932, fecha de aparición de «El arte narrativo yla magia»,
mento para estudiar cuentos fantásticos en general, no abogaba, para la novela y cualquier narración, por una cau-
impide que, con una pequeña modificación, sirva para en- salidad mágica, inherente sólo al texto, .despreocupada de
tender mejor las razones por las que esta Antología perdu- cualquier ilusoria conexión mimética:
ra y sigue irradiando influencias. Argumento, en este caso,
encubre por lo menos tres significados: a) un tipo de acción Una de las variedades del género, la morosa novela
narrativa, que incluye viajes por el tiempo, tres deseos, ac" de caracteres, finge o dispone una concatenación de
ción que sigue en el infierno, acciones páralelas, y meta- motivos que se proponen no diferir .de los del mun-
morfosis; b) tres tipos de personaje, a saber, el fantasma, do real: Su.caso, sin embargo, no es el· común, En
el soñado y el vampiro; y e) tres grupos de temas: la ihmor- ta novela de-continuas vicisitudes, esa motivación
talidad, las fantasías metafísicas y obsesiones del infinito es improcedente, y lo mismo en el relato de breves
(la postergación infmita y la subordinación jerárquica lle- págifias y en la infinita novela espectacular que com-.
vada hasta la alu.cinación, que los antólogos llaman «cuen- pone Hollywood con los plateados ídola. de Joan
tos Y novelas de Kafka>> ). Sin necesidad, entonces. de ir más s Contienen viajes por el .tiempo, además de cuatt;o narraciones
lejos, puede entenderse que esta obra haya alimentado ·el nombradas en el «Prólogo»: «Los ganadores de mañana» (Holloway Horn)
gusto por las buenas tramas y las historias de intriga, por y «La verdad sobre el caso de M. Valdemar» (Poe). Utilizan el motivo de los
los relatos en que importa sobre todo el arte de narrar so- tres deseos: «La .pata de mono» (WW Jacoos), mencionada por los
antólogos, y quizá la «Historj.a de-Abdula, el mendigo ciego» (Las mil y
bre el interés poda psicología de up. personaje o la descrip- una noches). Tratan sobre acciones que c;:ontinúan en el infie¡:no tambien
ción de ambientes. De los tres grupos de «argumentos», el do~ relatos, ambos usados como ejempiós del argumento. identifican los
relativo a las acciones narrativas predQI!lirla.. con cinco ti- antólogos como narraciones con metamorfosis varias no incluidas Y «Ser
polvo» (S. Dabove); además de ésa, contamos con toda seguridad una
7 fábula milesia extraída del Satyrtcon, «El lobo», y dos éásos dudosos:
Cj Rafael Gutiérrez Glrardot: «Literatura fantástica y modernidad
«Los caballos de Abdera» (Lugones) y «¿Quién sabe?» '(Maupassant).
en Hispanoamérica», en Mortfias, 1991, p. 29, .Y Teodosio Fernández:
«Lo real maravilloso de América y la literatura fantástica», tbtd., pp. 37- Hay aos cuentos con acciones paralelas que obran por analogía, y los
38. ' compiladores los idéiítifican. Dieciséis de cincuenta y tres.

12 13
Crawford y que las ciudades releen. Un orden_ muy
elogia, entre otras muchas cosas, la economía y funcionali-
diverso los rige, lúcido y atávico. La primitivaclati-
dad de todos los elementos· o correspondencia entre las
dad de la magia. 9
partes: «En sus nuevos cuentos nada sobra (hi falta), todo
está subordinado a las necesidades del tema f ... ]. No hay
La causalidad mágica era un modo de plantear una ' .
una 1mea,ocwsa.»
12AJ
mismo tiempo aprovecha la oportu-
exigencia a una zona específica de la obra: el nivel sintáctico /
nidad para manifestar su rechazo a varias formas deLmi-
o de las acciones. A él debía subordinarse cualquier otro
metismo·literario («Tal vez algún turista, o algún distraído
aspecto: «Todo episodio ~resumía Borges-, en un cuida?-o"
aborigen, inquiera si este libro es "representativo':».1a ), en
so relato, es de proyección ulterior.» 10 En 1940 volvena a
una curiosa síntesis de tradicionalismo y herencia vanguar-
arremeter contra la novela psicológica o de caracteres, en el dista.
prólogo a La invención de Morel, de Bioy Casares, polemi-
Pero,·además de por el peso de lostextos que privile'"
zando-con Ortega y Gasset, con el mismo ardor con que
gian lasacciohes, hay una tercera razón para explicar la tras-
ridiculizaría luego el afán .costumbrista por el «color local»,
cendencia de esa Antología, y es el haber difundido otro tipo
en «El escritor argentino y la-tradición». Y fue ese mismo
de relato que, en su versión borgeana, ha sido una de las
propósito de prescindir,de todo lo que no fuera esencial a la
aportaciones de la literatura hispanoamericana al género fan-
trama de un cuento el que lo guió para compilar -o, más
tástico. Bioy las denominó fantasías metafisicasylas carac-
exactamente, construir, elaborar, casUnventar,.., junto con
terizó brevemente diciendo que en ellas «lo fantástico está
Bioy, otro libro inolvidable, la antología de Cuentos breves
más que· e~ los hechos, en el razonamiento», 14 en esa pecu~
y extraordinarios, hecha con trozos extraídos, y enlama-
liaridad que consiste en explotar «las posibilidades litera-
yor parte de los casos también traducidos por ellos, de eru-
rias de la metaf'ISica» . 15 La compilación incluye expresamente
ditas obras históricas, de compendios de anticuarios, de
cinco: «Thntalia>>, de Macedonio Femández; un fragmento de
las zonas menos conocidas, más dificilmente literarias Y
Star Maker, de Olaf Stapledon; el sueño de la mariposa y
más fragmentarias de una serie de autores. En esas piez~s
Chuang Tzu, de Herbert Allen Giles; y «Tlón, Uqbar, Orbis
está, afirmaban, «lo esencial de lo narrativo[ ..• ]; lo demas
Tertius», de Borges. Pero entre los numerosos textos no
es episodio ilustrativo, análisis psicológico, feliz o importu-
adscritos a ningún conjunto en ese prólogo, hay al menos
no adorno verbal.» 11
otros ocho que podrían figurru: con derecho entre estas fan-
Bioy, por otro la9-o. dio fe de su adhesión a esta suerte
tasías: «La persecución dell\1aestro» y «Glotonería místi-
de clasicismo borgeano en la nota crítica con que saludó la
ca» -(Alexandra David-Neel), «¿Quién es el rey?» y «Los goces
publicación de Eljardín de senderos que se bifurcan, que
de este mundo» (Léon Bloy), «El pañuelo que se teje solo»
rebasa los propósitos de una reseña corriente. De esta obra
12
9
J. L. ,Borges: «El arte narrativo y la magia», en su libro Dtscuslón, A. 'Bioy Casares: reseña de El jardín de senderos qr.ie se bifurcan,
Madrid, Alianza Editorial, 1983, p. 77. por J. L. Borges, Sur, 1942, núm. 92, p. 62.
13
Ibld., p. 64.
10
Ibtd., p. 78. 14
11 J. L. Borges y A. Bioy Casares: «Nota prelimn~». Cuentos breves A. Bioy Casares: «Prólogo» a .:J.L. Borges, S. Ocampo y A. Bioy
Casares (eds.): op. ctt., p. 13.
y extraordinarios (Antología), Buenos .Nres, ~gal, 1955, p. 9. 15
A. Bioy <;;asares: reseña cit.,. p. 60.

1.4
15
··--------- -_,.~ - -~

(W. W. Skeat). «Peor que el infierno» (Gómez de la Serna), una clase de miedo inásrefinado y difíciL No el que pro-
«La pagoda de Babel>> (Chesterton) y «Sola-y su alma» (Tho- cede, con los tópicos mencionados, de una reacción irra-
mas Bailey Aldrich). En total', trece fantasías, conjeturas, cionalista frente a la ideología de la Ilustración, sino del
juegos o pesadillas metafísicas. tanteo lúdicro de ciertas posibilidades de explicación de
Con ellas, Borges, Ocampo y Bioy abrían, en la lite• los principios primeros o últimos en que se sustenta la
ratura argentina -:pero también más allá-, la tendencia vida del hombre en el universo y que, por tal razón, ya
de lo fantástico-metafísico, 16 de cuya importancia habla deja de ser miedo para éonvertirse en perplejidad, vérti-
el hecho de haber contribuido a modificar ~1 estat:uto de go u horror racionales. Bioy Casares, eri 1940, se refería
lo fantástico en el canon genérico. Pues si hasta una épo- a «El acercamiento a Almotásim», «Pierre Menard, autor
ca tan reciente como el año 1914, en Europa ~n la Amé- del Quijote» y «TlOn, Uqbar, Orbis Tertius» como «ejerci-
riCa Latina es necesario extenderla hasta la década de cios de incesante inteligencia y de imaginación feliz, ca-
1930~, la literatura fantástica se identificaba en. térmi- rentes de languideces, de todo elemento humano, patético
nos generales por una serie de tópicos como las aparicio- o sentimental, y destinados a lectores intelectuales, ·es-
nes horrorosas y sobrenaturales, los vampiros, las tudiosos de filosofía, casi especialistas en literatura». 18
atmósferas góticas, el demo,:tismo, el magnetismo animal, Y aunque en 1965 juzgaba excesivas esas palabras (en
mesmerismo o hipnotismo y los fenómenos parapsicoló- una posdata añadida auna reedición de la Antología), en
gicos, que caracterizan lo que se ha denominado etapas una cosa no le faltaba razón: las fantasías metafísicas no
de premadurez y madurez del género 17 y que pertenecen sólo extraen su material de un discurso tan poco margi-
a las márgenes del conocimiento y la cultura oficiales, a nal a lo largo de la historia como Ja filosofía, .sino que
partir de los decenios de 1940 y 1950 será preciso tomrur presuponen un horizonte de expectativas 19 y un grado de
en cuenta una forma literaria diferente, que juega a hacer competencia literaria20 notablemente más complejos que
los de un lector de textos fantásticos tradicionales.
Por fin, hay una• cuarta razón para interesarse por esa
16
Enrique Luis Revol: «La tradición fantástica en la literatura argentina;., obra y es que ella contiene un esbozo de la primera antolo-
Cuadernos Hispanoamericanos, 1969, núm. 233, p. 426. De su gía fantástica hispanoamericana, aun cuando no se haya
repercusión fuera del Río de la Plata es síntoma el que, si en El arte y la
literaturafantásticos Vax dedicaba poco más de dos páginas al comentario hecho con ese propósito. Como se ha dicho, el criterio de
de «Tion... ,., mencionado como parte de una antología europea, en otra de selección que sigUieron Borges, Ocampo y Bioy fue hedónico
sus obras posteriores ya consagra ~ análisis de ese cuento, como parte de
la antología que venimos comentando, el capítulo correspondiente a «Lo
fantástico metafisico», última de las cuatro categorías que estudia (las 18 A. Bioy Casares: «Prólogo,. ya citado, p. 13.
restantes son: lo fantástico tradicional, lo fantástico interior y lo fantástico 19
Hans Robert Jauss: «Historia de la literatura como provocación a
poético); vid., .Louis Vax: I:art et la littéi'aturejantastiques, 4a. ed., ·Paris, la ciencia literaria;., trad. S. Franco, en Dietrich Rall (comp.): En busca
Presses Universitatres de France, 1974, pp. 117-119 [la. ed., 1960], y del texto. Teoría de la recepción literaria, México, Universidad Nacional
Las obras maestras de la literatura fantástica, trad. J. Aranzadi, Madrid, Autónoma de México, 1993, p. 57.
Thurus, 1981, pp. 177-192 [la. ed . .francesa, 1979]. 20
Jonathan Culler: La poética estructuralista. El estructuralismo,
17 Antoine Fatvre: «Genese d'un genre narratif, le fantastique (essat la lingüística y el estudio de la literatura, trad: C. 'Manzana, Barcelona,
de périodisation)», en La littératurejantastique, 1991, pp. 17 et sqq. Anagrama, 1978, pp. 188-228.

16 17

...
y dio lugar a un conjunto heterogéneo de textos y fragmentos, Antologías generales
de épocas y procedencias diversas, en los que no es dificil
percibir una marcada y comprensible preferencia por1os de A esa an,tología han seguido otras que, con crite.rios disí-
tradición anglosajona. Pero dentro de ese conjunto había tam- miles, a veces no muy claros o simplemente no explícitos han
bién textos escritos originalmente en español, entre los cua- optado también por centrarªe en el género fantástico, ~de­
les los latinoamericanos eran la mayoría. Yes alú donde puede pendientemente de llllli época o región determinadas.
verse lo que en opinión de estos grandes conocedores de lo La inconseguible Antología del cuento extraño (B\le-
fantástico destacaba como digno de ser degustado y compar- nos Aires, 1956 J, que preparó Rodolfo J. Walsh, distribuye
tido: un fragmento de novela de Arturo Cancela y Pilar de en cuatro tomos .cuarenta y nueve textos, de los que casi
Lusarreta, cuentos de María Luisa Bombal, Santiago p~bo­ lll!a tercera parte es de hispanohablantes. De ellos, prácti-
ve, Macedonio Femández, Leopolqo Lugones, de los tres.an- camente la mitad vuelven a ser argentinos (Borges, Lugo-
tólogos (en el caso de Borges, en una ocasión solo, en la otra, nes, Bioy. Bernardo Kordon, José Blanco y S. Ocampo) y
en colaboración con Cecilia Ingeniems) y el enigmático Car- cinco son españoles; sólo cuatro pertenecen a otros países
los Peralta, además de una pieza dramática de Elena Ga:rro. geJ Illundo hispánico: Julio Garmendia (Venezuela), Miguel
Ciertamente es dificil juzgar una selección basaqa en un Angel Asturias (Guatemala), Ricardo Palma (Perú) y Osear
elemento tan subjetivo y personal. No obstante, son posibles Cer~uto (l3oUvia). Ante una, selección como ésta, evidente-
dos observaciones: hay una.omisión significativa, la de Hora- mente no puede 'hablarse de equilibrio -por otra parte no
cío Quiroga, y un predominio casi absoluto de autores argen- buscado-, pero sí de un principio de diversificación.
tinos. Lo primero puede entenderse como una consecuencia La titulada escuetamente Cuentosfantásticos (La Ha-
de la imagen estereotipada de escritor «selvático» que por tanto bana, 1968 ), de Rogelio tlopis, coincide en varios casos con
tiempo ha envuelto al narrador uruguayo, que. obviamente no sus dos p:redecesorél!) rioplatenses, pero entre los nombres
era la más atractiva para los cosmopolitas colaboradores de que añade, de acuerdo con su «carácter ecléctlco»2s -abarca
lareVistaSur-2 1 ydificultaba el acceso a sus varios y valiosos sátiras, Ql.lJ.l!Or negro, divertimentos, fábulas, etc.-, se en-
cuentos fantásticos. Y en cuanto al predominio señalado, no cuentran los uruguayos 'Felisberto Hemández y Mario Bene-
debe extrañar si se recuerda que, también por muchos año~. detti, el mexicano Ju@ Jpsé Arreo,la y cinco cubanos: José
la literatura fantástica en Latinoamérica se escribió con con- Manuel Poveda, José Lezama Lima, Elíseo Diego, José Lore.n-
tinuidad ca8i exclusivamente en la Argentina. 22 zo FUentes y el propio antólogo. ~os c:ompatriotas, como en
las anteriores, sobrepasan én número a los demás latinoa-
n;t~ricaos _Oos argentinos alú incluidos, contra toda previ-
21
Cj. Pablo Rocca: Horacio Quiroga, el escritor y el mito,. Montevideo.
Sion, son solo tres: Borges, Dabove y Lugonés). No obstante,
Ediciones de la Banda Oriental, 1996, p. 50. el exceso se vuelve excusable si se piensa en que signiÍlcaba
7~ Esta peculiaridad ha llamado 'la atención de los críticos. que han otorgar relevancia a representantes de una tendencia poco
ofrecido diversas razones para explicarla; vid., entre otros, el art. cit. de prestigiada -es decir, particularmente poco prestigiada- den-
R Gutiérrez·Girardot, p. 3_3, y Julio.Cortázar: «Notas sobre lo gótico en
el Río de la Plata», Cahiers du Monde Hispanique et Luso-Brési/ien
tro de la literatura nacion_al.
(Caravelle), 1975, núm. 25, p. 15L 23
Rogelio Llopis (ed.): Cuentos fantásticos, .La .Habana, Instituto
del Libro, 1968, p. x.
18 19
El libro de lo insólito (Antología) (Mé~co, 1989), de- de «un entretenimiento personal al que le he dedicado exquf-
bido a Emiliano González y Beatriz Álvarez Klein, no es exac- sitas noches». 26 La iíittoduéción fóinaen cuenta algunos es-
tamente un compendio de cuentos fantásticos; ni siquiera tudios teóricos (Vcix, Caillois, Thdorov), aunque no con excesivo
se limita a cuentos o a narrativa. Pero comparte múltiples rigor, 27 y·revisa algüñas áil.tblbgías similares a la suya, prin-
afinidades con 'el tipo de obra -de que venimos tratanqo. cipalmente la de Borges et al., de la que se reconoce deudora,
Seguramente por su peculiar punto de pártida, sus compi- y la de Italo Calvino, Cuentosfantásticos del xiX.
ladores pueden reivindicar lo mismo nombres fundaiJ1en- Más recientemente, Alberto Manguel ha compilado
tales de la tradición no hispánica, soslayados hasta entonces Aguas negras. Antología del relato fantástico (Madrid,
en nuestras antologías, como los de Arthur Machen y 1999). que, a pesar de la abundante producción latinoame-
Howard P. Lovecraft, que g~neros como la poesía, normru- ricana no argentina, acoge sólo a dos escritores que no per-
mente ausente de los predios fantásticos y airadru,nente tenecen a la literatura de ese país: García Márquez y Quiroga;
~ulsad de ellos por eln1ás célebre de sus teorizadores. 24 los restantes son Borges, Cortázar, Liliana'Heker y Manuel
Entre los escritores latinoamericanos, ya numerosos, pre- Mujica Lainez.
sentes aquí se hallan Quiroga (Uruguay), José María Egu-
ren y Clemente Palma (Perú), Marí_a Enrique~. Guillermo Antol~ías nacionales
Jiménez, Ulalume González de León y Beatriz Alvarez Kle4l
(:Méxi~o), Héctor A. Mu~ena (Argentina) y María Elena Lla- ~fQ, a<_lem<ls de esas antologías internacionales, por
na (Cuba), todos narradores. . llamarlas de alguna forma, se han publicado entre noso-
La Antología de cuentos de misterio y terror (México, tros vari~s dedicadas a divulgar lo mejor (o supuestamen-
1993 ), de llán Stavans, se defme as~ misma como «volumen te) de la ficción fantástica <_le determ.W.adQª p~se y, hasta
multinacional». 25 Y, en efectQ,lo es, aunque con predominio don!l~ s_abemos, dos, consagradas a toda la.región.
notable de los autores británicos. De treinta y ocho escp.tores De las primeras cabe mencionar los Cuentosfantásti-
(y textos, uno por c~da uno de aquéllos, todos hombres, ade- cos argentinos [primera serie] (l3uenps Aires,, 1960 ).. P.e Ni-
más), diez son británicos; cuatro, estadounidenses; cuatro~
mexicanos (entre los cuales figura Stavans); tres, argentinos, 26
Loe. cit.
27
y otros tantos, franceses y españoles; dos, rusos y cios, uru- Considera. «La metamorfosis» de Kafka «eJemplo perfecto de lo que
guayos. Están representados por uno solo: Alemania (curio- Caillois y Todorov llaman. el relato fantástico» (loe. cit.), cuando
Precisamente este último crítico constata; que el relato de Kafka desborda
samente, dada su rica tradición), Brasil, Cuba, Italia, Japón, la mo<:Iq4qad de lo f¡mtástico a qut; ha dedicado su libro; vid. Tz. Todorov:
Portug~ y Nicaragua. Los hispanoamericanos, en total, su- op. cit., pp. 177-184, esp. p. 179, donde se lee: «Si nous abordons ce
man doce. Los criterios de selección fueron el gt!_sto y la breve- récit avec les,catégories élaborées antérieurement. nous voyons qu'll se
distingue fortement des histoires ,(ap.ts~quc; tradi.tionnelles». Por otra
dad; se trata de una «biblioteca personal mínima>>, res~tan parte, es simplemente erróneo presuponer que ambos estudio~
compartan una teoría, entre otras razones porque Todorov rechazó de
manera explícita el enfoque que denominó sustancialista de autores como
V!d. Tz. Todorov: op. cit., cap. 4, pp. 63-67.
24
Caillois (ibid., p. 31) y adoptó un punto de vista diferencial, sistemático,
Ilán Stavans (ed.): Antología de cuentos de misterio y terror, 2a.
2s
de fuerte base en la lingüística saussureana y en la teoría estructuralista
ed., México, Porrúa, .1998, p ..x11. de la literatura (ibid., pp. 24-25).

20
21
colás Cócaro, que en 1977 anc;laba ya pot su duodécima re- a autores, va del mencionado Palma al compilador, conti-
impresión y cuyo éxi,to de público del:}e de haber .moti:vªdo la nuando una ya inveterada costumbre; y la titulada Ciertos
preparaGión de una especie de segundo tomo: Cuentosjan~ yrreales (Lima, ca. 1985), que tiene un prólogo corto e in-
tásticos arg(;!ntinos. Segunda serie. (Buenos .Nres, 1976), cluye once cuentos de Felipe Buendía, José Durand, Luis León
compilado por N. Cócaro y Antonjo S. Serrano ReQ.onnet. Herrera, Manuel Mejía Valeray Julio Ramón Ribeyro, «escri-
Ambas series contie~ estudios introdw;:torios: «La cori~.:P­ tores representativos y éditos, y que además se encuentran
te literaria fantástica en la ¡\rgentina», al frepte de la más en pleno eje,rct<;:io literario». 29
antigua, sÍgue siendo un esbozo histórico de sumfiutilidad, En Cuba, 1968 fue un año pródigo para el géf!ero y el
que identifica elementos fantásticos -con los que desde \uego que marcó el inicio de una etapa de interés tanto de las
se puede o no estar de acuerdo- desde el Santos Vega de editoriales como del público -no así de ~os qít;icos-: 30 apa-
Bartolomé Mitre hasta el Manual de zoología fantástica !"ecte:ron la antología ya comentada y Cuentos cubanos de lo
de Borges, por. lo que llega hasta 195 7; la «Introducción» de la fantástico y lo extraordinario (L~ H¡1b~,a) también de Llo-
segunda, en cambio, incurre en confusiones conceptuales, al pis·y, como aquélla, concebida con un criterio laxo, en oca-
intentar definir su objeto. A principios de la década de 1970, siones identificable con el vasto -y basto- de literatura no
la Editorial Kapelusz dio a conocer dos volúmenes tam}?!én realista. Los textos acogidos pertenecen en su totalidad al
valiosos, pero de carácter más académico: la Antología de siglo xx, lomism() que los d.e los Cuentosfantásticos cuba-
literaturafantástica argentiru:;t. Narradores del siglo XIX (Bue- nos (La Habana, 1979), de José Martínez Matos, y Al!entu-
nos Aires, 1971), de Haydée Flesca, y la de idéntico título, ras tnsólltCl$ .(La Habana, 1988), de Agenor Martí. Este
pero con Narradores del siglo xx (Buenos Aires, 1973), selec.: último libro tiene la singularidad de habers~ integrado con
éiónada, prologada y anotada por Alberto MangueL Es me~­ textos inéditos.
toria la exploración que se lleva a cabo en la primera dentro Y en México, extrañamente, sólo parece haberse edita-
de un área entonces poco antologada y menos estudiada. do una colección nacional: la de Cuentos fantásticos mexi-
La narrativa fantástica peruana cuenta, que sepamos, canos ( 1986), hecha por la también narradora María Elvira
con tres colecciones: el Primer festival de literatura fan- Bermúdez (autoincluida, como era de esperarse). Y es ex-
tástica (Lima, 1959), de Felipe Buendía, en cuyo primer traño porque contrasta con la magnitud y excl~i de la
tomo al menos -único de que hemos dispuestq- se rescata proc;lucciónfantástica del país a pru,;tir del decenio de 1950.
un texto de Clemente Palma («El príncipe alacrán») Y se La selección de Ber~úd es breve y ceñida a textos con-
incluye otro, notable, del pro¡:;¡io Buendía («El baúl»); la temporáneos de Francisco Tario, J. J. Arreola, E. Garro, C.
Antología del cuentofantástico peruano (Linía, ~97) de FUentes, J. E. Pacheco y Amparo Dávila. Su prólogo se apo-
Harry Belevan, que tiene una extensa introducción -repro-
duce su sobrevalorado libro teórico, publicado un año an- 29
Bruno Buenqía Sialer (ed.): Ciertos yrreales, Lima, Perla, ca.
tes,28 y aun agrega un apartado, menos pretencioso, sobre la 1985, p: 9.
narrativa peruana de expresi(m fantástica- y que, en cuanto 30
Arnaldo Thledo, en S\1 tesis doctr~. inédita, «El fantástico en la
narrativa de Eliseo Diego,., Santa CUrra (Cuba), Universidad Ceniral de
2s Harry Belevan: Teoría de lo fantástico. Apuntes p~ra una dinámica Las Villas, 1977, pp. 13-18, reúne y comenta los estudios que conoce
de la literatura de expre!?iónjantástica. Barcelona. Anagrama, 1976. sobre narrativa fantástica publicados en Cuba, y son realmente pocos.

22 23
ya sobre todo en Todorovy ofrece un muestrario provecho- y ya no aparecen tan claramente· insertos en una determina-
so de motivos y algunos procedimientos vinculados con lo da.corriente estética: el comprendido entre 1905 y 1934, al
fantástico en la tradición literaria mexicana. que pertenecen los precursores Lugones, Palma, Quiroga y
Nervo, y Ja edad madura o de auge, que «Se inicia con la
Antologías hispanoamericanas impresión de algunos cuentos de Borges erí la revista Sur»31
El cuentofantástico hispanoamericano en el siglo JdX y _se prolonga por la década de 1940 y las siguientes (el últi,
(México, 1978), de Osear Hahn, no sólo rescata -a veces mo cuento incluido, «Cuando salí P.e La Habana, válgame
con verdadero y encomiable esfuerzo- para la historia de Dios», de J.E. Pacheco, es de un libro de 1972). Maestros d~
ese género en el Continente un corpus de doce textos de la narración fan~tic sop. aquí Borges, Bioy Casares, J. Cor-
autores de cinco países: Juan Montalvo (Ecuador), Juana tázar, C. FUentes, Alejo Carpentier, Juan Rl,llfo yGabriel Gar-
Manuela Gorriti, Miguel Cané, Eduardo L. Holmberg, Eduar- cía Márqye~. entre otros. Estos tres últimos se consideran
do Wilde (Argentina), Eduardo Blanco (Venezuela), José así en virtud del criterio que Hahn adopta para explicar su
María Roa Bárcena (México)· y Rubén Daría (Nicaragua), uso de .fantástico:
sino que los somete a estudios detallados, a lo largo de los
cuales va surgiendo, aun cuando fragmentariamente, algo No puedo terciar aquí en la discusión teórica acerca
taiJ. necesario y poco trabajado como una periodización de de las fronteras que separan al «realismo mágico» de
la narrativa fantástica en nuestras letras. En ese esquema direcciones afmes como la narrativa fantástica pro-
de periodización los relatos son situados dentro de corrien- piamente tal o <<lo real :rwrravilloso» de Carpentier. La
tes estéticas y literarias como el romanticismo, el natura- denominación «literatura fantástica>> tiene ep. esta an-
lismo y el modernismo, y caracterizados de acuerdo con los tología un se11tido.amplio y abarcador, que incluye a
vínculos que mantienen con ellas. las especies antes mencionadas, en el bien entendido
Esa selección se completa, desde el punto de vista cro- -de que en ell,as es altamente significativa la preséncia
nológico, con la también excelente e igualinente poco difun- de sucesos insólitos que cuestio.:J;l.an a los diversos
dida Antología del cuento fantástico hispanoamericano: códigos de lo real. 32
siglo xx (Santiago de Chile, 1990), en la que Hahn recoge
cuarenta y tres textos de veintinuéve narradores: nueve de Criterios de esta edición
Argentina, ocho de México, tres de Perú, tres de Cuba, dos Ahora bien, después de todo esto, cualquiera podría
de Uruguay, dos de Chile, uno de Colombia y uno de Vene• preguntarse si será posible -ya no necesario- ensayar una
zuela. En su caso, es en el prólogo donde se nos da una nueva antología. La respuesta, por lo menos para nosotros,
periodización, en el curso de un recuento histórico apoya- es que sí se puede, obviqmente. La narrativa fantástica en
do, en lo fundamental, en el estudio de motivos y temas América Latina ha recorrido un trayecto lo bastante exten-
como la proyección, el visitante insólito, la falta de límites
entre la vigilia y el sueño y entre lo real y lo imaginario, el
31 Osear Hahn: «Prólogo» a su Antología del cuento fantástico
eterno retorno y otros. Dos son, al paxecer, los p~:.;íoqs que
hispanoamericano: siglo XX, ed. cit. (en nota 1), p. 22.
recorre el cuento fantástico hispanoamericano en.este siglo, 32
Ibid.; p. J5.

24 25
so y rico como para pennitir revisiones periódicas que, como mismo texto. Uno de esos órdenes normalmente se da como
ésta, no sólo visiten nuevamente a sus clásicos, sino tam- equivalente, en terminas artísticos, del mundo real o coti:.
bién anoten nuevos nombres. Hay, además, otra razón para diana. El otro tiene contenidos diversos; con frecuencia funge
hacerla, y es la mis!lla que suponemos se encuentre en el cómo heraldo del' Mal, de la muerte, de lo ignoto, o de zonas
origen de toda obra de este tipo: invitar a compartir el gus- profundas·y temidas del yo, como el. subconsciente. De al-
to por textos en los que el componente lúdicro es elevado, gún modo, suele ponernos frente a una lógica «Otra>~. diver~
puesto que los cuentos fantásticos siempre producen un gente y perturbadora deJ mundo ~<real». La perturbación que
efecto -forman parte innegable de la larga y degustable tra- introduce puede.ser sentida como efecto amenazador, terri-
dición organizada bajo el nombre de estética del efecto-, 33 y ble. pero también, más vagamente, inquietante, angustioso,
a él se somete el lector voluntariamente, eón la conciencia extraño, ominoso,35 o meramente melancólico, pero siempre
de que es ante todo un efecto estético, como ha insistido en problemático, por d protagonista o por el narrador-protago-
recordarlo Louis Vax. - nista o por elnarrador-testlgo.; e_:v fm, por alguna entidad texc
Para integrar esta antología hemos seguido varios ci}te- tual (y;:l se· sabe que muy a· menudo los relatos f@tásticos
rios que trataremos de resumir. Empezando por su título, están narrados en primera persona o por un testigo, y que se
hemos preferido hablar de relatos, más que de cuentos, para vmen de recursos como la narración enmarcadCI. para acabar
evitar entrar en engorrosas definiciones, nunca del todo cla- cediendo la palabr:a a quien experimentó el suceso). La forma
ras o compartibles, acerca dé los límites entre las varias for- de producirse el conflicto, choque,;fricción o transgresión, o
mas de la narración breve 'en la literatura escrita·en español. de ponerse de manifie_sto la contraposición entre los órdenes
Fantástico aquí, además, tiene que significar algo muy concre-
to, si 'no se quiere naufragar en el mare mágrium, no menos
literatura fantástica: función de los códigos socioculturales en la
peligroso, de las teorías y elucubraciones que desde hace más constitución de un género» (Texto/éontexto- en la literatura lbero-
de un siglo se vienen proponiendo para dilucidar este hijo am(;?ri~n. Memoria del XIX Congreso (Pittsburg, .27 de mg.yo-1 de
maldito del romanticismo, la insatisfacción y la duda. junio de 1979), Madrid, Instituto Internacional de Literatura
Iberoamericana, 1981, pp. 11-19); no compartimos, en cambio, su
Hemos, pues, seleccionado -apoyándonos en puntos derivación hacia lo maravilloso, ya perceptible en ·er segundo, pero verificada
principales en las teorías, no contradictorias entre sí, de totahftenté en ~El género fantástico entre los códigos y los contextos»
Ana María Barrenechea y de Rosalba Campra-34 narracio- (Morillas, 1991, pp. 75-8p. De R. Campra nos parece particularmente
nes en las que se observan dos órdenes, causalidades, lógi- útil «ll fantastico: una isotopia della trasgressione» (Strumenti Critlci,
15 [198Ti: pp. 199-231), que, al tiempo que toma en cuenta el estudio
cas o «legalidades» coexistentes y contrapuestos dentrp del de Todorov y constituye una aportación original, también asimila
elementos de. la teoría de Barrehechea.
33
35
Para la descripción de estos dos últimos términos (que a menudo
Harald Weinrich: «Para una historia literaria del lector», en Dietrich traducen lo Unheimliche de la tradición alemana), puede verse Emst
Rall (comp.), op. clt:, p. 201.
34 Jentsch: «Sulla psicologia dell'Unhelmliche», trad. G. Goggi, en Ceserani-
De A. M. Barrenechea hemos preferido la visión de lo fantástico Lugnani-Sdrranb, 1983, pp. 399-410, y Slgmund Freud, «Lo ominoso»,
expuesta en dos artículos escritos como respuesta a, y en forma de en Obras· completas, ordenamiento, comentarios y notas de James
provechoso diálogo con, Todorov: «Ensayo de una tipología de la literatura Strachey con la colaboración de Amia Freud, asistidos por Al1x Strachey
fantástica (A propósito de la literatura hispanoamericána)» (Revista y Alan 1)'son, trad. J. L. Etcheverry, 2a. ed., Buenos Aires, Amorrortu,
Iberoamericana, 38 [ 1972], pp. 391-403). y, parcialmente, en «La 1997, t. 17, pp. 217-251.

26
27
ya de la tradicional irrupción rápida y violenta, del desgarra- A diferencia del criterio seguido en la mayor parte de
miento o intrusión, al más leve y fugaz avizoramiento de la las antologías de ~ste tipo que conocemos, en ésta. no se in-
alteridad. cluyen como fantásticos textos pertenecientes ni al reli_smo
El hecho de que, fmalmente, haya o no una explicación mágico, ni a lo real mar_avilloso, ni. a la literatura del absur-
deLsuceso no ha contado mucho al determinar una inclu- ª
do, ni al surrealismo, ni a la literatura policial, ni l<;~. de
sión, aunque reconocemos -y ya esto es cuestión de gusto- ficción.científica, por el solo hecho_ de ser exponentes .de esas
que con no poca frecuencia los mejores relatos fantásticos formas literarias, tendencias, corrientes o como qu_iera lla-
prefieren dejarnos en la perplejidad. Tampoco hemos tenido márselas. Eso debe explicar algunas ausencias que muchos
en cuenta de modo particular la presencia de una estructura lectores seguramente extrañarán. Ya sin esas ~rmas litera-
específica, en el encadenamiento de las etapas de la acción rias ha sido arduo. poner lítnite _a la .selección. Y, por ot:I:o
narrativa, que algunos estudiosos han propuesto como ca- lado, cr.eemos que:sería saludable poner coto ""-0 no pern:litir
racterística del texto fantástico: la estructura gradual ascen- que se prolongara aquí-la moda_ de nombrar fantástico, in-
dente que culmina en la intrusión o aparición. 36 Puesto que discriminadamente, todo aquello que.apele a la fantasía o la
no consideramos la intrusión como única forma posible de hipérbole, o que utilice técnicas narrativas deJragmentación
ocurrir lo f!lltástico, no podemos aceptar como única una de tiempo-o espacio, o-que simplemente se aparte de modo
estructura que, por otra parte, está presente en innumera'- radical-del.realismo imperante en la literatura latinoameri-
bles narraciones no fantásticas. No creemos que la cátegotía cana hasta hace unas décadas._Al fm y al cabo, para ser una
estética de lo fantástico, cuando cristaliza en un género, pue'- moda es ya un poco anticuada o al menos no original; cuan-
da identificarse ni por medio de uno solo de los rasgos que do el términojantastique·se.introdujo en la crítica y la litera•
acapamos de mencionar como pertinentes en esta añtología tura francesas, alrededor de 1~30,. también se aplicó a todo
ni con auxilio sólo de los temas que corrientemente se pro, cuanto fuera o pareciera romántico e imaginativo y a cuanto
ponen como fantásticos. En general, no hay temas fantásti- libro o cuento mostrara el rechazo de la nueva generación
cos per se, como no hay narraciones sin conflicto en algún hacia el neoclasicismo del gran siglo.
nivel, aun cuando se encuentre muy velado. El Diablo, su- Dado el afán dual de reunir un corpus que fuera lo
puestamente, es un tema fantástico; pero ninguna versión más representativo·posiOle de la calidad que tiene el género
del Fausto se convierte en fantástica de manera automática en nuestro Continente -puesto que la excelencia de los tex-
porque él esté presente, ~pued asegurarse que, pot ejem- tos ha Sido otro de los principales criterios de selección en
plo, la huella sulfurosa que él deja e11 el Santos Vega de todos los casos.. desde 'luego considerada históricamente-,
Rafael Obligado vuelva esta obra fantástica, como a veces se y de, al mismo tiempo, abarcar en su mayor amplitud a los
ha querido. autores que lo han cultivado o a~tulmen, lo cultivan, op-
36
tamos por incluir solamente un relato de cada autor. Los
Aunque-Peter Penzoldt: The Supernatural in Fiction, London, Peter textos se ordenan cronológicamente, de acuerdo con la pri-
Nevill, 1952, pp. 15-28 propuso ese rasgo como propio sólo de !aghost
story, fue Tz. Todorov: op. cit., pp. 91-96 quien, al rechazarlo, lo supuso mera fecha de publicaCión conocida ('y, en los casos en que
aplicado por Penzoldt a toda narración fantástica. A partir de entonces ha sido imposible obtener esa fecha aunque ~ea citando
se ha seguido atribuyendo erróneamente esa generalización a Penzoldt. fuentes fiables, nos hemos atenido a üi Primera edición en
28 29
libro) .. Cada-relato está precedido de una breve presenta- Universidad de Harvard; Amaury Carbón, de la Universi-
ción donde se consigna ese dato y además se añade un co- dad de La Habana; Zaida Capote, del Instituto de Literatu-
mentario sucinto de carácter· crítico, más información ra y Lingüística de la Academia de Ciencias de Cuba; Eduar-
bibliográfica del autor, casi siempre en tanto que autor·fan- do Heras, Alfredo Alonso, Caridad Tamayo, Gilda María
tástico. Fernández, José Camilo López, Lissette Galván y Modesto
Al cabo de casi sesenta años de venir apareciendo anto- Milanés, de la Casa de las Américas; Alejandro Cánovas, de
logías fantásticas en América Latina -huelga aclarar que no la Fundación Alejo Carpentier; Armando Chávez, de Prensa
nos hemos auxiliado sólo de este tipo de obra-, es menos Latina; y Jesús Jambrina, de la revista Revolución y Cultu-
dificil intentar ofrecer .un conjunto geográficamente bálancea- ra agradecemos el haber facilitado, sugerido~ ayudado a
do de textos. Aquí se ha ihtentado. Sólo que, colocados en una localizar en bibliotecas libros que han sido útiles puntos
escala jerárquica los tres·prtncipales criterios -pertenencia a de referencia para esta antología. Igualmente dejamos cons-
lo fantástico, en los términos expuestos, excelencia literaria y tancia de nuestra gratitud a los editores y autores que ama-
procedencia geográfica-, éste ha sido el último. blemente han dado los permisos para reproducir las obras.
Por otra parte, y pensando no sólo en quien se acerca
a esta obra.para disfrutar de sus textos, .sino también en JOSÉ MIGUEL SARD!ÑAS
ANA MARÍA MORALES
quienes pudieran estar interesados en conocer· o profundic Marzo de 2000
zar en los estudios de teoría, historia y crítica de lofantás"
tico, ofrecemos una bibliografía breve (a pesar de su
extensión), centrada sobre todo en los estudios latinoame-
ricanos y, en la medida de lo posible y de lo razonable, tam-
bién en los autores y en los cuentos seleccionados.

Agradecimientos
Finalmente, en el curso de las indagaciones que nos
llevaron a concluir este libro recibimos apoyo de varios co-
legas, escritores, editores y amigos, así como sugerencias
de todo el que recordaba algún cuento que pensaba podría
servirnos, y es un placer reconocerlo. Agraqecemos a Luisa
Campuzano y a Jorge Fornet e,lpaber acogido .y promovido
con entusiasn10 la idea, desde la Dirección del <;:~ntro de
Investigaciones Literarias de la Casa de las Américas, y sus
recomendaciones, libros y datos (Luisa Campuzano aportó
informaciones puntuales sobre las crónicas de viaje de·
Gertrudis Gómez de Avellaneda). A Esther Whitfeld, de l.a

30 31
La ondina del lágo azu.l
Recuerdo de mi última. excursión
por los Pirineos

GERTRUDIS GÓMEZ DE AVELLANEDA


(Cuba, 1814-i873)
·w

<<La ondina del lago azul» es una de las tradiciones que Gertrudis
Gómez de Avellaneda recogió durante una excursión veraniega que hizo
a los Pirineos españoles y franceses y que, tras su inmediato regreso a
Cuba, dio a la imprenta con el resto de las anotaciones, bajo el título
general de «Mi última excursión por los Pirineos». Este relato de viaje
apareció en el Diario de la Marina, de La Habana, en publicación dis-
contiu~, entre el 19 de junio y el 28 de julio de 1860, inserto en forma
de folletín, y precedido de la carta con que la autora solicitó su publica-
ción.1
Fruto del interés romántico por las formas literarias surgtdas del 1
pueblo, esta leyenda muestra acusados rasgos maravillosos, asocia-
dos a la presencia feérica. Mas la·incerlidumbre en que, al final, sume a Era el año de 1859, y tocaba a su término la temporáda
su J?rotagonista la aparición de una hermosa dama en París1 acerca de veraniega -que habíamos pasado en los Pirineos franceses-
la naturaleza del ser con quien quiso tener afuórés, y elladó terrible de
lo maravilloso (que Arthur Machen explotaría luego con tanta habilidad por lo cuhl aprovechábamos con avidez los serenos días que
en relatos como «La pirámide de fuego») permiten rescatarla como un aún restaban de la buena estación, para proseguir nuestras
temprano Yvalioso antecedente de la narrativa fantástica de Hispano- agradables excursiones portan pintoresco país.
américa Habíamos visitado recientemente a Gabarnie, sin in-
La historia, por q1;ra p@t~. ~1:?Jare.Q"fcióq p_el~antiquísmo tema del timidarnos ante los angostos desfiladeros; las sendas ser-
amor imposible entr.p¡:d~ y mortales.
Algunas de las obras de la Avellaneda son: Sab ( 1841), Espato lino
penteando por flancos de la cordillera, suspendidos sobre
( 1844), Guatimozín, último emperador de Méjico ( 1846), Saúl ( 1849), abismos; las bóvedas de monstruosos peñascos que -so-
Dolores ( 1851 ), Baltasar ( 1858). cavados por la Gave Bearnesa- parece que amenazan des-
plomarse; los vericuetos glaciales, donde no se halla un
árbol que susurre, ni un pájaro que píe, ni un insecto que
se 1\l!~va ... y de todas .las penalidades del molestq viaje
nos compensarog ampliamente las impresiones sentidas
a vista de la bellísima casca<;la,de Gédre -derrumbando a
nuestras planJal;l las perlas y los diª-Inantes de sus inex-
haustas corrientes_-; y la del C¡ios, desordenado agrupa-
miento de enormes masas de granito, que pudiera creerse
fueron hacinadas al~ por brazos de los Titanes para la
audaz empresa de escalar el cielo; y de las famosas torres
de Marbor·é, gigantes calcáreos-que ·se pierden en las nú-
bes; y la del indescriptible Circo, .en fin, encerrado en sus
altísimas murallas, con sus torreones y sus almenas
1 -sólo accesibles a los hielos- y de los que saltan, cruzán-
«Nota de la Comisión Editora», en Gertrudis Gómez de Avellaneda:
Obras de la Avellaneda, t. 6, La Habana, Edición Nacional del dose, espumosos y atronadores torrentes de infutitos cam"
Centenario, 1914, nota 1, pp. 46-47. hiantes; obra todo ello de una naturaleza primitiva y

35
,,,

caprichosa, pródiga de maravillas en aquellos lugares agtes- =lQuerréis decirme -repuse- qué misterio ·encierra la
tísimos, sin darles otra voz que la de las cataratas que nos preferencia con que busca este sito~ para un acto que cum~
envolvían entre sus nieblas perdurables. pliría mejor en la iglesia de su-pueblo?
11
Luego -ins14}ados en Bagneres de Bigorre- recorri- -Es un misterio bien singular y doloroso -replicó el
mos sucesivamente sus deliciosos alreqedores, y realizamos cicerone-:- y que·a vos, señora, que me parecéis afecta a todo
atrevidos la fatigante ascensión al Pico del Mediodía; con- lo maravilloso, no podría menos de interesaros en extremo.
1 ,,
templando desde su cima piramidal-en variados términos Pero iah! vhle más no recordar aquí sucesos tap raros como
y perspectivas-los vergeles magníficos de Luz, las ásperas lamentables .
gargantas de Bareges, las colinas del Bearne, los pintores- .Terthinando e~tas palabras, se alejó Lore.nzo para hacer
cos campos del G~ona, y porción de ciudades -que se notar a los compañeros, que me precedían, las bellezas de
presen14n como puntos blanquecinos-, y cadenas de pica- la zafrrea llanura que estaban contemplando.
chos vestidos de deslumbrante pi~ve ... ; pero aún nos faltaba Tan hábil retirada en el instante mismo en que acaba-
conocer otra de las más raras cilriosidádes de aquel.~o ba de excitar hasta lo sumó mi impaciente curiosidad, era
privilegiado. Sí, ?ún no habíamos visto el lago qzul, y ~esol­ un rasgo digno de Dumas o de Soulié: como aprendiz en el
vimol? aqp.ella excursión postrera en co-mpañía de algunos oficio supe apreciarlo desde luego, y concedí a mi hombre el
otros bañistas, que.nos preseQ.taron por cicerone ,al inteli- placer de fastidiarme un rato e_rt ansiosa expectativa; pero
gente Lorenzo, a quien soy deudora de la-extraña historia al cabo logré posesionarm:e de él-aprovechando los instan-
que voy a referir a los benévolos lectores de estas 'd.~aliñ- tes en que mis compañeros se diseminaban por las inme-
das páginas. · · diaciones- y le pedí con instancias que me· refiriese las
desgracias del melancólico anCiano, cuya fisonomía me ha-
11 bía sido tan simpática.
Descendíamos ·de las escarpadas márgenes del 'her- -Sólo por vos -contestó galantemente- pudiera pres-
1 !
moso1ago que parece haber robado ál cielo su más esplén- tarme a traer a la memoria en estos sitios, hechos capaces
dido manto, en el momento de subir por ellas -lentáriíeiité de volver a uno ioco. Lo haré, pqrque comprendo no sois
1' y apoyado eh grueso báculo- un anciano de aspecto noble y persona que indague las cosas por mera ·curiosidad, sino
triste, ·a quien noté saludaba nuestro guía con emoción cae porque se interesa por cuanto e~ patético y extraordinario.
tiñosa, Ahora bien, sentémonos, si os place, a la orilla de este lago
! ,, -lConocéis a· ese hombre? -le pregunté, movida por -que representa gran papel en el drama de que voy a ocu-
cierto instinto que me hacía adivinar en aquel viejo, de pálic parme-, y tened la bondad de prestarme atención durante
da y grave frente, algún infortunio extraordinario. algunqs minutos.
-Sí, señora -respondió Lorenzü-'. ¿Quién no ha visto Hice lo que me pedía, y él dijo con visible enterneci-
muchas veces al pobre tío Santiago mezclar· sus lágrimas miento, que me pareció contagioso:
con las azuladas ondas dellago?'Mientras viva no·dejará de «Al tío Santiago se le murieron tres hijos en menos
caprichósa, pródiga de maravillas en aquellos lugares agres- ~Queréis decirme -repuse- qué misterio·encierra la
tísimos, sin darles otra voz que la de las cataratas que nos preferencia con que busca este·sitio, ·para un acto que cum-
envolvían entre sus nieblas perdurables. pliríamejor en la iglesia de su pueblo?
Luego -instalados en Bagneres de Bigorre- recorri- -Es UI1 misterio bien singular y doloroso -replicó el
mos sucesivamente sus deliciosos alrededores, y realizamps cicerone-y que a vos,.señora, que me parecéis afecta a todo
atrevidos la fatigante ascensión al Pico del Mediodía; con~· lo maravilloso, no pódría menos de interesaros en extremo.
templando desde su cima piramidal-en variados términos Pero iah! vale más no recordar aquí sucesos tan raros como
y perspectivas-los vergeles magníficos de Luz, las áspera~
lamentables.
gargantas de Bareges, las colinas del Bearne, los pintores- Terminando estas palabras, se alejó Lorenzo para hacer
cos campos del Garona, y porción de ciudades -que se
notar a los compañeros, que me precedían, las bellezas de
presentan como puntos blanquecinos-, y cadenas de pica-
la zafítea llanura que estaban contemplando.
chos vestidos de deslumbrante nieve ... ; pero aún nos faltaba
Tan hábil retirada en el ihstante mismo en que acabá-
conocer otra de las más raras curiosdae~ <;le aquel ~ueÍó
ba de excitar hasta lo sumo mi impaciente curiosidad, era
privilegiado. Sí, aún no habíarp9s visto el lago aZul, y r:esol-
un rasgo digno de Dumas ó de Soulié: como aprendiz en el
vimos aquella excurs)ón postrera en compañía de algunos
otros bqñistas, que nos presentaron por cieron~ al inteli, oficio supe apreciarlo desde luego, y concedí a mi hombre el
gente Lorenzo, a quien soy deudq;rade la extraña historia placer de fastidiarme un rato en ansiosá expectativa; pero
que voy a referir a los qenévolos lectores de estas desaliña- al cábo logré posesionarme de él-aprovechando los instan-
das págirHJ,S. "· tes e'u que mis compañeros se diseminaban por las inme-
diaciones- y le pedí con instanciás que me refiriese las
11 desgraéias del melanCólico anciano, cuya fisonomía me ha-
bía sido tan siíripática. .
DescendÍamos de las escarpadas márgenes del her- -Sólo por vos -contestó galántemente- pudiera pres-
moso lago que parece haber robado al cielo su más esplén- tarme a traer a la memoria en estos sitios, hechos capaces
dido manto, én el momento de subir por ellas ..::[entamente de volver a uno loco. Lo haré, porque comprendo no sois
y apoyado en grueso báculo- un anciano de aspecbnoble y persona que indague las cosas por mera curiosidad, sino
triste, a quien noté saludaba nuestro guía con emoción cá- porque se interesa por cuanto es patético y exttaorqinario.
rtñosa. Ahora bien, sentémonos, si os place, á la orilla de este lago
-lConocéis a ese hombre? ~le pregunté, movida por -que representa gran papel en el dr~a de que voy a ocu-
cierto instinto que me hacía adivinar en aquel Viejo, de páli- parme-, y tened la bondad P.e _prestarme atención durante
da y grave frente, algún infortunio extraordinario. algunqs minutos. . .
.,.Sí, señora -respondió Lorenzo-. lQuién no ha visto Hice lo que me pedía, y él dijo con visible enterneci-
muchas veces ~ pobre tío Santiago mezclar sus lágrimas miento, que me pareció contagioso:
con las azuládas ondas del lago? Mientras viva no dejará de «Al tío Santiago se le murieron tres hijos en menos
venir un solo día a rezar por el alma_ de su hijo ·en estas de dos años, no le quedó al pobre otro ser a quien amar
márgenes solitarias.
que su chiquitín Gabriei. cuya v~nid_a al mundo le costó ra
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Vida de su·esposa. Gabriel fue, portanto', querido y mima-
do -con extremo, lo cual -en verdad- nos parecía a todos que para todo habría tiempo; que, el c~io er_a delic~o de
cosa naturalísima; porque al niño podía tomársele.por un complexión y necesitaba por algunos anos m~ los rur:s de
seraf'm, según era de hermoso. la tierra. _Mientras tanto,. se desarrollaba mas y mas en
»Gozaba Santiago de bastantes comodid{ldes, y hasta Gabriel-a medida que avanzaba eQ. la juventud- un carác-
de cierto lujo, pues ningún labrador de s_u pueblo -que es ter melancólico y raro.
de los más bonitos del valle de Lesponne- podía jactarse de »No creáis que se Viesen en él las inclinaciop.es pro-
más rico que él; gracias a su constante laboriosidad,_y a la pias de su ed¡;¡_<_i. Aunque no había en el pueblo doncella que
economía de su difunta, _que no tuvo igtlal_ en c.uanto a ha- no lo mirase con buenos ojos, jamás hizo el menor caso de
cendosa y mujer de gobierno. ninguna; como tampoco q¡anifestó disposición para trabar
»Viéndose, pues, el pªP,r~ con sobrados medios, se le ~istade m
con los mancebos, hacerse partícipe de sus
metió en la cabeza qarl~ al hijo una educa~i,.ón f~a. y no diversÍ~n, ~l único placer del hijo de Santia,go era v:agar
hubo modo ge apartarle de aquella ~dea, que todos -hasta día y noche por esas montañas, llevando por toda camp~
yo que aún no tenía pelo d~ barba- todosJ. repito, qmcep- ñía algún libro de versos o cosa semejante, y su flauta inse-
tuamos desacertada,. parable; que no pocas veces oía yo resonar en la espesura
»En fll!, cumplió su gusto, puf:!s Gabriel a los diez y de algún bosque o en las orillas de este la,go, cuando pasa-
ocho años era la maravilla del_ pueblo por las much~s cosas ba con mi mulo cargado de leña para la casa de su padre, a
que sabía; sobresaliendo principalmente ep. las habilida- quien ayudaba ~n, sus faenas, siendo bien agradecido Yre~
des de tocar la flauta y componer versq~. que él mismo po- compensado, pues -segfu:l indiqué antes- Gabriel. p,o le ser-
nía en m,úsica y solía cantar <;on· admirable primor. ~ra vía para nada.
también muy dado a leer libros, no sólo los escritos en nues, »En el momento en que llegaban a }llis oídos los sones
_t:ra lengua, sino hasta los que venían de Alemania. y otras de la flauta, me deteroa involuntariamente para escucharlos
tierras extrañas; pues los entendía todos, y nos recitaba más tiempo, y tales eran dulces y amorosos, que spl(a algu-
luego en francés interesantes cuentos que contenían, na- na lágriW,ª humedecer mis párpados, sintiéndome el cora-
rrando los hechos con tal gracia y facilidad que nos embo- zón como si quisiera venírseme a los labios para responder
bábamos oyéndole. con, suspiros a las cosas tier).Í~;>mas que me revelaban éJ.que-
»Añádase a lo dicho J~ singular belleza de su. figura, llas melodías. iOh, señora! No pensé~ que exagero; la flauta
la elegancia de sus modales, el ésmero con que sabía ves- de Gabriel ~o era U1). instrumento cómo otros de su clase: él
tirse -:hasta en los días de trab~jo- y ya comprenderéis, hablaba por medio de ella todo cuanto quería, y aun creo que
mi querida señora, que aquel muchacho debía halrs~ decía muchas veces más de lo que alc1WZaba a comprender.
entre estas montañas como fuera de su cenqo. Así)o con- Aquella flauta lloraba, gemía, cantaba, expresaba ardientes
sideramos en el pueblo, diciéndole con razón a Santiago de~os, respondía a secretos pensrunientos, articula,ba mis-
que lo mejor sería mandarlo ~una gran ciudad, doD.de se teriosas promesas, y hacía nacer de súbito dulces, aunque
proporcionara carrera adaptada a la educación que le ha- indeterminadas esperanzas.
bía dado; pero el viejo no quería por cuantp hay en el mun- »En una ocasión me atra,jeron tan poderosamente
do desprenderse de su Benjamín, y contestaba siempre los admirables sonidos del instrumento armónico, que
sin darme cuenta de eilo me fui apartando del camino y
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~escnd!o el ribazo, hasta encontrarme al frente del misteriosas que no _pueden seros conocidas. En buen hora
JOVen musico, en este miswo sitio en que ahora nos halla- guárdate -si llega a falt:M mi· padre- esos biellJ!s que le ayu-
mo~. Tan embelesado estaba él con los primores que pro- das a conservw y a acrecer, y que Y9 ~ólo -estimo por ,la& GP-
duela su soplo, como yo lo estaba escuchándole; pero luego modidades que le proporcionan en su cans~<;J. vejez; pero
que se apartaron los aires de las últimas notas dela flauta déjame mi libertad selvática, déjame mi independencia vaga-
-c?~undiás con los suaves suspiros de la brisa- me en- bunda, seguro de-que e,llas son mis verdaderos-tesoros, y de
tro Cierta especie de vergüenza del poderío que ejercía en mi que con nada me probarás mejor tu amistad que con no mez-
alma con su música aquel muchacho holgazán, y -p~nié­ clarte en mi destino.
dome de mal humor- me acerqué a él con un tanto de aspé- »-Seca es tu contestación, y hasta dur.a -repuse yo
reza, Y le dije -sacándole del arrobamiento en que parecía un poco lastimaqo-, mas no se dirá-que por respetos a mi
querer perseguir todavía, por entre los murmurios de las amor propio retrocedo e1;1 el terreno a que me ha traído un
ondas del lago, las ya extinguidas vibraciones de su flauta sentimiento más noble. Te llevo siete años largos, soy qeu-
armoniosa: dor a tu familia de beneficios que no olvidaré nunca, y
»-:ienes_ admirable habilidad, Gabriel amigo; pero estas circunstancias me_ obligan a aconsejarte según mi
pasan di~s Y días sin que pienses en otra cosa que en corre- leal entender y escaso saber. No olvido que eres un mozo
tear Y taner la flauta, dejando a tu pobre padre solo y sin ilustrado y que yo carezco de esa ventaja: también confie-
ayuda en las faenas de su hacienda. No lo digo porque me so que Dios se ha servido darte un talento que supera
p~se suplir t~ falta; antes bien prescindo de mi propio in te- naturalmente al mío; pero todo lo que me falta puede ser
res -que sena el de hacerme necesario a Santiago- porque compensado por el buen deseo que lile anima, y los ojos
nada deseo tanto como ver contento al excelente anciano y desapasionados eón que miro tus acciones; IIl!entras que
a ti portándote según corresponde a un buen hljo cu'al ·y tu ingenio y tu instrucción no bastan, en mi concepto, a
hombre de provecho. suplir por la experiencia de que careces, ni levantan tu
»Gabriel levantó la cabeza, me miró fijamente un ins- propio juicio para ver desde su verdadero punto y estimar
tan~e. con expresión distraída, y concluyó por rogarme que le imparcialmente la conducta que estás observando, con gran
repitiese cuanto había dicho, pues confesaba no haberme daño del sosiego presente de tu padre y de tu misma felici-
entdi~o. Hice lo que pedía, añadiéndole algunas reflexio- dad venidera. ¿gué es lo que ganas -dímelo por tu vida-
nes, a rm parecer oportunas, y él mostró esta vez escuchar- con pasar horas tras horas en la soledad de estos mon-
m~ con a:ención y sin ningún asomo de disgusto. Terminado tes? Por deliciosas que sean las ármonías que sabes arran-
mi sermon, me dijo con, tono melancólico: car de tu nauta, ¿no te cansarán al cabo abusando de ese
».-Gracias Lore~z; gracias por el interés que te tomas placer? ¿puedes hallarte mejor solo con tu música y tus
por .rm padre Y por mi; pero ten entendido que no creo 'faltar libros, que en la grata compañía de tu padre, tus amigos
a mi~ deberes s~guiendo mis inocentes inclinaciones, ni doy y las muchachas más lindas del lugar, que todas aspiran
gran ~porcia a los adelantos de mi hacienda. ¿Para qué a agradarte, y entre las que hay algunas que son muy
necesito las nquezas? Yo vivo en un mundo que no es el dignas de fijar tu atención el día que resuelvas escoger
vuestro, Y saco mis alegrías, comq mis dolores, de fuentes una esposa? Si las riquezas te son indiferentes; si no
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abrigas afición artrabqjo -aunque todo hombre·debe con-
siderarlo un deber- ten al menos el gusto que es natural en »-Ignoro si.mi educación ha sido causá, o. sólo auxi~
tratar con tus semejantes, y no te condenes -afligiéndonos liar, de este sentimiento profundo que me aleja del cír_culo
con tal capricho- a pasar aislado y triste los años más flo- en que debiera vivir: Algunas v~ces creo que aun cuando
ridos de tu vida. me hallara en la ciudad más ilustrada de. Europa, entre
»...::Escucha, amigo -dijo suspirando eljoveh luego que los ingenios más sublimes, tendría -,como tengo entre los
esto me oyó-, siéntate y atiéndeme un momento, para que· rústicos habitantes de nuestras montañas- este instinto
no vuelvas a atormentarme con reconveJ1-ciones·inútiles. de aislamiento, esta aspiración a otro mundo mejor, que
»Me senté a su lado, y el añadió: me haría despreciar los placeres, las. pompas y hasta los
»-Tienes rázón, según el mundo, en juzgarme extrava- goces in:telectuales de las grandes sociedades; lo mis~o
gante. Cuanto acaba.S de decir está arreglado a la prudencia que desprecio ahora la sencillez, la paz y los goces domes-
humana y a las exigencias sociales. Más aún: veo en ello una ticos que me ofrece el estrecho -pero apcibl~-' ám~ito de
prueba de tu sincero afecto, y declaro complacido que me obli- la Vida campestre. Sea de ello lo que fuere, am¡go Lorenzo,
gas a quererte desde hoy y a apreciarte, como ho qUien;> ni te aseguro de verás que no ambiciono, no deseo nada de
estimo a niiigún otro hombre, si se exceptúa a nli'padre. Por cuanto .la tierra pudiera ofrecerme; porque hay en mi alma
eso voy a expresarme a tu presencia con el corazón abierto; necesidades misteriosas, cuya satisfacción logro entrever
por eso te permitiré entrever esta vida íntimq de mi alma, que únicamente aigunas veces en los éxtasis inefables de .mis
no puede avenirse con la Vida común de los seres que me ro- ensueftos ·solitarios. Solitarios he diCho, pero no es cierto:
dean: después de vislumbrarla, estoy segwo de que no volve- jamás estoy ):llenos solo que cuando ninguna criatura hu-
rás a exigirme el infiuctuoso sacrificio de ir a respirar en aquella mana respira cerca de mí. Entonces todo se puebla a los
atmósfera en que no puede viVir mi cuerpo sino matando a mi ojos de mi inente qe seres benéficos y bellos, con _los que
e~?píritu. me comu,nico por medió de inexplicables armomas. En-
tonces viene -púdica y amorosa- a identificarse con mi
111 espíritu, la mujer ideal de mis ardientes aspiraciones, ante
la que quedarían oscurecidas las más perfectas beldades
»Hablando así, Gabriel-con un abandono lleno de de la tierra.
gracia que no le había visto hasta e11-tonces- apoyó sus · »Yo la veo en los risuefi.os álbores de la aurora, como en
dos brazos sobre mis rodillas, y en sus blancas y delica- los tristes crepúsculos de la tarde; a la desl~brao clari-
das m~os su barba de suaves co~trns, cubierta -como dad del astro del día, .como a los destellos apacibles de la luna
su labio superior- por un vello todavía sedoso; y dejando argentada. Tan pronto es ia sílfide aérea que P..flce ondear su
vagar sus miradas con expresión que fue haciéndose más vaporoso wanto entre las nubes que coronan los montes; .tarJ.
y más extraordinaria, pronunció estas palabras que creo pronto la driadajuguetpna triscando por la esmaltaqa prad:-
haber conservado fielmente, pues el cjelo me concedió ra o la sombra q~ sus queridos .bosque~; Q bien -con mas
felicísima memoria: frecuencia aún-la pálida y me_lqt,1cólica ondina, dejando S\.lS
palci~s de líqUido zaf\ro para sonreírme cru:iñol?a en esta
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orilla escarpada, oculta entre.lo·s arbustos b , .
riega cada día con su bella d , alSanJ,Icos que taba loco, o si-debía yo creerme solemnísiiilo bruto·, por no
. · urna e nacar.· haber ni a~n sospechado hasta entonces la existencia de
>>-JOh, Lorenzo! Los que d .
no han recibido de la nah·-al· por su esgracia, o su dicha, aquellos hermosos seres sobrehumanos, que le prestaban
LLU. eza una orO"ant . , d
ta como la que en suerte me ha e e:· zacwn e.artis- compañía.
estos campos sino árbol b abido, los que no ven en »Verdad es que cuando niño me contaba mi madre
es, yer as aguas n· , cuentos de hadas y de duendes, que ·me hacían morir de
comprender los misterios de la e . ' ' unca podran
plicarles con ellengua,ie h XIstencia mía. ¿cómo ex• miedo; pero después que me sentí hombre sólo a risa me
en esos susurros de las" m.. umano
'bl
el
..
sentido que d escQbro provoca.ban; tratando como invenciones de la ignorancia
· . OVI es ramas
d e las corrientes sonoras esas . , esos murmurios cuanto solían qecirme respecto a este y otros sitios, en que
los aires? ¿co'mo inici 1 , . .. mil voces de la tierra y de -según el vulgo-, aparecían de vez en cuando ondinas que
· ·. ar os en el , ti ...
ces intelectuales en este mundo m mo secreto d~ mis go- extraviaban y hacían mal de ojo a los pastores galanes, a
estos seres que me acari . .. de mi predileccion, entre fm de que no se enamorasen de ellos las muchachas boni-
hablan de amor en cad Clan edn cada rayo de luz¡ que me tas de las poblaciones del valle.
. a eco e la vida ·
todas partes palpita? . · Inmensa que por »Pasado apenas mi primer estupor, quise a todo tran-
» iAhl. ce salir de dudas, y levantándome prontamente sin decir
- · mol no quieras quitár
volverme en el frío positivi melos; no quieras en- palabra a Gabriel -que parecía no haberse apercibido de
, smo, que secaría mi alm D,. nada-, corrí a registrar la maleza, arbusto por arbusto 'y
me aqui
. con mis ensuenos,
- con a. eJa-
delirios D '· ·. · mis 1·1 u.s iones, con mis rama por rama; pero no pude encontrar; con toda mi dili-
.. . eJame con la compañer d .
tada, con mi rubia ondina de n a . e mi sol~da.enc- gencia, ni una sombra de figura humana o sobrehumana.
de cielo, que hace un mom t acarado senos ojos color Recorrí con la vista las· márgenes del lago y todo. aquel con-
l~cho de espumas los sonid~· re~ogía quizás desde S4. torno ... pero inada! Los ojos azules se habían desvanecido
-ITe amo! . e mi flauta, que la repetía cual si fueran dos gotas de las ondas del lago, evaporadas
»En el instante d ti por el calor del sol. Lo que sucedió con aquel incidente· ex-
bra -sin que me perme _arti cul~ C?ab,riel esta última pala- traño fqe que no osaba ya reprender al joven sus desvaríos,
1 ese m aun re ·
con que escuchaba tan extr - . spirar e1 asombro ni aún me sentía seguro de que lo fueran; pues de tal mane-
char un trastorno en . ianaJerga .. que me hacía sospe- ra me preocupó lo que había oído y visto, que al llegar a la
- su JU cio- en el mism i t
nora, se movieron produ . d , o ns ante, se- habitación de Santiago no acertaba a responder coordina-
servían de respaldo y -v~:ndos los arbustos que le damente a las preguntas que. me dirigió sobre cosas de la
encontraron mis oios co tr e pronto la cabeza- se hacienda, y hubieron de llamarle la atención mi aire alelado
· , 'J n o os ojos bell' ·
Clan haber robado al lag 1 ISimos, que pare- y mis frases inconexas.
o e puro y tran
que brillaban entre el tupido ram . sparente azul, con »Pero todavía no era nada: otro motivo más grande de
te cual veo ahora los vuestros· a.Je. Los vi tan claramen• sorpresa y asombro me estaba reservado para el día si-
lámpago ... desaparecieron al , pero f~ aquello un re- guiente ... »
y preguntándome a mí mi punto, deJandome atónito, Mis compañeros de excursión ,-que se habían aleja-
smo si era Gabriel quien es- do recorriendo los alrededores- llegaron en tropel,. inte-
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rrumpiendo la relación de Lore ,
caravana estaba impacie t nzo, y anunciandome que la mesa lo hemos contemplado vacío. Esto,.como comprendes,
ra, no distante, y a la que~h: conocer otra líquida llanu- no puede prolongarse, pues mi corazón sufre demasiado con
precioso de la esperanza. dado la naturaleza el color la certeza de que proviene semejante alejamiento de un fasti-
FUe preciso ceder alvoto ge dio profundo que devota a aquella alma, haciéndole insopor-
se no poco abandonar a uel s. ~eral, aunque me contraria- table hasta la presencia de este mísero padte. Ahora bien;
curiosidad de m4jer y d~ oe~ti ~evando en suspenso mi meditando en cuáles serían los' mejores medios de remediar
que acababa de oír de la h~ t . , VIvamente excitada pbr lo el mal, se me han ocurrido dos: o casar al chico, dejándole
Is ona del hijo d S .
joven y desconocido artista de 1 - e anttago ... del elegir a la novia que quiera en qUince leguas a la redonda
maravillosa aún me pare , as montañas; de.cuya flauta -pues· no seremos desa1n1dos' por ninguna doncella que nos
11as del lago, ecos perdid Ciadque ,·V::IO"aban
.'"'t!:l
e ·t
rran es, a las ari- conozca-; o si se niega a tomar el santo estado, cuyas obliga-
os e rmsticos amores.
ciones pueden arrancarle del género de vida con que ahora
IV nos contrista, resolverme -aunque sea con dolor de rili cora-
zón- a mandarle donde tenga medios de completar sus estu-
Costeando la izqui d d dios y-abrazar cualquiera profesión honrosa. Una vez fijado
lago verde, que conter~ :one!tdo~r nos dirigimos al mi pensamiento en estos dos partidos, me pareció desde
diendo perdonarle el no tener ~o straida mirada, no pu,
luego que tú eras máS a propósito que nadie para proponér-
alguna ondina que lo poetizase· mo su co~pañer azul=-
sela~ a Gabriel; puesto que no solamente debes a 1a natura-
das viésemos resplandec d , y cuyos OJOS de esmra!~
ramajes que le prestaban er ~repnt entre los frondoso leza gran facilidad para expresarte, sino que también le
tras descansábamos e som ra y colorido. Luego, míen- mereces a mi hijo particular aprecio, mirándote él y yo cual
río que habíamos per~:mna hondonada, donde el miembro de la familia.
tan tes volvió a presentárs VIsta durante algunos ins= »iEa, pues, amigo! N() perdamos #empo; no pienses
cada -a cuyo ruido se un' enlos en forma de .lindísima case por el IIlomento en otra cosa que en buscar a ese vagabun-
Ia e canto de al · do -que Dios s¡;tbe dónde estará a estas h9ras- y emp~a
pobladores constantes de lo b t m VIses y jilgueros,
, sa e osylash cuanto talel!to tienes, y toda la influericia que alcance a
man alh los bosquecillos·e t d ayas, que for-
guí otro tete-a-tete con el D~: a ores- ?rocuré y canse- darte la amistad que te profesa, para hacerle ¡:¡.ceptar la
su peregrino relato en los t, . cam~eso, que continuó primera de mis proposiciones; o la segun<;J.a, si fracasa-
mejantes: ermmos· siguientes, o muy se-. mos por desgracia en el preferente empeño. El Padt~ celes-
«Veinte y cuatro horas h , . tial te pagará tan bue!la obra en la venidera yid9-, y este
Gabriel, cuando me 11 , acia de mi conversación con otro pobre padre te bendecir'á agradecido mie~tras goce d~
padre, y encerrándose c=~pent9 el abandonado la presente.
»-Ya ves queri'do L go suspirando: »Durante este ciiscurso de Santiago estuve más de
• orenzo la xt - una vez a punto de interump~l, refiriéndole lo ocurrido
1 dejó la casa antes de qu t
mi hijo: ayer apenas lo he Vi t . '1 e rana conducta de
s a as horas de comer; hoy
e me evantase, y su puesto en la
eldía anterior; pero me contuvo el r~celo de alarmar de-
masiado aquella a)ma tlmora~q y religiosa, c;oncibiendo,
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1
f
además, alguna esperanza todavía de-que Gabriel renun- tos que siembran por todas partes aquella lúgubre angostu~
ciase a sus singulares delirios, ante la certidumbre de po, ra; el rumor de las aguas, llegando a mis oídos como lejánó
der trasladarse a una ciudad populosa, y conseguir en ella lamento, y al cual se me mezclaba el ruido de las piedras que
empleo digno de su ingenio y capaz de lisonjear su orgullo. -desprendiéndose de la altura- rodaban al fondo de lo~rpe­
Añadíase a esto que yo empezaba a concebir algunas dudas cipicios; las nubes que .envolvían los picachos desnudos; las
sobre la verdad de lo que había creído ver a la~ orillas del brumas que se· elevaban del lago, formando a distancias fan-
lago: mi imaginación, predispuesta de ant~mo a lo mpravi- tásticas figuras ... , todo contribuía a inspirar inexplicable
lloso por las extrañas melodías de la flauta y las extraordi- terror a mi imaginación, ~o supersticiosa. Llegó a donli-
n,¡rrias alucinac,iones que me comunicara el joven músi~o. narme tart rápidamente aquel sentimiento ridículo, que
podía quizás haberse exaltado hasta el punto de tomar por -despertándoseme la memoria de cu3J.I.tos rel<¡~.tos conocía
ojos humanos, o diabólicos, los de cualquier alimaña que sobre espantosas apariciones, se me representaban tódos
casualmente se albergase en la maleza. los objetos verdaderos·fantasmas, levantándose amenaza-
»Todas estas razones -que se me presentaron en tro- dores para impedirme la entrada en los dominios de la acuá-
pel- me deciqieron a no decir nada poi· entonces al pobre tica amante de mi desgraciado amigo.»
viejo, que me confiabq. aquellos proyectos en que fundaba -iOh! Reíd si queréis, señora; pero lo cierto es que en
sus últimas esperanzas, y a auxiliarle en ellos por cuantos aquel lugar, en aquella hora indecisa -que no pertenece ni a
medios me parecierap posibles. · la noche ni al día-'- y después de lo que la: tarde anterior me
»Con tal resolución me d.e~pí de él, <¡~.segurándol pü habíapa.Sado, no necesitaba ser un ignorante labriego -como
buena vqluntad; y -dándome el corazón que encontraría a yo- para_sentirse poseído por extrañas ideas. Lo más que
Gabriel donde mismo le había hablado últimapierite- tomé pude hacer, a fuer de hombre no-desprovisto de valor, fue no
sin vacilar el camino del lago. cejar ni una línea en mi camino, y llegar a despecho de todo
»La tarde era hermosa y apacible, pero se hallaba ya hasta aquellas orillas en que Gq.briel me había dado las ra~
bastante adelantada; y como yo éaminase, además, muy ras explicaciones de su misteriosa vida.
despacio -por ir preocupado de mi misión y coordinando ~Me hallaba precisamente tocando los arbustos que
los mejores medios de llevarla a cabo felizmente-, sucedió sirven de respaldar ar asiento rústico que ocupaba con él
que antes de llegar al término de mi marcha se me echaron en el instante en que vi brillar los bellos ojos azules; es
encima las sombras, sorprendiéndome precisamente en lo decir, pisaba el mismo palmo de terreno que debió pisar la
más estrecho y triste de la áspera garganta que atravesaba. persona que poseía aquellos ojos -si era en efecto persona-
Entonces -lo confieso con vergüenza-,los pensamientos que y la maleza fue separaba únicamente del tronco en que su~
me venían distrayendo se desvanecieron de pronto, stlce- ponía hallar aljoven, entregado -como de costumbre..:. a sus
diéndoles cierto sobrecogimiento de pavur~. que nb acerta- singulares devaneos. Pero al separar las ramas para- conc.
baa vencer. templarle sin ser visto de él, noté que el asiento se encon-
»El silencio que merodeaba; la semi-oscuridad, que traba vacío, y llegó a mis oídos cierto rumor que parecía
me permitía distinguir, aunque confusamente las formas como de una voz femenil, pronunciando palabras queditas
vagas y caprichosas de las pardas peñas y los negros abe- desde el centro mismo del lago.

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.l
...
»Sentí correrme por todo el cuerpo un escalofrío como probada hoy, y que sólo acogías antes como puro idealis-
deteréiana;·pero dominé mi pavura, y -salvando el obstácu- mo, como vaga tendencia hacia lo descono.cido. No, no te
lo que oponían los arbustos- me.puse alütro lado y di algu- engañabas al presentir q\le no p1,1ede la especie humana
nospasos, acercáildome al paraje de donde, al parécer, partía hallarse·aislada en este globo que ·habita·, a inmensa lejanía
la voz. Ésta, empero, cesó de oírse en aquel momento, y como de los demás seres terrestre, desprovistos del divino don
la lúna empezaba ya a levantarse -repartiendo claridad bas- del pensamiento. Note engañabas ai_poblar los senos de la
tante para distinguir los objetos- vi al hijo de Santiago de tierra, los aires, las aguas, el- fuego mismo, de criaturas
rodillas sobre el escarpado borde, y le escuché al mismo tiem- simpáticas, cuya alma respondiese _misterio.samente a las
po decir con suplicante acento: voces de la. tuya. Existen realmente en todos los elementos,
>>"-Suspende, por piedad, ·esa.cruel prohibición: ~éja­ entre seres de naturaleza inferior, otros que poseen. -"Como
me llegar hasta ti, o dígnate respirar más cerca del corazón vosotros- un espíritu amante, inteligente, sociable y perfecti-
que te adora. ¿Por qué una. distancia que me priva de tocar ble. Sólo, empero, con ciertas condip.e~ (que aún no debo
tus manos, o la orla siquiera de tu túnica? ¿Por qué te nie- revelarte) les es· permitido a dichos seres -destinados a vivir
gas a convencerme de que no _es un sueño, una alucinación entre los elementos que cons~tuye sus cuerpos- presentar-
de mis sentidos, lo que estoy mirando Y'oyendo? Si gozas se a los humanos y hablarles su lenguaje. Rara vez merece
existencia real; si tienes.un corazón que lata respondiendo un habitante de la superficie de la tierra, que los moradores
aJas violentas palpitaciories.del mío, no prolongues esta del éter, del fuego o de las aguas, abandonen sus dominios
duda acibarando momentos tan felices. Ángel o demonio, para venir a formar con él alianza de amor y de destino ...
se.t: humano, o de otra.especie desconocida, yo te. amo; yo te pero tú, amigo mío, eres del escaso núrhero de esos hombres
recibo como bienhechora realización de mis aspiraciones privilegiados; pues la amante que te 'habla es la ondina que
misteriosas, de mis esperanzas incomprensibles. iVen, ~?í. lleva el cetr.o en los diáfanos alcázares de este magrillico lago."
ven, o déjame llegar a tus plantas, aunque deba morir al »Cuando hube oído tan> terminante declaración, que
sellarlas con mis labiosl'1 nirtguna esperanza me permitía, horrorizado a la idea de.
»"-No insistas más en ello, querido amigo:·, dijo al pun- que Gabriel se hallaba envuelto en los artificios de espíri~
to otra voz tan incomparablemente dulce, que al pronto cref tus maléficos, no. pude ya ·contenerme y--haciendo la señal
escuchar una de las más suaves melodías de la flauta de de -la cruz- corrí resueltamente hacia él para arrancarle,
Gabriel. aunque fuese por {uerza, de un paraje. tan temible. Pero
»"-Aún no ha llegado el día en que. podamqs enlazar iah, señora! apenas me hallé a su-lado y tendí una mirada
nuestras manos y confundir nuestros hálitos. Yo te suplico de espanto por aquellas márgen,es funestas -que ya ilumi-
por mi amor que lo aguardes resignado, y seas dichoso por naba la luna con extraordinarios resplandores- se me pre~
ahora sólo con verme y oírme, a la distancia corta en que sentó de súl:>ito un cuadro tal, que me dejó suspenso y
nos hallamos. Desecha, mientras tanto, toda duda SQbre como extático.
mi existencia real, y no vuelvas nuilca a concebirla; pues te »En esa lengüeta de tierra que entra en el lago, a unos
aseguro que no es sueño, ni es ilusión de tu, mente. Ella veinte pasos de nosotros, reclinada en alfombra ·de flori-
adivinaba en sus poéticas aspiraciones la. verdad que ves da yerba, y rodeada de murmuran tes y éspumosas ondas

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, ... - - ----------------'-
r
azuladas, se veía una figura blanca medio velada.portrans- mala gana a seguir a mis compañeros hasta· Bizourtere;
parentes y zafíreos velos; con cuyos pliegues jugaban las donde nos esperaban las caballerías, y donde logré la pro-
brisas de la no.che, extendiéndolos como nubecillas pavoro- mesa de que sería ,continuada las dos veces interrumpida
sas en torno de una cabeza rubia coronada de nenúfares. narración, durante el camino que aún nos restaba para re-
Entre aquellos celajes de gasa resaltaba un rostro, .cuya gresar a Bagneres.
perfecta blancura dejaba atrás la de las espumas que1 so- En efecto, hízolo Lorenzo, como se verá en el próximo
lían salpicarlo, y en el que brillaban Jos dos bellísimos ojos capítulo.
que mi memoria conservaba impresos; los mismos, seño-
ra, que se habían desvanecido el día antes cual· gotas del V
lago evaporadas por el sol. Esta vez, sin embargo, la luna
-que reflejaba su luz de. plata en la tersa frente de la oh" <<Comprenderéis, Señora, que no era posible seguir
dina- iluminaba el sereno azul de -sus grandes pupilas, callándole a Santiago la verdad de lo que ocurría, pues no
sin siquiera disipar la melancólica sombra que proyecta- me quedaba 'la menor esperan.za de que Gabriel aceptase
ba en sus párpados largas y negrísimas pestañas; con- nihguna de las dos proposiciones de que me había encarga-
trastando de una manera atrevida con las madejas de do el pobre padre. La impresión que hizo a éste el relato de
oro, que -bajando por sus sienes- se dilataban en gra- cuañtó yo había Visto y oído a las orillas del lago, más fácil
ciosas ondas sobre la nieve de sus hombros. es concebirla,que.expresarla.
»Yo había llegado junto a Gabriel con ánimo de levár~ »Desde luego n.o Vio en todo ello sino diabólicos artifi-
mele, conjurando al demonio de quiert.le creía víctima; mas cios; y espantado y lleno de dolor a la idea de que el joven
resultó que ante aquella aparición divina, nQ supe ni pude tenía comurtícaciohes con espíritus ·mruos, no perdonó me-
hacer otra cosa que lanzar un grito de admiración. dio -de los varios que le sugirieron su acendrada fe y su
>>Resonar éste, levantarse ella asustada -en ademán paternal ternura.-' para arrancarle de los peligros de que le
como de precipitarse al lago- y sentir en mi gargantaJas consideraba rodeado. Consejos, lágrimas, repteñSioñés,
manos de Gabriel, que me oprimían como una argolla de amenazas, exorcismos ... todo fue empleado sucesivamente,
acero, todofue obra de un segundo. No puedo decir si la y todo coñ igual inutilidad. Gabriel estabálocó de amot por
ondina se sumergió o no en las ondas, pues furioso el la ondina, y llegamos a convencemos de que antes se dejaría
amante no me soltó hasta que caí sofocado y sin sentido. matar que consentir en alejarse dé estos sitios; o siquiera
Cuando volví en mi acuerdo me hallé solo: todo estaba consultar un poco la prudencia antes de ir más adelante en
desierto y en silencio. La luna, medio V<:!lada por una nu- aquéllá siñ.gulatísiíná y sospechosa aventura.
becilla, rielaba sobre las aguas un. rayo melancólico, y las »Santiago cayó en mortal desaliento a vista de tal
ondas -movidas apenas por el tenue soplo de desmayada obstinación, y yo tuve que limitarme -al cabo de ·mil in-
brisa- dejaban escapar blando murmurio, que se.asemeja- fructuosos esfuerzos- a vigilar en secreto los pasos del
ba a un suspiro.» insensato amante; por si me era posible evitarle mayor
Aquí llegaba Lorenzo cuando fue menester aplazar desgracia que la que tenía ya, viviendo subyugado a un
de nuevo la conclusión de la historia, resignándome de ser de naturaleza misteriosa y probablemente maléfica.

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.- ------------------'
r
Pero icosa rara! acontecíame, señora, que -no obstante la 1Ay de quien pago
payura causada por l:;t idea de aquellas relaciones funes- De su espionaje aguarde cerca del lago!
tas--me sentía yo mismo atraí<;io a los alrededm:es deUago;
más que por el interés que me merecía G:;tbr_iel, por la,im- »Cada vez que me hacían,oír dichas palabras aumen-
prudente curiosidad de volver a contemplar a la anfibia, be- taban la velocidad de su movimiento, estrec4ando progresi-
lleza de cuyas redes anhelaba librarlo. vamente el círculo que trazaban a mi alrededor, hasta el
»Un día, amaneciendo apenas, me fui a sentar .en lo punto de envolverme con. sus cendales -que el viento batía y
más elevado del ribazo, atisbando desde allí -cuanto lo per- entrelazaba- caus~dome tal vértigo que acabé por ~o-ver­
mitía la débil claridad de crepúsculo- si se descubría algo nada, cayendo en tierra ni más Qi menos que si estuviera
que indicase la presencia de la ondina. iNada! La superficie completa~ borracho. -Pero así y todo, sentía-que aque-
azuladaaparecia, tranquila, y silenco~·S'!J. márgenes so- llas malignas criaturas contii].uaban danzando; y se diver-
tían en arrojar sobre mí ,.,.a cada nueva evolución-hojas y
litart<!s.
»De pronto_, ~in embargo, me pareció sentir pasos a mi ramas que arrancaban qe los arbustos próximos, llegando
espalc;lé;l, y volviéndome rápiqqmente, columbré -pue~ po a formarme una capa verdaderamente sofocante.
puedo decir co:q ve:n::lad que las vi claro, aqnque pasasen »Cuando, pasaqo un poco mi mareo, logré desembara-
cerad~ mí, según lo espeso de l<!n_eblina y lo pasajero el~ la zarme de aquel peso, y tendí mis miradas por el teatro de
aparición-; columbré, digo, dos figuras, q~ más bien que encantamientos en que me hallaba, sólo se presentara!). a
andar parecían deslizarse sobre¡!'~- b!Íille4a yerba, y que des- ellas algunas gaviotas que se bañabru,¡ en las tranquilas on-
cendieron por el rec~sto en dirección del lago_, S,in. que yo. das; .sin llegru::-UW1poco a mis oídos otr~ acentos que·el de
alcanzase a e~licarm de dónde ha);>ían salido. Iban tan los pájaros gorjeando en los árpoles, y de vez en cuando el
pró~as, que el ancho velo azul que envolvía a unª P.e-di- mugido de las vacas que pacían en las colinas cercanas.
chas figuras, se exten_día también -movido po_r el viento ma- »En otra ocasión (era una noche de luna tan hermosa
tinal- ~n tomo de la cabeza de la otra; formándoles a ambas cowo aquella en que fui testigo de la e,I).trevista de Gabriel
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como una nube, que s~ distinguía entre la nieblª y les prest:~ con su acuática am~te) me escondí con gran cuidado eq.tre
ba no sé qu~ de fantástico, parecj~ndo que huían arrebata- la maleza, inmediato a la cual solía sentarse el joven, y que
9-as por vapores matizagos. Quise bajar al punto el ribazo en era la misma done;\~ resplandecieron a mis ojos los que tán-
pos de aqu~U pareja, que creí rec<;>no~ o adivinar; pe.r9 to me preocuparon entonces, y que no olvidaré nunca. Es-
s:úbitamente me cercaron -brotando de la espeswa- nume- tuve largo rato en ansiosa expectativa; pero, burlada ésta
rosas ondinas, vestidas todas del <;:olor purísimo dellag9_, -pues todo continuaba desierto y callado-, comencé a abu,
lé!s cuales comenzaron é;l girar rápidamente en torno mío, rrirme muy de veras, cayendo por último en una grap. som-
entonando u:q <;!ántico_singulw, del qu~ sólo entendía estos nolencia, a la que me rendí después de ensayar vanos
versQs, muchas veces repetiqQs: esfuerzos para combatirla. Pero aunque dormido como un
lirónl no gozaba de reposo verdadero; pues me agitaron en-
»iby de quien rompa eli,J~(o de estas neblinas, sueños extravagantes, en que tan pronto me parecía luchar
Acechando a.lq reina de las ondinCI.$! con monstruos salicios del centro de la tierra, tan pron-
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54 ,¡
to me sentía atraído poderosamente a los abismos de las >>No fueron, sin embargo, las encantadoras remeras
aguas por cánticos dulcísimos de pérfidas sirenas, a cuya quienes cautivaron mi atención; pues se fijó desde luego en
magia oponía en balde toda la resistencia de mi voluntad. A la popa de la ligera navecilla, donde aparecían -muellemen-
pesar de ella, me arrastraba no sé qué fuerza irresistible a te reclinados sobre almohadones de verde y fresco musgo, Y
las peligrosas orillas, y ya iba a caer en brazos de las temi- a la sombra de. una e~pci de dosel de reluciente.azul reca-
bles anfibias (que me fascinaban con sus acentos, como la mado, al parecer, de. perlas -un hombre y una mujer que nó
serpiente con sus hálitos al ave que quiere devorar) cuando necesito nombraras.
desperté despavorido. »La luna, próxima a su ocaso, acariciaba con sus últi-
»Desperté, pero no acertaba a creerlo, mi querida se- mos destellos la pálida frente de la reina. de: las ondinas,
ñora; pues aunque con los ojos abiertos y la razón al pare- inclinada sobre un hombro de Gabriel; mientras quela bri-
cer despejada, aún continuaba oyendo las inefables_melodías sa, jugando a su placer con la profusa cabellera -que se .ten-
cuyo magnetismo perturbara fui sueño. día destrenzada bajo la guttnalda de nenúfar- llegaba ·a
»iSí! Nó era ilusión: las auras de la: noche traían a mis envolver como cendal de oro la hermosa cabeza del joven
'1 oídos -desde los senos depago- deliciosos ecos de una flauta mÓ.sico; cuyos labios cesaron de henchir por un instante el
que no era dable a confundir con otra, y-asociadas a aqué- .instrumento. sonoro, para.beber los hálitos de aquellos otros
llos-las modulaciones penetrantes de voces argentinaS, que labio~ voluptuosos, que exhalaban -r~zándols. casi- los
entonaban lindísima barcarola. acentos divinos que aun dormido me atraían.
»Quedeme algunos minutos suspenso, extático, sin »Una de las blancas manos de la sin igual hija de las
decidirme a creer que no continuaba soñando; pero así que ondas descansaba sobre el timón, con negligencia que mos-
-sacando fuerzas de flaqueza como suele decirse-logré Íe-' traba-tener necesidad del menor esfuerzo para imprimir a
'' la barca la dirección que quisiera. La que seguía era eviden-
vantarme, y me adelanté por entre ias breñas hasta el bor-
de mismo del lago, entonces vi claramente una barquilla temente hacia la opuesta margen del lago; pareciéndome
argentada, deslizándose por la tersa superficie al compasa- más dulce el canto, y más pintoresco y extraño el aspecto
do ruido de cuatro remos, que brillaban como sifuesen de de a_quella blanca y reluciente barca, regida por.figuras semi-
bruñida plata. aéreas, cuanto iba siendo mayo_r la dtstl:lncia que nos sepa-
»Manejábanlos diestramente dos agraciadísimas figu- !'~ba.
ras femeniles, cuyos trajes blancos y vaporosos mejor pare- »Vi, p.or .fm -aunque ya un poco confusamente-, tocar
cían de espuma que de tela, aun la más ligera y diáfana. el esquife la orilla a que se encaminaba, y mecerse un mo-
Indicábanme su calid,ad de ondinas la corona de acuáticas mento_ to.da\TÍa al c_ompás d~ l~ música; pero en seguida se
flores, y los anchos velos azules con que siempre se presen- -extinguieron .lentamente en la atmósfera las últimas Vibra-
taron a mi vista las habitadoras del líquido eleme11.to; velos ciones de aquélla. al mismo tiempo que apagaba la luna
que esta vez -prendidos únicamente a sus espaldas- se sus melancólicos rayos, y todo quedó sumido en oscu_r!d~
henchían, flotando por los dos costados de la barca, pare- y.silencJo.
ciendo ser sus transparentes flámulas. »Entonces,_señora, se me an_tojó tr:;¡sladarme a. todo
trance a la margen en que atracó la barquilla, para ver

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qué rumbo tomaban las naucleras seductoras;< pero ape- del ¡iobre.viejo. La Cq\l.Sa era queGabrj.el faltaba de ella hacía
nas hube dado algunos pasos, alejándome de la orilla que ya tres <lí.as. y que al encontrarle a las orillas del lago se
había ocupado hasta ese momento, escuché sucesivos gol- había negado absolutamente a alejarse de ellas ni un mo-
pes dados en el .agua por ligeros cuerpos que al parecer se mento, sin que alcanzasen avencer su tenaz resistencia los
arrojaban a su seno, y nuevos ecos -dulces y atrayentes- se ruegos y las lágrimas. de su afligido padre, el cuhl había ido
levantaron de las ondas en.alas de la brisa, como convidán- aquella m:añana personalmente a traérselo; pb obstante la
dome a buscar por entre aquellas camino más breve para repugnancia que le causaban aquellos sitios desde que supo
encontrar a las ondinas. los.frecuentaban· seres sospechosos.
»Tan fuerte era el poderío que los. tales cánticos ejer- »Prestéme a probar si lograba mejor rc!:sultado, y me
cían sobre mí, y tan impulsado me iba sintiendo a ceder a encaminé al lago sih siquiera tomar un vaso de.agua, ni dar
su influjo -lanzándome en medio de las· sombras a los lí~ un pienso .a mt mulo.
quidos abismos abiertos a mis pies- que me sobrecogió »Al llegar me detuve, encantado ¡ior los sonrdos de la
nuevamente terror supersticioso, y echando·a correr espe- flauta: jamás los había exhalado tan penetrantes, expresi-
luznado, no paré hasta verme al abrigo del techo. hospitala- vos y extraños. Eran al principio como un dulce y querelloso
rio de Sant:tago; ,bajo el cual entró también Gabriel algunos redatrto entre·suspiros de amor; luego impacientes quejas,
minutos después, sin ningún indicio en.su aspecto.ni en su exclamaciones de enojo, lamentos tristísimos, sollozos. lá-
traje de haber acompañado a su amada h,asta sus líquidos grimas ... estallando al 'fin en ·un gemido profundo, desga-
palacios.» rrador, terrible, que parecía haber destrozado la flauta y el
Hizo pausa Lorenzo, y después prosiguió diciendo: corazón del-músico. Salté de mi mulo, estremecido; corrí a
la orilla del lago y hallé en ella al infeliz joven tendido sin
VI conocimiento, frío, pálido, con la flauta aferrada por sus
crispados dedos, y los labios -de que acababa de separar-
«Desde la noche a que me,he referido no volví a seguir la- cubiertos· de sanguinolenta espuma. Echéle agua en el
nunca los pasos deUmprudente enamorado, porque empe- rostro, le aproximé a la nariz un frasco de aguardiente que
cé a temer por mí propio, al sentir que la belleza de las traía conmigo ... pero, visto ser tbdo sin éXito alguno, me
ondinas iba atenuando el pavor que me había inspirado en resolví a trasladarlo a la·c;hoza de un pastor situada al pie
·un principio su naturaleza misteriosa. El mismo Santiago de la cuesta, valiéndome pata ello de una espeCie de camilla
pareció-también habituarse, a pesar suyo, a la idea delas que formé rápidamente con algunas ramas de árboles, ase-
extrañas relaciones de su hijo; limitando ya sus cuidados a gurándolas lo.mejor que pude sobre los lomos•del mulo.
dirigir a la Virgen Santísima repetidas súplicas para qüe Colc;~.d encima el pobre mozo. echó a andar el antirial,
velase por el alma de aquél, ño permitiendo fuese esclaviza- que conocía perfectamente el sendero, y pronto llegamos a
da por el espíritu de las tinieblas. la cabaña donde esperaba hallar, y hallé en efecto, hospita-
»Así se pasó el resto del verano, cuando el día primero laria acogida.
de óctubre -al volver yo de unas diligencias ,que. tuve que »Prodigáronse a Gabriel cu·antos aUXilios estaban a
hacer en Lourdes- me encbntré en consternación la casa nuestro alcance, logrando al cabo que volviese en sí y to-
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mase un. cordial, de que tenía gran urgencia; pues se cono- »-Mucho más podré ·comunicarte cuando-llegue el mo-
cía que el desdichado no probaba alimento desde que dejó mento opo.rÍllJlQ ·-le contesté, resuelto a no escasear {ªpulas
la casa paterna. en obsequio de su tranquilidad-,. perg pQr ahora sólo deb~
»Sucedió, empero, que tan pronto como se sintió un mos pensar en a,qquirir fuerzas para llegar a nuestro !fcn:gt-
tanto reanimado, quiso tirarse de la cama y volverse al cilio, calmando las zozoqras ele tu excelente padre y
maldecido lago, obstinándo&e de· tal modo en aquel empe- cumpliendo ~QS preceptos de tu previsora amante.
ño, que no hubiéramos conseguido detenerle a no ocurrír- »El joven no opuso resit~ca; bebió un poco de leche
seme de repente una mentira feliz. -Puedes hacer lo que que le presentó el pastor; subió en el mulo al mstante; y
quieras-, le dije-; pero sábe.te que ella me tiene encargado -aunque volviendo la vista a cada paso y exhalandq suspi-
no permitirte pisar de nuevo aquellas márgenes, hasta que ros profundísimos- anduvo sin de,cir palabra el camino que
recibas aviso suyo de que puedes hacerlo sin perjuicio de tu nos condujo a su Ca$a.
salud y sin infracción de Sl;IS órdenes. Figuraos cuál sería el consue~ clel pobre Santiago
»-iCómol Exclamó él: lla has visto pues? lDónde'? cuando volvió a ver a su hijo en el hogar abandonaqp;
lCuándo? Habla, en nombre del cielo, amigo mío; dime qué pero aún se lo propqrcioné mayor al hacerle saber la des-
le he hecho para que me prive de .su presencia tres días apa_rici{m de~ oricüna, según me lo revelaran las p,rla-
seguidos, sin una palabra, sin un signo de recuerdo. iQué! bras del joven. IPluguiese al cielo, ~;n embargo, que nada
lNo ha oído los gritos de mi·alma llamándola día y rwche? hubiera yo dicho! Santiago, cuya rectitud y religioso celo
lNo sabe que la he jurado que si_ me: abandonaba en~ la pecaban quizá por exageración, condenó desde luego los
tierra, iría a buscarla a los abismos de las aguas? artificios -en mi concepto inocéntes- que juzgué necesa-
»,-Eso es precisamente lo que ella te prohíbe -contes- rio emplear para impedir la desesperación de su hijo, y
té con viveza y con espanto-. Eso es lo que os separaría me declaró que en manera alguna sostendría con falsas
para siempre; pues ocurren motivos poderosos qu,e la obli- esperanzas la pasión insensata de aquel inísero; sino an-
gana desviarte de aquellos sitios sólo por breves-días, de- tes bien estaba resuelto a aprovechar la ausencia del pér:..
pendiendo de ello la futura felicidad de ambos. fido monstruo que lo· seducía, para desengañado de una
»Nada tan fácil como engañar a un amante con cual" vez haciéndole comprender las gracias que debía rendir
quiera esperanza, aun la más vaga. Gabriel empezó a respi- al cielo por haberle librado de un gran peligro. Después
rar con desahogo; sus ojos se ab~ilntro; su fisonomía de producir las hondas y saludables impresiones que el
toda recobró vida. sencillo anciano esperaba de sus paternales sermones,
»-Bien -me dijo, tomándome las manos y apretándo- quería llevarse a Gabriel -cuan.to antes- de aquellos lu-
las coiJ.tr;;t su corazón- si ella lo ordena así, sea; impón~ gares de recuerdos ingratos, y establecerse c'on él en To-
las voluntades que se haya servido expresarte·, y bendita tu losa; donde tenían algunos deudos acomodados, que
v.oz, Lorenzo, que hace llegar a mis oídos órdenes· dictadas proporcionarían al muchacho ocupaciones y recreos ca-
por la suya. IAhl no puedes comprender cuánto he padeci- paces de distraerle.
do, y qué bien inefable me haces sentir con sólo decirme »Me pareció biefi esta última ide~. y me encargué com-
que la has visto. placido de los preparativos del viaje, que debía emprenderse

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,
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el día próximo; pero no jutganc!-o igualmente ventajoso y por superior· poder en los abismos d.e l~s aguas-, que lan-
pt'udente el partido que tomaba el viejo de destruir de un zándose del lecho, rugiendo como pantera herida, corrió a
golpe todas las ilusiones del triste enamorado -confirmán- la puerta para escaparse veloz, no sin arrojarnos al mismo
dole la verdad de su abandono y pintándoselo como bec tiempo una mirada sañuda.
iléfício celeste- quise antes que nada presenciar aquella »Santiago, alarmado justamente del comp~etó delirio
escena, en que presentía la necesidad de mi intervención que revelaba el aspecto de su hijo, gritó a los criados cerra-
directa. Entré, por tanto, con Santiago en el aposento de sen el portón principal, y -obedecido al momento- no tar-
su hi)o -que cediendo a-mis ruegos se había metido en el damos en oír las terribles sacudidas que daba Gabriel a la
lecho, queriendo merecer por su· docilidad y aparente cal- madera! pareciendo triplicadas sus fuerzas.
ma que le refiriese pronto los pormenores ofrecidos-. »Llegóse a él el conturbado padre, ensayando todos
Aguardábame hacía rato con tal ansia,, que apenas me vio los recursos imaginables para calmar su exacerbación, pero
pisar los umbrales, cuando sin notar siquiera que iba nada consiguió: nada tampoco yo, cuando me permití
acompañado del viejo, me tendió los brazos exclamando: reconvenir le pcit· tales excesos y hacerle presente su inutili-
»-¿Vienes, al fm, Lorenzo? ... iQué siglos se me han dad. Aquello vino a parar en verdadera lucha, pues no fue-
hecho los momentos! Llega, por Dios, lléga á contármelo ron menester escasos esfuerzos para sujetar al insensato,
todo; a repétirme cien veces que volveré a vetl~; que ella te dispuesto a buscar salida por los b~cones cuando deses-
lo ha ofrecido; que no p¡e tiene olvidado. peró de hallarla por la puerta.
»-Cuanto te indicasen sobre el particular, hijo mío, »Finalmente, al cabo de media hora de gritos, denues-
dijo al punto Santiago, sería mera invenc;:ión para con- tos y violencias -que agotaron las fuerzas que momentá-
neamente le prestaron la ira y la cl'esesperación- cayó el
temporizar con tu locura. Felizmente esperamos que no
pobre mozo rendido y desmayado, transportándosele alle'-
torne jamás a perseguirte con sus pérfidas seduccJones
cho sin que siquiera pareciese sentirlo.
esa criatura malévola, instrumel)to odioso del infierno;
»Pronto se apÓderó de él por completo una fiebre
pues sin dud,a debemos la ventura de verte libre de ella a letárgica que alarmó a Santiago, y le hizo pasar el resto del
las incesantes oraciones que he dirigido a la Purísima día sin moverse de la cabecera de la cama. Yo, mientras
Virgen, impetrando por su asistencia esa gracia que hoy tanto, persuadido de que aquello no era sino consecuencia
me regocija. .pasajera de Ía fatiga y las emocin~ rectentes, dispuse
»Quiso continuar el infeliz padre pintándole a Gabriel -según lo coíivéilidó antes..,.. nuestra inmediata traslación a
los tremendos peligros que había corrido su alma y la gra,n Tolosa; porque ninguna medicina juzgué c<;nnpatable a la
felicidad que debía sentlf rompiendo su cautiverio; pero no dist:I:acción del viaje.
le fue posible hacerse oír ni un solo instante más. ~>Cuando volví a entrar en el cuarto de Gabriel, que
»Se enfureció el joven de tal modo, at"Gomprender que sería a eso qe las diez de la noche, me salió al encuentro
i. 1
yo le había engañado y que su padre se ufanaba de deber
a sus oraciones la desaparición de la. ondina -a quien
Santiago con sembÍante despejado y alegre, informándome
que nuestro ~Iif.r:wo ~e ~t'Pb en Sl,ldQr, cediendo rápi-
quizá le representó entonces ~u iro_c;tginación encadenada damente la calentura.

62 63

l.t
~En efecto, a poco rato vi incorporarse a Gabriel, pre- pues 0 atada al hierro una de la sábanas de }a cama, anu-
guntando qué bora era con .cierta.calma, que confi.nn_ó nues- dándose a su extrenm la otra, que llegaba hasta una v~a
tras esperanzas.
del suelo. Todo quedaba explicado: Oabriel nos había ·enga-
»Hemos triunfado, dije entonces al viejo, y creo que ~e ñado con .s\1 apr~nte calma, y aprovechan_dp :tni sueño se
·realizará felizr:pente la proyectada partida, para 1ª cual todo había huido de la ca~.
lo tengo dispuesto.
»Mesándome los cabellos de <;Iespecho, participé al
»-iAlabado sea Dios! -me contestó surcando una lá- triste padre ~quel inesperado contratiempo, y sin perder
grima de gratitud su venerable rostro. -Terrible ha sido la instante montamos a caballo y nos dirigimos a galope ten~
crisis, pero de éxito mejor que cuanto podíamos prometer- dido a las orillas del lago, donde nos parecía seguro en-
nos. Cuando llegue a Tolosa, será q¡i primer cuidado man- contrar al fugitivo. Pero nos engañamos. Desiertas apare-
dar decir una misa en acción de.gracias al Señor. cían -entre la brup1a que las cubre siempre a tales horas-
»Viendo que Gabriel parecía ·haberse vuelto a dormir y reinaba en torno inacostu!llbrado.silencio, que tenía algo
con sueño sosegado y reparador, obtuve del padr~ se reco- de pavoroso.
giese también a descansar un poco, prometiéndole quedar- »Ya íbamos a abandonarlas para recorrer las cercanías,
me toda la noche cerca del enfermo para atenderlo en cuan- a las que trasladábamos nuestras ya una vez burladas espe-
to pudiera menester. ·
ranzas, cuando de pronto distinguí en tierra, medio cubierto
»Durante más de tres horas observé religiosamente por la húmeda yerba -que me pareció recientemente hollada-
mi promesa, pues rne mantuve junto al lecho sin cerrar los un objeto a cuya vista me sentí estremecido hasta la médula
párpados l)i un instante; pero como continuase Gabriel en de los huesos. iEra la flauta de Gabriel! ...
cor;npleto reposo y limpio de calentJ.lra, y como me sintiese »Levantéla silencioso, mostrándosela al anciano, que
por mi parte bastante mo~id y fatigado, me dejé vencer (le exclamó al punto, caye:r;tdo desplomado:
1' la tentación de echarme vestido en una butaca rindiéndo- »-iMi hijo se halla en el foQ.do del lago!
me, desgraciadamente, el sueño más profundo -q~e haya »iAh, señora!. aquella era sin d~a la .terrible ver-
teQ.ido en mi vida.
dad, pues jamás desde entonces ha welto a saberse del
»Desperté, sin embargo, por instinto, a poco de haber infortunado Gabriel; ya porque encontrara la muerte en-
amanecido, y Viniéndoseme a la memoria que debíamos tre las traidoras ondas -como su padre y yo creímos des-
partir aquella mañana, me levanté con presteza corriendo de luego firmemente- ya, según otros éóligen, pm;que se
al lecho de Gabriel para prepararle prudentemente a una albergue olvidado de'latierra en los diáfanos palacios de
marcha que aún no se le había comunicado. la amante idolatrada, a quien quiso seguir hasta los abis-
»Figuraos, señora, cuál sería mi sorpresa cuando me mos de las aguas.
encontré que no estaba allí, y al mismo tiempo reparé en »Como si las ondinas solemnizasen su triunfo, súbi-
una circunstancia que por de ~ront nÓfijara mi atención, ta tempestad, con lluvias y vientos extrordinarios, se des-
Yera la de hallarse abierto el balcón de aquella pieza, que encadenó aquel mismo día sobre montañas y valles;
1 yo conservé con cerrojo durante toda la noche. oyéndose el lago desbordado trocar por insólito bramido
»Asustado y ansioso me acerqué precipitadamente a el tenue murmurio, que es la voz habitual de sus aiules
dicho balcón, y entonces no pude ya dudar de lo ocurrido; ondas.»

1 64
65
Largo rato guardamos silencio el cicerone y yo, des-
la calle y casa en que habitaba. ·yendo ,;cuando lo supe-
pués que él hubo terminado la novelesca historia, cuyo trá-
varios 9-ías seguidos a saludarle, como creía de mi deber;
gico desenlace·me había afectado mucho. Notando, empero,
pero con la mala suerte de no lograr hallarle nunca.
que ya se presentaba a -nuestra vista el alegre ca:serío de
»Era ya la' víspera de nii partida, cuando tuve.eLantojo
Bagneres, no pude menos de preguntarle a Lorenzo -con
de pasearme -como uno de tantos ociosos- en el bosque de
sonrisa que pareció lastimarle- si debía tomar por lo serio
Boulogne. A poco de hallarme allí, medio atolondrado entre
que un hombre de buen juicio, como él, creyese de veras
la numerosa y elegante concurrencia, Vi pasar a caballo, no
haber sido una ondfua la amante misteriosa del hijo de
Santiago. lejos de donde yo estaba, al ]oven Mr. de N... (me perin:iti-
réis no revelar]os verdaderos nombres); a quien-inútilmen-
-Señora, me respondió gravemente, aunque destruya
te había buscado hasta entonces.
el ventajoso concepto que os merezco, confesaré sincero que
»Cediendo al primer impulso, come:Qcé a darle voces
pór bastante tiempo tuve la íntima convicción de que no
pertenecía a la especie humana el ser a quien puedo acusar rogándole que se detuvie:t;'a. y como es persona -aunque d~
con justicia de la desgracia de toda una familia; pero, en las más ilustres por el nacimiento- de las más campecha7
nas por carácter, curp.plió mi deseo con sumo agrado, mos-
honor de la verdad -si no de la especie mencionada"- debo
trando gran· placer al verme cuando menos lo esperaba.
deciros también que mis creenCias sobre aquel punto dis-
Apenas mde hube acercado, tendióme la mano como de tgual
tan mucho hoy de la firmeza que tenían entonces. La casua-
lidad me ha suscitado motivos de duda. que vais a apreciar a Igual. preguntándome qué era lo que me había llevado a
por vos misma, si me permitís exponerlos. París. y si le necesitaba para-algo. Empecé a referiile el por
qué y el cuándo de nii viaje; mas hube de interrumpirme al
Le rogué que lo hiciese pronto, pues nos re~tab poéo
trecho que andar, y él dijo inmediantamente: notar que nii·t.nterlocutor ·se distraía un poco, mirando a
cierta lucida cabalgata que se le acercaba frente afrente ..
-«El verano ptóxtmo pasado (era el segundo que con-
tábamos después de la muerte de Gabriel) tuve que ir a »Componíanla una daina y va'rios caballeros. a los. que
seguían jockeys y palafreneros numerosos·.
París a realizar algunas cobranzas de créditos de Santia-
go; .pues au.ó.que ya desempeñaba yo muchas veces el ofi~ »Al emparejar con.Mr. de· N... la gallarda amazona le
de guía con los viajeros que Visitan frecuentemente nues- dfrigló un.saludo afectuoso, -y extrañando sin duda verle en
tro pintoresco país. todavía continuaba prestando al tri~­ conversación .familiar con 'ún .rústico patán, me lanzó eri
te anciano cuantos servicios tenía por con~eit seguida viva mirada de curiosidad. iAh, señora! En el mo-
encargarme. mento que aquellos ojos se encontraron con los míos, ine
»Hallándome, pues, en la brillante capital de Francia, sentí todo trémulo y trastornado; porque eran idénticos a
quise no abandonarla sin ver antes a un joven amabilísimo otros que yo creía ha.Sta entonces sin iguales en el mundo.
que el año anterior había pasado larga telllporadac entre Las grandes pupilas azul celeste, sombreadas por pestañas
nosotros. cobrá,ndome, al parecer, <:tlgún cariño; cosa nada de ébano, habían tlUininado con uno solo de sus· rayosJas
extraña. si se atiende a que le acompañé sie.t;npre e~ sus tinieblas de lo pasado, ya:un tanto adorm.ecido en nii memo-
excursiones aventureras. Tomé informes. por tanto, de ria; transportándome de repente a las márgenes de aqu~l
lago tan lleno de recuerdos tristes.
66
67
1
»Sin poder repriminne, pregunté con visible agitación al -por medio del inspirado artista de estas soledades, del
caballero de N... quién era la señora que acababa de. pasar. tierno soñador del mundo inteligible- podría considerarse
»-iHola! -exclamó jovialmente""'"; ¿¡a omnipotencia de horrible efecto de la burla lanzada por la prosaica realidad
esos célebres ojos se extiende. tarnbién.hasta los rüdos hi- sobre la poética aspiración.
jos de las montañas? iBien! aplaudo el nuevo triunfo de la Terminaba yo estas palabras, cuando paraban nues-
reina de los aristocráticos salones; porque te advierto, buen tras caballerías delante de la puerta del Hotel de París. Lo-
Lorenzo, que la que te ha llamado la atención es la joven y renzo se despidió en seguida, y mi marido, que había
opulenta viuda condesa de ***. La mujer más bella, más escuchado parte de su interesante relato, le encargó -dán-
coqueta y más caprichosa que hoy existe en Patís. dole algunos francos- que hiciese decir misas en sufragio
»-iToma! (añadió en seguida soltando una carcajada). del alma de Gabriel.
Ahora caigo en que tu pregunta ha.sido bastante so.carrona,
Tomado de: Obras literarias de la Señora Doña Gertrudis Gómez
pues debes conocer a la condesa quizá mejor que yo. Ellé!- ha
de Avellaneda, t.v. Madrid. Imprenta y estereotipia de M. Rivadeneyra,
pasado todo un verano, hace tres años; en vuestros valles
1871.
románticos, y como la siguen a todas partes los genios del
amor y de los placeres -prontosa realizar sus más extrava-
gai}tes antojos- tengo entendido que convirtió aquellos.luga-
res agrestes en brillante teatro de aventuras maravillosas,
dignas de flgurar en.las mil y una noches.
»Me despedí de Mr. de N... ; dejé a París al día inme-
diato; y no he vuelto a salir del recinto comprendido entre
estas ásperas montañas. Nada más supe,.nada más quiero
saber de la condesa de***; antes, al contrario, cuando su
recuerdo me asalta, procuro rechazarlo como infernal su-
gestión. ¿No pensáis, como yo, señora, que mejor fuera con-
servar intacta mi sencilla creencia en la pérflda ondina del
lago azul, que no concebir la desconsoladora sospecha de
que pueda abrigarse en el pecho de una mujer la crueldad
más implacable?»
-iAh! tenéis razón -le respondí vivamente-, si tal sos;
pecha llega a convertirse en· evidencia, la extraña historia
que me habéis referido, despojada de todo lo· que tlene de
maravilloso y bello, vendría a ser solamente una indigna
comedia de la coquetería y del capricho, representada (a
guisa de pasatiempo) por una gran señora del mundo-posi-
tivo ... y la trágica escena con que la terminó el entusiasmo
69
68
El número 111
Aventuras de una noche de ópera

EDUARDO BLANCO
(Venezuela, 1839-1912)

1
r
En la que se consigna como la segunda edición del volumen Cuentos
fantásticos (Caracas, Imprenta Bolívar, 1882) de Eduardo Blanco (que
contiene «El número 111» y «Vanitas vanitatuiTl>>, cuento largo o novela
corta), el autor anota que <<El número 111» -firmado con el seudónimo
de Manlio- circuló en 1873 en un periódico de Caracas. Sin embargo.
Efraín Subero, autor de una Bibliografía de Eduardo Blanco, consig-
na que <;:1 cuento apareció por primera vez en el semanario La Tertulia
(Caracas) en 1875 1 -fecha por la que optamos. La primera edición del
libro, supuestamente de 1878, no ha podido ser consultada por los
investigadores que han trabajado el texto, de tal manera que hay quien 1
considera que la prilqera edición de Cuentosfantásticos nunca salió a Ha transcurrido mucho tieinpo y vivo está en mi alma
lalu2:.
De <<El número 111», Osear Hahn opina que «la polarización román- el recuerdo de aquella noche de tentación y de extravío .
tica ángel-demonio, que en la narrativa "tética" tiene un sentido figurado, Una mala tropa de cantantes italianos inauguraba en
se convierte aquí en acontecimiento cuando el narrador aprovecha el nuestro teatro, con la simpática Lucía, la temporada musi-
origen sobrenatural de esas dos nociones, pero al mismo tiempo consi- cal; y numerosa y festiva concurrencia, en noche tan desea-
gue su significado moral»: 2 En efecto. se trata de un cuento romántico y da, asistía a contemplar la cruel ejecución de la más bella
monilizante que expone el viejo tema del pacto fáustico y lo relaciona con
una tradición popular según la qué, en cada espectáculo, hay una butaca entre las bellas hijas del Cisne de Bérgamo.
reservada al diablo. Con esto se elabora un discurso sobre la falsa virtud Los más apuestos de nuestros piSaverdes, prea~
de los hombres y se explicita la idea romántica de la mujer como ángel, dos de antemano para ejercer irresistible seducción en
incapaz de ser pervertido, a pesar incluso de que la incitación del demo- las nuevas artistas, llenaban las lunetas y asestaban a la
nio al protagonista para violar su intimidad pueda ser considerada abier- escena pertinaces gemelos; no obstante que, en la graciosa
tamente sexual.
«El número 111» ya ha sido antologado en HAHN l. 3 También se
curva de los palcos, entre guirnaldas de flores, aéreas ga-
considera fantástico <<Vanitas vanitatum». sas y deslumbra¡jora pedrería, no faltase uno solo de aque-
Otras obras de E. Blanco: Una noche en Ferrara o La penitente de llos astros rutilan tes tantas veces descritos por el galante
los teatinos (1875), Fauvette (1905), Tradiciones épicas y cuentos Fígaro bajo ca,retas mitológicas.
viejos (1914). Atraído por los encantos de estas diosas tentado-
ras, que qpr~sonad me traían en sus redes, más que por
las bellezas de la infeliz Lucía, dirigíme al teatro, próxima
ya la h()ra de empezar la función, con el firme propósito de
hacer hablar a aquellos ojos pláciqos, que a las veces se
dignaban m~rae, y de arrancarles la anheladapromesa
de mi futura dicha, o la franca manifestación de:mi com~
1
Efraín Subero: Bibliografía de Eduardo Blanco, Caracas, UCAB,
1971, entrada 30. pleta desventura.
2
Osear Hahn: El cuento fantástico hispanoamericano en el siglo .,.JAy! Si me juera dado penetrar sus pensamien-
XIX, 2a. ed., México, Premia, 1982, p. 44. tos, ¿sería acasojeliz? -me preguntabq. a cada·paso; y
3
La información completa sobre ésta y abreviaturas similares por lo pront.o. elsab·er a qué atenerse el hombre, respec-
aparece al final de este volumen, en la sección «Clave de antologías».

73

J
to al sentir de los demás, me parecía condición indispen-
sable a la felicidad. tinguir el número del mío, y después de inútiles pesqui-
La agitación que producía en mi ánimo la inseguridad sas, me convencí, con pesar, que el codiciado objeto de
de poseer el corazón de quien llenaba el mío de inefables mis pertinaces esfuerzos había sido ocupado, y que, a
delicias, al par que angustiosas dudas, me indujo a medi- menos de incurrir en la descortesía de ir a arrancar del
tar, con profunda amargura, en los crueles engaños a que asiento al intruso ocupante, como se extrae una cuña, no
estamos sujetos por deficiencia de nuestras limitadas fa- había medió posible de obtenerlo.
cultades morales; y despechado, extraño sentimiento de Ella estaba en su palco, esplendorosa como siempre,
rebeldía irguióse en mi interior. de hermósura y candor; pero del sitió en que me hallaba,
Uno de mis amigos, discutidor sempiterno, con quien apen.as si podía.divisát su casta .frente, iluminada _por re~
desgraciadamente acerté a tropezar, y a. quien le espeté a fulgente aureola. Cuatro pasos más adel~t, me hubiera
quemarropa, como eru-ojecidas balas, mis descabellªdos atraído sus miradas y alcanzado a ver todo sú cuerpo. No
pensamientos, tuvo la ingenUidad de declarar absurdas las podía, sin e1flbargo; adelantarme tanto, por más que lo d~­
ideas que habían logrado preocuparme. Empeñóse, a mi· pe- sease, sin llamar la atención. La impaciencia torturaba m1s
sar, en acalorada discusión; tarde alcancé a darle punto; lle- nervios; hube, con todo, de resignarme, al fin, a espr~
gué al teatro ya empezada la ópera, y las sentidas frases del donde me hallaba al final de aquel acto; e irritado, maldecm
dulcísimo allegro del dúo fmal d~l primer acto: la contrariedad que no podía vencer. cuando uno de mis
vecinos, en quien no había fijado mi atención, me t?có sua-
Verranno a te sull aure vemente en el hombro, eindicándome un asiento vac10, frente
i miel sospirt ardenti, al palco que yo anhelaba a contemplar, me dijo con insi-
nuante amabilidad.
que entonara la tiple a mi llegada, resonaron en mi alma -Mirad, señor mío, he ahí 1.lil asiento que os conviene.
como un tierno reproche de la mujer amada. Sorp~ndi por el tono obsequioso, hl par que obli-
Lleno de aturdimiento, cual si en efecto fueran aque- gatorio, con que se me hacía el ofrecimiento, volvíme hacia
llos labios, que nunca para mí se habían abierto, los que tan amable caballero y, a mi pesar, no pude ;reprimir un
tan afectuosamente hablaran a mi oído, me apresuré a movimiento de sorprésa al mirarle los ojos, de donde pa-
solicitru; mi asiento en la platea, ánsioso de mostrarme a recía brotar una azulada llama semejante a la fosforescen-
los ojos que acaso me buscaban y pedirles perdón por mi cia de las luciérnagas. Este singu!ar individuo mé era com-
retardo ..Pero difícil, si no imposible de realizar, era mi pletamente desc9n9cido, y sin e~bargo, aquella .e:traña
intento: compacto grupo de espectadores hallábanse de luz que alumbraba sus ojos, as1 como la exprs1~n sar-
pie a la entrada del patio y me. cerraba el paso. En vano cástica esparcid,a en su rostro, despertaroJJ., en m1 como
pedí permiso para entrar, en vano supliqué; nadie me qui~ un vago recuerdo: antes de aquella vez parec1ame h~berl
so oír, y obligado me vi penetrar a la fuerza, r~alizndo visto en otra parte. ¿Dónde? No ac~rt a darme cuenta;
mis deseos a cambio de unos cuantos codazos. Ya en .la acaso en las angusti~ qe una espantosa pesadil~ ... no
primera fila de los espectadores sin asiento, procuré dis- puedo 1;\~eguralo pero es lo ciertq que lo examine estre-
meciéndome.
i 74
75
•r

-Aprovechaos -lilsistió mi interlocutor- sin fijarse en -iY qué! -exclamé examinando con sorpresa a mi ih-
mi enibárazo y con manifiestos deseos de ser obedecido. El téilocutor, cuyos cabellos c_o-mo copos de nieve no armoni~
número 1 U está vacante; ocupadlo, es el.mío.
zaban con la frescura de su rostro juvenil:...: ¿No me he en-
Sin_ contestarle, hícele una ceremoniosa cortesía. y
gañado? ¿No-es alucinamiento de Ihi razón? ¿Es de fuego,
empujado, a mi pesar, hacia el referido asi~nto, me dirigí al
número 111, del cual distaba apenas cuatro pasos, no en efecto, el respaldo de ese asiento?
-'Sí.
ocu}tándqseme, empero, la maligna satisfacción q4~ reveló
el semblante de mi singular protec~ verse o_bedecido. _¿y decís que, comoyo, lo habéis tocado?
Mal hallado con semjant~ descubrimiento, detúvm~ -iAy!, algo más que tocarlo -me contestó con profun-
indeciso, apoyando las manos en el respaldo del.banco, antes da tristeza-. Lo hé ocupado un instante y en- ese instae~
de resolverme a ocuparlo;_ .pero instaáew,~ cual. si como veis, encanecieron mis cabellos y quedó-envejecida mi
las hubiera puesto sobre un }¡~ero enrojecido, las retiré alma a los veinte años.
asombrado. -Lo que decís es espantoso -repliqué lleno de descon-
--iEsto es inaudito! -exclamé examinanc;l.o mis tqsta- fianza-, y si no f1,1era ...
dos guantes-. iEste asiento ~s de fuego! -Que lo creéis -añadió interrumpiéndome- dudaríais
Y profu:r:tc:f.amente .sorprendido, volvíme hacia el extra- de lo que os digo.
ño personaje que me lo había indicado, para p~qJe cu~nta -Habláis con tal acento de verdad que es forzoso
de tan extraordinaria .circunstmcia; ,pero éste había des- creeros.
aparecido, dejándome perplejo. -iOh!, no os pesará. Me habéis inspirado compasión,
-No es posible -me dije, comenzando a d4~ar de la y voy a hácéros un servicio que jamás estimaréis debida-
lucidez de mi razón-. Lo que he exprqn~tado no pasa de mente, por la sencilla raión de no }¡aber padecido lo que
ser un alucinamiento. Probemos de nuevo. trato de evitaros.
Esta vez fue mi inano desnuda la que aventuré a la · -Semejante preámbulo no puede ser más misterioso.
prueba; toqué por segunda vez el respaldo qel asiento en Mi nuevo desconocido dejó escapar un .prolongado
cuestión, y lleno de terror la retiré abrasada.
-No insistáis, joven, no insistáis, dijo detrás de wí
StJ~piro; y después de un.~«;>rto silencio, durante el cual su
rostro frío y sus ojos sin luz se. fueron anixnando gradual-
una voz dulce y cariñosa. Abandonad tan temeraria empre- mente, prosiguió:
sa y sentaos aquí, a mí lado, si no queréis incendiaros eí
alma como os habéis quemado ya las manos. -Hace dieciséis años me aconteció lo que voy a referiros.
Yo era entonces aún más joven que vos; pero como vos am~
Aturdido y sin vacilar, me dejé caer en el nuevo puesto
que me ofreCÍan; y no pocos minutos transéurrieron antes baya apasionadamente a uno de esos ángeles tentadores a
de llegar a comprender, con atguna exactitud, lo que mi nuevo quiel}es vosotros los poetas ... porque supongo que lo sois ...
interlocutor se apresuró a decirme: -No siempre -le repliqué interrumpié!1dole.
-Yo también he experimentado lo que vos; y más que -Sin eml;largo. sólo a -los forjad,ores de quimeras les
vos, he padecido de ese trastorno cerebral que comienz'a a sl:l<;et;le lo ·que a vos esta nocP,e.
perturbaros. _¿Quemarse?
76
77
-!Exactamente! Abrasarse e1:1 el fuego de la propia
Un largo silencio se siguió ;;t esta explosión de pro-
imaginación, hasta el punto <:le provocar: al diablo a que los
tiente ~ su antojo. fundo despecho, y hondamente. sorprendido de encontrar
_¿y creéis que yo me e.qct,~nr en ese caso? muchas analogías entr~ el sentir tempestuoso de aquel
desventurado y mis íntimas afecciones, esperé que agota-
-Estoy más que convencido_porqtJ.e, com~ vos, he sido
ra su alma todo el veneno que al parecer la emponzoñaba.
víctima de ese infernal aturdi.miento que os hace tom~ una
Durante el repentino mutismo de aquel hombre, su.rostro
aglomeración de sombras por un foco pe luz, y un juego del
pálido coloreóse_repetidas veces con sangrientos matices,
acaso por un rayo de esperanza. Pero volvamos a mi histo-
los ojos entre sombras Violáceas brilláronle.amenazantes,
ria. En la época a que me he referido, repito, que amaba
sus cabellos de nieve, casi se ennegrecieron, y un rugido
locamente a uno de esos ángeles terrenales a qUienes voso-
sordo y prolongado, .como el que pudiera producir una ca-
tros, soñadores o poetas, como queráis cal_1ficáros, conce-
verna en donde se remoViera un gigante, brotó pausada-
déis mil s.ubli.mes atributos. Esperanzas, _iluson~. amor,
mente de su pecho oprimido; luego, y sin esperarlo, a la
encerraba mi alma; en venturoso arrobo me extaSiaba blan-
borrasca Vi suceder la calma; apagóse el :r:esplandor de las
damepte a sus pies; sin más prenda de su' cariño que una
fieras pupilas, al rostro volvió la palidez, la _nieve a los
mirada interpretada a mi placer, era dichoso; y apasionado
Y ciego, corría sin dete1:1erme tras la estela de fuego de su cabellos; y c_on lUla tranquilidad burlesca que me dejó pas-
hermosura deslumbradora. Un día Vi sonreír sus labios y ma_do,_ me dijo, llevando s_obre mi hombro el compás que
marcaba la orquesta:
un himno de estusiasmo s~ elevó de mi pecho; otro, sentí el
contacto de su mano y el perfume de su aliento, y ebrio de -Y bien, ¿por dónde vamos de mi historia,_ que ya no
felicidad besé la tierra que pisaba mi ídolo, y me sentí ten- lo recuerdo?
tado a amar el orbe entero a pesar de los defectos inheren- -Por la muerte de_ vuestra§ ilusiones -le contesté ad-
tes a la raza de Adán. Todas mis facultades le estabán so- mir_ado de tan repentino cambio.
metidas; mi _pensamiento la seguía como pasivo siervo: mis -iAh!, entonces n;!cla os he dicho todavía sob:r:e el mis-
o~ os la veían a través de las distancias; y üna emoción dul- terio de este asiento que os impedí ocupar... Pero, ¿qué
czsi.ma me revelaba siempre su proximidad, mucho antes queréis?, yo vengQ $l_quj a reírme de todos vosotro;s' y ere?
de que sus formas seductoras me hubieran deslumbrado. que he encontrado esta noche quie_n ª-su vez se:na de mz.
En ca:nbio de tanto amor, yo nada le exigía, y habría ViVido -Supongo que no aludís.,.
mil anos sin pedirle otra graciél: que un rayo de sus ojos, -Poco me importa·, pues, que 1!119S hoy y otros maña-
hasta reposar dichoso en las tinieblas de la tumba. IOh!, na; todos tenéis que p~ar vuestro ridículo tributo a la de-
esa mujer fue amada como nunca fue amada otra mujer: bilidad humana. En cuanto a mí, lo he satisfecho haJargo
como jamás será amada otra alguna; para mí su presnci~ tiempo y estoy a saldo con ella. Pero volviendo a vos, no sé
e~a el cielo, su ausencia el vacío. iY ella ... y ella! -exclamó de cómo explicarme la comp_as_i(m que me--habéis inspirado:
subito mi interlocutor, cambiando de tono y arrojando una mi muerto cor~ón que creía sordo a todo sentimiento ge-
espantosa carcajada-: no lo creeréis ... jamás se había fija- qeroso, parece despertar p, lc,t tc;lea del peligr.o que corréis. A
do ni aun en que yo existía. muchos he visto en vuestro cas.o y lo~ be dejado perecer...
quizás eran indignos pe que yo les hiciera el s_a(:rificj.o de
78
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mi completa "indiferencia; pero son tan inexplicables los mis- -Sin embargo, me ofrecisteis expllcáíme el arcano que
terios de nuestra naturaleza, que á veces nos vemos arrastra- encierra, y aún no lo habéis heco~
dos a obrar contra nuestra. decidida voluntad ... Os han ele- -Creía que ya lo habíais adivinado.
gido para el sacrificio de esta noche porque padecéis la -¿Qué queréis que adivine, cu_ando.cada una de vues-
misma enfermedad que mató mis ilusiones ... tras palabras es un misterio impenetíable para mí?
-lCómo podéis saberlo?
"'-iVamos! Veo que necesito llevar de la brida vuestra
-Porque yo sé muchas cosas que los hombres·Jgnoran. curiosidad. Empecemos· por volver aldeséo que hace poco
-iQué los hombres ignoran!
'-Sí.
me habéis manifestado.
-Sí -exclamé" impacientándome-. Volvamos a él, si es
-lPodríais decirme, entonces, lo que siente mi alma que conduce a explicarme lo que hace· un cuartQ de hora
cuando sus ojos ... ?
expetiniento.
-lVaya!. !tan bien como vos mismo! Para mí nada hay -És el cambio más corto.
oculto bajo el cielo.
-!Adelante!
-!Cuánto os envidio ese poder!
-Deseabais poseer, como yo, la facultad de arrancar
,-Sin embargo, si lo poseyerais, acaso, os pesaría. sus secretos al corazón más cerrado.
-iPu~de ser! ;Peto tened entendido que no hay sacrifi- -No sólo lo deseo, sino que compraría esa facultad a
cio a que no me encuentre dispuesto por adqUirir esa cien- precio de mi sangre.
cia suprema.
-iNo vayáis a dar nada por ella! Os la ofrecen de balde,
-Eso decís porque no tenéis la más remota idea de -!Cómo! -le dije-. Nadie me la ha ofrecido.
todos los tormentos que encierra ese poder sin 'límites. -Y con -iristancia.
-lY creéis que me haga padecer menos la estúpida -lOs burláis de mí?
ignorancia en que vivo acerca del sentir de lós demas? -iPor mis cuernos!
-!Quizás!
-lQué habéis dicho?
-Verdaderamente no os comprendo. Cambiáis a cada -=Que tenéis un candor admirable.
paso,. de manera de raciocinar y de sentir.
-Pero, en fin -exclamé exasperado-, ¿qt::liérr me ha he-
-El que cambiáis sois vos. Hace algühos minutos que cho tal oferta?
no hago otra cosa que seguir vuestro pensamiento, y os con- -El desconocido que os indicó el n 1 -Contestó mi ve-
fieso que da vértigo el giro acelerado de las ideas diversas cino, cubriéndome con su mirada fascinadora.
que lo agitan.
-lY lo extrañáis? -No comprendo nada de cuanto me decís -exclamé
estrechándome entre ambas manos las sienes, que me la-
-Absolutamente, porque así me encontraba yo la.no" tían con violencia-: nada, absolutamente iíáda.
che en que fui impulsado a ocupar el 111.
-Oídme, pues; ypésele a-vuestro empeño.
-iOh! -exclamé lanzando úna mitada de terror al asien- -Esa ciencia oculta que tanto ambicionáis de leer en el
to vacío-. iLo había olvidado!
-Lo sabía. corazón de los otros tañ claramente como en un libro abier-
to, no se adquiere sino depurando antes el alma en ese asien-
80
to de fy,ego .. lComprendéJ& ahora? Todo se mira entonces
r -No os esforcéis en disuadirme -:le.repliqué dandó un
desnudo del velo del fingimiento y la mentira: -la verdad sal-
paso adelante-=. La duda es un suplicio mil veces· mayor que
ta a los ojos: el engaño desapare.ce; y en pose_sión d~ lo~
el desengaño -y enajenada la razón caí febricitante en el
más íntimos secretos, podréis ocultar mejor los vuestros
tan fácile~ hoy de adiVinar. ' asiento infernal.
-lLo que dec!s es cierto? -!Humanidad!, lhumanidadl-exclamó el desconocido
con estridente alborozo, convirtiéndose de.súbito a mis ojos
-Tan cierto como que ya penetro vuestras locas inten-
en el fantástico personaje que me ofreciera ellll-. ISiem-
ciones. Abandonad ese anhelo insensatp; re.ststid a la ten•
pre.la misma!... pretenciosa y débil. ,
tación de penetrarlo todo . .IAyl, no sabéis .cuánto se llora
En presencia de semejante metamorfosis, co~prendí
luego la. pérdida de la cándida ignorancia y de la inocen-
mi' extravío; quise dar un grito, y no pude; pret~dlvan­
te credulidad. Ese misterioso desconocido, a quienjª-illás
tarme·del asiento, y me encontré como clavado a el. Un fue-
he vuelto a ver para exigirle me devuelva la venda "bienhe-
go abrasador encendió mi cerebro; mis pupilas se dilata-
chora que arrancó de mis ojos, me indujo, como a vos, a
ocupar ese asiento, y lo ocup~; y desde entonces, lcuánto he ron, y mi sangre se heló.
visto que deseara ignot~ eternamente, y cuánto más habré
de ver para tqrtura incesante eje mi .alma! ..
-lNo me engañ_áis? -exclamé POI!féndome en pie e.n
un-arranque de admiración. -!Vamos,, valor, audacia!: -exclamó mi tentador de-
-No. monio colgándose del respaldo de mi asiento, e inundán•
dome con su aliento satánico-. !Tendrás lo que has pedi-
-IVoy a probarlo! Deseo conocerlo que sabéis_, y aca-
bar de una vez con la duda que me atormen'ª·· do; mira!
y mis ojos vieron lo que dificil me será expresar.
-Hnsensato!; ivais a perderos! -exclamó-detenién-
dome. -IOyel-mandó de nuevo.
y oí distintamente, sin que se confundieran en mi
-Dejadme -le repJiqué-. Juego gu~tos .la tranquili-
dad del alma en la partida. oído las pulsaciones aceleradas unas, pausadas otras, de
-Ésa no la tendréis nunca. cuantos corazones palpitaban en aquel recinto.
-Y ahora-añadió Lucifer, .que parecía cernirse sobre
-Pero, ep. cambio, sabré en .lo adelante a q'!lé ate-
nerme. mi •cabeza con· la crueldad de un ave de rapiña-: lsiente Y
-iOh/, mjrad mis cabelo~ encanecidos y mis ojos reflexiona! !Eres mío! Te presto mi poder. ,
cansadps. Mfmente se iluminó de súbito; oprimido sentl el co•
-!Nada, ·napa! -le repliqué 14<!l:lando por desasirme razón; mis sentidos se acrecieron, y el velo que limita las
humanas :facultades· rasgóse ante mis ojos, que, deslum-
de sus manos-. Estoy resu,elto a todo; ·y st es~ asÍe"uto
portentoso no sólo e.s la silla de Sat~ás, sino el infierno brados por tanta claridad, se fijaron inciertos en ardo~
mismo, a él me arrojaré para ~aber lo que deseQ' - so foco. Luego, como por efecto de una infernal potencia, el
-!Deteneos! IAún es tiempo!. !Deteneos! teatro comenzó a girar· en· torno mío, cual una inmensa
rueda cuyo eje fuera mi cabeza. Cintas, flores, diamantes,
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rizadas cabelleras, ojos de fuego, rostros fascinadores, -iSí, sí! -contesté admirado y balbuciente-. Todo lo
manos de nieve y pechos de alabastro, en confuso tropel veo ... Jamás lo habrí~ceJdo.
pasaron a mi vista: una música extraña, atronadora, tem- ~1 anillo continuó girandQ, y otrQ grupo, no menos
pestuosa, marcaba el rápido compás de tan vertiginosa interesante que el primero, se presentó a mi visw.
danza; y un rayo de luz, vivísimo, siniestro, como un re- -¿ves? -,-preguntó de nuevo la imperativa voz.
flejo del infierno, abrasabR en su lumbre aquel cuadro -iüh, espantoso! -exclamé-. iCómo puede mentirse
fantástico. así, Dios mío!
-iMi cabeza estalla, mis ojos se queman! -exclamé -iCalla! ¿y ese otro grupo que aparece a su turno?
suplicante. -iDa lástima y horror!
-~Valo! -oí exclamar con estridente voz a mi verdugo. -lY ~se que liega?
-IOh! 1Dadme en cambio de lo que veo la oscuridad -Ya conocía esa historia.
eterna! -Peregrina, por cierto.
-iEnergía! -repitió el Tentador con imp·~ros acento. -iDiabólica!
Y rápido, Ymás rápido, el círculo infernal siguió gi- -lYaquél?
:ando, hasta serme imposible distinguir los objetos. Con -Abate el alma.
avida insistencia seguía, no obstante, las múltiples ondu- -lY ése que pasó?
laCiones de aquella sierpe de. fuego en movimiento, sin que -La irrita.
me fuera dado precisar sus detalles. Mis ojos deslumbra- _¿y el que tienes a la vista?
dos se cegaban, mis facultades se agotaban, y haciendo un -iCuánta perfidia!
postrer esfuerzo, traté de fijarme en una mirada cariñosa _¿y aquél que se detiene?
que en medio de aquel tropel de centellas alcancé a distin- -iCuánta maldad!
guir; pero los ojos que la producían se dilataron hasta Y siguieron pasando los grupos, y los palcos. a cuyas
abarcar el círculo formando en torno mío un nuevo anillo puertas, COJTIO multiplicándose, 'veía asomado siempre ai
de Saturno. pertinaz demonio, que a mis espaldas me aturdía lo~ o~­
-iLlegó el momento de la'penetración! -exclamó mi dos con su risa,sarcástica. Y toc;io§ los secretos se me iban
dominador, viéndose anonadado por aquel espectáculo. revelando, y las pasiones más ocultas surgí@ del corazón
Y la escena cambió sin cesar el movimiento: fijáronse y se presentaban a mis ojos; y duelos., y engaños, tenebro-
mis ojos, y como al través de una ventana abierta de im- sos designios, ruines aspiraciones, maldad, odio 1 vengan-
,, proviso ante ellos, vi aparecer sucesivamentelas lunetas za, mezquindad y vileza, perdieron sus caret~.
los palcos y los diversos grupos que se agitaban en el pa~ -iüh!, icuánto sé, Dios mío, que no querría saber!
tio, sin que por esto dejaran los otros de,seguir su acele- -murmuré arrepentido de mi punible indiscreción-. ¿cómo
rada rotación. haré para olvidar mañana ese cúmulo de giiserias que de
-iPrueba mi ciencia! ,..-continuó el Tentador extendien- hoy en adelante veré estampadas sobre tódas las frentes?
do a mi derecha su descarnada mano.,. lPenetras cada Si pudiera arrancarme la memoria, lo ·haría en obsequio
uno de los corazones que componen aquel grupo? tuyo, mezquina humanidad, para quien todo sentimiento
generoso está vedado.
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. .!-=..._.
,.
-!Prevente! -exclamó de Jmptoviso mí ángel malo, -j_Cállate! No me atormentes más.
interrumpiendo con su eterna ironía las desgarradoras re- _¿y el deseo vehemente que abrigabas?
flexiones que cruzaban por mí mente-. Se acerca el fm de la -Ya no lo tengo.
revista que pasas a esa tropa de comediantes a quienes _¿y la duda que torturaba tu alma?
llamas tus hermanos: !prepárate a ver lo que más has de- -IAh!, la prefiero ahora al desengaño.
seado!
-Pues verás, oirás y sentirás mal que te opongas.
, A semejante anuncio, el aire me faltó, y agotado eles- -!Piedad!
prrítu por la horrible gimnástica a que se hallaba someti- -lAcaso sé yo ·1o que me pides?
do, sentía desfallecer mí ánimo, cuando una dulce melodía, -!Piedad!
mensajera de gratos y queridos recuerdos acarició mis oí- -!Por el infierno!, mira -exclamó Satanás ürttadó; asien~
dos, devolviendo a mí alma la perdida energía. Mis ojos, do con sus crispadas manos mis cabellos, que electrizados
deslumbrados, tornaron a mirar; y a la desierta abertura a su contacto se erizaron al punto. -!Mira!, ite lo ordeno!
por ?onde, como a través del cristal de un lente prodigioso, Dominado por una fuerza sobrenatural, abrí los ojos,
habta descubierto tantos secretos íntimos, vi ap;rrecer en- que en mí desesperación había cerrado para no presenciar
tonces entre auroras de rosa, un palco resplandeciente, se- la muerte de mis queridas ilusiones, y obedeciendo a aquel
mejante a una góndola de nácar; y en él, cubierta de blancas geniO malévolo, voJví a fijarlos en la inoéente víctima de mi
Yva~ors gasas, una de esas criaturas pr!vilegiadas, de loco desvarío.
angelica belleza, que más que hijas de la tierra parecen en- -Ahora -añadió, sacudiendo mi cabeza con ímpetu
carnaciones del cielo.
salvaje-: ipenétrala!
-liEllal! -exclamé fijando sobre su frente pura una No pude resistir por más que c;:tuise, y como la sonda
mirada llena de angustia y timidez-; leila también someti- del marino a las profundidades del Océano, así atravesó mi
.. 1 da al escalpelo de mí diabólica penetración? !Jamás! !Ja-
más! vista la magia seductora de la exteriortdad dt; aq~el,¡; cria-
tura tan amada, hasta penetrar su corazón.
-Ya la tienes delante; míraia -díjome el Tentador con -Gózate ahora -prosiguió Satanás riendo maligna-
voz terrible, apenas la hube reconocido.
mente-, y confiesa que no eres otra cosa que un pueril
1 -A ella ... !nunca!
11 visionario.
-ISí!. mírala y sabré:is a qué atenerte. .-¡Oh!, nada veo, p.aqa ~e lo que tú pretendes-exclamé
-lltpposiblel Lo que de mí eXigís es imposiOle. sorprendido, sin poder contener mi alborozo.
-!Obedece! -exclamó con enérgica entonación. -!Cómo! -exclamó mi verdugo, confundido, con todo
-!Oh!. esta vez el amor me ciará fuer~ás que oponerte. mi-poder-, lnada descubres?
-V~a quimera. El amor desertó del cm;aZón del hom- -'-INaq?! IE.Q vano procuro entre las sombras en que
bre apenas entró e11lucha conmigo. · .
vaga mi vista, descubrir en su alma un sentimiento, una. as-
-Te eng~as. Yo lo siento.
piración, .un deseo, algo en fin que revele una dañada pasión,
-Oye, pues, sí es que no qUieres ver.. un.sentimíentomezquino ... y nada, nadaencuentro!
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r
-iMaldición! -rugió Satná'~ sácudiendo con 'rabia mi llana y sencillamente contestamos que s~ría_ prove~h':
cabeza-. ¿Quién se opone? investí arlo; mas como este asunto esta er_Izado, e ~­
-iEspera, y lo sabrás! -exclamé dando u.n grito de moles.~ria allá en los dominios de la alta fllosofla posl
indecible alegría-... ya lo distingo ... algo así, aéreo y bri- Uva, y donde ella principia, yo termino.
llante como las alas del ángel del amor, la defiende de tu
saña infernal,
Tomado de: Osear Hahn: El cuento fantástico hispanoamericano
Un rugido espantoso ensordeció mis oídos, la tierra
en el siglo XIX, México. Premia, 1982.
tembló bajo mis pies, y reaccionándome de súbito con ex-
traña energía, exclamé, divisando la airada sombra del Ré-
probo desaparecer tras las bambalinas de la e~cna:
-i!njame tentador!, ite has engañado; el cielo la
protege!

***

-¿Qué tienes, qué acontece? -Oí que me preguntaban


varios de mis amigos, que llenos de profundo asombro me
vieron abandonar precipitadamente el infernal asi~nto.
-iOh!, iel número 111!, iel número 11 p -exClamé ho-
rrorizado, señalándoles el asiento que dejaba.
Y loco, despavori~. con los cabellos erizados de te-
rror y el alma profundamente acongojada, salí de aquel
'1 recinto para jamás volver.

***
Carísimo lector, cree de esta historia, que, cómo
1' me la contaron te la cuento, lo que más pueda servir a tu
•'
provecho; y como quiera que sea, acepta este consejo:
cuando vayas al teatro, sí quieres conservar todas tus
ilusiones, no ocupes jamás el nÍlmerQ 111; pues según
una antigua tradición de no recuerdo qué país, el diablo
está abonado á dicho asiento. Pero como no faltará quieti
pregunte ¿por qué el cornudo caballero, monarca del in-
fierno, se ha prendado tanto de sobre dicho asiento?,
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88
Coincidencias: El emparedado

JUANA MANUELA GORRITI


(Argentina, 1818-1892)

i1
,'

j
La primera de las narraciones enmarcadas dentro de la serie «Coin-
cidencias» es «El emparedado». El texto se publicó en Panoramas de la
vida. Colección de novelas,fantasías, leyendas y descripciones ame-
ricanas ( 1876).
En esta narrración -débilmente unida a la de marco, lo mismo que
las restantes, lo cual facilita la separación-, la coincidencia indica los
órdenes puestos en contacto conflictivo: en la celda donde a un sacer-
dote, durante el sueño, le es revelada la fuente de una cita por otro
sacerdote, se descubren, durante la vigilia, los restos de este último,
emparedado. La autora está considerada la precursora de la literatura
fantástica en el Río de la Plata. Y. en efecto. escribiendo en plen~ etapa
romántica -«Vivió en una época en que se extendieron hasta etRío de la Éramos diez. ~abínos reunido la casualidad, y nos
Plata las modas y prácticas europeas relacionadas con descubrimientos
científicos y pseudo científicos,._, 1 sus narraciones muestran el influjo , n un
re t emae ., .. salón, en torno a una estufa improvisada, el
del espiritismo. más fuerte aguacero del pasado lnvierno.
«El .emparedado,.· ha sido antologado en FLESCA y en HAHN1 En aquel heterogéneo círculo, doblemente alumbrado
-como Pl!fi.e de: «Coincidencias,.__ Otros relatos incluidos en antologías por el gas y las brasas del hogar, el tiempo estaba rep~n­
relacionadas con lo fantástico son: «Quien escucha su mal oye», «Coin- .tado en su más alta acción. La antigüedad, la Edad Me Ia,
cidencias» !HAHN1 l y «Una visita infernal» (FLESCA). También están
el resente, y a~ las promesas de un riente porvenir, en
considerados fantásticos: «Una vista al manicomio», «Gubi Amaya»,
«El tesoro de los incas», «La quena», «Güemes», «El ramillete de la lo:bellos ojos de cuatro jóvenes, graciosas y turb~lenas,
velada», «El postrer mandato», «Yerbas y alfileres» [parte de «Coinci- que se impacientaban, fastidiadas con la monotoma de la
dencias» l y «El juicio de Dios» 1cap. fmal de El pozo de Yoccl].
Otras obras de J. M. Gorriti: Sueños y realidades ( 1865 ). Panora-
mas de la vida ( 1876), Misceláneas ( 1878), El mundo de los recuer-
veladkl piano estaba, en verdad, abie.rto, y~ pui.~e sot~
dos (1886), El tesoro de los Incas y El pozo de Yocct, ambas de 1929.
nía una linda partitura y valses a discreclün; pero halla
banse entre·nosotros dos hombres de iglesia; y su presencia
intimidaba a las chicas, y las impedía entregarse a los com-
pases de Strauss y las melodías de Verdi. Ni aun osaban
apelar al supremo recurso de los aburridos_: pasearse cogi-
das del brazo, a lo largo- del salón; y cuchicheaban entre
ellas ahogando prolongados bostezos. ,
-Hijas mías -díjoles el venra~l vicar~ de J. • que noto
su displicencia-, no os móttifiqueis por n?sotros. Os lo
ruego, divertíos a vuestra guisa. Yo, de mí, se decir que me
placería oíros cantar. 'bal 1
1
!Cantar! Bien lo quisieran ellas; pero arredra as e
Paul Verdevoye: «Orígenes y trayectoria de la literatura fantás- repetido io·t'amo de los maestros italianos, en·p:rsci~ de
11 tica en el Río de la Plata hasta principios del siglo XX,., en Morillas,
1'
1991, p. 119. aquellas adustas so:!:fmas, y se ml.faban sin saber como
excusarse.
1

93
-iY bien! -continuó el Vicario-, si os detiene la elec-
ción, que lo decida la suerte. »En fin; llegó la víspera; el cura H. me envió a buscar,
y hube de ir allá sin haber puesto mano en mi obra, creyen-
Y levantándose, fue a tomar del repertorio el primer
cuaderno que le vino a la mano. do que la vista dellugat, del templo y los preparativos de la
fiesta fueran un estímulo a mi negligencia.
-iCoincidencias! -exclamaron las niñas, riendo-. lEa,
»Pero llegado a H. p:resentóseme otro obstáculo: las
pues, hijas mías, a cantar las coincidencias!
Las jóvenes rieron de nuevo . visitas.
.:..muenol, los alegráis al fin! »Para superar este inconveniente, fui a encerrarme eri
una celda de la c'oinpañía, edificio vasto y solitario, donde
-señor, el cuaderno está en blanco -dijo la niña de la ·
podía aislarme como en un desierto. iVana esperanza! Aun
casa-. Su inscripción es el proyecto de una fantasía para
allí vinieron a sitiarme durante el día entero los oficiosos
dedicarla al profesor que me enseña el contrapunto.
saludos.
-i«Coincidenci98»1 Eso, más bien que de cantos, tiene
»Alarmado en fin por el escaso tiempo que me qued_a-
sabor de relatos -dijo una señorá mayÓr. ·
ba para hacer aquella composición, apenas llegó la noche,
-Y qu~en dijo relatos -añadió otra- quiso decir pláti-
cas de viejos. encerréme con llave y me puse a escribirla.
,»En el curso de mi obra, quise citar una frase que yo
-Y quien dijo pláticas de viejos quiso aludrr a mis
creía d~ Tertuliano, y no recordando el capítulo que la con-
noventa inviernos -repuso con enfado cómico el vicario.
tenía, echéme a buscarla.
-Y para castigar la culpable susceptibilidad de ese
»Se!l-tía pesada la cabe~. y mi mano por momentos
ministro del Sepor -replicó la matrona, simulando el énfa-
se p~alizb sobre las páginas del libro. ~ran las doce de
sis de un fiscal-, pido que se le aplique JaJey al pie de la
la noche.
letra, y se le condene al relato de una coincidencia.
»-No busquéis vuestra cfta en Tertuliano; se encuentra
-Y para mostraros que los diez y ocho lustros no han
en el capítulo octavo de las Confesiones, de ~an Agustín.
podido quitarme la complaciente obediencia debida a tan
»Al escuchar aquel ~póstrofe; Jevanté la cabeza, sor-
amables jueces, referiré una muy singular coin~;lea que
prendido, y vi sentado delante de mí un clérigo.
por mucho tiempo hizo vacilar IIJ.i espíritu.entre lo ca~é,Uy
lo sobrenatural. »~a preguntarle cómo había entrado, pl,~;auert
estaba con llave, cuan_do él, tendiendo hacia. el fondo de la
A estas palabras, los bostezos cesaren! como por en-
celda una mano demacrada y pálida, me dijo:
CaiJto; Y las jóvenes, perdJendo su timidez, .ac;ercaron sus
sillas y rodearon al anciano vicario. ~ . . »-Yo duermo allí.
»A estas palabras hice un movimiento de asombro que
«-Era yo cura de S., y me había comprometido el de H.
a predicar el sermón de su .fiesta. me despertó.
»Era un sueño; pero la voz del clérigo sonaba todavía
»Sin embargo, ésta se acercaba y yo todavía no lo· ha-
en mi oído -No busquéis vuestra cita en Tertuliano; se en-
bía escrito, subyugado por la pereza que se apodera <;lel
ánimo en la vida de los campos. cuentra en el capítulo octavo de las Confesiones, de San
Agustín.
94
95
»Sin darme CU\':_nta de lo que hacía, cogí .aquel_libro y
lo abrí en. su capítulo octavo.
»La frase que sol~i.tab, encontrábase allí.
»Sorprendido por aquella extraña coincidencia, díje-
me: sin embargo. Ell!?ueño da algunas veces, granqe luci-
dez; y mi .recuerdo, avivado por su influencia ha venido bajo
la figura fantástica del clérigo,
· >>'l s~ mi trabajo sin pensar más ~1). aquel.incidente.
»Al siguiente día, cuando, concluido mi sermón diri- Él ruiseñor y el artista
gíame a la iglesia, encontré en el claustro a un arquitecto,
que me dijo había sido enviado de Lima para dar otra for-
ma a aquel edificio a f~ de que sirviera al establecimiento
de un colegio nacional. EDUARDO LADISLAO HOLMBERG
»Acabada la fiesta, y vuelto a casa del cura, fui con él a (Argentina, 1852-1937)
ver los prin!eros trabajos del arquitecto.
»Al echar abajo la pared medianéra entre ia celda que
yo ocupé y la siguiente, encontróse la pared doble; y en su
estrecha separación, el cadáver de un jesuita.»
--lNo es verdad que mi fantástico sueño y la presen-
cia de ese cadáver emparedado fueron una extraña coinci-
dencia?
Sin embargo las jóvenes, aunque se preciaban de es-
píritus fuertes, estrecharon sus sillás mirando con terror
las ondulaciones que el viento imprimía a las cortinas del
sa1ón.
-:Pues que- de coincidencias se trata -dijo el canónigo
B.-he aquí una: no menos extraordinaria.

Tomado de: J. l\4. Gorritl: Obras completaS, t. p., E!uenos Aires,


Imprenta y Librerías de Mayo, 1876 (ed. facs. S_,alta, 1982).

96
«El ruiseñor y el artista» se ubll ,
la revista La Ondina del Plat~B co por vez Primera como folletín de
y29 (18 dejunJo, 2y 16dejullo d:~Aires) en tres números: 25,27
folleto.! En 1957 se recoll'ló en llb J. y más tarde, al parecer, en un
A , & ro.
qui asistimos a la descri ci ,
(écfrasis), extrañamenteantma%a:envígradual de una obra plástica
otros textos fantásticos con este ti da propia que, como ocurre en
dad de su creador: e~ medio d mo vo: acaba por consumir la vítali-
· eunaatmosferayp d
1 1 cargad os -a veces recargados- de r or me io de un estilo
JI principio, de dos revenantes una ~gs románticos. La aparición, al
inspi[_adora del prot""'onistay' 1 e as cuales es la hermosa musa
1 • '-«6' a a vez su herman
un componente de incertid b a, no s 6 lo introduce
bién una enigmática posib~ar; :J:e involucra~ ?arrador, sino tam-
1
protagonista, hacia el incesto sub~ofndizacQ del conflicto del Carlos era un excelente pintor. ¿guién se atrevería a
«Elrutseñoryelartlsta» · a o.
Otro relato de Holmberg :C%1~ a:ologado ~n HAHNI y en FLESCA.
dudarlo?
«ijoracioKalibangolosautó ·~ñ r· antologías de 'lo fantástico es· Nadie como él sabía dar a la cal'ne esa suavidad
- . ma....,,. HAHNIJ Ad - ' aterciopelada que invita a acariciar el lienzo, ni delinear esos
rad os fantásticos· «El meda!!, L . emas están conside-
diablada», «Neny,..y «La pipa d~:!.a de huesos», «La casa en- blandos contornos femeninos que se pierden en la fusión
de las curvas, ni prestar a las medias tintas.mayor claros-
curo y el tono resaltan te de los golpes de luz.
Carlos pirttó cierto día uh bosque de cedros, y era tan
viva la Uúsión producida por el contraste de las líneaS y de los
colores, que se creía oír el:rrtúrmullo ddas agujas de aqué,
llos, cantando en coro un himno a la naturaleza; y aunque los
vientos yacían encerrados en sus profundas cavernas,,el mági-
co poder del arte los despertaba, pata derramarlos sobre aque-
lla creación de un espíritu superior.
Las montañas cQn sus :rrti::Hes azuladas, recortando el
horizonte; las azucenas blancas levantándose del fondo por
una extraña penetración de luces_; las yerbas alejándose en
una perspectiva suave; los arroyos estremeciéndose al con-
:1 tacto de las auras; los vetustos troncos precipitándose pul-
verizados por la acción de los años y encerrando las sombras
/
en sus cavidades carcomidas; las nubes coloreándose con
el beso del poniente o de la aurora; los surcos vengativos
1 Antonio Pagés Larraya: «Estudio 1
del rostro de Medea; la severa majestad de .:Júpiter en una
Cuentos fantásticos, Buenos Aires ¡;rehimlnar» a Eduardo Holmberg: creación-Olímpica; el hambre, la desesperación y la espe-
'1 • ac ette, 1957, p. 63, nota 128. ranza en la incomprensible fisonomía del náufrago; todo
1
'
99
esto Y mucho más, llevado a la perfección de la verdad, del
grito de la naturaleza, por el lienzo ante la fuerza del genio lQué se iba a pintar allí? lLo sabía Carlos? Parece
atreVido, todo este conjunto evocado en extrañas creacio- que sí y que no.
nes, hacía de Carlos un ser original, eminentemente Visio- Que sí, porque se notaba ·en él ciert~ insistencia, no
nario. Había limitado a la naturaleza, estrechándola en los acostumbrada, en atacar aquella monotoma; pero el pincel
reducidos límites de su paleta, y la naturaleza vencida, sub- cáía de su mano y el desconsuelo se-apoderaba de su rostro
yugada por el arte, se complacía -según opinaba Carlos- en valiente e inquieto. ,
proporcionar a sus pinceles el atributo de la inteligencia. Que no, porque al preguiltárselo>tgnoraba·que respon-
-Mis pinceles -decía Carlos- se mueven solos; yo les
doy color, y ellos pintan. ~ Cansado al> fin de sus inútiles ensayos, reposo. 'Pero
este reposo .fue elrmero. F;ra evidente que algo le preocupa-
Durante algún tiempo las producciones se siguieron
sin interrupción, de tal modo que en el taller del artista se ba, y ¿quién mejor que un amigo para arrancar el secreto Y
acumulaban los lienzos sin que otras miradas que 'las de los procurar el remedio? .
amigos íntimos pudieran penetrar en el santuario de Corrí a su casa, y en el momento de ir a .tocar el llama-
las Musas. dor, apareció e~ el segundo patio la vieja negra que le se~­
vía. Al ver su traje color chocolate y el pañuelo de coco punzo,
Pero de pronto se paralizó la actiVidad de Carlos; los
colores extendidos en las paletas se secaron, llenándose de con discos blancos, que ceñía su ... iba a decir cabellera...
polvo; los pinceles se endurecieron y el caballete soportó el pero pase, y el índice derecho colocado en sus robustos 1~
pes_o del lienzo comenzado, rechinando ... de dolor: causa bios, y el aire de azoramiento y de misterio con que se..habl~
r~alment aceptable, si recordamos que en aquel. taller ha• revestido el rostro, despertó involuntariamente en rm espl-
bia algo sobrenatural, que daba Vida aun a los mismos ob- ritu la imagen de un Harpócrates sofisticado por alguna
jetos, por lo regular inanimados. -· hada maléfica.
Pero, lqué había en aquel lienzo comenzado?, lqué No sé lo que me sorprendió al entrar en la casa, pero
nuevas combinaciones soñaba Carlos, no interpretadas por algo extraño sucedía allí.
su~ pinceles?. lacaso se había desligado el vínculo .que le -lQué hay? -le pregunté cuando: se hubo acercado.
mua con StJs fieles instrumentos y este abandono amorti- -El amito está muy malo.
guaba su Vida de colores y de formas? -iCarios!
No; en el lienzo no había nada, o si queréis, no se veía ~y quién otro va a ser? ~ijo, abriendo la reja.
otr~ cosa que el fondo, sobre el cual debían resaltar- las -Lléveme a su cuarto.
imagenes no contorneadas aún. 1 -Entre.nomás, pero no haga ruido, porque se ha que-
Y aquel fondo, menester es confesarlo, no valía el tra~ dado dormido.
bajo que había dado. · -lYqué es lo que tiene?
Er~ de un gris azulado oscuro, sobre el cual se.hubte- -Hacía más de una semana·que no dormía, y ayer le
ra ~estacdo una estrella, con el ·reverberar de su- fulgor ha venido una fiebre muy fuerte.
~idero. -Otra vez, mándame avisar, porque si no ...
-La niña dijo que no lo molestara.
lOO
101
1'
~QJiénña?
-La niña Celina, su hermantta -lQué buscas en este torbellino?
-lEstá Celina.aquí? ¿Cuándo ha venido? -Algo que me aclare sobre la causa de esta fiebre.
-Ayer temprano.
--lQué te aclare, Celina ... ?
En el aposento que precedía al de Carlos, estaba Celi• -lYpor qué no? lNo puede haber alguna frase inte-
na SeiJtada en un diván, hojeando una porción de manus- rrumpida, algún párrafo explicativo,que arroje aunque sea
chritos borrqnead_os; que había colocado sobre una mesi~ un resplandor?
e inesca que tema a su lado. Celina tenía razón .
.,~Eres tú? ::-me dijo, poniéndose de pie. 'Entre aquellos manuscritos, que comenzamos a clasi-
-6y por-que no me has hecho avisar que tu he ficar, se colocaron las cattas tiernas a un ladd y las invita-
estaba enfen:po? rmano
ciones a funeral junto a ellas; luego algunos apuntes
-Te creía muy ocupado. históricos, los trozos eh prosa, en últinio término, con los
-Razón más para venir. borradores de música incompletas.
Si Celina hubiera sido hija de Carlos o encarnact , Todo lo ieímos uha, dos, diez veces.
resucitada de algun d _ on
-- o_ e~su cuadros, se podría haber dicho Pero aquéllos no eran secretos para nosotros, porque
que era la creación más _bella y más perfecta del attista. Carlos siempre había llevado el corazón visible para su her-
pero era su hermana y yo , •
dos. - , - me comp1ac~ en ser amigo-de los mana y para sus amigos.
Al principio nos agi4Iba el triste presentimiento de no
Acetq~é al lecho del enf~o. Dormía. hallar nada, pero poco a poco nQestros rostros se fueron
Una·de_bll Vislumbre le·ilttminaba el rostro, y creí lee!' iluminando simultáneail).ente con los resplandores de la
en las contracciones de su frente y en las crispaéiones de esperaniá.
sus dedos; que una idea violenta,le agitaba. ----lHas halládo algo, Celina?
. Tomele el pulso. La arteria era una.corriente de lava _¿y tú? -me preguntó sonriendo dé alegría.
palpitando bajo un cutis de fuego. ' No contesté po~que me pareció inútil. El alma palpita-
:-Mucha fiebre, ¿no es verdad? -dijo Celina ocultando ba en el se111blante.
una ~agrim furtiva, de ésas que se esfuerzan e~ iluminar En las e~ ~orsa, en los versos 1 en las p~utas,
los OJOS, sin que las-evoque otro- deseo que el de que perma sin notas o con ellas, en todos y en cada uno de aquellos pape-
nezcan ocultas. -
les se leía la palabra «<Uiseftor»; pero «~ñor» no nos expli-
=-Mucha idea -contestéle, más conmovido al ver su lá- caba casi :pada: era necsar~o buscar el califi!=!atlvo.
grdimla, ~ue al contemplar a Carlos devorado por un volcán En este manuscrito se leía: «Palpitante» como arrojado
e esp1r1tu.
al acaso; en otro: «Ruiseñor en agonía», en aquél: <Wtista
"'-Calmará, ¿no es cier.to? desconsolado» y en muchos: «Ruiseñor... últlmanoU,l».
_¿y quién lo dudaría?
--lQué deduces d,e todo esto? -pregunté a la hermana
11 -Dejémosle tranquilo; ven, ayúdame -dijo, volviendo de mi amigo.
al aposento que ocupaba éuando entré. -Deduzco sencil~t que Garlos desea representar
1 102 en cuadro un ruiseñor que ,m,odula las últimas notas de su

f· 103
u'ltimo canto, y no hallando ni la 1' . mismo. Nt un solo movimiento en Ja paleta, ni un golpe artís-
apropiados, se empeña - 1 s ll;leas, m los colores más
ración que huye d .. en,~a uchaterrible con-unainspi- tico sobre el fondo que esperaba recibidas irtlágenes.
e su esp1ntu y po h . Era eVidente que los pinceles ya no pintaban solos. Era
fol1do un ciel9 nocturno. ' r eso a pmtago como
incuestionable que agonizaba la illspiración del artista.
-Eres un hada -le dije tománd 1 ¿y Celina? lDe qué te sirve, infeliZ, el caudal de cariño
sabios del mundo no h b , o e la mano-. Todos los
a nan reunido que para él atesoras, si la fiebre le devora ante el arcano?
una serie más perfecta de e . "d . ' con tanta.feHcidad,
_ . omc1 enc1as. Largo tiempo hacía que me hallaba sumergido en·es-
Soy mujer -dijo Celina il tas reflexiones, y hubiera permanecido asi mucho más, a
tenue como la primera Vibr .', ~inda por una aureola
do de la noche. , . . aqon el dta, en el azul profun- no haber tomado· mi espíritu otro vuelo y mi cuerpo experi-
mentado una sensación de placer infinito, porque oí un nuevo
-No, tú eres un ser extranatu suspiro, pero esta vez rnás tenue, más puro, más angelical,
forma femenina Tu' .1 . .r~al, encarnado en una
· eres a·mspi ·, d . más etéreo._ Tal vez los serafines, deliciosa creación de al-
delicado genio del artist tu , r~cwn, ~Carlos; eres el
pr~ea esperanza; a, y ultima lagrima ha sido tu gún poeta de los desiertos, no tienen una nota más sublime
para cru;1tar en el empú:eo.
Celinaso ·'
estaba helada.nno ... pero sonrió con otra lágrima. Su ~é¡lo Miré en torno mío y no vi a Celina. La llamé y nadie
contestó. Corrí qe aposento en aposento ... y mis pesquisas
-Carlos desea pintar _
modul' · · · · J.In ruisenor cantando ,~ .. fueron inútiles.
- o su suspiro, que parecía 1 . <UIJO, y No sé qué vacío 4m grande senti en el corazón. Las
nor q~e no podÍa pintar Carlos. a primera nota del ru,ise-
tinieblas absolutas absorbiendo la luz eterna no ,l;labrían
=:bi;e~!,ro lo que Celina decíá! arrancado de mis labios rti un lamento, ni una queja, ni
do sobre el lienzo podía pal ~:caso baj~ el color ~endi- siquiera lll1a maldición; pero ague,lla ausencia de Celina me
una gar<fanta de Vibrac·, p un corazop.lleno de fuego la dio un alma infinita para que fuera infinito mi dolor.
. t:i , . Ion argentina? • Y era porque un negro presentimiento vol~ sobre mi
é.Pero que digo? lNo hab' , espíritu, accesible un instante a la esperanza, como la nube
1 los cedros, al combi~arse 1 la Oido ya el murmullo de
sorcio de la fantasíá y d ols colores por un eXtraño con- que presagia los grandes cataclismos deJa atmósfera.
1 e a realidad? lN , Despr~do al fm de verme solo, corrí al aposento en
nu b e que los pinéeles de Carl . o se moVIa la
que Carlos dormía el sueño de una fiebre originada, por el
eri aquellos cielos donde vol ~s e~t:unab en la tela? y
.1 se difundía la luz del . a a e aguda de Júpiter, lno arte, y sent~dom en u~ sillón, J1.1nto a la cab~er de la
01 cama del enfermo, esperé.
de la magnolia? Impo, como el perfume en tórno
Fr~J;,te a mí estaba el caballete y el lienzo comenzado, y
iSí! Carlos hará estremecer la los útiles del pintor desparramados en las si]Jas; en las
un torrente de notas puras "b . gargan_.ta del ruiseñor, y
rá del color y de la forma p,VI rantes, apasionadas, brota- paredes algunos bocetos qve representaban vírgenes lacri-
· rometeo· de 1 · int mosas que Carlos había diseñado sonrier;tdo entre sus lí-
Vi d a a su creación audaz a p ura, dará la
neas no inqecisas y aquella transformación de rostros qu~
iDelirio! Más de~ ra 0 d , , yo había visto animados por la alegría me hizo comprender
pinceles de Carlos y sin ~ e sol hab1a acariciado los
' em argo,. el fondo· era siempre el una vez más que una pintura no es una piedra y que el
1.04
105
amqr, el odio, el-desconsuelo 1 .
pueden_palpitar en lo que a , a resignación y la esperanza Y la realidad volvió a apoderarse de mi alma y me en-
boceto. En una mesita ~are? temen te no es más que un contré en el dormitorio de Carlos, velando su fiebre.
n~s libros. Examiné l~;Iajunto a mí-, se veían algu- -Celina ·es un delirio -me dije-; es cierto que Carlos
lei: La Biblia, El. Cosmos d H y con agradable sorpresa tenía una hermana de este nqq¡.bre, que murió h~ce dos
Señora, La vida de J, ; e umboldt Novena a Nuestra
, esus, por Renan L d l . años; tenía quince, y la que acabó de ver en el qqo aposento
pan t ezsta y diversos otroS. , as e leLas de un repres,ent¡l diecisiete. lSoy p:r;~a de una.pesadilla:aP.ora o
S i de la fusión íntim lo h~ sido al en,trar en. la casa? Pero no; tengq la evidencia
ciencia, podéis estar a de estas obras resultara una
Carlos. seguros que ~u primer adepto sería más proft,mda de que Celinaha muerto pace dos ru)os, y la
más profunda evidencia. de que he c<;mversado con ella hace
, Un rayo de luna se de li , , dos hqras. En est.~ omento ~o duermo, estoy seguro. con-
crei adivinar una figura delis izo a traves de los cristales, y
aquel rayo. e osa formada con la hebras de v~cido de ello, dudar sería un p.bsurdo; pero, ly cómo se
explica que ~a ~c\a y la mu~rte se pres~tn de.un, modo tan
Me puse de pie; quise beb , fantástico? MeJor es .no explicarlo.
del-cielo ... y no era más q 1er aquel esprritu que bajaba Y volví a quedar dormido; pero esta vez, real y
los cristales, y las áma ol ue e rayo ~e la luna al través de
mis pupilas. p as del sueno, que se illtraban en profundaiD;ente.

Mi espíritu ordenaba el
po obedeció. reposo de mi cuerpo, y el cuer- 11
m Recostado
, en el sillon,
, con la cabez . Cuánto tiempo dormí~ yo no lo sé.
ano, sentí que los párp d d a apoyada en la Tal vez hubiera dormido eternamente. pero sentí que
la vista. a os aban tregua a las fuerzas de
me tocaba,n el hombro.
Pero el recuerdo velaba ,. Era Carlos, que s~ había levantado de lfl cama y en-
extraordinarias imag' Y me parecía que evocaba
enes. vuelto con una sábana. Su elevada estatura, la palidez de
ElQueréis perntitlnne reproducirlas?
. su semblante, los ojos animados por un brillo fatídico, los
, ra una tumba de már 1 labios estremeciéndose como las hojas de un álamo que el
mm y madteselva. . m o , envuelta en ondas de jaz-
viento acaricia, su cabellera en desorden y el brazo extendi-
Un féretro en la tumb . . do éh dirección· al cuadro con misteriosa postura, la luna
en el aire. a, YVIOletas en torno. Perfumes
ilumfuáildole de lleno y haciéndole representar la imagen
Un ángel en el féretro un· de un espectro, tal fue lá escena que-contemplé al desper-
siemprevivas: iCelina! . nombre en la corona de
tar.-Experimenté algo semejante al terror,
Gotas de rocío en las violetas " -lOyes? -me preguntó, señalando siempre el cuadro.
los jazmines, apagaban la s d , en las madreselvas y en ~Cálmate, Carlos; te· sientes mal y voy a darte una
las cuerdas de las liras E7 de las avecillas, y quemaban
cucharada del jarabe que te ha estado dando Celina du-
Violetas y lágrimas. · canto era un sacrilegio allí ...
rante el día:
106 -lO'fes? -volvió a. preguntarme ..

107
Ante aquella insistencia éscuché. -iCalla! -me dijo Carlos-,, estás loco, ¿a qué Celina
Un gorjeo suave, imperceptible, como elque producen
los pajaritos al amanecer, parecía salir del cuadro. lam~1 tu hermana, con quien he estado conversando hace
¿gué misterio era aquél? Miré a Carlos y me aterró
su semblante convencido. algunas horas. ~ Admira ensilen-
ilnfelizl Celina murió hace dos anos. ,
Dirigí la Vista al cuadro .que el artista contemplaba ~yn - turbe.s el reposo de las .tumbas con , tus desvarlOs.
extasiado, y Vi que se llenaba de ramificaciones negras. Aquellas palabras eran una evocacion.
Si pudiera haber relámpagos negros, diría que aque~ No tuve tiempo de responder. ,
llas ramificaciones eran relámpagos. · Una nota dulce, cristalina, sonora, domino el susurro
Un bosque dibujado en un segundó. Pero era un hos~ de las brisas y ·evaporándose en el fondo del bos~u co~
que tétrico, sombrío, sin perspectiva, sin hojas, sin aire, una gota de aroma del cielo, conmoVió-hasta la mas um -
sin Vida, sin perfumes y sin rumores. Era una red de pince~ de de las yerbas que tapizaban el-c~adro. , . . ·-
ladas negras, y aquellas pfucelaqas aparecían espontáD.a~ Y aquella nota•16<1'.-hna
'"'tS" ~u
de esperanza' tema todo tel sentí tes
mente. íniento, todo el diapasón, toda la vid~ que un mamen o an
-iMis pinceles están pintando solos! -dijo Carlos, con había expresado Celiria en un susprro. . t l
la voz de un loco desesperado. El artista·de las formas dominó al poeta del ar e, y e
Sobre el bosque, una nube tendía su pesado velo. naturalista dominó al arte y al poeta.
La luna se ocultó. _¿Dónde está el ruiseñor? -preguntó, Carl~os, habln~
Pero en aquel mismo instante1 Ía nube pintada en e.l do consigo mismo-. iAquí! -se respondio, senalando un
cuadro comenzó a moverse, como impelida por un Viento de ramillete de hojas, junto al cual estaba el alado cant~r. .
la noche, y a medida que se dislocaba, se perfllaban de luz El ico abierto, la garganta obstruida, el plumaJe en-
sus recortados bordes. ~1 Viento la desgarró y una nueva zado y b~ado de luz, las alas moviéndose convulsiame~­
luna, argenti~ybl,2:ó J.U1 ton:ente de luz azulado te, tal era el aspecto que presentaba la avecilla de humil e
sobre la escena so,nbría del bosqqe y del césped. plumaje y canto del cielo. .. .
iEncanto y horror! -iCanta! iCanta-! -le dijo Carlos-. iCanta! ¡Canta., 1 por~

Cada rama, cada hoja, cada tronco, cadayerbarecibfó ue tu· silencio me arrebata la vida. , . ~
el beso de la luna y la perspectiva iluminada qlejó los últi~ q Dos per1as d e 1uz bañaron. los P_. arpados·. del rUisenor,
mos planos, difUIJ.diéndolos valerosamente en el fondo. y después de brillar un instante, volaron al cielo.
Un Vientecillo su~ve hizo estremc::cer las hojas y Qndu~ Eran dos lágrimas.
lar el césped, y arrebatan<lo sus aromas a 9-qu·e1 bosque de
delirios, los esparció _en ,torno nuestro, .bañándonos en sus 111
efluVios purísimos.
Un profundo silencio reinó en la escena del cu~dies
-iCelina! iCelina! Ven, icontempla esta maraVilla! Las nubes detuvieron su vuelo vaporoso, y los ar
-exclamé en un arrebato inexplicable. delbosque inclinaron sus ramas.
108
109
La na:m-~ez se preparaba a escúchar.
El ruisenor dejó oír una nuev. quejumbrosos y lánguidos, como para dar una tregua. a
produjo un,a impresión tan :xtr a nota, pero esta vez sus esfuerzos supremos, el ruiseñor agitaba con vehmn~
de Carlos, que su rostro n e aordinariR en el espíritu cia las alas y voTvía a lanzarse en lo mas atrevido del
0
evocado. pudo ocultar el sentimiento combate.
Y esta nota, preludio de amor d De pronto se detuvo. Quiso volar, y no halló fuerza
zó a decrecer, elevándose e 1 y e esperanza, comen~ para alejarse de aquel altar. 'El cuerpo conmovido, las aias
,
d e una cztara, n a escala, como vib 1
cuya longit d d. ra a cuerda estremeciéndose,_ la cabeza elevada, eran signos evidentes
sión sucesiva de la man u liS~n,uye bajo la rápida pre~ de que la avecilla 110 agonizaba aú:p..
. ~ 0 que a rmpulsa.
El n.usenor repitió varias vece - Nuevos esfuerzos produjeron nuevos ~?Onidos, pero el
ciones, cuyas últimas t . fi s esta escala sin interup~ instrumento no vibraba con lá misma intensidad. El océa~
no as ueron a p d
agonizantes, en aquel tem 1 , er erse, cual ecos no borrascoso se había transformado en fuentes apacibles,
0
bía elev.ado para reuntrl difunP. so~bn, que el misterio ha~ y tranquilas corrientes de melodía brotaban de aquel abis~
· as, diendolas en un di
A la esqlla siguió un trin · me . o sutil. mo de vibración.
ap~ó sus vibraciones, el ruise¡o~?gd, y cu~dQ é~te La llrup.a de la vida se apagaba en aquella lámpara de
mas g.lto des~ fuerza; se había lanzad Ia , egado al diapasón sentimiento, y el qhna del ruiseñor iba a volar al cie1o don~
taque se precipita al fondo d . b. o a el como una catr~ de estaban sus lágrimas.
instante, Vuelve a elev.ars . e un a tsmo, y deteniéndose un Y a medida que el sonido decxecía, Carlos se aproxi~
· - e en v.apores impal bl
vanecerse luego en el aire invisÍbi D . .. pa es, para des~ maba al. tt;mplo en que ~antb la avecilla, y era tal su exal~
cendentes ~mtar e. ehciosos arpegios des~ tación, que olvidé por un instante la escena misteriosa para
~ on 1a garganta de aqtiel rlle1'1
ya «;le las impresiones primeras . dipro~ alaqo, y libre tomarle ~1 pulso.
der, lanzó una cascada de-m 1 dí,~e . o el alcance de supo~ Era tina in,fierno de latidp~.
e o as una lluvi d tr·
escalas, un tor;rente impetuoso d , . a e mos y de Pirigí la vista al cuadro.
unas a las otra en violentas e b~.notas que se Sl.Jcedían las El ruiseñor, como herido por una mano invisible, estaba
dulce como un suspiro· ora ~m. mac~ones. Ora su canto era te!} dido en la rama ep. que cantara y la,s alas extendidas, pali~
cuando en cuando agi~b las ~estuo como el trueno; de tantes aún, revelaban que la muerte le absorbería en breve.
hementes, o bien producía s~ni p~a que fueran más v~, Y así debilitado para desafiar al imposible, exhaló
alma adivinaba entre los ue os ~perctibls, que el su última g,ota, su última expresión de melodía, como 1ª
luego. Ora se detenía en 1~ m~recdian y los que se oían ola que no pudiendo arrancar la roca inconmovible, se
abismaba en gorjeos que la furia e~tado de su fuga; ora se lanza por sobre ella y· expira blandamente en la. arena de
to se asemejaba a la voz d 1 , timulaba. A veces su can~ l?playa.
pestades del aire; a veces c~r=
10
• luchan;Io con Jas tem~ Lira sin cuerdas, templo sin cánticos, antorcha sin
que serpenteaba en el· bosqu Aansamente c~,mo el arroyo luz y sin aromas, el ruiseñor cayó de rama en rama, y como
sucedía una lucha de notas ~ail una cad_encia inimitable un cuerpo inerte que p.o sensibiliza el ~Yhoque, precipitóse,-
ganta, vencida por su misma deb~ ydcuando a~uel gar~ agonizante aún, sobre el mullido lecho de césped·que tapi~
· 1 a . produc1a sonidos
zaba el suelo del bosque,
'110
111
IV
_¿Estás loco? ¿No te he dicho que Celina ha muerto
¿gué pasó entonces en nuestras almas? hace dos años?
Yo no lo sé; pero si la locura trae consigo la pérdida de -iCarios! -exclamé aterrorizado.
la memoria, la muerte del ruiseñor nos había enloquecido. -¿No acompañaste tú al cortejo fúnebre?
No sé lo que vi, no sé lo que escuché, no sé lo que sucedió. -6Pero ... y que ... ? ¿será ilusión también la negra vieja
Tengo una vaga idea de que el cuadr.o se iluminó con los que me recibió y que .me dijo <i:ue Celina había llegado antes
resplandores de una luz que parecía del cielo y que oí UJ1 de ayer?
coro de ángeles que bajaban del empíreo y qu~ arrebataron -i,Negra vieja? ¿gué negra?
el alma del ruiseñor. iPero es una idea tan vaga! Tal vez lo -La criada que te sirve.
habré soñado.
-<A mí? Si yo vivo completamente solo. El único servi-
cio que tengo es un muchacho que viene todas las mañanas
V a arreglar la casa.
-iCarios! Tú no eres mi amigo. Th fiebre, Celina, los
El sol estaba muy alto cuando desperté, s~ntado en el papeles, la negra ... ¿Es ilusión tqdo eso?
salón, junto a la cabecera de la cama de Carlos.
-Todo, menos el cuadro.
-¿cómo te sientes? -pregunté al amigo.
-6Yo? perfectamente. ¿y tú? Aquello era un abismo. Y cuando iba a precipitarme
-Es original tu pregunta. iCómo! ¿y qué es de la esce- en él con mis reflexiones, el día comenzó a oscurecerse, hasta
na que hemos contemplado? el punto que quedamos sumidos en las tinieblas más pro-
-iAh! -exclamó súbitamente; sentándose en el lecho y fundas.
dirigiendo la vista al cuadro-, imira! Me puse de pie. Carlos ya lo estaba.
Un rayo de sol bañaba el cuadro, y el bosque, ilumina- -Juro por todos los colores y por todas las artes que
do por los velos de su luz, sonreía entre sus hojas de esme- no volveré a pintar un solo cuadro -dijo Carlos con acento
ralda, y en su césped florido, y en el manso árroyo, y ell' los desesperado.
lejanos montes. y como para justificar aquel juramento, se difundió
Hay éosas que ilo se explican, 'porque no se puede ni en el taller una luz imperceptible, que aumentando poco a
se debe explicarlas. Si se admira lo que se ignora, es nece- poco de intensidad, vino a condensarse en su centro.
sario ignorar algo grande para tener algo grande que admi- -Esta es la inspiración que se despide para siempre
rar, y aquel cuadro vivo, que momentos antes había sido de mí. Lo juro por ti, luz del espíritu -dijo extendiendo la
centro de la mayor admiración posible en espíritus huma-
mano hacia aquel resplandor antes indeciso.
nos, era una prueba evidente de esta proposición.
Pero admirad nuestra sorpresa cuando observamos
Carlos saltó del lecho y llevando la mano hacia el lien-
zo, tqcó al ruiseñor tendido sobre el césped. que aquella concentración de luz tomó la forma de Celina,
iEl ruiseñor no se había enfriado aún! con sus gracias infantiles, con su delicada sonrisa.
-¿Por qué no llamas a Celina ... ? La Celina de luz dirigió la mirada al Cielo, y se desva-
neció como el resplandor de una ilusión perdida.
112
113
Entonces, recién entonces, reconocí con V~ctpr Hugo.
que hay mom.entos supremos en los cuales, al]IlqUe el cuer-
po esté de pie, el alma está de rodillas.
El ruiseñor se habíp. helado ya.

Thmado de: Eduardo L. Holmberg: Cuentos fantásticos .. ed. Anto-


nio Pagés Larraya. Buenos Aires. Hachette, 195 7.

Lanchitas

JOSÉ ~ ROA BÁRCE~A


{México, 1827-1908}

/
<<Lanchitas» se publicó por primera vez en El Nacional. Periódico
Literario, de México, en 1877; más tarde se recogió en el volumen
ded).ca¡;lo a su autor, en la Bilbioteca de Autores Mexicanos que impri-
mía Victoriano Agüeros junto con algunas «nouvellas» originales, tra-
ducciones y cuentos: Noche al raso, Unaflor en su sepulcro, El rey y el
bufón, Haimatocara de Hoffmann; Una historia del Londres antiguo
de Dickens, etcétera. 1
Roa Bárcena figura como el creador del cuento literario mexicano, y
Jiménez Rueda -al compilar los relatos de este autor, olvidado durante
mucho tiempo- cita en su «Prólogo» la opinión siguiente de Juan Vhlera:
«en el terrible cuento "Lanchitas", la fantasía del autor y su arte y buena
traza prestan apariencias de verosimilitud y hasta de realidad al prodi- El título. puesto a la presente narración, no es el
gio más espantoso». 2 En general, «Lanchitas» se tiene por la versión ya diminutivo de lanchas, como a primera vista ha podido
completamente literaria de una leyenda conocida como «El misterio de
la calle de Olmedo» y el principio de una línea de narraciones emparenta-
figurarse el lector, sino- ,.,.por más que de pronto se le re-
das que corre hada «La cena», de Reyes. y Aura, de FUentes. sista creerlo- el diminutivo del apellido «Lanzas», que. a
«Lanchitas» también ha sido incluido y analizado en HAHN l. Otros principios de este siglo llevaba en México un sacerdote,
relatos de Roa Bárcena considerados fantásticos: «El hombre del caba- muy conocido en casi todos los círculos de nuestra socie-
llo rucio» y «El rey y el bufón». dad. Nombrábasele con tal derivado, no sabemos si sim-
Roa Bárcena es autor, además, de: Poesías líricas (1859), Ensayo
plemente en señal de cariño y confianza, o si también en
de una historia anecdótica de México en los tiempos anteriores a la
Conquista ( 1862), Leyendas mexicanas, cuentos y baladas del norte parte por lo pequeño de su estatura; mas sea que milita-
de Europa y algunos otros ensayos poéücos ( 1862) y Novelas origina- ran entrambas causas juntas, o aislada alguna de ellas,
les y traducidas ( 1870). casi seguro es que las dominaba la sencillez pueril del
personaje, a quien, por su carácter, se aplicaba general-
mente la frase vulgar de «no ha perdido la gracia del bau"
tismo». Y, corrio por algún defecto deJa organización de su
lengua, daba a lat y a la e, en cier:tos casos, el sonido de la
eh, convinieron sus amigos y conocidos en llamarle
~Lanchits», a ciencia y paciencia suya; exponiéndose de
alliapoco los que quisieran designarle con su verdadero
nombre, a malgastar tiempo y saliva.
¿guién no ha oído alguno de tantos cuentos, más o
menos salados, en ;que Lanchitas funge de protagonista y
/ que la tradición oral va trasmitiendo a la nueva generación?
Algunos me hicieron reír más de veinte años ha, cuando aca-
1
Obras de don José María Roa Bárcena, México, Imprenta de
Victoriano Agüeros, 1897. so.aún vivía el personaje, sin queJas preocupaciones y agita-
2
José María Roa Bárcena: Relatos, selección y prólogo de Julio Jiménez ciones de mi malhadada carrera de periodista me.dejaran
Rueda. México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1941, p. xx. tiempo ni humor de procurar su conocimiento. Hoy que, por
.,
117
1:
~·-" ~-e· '~- _j
dicha, no tengo que ilustrar o rectificar o lisonjear la opi- tracciones de Spinoza; ni las refutaciones victoriosas que
nión pública y que por desdicha voy envejeciendo a grandes provocaron en su tiempo. Quizá hasta se haya dedicado al
pasos, qué de veces al seguir en el humo de mi cigarro, en el estudio de las cie:ncJas naturales, después de ejercitarse en
silencio de mi alcoba, el curso de las ideas y de los sucesos el de las lenguas antiguas y modernas; todo en-el límite que
que me visitaron en la juventud, se me ha presentado en la la escasez de .maestros y de lil;>ros permitía aquí a princi-
especie de linterna mágica de la imaginación, Lanchitas, tal pios dél siglo. Y este hombre, superior en conocimientos a
como me lo describieron sus coetáneos, limpio, manso y Ia mayor parte de los clérigos de su Uempo, con,~Sultad a
sencillo de corazón, envuelto en sus hábitos clericales, veces por obispos y oidores, y considerado, acaso, como un
avanzando por esas calles de Dios con la cabeza siempre pozo de ciencia por¡ el vulgo; cierra o quema repent;inamente
descubierta y los ojos en el suelo: no dejapdo asomar en sus libros; responde a las consultas conJa risa de la infan-
sus pláticas y exhortaciopes la erudición de Fenelón, ni la cia o del idiotismo; no vuelve acubrirse la cabeza ni a levan-
elocuencia de Bossuet; pero pronto a todas horas del. día y tar del·suelo sus ojos y se convierte en.personaje de broma
de la noche a socorrer una necesidad,< a prodigar los aux:i~ para los chicos y para los desocupados. Por-rara y peregri-
lios de su ministerio a los moribundos y a enjugar las l{lgri- na que haya sido la transformación, fue real y efectiva y he
mas de la viuda y del huérfano: y en materia de humildad, aquí cómo, del respetable Lanzas, resultó Lanchitas, el po-
sin término de comparación, pues no le hay, ciertamente, bre clérigo que se me apwece entre las nubes de humo de
para la.humildad de Lanchitas. mi cigarro.
Y, sin embargo, me dicen que no siempre fue así; que s~ No ha muchos meses, pedía yo noticias de él a una
no recibió del cielo un talento de'primer orden, ni una volun- persona ilustrada y formal, que le trató con cierta intimi-
tad frrme y altiva, era hombre medianamente resuelto y des- dad; y; como acababa de figurar en nuestra conversación el
pejado y por de más estudioso e investigador. En una época tema del espiritismo, hoy en boga, mi interlocutor me tomó
en que la fe y el culto católico no se hallaban a discusión en del brazo y, sacándome de la reunión de amigos en· que es-
estas comarcas y en que etejetcicio del sacerdocio era relati- tábamos, me refrrtó unfl anécdota más rara todavía que la
vamente fácil y tranquilo, bastaban la pureza de costumbres; transformación deLanchitas y que acaso la explique. Para
la observancia de la disciplina eclesiástica; el ordinario co- dejar consignada tal anécdota, trazo estas líneas, sin me-
nocimiento de las ciencias sagradas y morales y 1m juicio terme a calificarla. Al cabo, si es absurda, vivimos bajo el
recto para captarse el aprecio del clero y el respeto y la es ti~ pleno reinado de lo absurdo.
mación de la sociedad: Pero Lanzas, ávido de saber, no se No recuerdo el día, el mes, ni el año del suceso, ni si
había dado por satisfecho con la instrucción seminarista y mi interlocutor lo señaló; sólo entiendo que se refería a la
en los ratos que el desempeño de sus obligaciones de cape- época de 1820 a 30; y en lo que no me cabe duda es en que
llán le dejaba libres, profundizaba las investigaciones teoló- se trataba del principio de una noche oscura, fría y lluvio-
gicas y, con autorización de sus prelados,,seguía curiosamenté sa, como suelen serlo las de inVierno. El Padre Lanzas tenía
las controversias entabladas en Europa, entre adversarios y ajustada una partida de malilla o tresillo con algunos ami-
defensores del catolicismo; no siéndole extrañas ni las bur- gos suyos, por el rumbo de Santa Catalina Mártir; y, termi-
las de Voltaire, ni las aberraciones de.R,ousseau, íli lasabs- nados.sus quehaceres del día, iba del centro de la ciudad a
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1
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reunírseles esa noche, cuando, a corta distancia. de la casa
en que tenía lugar la modesta tertulia, alcanzóle una mujer rrada,. co:o.. un. p@\leJo qm.,ru-!JleiJtQ y~ trechos roto. Los ojos
del pueblo, ya entrada en años y miserablemente vestida, del hombre estaban cerrados y notablemente hundidos y la
quien, besándole la mano, le dijo: pjel de su rostro y de ~;JUS manos, cruzadas sobre e~ pecho,
-iPadrecito! iUna confesión! 'Por amor dé Dios, 'vénga- aparentaba la sequedad y rigidez de la de las momias.
se conmigo su merced, pues el caso no admite espera. -iPero este hombre está muerto! -exclamó el Padre
Trató de informarse el Padre si se había b no acudido La.nZas dirigiéndose a la vieja. , .
previamente a la parroquia respectiva en solicitud de los -Se va a confesar, Padrecito -respondio la mujer, qm-
auxilios espirituales que se le pedían; pero la mujer, ·con tándole la vela, que fue a poner en el.r:incón_más distante de
frase breve y enérgica, le contestó que el interesado preten- la pieza, quedando casi a oscuras el resto de ella;· y al mis-
día que él precisamente le confesara, y que si se malograba mo tiempo el hqq1]Jre, Gorno si quisiera Q.emostrar la ver-
el momento, pesaría sobre la concienGia del sacerdote; a lo dad.de las palabras de la mujer, se incorporó en su petate Y
cual éste no dio más respuesta que echar a andar detrás de • - , ___
comenzó a recit!lf e:o. vo~
·-~ - - ~ .~ ' r
cavernosa, pero suficientemente
la vieja. inteligible, el Conjiteor Deo. ,
Recorrieron en toda su longitud üna calle de Poniente Tengo que abrir aquí un paréntesis a mi narracion,
a Oriente, mal alumbrada y fangosa, yendo· a salir cerca del pues el digno sacerdote jamás a alma nacida refirió la ex-
Apartado y de allí tomaron hacia el Norte, hasta torcer a traña y probablemente horrible confes~ó qu~ aquella no-
mano derecha y detenerse en uría miserable accesoria del che le hicieron .. De algunas alusiones y medias palabras
callejón del Padre Lecuona. La puerta del cuartucho estaba suyas se infiere que al comenzar su relato el p~nite: se
nada más entornada, y empujándola simplemente, la-mu- refería a fechas tan remotas, que el Padre, creyendole difu-
jer penetró en la habitación llevando al Padre Lanzas de so 0 divagado. y comprendiendo que no había tiempo que
una de las extremidades del manteo. !En el rincón máS am- perc!er. !e ex.cttó ·t;~. ~oru;etas a lo que importaba; que a
plio y sobre una estera sucia y medio desbaratada, estaba poco entendió. que aquél, se daba por muerto de muchos
el paciente, cubierto con una frazada; a corta distancia, ·una años atrás, en circunstancias violentas que no le habían
vela de sebo puesta en un jarro boca abajo en el suelo, daba pe~mitdo descargar su conciencia como había acostumbra-
su escasa luz a toda la pieza, enteramente desamueblada y do pedirlo diariamente a Dios, aun en el olvido casi total de
con las paredes llenas de telarañas. Por terrible que sea el sus deberes y en el. seno de los \'l.cios y quizá hasta del
cuadro más acabado de la indigencia, no daría idea del crimen; y·que_por permisión divina lo que hacía en aquel
desmantelamiento, desaseo y lobreguez de tal habitación, momento, viniendo de la eternidad para volver a ella inme-
en que la voz humana parecía apagarse añtes de sonar, y diatamente. Acostumbrado Lanzas, en el largo ejercicio de
cuyo piso de tierra exhalaba el hedor especial de los sitios su ministerio.. a los delirios y extrayg,~c_s <le los
que carecen de la menor ventilación. · febricitantes y de losJocos, no hizo mayor aprecio de tales
Cuando el Padre, tomando la vela, se acercó al paCien- declaraciones, jw;g@goJC!$ ~fect9 Q.el e*avío anormal o in-
te y levantó con suavidad la frazada que le ocultaba por vet~rado de la razón del enfermo; contentándose con exhor-
1 completo, descubrióse una cabeza huesosa y enjuta, ama- twle ~ ~repntimo. y explicarle lo grave del trance a
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que estaba orillado y con absolverle bajo las condiciones

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necesarias, supuesta la perturbación mental de que le con- abrigada y bien alumbrada·y hallarse en amistosa compañía
sideraba dominado. Al pronunciar las últimas palabras del cerca de una mesa_espaciosa, apunto de comenzar el juego
rezo, notó que el hombre había vuelto a acostarse; que la que por espacio de más de veinte años nos .ha entretenido
vieja no estaba ya en el cuarto, y que la vela a punto de una o dos horas cada noche, repantigóse nuestro Lanzas en
consumirse por completo, despedía sus últimas luces. Lle- uno de esos sillones de vaqueta que sellallaban frecuente-
gando él a la puerta, que permanecía entornada, quedó la menté én la celdas de ·los monjes y que yo prefiero al más
pieza en profunda oscuridad; y, aunque al salir atrajo con pulido asiento de brocatel o ten;iopelo y ep.cendiendo un buen
suavidad la hoja entreabierta, cerróse ésta de firme, como cigarro habano yartojando bocanadas de humo aromático,
si de adentro la hubieran empujado. El Padre, que contaba al colocar sus cartas en la mano;izquierda e~ forma de aba;.
con hallar a la mujer de la parte de afuera y con recomen- nico y como ·si no hiciera más qtie ·continuar en voz alta el
darle el cuidado del moribundo y que volviera a llamarle a hilo de sus :reflexiones relativas al-penitente aquien.acababa
él mismo, aun a deshora, si advertía que recobraba aquél de oír, dijo a sus compañeros de tresillo:
la razón, desconcertóse al no verla; esperóla en vano duran- -lHan leído ustedes la comedia~ don Pedro Calde-
te algunos· minutos; quiso volver a entrar en la accesoria rón de la Bru:ca, intitulada La de¡Joción de la Cruz?
sin conseguido, por haber quedado cerrada, como de fir~ Alguno· de los comensales la conocía y recordó al vuelo
me, la puerta; .y, aprétando en la calle la oscuridad y la llu- las principales peripecias del galán noble y valiente, al par
via, decidióse, al fin, a-alejarse, proponiéndose efectuar, al que corrompido, especie de Tenorio de sU' época, que, muer-
siguiente día muy temprano, nueva visita. to a_hierro, obtiene. por efecto de su constante devoción a la
Sus compañeros de malilla o tresillo le recibieron amis- sagrada insignia dél cristiano, el raro privilegio de confesar-
tosa y cordialmente, aunque no sin reprocharle su tardanza. se momentos uhoras después de haber cesado Q.e vivir. Re-
La hora de la cita había, en efecto, pasado ya con mucho y cordfi~:l cual, Lanzas prosiguió diciendo, en tono entre
Lanzas, sabiéndolo o sospechándolo, había venido aprisa y grave y festivo:
estaba sudando. Echó mano al bolsillo en busca del pañuelo '-'No se puede negar que el pensamiento del drama de
para limpiarse la frente, y no le halló. No se trataba de un Calderón es altamente religioso, no obstante que algunas
pañuelo cualquiera, sino de la obra acabadísima de alguna de sus escenas causarían positivo escándalo hasta en los
de sus hijas espirituales más consideradas de él; finísima tristes días que alcanzamos. Mas, para que se vea que las
batista con las iniciales del Padre, primorosamente borda- obras de imaginación suelen causar daño efectivo auil.ccin
das en blanco, entre laureles y trinitarias de gusto más 0 lo poco de bueno que contengan, les diré que acabo de con-
menos monjil. Prevalido de su confianza en la casa, llamó al fesar a un.infeliz, que no pasó de.artesano en. sus buenos
criado, le dio las señas de la accesoria en que seguramente tiempos; que apenas sabía leer y que, indudablemente, ha-
había dejado el pañuelo, y le despachó én su busca, satis- bíaJeído o visto La devoción.de la Cruz, puesto que, en las
fecho de que se le presentara así, ocasión de tener nuevas divagaciones de su.razón, -creía·teproducido en sí-mismo el
noticias del enfermo, y de aplacar la inquietud en que él mis- milagro del drama ...
mo había quedado a su respecto. Y con la fruición que pro- '-lCómo, cómo? -exclamaron los comensales de Lan:.
duce en una noche fría y lluviosa, llegar de la calle a una pieza zas. mostrando repentino interés.
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. ~-"= ~
-Como ustedes lo oyen, amigos míos. Uno de los ma-
localidad por él visitada y cüyas señas, sin embargo, corres-
yores obstáculos con que, en los tiempos de-ilustración que
pondían con toda: exactitud a la fmca cerrada y en pleito; a
corren, se·tropieza en el confesionario, es el deplorable efec-
menos.que, a excusás del propietario, se hubiera.cometido
to de las lecturas, aun de aquellas que a primera vi.sta no
el abuso de abrir y o~upar la accesoria, defraudándole su
es posible calificar de nocivas. No pocas veces me he encon-
renta. Interesados igualmente, aunque por· motivos diver-
trado, bajo la piel de beatas compungidas y feas, con ani-
sos, el dueñ:o de lCJ, c:;asa y el Padre en salir de dudas, convi-
mosas Casandras y tiernas y remilgadas Atalas; algunos
nieron esa noche en reunirse a otro día temprano, para-ir
delincuentes honrados, a la manera del de Jovellanos, han
juntos a reconocer la accesoria.
recibido de mi mano la absolución y en el carácter de mu-
Aún no eran las ocho qe-la mañana siguiente, cuando
chos hombres sesudos, he advertido fuertes conatos de
imitación de las fechorías del Periquillo, de Lizardt Pero llegaron a St1 puerta, no sólo bien cerrada; sino mostr~d?
entre las hojasy el:marco, y en _el_ojo deJa: llave, telaranas y
ninguno tan preocupado ni porfiado, como mi· último peni-
tente; loco, loco de remate. iLástima de alma, que ha vuel- el polvo que daban la seguridad material de no haber sido
abierta en.algunos años. 'El.propietario llamó sobre esto la
tas de un verdadero arrepentimiento, se·está.en sus trece
atención del Padre, quien retrocedió hasta el principio del
de que hace quién sabe cuántos años dejó el mundo y que
callejón, volviendo a recorrer cuidadosamente y guiándose
por altos juicios de Dios ... iVamos! iLo del protagonista del
drama cop.sabido! Juego.· .. por sus recuer.dos de la noche· anterior, la distancia que
mediaba desde la esquina hasta el cuartucho, a cuya puer-
En estos momentos se presentó el criado de la casa,
ta se detuvo nueVamente, asegurando con toda formalidad
diciendo al Padre que en-vano había llamado durante media
ser lá misma por donde había entrado a confesar al enfer-
hora en la puerta de la accesoria; habiéndose acercado, al
mo, a menos que,.como éste, no hubiera perdido el JUicio. A
fin, el sereno, a avisarle caritativamente que la tal pieza y
créerlo así. se iba:inclinando el ·propietario, al ver la inque~
las contiguas, llevaban mucho tiempo de estar vacías, lo
tud y hasta la angustia con-que Lanzas examinaba lapuer~
cual le constaba perfectamente, por razón de su ofiéio y de
vivir en la misma calle. ta y.la calle ratificándose en sus afirmaciones y suplicando
hiciese abrir la accesoria a fin.de registrarla por. dentro.
Con extrañeza oyó esto el Padre; y los comensales que,
según he dicho, habían ya tomado interés en su aventura, Llevaron:allíun manojo-de llaves viejas, tomaclas·de
dirigiéronle nuevas preguntas, mirándose unos a otros. orín·, y probando algunas, después de .haber sido necesario
desembarazar de tierra y telarañas, por medio de clavo o
Daba la casualidad dé hallarse entre ellos nada menos que
el dueño de las accesorias, quien declaró que, efectivamen- estaca: el agujero.de la cerradura, se abrió al fin la puerta,
te, así éstas como la casa toda a que pertenecían; llevaban saliendo por ella el aire-malsano y apestoso a humedad que
Lanzas había aspirado allí la noche anterior. Penetraron en
cuatro años de vacías y cerradas, a consecuencia de estar
el cuarto nuestro clérigo y el dueño de la finca·y a pesar de
pendiente en los tribunales un pleito en que se ie disputaba
la propiedad de la finca y no haber querido él, entretanto, su oscuridad, pudieron notar, desde 'luego, que estaba err•
teramente deshabitado y sin mueble .ni .rastro alguno de
hacer las reparaciones indispensables para arreildarlas.
inquilinos. Disponíase el dueño a salir,_invitándo a Lanzas
Indudablemente Lanzas se había eqUivocado respecto de la
a seguirle o precederle, cuando éste, renuente a·conv:encerse
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125
de que había: simplemente soñado lo de la confesión, se Lanzas, y si los que nos reímos con la narración de sus
dirigió al ángulo del curu:to en que recordaba haber estado excentricidades y simplezas, no estamos, en realidad, más
el enfermo y halló en elsuehry cerca del rincón, su pañuelo, trascordados que el pobre clérigo.
que la escasísima luz de la píeza ·no le había dejado ver Diré, por vía de apéndice, que poco después de su
antes. Recogtóle con profunda ansied~. y corrió hacia la muerte, al reconstruir alguna de las casas del callejón del
puerta para examinarle a toda la, claridad del día. Era el Padre Lecuona, extrajeron del muro más grueso de una pie-
suyo y las mru:cas bordadas no le dejaban duda alguna. za, que ignoro si sería la consabida accesoria, el esqueleto
Inundados en sudor su semblante y sus manos, clavó en el de un hombre que parecía haber sido emparedado mucho
propietario· de la fmca los ojos, que eLterror: parecía hacer tiempo antes y a cuyo esqueleto se dio sepultura con las
salir de sus órbitas; ·se guardó el pañuelo en el bolsillo, debidas formalidades.
qescubrióse la cabeza y salió a la calle con.el sombrero en la
mano, del~t del propietario, quj.en, después de haber ce-
rrado la puertayentregado a ~u dependiente el manojo de Tomado de: José María Roa Bárcena: Relatos, selección y prólogo
llaves, echó a andar al. lado del Padre:;, preguntándole con de Julio Jiménez Rueda, México, Universidad Nacional Autónoma de
ciertalrnpaciencia: México, 194 L
-Pero, ¿y cómo. se explica.ustedJo acaecido?
,Lanzas le vio ·con señales de. extrañeza, como Si no
hubiera comprendido la ·pregunta y siguió caminando con
la cabeza descubierta a sombra y a sol, y no se la volvió a
cubrir desde aquel punto. Cuando alguien.le interrogaba
sobre semejante rareza, contestaba con risa de idiota y He~ 1
vándose la diestra al bolsillo, para cerciorarse de que tenía
consigo el p~uelo. Con infatigable constancia siguió des-
empeñando las tareas más.modestas del ministerio sacer-
dotal, dando señalada preferencia a las qüe.más en contac-
to le ponían con los pobres y Jos niños, a quienes mucho se
asemejaba en sus conversaciones y en sus gustos. ¿Tenía,
acaso, presente el pasaje de la Sagrada Escritu,ra relativo a
los párvulos? Jamás se le vio volver a.dar el menor indicio
de enojo o de impaciencia; y si én las calles era casual o
intencionalmente atropellado o vejado,/contlnuaba su ca~
mino conla vista en el suelo y moviendo sus labios como si
orara. Así le suelo contemplar todavía en el silencio de mi
alcoba, entre las nubes de humo de. mi cigarro, y me pre,.
gunto si a los ojos de Dios no. era Lanchitasm::1ssabio que

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Tanathopia

RUBÉN D~O
(seudónimo de
FÉLIX RtiBtN GARCÍA SARMIENTO)
(Nicaragua, 1867-1916)

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r

Fechado en Buenos Aires en 1893, es decir, al comienzo de la estancia


en Argentina de Rubén Daría, este texto apareció en Impresión y sensa-
ciones,1 pero se Jgnora la fecha de su primera edición. 2
«Tanathopia» -<:uya grafia, al parecer anómala o contraria a la etimo-
logía griega de los términos, conservamos por convención- es un cuento
de «Vampirismo, en el sentido teosófico [... ] de muertos que se aferran a
3
sus cuerpos fisicos». Muestra -<:omo otros muchos textos macabros
del autor-la influencia de Poe, pero también la del clima de afición al
esoterismo y a la teosofia imperante en Buenos Aires a finales de slglo.
en el que Daría se sumergió.
En la citaq.a antología de José Olivio Jiménez, se incluyen, además
de «Tanathopia», «Cuento de nochebuena», «La pesadilla de Honorto», -Mi padre fue el célebre doctor John~Le, miel?r~
«El Salomón Negro», «La larva» (también incluido en STAVANS), «Cuen-
d la Real Sociedad de Invesijgaciones Psiquca~ de Lon.
C:es y muy conocido en el mundo científico po.r sus estu~
to de Pascuas», «Huitzilopoxtli», «D. Q.», «El caso de la señorttaAmelia»
y «Verónica» (estos tres últimos recogidos y analizados en HAHN1).
También son fantásticos los cuentos: «Maese Pérez el organista», «El dios 'sobre el hipnotlsqw y su célebre Memorias sobre ~
rubí», «El p;llacio del sol», «El sátiro sordo», «El mundo de los sueños», Old. Ha muerto no hace mueh o tiempo . Dios . lo tenga en
«El velo de la reina Mab». «La resurreción de la rusa», «Los siete bastar-
dos de Apolo». «Cuent~ de navidad». «El sátiro y el centauro», «Febea» y gloria. , parte de su
«La muerte de Sálomé»·. · (James Leen vació en s:u estomago gran
Otras obras de Daría: Abrojos ( 1887), Azul... ( 1888 y 1890), Los cervezaycontinuó): 'i i
raros ( 1896), Prosas prqfanas y otros poemas ( 1896), Cantos de vida -Ós habéis reído de mí y cie lq que llama s m s
y esperanza. Los cisnes y otros poemas (1905), El canto errante preocupaciop.es y ridiculeces. Os perdono, porque, franca:
(1907), Letras (1911), Thdo al vuelo (1912).
t no sospecháis ninguna de las cosas que no com
men
prende e, nuestra filosofía . en el cie1o y. en 1a tierra • como dice
nuestro maravilloso William.
No sabéis que he sufiido mucho, que sufro m~cho,
aun lás má!ramargas torturas, a causa de vuestras nsas ...
Sl'· os repito: no puedo dormir sin luz, no pue.do ~odpr
la •soledad de una casa abandona· - d a, tiemblo. al rmb o mis- .
terioso que en horas crepusculares brota de lo~ ~scaJeS
1
n ~amino· no me agrada ver revolar un moc ue o o un
en u i~lago·
Rubén Darío: Obras completas, t. 12, Madrid, 1925, pp. 19-30.
2
Ernesto Mejía Sánchez, que ordena cronológicamente los textos de n'o.visito, en ninguna ciudad adonde llego, los
mure e · . . i · - · sobre asun-
cernent erio s·. me-martirizan las conv'ersac ones
Darío para su edición de los Cuentos completos (2a. ed., 4a. retmp.,
México, Fondo de Cultura Económica, 1995), lo"coloca entre «Luz de agu dan para
luna», publicado en Zig-Zag (Santiago de Chile) en 1914, pero
tos·macabrós, y cuanClolas ten:go, mis ojos ar
presUmiblemente muy anterior, y «Preludio de primavera», aparecido cerrarse, al amor del sueño, que la luz aprezc~. .·
en La
3
Tribuna (Buenos Aires) el 8 de septiembre de 1893. Tengo eLhorror de la que ioh Dios! tendre .que .nom-
José Olivio Jiménez: «Prólogo» a Rubén Darío: Cuentosfantásticos, brar· de la muerte. Jamás me harían permanecer _en una
Madrid, Alianza Editorial, 1979, p. 20.
casa.donde hubiese un cadáver, así fuese el de mi mas ama-

131
doam·cr. M'
. I~:P· rrad: esa palabra es la más fatídica de las
e~sn e~ cualquier idioma: cadáver. .. Os habéis reído q~= AIJj aprendí a ser triste. Físicamep.te era el retrato de
reis e rm: sea. Pero perinítidme que os diga la verdad de, mi madre, según me }Ian dicho, y supongo que por esto el
secreto. Yo he llegado a la República Argentin if¡ mi doctor procuraba mirarme lo menos quepodía. No os diré
pu:zs de haber estado cinco años preso, sec~'ta:Jon; más sobre e.sto,..Son ideas que me Vienen ..Excusad lama-
ra emente por el doctor Leen, mi padre· el cual s· nera de mi narración.
gran s a b'IO, sospecho que era un gran bandid · B
. 1 era un Cuando he t()cado ese tópico rrie he s_entido conmoVido
suya fui llevado a la casa de la salud. d o. or orden por una reconocida fuerza. Procurad comprenderme. Digo,
temía uiz 's , , ' por or en suya, pues pues, que Vivja yo solitario en mi espíritu, aprendiendo tris-
tener q u1 a que algun ?Ia me revelase lo que él pretendía teza en aquel colegio de mtJros negros, que veo aún en mi
oc to ... Lo que vrus a saber, por u .·. .
ble resistir el i1 · 1 . , q e ya me es rmposi- imagirm.ción en noches de luna... iOh, cómo aprendí enton-
, s ene o por mas tiempo.
ces a ser triste! Veo aún, por .una ventana de mi cua.rto,
orden~s a~Vierto que no· estoy borracho. No he sido loco. Él bqftados de·una pálida y maleficiosaJuz lunar, los álamos,
m secuestro, porque ... Poned atención.
(Delgado, rubio nerVio 't los cipres.es ... lpor qué había cipreses en el colegio? ... , y a
estremecimiento le~tab ~o, agi ado por un frecuente lo largo del parque, Viejos Términos carcomidos, leprosos
de la cervecerí , a su usto James Leen, en la mesa de tiempo, en d,onde solían posar las lechuzas que criaba el
e . a_~n que, rodeado de amigos, nos decía esos abominable septuagenario y encorvado rector... ¿para qué
on:ep~s. ~Quien no le conoce en Buenos Aires? No criaba lechuzas el· rector? ... Y oigo, en lo más sUeg.ciosode
excentrico en su Vida cotidiana D d . . es un
tener esos raros · ° · e. cuan en cuando suele la noche, el vuelo de los aniwales nocturnos y los crujidos
más estim bl arranques. Como profesor, es uno de los de las m_esas y una media ·noche, os lojuro, una voz: «Ja-
como hom~re:n unodde nuestros pripcipales colegios y, mes». iOhvoz!
. . mun o, aunque un tanto silencioso es Al cumplir los veinte años se me anunció un día la
:~ d~los meJor_es elementos jóvenes de los fqmosos ctnde- Visita de mi padre. Alegréme, a pesar de que instintiva-
as ance. Asi prosiguió esa noche su extraña narracio'n mente sentía repulsión por-él; a1egréme, porque necesita-
que no nos atreVim alifi · .•
iácter de nuestro os a e ~car defumisterie, dado el ca- ba eñ aquellos momentos desahogarme con alguien,
de los hechos.) . ·flllligo. DeJamos al lector Ja aprec~ión aunquefuese con él.
Llegó m;;ís amable que otras veces; y aunque no me
miraba'frente a frente, su voz sonaba grave, con cierta ama-
bilidad para conmigo. Yo le manifesté que deseaba, por.fm,
-Desde muy joven perdí a mi madre, y fui enViad volver a Londres, que había.concluido mis estudios; que si
orden paternal a un· GOlegio de Oxford Mi p eh- o por permanecí(! más tiempo en aquella casa me moriría de tris-
se manifestó car·- . · · / a ~. que nlll:!ca teza.,. Su voz resonó grave, con cierta amabilidad para con-
Londres una vez almoso para conmigo, me iba a Visitar de
año al t bl . . . migo:
d d , es a ecrmiento de educación en
on e yo crecm, solitario ep mi espíritu sin ·aJie t . .,..Hepensadd, cabalmente, ;James, llevarte hoymisrpo.
halagos. · • e os, sm El rector me ha comunicado que no estás bien de salud, que
132 padeces de insoJ:tlilios, que comes poco. El exceso de estu-

1 133
dios es malo, como todos los excesos. Además -quería decir-
te-, tengo otro motivo para llevarte. a Londres. Mi edad nece- -La verás luego ... Que la ·has de ver es seguro ... Ja-
sitaba un apoyo y lo he buscado. Tienes una madrastra, a mes, mi hijito James, adiós. Te digo que la verás luego ...
qUien he de presentarte y que desea ardientemente conocer-
te. Hoy mismo vendrás, pues, conmigo.
lUna madrastra! Y de pronto se me Vino a la memo- Ángeles del Señor, ¿por qué no me lleva8téis con voso:
ria íni dulce y blanca y rubia. madrecita, que de niño me tros? y tú, madre, madrecita mía, my sweet Lily·, ¿por que
amó tanto, me mimó tanto, abandonada casi por -!lli pa~ no me llevaste contigo en aquellos instantes? Hubiera prefe-
dre, que se pasaba noches y días· eh su horrible laborato- rido ser tragado por un abismo o pulveriz~do por una roca,
rio, mientras aquella pobre y delicada flor se consumía ... o reducido a ceniza por la llama de ·un reláinpago .. ·
lUna madrastra! Iría yo, 'pues, a sopo:dar la tiranía de la FUe esa misma noche, sí. Con una extraña fatiga de
nueva esposa del doctor Leen, quizá ·una espantable blue- cuerpo y de espíritu, me había echado en el lecho, ·vestido
stocking·, o una cruel.sabionda, o UI):a bruja ... , Perdonad con el mismo traje de viaje; Como en un ensueño,.recuerdo
las palabras. A veces no sé ciertamente lo que digo, o qui- haber oído acercarse a mi cuarto a uno de los viejos de la
zá lo sé demasiado ... servidumbre, mascullando no sé qué palabras y mirándo-
No contesté·.una·sola palabra a mi padre, y, conforme me vagamente con un par de ojillos estrábicos que m~ ha-
con su disposición, tomamos el tren ·que: nos condujo a cían el efecto de un mal sueño. Luego vi que prendio un
nuestra mansión en ·Londres. candelabro con tres velas de cera. Cuando desperté a eso de
Desde que llegamos, .desde que penetré por la gran las nueve,.Ias velas ardían en la habitaCión.
puerta antigua, a la que seguía una escalera oscura que Lavéme. Mudéme. Luego sentí pasos:.apareció mi padr~.
daba al' piso principal, me sorprendí desagradablemente: Por primera vez, /por primera vez/, vi sus ojos clavados en los
no había en casa uno solo de los antiguos sirvientes. míos. Unos indescriptibles ojos, os lo aseguro; unos ojos como
Cuatro o cinco:viejos enclenques, con grandes libreas no habéis visto jamás, 'no veréis jamás: unos ojos con ~a
flojas y negras, se inclinaban a nuestro paso, con genuflexto· retina casi roja, como ojos de conejo; unos ojos que os harían
nes tardas, mudos. Penetramos al gran salón. Thdo estaba temblar por la manera especial con que J]liraban. ,
cambiado: .los muebles de antes estaban substituidos por -Vamos, hijo mío, te espera tu madrastra. Está allá,
otros de un gusto .seco y frío. Tan solamente quedaba en ·el en el salón. Vamos.
fondo del salón un gran retrato de mi madre, obra dé. Dante Allá, en un sillón de alto respaldo, como una silla de
Gabriel Rossettl, cubierto de un .largo veJo de crespón. coro; estaba sentada una mujer.
.Mi padre me condujo a·mis habitaciones, que no que- Ella...
daban lejos de su laboratorio. Me dio las buenas .tardes. Y mi padre:
Por una inexplicable cortesía, preguntéle por mi madras- -iAcércate, mi pequeño James, acércate!
tra. Me contestó despaciosamente, recalcando las sílabas Me acerqué maquinalmente. La mujer me tendía la
con una voz entre cariñosa y temerosa que entonces yo no mano ... Oí entonces, como si viniese del gran retrato, del
comprendía: gran retrato envuelto en crespón, aquellavoz d~l co]egto de
Oxford, pero muy triste, mucho más triste: «iJames!»
134
J.35
Tendí mi mano. El contacto de aquella mano me heló,
me horrorizó, Sentí.hielo en mis _huesos. Aquella mano rígi-
da, fría, fría ... Y la mujer no me miraba. Balbucié un salu-
do, un cumplimiento.
Y mi padre:
~Espoa mía, aquí tienJ~_s a tu hijastro, a nuestr.o muy
amado James. Mírale; aquí.le tienes; ya es tu hijo también.
Y mi madrastra me miró. Mis mandíbulas se afianza-
ron una contra otra. Me poseyó el espanto: aquellos ojo_s r:w
tenían brillo alguno. Una idea comenzó, enloquecedora,
Unfenómeno inexplicable
horrible, horrible, a aparecer clara en mi. cerebro. De pron-
to, un olor, olor... ese olor, imadre ~a! iDios mío! Ese olor...
no ós lo quiero decir... porque ya lo sabéis, y os protesto: lo LEOPOLDO LUGONES
discuto aún; me eriza:Jos cabellos. lArgentina, 1874·1938)
Y luego brotó de aquellos .labios blancos, de aquella
mujer pálida, pálida, pálida, _una voz, una voz como sisa-
liese de un cántaro gemebundo o de un subterráneo:
-James, nuestro querido James, hijito mío, acércate;
quiero darte un beso en la frente, otro beso en los ojos, otro
beso en la boca ...
No pude más. Grité:
~iMadre, socorro! iÁngeles de Dios, socorro! iPotesta-
des celestes, todas, socorro! iQuiero partir de aquí pronto,
pronto; que me saquen de aquí!
Oí la voz de mi padre:
~iCálmate, James! iCálmate, hijo mío! Silencio, hijo
mío.
~No -grité más alto, ya. en lucha con los viejos de. la
servidumb~. Yo saldré de aquí y diré a todo el mundo que
el doctor Leen es un cruel asesino; que su.mujer es un vam-
piro; ique está casado mi padre con U!).a muerta!

Tomado de: Rubén Darío: Cuentos completos, México, Fondo de


Cultura Económica, 1950. . ·

136
Este cuento se publicó por primera vez con el nombre de «La
l1canthrop1a», en Philadelphia. Revista Mensual de Estudios Teosóficos,
I (7 de septiembre de 1898); más tarde pasó a formar parte, con va-
riantes, de Lasfuerzas extrañas (1906). Esta última versión es la que
ofrecemos aquí.
En «Un fenómeno inexplicable» se distinguen elementos caracterís-
ticos de la narrativa fantástica del siglo XIX -y no sólo de ella- como la
utilización del método fisonómico de G. K. Lavater en la descripción del
protagonista (qUien, como tributo a la tradición genérica, es un inglés)
y la afición al esoterismo, que conduce al motivo del desdoblamiento
tra¡.tmático, angustioso, de la personal,idad y permite referencias a la
all!clnación por part~ 9el narrador-testigo, A ellos se stima la presencia
de la prueba, por medio del método experimental, como componente de Hace de esto once años. Viajaba por la región agrícola
tll1ación científica puesto en función de una seudociencta, al extremo de en ue se dividen las provincias de Córdoba y de Santa Fe,
que la marcha del experimento y su resultado ocupan el tiempo del ro~st· de recomendaciones indispensables para esca~r
clúnaxy el des~c de la narración. Él exotismo ortental,insertado en p las horribles p-osadas de aquellas colonias en formacion,
medio de la p~a, .es de insprac~ó modernista.
Este cuento ha sido antologado en HAHN2 yen I;!O~GES3. Numero-
~i invarbl~s
estómago, derrotado.por los salp~:
sos cuentos de Lugones considerados fantásticos se han agrupado en hinojo y las fatales nueces del postre, ext~a fund
BARCIA: «lUna mariposa?», «El milagro de san Wilfr1do», «Kábala prác- . . Mi última peregrinación dehH! efectuarse .baj 0
refaccione_s. . , un albergue en
tica», «El escuerzo», «Gemas dolorosas», «La estatua de saJ,. (también en los peores auspicio_s. Nadie sabm indicarme -
WALSH y LLOPIS2), «El espejo negro», «La fuerza Omega., «La lluVia de la. población hacia donde iba a dirigirme. Sin embargo, 1as
fuego,. (tambiénenHAHN2yCÓCAROI), «YZUr», «LoscaballosdeAbdera» ciruns~a apremiaban·.. !::Uando el juez de paz que me
(también en BByO 1 y BBy02), «El descubrim1ento de la circunferencia»,
«El Detlnitivo», «Hipalia.., «El hombre muerto», «La idea de la muerte», rofesaba cierta simpatía, vino en~ auxili,o.
«LUisa Frascati», «El vaso de alabastro», «Los ojos de la reina», p -Conozco allá, me dijq, un senor ingles yjudo y solo.
«Nuralkámar» y «Las almitas,.. Además de los antertores se consideran Posee una casa;Jo · · · ·mejor d e 1a co1o nia- , y varios terrenos .. de
fantásticos: «Viola acherontia.., «La Vampira» y «La metamústca». . sc~o valor. Algunos servicios que mi. cargo me puso .en
Otras obras en prosa de Lugones: La guerra gaucha (1905), El no situación e . de. prestqrle.
. serári. buen pre t exto.para . la - reco-
. "
payador (1916), Cuentosfatales (1924), El ángel de la sombra 0926).
me~dación que usted de:Sefl, y que si es eficaz le pr~oP
nará exceiente ho.spedaje. Digo si es eficaz, pues mi--o m re,
n~ ~bstane sus buenas cujilidades, s.uele tener su luna et:o
ciertas · -
·ocasione.s. siend o, a d em,ás
- • extraordinariamen , all,e
. -rv-ado Nadie ha podido penetrar en su casa mas _a
rese del dormitorio .' dpti.de instala a..s~ h uespe
, des. ·' .muy esca-
.1
sos · · esto quiere d~cir
- - por o tr a P arte · Todo que va dusted ~!1 i
condi~s nada ventajosas, pero es cuanto p~e ~su:
nistrarle. El éxito es pw;amente casu~l. Con to o, s us
quie~ ~a carq¡ derecomend.ación .. ·
,.
Acepté y emprendí acto continuó mi viaje, llegando al podía tocar con la mano. creCía libremente la hierba; Yuna
punto de destino horas después. pala cubierta de óXido yacía contra la pared, con su cabo ente-
Nada tenía de atrayente el lugar. La estación con su rameñte liado.por una guía de enredadera.,
Empujé la puerta de reja, atravesé el jardín, y no sm
techo de tejas coloradas; su andén crujiente de carbonilla·
su semáforo a la derecha; su pozo a la izquierda. En 1~ cierta impresión vaga de temor, fui a golpear la puerta iil-
doble vía del frente, media docena de vagones que aguarda- terna. Pasaróñ mihutos. El viento se puso a silbar en una
ban la cosecha. Más allá el galpón, bloqueado por bolsas de rendija, agravando la soledad. Aun segundo llamado. sentí
trigo. A raíz del terraplén, la pampa con su color amarillen- pasos; y potó después la puerta se abría, con un ruido de
to como un pañuelo de yerbas; casitas sin revoque disemi- madera reseca. El dueño de casa apareció saludándome.
Presérité mi carta. Mientras leía, pude obserVarlo a
1: nadas a lo léjos; cada una con su parva al costado; sobre el
:1
h_orizonte f~stón de humo del tren en marcha, y un silen-
CIO de pacífica enormidadcentonando el color rural del pai•
mis anchas. Cabeza elevada y calva; rostro afeitado de cler-
gyman. Labios generosos, nariz austera. -~ebía de ~r un
saje. tanto místico. Sus protuberancias supercihares,equilibra-
ban, con una recta expresión de tendencias impulsva~, el
Aquello era vulgarmente simétrico, como, todas ras
fundaciones recie_ntes. Notábanse rayas de mensura en esa desdén imperioso de su mentón. Definido por sus inclina-
fisonomía de pradera otoñal. Algunos colonos llegabart a la ciones profesionales, aquel hombre podía ser lo mismo un
estafeta en busca.de cartas. Pregunté a uno por la casa con- militar que un misionero. Hubiera deseado mirar sus ma-
nos para completar mi impresión, mas sólo podía verlas
sabida; obteniendo inmediatamente las señas. Noté en el
modo de referirse a mi huésped, que se lo tenía pór hombre por el dorsó.
considerable. Enterado de la carta, me invitó a pasar, y todo el resto
de mi permanencia, hasta la hora de comer, quedó ocupad~
No vivía lejos de la estación. Unas diez cuadras más
allá, hacia el oeste, al extremo de un camino polvoroso que por mis arreglos personales. En la mesa fue donde empece
con la tarde tomaba coloraciones lilas, distinguí la 'casa con a notar algo extraño.
Mientras comíamos, advertí qué ho obstante super-
su parapeto y su cornisa, de 'cierta .gallardía exótica entré·
las viViend,as circundante's; su jardín al frente; el patidinte- fecta cortesía algo preocupaba a mi interlocutor. Sü mirada
rior rodeado por una pared tr9s la cual sobresalían ramas invariab1emeñte dirigida hacia un áñgulo de la habitación,
de d~aznero. El conjunto era agradable y fresco; pero todo manifestaba cierta angustia; pero como su sombra daba
parecia deshabitado. En el silencio de la tarde, allá sobre la precisamente éh ese-punto, mis miradas furtivas nada pu-
campiña desierta, aquella casita, 'no obstante su aspecto dieron descubrir. Por lo demás, bien podía nó ser aquello
de 'Chalet industrioso, tenía una especie de triste dulzura, sino una distracción habitual.
algo de sepulcro nuevo en el,einplazamientó de un antiguo La conversación seguía en tono bastante animado, sin
cementerio. embargo. Ttatábase del cólera que por entonces azotaba
Cuando llegué a, la verja, rtoté·que en eljardln había to- los pueblos cercanos. Mi huésped era homeópata, ~o disi-
sas, rosas de otoño, cuyo perfume aliviaba como una caridad mulaba su satisfacción por háber encontrado en rm uno del
la fatigosa exalación de las trillas. Entre las plantas que casi gremio. A este propósito, cierta· frase del diálogo hizo variar
i41
140
su te,ndencia. La acción de las dosisreducidas acababa de
sugerirme un argumento que me apresuré a exp~nr: yen sobre tales personas las ideas tenidas por verdade-
-La influencia que sobre el péndulo de Rutter, dije ras, sobre todo si son lógicas. Aquí está, pues, la causa,
1 conluye~ do una frase, ejerce la proXimidad de cualquier del error. El péndulo no obedece a· la cantidad, sino a la
t
~Ubstanci, no depende de la C~tida. U~ glóbulo horneopá- naturaleza del cuerpo estudiado solamente; pero cuando
el s~nitvo cree que la cantidad mayor influye, aumenta
1

tico determina, oscilaciones iguales a las que produciría una


dosis quinientas o mil veces mayor. ·- el ef~cto, pues toda la creenci,a en una volición. Un. p~n­
Advertí al momento, que acababa de interesar con mi dulo, ante el cu_~ el sujeto opera_ sin conocer las variaciO-
observación. El duefío de casa me miraba ahora. n(:'!s de cantidad, confirma a Rutter. Desaparecida la
-8in emb~go, responwó, Reiche11.bach ha contestado alucinación ...
negativamente esa prueba. Supop.go que ha leíd~ usted a -Oh, ya tenemos a:quí la alucinación, dijo mi interlo-
Reichenbach. ·· cutor con manifiesto desagrado.
-Lo he leído, sí; he atendido su_s críticas, he ensayado, -No soy de los que explican todo· por la plucinación, a
Ymi aparato, confirmando a Ru_tter, me ha demostraqo q.;e lo menos confundiéndola con la sl!bjetiVidad, como frecuew
el error procedía del sabio alemán, no del inglés. La causa tem~ ocurre. La alucinación es para mí una fuerza, más
d~ semeja,nte error es sencillísinla, tanto que me sorprende q1-!e un estado de ánimo, y así considerada, se explica por
como no dio con ella el ilustre descubridor de la parafina y medio-de ella bu,ena porción de fenómenos. Creo que es la
de la creosota. do-ctrinajusta. ,
Aquí, sonrisa de mi huésped: prueba determinante de -De_sgraciadamente es falsa. Mire usted, yo c~no1 a
que nos entendíamos. ··- Home, el medium, en Londres, allá por 1872. Segu1luego
-¿Usó ustect el primitivo pénduJo de Rutter, o el con Vivo interés las experiencias de Crookes bajo un crite-
.,
!
perfeccionado por el doctor Leger?
-El segundo, respondí.
rio radicalmente mate:rtalista; pero la eVidencia se me im-
puso con motivo de los fenómenos del 74. La alucin~
-:Es mejor. ¿y cuál sería, según sus investigaciones, la no basta para explicarlo todo. Créame usteg, las aparicio-
causa del error de Reichenbach? nes son autónomas ...
-Ésta: los sensitivos Gon que operaba, influían so- . -Permítame una pequeña digresión, interrumpí .,-en-
bre el aparato, sugestionándose por la cantidad del cuer- contrando en aquellos recuerdos una oportunidad para com-
po estudiado. Si ~a oscilación provocada po~ un escrúp~o probar mis deducciones sobre el personaje-: quier?, hac~rle
ele m~esia, supong¿:uuos, alcanzaba una amplitud de q.na pregunta, -que no exige desde luego contestacwn, s1 es
cuatro lineas, las ideas corrientes sobre la relación entre indiscreta. ¿Ha sido usted militar? ...
1 causa Y efecto, exigían que la oscilación aumentara en -Poco tiempo; lleg1.1é a subteniente del ejérc}to de la
proporción con la ·c_antidad: diez gramo~. por ejemplo. India.
Los sensitivos del barón eran indiv,tduos nada versados, -Por-cierto, la-Inclia sería para usted un campo de cu-
1 ' riosos estudios.
por lo común, en especulaciones científicas; y quienes pra~.
1
tican experiencias así, saben cuán poderpsamente influ- -.No; la-guerra. cerraba el camino del Tibet a donde hu-
biese querido llegar. FUi hasta Cawnpore, nada más. Por mo-
142
143
tivo~ ~e salud, regresé muy luego a Inglaterra; de Inglaterra
pase a Chile en 1879; y por último a este país en 1888 .. ~Creo que en la facultad de producir cuando quieren
-lEnfermó usted en la India? el autosonambulismo, volviéndose de taJ·modo insensibles,
videntes ...
....:Sí, respondió con tristeza el antiguo militar, clavah-
do nuevamente sus ojos en ei rincón del aposento. -Es exacto. Pues bien, yo vi operar a :los yoghts en
-lE! cólera? ... -insistí. condiciones que imposibilitaban toda superchería. Llegué
Apoyó él la cabeza en la mano izquierda, miró por so- hasta fotografiar las es~na, ·y la placa reprodujo t_?~o, tal
bre mí, vagamente. Su pulgar comezó a moverse entre los cuql yo lo había visto. La alucinación resultaba, as1, Impo-
ralos cabellos de la nuca. Comprendí que iba a hacerme sible, pues los-ingredientes químicos no se alucinan ... En-
una confidencia de la cual eran prólogo aquellos ademanes, tonc·es quise desarrollar idénticos poderes. He sido siempre
y esperé. Muera chirriaba un: grillo en 1a oscuridad. audaz, y luego no estaba entonces en situación de apreciar
las consecuencias. Pt!se, pues, manos a la obra.
-FUe algo peortodavía, comezó tni• huésped. FUe el mis-
terio. Pronto hará cuarenta años y nadie lo ha sabido hasta -lPór cuál método?'
Sin responderme continuó:.
ahora. lPa:ra qué decirlo? No lo hubieran entendido, cre-
Yéndome loco por lo menos. No soy un triste, ·un desespera- -Los resultados fueron sorprendentes. En poco tiem-
do. Mi mujer falleció hace ocho años, ignorando el mal que po liegué adormir. Al cabo de dos años produc_ía la trasla-
me devoraba, y afortunadamente no he tenido hijos. En- ción consciente. Petó aquellas prácticas me habla llevado al
cuentro en usted por primera 'vez un hombre capaz de com- colmo de la inquietud. Me sentía espantosamente desam_-
prenderme. parado, y con la segttridad de una cosa adversa m~téladá a
Me incliné agradecido. mi vida como un veneno, Al mismo tiempo, devorabame la
curiosidad. Estaba en la pendiente y ya no podía detener-
-iEs tan hermosa la éiencia, la ciencia libre, sin capi-
lla Y siíl academia! Y no obstante, está ústed' todavía en Iós me. Por una continuatensión de voluntad, conseguía salvar
umbrales. Los fluidos ódicos de Reichenbach no son más las apariencias ante el mundo. Más, poco a-poco, el po~;r
que el prólogo. El caso que va usted a conocer, le revelará despertado en mí se volvía más rebelde. Una di~trac10n
1 hasta dónde puede llegarse. prolongada, ocasionaba el desdoblamiento. Sentía~ per-
. El narrador se colliÍlovía. Mezclaba frases irtglesas á sonhlidadfuéta de mí, mi cuerpo venía a ser algo as1 como
1' una afirmación del no yo, diré expresando concretamente
su castellano un tanto gramatical. Los incisos adquirían
una tendencia imperiosa, una plenitud rítmiéa extraña en aquel estado. Comó las impreso~ se aVivaban, pr~dicén­
aquel acento extranjero, dome angustiosa lucidez, resolVI una noche ver m1 doble.
-En febrero de 1858, continuó, fue cuando perdí toda Vet qué étd lo qué salía de mí, siendo yo mismo, durante
mi alegría. Habrá usted oído hablar de ~os yoghis, esos
el sueño extático.
_¿y pudo éónseguifló?
singulares mendigos cuya Vida se comparte entre d espio-
naje Y la taumaturgia. Los viajeros han populafizado sus -FUe una tarde, casi de noche ya. El desprendimiento
hazañas, que sería inútil repetir. Petó, lsabe en qué consis- se produjo con la facilidad aéostfuhbráda. Cuañdó tecob:é
te la base de sus poderes? la conciencia, ante mí, en un rincón del aposento, habla
una forma. Y esa forma era un mono, un horrible aniíílal
144
145

'- •'.-
que me miraba fijamente. Desde entonces no se aparta de Él notó perfectamente mi. es_tado; púsose de pie como
mí. Lo veo constantemente .. Soy su presa. Adonde quiera él adoptando una resolución definitiva:
va, voy conmigo. con él. Está siempre ahí. Me mira G.Ons- -Voy a cammw-por est~ cuarto. p}lra que usted lo vea.
tantemente. pero .no se le acerca jamás. no se mueve jamás, Observe mi sombra. se lo ruego.
no me muevo jam_ás ... Levantó la luz de la lámpara, hizo ¡:odar la mesa hasta
Subrayo los pronombres trocados enJa úJ,tima frase. un extremo del comedor y comenzó a pasearse. Entonces.
tal como la oí. Una sincera afltcción me embargaba. Aquel la más grande de las sorpresas me em,QID"gó. l~a_ somb_ra de
hombre padecía, en efecto, una suge~tión atroz. aquel_ sujeto no .se movía! Proyectada sobre el rincón. de la
-Cálmese ust~d. le dije, aparentando confianza. La cintura arriba, y con lapar.te inferior ~obre el piso de made-
reintegración no es imposible. ra clara. parecía una_ membrana, alargándose y acortándo-,
-iOh, sí!. respondió con am,argura. Esto es ya viejo. se según la mayor o menor proximidad de su dueño. No
Figúrese usted, he perdido el concepto de la unidad. Sé que podía yo notar desplazamiento alguno bajo las incidencias
dos y dos son cuatro, por recuerdo; pero ya no lo siento. El de luz en que a cada momento se encontraba el hombre.
más sencillo problema de aritn~c carec;;e de sentido para Alarmado al suponerme víctima de tamaña locura,
m,_í, pues me falta la convicción de la cantidad. y todavía resolví desimpresionarme y ver si hacía algo parecido con
sufro co~as más raras. Cuando _me tomo una mano <;on la mi huésped, por medio de un experimento decisivo. Pedíle
otra. por ejemplo, siento qué aquélla es distinta, como si que me dejara obtener su silueta pasando un lápiz sobre el
pertene<;:tera a otra persona que no soy yo. A veces veo _las perfil de la sombra.
cosas dobles, porque cada ojo :proceqe sin relactón con el Concedido el permiso, fijé un papel con cuatro migas
otro ... de pan mojado hasta conseguir la más perfecta adherencia
Era, a no dudarlo, un (!aso curio~ de locura, que no posible a la pared, y de manera que la sombra del rostro
~cluía el más perfecto r<.l._ciocinio. quedase en el centro mismo de la hoja. Quería, como se ve,
-lPero en fm. ese mono?.,. -pre~té para agotar el probar por la identidad del perfil entre la cara y su sombra
asunto. (esto saltaba a la vista. pero el alucinado sostenía lo con-
-E~; .negro como mi propia ~ombra, y melancóli<;:o al trario) el origen de dicha sombra. con intención de explicar
modo de un ho:rpbre. La descripción es~. exacta, porque lo luego su inmovilidad asegurándome una base exacta.
estoy viendo ahora mismo. Su estatura es mediana. su <;:ara MentirÍa si dijera que mis dedos no temblaron un poco
como todas la~ caras de n;t_ono. Pero si~nto, no ORstante, al posarse en la mancha sombría. que por lo demás diseña-
que se parece a mí. Hablo con ent~rp dominio de mí mismo. ba perfectamente el perfil de mi interlocutor; pero afirmo con
iEse animal se parece a mí! entera certeza que el pulso no me falló en el trazado. Hice la
Aquel hombre, en efecto, estal)a serep.o; y sin embargo, línea sin levantar la mano, con un lápiz Hardtmuth azul, Y
la idea de una cara simiesca formaba t:a,I) yiolento contraste no despegué la hoja, concluido que hube, hasta no hallarme
con su rostrQ de aventajado ángulo fª~ial. su cráneo elevado y convencido por una escrupulosa observación, de que mitra-
su nariz recta. que la increduijdad se imponía por esta, cir- zo coincidía perfectamente con el perfil de la sombra, y éste
cunstancia, m_ás aún que por Jo absuxcto P.e la al~cinó. con el de la cara del alucinado.

.l46 147
r
~

Mi huésped seguía la experiencia con ihmenso inte-


rés. Cuando me aproXimé a la mesa, Vi temblar sus manos
de emoción contenida. El corazón me palpitaba, cómo pre-
sintiendo un infausto desenlace.
-No mfre usted, dije.
~iMraé!, me respondió con un acehto tan imperioso,
que a pesar mío puse el papel ante la luz.
Ambos palidecimos de una manera horrible. Allí, ante
nuestros ojos, la raya de lápiz trazaba una frente deprimi-
da, una nariz chata, un hocico bestial. iEl móno!. iLa cosa La Granja. Blanca
maldita!
Y conste que yo no sé dibujar.

CLEMENTE PALMA
Tomado de: Leopoldo Lugones: Lasfuerzas extrañas, Buenos Ah (Perú, 1872-1946)
res, M. GleizercEditor, 1926.

148
r
1¡ Esta narración se publicó originalmente con el título de «lEnsueño
o realidad?» en El Ateneo, Lima, 1900. 1 Fbrma parte del libro Cuentos
malévolos, de 1904; su autor es reconocido en general como el inicia-
dor de la corriente fantástica en el Perú, aunque lo que escribió fue,
sobre todo, cuentos crueles al estilo de Villiers de l'Isle-Adam.
A doña Efntlla Pardo Bazán
«La Granja Blanca» muestra, junto con rasgos de crueldad, como
las muertes de la niña y la anciana criada, otros que denotan simpatía
hacia Edgar A Poe: las relaciones entre Cordelia y el protagonista (que
recuerdan a «Berenice») y entre aquélla y el autorretrato que va pintan-
do (que evocan a «Ligeia>> l -anticipadas y subrayadas por el leitmotiv 1
evangélico de La resurrección de la hiJa de Jairo-, 2 y la satánica imagen
final del caballo (que remite'a «Metzengerstein» ). A éstos se añaden va-
¿Realmente se vive o la vida es una ilusión prolonga-
rios de estirpe fantástica más general, como el espacio misterioso y da? ¿somos seres autónomos e independientes en nuestra
apartado de la llamada granja, equivalente funcional del de cualquier existencia? ¿somos efectivamente viajeros en lajornada de
castillo gótico, el tiempo fracturable, las insinuaciones de vampirismo y la vida o somos tan sólo personajes que habitamos en el
de incesto, el'páéto con el Diablo, el tópico del artista devorado por su ensueño de alguien, entidades de mera forma aparente,
obra yla posibilidad de locura en el narrador-protagonista. Todos ellos sombras trágicas o grotescas que ilustramos las pesadi-
se organizan a partir de la oposición básica, que inicia y concluye el
relato a modo de Ringskomposition, entre la razón positivista,
llas o los sueños alegres de algún eterno durmiente? Y si
representada por el maestro de filosofia, y la realidad de lo imposible, es así, ¿por qué sufrimos y gozamos por cuenta nuestra?
defendida por el protagonista y perturbadoramente evidenciada -des- Debiéramos ser indiferentes e insensibles; el sufrimiento o
de su punto de vista- por esa suerte de «flor de Coleridge» en que se el placer debieran corresponderle al soñador sempiterno,
convierte la pequeña Cordelia. dentro de cuya imaginación representamos nuestro papel
«La Granja Blanca» ha sido antologado en HAHN2 y BELEVAN. de sombras, de creaciones fantásticas.
Otros relatos incluidos en antologías relacionadas con lo fantástico:
«La leyenda de Haéhisch» (BELEVAN), «El príncipe alacrán» (BUENDÍA),
Siempre le exponía yo estas ideas pirronianas a mi viejo
«Los ojos de Lina» (BELEVAN) y «Miedos» (GONZALEZ2). Además se maestro de fllosoffa, quien se reía de mis descarríos y censu-
considera que tiene elementos fantásticos el cuento «Parábola>>. raba cariñosamente mi copstante tendencia a desviar las teo-
De Palma son también los libros: Historietas malignas (1926) y rías filosóficas, haciéndolas encaminarse por senderos
XYZ ( 1935 l -novela, juzgada como importante antecedente de La in- puramente imaginativos. Más de una vez me explicó el senti-
vención de More l. de A. Bioy Casares. do verdadero del principió hegeliano: todo lo real es ideal,
todo lo ideal es real, principio que, según mi maestro, yo
glosaba e interpretaba inicuamente para aplicarlo a mis_con~
ceptos ultra-kantianos. El filósofo de Koenisberg afirmaba que
1 Nancy M. Cason: Breaktng Tradtttons: The/Ftctton oj Clemente el mundo, en nuestra representación, era una visión torcida,
Palma, Lewisburg, Bucknell University Press, 1988, p. 126. un reflejo inexacto, un noumeno, una sombra muy vaga de la
2 Para otras afinidades y, sobre todo, para las diferencias de
realidad. Yo le sostenía a mi maestro que Kant estaba equivo-
tratamiento de estos aspectos entre Poe y Palma, g. Gabriela Mora:
«"La Granja Blanca" de Clemente Palma: relaciones con el decadentismo cado. puesto que admitía una realidad mal representada den-
y Edgar Allan Poe», Casa de las Américas, 1996, núm. 205, pp. 62-69. tro de nuestro yo; no hay tal mundo real: el mundo es un
!51
1
estado intermedio del ser colocado entre la nada (que no
11
existe), Y la realidad (que tampoco existe); un simple acto de
imaginación, un ensueño puro en el que los seres flotamos Desde que yo tenía ocho añós me había acostumbrado
.1 con apariencias de personalidad, porque así es neceSario para a ver en. mi prima Córdelia, la mujer que debía ser mi espo-
1 divertir Y hacer sentir más intem~a a ese soñador eter- sa. Sus padres y el mío habían concertádo este enlace, apo-
no, a ese durmiente ins~cable, dentro de cuya imaginación yado por el cariño que nos unía y que más tarde había de
viVimos. En todo caso, El es la única realidad posible ... convertirse en un amor loco y vehemente .. Cordelia, que era
El buen anciano y yo pasábamos largas horas discu" pocos meses menor que yo fue la. compañera de mi infancia;
tiendo los más arduos e intrincados problemas ontológi- con mi prima pasé e)' dolor de la muerte de mis padres, y
cos. La conclusión de nuestros debates era mi maestro quien adolescentes ya, fuimos mutuam,ente maestros el uno del
la senta_ba en ~érmino más o menos parecidos a éstos: que otro. De tal rriodo llegaron a compenetrarse nuestros espí-
yo jamas sena un filosofo, sino un loco; que yo retorcía ritus que experimentábamos las mismas impresiones ant~
toda teoría filosófica por clara que fuera, la dislocaba y de- las mismas lécturas y ante los mismos objetos. Yo era su
formaba, como si fueran pelotas de cera expuestas al calor maestro de matemáticas y de filosofia, y ella me enseñaba
de un.sol de extravagancia; que no tenía la se.renidad nece- la músicay el dibujo. Naturalmente, lo que yo enseñaba a
saria para seguir con paso firme un sistema o teoría, sino Cordelia eJa una detestable tergiversación de la ciencia de
que, muy al contrario, se me exaltaba la fantasía ytrocaba ¡pi maestro.
las ideas más transparentes, y hasta los axiomas, en cues- En las l).Oches de verano subíamos Cordelia y yo a la
tiones intrincadas: hacía tocas gigantescas de .los guijarros terraza a discutir a la luz de la luna.
del ~in o, a fuerza de sutilezas absurdas e inaguantables. Era Con~.elia alta, esbelta y pálida, sus cabellos
Y. anadm mi maestro, que. yo le parecía bien de esas flores abundantes, de un.rubio de espigas secas, formaban c<;>n-
de ornamentación que comienzan siendo correctamente ve- traste con ~1 rojo encendido de sus labios y el brillo febril
getales Yterminan en cuerpos de grifos, cabezas de silvanos de sus ojos pardos. No sé qué había de extraño en la admi-
o disparatadas bestias, bien un potro salvaje y ciego, que rable belleza. de Cordelia, que me ponía pensativo y triste.
galopara desaforadamente en medio de una selva incendia:- En la catedral de la ciudad había un cuadro, La resurrec-
da. Nunca quiso admitir que sus filósofos eran los imagi- ción de la hija de Jairo, de un pintor flamenco; la protag~
nativos y fantaseadores, los potros salvajes y desenfrenados; nista era una niña de cabellos descoloridos, cuyo rostro era
Y quej':o·era el sereno y clarividente. Sin embargo, mi caso, muy semejante al de Cordelia, así como la expresión de asom-
en el cual fue. un poco actor, creo•que.le hizo modificar un bro al despertar del pesado sueño de la muerte: se veía que
tanto sus ideas filosóficas ...
en aquellos ojos no se había borrado la huella de los miste-
¿ rios sondeados en las tinieblas-de la tumba ... Siempre que
estaba con Cordelia recordaba tenazmente el cuadro de la
doncella vuelta a la vida.
Cordelia discutía conmigo serenamente, recostada su
pálida cabeza de arcángel sobre mi hombro. Las ideas de
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r
Cordelia seguían en su cerebro el mismo proceso mental que testamento de mi padre y en los papeles y libros dé la fami-
seguían las ideas en el mío, y se desbordaban en un raudal lia se :la designaba con el nombre de la Granja Blanca. Allí
delicado y puro de idealismo; entonces nuestras almas, lige- resolvimos Cordelia y yo radicar nuestra vida, para gozar
ramente separadas aJ comenzar la discusión, se unían nue- de nuestro amor, sin testigos, frente a la libertad de la na-
vamente CO}TIO viejos camaradas que se encotra~ en la turaleza. Cada tres o cuatro meses haéíáfhos excursiones a
el).crucijada de un camino y prosiguieran juntos la jornada. la Granja Blanca Cordelia, mi maestro y yo. Con grandes
Ya en este punto de conjunción dejábamos la conversación dificultades había logrado cáttlbiat el 'vetusto mobiliario de
ffiosófica o artística y habl.ábamos 'sólo de nuestro amor. la granja por muebles nuevos, y mi novia presidía el arreglo
El amor es vida. ¿Por qué, adorando cieg~nt a C~r­ de las habitaciones cort el gusto exquisito ·que la caracteri-
delia, percibía como un hálito impalpable de muerte? La zaba. iQué hermosa me parecía con su túnica blanca y Su
sonrisa luminosa de Cordelia era vida; la íntima felicidad sombrero de amplias alas·plegada:s sobre sus mejillas, en-
que nos enajenaba llenando de alegría y fe nuestras almas cerrando su'rostro pálido en una penumbra en la que ful-
era vida; y, sin embargo, sentía la impresión de que Carde- gur-aban SÜS grandes y misteriosas pupilas! Con infantil
lía estaba mue:rta. de que Cordelia era iricorpórea. En el alegría; apenas descendíamos del carricoche, corríp. Carde•
invierfl:o, mientras afuera caía la ríieve, pasábamos largas lia:por el bosque y llenaba su delantal de lirios, clavellinas
veladas tocando las más bellas sonatas de Beethoven y los y rosas-silvestres. Las mariposas y libélulas revoloteaban
apasionados nocturnos de Chapín. Esa música brotaba traviesas en torno de su cabecita, como si acecharan el
impregnada del sentimiento que nos unía, y sin embargo, momento de caer golosas sobre sus labios, tan frecos y tan
al mismo tiempo que experimentaba inefable felicidad, sen- rojos como las fresas. La muy picaruela procuraba extra-
tía como si algo de' la nieve que caía fuera se inffitrara en mi viarse en el bosque para que yo fuera -a buscarla, y al encon-
alma, comq si en el admirable tejido de harmonías se hü- trarla, ya. a la sombra de ·unos limoneros, ya al pie de un
biera deslizado un pedazo del hilo, ya cortado, de la madeja arroyo, 'ya oculta entre un grupo de rosale~- la cogía en mis
de las parcas; sentía una impresió:r;t triste e indefinible de brazos y:le daba un beso largo,.muy largo, en-los labios o en
pesadez de losa sepulcral ... las pálidas mejillas, tan pálidas y tan tersas .. -. Y, sin em-
bargo demi.felicidad, sentía un modo-lejano e indefinible,
111 después· de- esos ósculos tan puros y apasionados, la ini-
Cordelia y yo debíamos casarnos después de cumpli- presión. de haber besado los sedosos pétalos de una gran
da·la edad de veintitrés años, y aún, nos faltaba uno. flor de lis nacida en las junturas de"una tumba.
Las tierras del mayo.razgo me producíqn cuantiosa
renta. Una de mis posesiones ·rústica~ ez;.a la Granja Bl~­ IV
ca, que primitivamente fut; ermita y uno de mis antepasa- Faltaba aproxfmadamente un mes para que se recili-
dos convirtió en palacio. Se encontraba en el fondo de un zara nuestro enlace. Cordelia y yo habíamos c~;:mvenido ha-
inmenso bosque, fuera del tráflco humano. Hacía dos si- cer la última excursión a la Granja Blanca. Fui una mañana
glos que nadie la habftgba: nada tenía de-granja, pero en el co~ -~1 ~oche, acompañado del maestro, a buscarla. Carde-

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lia no podía salir, porque se sentía ·enferma. Entré a verla; Una mañana amaneció Cordelia mejor. Yo .no había
la pobre no se había levantado; apenas el].tré en su alcoba descansado en cuatro noches y me retiré a mi casa a dor-
se sonrió para tranquilizarme y me tendió la mano para nlir. Desp~rté al día.siguiente por la tarde. iQué tarde tan
que se la besara. iCómo ardía su mano y cuán grande era la horrible! Al llegar a la calle de la c_asa de Cordelia vi la puer-
semejanza del rostro de Cordelia con el de la hija de Jgrro! ta cerrada y gran gentío. Pregunté el motivo, lívido de ansie-
En los días siguientes cre~ó la fiebre de la enferma. iCorde- dad, loco de angustia; un.imbécil me respondió:
lia tenía la malaria! Sus manitas ardían horriblemente y -iLaseñorita Cordelia ha muerto!
mis labios se quemaban al posarse sobre su pálida frente. Sentí uiJ. agudo dolor en el cerebro y caí al suelo ... No
iQué hacer, Dios roío! Cordelia se me moría, ella lo sentía, sé quiénes me socorrieron, ni cuánto tiempo. horas. años ~
ella sabía que pronto la encerrarían en una caja blanca y se siglos estuve sin sentido. Cuando volví en mí me e~contr
la llevarían para sieq¡pre, lejos, muy lejos de mí; lejos, muy en la casa de mi maestro, situada a poca distancia de la
lejos de la Granja. que ella había arreglado-para que fuera casa de Cordelia. Volé a la ventana y la abrí de par en par: la
el nido misterioso de n11estra felicidad; lejos, muy lejos de casa de Cordelia estaba como de costumbre. Salí corriendo
ese bosque que ella cruzabavestida de blanco como un gnm como un loco, y entré en la casa de mi novia ...
lirio qqe cruzara entre las rosas y las clavellinas. ¿por qué
esa injusticia? ¿Por qué me la arreb;¡1taban de mi lado? ¿Po-
1 ' dría rni virgencita ser feltz en el cielo sin cmis besos? ¿Po- V
dría encontrar allí una mano que acariciara-con más ternura La primera persona a quien encontré fue a la madre
sus cabellos pálidos y vaporosos? ... La más esp~toa an- de Cordelia. Le cogí la memo lleno de ansiedad:
gustia se apoderaba de mí al oírla delirar con la Granja _¿y Cordelia, madrecita mía?
Blanca. Las maldiciones y las súplicas, las blasfem~, y las -Ve a b~scarl, hijo, en eljardincillo ... d~be estar allí.
oraciones se sucedían en mis labios, demandando la salud regando sus violetas y helioqopos.
de mi Cordelia. DiéramelaDios o el Diablo, poco me impor- Acudí conmovido al jardín y encontré efectivamente a
taba. Yo lo que quería era la. salud· de Cordelia. La habría Cordelia, sentad~ en un banco de mármol regando sus flo-
comprado con. mi alma, mi vida y mi fortuná; habría hecho res. La besé. delirante de amor. en la frente, y luego. rendi-
lo más i.u.m:undo y lo más criminal·; me habría atraído la do por la emoción, me puse a llorar como un niño c~n.la
indignación del. Universo y la maldición eterna de Dios; ha- cabeza rec.ostada ~n sus rodillas. Largo rato estuve as1 sm-
bría echado en una caldera la sangre de toda la humanidad,
tie11do que las manos de·Cordelia acariciaban mis ca~elos,
desde Adán hasta el último hombre de las generaciones fu-
y ,oyéndola murmurar a mí oído, con vo=? dulce y mrmosa,
turas, y hecho un cocimiento en el Infierno con el fuego des-
1:4Iado a mi condenación, si así hubiera podido obtener una frases de consuelo.
droga que devolviera a mi CorQ.eJia la salud. N'o una, sino -Creíste que me moriría, ¿verdad?
-Sí... -te he creído muerta, más aún, he Greído ver tu
mil condenaciones eter:rjas habría soportado sucesivamen-
te, como precio de esa ventura que con implacable maligni- entierro, ángel mío. iOh, qué infamia tan grande hubiera
dad me arrebataba la naturalezá. iOh, cuánto sufrí! sido el robarme la luz.. la única luz de mi vida!
li
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1
I!.L.,,_
' 1

-iQué loco eres! iMorirme sin que hubiéramos sido cluida, pero debo confesar que si bien era irreprochable
felices! Dicen que la malaria no perdona, y ya ves, me ha como factura, era mediocre como parecido. Lo que yo de-
perdonado. en consideración a nuestro amor: se ha confor- seaba ardientemente era que Cordelia me hiciera un retrato
mado con robarme un poco de sangre. suyo. Ella se resistió varios meses a hacerlo, pero al fm una
Y realmente los labios de Cordelia estab¡¡m casi bUm- mañana me ofreció darme gusto. Me sorprendió el acento
cos, y en general la piel, especialmente enJas manos y en el extraño y melancólico de su voz al hacerme su ofrecimiento:
rostro, tenía una palidez y una transparencia extremadas. tenía la voz que debió tener la hija de Jairo. Me suplicó
Pero a pesar de que la malaria la había debilitado tanto, que, mientras estuviera haciendo su retrato, no penetra-
estaba más bella si cabe .que antes. ra en el gabinete, ni intentara ver el lienzo hasta q4e
Un mes después Cordelia y yo nos casábamos con gran estuviera concluido.
boato, y, el mismo día de nuestras nupcias, fui a encerrar- -Eso·es inicuo, reina mía. iDejar de verte dos o tres
me .con mi tesoro en la solitaria Granja Blan<;:ª.
horas al dja! Mira, renuncio a mi pretensión; prefiero que-
darme sin el retrato a tener que privarme de tu presencia.
Después de todo, ¿para qué necesito 'la imagen si poseo el
Con la rapidez de una estrella fugaz transcurrió el original para siempre?
primer año de nuestra felicidad. No concibo que haya ha- -Escúchame -respondió colgándose a mi cuello-, no
bido mortal más venturoso de lo que yo fui durante ese pintaré sino un día a la semana; en cam,bio de lo que te
año con mi Cdrdelia en la tranquila y aislada morada que robé, yo sabré pagarte de ~a privación que sufras. ¿verdad
habíamos escogido. Muy de tarde en tarde algú!l extraVia- que accedes?
do cazador o algún aldeano curioso pasaba por delante de -Que conste que lo hago de mala gana, y sólo por inte-
la Granja. Por toda servidumbre teníamos una anciana rés de la récoinperisa.
sorda como un ladrillo. Otro h,abitante que no debo olvi- Desde esa semana, todos los sábados por las maña-
dar era mi fiel perro Ariel. A fines del año fui tina vez a la nas encerrábase Cordelia en mi gabinete durante dos ho-
ciudad y conduje a la Granja Blanca a una comadrona. ra~. al cabo de las cuales salía agitada, pálidas las mejillas,
Cordelia dio a luz una hermosa niña que vino acólmar de más de lo que ya er:¡¡m, y lqs ojos encendidos como si hubie-
ventura nuestro hogar novel. ra llorado. Cordelia me explicaba que ello era debido al
Creo haber dicho que Cordelia era una hábil dibujan- estado de atención y abstracción sumas en que se ponía
te. En los momentos en que los cuidados de nuestra hija le para coger del espejo su imagen y repro<;lucirla en el lienzo
permitían algún descanso, se propuso hacer un retrato mío. con,la mayor fidelidad_.
iQué hermosas mañanas pasábamos en mi gabinete de tra- -iüh, vida mía, eso te ,hace daño!. .. te declaro que ¡;e-
bajo, yo leyendo en alta ·voz y mi muJer reproduciendo mi nuncio con gusto al retrato.
efigie en el lienzo! La obra se hizo larga, porque continua- -iEs imposible! -murmurab;;t con voz sorda, como si
mente la paralizábamos para entregarnos a las locuras y hablara consigo m~sa-. iSi pudiera durar su ejecución un
ensueños de nuestro cariño. A los tres. meses estuvO' con- año más! iEl plazo es fatal!
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. _Ens~gq,ida me hacía objeto de las manifestaciones de -Ya lo creo;te·perdono, te perdono, dueño mío, te per-
ca:mo .mas extremadas; en todo el cJjª n.o se separ~b de dono con todo el corazón -y cogiendo mi cabeza entre sus
m1 un seglUldo ni de nuestra J;lija, como si quisiera repon~ manos, me besó en los ojos.
COQ. exceso de amor las horas que había estado separada de El sábé!.dO siguent-~«: cumplían· dos años de nuestro
nosotros.
matrimonio. Apenas se levantaba Cordelia tenía la costum:-
VII bre de venir a despertarme. Ese día estaba yo despierto, y
cuando Cordelia se-inclinó sobre mi frente la cogí de la cin-
Llegaba a su término el segundo año de nuestra per- tl.rra.
manencia en la Granja Blanca. Cordelia estaba concluyen- -lSabes qué día es hoy? ... es el día de nuestro cum-
do su r~tao. Una mañana tuve la imprudencia de atisbar pleaños.
por el OJO de la cerradura de mi gabinete, y lo que vi. me hizo El cuerpo de Cordelia se estremeció, y a través de las
e~trmc de angustia: Cordelia lloraba amargamente; te- ropas sentí en mis manos como si una corriente de sangre
ma las manos sobre el rostro, y su pecho se, levantaba a helada hubiera pasado por las venas de mi esposa.
impulsos de lo~ s?lloz_os ah?gados ... A veces oía un ligero A las diez de la mañana Cordelia me llamó desde mi
m~ulo de suplica: c.a quien? No lo sé. Me retiré lleno de gabinete dando voces de alegría. Acudí corriendo: Cordelia
an~Ied. Nu~stra hijita lloraba. Consolé a la pequeña Cor- abrió las dos hojas de la puerta, y llena de un alborozo
deha, Y espere la salida de mi esposa. Al fin salio' . t - infantil, me condujo de la mano.hasta el caballete, sobre el
·- d . , emaesa
expreswn e secreta, profunda tri~eza, que yo había ob- cual había un pa~tidor cubierto por una tela roja. Cuando
serva~o muchos sábados, pero reaccionando Cordelia so- quitó ésta di un grito de asombro. Lé!. semejanza era mara,
bre SI, estuvo cariñosa, alegre y ap~tond como de villosa; era imposible traslad;;rr al lienzo con mayor fideli•
cost~mbre. Nos colmó de caricias a la niña y a mí. La senté dad y arte la expresión de amor y melancolía que hacían a
en mis rod_illa:>· '!cuando tuvo su rostro bien cerca del mío, Cordelia tan adorable. Allí estaba su· palidez sobrenatt.rral,
le pre~t mrrandola fij~ent en los ojos: sus ojos oscuros y brillantes, como diamantes bFunos, su
-Drme, Cordelia de·ini alma, ¿por qué llorabas en mi boca admirable ... Un espejo habría reproducido con igual
gabinete? fidelidad el rostro de Cordelia, pero no habria copiado el
Cordelia se turbó y reclinó su cabeza sobre mis hom- reflejo sugestivo de su alma, ese algo voluptuoso y trágico,
bros. esa chispa de amor y de tristeza, de pasión infmita, de mis~
-iAh, me has Visto! Me habías ofrecido no mirar m· terio, de idealismo extraño, de ternura extrahumana; no
modo de trabajar. ilnformal! Yo amanecí hoy muy nerviosa; habría copiado esa indefinible semejanza de almas entre
me dio muc~a pena ver que faltabas a tu palabra. Lloré en Cordelia y la hija de Jairo, que yo percibía, sin que pudiera
cuanto sentí que te acercabas a la puer-ta indagar cuál rasgo fisonómico preciso, cuál expresión de-
Por el acento tembloroso y turbado con que me habla- terminada eran las que provocaban en mi alma el recuerdo,
ba Cor?elia comprendí que mentía; pero como en realidad o mejor, la idea de la resucitada de la leyenda evangélica.
yo ha~I fal~do a mi compropliso, ·no.quise insistir. V ese día· nuestro amor fue Qna locura, lli! desvaneci-
-IPerdoname, Cordelial ... miento. a"Qsoluto; Cordeliª parecía querer absorber toqa mi
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alma y mi cuerpo. Y ese día nuestro amor fue una desp~
ración voluptuosa y amarga: fue algo así como el de.~>o de patas y erizados los pelos, aullaba y los lobos del bosque
derrochar en un día el c;;tudal de amor de una eternidad. respondían lúgubremente.
FUe como la acción de un ácido que nos corroyera las entra- -iCordelia!
ñas. FUe una demencia, una sed insaciable_, que crecía en Conduje aAriel a la alcoba, le,hice callar y le_ enc~m­
progresión alarmante y extraña. ·FUe un delirio divino y-sa- dé el cúidado de la pequeña Cordelia. Enseguida cogt en la
tánico, fue un vampirismo ideal y carnal, que tenía de la cuadra el primer caballo que encontré, un potro n~gro; de
amable y pródiga piedad de una diosa y de los diabólicos un salto le monté y le sumergí, al galope en la .espesa tinie-
ardores de una alquimia infernal ... bla del bosque.
-iCordelial· iCordelia!
VIII Me respondían los _furiosos aullidos de los lobos, cu-
yos ojos veía brillar a ambos lados de la verd~. como salpi-
Sería la una de la mañana cuando desperté sobresal- caduras hechas sobre el césped con ~cet fosfortco. Cegado,
tado: en-sueños había tenido la impresión fría de una boca enloquecido por el dolor, no reflexionaba en el peligro que
de mármol' que me hubiera besado en los labios, de una corría. Los lobos, envalentonados por el vertiginoso galope
mano helada que hubiera arrancado el anillo-de mi dedo de mi caballo se lanzaron en persecución nuestra aullando
anular; de una voz apagada y triste que hubiera murmura- de un modo e~sordc. Detrás del potro se extendía una
do a mi oído esta desolado,ra palabra: IAdiós! Unos segun- larga mancha wovedtza y negra sembrada de puntos lumi-
dos después oí el estallido de un beso y un grito agudo de la nosos.
pequeña Cordelta, que en su lenguaje incipiente llamaba a -iCordelia! iCordelial
su madre. y me .respondÍan el.aire .zlPnbando entre las hojas, el
-ICordelia! -llamé con voz débil procurando ver a tra- vuelo de l~s ~ves nocturnas asustadas, el golpe seco del
vés de la oscuridad el lecho de mi esposa, y escuchar el más casco en el césped y el aullido hawbriento .e hidróf?bo de
pequeño rUido. Nada. las bestias salvajes. No s~ cuántas leguas m,e aleje de la
-iCordelia! -repetí en voz alta e incorporándome. El Gr~ja Blanca. Mi potro, gutado ,por elinstintor dio un- in-
mismo silencio. Un suaor frío bañó mis sienes, y un escalo- menso rodeo, y cuando ya e.l alba espolvoreaba el ~ielo de
frío de terror sacudió mi cuerpo. Encendí luz y mtté el lecho oriente ~on sutil polyJJlo de nácar, me.dyo~vió a la desolada
de mi esposa. Estaba vacío. Loco de terror y de sorpreSá Granja, ren,dJdo de angustia y vepcido por la inexorable
salté de mi cama. crueldad del destino. Largo rato estuve ~chado ~obre la es-
-iCordelta! ICordelia! ... cafu.¡af:a. mientr~ las avecillas salud~bn la aurora con su
Abrí las puertas y salí llamando a .mi esposa, ronco estúpidG\ y hermosa plegaria...
de dolor.
-ICordelia! IX
Recorrí todas las habitaciones, todos los rincones de
la Granja Blanca. En el corredor, Ariel, con el' rabo entre las Volví a buscar a Cordelia en todas las habitaciones;
volví a ver el lecho vacío; las almohadas conservaban aún el
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perfume de sus cabellos y la huella de· la presión. La peque- sión de que nada había cambiado y de que nada había
ña Cordelia dormía en la cuna vigilada por el buen Ariel.
existido nunca. . ,
iPobrecilla! Para no despertarla fui al estudio. Levanté el A poco sentí el galope de un- caballo; me asome y reco-
lienzo que cubría el retrato de Cordelia y mis cabellos se nocí a mi viejo maestro que, vestido de negro, ·se dirigía a la
erizaron de espanto. iEllienzó estaba en blanco! iEn el lu- Granja Blanca.
gar que ocupabanlos ojos en el retrato que yo había visto,
había dos manchas, dos imperceptibles manchas que si- X
mulaban dos lágrimas! Sentí que mi cerebro vacilaba, me
parecía que mi inteligencia se ponía a caminar como un Venía trayéndome una cprta de la madre de C?~delia:
funámbulo sobre la arista de Uii dunino hecho al borde del «Se han cumpli9.o dos años desde que muriO la que
abismo: la menór impulsión la habría precipitado. La Muer- era la luz de mi vida, la adorada hija mía, mi Cordelia, tu
te y la Locura tiraban de mí. Necesitaba llorar para que no prometida, a la que tanto amabas. Pocos-minutos ante~ de
triunfara álguna de ellas; oí llorar en este momento a mi expirar encargó que el día en que se cumplieran dos anos
hija y me salvé: lloré también ... de la fecha que tú y ella habíais determinado Para vuestra
Después se verificó en mí un fenómeno extraño: una unión te enviara el anillo de los espons¡:lles, la cruz de mar~
invasión de indiferencia, de estoicismo, de olvido, que su- m qu~ se habría de poner sobre su ataúd y la mi~atu:
bía como una marea de atonía. Me parecía que surgía den- que le pintó Stein. Cumpbel encargo de la pobre hija mm.
tro de mí un nuevo individuo, que se había roto la identidad Sé que tu dolor ha sido inmenso, y que has vivido hasta
de mi yo con Ja superposición o intromisión de una nueva hoy, solitario y huraño, en tu retiro de la ?ranja ~lan,
personalidad. Estaba convencido, con seguridad inamovi- acompañado del recuerdo de tu novia. Llorala, hiJO miO.,
ble, de que no vería más a Cordelia; hacía pocas horas que porque Cordelia era digna de tu amor. Recibe un beso ma-
se había realizado una tragedia misteriosa y sobrenatural ternal de esta pobre vieja, que no tiene más consuelo que la
y no me asombraba ya de ello, como si una larga serie de esperanza de reunirse pronto con su hija», -- -
siglos se hubieran interpuesto entre el pasado y el presen- Por una coincidencia singular, el cofrecillo que conte-
te. Me parecía que entre el momento actual y la terrible nía los objetos indicados estaba envuelto en una hoja de ~a
noche hubiera un inmenso cristal deslustrado que apenas Gaceta, de la fecha en que fue inhumada mi Cordelia. BaJ~
me dejara percibir vagamente los contornos de los suce- una cruz negra 1e1, 1a m·VI·tación a la fúnebre ceremonia.
, Le1
sos y de mis emociqnes. Sobre mi escritorio estaba el re- tranquilamente la carta y la Gaceta; luego abn el cofre y vi
trato que me hiciera Cordelia; en la otra habitación estaba minuciosamente los objetos que contenía. iCuántos besos
nuestra hija y el lecho de mi esposa, y en todas partes había dado al magnífico retrato de Cordelia hecho por el
había objetos que ella había usado, flores que había ella primoroso Stein! Recordé la noche en que Cordelia y yo cam-
arrancado, todo lo que había rodeado nuestra vida; sólo biamos los anillos esponsalicios; iqué bella estaba vestida
ella, Ihi Cordelia, no estaba. Y sin embargo, la situación de blanco y con sus cabellos, de un rubio mortecino, que
psíquica en que me encontraba me hacía sentir la impre- caían profusamente en rizos sobre los hombros! El Gristo
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de marfil nada me .recordó: sentí disgusto al ver la expre.=
sión fría de dolor convencional que había en su.rostro ... delia ha vivido aquí hasta anoche ... Son curiosas las evolucio-
nes del rostro de usted; ·antes expresaba la indignación por
Entretanto, el maestro me oqservaba, un poco asom-
brado, de_ no verme hacer la más pequeña-manifestación de mi indolencia ante el recuerdo de esa bella e infeliz niña, que
dolor. Hubo un largo rato de silencio. tanto me amó, y ahora expresa todo lo contrario: el temor de
que el sufrimiento me haya enajenado el juicio. iOh!, no pon-
-llnsiste usted, maestro, en creer en la realidad de la
vida y de la muerte? iBah! Pues yo le digo a usted que l!Q ga usted esa cara apenada, maestro querid,o, no estoy loco.
eXiste.n ni_la una ni la otra. Ambas son ilusiones, ensueños Escuche usted esto; aunque no lo crea, aceptelo como una
episódicos, que no se diferencian sino e'n la conciencia de hipótesis cuya comprobación haré después: Cordelia ha ha-
ese gran dutm"iente en cuya imaginación vivimos una·vida bitado la Granja Blanca, la ha habitado en cuerpo y alma. Si
fantástica ... Dirá usted', mi querido maestro, que sigo sien~ Cordelia murió, conio usted me asegura, hace dos años, la
do el loco de las fantasías filosóficás de antaño ... vida y la muerte son iguales pata mí, y como consecuencia, se
...;No; lo que digo· es que no me explico tu cariño a Cor..: derrumba la-filosofía positivista de usted.
delia y el respeto a su memoria. Me hablas de necedades -iPobre hijo mío! Tú desvarías ... lo que me dices es un
absurdo.
filosóficas cuando todos tus pensamientos, con motivo· de
estos sagrados recuerdos que te traigo, debÍán dirigirse hacia -Pues entonces, maestro, el absurdo es la realidad.
esa ·nma tan bella como infeliz-que te amaba y murió ha dos -iLas pruebas ... las pruebas!...
años ... -lRecuerda usted la letra de Cordelia?
-Que murió anoche -interrumpí.fríamente. -Sí;·recóriocería sin vacilar algo escrito por ella.
-iQue murió para ti hace cincuenta años! -rectificó FW. a mi escritorio ycogj un libro copiador de mi corres-
con. amarga ·ironía el anciano. pondencia: Muchas de ·mis' cartas las h~bía escrito Corde-
-iAh, maestro! lUsted, con· sus sesenta y cinco años, lia y· las había firmado yo. Se las mostre al maestro ..
me da lecciones de amor? lUsted a mí? Le diré lo que Hamlet -Sí, sí... es su letra, muy bien imitada ... perdona, no
a Laertes, en el entierro de Ofelia: «Amé a Ofelia; cuarenta mil digo que quieras érigáñarme·... pero inconscientemente pue-
hermanos .no habrían podido qu~rela tanto como yo. <.Qué des haberte asimiÍado la forma de letra de· tu noVia, Y d,e
harías tú por ela?~ Pero .!10 se violente usted, zu;¡estro: iba a ahí que esos c~aters sean como los suyos. Además, tu
hablarle de Cordelia. Tanto .usted COIJlO la carta de.mi suegra escribiente ...
y 1~ Gaceta me traen la peregrina noticia de ql}.e Cordelia ha -No lo tengo. Ya sabía yo que había usted de dudát.
lRecuerda tJ.Sted Íos dibujos de Cordelia, su estilo? Mire
dos años qu~mrió.
Cordelia y yo le habrímo~
Pues bien, si h~l;>ier:a·ustd
recibido con carjd~
venido ay~:r.
de alegría; 1 u¡;¡ted este retrato ,q4e me hizo mi ésposa a principios de
este año.
si hubiera usted, yenido anoche, no~? pabríamos usted y yp
encop.trado en el bosque ql,le acaba de atraves;;rr, ~i es que Él maestro se estremeció al ver el trabajo de Cordelia.
antes no le habían devof:ado los lobos. fl~ venido usted hoy y Pero al fin, aunque no me 1<;> dijo, vi cruZar por su cerebro la
simplemente le digo que Corde.Ua no muriÓ hace dQs años, persistenftt idea' de una supercJ:¡ería. Le rogué que I?e espe-
rase un momento. Regresé seguido de Ariel y trayendo eJl.
que Cordelia ha sido mi esposa, mi adorada esposa; que Cor-
mis brazos a la niña.
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~Aquí tiene usted, maestro, lá prueba más convincen- Las incoherencias. del aterrado maestro y una.fra,se
te: ihe aquí la hija de.nuestro amor! · que exclamó: «ies Cordelia que renace!», abrieron.ante mis
-iCordelia! -exclamó el anciano, líVido de terror. Sus ojos un. horizonte inmenso, terrible ... Si la ilusión de la
ojos querían salírsele de las órbitas y sus manos se agita- Vida puede repetirse, también.la ilusión de la felicidad pue'-
ban temblorosas. - devolver... «Es Cordelia que~rnáC.», exclamaba yo, y,mi
=Sí... la pequeña Cordelia, maestro. alma entera se transportél.ba al futuro, y allí veía fu,ndirse
-Es su rostro ... su expr~són. . .. en una so~a·entid a la madre .y la hija.
. -Sí, la misma expresión de Cordelia y de;! la hija de .,...iEs Cord~lia que renace! -repeti. co11la voz tan ronca
Jarro.
y alterada; que el maestro me miró. ¿gué Vio en mi sem-
Y el buen Viejo parecía hipnotizado por lamirada cu- blante? No lo sé.
riosa, inteligente y dulc;e de la niña, la cual, como si alguien -¿Qué ptensas hacer? No has d~ quedarte en la Gran-
le ~ubiera dic~-o al o~d que ese hombre era un ~tiguo ja Blanca. Has de equcar a tu hija ...
amzgo, le tendzo sonnendo los bracitos. El maestro, tem- -Me quedo .,respondí como si hablara conmigo mis-
blando como un azogado, la tomó en sus brazos. mo-, el ~ma de mi Cordelia Vive ep. el. alma de esta niña, y
. -iEs Cordelia, es Cordelia! -murmuraba, mientras yo, ambas son inseparables de la Granja. Aquí moriremos, pero
rmpla<:a.ble en mis argumentaciones, seguía: aquí seremos felices. ¿Por qué no continuar estos ensueños
-Ergo, maestro, he sido el esposo de la muerta duran- de Vida, felicidad y muerte, CordeJ~a mía? iüh, Cordelia!, l.a
te dos años; ~rgo, la m~ert de Cordelia ha sid<;J, a pes~ de ilusión de tu Vid¡¡t comienza nuevamente ...
usted, del medico que la asistió en l9s (lltimos instantes, -iDesgraciado! -interrumpió el maestro,. mirándome
clel sepulturero que la inhmpó, un incidente sin realidad con espanto-, ¿piensas hacer tu esposa a tu hija?
positiva en el ensueño de alguien. La Vida de usted ma:es- -Sí -contesté lacónicamente.
tro, l_a mía, _la de todos, son ilusiones aéreas, somb;as que Entonces el anciano, sin que yo pudiera impedirlo,
l.
1
sin logica m firmeza cruzan la región del ideal, buques-fan- acercóse con la niña a la ventana, le dio un rápido peso en
1 tasmas que sin rumbo fijo surcan el mar agitado del absur- la frente y la arrojó de cabeza sobre la escalinata de piedra
• 1
1 do, Y cuyas olas no han azotado jamás las costas de la de la Granja. Oí el ruido seco del pequeño cráneo al estre-
realidad, por más que nos imaginemos ver destacarse en el llarse ... ¿creéis que mi desesperación pidió venganza, que
.b,orizonte, ya extensas playas, ya abruptos acantilados. Sí, cogí al maestro por el cuello y le hice añicos? Nada de eso.
maestro, no existe la realidad, o en otros términos, la reali- Le Vi alejarse, montar a caballo y perderse en la sombra
dad es la nada con formas. ·· · fatídica del bosque. Me quedé recostado en la ventana. Me
-iCalla... calla! Mi razón se turba ante este absurdo parecía estar vacío, sin el más insignificante de los elemen-
tangible, ~te este misterio que Vive aq~í. en mis brazos. tos que constituyen la personalidad humana. La Vieja sir-
No, no mientes, no puedes mentir... Esta niña es r ·~1: 2 Viente vino a llamarme varias veces, y por signos la hice
d~- un año ... de igual modo e~ctamn ~e miró y lln: [en- comprender que Cordelia y la niña se habían ausentado y
diO los brazos ... Es Cordelia que vuelve a la Vida ... ies Cor- que yo no quería comer. Allí, a diez pies bajo mi ventana,
~elia que renace!. .. iDios santo! iYo estoy loco, tú lo estás!... estaba muerta la pequeña Cordelia; allí estaba sobre un
•Pero es ella, ella!...
charco de su propia sangre, la que más tarde habría repro-
Í68
169
dQ.cido mt perdida felicidad . .Allí estaba y yo nada sentía,
estaba vacío; no sufría, no gozaba, y ni siquiera una idea
cruzaba mi cerebro. AsHranscurrieron la tarde y la noche.
Largó rato estuvo Ariel guardando en medio de las tinieblas
el cadáver de la niña. El pobre animal aullaba y ladraba.
Los lobos olieron la sangre y poco a poco fueron acercándo-
se, se colaron por la verja, y hasta que vino el alba no estuve
oyendo otra cosa que grUñidos sordos y trituraciones de
huesos entre los dientes agudos y formidables de las bes- La cena
tias feroces.
Apenas amaneció, me dediqué mecánicamente, sin dar-
me cuenta de ello, a empapar el mobiliario y los muros de la
Granja Blanca con substancias combustibles, y antes de ALFONSO REYES
que el sol resplandeciera sobre las copas de los árboles del (México, 1889-1959)
bosque, prendí fuego a la Granja por' sus cuatro costados,
Monté mi potro negro, y espoleando cruelmente sus íjares,
me alejé para 'siempre en desenfrenado galope de esa región
maldita. Olviqaba décir que, cuando incendié la Granja, es-
taba d~ntro lá pobre vieja sorda.

' 1 Thmado de: Clemente Palma: Cuentos malévolos, Lima, Ed. Nue-
vos Rumbos, 1959.

/.

170
Escrito en 1913 «La .
(«!he Supper», trad. E. ~=:uex;adción al inglés
numero de julio-agosto de 191 7 I Má t d ' de .~ndres, en el
oblicuo (1920). . · s ar e se recog¡.o en El plano
La parte principal de la anécdota de este cue
1 1 estructuralmente, perfecto desde todo punto de Vista p:o, ~dano
liarse, con un tempo muy peculiar, durante las nueve , ece esarro- La cima, que recrea y enamora.
reloj. El espacio urbano se qUiebra, el tiempo se dilatacamfanadas de un SAN JUAN 'DE LA CRUZ
que responde al m1 ·Y e protagonista,
experiencias insó"tassmo ninotmbre del autor y se muestra accesible a las
u , se ernaen unmundod tm, fi
el tema de la identidad es una constante tá ita e a . os era rara en que
de retratos, de siluetas sin car d e • sugendo por la presencia
sombras sin correspondencia c:·lase caras suspendidas en el aire, de Thve que correr a través de calles desconocidas. El
ñeza ante lo ya ViVido de que da fe~oz!:e=natlmi de extra- término de mi marcha parecía córrer delante de mis pasos,
un indicio de expli i, . correr puede ser
abierto. cae on al erugma que la entrega del retrato, al final, deja y la hora de la cita palpitaba ya en los relojes públicos. Las
calles estaban solas. Serpientes de focos eléctricos baila-
«La cena» está antologado también e HAH
cuento inclUd~ ~n antologías de lo fan~ti ban delante de mis ojos. A cada instante surgían glorietas

:sc:si~ran
N2Ly en STAVANS. Otro

1
dante Aranda» , co es "' a mano del coman- circulares, sembrados arriates, cuya verdura, ala luz arti-
licia del muebl:~'i fantásticos: ma- «~ ficial de la noche, cobraba una elegancia irreal. Creo haber
diablo». un . es» Y«Encuentro con un
Visto multitud de torres -no sé si en las casas, si en las
da~: ~%e:ras Cuesti~n e~téicas
( 1911 ), El suici- glorietas- qué-ostentaban a los cuatro· Vientos, por una ilu-
1926), Homilía por la cultr:(1~87),LSamis y dliferencias (1921- minación i:Ílterior, cuatro redondas esferas de reloj.
(1941) · n caen aedadateni Yo corría, azuzado por uñ sentimiento supersticioso
,_La experiencia literaria (1942 J' El deslinde p l , ense
la teona literaria (1 944¡ La X l · ro egomenosa de la hora. Si las nuéve campanadas, me dije, me sorpren-
helenística (1959). ' en afrente (1952), Lafilosofia
t1 den sin tener la mano sóbte la aldaba de lá puerta, algo
1
funesto acontecerá. Y corría frenéticamente, mieñtras re-
!1
¡, cordaba haber corrido a igual hora por aquel sitio y con uil
!,,
anhelo semejante. ¿cuándo?
1 Al fm los deleites de aquella falsa recordación me
absorbieron de manera que vólví a mi paso non:'nal sin dar-
1 me cuenta. De cuando en cuando, desde las intermitencias
de mi meditación, veía que me hallaba en otro sitio, y que
se desarrollaban ante mí nuevas perspectivas de focos, de
/
placetas sembradas, de relojes iluminados ... No sé cuánto
tiempo transcurrió, en tanto que yo dormía en el mareo de
1
Alfonso Reyes: «Noticia» El 1 bl
mi respiración agitada.
t. 3, México Fondo de Cultur'a PE an~ o icuo, en sus Obras completas, De pronto, nueve campanadas sonoras resbalaron con
' conomica, 1956, p.lO.
metálico· frío sobre mi epidermis. Mis ojos, en la última

173
esperanza, cayeron sobre la pue,fta más cercana: aquél era
el término. había yo fundado la esperanza de encontrarme con ~a anti-
gua casa, ll,epa de tapices, de viejos retratos y de grande~
Entonces, para disponer mi ánimo, retrocedí hacia los sillones; una antigua casa sin estilo, pero llena de respetabi-
motivos de mi presencia en aquel lugar. Por la mañana el
lidad. A cambio de esto, me encontré con un veshbulo dimi-
?arreo me había llevado una esquela breve y sugestiva. E~ el
nuto y con una escalerilla frágil, ·sin elegancia; lo cual más
angula del papel se leían, manuscritas, las señas de una
bten pr:ometía dimensiones modernas y estrechas en el resto
casa. La fecha era del día anterior. La carta decía solamente:
de la casa. El pisQ era de madera encerada; los raros mue-
«Doña Magdalena y su hija Amalia esperan a usted a bles tenjan aquel lujo frío de las cosas de Nueva-York, Y en el
cenar mañana, a las nueve de la noche. iAh, si no faltara! ... »
Ni una letra más. · muro, tapizado de verde claro, gesticulaban, corp.o imperdo-
nable §!gnO de trivialidad, dos o tres máscaras_Ja:ponesas.
. Yo sietnpre con~ietQ en las experiel)cias de lo imp~e- Hasta llegué ~ dudar... Pero alcé la vista y quede tranquilo;
Vlsto. El caso, ademas, ofrecía singular atractivo: el tono,
ante mí, vestida de negro; esbelta, digna. la mujer que acudía
familiar y re~ptuos a la v~. Gon que ~1 apónim~ desi~a­ a introducirme me señalaba la puerta del salón. Su silueta
ba a aquellas señoras desconocidas; la ponderación: «iM,
se había colorado ya de facciones; su cara me habría resulta-
si' no faltara!. .. », tan vaga y tan sentimental, que parecía
do insigqillcante, a no ser por una expresion marcada de
suspencUda sobre un apismo de confesiones, todo contri-
piedad; sus cabellos castaños, algo flojos en el peinado; acaba-
b'IJ,yq a decidiqne_. Y acudí, con el ansia de tma e~oción
¡.
ron_de.precipitar una-extraña convicción en mi mente: todo
,, informulable. Cuando, <! veces, en mis pesadillas, evoco
aquel ser parec~ó plegarse y formarse a las sugestiones de un
aquella noche fantástica (cuya faptasía- está hecha de cosas
nombre.
cotidianas Y cuyo equívoco misterio crece sobre .la hUmilde
-Mmalia? -pregunté.
raíz de lo posibl~}, parécemejadew. a. través de avenidas de
-=-Sí. -Y me pareció·que yo mismo me contestaba.
relojes y torreones, solemn~ como esfmges en 1~- calzada
de al~ templo egipciQ. · El salón, como lo había imaginado, era pequeño. Mas
el decora~. respondiendo a mis anhelos; chocaba notoria-
La puerta se abrió. Yo estsba vuelto a la calle y Vi de
mente con el del veshbulo. Allí estaban· los ·tapices Y las
súbito, caer sobre el suelo de un cuadrQ de luz q~e aiTQj~b,
grandes ~ilas respetables,la'piel de oso al suelo, el espejo,
jup.to a mi sombra, Ja sombra de ~a mujer desconocida.
la. chimenea, los jarrones; el piano de candeleros lleno de
Volvíme: con la luz por }a espalda y sob,remis oJos desJum-
fotografías y estatuillas -el piano en que nadie toca-, y, jun-
bra<;lo.s, aquella mujer no era parq mí más que lJ,Ila silueta,
to al estrado principal, el caballete con un retrato amplifi-
donde mi imaginación pudo pintar varios ~nsayo de fisono-
cado y _manifiestamente alterado: el de un señor de barba
mía, sin que ningtll!o corespndi~,a al contorno, en ~to
que balbucea'Qa yo algunos swudos y explicacione;. partida y boca grosera.
-Pase usted, Alfonso. / Doña Magdalena, que ya me esperaba instalada en un
silló11 rojo, vestía·~bién de negro y llevaba al pecho una
Y pasé, asombrado de oírme llamar COPla en mi casa.
de aquellas joyas gruesísimas de nuestros padres: una bola
FUe una <;lecepción el veshbulo. Sobre la~ palabras románti~
de vidrio con un retrato interior, ceñida por un anillo de
cas de la esquela (a mí, al menos, me parecían románticas),
oro. El ~sterio del parecido familiar se apoderó de mí. Mis
174
175
ojos iban, inconscientemente, de doñaMagadalena a Ama-
r
Al principio, la conversación giró toda sobre-cuestio-
Ha, Y del retratb a Amali_a. Doña Magdalena, que lo notó, nes comerciales, económicas, en que las dos mujeres pare-
ayudó mis investigaciones con alguna• exégesis oportuna. cían complacerse. No há.y asunfo mejor que éste cuando se
Lo más adecuado hubiera sido sentirme incómodo, nos invita a la mesa en alguna casa donde no somos de
manifestarme sorprendido, provocar una explicación. Pero confianza.
doña Magdalena y su hija Amalia me hipnotizaron, desde Despué~. las cosas siguieron de otro modo. Todas las
los primeros instantes, con sus· miradas paralelas. Doña frases.comenzarori a volar' como en redor de alguna lejana
Magd~en era una mujer de sesenta años; así es que-con- petic;_ión. Todas tendían a un término ·que yo mismo no sos•
¡'·
sintió en dejar a su hija los cuidados de la iniciación. Ama- pechaba. En eLrostro de Amalia apareció, al fm, una sonri-
Ha charlaba; doña Magdalena me miraba; yo estaba entregado sa aguda, Inquietante. Comenzó visiblemente a combatir
a mi ventura.
contra alguna interna tentación .. Su boca palpitaba, a ve"
A la :madre tocó -es de rigor- recordarnos que era ya ces, con el ansia de las palabras, y acababa siempre por
tiempo de cenar. En el comedor la charla se hizo más gene- suspirar. Sus ojos se dilataban de pronto, fijándose con tal
ral y corriente. Yo acabé por convencerme de que aquellas expresión de espanto o abandono en la pared que qued~ba
señoras no habían querido más que convidarme a cenar; y a mis espaldas, que más de una vez, asombrado, volVI el
a la segunda copa de Chablis me sentí sumido en un -perfec- rostro yo Ihismo. Pero Amalia n.o parecía.consciente del daño
to egoísmo del cuerpo lleno de generosidades espirituales. que me -ocasionaba. Continuaba con sus sonrisas, sus asom.:.
Charlé,Tefy desarrollé todo mi ingenio, tratando interior- bros y sus suspiros, en tanto que yo me estremecía cada
mente de disimularme la irregularidad de mi situación. vez que sus ojos miraban por sobre mi cabeza.
Hasta aquel instante las señoras habían, procurado pare- Alfin, se entabló, entreAmaliaydoñaMagdá.lena, un
cerme simpáticas; desde entonces sentí que· había comen- verdadero coloquio de susprros. Yo estaba ya desazonado.
zado yo mismo a serles agradable.
Hacia el centro de la mesa, y, por .cierto, tan baja que era
El aire piadoso de la cara de Amalia se propagaba, por una constante incomodidad, colgaba la lámpara de dos lu-
momentos, a la cara de la madre. La satisfacción, entera- ces. y sobrelos muros se·proyectabanlassomb'nis deste-
mente fisiológica, del rostro de doña Magdalena descendía, a ñidas de las dos· mujeres, en tal forma que no era posible
veces, al de su hija. Parecía que estos dos motivos flotasen fijar la correspondencia de las sombras con las personas.
en el ambiente, volando de una cara a la otra. Me invadió mia intensa depresión, y un principio-de aburri-
Nunca sospeché los agrados de aquella conversación. miento se fue apoderando de mí. De lo que vino a sacarme
Aunque ella sugería, vagamente, no sé qué evocacioJ}es de esta invitación insospechada:
Sudermann, con frecuentes rondas al dificil campo de las -Vamos al jardín.
responsabilidades domésticas y -como eranatural en mu- Esta nueva perspectiva me hizo recobrar mis espíri-
jeres de espíritu·fuerte- súbitos relámpagÓs ibsenianos, yo tus. Condujéronme a través de 'un cuarto cuyo aseo y so-
me sentía tan a mi gusto como en casa de algv.na tía viuda y briedad hacía pensar en los hospitales. En la oscuridad de
junto a alguna prima, amiga de la infancia, que ha comen- la noche pude adivinar un jardincillo breve y artificial, como
zado a ser solterona.
eLde' un camposanto.
176
177

~ ...l .~ ..
Nos sentamos bajo el emparrado. Las señoras comen-
zaron a decirme los nombres de las flores que yo no veía,
dándose. el cruel deleite de interrogarme después sobre sus
r
1
alguien abrió una ventana en ·la cas·a, y la luz vino a caer,
inesp_erada, _sobrer los rostros de las mujeres. Y·-ioh cte-
los!~ los vi iluminarse de pronto, atüonómicos,.suspensos
recientes enseñanzas. Mi imaginación, destemplada por una en el aire -perdidas las ropas negras en la oscuridad del
experiencia tan larga de excentricidades, no hallaba repo- jardín- y con la expresión de piedad grabada hasta la du-
so. Apenas me dejaba escuchar y castno nie permitía con- r.éza_en·los ra~;>gos. Eran como las caras iluminadas en los
testar. Las señoras sonreían ya (yo lo adivinaba) con pleno cuadros de Echave el Viejo, astros enormes y fantásticos,
conocimiento de mi estado. Comencé a confundir sus pala- Salté.sobre.mis pies sin poder dominarq¡e ya.
bras con mi fantasía. S_us explicaciones:botánicas, hoy que -Espere usted -gritó entonces doña Magdalena-; aún
las recuerdo, me parecen monstruosas como un delirio: creo falta lo más terrible.
haberles oído hablar de flores que muerden y de flor.es que Y luego, dirigiéndose aAmalia:
besan; de tallos que se arranc:;m a su raíz y os trepan, como -Hija mía, continúa; este cab¡illero no puede dejarnos
serpientes, hasta el cuello. ahora y marcharse sin oírlo todo.
La os<;:uridad, el cansancio, la cena, el Chablis, la -y bien ,-dijo Amalia-: el capitán se fue a Europa. Pasó
conversación misteriosa sobre flores que yo nd veía (y aun de noche por París, por la mucha urgencia de llegar a Ber-
creo que no las había en aquel'raquíticd jardín), todo. me lín. Pero todo su anhelo -era conocer París. En Alemania
fue convidando al sueño; y me quedé dormido sobre eLban- tenía que hacer no sé qué estudios en cierta fábrica de ca-
co, bajo elemparrado. ñones ... Al día siguiente de llegado, perdió la vista en la
explosión de una caldera.
Yo estaba loco. Quise preguntar; ¿qué preguntaría?
-iPobre capitán! -oí decir cuando abrí los ojos-. Lleno Quise hablar; ¿qué diría? ¿Qüé había sucedido junto" a mí?
de ilusiones marchó a Europa. Para éLse apagó la luz. ¿Para qué me habían convidado?
En mi alrededor reinaba la misma oscuridad. Un vien- La ventana volvió a cerrarse, y los rostros de las muje-
tecillo tibio hacía vibrar el emparrado. Doña Magdalena y res volvieron a desaparecer. La voz deJa hija resonó:
Amalia conversaban junto a mí, resignadas a tolerar mi -iAy! Entonces, y sólo entonces, fuellevado a París. iA
mutismo. Me pareció que.habíail trocado los asientos du- París, que había sido todo su anhelo! Figúrese usted que
rante mi breve sueño; eso me pareció ... pasó bajo el Arco de la Estrella: pasó ciego bajo el Arco de
-Era capitán de Artillería -me dijo Amalia-; joven y la Estrella, adivinándolo todo a su alrededor... Pero usted
apuesto si los hay. le hablará de París, ¿verdad? Le hablará del París que él no
Su voz temblaba. pudo ver. iLe hará tanto bien!
Y en aquel punto súcedió algo que,en·otras circuns- («iAh, si no faltara!» ... «iLe hará tanto bien!»)
tancias me habría parecido natural, pero. que entonces me y entonces me arrastraron a la sala, llevándome por
sobresaltó y trajo a mis labios mi corazón. Las señoras, los brazos como a un inválido. A mis pies se habían enre-
hasta entonces, sólo me habían sido perceptibles por el dado las guías vegetales del jardín; había hojas sobre mi
rumor de su charla y de su presencia. En aquel instante cabeza.
179
178

.... !' ..
-Helo aquí -me dijeron mostrándome un retrato. Era
un militar. Llevaba un casco guerrero, uná capa-blanca, y
los galónes plateados en las mangas y en las presillas como
tres toques de clarín. Sus hermosos ojos,-bajo.las alas per-
fectas de las cejas, tenían un imperio singular. Miré a las
señoras: las dos sonreían como en el-desahogo de la misión
cumplida. Contemplé de nuevo el retrato; me Vi yo mismo
en el espejó; verifiqué la semejanza: yo era como una carica-
tura de aquel retrato. El retrato tenía una dedicatoria y una
firma. La letra era la misma de la esquela anónima recibida El vampiro
por la mañana.
F;l retrato había caído de mis manos, y las dos seño-
ras me miraban con una cómica piedad. Algo sonó en mis HORACIO QUIROGA
oídos como una araña de cristal que se estrellara contra el (Uruguay, 1878-1937)
suelo.
Y corrí, a través de calles desconocidas. Bailaban los
focos delante de mis ojos. Los relojes delos torreones me
espiaban, congestiopados de luz ... iOh, cielos! Cuando al-
cancé, jadeante, la tabla familiar de mi puerta, nueve sono-
ras campanadas estrmc~an la noche.
Sobre mi cabeza había hojas; en mi ojal, una florecilla
modesta que yo no corté.

Thmado de: Alfonso Reyes: La cena y otras historias, Méxicó, Fondo


·i de CulhJra Económica, 1984.
1

/-

180
Este relato se publicó primero en La Nación, Buenos Ai,res, el 11 de
septiembre de 1927; después se recogió en el volumen Más allá ( 1935 ). 1
Contado por un narrador que terminó arrastrado por los hechos de
que inicialmente era sólo testigo, y desde un sanatorio adonde lo con-
dujo, con la razón destrozada, una intrusión sobrenatural, este relato
ofrece una curiosa variante del vampirismo, aun manteniéndose dentro
de los límites de los tipos de vampiros zpás conocidos que legó la ficción
2
del XIX. Aquí el cruento engendro no salió, como Drácula, de la litera-
tura hacia el cine, sino justo a la inversa. 3 El protagonista, un savant
fou (personaje de larga tradición en el Río de la Plata), decide extraer de
ese oval portrait moderno que pasó a ser el cinematógrafo -cara afición
de Quiroga-la imagen. de que se ha enamorado, y por fm lo logra. Pero Son estas líneas las últimas que escribo. Hace un ins-
su resultado no sólo tiene las cualidades decepcionantes de ciertos tante acabo de sorprender en los médicos miradas signifi-
hrontr o de un ur, sino también las aterradoras que esperan a todo Dr. cativas sobre mi estado: la extrema depresión nerviosa en
Frankenstein, a todo Dr. Moreau, a todo Morel, a todo impostor de que yazgo llega conmigo a su fm. .
Dios.
Re}atqs incluidos en antologías de lo fantático: «El espectro» y «Juan
He padecido hace un mes de un fuerte shock seguido
Darién» (HAHN2), «El almohadón de plumas» (STAVANS y GONZÁ- de fiebre cerebral. Mál repuesto aún, sufro una recaída que
LEZ2 l. Otros relatos considerados fantásticos: «La miel silvestre», «La me conduce directamente a este sanatorio.
gama ciega»,«Más allá», «El peso de Yabebirí», «El síncope blanco», Tumba viva han llamado ios enfermos nerviosos de
El hombre artificial», «La lengua», «Ellobisón», «La gallina degollada», la guerra a estos establecimientos aislados en medio del
«El hijo», «El desierto», «A la deriva», «El hombre muerto».
campo, donde se yace inmóvil en la penumbra, y preserva-
Otras obras de Quiroga: Los arrecifes de coral ( 1901 ), El crimen
del otro (1904), Cuentos de amor. de locura y de muerte ( 1917),
do por todos-los medios posibles del menor ruido. Sonará
Cuentos de la selva para los niños ( 1918), Anaconda ( 1921), El de- bruscamente un rUido en el corredor exterior, y la mitad de
sierto (1924). los enfermos morirá. La explosíón incesante de las grana-
~ 1 das ha convertido a estos soldados en lo que son. Yacen
extendidos a lo largo de la cama, atontados, inertes, muer-
tos de verdad en el silencio que amortaJa como denso algo-
dón su sistema nervioso deshecho. Pero el menor ruido
bruscó, -él cierre de una puerta, el rodar de una cucharita,
les arranca un horrible alarido.
1
Horacio Qutroga: Todos los cuentos, edición crítica, 2da. ed., coords. Tal es su sistema nervioso. En otra época esos hom-
Napoleón Baccino Ponce de León y Jorge Laforgue, Madrid, ALLCA XX, bres fueron briosos e inflamados asaltantes de la guerra.
1996, p. 732.
2 Hoy, la brusca caída de un plato los mataría a todos.
Véase tipología en Christopher Frayling: Vampyres. Lord Byron to
Count Dracula, 2nd. ed., London, Fllber and Fllber, 1991, p. 62. Aunque yo no he estado en la guerra, no podría resis-
3
De hecho, ésta parece ser una de las primeras ocasiones en que se tir tampoco un ruido inesperado. La sola apertura a la luz
utiliza el cine en un relato fantástico, según Paul Verdevoye,«Tradición y de un postigo me arrancaría un grito.
trayectoria de la literatura fantástica en el Río de la Plata», Anales de Pero esta represión de torturas no calma mis males.
Literatura Hispanoamericana, 1980, núm. 9, pp. 288-289.
En la penumbra sepulcral y el silencio sin límites de la vasta

183
sala, yazgo inmóvil, con los ojos cerrados, muerto. Pero den- había informado yo cuando comenté.la extraña acción de los
tro de mí, todo mi ser está al acecho. Mi ser todo, mi colapso rayos NI. Y a pesar de esto, que.no podía ser .Ignorado por mi
y mi agonía son una ansia blanca y extenuada hasta la muer- c:lilto tore~pnsal, se empeñaba él en compr<;>bar, por boca
te, qqe debe sobrevenir en breve. Instante tras instante, es- mía,Ja veracidad y l_¡;t profesión de ciertos fenómenos de ópti-
pero oír más allá del silencio, desmenuzado y puntillado en ca que cualquier hombre pe ci~n<;la podía confirmarle.
vertiginosa lejanía, un crepitar remoto. En la tiniebla de mis Yo apenas recordaba. como he dicho, lQ que había es-
ojos espero a cada momento ver, blanco, concentrado y dimi- crito sobre los r~yo ~n cuestión. Haciendo un.esfueHO ha-
nuto, el fantasma de una mujer. llé en el fondo de mi memoria la experiencia a que aludía el
En un pasado reciente e inmemorial, ese fantasma solicitar!te, y le contesté que si se refería al {enómeno por el
paseó por el comedor, se detuvo. reemprendió su camino cual los ladrillos a~?oleds pierden la facultad de emitir
si,p. saber qué destino era el suyo. Después ... rayos NI cuando se los dueqne con cloroformo, podía ga-
rantirle que era exacto. Gustavo Le Bon, entre otros, había
verificado el fenómeno.
Yo era un hombre robusto, de buen humor y n,~rtos Contesté" pues, a este tenor, y torné a olvidarme de
sanos. Recibí un día una caxta de un desconocido en que se los rayos NI.
me solicitaban datos sobre ciertos comentarios hechos una Breve olvido. Una tercera carta llegó, con. los agrade-
vez por mí, alrededor de lo~ ,rayos N1 • cimientos de fórmula sobre mi informe; y las líneas finales
Atmque no es rarorecibir demandas. por el estilo, lla- que transcribo tal cual:
mó mi-atención el interés demostraq9 hacia un ligero artí- · «No era la experiencia sobre la cual deseaba conocer
culo de Q.ivulgación, de parte de un individuo a todas luces su impresión personal. Pero como comprendo que una co-
culto, como en sus breves líneas lo dejaba trash,¡cir el in- rrespondencia proseguida así llegaría a fastidiar a usted, le
cógnito solicitante. - ruego quiera concederme unos instantes de conversación:
Yo recoqiaba apenas los comentarios en cuestión. Con- en su casa o do11de usted _tuviere a bien otorgármelo!;>.»
testé a aquél, sin, embargo, dándole, cqn el nombre del perió- Tales eran las líneas. Desde luego, yo había desecha-
dico en que .hé!b~a aparecido, la fecha aproximada de. su do ya la idea inicial de tratar con un loco. Ya entonces, creo,
publicación-. Hecho lo cual me olvidé de todo ~l tnci9-ente. sospeché qué esperaba de mí, por qué solicitaba Q;li impre-
Un mes más tarde, tornaba a-recibir otra carta de la sión, y a dónde quería ir m._i incógnito corresponsal. No eran
misma persona. Pr.eguntábame si la e:;¡qJeriencia-de que yo mis pobres conocimientos científicos lo que le interesaba.
hacía mención en mi artículo (eVidentemente lo había leí- Y esto lo vi por fin, tan claro como ve un hombre en el
do), era.sólo una fantasía de mi mente, o había ~.idQ re_aliza:- espejo su propia imagen observándole atentamente, cuan-
da de verdad. /
do al día siguiente don Guillén de Orzúa y Rosales -así de-
Me intrigó un poco la persistencia de mi desconocido cía llamarse-, se sentó a mi frente en el escritorio, y comenzó
en solicitar de mí, vago diletante de las ciencias, lo .que podía a hablar.
obtener con sacra autoridad en los profundos estudios so- Ante todo hablaré de su físico. Era un hombre en la
bre la materia; pues era evidente que en ·alguna fuente me segunda juventud, cuyo continente y mesura de palabras
denunciaban a las claras al hombre de fortuna larga e inte-
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ligentemente disfrutada. El hábito de las riquezas ,-de vieux• en usted especulación ·imaginativa? Es este el motivo y esta
riche- era evidentemente lo que primero se advertía en él. la curiosidad, Sr. Grant, que. me han llevado a escribirle
Llamaba la atención el tono cálido de. su piel alrede- dos veces, y me han traído luego a su casa, tal vez a incomo-
dor de los ojos, como el de las personas dedicadas al estu- darle a usted.
dio de los rayos catódicos. Peinaba su cabello negrísimo Dicho 1o cual, y con las manos siempre cruzagas,
con exacta raya al costado, y su mirada tranquila y casi fría esperó.
expresaba la misma seguridad de sí misma y la mesura de Yo respondí inmediatamente. Pero con la misma ra-
su calmo continente. pidez que se analiza y desmenuza un largo recuerdo antes
A las primeras palabras cambiadas: de contestar, me acordé de la sugestion a que había aludido
-lEs usted español? -le pregunté, extrañado de la el visitante: Si la retina impresionada por la ardiente con-
falta de acento peninsular, y aun hispano-americano, en un templación de un retrato puede influir sobre una placa sen-
hombre de tal apellido. sible al punto de obtener un «doble» de ese retrato, del
-No -me respondió brevemente. Y tras una corta pau- mismo modo las fuerzas vivas del alma pueden, bajo la ex-
sa me expuso el motivo de su visita. citación de tales rayos emocionales-, no reproducir, sino
-Sin ser un_ hombre de ciencia -dijo, cruzando las «Crear» una imagen en un circuito visual y tangible ...
manos encima de la mesa-, he hecho algunas experiencias Tal era la tesis sustentada en mi artículo.
sobre los fenómenos a que he aludido en mi corresponden- ~No sé -'había respondido yo inmediatamente- que
cia. Mi fortuna me permite el lujo de un laboratorio muy se hayan hecho experiencias al respecto ... Todo eso no ha
superior, desgraciadamente, a mi capacidad para utilizar- sido más que una especulación imaginativa, como dice us-
lo. No he descubierto fenómeno nuevo alguno, ni mis pre- ted: muy bien. Nada de serio en mi tesis.
tensiones pasan de las de un simple ocioso, aficionado al
• misterio. Conozco algo la singular fisiología -liamémosla
-¿No cree .u~ted, entonces, en ella?
Y con las cruzadas manos siempre calmas, mi visi-
1
así- de los rayos N1 , y no hubiera vuelto a insistir en ellos, tante me miró.
'1
me parece, si el anuncio de su artículo hecho por un amigo, Esa mirada -que llegaba recién- era lo que me había
' primero, y el artículo mismo, después, no hubieran vuelto preiluminado sobre los verdaderos motivos que tenía mi
a despertar mi mal dormida curiosidad por los rayos NI. hombre para conocer «mi.impresión personal>>.
Al final de sus comentarios impresos, sugiere usted el pa- Pero no contesté.
'.¡ ralelismo entre ciertas ondas au<Íitiva,s y emanaciones vi-
1
-Ni para mí ni para usted es un misterio -continuó
suales. Del mismo modo que se imprime la voz en el circuito él-'- que rayos N1 solos no alcanzarán huhca a impresionar
de la radio, se puede il:pprimir el efluvio de un semblante en otra cosa que los ladrillos o retratos asoleados. Otro as-
otro circuito de orden visual. St,llle he hecho entender bien pecto del problema es el que me trae a distraerlo de sus
-pues no se trata de energía eléctrica alguna-, ruego ~ us- preciosos momentos ...
ted quiera responder a esta pregunta: ¿conocía usted algu- -lA hacerme una pregunta, concediéndome una res-
na experiencia a este respecto cuando escribió sus puesta? -lo interrumpí sm:iriendO-. iPerfectainente! Y us-
comentarios, o la sugestión de esas corporizaciones fue ~?ólo ted mismo, señót"Rosales, ¿cree en ella?
186 187
=Usted sabe que sí.-respondió. -lQué.?
Si entre la mirada de un descon.ocido que echa sus -Lo contrario, ..
cartas sobre la roesa y la de o.tto que oculta las suyas ha -Creo lo mismo -asentía:yo._y en pos de una. pausa-.
existido alguna vez la certeza de po$ee:r ambo.s el mismo ¿Está usted seguro, señor Rosales, de su sistem,a nervioso?
juego, en esa circunstancia nqs hallábamos mi interlocutor -Mucho -tornó a so~reí con su calma habitual-.
y yo.
Sería para mí un p-lacer tenerle a uste<;l al cabo de mis expe-
Sólo existe un. excitéUJ,te d~ las fuerzas extrañas, ca- riencias. ¿Me permite usted que nos volVan1QS a ver otro
paz de lan?ar en explosión un alma: este excitante es la día? Yo vivo solo, tengo pocos amigos, y es demasiado rico
irhagiñación. Para nada interesab.an los rayos NI a mi- visi- el conocimiento que he hecho de usted para que no desee
tante. Corría a casa, en cambio, tras el desvarío imaginati- contarlo entre aquéllos.
vo que atusaba mi artículo. -Encantado, señor Rosales -me incliné.
-lCree usted. entonces -le obse:r:vé-, en·las impresio- Y un instante después dicho extraño señor abando-
!
nes infrafo.t:ogtáficas? ¿supone que yo soy.., sujeto? naba mi compañía.
j -Estoy seguro -me r~spondió.
-'l.Lo ha,intentado usted consigo mismo?

1 -No, a~; pero lo tn~aré. Por estar seguro de que


usted Po podna haber sentido esa sugestióp oscura, sin
Muy extraño, sin duda. Un hombre culto, de gran for-
tuna, sin patria y sin amigos, entretenido en experiencias
poseer su conquista en potePcia, es por lo que he venido a más ext:I:añas que su mismo existir; teníalo todo de su par-
verlo; te para excitar mi curio_sjd.f!.d. Podría él ser un maniático.
-Pero las sugestiones y las ocurrencias abundan -tor- un per~mudo_y un fronterizo; pero lo que es indudable, es
né a observar-. Los manicomios estállenos·de·ellas. que poseía una grap. fuerza de voluntad ... Y para los seres
. -No, .Lo están de las ocurrencias «anormle~. pero que viven en la frontera del más allá racional, la voluntad es
l. no VIstas «normalmente», como las suyas. Sólo:es imposi- el único sésamo que puede abrir)_es las puertas de lo eter-
!¡'1 ble lo qu~ no se puede concebir, ha sido cUcho, Hay un in- namente prohibido.
ll c_onfundible modo de decir la verdad, por el cual se reconoce Encerrarse en l.as tinieblas con una placa se~ibl
que es verdad_. Usted posee ese don. aJlte los ojos y contemplarla hasta imprimir en ella _los ras-
-Yo tengo la imaginación un poco enferma ... -argüí, gos de una mujer amada, no es una experiencia que cueste
batiéndome e_n r:e.tirada. la vida. Rosales podía 4J.tentarla, realizarla, sin que genio
-También la tengo enferma yo -sonrió él-. Pero es algwto puesto en libertad, viniera a reclamar su alma. Perd
tiempo -agregó levantándose- de no distraerle a usted más. la pendiente ineludible y fatal a que esas fantasías arras-
Voy a c.oncretar el fin de mi visita en breves palabras: ¿QUiere tran, era lo que me inquietaba en él y temía por mí.
usted estudiar conmigo lo que podríamos llamar su tesis?
¿se siente usted con fuerzas para correr el rie~go?
-lDe un fracaso? -inquirí. A pesar de sus promesas.. p.ada supe de Rosales d:u-
rante alg(m, tiempo. Una tarde la casualicl;¡¡.d nos puso uno
-No. No son los fracasos lo que podríamos temer.
aliado del otro en-el pasadizo central de un cinematógrafo,

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cuando salíamos ambos a mitad de una sección. Rosales se de engañar de e~:? modQ el profundo sel].tido que de la reali-
'¡: retiraba con lentitud, alta la cabeza a los rayos de luz y
~ dad femenina posee un hombre?
sombras que partían de la linterna pi'oyectora y atravesa- Y calló, esperando.mi respuésta.
ban oblicuamente la sala.
Se suele preguntar sin objeto, Pero cuan4o Rosales
_ Parecía distraído con ello, pues tuve que nombrarlo lo hacía, no lo bacía en :vano. Preguntaba seriamente para
dos veces para que me oyera. ·
que se le respondiera.
-Me proporciona usted un gran placer -me dijo-. ¿pero qué responder a·un hombre que me hacía esa
¿Tiene usted algún tiempo disponible, señor Grant? pregunta con la voz medida y cortés de siempre? Al cabo de
-Muy poco -le respondí. un instante, sin embargo, contesté:
-Perfecto. ¿Diez minutos, ~í? Entremos entonces en -Creo que tiene usted razón, a medias ... Hay. sin duda,
cualquier lado. ·
'' algo más que hiZ galvánica en una película; pero no es vida.
Cuando estuvimos frente a sendas -tazas de café que También exi~tn los espectros.
humeaban estérilmente:
-No he oído decrr·nunca -objetó él- que mil hombres
-lNovedades, señor Rosale~? -le pregunté-. ¿Ha ob- inmóviles y a obscuras hayan deseado a un espectro.
tenido. usted algo?
Se hizo una larga pausa, que rompí levantándome.
,-Nada, si se refiere usted a cosa distinta de la impre- -Van ya diez miputos, señor Rosales -sonreí.
sión de ·una placa sensible. Es esta una pol?re experiencia Él hizo lo mismo.
que no repetiré más, tainpoco. Cerca de nosotros puede -Ha sido usted muy amable escuchándome, señor
haber cosas más interesantes ... Cuando usted me vio hace Graht.¿guería llevar su. amabilidad hasta aceptar una in-
un momento, yo séguía el haz lumfuoso·que atravesaba la vitación a comer en mi compañía el martes próximo? Cena-
sala. ¿Le interesa a usted el cinematógrafO', señor Grant? remos solos en casa. Yo. tenía un cocinero excelente, pero
-Mucho.
está enfermo ... PUdiera también ser que faltara parte de mi
-Estaba seguro. ¿cree usted que esos rayos de pro- servicio. Pero a menos de ser Usted muy exignt~. lo que no
yección agitados pdr la vida de un hombre no llevan hasta la espero, saldremos del paso, señor Gran t.
pantalla otra cosa que una 'helada ampliación eléctrica? Y -Con toda seguridad. ¿Me esperará usted?
perdone usted la efusión de mi palabra... Hace días que no -Sf a usted le place.
duermo, he perdido casi la facultad de do.rmir. Yo tomo café -Encantado. Hasta el martes entonces, señor Rpsales.
tod;;tla noche, pero no duermo ...Yprosigo, señor Grant: lSabe -Hasta entonces, señor Grant.
usted lo que es la vida en. una pintura, y en qué se difernc~ Yo tenía la impresión de que la invitación a comer no
un mal cuadro de otro? El retrato oval de Poe vivía, porque había Sido meramente ocasional,.ni el cocinero faltaba por
había sido pintado con «la vida misma». ¿cree usted que enfermedad, ni hallaría en su casa a gente alguna de St!
sólo puede haber un galvánico remedo de vida en el semblan- servicio. Me equivoqué, sin embargo, porque al llamar a su
te de la-mujer que despierta, levanta e iiicendia la sala ente- puerta fui recibido y pasado de unos a otros por hombres
ra? ¿cree usted que una simple Uusión -fotográfica es capaz de su servidumbre, hasta llegar a la antealcoba, donde tras
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J
larga espera se me pidió disculpas por no poder .recibirme
palacio del ex enfermo, más dispuesto a divertirme con lo
el señor: estaba enfermo, y auilqué había intentado levan-
que oyera que a gozar de la equívoca cena de mi anfitrión.
tarse para ofrecerme él mjsmo sus excusas, le había sido
imposible ponerse en pie. Pero la cena existía, aunque no la 'servidumbre, por-
que el mismo portero me condujo a través de la casa, al
Tras el mucamo hierático, y por debajo de la puerta
comedor, en cuya puerta golpeó con los nudillos, esfumán•
entreabierta, se veía la alfombra del dormitorio, fuertemen'"
dose enseguida.
te iluminada. No se oía en la casa una sola voz. Se hubier~
Un instante después el mismo dueño de cása entre-
jurado que en aquel mudo palacete se velaba a enfermos
abría la puerta, y al reconocerme me dejaba paso con una
desde meses atrás. Y yo había reído con el dueño de casa
tres días antes. tranquila sonrisa.
Lo primero queJlamó mi atención al entrar fue la acen-
Al día. siguiente recibí la siguiente esquela·de Rosales:
tuación del tono cáljdo, como tostado por el sol o los rayos
«La fatalidad, señor y amigo, ha querido privarme del
ultravioletas. que· coloreaba habitúalmente las mejillás y
placer de su visita cuando honró usted ayer mi. casa. ¿Re-
las sienes de mi amigo. Vestía smoking.
cuerda usted lo que .había dicho de mi servicio? Pues esta
Lo segundo que noté fue el tamaño dellujosísimo co-
vez fui yo el enfermo. No tenga usted aprensiones: hoy me
medor, tan grande que la mesa, aun colocada en el tercio
hallo bien, y estaré igual el martes ptóxinio. ¿vendrá us-
1 •
anterior del salón, parecía hallarse alfando de éste. La mesa
ted? Le debo a usted una reparación. Soy de usted, atenta-
mente, etcétera.» estaba cubierta de manjares, pero sólo había tres cubier-
tos. Junto a la cabecera deffondo vi, en traje de soirée, una
De nuevo el asunto. del"servicio. Con la.carta en la mano,
silueta de mujer.
pensé en qué seguridad de cena podía ofrecerme el comedor
No era, pues, yo sólo el invitado. Avanzamos por el
de un hombre cuya servidumbre estaba enferma o incom-
comedor, y la fuerte impresión que ya desde el primer ins-
pleta, alternativamente, y cuya mansión no ofrecía otra vida
tante había despertado en mí aquella silueta femenina, se
que la que podía darle un pedazo de alfombra fuertemente
iluminada. trocó en tensión sobreaguda cuando pude distinguirla cla-
ramente.
Yo me había equivocado una vez respecto de mi singu-
No era una mujer, era un fantasma; ·el espectro son-
lar amigo; y comprobaba entonces un nuevo error. Había en
riente, escotado y traslúcido de una mujer.
todo él Y su ámbito demasiada reticencia, demasiado silen-
Un breve instante me detuve; pero había en la actitud
cio y olor a crimen, para que pudiera ser tomado en serio.
de Rosales· tal parti-pris de hallarse ante lo normal y co-
Por seguro que estuviera Rosales de su -fortaleza mental,
rriente, que avancé ;;1. su lado. Y pálido y crispado asistí a la
era para mí evidente que había comenzado ya a dar tras-
presentación.
piés sobre el pretil de laJocura. Congr_atulándome una vez
más de mi recelo en asociarme.a inquietar fuerzas extrañas -Creo que usted· conoce ya al señor Guillermo Grant,
señora -dijo a la dama, que sonrió en mi honor: Y Rosales
con un hombre que sin ser español· porfiaba en usar giros
a mí:
hidalgos. del lenguaje, me encaminé el mattes siguiente al
_¿y usted, señor Grant. la reconoce?
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'-'Perfectamente -respondí inclinándome pálido como -En efecto -tomé a repetir, pero esta~vz en m) interior.
un muerto.
Sfyo creía estar seguro dé ño haber muerto en la calle
-Tome usted, pues, asiento -me dijo el dueño de la al encaminarme a lo dé Rosales, debía perfectamente admi-
casa- y dígnese servirse de lo que más guste. Ve usted ahor~ tir la trivial y mundana realidad de una mujer que sólo tenía
por qué debí prev:~l de las deficiencias que podríamos vestido y un vago respaldo de silla en su interior.
tener en el servicio. Pobre mesa, señor Grant... Peto su ama-
Departiendo sobre estos ligeros temas, los minutos
bilidad y la presencia de esta señora saldarán el débito.
pasaron. Como la dama llevara con algunafrecuencia la mano
La mesa, ya lo he advertido, estaba cubierta de man:. a sus ojos:
jares.
,...¿Está usted fatigada, señora? -dijo el dueño de casa-.
En cualquier otra circunstancia distinta de aquélla, ¿guerría usted recostarse un instante? El señor Grant y yo
la fina lluvia del espanto me hubiera erizado y calado hasta
trataremos de llenar, fumando, el tiempo que usted deja
los huesos. Pero ante el parti-pris de Vida normal ya anota- vacío.
do, me deslicé en el vago estupor que parecía flotar sobre
todo. -Sí, estoy un poco cansada ... -asintió nuestra invita-
da levantándose-. Con permiso de ustedes -agregó, son-
-¿Y,usted, señora, no se sir-Ve? -me volví a la dama,
riendo a ambos uno después del otro. Y se retiró llevando
al notar intacto su cubierto.
su riquísimo traje de soirée alo largo de las vitrinas, cuya
-iüh, no señor! -me respondió con.el tono de quien cristalería velóse apenas a su paso.
se excusa por no tener apetito. Yjuntando las manos bajo
la mejilla, sonrió pensativa. Rosales y yo quedamos solos, en silencio.
-lQué opina usted de esto? -me preguntó al cal;>o de
,...¿siempre va usted al cwematógrafo, señor Grant? un rato.
-me preguntó Rosales.
-Opino -respondí- que si últimamente lo he-Juzgado
-Muya menudo -respondí.
mal dos veces, he. acertado en mi primera impresión sobre
-Yo lo hubiera reconocido a usted enseguida -se vol- usted.
vió a mí la dama-. Lo he visto muchas veces ...
-Me }Iajuzgado usted dos veces loco, ¿verdad?
-Muy pocas películas suyas· han llegado hasta noso- -No es difícil adivinarlo ...
tros --observé.
Quedamos otro w.omento callados. No se no~ba la
-Pero usted las ha visto todas, señor Grant -sonrió menor alteración. ep. la cortesía habitual de Ro1;>~es, y me-.
el dueño de la casa-. Esto explica el que la s'eñorá lo haya
nos aún en la reserva y la mesura que lo distinguían.
hallado a usted más de una vez en las salas.
=Tiene usted una fuerza <;le voluntad terrible ... -rriur-
-En efecto -as~ntí. Y tras una pausa sumamente larga: muréyo.
,....¿se distinguen bien los ],"ostros desde la pantalla?
-:-Sí -sonrió-. ¿cómo ocultárselo? Yo estaba seguro de
-Perfectamente -repuso ella. Y agregó un poco extra-
ñada. mi observaCión cuando me halló usted en el cinematógrafo.
,...¿Por qué no? Era «ella», precisamehte. La gran cantidad de vida delatada:
en su expresión me había revelado la posibilidad del fenóme-
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no. Una película inmóvil es la impresión de .un. instante de
gradas. En el centro de la alcoba alzábase·un qiván, casi un
vida, y esto lo sabe cualquiera. Pero desde el momento en que
lecho por su amplitud, y·casi un túmulo por la altura. So~
la cinta empieza a correr bajo la ex_cjtación de la luz, del volta-
bre el diván, bajo la luz de numerosos plafonniers dispues-
je y de los rayos N1 , toqa ella se transforma en ll1l vibrante
tos en losanje, descansaba el espectro de una bellísima joven.
1 ' trazo de viqa, más vivo que·la realidad fugitiva;Y que los más
Aunque numerosos pasos no sonaban en la alfombra,
vivos recuerdos que guían hasta la muerte misma nuestra
carrera terrenal. Pero esto lo sabemos sólo usted y yo. al ascender las gradas ella nos sintió. Y volviéndo a noso-
tros la cabeza, con una sonrisa-llena aún de molicie:
-Debo confesarle -prosiguió Rosales con voz u.r,t poco
lenta- que al prtJ).cipio tuve algunas dificultades. Por un des- -Me he dormido -dijo-. Perdóneme, señor .Grant. y lo
mismo usted, señor Rosales. Es tan dulce esta calma ...
vío de la imaginación, posibl~rent. corporicé algo Sin)1om-
-iNo·se·incorpore usted, señora, se lo ruego! -"-eXclamó
bre ... De esas cosas que deben quedar para siempre del otro
lado de la tumba. Vino a mí, y no me abandonó por tres días. el dueño de la casa, al notar·su·decisión-. El señor Granty
yo acercaremos dos sillones, y podremos hablar con toda
Lo único que eso no podía hacer era trepar a la G8ffiél... Cuan-
tranquilidad.
do hace una semana llegó usted a c~a. hacía ya dos horas
que no lo veía, y por esto q.¡ orden de que lo hicieran pasar a -iOh, gracias! -murmuró ella-. iEstoy tan cómoda así! ...
Cuando hubimos Q.echo lo indicado por el dueño de casa:
Vd. Pero al sonar sus pasos lo vi crispado al borde de la
cama, tratando de subir... No, no es cosa que conozcamos en -Ahora,. señora -prosiguió éste-, puede pasar el tieni7
1' este mundo ... Era un desvarío de la imaginación. No volveré po impunemente. Nad_a.nos urge, ni nada inquieta nues-
tras horas. ¿No lo cree usted así, señor Grant?
más. Al día siguiente jugué mi vida al arrancar de la peiícula
:_Ciertamente -asentí yo, con la misma incol}.sciencia
a nuestra invitada de esta noche ... Y la salvé. Si se decide
usted un día corporizar la vida equívoca de la pantalla, ten- ante el tiempo y el mismo estupor con que se me podía
ga cuidado, señor Grant... Más allá y detrás de este instante haber anunciado que yo había muerto hacía catorce años.
mismo, está la Muerte ... Suelte su imaginación, azúcela has- -Yo me halló muy bie:n así -:repitió el espectro, con
ambas.manos colocadas bajo la sien.
ta el fondo ... Pero manténgala a toda costa en la misma di-
rección bien atraillada, sin permitirle que se desvíe ... Esta Y debiru"ós conversar, supongo. sobre temas gratos y
es tarea de la voluntad. El ignorarlo ha costado muchas exis- anima,dos, porque cuando me retiré y la puerta se cerró tras
tencias ... ¿Me permite usted un vulgar símil? En ilrí arma de de mí, hacía ya largas }:loras que el sol encendía -las calles.
caza, la imaginación es el proyectil, y la voluntad es la mira. .LJegué a casa y me bañé enseguida para salir; ·pero al
iApunte bien, señor Grant! Y ahora, vamos a ver a nuestra sentarme en la cama caí desplomado de sueño, y dormí
amiga, que debe estar ya respuesta de su fatiga. Permítame doce horas continuas. Torné a.bañarme y salí esta vez. Mis
usted que lo guíe. / últim~s recuerdos flotaban, cerníanse ambulantes, sin
El espeso cortinado que había transpuesto la dama memoria de lugar ni de·tiempo. Yo hubiera podido fijarlos,
abríase a un salón de reposo, vasto en ·la proporción_ mis- encararme con cada uno de ellos; pero lo único que deseaba
ma del comeqor. En el fondo de e~t salón elevábase un era comer en un alegre, ruidoso y chocante restaurant, pues
estz:'ado dispuesto comq ;;i}Goba, al que se ascendj~ por tre; a más de ll1l gran apetito, sentía pavor de -la mesura, del
silencio y del análisis.
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~-


,,
., Yo me encaminaba a un.restaurant. Y la puerta a que Hizo una pausa. Luego, alzando la mirada y con la
!
1
r· llamé fue la.del comedor de la casa. de Rosales, donde me misma expresión tranquila y el tono reposado de voz que
senté ante mi cubierto puesto. parecía alejarlo a_millenguas del-tema:
Durante un mes continuo he acudido fielmente a ce" ~No quiero reticencias cpn ust~d;-ijo. Nuestra ami-
nar allá, sin que mi voluntad haya intervenido para nada en ga jamás saldrá qe !a niebla doliente en que se arrasg:¡¡. ...
ello. En las.horas diurnas estoy seguro de que un-individuo de no mediar un milagro. Sólo un golpecito del destino pue-
llamado Guillermo Grant ha proseguido activamente el cur- de concenderle J¡:t vida a que toda creación tiene derecho, si
so habituál de su vida, con sus quehaceres y contratiempos no es un monstruo.
de siempre. Desde las 21, y noche a,noche, me he hallado -lQué golpecito? -pregunté.
en el palacete de Rosales, en el comedor sin servicio, prime- -Su muerte, allá en ,Hollywood.
ro y en el salón de reposo, después. Rosales concluyó su taza de café y yo ~u<;:aré la mía.
Como el soñador de Armageddorr, mi vida aJos-rayos Pasaron sesenta s,egtÍndos. Yo rompí el silencio: .
del sol ha sido una alucinación, y yo he sido un fantasma -Tampoco eso remediaría nada ... -wurmuré.
creado para desempeñar ese·papel..Mi existencia real se ha -lCree usteq? -dijo Rosales.
deslizado, ha estado éontenida como en una cripta, bajo la -Estoy seguro ... No,podría decirle por qué! pero sien-
alcoba. morosa y el dosel de plajonniers lívidos, donde en to que es así. Además, usted no es capaz de hacer eso ...
compañía de otro hombre hemos rendido culto a los dibu- -Soy capaz, señor Grant. Para mí, para usted, esta
jos en losanje del muro, que ostentaban por todo corazón el creación espectral es superior a cualquier engendro por la
espectro de una mujer. sola fuerza rutinaria del subsistir. Nuestra compañera es
Portado noble corazón ... obra de un,a conciencia, ¿oye usted, señor Grant? Responde
-No sería del todo sincero con usted -rompió Rosales a una finalidad casi divina, y si la frustro, ella será mi con-
una noche en que nuestra amiga, <;:.ruzadá.de piernas y un denación ante las tumultuosas divinidades donde no cabe
codo en la rodilla pensaba abstraída-. No seríasincero si ningún dios pagano. ¿vendrá usted de vez en cuando du-
me mostrara con usted ampliamente satisfecho de mi. obra. rante mi ausencia? El servicio de mesa se -pone ·al caer la
He corrido graves riesgps para unir a mi destino esta pura y noche, ya lo sabe usted, y desde ese momento todos aban-
fiel compañera; y daría lo que me resta <le años por propor- donan la casa, salvo el portero. ¿vendrá usted?
cionarle un solo instante de vida ... Señor Grant: he cometido -Vendré -repuse.
un crimen sin excusas. ¿Lo cree usted así? -Es más de lo que podía esperar -concluyó Rosales
-Lo creo -respondí~. Todos sus dolores no alcanza- inclinándose.
rían a redimir-un solo errante.gemido de esa joven.
-Lo sé perfectamente ... Y:no tengó derecho a sostener
lo que hice ... FUi. Si alguna noche estuve allí. a la.hora de cenar, las
-Deshágalo. más de las veces llagaba más tarde, pero siempre a la mis-
Rosales.sacudió la cabeza: ma hora, con la puntualidaq de un hombre que va de visita
-No, nada remediaría ... a casa de su novia. La joven y yo, en la mesa, I?Qlíamos
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hablar animadamente, sobre temas variados; pero en el Cerré los ojos y v'i entonces, en una visión brusca como
salón apenas cambiábamos una que otra palabra y callába- una llamarada, un hombre que levantaba un puñal sobre
mos enseguida, ganados por el estupor que fluía de las cor- una.mujer dormida.
nisas luminosas, y que hallando las puertas abiertas o -iRosales! -murmuré, aterrado. Con un nuevo fulgor
filtrándose por los ojos de llave, impregnaba el palacete de de centella el puñal asesino se hundió. . ..
moroso mutismo. No sé más. Alcancé a oír un horrible grito -posible~
Con el transcurso de las noches, nuestras breves fra- mente mío-, y perdí el sentido.
ses llegaron a concretarse en observaciones monótonas y
siempre sobre el mismo tema, que hacíamos de improviso:
-Ya debe estar en Guayaquil-decía: yo con voz distraída. Cuando volví en mí me hallé en mi casa. en ellecho.
O bien ella, muchas noches después: Había pasado tres días sin conocimiento, presa_ de uña
-Ha salido ya de San Diego -decía al romper el alba. fiebre cerebral que persistió más de un mes. Fm poco a
Una noche, mientras yo con el cigarró pendiente de la poco recobrando las fuerzas. Se me había dicho que un
~ano hacía esfuerzos para arrancar mi mirada del vacío, y hombre me había llevado a casa a áltas horas de la noche,
ella vagaba muda con la mejilla en la mano, se detuvo de desmayado. ,
pronto y dijo: . Yo nada recordaba, no deseaba recordar. Sentía una
-Está en Santa Mónica ... láxítud extrema para pensar en lo que fuere. Se me perm_i-
Vagó un instante aún, y siempre con la cara apoyada tió más tarde dar breves paseos por casa, que yo recorna
en la mano subió las gradas y se tendió en el diván. Yo lo con 'mirada atónita. Fui' alfm autorizado a salir a la calle,
sentí sin mover los ojos, pues los muros del salón cedían donde di algunos pasos sin conciencia de lo que hacía, sin
llevándose adherida mi vista, huían con e~ma velocidad recuerdos, sin objeto ... Y cuando en un. salón silenci?so ~
en líneas que convergían sin juntarse nunca. Una intermi- venir hacia mí a un hombre cuyó rostro me era conocido, la
nable avenida de cicas surgió en la remota perspectiva. memoria y la conciencia perdidas calentaron bruscamente
-¿santa Mónica? -pensé atónito. misangre. .. .
-Por fin le veo a usted, señor Grant -me diJO Rosales,
Qué tiempo pasó luego. no puedo rec()rdarlo. Súbita-
mente ella alzó su voz desde el diván: estrechándome efus¡vamente la mano-. He seguido con gran
-Est~ en casa -dijo. preocupación el curso de su enfermedad desde mi regreso,
y ni un momento ?u dé de que triunfaría usted. .
Con el último esfuerzo de volición que quedaba en, Rosales había adelgazado. Hablaba en voz baJa, como
mí arranqué mi mirada de la avenida de cicas. Bajo los si temiera ser oído. Por encima de su hombro vi la alc?ba
plafonniers en rombo incrustados en el cielo raso de la ilum~ad y el diván bien conocido, rodeado, como un fere-
alcoba, la joven yacía inmóvil, como una muerta. Frente a tro, de aitos cojines.
mí,. en la remota perspectiva transoceánica, la avenida de -¿Está ella allí? -pregunté.
cicas destacábase diminuta con una dureza, de líneas que Rosales ~iguó m• mirada y volviÓ a mí sus ojos con
hacía daño.
sosiego.
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-Sí -me respondió. y tras una breve pausa: Por el espacio de un mes entero, todas las noches,
-Venga usted -me dljo. Rosales y yo.hemos velado el espectro en huesos y blanca
Subimos las gradas y me · r , cal de la. que fue un día nuestra inVitada señorial. Tras el
Sólo hab' all' · me me sobre los cojines.
Ia I un esqueleto.
éspeso cortinado que se abre al comedor, las luces están
te 1 bSentía la mano de Rosales estrechándome frrmemen- encendidas. Sabemos que ella vaga por allí, atónita e inVs~
e ~azo. Y con su mismavoz·queda: ble, dolorosa e incierta. Cuando en l_as altas.horas Rosales
-lEs ella,_ señor Grant! No siento sobre la conciencia y yo vamos a tomar café, acaso ella está ya ocupando su
p~so ~guno, m creo haber cometido error. Cuando volví d asiento desde horas atrás, fija en-nosotros _su mirada invi-
~:a el~ ~ás. · · Señ~r Grant: ¿Recuerda us~ sible.
sentido? en e. mstante mismo de perder usted el Las noches se suceden unas a otras, todas iguales.
-Np recuerdo ... -murmuré. Bajo la atmósfera de-estupor en que se halla el recinto, el
tiempo mismo parece haberse suspendido como ante una
d -Es Jo que pensé ... Al hacer lo que hice la noche de s eternidad. Siempre ha habido y habrá allí un esqueleto bajo
esmayo; ella de1:)apareció de aquí Al regr u
mi im~u:fn ·, · - · ··· esar yo,- torturé los plajonnters, dos amigos en smoking en el salón, y una
:;Ul¿o , ~.acwn para recogerla de nuevo del más allá y h
qu~ he obte~id! ,Mi~ntras ella pertnciÓ-~ j est:
alucinación confinada entre las sillas del comedor.
Una noche hallé el ambiente cambiado. La excitación
turU:. ;:~qolr¡asu
. a a a otra par~
vida espctr~
animar su fant
en una dulce cría- de mi amigo era visible.
ella, por toda substanciación, pone en mis asma y -He hallado por fm·lo que buscaba, señor Grant -me
queleto... ·· manos ~u es- dijo-. Ya observé a usted una vez que estaba seguro de 'no
haber cometido ningún error. ¿Lo recuerda usted? Pues bien,
R?_sales se detuvo. De nuevo había yo sorprendido su
expreswn ausente mientras hablaba sé ahora que lo he cometido. Usted alabó mi imaginación,
-Rosales ... -comencé. '' · no más aguda que la-suya, y mi voluntad, que le es en cam-
-iPst! -me interrumpió, bajando aún ~ás el to bio muy superior. Con esas dos fuerzas <;reé una criatura
ruego no levante la voz, .. Ella está allí no-. Le Vis!ble, que hemos perP,ido, y un espectro de huesos, que
-lEila?... · persisttrá·hasta que ... ¿sabe usted, ·señor Grant, qué ha
d -Allí, en ~1 com~dr ... iOh, no la he '1sto! ... Pero des- f<,tltado a mi obra?
e que re~s vaga de un lado_para otro ... Y siento el roce -Una firtalidad -murmuré-1 que usted creyó divina.
ge su vestido. Preste.usted atención un momento ·o -Usted lo ha dicho. Yo partí del entusiasmo de una
usted? .. · ·. 6 ye sala a oscuras por una alucinación en moviniiento. Yo Vi
algo más que un engaño en el hondo latido de pasión que
luces :r~c1at a través de 131 atmósfera y las agita a los hombres ante una amplia y helada fotografia. El
pleto silencio. , . samos un rato en el1flás com- varón no se equivoca hasta ese punto, advertí a usted. Debe
ah -Es
-- ella
. -murmuro- Rosal,es satisfecho-. Oiga usted de haber allí ~ás Vida que la que simulan un haz de luces y
ora: esqUiva las sillas mientras camina ... una cortina metalizada. Que la había, ya lo ha Visto usted.
Pero yo creé estérilmente, y este es el error que cometí. Lo
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203
que h':lbiera hecho la. felicidad del más pesado espectador, vértigo de amor femenino expresado sin reserva, el hombre
no ha hallado bastante c~or en mis manos frías, y se ha palideció.
desvanecido ... El amor:no hace falta en la Vida; pero es in- -A él también .. ·. -murmuró la joven con voz queda y
dispensable para golpear ante-las puertas de la muerte: Si exhausta.
por amor Y? ~ubiera_mtdo, mi criatura palpitaría hoy de En eltranscurso de la comida ella afectó·no notar la
vida en el diVan. Mate para crear, sin amor; y obtuve la vida presencia.del dueño de casa mientras charlaba volublemente
1"
en su raíz brutal: un esqueleto. Señor Grant: ¿Quiere usted conmigo, y él no abandonó casi sqjuego con el tenedor.. Pero
abandonarme por tres días y volver el próximp martes a las dos o tres veces en que sus miradas se e_ncontraron
cenar con nosotros?
-¿con ella? ... ~om al descujgo, vi relampaguear en Jos ojos de ella, Y
apgi."s~ ensguid~ ~n desmayq, el calor inGonfundible d,el
-Sí; U§ted, ella y yo ... No dude usted ... oEl próximo deseo.
viernes ..
.' Y ella. era, un espectt:o.
-iRosales! -exclamé en cttanto estuvi~J;.OS un momen-
to solos-. iSi c~nsrva usted un resto de amor a la vida,
. Al ~bri yo mismo la puerta, volví a verla, en. efecto, destruya, eso! iLo va a matar a usted!
vestida con su magJ;J.ificencia habitu~. y confieso que me --"lElla? ¿Está usted loco, señor Grant?
fue gr~to el advertir que ella también confiaba en verme. Me -:Ella, no. iSu amor! Usted np puede verlo, porque está
tendio la mano, con la abierta sonrisa con que se vuelve a bajo su iniperio. Yo lo veo. La pasión de ese ... fantasma, no
ver ~ un fiel amigo a). regresar de un lqt;"go Viaje.
la resiste hombre alguno.
-La-hemQs extrañado a us~ed mucho, señora -le dije -Vuelvo a decirle que se eq\livoca usted, señor Grant.
con efusión. ·
-INp; U~!?ted no pU:e9-e verlo! ~u vida ha re~istdo a
-iYyo, señor Grapt! -repuso, reclinqndo la cara sobre muchas pruebas, pero arderá como una pluma, por poco
ambas manos juptas. ·
que .sig;;:t usted excitando a esa criatura .
.-6Me extrañaba usted? ¿ne veras?
· -Yo no la deseo, señor Grant.
-lA usted? iáh, sí; mucho! -Y tornó a sonreírme lar- -Pero ella, sí lo desea a usted. lEs un vampiro, Y no
gamente.
tiene nada que entregarle! ¿comprende usted?
En ese iilstante me daba yo cuenta de que el dueño de Rosales nada respondió. Desde la sala de reposo, o de
casa r;to ?abía levantaqo los ojos de su tenedor desde que más allá, llegó 1~ voz de lajoven:
comenzaramos a }¡abiar. ¿sería posible? ... · -¿Me dejarán ustedes sola mucho tiempo? .
-Y a nuestro anfitrión, señora, ¿no lo extrañaba usted? En ese instante, recordé brusc?IDente el esqueleto que
-lA él? ... -murmuró ella lentamente. Y de~Íizano s~
prisa su mano de la mejilla, volvió el rostro a Rosales. yacía allí.. . .. , . , .
-i~l esqueleto, Rosales! -clame-. c.Que se ha hecho su
Vi entonces j>asru: por s1,1s ojos fijos en él la más in- esqueleto?
sensata llama de pasión qqe por hombre algun¿ haya senti-
j· do una mujer. Rosales la miraba también. Y ante aquel
.:.Reg¡:esó -respondió~. 'R.egresó a la nada. P~ro

¡
1
204
ella está ahora allí en el diván ... Escúcheme usted 1 senor

205
Gtant: Jamás criatura alguna se ha impuesto a su crea-
dor ... Yo creé un fantasma; y equivocadamente, un hara- La servidumbre sabía que en las últimas ~oches la
po de huesos. Usted ignora algunos detalles de la , ara era transportada al salón. Su impresion es que
creació:q ... Óigalos ahora. Adquirí una linterna y proyec- : d o a un descuido las peliculas se han abrasado, ~":';
té las cintas de nuestra amiga sobre una pantalla muy zando las chispas a los cojines ~el div~. La muer ~d:
sensible a los rayos N1 (los rayos NI, lrecuerda usted?}. señor debe imputarse a una lesion cardmca, precip
Por medio de un vulgar dispositivo mantuve en movimien- Por el accidente. , d s
to los instantes fotográficos de mayor Vida de la dama Mi tmpres
. ion
, es otra · La calma expresion e su ro -
que nos aguarda ... Ustec:l"sabe bien que ha:y·en todos no- tro no había variado, y aun su muerto semblante conser-
sottbs, mientras háblamos, instantes de tal conVicción, vaba el tono cálido habitual. Pero estoy seguro de que ~n
de una inspiración tan a tiempo, que notamos en la mi- lo más hondo de las venas no le quedaba una gota e
rada de los otros, y sentimos en nosótros mismos, que sangre.
algo nuestro se proyecta adelante ... 'Ella se desprendió
así de la pantalla, fluCtuando a- escasos mtiímetros aJ.
principio, y Vino pór ffu a mí, tal cómo usted la ha Visto ...
ed.~; ~;:elg!
Hace de esto tres días. Ella está allí...
joven:Oesde la·rucoba llegónos de nuevo la voz lánguida de la
1 ALLCAXX, 1996.

-lVendrá usted, señor Rosales?


-iDeshaga eso, Rosales/ -exclamé tomándolo del bra-
·zo-, iantes de que sea tarde! iNo excité más ese monstruo
de sensación/
-Buenas noches, señor Grant """me despié:Uó él con 1Üla
sonrisa inclinándose. ·

Y bien, esta historia está conclutda. lHalló Rosales en


el otro mundo fuerzas para resistir? Muy pronto -acaso
hoy mismo-ló sabré.
Aquella mañana no tuve ninguna sorpresa al ser lla-
mado urgentemente por teléfono, nUa sentí al ver las cor-
tinas del salón doradas por el fuego, la cámara de
proyeccióp. caída, y restos de películas quemadas por el
suelo. Tendido en la alfombra junto al diván, Rosales ya-
cía muerto.

·206
207
El inmortal

JORGE LUIS BORGES


(Argentina, 1899-1986)

/
Publicado originalmente en Los Anales de Buenos Aires. núm. 12.
1947. con el título «Los inmortales». 1 este cuento pasó a formar parte
de ElAleph, en 1949. De la preocupación que lo suscitó y de uno de sus
r
temas. comentó su autor: Saloman saith: There ts no new thing
Como la única prueba que nosotros tenemos de la muerte es upon the earth. So that as Plato 'had an
estadística, durante años he vivido con el temor de que nunca tm~aion, that all knowledge wa5 but
vaya a morir. La idea de la inmortalidad. contrariamente a lo remembrance; so So~mn gtveth his sen-
que sucedía con Unamuno [,]que quería ser inmortal, me tence, that all novelty ts but obltvion.
resultaba insoportable. En <<El inmortal» nos enfrentamos a
seres que son inmortales, y la posibilidad es de por sí aterra- FRANCIS BACON, ESSAYS, LVIII.
dora. El cuento fue escrito con la generosa colaboración de
Bioy,.y está entre mis mejores cuentos, quizá por eso. 2
«El inmortal», cuyo cambio de título enfatiza otro de sus temas cen- En Londres, a principios del rhes de junio de 1929, el
trales -la anulación de la individualidad o disolución de la personali-
dad-3 es, en efecto, un complejo ejemplo de horror intelectual, más que
antlcuario.Joseph Cartaphilus, de Esmima,.ófreció a la prtn-
·de miedo sensible (para parafrasear a su múltiple protagonista). ante cesa.de Lucinge.los seis volúmenes en cuarto menor ( 1715-
un orden que, como la utopía metafisica de Tlon, no sólo coexiste con 1720) de la.Ilíada de Pope. La. princesa los adquirió; al
nuestro mundo de ideas y creenCias, sino que lo amenaza como un recibirlos, cambió unas palabras con él. Era, nos dice, un
vértigo: «contamina el pasado y el porvenir y de algún modo comprome- hombre consumido y terroso. de ojos grises y barba gris, de
te a los astros», anota, enloquecido, ese personaje. En su experiencia,
además. queda reducido a la nada el antiquísimo y persistente mito de
rasgos stngularroente vagos. Se manej~b con fluidez e tgno-
la Isla de los Bienaventurados. ranc~ en diversas lenguas; en muy pocos mtnut<;>s pasó del
Relatos incluidos en antologias relacionadas con lo fantástico: «El sur» francés al inglés y del inglés a una coJ;Ijunción enig!nátlca d~
(CAILLOISyMANGUEL), «El espejo de tinta» (CAILWIS), «TlOn, Uqbar, español de Salónica y de portugués de Macao. En octubre, la
Orbis "ll:rti.US» (BByO 1, BBy02 y HAHN2). «Las ruinas circulares» (HAHN2 princesa oyó por un pasajero del Zeus que Cartaphilus ha-
LLOPIS2 y CÓCARO 1 ), «La casa de Asterión» (CÓCAR02). «El milagr~
secreto» (HAHN2 yWALSH). «El evangelio según Marcos» (STAVANS). Thm-
bía muerto en el ma,r;·al regresar a Esmirna, y que lo ha?ían
1
., bién son considerados fantásticos: «ElAleph», «El informe de Brodie», «La enterrad,<;> en la isla de los. En. ei último tomo de la Ilíada
escritura de Dios», «El acercamiento a Almotásin», «La doctrina de los halló este manusc:r~to.
ciclos», «El tiempo circular». El original está redactado en in~és y abunda en lati-
Otras obras narrativas de Borges: Historia universal de la infamia nismos. La v~rsiÓn que ofrecemos es literal.
(1935 ), Ficciones (1935-1944) (1944). El hacedor (1960 ), El informe
de Brodie (1970) y El libro de arena (1975).

Que yo recuerde, mis.trabajos empezaron en unjar-


1 Jaime Alazraki: «Bibliografia», en su libro Ka prosa narrativa de dín de Tebas.Hekatómpylos, cuando Dioéleciano era empe-
Jorge Luis Borges: temas, estilo, Madrid, Gredos. 1968, p. 230. rador. Yo había militado (sin glória) en.las recientes guerras
2
Roberto Alifan o: Borges, biografla verbal, Barcelona, Plaza & Janés egipcic:tS. yo·era tribuno de tl.I!a legión que estuyo acuartela-
Editores, 1988, p. 161. da en Berenicc;.Jrente al Mar Rojo: lg¡. fiebre y la magia con-
3
Ana María Barrenechea: La expresión de la irrealidad en la obra
de Borges [2da. ed.], Buenos Aires, Paidós, 1967, pp. 120-134. .sumjeron a muchos homJ;>res que codiciaban magnánimos
211

f
L ....
el aceró. Los mauritanos fueron vencidos; lá tierra que an-
tes ocuparon las ciudades rebeldes fue dedicada eternamente la tarea de buscarla. Flavio, procónsul de Getulia, me entre-
a los dioses plutónicc;>s; Alejandría, debelada, imploró en gó doscientos soldados ·para la empresa. También r~cluté
vano la misericordia del César; antes de un año las legiones mercenarios,. que se dijeron conocedores de los cammos Y
reportaron el triunfo, pero yo logré apenas divisar el rostro que fueron los primeros en desertar.
de Marte. Esta privación me dolió y fue tal vez la causa de Los hechos ulteriores han deformado hasta lo inex-
que yo me arrojara a descubrir, por temerosos y difusos tricable el recuerdo de nuestras primeras jornadas. Parti-
desiertos, la secreta Ciudad de los Inmortales. mos de Arsinoe y entramos en el abrasado desierto.
Mis trabajos empezaron, he referido, en un jardín de Atravesamos el país de los trogloditas, que devoran serc
Tebas. Toda esa noche no dormí, pues algo estaba comba- pientes y carecen del comercio de la palabra; el de los ga-
tiendo· en mi corazón. Me levanté poco antes del alba; mis ramantas, que tienen las mujeres en comúñ Yse nutren_ de
esclavos dormían. la luna tenía el mismq color de la infinita leones; el de los augilas, que sólo venéran el Tártaro. Fati-
árena. Un jinete ·rendido y ensangrentado_ venía del oriente. A gamos otros desiertos, donde es negra la arena._ donde el
unos pasos de iní, rodó d.el.caballo. Con una tenue voz insa- Viajero debe usurpar las horas de la noche, pues el fervor
ciable me preguntó en latín el nombre <;lel río que bañaba los del día es intolerable. De lejos diVisé la montaña que dio
~uros de la ciudad. Le respondí que era el Egipto, que ali- nombre al Océano: en sus laderas crece el euforbio, que
mentan las lluvias. Otro es el río que persigo, replicó triste- anula los venenos; en la cumbre habitan los sátiros, na-
merite, el río secreto que puftflca de la muerte a los hOmbres. ción d.e "hombres fetales y rústicos, inclinados a la lujuria.
Oscura sangre le manaba del pecho. Me dijo que su patria Que esas regiones bárbaras, donde la tierra es madre de
era una montaña que está del otro lado del Ganges y que en móiistruos, pudieran albergaF en su seno una ciudad fa-
esa montaña era fama: que si alguien caminara hasta el occi- mosa, a todos nos pareció inconcebible. Proseguimos la
dente, donde se acaba el111undo, llegaría ái río cuyas aguas marcha, pues hubiera sido una afrenta retroceder. Algu-
dan la inmortalidad. Agregó que en "la margen ulterior se nos temerarios durmieron con la éára expuesta a la luna;
eleva la Ciudad de los Inmortales, rica en baluartes y anfi- la fiebre los ardió; en el agua depravada de las cisternas
teatros y templos. Antes de la aurora murió, pero yó deter- otros bebieron1a locura y la ·muerte. Entonces coméhza-
miné descubrir la ciudad y su río. Interogad~ por eí verdugo, ron las deserciones·; muy poco después, 1ós motines. Para
algunos prisioneros maUritanos confirmaron la relación del reprimirlos, no vacilé ante el ejercicio de la severi?ad. Pr?-
viqjero; alguien recordó la llanura elísea, en el término de la cedí rectamente, pero uri centurión me adVirtio que lo~
tierra, donde la vidade los hombres es perdurable; alguien, sediciosos (áVidós de vengar la cruciflxión de uno de ellos)
las cumbres donde nace el Pactolo, cuyqs moradores Viven maquinábah rrii muerte. Hui del campamento, con los p~­
un siglo. EnRoma, conversé con filósofos que sintieron que éos soldados que me eran fieles. Eh el desierto los perd1,
dilatar la vida de los. hombres era dilatar su agonía y multi- entre los remolinos dé arena y la vasta noche. Una flecha
plicar el número de sus· muertes. Ignoro s1 crefhlguna vez en cretense melaéeró. Varios días erré sin encontrar agüa, o
la Ciudad de los Inmortales: pienso que entonces me bastó un solo enorme día multiplicado pót el sol, por la sed Y
por el temor de la sed. Dejé el camino al1 arbitrio de mi
212
213
caballo. En el alba, la lejanía se erizó de pirámides y·de palabras griegas: los ricos teucros de Zelea que beben el
tortes. Insoportablemente soñé con un exiguo y nítido la" agua negra delEsepo ...
berinto: en el centro había un cántaro;-mis manos casi lo No sé cuántos días y noches.rodaron sobre mí. Dolo-
tocaban, mis ojos lo veían, pero tan intrin<;adas y perple" roso, incapaz de recuperar el abrigo de las cavernas, desnu-
jas_ eran las curvas que yo sabía que iba a morir antes de do e~ la ignorada arena, dejé· que la luna y el sol jugaran con
alcanzarlo.
:1
mi aciago qestlno. Los trqgloditas, .infantiles en la barba-
1 rie, no me ayudaron a sob:revivir o a morir. En vano les
11 rogué quemé dieran muerte. Un día, con el fllo de un peder-
nal rompímis ligaduras. Otro, me levanté y pudemendigár
Al desenredarme por fin de esa pesadilla, me vi tirado
o robar .:-yo, Marco Flaminio Rufo, tribuno militar de una
y manit~do en un oblongo nicho de piedra. no mayor que
de las legiones de Roma,- mi primera detestáda ración de
una sepultura con;tÚI), superficialmente excavado en e.l agrio
carne de serpiente.
declive de una montaña. Los lados· eran húmedos, antes
La codicia de ver a los Inmortales, de tocar la sobrehu-
pulidps por el tiempo que por la ind~P:a. Sentí en: el pe-
mana Ciudad, casi me vedaba dormir. Como si penetraran
cho un doloroso latido, sentí que me abrasaba \!1 sed. Me
mi propósito, no dormían tampoco los trogloditas: al princi-
asomé y grité débiln;tente. Al pie de la montaña se dilat~.b
pio inferí que me vigilaban; luego, que se habían contagiado
sin rumor ·un arroyo impuro, ~Atorpecid por escombros y
de mi inquietud, como podrían contagiarse los perros. Para
arena; en la opuesta margen resplandc~ (bajo el último
alejarme de la bárbara aldea elegí la más pública de las ho-
sol o bajo el pr4nero) la evidente. Ciudad de los I:p.:rportales.
ras, la declinación de la tarde, cuando casi todos los hom-
Vi muros, arcos, front~?pics y foros; el fundamentQ ~r
br_es emergen de las grietas y de los pozos y miran el poniente,
una meseta de piedra. Un centenar qe nichos irregulares,
sih verlo. Oré en voz alta, menos para suplicar el favor divino
análogos al mío; surcaban la montaña y el val!~. En la arena
que para intimidar a la tribu con palabras articuladas. Atra-
había _pozos de poca hondura; de esos mezq~inos agujeros
vesé el arroyo que los médanos entorpecen y me dirigí a la
(y de los nichos) emergían hmp.bre.s de piel gris, de barba
Ciudad. Confusamente me siguieron dos o tres hombres. Eran
neglige:qte, desnudos. Creí reconl~?: p~rtencía a la
(cpmo los otros de ese linaje) de menguada estátúra; no ins-
estirpe bestial <;te los trogloditas 1 que infestan !as r.iberas
piraban temót, sino repulsión. Debí rodear algunas hondo-
del Golfo Arábigo y 18$ grutas etiópcas~ no me marav!].!é de
que. no hablaran y de que devoran serpientes. nadas irregulares que me pcu:ecieron canteras; ofuscado pór
la grandeza d,e la Ciudad, yo la había creído cercana. Hacia la
La tJrgencia de la sed me hizo ten;t(frario. Consideré
medianoche, pisé, erizada de formas idolátricas_ en la arena
que estaba a U!lO~ treinta pies de la arena; me tir~. cerra-
amarilla, la negra sombra de sus muros. Me detuvo una es-
dos los ojos, atadas a !a espalda las manos, montaña aba-
pecie de horror sagrado. Tan aboniinadas del hombre son la
jo. Hundí la cara ensangrentadª en el agua oscur~. Bebí
novedads t;l desierto que me alegré de que uno de lós troglo-
como se abrevan los animales. Antes de perq~m otra vez
d.ttas me hubiera acompañado hasta el fin. Cerré los ojos y
en el sueñoy en los cf.elirios, inexplicablemente repetí unas
aguar:dé (sin dormir) que relumbrara el día.
214
215
He dicho que la Ciudad estaba fundada sobre una Emergí a una suerte de plazoleta; mejor dicho, de pa-
meseta de piedra. Esta meseta, comparable a un acantila-
tio. Lorodeaba un sólo edificio de:formairregular y altura
do, no era menos ardua que los muros. En vano fatigué mis
variable; á ese edificio heterogéne() pertenecíai11as diversas
pasos: el negro basamento no descubría la menor irregula-
cúpulas_y columnas. Antes que ningún otro rasgo de ese
ridad, los muros invariables no parecían consentir una sola
monumento increíble, me suspendió lo antiquísimo de su
puerta. La fuerza del día hizo que yo me refugiara en una
fábrica. Sentí que era anterior a los hombres, anterior a la
.caverna; en el fondo había un pozo, en el pozo una escalera
tierra. Esa notoria antigüedad (aunque terrible de algún
·que se abismaba hacia la tiniebla inferior. Bajé; por· un caos
modo 'para los ojos ).me pareció adecuada al.trabajo de obre-
de sórdidas galerías llegué a una vasta cániara ·circular,
ros inmortales. Cautelosamente. al principio, con indiferen-
apenas visible. Había nueve puertas en aquel sótano; ocho
cia después, con desesperación al fin, erré por .escaleras Y
daban a un laberinto que .falazmente desembocaba en la
pavimentos deUnextricable palacio. (Después averigüé _que
misma cámara; la novena (a través de otro laberinto) daba
etan inconstantes la extensión y la altura de los peldanos,
a una segunda cámara circular, igual a·la primera. Ignoro el
hecho que me hizo comprender la singular fatiga que m~
núniero total de las cámaras; mi desventura y mi ansiedad
infundieron.) E;ste palacio es fábrica de los dioses, pens:
las multiplicaron. El silenciq era hostily casi perfecto; 9tro
primeramente. Exploté los inhabitados recintos y correg¡:
rum9r no había en esas profundas redes de piedra que un
Los dioses que lo edificaron han muerto. Noté sus peculia::
viento subterráneo, cuya causa no descubrí; sin tuido se
ridades y dije: Los dioses que lo edificaron estaban locos.
perdían. entre las grietas hilos de agua herrumbrada. Ho-
Lo dije, bien lo sé, con una incomprensible reprobación que
rriblemente ine habitué a ese dudoso mundo; consideré in-
era casi un .remordimiento, con más horror intelectual que
creíble que pudierá existir otra cosa que sótanos provistos
rtliedo sensible. A la impresión de enorme antigüedad se
de nueve puertas y que sótanos largos que se bifurcan. Ig-
agregaron otras: la de lo interminab!e, la de ló atroz, la ~e
noro el tiempo que debí c~inar bajo tierra; sé que alguna
lo complejamente insensato. Yo habm cruzado un laberrn-
vez ~onfudí, en la misma nostalgia, la atroz aldea de los
to, pero la nítida Ciudad de los Inmortales me atemorizó Y
1bárbaros y mi ciudad natal, entre los racimos.
repugnó. Un laberinto es ·una casa labrada para confundir
En el fondo de un corredor, un no previsto muto me
a los hombres; su arquitectura, pródiga en siírietrías, está
cerró el paso, una remota luz cayó sobre mí. Alcé los ofusca-
subordinada a ese frn. ·En el palacio que imperfectamente
dos ojos: en lo Vertiginoso, en lo altísimo, Vi un círculo de
eX:ploré, la arquitectura carecía de fm. Abundaban el corre-
cielo tan azul que pudo parecerme de púrpura. Unospelda-
dor sin salida, la alta ventana iñalcanzable, la aparatosa
ñosde metal escalaban el muró. La fatiga me relaj;:tba, pero
puerta: que daba a una celdá o a un pozo, las increíbles
·subí, sólo deteniéndome a veces para, toFpemente, sollozar
escaletas inversas, con los peldaños y la balaustrada hacia
de felicidad. FUi divisando capiteles y astrágalos, frontones
abaj'o. Otras, adheridas aéreamente al costado de un muro-
triangulares y bóvedas, confusas pompas del granito y del
monumental, morían sin llegar á ninguna parte, ál cabo de
mármol. Así me fue deparado ascender de la ciega región de
dos o tres giros, en la tiniebla superior de las cúpulas. Ig-
negros laberintos entretejidos a la resplandeciente Ciudad.
noró si todos los ejemplos que he enumerado son literales;
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sé que durante muchos años infestaron mis pesadillas; no lo cual excluía o a].~jb la posibilidad de que fueran simbóli-
puedo ya saber si tal o cual rasgo es una transcripción de la cas. El hombre las trazaba, las _miraba y las corregía. De
realidad o de las formas que desatinaron mis:noches.Esta golpe, como si le fastidiara ese juego, las borró con la pal-
Ciudad (pensé) es tan horrible que su mera existencia y ma y el antebrazo. Me· miró, no pareció reconocerme. Sin
perduración, aunque en el centro de un desierto secreto, embargo, tan grande. era el alivio que me inundaba (o tan
contamina el pasado y el porvenir y de algún modo com~ grande y medrosa mt soledad) que di en pensar que ese
promete a los astros. Mientras perdure, nadie en el mun- rudimental troglodita, que me miraba desde el suelo de la
do podrá ser valeroso o feliz. No quiero describirla; un cavern~ había estado esperándome. El sol caldeaba la lla-
caos de palabras heterogéneas, un_ cuerpo de tigre o de toro, nura; cuando emprendimos· el regreso a la aldea, bajo las
en el que pulularan monstruosamente, conjugados y odián- primeras estrellas, la atena era ardorosa bajo los pies. El
dose, dientes, órganos y cabezas, pueden (tal vez) ser imá- troglodita me precedíó; esa noche concebí. el propósito de
genes aproximativas.
enseñarle a reconocer, y acaso a.repetir, algunas palabras.
No recuerdo las etapas de mi regreso, entre los polvo- El perro y el caballo (reflexioné) son capaces de lo primero;
rientos y húmedos hipogeos. Únicamente sé que no me abn.~ muchas aves, cónio el ruiseñor de los Césares, de lo último.
donaba el temor de que, al salir .del últililo laberinto, me Por muy basto que fuera el entendimiento de un hombre,
rodeara otra vei la. nefanda Ciudadde los.Irimortales. Nada siempre_ sería superior al de irracionales.
más puedo recordar. Ese olvido, ahora insuperable, fue quizá La humildad y miseria del troglodita.me trajeron a la
voluntario; quizá las cirqmstancias de mi evasión fueron memoria la·imagen de .Argos, el viejo perro moribundo de la
tan ingratas que, en algún día no menos olvidado también, Odisea~ y así le puse el nombre de Argos y traté de enseñár-
he jurado olvidarlas.
selo. Fracasé y volví a fracasar. Los arbitrios, el rigor y la
obstinación fueron del todo vanos. Inmóvil, con los ojos iner-
111 tes, no parecía. percibir los sonidos que yo·procuraba incul.
carie. A unos pasos de mí, era como si estuviera muy lejos.
Quienes hayan leído con atención el relato de mis tra- Echadp en la arena, cónio una pequeña y ruinosa esfinge de
bajos recordarán que un hompre de la tribu me s~ó c~m<;>
lava, dejaba.que sobre él giraran.!os cielos, desde el crepús-
un p~ro podría seguirme, hasta la &ow.bra irregular de los
culo.del.día hasta el de la noche. Juzgué imposible que no se
muros. Cqando salí del último sótano, lo encontré en la
percatara de mi propósito. Recordé que es fama entre los
boca de la caver:Q9.. ~stab tirado en la arena, donde traza-
etíop~ que los monos deliberadamente no hablan para que
Qa torpemente y borraba mm hilera de si~o· ..que eran
no los obliguen a·trabajar y atribuí a suspicacia-o a temor el
c<;>p:w las letras de los sueños, ql.le 1,1no está a punto de
silencio de Argos. De esa imaginación pasé a otras, aun más
entender y luego se juntan. Al principio, cr~! que .se trataba
extravagantes. Pensé que Argos y yo participábamos de uni-
de una escritura Q~bar; después vi que es absurd<;> .imagi-
versos distintos; pensé que nuestras percepciones eran igua-
nar que hombres que no llega_rqn a la. palabra lleguen a la
les, pero que Argos las combinaba de otra manera y construía
escrjtt,1ra. Además, ninguna de las formas era igual a otra,
con ellás afros objetos; pensé que acaso no había objetos
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para él, sino un vertiginoso y continuo juego de impresiones
caba eljinete._En ·cuánto a la ciudad cuyo.renonibre se ha-
brevísimas. Pensé en un mundo SÍJl memoria, sin tiempo;
bía dilatado hasta el Ganges, nue.ve siglos haría que los
consideré la posibilidad de un lenguaje q\le· ignorara los
Inmortales la habían asolado. Con las reliquias de su ruina
sustantivos, un lenguaje de verbos impersonal~ o de inde-
erigiero:p., en el mismo lugar, la desatinada ciudad que yd
clinables epítetos. Así fueron !lll,lTiendo los ·días y CQ:Q los
.recorrí: suerte de parodia o-reverso y también templo de los
días los años, pero algo parecido a la (elicidad ocurrio una
dioses. irracionales que manejan el mundo y de los que nada
mañana. Llovió, con lentitud poderosa.
sabemos, salvo que· no se.parecen al-hombre. Aquella.fun-
Las noches del desierto pueden ser .frías, pero aquélla
dación.fue el último símbolo a que condescendieron los In-
había sido un fuego. Soñé que un río de Tesalia (a cuyas
mortales; marca una etapa en que, juzgando que toda
aguas yo había res.tituido un pez de oro) venía a rescatar-
~m presa es vana, determinar.on vivir en el pensamiento, en
me; sobrela roja arena y la negra piedra yo lo oía acercarse;
la pura especulación. Erigieron la fábrica, la olvidaron y
la frescura del aire y el rumor atareado de la lluvia me des-
fueron a morar en las cuevas. Absortos, casi no percibían
pertaron. Corrí desnudo a recibirla. Declinaba la noche; bajo el mundo fisico.
las nubes amarillas la tribu, no menos dichosa que yo, se
Esas cosas Homero las refirió, como quien habla con
ofrecía a los vívidos aguaceros en una especie de éxtasis.
un niño. También me refel'ió su vejez y el postrer viaje que
Parecían coribantes a quie.nes posee 'la divinidad. Argos,
emprendió,.movido, como Ulises, por el propósito de llegar a
puestos los ojos en la esfera, gem(a; raúdáles le rodaban
los hombres que no saben lo que es el mar ni comen carne
por la cara; no sólo de agua, sino (después lo supe) de lágri-
mas. Argos, le grité, .Argos .. sazonada con sal ni·sospechan-ló que es un remo. Habitó un
siglo en la Ciudad de los Inmortales. Cuando la derribaron,
Entonces, con mansa admiración, como si descubrie-
aconsejó la fundación de la otra..Ellono debe sorprender-
ra una cosa perdida y olvidada hace mucho tiempo, Argos
nos; es fama que después.de cantar la guerra de Ilión, cantó
balbuceó estas palabras: Argos, perro de Ulises. Y después,
la guerra de ~as ranas y los ratones. Fue como un dios que
también sin mirarme: Este perro tirado en el estiércol.
creara el cosmos yluego el caos.
Fácilmente aceptamos la realidad, acaso porque .in-
Ser inmortal es baladí; menos el hombre, toQ.as las
tuimos que nada es real. Le pregunté qué sabía de la Odi-
criaturas lo son, pues ignoranla muerte; lo divino, lo terri-
sea. La práctica del griego le era penosa; tuve que repetii la
pregunta. ble, lo.incomprensible, es saberse tmnortal. He notado que,
pese a.las religiones, esa convicción es rarísima. Israelitas,
Muy poco, dijo. Menos que el rapsoda más pobre.
cristianos y musulmanes profesan la inmortalidad, pero la
Ya habrán pasado mil cien.años desde que·la inventé.
veneración- que tributan. al primer siglo prueba que sólo
creen en él, ya que destinan todos los demás, en nÚIÍlero
IV infinito, a premiarlo . o a castigarlo. Más.razonable me pare•
Todo me fue dilucidaqQ, aquel día. Los troglodi.tas eran ce.la rueda de ciertas religiones del Indostán; en. esa rueda,
los InmorWJ.es; el riacho de aguas arenosas, el Río que "Qus- que no tiene principio ni fin, cada vida es efecto de la ante-
rior y engendra la siguiente, pero:ninguna.determina él con-
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junto ... Adoctrinada por un ejercicio de siglos, la república de carne. Que nadie quiera rebajarnos a ascetas. No hay
de hombres .inmortales había !ogrado la perfección de la placer más complejo que el pensamiento y a él nos entregá-
tolerancia y casi del desdén. Sabía que en un plazo infinito bamos. A veces, un estímulo extraordil;lario nos restituía al
le ocurren a todo hombre todas las cosas. Por sus pasadas m~do físico. Por ejemplo, aquella mañana, el viejo goce
o futuras Virtudes, todo hombre es acreedor· a toda bon" elemental d~ la lluvia. Esos ~apso eran rarísimos; todos
dad, pero también a toda traición, p9r sus infamias· del los Inmortales eran capaces"de perfecta quietud; recuerdo
pasado o del porvenir. Así como en los juegos de azar las algunoa quien jamás he visto de pi~: un pájaro anidaba en
cifras pares y las cifras impares tienden al equilibrio, así su pecho.
también se anulan y se corrigen el ingenio y la estolidez·, y Entre los corolat:ios de la doctrina de que no hay
acaso el rústico poema del Cid es el contrapeso exigido por cosa que no esté compensada por otra, hay una de muy
un solo epíteto de las Églogas o por una sentencia.de Herá- poca importancictteórica, pero qu.e nos indujo, a fines o
clito. El pensamiento más fugaz obedece a un dibUjo invisi- a principios del siglo x, a dispersarnos por la faz de la
ble y puede coronar, o inaugurar, una forma· secreta. Sé de tierra. Cabe en estas pal~brs: Existe un río cuyas aguas
quienes obraban el mal para que en los siglos f1,1turos re- dan la inmortalidad; en alguna región habrá otro río
sultara el bien, o hubiera resultado en ios ya pretéritos ... cuyas aguas la borren. El número de ríos no es infinito;
Encarados así, todos nuestros actos son justos, pero tam" un viajer9 tnmortal que recorra el mundo acabará, algún
bién son indiferentes. No hay méritos morales o intelec- día, por haber bebido de todos. Nos propusimos descu-
tuales. Homero compuso la Odisea; postulado .un plazo brir ese río.
infinito, con infinitas circunstancfas y cambios, lo imposi- . La muerte (o su alusión) hace preciosos y patéticos a
ble es no componer, siquiera una·vez,la Odisea. Nadie es los hombres .. Estos conml;~Ve por su condición de fantas-
alguien, un solo hombre inmortal es todos Jos hombres. mas; cada acto que ejecutan puede se:r último; no hay :ros-
Como Cornelio Agripa, soy dios, soy héroe, soy filósofo, soy tro que no esté por desdibujarse como el rostro de ~sueño.
demonio y soy mundo, lo cual es una fatigosa. manera de Todo, entre los mortales, tie.!Je el valor dé lo irrecuperable y
decir que no soy.
de lo azaroso. Entre los Inmortales, en cambio, cada acto (y
El concepto del. mundo ·como sistema de precisas cada pensamiento) es ei eco de otros que en el pasqd9 lo
compensaciones influyó vastamente en los Inmortales. En antecedieron, sin principio vil:1ible, o el fiel presagio de otros
primer tétmino,los hizo invulnerables a la-piedad. He men- que en el futuro lo repetiráp. hasta el vértigo. No hay cosa
cionaqo las antiguas canteras que rompían los campos de que no esté como perdida entre infat~bJes espejos. Nada
la otra·margen; l!Il hombre se despeñó en la más honda; no puede ocurrir una sola vez, nada es preciosamente preca-
podía lastimarse ni morir, pero lo abrasaba la sed~- antes rio. Lo elegíaco, lo grave, lo ceremonial, nó rige~ para los
que le arrojaran una cuerda PélSaron setenta años. Tampo- Inmortales. Homero y yo no~ separamos en las puertas de
co interesaba el propio destino. El cuerpo era un sumiso Tánger; creo que no nos dijimos adiós.
animal doméstico y le bastaba, cada mes, la limosna de
unas horas de sueño, de un poco de agua y de una piltrafa
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V
tulos, y aún en ciertos párrafos de los otros, creo percibir
Recorrí nuevos reinos, nuevos imperios. En el otoño algo falso. Ello es obra, tal vez, del abuso de rasgos circuns-
de 1066 milité en el puente de Stamford, ya no recuerdo si tanciples, procedimiento que aprendí en los poet:qs y que todo
en las filas de Harold, que no tardó en hallar su destino lo contamina de falsedad, ya que esos rasgos pueden abun-
e~ las. de aq~el infausto Harald Hardrada que conqui~t dar en los hechos, peto no en su memoria... Creo, sin embar-
seis pies de tierra inglesa, o un poco más. En el séptimo go, haber descubierto una razón m~s íntima. La escribiré;
siglo de ~a Héjira, en el arrabal de Bulaq, transcribí con pau- no importa. que mejuzguen fantástico.
sada. caligrafia, en un idioma que he olvidado, en un alfabeto La historia que he narrado parece irreal porque en
q~e Ignoro, los siete viajes de Simbad y la historia de la ella se mezclan los sucesos de dos hombres distintos.,En el
CI~da de Bron:e. En un patio de la cárcel de Samarcanda primer capítulo, el jiJ;lete quiere saber el nombre delrío que
he Jugado much1s~o al ajedrez. En Bikanir he profesado la baña las-murallas de Tebas; Flaminio Rufo, que antes ha
~trolgía Y ~bien en Bohemia. En 1638 estuve en Kolozs- dado a la ciudad ·el epíteto ~e Hekatómpylos, dice que el río
v~ Ydespues en Leipzig. En Aberdeen, en 17f4, me suscri- es el Egipto;c ninguna de esas locuciones es adecuada a él,
bi a los ~eis vo~úmens de la Ilíada de Pope; sé que los siiío a Homero, que hace mención expresa, en la Ilíada, de
frecuente con deleite. Hacia 1 729 discutí el oiigen de ese Tebas Hekatómpylos, y en la Odisea, por boca de Proteo y
~oema con un profesor de retórica, llamado, creo, Giambat- de Ulises, dice invariablemente Egipto por Nilo. En el capí-
tista; sus razones me parecieron irrefutables. El cuatro de tulo segundo, el romano, al beber el agua inmortal, pronun-
octubre de 1921, el Patna, que me conducía a Bombay, tuvo cia unas palabras·en grtego; esas palabras son. homéricas y
que fond:ar en un puerto de la costa eritrea. 1 Bajé; recordé pueden buscarse en eLfm.del:famoso catálogo de las naves.
otras mananas ~uy antiguas, también frente al Mar Rojo, Después, en elvertiginoso palacio, habla de. ¿una reproba-
cuando yo era tribuno de Roma y la fiebre y1a magia y la ción que era.casi un remordimiento?; esas palabras corres,
inacción consumían a los soldados. En las afueras vi un ponden a Homero,- que había pz:oyectádo ese .horror. Tales
caudal de ~a clara; la probé, movido por la costumbre. Al anomalías me inquietaron; otras, de orden estético, m~ per-
repechar la margen, un árbol espinoso me laceró el dorso de mitieron descubrir :la verdad. El último capítulo las inclu-
1~ m~ o. El inu~tado dolor me pareció muy vivo. incrédulo, ye; ahí está escrito -que milité en el puente de Stamfor.d, que
silenciOso YfeliZ, contemplé la preciosa formación de una transcribí, en Bulaq, los viajes de Sirhbad el marino y que
lenta gota de sangre. De nuevo soy mortal, me repetí, de me suscribí, en Aberdeen, a la Ilíada de Pope. Se .lee, ínter
nuevo me parezco a todos los hombres. Esa noche, dormí alía: «En Bikanir he profesado. la astrología y también en
hasta el amanecer. Bohemia». Ninguno;de esos testimonios es falso; lo signifi-
... He revisado, al cabo de un añÓ, estas páginas. Me cativo es el hecho de haberlos destacado. :El primero de to-
consta que se ajustan a la verdad, pero en los primeros capí- dos parece convenir a un hombre de guerra, pero luego se
advierte que el narradoF no -repara en lo bélico y sí en la
1
Hday una tachadura en el manuscrito; quizá el nombre del puerto
h a si o borrado.
suerte de los J;10mbres. Los que siguen son más curiosos.
Una oscura razón elemental me obligó a r~gistalo; lo }lice
224'
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"T'

porque sabía que eran patéticos. No lo son, dichos por el (Writings. III. 439); en el tercero. de una epístola de Des-
romano Fláminio Rufo. Los son, dichos po:r Homero; es raro cartes al embajador Pierre Chanut; en el cuarto, de Ber-
que éste copie, en el siglo trece, las aventuras de Simbad, nard Shaw· (Back to Methuselah, V). Infiere de esas
de otro Ulises, y descubra, a la vuelta, de muchos siglos, en intrusiones, o hurtos, que todo el documento es apócrifo.
un reino boreal y un idioma bárbaro, las formas de su !lía- A mi entender, la conclusión es inadmisible. Cuando
:1 se acerca elfln, escribió Cartaphilus, ya no quedan imá-
da. En cuanto a la oración que recoge el nombre de Bikanir,
se ve que la ha fabricado un hombre de letras, ganoso (como genes del recuerdo; sólo quedan palabras. Palabras. pala-
el autor del catálogo de las naves) de mostrar vocablos es- bras desplazadas y mutiladas, palabras ?-e otros, fue la
pléndidos} pobre limosna que le dejaron las horas y los siglos.
Cuando se acerca el fin, ya np quedan imágenes del
recuerdo; sólo quedan palabras. No es extraño que el tiem- A Cecilia Ingenieros

po haya confundido las que alguna vez me representaron


con-las que fueron símbolos de la suerte de quien me acom-
pañó·tantos siglos. Yo he sido Homero; en breve, seré Na- Tomado de: Jorge Luis Borges: Páginas escogidas. La Habana,
die, como Ulises; en breve, seré todos: estaré muerto. Fondo Editorial Casa de las Américas, 1999.

Posdata de 1950. Entre los comentarios que ha des-


pertado la publicación anterior, el más curioso, ya que no
el más urbano, bíblicamente se titula A coat ojmany co-
lours (Manchester, 1948) y es obra de la tenacísima plu-
ma del doctor Nahum Cordovero. Abarca unas cien
páginas. Habla de los centones griegos, de los centones de
la baja latinidad, deBen Jonson, que definió a sus con-
temporáneos con retazos de Séneca, del Virgtlius evan-
gelizans de Alexander Ross, de los artificios de George
Moore y de Elioty, finalmente, de «la narración atribuida
al anticuario Joseph Cartaphilus». Denuncia, en el pri-
mer capítulo, breves interpolaciones de Pllhio (Historia
naturalis, V. 8); en el segundo, de Thomas De Quincey

2 Ernesto Sábato sugiere que el ¿Qiambattista? q!J.e discutió la

formación de la Ilíada con el antlcuar!o Cartaphilus es Giambattlsta


Vico; ese italiano defendía que .Homero és un personaje simbólico, ·a la
manera de Plutón o de Aquiles.
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.El retrato.

ARíSTIDES FERNÁNDEZ
(Cuba, 1904-1934)

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Al parecer, este cuento se publicó por primera vez en Noviembre.
Mensuario de Arte, Literatura, Historia y Crítica (La Habana), 1950,
núm. 12, pp. 17-18 y 22. Aunque en esa revista ya tenía el título que
aquí conservamos, Arístides Femández no tituló en el sentido tradicio-
nal ni éste ni ninguno de sus restantes cuentos; sólo los numeró. En la
: 1 edición preparada por René Villamovo (Cuentos, La Habana, Instituto
Municipal de Cultura de Marianao, 1959), «El retrato» es el «Doce»
Referido por su protagonista, para resultar más verosímil, aunque
inserto en una narración enmarcada, el suceso principal de este cuento
se desarrolla en tomo a una obra pictórica, que contiene la clave
-ciertamel!te, no la explicación- del misterio: el retrato de una bella
dama que parece burlar el tiempo y la muerte. (Ya su primera descrip- Mi amigo se detuvo poniéndome una mano en el hom-
ción -reclinada lánguidamente en un portal- tenía el aspecto de una bro, y con voz apágada, vacilante, emocionada, me dijo:
detallada écfrasis.) Como en otros textos, reaparecen aquí, eficazmente
utilizados -anticipan, condicionan la lectura-, varios tópicos fantásti-
-Quisiera caminar hasta el final de esta calle; más de
cos: el espacfo en que vá a ocurrir el hecho es un islote, rodeado de un diez años ha qué no piso el polvo de estos alrededores. iDiez
Ill.UfQ"de silencio, en·un barr_to suburbano, y se muestra como poseído años de olvido, diez años que han hecho dormir en el fondo
por el pasado y recuperado por la muerte (en el jardín «la yerba mala de mi alma tantas cosas dulces y tristes, ya pasadas!
crecía a su antojo, entrelazándose con los rosales», el comedor y la Seguimos andando en silencio. Era tarde, de madrug~
alcoba contienen numerosas piezas de otro siglo); las acciones trans-
curren entre el otoño y el invierno. Es de notar, sin embargo, que en este
da. 'Por cas'uálidad nos encontramos aquella noche, y fuimos
caso un elemento diferente contribuye a anticipar el final: los colores a terminarla cenando alegremente en el «Gato Blanco». caba-
fríos a los que se asocia repetidamente la imagen de la mujer. Por lo ret de moda situado en un extremo de la ciudad. Y como nos
demás, también en este cuento se desliza la posibilidad de que todo pesaba la- cabeza, cargada por los vinos, y la incipiente bo-
haya sido resultado de una alucinación del protagonista: éste acude a rrachera aligeraba nuestros pies, vagábamos por los repar-
la casa «devorado por la fiebre» y allí pierde la noción del tiempo.
Otro relato del autor, incluido en antolqgías relacionadas con lo fantás-
tos, gozando de la clara noche y de los perfumes de los jardines
tico: «La mano» (LLOPIS1). cargados de :flores en aquel mes de abril.
Arístides Femández fue pintor -un notable pintor vanguardista-. de A mí, particularmente, siempre me ha gustado cami-
ahí que la mayor parte de su creación esté integrada por obras plásticas, nar de noche, vagabundear por las calles silenciosas y mal
más que por narraciones. alumbradas; ver la figura flaca de algún hambriento gato o
la humanidad aburrida de tal o cual sereno. Nada más en-
~tdor que esos paseos silenciosos, turbados de vez en
cuando por la voz del borracho que se retiia tarde en busca
del hógár. Detesto la ciudad bulliciosa y llena de sol desde
/
que he gozado el encanto tan grande que existe en las cosru¡
que duermen. Cada casa, cada esquina, cada pedazo de vie-
jo muro alumbrado débilmente por un mal farol de gas,
hablan a mi espíritu dulcemente de cosas pasadas.

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Lo que más tarde sucedió culpa fue del vino, pues creo En. mi garganta se agolpaba la curiosidad en mudas
que mi amigo en estado normal no me hubiese hecho la preguntas; pero por delicadeza me abstuve de hacer comen-
confesión que voy a relatar. tarios sobreJo pasado, en la, seguridad de que no pasarían
Nuestras pisadas sobre el cemento de las aceras rom- muchos minutos sin que s.us propias palabras me aclara-
pían el silencio de la noche; la cara era azotada por la brisa ran aquel misterio ..
suave, débilmente perfumada por los jardines vecinos. Las Adiviné que .mi silenc:;io lo abrumaba, que tendría que
flores brillaban delicadas en el ambiente a.Zul. ltablar, hacer cómplice de su secr~tq ªalguien, que no po~
Mi amigo dejó de andar, quedóse inmóvil como estaca dría a@IWJW <:;aliado tantas penas negras.. P&ci.entemente,
plantada en el suelo; y cogiéndome por el brazo con nervio- sin chistar, seguí a, sq l¡:tqo a la espera del momento psico-
samnoq.r~uó bajo, muy bajo. lógico. Y así fue como de madrugaqª, caminando por extra-
-Mira, ¿ves ese palacete? ~íjate bien ... ñas calles, supe de la aventura más raray se1;1,cilla de mi
Miré con más atención á mi amigo .qu~ a la casa, que amigo.
era devorada por los ojos de él;, una er:nocióngr:ande, pro- A ratos _pienso en ella, y considero que la vida tiene
funda, lo embargaba. Compreqdí que cualquier preg4nta cosas absurdas y encantadoras. Su historia es eso: un ab-
sería indiscreta... y.me. puse.a contemplar dete.nidamente surdo encantador.
la casa. · Hela aquí, tal como me la contó.
Se adivinaba, de primera ipte,nción, que hacía años que
estaqa deshabitada, abap.donadá. Sin embargo, era nueva
relativamente; por su estiloJe calculé no JV.$8 d~ quince. años «Hace diez años yo era un joven de veintiséis. Mi exis-
de fabricada. El jardín, pequeño e~ su frente, tapaba casi al tencia se desarrollaba tranquila, apacible. Dado mi alegre
soportal; las flores y la yerba crecían descuidadas, entrelaza- carácter arpaba intensamente la vida. Aburridp de la cui-
das. Enorme enredaqera de piscuala se desbordaba sobre el dad, de sus calles estrechas y sucias 1 de sus edificios feos y
techo, y la hiedra extendíase como serpint~'vd por las aplastantes, me mudé. para una :tnonísima casa en esteba-
columnp.s, hasta besar los dóciles capiteles. La fachada des- rrio ~cantdor. Adornábala unjardincillo tap. grande como
teñida por las lluvias, tenía la. pátina de las cosas vÍejas y un pañuelo que culttvaba por entretenerme, sembrando cla-
mal_cuidadas; la verja, toda oxidada, Pél!ecía que nunca se veles rojos y crisantemos matizados.
habm abierto. El ambiente era huraño, sombrío .. como algo »Todas las tardes, después del baño, sentía gran pla-
encerrado en sí mismo. Una enorme araña carplnaqa por el cer en caminar, el). estirar las piernas. Desde entonces nace
enlosado del jardín. · mi amor .por las caminatas a la caída de la tarde, por ace-
rvfi ~o. embargado por Ja emoción, devoraba la casa; ras bordeadas de jardines y álamos. Me encantaba la vida,
yo, ora miraba la casa, ora lo miraba a él. Así estuvimos y eón espíritU: alegre y pie ligero vagaba por calles dulcísi-
largo rato. Suavemente, pero con frrmeza,: tom~dl por el mas, donde las tardes eran rosadas y acariciadoras. Siem-
brazo, lo obligué a seguir nuestro Gamino; silenciosamente pre paseaba por los mismos lugares; a mis ojos les eran
abantlonámos el lugar. La tensión nerviosa acentuaba los familiares las casas, siempre los mismos jardines flori-
rasgos de su rostro. La va,guedad de la mirada me hizo com- dos, los mismos vagos perfumes, tan conocidos como las
prender que soñaba. imágenes.
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»UIJa tarde, en una de aquellas viviep.das tan conoci- dos y afilados; la .otra tecogíase sobre el pecho, aprisionando
das para ·mí, al pasar sentúpe cautivado por una imagen entre los dedos un pañuelito. La-boca, pintada ligeramente
nueva· y· encantadora. En inás de. un año, en mi-cotidiano d~ rojo, era de. líneas firmes y de una gracia adorable; la
paseo, nunca mis ojos vieron alma viviente en su portal; barba. firme, de elegante dibujo; la frente redonda, algo
puertas y ventanas siempre estaban cerradas. ab:ombada y pálitla... Pero lo esencial de_su belleza .estaba
»En el pottal, reclinada en silla de extensión, descan- en los ojos verdes. de un verde suave: con puntitos de oro,
saba una mujer joven; mahta ligera cubría sus pies. Asom- metálico, de mirada limpia y acariciadora. Se.comprendía
brado levanté la éabeza, en mi corto pasar, la Visión fue que en determinados_momentos aquella mirada adquiría el
rápida, fugaz; cuando quise reaccionar la joven había que- azuloscur:o de los.tpares profundos o el verde claro de las
dado a mis espaldas. Soy un hombre muy curioso en tues- mañanas risueñas; ojos que tenían.el pdder de cambiar de
tionés de mujeres; me encanta ver un pie breve, unas piernas matiz con los estados.de_án:imo. Flores blancas. morían pri-
bien modeladas y aprisionadas entre fina seda, los labiós sioneras en su cintura.
rojos, y, sobre todo, los ojos, los ojos chrros u oscuros, .>?Nuestras miradas. se encontraron, y las suyas me
expresivos, acariciadores .... pero aquella tarde al entrar en hicieron. comprender que mi curiosidad no le era desagra-
mi casa pensaba que no sabía de qué color era su mirada· dable, que.mi figura era familiar y. .. hasta simpática, ¿por
lo único que recordaba era la ligera turbacion que sentí: qué no? En el fondo ,de sus _ojos había un poco de ironía y
~ejé de pensar en todo aquello; pero me hice el firme propó- un algo de tristeza.
sito de mirar bien en mi próximo paseo; por lo menos sa- »Por la noche, en.la soledad de mi habitación, medité
ber de qué color eran sus ojos. muchas cosas. y por primera vez me di a pensar en que
»Durante la semana s~guient pasé' repetidas veces, a aquella mUjér estaba.enferma o. convalecía de algún largo Q
la misma hora, por el.lugar. Ella descansaba siempre en la penoso mal, claros indicios eran su delgadez frágil y encan-
silla, siempre en actitud de cansancio y aburrimiento. Ti- tadora. su actitud siempre recogida, Ja silla de extensión.,.
midez creciente hacíame desViar la vista, no quería llamarle »Al otro día volví a.pasar, y al, otro, y todos los demás
la atención, Y, a la vez, mis más ardientes deseos eran con- días. Al cabo de varias semanas nos entendíamos perfcta~
t~mplar detenidamente, mirar sus ojos, ver sus gestos ... mente. Aprendí a leer rápidamente en su clara mirada, mis
orrsu voz.
progresos en aquer arte mudo, tan lleno de cosas sutiles,
»Venciendo mi <;:ortedad, haciendo un esfuerzo,la miré fue notable. Su peinado más primoroso, su actitud estu-
largamente, a mi sabor~ a mi" gusto. Llevaba un traje verde diada y coqueta, me decían. que tantos cuidados eran por
claro, y pañuelo del.mismo color cubría sus hombros deli- mí. En sus faldas. siempr.e siempre había un libro que no
cados; sostenida por almohadón negro bordado en oro, des- leía.
cansaba su cabeza de cabellos castaños, oscuros, que se »Sentíme enamorado, mi alma se lléhó de amor por
desbord¿;¡.ban descuidadamente sobre el cojín; en las faldas aquella mujer desconocida. Viví encantado y triste. la tris-
brillaba la pasta gris de un libro que no leía, y con el cual teza no me_abandonaba, El deseo de soledad .impulsóme a
jugaba una de sus manos, mano fma, de lineas puras .Y huir de mis amigos, de todo.roce con la gente, dejé de fre-
delicadas, blanca y azulada suavemente, de dedos redon- cuentar mis lugares favoritos, y solamente deseaba la llegada
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235
de aquel mjnuto de dicha diaria. Todos mis pensamientos »Al día siguiente tuve miedo de encontrarme ·con la
fueron.para ella; y los días me.parecían enormemente.Iargos mirada de acero heladp; dispuesto a todo volví a cruzar por
en_ espera de la tarde. Me volví astrónomo, ·miraba siempre al el lugar -no era cosa fácil hacerme desistir de mis'paseos-.-
cielo consultando las nubes, estudiandq los vientos, y adqUirí esperaba algo desagradable; peto, por suerte, no fue así, el
la manía de preguntar a todas hóras y a todo elmundo: ¿cree hombre estaba sentado de espaldas a la calle; ignorante de
usted que llueva esta tarde? Y si por casualidad llovía, patea- mi presencia, la confianza volvió a renacer én mí pecho.
ba de rabia al ver fallidos mis paseos.
Después, siempre él daba las espaldas a la .calle, Nunca
.»T)na vez, por imperiosa necesidad, tuve que ausentar- más volví a verle la cara. Y seguimos, ella y yo, intercam-
me de la ciudad por varios días, al regreso corrí ansioso a biando nuestro mudo lenguaje. Sin duda que la joven había
verla, sus ojos me interrogaron tiernamente y algo enojados conseguido de él aquella pósh:rra para que mi paso no fuese
por mi ausencia. iSabeDios cuántas cosas le contesté! iAh, embarazoso; debía ejercer ella mucha irúluencia sobre aquel
aquellos meses fueron los más felices de mi vida!· hombre, domándolo como a un chiquillo.
»Una tarde fui sorprendido de manera desagradable. »Poco a poco fue. entrando el invierno. El verde radian-
Ella- no estaba sola;. un hombre de mediana edad, alto y te de l<is árboles se iba matizando suavemente en rojos te-
delgado, cubría los pies con una manta en el momento en rrosos,.engrises rojizos y·anaranjados; cada día las ramas
que yo pasaba, sus gestos eran delicados, cariñosos. Se se aclaraban.más:y más, y las secas hojas revoloteaban por
comprendía que él la amaba tiernamente. En su cabeza.bri- los suelos.
llaba:h canas·, la fisonomía agradable. »El aire seco y frío avivaba mi sangre; aquellas tardes
»Nunca más la volví a ver sola,. siempre .estaba acom- tenían encantos· indescriptibles. Complacíame en sentir mis
pañada por.el hombre ..Las miradas de éste, cuando se· po- duras pisadas por las aceras bordeadas de jardines y ca-
saban en la joven, eran tristes y dulces, de un cariño tan sas solitarias; era feliz, muy f~liz:
grande. que me ponían frenético. T~nía-cuidos materna- »El mal· que padecía mi amada era implacable, por
les ymimos exquisit<is para con aquel ser bello y delicado días acortaba su vida. La palidez de azticen.a de sus manos,
que por pías desmejoraba.
sus facciones afiladas, el cerco violado·delos.ojos ... Todo,
»Ér adiVinó pronto los sentimientos que embargaban todo me hacía ver, aterrado, la enfermedad que la devoraba.
mi alma, y seguramente le fui antipático, tanto -como él a »Ya. sus labios, pintados de rojo, no sonreían, ni sus
mí. Pasadas algunas 'tarde~. nuestras miradas se cruza- man·os jugueteaban sobre la falda. Sus ojos .estaban: más
ron, Ysus ojos adquirieron tal frialdad que nunca lo· pude grandes y tristes que nunca, como quertendo beber todas las
imaginar, la dura y cortante mirada me hizo comprender la cosas que dejarían brillar· pronto para ella. Todo su ser res-
realidad, la dura realidad; la barrera imposible que se le. piraba serenidad: tenía la tranquilidad de lo inevitable.
vantabaentre ella y yo. /
»Hubiera dado cualquier cosa por acercarme a ella,
»Quedé corrido y los segundos que tardé en.alejarme por oír su voz, por decirle que la amaba, por besarle las
me parecieron siglos; en 1a boca de mi amada-Jugaba sonrisi- manos ... mas, nunca quise averiguar, indagar de ella nada.
ta compasiva, sus ojos me acariciaron más que;nunca. Por pudor o ... iqué sé yoi Por no sé qué, siempre guardé
dentro de mí, celpsamente, aquel amor, Seguro estoy de que
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ella no hubiera querido que me acercara, de q'4e' rompiera se con los rosales; Jas espesas enredaderas extendíanse por
el encanto, pues se encontraba más cerca de Dios que de el frente de la casa; el perfume penetrante del jazmín acari-
los hombres.
ciabami rostro, ylªs rosas rojas brillaban como sangre en .
»A principios de diciembre, una t~de fría, de cielo la oscuridad. La noche era propicia; fría y oscura, las calles
despejado, el portal estaba vacío, las puertas cerré\das: cercanas estabaiJ. solitarias, y a lo lejos brillaban los focos
nuncamás la he vuelto a ver.
eléctric;os, cenicientos, opacos, como escupitajos prendidos
»Día tras día, semana tras semana, seguí pasando por en el firmamento.
frente aquella casa, y siempre la misma soledad; el jardín »Entre la-~s.y e~ garage, abríase un pasillo que me
estaba triste y abandonado. Me volví huraño y pasaba las condujo a enorme patio sembrado de grandes árboles, que
horas encerrado en mi P.abitación sin hablar; !lieditabun- con sus hojas besaban el cielo negro. Aquella casa abando-
do. Y todas las tardes rondaba la cas¿¡t que tanto me hacía
sufrir. nada, aquel cielo que se extendía como mancha de tinta, Y
aquel sombrío patio, hubiesen impuesto a otro que no es-
»Por espacio de una semana est'4ve acechando la Vi- tuViera d.evorado por la fiebre, por el deseo que me consu-
Vienda, apostado desde la maD.;ma hasta altas horas de la mía. Sin vacilar-Violenté una·puertecilla de maciza caoba; a
noche. La casa apareGía abandonada, nadte entraba ni sa- punto estuvo de fracasar mi improVisado oficio de malhe-
lía, Y tod9 era quietud, silenci(); llegué a la conclusión de chor, pues la puerta opuso ruda resistencia a mis inhábiles
q1,1e estaba deshabitada.
ataques; mas, la fuerza, unida a la perseverancia hiciéron-
»Pero irp.pelido·por fuerza irresistible seguí pasando me triunfar sobretodo obstáculo. Di en un estrecho corre-
por delante de aquel portal vacío y mudo, que t¡mtas emo-
ciones despertaba en mi pecho. dor que tanteé con los brazos extendidos antes de decidirme
a_ recorrerlo. Después de cerrada la forzada puerta, alum-
»Una idea se fue apoqc:;:rando dé mLmente, obsesio- bré con.mi linterna el camino y éché a andar con paso furti-
nándome el alma:·!ª de penetrar en la casa, por cualquier ~o. al final del pasadizo estaba la cocina que atravesé sin
medio posible. fui torturado P9t: el pensamiento de ;~.veri­ detenerme; encontréme en el corredor, más ancho que el
guar, de darle un fin a todo aquello. Las horas las pasaba primero y más ricamente trabajado, que a pocos pasos de
formando planes. iOh, si. no hubiese ejecutado mis pr()yec- la cocina terminaba en el comedor. Éste era una pieza
.tos, mis días hubieran terminado en un.manicomio! ifue
cuadrada, espaciosa, lujosamente adornada. Lasparedes
una pesadilla, u.n barrenillo que·pormeses tu~ en el cere- cubríanlas Viejos-tableros del siglo XVI primorosamente la-
bro! iMi cabeza iba a estall.ar como un cohete!
brados, la vejez habíru:tlos petrificado dándoles el brillo del
»iQuería saber de ella, saber CÓ!].lo se llamaba, dónde azabache, retintos por -los años, traídos sabe Dios de qué
estaba! ...
lugar· y cómo. El tecl;lo de caoba policromada, en tonos sua~
»Y una noche, decidido, armado d~ linterna y herra- ves y débiles. era de. un gusto sencillo y refmado. Sobre el
mientas para forzar las puertas, furtivamente, como un la-
piso de fino mármol lucían pesados muebles del más puro
d~ón, al filo de la medianoche me esc'4Fri hasta el~gar de estilo renacimiento francés. Llamó mi atención un apara-
m1s pesares. Escalé la verja delj~ín, del jardín abando-
dor de la tpoca de Enrique II, tallado sobriamente y·con el
nado donde la yerba mala crecía a su.antojo, entrelazándo-
gusto exquisito de aquel siglo; taburetes de elegantes patas
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torneadas; aUXiliares que se fundían en la penumbra. y en
el centro, una mesa cubierta con fmo mantel primorosa- »Thve un deseo: Con manos calientes por la fiebre que
. mente bordado. Un polvo imperceptible lo -cubría todo; el comenzó ainvadirme, encendí todaslas velas de cera verde
plumero hacía meses que estaba arrinconado. y perfumada. Doce bujías ardieron, iluminando la estancia .
»Dos· cubiertos esperaban a los comensales, platos de »Tirados en la cama de laca azul, azul,ligero de maña-
leve porcelana, cristales sonoros, tenedores de plata cince- na, .descuidadamente abandonados, se veían varios vesti-
lada, todo preparado como si esperaran de un.momento a dos. Todos los conocí, y cada uno habló a mi alma de cosas
otro a alguien. Lacampana de una copa magnífica, tallada pasadas, cada uno traía a mi calentu:r;ienta imaginación
en ónix, brilló con luz :negra al reflejo de mi linterna, los nubes de recuerdos. Uno por uno los llevé a mis labios, y
bordes eran de oro viejo gastado por los siglos, el pie for~ porprimera vez aspiré su perfume, el perfume de ella, lige-
mábanlo.. cuatro entrelazadas serpientes de plata que por ro y vago.como. de otros tiempos. Estr!Ué las sedas entre
mis manos, sobre mi cara, contra mis labios; embriaguez
cabeza tenían cuatro esmeraldas, un 'pie largo con ancha
base; sus líneas eran suaves y bellas, ga~?t:ds por el tiem-
1 dolorosa me martirizó el recuerdo de tantas cosas dulces y
po, Por las manos y por los labios ... ·los labios que bebie" ya idas para siempre. Sobre la cama, sobre los vestidos,
ron en ella. Labios de m!Ueres del-siglo-de Leonardo, labios lloré mi dolor:. Cerré los ojos y por mucho tiempo estuve
de algún fiero condotiero· o los labios de alguna mujer esca- recogido en lo más profundo de mi ser. ¿cuánto tie~po
pada del Decamerón ... y quizás, los labios de ella. En un estuve así? iNq lo sé! Un siglo ... un día ... un minuto ... 1No
testero, ·en.sencillos marcos, vivían dos ·natUralezas muer- lo sé!
tas de Cézanne. »Al.levantar la cabeza, un grito de alegría, de espanto,
»Por ·un momento quedé meditabqndo ... Así es que de esperanza, escapóse de mi garganta: iElla! iElla! iElla! la
aquí:habitaban seres de refinado gusto. Poseían Cézannes y mujer querida, ella envuelta en tules y encuadrada en un
copas talladas allá en Florencia. marco de plata. Thv:e que acercarme para cerciorarme de
'»Dejé todo aquello y seguí errando.por·Ja casa.. Una que era un retrato, un retrato maravilloso. .
»Y en aquella habitación suavemente iluminada por
puerta pintada de azul claro detuvo·mis pasos, mi ·corazón
latía aceleradamente: tuve la certeza de que estaba en los doce bujías, la phttura adquirió vida; y mi fiebte creció. Por
umbrales de su habitación. Con temblorosa mano empujé un momento creí que iba a saltar del marco· y venir a mi
la ligera hoja que no opuso resistencia bajo mis dedos fe- encuentro. Un galgo ruso estabaechado.asus pies, blanco
briles. como el algodón, como el traje que ella llevaba puesto
»Y mis, ojos de enamorado contemplaron un departa- -vestido de baile, vaporoso como neblina. Los zapatos, bajo
mento tapizado de seda azul desvaneéido, adornado ·por la falda, eran blancos, bordados con. hilos de plata; y el
muebles ligeros y frágiles; habitación de,.m\ljer soltera, lle" cabello, recogido, -aprisionado por sartas de perlas. Todo el
na de coquetería y sencillez'. Sobre tiri secreter extendían cuadro era claridad, y. los matices más delicados que .da el
sus brazos dos candelabros de bronce repujado, de líneas blanco estaban prendidos en aquel lienzo. Sus hombros y
modernas. brazos desnudos, ·se destacaban radiantes de tonós jugo-
sos y aterciopelados; y en las manos no brillaban joyas que
deformaran las líneas perfectas de los dedos. Los labios,
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entreabiertos y.rojos como una flor, dejaban entrever el ná-
car de los dientes. Todo era una sinfonía en blanco, donde
se destacaban, únicamente, profundos y acariciadores los
í casa, más triste y abandonada que nunca ... Juraría que
nadie ha vuelto a entrar en ella desde la noche aquella ... »

ojos claros de puras aguas.


»Fue una pesadilla: iQué es lo que veo, Dios.mío!. .. El alba apuntaba cuando mi amigo calló y silenciosa-
creo que los ojos se mueven ... que los labios sonríen ... Mi mente seguimos el camino de la ciudad.
cabeza quiere romperse, mis sienes laten con fuerza,. siento
la sangre correr como río de fuego ... Vacilante caigo sobre
Tomado de: Arístldes Fernández: Cuentos, La Habana, Editorial
unos almohadones y llevo. mis .temblorosas manos aJa cara,
Arte y Literatura, 1978.
con los dedos tapo los ojos. Y así pasan las horas.
»Cuando me incorporé las bujías casi se habían con-
sumido, pienso en la mañana que se acerca, y haciendo'un
esfuerzo voy a separarme, abandonar tqdo aquello.
>>Por última vez. quiero vetla ... Sordo grito se escapa
de mis labios. ¿gué me pasa, estoy delirando? Pero ... no,
no ... me restriego los ojos, me acércó y comprendo.
»Aquel traje, aquel vestido de tules, no es de esta epo-
ca, no; sino de una moda <;le a mediados.del pasado siglo.
»Veo claro, el cuadro es viejo, su tinte amarillento,
imperceptible me revela que.fue pintado hace años.
»De un salto.me acerco y con mi l.futerna busco una
firma ... una fecha.
>>Al fin ... en una esquina, borrosa por los años, leo:
Whistler, 1892 ...
»iTreintayun años de pintado!
»Como .un ladrón, como había entrado, huí de aquella
casa.
»Cuando llegué a mi .cuarto las tintas rosada.S de la
mañana se posaban en los techos.
»Por más de dos semanas, la fiebre devoró mi cuerpo.
Restablecido abandoné el barrio y (uHejós, muy lejos de
esta ci~da y de este país.
»Y. hoy, que creía cerrada mi herida, que. han pasado
diez años, he vuelto a ver, he vuelto a sentir. delante de esa

242 243
.La _rosa no debe morir

MARÍA DE VILLARINO
(Argentina, 1905-1994)

/
«La rosa no d~be ~ori» pertenece al libro de igual título, de 1950.
Es el relato erugmatico, sutil y lírico, del descubrimiento del amor no
revelado en vida, ~medio de la contraposición de dos órdenes tempo-
r~es Y_causales distintos: el del tiempo que delimitan las estaciones en
el Jardín de la casa deshabitada y que va estampándose en una h
de hume?-~d dejada por el correr del agua en una pared, y el d~:.
Si uno .quiere vivir su ·propia. vida.
cm:so mag¡.co, emocional, marcado por la voluntad de permanecer más
querría. tener derecho· a. su propia muerte.
alla de la muerte, en la extraña existencia de una flor que sangra. Algu-
n~s frases cuid~?osament dispersas («a veces llegué a pensar», «qui- RAiNER MARíA R!LKE
Z~» • «m~ pareciO» 1envuelven en cierta irrealidad los hechos, que ni se
megan m se afirman .totalmente por la narradora-protagonista.
El texto tainbiéncestá antologado en CÓCAR02.
Cucmdo, en septiembre, regresamos a nuestra quinta
Otras obra~ de M. de Villarino: Tiempo de angustia (ca. 1937),
Puebloenla_mebla(ca.1943J.Luzdememorias(ca.1945) Lailum·-
de Mar del Plata después de dos años de ausencia en el
1
nada (ca. 1946). ' eXtranjero, nos encontramos con la novedad de que nues'-
tro jardinero h_abía muerto al poco tiempo de ausentarnos.
El seto Vivo que rodea_bala casa, había crecido a una altura
increíble y l~s plantas, transformadas en arbustos de re-
cios troncos, apreté;Íl1dose unas con otras, formaban un
ancho muro de dos metros de espesor. Desde afuera, el cha-
let quedaba así, oculto, inVisible a toda mirada del exterior;
sólo el tejado amanecía, qllá arriba, como un cielo de cre-
púsculo tormentoso, con ·su chimenea blanca enredada a
un eucalipto que había recostado sus ram~s en el techo. El
acceso, cerrado con una especie de tranquera de troncos,
había desaparecido entre la vegetación, Desgajando ramas,
tuVimos que ]Jacer un boquete, para trasponerlo.
Me dolió ver el parque todo enraizado de matas rese-
cas. El c~sped, desaparecido entre las hierbas por la pro-
longada sequía y la f~ta de cortés, se había elevado en florecer
de duras e$piguillas doradas que, en un primer impulso de
recobrar al ins~te la fisonomía de sus Viejos y plácidos
verdore¡s, comencé a extirpar. Pero una capa de dura tierra
/
amarraba con fiereza-todo lo que brotó en ella.
AnduVimos largo rC~.to por los alrededores antes de
decidirnos a abrjr la casa. De ante~o, me parecía perci-
bir ese hálito húmedo que se escapa de las habitaciones
que han estado mucho tiempo deshabitadas CtJando, de

247
pronto, la luz eón los seres ViVientes, pretende entrar en
ellas. Algo oculto huye entonces de las sombras que se des- anochecer anticipado,al crepúsculo. Además hacía un poco de
nudan; algo nos empuja a quitar las fundas para devolver a frío y elViento y el frío parecen hacer más apresl.itado su paso
todo su útil, su activa realidad; algo nos lleva a verificar la hacia las sombras, como si persiguieran a las que han huido
existencia de las cosas. a refugiarse en las ramazones de los árboles corpulentos.
No me resignaba a irnie, a dejar la. casa así como la
El parque era ya un Viejo y polvoriento recuerdo de su
esplendor. Al tocar las hojas amortajadas con fmísima tie- había hallado. Estaba dispuesta a:habitarla desde ese ins-
rra, se recibía la impresión de tener en las manos esas cin- tante. El día era muy claro y si desplegábamos un quehacer
tas que, a fuerza de atar cartas que no se leen nunca, acaban diligenté, podíamos devolver a todo su mejor :ij.sonomía en
por deshacerse, al menor contacto, antes de. anticipar la cu~to le diéramos -presencia, moVimiento, luz. «Primero
doliente máscara de la evocaciones que guardan la melan- -pensé- habrá que abrir la casa. sacudir el polvo, poner las
cólica tristeza de lo que ya ha, dejado de existir devorado cosas en orden; después, el Jardín; ya veremos. Mañana
por el olvido, por la soledad, por el tiempo. esto será otra ·cosa. Hoy mismó encargaré a alguien que
_Intenté levantar algunos malvones cuyos tallos, recos- quite toda la hierba seca como primera medida. Replan-
tados en el suelo, se perdían entre hierbas altas. En todo taremos.el.césped, reabriremos el sendero de lajas, que es
había abandono, descuido. El revoque rústico deJas pare- tan.hermosb vérlo con su cálida bordura de Vida vegetal.»
des, sin su blancura acogedora, había dibujado largas gote- En ese instante, una especie de te~p.or supersticioso .e
ras verdinegras con el llanto de las lluVias· de inVierno al inexplicable, invadió la ilusión de mis pensamientos: esta-
deslizarse, sucias ·de hollín; por ~os tejados.. · ba frente al pabellón de serVicios. Allí había ViVido Tsao
El. postigón de una de las ventanas estaba desprendí• Ch~g: nuestro jardinero. lHabríamuerto allí? Lo extraño
do y, como en los.cuentos de aparecidos, golpeaba a inter- qu!! no se :me _ocurrió preguntar a .nadie dónde, ni cómo
mitencias con el leve Viento que comenzó a soplar, esos había muerto_ Tsao Chang. «Lo mejor es no saberlo», _me
Vientos de·m¡rr,levantiscos, que reservan-paralas ciudades dije como para_trahquilizar·miinquietud.
costeñas la insistencia de-sus sorpresas. Así como nunca me_ esforcé por oírlo hablar, tampoco,
Detrás de la.casa, al pie del molino,. una ciénaga. apaci- como por m'stinto, me interesaba_conocer sus referencias.
ble ~e escurría buscando_amplitud para la expansión de los Sin embargo,. me tenté al ver asomar por el boquete del
desbordes, y la enredadera de glicinas se había trepado, en cerco, la curiosidad de unos chiquillos harapientos que no
nuevos y aromados lilas, por el esqueleto de hierro de la sé de dónde habrían venido al diVisar el coche frente a la
torre hasta alcanzar eltanque, allá arriba; donde el cielo es- quinta. «Eh, muchachito», grité a uno de ellos, pero ya ha-
taba cerca. Era la primavera, y todo aparecía sombrío y mus- bían desaparecido todos como por· encanto, temerosos tal
tio como si ya pudiera reVivir sú antigua y tan cercana vida. vez de alguna reprensión. ~Quizáselcho supiera. algo; los
La tarde, en su. comienzo, av<lfl?:ó. plenamente- y. si no chicos de la calle siempre saben estas-cosas; pero son tan
·fumábamos algun_decisó~ iba a sorprendernos la noche en escurridizos. esos demonios vagabundos. Vaya a saber qué
ese abandono, La avenida. de eucaliptos frondosos, que obs- fechorías acostumbrarían- á hacer en la casa abandonada.»
curecíala calle desde larga di$tancia, ya era.una amenaza de Sin embargo, no creo que nadie se atreViese a entrar. El
cerco macizo, impenetrable, me lo revelaba _claramente.

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P9bre Chang, tantos años de silencio entre nosotros, necesario sacrificar tu· rosa, Chang.» Me refería a una Crim-
tanto vigilar las plantas y las flores c~n sus ojos melancóli- son Glory, cuya planta Chang de~ignab con el nombre de
cos, consu.rostro sin sohrisas. «¿Por qué no sonreiría nunca rosa,. simplemente. La había plantado casi con misterio,
Chang?»
sin consultarnos y sin permitir con aquel obstinado silen-
Era maravilloso llegar a la quinta en verano, la epoca cio suyo, que se hizo máS hondo desde entonces, que cortá-
de su máS bello florecer. :Las plantas lucían verdores.variadí- ramos las flores cuando ofred~ su roja, tentadora plenitud
simos·en abigarrados·macizos cuya sinfonía de colores Chang de terciopelo, aureolada de .un levísimo borde blanco. Yo
sabía conseguir tomo por milagro, Thdo sonreía. Sólo el ros. respeté siempre su decisión porque, en cierto.modo, consi~
tro de Changno sonreía nunca, ni atiil cuando, para halagar- deré el'rosa1 como propiedad suya; quizás como algo que
lo, premiaba el fiitto de sus labores con es~ palabras: «iQué formaba parte de. él desde que le había elegido un lugar que
bella está tu quinta, Chang!» Chang callába,.serio siempre. le. permitiera verlo siempre a través de su ventana.
Aceptaba impasible.hasta los halagos porque obedecía; obe- Nada k preOc\lpaba tanto como el temor de que las
decía á todo con una clara obediencia respetuosa; con una hormigas o los caracoles pudieran hacerle algún estrago.
casi indiferente obediencia. Igual. actitud asumía si algo le Durante las:noch~. se levantaba y vigilaba con una linter-
disgustaba. Pero yo podía interpretarlo: «Chartg, desearía llá las posibles invasiones -imaginarias ya por sus excesi-
poner un arbusto aquí». Si Chang no .levantaba la vista, yo vos cuidados- de •SUS terribles enemigos. Su perro Lud
sabía, bien.sabía cómo seguir hablando: «Mira, Cháñg será tambiénhusmeaba.las proximidades del rosal y, sin duda,
mejor plantarlo allá» .-Y si.insistía en su actitud, yo agregaba se comunicªban las novedades en .su lenguaje, y se ayuda-
como si .hubiese un acuerdo tácito para e).lo: «Quizás. sea ban en las vigilias sucesivas.
mejor esperar, ya veremos, ya veremos. ¿gué opinas Chang?»
En los 'días. de lluvia, Chang no salía. Allí se quedaba
Entonces parecía agradecerme algo que no sabía qué. Era detráS de los vidrios de su cuar.to mirando- al fruto de sus
mejor dejarlo hacer. Con9Cía el misterio de las estaciones y el amores, ausente de todo lo quele rodeaba. Alguna vez, du-
secreto de las flores. A veces pensé que Chang conversaba rante la siesta, observándolo por las mirillas de los posttgo-
con ellas y sonreía. Lo pensé casi sin razonar en lo que pen- nes, me pareció.que sonteía mirando el rosal y hablaba con
saba. Se me ocurrió simplemente que Chang conocía una él. Entonces sentí un extraño temor y llegó a asustarme su
magia poética para mantener confidencias y ser obedecido inexplicable.silencio, su éxtasis, su-muda idolatría.
por esas criaturas de colores y perfumes. que· creaba con su Tódaslas,deducciones.escapaban a mis razonamien-
p·aciente devoción casi fanática._
tos en cuanto se referían a la rosa de Chang .. Casi podría
Sólo una vez lo vi levéihtar la cabeza y mirarme con deci~ que sólo c9mprendía, o más bien respetaba, su silen-
ojos desesperados. Fue -recuerdo bien,-.un día de octubre; cio implacable desde que no me atreví jamás, ni permití
sí, exactamente poco tiempo antes de nuestro viaje. «Chang que nadie :perturbase la paz de esa planta ni la inquietud
-lt; dije:... ¿sabes que pensamos ampliar la casa hacia este celosa de sujardirtero.
costado? Habrá que desviar el sendero y sacar alguna de Pero aquel día en que hablé con muchos rodeos de la
tus plantas. Construiremos unjardín de invierno y todo tu decisión de arílpliar la casa:, fue tal el asombro aterrado de
parque se verá muy hermoso desde.allí. iQué pena! Será Chang, tales sus ojos ·espantados, tal-el dolor que vi en sus
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manos exangües, como en la palidez de.su rostro, que cambié sentaron quiZás en breves instantes: «Abriremos primero
de inmediato. la decisión ya expresada por una posibilidad ésta». Ésta, era la habitación de Chang. Las malezas ha·
solamente sugerida. Su salto casiJelino hasta el rosal como bían crecido casi. a la:altura deJa cerradura y era necesario
siJo quisiera defender con su cuerpo de lli1él posible asechan- arrancar algunas matas para trasponer la puerta. Quise
za, me impulsó de inmediato a ño hablar más del asunto pedir que:se·dejara ésa para después, pero en un santia-
durante los últimos días que permanecimos en la. quinta. Lo mén, volaron a mi alrededor tallos y hierbas secas. Giró la
Vi desde ese momento como si hubiese enfermado de pz:onto, llave en la herrumbre de la cerradura casi sin ningún.ruido
como si todo él ya no fuera sino una ausencia, una sombra de y cedieron los goz1,1es.
sí IPis:r:no. que se esforzaba en parecer real para permanecer Sentí la impresión de quejpa a tropezar con la~muert
algún tiempo más sobre la tierra. Casi no salía de su cuarto de Chang. Pero .la luz.invadió una_ cómoda y clara pulcritud
cuando estábamos en la casa. Y allá se quedaba detrás de los interior. La caina estaba tendida con un ·tapiz obscuro his-
Vidrios inactivo; Visible para nosotros, pero inVisibles ·noso- toriado en oro mate, como para recibir al prim·ero que lle-
tros para él sin duda. Sólo dirigía su mirada a un punto cuyá gara. Dos banquetas despoJadas de todo estorbo, con el
trayectoria fijaba el rosal, con una lejana y misteriosa sonri- verdín característico_ de la humedad pegado a su lustre,
sa indefinible, una sonrisa como la de esos rostros d,e seres aguardaban ~talgún visitante que mucho tiempo antes se
sufrientes-que guar_dan_muy hohdo algún dolór delpasado. había sentado allí. Formando rinconera, los dos primeros
Estos recuer.dos, con. sus angustias.y sobresaltos me estantes de un anaquel permanecían limpios de objetos.
sorprendieron frente al pabellón de Tsao Chang en é~e mis- Sólo un ídolo de·porcelana levemente celeste, guarnecido en
mo día en que acababa de saber .que había muerto tan mis• reflejos dorados. marcaba el centro del mueble en la parte
tertosamente como había Vivido: «Pobre Chang, me dije, tantos superior. Lo toqué y la cabeza de la estatuilla comenzó a
afanes, tanto amor a sus .flores, a su .misterioso· rosal, la moverse suave -insistente-, como si me saludara o se bur-
rosa de sus éxtasis, de sus silencios. Si viera esto moriría.» lara de·mí._Me arrepentí de. mi tentación y un poco impre-
¿Moriría? Chang había muerto y estábamos allí sin sa- sionada miré.apresuradamente detrás de mí como .si hubiera
ber nada, sin atrevemos a saber nada de su muerte, _a no sido sorprendida·en. una intrusión indiscreta. Pero estaba
lmber intentado saber nada; ¿Quién podría decimos algo? La sola, Los· demás se habían :alejado. Desde allí percibía, a
quinta era. solitaria y los primeros vecinos se hallaban a con- través de las ventanas, las voces· resonantes en las habita-
sider@Je distancia. 'I'odos_pobladores de tránsito, quintas de ciones que iban abriendo. Eran ecos profundos como los
veraneo con sus caseros eventuales y transitorios . .Chang era que se oyen én.las casas deshabitadas éuando la _soledad
el ímico que ViVió siempre allí y de allí no quisó salir nunca huye tras.los silencios-que le hicieron compañía.
durante tr.ece años .. No creo que tuViese en sus soledades de Pero la:habttación,.de Chang producía un eJecto dis-
inVierno otros amigos que su rosal y su perro. ¿gué_ haría tinto: hasta olVidé que habj~os tenido que quitar· duras y
Chang cuando la planta perdía su verdor? ¿Miraría su muerte arigdª~ malezas para entrar y que la cerradura enmo-
temporal· corno se mira el rostro de un ser amado, dormido? hecida deCía a las claras el tiempo- transcurrido sin que
Alguien, sacándome el llavero de la mano, interrum- nadie penetrara en ese aposento. Era, por el contrario, como
pió con esta frase la sucesión de recuerdos ·que se me pre- si alguien se hubiese ido un instante antes. Un sué!._ve per-

252 253

__L__
fume se derramaba en el ambiente y .el recinto _iba adqui- Algo contuvo:mis pasos, me pátálizó casi un instante,
riendo ante mis ojos la simpatía de lo confortable. Ya sin y en ~se instante tuve tiempo de ver las:heridas que mostra-
s·orpresa, con 11nanatural confianza, miré otra vez todo: el ba el rosal en dos cortes. Unas gotitas rojas -¿las mismas
ídolo, las banquetas, el.mueble, la camwy me detuve. a con- del libro de nácar?- cubrían, en vano intento de cicatriz, la
templar dos rosas de un Jarroncito, ·que mi cómplice curio- herida de dos tallos recién cortados. ·Era el único punto
sidad antes no había advertido. Las miré, las miré vivo de la planta; lo demás estaba muerto. Tronco, rama,
largamente ... hojas, formaban un arbusto seco, pardo, espinoso.
Yen ese momento, como si despertase·de.unapesadi- Comprendí que algo fuera de todo lo previsible estaba
lla, como si me hubiese alejado de mis límites un instante y aconteciendo como en un sueño que nunca volvería a repe-
volViese otra vez a ellos, con. U:na certeza lúcida y emocio- tirse y deLque me era dificil despertar del todo. Exaltada
nante, así reaccioné sin quitar mi. vista de las rosas: «iLa por las extrañas relaciones oníricas que tales comproba-
Crímson Glory!» ciones deparaban ami fantasía, nó me dejé :vencer por pa-
Allí en la mesita de laca, junto a: la cama, el jarroncito sajeros temores. Con la certeza de que estaba viviendo una
luda dos hermo~as rosas ·rojas, frescas, olorosas; dos ro• realidad insólita, volví al cuarto de Chang, recogí apresura-
sas que antes de esa revelación, ·había mirado como si fue. damente el libro de nácar y, sin cerrarlo -casi sin tocarlo-
ra un he~o q~tural el que alguien las hubi'ese puesto en lo guardé en el cofre labrado, quelo contenía exactamente,
ese lugar. iDos rosas frescas! iRecién cortadas! Dos rosas tal como lo había hallado. Aún tuve tiempo de mirar otra
con sus bordes blancos como. aquellas de Chang que, aun- vez las rosas. Por nada del mundo las hubiese profanado.
que apetecidas, nunca me.atreví a cortar en mi propio jar- Aquella rosas tenían vida, tenían rostro. iAquellas rosas
dín. Un sentimiento confuso me detenía allí sin saber qué vivían! iAquellas rosas vivían como seres! Ylo.más terrible,
hacer, qué pensar. sangraban heridas recién abiertas. ¿A quién interrogar su
Al pie deLflorero junto a ·un· cofre· finamente labrado; misterio? ¿cómo saberlo? Oh. Chang sabía algo, Sólo él
estaba abierto en la última página: un peque:Qo libro con ta- sabía. lQuién me respondería ya?
pas de nácar, manuscrito con caracteres chinos. Me acerqué: lHabría existido Tsao Chang?
unas manchitas de finta roja, fresca, junto a otros· signos, Con el cofre en las manos, salí del cuarto. Me sentía
cerraban el texto .. ¿sería esa la frrma? Ya iba a tomar el libro contagiada de su misterio, poseedora.de.un secreto que a
en mis manos cuando miré otra vez las rosas. Entonces, nadie podía revelar; que, por otra parte,.no deseaba·revelar
entonces me acordé: «iEl rósal! iLa.rosa de Chattg!» a nadie. Todavía, al alejarme un poco, me di vuelta una vez
Como impelida por un ansia ineludible e 'imperiosa, más y, al mirar la ventana, impelida por una fuerza impon-
córtí hacia fuera, hasta dónde -,recordé bien- estaba: la plan- derable, superior a mí misma, me pareció ver que detrás de
ta. Me abrí paso-entre altas matas y descubrí el rosal, seco, los cristales el rostro de Chang sonreía, sonreía al fin.
mutilado. un perro, echado állí a su pie, se alejó tácitamen- Me alejé de allí casi huyendo.
te al oír mis pasos. Lo. reconocí: iLud! Sí, era el perro de A nadie di otras explicaciones que la de que había re-
Cha:ng. iLud!. .. iLud! ,.. , llamé, pero el animal huyó hacia la suelto no habitar la quinta ese año y que, desde ese mo-
calle y desapareció. mento, regresaríamos a un hotel de la ciudad.

254 255
La inscripción china.en la última.página dellibto ma- ¿gué mandato misterioso había cumplido Chang?
nuscrito que conseguí hacer traducir pocos días después, ¿g~é extraño destino le había deparado desde un más allá,
decía más o menos así: esa amada existencia reencarnada en el rosal; viva sólo en
la sangre de su florecer? iOh, ya nunca podré saberlo cier-
La rosa no debe morir. .. tamente!
es mi alma. Aún hoy, si me dijeran que él mismo provocó su fin, lo
¿ves en ella mi rostro? Mírame. creería sin vacilar. Diría que como la rosa, Tsao Chang se
¿ves en. ella mi vida? Guárdame. dejó morir de su única. de su propia muerte.
Yo vendré a acompañarte en cadaflorecer.
Subiré a la luz en su savia siempre .viva
Tomado de: María Villarino: La rosa no debe morir. Buenos Aires,
que es mi.sangre.
Losada, 1950.
¿Me esperarás todas las estaciones?
···············································································
Si cortas la rosa cortas mi vida,
matas mi rostro,
y ya nada, bajo el sol,
podra unirnos
pues aunque la tierra me oculte,
por la rosa, revivo en ti,
y en. ti estaré sin morir.

PÚRPURA-DE-WEI.

2
• o o •• o o o o •••••• o o ••• o •••••••••• ~ o o o • • • • • o. o o. o • • o o. o. o o o . . . . . . o o o o. o o o • • • • ~; •••• o o o o

Algún tiempo después supe. que Chang había.muerto


por la punzadura de una espina de rosal (¿la Crimson Glo-
ry?) que no cicatrizó y le produjo-alucinantes delirios.

1 Aquí la traducción se int~!TlmPÍa con unos puñtos suspélisivos y


luego un espacio en blanco.
2 Aqúí, tras la firma, aparecían 9tros puntos suspensivos

correspondientes a nuevos signos indescifrables que, Según indicación


del traductor, parecían escritos .por otra mano ..
257
256

L
La. boina. roja.

aooELto StNÁN
tseudónitnO de
BERN!JU>O Do'MiNGUEZ ALBA)
lpanatná, 1904:-1994:)

1
tr ~teE relato se incluyó en La boina roja y cinco cuentos de 1954
as aber obtenido, en 1953, el primer premio del Concurso,lnterame,
rican? del ?uento, ~uspicado por el diario El Nacional, de México. -
M~ ~la de las tecnicas surrealista y cubista utllizadas en su com
~icond oldel empleo de la prosa seudocientífica y la retrospectlva2 ~
e uso e a presencia de elementos mágicos u - 3

int~resa en este cuento, desde el punto de vista'}~t: ~ =~n


anomala y opaca de la realidad que transmite el ,
:;suldta~o un o.
sitez!.r~a:;
de una distorsión probable en su

Otras obras na:ratlvas de Sinán: A la orilla de las estatuas madu-


:~14), Los pájaros del sueño ( 1957), La isla mágica ( 1979) y El -Mire, doctor Paul Ecker, su silencio no corresponde
e a ro de los malos ofidios y otros cuentos ( 1982).
en_nadá a la1buena voluntad que hemos tenido en su caso.
Debe usted comprender que la justicia requiere hechos con-
cretos. No me puedo explicar la pertinacia que pone en su
mutismo .
.Paul Ecker clava sus ojos verdes en el vacío. Siente
calor. Transpira. Las pausas isocrónicas de un gran venti-
lador le envían aratos un airecillo ténue, que juguetea un
instante con las rojizas hebras de su barba.
( ...Allá en la islita no hacía tanto calor. Era agrada-
ble sentarse en los peñascos a la orilla del mar... Hundir
los ojos en la vasta movilidad. oceánica ... Ver cómo se di-
vierten los raudos tiburones ... Y sentir la caricia del vien-
to que te echa al rostro la espuma.de las olas... )
-Hemos tenido, doctor, no sólo en cuenta el merecido
prestigio de que goza como biólogo y médico, sino también
1 las múltiples demandas de clemencia enviadas por hom-
Seymour Menton· El cuent his
histórica 3a ed M~ F1 °
panoamericano. Antología crítico- bres celebérrimos. por universidades, academias, museos ...
1 ' 1 G. ·: 2 co, ondo de Cultura Económica, 1980 p 396
smae arcra: «Rogelio Sinán» e , ' · · iVea qué arsenal de cartas!. .. De. Londres, Buenos Aires,
Abreu (eds.): LatinAmertcan Writer;, ~- ~k SCohle ylMarSia_ Isab~l Estocolmo, París ... Ésta de Francia nos hace recordar que
Sons, 1983, p. 945. · • ares cnbner s
dos años antes tuvo usted el honor de presidir el Gran Con-
" Jorge Ruffinelli: «El trópico sensual d R ,
conversación con el escritor)», en Enrique Jar~o ~i f.~an (Una greso Mundial de Ictiología que se reunió en la Sorbonne ...
a ~ogeli Sinán (poesía y cuento}, MéXico, Signos 198~ .. ;;:enaje ¿Recuerda? ... Menos mal que sonríe.
Nos referínlos al rasgo s -al d ' ' p. · (iLa Sorbonne!... Sí, allí la conoció ... Tenía el aspec-
la littératurefantasttque P:s aÉ~or T~e Todorov: Introduction a
esp. 126 et sqq. ' ' ons u euil, 1970, pp. 113-130, to de una.inocente colegiala, pero iqué embrujadora!... Lo
que más lo sedujofue sujaldita corta azul marino y aque"

261

r.
lla boina roja levemente ladeada sobre una sien ... «Sólo estoy desesperada ... Mire si no: Usted sabe que me gra-
quiero su autógrqfo -le dijo-. Yo me llamo Linda Olsen y
dué en París ... Bueno, de nada me ha valido todo eso. To-
estudio en La Sorbona. Me interesan las ciencias. Quisie-
davía ando cesante ... iSí, sí, no he de negarle que recibí
ra hacer prodigios como Madame Curte... ¿ve qué Estado
es usted? Yo soy de Atlanta».) · una oferta de John Hamtlton! ... iQué ofensa! ¿se imagi-
na? Yo, asistente de un hombre de color... iOh, sí! ... Todo
Paul Ecker se estremece, sin saber defmir si es por el lo célebre que usted quiera llamarlo ... Ni me lo diga ... Ya
aire de los ventiladores o por otras mil causas que procura sé que es candidato al Premio Nobel ... iSí, sí! ... Pero aun
olVidar sin conseguirlo.
así... Usted comprende, dóctor. .. »)
El funcionario prosigue:
Eljuez respira incómodo. Se enjuga la calva con el
-En estas cartas nos ruegan ser clementes... Nosmen- humedecido pañuelo. Y, haciendo mil esfuerzos por conser-
cionan.sus recientes estudios sobre diversos temas deJctio- var la calma, declara:
~ogía Y. as~mo; co~ dice John Hamilton, por' la gran - Thdo ello nos obliga a ser un tanto indulgentes ... pero
nnportanciade su «Memoria: sobre la: Vida erptica de los pe. necesitamos saber de todos modos el paradero de Miss 01-
ces». en la cual relaciona con las fases lunares los ·canibios
sen ... Cuando lo hallaron a usted sobre la playa de Saboga,
de color.que, durante el desove, sufren. ciertas especies.
parecía enajenado ... Llevaba en la cabeza la boina roja de ella...
(...Por culpa de JohnHamtlton se·la encontró de nue-
Su_ropa, hecha jirones, daba a entender su lucha con las olas
vo enPenstlvania... «¿Nome recuerda ya? iSoy'Linda Ol~
entre los arrecifes... Thnía, además, las manos y los pies
se~, l~ de la boina roja! ... iQué memoria la suya; doctor rasguñados ... La sangre de una herida más honda había man-
Ecker. Claro, ·como no llevo mi casquete purpúreo ni la
chado parte deJa camisa... A medida que fue recuperando su
fal~it azul... ¿Qué tal me veo con lentes? Parezco gente
lucidez mental daba diversos y hasta contradictorios detalles
sena: ¿verdad? Tal vez por eso no me ha reconocido ... del siniestro, lo cual fue buen estimulo para que los marine-
Jamas olvidare nuestros paseos en París... ¿Recuerda eh
ros de la Base imaginaran e hicieran circular las más extra-
el otoño, cómo caían las hojas?..·. ¿y el paseo ·vesperitno
ñas versiones del suceso .... Unos, al ver deshecha la pequeña
en_ las barcazas del Sena? ¿y aquélla tarde alegre en lo
chalupa, pensaron que iba ustéd. con: Miss Olsen cuando lo
mas alto de .la Thur E!ffel? Thngo en casa lafoto, ¿[a recuer-
sorprendió la tempestad... Otros, por ciertos datos.inconexos
da?.·. Bueno, doctor, no quierofastidiarlo ... Le debo de-
que usted dejó entrever, supusieron que usted había empuja-
clarar de todos modos que este enclJ.entro no ha sido
do a Miss Olsen entre los tiburones ... Hubo quienes CJ'eyeron
casual... .He venido a buscarlo porque en [aprensa he vis-
lo del suicidio por no sé qué percance sentimental...
to que el Instituto· de Piscicultura lo envía a estudiar los
(... ¿cómo iba a asesinarla? ¿suicidio? iNi pensarlo!
:rec~s del Archipiélago de las Perlas, cerca de Panamá ...
Las causas y ·los hechos eran muy diferentes; pero ¿cómo
1Q~e maravilla!... iPasar un ~ño entefo disfrutando del
decirlos sin despertw la duda de quefuesen producto del
Troptco, del mar, del sol, del aire, libremente y en íntimo
desvaríQ causado por el nar.ifragio?... Todavía le quedaba
contacto con la Natúraleza!... iTiene usted que llevarme!...
en los oídos la escalofriante risa de la haitiana y aún pa-
Es1necesario que. yo s~a su asistente... iDoctor, se lo.supli-
recíale oír sobre las olas el canto de Linda Olsen tremo-
co. ··• Vea que tengo razones para hacerle este ruego ... Ya
lando como una banderola... )
262
263
'-Por eso decidimos celebrar esta audiencia prelimi-
contestó: «-No, señores. Vengan conmigo al porche.» Y, se-
nar _muy en privado. Sólo estarán presentes las personas
ñalándoles un islote cercano, agregó: «--lVen esa ínsula
estrictamente necesarias y eso cuando hagan falta. No le
con varios farallones? Es allí donde. está el laboratorio.
hemos dado pase ni a los señores de la .prensa. Usted com-
Las investigaciones las inició Frank Russell, pero como
prende: sería un gran desprestigio para la ciencia. y así nos
era médico militar, no hace mucho se embarcó para el
lo ha aqvettido por cable cifrado el Instituto de Piscicultu-
Asia. Yo mismo sugerí la conveniencia de traer a un civil.
~a. ·: Aun de Washington se recibió un mensaje en el que
Les aseguro que van a estar ustedes muy cómodos. Verán
~s.Iten sobre la discreción que este proceso requiere, tra-
en el islote una cabaña debidamente equipada. La asea
tandose de una celebridad como usted ... Sin embargo, no
Yeya, una haitiana, que cuida las gallinas y cultiva la
debemos_negar que ciertos trániites de obligada rutina ...
tierra. Es vejancona. La dicen "La Vudú". Habla unajerga
Oh, tan solo para cubrir las apariencias ... Ya que, según lo
rara, pero entiende el inglés. Ella verá lajorma de que
~ ~onfirmad sus colegas de la Universidad, no existe
nada lesfalte. Si aún necesitan algo, pueden mandarme
Indicio alguno que no dé fe absoluta de su inocencia ... De
a Joe. Es buen muchacho. Vivirá con ustedes y les será
t~dos modos, usted de'Qe ayu<:farnos ... lPor qu~motiv in-'
muy útil. No hay nada que él no sepa. Es cocinero, mecá-
Siste en su rotundo s"ilencio? :Yo no podría exünirlo de ren-
nico, marino y hasta -iasómbrense!- gran tocador de han-
dir declaración de los hechos ... La Ley-lo extge, mi querido
jo. Ben Parker es un buen ayudante y toca armónica. Es
~actor.· Mire, para ayudarlo, le voy a refrescar la memo"
aparcero de Joe. Siempre andanjuntos... >>)
na.·· Hace un año, tal vez un año y medio, llegó usted a la
El funcionario mueve su corpulencia provocando un
Ba~ Militar de Saboga con buenas credenciales .Y en com-
discordante chirriar de muelles.flojos y de piezas gastadas.
pania de su asisteñte Linda Olsen ... iba -usted a explorar
-No sé por qué motivo, al poco tiempo, usted mismo
todas las costas ?el Archipiélago y ;;t segutr estudiando, como
solicitó el retiro de ambos jóvenes, lno es así?
dice esta nota del Instituto, « .. .la época de lá freza en cier-
tos peces de desove heteróclito, como también la oVUlación El doctor Ecker sufre un ligero estremecimiento. Mira
al juez, suplicante. Y, moviendo en eLaire entrambas manos
de las- hembras denominadas partenogenéticas ... » El Co-
con gesto de impaciencia, declara:
11_I?hdo Militar d_e la_ Base le prestó la más franca coopera-
-Hay circunstancias en las que ... lsabe usted? ... Es
cwn.:: Se le asigno, para uso exclusivo de usted y su
tan. complejo todo esto que .... Para explicar los hechos y evo-
a~isten, una lancha a motor y dos adjuntos: un maqui-
msta de raza afrodinense, Joe Ward, y un m;;trinero blanco car claramente la pura.realidad sería preciso acusar a per-
' sonas que a lo mejor son inocentes ...
Ben Parker... '
_ (. · .Paul Ecker se contempla a Sí mismo en la Base 1,, -Si hayfe de esa inocencia no las complica usted en
absoluto ... Y, además, ya le he dicho que esta causa la esta-
Milta~ de SC:boga. El Comandante los·recibió cordial y se
mos ventilando con la más rigurosa reserva ... Puede estar
mostrofestwo con Miss Olsen, que lucía nuevamente su
bien seguro que nada de lo que aquí se diga saldrá de este
boina roj~. «Se ~a usted a aburrir en ese islote», le dijo.
Sorprendtda, MlSs Olsen le preguntó a su vez: «¿Es que
recinto. Prosiga usted.
no vamos a residir aquí?» Y él, yendo hacia la puerta,
-Nuestros primeros días en el islote fueron de una
belleza inexpresable ... La casa era muy cómoda ... Mientras
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la Vieja la arreglaba y atendía a la cocina, Linda, los mucha- hacerle inferir que aquello tenía cierto epicúreo sabor de égloga
chos Yyo deambulábamos de roquedo en roquedo recono- antigua, de pastoral pagana, de bucólica sinfo"nía tropical? ...
ciendo. ~as encantadas costas, .. 'Nq podría describirle la (... Trastornado por la naturaleza alegre de la isla,
sensacwn de magta que iba sobrecogiéndonos en aquel ti- enceguecido por la gran soledad que lo rodeabafrente al
b~o ambiente de 1~, ~olr y trinos ... Yo, pecador de Jl1.Í, per- mar y al cielo, y obsedido por eljovialltfluvio de Linda
di, ~i tiempo, SI asr puede decirse, entusiasmado por Olsen, Paul ~cker despertó como a un mundojamás ima-
multiples hallazgos de índole puramente científica. Ben y ginado; sufrió una especie de mágica metamorjo$is. y, al
Joe, los dos jóvenes, tenían que acompañarme cargando dejar la crisálida que lo hacía parecer severamente cien-
mis enseres ... Aquello, al parecer, los distraía; pero, ella, tifico, sintió de sopetón el estallido solar y la ·excitante
en p~eno goce de su explosiva ado,Ies'cencia, languidecía de fragancia de las olas ... En vano resultaba que, tratando
hastio .... a veces nos seguía coleccionando conchas-y caraco- d~ aferrarse a la ciencia, procurara esconderse entre lds
les, pero más le agradaba vagar e11tre los árboles. y era celdas-de sus razonamientos ... Cúando más concentrado
que,, sin nosotros, no quería estar en casa, porque sentía analizaba ciertos epifenómenos como el de las anguilas
no se 9ué desconfianza contra la vieja ... Era más bien como que cambian de color durante el celo, o cuando iba a.sa-
una especie de repulsión~ de asco, de vago presentimiento car la conclw;ión de que las glándulas hipófisis rezuman
Por las tardes, después qe las labores, yo solía dar con el~ las hormonas... oía-la voz de Linda que, subida a los árbo-
largos paseos románticos. les o hundida entre las olas, le dejaba entrever su boina
D.eboad~rtil que jamás pensé en la posibilidad de roja.' .. Recordaba J?aul Ecker varios acantilados enforma
un idilio. Hub~era S!do ridículo, lcomptende usted? ... Mi de escalones donde dejaba el mar pequeñas pozas que
edad Y la mision que fungía me daban cierto tono de tutor Miss Olsen usaba para bañarse.... Una vez cayó en una de
frente a ella ... De modo que por ética profesional y, sobre la. que· no podía salir porque· los bordes estaban resba-
todo, por mi constante razón de estar en éxtasis, abstraí- losos ... Él escuchó sus gritos y, pensando en Andrómeda
do, embebido, no podía darse aquello ... atacqda por el monstruo, se lanzo a rescatarla ... La tuvo
~cker reprime un gesto que deja traslucir una Itctera que sacar así desnuda -imaldita timidez!- tras mil es-
ailiccion. · o
fuerzos y graves· res palones...
El,funcionario comprende que ha presionado·un pun- Esa noche.Linda Olsen 'hizo·bromas y rió bajo la luna
to neurálgico. Casi inconscientemente oprime un timbre. poniendo en entredicho su varonía. Hubo, claro; un instan7
-Descanse usted, doctor. te en que la sangre se le encendió ú.e pronto ... Sintió que
Y, al entrar el ujier, se enjuga el rostro mientras le se iba .hundiendo en unabismo profundo... Y esa nochefue
dice:
Andrómeda quien devoró a Perseo ... Desde entonces... )
- Tráiganos agua fresca. / Una-golosa mosca_ queda presa en la_alas del gran ven~
1.
. ,El ·doctor Ecker vuelve a clavar sus ojos en la verde tilador.
leJania del recuerdo. ·
El mofletudo custodio de la Ley se abanica.
lCómo hacerle entender a aquel obeso señor de piel -Se..dice que· Linda Olsen iba a teper un niño, .lno es
viscosa lo que fue· para ellos et farallón? ... lDe qué ~od así?

267
-Desde luego.
-Todo ello a consecuencia... iQué bonita boina roja,
-lDequé? la boina mía,
-De sus amores ... oh mar azur...
-No sé a qué se refiere. Cuando la veo se me antoja
-Bueno, en definitiva, queda casi probado ... una sandía
-Que el hijo no era mío. de Carolina del Sur. .. !
-iEn qué quedamos, mi querido doctor!
-Creo haberle dicho que Miss Olsen erraba de un lado Una tarde, lo recuerdo muy bien, yo examinaba al mi-
para otro, rebosante de Vida, plena de juventud, trastorna- croscopio no séqué tegumentos ... Me estaba adormilando
da por los encantos mágicos de la isla. Yo no podía atender- por causa del l;>ochorno, cuando escuché los gritos de Miss
la... Usted comprende ... Yo estaba dedicado en cuerpo y alma Olsen. Pensé que a lo mejor la habría picado una coral o
a Vigilar en las charcas y entre los arrecifes la heteróclita acaso una tarántula ... Al asomarme atónito, la Vi venir co-
ovulación de los peces ... Mis severas costumbres ponían rriendo, desgreñada, gritando ... «iSocorro! iMe ha violado!» ...
entre nosotros una muralla rígida de" austeridad ... Noté que el negro Joe, loco de pánico, descendía hacia la
. (... Más allá de ese muro, todo era égloga bárbara,
rada casi volando... Bajé por el barranco precipitadamente
pagana libertad en la que él, lujurioso, saltaba como un para pedirle explicaciones, pero él logró embarcarse, cuchi-
sátiro tras una ninfa en celo ... ) cheó con BenParker, y ambos partieron en la lancha ... Sin
-lCómo se entiende entonces que Linda Olsen? ... perder un minuto, subí hasta el promontorio para hacer
-Déjeme usted decirle ... Convencida de que yo no era las señales con el semáforo dando parte a la Base, pero lo
el tipo que requerían sus veleidades de juventud, sonac~ sorprendente, lo increíble, fue que en ese momento Mis~
~a por turno aBen y a Joe con el pretexto de que la acampa- Olsen, muy sumisa y al parecer tranquilizada, se me acerco
nasen a buscar frutas ... Yo no veía en todo ello nada malo ... rogándome que por .favor des~tlra d~ dar la alrm~ ... Me
Comprendía que eran cosas de adolescencia ... Me. pareció explicó que un escándalo podía perjudicarla... Prefena que
al principio que Miss Olsen se divertía flirteando con Ben el abuso quedara impune ... Yo, que la había pensad? toda
Parker... Eso era lo normal, dado su enojo contra la gente plagada de prejuicios, sentí la más profunda veneracion po~
de color... En efecto, noté que Ben y Linda se perdían con ella· resolví defenderla, darle amparo y.aun brindarle m1
frecuencia. Sin embargo, pude entrever que al poco tiempo no~bre, ya que su gesto, para mí, era un indicio de plena
Ben Parker la rehuía ... Desde entonces (icaso ·bien anor- madurez y de corc:J_ura total... Desd,e esa tarde, viéndola acon-
mal!) ela_bu~c a Joe para sus juegos y andanzas.,. Aque- gojada, resolví distraerla y procuré iht~resal nuevamt~

llo par~c1 divertirla, p~es la sentía reú;, de buena gana... en los asuntos ctentíficos que. ella habla abandonado no se
Tambien me sorprendía lo acicalado que andaba el negro pó'r qué ...
Joe, quien, a la luz de la luna, solía entonar canciones que- -Perdone·: ¿sen y Joe no regresaron a la isla?
jumbrosas al son del banjo. Aún recuerdo una de ellas de -No, por cierto ... Cuando fue el comandante a inves-
indudable in.tención enamorada ... tigar...
_¿gué inventaron?
268
269
-Le habían hecho creer que yo deseaba, estar solo.
Desde luego, preferí confirmar esa versión ... y aun dije al indubitable fecundia.•. A aquel fracaso inicial debo mis glo-
rias en el campo científico ... Conociendo el oprobio de _mi
comandante que como ya era tiempo deJa freza; prohibiera
que sus hombres se aproXimaran alislote porque espanta- destino, preferí refugiarme entre mis libr~s y me negue al
ban a los peces y hasta podían interrumpir el desove ... Cuan- deleite de una fámilia. lPor qué insistir, sabiendo que mis
do él quiso insistir, le aseguré que «La VUdú» nos bastaba hijos nacerían defectuosos? ... Por eso, en el islote, procuré
para los menesteres de la casa... Desde entonces, ya no hubo estar distante de Miss Olsen ... Sin embargo, las cosas no
distracciones y nos dimos de lleno a los cultivos ya la ati- suceden siempre segúh queremos. La soledad a veces nos
nada observación de las aguas ... La hait~ vivía distante precipita en brazos de la lujuria.:._ Ocurí~ pues aquello, Y
de nosotros, y poco la veíamos; sobre todo porque pasaba ella esperaba. un niño que supoma hijo m1o, lleno de. vida,
rozagante y hermoso ..., Yo, que estaba in~eguro de su pater-
el tiempo pescando en alta mar. Navegaba en unafrágil.cha-
nidad, me angustiaba... Mi zozobra crec1a a la p~ de aque-
lupa que parecía una nuez entre las olas;-.•. Fue entonces
llo que iba a nacer... Era un dilema sin solucion posible,
cuando Linda pareció darse cuenta de que en su vientre ...
-iEl niño LlEta del negro, entonces? pues si me ilusionaba creyéndolo hij? mío, pensaba en
monstruos, en seres anormales, en fenomenos; y silo ima-
-8ólo puedo decirle que era de ella. Yo iba a reconocer-
lo como sHuera mío, pero las cosas tomaron otro :r:umbo. gmaba,hijo del negro, itmagínese! ... Una secreta esperanza
me confortaba a veces al juzgar que, a lo mejor, aquel am-
El doctor Ecker pone el oído atento. Cree escuh~ a lo
lejos un canto .misterioso que. parece surgir de entre las biente embellecido de la isla podía haber ejercido una influen-
olas Ysiente nuevamet;tte laiñfernal carcajada de lahaitia- cia benéfica sobre la gestación de la criatura... Sólo por eso
na,que lo persigue a todas horas. 0 a lo mejor llevado por mi interés científico, no quise des-
El juez insiste: hacer-lo dispuesto por laNaturaleza. Lo que más me ate-
rraba era que Linda pudiese abandonarme al enterarse de
'-Y ~nresumtda cuentas, no estaba usted seguro de
mi fatalidad; pór es·o, puesto a escoger entre los dos alum-
que el niño fuese suyo o del negro. Sé que hubo relaciones ...
bramientos posibles, yo prefería el del negro ... Linda Olsen
-'Exactamente ..Ella y yo ... Usted comprende. De allí
mi estado de ánimo, de duda. Sobre todo, porque existe en
me pedía. que la llevara a la Base para que la atendieran
mi vida un precedente que me hacía presentir dificultades. debidamente. Yo se lo prometía, pero estaba dispuesto a
Me refiero .. No sé si ya le he hablado de mi primer divorcio realizar yo mismo la operación en la isla, sin testigos odio-
por incapacidad genésica ... Mi suegro, que era rico y muy sos, habiendo decidido adormecerla para que ella ignorara
dado a. esas sonseras de alcurnia, deseaba a todo trance un la realidad hasta el momento oportuno ... Era tal mi impa-
nieto debidamente sano, robusto y fuerte que le hereda.se el ciencia, que los días y los meses me parecían más lentos ...
nombre y la fortuna. Nació un niño,/varón, pero tarado, Aún faltaban como siete semanas para la fecha justa, cuan-
contrahecho, deforme ... menos mal que.sólo duró unas ho- do me di a pensar que. a lo mejor el cálculo estaba errado,
ras ... Se estudió el historial·clínico de mi gente y se encon- ya que me parecían excesivos sus sufrimento~ Yla abulta-
tró ... Usted sabe ... No hace falta insistir sobre estas cosas. da tirantez de la piel... Olvidaba decirle que as1 como avan-
Mi suegro me obligó a cederle el puesto a un semental de zaba el lapso genésico, Linda era presa de .caprichos
extraños ... Le agradaba pasarse horas enteras sumergida

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el mar; y a pesar de.su estado éasi. monstruoso, obsce-
e~
Cree oír de nuevo la carcajada de la haitiana y el
rioso canto del huracán.. Ante sus ojos se extiende el
no, se negaba a usar malla alegando que no· la resistía ...
inmenso, y le patece ver surgir de sus olas la cLu:Jt~•
A la hora de comer, daba señales de-la más absol4ta i.nape-
Linda con las pupilasfijas como en estado de trance ..
tencia... Sin embargo. después la sorprendía comiendo os"
tiones y otros mariscos, Vivos ... Aquella noche. los truenos Ecker oye su voz que diée:
y relámpagos habían. sobrecogido a Linda Olsen. La veía -No me agradan .los negros ... No puedo
es algo que he llevado en la sangre desde pequeña...
horrorizada ... Temía morir en la isla ... Y, ya obcecada por
los terrores de la muerte, llamaba a la haitiana para que la tards de familia que no es eL caso discutir... Con
ayudara a bien morir... Yo me habí~ dado cuenta de que la eso, confieso que Joe Ward no tuvo nada que ver con
tro áSunto... Si a alguien le cabe culpa es a mí...
negra Vudú se dedicaba durante mis ausencias a prácticas
ocultas para aliViarle a Linda los dolores ... La tempestad mentí, Paul Ec~er. premeditadamente o por irreflexión
rugía bajo los fuertes trallazos de la lluVia ... Contorsionada mentánea... Mejor dicho, no huboficción alguna; más
sobre el lecho, la grávida gemía, atormentada por los malentendido ... Lo cierto es que el ambiente de la isla
desgarramientos más atroces ... Yo, que ya enloquecía por hechizó transformándome. me hizo ver en mí
•la tensión de mis nervios, preferí (no había otra escapato- otra persona distinta de la de antes ... Para mí. pobre
ria) precipitar aquello para salvar a Linda. De lo contrario, tima de las inhibiciones sociales, aquello era un
yo estaba bien seguro de que, aún faltando un mes, su orga- de libertad ... Allí en la isla no había prejuicios que
nismo no podría resistir... Enfebrecido por la más angus- ataran... Deshice mis cadenas y me sentí a mis
con ganas de gritar, de hundirme íntegra en la
tiosa desesperanza. me resolví a operar... La i.nyecté ... Al
poco rato.le entró ui1 sueñn profundo .... En-ese estado como guez del.ambiente ... 1bdo eri la isla me parecía un
de duermevela nació por fin aquello. No quiero recordarlo ... gro de la Naturaleza ... Los colores del mar; eljuego
Era una cosa deforme, muerta, fofa ... Temie1;1do que Linda de espumas y gaviotas; el canto de los pájaros; el
Olsen pudiera darse cuenta al despertarse. corrí bajo la la luz; la exuberancia de vida; la canícula; y el olor
noche aún tempestuosa y eché el engendro al mar; así bo- trante de la tierra después de la tormenta ... Todo
rraba toda huella o vestigio de su fealdad. Desde entonces ba de. amor. todo era un himno pagano que me
tengo .los nervios rotos ... como en una vorágine luJuriosa. lasciva ... Mi
-No debe preocuparse. Lo importante era salvar a Linda ardía... Mi cuerpo joven se deshacía en un delirio at::.!;tu•
Ol~en.
brado ... Por eso. en pleno goce de mis actos. retozaba
-Y la salvé, en efecto, pero tuve el temor de qu·e al sa- calza bajo la lluvia ... Quería ser una nota en el gran
ber la verdq.d me abandonara, y preferí inventarle la menti- de la Naturaleza ... iCon qu,éplacer ansiaba
ra de una criatura negra. «¿Dónde est(l? -me gritaba-. la vtda dejada atrás! ... Por eso me entregué
iQuieroverla!» No sabiendo mentirle, me.nrd~ más:y más los al rubio Parker... Lo hice sencillamente, como lo
hasta quedar frente a ella convertido en un vulgar asesino. los pájaros y las aves del mar. .. Aquello para Ben
(... Paul Ecker se estremece... Abre los ojos desme- un rato de ofuscación... Pensó en las consecuencias y.
suradamente como sobrecogido por una extraña visión. rrado, ya no quiso acercársetne ... Me huía... Yo, en

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!i

bio, lo deseaba sin compromiso alguno... Quería saciar mi un padre más digno que el rubio marinero ... Cuando me
sed, pues ya era tarde parafrenar mi impulso. Y, decidi- puse grave ... Recuerdo que esa noche lloVía terriblemen-
da a dominar sus temores, dispuse darle celos coquetean- te ... Brillaban mil relámpagos ... Y me atemorizaban los
do con Joe. No he de negar que, aunque siento repudio truenos y el" estruendo del mar. .. Después, no supe más .. .
contra los negros, no probé desagrado sino más bien pla- Al despertarme, ya era de madrugada. .. Pensé en mi h!Ja.. .
cer. .. Me causaban delélte las piruetas y las mil ocurrencias No sé por qué pensaba que era una niña, con su carita
de Joe Ward... Joven, fuerte, radiante, tenía los dientes linda y sus bracttos que. yo le besaría·... ¿sería idéntica a
blancos y reía con una risa atracttva.... La atmó!ifera de la Ben?... Abrí los ojos ... Me vi sola en la estancia ... Pensé:
isla y lafragancia de la brisa yodada me lo-hicieron mi- ~<¿Qué será de Paul Ecker y de mi niña?... ~ Llamé. No hubo
rar embellecido como unApolo negro... Comencé a darme respuesta. Depronto.oí tus pasos. Esperé ansiosa. Entras-
cuenta de que estaba en peligro de entregarme, pues ya te ... ¿Qué te pasaba? Te noté preocupado, las ropas húme-
me le insinuaba·con.insistencia ... Él. viéndose deseado, das, el semblante sombrío. «IPobrel-pensé= seguramente
fue cayendo en la urdimbre devoradora ... V na tarde se hafatigado mucho.» Te acercaste a mi cuerpo con dul-
-Ben Parker lo esperaba en la lancha, pero Joe prefirió zura. infinita; me besaste las sienes; me hablaste de tu
jugar conmigo----:. yo le tirabafrutas de un árbol cuando de oferta de matttmonio y aun me dijiste que yafaltaba poco
pronto me zumbó un abejorro ... Asustada, quise bajar del para el viaje de vuelta a Filadelfi-a ... Yo, desde luego, sólo
tronco y resbalé ... Joe; acercándose, me recibió en sus insistía en mi anhelo de ver a la criatura, pero no me
brazos y me besó en la boca... Sentí como una especie de hacías caso.. : Seguías hciblando, como si nada... Cuando,
vórtice que me arrastraba... .Ya a punto de caer, lancé un ya recelosa, te insté a .mostrármela, te vi tartamudear.
grito y huí aterrorizada ... Cuando tú, Paul, saliste, tuve Adujiste primero que hiciste lo imposible por salvarla.
vergüenza de parecerte una chiquilla ridícula, irreflexi- Después, compadecido, me dijiste que er:a una niña ne-
vamente grité como una histérica: «iSocorro/ /Me ha vio- gra ... Aquel infundio me iluminó. Tuve la Clara perscep,
lado!» ... /Pobre Joe! ... .Sobrecogido de pánico, se retiró ción del crimen_... Vi enseguida que habías matado a mi
cuesta abajo y, embarcándose, puso rumbo a ·la Base en hija por celos de Ben Parker. Bien sabías que era de é_l ...
compañía deBen Parker. .. Luego, puestos de acuerdo, no /Asesinaste a mi niña, a mi pequeña criatura hermosa y
quisieron volver..: El negro dijo que había ·visto fantas- bellá!... /Asesino, asesino!...)
mas en la isla ... Seguramente lo que sí presintió fue la El funcionario golpea impacientemente la mesa con un
horca y el espectro de Lynch... La premura que tú pusiste lápiz, como para llamar la atención del acusado.
en mi defensa y tus prolijos.cuidados, aparte de tu oferta Luego, con gran paciencia_, dictamina:
de matrimonio que yo no comprendí a primera vista, me -La circunstancia del naufragio y aJo mejor los golpes
hicieron acercarme a tu, vida, a. tus estudios ... Luego, al recibidos le.han grabado los hechos, exagerándolos al punto
notar que iba a ser madre, me apresuré a aceptar tu pro- de crearle en la conciencia mi fastidioso complejo de culp~
puesta matrimonial ... Que el niño era. de Parker, no había Sin. embargo, lo que hizo aquella noche es .lo normal.. lQuién
duda; pero eso qué importaba ... Yo sabía que tú estabas va a.acusarlo.por no guardar un feto?: .. Lo que de.sed saber
embebecido ... Me casaría contigo, y la criatura. tendría son .los motivos que lo obligaron a embar_carse. en _una frágil

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en el mar; y a pesar de su estado casi monstruoso, obsce- Cree oír de nuevo la carcajada de la haitiana y el miste-
no, se negaba a usar malla alegando que no la resistía ... rioso canto del huracán. Ante sus ojos se extiende el mar
A la hora de comer, daba señales de la más absoluta inape- inmenso, y le parece ver surgir de sus olas la cabeza de
tencia ... Sin embargo, después la sorprendía comiendo os- Linda con las pupilasf¡jas como en estado de trance. Sólo
tiones y otros mariscos, vivos ... Aquella noche, los truenos Ecker oye su voz que dice:
y relámpagos habían sobrecogido a Linda Olsen. La veía -No me agradan los negros... No puedo remediarlo ...
horrorizada ... Temía morir en la isla ... Y, ya obcecada por es algo que he llevado en la sangre desde pequeña ... Son
los terrores de la muerte, llamaba ala haitiana para que la taras de familia que no es el éaso discutir. .. Con todo y
ayudara a bien morir... Yo.mehabía dado cuenta de que la eso, confieso que Joe Ward no tuvo nada que ver con nues-
negra Vudú se d~icab durante mis ausencias a prácticas tro asunto... Si a alguien le cabe culpa es a mí... Yo te
ocultas para aliviarle aLinda los dolores ... La tempestad mentí, Paul Ecker, premeditadamente o por ir~exón mo_-
rugía bajo los fuertes trallazos de la lluvia ... Contorsionada mentánea... Mejor dicho, no huboficción alguna; más bien
sobre el lecho, lac grávida gemía, atormentada por los malentendido ... Lo cierto es que el ambiente de la isla me
desgarramientos más atroces ... Yo, que ya enloquecía por hechizó transformándome, me hizo ver en mí misma a
la. tensión de mis nervios, preferí (no había otra escapato- otra persona distinta de la de antes ... Para mí, pobre víc-
ria) precipitar aquello para salvar a Linda. De lo contrario, tima de las inhibiciones sociale$, aquello era un milagro
yo estaba bien seguro de que, aún faltando un mes, su orga- de libertad ... Allí en la isla no había prejuicios que me
nismo no podría resistir... Enfebrecido por la más angus- ataran... Deshice mis cadenas y me sentí a mis anchas,
tiosa desesperanza, me resolví a operar... La inyecté ... Al con ganas de gritar, de hundirme íntegra en la embria-
poco rato le entró un sueño profundo ... En ese estado como guez del ambiente ... Todo en la isla me parecía un milq-
de duermevela nació por fm aquello. N:o quiero recordarlo ... gro de la Naturaleza ... Los colores del fnar; éljuego alegré
Era una cosa deforme, muerta, fofa ... Temiendo que Linda de espumas y gaviotas; el canto de los pájaros; el brillo de
Olsen pudiera darse cuenta al despertarse, corrí bajo la la luz; la exuberancia de vida; la.canícula; y el olor pene-
noche aún tempestuosa y eché el engendro al mar; así bo- trante de la tierra después de la tormenta ... Todo habla-
rraba tqda huella o vestigio de su fealdad. Desde entonces ba de amor, todo era un himno pagano que me inundaba
tengo los nervios rotos ... como en una vorágine lujuriosa, lasciva ... Mi juventud
-No debe preocuparse. Lo-importante era Salvar a Linda ardía... Mi cuerpo joven se deshacía en un delirio deslum-
Olsen.
brado... Por eso, en pleno goce de mis actos, retozaba des-
-Y la salvé, en efecto, pero tuve el temor de que al sa- calza bajo la lluv{a ... Quería ser una nota en el gran canto
·ber la verdad me.abandonara, y preferí inventarle la menti- de la Naturaleza ... iCon qué placer ansiaba vengarme de
ra de una criatura negra. «¿Dónde está?,.-me gritaba-. la vida dejada atrás!... Por eso me entregué sin preámbu-
iQuiero verla!>> No. sabiendo mentirle, me enredé más y más los al rubio Parket. .. Lo hicé sencillamente, como lo hacen
hasta quedar frente a ella convertido en un vulgar asesino. los pájaros y las aves del mar. .. Aquello para Ben sólofue
( ... Paul Ecker se estremece ... Abre los ojos desm~ un.rato de Q[uscación ... Peflsó en las consecuencias y, ate-
suradamente como sobrecogido por una extraña visión. rrado, ya no quiso acercárseme ... Me huía... Yo, en cam-
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bio, lo deseaba sin compromiso alguno... Quería saciar mi un padre más digno que el rubio marinero ... Cuando me
sed, pues ya era tarde parafrenar mi impulso. Y. decidi- puse grave ... Recuerdo que~sa noche llovía terriblemen-
da a· dominar sus temores, dispuse darle c~los 9oquetean- te ... Brillaban mil relámpagos ... Y me atemorizaban los
do con Joe. No he de negar que, aunque siento repudió truenos y el estruendo del mar. .. Después, no supe más.. .
contra los negros, no probé desagrado sino más. bien plao Al despertarme, ya era de madrugada. .. Pensé en mi hija.. .
cer. .. Me causaban deleite laspiruetas y las mil ocurrencias No sé .por qué pensaba que era una niña, con su carita
de Joe Ward ... Joven.juerte, radiante, tenía los dientes linda y-sus bracitos que yo le besaría ... ¿sería idéntica a
blancos y reía con una risa atractiva... .La atmósfera de la Ben? ... Abrí los ojos ... Me vi sola en la estancia... Pensé:
isla y lafragancia de la brisa. yodada me lo hicieron mi- <<¿Qué será de Paul Ecker y de mi niña?...» Llamé. No hubo
rar embellecido como unApolo negro... Comencé a darme respuesta. De pronto.oí tus pasos. Esperé ansiosa. Entras.-
cuenta de que estaba en peligro de entregarme, pues ya te ... ¿Qué te pasaba? Te noté preocupado, las ropas húme-
me le insinuaba con insistencia ... Él, viéndose deseado, das, .el semblante sombrío. f<iPobre!-pensé- seguramente
fue cayendo en la urdimbre devoradora... Una tarde se hafatigádoniucho.» Te acercaste a mi cuerpo con dul-
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..:..Ben Parker lo esperaba en la lancha, pero Joe prefirió zura infinita; me besaste las sienes; me hablaste de tu
jugar conmigo- yo le tirabafrutas de un árbol cuando de qferta de matrimonio y aun me dijiste que yafaltaba poco
pronto me ~umbó un abejorro... Asustada, quise bajar del para el viaje de vuelta a Filadelfia ... Yo, desde luego, sólo
tronco y resbalé ... Joe, acercándose, me recibió en sus insistía en mi anhelo de ver a la criatura, pero no me
brazos y me besó en la.boca ... Sentí como una especie de hacías caso ... Seguías hablando, como si nada... Cuando,
vórtice que me arrastraba... Ya a punto de caer, lancé un ya recelosa; te insté a mostrármela, te vi tartamudear.
grito' y huí aterrorizada... Cuando tú, Paul, saliste, tuve Adujiste primero que hiciste lo imposible por salvarla.
vergüenza de parecerte una chiquilla ridícula, irreflexi- Después, compadecido, me dijiste que era una niña ne-
vamente grité como una histérica: «iSocorro! /Me ha vio~ gr_a ... Aquel infundio me iluminó. Tuve la clara perscep-
lado!» ... /Pobre Joe! ... Sobrecogido de pánico, se retiró ción del crimen ... Vi enseguida que.habías matado a mi
cuesta abajo y, embarcándose, puso rumbo a la Base en hija por celos _de Ben Parker. Bien sabías que era de él...
compañía deBen Parker. .. Luego, puestos de acuerdo, no /Asesinaste a mi niña, ami pequeña criatw:a hermosa y
quisieron volver. .. El negro dijo que había visto j'antas" bella! ... /Asesino, asesino! ... )
mas en la isla ... Seguramente lo que sf presintió fue la El funcionario golpea impacientemente la mesa con un
horca y el espectro de Lynch... La pre~ua que tú pusiste lápiz, como par_a llamar la atención del acusado.,
en mi defensa y tus prolijos cuidados, aparte de tu oferta Luego, con gran ~pacien, dictamina:
de matrimonio que yo no comprendí a primera vista, me -La. circunstancia de~ naufragio y a lo mejor los golpes
hicieron acercarme a tu vida, a tus estudios... Luego, al recibidos.le han grabado los hechos, exagerándolos al punto
notar que iba a ser madre, me apresuré a aceptar tu pro- de crearle. en la conctencia Uli fastidioso complejo de culpa.
puesta matrimonial... Que el niño. era de Parker, no había Sin embargo, lo que hizo aquella noche es lo normal. ¿Quién
duda; pero eso qué importaba ... Yo sabía que tú estabas va.a acusarlo por no guardar un feto? ... Lo que deseo saber
embebecido ... Me casaría contigo, y la criatura tendría son· los motivos que lo obligaron a embarcarse en una frágil

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chalupa, bajo la tempestad, en compañía 9e Linda Olsen. Yo magnitud del hallazgo ... Se cubrió a la ligera y, acercán"
pensé que, creyéndose incapaz de operarla, quiso llevarla a dosele.jueron ambos testigos, desde el reborde, de una
todo trance a la Base; pero debió ser otra la-razón, ¿no es así? escena de amor que era un poema de la Naturaleza ...
(... ¿Cómo explicarle al juez la gran verdad, si a me- Nadaba entr~ las aguas un pez enorme de coloresfastuo-
dida que avanzaba hacia ella la creía menos real? Y él sos ... La nacarada bestia (que era una hembra) se apoyó
mismo comenzaba a dudar de lo que había comprobado en sus aletas, dejó gotear sus huevos hacia elfondo are-
con sus manos, en las que aún persistía la sensación del noso y, la misión concluida, se retiró con suaves ondulacio-
milagro. ¿cómo hacerle entender sin prueba alguna que nes ... Al' poco rato, llegó el macho gallardo, nadó
aquel raro prodigio nojue ilusión de sus senttdos?·Paul parsimonioso sobre lafreza y, acomodándose con ritual
Ecker sabe bien que si declara la verdad que él conoce, ceremonta.jue cubriéndola con su rocío blancuzco ... Sa-
traerán a un alienista para que lo examine. Sin embargo, tisfecho el instinto, se alejó muy orondo... ¡_a especie esta-
sólo piensa en aquello ... Esa noche, mientras la tempes- ba a salvo ... Deslumbrados por la pastón cientifica, Linda
tad ponía su infierno de luces y de ruidos, él, deseando y él sumergtéon~ para observar de cerca la· ovulación...
conocer la verdad y ya cansado de ver sufrir a Linda, re- En mal momentó los juntaba la ciencia ... La impresión
solvió adormecerla... En ese instante surgió el raro miste- producida por lo-que habían mirado, la tibieza del agua,
rio ... Vto una carttajtnci, muy tierna, sonrosada, y unos y el olor excitante de aquella mezcla ... Sólo al pensar en
bracttos tersos·tmpecables ... Sintió unjúbtlo tal que estu- ello se le crispan los nervios .•. Fue un grito de la sangre
vo a punto de descuidar el parto ... Y ya anhelaba recibir que no pudieron sofocar. .. Era el dictamen de la Naturle~
en sus manos a la criatura para sentirla suya, perfecta y za ... Y sucumbieron entre aquella sustancia gelatinosa ...
sana, cuandq aquello saltó, dio un coletazo y rebotó sobre Thdo estaba muy claro: la pequeña sirena con su piel
el lecho ... Quedó paralizado, con la esperanza en éxtasis sonrosada tenía ancestros oceánicos... Era el connubio del
como si de un gesto dependiera la paz del mundo ... Lo pez y el ser humano... Sin eml;>argo, la pastón de la cien-
que bullíajrente a él, sobre las sábanas, era un mito vi- cia se impuso en él... Fue superior a sufracaso genésico ...
viente: un pez ro$ado como -un hermoso bárbo, pero con Y. olvidando la burla que le estaba jugando el destino,
torso humano, con bracttos inquietos y con una carita de pensó en la trascendencia del acto en sí... Nada en el mundo
querubín ... Aquella cosa de rasgosjementhos tenía todo tendría más importancia que aquel hecho cientifico. Su
el Q$pecto de una sirena... Él las había admirado en obras nombre volaría en alas del triunfo, de lajama, del ge-
de arte, en poemas... Todavía recordaba los divinos hexá- nio... Las universidades le brindarían honores y condeco-
metros de la Odisea; pero jamás pensó ni por asomo que ráctones ... Y ya veía su nombre en los carteles, anunciando
una hija suya ... iCásptta!... ¿gué misterioso génesis la la gloria de PAUL ECKER, cuando notó que la sirena per-
originaba?... Recordó que, al marcharse.Ben y Joe, es decir, día vitalidad y retardaba sus saltos poco a poco como lo
cuando Linda recuperó a su lado la afición al estUdio, una hacen los peces en la playa... Comprendió que, siendo él
mañana, con las primeras luces, iban a darse un baño mar su elemento, no tardaría en morir juera de él... Ya
entre las rocas, cuando ella lo llamó haciéndole señas desde apenas susultaba y abría la boca, agonizante, poseída de
un pretil... La inquietud de SUS, gestos le hizo entrever la asfixia, en un e!ifuerzoflnal de vida o· muerte... Qh, en ese

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'.
instante, todo lo hubiera dado por salvarla ... La. recogió despertándose con alaridos de terror... No se atrevía a dor-
en sus· brazos con el mayor e$meroy, apresuradamente, mirse, pues se veía rodeada por monstruos pisciformes que
corrió hacia el mar. .. Ya las primeras luces anunciaban la danzaban en una extrañaronda de risas, cantos, espumas
aurora y el huracán había cesado ... Sólo seguía cayendo y coletazos ...,; un.a especie de carrusel proteico con ritmo
una lloviZ,na suave, persistente ... Se hundió en el agua acelerado en cuyo vórtice le parecía caer hasta ir hundién-
casi hasta la cintura y en ella sumergió aJa sirena con la dose en viscosas sustancias de frialdad tan .intensa que le
ritualidad de quien impone el bautismo ... Poco a poco la paralizaba las piernas ... Yo tenía que frotárselas porque se
notó revivir. Y, al ver que ya su cola abanicaba las aguas le dormían y alegaba que eran un sólo témpano de hielo ...
lánguidamente, la dejó rebullir,;e pata ver si nadaba. iFue La 'vieja haitiana diagnosticaba que eso era de índole reu-
una absurda locura! ... Nunca·debió intentarlo ... La sirena mática debido a que Linda Olsen pasábase las horas su-
dio un coletazofuerte, hiZ,o l,l.n esguince y, aunque él qui- mergida en el mar, no tan sólo por el goce del baño sino que
so evitarlo, sumergiósejugaz ... Aun percibió un in$tante había insistido en su nauseante costumbre de alimentarse
sus relumbres entre la transparencia y, al perderla defi- con moluscos vivientes ... Esta rara manía que antes supu-
nitivamente, se quedó como en babia... Había dejado huir se antojo de gravidez· llegó a acentuarse al punto de serme
de entre sus manos la gloria, y había ocurrido todo con intolerable ... Su gran voracidad no hacía distingos éntre
tal celeridad. que aún_Faul Etker se imaginaba aquello, algas y babosas ... La vi engullir medus¡;¡.s a mordiscos con
cual jirones de nieblas entre el sueño ... 4Cómo explicarle l;:t fru,ición de quien deglute moldes de gelatina ...
a Linda aquel misterio? ?Cómo hacetle.creer lo que ya él El fúncionario no logra reprimir un gesto de asco.
mismo co·ndenaba a la duda?) Confundido, no sabe qué decir y eXplica:
El juez insiste: -Por lo que veo tratábase de una extraña psicosis ...
-Sihabíaocühido todo ¿por qué desafió ust~q la tem- Mortunadamente el psicoanálisis ...
pestad en esa frágil chalupa con Mis.s Olsen? ¿No quiso -iN o hay remedio roejor que el sol, el mar y el aire!. ..
resignarse a aceptar la realidad de los hechos? Lo grave es que el conflicto fue agudizándose con manifest~
-Pareció que en efecto se resign.<!.:ha. que cr:eía a pie ciones de terror.. .
juntillaslo que le dije... Yo me mostré solícito con ella e hice -MotiVado .. .
venir a la haitiana para que la cuidara... Había quedado "-':Por un poder ignoto .... Ella explicaba que se sentía
muy débil y fue greci130 restaurarla con tónicos y caldos ... atraída por un abismo de deleitables transparencias ... Ese
Cuando ya se sintió fortalecida, la· acompañé, ~os días en augurio de goces con posibilidades de agonía la ponía en
sus .paseos, y, como ya las lluyias iban cesando, proseguí trances contradictorios de repulsión y simpatía como ocu-
mis estudio&.tntrdos arrecifes ... Fue entonces cu.C~Adonté rre con la inexperta adolescente que, sintiendo la seducción
eh Linda los trastornos que me pusierop. en estado de aler- erótica, frena el deseo por miedo de la culpa ... Esa idea
ta ... Linda sufría una angustia cuyas causas ·no me &abía nebulosa de su transtorno adquiría a veces la seductora
explicar... La asediaban los.fcmtasmas del mar én pesadi- forma de tritones que la inhibían cantando obscenidades
llas nocturnas con sobresaltos ... El mundo de los ~meños cuando no retozaban con carcajadas·ebrias ... de allí su afán
er:a pará ella un antro de tormentqs del que se liberaba constante de chapa}ear entre las ondas; tan intenso, que a

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r
veces levantábase del lecho, sonáinbula, y desnuda, se diri- ta, no era la única ... Si me sentía capaz de mejorar a Linda
gía a la playa a grandes saltos ... Estos diversos síp.tomas Olsen, lcómo iba a darme por vencido? ... Se habría clasifi-
me fueron .indicando su fatal propensión a convertirse en cado como un fracaso de mi' parte. Dejar que otros colegas
sirena... Tenía que darle .alcance, despertarla y devolverla a atendiesen el caso me hubiera parecido un absurdo, lcom-
su lecho ... En ese estado de éxtasis me hablaba y raionaba prende? ... Se habría venido abajo mi teoría del complejo.
sin percepción de sus actos ... Una noche_ me confesó que Por tal motivo ...
estaba enamorada del mar, y, seducida por él, aseguraba .,.,, .No tuvo usted reparo en descuidar una vida ...
que llegaría el momento en que tendría que dársele defmiti- -'iNo!. iEso no! iSe lo juro! lQuién más cápacitado que
vamente ... Meditando sobre ello elU<;:ubré lo del Complejo yo para atenderla, sobre todo cuando en el caso de ella yo
de Glauco de que tanto se ha hablado en los periódicos ... no veía al paciente casual sino algo íntimamente ligado· a
Debe ustedrecordar que ese héroe mítico comió de ciertas mis afectos? Mi pasión por la ciencia no era tanta como
yerbas y se sintió atraído por el mar hasta el grado de no para sacrificar a Linda Olsen~ Muy a la inversa... Mi vida
poderJrenar su ciego impulso ... El pobre no tuvo más re- hubiera dado por su existencia... Yo deseaba curarla siguien,
medio que sucumbir... Sumergidq en sús ondas, las nerei- do un plan pre-establecido ... Lo malo es que nosotros, a
das lo metamorfosearon en tritón o algo por el estilo ... Yo, veces, creamos síntomas jamás imaginados por el pacien-
en mi tesis, traté de demostrqr que tal complejo resulta te ... Con gran razón se ha dicho que las enfermedades las
frecuentísimo en nuestros días ... La extraña enfe!Fledad se hemos inventado los médicos ... En el caso de Linda me apa-
manifiesta en.gradaciones diversas·que van desde eLligero sionó el complejo de Glauco a tal extremo que sólo hablaba
chapuzón deleitable hasta el suicidio fatal, cuando el aho- de él. A lo mejor todo ello fue contraproducente.
gado, con los ojos abiertos, reposa al fin sobre las algas -lQué 'insinúa usted con eso?
que hacen las veces de mortaja ... -No sé .•. Suposiciones ... Tál vez fue mi-insistencia lo
El juez siente un ligero estremecimiento. El desagrado que la hizo pensar que era posible transformarse en sirena.
le hace expresar su encono: -Siga usted.
-Si sabía que el conflicto podía llegar a excesos tan -En efecto, vi presentarse en ella síntomas parecidos
macabros, lpor qué se descuidó, por qué motivo no puso a los de Glauco ... Por ejemplo, noté que lo de la parálisis de
usted reparo? ... Pienso que lo acertado hubiera sido con- sus p~ernas era:, hasta cierto ·punto, ficticio, ya que podía
ducirla ala Base. moverlas ... Se las imaginaba, eso sí, unidas como si algo
-iNi pensarlo! invisible les impidiera su ritmo individual ... A cada rato se
-lPor qué? lQuiere exp).icarse? las palpaba inquieta, pues tenía Ja impresión de que su
-Porque sencillamente Linda era para mí el único cam• piel iba adquiriendo características ·Viscosas ... No había
po.de experimentación. Oh, usted no sabe.lo que eso signi- duda de que el mal avanzaba: sin que yo hubiera hall'ado su
fica para un científico ... Yo deseaba sacar mis conclusiones mejoría ...
sobre el nuevo complejo, lo cual_hubiera sido imposible sin Meditando sobre las causas que motivaron su dolen-
el debido estudio de su proceso-evolutivo hasta hallarle so- cia, recordé que en la noche del parto lo que más la afectó
lución terapéutica... Y aunque ésa le parez<;:a una razón egoís- fue el explosivo·f:¡;agor del huracán. Los·truenos y relámpa,

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¡
gos, d bramido·del mar y los silbidos del viento le infundie- tar y utilizara normalmente sus piernas ... ~ensdo en e~ o
ron. la idea de un cataclismo final en el que todo se hun- y además contagiado de hilaridad, me eche a rerr tambien; 1
día ... No era difícil, pues, imaginar que una impresión de modo que Yeya y yo asediamos a Linda a carcajadas ... Lo
parecida podía serie benéfica ... Por eso yo esperaba con ver- que yo:había previsto no,se produjo, "pues sin poder frena~
dadera vehemenciala borrasca ... No sé por qué tardaba ... se, Linda perdió la calma, y proseguía dando saltos enfure-
Ya usted sabe que en las islas del Trópico son frecuentes cida; sintiéndose agotada :y yá frenética, se echó al. sue~o,
las lluvias. El bueh tiempo dura pocas semanas ... Sin em- gritando, poseída de un ataque de histeria... Me apresure a
bargo, para desesperarme, no hubo días tan espléndidos atenderla y. al acercátn'lele, noté que se asfixiaba por falta
como aquellos ... Con lo que yo pensaba que hasta los mis- de aire. No sé por qué pensé que lo más cuerdo sería llevar-
mos elementos se oponían a mis planes .... Y en verdad re- la al mar... Así ló hice, corriendo, y, al chapuzarla, me que-.
sultaba que cuando convenía la bonanza para estudiar la dé sorprendido ... :Linda reía feliz cómo si nada, y hacía rao~
freza caían lluvias tan fuertes, y torrenciales que enfanga- esguinces chapaleando con las piernas unidas. Ya no dude
banJas.aguas; y cuando me hacía falta un ciclón, no sopla- que el mar. siendo la causá, podía ser el remedio de su
ba ni la más tenue brisa. trastorno ... Sólo hundiéndose en él podía salvarse. si era
-Viéndolo bien, ·la culpa no era suya -dice el juez-. Por que en esa lucha no era el mar quien vencía hasta poseerla
lo que me ha contado, he podido inferir que, asimismo, definitivamente ... Y así fue en realidad ...
Miss OlseiJ. fue solamente víctima de la fatalidad ... Si, como -lLa risa de la haitiana no tuvo consecuencias
habrá observado, .me interesan los hechos, no es porque desagradables?
abrigue dudas de su inocencia, sino por liberarlo del com- -Creo que sí, por desgracia. Aquella burla fue una prue-
plejo de culpa que lo deprime. Prosiga usted, doctor. ba nefasta. Como es de.suponer, desde ese ·día Linda no so-
-Posiblemente no lelle contado todo con el orden de- portójunto á ella a «La Vudú». La estiidencia de aquellas
bido, pero recuerdo un síntoma que aumentó mi zo~bra. carcajadas había.herido su .sensibilidad de tal manera que
Una mañana me había alejado un poco entre los árboles las oía por todas partes: en el bramido del mar, e'n el susu-
con la idea de cazar, cuando empezó a llover y resolví regre- rro del viento y en el canto de las aves marinas. A veces des~
sar. Llegando al promontorio, me di cuenta de que era un pertaba y con las manos se cubría los oídos para no· oír la
simple amago, una garúa pasajera, y, distraído, me quedé risa y un misterioso canto que la, angustiaba sin poder defi-
contemplando el raudo vuelo de las· gaviotas. De pronto vi a nirlo ... Yo mismo, al despertarme pára atenderla creí una
Linda Olsen, desnuda, dando saltos con rumbo hacialas noche nír.•. Usted comprende ... Ya me sentía agotado ... Re-
olas ... Me apresuré a bajar paraJlevarla nuevamente a su cuerdo que alJibrarse de la atroz pesadilla me confesó que
lecho ... La haitiana había salidn con •el mismo propósito, ya sentía muy próXima su repulsiva y total metamorfosis ...
pero al ver las piruetas que en cada brinco hacía la enfer- Había soñado que se veía en el mar 'ya conv~rtida en sirena Y
ma, se echó a reír con esa risa brutal característica de los había experin'lérttado lo. que. e~ tener las piernas transforma-
negros. Al oírla, Linda Olsen dio muestras inmediatas de das en cola... «iNo quiero.que eso ocurra!» -me decía-. <<iNo
desagrado ... Yo pensé que la burla podía ser un estímulo me dejes!» ... Y se me echaba al cuello llorando ... Al día si-'
para que la paciente, .sintiéndose en ridículo, dejase de sal- gutente, ya más tranquiliZada, me hizo la confidencia más

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1

..... ~-
__L.
extraña... Con una leve sombra de picardía·y sonrojo me dijo explicó que su deseo de marcharse era porque la lancha se
que había visto a un vigoroso tritón de largos rizos y espesa le estaba golpeando entre las rocas y deseaba sacarla de
barba rubia como la mía... Al evocar el sueño se echó a reír entre los arrecifes. Guando cerró la puerta, me sentí tan
alegre ... Parece que el tritón le hizo la corte de manera bru- cansado que me estiré en la hamaca y me dispuse a fu-·
tal ... La empujó hasta la playa sin miramiento alguno y allí mar... No creo que. tuve tiempo de. encender la pipa. pues
la poseyó entre bufidos y mordiscos ferqces. «Aún siento sus me quedé profundamente dormido ...
mordiscos por todo el cuerpo» -dijo. Me despertó de golpe un ruido seco. La puerta estaba
El funcionario se abanica molesto y carraspea varias abierta. La furia clamorosa del huracán rugía, .y el viento
veces. hacía volar las cortinas. Pensé de pronto que a lo mejor la
Ecker prosigue: haitiana no la había dejado bien cerrada pero al buscar a
-No sé por qué le cuento todo esto ... Mejor es.relatarle Linda, no la hallé. Inútilmente registré la casa. Dé súbito
sin dilaciones el .pavoroso desenlace ... ¿Me permite beber pensé, vi, la desgracia. Me lancé haciaJa playa bajo la llu-
un sorbo de agua? via ..La noche era un infierno de ruidos y de luces.
-,-Desde luego, dqctor. Me eché a gritar:
Paul Ecker bebe. -iLinda Olsen! iLinda Olsen!
-Entonces ... Nadie me contestaba ... La vieja había acercado su cha-
-El viento había cambiado, y el mar, ligeramente pica- lupa a la playa, pero el viento y las olas le impedían ens~
do, era un seguro anuncio de que ya estaban próximas las carla... Seguía lloviendo recio y la tormenta ponía en la noche
lluvias ... Parece que la atmósfera, cargada de .corrientes lóbrega un concierto de aullidos y de truenos ... Me subí a
magnéticas. excitó en esas noches a Linda Olsen hasta el los roquedos y a la luz de un relámpago creí ver a Linda
punto de enfurecerla a cada instante. Quería salir a todo Olsen llevada hacia alta mar por la corriente. Volví a lla-
trance. «iTengo una cita con el mar!» -gritaba-... Yo estaba marla haciendo bocina con las manos.
ya cansado y llamé .a la haitiana para que me ayudara a -iiiLinda Olsen!!!
cuidarla ... Y así andabanJas.cosas cuando ocurrió la noche Me pareció escuchar muy a lo lejos su voz en una espe-
del vendaval ... La lluvia se anunció con estruendosa demos- cie de alarido angustiado.
tración de truenos y relámpagos. Los silbidos del viento se Corrí a la playa. me embarqué en la chalupa y eché a
mezclaban con los trallazos de las olas ... Todo hacía.supo- la vieja a un lado.
ner que se acercaba un pavoroso huracán ... Yo observaba a -iYa es inútil! -gruñó.
Linda Olsen para ver los efectos que el fragor atmosférico le Empuñé los remos e hice avanzar la lancha mar afue-
causaba ... Y pude confirmar que mi diagnóstico no estaba ra. Luchando rudamente con el viento y la furia de las olas
equivocado .porque la vi calmarse y hasta pude observar me fui acercando al sitio en que creía divisarla. La luz de
que había olvidado lo de la rigidez de sus piernas ... Al no- los relámpagos me la hacía ver a ratos flotando en la co-
tarla dormida, consideré que había pasado la crisis,. y vien- rriente y a veces la perdía. Pero ahora me doy cuenta de que
do que la haitiana quería marcharse me atreví a licenciarla... acaso no pude verla nunca ni escuché su alarido desgarra-
«No hay .peligro» -le dije::-:, «puedes irte». La haitiana me dor. Tal vez fue sólo ilusión de mis sentidos. En efecto, cuan-
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do me pareCía que iba acercándomele, la veía más distante.
Hasta que hubo un momento en que, -agotadas ntis fuerzas,
perdí el sentido de las cosas. No recuerdo haber izado la
vela ni si fue la corriente la que me hizo estrellar contra las
rocas de 1~ isla próxima. Tampoco hago memoria del mo-
mento en que me puse la boina en la cabeza. Tal vez fue en
el instante de ~alir del bohío. Lo- que> no olvido nunca es que
debido al loco pavor de que fui presa o al ruido de la lluvia,
no dejé de escuchar un solo instári.te el-doloroso alarido de
Miss Olseh y un misterioso canto . El espejo
... ¿cómo llegué a la playa? No lo sé. A lo mejor anduve
perdido entre las rocas hasta caer rendido sobre la arena.
Lo cierto es que al volver de mi colapso ya el alba despunta- AMPARO UÁVILA
ba y había amainado la tormenta, pero yo seguía oyendo (México, 1928)
dentro de mí el eco lejano de aquel canto mezclado a la hon-
da resonancia del mar como si mi ahnaentera-se hubiese
transformado en un gigantesco caracol. ..

Tomado de: Rogelio Sinán: [,a poina roja, Panamá, Ediciones del
Ministerio de Educación, 1961.-

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Aparecido originalmente en Letras Potosinas, núms. 121-122 (ju-
lio-diciembre de 1956), «El espejo» se incluyó más tarde en Tiempo
destrozado (1959).
Aunque no suficientemente valorada, Amparo Dávila es una excelente
escritora de literatura fantástica. «El espejo», como la mayoría de los
cuentos de Tiempo destrozado, es la narración de una intrusión oscura
innominada, imaginable sólo por sus efectos angustiosos, en la vida d~
un personaje. Como un puntual fantasma, todas las noches, almo de las
doce, comparece en un espejo -suceso inexplicable o inexplcad~r- un
horror amorfo del que tal vez tenga mucho más que decir el psicoanálisis,
con su temible carga de complejos, que cualquier tratado de apariciones.
Al final nos esperan dos viejos conocidos: Yocasta y Edipo. El cuento es
Cuando mi madre me contó lo que le sucedía, se apo-
un ej~plo eminente del modo en que la categoría de lo trágico, con
~agnoris Ycatarsis incluidas, puede incorporarse a una ficción fan- deró de mí una tremenda duda y Ulia preocupación que iba
tástica. en aumento, aun cuando yo -trataba de·no pensar en ello.
Otro relato recogido en an!ologias relacionadas con lo fantástico es Veinte ·días antes. mi madre se había fracturado una
~<Final de ~a lucha» ~(BERMUDZJ. También se consideran fantásti- pierna al perder pie en la escalera de nuestra casa. FUe un
cos: «~l huesped», «Arboles petrillcados», «Tiempo destrozado», «El
verdadero triunfo conseguir una habfta.ción en el Hospital
espejo», «La carta», «Estocolmo 3»,«La celda», «Música concreta», «Pa-
bellón de desc~o», «El patio cuadrado», «La señorita Julia.., etcétera. de Santa Rosa. el mejpr de todos los sanatorios de la ciu-
, Amparo Davila ha publicado, además: Música concreta ( 1964 J y dad. Como yo tenía urgente necesidad de salir de Viaje, pre-
Arboles petr!.flcados ( 1977). cisaba acomodar a_mamá en un buen sitió donde disfrutara
de toda clase de atenciones y cuidados. Sin embargo, yo
experilñerita.ba remordimientos por dejarla sola en un hos-
pital, agobiada por el yeso y los dolores de la fractura. Pero
mi trabajo en Tractors and Agricultura! Machin(;!ry Co. me
exigía ese viaje. Como ·inspector de ventas debía controlar,
de tiempo en tiempo, las diferentes zonas que abarcaban
los agentes Viajeros, pues generalmente sucedía que algQ-
nos de los vendedores no trabajaban exhaustivamente sus
plazas, en tanto que otros· competidores· realizaban magní-
ficas ventas. Mt trabajo me gustaba.y la compañía se había
mostrado siempre muy generosa conmigo, «Valioso elemen-
to», según el criterio de "los jefes. Me habían otorgado un
/
magnífico sueldo y me dispensaban muchas consideraciones.
En el;ltas circunstancias, yó no podía negarme cuando me
necesitaban. La única solución que hallé fue dejar a mi
madre en un buen sanatorio, al cuidado de una enfermera
especiai.

289
Durante las tres semanas que duró mi viaje el hospi- angustia y desesperación: ~Querido mío, necesito hablarte.
tal me tuvo al tanto, diariamente, de la salud de mi madre.
Me pasa algo terrible, pero nadie más debe saberlo. Nadie
Las noticias que recibía eran bastante favorables, con ex-
más ha.de darse cuenta. Ven mañana, te lo suplico. A la
cepción de «un aumento en la temperatura que se presenta
una de-la tarde. Cuando· la enfermera salga a comer podre-
después de medianoche, acompañado de una marcada alte-
ración nerviosa». mos hablar.»
La dejé, conJa promesa de.regresar al día siguiente.
El día de mi regreso me presenté en la oficina tan sólo Muy preocupado por el aspecto de mi madre me fui a ver al
para avisar de mi llegada y corrí al hospital a ver a mamá.
médico .que la atendía. ·La señora sufre de un agotamiento
.Cuando ella me vio lanzó un extraño grito, que no era una
nervioso, ocasionado por la impresión de la caída, el trau-
exclamación de sorpresa ni de alegría. Era el-grito que pue-
matismo inevitable· de los accidentes -me dijo, siil darle
de dar quien se encuentra en el interior qe una casa en
m~cha importancia. Yo Je expliqué entonces que mi madre
llamas y mira aparecer a un salvador. Así lo sentí yo .. Era la nunca se había dejado impresionar a tal punto por nada.
hora de la comida. Con gran sorpresa comprobé que mamá
-Hay que tomar en cuenta también la edad de su madre
casi no probaba bocado, no obstante que tenía enfrente su
-dijo-. Frecuentemente se ven casos de mujeres serenas y
platillo favorito: chuletas de cerdo ahumadas: y puré de es-
controladas que, cuando llegan a cierta edad, se tornan
pinacas. Estaba pálida, demacrada, y sus manos inquietas
excitablesysufren manifestaciones histéricas ...
Y temblorosas. delataban .el estado de sus.nervios. Yo no me
-Salí del consultorio descontento y nervioso. Las opi-
explicaba quéJe había sucedido. Siempre había sido una
muj~r serena, controlada, optimista. niones-del doctor .no habían logrado convencerme. Aquella
noche no dormí, ni pude ir a la oficina al día siguiente.
.Desde la muerte de mi padr.e, diez años atrás, vivía-
Antes de la.una.estuve en el hospital. Mamá tenía los
mos solos con la servidumbre· en nuestra enorme casa. No
ojos enrojecidos e inflamados los párpados; supuse que
obstante que adoraba a ini padre,logró sobreponerse a su
había llorado. Al quedarnos soJos me dijo:
ausencia. Desde entonces nos i9-entiftcafuos de ·tal modo
~He. vivido los días más angustiosos que puedas ima-
que llegamos.a ser como una·sola.personay jueces sev~ro
ginar. Y sólo a ti puedo confiar lo .que me sucede. Tú serás
uno del otro. Su vida era sencilla y sin preocupaciones eco.:.
el único juez que nie.salve o me condene. (Ser-el uno juez del
nómicas. Con la herencia de mi padre y mi trabajo podía-
otro lo-. habíamos jurado al morir mi padre)·. Creo que he
mos vivir con holgura. Los sirvientes se ocupaban totalmente
perdido la razón ~me dijo. de-pronto, con los ojos llenos _de
de la casa, y mi madre disponía de todo su tiempo, el cual
lágrimas. Le tomé las manos con ternura. -Cuéntamelo
distribuía.en visitas, compras, el salón de belleza, bridge
todo, todo -le supliqué.
una o dos veces por semana, teatro, cine ...
-:FUe al día siguiente de·tu partida, por la noche. Esta~
En tres semanas mi madre había sufrido un cambio ba preparándome para dormir, cuando entró en el cuarto
notable. Era una desconocida. Comprobé entonces aquella
Lulú, la enfermera nocturna, a darme una medicina qu:e
alteración nerviosa·de la que me habían informado. Cuan-
tomo·a médianoche. Recuerdo que.me puso la píldora en la
do la enfermera salió con la bandeja de la comida, casi.in-
boca.con una cucharilla y me.ofi:eció un vasp con agu~ Tra-
tacta, me dijo de pronto en voz muy bqta, pero llena de
gué la píldora y en ese momento . .no sé por qué, 111-iré hacia
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29.1
el espejo del ropero y... -Mam.ª- interrumpió bruscamente
su relato y se cubrió la cara con las manos. Traté de cal- la enfermera de noche. Creí haber acertado. La señorita
EduWiges sustituyó a la enfermera Lulú, con gran satisfac-
marla acariciándole los cabellos. Cuando se descubrió la
ción de mi parte. Esto sucedió un jueves y tuve que esperar
cara y pude ver- sus Ojos un estremecimiento recorrió mi
hasta el domingo para saber el resultado del cambio.
cuerpo. Permanecimos un rato en silencio como dos extra-
ños, uno frente al otro. No le pregunté lo que había pasado,
ni lo que había Visto o creído ver en el espejo ..Real o imagi-
nado, debía ser algo tremendo para lograr desquiciada hasta El domingo desperté tempr<il,Ilo y me vestí sin tardan-
za. Quería estar a las diez en punto de la mañana en el
ese grado--. Creo que grité y después perdí el sentido -con-
hospital. Desayuné de prisa, bastante nerVioso. Por el ca-
tinuó diciendo mamá-. A la mañana siguiente pensé que
mino compré-unos claveles. A mamá le gustaban mucho las
todo había sido un sueño. 'Pero por la noche, a la misma
flores y le entusiasmaba que se las obsequiaran.
hora, volVió a suceder y lo mismo sucede noche a noche ...
Se había hecho arreglar con todo cuidado para reci-
birme, peto ningún cosmético podía borrar las huellas de~
tormento interior que la estaba consumiendo.
Después de esta plática con thi madre tarp.bién yo co-
-Y bien -le dije cuando nos quedamos solos- Me ha
mencé a ViVir los días más angustiosos de mi existencia.
sido simpática la nueva enfermera?
Perdí el interés por mi trabajo; me séntía cansado y lento.
-Sí. Es educada, atenta, pero ...
Durante las horas que pasaba en la oficina me convertía en
-lPero qué? ...
un autóm~. «Creo que he perdido la. razón ... » El relato
inferrwhpido, la angustia trasformando su rostro, su de- -Sigu.e sucediendo lo mismo. No es ella ni la otra. Nadie
tiene la culpa, es el espejo, el espejo ...
sesperación, giraban de continuo en mi mente. <<Cuando la
enfermera Lulú me dio-la pastilla miré hacia el espejo ... » Esto fue todo lo que pude averiguar. Mamá no podía
Traté de apartar de su mente el temor que yo mismo empe- relatarme más. El solo recuerdo de <<aquello» la desquica~
zaba a sentir. Le prometí aclararlo todo y devolverle 1a tran- ba totalmente. Nunca me había sentido wás deprimido y
desesperado que ese ciQmingo, cuando salí del hospital.
quilidad y la confianza en sí misma. Dadas las condiciones
en que se encontraba, los médicos decidieron que necesita- Entonces decidí cambiar a mi madre a otro sanatorio,
ba mayórreposo, y sólo me·permitieron Visitarla miércoles no obstante que resultaba dificil su traslado y· se corría el
y domingos. · riesgo de estropear el yeso. Pero no podía dejarla así, con-
sumiéndose día a día. Tal vez en otro sitio se tranquilizara
Yo pasaba los días y la mayor parte c;le las noches tra-
y olVidase aqu'ella pesadilla. Su cuarto de hospital era bue-
tando de encontrar alguna explicación a todo aquello, y la
forma de remediarlo. Un día pensé que tal vez a mi madre le no, de los mejores que había allí. Escrupulosamente limpio
desagradaba la enfermera Lulú, en forma consciente o in- y con muebles cuidados y agradables. Y el espejo era tan
consciente, o le recordaba alguila Vivencia de su infancia, pro- sólo el espejo de un ropero. Bajo ningún aspecto resultaba
vocando esto aquella extraña situacón~ Inmediatamente fui deprimente- aquel cuarto, lle:qo de luz y soleado, con una
a ver a la jefa de enfermeras· para suplicarle que cambiára a ventana al jardín. Sin embargo, a ella podía no gustarle y
predisponer su ánimo para aquella situación. Durante días
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busqué, en los ratos que ini trabajo me dejaba libres, un apetito. Después fumamos varios cig~rlos, tal como lo
buen lugar qonde llevarla. En los·sanatorios de primera no acostumbrábamos en casa, y charlamos tranquilamente.
había sitio, y sí muchas solicitudes, que eran atendidas Ha~i Í~ diez de la noche entró e!l el cuarto la señorita
por riguroso túrño. Y en los sanatorios donde encontraba Eduwige,s para arreglar la cama de mamá y revisar qqe 19-
lugar, los cuartos eran deprimentes y hasta .sórdidos. No pierna fracturada estuviera en c;orrecta posición para la no,
era posible llevar a mamá, en el estado en que se hallaba, a che. Y9las observé con gran. atención, pero la actitu9. de am-
un sitio donde sólo.se agravaría su trastorno. bas resultaba completamente n9rmal. Miré hacia el espejo.
Allj: s~ reflejaba la imagen de la señorita Eduwiges, alta, muy
delgada, casi hue~da. $}); su cara amable, enmarcada por
Ese .día llegué al hospital muy desilusionado. Temía sedoso cabello castaño, destacaban los gruesos lentes de
entrar en el cuarto de. mamá y darle la noticia de que no miope. El espejo reflejQ por algunos minutos aquella ima-
había·enc<;mtrado dónde cambiarla. Ella estaba terriblemente gen, exacta, fieL.-.
pálida y decaída. Parecía la sombra, el recuerdo de una her- Mi ·madre estaba en calma y sin tensión aparente. Se-
mosa y sana mujer. Hablábamos los dos con dificultad, con guimos platicando y·haciehdo proyectos: nuestra casa nece-
grandes pausas, dando vueltas· y rodes~ esquivando' la ver- sitaqa, des<!t: hacía tiempo, un buen arreglo. Desde la ml.lerte
dad. Cuando por fin le dije que no era posible.sacarlade de papá no le. habíamos hecho f\a9-a. Yo sugería encomen.
allí, se llevó el pañuelo ala boca y sollozó,lenta y dolorosa- dar la reparación a un buen arquitecto, pero mam;:í opina-
mente, como el que sabe que no hay salvación posible. El ba que eso nos resultaría. wuy costoso y proponía que era
viento penetraba po:r la ventana·abierta y era también pesa- mejor conseguir algunos operarios y nosotros mjsmos diri-
do y sombrío como aquella tarde de octubre. El fuerte olor gir la obra según nuestro de~o ...
de los tilos que llenaba el cuarto me asfiXiaba. Ella seguía Eran pasadas las once de la noche y yo empezaba a
sollozando; ahora sordamente. Su dolor y.su desesperanza sentirme inquieto ant<;: Ja proximidad de los acontecimien-
1' me entorpecían y destrozaban. Haría todo por salvarla, por tos. Comencé a desnudarme lentamente y G<;>n todo cuidado
no abandonarla en aquel abismó. Sentía que la noche. ha- páta evitar qpe qlgúp. movimiento brusco denunciara mi
bía caído sobre ella, cubriéndola, y ella se revolvía entre nerviosidad y mi mádte se diera C1-J.e!lt¡:t. Quería ante todo
sombras, indefensa, sola... comunicarle calma. Doblé los pantalones, siguiendo el Nlo
Resolví· entonces permanecer a su lado y rescatarla. Pedí de la ray~.- y los coloqué sqbre e.I re~paldo de la silla, junto
que.me pusieran una cama adiciohál y avisé que la acompa- con el sgco y la camisa. Ya en pijama me tendí sobre la
ñaría por las· noches. A nadie le sorprenqió mi decisión. cama sin deshacerla todavía. Desde allí dominaba, sin nin.
guna dW~ulta, la cama de mamá y el espejo.
¿· Después de las once y media mamá comenzó a inquie-
Aquella noche, primera que pasé ·en el hospital con tarse. Movía las manos constantemente, las apretaba, se las
mamá, cenamos ca,rnero al horno y puré de. papa, compota llevaba hacia la cara. Su frente estaba húmeda. No pudo se-
de manz~ y café con leche y bizcochos. Mi madre se .había gt.W" conversando. Unos minutos antes de las doce de la no-
recobrado mucho con mi sola presencia. Cenó con regular che llegó la s~ñonta, ~duwiges, trayendo una charolita con un
ji 294 295
vaso de agua Yuna pastilla en una cuchara. Cuando ella en- espejo... allí se reflejabq Ja !_magen de ella, la cama de
tró me ~corpé sobre las almohadas para observar mejor. mgrp\Í. mi rostro desencajado. Eran entonces las doce.y
E!la_llego hasta la cama de mamá y, al tiempo que le decía: veinte,minutos.
«<'..Como se siente la señora?»·, le acercaba la boca la cuchara
con la P.astilla y hacía que la tomara. En ese momento mamá
gritó. Miré el espejo, allí no se reflejaba la imagen de Eduwi- Durante cinco días sufrimos, noche a noche, mima-
ges. El espejo estaba totalmente deshabitado y oscuro, en- dre y yo aquella tremenda cosa de espejo. Yo entendía en-
sombrecido de pronto. Sentí que algo serebúllia en mi interior. tonces el cambio sufrido por mi wadre, su desesperación,
tal vez el estómago, y se contraía; después exprimnté~ su hermetisrn,p. No había palabras para describir aquella
gran vacío dentro de mí igual que en el espejo ... serie de sensaciones que uno tba sintiendo y padeciendo
-lQué pasa señora, qué pasa? hasta la desesperación. Y cada vez el presentimiento de que
Oí que decía la enfermera. Yo no podía apartar la vista algo iba a surgir de pronto, se hacía más cercano, imediato
del _espejo. Ahora tenía la casi seguridad de que de aquel casi. Y no podríamos soportarlo, lo sabíamos bien. Enton-
~ac10, de aq~el nada, iba a surgir algo, no sé qué, pero ces pensé que la única solución consistiría en cubrir el es-
~o q':e deb1? ser inaudito y 'terrible, algo cuya vista ni yo pejo. Sería como levantar un muro impenetrable. Un muro
m nadie podna soportar... me sentí temblar y ·un sudor frío que nos salvará de ... Decidimos cubrir el espejo con una
corrió por mi frente, aquella angustia que empecé a sentir sábana. Cerca de las once de la noche llevé a cabo nuestro
e~ el estómago_iba cr~iendo, creciendo, en tal forma que plan. Cuando la señorita Eduwiges se presentó, como de
sm poder ya mas lance un grito ahogado y me cubrí la cara costumbre, un poco antes de las doce de la noche, con su
con las manos ... Oí que la enfermera salía corriendo. Ha- pastilla y su vaso de agua, el espejo se encontraba cubierto.
ciendo un poderoso esfuerzo llegué hasta la cama de mamá. Mi madre y yo nos miramos satisfechos de haber acertado.
El~ temblaba de pies a cabeza. Estaba lívida y su mirada Pero de pronto, bajo la sábana que cubría el espejo, empe-
tema una expresión de extraVío. Parecía febril. Le apreté las zaron a transparentarse figuras informes, masas oscuras
manos con fuerza, y ella supo entonces que yo había cm:íh que se movían angustiosamente, pesadamente, como si tra-
partido ya aquella terrible cosa. En ese momento volvió la taran en un esfuerzo desesperado de traspasar un mundo
enfermera Eduwiges acompañada por dos médicos. o el tiempo mismo. Entonces sentimos una oscura música
. .. .~iempr su?ede lo mismo, noche tras noche -dijeron dentro de nosotros mismos, una música dolorosa, como
dingtendose a m1-, a la misma hora se presentan estos gemidos o gritos, tal vez sonidos inarticulados salidos de
trastornos·. aquel mundo que habíamos clausurado por nuestra volun-
Yo no les hice ningún comentario, sabía que no podría tad y temor. Nos descubrimos traspasados por mil espa-
pronunciar ni una palabra. ¿ das de música dolorosa y desesperada...
-Póngale una inyección de Sevenal -le ordenaron a A las doce y cinco todo terminó. Desaparecieron las
Eduwiges. Después salieron los tres. sombras bajo la sábana y la música cesó. El espejo quedó en
La enfermera regresó rápidamente con la inyección. calma. La señorita Eduwiges salió del cuarto sorprendida de
Mientras se la aplicaba a mi madre, me atreví a mirar el que mamá no hubiera tenido su acostumbrado ataque.

.
296
297
,1

Cuando quedamos solos, me di cuenta de que los dos


llorábamos en silencio. Aquellas sombras informes y en"
carceladas, aquella su lucha desesperada e tnútll, nos ha.-
bían hecho pedazos interiormente. Los dos conocimos
entonces toda nuestra insensatez.

No volvünós a cubrir más el espejo. Habíamos sido


elegidos y, como tales, aceptamos sin rebeldía ni violencia,
pero sí con la desesperanza de lo irremediable. Los buitres

Tomado de: Amparo Dá'vila: Muerte en el bosque, México, Fbndo de


CulturaEconómica, 1985. OseAR CERRUTO
(Bolivia, 1912-1981)

298
«Los buitres» pertenece a Cerco de penumbras
i~:c-d;u donde estrech_as~las dimens~:
marcando un cambio de ~:o os dlel sueno, la locura y la muerte»,
A , en a narrativa boliviana 1
qw, como en el conocido «Ómnibus» de Cortáz E
Bioy Casares, un personaje abord h' aro en« 1atajo», de
que el hombre ha creado para facil~ -IC~· : o de esos ingenios
la realidad, sin saber a qué extraño rite de~ o : : a zona a ?tra de
~=:a C:c~ un ingenuo tanteo: entregarse al az~. si e:~;!
se se var un mecanismo cuyas leyes desconocemos- y, sin ue
h P~-uy bien por ,qué, tal vez a causa de dos pequñ~·fa1; 0
amar zaz (salirse de. la rutina e ir tras el placer encarnado e Cuando subió al tranvía, no advirtió de momento su
:!~lard ;amlictu~zdoB' n del motivo de la seductor~ de ultram~=
presencia.
" ar e uenos Aires sufi '
una de las múlti l . , re una grieta por donde se llega a (Había dejado pasar un taxi, sin detenerlo -no sabía
p es versiOnes fantásticas del infierno en med1 d
incertidumbre tambié · · o e una por qué~. y luego dos ómnibus abarrotados de pasajeros.
ignorar si tá n presente en varios cuentos de ese género: la de
se. es vivo o muerto. No quería viajar incómodo, expuesto a recibir pisotones o
«Los bUitres» ha sido antologado en WALSH.
que alguien, al abr1I:se paso, le arrancara el sombrero. Odia-
Otra obra narrativa de Cerruto Ui
su novela Aluvión defuego (193s/!" b
en so re todo escribió poesía, es ba esas aglomeraciones. Pero los tranvías no le eran menos
aborrecibles. Le pfll"ecían vehículos para viejos y mujeres gor-
das.Artefactos.asínáticos y ruidosos. Se decidió, sin embar-
go, por ese que se acercaba dando cabezazos. Una señora
joven con una niñá_se habían detenido a su lado. «Si suben
ellas, ,lo tomo», pensó. La seftora hizo una seña al motorista,
y el tranvía, jadeante, se detuvo. Subieron los tres.)
Pero al llegar a la mitad del pasillo sintió -sin que la
sensación tomara forma en su ..coniea~ que algo de irre-
gular había allí adentro,_ eh las personas o en:la atmósfera.
(El tranvía partió con brusquedad; sus nervios vibra-
ron, adaptándose al aire rum,oroso de hierros y vidrios que
circulaba en su interior.)
FUe entonces cuando percibió algo como un fluido, y
sus ojos se pusieron a buscar involuntariamente de dónde
/
provenía ese llamado impalpable. No se sentó en seguida,
ni avanzó por el pasillo, sino que tomándose de un asidero
1Luis H. Antezana: «Osear Cerruto» J dejó errar su_mirada un segundo, como si esperase encon-
l~ector general): Diccionario Enctlopédi~ ~ l~sZe=: A~!na trar a mi conocido, mientras buscaba acomodo·cop movi-
a na, t. 1, Caracas, Biblioteca Ayacucho/Monte Áviia, 1995, -p. 104~
mientos calmosos, de autómata. Ocupó, al fm, el primer

301
sitio qúe halló libre, y se disponía ya a desdoblar su diario hiriente bañada de sol, mientras el gtt.arda, en la platafor-
cuando, de repente, una muchacha sentada en uno de los ma, tiraba enérgicamente del cordón de la e~ panilla, con
asientos delanteros, volvió la cabeza, y fue como un choque. la primavera repicando en su sangre.
De inmediato supo que era eso lo que lo había turbado va- La muchacha no había vuelto a mirarlo. Hablaba con
gamente, y ya no apartó casi los ojos de ella. En el breve su compañera y parecía tgnorar·por completo su presencia.
instante en que se cruzaron sus miradas, buscó hasta el Pero el fluido cohtinuaba actuando en su~ nervios, y·eso le
último detalle de su rostro, y como en una súbita instantá- decía que estaba tácita.Ihente en comunicación con su pen-
nea, quedó grabado en la placa de su cerebro. Ahora que samiento.
miraba su pelo de color miel, suavemente ondulado, lumi- Grupbs de·mujeres jóvenes·, vestidas con telas ligeras,
noso, sabía cómo era ella. Y aunque no la .Q.abía oído ha- de colores alegres, flotaban en el río del tránsito. El tranvía
blar, conocía el timbre de su voz, clara y recta como una
bogaba como un cetáceo, entre las olas de la calle, los raci:
espada. Estaba enterado de todo eso, y, sin embargo, no mos humanos peligrosamente colgados de sus barrotes. As1
habría podido describirla. Cuando se esforzaba por hacer- cargado viraba -con ese chirrido en el que se evade el dol~r:
lo, con la mirada.fija en su J;J.Uca, mientras el tranvía roda- so cansancio del hierro- pot·la esquina de Paraguay y Mmpu
ba bajo el sol por las verdes alamedas próximas a la Plaza cuando asomó ufi inmenso camión, como un monstruo fu-
Italia, sólo conseguía arribar a la convicción de que era dul" rioso, y se aoalanzó rugteñdo sobre él. El pasaje gritó, para-
ce y femenina, con unos labios de rojo pálido y una luz· en lizado. Pero la bestia relampaguean te cruzó a dos pulgadas
las· mejillas que íhfininaba y al mismo, tiempo diluía los
demás rasgos de su cara. · de lá tragedia. No había sucedido nada. A lo más, unos pa-
quetes, que rodaron por el suelo. Pensó, sin embargo, en
El guarda se acercó a cobrarle su boleta. Un poco abandonar el vehículo. Seguiría a pie, o tomaría un taxi. Ese
confundido, le alargó la moneda (acababa de advertir queJa armatoste lo inquietaba. <~Me Váh a matar cualquier día», se
tenía fuertemente sujeta entre los dedos, como un niño).
dijo. ·Pero en segtüda rechazó los absurdos presagios. El tran-
S~ había ubicado cuatro o cinco asientos más atrás, y vía sigttió rodando perezosamente, y· su mismo traqueteo
recordo que antes de hacerlo, en ese segundo en que se s·osegado pareció devolverle la confianza. La risa despreocu-
mantuvo de pie, buscando, la había visto por la espalda (la pada de una pasajera acabó por disipar sus recelos. Ade-
acompañaba una amiga, quizá su hermana, sentada a su más, estaban ya cerca de la calle Corrientes.
lado), sin detenerse -en ella, -que por .detrás se confundía
Las edificaciones se hicieron familiares; las reconoció:
con los demás pasajeros, como si su magnetismo femenino
ésa era la cuadra en que habitaba; tenía que bajar. Pero
sólo obrase .por el fluido de sus ojos o de su rostro.
algo lo ataba en su sitio: no se decidía. Sólo entonces com-
prendió que era la desconocida, y cuando llegó a la esquina
.J
en que debía abandonar el vehículo siguió eq. su asiento,
Subían los pasajeros. El tranvía seguía rogando, eón sin ·moverse. «Es ridículo», pensó, profundamehte turba-
un estrépito de hierros sm aceitar, quejándose y sacudien- do. Nunca había hecho eso. No acostumbraba seguir a las
do su armazón estropeada. A los costados se elevaban aho- mujeres que encontraba en la calle. Es cierto que era ~n
ra los altos edifici<;>s de la calle Santa Fe, lúCidos de cal
hombre solo, y que amaba la vida. Es decft, que le habna
302
303
gustado-compartirla con uno de esos seres pur<;>~ y delica- se incubaba una tormenta. Truenos apagados rodaban en
dos. Tal vez era su obligación buscarlo. Pero un recato ínti- la lejanía. EJ1jerp.po había cambiado sensiblemente. Hacía
mo le impedía conftmdirse con un· perseguidor callejero. Th\7~ frío. Se sintió helado: una humedad peligrosa, como una
la imprestón de que el guarda lo espiaba. Y qtJe tiraba con fiebre, lo calaba hasta los huesos.
más violencia del cordón de·la campél1}i]la. Pero, en seguida, . . Y de pronto se derrumbó el temporal. Masas de agua
viendo su rostro joven y desaprensivo, comprepctió que su negra caían sobre el tranvía; resonaban los truenos honda-
sospecha era ilógica, pqesto que el guarda. probablemeiJ.te. mente, como galgos qtAe se despeñan en un precipicio; y el
no lo había visto en su vida. tranvía zigzagueaba en la sombra perseguidp por los rayos
Dejaron atrás la Avenida de Mayo. Habían llegado a y los relámpagos.
los barrios del sur de la ciudad, y ~e deslizaban ahora por La tempestad bramó toda la noche.. :E:l tranvía siguió
una anch;:t avenida. Al fondo, el humo de lªs fábricas en- corriendo embozado en la cólera nocturna, traqueteante, cie-
sombre.cía.el cielo. «No puede ir muy lejos -se dijo-. Tiene go. tenaz, sm: d~tenrs, como impelido por esa cólera que
que bajar pronto.» El tranví;:t se iba vaciando. Observó, asi- sólo cedió al amanecer. Volvió a lucir el sol. Atravesaban aho-
misrp.o, que a medida que se internaba en los suburbios de ra por una ciudad extrpña. ¿gué ciudad era ésa, que él nun-
la población, el día se apagaba paulatinamente. ~ ca había visto? Cubos y torres grises sucedíanse unos al
Atravesaron el Riachuelo, espeso como un vino. lado de otros,yentre sus vagos muros, habitantes de niebla,
Las dos muchachas seguíffi!· en sus asientos, sin ha- fantasmales. ¿Hablaban esas gentes, perter1ecían a su mun-
blar. A la luz declinante de la tarde, sólo divisaba ahora sus do? Subíai!. y pajaban_; él las sentía cerca, rozándolo, y al
espaldas rígidas, por las que tr:epaban: las ~ombras, como mismo tiempo lejanas, como esfumadas. pero amenazantes.
devorándola_s. El tranvía, po~ a poco, fue quedando solita- Todas parecían a punto de volverse contra él, de mirarlo con
rio; sólo ellas -ellas y ~1- permanecían Jnmóviles en ·su sitio. ojos de fuego, de desenfundar b,el;:td;:ts armas. Pero en segui-
Cayó la .noche. Luces sii!iestras iluminaban una ~tu­ da el sol se hundió de nuevo, rápidamente, y reinó otra vez l;:t
dad desconocida. Ojos qrrgados de crimegJos miraban p~ar obs~urida. B.andas in,cógrp.t;ls_yebrias saltaban al tranvía,
desde la tiniebla. Un viento perverso ambulaba por los rin- silenciosas o vociferantes, y volvían a desaparecer. _kos pe-
cones de las calles, arrastrando papeles y hojas muertas.. rros aullaban a lo lejos. Y §e alzaba el día y caía la noche, y el
No sabía en qué lugar se encontra}:>a ni por qué es.t;pbaallí tranvía seguía rodando sin detenerse.
ni adónde se dirigía. Sólo las ml,!cgachas no se movían. Ni hablaban. Ni lo
En el interior del tranvía-goteaba una claridad qmarh miraban.
lla. De vez en. cuando subíap.tmos pasajeros embozados y
volvían a desaparecer. misteriosame:Qte, sin que el vebículo
se detuviese., " Ahorl;l 111 campanilla se agitaba débilmente. La. mano
Atravesaba dando saltos por una región desolada, en del guarda parecía fatigada ..La mjró asida al cordón y vio
la que se escurrían sombras apelotonadas, a rªs del suelo. que era l!~; mano de viejo. con la piel rugosa y seca. Siguió
En lo alto soplaba el Viento enfurecido. Relámpagos como la dirección. de la mano C)lando esi:q d~sceníay, horroriza-
navajas desgarraban la noche. En el seno de la obscuridad dO, cop. un nudo de angustia en la garganta, .advirtió que el
304 .305

..
guarda había envejecido: sus cabellos se habían puesto com- se ensañaba en uno de los ojos de la muchacha, que
pletamente blancos, y le colgaban cómo ramas de cerezo permanecía rígida como una estatua, y muda, como su com-
sobre los hombros y la espalda; y las arrugas cruzaban su pañera! Se alzó prontamente de su asiento, para espantar
rostro en todas direcciones. Su uniforme había perdido color al intruso, y en ese mismo instante pudo ver que una espe-
y forma; aparecía deshilachado y lleno de remiendos. sa nube de buitres volaba junto al tranvía, escoltándolo.
Thvo miedo de llevarse la mano a la cara, de mirar Algunos trataban de introducirse por las ventanillas cerra-
siquiera la piel de sus manos. La sangre había dejado de das y sus picos repiqueteaban en los cristales con un redo-
latir en sus sienes. ble sordo y funeral. No alcanzó a dar dos pasos: por la
Con íos sentidos como suspensos sobre él mismo, puerta delantera irrumpió un huracán ceniciento; las furio-
ingrávido, ausente, percibía la ascensión pertósa de las rue- sas aves carniceras se estrellaban enceguecidas contra su
das por una angosta quebrada. Las horas resbalaban afue- propio pecho. Se defendió con los puños crispados, golpean-
ra a modo de gotas de tiempo, opacas, por las barbas do al azar; protegía sus ojos, sintiendo en las manos sus
eternas de las montañas. garras y los picos iracundos. La tromba de buitres seguía
Luego el tranvía entró en una vasta extensión desierta penetrando inacabable, y era cada vez más ávida y podero-
y se deslizaba ahora sin ruido, blandamente, en medio de sa. La sentía encima de él, como una ola. Trastabilló. Vaci-
tin aire inmóvil y congelado. Su rrtárcha era fácil, pero lenta, ló. Fue a caer sobre el filo de uno de los asientos. Un sudor
inquietante. Como si con el ruido hubiera desaparecido algo viscoso como la sangre le humedecía la frente. Pudo levan-
esencial, algo vital y tranquilizador, semejante a la facultad tarse de nuevo y comenzó a retroceder. La furiosa acometi-
misma de sentir y de escuchar. Como.si bruscamente hu- da lo empujaba hacia el fondo, hacia atrás; era un viento de
biese ensordecido. cólera desencadenado contra él; una columna turbia que
Su corazón helado se hizo denso. Pareció estacionarse bajaba sobre su cabeza, un brazo de la muerte. Se debatió
en el iilterior del tranvía, con el sueño pesado de la arena. unos instantes en el marco de la puerta, enredado en la
En todo el contorno, afuera, no se distinguía el menor signo pierna inerte del guarda allí caído (la tierra volaba bajo sus
de vida. Una luz extraña, irreal, estancada como el aire, pies con un hervor de vértigo) antes de lanzarse al vacío.
bajaba de alguna parte sobre el árido pasaje. Casi se respi- Thvo la visión del tranvía, que fugaba por la meseta
raba una atmósfera de cripta. t.Jn ligero graznido atrajo su lunar, en un altiplano de luz difusa, y se perdía rápidamen-
atención. «6Acaso estaré muerto y. .. ?», se dijo, estremecién- te en el horizonte, perseguido por una obscura humareda
dose, y sin atreverse a completar su pensamiento. Miró frente de alas.
a él con alarma, sobre el pecho de la muchacha se hallaba
posado un buitre. Su plumaje negro parecía descolorido,
con esá. condición del lodo y la herrtiinbe, que le daba apa- Tomado de: Rodolfo Walsh (ed.): Antología del cuento extraño, t. 4,
riencia. repulsiva de rata o de murciélago. se preguntaba Buenos Aires, Hachette, 1976.
cuándo había entrado allí, y por, dónde. Y en medio de su
preocupación, éasi superflua en esos momentos, advirtió
que.el pájaro no estaba ocioso: ivio con espanto que sti pico

306 307

.. ..---.Y
El baúl

FELIPE BUENDÍA
(Perú, 1927)

..
Este cuento parece haberse publicado por primera vez en la obra
Primerfestival de literatura fantástica (t.l ). que preparó el propio
Buendíaen 1959.
La extrañeza, la pérdida de los referentes familiares en un espacio,
no son privativos de la literatura fantástica; ni siquiera de la literatura,
en términos más amplios. La narración fantástica, sin embargo, los ha
utilizado con frecuencia. En el caso de este cuento, lo extraño surge
como consecuencia del paso de un espacio «real» a un espacio alterno:
del que se nos muestra como propio de la Lima real, ubicable en los
~pas, al de lo que el narrador-protagonista llama «otro mundo», «otra
e~oca», y que por momentos es y no es Lima. El baúl es el medio. El
cuento nos es narrado desde esa incertidumbre, con varias angustias
Estoy en urta situación incomprens1ble. En los últi-
-que no concluyen con el final-: la de ser perseguido por desconocidos
a los que se estaba predestinado («no sabe con cuánto placer lo aguar- mos tiempos carecía de trabajo. de una obligación moral o
dábamos»). la d~ saberse en dos espacios simultáneamente (el baúl y la depravada cualquiera; y ep. definitiva, de ló que se llama
escalera), acaso la de poder encontrarse conslgo mismo o con su doble, sentido de la existencia.
~a de gue todo pueda ser alucinación o sueño. No es improbable, desde Todas las noches me recogía en el taller de Verme, un
luego, que, detrás de toda esa situación, se oculten la falta de identidad,
la desprotección y la marginalidad social. pintqr aficionado a la bebida y a las hermosas. Comtínmen-
«El ~aúJ,. ha sido antologado en BUENDÍA, en BELEVAN y en te ·nos embriagábamos los dos. Un diván es mi lecho, en
BUENDIA SIALER. Otro cuento incluido en antologías relacionadas tanto que él ocupa una magnífica cama. Yo me cobijo con
con lo fantástico: «Meredí» (BUENDÍA SIALER). gabánes desechados y él con mantas mullidas. Cuando se
A Felipe Buendía pertenecen: Federico Pim, Parusía eidética y La entrega a sus excesos y prescinde de mi compañía, llega al
sétima sección.
extremo de pegarme e injuriarme por futilidades. Yo lo so-
porto porque eñ- otra parte no me ofenden, pero me escar-
necen con fingida benevolencia.
Mas he aqüí lo que me divide, me pone de vuelta, dan-
do al traste el orden con que -a pesar de todo- mi Vida
contaba.
Llegó una noche Vetíne en estado tal, que por los gol-
pes que· ptoinab~ en la puerta lo reconocí borracho perdi-
do. Sin duda venía acompañado por una mujer de aqüellas
que súele agasajar, pues oía una risa ruin y chillona. Abrí
la puerta a medio vestir y lo primero ·que hizo mi amigo, fue
/
empujarme y plantarse en el centro de la habitación con
expresión burlona para decirme:
-lQuc;! hacemos contigó compañero? No puedes que-
darte aquí esta noche. Tengo invitados.

311
-Aguarda un instante -repuse con súbita congoja-,
me Visto y salgo. sor hasta privarme del aliento. Con un zumbido se detuvo
-No hay tiempo que perder -<:ontinuó Verme-, exal- la caja metálica y las puertas se abrieron dejando ver un
tándose cada vez más. Acto seguido me cogió de un brazo pasaje extenso y mal alumbrado. Al final s~ divisaba una
conduciéndome hasta el gran baúl que hay en un extremo mayor claridad que suporiía una estancia vacm ocupada por
de la habitación y me ordenó: seres Vivos.
-iEntra! -Bien, hemos llegado -dijo el hombre-. Me detuve an-
-Me voy a asfiXiar dentro -argüí, tratando de llevarlo tes de echarme a andar por el pásillo, en trance de duda, lo
abroma. que aprovechó el ascensorista para descender prestamen-
-iDe ningún modo! -<:ontestó-: es un baúl grande y te. Cuando llegué al final, me hallé ante una estancia ~lan­
hermoso. T~ aseguro que serás muy feliz. en su interior. quecina en la que se percibía olor a desinfectante. Unos
Además no tardaré en lib~rat. No temas. caballeros enlevitados me miraron complacientes. Detrás
Levantóme en vilo y me introdujo e~ ~1 baúl semivacío. de ellos alcanzaba a ver una mesa de operaciones o algo
Co.t:I la palma de.su mano me forzó a ubicarme, pese a mis muy similar. Aquel que parecía simbolizar todo el ~eso de
protestas y cerró l:;t tapa. Todo era una profunqp tiniebla en la autoridad me dijo, juntando sus manos en ademan con-
mi flre!.~do en la que sólo eS{:l!Chaba el latir total de mi ciliatorio:
cuerpo. Oí luegq, COJl glucinación, el característico tufdq del -No sabe con cuánto placer lo agu~dábmos: sin us-
candado al cerrarse y la maldita risa de la,mujer celebran- ted nos es imposible empezar. -El resto coreó la declara-
do la ocurrencia de Ver111e. Encogido en el baúl no osé mo- ción del viejo y avanzaron hacia mí. El terror, que ya era
verme un bue.n rato hasta que decidí bu.scru:: una posición otro sistema nervioso que funcionaba en mi cuerpo sin in:
más cómoda. Me fui irguiegdp paulatinamente hasta que terrupción, me hizo retroceder y buscar la salida ..Llegue
con asombro, constaté que me hallaba de pte. hasta el ascensor y comencé a golpear con todas rms fuer-
-Es hora de que me diga ª- qué piso va -dijo una voz zas. «¿Quieres quedarte quieto?», oí la voz de Verme al·ot:o
junto a mí. lado de la puerta metálica. «¿No te das cuenta que estás
Aterrorizado por saberme en compañía de alguien, tra- soñando?» Los rumores y los pasqs de los ancianos que
té de habituar mis ojos a .la penumbra y descubrí- un hom- venían e~ pos de mí se hicieron más patentes. Por fm la
bre untformado al estilo de ·los al?~nsorit, quien con pu'erta se ~brió y apareció el ascensorista deicánol}~ una
exprsión.covgt~ ~ardb mi-re~pusta. Como era mirada de reproche. Me iancé al interior y le ordene que
imposbl~ activar mi conducta ni pen;:~tarm de lo que acon- cerrara.
.tencía, creí.prudente inc\icar un piso cualquiera y recqbrar _¿y ahora a qué piso desea ir? -preguntó ironizando
la libertad. mi temblor incontenible.
-Voy al último -dije. -Lléveme al piso de ,abajo -le respondí sin sab~r lo
--lAI últyno? -replicó con extrañez:;t- ¿ya al último y lo que decí.a y avergonzado de no poder aclarar mi si~acon ni
dice como si tal cosa?-... Bi~:Q. lo complaceremos. -Y accio- reclamar la presencia de Verme, como recursologico a un
nando la manivela imprimió velocidad fantástica al aseen- destino que se prolongaba en situaciones absurd,as.
-Llegamos -dijo el;ascensorista, lacónicamente.
312
313
Ab¡:¡.jo, había la fría paz de otro mundo. A mi~? espal- La vista· de una planicie gris en la que se levantaba la
das se erguía un edificio de imponenGJ.a bapilónica hasta mole·deun.ediflcio coronado en la cumbre por mongólica;;¡
alcanzar las nubes. Sin d1Jda era el mismo en el que había nubes, me excitó de tal manera, que supliqué al Dr. Lao me
errado ep. un ascensor improbable. dejar¡:¡. descender en aquel paraje. QJie_ríqJntentar el ingre-
Ante mis ojos se extendía una ciudad de minaretes so en aquel e!fificio y recuperar miencierm en el ba!ll. él tln
alados y un cielo de azul gélidQ. e de incorporarme aJa reill!d.é!d que había perdido y ·que. me
Observé qu,e los transeúntes caminaban con rara in- era tan cara.
clinación formando ángulos obtusos y oblicu~ con, respec- -NQ s~a usted ·imprudente.,..,.recalcó el diplomático-,
to a la superficie, por lo que supe q1:1e estaba en ~hina. Una no conseguirá napa, se. lo aseguro ... Le aconsejo volver:
sonoridad lejana y constante reinaba en los ámbitos. tranquilamente a lRciudad donde usted habita y allí todo le
Eché a deambular y noté que todo estaba ep.V11elto en será má.s fácil y menos adverso.
esa azulidad q~e transfigura los ser~ y las cosas. Hablé Atribulado.. vencido por las razones de Su Excelencia,
con alguien y natun;umente me respondió en la sabia lengua me dejé apartar de aquel lugar y después de algún tiempo
china, ,meneando la cabeza y siguiendo su camino. Cr1:1cé un penetrábamos en el Barrio Chino de Lima.
puente y en la ribera opuesta me salieron al paso barriadas -Estamos muy cerca de su calle -me informó mi sal-
de techos quiméric<;>s. Los vínculos eran de todas formas y vador-, dire al chofer que se detenga frente a la puerta de
estilo~. Juraría que estábamos en otra época, pues incluso su vivienda ... Y no olvide de saludar a su amigo de mi _parte.
pasaron junto a mí dos soberbios guerreros de bigotes de -Diciendo esto, cogió la bocina para informar al chofer, mas
guías interminables y fulgente.s cimitarras, provistos de yo se lo impedí con un ademW,l, y expresé mi deseo de des-
sombreros imponentes como templos. · ceQ.<Jer en las cercanías.
A todo esto experimentaba la angustia no exenta de -Como '\].St~d quiera -dijo él, parcamente.
íntima delectación, del qu~ se ve en un aprieto extraterre- El resto del trayecto l,o pasé observando el nuevo as-
nal. Las callejas por donde me guiaba la suerte se estrecha- pec~<;> de Lima, que parecía bastante campja«;).o. Era la hora
ban conforme me adentraba en la ciudad, y ya una plgar~bí del crepúsclJ].p, y \as calles se mostraban, inmensas en .muda
simiesca me aturdía al extremo de tener qué protegerme, melancolía.
presionando mis orejas con arribas manos. Él br. Lao, que -Parece que se han efectuado mejo¡:-qs en la ciudad
pasaba en ese momento en su coche, lo hizo detener a mi -observé.
vera y me invitó a entrar. -En efecto -~epuso el Dr. Lao-, ha pasado mucho tiem-
-iLoado sea el cielo! -exclamó el Embajador de la Chi- po durante su ausencia.
na en mi país-, lqué hace usted en el Celeste Imperio? Pronto reconocí las inmediaciones de la casa de Ver-
-Paseaba, Excelencia -afirmé- y convengo en que ya me. Se detuvo el coche, abrí con presteza la portezuela y
era hora de regresar a casa. " · luego de despedirme eché a caminar ya anochecido.
-'-Desde luego, amigo mío -repuso ei diplomático enar- La puerta de calle estaba abierta. La ventana de la
cando las cejas-. Ordenaré al chofer el regreso ~ediato. habitación de mi amigo, iluminada. Ascendí por la escalera
-Y volviéndose hacia la bocina se comunicó con el conductor con el aliento entrecortado. Frente a la puerta traté de re-
del coche, quien viró en redondo adoptando la nueva ruta. unir ánimo para golpear sobre ella, cuando la risa de la
314 315
mujer -me paralizó. Comprendí que era absurdo y mortal
que llamara, pues yo continuaba metido en aquel embruja-
do baúl. Entonces anduve recorriendo la escalera en ambos
sentidos un buen rato, hasta que me lancé a la calle. La
brisa tardía tuvo la virtud de sosegarme un tanto, mas al
doblar la esquina diVisé enJontananza las figuras de aque_.
llos ancianos de amenazadora tranquilidad y al ascensoriS-
ta que los guiaba rastreando ygesticulando para infundirles
confianza. En cuanto me vio, pues yo me exponía con amar-
ga lentitud, señaló en la dirección en que me encontraba y La casa de azúcar
se precipitaron con ansiedad mal reprimida en mi búsque-
da. Volví sobre mis pasos teniendo cuidadó de cerrar la
puerta con el propósito de despistarlos; y así fue que los SILVINA 0CAMPO
escuché pasar de largo y la voz del ascensorista que decía:
(Argentina, 1903-1993)
«No puede artdar muy lejos, déjenlo de mi cuenta» ...
Yahora estoy aquí acurrucado en urt peldaño, aguar-
dando que me admitan estar nuevamente en el baúl. Sopor-
to las frases con que me regañan los inquilinos de la casa al
cruzar poco menos que por encima de rrií. Siento las risas
de la mujer y las exclamaciones beodas de Verme. Se me
antoja que toqa la infelicidad que suelo soportar en mi vida
es pasajera comparada con esta situación incomprensible.
No puedo salir a la calle porque me espera una legión de
espectros; tampoco puedo entrar en la habitación de Verme
porque sobrepasaría el limite de lo macabro saberme meti-
do aún en el baúl~ Es por eso que lloro silenciosamente.

Tomado de: Primerfestival de literaturafantástica, Lima, Edicio-


nes Tierra Nueva, 1959.
/

316

" .
«La casa de azúcar» pertenece allibroLafiuia (1959), y ala enigmáti-
ca estirpe de narraciones fantásticas cuyos hechos ocurren bajo el in-
flujo de una casa (que no son pocas en la literatura argentlna). 1 Ya
observó Cortázar, autor de una de las más visitadas de ellas, que:

El día en que alguien logre la antología definitiva del cuento


fantástico, se verá _que muchos d~ los que pueblan para siem-
pre la memoria medrosa de la especie se cumplen en torno a
una casa, son una emanación de ella, contienen de alguna
manera una invitación a franquear la entrada. 2

En este cuento de Silvirta Ocampo, una casa otorga, quita, cambia la .Las supe:r:sj::l.ciones no d~jap'U} vivir ª- Crtstlna. Una
personalidad de ciertos personajes que aceptan, voluntaria o invo- moneda con la, efigie borrada, una mancha de tinta, la luna
luntariamente, esa invitación. El tema de la identidad del ser amado
como algo intercambiable, susceptible de una modificación que no llega
vista a través de do_s yid:t;'i_os, t<!s tnJc.~es de su nombre
a afectar el aspectó,-será objeto años después de una conocida novela grabds·p~ azar sobre el tronco de un cedro la enloquecían
g~ Bioy Casares, Donnir ql sol, como ha notado Noemí Ulla. 3 de tem_or. Cuando u.os conocimos llevaba puesto un vestido
Aparecen incluidos en antologías relacionadas con lo fantástico: «La verde .. que siguió usando hasta que se rompió, pues me
expiación» (BBy02), «La red» (HAHN2, CÓCAR01, WALSHyCaillois), dijo que le tr;tia suerte y que en cuanto se ponía otro, azul,
«La soga» (RFL 1 ), «Las ondas» (CÓCAR02) y «El sótano», «Mimoso»,
«Las fotografias» e «lsis» (los cuatro en BENEYTO). También se consi-
que le sentaba mejor, no nos veíamos. Traté de combatir
deran fantásticos: «El impostor»,«La sibila»,«Hombres animales estas manías absurdas. Le hice notar que tenía un espejo
enredaderas», «Amada en el amado», entre otros. rot~en-su cuarto y que·p_or más que yo le insistiera en la
Otros libros de relatos de Silvina Ocampo: Viaje olvidado ( 1937), conveniencia de tirar los espejos rotos al agua, en una no-
Autobiografía de Irene ( 1948), Las invitadas ( 1961), Los días de la che de _luna, para quitarse la mala s:uerte, _lp guardaba; que
noche (1970), El cofre volante (1974), El tobogán (1975), El caballo
alado ( 1976), La naranja maravillosa (1977), Lafuria y otros cuen-
jamás temió -que la luz de la casa bruscamente se-apagara,
tos (1982), Y así sucesivamente (1987) y Corneliajrente al espejo y a pesar de que fuera un anuncio seguro de muerte, encen-
(1988). día con tranquilidad cualquier número de velas; que siem-
pre dejaba sobre la cama e_l &ombrero, error e11 que nadie
incurría..Sus temor.es eran personales. Se infligía verdade-
ras privaciones; por ejemplo: no podia comprar frutillas en
1
1 el mes de diciembre, ni oír determinadas músicas, ni ador-
f Graciela Scheines y Adolfo Bioy Casares: El viaje y la otra realidad;
¡1 un ensayo y cinco cuentos, Buenos Aires, Felro, 1988. pp. 43-48; nar la casa .con peces rojos, que tanto le gustaban. Había
retomado en G. Scheines: «Claves para leer a Adolfo Bioy Casares», ciertas calles que no podíamos cruzar, ciertas personas,
Cuadernos Hispanoamericanos, 1991, núm. 487, pp. 18-19. cierto~ cJnematógrafos que no podíamos frecuentar. Al prin-
2
Julio Cortázar: «<nvitación a entrar en una casa», en Cristina Peri cipio de nuestra relación, estas supersticiones me parecie-
1 Rossi: La rebelión de los niños, Montevideo, Trilce, 1987, p. 7 (la. ed.,
1976). ron encantadoras. pero después empezaron a fastidiarme y
3
Noemí Ulla: «La fantasía en cuentos de Silvina Ocampo y su relación a preocuparme seriamente. Cuando nos comprometimos
con otros textos hispanoamericanos», en Morillas, 1991, pp. 286. tuvimo~ que buscar un departamento nuevo, pues según
sus creencias, el destino de los ocupantes anteriores influi- tro divorcio, y en el mejor de los casos tendríamos que
ría sobre su vida (en ningún momento mencionaba la mía, dejar la casa para.trnos a vivir, tal vez, a Villa Urq:Uiza, tal
como si el peligro la amenazara sólo a ella y nuestras vidas vez a Quilmes. de pensionistas en alguna de las casas don-
no estuvieran unidas por el amor). Recorrimos todos los de nos prometieron darnos un lugarcito para construir ¿con
barrios de la ciudad; llegamos a los suburbios más aleja- qué? (con basura, pues con mejores materiales no me~­
dos, en busca de un departamento que nadie hubiera habi- canzaría el dinero) un cuarto-y una cocina. Durante la.no-
tado: todos estaban alquilados o vendidos. Por fin encontré che yo tenía cuidado de descolgar el tll.bO, para que ningún
una casita en la calle Montes de Oca, que parecía de azúcar. llamado inoportuno ños despertara. Coloqué un buzón en
Su blancura brillaba con extraordinaria luminosidad. Te- la puerta de calle; fui el depositado de la llave, el distribui-
nía teléfono y. en el frente, un diminuto jardín. Pensé que dor de cartas.
esa casa era técién construida, pero me enteré de que en Una ma:ñé!l!atemprano golp~arn a la puerta Y. alguien
mil novecientos treinta y ocho la había ocupado una fami- dejó un paquete. Desde mi cuarto oí- que IJli mujer pro-
lia, y que después, para alquilarla, el propietario le había testaba, luego oí el ruido del papel estrujado. Bajé la escale-
hecho algunos arreglos. Thve que hacer creer a Cristina que ra y encontré a Cristina con un vestido de terciopelo entre
nadie Q.qbía vivido ert la casa y que era el lugar ideal: la casa los brazos.
dé nuestros sueños. Cuando Cristina lá vio, exclamó: -Acaban de traerme este vestido -me dijo con entu-
-iQué diferente de los departamentos que hemos vis- siasmo.
to! Aquí se respira olor a limpio. Nadie podrá influir en Subió corrie:qdo las escaleras y se puso el vestido, que
nuestras vidas y ensuciarlas con pensamientos que envi- era muy escotado.
cian el airé. -lCuándo te lo mandaste hacer?
En pocos días nds casamos,y nos instalamos-allí. Mis -Hace tiempo. ¿Me queda bien? Lo usaré cuando ten-
suegros nos regalárón los muebles del dor:r;nitorio, y mis gamos-que ir al teatro. ¿no te parece?
padres los del comedor. El resto de :la casa lo amuebla- _¿con qué dinero lo. pagaste?
ríamos de a poco. Yo temía que, por los vecipos, Cristina -Mamá me regaló unos pesos.
se enterara de mi mentira, pero felizmente hacía sus com- Me pareció raro, pero no le dije nad(l, para no ofen-
pras fuera del barrio y jamás conversaba con ellos. Éra- derla.
mos felices. tan felices que a vecel'>"me daba miedo. Parecía Nos queríamos con locura. Pero m~ ~quietd comen-
que la tranquilidad nunca Se rompería en aquélla casa de zó a molestarme, hasta par(l f!brazar a Cristina por la no-
azúcar, hasta que un llamado telefónico destruyó mi ilu- che. Advertí que su carácter había cambiado: de alegre se
sión, Felizmente Cristina no atendió aquella vez el teléfono, convirtió en triste. de comunicativa en reservad¡:¡., de tran-
pero quizá lo atendiera en una oportunidad artáloga. La quila en nerviosa. No tenía apetito. Ya no preparaba esos
i persona que llamaba preguntó por la señora Violeta: indu- ricos postres. un poco pesados,a base de cremas batidas y
1 1
dablemente se trataba de la inquilina apterior. SLCristina de chocolate, que me agradaban, ni adornaba periódicamente
la casa con volantes de nylon, en las tapas de la letrina, en
1

se enteraba de que yo la había engañado, nuestra felicidad


seguramente concluiría: no me hablaría más, pediría nues- las repisas del comedor, en los armarios, en todas partes,
t
1 B20 321
1

1 1
como era su costumbre. Ya no me esperaba con: vainillas a mentirosa. Nunca me regaló aquel barrilete. Los árboles
la hora del té, ni tenía ganas de ir al teatro o al cinematógra- me hablaban de sus mentiras. Luego fuirhos a vivir a Mo-
fo de noche, ni siquiera cuando nos mandaban entradas de rón, con mis padres. Ahora, desde hace una semana estoy
regalo. Una tarde entró un perro en' el jardín y se acostó de nuevo aquí.
frente ala puerta de calle, aqllando. Cristina le dio carne y -Hace tres meses que vivo en esta casa·, y antes jamás
le dio de beber y, después de·un baño, que le cambió el color frecuenté estos barrios. Usted estará confundida.
del pelo, declaró que le daría hospitalidad y que lo bautiza- -Yo la }labía imaginado tal como es. iLa imaginé tan-•
1 1 ría con el nombre de Amor, porque llegaba a nuestra casa tas veces! Para colmo de la casualidad, mt:marido estuvo de
. i en un momento de verdadero amor, El perro tenía el pala- novio·con usted .
dar negro, lo que indica pureza de raza. -'-No estuve de novia sirio con mi marido. ¿cómo se
Otra tarde llegué dé impr:oviso a casa. Me défuve en la llama este perta?
entrada porque vi 'una bicicleta apostada en el' jardín. Entré -Bruto.
silenciosamente y me escurrí detrás de uriá puerta y oí la -tléveselo, poi favor, antes que me encariñe eón él.
voz de Cristina. -Violeta, escúcheme. Si llevo el perro a mi casa, se
-¿Qué quiere? -repitió dos veces. morirá. No lo puedo cuidar. Vivimos en un departamento
-Vengo a buscar' a mi perro -decía la voz de una mu- muy chiéo. Mi marido y yo trabajamos y nó hay nadie que lo
chacha-. Pasó tantas veces frente a esta casa que se ha enca- saque a pasear.
riñado con ella. Esta casa parece de azúcar. Desde que la -No me llamoVioleta. ¿gué edad tiene?
pintaron, llama la atención de todos los transeúntes. Pero a -¿Bruto? Dos años. ¿guiere quedarse con él? Yo ven-
mí me gustaba más antes, con ese color rosado y romántico dría a visitarlo de vez en cuando, porque lo quiero mucho.
de las casas viejas. Esta casa era muy misteriosa para mí. -A mi marido no le gustaría recibir desconocidos en
Todo me gustaba en ella: la fuente donde venían a beber los su casa, ni que aceptara un perro de regalo.
pajaritos; las enredaderas con flores, como cornetas amari- -No se lo diga, entonces. La esperaré' todos los lunes a
llas; el naranjo. Desde que tengo ocho años esperaba cono- las siete de la tarde en la plaza Colombia. ¿sabe dónde es?
cerla a usted, desde aquel día en que hablamos por teléfono, Frente ala iglesiá Santa Felicitas, o si no la esperaré donde
¿recuerda? Prometió que iba a regalarme un barrilete. usted quiera y a la hora que prefiera; por ej~plo, en el
1,
-Los barriletes son juegos de varones. puente de Constitución o en el parque Lezama. Me conten-
-Los juguetes no tienen sexo. Los barriletes me gus- taré con ver los ojos c;le Bruto. ¿Me hará el favor de quedar-
taban porque eran como enormes pájaros: me hacía la ilu- se con él?
sión de volar sobre sus alas. Para usted fue un juego -Bueno. Me quedaré con él.
prometerme ese barrilete; yo no dormí fn toda la noche. -Gracias, Violeta.
Nos encontramos en la panade,ría, usted estaba de espal- -No me llamo Violeta.
das y no vi su cara. Desde ese día no pensé en otra cosa que -lCainbió de nom,bre? Para nosotros usted es Viole-
en usted, en cómo sería su cara, su alma, sus ademanes de ta. Siempre la misma misteriosa Violeta.
1!
322
Oí el ruido seco de la puertp y el taconeo de Cristina, ffngtendd que me-era posible adquirit•üna cas·a en esos lu-
sub'iendo la escalera. Tardé un rato en salir de mi escondite gares.
y en fingir que acababa de llegar. A pesar· de. haber compro- -No creas. Tenemos· muy cerca de aquí el pwqueLe-'
bado la inocencia del diálogo, no sé por qué, una sorda-des- zama.
confianza comenzó a devorarme. Me .pareció .que había -Es una desolación:.Lasestatuas'están tot;ls, las-fuen-
presenciado una representación de teatro y que larealidad tes sin agua, los ~boles apestados. Mendigos, viejos y li-
era otra. No confesé a. Cristina que había s'orprelidido la siados van con bolsas, para tirar o recoger basuras.
visita de esa muchacha. Esperé los acontecimientos, temien- -No me fijo en esas cosas.
do siempre que Cristina descubriera mi m~ntira, Jamen-. -Antes no querías sentarte en un banco donde alguien
tanda que estuviéramos instalados en ese barrio. Yo pasaba había comido mandarinas o pan.
todas las tardes por la plaza que queda frente ªla iglesia de -He cambiado mucho.
Santa Felicitas, para comprobar si Cristina había acudido -Por _mucho que hayas cambiado, no puede gustarte
a la cita. Cristina pa,re~J.no advertir mi inquietl!.d, A veces un parque como ése. Ya sé que t;iene un museo con leones
llegué a creei." que yo había soñado. Abrazando al perro, un de m-ármol que cuidan la entrada-y que jugabas allí en tu
qía; Cristina me preguntó: infancia, pero eso np qui~re decir nada.
-lTe gustaría que me llamara Violeta? -No te comprendo -me respondió Cristina. Y sentí que
-No me gusta el nombre de las flores. me despreciaba, con; un desprecio que podía conducirla al
-Pero Violeta es lindo. Es un-color. odio.
-Prefiero tu nombre. Durante días, que me parecieron años, la vigilé, tra-
Un sábado, al_ atardecer, la encontré en el puente de tando de-disimular mi ansiedad. Todas las tardes pasaba
Constitución, asomada sobre el p~aeto de fierro. Me acer- por la plru;a frente a la igiesia y los sábados por el horrible
qué y no se inmutó. puente.m;gro.de Constitución. lJP. dia me aventuré a decir a
-lQué haces aquí? Cristina:
-Estoy curioseando. Me gusta ver las vías desde arriba. ~i descubriéramos que ~ta. casa fue habitada por
-Es un Jugar muy lúgubre y nq me gusta que andes otra,s personas ¿qué harías, Cristina? ¿Te irías de,~quí?
sola. ~ ·· .Si una persona hq\~ra vivido en esta.casa, esa per"
-No me pwece tan lúgubre. ¿y po]: qué no puedo an- soAa tendría que ser como esas flguri?ts de azúcw que. hay
dar sola'? · en los postres o en las tortas de cumpleaños: una persona
_¿Te gusta el humo negro de las locomotoras? dulce como el azúcar. Esta casa me inspira coJ!ft:¡¡pza, ¿será
-Me gustan los medios de transporte. Soñar con via- el jardincito de la t;ntrada que me infunde tranquilidad?
jes. Irme sin irme. «Ir y quedar y con quedar partirse.» iNo sé! No me iría d~ aquí por todo el oro del mundo. Ade-
Volvimos a casa. Enloqueciqo de celos (¿celos efe qué?, más_no tendrían1os adónde ir. Tú_mismo.me lo dijiste hace
de todo), durante el trayecto apenas le habl~. un tiempo.
-Podríamos tal vez comprar alguna casita en San Isi- No insistí, pqrque iba a pura pérdida. Para confor-
dro o en Olivos, es tan desagradable este barrio -le dije, marme pensé que el tiempo compondría las cosas.

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Up.a mañana ªonó·el timl:)re de la puerta. de calle. Yo bargo, no sé por qué empecé a·ayeriguar en el barrio quién
estaba afeitándome y oíla voz de Cristina. Cuando concluí era Violeta, dónde. estaba. todos los detalles de su vida.
de afeitarme, mi .mU:jer ya estaba hablando con la mtrusa. A media cuadra de nuestra casa había una tienda don-
Por la abertura de la puerta las espié. La intrusa tenía una de vendían tarjetas postales, papel, cuadernos, lápices, go-
voz tan grave y los pies tan grandes que eche a reír. mas de borrar y juguetes. Para mis averiguaciones, la
~i usted vuelve a ver a Daniel, lo pagará muy caro,
Violeta. vendedora de esa tienda me pareció la persona más indi-
cada: era charlatana y curiosa, sensible a las lisonjas. Con
-No sé quién es Daniel y no ;me llamo V:ioleta -res- el pretexto.de comprar un cuaderno y lápices, fui una tarde
pondió mi mujer.
a conversar con ella. Le ·alabé los ojos, las manos, el pelo ..
-Usted está mintiendo.
No me atreví a pronunciar lá palabra Violeta. Le expliqué
-No miento. No tengo nada que ver con Daniel. que ératnós vecinos. Le pregunté finalmente quién había
'=Yo quiero que usted sepalco~ como son. vivido en nuestra casa. Tímidamente le dije:
-No quiero:escucharla.
-¿No vivía una tal Violeta?
Cristina se tapó las orejas con las manos·. Entré en el Me. contestó cosas muy vagas, que me mquietaron
cuarto y dije a la intrusa que se füeta. De cerca le miré -los más. Al día siguiente traté de averi~ en el almacén algu-
pies, las manos y el- cuello. Entonces· advertí que era un nos ottós detalles. Me dijeron que Violeta estaba en un sa-
hombre disfrazado de mujer. No me dio tiempo de pensar natorio frenopátlco y me dieron la dirección .
en lo que debía hacer; como un relámpago desapareció 'de.: ..,.Canto con una voz que no es mía -me dijo Cristina,
jandó la puerta entreabierta: ttás de sí.
renovando su aire misteriOso-. Antes me hubiera afligido, pero
No comentamos él episodio con Cristina; jamás com• ahora me deleita. Soy otra persona, tal vez más feliz que yo.
prenderé por qué; era comó si nuestros labios hubieran Fingí de nuevo no habería oído. Yo estaba leyendo el
estado sellados para todo lo que nó fuese besos nerviosos:
insatisfechos o palabras inútiles. diario. .
De tantó averiguar defalles de la vida de Violeta. con-
En aquellos días, tan tristes para mí, a Cristina le dio fieso que desatendíá a éristina. .
por cantar. Su voz era agrad.ahle, peró me exasperaba, por- Fui al sanatorio frénopático, que quedaba en Flores.
que formaba parte de ese mundo secreto, que la alejaba de Ahí pregunté por Violeta y me dieron la dirección de Ar-
mí. iPor qué, si nunca habÍa caritádo, ahora cantaba·noche senia López, su profesora de canto.
y día mientras se vestía o se bañaba o cocinaba o cerraba Thve que tomar el tren en Retiro, para que me llevara
las persianasfl
a Olivos. Durante ei trayecto una tierrita me entró en un
! Un día en que oí a Cristina exclamar con un aire enig- ojo, de modo que en el fuorhentd de llegar a la casa deArse-
mático: Y·
nia López, se me caíap las lágrimas como si estuviese llo-
-sospecho que estoy heredando la vida de álguten. las rando. Desde la puerta de callé óí voces de mujeres, que
dichas y las penas, las equivocaciones y los aciertos. 'Estoy hacían gárgaras con las escalas, ¡¡tcompañadas de un piano .
embrujada -fingí no oír· esa frase aton,nentadora. Sin em- que parecía más bien un organillo.
326
327
Alta, delgada, aterradora apareció en el fondo de un Desde ese día Cristina se transformó, para mí, al me-
corredor Arsenia López, con un lápiz en la mano. Le. dije nos, en Violeta. Traté de seguirla a todas horas, para des-
tímidamente que venía a buscar notlcias,de Violeta. cubrirla en los brazos de sus amantes. Me alejé tanto de
-¿usted es el marido? ella que la vi como a una extraña. Una noche de invierno
-No, soy un pariente -:-le respon~í secándome los ojos huyó. La busqué hasta el alba.
eón un pañuelo. Ya no sé quién fue víctima de quién, en esa casa de
-U.sted será uno de sus _innumerables admiradores azúcar, que ahora está deshabitada.
-ine dijo, entornando los_ojos y tomándome la mano-. Ven-·
drá para saber lo que todos quieren saber, .¿cómo fueron
1bmado de: Silvina Ocampo: Lafuria y otros cuentos, Madrid, Alian-
los últimos días de Violeta? Siéntese. No_ hay que imaginar
za Editorial, 1982.
que·un_a persona muerta, forzosamente h¡;~.y_sido pura, fiel,
buena.
-Quiere consolarme -le-dije.
Ella, oprimi<;n.do mi mano con ·su mano húmed~. con~
testó:
-sí. Quiero ¡;:onsolarlo. Violeta era no· sólo .mi discí-
pula, sino mi íntima amiga. Si se disgustó corgnigo, fue tal
vez porque me hizo de~asi confiqencias y porque ya
no podía engañarme. Los últimos días que la vi, se lamentó
amargamente de su suerte. Murió de «:!nyidia. Repetía sin
cesar: «Alguien me ha robado la vida, .pero lo pagará muy
caro. No tendré mi vestido de terciopelo ella lo tendrá; Bru-
•to será de ella; los hombres no se disfrazarán de ~ujer
para entrar en mi casa sino en la de ella; perderé la voz que
,1
transmitiré a esa otra garganta indigna; no nos abr;lZare-
mos con Daniel en el ¡meQt~ de. Constitución, ilusionados
con un amor imposible, inclinados como antaño, sobre la
baranda de hierro, viendo los trenes alejarse.»
Arsenia López me miró en los c;¡jo.s y me dijo:
-No se aflija. Encontrará muchas mujeres más leales.
Ya sabemos que era Q.~rmosa, pero ¿ac~o iahermosura es
lo único bueno que hay en el mundo?
Mudo, horrorizado, me alejé de aquella casa, sin reve-
lar mi nombre a Arsenia López que, al despedirse de mí,
intentó abrazarme, para demostrar su simpatía. .

328
El Grimorio

ENRIQUE ANDERSON IMBERT


(Argentina, 1910-2000)

..
Este relato pertenece a El Grimorio, de 1961. Considerado uno de
los mejores exponentes de la pericia narrativa de su autor 1 y. en conse-
cuencia, frecuentemente estudiado, este cuento da la razón a quienes
juzgan que la autorreferencialidad -en este caso entendida como la
capacidad del texto de reflextonar sobre la condición de la literatura- es
un rasgo notable del relato fantástico. 2 En efecto, es un texto que trata
sobre otro texto (el libro mágico medieval que le sirve de título), pero
que, sobre todo, trata sobre el libro como objeto generador de sentidos.
El vértigo del libro, la fascinación ante la totalidad inabarcable y abso-
luta que la letra puede contener, están inteligente, erudita y sensiblemente
formulados aquí, por medio de motivos fantásticos tradicionales (un
protagonista fuertemente identificado con el pasado; un objeto de anti-
1·por fin!. No más clases, no más exámenes ... iLibre,
cuario hallado al azar; una experiencia anómala ViVida en soledad), y
concluyen con una hábil mise en abyme. desequilibradora del propio por fm.libre, desde diciembl'e hasta marzo.1 fía Le•
personaje: Rabinovtch, judío, autor de un libro sobre Flavto Josefo, - Al salir de la caverna de laFacult:ad de Filoso y
capaz·cte pasar con faeiliaad_ de·un·a lerigua a otra y aun de una época a tras de- Buenos Aires tuvo ganas de saludar a gritos el sol
otra como sabio profe59r de historia que es, puede ser la versión ViVien- de mediodía.
te de .Íoseph Cartaphuus, el judío errante.
Relatos incluidos en antologías relacionadas con lo fantástico: «El Se reprimió. - fi
leve Pedro» (CÓCAR02), «El fantasma,. (CÓCARO 1 y HAHN2). Hubiera sido raro ¿no? el espectáculo de un pr~ esor
Otros libros de cuentos del autor: Lune de cendre ( 1935 ), El men- -profesor de Historia Antigua. para mas s ' eñas- exaltándo-
estu
tir de las_estrellas ( 1940), Las pruebas del caos ( 1946), El gato de se all,1, e·_ n la escalinata de Viamonte 430, como un -
Cheshire (1965 ), La sandía_y otros cuentos (1969), La locurajuega al
qjedrez ( 1971 l. La botella de Klein ( 1975 ), Dos mujeres y un Julián diante. iro y se
(1981). Eii vez de gritar, pues. Rabinovich dio un susp
e~hó a andar por las calles. con todas las vacaciones por
delante. Cur
Ese año académico le había pesado como nunca. -
sos. Conferencias. Un libro sobre Flavio Josef~. que acaba-
ba de terminar. Y no lo había-terminado todavta.cuando ya
se le vino encima el torbellino de problemas y controversias
originados por el hallazgQ casual, en 1947. ·de unos rol~
de los tlempos_.bíblitos, escondidos en las cuevas, deLMhar
Muerto. Sr no había tregua, .senor. - e,·Cuándo
. podra un is-'
toriador confrias~ con lo que sabe? JOtravez a estudiar.
/
1
Fernando Rosemberg: «Enrique Anderson Imbert», en Carlos A. Siempre estudiar, estudiar.. · ,
Solé y María Isabel Abreu (eds.): Latin American Writers, t. 3, New Ya no daba inás. y lo enervante era que, cuanto mas
York,
2
Charles Scribner's Sons, 1989, p. 1106. trabajaba más necesidad_sentíade·segutr .en la brecha. Cosa
Gf., por ejemplo, Remo Ceserant: «Le radici storiche di un modo
narrativo,., en Ceserant-Lugnam-Scarano, 1983, pp. 16-17.
delos.n~ Porque los nervios ibueno! los nervios esta-
ban que se iban solos.

333
Había que cUidar la salud. Sí, señor. CualqUier cosa. da, bien sentada, sin nexos, pát:ecía haber arrancado de la
Dormir más. Comer más. No tocar ni un papel. Descansar.
minú.scula carolingia del siglo IX. La no separación de pala-
~s una temporada en las sierras de Córdoba... Sí, eso. bras hacía-creer en que era aún anterior. Pero la ~uidez de
1Que buena idea! Ante todo, iría a la estación de Retiro para
la escritura, observó Rabinovich, era moderna. El mismo
averiguar cuál era el mejor horario de trenes a Córdob'a.
podía haberlas trazado. Sí. Era casi su propia ·letra. ¿casi?
Tomó por Reconquista, bajó hacia Leandro Alem y, al
iEra su propia letra!· O, por lo menos, la que él podría for"
doblar en las recovas, descubrió una librería de Viejo.
mar con su puño ... si quisiera. Hizo pasar el canto de hojas
Curioso: nunca la había visto. No lo juraría -después por· el pulgar y mientras comprobaba así que todo el manus•
de todo, pocas veces recorría ese camino- pero no recorda-
ba haberla visto. Entró. crito era un disparatado ffit}estrario de letras sintió al tac-
to que eso no era ·papel. En todo caso, una calidad de p~el
Las estanterías gateaban por las paredes, tocaban el
que Rabinovich nunca hap!a Visto. Al parecer era una mate-
techo, se retorcían; y estaban tan repletas que amenazaban
riaresistente.a todo desgaste. Y, en efecto; las fojas, aunque
con desplomarse. En el centro había varias mesas, con crá-
evidentemente·manoseadas, se conservaban como intactas.
ter~ de papel: la lava se desmoronaba, caía sobre ·el suelo,
Rabinovich ·quiso clavar ·la uña del pulgar en una página,
volVIa a encumbrarse en montículos desordenados. «Un
pero no pudo: la págma, leve como una pluma, era inde~­
peso~. <<dos pesos». «tres ·pesos» ... Rabinovtch se puso a
tructible como un mármol. La tinta, de tan negra, parec1a
revolver. El gusto por lo secreto le hacía meter los dedos
calada en la luz. Algún secreto químico, pensó Rabinovich.
por debajo de la p:ila y palpar desnudeces escondidas ..Aigo
Buscó el título, el nombre del autor. Inútil: el códice comen-
sensual, voluptuoso, eQ. esa caricia furtiva. Libros, folletos
zaba directamente con la caja de escritura. Analizó, con el
fascículos. De improviso la mano se le alzó con un libro. E~
librote al;>ierto por la mitad, algunas líneas del texto. ¿Ha-
que, al ver un libro grandote, calculó mal el peso: había
bría alguna raíz conocida que le peqnitiese aislar siquiera
he?ho fuerza y los músculos del brazo se dispar_aron hacia
una palabra y adivinar a qué familia lingüística pertenecía?
arriba como un resorte burladO'. iSi no pesaba nada! El
No. ·Las letras de nuestro alfabeto latino se·seguían como
mat?otreto se había echado a volar como un pájaro. Las
un desille de hormigas:
cubiertas eran negras: aunque sucias, lucían nuevas. Abrió
el tomo por el medio y Vio que era un ci.tader.no sin rayas,
.. Jxkqrtvsajzt}ltxvobgaretlpgqoooscidhmefwgy. ..
todo ?ubierto de letrás. «iCaray!», exclamó Rabinovich, «¿Me
habra venido un ataque de agrafia?» Porque a esas letras
De niño.Rabinovich había tenido la impresión de que,
no les podía poner pies con.cabeza. Letras del alfabeto lati•
al cerrar el libro con un estampido, las letras saJían de sus
ho, sí. Pero ninguna separación, ninguna mayúscula, nin-
nichos y se mezclaban; y que· cuando lo abría, formaban illa
guna puntuación indicaba que. allí hubiera palabra .. ¿un
tahrápidamente que el ojo las encontraba otra vez ordena-
manuscrito en lengua desconocida? Dificil..No había lengua
das·. Ahora Rabinovich tuvo una impresión al revés: ¿y si el
desconocida para Rabinovtch. Además, las consonantes
volúmen, cerrado, tuviera sentido, pero, al aprírlo, las le-
solían aglutinarse en tal forma que ni!lguna garganta hu-
tras, despavoridas, se juntaran de cualquier modo? Rabi-
mana hubiera podido pronunciarlas. La caligrafía, :redon-
novich, claro, no creía en estas magias. iCómo iba a creer!

335
Buscó pues, ~licaones·pub. ¿un criptograma? Sí, ·Le espoleó la idea de que un ocioso se hubiese puesto
tal vez hubiera cierto. sistema en la confqsión con q\le se a escribir en contra,. con el único·prppósito de no combinar
mezclaban las letras de ese rompeca)Jezas. Criptograma las letras en ninguno de los-vocablos de la literatura mun-
ba~do en el principio de sustitución, o sea que cada tetra dial. Jonatbau. Swj.ft, en Voyage to Laputa, Balnibardi,
está reemplazada por otra; o criptograma basado en el prin- Luggnagg, Glubb-Dubdrid and Japan había concebido,
cipio de transposición, o sea que cadaJetraestá desplaza- para burlarse, una máquina combinatoria de todas las pa-
da; o criptograma mixto, o sea que unas letras están labras de un idioma: de tanto dar vúeltas a la máquina,
sustituidas y otras transpuestas ... iQué lío! ¿Valdría la pena acabarían por salir de allí, junto con toda clase de engen-
-pensó Rabinovich- comprar el cuaderno pára devanarse dros disparatados, las fras_es perfectas para una
los sesos? Si era un criptograma -y eso estaba por verse-'- enciclopedia definitiva. ¿y dónde fue que Rabinovich leyó que
habría que clasificar las letras y grupos <;le le_tras según la unos matemáticos ingleses habían calculado el tiempo en
frecuencia con que apr~cín, habría que calcular Ja pro- que unos monos, golpeando el teclado de una máquina de
porción ele vocales y consonantes, habría que encontr¡rr al- escribir, compondrían, entre muchos embolismos y galima-
guna palabra-clave y la figura del cartabón que se había tías, nada menos que las obras completas de Shakespeare?
usado ... Juegos para un Edgar Nlan Poe, no para él. Sin Pensó que, en efecto, si se construyera una prensa automáti-
contar que tampoco Poe hubiera descifrado estas páginas, ca que fuera finprimiendo línea tras línea, y en cada línea
pues era evidente que el autor, no ~ólo no u~ab esquelll.as una combinación diferente de las letras y signos de nuestro
geométricos, sino que ni siquiera dejabé! blancos entre pa- idom~: s~í p~sible que_ esa máquina, en el andar del tiem-
labra y palabra. ¿y en qué idioma estaría escrito? ¿y si po, esí:aplpase todo lo escrito y lo por escribir. Pues bien: ¿y
estaba en varios idiomas a la vez? ¿y l;li el cÓdigo no era si un bromista se hubiese divertido componiendo sólo las
constante? iY los posibJes errores cometidos! No, no; ni líneas absolutamente ininteligibles que esa misma impren-
pensarlo. Con centenares de libros bueno~ para leer, ¿a qué ta. automática_también daría? Un libro al revés, un antilibro,
perder el tiempo con tales papárrucbas? _Sería una locura ... una especie de literatura en guirigay, más extrema que el
.Lo que debía hacer era descansar. Ya lo había ·decidido. Dadaísmo de Tristán Tzara C> el Letrismo·de Isidore Isou.
Dormir más. Comer más. No tocar ni un papel. Descansar. Letras en liber.tad,letras-letras, como pura materia ...
Irse a Córdoba. Aflojar los_nervtos. ¿No era ~ste su progra- Ahí es_taba -Rabinovich que si compraba que· si no com-
ma? iN diablo con el cuaderno!
praba el libraco cuando, de casualidad, los ojos cayeron e~
Lo tiró. Se alejó hacia la calje, «Sin em._bargo ... >>Volvió las primeras letras de la primera foja y entonces vio que s1
sobre sus pasos, miró el cuaderno a la distancia, lo recogió estaban separadas en palabras. Y pudo leer. !Qué sorpre-
m._uy lentam,ente y se puso·a revisarlo conatre displicente. sa! Pudo leer porque las palabras estaban ... len castella-
Sin empargo ... ¿y si resultaba que eso ~;ra una importante no! ¿cómo era que_ un libro escrito sin_ ton.ni son,_ o, en el
obra en cifra, una especie de Diario de Samuel Pepys? Cla- mejor de los casos, en una lengua desconocida, arrancaba
ro, también_podría ser una simple broma, como la de Bal- en castellano? Bueno ... a lo mejor el manuscrito, aunque
za:c eón su fingido criptograma en La Physiologie du proveniente de un país remoto, tenía una. dedicatoria en
Mariage.
castellano. El castellano sería, para esa civilización, una
336
'337
lengua tan esotérica como para nosotros el griego. La cosa Rabinovich comprendió, en una espantada. iAh, es que
es que Rabinovich se sorprendió. Se sorprendió como si, al había que leer continuamente, leer sin pararse, sin retroce-
tomar una sopa de letras, sacara en la primera cucharada der, leer, leer, leer hasta-que se le cerrase11 a uno los ojos!
un proverbio entero. Esto es lo que Rabinovich leyó: Todo libro·tiene algo. de mágico. lNó es ya magia la virtud
hipnótica con que unas ·pl_a.nas nos hacen vivir como ellas
Lector, compañero de viaje lhasta dónde me quieren? Pero la magia de este libro de letras movedizas y
acompañarás? Cuanto más te esfuerces en leerme caprichosas era de otro·mundo. Asustado"de su descubri-
más comprenderás la Historia, la mía y también la miento, Rábinovich apretóel volumen con las dos manos,
tuya. Pero no llegarás muy lejos. Aunque leyeras y como si fuese una caja llena de moscardas (moscardas de
leyeras, te morirías.antes de terminar este libro. Es ésas que se alimentan de la carroña) y temiera que se le
bueno que lo sepas: aquí tienes el cuento de nunca escapasen.
acabar," Es mi vida. Soy Joseph Cartaphilus, Oyó que le élecían a media voz:
• 'f Battudeus, Juan d'Espera en Dios, Ahasuerus, Sieur -lEl señor ha encontrado algo de interés?
de Montague, Israel Jobson, Hareach ... lNo te dicen Se volvió. Era el librero.
nada estos nombres? Muchos otros me han dado. -Es de la mesa de tres pesos ,..dijo mostrándole el
Acaso éste te diga más: soy el Judío Errante. mamotreto al tiempo que le daba los billetes-. lNo hay otro
tomo como éste?
Jacobo Rabinovich tuvo la sospecha de queJos ojos, a No, no había.
medida que, a saltos de langosta, ibanrecorriendo las lí- Rabinovich se fue. con la sensación de robar un tesoro
neas, dejaban atrás las letras inservibles (como un hombre fatídico. Serían. unas cuatrocientas páginas. En seis horas
que mientras camina va comiéildose.un racimo.de uvas y se las podría leer. lPor qué, pues, el autor .había dicho: «no
arroja a su paso los hollejos, los gajos y las pepitas). En llegarás muy lejos;· aunque leyeras y leyeras te morirías an-
efectp, después de leer: «soy el Judío Errante», quiso retro- tes de lermfnar este libro»?
ceder para releer la retahíla de nombres y se encontró con Supongamos -cavilaba Rabinovich por la calle- que
una negra estela de letras sin sentido. Allí donde .leyera de veras sea.la autobiografía del Judío Errante: lcómo ha
palabras en castellano, ahora sólo estaban esas lombrices de contarla en tan poco·espaclo? A menos que sea el primer
monstr1,1osas de todo el texto: volumen de una serie perdida. Miró en la última página.
No, No había indicación de que el manuscrito.continuara.
... hgjxkoalcqsifduphmrvynuze ... La escritura 'llegaba justo hasta el pie de la página, llenaba
hasta el último blanco: ... aqkwlXdfoezivtpaa.
Extraño .. Extrañísimo. Buscó la primera letra. La «L». Cambió de idea y. en lugar de,ir a 1a estación, enderezó
'FUe como .si oprimiese el botón de una instalación eléctrica. para su casa. En medio del gentío·acomodó una vez más el
De golpe saltó de esa «L» una luz inteligente. y todo se aclaró libro, enhe}?rQ con los <,>jos el ojo de la primera letra, la «L»,
en frases bien cortadas: y el hilo fue enhéoraildo su collar. iNo perder el hilo! Ahora
Lector, compañero de viaje ... recordó la frase de la escuela. «No pierda el hilo»,le decía la
'338 339
maestra. Él Jo perdía siempre. Ahora también lo perdió. compagnon de voyage). Sí. .Podía leer en .todas las lenguas
Sea porque al balancear los trancos se torcieraJa posición que conocía. ¿y en hebreo? Ah. no pudQ. Las grafías del
del libro o porque alguien le moviera el brazo, lo cierto es alfabeto literal latino sólo se leían de izquierda a derecha.
que los ojos, al salir de la última palabra de una línea, no No pudo invertir esa dirección, como no se puede invertir la
acertaron a entrar en la .línea siguiente. Todo se endureció: circulación de_lasngr~. El Judío.Errante no había pensa-
...xrtipkvujfuloprsmtiacsaiug... Otra vez el pandemonio, la dp en hebreo, Como quiera que sea, ahora y~ sabía que si
olla de grillos, el totum r:evolutum... iPáciencia! También no er_a posible_recoJ.lo<;er por el estilo la época.en que e_s_cri-
iqué ocurrencia, ap.dar a esa_hora por la calle San Martín. bía el Judío Errante era p_orque cada lector leía en su pro-
leyendo! pia .habla. Como al traducir. lHabría _tantos textos como
Cerró el .libro y se lo metió debajo del brazo. El libro lectores? lNunca podrían dos_personas leer lo mismo? <~Bue­
seguía barrenándole la cabeza, sin embargo. Recapituló todo no ia qué tanto asombro!», se dijo Rabinovich. «lAcaso no
lo leído. Y reparó en que. el autor -,-«soy el Judío Errante» son así todos los libros? La lengua, en sí, no existe: existen
había dicho- escribía como. un.contemporáne_o. S~s pala- quielie_s lé!c .hablan. YJo mismo un .libro: es apenas un caos
bras parecían pronunciadas por algi.lien a su lado. Más: de signos hasta que_ alguien se pone a leerlo. El lector es
era• como si el mismo Rabinovich las pronunciara .. Desde quien dé! existencia de libro a unas enrevesadas aljamías».
cierto·punto de vista. era mejor así. Aunque -pensó Rabino- Subió .la escalera de la casa de departamentos donde
vich- también sería lindo que el Judío Errante hubiese es- vivía y se encerró. en su cuarto. Faltaba poco para las dos de
crito sus memorias en distintas épocas de su vida. Así, la tarde. Se apoltronó en su sillón y volvió a meterse por el
hubieran quedado registrados, en un solo libro, los estilos túnel de tinta que ya se sabía éasi de memoria, desde «Lec-
sucesivos de la historia de la literatura. Museo con una tor, compañero de viaje·». Pero siguió. Y con la emoción de
sala para cada manera. iQué interesante pasar. de.un perío~ un niño que se. ha caído varias veces .al intentar: andar en
do a otro y estudiar los cambios del fraseo, desde la prosa bicicleta y, de prQnto, ve que ya. anda, y .a cada pedaleada
del Infante Don Juan Manuel hasta láde Jorge Luis Borges! avanzahaciano.sabe dónde, y poco a·poco se Qlvidade que
ilmaginarse.el esp~táculo de ese mar de frases ondulando está en una máquina. y. siente el placer del equilibrio y de la
por el «cálamo currente» de un solo autor, inmortal! Pero velocidad, y todo es aventura, Rabinovichatravesó las pala-
no. En lo leído Rabinovichno había notac;Io ningurta peculia- bras en.que ya había <;aído.antes y seJanzó alá carrera por
rid<!-d .estilística, como·.no fuera que le agradaba ... Era la unos símbolos qüe.se despejaban como neblina:
prosa que él, Rabinovich, escribiría ... iUn momento!: ly si
eso era, exactamente, lo que estaba pasando? Puesto que _Nací en un pueblecito c;le Galilea, el mismo día en
todo el manuscrito era.sobtenatural, acaso.ofreciéra tam- que nacfó.J.esús. Nuestr.as.madres eran vecinas,
bién·esta magia: a.éUe parecía estar escrito én castellano, a y tanto. Jes'!Ís como sus hermanos y hermanas
un inglés le parecería en inglés, a un francés en francés ... Juer.on mis primeros. ~oinpañerS de juego. Des-
Hizo la prueba. Abrió .el libro .en la primera página, se ins~ pués, ya hombre, me fui a Jerusalén, y a poco
taló mentalmente .en el alma de un inglés (Reader, my cóm- llegó Jesús, a predicar. Vi cómo lo juzgaban,
panion on thisjourney), en el alma de un francés.(Lecteur, condenaban y crucificaban .. Su vida inspiró un

340 341
grandioso mito; la mía, una risible leyenda. Sin el verdadero rostro. Me burlaba de las exageracio-
embargo, mi Vida es la-extraordinaria. Voy.a con- nes de Jesús, tan próximas a la literatura apo-
tártela. -
calíptica.del judaísmo, y.Uegué a presentir que aca-
barían por .enjaretarle a él también la máscara
A continuación el manuscrito comentaba 'irónicamen- tradicional.
te la paradójica fortuna que les había tocado a Jesús y al
Judío -Errante. J!!sús, el-Judío bien apegado a su nación
Un-pájaro entró po:r: el balcón y se puso a-trinar. Rabi-
judía, aparecía como cabeza de tina religión no judía y aun
novich no le. hizo caso. Reconoció en ese pájaro á1 enemigo.
antijudía. El Judío Errante, por el contrario, aparecía como
iYa sabía qlle algo, algUien, trataría de interrumpirlo! El
la encarnación viva del judaísmo, siendo que nunca había
creído en-la Tora. mundo reclama toda la atención. El mundo no respeta a quien
se recluye. E;l mundo castiga a la altiva raza de lectores.
Amenaza, distrae, entromete sus tentáculos y saca de sí al
P~rque yo procedo de una familia de gentiles de
ensimismado. Rabinovich no. hizo caso. Se cerró sobre sus
üaiilea, convertida al judaísmo por la fuerza fanáti- ojos. Y el Judío Errante le fue explicando el cristianismo.
ca de los Macabeos, y desde muchacho fUi escéptico
.Al judío Jesús -decía-.nunca se le pasó por la cabeza
en religión: s.tgilosamente·me burlaba de los aristó- la idea de fundar:una nueva religión. Lo que hacía era extre-
cratas Saduceos, de los Fariseos y su culto a 1aLey
mar rasgos judíos: que el. mundo presente es sólo una in-
y a los Profetas y de las muchas· sectas que flore-
significante transición al mundo por venir; que el Mesías
cían en el ardor del desierto. Una de las sectas disi- -había llegado; .que Dios era SlJ. padre en el cielo ... Cuand,o
dentes era la de los Esenios. Mi ·padre-los había
arrestaron a Jesú~ sus discípulos quedaron perplejos y
conocido en Qumran, a orillas del Mar M1,1erto. y yo
desanimados. Se dispérsar<;m.,Pero en· el-vacío que dejó Je-
conocí a algunos de los Esenios que andaban suel~
s'ús fue naciendo la esperanza de que volviera. :rradiciones
tos: a Juan el Bautista, por ejemplo. Eran célibes,
hablaban de muer:tos que retornaban. ¿Pot.qué.Jesús-no
ascéticos. Practicaban los ritos del bautismo y la
había de ser. de esos muer.tos? La persona de Jesús los ha-
comUnión. Los dirigía un Maestro-de. Rectitud, -que bía fascinado. Algunos.alucinados, pues, creyeron.verlo re-
predicaba el amor yantmciaba.el colapso .del"mun-
aparecer. Así, el renacimiento de la fe en Jesús se exteriorizó
do y la salvación de los dignos de Dios. A uno de
con la forma de.una resurreccióll'de Jesús. El mito anduvo
esos Maestros de Rectitud, «elegidos de Dios», lo
de boc?·en boca. Los judíos de la Diáspora -desarraigados
habían desnudado, flagelado y martirizado bajo la
fuera de Palestina, extranjerizantes, débiles en su concien-
·dominación romana; y se esperába que x:etornase
ci~ religiosa, influidos por.la ffiosofia griega o por las. cos-
.de entre los muertos para juzgar·á los hombres. Yo
tumbres de .los pueblos paganos dónde:vivían- tomaron al
me burlaba de todo eso. Me burlaba de que, en cada
pie de laletra los extremismos de·Jesús·o los interpretaron
generación, "los sectarios probaran la máscara de
mal. Jesús fue considerado. como ef.Meisías q-qe venía a re-
<<e}egido de Dios» sobre· diferentes personas Vivien-
dimir, no a•los judíos oprimidos, sino al espíritu. de todo el
tes, renovando siempre. la esperanza de encontrar
género.humano. La crucifixión ,.,sé creyó-.respondía a la

-343
voluntad de Dios y de Jesús, que querj<;u1lavar el pecado Jesús"Cristo, Mesías-Salvador, Hombre-Dios. «En contraste,
ot1ginal de ,Adán y salvar a los hqmbres de los males de Sa- quienes escribieron sobre mí, aunque tampoco ofrecían la
tán. Jesús, el Mesías, resucitó y fue al cielo a sentarse a la verdad de los hechos, me disminuyeron e infamaron» Que
diestra de Dios,. su padre. Jesús fue identificado así con el él, el Judío Errante, se había mofado .de. Jesús (hlgunas
Logos, fue divinizado. Se esperó que volviera. en el Juicio versiones·agregaban que hasta le había pegado) cuando, con
Final, para establecer el Reino del Cielo. Se rogó a Jesús la crúz-al hqmbro, Jeslis iba al Calvario. «iVamos, muévete,
como a Dios mismo, y, con t::l tiempo, mediadora sería su camina; más rápido, más rápido, camina!». Que Jesús se
madre, la Virgen que lo concibió gracias al Espíritu Santo ... había vuelto para decirle: «Yo me voy; pero tú me esperarás
RabiJlovich sonreía mientras leía estas supersticiones hasta que vuelva; yo descansaré,. pero tú caminarás.» Y que,
católicas. Sonreía porque el Judío Err@te debió de haber en efecto, Dios había condenado al Judío Errante a andar
sonreído·aJ,describirlas. iSi sus estudiantes pudieran leer por el mundo, hasta el Juicio. Final. Esta falsa leyenda ( iy
este libro! El 1 en sus clases en la Facultad, insinuaba algo tan falsa!:. iel bueno de Jesús nunca maldijo a nadie!) se
parecido. Sólo qüe ~nuca se había atrevido a decirlo tan conservó a lo largo de innumerables variantes. Durante la
claramente. · . épo·ca de las Cruzadas el espectáculo de tanta gente errante
Cuando '!JllOS cincuenta años después de la Il}uerte de avivó er recuerdo del errante Judío. En Italia, sobre todo se
Jesús -continuaba el !flanuscrito- se escriben. las prime- multiplicaron los cuentos. De allí surgieron las primeras
ras versiones, Jesús ya no es Jesús: es Cristo. Se le ve versiones escritas. Pronto el tema empezó a ocupar a escri-
desde una. religión nueva q!le cuida su línea, qt.Ie·se corrige. tores de otras partes de Europa: por ejemplo, en Inglaterra,
que se Yiste con dogmas. El ponerse a escribir'sobre Jesús a Roger de Wendover, cronista de Flores Histortarum ( 1228).
ya significó un cambio:· qui~nes habían oído a Jesús lpara ,El Judío Errante se- regodeaba con los detalles más
qué iban a escribir, si estaban·persuadidos de que al mun- legendarios.
do no le ·qq,edaba tiempo para engendrar una posteridad? Que.él,.el Judío, se co.nvirtló al cristianismo para apl~
Solamente los cristianos, que vieron que el mundo seguía, car-aJesús cuando volviera a ajustarle las cuentas ... (iSi el
decidieron, prudentemente, coser con el hilo.de la letra los judío Jesús vólviera, sería el primero en llevarse un chasco
jirones de una tradición cada vez más estropeada, no fuera al toparse con un cristiano!)
que· la posteridad la olvidase. J.,.as epístolas de ~blo (quien Que no podía detenerse más de~trs días en un sitio,
no conoció a Jesús) y los Evangelios (compilados, a base de los tres días que habían pasado entre la Crucjflxión y la
recuerdos fr~entaios .. a fines del siglo r y prin~,:os dél Resurrección. (iPero sino hubo Resurrección!)
siglo.n, por quienes ni conocían a Jesús ni viyían en Palesti- Que tampoco podía regresar al mismo sitio. (iComo si
na, ni escrib{® en su lengua, nltenían nada perso~al· que fuera posible que, en un planeta tan pequeño cómo el nues-
decir} documentan ·la historia del cristianismo. no la de tro, alguien viajara durante siglos y siglos sin rehacer el
.Jesús. Si exprfmiéramos todo lo que se ha escrito sobre CaminO!)
Cristo =-paganos, judíos, cristianos-. no saldría una sola Que, si lo encerraban, tenía que seguir dando vueltas
gota de verdad sobr:e Jesús. Pero, en cambio, iqué ennoble- por las paredes de la celda. ( iLástima que la leyenda no
cedora ha sido 1a visión de la fe! Ha .inventado un llevara a sus últimas consecuencias esa idea: del perpetum

3'i4 345

,e,
mobile! iQué interesante, por ejemplo, la idea de las infini-.
viajes, y a in.dic;ar,.lo más exactamente que podían ...cuándo
tas posibilidades de movimiento en un cuerpo que danza
en un espacio mínimo!) · y dónde se había aparecido a los hombr:es. El tema del Ju-
dío Et:ran,te se prestó así a que lo usar~ para satirizar las
Qq~ cada cien años volvía a recobrar la edad que tuvo costumbres. de cada Iuga.r. como en The Wandertng Jew
al ofender a Jesú.s, (iQué poca imaginación, la delfolklore! Telling Fortunes to Englishman (-164Q), de E. Malone.
La ver.dadera eta más·poéti,ca: envejecía sin dejar de tener
treinta y tres años ... ) Y más aún_ (aquí Rabinovich advit:tió ·un tono de
complacencia, si no de halgo)~ el Judío Errante acabó pot:
Que decidió (iesto sí que era fantástico!). que decidió convertirse en un ciudadano del-mundo, refina.do. compren-
hacerse zapatero par;:t poder abastecerse de zapatos en vis-
ta de lo muclw que los gastaba,.. · sivo, c~t. :irnp~éal,_ maestro de Historia y de Filosofia,
Su ubicuidad vino a darle-omnisciencia. (ili_asta imagina-
«J-o·que estoy leyev_do, pensó Rabii!oytch,_ es bastante
ron que un·ágelhabí_~do al Judío Errante engtra por
novedoso, iEl protagonista de upa leyenda, discuti,endo la
elfcielo_, todo-para que sirviera de pretexto a una lección de
leyend<! nüsma·. con bibliografia y todo!» El libro parecía
astronomía!) Esto p_currió en el siglo XVIII, época de las lq-
hablar como·una persoña,.y Rabinovich le oía casi la respi- ces. tan interesada en las síntesis históricas y en los viajes
ración. As~ c;omo antes oyó la. risa franca del Jqdío. Errante,
remotos. En Jas Mémolres du Juif Errant, de 1777, por
ahora: creyó oírle la voz, gruesa de sqrcasmo, al referirse-a
ej~Ju.ph Querían hacerlo culto y comprensivo. Para ello, los
las variantes introducidas en la _leyenda por lo-s prote~an­
escritores de la.JlY..stración.le vaciaron el alma y la llenaron
tes ~emahs. Porque, d_m::ante· la Edad .Media y el Re-
con sus pr,opias ideas s.obre el mundo. Lo mismo los ro-
nacimiento, los escritos ·sobre ~_1 Judío Errante· no eran
mántic.os del ~iglo:XI, sólo que.éstos lo cargaron de patetis-
antisemitas. Más bien pintaban al Jud{o como a un peca-
mo. Aquí ·e1 man_us_c_r.tto c·omparab.a- Le Juif Err9nt
dor arrepentido, bondadoso, callado, serio. Pero la Refor.,
( 1844-4_5) de Eugene Sue con la_anónimª HU> torta comple-
ma protestante en Alemama aprovechó la ·leyenda .para
ta y auténtica de Isa_ac Ahasuerus, conocido c_on el nom-
perseguir a los judíos, perversos seguidores del Anti-Cristo .. bre de.El Judío Errante..(Madrid, l845) y·c:on Chrontcles
Uno de estos panfletos antisemitas fue el de D~tzg;· en
S~ltedfrom the Orig_tnals of Cartaphllus, the Wa_1We-
1602: Kur~ze Beschreibung undEr?ehlung uonetnem Ju-
ring Jew (1858). de David Hoffman,
den mit NamenAhasuerus. S~ tradujo inme~l.at al
Luego yinieron los esteticistas .. e hicieron lite.rªtura,
francés, inglés, danés, sueco, flamenco, .. Y fijó la im;;tgen
purf}literatura. con el tema.. del JudíQ Errante (Rubén Da-
del Judío Errante miserable, desarrapado, con la barba y río ·.et al).
la ~eina grises are:~1Qlinds al Viento, antipático, resen-
tido, quejumbroso ... Se oyó en la.calle un_gr;m ~&trépio. Rabinovich se en-
cogió como Wl9- tortuga en su caparaz_ón P.e lec;tor. .Com-
Pos hojas se pegaron, al ir a dar vuelta la página, y casi prendió que· ese estrépito ~m otra treta del mundo, que
se le descarrilaron los ojos. iMenos mal que se dio cuenta a
queda atra:erl9 ~ balcón. Antes, un pájaro, Abara, un cho-
tiempo! Había que tener cuidado, que educgr bien los dedos.
que de .automóviles. Subían voces airadas, bocinazos ... Oh,
,Ahora -siguió leyendo- los escritores ·empez_aron a el mundo. ¿cuál sería su próxima .treta? ¿l_J:g Jpcendio en el
asombrarse de lo muc:Qo que el Judío debJó de ver en sus egificio? lO qué?
346
347
«Ésta, mi autobiografía -proseguía el Judío-Errante- bre aprobado de DioS». Dios, se decía el Judío, no aprueba
intenta deshacer tantas falsedades acumuladas. Ya es hora a ningún hombre. Y.el manuscrito rezaba así:
de que el mundo sepa la verdad.» La verdad es que fue un
error asociar la crucifiXión de Jesús con la inmortalidad FUe entonces cuando Dios me encendió la inmortali:-
del Judío Errante. Eran dos hechos vecinos, 1:ál vez conco- dad con;una de· sus chispas. No fue un regalo. iOh,
mitantes, ·pero en todo caso ilidependientes. Jesús, en la no! Me hizo mmotfal, pero en tales circunstancias
serie natural; el Judío Errante, en la sobrenatural. que los hombres, en vez de honrarme, me maldije-
Y así, después de ese largo preámbulo, el Judío Errante ron pot ello. Me hizo inmortal, pero no insensible al
comenzó a contar cómo Dios le confirió la ii!mortalidad. dolor; y tuve. que esconderme y huir de las persecu-
Rabinovich, sin dejar de leer, arregló un cojín y cam- 'ciones y los tormentos ·de 1os cristano~ ¿Por qué
bió de postura. Cada vez siinpatizaba más con el Judío me eligió Dios? ¿A mí, justamente a mí, el amigo de
Err·an:te. Hasta le imaginaba un rostro, tih gesto, un modo infancia de Jesús, el que le tuvo lástima cuando lo
de andar·; rostro, gesto,añdar parecidos a los de élmism:o, vio sufrir..inútilmente? Nó lo.sé. ¿Acaso porque sólo
Rapinovich. los agnósticos parecen a Dios lo bastante inteligen-
El Judío Errante, que negaba la divinidad de Jesús, tes para querer dialogar con ellos? A lo mejor Dios
afirmaba eri cáhibio que él sí tenía rasgos divüíos. ·La in- no procuró mi daño, pero al acercárseme me hizo
mortalidad ·no era el único. Y porque participaba de Dios es odioso a los ojos de mis hermano·s. ¿guiso que un
que le había sido dadó escribir, eternamente, un libro má- bom.bre, yo, fuera testigo de lo que hacen todos los
gico. Las relaciones que tuvo·con Je-sús fueron amistosas, hombres pára que, por lo menos alguien, compren-
pero nunca lo había admirado. Desde muchacho Jesús le diera la triste condición humana y la imposibilidad
p-areCió una criatura ingenua:, de corazóh siinple, muy ima- del reino de Dios en la tierra? ¿guiso justificarse así
ginativo. Pero cuando Jesus se puso a predicar, él no pudo por su abstención en los asuntos hümanos? ¿o me
menos que burlarse de su optimismo. Jesus se sentía he- destinó a ser el cronista de esos asuntos humanos?
raldo del reino de DioS en la tierra, nuncio de un nuevo ¿guiso que yo, un1udío, Viera la extiñción del judaís~
orden justo y feliz. Había que prepararse m<:kalinente para mo y comprobara que lo que con los siglos se llama-
ser dignos de ese gran día, muy próXimo, en que Dios ven- ría judaísmo es ya otra cosa, que el Israel de hoy no
dría a desterrar a Satán y sus demonios. Y el modo de pre- tiene con.el Israel de ayer más lazo de unión que un
pararse era amar, amar incesantemente. «Yo -decía el mito? No lo sé. Y si ·algo espero, no es la vuelta de
manuscr~to- me divertía al oír tanto entusiasmo, t:artfa con- Jesús -que no puede volver- sino la revelación de
fianza ciega en las·tradiciones que Jesus· oyó en la Sinagoga por qué Diós me eligió pára la inmortalidad.
de nuestro pueblecito de Galilea.» Porque en a:quel tiempo
el Judío Errante descreía todavía del iíiterés de Dios por En este momento Rabino\1ch tuvo una ligera distrac-
los hombres. Thvo láslliña de Jesús cuando lo vio pasar ción. Al trashojar, advirtió quefaltaban pocas páginas para
con la cruz ál hombro. Lástima:• eso fue todo. Era lástima terminar el Volumen. iCómo! ¿Tan pronto? ilba a terminar
por la inutilidad de su sacrificio. No, Jesús no era «el horfi- el volumen y todavía no había comenzado el Judío Errante

348 349
a contar sus viajes por el mundo! .Fue una distracción lige_, nuscrito. <<Creí entonces que la destrucción del Segundo
ra, pero casi levantó la vista del texto. Sensación de vértigo, Templo de Jerusalén er.a- un mero episodio en la historia
como la de quien, colgado en lo alto, afloja las mános y judía. Al paso. de los años aprendería que también afectó al
siente que va a caer. Con,los ojos se. prendió desesperada- cristianismo, pues envez de constituirse espiritualmente
mente.a las letras. Un poco más y .el manuscrito .. otra vez, en Jerusalén, que era su centro natural, .se desplató a Róma
se hubiera hecha. intelgb~: Asustado·p.ór el peligro que y allí_ se alteró en una política ambiciosa, violenta, corrom-
acababa de pasar trató de_ concentrarse. Thvo que esforzar- pida.~ El Judío Errante emigró de Mestina, primero aBa-
se porque, sin dejar de leer, recordaba que él libro había bilonia, después a Egipto. En todas partes, milagrosamente,,
anunciado, al comienzo, que no podría tenn.tnarlo, que podía entender y hablar como mtnativo la lengua co.mún.
morirja: antes. Y ya .estaba concluyendo. ·Con _una sombra Una oleada de interés vino abatirle y levantarle el áni-
de temor aJa muerte avanzó denodadamente, palabra tras mo. Rabinovich.siguió leyendo. No por mucho tiempo, sin
palabra, Leyó unos minutos y llegó a la \Ütima página. ¿gue- embargo, pues alguien llamó aJa puerta.
daríaasí, trunca, la bistorta del Judío Errante? He aquí el Rabinovich contuvo un gesto de impaciencia, no con-
final: testó, se aferró a las palabras aun con más fuerza, con mie-
do ahor.a a desprenderse del te:Jrto y caer. Otro timbrazo. Y
Ahora, lector, ten cuidado. Este libro e~ eterno, como otro. No abriría, no abriría. Se metió más en el mamotreto.
yo. Como yo, va dando vueltas. Apenas acabes es- No aprida, Pero oyó un rujdo: estaban deslizando algo por
tos renglones, to.rna a abrir el libro en }g_primera debajo de la puerta. Ruido de papeles. La correspondencia,
página y sigue-quemándote ~as cejas. Sf te interrum- clfl!'O. Doña María, la portera, le traía la correspondencia.
pes aquí, de nada te valdrálo leído. Cartas ¿de quién? N.o pJido menos y apartó la vista hacia la
puerta. Cuando quiso posarla otra vez, las palabras ya no
Rabinovichjuntó fuer;?:as y, conJa mirada, se lanzó de le esperaban:. habían dejado ¡:tlli sqlo unª.s sombras chines-
la última palaJ:>ra del manuscrito a la prtmeca -c.omo un cas, que lasimitaban. Garabatos de tintaque . no le decían
yolatinero de trapeciq.... y vjo que aquellas líneas que antes nada ..Masculló unjuramentp, Ahora tendria qu~ recomen-
le habían dicbo «Lector, compañero de viaje».. ahora le de- zar desde la primera.letra. iQué mala . suerte! Buéño, ya no
cí~ otra cosa; ahora continuaba el Judío Errante su relato había_ más xe.medio. Se levantó y fue a recogerJas cartas. No
y contaba cómo todos habían ido envejeciei1do menos él, eran cartas: circulares comerciales, un folleto, una tarjeta
que conseryaba·el vigor y la 1uventud de siempre. Había postal ... ¿ypara eso había perdido la silla?
tratado de disimular, descuidándose en• el vestir, ·agobián- Viéndolo bien, era mejor que se hubiese interrumpi-
dose al ca,minar,hasta.blanqueándose el pelo; pero las gen- do. De todos.modos no hubiera podido ir muy lejos. Estaba
tes se hacían lenguas sobre la lozanía de su piel y el brillo cansado. No había comido y se sentía ya lánguido. Antes de
de los ojos. Había tenido, pues, qu~ mydarse de. ciudad en volver a enfrascarse en la lectura, convenía prepararse para
ciudad. En el año 70, las legiones romanas de Tito ¡:tsedia- ese largo viaje de .lector. Leer ese libro sería como ew.pren-
ron y destr~yon Jerusalén. ·~<Salí, desteuado., junto con der la lectura de una biblioteca de innumerables volúme-·
los oti:os judíos, incluso los cristianos», continuaba el ma- nes. Sí, había que prepararse, Por lo pro.nto, coro..er. Arreglar
3$0 351
suvida -~e tal manera quepudiera soldar muchos días segui- pudiera leerlo innuinerables veces lllegaría un momento en
dos y astlanzarse a la_lectura. Y dormir bien. Al día siguien- que tocara. el Qn? lQué pasaría entonces? Quizá el.libro
te, con la cabeza fresca, abriría el libro y,. como quien sigue volviese a tomar la forma de una lengua heteróclita. O volve-
las huellas de un pájaro.sobreJa tierra húmeda, seguiría la ría a repti~ como un disco de fonógrafo. De pronto se
pista del Judjo Errante.
iluminó. lCórho hose le había ocurrido antes la otra pOsi-
Dejó el mamotreto s·obre el escritorio y-salió a la calle. bilidad?.: ¿y si el libro se estuviese escribiendo a.símismo?
Ahora se sonrió, irónicamente, al ver; en todos los comer- Es decir, lno podría ser que el Judío Errante, eterno, habi-
cios anuncios de las fiesta:s de Navidad. La sonrisa, ·ante tara sobrenaturalmente el libro y, estuviese donde estuvie-
~a vidriera donde se exhibía un gran pesebre-con e!Niño y se, fuera grapando .allí sus confidencias a la distancia?
los Reyes Magos, le pesó en ·los labios· como srfuera otro, el Tele-escritura. En ese caso iqué hermoso espectáculo! Un
Judío Ern'mte, quien la estuviese sonriendo. lector de extraordinaria resistencia y rapidez en el arte de
Comió. Y se puso a organizar las condiciones de su leer alcanzaría al Judío Errante. El libro, ya leído en todos
hazaña. Compró -una larga lista de alimentos: pan, !~che, sus ciclos, quedaría en blanco; y sobre las páginas ahora
chocolate en barras, café, sandwiches surtidos, azúcar, pa- limpias de letras, ese lector vería cómo florecerían las nue-
tas de pollo frito,. fruta. En la fármacia compr:ó aspirinas por vas palabras frescas, húmedas, recién salidas de lo invisi-
si le venía un dolor de cabeza, Uiia solución de ácido bórico ble. Así debe de leer Dios todo lo que escribimos los hombres.
para enjuagarse los ojos, benzedrina para no dormirse. En Rabinovich se durmió con estas imágenes.
el bazar compró termos: para el café, Para Ia· sopa. A la mañana siguiente tomó un buen desayuno, dio
Volvió a su cuarto cargado dé paquetes. Distribuyó las una última recorrida por la .casa y se sentó en el sillón. El
cosas de suerte que pudiera usarlas Sin dejar de leer. Se sillón iba a arrancar en un vuelo mágico, hacia un largo
ensayó. Sí; era pOsible. Podía· moverse por la casa y hacer viaje. Máquina del Tiempo .. Con. ojos emocionados se despi-
cuanto rtécésitara sin deJar de leer. No el"a dificil. Un ciego dió de la habitación. Abrió el libro y se agarró como una
lno se atiende solo?Ocuparlos ojos en leer es una ceguera, sanguijuela a esa. vena de.sentiqo,.desde la primera línea.
pero no total. Lo dificil era conseguir no distraerse. Volvió a Releer le·era dificil ..Reconocía las_ frases. Sentía tentaciones
ensayar las cosas más dificiles. Perfecto. Hubiera sido capaz de salteárselas. Thvo que contenerse y leer como leen los
ahora de abrir la puerta:, de cogerle a doña María la corres- correctores de pruebas en las imprentas, .tilde por tilde,
pondencia, todo sin perder una palabra. Y hacer aún cosas aunque nb le importase lo que leía. Ese terreno trillado le
más complicadas con la suavidad de un sonámbulo. reservaba. una que otra sorpresa, a pesar de todq: algunas
Se acostó, apagó la luz y se pliso a pensar en la rara palabras le dijeron cosas que, a la primera leída, no había
aventura que le había tocado. Pensar en el libro le dio aún sabido oír. Después de varias horas ·sintió de pronto, como
más placer que -el leerlo. /
quien camina desde la playa hacia el lago, que ya estaba
lCuánto tiempo podría resistir leyendo de un tirón? nadando enJo nuevo del relato.
lUn día, dos días? Suponiendo que alcanzara a leer una El Judío. Errante continuaba el relato de sus viajes.
semana seguida lpor dónde andaríá el Judío Errante? Otra Se le adivinaba la risita pérfida.cuando comentaba la lucha
cosa: lestaba el manuscrito terminado? Si él, Rabinovich, de la Torajudaicacon la herejía cristiana, herejía revestida
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353

.J
1"
¡:

de helenismo y armadá de romazitsmo. La única cruz que el


Judío parecía respetar era la de las encrucijadas· que pisa- nos iban a abolir el patriarcado en Palestina, cosa que se
ba en su marcha; porque para él cada paso se asentaba en hizo en el año 425, se encogió de hombros. Sí. El Judío Erran-
un cru~ de caminos. Pero, por otro lado, tampoco se mos- te se había: desjudaizado. El poder religioso judío, desplaza-
traba respetuoso con el pueblo elegido. Por· lo Visto, mien- do- dé Judea, se pulverizó en minorías perdidas en todo el
tras andaba dejaba de sentirse judío·. Al relatar el mundo. El Judío Errante, también ,perdido, no se sentía
desesperado levantamiento de·los hebreos de Babilonia con- mieml:iro de una comunidadjudía. Viajes por Babilonia, Per-
tra las· tropas Invasoras de Trajano, en el año 115, ya no se sia, Siria; y a la Meca. Gon disgusto Rabinovtch leyó que el
le conmovía ni un pelo. 1-Iablaba de las sinagogas extermi- Judío Errante (que había conocido a Mahoma) sumaba
nadas en Asia menor, en Egipto, en Chipre, en.Alejandría, el Korán a la Biblia-conla fría cortesía de un coleccionista de
con una :frialdad irritante. La rebelión de Bar·Cojba<en Pa- mito~. Viajes por Italia, Francia, Alemania, Esp¡:pía . Ypare-
lestina, en el añ9 132, y su catastrófica derrota .tres años cía ausentarse ádrede de los magnos acontecimientos:.¿no
se saltaba casi la primera Cruiáda?
despu~. parecía haberlo convencido de que el judaísmo
estaba liquidado defmitivamente. Desde entonces, se refe- Ahora le ardían los ojos a Rabinovtch. Le ardían como
ría a los judíos dispersos por el murido como si fueran los dos cirios encendidos. Andába por las r,inglas de letras como
obstinados, sollozantes y mesiánicos custodios de una reli" por catacumbgs. iQué fatiga! Había comido sin distraerse.
quia sectaria, de un mito nacional, de una ·civilización ex- Había salido de la habitación sin distraerse. Al llegar a la
tingtU,da. Sus comentarios a la fórmación de una sabiduría parte en :que .el Judío Errante anotaba su agria discusió-?-
judía, oral pr®ero, escrita después -Mishna, Gemara, su- con Maimónides, .Rabinovtch había tenido que ingerir otra
madas en el T<ilmqd-indtcaban·que el Judío Errante esta- píld.ora.de benzedrina. Pero la extenuación era tal que em~
ba interiorizado.de lo que pasaba ep.las sinagogas, des~ el pezó a desanimarse. _¿cuán4ts vueltas más resistiría? No
siglo aJ v; pero era eVidente que· se reía tanto de los estu-
m
podí9 mirar el reloj: sólo oír sus campanadas. Perdió la
diosos de Judea (Tannaim) como de los·de Babilonia (Amo- cuenta. No .supo sf era de· día o de noche. Ni en qué día
raim). Y no sólo se reía de la aridez del judaísmo.-mero vivía. Sintió que el libra. lo estaba devorando. Luchó contra
repertorio de leyes y mandamientos""' sino que también se el desaliénto y el sueño. iSituviéramos que luchar así-para
reía de su florido misticismo. mantener activo el corazón!, pensó. Tic-tac, tic-tac ... iEn
A Rábinovtch le dio ·mala espina que el Judío Errante cuánto.nos distrajéramos, el corazón se pararía y moriría-
zahiriera por igtial acristianas y judíos, que los tratara como mos! Así, la lectura· era para Rabinovich como un corazón
a majaderos cortados por la misma tijera. A esa altura del que había que mantener palpitando, de ·palabra: en pal~
relato ya el cristianismo se había convertido en la religión bra. ·¡gué,ganas de dormir! Elsueño,se hacía.más pesado
oficial del Imperio Rolllai1o.,¿Le importaba eso al Judío Erran- ahora que el Judío andaba respirando ya el aire enrarecido
te? Ni un pito. Él andaba -según decía- «haciendo experi- del siglo XIII .. Enrarecido para él, Rabinovtch, ·profesor de
mentos quíniicos». iCon qué sorna oyó.de labios de Juliano Historia Antigua: para él, Rabinovich, júdío:Se amodorra-
el Apóstata su proyecto de reconstrUir Jerusalén! Cuando ba en ese· aire enrarecido. Pero siguió ... horas y horas ...
¿cuántas? Siguió,.siguió ... Café, benzedrina ...
un funcJonario de Teodosio le .pasó el dato de que los éristia-
Se sintió intoxicado, enfermo.
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355
No pudo más. Desesperación, El Judío Errante esta- detectives -demasiado perfecta para que alguien pueda ni
ba evocando la regocijada conve:rsación que mantuvo cori siquiera concebirla- en que el asesino resulte ser el mismo
Moses de León, a propósito del Zohar .. Hablaba de la Cába~ lector.
la, de las combinaciones y permutaciones de letras, de las
series de símbolos por las que escalaban las «emanaciones Tomado de: Enrique Anderson Imbert: El Grtmorio, Buenos Aires,
diVnas~. de la el~cubfaión verbal del universo ..Rabino~
Losada, 1961.
vich.tuvo la:certeza de que allí, justáinente allí,. era donde el
Judío Errante daría la clave del alfabeto-!llágico que había
usado en su manuscrito. Hizo un esfuerzo. iSi pudiera le.ér
cinco, diez págrnas más! .Pero ya no podía, no podía. iQue le
fallaran las fuerzas precisamente en el umbral del secretq!
iSiquiera una página más! Se le cerraron los ojos. iNó, no!
Los abrió, a·duras penas, iay!: sde había apagado la luz al
libro. Los . ringorrangos ondulaban fantasmagóricamente,
como guirnaldas de mechas chamuscadas y tl.e cartuchos
carbm;tizados después de una fiesta de fuegos· artificiales.
Lanzóuna maldición. Se dio una palmada en la frente, Cast
sollozó. ¿Tendría que empezar otra-vez?Dio unos pasos de
borracho y se desplomó exhausto sobre la canía. Los_pár-
pados temblaron doloridos pero gozosos. ¿cuánto había
pasado leyendo? ¿nos días? ¿Tres días? Era poco. Con gusto
vendería su alma al diaOlo -como Fausto- con tal de poder
seguir leyendo. Fausto al revés, eh que el libro valía más
que la vida. Comprendió su error: haber emprendido a SO"
las .la Maratón de lectura. Intentaría otra vez. Se rodearía
de amigos. Que le dieran de comer;. que-le cuidáranJos ojos,
que·le suministraran drogas, científicamente.:Un médico al
lado. Es lo que se hace cuando se quiere batir un récord, Y
stél no podía ¿no debería organizar uh campeonato inter-
nacional? Un lector llegaría hasta 1492; otro, a.l588 ...
Cayó como un plomo. en un-pozo deterciopelo.
Antes de perder el conociniiento creyó que•.él. Rabino-
vich, era el Judío Errante, leyendo· su propio libro; que con
los ojos lo escribía y lo leía al mismo tiempo; que él eta, al
final de cuentas, el protagonista, como en una novela de
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356
De los dos lados

ADOLFO BIOY CASARES


(Argentina, 1914-1999)

/
«De los dos lados» se añadió a Historia prodigiosa, en su segunda
edición, Buenos Aires, Emecé, 1961 (la primera se hizo en México, por
la Editorial Obregón, en 1956).
Con viejas oposiciones o parejas conceptuales que se hallan en los
fimdamentos de la cultura occidental, como cuerpo y alma, sueño y muerte,
amor y muerte, temporalidad y eternidad -en las cuales el segundo de los
términos introduce la zona «otra», de misterio y pellgro-, y con varios
componentes tópicos de la tradición fantástica, a saber: a) un espacio
apartado -en esta ocasión en su versión argentina: una estancia-y lleno
de esos objetos o bien enigmáticos (el gato, el espejo, las estatutllas de
madera)1 o bien J?Ortadores de la carga de muerte que siempre surge del
pasado (el portóri, los leones, el decorado de la casa), pero siempre La_niña se llamaba Carlota; la niñera, Celia; tomadas
pertinentes, con repercusiones ulteriores en la narración; b) un tiempo
de la mano, estaban reunidas en una fotografia en el álbum
que es otra forma de evocación metonímica de la muerte: el otoño; y e)
personajes de origen tnglés, como los ya vistos en Darío y Lugones, a de la estancia El Portón. Celia llevaba· suelta la cabellera -le
modo de homenaje o trlbuto a: una de las literaturas paradigmáticas de caía hasta la mitad de la espalda-, vestía un largo chalecho
lo fantástico, Bi9y Casares visita una vez más, ésta con un lirismo hondo, de lana, con gruesas rayas blancas y negras, con bolsillos
no disimulado más que por un discreto toque final de humor y pragma- baj"~. y una falda que se diría formada de capas super-
tismo, una de las obsesiones que lo han consagrado desde La invención puestas yacariciaba la mano izquierdá un gato negro, man-
de More!, aunque estaba presente desde antes de 1940 en su obra: el
desencuentro, la incomunicación, la imposibilidad del amor o -para evo- chado de blanco en el pezcuezo. Carlota sujetaba con la mano
cara Italo Calvtno- «los amores difictles». En este cuento estamos ante derecha·unarco. Tal vez porque estaba arrodilladajunto a
otro intento, doloroso y desesperado, de anular esa imposibilidad. la figura.anterior, un tanto estatuaria, parecía muy peque-
«De los dos lados» ha sido antologado en BENEYTO. Otros relatos ña y delgada.
incluidos en antolog1as relacionadas con lo fantástico: «En memoria de
Atentas a los dibujos trazados en el mantel de. la mesa
Paulina» (HAHN2 y CÓCARO 1 ), «El calamar opta por su tinta» (BBy-
02), «Las vísperas de Fausto» (CÓCAR02), «El perjurio de la nieve» del té por la luz del ponieñte, que llegaba a la ventana a
(MANGUEL), «La trama celeste» (WALSH) y «El viaje o el mago inmor- través del estremecido follaje de un:dlmo, esas mismas per-
tal» (STAVANS). Además, hay fragmentos de La invención de More! en sonas, en la misma estancia, en el cuarto conocido por la
BAJARLÍA.
sala de armas, ahora conversaban. Antes de seguir adelan-
Otras obras narrativas de A. Bioy Casares: Luis Greve, muerto te, diré dos palabras acerca de aquella sala y de la casa que
(1937), La trama celeste (1948), El sueño de los héroes (1954), El
lado de la sombra ( 1962), Dormir al sol ( 1973), La aventura de un la contenía. A lo largo de los años la casa había crecido por
fotógrafo en La Plata (1985), Historias desqforadas (1986), Una agregación de cuartos, levantados por varias genra~io_s
muñeca rusa ( 1990), Una magia modesta ( 1997). de albñies-y'po~ albañiles. Necesidades reales-o rmagt-
narias activaban, cada tanto tiempo, el proceso, que río si-
/
guió plan alguno: el resultado fue una obra tan.extensa co~
caótica, La sala de armas se había originado en un sueno
1
de esplendor de los que eventualmente aquejan a los estan-
Louts Vax: Eart et la ltttérature fantasttques, 4eme ed., Paris, cieros (he ·conocido a quien se jacta de poseer el tanque
Presses Untversitafres de France, 1974, pp. 33-34.
australiano rp.ás.grande de la provincia -vacío, ·porque no

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hay cómo juntar tanta agua-, a quien ha colocado letreros
con nombres de avenidas del Bois de Boulogne a las alame- Carlota preguntó:
das del caso, a quien -el más triste- se pasea, con su mu- -lPor qué le pusiste Jimal.gato Moño?
jer, cuando quiere acompañarlo, o si no solo, por los caminos Celia contestó:
circulares que van y vienen de la estancia al galpón, cruzan- ..:...Porque Jim es un hombre como un gato.
do por la huerta y por el tambo, en la calesa que adquirió Luego Celia compar,ó al gato con el perro ..
en una casa de remates). Aunque no era probable que algu- -Les das de comer "'-dijo- y tu perro te .paga con la
na vez encontrara a alguien para intentar una carambola o famosa fidelidad. Lo que pasa con el perro es que no sabe
para cruzar un florete, el dueño de El Portón juzgó que en vivir libre: depende del amo. Yo,lo,encuentro tan.bjo:cm~
su casa no debía faltar la sala de billares ni la sala de ar- a esas mujeres que se cuelgan de.¡os hombres. En cambio
mas; la primera no se había edificado todavía; la última era el gato es una persqna extraordinaria. Entre tú yyo: el gato
amplia, famosa porlas goteras, concUiia chimenea.escondi- no se casa con nadie. Nb nació para esclavo ..Cuando nos
da bajo una campana enorme (una casa dentro. de la casa, necesita o cuando tiene ganas de-estar con nosotros,.llega
para Carlota), que bajaba del techo hasta metro y medio como. una sombra. Como una.sombra desaparece cuando
del piso, blanca, con listones de madera oscura, con dos se aburre. Lo mismo que ·Jim conmigo. Jim también es una

1
antiguos fusiles de chispa y una pistola de caño largo, tam~ persona.extraordinaria.
bién de chispa, que conservaba aún la piedracenla: part'e del ·Carlota no compartía la opiilión de Celia contra lo~ pe~
gatillo, colgados en su Jrente. Esa campana no resultaba rros y estaba segura de que había argumentos para rebatir-
excesiva, porque elfuego,.ni bien encendido, volcaba furio- la, pero no protestó, porque se quedó me~tando sobre los
samente el humo sobre la habitación, que ya mostraba bue- argumentos.én favor.de los gatos: le parec1an at~dibles.
na parte de las paredes y del tecP,o de color tostado. El Carlota. era una niña alta para su edad, pálida, grave,
dueño de la casa atribuía- la culpa de todo a la humedad de con pelo caStaño, anudado atrás, con una cinta celeste o
la l~ña. De otra cpared -colgaba una panoplia revestida de rosada, con.ojos de-color azul plomizo, pensativos y gran-
terciopelo rojo; apolillado, con mohosos floretes y caretas. des. con nariz chat:q (mal terminada, según la exp~sión de
Había también en, el cuarto una mesa, en la que tomaban el su padre), con •boca picuda (según otra expresion de. su
té Y en la que Carlota estudiaba sus lecciones, cuatró o cin- padre). CeUaera una muchacha de veintitrés o veinticuatro
co sillas, un diván, con descolorido forro verde, una: monu- años, hija de ingleses, rubia, con ojos celestes, con pecas: A
mental cuna dorada, de madera escitlpida, quizá manuelina, primera vista, alguna saludable vulgaridad acentuaba su
comprada, en otro sueño de grandeza, para Carlota, que no belleza, pero quienes la conocieron mejor afirman que de
llegó-a usarla, por superstición de los padres (de Alonso tarde en tarde la delicada efusión.de ·una pena le asomaba a
Cano podría haberun cuadro con un niño dormido en Uiía los ojos y que la aparente vulgaridad encubríaelcorazón de
cuna así, junto al emblema de la muerte), un piano vertical, un alma que no se dejaba doblegar.
un ropero gris, que guardaba, entre la fragancia grata de Se abstraía con facilidad y. últimamente. cuando se
pe,lotas de ·tenis, una red Y'Cuatro .raquetas (dos con cuer- abstraía, silbaba unas notas de la balada de Fauré.
das blancas y rojas, dos con blancas y verdes). -lLo ves? -exclamó Celia, jubilosamente-. lLo ves?
Ahí está de nuevo Jim, ahí está Jigi.
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Señaló los dibujos de la luz en el manteL En ese mo- Un roce en una p'ierna sobresaltóaCarlota: era el gato
mento entró Teo, lá cocinera, y anunció:,
Moño, que había llegado .silenCiosamente.
-Miss, tiene el agua caliente para su baño.
El casero replicó:
-Voy a bai)arme y vuelvo enseguida -dijo Celia; agregó -No me llore pobreza, doña Teo, que usted le presta al
en un tono que pretendía ser imperios<r.-: Mientras tanto, Banco del AzuL ¿Me va a negar que a lá Carlota le sobra la
al:'rende la historia de Elías. No quiero que te muevas de mala suerte, que tenía a la Pilar, que la.entehdía, porque
este cuarto.
mire usted que la niña es rarita, y se fue a España?
Cuando Celia.y la cocinera se fueron, C~lota bajó de -Yo conocí a una nena -=dijo la mucama- que se murió
la silla, salió por la otra puerta, cruzó el antiguo escritorio como pichón que no quiere comer, es una comparación,
de su abuelo, cruzó la habitación en que su madre había
cuando los patrones echaron R la niñera, que era amiga
muerto, el cuarto de huéspedes, el.comedor, conJas tablas mía. Los patrones tuvieron que tragarse el orgullo y pedirle
del piso flojas, el antecomedor. y, por una.escalera endeble que volviese, pero la muchacha, es claro, no volvió, porque
pintada de rojo, llegó al altillo.de la. despensa: desde allí'
era muy recta.
por la rotura de·un.vid,rio.de una luneta con vidrios azules' _¿y que tiene de malo la miss? -preguntó la cocinera-.
e~pió Y escuchó, como era su costumbre, a las personru: Sepan por descontado que si no fuera una buena chica, no
que hablaban alrededor de la mesad~ la cocina (la.cocine- soy yo quien le prepara el agua para el baño, como si fuera
ra, la muchacha que .laVaba y planchába, la mucama, el ca- una señora, ¿qué se ha creído, que porque es extranjera, va a
sero). Carlotano ignoraba que. estaba cometiendo un acto
venir a mandarnos?
r~pobale, pero ignoraba por qué era reprobable; en ·cam- _¿y dónde me deja el genio del padre? -interrogó el
biO, pod1a apreciar sus ventajas: por ese. medio sabía más
hombre-. La pobre 11iña parece tonta con el miedo.
que _nadie sobre cada una de las personas de la estancia y · -La pobre ni:ila -repitió, con ironía, la cocinera- cuen-
habi~-prendo que aun la gente que nos quiere tiene mala ta con el padre más serio y más tacaño del mundo, ama-
opínion d~ nosotros. Observando las pláticas de los cria- ~ando el oro que le dejará, porque nunca oí de nadie que se
dos, descubrió que todo el mundo trataba a los presentes
lo llevó.
con irrJtación y a los ausentes con desprecio. Sin.asombro Carlota creía recordar que antes, mucho antes, su
Carlota advirtió que en ,la cocina, esa noche, hablaban d~
ella y de su padre. · padre la visitaba y que hasta en alguna ocasi~n llegó a j~ar
La cocinera protestaba: con ella. El juego consistía en pescar, con canas que trruan
en la punta del hilo imanes, a n:todo de anz:uelo, peces de
,, ,...¿pobre? No diga usted que la Carlota es pobre ..
~Y bastante, porque perdió (vaya tomándl~ el peso) a
cartó~. con anilló metálico. Su padre no tardó en arrojar la
cana y los peces y en salir del cuarto golpeando puertas. No
su madre, que hay una ~9la. y que era una buena mujer
:-respondió el casero .. faltaban anécdotas sobre el carácter de su padré; Carlota
1 reco~dab la del viaje en el Almanzora: a un oficial que se
. -Por m_ala comparación -liisistió Ja cocinera- pobre hapía equivocado en los tantos de un partido de dec!' ten-
soy yo, pobres son estas chicas, pobre es toda la gente po-
bre que tiene que trabajar. nis lo ar'rancaron de los brazos de su padre cuando este se
disponía a dejarlo caer en el océano. CaÍ"lota siempre lo había
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365
con~id como· un hombre respetado y-solitario, que sólo
desdichada, porque ahora la tenía a Celia. Nadie, antes que
p~rdta totalmente el dominio de su "pésimo carácter en los
dt~s p~eVios a una Visita de la señora. Cuando Carlota lo Celia, la había tratado como persona grande.
veta ast, pensaba «no tardará» y, en -efecto, al poco tiempo Mientras tanto, Celia, sumergidoel·cuerpo en el agua
caliente, recordaba y meditaba. iQué.loco. era.Jim! La.ima,
a~bn el alazán en la volanta y su padre partía a la esta-
c~on. C:arlota espiaba de lejos: la señora no era joven. De gen de Jim que priríleto acudía a su imaginación era la más
dta salta andar con. guantes qe paño am~ilo y sombrero lejana j:!U: el tiempo, la del día en que se conocieron. Carl.ot?
de ala ancha; de noche baj~ al com~dr con vestidos de y ella habían caminado, como tantas y~ces, por la calle de
terciopelo granate.o negro, con escotes que descub~ían una entrada. Estaban al principio del otoño y las-hoj¡;¡!;l empeza-
espalda empolvada, carnosa e interminable. La señora er~ b~ a cambiar de color. El límite ci~l paseo era el portón <le
alta,. le llevaba a ,su padre ·por lo menos diez centímetros. hierro qU:e daba-el nombre a la estancia: con los dos leones
Carlota no podía creer a Celia, cuando ésta decí~: «Pobre rampantes, con las orgullosas iniciales de bronce entrela-
hombre, con esa mujer colgada.» Celia soltaba-la risa y agre~ zadas biijO una corona, era un objeto considerable, no eles-
g~ba con seriedad: «Graba.en tu men~ mis palabras. El provisto de hermosura,-pero melancólico (pensaba Celia},
día menos pensado le aplica un p~taié en .la, espalda.» La como todas las cosas Viejas. Los abuelos de Carlota lo ha-
verdad e& que su padre .trataba a la. señora con tanta bían cq111prado en un castillo qe Louvenciennes, en los alre-
consideración que parecía sin sangre cuando estaba con dedores de París, y tenía una historia triste: los leones y lo&
ella. La mañana en que la llevaba a tomar el tren, vol~a con hierros no pudieron contener, en una noche de la Revolu-
la cara encendida, con brillo en los ojos, hacie_ndo sonar la ción francesa, a las tur.bas desbordadas, que penetraron
lengua~ agitando el látigo en lo alto delja~tón, para animar en. el parqu~. incendiaron el castillo y degollaron a los mo-
radores. «'flarece el portón de un sueño»_, se dijo Celia y s_e
~ al~n. Carlota no ten;úa. a su pagre. Aun sospechaba
estremeció. Jim caminaba, silbando alegremente la.balada
que el estaba más incómodo con eiJ,a, que ella con él. ¿No lo
sorprendió una vez mirándola por la puerta de Vidrios dei de Fauré, por la carretera.de Las. flores. iEl hijo segundo ~e
jardín de inVierno, con la cara demudada? · una buena familia inglesa, Viajando sin sombrero, con el
, De su .madre, Car_lota. record_aba. muy p 9 co; de Pilar, saco de tweed c~n remiendps en los codos, c.on lo!?xaídos
st. ~lar era la primera niñera que había tenido. Cuanto pantloe~ de franela, con una valijita de fibra ~nJa mano,
hab¡an hecho juntas -paseos vis d: vis por el camp , el.ha- como un vagabundo de los caminos,! .En cuanto la vio, inte-
9 el silbido, abrtó el portón y le preguntó si no ha-
laz~ode uno~ huevos de tero (pero desde que alguien com- r:u~D;pió

paro la cara de Celia con un huevo de tero, éstos se había:n bría trabajo en la estancia para. tm- ayudante de mayordorq.o.
con~ertid en el símbolo de Celia}, tempran~s desayui:J.os, Celia le dijo;
q:m blancas tajadas de galleta y bizcochos en forma de ani- -Hable eón el patrón; pero le prevengo que tiene ma.I
males, lllientras una luz deslu¡nbrante pep.eU:aba por la genio.
ventanilla de, la ~coba-, cuanto habían hecho juntas que- -Eso no importa -respondió JÍII!. y retomando el sil-
daba_en una epoca feliz y lejana. La partida de Pilar le había bido se alejó rápidamente hacia la estancia.
ensenad? que todo se acaba y 9ue las personas de pronto, Debieron arreglarse, porque esa misma rioche la Visi-
parten, sm que uno sepa muy bien por qué; pero ella no era tó. Ella dormía en el cuarto de Carlota. t-a cama de Carlota
366 estaba en una a.Icoba, en la que había Uiía ventanita cua-
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drada, con persiana corrediza; por esa ventana entraba a
veces el gato y a veces la luz de la luna, que se reflejaba en el -La otra vida no es horrible; los sueños sí, mientras
espejo del ropero de cedro oscuro, colocado entre las ca- no aprendemos a orientarnos en la et~da: D_n rato.: ~da
mas. En lo alto del ropero, en la parte central, había unas noche, a ciegas, no basta. Hay que practicar 6como drre. el
pequeñas figuras de madera: un caballero, en un caballo sonambulismo del alma.
encabritado, acometiendo con la lanza: un dragón. Ella creía Jim obtuvo que. ella lo ayudara a practicarlo (Jim ob-
que el caballero era San Jorge, peto Jim le señaló que lleva- tenía de ella cualquier cosa). No enseguida, porque al prin-
ba el pelo largo, porque era Santa Marta, matando a laTa- cipio estaba aterrada; pero noche·a~, a través del ~or,
rasca, y le dijo que esa alegoría probaba la victoria del alma la llevó de la mano, insensiblemente, ~frment. Jrm se
sobre el cuerpo. El miedo de despertar a la niña y la risa echaba en la cama, cara al techo; y se dormía; se dormía
que les causaba ese miedo se combiiüiban voluptuosamen- con notable .facilidad; entonces era ella la que lo sujetaba de
te; de pronto, JirfJ.la tomó pot las muñecas y le dijo: la mano, o, ·mejor dicho, de la muñeca, atenta al pulso, aten~
-Este es el amor puro. Sin cavilación, sin traición, sin al espejo, cuando había luna, o al menor susurro de la bn-
m en tita. sa. Este género de sonambulismo consistía en salir por un
Durante la primera semana'vivió un poco atormenta- rato el alma del: cuerpo, y luego volver. Según explicaba Jim,
da, porque nunca logró arrancarle una promesa, ni siquie- había que adiestrar el cuerpo abandonado -un ~imal
ra sobre cuándo la: visitaría de nuevo; De noche luchaba excesivamente torpe- a no morir cuando el alma salia.
contra el sueno y, en cuanto se dormía, la despertaba Jim, _¿cómo sabré que tu alma está fuera? -preguntó.
que ,la miraba mientras le acariciaba el pelo, o el gato, que Jim le dijo que la incidencia de un alma, que estaba
hab1a entrado por la ventanita de la alcoba, o la campana fuera del cuerpo, sobre el mundo material, era tenue. Si de
del reloj, que señalaba el término de una noche vacía. En pronto Celia_ creía oír, mezclada al ruido del viento, un.a
una ocasión no pudo contenerse y le preguntó: melodía de la Balada de Fauré, silbada imperfectamente era
-lNo hay nada serio para ti, en esta vida, Jim? él, que le enViaba la señal. O si no la señal podría ser ~m
-Sí, la otra -contestó, mirándola de frente. estremecimiento de la luz de la luna, que reflejaba el espeJO;
Jim, un día le dijo: «Esta vida no es más que un pasa- o un cambio momentáneo·en la sombra de unas hojas, so-
je.» Se deslizaba por ella tan leveme11te que nada terrestre bre cualquier supeficie.
lo alcanzaba; pero no podía evitar que su encanto alcanzara -Pero no descuides el pulso -agregó-. En cuanto aflo-
a los otros. Sin duda porque las conversaciones graves lo je, me llamas. Si se detiéne estando yo afuera, no podré
contrariaban, pasó 1,1n mes antes de hablarle de religión. volver.
-Debemos evitar que muera el alma -explicó. Oh, en ese tiempó cómo-deseaba que volViera. Siem-
-¿Cómo sabes que hay otra vida? -preguntó ella, que pre lo despertaba con,besos. Progresivamente, Jim se de-
nunca había dudado. moraba ¡:nás, y llegó el día en que le dijo:
-Por los sueños. -Por fm me· acostumbré al otro mundo. Ahora estoy
-Temo que la otra vida no in e guste -dijo Celia-. Los seguro de que mi alma no morirá con el c~erpo. .
sueños son horribles. Esa noche ella debió sujetarle-la muneca hasta que se
detuvo el pulso.
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-Ya está -dijo entonces, con voz trémula. -El gato Jim volteó et·candelem -mintió ella.
Le contestaron. Hubo un alegre parpadeo en la clari- --lNo duermes?
dad del espejo. Después, nada; la soledad.y el desconsuelo. -No.
Qué duro fue, al principio, continuar la vida. Jim, con sus -lEn qué piensas?
apariciones,la.alentaba. Pero ya se sabe cómo era Jim: no -EnJim.
se manifestaba cuando ella quería, sino .cuando él quería. -lEn el gato?
Podría reprocharle el poco trabajo que se tomaba para te- -No, en el.hombre.
nerla contenta; pero no, prefería aguardar, prefería aguar- Se levantó, fue a sentarse en el borde de la otra cama
dar el momento en que lo alcanzara, sólo que entonces estaría y explicó a Carlota:
feliz· y no pensaría en reproches. No recordaba cómo se for• -A cada persona le corresponde en la ·vida... "'-Cuando
mó en ella la resolución de llegar hasta Jim por el camino iba a pronunciar las palabras «un gran amor», .quién sabe
que él le había. indicado. iCuánto más coraje que los hom- por qué •temió q!,!e la ·niña las encontrara ridículas, y las
bres tenían las mujeres! Jim.contó con ella, desde el primer cambió por una ·expresión absurda, que se le ocurrió en el
experimento hasta.el último; pero a ella, lcdn.quién.l'a dejó momento; dijo-: una aventura de oro.
Jim? .Con. nadie. Una noche en que miraba el resplandor de Carlotaera.perspicaz; preguntó:
la luna en el espejo escuchaba el murmullo de los árboles, ~Jim era tu aventura de oro?
más allá de la ventanita de la alcoba, donde dormía plácida- :-Sí ...-contestó ella-:, pero se fue al otro mundo; cruzart-
mente Carlota, entendió, en una revelación paulatina, la hon- do un sueño. Desde. allá. me manda señales.
dura de su soledad. Había dejado par.tir a.Jim y ahora se Descíibió las señales: Carlota la escuchaba atentamen-
encontraba con que no había puentes para seguirlo. Tal vez te. y miraba fascinada la claridad del espejo.
Jim previó la situación ...,era lúcido, no se. aturdía como ella-'- De pronto, Celia se encontró diciendo:
y levantándose de hombros pensó: «Una atadura menos». -Si me ayudas, me reuniré con él.
Tal actitud, aparentemente cruel, encuadraba en el carácter Sabía que Carlota no podía negarse, porque: ella tam-
de ese hombre extraordinario. Celia creía saber que desde el bién estaba enamorada de Jim.
otro mundo, sonriendo burlonamente, no sin compasión, --lCómo es el otro mundo? -preguntó Carlota.
con alegre indiferencia, Jim la miraba debatirse en la angus- -Maravilloso -contestó Celia.
tia. iPobreJim! iQu~ seguro estaba! iQué poco sabía del te- -"lDespués yo podré irme con ustedes?
són de una mujer como ella! Pero lquién se atrevería a Celia prometió todo. Explicó la parte de cada una en el
asomar a una niña sobre el más allá? Como con el espejo de experimentq, se echó en la cama, colocó su muñeca entre
la fábula, después de mirarlo, todo cambiaba. Cualquiera, los dedos de Carlota, cerró los ojos. Aquella primera noche
no solamente Carlota, podría volverse loca. Uno por uno sólo consiguió desvelarse; pasaron muchas antes de que
consideró a los moradores de la estancia;.no podían ayudar- Celia saliera del·cuerpo y franquease el otro mundo, pero
la. Su mano, al buscar el candelero en la ·mesa de luz, lo cuando lo hizo, volvió aterrada.
derribó. El ruido despertó a Carlota. -lEs peor que ir de noche hasta el portón? -preguntó
-lQué hay? -preguntó la niña. Carlota.

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-Mucho peor -contestó graVemente Celia-. Cuando Súbitamente el cuarto quedó en un silencio al que
estás a punto de llegar, te encuentras de nuevo en la mitad la respiración de la niña dormida comunicaba un ritmo
del camino. apacible.
-¿Lo viste a Jim?
Celia contestó con brevedad: Tomado de: Adolfo Bioy Casares: Historia prodigiosa. Buenos Ai-
-No. res, EMECÉ Editores, 1961.
Perseveró, noche a noche, sin dejar que los fracasos ni
el miedo la vencieran. Mientras Carlota le cuidaba el pulso,
ella se aventuraba en la eternidad, por donde. vagaba extra-
viada, como por .un sueño qngustioso, buscando a Jim, que
la eludía, por burla.
Todavía estaba Celia recostada.en el agua caliente de
su baño, cuando se dijo qué por fin-había llegado la ocasión
esperada, que las últimas veces no se encontró tan perdida
en el atto mundo y que no postergaría más su partida en
busca de Jim. Salió del baño, cantando. se fregó con la toa-
lla, se. vistió y en la mesa, durante la comida, conversó ale-
gremente con Carlota; creo que, por excepción, bebió un
vaso de vino. Después, en el dormitorio, pidió a Carlota que
le sujetara la muñeca hasta que cesara el pulso. Con los
ojos cerrados, quizá dormida, prometió:
-Allí te esperaré.
Muy pronto partió en busca de su amigo. A los pocos
minutos, Carlota murmuró:
-Ya está.
Carlota miró el espejo del ropero. Cuando advirtió un
parpadeo en el'reflejo de la luna. caminó resueltamente hasta
la alcoba, y arrodillada en la cama, éerró la persiana. Como
si recitara, con una voz que se volvía, .a cada palabra más
soñolienta, dijo:
·dPobre Celia! La espera va a ser larga. Tengo mucho
que hacer: despachar a la señora y arreglarme con mi padre
y la aventura de oro y dormir esta noche -después de una
pausa, agregó-: Yq los quería mucho a los dos, pero no me
gusta el otro mundo (no te enojes); aquí estoy contenta.
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¿gué hora es,?

ELENA GARRO
(México, 1920-1998)

/
«lQué hora es?» se publicó por vez primera en Diálogos, núm. 1
(noviembre-diciembre de 1964); después pasó a formar parte de La
semana de colores (1964). Ha sido llevado al cine.
Aunque los elementos de caracterización fantástica, con función un
tanto instrumental, no bastan para explicar la riqueza más bien lírica
en que radica el mayor valor de esta historia de desencuentros -es algo
que ocurre con frecuencia en la obra, intensa pero elusiva, de Elena
Garro-, no es ocioso recordar algunos. Lo anómalo se manillesta gra-
dualmente, hasta resultar plenamente instaurado, por medio de un
suceso que no recibe explicación: primero será esa forma en que la
protagonista queda «pre_ndida de un minuto irrecuperable» en un hotel
de París (las 9:47p.m.); l!lego su muerte, tras meses de espera, a esa -lQué hora es, señor Brl.mier?
hora exacta; por fin, la comparecencia del amante esperado, imposible Los bjos castaños de Lucía recobraron en ese instante
de comprobar, pero indiscutible (gracias a un objeto terco como la «flor el asombro perdido de la infancia.
de Coleridge», que encontramos nuevamente, ahora en forma de una El señbr Brunier esperaba la· pregunta. Miró su reloj
raqueta). Dos de los personajes, los más directamente involucrados en
el caso,_ te~jmonia un efecto ~e estupefacción ante el quebrantamiento
pulsera y dijo marcando las sílabas para que Lucía enten-
del orden lógico. El tiempo, además, transcurre de modo visiblemente diera bien la respuesta:
irregular para unos y otros: la dama llega con treinta años y en uno solo -Las nueve y cuarenta y cuatro. .
parece haber agotado toda la vida; el amante luce atemporal como un -Faltan todavía tres minutos ... iqué día tan largo!
recuerdo, como una proyección final o última ael anhelo; 1 en tanto que, Ha durado toda la vida. ¿Dios me regalará esos tres
para el personal del hotel. las horas tienen el valor preciso de las canti-
dades mensurables. minutos?
«lQué hora es?» ha sido antologado en BERMÚDEZ. Otro relato Bninier la miró unos segundos: recostada, con los ojos
incluido en antologías relacionadas con lo fantástico es «La culpa es de muy abiertos y mirando hacia ese largo día qu:e había sido
los tlaxcaltecas» (HAHN2). Su breve pieza teatral Un hogar sólido (1958) su vida.
fue incluida en BBy02. También están considerados fantásticos «Per- -Dios le regalará muchos años -dijo e1 señor Brunier,
fecto Luna», «El día que fuimos perros» y «El duende».
inclinándose sobre ella y mirándole los ojos castaños: ho-
Otras de sus obras son: Los recuerdos del porvenir ( 1963), Anda-
mos huyendo Lola (1980), Testimonios sobre Mariana (1980), La jas marchitas que un 'Viento frío barría en aquel momento
casa junto al río (1983). lejos, muylejosde ese cuarto estrecho.
-Alguien está entrando en este _cuarto ... el ~or es
para este mundo y para el otro. ¿gue hora es, senor Bru-
nier?
Brunier volvió a inclinarse para ver aquellos ojos co-
/ lor té, que empezaban a irse, girando por los aires como
hojas.
1 Preferimos entenderlo así, más que como una figuración de la
· -Las nueve y cuarenta y siete, señora Lucía -dijo con
Muerte (Ross Larson: Fantasy and Imagtnatlon In the Mexlcan
Narrative, Tempe, Arizona S tate University, 1977, p. 41 ), interpretación
tono respetuoso mirando los ojos, que ahora parecían es-
que desde luego el texto también permite. tar tirados en cualquier acera.

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Brunier hl.zo una nueva reverencia dispuesto a retirar-
-Las nueve y cuarenta y siete -repitió supersticioso y se. La extranjera lo detuvo sonriente.
deseando que ella le oyera. Pero ella estaba quieta, liberada _¿cómo se llama?
de la hora, tendida en la cama de un cuarto barato de un -arumer -contestó avergonzado por la falta de discre-
hotel de lujo. ción de la señora.
Brunier la tomó por la mano, tratando de hallarle un _¿gué hora es, señor Brunier?
pulso que él sabía inexistente. Con mano firme bajó los pár- Brunier vio su reloj pulsera.
pados. El cuarto se llenó de un silencio grave, que iba del -Las seis y diez; señora.
techo al suelo y de muro a muro. Sobre una maleta marcWta -El avión de Londres llega a las· nueve y cuarenta y
estaba la chalina de gasa color durazno. La cogió y la exten- siete, ¿verdad?
dió sobre el cadáver. Apenas hacía. bulto en la cama ..El pelo -C~eo que sí... -contestó etportero.
sepia formaba una mancha desordenada debajo delá gasa. -Faltan tres horas y treinta y siete ·minutos -dijo la
Brunier se dejó caer en un sillón y se. quedó mirando desconocida con voz trágica.
los cristales brillantes de las ventanas. Afuera los automó- La extranjera cruzó el vesobqlo del hotel a grandes
viles de colores claros se llenaban y se vaciabah de jóvenes pasos. -Su abrigo corto dejaba ver dos piernas delgadas y
ruidosos. ¿cuántos años hacía que, metido en aquel untfor~ largas. que caminaban, no como si estuvieran acostumbra-
me verde y dorado cuidaba la puerta del hotel? Veintitrés das a cr:uzar salones, sino a correr de prisa por las l~­
años. Así se le había ido la vida. Le pareció que. sólo había ras. Se inscribió en él hotel como .Lucía Mitre, recjbio su
abierto la puerta a malhechores. La banda era interminable llave y anunció con desenvoltura: .
y los «Buenos días», «Buenas tardes», y «Buenas noches», -Reserven el cuarto 41 O para el señor Gabriel Cortina
también interminables. Sólo la· señora MitreJe había dicho que llega hoy en.el aVión de Londres de las nueve y cuarenta
al.entrar: «¿Qué.horas son?» La recordó perfectamente: ve- y siete minutos. ,
nía seguida de dos mozos que le llevaban las maletas. No El cuarto 410, estaba aliado del cuarto 412, el nume-
era demasiado joven; -tal vez ya llegaba ya a los treinta años. ro que le había tocado a.ella. '
Sili embargo, al pasar junto a él le sonrió con una sonrisa Durante varios días la señora Mitre comió y ceno e~
descarada. «!,.as señoras no sonríen así, sólo los mucha- su habitación. Nadie la vio salir. El cuarto 410 permanecía
chos», se dijo Brunier. Y para colmo, aquella·señora le guiñó vacío. En la. vida. del hotel llena de grupos de g~p.tes que
un ojo. Sé sintió desconcertado. La viajera llevaba al cuello entran y salen, de fiestas. de automóviles que se. ~tien ~
una amplia chalina de gasa color durazno éuyas puntas flo- sus puertas, estos hechos insignificantes pasaron inadver
taban a sus espaldas como alas. Uno de los extremos de la ti dos. Sólo Brunier, espiaba .con atención ~as entrad~ y
chalina. se quedó prisionero en.una de las puertas y la son- salidas de los clientes, esperando·ver reaparecer a la·seno-
riente extranjera dio un pa~o hacia atrás al sentirse estran- ra de la chalina color durazno. que le había guiñado un ojo
gulada por la gasa. Brunier se precipitó a liberar la prenda y y preguntado la. hora. con discreción indagó entre las don-
luego se inclinó respetuosamente ante la viajera. cellas y los camareros.
-iGracias, gracias! -repitió la señora con un fuerte _¿g1,1é? ¿~a sudamericana? Está ~ocad._ Se arregla.
acento extranjero. se sienta en un sillón y pregunta: «¿Que hora es?»
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Marie Claire, después de imitar la voz y los ademanes El señor Gilbert estaba apenadísimo. La cuenta del
de la extranjera se echó a reír. hotel no había sido cubierta.
-!Qué marúa! A mí también no hace siho preguntarme la -Según tengo entendido, la-señora no tiene dihero para
hora -dijo Albert, el camarero que le llevaba los desayunos. cubrir la cuenta.
-Algo le pasa -comentó Brunier pensativo. -lDihero? No, no tengo nadª -dijqla señora echando
-Está esperando a su amante ... >-exclamó Márie Clai- la cabeza para atrás y riendo de buena gana.
re soltando una carcajada rencorosa. -¿Naqa? -preguntó el señor Gilbert aterrado.
Brunier escul~ó las confidencias y siguió cuidando -!Nada! lo que se dice mu;la -aseguró ella sih dejar de
la gran puerta de entrada. Pasaron dos meses. De la geren- reír.
cia de hotel le preguntaron a la señora Mitre si pensaba El señor Gilbert la miró sin entender lo que ella le
seguir guardando la habitación 41 O. decía. Realmente era aterradora la confesión de la señora
-!Claro! El señor- Gabriel Cortina llega hoy en el avión que tenía delante.
de las nueve y cuarenta y siete -cop.testó ella con aplomo. -lPor qué duda usted de su palabra si me dijo que
,-lEs una extravagante! -dijeron en la admihistración. llegaba hoy en el avión de las nueve y cuarenta y siete ... ?
-Los ricos pueden serlo. ¿gué le importan esos fran- -No, no lo dudo ... -dijo Gilbert desconcertado. La se-
cos si en su país tiene cien mil caballos y trescientas mil ñora Mitre lo miró un rato con sus ojos color té. Luego
vacas? -replica mademoiselle Ivonne con voz amarga y de- pareció nerviosa, se torció las manos y acercó su rostro al
jando por unos momentos las cuentas para entrar en la del señor Gilbert.
conversación. -¿Qué hora es? -preguntó ihquieta.
-Todos los sudamericanos tienen muy buenas vacas y -Las cuatro y cihco -contestó el hombre casi a pesar suyo.
muy malas maneras. Como carecen de ideas están llenos Las tardes eran ahora muy cortas y por las ventanas
de manías -dijo el señor Gilbert, asomándose por encima entraba el oscurecer gris y frío. El señor Gilbert encendió
de su cuello duro. una l~pa,r que estaba sobre una consola y su luz rosadq
La señora Mitre no tenía tantas vacas y al termihar el iluminó la cara pálida de la señora Mitre. Era duro decirle
tercer mes no tuvo con qué pagar la última cuenta del hotel. a aquella mujer sonriente y delicada, que debía desa).ojar el
El señor Gilbert subió a su·habitación. La señora Mitre le cuarto aho,ra mismo. La miró con valor.
abrió la puerta sonriente, lo hizo pasar y le .ofreció asiento. -!Señora!
-Señora, lo siento, estoy realmente desconcertado, Ella se volvió hacia él, sonriendo con aquella sonrisa
pero ... debe usted mudarse del hotel. de muchacho de campo y le guiño un ojo.
-lMudarme? -preguntó la señora asombrada. -Sí, señor ...
El señor Gilbert guardó silencio, Después.asihtió gra- -Si pudiera usted, al ménos dejar algo ...
vemente con gestos deJa cabeza. / -lAlgo? -preguntó ella asombrada y 'descruzando las
-No puedo mudarme. Aquí estoy esperando al señor piernas.
Gabriel Cortina. Él llega hoy en la noche, en el avión de las -Sí, algo de véllor -dijo el señor Gilbert impaciente.
nueve y cuarentay siete. ¿gué diría si" no me ehcóntrara? ¿por qué le tocaría a él precisamente venir a de~irl a la
Sería una catástrofe. lUna verdadera catástrofe! señora Mitre esta estupidez?
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'"

Lucía Mitre apoyó los codos sobre las rodillas, sostu- Gilbert guardó silencio y guardó el collar para examh
vo la cata entre sus manos y lo miró con fijeza como si no narlo más tarde con calma.
entendiera lo que le pedía. Gilbert guardó silencio. No se le La voz corrió e11tre los empleados del hotel: «La seño-
ocurría agregar ninguna palabra. ra Mitre entregó un fabuloso collar de perlas para seguir
-iAh! lDe valor? -repitió Lüda, como para si misma. esperando la llegada de su amante». El rumor llegó a los
Entrecerró los ojos y volvió a cruzar 1as piernas. De prónfo oídos de Brunier. Habían pasado ya cinco meses desde la
se llevó las manos a la nuca y con decisioil, se quitó el collar tarde en que la señora Lucía le había guiñado un ojo, y Bru-
de perlas de varios hilos que llevaba puesto. · nier, á pesar de 'no haberla vj._sto más, no la había olvidado.
-¿Esto? Esperaba siempre que apareciera la larga chalina flotante.y
Dijo extendiendo las manos que sostenían las ·perlas. la sonrisa hospitalaria_. ~1 cuarto 41 O había sido ocupado
El señor Gilbert apreció desde lejos sus reflejos tornasoles por un sin fin de viajeros, que se dirigían a las montañas de
y pareció tranquilizarse. Austria: o a los soles de España y Portugal y la señora Mitre
-Se>_il muy caras ... Cuánto rogué-para queme las rega- permanecía invisible en el cuarto 412 del hotel. Brunier
laran. ¿ya ve? Nadie sabe para quién ruega. Si Ignacio su- estaba intranquilp. Sabía que más tarde o más temprano,
piera ... -agregó como parasÍmisma. _ la señora se acabaría las perlas, una por una, y entonces
El seftor Gilbert no supb qué contestar. Lucía le ten- tendría· que irse a la calle. Esta idea lo mortificaba.
dió el collar con 'un gesto amplio. -Señorita Ivonne, lcuántas perlas le quedan todavía a la
-Ignacio es mi marido -dijo a modo explicativo. señora Mitre? -preguntó Brunier, temeroso de la respuesta.
-lSu marido? -preguntó Gilbert al mismo tiempo que ~Veintdós -contestó Ivo!llle.
recogía la alhaja. :..¿y después?
-Sí, mi marido ... -Después iup! -coQtest(> .Ivonne haciendo sonar lós
Madaine Mitre se quedó mirando al vacío, como si la dedos.
palabra marido la hubiera transportado a un mundo hueco. -Hay que b,a]:>l~ con ella -dijo.Brunier pensativo.
-Es una historia muy complicada. ¿verdad que las -No lo va a escuchar. Está esperando a su· amante,
complicaciones son odiosas, señor ... ? que no va a llegar -dijo lvonne convencida.
-Gilbert -contestó su interlocutor casi mecániéamente. -Lo que hace es una niñería -insistió el señor Brunier.
-Gilbert -completó ella su frase trunca. El domingo por la tarde, ·e1 señor Brunier subió al cuar-
Las palabras de Lucía sonaban irreales en la habita- to 412. ·se-alisó los cabellos antes de llamar. Sentía que iba
ción de luz rosada. Su voz salía con lentitud y parecía que no a cumplir con una misión importante y que no debía fallar
iba dirigida a nadie. Las frases apenas dichas, rodaban frá- en sus gestiones. Lucía Mitre le abrió la puerta. Lo miró
giles por el aire y caían sin ruido sobre la: alfombra. Lucía sonrjente, lo invitó a pasar y le ofreció asiento con su mis-
lniró a Gilbert, para que éste no olvidaralo que i,ba a decirle. mo gesto amplio y alegre.
-Ahora comprende usteq por qué Gabriel Cortina lle- -Realmente ·tiene buenas maneras. Sólo que no me
ga esta noche e~ el avión de las nueve y cuarenta y siete, escuchó. Lo único que logré, fue convencerla de que sé m u"
¿verdad? dar a al cuarto 1O1, pues así tendrá dos días por cada per~

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la, Mañana temprano le bajo las maletas -comentóBtunier
más tarde. -Sí. .. un día -dijo Brunier.
-Esta historia empieza aponeí:"me nervioso -dijo Albert. -lEntonces? ... ¿qué hora es? -dijo ella.
y~ el tal Gabriel, en dónde está? -preguntó exaspr~ -Las doce y media de la mañana ·-contestó Brunier
da Marte Claire. mirándola con desesperación.
-A lo mejor no existe. A lo mejor ella lo inventó -dijo :...Bueno, pues dentro de nueve horas y diecisiete minu-
Mauricio, uno de lo elevadoristas. tos llega Gabriel. ..
'-'Es muy posible. Stno, ya hubiera dado señales de Lucía agachó la cabeza, parecía cansada. Se miró las
Vida -asintió Marte. Claire. puntas .de los pies y se arregló los pliegues de su falda de
Más tarde Ivonne atrapó al señor Brunier en los vestí- seda color durazno. Después sonrió levemente al portero;
dores. Hasta ella había llegado la hipótesis de Mauricio y éste, se sintió avergonzado. Nada de lo que él pudiera decir-
quería consultarlo con el viejo portero, que parecía tener le resultaba válido, porque Lucía Mitre giraba como una
tanto ib.terés en la extranjera. mariposa alrededor de un fuego que él no-percibía, pero
-lSabes Brunier que nunca ha recibido carta.de nin- que estaba allí, en la misma habitación, cegándola.
gún lado del mundo? -=-Claro, señor Brunier, que el tiempo se ha vuelto de
_¿y ella no pregunta si ha tenido correspondencia? piedra... cada minuto que pasa es tan enorme como una
-preguntó Brunier pensativo. roca enorme. Se construyen ciudades nuevas que florecen,
-No, no dice nada. Sólo pregunta la· hora. Dice que su deca~ y desaparecen, y van pasando las ciudades y los
reloj va muy despacio -explicó Ivonne con avidez. minutos; y el minuto de las nueve y cuarenta y siete llegará
-Pero tiene que haber Vivido antes en algún lugar. No me cuando ha~ pasado estos minutos de piedra con sus enor-
diga.que se apareció iasí!, de pronto, en la mitad de París. mes ciudades, que están antes del minuto que yo espero;
Durante muchos días Lucía Mitre Vivió en el cuarto Cuando suene ese instante la ciudad de los pájaros surgtra
1Ol. Sólo los criados la veían. Comía y cenaba ett.su habi- de este amontonamiento de minutos y de-rocas ...
tación-y no hablaba con nadie. De pronto elseñor Gilbert .:..Sí, señora -dijo Brunier co;n respeto·.
volvió a visitarla. Otra_ vez debía pedirle que abandonara el ...:.Estoy muy·cansada ... muy cansada ... son la piedras
hotel. Pero Lucía buscó sonriente en su alhajero unos are- -agregó Lucía mirando con sus ojos fatigados al port~.
tes de diamantes y sé los entregó al visitante, Después, como si hiciera un esfuerzo, le hizo un guiño Y
~runie subió. al cuarto 1Ol. Quería convencer a la sonrió con su sonrisa abierta de muchacho. Brunier quiso
señora Mitre de algo muy penoso: que se mudara a un hotel devolverle la sonrisa, pero lo invadió una tristeza inexplica-
más barato. De esa manera sus diamantes se convertirían ble, que lo dejó paralizado. ,
en muchos días. "' -De niña, señor. Brunier, el tiempo corna como la
-lMuchos días? ... pero si Gabriel llega hoy en el aVión música en: las flautas. Entonces no hacía sino jugar, .p.o es-
de las nueve y cuarenta y siete minutos lPor qué tienen peraba. Silos grandes jugáramos, acabaríamos con 1as 'pie-
ustedes tanta prisa? lNunca han Visto a nadie que espere a dras adentro del reloj. En ese tiempo el amor estaba fuera
su amante todo el día? de las tapias de mi casa, esperándome como una gran ho-
guera, toda de oro, y cuando mi padre abrió el portón y me
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dijo: «iSal, Lucía!», corrí hacia las llamas: mi vocación era
ser salamandra... -iSeñora! por favor ...
Brunier supo queJaseñora Lucía-estaba.heclíizada. -El cuarto era enorme, estaba lleno de espejos y yo me
¿pero, por quién o por qué? sentía: muy sola. Eso enojaba a rríi suegra ... ¿Le parece muy
-lY usted, señor Brunier, cuántas: salamandras tuvo? mal, señor Gilbert?
-preguntó Lucía con interés, como si de pronto recordara que -No, no, me parece natural-contestó Gilbert rubori-
debía hablar más de su interlocutor y menos de ella misma. zándose.
-Dos, pero ellas son verdaderas salamandras, no se -A Ignacio lo veía ert el comedor. El día que· me escri-
quemaron en el fuego .,-contestó.Brunier; bió la carta me extrañó mucho porque podía habérmelo di-
Después de la Visita del portero, la señora se quedó cho en la comida. Luego vi que esa era ia mejor manera de
aún más quieta:-.Nunca tocaba el llinb.r:e ni pedía nada. Aca- decirme algo tan delicado. ¿guiere usted leerla? . ,
baron por mandarle las bandejas casi vacías. El señor Gil- Gilbert no supo qué decir. La señora Mitre se levanto
bert la Visitaba de cuando en .cuando y se, llevaba una por con presteza y buscó adentro de su maleta un pequeño co-
una sus alhajas. Le preoc;upabaaquella presencia constante fre de madera muy olorosa. Al abrirla respiró con deleite el
en el cuarto más barato del hotel. La prtmavera:pasó con sus perfume y exclamó:
racimos de nieve y cubriendo los castaños; se deshojó el ve, -iEs de Olinalá!
rano en un otoño amarillo, :volVió el inVierno con sus teteras Luego encontró una carta escrita tiempo antes y leída
hUIJleáiites, y Lucía Mitre siguió preguntando la hora, ence- muchas Veces, y la entregó a Gilbert con aquel gesto suyo,
rrada en su cuarto. El señor Gilbertla tema muy presente. amplio y sonriente, que tomaba siempre que tenía que dar
-señora, ¿no:sería conveniente que le escribiera usted algo, ya fueran, sus perlas, sus brillantes o su carta.
a s:u marido? -iÍ...éala, por favor!
-lA mt marido? ... ¿Para qué? El señor Gilbert recorrió H:t éátfa con los ojos sin en-
-Para que haga algo por la señora ... pataque la recoja. tender nada. La tarta estaba escrita en español, sólo alcan-
Un señc:;>r.mex:tcano es, donde quiera, siempre un caballero. zó a descifrar la firma: «Ignaéio». Movió lc,t cabeza, como si
dAh! Sí, él es el mejor de los hombres. Siempre le entendiera el contenido d<t aquella carta,. la dobló con cui-
Viviré agradecida, señor Gilbert. Si u:sted supiera... viviinos dado y quiso guardarla comó las perlas, para q~e alguien
casapos.ocho años ... Nunca olvidaré las:nochesque pasé se la 'tradujera máS tar~e. Pero Lucía Mitre le tendió lá mano
en la habitación inmensa de su casa.. Mi suegra .me oía .llo- y a él no le quedó más remedio que entregarla.
rar y venía envuelta en un kimono japonés ... _¿ve usted? ~jo ella con simplicidad. Luego se puso de
La señora Mitre guardó silencio, como si oyerá venir pie, alcanzó una cerillá yle prendió fuego al papel. Gilbert .no
los pasos de aquella mujer a.Ia que por;primera vez nom- pudo ünpedir su gesto y la carta se retorció ~tre las ~ams,
br~a. El señorGilbertmiró hacia la puerta, tuvo la impr.e- hasta convertirse en una telita p.egra que cayo hecha añico.
sion de que alguien envuelto en un traje oriental entraba -lAbora ya no sirve, verdad? -preguntó ~sombrad.
sin ruido ·en la habitación. La señora Mitre se tapó la cara -No, ya no sirve -comentó Gilbert descorazonado ..
con las manos y empezó a sollozar. Gilbert se puso de pie. Estaba segw-o de que esa carta quemada contenía el secre-
to de Lucía.Mitre.
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-lQué hora es? ¿cuánto tiempo falta paraJas nueve y La señora Mitre se quedó buscando aquellos soles
cuarenta y siete? brillando sobre las copas de \QS árboles de su país. Gilbert
-Cuatro horas y veintitrés _minutos -dijo el señor Gil; l_¡:t dejó acompañada de sus fantasmas ..«Su marido Y su
bert con voz meláncolica. amante la engañaron.>>, se elijo mientras llegaba a su despa-
-iCqatro horas! ... cho y se· sintió responsable de la suerte de aquena·mujer.
-Mientras dan las nueve ¿por qué no sale usted a dar Durante los dos :meses que todavía vivió en el Hotel. el se-
un paseo por ~ís? Si viera que hermosos están los mue- ñ~r Gilbertse·negaba a éomentarla.
lles, llenos d.e libros, de paseantes ... -il'or favor! No me hablen de la señora Mitre ... Me da
-{,Una vuelta? No; no puedo. Me voy a arreglar un poco ... escalofríos.·
estoy tan nerviosa -dijo tocánd,ose la cara con angustia. Ahora Lucía Mitre estaba cubierta con su chalina
El señor Gilbert vio sus mejillas hundidas y su~ ma- de gasa. color durazno. Una ira an~ y caballeresca se
nos delgadas y temblorosas. apoderó de Brunier; «ipobr.e pequena!»: se dijo pensando
-Es usted muy bella, señora Mitre -dijo convencido en Gabriel. «!Pobre pequeña!» se repitio recordan,do a Ig-
de que la tragedia embellece a sus personajes. La luz que nacto. Debía advertir a Gilbert de lo que ocurna en el
rodeaba a la mujer que tenía sentada frente a él, era una luz cuarto 101.
que se alimentaba de ella misma. Toda ella ardía adentro Los divanes y las sillas de época cubiertas de sed~ de
de unas llamas invisibles-y luminosas. Thvo la impresión color pastel. lbs espejos. los ramos de flores_ silvestres y las
de que pronto no la vería más. Admiró los hueso§ calcina- alfombras color miel, le dieron la sensacion de entrar al
dos de ~us pómulos y de sus dedos translúcidos. ¿cuándo, centro tibio del oro. Contempló a las parejas reflejadas en
y cómo, y por qué, había entrado en aquella hermosa di- las luces de los espejos,. deslizándose frágiles por los cami-
mensión suicida? Se sintió grosero ju,nto a la dama vestida nos invisibles y perfumados. en busca de amores que qui-
de color durazno que se trasmuta,ba cada día ~ás en una zás apenas durarían unas horas. Parecían hermosos tigres
materia incandescente que a él le estaba vedada. olfateando intrincados vericuetos y tuvo lá impresión ?e que
-Despt1és de esa carta ya no podía quedarme en la algunos de aquellos pérsonajes fugaces, se quedarian tal
casa de Ignacio ... Recuerdo que la noche de la cena, la seda como Luc~a. prendidos a un minuto irrecuperable.
de las paredes del comedor ardía en llamas pequeñísimas. BruÍlier se acercó a Gilbert, que de pie, muy sonrosa-
y que las flores de la. mesa olían con la frescura que sólo se do y vestido con su tmpecable_jacquet, sonreía a una de
encuentra en los jardines. Cuando vi laS manos de Ignado y aquellas parejas elegidas. Esperó unos minutos:
de ~milá acariciándose sobre el mantel', me parecieron las ~La señoraLucía_acaba de morir ~anucio·s dejar
manos desconocidas de personajes desconocidos. En ése traslucir SJJ emoción. ,
momento me fui a vivir a otro paiacio, .aunque aparente- -lQué dice? -pr~guntó Gilbert adoptando el rostro.mas
mente seguí durmiendo en el cuarto deJa casa de Ignacio. inexpresivo que encontró. ,
Por las noches después de la visita de mi suegra entraba -Que• la señora Lueía Mitre acaba de morir -repitlo
Gabriel. .. ¿usted conoce MéXico? Pues Gabriel es como Brunier sin cambiar de actitud.
MéXico, lleno de montañas y de valles inmensos ... Siempre --:iQué desdicha! -exclamó el señor Gilbert en voz baja.
hay sol y los árboles no cambian de hojas sino de verdes ...
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Luego.atendió sonrienfe a una cliente que le pregunta- el cliente no llevaba:-.más equipaje que su raqueta. Busca-
ba por el bar. ron la.raqueta sin hallarla. Entonces. llamaron a los cria-
-Voy a llamar a la policía. Hay.é¡ue.evitar que los clien- dos, pero ninguno de ellos había visto al"joven que buscaban.
tes se den cuenta de lo sucedido. Los tres policía revisaron el baño y los armarios. Todo es-
-Murió exactamente a las nueve-y cuarenta y siete mi- taba en orden: nadie había entrado en aquella habitación.
nutos -explicó Brunier con. una voz que-quiso ser natural. Perplejos, los cinco hombres bajaron a. la Administración;
Gilbert iba a decir algo, pero la llegada de un cliente lo tampoco allí, ninguno de los empleados, ni; siquiera Ivonne,
distrajo. El cliente era joven, llevaba una raqueta en la mano recordaba la llegada de aquel huésped. La llave del cuarto
y su rostro era asoleado y sonriente. Con voz juguetona, 410 estaba colgada en el fichero, intocada. Gilbert y Bru-
explicó que desde. hacía once meses, una amiga suya le ha- nier discutieron acalorados con el personal de la Adminis-
bía reservado el cuarto 410. No sabía stla reservación se tración la presencia de Gabriel Cortina en el hotel. Los
había hecho a nombre de su amiga: Lucía' Mitre. o al suyo: policías ordenaron pesquisas que resultaron inútiles, pues
Gabriel Cortina. el joven risueño, propietario de la raqueta, no apareció por
-Pero es lo :q1ismo -explicó sonriente. ninguna parte de hotel. Había desaparecido sin dejar hue-
Gilbert asombrado, no supo qué decir, buscó en los lla. Después de muchas discusiones adoptaron la hipóte-
ficheros y vio que el cuarto 41 O estaba vacío. Cogió la llave y sis de que habían sido víctimas de una alucinación.
se la tendió al joven que distraído daba golpecitos en el -FUe el deseo de que llegara -aceptó vencido y melan-
escritorio, con el filo de su raqueta. cólico el señor Gilbert.
Gi}bert y.Btunier, mudos por la sorpresa, vieron cómo -Sí, eso debe haber sucedido, los dos la amábamos
se alejaba Gabriel Cortina, rumbo a los elevadores. Iba ju- -confesó Brunier.
gando con la llave, ajeno a su desdicha. Sus pantalones de Los tres policías se enternecieron con lo sucedido. Uno
franela y su saco sport le daban una elegancia infantil y de ellos era de la Bretaña y contó que en su país sucedían
americana. Los dos hombres se .miraron consternados. cosas semejantes.
Deliberaron.unos momentos y decidieron que cuando llega- Sombríos, los cinco hombres se dirigieron al cuarto
ra la policía explicarían lo sucedido al recién llegado. de Lucía Mitre para terminar con su triste diligencia. Al
-lEs una catástrofe! entrar en la habitación los policías se quitaron los sombre-
-lUna verdadera catástrofe! ros y se inclinaron respetuosos ante el cuerpo de la señora.
A las diez y media de la noche fres hombres correcta- Brunier, solemne, señaló a los pies de la cama.
mente vestidos cruzaron el veshbulo del hotel acompaña- -iAhí está! -dijo casi sin voz.
dos de Brunier y de Gilbert. Los cinco hombres subieron Sus cuatro acompañantes vieron la raqueta blanca
primero al cuarto 410, para decirle a Gabriel Cortina lo depositada con descuido a los pies de la cama de Lucía
·sucedido. Llamaron a la puerta con suavidad. Al ver que Mitre. Se lanzaron nuevamente a la búsqueda del joven pro-
nadie contestaba a sus repetidas llamadas decidieron abrir pietario de la raqueta, pero su búsqueda fue infructuosa,
con la llave maestra. Encontraron el cuarto vacío e intacto. pues el cliente risueño, tostado por el sol de América, no
Brunier y Gilbert se miraron atónitos, pero recordaron que volVió a aparecer nunca más en el Hotel del Príncipe.

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Gilberl se inclinó por última vez sobre el rostro de
Lucía Mitre, también ella se había ido para siempre del
hotel, pues en su rostro no quedaba de ella J1élda.

Thmado de: Elena Garra: La semana de colores, Xalapa, Universi-


dad VeraC~i,l. 1964.

El extraño caso de Ciro Doral

GUSTAVO AGRAIT
·(Puerto Rico, 1904-1998)

392
Este relato se publicó originalmente en la Revista del Instituto de
Cultura Puertorriqueña en 1966; más tarde se integró a Ocho casos
extraños y dos cosas más (1972).
Desde que, en 1845, Sarmiento la puso sobre la palestra -ya existía
desde antes- para explicar sociológicamente la Argentina y cubrir de
infamia al dictador Juan Manuel de Rosas, la oposición civilización-
barbarie ha servido para muchos fines y llenado miles de páginas. En
este cuento, reaparece unida al tema del doble en función de un proble-
ma de identidad cultural. Ciro, el protagonista, no sólo comete el exceso
genérico de prescindir -por lo menos en apariencia- de la humanidad,
~ino sobre todo el más específico de despreciar !aparte del,mundo a
que pertenece por su óngen. La pesadilla en que la Vida se le convierte a Confieso que Ciro Doral no es tema de mi devoción.
causa de una extraña alucinación auditiva y el desenlace de su conflicto, Pienso mucho en él.. pero lo .hablo poco y lo rehuyo·.más. eSin
como lo sugiere el narrador de la historia de marco, son de naturaleza embargo, los años pasan y cuando uno comienza a aceptar
fantástica bastante clara.
Gustavo Agí"ait -de quien dice Concha Meléndez: «nos sorpendió
que no se es eterno, le crece una oscura urgencia de comu-
con riqueza·iJnaginativa que desconocíamos en él; extrañeza fantástica, nicación.
un surrealismo a veces dificil, una erudición lúdica que nos recuerda a Be sentido a· veces, con creciente intensidad. en los úl-
Borges o "casos" de fmal inesperado, de metamorfosis y pesadilla»-1 timos tiempos, el deseo de comunicar.muchas cosas. Ton-
aún no ha sido incluido en ninguna antología de lo fantástico, pero no teríc(s. Vaciedades. Episodios que posib~emnt no se
dudamos de que lo merece. Además del que presentamos aquí, desta-
can entre sus cuentos fantásticos: «El extraño caso de !ves de Rémois»,
entiendan o muevan a risa. Pongo por caso el recuerdo de
«El extraño caso de Ulysse Loinlieu» y <<Una extraña muerte». las. antenas de un humilde insecto bañado en la prosaica
Otras obras de G. Agrait: Variaciones sobre temas obsesivos ( 1969), luz eléctrica de J1I1 farol en la plaza de un pueblo sirt impor-
El beatus illeen la poesía del Siglo de Oro (1971), LuisPalés Matos: tancia que fulgían ~on exactamente la misma luminosidad
un poeta puertorriqueño ( 1973 ).
dorada y azul de aquel astro. que vi en una remotá_madru-
gada. Otro ejemplo: un hombre solo contemplaba abstraí-
do las cosas del cielo en una noche silenciosa y transparente,
De pronto, un ave blanca, en vuelo lento y fantasmal, cruzó
con su perfil la qtlieta y luminosa redondez de la luna. Otro
ejemplo: en una playa recóndita y _solitaria, tan sólo tres
personas. Súbitamente, de entre las rocas.saltó un enorme
y bien cuidado perro negro en nerviosa bu§ca de algo. Ja-
más.le habían visto. pero el niño supo y gritó:
-iAzabache! ...,.y el perro fue a él moviendo su cola.

1
El arte del cuento en Puerto Rico, San Juan de Puerto Rico, Nada de lo anterior tiene la menór importanci_é!-. Me
Cordillera, 1975, p. 154. conozco 'bien. Sé que estoy d!ll!do·vueltas y bvscando
, pre-

395
textos para dilatar mi compulsión a decir lo que sé de la Pero tenía ese aire distante que lo aislaba de todo y de todos,
extraña desaparición de Ciro Doral. Bien sé que nadie ha- aun en los momentos en que estuviese dirigiéndole amable-
bla de la desaparición de Ciro Doral; hablan de su muerte. mente la palabra a un amigo, acariciando a un niño, ayudan-
Y a nadie se le ha ocurrido pensar que su muerte tuvo algo do a una anciana a cruzar la callé. Daba la impresión de no
de extraño. A pesar de lo cual yo quiero hablar hoy de la necesitar de nadie, de poder vivir en soledad, como única-
extraña desaparición de mi amigo Ciro Doral. mente pueden vivir los brutos y los dioses. Y Ciro Doral no
Fue Doral lo que a primera vista, y aun a segunda, la era ni un bruto ni un dios. Tenía, no obstante, la extraña
gente optaría por llamar afortunado. Apellidos ilustres, fi- capacidad de poder Vivfr en cualquier sitio sin hacerle faltp.
gura distinguida, talento despejado, fortunp. considerable. lo familiar. Nunca conocí hombre menos atado ala geografla;
Lo he descrito como solían hablar de él los gacetilleros. Y a la familia, a lo habitual. Venía, iba, volvía, desaparecía.
tenían razón, pero no le hacían enterq.justicia. No sabían, Cuando más seguro estaba uno de que había terminado de
por ejemplo, que jamás se interesó-en.reclamar el Marque- echar ancla, anunciaba una nueva partida. En otras pala-
sado de Luceantica que, dicho sea de paso, usm:pan hoy, bras, no tenía ·patria ni, mucho menos, compatriotas. En
aunque legítimamente -curiosas veleidades de la historia- cualquier punto donde se respirase una vieja y refmada cul-
los descendientes de un siervo manumitido por un antece- tura podía.sentirse bien. Lo torpe, lo basto, lo primitivo le
sor suyo en fecha que no importa. Cierto que sus apellidos producía molestias casi fisicas. As~ se explica su casi cons-
eran ilustres, que su figura era dist:jnguida, que su talento tante revoloteo por las ciudades capaces de ofrecer lo más
era despejado· y su fortuna considerable. Pero hay muchos decantado del esfuerzo humano por domesticar la naturale-
de· quien,es se podría decir todo eso y a nadie se le ocurriría za. Era criatura de la cultura. Y no se limitaba su necesidad
colocarlos en la misma categoría que a Ciro Doral. de refinamiento a las cosas del.espíritu y del intelecto. Eran
Había en él un algo de auténtica aristocracia, un refina- los alimentos, las ropas, 1~· formas y maneras del trato hu-
miento de persona y modos, una brillantez iritelectual y un mano. En fm, era un individuo extraordinariamente civiliza-
buen gusto innato y cultivado -que' hacía que·. el dinero en él dó, y no por afectación. Precisamente por ser tan así como
fuese natural complemento, justificada necesidad, instru- digo, nunca hablaba de sí mismo en esos términos. iQuién
mento bien .utilizado que no se notaba y ·que; por consi- sabe si él mismo no lo sabía! Quién sabe si'lohubiese nega-
guiente, ni ofendía ni se resentía. Todo eso era cierto. do de buena fe. 6Acaso no equivalió a una negativa el inespe-
Confieso que lo admiraba y lo. envidiaba ·sin rencor, aparte rado Viaje que armó para Sudamérica como resultado del
de tenerle el áfectó generoso y buertó que se siente por los cordial reproche. que le hizo un amigo de esas tierras por su
amigos de la infancia. Sin embargo había algo más en Ciro parcialidad respecto a Europa y su desconocimiento de lo
Doral, algo que desazonaba y que en momentos -verdad americano? Nadie pudo imaginarse que ese viaje habría de
que fugacísimbs- causaba irritación, pero de una especie costarle su desaparición. Su muerte, según otros.
tal que no cuadra esa palabra. Sé que la verdad que tengo que decir sobre el caso de
Lo que ocurría con Doral, aun desde niño, es que era Ciro Doral es tan extraña, tan increíble, que será puesta en
un ser distan~. No era orgulloso; erageneroso sin esfuerzo; duda. No faltará quien, entre signos y claves, .insinuará que
nunca, hasta donde sé, hizo deliberadamente mal a nadie. mi historia es ,producto de morbosa imaginación. Lo han

397
hecho antes~ Bien lo sé: Pero· ya dije que estoy alcanzando carta y me la devuelva luego de mi llegada para po-
los años en que se tiene la compulsión de decir ciertas co- der recordar mis experiencias.
sas y sé que no tengo derecho a callar lo que sé sobre la El:paisaje intriga y engaña. Se·pierde el concepto de
extraña desaparición de Ciro Doral. lo cercano y lo lejano porqué no hay perspectiva aé-
Tengo en mi poder una carta, posiblemente la última rea. De :modo, amigo :rWo. que aquí, lo que se ve en la
escrita por Doral. ba escribió desd,e Nueva York adonde aca- realidad es la ingenua representación pictórica de
baba de llegar desde París, la hache antes de la mañana en los pterrenacentistas: las cosas lejanas. no van per-
que emprendió su desastrado vuelo a Sudamérica. Es de- diendo detalles·con el esfumino de la atmósfera, sino
cir, su segundo vuelo: que cada detalle se ~<;usa con el·mis~ minucioso
Tengo también en mis manos otra carta suya. Ésta es vigor cuando está: lejos que cuando está cerca. En
9.11terior. Me :la escribió desde una ·capital andina. Es una ese sentido podríarp.os decir que estamos aquí en
carta, en apariencia, típicamente doraliana; tan doraliana pleno paisaje medieval. En otros sentido estamos
como la otra -la última~ 110 lo era. Y sin embargo, ambas mucho más atrás todavía.
hacen juego yj~tas explican el increíble destino de Doral. Créame, no nos hemos hecho nosotros para enten-
Mejor que relatar lo que sé es dejar que Doral hable por sí demos con esta humanidad que aquí se encuentra.
mismo. He aquí un fragmento de su primera carta: El don de la palabra no es de· ellos; su hermetismo
asusta. Físicawente tampoco me atrae esta extraña
Iba a empezar diciéndole que el aire es increíble- raza. Su arquitectura es chata, posiblemente funcio-
mente transparente en estas tierras, pero· le hubie- mil, ajustada a estas tierras empinadas: grandes
se mentido. Lo que ocurre es que aquí no hay aire. torsos y piernas cortas. JTéngamdástima, tan vul-
iQué bárbaros los primeros hombres que se insta- nerable como soy· al tipo piernilargo! Créame que
laron en esta especie de techo qel·hemisferio! Más me siento· muy poco prójimo 'de estas gentes. Esos
bárbaros todavía los que los siguieron y más bár- oja,s enigmáticos, entre resignados y recelosos, y este
baro yo, que sin razón alguna, me encuentro aquí no bañarse hasta el extremo· que el cuerpo llegue,
·escribiéndole porque cada vez que doy un paso se no a heder, sino a manifestarse con su olor caracte-
me quiere sa)tar el corazón. Se explica que estos rístico -que nunca había sentidO"" :no son de nues-
indígenas tengan unos tóraxtan·portentosamente tro mU1ldd. Aquí es que he descubierto que los hom-
desarrollados. Para poderrespirar aquí se necesita bres tenemos un olor típico, como los perros tienen
.un fuelle de fragua por pulmones. A pesar de eso el suyo, y los leones y los caballos. No piense nada
me he echado varias veces a la calle por complacer a malo. No he descubierto semejante cosa en deva-
nuestro amigo el gaucho que con sus indirectas y neos venusinos de·mnguna especie. La venus andina
directas me ha ·prácticamente obligado a ver estas es la contrarréplica de la citerea. iQué lejano el mar
tierras. y otras cosas bellas de la Anadiómene!
Trataré de describirle algo de lo que he visto y no Volvamos a lo del <;>lor caracteFísticamente huma-
tengo que decirle que le escribo para que guarde mi no. Un día salí a la calle y:noté mucha más anima-
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ción que de costumbre. Me enteraron que era uno danzas eran cosa muy primitiva. Había una melo-
de los infinitos días feriados que hay por estos lu- día. que se reiteraba, una línea melódica muy ele-
gares. lNo ha notado que los pueblos que no han mental, pero agradable de oír, que la. quena -era la
hecho casi nada digno de. nota y apenas si cuentan primera vez que escuchaba una- iba repitiendo
con algún nombre que en realidad merezca tngresar obsesivamente. Se me ocurrió preguntarme qué
en el panteón universal se complacen en llenar sus hubiesen hecho con ese instrumento Vivaldi o
almanaques con efemérides altisonates que la gen- Mozart. Posiblemente nada. Y aquí viene lo increí-
te toma-de pretexto· para seguir holgando y así evi- ble. La melodía de la quena siguió toda la tarde gi-
tar el trabajo que podría conducirla a producir algo rando en mi cabeza. Llegó a aburrirme e:5a fijación y
que en verdad mereciese. perpetuarse? Era un día a eso de las nueve d~ la noche decidí adormecerme
de esos. un tanto con·dos whiskies en compañía de un ma-
La población estaba llena de unas ·gentes que ha- trimonio escocés que hacía unos años se encontra-
bían bajado a la ciudad con las más inverosirniles ba allí en relación con no sé qué proyecto de menos
indumentarias, sus instrumentos musicales y su sé qué orgamsmo internacional. Temprano me fui a
ancestro a cuestas. Un grupo de ellos estaba frente la cama; me dormí inmediatamente, pero también
a la Casa Consistorial rindiendo pleitesía al señor inmediatamente comencé a soñar conJa melodía y
alcalde con sus músicas y danzas. iQué espectáculo el indio de la quena. Todo transcurría con, esa aura
tan .pintoresco, tan curioso y tan deprimente! Me de incertidumbre e improbabilidad. en que transcu-
acerqué hasta un punto desde donde podía ver bien rren algunos sueños y estoy seguro que algunos de-
sin ·que nadie me molestase. Ahí fue que sentí que talles los he olvidado. Lo que no puede dudarse es
me envolvía el olor a ser humano. Le repito que ese que lo que el indio se proponía con su música era
olor no tiene nada que ver con.el:mal olor que Higia adueñarse de:mi voluntad. El sueño. era angustioso
impone·como castigo a los que.no cumplen sus ri- porque de una parte·era placentero entregarse a la
tos. lRecuerda mi teoría respecto a que la civiliza- melodía ingenua y primitiva, irse rindiendo a su fas-
ción y la religión se iniciaron el día que el primer cinación, pero de la otra parte estaba el oscuro te-
ser humano se metió debajo de una cascada por el rror a dejar de ser lo que era para convertirme en
puro ¡:Hacer sicoanimal de sentir el agua resbalar álgo así como un alter ego del hombre de la quena.
por su cuerpo? Recuerdo que durante el sueño, para reducir. la an•
Pero esto es una digresión que no se relaciona con gustia, pretendí que el indio era el flautista de
lo que me interesa ·decirle, que creo le sorprenda Hamelírr, pero los ojos fijos, el gesto hierático, el
bastante. lMe quiere creer que estuve allí como cla- imperio casi geológico de su figura, frustaronel"in"
vado todo el tiempo que duraron las músicas y dan- tento. Desperté sintiéndome mal y apenaS si logré
zas de aquellos infelices, inmerso, ya sin percatar- dormir de nuevo hasta las primeras horas del ama-
me, en la atmósfera de olor humano que despedían? necer. Tres días tuve de esto y comencé a preocu-
Comprenderá que los instrumentos, la música y las parme. lUn instrumento primitivo, una melodía

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tonta Yun desdichad9 indio delaltiplano con quien terror era algo inconcebible en Doral. El terror es_ descono-
no tengo ni qUiero tener nada que ver, eran capaces cimiento_; es la angustia frente al misterio. Cuando menos,
1:. de alterarme y descomponerme? laperplejidad.frente a lo desconocido. Todo esto resultaba
1~ .La altura suele producir efectos raros en algunas incompatible con lo que Ciro Doral era y representaba: la
', ,,1 personas. Todo me lo explicó con gran cuidado y claridad lógica, el escepticismo elegante y divertido. Pero
"' ."1 entre sorbos de whisky con soda el escocés cuando estaba aterrorizado, ¿por qué?
1,.11
ya su mujer se había retirado a$US habitaciones. 'Tal pregunta no podría contestarla como el Doral que yo
Muc~os habían.sufrido verdaderas perturbaciones conocí hubiese exigido, es decir con lógica. Aunque preferiría
sic~loga, y él mismo, según me confesó al final, no hacerlo, debo citar ele su última carta. Decía, en parte, así:
solía como quien no quería la cosa, buscar algún
pretexto Para.bajar cada cierto número de.semanas Tengo· que l_lacerle confesiones. Decit cosas que me
a-un~ ciudad de.menos altura. Hice como.que le creí hac_en sentir éomo si me fuese desnudando en pú-
YdeJe su compañía para hacer mis maletas y salir blico. El recato me caracteriza, pero a veces hay que
al díasiguiente. Tengo ettiempo.justo para asistir a desnudar el alma ante alguien como se desnuda el
las CQnversaciones deljovenlnglés que cree haber cuerpo ante el médico. Hay mucho más_ de lo que
penetrado el secreto de la escritura cretense -tema me atreví y pude confesarle en mi carta anterior.
que siempre me ha apasionqdo- y péiSat·al Festival _Eliminé·detalles, no por ocultárselos, sino por en-
de Salzburgo. Ya se. ocupará la música de Mozart de ·gañarme a mí mismo.
desterrar de mi·memoria.musical para siempre la • • • • o • • o . o o. o • • • • • • • • • • • • o o.~ o o • • • • o . •,• o o. o o o o . o o. o . o o . · -

tonta melodía y ~1 instrumento y eLindio que la pro- También había picos de roca negra que emergían
ducen. inesperadamente de las nubes y de lctnieVe. Había
Perd?ne lo largo de esta- catta, pero ya conoce mi también ocres. El_ocre dominaba. Es1o que recuer-
marua de escribir largo y tendido la noche antes de do. Ocre. Ocre. Tocio esto he debido haberlo dicho
meterme en un_avión. Volveté a escribir desde Eu- en mi otra catta. Esto fue cuando volaba entre los
ropa. picos andinos camino a mi desJino y desatino. Por-
que todo fue un error horrible, aunque-fatal. Mien-
~fectivamn, me volvió a escribir. Su segunda y últi- -tras el- avión eludía suavemente_ nubes y. picos. de
ma carta me alarmó. Quien escribía-no. era ya Doral; era un .p¡:onto$e-reveló_ ante mis ojos-una choza de adobe.
ser alterado., Su. carta, por otra parte, me hizo sospechar tierra, ·piedra o lo que fuese;_ Ocre también. Todo
enJa anterior -que me precipité a.releer apenas terminada era ocre. Era tina casa aislada. No se veía ninguna
la lectura de la última- smtomas ocultos de la alteración otra ·cosa humana alrededor en medio de aquella
que éstaba seguro. Doral había sufrido. Vi eón claridad que desolación de nube, nieve. tierra, roca; nada, salvo
en ·su primera carta ocultaba debajo del tono.frívolo y diver- una figura humana- absolutamente solitaria, aisla-
tido algo que no tengo otra palabra para nombrar que no d~ de. todo aquello que no fuese lo elemental del
sea terror. Ciro Doral estaba párticamente atero~d. El globo terráqueo.
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-
La atmósfera en aquellas latitudes engaña. Uno zar una calle, cuando tendía la mano para saludar
nunca sabe qué está lejos y qué está cerca. Aquel a un conocido. A veces me.dejaba arrastrar por la
indio alzó su cabeza y se irguió pétreo y mii}erql a melodía -o la melodía me arrastraba a mí~ y era
contemplar y rechazar aquel ingredierite.de escán- como si hubiese emprendido im largo Viaje a geo-
dalo que era el avión en que yo iba. Me pareció verle ·grafías y tiempos ajenos. ¿Ajenos? Las cosas me
los ojos antes de verle seguir, con.lo que me pareció iban siendo familiares; los paisajes d~ tierra ocre,
ser desdén, subiendo hacia su choza. ¿gué tengo de picos· nevados, de alturas inhumanas me iban
que ver con ese animal humano, si.es que es huma- despertando memorias, entrándome en un mundo
no.? ,pense.
,
al que no quería entrar, en el que presentía que iba
a dejar de ser lo que era. Más de una vei'he visto la
lA qué seguir? Salí huyendo de aquel país. ¿El hom- casa solitqria en la cumbre de aquel pico pelado,
bre de la quena, qué quiere de mí? entre los tres picos nevados, con el sendero que tan-
Todo es peor de lo que. pueda decirle. Salí huyendo tas veces he emprendido sabiendo que dentro de
y me refugié en mi sitio. Hice lb que le dije: fui a aquella casa se me espera. Me espera, sí, quien sé;
escuchar las conferencias del joven inglés sobre la quien me hala, quien pretende arrastrarme a ese
escritura cretense y fui a Salzburgo. iTroppo tarde! mundo entrevisto en mis pesadillas y del cual he
Troppo tarde he dicho porque, aunque con rabia y pretendido huir hasta hoy.
vergüenza, hay que confesarlo: soy un pos~. iUn Sé que todo esto lesónará a literatura, a embeleco,
poseso! Ridículo, ¿verdad? Pues poseso. a lo-cura. iüjalá! Vea lo que me ocurrió en Salzburgo.
Lo que ya ha comenzado a <;>currir era cosa prevista. Tocaba esa noche el segundo quinteto de Mozart, el
Va sucediendo según· mi terror lo ha ido adivinan- quinteto en sol menor, un grupo de Praga al que
do. Adivinando no, Viendo, sabiendo lo que fatal- había oído en Londres interpretar soberbiamente
mente ha de ocurrir, no importa lo que yo haga. Sé un cuarteto de Britten. La sala familiar, los viejos
dónde se me espera y hacia allí tengo que ir. Lo otro amigos, me hiciéron olvidarme un poto de mi -no
sería, y es, infmitamente peor que la muerte. sé cómo llamarlo- problema, digamos. La maravi-
Desde antes de alcanzar lo que ingenuamente creí llosa música de Mozart me hizo irme-sumiendo en
que iba a ser refugio, sueño y vigilia se me habían ese agradable sopor, en esa especie de desvaneci•
convertido en una continua pesadilla. No tuve más .miento que me asalta frente a algo que real y verda-
reposo; el tiempo que estaba echado en el lecho era deramente me halague los sentidos: un ser bello,
un sumergirme en una realidad remota que cada un buen vino, un verso logrado. Fue en el Adagio,
día se tornaba más.inmediata; más imperiosa, más cuando la segunda viola intercala sus ominosas
absorbente. notas, que sentí cop. absoluta claridad la interven-
Mi estadía en Salzburgo fue un fracaso. La melodía ción de un sexto instrumento. Sobresaltado, miré a
de la quena me asaltaba cuando menos lo espera- mi alrededor buscando la reacción de las otras per-
ba: en el sueño, en los momentos en que iba a cru- sonas en el auditorió. Nadie parecía oír lo que no

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había. modo que yo dejase de oír porque el sonido sus dichos ingeniosos, su capacidad fantástica para descu-
de la quena desarrollaba su sinuosa melodía y se brir y revelar el casi ya perdido sentido de una bella pala-
iba infiltrando en el adagio mozartiano hasta adue- bra. Sufrí, repito, su muerte y lo que creía la perturbación
ñarse de él. Renuncié a hacerme preguntas y escapé que lo había llevado por una fatal concatenación de terri-
del local y de Salzburgo. iA qué seguir! Ya soy, como bles coincidencias a acelerar el fin de sus días. Todo eso
le dije antes, un poseso. La r.egión de donde se me creía, mas ocurrió lo siguiente.
llama con obstinado imperio me es ya tan .familiar Llevado de una misión mitad diplomática y mitad cul-
como aquel agradablexincón de la Íle Saint-Louis tural. me vi precisado a visitar Sudamérica. Esto fue al año,
donde tanto tertuliábamos mientras nos ·era dable aproximadamente, de la desaparición de Ciro_poral. Por
ver el reverso de Notre-Dame bañado por la supuesto, su recuerdo y el de su desastracio fin se recrude"
aureoplateada luz del atardecer parisino. iQué dis- cieron en mi ánimo, sobre todo al saber que tendría que
tinta aquella vida de mi remota vida.actual! Vivo ya volar exactamente la misma ruta que tan trágica resultó
en otro mundo extraño y f~ar al mismo tiempo, para él.
al que debo ir. No me he rendido sin lucha. No pue- Confieso mi debilidad de que el avión siempre me so-
do luchar más y no lucharía aunque pudiese. Ma- brecoge un tanto. Confieso también que busco en uno o dos
ñana tomo un avión ... sorbos de whisky paz para mis nervio~. siempre un tanto
exasperados.
La carta de Ciro Doral añadía _otros detalles que no El paisaje era sobrecogedor e imponente, pero fue ca-
vienen al.caso. Sí debo decir-que-me describía.con minucio- yendo sobre mí como un bálsamo, un reposo de duermeve-
sidad exagerada y vivísima plasticidad el paisaje sobre el la feliz y sosegado. Súbitamente me arranqué, alarmado,
cual volaría y al cual iba a tratar de llegar luego por vía de mi reposo. Los demás pasajeros dormían, dormitaban,
terrestre a desentrañar y a entregarse al misterioso sino leían; no ocurría nada. No ocurría nada, salvo que al mirar
que creía inevitable. por la ventana vi el paisaje que con tanta minuciosidad y
:Lo demás está en los periódicos. El _avión en que iba vigor plástico me había descrito Ciro Doral en su última
jamás alcanzó su destino, desapareció entre las cumbres y desesperada carta. Allí estaban los tres picos nevados,
andinas, prácticamente inaccesibles, y1as circ.UJistancias las nubes, las rocas negras, las tierras ocres. Allí la casa de
del suceso fueron tales que provocaron el criterio unánime tierra, de piedra, de adobe o lo que fuese, en su cumbre.
de que no había podido haber sobrevivientes. Se afirmó que, Claramente se veía el sendero, serpenteante en la soledad
aun en el caso de que milagrosamente-algunos de los noven- hosca, que llevaba a la casa. En ese sendero se erguía pé-
ta y tres pasajeros que llevaba el avión hubiesen podido trea y mineral, con sentido geológico, una figura humana.
quedar con vida, hubiese sido imposible rescatarlos antes Junto a esa había otra ... y nadie más.
de que pereciesen de inanición y de la inclemente acción de
los elementos ..
Sufrí lo que entonces creía la muerte de Ciro Doral. 1bmado de: Concha Meléndez: El arte del cuento en Puerto Rico,
San Juan, Puerto Rico, Editorial Cordillera, 1975.
Me di,pot un tiempo a nostalgizar sus sonrisas oportunas,

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"
La isla a mediodía

JULIO CORTÁZAR
(Argentina, 1914-1984)
«La isla a mediodía» pertenece a Thdos losfuegos elfuego (1966 ).
La isla tiene una larga tradición cultural como espacio de lo insólito,
y como espacio de la alteridad. Y entre las islas literarias,las del Egeo
no son precisamente las más oscuras. En una de ellas ocurre esta
historia; en una que empieza por ser lugar de fascinación, de encuentro
consigo y de reconciliación y termina siendo lugar de muerte, de
desencuentro, de disolución. Hábilmente concebida en una tercera per-
sona que se acerca y se aleja del protagonista, mediante desplazamien-
tos del punto de Vista narrativo, también ésta, como «Lejana», gira en
tomo a un desdoblamiento de la personalidad, a dos formas contradic-
t_ortas y coexistentes de percibir el mundo. Aunque, en el momento en
que Marini toma la decisión de partir, un tópico umbral o transición La primera vez que vio la isla, Marini estaba .cortés-
entre el orden normal y el anómalo (marcado en el nivel de la lengua por mente inclinado sobre los asientos de la izquierda, ajus-
el paso del modo indicativo al antiguo potencial, de éste a la elipsis tando la mesa de plástico antes de instalar la.bandeja del
verbal Y de aquí, de nuevo, a un falaz indicativo) podría dar pie a una almuerzo. La.pasajera lo había mirado varias veces míen"'
explicación·nicionaJ de· lo acaecido, ninguna explicación es completa-
mente posible. tras él ibay venía con revistas o· vasos de whisky; Marini se
Otros relatos inclUidos en antologías relacionadas con lo fantástico demoraba ajustando la mesa preguntándose aburridamen.
son: «Casa tomada» (BBy02, HAHN2, CÓCAR01 y MANGUEL), «La te si valdría la pena responder ala mirada insistente de la
noche boca arriba», «ContinUidad en los parques» (HAHN2), «Axolotl» pasajera, una americana de las muchas, cuando en el óvalo
(HAHN2 y CAILLOIS), «La puerta condenada» (STAVANS), «Instruccio- azul de la ventanilla entró el litoral de la isla, la franja dora-
nes para dar cuerda al reloj»,«Maravillosas ocupaciones», «Acefalía»,
«Historia», «La foto salió moVida» (en BENEYTO), «El diario a diario», da de la playa, las colinas que subían hacia la meseta deso.
«Propiedades de un sillón», «Lucas, sus compras» (en RFL 1 ). También lada.. Corrigiendo la posición defectuosa del vaso de cerveza,
se consideran fantásticos: «Las babas del diablo», «El río», «Cuello de Marini sonrió a la pasajera. <<Las islas griegas», dijo. <<Oh,
gatito negro», «Carta a una señorita en París», «La isla a mediodía» y un yes, Greece», repuso la americ:;anacon unfalso interés. so~
largo etcétera. naba brevemente un timbre y el steward se enderezó, sin
Otras obras narrativas de Cortázar: Final deljuego (1956), Las
armas secretas (1959), Los premios (1960), Historias de cronopios y que la sonrisa profesional se borrara de su boca de labios
defamas (1962), Rayuela (1963), Thdoslosfuegos elfuego (1966), fmos. Empezó a ocuparse de un matrimonio sirio que que-
Octaedro (1974). ría jugo de tomate, peto en la cola del avión se concedió
unos segundos para mirar otra vez hacia abajo; la isla era
pequeña y solitaria, y el Egeo la rodeaba éon un intenso
azul que exaltaba la. orla de un blanco deslumbrante y como
petrificado,. que allá abaJo sería espuma rompiendo en los
arrecifes y las caletas. Marini vio que las playas desiertas
corrían hacia el norte y el oeste, lo demás era la montaña
entrando a pique en el mar. Un:a isla rocosa:y desierta, aun-
que la·mancha plomiza cerca de la playa del norte podía ser
una casa, quizá urr grupo de casas primitivas. Empezó a

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abrir la lata de jugo, y al enderezarse la isla se borró de la tacto con la_ deslumbradora franja blanca al borde de un
ventanilla; no quedó más que el mar, un verde horizonte azul casi negro, y las casas donde los pescadores alzarían
interminable. Miró su reloj pulsera sin saber por qué; era apenas los ojos para seguir el paso de esa otra irrealidad.
exactamente mediodía.
Ocho-o nueve semanas después, cuando le propusie-
A Marini le gustó que lo hubieran destinado a la línea ron la línea de Nueva York con todas sus ventajas, Marini
Roma.:Yeherán, porque el paisaje era menos lúgubre que en se dijo que era la oportunidad de acabar con esa manía
las líneas del norte y las muchachas parecían siempre feli- inocente y fastidiosa. Tenía en el bolsillo el libro donde un
ces de ir a Oriente o de conocer Italia. Cuatro días después, vago geógrafo de.nombre levantino daba. sobre Xiros más
mientras ayudaba a un niño que había perdido la cuchara y detalles que los habituales en las guías. Con tes~ negativa-
mostraba desconsolado el plato del postre, descubrió otra mente, oyéndose como desde lejos, y después de sortear la
vez el borde-de la isla. Había una-diferencia de ocho minu- sorpresa escandalizada de un jefe y dos secretarias se fue a
tos peró_ cuando se inclinó-sobre una ventanilla de la cola comer a la cantina de la compañía donde lo esperaba Carla.
no le quedaron dudas; la isla tenía una forma inconfundible, La desconcertadi decepción de Carla no lo inquietó; la cos-
como UÍlá tortuga que sacaraapenas las patas del agua. La ta sur de Xiros era inhabitable pero hacia el oeste quedq-
miró hasta que lo llamaron, esta vez con la seguridad de ban huellas de una colonia lidia o quizá cretomicénica, y el
que la mancha plomiza era un grupo de casas; alcanzó a profesor Goldmannhabía encontrado dos piedras talladas
distinguir el dibUjo de unos pocos campos cultivados que con jeroglíficos que los pescadores empleaban como pilotes
llegaban hasta la playa. Durante la escala de Beirutmiró el del pequeño muelle. A Carla le dolíaJa cabeza y se marchó
atlas de la stewardess, y se preguntó si la isla no sería enseguida; los pulpos-eran el. recurso principal del puñado
Horas. El radiotelegrafista, llll'francés indiferente, se sor- de habitantes, cada cinco días llegaba un barco· para cargar
prendió de su interés. «Todas esas islas se parecen, hace la pesca y dejar algunas provisiones y géneros. EnJa agen-
dos años .que hago la línea y me importan muy poco. Sí, cia de viajes le dije:r:on que habría de fletar un barco espe-
muéstremela la próxima vez.» No era Horas sino Xiros, una cial desde Rynos, o quizá se pudiera viajar en -la falúa que
de las muchas islas al margen de los circuitos turísticos. recogía los pulpos, pero esto último lo sabría_ Marini en
«No durará ni cinco años», le dijo la stewardess mientras Rynos donde la agencia no tenía corresponsal. De todas
bebían una copa en Roma .. «Apúrate si piensas ir, las hor- maneras laidea de pasar unos días enJa isla no era más
das estarán allí en cualquier momento, Gengis Cook ~ela.» que un plan para las-yacaciones de junio; en las semanas
Pero Marini siguió pensando en la isla, mirándola cuando que siguieron hubo que reemplazar a White en la línea de
seacordaba_ohabía.una ventanilla cerca, casi siempre en- Túnez, y después empezó_ una huelga y Carla se volvió a
cogiéndose de-hombros al fmal; Nada de eso tenía sentido, casa de ~us hermanas en Palermo. Marini fue a vivir a un
volar tres veces por semana a mediodía sobre Xiros era tan hotel cerca de Piazza Navona, donde había librerías de vie-
irreal como soñar tres veces por semana que volaba_a me- jo; se entretenía_sin muchas ganas en buscar libros sobre
diodía sobre Xiros. Todo estaba falseado en la visión inútil Grecia, hojeaba de a ratos un manual de conversación. Le
y recurrente; salvo, quizá, el deseo de repetirla, la consulta hizo gracia la palabra kalimera y la ensayó en ·un cabaret
al reloj pUlsera antes de mediodía, el breve, pupzante con- eón mia chica pelirroja, se acostó con ella, supo de su abue-

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-
lo en Odos y.de unos dolores de garganta ine:Xplicables .. En y el mar la recortaba.con una crueldad tan minuciosa que los
Roma empezó a llover, enBeirutlo esperaba si~mpre Tania, más pequeños detalles se iban ajustando implacables al re-
había otras historias, siempre parientes o dolores, un día cuerdo del pasaje anterior: la mancha verde del promontorio
fue otra vez la línea de Teherán, la isla a mediodíqr Marini del norte, las casas plomizas, las.redes secándose enJa are-
se. quedó tanto tiempo pegado a la ventanilla que la nueva na. Cuando.faltaban las redesMarini lo sentía como un em-
stewardess lo trató de mal compañero y le hizo la Guenta de pobrecimiento, casi un inswto. Pensó. en illmar el paso de la
las bandejas que llevaba servidas. Esanoche Marini invitó isla, para repetir la.imagen en elhotel, pero prefirió ahorrar
a la stewardess a comer en el Firouz y no le cost6 que le el dinero de la cámara ya que apenas le faltaba un mes para
perdonaran la distracción dela mañaná. Lucía le. aconsejó las vacaciones. No llevaba demasiado la cuenta deJos días; a
que se hiciera cortar el pelo a la americana; él le habló un veces era Tania .en Beirut, a veces Felisa en Teherán, casi
rato de Xiros, pero. después comprendió que.ella prefería el siempre su hermano menor enRoma, todo un poco borroso,
vodka-lime del Hilton. El tiempo se iba en cosas así, en amablemente fácil y cordial y como reemplazando otra cosa,
infinitas bandejas de comida, cada una.con la sonrisa ala llenando .las horas antes o después del vuelo, y en el vuelo
quetenía derecho el pasajero. En los viajes de vuelta el avión todo era también borroso yJácil y estúpido hasta la hora de
sol?revolaba Xiros alas ocho de la mañana, el sol daba con- ir a inclinarse sobr_e la ventanilla de la cola, sentir el frío
tra las·ventanillas de babor y dejaba apenas entrever la tor- cristal como un límite del acuario donde lentamente se mo-
tuga 49rada; Marini prefería esperar los.mediodías del vuelo vía la tortuga dorada en el espeso azul.
de ida, .sabiendo que entonces podía quedarse un largo mi- Ese día las redes se dibujaban. precisas enJa arena, y
nuto coptra la ven~ila mientras Lucía (y después •Felisa) Marini hubiera jurado que el punto negro a !~.izquerda, al
se ocupaba un poco irónicamente del trabajo. Una vez sacó borde del mar, era un pescadorque.debía estar mirando el
una foto de Xiros pe:ro le salió borrosa; ya s;:tbía algunas avión. «Kalimera», pensó.absurdamente. Ya no tenía senti-
cosas de la isla, había subrayado las raras menciones en do esperar más, Mario Merolis.le prestaría el dinero que le
un par de libros. Felisa le contó quelos pilotos lo llamaban faltaba para el viaje,- en,menos de tres. días estaría en Xiros.
ellocó.de la isla, y no le molestó ..Carla acababa de escribir· Con los labios pegados al vidrio, solll'ió pensando que tre-
le que había decidido no tener el.niño, yMarini le envió dos paría hasta la mancha .verde, que entraría desnudo en el
sueldos y pensó que el resto no.le alcanzaría para las vaca- mar de las caletas delno:r:te, que pescaría pulpos con los
ciones. Carla aceptó el dinero y le.hizo saber por un:a amiga hombres, entendiéndose por señas y risas. Nada era dificil
que probablemente se casaría con el dentista de Treviso.- una vez decidido, un tren nocturno, un primer barco, otro
To~ tenía·tan poca importancia: a mediodía, .los lunes y los barco viejo y sucio,Ja,escala en Rynos, lanegación.intermi-
jueves y los sábádos (dos·veces por mes, el domingo). nable con el capitán de la falúa, la noche en el puente, pega-
Con el tiempo fue dándose cuenta de que Felisa era la do a las estrellas, el sabo~ del anís y del carnero, el amanecer
única que lo comprendía un poco; había un acuerdo tácito entre las islas. Desembarcó con Jas primeras luces, y el
para que ella se ocupara del pasaje a mediodía, apenas él se capitán_ lo presentó a un viejo que. debía ser el patriarca.
instalabajunto ·a_Ia ventanilla de la cola. La isla era·visible Klaios le tomó la mano izquierda y habló lentamente, mi-
unos pocos minutos, .pero el aire estaba siempre tan limpio rándolo en los ojos. VinieroRdos.muchachos y Marini en-

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tendió que eran los hijos de Klaios. El capitán de la falúa do sus pantloe~ de tela y su camisa roja. Después fue
agotaba su inglés: veinte habitantes, pulpos, pesca, cinco corriendo hada una de las casas, volvió casi desnudo; se
casas, italiano visitante pagaríá alojamiento Klaios .. Los tiraron juntos a un mar ya tibio, deslumbrante bajo el sol
muchachos rieron cuando Klaios discutió dracmas; tam- delasonce:
bién Marini, ya amigo de los más jóvenes, mirando salir el Secándose en la arena, lonas empezó a nombrar las
sol sobre un mar menos oscuro que desde el aire, una habi- cosas. «Kalimera», tlijo Marini, y el muchacho rió hasta
tación pobre y limpia; un jarro de. agua, olor a salvia y a piel doblarse en dos. Después MarinJ·repitió las frases nuevas,
curi.ida. enseñó palabras italianas a lonas. Casi en el horizonte, la
Lo dejaron solo para irse a cargarla falúa, y después falúa se ibáempequeñeciéndo; Marini sintió que ahora es-
de quitarse a manotazos la ropa de viaje y ponerse· un pan- taba realmente solo en la isla con Klaios y los suyos. Deja-
talón de baño y unas sandalias, echó a andar'por la isla. ría pasar unos días, pagaría su habitación y aprendería a
Aún no se veía a nadie, el sol cobraba lentamente impulso y pescar;. alguna tarde, cuando ya lo conocieran bien, les ha-
de los matorrales crecía un olór sutil, un poco ácido, mez- blaría de quedarse y de trabajar con ellos. Levantándose,
clado con el yodo del vieQ.to. Debían ser las diez cuando tendió la mano .a: lonas y·echó a andar lentamente Q.acia la
llegó al promontorio del nórte y recobró la mayor de las colina ..La·cuesta era escarpada y trepó saboreando cada
caletas. Prefería estar solo aun queJe hubiera gustado más alto, volviéndose una y otra vez para mirar las redes en la
bañarse en la playa de arena; la isla lo invadía y lo gozaba playa. las siluetas de las mujeres que hablaban animd~
con una tal·intimidad que no era capai de pensar o de ele- mente con lonas y con Klaios y lo miraban de reojo, riendo.
gir. La pielle quemaba de sol y de vi~nto cuando se desnudó Cuando Uegó a la mancha verde entró en un mundo donde
para tirarse al mar desde una .roca; el agua estaba fría y le el olor del tomillo y de la salVia era una misma materia con
hizo bien, se dejó llevar por las corrientes insidiosas hasta el fuego del sol y la brisa del mar. Marini miró su reloj
la entrada de una gruta, volvió mar afuera, se abandonó de pulsera y después, ~on un gesto de impaciencia, lo arrancó
espaldas, lo aceptó todo en un solo acto de conciliación que de la mWíeca ylo guardó en· el bolsillo del pantalón de baño.
era también un nombre para el futuro. Supo sin la menor No sería fácil matar al hombre viejo. pero allí en lo alto,
duda que no se iría de la isla, que de alguna manera iba a tenso de sol y de espacio, sintió que la empresa era posible;
quedarse para siempre en la isla. Alcanzó a imaginar a su Estaba en Xitos; estaba allí donde tantas veces había du-
hermano, a Felisa, sus caras cuando supieran que se había dado que pudiera llegar alguna vez. Se dejó·caer de espal-
quedado a viVir de;! la pesca en. un ·peñón solitario. Ya los das~entr las piedfas calientes, resistió sus aristas y sus
había.olvidado cuando.giró sobre sí mismo para nadar ha· lomos encendidos, y miró verticalmente. el cielo; lejanamen-
cia la orilla. te le llegó el zumbido·de un motor.
El sollo secó enseguida, bajó hacia las casas donde Cerrando los ojos se dijo que no miraría el aVión, que
dos mujeres lo miraron asombradas antes de correr a en- no se dejaría contaminar por lo peor de sí mismo que una
cerrarse. Hizo un saludo en el vacío y bajó hacia las redes. vez más iba a pasar sobre la isla. Pero en la penumbra de
Uno de los hijos de Klaios lo esperaba en la playa, y· Marini los párpados imaginó a Felisa con las bandejas, .en ese·mis-
le señaló el mar, invitándolo. El muchácho vaciló, mostran" mo instante distribuyendo las bandejas, y su reemplazan-

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te,lal vez.Giorgio o alguno nuevo de otra línea, alguien que pidió llorando una de las mujeres. Kl.aios miró hacia el mar,
también estaría sonriendo·mientras alcanzabalas botellas buscando algún otro superviviente. Pero como siempre es-
de ·vino o el café, Incapaz de luchar ·contra tanto pasado taban solos en la isla, y el cadáver de ojos abiertos era lo
abrió los ojos y se enderezó, y en el mismo momento vio el único nuevo entre ellos y el mar.
ala derecha del avión, casi sobre su cabeza, inclinándose
inexplicablemente, el cambio de sonido de las turbinas, la
caída castvertical sobre el mar. Bajó· a toda éarrera por la Tomado de: Julio Cortázar: Las armas secretas y otros relatos, La
colina, golpeándose en las rocas y desgarrándose un brazo Habana, Fondo Editorial Casa de las Américas, 1999.
entre las espinas. La isla le ocultaba el lugar de la caída,
pero torció antes de llegar a la playa y por un atajo previsi-
ble franqueó la primera estribación de la colina y salió-a la
playamás pequeña. La cola del' avión se hundía a unos cien
mettos, en un silencio total. Marini tomó·impulso y·se lan-
zó al agua:, esperando todavía que el aviónvolviera a flotar,
pero no-se veía más que la blanca línea de las olas, .úna caja
de cartón oscilando absurdamente cerca del lugar de la caí-
da, y·casi al fmal, cuando-ya no tenía sentido seguir nadan-
do, una mano fuera del' agua, apenas un.instante 1 el tiempo
para·queMarini-cambiara de rumbo y sezamb~rht
atrapar por el.pelo al hombre que luchó por aferrarse a él y
tragó roncamente el áire que Marini le dejaba respirar sin
acercarse demasiado. Remolcándolo poco. a poco lo·trajo
hasta la orilla, torrió en brázos·el cuerpo vestido de blanco,
y tendiéndolo en la arena miró la· cara llena de espumadon-
d,e la muerte estaba ya ·instalada, sangrando por una enor-
me herida en la garganta. De·qué·podía servir la respiración
artificial·si con cáda~onvulsió la herida parecía abrirse
un poco más y era-como una boca repugnante que llamaba
a Marini, lo arrancaba a sil pequeña felicidad de tan pocas
horas en la isla, le gritaba entre borbotones algo que él ya
no era capaz de oír. A toda carrera venían los hijos de Kl.aios
y más atrás· las· mujeres·. Cuando llegq Klaios, los mucha~
chosrodeaban el cuerpo tendido eri la arena, sin compren-
der cómo había tenido fuerzas para nadar a •la orilla y
arrastrarse desangrándose hasta ahí. «Ciérrale los ojos»,

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El mico

FRANCISCO TARJO
(seudónimo de
FRANCISCO PELÁEZ)
(México, 1911-1977)
«El mico» apareció por primera vez en Una violeta de más (1968),
último libro que escribió Francisco Tario.
Aunque el narrador afirma que, cuando ocurrió la intrusión de
que también fue protagonista (y víctima), no logró encontrarle pa-
ralelo ni en su memoria ni en sus lecturas, los paralelos siempre
existen. Ya se ha dicho que, a la manera de «Carta a una señorita en
París», de Cortázar, «El mico» «retoma el motivo de la presencia
insólita e inexplicable en el espacio ordenado y confiable de una
casa». 1 Probablemente el propio narrador deslice alguna alusión a
los elfos de Shakespeare en el Sueño de una noche de verano, y
hasta se podría pensar en el Pequeño Príncipe de Saint-Exupéry. '
entre otros seres humanos diminutos que entran en relación ines- Me hallaba yo én -el cuarto de baño, afeitándome, y
perada con humanos de estatura normal. En el caso del de Tario, deberían ser'más.omenos las diez de la noche, cuando tuvo
sin embargo, lo peculiar es la redistribución de roles de varios lugar aquel hecho extravagante que tantas desventuras ha-
tipos que su permanencia impone al protagonista, el mundo de bría de acqrrearme en el curso de los años.
sentimi.ento,s conftJSQS en que sucesivamente lo sumerge, y el hecho
de. que todo eso ocurra en silencio. Pues la palabra surge después.
Un cielo impenetrable y negro, salpicado de blancas
en el momento en que el pr;otagonista deviene narrador de su expe- estrellas, asomaba por la pequeña ventana entreabierta, a
riencia; pero, durante el tiempo en que transcurren las acciones, la mis espaldas, a la que yo miraba _ahora distraídamente
palábra parece faltar completamente (a excepción de una). Todo. mientras. me enjabonaba el rostro por segunda vez. Del gri-
entonces, queda confiado al sobreentendido, a la deducción, a la fo abierto, en la bañera, ascendía un vapor grato y pesado,
impresión, a partir de conductas ambivalentes.
Otro cuento fantástico suyo: «Entre tus dedos helados», antolo-
que empañ(lba el espejo. Siempre me afeito con música
gado en BERMÚDEZ. Algunos de sus relatos considerados fantásticos -'adoro las·Viejas·canciones-, y recuerdo que en un determi-
son: «El balcón», «La vuelta a Francia», «La polca de los curitas», «La nado momento dejó de sonar One Surhmer Night. Deposité
banca vacía», «FUera de programa», «La mujer en el patio», «La noche la brocha sobre -el lavabo y salí del. cuarto de baño con obje-
del féretro», «Ciclopropano», «El hombre del perro amarillo». to de cambiar de disco. Mas, cuando ibaya.de regreso, ad:.
FrancisCo Tario, casi una leyenda en la literatura mexicana, escribió:
La noche (1943),Aquíabajo (1943),Lapuertaenelmuro (1946), Yo vertí que el agila:de.la bañera había cesado de:caer. Tuve tin
de amores qué sabía (1950), Breve diario de un amor perdido (1950), leve sobresalto y la sospecha de que, por segunda vez _en ia
Tapioca Inn: Mansión parafantasmas ( 1952), La noche delféretro y semana,. mi delicioso bañ,o nocturno se había frustrado.
otros cuentos de la noche {1958). Así ocurrió, mas no por los motivos que me eran hasta hoy
familiares, pues poco había de imaginar, en tanto cruzaba
el pasillo, que ya estaba presente en el baño la inmensa
desdicha aguardándome. Penetré. Algo, en,efecto, por de~
II\ás imprevisto,. acababa de obstruir el pru;¡o del agua en el
grifo, aurtque; así, de buenas a primeras, no ácerté a saber
bien qué. Algo asomaba allí, es claro, haciendo que el agua
1
Luzelena Gutlérrez de Velasco: «Francisco Tario, ese desconocido,.
en Alfredo Pavón (ed. ): Ni cuento que los aguante_(laftcción en México), se proyectara contra las paredes. Era: él. Ptimero sacó un
México, Universidad Autónoma de Tlaxcala, 1997, p. 46. pie; después otro, y por fm fue deslizándose suavemente,

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hasta quedar de pronto atenazado. «Parece un niño desvali- nado hasta los bordes y comenzaba a derramarse e~ agua.
do» -fue mi primera ocurrencia. Y decidí prestarle ayuda, Cogí una toalla_ y lo _sequé. Era una piel muy maleable la
sin recapacitar. Tratábase, naturalmente, de no tirar dema- suya, y tan escurridiza, que aun a través de la toalla resul-
si~do, de no forzar el alumbramiento y conservar aquella taba dificil apresarlo._Aquí empezó a tiritar de frío, y ello
pobre vida que de tal suerte se veía·amenazada. Siempre he me sobrecogió. Cerré de golpe la ventana y me encaminé a
sido torpe en los trabajos manuales y jamás pasó por mi mi alcoba. Allí abrí el ,embozo de la cama y 1o acomodé
cabeza la idea de que, algún desventurado día, me vería obli- cuidadosamente entre las sábanas. Resultaba extraña. la
gado a actuar de comadrona. Así que, puesto de rodillas amplitud deUecho con relación a aquella instgnifica:hte ca-
sobre el piso húmedo del baño, fui intentando de mil for- beza, del tamaño de una cirueLa. reclinada sopre mi almo-
mas distintas rescatar al prisionero de su insólito cautive- hada. De puntillas, bajé sin mido las persianas, cerré
rio. Tenía ya entre mis dedos una gran parte de su cuerpo, cautelosamente la puerta y me dirigí al salón. Después co-
mas la obstinada cabeza no parecía muy dispuesta a aban" loqué_ otro diséo, preparé mi pipa y me senté a reflexionar.
donar la trampa. El pequeño ser pataleaba y comprendí que .De entre todas mis memorias y lecturas no logré_ re-
estaba a punto de asfixiarse. FUe muy angustioso el momen- cordar nada semejante, ni una sola situación que pudiera
to en que admití que todo estaba perdido, pues de pronto equipararse aJa mía en aquella tibia noche de otoño. Esto
cesó el pataleo y .sus miembros adquirieron un leve tono me alentó, en· cierto modo, confirmándome lo excepcional
violáceo. «Quizá conviniera,-pensé-llamar cuanto antes a la del suceso. Mas, a la vez, ninguna orientación aprovéchable
comadrona.» Pero·he aquí que, aplicando el conocido siste- se.me venía a la mente, con respecto a los que pudieran ser
ma que se emplea para descorchar el champagne, logré ha- mis. inmediatos deberes. El consabido recurso de informar
cergirar el pequeño cuerpo en un sentido y otro, valiéndome a la policía se me antojó de antemano risible y por completo
principalmente del dedo pulgar.. El resuJtado no pudo ser fuera de Jugar. iNo sé lo que la policía pudiera tener que ver
más satisfactorio, pues pronto la cabeza comenzó a apare- en semejante asunto! Y esta conchisión desalentadora we
cer, el agua volvió a brotara grandes chorros y un ruido seco sumió, en el acto, en una soledad desconocida, en.una nue"
y breve, como el de un taponazo, me anunció que el alum- va forma de ·respbns_abilidad moral que yo afrontaba por
bramiento se habíaUevado pór fin a cabo. Desconfiadamente, primera vez, puesto que si la policía no parecía tener: mu"-
le acerqué a la luz y me quedé un buen rato examinándole. cha injerencia en todo aquello, ¿quién, entonces, podría
Era sumamente sonrosado, en cierto modo encantador, y auxiliarme y compartir conmigo tan -desmesurada tarea?
tenía. unos minúsculos ojos .azules, que se entreabrieron Me avergüenza confesar que dur~te breves instantes creí
perezosamente bajo el- resplandor de la luz. Ignoro si me haber dado con la solución aconsejbl,~ al aceptar que mi
sonrió, pero tuve esa impresión enternecedora. Al punto deber de ciudadano no podía ser otro, en -este. caso, que
estiró los pies, pataleó una vez. o dos y alargó con volup- recurrir sin pérdida de tiempo al Museo_ de Historia Natu-
tuosidad los brazos. A continuación bostezó, dejó caer la ral. He-de convenir incluso en que llegué adesco~r el telé-
cabeza con un gesto de fatiga y se quedó dormido. fono, para volverlo a co~ar enseguida. iEl Museo de Historia
La situación no me pareció sencilla y, por lo pronto, Natural! ¿y_con qué fm? Una sola.relación podía ser esta-
cerré-precipitadamente el grifo, pues la bañera se había lle- blecida entre mi inesperado huésped y la insigne institu-

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1...
ción. y era ésta eLrecuerdo que·yo guardaba de unas largas dome de mis fósforos. Allf estaba él, en efecto, contra mi
hileras de tarros de..cristal, alineados en los.ánaqueles, y almohada, pequeñoy rojo como una zanphoria, y ligeramente
en cuyo interior-se exhibíanJas más:exóticas variantes de sonriente. Rebosaba felicidad. Su rostro se:había serenado
ló que ha dado en llamarse la flora y la fauna humanas. y en su cabeza apuntaba tal cual cabello .rojizo, cosa en que
Otro ·pequeño incidente nada comúnrla llegada del carte- no había reparado. Sus ojOS$e mantenían cerrados y ple~
ro- me reafirmó en mi error: Acepté, pueS', sonriente,. el gaba,de vez ·en cuando la nariz, del tamaño de \lila lenteja.
sobre que me tendían y regresé al salón. ¿soñaba? Estoypor deciJ:: que sí, aunque no hacía movi~
Como no disponía de otra cama, sería preciso insta- miento alguno, limitándose a arrugar la nariz, tal vez con el
larse en el sofá. Y así lo hice, provisto.de una gruesa manta. propósito, puramente instintivo, de demostraqne cuán con-
FUe una noche ingrata, poblada d~ oscuras visiones, pues fortable encontraba mi cama y, en general, to<\o lo que le
si en alguna ocasión logré•conciliar eLsueño, pocos instan- rodeaba
tes después despertaba sobresaltadQ, d_ándome la impre- De regreso en el sofá, debí quedarme profundamente
sión, no sólo de que no despertaba, sino que, por el contrario, dormido, cuando ya los primeros rayos del sor se filtraban
más y más iba sumergiéndome. en el fo_ndo de .u:na turbia
pesadilla. A intervalos, me s-entaba en el sofá y ·cavilaba 1 a través deJos visillos. Al despertar, horas más tarde, com~
probé con extrañeza que nada a mi alrededor había cam-
aturdidamente. No acertaba a descifrar, en prinCipio, la biado. O digo mal; algo fundamental había cambiado, y era
procedencia de aquel impertinente viajero que compartía que, a partir de aquella fecha, irremediablemente, séría.
hoy por hoy mi casa, y todas las conjeturas que llegué a mos ya dos ·en la casa.
hacerme en tal sentido resultaron a cual más estúpida y
desGabellada. Aunque esto, por .otra ·parte, tampoco me
demostraba nada, ya que existe tal dmtidad de hechos sin fue. en el transcurso de la mañana siguiente cuando
explicación posible, que éste no·parecía ser, a fm de cuen- creí advertir que mi pequeño:huésped mostraba cierta difl~
tas, ni más necio o disparatado que otros muchos. Cabía, cultad en abrir y cerrar los ojos, bien. como .si la luz del día
sí -y-éste fue.otro desatino mío-, sospechar del crimen de le .resultara insopor:table, o más probablemente como si
una mala madre, perpetrado dentro del propio ·edificio, con empezara a ser víctima de un.agudo debilitamiento. Había
el propósito de deshacerse a.tiempo.de.su mísero renacua- olvidado neciamente .todo· lo relativo a su alimentación, y
jo, y el que, por una lamentable confusión de las tuberías. esta grave contingencia me llenó de cqnfusión y alarma.
había ido a desembocar justamente. en el seno de mi bañe- ¿cómo. conseguir nutrirlo por mí mismo y con la eficacia
ni. Pero el hecho de sentirme arropado en aquef sofá, a al- requerida? ¿gué·poder ofrecerle a aquel desmedrado orga-
tas horas de la noche, cuatJ.do debería estar ya desde hacía nismo, cuyó estómago -admití eón un escalofrío-,. no sería
tiempo en mi cama, me prevenía de que el suceso, fuese capaz de alojar en su. seno ni siquiera una gota de leche? ¿y
cual fuese la causa, era a tal punto evidente que no tenía cuántas gotas dé leche deberían administrársele al día sin
más que incorporarme, dar unos pasos hasta mi alcoba y correr el riesgo de exponerlo a un empacho? Comendo.fui a
comprobarlo con mis propios ojós ..Así lo hice. una vez, ten- la cocina y regresé con una. tacita de leche, en la que intro-
tado por la duda, aunque sin encender la lámpara, sirVién- duje un gotero. Anhelante, apliqué el gotero a aquellos di-

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j
minutos labios, que ~e-ntrabio, y dejé caer una gota.
r bien dejándose flotar como un corcho o proyectándose has-
Con un· gesto de repulsión, volvió a cerrarlos, y la gota se ta el fondo del tarro, exhibiendo de esa forma una notable
desparramó. EJlo agravó mi ansiedad, situándome ante un flexibilidad y una rara disciplina que no dejaron de llenar-
nuevo enigma. Ciertamente el migajón resultaba aún pre- me de asombro. Algo e.n él me desagradaba, no obstante, y
maturo y sospeché, por otra parte, que el agua no bastaría era.aquella tendencia suya a permanecer en cuclillas en el
para reanimarlo. No obstante, hice, por no dejar, la prue- fondo del tarro, observándome sin -pestañear y con.aire de
ba. Aquel gesto de complacencia, de inmensa dicha, que no muy buena persona. El cristal le achataba el róstro, y
dibujaron sus labios al aceptar la primera gota de agua, entonces yo ·sentía como si un detestable ser, sin antece-
bastó para confirmarme la idea que venía ya desarrollándo- dentes.precisos, explorase mi co~iena con·no sé qué. fu-
se en mí: que se ·trataba, de hecho, de un ser emint~ nestos propósitos·. Al punto yo sacudía el tarro y le hacía
te acuático. Esto, que si en un sentido favorecía mi tarea, dar unos cuantos traspiés, alejándole de mi vista.
me planteaba un nuevo conflicto, ya que la resequedad de la ASí fueron trancurriendo los días;y el orden que preva-
atmósfera que se respiraba en la-casa terminaría por resul- leció siempre en mi casa fue restableciéndose poco a poco. Por
tarle nociva a aquel complicado organismo. Tan :rápi<lan:Jente las mañanas, .si hacía sol, sacaba el tarro a mi terraza y lo
como pude, me encaminé de nuevo a la cocina, vacié un gran dejaba allí hasta el mediodía. Por las tardes, lo introducía en
tarro de compota y; tras lavarlo con todo e.smero, lo llené de el salón y, ocasionalmente, escuchábamos algo de música;
agua hasta los bordes. A toda prisa lo transporté a·mi alco- Debíatener un oído muy fi:Q.o y pronto pude darme cuenta de
ba, lo deposité en la mesita de noGh~, tqmé entre mis ma- cuáles eran sus preferencias. Ya anochecido, colocaba el tarro
nos a la criatura y la fui sumergiendo lentamente en él. A sobre una consola y lo cubría con un paño oscuro, según suele
medida que el agua iba acogiéndolo en su seno, una plácida hacerse con los canarios. A primera hora dela mañana, cambia-
sonrisa de bienestar fue invadiendo sus tristes labios. Bien ba el agua del tarro, donde empecé ya a introducir pequeños
pronto empezó a mover~ -a de~pr.?:as, diría yo- y a terrones de. azúcar, cerezas en almíbar y algunos trocitos de
entornar sus ojos azules, que pestañearon con perplejidad. queso, que lá: criatura había aprendido a. roer, no sin cierta
Dejé el tarro sobre J_a fi«;!S~ta y me senté a su lado para desconfianza.. Unas semanas más tarde, sustituí el tarro por
contemplarlo, absorto en aquel súbito regocijo que invadía unahermosa pecera, en la que dejé caer dós o tres deitmes de
ahora al renacu;:tjo. Recuerdo distintamente cómo el malva. caucho y un pato de color azul', con los cuales se pasabáéllas
do se dejaba traer y llevar por el suave oleaje del tarro cuan- horas muertas. Mostraba una precoz inteligencia y hasta una
do yo, para hacerl~ ral;>iar, lo inclinaba en un sentido y otro. sutil picardía, que se .me antojaron poco comunes en un ser
Con los brazos extendidos, el gran nadador subía o bajaba, humano de su edad. Aunque lo que hacía falta dilucidar, de
se deslizaba sobre el cristal y proseguía evolucionando. momento, era si quien habitaba la pecera constituía efectiva-
Admití, ya, sin reservas, que la primera dificultad estaba mente lo que se entiende por un ser humano. Ciertos indicios
salvada. Mas, ¿bastaría con aquello? Bastó·-de ello estuve parecían confirmarlo así, en tanto que otras evidencias pos-
seguro-, pues, al cabo de una semana, la criatura mostra- teriores me·hicieron ponerlo en duda. Pero, de un modo u
ba un aspecto excelente y hasta un agudo sentido del hu- otro, repito, al cabo qe unas cuantas semanas todo en el
mor. En ocasiones induso ensayaba ¡JeqlJ,el)?s cabriolas, interior de mt casa fue volviendo. a la normalidad.
428 i129
res, ·estó es, sobrevivir. Yo también sobrevivo, y ambas co-
Mi vida, hasta el momento presente, había sido senci- sas son encomiables, siempre·y cuando·nadie se inmiscuya
lla y ordenada. Tenía, a la. sazón, cuarenta años y.habitaba en mi Vida e internmípa este laborioso limbo que me he
un cuarto piso, en un alto edificio gris situado en las afue- creado 'al' cabo de·4Da largá etapa de disciplinas, muchas
ras de la ciudad. A partir de los quince años trabajé infati- de ellas,en e?ctremo amargas·.
gablemente, con positivo ardor, y, de acuerdo con mis propios .Qué de ·sorprendente tiene, por tano~ que la aparicióiJ.
planes, dejé de hacerlo a los treinta y cinco. Durante ese de.mi pequeño huéspéd haya alterado, de golpe, áquello que·,
peribdo,.ahorré todo el dinero de que fui capaz, sometién- en opinión mía, qebería 'haberse conservadp inalterable.
dome a una rígida disciplina que no tardó en .dar ·sus fru- Pero, insisto, el tiempo: ha ido· transcurriendo, y·un orden
tos, ya que.ella habría de permitirme realizar, en el momento nuevo, aunque cordial, ha venido. a remplazar a aquel otro,
oportuno, cuanto :tne.habí~prous FUe una.especie de tal vez·demasiado·exclusivo que imperaba en fui casa. Hoy
juego de.~ar al que me 1ancé osadamente.. y que sólo podía he vuelto a levantarme a las diez, a dar mi paseo matinal
ofrecerme dos únicás-posibilidades:·una muerte prematura por· el parque, y, al de~linar laiarde, he ido al cinematógra-
-lo que constituiría un fracaso- o una·existencia:despreocu- fo. Sobre todo, he vuelto a ocupar mi·cama,Ja cama que me
pada y libre, a partir de mi madurez. Mi plan, afortunada- pertenece por :detechq propio, y en ella duermo a pierna
mente, pudo al fin llevarse a cabo, y hoy duermo cuanto me suelta, al margen. de cuanto ·acontece fuera ·-un mundo que
es posible, conioy bebo lo que apetezco, soy perfectamente paralhí no encierra más atractivo. que el de una grata refe.-
independiente y los días· se súceden sin ·el menor ·contra- rencia corr que .ilustrar y enriquecer \ma solitaria existen-
tiempo. Poco meimpm;tan, pues, las estaciones, los·vaive- cia.-en la cual soy-de. todo punto fel~.
nes dda.política, las controversi¡is sobre la educación, los ·Pero no siempre·oéurre lo previsto.
problemas.laborales, la sexualidad y las modas. Desde mi Él dormía allá -según venía haciéndolo hasta la fe"
pequeña terraza suelo contemplar los tejados, muy por de.:. cha-'-, en. el fondo de su pecera, inmerso en los tibios brazos
.bajo del mío, y ello me otorga como una cier.ta autoridad. de:sú.aiD!a azucarada. Debíaestar próxima la rpacfrugada
Escucho música, si es oportuno; leo por simple distracción; cuando desperté con un súl;>tto desaSosiego, que no alcancé
apago y enciendo la estufa; paseo sin prisas por el parque y a descifrar, de mome:pto. Me sería difícil expresar hoy si.lo
liquido puntualmente ·el alquiler. Jamás fui propiamente que sentí entonces fue un simple sobresalto o una clara
hermoso, ni sospecho que atrayente, pues ni siquiera soy sensación de miedo; mas uná. intuición repentina, nacida
alto o bajo,.sino de estatura normal. Cierto que, a primera de lo~más hondo de mi ser, me avisó que, en aquellos raros
vista, 'podría tomárseme por un viajante. aunque quizá.tam- mstantes, no me eqcontraba solo. Había ahí, en la oscuri'"
bién por·un modesto violinista, lo cual es siempre una ilu- dad· de mi·alcoba. una inV!sible presencia, un algo fuera de
sión. Fiel a: mis principios, rechacé toda. compañía engañosa lo común que no me fue reconocible. Comprendí que debe,
-mujeres, en particular-, pese a que me atrae salir a la r'ía dar la luz; pero tardé en resolverme. Por sistema, abo-
calle, frecuentar los lugares públicos y formar parte de. la rrecí' siempre las supersticiop.es, y he aquí que, por esta
humanidad. Me atrae, sí, mirar a la gente ir y veniJ:", afanar- vez, estaba siendo víctima de una de ellas. Por lo pronto,
se y reír, desazonarse·y cumplir con. sus· supuestos debe- me senté en la cama sin osar moverme. ELsilencio era el

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habitual, .aunque la presencia continuaba allí, de eso estu- se sellado entre él y yo merced a aquella estúpida palabra,
ve$eguro. A poco, alguien tiró una vez o dos ddos flecos de que-sería menester olvidar a toda costa. Al más intracendente
mi colcha, y el silencio prosiguió. FUe. un tttón débil, pero descuido, al menor asomo de egoísmo por mi parte, surgía
nervioso y claramente perceptible. Esto se me antojó ya ex- dentro 'de mí la negra sombra del remordimiento, semejan-
cesivo y contuve la respiración. Quien tiraba de la colcha te,. debo ~\'U poner, al de una verdadera madre que antepone
repitió el ademán, ya con cierta osadía·. Entonces di. la luz. a sus deberes más elementales ciertos miserables capri-
Era él, es claro, de pie sobre1a alfombra amarilla, con una chos, impropios de su misión. Y he de reconocer que, con
expresión tal de susto que·no podría asegurar sifue ~ayor tal motivo, comenzaron a preocuparme·determinados por-
mi sorpresa o la íntima conmiseración que·· experimenté por menores que.hasta el momento presente_me habían tenido
aquel desdichado ser que·se había lanzado a una.aventura sin cuidado: su salud, el tedio de sus solitariaS jornadas,
semejante. Noté que le temblaban las piernasyque no lo- su irrisoria pequeñez, la fealdad de sus carnes fláccidas,
graba sostenerse muy frrmemente sobre ellas. Se mantenía su inseguro porvenir. Una rara soledad.emanaba del infortu-
algo encorvado -no sé si envejecidO:-'- y tenía los ojos enroje- nado anfibio y de aquel titubeante paso suyo, con las pier7
cidos, como si acabara de llorar. Nos miramos largamente, nas ligeramente abiertas, cuando.se resolvía, no sin grandes
él todavía sin soltar la colcha. Por fin extendí los brazos y, vacilaciones, a deambular por la casa en busca de un rin-
tomándolo-por las axilas, ·lo. subí con cautela a mi cama y lo cón propicio o·de una puerta entreabierta que pudiera ofre-
senté frente a mí. Pero aún habríamos de contemplarnos cerle algo nuevo y distinto.
largo rato antes que él profiriese aquella oscura palabra -la En tanto logró él mantenerse en la pecera, mi casa
única que profirió jamás- y que tan deplorables consecuen- continuó pareciéndome la_mislha y, en cierto modo, hasta
cias habría de acarrearnos a los dos. Ocurrió, más o me- más lisonjera. Mas, tan.pronto·osó.abandonarla e impreg-
nos, así: sentado, como estaba, alzó hasta mí sus ojos. nó de su miseria la casa, el escemtio cambió por completo.
ensayó una penosa mueca de alegría e intentó llorar. Des- Algo sobrecogedor y triste, positivamente malsano, .se dejó
pués alargó sus brazos en busca de los míos, y repitió dos sentir ya a tóda liora. Aún más; fué entonces, y no ante·s.
veces, con una voz chillona que me exasperó: -iMamá! cuando alcancé a darme -cuenta con precisión de. que mi
i:M:aJI1á! huésped se hallaba desnudo. y que esta desnudez sonro-
Hecho esto, trató de incorporarse de nuevo, per_o rodó sada resultaba ·cruelmente inmoral:. Anteriormente, él no
sobre l<! colcha y estalló en ahogados sollozos. constituíasilio un.siniple renacuajo, quizá una misteriosa
Fue el comienzo de una nueva vida, de una rara expe- planta, un pájaro en su·jaula, no sé; algo, en_suma, que no
riencia que yo jamás había previsto, porque, a .partir de había inconveniente alguno· en mirar. Pero, ya de pie junto a
aquella fecha, las cosas no fueron ya tan halagüeñas, y don- mi cama o tratando de escalar a un sillón, renacuajo, plan-
de quiera que me hallara, en el instante más feliz del día, la ta. o pájaro, dejó de ser lo que pretendía y ya no resultó
dolorida palabra volvía a mí, oprimiéndome el corazón. Ya grato mirarle. Había, pues, que cubrirlo. ¿gue vestirlo, tal
no me decidí a abandonar a ·mi huésped, según venía ha- vez?Y lo vestí. Primeramente, de un modo burdo, apresu-
ciéndolo hasta ahora y ningún cuidado que le prestara me rado e incompleto, sirviéndome de un trozo cualquiera de
parecía suficiente. Un extraño compromiso parecía haber- paño que le ajtJ.sté a la cintura, a manera de faldón. Des-
432 433
pués, ya eón cierta minucosda,.teQ~ a:su sexo y importante, se hallabaasalv:o de cualquier riesgo imprevi-
hasta eligiendo los colores. FUe~por ello quemé pusé a co- sible, en particular de los gatos, que nunca cesaban de
ser: Pronto tuve a mi disposición ·un regular surtido de te- merodear por las tardes alrededor de mi.cocina.
las y todos esos utensilios que requiere un buen táller. Sí, era divertido verle lanzar los dados a·loalto, o des-
Sentado. en una silla.de mimbre, dedicado en.cuerpo y alma lizarse con cara de miedo a lo largo del tobogán, o soplar en
a mi tarea, transcurrieron aquellas semállas, en .él curso su diminuta corneta de ·hojalata negra y azul. Su;menú era
de las cuales rara vez me despojé de mis babuchas. Senta- todavía muy modesto y constaba, por lo general, de unos
do él también, frente a mí, seguía con gran iñtetés.Iíii traba- trozos de migajón rociados con miel, unas cucharadas de
jo. Por aquellos días -recu~dü' comenzaba ya a cruzar una sopa y una_ discreta ración de nata fresca o ·queso. A media
piema.. Pero el desempeño de mi labor nófueJácil Iii inucho tarde le permitía chupar un caramelo de .fresa, o dos o tres
menos, pues, repito, siempre he sido torpe en los trabajos gajos de naranja, si lo prefería. De ordinario, me sentaba
manuales y muy de tarde en tarde alcanzaban las prendas en el suelo para yerle comer. Hacía .una_figura simpática,
la perfección deseada. ·~on frecuencia tema que repetir las con su minúscula servilleta al~ cuello y los pies recogidos
pr.uebas o deshacer varias .veces lo que ya estaba hecho. bajo la silla, llevándose con indecisión temblorosa la cu-
Entonces él se ponía de pie, enderezaba·con ilusión ,el cuer- charilla a la, boca. Le divertía verme fumar y, como un pe-
po y me sonreía. Había allí un espejo donde él se jmiraba. queño mono, trataba.de:alcagzar mi pipa, enderezándose
Casi nunca dejó de sonreírme en tanto yo.le probaba, prin- sobre su asiento. Diariamente lo,bañaba y le lle\:'aba la cena
cipalmentecen una ocasión en que.decidiconfeccionarle un a la cama cuando todavía no se había puesto el sol. En
abrigo. El invierno se-echaba encima. Había asimismo que cambio; era un gran madrugador, y le sentía andar pot los
lavarlo, que peinar sus esca.Sos cabellos, que limpiarle las pasillos mucho antes de que.yo me hubiese levantado. Per-
uñas y pesarlo. Y, sobret<3do, Jue preciso instalarlo de for- mitíale esta libertad de movimientos ·a sabiendas de. que,
ma adecuada, pues, a partir d~ su primera excursión a mi en ningún caso, sería capaz de abrir una puerta o penetrar
alcoba, se,negó rotundamente a volver a la pecera, y tantas donde no.debía. Pese a ello, conocía a la perfección todos
veces como lo. devolví a ella, tantas otras como escapó furti- los rincones deJa casay no me cupo la menor duda de. que,
vamente, en su afán de merodear por la casa. Una situación si su complexión se lo hubiese permitido, habr~ podido
difícil, para.la cual yo no estaba preparado. prestarme un gran servicio. He de reconocer, sin embargo,
Por fin su alojamiento quedó fijado en la única pieza que sus carnes seguían siendo fláccidas y muy poco consis-
que se conservaba vacía. Era un pequeño <;:uarto de seis tentes, como una esponja mojaday, de hecho, nunca dejó
metros cuadrados donde fue instalado su dormitorio, una de preocuparme la idea de que, -de un modo u otro, pertene-
salita de estar -que servía de comedor asimismo- y un baño ciese a alguna_particular rama de la familia de las espon'"
privado. Este relativo.confort.que me fue dado próporcio- jas. Peto era feliz; estoy seguro, y conservaba su buen humor
narle,.alivió seusiblemente mi ánimo, liberándome de aquel de costumbre, salvo cuando alguien hacía sonar el timbre
sentimiento penoso que me agobiara en otro tiempo al de- de la puerta, o silbaba, de prqnto, un ferrocarril. Entonces
jarle-solo. Enrealidad, dentro de aquel recinto disponíá de él se: tapaba la cara con las manos y corría a guarecerse en
todo cuanto pudieraserle necesario, y, lo que era aún más un~ricó, donde permanecía acurrucado hp.sta que se disi-

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paba el eco. Le ent:r:etenían, en cambio, las mariposas y el había. creído. notar·enJa.cabeza de la criatura, o eran las
piar constante de los pájaros, y tuve, a . q¡enudo, la impre- compras de la mañana siguiente, o los nuevos precios del
sión de que lamentaba profundamente su. condición de an" mercado; algo, ·sin excepción, ocupaba por entero mis pen-
fibio, mientras miraba surcar el aire" aquellas ruidosas samientos. Había empezado a.dorq¡ir mal y pasé gran nú-
bandadas de .pájaros. que nunca faltaban en mi terraza al mero de noches en vela, agobiado por un sinfín de
caer la tarde. preocupaciones. Mis sueños solían.ser estrambóticos·y se
Por Io- que a mí respecta, puedo afirmar que mi vida referían invariablemente a grandes catástrofes domésticas
era de lo más activa y escasamente disponía de unos minu- de las que era yo el infortunado protagnis~ ¿comenzaba
tos de descanso, ocupado a toda hora deldía en los queha- a metamorfosearme? Estuve seguro que sí. Ellq empezó.a
ceres domésticos, o en.salir y: entrar en busca de algo que inquietarme, a despertar en mí:muy serios temores, y creí,
siempre hacía falta en la.casa. Me llevaba casi toda lama- en más de una ocasión, no reconocerme del todo al cruzar
ñana recorrer los mercados, las queserías, las tiendas de ante un espejo. iAy de·mí! No se trataba tan sólo deJa ex-
comestibles e incluso los establecimientos de pescado, a la trañeza que me provocaban ahora mis antiguas aficiones, o
caza de algún novedoso manjar con que obsequiar a mi de la im¡;tgen deforrp.ada que pudieran devolverme los esp~
huésped, pese a.que, por ahora, debería continuar atenién- jos, sino de algo mucho más sutil y grave, casi estúpido,
dome.a un número muy exiguo de alimentos, aunque cui- que yo iba percibiendo dentro de mí. Sentí miedo. Conocía
dando de que unos y otros estuvieran en perfecto estado y de sobra el poder que ejercen ciertas obsesiones en el áni-
fuesen de primera calidad. Ya de regreso, me dirigía a la mo dethombre. y la.sugestión de que el hombre. es víctima
cocina y preparaba el almuerzo, sin perd~ de vista que el bajo el.influjo deaquéllas; pero éste no era mi caso, puesto
menú de la semana fuese,.en lo posible, nutritivo y variado. que, ·de un modo enteramente consciente·, las reconocía y
Como ocurría, por otra parte, que me había visto obligado aceptaba, esfórzándome por sustraerme.a.ellas. Era algo
a despedir a la persona encargada del aseo de la casa, con indepe11die11te de'mí, malvado, y contra lo cual parecía in-
el fm de mantener en secreto la existencia de mi huésped. útil resistirse.
tenía que hacerme cargo personalmente de estos meneste- Tengo.muy presente un· suceso .que acaso explique por
res, en los que empleaba gran parte de la tarde. Un poco sí mismQ la disposición de mi ánimo durante aquellos aza-
antes de oscurecer, como dije, le servía la cena en la cama y, rosos días. Debía de ser media mañana y me disponía_a
en cuanto advertía que se había quedado dormido, regresa- salir de compras, cuando mi pequeño huésped se presentó
ba al salón y me entregaba a mis pasatiempos favoritos; en el vesb.bulo con la sana intención de acompañarme. Lle"
esto es,.leía o escuchaba un poco de música. Eran mis úni- vaba puestos el abrigo y los guantes, y deduje.que él nlismo
cos ratos libres. Mas.lamúsica y lalectura habían empeza- se había peinado. Hecho tan impreVisto; suscitó en mí una
do a abrumarme y he de confesar que,. por aquel tiempo. viva zozobra y la noción de un nuevo conflicto, que hasta
fueron iri.teresándome cada vez menos. Por una u otra ra- hoy no se me había planteado. ¿cómo acceder a sus deseos
zón permanecía distraído, ajeno aJo que escuchaba o leía. Ylanzarme a exhibir por las calles a aquel mísero renacua-
como si todo aquelmundo apasionante no tuviese ya nada jo, a quien a buen seguro echaría mano la policía? Cuidando
en común conmigo .. O era una ligera erupción de la piel. que de no herirle, procuré disuadirlo de su empeño, pidiéndole

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que, como venía siendo costumbre,:me aguardara en la casa. Esta grave sospecha me la fue.conflrmando la actitud
No me fue dificillograilo, pues siempre se;mostraba ecuáni- de mi huésped. También él se veía desmejorado, y cuantas
me; aunque lo más lastimoso de. todo fue que, a mi regreso, veces consentí en que me acompañara junto a IJli lecho de
le encontré hecho un ovillo.en su· cama,. todaVía con el abrigo enfermo, sentado.allí, en su silla, bajo.la lámpara de pie, no
puesto. Había tal expresión de hUmillación en sus ojos y se dejé de notar que enflaqucí.shibmt~ y que una. ex-
me mostró tan desvalido, que no pudeTeprimir est~ pensa" presión biliosa,, poco grata, asomaba ya a sus labios ..Dé
miento,. que escapó de mí como·un presagio: ~<Tal vez ,me día en día esta-impresión fuehaciéndose.más patente, has-
dije- convirtiera proporcionarle un hermanito.» La ocurren- ta.el:punto de que ya no me sería posible.relacionar a aquel
cia, p<;>r así decirlo, no tuvp nada de excepcional, mas surgió iisueño saltimbanqui, que ensayara piruetas en' la pecera,
de mi interior con un sentido tan oscuro y tan cargado de con este otro residuo humano, desconfiado y distante, que
sugerencias, que: me. dejó estupefacto. Aún tuve ánimos para compartía hoy mLvida. No éramos muy felices, parlo visto,
pregimtarine con soma: «Un hermanito, ·sí, ¿pero cómo?» Y y com~nzó a asediarme la idea torturante de la muerte.
dejé la interrogación sin respuesta. Pensé consultar al médi- Nunca, hasta ahora, había pensado en ello. Oyendo a los
co, tomárme.unos días de descanso. Frente al.espejo, convi- vecinos subir y bajar, silbar los trenes en -él crepúsculo o
ne-esa misma noche: «Las cosas no.marchan bien del todo.» hervir la sopa en la marmita, sentíame tan extraño a mí
Yme quité el delantal. Mi huésped no quisd cenar y antes de mismo, tan diferente de como me recordaba, que no pocas
que dieran las ocho estábamos los dos en la cama. veces llegué a sospechar, con razón, si no estaría ya de ante-
Mi salud, en los días que siguieron, fue quebrantándo- mano bien muerto: Quizás él, con su aguda perspicacia,
se y perdí casi por completo el apetito. Sufría estaaos de adivinara mis sentinüehtos,_no·lo sé; mas sí era incuestio-
depresión, agudos dolores de cabeza e intensas y frecuentes nable que trataba, por todos los medios, de reanilnarme
náuseas. Una extraña pesadez, que con los días iría en au- con.su.présencia, de levantar en lo posible mi ánimo y dis-
mento, me retuvo en camauna semana ..A duras penas con- traer mi soledad. Pero resultaban vanas todas sus chan-
seguía incorporarme y caminaba con torpeza, como un pato. zas, las penosas 'muecas que me nbsequiaba y. aquel
'Padecíav~rtigo y accesos de llanto. Mi sen~iblda se aguza- desatinado empeño.en hacer sonar su corneta a toda hora.
ba y bastaba la másJeve contrariedad para que me conside- Ptórtto hube de callar.Io y lo expulsé de milado. Había creí-
~rase el.~r más infeliz del planeta. El cielo gris y pesado, la do descubrir que; en .el fondo, no lo. guiaba más que un
~sombra de los viejos alero~. el ruido de la lluvia en mi terra- impulso egoísta, provocado por·el temor de que lo-abando-
za, el crepúsculo, un disco, me.a'rrancabanJágrimas y sollo- nara asu suerte, privándole de su bienestar actual o, cuan-
zos. Cualquier alimento me revolvía el estómago y no pude do menos, del esmerado confort de que venía disfrutando.
soportar ya el olor de la cociíla. Aborrecí _un día mi pipa Y No me agradó su expresión deTecelo y aquella fingida con-
dejé de fumar. Me afeité..el bigote. El tedio y la melancolía goja: con que solía observarme mientras se mantenía des-
rara vez me abandonaron y comprendí que me encontraba pierto, y que al plinto era suplantada por otra expresión
seriamente enfermo ..Posiblemente estuviese encinta. agria de envtdia, ·en cuanto suponía quemé había quedado
dormido. Con los párpados entrecerrados, lo observaba yo,
a mi vez. ¿Llegó a. burlarse de mí? Pude suponerlo repetí-

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das veces, y estoy seguro de que, por aquellas fechas, le vos del acto que me proponía llevar a cabo no dejaron de
inspiré un profundo désprecio. Cabe pensar que adivinara ser laboriosos. Se trataba de cometer un delito, era indu-
mi estado y las consecuencias que esto podría acarrearle a dable, pero, ala vez, de salir indemne.de él. Esto último no
la larga. Sabía que, de hecho; él.no era sino un intruso, un me planteaba ningún serio problema, teniendo en cuenta
fortuito huésped, un invitado más, b, en el mejor de los que nadie -que yo supiera.,. par'ecía.estar al corriente de su
casos, un hijo ilegítimo. Temía, por tant9, que algilien, con existencia. Pienso que ni mis propios vecinos llegaron a
más derechos-que él, viniese a usurpar su lugar y. a despla- sospechar jamás de mi pequéño huésped, lo que no obsta"-
zarlo, puesto que, en realidad, nada en común nos unía y ba para que, en mi fuero interno, me preocupará muy seria-
solamente un hecho ocasional lo había traído a mi lado. Ni mente la idea de incurrir en algún error. Mi tpente, por
su sangre era la mía, ni jamás podría consÚ::J.erarlo como aquellos días, no se encontraba demasiado lúcida y quién
cosa propia. Su porvenir, en suma, no debía mostrársele podría garantizarme que el error no fuese cometido. Los
muy halagüeño, y de ahí sus falsas benevolencias y aquel medios de que disponía eran prácticamente infinitos, pero
rencor oculto, que se iba haciendo ostensible .. Bien visto, había que.elegir entre ellos. Cada cual ofrecía sus ventajas,
sus temores no eran injustificados, pues desde hacía va- aunque .también.sus riesgos. Y me resolví por el gas. Mas
rios días algo muy grave venía rondándome la cabeza, con faltaba por decidir esto: lcómo deshacerme del cadáver?
motivo de mi nuevo estado: Ello exigió de mi las más arduas caVil~ones, pues no me
«Todo esto es perfectamente abl:?urdo y lo que ocurre sentía tan osado como. para ejecutar con mis propias ma-
es que estoy hecl}tzado» -recapacité un día. nosJa tarea subsecuente. No estaba muy seguro de que no
-iMamá! ..,.me interrumpió él, desde el otro extremo me fallasen las fuerzas· al enfrentarme, cara a cara, con el
de la alcoba. pequeño di{unto. Si resultara factible, tratábase de perpe-
Y planeé fríamente el asesinato. Apremiaba el tiempo. trar el crimen sin fui participaciÓJ:! directa, un poco .como a
Esta sola perspectiva bastó. para.devolverme las fuer- hurtadillas y hasta contra mi propia voluntad. Por así de-
zas y hecerme recuperar, en parte, las ilusiones perdidas. cirlo,.sentía mis :escrúpulos y tampoco eran mis intencio:.
Ya no pensé en otra cosa que en liberarme del intruso y nes . abusar de. la fragilidad de mi víctima. Lo que yo me
poner fin a una situación que, en el plazo de unos meses, proponía, simplemente, era liberarme de aquella angustia
prometía volverse insostenible. Lá sola idea de.realizar mi creciente, proteger mi nuevo estado ;y legalizar la situación
propósito llegó a ponerme en tal estado de excitación ner- de mi familia, aunque poniendo en juego, para tales fines,
viosa, que no conseguí pegar los ojós en el transcurso de la más elemental educación.
las siguientes noches. Incluso recuperé el apetito y volví a El maullido. de los gatos, rondando esa tarde mi coci"'
prestar atención a mis quehaceres domésticos. Simultá- na, me_deparó la solución deseada: una vez que el gas hu-
neamente, redoblé mis cuidados con la criatura, dispen- biese surtido efecto, abriría la ventana de su alcoba y dejaría
sándole toda clase _de .mimos y concesiones, desde el libre el paso a los merodeadores, cuidando de ausentarme
momento en que ya·no constituía .. ante mis ojos, más que a tiempo. Eran tmos gatos espléndidos, en su mayoría pe~
un condenado a muerte. Eran sus últimos días de vida y, en gros, con unos claros ojos amarillos que relampagueaban en
el fondo, sentía una vaga piedad. por él. Mas los preparati- la oscuridad. Parecían eternamente hambrientos, y tan luego

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comenzaba a·declinar el soF, acudían en presurosas mana- te, como un. inménso vacío y una rara plenitud. ¿E:9taba
das, lanzando unos sonoros·maullidos_que, por: esta vez, -se próximo el alumbramiento? Eso temí. Y comprendí que
me·antojaron provocativos· y, en cierto modo, desleales. debería actuar.con la mayor urgencia. Comencé a vomitar.
Y puse manos ala obra, Desde temprana hora de la -.iMamá! <-escuché su. voz ala puerta.
tarde procedía preparar mi.equipaje. que·constaba de una La prisa y un repentino temor a no poder compl~tar
sola maleta con las prendas de ropa más indispensables mi tarea.me habían hecho olvidar la maleta y todo lo relati-
para una corta temporada. Tenía hecha ya mi reservación vo al•hotel. Continuaban maullando los gatos. Durante u.P.·
en el hotel de una ciudad vecina, adonde esparaba llegar al segundo se apagóJaluz de la casa,. para encenderse de nue-
filo de la medianoche. Al\í permanecería tantos días como vo. Pénsaba ahora en el hospital y en los acontecimientos
lo estimara prudente, en par:te para eludir cualquier forma que se avecinaban.
de responsabilidad, y en par:te por un principio de :buen -iMamá! -:Oide nueva cuenta.
gusto .. Transcurrido un tiempo_ razonable, r:egresaría como Entonces abrí la puerta del baño, cogí atolndr~
si nada. a mi casa. Y aún conservaba la maleta abierta so" mente a la criatura y la sostuve en alto. Tras.despojarlo de
bre.mi cama, cuando advertí que él se acercaba por el pasi- su bata de casa, lo ·estreché fuertemente contra mi pecho, le
llo pisando muy: suavemente. Con un vuelco. del corazón, le miré. pm: última vez y "lo ar:r:ojé ahnodoro. Fue un instante
vi :entrar más tarde. 'Llevaba. puestas sus babuchas y uná muy cruel-,recuerdo-, mas, a f1.11 de cuentas, era de allí·dé
fina bata de ·casa, en cuyos bolsillos guardaba las manos. donde él procedía y yo no hficía ahora otra cosa que devol-
Se quedó largo rato mirándome, con la cabeza un poco la- verlo a sus antiguos dominios. Esto me confortó, en lo que
deada. Después aventur:ó unos pasos y se sentó en .la al- cabe. Con el agua al cuello, todayía.J;Ile.mtró, confuso, posi•
fombra. Había empezado a llover, yrecuerdo que en aquel blemente incrédulo, e hizo· ademán de-salir. Pero yo kretu"'
instante cruzó un avión sobre el tejado. Le vi estremecerse ve állí, oprimiéndole la cabeza, y él se fue sumergiendo
de arriba abajo,. atinque continuó inmóvil esta vez .. No supe dócilmente, deslizándose sin dificultad, perdiéndose en una
por qué motivo mantenía la cabezainclinada de aquel modo, catarata de.aguaquelo absor~ó entre su.espuma. Y des•.
observándome con.elrabillo del ójo. En realidad, no pare- apareció. Inmediatamente. después, debí perder el sentido.
cía triste o preocupado, sino solamente perplejo. Y fue en el
momento preciso en que yo cerraba mi maleta con llave y
me disponía a depositarla en el suelo, cuando unas incon- Amaneció el día_dorado y :limpio, con .un vasto 'Cielo
tenibles náuseas me acometieron de.súbito. La: cabeza me azul. Una luz temblorosa y clara caía de lo alto sobre los
dio vueltas y una sensacion muy angustiosa, que nunca había tejados, y los cristales. de mi ventana .mostraban aún las
experfAlentado, me oblig6a sentarme en la cáma, para des- huellas de la pasada lluvia. Reinaba un profundo silencio
pués correr hasta el baño en el peor estado que recuerdo. en la <;;asa. Era todavía temprano y la ciudad dormía. Flota-
Allí me apoyé contra el muro, temiendo quejba a estallar. ba un dulce olor en el aire, como si aJo largo de toda la
Algo·como la corriente de un río subía y bajaba alo largo de noche se hubiese mantenido encendida una gran cantidad
mi cuerpo, retrocedía, tomaba un nlJ_evo impulso e intenta- de cirios .. Las puertas permancí~ cerradas. Una soledad
bp. hállar en vano una salida. Había en mí, ·alternatlvamen- nueva, aunque.no olvidada del todo, se presentía tras aque-

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llas puertas. Quizá conviniera habituarse. Sonaba oscurecer, se desvanecían. Eran muy tranquilas las noches,
apagadamente la música y eta muy grato· el sol en mi terra- muy quietas. Yo apagaba ·la luz y me dormía en el acto. De
za. Sobre una mesa de la sala, descubrí un libro abierto. tarde en tarde, se dejaba oír una cometa, pero ni aún esto
Enseguida el reloj dio las·horas. Bien visto, todo resultaba me desazonaba. Más bien la corneta arrullaba mi sueño,
muy grato, aproximadamente como antes. Me senté .a leer. porque sabía, en el fondo, que no podía existir· tal• corneta.
Eran bellas aquellas páginaS, conmovedoras, y valía la:pena Y sonreía. Daba una vuelta o dos en la cama y ya estaba
fijar la atención en ellas. Después· prepararía el desayuno y, dormido de nuevo. Sonaba todas.las noches y después ce-
por la tarde, iría al cinematógrafo. Me habían cedido las saba; pero no en el cuarto de baño, ni siquiera en su alco-
náuseas y noté que empezaba a crecerme el bigote. En el ba, sino en un lugar impreciso y distante o como al fmal de
jardín de enfrente seguían cayendo las hojas. El tiempo me un gran embudo. Habían transcurrido diez días y la corne-
pareció inmenso y propicio para toda suerte de empresas. ta seguía sonando. Mas ocurría -esto era lo sorprendente-
Pero el tiempo exige:intlmidad, sosiego y un profundo reco- que al cerrar bien las puertas la corneta dejaba de sonar, o,
ginliento·. Justamente en aquel sofá había dormido· yo una si sonaba, había que mantener el oído muy atento a ella.
noche, encogido ·como·una oruga, tiritando de frío. Me eché Comprendí que, de cualquier modo, sería preciso hacerla
a reír. Había·sido, sin duda, una insólita noche y me agra- callar en definitiva, pues era lo único que, en cierta forma,
daría escuchar de.nuevo One Summer Night. ¿pero quién comenzaba a perturbar mi felicidad. El sonido me llegaba a
osaba insinuarme, de pronto, que nunca más, mientras vi- través del pasillo, en dirección a su alcoba. Hacia allá iba yo
viera, me atrevería a penetrar en el cuarto de bañq? .Pene- ahora, de puntillas, procurando no hacer ruido. Abrí. La
traría. Naturalmente que penetraría, y abriría todos los pieza estaba vacía, a oscuras, y no ofrecía nada de particu-
grifos, y me contemplaría en el.espejo, y.me sentaría, como lar. Pero la cometa seguía sonando. Me asomé al cubo de
de .costumbre en el modoro. Allí leería eL·periódico. Des- luz. Había una ventana iluminada en el piso de abajo, y un
pués recorrería la casa, pieza por pieza, e:iría abriendo los poco más al fondo estaba él, el mico. Sentado en un gran
armarios, ordenando·sus cajones, reconociéndolo todo, des- sillón tapizado de rojo, sostenía en alto su cometa. Llevaba
echando cuanto pudiera considerar estorboso O' inútil. In- puesta una larga camisa de seda y tenía los pies descalzos. .¡
cluyendo aquella alcoba, es claro; y aquella ropa; y el ajuar; En torno suyo un grupo de mujeres muy jóvenes, sentadas
(•
y la cometa. Todo junto iría a parar hoy mismo a la basura. sobre la alfombra, reían y le miraban embelesadas. El mico
Cuando un hombre se siente feliz, debe ordenar su casa, parecía feliz. Cuanto más y más soplaba, más y más se
procurar que la felicidad encuentre grata ·su casa. Así fue reían las mt.Yeres, agitando sus tiernos pechos. Todas ellas
quedando la mía: libre, abierta, florecida. A toda horá en- parecían encantadas con el reciente hallazgo, todas se lo
traba el sol en· ella, como .en una jaula. Pasaban los días. disputaban y no cesaban de reír. El gran aventurero tam-
Una mujer venía por las tardes y se oéupaoa de la limpieza. bién reía. Pasaba de unas manos a otras. De pronto, una de
ALcaerla noche, se iba. Yo cerraba la puerta tras ella y daba ellas lo zarandeó entre sus brazos y lo lanzó a lo alto, como
vuelta a la. llave. Rara vez abandonaba. mi pipa y, como el una pelota. Lo lanzó así dos o tres veces y las demás se
tiempo continuaba tibio y soleado, dejaba· abiertas de par desternillaron de risa. Mas, al cabo, se vio entrar a un ca-
en par: las ventanas. Me :negaban todos los rumores y, al ballero, anunciando, sin duda, que ya era hora de acostar-

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se y de suspender eLjuego. Unas y otras se fueron disper-
sando y se apagó.la lúz. El caballero corrió las cortinas, y yo
me sentí francamente-dichoso. Después regresé a mi cama
y no desperté sino hasta muy entrada la mañana. Así conti-
nué durmiendo día tras día, risueñamente, inefablemente,
sin preocuparrrie ya inás por el hechicero. Y tres meses más
tarde di a luz con toda felicidad.

Tomado de: Francisco Tariq~ Urtg piQl~ta de más, México, Joaquín Langerhaus
Mortlz, 1968.

JOSÉ EMILIO PACHECO


(México, 1939)

446
«Langerhaus,. forma parte del libro El principio del placer. cuya
primera edición data de 1972. En 1997 se publicó la segunda, con
igual cantidad de textos, pero en versiones nuevas. El cuento que aquí
reproducimos está tomado de esta última edición.
Las seis narraciones de este libro refieren historias en que el pasado
marca al presente de diferentes maneras. En «Langerhaus,.. el pasado
es una alucinación, o por lo menos así parece, desde lo que permite
A Bárbara Boclcus Aponte
saber la perspectiva en que está contada. Una alucinación que ha divi-
dido el ..yo,. del protagonista y que despierta rechazo en otros persona-
jes, quizá por temor a contagiarse de irrealidad. Una singular variante
del tema del doble.
Incluidos en. antologías relacionadas con lo fantástico figuran los Cáda m~an lo primero·que hago es leer el' periódico.
realtos: «Thnga para que se entretenga.. (BERMÚDEZ) y «Cuando salí Si no lo encuentro bajo la puerta me quedo esperando su
de La Habana, válgame Dios» (HAHN2). Otros relatos considerados llegada. El jueves tardó mucho. F\.ti a comprarlo a la esqui~
fantásticos: «Parque de diversiones,.. «AAgo en la oscuridad,., «La fiesta na y, según mi costumbre, empecé a leerlo de atrás para
bráva.., «El viento distante».
Otras obras narrativas de J. E. Pacheco: La sangre de Medusa adelante. Al dar vuelta a una página supe que Langerhaus
(1958), El viento distante (1963), Las batallas en el desierto (1981). había muerto en la autopista a Cuernavaca.
Morirás lejos ( 1986). La sangre de Medusa y otros cuentos margina- La noticia me resultó aún más impresionante porque
les (1990). la foto, quizá la única hallada en el archivo, correspondía a
los tiempos en que Langerhaus y yo fuimos compañeros de
clase; la época de 'Sus· triunfos en Bellas Artes, cuando des-
lumbró la maestría con que tocaba el clavecín un niño de
doce años.
A cambio de su éxito Langerhaus·sufrió mucho en la
escuela, Todos parecían odiarlo, remedaban su acento ale:
mán, lo hostilizaban en el recreo por cuantos medios·puede
inventar la crueldad· infantil. (Un día Valle·y Morales trata-
ron de prep.der fuego a su cabello,largo en exceso para aquel
entonces.)
Langerhaus era un genio, un niño prodigio. Los de-
más no éramos nadie: 6cómo íbamos a perdonarlo? Al prin-
cipio, para no aislarme del·grupo, fui uno más de sus
torturadores. Luego una mezcla de compasión y envidioso
afecto Jlle llevó a transformarme en su único amigo. Visité
algunos fines de semana su casa y él también fue a la mía.
Nuestra amistad se basaba en la diferencia: yo jugaba fút-
bol e iba al. cin,e dos veces por semana, Langerhaus pasapa

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cinco horas diarias ante el clavecín. Jamás hizo deporte, nuar las manifestaciones, tanques y paracaidistas saldrían
nunca ~prendió a pelear ni a andar en bicicleta, no sabía a reprimir a los estudiantes.
mecerse de pie en los columpios. Sus padres le prohibieron -Díaz Ordaz -añadió Morales- está dispuesto a todo
toda actvidad capaz de lastimarle los dedos. Era hijo de un con tal de que no le echen a perder sus Olimpiadas.
compositor alemán y una pianista suiza llegados a México En aquella atmósfera violenta los críticos, que a veces
durante la Segunda Guerra Mundial. Aunque fracasaron son brutales y hablan sin el menor respeto humano, se
en sus grandes aspiraciones artísticas, ganaban bien ha- burlaron de Langerhaus y lo consideraron liquidado ..Heri-
ciendo música para el cine y las agencias de publicidad. do por el rechazo deLpaís en que fue niño y empezó su ca-
Ser su amigo me atrajo la hostilidad burlona de nues- rrera, Langerhaus abandonó -la música para dedicarse (vi
tros compañeros. En la ceremonia de fm de curso Langer- los anuncios) a la compra-venta de terrenos en Cuemavaca,
haus interpretó una sonata_de Bach, fue aclamado de pie adonde se refugiaban los que presentían el desastre ya en
por toda la escuela, agradeció el aplauso con una reverencia marcha de la capital.
y cruzó el salón de actos para ir a sentarse junto a mí en Durante uno de nuestros cada vez más aislados desa-
una banca del fondo. yunos en el Continental Hilton lamenté con Valle y Morales
-Me he vengado -le escuché decir entre dientes. lo sucedido. Valle sentenció que la renuncia no era una de~
Morales, Valle y sus demás perseguidores se acerca- bilidad más de Langerhaus sino una muestra de que la ca-
ron a felicitarlo. En el único acto de-valentía .que 1~ conocí, rrera musical había sido una imposición de sus padres.
Langerhaus los dejó con la mano tendida. Me dispuse a Como tantos otros, ellos intentaron reparar su fracaso
pelear en su defensa. Ellos se retiraron cabizbajos. Langer- mediante el triunfo de su hijo. La tragedia grotesca de Be-
haus, en efecto, había cobrado venganza. llas Artes fue un acto de rebeldía, un modo .brutal de libe-
Poco después fue a perfeccionarse en un conservatorio rarse de su padre y su madre y ridiculizarlos, inmolándose
europeo. No me escribió m· volví a verlo hasta julio de 1968, a los ojos de todo el mundo como el artista que en el fondo
cuando los de esa generación escolar ya estábamos cerca de nunca quiso ser Langerhaus.
los treinta años. Langerhaus regresó a México durante la Más tarde, en otro desayuno, Cisnetos afirmó que, a
Olimpiada Cultural y dio un nuevo concierto en Bellas Artes. cambio de la catástrofe en Bellas Artes, a nuestro amigo le
Decepción para todos: ELniño prodigio se había con- iba muy bien como fraccionador en Cuemavaca. Para su ne-
vertido en un intérprete mediocre lleno de tics y poses de gocio tenía el apoyo de las inversiones y ahorros de la familia.
prima donna. En vez de servir a la música transformaba Una tarde. en 1970 Langerhaus me llamó a la oficina
su preséntación en un show de centro:nocturno. FUe silba- para ofrecerme un lote en una nueva urbanización. Me sor-
do por un público que casi nunca se atreve a hacerlo y él se prendió que hablara como si no hubieran pasado tantos
soltó a llorar en el escenario. Para no incurrir en la hipocre- años y tantas cosas. Nó evbcá.mos·nuestra amistad infantil
sía de felicitarlo o en la vileza_ de secundar la condena, al ni aludimos al último concierto. Me ofendió que Langer-
terminar la función huí de Bellas Artes. Además quería ale- haus hubiera pensado en su único amigo·sólo como un po-
jarme del centro: estaba lleno de granaderos y Morales me sible cliente. Las palabras fmales que escuché de su boca

l
1
dijo en el intermedio que la situación empeoraba: de conti- fueron las que en México disimulan la etéma despedida: «A

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ver cuándo nos vemos». Los dos sabíamos muy bien que no ticipó en el movimiento. Sus líderes estaban eh la cárcel o
íbamos a reunirnos jamás. en el exilio. Los políticos del viejo estilo habían sufrido un
desprestigio. irreparable. Empe~ab la hora de los econo-
mistas: Morales era el adelantado de la generación que con-
No queríait al velorio. Sin embargo me remordió la duciríaal país hacia el siglo :(00.
conciencia y me presenté en. Gayosso minutos antes de que Cisneros me llamó para invitarme una cena·en honor
partiera el cortejo. Di el pésame. a los padres .. No me identi- del nuevo funcionario. Casi al despedirme le dije:
ficaron ni, en esas circunstancias, me pareció prudente de- -¿Supiste que murió Langerhaus?
cirles que yo había sido aquel niño que iba a su cása con -'¿Quién?
Langerhaus. Me extrañó no hallar a:nadie de la escuela y -Langerhaus. El músico. Estuvo con nosotros en se-
me.sentí inhibido por no conocer a ninguno.de los doce o cundaria. No vayas a decirme que no te acuerdas. Si hasta
quince asistentes al entierro. Todos eran alemanes, suizos me: comentaste el año pasado lo mucho que ganaba como
o austriacos y sólo hablaban en su idioma. fraccionador en Cuemavaca.
Desde el Panteón Jardín se advierte el cerco de monta- -¿Cómo dices que se llamaba ... ? No, ni idea. Ese se-
ñas que vuelve tan opresiva a esta ciudad. El Ajusco se ve ñor no figura en la lista de invitados. La hicimos con base
muy próximo y sombrío. Una. tormenta se gestaba en la en los anuarios de la escuela. Por cierto, ahora al hablarles
cima .. ],\1ientras bajaban a la tierra. el ataúd de metal, el para la reunión, supe que algunos de nosotros hai! muérto.
Viento. trajo las primeras gotas de lluvia. Cuando la fosa «Algunos de nosotros han muerto.» La construcción
quedó sellada, abracé de.nuevo.a los pacfres de Langerhaus gramatical me sorprendió. En s~gui(a pensé: «No, ¿cómo
y volví aJa oficina. podría haber dicho Qisneros:- <<Algunos de nosotros hemos
muerto». Ese. nosotros es un descuido o lJ.lla abreviatura
afectuosá. Significa: <<Supe que algunos de nuestros com-
Lo extraño comenzó al lunes siguiente. Morales aca- pañeros han muerto».
baba de set nombrado subsecretario en el nuevo gabinete. -¿Estás ahí? -preguntó al advertir mi silencio.
El hecho reanudó los lazos perdidos y. bajo eLdisfraz de la En vez de hablarle de mi desconcierto le dije:
nostalgia, sucitó entre los-antiguos condiscípulos esperan- -Cisneros, cómo no te vas a: acordar. Langerhaus era
za de mejoría y buep.osnegocios. el más notable de todos: un clavecinista, un niflo,prodigio.
Por' lo que a mí respecta, el nombramiento me alegró. -¿un clavecinista? En nuestro grupo lo único pareci-
Trabajo en la fábrica de mi padre, no aspiro. a ningún pues- do a un músico eras tú porque medio tocabas la guitarra.
to en el gobierno, conozco a Morales desde el kínder y nos ¿No es ciertq?
reunirnos dos o tres veces por año. De todos.modos pensé: -Bueno, haz m~oria. Ya recordarás. Gracias por in"
la gente de mi edad llega al podercomo una concesión a esa vitarme. Nos vemos .
juventud que se rebeló en 1968 y a la. que ya no pertenece- ...,.Te esperamos el viernes.
mos. Es decir, escala posiciones sobre los:mue:rtos del2 de <<¿Te esperamos?» ¿Quiénes?, !lle pregunté ¿El noso-
octubre en Tlatelolco. Desde luego ninguno de· nosotros par- tros me excluye ahora? Qué estupidez. Desde cuándo me he

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vuelto gramático yvig1lo cómo hablan los demás. Por supuesto -No, me pregunta. por un muerto. Dice que en la se-
nosotros quiete decir: «Tú eres de los nuestros. Los demás cundaria tú y yo no dejábamos en paz a ... ¿cómo dices que
compañeros de Morales y yo te esperamos el viernes». se llamaba?
-Langerhaus.
-No lo conozco, no sé quién es.
La cena fue deprimente. Morales·ya era distinto al ami- Repetí la historia. Valle y Morales cruzaron miradas,
go con quien desayuné por tantos años en el Continental Hil- insistieron en que no recordaban a nadie de ese nombre y
ton o en el Hotel del Prado. Ahora representaba el papel del con esas características. Llamé a Cisneros. Se intrigó, pi-
Señor Subsecretario que se muestra sencillo y cordial con dió silencio e hizo un resumen del caso. Tod~ negaron que
un grupo útil para sus ambiciones. ·Lo elogiamos sin recato hubiera habido entre nosotros alguien llamado Langerhaus.
como si nos hubiéramos puesto de acuerdo. Él nos observa- Valle trató de lucir su falsa erudición como siempre:
ba con sus ojillos irónicos.de siempre. Acaso trataba de ajus- -Además ese apellido no existe en alemán.
tar nuestra declinante imagen al rostro que tuvimos de niños. -No cambias -me dijo condescendiente el subsecreta-
Estaba a punto de concluir la. reunión cuando Valle rio-. Sigues inventándote cosas. Cuándo tomarás algo en
fue a hablar por teléfono y me atreví a sentarme en su sitio serio.
junto a Morales. -De verdad es en serio: leí la noticia en el Excélsior, vi
-lQué te pareció lo de Langerhaus? Terrible ¿no? la foto, la esquela. Estuve en el entierro.
-lLanger qué? ¿De quién me. estás hablando, Gerardo? -Eso no tiene nada que ver -comentó Cisneros-. El
-De Langerhaus, un compañero nuestro. Cómó es po, tipo jamás formó parte de nuestro grupo. Lo conociste en
sible que no te acuerdes. Si hasta lo agarraste de puerqui- algún otro lado.
to. Tú y el miserable.de Valle lo traían asoleado. Una vez -lCómo íbamos a olvidarnos de alguien así? A fuerza
trataron de incendiarle el pelo. Lo llevaba ~uy largo, era alguien más tendría que acordarse de él -añadió Valle-.
como un antecesor de los jipis. ¿Para qué inventas, Gerardo? No le veo el objeto a esta bro-
-Oye, siempre he tenido buena memoria, pero esta vez ma y menos ahora cuando estamos celebrando la llegada de
sí te juro ... nuestra generación al poder.
-No te hagas: estuviste en su concierto del 68 y enton- -Si te impresionó tanto la muerte de ese fulano -dijo
ces te acordabas muy bien. Después comentamos en un Riquelme- bien pudiste haber traído el recorte.
desayuno la catástrofe de Bellas Artes. Valle sugirió una -Pensé que todos lo habían visto. Además no guardo
teoría que nos pareció muy acertada. periódicos. No quiero llenarme de papeles.
-lEn el68? ¿cuál concierto? Gerardo, ipor favor! En -Bueno, muchas gracias por la cena y por la reunión.
esas condiciones y con el puestó que ocupaba en el PRI 6crees Estuvo muy agradable. Y ahora me perdonan: tengo que
que tenía ganas de ir a conciertos? irme. Mañana muy temprano salgo de gira con el Señor Pre-
Regresó Valle. Al encontrarme en su lugar se quedó de sidente -Morales se despidió de cada uno con un abrazo y
pie junto a Morales: una palmadita en el hombro. Seguimos bebiendo, habla-
-lYa te está pidiendo chamba Gerardo? mos de otros temas.

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_¿y Tere? -me preguntó Arredondo en un aparte de la -No hay nadie, no te preocupes.
conversación general. Abrió un estante. Todo en orden, igual que cuando
-No sé, no he vuelto a verla. estudiábamos juntos para los exámenes fmales. En segun-
-6A poco no supiste que se casó? dos encontró los anuarios, eligió·el de, 1952, lo abrió y me
-¿sí? ¿con quién? señaló la página correspondiente a Prin:lefo B: lista de alum-
-Con un judío millonario. Vive en el Pedregal. nos, foto del grupo, cuadro d~ honor para los alumnos dis-
-Ah, no sabía. QJ.Ié importa. tinguidos:
-Bien que te duele, bien que te duele, -Ya puedes firmarme el cheque, Gerardo. Mira, aquí
-l';Jo, homl?r.e. eso ya pasó. está la ele: Labarga, Landa, Luna..._y Macías ... i.Viste? Comb.
Me levanté. Con la segt,rrid9-d que me daban el vino y el te advertí no hay ningún Langernada. Lo que es más: en
coñac volví al lado de Cisneros: Primero B no figuranadie de apellido extranjero.
-No van a hacerme creer que estoy loco. Apostamos lo -Imposible. Me acuerdo perfectamente de este anua-
que quieras. rio. Fíjate en el retrato del grupo. Te lo digo sin necesidad
-Y9- que insistes, de acuerdo -respondió-, aunque me de volver a mirarlo: Langerhaus está en segunda fila entre
parece un robo en despoblado. Ese señor no exis ... no estu- Aranda y Ortega.
vo nunca entre nosotros. Mira, podemos comprobarlo en -Gerardo: entre Aranda y Ortega estás tú, con un cor-
los anuarios de la escuela. te a la.brush.por añadidura. Ni uno sólo lleva el pelo largo.
-No los tengo: se me perdieron en una mudanza. En esa época nadie se imaginaba que v.olvería a usarse.
-Deja a este loquito y vámonos por ahí a ver adónde. -Tienes razón: no es él, nó está ... No entiendo, me
Valle estaba ebrio; Arredondo tuvo que ayudarlo a parece imposible haber inventado todo esto. Es una broma
incorporarse. ¿verdad? Un jueguito cruel de los que siempre se te ocu-
-No, ya me intrigó -dijo Cisner()s. rrían. Tú, Morales y Valle quieren seguirse divirtiendo a mi
-Bueno, pues quédense. Nosotros seguimos la juerga. costa. Este anuario es una falsificación: lo hiciste en tu
Cisneros y yo p~amos lo que nos correspondía y en imprenta.
su automóvil fuimos a su casa. En el tr¡lyecto de la Zona -Gerardo, cómo crees .. Aparte de. que el chiste saldría
Rosa a la colonia Roma hablamos mal de nuestros amigos: carísimo ¿de dónde hubiéramos sacado las fotos, la tinta
resulta muy triste ve:r de nuevo a ias personas de otras sepia que ya no se produce, eL papel que h.ace años dejó de
épocas; nadie vuelve a ser el mismo jaJnás. En cambio la usarse? Después de todo, tú comenzaste ¿no es así?
casa me pareció igual a la que recordaba entre brumas. -Dame otra oportunidad. El dinero no importa: pago
Sobrevivía entre nuevos edificios horrendos y lotes de esta- la apuesta pero dame otra oportunidad.
cionamiento. Encontré sin cambios el ~terio. Cisneros aún -¿cuál?
dormía en la buhardilla como cuándo éramos niños. -El periódico.
_¿y tu esposa? -No prueba nada.
-Se fue de compras a Sari Antonio con las tres hijas. -Cuando menos demustr~ que no estoy loco yen efecto
-Menos mal. Me hubiera dado pena molestarlas. Es tnurió alguien llamado Langerhus~ .. Por desgracia cada fm
muy tarde.
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de semana me deshago del papelviejo. No soporto la acu- Langhorst... Nada otra vez ... Gerardo ¿recuerdas dónde es-
~ulación. Siento que me asfixia. taba su casa? Tal vez los padres sigan allí.
-No te preocupes: tengo los periódicos, A mi señora le -Vivía en Durango y Frontera. en un edificio demolido
da por la moda ecológica y los junta para-reciclarlos a fin de hace muchos años ... No queda más remedio que empren-
mes. ¿Recuerdas la fecha? der el viaje al Panteón Jardín.
-Cómo no me voy a acordar: jueves de la semana Cisneros estaba lívido:
pasada. -Mejor hasta aquí llegamos. No me está gustando nada
Bajamos. Cisneros halló en el garash el ejemplar de todo este asunto. ,
Excélstor que buscábamos, dio con la página y leímos los -Imagínate lo que me gustará a mí. Pero apostamos.
encabezados: «El atraco a una mujer "fr~nte a un banco Yo cumplo mis compromisos: voy a fumarte el cheque.
movilizó a la policía». «Capturaron a un ladrón y homicida -Déjalo, por favor. Otro día. La próxima vez que nos
prófugo». «En presencia de sus invitados se hizo el haraki- reunamos.
ri». «Comandante del Servicio Secreto acusado de abuso de
autoridad, ame~zs y extorsión».
No había ningún retrato de Langerhaus, ninguna noti- Sin hablar una palabra Cisneros me llevará hasta el
cia de un accidente. en la autopista a Cuernavaca. Las úni- estacionamiento en que guardé mi coche. Nos despedire-
cas fotos eran de un autobús de la linea México-Xochimilco mos. Manejaré hasta la casa en donde vivo solo. Subiré a
que estuvo a punto de precipitarse en el'viaducto del río de mi cuarto. Antes de acostarme tomaré un somnífero. Dor-
La Piedad y de la señora Felicitas Valle González, extraviada miré una hora o dos. La música me despertará. Pensaré: he
al salir de su casa rumbo a la estación de Buenavista. dejado encendida la radio en alguna parte. Sin embargo la
Hojeé de atrás para adelante todos los diarios de la música llegará desde la sala en tinieblas, la inconfundible
semana, revisamos las esquelas fúnebres. música del clavecín de mi infancia, la sonata de Bach cada
-Vamos a la agencia Gayosso -apremié a Cisneros-. vez más próxima ahora que bajo las escaleras temblando.
Langerhaus tiene que estar en el registro. Yo asistí al velo-
rio y abracé a los padres en la capilla ardiente.
-Bueno, mañana debo presentarme a las siete en la Tomado de: José Emilio Pacheco: El principio del placer, México,
imprenta. Pero ya me intrigaste y ya apostamos ... No me Ediciones Era, 1997.
explico, de verdad no me explico.
En la funeraria unos cuantos billetes doblegaron la
hosquedad del encargado. Nos mostró los archivos y no
encontramos a nadie que se llamara Langerhaus. A pesar
de la hora sugerí hablarles por teléfono a los padres. El
empleado nos facilitó el directorio.
-Mira -dijo Cisneros y me leyó-: Lange, Langebeck.
Langenbach, Langer, Langerman, Langescheid, Lanhoff.

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'
Ridder y el pisapapeles

JULIO. RAMÓN RIBEYRO


(Perú, 1929-1995)
Esta historia pertenece al libro Los cautivos ( 1972 ). Considerado
en general como escritor neorralista, Ribeyro ha escrito, no obstante,
muchos cuentos «impregnados de una cierta irrealidad que invade lo
cotidiano creando una atmósfera extraña que alcanza al propio lec-
tor».1 En el caso de éste, la sensación de extrañeza ante el suceso sin
explicación es efectivamente inevitable. Pero más que de lo extraño ame-
nazador, siniestro -lo Unheimliche que estudió Freud-, se trata de un
sentimiento grato: el que suscita ver una realidad chata, súbitamente
animada por el descubrimiento de un hecho que parece establecer un
vínculo entre dos personas que no lograban comunicarse.
«Ridder y el pisapapeles» ya ha sido antologado en BELEVAN. Otros
relatos incluidos en antologías relac:ionadas con lo fantástico son: «Do- Para ver a Charles Ridder tuve que atravesar toda Bél-.
bl!lje» (HAHN2 y BELEVAN, BUENDÍA SIALER), «La insignia» (BUEN- gtca en tren. Teniendo en cuenta las dimensiones del país,
DIAl. «Los jacarandás» (BELEVAN) y «Demetrio>> (BUENDÍA SIALER). fue como viajar del centro de una ciudad a un suburbio
Además, están considerados fantásticos, o con elementos afines: más o menos lejano. Madame Ana y yo tomamos el rápido
«Explicaciones á un cabo de guardia», «Bárbara», «Los cautivos», «El
marqués y los gavilanes», «Página de un diario», «Los eucaliptos». de Amberes a las once de la mañana y poco antes de medio-
Algunas obras de Ribeyro: Los gallinazos sin plumas ( 1955 ), día, después de haber hecho una conexión, estábamos en el
Cuentos de circunstancias (1958), Tres historias sub levantes andén de Blanken, un pueblecito perdido en una planicie
(1964), El próximo mes me nivelo (1972). La palabra del mudo: sin gracia, cerca de la frontera francesa.
cuentos 52!72 ( 1973).
-Ahora a caminar -dijo madame Ana.
Y nos echamos a caminar por el campo chato, recor-
dando la vez que en la biblioteca de madame Ana cogí al
azar un libro de Ridder y no lo abandoné hasta queterminé
de leerlo.
,...y después no quiso leer otra cosa que Ridder.
Eso era verdad. Durante un mes ·pasé leyendo sus
obras. Intemporales, transcurrían en un país sin nombre ni
fronteras, que podía corresponder a una kermese flamenca,
pero también a una verbena española o a una fiesta bávara
de la cerveza. Por ellas discurí~ hombres corpulentos,
charlatanes y tragones, que tumbaban a las c;loncellas en los
prados y se desafiaban a combates singulares, en los que
predominaba la fuerza sobre la destreza. Carecían de toda
elegancia esas obras, pero eran coloreadas, violentas, impú-
dicas, tenían la fuerza de un puño de labriego haciendo tri-
1 Juana Martínez Gómez: «<ntrusismos fantásticos en el cuento zas un terrón de arcilla.
peruano», en Morillas, 1991, p. 151.

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Al ver mi entusiasmo madame Ana me reveló que grises, mitada rápida, celeste, que sólo en ese momento
Ridder era su padrino y es por ello que ahora, anunciada parecía cobrar una irtesistible acuJdad. Luego recaía en su
nuestra visita, nos acercábamos a su casa de campo, cor- distracción,-en sutorpor.
tando una pradera. No lejos distinguí un pedazo de mar La gobernanta había traído UIJJl botella de vino con
plomizo y agitado que me pareció, en ese momento, una dos. vasos y un¡l tisana para su patrón. Nuestro brindis no
interpolación del paisaje de mi país. Cosa extraña, eran encontró ningún eco en Riddex:, que sin.tocar·su tisanaju-
quizás las dunas, la yerba ahogada por la arena y la tenaci- gaba ahora con su dedo pulgar. Madaine Ana seguía ha-
dad con que las olas barrían esa costa seca. blando y Ridder parecía, si no complacerse, al menos
Al doblar un sendero avistamos la casa, una casaba- habituarse a esa cháchara que amoblaba el si).encio y lo
nal como la de cualquier campesino del lugar, construida al ponía al abrigo de toda interrogación.
fondo de un. corral qüe circundaba un muro·de piedra. Pre- Aprovechando una pausa de rriadame Ana pude ql fm
cedidos por una embajada de perros y ghllinas llegamos a intercalar una frase.
la puerta. -He leído todos sus libros, señor Ridder, y créame que
-Hace por lo menos diez años que no lo veo -dijo ma- los he apreciado mucho. Pienso que es usted un gran escri-
dame Ana-. Él vive completamente retirado. tor. No cteo exagerar: un gran escritor.
Nos recibió una vieja que podía ser-una gobernanta o Lejos·de agradecen:.ne, Ridder se limitó a clavarme una
ama de llaves. vez más sus ojos celestes, esta vez con cierto estupor, y
-El señor los espera: luego·, con. la niano, indi_có vagamente la biblioteca de su
Ridder esq¡ba sentado en un sillón de su sala-escrito- sala, que ocupaba íntegramente un muro, desde el suelo
rio, conJas piernas cubiertas con una frazada y al vernos hasta el cielo raso. En su gesto creí comprender una res-
aparecer no hizo el menor movimiento: No obstante, por puesta: «Cuánto se ha escrito.»
las dimensiones del sillón y el formato de sus botas, pude "'-Pero dígame, señor Rid<;ler -insistí-; ¿en qué mundo
apreciar que era extremadamente fornido y COII}.prendí en el viven sus personajes? ¿ne qué épóca sori, de qué lugar?
acto que entre él y sus obras no había ninguna fisura, que -lÉpoca?, ¿lugar? -preguntóasu vez y volViéndose a
ese viejo corpachón, rojo, canoso, con un bigote amarillo madame Ana la interrogó sobre un perro que seguramente
por el tabaco, era el molde ya probablemente averiado de les era familiar.
donde habían salido enserie sus colosos. Madame Anale:contó la historia del perro, muerto ya
Madame·Ana le explicó que era un amigo que veníá de hacía añosyRidder pareció .encontrar un placer .especial en
Sudaméricay que había querido conocerlo. Ridder me invi- el relato, pues se animó a probar su tisana y encendió un
tó a sentarme, con un ademán frente· a él mientras su ahija- cigarrillo.
da le daba cuenta de la familia, de lo que había sucedido en lJero ya la gobernanta entrab!l con una mesita rodante
~tos años qu:e no.se veían¡ Ridder la escuchaba-aburrido. anunciándonos el almuerzo, que-tomaríamos allí en·la sala,
sin responder una sola palabra, contemplando sus dos para que:el señor no tuviera que levantarse.
enormes manos curtidas y pecosas. Tan sólo de vez en cuan- El almuerzo fue penosamente aburrido. Madame Ana,
do levantaba un ojo para observarme a través de sus cejas agotado su repertorio de novedades, no sabía qué decir.

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Ridder sólo abría la boca para engullir su comida, con una Al día siguiente, lo primero que hice al levantarme fue
voracidad que me chocó. Yo reflexionaba sobre la decepción, subir al techo para recoger el pisapapeles. Inútil encontrar-
sobre la ferocidad que pone la vida en destruir las imáge- lo. Examiné la azotea palmo a palmo, aparté una por una
nes más hermosas que nos hacemos de ella. Ridder poseía las ramas de la buganvilla, pero no había rastro. Se había
la talla de sus personajes, pero no su voz, ni su aliento. perdido, para siempre.
Ridder era, ahora lo notaba, una estatua hueca. Pero ahora, lo estaba viendo otra vez, brillaba en la
Sólo cuando llegamos al postre, al beber medio vaso penumbra de ese interior pelga. Acercándome lo cogí, lo
de vino, se animó a hablar un poco y narró una historia de sopesé en mis manos, observé sus aristas quiñadas, lo miré
caza, pero enredada, incomprensible, pues transcurría tan al trasluz contra la ventana, descubrí sus minúsculos glo-
pronto en Castilla la Vieja como en las planicies de Flandes bos de aire capturados en el cristal. Cuando me'volví hacia·
y el protagonista era alternativamente Felipe 11 y el mismo Ridder para interrogarlo, noté que interrumpiendo su sies-
Ridder. En fm, una historia completamente idiota. ta, me estaba observando, ansiosamente.
Luego vino el café y el aburrimiento se espesó. Yo mi- -Es curioso -dije mostrándole el pisapapeles-. ¿oe
raba a madame Ana de reojo, rogándole casi que nos fuéra- dónde lo ha sacado usted?
mos ya, que encontrara una excusa para salir de allí. Ridder, Ridder acarició un momento su pulgar.
además, embotado por la comida, cabeceaba en un sillón -Yo estaba en el corral,- hace de eso unos diez años
ignorándonos. -empezó-. Era de noche, había luna, una maravillosa luna
Por hacer algo me puse de pie, encendí.un cigarrillo y de verano. Las gallinas estaban alborotadas. Pensé que era
di unos pasos por la sala-escritorio. Fue sólo en ese mo- un perro vecino que merodeaba por la casa. Cuando de pron-
mento cuando lo vi: cúbico, azul, transparente con las aris- to un objeto cruzó la cerca y cayó a mis pies. Lo recogí. Era
tas biseladas, estaba en la mesa de Ridder, detrás de un el pisapapeles.
tintero de bronce. Era exacto al pisapapeles que me acom- -Pero, ¿cómo vino a parar aquí?
pañó desde la infancia hasta ;mis veinte años, su réplica Ridder sonrió esta vez:
perfecta. Había sido de mi abuelo, que lo trajo de Europa a -Usted lo arrojó.
fmes de siglo, lo legó a mi padre y yo lo heredé junto con
libros y papeles. Nunca pude encontrar en Lima uno igUal. (Escrito en París en 1971)
Era pesado,_pero al mismo tiempo diáfano, verdaderamente
funcional. Una noche, en Miraflores, fui despertado por un
concierto de gatos que celaban c:;n la azotea. Saliendo al jar- Tomado de: J. R. R.: La palabra del mudo. Cuentos 52/72, Lima,
dín grité, los amenace. Peró como seguían haciendo ruido, Milla Batres Editorial, 1973. ©Herederos Julio Ramón Ribeyro.
regresé a mi cuarto, busqué qué cosa arrojarles y lo prime-
ro que vi fue el pisapapeles. Cogiéndolo, salí nuevamente al
jardín y lancé el artefacto contra la buganvilla donde:; mau-
llaban los gatos. Éstos huyeron y pude dormir tranquilo.

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La esquina del 'sueño

INÉS MALINOW
(Argentina, 1922)
«La esquina del sueño» apareció publicado en 1973 en su libro
Distanciafija.
Inés Malinow, conocida como poeta, incursiona en este cuento en
uno de los temas que más fortuna han tenido dentro de la literatura
fantástica: el sueño y la realidad de lo soñado. Sólo que si, en la mayoría
de los textos en que está presente, se vuelve una forma de indagar en la
realidad, en éste, ese aspecto pierde interés para el protagonista ante la
atracción que ejerce el mundo imaginario como transposición maleable A la esquina de Av. Fbrest y Pino
y transitiva de lo real. Aquí, Buenos Aires, el amor y el sueño se conju-
gan para trastrocar la realidad y suplantarla finalmente.
«La esquina del sueño» ha sido antologado en CÓCAR02. También
se consideran fantásticOs: «Distancia fija» y «Ángel, estatua, fantasma». Suelo dormir poco: 11-0 me agrada perder ei'tiempo tira-
Otros libros: Fbemas de estrellas y vientos, Tiempo deshabitado, Tal do en la cama mientras" pueden suceder afuera, arriba, en el
vez al amor, Lunes mi enemigo y Desarrollo del ballet en la Argentina.
mundo, cosas importantes. Me acuesto alrededor de media-
noche y frecuentemente, a las seis de la mañana, ya estoy
mirando el sol sobre la pared que me tapa la visión del río.
«Ahora pasan los primeros barcos» me digo para consolar-
me como si con ese deseo pudiera agujerar la mole de cemep.-
to que los vecinos han puesto para aplastarme. Me levanto
casi de intn,ediato porque me parece que ahí, en la c~a.
estoy expuesto a un peligro que no puedo definir, indefenso y
vuelto hacia el techo en el que alguna araña rezagada inicia
su tela. A menudo, por motivos d,e trabajo, regreso a casa a
las tres o cuatro de la madrugada: entopces duermo de un
tirón hasta las siete u ocho y me qespierto mordiendo, como
quien mastica una fruta ácida, el último sueño.
Eso sí, siempre sueño. Algunas personas se deleitan
en recordar y contar sus sueños, segt.p;as que por ahí la
noche les flltra secretos sólo destinados a ellas. Yo, por el
contrario, me olvido rápidamente de mis sueños, aunque
con seguridad son más interesantes que los de 'la mayoría.
Y sé que son interesantes -y esto lo digo sin ánimo de ofen-
der a nadie o de pasar por vai_lidoso- porque m_is sueños se
materializan con frecuencia. ¿Es eso común?
Daré un ejemplo: algunas noches sueño con una lar-
ga avenida llena de luces. Miro desde un piso alto y el aire
esfá repleto de papeles y de hojas de calendario, porque se

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festeja el paso de un hombre de uniforme que acaba de in- en el diario de.lamañana en donde se· ofrecía una recompen-
tervenir en una aventura espacial. Yo le arrojo papeles sin .sa al que.devolvieraun anillo con una piedra verde «extravia-
mucho entusiasmo porque él es el IV o el V y sabemos do por la zona del Retiro en circunstancias especiales».
-incluso el hombre de uniforme- que vendrán otros, los VII Divertido, como quien cumple la segunda parte del juego y
o los XV, con hazañas más vistosas y desesperadas. Cuan- acaso con un.poco dé tedio_,.hacia el mediodía me dirigía la
do me despierto, aferro en mi mano un papel. Muchos di- casa cuya dirección indicaba. el diario. Abrió la puerta mi
rán que un pedazo de papel aferrado no testimonia ningún huésped de la noche.anterior y sin saludarme, se puso el
sueño, pero será por espíritu de contradicción. Nunca he anillo. Luego me ofreció un sobre mientras me juraba que nó
estado en la Quinta Avenida de Nueva York y el papel dice comprendía cómo había perdido el' anillo pues jamás se lo
claramente: «See Mr. Dawson at five o'clock. He wi1l phone sacaba de la mano. El hueco oscuro del.«palier» me.devoró
frrst.» Es mi letra, sin lugar a dudas, la que ha escrito esa de inmediato, bastante harto de esta sonsera cuando ella
frase, y yo no sé inglés. Pero lo repito: no me preocupan mis sabía muy biep. -aunque no me. saludó, insisto- que me lo
sueños y sus materializaciones; arrojo, .cuando puedo, los había dado la noche anterior. En sueños, por supuesto.
rastros al cesto de papeles y retomo mi trabajo en el diario, Lo relatado no son más que acontecimientos vulga-
que me ocupa parte del día desde hace años. (Cuando soñé res que no sorprenden a nadie y que suelen llenar lavida de
que una nena tenía varios gatitos en su falda y yo acariciaba la gente como yo, sin un destino demasiado trascendente.
a uno, naturalmente ~e fue imposible .arrojar el gato -al Así empezó todo, creo. Me explicaré. Como yo sé que mi
día siguiente- al canasto. Se lo regalé a una sobrina y soy, vida es una sucesión de horarios y vulgaridades, quise to-
desde entonces, su tío predilecto aunque mi hermana me marme una revancha. Entonces pensé: «Si. parte de mis
quiera menos), sueños se quedan en mi mano, o en mi pieza,. tal vez yo
Una vez se dio el caso de que un sueño me hiciera mismo pueda quedarme en algún rincón del sueño y variar
ganar. diner.o. No piensen ustedes que me entretengo con esos un poco esta modorra chirle de la casa y el diario». Elegí
burdos espectáculos de magia casera, que no son sino senci- para mí jugarreta un sábado -tengo franco.el domingo- pues
llos ejemplos de• transmisión telepática que naturalmente si iba a prolongar mi sueño, más valía que dispusiera de
desecho por pueriles. No, ocurrió de otra manera: por la unas cuantas horas por delante. Avisé a los. amigos ínti-
madrugada soñé .que estaba de visita en casa de una señora mos que pasaría el fm de. semana con Lucila y recordé a
distinguida, afecta.a.los.juegos de salón. Debo aclarar que Lucila que no me.llamara pues pasaría el fm de semana con
los juegos de salón me parecen simplemente aburridores, unos amigos. Mi hermana me deseó un feliz domingo y la
pero todo lo que se hace con gente_me aburre y por suerte -o noche detsábado.meacosté en mí cama dispuesto a embar-
por desgracia- casi todas mis Visitas las efectúo en sueños. carme en algo que hasta.podría .tener una parte de aventura
En la realidad puedo resistirme. La dueña de casa me entre- ya que ..,.lo confieso- en la realidad sólo me sentía con fuer~
gaba un anillo y me decía: «Guárdeselo en el. bolsillo. Me lo za~ para afrontar la rutina.
devolverá de-acá en un rato, cuando cumpla mí prenda». Al Como yo suponía -y largo era mi aprendizaje en los
despertarme, advertí que tenía en la mano el anillo del sueño trucos del sueño., no me fue difícil despertame. «en el sue-
y no me sorprendí' demasiado, pór eso, cuando leí un aviso ño», quiero decir queyo había áprendidp a contfnuar dur"
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miendo pero a emerger del sueño en la escena que éste ofre- a.ese juego en.elque algunas mujeres se divierten e incluso
cía, como si fuera mi verdadero mundo. Aquella noche en los hombres pero que, lo admito, ;;t mí me deja frío. Nos
mi' sueño también era noche de sábado: Yo caminaba por despedimos y yo no la besé -ella lo esperaba, casi puedo
una calle. arbolada y oscura y en la esquina se veían las jurar que había cerrado los. ojos- porque me fastidió su
luces de una fiesta. Desde la verja espié la casa: todo brilla- seguridad. Sin embargo, la atraje hacia mí y le dije un seco:
ba en el comedor en que la familia -supuse- festejaba una «Será hasta pronto, Alberta>>. Naturalmente tenía un nom,
boda. Miré mi reloj: era cerca de la una. Un grupo salió al bre suburbano y ridículo, propio de un colegio de monjas.
jardín con las copas en alto. Yo brindé también por los no- Ya se lo diría alguna vez. La noche l1abía sido una decepción
vios, trémulos y cansados, ansiosos por parecer naturales. pero Alberta -debía llamarla así- me había dejado algo in-
Después todos penentraron en la casa -nadie advirtió que definible, eso que dan los viajes y que es como un secreto
yo era uno más- y me dirigí al comedor donde cambié algu- compartido con multitudes de otra parte.
nos comentarios sobre política y meteorología. Thve gran- Como ella se quedó en l,a casa de la fiesta, deduje que
des coincidencias con una Vieja señora, Ja infaltable vivía allí. Yo volví a la mía un poco.harto del tonto papel que
decoración de tantos casamientos. Entonces me encontré había desempeñado y bastante cansado de la trasnoche.
de pronto frente a una mujer. Eran las cinco de la madrugada. Cuando me desperté me
De saber bailar la hubiera invitado, pero me impa- noté horriblemente fatigado; eso de vivir en sueños era ago-
cientaba estar cerca de .ella moviendo los brazos como para tador, pero no me resultaba más divertido estar despierto.
ahogarla y las piernas como si marchase por Venecia, dis- Parecía que de algún modo el mundo del sueño me pertene-
tante y distraído según es habitual entre los bailarines de cíay·me ofrecía mayores recompensas. Me. causó gracia el
ahora. Preferí, pues, la charla. Sin embargo, noté en ella que yo tuviera dos mundos y que incluso pudiera vivir en
una expectativa distinta de lo común, que me hizo a mí sueños en lugar de vivir despierto, según hacen los neuróti-
también alentar una esperanza extraña. Pensé que cuando cos o los locos, satisfechos con las apariencias de las co-
hablaba dejaba su mano suspendida demasiado tiempo en sas. Al abrir los ojos, sentí en mi mano.elperfume de Alberta
el aire, sospeché que se reía con más intensidad de la nece- (ya su nombre no me hacía reír). «Soy un neurótico que se
saria. Y hasta supuse -sólo supuse- que prefería los rinco- gasta el doble .que cualquiera, porque vive dos veces y no
nes en sombra, como las coquetas. una sola», me dije, como si debiera dar una explicación a
Observé que la joven -ldije que la mujer erajoven?- alguien.aunque me preocupaba otro problema. ¿cómo iba
se movía con desenvoltura y que me obligó -sí, creo que me a hacer Alberta para llamarme si ella era un sueño y mi
obligó- a conversar con ella en el tono bajo de los ..aconteci- teléfono, el que le di durante nuestro encuentro en el sueño,
mientos que forman el calendario de la vida. He de advertir no iba a sonar en la realidad? Me consolé pensando en el
que soy colérico e ingenuo: ambas son condiciones de ca- anillo y el gato y con mejor humor me duché, salí a dar una
rácter que se complementan y estimulan ya que están sepa- pequeña vueltayvolví a casa: desde el ascensor escuché-el
radas por la. decepción. La señal no llegó pero en cambio insistente sonido del teléfono. Con horrible precipitación
expresó como al pasar que al día siguiente me llamaría por abrí la puerta. y me aferré al teléfono: «iHola! iHola! ¿sos
teléfono .. Advertí que lo decía por contradecirme, entregada vos?» dije. En pocas horas hab~ pasado del usted convei~

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nal al vos más impetuoso, más lleno d~ pastón, m;is cerra- po: las cuatro horas de espera nos· hicieron pensa,r que ni
do. Sí, era ella, por supuesto. No me preocupé demasiado antes ni después teníamos nada defendible o justificable,
en averiguar cómo había logrado salir del sueño para lla- salvo estar juntos.
mar !1 "nü teléfono real, pero lo importante era que estaba A ella le agradaba hacer té y aunque lo detesto, lo bebí
allí. «¿Por qué no venís a verme? Desd~ l¡1s ocho estaré en co:p. bastante entusiasmo. No era ingenua ni tímida y po-
casa», agregué con aplomo. «Tengo que hablarte, tengo que seía un cierto aire distraído que me hizo pensar que hábía
decirte muchísimas cosas» recalqué después, aunque me vivido ya.otras veces lo mismo. «Es franca» pensé, cansado
sorprendí pues no me agradaba sér insistente y sobre todo del disimulo virginal de tantas mujeres y Alberta, como
porque deseaba decirle una sola cosa: qu~.lc;t quería. «Sí, prosiguiendo nümonólogo, exclamó:. «No me gusta disimu-
iré sin falta, yo también quiero hablarte» me respondió la lar. Odio el disimulo y a los que disimulan».
pequeña voz desde algún otro lado. Y comen~ ;;t esperarla: Lo dijo con tanta vehemencia que me sentí aludido;
a las ocho hacía ya tantos siglos que la esperaba, que me creo que volqué el té. Se agachó para ayudarme a secar el
enojé con ella por su desconsideración y me apliqué en una piso. Ya no recue'i-do más, las horas están llenas de besos,
impaciencia cansada que nada bueno prometía. de té y de 'preguntas innumerables y absurdas.
En efecto, no vino a las ocho y media, ni a las diez ni La acompañé hasta la puerta cuando ya el sol nos ilu-
a las doce. Entogces se me ocurrió lo que cualquiera hubiera nünaba: parecíamos dos ciegos por la forma en que aún nos
pensado, pero que a mí ni se me había pasado por la 9abeza. aferrábamos. Sentía algo que -no sé.cóm9 decirlo- podría
¿Ellame había P.!ibl!ldo desde elstieño, peró debía encontra- ser la existencia deJ .alma, quizá si el alma fuera mi brazo
ine en la realidad -mi habitación- o en el sueño -nti otra distinto que, justamente esa noche, yo había puesto en acti-
habitación? Riéndome como un niño que ha comprendido vidad. Y esa sensación nueva me dejabapoco menos que bobo.
un nüsterio, me arrojé sobre la cama, me desabroché la cor- Me pidió que no la ·olvidára y me.rogó: «Llámame»..
bata a los tirones y senüvestido, me dormí. Al despertarme me precipité al baño; la cabeza me
Lo común es -aun para la gente que sueña siempre- daba YUeltas, como si. hubiera beb.ido. Ni la ducha, ni el
no soñar ·la misma el?t:~na pi ·otra secuencia correlativa. Yo trajinar del diario, bastaron para despertarme .. Esquivé a
puedo hacer lo que se antoje con mis sueños, desde abrir Moñes, saludé malhumorado a Estéve~ y regresé de inme-
cajones herméticos ha~t repetirlos en todos sus detalles y diato a:casa ..Ahora sabía que no se trataba de perder tiem-
por supuesto, volver a algún lugar... No me fue dificil regre- po llamando-por mi teléfono de 'todos los días:. era el otro,
sar a la casa de la fiesta y cerca de la esquina -otra vez el del sueño,.eLque debía unirme a ella. Cuando.me.dormí,
estaba todo oscuro pero esta noche no se casaba nadie-la no me resultó dificil recordar eLnúmero, marcar con mano
encontré temblorosa y enojada. La tomé en mis brazos con más. trémula aún que. en la realidad su número y preguntar
desesperación y metiéndonos en e1 primer taxi, la traje a por ella .. «Tomáte un taxi» le pedí. Y agregué bajito, como
casa. Ya en el departamento le pedfdtsclllpas -se lo había con vergüenza:. «Venírápido».
dicho en e\ auto pero necesitaba repetírselo- por no haber Esta vez·no lücimos. té: no necesitamos de ningún pre;.
entendido que la cita era en el sueño. Lo bueno que·tienen texto para acariciarnos en eldepáttamento que se fue que,.
estas equivocaciones iniciales es que permiten ganar tiem- dando sin sol y sin luz, porque nadie se acordó de encender

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las lámpara. Pensé mucho en el té mientras la abrazaba, por ella, le explicaría.. Sería urta sonsera pedirle disculpas,
era insensato distraerse pero sin querer, cerca de su nuca, más bien trataría de hacerle olvidar la última escena conven-
el olor del té me dejaba perplejo: creo que ella siempre per- ciéndola que de verdad eXistía. Y debía existir porque en toda
fumaba como el té, aunque no lo bebiera. la noche -'evidentemente ella se escabullía, hasta llegue a ver-
«Estás distraído», me dijo. Insinuó un reproche: <<Ayer la en un ómnibus con su sonrisa melancólica- no pude ha-
no te distrajiste». llar el sueño con la calle y la casa, por más que me golpeé
Me causó sorpresa .pensar que Alberta estaba ence- contra varios como si fueran rocas e intenté diez, cien llama-
rrada en mi sueño y que aunque se creyera independiente, dos telefónicos.
yo la haría volver .a abrazarme y a besarme cada vez que AJa mañana siguiente hablé al diario y di parte de
quisiera. enfermo: volví. a dormirme con una ferocidad que ignoraba
«¿No te gusta tener un dueño?» le·pregunté con fatui- en mi persona ... pero tampoco encontré la esquina, ni su
dad. «No, no me gusta. Tampoco creo que cualquiera pueda voz trémula me Uamó por teléfono. Creo que una semana
ser dueño>>, respondió sabiendo que me hería. seguida dejé dé ir cli diario: dormí todo el día y toda la no-
Era evidente que cerca de ella, con el rostro flojo por el che, desechando, agrupando, maldiciendo los sueños que
cansando no parecía. dueño de·nada, ni siquiera de mí mis- no eran los de la casa. iQué no hubiera dado por ver los
mo. Ella. era la única dueña, la única que existía como una árboles o la noche en ese rincón de Buenos Aires que para
pirámide sólida y emocionante. mí era todo.eLniundo!
«No me entendiste ... cada vez que yo quiera regresare- iPensar que me había creído omnipotente! iSólo mi
mos a este departamento. Incluso puedo repetir tus pala- extraordinaria pequeñez pudo hacerme exagerar la impor-
bras antes de queJas digas», afirmé. Ella comenzó a vestirse tancia de la estatura! Me convencí que ella no dependía de mí
con prisa como si se encontrara ante un desconocido. Com- para vivir, que incluso era yo quien necesitaba de ella para
prendí que había hablado de más, pero era tarde. ¿por qué quitarme ese dolor constante que me despertaba a veces en
tenía que explicarle algo que yo mismo ignoraba? ¿Esto era la cama. Vagamente recuerdo que vino Lucila: hablé poco con
un sueño o realidad? ¿Ella me buscaba o me obedecía? Un mi hermana, para no perder ese estado de semivigilia salva-
golpe en la puerta que· se cierra me-despertó. Me levanté, no dora; Cuando se marchó, volví·a ubicarme en el sueño para
tuve ganas de.afeitarme y corrí al diario, cabizbajo y asaz cavar hondo en. todas las escenas y no perdonar ninguna
desmemoriado para saludar a nadie. Era mentira, no exis- esquina. Daba vueltas, caminaba, marcaba teléfonos, espia-
tía.el presente: ella y ellaunay mil veces habían ocupado y ba por los rincones de las calles. Nunca me pareció más
devorado el lugar de mi presente. grande Buenos Aires mmás inútil. Odié el Oeste, su lúgubre
Volv! a casa temprano, leí como si no me importase horizonte, las frivolidadesde.Palermo, el afrancesamiento o
dormir y a las doce me acosté. Entonces ya no pude disimu- la pesadez de algunas zonas. Pero el té ...
lar y como quien se tira a un precipicio me sumergí en el Sí, el té fue mi aliado, mi amigo maravilloso, mi in~
sueño. Thve un absurdo sueño cualquiera: por más. que hice creíble, formidable.ángel. Ya dije que perfumaba como el té;
no pude recordar su teléfono ni encontrar la esquina de la por ahí tomé el hilo. Comencé por soñar grandes comercios
casa. Pensé que de hallarla, tocaría el timbre, preguntaría que vendían té, mayoristas e importadores. Conversé con

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los.dueños y así supe que al principio de la calle Montevi- mente presente, más yo que nunca, con todas mis edades Y
deo, un pequeño locai·aimacenaba el té más selecto de Bue- terriblemente lúcido. Y supe que ella también se sentía así.
nos Aires. Volví a soñar cón.la calle Montevideo. Frecuenté Me acarició el pecho, palpitante debajo de mi suéter azul.
elnegocio y un mediodía apareció una anciana vivaracha.
Me saludó. «Usted estuvo en casa para el casamiento de un
sobrino». Recordé lanoche primera;la·fiesta... Sonreí como En el despacho del diario en el que trabajaba Nicasio
un sonso: allí, sobre el escritorio, había-dejado.una direc- J. Rossi el teléfono sonó infructuosamente durante días
ción. Me explicó: «A mi sobrina -la última de las mucha- hasta que el telefonista comenzó a informar, por comodi-
chas que vive con.nosotr.os-le.encanta esta marca de té.» dad: «El señor Rossi no trabaja más aquí». Estévez y su
Sin que elr dueño lo advirtiera, tomé la tarjeta.con las indi- hermana lo fueron a buscar al departamento en el cual vivía
caciones. pero lo hallaron vacío, aunque fue necesario romper la puerta
Hasta que una tarde -digo qp.a hora cualquiera, yo que, increíblemente, estaba trabada por adentro. Coloca-
dormía COII!O si me hundiera.enlabrecha del mund~ creí ron este aviso en la página 7, en la columna de las «Perso-
percibir· cerca el olor del té. Me desprt~ de pronto. Sentí la nas buscadas«: «NICASIO ROSSI, 37 AÑOS, SOLTERO.
necesidad de cerrar la puerta ·con llave. Eché el pasador. SU HERMANA LUCILA Y SU AMIGO ESTÉVEZ AGRADE-
Volví a tirarme en la cama: hígado, pulmones, bazo, puse CERÍAN CUALQUIER INFORME SOBRE SU PARADERO.
todo para dormirme. Y de nuevo surgió el olor del té y en DESAPARECIÓ ALREDEDOR DEL 30 DE OCTUBRE, CON
tma ventana de.Belgrano, en ForestyPino,lavipreparán- UN SUÉTER AZUL.»
dose una taza. Me asomé a la ventana y la saludé. Me son-
rió de ilimediato.
«Hace·mucho que.no te veo», me dijo. Esta vez tam- Thmado de: Cuentosfantásticos argentinos. Segunda Serie, selc~.
bién había reproche, .pero nadie quería abrir ninguna·llága. de Nicolás Cócaroy Antonio E. Serrano Redonnet. BuenosAlres, EMECE.
«¿Puedo pasar Alberta? Me gustaría conocer tu casa ... In- 1976.
cluso podría tomar té».
Con paso d~bil di vuelta a la esquina; ahí ·estaba el
cornedor.que yo conocía, el árbol, la vereda. Y un sol increí-
ble, salvaje como un cisne, hacía el.amor con la tarde. Ella
me abrióJa puerta; quise darle la mano, pero fue imposi-
ble. La abracé y supe que sería para siempre, su olor, su
cuerpo. No. había nadie en casa y comprendí que tqrdarían
mucno en llegar. Yo mismo hacía años que esperaba queme
abrieran esa puerta y no sé de dónde saqué fuerza para
decirle: «Me gustatu casa... me gustq_todo ... me·gustás vos.»
Por primera, vez, creo que desde que nací, tuve la
convicción de llegar a un punto en el que yo estaba total-

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Nadie

ELISEO DIEGO
(Cuba, 1920-1994)
levita, el canto de un bastón, un chaleco de curiosos esplen-
dores, un ancho lazo escarlata y una cabeza alta y fina en que
sólo era posible ver la nariz demasiado larga y la barba más
negra aun que la sombra. Este caballero, al llegar al último
peldaño, tocó su chistera con el canto de su vara e hizo ade-
mán de dirigirse sin más a la vasta puerta del patio.
Rojo de rabia, su involuntario anfitrión extendió una
mano convulsa; algo, sin embargo, en aquella espalda níti-
da, contuvo a tiempo el gesto. «lQuién es usted? -gritó en
cuanto pudo-, lquién demonios es usted?» Porque en todo
el día, siendo domingo y trabajándose a escondidas, nadie Triste ' le ville
había entrado en el patio, ni había otra puerta que la espa-
ciosa de los carros, con su verja chirriante.
El otro ladeó un poco la. cabeza, como si dudase de la ABELARDO CASTILLO
pregunta. «Nadie» -dijo en voz baja, y se alejó a largos pa• (Argentina, 1935)
sos elásticos, en los que no había la menor sugerencia de
prisa.
El comerciante arrojó al suelo el martillo que aún so~
tenía en la mano. La escalera avanzaba impasible a través
de la noche, iluminada su cima por la leve demencia de las
estrellas. Con los ojos siguieron los operarios el rumor en
desorden de su ascensión, a cada peldaño increíblemente
más lejano, hasta que se hizo el mismo silencio de antes.
Como no regresara subieron dos de sus hombres a buscar-
lo; una y otra vez guiñó la linterna en las vueltas; una y otra
vez parpadeó la luz en el descenso. «Nada hay allá arriba»
-dijo uno, persignándose.
Hasta la mañana esperaron en el resplandor febril de
los faroles, al pie· de la enorme escalera de caracol, entre los
abundantes esqueletos y marañas. que a ninguna parte iban.
Pero nunca más;bajó nadie de la gran escalera.

Thmado de: Eliseo Diego: Noti.cla!¡ de la Quimera, La Habana, UNIÓN,


1975.

486
«Triste le ville» apareció publicado dentro del libro Las panteras y el
templo, en 1976.
r
La idea de morar en el infierno es siempre, cuando menos,
desconsoladora, como cualquiera concederá. Que el infierno sea uno
diferente para cada cual: retorcerse eternamente en lo que más uno
odió en vida, es un refinamiento casi intolerable que ofrece este cuento,
de afortunadas resonancias borgeanas. En él, no se trata ya de la
dantesca ciudad doliente, sino de un pueblo triste, el lugar más solita-
rio imaginable. A él, cqmo a tantos otros espacios alternos de la narra-
tiva fantástica, se llega desde Buenos Aires, en tren, al azar, por descui-
do. Acaso por exceso de curiosidad.
'
C~i a,b~trc en el atardecer, o como devastada por
«Triste le ville» .también está incluido en BAJARLÍA. su desolación, era igual (o me pareció igual) a cualquier
Otras obras: El otro Judas (1959), Las otras puertas ( 1963), Israjel
(1964), Cuentos crueles (1966), El cruce delAqueronte (1982), El inoceQ.te estación de pueblo. Ni más miserable o fantasmal·,
que tiene sed ( 1985 ), Las maquinarias de la noche ( 1992), Crónica ni más pérfida. Bajé de mitren. Envuelto en el crepúsculo,
g~ IJTI. {nicicido ( 1993), Cuentos completos ( 1997). un vigilantefumaba contra un cerco. No vi otro ser Viviente.
No vi un perro, ho vi un pájaro. El silencio tenía color, era
como ceniza. Las vías, lejos, se juntaban. al doblar un reco-
do. Pensé: las paralelas se cortan en el infinito. Y de pronto
me acometió una violenta necesidad de regresar. Recordé
que durante el viaje yo me había doW.qo; me pareció haber
visto entre sueños un desvío: Como una música trunca, me
vino a la memoria el rostro fug~ ~e up.a mujer. Todo esto
tenía un significado que ahora me resultaba penoso itivesti-
gar. Un pensamiento me trgnqu_ili.zó: Buenos Aires no po-
día estar lejos. Vi la ventanilla de pasajes cerrada; quizá
hasta me quedaba tiempo <le :~;core el pueblo antes del
primer tren de regreso. Imagmé·una plaza con altoparlan-
tes y muchachas, lll)a banda municipal, un loco inofensivo,
me dio alegría pensar en estas cosas y busqué la oflcina del
jefe de estación.. Ya había abierto la puerta, cuando volví a
mirar al brumoso vigilante del cerco. Algo en su silueta me
resultó familiar. Inexplicable y casi repulsivamente íntimo.
La oficina estaba literalm:ente desmantelada. Co11 es-
quem~tica maligpidad le habían pensado una silla, un es-
critorio y un farol a queros~n. que colgaba del tec"Qo. Tambi~n
había un hombre. Con los codos apoyados en el escritorio,

489
escondía la cara entre las manos. Su actitud era de profun-
do cansancio, o de meditación. Me pareció notar que tenía
los párpados abiertos.
r erótica, de aventura.. Recordaba al verlos (o imaginaba) le-
janos y misteriosos pueblos, apenas presentidos desde la
ventanilla empañada, en la noche de un viaje o durante los
Tosí dos o tres veces, con mucha cautela. pocos minutos en que un expreso se detiene en sus estacio-
-Perdón -me oí decir. nes melancólicas. Hay tadavía en mi memoria algún monte-
Mi voz sonaba extraña. Me acerqué. cito sombrío, visto al pasar, al que pensé volver algún día.
-Perdón. O un arroyo bajo un puente, o un cerro azul. Jamás habría
No habló, ni siquiera me miró. Yo murmuré que, si podido vivir en esos lugares. lo sé, porque la soledad (sole-
bien no tenía intención de molestarlo, necesitaba saber el dad de la mesa en que escribo estas.palabras en un desier-
horario del tren de regreso. No me contestó. Levanté la voz. to bar de pesadilla, error quizá de un demonio subalterno,
Lo mismo. Pensé que era una gran desconsideración de las o castigo a una. culpa que desconozco). la soledad.y la natu"
autoridades permitir que un jefe de estación fuese sordo y raleza me aterran. Verlos desde un tren o imaginarse en
le di unos golpecitos en la espalda con la punta del dedo. ellos de paso, ése era el juego. Y era inocente. (Imaginarse
No pasó absolutamente nada. FUera de mí (yo era un indivi- en ellos con una muchacha cuya piel debió ser como una
duo sumamente irritable, mis amigos lo saben) grité la pre- hoja húmeda por la lluvia, la muchacha que se fue fmal-
gunta con toda mi fuerza, y hasta le sacudí violentamente mente con el hombre triste. La idea de que también en ese
un hombro. Entonces, sí. Bajó las manos. me.miró con una encuentro hubo un monstruoso error, el júbilo atroz de pen-
desoladora expresión de fatiga y dijo: sar que eternamente se odiarán, ya no me sirve de consue-
-Usted es loco. lo.) Y por eso aquella tarde yo desemboqué alegremente en
SuTostro, y entonces recordé también al vigilante, era uno de los andenes de Constitución. Pensaba en la muerte.
idéntico al del hombre triste. Casi sin asombro; lo com- Habitualmente pensaba en la muerte. Y no hay nada de
prendí todo. contradictorio de. que esta idea se tejiera en la trama de mi
Él. antes de volver a·ocultar para siempre la cara e:q- alegría. Nunca temí morir, me daba miedo estar solo. Mo-
tre las manos, dijo: rir, el acto de morir no tiene en Sí mismo niguna grandeza,
-No hay tren de regreso, es tan simple. nada de misterioso o terrible. Es la muerte. el estar muer-
Cuando salí de la oficina, pude ver el tren que me ha- to, lo que aún me parece incalculable. Lo mismo que el sue-
bía traído perdiéndose alo lejos. ño. ese fragmento del morir que nos mata cada nóche, lo
Y caminé hacia el pueblo, derrotado. mismo que los sueños durante el sueño, yo pensaba que la
muerte podía ser dulce como las imágenes de un pájaro
dormido, o espantosa como las fon;nas que se mueven en
Yo amaba apasionadamente las grandes estaciones de las pesadillas de un loco. Y así como ningún hombre sueña
ferrocarril. Sé que suena extraño, pero las amaba pese a lo el sueño de su vecino, cada uno se perpetúa en su. propia
que tienen de brutal, de• sucio, ruidoso y detestable. Los muerte: en la que se merece. El infierno y el cielo, no son otra
trenes, partiendo y llegando con su ruido a catástrofe y su ilusión. Oscuramente al menos, nunca ignoré estas cosas.
fiesta violenta, comunicaban a mi cuerpo una alegría casi Peto dos hechos me iluminaron. Uno en la adolescencia, el
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otro alrededor de los treinta y cinco años. La lectura de un el libro dice que el Paraíso ·es el infierno más horrendo de
poema de Rilke fue el primero; una crujiente cama del Hotel un pecador. Así, así, dijo arquéndose como si la recorriera
Bao que compartí durante 'tres días· y tres noches con una una onda eléctrica, me pidió que la:matara, la desgarró un
adolecente que juraba ser tibetq.na, y que enloqueció al mes, espasmo, y como fulminada. se durmió. Yo ·pensé, no sin
fue el segundo. El verso inicial de aquel poema, natural- malevolencia, que tanta ultratumba podía confundir a los
mente, <;!.ice: Señor, concede a cada cual su propia muerte. dioses. Y, conio le había.dicho riendo dos horas más tarde,
El Hotel Bao, la cama, fue el sitio donde extraordinaria- hacernos caer por error en la muerte de otro. te imaginás.
mente. aprendí lo único que sabré siempre sobre los anti- Tal vez. concebir esa posibilidad me perdió, tal vez recordar
guos ritos de comunic.ación de la Sabiduría. A través de la con ilnpureza la cintura tatuada de la chiquilipa y su móvil
cópula, según la chica. Ella me habló de un falso lama ape- sabiduría de ola verde, mientras recorría, un año después,
dreado en el siglo XVII. Me habló de un manuscrito o una los andenes solitarios de Constitución. Porque esa tarde vi
tradición. Después, mientras yo pedía por teléfono un par el boleto perdido.
de whiskies, se levantó de la cama y fue a buscar la cartera. Estaba ahí, sobre el piso del andén. Algo, la misma
Noté que tenía un pequeño gato. tatuado en la cintura. Des- fuerza que· me mandó reparar en él entre tantos otros de.su
nuda, su cuerpo parecía un fuego verde cruzado en todas misma especie, me impulsó a recogerlo. O quizá fue pura
direcciones por los reflejos del velador. Sacó de la cartera casuálidad. El caso es que lo levanté y comprobé que esta-
un librito, no mayor que un Libro de,Horas o un Misal, y ba intacto. En el .anverso, estampado en letras negras so-
allí, verde y desnuda junto a la cama, mientras yo me levan- bre fondo amarillo, leí: A TRISTE LE VILLE, y más abajo:
taba a atender la puerta por donde el empleado del Bao me IDA SOLAMENTE. Nunca había oído nombrar aquel·pue,.
pasó discretamente la bandeja con los vasos, .comenzó a blo, que ahora es éste. El precio, que~pdo,habrm servido
leer, armoniosamente y .en una lengua de aterradora solem- para.calcular su ubiCación aproximada, estaba borrado·por
nidad, las palabras que luego, con la luz apagada y ya bajo una pequeña mancha. O bien, debajo de la.mancha no ha-
mi cuerpo, me tradujo. Me acuerdo dé su :voz.éomó un que- bía nada y, simplemente, no tenía precio. La fecha impresa
jido profundo. Me acuerdo que pensé: tiene. voz de loca. Pre- era la de ese día. A lápiz, en elreverso, alguien .Qabía anot~
párese .quien cree, habló bajo mi cuerpo con aquella voz, do: Andén 14, 15:32 horas. ELreloj eléctrico del andén
prepárese quien cree a soñar el .largo sueño creado en la marcaqalas 15:30. Miré el número de la plataforma: era,
vida .con la minuciosidad con que sé talla una figulina de claro está, el 14. El tren estaba a punto de partir. Tres. o
marfil, porque cada hombre soñará en su muerte el sueño cuatro personas caminaban hacia la salida. El dueño del
que le mereció su vida. Deberías temer, miserable. No al pasaje no se veía por ninguna parte. Y entonces se·me ocu.:
fuego eterno sino a lo que más odias en la vigilia. Poco inge- rrió.ocupar suJugar. ·
niosos Y poco vengativos y poco benévolos y poco crueles Desde mi niñez he sido amante de lo imprévisto. Me
serían, los Señores de la Muerte si dieran a todos los justos sedujo la aventura de un viaje a cualquier parte y no lo pen-
la misma recompensa y un sólo castigo a todos los injus- sémás.
tos. Lo dijo enJa oscuridad y me clavó las uñas en los riño-
nes. Tengo miedo de irme al Paraíso, murmuró y me mordía.

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Dos minutos. Lo que ahora va a escribir mi mano es todo (sentí) del amor de una mujer. Ahí enfrente, buscando
algo :más que una frase, miserablemente lo sé: en toda la un boleto, sombrío y agazapado detrás de una columna gris,
et~rnida no pasan las cosas que pasan en dos frágiles como urr hermano de pesadilla, estaba mi antítesis y mi
mm u tos humanos. Dos minutos. El pudor, acaso la indife• demonio.
rencia que en este pueblo lo.envilec·e todo, hasta las pala- Dos minutos, la arena que se escurre en la mano de
bras, me impide exaltar esas dos entre signos de admiración, un niño basta para medir todavía, al filo de mi tiempo, el
como en lo~ viejos libros. Porque dos minutos están hechos silbido final de la locomotora, un vértigo de vapor que arre-
de cosas así: un, tren que da un largo pitido, después otro molina papeles sobre la plataforma, el sacudón de los vago-
más corto, anunciando la inesperada puntualidad de su nes, toda la ufana y bella ceremonia de un treri'que parte. Y
partida. Una paloma que vuela mezquinamente entre el aun, a lo lejos, la silueta de una mujer tardía, que se acerca
hollín, bajo la bóveda de la estación, paloma que ahora re- corriendo. Ahora sé que me buscaba. Yo no la conocía ni
cuerdo con maravilla pero que entonces me pareció hara- supe entoncesJo·que comprendo ahora, pero veo su pelo
pienta, un inacabado proyecto de p~aro, como pasa siempre como una fiesta tempestuosa a ramalazos sobre su cara.
con las grises .palomas de las estaciones. El fulgor de una La veo que llega, se detiene junto al hombre triste y le hace
moneda o una tapita de lata, llqrnándome desde el suelo del una pregunta. En el segundo que a los tres nos queda, intu-
andén: quizá era un redondel de aceite, un despreciable cír- yo un error monstruoso en todo esto. No sé qué pasó en-
culo de saliva, pero palpitó un segundo, como una estrella. tonces, sé que en otro lugar Alguien derribó con maligna
UJ!a hoja rotosa, de di'ario: el"viento la movía apenas; tenía sonrisa una gran clepsidra. En Buenos Aires, ·en Constitu-
un titular sobre catrástrofes o J!legos humanos, pero sobre ción, un· hombre se queda con una mujer que no conoce ni
todo se movió, como queriendo algo. Ahora sé que en ese quiere conocer, una mujer a la que odiará, y .un tren partió
momento estuve a punto de bajarme del tren, entonces no rumbo a este pueblo. Yo la vi: era una muchacha. Vi apenas
lo supe. Después, porque en dos minutos pasan estas co- su pelo, ellargo'Contomo de pez que dibujó su cuerpo entre
sas, vi al hombre triste. Vi su cara. Había estado oculto por el vapor, nunca escuché bajo su piella música subterránea
uno de los grises pilares del andén; con nerviosidad, luego que (yo lo sé) se oye a medianoche acercando la or~ja a$il
con desesperación; buscaba algo en sus bolsillos. El bole- cintura, y por eso no entendí, hasta que era demasiado tar-
to, naturalmente: sé que no me importó. Vi su cara pavoro- de, las cosas que ahora-he·escrito.
sa Y lo odié. Dañarlo, fue, durante ese último instante El tren.arrancó fmálmente y, casi con indiferencia; la
anterior a la salida del tren, el sentido de mi existencia. Era miré que se iba'junto al hombre·triste.
una cara atormentada y deshonrosa: el infortunio y la mal-
dad habían combatido para envilecer aquel rostro. Ese hom-
bre odiaba a todo el género humano, empezando por él M principio, todo sucedió normalmente. Mi vagón,
mismo. Nadie, con esos ojos, podía no amar la soledad y el aunque en algún momento quedó vacío, no tenía nada de
silencio y la noche y, al mismo tiempo, padecer voluptuosa- particular. Más bien era algo incómodo y trivial. Subió y
mente sus espantos. Era triste, el desventurado, el despre- bajó gente, como ocurre en los trenes. Llevaban paquetes,
ciador de la belleza, del dolor, del amor de una mujer. Sobre hablaban de la familia y del tiempo, oían pequeñas radios a

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pila. Vi el cartel de Gerli, e1 puente de Lomas de Zai]lora. las paredes con mi mano, constatar, con un asombro que
Calculé que estábamos llegando a Glew cuando me quedé ya me ha abandonado, cómo se reordenaba bajo mis dedos
dormido. Me parece que recuerdo después las primeras el polvo de sus muebles, la ceniza de sus chimeneas. Más
nubes a cielo abierto, pero a lo mejor quiero recordarlo, tarde amé el hallazgo de una grieta en una pared, el dibujo
recuerdo en cambio haber recordado de pronto todos los de la corteza de una rama, el diferente reflejo de un hilo de
hechos grandes y pequeños, todas las imág~nes y caras de agua visto de lejos o tendido en el suelo. Un día, recordar
mi vida -y recordé al mismo tiempo qúe, cuando yo era mal estas cosas fue suficiente milagro. Estos juegos, sin
niño, alguien contó que estas cosas ocurren en el momento embargo, también se han terminado. No queda una hoja en
de la muerte-, y agregué a ese inventario de mi agonía la ningún árbol, no queda la trama de una hoja, la veta de una
última imagen de la estación. Pasábamos, si no me equivo- piedra, cuya implacable memoria no sea tan nítida para mí
co, por el empalme San Vicente. El tren ya iba vacío. Algo como la mano que ahora se mueve bajo mis ojos. Ni un
pude presentir entonces, de haber puesto empeño, algo acer- ladrillo cubierto de musgo en el conlm de las casas. Ni una
ca-de la muchacha, -pero el sueño me envolviá'con su agua gota de agua suspendida, a punto de caer, en el pétalo de
profunda y caí en él como hacia el centro de un río circular. una flor.
Me-vino a·la memoria un verso, tan convencionalJue todo.
Decía: e caddi como l'uom chi'l sogno piglia. Sabía que con
esta línea un gran poeta había resuelto un grave problema. Tomado de: Abelardo Castillo: Las parteras y el templo, Buenos
No se me ocurrió nada más. Cuando desperté,-vi el cartelón Aires, EMECÉ Editores, 1993.
rectangular. Sobre fondo negro, en blanquísimas letras, se
leía TRISTE LE VILLE.
Desdeaque1 día hasta hoy he recorrido mil veces este
pueblo, su miserable plaza y sus calles sin nadie, que eran
la muerte.de otro. Cada piedra, cada sombra que la tristeza
del crepúsculo dibuja para siempre sobre las tapias, está
hecha a semejanza del corazón del hombre triste. Son su
corazón y su cara. (En otra parte, lo sé, él aborrece eterna-
mente el cuerpo lunar de unamuchacha, que me buscaba y
lo odia, que es su infierno.) 'En los primeros tiempos yo
rondaba la estación y me sentaba a contemplar las vías, en
los primeros tiempos gritaba en los zaguanes. Ya no me
importa. Sé que el vigilante seguirá fumando el mismo ciga-
rrillo bajo laperversidad del cielo de ceniza,.sé que el jefe de
la estación, en su oficina no acabará de meditar o soñar con
los párpados abiertos. Al principio; me alegraba descubrir
una nueva casa deshabitada y violando su soledad recorrer

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En]amilia

~ ELENA LLANA
(Cuba, 1936)
«En familia» forma parte de Casas del Vedado (1983), obra que
narra con rara sutileza la vida fantasmal, rica en ambigüedades, som-
bras, deslizamientos y equívocos, del sector de la burguesía habanera
que optó por -o no tuvo más remedio que- hundirse lentamente en su
propio espacio (el barrio residencial que figura en el título del libro).
El elemento fantástico estructuralmente más notable de este cuento,
la transición que efectúa la joven protagonista -contada por otra mu-
jer- desde el mundo de los vivos hasta el de los muertos (todos de la
misma familia, como ocurre en Un hogar sólido, de Elena Garro), no
parece buscar el miedo; produce melancolía. La melancolía de las fotos
amarillas, de los hronir de Borges, del translúcido vampiro de Quiroga:
realidades sin peso ontológico, de segundo grado. Por otra parte, como Cuando mi madre descubrió que el gran espejo de la
en todo cuento fantástico que se respete, en éste el espejo no puede ser sala estaba habitado, todos pasamos paulatinamente de la
el que paseaba Stendhal por la orilla del camino; objeto inquietante, incredulidad al asombro, de éste a la contemplación, y aca-
con oscura vida propia, no refleja: proyecta o absorbe. Ciertos toques
de fmo humor-dan la raz6n a Vax cuando admite, a contrapelo de la bamos aceptándolo como algo cotidiano.
tradición teórica_,•la compatibilidad de lo fantástico con cierta zona de lo El hecho de quela ovalada luna, un poco moteada de
CÓmico. 1 · negro por la acción del tiempo, reflejara a los muertos deJa
De M.E. Llana se ha incluido en otras antologías fantásticas familia en vez de a nosotros mismos, no fue causa suficien-
(LLOPIS1, GONZÁLEZ 1 y GONZÁLEZ2) el relato«Nosotras», que per- te para. alterar nuestros hábitos de vida. Siguiendo la anti-
tenece aLa reja (1965). Castillos de naipes (1998) es su más reciente
obra publicada.
gua máxima de «arda la casa sin verse el humo», nos
guardamos el secreto que, después. de todo, a nadie más
que a nosotros mismos interesaba.
De todas formas, pasó algún tiempo antes de que nos
resultara completamente natural sentarnos cada uno en su
sillón preferido, y saber: que en el espejo ese mismo sillón
estaba ocupado por otra'persona, verbigracia por Aurelia,
hermana. de mi abuela (rip, 1939) y que aunque a mi lado,
en esta parte de la sala se encontrara mi prima· Natalia,
enfrente estuviera.Nicolás, tío de mi madre (rip, 1927).
Como es lógico, si nuestros muertos se reflejaban en
el espejo de la sala, lo que nos ofrecían era la imagen de una
tertulia familiar, casi idéntica a la que componíamos noso-
tros, pues nada, absolutamente nada, del decorado de la
sala: sus muebles, la distribución de estos, la luz, las di-
mensiones, se alteraba en el espejo. Únicamente que del
1 ,
Louis Vax: furt et la litterature jantastiques, 4'eme ed ·• paris. lado de allá, en v'éz de nosotros estaban ellos.
Presses Universitaires de France, 1974, pp. 14-16.

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No sé los demás, pero yo sentía que más que una vi- ..:Caramba, miren a Gustavo -fue todo lo que dijo.
sión en un espejo, presenciaba una vieja película gastada, Y, efectivamente, allí, en el mismo sillón, el espejo
ya nebulosa. Los movimientos de nuestros difuntos, al re- mostraba a Gustavo, una especie de ahijado de papá, quien
producir los que hacíamos nosotros, eran más lentos, par- a raíz de una inundación en su pueblo, se instaló en nues-
simoniosos, como si en realidad el espejo no mostrara una tra casa y se quedó para siempre en un estatus ambivalen-
imagen directa, sino el reflejo de otro reflejo. te de parientob~ y comodín familiar.
De todas formas, desde el primer momento supe que Clarita lo saludó democráticamente agitando la mano,
todo se complicaría tan pronto mi prima Clarita regresara pero él, que en ese momento parecía abstraído en la con-
de sus vacaciones. Clarita me dio, durante mucho tiempo, templación de algo así como un bombillo de radio, no se dio
la idea de haber caído equivocadamente en nuestra familia. por aludido; Sin duda los del espejo no tenían programado
Por lo vivaz y emprendedora, por su audacia y decisión. Esa un mayor intercambio con nosotros. Y eso, aunque no lo
opinión mía se avalaba con el hecho de que ella formó parte dijo, debió de picar un poco el amor propio de Clarita.
de la primera promoción de mujeres odontólogas del país. La idea de trasladar el espejo para el comedor fue,
. Pero aquella impresión de que Clarita estaba por error naturalmente, de ella. Así como su complemento: acercar a
entre nosotros, se disipó tan prontoníi audaz prima colgó la luna la gran mesa para poder sentarnos todos jqntos
el diploma y se puso a bordar sábanas junto a mi abuela, a durantelas comidas, Así se hizo, y la cosa salió como espe-
mis tías, y a ~s otras primas y hermanas, en espera de un rábamos, pese a los temores de mi madre de que los h.abi-
pretendiente que no faltó, en realidad, pero que no fue acep- tantes del espejo huyeran o se molestaran con el ajetreo.
tado porque no reunía unas cualidades que riunca se supo Confieso que era .reconfortante sentarse cada día a la
cuáles eran exactamente. mesa, y extender la mirada hasta sus lejanos confmes para
Aunque jamás ejerciera su profesión, una vez titulada. sólo ver rostros familiares, aunque algunos de los que esta-
Clarita se convirtió en el oráculo familiar. Ella prescribía ban del otro lado fueran paJi-entes lejanos, y a otros, el tiem-
analgésicos y determinaba si tal o cual moda era adecuada o po de involuntaria ausencia los hubiera alejado ya ·dt;
no; elegía las funciones de teatro y decía cuándo el ponche nuestros afectos.
tenía el punto de licor adecuado para cada reunión social. Éramos unas veinte personas sentadas cada día a la
Por todas estas preocupaciones, era lógico que cada año se mesa. Y aunque los gestos y movj.mientos de ellos fueran más
pasara un mes descansando en algún balneario. ausentes y sus comidas un tanto descoloridas, en general dá-
Ycuando aquel verano, Clarita regresó de sus vacacio- bamos la impresión de una familia numerosa y bien llevada.
nes y fue informada del descubrimiento hecho por mima- En e~ límite entre la mesa real y la otra, se sentaron
dre, se quedó momentáneamente pensativa, como si Clarita y mi hermano Julio, del lado de acá. De la otra parte
escuchara la sintomatología antes de diagnosticar. Después. estaba Eulalia (rip, 1949), segunda esposa del tío Daniel, mujer
sin inmutarse, se asomó al espejo, constató que todo era que en vida fue siempre distante e indolente, por: lo que, en su
cierto e hizo un movimiento dubitativo con la cabeza. Inme- estado actual, era la más ausente de todos los del otro lado.
diatamente se sentó en su sillón junto al librero, y estiró el Frente a ella, mi padrino don Silvestre (rtp, 1~52), quien, aun-
cuello para ver quién lo ocupaba del lado de allá. que no era pariente de sangre, lo fue siempre por el corazón.

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''

Me daba :cierta pena ver la-perdida rubicundez de don


Lo sucedido· había abierto una. brecha entre nosotros
Sjlvestre, quien parecía un maniq1,1í, que después de exhi-
y ellos. De cierta forma, nos sentíamos víctimas de un abu~
birse mucho tiempo en la vidriera de un comercio, acaba
so de confianza, que nuestra ho,spitalidad había sido dolo-
perdiendo el color aunque-conserve lo~ carrillos inflados Y
samente aprovechada, pero como en la· discusión que
el continente ideal para reflejar la salud de cuerpo y alma.
sostuvimos los de acá, no pudimos establecer quién era en
El manto empalidecedor de la muerte sentaba mal al forni·
realidad huésped de quién, y como era indiscutible que en
do asturiano, que sin duda se sentía un poco ridícUlo en
el suceso habían mediado la imprudencia y d espíritu cien-
todo aquello.
tífico-investigativo de Clarita y como, además, pasaron los
Durante algún tiempo comimos todos 'reunidos, sin
días y, después de todo, no había mucha diferencia entre lo
más peripecias ni complicaciones. Pero no hay que olvidar
que Clarita hacía y lo que hasta entonces había hecho, el
que allí estaba Clarita y qué, notorio descuido por nuestra
caso es que fuimos olvidando los supuestos agravios, y conti-
parte, la habíamos dejado sentarse en el límite entre las
nuamos nuestra vida de siempre, reconquistando el cami-
dos mesas, en aquel ecuador entre lo que era y lo que no e:a
no perdido en cuanto a identificación con los del espejo, y
que, aunque a nosotros no nos impresionara en lo mas
cada vez más incapaces de discernir de qué lado estaba la
mínimo, debimos cuidar mejor.
vida y de cuál su reflejo.
Agregando a esa imprudencia por parte nuestra, el
Pero como una imprudencia nunca viene sola, yo pasé
hecho de que fuera la indolente EUlalia la que quedaba del
a ocupar el puesto vacío de Clarita. Ahora estoy mucho más
otro lado, no es raro que una n:oche, con la misma simpáti-
cerca de ellos; ahora casi puedo escuchar un lejano rumor
ca naturalidad con que saludó al primo Gustavo, Clarita se
de servilletas que se doblan o desdoblan, un leve entrecho-
dirigiera a ella:
car de cristales y cubiertos, algún rodar de sillas que nunca
-¿Me alcanzala ensalada?
puedo concretar si viene de allá o es el que producimos
Como una reina ofendida, altanera y distante, Eulalia
nosotros mismos.
le tendíó la pálida fuente, llena de desvaídas lechugas Yde
Está de más decir, que dilucidar esa cuestión no me
unos tomates semigrisáceos, semitransparentes, que Cl~­
preocupa. Lo que sí me inquieta, lo confieso, es que Clarita
rita, encáiltada con la novedad, engulló con su mejor sonn-
no parece haberse impuesto del todo de su nueva situación,
sa traviesa, mientras nos miraba a todos tan desafiante
y no guarda la suficiente compostura, gravedad u opacidad,
como el día en que matricUló una carrera para hombres.
por llamarle de alguna manera, y sigue con sus asomos de
No nos dio tiempo a nada. Solamente la vimos palidec~;
picardía que tanto nos robaron el corazón a todos.
después su sonrisa se tomó un poco triste, un poco desvru·
Y el caso es que yo, más que cualquier otro miembro de
da y Clarita se recostó al espejo.
la familia, puedo ser el blanco de sus actuales propósitos,
Cuando, terirtinados los luctuosos afanes del funeral.
porque siempre nos unió un afecto especial, tal vez porque
Volvimos a sentarnos a la mesa, comprobamos que ya ha·
teníamos la misma edad y compartimos los juegos infantiles
bía ocupado un puesto del lado de allá. Quedó entre el pri·
y las primeras inquietudes de la adolescencia... Y ocurre que
mo Baltasar (rtp, 1940) y la tía-abuelaFederica (rtp, 1936).
ella hace todo lo posible por llamar mi a,tención, y desde el

504
505
lunes pasado'está tratando de aprovechar un descuido mío
para pasarme una piña así de grande. un poco desvaída, es
cierto. pero con todas las posibilidades de ser apretada y
un poco ácida, como ella sabe que a mí me gustan.

Tomado de: María Elena Llana: Casas del Vedado, La Habana,


Editorial Letras Cubanas. 1983.

'
El devorador de planetas

EMILIANO GONZÁLEZ
(México, 1955)

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«El devorador de planetas>> se publicó en Casa de horror y de ma-
gia ( 1989), segundo libro de relatos de Emiliano González.
Lo fantástico es, en este caso, una alteración apenas perceptible en
el orden universal, de hecho no registrada por los aparatos científicos y
capaz de provocar dos tipos de trastorno en quienes la ven -especie de
Zahir sideral-: la locura o la condición de artista. Entre ambas, la
diferencia es de grado (no hay que alarmarse; para platón el asunto era
peor). Por la vía de esa alteración, que es consecuencia de un fenómeno
no descrito, de un horror inefable, no sobrenatural, sino cósmico, y por
la de otros signos como los libros apócrifos y secretos (el Necronomi-
con! los UnaussprechlichenKulten) o los nombres de lugares (Arkham)
se nos lleva hacia Arthur Machen y sobre todo hacia H.P. Lovecraft, «Hay que mirar él cielo -decía el padre de mi padre-
Robert E. Howard y los célebres y terroríficos mitos de Cthulhu. Sin con los. pies en la tierra>>. Creo en esta máxima, inscrita
embargo, no se trata de una continuación obsecuente e ingenua del para siempre en mi recuerdo. Atisbar el abismo sin caer,
ciclo. Quien narra es un nieto de Lovecraft, pero también -como en
tantas otras narraciones fantásticas- un escritor que reflexiona sobre observar las estrellas sin ser fulininado por ellas es .una de
sur arte. las características que distinguen al artista del loco. Mi
Otras obras de E. González: Los sueños de la bella durmiente abuelo parecía conocer estas diferencias, pero al final de su
(1978), La inocencia hereditaria ( 1986), Almas visionarlas ( 1987), vida los límites se le hicieron imprecisos: murió loco, irre,
La habitación secreta ( 1988), Orquidáceas ( 1991). mediablemente loco. Yo, que tantas veces he estado a pun-
to, sé respetarlo y compadecerlo.
Soy escrit9r. Mi fuerte son los relatos de espanto y
alucinación. Desde mt más tierna infancia he leído y releído
a los maestros indiscutibles del género: Poe, Machen, 1,-ov~­
craft; sobre todo a este último. Sin.embargo, no fue en sus
angustiosas páginas donde oí hablar por primera vez del
Devorador de Planetas: mi abuelo se encargó, a lo largo de
una noche enloquecedora, de abrirme los ojos y de ~dverti­
me cUidadosamente de ése y deJos otros peligros que encie-
rra el estudio de la astronomía, ciencia y arte; para mí un
pasatiempo, para mi' abuelo una manera de evitar el «luna-
tismo», como él lo llamaba, pues·una contemplación excesi-
va de· la Luna precede a una identificación rarísima con ella:
el resultado es un loco o un hombre-lobo, siendo la barrera
que los separa muy sutil y extremadamente fácil de rom-
per. Mi abuelo se salvó de la segunda posibilidad, pero fi-
nalmente, a pesar de todas sus ctfras y fórmulas y planos,
cayó en-garras de la primera. ¿por qué? A causa del Devo-
o. o

509
radar de Planetas. ¿cómo? ... No voy a decir eso. Quizá ni dían con fenómenos naturales, pero tampoco se los explica-
siquiera lo sé. Investigar un poco en la manera de su delirio ban. Plinio registra fenómenos de esa índole en su Historia
es el propósito de las páginas que siguen. natural: «platos voladores» sobre el Coliseo, luces rojas o
Cuando salí de la Universidad mi abuelo me invitó a verdes que anonadan batallas, animales fantásticos que su
pasar unos meses con él en su finca de veraneo. Su propie- inocencia hacía codearse CQn el elefante y la perdiz, masas
dad comprendía, además de la finca en cuestión, varios acres globulares que aparecen un día, prodigando su hedor ve-
de terreno fangoso y callosidades pétreas, un bosquecillo nusino, en un plantío de rel,Ilolachas sin que nadie sepa
triste y un observatorio ubicado en ló alto de una colina cómo ni por qué. Abdul Alhazred también los registra, sólo
pelada, sitio ideal para sus observaciones, en motivo del que (a su manera por supuesto) explica los cómos, los por-
cual había invertido buena parte de la fortuna para retirar- qués, y además de esto da nombres, establece geografías,
se. En el observatorio había reunido su pequeña biblioteca, extrae conclusiones, describe con rigor y minuciosidad de
que incluía, no arbitrariamente como pudiera pensarse, las biólogo anatomías sugestivamente ultraterrenas, aunque no
obras de Paracelso, fas de Einstein, las de Giordano Bruno puede evitar, cómplice al fm de su época, decir dios cuando
y las de Aleister Crowley. Además, tenía un rincón destina- debería decir, simplemente, ser vivo. A esta genealogía repe-
do a sus tesoros: la Pathograjía de Tritemius, el Libro del lente pertenece el Devorador de Planetas, noxegistrado por
Kraken de Juan de Sidonia, los Unaussprechlichen Kulten Alhazred en su original Libro de los nombres muertos pero
de von Juntz y, por supuesto, el Necronomtcon del árabe entrevisto por mi abuelo, durante aquella noche fatal, en el
loco Abdul Alhazred. telescopio.
«Es un libro delirante"; solía decir, y plagado· de informa- ¿Han leído ustedes ElHorla de Guy de Maupassant?
ción secreta. Desde el punto de vista literario, no tiene nada Se tráta, probablemente, del cuento más importante de un
que pedirle á Blake. Desde el punto de vista científico, en- autor que por lo demás se limitó a trasladar al papel cua-
cierra más verdades que cualesquiera de los acervos de datos dros de Manet, bellísimos, perfectos indudablemente, pero
y enumeraciones contemprás.>~ Cuando me atreví a carentes. de esa cualidad irrepetible: la autenticidad, sospe-
hojearlo, comprendí· la locura de su autor, pues de las co- chada o presentida, de las cosas que narra y de las ideas
sas de qué habla nadie puede, biológicamente, hablar: el que despliega. En él se habla de un ser invisible y fatal cuya
Necronomtcon o Al Azif* como fue firmado, es un intento eXistencia es sugerida al narrador por medio de vasos de
de apresar materias y energías que se le escaparían a cual- leche que le son bebidos mientras duerme y cuyo carácter
quiera, seres de tal magnitud qúe, por su misma naturale- de Sucesor del hombre se devela al fmal, aunque dejándo-
za, son no sólo inapresables sino inconcebibles. El hombre nos un poco en la expectativa de si realmente hay algo im-
primitivo los conocía y los temía. Los griegos, los egipcios, perceptible a nuestra razón (como el chimpancé es
los árabes y demás civilizaciones del despertar los confun- imperceptible a la vaca en su calidad de chimpancé) pero
perceptible a nuestros sentidos, que registran. todo aquello
• Azif being the word used by the Arabs to designate that nocturnal
ante lo cual la razón se muestra impotente. ¿gué diablos es
sound (made by insects) supposed to "be the howling of demons. ese algo? Vn ser vivo, por supuesto: se alimenta de leche e
R.P. LoVEcRAFT impone su..voluntad en el personaje, aniquilándolo poco a

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poco y hundiéndolo en la locura. Pero, ¿con qué finalidad? probar defmitlva,mente que el telescopio no mentía me dejó
¿En qué mundo se mueve? ¿cuáles son sus pasiones? ¿Tie, solo y, sin decir una palabra, se ep.cerró en el cubículo de su
ne, acaso, pasiones o la pasión, las emociones, Ja vida son biloteca~ Le esperé por media hora, mirando esa Luna
conceptos aplicables sólo a quien se llama a sí mismo un gigantesca, exactamente la Luna de siempre, sólo que lige-
ser humano? ¿A_ctúa el «borla» por instinto? Pero ... i.qué es ramente mayor a los ojos de un astrónomo. De pronto creí
en ese plano el instinto? Las mismas. interrogaciones que ver en el fondo· de uno de sus cráteres lo que parecía ser
hoy aplico al «borla» las apliqué entonces ante Eso que mi una líiiea ondulada y roja, intensamente roja, pero luego, al
abuelo llamaba el Devorador de Planetas. frotarme los ojos, no la vi más. klamé a mi abuelo .. No me
Era una noche tranquila cuando ocurrió la cosa. Ce- respondió. Grité: «iVi algo en la Luna!» La puerW, se abrió y
namos tarde, y al ver lo propicio que se.hallaba.eLcielo para salió mi abuelo. «¿Qué viste?», preguntó. «Vi urla línea on-
la observación, mi abuelo insistió en aprovechar esa noche dulada y roja en el fondo de un cráter.» Al oÍf esto corrió
anon:nalmente·clata. El cielo tenía: una limpidez absoluta- hacia el telescopio (traía un manojo de papeles eillas ma-
mente negra, si saben lo que quiero. decir. Precisamente nos). Miró·la Luna' y luego me miró, sonriendo. «¿Has esta-
habÍaJllQS estado criticándolo en aquellos. días: nubarro- do leyendo a von Juntz?» Recordé al excéntrico autor-de Los
nes grotescos· impedían cualquier vislumbre y lluvias sua- cultos sin nombre, quemado'por los esbirros de la Inquisi-
ves corrompían.esa comba majestad de las noches y de las ción enlas postrimerías qel siglo diecisiete. «No», contesté.
auroras. «ildeal, ideal como nunca antes!», decía mi abuelo, «No he tenido tiempo de consultar su obra. ¿Por qué?» Ti-
y centraba convenientemente el lente de su telescopio enla tubeó un poco antes de responderme. Y dijo, con una voz
Luna, motivo de conversaciones ante interminables tazas cavernosa: «Cuando la Luna sangra y las estrellas engor-
de café y de disquisiciones tétricas, pues mi abuelo combi- dan el Devorador de Planetas anda cerca.» Réí. «¿Quién es
naba sabiamente la poesía con los fenómenos cósmicos y el Devorador de Planetas?» Mi abuelo s~guió mirando la
gustaba de regalarme, a mí que adoro las pesadillas, las Luna, en silencio, como e:r:t trance. Tanto, que soltó el• raci-
teorías ínás descabelladáS.que cr.uzaban su, por'lo demás, mo de papeles y.éstos se desperdigaron por el suelo. Los
lúcida cabeza. «iDemonj.os!», gritó de repente. AA!go ha ocu- recogí uno a· uno y me.los guardé en el saco. «¿Es una cita
rrido e:hla Luna.» Sonreí sin poder evitarlo y pregtJ.nté qué de von Juntz?», pregunté, de nuevo en vano, mientras ~i
diablos había pasado. «Está... más cerca que hace dos se- abuelo merodeaba ppr .otros rincones de la bóveda celeste.
manas ... monstruosamente cerca.» Se retiró y me permitió Opté por dejarlo solo y salir a tomar el fresco.
echar una ojeada. Para mí, la Luna era la misma de hacía Afuera, no había fresco: había frío, un frío que calaba,
dos semanas .. «¿No te das cuenta? ... Por su curso natural pero algo acogedor tenía ese frío, porque bajé los escalones
debería hallarse aproximadamente a la misma distancia. Y Y me tiré a mirar el cielo entre las piedras. «¿Para qué mi-
aunque parezca increíble: se ha acercado mucho ... » y aña- rarlo de cerca?», pensé. «Ya es lo:suficientemente aterrador
dió: «A menos que el telescopio mienta» y procedió a revi- Visto de lejos ... », pero seguímirándolo.
sarlo, sin hallar nada que indicara -una falla en su Tenía fija la Vista en una estrella cercana a la Osa
funcionamiento, y hablando para sí en un idioma que, por Menor, porque de ella surgía.un influJo especial, que había
estar lleno de terminología, me era incomprensible. Al coro- sentido ya en otras, pero:no tan intensamente: una especie

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de encanto particular, diferente del mero· goce que nos pro- ver maravillas significa merecerlas, tener ojos resistentes,
voca la luz en un cuadro donde la luz ha sido manejada asiduos a lo maravilloso. Es como la historia aquella del
sesudamente: éste es un goce terrícola y aquél es un goce mendigo que se quedó ciego por codicia. Así, los prodigios
exclusivamente celeste, una luz perenne que ha robado sus del cielo y del infierno castigan a los hombres y halagan a
atributos al fuego y que por lo mismo fascina. ¿cómo no los dioses y a los demonios.»
había de horrorizarme al verla extinguirse ante mis ojos Leyendo estas palabras sabias, transcritas penosamen-
como una vela? Así donde· hasta hacía unos segundos ha- te por mi abuelo en uno de los papeles que me guardé, com-
bía brillado, un hueco negro la sustituía ... prendo mejor la manera de su delirio. Respecto a lo que
Oí aullar a mi abuelo. La desaparición y· el grito me realmente pasó aquella noche en el observatorio... nadie puede
paralizaron; la mente se me borró, se me borró todo: el saber nada con certeza. Los boletines y semanarios científi-
cielo, las estrellas, el montículo de piedras, el observatorio, cos no informan desaparición de estrella alguna, ni cambios
la luz de la Luna, el hueco. negro en lo negro·del vacío. Anu- perceptibles en la distancia que separa a la Tierra de la Luna,
lado por la noche, no supe~1ad de· mí ni de;mi abuelo has• y menos «desangramiento» de ésta, o «gordura» en las estre-
ta el·día siguent~ cuando vi desarrollarse, ante mis ojos llas. Quizá todo fuera una ilusión óptica (nunca puede sa-
aterrados·, un verdadero cuadro de locura: berse). 6Alucinaciones? ¿Delirio? ¿sugestión? iQuién sabe!...
Mi abuelo contemplaba, impasible, el incendio de sus Sólo sé que aquella noche los dos vimos lo mismo: uno de
notas y de sus libros; el observatorio; los· instrumentos de cerca, otro de lejos. Mi abuelo murió loco y desde entonces
precisión y la biblioteca estaban destruidos; vidrios rotos, yo ... ya no puedo «mirar al cielo con los pies en la tierra>>
estantes arrasados, cuadernos hechos trizas me hablaban pues, ¿qué es la Tierra sino un bombón suceptible de ser
de los actos de la noche anterior; mi abuelo estaba pálido, devorado por nuestro amigo?
tan pálido que al principio dudé de su verdadera identidad.
No me detuvo cuando empecé: a golpearle, y seguí golpeán-
dolo hasta agotar mis fuerzas, pero ceder era una palabra Thmado de: Emiliano González: Casa de horror y de magia, Méxi-
que aquella mañana parecía ignorar, y sólo un cuerpo de co, Joaquín Mortlz, 1989.
enfermeros le hizo cambiar de sitio horas después, cuando
fue llevado por una ambulancia al hospicio de Arkham, vie-
jo manicomio situado en las afueras de la ciudad... en el
que a punto estuvieron de internarme con él'

~<Cuando la· Luna sangra y las estrellas engordan el


Devorador de Planetas anda cerca», dijovon Juntz. Y tam-
bién: «iAy del aquel que ose turbar con su mirada el libre
proceder de este demonio, vacío que se alimenta de mate-
ria, pues mirar lo· que no es acarreaJa locura y la muerte:

514 515
Dios sí juega a los dados

0SCAR DE LA BORBOLLA
(México, 1952)
«Dios sí juega a los dados» apareció en el libro que se hizo como
homenaje a los cuarenta años de la Breve historia del cuento mexicano
de Luis Leal: El cuento mexicano. Homenaje a Luis Leal ( 1996).
El tema del doble no sólo es antiguo (recuérdese a Plauto, para ser
obvios y no remontarnos al Gtlgamesh), sino también de larga fortuna
en la narrativa fantástica, a partir del romanticismo alemán. En esta
misma antología son varias las piezas -por lo menos diez- que lo aco-
gen. Y es que ofrece posibilidades de diversa índole para examinar un
asunto tan complejo, tan conflictivo con frecuencia, como la identidad.
De hecho, debe tenerse en cuenta que, en una clasificación amplia como
la de,Todorov, la identidad y los problemas que genera su indagación
ocupan buena parte de una d¡; las dos redes temáticas (la del «YO»). En Hay una calle en la ciudad de México por la que nunca
este cuento de Osear de la Borbolla, la identidad como conjunto de había podido caminar: no es que lo considerara imposible,
rasgos únicos e irrepetibles es puesta en duda, en medio del espacio pero las veces:que lo intenté, alguna persona me bloqueó el
alienante de una urbe casi infinita.
Obras del autor: Ucronías. Las vocales malditas ( 1988), Nada
camino: tropezaba con ella y, tras hacer una serie de fintas
es para tanto (1991),Asalto al irifierno (1993). inútiles por la derecha o por la izquierda, terminaba por
desistir, pues sus movimientos por esquivarme se corres-
pondían con los míos haciendo que me sintiera ridículo como
si estuviese danzando ante un espejo; me refiero a esa es-
trecha calle llamada Oslo que sale al Paseo de lá Reforma
muy cerca del Ángel.
No soy supersticioso, pero lo inexplicable de ciertas
coincidencias me hace dudar también de la simple razón
positivista que reduce el mundo a una mera estantería de
laboratorio y, por ello, nunca me había propuesto refutar
esa brizna de magia de la calle Osloy, tal vez, luego de co-
mentarla con mi esposa hasta la habría olvidado; pero tocó
la suerte de qué un restaurant, inscrito en esa calle .. se con-
Vittiera en el lugar de moda paraTesolver toda clase de ne-
gocios y que ahíme citarán eón regular frecuencia. Nunca
pude acudir: cuando-no había una retén de granaderos que
respondía a mis súplicas con aquello de que órdenes son
órdenes, habían levantado unas mamparas o excavado una
Zanja de varios metros que. materialmente cancelaba cual-
qUier posible acceso.
Caminar por esa calle, dar siquiera unos pasos hasta
el restaurant, se me convirtió en una obsesión, pues por
alguna causa los demás llegaban puntuales a las citas y el lo mismo me miraba muerto en Oslo que rodeado de las
único incumplido y hasta «irresponsable» resultaba ser yo. más estrafalarias recompensas por haber vencido los obstá-
Perdí muchos negocios; en la oficina se me hizo fama de infor- culos. p~n?am!e.to Q~ e~t tipo comenzar:on a. prolongar
mal y, por supuesto, nadie tomó en serio mis explicaciones. mi duermevela haciendo que cada día me despertara más
Obviamente, al principio, cruzó por mi cabeza la idea cansado: más cansado y más harto, pues por muy misterio-
de que en aquellas coincidencias se manifestaba el oscuro so que fi!er:a ~etl." \q, mano del de~tino, no por ello dejaba de
poder del destino, pero la deseché: preocupaciones más ser bastante estúpida la prohibición de cruzar una calle: ¿se-
prosaicas consumían mi interés: dejar plantadas a las per- ría el Destino o una simple retahíla de casualidades ~?in sus-
sonas que me esperaban, sufrir las pérdidas económicas tancia? De la duda transitaba al fastidio y de ahí a la certeza
por no firrp.ar oportunamente un contrato, sobrevivir a los de que, hubiese o no una intención, el impedim"ento existía. _y
c;lisgustos de mi jefe pues, sobre todo, me preocupaba cap- decidí salir de dudas un sábado en la noche: no tenía ningu-
servar mi empleo, ya que tenía la responsabiljda,d de man- na cita de trabajo, eran casi las once y atravesé Reformato-.
tener·a mi familia: a.mis dos hijos y a mi esposa. Y así, sin talmente decidido, ya sólo me faltaba dar un· paso para
q,ceptar plena y conscientemente la absurda hipótes~ de encontrarme en Oslo, cuando una prostituta se me plantó
un destino e!Jlpefíagp ·en prohibirme pa~r e~a calle, ni delante, se colgó de mi brazo y, aunque hubiera podido re-
desnt~.m:lr por completo de ellª, \lacía hasta lo imposi- chazarla (así io hago siempre), interpreté su oferta como una
ble porque mis citas Juesen en otros sitios, eQ. otros suttieza del Destino que en esta ocasión no me bloqueapa eJ
restoranes .. en.QoQd,e ~os clientes quisieran, pero no en Osh paso con un granadero ni con una zanja, sino con un rato de
En cuanto cambié el lugar de los encuentros. se nor- placer, y acepté los términos.
¡:nalizó mi eficiencia y, salv<;> ¡¡tlgunas burlas. desagradables y La p:rostif'4.14 me llevó por otras calles: por Río Lerma q
cuchicheos oftciJ!e~?<;>s por mi «oslofobia». recuperé el apre- Río Nazas, qué sé yo: eran calles expeélitas por las que rápi-
cio de.Wijefe.y dejéae causar_preocupaciones a mi esposa. damente llegamos a una casa: con Vitrales én las ventanas y
Oslo no tenía por .qué formar parte. de mi vida: era una camas ~n todos los c~artos. Ella empezó a desvestirse con
callecita secup.d,aria, .no una gran, avenid,~-cuy privación monotonía, sus pezones eran cil.ílldricos y, tras jugar con
me pu,siese .en jaque Yial: bastab¡:t. GOn incluirla entre las ellos, se transformaron en unos tubitos de tres centímetros
cosas que me cáusan al~.rgt; los.mariscos, el po\en, la pe- de largo. la piel de su vientre parecía un papel estraza arru-
nicilina, I?ara quitarme de problemas, Sin embargo, y tal gado: desnuda había perdido su atractivo: toda su sensuali-
vez p9rque ni en mi casa volví a ¡:n_encionar ei asunto, la dad yacía ahora doblada sobre una silla: tuve ganas de irme;
curiosidad me fue pr.e;t~:lindo, me mordisqueaba por la pero al girar la cara reparé en un par de tarjetas postales
noche: ¿serí.a. ver:dad que una fuerza extraña me cerraba el que había sobre el espejo de la cómoda, pues en ambas al-
paso?, ¿el número de coinciden¡;:tas que.me lo habían impe- guien había escrito la palabra «OSLO». ¿De quién son?, pre-
dido no era acaso pruebq,suftciente? ¿y_por qué esa calle y gunté. Ella hizo un gesto indiferente: No sé, dijo, y empezó·a
no otra? ¿gué podría yo encontrar allí para que el azar se desabotonarme la caniisa. ¿Las puedo ver? Sí. .. dar o ...
tomara tantas molestias? La caligrafia resultaba completamente oscura; lo úni-
.No soy proclive a fantasear, pero de vez en cuaJ1do, an- co legible era la dirección: Oslo # 9. La nueva coincidencia
tes de perderme en el sueño, mi imaginación se iba volando Y me estremeció, pues aquellas tarjetas, a juzgar por el polvo
520 521
y las pootas amarillas, debían llevar ahí mucho tiempo, llaves y yq, como un autómata pasé la puerta: los mismos
¿quién las habría dejado? ¿gué relación tenía connugo Oslo? cuadros, los mismos muebles, las mismas fotografias, como
La prostituta se sentó en la cómoda, de espalda a las pos• si nos hubiéramos mudado ·de casa hacía mucho y to-
tales, subió las piernas, mi cara apareció en el espejo, las do es.tuviese ya habituado al nuevo esp¡:¡.cio. No dije nada,
postale~ empezaron á sacudirse, ella me pasó los antebra- pero mi espos¡:¡. nptó mi estado de consternación y.. suponien-
zos por la nuca, sus gemidos sonaban auténticos y. al cabo do que hubiese tenido·algún problema preguntó: ¿Pasó algo
de un rato, también los míos. malo? No ... dije separando apenas los labios, ¿y los niños?
¿Podrías preguntar de quién son las postales?, pedí a Están dormidos, dijo ella. ¿Dónde?, pregunté angustiado,
la prostituta como último favor, y la madame tampoco supo pues un temor indefinido me hizo pensar que, debía verlos
nada: Supongo que de alguna chica, dijo, pero no sé. Si le antes de aélarar la situación. Y. en efecto, estaban dormi-
gustan, puede llevárselas. dos en sus camas de siempre, aunque el color de la habita-
.. Era ya casi de madrugada y. salvo algún taxi esporádico, ción era otro. No los destapes, los vas a despertar, dijo ella
el Paseo de la Reforma se encontraba desierto y también Oslo: y. cuando salíamos del cuarto, agregó: ¿gué tienes? Estás
nadie que me impidiera pasar Y, no obstante, por la sospecha muy pálido. Yo me le quedé viendo fijamente: los mismos
de' qu~ hubiera una pared invisible, me volví a detener en el ojos, la misma voz y, mientras más familiar la descubría,
punto ae siempre: saqué de mi bolsillo las postales y. a la luz más me aterraba, porque ni por un instante había olvidado
de una lámpara de mercUrio, las miré con atención: Oslo # 9, donqe estaba. ¿gué hacían ellos ahí? ¿Te sientes mal?, vol-
no cabía duda, pero ¿quién vivía ahí?, ¿qué decían esas letras vió a preguntarme. No ... no tengo nada, dije buscando una
gartgoleadas que hacían ilegible al destinatario? Un sudor frío respuesta, una explicación lógica. Tiene que ver con esa ca-
me recorrió la palma de las manos, pues, qe pronto, compa- lle, ¿verdad?, dijo e.lla con el tono de preocupación que ha-
rando las letras de una y otra postal, la caligrafia comenzó a bía hecho que yo dejara de hablarle de Oslo. ¿cuál calle?,
abrirse y lo que leí se trans{ormó en una descarga que me pregunté más desconcertado. ¿cómo que cuál?, dijo ella, la
cimbró de arriba a abajo: era mi propio nombre. Sentí horror, calle de Pino, ésa por la que según tú no puedes pasar...
mis instintos me jalaban haci.a Reforma; pero dominado por Las piernas se me doblaron: Pino era la calle donde estaba
la curiosidad, por el deseo de resolver de una vez por todas mi verdadera casa, donde yo vivía con ella, ¿con ella? ¿gué
ese misterio, di un paso y sentí qúe traspasaba la barrera de hemos platicado acerca de Pino?, pregunté tartamudeando.
mi vida, que mis piernas se iban el:itrellando al caminar y Me prometiste que ibas a dejar esas tontas ideas, me res-
aval}cé, inclinado hacia delante, como si enfrentara la fuerza pondió. ¿gué te he dicho de la calle de Pino?, insistí casi a
del viento. Ante .la núme:r:o 9, levanté Ja cara: una puerta de gritos. Cálmate, por favor, dijo ella llorando, me habías pro-
metal frente a la que tuve que decirme un tartamudeado «cál- metido no preocuparte más por eso. ¿por la calle de Pino?,
mate» y apretar los puños, pues todo el cuerpo me temblaba y pregunté. Sí, sí, por esa maldita calle, dijo tratando de abra-
no tení,a la entereza para tocar el timbre. Finalmente llamé. zarme. La rechacé y salí como un loco.
Atónito es la palabra, pues del otro lado apareció mi Hace varios meses que intento llegar a la calle de Pino,
e~posa con una actitud de completa normalidad: me salu- esa pequeña calle que está en la colonia Florida y que corre
dó como si nada, me preguntó que por qué no usaba mis paralela a Churubusco, a esa calle en donde, ahora lo sé,

522 523
están mi esposa y mis hijos, mi Verdadera casa, pero no lo
logro: siempre hay algo que se interpone: una patrulla me
detiene, alguien me asalta, las calles me traicionan, me lle-
van a otra parte, sierp.pre acabo lejos, en un puríto cualquie•
ra de la ciudad. Estoy viviendo en Oslú y, estoy seguro, que
el} Pino hay alguien que, como yo, planea regresár a su casa.

Tomado qe: Sara Poot Herrera (ed.): El cuento mexicano. Homena-


je a Luis Leal, México, Universidad Nacional Autónom¡l de México,
1996. La máscara

MA.URlCIO MOLINA
(México, 1959)

524
Este cuento enriquece la línea, de consistente continuidad temática,
que la literatura fantástica hispanoamericana traza entre varios cuen-
tos en los que el pasado prehispánico es algo más que una reminiscen-
cia o un sustrato muerto: «Huitzilopoxtli», de R. Darío; «Las ruinas
Cirfulares», de J.L. Borges; «La noche boca arriba», de J. Cortázar; <<La
momia», de Ventura García Calderón; «Chac Mool», de C. Fuentes; «La
culpa es de los tlaxcaltecas» y, de cierta forma también, «El árbol», de E.
Garro; «El extraño caso de Ciro Doral», de G. Agrait; «La fiesta brava»,
de J. E. Pacheco, entre otros. Incluso en este último esa continuidad es
mencionada parcialmente (Darío, Cortázar, fuentes), en forma un tan-
to paródica. 1 Por eso, reconocer en él a los maestros y hasta a los
Nota del editor
«Compañeros de viaje» es relativamente fácil; menos lo es explicar por Lós siguientes son los últimos escritos del médicofo-
qué, no obstante, es un cuento fresco.
rense y arqueólogo don Guillermo Berger. cuyd. enigmáti-
Otras obras de Mauricio Molina relacionadas con lo fantástico son
la novela Tiempo lunar ( 1993) y el libro de ensayos Años luz ( 1995). ca e inexpliCada desaparición se ha convertido en un
problema irresoluble para las autoridades policiacas.
Como se recordará, Berger cobró ciertajama cuan-
do realizó 'Ía reconstrucción del rostro del hombre prehis-
tórico riuís antiguo encontrado en el Valle de México y que
actualmente se exhibe en el Mu5eb Nacional de Antropolo-
gía e Historia.
Consideramos que estosfragmentos podrían arrojar
alguna luz acerca de su misterioso destino. Tal es la ra-
zón que nos anima a publicarlos. Los apuntes constan de
una serie de'jragmentos escritos en dtstintajecha en la
computadora del doctor. Gracias a una cuidadosa selec-
ción, losfragmentos se han agrupado de manera cronoló-
gica hasta 'negar al momento de su desaparición.

Ciudad de México, 21 dé junto de 1999.

1. ·El arte.·dudoso del doctor Berger


1
También en el «Prólogo» de Osear Hahn a su Antología del cuento 5 de octubre de 1995
fantástico hispanoamericano: siglo xx, Santiago de Chile, Editorial
Universitaria, 1990, p. 23, se toca este tema, al que se señala una Estoy acostumbrado a trabajar con cadáveres. Tal es
función de reivindicación de las raíces indígenas.
mi oficio. Soy -o mejor dic:P.o fui- médico fore.nse. ~ast
mi

527
mesa de trabajo llegaban mujeres apuñaladas, ahogados A veces, a partir de uños cuantos.huesos, .dientes suel-
en las cloacas, niños atropellados, ancianos muertos de vejez tos y fragmentos de cadáveres, he rescatado del nebuloso
irremediable, cadáveres putrefactos hallados en terrenos pasado un rostro, una identidad. Esto sólo puede lograrse
baldíos. En todos los casos mi tarea consistía en determi- por medio de un complicado procedimiento que GQIJSiste en
-nar el motivo de la defunción, pero sobre todo descubrir su fotografiar el fragmento desde toq~ lo¡;¡ _ángulos posibles,
identidad. He reconstruido, puedo afirmarlo con la vanidad digitalizar su tmage11 y, ya en la computadora, comenzar la
que me da mi rango y experiencia, a las vidas (o mejor, las reconstn,lcción.
muertes) de innumerables personas. Por lo dicho anteriormente pq.diera pensarse que se trata
Todo cuerpo es una máscara, todo rostro encierra un de un oficio sencJJlo; sin embargo, y pese a que,el trabajo d~
secreto; bajo cada piel late un enigma.. Recuerdo, por ejem- llenar los huecos lo lleva a cabo la computadora, existe tam-
plo, e~ caso de una muje:r muyjoven. Cuandp le. quité la bién una investigación detciv~?Ca para detenninar edad,
~ában con la que delicadamente la habían envuelto, me sexo, raza y pos(bles r~ones de la muerte del sujeto. A me-
encontré cpp. el cuerpo más henp.o~ que,Jamás había vis- nudo este.tipo de trabajo lleva meses de paciente estudio.
to: sus ¡Senos eran firmes, turgentes y .perfectos, el Monte Reconstruir un rostro es un oficio laborioso; restable-
de Venus abultac;lo como una tarántula agazapada entre cer su identidad .es, ya, un arte. La apariencia humana es
sus muslos Jóvenes y fuertes. }!;n su rost~ siÍl embargo, enigmática, hasta que alguien llega a abrir d cuerpo y se
s~ di'Qujaba una espantosa mueca: la lengua azulada em~:r­ encuentra con sus Íniserias ocultas. Bajo la apariencia de
gía de los labios reventados por los golpes; los ojos desor- un cadáver que presenta una imagen atroz y terrible -casi
bitados y los cabellos revueltos y arrancados a mechones todos los cadáveres que he visto son solemnes- se encuen-
r~velab,n.qu había sigo ahorcada por m;t lllaniático per- tra la historia banal qel burócrata ebrio,. an:ollado por un
vertido. Al auscuJJ:ar más detenidamep.te aquel cadáver, supe auto, que dejó una esposa golpeada, ·O la historia del alba-
que se tra~b de una prost~a qué había practi~do vir- ñil, caído de un edificio de veinte pisos que tenía el pán-
tualmente todas las posibilidades dei pl~cer. Pues bien, creas infectado, o la historia del joven prometedor muerto
esta desnuca<;!.¡~ muñeca del placer, esta joven de dieciocho por una bala perdida al salir de su oficina.
años, no'lleg6 a saber que S'} asesino, simple~nt, había Por suerte, el tiempo de a,brir cadáveres y sacar órga-
acelerado su muerte, que si bien había sido violenta, por lo nos pasó para !fiÍ. Gracias a la posición que he alcanzado,
menos había mitigado una agon¡a mucho más dolorosa y ahora sólo se me llama cuando-hay que resolver casos ver-
terrible: estaba invadida de cáncer; en unos cuantos días, daderamente dificiles y raros.
semanas a lo sumo, los dolores habrían empezado a ma-
tarla.
11. El rostro
Jorobados contrahechos con órganos perfectos; ancia-
nos con balas enterradas en el cuerpo desde hacía cuarenta 29 de febrero de 1997.
años; hombres de reputación intachable, sanos en aparien-
cia, atacados por enfermedades «secretas» contraídas en los Nunca vo'y a olvidar el día que me io trajeron en una
ya lejanos tiempos de sus lozanas juventudes: todos ellos caja de cristal ios arqueólogos del Instituto Nacional de
llegaban, tarde o temprano, hasta mi mesa de disección. Antropología. Era uh cráneo amarillento, seco, petrificado.
528
'529
Las pruebas de Carbono 14 habían revelado que su anti- y a la tierra, al asombro que nos hace temer el anochecer y
güedad era de aproximadamente•quince mil años. Cuando agradecer el alba.
lo saqué de su caja sentí el peso del tiempo entre misma- Al introducir mi lánipara en las cuencas de sus ojos,
nos. Presentaba ima incisión_ en medio de los ojos que de- imaginé minuciosamente el.mundo que habían visto: vena-
bía haberlo matado: un preciso golpe de hacha. Había sido dos dispersos en la llanura ramoneando las hojas de los
encontrado·en las excavaciones del metro. Se trataba evi- sauces; signos luminosos: relámpagos fractales qué repetían
dentemente de una víctima sacrificial. Estaba dentro de una mágicamente la ondulación de las montañas; estrellas fuga-
vasija de barro que había sido arrojada a laS profundidades ces; constelaciones reflejándose en el lago prehistórico del
del lago fósil tlel Valle de México·hace más de 15 000 años. Valle donde siglos, muchos siglos después, los Thltecas y los
Dado el casi perfecto estado de conservaCión de la vasija y Aztecas erigirían sus fantasmagóricos imperios. Ausculté los
del cráneo y, sobre todo, de la ausencia del esqueleto, los orificios de sus oídos y escuché el crujir de las ramas bajo
arqueólogos conjeturaron que se trataba de uria decapita- los pies descalzos, los gritos incesantes de los pájaros al
ción ritual: se sabe que los lagos eran santuarios, ·depósi- amanecer, el aleteo d,e l.PS garzas, el zumbar de los mosqui-
tos de ofrendas a los dioses. tos en verano, el croar de los batracios en las aguas del lago
Como experto médico forense se me pedía que deter- fósil que hoy yace oculto bajo las escamas del asfalto. En sus
minara la edad y el sexo del individuo al que había pertene- fosas nasales aspiré él denso sudor de las :roujere_s ~n celo, el
cido el cráneo, así como elaborar una reconstrucción de su aroma de la leña ardiendo y el humo espeso, grasoso, del
rostro para· presentarlo al público en la Sala Prehistórica bisont~ asándose despacio, mientras la tribu_ entera da las
del Museo Nacional de Antropología. gracias a los dioses con sus cantos .. Hurgué aún más en su
De inmediato me puse a trabajar. Querían, simple- cráneo y mientras lo fotografiaba desd,e todos los ángulos
mente, un rostro anónimo, una imagen; yo les daría algo posibles, imaginé sus pens_amientos, sus sueños, sus sen-
más: el enigma de su identidad' y acaso las razones de su sacione~ más oéultas y secr.etas, que no son sino las que
muerte. Trabajé días y noches enteros en el cráneo. Estudié compar.timos todos nosotros_: el viento recorriendo la piel
sus dientes petrificados, visiblemente qesgastados por el como u.na serpiente; el deseo al ver a las rnuje_res desnudas
excesivo consumo de proteína ariirtlal y traté de imaginar el bañándose en la luz cobrJza del crepusculo; el golpe del pe-
sabor de la carne del mamut o del bisorlte con los que se dernal para encender el fuego; las bestias que ep. lg. noche
había alimentado. Consideré la extrañeza del primer hom- persiguen al dormido; el rl;lyo de luz que atraviesa una vez al
bre que había descubierto que el cangrejo, el camarón, el año el techo de la cueva para anunciar la llegada del verano.
pescado o el grillo eran comestibles. ¿guién descubrió .el El cráneo pertenecía a uu hombre joven de unos vein-
maíz, el tomate o la guayaba? Resulta increíble que dei~ ticinco años. Tenía la edad de un guerrero maduro, ya qqe
quemas monumentos a asesinos o inventores que han con- rara vez los hombres llegaban más a:llá de 1os ClJ_arenta años
tribuido a la destrucción del mundo, cuando una multitud eh aquella erl;l.
de seres anónimos, al otro lado delmuro que nos separa de Después de fotografiarlo pasé el $Cqn~r sobre las
nuestros congéneres prehistóricos, nos descubrió lo más imágenes para comep.z¡:¡r la recons.trucción. A partir ele ese
~portane y primigenio, aquéllo que nos acerca al instinto mol_llento el trabajo pertenecía a:la corpputadora, yo sólo

530 531
dirigiría una parte dda proyección de aquel rostro. Mien- los colores pálidos de los muros descascarados, o era la ebrie-
tras trabajaba frente a la pantalla di las gracias por los dad, no lo sé, sólo recuerdo que subía un persistente olor a
adelantos-técnicos, ya que recordaba las épocas en que este humedad, como de aguas estancadas. No sé cómo describir
tipo de trabajo se hacía por medio .de .modelos en yeso y lo que viho a continuación, perolas construcciones comenza-
dibujos, de modo que un médico forense era también una ron a desvanecerse, a desaparecer ahí mismo, frepte a mí.
especie de-pintor y.escultor. Una ligera sensación de calma me invadía a pesar de todo.
Traté de recargarme en uno de· los muros que todavía tenía
cierta consistencia, pero mi mano sólo se encontró con el
Í:II. Los muros del tiempo
vacío. ·Fue entonces que·me asaltó la Visión.
21 de rparzo de 1997 Al abrir los ojos me.ertéontré enlá orilla del enorme
lago prehistórico. Yo era joven y estaba totalmente desnu-
EQ J:l)is tiempos de estudiante de medicina era frecuen- do. Una garza blanca se posó justo .en mi sombra. Grillos
te ver aJas sirvientas sáíltigüarse frente a los cráneos que insistentes, monótonos, crepitaban entre los arbustos como
llevábamos a nuestras casas. Decían que esos pobres di- relojes que marcaban aquel tiempo sirnültáneo. Cerca de
funtos no habían recibido apropiada sepultura y que dé mis-pies hundidos en el agua chapaleabansalamandrasy
seguro su alma andaría por ahí, vagando. Yo nunca creí esas pequeñas sabandijas acuáticas. A lo lejos cintilaba una fo-
historias producto de supersticiones y creencias. Sin em- gata. Siluetas titubeantes se movían y gritaban, proyectan-
bargo, unos· días después-de iniciada la reconstrucción del do ·sus sombras en el htüno que se elevaba hacia el cielo ...
rostro, comenzaron las alucinaciones. Una muchacha desnuda, morena, de mirada distante,
La primera vez, lo recuerdo ,bien, me encontraba en el salió caminando del fohdo del agua y se ácercó hacia rní
Centro. Acababa de asistir a una comida de aniversario de chorreando gotas de agua plateadas como perlas. Sabía,
los médicos de mi generación: un montón de ancianos cuyas con la certeza inconsistente del sueño y la alucinación, que
Vidas habían trartsctirrido reviSando las miserias de los otros. me estaba buscando. La tomé de la muñeca, la arrastré
Al salir estaba completamente-ebrio. Una botella de espeso trás unos matorrales y la hice acostarse eh la húmedá tie.
Viiio tinto yel sol enrojecido que se perdía entrelas gárgolas rra. Inmovilizada bajo mi cuerpo, la tomé.de las caderas,
barrocas :y los edificios simétricos del Centro, me hicieron abrí sus muslos y la penetré con violencia. Yo jalaba sus
perderme ·en üha nervadura de calles ancestrales. Una insi- cabellos y mordía sus pechos mientras-ella emitía mustios
nuación· de anochecer pintaba el cielo de cobalto. La tarde gruñidos de animal en celo.
áspera y escamosa $lomaba como un gigantesco reptil entre Un policía me encontró tirado en el piso. Me subieron
las construcciones. La gente a mi alrededor caminaba con a una arpbulancia, me llevaron a un hospital, me quitátofi
lentitud, marea en calnia. De pronto me encontré en una ca- la ropa y una mujer embozada vestida de blanco me enterró
lle muy extraña. A pesar de que conocía el Centro como la una aguja en e1 brazo. Desnudo, humillado, nie dejaron dor-
palnia de mi mano, me sentí de pronto-transportado a una mir la borrachera. Al otro día me dieron de alta. Por pru-
época distinta. QuiZá fueran los edificios inclinados quepa- dencia, acaso portemor, no dije· nada de la alucinación que
recían comenzar a derretirse en la penumbra, ó quizá fueran había sufrido.

532 533
A partir de ese momento la reconstrqccJón. del rostro las orillas. Las mujeres reventaban en el parto, niños muer-
se hizo cad,9. vez más fácil. Al mismo tiempo, yo me sentía tos o deformes eran arrojados a las aguas. Debía pedirles,
cada vez más vago y ajeno a mi mismo mientra,s real~b suplicarles, decirles que ya era hora de terminar con el cas-
aquel trabajo. Era como si cada uno de mis actos se hubie. tigo. Yo escuchaba atento. Los chamanes me decían que yo
se infectado del mal de la il:realidad. Los días se sucedj~an era el más joven, el másrobusto,.el mejor para seguir alas
con llila rapidez pasmosa y se desvanecían como cigarros a venados, el que ahuyentaba a-los coyotes. Sólo yo podría sal-
medio fumar. Era como si apenas viviera lJll;t pequeña par- varloS', decían·en su lenguaje hecho de oscuridad, de la mate"
te del tiempo. ria densa de los sueños. La noche siguiente, de luna llena,
Una noche, después de dejar reconstruidos los pómu- me llevarían rumbo al lago, hasta llegar a los .Labios de la
los y los ojos, cansado, salí a caminar por los alrededores de Tierra y ahí prepararían todo para el viaje... '
mi casa. Era una noche fresca de febrero, las tolvaneras agita- De repente me encontré sentado en la orilla de una
ban ropa blanca en las.azoteas. Todo era fantasmal, éXtraño. fuente en cuyo centro había una manada de coyotes de bronce
Al doblar una esquina miré hacia arriba: una parvada de que brillaban ·bajo la luz de la luna. A .través de mis ojos
enormes pájaros blancos se detuvo entre ios árboles. Alba- vidriosos aquel vago resplandor me pareció una suerte de
jar la vista, la ciudad había desaparecido a mi alrededor. remoto aullido metálico.
Frente a mí se abría un.bosque espeso de árboles ribereños Regresé ami casa tambaleante. D<?rmí hasta- bien en-
y. entre los troncos, percibí la luminosidad nocturna prove- trado el día. Cuando revisé el trabajo en mi computadora,
niente del lago. En la superficie metálica flotaba una enorme vi que el rostro ya había sido reconstruido en la pantalla.
luna blanca como un cráneo. Miré hacia atrás, no había más La huella del hachazo en pleno rostro había sido.borrada.
que matorrales enmarañados. Cuando quis.e limpiar mis En.ese instante, al ver aquel hombre prehistórico, recordé
gafas no las encontré en mi rostro. De nuevo mi cuerpo era con claridad que los chamanes me habían escogido, me
joven y estaba desnudo. Todo en aquel lugar era familiar: los habían llamado; Yo debía atravesar las murallas del tiempo
murmullos d.e los b-Qhos, el viento susurrando entre las ra~ y regresar al otro día. Corroboré que fa noche siguiente se-
mas de los sauces, la estrella fugaz rayando el cielo, las cons- ría de luna llena. Hice mis preparativos y dormí alejado
telaciones flotando e11la noche: ciudades.estelares rodeadas todo el día. Soñé estrellas fugaces, mujeres desnudas ba'-
de cordilleras de nubes. Esta vez, muy cerca, brillaba la foga- ñándose en el agua, murciélagos e insectos cuyo canto, par-
ta. Ca:min,é en esa cli.J;"ección hasta que escuché las crepitacio- padeaba: y parecía iluminar la densa oscuridad.
nes del fuego. Al llegar hasta la hoguera vi varios rostros
pinta,dos de rojo iluminados por las llamas. El más viejo
comenzó a hablarme en un lenguaje que entendía, pero que Iv. En los labios de la tierra de la tierra
seda imposible reproducir aquí. Él rrie dijo lo que debía de 11 de abril de 1997
hacer: tenía que atravesar el tiempo para. hablar con los Dio-
ses, para hacerles entender. La comida escaseaba, los bison- Ahora escribo estas palabras, justo en este instante he
tes se habían marchado y en el Ombligo de la LU)la no había atrapado un fragmento ilusorio del presente. Estoy en un
más alimento. El agua se había salado. Los peces morían en islote movedizo del Ahora. Con estas frases construyo un

534 635
pequeño puente de palabras que me permitirá atravesar los
muros del tiempo. Me he visto en el espejo y sé que ya soy
Nadie. He enviado el rostro al Instituto Nacional <;le Antropo-
lqgía gracias· al modem que tengo instalado en mi. compu-
tadora. El viaje de una imagen por medio de la electrónica me
parece tan lógico y creíble como el viaje de_ un hombre _a la
Prehistoria para pedir clemencia.aJas oscuras deidades de
las Aguas y la Noche. Comienza a oscürecer. Soy esperado:
no puedoJaltar. Empiezo a habitar el tiempo, eterno de los
Dioses, la noche secreta de los chamanes. Una botella de La novela de Borges
vino tinto, espeso como. sangre, me ha servido para acelerar
el debilitamiento de mis sentidos. Pronto _estas paredes, mi
mesa de trabajo,. esta pantalla, este teclado, estas palabras,
PABLO BRESCIA
se conv:ertlrán en nubes de vapor emergiendo de un lago pre-
histórico. Mientras· escribo estas palabras comienzo a ver (Argentina, 1968)
jirones de. niebla desgarrándose entre los árboles ribereños.
Ya· estoy en la orilla, en los Labios de la Tierra. El lago duer-
me iluminaqo por la luna. Las palabras han tendido el puen-
te: he cruzado. Estoy del otro lado.
Ahora se acercan hasta mí los viejos. Mejor ir en bus-
ca de los Dioses que vivir de la disección de cadáveres; me-
jor atravesar los Muros del Tiempo que habitar esta era
amordazada y decadente, ajena aJo sagrado.
Es hora de enfrentar el hacha de obsidiana que me
enviará con Ellos ... bajaré hasta el fondo de las aguas, ha~
blaré con los Dioses del~<;> y de la luna·... yo les pediré
pesca, cosecha y cacería... y mi gente dejará de padecer tan-
·ta hambre, tanta mortandad, tanto abandono ...

Thmado de: Mauricio Malina: Mantts religiosa, México, Editorial


Aldus, 1999.

536
',
«La novela de Borges» es parte de La apariencia de las cosas ( 1997).
Después de conocer, como lectores, lo que opinaba Borges sobre el
género novela, que Pablo Brescia además nos recuerda, no extraña que
en este cuento el orden otro esté encarnado precisamente por esa nove-
la conjetural. La novela de Borges es un vacío, es el caos, un objeto que
quiebra las leyes de la lógica, una referencia autoteXtual e intertextual,
un texto de homenaje a Borges y que sólo puede desembocar en uno de
sus grandes cuentos fantásticos: «El libro de arena».
Otras obras de Pablo Brescia: El cuento mexicano. Homenaje a
Luis Leal (coautor, 1996); Sor Juana y Vieira, trescientos años des-
pués (coautor, 1998); Borges múltiple: cuentos y ensayos de cuentis- '
tas (coeditQr, !999). Imagine usted mi sorpresa, querido lector, cuando
encontré la novela de Borges.
Aquella tarde lluviosa. simbólica de una Buenos Aires
invernal, fma y triste, ];mbía decidido darme una vuelta por
la Biblioteca Nacional. Inventé el pretexto de tener que ir a
buscar la Utopía de Moro, porque mi ejemplar lb había
prestádo no sé a quién. Mis excusas para escaparme a la
biblioteca nunca convencían a nadie: ni a mis amigos ni a
Beatriz ... ni siquiera a mí. Permítaseme una breve explica-
ción. Represento una clase cultural (más bien social) aliena-
da, marginada, en vías de extinción: soy un lector. En estos
días, el amor por los libros puede considerarse casi un sa-
crilegio; siempre hay algo.más urgente que hacer.
De todos m:odos, cumplí con el rito una vez más: to-
mar el colectivo, bajar unas cuadras antes, respirar ese aire
a nostalgia que se adi$a en los bancos de las plazas y en
los transeúntes de las seis de la tarde que caminan hacia
ningún lugar. Me detuve frente al edificio y, como de cos-
tumbre, garabateé un comentario ,banal en mi libreta de
anotaciones .(algo sobre la soledad arquitectónica de las
bibliotecas, creo).
Me olvidé pronto de Tomás Moro, pero. esa noche ha"
bría de recordarlo. Fui hacia el tercer piso, sección Litera-
tura Argentina; los libros de Borges habitan los tres
primeros est:ap.tes de la galería de la izquierda. En casa
tengo sus obras completas. Tengo los textos que no incluyó

539
en esos volúmenes. Tengo escritos inéditos. Es decir, poseo La novela.era·mía, mía. Yo era el descubridor, el adelan-
al Borges escritor ¡¿quién podría poseer al iilfinito Borges tado. Iba a ser el primero en leerla .. Tomé un taxi hasta Ba-
lector?). Sin embargo, como que era misterioso leerlo en la rracas. FUeron veinte minutos que parecieron mucho más
biblioteca. Parecía que Babel y la pampa, espejos y cuchillos (recordé a Bergson). Me metí en un barcito de malamuerte y
se confabulaban allí para crear un espacio literario distinto. pedí un café. Saqué el libro. Quería ver- qué era lo que Borges
Aunque tenía pensado comenzar con «El otro» (lectura había hecho con el género literario del: que siempre _había
número mil, aproximadamente), contemplé por un momen- huido. El cúmulo de emociones simultáneas quesentí en el
to el conjunto de la colección: Artificios, Discusión, Fervor de momento de posar mi mano sobre eUomo -que, a propósh
Buenos Aires... También creí ver un libro de tapas color vino to, se había; tomado grisáceo- desborda aún elleilguaje; bas"
que .me parecía no haber visto antes. Era un libro grueso, de te decir que hacía latgo tiempo que no derramaba dos
unas quinientas páginas por lo menos. Esto me r.esultó ex- lágrimas. Pero mis ilusiones se derrumbaron abruptamen-
traño; conocía verbatim. el comentario de Borges en su pró- te. La primera página del libro mostraba una serie de figuras
logo a 'El jardín de senderos que se bifurcan ('1941). 1 ¿sería incoherentes, muy distantes de cualquier estructura de co-
una antología de sus textos o una compilación de ensayos municación humana conocida; la frase inicial «decía»:
críticos? Tom,é el libro y examiné el lomo; se leía, no muy @ "' ¡. Durante tres horas intenté identificar algún código
claramente, .Jorge LuisBorges. Y debajo: Novela. que me permitiera descifrar el texto. No tuve éxito. ¿Había
Imagine usted mi sorpresa, querido lector, cuando en- sido una broma de Borges? O quizás estaba en un trance,
cuentro la noyela de •Borges. Quedé atónito. ¿Borges había sufriendo una alucinación. Pero la experiencia en la bibliote-
escrito una novela? Imposible, ¿cuándo, cómo, por qué? Y, ca había sido tan «real» ... En ese instante, se me ocurrió una
sin embargo, el libro estaba allí, en .mis manos. Miré recelo- explicación, tal vez improbable, aunque no imposible.
samente a mi alrededor. Nadie me había visto. Poco a poco la Era muy tarde, pero iba dispuesto a todo. Ya no me
ansiedad y el júbilo fueron conquistando mi parálisis. Este importaban las consecuencias de .mis actos. La biblioteca
era, sin duda, el momento más importante de mi vida: yo, aparecía desierta y la puerta de entrada, como siempre,
lector y escritor olvidable, había descubierto la novela -la úni- estaba sin cerrojo. Subí al tercer piso. Puse el libro en el
ca, seguramente-'- de Jorge Luis Borges: Mi nombre quedaría lugar correspondiente y volví a sacarlo. Leí con satisfacción:
inscrito en la posteridad literaria. Ahora había que actuar. Jorge Luis Borges. Novela. Según .mi razonamiento, los he-
Decidí con rapidez. Mi sobretodo tenía bolsillos interiores chos de aquellas horas sólo podían responder a una lógica
amplios, y en la bibliotecalos agentes de seguridad eran mu- borgeana; algo tan inconcebible como un novela de Borges
ñecos.decorativos; ¿quién iba a querer robarse unlibro? Con sólo podía conjurarse en un espacio y un tiempo muy bien
pasos un tanto apresurados llegué hasta el asce~or. Saludé delimitados: esta biblioteca, mi lectura. Sin esas condicio-
a uno deJos bibliotecarios, bajé y salí a la calle. nes el libro dejaba de ser la novela de Borges para conver-
tirse en una acumulación de signos inescrutables. Esta
1 Désvarío laborioso y empobrecedor el á.e componer vastos libros;
hipótesis tenía dos corolarios: ( 1) no podía comunicar a
'el de explayar en quinientas páginas una idea- cuya perfecta exposición nadie el insólito hallazgo, y (2) sería el único capaz de leer
oral cabe en pocos minutos ... la novela. Por su lectura me dije que bien valía sacrificar la

540 541
fama literaria. No me sorprendió tomar el libro y descubrir
que tenía solamente una página, numerada 500; las leyes
de la lógica no regían en aquel momento ni en aquel lugar.
Entonces leí la primera oración: Imagine usted mi sorpre-
sa, querido lector, cuando encuentre la novela de Borges.
No quise contlnugr.
Hace un mes volví a la biblioteca y me topé con un
anuncio que pregonaba la reorganización de los archivos.
Según el nuevo sistema, Borges estaba ahora en el noveno
piso. Cuando me percqté q11e la biblioteca sólo tenía siete, Cambio de vida
me senté en una plaza y me puse a leer «El libro de arena».

ESTHER DÍAZ LLANILLO


Tomado de: Pablo l3rescia: La apariencia de las co.sas. México,
Universidad Nacional Autónoma de México, 1997. (Cuba, 1934)

542
Esta narración fonna parte del libro Cambio de vida {2002).
El tema, ya conocido en la tradición fantástica, de la usurpación de
un cuerpo joven y vigoroso por el alma de un viejo, de la prolongación de
la juventud más allá de los límites normales de la especie por un medio
esotérico, se retoma y se reformula aquí al entrar a funcionar un el~­
mento nuevo: la creencia -y la temible práctica- afrocubana de los lla-
mados cambios de vida. Sin embargo, a diferencia de lo que ocurre en
otros cuentos, en éste es la vitalidad del joven la que interesa, su alma.
no su fisico.
Otro cuento incluido en una antología fantástica: «Anónimo»
(LLOPISl).
Pertenecen a Esther DíazUanillo: El castigo ( 1966) y Cuentos an- Miró a su alrededor: Las ventanas estaban abiertas y
tes y después del sueño (1999). una luz tenue entraba depositándose con precaución sobre
las camas de los pacientes alineadas en una repetición cons"
tante como las teclas.blancas de un piano.
Llevaba días allí y esperaba le dieran el alta de un mo-
mento a otro. Había sido una bronconeumonía aguda, pero
la sobrepasó debido a l<,>s antibióticos y a esa naturaleza
resistente que, gracias a Dios y a los genes, había heredado
de su abuelo paterno.
Una enfermera de blánco uniforme entró en la sala y
empezó a distribUir termómetros y pastillas a diestro y si-
niestro. De vez ~n cuando, una inyección. Él se volteó para
que le pusierariJa suya dejando la amplia superficie de su
glúteo pálido y joven expuesta a la curiosidad ajena. El pin-
chazo fue rápido y alegre, pero elliqúido que propulsó era
malévolo y punzante. En fin, no le quedaban. muchas más
que soportar, pronto las olvida,ría todas.
Miró a su derecha, donde yacía aquel viejo enjuto, más
parecido a una imagen del Quijote que el Quijote mismo.
Había llegado en es4tdo de coma y en él seguía. Debía de ser
muy importante pues no sólo los,familiares sino también
los amigos se interesaban por él turnándose para velar su
perenne sueño. La hija. sobre todo, lloraba constantemente
a su lado como si ya fuera un muerto en vida; y eso mismo
era, solo que no acababa de morirse.

545
A las ocho vendrían los médicos. Faltaba una hora y, que traspasó a los pacientes, los cuales se·incorporaron en
antes, todos los pacientes debían de estar bañados y arregla- sus camas sobresaltados.
dos como para una fiesta, así que no lo pospondría más, se -iEstá vivo! iMi papá está Vivo!
dispuso a ir al baño y asearse pues al fin y al cabo él había -iEstá muerto! iEl joven.está muerto!
sido uno de los primeros en abrir los ojos esa mañana. Se La enfermera corría por la sala.
incorporó en el lecho e iba a ponerse de pie cuando sintió --"iPronto, aquí, médico de guardia, un infarto!
una mano sobre su hombro. Estaba en aquel parque y fi:liraba jugar a los niños.
-No se levante. Acuéstese despacio. Con sus setenta años sólo podía hacer eso, verlos jugar y
Volteó la cabeza y vio al hombre que le hablaba. Pare- rememorar cuando él también lo hacía. Recordó además su
cíaun médico, pues una bata blanca cubría su forzudo cuer- juventud, sus amores, su familia, su época de triunfador. Sí,
po~ Su rostro, ~egro· y grasoso como un ·ébano pulido, muchos le debían algo. muchos lo apreciaban y querían, aún
culminaba en una hirsuta barba: que lo asemejaba a un podía aconsejar a otros, su experiencia, su cultura, su aval
patriarca africano. S1,1s cejas eran pobladas, con la forma histórico todavía le daban un lugar en la sociedad. Se encon-
de.acentos circunflejos. Sus ojos, .oscuros y de.mirar ·direc- traba bien, estaba vigoroso para su edad, podía caminar va-
to, lo atrav.esaban.como puñales .. rias cuadras por la mañana y percibir el aire fresco al
-Acuéstese, por favor, y no·piense en nada. Ponga su posársele en e1 rostro, el leve toque de las hojas húmedas de
mente en blancoysólo.escúcherríe.y.descanse. rocío al caer sobre sus manos y el crujir de las secas del día
Desde la blanda almohada un benéfico sueño fue fll- anterior aphistadas bajo sus pies. En fm, el salvaje correteo
·trándose por: todo.su cuerpo. Aquelomédico hablaba una de la sangre dentro de sus venas y, ru mismo tiempo. el ansia
jerga extraña. Sus manos se movían·con.signos esotéricos. de su cerebro, siempre dispuesto a crecer en pensamientos y
Su voz era profunda y suave. Debe ser un psiquiatra -pen- en sensibilidad ante las ·sugerentes páginas de un libro. No,
só-, pero yo no necesito un. psiquiatra. ¿se habrá equivoca- no podía quejarse, stno'fuera porque ...
do dé paciente? Años después el hombi"'e se sentó frente al otro. Era un
"-'Nq.se:mueva. Duerma, duerma. dúo increíble: De una p¡rrte, un anciano de edad incalculable,
Ydecv.erdad_que tenía sueño~ mucho sueño. Sus. ojos con aire de Quijote y un susurro de voz. De la opuesta, Un
se cerraron como dos :mariposas nocturnas que pliegan las negro todavía fornido, con una larga barba gris y cejas cir-
alas al. arribo de la luz intolerable. Sonrió apaciblemente Y cunflejas. Ambos se miraron a los ojos y se reconocieron.
se quedó dormido ... El viejo se expresó tímidamente:
El Viejo abrió·los ojos, vio asu.hija que lloraba amar- -Sólo quiero agradeéerle y pedirle un favor.
gamente•a su lado. No .lograba comprender. ¿gué la afligía _¡¿otro?! ¿Pero es posible aún que yo pueda hacer algo
de esa manera? ¿gué hacía él qlli? más por usted? Dígame.
-Luisa. -Hace mucho tiempo que no logro dormir. Cuando cie-
Su débil voz se instaló· en la sala como el gorjeo de los rro los ojos es cómo si tuviera una fuerza extraña en las
primeros pájaros al amanecer. 'La hija levantó la cabeza Y pupilas,. en los párpados; es como si alguien, que no soy yo,
dio un grito de asombro y después otro de triunfal alegría quisiera despertarse dentro de mí; es insop()rtabl~.¿?

546 547
Porque quiero soñar como cuando era niño, como cuando
era joven, soñar con cosas maravillosas que aún tengo aquí
Bibliografía sobre literatura
dentro de mi cerebro. Quisiera recostar mi cabeza y decir fantástica*
«hasta mañana», pero esa fuerza está en mi interior y no
me deja en paz .
..,.No se desespere. Sólo hay una manera, pero es irre-
vei:sible, es"deftnitiva ¿comprende?
-Sí, .
..,.¿La acepta?
-Sí. '
-Entonces, acuéstese ~spacio en esa cama. No se l. Acercaniitmtos teóricos
m~eva, duerma; duerma y descanse para siempre. ABREu RrnEIRO, CLEONE A.C.L. DE: <<A ambigüedade do.f~Íás­
El viejo ~e acostó y cerró los ojos con suavidad, una tico ero literatura», Revista de Le.tras (Sao Paulo), 23
leve sonrisa iluminó el borde de sus resecos labios, la boca (1983}, pp. 71-78.
se abrió en una relajación triunfal-de última hora y un sue- ALAzRAKI, JAIME: En busca del unicornio: los cuentos de Ju-
.ño infinito se apoderó de él que peqnaneció lánguidamente lio Cortázar. Elementos para una poética de lo neqfan-
apoyado sobre ellecho. tástico, Madrid, Gredos, 1983.
El negro trazó unos signos en el aire y pronunció unas -----"'-= «¿Qué es lo neofantástico?»-, Mester, 1990,
p~abrs en un lenguaje extraño. De pronto, de las profun- núm. 2, pp. 21-33.
didades del yacente. cuerpo emergió un sonido. El hombre ALTAMIRANDA, DANIEL: «Campo designativo de la expresión "li-
dio un paso atrás sobresaltado. "Era un sonido grave, re- . ter¡aturafantásUca"», Escritos (Puebla). 2000, núm. 21,
dondo, que poco a poco fue adquiriendo su propia d4nen- pp. 59-75.
sión hasta volverse agttd9 y discernible. Era una voz que ANnERgON IMBERT, ENRIQUE: «"Literatura fantástica", "realis-
clamaba por algo. Una voz timbrada y fuerte que él no ha- mo mágico" y "lo real maravilloso"», en Yates, 1~75,
bía oído nunca pero que compre:qdía en toda su plenitud. pp. 39-44.
-iSácame de aquí y dame un cuerpo joven! iYo tam- AAAN, PAMPA ÜLGA: Eljantástico literario. Aportes teóricos,
bién quiero dormir un poco y vivir lo que me falta por vivir! Córdoba (Ar~entia}, Narvaja, 1999.
El negro reaccionó rápidame:n,te, se aproximó ~ amigo
y presionQ con fuerza su hombJ::o. El viejo se despertó.
-Lo siento, lo siento mucho, pero es imposible. Ten- • Se incluyen aquí obras de teoría e historia de la literatura fantástica
drá que permanecer insomne hasta el final. Yo, de momen- en general y de critica sobre ese género en la literatura hispanoamericana.
to, no puedo hacer nada por usted. Tengo otro compromiso. Siempre que ha sidó posible, se lia intentado privilegiar las obras de
Un nuevo cambio de vida, ¿me comprende? crítica sobre autores y-relatos que figuran en esta antología. Para evitar
repeticiones innecesarias, cuando se da entrada a varios artículos de
un libro colectivo o escrito por más de un autor, la fuente se ofrece
Tomado de: Esther Díaz Llan111o: Cambio de vida, La Habana, Edi-
abreviada en todos los casos; la ficha completa se halla en el índice de
torial Letras Cubanas, 2002. fuentes abreviadas.

548 549
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El vampiro El extraño caso de Ciro Doral


HORACIO QUIROGA 181 GUSTAVO AGRAIT 393

El inmortal La isla a mediodía


JORGE LUIS BORGES 209 JULIO CORTÁZAR 409

El retrato El mico
.ARÍSTIDES FERNÁNDEZ 229 FRANCISCO'TARIO 421

La rosa no debe morir Langerhaus


MARÍA DE VILLAEJNO 245 JOSÉ EMILIO PACHECO 447

La boina roja Ridder y el pisapapeles


ROGELIO SINÁN- 259 JULIO RAMÓN RIBEYRO 461

El espejo La esquina del sueño,


AMPARO DÁVILA 287 INÉS MALINOW 469

Los buitres Nadie


ÜSCAR CERRUTO 299 ELISEO DIEGO 483

El baúl Triste le ville


FELIPE BUENDÍA 309 ABELARDO CASTILLO 487

La casa de azúcar En familia


SILVINA ÜCAMPO 317 MARÍA ELENA LLANA 499

El Grimorio El devorador de planetas


ENRIQUE ANÓERSON IMBERT 331 EMILIANO ÜONZÁLEZ 507

De los dos lados Dios sí juega a los dados


ADOLFO BIOY CASARES 359
ÜSCAR DE LA BORBOLLA 517
La máscara
MAURICIO MüLINA 525

La novela de Borges
PABLO BRESCIA 537

Cambio de vida
ESTI$R DÍAZ LLANILLO 543

Bibliografía sobre literatura fantástica, 549 La Honda


l. Acercamientos teóricos 549 Casa de las Américas
11. Historia y crítica 563
III. Bibliografías sobre lo fantástico 587
rv. Índice de fuentes abreviadas 588
Libros de próxima aparición
Claves de antologías 591

• La tejedora de coronas, Germán Espinosa


• Los placeres del dolor, Pedro Ángel Palou
Este libro se terminó de imprimir
en el mes de julio de 2003.
La edición consta de 2 000 ejemplares.
Impreso por Quebecor World Bogotá S.A.
Impreso en Colombia - Printed in Colombia

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