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LAS REDES

SOCIALES

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Las redes sociales llegaron con la era del internet y desde momento
han cambiado para siempre la forma en que las personas se
relacionaban.
Es probable que la generación de nuestros padres no esperaba estos
cambios tan influyentes la era de la globalización sin duda ha traído
enormes beneficios a la humanidad. Sin embargo, también hay que
aceptar que este progreso también ha traído su lado oscuro.

No todo es color de rosa.

Facebook,Twitter, Instagram y otras conocidas redes sociales


constituyen una revolucionaria forma de interactuar con personas de
todo el mundo.
La comunicación entre las personas, al fin y al cabo, es algo bueno. Se
trata de herramientas tecnológicas que facilitan una actividad muy
humana: el relacionamiento.

¿Dondé está el problema entonces?

No está en esas herramientas, está en aquellas personas que las


utilizan.
Se puede afirmar entonces, que, la malo está en abusar o dar un mal
uso a unos medios que están destinados a un bien común.

¿Cuando se convierte en adicción?

Es difícil establecer un parámetro para conocer en forma exacta


cuando el uso de las redes sociales se ha convertido en una adicción.
En pocas palabras, andamos conectado prácticamente durante todo el
dia. Con los teléfonos inteligentes, se hace imposible no estar al tanto
de lo que ocurre en nuestro perfil de Facebook o saber lo que ha
tuiteado un amigo.

Un mundo virtual de doble filo

Estas nuevas formas de interactuar han causado un cambio completo


en la manera en que se relacionan las personas. La expresión escrita
ha adquirido sus propios códigos de interpretación por tanto, también
ha significado el esfuerzo por saber utilizar las expresiones correctas
para darnos a entender es un mundo virtual que tiene doble filo.
Puede hacer tanto daño como beneficio.

Existen personas que han se han reencontrado con sus seres queridos
utilizando estos medios para poder entrar en contacto.
Ese sería un ejemplo positivo, por supuesto.
Pero también existen ejemplos negativos. Algunos utilizan estas redes
como una forma de revelar muchos aspectos de su vida personal. Y
aportan datos y situaciones que pueden ser usadas por otras personas
con mala intención.
La necesidad del intercambio de información inmediato nos fuerza a
usar estos sitios y no quedarnos por fuera de la acción.
Muchas empresas que antes se apoyaban en los antiguos medios de
comunicación como la prensa y la radio para patrocinar sus productos
y servicios, han pasado a la era digital porque esta llega a un público
más amplio y variado de manera más rápida. Aún así, los grandes
nombres siguen confiando en los medios impresos porque las viejas
generaciones o bien no tienen acceso a computadores o teléfonos
inteligentes, o no quieren cambiar sus hábitos. Lo cierto es que las
redes sociales le sirven a los jóvenes que crecieron con la internet a su
lado; muchos adultos no extrañan lo que no conocen pero poco a poco
comienzan a dar pequeños pasos en el mundo digital.

Las redes sociales unen a las familias del siglo XXI. En un mundo
globalizado la distancia geográfica ya es un concepto que no asusta ni
a parejas ni a familias. Es cada vez es más común ver relaciones a
larga distancia o ver a familias que viven en diferentes lugares del
mundo. Para esto, tener un teléfono inteligente y poder conectarse a
redes sociales es una manera de sentirse cerca, de ver crecer a los
nietos, y de poder acceder a fotos y recuerdos que en otros momentos
de la historia hubieran tomado meses en llegar a través del correo
postal.

Lo cierto es que vivir sin ellas es difícil en un mundo en el que la


velocidad de intercambio de datos va a un ritmo vertiginoso. Quien no
sabe usar las redes no puede trabajar, o conseguir un mejor empleo,
no se hace a becas para estudiar o nunca se entera de que puede
acceder a ellas, no actualiza su información de lo que sucede en el
mundo, ni se pone en la capacidad de figurar como un posible
candidato para un empleo. No tenerlas a la mano hace daño, es estar
desinformado; pero tenerlas todo el tiempo es también saber
demasiado, más de lo que cualquiera necesitaría. Desconectarnos
también nos ayuda a recapacitar acerca de nuestro día, acerca de
nuestras necesidades y nos ayuda a encontrar el balance en nuestras
prioridades. Hay que encontrar la justa medida entre estar conectado
y en no estar conectado, y aprender a disfrutar nuevamente de las
cosas simples, como caminar y escuchar música sin el afán de saberlo
todo, todo el tiempo, a toda hora.

Hernandez Trujano Estefani.

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