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WAYAR
Doctoren derecho. Ex Juez del Superior Tribuna] de Justicia de la Provincia de Jujuy.
Juez por concurso de la Cámara Federal de Tucumán. Profesor titular regular de detecho
civil en la Universidad Nadonai de Tucumán
TOMOl
CONCEPTO. NATURALEZA
ELEMENTOS. EFECTOS
TEORÍA DEL INCUMPLIMIENTO
DERECHO CIVIL
OBLIGACIONES
ERNESTO C. WAYAR
SEGUNDA EDICIÓN
LexisNexis
Depalma
BUENOS AIRES
V^ayar, Ernesto C.
Derecho civil: obligaciones. - 2*. ed.- Buenos Aires:
Depalma, 2004.
V. 1, 5 6 0 p . ; 23x1,6 cm.
ISBN 950-14-1936-3
I.S.B.N. 950-14-1936-3
© by EDICIONES D E P A L M A B U E N O S AIRES
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A la memoria
del Dr. Horacio Alrruaán,
cuyo canto inconcluso
nos sumió en la pesadumbre.
CAPÍTULO I
CONCEPTO
A) NOCIONES PREUMINARES
B) CONCEPTO DE OBLIGACIÓN
E) METODOLOGÍA
CAPITULO II
A) NATURALEZA DE LA OBUGACIÓN
B) EVOLUCIÓN HISTÓRICA
CAPtrutOIU
ELEMENTOS
A) ELEMENTOS ESENCIALES
§37. Enunciación. 95
B) LOS SUJETOS
D) EL OBJETO YU PRESTACIÓN
II) REQUISITOS
I) LA CAUSA-FUENTE
II) LA CAUSA-FIN
111) EXAMEN DE ixts TEXTOS DEL CÓDIGO CIVIL QUE SE REFIEREN A LA "C AUSA"
CAPITIWJOIV
A) GENERAUDADES
CAPITULO V
A) CONCEPTOS GENERALES
1) CONCHTO
H) FUNCIONES
I) LA CUESTIÓN DE LA CAPACIDAD
1) EL PRINCIPIO DE IDENTIDAD
§134. Concepto, fimdamentos y aplicaciones 347
a) Concepto 347
b) Fundamentos 348
c) Aplicaciones y efectos... 349
§135. Excepciones al principio de identidad 350
a) En las obligaciones facultativas, cuando el deudor ejerce la facultad de
sustituir el objeto del pago 350
b) En las obligaciones de dar dinero, cuando el pago puede ser hecho en mo-
neda distinta de la especificada én el título 351
§ 136. Situaciones que no constituyen excepciones al principio de identidad 352
a) Modificación del objeto del pago por convenio de partes 352
b) Dación en pago ,-. 353
c) Cumplimiento de unaobligación alternativa 353
d) Ejecución forzada e indemnización sustitutiva 353
e) Entrega de un cheque«i lugar de dinero efectivo 354
O Entrega de otros títulos de crédito (letras de cambio, pagarés, etc.) 357
g) Depósito en cuenta bancaria a nombre del acreedor 358
§ 137. Principio de identidad y abuso del derecho 359
ÍNDICE XXIII
2) EL PRINCIPIO DE INTEGRIDAD
§138. Concepto, fundamentos y efectos 360
a) Concepto 360
b) Fundamentos 362
c) Efectos 363
d) Aplicaciones 364
§ 139. Excepciones al principio de integridad 364
a) Acuerdo de voluntades 365
b) Autorización legal 366
c) Autorización judicial 366
§ 140. Situaciones que no constituyen excepciones al principio de integridad 367
a) Obligaciones sucesivas o periódicas independientes entre sí 367
b) Obligaciones "independientes" entre el mismo acreedor y el mismo deudca- 370
§ 141. El principio de integridad y la actualización de las deudas dinerarias.
Remisión 371
I) LUGAR DE PAGO
II)TffiMPODEPAGO
n) EL RECIBO
CAPÍTULO VI
EL INCUMPLIMIENTO
h) CONCEPTO DE INCUMPLIMIENTO
' Es un deber de! jurista ei mmitenerse sistemáticamente en contacto con los proble-
mas. Pero para cumplir con ese deber —como lo ha destacacto uno de los célebres italianos,
Michete Giorgíanm— ha^ que tomar real conciencia (fe que en d seno del dnecho privado
se pnxftic»! piofiutdas oxnsíbntUKnmies como consecu«ida «fe los cambios en el ambiente
económíGo de la soded»!. Si se pierde de vista tales cambios, se perderá el contacto ccxi los
problemas jurídicos.
2 ERNESTO C. WAYAR
deben ser revisadas, sea porque cambiaron las condiciones sociales que
permitieron su pacífica vigencia, sea porque la vida en la sociedadposmo-
dema nada tiene que ver con, la que se vivió en siglos anteriores, sea, en fin,
porque la realidad es otra.
Basta fijar la mirada en una, sólo en una, de las caras que muestra la
realidad para justificar el emprendimiento: del inmenso número dé obliga-
ciones que a diario genera la vida e;n sociedad, la mayoría de ellas se es-
tablece entre empresarios (organizados como empresa) y consumidores
(personas necesitadas de bienes y servicios). La actividad empresarial, por
un lado, y el consumo, por otro, han dado nacimiento a instituciones que
hasta hace muy poco la teoría de la obligación desconocía, como, por ejem-
plo, e\ dinero electrónico, los pagos o el retiro de dinero desde máquinas
bajo control coraputadorizado, la emisión de títulos inmateriales, las tarje-
tas de crédito, las distintas formas de ahorro previo, el crecimiento de la au-
tocontratación y de los contratos concluidos por adhesión, la necesidad de
defender a guarios y consumidores, la mayor preocupación por la respon-
sabilidad de las personas que ejercen profesiones especializadas (llamadas
"profesiones liberales"), el incremento de la responsabilidad objetiva con
el consiguiente interés por la implementación de sistemas de seguros colec-
tivos, etc. Bastan estas muestras -^ue no son, por lo demás, granos de
anís— para comprender hasta qué punto es importante comprobar si la le-
gislación actualmente vigente las contempla o las ignora.
IV. El examen contenido en este libro pretende lograr ese objetivo;
entonces, no se debe interpretar como una osadía su presentación al públi-
co, porque no es osado exanúnar lü realidad. Quizá sea demasiado extenso
para ser un ensayo (este primer volumen habrá de completarse con otros
dos), pero, según creo, en rigor es el rótulo que le cabe: ensayo.
Es de esperar que no pase mucho tiempo sin que se concrete la refor-
ma de nuestro derecho privado, reforma sobre cuya necesidady convenien-
cia existe consenso entre los autores \ a pesar de que se han dejado oír vo-
ces disidentes. Es más: me atrevo a afirmar que el Proyecto de Unificación
de la Legislación Civil y Comercial de 1987, más allá de la suerte que fi-
nalmente corra, es una prueba concreta de que la reforma de nuestras ins-
£. C. W.
CAPÍTULO I
CONCEPTO
A) NOCIONES PREUMINARES
' Las ideas expuestas tienen sólido respaldo. Para Castán Tobefias, la relación jurídica
no es otra cosa que una relación de la vida léal protegida o amparada por el éascim (Dere-
cho civil español, 8' ed., 1.1, vol. II, p. S). De Castro y Bravo la define como "aqu^l&ielaci&i
de la vida real reconocida y sancionada por el derecho" {Derecho eivü de España, 11, p.
461). Y en el mismo sentido se manifiestan Enneccerus y Nipperdey (Tratado de derecho
civÜ, 11. "Parte ^neral", vol. I, § 64, p. 285).
^ ParaBaitero, la relación jurídica se establece, no entre dos personas dñectamente,
sino entre "un determinado sujeto y el ordenamiento jurídico" (JSIsttma del derecho priva-
do, 11, n* 50, ps. 149 y ss.). Reconoce este autor que el «>nc»pto por & ¡^puesto difieie át
la opinión que caracteriza la relación jurídica como una relación entre dos stiyetos, uno de
los cuales está investido de poder, en tanto que el otro carga con el deber correlativo. Supone
6 ERNESTO C. WAYAR
a) La relación real
Barbero, con acierto, que esta última concepción es válida siempre y cuando se interprete
que los sujetos "no estii el uno sobre el otro, ni pueden, como animales, lanzarse el uno con-
tra el otro, sino que deben estar el uno con el otro, en colaboración recíproca, y todos ellos
subiure".
La obligación, según la tesis de Barbero, se integraría con dos relaciones jurídicas dis-
tintas, aunque funcionalmente conexas. La primera de ellas estaría dada por la relación del
deudor con el orden jurídico que le impone el deber de cumplir, con esto se quiere significar
que el deudor se somete, no al poder del acreedor, sino al orden jurídico. La segunda sería
la que une al acreedor también con el orden jurídico, que le reconoce su potestad; con esto
se quiere señalar que el "poder" no significa investidura de fuerza o de comando del acree-
dor sobre o en contra del deu4or.
No es poco lo que la tesis de Barbero le agrega a la idea de que la relación jurídica es un
nexo entre el "poder" y el "deber" que se localizan en determinadas personas, porque nadie
puede dudar de que uno y otro son emanaciones del orden jurídico, de suerte que el poder
nunca podrá ser usado, con el consentimiento de la norma, en fráma injusta o arbitraria.
Comparto, también, la idea de que los sujetos relacionados jurídicamente, cualquiera que
sea la naturaleza de la relación, deben prestarse recíproca cooperación y obrar con sujeción
a los mandatos normativos.
^ López de Zavalía definió la relación jurídica como "un conjunto de conexiones ju-
rídicas unificadas, cuyo núcleo fundamental consiste en una conexión jurídica entre una
persona mirada como fin, y un ente del mundo exterior a ella, considerado como medio"
{Derecho reates, 1.1, § 2, ps. 15-16).
* La tesis que ve en la relación jurídica un enlace entre "poder" y "deber" es predomi-
nante: F. Santoro Passarelli, Doctrinas generales del dereclw civil, p. 66; E. Betti, Teoría
general del negocio jurCdico.p. 9.
1
NOCIONES PRELIMINARES 7
b) La relación de obligación
En la relación de obligación, el poder sólo puede ser ejercido frente a
determinada persona, que está obligada a satisfacer el interés de aquel que
goza del poder. Se requiere la cooperación del sujeto pasivo porque es pre-
cisamente el comportamiento de éste el que habrá de satisfacer, normal-
mente, el interés de quien ostenta el poder. La relación es de obligación porque
poder y deber materializan un vínculo jurídico concreto y perfectamente lo-
calizado entre dos personas o centros de interés: el sujeto activo tiene de-
recho a exigir que el sujeto pasivo le proporcione el bien que le es debido,
y éste está obligado a proporcionarle ese específico objeto.
§ 3. TERMINOLOGÍA
La relación de obligación recibe diversas denominaciones. Tomando
como punto de referencia la situación en que se halla el sujeto activo, es co-
mún que se la llame "derecho de crédito " o "derecho creditorio ", nombres
con los cuales se destaca el poder antes que el deber —poder que equivale
a la facultad del acreedor para reclamar del deudor un comportamiento
útil—. Es también frecuente denominarla "derecho personal", expresión
que se utiliza para poner de relieve que esta clase de relación jurídica im-
porta siempre un vínculo directo entre personas, a diferencia de aquellas si-
tuaciones en las cuales prepondera la vinculación persona-cosa, como ocu-
rre con los derechos reales.
Si bien no le asigno mayor importancia a esta cuestión terminológica,
prefiero Hamarla, simplemente, obligación. No ignoro que se pueden pre-
sentar, por lo menos, dos inconvenientes:
1) Se dina que es incompleta, pues parece involucrar sólo el lado pa-
sivo de la relación. Si así fuera, se estaría identificando, erróneamente,
"obligación" con "deuda", con olvido de que el vínculo también se integra
con er'crédito".
2) Se diría que es equívoca, pues por tener la palabra "obligación" di-
versas acepciones se suele designar con ella una serie de deberes jurídicos
que no son técnicamente obligaciones.
ERNESTO C. WAYAR
^ Acerca del problema terminológico se puede ver: F. .Savigny, Le droit des obliga-
tíons, 1.1, § 3, de la edición de 1863 (París), traducida del alemán al francés por C. Gerardin
y P. Jozon; y B. Windscheid, Diritto delle pandetie, vól. II, primera parte, § 251, de la edi-
ción traducida del alemán al italiano por C. Fadda y P. Bensa.
)I
NOCIONES PRELIMINARES . 9
lio
los autores de un delito de acción póbttea, etc. serían "obligaciones". $9i
embargo, si bien se trata de verdaderos d^««s jorfdicos. ninguno de elISs
constituye una típica relación de obligación, yá sea porque la conducta i3é^-
bida por el obligado carece de contenido patrimonial, ya sea porque esa
conducta noes debida a una persona determinada, ya sea por ausencia de al-
gún otro requisito esencial.
c) Es común, aunque no menos equivocado, llamar "obligación" ^
contrato que le sirve de causa o al instrumento en el cual consta; en esfe
error incurrió el propio VélezSarsfield al redactar el art. 500 del Cód. Civil.
No es difícil advertir, sin embargo, que la obligación no es ni el contrato ni
el instrumento, sino que se trata de una relación que deriva del contratOio
que aparece reflejada en el instrumento. ; .^al
d) Se aprecia, también, un inadecuado empleo del término en otrosii^
sajes del Código Civil. Así, a título de ejemplo, anoto que en los arts. 1184,
inc. 1,2093. 3266 y 3272 se lo asimila a "gravamen real", y que en el ast.
3902 se lo utiliza como sinónimo de "privilegio". Esta terminología es el
producto de ciertas licencias del codificador en el uso del lenguaje, carente
de connotaciones conceptuales. ' ^
e) En el ámbito del derecho comercial, no es infrecuente el error de lla-
mar "obligación" a los títulos, valores o debentures que emiten las socie44)'
des autorizadas. ¿o
C. May nz, Curso de derecho romano, LII, § 169. p. 3, de la edicióa traducida al cai-
tellano por J. Pou y Ordinas. Sobre este tema, ver también F. Schuiz, Derecho romano clá-
sico, traducción de la edición inglesa por J. Santa Cruz Teigeiro, Bosch, Barcelona, 1960,
p. 435.
10 ERNESTO C. WAYAR
ció la VOZ "obligatio ", la cual —mostrando una marcada vocación de per-
petuidad— no se dejó de usar hasta el presente para identificar el mismo fe-
nómeno jurídico, a despecho de las profundas transformaciones de orden
económico y social operadas en el mundo.
B) CONCEPTO DE OBLIGACIÓN
^ Sin embargo, uno de los códigos modernos, el portugués del aflo 1967, contiene una
definición de la obligación en su art. 397: "Obrigagao é o vínculo jurídico por virtude do
qual urna pessoafica adscrita para coin outra á realizafSo de urna prestagao ". El art. 241
del Código Civil alemán describe el contenido del vínculo obligatorio: "En virtud de la obli-
gación, tiene el acreedor derecho a exigir del deudor una prestación. Ésta puede consistir
también en no hacer".
En la Argentina, los Proyectos de refonhas al Código Civil tampoco resistieron la ten-
tación de definir la obligación. Así, el Proyecto del Poder Ejecutivo nacional, preparado por
la Comisión de juristas designada por decreto 468/1992 (ver infra, § 36 ter, c), propuso la
siguiente definición en su art 714: "Se denomina obligación al vínculo en virtud del cual
una persona debe a otra una prestación que constituye su objeto, trátese de dar, hacer o no
hacer". Luego, el Proyecto de Unificación de 1998 (ver infra, § 36 ter, d) propuso esta otra
definición en su art. 671: "Se denomina obligación a la relación jurídica en virtud de la cual
una persona tiene el deber de cumplir una prestación a favor de otra. La prestación puede ser
de dar, de hacer o de no hacer".
El Código Civil brasUeño de 2002 (ley 10.406 del 10/1/2002), que trata de las obliga-
ciones en general en el Libro I de la Parte Especial a partir del ait 233 y se extiende hasta
el art. 420, no contiene una definición de obligación.
CONCEPTO DE OBLIGACIÓN 11
* instituías, III, 13, primera parte. Tanto ésta como las demás citas del Corpus iurisci-
vilis que aparecen a lo largo de la obra han sido tomadas de la traducción que Idelfonso Gar-
cía del Corral hizo de la edición latina de Kriegel, Hermann y Osenbrüggen. Es importante
destacar que las dos famosas definiciones romanas contenidas en las Institutos (III, 3, prin-
cipio) y en el Digesto (XLIV, 3,7) no corresponden al período clásico, que va desde Augus-
to hasta Diocleciano, sino que son de origen posclásico. Esto le ha permitido afirmar a
Schuiz {Derecho romano clásico, p. 436) que no hay una definición romana "clásica", lo
cual concuerda con la actitud de los juristas de este período, que fueron reacios adefínir con-
ceptos fundamentales.
' La noción que se extrae de la definición justinianea se condensa en la idea de que la
obligación es un vínculo jurídico que apremia al deudor a hacer algo en beneficio del acree-
dor. Empero, como observa Pacchioni, la definición romana no explica cuál es la naturaleza
y cuál el objeto de dicho vínculo; por tanto, el intérprete se queda sin saber si en virtud del
derecho de crédito se ejerce solamente una presión psicológica sobre la persona del deudor,
o si, al contrarío, éste sufre una verdadera restricción de su libertad, o si deberá responder
con su patrimonio (G. Pacchioni, Diríito civile italiano, t. II, vol. 1, p. 4; comparar con la opi-
nión de Roca Sastre y Puig Brutau, Estudios de derecho privado, LI, "Obligaciones y con-
tratos", ps. 161 y ss.).
Señala Bonfante que la eficacia esencial de la obligación romana, en antítesis con la
de relación real, está expresada por Paulo en el pasaje transcripto en el texto: 'ObUgationtun
substantia non in eo consistii, ut aliquod corpas nostrum aut servitutem nostramfaciat, sed
ut alium ñbbis obstringal ad dandum aliquid vel faciendum vel praeslandum" (Digesto,
XLIV, 3,7; cfr. P. Bonfante, Instituciones de derecho romano, 4* ed., § 117, p. 375, trad. L.
Bacci y A. Larrosa).
Las citas del Digesto o Pandectas que se formulen en adelante serán efectuadas con arre-
glo al siguiente método: se mencionará primero, en números romanos, el libro en que está
contenida la cita; luego, el título que corresponda, y, finalmente, la ley. En los dos últimos
casos se emplearan números arábigos, y si la ley se compone (fe varios fragmentos, se los
individualizará con un nuevo número arábigo.
'' C. Maynz, Curso de derecho romano, t. U, § 169, p. l.
'" P. Namur, Curso de instituciones y de historia del derecho romano, LI, § CCXL p.
12 ERNESTO C. WAYAR
pwte de prestigiosos juristas. A fines del siglo XIX, en Italia, Giorgi" ad-
mitía que la coligación —como lo indica su etimología— liga o ata al deu-
dor, constriñéndolo a desplegar su actividad en provecho del acreedor. En
Francia, ya en el siglo XX, los Mazeaud han sostenido que la definición de
las Instituías, tal cual ha llegado hasta nosotros, es váhda para nuestra épo-
ca Mayor preferencia merece la posición de Lafaille, para quien la vieja
definición no perjudica el progreso científico, siempre que se la interprete
y aplique conforme a las actuales circunstancias
Sin desconocer el formidable aporte que para la ciencia del derecho sig-
nificó la construcción romana de la obligación, me adhiero a los autores con-
temporáneos que piensan que es necesario revisar los conceptos para extraer
de ellos soluciones adecuadas a las actuales condiciones de orden económico
y social imperantes en el mundo. La obligación ya no puede ser concebida
como una relación de sumisión del deudor respecto del acreedor. Al contrario:
acreedor y deudor deben situarse en un plano de igualdad jurídica, y estar am-
bos dispuestos a prestarse recíproca a s i s t e n c i a E s ésta una de las ideas bá-
sicas sobre las cuales se construye^l nuevo derecho de las obligaciones.
§ 8. EL CONCEPTUALISMO DOGMÁTICO
Los partidarios del conceptualismo dogmático, como fruto de su
constante búsqueda de conceptos universales, han comprobado que la obli-
§ 9. DESCRIPCIÓN DE LA OBUGACIÓN
a) Notas típicas
Con el aporte de las distintas c^iniones no es difícil señalar cuáles serían
—según esas opiniones— las notas típicas de la obligación. Veámoslas
^ M.Giorf\íami,La<Atigaci6n(Lapartegeneraldelaobligación),p. 135,traducción
de E. Ventera y Tuells.
Comparar con las "tesis" que sobre la obligación elabora H. Negri, La obligación,
ps, 17yss.*
Otros motes afirman que las notas características de la obligación serían: a) la bqwla-
ridad, es decir, la presencia de dos polos: acreedor (crédito) y deudor (deuda); b) la aheri-
dad, o sea, la existencia de intereses contrapuestos: poder y deber, que incumben sólo a los
sujetos vinculados —cabe aquí señalar que estas dos notas están im^ícitamente contenidas
en la expresión "relación jurídica", usada para describir la obligación—; c) la coercibilidad,
es decir, la posibilidad de ejercer coacción —al respecto, se puede decir que la coacción es
una "virtualidad" del vínculo, cuyo empleo no es necesario cuando el deudor cumple en sen-
tido estricto—; d) la temporalidad, nota ésta esencial, dado que el vínculo no puede ser per-
petuo; e) la autonomía respecto de la fuente, nota con la cual se pretende distinguir la obli-
16 ERNESTO C. WAYAR
b) Observaciones a la enumeración
El análisis de la enumeración precedente permite formular dos obser-
vaciones:
I) La primera de ellas está referida al objeto del crédito —elemento
que no figura en el catálogo antedicho—. En efecto: la mayoría de los au-
tores considera que la prestación es el objeto; siendo así, se entiende que el
objeto estlí implícitamente incluido en esa enumeración. Sin embargo,
como se intentará demostrar luego, objeto y prestación son conceptos di-
versos: en tanto que la prestación es la conducta del deudor, el objeto es
aquel bien que el acreedor obtiene de esa conducta. E\ objeto, entendido en
el sentido indicado, es también una de las notas típicas de la obligación, que
ha sido omitido de la primera enumeración ex profeso, sólo para llamar la
atención sobre él.
II) La segunda observación está referida a la responsabilidad del deu-
dor. Cuando éste incurre en incumplimiento imputable, sea absoluto o re-
lativo, queda obligado a indemnizar al acreedor. Pero este deber de indem-
nizar —responsabilidad—^ no es un efecto de la obligación incumplida,
sino que es una nueva obligación nacida del incumplimiento; éste, que es
un hecho ilícito, constituye \dL fuente creadora de la nueva obligación. Por
ésta y otras razones que se expondrán luego {infra, § 34,78 y 214, a), no es
apropiado incluir en la definición de obligación lo concerniente al deber de
indemnizar derivado del incumplimiento 2*. En cambio, sí corresponde in-
gación de su causa eficiente. (Sobre esta enumeración, ver L Moisset de Espanés y P. Lc«<n.
Obligaciones (Recopilación de clases), 1.1, p. 23).
^* En una obra anterior (Tratado de la mora. Abaco, Buenos Aires, 1981) s&stuvc 4110
era necesario elaborar una teoría general del incumplimiento, que permitiera precisar los ci 1-
terios y principios propios de esta figura, para descul:rir o señalar cuáles son las ccnsccuen-
CONCEPTO DE OBLIGACIÓN 17
c) Definición
Sintetizando lo expuesto, es posible definir la obligación como la re-
lación jurídica en virtud de la cual iina persona —deudor—'tiene el deber
de cumplir una prestación con valor patrimonial en favor de otra —acree-
dor—, que tiene, a su vez, un interés tutelable, aunque no sea patrimonial,
en obtener de aquella prestación, o mediante ejecución forzada, el especí-
fico bien que le es debido.
I) La obligación como relación jurídica. — La obligación es una re-
lación jurídica porque para que ella exista es necesario que una persona
haya entrado en "contacto" con otra, ya por actos lícitos, ya por actos ilíci-
tos, ya por simples hechos; ese contacto constituye una relación social, que
al ser reconocida y regulada por el derecho se transforma en una típica re-
lación jurídica. Una relación jurídica es "de obligación" cuando las normas
le imponen a una de esas personas el deber de cumplir (deudor), y le atri-
buyen a la otra el poder para exigir el cumplimiento (acreedor).
II) El vínculo jurídico. — Uno de los rasgos típicos de la relación de
obligación se descubre en el vínculo jurídico que ella crea entre deudor y
acreedor. Las particularidades que presenta el vínculo (ver infra, § 43 a 45)
permiten diferenciar la relación de obligación de las distintas especies de
relaciones reales en las cuales lo preponderante es el contacto entre el su-
jeto activo o titular del derecho y la cosa sobre la cual ejerce su señorío, en
tanto que el comportamiento de los sujetos pasivos es apenas secundario o
accesorio.
cías jurídicas que derivan de ella. La responsabilidad del deudor es sólo una de tales conse-
cuencias, como lo ha puesto de relieve la doctrina (J. Puig Pefla, Tratado de dereclio civil
esptüiol, t, IV, vol. I, "Obligaciones y contratos", p. 197). Pero del incumplimiento derivan
también ottas consecuencias —v.gr., la imposibilidad de pago (art. 888, Cód. Civ.)—. Por
ahora me limito a señalar que el incumplimiento culpable trae consigo la responsabilidad del
deudor, sin perjuicio de examinar, en el capítulo respectivo, la teoría general del incumpli-
miento. Pero debe quedar en claro que "obligación", "incumplí miento" y "responsabilidad"
no se confunden en un solo concepto. Sobre esto último, ver infra, } 34.
18 ERNESTO C. WAYAR
nes y servicios. Esta afirmación, inspirada por la visión de una sociedad fra-
terna y solidaría, halla sustento en el hecho —comprobado— de que en
toda comunidad es imperioso que sus miembros se presten recíproca asis-
tencia. ' "
No es ésta una concepción puramente sociológica, es decir, basada
sólo en la observación de fenómenos sociales, que prescinde de estudiar las
normas jurídicas vigentes o que se. olvida de aplicar el derecho positivo ins-
taurado en determinada sociedad ^. En nuestro detecho, es ásJole sostener
que el Código Civil contiene valiosos preceptos que brindan fundamento
suficiente a la tesis según la cual la prestación debida por el deudor se tra-
duce en un comportamiento de cooperación, ya se trate de obligaciones de
dar, ya de hacer, ya de no hacer. Los arts. 625,629,1071,1198. entre otros,
son algunos de los textos que autorizan al intérprete a considerar que el de-
ber de prestación es un deber jurídico de cooperación. La teoría del "es-
fuerzo compartido" es una de las manifestaciones del deber jurídico de coo-
peración recíproca, pues por ella se impone a las partes el deber de compar-
tir el esfuerzoen procura de mantener—en equidad—el crédito y la deuda,
cuando su valor pudo verse afectado por un caso fortuito o un hecho del
príncipe. Ya se presentará la oportunidad de demostrarlo
En derecho comparado, la doctrina ha llegado a similares conclusio-
nes. Dentro del marco normativo que ofrece el derecho civil patrimonial en
España, Diez-Picazo define la obligación como "la relación jurídica esta-
blecida entre dos personas y dirigida a que una de ellas obtenga determinados
bienes y servicios a través de la cooperación de la otra, o bien al intercambio
recíproco de bienes y servicios mediante una recíproca cooperación" 2».
El deber de prestación, como se ve, es conceptuado como un deber de
cooperación.
El deber de prestación, considerado stricto sensu, se le impone al deu-
dor, pero ello no quiere decir que el acreedor esté dispensado de ofrecer
cooperación recíproca. Por el contrario, a éste también se le exige —si bien
como un deber jurídico secundario— cooperar con el deudor a fin de que
la relación se desarrolle con normalidad. Cooperación recíproca significa
que acreedor y •deudor están obligados a<á>servar una serie de deberes se-
cundarios que ensanchan, dándole mayor contenido, el poder-deber ini-
cialmente asumido. De ahí que Larenz », tomandocomo báselos textos del
Código Civil alemán, haya exaltado la i n ^ r t a n c i a d e los deberes secunda-
rios y haya definido la obligación como aquella "relación jurídica por la
que dos o más personas se obligan acumplir y adquieren el derecho de exi-
gir determinadas prestaciones" ».
El concepto de cooperación también ha sido usado, por Betti J", para
distinguir los derechos reales de los personales o creditorios. Con los pri-
meros se resuelve un problema de atribución de bienes, pues están destina-
dos a permitir la apropiación de los bienes por los particulares, apropiación
protegida contra perturbaciones de terceros. Con las obligaciones, en cam-
bio, se resuelve un problema át cooperación, puesestán dirigidas a facilitar
el intercambio de bienes y servicios o a posibilitar la reparación de daños.
La idea de cooperación —singulariza Betti—es el hilo conductor que sirve
para orientar al jurista en las cuelstiones más importantes que plantea el de-
recho de las obligaciones.
La relación de obligación, según las pautas de esta escuela, tiene por
objeto wm-cooperación debida por un miembro social en el interés típico
de otro miembro social. No se ha de creer que la cooperación sirve única-
mente para explicar el deber de prestación que pesa sobre el deudor. Su sig-
nificación es mucho más profunda, pues se refiere al comportamiento ínte-
gro que acreedor y deudor están obligados a observar desde antes de la
concertación y hasta después de la extinción de la relación jurídica obliga-
toria. Acreedor y deudor deben cooperar para que sea posible la concreción
del fin social que se per-sigue con los derechos personales o de crédito.
El concepto de cooperación está estrechamente ligado con el princi-
pio jurídico de la buena fe.
^' K. Larenz, Denclio de obligaciones. 1.1. p. 18. comp. R. Dcnwgue, Traite des obli-
gations en general, vol. II, p. 7.
^ La definición de l^rcnz diluye el vinculo c rédito deuda, al considerar que la obli-
gaiión se inif gra con una trama de derecho» y debcrcN iocírrocc;. .Sin embargo, no se debe
perder Ue vi^ravuiecnlírcla^^n do obligación lo esenciales el vinculo'poder-deber", y que
los a-sianies deberes y facultades recíprocos quo los aconipafían son accesorio.^ o secunda-
rios.
^' E. Beui, Teoría gmeml de las obligaciones, 1.1, p. 3.
22 ERNESTO C. WAYAR
^- La buena fe, como principio jurídico, informa las nomas que integran el ordena-
miento jurídico, doblegándose sólo frente a intereses que el legislador estima más importan-
tes (A. ven Tuhr, "La buena fe en el derecho romano y en el derecho acwal". Revista de de-
recho privado, Madrid, 1925, p. 337). La doctrina destaca el carácter de principio general
del derecho que reviste la buena fe (D. A. AJsina Atienza, Efectos Jurídicos de la buena fe,
Jesús Menéndez, Buenos Aires, 1935, p. 3, n" 5; y D. M. Ferreira Rubio, la buena fe [El
principio general en el derecho civil], Montecorvo, Madrid, 1984, ps. 97 y ss.).
CONTENIDO DE LA RELACIÓN DE OBLIGACIÓN 23
^ R. Demogue, Traite des obligations en general, t. VI, n" 12, p. 18..Betti insiste rei-
teradamente en el carácter recíproco de la cooperación: "la buena fe es, esencialmente, un
criterio de reciprocidad, que debe ser observado mutuamente en las relaciones entre los su-
jetos del mismo grado, que tienen una igual dignidad moral. Reciprocidad en que se mani-
fiesta la solidaridad que liga a uno y a otro de ios participantes en una comunidad" (E. Betti,
Teoría general de las obligaciones, 1.1, p. 102).
Cfr. K. Larenz, Derecho de Obligaciones, X. I, § 10, II, e, p. 154; J. Mosset Iturraspe,
Justicia contractual, p. 130, y A. M. Morello, Indemnización del daño contractual, 2* ed.,
p.77.
Cfr. J. ValletdeGoytisolo, Panoraínarf«/</«/ecAoem/, p. 191; E. Betti, Teoráage-
neral de las obligaciones, 1.1, p. 102; K. Larenz, Derecho de obligaciones, 1.1, § 10, II, p.
154.
3' Cf r. M. García Amigo, La cesión de los contratos en el dereclw español, ps. 35 y ss.,
y Cláusulas limitativas de la responsabilidad contractual, n" 10, ps. 69 y ss.; A. M. Morello,
La indeimización del daño contractual, cap. IV, ps. 67 y ss.
CONTCNIDO DE LA RELACIÓN OE OBLKj ACIÓN 25
a) El derecho de crédito
Derecho de crédito, en sentido estricto, es el que ostenta el acreedor
con poder o facultad para exigir del deudor el bien que le es debido. Por su
naturaleza, es un verdadero derecho subjetivo, en virtud del cual el acree-
dor está en condiciones de obtener la satisfacción de su propio interés me-
26 ERNESTO C. WAYAR
En el pensamiento del profesor romano Emilio Betti, la buena fe lleva a iunpliar las
obligaciones contractuales ya existentes y tiende a integrarlas con "obligaciones primarias
y secundarias (mejor sería decir instrumentales), con existencia propia o accesoria, obliga-
ciones que en cuanto a su contenido son, predominantemente, de conservación y de respeto
al derecho ajeno" (E. Betti, Teoría general de las obligaciones, 1.1, p. 99, a). De ahí se sigue
que ciertos deberes son, en realidad, verdaderas obligaciones, como ocurre con el deber del
acreedor de facilitar la liberación del deudor, que frente al derecho de éste a liberarse cons-
tituye una perfecta obligación.
La doctrina italiana se ha ocupado de estudiar con detenimiento esta problemática:
R. Miccio, / diritti di crédito, vol. I, n" 35 ("La mañcata cooperazione del debitore"), p. 169,
y n° 48 ("L' interesse del itebitore alia cooperazione del creditore alia prestazione"), p. 250;
A. Falzea, L 'offerta reate e la liberazione coattiva del debitore, Giuffré, Milano, 1947; G.
Cattaneo, La cooperazione del creditore all'adempimento, Giuffrfe, Milano, 1964, ps. 6-7,
nos. 56 y 57.
** Cfr. B. Windscheid, Diritto delle pandette, § 342, n" 3; Crome, System, 1.1, p. 233.
Sobre la naturaleza jurídica del pago —en particular, la teoría que afirma que se trata de un
contrato—, ver mfra, § 94 y § 98, a, IV.
CONTENIDO DE LA RELACK^ DE OBLIGACIÓN 29
Sobre la situación jurídica del deudor en la hora presente: Augusto M. Morello, "El
deudor de la obligación", en Obligaciones y contratos en los albores del siglo XXI (Home-
naje al profeso!- doctor Roberto López Cabana), p. 267, Abeledo-Perrot, Buenos Aires,
2001.
CONTENIDO DE LA RELAQÓN DE OBLIGACIÓN 31
Cfr. L. Dfez-Picazo, La doctrina de los propios actos, p. 142, n" 5; M. Zorrilla Ruiz,
CONTENIDO DE LA RELACIÓN DE OBLIGACIÓN 33
Líneas más arriba se dijo que si bien toda obligación contiene un deber
jurídico, no todos los deberes jurídicos son "obligaciones". Es que los de-
beres jurídicos conforman un género, y sólo una de sus especies integra la
relación de obligación. ¿Cuál es la especie de deber jurídico que integra la
relación de obligación? ¿Cuáles deberes jurídicos no son obligaciones?
Los deberes jurídicos, en general, presentan una nota común: les im-
ponen a las personas la necesidad de observar determinada conducta. Si
se los mira desde esta perspectiva, no se advertirá ninguna diferencia entre
el deber de un deudor y el deber de todo ciudadano de respetar los símbolos
patrios, o el deber de un padre de educar a sus hijos, pues en todos los casos
el deber impone la necesidad de una conducta. Para distinguir el deber ju-
rídico propio de la relación de obligación, es decir, el deber de obligación.
en sus anotaciones a la obra de J. Carbonnicr, Derecho civil, t. II, vol. II, ps. 400-401, b; F.
Wieacker, El principio general de la buena fe, p. 61.
^ K. Larenz, Derec/w de obligaciones, 1.1, § 10, II, b, p. 150; F. Wieacker, El principio
general de la buena fe, p. 66. "La buena fe —afirman Enneccerus y Lehmann— prohibe, en
prin»er lugar, que se cometa un abuso con pretensiones jurídicas formal o aparentemente
fundadas. La buena fe quiere proteger al deudor contra las exigencias impertinentes, que
choquen contra el derecho y la equidad. Pero el art 242 (del B.G.B.) viene también a favo-
recer al acreedor, protegiéndolo contra la conducta del deudor que viole la buena fe; por
ejemplo, contra las prestaciones a destiempo" (Enneccerus y Lehmann, Derecho civil, t. II,
vol. I, "Obligaciones", § 4, II, 1, p. 19).
34 ERNESTO C. WAYAR
Sobre este tema se puede consultar: H. Lafaille, Tratado de los dereclws reales, vol.
1, n" 17, p. 22; M. Laquis, Dereclws reales, 1.1, p. 6; E. Gatti y J. H. Alterini, derecho real
(Elementos para una teoría general), p. 51; J. L. Pérez Lasala, Dereclws reales y derechos
de crédito, ps. 31 y ss.
" En el cap. II (infra, § 25 a § 35), al tratar lo concerniente a la naturaleza de la obli-
gación, se reseñará las opiniones que otros autores sustentaron sobre la distinción entre de-
recho real y derecho de crédito.
OBLIGACIÓN Y DERECHO REAL 39
Según el art. 21 del Pacto de San José de Costa Rica, aprobado por la ley 23.054, se
le reconoce a toda persona el derecho al uso y goce de sus bienes, aunque la ley "puede su-
bordinar tal uso y goce al interés social".
40 ERNESTO C WAYAR
a) El monismo obligacionista
La tesis clásica según la cual el derecho real crea una relación jurídi-
ca, directa e inmediata, entre la persona y la cosa fue considerada absurda,
42 ERNESTO C. WAYAR
b) El monismo realista
También se pretendió borrar la distinción entre derecho real y obliga-
ción desde una concepción objetivista o patrimonialista. Se buscaba una
asimilación opuesta a la anterior: reducir la obligación a una pura relación
real. Como punto de partida, esta doctrina niega que el "deber de presta-
ción" sea un auténtico deber jurídico. La prestación es un comportamiento,
y como tal es incoercible, o sea, no puede ser arrancado por la fuerza; en
consecuencia, el deudor es ubre de observar la conducta debida o de permi-
tir que el acreedor ejecute sus bienes. De ahí que el deber de prestación no
sea un deber jurídico, sino un deber libre. A partir de esta premisa, se dice
que el derecho del acreedor no puede dirigirse a la conducta del deudor,
Clon cuyo sujeto pasivo es universal. En efecto: luego de sostener que es absurda la noción
de derecho real como relación directa de la persona con la cosa y de aclarar qué el derecho
supone siempre una relación entre personas, escribe Planiol: "Un droit réel quelconque est
done un rapport juridique établi entre une personne comme sujet actifel toutes les autres
comme sujets passifs. Ce rapport est d 'ordre obligatoire, c 'est-á-dire qu 'Hala méme na-
ture que les obligations propreinent dites" (Planiol, Traite éUmentaire, 1.1, n" 2160).
c] El propio Planiol reconoce que Roguin, en La regle de droit, p. 256, había conside-
rado al derecho real "comme formes d'un faisceau de devoirs passifs imposés á la totalité
desjusticiables, et que chacune des fibres qui le composent a ta mime nature qu 'une obli-
gation au sens spécial du mot" (cfr. Planiol, Traite éUmentaire, L l, n° 2160, p. 677 de la 4'
ed., 1906). Pero fiíe la influencia de Planiol —que se descubre, por ejemplo, en la ya citada
tesis de su discípulo Michas— la que contribuyó, segiin pienso, a difundir la teoría "obliga-
cionista". Es, pues, su precursor.
La teoría obligacionista mereció las más diversas críticas. Se dijo de ella, incluso,
que al pretender reducir el derecho real a una simple relación de crédito buscaba, en realidad,
la abolición de la propiedad privada, como lo pregonan las escuelas socialistas, pues a esa
conclusión se llega si se pretende hacer del propietario un mero "acreedor" de sus conciu-
dadanos para que éstos le respeten el derecho de usar y gozar de sus bienes (cfr. Rigaud, El
derecho real, p. 267, nota 1). Esta crítica ha sido considerada inexacta (E. Zannoni, La obli-
gación, iX).
44 ERNESTO C. WAYAR
§ 2 1 . EL ENFOQUE CONCEPTUALISTA
dad, etc. Pero la palabra "derecho" tiene, según Hohfeld, un significado mucho más preciso
y exacto que se descubre cuando se la relacionaconsutérminoconelativo: "deber". Así, una
persona sólo tiene "derecho", en sentido estricto, cuando otra persona tiene el "deber" co-
rrelativo. En la relación "derecho-deber", según la concepción de Hohfeld, queda incluida
la relación de obligación porque ésta se integra, precisamente, con el "derecho" del acreedor
y el "deber" del deudor.
II) Relación "libertad-no derecho". — Otro sector de la vida social muestra a las per-
sonas autorizadas o facultadas a hacer cosas que las otras no pueden, legítimamente, impe-
dir. En estos casos, no sería propio decir que las personas tienen "derecho" a hacer ciertas
cosas, leer el libro que compraron, transitar por los paseos públicos, etc., sino que sería más
apropiado afirmar que tienen la "libertad jurídica" de hacerlo. El concepto de "libertad" es
el más adecuado porque tiene su término correlativo en la "falta de derecho" o "no-derecho"
para impedir eí ejercicio de aquella libertad, que deben asumir las otras personas. Én la re-
lación 'iibertad-falta de derecho" hallan cabida las relaciones reales en la tesis de Hohfeld:
mientras el propietario, por ejemplo, tiene la libertad jurídica de usar y disponer de la cosa,
a los demás les falta el derecho de impedírselo.
III) Relación "potestad-sujeción". — En esta tercera especie de relaciones se sitúan
frente a frente una persona en "situación de poder" o potestad y otra persona en "situación
de responsabilidad" o sujeción. Se sitúa en la primera aquella que puede, por su sola volun-
tad, modificar o alterará « a t o jurídico de otra; se ubica en la segunda aquella que no puede
evitar que su « a t o jurídico sea modificado, debiendo someterse al poder ajeno. Para Hoh-
feld, la palabra "sujeción" expresa la condición en la cuales colocado un individuo después
de haber transgredido un contrato, o tras haber violado cualquier obligación que pese sobre
él. Por eso Bouvier la define como "responsabilidad".
IV) Relación "inmunidad-falta de poder". — La cuarta relación se integra con los tér-
minos "inmunidad" y "falta de poder"; a diferencia de la anterior, está en situación de inmu-
nidad aquella persona cuyo status jurídico no puede ser modificado por los actos de otra que,
consecuentemente, se halla en situación de "falta de poder" en relación con la primera. Así,
cuando Juan le promete a Pedro que le venderá una cosa cuya propiedad le pertenece a Pa-
blo, este últiQío está en situación de inmunidad respecto de aquella promesa de venta, porque
fue realizada por una persona que carecía de'poder para vincularlo (cfr. W. N. Hohfeld,
Conceptos jurídicos fundamentales, traducción de Genaro Garrió, ps. 45 y ss.).
La tesis de Hohfeld, a mi juicio, no alcanza a despejar las dudas y confusiones que im-
piden distinguir con claridad entre la obligación y el derecho real. Los conceptos de "liber-
tad" y de "falta de derecho", con que quiere caracterizar la relación jurídica dentto de la cual
estaría incluido el derechg real, son equivalentes —quiéraselo o no— a los conceptos de
"derecho" y de "deber jurídico general", con lo cual los problemas con que se enfrentó la
doctrina continúan sin resolver. Así, ¿a quiénes les falta derecho para coartar la libertad del
propietario?; según Hohfeld. a todos los miembros de la sociedad. ¿No es éste, acaso, el tan
meneado "sujeto pasivo universal?".
46 ERNESTO C. WAYAR
Cfr. D. Barbero, Sistema de dereclw privado, 1.1, n" 50, ps. 149 y ss. Ver supra, nota
2 de este mismo capítulo.
Cabe, en cambio, hablar de sometimiento cuando el deudor incurre en incumpli-
miento imputable y debe responder con su patrimonio ante el acreedor; pero tal sometimien-
to no es nunca "personal", sino "patrimonial" o de responsabilidad (cfr. Wayar, Tratado de
la mora, i l,p. 44).
OBLIGACIÓN Y DERECHO REAL 47
E) METODOLOGÍA
E. letti.r«ü/'toíenffm/í/ítej(?ft«|ndoní',v.i, l,p.3,
A. HemdndM Olí, Dmehe tk eblltaeiom, n* 1,0, p, 4S.
METODOLOGÍA 49
del deudor. Correspondió a Savigny > precisar los conceptos-de esta tec«ía;
procurando fijar las diferencias entre el derecho real y el personal o de aédito.
Consi<teró Savigpy que en este último se ejerce un poder o señorío —al igtial
que en el derecho real—, pero no sobre una cosa o sobre una persona, smo
sobre determinados actos de una persona, que es el deudor.
Esta doctrina fue seriamente cuestionada, a tal punto que hasta la apa-
rición de la obra de Giorgianni, cuya tesis parece volver a ella, fiíe prácti-
camente desechada por los juristas. Se le reprocha que el comportamiento
del deudor no puede constituir el objeto del derecho de crédito, como pre-
tendía Savigny. Ello, por diversas razones: 1) la conducta del deudor es in-
coercible; es decir, no se puede ejercer violencia sobre su persona para
constreñirlo a realizar tal o cual acto; 2) el comportamiento es transitorio;
es decir, antes de que el deudor realice el acto, éste no tiene existencia, y una
vez realizado deja de existir, de donde se sigue que según la tesis savigniana
el derecho del acreedor tendría por objeto un fugaz momento de la vida del
deudor, que únicamente sería aprehensible cuando este último se aviniera
a cumplir en forma voluntaria.
Brinz y Brunetti ftieron quienes con mayor acierto criticaron la teorfa
de Savigny. Brinz observó, en efecto, que el comportamiento —en tanto
trascurso temporal— no puede ser aprehendido por ninguna especie de se-
ñorío, pues no se concibe un derecho que tenga por objeto un puro suceder.
Brunetti, por su lado, advirtió que siendo incoercible la conducta del deu-
dor, si éste no quiere cumplir voluntariamente, el derecho del acreedor que-
da sin objeto, salvo que se admita que la pretensión está dirigida, no a la
conducta del deudor —que es libre de cumplir o no—, sino a sus bienes i.
Las críticas parecen contundentes. Reparemos en lo que sigue: Con-
trato a un artista para que me retrate en tela; si mi derecho consistiera en un
señorío sobre el acto de pintar, no tendría, en realidad, derecho alguno. An-
tes de que el artista pinte, el acto no existe y mi derecho tampoco, pues no
se puede ejercer señorío sobre algo que no existe; si el pintor se niega a re-
tratarme —^y puesto que no puedo forzarlo a pintar—, mi derecho, enton-
ces, habría sido apenas una ilusión que se desvaneció ante la negativa del
deudor. Pero aun si el artista decide pintar, no se puede decir que mi dere-
cho consiste en un señorío sobre el acto de piíltar, pues se trata de un mero
suceder-inaprehensible para mí; puedo, eso sí, ejercer mi señorío sobre el
retrato realizado por el artista, pero en tal caso ya no ejerzo mi derecho so-
bre "el comportamiento" del deudor, sirro sol«e una cosa que «s producto
de ese comportamiento.
Sohm y Windscheid, procurando salvar las críticas que se le habían
formulado a Savigny, aportaron nuevas ideas. ParaSohm, el acreedor tiene
derecho a un acto Ubre del deudor; pretendía, oonello, evitarel escollo que
representa la incoercibilidad de la conducta. Advertía, al mismo tiempo,
sobre la fuerte dosis de impotencia contenida en el-dececfao'de crédito; im-
potencia del acreedor frente a la arrogancia del deudor, que es libre de cum-
plir o dejar de hacerlo. Precisamente en la impotencia halla Sohm la dife-
rencia entre el crédito y el derecho real, caracterizado, «ste último, por la
potencia de su titular, autorizado a ejercer su señorío sobre las cosas, de ma-
nera directa e inmediata, libre de obstáculos; en tanto que el crédito es im-
potencia, el derecho real es potencia. Para Windscheid, el acreedor no tiene
derecho "sobre" sino "a" un acto del deudor; reemplaza la preposición "so-
bre" por la preposición "a" {"auf, en lengua alemana) 3.
Sostiene Giorgianni que las observaciones de Sohm tienen el mérito
de haber orientado las investigaciones hacia lá búsqueda de un elemento
más concreto —que la simple actividad del deudor— para erigirlo en "ob-
jeto" del derecho de crédito *. Si el deudor es libre de cumplir o no, como
parece reconocerlo Sohm, las críticas de Bmnetti, y la tesis por él construi-
da, eran correctas. Para Vallet dé Goytisolo, la actitud de Windscheid de
definir el crédito como el derecho "a" un acto del deudores contradictoria
con la teoría del derecho subjetivo como "poder o señorío de la voluntad",
que él rtúsmo propició, pues al afirmar que se tiene derecho a un acto, im-
plícitamente, se niega que el acreedor tenga "poder" para exigir del deudor
la producción de tal acto, y se debe conformar con el producto de ese acto,
cuya existencia siempre dependerá del libre querer del deudor
La teoría clásica cedió su lugar a las teorías patrimonialistas primero,
y luego a la concepción germana del débito y la responsabilidad; pero la
concepción subjetiva no ha sucumbido a las críticas. Al contrario, éstas han
servido para que en la actualidad se ofrezcan versiones mejoradas. Así,
Giorgianni piensa que la tesis savigniana, la cual afirma que el objeto del
derecho de crédito está dado por el coct^rtamiento del deudor, debe ser
sustancialmente seguida aun en nuestros días. Sostiene que el principal
obstáculo que se le opone, que consiste en considerar que la conducta del
' R. Sohm, Historia e instituciones del derecho privado romano, T ed., p. 485; B.
Windscheid, Diritto delle pandeue, vol. II, primera parte, § 250, ps. 2 y ss.
* M. Giorgianni, La obligación, p. 146.
* J. Vallet de Goytisolo, Panorama del derecho civil, p. 176.
54 ERNESTO C. WAYAR
deudor no puede ser objeto del derecho del acreedor, por tratarse de un
mero suceder incoercible y transitorio, puede ser salvado. Con ese propó-
sito, ensaya estos argumentos: 1) debe quedar claro que el derecho del
acreedor se dirige a un comportamiento, y no a la persona del desKior; 2) en
el fenómeno obligatorio confluyen dos derechos: el de crédito {striao sen-
su) y el derecho que se espera obtener del comportamiento del deudor
(cumplimiento); el primero tiene por objeto ese comportamiento; el segun-
do tiene por objeto el producto de ese comportamiento; 3) no se puede dejar
de concebir, sin riesgo de destruir el concepto, que la obligación importa
una relación entre personas, vinculadas de modo directo e inmediato, de
donde se sigue que las concepciones patrimonialistas, al afirmar que el vín-
culo se establece entre el acreedor y los bienes del deudor, tienden a alterar
la sustancia misma de la obligatio; 4) la responsabilidad no es un derivado
directo de la obligación, sino del incumplimiento del deber del deudor «.
Esta teoría ha merecido una certera crítica. El valor no es otra cosa que
una medida; es decir, sirve para indicar el mayor o menor grado de aptitud
o utilidad que las cosas tienen pjtca satisfacer necesi4ades humanas. En
consecuencia, no puede s e r - ^ n abstracto— objeto del derecho del acree-
dor. Objeto del crédito podría ser el contenido valorado, pero no el valor,
que es sólo su medida. Ni siquiera la moneda representativa de este valor
podría ser objeto del crédito, porque la moneda, en tanto que es fungible, no
puede ser materia de dominación, salvo que el acreedor quiera retener es-
pecíficamente esa moneda T.
En tercer lugar, ¿cómo se podría negar que las normas referidas a la re-
lación de obligación ordenan cumplir? En cualquier sistema legislativo, de
cualquier signo ideológico que sea, es posible hallar una norma que le or-
dene al deudor cumplir; y si —por hipótesis— esa norma expresa no exis-
tiera, el mandato derivaría de todo el sistema.
Los autores suelen señalar las "ventajas prácticas" que se obtiene mediante la apli-
cación de la teoría germana (E. Busso, Código Civil anotado, t III, glosa a los arts. 495 y
496. n» 62, p. 17).
* ^ Los críticos de la teorfa del débito y la responsabilidad han llegado a sostener que la
importancia práctica de la distinción en el derecho moderno es bastante reducida; se le re-
conoce, apenas, un mero valor didáctico, pues facilita una mejor exposición de la materia,
pero es ineñcaz para resolver las cuestiones prácticas que plantea el derecho de obligaciones
(J. Puig Brutau, Fundamentos de derecho civil, 1.1, vol. 11, p. 47).
Entre los partidarios de la teorfe "integradora" se destacMJ, entre o&os, L. Barassi, La
teoría genercde delle obbligazioni, vol. I, ps. 44 y ss.; D. Espín Cánovas, Manual de derecho
civil, t III, ps. 22 y ss.; A. Hernández Gil, Derecho de obligaciones, ps. 70 y ss.
62 ERNESTO C. WAYAR
a) Obligación
La obligación es una relación entre personas: el deudor tiene el deber
jurídico de desarrollar una prestación; el acreedor tiene el derecho de que
su interés sea satisfecho mediante esa misma prestación. Este proceso se
desarrolla normalmente cuando el deudor despliega la conducta esperada y
satisface al acreedor, con lo cual la obligación se extingue y el deudor que-
da liberado, sin necesidad de que el proceso pase a una segunda fase.
b) Incumplimiento
Dije que el cumplimiento, voluntario o forzado, provoca la extinción
del vínculo y la liberación del deudor, pues —^por hipótesis— el acreedor
ha sido satisfecho. Distinta es la situación que se presenta cuando el deudor
no presta la cooperación debida y con ello hace desaparecer toda posibili-
dad de cumplimiento, al cual no puede obtenérselo ni siquiera por ejecu-
ción forzada. En tal caso, se está ante una situación de incumplimiento que
se caracteriza por el hecho de que el acreedor deberá resignarse a recibir
una indenmización pecuniaria en sustitución del objeto que se le debía. Se
extingue el deber de prestación y nace el deber de reparar, cuyo origen no
reside en la obligación, sino en el hecho ilícito del incumplimiento. La obli-
gación se extingue pero codeudor no queda liberado, pues pesa sobre él el
deber de reparar el daño causado.
Empero, también puede ocurrir que el incumplimiento libere al deu-
dor. Esto sucede cuando tal ilícito (el incumplimiento) no es imputable al
deudor, presentándose como una forma de "imposibilidad de pago" (art.
888), que extingue el vínculo sin responsabilidad para aquél.
Basta esta sola comprobación —que el incumplimiento puede o no
generar responsabilidad, según sea imputable o inimputable al deudor—
para advertir la inconveniencia de considerarlo como un aspecto secunda-
rio de la relación de obligación. Ha sido la doctrina del débito y la respon-
sabilidad la que ha permitido alumbrar la teorfa del incumplimiento obliga-
cionái, la cual, construida con criterios y principios propios, ha ganado
autonomía científica, contribuyendo a precisar los límites del concepto de
c) Responsabilidad
^ Esta idea inspiró toda una doctrina: aquella que preconiza que la "obligación" es un
concepto del derecho sustancial o de fondo que se agota con el incumplimiento imputable,
para dejar paso, luego de que éste se produce, a la "acción" o "pretensión" reguladas por el
derecho procesal, mediante cuyo ejercicio el acreedor puede reclamar coactivamente la sa-
tisfacción de su interés. Ver, por ejemplo, E. Betti, Teoría general de las obligaciones, 11,
p. 225; F. Camelutti, Derecho y proceso en la teoría de las obligaciones, en Estudios de de-
recho procesal, vol. I, p. 372.
^ La concepción tradicional considera que el incumplimiento culpable es un aspecto
parcial de la teoría que estudia los efectos de las obligaciones, pues hace depender de él las
más graves consecuencias para ei deudor, comprensivas tanto de la ejecución forzada como
de la indemnización compensatoria de daños y perjuicios. La teon'a "integradora" sostiene
esta misma idea. Sin embargo, como trataré de demostrarlo en su oportunidad, el incumpli-
miento debe ser estudiado dentro del marco que ofrece la teoría de "los hechos ilícitos", ya
que es una de sus especies generadoras de responsabilidad civil. Cfr. A. Von Tuhr, Teoría
general del dereclto civil alemán, vol. III-2, § 88, p. 135; Enneccerus y Nipperdey, Tratado
de derecho civil, 11, vol. II, "Parte general", § 195, p. 420; J. Puig Peña. Tratado de derecho
civil español, "Obligaciones", vol. I, p. 197; P. Oertmann, Introducción al derecho civil, tra-
ducción de L. Sancho Seral, § 62, p. 324.
Parece indudable que no es el "deber de cumplir", sino la deuda btcumplida, lo que
genera responsabilidad patrimonial, y ésta se traduce en la agresión contra los bienes del
deudor. Por ello se ha dicho: "El incumplimiento es la condictio iuris necesaria para que
pueda actuar semejante facultad de ataque o agresión patrimonial con ayuda de los tribuna-
les. Es una facultad que aparece como consecuencia del derecho de obligación, pero que no
constituye su contenido propio. Este contenido se agota con el débito; la responsabilidad pa-
trimonial es, simplemente, su reflejo o consecuencia" (M. Roca Sastre, CorKepto del dere-
cho de crédito, en Estudios de derecho privado, vol. I, p. 169).
NATURALEZA DE LA OBLIGACIÓN 67
es verdadera la brinda el hecho de que el deber puede ser violado y, sin em-
bargo, no haber responsabilidad para el deudor, como ocurre cuando el in-
cumplimiento no es imputable a él, por mediáú- caso fortuito u otra causal
de eximición.
Toda responsabilidad tiene su génesis en la violación de un deber ju-
rídico, ya se trate del "deber de prestación", ya del "deber de no dañar";
pero en uno u otro caso la infracción —hecho ilícito— genera una obliga-
ción nueva 26. En la órbita llamada "contractual", el hecho generador de la
responsabilidad es el incumplimiento imputable, en tanto que en la órbita
"extracontractual" la responsabilidad nace de la infracción a un deber jurí-
dico, que también puede ser considerado un "incumplimiento" si se toma
esta expresión en su significación más amplia 2 7 , pero que difiere de aquél
porque en este último no se viola ninguna "obligación" preexistente.
En definitiva, como se verá más adelante, distinguir conceptualmente
"la obligación", "el incumplimiento" y "la responsabilidad" permitirá
apreciar con mayor rigor y exactitud cuál es la disciplina jurídica que el de-
recho positivo le asigna a estas figuras.
EVCLUaÓN HISTÓRICA
a) Derecho romano
El fenómeno jurídico que l o i romanos Uamu-on obligatio sufrió una
profunda metamoifoiis durante el período que media entre las Doce Tablas
(450 a. de C.) y la compilación de Justiniano (S28-53S d. de C ) . Es posible
caracterisar tres etapas:
b) El cristianismo
Con el cristianismo se introdujo una concepción histórica y trascen-
dente del ser humano, que no aparece reflejada en las legislaciones. Jesús,
en efecto, vino a plantear un nuevo género de vida, basado en el principio
mosaico "Amarás a tu prójimo como a ti mismo". Proclamó un nuevo có-
digo de conducta, inspirado en el amor, la dulzura, la tolerancia, apartándo-
se así de la ancestral dureza de las reglas del tallón: "Oísteis que fue dicho
a los antiguos: ojo por ojo y diente por diente. Mas yo os digo: no resistáis
3' Cfr. M. Kaser, Dereclto romano privado, 5* ed., ps. 147 y ss.; E. Cuq, Les institutions
juridiques des romains, 2'ed., 1 1 , p. 103.
Cfr. P. Bonfante, Instituciones de derecho romano, § 117, p. 376.
Se ha dicho que los principios jurídicos romanos sobre la obligación se mantienen
inmutables: porejemplo, L. M. Rezzónico, Estudio de las obUgaciones en nuestro derecho
civil, 9» ed., L I, p. 16.
EVOLUCIÓN HISTÓRICA 71
cual el hombre es un ser enteramente Ubre, que puede concertar coii otro,
igualmente libre, toda clase de pactos y convenios, los cuales —precisa-
mente por la libertad de sus creadores— deben ser respetados hasta sus úl-
timas consecuencias. O en aquellas otras que sentaron el principio "No hay
responsabilidad sin culpa", en virtud del cual tantas víctimas del maquinis-
mo debieron soportar estoicamente el sufrimiento, por aquello de que a la
máquina no se le puede endilgar culpas. Todo esto tenía que cambiar.
Sin discrepancias, los autores opinan que en el derecho romano no se puede hablar ;
de la existencia de un derecho mercantil, entendido en el sentido de rama especial del orde>
namiento jurídico (v.gr., J. Iglesias, Derecho romano, Ariel, Barcelona, 1972, p. 104; G. Ri-
pert, Derecho comercia/, Tea, Buenos Aires, 1954,1.1, n» 18, p. 16, traducción de F. de SOtá
Cañizares). Se ha sostenido que en Roma sí había un derecho mercantil, y que si no Se lo con-
sideró como rama autónoma fue por el poco interés que le prestaron los juristas, general-
mente aristócratas orgullosos de la superioridad del ius civile, que miraban con desdén las
reglas que el ius gentium incorporaba M sistema jurídico romano (P. Ourliac y J. de Mala-
fosse. Derecho romano y francés histórico, Bosch, Barcelona, 1960, L1, p. 110, traducción
de M. Faifén). Sin embargo, no aparece corroborada por pruebas suficientes la existencia de
un conjunto de reglas "mercKitiles" que haya conformado un "sistema", ni menos aun que
tal sistema haya sido ignorado deliberadamente por los juristas (A. Bercovitz Rodríguez-
Cano, Notas sobre el origen histórico del dereclw mercantil, en Estudios jurídicos en ho-
menaje a Joaquín Carrigues, Tecnos, Madrid, 1971,11, p. 6, cita 13).
74 ERNESTO C. WAYAR
pico no existe, en tanto que para otros (por ejemplo, Lyon-Caen y Renault)
sólo se trata de una oeación artificial del legislador, i n c e s t a por razoiws de
utilidad práctica *«. Tales actitudes de la doctrina vienen aconfinnar que la na-
turaleza de los hechos económicos captados porel derecho civil y por el dere-
cho comercial es idéntica. Fue por eso que Vidari, uno de [os eneraigos acérri-
mos deja unifica£ÍÓR, terminó por admitir que entre los actos civiles y los
actos de comercio no hay ninguna diferencia esencial o de naturaleza A
partir de ese reconocimiento, resulta difícil negar la conveniencia de unifi-
car la legislación civil y comercial en materia de obligaciones y contratos.
Cuando Acevedo y Vélez Sarsfield elevaronel Proyecto de Código de
Comercio para el Estado de Buenos Aires (18 de abril de 1857), dijeron:
"En el estado actual de nuestros códigos civiles, era imposible fomiar un
Código de Conjercio, porque las leyes comerciales suponen la existencia
de las leyes civiles, son una excepción de ellas, y parten de antecedentes ya
prescritos en el derecho común. No podíamos hablar, por ejemplo, de con-
signaciones, sino suponiendo completa la legislación civil sobre el mandato;
era inútil caracterizar muchas de las obligaciones mercantiles como solida-
rias si no existían las leyes que determinasen el alcance y las consecuencias
de ese género de obligaciones. (...) Hemos tomado, entonces, el camino de
suplir todos los títulos del derecho civil, que a nuestro juicio faltaban, para po-
der componer el Código de Comercio" Estas palabras de los codificado-
res le han permitid^ decir a Satano wsky que la legislación comercial argen-
tina nació bajo el signo de la unificación puesto que aquéllos se vieron
mercial, pero en la sociedad moderna el espíritu comercial domina la vida civil. Un régimen
uniforme sería en todo caso más simple y daría satisfacción al ideal de igualdad y al espíritu
de lógica" (G. Ripert, Tratado elemental de derecho comercial, 11, p. 10, n' 11).
Ripert deja a salvo su opinión en el sentido de que la unidad del derecho privado debe
preservar las reglas relativas al ejercicio de la profesión de comerciante. Con esa reserva,
agrega, es preciso reconocer que es difícil justificar la existencia de reglas jurídicas especia-
les para los contratos efectuados por un comerciante, y con mayor motivo para los que, rea-
lizados por no comerciantes, son calificados como "actos de comercio".
^ Doctrina representada, en particular, por M. Broseta Pont, Manual de derecho mer-
cantil, ps. 52 y ss., y, especialmente. La empresa, la unificación del derecho de obligaciones
y el derecho mercantil, Tecnos, Madrid, 1965.
^' Se parte del siguiente planteo: la actividad económica se caracteriza por la realiza-
ción de actos jurídicos en masa —repetidos en serie—; la realización de tales actos exige una
organización adecuada, y esta organización se llama "empresa". El derecho mercantil, sin
dejar de ser cl detecho que regula los actos jurídicos realizados en masa, será, en definitiva,
el derecho que regule las empresas. Corresponde a Garios Wieland, en Suiza, y a Lorenzo
Mossa. en Italia, el mérito de haber propuesto y desarrollado este nuevo concepto del dere-
cho mercantil. Wieland tonuí como punto de partida el examen de los actos de comercio —que
pertenecen, sin duda, al derecho mercantil—, y procura demostrar que el concepto de "co-
mercio", en sentido jurídico, consiste en la realización de actos en masa, llevados a cabo por
una organización que llama "empresa". Para Lorenzo Mossa, la autonomía del derecho mer-
cantil se explica por la necesidad actual de la organización económica. "La empresa —dice—,
en el momento capitalista más agudo y ahora en el paso a un sistema más justo, ha asumido
otra vez el movimiento propio de la actividwl profesional. Las personas pierden su impor-
tancia frente a las organizaciones de bienes y de las fuerzas vivas por ellas engendradas. Du-
LA UNIFICACIÓN DE LA LEGISLAQÓN SOBRE OBLIGACIONES... 81
sólo podría regular lo concerniente a uno de los factores que integran esa or-
ganización: el capital. El otro elemento de la fórmula —^las relaciones de
trabajo—constituyen el objeto de otro orden jurídico: el derecho del traba-
jo y de la segundad social. Si biísn ambos derechos —el "mercantir y el
"laboral"— contienen normas que disciplinan la empresa, las diferencias
que hay entre ellos (de contenido, de principios, de método) aconsejan
mantener la autonomía de cada uno, sin que esto sea suficiente para negar
la conveniencia de unificar el derecho común.
Parece verdad, como lo advirtió Garrigues y lo demuestran algunos
ensayos legislativos franceses, que el futuro derecho de la empresa no será
mero derecho mercantil, ni siquiera derecho privado, sino derecho de la
economía o derecho público. "Será un sector de ese derecho de la organi-
zación económica general —dice el profesor español—, que va conquis-
tando una posición dominante en la legislación de todos los países, y que se
manifiesta en el dirigisroo de la economía, en los planes de desarrollo, en
las normas sobre comercio de exportación, importación, etc. Derecho que
no constituye una rama del derecho propiamente dicha, sino un conglome-
rado de normas constitucionales, administrativas, fiscales y mercantiles
que tienen un denominador común: el propósito de ordenar jurídicamente
la economía nacional" ^7.
La disciplina jurídica de la empresa, en suma, conresponde a varias ra-
mas del derecho, y no es inapropiado que una de esas ramas esté incorpo-
rada en el código unificado. /
II) En el estado actual de nuestra legislación hay un derecho económi-
co —no es posible negario—, disperso en distintos códigos y leyes; así, por
ejemplo, el régimen de las obligaciones dinerarias (intereses, anatocismo,
etc.) contenido en nuestro Código Civil; la materia mercantil qiie enumera
el art. 8 del Cód. de Comercio; la ley 11.867 (venta de fondos de comercio);
la ley 17.811 (Comisión Nacional de Valores, Bolsas y Mercados), la ley
18.924 (casas de cambio); la ley 20.337 (cooperativas); la ley 21.526 de en-
tidades financieras; la ley 22.262 (Defensa de la Competencia); la ley
24.240 (Defensa del Consumidor); la ley 25.065 (Tarjetas de Crédito); la
ley 25.156 (Lealtad Comercial), etc. Todo este conglomerado de normas
regula —por fragmentos— la materia propia del denominado "derecho de
empresa ", que se exhibe incontenible y pujante.
No estoy de acuerdo con aquella opinión según la cual es precipitado
todo intento de unificación cuando el derecho de la economía aún no ha
^ Se debe tener en cuenta que "empresario" puede ser tanto una persona física como
una persona jurfdica; para estas últimas, sj^adoptan uno de los tipos sociales previstos en la
ley 19.550, el "estatuto" que se les aplicará será —es obvio— el que está contenido en esa
ley. Por tanto, el Código Civil debe limitarse al empresario-persona^física. Así parece claro
el texto del art. 1016 del Proyecto de Unificación de 1987.
Cabe, sin embargo, un interrogante: ¿es posible la existencia de una persona jurídica
que, sin constituirse como sociedad típica, realicé una actividad económica? Si cabe esa po-
sibilidad, ¿por qué estatuto habrá de regirse?
Entre las pautas que se debe tener en cuenta —según se ha sugerido— para legislar
sobre la empresa, se ha indicado: "Dejar perfectamente aclarado, sin necesidad de explici-
taciones doctrinales, que la empresa comercial es un objeto de derecho del que resultará ti-
tular un sujeto individual o colectivo: el empresario o la sociedad comercial" (R. H. Ferro,
Legislación de ta empresa, Aslrea, Buenos Aires, 1979, p. 202). Dejando a un lado el pro-
blema que plantea la definición de "empresa", la doctrinaestá de acuerdo en que la empresa
puede ser "objeto" de relaciones jurídicas 0^. Btoseta Pont, Manual, p. 86).
" Cfr. M.Biüseta Pont, ManuflAps. 89-92.
El art. 1016 del Proyecto de Unificación de 1987 dice: "Las personas físicas que realicen
una actividad económica organizada para la producción o intercambio de bienes o servicios,
o sean titulares de un establecimiento comercial, industrial..." deben inscribirse y llevar
contabilidad. Pues bien: ser "titular" del establecimiento no involucra —únicamente— al
"propietario". Sino que también pueden ser considerados tales el "inquilino" o el '"usufruc-
tuario" (comp. E. H. Richard, Sociedad y contratos asociativos, Zavalía editor, Buenos Ai-
res, 1987, p. 59).
LA UNIFICACÍÓN DE LA LEGISLAaÓN SOBRE OBLIGACIONES.. 85
sobre ella derechos reales degarantía, cuestiones todas qUíHMib Jétí re<|iíie-"
ren normas particulares.
3) Una parte de la actividad empresarial, entendida como el conjunto
de actos que realizad empresario por medio de laempresa, puede ser ma-
teria a regular porel derecho privado. Así, si aquella actividad se caracte-
riza por la realización de actos jurídicos en masa —repetidos en serie—,
que configuran contratos concluidos por adhesión de los consumidores a
condiciones generales de contratación o a cláusulas predispuestas porel
empresario, tales contratos deben ser regulados porel código único.
IV) Por último, en derecho comparado se conocen sistemas que han
unificado el derecho privado y que no se propusieron, al mismo tiempo, ela-
borar el derecho de la empresa, como el Código Civil italiano de 1942 « y.
El libro quinto del Códice se titula "Del trabajo" y dedica su título II —bajo el epí-
grafe "Del trabajo en laempresa"— a las siguientes materias: cap. I (arts. 2082 a 2134), "Del
trabajo en la empresa", refiriéndose allí, en sucesivas secciones, al empresario, a los cola-
boradores del empresario, a la relación de trabajo y al aprendizaje; cap. II (arts. 2135 a
2187), "De la empresa agrícola"; cap. III (atts. 2188a 2221), "De las empresas comerciales
y demás empresas sujetas a registro", refiriéndose allí, también en sucesivas secciones, al re-
gistro, a la representación, a la contabilidad y a la Insolvencia. El título V, del mismo libro,
se refiere a las sociedades; el ü'tulo VI, a las empresas cooperativas y de seguros; el título
VII, a la asociación en particular, el título VIII, a la hacienda o establecimiento; el título IX,
a los derechos sobre tas obras de ingenio y sobre los inventos industriales; el título X, ala
regulación de la competencia y de los consorcios: y el título XI contiene disposiciones pe-
nales sobre sociedades y consorcios.
¿Se puede sostener que el Código italiano adopta el derecho de la empresa? "La empre-
sa, señores —decía Garrigues en una de sus conferencias—, está ausente en los códigos; me-
jor dicho, los códigos de derecho privado se limitan a levantar acta de que la empresa está
ahí, pero no se ocupan de ella; incluso el Código italiano de 1942, que se presenta por la doc-
trina mercantilista como el primer código que recibe en su seno la empresa y hace de ella el
centro del derecho mercantil. Esto —agregaba— es una pura ilusión, que se desvanece le-
yendo no sólo los rótulos de ese Código, sino, lo que es más grave, su articulado. Bajo el ró-
tulo "De la empresa en general', la definición de empresa brilla por su ausencia y sólo se de-
fine al empresario. Se regula la relación de trabajo, es decir, uno de los elementos de la
empresa; se regulan los empresarios sociales, es decir, las sociedades; se regula el patfimo-
nio de la empresa, y se regulan las invenciones y la competencia. Pero la empresa, como or-
ganización, no'aparece en parte alguna" (J. Garrigues, Acotaciones de un turista sobre re-
forma de la empresa, en Hacu¡ un nuevo derecho mercantil, p. 303).
El Códice no contiene una teorfa integral de la empresa; sólo la regula fragmMitariamenie.
Sus normas se refieren: a) a los sujetos, puesto que define al empresario (art 2082), cuya con-
dición de tal tiene importancia a los fines de los arts. 2070,2062,1655,2195,2238,2247,1330,
1368,1722, n''4, y 1824; b) a la actividad profesional que desarrollael empresario, que debe ins-
cribirse (art. 2196) si realiza una actividad comercial, que puede servirse de una hacienda (art.
2555) y que debe observar las reglas sobre competencia (art 2557); pero tales normas no son
suficientes para considerar que el Códice contiene el derecho de la empresa (cfr. N. Lipari,
Dereclu) privado (Un ensayo para la enseñanza), cap. VIII, ps. 479 y ss.).
86 ERNESTO C. WAYAR
d) La doctrina
Por último, cabe destacar que si bien no es unánime, sí es mayoritaria
la doctrina que se ha pronunciadoen favor de la unificación. Entre nosotros,
desde los primeros intérpretes del Código C i v i l " hasta los civilistas de ma-
yor Hombradía en la actualidad <« se han manifestado partidarios de ella. En
** Ei Código Civil del Paraguay, que entró a regir el 1 de enero de 1987, no contiene
referencias al "empresario" entre los sujetos, ni tampoco regula la "empresa" como organi-
zación; regula, sf, ciertos contratos que constituyen una "actividad" empresarial —^v.gr.,
comíalo de transporte (aru. 922 a943), conttato de edición (atts. 867 a 879), contrato de se-
guro (arts. 1346a 1695). etc.—.Cabe hacer notar que la ley 1183. que contiene el nuevo Có-
digo Civil, dispone en el art 2810 la derogación del Código de Comercio, con excepción de
su libro tercero, el cual, por ende, continúa vigente. Por otra parte, se deduce del art 1013,
inc. e), que la calidad de comerciante y la actividad mercantil están —además— reguladas
por la Ley del Comerciante. En efecto; dice el art 1013: "Será considerada comercial: (...)
e) cualquier otra actividad calificada como tal por la Ley del Comerciante".
" Lisandro Segovia, que comentó en sendas obras los códigos Civil y Comercial, se
pronunció en favor de la unificación de las obligaciones y contratos {Exposición y crítica del
nuevo Código de Comercio, Buenos Aires, 11, "Introducción", p. XXXII). La unificación
ha merecido el respaldo, entre otros, de Lafaille, Pedro León, Galli, etc.
Por ejeroido, F. J. López de Zavalía. Teoría de los contratos. Parte genera!, Zavalía
editor, Buenos Aires, 2* ed., 1975, p. 73.
LA UNinCACIÓN DE LA LEGISLACIÓN SOBRE OBUGAaONES... 87
" Por ejemplo, C J. Zavala Rodríguez, La unfficación del derecho civil y comercial y
elpensamienlo de LafaÜle, en Estudios de derecho cMl en homenaje a Héctor Lafaille. De-
palma. Buenos Aires, 1968, ps. 759 y ss.; C Malagam*ga, La Europa de mañana y la uni-
ficación del derecho, en "R-D-CO.", año 3.1970. p. 421; M. Yadarola. Código único de las
obligaciones, en Homenaje al Dr. Mauricio Yadarola, t II. ps. 319-347; R. Fbntanarrosa.
Derecho comercial argentino, 11, n* 11. ps. 33-36; etc.
^ El ptedoroinio de la tendencia unificadora se puede ver en M. Satanowsky. Tratado
dederechocomercial,i.\,noi.9\iH5,vs. 187-262. L,aanificación que respalda ladoctrina
es la referida a obligaciones y contratos (H. Cámara. Una aproximación ai proyecto de uni-
ficación legislpiiva civil y comercial, en "R.D.C.O.", año 20, junio de 1987. ps. 399-408).
^ Ladoctrinahaímpugnadoelproyectode 1987 desde enfoques vinculados con el de-
recho de la empresa:
a) M. U. Sáemo, La empresa ante un proyecto de unificar la legislación civil y comer-
cial, diario "La Ley" del 7/12/1987. n* 234. ps. I y 3. Para este autor, en el proyecto "falta
una teorfa integral que se ocupe de la empresa en todas sus múltiples facetas como centro
donde convergen variados intereses, intereses concernientes a su titular —propietario—. al
personal empleado en cuanto es una fuente de trabajo, a los acreedores (en particular, quie-
nes acuerdan créditos) y a los consumidores".
b) A Verún, La im^ación civil y comercial en materia de sociedades y el derecho de
la economía y de la empresa, diario "La Ley" del 18/11/1987, ps. 1 -7. Según este autor, es
88 ERNESTO C. WAYAR
CÍO Alterini, Miguel Carlos Araya, Francisco A. de la Vega, Horacio P. Fargosi, Sergio Le
Pera y Ana Isabel Piaggi. Esa Comisión Honoraria fue designada por Resolución R.P.
988/1986 a instancias de una comisión de diputados, denominada "Comisión Especial de
Unificación Legislativa" que presidió el diputado Osvaldo Camisar e integraron los dipu-
tados Raúl Baglini, Osear Fappiano, José A. Furque, Toniás González Cabanas, Alberto Na-
tale y Carlos Spina.
LA UNIFICACIÓN DE LA LEGISLACIÓN SOBRE OBLIGACIONES... 91
La Comisión Federal de Juristas estuvo integrada por los doctores Héctor Alegria,
Jorge Horacio Alterini, Miguel Carlos Araya, Maiia^Artieda de Duré, Alberto Mario Azpei-
tía, Enrique C. Banchio, Alberto J. Bueres, Osvaldo Camisar, Marcos M. Córdoba, Rafael
Manó vil, Luis Moisset de Espanés, Jorge Mosset Itunraspe, Juan Carlos Palmero, Ana Isabel
Piaggi, Efraín Hugo Richard, Néstor E. Solari, Félix Alberto Trigo Represas y Ernesto C.
Wayar.
92 ERNESTO C. WAYAR
La Comisión creada por decreto 468/1992 estuvo integrada por los doctores Augus-
to César Belluscio, Salvador Darío Bergel, Aída Rosa Kemelmajer de Carlucci, Sergio Le
Pera, Julio César Rivera, Federico Videla Escalada y Eduardo A. Zannoni.
^* Preparado por una Comisión de juristas que fue designada por decreto 685/1995 del
Poder Ejecutivo nacional y esUivo integrada por los doctores Héctor Alegría, Atilio Aníbal
Alterini, Jorge Horacio Alterini, María Josefa Méndez Costa, Julio César Rivera y Horacio
Roitman.
LA UNIFICACIÓN DE LA LEGISLACIÓN SOBRE OBUGACIONES... 93
A) ELEMENTOS ESENCIALES
§ 37. ENUNQAaÓN
Si bien la opinión de los autores no es uniforme, se puede decir que
son elemento| constitutivos de la obligación: los sujetos, el vínculo jurídi-
co, el objeto y la fuente*. Son esenciales porque la ausencia de cualquiera
de ellos impide que la obligación exista como tal. Por el contrario, no deben
ser considerados elementos de esta jerarquía la comptdsión ni la causa-fin.
a) Afirmar^ que la compulsión es uno de los elementos integrativos de
la obligacióp es incorrecto, ya que se trata de uno de los atributos del poder
que ostenta el acreedor, cuya adecuada explicación se obtiene por medio
del "vínculo". En efecto: la relación de obligación crea un vínculo entre
acreedor y deudor, y es en virtud de ese vínculo que el primero puede ejer-
cer sobre el segundo cierta "compulsión"; pero cuando la obligación sigue
un curso normal y se la cumple voluntaria y espontáneamente, no se requie-
re de ninguna compulsión, con lo cual queda demostrado que ésta no es un
requisito esencial del vínculo obligatorio \
b) Tampoco la llamada "causa-fin" integra la relación de obligación *.
Se trata de un ingrediente psicológico que puede ser localizado en los actos
jurídicos, contractuales o no, o, más exactamente, en la voluntad de sus
creadores, y mediante el cual es posible descubrir la finalidad que éstos per-
' De acuerdo con la enumeración: J. Castán Tobeüas, Derecho civil español, t III, p.
SS, y Moisset de Espanés y León, ObUgaciones (Recopilación de clases), 1.1, p. 32.
* As(IohaceH.Lafaille,rrara</o</e¿z5o6%acioRej.LLn°Il,p. 17.Comp.J.Llam-
bías. ObUgaciones, 1 1 , n* 9, p. 22.
Volveré sobre el tema a propósito del elemento "vínculo jurídico" (///ra, § 43).
* De acuerdo: A. Bueres, Objeto del negocio jurídico, § 3, p. 35.
96 ERNESTO C. WAYAR
B) LOS SUJETOS
^ Alterini, Ameal y López Cabsma, Curso de obligaciones, 1.1, p. 43, n" 82.
* Cfr. J. W. Hedemann, Tratado de derecho civil, vól. III, "Derecho de obligaciones",
§3,p.37.
LOS SUJETOS 97
a) Capacidad
Se requiere capacidad de derecho, es decir, capacidad para gozar de la
investidura de acreedor o para adoptar la posición de deudor. No se exige
capacidad de hecho, o de obrar por sí mismos, pues tales incapaces pueden
actuar por medio de sus representantes. Se aplican los principios generales.
b) Determinación
Es opinión c o m ú n ' aquella según la cual el acreedor y el deudor de-
ben ser pQTSoaa^determinadas o determinables. Por lo general, ambos se
hallan individualizados desde el nacimiento de la obligación, y esta situa-
ción no varía hasta su extinción. Otras veces, luego de cpnstituido el víncu-
lo, se desconoce quién será el acreedor o quién será el deudor; pero esta in-
determinación, siempre que sea relativa, es decir, pasajera o transitoria, no
afecta su validez. Estas situaciones se presentan, por ejemplo, con los títu-
los emitidos "al portador", que confieren la calidad de acreedor a quien los
posee, de manera que cuemdo circulan muestran una sucesión de acreedo-
res; o con las deudas que se asume frente a un sujeto activo "disjunto";
v.gr.: Juan debe pagar, según su elección, a Pablo o a Pedro. En estos casos
hay una indeterminación relativa, pues la relación de obligación se integra-
rá, finalmente, con aquel que quede en situación de acreedor en el momento
del pago; el sujeto activo es determinable, ya que se cuenta con los medios
para efectuar la determinación: en el caso de los títulos al portador, será
acreedor legitimado el último poseedor; en el caso del acreedor disjunto, lo
será aquel que sea designado. En suma: si al tiempo del cumplimiento la in-
certidumbre se disipa y quedan perfectamente localizados el acreedor y el
deudor, la obligación tendrá plena eficacia. Ésta es la regla general. Pero es
posible hallar una excepción.
' Cazeaux y Trigo Represas, Dereclw de las obligaciones, L p. 57; G. Borda, Trcaado
de derecho civil argentino, 'XDbligaciones", I, n" 6, p. 16; L. M. Boffi Boggero, Tratado de
las obligaciones, 1.1, p. 86; Rodríguez Arias Bustamante, Derecho de obligaciones, p. 22;
M. Albaladejo, Instituciones de derecho civil, l, "Parte general y derecho de obligadones",
p. 490.
98 ERNESTO C. WAYAR
* Comp. A. von Tuhr, Derecho civil. Teoría general del derecho civU alemán, \ol. I-1,
p. 95, a quien sigue E Busso, Código Civil, t u l , arts. 495 y 496, nos. 92-94, p. 21.
' Cfr. E. Wayar, El pago por consignación, p. 99.
Acerca del problema terminológico: F. J. López de Zavalía, Las rentas reales, en
"Revista Jurídica" de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacio-
nal de Tucumán, n'2, ps. 147 y ss. La denominación "propter rem " es la más adecuada por-
que describe la eséttcia de esta clase de obligaciones, <jue son asumidas "en razón de la
cosa", frase que corresponde a la traducción castellana de aquella expresión latina.
LOS SUJETOS 99
a) Terminología
¿Cuáles son las obligaciones reales? En primer lugar, es imprescindi-
ble precisar la terminología, porque la denominación "obligación real" ha
sido usada en cuatro sentidos distintos ":
1) Autores de siglos anteriores 12 clasificaban los derechos personales
o de crédito en dos categorías: a) "obligación real", que era aquella obliga-
ción que se podía transmitir a los herederos o sucesores del deudor, y b)
"obligación personal", que era —^por oposición a la anterior— aquella in-
herente a la persona y, por ende, intransmisible. Esta nomenclatura sólo
pudo ser justificada por razones didácticas, pero carecía de valor científico.
2) Según otra clasificación '3, los derechos de crédito se dividían en
obligaciones de dar y obligaciones de hacer. A las primeras (de dar) se las
llamaba "obligaciones reales", porque tenían por objeto una "cosa"; a las
segundas (de hacer) se las denominaba "obligaciones personales", porque
tenían por objeto el hacer de una persona. Tampoco esta nomenclatura
pudo tener valor científico, y hoy puede considerársela superada.
3) También se usó la denominación "obligación real" para designar
las "cargas reales", pero éstas, como se verá, no son obligaciones, sino de-
rechos reales reconocidos por algunas legislaciones.
4) Por último, se llama "obligación real" a la obligación que le incum-
be a una persona en razón de una cosa. Es ésta la acepción más apropiada
de la expresión "obligación real".
b) Concepto
Las obligaciones reales, o propter rem, han sido definidas como
"aquellas que descansan sobre determinada relación de señorío sobre una
cosa, y nacen, se desplazan y se extinguen con esa relación de señorío" '*.
'' Cfr. N. Gorostiaga, El Código Civil y su refonna ante el derecho civil comparado
("De las obligaciones en general"), t. II (primera parte), p. 643.
' - Cfr. K. A. Zachariae, DroU civil franjáis, traducción de Massé y Vergé, 13, § 529, p 362.
Cfr. K. A. Zachariae, Droit civil frangais, t. 3, § 529, p. 362.
Cfr. D. Alsina Atienza, liuroducción al estudio de las obligaciones "propter rem":
Su injustificada confusión con los gravámenes reales, en "J.A.", 1960-11, sección Doctrina,
ps. 40 y ss.; Las deudas "propter rem": El progreso de su reconocimiento doctrinal. Dife-
rencias entre la deuda "propter rem " y el deber del tercer poseedor de una cosa hipoteca-
da, en "J.A.", 1960-III, sección Doctrina, ps. 6 y ss.; Existencia innegable de obligaciones
reales en el derecho argentino, en "J.A.", 1964-IV, sección Doctrina, ps. 38 y ss.; Recepción
de la doctrina de las obligaciones reales en la jurisprudencia argentina, en "J. A.", 1964-V,
sección Doctrina, ps. 105 y ss.
100 ERNESTO C. WAYAR
c) Caracteres
Las obligaciones que estamos examinando presentan las siguientes
notas típicas:
I) Dependen de una "relación real".—Sólo es acreedor o deudor prop-
ter rem aquel que está jurídicamente relacionado con una cosa, sobre la cual
ejerce determinado señorío. La "relación con la cosa" no necesariamente debe
provenir del ejercicio de un derecho real, pues el vínculo obligatorio puede te-
ner origen en la posesión. No es necesario que se ejerza sobre la cosa algún de-
recho real; lo esencial es que el sujeto esté en relación con la cosa i?, cual-
quiera que sea el título que ostente: sea propietario o poseedor. .
Así, por ejemplo, el comprador de un inmueble, aunque se le haya
dado la posesión de la cosa, sólo será "propietario" cuando se le otorgue la
escritura pública (art. 1184, inc. I). S in embargo, por el hecho de ser posee-
dor y estar, por ende, en relación con la cosa ha sido considerado "deudor"
" CN.CIv., Salii A. 23/10^1969, "LL.", 140-777 (24.761-8); ídem, Sala D, 11/10/1966,
"L.L.". 124-897; ídem, SaUB. 30/9/1968, "LL", 136-1062 (22.091-S).
102 ERNESTO C. WAYAR
dispuesto a afrontar los gastos. Pablo y Diego no desean asumir esa obliga-
ción y deciden, para librarse de ella, hacer abandono de sus respectivos de-
recbos.de propiedad, .como lo autoriza el art. 2685 del C ó d Civil. Se trata
de saber, entonces, si el abandono debe materializarse antes de que Juan
efectúe los gastos, o si puede tener lugar después de que tales gastos se ha-
yan concretado. Se ha sostenido " que el abandono debe ser previo, pues
una vez que los gastos han tenido lugar, los deudores quedan definitiva-
mente obligados, en razón del beneficio que obtuvieron —se supone— a
costa del inversor, convertido en acreedor. El abandono no los libera de la
obligación de reembolsar lo gastado.
La tesis no es convincente.
El abandono tiene eficacia liberatoria aunque se concrete después de
efectuados los gastos. Si la obligación propter rem es asumida en razón de
la cosa, cuando cesa la posesión cesa también la obligación, pues de lo con-
trario no sena propter rem. En el caso particular del condominio, es dudoso
que los condóminos que no aporten lo suyo para sufragar los gastos que de-
mande la conservación de la cosa puedan disfrutar de lo hecho poy el con-
dómino inversor, pues hay que tener en cuenta que este último tiene el de-
recho de retener la cosa hasta tanto se verifique el pago (art. 2686). Aun los
deudores constituidos en mora pueden liberarse mediante el abandono. ^
ley no condiciona la eficacia liberatoria del abandono al hecho de que sf ve-
rifique antes de efectuados los gastos; al contrario, reconoce e^ eficacia sin
distinguir si ha tenido lugar antes o después de los gastos
" D. AlsinsL Atienzi, Diferencias entre la deuda "propter rem" y el deber del tercer
poseedor de una cosa hipotecada, en "J.A.", 1960-HI, sección Doctrina, p. 86.
^° De acuerdo: J. H. Alterini y N. L. Lloverás, según voto del primero en C.N.Civ., en
pleno. 11/5/1977, "E.D.", 73-280.
LXDS SUJETOS 103
26 bis Escriche definió el censo consignativo, como "el derecho que tenemos de exigir
de otro cierta pensión anual, por haberle dado cierta suma de dinero sobre sus bienes raíces,
cuyo dominio directo y útil queda a favor del mismo". Llámase consignativo porque se con-
signa o impone sobre bienes del que le debe, y aún sobre su industria personal. Y refirién-
dose al censo enfitéutico dice que es "el derecho que tenemos de exigir de otro cierto canon
o pensión anual en razón de haberle transferido para siempre o para largo tiempo el dominio
útil de alguna cosa raíz, reservándonos el directo. Este censo —agrega— se llama también
enfiteusis, como el contrato en el que se establece; no puede establecerse sino por escritura
pública; según se deduce de la definición". Cfr. Joaquín Escriche, Diccionario razonado de
Legislación y Jurisprudencia, Librería de Gamier hermanos, París, 1869, ps. 440 y 442.
27 De las antiguas cargas reales, aquellas oriundas del derecho germánico de la Edad
Mtáia(Reallasten), prácticamente ninguna sobrevive (cfr. F. Messineo, Manual, t. UI, § 92,
n'ó, ps. 526 y ss.). El B.G.B., fiel a la tradición del derecho privado alemán, ha dejado abier-
to el camino p¡lf& la constiwción de rentas reales (art. 1105).
28 A partir del art. 2614 del Cód. Civil, se ha interpretado que en nuestra derecho es
posible la constitución de ciertas cargas reales (rentas o censos), con la condición de que su
duración no se extienda más allá de cinco años (B. Machado, Exposición y contentarlo del
Código Civil argentino, t 7, í 733, comentario al art. 2614, p. 12; H. Lafaille, Tratado de
los derechos reales, 11, n" 31).
29 Sobre el particular, ver F. López de Zavalía, Las rentas reales, en "Revista Jurídica"
de la Universidad Nacional de Tucumán. n° 2, p. 142, y L. M. Valiente Noailles. Obligacio-
nes reales, n' 6, ps. 23 y ss.
106 ERNESTO C. WAYAR
sobre la cosa íijena. La carga real es, en suma, el correlato o lado pasivo de
un derecho real.
¿Cómo se puede confundir la carga, entendida como correlato del de-
recho real, con la obligación propfer rem?
Se apreciará el problema si se tiene en cuenta que en los derechos rea-
les también existe un sujeto pasivo, que no siempre es "universal". En cier-
tos casos, el ordenamiento le impone a una persona determinada el especí-
fico deber jurídico de tolerar que otra persona ejerza sobre uno de sus
bienes un derecho real. Es lo que sucede con el ya recordado deudor hipo-
tecario. Lo típico de este deber jurídico es su carácter real; es decir, se im-
pone en razón de la cosa gravada y se mantiene con ella dondequiera que
vaya. Si el deudor hipotecario vende la cosa, el deber jurídico va con ella,
y el nuevo propietario tiene que "tolerar" o "sufrir" el derecho de hipoteca.
La relación con la cosa determina la persona que es sujeto pasivo. De ahí
el parentesco de este deber jurídico real con la obligación propter rem. No
obstante, entre ambas figuras hay notables diferencias.
Para simplificar, observemos la situación jurídica en que se halla el
tercer poseedor de un inmueble hipotecado, que es el ejemplo con el cual
vengo trabajando. Han sostenido algunos autores que en tal caso se está
ante una obligación propter rem; por ende, el tercer poseedor es tratado
como "deudor" u "obligado" a pagar el crédito, pues está en relación con la
cosa y puede liberarse abandonándola. Sin embargo:
I) El tercer poseedor no puede ser considerado "deudor", desde el mo-
mento en que la ley descarta la posibilidad de que "incumpla" la obligación. En
efecto: supongamos que el tercero mantenga la cosa bajo su poder y que des-
pués de ser intimado a abandonarla o a pagar el crédito (arts. 3162 y 3163) re-
huse ambas cosas; ¿qué sanciones le corresponden? La respuesta está en el art.
3165: "los tribunales no pueden (...) pronunciar (...) condenaciones persona-
les" en su contra, y el acreedor "no tiene otro derecho que perseguir la venta
del inmueble". Esto significa que el tercer poseedor no responde con sus
otros bienes, lo cual desmiente que se trate de un obligado propter rem, por-
que éste tiene responsabilidad ilimitada en caso de incumplimiento.
II) Tampoco el hecho de que tanto el deudor propter rem como el ter-
cer poseedor puedan liberarse mediante el abandono de la cosa autoriza a
^' Acerca de la distinción entre la obligación propter rem y el deber del tercer poseedor
se puede consultar, además de los trabajos de Alsina Atienza ya citados (supra, nota 14 de
este capítulo), la investigación llevada a cabo por E. Greco, Enajenación de cosa hipoteca-
da, n' 65, ps. 215 y ss. De acuerdo con lo expuesto en el texto, A. A. Cornejo, Elementos
para una noción de obligación real, '"L.L.", del 27/6/1988, punto V.
Procurando demostrar que el tercer poseedor de un inmueble hipotecado no es un
deudor propter rem también se ha dicho que sobre aquel poseedor no pesa ningún deber de
realizar una prestación específica, como sí ocurriría si fuese deudor. Afirma esta doctrina
que "en las obligaciones propter rem el contenido siempre es una conducta del sujeto deu-
dor; en camtíio en los gravámenes reales estamos ante una cosa que está garantizando como
derecho accesorio a una obligación. Pero nunca en el gravamen real hay una conducta de-
bida por el dueño de la cosa gravada a no ser que la misma persona invista la calidad de su-
jeto pasivo de la relación obligatoria y dueño de la cosa gravada": Manuel Cornet, Obliga-
ciones propter rem, en "J. A.", 2001-11-1196. Cabe sin embargo observar que el poseedor
de un inmueble hipotecado está constreñido a conservar el valor de la cosa, mientras la tenga
en su poder, en resguardo de los derechos del acreedor hipotecario; es decir, si bien no es
deudor, tiene sin embargo que observar un determinado comportamiento de conservación
(doctrina de los arts. 3157 y 3160 del Cód. Civil).
Cfr. Salvat, Obligaciones en general, 1.1, n° l"l, ps. 12 y ss.; A. Colmo, De las obli-
108 ERNESTO C. WAYAR
gaciones en general, n" 66, ps. 52 y ss.; E. Bussc/Táííigo Civil, t. III, art. 497, xC 28, p. 49;
H. Lafaille, Tratado de los derechos reales, 1.1, n° 20, p. 24; L. M. Rezzónico, Estudio de
las obligaciones, 1.1, ps. 24 y ss. de la 9* edición. Esta doctrina parte del art. 497 para negar
la existencia de las propter rem, sin advertir que ese artículo no se refiere a ellas, sino a las
cargas o gravámenes reales, como lo denuncia la nota del codificador referida al deber del
tercer poseedor de un inmueble hipotecado, considerado un supuesto típico de "carga real".
Por eso es razonable suponer que en virtud del art. 497 las cargas reales no pueden ser con-
sideradas "obligaciones que corresponden a derechos reales", lo cual es exacto, porque las
cargas no son obligaciones. Pero esto no significa que al margen de tales cargas haya ver-
daderas obligaciones reales. Precisamente por no distinguir a unas de otras se afirma que el
art. 497 expulsa de nuestro sistema a las obligaciones propter rem. Un ejemplo de esta erró-
nea interpretación: S. Tosti y A. Sgrilletti, Obligaciones "propter rem " o ambulatorias, en
"Revista del derecho comercial y de las Obligaciones", año 11,1978, ps. 211 y ss.
Si bien la carga de "soportar" que una persona (p. ej. ei acreedor hipotecario) ejerza
sobre una de sus cosas un derecho real no constituye una "obligación", ello no es óbice para
que la persona que soporta esa carga (sea el deudor o un tercero) ocupe el lugar de sujeto pa-
sivo determinado de un derecho real. Es sujeto pasivo de un deber jurídico que no es una
"obligación".
^* Admiten la existencia de las propter rem: D. Alsina Atienza, trabajos citados en la
precedente nota 14; Dassen y Vera Villalobos, Manual de dereclws reales, n° l O, p. 18; O.
Spota, Tratado de derecho civil, vol. 111-5, n" 1589, p. 107; L. Valiente Noailles, Obligacio-
nes reales, n° 15. ps. 55 y ss.; DeGásperi y Morello, Derecho civil, t. II, n° 20, p. 53; Cazeaux
LOS SUJETOS 109
y Trigo Represas, Dereclw de las obligaciones, 1.1, p. 47; Alterini, Anveal y López Cabana,
Curso de obligaciones, 1.1, n° 52, p. 27; Llambías, Obligaciones, 11, n° 15, p. 25; Borda,
Obligaciones, 1.1, n" 6, p. 16; E. Zannoni, La obligación, § 17, p. 43.
Desde el punto de vista teórico, al margen de toda legislación concreta, la existencia de
las obligaciones propter rem no admite réplica (M. Giorgianni, La obligación, n° 10, p. 81,
especialmente p. 99).
no ERNESTO C. WAYAR
nía carácttT propter rem: A. G. Spota, El privilegio general del fisco y de las municipalida-
des por impuestos o lasas, cn"J.A.", 69-657; C.N.Civ., Sala C, 31/3/1975, "E.D.", 65-484.
** En contra: L. Valiente Noailles, Obligaciones reales, n° 18, p. 69.
*^ De acuerdo: Zannoni, La obligación, § 17, p. 44.
*^ Cfr. G. A. Spota, Tratado de la medianería, n° 58, ps. 91 y ss.
Cfr. Cazeaux y Trigo Represas, Dereclw de las obligaciones, 1.1, p. 34, quienes si-
guen la enumeración que proporcionan Aubry y Rau, Michon y Bonnecasse.
Se afirma con relativa frecuencia que el art. 3266 prevé caso? de obligaciones prop-
ter rem, pues: "Las obligaciones que comprenden al que ha transmitido una cosa, respecto
de la misma cosa, pasan al sucesor universal y al sucesor particular, pero el sucesor no está
obligado con su persona o bienes por las obligaciones de su autor, por las cuales lo repre-
senta, sino con la cosa transmitida". Sin embargo, ¿cónío se explica que el presunto deiidor
propter rem limite su responsabilidad a "la cosa transmitida"? ¿La doctrina no reconoce,
acaso, que su responsabilidad por incumplimiento es ilimitada? De ahila falacia de aquella
afirmación; el art 3266 no se refiere a las propfer reHí, sino a los deberes jurídicos reales (o
cargas reales) que siguen a la cosa, pero que no constituyen técnicamente "obligadones".
De acuerdo: J. H. Alterini y J. L. Lloverás, voto del primero en C.N.Civ., en pleno, 11/5/1977,
"E.D.", 73-283. .
LOS SUJETOS 113
*' E. B. Busso, Código Civil, t. III. comentario ai art. 497, n° 26, p. 49.
^ De acuerdo: L. Valiente Noailles, Obligaciones reales, n° 16, p. 61; D. A. Alsina
Atienza, ¿Son "propter rem " las obligaciones emergentes del arrendamiento?, en "J.A.",
1960-1V-35.
" J. Bonnecase, Elementos de derecho civil, t. II, p. 184, trad. de José M. Cajica.
Precisamente por eso se declaró que la obligación de reparar los daños causados por
la construcción de un inmueble "no se transmite a los fuñiros adquirentes del dominio"
(C.N.Civ.. en pleno, 11/5/1977, "E.D.", 73-276; de acuerdo: Zannoni, La obligación, § 17.
P- 45).
114 ERNESTO C. WAYAR
§ 4 3 . CONCEPTO E IMPORTANCIA
Nadie duda de que en virtud de la obligación, entre acreedor y deudor
se establece un vínculo jurídico. Desde Justiniano, esta afirmación se man-
tiene inalterada. Pero, ¿cuál es la naturaleza de este vínculo? ¿Es un ele-
mento esencial de la obligación?
Se ha dicho que no es esencial o propio de la obligación, sino que se
trata, al contrario, de un elemento común a todo derecho subjetivo SJ. Se ra-
zona así: el vínculo está presente en toda relación jurídica y, por ende, tam-
" De acuerdo, además de los autores citados en la nota 1 de este capítulo: J. L. de los
Mozos, Concepto de obligación, en "Revista de derecho privado" (Madrid), 1980, p. 994;
J. Santos Briz, Derecho civil, t. II, "Derecho de obligaciones", p. 32; M. Albaladejo, Insti-
tuciones de dereclio civil, I, p. 489; R. de Ruggiero. Instituciones de derecho civil, t. II, vol.
I, "Derecho de obligaciones", p. 9, traducción de Serrano Súñer y Santa-Cruz Teijeiro; L.
Diez-Picazo, Estudios de derecho privado, 1.1, "El contenido de la relación obligatoria", p.
125; A. Bueres, Objeto del negocio jurídico, p. 36; Alterini, Anwal y López Cabana, Curso,
1, n" 108, ps. 53 y ss.; L, Boffi Boggero, Tratado de las obligaciones, 1, § 33, p. 100.
116 ERNESTO C. WAYAR
Er» otras palabras, si bien el vínculo liga o ata al deudor, como lo de-
nuncia la definición de Justiniano, hay casos en los cuales el deudor asume
una posición jurídica "domi nante" en relación con el acreedor. La realidíid
económica y jurídica proporciona suficiente cantidad de ejemplos de esta
clase de obligaciones como para justificar con creces la necesidad de revi-
sar la tesis tradicional. Ya no cabe, pues, decir queel vínculo liga, ata o so-
mete al deudor; ahora es más apropiado sostener queel vínculo constituye
un enlace entre dos posiciones jurídicas que deben ser equivalentes 5».
Así parece percibirlo también A. Bueres, Objeto del negocio jurídico, p. 37.
Diez-Picazo distingue entre "relación de obligación" y "vínculo jurídico", que son
—dice— ideas profundamente diferentes. El vínculo es la simple correlación de un crédito
y de una deuda, en tanto que la relación de obligación es la total relación jurídica que liga
a acreedor y deudor para la realización de determinada función económica o social. Como
consecuencia de esta exposición, el derecho del deudor de pagar por consignación no sería
una derivación del "vínculo" —que se agota con el nexo crédito-deuda—, sino una virtua-
lidad de la relación de obligación, que es más amplia que el vínculo (L. Diez-Picazo, Estu-
dios de dereclw privado, I, "El contenido de la relación obligatoria", p. 126).
118 ERNESTO C. WAYAR
§ 4 5 . LA COACCIÓN
a) El cumplimiento voluntario
Cuando el deudor cumple voluntariamente la obligación no hay com-
pulsión. Esta afirmación, que no requiere prueba, conduce a negar que el
vínculo quede vacío de contenido cuando se lo despoja del elemento "com-
pulsión". Los argumentos que se han ensayado para destruir esta tesis no
son convincentes. Así, se ha dicho que aun mediando cumplimiento volun-
tario la coacción existió en potencia; es decir, la mera posibilidad de ejercer
coacción, aunque de hecho no se la ejerza, basta para considerada esencial.
O, en otros términos, es esencial porque siempre existe la posibilidad de
ejercerla Sin embargo:
1) Para que la coacción pase de la potencia al acto es condición sine
qua non que el deudor no cumpla; de ello se sigue que siempre que el deu-
dor cumpla espontáneamente no habrá coacción. En todo caso, entonces, la
compulsión integra el vínculo de las obligaciones incumplidas.
2) ¿Para qué sirve la compulsión en potencia? Se nos dirá, para pre-
sionar psicológicamente al deudor. No obstante, los motivos por los cuales
los deudores cumplen sus obligaciones voluntariamente son variados, y no
creo que se pueda afirmar que lo hacen sólo por "temor" de ser demanda-
dos; parece exagerado, sin duda, atribuir el cumplimiento a la presión psi-
cológica derivada de una eventual coacción. Tanibién se dijo que la noción
de "vínculo" personal es inservible, pues el problema jurídico de la obliga-
ción se plantea únicamente cuando el acreedor se ve precisado a exigir
compulsivamente lo debido en el período de ejecución del proceso A
*' Cfr. J. Lacruz Berdejo, Las obligaciones naturales, en Estudios de derecho civil, ps.
165 y ss.
Sobre el particular, E. Wayar, El pago por consignación, ps. 117-119.
" Comp. De Gásperi y Morello, Derecho civil, t II. "Obligaciones", n" 707, ps. 96-97.
^ De la unidad y pluralidad de vfnctltos, asf como .de los problemas que plantea el vín-
culo en las obligaciones recíprocas o correlativas, me ocuparé luego.
•EL OBJETO Y LA PRESTACIÓN ÚV
" Cfr. Compagnucci de Caso, en Bueres (dir.) y Highton <coord.) Código Civil, t. 2-A,,
glosa a los arts. 495-6, p. 7.
Se dice que el derecho del acreedor tiene por objeto un "comportamiento del deu-
dor" y que a ese comportamiento se lo llama prestación; y concluyen: el objeto es la pres-
tación. Por ejemplo, J. Gastón Tobeflas, Derecho civil español, 1.111, "Obligaciones", p. 58V
déla 12* edición.
*' Se llegó a considerar que era un grave error aflimar que las cosas constituían el ob-^
jeto de la obfigación, pues se entendía que sólo la acción del deudor podía ser objeto del cré-
dito; así: V. Polacco, ¿« obbligazioni nel diritto civile italiano, p. 184,2* ed. Sin embargo,
una visión realista reveló que las cosas no podían ser sustraídas del objeto sin incurrir en una
deformación de la realidad, lo cual llevó a la doctrina a distinguir el objeto y la prestación
como conceptos diversos; por ejemplo: F. Messineo, Manual, 1.1V, § 99, n" 4, p. 27; A. Tíir,
bucchi. Instituciones de derecho civil, II, nos. 208 y 210, ps. 5 y ss. Entre nosotros, compffl^
ten la distinción: Alterini, Anietí y López Cabana, CMno, l, n" 91, p. 46; E. Zannoni, ¿a óbti^
gación, § 30, p. 80.
™ Así, D. Barbero, Sistema del derecho privado, t. III, "Obligaciones", n" 616, ps,
12-13.
122 ERNESTO C. WAYAR
a) Obligaciones de dar
En las obligaciones de dar, v.gr., un caballo o una mesa, el objeto del
crédito es, sin duda, ese caballo o esa mesa, es decir, la cosa material, para usar
la expresión en el sentido que le asigna el art. 2311 del Cód. Civil. En esta clase
de obligaciones, que se traducen en dar algo, el objeto del crédito es siempre
ese algo, y no la conducta del deudor que se limita a la simple entrega. Lo que
satisface el interés del acreedor no es 1 a entrega, sino la cosa entregada. Es más:
puede faltar la "conducta" del deudor, lo cual ocurriría si éste se negara a en-
tregar, y sin embargo el acreedor obtendrá la cosa si recurre a la actuación
del oficial de justicia. Las cosas, en suma, integran ?l objeto
b) Obligaciones de hacer
En las obligaciones de hacer cabe distinguir las tres subespecies si-
guientes:
1) Obligaciones de hacer encaminadas a la producción de un resulta-
do; v.gr., la locación de obra por la cual el locador se obliga a construir una
pared. En este caso, ¿cuál es el objeto del crédito que tiene el locatario?
¿Tendrá derecho a la construcción, es decir, al hecho de construir la pared,
o a la pared construida, o sea, a la cosa que es el producto de la actividad
del deudor? A mi modo de ver, el objeto del crédito es la cosa, y no el com-
portamiento que la produce. No se trata de desconocer la importancia que
tiene la conducta del obligado, pero es innegable que únicamente la cosa u
obra concluida habrá de satisfacer el interés del acreedor; a tal punto, que
éste podrá subrogar al deudor reticente y procurar qatm tercero,acostade
aquél (art. 505, inc. 2), le proporcione el resultado esperado.
2) Obligaciones contraídas intuito personae, o sea, en razón de las
cualidades personales del deudor; p. ej., la que asume un autor célebre para
escribir una novela. Parece irrefutable que el objeto del crédito que tiene el
editor es el escrito terminado, o sea, el resultado de la labor del escritor. El
hecho de que no pueda subrogarlo, por tratarse de una obligación intuito
personae, no cambia las cosas, pues esto sólo demuestra que la prestación
es insustituible, pero el objeto sigue siendo el mismo.
3) Obligaciones qué constituyen un "puro hacer"; v.gr., ladel modelo
que se obliga á posar para ser retratado. Aquí, el objeto del crédito es la uti-
lidad qvte la conducta complaciente del deudor le reportará al acreedor; esa
utilidad es también un resultado de la conducta del modelo. En algunos ca-
sos—la hipótesis no es impensable—.aunque el deudor se niegue aprestar
su conducta el acreedor podrá, de todos modos, quedar satisfecho; así. si el
modelo sé negara a posar, bien podría el acreedor utilizar una fotografía de
aquél para extraer de ella la figura que desea fnodelar o utilizar. No se ejer-
cería violencia sobre la persona del obligado (art. 629), ni éste podría im-
pedir la utilización de la fotografía, en razón de que está jurídicamente vin-
culado con su acreedor. Esto se explica porque lo que le reporta utilidad al
acreedor es la imagen del modelo, no su "conducta".
c) Obligaciones de no hacer
Lo mismo sucede con las obligaciones de no hacer; v.gr., laque asume
un comerciante al no competir con otro vendiendo la misma mercancía.
¿Cuál es el objeto de este crédito? ¿La sola abstención del contjerciante
obligado? No, el objeto del crédito es el beneficio o la utilidad económica
que obtendrá el acreedor, en razón de la abstención del otro comerciante. El
objeto no es "la conducta en sf', sino lo que se obtiene de esa conducta y que
satisface ei interés del acreedor.
En definitiva, el objeto es siempre un bien, material o inmaterial, que
se obtiene como resultado o producto de un obrar, positivo o negativo, del
deudor 72. El derecho del acreedor se dirige, en suma, a obtener el resultado
de una conducta, no a la conducta misma.
a) Obligaciones de dar
En las obligaciones de dar, la prestación se agota con la ^iccídíi de en-
tregar. Más exactamente, con la entrega el deudor cumple, desligándose
del vínculo. Aquí, la distinción entre "objeto" y "prestación" es nítida:
aquello que se da es el objeto; la acción de dar«s la prestación.
b) Obligaciones de hacer
En las obligaciones de hacer encaminadas a la producción de un resul-
tado, la distinción también es nítida: la pared construida es el objeto, la ac-
ción de constmirla es la prestación ''5. En las obligaciones contraídas intuito
el "objeto del crédito" debe coincidir con el "objeto del pago", objeto que no es otro que el
"bien debido". No hay, pues, tal escisión.
^* Por ejemplo, en la obligación de dar un cuadro, ¿cuál es el objeto? Sin dujja, el cua-
dro; la llamada "acción del deudor" (prestación) por la cual se da el cuadro no es el objeto,
sino el medio por el que se cumple la obligación. En efecto: que el deudor entregue el cuadro
significa que él da lo que debe, esto es, que cumple. De allí que cuando se dice que la obli-
gación tiene por objeto la prestación, se está diciendo, en realidad, que el objeto de la obli-
gación es su cumplimiento, ya que la prestación es precisamente eso: cumplimiento. ¿(Jué
hay de errado en esto? Qué si la prestación no se cumple, la obligación carecería de objeto,
lo cual no es verdad. La prestación no es el único modo de cumplir una obligación, como lo
demuestran el procedimiento de ejecución forzada y el cumplimiento por tercero. La reali-
dad indica que en todos los casos la actividad del obligado, sea positiva o negativa, es el me-
dio natural o normal de satisfacer el interés del acreedor, pero no es el único. Sobre esto, ver
F. Camelutti, Dereclw y proceso, p. 403.
Agobia - Botagina - Meza (Responsabilidad por incumplimiento contractual, p.
53) afirman que la tesis del bien debido no "1<^ explicar satisfactoriamente la existencia
de obligaciones donde lo planificado es exclusivamente actividad diligente, aquéllas donde
el compromiso se circunscribe a facilitarle al acreedor 'los medios' tendientes a la satisfac-
ción de su interés definitivo. En suma —agrega esta doctrina—, aquellos deberes 'de dili-
gencia' donde no se promete in solutione, ninguna entidad material o inmaterial necesaria-
mente satisfactiva del interés final del aweedor".
Esta crfüca, lejos de ser certera, es susceptible de diversas impugnaciones:
1°) En primer lugar, da por cierto la existencia de obligaciones "de medios" a pesar de
que todavía la doctrina no se ha puesto de acuerdo al respecto pues, como se verá luego (in-
fra, § 49), una importante corriente de opinión considera que en toda obligación se utilizan
126 ERNESTO C WAYAR
c) Obligaciones de no hacer
En las obligaciones de no hacer, ya dije, la prestación consiste en la
mera abstención, y el objeto del crédito es la utilidad o provecho que de esa
conducta omisiva se obtiene.
En suma, la prestación, en cuanto conducta del deudor, representa
siempre el medio con el cual se obtiene el bien que se le debe al acreedor.
"medios" y se buscan "resultados". Por ello, eslc argumento sólo puede valer pora quienes
aceptan esa clasiricación y creen que existen obligaciones en las que el fin se confunde con
los medios.
2°) Pero aun admitiendo, sólo por hipótesis, la existencia de obligaciones llamada; de
"medios", ya se verá que aún en ellas es razonable suponer que el derecho del acreedor de
tales "medios" tiene por objeto la obtención de alguna utilidad o beneficio y es en esa uti-
lidad, precisamente, y no en los "medios diligentes" considerados en sf mismos, donde ra-
dicaelobjetodel crédito. L.autiI¡dado el beneficio es el objeto y los "medios diligentes" son,
valga redundar, los medios que lo proporcionan.
3°) El objeto del crédito no es el "medio diligente" sino, como ios autores citados lo re-
conocen, el iiueris final aunque sea reputado por ellos como aleatorio. Y cienamenie, ese
interés final aleatorio puede ser considerado "objeto" del crédito.
EL OBJETO Y LA PRESTACIÓN 127
b) La "prestación" y el "contenido"
La tesis segün la cual el objeto de la obligación es la prestación, o sea, el
comportamiento del deudor, afronta serias dificultades cuando le toca explicar
la ejecución forzada o el cumplimiento por tercero. En ambos casos debe re-
conocer que aunque el deudor no haya actuado, el acreedor queda satisfecho.
¿Cómo es posible que el acreedor obtenga el objeto sin la conducta del deudor
si se viene afirmando que el objeto es, precisamente, esa conducta?
Para resolver este problema es atinado recurrir a la diferencia entre "ob-
jeto" y "contenido". El primero, como ya se dijo, es el bien o utilidad que es-
pera el acreedor; el segundo es "el cúmulo de facultades y deberes queel orden
jurídico atribuye e impone a acreedor y deudor, poderes y deberes dirigidos
a la obtención del objeto" En este sentido, el deber de prestación es parte
En la nota precedente se dijo que la tesis que afirma que el objeto de la obligación
lo conforma tanto el interés del acreedor como la conducta del deudor específicamente pre-
vista para satisfacer aquel interés, no explica lo que ocurre cuando falta la prestación y no
obstante el acreedor obtiene ef objeto. Pues bien, procurando dar esa explicación, se ha di-
cho: "Repárese en que, cuando opera el incumplimiento y se alcanza la satisfacción del in-
terés del acreedor a través de la ejecución forzada en especie (directa) o por terceros, la sa-
tisfacción del interés del acreedor se alcanza por vías subrogadas, cuya entidad, aptitud y
relevancia sólo es posible concebirá través de una valoración armónica de ambos compo-
nentes: la conducta hunuma comprometida (que aparece en buena medida subrogada por
oü^ que emana del poder judicial o de un tercero) y el interés": Pizarro - Vallespinos, Obli-
gaciones, t. 1, p. 143. Pero precisamente de eso se trata, si la conducta específica (presta-
ción) aparece subrogada, es decir, reemplazada, por la actuación del poder jtidicial o de ter-
ceros ¿cómo se puede afirmar que esa conducta del deudor integra el objeto si, por hipótesis,
luce por su ausencia''. Está claro que, en tal supuesto, se puede afirmar que la "conducta" del
deudor consiste en "tolerar" la ejecución forzada o la actuación de un tercero. Con esta afir-
mación estamos de acuerdo, pero se tendrá que admitir que tolerar la ejecución no es, ni mu-
cho menos, la "prestación" en sentido estricto {supra, §. 15, a). Por otra parte, la tesis según
la cual el objeto estaría integrado por "la conducta del deudor y el interés del acreedor", ten-
drá que explicar, luego, si la patrimonialidad de la prestación alcanza también al interés del
acreedor, temendo en cuenta que esa misma doctrina predica que el interés del acreedor pue-
de no ser patrímoniaJ.
El contenido de la obligación es, respecto del deudor, el deber jurídico de cumpli-
miento del débito, y respecto del acreedor, el poder jurídico de obtener la satisfacción del
interés (E. Zannoni, La obligación, § 24, p. 60; cfr. A. Bueres. Objeto del negocio jurídico,
p. 153).
EL OBJETO Y LA PRESTACIÓN 129
que asuma ese riesgo no significa que el resultado quede/iíera del objeto de
su derecho.
¿7J Si la obligación no nace de un contrato, o si las partes nada dicen so-
bre el riesgo, como generalmente ocurre, ¿por qué presumir que el acreedor
asume el aleal ¿Es lógico suponer que el enfermo limita su interés al hecho
de ser atendido? ¿No es más razonable pensar que quien contrata a un mé-
dico busca ser curado? En definitiva: puesto que a la aJsunción de un riesgo
no se la presume, es arbitrario e infundado predicar, con carácter general,
que en la obligación de medios el acreedor se conforma con la prestación,
tomando a su cargo el riesgo de que el resultado se frustre.
Por lo demás, en los contratos aleatorios la parte que asume el riesgo
lo hace aminorando su propia prestación; es decir, asume el riesgo pero a
cambio paga menos. ¿Se puede afirmar que esto sucede en las obligaciones
llamadas "de medios"?
b) Carga de la prueba
Negada toda diferencia ontológica entre las obligaciones de medios y
las de resultado, corresponde afirmar la vigencia de ún único régimen ju-
rídico en materia de prueba «9.
Se aplica la siguiente regla: al acreedor le toca probar que su interés no
ha sido satisfecho, o sea, que el objeto de su crédito se ha frustrado; al deu-
dor, si quiere eximirse de responsabilidad, le corresponde probar que cum-
plió la prestación, y que lafrustración del acreedor se debe a causas extra-
ñas a la prestación misma; o bien que incumplió, pero por causas no
imputables a él.
En muchos casos, IMrustración del interés del acreedor equivale a in-
cumplimiento; otras v e c ^ , la frustración puede ocurrir aunque el deudor
cumpla. En este último caso, le corresponde al deudor probar que la frus-
tración no le es imputable 9°.
ü) REQUISITOS
§ 50. POSIBIUDAD
yor que la exigible por la índole de la obligación". Es útil, para interpretar este texto, la lec-
tura de las "Notas explicativas", las cuales, reñriéndose a las distintas simaciones probato-
rias que pueden presentarse, dicen que en algunos casos le "incumbe al acreedor demostrar
la culpa del deudor. En otros, debe éste probar que actuó sin culpa (situación a la que se re-
fiere el texto agregado al art 514). En otros, finalmente, el deudor debe acreditar el caso for-
tuito y sus requisitos propios de imprevisibilidad, irresistibilidad, extraneidad, actualidad,
sobreviniencia, insuperabilidad". Líneas más adelante se lee en las "Notas explicativas":
"Así considerado, el incumplimiento 'sin culpa' transita una vía intermedia entre las situa-
ciones probatorias extremas, como un tenius quid entre la culpa probada y el casus, que el
Código Civil implica con frecuencia y que permite superar las incertidumbres que plantean
(inclusive respecto de su propia existencia) las categorías de las 'obligaciones de medio' y
las 'obligaciones de resultado'".
El segundo artículo del Proyecto que se refiere a este problema es el 1625, inc. 2, según
el cual, "en caso de controversia, queda a cargo del profesional la prueba de haber obrado
'sin culpa' en los términos del art 514. Pero si de lo convenido o de las circunstancias re-
sultara que el profesional debió obtener un resultado determinado, sólo se liberará demos-
trando la incidencia de uiui causa ajena".
Baste, por ahora, la mención de los artículos proyectados. No creo oportuno abundar so-
breesté tenja, que tiene su lugar entre los parágrafos destinados a la "responsabilidad civil";
allí será encarado.
Respecto <fe esta cuestión, ver E. Zannoni, Las denominadas "obligaciones contractua-
les de resultado " y el incumplimiento sin culpa en el Proyecto de Unificación de la Legis-
lación Civil y Comercial, en "R.D.C.O.", año 20, diciembre de 1987, n' 119-120, p. 907.
" Comp. S. Cifuentes, Negocio jurídico, § 81 y ss., ps. 158 y ss. Bueres, en correcta
observación, señala que los requisitos deben predicarse de la operación jurídica integral, y
no separadamente del objeto o de la prestación —aunque para este autor ambos conceptos
se identifican— {Objeto del negocio jurídico, p. 161, nota 4).
136 ERNESTO C. WAYAR
deben ser in^osibles. Esto se funda en una razón elemental: nadie puede
obligarse a realizar aquello que es imposible <art. 953, Cód. Civil).
a) La imposibilidad ha de stx física; v.gr.: obligarse a suministrar la
totalidad del agua de una vertiente privada para riega de los terrenos veci-
nos, si parte de su caudal discurre por un cauce subterráneo, y por razones
geológicas resuha imposible volcarlo hacia los terrenos a regar. También
se dice que la imposibilidad puede ser jurídica, lo cual ocurriría, por ejem-
plo, si se prometiera una prestación no autorizada por el derecho, como
cuando se pretende vender una cosa que está fuera del comercio o hipotecar
un automóvil. Sin embargo, se ha hecho notar que en estos casos, más que
imposibilidad jurídica, hay ilicitud ^, pues lo que se quiere es introducir en
el tráfico un objeto o una prestación no permitidos por el ordenamiento. Tal
observación es certera.
b) La imposibilidad, para invalidar el objeto o la prestación, ha de ser ori-
ginaria, esto es, existir al momento de formarse la obligación. Si la imposibi-
lidad sobreviene luego del nacimiento de ésta, no se puede decir que el vfiículo
no se haya formado; al contrario, la obligación existió, pero su cumplimiento
se tomó imposible. La imposibilidad de cumplimiento puede desembocaren
la extinción del vínculo (art. 888) o en el deber de indemnizar al acreedor;
esto dependerá de que el deudor haya obrado con o sin culpa.
c) La imposibilidad ha de ser absoluta, es decir, insalvable. Tal impo-
sibilidad se presenta cuando ninguna persona puede cumplir la prestación.
Por esta razón, no hay imposibilidad cuando sólo el deudor tiene dificulta-
des insalvables para cumplir, pero esa misma prestación podría ser realiza-
da por otra persona «3.
d) No es necesario que el objeto —^ni menos la prestación, que es un pro-
yecto de conducta— exista en el momento de formarse la obligación; basta que
pueda existir en el futuro. Así, cuando contrato a un pintor para que me retrate
en tela, es obvio que al nacer la obligación no existe todavía el retrato; ni siquie-
ra el artista ha comenzado a cumplir su prestación. Sin embargo, el vínculo tie-
ne eficacia, porque es suficiente que el pintor, al tiempo de obligarse, esté apto
mental y físicamente para que la pbtención del retrato sea posible. En cam-
bio, habrá imposibilidad de prestación y objeto si al tiempo de contratar, el
artista se hallaba impedido físicamente para cumplir.
Por otra parte, el hecho de que no se requiera la existencia actual del ob-
jeto debido explica por qué se puede concertar contratos sobre cosas futuras.
§ 5 1 . DETERMINACIÓN
^ Las notas no son ley. de manera que sólo recuerdo el pasaje del Digesto, XLV. l. 94.
transcripto por el codificador, del cual resulta la determitübilidad del objeto, como una
muestra de que el sentido comiin no necesita estar siempre en la ley para regir los actos hu-
manos. Sobre derecho y sentido común, en relación con las cuestiones patrimoniales: Alva-
ro d'Ors, Deredto y sentido comiin (Siete lecciones de derecho natural como límite del de-
recho positivo), ps. 57-83.
" Dcacuerdo:S. Cifuentes, Negocioy«rtó/c£»,p. 177.
138 ERNESTO C. WAYAR
que nada tiene que ver con el valor de la cosa vendida, tal determinación
debe ser declarada/iu/a»a.pe^,d«^J4-lelí* del. art. 1351
§ 52. ILICITUD
El objeto y la prestación deben ser lícitos, esto es, su tráfico debe estar
permitido por el orden jurídico. No se puede asumir obligaciones cuyo con-
tenido y objeto estén reprobados o no autorizados por ese orden jurídico,
entendido como "plenitud de normas y principios" (leyes, decretos, orde-
nanzas, etc., y también los principios jurídicos superiores) ^. A partir del
art. 953, es posible enuiherar las causees que nuliñcan una obligación por
ilegitimidad de su objeto o de su contenido.
a) No pueden constituirse en objeto de una obligación:
1) las cosas que están fuera del comercio 9»;
2) las cosas sobre las cuales pesa una prohibición legal que impide —^por
razones técnicas o políticas— que integren determinada obHgación; así, v.gr.,
las cosas fungibles, al no poder ser dadas en comodato (art. 2255), no podrían
constituir el objeto de la obligación de restituir que pesa sobre el comodatario;
las herencias futuras, puesto que no puede vendérselas (art. 1175), no pue-
den convertirse en el objeto de la obligación del vendedor, etc. ^.
b) No pueden constituirse como legítimas prestaciones de una obli-
gación:
1) las acciones prohibidas o reprimidas como delitos (v.gr., matar, ro-
bar, etc.);
2) las acciones contrarias a la moral y a las buenas costumbres; ésta se
convirtió en una verdadera regla de oro, que les permitió a los jueces, sobre
todo con anterioridad a las reformas del año 1968, corregir o anular obliga-
ciones cuyas prestaciones fueron consideradas inmorales (v.gr., sirvió para
morigerar las cláusulas penales excesivas, para evitar la acumulación inde-
bida de intereses sobre un capital revalorizado, etc.) "»;
pasaje de las Institutos de Gayo M», segón el cual, en el marco del procedi-
miento formulario romano, cuando el demandante le imploraba al juez que
condenara al demandado debía estimar pecuniariamente en cuánto dinero
consistiría la condena, aunque el objeto debido por el deudor fuera una cosa
corporal, un fimdo, un esclavo, etc.; esto era así porque el juez no condena-
ba al accionado por "la cosa misma", como se solía hacer antiguamente,
sino que estimada la cosa, lo condenaba por su valor pecuniario •<>«. La fór-
mula debía contener en una de sus partes, llamada condemnatio, la siguien-
te petición: "ludex, condena a Numérius Negidius por 10.000 sestercios en
favor de Aulus Agerius. Si no parece así, absuélvelo".
De estos pasajes de Gayo, aquellos pandectistas dedujeron que la obli-
gación debía contener siempre una prestación con valor patrimonial, pues
de lo contrario, ¿cómo estimar el valor de la condena? Por ese camino, es
fácil comprender que la responsabilidad del condenado no podía ser decre-
tada si la prestación por él debida carecía de valor pecuniario. Se llegó así
a postular la patrimonialidad de la prestación lo^.
b) La reacción de Ihering
El primero en reaccionar contra la opinión patrimonialista fue Ihe-
ring, en sus lecciones, reacción que se afianzó luego de la publicación de las
Pandectas de Windscheid y culminó, con éxito, con la crítica escrita de Ihe-
ring >o«. La impugnación estaba dirigida a demostrar que én aquellos su-
puestos en los cuales el interés del acreedor carecía de valor patrimonial,
por aplicación de las ideas de Savigny, el crédito quedaba sin protección, ya
que no era posible pedir su ejecución forzada ni la indemnización sustitu-
tiva. Por ejemplo: un mozo de hotel estipula que quedará libre los domingos
por la tarde. ¿Es válida esta obligación del pairono? Según Savigny, no,
pues la libertad del domingo no tiene ningún valor pecuniario para el mozo,
'"^ Gayo.//jfftft</aj,IV,48y49.
Cfr. Gaius, Institutos, texto traducido, notas e introducción por A. Di Pietro, p. 305.
'"^ Esta doctrina fue seguida, entre otros, por Aubty y Rau, Coursik droit civilfrangais,
1.1V, n* 344; Uurent, Príncipes, t. X VI, n* 79; G. Giorgi, Teoría general de las obligaciones
en el derecho moderno, 1.1, n' 228.
'** Según lo refiere el propio Ihering, comenzó sus críticas a la teorfa de Savigny, en-
tonces dominante, en sus leedores de derecho; luego apareció Windscheid {Diritto delle
pandette, t. II, § 250, p. 4), qu'cn acentuó aquellas crfticas, hasta que el propio Ihering dio
a publicidad su célebre op isc alo Del mterés en los contratos y de la supuesta necesidad del
valor patrimonial de las ,7rei aciones obligatorias, cuya traducción del alemán al castellano
se debe a la labor de /^dolfr González Posada.
EL OBJETÓ Y LA PRESTACIÓN 141
Von Ihering, Del mterés en los contratos, ps. 11 y 12. Entre nosotros. Colmo llegó
a sostener que el derecho dvil (de las obligaciones) no es puramente económico, y que el
Código Civil (cosa que nadie duda) contiene reglas que regulan toda la vida civil: económi-
ca, cultural, social, etc. Cfr. A. Colmo, De las obligaciones en general, n' 29, p. 24.
'^^ V. Scialoja, Diritto delle obbligazioni, p. 45. A él le siguieron, entre otros, R. de
Ruggiero, Instituciones de derecho civil, t. 2, vol. I, p. 17; F. Messineo, Manual, t IV, § 99,
142 ERNESTOC. WAYAR
n" 11, ps. 33 y 34; D. Espfn Cánovas, Manual de derecho civU español, vol. 111, ps. 46 y ss.;
J. Castán Tobeñas, Derecho civil español, t III, p. 46.
Es opinión común; por ejemplo, J. Llambías, Obligaciones, I, n* 25, p. 35.
''" Los comentaristas del Código portugués, al interpretar el art 398, señalan que la ley
prescinde de l&prestagáo con valor pecuniario; sólo exige que el interés del acreedor sea un
interés digno de protección legal. No es necesario, afirman, que la prestación enriquezca el
patrimonio del acreedor o que con ella se evite un empobrecimiento de éste; se exige, ape-
nas, que la prestación corresponda a un interés real del acreedor, digno de ser tutelado (A.
Neto y H. Martins, Código Civil anotado. Legislagao complementar, Livraria Petrony, Lis-
boa, 6i> ed. actualizada, 1987, glosa al art 398, n° 1, p. 209).
''' Tomo el ejemplo de E. Betti, Teoría general de las obligaciones, I, ps. 54 y 55. Otros
ejemplos de este mismo autor demuestran que a una prestación patrimoitíal puede corres-
ponderie un interés no patrimonial: pensemos en la actividad que desarrolla un profesional
libre, un médico. Si se mira el bien, la utilidad, que la actividsúi de éste tiende a procurarle
al paciente, se ad^^ertirá que comentemente ese i>ien es de carácter inmaterial, como lo es la
salud qué el médiSo trata de devolverte al enfermo. Ello no quita que la prestación, consi-
derada en sí misma (el servicio del médico), sea valuable en dinero. Es ésta una verdad que
EL OBJETO Y LA PRESTACIÓN 143
ya fue intuida por Séneca en un pasaje de su De beneficüs (VI, 15,1-2): se puede creer que
al médico no se le debe otra cosa que la que se concreta en el pago de la merced, y sin em-
bargo se le tiene al médico gran respeto y consideración por parte de sus conciudaíjanos. Y
con razón. El fenómeno se explica si se toma en cuenta que algunas veces las prestaciones
tienen un valor mayor que el que resultaría del precio con que se las compra. "Tú compras
al médico un bien inestimable, la vida y la buena salud. Por eso, no se puede decir que,con
el pago de sus honorarios se ha dado el verdadero valor de los bienes que nos han prestado.
Se paga únicamente el precio del servicio: aquel precio que el médico merece por el hecho
de haberse desentendido de sus propios asuntos, por haber puesto a nuestra disposición su
tiempo. Ellos consiguen lo equivalente no de lo que efectivamente merecen, sino del hecho
de haber distraído su propio tiempo, poniéndolo a nuestro servicio".
' De ahí el error que advierto en la opinión de Giorgianni, quien, trabajando con el
mismo ejemplo del violinista que se obliga a no tocar, afirma que el solo hecho de que se le
pague una contraprestación no basta para convertir en patrimonial la prestación. No es exac-
to; el pago de una contraprestación sirve para teñir de onerosidad al negocio jurídico; es de-
cir, la abstención del violinista tiene un precio, un valor que se puede medir en dinero.
¿Cómo negar, entonces, que la contraprestación le da un valor patrimonial a la obligación?
Por otra parte, Giorgianni dice que si bien la contraprestación no le da valor económico a la
abstención, sirve, en cambio, para juridizar ese deber, es decir, sirve para hacerio jurídica-
mente obligatorio. Tal afirmación encierra una abierta contradicción; en efecto: según el art.
1174 del Código italiano, una obligación, para ser tal, debe contener una prestación patri-
monial; en consecuencia, si la abstención del violinista—por hipótesis, no patrimonial— no
se vuelve patrimonial aunque se pague por ello, no llega a ser "obligación", sino que queda
relegada a la categoría de simple deber moral. En ou-os términos, para que la prestación sea
obligatoria hay que patrimoniali-arla; de ahí que si el pago de una contraprestación no la pa-
trimonializa, tampoco puede juridizaria. Sobre esto, ver M. Giorgianni, La obligación, ps.
43 y 44.
144 ERNESTOC. WAYAR
Comp. M. Giorgiaimí, La obUgación, ps. 43 y ss. Para Hernández Gil, es posible que
las prestaciones no patrimoniales produzcan, pese a ello, efectos jurídicos {Derecho de obli-
gaciones, n- 34, ps. 114 y 115).
' Según los versos de León Felipe (El ciervo, Méjico, 1958): "El hombre es un niño
laborioso y estúpido / que ha hecho del juego una sudorosa jomada. / Ha convertido el palo
del tambor en una azada, / y en vez de tocar sobre la tierra una canción de júbilo / se ha puesto
a cavarla".
Todo trabajo humano tiene un precio. Imposible pensar en "prestaciones" retribuidas
con amor fraterno. Tal vez fuera distinto:
"¡Si supiésemos caminar bajo el aplauso de los astros / y hacer un símbolo poético de
cada jomada...! / Quiero decir que nadie sabe cavar al ritmo del sol, / y que nadie ha cortado
todavía una espiga con amor y con gracia. / Esc panadero, por ejemplo... ¿Por quéese pa-
nadero no le pone / una rosa de pan blanco a ese mendigo hambriento en la solapaT'
EL OBJETO y LA PRESTACIÓN 145
''' Sostienen esta doctrina Savigny, Aubry y Rau, Laurent y Giorgi, citados en ia nota
105 precedente. Vélez la recogió en la nota al art. 1169, pero no fue seguido por los intér-
pretes, los cuales, en su mayorfa, aceptaron la distinción entre interés y prestación reclaman-
do patrimonialidad sólo para ta segunda; por ejemplo, Salvat y Galli, ObUgaciones en ge-
neral, I, nos. 23 y ss., ps. 28 y ss.; Llambías, Obligaciones, 1, n° 25, ps. 34 y 35; etc.
146 ERNESTOC. WAYAR
" * Cfr. J. Mosset Itun-aspe, Introducción a los negocios a título gratuito, en Estudios
de derecho civil, p. 328.
EL PROBLEMA DE LA "CAUSA" DE LA OBLIGACIÓN 147
I) LA CAUSA-FUENTE
§ 5 6 . CONCEPTO. S U ^ ^ R Á C T E R ESENCIAL
Por eso, antes que ensayar una nueva clasificación, conviene revisar las
opiniones ya vertidas y, sobre todo, enumerar las fuentes admitidas en la
hora actual.
Para proceder con método, recordaré primero la división clásica, y luego
me ocuparé de las clasificaciones elaboradas con criterio simplificador o sin-
tético, y, finalmente, de las enumeraciones analíticas o especificadoras.
Las críticas más «everás le han sido hechas en Francia: p. ej., G. Ripert y J. Boulan-
ger, Tratado de derecho civil (según el Tratado de Planiol), t. IV, "Las obligaciones", n" 24,
p. 26, traducción de D. García Daireaux.
'^^ Formulan esta crítica, p. ej., Salvat y Galli, Obligaciones en general, 1.1, n" 27, p. 39.
150 ERNESTO C. WAYAR
c) Criterio analítico
Pese a las señaladas crfticas, es mayoritaria la tendencia a reducir las
fuentes a dos: 1) la voluntad o autonomía privada, y 2) la ley. A lo sumo, se le
añade ima terceracategorfa: los hechos ilícitos '28. Sin embargo, estimo de ma-
yor utilidad práctica una enumeración analítica de las distintas fuentes, porque
tal enumeración —que no pretenderáíer taxativa— servirá para señalar las
particularidades de cada uno de los "hechos-fuente". La. indicación de esas
ptóicularidades será útil para resolver algunos de los problemas que plantea el
régimen de la pmeba de los hechos constitutivos de vínculos obligatorios; tam-
bién servirá para el examen de ciertas figuras, como la equidad o el abuso del
derecho, sobre cuya virtualidad obligatoria no hay consenso.
Con ese propósito, me ocuparé de las siguientes figuras: el contrato,
el delito, el cuasidelito, los actos que provocan daño sin culpa del autor, la
declaración unilateral de voluntad, el enriquecimiento sin causa, la gestión
' Por ejemplo, para DiS^cazo, los diversos^upuestos de hecho que dentro de deter-
minada ordenación jurídica son considerados "ftientes" pueden ser agrupados en dos cate-
gorías principales, teniendo en cuenta el "poder" del cual emana la fuerza vinculante de cada
hecho: a) la autonomía privada; y b) la soberanía del Estado, manifestada por medio de las
leyes (cfr. Fundamentos del derecho civitpatrimonial, I, n° 72, p. 388). Llambías, partidario
también de la síntesis, señala que las fuentes son tres: a) la voluntad particular, b) los hechos
ilícitos, y c) la norma jurídica (cfr. Obligaciones, 11, n° 33, p. 45). Para quienes pensamos
que la verdadera "fuente" es siempre un hecho, sea voluntario o involuntario, lícito o ilícito,
es incómodo incluir la ley al lado de otros hechos fuente sin formular una debida aclaración:
la ley es fuente únicamente en el Sentido de que les atribuye fuerza vinculante a hechos ex-
cluidos de las otras categorías. Por esta razón, entre las clasificaciones sintéticas considero
más depurada la contenida en el art. 1173 del Código Civil italiano: "Las obligaciones de-
rivan de contrato, de hecho ilícito, o de cualquier otro acto o hecho idóneo para producidas,
de conformidad con el ordenamiento jurídico".
Adoptando una clasificación sintética se corre el riesgo de dejar en la penumbra alguna
otra fuente, conformada por hechos sociales o conductas que son producto de nuevas con-
diciones de vida. Si tales hechos nuevos no tienen su propia categoría, deben quedar inclui-
dos en aquella que engloba a "todo otro hecho previsto por la ley como fuente obligatoria",
con lo cual se retoma a las ci varüs causarumfiguris de Gayo. Comparten esta crítica: F.
Puig Peña, Tratado, t. IV, vol. 1, 'Teoría general de la obligación", p. 131; J. Puig Brutau,
Fundamentos, 1.1, vol. II, "Derecho general de las obligaciones", p. 37. Por ello, creo jus-
tificado el criterio adoptado por otros juristas, que prefieren una clasificación pluralista; así,
porejemplo, Demogue, para quien las obligaciones derivan de: a) el contrato; fr) la voluntad
unilateral del deudor; c) los actos ilícitos; d) la voluntad del acreedor, y e) el simpte hecho.
Hernández Gil enuncia estas fuentes: a) el contrato; b) la declaración unilateral de voluntad;
c) la transgresión de deberes de conducta; </) el enriquecimiento injusto, y e) la imputación
de consecuencias jurídicas sobre la base de un prestjpuesto de voluntad. Para Laienz. las
fuentes son: a) los negocios jurídicos; b) la conducta social típica; c) los hechos legalmente
reglamentados, y d) los actos de soberanía estatal.
EL PROBLEMA DE LA "CAUSA" DE LA OBUGAaÓN 153
§ 5 8 . L A S FUENTES PARTICULAR
Según el art. 499 del Cód. Civil, no hay obligación sin causa, es decir,
sin que sea derivada de uno de los hechos, o de uno de los actos lícitos o ilí-
citos, de las relaciones de fanülia, o de las relaciones civiles. Los términos
del artículo, por su amplitud, permiten efectuar una enumeración también
amplia de hechos generadores de obligaciones:
a) El contrato
Hay contrato "cuando varias personas se ponen de acuerdo sobre una de-
claración de voluntadcomún, destinada a reglas sus derechos" (art. 1137). Por
su naturaleza, es un acto jurídico bilateral de contenido patrimonial; puede
concertárselo para crear, modificar, transmitir o extinguir obligaciones.
Los de la primera especie, aquellos que crean obligaciones —como la com-
praventa, la permuta, la locación, el mandato, etc.—, son considerados
fuentes. De ihí la impropiedad de la afirmación de que "el contrato" es
fuente de obligaciones; en realidad, sólo una especie de ese género merece
el calificativo; esa especie la forman los contratos creditorios.
b) El delito
Está comprendido dentro del género de los actos ilícitos y se caracte-
riza por el hecho de que se lo ejecuta a sabieruias y con intención de dañar
la persona o los derechos de otro (art. 1072). Es precisamente la intencio-
nalidad del daño lo que tipifica el delito civil; de él nace la obligación —a
cargo de su autor— de reparar el perjuicio, material y moral, que se causare
a otra persona (art. 1077). ¿En qué consiste la prestación que debe cumplir
el autor de«n delito? Según el art. 1083, debe reponer las cosas a su estado
anterior, salvo que sea imposible, en cuyo caso la indemnización será fijada
en dinero.
c) El cuasidelito
Es otra especie de acto ilícito, que se caracteriza por que se lo ejecuta
sin intención, pero con culpa o negligencia. Obliga a la reparación del daño
que con él se causare a otra persona (art. 1109), efecto que lo asimila al de-
154 ERNESTOC. WAYAR
' En el marco del derecho contractual, con anterioridad a la vigencia de la ley de De-
fensa del Consumidor 24.240, se consideraba que las ofertas o promesas (art. 1148 del Cód.
Civ.) contenidas en declaraciones unilaterales de voluntad no eran vinculantes antes de la
aceptación. Se negaba, asf, que las ofertas contractuales fueran fuentes unilaterales de obli-
gaciones. Ello no significaba, de todos modos, afirmar que en ningún caso la declaración
unilateral tuviera carácter de "fuente", ya que siempre se reconoció ese carácter —afuera del
marco contractual— cuando un texto expreso de la ley lo autoriza, como ocurre en el su-
puesto previsto en el art. 2536 del Cód. Civil. Después de la ley 24.240 la cuestión contrac-
tual se modificó, pues el art. 7° dispone, para los contratos de consumo, que "La oferta di-
rigida a consumidores potenciales indetenniruidos obliga a quien la emite durante el
tiempo en que se realice..." de donde el carácter obligatorio de esa declaración unilateral
EL PROBLEMA DÉLA "CAUSA" DE LA OBLIGACIÓN 155
(ofeita) resulta innegable (Comp. López de Zavalía, Teoría de los contratos. Pane general,
§ 9, II, p. 195 de la 4* edición).
Así, Cazeaux y Trigo Represas, Derecho de las obligaciones, l, p. 81.
De acuerdo: H. Goldenberg, La voluntad unilateral, ps. 37,65,105 y ss.; G. A. Spo-
xz. Instituciones, vol. I, "Contratos", n' 46, ps. 57 y ss.
El Proyecto de Unificación de 1987 incluye un tímlo para las obligaciones derivadas de
una declaración unilateral de voluntad; su art 2288 dice: "Las declaraciones unilaterales de
voluntad producen obligaciones jurídicamente exigibles cuando la ley o el uso les atribuyan
esa aptitud. Las obligaciones resultantes son independientes de los negocios con los que
puedan estar funcionalmente vinculadas".
El Proyecto de Unificación de 1987 admite expresamente la fuerza obligatoria de las
promesas al público en su art. 2291: "El que promete al pública una prestación a favor de
quien cumpla determinados requisitos quñia obligada por su promesa desde el momento en
que la hace pública". Empero, este texto no parece guardar armonía con el art. 1145 del mis-
mo Proyecto, que dice: "La oferta a persona indeterminada vale sólo corno invitación a con-
tratar, salvo que de sus términos o de las circunstancias de su emisión resulte la intención del
oferente de obligarse".
Y el sistema del Proyecto se complica aún más si se lee el art. 1147, que al establecer los
requisitos de la oferta admite que ésta pueda ser hecha a "persona determinable" (art 1147,
inc. 2). Frente á tales textos, el intérprete dudará acerca de si una promesa al público es: a)
una declaración unilateral obligatoria (art. 2291); b) una invitación a contratar (art 1145);
o c) una oferta contractual a persona determinable (art. 1147, inc. 2). El sistema del Proyecto
es, pues, inapropiado e incierto.
Cfr.I. Goldenberg, Iflíí«cZaraci(5nifln7atóraZ,p. 100.
' ^* Eti particular referencia al aval, afirma que se trata de un supuesto típico de obliga-
ción cambiaría, nacida de una declaración unilateral, H. Alegría, El aval (Tratamiento com-
pleto de su problemática jurídica), p. 12.
156 ERNESTOC. WAYAR
g) La gestión de negocios
Hay gestión de negocios cuando una persona, voluntaria o espontá-
neamente, se encarga, sin estar obligada, de un negocio que directa o indi-
rectamente se refiere al patrimonio de otra (art. 2288). El hecho de interve-
nir en un negocio ajeno constituye una fuente de importantes obligaciones,
que tienen por sujetos pasivos tanto al gestor como al dueño del negocio. Si
bien el nacimiento de tales obligaciones depende de ciertos requisitos, el
hecho generador de los vínculos obligacionales es la actuación unilateral
del gestor
Se dice que la gestión es un cuasicontrato. Esta afirmación es errada,
y sólo se explica por el afán de ciertos juristas de categorizar los fenómenos
jurídicos; esto es, de agrupar disímiles figuras bajo un denominador co-
mún, sin advertir que con ese método nada se aporta. Por el contrario, cuan-
Cfr. L. Moisset de Espanés, Notas sobre etiriquecimiento sin causa, en "E.D.", t. 76,
p. 899. .
El Proyecto de Unificación de 1987 también se ha ocupado de esta ñgura. En efecto; en
el art. 2309 dice: "Quien sin justa causa se enriqueció con perjuicio de otro, debe indemnizar
este perjuicio hasta el límite de su propio enriquecimiento". Luego, el art 2310 ha sido re-
dactado en estos términos: "La acción de enriquecimiento sin causa no procede si la ley la
deniega o si el empobrecido dispone de otra vía legal".
'"^ Dado que aquí se expone una breve noción de cada fuente, no me detendré a exami-
nar las distintas teorías que pretenden explicar de dónde nacen las distintas obligaciones del
gestor y las del dueño del negocio. Básteme indicar que el hecho del gestor constituye el
punto de partida, la causa-fuente, de los vínculos obligatorios. Cfr. A. Oviedo Bustos, Ges-
tión de negocios, § 3 y 4, ps. 10 y ss.
160 ERNESTO C. WAYAR
j) Supuestos controvertidos
Si bien se trata de cuestiones controvertidas, creo que no pueden ser
consideradas fuentes autónomas ni las relaciones contractuales de hecho,
ni la equidad, ni el abuso del derecho.
Acepta la tesis de Haup, K. Larenz, Derecho de obligaciones, 1.1, ps. 58 y ss.; L^enz
no admite la denominación propuesta por Haup, "relaciones contractuales fácticas", y pre-
fiere hablar de "obligaciones derivadas de conducta social típica". En sentido análogo, J.
Puig Brutau, Fundamentos, 1.1, vol. II, p. 41. Defiende la tesis de Haup, Ignacia Moyano,
Las relaciones contractuales fácticas, en "J.A.", 1961-lV, sección Doctrina, ps. 29 y ss.
Así, Hernández Gil, Derecho de obligaciones, p. 224; F. López dé Zavalía, Teoría
de los contratos, "Parte general", p. 25; Belluscio y Zannoni, Código Civil, t. 2. glosa al art.
499, n' 15, p. 549.
EL PROBLEMA DE LA "CAUSA" DE LA OBLIGACIÓN 163
II) LÁ CAUSA-FIN
' *^ En tomo del problema que plantea la causa fi nal, esto es, el de saber si es o no un ele-
mento del acto jurídico, el pensamiento cientffíco se ha orientado en tres direcciones:
a) Causalismo clásico. Teoría tradicional, impulsada por Pothier, Domat y los primeros
comentaristas del Código Napoleón, Demolombe, Aubry y Rau, etc.; afirma que la finalidad
inmediata objetiva, abstracta, presumida por la ley, que se persigue con un contrato, es un
elemento específico e idéntico para todos los contratos de esa misma categoría. Así, la cau-
sa-fin de la obligación del comprador de {«gar el precio consiste en obtener la entrega de la
cosa; esa finalidad, inmediata y objetiva, es idéntica en todos los contratos de venta. Los mo-
tivos o móviles psicológicos que impulsarotí al comprador a adquirir la cosa no integran el
concepto de "causa", ya que por ser variables y de índole personal, son irrelevantes para el
derecho.
EL PROBLEMA DE LA "CAUSA" DE LA OBLIGACIÓN 165
§ 6 0 . EL ANTÍCAUSALISMO
§ 6 1 . EL NEOCAUSALISMO
La teoría causalista no es nueva, pues se remonta a Domat y Pothier.
En la actualidad ha sido reformulada, esto es. expuesta en nuevos términos,
razón por la cual se la conoce como neocausalista. En una de sus principa-
les manifestaciones, esta teoría sostiene que la finalidad, objetiva y subje-
tiva, es uno de los requisitos esenciales de todo acto voluntario; es un requi-
sito distinto e independiente de los demás, por lo cual no debe ser
confundido ni con la capacidad, ni con el consentimiento, ni con el objeto,
ni con la causa-fuente '52.
rechos ajenos". El art. 158, a su vez, dice: "No tendrá efecto el acto jurídico cuyo fui fíjese
contrario a la moral y buenas costumbres, al orden público o a la ley. Para apreciar el fin del
acto se estará a lo que resulte del mismo o de las circunstancias en que fuera formado". Para
una ñmdada crítica al pensamiento de Llambías sobre este tema se puede ver A. Bueres, Ob-
jeto del negocio jurídico, p. 86, cita 3.
'^^ Acerca de este tema es insuperable la obra de R. von Ihering, El fin en el derecho,
n°l,ps. 8yss.
'^^ Cfr. F. López de Zavalía, Teoría de los contratos, "Parte general", p. 248.
' Acerca de la evolución de la jurisprudencia francesa en esta materia, ver G. Ripert,
168 ERNESTOC. WAYAR
§ 6 2 . L A C A U S A R N A L : S U U B I C A C I Ó N . C O N C L U S I O N E S Y REMISIÓN
m) E X A M E N DE L O S T E X T O S D E L C Ó D I G O C I V I L
Q U E SE REFIEREN A LA " C A U S A "
§ 6 3 . P L A N T E O D E L PROBLEMA: L A S DISTINTAS P O S T U R A S
La regla moral en las obligaciones. La Gran Colombia, Bogotá, 1946, traducción de H. De-
vis Echandía, ps. 57 y ss.
De acuerdo: A. Bueres, Objeto del negocio jurídico, § 15, p. 85.
Ver la crítica que formula E Busso. Código CivU. t. III. art. 500, nos. 190-191, p.
139.
£L PROBLEMA DE LA "CAUSA" DE LAOBLIGACIÓN 169
la palabra "causa" en algún texío del Código, ha originado las mayores dis-
crepancias, cuando se trata de examinar los arts. 499,500, 501 y 502.
Se conoce —^sin descartar variantes en algunas de ellas— al menos
cuatro posiciones doctrinales:
a) En primer lugar, cabe mencionar la opinión de Llerena 's», para el
cual esos cuatro artículos (499 a 502)están referidos a \a.causa-fin. Esta te-
sis no ha tenido adeptos —rechazo justificado, pues su autor no expone ar-
gumentos que sugieran análisis o hagan pensar con seriedad en ella—. Al
contrario, ¿firmar que el art. 499 está referido a la causa final, sin demos-
trarlo, constituye una falacia evidente.
b) Según otra corriente, los arts. 499 a 502 se refieren a lai-cat4sa-fitente.
c) Unatercera opinión sostiene la necesidad de distinguir: en tanto que
el art. 499 alude a la causa-fuente, los arts. 500,501 y 502 se refieren a la
causa-fm.
d) Por último, se ha postulado la conveniencia de asignarle a la palabra
"causa" una plurisignificación, de manera que un mismo artículo pueda es-
tar referido tanto a lacausa-fiíente como a la causa-fm.
Me ocuparé de estas tres últimas corrientes doctrinales.
§ 63 bis. LA N E G A C I Ó N DE LA C A U S A - R N
CierU doctrina afirma que los arts. 499 a 502 están referidos exclusi-
vamente a la "causa-fuente" " s . Niega que el concepto de "causa-fin" haya
tenido acogida en el Código de Vélez, razón por la cual se la suele denomi-
- nar "anticausalista", aunque en realidad sea más apropiado llamarla "anti-
finalista", ya que estos autores sólo rechazan la causa-fin y aceptan la cau-
sa-fuente. Han ensayado los siguientes fundamentos
a) El método
Parece evidente —^sostienen—que no se puede hablar decauja^nife
la obligación; es más: el hecho de que la finalidad no es un elemento esen-
cial de la obligación se comprueba fácilmente en aquellas nacidas de actos
ilícitos (delito o cuasidelito) o en las derivadas de hechos involuntarios. La
finalidad es extraña a la teorfa general de la obligación. En consecuencia,
los arts. 499 a 502, que forman parte de esta teoría, no pueden estar referi-
dos a la causa-fin, que es extraña a ella. Aceptar lo contrario, es decir, que
alguno de esos artículos pueda referirse a la finalidad, conducirfa a negar el
carácter "general" de la teoría obligacional. En efecto: aun admitiendo que
el fin es un elemento útil para el derecho, sólo se lo podrfa ubicar en los ac-
tos voluntarios; por tanto, únicamente en las obligaciones nacidas de tales
actos voluntarios se podrfa hablar de causa-fin, pero no en aquellas deriva-
das de otras fuentes, lo cual desvirtuarfa el carácter general de los precep-
tos. Por eso, cuando el legislador habla de "causa" dentro de la sección des-
tinada a las "obligaciones en general", es lógico suponer que se está
refiriendo a la causa eficiente, que no puede faltar en ninguna obligación,
y no a la causa final, porque ésta sólo puede corresponder a una especie de
obligaciones: las nacidas de actos jurfdicos.
b) Las fiientes
Los anticausalistas se complacen en invocar, como argumento que
creen contundente, las fuentes consultadas por Vélez. Dicen: en la nota al
art. 499, el codificador critica el método seguido por el Code francés, al
cual acusa de haber confundido la "causa de las obligaciones" con la "causa
de los contratos". Luego añaden: si percibió tal confusión en aquel código,
no podía él incurrir en la misma confiasión al redactar nuestro Código. Por
eso —concluyen—, si el art. 499 (a cuyo pie puso esa nota) se refiere a la
causa-fiíente, los que le siguen —esto es, los arts. 500,501 y 502— deben
también referirse a la causa-fuente, pues de lo contrario, si alguno de estos
tres últimos se refiriese a la caUsa-fin, se estarfa en la misma "confusión"
francesa que Vélez expresamente repudió.
También se dice que siendo Freitas quien inspiró a nuestro codifica-
dor, no se puede dudar del sentido con que empleó la palabra "causa" en los
citados artículos, pues para el jurista brasileño, en materia de obligaciones
no se puede hablar de otra "causa" que no sea \a fuente, según se desprende
de la nota con que ilustró el art. 870 del Esbogo.
EL PROBLEMA DE LA "CAUSA" DE LA OBLIGACIÓN 171
Acerca de esto se puede ver A. Barcia López, La causa ilícita en las obligaciones y
en los actos jurídicos, ps. 82 y ss.
Se suele denominar "causalistas" a todos aquellos autores que consideran que los
arts. 500,501 y 502 están referidos a la causa-fin. Sin que implique desmentir e'^ia afirma-
ción, corresponde dejar aclarado que no todos ellos le asignan el mismo significado a la ex-
presión "causa-fin". Así, los primeros comentadores de nuestro Código s enrolan en el cau-
salismo clásico u objetivista, es decir, identifican la causa-fin con la finalidad objetiva,
material y abstracta que se obtiene siempre que se celebra determinado acto jun'dico (en la
venta, la causa-fin de la obligación del comprador es obtener la entrega de la cosa, etc.); así
opinan: B. Llerena, Concordancias y comentarios, t II, art. 499, p. 381, n" 1,2° ed., y J. O.
Machado, Exposición y comentario, t. II, § 167, ps. 149-150. Otros, en cambio, se afilian a
la corriente subjetivista, es decir, aquella que asimila la causa-fin a los móviles o motivos de-
terminantes del acto creador de la obligación; en este sentido: A. Colmo, De las obligacio-
nes en general, nos. 8 y 9, ps. 9 y ss.; E. B. Busso, Código Civil, glosa al art. 500, n" 356,
p. 159; H. Lafaille, Tratado de las obligaciones, vol. I, nos. 36 y 37, p. 40. Una tercera co-
rriente de autores "causalistas" adopta una posición sincrética O dual, en el sentido de que
172 ERNESTO C. WAYAR
a) Sobre el método
Es verdad que en materia de obligaciones de la única causa de la cual
cabe hablar es de la causa-fuente, esto es, del hecho generador del vínculo.
También es verdad que los arts. 500, 501 y 502 —situados en la sección
destinada a las obligaciones en general— no deberían referirse a lá causa-
fin porque ello constituye un error de método; en efecto: el fin no radica en
la obligación misma, sino en el acto voluntario que la crea, de donde se si-
gue que es en la teoría del acto jurídico donde debe ser tratado el tema de
la finalidad, y no en la teoría de la obligación. Comparto estas apreciacio-
nes sobre el método, pero disiento de las conclusiones que se quiere extraer
de ellas, a saber: 1) que los arts. 500 a 502 sólo pueden estar referidos a la
fuente; 2) que el Código Civil excluyó el concepto de causa-fin.
En relación con la primera cuestión: sostener que los arts. 500 a 502
hablan sólo de la fuente por la ubicación que se les ha dado en el Código es
demasiado simplista y revela el afán de aferrarse al método, utilizando un
argumento que no sirve cuando se trata de interpretar un Código que ado-
lece, precisamente, de frecuentes errores de método. Así, ¿no está el art.
504 desubicado, pues debió incluírselo en la parte dedicada a los contratos?
Si Vélez incluyó mal este art. 504 dentro de la teoría de la obligación, bien
incluye en el concepto de causa-fin tanto el aspecto objetivo como el subjetivo (es decir, tan-
to la finalidad inmediata corno los motivos determinantes deben ser tenidos en cuenta); por
ejemplo: p. Borda, Pane general, L11, n° 848, p. 94; F. Videla Escalada, La causa fmal en
el dereck Í civil, n" 406, p. 188; A. Bueres, Objeto del negocio jurídico, ps. 110 y ss. Ésta es
la tesis r. ia que me adhiero. La nómina de autores causalistas no se agota, por cierto, con los
nombrados; también se puede incluir como partidarios de esta doctrina, aunque expongan,
en cada caso alguna opinión particular, a los siguientes: A. Molinario, Derecho patrimonial
y dereclw real, p. 75, nota 176; De Gásperi y Morello, Obligaciones, t. II, n'772, en especial
p. 194; J. Mosset Iturraspe, Contratos, ps. 249 y ss.; Belluscio y Zannoni, Código Civil, t
2, glosa al art. 502, § 11, ps. 562 y ss.; Pedro N. Cazeaux, en Cazeaux y Trigo Represas, De-
recho de las obligaciones, I, p. 105; Alterini, Ameal y López Cabana, Curso de obligacio-
nes, I, n" 131, p. 63; S. Cifuentes, Negocio jurídico, § 89, p. 189.
EL PROBLEMA DE LA "CAUSA" OE LA OBLIGACIÓN 173
cabe pensar que cometió el mismoerror cuando redactó los arts. 500 a 502.
Lo propio ocurre con la condición, el plazo y el cargo que fueron legislados
por Vélez como "modalidades de las obligaciones", cuando debió, en reali-
dad, tratarlos como modalidades de los actos jurídicos; sin embargo, ¿al-
guien se atrevería a sostener que tales modalidades, por estar ubicadas en
la parte destinada a las obligaciones (arts. 527 y ss.), no son aplicables a los
actos jurídicos en general? En definitiva: lo único que este argumento de-
muestra es que por aplicación de un riguroso método científico, el tema dé
la causa-fin debe ser trasladado a la "Parte general"; sin embargo, mientras
esto no ocurra, la ubicación de los arts. 500 a 502 no puede constituir un
obstáculo serio para interpretar que la palabra "causa" empleada en ellos se
refiere a la finalidad que se persigue mediante la celebración del acto vo-
luntario que crea una obligación. Por cierto, seentiende que la ley no habla
del fm de la obligación, sino del fin del acto que la crea.
En relación con la segunda cuestión: cuando los anticausalistas afir-
man que los arts. 500 a 502 se refieren sólo a la fuente, lo hacen con el pro-
pósito expresQ^de negarle todo valor a la causa-fin Pero esta afirmación
no puede ser solventada con el precario argumento del método; el hecho de
que los citados artículos hayan sido incluidos en la parte de las "obligacio-
nes" no significa que deban —sólo por eso— ser excluidos en materia de
actos jurídicos. Así, si mediante una convención se persigue una finalidad
inmoral o ilícita, no^erá necesario torturar la letra del art. 953 para declarar
su nulidad; bastará aplicar el art. 502, el cual, pese a su ubicación, irradia su
vigencia a todos los actos jurídicos.
' Así, por ejemplo, L. M. Boffi Boggero, Tratado de las obligaciones, t. II, § 379, ps.
39 y ss.
174 ERNESTO C. WAYAR
bien, ¿por qué Vélez no siguió su ejemplo si pretendía, como Freitas, omitir
el concepto de causa-fm de nuestro Código? Procedió exactamente a la in-
versa: incluyó tcíStít^artítítílbS'del Code francés, lo cual hace imposible
prescindir de la causa-fm.
Por otra parte, en la nota al art. 501 se cita el Código de Luisiana (art.
1891) y el holandés (art. 1372), legislaciones éstas inspiradas en el Code
napoleónico, que también utilizan la palabra "causa" con el significado de
"fin" o "finalidad" del acto creador de la obligación. Y si se consulta a Gar-
cía Goyena se advertirá que en el art. 997 de su Proyecto define la cau-
sa-fin y la considera esencial para la validez de las convenciones; y la obra
de García Goyena, como se sabe, no fue extraña a Vélez. Como se ve, las
fuentes consultadas por el codificador no constituyen argumento suficiente
para imponer la tesis antifinalista.
Cfr. F. García Goyena, Concordancias, motivos y comentarios del Código Civil es-
pañol, Madrid, 1852. t. III, ps. 31 y ss.
1-76 ERNESTO C. WAYAR
iü causa principal del acto"; cuando Vélez indaga en la nota qué se debe en-
tender por "causa principal", afirma, haciendo suyas palabras de Marcadé:
"Nosotros entendemos por causa principal del acto, el motivo, el objeto que
nos propusimos en el acto, haciéndolo conocer a la otra parte". También
aquí está presente el finalismo '^6. Entonces, ¿se puede insistir, buscando
apoyo en una de las notas del Código.en que para Vélez la única noción vá-
lida de causa es la que se refiere a' la fuente?
Uarlaen un solo senti<ío y alegar que este o aquel artículo se refieren a "esa"
causa, y no a "otra"; así, por ejemplo, estará errado quien afirme: "El art.
500 se refiere a la causa-fin", y también lo estará su oponente cuando diga:
"El art. 500 se refiere a la causa-fuente", pues ese mismo art. 500 puede re-
ferirse a cualquiera de esas "causas" o a ambas conjunta y simultáneamen-
te, ya que el significado a asignarle a la mágica palabra dependerá del pro-
blema concreto que se desee resolver.
Esta doctrina no niega la utilidad práctica de la causa-fin —en este
sentido, se puede decir que es fmalista—, pero tampoco niega algunas de
las críticas que se le ha hecho, sobre todo aquella que asegura que algunos
problemas que pretende resolver el finalismo pueden ser aprehendidos me-
diante la aplicación de los conceptos tradicionales, lo cual demostraría que
la discusión en tomo de la primacía de la causa-fin es, a veces, puramente
bizantina.
Lo que importa destacar de esta doctrina es su propuesta de interpretar
el Código sin sujetarse a conceptos premoldeados o a opiniones doctrina-
les, por importantes que sean, cuando tales conceptos u opiniones conduz-
can a negar el múltiple significado de la palabra causa. Esta propuesta me
induce a adherirme a esta doctrina, pero sin renunciar a los postulados del
finalismo jurídico; es decir, estoy de acuerdo con que cuando se deba inter-
pretar un texto del Código Civil que contenga la palabra causa, lo primero
que habrá que desentrañar será la naturaleza del problema a resolver, para
apreciar el sentido que corresponda atritíuirle a la voz "causa" y proceder
en consecuencia. Pero siempre que el intérprete se enfrente con un proble-
ma de finalidad del acto, habrá de resolverlo conforme a los postulados de
la teoría de la causa-fin.
Corresponde ahora examinar los arts. 499,500,501 y 502. Antes de
encarar esta tarea, creo conveniente dejar aclarado el sentido de las voces
"causa-fuente" y "causa-fin" que vengo utilizando '6», pues con ese sentido
han sido incorporadas al Código Civil. Así:
risignificación (ver, por ejemplo, Gino Gorla, El conirato (Proble)nas fundamentales tin-
tados según el método comparativo y casuística), 1.1, § 22, ps. 309 y ss., trad. de Ferrandis
Vilella). Ubicado en esta doctrina, López de Zavalía aconseja interpretar la voz "causa", en
los diferentes textos del Código Civil, no con un único significado, sino admitiendo su plu-
risignificación (Teoría de los contratos, "Paite general", p. 243).
' ^ El empleo de la palabra "causa" a secas, sin adjetivos, provoca a menudo confusio-
nes y errores de interpretación. Por eso he procurado no utilizar el término a secas, sino, al
contrario —aun pecando de reiterativo—, añadirle las palabras "fuente" o "fin", según co-
rresponda, para aclarar el sentido con que deseé emplearlo, al proceder así no he hecho otra
cosa que seguir el consejo de G. Corta, El contrato, I, § 22, p. 311.
178 ERNESTO C. WAYAR
Según el art. 499, no hay obligación sin causa, es decir, sin que sea de-
rivada de uno de los hechos, o de uno de los actos lícitos o ilícitos, de las re-
laciones de familia o de las relaciones civiles. La palabra "causa" ha sido
empleada, en este texto, con un inequívoco sentido:/«eníe. Entre los auto-
res argentinos, salvo Llerena, nadie ha dudado acerca del significado que la
palabra "causa" tiene en este artículo; significado que se deduce de su pro-
pia lectura y que queda corroborado cuando se lee el art. 870 del Esbogo de
Freitas, de donde ftie tomado.
El artículo que estamos analizando sugiere las dos observaciones si-
guientes:
a) Sienta el principio de necesidad de la causa-fuente: no se concibe
un vínculo obligatorio sin el hecho jurídico que opere como su causa efi-
ciente. Reitera, en el campo del derecho, el principio de razón suficiente:
los hechos son la razón fundante de las obligaciones; sin aquéllos, éstas no
existen. La ley establece entre el hecho y el vínculo jurídico una relación de
"causa" a "efecto": el hecho es la causa, el vínculo el efecto.
b) Partiendo de la base de que ninguna consecuencia jurídica podría, en
. realidad, materializarse sin la existericia del hecho que sirve de presupuesto a
la norma de la cual depende aquella consecuencia-, fácil es advertir que el art.
499 podría generalizarse. Ninguna mutación jurídica se produce sin una
causa eficiente; el art. 499 lo dice a propósito de las obligaciones, pero nada
impediría que una nueva disposición lo dijera con carácter general'™.
Salvat y Galli, Obligaciones en general, I, n" 37, p. 59; E. B. Busso, Código Civil,
t.n,art500,n''408,p. 166.
' ^- J: Llambías. Oblieaciones. I. n" 37 n 51. nota 79.
180 ERNESTO C. WAYAR
mente— se obliga sin causa o sin motivo, es lógico presumir que esa causa
o ese motivo existen y son válidos. Lo que interesa, entonces,, no es que la
obligación esté instrumentada, sino que su existencia haya sido probada
por el acreedor; y para lograr esa prueba puede valerse de cualquiera de los
medios permitidos, siempre que respete las limitaciones que el ordena-
miento le imponga.
Recapitulando: el art. 500, én cuanto procura resolver los problemas
que se presentan cuando se omite o se desconoce la causa, puede tener apli-
cación en dos supuestos: 1) cuando la obligación está instrumentada y en el
instrumento no se indica la causa; 2) cuando la existencia de la obligación
—y no su causa— ha sido probada por otros medios legítimos " 3 .
En lo que atañe a la carga de la prueba, se deben observar las siguien-
tes pautas:
1) La prueba de la existencia de la obligación, ya se produzca median-
te la presentación del instrumento o título en donde conste, o mediante el
concurso de otros medios probatorios, le corresponde siempre al acreedor.
Probada la existencia del vínculo obligatorio, el acreedor queda dispensado
de probar la causa, pues cuenta en su favor con la presunción leg¿ de que
ésta es válida.
2) Si el deudor alega que la obligación carece de causa, tiene que pro-
barlo.
b) ¿En qué sentido ha sido usada la palabra "causa" en el ait. 500? ¿Se
referirá a \z. fuente o hecho generador del vínculo, o a la finalidad que se
persigue con la celebración del acto que originó la obligación? En otras pa-
labras: ¿qué es lo que la ley presume: la fuente del vínculo, o la finalidad de
la declaración que le dio origen? Para unos (los anticausalistas), el artículo
se refiere exclusivamenteala causa-fuente; para otros (los finalistas), alude
únicamente a la causa-fin. Empero, para otra doctrina —que es la que he
adoptado—, no hay razón alguna para desconocer el significado plural de
la palabra causa; en consecuencia, el art. 500 puede referirse ya a la causa-
fuente, ya a la causa-fin, ya a ambas simultáneamente. El significado, úrúco
o plural, que deba atribuírsele dependerá del contenido de la declaración
que haya que interpretar.
Veamos los diversos supuestos que pueden presentarse:
1) Cuando una persona dice "Debo 1.000 pesos a Pedro" emite una de-
claración que guarda silencio sobre la causa. El silencio es absoluto, pues
de los términos de la declaración el intérprete no sabrá ni cuál es la fuente
De acuerdo, para cl derecho francés: R. Demogue, Des obligations en general, II, n"
867.
EL PROBLEMA DE LA "CAUSA" DE LA OBLÍGACIÓN 181
Salvat y Galli, Obligaciones en general, I, nos. 40 y 41, ps. 61 y ss.; H. Lafaille, Tra-
tado de las obligaciones, vol. I, n° 39, p. 44.
J. Llambías, Obligaciones, I, n" 38, p. 52, nota 83.
184 ERNESTOC WAYAR
timos esta tesis. En primer lugar, el error, entendido como vicio que inva-
lida una declaración de voluntad, tiene un régimen jurídico propio, que ex-
cluye la aplicación del art. 501. En efecto: si las partes incurren en error so-
bre la naturaleza del acta que celebran —v.gr.; si uno quisiera comprarle
a otro una casa por $ 20.000.000, y este otro creyese que la alquila por cinco
años aese precio—, ¿se puede hablar de falsa causa? No, pues lo que existe
es un error esencial sobre la naturaleza del acto, enror que invalida todo lo
contenido en él, por expresa disposición del art. 924. Tampoco cabe la po-
sibilidad de sustituir una "causa" por otra, pues ello equivaldría a imponerle
a una de las partes las consecuencias de un acto que no quiso celebrar; por
tanto, para disipar el error siempre será necesario un nuevo consentimiento.
El art. 501 es insuficiente para salvar el negocio jurídico. Lo mismo ocurre
cuando el error recae sobre la intención del agente; no se trata de una falsa
intención, sino de una intención errónea, que no puede ser sustituida por la
intención verdadera sino mediante un nuevo consentimiento. La intención
errónea, de todos modos, provocará la nulidad del acto, pero no por aplica-
ción del art. 501, sino en virtud del 926, que al hacer referencia a la
"causa principal del acto" alude a su finalidad, según se compmeba en la
nota respectiva.
En suma: en los casos de error sobre la fuente o sobre la finalidad de
la obligación, ni la fuente ni la finalidad erróneamente expresadas pueden
ser sustituidas por las verdaderas, ni aun probando la existencia del error.
Por esa razón, el art. 501 no puede tener aplicación en tales casos, que serán
regidos, en cambio, por los arts. 924, 926, etc.
II) Según otra doctrina "6 —a la cual me adhiero—, únicamente se
puede hablar de falsa causa en los casos de simulación; es decir, cuando en
la declaración se expresa una causa simulada para dejar oculta la que es ver-
dadera. Hay simulación cuando se oculta la naturaleza jurídica de un acto
bajo la apariencia de otro (art, 955); según la teoría de la plurisignificación,
lo oculto o simulado puede ser tanto la causa-fuente como la causa-fin. Así,
v.gr., cuando se declara: "Me obligo a pagar $ 10.000 por la compra de una
casa", pero en realidad no se compra, sino que se alquila, se simula la fuente
de la obligación. También se puede simular la findidad o motivo causali-
zado que impulsó al agente a contratar.
E. B. Busso, Código Civil, t. III, art 501, nos. 4 y ss., ps. 169 y ss.; F. López de Za-
valía, Teoría de los contratos, "Parte general", p. 258; Zannoni, en Belluscio y Zannoni, Có-
digo Civil, t. 2, art. 502, § 14, p. 568.
EL PROBLEMA DE LA "CAUSA" DE LA OBLIGACIÓN 185
ni) Por otra parte, el art. 499 incluye entre las posibles fuentes a los
"contratos". Éstos, considerados como actos jurídicos, son siempre lícitos
(art. 944); tan cierto es ello, que en el concepto legal de contrato no puede
caber la ¡dea de ilicitud; si el acto es ilícito, deja de ser contrato. Ahora bien:
que el contrato sea siempre un acto licito no significa que no pueda tener un
objeto o una finalidad ilícita, en cuyo caso no producirá efectos, pues de-
berá disolvérselo. Por no efectuar este distingo, los anticausalistas incurren
en el error de creer que, por ejemplo, en los contratos sobre herencias futu-
ras, en los pactos de cuotalitis concertados por un porcentaje mayor que el
El reparo a la tesis anticausalista, según el cual el art 502 no puede referirse a las
"fuentes" porque entre ellas figuran, precisamente, los hechos ilícitos, fue apuntado por
Colmo, De las obligaciones en general, n" 9, p. 8, y E. B. Busso, Código Civil, t III, art. 502,
n" 2, p. 174. La réplica, según la cual los hechos ilícitos son fuentes legítimas, fue anotada
por Salvat, Obligaciones en general, I, n° 50, esp. p. 68, y J. Llambías, Obligaciones, I, n"
30, p. 53, nota 84.
Es la respuesta de Salvat y Llambías, citados en la nota anterior.
' El propio Galli, claro exponente del antícausalismo, reconoce que si el art. 502 se re-
firiese a la "causa-fuente" quedaría absorbido por el art 499 y, por tanto, seria innecesario,
por lo que debena ser suprimido (Galli, en sus anotaciones a Salvat, Obligaciones en gene-
ra/, I,n° 48, p. 65).
EL PROBLEMA DE LA "CAUSA" DE LA OBUGACIÓN 187
' Por todos: E. B. Busso, Código Civil, t. III, art. SOa.jn" 6, p. 174; Zannoni, en Bellus-
cio y Zannoni, Código Civil, 12, art. 502, § 15, p. 569.
' El hecho de que el legislador y el juez confundan "objeto" y "fm" no debe causar sor-
188 aWESTOC. WAYAR
vinculación entre los arts. 502 y 953 justifica-con creces las soluciones
adoptadas.
n) Una causa-fin es ilícita cuando se persigue una finalidad contraría
al orden público, entendido como el conjunto de principios éticos, econó-
micos y jurídicos que una sociedad considera esenciales para mantener la
organización social que se ha dado a sí misma en un momento determinado
de su historia. Dentro del concepto de orden público quedan incluidos el or-
den moral y el orden económico. Esté último, que por su importancia en el
ámbito de las relaciones patrimoniales merece un párrafo aparte, está cons-
tituido por el conjunto de reglas básicas con arreglo a las cuales, en un mo-
mento dado, aparecen organizados la estructura y el sistema económico de
la sociedad 'w. Así entendido, el orden público-económico suministra cier-
tos principios jurídicos, que inspiran y presiden la organización económica
de una sociedad en un momento determinado de su historia. Tales princi-
pios constituyen, por su rango, una fuente supletoria del derecho, y se ofre-
cen como criterios básicos con arreglo a los cuales debe ser interpretado y
aplicado todo el orden jurídico patrimonial <8^. En suma: toda finalidad
contraria al orden público —en particular, el económico— invalida el acto
jurídico del cual proviene.
presa, porque, como dice Lafaille, desde el léxico vulgar hasta el técnico utilizan ambas ex-
presiones en forma indistinta (Tratado de las obligaciones, vol. I, n' 40, p. 45). Lo que re-
sulta inadmisible es que se confunda "objeto" con "causa-fuente", como le ocurre a Llam-
bías, quien, siguiendo a Salvat, pretende explicar que se estaría frente a una obligación con
causa-fuente ilícita en el caso de que tal obligación derivara de un contrato prohibido por las
leyes del país (v.gr., la obligación originada en la introducción de contrabando, ejemplo que
toma de la nota al art. 3129). Lo que no se advierte es que lo prohibido no es el contrato (cau-
sa-fuente), sino el objeto sobre el cual las partes quieren contratar (ver Llambías, Obligacio-
nes, I, n" 35, p. 48).
Cfr. L. Diez-Picazo, Fundamentos del derecho civil patrimonial, I, p. 43. Ver, ade-
más, N. Lipari, Derecho privado, ps. 317 y ss.
Si el orden público económico —dice Diez-Picazo— está compuesto por una serie
de reglas básicas, es obvio que se identifica, desde el punto de vista jurídico, con los llama-
dos "principios generales del derecho" que actúan en el campo económico. En consecuen-
cia, hay principios jurídicos generales que inspiran y presiden la organización económica de
determinado país en un momento dado de su historia. Estos principios no son inmutables ni
permanentes; al contrario, aparecen como el resultado de una serie de condicionamientos
debidos al influjo de factores sociales, políticos y culturales. Al mismo tiempo, tambi^ pue-
den estar condicionados por decisiones de gobierno que al respecto hayan sido tomadas por
quienes ostentaban en dicho momento los resortes del poder político. Estos prindpios jurf-
dicos, que conforman y constituyen el orden económico, tienen la misma fuerza y la misma
eficacia que los principios generales del derecho, entre los cuales se hallan (L. Diez-Picazo,
Fundamentos, I, p. 43).
EL PROBLEMA DE LA "CAUSA" DE LA OBUGACIÓN 189
§ 71. L A F R U S T R A C I Ó N D E L H N D E L C O N T R A T O E N E L P R O Y E C T O
DEUNIHCACIÓN
§ 7 2 . O P I N I Ó N DE LA D O C T R I N A . R E M I S I Ó N
La obligación abstracta es aquella que se independiza de ambas causas; por eso in-
curren en error quienes piensan que la abstracción implica solamente prescindencia de los
fineso motivos (comp. Alterini, Ameal y López Cabana, Curso de obUgaciones, I, n" 142,
p.68).
EL PROBLEMA DE LA "CAUSA" DE LA OBUGACIÓN 191
' Una de las exposiciones más importantes sobre este tema nos fiíe dada por J. C. Ri-
vera, La doctrina de las bases en el Proyecto de Unificación legislativa, en "R.D.C.O.", año
20, diciembre de 1987, n" 119-120, ps. 867-905.
Cabe también objetarle al Proyecto el no haber incluido norma alguna sobre la "causa-
fin" dentro de la teoría del contrato. En tal sentido, comparto el dictamen de la Academia Na-
cional de Derecho (ver diario "La Ley" del 20/7/1989, suplemento "Actaalidad", p. 4).
' El tema de la frustración del fin será tratado en los capítulos destinados a la teoría ge-
neral del contrato.
CAPÍTULO I V
A) GENERAUDADES
§ 73. ERECTOS DE LA O B U G A C T Ó N . C O N C E P T O
' La doctrina no discrepa, en general, de la afirmación de que "los efectos son las con-
secuencias jurídicas" (asf. Cazeaux y Trigo Represas, Derecho de las obligaciones, vol. I,
p. 117; Belluscio y Zinnoni. Código Civil, L 2. art 505. § 1. p. 580; Alterini. Ameal y López
Cabana. Curso de obligaciones, I n" 159. p. 83). Sin embargo, no siempre se explícita cuáles
son esas "consecuencias"; por ejemplo, para Llambfas {Obligaciones, I, n" 64, p. 81) son
"los medios que el ordenamiento jurídico pone a disposición del acreedoi"; para Boffi Bog-
gero {Tratado de las obligaciones, 12. § 385, p. 53), en cambio, las consecuencias "son los
hechos jurídicos que el ordenamiento de derecho asigna o imputa ante el nacimiento del vín-
culo obligacionái". Empero, si se analiza con detenimiento, los "medios" a que se refiere
Llambías. basándose en el inc. l del art. 505. son siempre derechos, mediante cuyo ejercicio
el acreedor puede obtener la prestación; de allí que sea más apropiado decir que los efectos
de la obligación son los derechos y deberes que el orden jurídico, en virtud de ella, atribuye
e impone a los sujetos vinculados. Tampoco convence la opinión de Boffi Boggero: si las
consecuencias de la obligación son los hechos jurídicos, ¿qué es, entonces, la ejecución for-
zada? Advirtamos lacuestión en estos términos: el "supuesto de hecho" o hecho jurídico que
tiene por consecuencia —^impuesta por la ley— la ejecución forzada no puede ser otro que
la inejecución; pues bien: si la afirmación de este autor fuera correcta, la inejecución pasüía
a ser un "efecto" de la obligación; es más: se trataría de un efecto "normal", porque si trae
como secuela la "ejecución forzada" es porque el logro de la prestación específica es todavía
posible. Pero, ¿se puede sostener que la inejecución, que es una especie de hecho jurídico,
representa un efecto normal de la obligación?
Las obligaciones naturales también producen efectos, pues de ellas resultan ciertos de-
rechos y deberes. Así, el acreedor tiene el derecho de conwrvar lo que se le ha dado en pago,
aunque el deudor [»etenda repetir lo pagado; a su vez, el deudor tiene el derecho de consig-
nar judicialmente lo debido, si el acreedor se niega a recibir el pago.
194 ERNESTOC. WAYAR
§ 74. L A S C O N S E C U E N C I A S DE LA OBLIGACIÓN: P A R T E S , S U C E S O R E S
YTERCEROS
- Sobre esto, ver R. Demogue, Des obligations en general (Effets des obligations), t.
VI, n" 12, p. 17. •
^ Asf, L. M. Rezzónico, Estudio de las obligaciones, I, p. 117.
* 1. A. Bibiloni, Anteproyecto, II ("Obligaciones"), nota al art 3, p. 7. Cfr. A. Colmo,
De las obligaciones en general, n" 47, p. 40; J. Q. Machado, Exposición y comentario, t. II,
GENERALIDADES 195
a) Partes
Se llama "partes" a aquellos sujetos (activo y pasivo) que concurren
a constituir o a dar nacinúento a la relación jurídica de obligación 5; por tal
razón, es lógico que sean esos mismos sujetos, y no otros, los que sientan
los efectos del ligamen que los une. Recordemos que en toda obligación
concurren "dos" partes (una acreedora y otra deudora), y que algiuia de
ellas, o ambas, puede ser pluripersonal. Lo que interesa destacar, en suma,
es que los efectos de la obligación recaen, en principio, únicamente sobre
las partes.
b) Sucesores
Los derechos y los deberes de las partes se pueden trat^smitir a otras
personas, llamadas sucesores, quienes, una vez operada la transmisión, pa-
san a ocupar el lugar de la parte a la cual suceden, de manera que en adelante
ejercerán u observarán los derechos o deberes en nombre propio (art.
3262). En este sentido, es claro que los efectos de la obligación se transmi-
ten a los sucesores de las'partes (art. 503). Un ejemplo de sucesor es el he-
redero. Así, Pedro es acreedor de Juan; muerto éste, lo sucede Diego, inves-
tido de la calidad de heredero; en tal carácter, recibe la totalidad del
patrimonio del fallecido, incluida la obligación, con lo cual queda conver-
tido en deudor frente a Pedro. Se trataría de un caso de sucesión universal
por causa de muerte. Otro ejemplo de sucesor se observa en la obligación
propter rem; quien compra una cosa gravada viene a ser sucesor del ante-
rior poseedor, y a ocupar su lugar como deudor. Se estaría, en este caso,
frente a una sucesión particular operada por un acto inter vivos. Por último,
cabe reiterar que ciertas obligaciones son intransmisibles; así ocurre, por
ejemplo, con aquellas que son inherentes a la persona obligada.
§ 168, glosa al art. 503, p. 154; y, en especial, Sánchez de Bustamante, La acción oblicua,
n" 54. La obligación, entendida como vínculo jurídico que puede tener origen en cualquiera
de los hechos idóneos (art. 499), no puede afectar ni beneficiar a terceros; en cambio, el con-
trato, entendido como acuerdo de voluntades (art 1137), puede hacer nacer obligaciones
que se integrarán con un sujeto activo o pasivo distinto de los contratantes, es decir, con "ter-
ceros", que se constituirán en "partes" de la obligación. Cfr. Baudry-Lacantinerie y Barde,
Des obligations, I, n" 580; R. Demogue, Des obligations en general (Effets), t VII, n° 655.
^ Cfr. F. Messineo, Manual de derecho civil y comercial, t H, § 7, p. 7.
196 ERNESTO C. WAYAR
c) Terceros
Contrapuesta a la "parte" está la figura del "tercero". Tercero es, en
general, todo sujeto, necesariamente indeterminado, extraño o ajeno a una
relación de obligación dada. El nombre "Tertius" deriva de que en las
ejemplificaciones escolásticas el sujeto activo y el sujeto pasivo de la rela-
ción eran denominados, respectivamente, "Primus" y "Secundus". Esta
simple definición, obtenida por vía negativa«, no por breve deja de ser cer-
tera: si Primus y Secundus constituyen una obligación, todos quienes no in-
tervenimos en esa relación somos terceros.
Como regla general, cabe afirmar que los efectos de una obligación no
pueden perjudicar ni beneficiar directamente a los terceros. Es decir, sólo
el acreedor y el deudor están "vinculados"; por tanto, los terceros se sitúan
"fuera" de los alcances del vínculo o ligamen. Sin embargo, es posible ha-
blar de cierta influencia refleja o indirecta de la relación de obligación so-
bre la esfera patrimonial de ciertos terceros. En efecto: no todos los terceros
tienen el mismo interés jurídico respecto de la situación en que se hallan el
acreedor o el deudor; hay terceros no interesados y terceros interesados.
Sobre estos últimos, la obligación deja sentir su influencia refleja. Así, si
Primus es comprador de un inmueble, sus acreedores son terceros interesa-
dos, pues —eventualmente— podrán embargar el bien adquirido én garan-
tía de sus créditos; del mismo modo, si Secundus es vendedor y, por tanto,
sustrajo de su patrimonio el m^iueble vendido, sus acreedores son también
terceros interesados, y podrán, v.gr., obtener la revocación de la venta si lo-
gran probar que a ésta se la llevó a cabo para defraudarlos. Para ser tercero
interesado es necesario estar vinculado con alguno de los sujetos de la obli-
gación, o con su objeto, pero en virtud de urui relación distinta y separada
de aquella o b l i g a c i ó n S e produce una suerte de "enlace" entre dos rela-
ciones jurídicas distintas.
Por otra parte, el hecho de que las consecuencias directas de la obli-
gación alcancen sólo a acreedor y deudor no significa que, en supuestos de
excepción, algún tercero pueda intervenir en esa relación, situación que se
presenta, porejemplo, cuando el pago es efectuado por un tercero, o cuando
se lo efectúa a un tercero.
* En verdad —como dice Messineo—, es imposible dar una noción unitaria de tercero
que no sea simplemente negativa (Manual, t. II. § 7, p. 7).
^ Tercero interesado es todo aquel que sin intervenir m determinada relación jurfdica
puede, eventualmente, vme beneficiado o perjudicado jurídicamente por las consecuencias
derivadas de dicha relación, por estar vinculado, en razón de una relación distinta de la pri-
mera, con los sujetos o con el objeto de aquel negocio jurídico. Comp. I. Colombres Gar-
mendia. El pago por tercero, p. 28; J. C. Palmero, El cumplimiento por el tercero, ps. 75 y ss.
GENERALIDADES 197
' Por todos, Belluscio y Zantioni. Código Civil, t. 2. art. 504. § 9. p. 577. Ver nota 4
de este capítulo.
' Es la opinión común: Salvat y Galli. Obligaciones en general, l, n" 69, p. 87; E. Bus-
so, Código Civil, t. III, arts. 503-505, n' 197, p. 230; H. Lafaille, Tratado de las obligacio-
nes, vol. I, n* 47, p. 53; L. M. Rezzónico, Estudio de las obligaciones, I, p. 115; etc.
198 E R N E S T O C. W A Y A R
§ 7 6 . EFECTOS DE LA O B U G A C I Ó N Y EFECTOS D E L C O N T R A T O
Sobre este tema en derecho francés, ver M. Planiol, Traite élémetitaire de droit civil,
t. II, nos. 163 y ss., ps. 58 y ss.; Colin y Capitant, Cours élémentcdre de droit civil, t. II, nos.
5 y 418, ps. 4 y 305, respectivamente; Baudry-Lacantinerie y Barde, Des obligations, I, nos.
328-330.
GENERALIDADES 199
las tres últimas categorías para aislar la primera, se ha de indagar qué dife-
renciahajrentre los efectos del contrato que crea obligaciones y los efectos
de esas obligaciones. Por ejemplo, la compraventa "crea" la obligación de
entregar la cosa, que estará a cargo del vendedor, y la obligación de pagar
el precio, que le corresponderá al comprador. Pues bien: ¿cuáles son, los
efectos del contrato y cuáles los efectos de las obligaciones nacidas de él?
La doctrina tradicional' • responde: los efectos del contrato consisten
en la producción o creación de las obligaciones; los efectos de éstas consis-
ten en darles a las partes el derecho de emplear "los medios legales" para
exigir el cumplimiento de la respectiva prestación. Si a esta doctrina se le
objetara que los "medios legales" también derivan del contrato, responde-
ría: "Puede ocurrir que el contrato los produzca, pero no será como conse-
cuencia directa de él, sino como consecuencia propia de las obligaciones
engendradas por él" 1 2 .
Como se ve, el núcleo de esta doctrina se asienta en la siguiente afir-
mación: el efecto de los contratos es producir obligaciones. En realidad, no
hay acuerdo sobre este punto, pues para algunos la producción de obliga-
ciones es el "objeto" del contrato, y el objeto nada tiene que ver con los
efectos. Desde otro enfoque, si se admite que en la voluntad de quienes ce-
lebran el contrato está latente la intención o finalidad de obligarse, no sería
desacertado sostener que la creación de obligaciones constituye causa-fin
del acto creador, entendida la causa-fin como finalidad objetiva y típica de
esa clase de negocio; y, por cierto, no es dable confundir la causa-fin con los
efectos de un acto. Además, la tesis parece desdibujarse con esta otra com-
probación: si el efecto del contrato es crear la obligación, y el efecto de ésta
es crear el derecho de emplear los medios legales para obtener el cumpli-
miento, es fácil advertir la cadena causal que se establece: contrato —obli-
gación—derecho de emplear medios legales. Pues bien: hay un caso con el
cual creo poder demostrar que los medios legales derivan directamente del
" J. J. Llambías, ObUgaciones, 1, n" 52, p. 73; Alterini, Ameal y López Cabana, Curso
de obligaciones, I, n" 160, p. 83; etc.
Es la respuesta que brindan Salvat y Galli {Obligaciones en general, I n° 61, p. 82).
Enfatizando en estas ideas, se ha dicho que los contratos carecen de "objeto", ya que sólo
tienen "efectos", y esos efectos consisten en producir obligaciones (Ripert y Boulanger,
Tratado de derecho civil (según el Tratado de Planiol), t. IV, "Las obligaciones", n" 241, p.
162). La afirmación plantea un agudo problema: el de distinguir entre el objeto del contrato
y el objeto de la obligación, del cual me ocuparé al referirme a la teorfa del contrato.
Por ejemplo, G. Giórgi, Teoría de las obligaciones en el derecho moderno, t III, p.
299; entre nosotros, J. O. Machado, Exposición y comentarios, t. III, § 333, glosa al art.
1168, p.473:
200 ERNESTOC. WAYAR
II) Los efectos secundarios están constituidos por los derechos con
que cuenta el acreedor, ño' S'áiMaló^aí laiatístacción directa de su cré-
dito, sino para conservarlo, protegerlo o asegurarlo. Tienden, indirecta-
mente, a posibilitar la efectiva realización del derecho de crédito. Estos
efectos no siempre se producen; operan sólo cuando el patrimonio del deu-
dor atraviesa por situaciones que ponen en peligro el derecho del acreedor.
En virtud de los efectos secundarios, el acreedor adquiere una variada gama
de derechos, entre los cuales figuran el de peticionar al juez que decrete me-
didas cautelares (embargo, inhibición, etc.) sobre el patrimonio del deudor,
o el de ejercer las acciones de simulación, revocatoria o subrogatoria para
evitar la insolvencia del obligado.
Si bien la clasiñcación tradicional goza de buena salud, los defectos y errores que de
ella se siguen no han pasado inadvertidos; se ha hecho notar, en efecto, que conduce a tratar
dos veces los mismos conceptos: "daño", "relación causal", etc., olvidando que la respon-
sabilidad civil es única. Se impone, por tanto, la necesidad de revisar esta metodología. De
acuerdo: L. M. Boffi Boggero, Tratado de las obligaciones, t. 2, § 285 y 393, ps. 53 y 68,
respectivamente; del mismo autor. Esquema de las consecuencias "anormales " de las obli-
gaciones, en "L.L.", 142-871; R. Vázquez Ferreira, La teoría general de la reparación del
daño y los presupuestos del deber de responder, en "J.A.", suplemento quincenal del
3/9/1986, n" 5479.ps. 5 y ss.
Las clasificaciones son serviciales o inútiles. Si la labor clasificatoria es fecunda en
el aporte de soluciones a los diversos problemas que plantea el objeto clasificado, nadie du-
dará de su necesidad y eficacia; de lo contrario, aquella tarea será estéril (sobre esto, ver G.
C^arrió, Notas sobre derecho y lenguaje, p. 72). La clasificación clásica divide los efectos en
normales o anormales según que el acreedor consiga o no la prestación específica; por tanto,
cualquiera que sea el medio por el cual el acreedor reciba esa prestación, se habrán operado
los efectos "normales". Ahora bien; si se interroga; "¿Qué debe hacer el deudor para con-
seguir la ejecución forzada?" o "¿Cuáles son los presupuestos de esa ejecución?", las res-
CLASIFICACIÓN DE LOS EÍECTOS: MÉTODO 203
hay fundadas razones para pensar que, tal cual se la formula, impone un
eCT^pP^tlJé^q^, de exposición que oscurece los conceptos^crea confusio-
nes y obliga a tratar dos veces una misma materia: la responsabilidad civil.
La importancia de la cuestión reside en que de la posición que se adopte en
tomo de la clasificación de los efectos depende el desarrollo ulterior de la
teoría general de la obligación.
Comenzaré por admitir —^sin perjuicio de las salvedades que haré notar lue-
go— la validez y utilidad de la división de los efectos en principales y secundarios,
según influyan directa o indirectamente en la plena realización del derecho de cré-
dito. Las dudas comienzan con los efectos llamados normales.
puestas no serán halladas entre los aportes de la clasificación que impugno; lo único que se
obtiene de ella es la afirmación de que la ejecución forzada constituye una secuela normal
del vínculo obligatorio. Pero esto no resuelve los interrogantes. En cambio, si se decide cla-
sificar los efectos no en atención al fin perseguido, sino atendiendo a los medios, sí habrá
respuestas; así, si se acepta que el único efecto normal consiste en el cumplimiento volun-
tario, y que joda otra forma de obtención de la prestación que no sea la acmación voluntaria
del deudor es "anormal", se podrá apreciar que toda forma de ejecución forzada presupone
inejecución y mora del deudor, y, además, que no podrá efectuársela sin recurrir al proce-
dimientoyWicia/.
Es decir, resulta de mayor utilidad agnipar en una misma categoría las distintas formas
de realización compulsiva del crédito, pues todas ellas reconocen presupuestos comunes y
debe realizárselas mediante determinados procedimientos judiciales. Y esto no se logra
cuando se equipara el cumplimiento voluntario con las otras formas de ejecución, porque
aquél y éstas, como es obvio, no requieren los núsmos presupuestos ni utilizan iguales me-
canismos. Esta razón es suficiente para comprobar la escasa utilidad práctica de la clasifi-
cación tradicional.
204 ERNESTO C. WAYAR
quisitos que deben concurrir para que exista el "deber de indemnizar"; en-
tre tales presupuestos figuran: aj el incumplimiento; b) la imputabilidad; c)
el daño; y d) la relación de causalidad ^. Dejando a un lado ciertos proble-
mas terminológicos, es fácil comprobar que estos requisitos son los misinos
que se exige para la responsabilidad extracontractual o aquiliana, cuyo es-
tudio se suele encarar a propósitq de los hechos ilícitos o bajo el rótulo de
"teoríade la responsabilidad civil". Semejante método conduce atratar dos
veces una misma materia, sin razones valederas, pues la responsabilidad ci-
vil es única, ya provenga del incumplimiento o de la comisión de un hecho
ilícito distinto. Así, por ejemplo, si contrato a una persona para que cuide
un fmo caballo que poseo, y a causa de un descuido de su parte (incumpli-
miento) el animal muere, sufro un daño que deberá ser indemnizado por el
incumplidor; asimismo, si una persona armada dispara sobre el caballo y lo
mata, comete un delito que me causa un daño que deberá indemnizar el da-
ñador. En uno y otro caso existe responsabilidad civil o, si se quiere, deber
de reparar, cuyos presupuestos son idénticos, a saber: a) antijurídicidad
(incumplimiento en el primer caso, hecho ilícito stricto sensu en el segun-
do); b) daño (constituido, en ambos casos, por la muerte del animal); c) re-
lación de causalidad (la muerte es una consecuencia del incumplimiento o
del hecho ilícito), y d) factores de atribución (es decir, dolo Q culpa, del
causante del daño). Como se ve, la responsabilidad por incumplimiento y
la responsabilidad por hecho ilícito constituyen dos categorías, dos aspec-
tos, de una misma teoría —^la "teoría general de la reparación de daños"—,
pues reconocen presupuestos comunes y persiguen la misma finalidad: dis-
ciplinar jurídicamente la reparación de daños.
No se justifica, pues, mantener esta perniciosa dualidad: de un lado, la
responsabilidad por incumplimiento, considerada como un efecto "anor-
mal" de la obligación; del otro, la responsabilidad por hechos ilícitos, con-
siderados como "fuentes" de la obligación de indemnizar. Arabas especies
de responsabilidad deben ser tratadas en conjunto; con rigor metodológico,
la responsabilidad por incumplimiento debe ser trasladada a la "teoría ge-
neral de la reparación de daños" 25.
Los fimdamentos invocados son los siguientes:
1) Se evitará, así, una inútil reiteración de conceptos.
se observa esa "anormalidad", dado que el acreedor tiene derecho a ser in-
demnizado por todas las consecuencias de la falta de cumplimiento volun-
tario (gastos judiciales, daño moratorio, etc.). Sin embargo, la clasificación
que impugno considera que la ejecución forzada o por tercero es un efecto
"normal" de la obligación.
b) Cuando se reclama indemnización por daño moratorio derivado de la
ejecución forzada —apreciemos que el acreedor recibe la prestación específi-
ca más la indenmización—, para obtener esta última se ejerce también una ac-
ción típica de responsabilidad, que supone incumplimiento, daño, relación
causal e imputabilidad. Si bien la acción de responsabilidad es accesoria de la
acción para exigir el cumplimiento ^s, no deben ser confundidas.
Cabe destacar que el Proyecto de Unificación de 1987 propone dero-
gar el art. 1 lÓ7,con lo cual, sumado a otras reformas, se obtendría un régi-
men único de responsabilidad civil. Conforme lo expresan sus autores en
las "Notas explicativas", esta propuesta responde al requerimiento unáni-
me de la doctrina nacional. En efecto: la unificación de los regímenes de
responsabilidad cuenta con consenso suficiente como para llevar adelante
las reformas propuestas. Si éstas se concretan, perdería sustento la división
ahora existente entre "órbita contractual" y "órbita extracontractual", ya
que ambas quedarían sujetas a un mismo régimen.
§ 79. LA CLASinCACIÓN A D O P T A D A
§ 80. P L A N DE LA EXPOSICIÓN
A) CONCEPTOS GENERALES
I) CONCEPTO
de responder, o quizá tiene temor a las acciones judiciales, y cumple sin es-
perar que el acreedor haga uso de los medios coactivos. Una prueba de ello:
del inmenso número de obligaciones, las ejecuciones que llegan a los estra-
dos judiciales son las menos.
Si el deudor no cumple voluntariamente, el acreedor hará uso de los
medios legales con el fin de lograr el "cumplimiento"; pero éste será/or&a-
do o subrogado, es decir, ejecutado por la fuerza o mediante la actuación de
un tercero. Dé allí la expresión "cumplimiento coactivo".
La diferencia entre una y otra forma de cumplimiento es evidente. En
realidad, la palabra "cumplimiento" ajusta mejor su significado a la forma
voluntaria, en tanto que ala coactiva le cuadra con más exactitud el nombre
de "ejecución". Si se acepta esta fraseología, diríamos: el objeto específico
se obtiene por cumplimiento voluntario o por ejecución coactiva. Pues
bien: por las razones expuestas en el capítulo anterior (supra, § 79), en el
presente me ocuparé del cumplimiento voluntario, dejando para más ade-
lante lo referente a la ejecución coactiva.
Curso de derecho romano, t. II, § 288, ps. 589 y ss., notas 1 y 2; J. Iglesias, Derecho romano,
§ 115, p. 490.
* Digesto, L, 16,116. Dice allí Ulpiano (Comentariosa Sabino, libro XLV): "Está de-
terminado que con la palabra 'pago' ('solutio') se ha de entender también toda satisfacción;
decimos que 'paga' el que hizo lo que prometió hacer" ("Solutionis verbo satirfactionem
quoque omnem accipieiuiam placel; 'solvere' decimus eum, qui quodfecit, quodfacere pro-
misif).
* Digesto, XLVI, 3,54. Dice Paulo {Comentarios al Edicto, libro LVI): "La palabra
'pago' corresponde a toda liberación hecha de cualquier modo, y se refiere más bien a la sus-
tancia de la (Aligación que al pago del dineto" ("Solutionis verbum pertinet ad omnem li-
berationem quoquo modo factam, magisque ad substantiam obligationis refertur, quam ad
numorum solutionem ").
' De acuerdo: H. Lafaille, Tratado de las obligaciones, vol. I, n" 327, p. 294; J. Llam-
bías, Obligaciones, t. II-B, n" 1391, p. 106.
214 ERNESTOC. WAYAR
§ 8 4 . EL C O N C E P T O DE "PAGO" SEGÚN LA D O C T R I N A
' El Código Civil alemán (B.G.B.) reserva la denominación "pago" para designar el
cumplimiento de las obligaciones de dar dinero, segün se desprende de la letra de los arts.
244 y 362 de aquel código. De acuerdo con esta lectura: Enneccerus y Lehmann, Obligacio-
nes, vol. 1, § 60, ps. 298 y ss.
* Según se ha hecho notar, Vélez Sarsfield utiliza la palabra "pago", en varios pasajes
del Código, asignándole la significación indicada en el texto (cfr. A. Colmo, De las obliga-
ciones en general, n" 548, p. 395). Acerca de este significado de la palabra se puede ver: De-
molombe, Cours de Code, t. XXVII, n' 26; Baudry-Lacantinerie y Barde, Des obligarions,
II, n" 1384.
' L. Diez-Picazo, Fundamentos, 1, n" 734, p. 611.
CONCEPTOS GENERALES 215
' Cfr. A. Hernández Gil, Derecho de obUgaciones, n' 94, p. 274. El cumplimiento —dice
este autor— se define por el fin aque tiende, en cuanto produce la extinción de la obligación.
El deudor se libera; deja de ocupar la posición jurídica en que hasta entonces aparecía inser-
to. El acreedor ve así satisfecho su derecho, y también deja de ocupar la posición jurídica co-
rrespondiente. Termina la siwación de tensión entre el derecho, mantenido por el deber co-
rrelativo, y el deber, mantenido por el derecho igualmente correlativo.
E. Zannoni, La obligación, p. 104.
CONCEPTOS GENERALES 217
a) Las fuentes
En la nota al art. 725, Vélez Sarsfield menciona como sus fuentes a Za-
chariae, las partidas, el Digesto y el Código de Luisiana, aun cuando —como
se verá— el texto legal es una copia de la definición contenida en la obra de
aquel jurista alemán.
Zachariae dice: "Le payement est l'accomplissi^ment de laprestatlon
quifait l'objet de Vobligation, soit qu'il agisse dWms ohligation defaire,
soit qu 'il agisse d'une obligation de donner". Y agrega: "Solutio es praes-
tatio ejus quod in obligatione est" '7.
Las siete partidas de don Alfonso el Sabio, glosadas por Antonio López, Cía. Gene-
ral de Impresores y Libreros del Reino, Madrid, 1844, U, p. 895.
" Unareproduccióndelasfuentesdelart724sepuedeverenL.V. Várela, Concor-
danciasy fundamentos del Código Civil argentino, H. y M. Várela, Buenos Aires, 1874.
J. A. Bibiloni, Anteproyecto ("Obligaciones"), U, p. 172.
CONCEPTOS GENERALES 219
c) Análisis crítico
Se sabe que las leyes no deben contener definiciones, tarea ésta reser-
vada a la doctrina, pues cuando la ley define se correjel riesgo de delimitar
el concepto, dándole rigidez, en detrimento de su evolución posterior. A
esta crítica, es obvio, no puede escapar el art. 725 de nuestro Código. El
concepto de pago ha evolucionado en doctrina ^, evolución no reflejada en
la legislación.
1967, art. 762, inc. 1: "O devedor cumpre a obriga^So quando realiza a prestafao a que está
vinculado"; el Código alemán (B.G.B.), art. 362, primera parte: "La relación obligatoria se
extingue cuando la prestación debida es efectuada al acreedor". Pero los hechos humanos
demuestran —así lo ha comprobado la docttina científica— que el pago no es el mero "cum-
plimiento de la prestación"; ésta es sólo una fase o etapa del cumplimiento. Para que éste sea
realmente tal, la prestación, conducta del deudor o medio debe producir cotno resultado el
objeto esperado por el acreedor, satisfacer el interés de éste, extinguir el vínculo y liberar
al deudor. Cuando una prestación cumple estas tres finalidades, entonces sí se puede decir
que su realización constituye "pago". Por eso, el pago se materializa no sólo con la pres-
tación, sino, sobre todo, cuando se satisface al acreedor y se extingue el víncido; de allí que
el pago sea definido más por las junciones que cumple que por el medio o prestación. Sobre
esto, ver J. Beltrán de Heredia y Castaño, El cumplimiento de las obligaciones, ps. 17 a 46;
K. Larenz, Derecho de obligaciones, 1, § 26, ps. 408-409; A. Hernández Gil, Derecho de
obligaciones, iT" 94, p. 274.
^ Así, por ejemplo, Cazeaux y Trigo Represas, Derecho de las obligaciones, II, vol.
2, p. 14; L. Rezzónico, Estudio de las obligaciones, l, p. 729.
CONCEPTOS GENERALES 221
pío de Larenz sobre el deudor que debe remitir c enviar la cosa a su acree-
dor, como lo ha planteado Zannoni, ¿qué ocurre si el deudor despacha la
cosa y ésta se pierde en el trayecto?: ¿cumplió o incumplió? Se podría decir
que cumplió, pues su deber de prestación consistía solamente en despa-
char la cosa y, al propio tiempo, esa prestación era el objeto apetecido por
el acreedor. Peroesta respuesta conduce al absurdo: si bien el ámáoxpagó,
el acreedor no riecibió la cosa. Es absurdo por lo siguiente: o e l cumplimien-
to de la prestación no basta para satisfacer al acreedor, y por tanto no se pue-
de hablar de pago, o la mera observancia de la conducta debida no consti-
tuye "cumplimiento" si el acreedor no está satisfecho.
Bien se ve, entonces, que en casos como el descrito la mera realiza-
ción de la conducta debida es insuficiente para configurar un verdadero
pago. Esta sola comprobación basta para cuestionar la lefra del art. 725 y
justifica una interpretación diversa
finición sólo se menciona una de estas funciones; de ahí su insuficiencia. Pero lo más im-
portante: en aquel concepto aparecía reiterado el viejo error de asimilar "prestación" y "ob-
jeto", error que ahora estimo superado, por las razones dadas en el texto.
^ Dice Larenz: "Por 'ejecución de la prestación' no sólo se comprende la actuación
del deudor encaminada a cumplirla, sino también la obtención de su resultado. Si se trata de
la transferencia de una cosa y la obligación es de rentísión, la actuación del deudor dirigida
a la prestación concluye cuando le ha enviado la cosa al acreedor; pero el resultado de la
prestación tiene lugar cuando el acreedor la ha recibido y adquiere la posesión y (art. 929 del
B.G.B.) la propiedad de la cosa. En tanto esto no ocurra, el deudor no ha 'cumplido'" (La-
renz, Derecho de obligaciones, I, § 26, ps. 408-409). Empero —dice Zannoni, a modo de
réplica a Larenz—, son perfectamente posibles los supuestos en que el deudor ha dado exac-
to cumplimiento a los ddjeres de prestación a su cargo y, no obstante, por un acontecimiento for-
tuito sobreviene la imposibilidad absoluta de procurarte al acreedor ¿ objeto debido. Imagine-
mos el caso en que el deudor debía remitirte al acreedor determinada mercadería, que en el
trayecto perece sin su culpa: el deudor ha cumplido, pero la expectativa de satisfacción del
acreedor —el crédito— ha quedado insatisfecha (Zeumoni, La obUgación, p. 103).
La crítica de Zannoni sirve para precisar la terminología, pero es, en el fondo, injusta.
¿En qué difieren una y otra tesis? Observemos el ejemplo con el cual trabajan ambos auto-
res: el deudor remite la cosa al ^reedor —ése era su deber—; la cosa se pierde en el trayecto,
por caso fortuito, y el acreedor rw la recibe, quedando insatisfecho su crédito. Para Larenz,
no hay aquí "ejecución de la prestación", porque ésta (la ejecución de la prestación) consiste
no sólo en la realización de la conducta debida —remitir la cosa—, sino también en la ob-
tención del resultado: que la cosa sea recibida por el acreedor. Como esto último no se logró,
aunque el deudor observó la conducta debida, no se puede hablar de "ejecución de la pres-
tación". Para 2íaimoní, en cambio, sí hay cumplimiento de laprestación, porque ésta (la pres-
tación) no es otra cosa que la conducta debida; por tanto, la realización de esa conducta equi-
vale a cumplir la prestación. Pero como el acreedor no recibió el objeto, tampoco para
Zaimoni se puede hablar de "pago". Hay coincidencia, entonces, en que si el acreedor no re-
cibe el objeto no se configura el pago; de aquí se puede colegir que para ambos autores el
pago supone, además de la realización de la conducta, la obtención del resultado esperado
(Larenz), o el logro del objeto debido (Zannoni). El problema podrfa desaparecer si al texto
de Larenz, transcrito al comienzo de esta nota, se le reemplazara las palabras "ejecución de
la prestación" por "ejecución de la obligación".
H esfuerzo de Zannoni está dirigido a demostrar que unas veces puede haber cumpli-
miento de la prestación sin pago, y ottas, pago sin cumplimiento de la prestación. Esto úl-
timo ocurriría en los supuestos de ejecución forzaday cumplimiento por tercero, pues en ta-
les casos el acreedor obtiene el objeto debido sin que el deudor haya cumplido la prestación.
Pero aquí cabe replicar que el pago —en estricto sentido— supone siempre la actuación del
deudor, ouandoeldeudor^fiHíaáeíecióny el acttiídoí'obtíeneel Objeto por ntedibldi-
ferentes, sólo se puede hablar de "pago" o "Cumplimiento" empleando estas palabras en sen-
tido lato (comp. Diez-Picazo, Fundamentos, I n" 732, ps. 610-611).
CONCEPTOS GENERALES 223
que el pago, en sentido estricto, sólo se logra cuando "el medio" está dado por
laprestacióndel deudor, en cambio, cuando la satisfacción del acreedor advie-
ne por otras vías —^por ejemplo, mediante el llamado "pago por tercero"—, es
necesario asignarle un sentido más amplio al "cumplimiento", para que esta
figura u otras puedan quedar comprendidas dentro de él 2».
^ Se ha dicho con acierto: "Como situaciones más próximas al cumplimiento (en sen-
tido estricto), y que si se consideran agrupadamente con él dan lugar al cumplimiento en sen-
tido amplio, se encuentran: la intervención del tercero en el cumplimiento, la prestación en
lugar del cumplimiento y la ejecución en forma específica. Todos estos supuestos tienen de
común con el cumplimiento estrictamente entendido la producción del efecto extintivo me-
diante un comportamiento que determina la satisfacción del interés del acreedor. Pero, o el
efecto extintivo de la obligación no se presenta por sí solo, o el medio utilizado no es exac-
tamente el mismo, o ambas cosas a la vez" (A. Hernández Gil, Derecho de obligaciones, n"
94, ps. 275-276).
^ E. Imaz. La prueba del pago, en "Revista del Colegio de Abogados", Buenos Aires,
1932, X, ps. 386-399. Por cierto, la de Imaz no es una posición solitaria; según Kohler, en
la obh'gación negativa no hay verdadero cumplimiento, porque la prestación no está dirigida
a satisfacer un interés del acreedor; según Stammler, la obligadón de no hacer no se extin-
gue por cumplimiento, sino, simplemente, por el transcurso del tiempo. Sobre estos últimos
autores, ver J. Beltrán de Heredia, El cumplimiento de las obligaciones, p. 55.
'38^ Así, A. Colmo, De ios obligaciones en general, n'^548, p.'395; O. Borda, Obligado- "
nes, I, n" 656. p. 522; E. Busso. Código Civil, t. V, glosa al art. 725, nos. 6 y 7, p. 287; Llam-
bías, Obligaciones, t. II-B, n" 1391, p. 105.
224 ERNESTOC. WAYAR
II) FUNCIONES
^' No se puede dudar de la influencia de Freitas en la redacción de los arts. 740 a 746
de nuestro Código, correspondientes al capítulo titulado "De lo que se debe dar en pago".
Los arts. 1046 a 1054 del Esbogo guardan analogía con los nuestros, en espacial el último,
referido a las obligaciones de hacer y que omite toda mención de las de no h£¿er, como ocu-
ne con nuestro art 741 (A. T. de Freitas, Código Civil, García Santos y Roldan, Buenos Ai-
res, 1909,11, p. 403).
Opinión unánime; además de los autores citados en la nota 30 precedente, Galli, en
sus anotaciones a Salvat Obligaciones en general, 111, n" 1046, letra a, p. 180.
CONCEPTOS GENERALES 225
Hay ún deber moral o de conciencia de pagar las propias deudas. La regla "Dar a
cada uno lo suyo" exige que se le dé al acreedor la prestación a que tíene derecho. Sólo con
intencionada ironía se ha podido hablar de un derecho "a no pagar sus deudas" (G. Ripert,
Le droit de nepaspayerses dettes, en "Dalloz Hebdomadaire", 1936, Chronique, p. 57). Re-
firiéndose a esta nota, dice Savatier que ella encierra una sátira profunda sobre la evolución
de nuestro derecho actual {Les metamorplioses du droit d'aujourd'hui, Paris, 1948, n" 4, p.
7; autores citados por E. Busso, Código Civil, t. V. art. 725, n" 19, p. 288).
Cfr. Aubry y Rau, Cours de droit civil, t. IV, § 315, p. 244; A. von Tuhr, Tratado de
las obligaciones, II, § 4, p. 1.
E. B. Busso, Código Civil, t. V, art. 725, p. 288, n» 14.
226 ERNESTO C. WAYÁfe'
cial del cumplimiento se entenderá también que éste (el pagp) no entraña
sólo la satisfacción del interés del acreedor, ni sólo la realización del deber
jurídico del deudor, "sino que supone —como lo destaca Diez-Picazo »—
el desenvolvimiento del sistema complejo de intereses que la relación obli-
gatoria comprende en el programa previsto en el acto o negocio de consti-
tución". Más aún: se puede añadir que el pago no es nada más que un en-
granaje dentro del sistema económico de una sociedad organizada; de allí
que el incumplimiento —que en principio sólo parece de interés páralos su-
jetos comprendidos en el negocio— constituya, en realidad, un serio obs-
táculo para el funcionamiento regular de cualquier sistema económico.
En suma, el cumplinúento, al tiempo que satisface el interés particular
del acreedor, influye de manera esencial en el desarrollo normal del sistema
económico general. Si miramos más a fondo el fenómeno jurídico que de-
nominamos pago, advertiremos que es, en rigor, la satisfacción del interés
del acreedor que él genera la que mantiene sana a una economía. Cuando
el incumplimiento se generaliza y los acreedores quedan insatisfechos, con
igual frustración quedarán, a su vez, los acreedores de éstos; toda esa cade-
na de incumplimientos e insatisfacciones repercute de modo directo en la
economía general, que sufrirá, sin duda, serios quebrantos *>.
En una economía de intercambio masivo de géneros y de servicios —es-
cribe Diez-Picazo—, donde las prestaciones se engranan en un ciclo econó-
núco, el factor tiempo va adquiriendo relevancia primordial. A un fabricante
le interesa disponer de las piezas contratadas, pero le interesa, sobre todo, dis-
poner de ellas en el momento en que lo demanda su programa o su plan de pro-
ducción; a un comerciante le interesa recibir los géneros en el momento en que
lo exigen sus campañas de ventas. Todo ello conduce, en la doctrina y en la
jurisprudencia modernas, así como en algunos de los códigos más recien-
tes, a la idea de que el tiempo de prestación adquiere un papel y una confi-
guración diferentes cuando es esencial para la obtención o la satisfacción
del interés de las partes y, especialmente, del interés del acreedor.
*' Labibliograffa sobre el pago es abundante; para evitar reiteraciones, remito a las no-
tas siguientes, en las cuales se irá mencionando la que ha sido consultada.
CONCEPTOS GENERALES 229
"2 Salvat, ObUgaciones en general, II, n' 1047, p. 183, y n° 1264, p. 324.
J. de la Marfa, Naturaleza jurídica del pago, en "L.L.", 135-1418.
Freitas, Esbofo, glosa al art. 438,11, ps. 227-228. Aquí, el brasileño se aparta de Sa-
vigny, desechando la concepción amplia del contrato que éste sustentó, en estos términos:
"Nadie llama contrato al acto de la emancipación, el de las adopciones, el acto de la U-adición
(que es contrato para Savigny). Se entiende por contrato únicamente aquel acto jurídico del
que resultan derechos personales y sus obligaciones correlativas, y derechos personales
concernientes a los bienes". De este pasaje del Esbogo se deduce lo siguiente: a) para Freitas
sólo son contratos los actos jurídicos creadores de obligaciones; b) la tradición no es un con-
trato, pues su finalidad no consiste en crear obligaciones, sino que, al contrario, se la celebra
para extinguirlas; c) la tradición es un acto porel cual son ctmplidas las obligaciones de dar;
desde ese punto de vista, la tradición es pago. Pero, como consecuencia de las premisas pre-
cedentes, la tradición, si bien es "pago", no es un contrato. Es, simplemente, un acto jurídico.
*^ J. Machado, Exposición y comentario, t. III, notas al art 1184, n" 11, p. 505; L. Se-
govia, Código Civil, 1, art. 945 (de su numeración), nota 1. p. 251. edición de 1881. Como
está dicho en el texto, los autores que siguen la teoría del acto jurídico se dividen en dos gru-
pos, pues unos creen que es un acto unilateral, y otros piensan que es bilateral. En las citas
siguientes mencionaré a unos y a otros.
La jurisprudencia acepta que el pago es un acto jurídico (C.Civ. la Cap.. "J.A.", 1944-
1-724. y "L.L.", 33-483; ídem, "L.L.", 50-850; C.Civ. 2» Cap.. "L.L". 52-608; S.C.B.A..
3/5/1960. "Acuerdos y Sentencias", 1960-1-231; C.N.Com., Sala B, 28J^1977, "E.D.". 76-
610; CN.av.. Sala D. 30/5/1975, "E.D.", 62-193). Es fiecuente que los jueces se decidan
a afirmar que el pago es un acto jurídico, pues sobre esa base admiten que la prueba de él pue-
de ser efectuada por todos los medios probatorios, incluso las presunciones (CN.Com., Sala
C, 23/11/1979, "J.A.", 1980-III-599; C.N.Civ., Sala A, I9/1W1981, "LL.",1982-B-272, y
"E.D.". 97-368).
230 ^ ERNESTO C. WAYAR
V
§ 9 1 . TEORÍA DEL ACTO JURÍDICO UNILATERAL
Se dice que los partidarios de esta teoría conforman la opinión domi-
nante; recuento aparte, son quienes cuentan con mayores argumentos. Se
afirma que el pago es un acto jurídico unilateral porque proviene sólo de la
voluntad del deudor, y que para perfeccionarlo es irrelevante "la voluntad
puramente pasiva del acreedor, quien no puede dejar de recibir la presta-
ción ofrecida, mientras exista identidad con el objeto debido"; tal la opinión
de Llambías ^. Agrega el autor que el deudor desempeña un papel protagó-
nico incuestionable para el acreedor, ya que si éste obrara de manera distin-
ta (v.gr., negándose a recibir la prestación), su posición sería ilegítima, y
que el desencuentro se resolvería mediante el juicio de pago por consigna-
ción. El acreedor, pues, mientras exista esa identidad entre la prestación
ofrecida y el objeto debido, debe someterse a la obra del deudor.
Entre nosotros, también sostienen que el pago es un acto jurídico uni-
lateral autores como Lafaille, Alterini, Bueres y Fernández Gianotti, este
último, al comentar un trabajo de Orgaz Obviamente, en la doctrina ex-
tranjera también se cuentan los partidarios de esta posición
§ 9 2 . T E O R Í A D E L A C T O JURÍDICO B I L A T E R A L
este autor insiste en que el pago es un contrato, con la excepción del supues-
to que se presenta en el pago por consignación; y añade que si bien es un
contrato, no es dable caracterizar el pago como una convención «. Etkin, en
principio, sostuvo también que el jpago era un contrato, aun cuando luego
cambió de opinión, para adherirse a la tesis del acto jurídico bilateral ss, Ló-
pez de Zavalía s< es otro de losexponentes de esta tesis,
§ 96. T E O R I A D E L A C T O DEBIDO
castellano, junto a otros ttabajos del propio Camelutti, en Estudios de derecho procesal, t.
I, ps. 505-513, trad. de S. Sentís Melendo.
La teoría del acto debido mereció la adhesión de autores españoles; así; J Puig Bmtau,
Fundamentos de derecho civil, 1.1, vol. II, p. 269,29* ed.; L. Diez-Picazo, Fundamentos del
derecho civil patrimonial, 11, n" 734, p. 612; j. Pintó Ruiz, Naturaleza jurídica del pago,
en "Revista Jurídica de Cataluña", mayo-junio de 1949, ps. 224-245.
Galli, en sus anotaciones a Salvat, Obligaciones en general, t. II, n" 1047-t> a 1047-v,
ps. 193-196. En el mismo sentido; C.N.Civ., SalaB, 21/8/1979, "L.L.", 1979-D-426.
E. Zannoni, La obligación, § 46, p. 112.
CONCEPTOS GENERALES 235
§ 9 8 . E L PAGO E X A M I N A D O D E S D E D O S P U N T O S D E VISTA:
ESTRUCTURAL Y FUNCIONAL
°* Ello sin perjuicio de admitir que, si como aonsecuencia del preliminar las partes es-
tán obligadas a escriturar y una de ellas se niega al^flserio, el juez podrá otorgar la escritura
en su nombre.
Sobre la actuación del acreedor en él procedimiento de consignación, ver Wayar,
Pago por consignación,^\Aa21,ps.l\y ¡:&.y Pago por consignacióny mora del acreedor.
Cap. II, ps. 82 y ss.. Depalma, Buenos Aires, 2000.
CONCEPTOS GENERALES 239
prescindible (art. 1187); sin él no habrá pago. No sólo eso: la tesis del hecho
jurídico, en cuanto niega que el pago —siquiera en algunas hipótesis— con-
tenga los elementos de un acto voluntario (intención, discernimiento y liber-
tad), conduce a negarle también utilidad a la noción de causa-fm, porque
ésta es un elemento propio de los actos voluntarios. Sin embargo, la impor-
tancia de la causa-fin, su finalidad moralizadora, aconseja no prescindir de
ella en aquellos casos en que el pago sea el resultado de un acto voluntario.
VI) Crítica de la teoría del acto debido. — Para interpretar la teoría
del acto debido es preciso comprender el pensamiento de su creador — F .
Camelutti —, cuyas ideas, dotadas de genuina originalidad, pueden re-
sultar extrañas a nuestro sistema. La clásica distinción entre acto lícito y
acto ilícito no satisfacía a Camelutti; el primero —denominado negocio ju-
rídico— consistía en el "ejercicio de un derecho subjetivo"; el segundo, en
"la violación de la obligación". Camelutti intuyó la existencia de una ter-
cera categoría de actos, que no podía ser incluida en ninguna de las dos an-
teriores; esta tercera categoría estaba formada por aquellos actos que no
constituían ni "ejercicio" de un derecho ni "violación" de un deber, sino
que, al contrario, se materializaban por medio del "cumplim''ínto" dé un
deber jurídico. Propuso, así, reemplazar la división bimembre por esta tri-
partita: acto lícito, acto ilícito y acto debido.
Pero, ¿cuál habría de ser el criterio clasificador? Para ordenar su cla-
sificación acudió a la idea de libertad^y a partir de allí razonó: en tanto que
el acto lícito es un acto libre, el acto ilícito y el acto debido son ocios no li-
bres. Es decir, dividió los actos jurídicos en actos libres y en actos no libres;
el acto ilícito y et acto debido eran dos subespecies de actos no libres. El
acto lícito es libre por dos razones: 1) el sujeto, en uso de su albedrfo, es li-
bre de ejercer su derecho o dejar de hacerlo (libertad psicológica), y 2) los
efectos del acto jurídico dependen de la voluntad del sujeto éste puede pro-
vocarlos o evitarlos, según su libre decisión. El acto ilícito y el acto debido
son no-libres, porque los efectos jurídicos quede ellos derivan no dependen
de ia voluntad del sujeto.
Yel pago es un acto debido, precisamente, porque el deudor carece de
libertad para cumplir o no; debe cumplir, está obligado a hacerlo. Si no lo
hace, no podrá evitar las sanciones que el ordenamiento le impondrá. Para
Las ¡deas de Camelutii sobre el "acto debido" aparecen expuestas en Prava lesiimo-
niale delpagainenio, publicado en "Rivista di Diritto Commerciale", año 1922, pane 11, ps.
335 y ss,; m Negocio jurídico, acto ilícito >' acto debido, ta Estudios de derecho procesal,
1.1, ps. 505-512,y en Sislemade derecho procesalcivil, C. I, n''24, ps.70yss„trad.deN¡cetO
Alcalá Zamora y Castillo y de Santiago Sentís Melendo.
CONCEPTOS GENERAL! 243
Frente a la crfíica de Longo, Camelutti admitió que en cienos supuestos el pago con-
figuraba un negocio jurídico —p. ej., el cumplimiento de un contrato preliminar—; a tales
supuestos.en los cuales el pago eia, al mismo tiempo, negocio jurídico y acto debido, los lla-
mó bastardas (ver nota70 precedente). No admitía, en cambio, que la esistenciade esas hi-
pótesis sirviera para borrar ladistinción entre ambas categorías: negocio jurídico y acto de-
bido —afirmaba— son categorías diversas, aunque por excepción sus elementos se
superpongan en un mismo acto. Procurando minimizar la critica del profesor Longo, Cac-
nelulti escribió: "Cualquiera ve que con el mismo garbo podría yo sostener que el negocio
jurídico y el acto ilícito son [a misma cosa. En efecto: se conocen también negocios jurídicos
que son ala vezactos ¡lícitos. ¿Porqué no? Si me obligoano vender durante un cierto tiempo
mi casa, la venta realizada antes de ese tiempo es cierlamenteunacto ilícito; (...) la ventaque
el particular hace de mercaderías de monopolio; el mismo contrato viciado por dolo respecto
del autor de él: he ahf otros tantos ejemplos para convencer de que también entre ei negocio
jurídico y el acto ilícito hay, en vez de un brusco salto, uno de esos suaves declives en medio
de los cuales se encuentran figuras ambiguas, cambiantes, formadas por un curioso entre-
tejido de negocio jurídico y de acto ilícito como de negocio jurídico y de acto debido". Con
esto. Camelutti creía demostrar que la distinción entre las tres categorías de actos no preten-
día ser absoluta, Alíadía luego que derecho y obligación son nociones inconciliables; a cada
una de ellas le^corresponden, correlativamente, las expresiones negocio jurídico y acto de-
bido. Es decir, mientras el negocio jurídico es "el ejercicio de un derecho subjetivo", el acto
debido es "el cumplimiento de una obligación". La diferencia entre ambas figuras consiste
en lo siguiente: los efectos del negocio jurídico se producen porque así lo quiere el sujeto
que lo ha creado; a la inversa, si el agente no lo quiere, no se produce el efecto. Los efectos
del acto debido, en cambio, se proáwxa a despecho de la voluntad del agente. Ahora bien:
no obstante la clara diferencia apuntada, hay un caso en el cual el pago —aclo debida por
naturaleza— consiste en el ejercicio de un derecho; esto sucede cuando la obligación no ad-
mite ejecución forzada. DiceCamelutti; "El cumplimiento de una obligación puede se: ejer-
cicio de un derecho en cuanto, sin la voluntad del agente, no se produce el efecto jurídico.
El promitente de una venta que estipula con el promisario el contrato definitivo, cumple con
244 ERNESTO C. WAYAR
Acerca del valor de la teoría del acto debido, alegando que ella permite un análisis
funcional del pago, ver E. Zannoni, La obligación, p. 114; J. C. Palmero, El cumplimiento
por el tercero, ps. 62 y ss. Sobre esto, ver también J. Beltrán de Heredia, El cumplimiento
de las obligaciones, ps. 17-44 y 109-124.
En mi Tratado de la moro (1981, § 1, p. 45, nota 5), refiriéndome brevemente al tema
de la naturaleza del pago, me adherí a la opinión sustentada por la mayoría de los autores,
y sostuve que el pago es un acto jurídico y que dentro de ese género es bilateral, sin llegar
a configurarse como un contrato. En un trabajo posterior (Pago por consignación, 1983, §
6, X, ps. 31-33) acepté la tesis que allí expuso, como colaboración, R. O. Noceti, quien ca-
lificó el pago como un acto de libertad restringida. Esta tesis, inspirada en la teoría del acto
debido, seguía las huellas de Galli y afirmaba que si bien el pago esun acto jurídico, la vo-
luntad del deudor—en el sentido de su libertad—está legítimamente restringida. Con esta
afirmación se procuraba salvar el escollo puntualizado por Camelutti, en el sentido de que
en el pago la conducta del deudor no es libre. A este respecto, escribía Noceti: "No se trata,
pues, de sostener que en el pago la liberíad del deudor no existe, sino precisamente de lo con-
trario: de afirmar que el pago es un acto voluntario, pero de libertad legítimamente restrin-
gida. No hay, entonces, la 'libertad psicológica', ni siquiera la 'presión' de la misma índole,
para pagar o no con pérdida de la 'libertad jurídica', sino lisa y llanamente una obligación
ex volúntate o ex Uge, que se debe necesariamente cumplir, porque la libertad del sujeto ha
quedado legalmente limitada". Sin negar el valor de esta tesis, estimo que tampoco puede
ser admitida si con ella se pretende explicar la namraleza del pago en todas las hipótesis po-
sibles. Un nuevo examen de este tema, y nuevas reflexiones, me han permitido comprobar
que es imposible encasillar el pago en una única categoría; al contrario, se debe admitir,
como consigno en el texto, que tiene naturaleza proteica.
246 ERNESTOC. WAYAR
Son los argumentos que expone E. B. Busso, Crfá/go Civil, t. V, art. 725, n" 59, p.
295; también A. Etkin, citado en nota 7.3.
Asf lo acepté en Compraventa y permuta, § 394, a, p. 548.
CX3NCEPT0S GENERALES 247
to; y ese contrato ¡mpiicapago del preliminar «i. La letra y el espíritu de los
arts. 1184 y 1185 lo confirman.
3) En las obligaciones de no hacer, el pago, por regla general, consti-
tuye un hecho jurídico, pues basta la adecuación de la conducta del solvens al
tenor de la obligación para que haya "pago", aunque su conducta haya sido in-
voluntaria. Los efectos del pago se producirán lo quiera o no el deudor.
Recapitulando: el pago tiene naturalezaproíe/ca, es decir, se presenta
como un hecho o como un acto, según la índole de la conducta debida y las
circunstancias en que deba ser prestada. Se ha criticado este punto de vista
mediante el siguiente razonamiento: afirmar que el pagó tiene naturaleza
múltiple implica, correlativamente, negar que el cumplimiento pueda ser
objeto de un único concepto; "se estaría dando el nombre de pago a objetos
específicamente diversos; puesto que si la naturaleza de algo es su esencia,
lo que constituye a ese algo en lo que es, va de suyo que allí donde hay dos
naturalezas hay también dos realidades distintas" *2. La crítica se inspira en
principios de lógica formal y responde al conceptualismo dogmático que
busca —aun a costa de ignorar la realidad— conceptos únicos, universales
y eternos; por eso repudia todo intento de interpretar la realidad, aunque
para ello se deba afirmar —como ocurre en este caso— que determinada
conducta es, en ocasiones, un simple hecho jurídico, y otras veces, un con-
trato. Pero ésta es la realidad vital que el dogmatismo no puede ignorar.
Cuando pretende desconocer esa realidad propone conclusiones erróneas.
¿Cómo sostener que el pago es siempre un acto jurídico si puede ser reali-
zado por un incapaz o puede materializárselo mediante un acto involunta-
rio? El pago no se presenta como una realidad única; al contrario, las "rea-
lidades" que el pago puede ofrecer son diversas, y admitirlo no constituye
ningún despropósito.
Por otra parte, la búsqueda de la naturaleza única ha conducido, ine-
xorablemente, a ofrecer una visión unilateral o parcializada del fenómeno.
Todo el esfuerzo estuvo encaminado a develar qué es el pago, sin preocu-
parse por saber para qué sirve o cuáles son sus funciones. La doctrina ac-
tual ha demostrado 83 que no es posible conceptuar el pago sin mencionar
sus funciones.
8' De acuerdo: López de Zavalía, Teoría de los contratos, "Parte general", p. 14.
^ J. J. Llambías, Obligaciones, t. II-B, n" 1397, p. 114. En el mismo sentido: Trigo Re-
presas en Cazeaux - Trigo Represas, Derecho de las obligaciones, t. IH, p. 32 de la 3' edi-
ción, La Plata, 1991. Para una réplica a esta crítica se puede ver, J. Bustamante Alsina,
petición del pago de lo que no se debe.ps. 34 y ss.
*^ J. Bel&án de Heredia, El cumplimiento de las obligaciones, ps. 17 y ss.
CONCEPTOS GENERALES 249
§ 100. LA CAUSA-FUENTE
La palabra "causa", según se vio {supra, § 65), tiene diversos signifi-
cados; cop ella se alude, por un lado, a la fuente (causa-fuente) o hecho ge-
nerador de determinada consecuencia jurídica; por otro, a lafinalidad (cau-
sa-fin) que persigue la persona que celebra un acto jurídico. Pues bien:
¿cuál es la clase de causa que integra la estructura del pago? Para formular
la respuesta es necesario establecer un distingo: a) la causa-fuente es un
elemento que no puede faltar en ningima especie de pago, y b) la causa-fin
sólo puede ser localizada en aquellos pagos que se materializa por medio de
actos jurídicos.
Están de acuerdo con esta enunieración de los elementos del pago: Llambías, Obli-
gaciones, t II-B, n" 1399, p. 114; Alterini, Ameal y López Cabana, Citrsí», l, n' 179, p. 94;
Belluscio y Zannoni, Código Civil, t. 3, art. 725, § 5, p. 412. Similar enunciación propone
la doctrina extranjera: Enneccerus y Lehmann, Tratado, L II, vol. I, "Obligaciones", § 60;
De Ruggiero, Instituciones de derecho civil, t. II, vol. 1, § 74; Giorgi, Teoría de las obliga-
ciones, iVI^n'9.
LOS ELEMENTOS DEL PAGO: LA CAUSA 251
b) Importancia de la causa-fuente
La importancia de la causa-fuente se apreciará si se advierte que cuan-
do ella no existe, el pago que se ha de efectuar será reputado como pago "sin
causa" o "indebido", lo que dará lugar a la acción de repetición (sobre este
tema, infra, § 200 bis).
La obligación sin causa-fuente puede tener lugar en dos supuestos: 1)
cuando la obligación nunca existió y el sujeto creyó o imaginó —^por
error—estar obligado: un pago efectuado en tales condiciones configura
un pago indebido (art. 784), y 2) cuando la fuente que originó la obligación
de pagar se toma ineficaz o es declarada nula, no obstante lo cual el deudor
efectúa el pago: este pago, como el anterior, es nulo, pues al desaparecer la
fuente desapareció también la obligación, o subsistía sólo en apariencia. Se
trataría de uji típico pago sin causa.
§ 101. E L P A G O C O M O A C T O VOLUNTARIO: C A U S A - H N
\AmMVS SOLVENDI
a) La causa'fin
La causa-fin es uno de los requisitos esenciales de los actos volunta-
rios ; por ende, cuando el pago es materializado por medio de un acto de esta
especie debe estar integrado por ella. La causa-fin es la. finalidad que per-
sigue el autor del acto jurídico; esa finalidad, según la tesis neocausalista
sincrética, debe ser objetiva, es decir, abstracta e idéntica para todos los ac-
tos de la misma especie, y subjetiva, esto es, debe comprender los motivos
o móviles individuales que determinaron la realización del acto.
I) Concepto.—En el particular caso del pago, corresponde circunscri-
bir el análisis al cumplimiento de las obligaciones de dar. Cuando una per-
sona entrega una cosa a otra puede hacerlo impulsada por varias razones.
¿Cómo saber si el acto de entrega constituye o no un pago? Corresponde in-
dagar li finalidad que persigue la persona que efectúa la entrega:
a) si entrega con la finalidad de constituirse en acreedor de quien la re-
cibe —es decir^ si quien la recibe quedará obligado a restituirla o a pagar
por ella un precio—, se dirá que la entrega fue hecha credendi causa; o sea,
que tendrá incidencia en el campo de los derechos de crédito;
b) si entrega con la finalidad de beneficiar a quien la recibe y sin es-
perar nada a cambio, se dirá que la entrega fue hecha donandi causa, o sea,
con un propósito benéfico o altruista;
Para cierta doctrifla, causa-fin y animus se identifican, confundiéndose en uno de los
ingredientes de la voluntad del solvens: la intención de extinguir la obligación. La intención
de extinguir (animus) es, al mismo tiempo, la finalidad perseguida por quien paga (causa-
jw). Por ejemplo: J. Bustamante Alsina, Repetición del pago de lo que no se debe, p. 52; Be-
lluscio y Zannoni, Código Civil, t. 3, art. 725, § 3, p. 411; R. de Ruggiero, Instituciones de
derecho civil, t. II, vol. I, § 74, p. 102. Por las razones dadas en el texto (§101, b), estimo
que la asimilación es incorrecta.
Sobre esta tesis, que distingue la causa-fin del animus afirmando que sólo la primera
debe ser considerada como requisito esencial, se puede ver J. Beltrán de Heredia, El cum-
plimiento de las obligaciones, ps. 153 a 163.
Naturalmente, los antifinalistas niegan que ti fin constituya un elemento del pago;
afirman que únicamente el animus tiene ese carácter (J. J. Llambías, Obligaciones, II-B, n*
1403, p. 117).
L O S ELEMENTOS D E L PAGO: L A C A U S A 253
nulidad del acto solutorio. Ahora bien: ¿la frustración de los motivos indi-
tT' viduales —finalidad subjetiva— buscados por el solvens provocarálain-
bién la nulidad del pago? En principio, la frustración de tales móviles no
afectará la validez del acto, salvo que se trate de móviles causalizados, es
decir, de móviles que además de haber sido determinantes para la realiza-
ción del acto, hayan sido exteriorizados por él deudor y conocidos por el
acreedor.
II) Importancia. — La importancia de la finalidad deriva de su carácter
esencial; si ella se fmstra, el acto quedará incausado y, por tanto, será nulo. La
causa-fuente y la causa-fm están estrechamente vinculadas. Esto se aprecia
con claridad si se tiene en cuenta lo siguiente: si el pago tiene por finalidad la
extinción de la obligación, cuando ésta no existe o ftie declarada nula, aquella
finalidad carece de sentido, ya que no se puede extinguir una obligación que
no existe. A lo sumo, el pago puede tener una aparente finalidad extintiva,
pero, probada que sea la apariencia, el pago quedará sin efecto y el solvens
podrá repetir lo que haya pagado indebidamente o sin causa.
La validez del pago depende de la validez de la obligación que le sirve
de fuente. Si el solvens entrega la cosa y el accipiens la recibe, creyendo el
primero que cumple una obhgación que ha dejado de existir —o que no
existió nunca—, el segundo no adquiere ningún derecho sobre la cosa en-
tregada y debe restituirla. Ello es así porque en nuestro derecho —a diferen-
cia del derecho alemán—, el pago no tiene el carácter de acto abstracto que
equivaldría a independizarlo de su fuente, sino que es un acto causado.
Cabe puntualizar que la ineficacia o nulidad del pago no puede perjudicar
a terceros; así, si el accipiens que recibió la cosa la transmitió a terceros ad-
quirentes de buena fe y a título oneroso, éstos quedan a salvo de la eventual
nulidad del pago efectuado a quien les transmitió (art. 1051).
b) El "animussolveruli"
Cuando el pago es un acto jurídico y es, por ende, voluntario, debe ser
realizado con intención, discernimiento y libertad. La intención de pagar,
o animus solvendi, es considerada por algunos autores como otro elemento
esencial del acto solutorio. La intención atañe al querer, es la voluntad di-
rigida a la realización del acto tal cual lo quiso su autor. Faltará intención
cuando el acto realizado no coincida con el deliberado
I) LA CUESTIÓN DE LA CAPACroAD
Para la doctrina no ha sido fácil defi ni r el animus solvendi, como lo demuestra el he-
cho de que no hay acuerdo al respecto. Se pueden señalar, al menos, tres orientaciones: a)
para unos, el animus consistiría en la "intención de actuar el contenido de la obligación"; b)
para otros, ese mismo animus consistiría en la intención de "dar a la actividad del deudor de-
terminada dirección frente al acreedor", y cj la tercera corriente, más numerosa, hace con-
sistir el animus en "la intención de extinguir la obligación". Una apreciación crítica de las
distintas tesis se puede ver en J. Beltrán de Heredia, El cumplimiento de las obligaciones,
ps. 159-163.
256 ERNESTOC. WAYAR
Revisando las opiniones que los autores expusieron sobre este tema,
es posible señalar tres corrientes de pensamiento:
a) Para quienes piensan que el pago es un simple hecho jurídico, pue-
de actuar como solvens una persona incapaz; es lógico que así lo crean, pues
para materializar hechos jurídicos no se requiere capacidad, A los efectos
de explicar la tesis razonan de este modo: en las obligaciones de hacer y en
las de no hacer, el pago és concretado mediante hechos materiales o absten-
ciones; así, si se debe blanquear una pared o arar un campo, da lo mismo que
cumpla una persona capaz o que lo haga una incapaz. Tampoco importaría
que esa persona trabaje con o sin intención de cumplir; lo único que interesa
para tener por configurado el pago es la efectiva realización del hecho de
blanquear la pared o arar el campo. Sería una herejía —se dice— pretender
la nulidad de estos pagos invqcando la incapacidad del solvens ». Aun en
las obligaciones de dar —afirman—, la capacidad es irrelevante. En efecto:
supongamos que un incapaz entrega la cosa debida al accipiens; se podría
decir que el pago es nulo, y en tal caso el incapaz —por medio de su repre-
sentante— estaría en condiciones de repetir lo qne dio. Pero, ¿tendría ver-
dadero interés jurídico para exigir la repetición? Es posible que no; carece-
rá de interés si dio lo que realmente debía, pues, ¿para qué repetir, si luego
quedará nuevamente obligado a entregar la misma cosa, sólo que esta vez
deberá hacerlo por medio de su representante? Como se ve —concluyen—,
la incapacidad no impide la configuración de un pago válido **.
Sobreesté argumento, ver Galli, Naturaleza y prueba del pago, publicado en "Ana-
les de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales", Universidad Nacional de La Plata, vol.
XII, 2* parte, n'66, p. 262.
^ La afirmación es reiterada por todos los autores que sostienen que el pago es, por na-
turaleza, un hecho jurídico (p. ej., Cazeaux y Trigo Represas, Derecho de las obligaciones,
t. II, vol. 2, p. 28). Tratándose de obligaciones de hacer y de no hacer, la intrascendencia del
requisito de la capacidad es, si se quiere, de fácil explicación. Los problemas comienzan
cuando se trata de decidir la cuestión en el campo de las obligaciones de dar.
LOS ELEMENTOS DEL PAGO: LOS SUJETOS 257
" H. Lafaille, Tratado de las obUgaciones, vol. I, n" 331, p. 297, y n" 334, p. 301; J.
Llambías, Obligaciones, II-B, n" 1454, p. 182; G. Borda, Obligaciones, I, n" 671, p. 531; Be-
lluscioy Zannoni, Código Civil, t. 3,art 726, § 3, p.418.
Defienden esta tesis: Enneccerus y Lehmann, Tratado, 1.11, "Obligaciones", vol. I,
§ 60,1.2, p. 301; A. von Tuhr, Tratado de las obligaciones, t. IL § 54, IX, p. 8; Galli, sus
anotaciones a Salvat Obligaciones en general, t II. n° 1077-a, p. 211; L. M. Rezzónico, £s-
tudio de las obligaciones, 11, p. 739; Bustamante Alsina, Repetición del pago de lo que no
se debe, ps. 34 y ss.
258 ERNESTOC. WAYAR
interesa que el solvens haya obrado con o sin capacidad; pero cuando el he-
cho no ha teiiido inicio y el accipiens decide requerir su cumplimiento, no
lo podrá hacer si el obligado es un incapaz. Por otra parte, para una especial
categoría de obligaciones dé hacer siempre será necesaria la capacidad del
pagador. Estas pocas menciones bastan para comprobar que a los fines de
resolver el problema es necesario examinarlo conforme a las distintas hipó-
tesis que pueden presentarse.
podrá luego repetirla por falta de interés. ¿O acaso se justifica que la recu-
pere para luego tener que entregarla nuevamente por rriédío de su repre-
sentante? Por este camino se llega a sostener que los arts. 726 y 738 contie-
nen una exigencia inocua e inútil, y se entiende comprobado que el pago es
siempre vm siniple hecho ^.
Pero ni una ni otra tesis es convincente. Para resolver el problema hay
que distinguir dos situaciones: la primera se presenta cuando el pago ya ha
sido consumado; la segunda, cuando el pago va a tener inicio a instancias
del accipiens o cuando se halla en curso de ejecución.
I) Primer supuesto: pago consumado. — Cuando el pago ya ha sido
consumado, es decir, después de realizado, el problema de la capacidad se
toma irrelevante; después que el hecho se ha cumplido, poco interesa si la
persona que actuó como solvens era capaz o incapaz Diversas razones
justifican esta afirmación:
a) En ocasiones, no se podrá deshacer lo hecho por imposibilidad^T-
sica; v.gr.: si una persona se obliga a transmitir un mensaje o a cantar una
ópera, luego de sucedido el hecho será imposible deshacerlo. Si ese hecho
era el que el acreedor esperaba, su derecho habrá quedado satisfecho. Por
tanto, si el solvens realizó el hecho que debía realizar y el accipiens está sa-
tisfecho, ¿hay alguna razón para declarar la nulidad del pago?
b) Otras veces, deshacer lo hecjio será antieconómico; así, si se debía
pintar una pared o arar un campo y estos hechos fueron cumplidos según lo
convenido, nadie podría justificar su destrucción alegando la incapacidad
del solvens.
c) Si el hecho se cumplió con exactitud, no cabe otorgarle al solvens
incapaz la acción de nulidad, porque ésta sólo se justificaría en caso de que
el incapaz hubiese sufrido un perjuicio, lo cual no ocurre en este caso. Al
contrario, si se le otorga al hecho realizado la fuerza y eficacia del pago, el
patrimonio del incapaz disminuirá su pasivo, lo cual debe computarse
como un beneficio.
^ Así lo afirman, por ejemplo, Cazeaux y Trigo Represas, Derecho de las obligacio-
nes, LII, vol. 2, p. 28. En general, todos aquellos que piensan que la esencia del pago consiste
en la realización objetiva de la conducta debida, sin que interese la voluntariedad con que
pudo haber obrado el sujeto, concluyen desechando el requisito de la capacidad en toda es-
pecie de pago. Sin embargo, es improbable que esa tesis pueda ser aplicada al cumplimiento
del contrato preliminar, pues en este caso el pago debe consistir, necesariamente, en la ce-
lebración de un nuevo contrato, lo cual supone la acmación de personas capaces.
Cfr. Parellada, en Bueres (dir.) y Highton (coord.) Código Civil, t. 2-B, glosa al art.
726, p. 23.
260 ERNESTO C. WAYAR
" Asf 1(3 ha hecho notar, con acierto, A. Hernández Gil, Derecho de obligaciones, n'
109, p. 316. Dicho autor sostiene que la capacidad es siempre necesaria, aun para las obli-
gaciones de hacer u omitir. Con el propósito de rcftitar a quienes piensan que en estas obli-
gaciones aquélla no hace falta, escribe: "Los autores que propugnan la no necesidad de ca-
pacidad de obrar del obligado a la realización de la prestación, suelen limitarse a considerar
el cumplimiento consumado, y no tienen en cuenta el cumplimiento pendiente. Su tesis,
aplicada a éste, conduce a sostener que, si la capacidad de obrar no cuenta, podrá exigirse
el cumplimiento frente al incapaz. Pero esto parece sumamente aventurado". La observa-
ción del autor español, con ser exacta, no alcanza a destruir la tesis de no capacidad. En efec-
to: la observación sirve para demostrar que si el pago no ha tenido inicio, no se le podrá re-
querir su cumplimiento a una persona incapaz; pero esto no significa —como el propio
Hernández Gil lo reconoce— que esté demosfrado tMnbién que la capacidad sea relevante
cuando el pago ya ha sido consumado. Sigue en pie, entonces, la afirmación según la cual
la consumación del pago toma inocua toda indagación posterior sobre la capacidad del sol'
vens.
LOS ELEMENTOS DEL PAGO: LOS SUJETOS 261
nitivo. Pues bien: para expresar esa declaración de voluntad se requiere ca-
pacidad; queda descáftádátoda posibilidad de que un incapaz pueda pagar
sin el auxilio de su representante.
Así, v.gr., si una cesión de derechos hereditarios —que debía ser efec-
tuada por escritura pública (art. 1184, inc. 6)— fiíe redactada en un instru-
mento privado, no valdrá como cesión, aunque tendrá eficacia como contrato
preliminar que obligará a las partes "a hacer escritura pública " (art. 1185).
Ese "hacer la escritura" constituye pago del preliminar y, en cuanto tal, es
un acto que sólo puede ser otorgado por personas capaces. El pago no es, en
este caso, un simple hecho. Es un acto jurídico en el sentido del art. 944.
vería según los arts. 784,790,792 y conos, del Cód. Civil it". Sin embargó,
esta tesis olvida que para hacer funcioníBr el ^^ígopomm&méí^go sin cau-
sa es necesario, precisamente, probar la existencia del error o la ausencia
de causa. Pero, ¿qué ocurre si el incapaz no incurrió en error?; ¿perderá la
acción de nulidad? Es evidente que la ley pretende protegerlo debido a su
condición de incapaz, sin que interese si incurrió o no en error; no es el error
el que justifica la repetición, sino la.falta de capacidad '<>«.
4) Si actúa como solvens un tercero incapaz, el accipiens no podrá
oponerle la compensación, pues el crédito peira reclamar la entrega de la
cosa no ló tiene contra ese tercero, sino contra el deudor. En consecuencia,
en razón de su incapacidad, ese tercero podrá repetir lo pagado, lo cual de-
muestra que la capacidad no siempre es irrelevante, como pretenden quie-
nes afirman que el pago es sieinpre im simple hecho.
'"^ De acuerdo: A. von Tuhr, Tratado de las obligaciones, L II, § 54, IX, p. 8; Busso,
Código Civil, t. V, art. 734, n° 27, p. 428; M. Giorgianni, voz "Pagamento", en Nuovo Di-
gesto Italiano, vol. IX, p. 418; Belluscio y Zannoni, Código Civil, t. 3, art 734, § 1, p. 461.
268 ERNESTO C. WAYAR
sultar al accipiens. Pero bien puede ocurrir que el solvens tenga dudas sobre
algunas de las modalidades con que se debe efectuar el cumplimiento, y a
fin de disiparlas solicite la cooperación del accipiens; no lo podrá hacer si
éste es incapaz. Menos aún podrá intimarlo a cooperar o a recibir el pago,
porque las intimaciones únicamente pueden estar destinadas apersonas ca-
paces. De todas estas cuestiones me ocuparé, in extenso, al tratar el pago
por consignación y la mora creditoris.
Las obligaciones de hacer que consisten en la celebración de un acto
jurídico —^v.gr., formalizar una escritura pública (supuesto previsto en los
arts. 1184y 1185)—requieren que ambos sujetos sean capaces. Se descarta
toda posibilidad de que pueda actuar como accipiens un incapaz.
''' Sobre esto, ver H. Cámara, El concurso preventivo y la quiebra, vol. I, nos. 35.1 y
35.2, p. 464.
Con respecto a la interpretación del art 95, inc. 5, de la ley 19.551, ver Garaguso,
Ineficacia concursal, p. 106. El art. 88, inc. 5 de la nueva ley de concursos 24.522 dispone:
"La sentencia que declare la quiebra debe contener:... 5) La prohibición de hacer pagos al
fallido, los que serán ineficaces...". De acuerdo con lo afirmado en el texto: Parellada, en
Bueres (dir.) y Highton (coord.) Código Civil, t 2-B, glosa al art. 734, p. 61.
270 - ERNESTOC WAYAR
a la masa de acreedores del fallido. Esto significa que el pago hecho al fa-
llido no libera al solvens; éste podrá ser requerido por el síndico, a quien no
le podrá oponer el recibo emanado del quebrado. Por tanto, podrá ser obli-
gado a pagar de nuevo. Conservará el derecho de exigir del quebrado, una
vez cesada la quiebra, el reembolso del primer pago. Pero si la quiebra ce-
sara, por cualquier causa, antes de que tenga lugar el segundo pago, el pago
ya realizado quedará firme y surtirá plenos efectos " 3 .
2) Los inhabilitados del art. 152 bis, como ocurre con los concursados,
no son incapaces; de allí que se haya sostenido que la inhabilitación no los
priva de aptitud para recibir pagos Es más: el art. 152 bis dice, en su úl-
timo párrafo, que los inhabilitados "podrán otorgar por sisólos actos de
aáminístracíón ", con lo cual estaría superado el obstáculo del art. 731, inc.
1, pues en él se prohibe hacer pagos a quienes no tengan la libre adminis-
tración, y aquellas personas, en principio, sí pueden administrar.
Sin embargo, no se debe perder de vista que esa facultad de adminis-
trar {Hiede ser limitada e incluso suprimida por la sentencia que declare la
ii*abilitación, según se desprende del propio art. 152 bis. Por tanto, para
decidir si el inhabilitado puede o no recibir pagos será necesario atenerse a
los términos de la sentencia. Será el juez, en suma, quien decida la situación
de estas personas.
Por ejemplo, J. Llambías, Obligaciones, II-B, n" 1462, p. 191, nota 195, última parte.
LOS ELEMENTOS DEL PAGO: LOS SUJETOS 273
pagado con base en el art. 1052 «i*. Razonan así: por ser el accipiens inca-
paz, el pago es nulo; por tanto, en virtud del art. 1052, una vez declarada la
nulidad, las partes están obligadas a restituirse lo que hayan recibido. Si
bien la restitución no procede cuando de ella deriva un perjuicio para el in-
capaz, ese perjuicio no existe en este caso, porque —por hipótesis— lo pa-
gado está todavía en su patrimonio y no ha sido ni aprovechado ni dilapi-
dado; en consecuencia, la restitución no lo afectará, ya que conserva el
derecho de reclamar nuevamente el pago. El incapaz tiene la posibilidad de
evitar esa doble traslación patrirrronial con sólo confirmar el acto, cosa que
hará por medio de su representante, porque con la confirmación desaparece
el interés del solvens en obtener la restitución.
Esta tesis presenta un escollo insalvable, pues ¿qué acción debe enta-
blar el deudor para lograr la restitución? Si la demanda se ha de apoyar en
el art. 1052, no cabe duda de que la acción que se pretende reconocerle es
la de nulidad del acto. Pero ésta es una solución inadmisible en nuestro de-
recho, porque el art. 1049 le niega expresamente a la parte capaz la acción
de nulidad "fundándose en la incapacidad de la otra parte". La titularidad
de la acción de nulidad le corresponde al incapaz, porque es a él a quien se
pretende proteger i".
II) Segunda tesis: el solvens puede pedir la confirmación del acto. —
Según otros' el deudor estaría en condiciones de tomar la iniciativa y de
demandar al representante del acreedor para que confirme el acto de pago.
Mediante la confirmación, el pago surtiría plenos efectos; entre ellos, el de
liberar al deudor.
Esta tesis tampoco halla respaldo en los textos de nuestro ordena-
nüento. En efecto: el derecho de confirmar un acto nulo le corresponde al
incapaz; él puede ejercerlo —si quiere—, y nunca puede ser obligado a
confirmar. Esto último es lo que ocurriría si se admitiera una demanda de
la píute capaz, tendiente a arrancar compulsivamente la confirmación. Por
' Esta4esis aparece insinuada por autores franceses: Demolombe, Cours de Code, t.
XXVn, n" 199, p. 167; Baudry-Lacantinerie y Barde, Des obligations, ñ, n" 1435. Bitre no-
sotros es aceptada por Salvat. Obligaciones en general, 11, n" 112, p. 229. La idea central que
la inspira consiste en reconocerle al solvens capaz la posibilidad de solicitar la restitución o
la cotifirmación del pago; para obtener esto se debe pedir —^previamente— la nulidad de ese
pago.
'" La crítica es genoralizada: Ca»aux y Trigo Represas, Derecho de las obligaciones,
t. II, vol. 2, p. 77; BeUuscio y 2:annoni, Código CivU, L 3, art 734, § 3, p. 464.
''' Como una variante de la primera tesis, se dice que la acción a entablar debe estar di-
rigida a obtener la confirmación del acto (Busso, Código Civil, t. V, art 734, n" 40, p. 430).
274 ERNESTOC. WAYAR
lo demás, las mismas razones por las cuales se te niega la acción de nulidad a
la parte capaz (art. 1049) sirven par^justificar la prohibición que se le impone
con el propósito de evitar qiie ptiédá sblicitai: la confínnación del acto. De lo
contrario, todo el sistema de protección al incapaz quedaría desvirtuado.
III) Tercera tesis: se puede demandar la imputación de pago. — Se-
gún una tercera o p i n i ó n ' s e hapensado que al deudor le asiste la posibi-
lidad de demandar por imputación de pago, demanda que tendría por objeto
la obtención de una sentencia que declare la validez del pago efectuado y,
al mismo tiempo, lo impute a la deuda que el pagador mantenía con el in-
capaz. La demanda, naturalmente, deberá ser dirigida al representante de
éste. La presente tesis parte de la idea de que id deudor le conviene afirmar
la validez del pago —^no su nulidad—; y, por tanto, si es válido, suniado al
hecho de que el deudor tiene el derecho de imputar los pagos que haya efec-
tuado (art. 773), es legítimo que pueda pedir la cancelación por medio del
mecanismo de la imputación. De ese modo evitará que el acreedor distraiga
las sumas o cosas recibidas para otros finés que no sean útiles.
Esta última tesis es, según pienso, la que menos obstáculos encuentra
dentro del sistema de nuestro Código Civil. Las doá anteriores pretenden
otorgarle al deudor que ha pagado mal una acción que la ley no le reconoce,
pues no se pyede dudar de que la nulidad y la confirmación sólo pueden ser
pedidas por el incapaz. Por eso. cuando se propone que estas acciones pue-
dan ser articuladas también por la parte capaz, se está proponiendo una so-
lución que, además de contrariar la letra de la ley, es sumamente peligrosa,
ya que podría desnaturalizar —si se extendiera a otras hipótesis— el régi-
men de nulidades organizado por nuestro codificador. De ahí la convenien-
cia de defender la tesis de Llambías: el deudor puede demandar la imputa-
ción del pago efectuado a la cancelación de la deuda que mantenía con el
incapaz, para evitar así que éste dilapide lo que recibió.
" ' El problema que se trata de resolver se presenta cuando el pago ha sido hecho a un
incapaz y éste conserva en su patrimonio la cosa recibida. Teniendo en cuenta esa situación,
ha escrito Von Tuhn "Si el objeto adeudado está todavía en poder del acreedor, el deudor
podrá ofrecerlo al represéntente legal en función de pago" (A. von Tuhr, Tratado de las
obligaciones, II, § 54, IX, p. 8). Pues bien: nadie le negaría a quien pagó la posibilidad de
ofrecerle al representante del incapaz que tome la cosa —que está en el patrimonio de su re-
presentado—tnfunción de pago; pero, ¿cuál es la vía adecuada? Ya se vio que pedir la con-
firmación no puede^en cambio, puede pedir que impute lo que recibió el incapaz al pago de
su deuda. La demanda de imputación de pago (art. 773), a diferencia de la de nulidad o con-
firmación, no le puede ser negada al solvens que pagó. La tesis fue expuesta por J, Llambías,
Obligaciones, II-B, n" 1462, p. 190.
LOS ELEMENTOS DEL PAGO: LOS SUJETOS 275
Cfr. A. Colmo, De las obligaciones en general, n" 576, p. 401; E. Busso, Código Ci-
vil, t. V, art 734, n° 50, p. 431; Cazeaux y Trigo Represas, Derecho de las obligaciones, t.
II, vol. 2, p. 78; Belluscio y Zannord, Código Civil, t. 3, art. 734, § 5, p. 465.
276 ERNESTO C. WAYAR
y justa para el problema planteado; dice el art. 735: "Si el acreedor capaz
de contraer la obligación se hubiese hecho incapaz de recibir el pago, el
deudor que sabieruio la incapacidad sobreviniente se lo hubiese hecho, no
extingue la obligación". El sentido de la norma es clarísimo: si el deudor
conoce la incapacidad sobreviniente, el pago que haga no será válido. Pero,
¿qué ocurre si desconoce la nueva situación del acreedor? Interpretando en
sentido contrario el artículo, se debe admitir que en caso de desconoci-
miento el pago es válido.
Cierta doctrina ha descartado la interpretación a contrario »"; afirma
que si bien el art. 735 declara inválido el pago que el deudor haya hecho co-
nociendo la incapacidad sobreviniente del accipiens, esto no autoriza a in-
terpretar que si desconociera esa incapacidad el pago sería válido. En abono
de esta tesis se argumenta que el principio general que rige en esta materia
es el que decreta la nulidad del pago hecho al incapaz (arts. 739 y 726); y
este principio no puede dejar de tener aplicación sólo porque la incapacidad
sea sobreviniente. La protección de los incapaces —se señala— debe ser
atendida con preferencia a la buena fe con que pueda obrar el deudor.
Esta tesis no puede ser admitida. En primer lugar, dejaría sin posibi-
lidad de implicación el art. 735, cuya redacción se tomaría superfina. Es cla-
ro: la nulidad del pago al incapaz ya está dispuesta, con alcance general, en
el art. 734; por tanto, era innecesario disponer idéntica sanción en el art.
735, nada más que reiterándola para el caso d& que el deudor conociera la
incapacidad del acreedor i«. £1 art. 735 adquiere valor sólo cuando se ad-
mite su sentido contrario. En segundo lugar, no se niega que la nulidad de
los actos jurídicos por inc^acidad de una de las partes es decretada con to-
tal prescindencia de la buena o mala fe con que pudo haber actuado la otra
parte; pero también es innegable que en el caso del pago hay particularida-
des que justifican el apartamiento de esa regla. Así, de ordinario, quienes
celebran actos jurídicos gozan de libertad de conclusión, es decir, son libres
de concluir o no el acto; en el caso del pago su realización es forzosa, en el
sentido de que si no se lo realiza el deudor será sancionado. Por tanto, si
•
L. Segovia, Código Civil, 11, art 735, nota 15; Galli, en sus anotaciones a Salvat,
Obligaciones en general, II, n" 1113, p. 230.
No se puede entender—al menos, no es el mejor método para interpretarla norma—
que el art, 735 reitere lo que se dispuso w el ait. 734. Lo valioso del art. 735 radica en que
permite afimutr la validez de un pago por incapacidad sobreviniente del accipiens, siempre
que el deudor obre de buena fe. Asf lo entendió nuestra doctrina (A. Colmo, Obligaciones
en general, n' 576, p. 401; J. Machado, Exposición y comentario, LII, p, 530; L. Boffi Bog-
gero, Tratado de las obligaciones, t. IV, 1 1300, p. 57; Belluscio y Zannoni, Código Civil,
t. 3, art. 735, § 3, p. 466).
278 ERNESTO C. WAYAR
Por cierto que el art. 735 supone un apartamiento de las reglas generales; las pecu-
liaridades del p3®o lo justifican. Busso afirmó que el artículo, por la razón indicada, cons-
tituye una normarevolucionária, "tanto si se la relaciona con otras disposiciones del Código
como si se la estudia en legislación comparada" (Busso, Código Civil, t. V, art 735. n" 7. o
435).
Cfr., por todos, Llambías, Obligaciones, II-B, n° 1465, p. 194.
LOS ELEMENTOS DEL PAGO: LOS SUJETOS 279
Cfr. J. Giorgi, Teoría de las obligaciones, t. VII, n" 98; H. Lafaille, Tratado de las
obligaciones, I, n" 357, p. 314; E. B. Busso, Código Civil, t. V, art 735, n* 15, p. 436; J.
Llambías, Obligaciones, II-B, n" 1465, p. 195; Boffi Boggero, Tratado de las obligaciones,
t. IV, § 1300, p. 57; Belluscio y Zannoni, Código Civil, t 3, art 735, § 5, p. 468.
Además de los autores citados en la nota precedente: Cazeaux y Trigo Represas, De-
recho de las obligaciones, t II, vol. 2, ps. 79-80; G. Borda, Obligaciones, I, n" 695, p. 544;
Colmo, De las obUgaciones en general, n° 576, p. 401.
Por todos: Uambías, Obligaciones, Íl-B, n" ¡465, p-195.
280 ERNESTO C. WAYAR
siderado válido. El plazo pa^a pedir la nulidad es de dos años (art. 4031, se-
gunda parte), plazo que se computará a partir de la fecha en que se haya rea-
lizado el pago.
11) S U J E T O A C T I V O D E L P A G O : E L D E U D O R
§ 104. P A G O P O R EL D E U D O R
Es la enumeración que constimye la opinión comtín entre los autores (por todos: Sal-
vat y Gálli, Obligaciones en general, U n' 1052, p. 198). Otros autores suelen indicar que
las personas legitimadas para pagar son el deudor y los terceros sin distinción, con lo cual
queda entendido que la legitimación les corresponde tanto a los interesados como a los no
interesados (R. de Ruggiero, Instituciones de derecho civil, t. II, vol. I, p. 106). Gomo se verá
más adelante, en nuestro ordenamiento se ha cuestionado el derecho de pagar que tienen los
no interesados; sin embargo, la tesis no ha tenido éxito.
LOS E L E M E N T O S DEL PAGO: L O S SUJETOS 281
§ 105. P A R T I C U L A R I D A D E S Q U E P U E D E N P R E S E N T A R S E
'^^ H. Lafaille, Tratado de las obligaciones, vol. I, n" 334, p. 301; Beltrán de Heredia,
El cumplimiento de las obUgaciones, p. 131.
282 ERNESTO C. WAYAR
Es el argumento dado por Llambfas para justificar el rechazo del pago que podrfa
ofrecer el representante del deudor(Oi>/ígactonei, II-B, n''1405,p. 120, nota 36). En el texto
sostengo que el representante que no puede justificar su penonería debe ser tratado como
tercero interesado; pero si aun esta posibilidad es negada, cabe todavía considerarlo no in-
teresado, y en tal carácter tendrfa el derecho de pagar. Basta que el representante admita ser
un tercero, y reconozca actuar como tal, para que el acreedor no pueda rechazar el pago (art.
729). Los argüihentos de Llambías, en suma, no resultan atendibles.
Es la opinión generalmente admitida (E. Busso, Código Civil, t. V, art 725, n" 160,
p. 307; Cazeaux y Trigo Represas, Derecho de las obligaciones, t. II, vol. 2, p. 26; Belluscio
y Zannoni, Código CivU, t. 3, art. 726, § 2, p. 418).
L O S E L E M E N T O S D E L PAGO: LOS SUJETOS 283
. a) Tesis restringida
Sostienen una tesis restringida los autores que piensan que el concep-
to de "tercero interesado" sólo incluye cierto número de supuestos, o que
comprende determinada situación en que se debe hallar el tercero. Son va-
rias las versiones que se han dado respecto de esta tesis limitativa.
Así, sé ubica dentro de esta corriente aquella definición según la cual
es interesado "todo tercero a quien el acreedor puede requerir el pago de la
deuda" '35. Esta defmición está construida sobre una cQntradicción; por eso
es falsa. En efecto: el tercero, por naturaleza, TZO es deudor, razón por la cual
no está obligado a pagar; y si no está obligado, tampoco se le puede requerir
'^^ Es la tesis que sustentó, en su época, Laurent, Principes, t. XVII,n° 480; entre no-
sotros se adhirió a ella B. Llerena, Concordancias y comentarios, L III, art. 727, glosa n" 1,
p. 208.
284 ERNESTO C. WAYAR
d) Como conclusión, esta tesis afimia que los únicos terceros intere-
sados a que se refiere el art. 726 sonJosentínieirados en los incs. 1,2,4 y 5
del art. 768. Fuera de éstos, no existen otros terceros interesados dentro del
esquema del Código Civil.
III) Crítica. — La crítica de la tesis restringida será expuesta, en los
párrafos que siguen, a medida que se desarrollen los postulados y funda-
mentos de la tesis amplia.
b) Tesis amplia
Una segunda corriente de pensamiento sustenta una tesis amplia,
opuesta al criterio restringido que pretende reducir el concepto de tercero
interesado a un número clausus. Dentro de esta tesis amplia, se ha definido
al interesado como "todo aquel que obtiene un beneficio lícito como con-
secuencia del pago" El elemento caracterizador estaría dado por el be-
neficio lícito que el tercero puede obtener si realiza el pago; si obtiene ese
beneficio ostentará el título de interesado. Es evidente, sin embargo, que la
expresión "beneficio lícito" es demasiado ambigua, por lo cual el concepto
se toma impreciso. En efecto: es claro que aquel que le paga á un acreedor
que le es preferente obtiene de ello un beneficio lícito; pero también es ver-
dad que cualquier persona que decida pagar una deuda ajena, con el único
afán de beneficiar al deudor, obtendrá de ese pago un beneficio h'citof aun-
que sea de carácter moral. De allí que sea preferible aquella otra definición
según la cual tercero interesado es "quien, no siendo deudor, puede sufrir
un menoscabo en un derecho propio si no se paga la deuda" . El elemento
Ese concepto fue dado por Lafaille, en su Curso de obligaciones, I, n" 427, p. 224.
Oalli también se muestra partidario de un criterio amplio; en tal sentido, expresa que debe
"admitirse que él concepto de tercero interesado es más amplio que el de tercero con derecho
a satisfacer al acreedor, a que se refiere el artículo 268 del Código Civil alemán" (Galli, en
Salvat. ObUgaciones en general. II, n" 1055, p. 199).
Es la definición dada por Llambías, Obligaciones, II-B, n" 1408, p. 125. Este con-
cepto es frecuentemente seguido por lajurisprudencia (C.N.Com., SalaC, 4/7/1977, "J.A.",
1978-11-69).
Colombres Garmendia elaboró de legeferenda, es decir, para una futora legislación, la
siguiente definición: tercero interesado "es todo aquel que puede, evenmalmente, tener que
responder por el incumplimiento del deudor, y todo aquel que sufriera un daño materid o
moral —con repercusión patrimonial— por el incumplimiento de la deuda" (£Z pago por
tercero, p. 46). Esta definición puede ser objeto, al menos, de dos observaciones: 1) es so-
breabundante, ya que la hipótesis prevista en el primer párrafo queda absorbida por la del
segundo. En efecto: la posibilidad de tener que responder por incumplimiento equivale a la
posibilidad de sufrir un daño; por tanto, bastaba con mencionar esta última contingencia
LOS ELEMENTOS DEL PAGO: LOS SUJETOS 287
para involucrar a ambas. 2) Se considera interesado al tercero que puede sufrir un daño mo-
ral, con lo cual se amplía considerablemente el concepto, despejándose cualquier duda so-
bre la posibilidad de que las afecciones de una persona puedan ser tenidas en cuenta a los fi-
nes de calificarla como "interesada" en cumplir una obligación ajena.
La nota que tipifica al interés del tercero es la eventualidad de sufrir un pequicio, al
cual está expuesto si la deuda ajena no se cumple. Ahora bien: para que pueda materializarse
ese perjuicio es necesario que el tercero esté vinculado jurídicamente con alguno de los su-
jetos de la obligación o con el objeto de ella; v.gr., ser propietario o poseedor de la cosa que el
acreedor va a sacar a remate (supuesto contemplado en el art. 268 del Código alemán) —en
este caso, la vinculación del tercero es con la cosa objeto del derecho del acreedor—; o bien
ser el tercero, a su vez, acreedor del deudor (supuesto previsto en el inc. 1 del art. 768 de
nuestro Código) —en este caso, la vinculación se da con uno de los sujetos de la obligación
(el deudor)—». Si falta esa vinculación, es decir, si el tercero no está relacionado jurídica-
mente ni con la cosa ni con ios sujetos, nunca podrá suñir un daño material por el incum-
plimiento; al menos es seguro que ese incumplimiento no será la causa-eficiente de lo que
suceda en el patrimonio del tercero. Pero sí podrá, en cambio, sufrir un padecimiento afec-
tivo; v.gr., si se trata de un pariente o amigo muy cercano al deudor, en caso de que éste in-
cumpla y deba soportar la ejecución del acreedor. El padecimiento afectivo, ¿convierte al
tercero en "interesado" a los fines del pago? Pienso que la respuesta debe ser negativa. La
ley exige que el perjuicio vulnere un derecho del tercero —así lo entiende también Llam-
bías, según se desprende de su definición—, lo cual no sucede cuando sólo son afectados los
sentinúentos del tercero. Sin embargo, éste podrá actuar como "no interesado" y efectuar el
pago, de manera que el problema se relativiza bastante.
288 ERNESTO C. WAYAR
Quienes piensan que los únicos "interesados" en nuestro derecho son los menciona-
dos en los incs. 1,2,4 y 5 del art 768, argumentan que ésa es la norma que les reconoce su-
brogación legal; los no mencionados en esos incisos no tendrían derecho a subrogarse, por-
que ninguna otra normales concede ese derecho. Luego añaden: el ait 727, si bien se refiere
al interesado, no le otorga subrogación, sino sólo el derecho de reembolso por "el valor de
lo que hubiese dado en pago". Por tanto, como sería absurdo pensar que el tercero interesado
no puede subrogarse, concluyen afirmando que para evitar ese dit .ate sólo cabe otorgarles
tal carácter a los ya mencionados del art. 768 (sobre esto, ver Colombres Garmendia, El
pago por tercero, ps. 48-57).
A esta interpretación se le puede reprochar lo siguiente: 1) el art. 727 se refiere a toda
clase de terceros —pues no distingue— y les reconoce el derecho de reembolso; si bien tex-
tualmente no está consagrada la subrogación, no cabe duda de que ésta surge de su esp&itu
y deuna interpretación leal del texto. 2) El pago del tercero extingue el derecho del acreedor,
pero mantiene viva la obligación del deudor; la deuda de éste se ha desplazado desde el
acreedor hacia el tercero, que viene a ocupar el lugar que el acreedor ha dejado (de acuerdo:
G. Giorgi, Teoiia de las obligaciones, t. V, ri» 133, p. 157; Alterini, Ameal y López Cabana.
Curso de obligaciones, l, n" 196. p. 101; Belluscio y Zannoni. Código Civil, t 3. ait. 727,
LOS ELEMENTOS DEL PAGO: LOS SUJETOS 289
'"^ Ha sido la doctrina italiana, a mi juicio, la que mejor ha explicado la teoría del "bien
debido", haciéndola funcionar con particular énfasis en Jo concerniente al pago por tercero
(G. Ancfaeoli, Contributo olla teoría deU'adempimento, ps. 7 y ss.; R. Nicoló, L'adempi-
mento dell'obbligo altná,p&. I47y ss.;R.Miccio, /AnBf ¿ícrcdíto, vol. Ln" 32, p. 163).
Sigue, en sustancia, el desarrollo de eSta tesis Beltrán de Heredia, El cumplimiento de las
obligaciones, ps. 16 y ss. Entre nosotros: J. Palmero, El cumplimiento porel tercero, ps. 57
y ss., y E Zannoni, La obligación, p. 115.
Siguiendo la exposición de Andreoli, se puede resumir así la idea central que inspira
esta tesis: a) cabe distinguir entre "satisfacción del derecho del acreedor" y "actuación del
contenido del deber"; lo habitual es que el derecho del acreedor quede satisfecho mediante
la acmación del deber, realizada por medio de la conducta del deudor, b) Sin embargo, hay
casos en los cuales se realiza "el contenido del deber" y el acreedor no queda satisfecho; y
hay otros en los cuales el acreedor queda satisfecho aunque no haya actuado el contenido del
deber. c)k partir de esta comprobación, se deduce que la actuación del deudor no constimye
un elemento imprescindible para satisfacer al acreeidor, éste puede ser satisfecho por un ter-
cero, sin que por ello se resienta la esHuctura del vínculo obligacionái. d) Por ende, todo de-
pende de la satisfacción del acreedor; si éste espera una prestación persoruilísima de su deu-
dor (v.gr., la redacción de un libro), no aceptará, naturalmente, que cumpla un tercero en
reemplazo del deudor, pero si la prestación es fungible, es^absolutamente irrelevante que
quien satisfaga al acreedor sea un tercero o el propio deudor.
Es el fimdamento expuesto por J. O. Machado, Exposición y comentario, t II, p. 507,
y Salvat. ObUgaciones en general, II, n* 1056, p. 200. Dos razones invocan estos autores
LOS ELEMENTOS DEL PAGO: LOS SUJETOS 291
a favorecer al deudor debe ser admitido por la ley; y el pago por tercero es
una manera de favorecerlo.
ni) El interés social. — También se ha dicho que el derecho del ter-
cero se funda en la necesidad de proteger el interés s o c i a l q u e se vería
resentido por el incumplimiento del deudor, lo cual se puede evitar permi-
tiendo la intervención de los terceros.
rV) El interés del tercero. — Otra d o c t r i n a a f i r m a que la razón que
justifica el derecho del tercero es lapecesidad de permitirle que proteja sus
propios intereses, cuando éstos se hallan en peligro de sufrir un perjuicio,
como puede ocurrir cuando el deudor deja de cumplir con sus obligaciones.
Si esto lesiona un derecho del tercero, debe permitírsele que cumpla por su
deudor y otorgarle el derecho de pedir, luego, la restitución de lo que haya
pagado.
V) Tesis del abuso del derecho. — También se ha sostenido que la ra-
zón del derecho del tercero radica en la prohibición que pesa sobre el deu-
dor y el acreedor para que no ejerzan abusivamente sus derechos subjeti-
vos >49. Hay abuso, se dice, cuando alguno de ellos o ambos intentan
impedirle el pago de la deuda a un tercero, que quiere hacerlo para preser-
var indirectamente un derecho suyo.
VI) Nuestra postura. — No es éste un tema para polemizar. A cada
una de las ideas expuestas en los párrafos precedentes le cabe cierta dosis
de verdad, porque, en realidad, no es una sino son varias las razones que jus-
tifican el derecho de los terceros. Basta examinar el derecho comparado
para comprobar que la mayoría de las legislaciones reconocen ampliamen-
te el derecho de los terceros a intervenir en los negocios ajenos cuando se
trata del pago
para justificar la necesidad de dar prioridad a la liberación del deudor por sobre toda con-
sideración técnica o formal: 1) en la mayoría de los casos, al acreedor le será indiferente que
quien cumpla sSa el propio deudor o un tercero; 2) al deudor, por la situación de sometimien-
to en que se halla, le convendrá, las más de las veces, que el pago lo realice un tercero.
Así opina Galli, en Salvat, Obligaciones en general, II, n" 1056, p. 200. Lo que el le-
gislador ha tenido en cuenta, según este autor, es la necesidad general de que las obligacio-
nes sean cumplidas. "Resulta preferente —dice— la atención de ese interés, que la estrictez
formal de que sólo extinga la obligación el deudor que la contrajo."
E. Busso, Código CivU, t. V, arts. 727 y 728, n" 5, p. 365.
Llambías, OWigacwnM,lI-B,n''1407, p. 122.
' ^ Algunos códigos les otorgan a los terceros —interesados o no— el derecho de pagar;
así, por ejemplo, el art 1158 del Código español: "Puede hacer el pago cualquier persona.
292 ERNESTO C. WAYAR
Por eso, antes que buscar la última ratio, es preferible adoptar un cri-
terio amplio para interpretar las normas que en nuestra legislación se refie-
ren al pago por tercero.
Cfr. L. Segovia, Código Civil, I. art. 1048 (de su numeración), glosa 22, p. 297. Es
llamativo que para Segovia el derecho de los terceros a pagar sea injustificado (Código Ci-
ví7,I,art729,n''8).
Cfr. Llambías, Obligaciones, II-B, n' 1408, p. 123.
294 ERNESTO C. WAYAR
Una regla adoptada por casi todas las legislaciones es aquella que considera irrele-
vante la oposición del deudor, quien no puede por ello impedir el pago. Su oposición tiene
otro efecto: el de limitar el derecho del tercero al reembolso hasta el tope de la utilidad ob-
tenida por el deudor como consecuencia del pago. Ver, por ejemplo, para el derecho espa-
ñol, J. Puig Brutau, Fundamentos de dereclio civil, 1.1, vol. II, "Obligaciones", p. 279.
La jurispmdencia ha reconocido el derecho del tercero a consignar (C. Paz, Sala IV,
"L.L.", 102-113). Además, es opinión casi unánime de la doctrina (Aubry y Rau. Cours, IV,
§ 322, p. 315, nota I ter; Baudry-Lacantinerie y Barde, Des obligations, II, n° 1598; entre no-
sotros: Salvat y Galli, Obligaciones en general, II, n° 1336, p. 375; en contra —consideran
que sólo el deudor puede recurrir a la consignación—, Enneccerus y Lehmann, Obligacio-
nes, vol l,% 66, p. 2X9).
LOS ELEMENTOS DEL PAGO: LOS SUJETOS 295
La doctiina que esti de acuerdo en que la opoúción conjunta se impone sobre el de-
recho del tercero es la que siguen: Salvtt y Galli, ObUgaciones en general, H, n" 1071, p.
209; De Gásperi y Morello, t ID, "Obligaciones", n* 1177. p. 39; Lafaille. Tratado de las
obUgaciones, vol. I, n" 341. p. 303. Opinan, al contraiio, que laoposicidn conjunta no alcan-
za para privar del derecho de pagar al tercero: Busso. Cffdigo Civil, t. V, arts. 727 y 728. n'
119, p. 378; Borda. Obligaciones, I. n* 662. p. 528; Uartbías. ObUgaciones, Il-B. n' 1414.
p. 130. Por mi pane, entiendo que para resolver la cuestión se impone establecer el siguiente
distingo: a) en tanto que el tercero interesado no puede verse impedido de pagar aun me-
diando la oposición coincidente de deudor y acreedor, b) el tercero no interesado s( quedará
impedido de pagar en caso de tal oposición. Más adelante (ii^, § 117) expondM las razones
que sustentan esta tesis. De acuerdo con la tesis expuesta en último término: A E. Salas,
Pago por tercero, en "J.A.", t. 1942-IV, 150-151; Cazeaux y Trigo Represas. Derecho de
las obUgaciones, t. II, vol. 2, p. 58.
Ver la nota 150 de este capítulo.
LOS ELEMENTOS D E L PAGO: LOS SUJETOS 297
§ 1 0 8 bis. P A G O C O N ASENTIMIENTO D E L D E U D O R
' De acuerdo: Salvat y Galli, Obligaciones en general, l\, tras. 1064-1066, p. 204; Ca-
zeaux y Trigo Represas, Derecho de las obligaciones, t. II, vol. 2, p. 61; Belluscio y Zan-
noni, Cddfío CiviZ, t 3, art 727, § 3, p. 423.
298 ERNESTO C. WAYAR
162
Cfr. Busso, Código Civil, t. V, arts. 727 y 728, n" 63, p. 372.
LOS ELEMENTOS DEL PAGO: LOS SUJETOS 299
ción a que pague, aunque al tiempo de ser efectuado el pago el deudor ig-
nore que ha sido realizado pese a su oposicióti. La oposición, ccnite se sabe, ^
no impide el pago, pero modifica la pretensión restitutoria del tercero; de
allí la importancia de la distinción.
Cuando el tercero paga ignorándolo el deudor queda tipificada una
gestión de negocios '«^ en la cual el tercero actúa como gestor del deudor.
También en este caso el tercero pagador tiene derecho al reembolso, preten-
sión que podrá intentar por medio de dos acciones; la que nace de la gestión
(art. 2298), o la subrogatoria que se le reconoce a todo interesado que paga
una deuda ajena (arts. 727 y concs.). Como en el caso anterior, aquí también
la elección de la acción a entablar reviste particular importancia. Se ha de
tener en cuenta que si se elige la acción originada en la gestión de negocios,
le incumbirá al tercero probar que ha realizado una gestión útil, porque ésta
es una condición para que proceda la restitución al gestor (art. 2297); y, en
general, se debe acreditar la concurrencia de todos los requisitos exigidos
para la gestión.
Cabe reiterar que en cualquiera de los supuestos mencionados —es
decir, que el pago del tercero sea realizado con asentimiento del deudor, o
que se lo haga ignorándolo éste— el tercero cuenta con la acción subroga-
toria, por expresa disposición del art. 727. "En ambos casos —dice el pre-
cepto—, el que hubiese hecho el pago puede pedir al deudor el valor de lo
que hubiese dado en pago." Empero, además de esa acción subrogatoria, el
tercero cuenta con la de mandato, si pagó con asentimiento del deudor, o la
de la gestión de negocios, si pagó ignorándolo el deudor. Puede acumular
ambas acciones 's*.
' Es la tesis expuesta por Llambfas, ObUgaciones, II-B, n" 1421, p. 136, especialmen-
te nota 72.
L O S ELEMENTOS D E L PAOO: L O S SUJETOS 301
§ 111. P A G O D E L TERCERO C O N T R A LA V O L U N T A D D E L D E U D O R
Cfr. Busso, Código Civil, t. V, art. 758, n' 5, p. 594; Llambías, Obligaciones, II-B,
n" 1561, p. 279; Borda, Obligaciones, I, n"'764, p. 583.
LX)S ELEMENTOS D E L PAGO: LOS SUJETOS 303
De acuerdo con nuestra tesis: A. E. Salas, Pago por tercero, en "J.A.", t. 1942-IV-
150; Colombres Garmendia, El pago por tercero, p. 55. Con todo acierto, en una sentencia
se resolvió que "no es necesario ser deudor ni estar interesado en la obligación para tener el
poder jurídico de extinguirla. Los terceros tienen un verdadero derecho a pagar, aunque no
tengan la obligación de hacerlo" (C.N.Civ., Sala F, 4/7/1968, "L.L.", 134-1082,20.310-S).
306 ERNESTO C. WAYAR
Con mayor amplitud he tratado esta cuestión en Wayar, £/ pago por consignación
y la mora del acreedor. § 34, IV, ps. 168 y ss.
Llambías, Obligaciones. U-B. n" 1430, p. 149.
LOS ELEMENTOS D E L PAGO: LOS SUJETOS 307
§ 118. EL ACREEDOR Y S U S S U C E S O R E S
a) El acreedor individual
El acreedor es, por antonomasia, el sujeto pasivo del pago; esta afir-
mación no requiere explicación alguna. El art. 731, inc. 1, no podía dejar de
expresarlo: El pago debe hacerse: 1) a la persona a cuyo favor estuviere
constituida la obligación ". Es al acreedor a quien le compete el derecho de
crédito que lo faculta a exigir t\ cumplinúento; goza, pues, del ius accipien-
di. Pero, al propio tiempo, es depositario del deber de aceptar el pago; si se
negara a recibirlo sin razones serias, el deudor podría consignar judicial-
mente lo que debe.
El acreedor, en suma, tiene el derecho de exigir y el deber de aceptar
el cumplinúento.
b) Pluralidad de acreedores
El Código contiene varias disposiciones innecesarias en cuanto al
pago en caso de que los acreedores sean varios. Así, si la obligación es so-
lidaria o si el objeto es indivisible, el pago puede ser hecho "a cualquiera
de los acreedores ", según el inc. 2 del art. 731. Es que no puede ser de otro
308 ERNESTO C. WAYAR
modo: si Juan les debe $ 1.000 a Pedro, Diego y Pablo, quienes son acree-
dores solidarios, tietif; que entregarle a cualquiera de ellos la totalidad de la
suma adeudada. Ése es el efecto de la solidaridad (art. 699), Si lo que Juan
debe entregar es un caballo (objeto indivisible), podrá dárselo a cualquiera
de los acreedores, ante la imposibilidad de fraccionar el objeto (art. 667, in
fine). En ninguno de estos dos casos el deudor está obligado a reunir a todos
sus acreedores para pagar; es suficiente con que le pague a uno solo —cual-
quiera de ellos— para liberarse de la obligación. Las relaciones entre los
distintos coacreedores constituyen una cuestión distinta, que se resolverá
luego del pago, pero que no tendrá influencia en la extinción del vínculo.
La elección del acreedor a quien se hará el pago le incumbe al deudor.
Esta facuhad cesa cuando "el deudor no estuviese demandado por alguno
de ellos " (inc. 2, in fine, del art. 731). En tal caso, el pago sólo puede ser he-
cho al acreedor demandante.
Empero, si la obligación es simplemente mancomunada o tiene un
objeto divisible, el pago debe ser efectuado —dice el inc. 3 del art. 7 3 1 —
"a cada uno de los coacreedores, según la cuota que les corresponda".
Esta disposición también es innecesaria, porque la solución que consagra
ya está dispuesta en los arts. 674, para las obligaciones con objeto divisi-
ble, y 691, para las simplemente mancomunadas. En esta clase de obliga-
ciones, el derecho de cada acreedor está limitado a la cuota que le corres-
ponda en el crédito, y en la misma medida está facultado a exigir el pago.
Si uno de ellos recibe la totalidad, descontada la cuota-parte suya, por el
resto será tratado como un tercero.
pagar, sino que también están incluidos los "legítimos sucesores por título
universal"; pero, ¿cuáles son estos sucesores distintos de los herederos? Si
bien la cuestión es controvertida, se puede decir que son tales: a) el legata-
rio de cuota '76, y b) el cesionario de derechos hereditarios '77.
El Código menciona a estos sucesores universales para el caso de que
el acreedor haya/allecido, con lo cual queda claro que se trata de sucesores
mortis causa. Esto no quiere decir queel sucesor particular de un crédito
por causa de muerte, es decir, el legatario de crédito, no asuma la condición
de acreedor que tenía el causante (art. 3786).
2) Los sucesores particulares inter vivos. Son sucesores particulares,
en condiciones de ejercer el ius accipiendi, "los cesioruirios o subrogados,
legal o convencionalmente" (art. 731, inc. 5), a quienes el acreedor les ha
transmitido su condición de tales transfiriéndoles sus derechos, acciones y
garantías contra el deudor.
Este inciso prevé dos supuestos: a) el del contrato de cesión, por el
cual el cesionario adquiere del cedente el derecho de crédito, y fc) el pago
con subrogación, sea que ésta teng^ lugar por convención de las partes o
por imperio de la ley, y en cuya virtud el subrogado pasa a ocupar el lugar
del subrogante (art. 771).
Cada una de estas hipótesis está regida por las reglas que correspon-
den a cada una de las figuras mencionadas.
A la persona llamada a suceder por testamento, con derecho limitado a una parte alí-
cuota del patrimonio del causante, se la denomina legatario de cuota. La doctrina discute so-
bre la naturaleza jurídica de este legatario: creen unos que es un sucesor particular, sostienen
otros que lo es, pero de carácter universal (sobre esto, ver J. C. Rébora, Derecho de las su-
cesiones, 1.1, § 284, p. 449,2* ed.). En lo que atañe al pago, el legatario de cuota está legi-
timado para recibir lo que se le debía al causante, desobligando al deudor, sin perjuicio de
las relaciones internas entre él (el legatario) y el O los herederos.
' Acerca de la cesidn de herencia, ver F. López de Zavalía, Teoría de los contratos.
"Parte especial", I, § 95, ps. 641 y ss.
Los sucesores del acreedor —sean herederos, legatarios o cesionarios— deben acreditar
su condición de tales frente al deudor, ya que no se puede exigir de éste un pago directo a
las personas que dicen ser sucesores sin demostrarlo, porque se lo sometería al riesgo de pa-
gar dos veces, que es precisamente lo que la ley quiere evitar (C.N.Civ., Sala A, 8/10/1976,
"E.D.", 75-572). Es más: en un fallo se resolvió que no era posible considerar en mora al
deudor, aunque se trataba de una obligación con plazo cierto, si et pago debía ser efectuado
a los herederos del acreedor primitivo y éstos no lo interpelaron (C.N.Civ., Sala C,
30/6/1978, "Boletín C.N.Civ", 1978-V-181, sum. 282). La doctrina de esta sentencia es co-
rrecta, porque los herederos actuaron de manera tal que impidieron que el deudor tomara co-
nocimiento de la muerte de quien era su acreedor, en tal caso no rige la mora automática (art.
509, primer párrafo), porque el retraso no es imputable al obligado.
310 ERNESTO C. W A Y A R
Esta tesis fue sustentada por Demolombe (Cours de Code, t. XXVII, n" 147) y se-
guida, entre otros, por Baudry-Lacantinerie y Barde (Des obligations, t. II, n° 1441). No es
buena esta tesis, en tanto pretende imponer una afirmación absoluta; en todo caso, más ati-
nada resulta la opinión de Busso: la cuestión debe ser resuelta interpretando la intención real
de las partes, sin descartar, desde el inicio, que el abogado o escribano pueda actuar con
mandato tácito (Código Civil, t V, art. 731, n° 76, p. 395).
' En particular referencia al escribano, se ha dicho que siendo éste un oficial público,
debe actuar con imparcialidad frente a las partes, de modo que, en principio, cabe negar la
posibilidad de que sea considerado como mandatario de alguna de ellas (Llambías, Obliga-
ciones, II-B, n" 1437, p. 157, nota 114). Sin embargo —y así lo reconoce el propio Llam-
bías—, si median circunstancias inequívocas que inducen al deudor a pensar, de buena fe,
que el escribano está autorizado a recibir pagos, los que haga tendrán fuerza cancelatoria, sin
perjuicio de las relaciones ulteriores entre el escribano y el acreedor. Habrá "circunstancias
inequívocas", por ejemplo, si el deudor le paga al escribano con conocimiento del acreedor,
quien guarda silencio o lo consiente (C.N.Civ., Sala D, 7/12/1979, "L.L.", 1980-C-38; ídem,
12/12/1968, "L.L.", 135-1222,21.695-S).
AI abogado o procurador a quien se le ha conferido un poder para iniciar la acción ju-
dicial tendiente al cobro de un crédito, se lo entiende implícitamente autorizado a recibir el
pago, aunque en el instrumento notarial en el cual consta el poder no se haya incluido una
cláusula expresa en tal sentido (C.S.J.N., "Fallos". 191:523, y "L.L.", 25-788). Es más: si
el poder se le confirió a fin de interponer toda clase de demandas por incumplimiento de con-
trato, ello significa queel apoderado está habilitado para intentar todas las acciones que naz-
can de ese incumplimiento —^no sólo la de resolución, sino también la de cumplimiento con
facultad para recibir—(CN.Civ., Sala C, 13/9/1965, "L.L.", 121-678,13.065-S). Pero, por
otra parte, si el poder fue otorgado para recibir sumas de dinero en determinado juicio, el
apoderado no está legitimado para demandar su cobro en otro proceso (C.N.Civ., Sala B,
20/10/1981, "E.D.", 98-307).
314 ERNESTO C. WAYAR
pero si Pablo me notifica que ha designado a Pedro para recibir el pago, se produce una suer-
te de desdoblamiento en los atributos del acreedor: mientras Pablo continúa siendo el acree-
dor, ya no podrá ser el destinatario, en tanto que Pedro, sin dejar de ser tercero, se convertirá
en destinatario. Por fin, si me obligo con Pablo a transportar todos los días a Pedro hasta sj^
lugar de trabajo, el pago se hace para Pablo pero en beneficio de Pedro, y por esa circuns-
tancia bien puede éste ser considerado destinatario, En cambio, si me obligo a no transportar
a Pedro, ¿continuará éste siendo el destinatario? No es oportuno llamarlo así, porque el be-
neficio desaparece. Como se ve, la individualización del sujeto que sirve de punto de refe-
rencia para la realización del pago es insuficiente para ubicar la figura del destinatario; se
requiere, además de esa individualización, un dato objetivo, consistente en la utilidad o be-
neficio que el pago debe producirle al sujeto. No acaban aquí las complicaciones: en las obli-
gaciones que consisten en un puro hacer y en las de no hacer, no siempre es posible localizar
al beneficiario. Por ejemplo, cuando cumplo la obligación de no sobreelevar un muro me-
dianero, esa abstención puede beneficiar tanto al propietario colindante, que es mi acreedor,
como a otros vecinos más alejados, que no 10 son, con lo cual tendríamos una obligación con
un solo acreedor y varios destinatarios del beneficio. Para superar estas dificultades se su-
giere circunscribir la figura del destinatario a las obligaciones de dar, lo cual permitiría ase-
gurar que "destinatario" es el sujeto habilitado para recibir la cosa que debe ser entregada,
ya se trate del acreedor o de un tercero habilitado al efecto (sobre esto, ver Piero Schlessin-
ger, El pago al tercero, cap. I, ps. 1 -61, trad. del italiano por A. de La Esperanza Martines-
Radio).
' Por cierto, considerar que un tercero puede constituirse en destinatario del pago no
implica desnaturalizar la esüiictura del vínculo obligatorio establecido, desde su origen, en-
tre acreedor y deudor. Es fácil comprender esto si se tiene presente la diferencia conceptual,
que se refleja en los hechos concretos, entre "destinatario del deber" y "destinatario del
pago" (sobre esto, ver Aliara. Le nozionifondamentali del diritto civile, I, p. 244,5* ed.). La
primera denominación es exclusiva del acreedor, lo cual resulta lógico, porque si es él quien
ostenta el derecho de crédito, también a él tiene que dirigirse el deber coBrelati vo a ese de-
recho. En cambio, la segunda denominación no es exclusiva del acreedor, ya que esa con-
dición puede corresponder a ciertos terceros. Ambas sonesenciales, en tanto no pueden fal-
tar cnJa obligación; pueden o no coincidir enel inismo sujeto sin.queesto afecte, como^ia,
se dijo, la estructura del vínculo.
316 ERNESTO C. W A Y A R
a) Concepto
Según el art. 731, inc. 7, el pago debe sefhecho "al tercero indicado
para poder hacerse el pago, aunque lo resista el acreedor, y aurujue a éste
se le hubiese pagado una parte de la deuda". La ley habla de tercero "in-
dicado", con lo cual, en realidad, dice muy poco; por empezar, no nos dice
a quién le corresponde la facultad de indicar al tercero. Siguiendo las reglas
de la lógica formal, si el acreedor.es el destinatario primario del pago, a él
debe corresponderá la facultad de indicar al tercero. Sin embargo, la doc-
LOS ELEMENTOS ECL PAGO: LOS SUJETOS 317
' Por todos: E. Busso, Código Civil, t. V, art. 731, n" 145, p. 404. Esta misma doctrina
suele señalar lo siguiente: 1) la figura del adjectus ha caído prácticamente en desuso ante el
auge alcanzado por la cesión y las diferentes formas de representación; 2) el adjectus es asi-
milado, en la actualidad, al mandatario cuyo mandato es irrevocable. Empero, ni una ni otra
afirmación es rigurosamente exacta. Lo que se ha dejado de usar es la designación del ter-
cero tal como se la practicaba en el derecho romano; pero esto no significa que haya perdido
toda utilidad. Las nuevas formas de contratación, la presencia cada vez más fuerte de la "em-
presa" y del "empresario" como centros de imputación de efectos jurfdicos, han dado vida
a relaciones jurfdicas subjetivamente complejas, en las cuales el pago a terceros se presenta
con relativa frecuencia. Que el acreedor pueda designar a un tercero a quien el deudor debe
efectuarle el pago, con fuerza cancelatoria, es un instrumento que contribuye a dünamizar el
desarrollo de las relaciones patrimoniales. En lo que atañe a la segunda afirmación, decir que
el adjectus es un mandatario equivale a suprimir la figura. ¿Cómo tratar, entonces, a aqu^la
persona que ha sido autorizada a recibir el pago sin que se le haya otorgado mandato? Re-
cordemos que para cobrar se requiere un poder especial, y que el otorgamiento de esa facul-
tad es interpretado con carácter restringido, todo lo cual redunda en perjuicio de la figura en
estudio. Por las razones expuestas en el texto y las notas siguientes, no es conveniente iden-
tificar al adjectus con un mandatario.
Por ejemplo. Borda, Obligaciones, I, n" 677, p. 535. Esta tesis es errada: el adjectus
cobra para ;f; esto es: la autorización se le extiende en su exclusivo interés, lo cual excluye
• la posibilidad de que haya mandato, ya que a éste no puede conferfrselo en exclusivo interés
del mandatario (art 1892, in fine).
Digesto, XLV1,3,12. Ulpiano (Comcmarfcí a Satmo, libro XXX) dice allí: "al ver-
dadero procurador se le paga bien. Pero debemos tener por verdadero a aquel a quien se dio
especialmente mandato, o a quien le fue encomendada la administración de todos los nego-
cios". Luego de sentar esta regja general, el jurisconsulto romano seflala diversas particu-
laridades que pueden presentarse, todas ellas relacionadas con el pago a terceros. Así, en el
parábalo I dice: "A veces, sin embargo, se le paga bien también al que no es procurador;
por ejemplo, a aquel cuyo nombre está escrito en la estipulación, si alguno estipulara 'para
318 ERNESTO C. WAYAR
sí o paraTicio'. Queda localizada, aquí, la figura del adjectus romano, cuyas características,
según este texto, son dos: a) no es un procurator (mandatario); fcj su designación debe estar
escrita en la estipulación". En el parágrafo 2 se lee: "Pero si alguno hubiere mandado que
yo le pague a Ticio, y luego le hubiere vedado a él que cobre, si ignorando yo que se le pro-
hibió que cobrara le pagase, también quedaré libre; pero si yo lo hubiere sabido, no quedaré
libre". Aquí, Ulpiano se refiere al mandatario cuyo mandato ha sido revocado, estableciendo
lo siguiente: a) si el deudor desconoce la revocación del mandato, el pago que le haga al
mandatario será válido: b) al contrario, si conoce la revocación, su pago será inválido. En
el parágrafo 3 del mismo pasaje del Digesto está escrito: "Otra cosa es, si me dijereis que al-
guno estipuló 'para sí o para Ticio'; porque en este caso, aunque me prohiba que le pague
aTicio, pagándole, quedaré, sin embargo, libre, porque la estipulación contenía cierta con-
dición, que el estipulante no pudo cambiar". También en este parágrafo Ulpiano se está re-
firiendo al adjectus, destacando el carácter irrevocable de su designación. Es claro: si la de-
signación está "escrita" en la estipulación (contrato) celebrada entre acreedor y deudor, el
adjectus queda incorporado a la relación en calidad de tercero autorizado para recibir el
pago; luego, no le es posible al acreedor, unilateraünente, revocar aquella designación. In-
vocando el parágrafo 2 ya citado, se podría sostener que la designación del adjectus puede
ser revocada por acuerdo de acreedor y deiidor, pero esta conclusión no surge explícita de
la fuente, y de sus términos más bien se deduce que se trata de un simple mandatario para
cobrar cuyo poder ha sido revocado por el acreedor. Por fin, en el parágrafo 4 dice Ulpiano:
"Pero aunque yo no le pagare al verdadero procurador, si su principal ratificase lo que se
pagó, tíene lugar la liberación; porque la ratificación se equipara al mandato". Aquí, el ter-
cero tenido en mira es el "no autorizado", quien queda convertido en mandatario si el acree-
dor ratifica el pago que se le ha hecho (sobre esto, ver P. F. Girard, Manuel éléinentaire de
droit roinain. 7*ed., p. 729; C. Maynz, Curso de derecho romano, II, § 288, p. 591. y, es-
pecialmente, J. P. Molitor, Les obligations én droit romain. t. II, n" 970, p. 407,21 ed^para
estos dos últimos autores —sea dicho de paso—, el adjectus es un mandatario).
LOS ELEMENTOS DEL PAGO: LOS SUJETOS 319
acuerdó de las partes añade que así debe constar en una de las cláusulas del
contrato. Sin enibargo, no puede negársele al acreedor la posibilidad de in-
dicar a un tercero con posterioridad al nacimiento de la obligación y antes,
naturalmente, de que haya tenido lugar el pago. En tal caso, será suficiente
que el acreedor comunique en forma fehaciente el nombre y las demás cua-
lidades de la persona designada para que rija el inc. 7, es decir, para que el
deudor quede obligado a pagarle al tercero. La posibilidad de indicar al t e r -
cero luego de constituida ia obligación surge de la propia ley; en efecto: se-
gún la última parte del inc. 7, el deudor debe pagarle al tercero, aunque ya
le haya pagado una parte de la deuda al propio acreedor. Si este pago fue
realizado es porque la obligación ya existía.
Por fin, debe quedar claro que el tercero designado cobra para ..i, es
decir, en provecho propio, y no por cuenta del acreedor. Esta particularidad
también resulta de la propia ley; si el tercero cobrara para el acreedor, ac-
tuaría como su representante, situación ya prevista en el inc. 1 del art. 731,
por lo cual no tendría sentido que el Código lo reiterara en otro inciso del
mismo texto.
Recogiendo las notas anteriores, se puede sostener que el "tercero in-
dicado" a que se refiere el art. 731, inc. 7, es la persona, ajena a la obliga-
ción, a la cual el acreedor ha designado para recibir el pago y aprovecharlo
para sí. Una vez que la designación ha sido notificada al deudor se toma
irrevocable, y éste no puede pagarle a otro que no sea el designado.
b) Naturaleza
El tercero indicado es el beneficiario del pago; la designación de que
ha sido objeto lo habilita para recibit y aprovechar para sí la prestación del
deudor. Ejerce un derecho propio, que le ha sido dado por el acreedor; ese
derecho no lo faculta para exigir el cumplimiento, pero sí lo habilita para re-
cibir la prestación. Se trata, además, de un derecho abstracto; es decir, su
ejercicio se independiza de las vicisitudes (o no está condicionado por
ellas) que pueda sufrir la relación subyacente entre el acreedor y el tercero.
Cuando se dice que es un derecho propio, se pretende evitar toda con-
fusión con las diferentes formas de representación; el tercero obra por j / y
para sí, no es un representante del acreedor ' 9 ' . Cuando se dice que es un
derecho abstracto, se quiere significar que la relación del acreedor con el
tercero no influye sobre la calidad de habilitado que éste reviste, ni impide
Comp. Parellada, en Bueres (dir.) y Highton (coord.) Código Civil, t. 2-B, glosa al
art. 731, p. 47.
320 ERNESTO C. WAYAR
equivale a sostener que el tercero actúa por cuenta del acreedor Sin em-
bargo, una de las características típicas del indicatario es que obra en bene-
(sHo" eofflo linónimof, sdjudieándoleí el lignifieado que con-eiponde al "autoHudo sin re-
preientación". Por cierto, en nueitro derecho no lerfa poilble entender que al Indicatario le
lo eonitituye mediante una declaración del acreedor dirigida sólo at deudor, puei la deiig-
naelón debe ler aceptada por el tercero, lo cual (upone que el acreedor también debió diri-
girK a él; pero la diferencia entre mandatario e indicatario surge del an, 1892, Infln», como
eitá leflalado en ei texto.
b) Algunos autoreí, aun cuando hacen depender la designación del adjtcm de un acuer-
do previo entre acreedor y deudor, descartan que aquél lee un representante del acreedor; le
eifUerzen en afirmar que te eonfigurauna autorización sin repreientaeión (p. eJ,, A. Hernán-
dez Oil, Derteho de oblliaeiones, n* 103, p. 300).
e) El importante deitacar que Llambías, luego de haber sostenido que la designación del
tercero (are, 731, inc. 7) no era otra cosa que un mandato, terminó por admitir que el tercero
no es un mandatario. En efecto: al elaborar el Anrc/^royccro dt ¡954, trabi\jado entre ios aftos
1930 y 1934, propuso eliminar toda la enumeración que contiene el art. 731 y reemplazarla
por dos artfeu os (970 y 971), referidos únicamente al acreedor aparente y tercero no au-
torizado; con ellos agotaba la nómina de terceros que podían ocupar el lugar del acreedor en
la recepción del pago. Consideraba Llambías, cuando elaboró el proyecto, que el tercero in-
dicado no era otra cosa que un mandatario; por tal razón, entendía que lu reglas del mandato
bastaban pera regir esta figura. Adem¿s, consideraba inapropiado que esa designación tu-
viera carteter irrevocable, pues il se la hacía tn Inttris dtl aerttdor, no era lógico que se
le prohibiera a éste revoev la indicación, ya que sólo su interés estaba comprometido. Lo
lógico era precisamente lo contrario, es decir, que se pudiera revocar la Indicación. Por estas
razones suprimió, como ya d|je, la figura del tercero indicado ptfa recibir el pago (sobre
este, v&Anttproyieie dt Código Civil di 1954, edición de la Universidad Nac omd de Tu-
cumán, 1968, art. 970, "Notas explicativas", p. 414). La opinión sostenida en el Anítproyic-
to —que bien puede ser atribuida a Llambías, en su caricter de director del Instituto de De-
recho Civil del Ministerio de Justicia, que fue ei 'ente que lo e l ^ r ó — fi>e posterionnente
revisada en el Tratado di dirtehe eWll ("ObUgaciones", t. II-B, n» 1440, p, 139 de la 2* edi-
ción, aflo 1973). Dice alif, luego de fundar su opinión: "En suma, el 'adjtctus' es titular de
un dirielwpropio, abstracto, que no es dable eonfiíndircon la condición de mandatario del
acreedor".
Por todas las razones expuestas, no parece apropiado insistir en calificar al tercero Indi-
cado (art, 731, inc, 7) como mandatario del acreedon se trata de un tercero autorizado a co-
brar, que aettia en su propio interés, sin representar ti ao'eedor,
' ^* Frediamente es éste el nudo gordiano del asunto, Ei indicatario es una figura autó-
noma respecto de las diversas formas de representación, porque actúa tn su propio inttris.
Ai contrario, siempre que el tercero actúe en interés del acreedor su actuación tendrá carácter
representativo. No parece posible, en nuestro derecho, la afirmación según la cual el adjie-
tus encama un interés qjeno, sin ser un representimte (Hernández 01!, Dtrtclw di obliga-
ciones, n* 103, p. 300; ^rmaelón que reiteran Belluscio y Zannoni, Código Civil, u 3, art,
7 3 1 , 1 1 0 , p. 444), porque si está autorizado a cobrar en interés del acreedor, será siimprt
un representante de éste, sea que al cobrar manifieste que lo hace pm otro (repr^entación
directa), sea que denuncie hacerlo en nombre propio (representación indirecta); y habrá re-
presentación porque las consecuencias jurídicas se traslidtm a le esfera del representttdo (so-
bre este, ver V. Neppi, Causalidad Jurídica y rtpresentaeión, p, 87). Si se parte de la premisa
322 ERNESTO C. WAYAR
de que el tercero "encama" el interés del acreedor, se habrá de caer, fatalmente, en alguna
de las especies de representación; así le ocurre a P. Sehlessinger, el cual, si bien traza rasgos
peculiares en cada una de las figuras de "terceros" (mandatario, indicatario y adjectus), ter-
mina afirmando que todos ellos, en mayor o menor medida, no son otra cosa que repre-
sentantes del acreedor (El pago al tercero, ps. 39 y ss.).
En cambio, si se parte de la premisa de que el tercero indicado obra en su propio interés,
queda descartada toda posibilidad de confusión con las diferentes especies de repre-
sentación y mandato, ya que en virtud del árt. 1892 no es posible conferir mandato en el in-
terés exclusivo del mandatario.
LOS ELEMENTOS DEL PAGO: LOS SUJETOS 323
Por cierto, nada impide que el propio tercero sea instituido, paralela-
mente, como mandatario del acreedor. En tal caso, el tercero revestiráel do-
ble carácter de "autorizado" y "mandatario", con lo cual sus facultades au-
mentarán. En efecto: si bien como autorizado no tiene facultad para exigir
el cumplimiento, sí la tiene como mandatario; por tanto, para exigir el pago
deberá obrar por cuenta del acreedor, es decir, como mandatario; pero si se
limita a recibir podrá hacerlo como autorizado.
II) Con íadeZegación acíiva.—En derecho comparado se consideró que
la indicación del tercero quedaba asimilada a la delegación activa " 5 , es decir,
a la figura de la riovación por cambio de acreedor. Si bien hay alguna afinidad
entre ambas, en modo alguno llegan a confundirse. Veámoslo.
En una de sus variantes, la novación subjetiva activa (delegación) tie-
ne lugar en virtud de un acuerdo entre el deudor y el nuevo acreedor, acuer-
do que debe contar con la "autorización" del acreedor anterior Esta es-
pecie de delegación se diferencia con claridad de la indicación del tercero,
porque el derecho de éste no nace del acuerdo del propio tercero con el deu-
dor, sino de la decisión del acreedor notificada al deudor, decisión que debe
ser "aceptada" por el tercero; en todo caso, el acuerdo existe entre acreedor
y tercero. La delegación activa preceptuada en nuestro Código se asimila
aún más a la indicación, pero sin absorberla; en efecto: conforme al art. 817,
habrá novación por sustitución de acreedor "en el único caso de haberse
hecho corí consentimiento del deudor el contrato entre el acreedor prece-
dente y el que lo sustituye ". Varias son las diferencias entre ambas figuras:
1) En la delegación es necesario el consentimiento del deudor. En la
indicación no se requiere ese consentimiento: basta que el acreedor le no-
Por todos: Cazeaux y Trigo Represas, Deretho de las (nugaciones, t. ÍI, vól. 2, p. 87.
LOS ELEMENTOS DEL PAGO: LOS SUJETOS 325
§ 123. DELIMITACIÓN DE LA H G U R A
Conforme al inc. 6 del art. 731, el pago debe ser hecho "al que presen-
tase el título del crédito, si éste fuese de pagarés al portador, salvo el caso
de hurto o de graves sospechas de no pertenecer el título al portador". En
virtud de este inciso, queda incorporado a la nómina de sujetos legitimados
para recibir el pago el tercero que presente el título de crédito cuando haya
sido emitido al portador; debe tratarse de un tercero tenedor del título, esto
es, de una persona distinta del acreedor. De ahí que si quien se presenta lo
hace como legítimo tenedor del título, porque lo recibió por endoso del te-
nedor anterior, no debe ser considerado como tercero, sino como acreedor;
el incisorio se refiere a esta clase de tenedor del título. Cuando se dice que
el tenedor del título debe obrar como tercero, se quiere significar que lo
consiguió por medios irregulares, que no lo convierten en acreedor, sino en
mero tenedor con apariencia de serlo en virtud de la tenencia que ostenta.
Precisaniente, si el Código convalida el pago que pueda hacerle el deudor
a esta especie de tenedor, lo hace en mérito a la buena fe con que —^presu-
me— ha obrado el deudor al realizar el pago; en efecto: si se presentó ante
el deudor una persona llevando consigo el título de crédito, no se puede du-
dar de la validez del pago que ese deudor pudo realizar. Es claro que el ver-
dadero acreedor no quedará satisfecho con ese pago, y que sólo le cabe el
derecho de accionar contra el tercero que utilizó el título para obtener el
pago. Pese a ello, la ley protege al solvens que le pagó de buena fe 2 0 6 a
quien ostentaba una aparenté legitimación cartular para recibirlo.
Según el ait. 7 3 2 , "el pagó hecho al que está en posesión del crédito es
válido". Aparece aquí otra especie de tercero autorizado para recibir —esta
vez, la autorización viene de la ley—; se trata de la persona que está "en po-
sesión del crédito". Para individualizar esta especie de tercero es necesario,
ante todo, precisar la terminología: es equívoco hablar de "poseedor del
crédito"; niás ajustado es llamar "acreedor aparente" al sujeto mencionado
en el artículo.
Diversas son las razones que aconsejan prescindir de la primera deno-
minación 208; 1) la noción de poseedor es propia de los derechos reales; 2)
lo que caracteriza a este tercero es la apariencia de ser el acreedor con que
se presenta ante el deudor, respaldado por un cúmulo de circunstancias que
lo hacen aparecer como tal, y 3) la apariencia, entonces, es la que le da el
nombre al tercero.
En derecho comparado se ha impuesto la denominación de "acreedor
aparente"
a) Concepto
En general, se puede decir que hay apariencia cuando una situación de
hecho, por circunstancias unívocas, hace aparecer como real una situación
jurfdica no real 2'°. En nuestro caso, se llama "acreedor aparente" al tercero
que de hecho ostenta la calidad de acreedor, aunque en realidad, y conforme
al derecho, no lo sea 2 1 1 . Por cierto, para que la apariencia sea tal es nece-
»
.^'^ Es la opinión unánime; por todos: Borda, ObUgaciones, I, n" 681, p. 537.
-•^ Por ejemplo, el Código Civil italiano de 1942 (art. 1189) habla de "acreedor aparen-
te"; en cambio, el Código Civil peruano de 1984 (art. 1225) mantiene la defectuosa termi-
nología que utiliza la denominación de "poseedor" del crédito para quien aparenta ser el
acreedor. El Anteproyecto de 1954 (art. 970) habla de acreedor "aparente".
Cfr. Falzea, Enciclopedia del diritto. Milano, 1958, II, p. 687, voz "Apparenza".
"^^ De acuerdo en que el aparente es un tercero: Pizarro, en Pizarro - Vallespinos, Obli-
gaciones, t. 2, p. 444.
332 ERNESTO C. WAYAR
'^^^ Ose aparenta ser el acreedor o sé és el acrejsdor, pero no puede iina misma pia'soria
ser Id uüo o lo otro al miistho tiempo. No es exacta, ¿htoncés. la bpinióh dé' LÍamliíáSí cüá^úif)
afirma que a los fines de tener por configurada ía apariencia, lo importahte es qiié él kcícédói:
se coniporte ostensiblemente como tal, "sin que interese que lo isea efectivánwfité" {OkUga-
clones, II-B, n' 1446, p. 166). Aquel que es verdadero acreedor no aparata serlo; efectiva-
mente lo es.
LOS ELEMENTOS DEL PAGO: LOS SUJETOS 333
d) Distintos casos
Son considerados acreedores aparentes, entre otros, los que menciono
a continuación:
I) El heredero aparente. — Éste es el caso típico; es tal aquella perso-
na que ostenta públicamente el título de heredero y realiza en ese carácter
actos de disposición, y que luego es desplazada por otra que tiene un título
preferente. Por ejemplo, el sobrino de una mujer soltera inicia el juicio su-
cesorio de ésta y obtiene una resolución judicial por la cual se lo declara he-
redero. Luego se presenta al juicio un hijo extramatrimonial de la causante
y desplaza al sobrino; los actos de disposición realizados por éste antes del
desplazamiento son válidos (arts. 3429 y 3430), por lo cual los pagos que
haya reoibido en virtud de los créditos que tenía en su favor la causante de-
sobligan a los deudores que pagaron. Lo propio ocurre con la persona de-
clarada heredera en virtud de un testamento que luego es revocado por otro
posterior; cuya existencia se ignoraba al tiempo de ser dictada aquella dec-
laratoria; esa persona obró como acreedor aparente 2 1 S .
^' ^ Los pagos realizados a un mandatario aparente son considerados válidos, porque así
lo impone la necesidad de proteger al deudor de buena fe; se invoca, para fundar esta solu-
ción, razones de justicia y equidad (C.N.Fed., Sala II, Civ. y Com., 8/6/1970, "J.A.", 970-
8-63); por cierto, también la seguridad jurídica se vería comprometida si se desconociera la
validez de tales pagos (CN.Civ., Sala D, 2/8/1974. "L.L.", 1975-A-779, 32.121-S; ídem,
22/8/1975, "J.A.". 976-II-I73. y "E.D.". 69-316).
Cfr. Demolombe, Cours de Code, XXVII, n" 138; Baudry-Lacantinerie y Barde,
Des obligations, t. II, n" 1437.
L5§ feLEMEbJrOS DEL PAGO: LOS SUJETOS ' 335
dero titular del crédito, ese pago debe tener fuerza extintiva. Por cierto, no
se trata'tampoco de convalidar el pago que se le haga al primero que se pre-
sente afirmando ser el acreedor; si el deudor tiene dudas fundadas acerca de
la legitimidad de quien invoca esa condición, debe abstenerse y, en todo
caso, recurrir al pago pof consignación (art. 757, inc. 4).
2) El verdadero acreedor, que fue sustituido por el aparente, no está
exento de reproches. Es más: si nada se le puede reprochar, y la actuación
del aparente se ha debido a causas no imputables al verdadero, tampoco el
deudor tiene por qué cargar con las consecuencias de la sustitución; en tal
situación, la balanza debe inclinarse en favor del deudor.
3) Por último, la solución se justifica por razones prácticas, consisten-
tes en la necesidad de dispensar al deudor de la carga de efectuar investiga-
ciones previas al pago para individualizar al acreedor. Esta tarea sólo sería
exigible cuando fuera dudoso el derecho del acreedor; si no caben dudas, el
deudor debe pagar sin dilación.
^' * Para que una persona ostente la "apariencia" de acreedor, en Sentido estricto, es ne-
cesario que d deudor sea de buena fe; es decir, es imperativo que ignore que aquella persona
no es el verdadero acreedor. De lo contrario no hay apariencia, sino simulación. Ello, desde
el punto de vista del deudor, pues si éste sabe que quien dice ser acreedor no lo es en realidad,
no podrá luego invocar que se basó en la apariencia para efectuar el pago. Por eso se dice
que para que haya apariencia, en sentido jurídico, en uno de los sujetos de la relación, tiene
que haber buenafe en el otro. A lainversa, no puede haber protección jurídica por apariencia
sino respecto de un sujeto de buena fe, porque es el único que puede resultar víctima de su
confianza en la situación aparente del otro. La buena fe constituye, así, un requisito o con-
dición de la protección legal (sobre esto, ver D. Alsina Atienza, Efectos jurídicos déla bUena
fe [tesis doctoral], Buenos Aires, 1935, p. 29, nota en cita n° 7).
336 ERNESTO G. WAYAR
b) Efectos
El pago al acreedor aparente produce los siguientes efectos:
1) El deudor queda desobligado; el vínculo que lo unía al acreedor se
extingue, a pesar de la no participación de éste. El hecho de un tercero —el
aparente acreedor— produce la extinción de un yínculo del cual no éS parte
real; como consecuencia de esa extinción, el yerus creditor pierde toda acr
ción contra el deudor. La cancelación de ladeúda comprende los accesorios
y garantías que la acompañaban.
2) Para el verdadero acreedor —^or efecto del pago que desobligó a
su deudor— nace un nuevo créidito, cuyo deudor es ahora el acreedor apa-
rente. La fuente de está nueva obligación puede ser el enriquecinuento Sin
causa o uri hecho ilícito. Si él aparente obró de buena fe, estará obligado a
restituirte a quien era verus creditor el valor obtenido en virtud del despla-
zamiento patrimonial, operado en razón del pago, desde el p ^ m o n i o del
deudor hacia el suyo, cuando en realidad ese desplazamiento debió dirigir-
. Cfr. A. Colmo, De las obUgaciones en general, n" 573, p. 412; Busso, Código CivU.
t. V, art. 732, n" 58, p. 418.
A. Colmo, De las obligaciones en general, n° 573, p. 412; Llambías, Obligaciones,
H-B,n''1447,p. 170.
Es laopinión común: Demolombe, Cours de Code, XXVII, n* 180; Baudry-Lacan-
tinerie y Barde, Des obligations, II, n" 1449; Salvat y Galli, Obligaciones en general, 11, h"
1129; Belluscio y Zannoni, Código Civil, t. 3, art. 732, § 6, p. 452.
LOS ELEMENTOS DEL PAGO: LOS SUJETOS 337
se hacia el patrii^onio del venís creditor, Como no hay causa que justifique
ese desplazamiento, se produce unenriquecimiento parael aparente y.jjn
correlativo empol?rec¡niientp para el vertfs, lo cual le otorga a éste acción
para restablecer la pérdida sufrida. Si el aparjente obró de entonces
cometió un hecho ilícito en perjuicio del venís, a quien debe, en.consecüen-
cia, indemnizar por los daños. Ésta acción es de naturaleza extracontractual
y está regida por las nonnas dé la responsabilidad civil 222^
a) Novación . .
Ppr definición, la novación produce la extinción de una obíígácipn y,
al propio tiempo, el naciinien'tp de una nueva. Si el di^udor y el aparente de-
cidieran ceíébiár una novación, la obligación se extinguiría sin la participación
del venís creditor y nacería una nueva, que tendría por yerdaderp acreedor a
quien en la primera sólo lo era en apariencia. De ésta suerte, el aparente se
convertiría en verdadero por efecto, casi mágico, de la novación.
Varias son las razones que impiden esta conversión: 1) para que pueda
haber novación se requiere uaa obJigacióníaníe«>r.que.4e sifva4e causa
(art. 802). Pues bien: en nuestro caso, la obligación anterior no existe, o, si
se quiere, no existe en relación con el aparente; es decir, el deudor no estaba
obligado hacia él. 2) Cuando la ley le convalida el pago al aparente, lo hace
con el propósito dé proteger al solvens, resguardándolo de la eventualidad
de tener que pagar de nuevo. Pues bien: en la novación, esa protección es
inocua porque el deudor no ha pagado, como lo demuestra el hecho de que
continúa obligado, aunque como deudor de una obligación nueva. Y si no
ha pagado, no hay por qué perjudicar al acreedor verdadero, que resultó
desplazado por una convención de la cual no participó. Por lo tanto, si se
descubre quién es el verus'creditor, éste tiene derecho a desconocer la no-
vación y accionar contra el deudor, el cual, de cualquier manera, pagará una
sola vez. Distinto es el problema si el deudor ha pagado la segunda obliga-
ción; en ese caso rige el art. 732, y cabe, por ende, reconocerle fuerza ex-
tintiva al pago realizado.
b) Compensación
Tampoco la compensación que podría convenir el deudor con el
acreedor aparente puede ser opuesta al verdadero, porque, si se analiza
aquella operación, se advertirá que es de imposible configuración, pues fal-
ta uno de sus elementos esenciales. Es claro: la compensación requiere que
ambas partes reúnan, recíprocamente, la condición de acreedor y deudor, y
si bien el deudor puede ser, a su vez, acreedor del aparente, éste no es en re-
alidad acreedor de aquél, ya que sólo aparenta serlo. Por tanto, si se convi-
niera una compensación en esas condiciones el verdadero acreedor podría
desconocerla y demandarle el pago directamente £il deudor.
c) Remisión de la deuda
Menos aún podría el acreedor aparente hacer remisión dé la deuda en
favor del deudor, porque, como.se dijo, él no es el verdadero titular del cré-
dito y, por tanto, no puede desprenderse de algo que no le pertenece. Pero,
sobre todo, la remisión no podría ser opuesta al verus, porque tampoco en
este caso el deudor ha pagado, de manera que no hay peligro de que pague
dos veces, que es lo que la ley quiere evitar.
Por últimío, cabe invocar, como argumento para negarle validez a la
novación, la compensación o la remisión, el carácter excepcional del art.
732. Esta norma convalida el pago hecho en favor del aparente para evitar
LOS ELEMENTOS DEL PAGO: LOS SUJETOS 339
^ Como regla, el pago debe ser hecho, en primer lugar, al propio acreedor (CApel.
Civ. y Com. Santa Fe, Sala III, 2/11/1964, "Juris", 30-199), o bien a su legítimo repre-
sentante (CN.Civ., Sala A. 13/9/1973, "J. A.", 974-23-3, y "E.D.", 56-283), y en caso de fa-
llecimiento, a sus herederos (Cl» Civ. y Com. La Plata, Sala III, 3/IQ/1972, "L.L.", 150-
724,30.194-S). Pero cuando la recepción del pago es hecha por un tercero no autorizado por
el acreedor, ese pago es inválido y, por tanto, no puede ser opuesto al acreedor, que no re-
cibió nada (CApel. Civ. y Com. Rosario, Sala II, 28/11/1963, "Juris", 26-137). Por idéntico
motivo, se declaró que los pagos hechos por la demandada a quien no era su acreedor no ex-
340 ERNESTO C. WAYAR
tinguen la obligación, conforme a los arte. 724 y 731, inc. 1, del Cód. Civil (CNTrab.; Sala
1.23/7/1968, "J. A,". 2-14; "L.L", 133-1021.19.660-S). O bien, que el depósito déla suma
adeudada en manos de un tercero, no representante del acreedor-vendedor, no puede extinr
guir la obligación (CN.Civ., Sala É, 25/ 2/1969, "L.L.", 135-701). En otro fallo se dijo que
"los hábitos y costumbres comerciales y la buena fe íio autorizan ai actor á págár á una per-
sona que actuó como asesor financieto,'y a aceptar recibos mecanografiados o manuscritos
en papeles simples, y no en formularios oficiales, máxime cuando en los certificados pro-
visorios expresamente se señalaba dónde debían presentarse esos pagos, y qué recibos de?
bían presentarse para obtener los títulos definitivos" (C.N.Com., Sala A, 12/5/19691 "L.L.",
136-236, y "J. A.", 3-347). En suma: solamente en él casó dé mediar debida autorización por
el acreedor para recibirlo se puede hacer el pago a un tercero (CApel. Civ. y Com. Rosario,
Sala U, 9/9/1980, "Zeqs". 122-223).
Sin embargo, para calificar a un tercero como "no autorizado" es necesario tenpr siem-
pre en cuenta las circunstancias que rodearon la recepción i3el pago, para descartar, previa-
mente, toda posibilidad de que ese tercero haya actuado como acreedor aparente. Por eso se
dijo que si bien "la facultad de percibir no es inherente a la calidad de director,ni siguiera
a la de gerente, ha de tenerse en cuenta qUe la persona que actúa ostensiblemente como di-
rector 'gerente',sin oposición del principal, vincula con sus actos al comerciante, en virtud
del comportamiento idóneo para crear una apariencia generadora de importantes efectos ert
materia mercantil" (C.N.Com., Sala C, 10/9/1976, "L.L.", 1977-A-23). Del misino modo,
"debe reputarse válido el pago efectuado al apoderado del acreedor, no probándose queese
mandato fuera revocado o cesara y fuera conocida la cesación por el actor"' (CN.Com., Sala
E, 16/2/1968, "L.L.", 130-561, y "J.A.", 968-111-172). .,
LOS ELEMENTOS DEL PAGO: LOS SUJETOS 341
, Se entendió que hubo ratificación tácita por la aceptación, por parte de los herederos,
sin observación alguna, del pago efectuado por el deudor a la administración de la sucesión,
al tiempo que erati aceptados varios otros pagos efectuados por ella (C.N.Civ., Sala F,
30/4/1964. "L.L.", 116-684). En general, se puede afirmar que la ratificación tácita se pro-
duce siempre que el principal conoce la actuación del tercero y guarda silencio sin formular
oposición, pudiendohacerlo (CN.Civ., Sala E, 18/8/1970, "L.L.", 144-558,27.268-S; C2a
Civ. y Com. La Plata, Sala 1,18/11/1970, "LL", 144-569,27.345-S; Cl* Apel. Mar del
Plata, Sala II, 24/4/1973, "J.A.", 973-20-600; C.N.Fed., Sala 1? Civ. y Com., 24/7/1979,
"L.L.", 198P-P-763,35.707-S, y "J.A.", 980-11-63).
. De acuerdo: Pizarro, en Pizarro - Vallespinos, Obligaciones, t. 2,p. 120.
342 ERNESTO C. WAYAR
ción para reclamar los restantes $ 400 de su crédito, que si bien fueron re-
cibidos por Pablo, a Pedro no le fueron útiles. Juan estará obligado a pagar
esos $ 400, pero, al núsmo tiempo, tendrá acción contra Pablo para que le
restituya idéntica cantidad, ya que el pago que hizo no tenía causa 227.
Para concluir con los problemas que plantea la intervención de los ter-
ceros, ya desde el lado activo, ya desde el pasivo, en la realización del pago,
corresponde precisar cuáles son las reglas que rigen cuando los dos sujetos
—el que paga y el que recibe— son terceros. Son dos las situaciones dignas
de mención: 1) pago hecho por un tercero a un acreedor aparente, y 2) pago
hecho por un tercero a un tercero no autorizado para recibirio.
§ 132. EL OBJETO D E L P A G Ó . C O N C E P T O
puede ser satisfecho por diversos medios o instrumentos 2 3 1 , sólo cabe ha-
blar de pago:—en estricto sentido—cuando el objeto es proporcionado por
el comportamiento del propio deudor; por eso se defuiió el pago (supra, § 86)
coino "la realizacióii de la prestación que le proporciona al acreedor el objeto
debido". Cuando el acreedor se ve satisfecho por medios ajenos a la conduc-
ta voluntaria del deudor, ya no cabe ha.blarde pago-r-salvo por licencia de
lenguaje—, sino de ejecución forzada o de cumplimiento por tercero.
Pero tampoco la prestación, en sí misma, como pura conducta del deu-
dor, puede ser considerada objeto del pago^ Cabe también aquí distinguir:
en tanto que la prestación es el comportamiento que el deudor está obligado
a observar conforme al proyecto de conductas contenido en la norma-fuen-
te de la obligación, el, producto, de ese comportamiento es el objeto del
pago. Ambos, prestación y objeto, constituyen el pago.
c) Conclusiones '
De las.afirmaciones precedentes surgen las siguientes concliisiones:
1) El derecho del acreedor y la prestación del deudor convergeii s.obre
el inismo objeto; p. ej., en la obligación de entregar el caballo "Orejón", el
derecho del acreedor tierie por objeto ese caballo, y la prestación del deudor
consiste en entregar ese mismo objeto. Si él acreedor obtiene el caballo ppr
ptros medios, no hay pa^o,.sinp ejecución o interyención de un tercero.
§ 133. LA I D O N E I D A D D E L OBJETO
El pago sólo es tal cuando tiene un objeto idóneo. La idoneidad del ob-
jeto puede ser apreciada desde dos enfoques.
En general, como sucede con el objeto de cualquier relación jurídica,
el objeto del pago debe ser posible, lícito y determinado; una obligación
cuyo cumplimiento tuviera por objeto una cosa o un hecho imposible, ilí-
cito o indeterminado sería nula, por aplicación del art. 953 del Cód. Civil.
Estas cualidades ya han sido tratadas 232.
En particular, el objeto del pago requiere las siguientes condiciones de
idoneidad:
1) Condiciones propias del objeto, dado que se las valora —in abs-
tracto— prescindiendo de los sujetos intervinientes; son tales: a) la identi-
dad, y b) la integridad.
2) Condiciones para cuya apreciación es necesario valorar el objeto en
relación con los sujetos, puesto que la idoneidad de aquél depende de la le-
gitimidad con que obre el solvens para con el acreedor o para con un tercero
interesado; son tales: a) la cualidad de propietario de la cosa dada en pago,
que debe, en principio, ostentar el solvens; b)tl poder de libre disposición
sobre la cosa que debe corresponderle, en virtud del cual no podría dar en
pago, por ejemplo, una cosa prendada; y c) el pago no debe provocar la in-
solvenciafraudulenta del deudor en perjuicio de otro acreedor, pues en tal
caso el objeto deberá ser restituido al patrimonio del primero.
3) Condiciones que se valora en relación con el lugar y el tiempo en
que el pago se debe verificar; tales condiciones, que son circunstancias del
pago, se concretan en: a) el principio de localización, y b) el principio de
puntualidad.
Valen aquí las consideraciones expuestas a propósito del objeto del crédito, adonde
me remito {supra, § 50,51 y 52).
LOS ELEMENTOS D E L PAGO: EL OBJETO 347
1) EL PRINCIPIO DE IDENTIDAD
§ 134. CONCEPTO, F U N D A M E N T O S Y APLICACIONES
a) Concepto
En virtud del principio de identidad, el objeto del pago —es decir, el
producto final de la actividad solutoria del deudor— debe coincidir exac-
tamente con el que cortespondía que se "prestara" según la fílente consti-
tutiva de la obligación. Así, si de la fílente resulta que el deudor debe $
1.000, el objeto del pago no puede ser otra cosa que $ 1.000; o bien, si un
empleado de oficina se obliga a mecanografiar manuscritos, no puede de-
sobligarse desarrollando una actividad distinta, sino que debe realizar
exactamente aquella para la cual ha sido contratado.
Se requiere, en suma, identidad cualitativa entre el objeto del pago y
el objeto del crédito 233.
NuestroXTódigo contiene dos disposiciones en las cuales se adopta este
principio: el art. 740, referido a las obligaciones de dar, según el cual "el deu-
dor debe entregar al acreedor la misma cosa a cuya entrega se obligó ", y el
art. 741, destinado a las obligaciones de hacer, a cuyo tenor "el acreedor tam-
poco podrá ser obligado a recibir en pago la ejecución de otro hecho que no
sea el de la obligación ". Ambos preceptos, que bien se pudo haber abreviado
en un solo texto 234^ establecen, en definitiva, que el objeto del cumplimien-
to debe ser sustancialmente idéntico al objeto debido.
Ala pregunta "¿CJué es lo que hay que pagar?', Planiol responde: el deudor debe en-
tregar el objeto mismo de la obligación (Tratado práctico, t. 7, "Las obligaciones", 2* parte,
n" 1157, p. 493). La simpleza de la idea evita toda explicación; por eso los autores se limitan
a reiterarla, sin formular observaciones. Asf, F. Puig Peña, Tratado, t. 4, "Obligaciones y
contratos", vol. I, p. 166; J. Castán Tobeñas, Derecho civil español, t. 3, "Derecho de obli-
gaciones", p. 358, 12" ed.; J. Beltrán de Heredia, El cumplimiento de las obligaciones, p.
211; R. Rojing Villegas, Derecho civil mexicano, t. 5, "Obligaciones", vol. II, p. 231,2a ed.
El nuevo Código Civil del Paraguay, que entró en vigencia el 1 de enero de 1987, es-
tablece én el art. 557: "El deudor debe entregar la misma cosa o cumplir exactamente el he-
cho a que estuviese obligado. No puede sustituirlos con los daños y perjuicios de la ineje-
• cución, o nwdiante otra cosa u otro hecho, aunque fueren de igual o mayor valor". Bibiloni,
en su anteproyecto, propuso reemplazar los arts. 740 y 741 por el siguiente texto: "El deudor
debe entregar o ejecutar exactamente la cosa o hecho a que está obligado. No puede susti-
tuirlos ofreciendo los daños e intereses de la inejecución, ni otra cosa o hecho, aunque fuesen
de igual o mayor valor". El art. 975 del Anteproyecto de 1954 dice: "El deudor no podrá sus-
tituir la prestación que se obligó a cumplir, por otra, cualquiera sea su valor, ni por la indem-
nización de los daños y perjuicios que ocasione la inejecución". El Proyecto de Ley de Uni-
348 ERNESTO C. WAYAR
b) Fundamentos
Son varios los fundamentos sobre los cuales reposa el principio de
identidad:
1) En las obligaciones nacidas de los contratos, el principio de iden-
tidad se explica porque lo que las partes deciden, haciendo usode su volun-
tad negocial, no puede ser luego, al tiempo de cumplimiento, alterado uni-
latefalmente por alguna de ellas. ihtangibilidad del contrato iinpide,
pues, toda alteración ulterior; por tanto, él Contratante que tiene que cum-
plir una obligación hó puede dar en pago una cósá distinta de lá debida se-
gún el título 235.. ^ i < -
2) En las obligaciones nacidas de fuentes distintas del contrató, el
principio de identidad se explica en virtud del mandato imperativo de la
ley; en efecto: cuando la ley ordena el cumplimiento de una obligación, el
deudor no puede apartarse de ése mandato y dar una cosa o ejecutar Uri he-
cho distinto del que está dispuesto eii esa orden 236. :
3) Con alcance general, se ha dicho que el principio de id|entidad tiéñé su
razón de ser en la naturaleza bilateral de la relación obligatoria 23?; obli-
gación es bilateral porque supone la concun-enciade dos "partes" r-acreé-
dora y deudora—, de donde se sigue que ninguna de ellas piíede, por sf siola,
modificar el contenido del deber. Ya no se trata de la intangibilidad deriva-
da de un contrato, sino de la intangibilidad propia dé toda relación de obli-
gación, cualquiera que sea la fuente de la cual haya nacido 238; Ni el ácree^
dor puede exigir una cosa distinta de aquella a la que tiene derecho, ni el
deudor puede pretender entregar otra cosa que no sea la debida. Este axió-'
ma es válido para toda obligación, no sólo para las que nacen de los contra-
tos. Allí radica el fundamento último de este principio de identidad.
c) Aplicaciones y efectos
El principio de identidad tiene las siguientes aplicaciones:
1) rige para toda clase de obligaciones, cualquiera que sea la fuente de
la cual derive, y cualquiera que sea su objeto —dar, hacer o no hacer (art.
495>-?39;, , .;. .-
.2) es invocable tanto por el acreedor como por el deudor; ni uno ni otro
pueden, unilateralmente, apartarse del principio. A su vez, produce los si-
guientes efectos:
a) "El acreedor no puede ser obligado a recibir una cosa por otra,
. aunque sea de igual o mayor valor" (art. 740, infine); tampoco puede ser
compelido a aceptar la "ejecución de otro hecho que no sea el de la obli-
gación" (art. 741). Aunque el Código no lo dice, es obvio que tampoco el
¿eudor puede ser constreñido a dar o hacer algo distinto, de rnayor o menor
valor, que Ío que corresponde segúii la fuente de la obligación. Este princi-
pio es, como ya se dijo, invocable por ambos sujetos Z ' " .
Se entiende que el mayor o menor valor del objeto con que se pretende
reemplazar al específico nO tenga influencia sobre el derecho del acreedor
o sobre el deber del deudor, porque ésta no es una cuestión en la cual esté
en juego el valor del objeto, sino que lo esencial es su identidad.
b) Como una derivación de lo anterior, no le está permitido al deudor
sustituir el objeto específico que debe con una indemnización dineraria que
compense la inejecución de aquel objeto. Ai contrario, siempre que el cum-
plimiento específico sea posible y útil al acreedor, éste tiene derecho a ese
cumplimiento; sólo cuando se presenta una situación de incumplimiento
absoluto —es decir, cuando ha desaparecido, por una causa imputable al
deudor, la posibilidad de conceder el objeto específico— puede el deudor
desobligarse mediante el pago de la indenmización sustitutiva.
estimado el valor del bien, en sustitución de éste, porque en razón de lo dispuesto en el art.
740, sólo hay cumplimiento cuando el deudor entrega la cosa prometida, y no un sustimto
(CN.Civ., Sala F, 17/ 6/1980, "E.D.", 90-299). Por la misma razón, el acreedor a quien se
le ofrece una cosa distinta de la debida está en su derecho de rechazarla (C.N.Cont.-Adm.
Fed., Sala III, 22/10/1981, "E.D.", 97-281). Para que haya identidad, lo debido tiene que
permanecer inmutable en todos los aspectos que lo hacen ser lo que es (C.N.Civ., Sala E,
10/3/1977, "E.D.", 75-478).
LOS ELEMENTOS DH. PAGO: EL OBJETO 351
^' Cfr. Parellada, en Bueres (dir.) y Highton (coord.) Código Civil, 12-B, glosa a los
atts. 740 y 741, p. 87.
En la obligación facultativa se advierte con meridiana claridad que la presUción no
puede ser, en sí misma, objeto del pago. En efecto: en esta clase de obligación, la prestación
queda detepninada desde el primer momento, pues ella consistirá en la entrega de la cosa;
pero el objeto del pago, en cambio, es alterable {infra, 452), pues podrá ser tal una u otra
cosa, según lo decida el deudor facultado para elegir. En el caso de nuestro ejemplo, la pres-
tación consistirá en la entrega; el objeto podrá ser el caballo o la yegua, según lo decida el
deudor.
En realidad, la conversión de la moneda es sólo un proceso de cálculo cuantitativo
entre el valor de cada moneda o entre su respectivo poder adquisitivo, por lo que constituye
el resultado de una simple operación aritmética o contable entre dos cantidades, con carácter
de liquidez (J. Bonet Correa, las deudas de dinero, Civitas, Madrid, 1981 p. 357). Sobre el
tema: CSJN, 20/8/96, in re: "Carello, Juan M. y otro v. Camba Cuá SAAGMS y otro", "J.
A.", 1997-11-220.
352 ERNESTO C. W A Y A R
En este caso, si bien el objeto del crédito está constituido por pesos ar-
gentinos-oro, el deudor puede desobligarse pagando en pesos, pues así ló
autoriza el ya citado art. 44 del Cód. Aeronáutico. I-a hipótesis constituye
una excepción al principio de identidad.
2) Obligaciones contraídas en moneda extranjera. Hastalaentrada én
vigencia de la Ley de Convertibilidad 23.928 (1/4/1991) ^1 deu4QÍ:de njo-
neda extranjera tenía derecho dt conversión; es decir, podía désóbíigarse
pagando en pesos al cambio corriente el día del pago. Esa "conversión" era
un supuesto de excepción al principio de identidad. Pero la citada ley
23.928 vino a suprimir el derecho de conversión con lo cual el deudor que
asume la obligación de pagar en moneda extranjera sólo se desobliga pa-
gando en esa moneda. La derogación parcial de la ley 23.928 por la ley
25.561 (B.0.7/1/2002) no innovó al respecto, de suerte que el deudor de
moheda extranjera no goza hoy del derecho de conversión ^M.
El Proyecto de Ley de Unificación de 1987 propuso modificar el actual art. 1113, ¿in-
cluyó tin párrafo según el cual "en los casos de atribución objetiva del deber de reparar el
daño, la indemnización se limitará a un equivalente a dos mil argentinos-oro pcH- cada dam-
nificado directo", que constituiría, tembién, una excepción al principio (te identidad, puesto
que sería necesario efectuar la conversión monetaria para pagar en pesos..
^ Sobre el régimen de las obligaciones de dardinero,tf0w,§ 464 y siguientes del tomó II.
LOS ELEMENTOS DEL PAGO: EL OBJETO 353
bj Dación en pago •
La dación en pago es ujia especie de modificación conyenc,ional del
Qbjet(p,.Para algurips, coijstif|iiye una excepción ial priiíGipib de iídentidad, ya
que si|bien.el acree^^ ser compeüáó a acepta? una cosa distinta
de iá debida, liada le irhpide que la acepte voluntarianí^iite; pero ello no t o -
rra el hecho de que el objeto ha sido sustituido 2 « . Sin embargo, esta tesis
no advierte que el acuerdo en el cual se sustenta la dación tiene efecto no-
vatorio, es decir, extingue la primera obligación y crea la seguiidá, para la
cual se ha coriyenido up objeto de pago diferente. De esta suerte, la primera
n.0 se extingue por pago, sino por novación; y la segunda, en tanto el deudor
^limpia con el específico objeto previsto en la dación, se extingue por pago,
con esjnpta. observancia del priiicipio de identidad , .. ; ,r
Cfr. Parellada, en Bueres (dir.) y Highton (coord.) Código Civil, 12-B, glosa a los
arts. 740 y 741, p. 89.
^ Algunos autores suelen señalar, sin ahondar en el asunto, que el cheque es un subro-
gado de la moneda; luego, entregar un cheque equivaldría a entregar moneda. Sin embargo,
no se requiere mayor esfuerzo para demostrar que el cheque no es, en sí mismo, moneda co-
rriente en los términos del ait 619, razón suficiente para negar que el deudor pueda exigir
que su acreedor acepte un cheque en lugar del dinero. No obstante, si el acreedor decide
aceptarlo, tampoco cabe hablar de alteración del principio de identidad, pues no se trata de
un pago efectuado con una cosa distínta de la debida, sino que, simplemente, no hay pago;
a lo sumo, si el acreedor desobliga al deudor queda configurada una dación en pago. Es opi-
nión común (Cazeaux y Trigo Represas, Derecho de las obligaciones, t U, vol. 2, p. 102;
Belluscio y Zannoni, Código Civil, 13, art. 741, § 7, p. 497). La simple aceptación de un che-
que no es pago hasta tanto el acreedor percibe del banco la suma consignada en aquél
(CN.Civ., Sala F, 25/8/1970, "L.L.", 142-578,26.613-S; "J.A.", 970-8-298; C. 1» Apel. Ba-
hía Blanca, 16/3/1973, "J.A.", 973-19-627; CApel. Civ. y Com. Rosario, Sala II,
11/10/1967, "L.L.", 129-125).
LOS ELEMENTOS DEL PAGO: EL OBJETO 355
den, dirigida por su librador a un banco para que éste le pague determinada
suma de dinero al portador del documento. Por tanto, el acreedor sólo reci-
be un documento que lo habilita para presentarse en el banco a cobrar la
cantidad indicada, en la orden. Es fácil advertir la diferencia entre recibir
dinero y recibir un documento que debe ser presentado ante un tercero (el
banco), para que sea éste quien entregue el dinero. Si la entrega de un che-
que equivaliese a pago, extinguiría la obligación, con lo cual el acreedor
que lo recibió ya no tendría derecho para exigir el cumplimiento de esa
obligación si el banco se negara a pagarle. Sólo le quedaría la acción cam-
biaría que nace del cheque rechazado.
Pero la entrega de un cheque —^insisto— no equivale a pago. Produce
solamente una cesión del crédito que el deudor-librados tiene contra el ban-
co girado, en favor del acreedor-tomador. El deudor es el cedente; el acree-
dor, el cesionario, y el banco, el cedido,
I) Se trata de una cesión "pro solvendo". — Salvo expresa manifesta-
ción en contrario, la entrega del cheque da lugar a una cesión "pro solvendo ",
cuyas características y efectos son los que siguen: 1) la obligación entre deu-
dor-librador y acreedor-tomador no se extingue automáticamente; 2) el deudor
se libera después de que el banco girado ha pagado; 3) el deudor está obligado
a contar con fondos suficientes en el banco girado, o, en caso contrario, con
autorización de ese banco para girar sin fondos propios; 4) si el banco re-
chaza la orden de pago y se niega a pagar el cheque, el acreedor dispone de
dos acciones: la de cumplimiento, que nace de la relación furuJamental o
subyacente, que dio origen al libramiento del cheque y la cambiaría, que
deriva del propio cheque, independizada de la relación fundamental M».
La emisión del cheque supone la existencia previa de una relación jurfdica entre li-
brador y tomador (v.gr., compraventa, locación, etc.), denominada "relación causal o sub-
yacente ". Ahora bien: si de la relación causal que determinó la emisión del cheque derivara
alguna acción, ¿sta subsistirá para el caso de falta de pago del cheque, salvo que el deudor
pruebe que hubo novación. Si se prueba que hubo novación, la obligación nacida de la re-
lación causal sé habrá extinguido, y sólo subsistirá la acción cambiaria contenida en el che-
que. Si no se prueba la novación, entonces el acreedor contará con dos acciones: la causal
y la cambiaría, de las cuales sólo podrá intentar una de ellas (cfr. R. O. Fontanarrosa, El nue-
vo régimen jurídico del cheque, V. P. de Zavalía, Buenos Aires, 1965, n" 69, p. 156). La sub-
sistencia de la acción causal después de la entrega del cheque se explica, porque esa entrega
no es hecha "a título de cumplimiento" (pro soluto), sino sólo como "instrumento" que po-
sibilitará el pago mediante el hecho de un tercero (pro solvendo); pero si el pago no tiene lu-
gar, el acreedor conserva la acción derivada de la relación fundamental, ya que ésta no ha
dejado de existir (cfr. F. Messineo, Manual de derecho civil y comercial, L VI, § 165, n° 26,
ps. 373 y ss.). Es ésta una prueba más de que la entrega de un cheque no equivale a pago
(Bonfanti y Garrone, El cheque, Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1972, t. III, n° 1; p. 9).
356 ERNESTO C. WAYAR
Lo afirmado en el texto es, por lo reiterado y uniforme, doctrina judicial. Asf, la en-
trega de documentos por el obligado no constituye un pago, sino sólo la promesa de cum-
plimiento ulterior (CN.Civ., Sala F, 3/6/1969, "L.L.", 137-235, y "J.A.", 969-4-118;
CN.Com., Sala B, 2/12/1976, "L.L.", 1977-B-90). No cambia la solución el hecho de que
los documentos provengan de terceros (C.N.Civ., Sala F, 25/8/1970, "L-L.", 142-578,
26.109-S, y "J.A.", 970-8-298). ni tampoco el hecho de que en el contrato hayan sido deta-
llados los pagarés entregados al acreedor (CN.Com., Sala C, 6/4/1964, "J.A.", 964-VI-
274), ni aun cuando lo documentado sea sólo una parte de la deuda.
En principio, ala entrega de cualquier documento (cheque, pagaré, etc.) se la entien-
-3^58 ^ ' ERNESTO C.AW/tY^R'^"
de realizada pro solvendo, sin efecto extintivo (CApel. Civ. y Com. Santa Fé, Sala II,
ini\9fA, "Juris", 28-86), razón por la cual el acreedor que lo recibe puede demandar el
cumplimiento del contrato que originó la entrega del documento o la emisión de la orden de
pago(C.N.Com., SalaB, 7/8/1963, "L.L.",I13-249.y"J.A.",964-l-578).Usoluci6n varía
si el deudor prueba que hubo novación! pues en tal caso la obligación primitiva quedará no-
vada (extinguida), y el acreedor sólo podrá ejercer los derechos cartulares contenidos en el
documento.
^ El deudor-depositante se liberasólocuandoel bancocontabilizalasumádepositada
en la cuenta del acreedor (J. W. Hedemann. Tratado de derecho civil, vol. III. "Derecho de
obligaciones". § 24. II. 2. p. 193). Además, se requiere que el titular de la cuenta pueda dis-
poner de los fondos (Cazeaux y Trigo Represas, Derecho de las obUgaciones, 111, vol. 2.
p. 103).
tmEEEMENTOSDEL PAGO: EeOBJCTOf' 3S9~^
positante, salvo que hayan sido decretadas después de que el acreedor pudo
disponer de la cantidad depositada y dejó de hacerlo por negligencia suya.
En tercer lugar, cabe dejar aclarado que el depósito y la posterior acre-
ditación tendrán fuerza de pago cuando: 1) así se haya convenido la forma
de pago, en las obligaciones de fuente contractual; 2) una vez notificado el
acreedor déla existencia del depósito —o de la decisión del deudor de efec-
tuarlo—, lo haya aceptado expresa o tácitamente 2S5, según las circunstan-
cias, hasta el silencio puede ser interpretado como aceptación tácita
Por último, aun mediando aceptación expresa o tácita del acreedor, el
depósito, en sí mismo, no basta para desobligar al deudor; es necesario que
el banco "asiente" la cantidad recibida en la cuenta del acreedor, ya sea para
acrecentar el activo o para disminuir el pasivo. Supongamos que el acree-
dor es, a su vez, deudor del banco y, por tanto, cuando éste recibe el dinero,
lo destina a disminuir el saldo deudor del cuentacorrentista, no obstante lo
cual hay pago, pues el acreedor consintió en que se le diera ese destino al
dinero que se le adeudaba. Lo importante es que el depósito quede asentado
en la cuenta del acreedor; por eso se ha dicho, cop acierto, que si el banco,
por error, acredita el depósito en la cuenta de otro cliente, no hay pago, ra-
zón por la cual el deudor-depositante continúa obligado
peiido a realizar una prestación distinta de la debida, tiene que obrar de bue-
na fe y sin incurrir en abusos.
Así, por ejemplo:
a) Cuando el deudor de una suma de dinero entrega un cheque, tal en-
trega —^ya se dijo— no equivale a pago ni aun cuando el acreedor lo haya
aceptado voluntariamente; sin embargo, el acreedor está obligado a actuar
con diligencia, con lealtad y a prestar la cooperación necesaria para que el
banco girado efectúe el pago dentro de los plazos legales. Ninguna actitud
negligente o desleal debe ser amparada si con ella se perjudica al deudor;
se trata de cuestiones de hecho cuya apreciación le corresponde al juez en
cada caso concreto.
b)El depósito en la cuenta bancaria del acreedor también exige de éste
un obrar diligente y de cooperación, porque si bien es cierto que no recibe
dinero, sino un crédito contra el banco depositario, no es menos cierto que
este segundo crédito está virtuahnente pagado, ya que en razón del depósito
su cobro sólo depende de la actividad del acreedor. Por cierto, si fue el deu-
dor el que obró de mala fe, al efectuar el depósito sabiendo que con ello per-
judicaba al acreedor (v.gr., si el deudor sabía que la cuenta estaba embar-
gada por terceros), se considerará lícito y justo el rechazo del depósito por
parte del acreedor, y se juzgará que el deudor continúa obligado.
2) EL PRINCIPIO DE INTEGRIDAD
Con técnica más depurada, en la legislación comparada se reúne en tm solo texto los
principios de identidad e integridad; p. ej., el Código Civil del Paraguay de 1987, en su art.
557 (ver nota 235 de este mismo capítulo). El Código Civil italiano de 1942 (art. 1181), en
cambio, parece referirse sólo al principio de integridad, al establecer: "El acreedor puede re-
chazar un cumplimiento parcial aun cuando la prestación sea divisible, salvo que la ley o los
usos dispongan otra cosa". La ley italiana merece critica, porque es conveniente mantener
la diferencia conceptual y normativa entre identidad e integridad, como lo hace nuestro Có-
digo, ya que todo acreedor tiene derecho a recibir exactamente aquello a que el deudor está
obligado (identidad) y en la medida correspondiente (integridad) (C.Civ. y Com. Junín,
3{yi l/l984,"Dí Pema. Juan J., s/conc", "J.A.", 1985-IV. Síntesis). U utilidad de ia distin-
ción se advierte si se considera que el acreedor puede aceptar un pago fraccionado, siempre
que las distintas fracciones guarden identidad enüe sf y en relación con el todo; de lo con-
trario, so pretexto de que el acreedor aceptó el fraccionamiento, el deudor podria interpretar
que también ha renunciado a la identidad, y pretender, asf, entregar fracciones de diversa ca-
lidad. A la inversa, el acreedor puede renunciar a la identidad siempre que se respete la in-
tegridad, lo cual sucedería, por ejemplo, si aceptara recibir las 100 bolsas de azúcar que se
le adeuda aunque no todas fiíesen de la calidad estipulada.
J. Castán Tobeñas, Dereclw civil español. 1111, "Derecho de las obligaciones", p.
359, 12" ed.; A. Hernández Gil, Derecho de obUgaciones, n" 118, p. 332; J. Puig Bnitau,
Fundamentos del derecho civil, 1.1, vol. II, "Obligaciones", p. 296, ed. 1976.
362 ERNESTO C. WAYAR
b) Fundamentos
Distintas ideas han sido expuestas para fundamentar este principio.
Veámoslas.
1) Para algunos se basa en la autonomía de la voluntad; según esta
tesis, si las partes convienen en que el pago será íntegro, ni el acreedor ni
el deudor pueden luego apartarse de lo pactado. La insuficiencia de esta ex-
plicación es evidente, dado que sólo se refiere a las obligaciones convencio-
nales; h tesis no explica, por ejemplo, por qué debe ser íntegro el pago de
una obligación nacida de un hecho ilícito si las partes nada convinieron al
respecto. Tiene que haber otra razón —más general— que explique por qué
el pago de cualquier obligación debe ser íntegro.
2) Para otros, inspirados en Pothier 2 6 ' , el principio de integridad se
basa en el respeto al interés del acreedor. Es lógico suponer —^razonan—
que el acreedor tenga legítimo interés en obtener la totalidad del pago en un
solo acto, y no mediante entregas parciales; por tanto, mientras no haya
pacto en contrario el pago debe ser íntegro, en resguardo del interés del ac-
2*° Ch. Demolombe. Cours de Code, t. XXVII. n° 237, p. 207. ed. 1872; Salvat y Galli,
Obligaciones en general, II, n* 1175, p. 264; E. B. Busso, Código CivU, t. III, art 742, nos.
11 y 12, p. 478.
^' ¿Qué interés tiene un acreedor —se pregunta Pothier— para rehusarle a su deudor
la comodidad de pagar por partes? La respuesta consiste —dice— en que uno tiene interés
en recibir de una vez una gruesa suma, con la cual da movimiento a sus negocios, en lugar
de sumas pequeñas en momentos diferentes, porque a éstas se las gasta inadvertidamente a
medida que se las recoge. Por otra parte —añade— es un embarazo para el acreedor cargar
su registro con apuntes de pequeñas partidas, que motivan nuevos cálculos (Pothier, Trata-
do de las obligaciones, trad. de S.M.S., Librerfa de Alvaro Verdaguer. Barcelona. 1878. t
II. p. 199). Esta explicación satisface a Beltrán de Heredia (.El cuinplimiaito de las obliga-
ciones, p. 213). Hernández Gil nos ofrece una versión nueva de dicha tesis; según este autor,
la identidady la integridad no son requisitos objetivos del cumplinúento. en el sentido de que
se los valore con prescindencia de los sujetos, sino que son derechos que el ordenanúento
jurídico le reconoce al acreedor. De esta suerte, no sería correcto afirmar que el pago sólo
es válido cuando se observa esos principios, ya que el acreedor está autorizado a permitir su
inobservancia, sin que ello perjudique la validez del pago. Al margen del pacto —dice este
autor—, el Código Civil directamente le atribuye al acreedor el derecho de exigir que el
cumplimiento sea realizado exacta, íntegra e indivisiblemente; también le otorga la facultad
de renunciar a ese derecho (A. Hernández Gil, Derecho de obligaciones, p. 330). La expli-
cación no es convincente; si bien la ley reglamenta estos principios desde la óptica del acree-
dor, facultán<fc)lo a rechazar pagos parciales o incompletos, no se puede dudar de que tam-
bién el deudor tiene el derecho de exigir que tales principios sean respetados; de lo contrario,
el deudor podría ser obligado a realizar pagos parciales cuando así lo dispusiera el acreedor,
aun contra su voluntad. Pero esta posibilidad no surge de la ley; el acreador está autorizado
a rechazar pagos parciales, pero no puede obligar al deudor a que los haga, pues debe ser res-
petado tanto el interés de uno como el del otro.
LOS ELEMENTOS DEL PAGO: EL OBJETO 363
cipiens. Sin desconocer la parte de verdad que hay en esta idea, no es com-
partible, en la medida en que prescinde de toda consideración sobre el in-
terés del deudor. Si la integridad dependiera exclusivamente del interés del
acreedor, bien podría éste, si no tuviera interés en recibir la totalidad del
pago, obligar al deudor a efectuar pagos parciales. Pero esto no es posible.
La liberación del deudor no puede depender del interés exclusivo del acree-
dor; por tanto, si el deudor quiere liberarse mediante un pago total, el acree-
dor no podrá rehusarse a liberarlo, aunque no tenga interés en recibir un
pago íntegro.
3) La integridad del pago, al igual que la identidad, reposa en la intarí-
gibilidad de la relación de obligación; después de que ésta ha sido consti-
tuida, a partir de cualquiera de las fuentes admitidas, sus elementos no pue-
den ser alterados, salvo en los casos previstos por la ley. Así como los
sujetos no pueden ser reemplazados, tampoco el objeto puede ser sustituido
ni disminuido. Ni el acreedor ni el deudor pueden, unilateralmente, modi-
ficar o alterar el objeto del pago; allí estriba la razón justificante de la inte-
gridad 262. La intangibilidad de la obligación tiende a proteger el interés de
ambos sujetos 263. ^
c) Efectos
La vigencia del principio trae consigo las siguientes consecuencias:
1) El acreedor no puede ser obligado a recibir pagos parciales. Tiene
derecho a un pago íntegro.
2) Si se debe una suma de dinero con intereses, el pago no será íntegro
si no se pagan los intereses junto con el capital. Del mismo modo, si se ha ini-
ciado juicio por cobro de dinero, el pago no será fategro si no se paga, además
de los intereses, las costas del juicio 264 que estén a cargo del deudor.
262
De acuerdo: R. E. Greco, Objeto del pago, en "R.D.C.O.", aflo 1971, t. 4, p. 413.
Esto explica por qué los jueces, cuando se trata de obligaciones en parte líquidas y
en parte ilíquidas, le reconocen al deudor el derecho de pagar la parte líquida y le niegan al
acreedor el derecho de invocar el principio de integridad. Los términos del art. 743 no sólo
benefician al acreedor—aunque así se podrfa creer—, sino que también protegen el interés
del deudor (C.N.Civ., Sala D, 29/7/1966, "L.L.", 124-1141, 14.427-S; ídem, 28/4/1975,
"J.A.", 975-27-306, y "E.D.", 62-210; CN.Com., Sala B, 23/2/1978, "E.D.", 78-456; ídem,
18/5/1978, "L.L", 1978-D-50; CN.Civ., Sala A, 26/6/1980, "L.L.", 1982-A-576,36.052-
S; CN.Com., Sala D, 29/3/1982, "LL", 1982-D-488; S.C.B.A., 4/5/1982, "D.J.B.A.",
123-58).
De todas estas cuestiones me ocuparé, con mayor detenimiento, en el capímlo co-
rrespondiente a las obligaciones de dar dinero.
364 ERNESTO C. W A Y A R
d) Aplicaciones
El principio de integridad es aplicable en los siguientes casos:
1) Tanto en las obligaciones de dar como en las de hacer y en las de no
hacer. Si bien en las primeras se lo aprecia con mayor nitidez, en las dos res-
tantes también deja sentir su influencia; por ejemplo, el modelo que se obli-
ga a posar durante cuatro horas diarias no puede pretender desobligarse po-
sando solamente dos horas por día, pues su prestación dejaría de ser íntegra.
2) Tanto en las obligaciones singulares como en aquellas que se cons-
tituye con pluralidad de sujetos. Para las primeras rige el art. 673, que obli-
ga al deudor a efectuar un pago completo aunque el objeto sea una cosa di-
visible. En laobligación plural —v.gr., una simplemente mancomunada,
en virtud de la cual Juan, Pablo y Diego deben $ 90.000, correspondiéndole
a cada uno pagar la cantidad de $ 30.000—, el fraccionamiento del objeto
no importa alterar la integridad del pago, sino que es la cuota de cada deu-
dor la que debe ser íntegra, como se verá luego. En las obligaciones solida-
rias, puesto que cada deudor debe la toteilidad del objeto, no se puede dudar
de la vigencia del principio.
3) Tanto en las obligaciones de cumplimiento instantáneo conio en
aquellas otras en las cuales el cumplimiento insume cierto tiempo de dura-
ción. En las primeras, el pago se agota en un instante (v.gr., la compraventa
con pago al contado). En las segundas, desde que se comienza a ejecutar el
cumplimiento hasta que concluye trascurre cierto tiempo; p. ej., la obliga-
ción de la orquesta de tocar durante cinco horas, o la del custodio de vigilar
toda la noche, etc.: no podría el custodio vigilar dos horas la primera noche,
tres horas la segunda y cuatro la siguiente si así no se lo ha estipulado. El
principio de integridad prohibe la ejecución, en estos casos, por prestacio-
nes periódicas.
§ 139. EXCEPCIONES AL P R I N Q F I O DE I N T E G R I D A D
a) Acuerdo de voluntades
Nada impide que las partes que intervienen en el cumplimiento pacten
la disminución del pago o su fraccionamiento, haciendo uso de su libertad
(art. 1197).
En las obligaciones nacidas de los contratos, el pacto puede ser origi-
nario si está incluido expresamente entre sus cláusulas. Por ejemplo, se
vende un inmueble por $ 2(X).000 y se estipula que ese precio será pagado
en diez cuotas de $ 20.000; por imperio de la autonomía negocial, las partes
pueden dejar a un lado, el principio de integridad y fraccionar el pago. Ca-
ben unas pocas observaciones: 1) La cláusula debe ser expresa; si las partes
guardan silencio, recobra vigencia el principio, por locual hay que inter-
pretar que el precio tiene que ser pagado íntegramente. Ello, sin perjuicio,
claro está, de que con posterioridad a la celebración del contrato se conven-
ga la realización de pagos parciales. En este último caso, tratándose de un
convenio posterior, la prueba de su existencia le incumbe a quien lo invoca.
2) En el caso del ejemplo, si bien el comprador está autorizado a pagar en
cuotas, el pago de cada una de tales cuotas debe ser íntegro, aunque no
constituyan deudas independientes, sino fracciones de un nüsmo objeto. 3)
El régimen jurídico del "pago parcial", por su importancia, será abordado
en el parágrafo siguiente (§ 140).
En toda clase de obligaciones, aunque su fuente constimtiva no auto-
rice pagos parciales, las partes vinculadas pueden convenirlos con poste-
rioridad; p. ej., si un ladrón roba $ 1.000, está obligado a devolverlos desde
el momento mismo del robo, y la devolución debe ser inmediata e íntegra.
Sin embargo, nada se opone a que el perjudicado (acreedor) convenga con
su deudor la devolución mediante entregas parciales. El convenio posterior
al nacimiento de la obligación puede ser expreso o tácito
2" Salvat Galli, ObUgaciones, II, n" 1182, p. 267; Busso, Código CivU, 01, arL 742, n"
49, p. 483; Colmo, De las obligaciones en general, n" 586, p. 421, etc. Es opinión común,
también, que la prueba del pacto que autoriza pagos parciales le incumbe a quien lo invoca,
para lo cual cuenta con todos los medios de prueba.
366 ERNESTO C. WAYAR
b) Autorización legal
Otras veces, es la propia ley la que autoriza un apartamiento del prin-
cipio de integridad. Veamos.
I) El arcaico pago "con beneficio de competencia" les permite a cier-
tos deudores —descendientes, ascendientes, cónyuge, etc. (art. 800)—no
pagar más allá de lo que buenamente puedan, pero el saldo habrán de pagar-
lo cuando mejoren de fortuna. Se produce así un fraccionamiento del objeto
debido permitido por la ley (art. 799), lo cual constituye una excepción al
principio aquí considerado. Aunque el saldo impago sea finalmente paga-
do, el apartamiento del principio de integridad se habrá producido en el mo-
mento en que el acreedor haya sido compelido a aceptar una suma menor
que aquella a la cual tenía derecho.
II) Si una deuda es en parte líquida y en parte ilíquida, el acreedor puede
exigir el pago de la primera parte (líquida), sin que el deudor pueda oponerse
invocando la iliquidez de una porción de la deuda; el pago de esta porción será
realizado una vez efectuada la liquidación. A la inversa, también el deudor está
facultado para pagar la parte líquida, sin que el deudor pueda impedirlo. Así re-
sulta del art. 743 del Cód. Civil. Es ésta otra de las hipótesis en que una nor-
ma legal permite dejar sin vigencia el principio de integridad.
ni) Por último, si el deudor ^s insolvente y sus bienes no alcanzan para
cubrir la totalidad de la deuda, el acreedor debe admitir el pago parcial.
c) Autorización judicial
Por f m, en ciertas hipótesis es el juez quien puede autorizar la no apli-
cación del principio. Tales hipótesis son las siguientes:
I) Cuando en el acto constitutivo de la obligación se autoriza al deudor
apagar "cuando pudiese o tuviese medios de hacerlo " (art. 752), los jueces
"designarán el tiempo en que deba hacerlo" (art. 620). En la misma sen-
tencia, el juez puede establecer la forma de pago, concediéndole al deudor
el beneficio de pagar en cuotas periódicas en tal caso, la decisión judi-
cial importa un apartamiento lícito del principio de integridad.
II) Toda persona que comete un daño está obligada a la reparación ple-
na (íntegra) del perjuicio; sin embargo, considerando la "situación patri-
monial" deijeudor, el juez puede fijar una indemnización menor (art.
cada período. Tanto es así, que si el inquilino se reserva el derecho de rescindir el contrato,
en el momento en que lo haga cesará su obligación de pagar los períodos siguientes, pues,
por hipótesis, también en ese momento deberá dejar de usar la cosa (cfr. R. E. Greco, Objeto
del pago, en "R.D.C.O.", año 1971,14, p. 440).
Esta solución fue propuesta por Pothier: "el deudor de varias anualidades de rentas
puede obligar al acreedor a recibir el pago de un año, aunque no le ofrezca al mismo tiempo
el pago de las otras anualidades, pues todos ésos términos son otras tantas deudas diferentes.
El acreedor no puede, sin embargo, versé obligado a recibir los liltimos años antes que los
precedentes, ne rationis ejus contixrbentur, Molin, ibid, n. 44 " (Pothier, Tratado de las obU-
gaciones, trad. de S.M.S., Barcelona, 1878, t. II, n" 539, p. 202; lo siguen Aubry y Rau,
Cours, t. IV, § 319, p. 264, nota 5; Baudry-Lacantinerie y Barde, Des obUgations, II, n"
1278, p. 571; en nuestro derecho: Salvat, ObUgaciones en general, II, n" 1180, p. 266; E.
Busso, Código Civil, t. III, art 742, n" 30, p. 480; Borda, ObUgaciones, I, n' 699, p. 548).
^™ J. Llambías, Obligaciones, II-A, n" 1473, p. 202.
LOS ELEMENTOS DEL PAGO: EL OBJETO 369
Éste es el argumento que invoca Busso (Código Civil, III, art 742, n' 32, p. 420),
para quien "la autonomía de las cuotas sucesivas es más un principio doctrinal que un prin-
cipio legal; se basa en la forma de nacimiento y devengamiento de esas cuotas, y no impide
que por voluntad de la parte acreedora se produzca una acumulación de cuotas que vengan
a constituir una deuda única, como única es la causa-fuente de esas obligaciones". Para
Llambías, la acumulación de deudas distintas implicaría una novación unilateral, que la ley
no contempla (Obligaciones, II-A, n° 1473, p. 202, nota 224).
^ J. O. Machado. Exposición y comentario, t. II, glosa al art. 744, p. 538. No se puede
dejar de reconocer, sin embargo, que la opinión de Machado es contradictoria, pues comien-
za afirmando que "el deudor demandado puede hacer imputar los pagos a las anualidades
que le parezca", para luego añadir: "Si cada anualidad es una deuda separada, no hay razón
para privar al deudor del derecho de declarar cuál es la que entiende pagar, pero —conclu-
ye— esto sólo tendría lugar cuando no hubiere sido demandado". Galli, en sus anotaciones
a Salvat (Obligaciones en general, 11, n" 1180-a, p. 266), también participa de esta tesis y
nos proporciona un argumento.importante, al señalar que la ley "no ha hecho de la antigüe-
dad de las deudas un motivo suficiente para preferirlas a las de fecha más reciente". Esto se
aprecia, en efecto, en materia de imputación de pagos (art. 778,2* parte), pues allí el codi-
ficador decidió que si no se puede determinar cuál de las deudas es más onerosa para él deu-
dor, el pago que efectúe será imputEdo a todas a prorrata; es decir, no se lo imputará a la
más antigua, sino a todas, lo cual demuestra —como dice Galli— que la antigüedad no basta
para desechar el pago de obligaciones más recientes.
370 . ERNESTO C. WAYAR ^
Respecto de este criterio, ver A. von Tuhr, Tratado de las obligaciones, II, § 56, p.
14.
infra, t II. Capítulo XV, § 464 a § 519.
Es opinión común (E. Busso, Código Civil, t. V, art. 738, n" 25, p. 459).
372 ERNESTO C. WAYAR
dor se vería obligado a restituir la cosa que recibió, con lo cual se configu-
raría una situación de evicción provocada por el propio deudor. Pero como
al deudor le está prohibido provocar la evicción de su propio acreedor, es
lógico que se le niegue la acción de nulidad del pago.
presión total del actual art. 1329, porque ese texto no sólo sirve para regular el contrato en
cuestión, sinojque también se aplica al pago con cosa ajena¿ situación ésta que quedan'a, si
se suprime el|»t. 1329, sin referencias normativas, ni siquiera por vía de analogía.
Por todos: Cazeaux y Trigo Represas, Derecho de las obligaciones, 1.11, vol. 2, p.
45.
Llambías, Obligaciones, II-A, n° 1477. p. 206.
LOS ELEMENTOS DEL PAGO: EL OBJETO 375
2^3 E. Busso, Código Civil, t. V, art. 738, nos. 58 y 58.1, p. 463. Comp. Borda, Obliga-
ciones,!, ri" 105, p. 550.
Cfr. Parellada, en Bueres (dir.) y Highton (coord.) Código Civil, t. 2-B, glosa al art.
738, p. 81.
376 ERNESTO C. WAYAR
^' Para Llambías.el accipiens que acepta eí pagó sabiendo que la cosa no le pertenece
al deudor, renuncia tácitamente al derecho de pedir la nulidad (Obligaciones, II-A, n* 1477,
p. 205). Para Borda, en cambio, no hay renuncia tácita, sino que al acreedor de mala fe se
le impone la prohibición de invocar su propia torpeza (Obligaciones, 1, n" 704, p. 549).
^ C.Paz Letrada, Sala III, 11/6/1946, "J.A.", 1946-IV-469. Ver Aubry y Rau, Courí,
tIV,p. 351.
Borda, Contratos, I, n" 78, p. 68; Luzzatto, Compraventa, p. 185. Sobre el tema, E.
Wayar, Compraventa y permuta, § 134, p. 215.
LOS ELEMENTOS DEL PAGO: EL OBJETO 377
Barbero opina que si el comprador adquirió la propiedad, no cabe duda de que perdió
legitimación para accionar por nulidad. En efecto: según dicho autor, si se admitiera que el
comprador tíene derecho a impugnar la venta después de haber adquirido la propiedad, se
caería en el absurdo de consentirle quitar la justa causa, que junto con la buena fe inicial y
la posesión ha concurrido, precisamente, a operar su adquisición a base de la regla y al art.
1153, que contiene la máxima "Posesión equivale a título" (D. Barbero, Sistema de derecho
privado, vol. IV, p. 11, nota 12). Este problema es ampliamente debatido, para el derecho
italiano, por G. Mengoni, Risolubilitá della vendiui di cosa altrui a acguisto "a non domi-
no", en "Riv. Dir. Commerciale", año 1949,1.1, ps. 285 y ss.
378 ERNESTO C. WAYAR
289 Doctrina uniforme (Alterini, Ameal y López Cabana, Curso, 1, n" 255, p. 123).
LOS ELEMENTOS DEL PAGO: EL OBJETO 379
§145. CONCEPTO
Para la validez del pago de una obligación de dar es condición que el
deudor tenga el poder de disposición sobre la cosa con que paga. Tener el
poder de disposición no equivale exactamente a ser propietario de la cosa.
Así, bien puede ocurrir que el deudor sea el propietario pero carezca del po-
der de disposición, como ocurre, por ejemplo, cuando la cosa con que se
debe pagar le pertenece al deudor pero se halla embargada por un tercero;
la falta de libre disposición perjudicará la validez del pago. Otras veces,
aunque el deudor no sea el propietario, bastará con que tenga la libre dispo-
sición para que pueda efectuar un pago válido. Es lo que ocurre, por ejem-
plo, con el comodatario que paga restituyéndole la cosa a su dueño; empero,
si ese comodatario no tiene la libre disposición —^porque, v.gr., un tercero
está ejerciendo un derecho de retención sobre la cosa—, tampoco podrá pa-
gar. Tener la libre disposición de la cosa para pagar es algo que no debe ser
confundido con el poder para enajenar que se requiere en los negocios dis-
positivos 293. Cuando el pago constituye en sí mismo un acto dispositivo (p.
ej., la tradición traslativa del dominio), entonces sí el deudor deberá ser pro-
pietario y, además, tener la libre disposición de la cosa; pero si el pago no
es un acto dispositivo (v.gr., la devolución de una cosa prestada), entonces
sólo se requiere que el deudor tenga libre disposición.
En definitiva, la libre disponibilidad que se requiere para cumplir
obligaciones de dar es la que tiene aquel deudor que se halla en una posición
jurídica que le permite realizar la prestación —entregar la cosa— sin inter-
ferencias de terceros. Al contrario, si existen terceros que tienen algún de-
recho sobre la cosa objeto del pago, o sobre el crédito que se pretende pagar,
o si tienen interés en que la cosa no salga del patrimonio del deudor, se pue-
de decir que este último carece de libre disponibihdad. Por regla general, un
pago realizado sin disponibilidad es inoponible al tercero a quien afecte.
Son varias las situaciones que pueden presentarse.
b) Pago fraudulento
El pago que realice el deudor no debe ser perjudicial para sus otros
acreedores; por eso, el art. 737 establece que "el pago hecho por el deudor
insolvente en fraude de otros acreedores es de ningún valor" Desde el
punto de vista aquí considerado, cabe expresar que el deudor en trance de
insolvencia patrimonial no puede defraudar a sus acreedores realizando
actos que impliquen evasión de sus bienes; de ahí que a determinado
pago pueda considerárselo fraudulento cuando el deudor pretenda con él
burlar a sus acreedores. El pago fraudulento constituye una especie de
acto fraudulento, y está sometido, por ende, a las normas que regulan la
acción pauliana o revocatoria. Abordaré la cuestión en el capítulo corres-
pondiente.
Empero, el deudor que por haber pagado mal tuvo que pagar dos veces
tiene derecho a repetir el primer pago, según lo autoriza la última parte del art.
736. Bien se ha dicho que rige, en este caso, la teorfa del pago indebido, pues
el primer pago queda desprovisto dé causa después de que se ha efectuado el
segundo; y, como es sabido, el pago sin causa puede ser repetido » 7 .
Si elembargo es por un monto menor que el del crédito, ¿puedeel deu-
dor pagar parcialmente, dejando impago únicamente el monto embargado?
Si el crédito a pagar es de $ 10.000 y se ordena un embargo por $ 2.000, se
trata de saber si el deudor debe abstenerse de pagar la totalidad del crédito,
o si puede pagar la cantidad no afectada (y $ 8.000) y retener o consignar
únicamente los $ 2.000 que han sido embargados. El embargo es una me-
dida cautelar que el juez ordena para asegurar el cobro de determinado cré-
dito; por tanto, la orden judicial sólo puede afectar la parte del crédito que
sea suficiente para satisfacer al acreedor embargante. No convence aquella
tesis según la cual el embargo inmoviliza siempre la totalidad del crédito
embargado, sin que importe que sea notoriamente superior al crédito del
embargante ^s». Este tiene que ejercer sus derechos sin contrariar su finali-
dad; por ende, si con el embargo busca asegurar el cobro de su crédito, el
logro de esta finalidad marca el límite hasta donde llega el derecho de em-
bargar. Si se pretende embargar más allá de lo necesario, se incurre en un
exceso configurador de un típico abuso de derecho, que los jueces, según lo
ordena el art. 1071, no deben amparar. Los ordenamientos procesales le
conceden al juez amplias facultades para valorar la necesidad y cuantía de
un embargo; aquél puede, incluso, revocar la medida en cualquier momen-
to, ampliarla o disminuirla, según las circunstancias de cada caso. Es al
juez, en suma, a quien le corresponde el deber de vigilar que los embargos
llenen su finalidad, impidiendo abusos z».
tercero. En tal caso, sien^re que la prenda haya sido notificada al deudor,
se producen efectos similares a aquellos a los cuales da lugar el embargo del
crédito, que ya fiíeron mencionados en los párrafos precedentes. El art. 736
le asigna los tnismos efectos al pago de un crédito prendado o de un crédito
embargado ^oo.
I) LUGAR DE PAGO
§ 148. INTRODUCCIÓN
Para que la prestación del deudor constituya un verdadero pago
—además de procurar que el acreedor obtenga el objeto debido íntegro e
idéntico— debe efectuársela en determinado lugar. Así lo exige el princi-
pio de localización.
a) Lugar de pago
Lugar de pago ¿s aquel donde el deudor realiza —ejecuta— la pres-
tación, bien entendido que también en ese lugar el acreedor obtiene la sa-
tisfacción de su crédito 3 ° ' . La mayoría de las veces, el lugar de realización
de la prestación y el lugar donde el acreedor obtiene el resultado coinciden,
lo cual evita cualquier confusión; así, si el deudor debe entregar una cosa en
su propio domicilio, ése es el lugar de pago, pues allí debe concunir el
acreedor a recibirla. En el mismo lugar, el deudor entrega y el acreedor re-
cibe. Pero hay ciertas obligaciones en las cuales el lugar de ejecución de la
prestación no coincide con el lugar donde se obtiene el resultado; p. ej., en
una compraventa a distancia, cuando el vendedor se obliga a enviar merca-
dería desde el lugar de su establecimiento (Buenos Aires) hasta el lugar
b) Concepto
En general, se puede decir que será lugar de pago aquel donde el
acreedor obtenga la satisfacción de su interés. En aquellas obligaciones en
las cuales el deudor debe enviar mercadería o remitir dinero, asumiendo los
riesgos del transporte y tomando a su cargo los gastos, lugar de pago es el
de destino, porque es allí donde el pago se consuma, salvo que la ley, los
usos mercantiles o un pacto expreso dispongan otra cosa.
§ T S O . D E T E R M I N A C I Ó N D E L LUGAR DE PAGO. R E G L A G E N E R A L
307 Comp. Alterini, Ameal y López Cabana, Curso de obligaciones, I, n" 2 6 3 , p. 127.
CIRCUNSTANCIAS DEL P A G O 389
§ 151. E X C E P C I O N E S . E N U M E R A C I Ó N
La regla según la cual él pago debe ser hecho en el domicilio del deu-
dor, como se anticipó, reconoce importantes excepciones, a saber:
1) cuando acreedor y deudor, por mutuo acuerdo, designan como lu-
gar de pago uno distinto del domicilio del solvens, supuesto previsto en el
art. 747, primera parte;
2) cuando la obligación tiene por objeto un cuerpo cierto, en cuyo
caso el pago será efectuado en el lugar donde ese cuerpo existía en el mo-
mento en que se contrajo la obligación, supuesto previsto en el art. 747, se-
gunda parte;
3) cuapdo el pago consiste en la enttega de dinero como precio de una
cosa, pues debe ser hecho en el lugar de la tradición, supuesto comprendido
en los arts. 749 y 1424.
No constituye una excepción a la regla general el supuesto compren-
dido en el art. 1212, referido a las obligaciones convencionales; al contra-
rio, la solución allí consagrada guarda coherencia con aquella regla. Me
ocuparé de cada uno de los supuestos enunciados.
a) Forma de designación
Las partes pueden efectuar la designación sin sujeción a formalidad
alguna; es decir, no sólo no se requieren términos sacramentales, sino que
la voluntad puede exteriorizarse por "cualquier" medio idóneo. Asimismo,
es dable afirmar que la designación puede ser expresa o tácita, rigiendo, al
respecto, las reglas generales. En lo que atañe a la oportunidad en que debe
efectuársela, nada impide que se lo haga al momento de celebrar el contrato
creador de la obligación o con posterioridad, siempre que sea producto del
acuerdo entre acreedor y deudor. Si al contraer la obligación se designa un
lugar de pago, no hay obstáculos para que las partes puedan luego modifi-
carlo; en este último caso, se debe tener presente que la modificación del lu-
gar de pago es un cambio que no constituye novación, razón por la cual la
obligación sigue siendo la misma. Puede ocurrir que las partes indiquen, al-
ternativamente, dos o más lugares de pago; en este caso, la cuestión es re-
suelta mediante las reglas de las obligaciones alternativas (arts. 636 y ss.)
CIRCUNSTANCIAS DEL PAGO 391
Cfr. Cazeaux y Trigo Represas, Dereclw de las obligaciones, L II, vol. 2, ps. 110 y
lll.
Es asf como interpreto la posición de Llambías, Obligaciones, II-B, n° 14^3, p. 225.
392 ERNESTO C . W A Y A R
razones de intenés o comodidad del propio deudor, será éste quien tendrá el
derecho de optar entre pagar en el anterior domicilio o en el nuevo " 2 . y
será así porque en la interpretación de los contratos hay que indagar, en pri-
mer lugar, la verdadera intención de las partes, y esta intención debe preva-
lecer sobre las normas supletorias, como la del art. 748.
IV) Idénticas soluciones caben cuando el lugar designado es el del do-
micilio del acreedor. Para el caso de mudanza, continúa siendo el acreedor
quien tiene el derecho de optar, conforme al art. 748, salvo que se haya es-
tipulado lo contrario. Por cierto, el derecho del acreedor a optar estará con-
dicionado a la previa comunicación al deudor del cambio operado y de toda
otra circunstancia relacionada con el pago, porque así lo impone el deber de
obrar de buena fe 3t3.
De acuerdo: Cazeaux y Trigo Represas, Derecho de las obligaciones, 1.11, vol. 2, p. 112.
^'^ Los autores están de acuerdo en que las cuestiones relacionadas con la determina-
ción del lugar de pago deben ser resueltas mediante la aplicación del principio de buena fe
(además de los citados en notas precedentes. Borda, Obligaciones, I, n" 708, p. 552).
Como lo hace, por ejemplo, A. Colmo, De las obUgaciones en general, n" 597, p. 413i
CIRCUNSTANCIAS DEL PAGO 393
A propósito de lo afirmado en el texto, hay que tener en cuenta que algunas especies
de cosas se trasladan, por sf o por medio del hombre, de un lugar a otro. Para este último su-
puesto, es razonable pensar que las partes no tomarán en cuenta el lugar en que la cosa se ha-
lla el dfa del contrato, sino aquel en que se la guarda habitualmente; p. ej., un garaje, una co-
chera, un depósito, o aquel lugar en que es costumbre, según los usos, que la cosa sea
entregada (v.gr., la que se vende en mercados, corrales, etc.).
394 ERNESTO C. WAYAR
" * Sobre las compraventas manuales o al contado, Wayar, Compraventa y permuta, ps.
332 y ss.
^" Así, p. ej.. Llambfas, Obligaciones, II-B, n° 1496, p. 228. Comp. Borda. Obligacio-
nes,!,!^ 115, p. 554.
C I R C U N S T A N C I A S DEL PAGO 395
texto en examen, "si fuere el domicilio del deudor", se ad^flertirá que el lu-
gar de pago será, en última instancia, el domicilio del deudor. Es decir,
cuando el lugar donde se contrajo la obligación es, al mismo tiempo, el do-
micilio del deudor, entonces ése es el lugar de pago. Y si la obligación fiíe
contraída en un liígar distinto del domicilio del deudor, de todos modos, el
domicilio "actual" del deudor "será el lugar en que debe cumplirse", por
expresa disposición del art.. 1213.
Por tanto, cabe afirmar que el art. 1212 no contiene, en realidad, una
excepción a la regla según la cual las obligaciones deben ser cumplidas en
el domicilio del deudor.
ü) TIEMPO DE PAGO
a) Exigibilidad y ejecutabilidad
- A la exigibilidad le corresponde —desde el otro polo de la relación ju-
rídica obligatoria— la figura de la ejecutabilidad. Con ella se alude a la fa-
cultad (derecho subjetivo que surge del art. 505, injine) que tiene el deudor
de cumplir la prestación para obtener su liberación. Este momento en la
vida de la obligación, en que los poderes y deberes se actualizan, no sólo au-
toriza al acreedor a exigir; también el deudor tiene derecho a la liberación
mediante el cumplimiento. Se trata —dice Valsecchi 326— de dos aspectos
distintos del nüsmo concepto: la relación de correlatividad entre poder exi-
gir y deber de cumplir presupone, necesariamente, la identidad del momen-
to en que la prestación se pueda hacer valer y la correspondiente obligación
deba ser cumplida.
b) Exigibilidad y cumplibilidad
Algunos autores 327 sostienen que cabe distinguir enü-e "exigibilidad"
y "cumplibilidad". Con la expresión "cumplibilidad" se quiere significar
que una vez que la obligación se ha hecho exigible, el deudor está dispuesto
a cumplir y en situación de hacerlo. Larenz utilizó esta distinción para enu-
merar.los requisitos de la mora del acreedor. Según este autor, para que el
acreedor pueda quedar constituido en mora es necesario, en primer lu^ar,
que el deudor pueda cumplir su prestación; es decir, se requiere que la obli-
gación sea cumplible '28. Para comprender esta tesis se ha de tener en cuen-
ta que pueden presentarse situaciones en las cuales una obligación exigible
no sea cumplible, como ocurriría, por ejemplo, si se pierde el objeto que el
deudor debía dar. En este caso, la obligación puede ser exigible pero no es
cumplible; y porque no lo es el deudor no podría constituir al acreedor en
mora ofreciéndole la entrega de una suma de dinero en carácter de indem-
nización. A la inversa, habrá situaciones en que la obligación puede ser
cumplible a pesar de no ser, todavía, exigible
Corresponde ahora afirmar que para localizar en el tiempo el momen-
to a partir del cual una obligación se hace exigible, es necesario —como
punto de partida— distinguir si tal obligación es pura y simple, o si recono-
ce alguna modalidad (plazo o condición).
tamiento" no sería siquiera una verdadera obligación, ante la falta de temporalidad, que es
una de sus notas esenciales. El autor parece reconocerlo cuando añrma que la obligación
pura, como él la concibe, configura "una categoría del pensamiento jurídico (...) que acaso
no convenga llamarla obligación". 4) Afirmar que sólo es pura aquella obHgación que se
cumple inmediatamente, implica negar que lo sean aquellas otras que, de hecho, no son cum-
plidas al instante, a pesar de que su exigibilidad es inmediata. Pero la riqueza del concepto
de obligación "pura" reside, precisamente, en la posibilidad que brinda de trazar un régimen
jurídico para aquellas obligaciones que debiendo ser cumplidas inmediatamente se las difie-
re, prolongando el vínculo por un lapso no previsto ni querido por las partes. De alU que que-
pa afirmar que una obligación es "pura" cuando su ejecución puede ser exigida al instante,
aunque, de hecho, no se cumpla inmediatamente. La obligación, aun incumplida, sigue sien-
do "pura".
Ése fije el pensamiento predominante en nuestra doctrina, hasta que un autor advir-
tió que hay ciertas obligaciones en las cuales, aun no habiéndose previsto nada respecto de
la fecha del pago, "no debe considerarse la obligación sin plazo", ni le corresponde al juez
fijar la fecha; son aquellas obligaciones que por la naturaleza de la prestación impaga y las
circunstancias del caso "pueden llevar a la convicción del derecho del acreedor a reclamar
el pago inmediato" (Galli, en sus anotaciones a la obra de Salvat, Obligaciones en general,
II, n° 1236-0, p. 302). Hoy, esta tesis puede ser considerada definitivamente impuesta.
402 ERNESTO C. WAYAR
Cfr., por todos, J. Mayo, en Código Civil (Belluscio y Zannoni), t. 2, art. 509, § 8,
p.600.
CIRCUNSTANCIAS DEL PAGO 403
ObUgaciones puras Snigen del art. 527 y no han sido previstas en el art. 509
y simples
o sin modalidades
Están contenidas en el inc. 2 del derogado art. S09. No
Esencial ftieron contempladas por el art. S09 actualmente
vigente
Cierto Esuisdos
(art. 567) especies se
Determinado Incierto hallan
(art. 558) comprendidas en
el primer párrafo
Obligaciones del art. 509
con la modalidad Accidental, que Tácito Stq)uesto que
"plazo" puede ser queda compren-
(art. 566) suspensivo o dido en el
resolutorio (art. segundo párr.
566) Indeterminado del art. 509
actual
Indetemúnado Supuestos que
propiamente quedan
dicho(iuts.6'20ycomprendidos en
752) u el tercer párr. del
obügadanesan art. 309 actual
pía2p(ait618)
Cfr. F. Santoro Passarelli, Doctrinas generales del dereclw civil, n" 42, p. 228.
CIRCUNSTANCIAS DEL PAGO 405
Del mismo modo que entre dos puntos de un camino hay una distancia física, así
también entre el límite inicial y el límite ñnal de un plazo hay una distancia temporal. Sobre
este tema, ver F. López de Zavalía, Reflexiones sobre el tiempo en el derecho, en "Revista
de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Tucumán", n°
25,§ l,I,p. 15.
Planiol y Ripert ofrecen esta definición de plazo: "Un suceso futuro y de realización
cierta que suspende la exigibilidad o la extinción de un derecho y que produce sus efectos
sin retroactividad" {Tratado práctico de derecho civil francés, 17, n° 998, p. 313). Es tam-
bién comiín definir el plazo como la ttKsdalidad "por la cual se difiere para un momento fu-
turo el nacimiento, la exigibilidad o la extinción de un derecho" (A. Colmo, De las obliga-
ciones en general, n° 261, p. 188; comp.: R. de Ruggiero, Instituciones de derecho civil, L
L § 31, p. 302; Colin y Capitant, Cours élémentaire de droit civil, LII, p. 167; Baudry-La-
cantinerie y Barde, Des obligations, t II, n" 968, p. 147).
^ Sobre esta cuestión, ver E. B. Busso, Código CivU, t. III, comentario al art. 566, nos.
12 y 13, p. 555.
^' Por todos: Salvat y Galli, ObUgaciones en general, I, nos. 746 y 747, p. 298; E. B.
Busso, Código Civil, L DI, comentario al art 566, n''7, p. 554.
Moisset de Espanés y Merino responden que con anterioridad a la reforma del año
1968 esta pregunta era prácticamente irrelevante, pero que las modificaciones que ese año
406 ERNESTO C. W A Y A R
introdujo en nuestro Código la ley 17.711 la han tomado necesaria; asf, por ejemplo, no se
comprendería el sistema de constitución en mora sin antes indagar los preceptos de nuestro
Código, para establecer cuántas especies de plazos pueden configurarse (L. Moisset de Es-
panés y E. Merino, Reflexiones sóbrela clasificación de los plazos, la mora y la obligación
de inscribir una transferencia de automotores, "E.D.", t. 41, ps. 1003 y ss.).
Cfr. R. de Ruggiero, Instiniciones de derecho civil, t. II, vol. l, p. 114; L. Barassi,
Teoría genérale delle obbligazioni, 1.111, ps. 53 y ss.; J. Beluán de Heredia, El cumplimiento
de las obligaciones, p. 256; J. Puig Bmtau, Fundamentos del derecho civil, 1.1, vol. II, "Obli-
gaciones", p. 143; J. Castán Tobeñas, Derecho civil español, 1.111, "Obligaciones", p. 112;
J. Cardenal Fernández, El tiempo en el cumplürüento de las obligaciones, p. 74.
Expresa en este sentído D. Barbero: "Se dice 'esencial' el término cuando a su ven-
cimiento está ligado negocialmente un determinado efecto, si ocurre [el vencimiento] sin el
cumplimiento de una determinada acción. Tal efecto, por lo común, se individualiza con la
resolución del contrato" (Sistema de derecho privado, 1.1, p. 591).
CIRCUNSTANCIAS D E L P A G O 407
a) Plazo determinado
Conforme a la respuesta anterior, se puede decir que un plazo es de-
terminado cuando en el título o acto constitutivo de la obligación queda pre-
visto cuál será el acontecimiento, fumro e inevitable, que indicará la llegada
del límite fmal del plazo {dies adquem). La determinación del límite fmal debe
ser hecha expresamente; de allí que a las especies de plazo determinado se las
suele agmpar bajo la denominación común de "plazo expreso". Ocurre que si
la determinación no es expresa, la obligación queda configurada como de
plazo indeterminado 346. El plazo expresamente determmado admite, a su
vez, una subdivisión, según que sea cierto o incierto.
I) Plazo cierto. —Es dable afirmar que un plazo determinado es cierto
cuando se sabe exactamente la época en que habrá de ocurrir el aconteci-
miento previsto como límite final de aquél; o, como dice el codificador:
"cuando fuese fijado para terminar en designado año, mes o día" {ait.
567). Plazo cierto, en suma, es aquel cuyo vencimiento es cognoscible a
priori; p. ej., cuando me obligo a pagar el 31 de marzo de 1990, o para la
próxima Navidad; o a 30 días de la fecha, etc.
II) Plazo incierto. — El plazo determinado es incierto cuando no se
conoce la época en que habrá de ocurrir el acontecimiento previsto como lí-
mite final; o, como dice Vélez: "cuando fuese fijado con relación a un he-
chofuturo necesario, para terminar el día en queese hecho necesario se re-
alice" (art. 568), sin que las partes sepan cuándo llegará ese día. Plazo
incierto, en suma, es aquel cuyo vencimiento es sólo copioscible a poste-
b) Plazo indeterminado
Un plazo es indeterminado cuando en el tímlo de la obligación no se
prevé cuál será el acontecimiento que indicará su finalización 34«; en eso se
diferencia del plazo incierto, pues en éste sí se prevé el acontecimiento. El
plazo indeterminado se divide, también, en dos especies: plazo tácito y pla-
zo indeterminado propiamente dicho.
I) Plazo tácito. — En trazos generales, se podría caracterizar el plazo
tácito como aquel en el cual, pese a la ausencia de determinación de su lí-
mite final, de la naturaleza y circunstancias de la obligación se puede in-
ferir el inomento o la época a partir de la cual ella se toma exigible. La na-
turaleza y las circunstancias de la obligación tipifican el plazo tácito.
II) Plazo indeterminado propiamente dicho (las llamadas obligacio-
nes "sin plazo "). — En la hipótesis anterior vimos que si bien en la fuente
de la obligación no se prevé el acontecimiento futuro que marcará el fin del
plazo, hay en ella elementos concretos —la naturaleza y las circunstancias
de la propia obligación— que permiten conocer, de modo más o menos
aproximado, el momento a partir del cual el comportamiento debido es exi-
gible. Pero cuando la indeterminación es total, porque ni siquiera es posible
acudir a la naturaleza y a las circunstancias de la obligación para inferir la
época en que el deber es exigible, y sólo cabe solicitarle al órgano jurisdic-
cional que lo fije, se está en presencia del plazo indeterminado propiamente
dicho. A esta clase de obligaciones se refiere el art. 751, en los siguientes
términos: "Sino hubiese plazo designado, se observará lo dispuesto en el
art. 618". Utilizando una terminología defectuosa, el Código se refiere a
estas misnlas obligaciones, en otros artículos, llamándolas "obligaciones
sin plazo" (p. ej., art. 509, tercer párrafo). No se trata de obligaciones sin
plazo (las úñicás'que no tienen plazo son las puras y simples),'sino de obli- -
gaciones con plazo, sólo que su límite fmal se halla en completa incerti-
dumbre, razón por la cual el juez debe fijarlo. No son obligaciones puras,
porque si lo fueran su cumplimiento podría ser exigido, inmediatamente, y
no es así; hay razones para diferir él cumplinúento, y para precisar el tiem-
po de pago debe intervenir el juez.
miento del plazo cuando otro acreedor, aunque sea quirografario, pide y ob-
tiene que se ordene el remate de los bienes hipotecados o prendados 352.
a) Descuentos
En primer lugar, se ha tener presente que las partes pueden acordar,
también en este punto, que el pago anticipado le dará al deudor el derecho
de exigir descuentos proporcionales. A veces es la ley la que impone esa so-
lución. Pero cuando las partes guardan silencio y la ley nada dice, la cues-
tión debe ser regida por la regla contenida en el art. 755, a cuyo tenor: "Si
el deudor quisiere hacer pagos anticipados y el acreedor recibiríos,nó po-
drá éste ser obligado a hacer descuentos". Se ha sostenido que la solución
del Código se inspira en razones de orden práctico, ya que tiende a evitar ul-
teriores discusiones sobre el valor del crédito en el moniento del pago y el
que hubiese tenido al vencimiento del plazo 354. El argumento no es convin-
cente para justificar esa regla. No habría mayores obstáculos, según pienso,
para aplicar la regla inversa, es decir, establecer que en caso de pago anti-
cipado se deben efectuar los descuentos proporcionales en relación con el
tiempo anticipado; las eventuales discusiones sobre el monto del descuento
no son insalvables. Para justificar la regla del Código también se ha dicho
que dado que el deudor no está obligado a pagar anticipadamente, no hay
razón alguna para favorecerlo con un descuento cuando decide hacerlo
aun contando con la aceptación del acreedor. A esta afirmación cabe re-
plicar que tampoco hay razones para favorecer al acreedor; menos razo-
nes hay cuando se trata de obligaciones de dar dinero, pues en éstas el
acreedor recibirá un interés compensatorio^l que no tiene derecho por-
que, por hipótesis, puede disponer del capital antes del tiempo previs-
to 355. Por otra parte, es más conveniente alentar los pagos anticipados, y la
regla del Código los desalienta. En suma, si bien la regla del Código es clara
y no admite dudas, sería aconsejable, en caso de reforma, adoptar la solu-
ción opuesta 356,
b) Repetición
El deudor que ha pagado anticipadamente no puede exigir descuentos
ni puede repetir lo pagado; el pago se toma irrevocable. No puede repetirlo
ni aun alegando que desconocía la existencia del plazo, o que incurrió en
error al creer que estaba vencido. En este sentido, el art. 791, inc. 1, es con-
tundente al establecer que no hay error esencial, ni se puede repetir lo pa-
gado, cuando el deudor ha pagado antes del vencimiento del plazo, solución
reiterada en el art. 571 después de la reforma del año 1968. Ninguna duda
cabe, pues, a este respecto.
ser hecho, de todos modos, ese día. Pero en el tráfico jurídico, especialmen-
te en el mercantil, la regla no siempre puede tener aplicación, puesto que los
días feriados no son días "útiles", razón por la cual las operaciones jurídicas
quedan, de hecho, postergadas. Siendo así, es plausible el texto proyectado,
ya que posibilita que el pago realizado el día siguiente hábil, si el del ven-
cimiento no lo es, sea considerado como realizado en "tiempo propio",
siempre que esa posibilidad surja de los usos.
b) La segunda parte del texto proyectado plantea cuestiones más intere-
santes. Advirtamos lo siguiente: según el art. 24 del Cód. Civil, "el día es el in-
tervalo entero que corre de medianoche a medianoche; y los plazos de días no
se contarán de momento a momento, ni por horas, sino desde la mediarwche
en que termina el día de sufecha"; conforme al art. 27, todos los plazos serán
continuos y completos, y deberán terminar siempre en la medianoche del úl-
timo día; "y así, los actos que deben ejecutoríe en o dentro de cierto plazo, va-
len si se ejecutan antes de la medianoche en que termina el último día del pla-
zo". De estos dos preceptos se concluye lo siguiente: 1) el "día" de
vencimiento conüenza a la hora Q y termina a la hora 24 de esa fecha; como a
los plazos no se los cuenta de momento a momento ni por horas, "todo" ese día
es útil para efectuar el pago; 2) como consecuencia de lo anterior, el pago pue-
de ser hecho en horas de la madmgada o al filo de la medianoche.
Pero la realidad vital, que el derecho no puede ignorar, y el imperio de
la buena fe, que gobierna las relaciones patrimoniales, imponen la ríecesi-
dad de reconocer que el pago, en la inmensa mayoría de los casos, debe ser
realizado dentro de un horario razonable; es decir, en aquellas horas en que
normalmente, y conforme a nuestros usos y costumbres, se cumplen regu-
larmente las obligaciones. Sólo dentro de determinadas horas el derecho
puede imponerles a las personas el deber de cooperación. De allí el acierto
del Proyecto, el cual, sin alterar la regla del art. 27 del Cód. Civil, deja a sal-
vo aquellas situaciones en que el pago tiene que ser hecho dentro de ciertas
horas, en razón de que la cooperación debida por el acreedor sólo puede ser-
le exigida dentro de esas horas, por ser ése el horario "usual" de pago.
No acierta el Proyecto, en cambio, cuando se refiere sólo al acreedor
como la persona a la cual los usos k imponen el deber de cooperar dentto de
un horario determinado y concediéndole sólo a él el beneficio de que el pago
sea realizado en ese horario, y no después; así resulta de una interpretación
literal. No acierta, porque el deudor también tiene que ser considerado, má-
xime si se toma en cuenta que —^según lo reconoce la doctrina 35«— el día
E. B. Busso, Código Civil, 1.1, comentarios a los arts. 27 y 20, nos. I y 2, p. 236; Sal-
vat, Parte general, 1, n" 343, p. 236.
G A S T O S DEL PAGO 417
§ 1 7 0 . A U S E N C I A D E U N A REGLA G E N E R A L E N N U E S T R O C Ó D I G O CIVIL
La misma solución adoptaron el Código francés (art. 1248), el italiano de 1942 (art.
1196), el alemán (art. 369), el español (art. 1168), el venezolano (art. 1297), el brasileño (art.
946) y el chileno (art. 1571).
La Convención de Viena sobre compraventas internacionales contiene diversas normas
que permiten deducir cuál es el régimen que se aplica a los gastos del pago. Según su ait 31,
a, cuando la compraventa implique el transporte de la mercadería, la obligación de entrega
consistirá "en ponerlas en poder del primer porteador para que las traslade al comprador";
de este texto: no cabe inferir que el vendedor está siempre obligado a pagar los gastos de
transporte, ya que este deber sólo le corresponderá cuando haya asumido la obligación de
"disponer el transporte", conforme a su art. 32, inc. 2. Según la Convención, no es lo mismo
obligarse a poner las cosas "en poder del porteador" que obligarse a "disponer el transpor-
te"; sólo en este último caso, previsto en el art. 32, inc. 2, el vendedor "deberá concertar los
contratos necesarios para que éste se efectúe hasta el lugar señalado por los medios de trans-
porte adecuados a las circunstancias y en las condiciones usuales para el transporte".
^ Por todos: Cazeaux y Trigo Represas, Derecho de las obligaciones, t II, vol. 2, p. 131.
GASTOS DEL PAGO 419
^' Otros casos en los cuales se ha creído apreciar que el codificador le impuso al deudor
el deber de afrontar los gastos del pago serían los siguientes: á) en el depósito, pues el de-
positante, según se afirma, está obligado a pagar los gastos de conservación de la cosa de-
positada (an. 2224); b) en el comodato, ya que el comodatario estarfa obligado a pagar los
gastos ordinarios de conservación, aunque no los extraordinarios, que están a cargo del co-
modante (arL 2287). Tal lo que sostiene J. Llambías, Obligaciones, II-B, n" 1529, p. 257.
Esta apreciación es equivocada En relación con el depósito, parece olvidar algo esen-
cial: tratándose de un contrato unilateral, el úm'co contratante obligado es el depositario
(obligado a restituir la cosa), de donde se sigue que los gastos de conservación, considerados
como gastos de entrega, han sido impuestos precisamente a quien es el acreedor de esa obli-
gación: el depositante. Pero, además, los gastos de conservación a que se refiere el art. 2224
nada tienen que ver con la obligación de entrega que le incumbe al depositario; no hay entre
estas obligaciones "reciprocidad" ni "correspectividad", de manera tal que una puede ser
cumplida independientemente de la otra. ¿Cómo afirmar, entonces, que los gastos de con-
servación son gastos del pago? (De acuerdo con esta critica, en lo sustancial: Cazeaux y Tri-
go Represas, Dereclw de las obligaciones, t. II, vol. 2, p. 131, n. 321). Otro tanto sucede con
el comodato, respecto de los gastos exü^ordinarios que son debidos por el comodante, pues
éste es acreedor de la obligación de restituir que pesa sobre el comodatario. Sólo de los gas-
tos ordinarios, no previstos expresamente por el Código Civil, cabria sostener que son gas-
tos de "pago" debidos por el comodatario, en su condición de deudor de la obligación de res-
tituir.
420 ERNESTO C. WAYAR
§ 173. C L A S M C A C I Ó N
Otros autores —p. ej., Alterini, Ameal y López Cabana (Curso de obligaciones, I,
n° 307, p. 141)— incluyen una tercera categoría de efectos del pago, a los cuales llaman in-
cidentales. Estos efectos serían: 1) el reembolso de lo pagado por un tercero, reembolso que
debe efectuar el deudon 2) la repetición del pago indebido; 3) la restihición al acreedor de
aquello que el deudor le pagó a un tercero, restitución que debe efectuar el tercero, y 4) la
inoponibilidad del pago respecto de otros acreedores para quienes el pago es fraudulento.
No parece apropiado, sin embargo, tratar tales cuestiones como "efectos" del pago.
Tampoco parece s^ropiado considerar como un efecto del pago el valor interpretativo
de la conducta de las partes que ese pago puede tener, como lo hace, por ejemplo, Llambías
(Obligaciones, II-B, n° 1539, p. 265).
422 ERNESTO C. WAYAR
a) Efecto recognoscitivo
Se suele afirmar que el pago tiene efecto recognoscitivo, en el sentido
de que cuando el deudor lo realiza está reconociendo la existencia de la
obligación. Esta afirmación, empero, debe ser aclarada: 1) sólo cabe hablar
de efecto "recognoscitivo" en determinados casos: cuando se duda de la
existencia de la obligación, cuando el deudor afirma que ya pagó, o en su-
puestos similares, y 2) no es el pago en sí mismo el que tiene efecto recog-
noscitivo, sino la voluntad del deudor de reconocer la obligación, voluntad
exteriorizada por medio del pago. Esto es particularmente importante, por-
que permite aseverar que cuando falta esa voluntad —^p. ej., cuando el pago
se configura como un simple hecho— no cabe hablar de reconocimien-
to 369. Tomando como base las aclaraciones formuladas, se puede decir que
cuando una persona, voluntaria y espontáneamente, paga una obligación
sobre cuya existencia se duda, tácitamente está reconociéndola. No es,
pues, el pago en sí mismo el que produce ese efecto, sino la voluntad del ,
deudor manifestada por medio de él, conforme resulta del art. 721 del Cód.
Civil. Como es obvio, el reconocimiento puede ser expreso.
Por esta razón, no constituyen reconocimiento los siguientes "pagos":
1) el efectuado por un tercero, ya que sus actos no pueden ser interpre-
tados como manifestaciones de la voluntad del deudor; al contrario, el deudor
puede desconocer lo actuado por el tercero, con lo cual el "pago" que éste
haya efectuado no tendrá influencia alguna en la situación de aquél —sal-
vo, naturalmente, que el deudor ratificara la actuación del tercero, con lo
cual éste se convertiría en su mandatario—;
2) el que se configura como un simple hecho jurídico, pues por ser tal
no contiene los ingredientes del acto voluntario;
3) el que resulta de una ejecución forzada, pues en este caso también
está ausente la voluntad del deudor;
4) ef que, no obstante habérselo realizado voluntariamente, se lo ha
hecho con la reserva expresa del deudor de que el pago no implica recono-
cimiento;
5) el realizado por un incapaz.
El reconocimiento cobra importancia cuando se trata de pagos parcia-
les, pues, precisamente, tiene incidencia sobre los saldos impagos, respecto
de los cuales produce la interrupción de la prescripción en curso (art. 3989).
^' De acuerdo: Cazeaux y Trigo Represas, Dereclto de las obligaciones, L II, vol. 2, p.
134.
424 ERNESTO C. W A Y A R
b) Efecto confirmatorio
Cuando el acto que ha dado origen a la obligación adolece de un vicio
que lo toma nulo o anulable, el pago que de esa obligación realiza el deudor
produce la confirmación del acto, siempre que se trate de un pago volunta-
rio, sin que importe que sea total o parcial, a los fines confirmatc«ios. Esta
solución resulta del art. 1063, que posibilita la confirmación tácita de los
actos viciados de nulidad relativa, mediante "la ejecución voluntaria, total
o parcial, del acto sujeto a una acción de nulidad". Como el pago, para ser
confirmatorio del acto viciado, debe ser voluntario, no tendrán ese efecto
aquellos pagos que no tengan ese carácter. Por esta razón, los "pagos" que
en la sección precedente enunciamos como carentes de efectos recognosci-
tivos tampoco pueden tener efecto confirmatoria 37o.
I) C A R G A DE LA P R U E B A . O B J E T O Y MEDIOS PROBATORIOS
§ 177. C A R G A DE LA P R U E B A
a) Principio general
La prueba del pago debe ser aportada por el deudor; tal el principio ge-
neral. Si bien nuestro Código Civil no contiene una norma que consagre ex-
presamente ese principio 373, su vigencia en nuestro derecho está justifica-
da por otras razones: 1) al acreedor le corresponde probar la existencia de
la obligación; 2) el pago no es de aquellos "supuestos" que la ley presume
realizados; 3) si es el deudor quien afirma que ha pagado, debe probarlo es
Sobre esto, ver F. Camelutti, La prueba civil, n' 4, p. 15, trad. de N. Alcalá Zamora
y Castillo, Depalma, Buenos Aires, 1979.
En reaiida4 la pmeba del pago le corresponde a quien afinna haberlo efectuado, ya
sea el deudor o un tercero. Ese principio lo consagra el arL 1229 del Cddigo Civil peruano
de 1984: "La prueba del pago incumbe a quien pretende baberio efectuado". Lo dicho en el
texto apunta a destacar que es el deudor, por lo común, quien afirmará haber pagado, y, por
ende, a él le incumbe su prueba. El Código francés, en términos expresos, contiene este úl-
timo principio (arL 1315).
426 ERNESTO C. WAYAR
Es ésta una afirmación común (Salvat y Galli, Obligaciones en general, n, n" 1261,
p. 321; Busso, Código Civil, t. V, comentario al art 725, n''413, p. 341; Colmo, De las obli-
gaciones en general, n" 581; Rezzónico, Estudio de las obligaciones, I, p. 776; LlamWas,
Obligaciones, II-B, n" 1612, p. 322; Cazeaux y Trigo Represas, Derecho de las obligacio-
nes, t II, vol. 2, p. 137; Borda, Obligaciones, I, n" 729, p. 562; Alterini, Ameal y López Ca-
bana, Curso de obligaciones, I, n" 281, p. 133; Boffi Boggero, Tratado de las obligaciones,
14, n" 1345. p. 112, etc.).
3^5 Jales conclusiones se reflejan también en lajurisprudencia; así, la prueba del pago
le incumbe a quien dice haberlo realizado (CN.Civ., Sala D, 19/6/1980. "E.D.". 89-657);
empero, casi siempre esa afirmación le corresponde al deudor, y es él quien debe probarla
(CN.Civ., SalaD, 18/12/1981, "E.D.", 98-455; CCiv. y Com. Santa Fe. Sala 1*. 20/8/1982.
"J.A.", 1983-IV. síntesis; S.C.J. Mendoza. 27/9/1984. "J.A.", 1985-IV-209; S.C Buenos
Aires. 15/6/1982. "D.J.B.A.", 123-149, etc.).
Opinión común: ver autores citados en nota 375 precedente.
PRUEBA DEL PAGO 427
Así lo afirman, p. ej., Llambías, Obligaciones, II-B, n" 1612, p. 323, y Cazeaux y Tri-
go Represas, Derecho de las obligaciones, t II, vol, 2, p. 138.
Para comprobar lo complejo de esta materia basta recordar la polémica en tomo de
las obligaciones llamadas "de medios", en las cuales, si se le impone al acreedor la carga de
probar el incumplimiento, se le está imponiendo, en realidad, la carga de probar "la culpa"
del deudor, porque según esta tesis ambos conceptos se identifican. La cuestión, de todos
modos, debe ser abordada en los capítulos destinados a la teoría de la responsabilidad civil.
428 ERNESTO C. W A Y A R
a) Tesis amplia
Quienes piensan que el pago es, por naturaleza, un hecho jurídico,
afirman que para probarlo las partes pueden recurrir a todos los medios de
pmeba admitidos por la ley, incluidas las presunciones o los testigos " s . La
razón de tal amplitud radica en que el pago no es un contrato y, por tanto,
no puede estar sujeto a las mismas limitaciones probatorias que el Código
Civil impone para estos últimos. Nuestra jurisprudencia, en numerosos
pronunciamientos, aceptó esta tesis ^so.
Pero los partidarios de la teorfa que ve en el pago un hecho no son los
únicos que sostienen la tesis amplia sobre los medios de praeba. También
sostienen esa tesis aquellos autores que si bien creen que el pago es un acto
jurfdico, afirman que pertenece a una especie de acto distinta de la especie
que forman los contratos ^«i. El pago, dicen, no es un contrató, sino un acto
extintivo que se prueba por cualquier medio, sin las limitaciones que rigen
para los contratos. A esta afirmación cabe hacerle dos objeciones: _
Sostienen esta tesis: Cazeaux y Trigo Represas, Derecho de ¡as obligaciones, t. II,
vol. 2, p. 140.
Se puede considerar predominante, en nuestta jurisprudencia, la afirmación según
la cual "todos los medios son hábiles para probar el pago" (CApel. CC Rosario, Sala III,
12/11/1980, "Zeus", 981-22-231). Cabe destacar, también, que casi siempre se considera el
pago como un "acto jun'dico", ya unilateral, ya bilateral, distinto del contrato y, por ende,
fuera del ámbito del art. 1193 (asf, C.N.Civ., Sala Á, 12/6/1979, "L.L.", 1980-A-358; ídem,
19/10/1981, "L.L.", 1982-B-272, y "E.D.", 97-368; C.N.Com., Sala C, 23/11/1979, "J.A.",
1980-III-599; CApel. CC San Martín, Sala 1,12/9/1978, "L.L.", 1979-A-387, con nota de
Carlos R. Lami; C.N.Civ., Sala B, 21/8/1979, "L.L.", 1979-D-426; S.CJ. Mendoza, Sala 1',
4/7/1984, "J.A.", 1985-III-296, etc.).
Cfr. Borda, Obligaciones, I, n" 730, p. 563; Llambías, Obligaciones, II-B, n" 1613,
p. 324; Alterini, Ameal y López Cabana, Curso de obligaciones, 1, n'l&S, p. 133; Boffi Bog-
gero, Tratado de las obligaciones, t. 4, n° 1347, p. 115.
PRUEBA DEL PAGO 429
1) Según una interpretación amplia del art. 1137 del Cód. Civil, con-
trato es todo "acto jiurídico bilateral patrimonial", ya sea que extinga obli-
gaciones, ya sea que las cree. Por tanto, cuando el pago adquiere la forma
de un acto bilateral patrimonial por el cual las partes extinguen una obli-
gación, queda incluido en aquel concepto de contrato. Para sostener que en
tales casos el pago no es un contrato, es necesario formular un concepto
restringido de contrato, que incluya en su seno únicamente los actos
"creadores" de obligaciones. Pero esta última construcción no cuenta con
fundamentos suficientes
2) Aun admitiendo que el pago sea un acto extintivo, y no un contrato,
cabe advertir que nuestro Código no contiene normas sobre la prueba de ta-
les actos y sí, en cambio, regula la pmeba de los contratos. Por tanto, si ha
de prevalecer el criterio de la analogía, las reglas de los contratos deben ser
aplicadas a su especie análoga:, los actos extintivos.
b) Tesis restringida
Quienes piensan que el pago es un contrato 383, afirman que su prueba
está re^da por las reglas y limitaciones propias de los contratos. Por tanto,
el pago no podria ser probado por testigos si su valor fuese superior al pre-
visto en el art. 1193. Esta tesis restringida es también sostenida por aquellos
autores qu^ si bien afirman que el pago es un acto, y no un contrato, admiten
la aplicación de las reglas conttactuales por razones de analogía 384. Tam-
bién nuestra jurisprudencia admitió esta tesis 385.
O, si se prefiere, los argumentos que dan sustento a la tesis que añrma que "contrato"
es todo acto jurídico bilateral patrimonial concertado para "crear", "modificar" o "extin-
guir" obligaciones, son más convincentes (L.ópez de Zavalía, Teoría de los contratos. Parte
general, p. 12).
Cfr. Spota, Instituciones de derecho civiL Contratos, vol. I, § 1, p. 19. Cabe dejar a
salvo la opinión de López de Zavalía, para el cual, sí bien el pago es un contrato, "el hecho
mismo de la prestación puede ser probado por cualquier medio, no así el acuerdo que lo
acompafie y le dé color" {Teoría de los contratos. Parte general, p. 291).
El Código Civil del Paraguay de 1987 contiene un artículo que, en términos explícitos,
somete la prueba del p^o a las reglas de los contratos; su art. 569, en efecto, establece:
"Cuando por la naturaleza de la obligación el pa^o requiera la intervención del acreedor, se
probará en la forma establecida para los contratos".
^ Salvat y Galli, Obligaciones en general, \\, nos. 1264 y 1264-a, p. 324.
Cfr. S.C.B.A., 28/4/1953, "L.L.", 71-32; ídem, 13/10/1954, "J.A.", 1955-11-66;
S.C.J. San Juan, 25/4/1935, "J.A.", 50-368; etc.
430 ERNESTO C. WAYAR
c) Tesis intermedia
Para una tercera opinión —a la óüal me^dhiertJ-i^, puesto que el^ágo
presenta una naturaleza proteica o multiforme, se lo probará por los medios
con que son probados los hechos, los actos o los contratos, según cuál sea
la hipótesis sometida a decisión del juez 386. Ya se ha expuesto las razones
{supra, § 98) por las cuales no es conveniente afirmar que el pago es siem-
pre un hecho, un acto o un contrato; las mismas razones sirven, ahora, para
sostener que tampoco es conveniente someter el pago a un único régimen
de prueba. Para comprobar por qué ello es inconveniente, tomemos dos si-
tuaciones probatorias extremas:
1) Cuando se configura el pago como un simple hecho —^p. ej., en las
obligaciones de no hacer, o en las de hacer que son cumplidas por la simple
adecuación de la conducta del sujeto al deber impuesto, sin que esa conduc-
ta sea un "acto voluntario"—, ¿cómo se probarán estos "pagos"? La tesis
amplia resuelve bien este problema, pues afirma que se pueden utilizar to-
dos los medios de pmeba, incluidos los testigos y las presunciones. No hay
razón valedera para negar esta prueba. La tesis restringida, en cambio, es
ineficaz, pues según ella la prueba testifical tiene que ser excluida, y aque-
llos hechos deberán ser probados por los medios con que son probados los
contratos, a pesar de la ostensible diferencia entre uno y otro caso.
2) Cuando se configura el pago como un contrato {stricto sensu) —^p.
ej., cuando se jlebe cumplir con la obligación impuesta por un contrato
"preliminar" y el cumplimiento consiste, precisamente, en celebrar el con-
trato "definitivo" (supuestos del art. 1185)—, ¿cómo se probará el cumpli-
miento (pago) del contrato preliminar? En este caso, es la tesis restringida
la que resuelve bien el problema, pues si el pago consiste en la celebración
de un contrato, no cabe sino probarlo por los medios con que son probados
los contratos, con las linútaciones propias de su régimen (exclusión de los
testigos para los contratos de determinado valor, etc.). La tesis amplia es, en
cambio, inconveniente, porque ella propicia la admisión de cualquier me-
dio de prueba, amplitud que no se compadece con la naturaleza de estos
"pagos", que son actos "formales", como los enumerados en el art. 1184.
En efecto: si los actos comprendidos en ese artículo constan en instrumento
privado y a causa de ello deben ser "elevados" a escritura pública (art.
1185), ese "pago" no puede ser probado por testigos, porque ello equival-
dría a ignorar la solemnidad del acto que se constituye en "pago" (doctrina
de los arts. 975 y 1192).
n) EL RECIBO
Si bien el pago, según se dijo, puede ser probado por cualquier medio,
lo cierto es que el medio probatorio por antonomasia es el recibo. Tanta es
su importancia, que algunos códigos —como el alemán (art 368) y el ita-
liano de 1942 (art. í 199)— consideran que el deudor que paga tiene dere-
cho a la obtención del recibo; el Código paraguayo de 1987 (arts. 570 y 572)
le reconoce idéntico derecho, y el peruano de 1984 (art. 1230) le otorga al
trimonial" es un contrato; aceptado esto, ¿cómo negar que el pago lo sea en aquellos supues-
tos en que es necesaria la actuación "voluntaría" de acreedor y deudor? Parece exagerado
negar el carácter contractual de estos pagos sólo porque con tal calificación quedaría exclui-
da la prueba de testigos, a tenor de lo dispuesto por el art. 1193. Y es exagerado porque este
artículo (el 1193) no tiene aplicación cuando, entre otras razones, el contrato (o "acto", si se
prefiere) ha tenido "principio" de ejecución o cumplimiento. Esto quiere decir que si el pago
(de él se trata, sea que se lo llame "acto" o "contrato") ha tenido principio de cumplimiento,
puede probárselo por cualquier medio; y es eso, precisamente, lo que ocurre cuando se dis-
cute sobre la prueba del pago. Es decir, por hipótesis, el deudor afírma que "ya" cumplió,
y si prueba por cualquier medio (testigos, presunciones, etc.) que esto es verdad, aunque sea
"en principio", habrá salvado el obstáculo del art 1193. De acuerdo con esta interpretación:
Borda, Obligaciones, l, a" 730, p. 563; Boffi Boggero, Tratado de las obligaciones, 14, n'
1347, p. 115; Llambías, ObUgaciones, II-B. n" I6I3. ¿.p. 324.
^ Ver autores citados en las notas 380 y 382 precedentes.
Por ello se resolvió que no es prueba de pago la sola afirmación de haber librado pa-
garés, si éstos no aparecen en manos del deudor (CApel. CC. Paraná, Sala 1,19/4/1979.
"Zeus". 979-17-202); o si no constan en el dorso de los documentos los pagos que se dice
haber efecmado, o en recibo separado (CApel. CC. Santa Fe, Sala 1,19/9/1978, "Zeus",
979-16-109). Lo que importa, en realidad, es el esclarecimiento de la verdad (C.N.Civ.. Sala
F. 21/4/1983. "L.L.". 1983-D-598).
PRUEBA DEL PAGO 433
§ 182. FORMA
La doctrina suele señalar que el recibo es un acto no formal, atendien-
do al hecho de que, siempre que se lo haga por escrito, puede adquirir la for-
ma de instramento público o privado; rige —dice-— el principio de libertad
de formas (art. 974) 394. Sin embargo, si en realidad el recibo fuera no formal,
podría emitírselo en cualquier forma, incluido el lenguaje oral (p. ej., se podría
otorgar recibo por comunicación telefónica); pero no es así. Elrecibb tiene una
forma impuesta: líforma escrita; y si sólo en esa forma puede ser emitido, ello
quiere decir que no es de formas "libres". Es, en suma, un acto formal, de
solemnidad relativa. Empero, si bien se exige la forma escrita, no se requie-
re que ella esté contenida en determinada especie de instrumento.
En efecto: el recibo puede estar contenido en un instmmento público
o en un instrumento privado, pues la ley no ha impuesto una especie deter-
minada.
Por excepción, hay casos en los cuales el recibo debe ser otorgado en
escritura pública. A ellos se refiere el art. 1184, inc. 11, y son tales "los pa-
gos de obligaciones consigrmdas en escrituras públicas, con excepción de
los pagos parciales, de intereses, canon o alquileres". Esta disposición ha
sido criticada con el argumento de que impone excesiva formalidad sin jus-
tificativo 395. La crítica es convincente, pues una cosa es el contrato-fiíente,
y otra, el pago de las obligaciones que nacen de él. Que el contrato deba ser
hecho en escritura no justifica que también el pago de la obligación consig-
nada en él tenga que ser efectuado en escritura; es más: ello carece de sen-
tido cuando el pago consiste en un simple hecho. No atenúa la crítica la afir-
mación de que el deudor a quien se le extiende recibo en instmmento
privado (en los casos de este artículo) no sufriría perjuicio alguno, ya que
siempre tendría a su alcance la acción del art. 1185 para pedir la elevación
de ese recibo a escritura, pues este remedio supone siempre gastos y trámi-
tes, que bien se pueden evitar.
- Los autores afirman, sin detenerse en el tema, que el recibo es tm acto "no formal".
Pero, siquiera sea por la equivocidad de la palabra "forma", son necesarias algunas acota-
ciones: 1) por empezar, cuando se afirma que rige el principio de libertad en la "elección"
de las formas, se da a entender que podria ser emitido en forma oral. En efecto: recordemos
que la expresión oral es también una "forma" de exteriorizar la voluntad; por tanto, si el de-
clarante es libre para elegir la&MÉa, bien podría utilizar ese modo de expresión. 2) Pero no
es así. Nadie dada, de que et ttx^Ü^e ser otorgado por escrito; esto demuestra que no hay,
en realidad, tal libertad, sino que se requiere, al contrario, "una" forma: la escrita. 3) Ahora
bien: esa forma escrita, ¿es "impuesta", o solamente "aconsejada"? Si se tratara de una for-
ma impuesta, el acto sería formal; si la forma es sólo aconsejada, el acto es no formal, aunque
con determinada "forma" a los fines de la prueba (fottmadprobationem). 4) Lo cierto es
que, como conclusión, el acto es formal de solemnidad relativa, porque si no está escrito no
valdrá como tal, pero valdrá como obligación de extender el recibo por escrito. 5) Natural-
mente, la declaración oral del acreedor también probará el pago, pero tal declaración no es,
en estricto sentído, un recibo (sobre esto, ver Boffi Boggero, Tratado de las obligaciones,
t.4,n<'l349,p. 117).
Galli, en sus anotaciones a Salvat, pWigacíonej en genera/, U, nos. 1281-ay 1281-
b. ps. 337-338.
PRUEBA DEL PAGO 435
§ 183. CONTENIDO
La redacción del recibo no está sujeta ániííguna fórmula solemne. El
emisor goza de plena libertad de "conclusión", ya que puede expresar la de-
claración en los términos que considere más apropiados, conforme a la na-
turaleza y al objeto de la obligación pagada. El recibo tendrá un grado óp-
timo de completividad cuando en él se exprese: el lugar y la fecha de
emisión; el nombre del acreedor y el del deudor; el objeto pagado, con la
mayor precisión posible; la imputación concreta a la obligación que se
paga, con indicación de si es total o parcial; etc. Empero, dado que el recibo
es un medio de prueba, lo que interesa es que sus constancias permitan tener
por acreditado el pago, aunque no se hayan consignado en él todos los ele-
mentos enunciados Se relacionan con el contenido del recibo dos cues-
tiones que conviene analizar por separado:
a) La primera tiene que ver con las aclaraciones o reservas que puede
incluir el acreedor. Si se trata de simples aclaraciones sobre aspectos o cir-
cunstancias vinculadas con la obligación pagada —p. ej., la reiteración de
que el saldo pendiente está sujeto a reajuste; la fecha de vencimiento de la
próxima cuota; etc.—, tales aclaraciones no afectan la eficacia del recibo y,
por tanto, el deudor no puede negarse a pagar alegando que el acreedor no
tiene derecho a formularlas 397. Empero, si se trata de reservas por las cua-
les el acreedor pretende condicionar la eficacia cancelatoria del pago a cir-
cunstancias extrañas a él —p. ej., la previa autorización de un tercero; la co-
tización ulterior del dólar; etc.—, entonces sí el deudor podrá retener el
pago, y aquella actitud del acreedor podrá ser asimilada a una verdadera ne-
gativa a recibirlo, que autorizará al deudor a consignarlo. Lo propio cabe
§ 1 8 4 . REQUISITOS /
a) Firma ^
Ya se dijo que el recibo puede ser otorgado bajo la forma de instm-
mento público o de instrumento privado. Es obvio que en cada caso habrá
que respetar los requisitos exigidos para cada clase de instrumento. Así, si
el recibo consta en instrumento privado deberá contener la firma del otor-
gante, porque ésa es una condición esencial para la existencia "de todo acto
bajo forma privada", según los términos del art. 1 0 1 2 . Por tanto, el instm-
mento al cual le falta la firma del acreedor, aunque en él se consigne el pago,
no podrá ser considerado instmmento "privado", sin perjuicio del valor que
pueda tener, por ejemplo, como principio de prueba por escrito. Se ha di-
cho, también, que la falta de firma no perjudica la eficacia probatoria del
Sin embargo, no se lia de considerar que el acreedor incurre en abuso cuando las re-
servas que incorpore al lecibo no perjudiquen al deudor ni obstaculicen et cumplimiento
(Aubry y Rau, Cours, t. IV, p. 322; Baudry-Lacantinerie y Barde, Des obligations, t. II, n"
1612). Determinar cuándo el comportamiento del acreedor importa un abuso que menosca-
ba los derechos del deudor es una cuestión de hecho que debe ser apreciada por el juez con-
forme a las circunstancias de la causa (Busso, Código Civil, t. V, comentario al art 757, n°
24, p. 568).
PRUEBA DEL PAGO 437
instrumento, siempre que el deudor anime otros medios de prueba por los
cuales se supla esa falencia J » . Es lógico que así sea, pues si al pago se lo
prueba por cualquier medio, y el recibo es sólo uno de esos medios, nada
impide que el instramento privado no fumado —^aun negándole el carácter
de recibo-r- tenga eficacia probatoria.
I) Firma a ruego. — Similar es la cuestión que se presenta cuando el
recibo está fvmado por un tercero á ruego del acreedor; este instramento,
¿puede ser considerado un "recibo"? Advirtiendo que el recibo debe prove-
nir del acreedor y estar firmado por éste, alguna doctrina sostuvo que el ins-
tmmento firmado por un tercero a pedido del acreedor no podía ser admi-
tido como auténtico recibo Sin embargo, no se puede dejar de reconocer
que la actitud del acreedor que le raega al tercero que firme por él equivale
a un mandato; y admitido eUo, ese instramento adquiere plena eficacia. La
cuestión, en suma, ha de ser resuelta por las reglas del mandato w>.
II) Impresión digital. — Otra cuestión que ha dado motivo a respues-
tas dispares es la que se presenta cuando en el instramento aparece estam-
pada, en lugar de la firma, la impresión digital del acreedor. En este caso,
se ha dicho que un instramento así signado no debe ser aceptado, en prin-
cipio, como recibo, por dos razones principales: 1) según el art. 1012, la fir-
ma es condición esencial para la validez de todo instramento privado, y la
impresión digital no equivale a "firma"; 2) por lo general, cuando se recurre
a esa forma de signatura es porque el otorgante no sabe leer, y, siendo así,
es necesario protegerlo contra posibles engaños. Sin embargo, el instra-
mento con impresión digital valdrá como recibo en los casos siguientes: a)
cuando se demuestre que el otorgante sí sabía leer y, por ende, que pudo
comprender el contenido del acto que signaba; b) cuando por otros medios
se demuestre que el otorgante comprendió el contenido del instramento,
aunque no supiese leer, y e ) cuando por otros medios se demuestre la vera-
cidad del pago reconocido en el instramento cuestionado
b) Fecha cierta
Para comenzar, es necesarib^éStaBtfccer an distíftgo, segón que la con-
troversia se plantee entre el deudor y el acreedor o entre el deudor y terceras
personas.
I) Entre el deudor y el acreedor. — Entre las partes, el recibo carente
de fecha cierta tiene, no obstante, plena eficacia probatoria. Así resulta del
art. 1026, siempre que el recibo haya sido reconocido por la parte a quien
se lo opone o, en caso contrario, cumido haya resolución judicial que lo de-
clare reconocido. Lo que el acreedor no puede hacer es cuestionar la "fe-
cha" del recibo, porque el reconocimiento implica admitir esa fecha como
cierta.
n) Entre el deudor y los terceros. — Entre el deudor y los terceros la
cuestión es distinta. La vida cotidiana demuestra que el deudor que paga,
por lo general, no se preocupa por darle fecha cierta al recibo que se le ex-
tiende; si en tales condiciones se presenta un tercero y le reclama el pago de
esa misma obligación, ¿podrá oponerle a^uel recibo que no tiene fecha
cierta? Si se pensara en la aplicación rigurosa de los arts. 1034 y 1035 del
Cód. Civil, la respuesta sería negativa, pues no hay duda de que los instm-
mentos privados —^incluso reconocidos— no pmeban contra terceros "la
verdad de lafecha expresada en ellos" (art. 1034). La solución es denwsia-
do rigurosa y no se compadece con la inveterada práctica ^OJ de dejar los re-
cibos sin fecha cierta. Por tal razón, se ha ensayado una interpretación que
excluye en estos casos la aplicación de los arts. 1034 y 1035, para permitir
que el deudor pueda oponerles a los terceros un recibo sin fecha cierta.
Como argumento para fundar esta tesis, se invoca la necesidad de resguar-
dar el efecto liberatorio del pago, y se requiere que el deudor exhiba sin de-
mora el recibo, y que lo haga de buena fe.
§ 185. P A G O S SIN R E Q B O
§ 1 8 7 . NOCIÓN PRELIMINAR
§ 1 8 8 . REQUISITOS DE APLICACIÓN
Para que las reglas del Código Civil tengan aplicación se requiere lo
siguiente:
1) Entre el mismo acreedor y el mismo deudor tienen que estar pen-
dientes de pago varías obligaciones (al menos, dos); así resulta del art. 7 7 3 ,
que se refiere a la posibilidad de que haya imputación: "Si las obligaciones
para con un solo acreedor" no quedaran cubiertas con el pago, el deudor
§ 1 8 9 . Q U I É N D I S P O N E LA IMPUTACIÓN
§ 1 9 0 . LA IMPUTAaÓN POR EL D E U D O R
§ 1 9 1 . O P O R T U N I D A D E N Q U E E L D E U D O R D E B E EFECTUAR
LA IMPUTACIÓN .
Por las consecuencias que de ello derivan, importa precisar cuándo —en
qué oportunidad— el deudor debe efectuar la imputación. Con sujeción a la
letra del art. 773, no cabe dudar de que esa oportunidad se presenta "al
tiempo de hacer el pago "; es decir, la declaración imputativa tiene que ser
hecha en el momento del pago. Pero, ¿ha de tratarse del tiempo propio del
pago?; en otros términos, ¿puede el deudor constituido en mora, y que paga
tardíamente, pretender efectuar la imputación? Se impone la respuesta afir-
mativa, por las dos razones siguientes:
1) La letra del art. 773 no contiene referencia o indicación alguna que
induzca a negarle al deudor en mora la facultad imputativa; ese texto sólo
determina que tal facultad debe ser ejercida al tiempo de pagar, sin negarla
en caso de pago tardío.
2) Así resulta del art. 778, el cual, si bien se refiere a la, imputación le-
gal, no deja lugar a dudas acerca de la conveniencia de hacer la imputación,
primero, a las obligaciones de plazo vencido y más onerosas para el deudor,
es decir, a las obligaciones en mora.
PRUEBA DEL PAGO 443
§ 192. LÍMITES DE LA F A C U L T A D D E L D E U D O R
^'^ De acuerdo con esta tesis: J. O. Machado, Exposición y comentario, t. II, p. 594; Sal-
vat y Galli, Obligaciones en general, H, nos. 1285 y 1285-a, p. 340; E. Zannoni, en Código
Civil (Belluscio y Zannoni), t. 3, art. 774, § 4, p. 595; G. Borda, Obligaciones, I, n" 738, p.
568.
Sostienen esta segunda tesis: L. M. Boffi Boggero, Tratado de las obligaciones, t.
4, § 1358, p. 128; A. Colmo, De las obligaciones en general, n° 667; S.C.B.A., 6/9/1966, "A.
y S.", 1966-11-551; C.N.Civ., Sala D, 24/2/1977, "E.D.", 68-142.
PRUEBA DEL PAGO 445
a) Deuda ilíquida
Según el art. 774, primera parte, "la elección del deudor no podrá ser
sobre deuda ilíquida". Si se tiene presente que una deuda es ilíquida cuan-
do, siendo cierta en su existencia, es incierta en su importe, cuantía o mon-
to *^\st comprenderá por qué se ha dispuesto que el deudor no pueda hacer
la imputación sobre tales deudas: si se desconoce el monto, ¿cómo saber si
el pago imputado es o no cancelatorio? Tal la opinión de la doctrina Si
bien frente al texto expreso de la ley no parece ser otra la solución, conviene
llamar la atención sobre lo siguiente: la iliquidez, según doctrina mayorita-
ria no es óbice para que el deudor quede constituido en mora, ni tampo-
co puede impedir, como lógica consecuencia, el pago de esa deuda, sin per-
S.C.B.A., 14/10/1982, "D.J.B.A.", 124-33; Cám. 1" CC. BaMa Blanca, Sala 1*,
13/3/1984, "J. A.", 1985-in-313; C l ^ C C Tucumán, 9/10/1984, "J.A.", 1985-IV, síntesis;
S.C.B.A., 15/6/1982, "J.A.", 1983-U-227; CN.Com., Sala C, 16/2/1979, "J.A.", 1980-11,
síntesis; Cám. 3'C.C. Minas, Paz y Tributario, Mendoza, 15/10/1979, "J.A,", 1980-III-644.
La pnieba de que el acreedor ha aceptado una imputación a capital, cancelatoria de intereses,
le corresponde al deudor (S.C.B.A., 15/10/1982, "J.A.", 1983-11-227). Si el acreedor otorga
recibo por capital, sin reserva de intereses, funciona la presunción juris et de jure del art.
624, y, en, consecuencia, la imputación del pago al capital extingue los intereses (CApel.
CC Rosario. SáíalL 7/6/1979, "Zeus", 9.81-24-302; S.C.B.A.. 7/9/1982. "DJ.B.A.". 123-
391). También sé ha resuelto, con acierto, que cuando el pago parcial extingue los intereses,
si hay saldo, debe imputárselo al capital (C.N.Trab., Sala IV, 30/6/1981, "D.T.", 982-176).
P R U E B A D E L PAGO 447
Cfr. Salvat y Galli, ObUgaciones en general, H n" 1291, p. 344; Boffi Boggero, Tra-
tado de las obUgaciones, L 4, § 1358, p. 129; Borda, ObUgaciones, I, n" 728, p. 569; etc.
448 ERNESTO C. WAYAR
Opina Borda que la imputación por el acreedor requiere la aceptación del deudor,
con lo cual se estaría ante un acto bilateral. La prueba de la naturaleza contractual del acto
—dice el citado jurista— reside en que el deudor puede impugnar por dolo, violencia o sor-
presa la aceptación del recibo y la consiguiente imputación del pago, lo cual no se concebiría
si dicha imputación fuera una facultad privativa del acreedor (Borda, Obligaciones, I, n°
739. p. 570).
Sin embargo, como se añrma en el texto, la aceptación del recibo por parte del deudor
es una declaración de voluntad que manifiesta la renuncia tácita de éste a efectuar la. impu-
tación, y no una aceptación de la imputación realizada por el acreedor. De acuerdo con esta
última interpretación: Llambías, Obligaciones, II-B, n" 1603, p. 314, especialmente n. 503,
y Boffi Boggero, Tratado de las obligaciones, t. 4, § 1359, p. 131.
Comp. Zannoni, en Código Civil (Belluscio y Zannoni), t. 3, art 775, § 3, p. 598; Ca-
zeaux y Trigo Represas, Derecho de las obligaciones, t II, vol, 2, ps. 156 y ss.
P R U E B A D E L PAGO 449
§ 1 9 5 . IMPUTACIÓN LEGAL
legales. Huelga decir, entonces, que éstas tienen carácter subsidiario (cfr. art.
778, prinner párrafo). El Código se refiere, al dictar sus reglas, a las obligacio-
nes de "plazo vencido", respecto de lo cual cabe hacer dos acotaciones:
1) Al disponer que la imputación será hecha sobre las obligaciones de
"plazo vencido", Vélez se apartó del Código fi-ancés, que ordena imputar el
pago a la deuda "más antigua" En nuestro derecho, por tanto, el primer
criterio a tomar en cuenta es que las obligaciones sean de plazo vencido; la
antigüedad de la deuda, sin embargo, no eS del todo irrelevante, pues, como
se verá luego, el Código elige, entre las de plazo vencido, la que sea más
onerosa para el deudor, y la antigüedad de la deuda puede ser, en algún
caso, sinóninio de mayor onerosidad.
2) No es impensable suponer un pago destinado a cancelar alguna de
varias obligaciones aún "no vencidas". Se trataría de un pago anticipado.
¿Funcionarán las reglas sobre imputación? Aunque el art. 778 se refiera a
obligaciones de plazo vencido, nada impide que las reglas contenidas en el
citado texto sean aplicadas al pago de obligaciones aun no vencidas, por ra-
zones de ami/ogía.
Ahora bien: el Código establece quela elección tendrá lugar, entre las
obligaciones de plazo vencido, conforme a los siguientes criterios:
a) Mayor onerosidad
En primer lugar, la imputación será efectuada sobre la obligación que
sea más onerosa para el deudor; en este sentido, el art. 778 proporciona al-
gunos ejemplos de obligaciones que pueden ser consideradas más onero-
sas; así: "...o porque llevara intereses, o porque hubiera pena constituida
por falta de cumplimiento de la obligación, o por mediar prenda o hipote-
ca, o por otra razón semejante ". Ya se dijo que la antigüedad de una deuda
puede, en un caso concreto, ser motivo de mayor onerosidad; también pue-
de serlo la existencia de un fiador, o la inclusión en el contrato de una cláu-
Cfr. art. 1256 del Código fraricés. El Código peruano de 1984 (art 1259) establece
que si no se expresa a qué deuda hay que hacerla imputación, el pago será aplicado a la "me-
nos garantizada", y entre varias igualmente garantizadas, "a ja más onerosa para el deudor";
y "entre varias deudas igualmente garantizadas y onerosas, a la más antigua"; por fin, "si es-
tas reglas no pueden aplicarse, la imputación se hará proporcionalmente". El Código para-
guayo de 1987, a su tumo, dispone (art. 591) que a falta de declaración, "el pago debe ser
imputado a la deuda más onerosa; entre varias deudas igualmente onerosas, a la más antigua.
Si tales criterios no sirvieran para resolver el caso, la imputación se hará proporcionalmen-
te". Sobre el Código portugués (arts. 783 y 784), cfr. Abilio Neto y Herlander Martins, Cd-
digo Civil anotado, &eá.{\92n),'pA\A.
PRUEBA DEL PAGO 451
*^ El art. 209, según la redacción que le ha dado la ley 23.515, establece: "Cualquiera
de los esposos, hay ao no declaración de culpabilidad en la sentencia de separación personal,
si no tuviera recursos propios suficientes ni posibilidad razonable de procurárselos, tendrá
derecho a que el abo, si tuviera medios, le provea lo necesario para su subsistencia". Según
este artículo, es posible que un cónyuge declarado culpable en la sentencia de separación
personal tenga, no obstante, derecho a alimentos: cabe, entonces, interrogan ¿tendrá ese
mismo cónyuge el beneficio de competencia? Si se responde con la letra del art 800, inc. 2,
la respuesta será negativa, porque es claro que el beneficio no es otorgado al cónyuge cul-
pable del divorcio. Pero, en tal caso, si bien el cónyuge culpable podrá reclamar alimentos,
no podrá sustraerse del pago de la obligación que —por hipótesis— mantiene con quien le
debe alimentos; se arriba así auna situación en lacual, por un lado, cobra (art 209), pero por
el otro paga (art. 800, inc. 2), o sea, no se evitará su indigencia. La solución, en cada caso
concreto, no debe soslayar este peligro.
' Ad virtiendo que quienes gozan del beneficio son, por lo general, parientes con de-
recho alimentario, se pregunta Llambías: ¿qué se gana con retacearle al acreedor lo que efec-
tivamente se le debe, si siempre se le podna reclamar los socorros necesarios para subvenir
a las necesidades elementales del pariente? Mejor —responde— es dejar funcionar a las ins-
tituciones conforme a su ftidole, sin entremezclar el parentesco con los derechos creditorios.
Dejémosle cobrar al acreedor —concluye— aquello a que tiene derecho, sea o no pariente
del deudor, y concedámosle al inculpable pariente indigente el derecho alimentario contra
su pariente pudiente, sin atender a otras obligaciones que pudieran vincularlos (Llambías,
ObUgaciones, II-B, n" 1729, p. 425). Acerca de esta opinión, ver infra, § 200.
PAGO CON BENEHCIO DE COMPETENCIA 455
mira es la del donante que antes de cumplir la donación cae en estado de in-
digencia; por razones humanitarias se le concede el beneficio. Acerca de
este inciso cabe hacer tres observaciones: 1) procede en toda clase de do-
naciones, aun en las remuneratorias; 2) se ha dicho que no se requiere que
el donante no haya ofendido al donatario, como en los casos anteriores, por-
que se trata de un negocio de carácter gratuito "33; 3) en cuanto a la exten-
sión del beneficio, sólo se lo concede en relación con la obligación de cum-
plir la donación, y no cabe ampliarlo a otras obligaciones que el donante
podría mantener con el donatario por un título distinto de la donación
6) "al deudor de buena fe que Mzo cesión de bienes, y es perseguido en
los que después ha adquirido, para el pago completa de la deuda anterior a la
cesión, pero sólo le deben este beneficio los acreedores a cuyo favor se hizo"
(inc. 6). Este inciso tenía importancia cuando el concursado que había hecho
cesión de sus bienes quedaba, no obstante, obUgado a cancelar las deudas con-
traídas antes de la cesión con bienes adquiridos después de ella. Pero, en la
actualidad, la ley de concursos 24.522 ha venido a establecer soluciones
que dejan virtualmente sin aplicación el presente inciso
§ 1 9 9 . EFECTOS. S U B S I S T E N C I A DE LA INSTITUCIÓN
a) Efectos
I) Por efecto del beneficio, el deudor está autorizado por el juez a pa-
gar lo que "buenamente" pueda, ya que la ley procura que aquél conserve
lo suficiente para una "modesta subsistencia", lo cual es una cuestión de he-
cho cuya apreciación le corresponde al juez en cada caso concreto. Para de-
terminar cuánto es necesario para una modesta subsistencia, se debe tomar
en cuenta no sólo la situación del deudor, sino también la de su familia « 6 .
Las pautas que los jueces suelen tomar para fijar las prestaciones alimen-
tarias pueden servir también para establecer cuánto se necesita para subsis-
tir a los fines de conceder el beneficio de competencia.
b) Subsistencia de la obligación
Una importante doctrina se ha manifestado por la supresión de la
institución aquí considerada. Argumenta que hay otros remedios para ase-
gurar la subsistencia de los deudores indigentes, tales como la inembarga-
bilidad de ciertos bienes (el lecho cotidiano del deudor y de su familia, o
aquellos indispensables "para su uso"), sueldos, salarios, indemnizaciones
por accidentes de trabajo o despido, la institución del "bien de familia", la
protección del derecho alimentario, etc. ^
Sin embargo, y sin desconocer que con tales remedios se obtiene el fin
perseguido con el beneficio de competencia, eso solo no es suficiente para
derogar esta institución, de vieja estirpe, y que revela el sentido humanita-
rio con que debe ser elaborado todo ordenamiento jurídico. Nada se gana
con su supresión, salvo edsnomizar normas. Pero si en nada perjudica, es
conveniente su mantenimiento, aunque sólo sea para conservar el mensaje
solidario que de sus normas dimana
K) PAGO INDEBIDO
Como dice Llambías, se denomina pago indebido "al pago que no habilita al 'acci-
piens' para retenerlo pagado": Obligaciones, t II-B, n' 1663, p. 367. En el mismo sentído.
Trigo Represas, en Cazeaux - Trigo Represas, Derecho de las obligaciones, t. II-2, p. 885;
Compagnucci de Caso, Manual de obligaciones, § 48, p. 83.
J. Bustamante Alsina, Repetición del pago de lo qiie no se debe, p. 89.
Con ese ngfrfjre lo trata el art. 1895 del Código Civil español: "Cuando se recibe al-
guna cosa que no había derecho a cobrar, y que por error ha sido indebidamente entregada,
surge la obligación de restituirla".
Cfr. Cárdenas Quirós, Carlos, Modificaciones al Libro de Obligaciones del Código
Civil Peruano, en Revista "Thémis", Facultad de Derecho déla Pontificia Universidad Ca-
tólica del Perú, Lima, 1994. n° 30. p. 147.
PAGO CON BENEFICIO DE COMPETENCIA 459
Tal lo afirmado por Llambías, ObUgaciones, L II-B, n" 1668 bis, p. 371.
Sin embargo, es importante tener presente que el pago4ndebido no es un pago. Así,
por ejemplo, mientras el "pago" puede ser interpretado en ciertos casos como un "recono-
cimiento" de la obligación pagada, si se trata de un "pago indebido" no podrá ser usado
como reconocimiento, porque éste "lejos de ser cumplimiento de una obligación —por de-
finición inexistente— es fuente de una obligación —-la de restituir lo indebidamente paga-
do— por cuanto no hay antecedente que justifique el desplazamiento patrimonial operado":
Cfr. CN.Civ., Sala A, 16/5/1990, in re: "Pieragostini, Humberto v. Vitalbe Constructora e
Inmobiliaria S. A.".
460 ERNESTO C. WAYAR
Los romanistas recuerdan que el origen histórico de las condktios se sitúa entre los
años 510 y 605 de Roma (siglos III y II a. C), con las leyes SUia y CcUpumia que crearon
la condictio certa pecunia y certa res. Estas condictios eran dadas a quienes reclamaban la
restitución de ciertas sumas de dinero o bienes retenidos por otro sin derecho. Luego, en el
Bajo Imperio por influencia de la doctrina cristiana, jas condictios se multiplicaron: a) En
caso de robo o hurto, se concedía una condictio Jurtiva, para recuperar lo robado, siempre
que la cosa pudiese ser reivindicada; b) si la entrega se hubiese hecho en razón de una causa
inmoral o ilícita, se concedía la condictio ob turpem vel injustam causa; c) en cambio si la
entrega había sido hecha en razón de una causa lícita, pero quien entregó tenía derecho a la
restitución, se daba la condictio ob causa datorwn o causa data causa non secuta; d) por úl-
timo, para la repetición de una suma de dinero o de una cosa entregada en razón de un pago por
error, se concedía la condictio indebiti: Cfr. Eugfene PWit, Tratado Elemental de Derecho Roma-
no, ps. 451 y ss.; Vincenzo Arangio Ruis, Instituciones de Derecho Romano, p. 402.
PAGO CON BENEFICIO DE COMPETENCIA 461
d) Unidad o pluralidad
En nuestro derecho, la doctrina discute si existe una única hipótesis de
pago indebido (sin causa) o si, por el contrario, son varias y diversas las cla-
ses de indébito que pueden presentarse. Para una primera tesis la clasi-
ficación que suele hacerse, distinguiendo distintas clases de pago indebido
es "enteramente inútil", porque no sena otra cosa que una división de los
distintos motivos por los cuales una persona puede pagar algo que no debe.
"Pero en todas —afirma esta doctrina— el problema jurídico es idéntico: el
pago realizado sin causa jurídica válida. Y, namralmente —concluye— los
efectos son iguales en todos los casos" Para una segunda tesis *« —a la
que adhiero— es necesario separar las distintas especies de indébito, por-
que no en todas ellas los requisitos exigidos son los mismos ni, por ende,
tampoco lo son las consecuencias. Si bien los autores, cada uno según su
criterio, suelen ofrecer distintas clasificaciones de las hipótesis en que pue-
de presentarse el pago indebido aquí se adoptará aquélla, clásica en la
doctrina argentina, que divide los diferentes casos en tres categorías: a)
pago por error, b) pago sin causa jurídica válida o pago sin causa propia-
mente dicho, y, c) pago obtenido por medios ilícitos. A la primera especie
(pago por error) se refieren los arts. 784 y 790; a la segunda (pago sin causa
en sentido estricto), los arts. 792,793,794 y 795 y a la tercera (el obtenido
por medios ilícitos), el art. 792, segunda hipótesis
De acuerdo: Llambías, Obligaciones, t. II-B, n" 1681, p. 380: Boffi Boggero, Tra-
tado de las obligaciones, t. IV, p. 257; Cazeaux - Trigo Represas, Derecho de las obligacio-
nes, t. IV, p. 62. En contra, considera que la enumeración del art. 790 es taxativa: J. Busta-
mante Alsina, repetición del pago de lo que no se debe, p. 102.
464 ERNESTO C. WAYAR
*^ Está claro que cuando con pleno conocimiento se hubiese pagado la deuda de otro
hay una liberalidad: se paga a conciencia la deuda de otro, salvo que el pagador hubiese efec-
tuado "una reserva reclamo o protesta de que el pago se efectda impulsado por algún mo-
tivo": C.Civ. y Com. San Francisco, 29/3/1985, in re: "Milanesio, Aníbal v. Aimar, Eduar-
do", "J.A.", I985-III-386.
PAGO CON BENEFICIO DE COMPETENCIA 465
piamente dicho, pues cuando se paga sin causa el solvens tiene derecho a repetir lo pagado
"medie o no error mientras que el error resulta ineludible en la configuración del pago por
enot": CN.Civ., Sala D, 15/11/1983, in re: "Baizan y Bordoli. Susana E. v. Municip. de
Buenos Aires".
CN.Civ., Sala, E7/3/1984, inre: "Firmpo, Carlos A. v. Almagro Construcciones S.
A.".
, *^ Cfr. SCBA, 28/12/1990, "A. S.", 1990-IV-640 y DJBA. 142-63.
CN.Civ., SalaE, 23/11/1984, in re: "Philips Arg. S. A. v. Municipalidad de Buenos
Aires"; SUBA, 28/12/1990, in re: "Cayulao, Andrés y oü-os v. Cadi Breccía S. A.".
Se puede considerar impuesta, en nuestra jurisprudencia, la tesis según la cual en los
casos de pago por error es "irrelevante establecer si éste es o no excusable toda vez qué con-
forme la moderna doctrina no cabe hacer cuestión sobre este aspecto para tKimitir la repe-
tición de lo indebido puesto que el fundamento mismo de la acción reside en el principio que
veda el enriquecimiento sin causa (conf. nota de Vélez a los arts. 2589 y 2594 CC.)":
CN.Civ.. Sala E, 27/12/1985, in re: "Vázquez, Elvira y otro v. Saine, Amado A.", "J.A.",
1986-11 síntesis; CXCiv.. SalaG, 17/6/1987, in re: "Sanatorio Otamendi y Miroli S. A. v.
Fouquett S. A.", "J./C", 1989-11 síntesis. En contra, sostienen que también en el pago por
error no es invocableel error inexcusable: Salvat. Obligaciones en general, LII, n" 1556, p.
555; Boffi Boggero, Tratado de las obligaciones, L IV, p. 253; Lafaille, Obligaciones, vol.
n,nM173,p.272.
PAGO CON BENERCIO DE COMPETENCIA 467
sis— incurrió La prueba del error es fundamental para que quede con-
figurada esta especie de indébito, tal como se comprueba por el siguiente
análisis: a) en los casos de error absoluto, si no se probara el error, bien se
podría interpretar que quien efectuó el pago no siendo deudor pudo querer
beneficiar con una liberalidad al accipiens o bien, si se pagó a quien no
era acreedor y no se prueba que hubo error, bien se podrá interpretar que se
verificó un pago a un tercero o que, también en este caso, hubo una libera-
lidad *«5; b) en los casos de error relativo, por ejemplo, si el deudor entrega
una cosa por otra o cumple con un hecho o una abstención distinta de la de-
bida y el acreedor aceptó el cambio de objeto, si no se prueba que hubo
error, se entenderá que se verificó una dación en pago; si el deudor paga an-
tes del cumplimiento de la condición suspensiva y no prueba que hubo
error, se podría interpretar que renunció a la condición; si la obligación era
simplemente mancomunada y uno de los deudores paga la totalidad de la
deuda y no pmeba que lo hizo por error, se podrá interpretar que quiso fa-
vorecer a los otros codeudores asumiendo él toda la deuda, o bien, que tuvo
el propósito de concretar una liberalidad "«6; c) puesto que en la mayoría de
los casos la pmeba de que el pago fue producto de un error puede presentar
dificultades ^fi?, se estima en doctrina que el juez debe apreciar las pmebas
con arreglo a las reglas de la sana crítica, pero sin perder de vista tales di-
ficultades; en tal sentido, son admisibles las presunciones o los indicios 468.
4°) Por Último, cabe dejar sentado que quien debe incurrir en error es
el solvens, error que lo legitima para reclamar la restitución; ello no quita,
por cierto, que también el accipiens puede recibir el pago por error, en cuyo
caso ese error podrá servir, además, para evidenciar una posible buena fe de
quien recibió lo que no le era debido.
En términos generales se puede decir que el pago sin causa stricto sensu
tiene lugar cuando nunca existió o dejó de existir una obligación válida que
pueda ser considerada causa-fuente del pago Es una derivación del princi-
pio según el cual todo pago supone la existencia de una obligación válida que
es su causa-íuente; de allí que si falta esa obligación el pago que se haga care-
cerá de causa-fuente y podrá ser repetido (ait. 792). El pago sin causa se pre-
senta como un hecho material de desplazamiento de bienes que por no corres-
ponder a una causa o título que lo justifique puede ser repetido ••70.
Inmediatamente se aprecia la similitud existente entre el pago "por
error" y el pago "sin causa" stricto sensu ; es más, la simihtud llega a su
probar que se hizo para que el reclamo proceda": C.N.Civ., Sala D, 29/12/1978, in re: "Dai-
qui, Roberto L. y otta v. Luro S.R.L.", "J.A.", 1980-1-713. Nuestra Corte Suprema desca-
lificó por arbitraria la sentencia "que omitió ponderar adecuadamente por aplicación de
principios generales la alegación de la actora de haber pagado por error los honorarios por
haberlo hecho antes de que la sentencia que los fijó se encontrara firme pero sin desistir del
recurso de apelación por ella interpuesto y después activado": CSJN, 18/2/1988, in re: "Ló-
pez, Pablo Ernesto M. v. Edwin E. Tissembaum", "J.A.". 1988-III síntesis.
Por ello se dijo que el pago sin causa "se refiere a la ausencia de norma o acuerdo de
voluntades que justifique que se pague sin existir causa alguna que lo posibilite": C. Fed. Pa-
raná, 14/8/1989, in re: "Banco de la Nación Argentina v. Eichhom, Pablo J." "J.A.", 1990-
1-272; o bien que "Hay pago sin causa siempre que se haga un pago en vinud de una causa
que no existe porque es aparente, porque es falsa o dejó de existir"; C.N.Civ., Sala E,
27/12/1985, "Vázquez, Elvira y otro v. Saine, Amado A.". "JA.", 1986-11 síntesis. En otro
pronunciamiento se sostuvo que "El pago sin causa legítima es un acto jurídico inexistente
pues el pago supone una obligación preexistente y válida la que a su vez quiere para existir
un hecho generador que le dé nacimiento: la causa o título": C.N.Com.* Sala A, 30/4/1986,
in re: "Lasteche, Ismael v. Cía. Financiera de Automotores y Servicios S. A.", "J.A.". 1987-
11-244. En el mismo sentido: C.N.Civ., Sala C, 5/5/1987, úi re: "Perrella, Marfa V. v. Alma-
gro Construcciones S. A.", "J.A.", 1988-11 síntesis.
CN.Civ., SalaF, 21/8/1985, in re: "Marconettí, Rubén J. v. Almagro Construccio-
nes S. A.", "J.A.", 1986-1-359.
Esa similitud se aprecia en lo siguiente: tanto en los casos de pago por error absoluto
PAGO CON BENERCIO DE COMPETENCIA 469
punto máximo en los casos de error absoluto, pues en tales casos, tampoco
existe una obligación que sirva de causa-fuente al pago. Esa extrema simi-
litud ha llevado a parte de la doctrina a suprimir toda distinción "72. s i n em-
bargo, es posible trazar entre ambas especie de enriquecimiento injusto es-
tas diferencias:
r) En los casos de error absoluto, lo preponderante, lo decisivo para
acordar la acción de repetición es la prueba del error en el que incurrió el
solvens al creerse deudor sin serlo o al pagarle a quien creyó que era el
acreedor sin que en realidad lo fuera. En el pago sin causa lo preponderante
es la inexistencia o ilicitud de la obligación que se pagó en estos casos,
a diferencia de los anteriores, el error resulta indiferente
2*) De lo anterior se desprende que mientras en el pago por error es
esencial aportar la pmeba del error, en el pago sin causa {stricto sensu) no
es necesario probar el error, sino la inexistencia o ilicitud de la obligación.
Bien se ha hecho notar que la discusión acerca de si el pago realizado sin
existir obligación es "por error" o "sin causa" no resulta ociosa: una cosa es
el pago de lo que no se debe por inexistencia de la causa-fuente y otra el
pago erróneo; en el primer caso no se exige la prueba del error por el actor
que lo invoca; en el segundo, sí « 5 .
3") En nuestrajurisprudencia predomina la tesis que afirma que cuan-
do se demanda la repetición de un pago alegando falta de causa por inexis-
tencia 9 ilicitud de la obligación pagada, probado este extremo, debe orde-
narse la restitución, haya mediado o no error en el solvens "76.
del art 784 y en los de pago sin causa "en sentido estricto" se está ante pagos aparentes por
ausencia de causa fuente del pago: C.N.Civ., Sala D, 7/5/1986, in re: "Brun de Garbagna
Apolinaria v. Almagro Construcciones S. A.", "J.A.", 1987-11-471.
Borda, C>6/iíflcwnM,t I, n" 808, p. 609.
El pago que excede los límites de la cláusula de indexación es un pago sin causa y
no un pago por error. El primero al que se refiere el art. 792 puede ser repetido haya sido o
no hecho por error: C.N.Civ., Sala F, 25/8/1985, in re: "Marconetti, Rubén J. v. Almagro
Construcciones S. A.", "J.A.", 1986-1-359.
Bien stf ha dicho que en el pago sin causa "el error es un elemento indiferente que
ni quita ni pone: es la ausencia de título o causa para justificar el pago el elemento fundante
de la repetición a favor del solvens": C.N.Civ., Sala C, 5/7/1984, in re: "Miras, Osear A. v.
Almagro Construcciones S. A.".
CN.Civ., SalaC, 4/8/1986, in re: "Caja de Subsidios Familiares para el Personal de
la Industria v. Sabatiello, Gerardo y otros", "J. A.", 1987-III-387.
Én efecto, en general existe coincidencia doctrinaria sobre que es significad vo dis-
tinguir la hipótesis de pago por error de la de pago sin causa-fuente, pues de no existir causa
tal como lo dispone el art. 792 infine "el pago es repetíble haya sido o no hecho por error
lo que hace innecesario acreditar el vicio de error": C.N.Civ., Sala C, 5/5/1987, in re: "Pe-
470 ERNESTO C. WAYAR
rrella, Man'a V. v. Almagro Construcciones S. A.", "J. A.", 1988-11 síntesis; en el mismo sen-
tido: CN.Civ., Sala A, 16/5/1990, in re: "Pieragostini, Humberto v. Vitalbe Constructora e
Inmobiliaria S. A."; CN.Civ., Sala D, 20/9/1985, in re: "Val, Emilio A. v. Almagro Cons-
trucciones S. A.". Por aplicación de esta doctrina, se resolvió que "Si los cheques hurtados
por la empleada fueron entregados a su concubino quien los depositó en una cuenta de aho-
rro que al efecto abrió y admitió haber percibido el importe de los mismos se está en presen-
cia entonces de la simación prevista por el art. 792 que autoriza la repetición del pago haya
sido o no hecho por error. Es que el pago hecho sin causa se aplica a cualquier situación de
pago en que falta el títalo del acc/yjíení para percibirlo": C.N.Civ., Sala A, 16/5/1985, in re:
"Caja de Crédito Várela Ltda. v. Pisera, Gabriel A.".
El principio imperante en nuestro determina que si un pago carece de causa fiíente
puede ser repetido. Pues bien, este principio "es comprensivo de innumerables situaciones
(tales como el pago de obligaciones inexistentes; pago a quien no es acreedor, pago no es-
pontáneo efecttiado aun tercero; etc.) sin peijuicio de las específicas contempladas por los
arts. 793 y 795. que se refieren a supuestos de pagos efectuados en consideración a causa fií-
tura no realizable o no realizada causa inmoral y causa ilícita": Cám. Apel. Junín,
12/11/1981, w «: "Círculo Médico de la Ciudad de Junín v. Quevedo Arturo", "J. A.", 1983-
1-137.
CN.Civ., SalaD, 17/10/1979, in re: 'Torres José M. v. KanmarS. A. y otra", "J.A.",
1982-III-584.
CN.Civ., Sala C, 28/2/1985, in re: "Feldman Manuel v. Metropolitana S. A.".
PAGO CON BENEHCIO DE COMPETENCIA 471
esta hipótesis está referida a la posible torpeza con que pueden actuar los
sujetos. Nuestro Código tiene establecidas las siguientes reglas:
1*) La acción de repetición será procedente, en primer lugar, cuando
ambas partes {solvens y accipiens) hubiesen actuado de buena fe; es decir,
sin conocer el carácter inmoral o ilícito de la causa de la obligación.
2*) También será procedente la repetición cuando únicamente el sol-
vens hubiese actuado de buena fe; es obvio que si el accipiens obró de mala,
conociendo la inmoralidad de la causa, no puede ser amparado por el orde-
namiento jurídico; por ello, aunque el hecho por el que recibió el pago hu-
biese sido cumplido por él, debe de todas maneras restituir lo recibido (art.
795, primera parte).
3") En cambio, no podrá tener lugar la repetición cuando ambas partes
hubiesen obrado de mala fe, es decir, conociendo la inmoralidad de la causa
(art. 794). Repárese en que, en este caso, el accipiens, por hipótesis cono-
cedor de la inmoralidad del pago, podrá retener lo que recibió ya que el sol-
vens no tiene acción para repetir lo pagado; de allí que la solución legal
haya sido duramente criticada, pues —se afirma— viene a confirmar el
pago de una obligación inmoral o contraria a las buenas costumbres (art.
795, segunda parte). No obstante esta crítica, se ha dicho —con razón—
que si bien no es bueno consolidar un pago inmoral, peor sería permitirle al
solvens —^por hipótesis tan inmoral como el accipiens— acudir a los tribu-
nales a reclamar el recupero de lo que pagó para delinquir. Bien se ha dicho
que "los jueces no están para dirimir las querellas y los sucios negocios de
la gente de mal vivir" "M.
Si el tercero acredita que el acreedor carecía de derecho contra él aunque tuviese de-
recho a cobrar a su deudor es fundamental en esta hipótesis la prueba de la ausencia de es-
pontaneidad en el pago por parte del tercero. "Porque si no se acredita ese extremo el pago
resulta causado ya que corresponde al título del acreedor que siempre está habilitado para
recibir el pago de su crédito de manos de un tercero y que hasta está obligado a recibir tal
pago si el tercero que quiere pagarle tiene algún interés en el cumplimiento de la obligación
(CC. art. 726 infine)": Cám. Civ. y Com. San Francisco, 29/3/1985, in re: "Milanesio, Aní-
bal V. Airaar, Eduardo", "J.A.", 1985-111-386.
^ Cfr. J. Bustamante Alsina, Repetición del pago de lo que no se debe, p. 123.
474 ERNESTO C. WAYAR
a) Legitimación activa
En lo que atañe a la enumeración de las personas a quienes se concede la
acción (legitimación activa) cabe mencionar, en primer término, a quien ha
efectuado el pago, sea o no el verdadero deudor, pero a quien le cabe el título
de sujeto pagador (solvens). Por aplicación de los principios generales, esta ac-
ción se transmite a sus herederos y sucesores universales (art. 1195), puede ser
cedida e incluso, otros acreedores del solvens pueden ejercerla por vía de su-
brogación Puesto que la condición de solvens puede ser asumida por quien
no es el deudor, se explica que si el pago fue hecho por un mandatario del deu-
dor, con dinero propio, él sea reputado solvens y se le reconozca acción directa
contra el accipiens, sin que sea necesaria la intervención del mandante.
b) Legitimación pasiva
Con respecto a la persona a quien se debe demandar (legitimación pasi-
va), no hay dudas de que esa persona es aquel que, sea o no el verdadero acree-
dor, ha recibido el pago (accpiens). También en ese caso la obligación de de-
volver se transmite a sus herederos y sucesores universales. Pero, a diferencia
del caso anterior, si se pagó a un mandatario del acreedor, la acción de repeti-
ción debe dirigirse en contra del mandante; en cambio, si se pagó a un tercero
no autorizado, este tercero debe ser reputado accipiens y a él hay que dirigir la
demanda, salvo que el acreedor ratiñque la actuación del tercero en cuyo caso
éste se habrá convertido en mandatario y perderá legitimación pasiva
pagado fuese una suma de dinero, no deberá intereses sino desde el momen-
to en que quede constituido en mora respecto de la obligación de restituir
la suma recibida; 3°) en caso de deterioro de la cosa, sólo estará obligado a
restituirla en el estado en que se hallare, y si hubiese vendido los restos, sólo
debe restituir lo que percibió por ellos; 4") si hubiese donado la cosa, no es-
tará obligado a restituir su valor; 5°) los gastos de la repetición estarán a car-
go de quien pidió la restitución "M. Por último, cabe dejar sentado que la
buena fe del accipiens concluye en el núsmo instante en que toma conoci-
miento de que el pago era indebido.
II) Accipiens de mala fe. '•— Si obró de la mala fe, es decir, a sabiendas
de que no tenía derecho a cobrar o a retener lo recibido, el accipiens debe
ser reputado como poseedor de mala fe. En consecuencia: \°) debe restituir
la cosa con los fmtos pendientes y con el valor de los que hubiese percibido
o consunüdo; 2°) si recibió una suma de dinero, debe los intereses morato-
rios a computar desde el momento en que recibió el pago " M ; 3*^ responde
por la pérdida o deterioro de la cosa, aunque hubiese ocurrido por caso for-
tuito. Los gastos de la restitución deben ser soportados, en principio, por el
que pidió la restitución ya que él es el beneficiado, salvo que el juez, de
acuerdo con las circunstancias de la causa, decida liberarlo de tales gastos,
lo que podrá ocurrir, por ejemplo, si al solvens no se le puede reprochar ne-
gligencia alguna en la realización del pago.
sume": C.N. Cont.-Adm. Federal, Sala 3", 29/9/1987, in re: "Laün'o, Alberto v. Gobierno
Nacional".
Cfr. Borda, OWiíacíon«,t.I,n''828.
Por ello se resolvió que cuando "hay mala fe —configurada en el caso a partir del co-
nocimiento de que los pagos habían perdido su causa— la aplicación de intereses aparece
como la consecuencia natural (arts. 786, 788. 2424, 2433. 2438. 2439, 2442, etc.)":
CN.Civ. y Com. Fed. Sala 2*, 23/12/1986, in re: "Bezenzetti Susana E. y otro v. Instituto
de Ayuda Financiera para el pago de Retiros y Pensiones Militares", "J. A.". 1988-1-314. En
similar sentido: C.N.Civ.. Sala A. 16/5/1990. in re: "Pieragostini Humberto v. Vitalbe Cons-
tructora e Inmobiliaria S. A.".
PAGO CON BENERCIO DE COMPETENCIA 477
el art. 787, que se mantiene intacto desde la sanción del Código Civil, dispone
que "Si el que de buena fe recibió en pago una cosa raíz, la hubiese enajenado por
título oneroso o por título lucrativo, el que hizo el pago puede reivindicarla de
quien la tuviese". Pero por otra parte, el art. 1051 incorporado al Código Civil en
el año 1968pcM-obradelareformadelaley 17.71 l,segúnelcual los terceros su-
badquireñtes de buena fe y por título oneroso quedan a salvo de toda acción de
reivindicación que pudiera intentar.el propietario originario. ¿Cuál de estas so-
luciones debe prevsdecer? Aunque no es éste el lugar donde este tema deba ser
tratado, dejo sentado mi adhesión a la tesis que afirma que debe prevalecer
la solución prevista en el art. 1051; es decir, el solvens no tiene acción para
exigir del tercer adquirente de buena fe y a título oneroso la restitución del
inmueble que éste hubiese adquirido "ss.
g) Liberación putativa
Bajo el título "liberaciónputativa" quedan incluidas todos aquellos ca-
sos en que el acreedor, obrando de buena fe y por error, libera a su deudor sin
haber recibido el pago. La hipótesis está prevista en el art. 797 en los siguientes
términos: "El que por error aceptó una liberación de su acreedor, que también
por error se la dio, queda obligado a reconocerlo nuevamente como a su acree-
dor por la misma deuda, con las mismas garantías y por mstrumento de igual
naturaleza". En estos casos, el régimen jurídico qilicable es el del pago inde-
bido, por cuanto la liberación putativa no más que el reverso de la misma si-
tuación; en efecto, "si se observa la situación del acreedor que libera a su deu-
dor sin que éste haya pagado surgirá la 'liberación indebida' pues el
acreedor liberó a su deudor pese a que no tenía la obligación de hacerio"
Por último, lo dispuesto sobre el pago indebido es extensivo a las obli-
gaciones putativas, aunque el pago no se haya verificado; y así, "el que por
error se constituyó acreedor de otro que también por error se constituyó
deudor, queda obligado a restituirle el respectivo instrumento de crédito, y
a darle liberación por otro instrumento de la misma naturaleza" (art. 796).
h) Prescripción de la acción
La acción por repetición del pago de lo indebido no tiene establecido
un plazo especial de prescripción. En consecuencia, le es aplicable el plazo
de prescripción ordinario de diez años, establecido en el art. 4023.
§ 20L iNTRODUCaÓN
A modo de síntesis de algunas de las ideas expuestas hasta aquí, cabe
reiterar:
a) El efecto normal de toda obligación se produce cuando el deudor,
voluntaria y espontáneamente, cumple la prestación, satisface el interés del
acreedor y extingue el vínculo.
b) Si el deudor se í^arta del comportamiento "debido", incurre en in-
cumplimiento —tomando esta expresión en su significación más amplia—.
Ahora biai: ese incumplimiento se puette presentar en las más variadas formas,
y producirá—según cuál sea la que adopte— efectos muy distintos. Así:
1) si es absoluto —es decir, si se ha perdido la posibilidad de cumplir
en especie, o si desapareció el interés del acreedor—, la obligación se ex-
tinguirá o se transformará. En efecto: si este incumplüniento no es atribui-
ble al deudor, se habrá operado una imposibilidad de pago (art. 890), que no
dejará lugar para la formación de una nueva obligación. Pero si el incum-
plimiento sí le es atribuible, la obligaci^ incumplida será reemplazada por
otra —^una nueva—, que tendrá por objeto tma suma de dinero destinada a
i/idemnizar al acreedor (art. 505, inc. 3);
2) si es relativo —és decir, si no se ha perdido la posibilidad de ejecu-
ción en especie y el acreedor mantiene ai intoiés—, la obligación subsisti-
rá. También aquí es necesario formular ciertas precisiones. Si este incum-
plimiento no es atribuible al deudor, el acreedor, como regla, podrá optar
entre aceptar la prestación, aun disminuida, o disolver el vínculo, pero no
podrá responsabilizara, su deudor (p. ej., art. 580). Al contrario, si el in-
cumplinúento le es atribuible al deudor, el acreedor no Sólo potká pedir la
480 ERNESTO C. WAYAR
ejecución forzada o subrogada, sino que también tendrá derecho a una in-
demnización congruente (p. ej., art. 581).
c) Lo dicho hasta aquí —a título de mera introducción— demuestra
que para encarar el examen, tanto de la ejecución forzada o subrogada
como de la acción que se le concede al acreedor para obtener la indemniza-
ción a que se refiere el art. 505, inc. 3, es necesario —previamente— rese-
ñar la teoría del incumplimiento
' La teoría del incumplimiento debe superar, como punto de partida, un problema ter-
minológico de singular complejidad. La palabra "incumplimiento" es equívoca, porque ad-
mite variados significados, e imprecisa, porque se la usa para designar a cualquiera de ellos
indistintamente. De ahí que los autores procuren resolver este problema ofreciendo solucio-
nes que a veces no coinciden, porque ellas dependen del particular punto de vista de cada
uno de aquéllos. Se obtendrá un ejemplo de tal disparidad mediante el cotejo de las opinio-
nes de Mélich Orsini y de Diez-Picazo.
Para el jurista venezolano Mélich Orsini, la palabra "incumplimiento" reconoce tres
acepciones:
a) incumplimiento en sentido estricto, cuando el deudor no pone la conducta pactada,
aunque el interés del acreedor sea satisfecho por otro medio, coma ocurre, por ejemplo,
cuando "cumple" un tercero o cuando se procede a la ejecución forzada; en estos casos, aun-
que el acreedor esté satisfecho el deudor ha incumplido;
b) incumplimiento en sentido objetivo, cuando la obligación del deudCM* no sólo resulta
ya incumplida en sentido estricto, sino que el interés que tenía el acreedor en obtener esa
conducta qae no puso el deudor de modo espontáneo, tampoco resulta satisfecho por el
"cumplimiento de un tercero" ni por la "ejecución forzosa^en especie";
c) iru:umplimiento en sentido subjetivo, cuando la insatisfacción del acreedor es impu-
table al deudor, ya sea porque éste obró con culpa, o porque no puede demostrar que fue un
hecho extraño a su voluntad el que le impidió cumplir (J. Mélich Orsini, La resolución del
contrato por incumplimiento, Temis, Bogotá-Caracas, 1979; n" 95, p. 143).
Para Diez-Picazo, el concepto de "incumplimiento" puede ser enfocado desde el punto
de vista del deudor o desde el punto de vista del acreedor. Desde el enfoque del deudor, lo
que habrá que preguntarse es en qué medida éste ha observado o infringido el deber jurídico
que le incumbe. Así las cosas —dice aquel autor—, parece que cabe un concepto muy am-
plio de incumplimiento, considerando esta idea como sinónimo de toda infracción del deber
jurfdico que el deudor soporta. Pero si se pregunta por el "incumplimiento-infiacción", la
anterior idea es insuficiente, pues ahora cabe indagar sobre la responsabilidad, imputabili-
dad y participación que el deudor ha tenido en el resultado de la infracción. Desecha el en-
foque del deudor, considerando que es preferible buscar el concepto desde la óptica del
acreedor. La pregunta, desde este segundo punto de vista, es: ¿en qué medida el acreedor ha
quedado o no satisfecho? Se puede responder a esta pregunta con independencia de cual-
quier valoración del comportamiento del deudor, ya que la satisfacción o insatisfacción es,
en sí misma, un hecho perfectamente objetivo. Sobre la base de tales ideas, Dfez-Pieazo reú-
ne tres especies de incumplimientos o, según su lenguaje, de "perturbaciones" o "lesiones"
al derecho de crédito:
a) lesiones positivas al derecho de crédito, entre las cuales enumera la "mora", el "in-
cumplimiento definitivo" y las "infracciones positivas" alas que se refirió Staub (sobre este
tema, ver infra, § 215, a);
TEORÍA GENERAL DEL INCUMPLIMIENTO 481
^ La teorfa del incumplinúento puede ser elaborada sobre la base de un concepto "ob-
jetivo", entendiendo por tal aquel que prescinde de toda consideración sobre la imputabili-
dad o responsabilidad del sujeto. Sobre esto, ver A. von Tuhr, Teoría general del derecho
civil alemán, Depalma, Buenos Aires, 1948, vol. I1I-2, § 8 8 , 1 , ps. 135 y ss.; Enneccerus y
Nipperdey, Tratado de derecho civil Parte general, vol. II, § 195, p. 4 2 0 , y Bmeccerus y
Lehmann, ob. áu Obligaciones, Bosch, Barcelona, 1935, vol. I, § 4 2 , p. 2 2 2 , trad. de B. Pé-
rez González y J. Alguer, P. Oertmann, Introducción al derecho civil. Labor, Barcelona-
Buenos Aires, 1933, § 62, p. 3 2 4 , trad. de L. Sancho Seral.
* Se dijo (supra, nota 2 de este capítulo) que en teoría se puede distinguir el incum-
plimiento culpable del no culpable, y que cualquiera de ellos puede ser absobao o relativo.
TEORÍA G E N E R A L D E L I N C U M P U M I E N T O 483
§ 2 0 3 . E L I N C U M P U M I E N T O C O M O C O N D U C T A CONTRARM. A L DERECHO
Es absoluto cuando se pierde toda posibilidad de cumplimiento tardío, razóá por la cual, si
el deudor es culpable, deberá pagar la indemnización compensatoria. Es relativo cuando el
cumplimiento tardíoes aún posible y útil, razón por la cual, si el deudor es culpable, deberá
cumplir con el objeto específico e indemnizar el daño causado por la mora. Pese a la dife-
rencia, entre anfcas figuras —diferencia que se proyecta a los efectos—, se ha sostenido que
la distinción es innecesaria, ya que estas dos espedes pueden ser regidas por las reglas de
la mora (A. A. Alterini, El derecho de las obUgaciones en el IV Congreso Nacional de De-
recho Civil, en "J.A.", Serie Contemporánea, sección Doctrina, p. 210,1970, y F. A. Vocos,
La mora en las obligaciones cuyo lugar de pago es el domicilio del deudor, en "Prudentia
Iuris", n" V n , agosto de 1982, p. 96).
Sin embargo, las razones que se invocan para fundar la asimilación de ambas figuras no
son convincentes; sobre todo —como el propio Vocos lo reconoce—, porque tal asimilación
lleva implícita la negativa de que el incumplimiento absoluto "convierta" la primitiva obli-
gación incumplida —por la vía del art 889— en otra de pagar daños e intereses. Es ésta, pre-
cisamente, la consecuencia más importante de la distinción: el incumplimiento absoluto
conduce a la tras formación de la obligación incumpUda en otra nueva (novada, en los tér-
minos del art 801), de pagar daños e intereses; el incumphmiento relativo conduce al cum-
plimiento tard/o de la misma obligación. La importancia de esta afirmación (ver ín/ra, § 214,
a.) justifica, ella sola, el intento de teorizar sobre el "incumplimiento".
^ Acerca de la terminología, ver F. Camelutti, Teoría general del derecho, § 110, p.
231, Revista de derecho privado, Madrid. 1941, trad. de C. G. Posada; A. Orgaz, El acto ilí-
cito, en "L.L.", 140-1099. sección Doctrina.
^ Sobre este tema, ver J. Santos Briz, Derecho de daños. Revista de derecho privado,
Madrid, 1963, cap. II, n° 2, p. 24; A. Orgaz, La ilicitud, Lemer, Córdoba, § 1, p. 18.
' Cfr. A. von Tuhr, Teoría general del derecho civU alemán, voL III-2, § 88, p. 136.
' De acuerdo: F. A. Vocos, La mora en las obligaciones, en "Prudentia Iuris", n' VII,
agosto de 1982, p. 98.
484 ERNESTO C. WAYAR
Los actos ilícitos han sido divididos en dos clases, que conviene des-
cribir, para precisar a cuál de ellas pertenece el incumplimiento.
I) Actos ilícitos que suceden en la órbita llamada "contractual". —
Cuando el comportamiento del sujeto es violatorio de un deber jurfdico im-
puesto por una relación de obligación preexistente, se dice que el acto ilí-
cito asume la forma de un incumplimiento. Por lo general, la obligación
preexistente viene impuesta por un contrato pero el contrato —como es
fácil advertir— no es más que una de las fiíentes creadoras de obligaciones;
no se ve por qué, entonces, el incumplimiento de obligaciones derivadas de
otras fuentes tiene que recibir un tratamiento distinto; se tratará siempre de
un acto ilícito bajo la forma de "incumplimiento".
II) Actos ilícitas "extracontractuales ".—Cuando el comportamiento
del sujeto es violatorio del deber general de no dañar (neminen laedere), se
configura una infracción que se caracteriza, precisamente, porque falta el
vínculo jurfdico previo entre el agente y otra persona. No se está aquí ante
un incumplimiento, sino ante un acto ilícito stricto sensu.
' Esto explica por qué algunos autores, cuando sé refieren a esta especie de ilicitud,
la llaman "culpa contractual" (p. ej., G. P. Chironi, La culpa en el derecho civil moderno,
Reus, Madrid, 1907, cap. XII, § 1, ps. 621 y ss., trad. de la segundaedición italiana por Adol-
fo Posada), o "daño contractual" (p. ej., A. M. Morello, La indemnización del daño contrac-
tual, Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1974,2* ed.).
'° De allí el acierto de los proyectos de unificación cuando proponen reformar el régi-
men de las obligaciones de nuestro Código, unificando el sistema de responsabilidad civil,
de manera que la responsabilidad por incumplimiento estaría regida por las mismas reglas
TEORÍA GENERALDELINCUMPLIMIENTO 485
§ 2 0 4 . U B I C A C I Ó N D E L INCUMPLIMIENTO
B) CONCEPTO DE INCUMPUMIENTO
§ 206. C O N C E P T O
otra parte, a la opifiión del autor español cabe replicar que ella parece negar la posibilidad
de que sea el propio acreedor, en ciertos casos, quien provoque, con su comportamiento, una
situación de "incumplimiento" (p. ej., Ia mora creditoris), ya que en este caso sería el deudor
quien quedarla insatisfecho en su derecho a liberarse.
'' Para un concepto de obligatio praesens, ver E. C. Wayar, Tratado de la mora, § 44,
p.272.
^° Por ejemplo, Llambías, Obligaciones, I, n° 99, p. 123.
^' Cfr. A. A. Alterini, Responsabilidad civil, Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1974, nos.
I5y ss., p.28.
488 ERNESTO C. WAYAR
nitivo, temporario, etc. En cada una de ellas las consecuencias serán distin-
tas; por ejemplo, la inejecución total y definitiva disuelve el vínculo y libera
al deudor (supuesto del art. 890); si la cosa sobre la cual hay que transferir
derechos reales se deteriora sin culpa del obligado, el deterioro será por su
cuenta, y el acreedor podrá disolver el contrato o recibir la cosa en el estado
en que se halle, con disminución proporcional del precio, si lo hubiere (su-
puesto del art. 580); etc.
Como vemos, se toma necesario ofrecer un concepto objetivo de in-
cumplimiento, comprensivo de todas las hipótesis posibles. Para ello, se ha
de tener en cuenta tres aspectos: a) se trata de un accionar contrario al de-
recho; b) es violatorio de una obligación preexistente, y modifica el curso
normal de la obligación. Confonne a lo expuesto, es dable definir el incum-
plimiento como "la situación anormal de la relación de obligación, origi-
nada en la conducta antijurídica de cualquiera de los sujetos vinculados,
que impide u obstaculiza su realización" 25. Tal incumplimiento influye
sobre el vínculo obligatorio en dos sentidos: extinguiéndolo, fmstrando al
acreedor, o prolongándolo, impidiendo la liberación del deudor. Es siem-
pre una conducta contraria al derecho, con fuerza suficiente para modificar
el desenlace normal de la obligación, que nació para ser cumplida pero que
puede tener un fin muy distinto. Concebido de esta manera, se basa en una
transgresión del orden jurídico; de allí el calificativo de "antijurídico".
Para nosotros, el incumplimiento se configura con la sola transgresión
del plexo normativo. Ello permite considerar que el mero retardo es una es-
pecie de incumplimiento, sin que sea necesario reprocharle al sujeto culpa-
bilidad alguna 26. Como se verá en su momento, la falta de cooperación del
acreedor borra la culpa del deudor; el retardo en que incurra debido a esa
causa será siempre un ilícito objetivo, es decir, un incumplimiento.
Cabe reiterar, por último, que el incumplimiento puede ser provocado
por el acreedor, como se desprende de la definición 27. En efecto: el incum-
Esta definición fue expuesta en el Tratado de la mora, § 4, d, p. 75. Luego fue acep-
tada y desarrollada por J. O. Ramírez, ¡itáeimización de daños y perjuicios, Hammurabi,
Buenos Aires, 1982,13-A, § 60, p. 37, y por F. A. Vocos, La mora en las obligaciones, en
"Prudentia Iuris", n" Vil, agosto de 1982, p. 98.
^* De la importancia del retardo se ha ocupado, en una profunda y detenida investiga-
ción que fue su tesis doctoral, R. M. López Cabana ('Tesis" presentada para optar por el tí-
tulo de doctor en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos
Aires).
^ La mayoría de los autores, al definir el incumplimiento, se refieren sólo al deudor.
Así, De Diego dice: "El incumplimiento de la obligación es un estado que se produce cuando
el deudor no realiza la prestación en la forma, lugar y tiempo convenidos en el título de la
490 ERNESTO C. WAYAR
§ 207. ELEMENTOS
El incumplimiento requiere los siguientes elementos:
aj un obrar humano, puesto que es siempre una conducta, un compor-
tamiento del sujeto que se manifiesta por un hecho exterior, positivo o ne-
gativo 29;
b) el comportamiento del sujeto debe ser contrario al derecho, enten-
dido como totalidad, es decir, integrado no sólo por la ley en sentido lato
(incluyendo las cláusulas contractuales), sino también —en expresión de
Santos Briz— por los principios jurídicos superiores ^o. En el plano con-
tractual, si se acepta la teoría normativa, según la cual las cláusulas conven-
cionales son verdadero "derecho objetivo", se debe admitir, también, que
la violación de estas cláusulas está, sin duda, comprendida en el concepto
de antijuridicidad.
c) la preexistencia de una obligación anterior. Refiriéndose a este
tema. Barbero afirma que el incumplimiento no es sólo defecto de una pres-
tación, sino que es el defecto de la prestación debida;hay incumplimiento
cuando se debe la prestación y no se la efectúa ^i.
obligación, o, en su defecto, fijado por la ley" (F. de Diego, Curso elemental, "Obligaciones
y familia", 1.1, lección 4, p. 68). Puig Peña lo define como "aquella situación antijurídica que
se produce cuando, por la actividad culpable del obligado a realizar la prestación, no queda
la relación jurídica satisfecha en el mismo tenor en que se contrajo" (F. Puig Peña, Tratado,
"Obligaciones", vol. 1, ps. 197-198). Diez-Picazo y Gullón dicen: "El incumplimiento, en
un sentido amplio, es la infracción del deber jurídico que pesa sobre el deudor de realizar la
prestación a la que se ha comprometido" (L. Diez-Picazo y A. Gullón, Sistema de derecho
cíví7. vol. II, § 13, p. 155).
2* De acuerdo con esta afirmación: F. A. Vocos, ¿a mora en las obligaciones, en "Pru-
dentía Iuris", n" VU, agosto de 1982, p. 98.
^' Cfr. A. Orgaz, El acto iUcUo, en "L.L.", 140-1009.
^ Haciendo suya la definición que de antijuridicidad proporciona F. Geschnitzer
iSchuldrecht, Besonderer teil und Schadenersatz, Viena, 1963, p. 153), dice Santos Briz:
"Es la infracción de una norma, ya de la ley, ya del contrato, ya infrinja la nonna expresa,
ya atente contra la finalidad que la misma persigue, o ya lesione principios jurídicos supe-
riores" (J. Santos Briz, La responsabilidad civil, Montecorvo, Madrid, 1970, p. 24, n" 21).
D. Barbero, Sistema del derecho privado, t. III, "Obligaciones", n* 629, p. 67.
CLASIFICACIÓN DEL INCUMPLIMIENTO 491
Dijimos que la ejecución debe ser exacta con relación al objeto, al lu-
gar y al tiempo. Por ello se afirma que para cumplir —en estricto sentido técni-
co-jurídico—hay que observar una coiKlucta de toía/cMmpíin"e'tío,ajustándola
a la naturaleza de la obligación y a las directivas que imparte el principio de
buena fe. Aquella conducta de total cumplimiento no debe ser entendida como
una absoluta sujeción del deudor al comportamiento debido; al contrario, el
principio de buena fe adecuará la tolerancia del acreedor a las insignifican-
tes disconformidades de conducta en que pueda incurrir el deudor 35.
Por oü-a parte, la utilidad de la clasificación fue aceptada por prestigiosos autores argen-
tinos: R. E. Greco, La mora del deudor en la reforma de 1968, en "Revista del Notariado",
n° 716, p. 477; J. Bustamante Alsina, Teoría general de la responsabilidad civil, n° 191, p.
84, y L. Moisset de Espanés, Las obligaciones de no hacer y la mora, en "J. A.", Serie Con-
temporánea, sección Doctrina, p. 676.
" Espfn Cánovas, combinando el alcance del incumplimiento con sus causas, obtiene
las siguientes hipótesis: 1) incumplimiento no imputable (teorfa del caso fortuito y la fuerza
mayor); 2) incumplimiento definitivo e imputable (teorfa del dolo y de la culpa); 3) infrac-
ción de la obligación (cumplimiento defectuoso); 4) incumplimiento temporal (teorfa de la
mora) (D. Espín Cánovas, Manual, vol. IH, p. 183). Para Puig Peña, el incumplimiento pue-
de ser. 1) propio o i mpropio, según que con él se ataque la eséttcia de la obligación o, al con-
trario, se afecten sólo partes no esenciales del vínculo, haciendo posible, no obstante, el
cumplimiento de la prestación principal; 2) doloso o culposo, según que la posición del obli-
gado frente al vínculo sea una insatisfacción conscientemente querida, o, al contrario, se
haya producido el incumplimiento debido a la conducta negligente de aquél; 3) por acción
o por omisión, según que la naturaleza de la obligación constriña al obligado a mantener un
estado de abstención o de quietud corporal que incumple, o, al contrario, lo obligue a realizar
eficazmente una prestación que no realiza (F. Puig Peña, Tratado, t. IV, "Obligaciones",
vol. I, p. 216; comp. J. Castán Tobeñas, Derecho civil, t. III, p. 199). Ver la clasificación del
incumplimiento que propone J. Mélich Orsini en la nota 1 de este capítulo.
494 ERNESTO C. WAYAR
§ 210. INCUMPLIMIENTO A B S O L U T O
Sobre este tema, ver L. Diez-Picazo, El retardo, la ntora y la resolución de los con-
tratos sinalagmáticos, en "Anuario de derecho civil", XXII, 1969, n" 2, ps. 383 y ss.
^' F. Messineo, Manual, t. IV, § 113, n" 1, p. 221.
"** Para Puig PeUa, en cambio, el incumplimiento que él llama "propio" o "absoluto"
puede producirse: ajporque no llegue a tener efecto íntegramente la prestación principal; b)
porque el obligado viole algunas de las prestaciones íntimamente unidas a aquélla; c) porque
el obligado atente contra las prestaciones típicamente accesorias, siempre que hayan venido
a ser consideradas en la obligación como esenciales (F. Puig Peña, Tratado, t. IV, "Obliga-
ciones", vol. I, p. 217).
CLASIFICACIÓN DEL INCUMPLIMIENTO 495
*' Paulo, Digesto, XVOI, 1, 34, 6; Gayo, Digesto, XXIU, 3, 42; Ulpiano, Digesto,
XLVI, 3,29.
F. Messineo, Manual, t IV, § U 3, n" 2, p. 222.
496 E R N E S T O C. W A Y A R
Se pregunta Puig Brutau: ¿hasta qué límite puede ser llevado el rigor en la compro-
bación de si lo realizado es lo debido? Este límite —responde— lo señala labuena fe (J. Puig
Brutau, Fundamentos, t. II, vol. I, p. 388).
CLASIFICACIÓN DEL INCUMPLIMIENTO 497
Sobre este tema, ver D. Espín Cánovas, Manual, vol. IIÍ, p. 203. Con frecuencia, los
autores sostienen que la mora es un incumplimiento "relativo", con lo cual quieren significar
que para que haya mora debe subsistir la posibilidad de cumplimiento tardío; incluso, la
mora suele ser definida como el "cumplimiento tardío de la obligación". Esta afirmación ha
sido impugnada.'pues se la considera contradictoria, ya que la mora —se argumenta—, an-
tes que un cumplimiento tardío, es lo inverso, es decir, un incumplimiento (R. Padilla, La
mora en las obligaciones, § 29, p. 51). La impugnación no es convincente, pues si bien la
mora comienza por ser un incumplinüento, debe concluir con el cumplimiento tardío; tanto
es así, que si no hay cumplimiento tardío no se está ante una situación de "mora", sino ante
un incumplimiento definitivo. El cumplimiento tardío es, pues, un elemento tipificante de
la mora. Tampoco es admisible el argumento según el cual el cumplimiento tardío es un mo-
mento "posterior" a la mora, ya que para realizarlo se debe, primero, purgar ese estado de
mora. No es admisible, porque en nuestro sistema ninguna norma le impone al deudor el de-
ber de purgar su mora como paso previo al cumplimiento; al contrario, el cumplimiento no
sólo purga, sino que extingue la obligación.
498 ERNESTO C. WAYAR
b) La terminología utilizada
Antes de continuar, conviene precisar la terminología. La expresión
imputabilidad ha sido cuestionada "7. Se dice que es equívoca y estrecha,
porque sólo serviría para hacer referencia al dolo y a la culpa, esto es, a los
factores subjetivos de responsabilidad, y que sería impropia para señalar
los factofés objetivos: garantía, equidad, etc. La impugnación ha llegado
tarde; los autores del siglo XIX la utilizaron con sentido subjetivo para de-
signar la culpa. Pero hoy la antigua significación ha sido superada; cuando
se habla de imputabilidad, se alude a todo factor de atribución, ya subjetivo,
ya objetivo. Ninguna razón —ni etimológica, ni gramatical, ni siquiera fo-
nética—justifica su reemplazo. Así, a una persona se le puede imputar res-
ponsabilidad porque ha obrado con culpa, o simplemente por equidad. En
rigor, siempre que a una persona se le pueda atribuir responsabilidad cabrá
hablar de imputabilidad.
Cuando se manifiesta que el incumplimiento es inimputable, no se
quiere decir que el incümplidor ha obrado sin culpa. No; se quiere signifi-
car que no hay ningún factor de atribución que permita imputarle respon-
sabilidad al incümplidor. Lo que sucede es que la imputabilidad puede ser
subjetiva u objetiva, lo cual dependerá del factor de atribución que se utilice
para imponer el deber de reparar.
Si se tratara de pura fraseología, la cuestión no daría paramas; pero no
es así: detrás de ella se esconde una disputa concepwai. Parecería —si se hi-
•** Cuando se pregunta: ¿a quién se deben atribuir los hechos detemúnantes del incum-
plimiento?, queda planteado el problema de la imputabilidad; cuando se interroga: ¿en
quién deben recaer las consecuencias jurídicas de tal ilicitud?, se indaga sobie la responsa-
bilidad (L. Diez-Picazo y A. Gullón, Sistema, vol. 11, p. 166).
Cfr. R. Vázquez Ferreira, La teoría general de la reparación del daño y los presu-
puestos del deber de responder, en "J.A.", 3/9/1986, n' 5479.
CLASIFICACIÓN DEL INCUMPLIMIENTO 501
Así, por ejemplo, en nuestra sentencia del S.TJ. Jujuy, 1/3/1984, "E.D.", 108-670.
Comp. F. Santoro Passarelli, Doctrinas generales del derecho civil, ps. 118-119.
^ Algunos autores reservan la expresión imputabilidad para referirse a la autoría mo-
ral de un hecho, distinguiéndola así de atribución, palabra con la cual se alude a una situa-
ción puramente legal, que "con sentido objetivo liga a una causa un cierto resultado, para im-
poner una responsabilidad especial con miras a amparar a la víctima de un daño" (J.
Bustamante Alsina, Teoría general de la responsabdidad civil, n' 753, ps. 236-237). Según
esta terminología, a quien comete un daño por su culpa se le imputa responsabilidad, en tan-
to que si el daño es involuntario se le atribuye responsabilidad. Sin embargo, cualquiera que
sea el factor de atribución (dolo, culpa, deber de seguridad, equidad, etc.), es correcto hablar
de "imputabilidad", ya que con esta palabra se alude a la especial situación jurídica en que
se halla el sujeto que debe soportar —en razón del incumplimiento— las sanciones fijadas
por el sistema imperante.
^' Cfr. G. Alpay M. Bessone, La responsabilitá civile, Giuffré, Milano, 1976, cap. VI,
ps. 243 y ss.
502 ERNESTO C. WAYAR
§ 2 1 4 . INCUMPLIMIENTO I M P U T A B L E
" Esta tesis es defendida por J. Llambías, Obligaciones, III, n" 1784, p. 52, n, 124, y
n» 2002, ps. 218-300.
506 ERNESTO C. WAYAR
por tanto, en la omisión de aquellas medidas que la diligencia exigible en el tráfico imponen
al deudor. Piénsese, por ejemplo, en el caso de aquel a quien se ha prestado un libro sin tara
alguna, y calla, al devolverlo, que ha estado en manos de un enfermo de escarlatina y el co-
modante se contagia, o que el arrendador omite que se ponga en la puerta de la bodega un
cierre adecuado, necesario para evitar, los robos, etc. Por esto —concluyen—, la expresión
más ajust!^ es la de mal cumplimiento, propuesta por Zilelmann" (Enneccerus y Lehmann,
ob. y lug. cits.).
A. von Tuhr, Tratado de las obligaciones, I, p. 90.
D. Espín Cánovas, Manual, vol. 111, ps. 203 y 204.
Para Pérez González y José Alguer—traductores de Enneccerus—, "el concepto de vio-
lación positiva del crédito está latente en el art. 1101 del Código Civil español, en donde,
después de decir que quedan sujetos a la indemnización de los daños y perjuicios causados
los que en el cumplimiento de sus obligaciones incurrieren en dolo, negligencia o morosi-
dad, se añade 'y los que de cualquier modo contravinieren el tenor de aquéllas'" (B. Pérez
González y J. Alguer, en sus anotaciones a la obra de Enneccerus y Lehmann, Obligaciones,
vol. I, p. 284).
510 ERNESTO C . W A Y A R
§ 2 1 6 . PRINCIPALES F O R M A S C O M B I N A D A S DE INCUMPLIMIENTO
e) Terminología
Según acabamos de ver, la voz "incumplimiento" hace referencia a di-
versas situaciones que afectan la relación de obligación. Como consecuen-
cia lógica de su multiplicidad de sentidos, no todos los autores la utilizan
para referirse a la nüsma infracción, ni le adjudican idéntico significado. A
este respecto, señalo a título ilustrativo que algunos autores la emplean para
indicar cualquier infracción, siempre que sea culpable **; y otros la usan
como sinónimo de ilícito objetivo 6*.
En esta obra se utilizará la siguiente terminología:
I) Al incumplimiento absoluto no imputable se lo llamará imposibili-
dad de la prestación, porque constituye un medio de extinción de las obli-
gaciones, no sólo por estar incluido en la enumeración del art. 724, sino por
ser ello una imposición de su propia naturaleza.
II) Al incumplimiento absoluto imputable se lo designará con el voca-
blo incumplimiento; ello evitará repeticiones inútiles, ya que es por demás
superfluo reiterar el carácter absoluto e imputable que lo tipifica.
IH) A las diferentes formas de ejecución irregular no imputables se las
identificará como alteraciones inculpables de la prestación.
" Refiriéndose a este tema, dice Barbero: "Se habla comúnmente de incumplimiento
imputable y de incumplimiento no i mputable. Pero al releer estas palabras se le ocurre a uno
objetar cómo puede ser posible, y hasta concebible, un incumplimiento no ünputable" (D.
Barbero, Sistema, t. Til, p. 68). También Morello utiliza la palabra "incumplimiento" para
referirse —técnicamente— a la infracción culpable Ondeimiización del daño contractual.
p.95).
Alterini, Ameal y López Cabana, Curso, I, p. 173; Boffi Boggero, Tratado de las
obligaciones, t. 2, § 417, ps. 139-140.
512 ERNESTO C. WAYAR
ACEPCIONES BUENAFE
De "incumplimiento": 201 (en n. 1) Abuso de derecho: 16, b)
De"obligadón":4 Apariencia: 125,126
De obligadones "procter rem", "ambu- Beneñdo de competencia: 197
latorias", "obrem": 39, a) Cooperadón: 12
Facultades y deberes: 13
De"pago^83
Incum[dimiento: 209
ACREEDOR Influenda (en el deudor y en el acree-
Aparente: 125 dor): 16
Canceladón de su derecho: 114 Pago: 142 a 144
Individual: 118, a)
Interés del: 53, d)
Pluralidad: II8, b)
Representante: 119
Situación jurídica: 14 CAPACIDAD
Cargas y deberes: 14, c) Para obligarse: 38, a)
Facultades: 14, b) Parapi^: 101
Sucesores: 118, c) Para redbir pagos: 103
516 ÍNDICE ALFABÉTICO POR MATERIAS
CA4JSA D
Anticausalismo: 60
Falsedad: 68 DEBERES JURÍDICOS
Fm: 59 Dar aviso (pago): 109, a)
Frustración del fin: 71 De prestación: 15, a)
Fuente: 56 Que no son obligaciones: 17
Ilicitud: 69 Secundarios de conducta: 15, a)
Neocausalismo: 61 DECLARACIÓN
Obligación (de la): 56 Unilateral de voluntad: 58, e)
Obligación abstracta: 70
Pago (del): 100 DEHNICIÓN
Plurisignificación: 65 De incumplimiento: 205 a 208
Presunción de: 67 Concepto: 206
Elementos
COACCIÓN
De responsabilidad: 208
Cumplimiento voluntario: 45, a) De obligación: 6 a 10
Ejecución forzada: 34, a) Concepmalisroo dogmático: 8
Obligaciones naturales: 45, b) Descripción: 9
CONCEPTO Notas típicas: 9. a)
Conceptualismo: 8 Romaim: 7
De incumplimiento: 34, b); 2651208 De pago: 81 a 89
De lugar de pago: 148. b) Legal: 85
De obligación: 6 a 10 Segiin la doctrina: 84
De "medios": 49 DERECHOS(S)
De "resultado": 49 De crédito: 14.a)
Efectos: 73 ^ De oponer defensas: 15. b). II
Real: 39, b) Depagar. 15.b),I
E>e pago (cumplinñemo): 81 a 81 Del deudor insolvente: 15. b). III
De recibo: 181 Real: 18,19
De responsabilidad: 34, c)
De vínculo jurfdico: 43 DERECHO DE CRÉDITO
Pago al tercero: 121 Facultades de conservación: 14, b), II
Facultades de disposición: 14, b), I
CONTRATO
Solvencia del deudor: 14, b). III
Creador de obligaciones: 76, b) Tutela: 14. b), II
Efectos: 76
Frustración del fin: 71 DEUDA
Fuente: 58, a) Responsabilidad: 34. c)
Teorfa del débito: 32 a 34
COOPERACIÓN RECÍPROCA Ver voz Obligación
Buena fe: 12
Deber de: 14. c) DEUDOR
Obligación como instrumento: 10 Deber de prestación: 15. a)
Deberes secundarios: 15. b)
CUMPLIMIENTO Efectos: 77, b)
Incumplimiento: 205 Facultades: 15, c)
solutio: 82 Insolvente: 15, c), III
Voluntario: 82 Pane: 74, a)
Ver voz Pago Sujeto activo (del pago): 104
ÍNDICE ALFABÉTICO POR MATERIAS 517
Iftu^ad: m SUJETOS
"PROCTER RE14" Activo (del pago): 106
Cargas reales: 40 Capacidad; 38, a)
Condidones: 38
^üsteneta: 41
Del pago: 102
Obligaciones: 39
Pasivo: 115
Supuestos: 42
Determinación: 38, b)
PRUEBA Interesado: 106
Carga: 177 No interesado: 116
Criterio de apreciación: ISO
Del pago: 176
Medios: 179
TENEDOR
R
Del título: 123
TEORÍAS
REQBO
Sol»eelpago:90a97
Ójntenido: 183
Sobre la obligación: 25 a 35
Forma: 182
Importancia: 181. TERCHIOS
Pago sin: 185 Autorizados: 121/
Requisitos: 184 Clases: 120,b)
RELAaÓN(ES) Como destinatarios dd pago: 120, a)
Del art. 504:75
Acreedor y deudor 114
En la obligación: 74, c)
Contenido: 11
Contractual: 13 Interesados: 106
De obligación: 2,b), 13 No autorizados: 128
Entre tercero y acreedor 112 No interesados: 116
Entre tercero y deudor 108 bis Pago a los: 120
Jun'dica: 1 TERMINOLOGÍA
Real: 2, a) Sobre "imputabilidad": 212, b)
Social: 1 Sobre "incumplimiento": 216
REQUISITOS Sobre "obligación": 3
De la prestación: 50 TIEMPO
Del objeto (obligación): 50 De pago: 159
Del objeto (pago): 134 En las obligaciones puras y simples: 161
REPRESENTANTE
Del acreedor 119
u
RESPONSABILIDAD UNIFICACIÓN
Incumplimiento: 34, b) Obligaciones y contratos: 36 bis
Obligación: 34, a)
VÍNCULO
SITUACIÓN JURÍDICA .Gpápj6n:.45.
Del acreedor 14 Como "liganaeif :"4
Del deudor: 15 Concepto: 43-^"^
Del rio interesado: 117 Importancia: 43 ^
ÍNDICE DE ARTÍCtlLOS DEL CÓDIGO CIVIL