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La Vía Láctea

En Llamas

Ella despierta entre gritos y llantos, con un susto que no le deja pensar hasta mucho después que
se fuera la sensación, Galak tuvo un mal sueño.

«Una pesadilla» piensa para sí.

Se pasa el reverso de la mano por la frente, recuerda como en sueños su pueblo era incendiado,
destruido y arrasado.

«La oscuridad reina aquí» medita en silencio.

Recuerda como estando en los reinos de Morfeo, su madre la escondía en el sótano mientras ella
se encargaba de distraer a los soldados, aquellos carniceros, ese ejército inhumano que causaban
los gritos de hombres, mujeres y niños. Sus vecinos, sus amigos, sus profesores, el chico que le
gustaba, personas con quienes había compartido, paseado, con quienes pudo llorar o reír, con
aquellos que tanto amó, para ser sinceros, los que daban sentido a su universo; todos ellos ahora
gritaban al unísono por todos lados, todos hacían un coro de terror, muerte, dolor y destrucción.

«¿Qué es esto?» se pregunta a si misma al sentir algo pastoso y sucio mezclarse con el sudor de su
frente, luego de quitarse el cabello de la cara se dedica a reflexionar.

En el sueño Galak recuerda cómo, por un hoyo en la portezuela que va al sótano, logra ver, muerta
de miedo, el momento en el que los soldados, esos ''perros de guerra'' como les decía su
desaparecido padre, genocidas y herejes; lograban tirar abajo la puerta de su casa. Rememora con
rabia y aguantando el llanto a su madre sollozar e implorando piedad a esos seres que, con una
tabla de madera que formaba parte de su puerta, sentenciaban la vida de su amada madre con un
golpe en la cara, que le hizo un giro a su cabeza muy extraño.

—Mamá— murmura al vacío.

Una gota cae sobre esa chica meditabunda.

Ella logra recordar el sonido de los golpes que reducían a una masa de pulpa los restos de su
madre, recuerda a esos malnacidos, el oírlos reír.

—Mamá...— Murmura muy entrecortado, tratando de no llorar.

Revive la sensación de como el calor de la casa en llamas se colaba de a pocos al sótano,


aumentando la temperatura en este lugar.

«Ellos la prendieron en llamas, los vi, los recuerdo.» Se juraba, por si el sueño se hacía borroso,
pero así no pasaba.
Luego hubo un gran estruendo, pensó que era un terremoto enviado por Dios para castigar a los
infieles, pero sabía que no era más que su casa en llamas desplomándose. El humo se colaba, el
espacio era escaso y su vigilia empezaba a vacilar, logró dar con un pequeño hoyo en el suelo, un
desagüe que llevaba a una entrada de aire fresco, allí se desmayó antes de que el sueño acabara.

Galak gime y no reprime más su llanto, llora, y lo hace a cantaros, llora todo lo que le permite su
cuerpo cuasi aplastado por las rocas del derrumbe, cubierto de hollín y ceniza, llora porque sabe
que no fue un sueño sino recuerdos de la noche anterior, llora porque son sus recuerdos y lo que
significa todo esto en su vida; ella sólo llora.

Luego de una gran cantidad de tiempo usado en ser todo lo frágil que quiso recobra su
compostura y decide escapar de allí. El hoyo por el que logra respirar es un buen inicio para esto
así que, poco a poco logra que su cuerpo se encoja, el vello corporal le crezca a borbotones, las
uñas y dedos se transformen en afiladas garras y su rostro empiece a poseer un hocico
prominente: se está convirtiendo en un topo común. Ella logra pasar por el hoyo y se abre paso
con facilidad hasta la superficie.

El Sol baña toda la tierra, donde antes había un pueblo ahora sólo son escombros carbonizados y
leña desprendida por doquier. Al salir, ella regresa a su forma bípeda y, luego de presenciar el
espectáculo grotesco, de ver como los cuerpos fueron apilados en una gran fogata de cadáveres
que de seguro mantuvo calientes a esos hijos de puta toda la noche, restos humanos hechos
ceniza, los restos mortales de todo lo que ella conocía y amaba; Galak no llora, decide no hacerlo,
no, eso ya pasó, ahora es momento de prestarles todo el servicio que necesitan para poder cruzar
al más allá de manera tranquila al menos, lo que no pudieron tener en vida.

El Sol pasa de estar en la cima de todo a estar en un punto casi oculto tras el bosque, las tumbas
ya fueron cavadas y puestas en su lugar, eran algo superficiales, pero cumplían su función, con
todos los honores que podía otorgarles en lo que quedaba de sus pertenencias aquí en tierra. Los
arboles susurran con fuerza, esta noche será fría y ella aún no ha recogido nada para su
supervivencia, el estómago le arde, siente mareos y las piernas le tiemblan, pero se mantiene
firme, sabe que eso es lo de menos, también sabe que no se puede quedar ahí por más tiempo, a
pesar que una parte de ella se lo suplique a gritos.

Al cabo de un rato de recolectar bayas y frutos secos en su forma de ardilla, decide ir al río a
buscar algo de agua, se regresa al pequeño campamento que montó en una cueva cercana a la
aldea, busca un cuenco, que fabricó con una fruta que es similar a un coco en dureza (pero que
ella sabe es venenosa), y se dirige al río. De camino a este se fija en una pareja de ciervos que se
pasean no muy lejos de donde ella se encuentra, los mira, en otro tiempo hubiese corrido por ellos
a abrazarlos, pero ahora se contiene de no llorar, no sabe qué hacer, no sabe a dónde ir, sólo
quiere volver a ver la sonrisa de su madre, sólo eso.

La tarde pasa a la hora mágica, esa hora en la que las nubes toman un color rosa bastante intenso,
ese momento en que las personas sienten que cosas raras y únicas pueden pasar. Galak recoge
agua del río, ve varios salmones saltar, piensa en lo útil que sería convertirse en oso para atrapar
algunos, pero logra diferenciar, en la otra orilla del río, una persona tirada en el suelo,
probablemente ahogado, Galak se despierta del letargo en el que se encontraba y corre todo lo
que puede para socorrerlo.

—¡Señor! ¡Señor! — Le grita mientras avanza hacia el cuerpo —¿Se encuentra bien?

Al llegar se fija que está desmayado, es un hombre alto, cubierto de harapos, con una capucha que
le tapa la mirada. Tanteándole un poco notó que estaba ardiendo en fiebre y que tenía que
tratarlo de inmediato, pero por suerte no se había ahogado. Las preocupaciones de Galak
empiezan en cómo cruzar sin tener que mojarlo para que no pase mala noche, así que decide
arriesgarse y adopta la forma de una osa para poder llevarlo sin que se moje a través de río y
directo al campamento. Al dejarlo en la entrada de la cueva esta se dedica a preparar los lugares
para dormir, le consigue colocar algo de tela de su ropa como paño mojado sobre su frente. Se
siente agotada, la forma de osa la dejó sin energía, no podía usarla aún, sólo le quedaba dormir y
esperar tener una mejor mañana, esperaba que él no muriera, lo deseaba, no quería ver a alguien
más morir, no quería estar sola.

Cenizas

Es una hermosa mañana en el bosque cercano a la aldea, las nubes están esponjosas, de esas que
puedes observar por horas para darle formas que tu mente pueda identificar, todo esto mientras
se logra oír al río fluir de manera suave. A orillas del mismo, un niño de cabello pelirrojo y una
Galak más joven se corretean el uno al otro con ramas.

—¡Te atrapé, monstruo fétido! — proclama el pelirrojo— ¡Sal del cuerpo de mi amada doncella o
me veré obligado a partirte en dos para matarte!

—Oye, ¿si te das cuenta que si me partes en dos también matas a tu princesa amada? —le
contesta Galak mientras duda de su ''plan de rescate infalible''.

—¡Silencio! —le hace el gesto en los labios a Galak con la punta de la rama que simulaba ser una
espada—Eso lo resolveré luego en la Vía Láctea, ¡Ríndete!

—¡Jamás! — le reta Galak a tiempo que le arrebata la espada para salir corriendo — ¡Alcánzame si
puedes!

—¡Ey! ¡Regrésame a Excalibur! — le ordena el chico persiguiéndola.

—¡Si me alcanzas! — A tiempo que reta al chico, las piernas de la niña dejan de correr para dar
salto en unas recién transmutadas patas de conejo.

—¡Gal, no es justo ya hablamos de usar magia! — le reprocha.

La risa de ambos mientras se persiguen se extiende en un eco arrullador. Al cabo de un rato, los
chicos agotados se sientan en la orilla a lanzar piedras al río.
—Gally, eres una tramposa —dice el chico a tiempo que lanza una roca, rebota dos veces —no
puedes ir convirtiéndote en un animal ventajoso cada vez que te tengo en aprietos.

—¿Por qué no? — ella ríe.

—Porque apenas sabes manejar tu metamorfosis y si no te concentras te pasará eso— el chico


termina la frase señalando las orejas conejunas que tenía Galak donde antes eran orejas normales.

—¡¿Eh?!— Galak se toca las orejas y se da cuenta de su error e intenta revertir su efecto a la
fuerza — Demonios...

Rato después, Galak logra regresar a la normalidad sus orejas y una mariposa, que venía volando
desde la arboleda y que va en dirección al huerto, se posa sobre la cola de caballo de Galak. El
chico le mira maravillado en su lindura.

—No puedo creer que me recrimines aquello cuando tu pretendes cortarme a la mitad si me niego
a ser salvada— Galak se recoge el varios de sus mechones castaños y lanza una roca, rebota cinco
veces —¿Viste eso?, ¡fueron como siete saltos!

Él busca una roca el suelo sin levantarse de donde está.

—Fueron cinco, Gal, no exageres— Lanza una roca bastante gorda, rebota tres veces — Además
mi plan era infalible porque te iba a revivir.

—¿''revivir'' dices?

—Sí, la Vía láctea puede cumplirlo.

—Mi papá me dijo que es una historia de mentiras— se ríe un poco — ¡Ay, Ori!, ¿cuándo dejarás
de creer esas cosas?, ya tenemos siete años.

Orión se levanta molesto, el comentario de Galak le afectó mucho.

—¡Entonces te voy a proteger para que jamás te posean y no tenga que cortarte!

Galak tira una piedra, pero esta no rebota; la ha tirado de mala manera por lo que dijo Orión.
Voltea a verlo y nota su sonrojo, sabe que ella también debe de estarlo y no reprime sus ganas de
abrazarlo.

—¡Agh!, ¡¿Qué haces, Ga-Galak?!— hace el ademán de querer soltarse, pero es mentira, no lo
hace, se deja.

—Eres un tonto— le susurra.

Él le corresponde el abrazo.
—Eres una prodigio, al menos eso dice mi papá— le confiesa al oído— no sé muy bien que
significa, pero él y sus amigos dicen que te vas a ir pronto a la capital a estudiar magia, dicen que
eres el orgullo del pueblo.

—No es cierto —ataja a negar algo sonrojada— sólo se transformarme en animales pequeños y en
muchas ocasiones no por completo, me falta mucho.

—Eso no es verdad, eres una chica muy lista y por eso...— Se le hace un nudo en la garganta —
por eso yo me convertiré en el mejor caballero de todo el mundo, ¡así seremos el orgullo del
pueblo y no tendrán más remedio que llevarnos a los dos! —

El abrazo se mantiene, Galak siente que cae un líquido por su nuca.

—Siempre te voy a proteger, Gally— la abraza más fuerte — siempre.

—Y yo a ti, Ori.

En ese momento el río dejó de sonar, sólo se oía el gotear de algo sobre el agua.

—Ah... ¿segura?

—¡Sí!, ya lo verás, seremos tú y yo para siempre, Ori— ella intenta terminar el abrazo para verlo a
la cara y quitarle la incertidumbre, pero este no deja de abrazarla, incluso empieza a apretarla
cada vez más fuerte mientras sus manos se deslizan al cuello de Galak.

El ambiente empieza a oscurecerse y empiezan a sonar más y más goteos en las estáticas aguas
del río.

—Galak, ¿Tú me ibas a proteger? — le pregunta tajante al oído— ¿O sólo te ibas a proteger a ti
misma?

—¡¡Ori...!! — Intenta soltarse, la fuerza de Orión es imposible para un niño—¿Qué... Qué pas...? —
no logra formular nada por la incomodidad.

—¡Eres una mentirosa! — Orión lanza a la chica varios metros lejos de él, esta rueda por el suelo
antes de parar— Sólo pensabas en ti misma y en nadie más.

—Yo jamás dejaría que nada malo te pasara, Orión— le contesta, intenta levantarse para poder
explicarle— Orión... eres mi amigo.

—¡Mientes!, eres una prodigio capaz de tomar formas increíbles de animales, nadie se iguala a ti—
le acusa mientras se acerca, su rostro se encuentra entre sombras mientras su cuerpo crece y
crece— pudiste matarlos, a todos, pero en cambio...

Se agacha para agarrar a Galak del suelo obligándola a verle directo a los ojos, o donde deberían
estar ya que eran unas cuencas vacías en un cuerpo hecho de ceniza.
—¡EN CAMBIO PERMITISTE QUE NOS MATARAN A TODOS! — le grita señalando en dirección al río,
le muestra desde esa altura a todos los habitantes parados sobre las aguas del río, esperando en la
oscuridad —¡PERMITISTE QUE ME MATARAN A MI! —

En ese momento, Galak despertó.

El sobresalto de lo que soñó no la dejó conciliar más el sueño y el estómago le rugía, así que luego
de revisar el estado del enfermo tenía pensado ir a buscar más alimentos.

—Ori— Susurra para sí misma.

El frío de la noche empieza a tomar más fuerza, apenas es de madrugada.

Busca un leño de la fogata y lo convierte en antorcha, se acomoda la manga que le queda (la otra
la usó para el paño sobre la frente del enfermo) y se acerca a notar mejor el estado de salud del
hombre. En la tarde cuando atendió al hombre no tuvo fuerzas para hacer nada más, pero ahora
que está más lucida logra notar un poco más el cabello largo del encapuchado (aunque algo sucio),
su barba de una semana y que tiene las cuencas de los ojos vacías. Pero todo dejó de tener
importancia cuando nota el detalle más característico de este hombre: posee unas orejas
inmensas, cómo de conejo.

La mañana es clara, el bosque aúlla aún entre brisas y cantos de aves, el otoño se acerca raudo y
veloz.

Él lo sabe, puede que ya no pueda ver, pero en su rostro logra sentir los rayos del Sol bañándolo.
Logra ponerse de píe, tantea su torso buscando su herida reciente, pero descubre que ha sido
vendado, también en su rostro a la altura de los ojos. Se agacha a pasar la mano por todo el lugar,
buscando si de casualidad consigue su arco y flecha, también su capucha y poncho, sospecha que
con este último hicieron la tela para vendarle.

Ríe un poco, su estómago ruge, decide ir a cazar algo para comer. Avanza ligero dos pasos cuando
se detiene al percibir la presencia de algo acechándolo, algo animal.

—Vamos, sal de ahí, sé que no eres lo que pareces ser —se prepara en una postura defensiva,
busca en sus pantalones varias rocas que recogió del suelo para cazar.

De pronto, entre los matorrales sale un lobo hambriento, enseñando todos sus afilados caninos, y
en una postura que lo mostraba dispuesto a atacar.

El ciego recupera la compostura y baja la guardia.

—Por favor, no me engañes, conviértete en humano de nuevo, gran mago —le implora a aquella
criatura —¿fue usted acaso quien me cuidó esta noche?

En ese momento la bestia abre sus fauces y luego de un bostezo empieza a hablar.
—¿Qué hace un invasor como tú en estas tierras? — le pregunta con una voz profunda aquel
animal.

—¿Invasor, a qué te refieres?

El lobo gruñe ante esta respuesta.

—No me engañes, esas orejas no son de por aquí

Él arquero se toca las orejas a tiempo que las acopla para confundirlas con su larga cabellera.

—¡Ah!, ¿éstas? —Se las señala —pues si es cierto, no soy de por aquí, pero eso no me convierte en
un soldado

—No me importa, eso te convierte en...— El lobo deja de gruñir palabras con una voz casi gutural
para centrar su atención en un pequeño ciervo que, sin darse cuenta el arquero, estaba
demasiado cerca de este.

El estómago del lobo empezó a sonar, demostrando el hambre que tenía.

En ese momento el lobo corre a toda velocidad por el ciervo y, al este paralizarse del susto, se
logra abalanzar sobre él y morderle la yugular con suficiente fuerza para que no cuente otro día.

El hombre se recuesta de la pared del cerro, sabe que de nada servirá intentar huir en esa
situación.

—Enciende la fogata de nuevo —le ordena la bestia.

El hombre se incorporó algo extrañado.

—Pero, su majestad, sólo soy un hombre ciego, no sé ni dónde está la dichosa fogata —le contesta
con aires de cortesía.

—Ya deja la charlatanería y enciéndela —reitera el lobo volviendo la vista a aquél hombre —Sé
que puedes, no me hagas perder la paciencia.

—De acuerdo, su señoría.

El hombre se dirige al montículo de rocas y ramas secas, se saca un par de las rocas que tenía en
los bolsillos y se dedica a hacer chispas. Piensa en lo tonto que fue intentar ocultar sus habilidades
a un mago de tal nivel. Escucha como el mago cambia de forma, le oye acercarse mientras arrastra
el cadáver.

La fogata ya está encendida.

—Deja te ayudo...— se pone de pie e intenta ayudarlo.


—No lo necesito, mantente en tú lugar —le espeta secamente, Galak se dedica a cortar las
extremidades con el cuchillo que recuperó de su aldea.

El arquero intenta mostrarse inmutable, pero se le nota lo atónito.

—Increíble —murmura.

La carne puesta al fuego ya empieza a adquirir un ligero sabor y color a carbón, el Sol se encuentra
casi en la cima de la bóveda celeste mostrando que debe ser medio día. Sus rayos caen
todopoderosos sobre aquellos robles que rodean aquella cueva a las faldas de un cerro.

Galak pasa su trago de agua decide dejar de comer, se siente llena.

—Es tiempo de hablar, invasor —le dice al hombre mientras pasa un bocado de carne.

—Muchas gracias por la comida —le responde el hombre mientras hace una reverencia.

—No agradezcas y responde a mi pregunta, invasor.

—Responderé a todo lo que desees, pero sólo pido que me llames por mi nombre- Se pone de pie
para realizar otra reverencia aún más pronunciada —Mucho gusto: mi nombre es Maximillian Larz,
pero puedes decirme Max.

—Eso corrobora el hecho de que eres extranjero —le ataja a decir Galak —''Eso'' y esas...—
Señalando a sus orejas casi camufladas.

—De donde provengo cuando alguien se presenta se le debe agradecer por su presencia y
presentarse igualmente —le sermonea Max.

—En otras circunstancias esos serían mis modales —Galak aprieta fuerte con sus manos la tela de
sus pantalones para contener el llanto y la rabia —Pero estamos en guerra, una guerra que arrasó
mi aldea —traga saliva —Y ahora no sólo sé, que eres del país invasor, sino que, además, eres un
soldado.

—¿Soldado, yo?

—Te dije que no te hagas, sólo había un motivo por el que ese ciervo se dejaría atrapar por mí, y
ese sería el que alguien con puntería le diera con una roca en el costado del rostro del ciervo
aturdiéndolo al instante.

«Impresionante, esta chica sí parece ser aquel prodigio de la zona al que me solían mencionar»
ataja a pensar Max.

—¿Tengo razón en lo que dije? — le pregunta de manera muy serena a Max.

—Pues en la gran parte de tus deducciones te daría un bingo, pero sigues sin atinarla— concluye
encogiéndose de hombros.
—¿A qué te refieres? — Galak se siente irritada, la paciencia se le acaba— Eres un soldado, ¿Por
qué atacan a mi patria?, ¿Cuál es el motivo de esta guerra?, ¿Por qué arrasaron mi... —Toma
aliento— ¿Por qué arrasaron mi aldea?, ¿Por qué tanta muerte?...

Galak no necesita llorar para transmitirle su tristeza a Max. El tiempo pasa mientras medita su
respuesta.

La fogata se ha apagado ya y el ciervo está más que asado.

—Lo siento, pequeña...— alcanza a responder el arquero— Esta guerra no es convencional, es una
guerra santa, se nos viene diciendo, en nuestra nación, que ustedes no son más que impíos
paganos que merecen una conversión sangrienta.

Galak traga fuerte, recuerda ese infierno en tierra en el que estuvo.

«¿Eso fue por Dios?» piensa.

—Y aun te equivocas, no soy soldado —Hace una pausa y su cara muestra melancolía —Sólo soy
un hombre huyéndole a la guerra.

Ella también se pone melancólica y no hace más que ver el fuego crujir. Levanta el cuenco y apaga
las llamas.

—Bueno, eso es todo —concluye Galak mientras termina de trocear la carne para guardarla en un
saco— acaba la sesión de preguntas.

El hombre se pone de pie perplejo —¿Eso es todo?, ¿no es mi turno de hacer las preguntas?, ¿Al
menos dime tu nombre?

—¡Nope!, no tienes derecho a ello.

Galak se acomoda los sacos con cuerdas improvisadas para que formen una casi mochila.

—Y entonces, ¿a qué tengo derecho? —Le pregunta indignado, las orejas se le erizan hacia arriba.

—Sólo a respirar mientras me escoltas.

—¿Escoltarte, yo?

—¡Por supuesto! —le responde como si fuera lo más natural del mundo mientras avanza por el
bosque —Te salvé, ¿no?

—Pues... sí.

—Pues... en una situación normal te dejaría libre de obligaciones, pero eres un invasor y un
mentiroso, así que tengo que mantener al resto de mis compatriotas libres de ti.

Max se soba la cabeza, ríe un poco y la sigue por el bosque.


—Además, necesitaré protección posible hasta llegar a nuestra meta.

Él se siente extrañado.

—¿Hacia dónde iremos?

—Pues nuestro destino es...— Le contesta señalando al cielo— ¡La Vía Láctea!

Fénix

—¿La Vía Láctea? ¿en serio? —pregunta el certkariano incrédulo, no puede ver como la chica
señala al cielo, pero nota su tono de voz y resulta bastante animado.

—Sí, es en serio, vamos a buscarla —confirma Galak de manera seria, se siente un poco ofendida
por el tono de burla de la pregunta, así que decide seguir caminando.

Max oye los pasos de la chica y le sigue sin titubear, su curiosidad por ella no desciende en lo más
mínimo.

—Oye, no te ofendas ni nada, pero ¿no te parece que buscar una historia que usan los adultos
para dormir a sus crías es algo contra producente? —pregunta el ciego a la chica mientras le sigue
de cerca, los ropajes de ambos les hacen parecer dos pordioseros.

—No, no me lo parece —contesta Galak empezando a enojarse, se le nota en el tono y en la


manera en que le mira de reojo —Te dije que no tienes derecho a preguntarme nada, guerrero.

—Pues si tan poca fe me tienes ¿qué te hace pensar que no huiré por patas en lo que tenga la
oportunidad? —pregunta Max intentando hacerla enojar más, siempre le ha gustado hincar el
dedo en la llaga cada vez que no puede obtener más información —Sería mejor andar solo a morir
buscando ríos que corren hacia arriba o cosas por el estilo.

En ese momento Max tropieza de manera estrepitosa con una rama de árbol que se encontraba
frente a él, Logra reincorporarse luego de darse cuenta lo que pasó. Galak voltea a ver lo sucedido
y se acerca lentamente con aires de soberbia ante el ciego sentado en el suelo sobándose la cara.

—Pues ese es un buen motivo para pensar que no podrás huir de mi tan fácilmente —comenta la
chica usando el mismo tono burlón que segundos atrás había usado él —Apresúrate y ponte de
pie, a menos que quieras conseguir ese río que va hacia el cielo antes que La Vía Láctea.

Ambos continúan la marcha sin decirse mucho, al rato Galak nota que empiezan a acercarse a una
zona bastante obstaculizada por las raíces de los árboles que sobresalen del suelo, así que ella
acelera su paso un poco haciendo que Max se inquiete un poco, o al menos eso demuestre.

—¿Ocurre algo? —pregunta francamente, por los sonidos del bosque sabe que no hay nada de
qué preocuparse a decenas de metros, pero le preocupa que sea algo inaudible.
—¡Piensa rápido, certkariano! —grita Galak desde detrás de un árbol desde donde le lanza una
rama caída bastante larga.

La rama gira en el aire hasta alcanzar al ciego, que de un rápido movimiento la ataja en el aire para
luego y en silencio dedicarse a examinarla con la mano.

—¿No que eras ciego? —pregunta Galak con mucho sarcasmo en su tono.

—¿Ahora sabes ser sarcástica? ¿después que sigue? ¿mantener una conversación sensata con las
personas? —pregunta de manera retorica Max que al percatarse bien nota que es una rama que
fácilmente podría ser usada de defensa «…O de bastón» piensa rápidamente —¿para qué es esto?

—Úsalo para guiarte, no será nada productivo si te estás tropezando a cada tres pasos que damos
y no me interesa en lo absoluto tener que recogerte del suelo en esas ocasiones —contesta Galak
casi que espetándoselo —… ¿A caso te has olido? Eres como los chicos de la aldea de La Cabra….

Al certkariano le causó bastante gracia lo que acababa de oír, era como si por no saber hacer
buenos actos al realizarlos una verborrea la poseyese, al menos es lo que él pensaba, cada vez
creía más en él la idea de que es sólo una niña huérfana de alguna aldea cercana.

Pasan las horas hasta alcanzar ya la hora en la que empieza a ocultarse el sol regalándoles un
espectáculo en el cielo como si fuese pintado por un artista de renombre. Es en ese momento
cuando estos se detienen en un claro a un costado del río Zoroastro donde Max se encuentra
recolectando agua con la concha dura de una fruta en forma ovalada mientras Galak hace los
últimos arreglos para encender la fogata que ella misma se había esmerado en armar.

—¡Date prisa que tengo sed! —le grita la adolescente desde la pira para la fogata y a un costado
de ella se encuentra un cuenco de tamaño mediano en el que Max está vertiendo el agua, esa
manera tan chillona y mandona de pedir las cosas hacen sacar a Max de sus casillas.

—¡Claro enseguida! —contesta él extrayendo la concha con agua del río, poniéndose de pie con
sus pies descalzos y encharcados para caminar de vuelta hasta donde están guardando el agua —
Mejor enciende esa fogata de una vez ¿o pretendes que nos muramos de frío? ¿tampoco eso
sabes hacer?

Ese comentario hizo que Galak frotara con más fuerza la vara en la tablilla para encender el fuego,
sí había algo que ella detestaba es que le dijeran inútil.

—¿Así que tienes frío y no deseas congelarte esta noche? —pregunta ella con tono desafiante al
hombre de orejas largas que se acerca con un cuenco lleno de agua para llenar el más grande —
¡Pues toma todo el calor que puedas de este fuego infernal!

La chica no escatima en lo adoloridas que tenía las manos, su furia es tal que hace con más fuerza
la fricción logrando encender un pequeño fuego que pronto evolucionó en una enorme llamarada
por sobre alimentarlo demasiado.
—¡Oye! ¿qué te pasa? Contrólate ¿sí? —se le acerca a recriminarle Max luego de que casi se
quemara las orejas al encenderse tal llamarada tan cerca de donde el vierte el agua —¿es que
acaso quieres que nos consigan tropas del ejército?

—Eso debes de quererlo tú ¡apuesto a que deseas que nos consigan para que te rescaten! —le
grita Galak mientras se da la vuelta para buscar en su saco.

—¡¿Cómo demonios voy a querer que me consigan si me quieren matar?! —en ese momento Max
recuerda algo, recuerda a varios certkarianos a su alrededor amordazándolo, recuerda un
profundo color rojo que le hace sentir melancólico nuevamente.

—¡¿Ves que sí tenía razón?!... —celebra triunfante Galak ante la confesión, pero al notar que este
no se encuentra cómodo con la situación no prosigue con su mofa.

Galak recuerda rápidamente su error con el fuego e intenta enmendarlo removiendo ramas de la
fogata para arrojarlas con fuerza hasta el río y así reducir la altura del fuego, no le importa perder
madera que tardó horas en recolectar. Max por su cuenta se dedica únicamente a tomar lo poco
de agua que sobró en el cuenco pequeño que lleva en mano mientras pareciera observar el fuego.
Galak le mira y decide buscar rápidamente en el saco hasta conseguir lo que busca.

«¿En serio huyo por miedo a morir?» piensa Max para sí mientras toma otro sorbo de agua, pero
es cuando deja de hacerlo que siente una textura suave rozarle la comisura de los labios, haciendo
que este se ponga en alerta.

—¿Qué demonios es eso? —pregunta algo extrañado, pero el olor a carne asada le invade sus
cuencas nasales.

—Toma esto, es el último trozo de carne buena de ciervo —contesta finalmente Galak mientras
coloca el trozo de carne en los labios de Max para que este lo masticara —es el último pedazo que
quedó de lo que hicimos esta mañana, quizá lo sientas algo salado porque es el único que pude
salar para guardarlo, el resto se pudrió en el transcurso de la tarde.

Max sólo la oía mientras masticaba el pedacito de carne, estaba muy salado, pero no le importa, le
quedaba aun un trago de agua en el envase, se sorprende al saber que la chica sepa la función de
la sal como conservante, no porque fuera un secreto sino porque ese trabajo sólo lo realizaban los
hombres que cazaban y recolectaban presas. El hecho de que ella lo supiera era inusual para él.

—Esa sal era todo lo que pude conseguir en mi pueblo, además de este pequeño cristal —comenta
Galak mientras le esgrime un lentecillo que sacó de un saco muy pequeño que lleva a la altura de
la cintura.

—¿Cristal? —pregunta Max con mínima curiosidad, pero sin sonar pedante o burlesco.

—Sí, es de las cosas que me regaló mi papá para cuando íbamos de cacería —contesta Galak con
un tono bastante risueño, como si lo que acaba de decir le trajo recuerdos muy gratos. Max no
necesitaba poder ver para saber que seguramente ella tiene una sonrisa en su rostro —Se usa para
encender la fogata cuando el Sol está en lo alto del cielo.

«Bingo…» pensó el certkariano.

—¿Así que tu padre fue quien te enseñó a montar campamentos y a salar la comida? —le
pregunta esta vez con más interés.

—Sí ¡él me enseñó muchas cosas! —dice Galak de manera más suelta, luego de eso se coloca tras
de Max señalando los arboles donde termina el claro —Por ejemplo: él me enseñó que en los
bosques cercanos a la aldea hay que acampar en claros porque cuando cae la noche los
orangutanes manchados son capaces de atacarte en manadas y robarte lo que cazaste —culmina
la chica con una leve risa que le dio algo de escalofrío a Max, este conocía historias de esos
orangutanes, decían que medían dos metros y que tenían fuerza suficiente para romper fémures
de un rodillazo.

—¡Mira! Allá hay unos de ellos —señala Galak al bosque, cosa que hace a Max ponerse a la
defensiva, se sorprendía de no haberles oído acercarse, aun cuando el bosque estuviese a más de
diez metros de donde estaban acampando ellos.

Y en realidad ahí estaban agarrados de las ramas, parecían un humano muy peludo, delgados pero
muy amenazantes en su rostro.

—Esos malditos son muy sigilosos —comenta Max tanteando el suelo para buscar donde tenía su
palo-bastón mientras intenta detectar hacia donde se encuentran ya que no los ha oído aún.

Galak nota esto e intenta calmarle.

—¡Vamos, no seas tonto! los orangutanes manchados jamás tocan el suelo, así que no vendrán
hasta acá a buscarnos —le dice Galak sin ansiedad en su tono, cosa que calma a Max.

A ambos les pareció gracioso el evento, así que rieron un poco al unísono mientras la fogata
crepitaba tras de ellos.

La tarde dio paso a la noche, justo después de que ambos terminaran de comer se quedaron
sentados ante las llamas cada vez más tenues. Galak observa muy concentrada a las llamas,
reviviendo los gritos de su pueblo, recordando el sonido ya viscoso de los soldados certkarianos
machacando los restos de su madre, todo ello sin cambiar su rostro inmutable, pero sintiendo esas
nauseas tan fuertes en el estómago que le provocaban las escenas tan explicitas en su mente.

—Mi padre no era de los que enseñan —dice finalmente el certkariano rompiendo el silencio.

Galak sale de su aquelarre emocional para enfocarse en lo que acaba de oír, se fija en Max, estaba
recostado sobre un espacio en el suelo que previamente despejó de las típicas y molestas rocas
que se amontonan por ahí, Galak se sentía culpable de no haber conseguido a tiempo materiales
suficientes para hacer unas colchas decentes. El certkariano no hacía más que respirar lentamente
mientras su cabeza reposa sobre sus manos tras de él en el suelo.

—¿Disculpa? —pregunta la chica al verle nuevamente a la cara.

—Que mi padre jamás supo enseñarme nada —dice pausadamente Max, más por lo adormilado
que esta que por otra cosa —de quien su pude aprender muchas cosas fue de mi tío.

—¿Tu tío?

—Sí, Lancel Larz, un hombre de mundo, sabía de todo y todos incluso más que el erudito más
sabio —comenzó a alardear el hombre ahí recostado, parecía tener una fugaz regresión a su
infancia por el tono tan cálido con el que se refería a su tío, Galak apenas logró notar las arrugar
que ya empiezan a surcar su tez.

—¿Un hombre de mundo? ¿a qué se dedica? —pregunta la pequeña Galak con el interés de una
infanta ante una historia interesante antes de dormir.

—En tiempos bélicos él era un explorador, se encargaba de espiar tras las líneas enemigas
buscando información o ayudando a las tropas con indicaciones cartográficas del terreno
contrario, incluso luego de ser ascendido a teniente coronel no dejaba de estar demasiado cerca
de la línea de batalla con las unidades de reconocimiento, era sin duda el más ágil y dedicado de
ellos —comenta orgullosamente el certkariano, se le nota un don para hacer interesante la
historia.

—¡Impresionante! —exclama Galak mientras oye su historia —Pero tengo una pregunta.

—Dime, ¿qué te inquieta?

—¿Qué son ‘‘tiempos bélicos’’? —pregunta la humana sin afán o pena en su voz, cosa que saca un
poco de onda a Max.

«¿Está preguntando eso en serio?» piensa para sí incrédulo, el que pueda optar por formas
animales, pero no conozca el significado de la palabra ‘‘bélico’’ generaba en él una risa que
termino por hacerla presente frente a Galak, haciendo que esta empezara a sentirse apenada de
su ignorancia.

—¡Deja de reírte, cretino! —espeta la chica con su rostro algo ruborizado, pero exhalando su vivaz
furia de antaño.

—Perdón por eso, pero es que ¡eres increíble! —dice el certkariano controlando finalmente su
risa, sus palabras se oyen con total sinceridad.

Galak al oír tales palabras no hace más que sonrojarse mucho más, no esperaba un cumplido de su
parte, le agarró con la guardia baja, incluso no termina de creerse que fuese un cumplido.
El silencio se hace presente entre ellos, Galak deja de apenarse para recordar que él no es más que
su prisionero y que no debe encariñarse con él así sin más, pero es Max quien vuelve a romper el
silencio incómodo.

—¿Por qué buscas La Vía Láctea, pequeña? —pregunta nuevamente el certkariano, siente que ya
ha roto suficientemente el hielo para iniciar un pequeño interrogatorio.

Se oye el ulular de un búho mientras se produce la espera por la respuesta de Galak, que intenta
controlar sus pensamientos negativos ante esta respuesta.

—La necesito para revivir a mi mundo —contesta secamente la chica.

—¿Tú mundo? No lo comprendo, pequeña, podrías ser más especi…

—Quiero revivir al señor Otto, un herrero fornido y cabezota como él solo, a su esposa Mildred
muy cariñosa pero descuidada con su hijo, Néstor, él no me caía tan bien, era algo berrinchudo —
comenta Galak interrumpiendo a Max, para empezar a citar estos nombres —Quiero revivir al
señor Quito y a sus sabrosos panes que hacía junto con su hijo Esteban, ambos eran buenos en su
trabajo y Esteban era muy guapo, pero nunca me iba a prestar atención porque según él, ‘‘soy una
niña todavía’’, ¿no te parece muy injusto de su parte?

Max se sienta a oírla mejor, a pesar de que esto no sea del todo verdad ya que acostado puede
oírla igual de bien, siente que esto es lo suficientemente importante como para prestarle todo el
respeto que puede.

—Niña…

—…Cómo olvidar que también tengo que revivir al señor Don Alfredo y a su esposa, Doña Isabela,
ambos lores de nuestra aldea, nunca lograron tener hijos, por eso nos trataban a todos los niños
de la aldea como sus hijos, nos levantaron la mano cuando fue necesario y cuando no, nos
consentían con dulces —continua Galak con una voz que empezaba a flaquear, a quebrarse, él no
necesita verle para notar que estaba llorando, pero aun y con todo, ella seguía expresándose con
toda la alegría que podía —Y la graciosa señora Dina, era la madre de mi mejor amigo, Orión, ese
si era un busca pleitos de cuidado, cuando éramos más jóvenes siempre se metía conmigo
acompañado de Omar y Ganimedes por ser metamorfa, ¿sabes? Pero yo aprendí a pelear con mi
papá para defenderme de ellos.

Galak continuó recitando nombres mientras Max la oía atentamente, mientras más se acercaba al
final más flaqueaban sus fuerzas para contener su llanto.

—…y como no revivir también a mi madre, Minerva se llamaba, no sé si ya lo sabías, pero ella y yo
siempre peleábamos y discutíamos por estupideces, y lo peor es que nunca… —Pero ahí calló no
podía aguantarse más, no pudo decir lo que tenía en mente.

«Nunca me pude disculpar por ser tan malcriada, por no notar lo que ella siempre hacía por mi»
pensó Galak, era lo que quería decir, se recriminaba el no tener el suficiente aplomo para decirlo,
pero no pudo así que sólo se dedicó a llorar hasta que pudo recuperar el control, mientras que
Max sólo se mantuvo en silencio, no quería interrumpirle.

—…Ese… ellos… ellos eran ‘‘mi mundo’’, todos ellos, la gloriosa aldea del Gallo —continúa luego
de su interrupción, ya no desea decir lo que siente por su madre —así que buscaré La Vía Láctea
no sólo para devolverlos a lo que eran, sino también para hacer que los culpables de esta masacre
paguen.

Culmina con toda la rudeza y sequedad que le permite aun su voz quebradiza, ahora mismo sólo
siente vergüenza de sí misma por mostrarse tan frágil ante un desconocido.

—¿Así que ese es el grandioso deseo por el que eres capaz de buscar algo que sólo existe en
historias para niños? —pregunta de manera sarcástica el certkariano, que inmediatamente deja de
escuchar hablar a Galak se recuesta nuevamente en su sitio —revivir a su pueblo y matar a unos
cuantos mercenarios extranjeros.

Galak siente la ofensa en esas palabras, su sangre le empieza a hervir al notar ese deje de
sarcasmo, tanto así que se pone de pie en ese mismo instante.

—¡La Vía Láctea no es un sueño ni una fantasía! ¡Es real! —le espeta con mucha violencia al
certkariano que ni se inmuta bien acomodado donde estaba.

—Por favor, ni si quiera sabes qué forma tiene —dice de manera despreciable, y al Max notar que
Galak le iba a replicar este se le adelanta al instante con toda su pedantería —déjame adivinar: en
tu pueblo le conocen como una fuente de agua mística que cumple el deseo de quien se bañe en
sus aguas, ¿no es así?

Max nota que calló de manera fulminante a la niña, así que se dedica a proseguir con su punto.

—En mi pueblo se cree que la Vía Láctea es una constelación, en el firmamento comparte dos
estrellas con la constelación del Dios Supremo, por eso se cree que posee el poder místico de
cumplir el deseo que quieras si observas a una como una estrella fugaz pasar por dentro de su
diseño —comenta Max con toda maldad, como quien le dice a un chico que santa no existe y se
regocija en ello —incluso en pueblos tan lejanos como el de los sobekianos creen que la Vía Láctea
es un ser de poder inconmensurable capaz de las peores fechorías por su concepto de moralidad
elevada, que para los mortales no son más que caprichos de un sádico, que para poder obtener un
deseo debes ganarte su favor de las maneras más irrisorias posibles… y así puedo continuar hasta
que se haga de día y no conseguiremos historia que tenga similitud con la otra más allá del deseo
que te cumple, que casualmente siempre es sólo uno, no dos ni tres, sólo uno.

Galak sólo se dedica a observarlo, callada, sumisa en su incontable furia, porque a pesar de su falta
total de tacto, muy en el fondo, Galak sabe que él tiene razón y que, de no tener un argumento
sólido, todo lo que él dice terminará destruyendo su sueño.

«Justo como yo lo hice con el de Orión en mi pesadilla»


—Sé que suena loco, sé que es irracional, sé que no poseo un sustento bien concebido para lo que
quiero hacer, sé que aun soy muy joven, ¡incluso sé que soy muy estúpida e inútil! —contesta la
chica sólo acompañada por el sonido del viento moviendo las copas de los árboles que les rodean,
dándose la vuelta para ver directo en la dirección en que la brisa le da de lleno —Pero tengo que
intentarlo, es lo único que me queda, es lo único que soy, que fui y que seré, sin ellos… sin mi
pueblo ¿qué se supone que haré? ¿quién seré?

—Puedes ser quien tú quieras, puedes vivir tu vida y superar las adversidades como todos —le
contesta Max, pero esta vez sin imbecilidad, con tacto y calma.

Galak voltea a verle con brillo en sus ojos, como si él le hubiese dado a ella la respuesta a mil
preguntas en una sola, él le dio un sentido a su búsqueda.

«…No… No es así» ella lo sabe, desde que despertó hace dos días lo supo, que ella podía buscar su
propio destino, un destino que se plantaba frente a ella como una posibilidad.

Galak mira fijamente al certkariano, observa como poco a poco concilia esa idea, pero es el fuego
en medio de ambos el que le hace recordar, el dolor, lo perdido, su vida.

«…No puedo huir de todo, no otra vez…» oye dentro de sí, replicándose a sí misma,
reprochándose ese deseo interno que tuvo de ‘‘huir’’, de olvidar a sus muertos y empezar una
nueva vida.

—No.

—¿’’No’’ qué? —pregunta secamente el ciego tumbado, en ese momento Galak siente que la
estuviese viendo fijamente amenazándola, escudriñándola tras su vendaje.

—No huiré, no de nuevo, no me importa si he de buscarla por el resto de mi vida y jamás la


consiga —contesta con una fuerza y convicción que no creía tener hasta ese momento —soy la
última sobreviviente de mi aldea, debo retribuirles todo lo que me han dado, lucharé por ellos y
para ellos.

Max nota la decisión en sus palabras, nota que esta chica sería capaz de saltar a un foso de lava
con tal de cumplir su objetivo, pero ahora quiere probar que aquello que siente en ella sea verdad.

—Entonces no hay vuelta atrás, ¿no es así? —Pregunta abiertamente Max a una Galak que
contesta solamente con un gesto afirmativo, no necesita verlo para saber que así fue —Entonces
te propongo un trato: a cambio de que me salvaras te ayudaré en tu búsqueda de esa fantasía que
tanto anhelas conseguir….

Galak oye el trato y no tarda en formularse una pregunta.

—¿Y qué pasa si no lo logro?


Justo luego de decir estas palabras y sin que Galak lo notara a ciencia cierta Max estaba de pie
frente a ella empujándole con el bastón que le dio ella en el pecho, justo encima de su corazón.

—Te mataré.

Galak se siente anonadada, aquel movimiento no fue natural, él tuvo que haberse levantado del
suelo con mucha velocidad para ni si quiera levantar el polvo, sintió algo de miedo, pero parte de
ella le decía que su sueño le estaba jugando una jugarreta, por ello es que no flaquea ante la
amenaza del certkariano ciego y le responde con firmeza tomando el bastón con su mano derecha.

—Acepto el trato, viejo.

Max sabe que lo que debería sentir por ella es pena, pero no puede evitar emocionarse ante estos
acontecimientos, así que sólo se limita a aclararle.

—Mi nombre es Maximillian Larz, mocosa, ni se te ocurra decirme viejo.

—Entonces no me vuelvas a decir niña, tampoco, Max.

—¿Cuál es tu nombre entonces? —pregunta el certkariano extendiendo su mano en dirección a la


chica.

—Mi nombre es Galak Phoenix de la aldea del Gallo, pero tú me puedes llamar ama —Culmina
Galak estrechándole la mano.

Hermana Mayor

El Sol empezaba iluminando todo el valle del río Zoroastro con su blanca luz matutina, era
precisamente esta la que ahuyentaba a los enormes orangutanes manchados que aun observaban
el campamento en el centro del claro.

Es un espacio rocoso que separa la orilla del río de donde comienza el bosque, el suelo de este
claro es muy rocoso, podía haber desde piedras minúsculas hasta trozos del tamaño de una
persona adulta, esta zona rocosa se extendía a cada orilla del río por unos diez metros, es aquí
donde los restos de la fogata aun humean lo que poco les queda de la noche pasada, es donde
tanto Galak como Max les tocó dormir arropados con sus propios ropajes usadas como sabanas;
en esto Galak tenía ventaja, estaba usando un vestido que, por más andrajoso que sea su estado,
era uno muy largo y podía fungir bien como cobertura en la noche, pero Max, luego de que Galak
le convenciera de romper su capucha para hacer unas almohadas improvisadas con algunas hojas,
terminó siendo un desastre dejando al certkariano con sólo un pantalón amarrado a su cintura con
una cuerda y unas vendas para sus ojos.

—¡No! ¡Orión! —despierta Galak de golpe, otra pesadilla ha invadido sus sueños, ya era la segunda
en esta noche, Galak siente en su rostro la humedad de las lágrimas, «otra vez lloré entre sueños»
piensa.
Se queda sentada donde está, sin ropa encima, incluso el vestido que usa de sabana está a un lado
mostrando sus pechos desnudos al aire libre, eran pequeños, de pezones rosados y areola algo
grande, pero tenían una forma bastante delicada, incluso observándola lo suficiente se nota como
su piel es mucho más clara, casi como de porcelana en las partes que usa ropa, y en las que no,
como en el rostro y en los brazos, posee una piel más oscura, incluso trigueña; es en estos brazos
que se notan unas ligeras cicatrices coronada con una musculatura ligera, no era suficiente para
ser considerada atlética, pero sí para saber que nunca tendría problemas en abrir un envase.

—¿Y Max? —se pregunta entre bostezos mientras se limpia la boca y la barbilla, «hoy también me
babee mucho»

—¿Así que estás despierta ya? —pregunta Max desde la orilla del río, este se encontraba de pie
ante este usando sólo los pantalones y bebiendo de uno de los cuencos para luego batirlos en su
boca en unas prolongadas gárgaras y después escupirlos —Buenos días, Galak.

—Sí ¡buenos días, Max! —responde ella alegremente poniéndose de pie, para poco después
recordar lo expuesta que esta al sentir una brisa matutina congelarle los pezones, en ese instante
la pena la invade y se agacha de golpe buscando su vestido —¡No mires!

Ese grito pone en alerta a Max, no había detectado a nadie en toda la mañana, pensó que eran
aquellos simios de la noche anterior, ya él había oído de historias horribles perpetradas por esos
animales. Suelta el contenido del cuenco ahí mismo y corre hasta donde está ella para protegerla.

—¡Galak! ¿estás bien? ¿Te han hecho algo? —pregunta él de pie a su lado, sus orejas largas y
peludas empezaron a actuar como un sonar.

Galak se encontraba sentada en el suelo tapándose con sus ropajes, en ese instante es que un
pensamiento fugaz invade su conciencia.

«¿Por qué te cubres? Él es ciego» en si no sabía de qué sentirse más apenada: si de que él la vea
desnuda o de que fue tan estúpida como para olvidar su ceguera.

Es en ese momento que ella voltea hacia donde se encuentra él para disculparse por haberle
alertado.

—Oye, Max, lamento alarmarte así —dice sinceramente, al voltear a verle le nota muy expectante
de lo que puede oír moviendo sus orejas como un radar —no es nada, puedes seguir en lo tuyo.

Galak no quería hacerle sentir incomodo por su ceguera, pero tampoco deseaba que él esté
presente mientras ella se encuentra desnuda.

—¿Segura? Bueno, entonces seguiré con mi limpieza —responde Max ofreciéndole el cuenco a la
chica —Aprovecha de lavarte la boca.

Galak no se mueve de donde se encogió con su vestido tapándole, definitivamente no se siente


cómoda y lo hace sentir.
—Entiendo, entiendo, puedes seguir en lo tuyo —contesta aceptándole el cuenco nada más para
que se retire, cosa que hace apenas lo coge en brazos.

«Claro, tampoco es que haya mucho que ver» piensa deprimida al verse los pechos
detenidamente.

Luego de vestirse y de volver a agarrar el cuenco es que se percata del olor que emana este, lo
observa detalladamente: él se lo entregó vacío, pero aún le persiste un olor fuerte.

«No me digas que…» piensa Galak mientras va atanco cabos.

—¡¿Qué diablos echaste en este cuenco, Max?! — le grita mientras se aproxima al certkariano,
este se encuentra lavando su cara en la orilla del río.

—Pues orina, naturalmente —Contesta Max como si fuera algo de todos los días, él ni se movía de
donde estaba arrodillado —Es el mejor método de limpieza bucal, además que si lo haces con tu
propia orina tiene efec…

Galak no se queda a oír el recetario médico del hombre semi-desnudo y lo primero que hace es
arrojarle el cuenco a la cabeza.

—Piénsatelo mejor la próxima vez que vayas a darme un cuenco con tu orina —replica Galak
mientras se aleja a su esquina del río.

—Pero si te lo entregué vacío —refuta el certkariano mientras pasa su mano por su propia cabeza.

—¡¡¡No me importa, no lo vuelvas a hacer!!! —le grita Galak desde su rincón de río.

Minutos después de este incidente, Max y Galak andan realizando labores matutinas, mientras él
busca algo para comer, ella se queda lavando la ropa de ambos por lo que ambos realizan sus
tareas estando desnudos.

Al Max regresar de su recolecta Galak ya había montado la fogata y estaba vestida, aunque su ropa
aún se sintiera un poco mojada, incluso le dio tiempo de bañarse por lo que su cabello se
encuentra bastante mojado aún.

—Avanza tres pasos, ahí está tu pantalón —Le ordena Galak tapándose los ojos —te los dejé ahí
para que no te acerques a mí.

—Gracias, realmente lo menos que quería era contagiarte de rabia —contesta sarcásticamente
Max mientras deja el canasto en el piso para buscar los pantalones.

Estos se encontraban frente a él, doblados y bastante secos sobre una roca bastante grande, pero
también bastante redonda así que servía como mesa.

Luego de ponérselos, este se aproxima a Galak con la cesta en manos, esta no puede evitar
emocionarse por ver que pudo haber traído en esta ocasión.
—¡¿Qué trajiste?! —pregunta emocionada, sus ojos brillan con un amarillo intenso por la luz del
Sol que ya les empieza a bañar.

—Champiñones —dice Max con una sonrisa que contrasta con la decepción de Galak.

Unas cuantas horas más tarde ya el Sol esta en casi todo su esplendor, indicando que el medio día
se acercaba con bríos, Galak y Max, ya vestidos y recientemente bañados los dos, Galak ya había
regresado de su inspección a las cercanías, que aprovechando sus poderes la realizó en forma de
ratoncita silvestre y Max se había quedado a cocinar los champiñones, esto a Galak no le daba
confianza, pero él le aseguró que, por textura, él puede diferenciar los venenosos de los que no.
Estaban ambos sentados frente a la fogata cuando Galak es quien inicia la conversación.

—Debemos avanzar desde hoy, he estado revisando en los alrededores y los orangutanes están
aumentando —comenta Galak con una seriedad que se esfuma al ella tener unas enormes orejas
de ratoncita, aun las conserva de cuando fue a explorar cerca del camino para que no la
reconocieran.

—¿Y eso es malo? Digo, ¿no estábamos a salvo en el claro? —pregunta el certkariano con tono
calmado, pero se le nota el desprecio por seres que no puede oír.

—Sí, pero si se acumulan tanto es probable que nos hagan algo terrible de acercarnos al bosque
incluso a estas horas —le comenta Galak al certkariano que confirma las sospechas para odiar a
esas criaturas.

—¿Y aún están por ahí? —pregunta Max pensando en pedirle que le guie para hacer asado de
orangután.

—No, se fueron al alba, sé que era muchos porque ellos tienden a dejar una ‘‘marca’’ en el tronco,
si se le puede decir eso —comenta Galak, y al ver la incertidumbre del ciego decide explicar
directamente —lo que pasa es que, cuando quieren dejar un recordatorio de que hay algo que les
puede interesar optan por marcar el sitio, lo que hacen es algo como si un hombre muy fuerte
apretara el tronco con furia, dejando un rasguño, es algo similar a lo que ellos hacen.

Ambos quedan en silencio mientras empiezan a comer los hongos que se están asándose en la
fogata.

—Lo he estado pensando y creo que la mejor opción para buscarla es ir a la aldea de La Cabra —le
comenta a Max que continúa disfrutando de su ultimo hongo.

—¿de La Cabra? ¿para qué? —pregunta el certkariano extrañado, en esto se sacude las orejas, aún
le queda un poco de agua dentro de una de estas.

—Ahí vive un conocido de mi papá, el señor Don Federico Beefter, el seguro tendrá la información
que necesitamos —le explica Galak apuntándole con el palo donde antes tenía ensartados los
champiñones asados —además aprovecho de saludar a mi amiga en esa aldea, Dorothy Beefter.
—¿Ese pastor sabe dónde está la Vía Láctea? —pregunta Max con su acostumbrado tono de
incredulidad.

—Y si no lo sabe sabrá dónde puedo conseguir a mi papá, y estoy segura de que él lo sabrá —
concluye ella muy orgullosa de su plan.

Max desea hacerle más preguntas, pero decide omitirlas, serían muy agudas y lo menos que
quiere es iniciar otra discusión.

—Entonces ¿hacia dónde nos dirigiremos realmente? —pregunta Max finalmente.

—Hacia el este, el camino principal está cerca, pero no lo suficiente para que pudieran ver nuestra
fogata —comenta ella con aires de sabionda al recordar la queja de Max ayer —así que
buscaremos estar cerca a este para poder alcanzar el pueblo en un santiamén, aunque también
podemos llegar por el río.

—Vamos por el río mejor —pide Max pensando seriamente en qué podrían hacer si llegan a
conseguirse con algún contingente certkariano —por cierto ¿Cuánto tardaremos en llegar?

—No mucho, probablemente dos días a lo mucho —responde Galak tranquilamente mientras echa
agua al fuego para apagarle —espero poder hablar nuevamente con Dory.

«Sólo espero no nos encontremos con lo peor en el camino» piensa Max para sí.

Mientras ellos terminan de prepararse para su larga caminata, a varios kilómetros hacia el este se
encuentra la pequeña aldea de La Cabra, de población netamente dedicada al pastoreo de
diversas especies de granja, como liebres de Gazeek, vacas comunes y, como no, ovejas y cabras,
entre otras más. Es en este hermoso poblado de bonitas calzadas, casas con un acabado rustico y
calles pavimentadas con un poco de bosta de caballo en cada esquina que mucha gente se siente
como en casa, o al menos así era hasta hoy, porque en la casa del lord local, el señor Don Federico
Beefter, se encuentra su única hija encargándose de la limpieza de los diferentes vasos y copas de
porcelana que la familia poseía por sus buenas bonanzas.

Esta chica poseía una belleza natural que sólo era conferida a nobles de las regiones del norte,
posee una extensa cabellera de rizos castaños recogidos en una espléndida cola de caballo, una
piel de porcelana y unos hermosos ojos verdes que combinaban con un hermoso vestido color
verde bosque; La preocupación de esta chica no le deja limpiar de manera eficiente los vasos y eso
es algo que nota su madre, la mujer que se encuentra tras ella lavando los platos del desayuno
para usarlos en el almuerzo.

—¿Aún piensas en tú padre y en Ringo? —pregunta la madre, su vestido es de un beige bastante


aterciopelado por debajo de un delantal de color tan opaco como todo un gris manchado puede
ser, poseía un cabello igual de castaño que su hija, pero este estaba recogido en un moño de
cebolla, sus ojos tenían la bella peculiaridad de poseer una heterocromía entre un verde al
izquierdo y un azul al derecho —Será mejor que tomes un descanso y te lo tomes con más calma
hija.

—No es sólo eso, madre —responde la chica dejando el vaso sobre la mesa —Es que no puedo
dejar de pensar también en mi amiga Galak.

La madre se gira mientras seca sus manos con el delantal para luego avanzar a la lujosa cocina de
hierro colado que poseían.

—Es verdad, ¿Ella vivía ahí, no es así? —pregunta la madre mientras destapa el caldero para
probar un poco el estofado —le falta un poco de sal…

Pero Dorothy entra en la habitación contigua donde se encuentra un espléndido comedor con
mesa de caoba para ignora todo eso, la pregunta, la limpieza, todo, se pierde en los recuerdos de
esa mañana, cuando la noticia llega hasta las puertas de su casa. El Sol aun no llevaba más de una
hora en el cielo cuando a las puertas de su hacienda llega el buen pastor Jeff, rollizo y barbón
como él solo, a entregar las malas nuevas al señor Beefter.

—¡¿Qué la aldea Del Gallo ha sido arrasada?! —comenta horrorizado el señor Beefter, su
contextura era bastante enclenque, algo muy curioso para alguien de tan altos y se veían
reflejados en lo bien cuidado que tenía su largo mostacho, su flacura era compensada por su
buena convivencia con los siervos, el mero hecho de recordar a los habitantes de aquel pueblo
siendo asesinados le daba en la moral.

—Justamente, Don Quico, parece que el imperio nos declaró la guerra —comenta el buen Jeff
mientras ve la reacción de asombro de su lord.

—A mí me parecen más una obra de mercenarios —se acerca a decir otro granjero, este se notaba
más musculado, su cuerpo había soportado más el paso del tiempo que el de su lord.

—¿Pero se sabe algo de los habitantes del pueblo? ¿fueron secuestrados? ¿huyeron? —intenta
extraer información de sus informantes, deseaba salir de dudas antes de que la muchedumbre
aumentara.

—No se sabe nada, Don Federico, pero se sospecha que nadie salió con vida de ahí —se aproxima
a decir el hijo de Jeff, Ringo, un chico de una buena complexión, tanta como para poder ser
reclutado a la guardia del rey inmediatamente de ser requerido.

—¡No! ¿Y Galak? ¿Qué pasó con Galak y la tía Pléyade? —Dorothy sorprende a su padre por la
espalda saliendo desde el portal de su hogar para poder oír mejor lo ocurrido y la noticia no le ha
sentado bien —¿Qué le pasó a Galak?

—Lo siento querida… —se apresura a decir Don Federico tomando a su hija con un leve abrazo.
Dorothy se mantiene firme ante la disuasión de su padre, de quien desea oír algo es de Ringo,
quien inició aquél rumor, pero se desploma poco después en brazos de su padre al ver como el
hijo de Jeff desvía la mirada en señal de lamentarse.

—No puede ser… —es lo único que se le oye a Dory repetir una y otra vez mientras su padre le
consuela.

Todos los presentes, que ya superaban los veinte granjeros y familias se encontraban bastante
preocupados y ansiosos por la noticia.

—No podemos quedarnos de brazos cruzados —comenta el joven Ringo intentando animarles —
es muy probable que esos que atacaron a nuestra aldea vecina vengan por nosotros.

El miedo empezó a esparcirse tras estas palabras, se podía oír cómo la gente gritaba cosas como
‘‘—Van a quemarnos igualmente—‘’, ‘‘—Seremos los próximos—‘’ o ‘‘—¡Huyamos! —‘’ cosa que
no hizo más que alebrestar los ánimos de los aldeanos que empiezan a ver con buenos ojos el salir
corriendo a por patas.

—No hay de qué preocuparse, podemos vencerles —se acerca a decir otro joven de bastante
musculatura, sólo rivalizaba con su prominente mostacho.

—¡Es cierto! Cliff y yo ya lo estábamos recordando el paso del alcanfor caído —les explica Ringo, él
espera calmar los temores de sus vecinos —cerca de ese tronco el camino es muy estrecho gracias
a los árboles, podremos emboscarles.

—¡Es una locura! —dice el viejo Jeff alzando las manos al cielo para detenerles en su plan suicida
—no sabemos cuántos son o si vendrán, pueden ser miles….

—O pueden sólo ser diez, querido Jeff —comenta Don Quico, que se acerca a unirse nuevamente
—pienso que si vamos todos los hombres disponibles podremos hacer algo.

En ese momento Jeff se le acerca con furia, parecía querer romperle la cara de un golpe, pero se
contiene rápidamente.

—¿Cómo morir? Somos pocos, Don Quico, nos matarán en lo que parpadeemos, además dudo que
apenas unos diez sean los responsables que quemar la aldea entera —comenta Jeff intentando
añadir algo de lógica a la conversación mientras mira a su hijo con desapruebo.

—Pero podremos, aunque sea armar una trampa, padre, si vamos ahora nos dará tiempo —le
responde Ringo con tono de súplica, era gracioso verle suplicar a alguien más bajo que él.

Luego de oír las palabras del hijo de Jeff los aldeanos empiezan a aceptar uno tras otro participar
en ese plan mientras que el pobre de Jeff se aleja de estos con su mirada cabizbaja. Es en eso es
Don Quico quien se le aproxima y pone su mano sobre el hombro de Jeff para consolarle.
—Vamos, viejo amigo, no te preocupes, todo saldrá bien, estaremos de vuelta para la hora del
almuerzo —le dice en un tono apacible a su mejor amigo en la aldea, pero este le retira la mano
del hombro con rapidez.

—¡No me intentes comprar con eso, Quico! ¡Sabes que tú no tienes un hijo que no va a ir al frente
a morir para que tu hija siga tan lozana! —le contesta fulminante el gordo barbudo mirando
fijamente a su lord, ya tenían ese nivel de confianza entre ellos y se nota al ver como la sangre le
hierve a Don Federico por contestar.

—Es precisamente por eso que yo también iré, no creo que sea necesario actuar así si todos
vamos a arriesgar nuestra vida —le intenta convencer el lord a su amigo, pero este no se deja
doblegar por lógica barata.

—¡Ah! ¿sí? —pregunta Jeff mirándole con desprecio antes de retirarse de ahí —dile eso a tu hija.

A pocos metros de esta conversación, es Dorothy quien habla con histeria a Ringo.

—¡¿Cómo se te ocurre idear un plan como ese?! —le pregunta la chica, sus ojos aún se
encontraban húmedos entre las lágrimas derramadas por su amiga.

—¡Es lo mejor que podemos hacer! ¿Qué otra cosa se te ocurre que hagamos? —le confronta
Ringo con toda su indignación por su falta de apoyo.

—Huir pudo y aún puede ser la mejor opción —comenta ella convencida en que su idea es la
mejor, aprieta fuerte los puños mientras explica —Podemos aprovechar la mañana para retirarnos
al pueblo de La Serpiente o a la Ciudad de Rivial…

—Ya la decisión está tomada, Dory, no puedo hacer nada —comenta él con voz suave intentando
hacerla cambiar de parecer.

—¡Claro que puedes cambiar! ¡Todos podemos! —le grita ella agitando sus brazos en
desesperación, pero luego recupera su voz dulce —Vámonos, huyamos de aquí, vámonos a salvar
todos.

En ese momento Ringo la abraza para calmar sus nervios, esta intenta liberarse dando unos leves
golpecitos, pero termina cediendo.

—No puedo hacerlo, al menos yo no, tengo que liderarlos en el plan —le dice suavemente al verla
llorar nuevamente aferrada contra su pecho —pero tú sí puedes, vete a alguno de esos lugares
mientras aun puedas, juro que al regresar te iré a buscar.

Dorothy no permite que las lágrimas la dominen así que voltea a verle directo a los ojos y mientras
que sus miradas se cruzan le responde —Jamás huiría y te dejaría atrás ¡jamás!

Luego de tales palabras los dos se aproximan aún más para darse un beso apasionado que ambos
necesitaban.
La aldea entera se prepara para el ataque, y es una hora más tarde que con todos los hombres
armados con espadas y armaduras de reliquias familiares, palos, tridentes y guadañas se preparan
para ir todos a pie hasta el punto acordado. Ringo se prepara para despedirse de Dory de entre la
multitud de mujeres y ancianas antes de irse colocando su guadaña hacia atrás y marchar.

—Estaré de regreso para el medio día —comenta él con una sonrisa mientras le da un par de giros
a su guadaña en señal de saber usarla.

—¡Te esperaré con comida! —contesta la chica mientras los ve marchar cruzando el puente de
madera en dirección al bosque de oeste.

Dory se le queda viendo su partida hasta que es despertada por su madre que se acerca a mecerle
del puesto en el que se había quedado dormida limpiando los vasos, dándose cuenta que esto no
era más que un sueño, uno en el que recordaba lo ocurrido horas antes.

—¿Qué ocurre, madre? —pregunta casi es balbuceos, la baba aun le cuelga de la boca.

—¡Ya llegaron, hija! —contesta la madre extasiada, asomada por la ventana del comedor.

Dory no pierde tiempo soñando de nuevo y sale a correr por toda la calle hasta llegar al puente de
madera para observarles, ve a un grupo de hombres llegar bien organizados.

«Pero no son nuestros hombres… esas orejas erguidas… ¡No!» piensa para sí con terror, al notar
como estos empiezan a arrojarles grandes trozos de piedras desde donde están, haciendo que la
aldea entera reviente en caos.

Las mujeres que también notaron la llegada de las tropas se lanzan a la tarea de huir, pero Dory se
queda ahí, viendo cómo se acerca poco a poco, lo único que tiene en mente es en lo mucho que se
había esmerado en que la comida le quedara bien para su amado, en que su padre debía volver
pronto pues ya no estaba en edad de lanzarse aventuras y también tuvo un fugaz recuerdo de su
‘‘pequeña hermana’’ Gally correteando tras esta en el campo.

—No puede ser… Galak… Papá… —balbucea la chica mientras ve cómo se acercan los soldados al
trote con sus lanzas bien en alto, pero de pronto una de las ‘‘piedras’’ que están arrojando cae
frente a ella y ahí nota lo que son: son las cabezas mutiladas, esa en específico era de alguien
especial y a pesar de que fue cercenada con rápida frialdad aún conserva una horrible expresión
de terror en la que podrías creer que los ojos se le saldrían en cualquier momento— ¡RINGO…! —
solloza mientras las tropas empiezan a avanzar a su alrededor con una furia y sed de sangre sin
igual.

Mientras todo esto ocurre, Max y Galak aún se encuentran a varios días para llegar al poblado
yendo a pie, pero el viaje se hace ameno mientras más se conocen el uno al otro con cada
pregunta nueva que se hacen.
—¿Y cómo es tu amiga, Dorothy? —pregunta Max a Galak mientras camina despreocupado, se
nota que ya no se tensan al hablar.

—Ella es como siete años mayor que yo, ¡es toda una belleza! —dice Galak con todo su orgullo y
emoción, ya no tiene las orejas de ratoncita, agradece haberse dado cuenta y que Max fuese ciego
—su piel de porcelana, sus ojos verdes y su melena rizada son la combinación perfecta para su
personalidad tan noble y desinteresada, es como mi hermana mayor… siempre le envidié…

—¿Envidiarle? —pregunta Max mientras pasa su mano sobre su propia cabeza para aplacar sus
cabellos y que armonicen con sus orejas agachadas — ¿Por qué?

—Porque tiene todo: Padres que la quieren, belleza, inteligencia, ¡incluso hasta tiene un novio! —
comenta Galak sin perder su tono nostálgico.

—Debe encantarte tener una amiga tan perfecta entonces —repone Max, pero dentro de sí piensa
«Le admiras por ser todo lo contrario a ti»

—Sí… —contesta finalmente Galak viendo al cielo mientras cruza sus manos tras su cabeza y el río
inunda el silencio con su ruido blanco —… Aunque jamás negaré que de niña siempre quise ser
como ella, aunque sea una vez…

«Hermana mayor» Se repite Galak dentro de sí mientras recuerda de niñas ir correteando con
Dorothy de lado a lado, recuerda que juraron siempre ser hermanas.

Haz el Amor y No la Guerra

Sí algo tienen de especial los diferentes tipos de poblado a lo largo del río Zoroastro es que, a
medida que los certkarianos avanzan sobre estos, el destino de cada uno de ellos es diferente: el
primero en caer, el del Gallo, fue incinerado, el siguiente, la aldea ranchera de La Cabra, tuvo un
destino más benevolente, al menos para lo que era capaz las gentes de certkara. No era muy
grande cuando llegaron, ni tampoco tuvo mucha destrucción, luego del ataque de la aldea del
Gallo la gran mayoría de los hombres de La Cabra fueron a esperar a las tropas certkarianas en
donde el camino se hacía más estrecho gracias al bosque, en el camino que conecta las dos aldeas,
es obvio que el ataque no surtió efecto en gran medida, la aldea fue tomada de manera pacífica
desde hace cinco días y aun hoy se veían a las tropas certkarianas estacionadas en este pequeño
poblado aprovechando la posibilidad de pillaje violando a las campesinas del lugar, entrando a sus
casas para volver a descargar sus deseos carnales en hijas de pastores, en sus madres, no tenían
respeto ni si quiera de los cuerpos inmaculados de pequeñas niñas que no superaban la cifra de
edad.

Esta es la aldea de La Cabra que el Capitán Louis Round consiguió al llegar el quinto día desde la
devastación de la aldea del Gallo, sus tropas entran de manera disciplinada a la aldea, era obvio
que superan los ciento cincuenta efectivos, todos sobre sus fieles corceles de un blanco
imponente y con lanzas preparadas para el combate, excepto Round, a este le encanta distinguirse
con un imponente semental negro que es lo suficientemente musculoso como para cargar con la
enorme armadura de su colosal jinete, tal armadura es tan imponente como aterradora sobre
todo por el curioso detalle que posee en gran parte de esta un relieve en el que se enmarcan
adornos que asemejan bastante a una armadura samurái, esta mole impresiona a las tropas que se
fijaban en él al ver avanzar la formación por la calle principal de la aldea.

—Aquí sí saben divertirse, ¿no cree, capitán? —le comenta el jinete a su derecha, su armadura es
más genérica que la de su superior en rango, el comentario venía de ver como uno de los soldados
ahí apostados se lleva a una pastora de ropas ya rasgadas para dentro de una de las viviendas en
contra de su voluntad.

—Pues espero que sepan compartir su diversión mientras estemos aquí —el comentario de Round
debería haber sonado gracioso, pero su voz era tan profunda y seria que termina generando el
efecto contrario en esas situaciones, como era el caso del jinete que no entendía si era una broma
o le estaba probando para después romperle el pescuezo, y fue después de notar que el soldado
no iba a contestar nada por miedo que decide continuar su comentario —de todos modos
primeros tenemos que reunirnos con el líder de este regimiento.

Era obvio pensar que el comandante de ese grupo haya decidido usar la vivienda más elegante del
lugar como sitio de planeación militar y es ahí a donde Round se dirige, luego de darle la orden
que se detuvieran frente a la hacienda del señor feudal, este desmonta su imponente corcel
mientras avanza por la vivienda.

La hacienda no es muy grande, aunque fácilmente podría pasar por una quinta mantuana sólo
posee una planta de altura y nada estaba hecho de algo que no fuese madera, lo cual le daba un
toque de belleza rural que Round no supo apreciar ya que odiaba el que sus pasos rechinaran por
su peso.

—¿Dónde está su superior? —pregunta Round de manera abierta a los soldados que estan firmes
en cada esquina de ese pasillo en forma de ‘‘te’’.

—Tras esta puerta, señor —responde el soldado al final del pasillo central, pero al ver al capitán
avanzar inescrupulosamente hasta en su dirección, hizo que el soldado se tensara —pero nuestro
comandante pidió explícitamente que no le interrumpiéramos mientras mantuviera estas puertas
cerradas, señor.

En ese momento en el pasillo hace eco un gemido proveniente de la habitación tras el soldado,
cosa que no disuade en nada al poderoso capitán, que aparta al joven para abrir la puerta de la
habitación.

—¡Señor espere…! —se oye tras Round que entra en búsqueda del origen de esos sonidos.

En la habitación logra ver algo que llama poderosamente su atención: sobre lo que parece una
cama adornada con algunas sabanas de seda y otras de materiales más acogedores en épocas de
frío observa a una chica completamente desnuda, de joven apariencia, con piel de porcelana,
melena que a simple vista parecía andrajosa pero que no es otra cosa más que rulos castaños se
encuentra de rodillas sobre el lecho, con el torso caído mientras sostenía de los muslos a otra
chica en lo que su lengua se deslizaba al son de sus designios en esa cueva de paredes angostas,
donde se retorcía al son de los gemidos de su compañera, presa de sus deseos.

En sí toda la escena se aprecia iluminada por la luz del sol que entra por ventanas desde las que
cuelgan cortinas de un translucido color melocotón, la habitación es bastante grande, es obvio que
era el antiguo dormitorio del lord.

Round se expresa inmutable ante lo que veía, incluso cuando la otra chica, joven también, se
encuentra tan ensimismada en su placer que expele otro gemido que bien se puede asociar con el
primero que se oyó, y justo después de hacerlo chica empieza a contonearse como si no pudiera
controlar sus caderas.

A Round no le molesta lo que ve, pero tampoco tiene tiempo para eso así que decide toser de
manera que se dieran cuenta de su presencia. Esto surte efecto ya que la chica que se encuentra
en el éxtasis del momento recobra de a pocos la conciencia y voltea a verle, primero sorprendida y
luego sonriente, como si lo esperara toda la vida.

—¡Louis! Ya estás aquí —se apresura a decir con una dulce voz, en ningún momento se detiene en
lo que hace o le pide a la chica que se detenga, incluso es en este momento que la otra chica se
pone más agresiva con su lengua y se nota en la mujer de melodiosa voz —¿Hace cuánto llegaste?

—Justo ahora —contesta el capitán mientras empieza a quitarse el yelmo para aligerar su calurosa
carga, al removerlo se nota lo sudado que se encuentra, su rostro es un poema de cicatrices y
arrugas que le presentan como alguien cercano a los cincuenta años de edad y, para terminar de
hacerle más curioso, posee unas orejas más cortas que las de los demás certkarianos, más
esponjosas en pelaje, en sus ojos se nota la seriedad de sus palabras —Y es por eso que vine aquí
directamente, Capitana Heinz.

En el momento que se ha quitado el yelmo puede detallar de mejor manera la mujer con la que se
encuentra hablando: su piel es de un trigueño mediterráneo, su cuerpo es bastante atlético,
incluso da la impresión de ser capaz en cumplir cualquier requerimiento olímpico, pero sin perder
esa sensualidad distintiva de pocas deportistas que abusaban de la musculatura, sus senos son
bastantes normales en tamaño, además de poseer el detalle de unas pecas que salpicaban en el
centro de su pecho y se extienden hasta casi llegar a sus pezones, su zona púbica se encuentra sin
depilar mostrando esos vellos rebeldes y despeinados que, aunado a los actos que realizaban,
estaban mojados y parecían nada importarle a la peli castaña que seguía en su faena de brindarle
todo el placer que la certkariana pudiese desear; su cabellera, corta para lo que generalmente la
lleva una mujer acostumbraba a tener, se encuentra bastante reducida, ni si quiera llega a cubrirle
gran parte de la frente, sus ojos, tan grandes y de un café tan oscuros que no se diferencia del
negro, parecen dos perlas negras, todo ello junto con unas orejas largas y delgadas que
terminaban en unos largos pelos peinados hacia arriba que, más que de conejos, parecen orejas
de un lince, incluso toda ella emula a una lince en celo, con todo su cuerpo mojado en sudor,
demostraba estar en el lecho desde mucho antes haber llegado Round.

—¡Oh, vamos! Louis —dice la certkariana lanzando una mirada de desapruebo, se acerca a la chica
para agarrarla de los glúteos y extenderlos de un lado al otro para que el capitán lograse ver sin
mucho problema el jardín prohibido de la humana —¿No te quieres unir?

—Luego de que respondas mis preguntas — insiste Round obteniendo como resultado una cara de
puchero por parte de la capitana, este la ignora olímpicamente colocando su yelmo sobre la
peinadora y tomando el banquito para sentarse.

—Siempre tan inflexible ¿no, capitán? —inquiere la capitana, la humana al verla disgustada se
aproxima a su rostro pasando su lengua por su abdomen durante todo el trayecto para darle un
beso apasionado, pero es detenida en el acto por la mano de la misma certkariana mientras se
empieza a deslindar de la campesina para ponerse de pie —No, cariño, no más, proseguiremos
más tarde.

Es con este desprecio que la chica se incorpora también, su rostro es un popurrí de expresiones,
muy probablemente fuese la hija del lord de esa hacienda, en su rostro se dibuja el temor
mientras se viste tambaleante para retirarse rápidamente del lugar, sus ropajes la delatan como
alguien de dinero por los bordados de su vestido. La humana no dijo nada al terminar de vestirse y
salir de la habitación hecha un espanto, ni si quiera Round le dedicó una mirada, sólo tenía los ojos
fijos en el culo de Heinz que estaba agachada buscando su calzado y, muy probablemente de
manera consiente, dejó su culo a plena vista en dirección al capitán, tan atléticamente formado y
bien esculpido, que no puede evitar sentir como la sangre empieza a bajar.

—¡Vaya, vaya! Pero miren nada más quien por fin salió de su escondite —se escucha desde el
pasillo, probablemente sea dicho por alguno de los soldados que montaban guardia.

—¡No! ¡Aléjense! Ella me lo prometió, me dijo que si le hacía feliz podría irme de aquí en paz —
comenta una voz femenina muy asustada, se notaba que la pobre campesina se siente acorralada.

—Creo que estas confundiendo las cosas, querida —comenta la primera voz acompañada de las
risas de varios hombres —para nuestra capitana, nuestro placer es Su felicidad.

Luego de esto se oyen los gritos y quejidos de la joven alejarse poco a poco, cosa que ni si quiera
afecta a Round mientras observa a la capitana ponerse su uniforme ligero, consiste de una franela
color oliva, unos pantalones presumiblemente de cuero junto con partes de tela más ligera cerca
los pliegues, como lo son los dobleces de las piernas o la ingle, rematando con un chaleco sin
mangas bastante ligero.

—Deberías quitarte esa armadura, con este calor te asarás más pronto que un pollo en vara —
comenta la mujer mientras se coloca la funda de su espada, lo que parece un mandoble, pero más
delgado de lo usual que se encontraba en la esquina de la habitación.
—¿Qué haces aquí? Específicamente en esta aldea —pregunta Round sin rodeo alguno.

—Pues no estoy aquí por placer, aunque lo que acabas de ver demuestre lo contrario —responde
sin mucho problema mientras va a buscar su espada, es bastante larga, casi llegando al metro
setenta de largo, pero por su delgadez parece más bien una katana desproporcionadamente larga
—Ya sabes, fui convocada para recolectar prisioneros para el Mayor.

—De ser eso cierto, ¿por qué veo una cantidad tan miserable de aldeanos allá afuera? —pregunta
inquisitoriamente el cerkariano, esto lo hace sin quitarle la mirada encima a sus labios — porque
de no tener al resto de los prisioneros escondidos de mi vista en alguna finca sorpresa apenas
podrían catalogarse como sobrevivientes de esta única aldea.

Mientras oye eso la certkariana se pone a realizar un par de movimientos rápidos con su espada,
es tan liviana que la puede alzar con una sola mano.

—Pues así es, estos son los únicos prisioneros que he conseguido, no sé qué esperas conseguir,
son humanos, no conejos —contesta con tono de mofa la capitana mientras se guarda su espada
en la funda que cuelga de su espalda, debido a la altura de la misma, unos pocos ciento setenta y
seis centímetros de altura, la espada debe sobresalir de su espalda para no rozar el suelo.

—De ser así, entonces ¿Qué pasó con los pobladores de la aldea del Gallo? —pregunta Round
siendo cada vez más incisivo, no le gustan los rodeos en este tipo de temas — porque no solo fue
atacada, sino que también se le prendió fuego para reducirla a nada.

—¡Oye! Yo no soy la culpable de lo que haya pasado en esa pocilga —contesta la certkariana ya
más ofendida mientras se cuelga a su cintura las fundas de sus dos espadas restantes, una de
tamaño medio y otra que es más bien una daga.

—¿Entonces el pueblo se carbonizó solo? —pregunta Round intentando sacarla de sus casillas —
porque, además, sabes que no tenías orden alguna de abrir ese frente, debías ir junto a las tropas
de Skinner cien kilómetros al sur por la ciudad fronteriza de Rivial.

La capitana avanza hasta donde se encuentra él y coloca una bota justo entre sus piernas en un
espacio que sobra del banquito en el que se encuentra sentado, luego de eso le mira con toda la
indignación que puede, parece un lince a punto de abalanzarse sobre su presa.

—Ese pueblo no fue atacado por mi gente, Round, nosotros no tocamos fuerzas asgaranianas
hasta esa pobre emboscada a varios kilómetros de aquí, eran unos simples campesinos de esta
aldea, ninguno era de esa aldea de cuarta y créeme, de ser yo quien tomara esa aldea lo
presumiría porque ese era mi plan inicial —comenta la capitana para luego dar un par de toques
suaves con su bota en la ingle del capitán, a ella le encanta jugar a la femme fatale — sabes de
antemano lo estúpido que me parecía no abrir un segundo frente, era nuestra oportunidad de
rodear a Rivial en nuestro paso hasta Angostura —mientras dice su estrategia pasa su mano por el
abdomen de Round hasta bajar su mano a su ingle y ahí apretar, cosa que sabe que no es real por
el hecho de que él aun lleva una armadura muy gruesa.
Esto es suficiente para que Round se ponga de pie y aparte la mano de la capitana de él, ofendido
y algo excitado ante tanta provocación, pero firme en su convicción.

—¡Pero tenías una orden, Hilary! —le dice ya de pie y la altura de ambos se marca aún más, la voz
de Round seguía impasible, pero Heinz notó algo en ella que sólo ella sabía notar: estaba
flaqueando —Y ahora tendrás que afrontar las consecuencias de tus actos.

—¿‘‘Consecuencia de mis actos’’? —pregunta Hilary en una mescla entre enfado y mofa, ella se
despega de Round para mover un poco su espada de su funda y poder sentarse de un salto en la
cama en la cual casi rebota, se le nota que lo que oye le ofendió tanto que hasta le causa gracia —
¿La consecuencia a tener mis tropas listas para el asedio de Rivial?

En ese momento, desde el pasillo tras Round se oyen nuevamente los gritos de una mujer
pidiendo ayuda entre sollozos, pero es prontamente silenciada por una turba de risas masculinas.

—¿’’Eso’’ es lo que llamas ‘‘tropas listas para el asedio’’? —pregunta Round de manera sarcástica y
es algo que ella nota con asombro.

—¡Round! ¡¿El famoso capitán Louis Round ha dicho un chiste?! —expresa de manera sarcástica
con su dulce voz, lo hace porque sabe que esto es lo que a él le molesta —Este es un día de
gloria… pero ya tomándonos esto con seriedad, la que tú no tienes mi querido amigo chistoso,
sólo estoy a la espera de recibir órdenes para realizar mi avance hasta las puertas traseras de esa
ciudad.

—Pues para tú información vengo desde el comando central a entregarte eso, tus ordenes —En
ese momento Round saca un pequeño pergamino de su saco y se lo entrega a la mujer ante él,
pero no desea que lo lea, desea ver su rostro cuando se lo diga —Ya que veo que tu estadía en
esta aldea te ha distanciado del mundo te tengo que ponerte al día: el Mayor ya tomó la ciudad
estado de Rivial.

Es debido a estas palabras que Hilary se pone de pie y con total seriedad ante lo que acaba de oír.

—Eso es imposible, Round, no tiene sentido lo que me estás diciendo, si sigues haciendo bromas
tan malas no te volveré a contratar como bufón para mis fiestas —intenta decir esto de manera
que suene en mofa, pero no puede, el rostro de Round se mantiene inmutable y eso es algo que
ella nota, nota la verdad en sus palabras a pesar de que lo que acaba de oír escapa a su lógica, y es
ahí cuando ella decide soltar sus cartas —¡No me jodas Round, llevo aquí apenas tres días! ¡¿Me
estás diciendo que Rivial cayó en menos de una semana?!

Ante el silencio incomodo que se genera es el Capitán quien toma la batuta de la conversación.

—Cayó en menos de eso, Hilary: en tres días —al Round decir esto sentencia al silencio volver
mientras que la Capitana pone en marcha su lógica propia para procesar lo que acaba de oír.

La sorpresa de la Capitana no era para menos, Rivial es conocida como la puerta sur de Ásgaran,
sus defensas son tema de cultura general, incluso sus murallas tienen nombre propio, las apodan
‘‘Las Troyanas’’, en su cabeza no puede concebir la idea de que el Mayor hubiese hecho caer esa
ciudad tan imponente, esto hace que ella salga disparada por la botella que se encuentra sobre la
peinadora a un costado de donde está de pie el veterano Capitán.

—Pero aún no te he dado tus nuevas órdenes, Hilary —vuelve a romper el silencio el capitán, está
claro que él es quien tomará el ritmo de la conversación de ahora en adelante; mientras dice esto
Hilary destapa la botella y toma un trago largo —‘‘Líder de las tropas de reconocimiento, Capitana
Hilary Heinz, se te ordena avanzar inmediatamente hasta Rivial para reforzar las defensas de la
ciudad y mantener la posición, mientras se te revalúa si eres lo suficientemente sagaz para seguir
al mando de tus tropas’’ o creo que es así como dice ese pergamino que te acabo de dar.

En ese momento es que se acabó toda echonería en Hilary, que inmediatamente saca la su daga y
estira el brazo para ponerla justo contra el cuello de Round sin que este ni si quiera haga el intento
por defenderse mientras la ve con aires de superioridad.

—No te burles de mí, anciano, no soy yo quien ya ha caído en desgracia, ni siquiera sabemos que
me pedirán para recuperar mi estatus, no fue a mí a quien por un error de logística y una
desastrosa derrota en el campo de batalla me bajaron de Coronel a Capitán —dice ella con furia
en sus ojos mientras aprieta con un poco más de fuerza la espada al cuello de Round causándole
un pequeño sangrado que empieza a emanar.

Es el mismo Round, que sin expresar más que una sonrisa ante tales palabras, retira la espada de
su yugular con sus manos desnudas haciendo que sus manos también se corten. Este ve desde
arriba a Hilary y no tarda en darle otro puntapié.

—En ese caso ya veremos qué harán contigo en tu ‘‘revaluación’’, quizá te dejen como cadete si
son muy misericordiosos —comenta él mostrando aquella sonrisa que había enseñado a sus
hombres más temprano, pero ahora si estaba adecuada a la situación —de cualquier manera,
tienes que ir en menos de tres días a la ciudad, junto con todos tus hombres.

—¿Y mientras tú que harás? ¿me escoltarás como a una prisionera? —pregunta ella intentando
recuperar su compostura.

—Para nada, yo tengo que ir hasta el sitio del pueblo Del Buey, justo donde está el Mayor —
termina confesando Round a la mujer mientras busca salir de la habitación.

—¡E… Espera…!

Ella intenta detenerle, pero es inútil, él se retira llevándose su yelmo en brazos y dejándola con sus
pensamientos en frío, el Mayor no sólo había tomado Rivial, sino que además logró tomar la aldea
de La Serpiente en tiempo record y ahora estaba ante las fortificaciones del Buey, era algo
inaudito en su pensar.
«El Mayor era realmente el monstruo que muchos abogaban en los cuarteles» aceptó dentro de sí,
en la soledad de su cuarto, donde aún el ambiente estaba cargado de sudor, algo del licor que
había bebido y sexo.

Caminando por el pasillo central de la hacienda Round pasa al lado de una habitación con la
puerta entreabierta y nota fugazmente como la chica que había salido minutos antes estaba
‘‘disfrutando’’ de un gangbang rodeada de certkarianos, se nota que ella ya había perdido las
esperanzas porque sólo acepta todo lo que viene de ellos sin rechistar, como una muñeca sexual
mientras siente sus respiraciones y sus rebuznares primigenios en la base de su cuello; como sea
eso poco o nada le importa a Round que sigue caminando sin siquiera detenerse hasta llegar al
portal de la hacienda, ahí logra ver la diferencia: mientras los hombres de Hilary se encuentran
desparramados por toda la aldea como si esto fuese una fiesta eterna, los suyos se encontraban
socializando, quizá bebiendo un poco, pero en ningún momento perdiendo la compostura, es más,
en lo que le ven salir todos se apresuran a recuperar sus posiciones. Es por esto que él con orgullo
se aclara la garganta para pronunciar unas palabras ante todos los presentes, inclusos los soldados
a su espalda.

—¡Atención, equipo de Exploración y Reconocimiento, necesito tenerlos firmes en tres segundos!


—Ante aquel tono de voz tan prominente hasta el más borracho se puso de pie, incluso, luego de
unos segundos, los que se encontraban dentro de la hacienda con la chica, así como de las otras
viviendas del lugar salieron para mantenerse firmes frente a los respectivos umbrales —¡Su
capitana va a enfrentar un juicio ante una corte marcial en el nuevo puesto de avanzada en Rivial,
todos ustedes también pasarán por eso en breves horas al llegar a este destino, así que desde mi
más sinceros deseos, espero verles a todos allá porque les reconozco, tengo memoria fotográfica y
soy capaz de saber quiénes son ustedes y quienes no son de este regimiento, si alguno decide
desertar o huir de su respectivo castigo se las verá conmigo en lo que regrese de mi asedio del
pueblo Del Buey!

Luego de pronunciar tales palabras y concretarlas con un «¡¿Están claro?!», toda la aldea resonó
con los sí señor, pero luego de esto empezó el cuchicheo de sorpresa, muchos de ellos se
encontraban sorprendidos al enterarse que Rivial es ahora un nuevo puesto certkariano, algunos
pensaban que la ciudad sólo se rindió para obtener favores del imperio, otros creen que es un
engaño perpetrado por los capitanes, pero es en ese momento que un soldado avanza por en
medio de la calle con la mano levantada.

—¡Señor, le tengo una pregunta! —dice de manera despreocupada, pero sin perder el respeto al
capitán a varios metros de distancia de la hacienda.

Round, que ya había dado por terminada su tarea ahí se sorprende ante ese soldado ahí frente a
él, así que se gira para corresponderle.

—¿Si, soldado?
—Vera: usted está diciéndome que luego del sitio de esta aldea nos dirigiremos a la vanguardia,
que no sé si sea o no la ciudad de Rivial, para recibir nuestro ‘‘castigo’’ por recibir y obedecer las
órdenes de nuestra capitana y mientras nos dice que usted se irá al frente para asediar el pueblo
amurallado Del Buey, ¿es correcto? —pregunta el soldado haciendo que los demás giren su mirada
de él hacia el capitán al final de la calle.

—Es correcto —contesta este sin flaquear.

—También es cierto que en el frente se encuentra el batallón del mayor Skinner, por lo cual usted
lo que hará será unirse a sus tropas para atacar el anteriormente mencionado pueblo, ¿Correcto?

Esta vez el ambiente se puso más tenso, todos los soldados de reconocimiento quieren escapar de
ahí, hay algunos que desean entrar a detener a su compañero, pero están o muy ebrios o muy
asustados para hacerlo.

—Es correcto, chico, ¿A qué quieres llegar con esto? —pregunta ya sin vacilaciones Round, en esta
ocasión dijo algo que se puede tomar como un insulto directo hacia el capitán.

—Mire, le seré franco: a mí no me importa lo que haga con mis compañeros ni tampoco soy quien,
para cuestionar a un superior a mí, pero realmente deseo ir al frente con los regimientos del
Mayor, no vine hasta acá nada más para devolverme a mi casa con una amonestación —confiesa
el soldado sin perder su firmeza, aunque si algo de su protocolo inicial —así que pido que mi
amonestación o juicio se me haga aquí mismo para que pueda ir junto con sus tropas al frente.

La tensión inicial se disparó como la espuma, y ahora más al ver que Round sólo opta por reírse a
carcajadas ante los argumentos del soldado ahí de pie.

—¿Te crees con autoridad suficiente para venir a desafiar una orden directa de nuestros
superiores dictada por mí? ¡Debes estar más loco de lo que pareces! —contesta triunfante el
certkariano de enorme armadura negra, haciendo que sus subordinados estallaran en risas tras
hacerlo su capitán.

—¿Por qué no le das una oportunidad al chico? —pregunta una voz desde detrás de Round, era
Hilary recostada de una de las columnas que sostienen la entrada a la hacienda mientras se mira
las uñas, sus orejas estan tan erguidas como siempre —sabes que sólo seguía mis órdenes,
deberías al menos aceptar darle su castigo aquí.

En ese momento las risas de las tropas de Round se detienen, este sólo gira su cabeza para hacer
el gesto de que la veía y este termina en silencio, luego observa al soldado de pie frente a él, usa
una curiosa armadura con un color plata opaco en las partes de metal como el peto, o los
antebrazos, trae botas de cuero y una combinación de malla metálica y cuero que hacen de su
armadura flexible y resistente, pero lo curioso era que llevaba una cresta de plumas en la cabeza
del casco que terminaba colgándole más allá de sus hombros, junto con que sus orejas eran
bastante puntiagudas desde los orificios del casco metálico de ala ancha donde provenían.
—Oye, niño ¿cómo te llamas? —pregunta finalmente Round —y ¿por qué deseas ir al frente?

—¿Yo?, bueno, Soy el teniente Butch Rooster y deseo ir al frente para probar mi valía como
soldado de vanguardia —responde con una sonrisa confianzuda.

—Así que quieres probar tu valía, ¿eh? —Dice Round mientras avanza lentamente y desenvaina su
espada, que no resulta ser otra cosa más que una katana desproporcionadamente gruesa de casi
metro treinta —Encantado en conocerte teniente Rooster, soy el capitán Louis Round y tu
penitencia, además de condición para venir conmigo, es que puedas derrotarme en combate,
¿crees poder?

El Duelo

—¿Mi castigo será un combate? —pregunta Butch viendo la postura amenazante que empieza a
tomar el capitán frente a él, su negra armadura adornada en temática samurái resalta del estilo
occidental clásico de la del joven.

—Y no cualquier combate, este es un duelo jurado por la madre Certkara —explica Round
mientras da un par de pasos al frente para salir de la hacienda —Uno en el que el ganador es
absoluto y el perdedor es impío, en el que su manera más pura es a través de la muerte del otro,
matar o morir.

—Sé lo que es un duelo bajo los estándares de Certkara, intentaré complacer sus deseos, capitán
—responde Butch observándole avanzar lentamente.

De pronto el capitán detiene su avance, en su contrincante algo no tiene sentido.

—Alguien dele una lanza a ese chico —ordena el capitán a los presentes, se nota disgusto en su
entonación.

Uno de los jinetes de Round le arroja una alabarda bastante bien tallada, posee un negro caoba
que Butch supo apreciar, además de unas runas grabadas en bajorrelieve que conjuraban un
hechizo de ataque, muy popular entre los médiums y espiritistas que deambulan el imperio.

Round le ve esgrimir la alabarda de un lado al otro, como comprobando su peso o su largo y se


siente emocionado.

—Entonces viene siendo hora de iniciar esto, pequeño Rooster —sentencia Round reiniciando su
avance hasta la posición que debe tomar para iniciar el duelo. Pero es Butch quien en esta ocasión
interrumpe el duelo arrojando la alabarda al suelo como un juguete no deseado.

—No usaré esa cosa —confirma el joven certkariano como si de un reproche se tratase.

—¿Cómo que no usarás eso? ¿es que acaso pelearas a puño limpio? —pregunta el Capitán
desconcertado.
En ese momento es cuando irrumpe nuevamente Hilary con un par de objetos en la mano, cosa
que agarra por sorpresa a Round.

—¡Piensa rápido, Butch! —le grita antes de arrojarle con bastante fuerza los objetos que llevaba
en la mano, que no eran otros que un arco y un pequeño carcaj viejo con un hoyo en la parte de
abajo y con apenas cinco flechas.

Todos los presentes se sienten extrañados tanto por la interrupción de la Capitana como del arma
que le ofreció para un duelo.

—¿Qué significa esto? —pregunta Round ya algo molesto por todo este melodrama.

—¡Oh, vamos, Louis! —le responde la capitana guiñándole un ojo con su habitual sarcasmo—
estabas obligando a mi arquero designado a combatir cuerpo a cuerpo.

Luego de oír esto Round que se da la vuelta para ver al Butch mientras se acomoda el carcaj en su
espalda y mira cuan tenso está su arco sin notar como una flecha queda incrustada en este.

—¡Ey, chico! te apellidas Rooster, ¿no es así? —pregunta Round de manera retorica —creí que los
de esa familia sólo usaban lanzas o derivados.

Es justo después de fijarse que todo estaba en orden que Butch le contesta al Capitán mientras
saca una flecha de su espalda.

—Pues creo que soy único en mi especie —contesta el teniente mientras tensa la flecha en el arco
y es sólo después de apuntar a la sien del Capitán que decide preguntarle —Entonces, ¿tenemos
un duelo o no?

Round ve tanta echonería en este joven certkariano que recuerda lo que le mencionaban sus
colegas, los profesores en la academia, de las ‘‘promesas Rooster’’ de esta generación.

«Rechazas tus fortalezas, ¿eh?» piensa para sí el Capitán.

—¡Oye, chico! ¿A caso sabes lo que es un Don? —pregunta el Capitán esta vez con mucho más
interés en lo que tenga que decir, su cuerpo ya se encuentra bastante relajado.

—¿Un don? ¿en serio me preguntas eso justo ahora? —pregunta Butch algo exasperado por la
manera tan disonante del trato que le da el Capitán.

—Vamos, no te hará mal recordar esto, no cambiará en nada el resultado del combate —insiste el
veterano de Round mientras guarda su enorme espada y hace un gesto con las manos en señal de
que aun sin ella podría ganar —Dime que es lo que entiendes por Don.

Butch se encuentra reacio a hacerle caso en una petición tan absurda, pero entonces recuerda las
muchas veces que en la academia todos le hacían esa misma pregunta como si él fuese idiota y se
anima a hacerlo.
—Un Don es una característica que sólo posee nuestra raza, es la capacidad de canalizar toda
nuestra energía mágica otorgada por el Dios Supremo para maximizar nuestras habilidades en
combate —recita Butch esperando a que replicase o comentara algo referente a su caso particular
— y para ello usamos nuestras armas como catalizadores de todo ese poder.

Luego de acabar su repaso la calle se regresa al silencio habitual de los últimos días, los diferentes
espectadores se dedican a cuchichear lo suficiente para que no les digan nada, mientras Round se
toma su tiempo para contestar.

—Podría decirse que sí, pero te falta mucha información en esa explicación —empieza a corregir el
Capitán, recordando sus años en la academia como profesor sustituto —La verdad es que va más
que eso, lo que normalmente se le dice Don es una habilidad que, para el combate, sólo son
capaces de usarlo los guerreros más fieros y mejores entrenados, todo esto es posible gracias
décadas de duro entrenamiento, hasta los más capacitados flaquean un poco, es por eso que
muchos apenas logran desarrollar esta habilidad de manera efectiva al llegar al rango de Capitán,
pero también depende de otra cosa…

«Ese ‘‘pero’’…» Butch está oyendo toda la explicación del Capitán, pero ya sabe en que terminará
ese monólogo.

—Depende de cuál es tu arma nata, el arma que te ha escogido el Dios Supremo, dirían los obispos
o, como le digo yo, tu característica personal —explica Round intentando deslindarse de todo ideal
religioso en la materia —Desde que nace, un certkariano está destinado a usar un arma y es sólo
con esta con la que puede usar su Don al ciento por ciento.

—Y ahora me vas a decir cuál es el mío, ¿No es así? —interrumpe Butch, no desea seguir oyendo
más de lo mismo, está cansado de esa charla sin sentido.

«Es normal que reaccione así, desde que le tengo el ojo encima en la academia y luego en mi
escuadrón, este chico no ha hecho más que renegar de su Don para usar el arco y la flecha, es
natural que deteste estos monólogos y Round tiene que saberlo» piensa para sí Hilary mientras les
observa recostada sobre una columna en la entrada de la hacienda.

—Te equivocas —contesta finalmente Round, luego de esto desenvaina nuevamente su espada y
la muestra ante Butch —hablaré del mío.

El joven certkariano se encuentra extrañado, pero no por eso baja la guardia, sólo deja de
apuntarle con la flecha tensada.

—Mi Don es conocido como cegador, es una habilidad bastante básica que he sabido llevar a su
mejor expresión, te explico: mi don es aumentar el filo de las armas blancas que use, dependiendo
de cuál sea funcionará más o menos —mientras menciona esta Round decide pasar su dedo por
un costado de su enorme espada, era tan gruesa que podía dejar inconsciente a alguien de darle
un golpe por el lado sin filo —investigué hasta que conseguí un material que posee un filo
excelente si es bien tratado, hice lo posible para obtener este material y el resultado fue esta
katana desproporcionada, su filo es tal que es capaz de devorar almas, no sólo corta carne,
también corta el espíritu, condenando a todos los que mueran bajo mi espada a existir encerrados
en esta.

Butch observa la espada del Capitán, es muy grande y muy resplandeciente, más no cree una
palabra de lo que dice.

—¿Y a mí a qué me viene esto? —pregunta finalmente el joven ya obstinado, el duelo estaba
tomando demasiado tiempo y quería irse a beber un poco.

—Pues fácil… sólo era para presumir —dice de manera muy seria el capitán, pero luego esboza
una sonrisa que lo que realmente consigue es perturbar, es entonces que coloca su mano con
todos sus dedos extendidos hacia el frente —Tienes cinco flechas, ¿no es así?

Butch no responde, sólo le observa expectante.

—Con que una sola me dé ganas el duelo —dice Round con mucha tranquilidad, tanto así que sus
subordinados le tienen miedo a verlo tan amable.

—¿En serio?, no te vayas a arrepentir después —advierte Butch mientras prepara su primera
flecha tensándola.

—Dale, ven con todo —termina el capitán de hablar para ponerse en posición.

Es entonces que el Rooster entra en acción, su brazo derecho empieza a obtener un aumento de
masa muscular que le hace tensar aún más la flecha y a mayor velocidad, haciendo que esta se
dispare con una fuerza descomunal, todo pasa tan rápido que los presentes no logran verlo.

«Ese es el problema de forzar un Don, si no posees la concentración suficiente o intentas forzar un


Don que no es tuyo tu cuerpo lo rechaza enviando toda la energía acumulada a los músculos para
que transpiren toda la energía como un sistema de excreción, esto a la larga termina fatigando el
cuerpo» piensa para sí la capitana que puede observarlo todo sin perder detalles, se le nota que ya
ha visto este problema en Butch.

Round, aproximándose con lentitud, pero sin pausa desenfunda y enfunda su espada rápidamente
para cortar las flechas que Max le dispara.

—Te quedan sólo tres flechas, Teniente — recalca Round aproximándose con toda su armadura
simulando a un oso persiguiendo a su presa.

«En el caso de Round usa su Don de manera natural, por eso su cuerpo no lo rechaza y le
suministra pasivamente más agilidad sin el desgaste de hinchar las extremidades» continúa
pensando la capitana mientras le ve avanzar como una mole.
«Esto es malo, ya me está empezando a doler el brazo derecho y ni si quiera le he rozado con
alguna de las flechas… ¡Es verdad!» piensa Butch para sí mismo mientras siente un eureka invadir
todo su ser.

—Vamos, niño ¿No quieres mostrar lo que vales? —se burla Round estando a apenas a siete pasos
de Butch.

Butch advierte su cercanía y prepara dos flechas, esto requerirá mucha más potencia para
lanzarlas, por lo cual usará su adolorido brazo hasta un punto que él pocas veces ha rozado. Sin
predicción ninguna por parte de Round, Butch le dispara ambas flechas que se dirigen en dirección
a las piernas del Capitán, pero este logra esquivarlas de un salto.

«¿Un ataque a los miembros inferiores?» piensa para sí misma la Capitana que está analizando la
jugada, sabe que el único motivo para hacer un ataque así es para ganar espacio.

Y eso es efectivamente lo que ocurre, Butch, aprovechando que Round dio un salto para esquivar
las flechas también dio su propio salto hacia atrás para ganar tiempo con su última flecha, con la
distancia recorrida por el salto del joven este ganó no menos de diez metros más.

Pero es en ese momento que Round sonríe satisfecho.

—¿Pensaste que eso era capaz de hacerte ganar tiempo? —le pregunta Round a Butch frente a él,
la distancia que tienen a pesar del salto de Butch es de apenas un metro —El juego se terminó.

—¿Qué demonios? —dice Butch, pero ya es demasiado tarde, ya Round blande su espada
buscando partir al joven certkariano a la mitad que, aunque este logre esquivarlo gracias a que
puso en medio su arco, este termina tropezando y cayendo bajo Round que le apunta en la
yugular con la punta de su espada.

—Fue divertido mientras duró, aunque es triste que no hayas podido lanzar tu última flecha —se
congratula Round mientras roza repetidas veces la punta de su espada contra la manzana de
Adam del joven ahí tirado, su casco cayó hacia atrás dejando todo su rostro al descubierto, de ojos
con un intenso castaño, un cabello negro bastante corto y de orejas bastante finas, lo más
distintivo era su nariz gibosa, algo más grande de lo normal.

Los presentes están sorprendidos ante la victoria del capitán e iban a empezar a celebrarlo hasta
que ven a la Capitana hacer un gesto para que se detengan.

—No todavía —les dice.

Es en ese momento que Butch le lanza una sonrisa al capitán que le mira extrañado.

—Esto aún no ha terminado, capitán —proclama el joven sonriente y sin yelmo en el suelo.

—¿A qué te refieres? —pregunta el capitán mirándole las manos a ver si posee alguna flecha o el
carcaj para ver si… «¡¿Y su carcaj?!»
—Mire hacia arriba —reitera el joven.

Al Round ver hacia arriba siente un ligero roce en su cabeza, al voltearse se da cuenta que lo ha
producido fue la última flecha que llega a incrustarse en el suelo y segundos después cae también
el viejo carcaj con su hueco.

—¡Demonios! Fallé por unos centímetros —se lamenta Butch en el suelo mientras su brazo poco a
poco regresa a la normalidad.

—El Capitán ha ganado —dice uno de los soldados de Round haciendo que todo su escuadrón le
felicite de manera organizada pero alegre.

«Este chico… las flechas que lanzó a mis piernas no eran para alejarse, aunque así lo hizo, eran
para distraer mi atención de la última flecha, el no planeaba ganar, desde un principio sabía que
no podría así que luego de que le matase me iba a morir también, lo que no entiendo es lo del
carcaj…» piensa Round viéndole en el suelo jadeando con una expresión de lamentación «Nada
mal para un Rooster»

«Pueden decir que Round Ganó, pero es más que obvio que Butch estuvo cerca de obtener la
victoria, su único inconveniente fue el carcaj» piensa la capitana mientras se acerca al área del
encuentro.

—Bien, caballeros, fue una batalla corta, pero emocionante —les dice alegremente Hilary a ambos
mientras ayuda a Butch a levantarse —No me extraña que ganaras, Louis, pero más cuidado con
nuestro arquero estrella la próxima vez.

—¡Dé-déjeme intentarlo una vez más! —suplica el joven certkariano débilmente mientras es
apoyado por Hilary, aun no se recupera del todo, pero puede notarse la decepción en su rostro —
no quiero volver así.

—Compostura, teniente, acepte los parámetros del encuentro —le regaña la capitana mientras lo
sienta en un banco para luego recogerle su yelmo.

El Capitán, que se había quedado callado viendo todo lo que ocurría se fija en el chico suplicante y
decide hablar por fin.

—Jamás —sentencia Round con su imponente voz —no volveré a enfrentarme en duelo a ti hasta
que no puedas controlar tu Don adecuadamente.

Tales palabras rompieron a Butch, se sentía tan inútil que decidió pararse de donde estaba para
expresar lo que sentía.

—¡Manejar el arco es mi vida! no usaré mi lanza hasta poder disparar una flecha decente —
decreta el joven con el puño derecho a la altura de su corazón —cuando regrese de mi castigo en
Rivial verá que he mejorado y me aceptará la revancha.
En ese momento Round suelta unas carcajadas cortas, pero estridentes para luego volver a su
rostro de seriedad.

—¿Y quién dijo que irás a Rivial? —pregunta Round mientras mantiene su acostumbrada seriedad.

Todos los presentes se quedan estupefactos ante las palabras del enorme certkariano, todos
menos la Capitana que le mira y sonríe con complicidad.

«¿No puedes dejar de hacerte el chulo, verdad, viejo?» piensa Hilary.

—¿Eh? —balbucea Butch que se encuentra muy confundido al respecto.

—¿Recuerdas los términos y condiciones de un combate por la madre Certkara? —rememora


Round sin obtener respuesta positiva ni si quiera de sus hombres así que se dedica a redactarlo —
El perdedor debe cumplir con los designios del ganador y como ganador del encuentro, ordeno
que seas mi segundo ayudante, puesto que no dejaré que rechaces por el honor de tu familia.

Butch no sabe cómo reaccionar ante tal noticia, pero decide hacerlo de la mejor forma que sabe.

—Gracias, señor, será un honor cumplir con mis obligaciones en el nuevo puesto que me ofrece —
le agradece haciendo una reverencia, cosa que casi nunca hacía Butch ante alguien a menos que
de verdad lo mereciera.

—Sólo procura servirme bien, teniente Rooster, y practica con más ahínco tu Don, no deseo ver
que me eres totalmente inútil después de lanzar una sola ráfaga de flechas —finaliza el Capitán
dándose la vuelta y yendo hacia su caballo —Ve con mis hombres para que te den pasaje hasta
que te consigamos tu propio corcel.

Hilary aprovecha para colarse en la conversación y darle una palmada en la espalda que
desequilibra al joven Rooster.

—¡Oh! Vamos, Butch, tú no eres así de formal ni si quiera conmigo — le dice la certkariana al joven
de manera jocosa —Y se supone que fui tu superiora por más de tres años.

—Sí, en los cuales esos tres años lo pasé viéndote comer, fornicar y chantajear un numero
incontable de veces, creo que a la millonésima empiezas a perder el respeto —Le responde
tajantemente el certkariano.

—¡Ah!, ¿sí? —pregunta la Cerkariana sacando su espada mediana, y la esgrime cerca de Butch —
Creo que a Louis no le molestará perder un teniente… o un asistente.

—Ya basta, Capitana Heinz —comenta Round ya sobre la montura de su oscuro corcel, sobre el
cual cabalga hasta acercarse a la Capitana para hablar directamente con ella, Butch aprovecha
esto para huir de Hilary —Esperaré los prisioneros en La Serpiente, necesito que lleguen a más
tardar en dos días.
—Precisamente de eso quería hablar contigo, Louis —le comenta seriamente la certkariana de pie
frente a la bestia.

—No hay nada que hablar, Hilary —sentencia Round rápidamente.

—¡Claro que sí hay de qué! —le refuta la capitana tomando las riendas del caballo para que se
mantenga al lado —No puedo permitir que te lleves a uno de mis hombres y a todos mis
prisioneros sin que reciba algo a cambio.

Round se queda en silencio meditándolo bajo su oscuro yelmo, mientras él lo hacía Hilary le
sobaba el hocico al corcel de Round, que curiosamente se llama ‘‘Robin’’.

—¿Se te han escapado prisioneros desde que tomaste la aldea? —pregunta secamente el Capitán.

—¿Qué si se me han escapado…? Pero por supuesto, es normal en cada invasión que eso pase,
aunque normalmente están bastante cerca, esperando a que desocupemos para recuperar cosas
de valor o hasta familiares —comenta Hilary mientras el corcel ‘‘Robin’’decide darle un par de
lamidas a sus orejas.

—Excelente, si me traes a todos los fugitivos cercanos me encargaré de darte la ayuda que
necesita en el consejo —negocia Round, su voz a dejado de sonar fuerte para ser más familiar,
cosa que no ayuda porque el viento que está empezando a soplar lo hizo muy poco audible el
mensaje para oídos humanos —¿Crees poder cumplir con esa tarea?

Pero Hilary no es humana, es una orgullosa oficial certkariana que ve en este trato una
oportunidad de recuperar su estatus. Es por ello que sonríe con la mirada más maliciosa que pudo
esbozar, tanto que hasta sus orejas dejaron de estar erguidas para tomar un ángulo más inclinado.

—Dalo por hecho, querido Louis —contesta con total seguridad mientras voltea a ver de nuevo
hacia la Hacienda, como si ahí estaba la respuesta a todo.

Al terminar esto, las huestes de Round marchan al este como un torrente blanco y negro de
caballos desesperados por alcanzar a su presa.

A unos pocos kilómetros de ahí, ya entrando en la tarde se ve como un zorro de un desigual pelaje
en tonos grisáceo

persigue a una liebre hasta capturarlo y llevarlo en su boca hasta la orilla del río donde una fogata
y un certkariano ciego esperan la llegada de su compañera.

—¿Galak? —pregunta el ciego al sentir un cuadrúpedo bastante cerca con sus ligeros pasitos.

Poco a poco el zorro va perdiendo su forma para tomar la de una chica de unos pocos catorce años
con un vestido que poco a poco se le ve perdiendo colores, que termina escupiendo el cadáver de
la liebre para ponerlo cerca del fuego antes de desollarle.
—Te he dicho miles de veces que me llames ama —reitera la chica mientras se recoge el cabello y
se agacha para empezar el proceso con el animal —acabo de cazar una pequeña liebre, espero no
tengas problemas en comer esta carne.

—¿Por qué tendría problemas en comer liebre asada? —se pregunta el certkariano con toda
razón, aún no conoce a persona en el mundo alérgica a comer esta carne, al menos no alguien que
no le de ‘‘alergia’’ de vista.

—Ehm…. Por nada, olvídalo —Galak se olvida que ella era la única que de niña creía que los
certkarianos eran hombres liebres a pesar de que su padre ya le había explicado sus orígenes
evolutivos.

«¿Le llamo liebre asustada?» piensa Galak mientras realiza cortes tras cortes al pobre roedor, de
manera irónica está buscando un apodo para Max.

—Está bien, pero me encantaría preguntarte ¿cómo va eso de las trasformaciones contigo? —le
pregunta Max con bastante interés personal en la chica, cosa que Galak nota y empieza a apreciar
poco a poco.

—¿A qué te refieres?

—Me refiero a si puedes convertirte en lo que quieras o si tienes limites, cosas como esas no me
dejan dormir por las noches —comenta en tono jocoso el certkariano.

—¿En serio? Por un momento pensé que los que te daban ese miedo eran los orangutanes
manchados —replica sarcásticamente Galak y Max reacciona en desapruebo, pero sin decir nada
porque él se lo buscó.

«¡Ah! ¡Ya sé!» Galak sufre su acostumbrada eureka con los apodos.

—Pues tengo tres normas para transformarme, son todas reglas personales que me ayudó a
entender mi padre —comenta Galak arrancándole la cabeza al pequeño roedor sin mucho asco —
de incumplirlas es probable que sufra horribles consecuencias.

—¿Horribles consecuencias? —se pregunta Max, pero más se pregunta si fue su padre el que le
enseño esas palabras tan curiosas para una campesina.

—Sí, aun no las he sufrido porque me he cuidado, pero mi padre me dijo que tengo que
mantenerme muy apegada a estas reglas —Dice Galak vertiendo agua sobre el cuerpo para
lavarlo, ahora se dedica a abrirle la panza —¿entiendes?

—Por supuesto, continua.

—Genial, la primera norma es: no me debo transformar en ningún animal con el que no haya
pasado algún tiempo, o que al menos conozca su complexión —comenta la chica, Max tiene ganas
de preguntarle, pero siente que sería tontería indagar en algo que probablemente ella misma
explique —Padre me dijo que es porque así no ocurre el problema de convertirme en una copia
extraña, como un perro con tentáculos, creo que papá les decía a esas cosas ‘‘mutaciones’’.

Max se siente extraño por oír a la pequeña hablar así, pero no quiere interrumpir nada.

—La segunda norma es: no me puedo transformar en criaturas de mayor masa que yo —explica
mientras empieza a picar la liebre en partes para ensartar —el motivo es fácil, los humanos no
podemos realizar magia sin ayuda de cosas raras, mi padre no me explicó mucho eso, lo que sé es
que soy especial y gasto energía corporal para poder transformarme, así que a más masa más
gasto y más rápido me canso.

—Maravilloso, continúa por favor.

El crepitar de la fogata mientras Galak va colocando los palos con trozos de carne ensartados es un
sonido agradable para el certkariano.

—La tercera es la más importante: no me puedo convertir en criaturas mágicas —comenta ella
mientras se sienta a lavar sus utensilios, su mirada desde hace mucho está concentrada en la
carne y en explicarle al certkariano —convertirme en criaturas mágicas es impensable para mí,
porque para hacerlo tendría que emular también sus fuentes mágicas y eso me mataría en el
proceso.

—¿Y todo eso lo aprendiste junto a tu padre? —pregunta Max, su interés aumentó desde que
Galak se dedicó a describir todo.

—Sí, desde que soy muy pequeña he acompañado a mi padre en sus cacerías y en sus viajes
mercantes, es en estos momentos que él se dedica a practicar conmigo… o se dedicaba —comenta
Galak con algo de nostalgia.

—¿Qué pasó con tu padre y tú? —pregunta Max suavemente.

—No quiero hablar de eso… —contesta tajante la chica.

—Lo siento —dice Max al notar su tono y seriedad.

Galak ve que el ambiente se puso tenso y decide cambiarlo un poco.

—El asado de tu hermano estará listo dentro de poco —comenta con musicalidad en su voz, cosa
que deja a Max fuera de onda.

—¿Hermano? —pregunta Max sintiendo un poco de asco por preguntar.

—¡Claro! Estoy segura que El Gran Max no es más que un ‘‘conejito asustado’’ —dice ella entre
risas, cosa que no ocurre con Max que sigue sin entender el chiste.

Y así es como la tarde deja paso a una noche muy oscura, una noche que Galak no tardará en
atravesar como un cometa al olvido.
Flaquezas

Si algo tiene el bosque que rodea la ribera del río Zoroastro es su abundancia en follaje, es por ello
que para su libre tránsito se tuvieron que realizar una serie de calzadas para conectar ciudades de
importante interés geopolítico y económico al sur como Rivial y Angostura con el resto del reino,
pero debido a problemas de logística y mantenimiento, muchas de ellas cayeron en el olvido,
erosionándose y convirtiéndose en simples veredas de difícil paso, como el caso de Angostura que
se encontraba incomunicada con el resto de Ásgaran desde hacía décadas.

Este no era el caso de pueblos como el de La Serpiente o las aldeas de La Cabra y del Gallo que, al
contrario de sus vecinos, supieron mantenerlas en pie por motivos de su comercio con pueblos
extranjeros. La aldea de La Cabra era sin duda una de las que mejor cuidaba sus calzadas, estas
zigzagueaban río abajo hasta la El Gallo. Este camino se alejaba bastante del río, dejándole surcar a
sus anchas a unos cien metros al norte del camino, esta distancia se hacía más chica mientras más
se aproximaba este camino a La Cabra y era cerca de esta donde, en plena mañana, se
encontraban Max y Galak avanzando cerca de este.

Ambos andaban al acecho por si aparecían los soldados certkarianos en este, más ya habían
pasado los días y no había ni rastro de ellos, por eso poco a poco se sentían más inhibidos a andar
por la calzada, aunque con mucha cautela, ambos habían pasado la noche anterior en una
pequeña cabaña que encontraron vacía en medio del bosque. Max caminaba por la vereda
mientras con su dedo índice derecho mantenía el equilibrio de un cuchillo algo viejo, sus ropas
habían cambiado, usaba un pantalón de tela holgada junto con unas botas de cuero gruesas, una
franela de manga larga y un chaleco de cuero, no parecían ropas hechas para los finos rasgos de
los certkarianos, pero que le sentaban mejor que los harapos que usaba antes, todo esto estaba
acompañado de su cabello menos desgreñado y rápidamente peinado, a él no le gustaba estar
desgreñado, pero con los apuros de Galak por irse de la cabaña no pudo peinarse mejor, cosa que
a ella le daba gracia.

«Parece un pordiosero con el cabello así» pensó Galak tras una risilla cuando le vio salir de la
cabaña más temprano.

—Entonces no sabes usar ningún arma, ¿no es así? —pregunta el certkariano mientras lanza el
cuchillo al aire, su control de este es tal que sabe dónde caerá y en qué dirección está el filo del
mismo —¿eso significa que te tendré que enseñar a blandir hasta un cucharón?

Galak caminaba frente a este, se encontraba más cerca del borde por el temor de ser vista, su
vestido andrajoso había quedado atrás, ahora estaba usando un pantalón caqui un poco holgado
hasta un poco más alto de la rodilla, unas botas que de cuero ceñido que le llegaban hasta la
altura de las rodillas con una chaqueta y una franela que le quedaban algo grande pero que
agradecía, le encantaba vestir holgada.

—Claro que no, engreído, te he dicho que sé usar el arco bastante bien, además que me he
defendido usando el cuchillo en muchas cacerías con mi padre —comenta la chica con bastante
hastío, se nota que el tema lo han tocado ya bastantes veces y se cansa de que la menosprecie —
además siempre me puedo convertir en animales para zafarme de todo.

Max se guarda el cuchillo en su funda, le preocupa no tener un arma la mano así que se asegura
no perder el cuchillo ya que sólo cuentan con el de Galak y el suyo propio.

—Pero no puedes depender siempre de eso, Galak —alega el certkariano de manera


aleccionadora, por más que Galak pensara que él no prestaba real atención a sus historias este
realmente lo hacía —Tu poder polimórfico es limitado y es muy fácil quedarte en cero, y cuando
esto ocurra ¿qué pasará contigo y tus sueños?

Galak piensa también en esto mientras pasa sus manos por su cola de caballo, le gustaba mucho
recogerse el cabello cuando el clima estaba frío. Pensaba en lo que podría pasar si ella fallaba en
su misión, en el ruin destino que sería morir sin conseguir lo que buscaba.

«—Te mataré» cruza por su mente repentinamente el recuerdo de aquellas palabras dichas por el
ciego esa noche, cuando sus vidas sellaron un pacto.

«Es cierto, no puedo ignorar que él dijo eso, él también es mi enemigo» piensa detenidamente
Galak colocando sus manos tras su cabeza como apoyándose, no podía dar una respuesta concisa
al certkariano que esperaba a que dijese algo, pero también le llega otro recuerdo que no
esperaba en lo absoluto: era Max riéndose, y diciéndole «¡Eres increíble!».

Estos recuerdos entremezclados hacen que Galak piense demás en su situación y no note que Max
se le aproxima con rapidez y la tome del hombro con fuerza y empiece a retirarla de la calzada
para introducirse en el follaje cercano.

—¡Ey! ¿Qué te pas…? —pregunta Galak, pero es silenciada por Max que sella su boca con su mano
mientras la obliga a resguardarse juntos.

—Alguien está viniendo por la calzada frente a nosotros, observa lo que yo no —le susurra al oído
a la chica que rápidamente deja de forcejear.

Ella se pone en alerta justo luego de que Max la suelta, este llevaba rato moviendo las orejas como
si fuesen un radar, había detectado a las personas al cruzar veinte metros por delante. El camino
daba un ángulo de sesenta grados al frente, era muy suave, pero a la larga se notaba y es lo que
Max nota al oír los pasos avanzar por los diferentes trozos de piedra cortada y acomodada para el
libre tránsito de pobladores. Ella no logra oír aquellos pasos avanzar, pero si logra ver, agazapada
como estaba, a una mujer correr a lo largo del camino. La detalla lentamente, piensa en su origen
y poco a poco se despiertan sus deseos de correr tras ella.

—¿Galak, a dónde vas? —pregunta el certkariano tras de ella, cosa que no sabe en realidad, ya
que su mente está en otra onda de sintonía.
Su mente se halla en un simple patrón de descarte, se encuentra analizando y desechando teorías
que surgen y desaparecen para esclarecer el evento. La chica viene en dirección contraria a Galak,
por lo que debe ser habitante de la aldea de La Cabra.

«Es lo más racional» piensa rápidamente, y notar que tras la chica lo que hay es un soldado
certkariano corriendo raudo hacia esta no hace más que aterrarla y empujarle a avanzar, aún sin
determinar quién sea ni de dónde realmente sea, ella no puede obviar el hecho de que su objetivo
se encuentra en esa aldea. Tampoco puede obviar que si hay uno de esos monstruos tras ella es
porque, lo más probable, es que la aldea también haya sido arrasada.

«No puede ser…» piensa ella mientras siente como cada musculo se tensa, como su paso se afinca
y como su caminar se convierte en un trotar de forma cuadrúpeda, su cuerpo acompaña su
sigiloso avance mientras ella va adquiriendo mucho pelo grisáceo en su cuerpo, su ropa es
suplantada por este extenso pelaje, sus extremidades cambian a unas delgadas y austeras patas de
color negro opaco y su rostro cambia al de un simple y refinado canido, con sus orejas cortas y
hocico chato, conocido por sus muchas referencias de viveza e inteligencia: ella era ahora un
zorro.

Mientras más galopa hacia la chica los detalles se hacen más precisos, su ropa es de campesina, de
un esmeralda esbelto que se notaba había pasado mejores tiempos para lo que ya se encontraba
raído, su altura es considerable, «ha de ser una mujer mayor» llega a pensar, su rostro es un
misterio tras sus cabello y sombras que le empañan. El correr de la campesina es muy irregular,
pareciese que su pierna izquierda aun estuviese entumecida por algo, pero por los quejidos que
vocifera supone que ha de ser por una torcedura.

Ella oía también el correr de algo tras ella, piensa en que es Max que la sigue de cerca por el
sonido de una voz que intenta susurrarle tras ella, pero realmente no le importa quien sea, sólo
observa la escena a pocos metros de su forma zorruna.

—¡Auxilio, por favor! —chilla por fin la campesina, aunque pudo estarlo haciendo hace mucho, los
oídos de Galak no le permitían saberlo, experimentaba visión de túnel, no percibía nada que no
fuese esa escena, ni si quiera el sonido que hacía más molestar que ayudar según su pensar.

—¡Galak! ¡No! —le grita Max mientras ve como esta se dirige sin titubear a intervenir, este al
pensar con impotencia por no detenerla busca en su funda el cuchillo que estaba moviendo de un
lado al otro anteriormente —Maldita sea.

Pero esta vez era diferente, esta vez el grito le hizo recordar, esta vez todo encajó en su mente, su
forma de raposa estaba tan claro quién era para ella.

«Tiene que ser…»

Así es como rauda y veloz sale de la maleza y se abalanza sobre el perseguidor. Ella había notado
en este sus orejas largas ya con anterioridad, pero no se había percatado de su aspecto, para ella,
era la primera vez que atacaba a un certkariano abiertamente, la adrenalina corría por todo su
cuerpo cuando da el salto para tumbarle a toda velocidad.

—¡¡¿Qué mierda es esto?!! —pregunta el certkariano mientras cae al suelo tumbado por un zorro
gris, este lleva puesta una armadura ligera que cubre con metal partes como su abdomen, ingle y
sus brazos, mientras que el resto de su cuerpo es cubierto por una ligera combinación de cuero y
malla, además de usar unas botas de cuero pulido. todo esto rematado por un casco de metal con
ala que posee dos agujeros para las orejas.

El Certkariano tuvo por sorpresa el ataque del canido, pero por más que Galak le hiciese caer y le
revolcase jalándole por el brazo izquierdo, este no estaba sufriendo daño alguno más allá del ser
jalado por la raposa cual perro rabioso.

—¿De dónde salió este zorro de mierda? —se pregunta el soldado en una mezcla entre extrañado,
exaltado y asustado. A pesar de estar siendo jalado en el suelo, perder su casco en la caída y de
que la mordida le duela bastante, no sufre daño alguno, cosa que Galak no nota —Suéltame de
una vez, maldita bestia.

La campesina no hace más que observar toda la escena desde detrás de un matorral en el que se
ocultó luego de oír los gruñidos del canido decide detenerse a una distancia segura para ver qué
ocurre. Es entonces que una brisa pasa a su costado sin ella notar de que se trata, su atención no
estaba en voltearse, su atención estaba en su seguridad, en saber qué le ocurrió a su perseguidor,
en descansar su pierna lastimada.

—Ese zorro gris… —murmura la campesina con una voz cabizbaja, como meditabunda.

El soldado que aún se encuentra forcejeando contra la raposa decide que ya es suficiente de
juegos, así que busca desenvainar su espada para aprovechar y cortarle mientras estuviese
concentrada en su brazo izquierdo, es lo mejor que se le ocurre antes de que empeore.

«¿A caso esa puta humana es bruja?» piensa el soldado en el suelo recostado mientras saca
rápidamente su espada corta de su cintura, para él es muy extraño que esta especie de animal
ataque a un ser antropomórfico.

— Yo que tú no haría eso —le susurra Max al oído al pobre diablo que por fin había sacado la
espada de su funda.

Max ya se encontraba tras este, había avanzado con una gran velocidad hasta colocarse sobre su
cabeza, arrodillado frente a este mientras sostiene su daga contra una hendidura en su cota, justo
donde termina está a la altura de la manzana de adán.

—¡Ey! Tranquilo, hermano, no es necesaria la violencia —dice de manera escueta el soldado a Max
intentando disuadirle, en el ángulo que está y en el que Max le está haciendo levantarse no logra
verle —Mira, yo suelto mi espada ya, ahora dile a tu mascota que me deje quieto, ¿sí?
El certkariano suelta la espada para demostrar que se ha rendido, «tiene que ser un cazador con
su zorro cazador» piensa rápidamente. A Galak no le hace ni puñetera gracia el que le diga
‘‘mascota’’ así que decide afianzar aún más su mordida haciendo que el pobre perseguidor exhale
un grito de dolor audible hasta por la campesina que se encontraba sobando su pierna tras los
matorrales.

—Suéltale ya, él se ha desarmado solito y lo necesitamos vivo —alega Max mientras amordaza al
soldado usando una llave en el brazo derecho, generalmente reducir enemigos le hacía sentir
tranquilo, pero en este caso le genera ansiedad.

Galak al notar que Max está controlando la situación recupera su forma humana, llevaba unos días
sin transformarse, tenía bastante energía, pero aún le faltaba un ‘‘calentamiento’’ previo.

—Para tu información, mascota es tu hermana, infeliz —le recrimina una cada vez más humana
Galak mientras le señala al impresionado certkariano, siente la rabia recorrer su cuerpo al verle
aún vivo ahí donde está, pero enfoca su mirada ámbar en el ciego —¿Por qué demonios lo
mantienes vivo? ¡Mátalo ya!

—¡Podemos sacarle información! ¡podemos hacer muchas cosas con él, nos es útil! —Max, que
también se siente estresado por la situación, no reprime su pensar en esta ocasión —¿Quién te
dijo a ti que saltar a por todo era lo más inteligente?

—¡Ya te dije que no podemos dejar vivo a ninguno! ¿entiendes?, ¡a ninguno!

—Entonces si vas a matar a todo certkariano que se te cruce por el camino ¿por qué no lo has
matado aún? ¿Por qué saltaste por este?

Es certkariano, ya sin casco poseía una cara muy fina, parecía bastante más joven que Max, de
cabellos morenos tenía la mirada perdida en Galak, su sorpresa fue bastante al ver que quien le
atacó hace rato era ni más ni menos que una humana metamorfa.

«Lo peor es que es una puta muchacha…» piensa sorprendido, intenta ver un método de escape,
pero es imposible, mientras más él se mueve Max le aplica fuerza a la llave regresándolo a su
posición original.

Pero este no es el único que se fija de la humana que acaba de hacer aparición frente a ellos. Da la
casualidad que la campesina aún no se había ido del todo y, viendo el enfrentamiento nota que el
zorro peculiar toma una forma todavía más peculiar, la de su vieja amiga.

—¿Galak? —pregunta la campesina acercándose poco a poco, al ir a esta velocidad no parece


recurrir al cojeo.

Ante tal pregunta ambos dejan la discusión de lado para voltear a ver a la joven campesina que se
aproxima, su ropa sólo eran harapos verdes, detallándolos mejor ahora estaban sucios a más no
poder, su cabello desgreñado, más que de campesina le daban apariencia de zarrapastrosa, su
cara, antes sólo capaz de expresar terror, ahora sólo muestra asombro, por primera vez en días.
—¿Galak…? ¿En serio eres tú? —Se acerca titubeante la campesina, en su rostro empezaba a
dibujarse una sonrisa de alegría, pero es pronta opacada cuando nota la presencia de Max.

—¿La conoces? —Pregunta Max sorprendido, pero con un tono de voz bastante seco, en realidad.

—¿Dorothy? ¿Eres mi Dory? —pregunta Galak, mostrando alegría en su interior, pero no es todo
lo que logra sentir, sus piernas le vacilan y sin darse cuenta empieza a caminar en dirección de
Dorothy —¿Estás bien? ¿Estás bien? ¿Qué te pasó…? —Galak avanza poco a poco, su voz le
flaquea al verla, en ese estado, siente que su corazón no es capaz de soportar tal emoción al
recibir un gesto afirmativo de parte de Dorothy ante sus dudas.

La pequeña chica del Gallo, la vengadora de la humanidad ante los destrozos de Certkara en
Ásgaran se encuentra ahora con un festival de emociones mientras avanza poco a poco a su
amiga, esta lo hace con las manos puestas sobre su boca, haciendo todo lo posible por no llorar,
pero ver a su amiga viva, después de tantos años y verla en ese estado, pensar en todo lo que ha
vivido, todo lo que ha sufrido, la verle, pensar en que ella tuvo que haber visto lo mismo, recordar
que estaba cojeando cuando la vio por primera vez; todo eso revoloteaba en su mente mientras
corría de brazos extendidos a abrazar a su ‘‘hermana mayor’’, abrazar a su amiga que la espera
hecha un mar de lágrimas.

—¡Galak! —le grita Max, pero ya es tarde.

El certkariano estaba analizando toda la situación y pensó que este era el momento ideal para
liberarse ya que ambos estaban distraídos, no podía quitarse de la mente el que una humana le
había derrotado, toda esa ira la canalizó en darle un potente cabezazo a Max con la parte
posterior de su cabeza, haciendo que este retrocediera un par de pasos para recuperarse. Así que
rápidamente desenvainó su propia daga da, reglamentaria en el cuerpo de expedición y avanzó
con todas sus fuerzas hasta donde se encontraban las chicas, no deseaba salvarse con rehenes; él
iba a recuperar su orgullo.

Para cuando Galak voltea a verle nota la furia en su rostro, ve en el aquello que no pudo notar en
todo su esplendo aquella noche en que murieron todos en el pueblo: ve en su rostro al primer
certkariano con deseos genuinos de asesinar a alguien y ella lo nota, en su mirada es plausible que
Galak y Dory estarán muertas y Galak lo podía palpar, podía sentir como ambas acabarían siendo
pulpa como su madre antes que ella y experimenta algo que supera su rabia y determinación:
siente miedo.

Es en ese momento en que, sin saber por qué sus manos empezaron a moverse solas, saca
temblorosa su cuchillo y se dispone frente a Dorothy a defenderle, su cuerpo quiere ser héroe,
pero ella aún no está convencida, las piernas le tiemblan y por más que blanda el cuchillo no aplica
mucha fuerza en este. Cosa que le termina pasando factura cuando de una rápida estocada abren
su guardia haciendo que suelte el cuchillo en un instante. El impulso que llevaba el certkariano se
transmite en que se abalanza sobre la chica cayendo ambos al suelo, terminando este sentado
sobre ella y preparando su daga para apuñalarle.
—Los zorros más bonitos son los rojos ¿sabes? —le alega el certkariano de manera juguetona al
ver en el rostro de Galak una mezcla de rabia y terror, cosa que disfruta bastante después de la
incomodidad que le hizo sentir hace minutos —déjame ayudarte con el disfraz, luego me
encargaré de la puta de tu amiga y por último de la mierda traidora que está allá.

Galak intenta transformarse rápidamente en una loba para atacarlo de frente, pero la
transformación tarda mucho, además que no se sentía concentrada así que intenta esquivar la
puñalada que va hacia su pecho, pero se incrusta rozándole la parte baja de la clavícula izquierda
produciéndole un dolor punzante y haciéndole gritar.

El dolor es tal que Galak no puede pensar en otra cosa más que en quitárselo de encima una
patada, pero él es muy pesado y como se encuentra sentado sobre su pelvis le es imposible
atinarle una buena patada, intenta entonces con un puñetazo, pero este se lo detiene al instante
con el brazo que aún tiene libre.

El Certkariano disfruta verla en ese estado, así que decide hundir aún más la daga en su piel,
provocando que esta se retuerza de dolor. En este estado de disfrute es poca la reacción que pudo
tener ante la daga de Max, pudo estar más atento, pero se confió al ver que no era más que un
ciego; el cuchillo de leñador que empuña el certkariano ciego a una gran velocidad atraviesa su
cráneo e incrustado desde la nuca.

—¿Están bien? —pregunta Max acercándose a las mujeres luego arrancarle el cuchillo del cadáver
para después retirarlo de encima de chica en donde se encontraba; Galak sólo gimotea intentado
contestarle, pero le cuesta contestar —¿Dónde te hirieron, Gal?

Dorothy, que observó todo aterrada, se encontraba tirada en el suelo, se había caído sentada al
ver al certkariano saltarle encima a Galak y sólo pudo presenciar en mudo horror el que
atravesaran el pecho de Galak, o al menos eso creía ella. Dory al ver que Max, otro certkariano, se
aproxima a Galak decide saltarle encima con el poco acoplo de valor que sacó de donde ni si
quiera sabe.

—¡A-Aléjate de ella, monstruo! —le exige la peli castaña al ciego poniéndose de pie, esta se
encontraba más decidida que la misma Galak, pero al contrario de esta, su cuerpo si le estaba
flaqueando, ya que no pudo dar ni un paso al frente por más que pudo, incluso se vuelve a
desplomar, entre los nervios y su dolor en la pierna, que para su desgracia se incrementaba con la
angustia de saber si Galak estaba bien o no.

—D-descuida, hermana… —le intenta reconfortar Galak con su voz entrecortada mientras intenta
incorporarse sentándose, pero le cuesta ya que la daga aún no ha salido de ella, la adrenalina del
momento ya pasó y el dolor ha aumentado una barbaridad, pero intenta no exteriorizarlo mucho
al tenerlos a los dos al frente —Él es un amigo…

—¿Amigo? —murmura algo sacada de onda viendo el rostro confiado de Galak y luego el de aquél
certkariano leñador ciego —¿Estás loca? Estos monstruos no pueden ser amigos de nadie ¡sólo
mira cómo se matan entre ellos!
—Lo maté para salvarlas —replica Max ante lo absurdo de la discusión.

Max intenta acercarse a Galak para revisarle, pero Dory gatea hasta ponerse en medio de ambos,
esto no hace Max que molestar a Max.

—Dory… —gime Galak con poco de dolor, Dorothy voltea y se da cuenta que esta la está mirando
con una sonrisa más de resistencia que de alegría —confía en mi…

Esta después de ver la sonrisa adolorida de Galak decide ceder, no sin reprocharse un poco si es lo
correcto. Max aprovecha esto para acercarse a la adolescente y verificar su estado.

—Que sea la última vez que me llamas por mi nombre… —le reprende de una bocanada, luego de
esto exhala e inhala profundamente para poder hablar mejor y sin gemir —me tienes que decir
ama.

—Por favor, ya deja esas fantasías de dominatriz que tienes —le responde de manera seca, quiere
bromear, pero sabe que no es el momento —¿Dónde estás herida?

Galak se recuesta un momento, sólo puede usar su brazo derecho a menos que quiera desmayarse
de dolor, así que se recuesta para tomarle de la mano y guiarlo hasta donde se encuentra el
cuchillo aún incrustado. Ella intenta reprimir todo llanto en lo que él lo toca, pero no puede evitar
soltar un gemido ahogado.

—Perfecto, aun lo tienes incrustado. Y a juzgar por la zona… —Max aprovecha de tocar alrededor
para saber si hubo otro daño, pero sintió la piel sana. La herida se había realizado a la altura de la
clavícula, no había tocado nada vital y eso le sacó de preocupación —Tenemos que irnos ya,
tenemos que atenderte y aquí no es el lugar propicio.

—¿Es grave? —pregunta Galak en un susurro mientras Max se dispone a cargarla lateralmente.

—No lo sé, pero eso tengo que revisarlo mejor en un refugio —contesta secamente mientras la
carga intentado ser lo más delicado ya que el cuchillo no debe ser removido aún —así que lo mejor
será retroceder a la acabaña que vimos en el medio del bosque.

Dorothy se logra por fin poner de pie, ya no sentía el miedo que le invadió hace un momento,
ahora sentía desconfianza, pero no deseaba expresarlo abiertamente para no incomodar a Galak,
pero en este plan de acción decidió intervenir.

—¿La cabaña del viejo Hugo? —pregunta la peli castaña mientras señala en la dirección en la que
se encuentra originalmente la cabaña dicha por Max.

—¿Conoces ese lugar, jovencita? —le pregunta Max intentando ser cordial.

—Sí, es la única cabaña en medio del bosque que hay en las cercanías —explica detalladamente la
joven, pero luego se muestra aún más seria —Esa cabaña está a bastante distancia de aquí, nos
tomará hasta la noche llegar a ella.
—Entonces vamos sin pensar mucho —dice Max empezando a andar, pero es detenido
rápidamente por Dorothy —¿Qué pasa? ¡Necesitamos llegar lo más pronto posible para revisarla!

—Conozco un lugar más cercano donde podremos ocultarnos por esta noche —dice la chica
revirándole, pero sin que Galak notase eso —Sígueme, es por aquí.

Max no titubeo y empezó a seguir los pasos de Dory que resonaban en sus largas orejas, oía como
su andar era errático, se notaba el problema en la pierna, al menos auditivamente, porque de
manera visual ella sabía ocultarlo. El certkariano no le presta mucha atención en primera estancia,
la preocupación ahora mismo era Galak, que estaba empezando a flaquear y a adormecerse.

«No sirvo para nada…» piensa la chica mientras recuesta su cara del pectoral de Max, el dolor ya
es incluso más pasable, pero recuerda lo calido que se sintió la sangre pasar por su hombro
cuando estaba ahí, tendida, viendo como Max y Dory peleaban. El sueño la empieza a vencer, y la
lluvia de pensamientos negativos la acurruca en ida a los sueños, aquellos que ya le atormentaban
desde aquella fatídica noche.

—No te duermas ahora, Gal, aun no… —le dice al sentirla recostar su rostro de su pecho, no desea
sacudirla para no agravar las cosas, pero intenta despertarla con ligeros apretones.

—No estoy dormida… sólo no quiero hablar —responde pausadamente, se le nota muy apagada,
cosa que no hace más que preocupar a Max.

Con la guía de Dorothy, los tres terminan llegando a una pequeña cabaña dentro de una cueva
justo cuando el ocaso se hacía presente en el horizonte, al entrar, Dorothy agradece que las cosas
sigan en su lugar, así que lo primero que hacen es recostar a Galak en una cama del dormitorio
más cercano y buscar los materiales con los cuales realizarle los primeros auxilios.

—Necesitaré algún ungüento que tengas, tela, agua caliente, aguja e hilo —le ordena Max a Dory
que no lo toma de buena manera —de no conseguir tela, trae prendas de vestir de los habitantes
de esta casa.

—Si no mal recuerdo, esta es la casa que hicieron los chicos el mes que me quedé a vivir contigo,
Dory —comenta Galak calmadamente desde la cama donde se encontraba observando el techo
hasta que decide voltear a ver a Dorothy, justo al oír tal recuerdo abandona su rostro tenso para
regalar una ligera sonrisa nostálgica.

—Veré si consigo todo —contesta más afable para luego retirarse de la habitación a buscar los
materiales.

En ese momento que quedan solos Max aprovecha para desenfundar y limpiar el cuchillo que aun
portaba la sangre del soldado y Galak se dedica sólo a ver el techo, perdida en sus pensamientos
mientras la ansiedad la invade.

—Lo siento —se disculpa la chica con una voz casi que inaudible.
—Sabes que no debiste hacer lo que hiciste —le responde Max de manera muy seca y rígida —
arriesgaste nuestra posición mostrándote ante el enemigo sin plantearte antes nuestra situación.

—Lo siento.

—Ni si quiera consideraste la mínima posibilidad de que no fuera solo uno, que hubiese más tras
de él esperándonos para atacar.

—Lo siento.

—Me obligaste a revelar mi posición por no aplicar fuerza letal sobre el oponente mientras que
este estuvo a punto de matarte, no una, sino dos veces, incluso te hizo una herida que si no es
mortal puede ser grave.

La tensión en la habitación era palpable, luego de decir esto Max continúa pasando su trapo sobre
el cuchillo para limpiarlo y al callarse logra oír con claridad el gimoteo suave de Galak, estaba
llorando.

—Lo lamento tanto, fue mi error y no hay nada que pueda hacer para invertir lo que pasó —
responde la chica con la voz quebradiza, desea sincerarse con su protector, siente que se lo debe,
mientras, Dory oye todo lo que hablan recostada de la pared de afuera de la habitación—Todo
calzaba en mi mente, era un ataque a la aldea de La Cabra, lugar que conozco y amo, y esta chica
era sobreviviente, necesitaba vencer a ese infeliz por mis vecinos muertos, necesitaba demostrar
que puedo participar activamente en la defensa de aquello que amo, porque se los debo, porque
se me arruga el corazón pensar que mi amiga, mi hermana se encuentra cojeando como lo está,
que su apariencia sea así de andrajosa me remueve la impotencia de pensar qué le habrán hecho,
quise hacer por lo que antes fallé.

—¿Y planeabas hacerlo desde la tumba? — pregunta Max ácidamente para luego hacer una
pregunta menos insidiosa —¿Por qué no te defendiste de él?

—No quería morir ahí, pero… tuve miedo ¿sí?, tuve miedo de él, pensé en lo mucho que debió
temer mi madre cuando murió por mi… —dice Galak intentando recomponerse, no deseaba llorar
más, pero es complicado cuando está convertida un mar de lágrimas.

Max siente el dolor en sus palabras y sabe que lo que le dice le duele más que el cuchillo que aun
lleva clavado en el pecho.

—Si quieres seguir en esta senda ya no puedes dejar que el miedo te domine, cuando sea matar o
morir debes estar siempre firme y arrebatar las vidas que sean necesarias, niña —le responde de
manera muy cándida luego de segundos de silencio, es la primera vez que Max acaricia la cabeza
de Galak como su fuera un padre, cosa que Galak logra notar a pesar de ser un mar de llanto —
Vamos, deberías guardar esas lagrimas para cuando tu amiga decida entrar a la habitación y te
terminemos de curar.
Después de oír tales palabras, Dory entra en la habitación con los materiales necesarios, aunque
sólo consiguiera el hilo, la aguja y el ungüento, tuvo que buscar un viejo vestido que tenía
guardado en la cabaña.

Dorothy se sentía algo intimidada ante que Max supiera que ella estaba allí, pero para Max el oír a
personas hasta al menos quince metros a la redonda le era fácil, aún más en lugares tan callados
como esa cabaña. El certkariano le suplica a Dory que sea la encargada de cocer la herida en
cuanto le remuevan el cuchillo a lo que esta se siente extrañada, no había visto esa actitud en
certkariano alguno.

—Uno, dos y ¡tres! —es lo último que logra oír Galak de parte de Max antes de que removieran el
cuchillo de su herida y se dedicaran a limpiar y, posteriormente, cocer la herida.

Mientras Dory se dedica a cocer la herida con su pulso firme frente a la presión y las constantes
quejas de su amiga, Max se dedica a agarrarle de la mano para que esta pueda apretarle con la
fuerza que quiera y es luego de todo esto que el certkariano decide ir a buscar comida antes que
sea más tarde mientras Dorothy se queda para terminar de aplicar el ungüento sobre la herida
para empezar a vendarla.

—Listo, ya terminé de vendarte —comenta Dory a Galak que se vuelve a recostar exhausta en la
cama, el tratamiento termino pasada la noche y ella lo sentía en su cansancio —por suerte tu
herida no fue tan profunda como pensaba, te puse ungüento de ishii, debería acelerar bastante la
cicatrización, pero de momento no deberías mover el brazo izquierdo.

El vendaje era simple pero efectivo, incluso Dory logró hacer un cabestrillo improvisado para
inmovilizar el brazo y así evitar que reabra la herida. Galak se sentía rara recibiendo tanta
atención.

—El vestido que usaste para atenderme ¿Cuál era?, no recuerdo que usaras uno blanco —
pregunta Galak mientras se ve el vendaje y luego voltea a verle.

—¡Ah! Es que no lo supiste porque pasó justo luego de que te fueras de vuelta tu aldea la última
vez que viniste —le comenta Dory con una cara de culpable en su rostro —este vestido era uno
que Joshua trajo hasta acá, el deseaba entregártelo para mostrar su interés en ti.

—Espera ¿Me estás diciendo que yo le gustaba a Joshua? —pregunta Galak impresionada, no
recordaba que él le tuviese afecto alguno, más bien era del tipo de chico con el que se iba a jugar a
los soldados —Pero si él era uno de los que más mal se portaba conmigo.

—Y precisamente por eso es que tiene sentido, Gally —comenta Dory con nostalgia, recuerda lo
muy masculina que era Galak que hasta se iba a jugar con los chicos al campo —los chicos son así
cuando una niña les gusta.

Galak intenta recordar más, pero el pensamiento intrusivo de Orión refuta lo que le decía su
amiga.
—Tienes razón —responde Galak riendo un poco, recordar esa época le hacía feliz —es una
lástima que nunca me lo pude poner.

—Ya has crecido bastante, Gal.

—No tanto como quisiera, hermana —responde Galak con desanimo mientras se tapa con una
cobija su pecho vendado.

—No es necesario que te tapes, Gally, ya vi que estás como para violarte —le comenta mientras
busca hacerle cosquillas, pero no se esmera mucho para no empeorar su situación —eres muy
hermosa, hermanita, deberías buscarte un lindo príncipe —luego de decir esto Dory se para de la
cama y se dirige fuera de la habitación con los trapos ensangrentados, es en la sala de estar donde
esta se recluye en un rincón de la solitaria casa para sobarse la pierna ya que el dolor le estaba
empezando a afectar, en total oscuridad, empieza a emitir una luz azulada desde esa pierna bajo
el faldón de su vestido.

—Un príncipe… —murmura Galak mientras intenta conciliar el sueño en esa cabaña de recuerdos.

¿Me Protegerás, Gal?

Amanece en el bosque próximo a la aldea de La Cabra, los arboles silban ante la brisa vespertina;
los orangutanes manchados, qué se encontraban rodeando la entrada a la cueva durante la noche,
deciden retirarse en el día a sus refugios. El bosque empieza a vibrar ante el nuevo día y es Max
quien se encuentra en el medio de este, sentado en el suelo en posición de indio, llevaba el
cuchillo sobre las piernas cruzadas mientras lo sostenía con la mano derecha, se encontraba sólo
con sus pantalones, mostrando las muchas cicatrices que marcaban su torso, su rostro ya
empezaba a acumular una cantidad importante de barba, empieza a parecer un leñador genuino.
Mientras él se mantenía en calma, son sus orejas las que se mantienen en movimiento haciendo
pequeños giros, detectando cuanto chasquido o sonido pueda obtener del profundo bosque. Y es
cuando escucha un mínimo chillido, seguido de un movimiento en la maleza, que su atención al
detalle rinde frutos.

Max arroja el cuchillo con mucha fuerza hacia donde se origina el sonido, suena el paso de este a
través de la carne y luego el típico ‘‘toc’’ de la madera. Max se siente satisfecho, al acercarse hacia
donde arrojó el cuchillo tantea como este atravesó a una pequeña liebre matándola en el acto, fue
un éxito su espera y más al notar que está algo gordita.

Rato después de tan fructífera caza el certkariano se aproxima a la cueva notando, por el sonido
de sus pasos y del batir de la ropa al viendo, que Dorothy se encuentra fuera de esta, aun secando
la ropa que lavó más temprano, el ciego se levantó muy temprano para buscar la comida mientras
la peli castaña se levantó rato después dedicándose a sus tareas sin pronunciar palabra alguna,
sólo se acercó a ver el estado de Galak que seguía durmiendo como una bebé. Pero es cuando ella
ve a Max regresar después de andar una hora en el bosque le mira con desprecio, indignación y sin
decoro a que este le vea hacerlo.
—Buenos días —saluda Max luego de detectar su presencia, más no recibe respuesta alguna de la
humana así que decide hacer caso omiso y entrar a la cabaña.

«Malditas bestias…» piensa para sí mientras extiende una de las prendas de Galak en el
tendedero. En su mente sólo hay recuerdos de su amado decapitado, de cómo abrazaba su cabeza
con ternura mientras aun escurría sangre, luego, al voltear hacia arriba ve como un certkariano la
toma por los cabellos.

La mañana poco a poco se muestra más iluminada, incluso en la cueva empiezan a colarse los
rayos del sol que llegan hasta la cabaña, Galak ya llevaba rato de haber despertado, incluso se
encontraba agradecida de los cuidados de Dory, su amplio conocimiento en medicamentos
herbales le lograron reducir bastante los daños en su pecho. Ya para cuando el rocío matutino se
hubo evaporado, los tres se encontraban comiendo lo que preparó Max con los restos mortales de
la liebre, todos reunidos frente a la chimenea donde se asaron.

—¿A caso eres idiota? ¿Cómo se te ocurre cazar una liebre embarazada? —le reclama Galak al
certkariano la chica vendada con retazos de un vestido, esta sólo estaba usando el pantalón y sin
nada arriba más que vendas que hacían las de un top, ocultando sus pechos.

—No sabía que estaba embarazada, cuando cazo es lo menos que noto —le contesta Max con
serenidad.

—Entonces debiste esperar a que yo despertara para cazar —comenta Galak con soberbia —ya
que, por lo que me cuentas, yo cazo mejor que tú.

La discusión prosigue mientras Dory los observa, distante, reservada, los ve esgrimir sus palabras
en una discusión que, pese a su aire de familiaridad, ella la ve con disgusto, no concibe tal
tranquilidad al hablar con un certkariano, recordando el llanto y los gritos de mujeres y niñas de su
aldea.

«—Me encanta tu trasero» recuerda oír de una figura oscura mientras lamía su nuca «—
escucharlo aplaudir contra mí es una delicia.»

—A propósito, Dory, ¿por qué no has probado bocado aun? —pregunta Galak con bastante
curiosidad; rompiendo, sin saber, su concentración al acercarle un poco de la carne a su cara —¿es
acaso por lo que dije sobre que estaba embarazada?

Dory voltea a verle, su expresión era de asco, pero no tanto por la comida en sí, era por el mero
hecho de comer algo cazado por él, por su mera presencia. Galak nota esto, pero Dorothy cambia
rápidamente su expresión a una más desenfadada y empática.

—No es por eso, Gally —dice la peli castaña, alejando la carne con su mano teniendo el cuidado de
no ser ofensiva con su amiga —es que realmente no tengo hambre.

—¿No tienes hambre? —le pregunta Galak extrañada, el pedazo de liebre que le ofrecía decide
ponerlo cerca del fuego nuevamente.
—Comí algo que hace rato conseguí dentro de la cueva —le responde Dorothy forzando una
sonrisa para mostrarse aún más desenfadada —no tengo ganas de comer esa comida en este
momento.

—Oh…—suspira Galak en decepción, siente que el momento se está haciendo incómodo.

—No te sientas mal, Gally, mejor hablemos de otra cosa —intenta consolarle Dory acariciando su
mejilla obteniendo una ligera sonrisa de esta.

—Como del ¿qué fue lo que sucedió en la aldea de La Cabra, por ejemplo? —pregunta secamente
Max para luego probar un buen bocado de muslo —o el cómo te las arreglaste para llegar hasta
acá, ese puede ser un buen punto de partida también.

Galak voltea a verle en forma de reproche, incluso hace un refunfuño para que lo capte, pero
luego voltea a ver la expresión de su amiga, la cual nota con mucha furia retenida.

—¡Deja de ser tan brusco, Max! —le reprocha Galak mientras ve como la expresión de Dory se va
suavizando —Aunque no se equivoca, necesitamos saber que ocurrió para planear lo que haremos
a continuación.

Dorothy oye la dulzura con la que Galak suaviza la interrogante que también pasaba por su cabeza
y recuerda la conversación que tuvieron la noche anterior, así que, luego de un breve silencio,
decide comentarles lo ocurrido.

—La verdad es que toda la aldea se enteró que El Gallo fue incinerada y todos se pusieron en
alerta así que nuestros hombres se prepararon para realizarles una emboscada a las tropas del
imperio, entre ellos iban Ringo y mi padre...

Galak y Max se encuentran bastante atentos a la historia, mientras que una le mira directamente a
los ojos a su amiga de infancia, el otro sólo se dedica a comer y a disfrutar cada bocado.

» No sé exactamente lo que pasó en el bosque cercano al paso donde se supone que iban a
realizar la emboscada, pero el punto es que los derrotaron y ya, a horas del mediodía, se
encontraban en puertas de La Cabra en donde nos esclavizaron… —Dorothy no puede continuar,
recuerda los comentarios de horrible tortura que les realizaron a los hombres de la aldea antes de
avanzar, recuerda lo que les ocurrió apenas el primer día de ocupación.

—¿Dory…? —susurra Galak a su amiga taciturna, mientras se oye el cantar de un ave nocturna que
busca refugio en la cueva.

El silencio prosigue mientras la chica va recordando las risas de esos certkarianos, todos ellos…
alrededor de su madre. Ella se muerde los labios con fuerza hasta que puede continuar como si
nada.
—Y con lo que me contaste anoche sé que lo del Gallo fue cierto así que creo que lo mejor es que
vengas a La Cabra —sugiere la hija de pastores, con una confianza renovada que hasta Max logra
notar desde donde se halla aun comiendo.

—Espera… ¿Pero no estás diciendo que esa aldea fue ocupada también? —pregunta Galak
bastante confundida por el cambio de dirección en la conversación.

—Eso fue hasta hace dos días, ellos se marcharon de la aldea en dirección a Rivial, parece que
fueron acusados por destruir tu aldea, Gal —confiesa la peli castaña haciendo que la cara de Galak
reaccione en sorpresa ante lo que oye —al menos eso oí.

Galak se queda callada ante lo que acaba de oír, pero no se mantiene mucho en este estado. Max,
por otra parte, se mantiene a la expectativa de lo que pueda oír, esta información le ha puesto
tenso.

—Ya veo… —concuerda Galak finalmente en total calma, su mirada mostraba una rara serenidad
—y ¿cómo es que lograste llegar hasta aquí?

Dorothy nota el cambio de actitud de la pequeña Galak, así que decide ser más cautelosa con lo
que diga.

—Es que soy de un grupo de pobladores que consiguió esconderse en el pequeño sótano bajo la
casa del viejo Treford —comenta Dorothy con más emoción que antes, pero se detiene a agarrarse
de la falda del vestido, conteniendo sus emociones ante lo que dirá —todo fue idea de mamá… de
no haber sido por ella… yo no estaría aquí… allí esperamos hasta que las tropas hubiesen
abandonado el poblado.

—Entiendo, continua —ordena Galak con una cálida mirada compresiva en su rostro, cosa que
alivió a Dorothy, realmente detestaba la idea de hacer llorar a su hermanita, aun a costa de su
propio llanto.

—Cada madrugada salía uno de nosotros a buscar provisiones, era riesgoso, pero necesario —
cuenta Dory con bastante calma —luego de que se fueran esperamos un par de días para salir y fui
yo quien tenía que comprobar que en verdad se hubieron retirado.

—Y fue así, ¿no? —pregunta la peli cobriza recordando lo que ella misma había mencionado antes.

—No del todo. O sea, sí se habían ido del poblado, pero decidí encaminarme a por los cuerpos de
los difuntos en la batalla y fue entonces cuando me conseguí con ese rezagado que estaba
patrullando, y fue entonces cuando me encontraste, Gal —concluye la chica con algo de amargura,
pero sin dejar de mostrarse calmada.

Max, que lleva desde el inicio oyendo la conversación, decide terminar de comer rápido su parte y
ponerse de pie mientras sacude los restos de comida que pudieron haber caído en su ropa.
—Se hace tarde, Gal, será mejor que vayamos a entrenar antes de seguir nuestra marcha —
sugiere el certkariano, que no necesita tener visión para saber que Dory le observa con una mirada
asesina.

Para sorpresa de la hija de pastores, Galak decide ponerse de pie e ir tras el certkariano para salir
de la cabaña. Esto le resultó totalmente desconcertante en el estado que se encontraba la
adolescente.

—Espera, Galak —le ordena Dorothy y en su voz aún se nota cierto escepticismo hacia lo extraño
de la situación —¿Qué demonios haces?

Galak, que se encontraba al lado de Max se gira con un rostro bastante despreocupado.

—¿A qué te refieres, Dory?

—¿Estás mal de la cabeza? ¿cómo se te ocurre ir a entrenar estando en ese estado? —pregunta la
chica viendo los vendajes y su férula de la adolescente y en genuina preocupación sigue
oponiéndose —sé que el ungüento que te preparé te acelera la curación e inhibe ciertos dolores,
pero no te has recuperado aún en ese brazo…

Galak ve a su amiga de infancia preocupada y luego gira su mirada a su brazo izquierdo vendado,
recordando todo lo que pensó en la noche hasta dormirse, recriminándose a sí misma por ser tan
débil.

—No te preocupes, hermanita, aun poseo otra mano —le contesta saludándole con un gesto
usando la derecha de manera muy amigable — y es necesario que mejore mi manejo de armas o
no podré defenderte una próxima vez.

Dory ve a Galak tan decidida que le trae recuerdos de cuando eran más jóvenes, recuerda como
ella siempre intentaba solventar sus problemas ella sola y con carácter. Es precisamente por estos
preciados recuerdos que, al ver como Galak se gira para salir de la cabaña, es que esta corre tras
su hermana y le toma de la mano.

—Espera… —le suplica Dory a Galak que estaba a nada de salir por el umbral de la puerta, sus
manos apenas agarran los dedos de Galak, los siente tan ásperos, como los de alguien que lleva
trabajando toda su vida —no lo hagas… por favor.

Al notar que la peli cobriza se detiene Max decide intervenir colocando su mano sobre el hombro
de Dory.

—Oye, relájate, tampoco le voy a hacer dañ… —Max intenta calmar a la chica, pero se
desconcierta al notar como su mano es rápidamente apartada del hombro de Dory por ella misma
usando su otra mano.
—¡No me vuelvas a poner una mano encima! ¡¿Me oíste, maldita basura?! —La mirada y
expresión de Dory expresaban una mezcla de furia y asco que no dejan de acuchillear
imaginariamente el rostro de Max.

—Ya es suficiente —espeta secamente Galak cortando la tensión del momento con autoridad —
Max, adelántate, te alcanzo en un momento.

La metamorfa nota que Max se siente ofendido, pero sabe que él no actuaría mal en ese estado y
esto se confirma cuando este se va sin decir nada.

—Maldita basura, no merece… — Dorothy aun maldice en voz baja, sus ojos aun fijos en el
certkariano que se aleja son muy penetrantes, pero es detenida por Galak que coloca su dedo
índice sobre los labios de Dory.

—Dije que es suficiente, Dory —reitera Galak sonando como una madre, cosa que hacía la escena
algo absurda para la mente de Dorothy.

Luego de un breve silencio de ambas mientras se observan mutuamente, Galak es quien decide
romper el hielo.

—Entiendo que me quieras proteger, pero ya no soy aquella niña que siempre estaba cubierta de
lodo, ahora soy mayor y necesito que confíes en mi juicio, Dory —comenta Galak con calma y
dulzura, se siente conmovida por la preocupación de su amiga.

—Pero no quiero que te pase nada malo.

—No ocurrirá, y si algo logra hacerme daño le iré a patear el trasero tarde o temprano —
fanfarronea con una genuina sonrisa en su rostro, cosa que hace que Dorothy sienta algo de alivio
—es una promesa.

Es luego de esto que Dory decide entrar a la cabaña y cerrar la puerta, cosa que Galak entiende
como que por fin está teniendo confianza en su hermanita menor.

—Regresa pronto, hermana —le ordena Dory gritando desde detrás de la puerta —No puedes
andar por ahí sin ropa en tu torso.

—No tardaré, hermana —contesta Galak para luego reír un poco mientras se aleja de la cabaña
para ir en búsqueda de Max.

Luego de encontrar al certkariano en un claro cerca del camino a La Cabra, este le arroja una rama
similar al bastón que este usaba para guiarse, el tiempo que Galak se tomó en llegar fue el
necesario para que consiguiera una similar. Al cabo de un rato ambos se dedican a practicar
estocadas, Galak es quien defiende en esta ronda, se le notaba el cansancio en la capa de sudor
que le cubría toda la frente, brazos y torsos, incluso empapando las vendas y haciendo que el
cabello se le pegue en la cara, cosa que le hace lamentarse el no habérselo recogido en una cola.
—¿Por qué tengo que defenderme tanto? —Pregunta Galak entre jadeos, mantiene la rama con la
mano derecha, pero el efecto analgésico de las plantas empieza a pasarse y ella está recobrando el
dolor en su herida.

—Porque tengo que asegurarme de que sepas como desviar un ataque directo, no quiero que se
repita lo de la otra vez —contesta Max haciendo que Galak se enoje un poco más su molestia no
es contra él —la primera lección es que si no has decidido que hacer aún lo mejor es saber cómo
defenderte.

Las estocadas continuaron hasta que Max decide darle un ligero descanso a la peli cobriza, sentía
que estaba muy pensativa para luchar; pensó en preguntarle, pero sabía el motivo de su pensar, o
al menos eso sospechaba, así que sólo decidió sentarse a su lado en el mismo tronco caído donde
se dedicó a seguir vigilando con su oído los alrededores.

—Estoy casi segura que tienes diferencias en el plan de ir a la aldea, así que deberías decírmelas
ahora —comenta Galak bajándose del tronco pasa tirarse en el suelo boca arriba, sentía que la
humedad de este le haría desacalorar más deprisa.

—Rivial es una ciudad con una defensa muy potente, de caer tuvo que haber sido con el grueso
del ejercito de Certkara, y de ser ese el caso, es muy poco probable que el pueblo esté desocupado
—comenta Max con franqueza e inteligencia, Galak no interrumpe, sólo se mantiene oyendo —
otro punto es el soldado que nos encontramos en el camino, este poseía una armadura poco
común, al tacto la identifiqué, ese uso de tela malla es único y exclusivo de EDEXYR.

—Sólo podría decir que ellos no fueron los que atacaron mi pueblo —comenta Galak haciendo
desconcertar al certkariano.

—¿Cómo sabes eso? ¿Sugieres que vienen de otro lado? —pregunta Max algo extrañado.

—No sugiero nada, sólo sé que ellos no fueron —culmina Galak sin dejar de ver las nubes, el dolor
empezaba a aumentar así que la práctica de hoy se tuvo que retener.

Max se queda pensando esa confesión de la chica, desea seguir preguntando, pero prefiere seguir
con el tema principal.

—Bueno… El equipo de Exploración y Reconocimiento, o EDEXYR como se les conoce, no trabaja


de manera convencional a un ejército, sus trucos son de guerrillas y, para que uno de estos
equipos haya sido usado en la toma de un pueblo tiene que ser que el ejército principal se
encuentra en otro frente —comenta Max sin ocultar su conocimiento militar, parece olvidar que
Galak deseaba corroborar si este lo es o no, pero en su mente sólo ronda una funesta posibilidad
«Si todo lo que digo es cierto, entonces quien está en el pueblo es esa maldita loca… es la única
que aceptaría misiones de este tipo, tenemos que ser precavidos ante esto.»

—Y entonces… ¿Qué sugieres? —pregunta Galak con una rama en la boca, por su tono se le nota
calmada pese al dolor.
—Pues… según logro recordar, nuestro objetivo era conseguir hablar con el padre de tu amiga
para conseguir el paradero de tu padre, considero que lo mejor sería rodear el pueblo y avanzar
hasta una población más segura, como Rivial —contesta finalmente Max, absorto en sus
pensamientos, sólo puede pensar en esta alternativa —sé que esto alarga el viaje, pero
necesitamos estabilidad en este momento, y más con la meta que seguimos.

Galak nota el sarcasmo en estas últimas palabras, pero las ignora. Prefiere mantenerse en silencio
pensando mientras Max se pone de pie y se dedica a estirarse.

—Creo que lo mejor será pasar por el pueblo —contesta finalmente la chica para sorpresa de Max
—conozco estos bosques, aquí me crie, de haber algo en el pueblo podemos huir muy fácil, cosa
que no pasará en esa ciudad, ni si quiera le conozco.

—Me parece un pésimo plan —comenta Max sin tapujos, en otras circunstancias sería más
delicado, pero es una niña con quien discute, no siente necesidad de ser respetuoso.

—No me importa lo que te parezca, es lo que haremos y ya está —contesta tajantemente la niña
recostada del suelo, al intentar sentarse siente las punzadas y decide que ya es hora de regresar —
si tanto miedo te da el pueblo, puedes vigilarnos desde la maleza sin entrar, conejito asustado.

Max se siente ofendido ante esto, pero está consciente de que ella está intentando mediar las
historias de ambos para conseguir un mejor plan, por lo que siente que ella necesita tomar esta
decisión para crecer como líder, sin embargo, aún posee sus reservas ante esta idea.

El medio día se acerca, pero ellos ni lo notan, debido a lo nublado del ambiente, luego del ligero
descanso de Galak y el estiramiento post ejercicio de Max, ambos se embarcan en su regreso a la
cueva. Max incluso pasa su mano por su rostro para sentir su barba, ya estaba lo suficientemente
larga como para cortársela, era lo que más anhelaba en ese momento.

—Me pregunto ¿Por qué habrá actuado ella así contigo? —se pregunta Galak mientras avanza de
vuelta a la cabaña, luego de eso voltea a preguntarle a su escolta —¿Tienes alguna idea?

Max se cuestiona un poco si decirle o no, sabiendo cómo es la chica, no desea alarmarla, pero
prefiere serle sincero en estos casos, más cuando sabe que ella debe estarle mirando con ojos
llenos de curiosidad y melancolía.

—Es obvio, niña —Comenta Max con toda la tranquilidad que puede, incluso utiliza una pausa
dramática para intentar que esta se lo come con calma —ese tipo de reacciones sólo las presentan
aquellos que fueron… ya sabes…

—¿«que fueron…» qué, Max? —pregunta seriamente Galak, lo que hizo Max causó un efecto
totalmente contrario al que él quería.

—Es una reacción de personas que sufrieron abuso sexual, Gal —confiesa finalmente el
certkariano, preocupado por la reacción de la chica, pero esta se mantiene de pie por lo que logra
percibir.
En la mente de Galak todo encaja, desde el estado en el que la encontraron, el que le defienda tan
fervientemente de Max, el que no quiera comer su comida, todo encajaba, ahora en su mente
piensa que mientras ella sonreía para hacerla sentir mejor frente a la cabaña, ella tendría que
estar derrumbándose dentro de esta.

Y no estaba para nada equivocada, justo después de la despedida de Galak más temprano, cuando
fue tras Max para entrenar, Dory se encontraba apoyada en la puerta de la cabaña llorando
intensamente lo que no pudo desde que se encontró con su amiga. El llanto acentuaba los
moretones en su rostro que aún se logran ver.

—Soy una tonta —balbucea entre su llanto, luego de quedarse sola esta desenvolvió su pierna
para dejar al aire libre un profundo corte en la pierna que se divide en tres surcos cruzados, uno
de estos cortes está brillando en un intenso azul, pero ella sólo podía pensar en Galak y en lo
estúpida que se siente por intentar mostrarse fuerte.

Recuerda lo que hablaron la noche pasada, luego de que esta tranquilizara el dolor de su pierna,
hablaron de lo que le pasó a la aldea Del Gallo, recuerda la facilidad con la que Galak comentaba
cada detalle escabroso, hasta le parecía morbosa su tranquilidad, pero esto no impedía que se
sintiera triste por todo lo ocurrido.

De pronto en su mente, debido al que no ha comido en días, empiezan a revolotear con


alucinaciones, todas estas evocando los días que estaba aprisionada, días en los que el deseo
carnal sucumbió ante la tersa palidez de sus nalgas. La habitación poco a poco empieza a cambiar
para tomar la forma de una de las habitaciones de la finca de su padre.

—Eres la mejor golfa que he visto en todas nuestras guerras —dice uno de los certkarianos que se
materializa frente a ella, o para ser más específicos, encima de ella. Es delgado, su rostro es
robusto, no combina para nada con lo delgado que es, este no hace más que darle cumplidos
asquerosos que le hacen sentir más sucia de lo que ya está —desde que la capitana te acobijó no
sabes cuando he deseado con meter mi verga en ti, y no puedo creer que eso se cumpla… los
milagros existen.

Luego de decir esto el certkariano que se encontraba montándola acelera la velocidad de


embestida, las redondas nalgas de la chica van al compás de las embestidas de este bruto que ni si
quiera tiene la amabilidad de hacerlo con suavidad. Dory se encontraba boca abajo su mirada y
expresión eran las de alguien muerto en vida, una persona que se encontraba en su lugar feliz,
huyendo de lo que sea que se encuentre poseyendo su cuerpo.

—Oye, Bill, deberías ir con más cuidado, la vas a romper —le sugiere otro certkariano que empieza
a materializarse frente a estos, su cuerpo es igualmente delgado, pero a diferencia de Bill, su
rostro es más ovalado, este también se encuentra disfrutando de los placeres de Dorothy,
obligándole a lamerle el pene como si fuera la paleta más cremosa y deliciosa de helado.

—Esperé por ella durante días, Ro, ¡DÍAS!, no desaprovecharé todo lo que me he aguantado —
contesta mientras se aferra de las caderas de la chica, desea cambiarla de posición, hacerle
levantar el culo para poder ‘‘entrarle’’ mejor —espero te guste la idea de ser mamá, hija de puta,
porque me vas a aguantar hasta las ganas de ir al baño.

En ese momento la chica despierta de sus recuerdos, se encontraba nuevamente sola, en aquella
cabaña, el hambre la durmió y fue esta la que la despertó con el rugir de su estómago.

—Maldición —susurra para sí mientras se sostiene el estómago, luego de esto recuerda lo que
había frente a la chimenea.

Dory se levanta débilmente para ver si aún quedaba ahí, los trozos de carne de liebre que le
correspondían.

«No deseo comer nada que haya cazado esa mierda…» intenta mantenerse firme, pero es
demasiado para ella y corre a por la comida asada al fuego que ya hace rato se apagó.

Al agarrar las piezas de carne ya tenía varias moscas encima, pero esto no le importó y empezó a
comer mientras sus lágrimas emergen nuevamente ante su impotencia.

«Galak…» piensa para sí ya que está comiendo como una muerta de hambre, pero el pensar en su
hermana le hace colocar su mano sobre su propio vientre para tantearlo.

«—Descuida, si llega a ser niña yo me haré cargo» recuerda amargamente que fue lo último que le
dijo ese infeliz a los días, luego de cogérsela tantas veces que ya ni el recuerdo alcanza.

—¿Serías capaz de protegerme, o incluso protegerte, de esto?... —pregunta al aire luego de comer
mientras mira fijamente la puerta cerrada, como esperando que los certkarianos entren a
buscarla, para llevarla con ellos —¿Me protegerás, Gal?

Siguiente Parada: Estocolmo

Es una mañana nublada en el sur de Ásgaran, ya bastante próximo a la aldea de La Cabra, la


calzada se ve espectacular; además de poseer un leve arqueo para que las aguas corran siempre
hacia las orillas también poseen unos hermosos barandales de piedra tallada, que en otras épocas
serían adornados con flores y velas. Eso era algo que recuerda Gal mientras avanza por la calzada
junto con Dorothy, incluso recuerda que, al cruzar unos veinte metros más o menos al frente, se
encuentra el altar de la diosa de los pastores, Horn’ Livlian, justo cuando pasan frente a él notan
que su esplendor se mantiene inmaculado, es un espacioso lugar de rituales justo al lado de un
acantilado con paredes gruesas y resistentes, el lugar posee tres altares para sacrificios y uno
central, para ofrendas y en donde se encuentra una estatua de la mismísima diosa levantando una
hoz al cielo tallada en piedra, la misma piedra que sirve de cobertura lateral para el altar, en el
centro hay un pequeño pozo, Galak nunca supo si era para recolectar agua o para sacrificar, y la
verdad le da igual.

Galak siempre se preguntó el por qué los rituales del Gallo eran tan austeros mientras los de La
Cabra eran una pachanga en todos los sentidos, es por eso que le encantaba visitar a su hermana
mayor en épocas de mayo. Aunque llevaba un tiempo sin visitarles.
«El mismo que lleva mi padre fuera de mi vida» recordó.

Ambas tenían mejor apariencia, Galak ya se encontraba sin el cabestrillo e incluso había
recuperado color en el rostro, el cabello lo lleva en una ya acostumbrada cola de caballo, a ella
realmente le encanta mostrar sus orejas, usaba su pantalón caqui, pero aún se mantiene con el
vendaje bajo su chaleco, el único cambio notable en su look eran unas modificaciones que le hizo
Dory antes de salir de la cabaña, en los dos días que se tomaron para que las heridas de su brazo
mejoraran, su franela ahora estaba más ceñida al cuerpo, resaltando las curvas que empezaban a
emerger de su hermana menor.

—Extraños las fiestas que hacen en tu aldea cada primero de mayo —comenta añorante Galak,
Dory que se encontraba sumida en sus pensamientos no llevaba mucho tiempo prestando
atención a lo que dice su querida hermana —aunque recuerdo que me daban un poco de grima los
sacrificios, pero el banquete era espectacular.

Dorothy también estaba mejor, su vestido lo remendó el tiempo que esperaba a que Gal regresara
a la cabaña de los entrenamientos, más aún se le veía algo más pálida de lo usual; su cabellera
larga y rizada volvió a su estado natural, recia, indomable y esplendida.

—Una de las cosas que me hacía feliz de esos festivales era que, por una vez, me permitías
ponerte vestidos bonitos y arreglarte como yo quisiera —dice Dorothy con algo de cansancio en su
voz, se le notaba que el caminar le costaba, pero hacía todo lo posible por no cojear —era mi
muñequita de pruebas.

—¡Sí! Recuerdo lo mucho que me molestaba que los chicos me dijeran que no podía ir porque era
una ofensa a los dioses que fuera como chico y creían que jamás me pondría vestidos porque no
sabía hacerlo, así que esos días me encantaba callarles la boca —comenta Galak con una sonrisa
en su rostro mientras ve como dejan atrás el altar y pueden vislumbrar a la distancia la aldea como
unos pocos techos rojos —recuerdo que el que más quedó impactado la primera vez fue Joshua, a
partir de ahí empezó a ser más pedante conmigo… enterarme que le gustaba y no lo sabía.

El silencio se alargó mientras la pequeña Galak mira al cielo, cae en cuenta que el río ya se puede
oír como fluye en la cercanía, aunque no lo logra ver.

—Y ¿qué fue de él en todo el tiempo que me no lo he visto? —pregunta Galak al voltear a ver
como su hermana se mantiene con un rostro serio.

—Pues creció bastante, era más alto que tú incluso, se puso guapo, pero algo tonto en realidad —
comenta Dorothy con una dulzura que no hace juego con su rostro tan serio, luego de decir esto
voltea a ver hacia donde se encuentra el altar —y ahora está muerto junto con el resto de los
varones del pueblo.

El comentario desanimó a Galak de seguir hablando, en su mente sólo oía repetirse «otro más a la
cuenta», pero luego desestimó esa manera de pensar, no quería cuantificar muertos como si
fuesen sólo cifras en una tabla, de ser más joven lo hubiese llorado a cantaros, pero ahora y
después de todo lo que ha vivido sólo desea que su alma haya alcanzado la paz eterna, también
recuerda lo inmadura que fue al no notar sus sentimientos.

«Lo siento, Joshua, sólo espero que estés en paz allá donde estés…» piensa la peli cobriza para sí
llevándose las manos al pecho en un puño cruzado. Dory nota esto, pero prefiere no opinar al
respecto.

—Ya estamos llegando —murmura la hermana mayor mientras esboza una débil sonrisa, incluso
cierra los ojos ante lo siguiente que dice —me alegra que ese desgraciado no esté con nosotras…

Esto hace que Galak se preocupe por la situación de Max, no lo ve desde el alba, a esa hora los tres
se encontraban aún en la cabaña confirmando el plan de acción. Como siempre, Dorothy ni si
quiere deseaba oír hablar al certkariano así que se encontraba sentada viendo a otro lado, pero se
mantenía a la expectativa por si decía algo importante para el detrimento de ambas.

—Bueno, como ya lo habíamos hablado hace dos días, nos tomamos este tiempo para que las
heridas de Galak sanaran, así que ahora el plan es que ustedes dos avancen al pueblo para obtener
información, sea cual sea su situación —comenta Max como si fuese una excursión al campo,
Galak es la única que le presta atención, pero le inquieta saber más del plan.

—¿Y tú mientras que harás? ¿Huirás? —pregunta Galak intentando que suene en broma, pero su
tono es muy serio como para pasar por una, además, de Max verla, notaría la preocupación brillar
en sus ojos ámbar a la luz de las velas.

—Yo las esperaré, por lo que me has dicho, cerca del poblado hay un solitario sauce sobre un
acantilado bastante alto, ahí es un buen lugar para quedarme a esperar, recuerda que soy un
certkariano y tú vas a verte con gente que ha sido atacada por un ejército de ellos, así que lo más
sensato es que no me aparezca ni en pinturas —responde el certkariano comprendiendo su duda,
sabe que ella no desea que este ande por ahí suelto ‘‘aterrorizando a la gente’’ —y de pasar algo,
la posición elevada me ayudaría bastante en detectar los sonidos de la aldea, me será algo difícil
por la distancia, pero con algo de meditación es posible.

Galak no se sentía a gusto con el plan, no le gustaba la idea de dejarle fuera de la reunión como si
fuese un perro.

—¿Estás seguro que estarás bien? —pregunta la chica, eran la primera vez que preguntaba esto
sin ser sarcasmo por el ciego.

—Descuida, niña, soy Maximillian Larz, yo siempre estoy bien —responde con una sonrisa
petulante en su rostro, cosa que hace que Galak empiece a molestarse, pero este de manera
amigable, aunque tosca le despeina haciéndole un cariño en la cabeza.

—¡Imbécil!... ¡Para ya!

Dorothy voltea a verles por un momento y nota lo incomoda que se les hizo la escena, así que,
luego de ver un pequeño saco beige tras Max, decide realizarle la primera pregunta de la reunión.
—¿Qué traes ahí? —pregunta Dorothy haciendo que los otros dos volteen a verla.

Max inquiere que es con él así que decide contestarle sin esperar aclaratoria por su ceguera.

—Son mis provisiones, no sé cuánto tiempo tenga que esperarlas, así que es lo que comeré
mientras les espero —contesta francamente, aunque es mayor su sorpresa por la pregunta.

De vuelta en el presente, Galak no deja de pensar que Max no merece quedarse por allá sólo por
ser quien es. Pero eso no es lo único que cruza por su cabeza, y es eso lo que le hace voltear a ver
a Dorothy de arriba abajo.

—No puedo esperar para probar que habrán cocinado —comenta Dorothy mientras empieza a
salivar de más por el hambre —sé que los certkarianos nos dejaron bastantes animales en el corral
cuando la revisé hace cuatro días, no creo que se los hayan comido todos…

—Dorothy… —Galak le nombra buscando sacarla de sus hambrientos pensamientos, cosa que
consigue con mucho éxito y consigue hacer un espacio de seriedad entre ambas mientras se
aproximan al puente que les haría entrar en la aldea de La Cabra —¿Qué te pasó en la pierna?,
nunca nos lo explicaste estos últimos cuatro días.

El puente es hermoso, ni si quiera el paso de todos los certkarianos hace más de una semana logró
quitarle su majestuoso estilo, a pesar de ser un simple puente en arco de piedra, tenía un estilo
tan potente que te hacía sentir que entrabas en un pueblo de categoría, cosa que no era del todo
falso, la aldea de La Cabra ya estaba en vías de convertirse en un pueblo antes de la llegada del
ejército. Es justo cuando cruzan este puente que Dorothy decide responderle luego de un breve
silencio.

—fue un corte que me hice al salir rápidamente del sótano del señor Treford —responde con una
sonrisa y sobándose la pierna como si ya no le doliera, pero era todo lo contrario, le ardía —fue
más temprano, ese día que nos encontramos. Ya apresúrate y ven.

Galak la ve hasta corretear en medio de la calle del pueblo, cosa que hacía que Galak se sintiera
aún más extraña con toda esta situación.

—Entonces, ¿por qué la cicatriz te brilla en ocasiones? — pregunta Galak de manera más incisiva,
se nota que la desconfianza aumenta —y ¿dónde están los sobrevivientes de los que nos
comentaste?

«No, no creo que tú… tú no podrías, hermana, tú no…» piensa Galak para sí, no quiere pensar que
Dorothy fuese capaz de guiarla hacia una trampa.

—No seas tonta, Gal, ya te había enseñado que un ungüento especial que yo hago libera algo de
luz en el proceso —contesta Dorothy acercándose muy amigablemente a su hermanita, al ver que
esta está reacia a moverse le toma de las manos y la lleva consigo suavemente —y los demás
están ocultándose en casa de mi padre, ¡ven!
«Eso tiene lógica, sí, no es probable que ella…» duda nuevamente la peli cobriza.

Mientras avanzan por el pueblo, nota como los recuerdos de antaño regresan a ella, ve los
fantasmas del pasado que dejó en ese hermoso pueblo y no puede evitar soltar una lagrima por lo
que ve, a sus pobladores viviendo su día a día con tranquilidad y prosperidad.

«Así debe volver a ser mi aldea» se dice a sí misma, mientras se oye un trueno anunciar la llegada
de una potente lluvia a la aldea.

Pero hay algo dentro de ella que no le permite disfrutar de esta visión tan nostálgica.

—Vamos, nos esperan —le reitera Dory al abrir la puerta de su quinta, Galak entra primero para
luego pasar su hermana cerrando la puerta tras de sí —Todos te esperan en la cocina.

Galak se siente extasiada a la vez que melancólica al pasar por ese pasillo en forma de ‘‘te’’, ver
todas sus correteaderas por esos pasillos junto con su amada hermana Dory, y ve todo esto hasta
que entra en la cocina.

«—Eres una tonta» oye Galak dentro de su cabeza, y son estas palabras las que le hacen darse
cuenta de donde está y qué la rodea.

La antaño cocina de la adinerada familia Beefter, de la que se jactaban tener una cocina metálica
de las avanzadas o tener un comedor rectangular, de esos que pueden recibir una gran cantidad
de invitados se hallaban actualmente en ruinas, la cocina poseía un número considerable de
agujeros hechos por armas, demás que las ventanas ya no poseían ni entablillado, pero lo que más
llama la atención es que, luego de que Dorothy cierra la puerta tras de sí, la pequeña Galak se
encuentra rodeada de certkarianos, todos ellos viéndola con cara de depravados, sus orejas
peludas y puntiagudas, estaban tan erguidas que incluso por las sombras simulaban ser cuernos; la
observan escudriñando cada espacio de su adolescente cuerpo, apenas cubierto por no más que
cuatro prendas de ropa, todos ellos sólo usando la parte inferior de su armadura, mostrando su
musculatura o incluso su vello corporal. Todo ellos más altos que la pequeña Galak de metro
cincuenta y tres o que el metro setenta de Dorothy

—¿Do-Dory? —pregunta Galak viendo hacia ambos lados lentamente, pero nada cambiaba, todas
las miradas eran depredadoras, incluso había algunos de ellos que se agarraban la entrepierna con
la mano para acomodarse su amigo debido a las ganas que tenían de empezar ya —¿Qué es esto,
hermana?

Galak da un giro rápido ya entrando en contexto ante la situación, y es cuando hace esto que ella
ve a Dorothy con una sonrisa de oreja a oreja agarrada del brazo de uno de los certkarianos ahí
presentes.

—¡¿Viste?! ¡¿Viste?! Sí la traje, amor, no era mentira, conseguí el premio —le celebra Dorothy al
certkariano que sonríe para luego darse un apasionado beso con la peli castaña —Sé que le
gustará a Robert saber que le conseguí una esposa.
Galak se siente totalmente fuera de lugar ante lo que está ocurriendo, pero siente la imperiosa
necesidad de llorar.

«—No lo hagas… No merecen verlas…» vuelve a oír Galak en su cabeza, esto le extraña bastante ya
que es su voz la que oye.

—Estoy seguro que él comparte tu opinión, ¿No es así, Ro? —comenta Bill, quien recibe un
«¡claro!» desde detrás de Galak y que ella rápidamente gira su cabeza para ver quién le respondió;
observa como la metamorfa vuelve la vista hacia él, la chica poco a poco se está poniendo en
alerta luego de reírse de manera burlona decide apiadarse de ella —No sabes lo que está pasando
aquí, ¿Verdad, pequeña Galak?

Galak no responde sólo se queda a la expectativa, no desea ni ponerse a la defensiva porque no


sabe cómo reaccionarían a eso.

«—Tienes que matar, Gal, no puedes flaquear» escucha en su cabeza, cada comentario que oye es
como una punzada en su psiquis.

—¿Por qué… Dory? —es lo único que logra preguntar, pero lo pregunta con toda la sinceridad que
tiene.

«—Lo más triste es que sí sabes lo que está pasando» oye nuevamente en su mente, intenta oírla
para concentrarse en no llorar.

—Tomaré eso como un no —dice el certkariano, se parece a Max en su cinismo, es lo único que
logra notar Galak, además de su robusta cara para tan delgado cuerpo y sus ojos, afilados y
penetrantes como un par de dagas —Te explico, hay un grupo de certkarianos que con años de
entrenamiento pueden desarrollar un poder muy útil llamado Don, esta habilidad posee diferentes
beneficios, el punto es que el de nuestra capitana es uno muy particular, luego de mucho ensayo y
error ella ha conseguido tener tres espadas con tres efectos distintos dependiendo de con cual te
corte.

Galak le observa mientras que con el rabillo del ojo nota como algunos soldados se han quitado su
protección en la ingle para acariciarse mejor sus virilidades, cosa que la perturba en sobremanera.

» La primera es tele-informador, le permite, con solo un ligero corte, saber todo lo que percibes,
que comes, que ves, que sientes, que piensas, todo; como detalle adicional su uso excesivo es
capaz de generar cansancio en la persona con el corte. La segunda la llama zángano, igualmente
con el más ligero corte de su segunda espada, puede hacer que la otra persona sienta un dolor
indescriptible, como si miles de hormigas te picaran a la vez hasta el tuétano, ella generalmente lo
usa con personas que no desean cooperar —comenta Bill con una risilla.

—¿Cuál es el chiste de contarle esto?, la podemos matar sin necesidad de que sepa eso —
comenta Robert desde su posición, se mantiene serio, pero su libido le empieza a ganar.
—Cálmate, Ro… aún falta lo mejor, querida Galak —asegura el certkariano que disfruta cada
palabra como si fuese un suculento festín —¿en qué estábamos? ¡Ah!, ¡sí!... La tercera y última se
llama Viuda negra, con el corte de su tercer espada, puede asesinar a una persona sin siquiera
necesidad de cruzar la epidermis en el corte, en pocas palabras, con un ligero rasguño estarás
muerta como una mosca… Muéstrale.

Galak lleva mucho tiempo sin decir nada, siente que si se expresa más allá de su silencio morirá.
Aunque la vea directo a los ojos, Dorothy sólo está al pendiente de lo que dice Bill; y en el
momento que hace la petición de mostrarse es que decide levantar su vestido a la altura del muslo
para quitar sus vendas y mostrar lo que parece un corte sin cicatrizar, es profundo y está dividido
en tres, parece que quien se lo hizo quería realizar una burda letra ‘‘H’’ en la piel.

—¿Ves esto?, son los tres cortes de la capitana —los muestra Bill, pasando su dedo por encima de
estos causando algo de dolor a la pobre Dorothy —descuida, tu amiga no morirá a menos que la
capitana así lo decida.

—Tu amiga ha estado trabajando toda esta semana buscando rezagados, ya habíamos atrapado a
una docena hasta que te consiguió a ti, eres un premio en todo sentido… ¿Ya lo entendiste, Gal?—
le pregunta Ro desde atrás con un tono bastante burlón, haciendo que todos se rían bastante,
menos Dorothy —te lo pregunto porque sabemos que no eres de muchas luces.

«Eso significa que ellos saben todo sobre nosotros desde un principio por lo que ella les mostraba,
por lo tanto…» Galak empieza a preocuparse al captar la indirecta, cosa que Bill nota y disfruta el
ver como su rostro dice exactamente lo que está pensando.

—‘‘¿Cómo estará Max?’’ me imagino que es lo que estás pensando, ¿verdad? —le pregunta con
gusto, el gusto de alguien sádico que le encanta ver el sufrimiento ajeno —ahí te doy tu bingo, con
esto lo que buscaba era que entendieras que no hay rescates mágicos, ni salidas rápidas, ni si
quiera hay salidas… sólo hay ‘‘entradas’’, si sabes a lo que me refiero.

Terminado el discurso de Bill, este se deslinda de Dorothy para avanzar paso a paso hacia Galak.

—Cariño, no acorda… —Dorothy iba a replicarle a Bill, pero este voltea a verle con una mirada
asesina, cosa que espanta a Dory y le hace desplomarse recostada de la pared.

—Dory, vamos, sé que no hiciste nada de esto, lo que él dio a entender es que fuiste obligada, ¿no
es así? —dialoga Galak con mucha tranquilidad mientras desenvaina su daga y se pone en postura
defensiva, ante el primer paso que dieron todos hacia ella.

Lo que menciona Galak despierta una carcajada en la sala que hace que la tensión se disipe,
aunque sea un poco, todos se ríen y retroceden el paso que habían dado, parece como si acabaran
de oír el mejor chiste del año.

—¡Tenías razón, Bill! ¡Esta chica es oro sólido! — comenta uno de los certkarianos que la rodean.
—Oye, Gal, sé que es difícil de creer, pero esta es la mejor parte de la broma —comenta Bill con
una sonrisa de oreja a oreja, el sólo presenciar su actual rostro tan apacible y esperar a ver como
se resquebraja es algo que le llena —tu ‘‘queridita hermana mayor’’ hizo todo sin que la jefa la
obligara ni una sola vez, todo lo realizó por voluntad propia.

En eso Bill voltea a ver a Dory que aún se siente bastante traicionada, pero al ver como este le
dedica una cálida sonrisa, ella eventualmente termina olvidando su molestia inicial.

—¿Verdad, querida?

—Deja de engatusarla con tus mierdas, ella no sería capaz… —le refuta la chica.

«—sabes que es verdad…»

En ese momento las miradas de ambas se cruzan y es ahí, cuando Dory sonríe maliciosamente, es
eso todo lo que necesitaba Galak, esa era su confirmación, es todo lo que necesita para sentir
como algo dentro de ella, un recuerdo tan vivido como lo era el de ambas jurándose hermandad
en una pijamada o cuando tuvieron su primera aventura en la cueva donde antes no estaba la
cabaña.

«—¿Hermanas por siempre? —le preguntó Galak antes de dormir esa noche.

»—De por vida, Gally —le contestó la Dorothy adolescente a su pequeña amiga.

«—¡Te lo dije! ¡Te lo dije! ¡Te lo dije! ...» le recuerda la voz en su cabeza con una emoción muy
cínica, haciendo que esta empiece a perder los estribos agarrando con mucha fuerza su daga que
guarda en la parte trasera de su cintura.

—Lo siento Gal… pero al final no es tan malo como crees, yo conseguí el amor en mi amado Bill —
escucha Galak desde donde esta Dorothy, pero hace caso omiso a la fuente —únetenos, serás feliz
tal y como yo lo soy.

Y es en esta situación que Bill se acerca sin que ella se percate y le levanta la cara con un suave
gesto de la mano para que sus miradas se crucen, Galak tenía que alzar mucho la mirada ya que el
certkariano era incluso más alto que Max.

—Esa es la mirada que anhelaba ver —afirma Bill quitándose su guante de cuero para pasar su
índice desnudo por la mejilla de Galak, mejilla por la que rodaba una mísera lagrima en un rostro
casi tan vacío como el de Dorothy cuando ellos la usaron, y nada le satisface más que eso —este
momento es mi aperitivo favorito antes de cualquier festín… Así que sólo nos queda decir,
muchachos: La cena está servida.

Varios minutos antes, a una distancia considerable de la Aldea, se encuentra un acantilado de


moderada altura que se nota que fue esculpido por las aguas del río Zoroastro en épocas pasadas.
Cubierto por una extensa vegetación, Max aprovecha esto para esperar a la señal sobre las ramas
de uno de los robles más altos que están cercanos al borde, aprovechando las ramas para taparse
de la incipiente lluvia que se empieza a manifestar, hace rato que llegó a este lugar, pues partió
con más prisa que las chicas, este decide sentarse a meditar buscando un aumento en su
capacidad auditiva. Esta era una excelente táctica, pero también era una horrible espada de doble
filo, por que como bien podía agudizar su audición también podía ayudarle a incrementar las fases
del sueño rem, y eso era algo que él busca evitar, ya era suficiente con necesitar dormir para que
también tener que hacerlo de manera consiente, así que su estrategia siempre era concentrarse
en lo que más le irritaba para que el placer del sueño rem no se activase.

«Lo gracioso es que mi martirio diario me ayuda a mantenerme concentrado…» piensa para sí
como si fuese una persona dichosa por sufrir estrés diario «Ahora sólo piensa en el origen de ese
estrés…»

«Galak…»

«—¿Así que tienes frío y no deseas congelarte esta noche?... ¡Pues toma todo el calor que puedas
de este fuego infernal!» recuerda el evento frente al fuego en el que casi se le incineran las orejas.

«Galak…»

«—Piénsatelo mejor la próxima vez que vayas a darme un cuenco con tu orina… ¡¡¡No me importa,
no lo vuelvas a hacer!!!» recuerda el evento con la higiene bucal, se siente especialmente
estresado con tantos recuerdos de este calibre.

«Galak…»

«—¡Piensa rápido, certkariano!... Úsalo para guiarte, no será nada productivo si te estás
tropezando a cada tres pasos que damos…» por alguna extraña razón este recuerdo no le genera
tanto estrés como los anteriores.

«Galak…»

«—El asado de tu hermano estará listo dentro de poco… Estoy segura que El Gran Max no es más
que un ‘‘conejito asustado’’» este recuerdo es incluso más relajante que el anterior.

«Gal…»

«—¡A-Aléjate de ella, monstruo!...

»—D-descuida, hermana, él es un amigo… confía en mi…» recordando el cómo lo defendió de


Dorothy hace que este empiece a sentirse incomodo con la meditación y, sin darse cuenta,
empiece a entrar en el rueño rem.

«Gal…»

«—¿Y tú mientras que harás? ¿Huirás?... ¿Estás seguro que estarás bien?» este recuerdo le rompe
por dentro, no se ha dado cuenta cuanto ha calado la pequeña humana en él.
«Galak…» piensa para sí en la chica que tanto le estresaba, cosa que toma su atención entera
hasta que una figura más ocupa sus pensamientos.

«—¿Papá?... ¿Viniste por mí? ...»

Esto es suficiente para que Max salga de su concentración, e incluso, casi se caiga de la rama.

—Demonios… no deseo esto ahora… —se dice a si mismo mientras se agarra del tronco para no
caerse con una mano y la otra se la pasa por la mano, se siente frustrado ya que al principio su
oído estuvo a punto de llegar a escuchar incluso hasta pocos metros de la aldea.

«Tengo que cambiar de táctica… tal vez pensar en Dorothy» piensa para sí, algo apenado. Pero es
cuando deja de pensar en esto que se percata de sonidos en el follaje, sonidos que, según su
experiencia, son de unas inconfundibles botas certkarianas de exploración.

El panorama se pone tenso, el árbol está rodeado de certkarianos y Max está consciente de esto,
pero no tiene problemas en sacar su daga y prepararse para el combate.

—Era de suponer que vendrías primero por mí, Hilary —murmura Max para sí.

Y es que, cerca de donde están reunidos los certkarianos rodeando el sauce se encuentra Hilary a
la expectativa.

«No hay manera de que escapes está vez de mí, Max» piensa para sí mientras toma una posición
estratégica por si llega a dar un salto.

—¡Ataquen! —ordena la capitana haciendo que de los mejores soldados de la EDEXYR trepen el
sauce con sus mejores armas y es ahí cuando terminan descuartizando el cuerpo de Max —
Pagarás caro todo lo que has hecho.

Discusión en la Gran Familia

La tarde es bastante calurosa, se nota en lo vivo de los colores que toman los árboles y en el
sonido que hacen las chicharras ante el verano que se acaba. Una Galak con cabestrillo, agotada
por su entrenamiento con Max y muy preocupada por lo que acaba de oír.

«—Es una reacción de personas que sufrieron abuso sexual, Gal» recuerda Galak mientras corre
torpemente hacia la cabaña.

—¡Espera! ¡Galak! —le grita Max alcanzándola poco a poco, se lamentaba haberle mencionado
ese detalle.

En plena persecución ambos pasan por un campo pedregoso que marcaba el fin del claro donde
entrenaban hasta hace no mucho. Para sorpresa de ambos, no es Max quien tropieza con una de
las rocas sino Galak, que al caer tuvo la fortuna de que fue en un espacio sin piedras tan grandes
como para lastimarla al pasar. Max, preocupado por su estado, se acerca al lugar donde reposa y
le pregunta por su estado, pero esta se mantiene en el suelo.
«—¿Cómo pude ser tan tonta? ...» se repite Galak a si misma mientras da golpes al suelo con
rabia, lastimándose la mano derecha en el proceso «—Todo me lo decía… la actitud, las formas;
necesito protegerla, demostrarle que todo estará bien.»

—Ya es suficiente con una mano lastimada, no necesitas dos —le sugiere el certkariano mientras
toma su mano derecha para que evite golpearla más contra el suelo.

Como la chica no dice nada al respecto, le ayuda a levantarse para poder hablar mejor. Al colocar
su mano sobre la cintura de Galak logra sentir su fragilidad en el cómo tiembla por la impotencia.

—No pude salvar a nadie en mi aldea, tampoco pude salvar a Dorothy de su atacante o de quien
quiera que la hubiese violado —protesta la chica viendo como su mano está enrojeciéndose cerca
de donde impactó contra el suelo, luego de esto voltea a ver a la cara a Max —¿por qué el mundo
se esmera tanto en caerse a mi alrededor? ¿por qué no puedo evitar que se desmorone todo lo
que amo?

En ese momento Max, que aún no le había soltado la cintura se dispone a abrazarla desde su
espalda en respuesta a su frustración, cosa que ella acepta sin reproche, incluso siente algo de
alivio al sentir su calor.

—No puedes tapar el Sol con un dedo, niña, pero aun así puedes evitar quemarte bajo su calor —
le contesta luego de unos minutos de silencio en ese abrazo, al esta quedársele viendo ante sus
palabras este decide proseguir en su punto —entiendo que en la consideración de los planes tu
escogieras seguir el de ella por su amistad, pero sí lo que digo es cierto, tu amiga se encuentra en
un grave peligro.

—¿A qué te refieres? —pregunta Galak alejándose de Max, siente que otra mala noticia podría
ponerla aun peor.

—¿De casualidad ella no posee un corte en alguna parte que no haya cicatrizado? O ¿de
casualidad no has visto que de ella emane una luz azul pálida en ocasiones? —pregunta el ciego
con toda la curiosidad del mundo, esto es algo por lo que le estresa no tener visión.

—Espera, ¿cómo sabes eso? —pregunta Galak a la defensiva, pero es en eso que le llega el
recuerdo de verla sobarse la pierna y que desde esta misma le emitiera luz en la obscuridad,
curiosamente es la misma pierna que le cojea desde que la rescataron.

—Eso te lo explico después, lo prometo, sólo dime si has notado lo que te dije —insiste Max con
mucha paciencia pese a su evidente desesperación, sus orejas incluso se han erguido en reacción.

—Sí, he notado que una pierna le cojea, nunca la ha mostrado abiertamente y en una ocasión vi
una luz ser emitida desde esta, pensé que era el reflejo de la luna en la madrugada, pero era muy
brillante para hacerlo bajo de su vestido —comenta Galak muy serena.

—Lo más probable es que tu amiga esté siendo controlada a distancia por el líder de EDEXYR por
medio de sus habilidades especiales —Max se esmera en ser sincero y al notar la expectación de
Galak se dispone a explicarle —La capitana se llama Hilary Heinz, tiene un don que se basa en la
reacción sobre las personas dependiendo de los materiales que posea, la gran mayoría no hacen
gran cosa, pero hay tres que le hacen verdaderamente peligrosa, el primero es el hierro pulido,
cuando corta con él hace que la persona muestre lo que percibe, aun a costa de su propia
voluntad o energía. Ella puede activar y desactivar esta habilidad a voluntad y la mejor manera
para detectarlo es que, la herida no cicatrizada emita una luz azuleada y pálida.

Galak que oye esto empieza a recordar que el estómago de Dory no ha parado de sonar desde que
la rescataron e incluso después de comer aun le suena.

» Los otros dos materiales son el mitrilo y el Oricalco, el oricalco genera en la persona un intenso
dolor que, si perdura demasiado en uso, puede volverte loco y el mitrilo… el mitrilo es mortal, al
activarlo ella te está condenando a morir por envenenamiento de mitrilo.

—No sé qué decir a eso, siento que es mucho que procesar —comenta finalmente Galak que, a
pesar de haber prestado atención, sólo podía pensar en el estado de Dory —Me voy a la cabaña.

—Espera, Gal —le pide calmadamente el certkariano tomándola de la mano —si vas a verla no le
digas ni le preguntes nada respecto a esto o a su violación.

—Pero yo…

—Entiendo cómo te sientes, pero si le mencionas algo que no haya sugerido ella se sentirá atacada
y lo menos que queremos es hacerla sospechar —intenta hacerle entrar en razón, al ver que Galak
no forcejea ni responde, se decide a soltarle la mano —La práctica de esta mañana terminó, pero
te necesito despejada esta tarde para entrenar tu polimorfia ¿entendido?

Galak no contesta, sólo observa el suelo luego de que le soltara la mano.

—¿Entendido?

—Sí…

Todo esto es lo que pasa por la mente de Galak dos días después de esta conversación, justo
cuando se encuentra rodeada de soldados de Certkara que desean recibir la orden para empezar a
desnudarla y aprovechar su cuerpo virginal. Bill, siguiente al mando después de Hilary, es quien
preparó todo el espectáculo para disfrutar del sufrimiento de la pequeña polimorfa, el mero hecho
de verle devastada y con la mirada ida le genera una erección que desea apaciguar dentro de la
vagina de la joven humana.

—… Así que sólo nos queda decir, muchachos: La cena está servida.

Es lo último que oye decir Galak de Bill porque internamente tenía una tendida conversación
consigo misma, una versión de ella más cínica y menos clemente con las personas.
«—Me alegra que recuerdes esas palabras de nuestro ciego favorito —le comenta el alter ego con
mucha soberbia —¿Pero también recordarás lo que te dijo ayer en la tarde?»

«—Sí, lo recuerdo —contesta Galak a su otra versión, que aún se encuentra en penumbras pese a
que Galak desea verle.»

«—Pues recítalo ante mí —le exige la voz en su cabeza, su voz se oye más cerca que antes.»

Galak lo recuerda, recuerda que fue justo luego de terminar las prácticas en las que estaba
completamente exhausta, luego de terminarlas es que decide quitarse el cabestrillo, cosa que
hace a Max sentirse contento.

«—Me alegra ver que hayas progresado en esto, niña —comenta el certkariano en el recuerdo,
que se aproxima a la Galak aun arrodillada por el cansancio para colocarle en mano tres esferas
del tamaño de una pelota de ping pong, Galak los reconoce como huevos de orchalio.»

«—¿Para qué me das estos huevos? —pregunta la agotada adolescente, mientras los examina se
da cuenta que están modificados, pesan un poco más que lo normal.»

«—‘‘Sólo recuerda arrojar una al suelo si te encuentras en apuros’’ —dicen al mismo tiempo Max y
la Galak que especta el recuerdo.»

En la vida real, el mentón de Galak aún se encuentra siendo sostenido con delicadeza por el
certkariano, al prestar atención a lo que pasa a su alrededor nota que todos se están preparando
para violarla quitándose la protección en su ingle, pero de pronto es distraída cuando Bill decide
robarle un beso muy apasionado, su primer beso.

«—Recuérdalo bien, Gally…» le recuerda su alter ego en su cabeza en un tono burlón.

—¡Bill!, ¡¿Por qué?! —le pregunta Dorothy a la distancia, observándolos con desasosiego, al ver
como este la toma por la cintura para acercarla más a él no hace más que sentir envidia y furia —
¿Por qué, Galak?, ¿por qué?

—¡¿Mmmm…?! —intenta gritar Galak al sentir la lengua de Bill entrar en su boca, al rozar las
lenguas siente el sabor de la boca de su némesis y, por más que sea desagradable, un pensamiento
se le cruza por la cabeza «¿Así que esto es besar?»

«—¡Todos ellos deben morir!» escucha la chica en su mente y siente de pronto un aumento de
energía, como si la adrenalina dentro de ella por fin se activase.

A pesar del asco que puede sentir ante el intercambio de fluidos que está forzada a realizar, Galak
cae en cuenta que es una excelente oportunidad para lo que hará, busca en su bolsillo una de las
esferas con velocidad y la arroja al suelo, generando así una extensa humareda por la detonación
de esta contra el suelo.
—¡¿De dónde proviene este humo?! —es lo que se logra oír de los certkarianos que rodean a
Galak mientras tocen

Bill se sorprende al abrir los ojos, pero aún más cuando Galak le muerde la lengua al punto de
arrancársela con toda su rabia acumulada. Este responde metiéndole un golpe en la cara a Galak
haciéndola retroceder, la contundencia de este casi la desmaya.

Todos se sorprenden ante el horripilante alarido que ha empezado a emerger de la boca de Bill
mientras se arrodilla por el dolor. Galak aprovecha esta conmoción para convertirse en ratoncita y
salir por una de las ventanas de la cocina hacia la lluvia.

—¡No dejen escapar a la humana!

—¡¿Dónde se metió?! —se escucha entre la nube de humo, pero entre ellos Robert se da cuenta
de cómo un pequeño ratón sube por un palo de madera hasta la ventana y salta a la calle —¡Allí!
¡la hija de puta acaba de salir por la ventana, vamos a buscarla!

Dorothy, que se hizo a un lado al ver que todos corrieron por el pasillo para salir a buscar a Galak,
observa a Bill retorcerse en el suelo luego de que el humo se disipó y se pone de pie para ir a
ofrecerle ayuda.

—¡¿Te encuentras bien, cariño?! ¡¿Qué te hizo Galak?! —se acerca a preguntarle mientras ve
como este se recompone aun botando buches de sangre por la boca, es en ese momento que ella
decide armarse de valor para preguntarle —Cariño… ¿Tú me amas o…? —se queda callada un
momento por temor a la respuesta —¿de casualidad te gusta mi hermana?

Bill se pone de pie ignorando por completo a Dorothy, esta al notar su furia intenta calmarlo con
caricias, pero este le responde con un buen golpe que le manda directo al suelo. La ira de Bill no
tiene parangón mientras va a ponerse el resto de su armadura.

«Te voy a matar, maldita niña» se repite a sí mismo en su mente, como un mantra.

Mientras afuera, Galak en forma de ratoncita corre en dirección al bosque, de nuevo tiene su
mente encendida, los recuerdos le llegan como un torrente de información, se siente viva, se
siente asesina. Uno de los recuerdos que le abordan es de la tarde anterior, cuando entrenaba
nuevamente su polimorfia con Max, este le había obligado a transformarse sin cesar en varios
animales y eso agotaba rápidamente sus energías.

«—Bueno, no se mucho de magia, pero lo que terminé determinando con estos dos días de
entrenamiento es que tienes mucho tiempo entre el momento en que decides transformarte y el
momento en que lo concretas —le comenta Max a una Galak de rodillas ante él por el
agotamiento, aun no se quitaba el cabestrillo —quince segundos es lo que tardas de pasar del
punto ‘‘A’’ al punto ‘‘B’’ y me alegra saber que en estas cortas tardes que te esmeraste lograste
reducir esa marca en un segundo, ahora lo haces en catorce.»
Galak, que aún se encuentra jadeando se molesta pensando que el ciego lo dice en sarcasmo, este
parece notarlo y decide corregir.

«—Claro, sé que no es mucho, pero eso quiere decir que aun puedes mejorar y que esto no te
impide pensar en una pronta superación de tus límites —prosigue el certkariano haciendo que
Galak se sienta mejor ante esta expectativa, lo que aprovecha Max para buscar dentro de su saco
un obsequio para la chica que empezaba a quitarse el cabestrillo —Esto, que usarás en momentos
de apuros, debería servirte para evitar ese problema de tiempo, son granadas de humo, sin
espacio o tiempo a tu favor, te ayudarán a comprar el tiempo necesario para que te reubiques y
puedas cambiar de forma, aun frente al oponente.»

Fuera de aquel recuerdo, una manada de nueve certkarianos semidesnudos corren hacia el
bosque, guiados por las indicaciones de Robert, intentando encontrar a la ratoncita.

—No te puedes escapar tan fácilmente, señorita —comenta uno de ellos al aire luego de entrar al
bosque.

—Sabemos que no puedes quedarte transformada eternamente —dice Robert con malicia en su
tono.

De entre todos los que salieron a buscarla ninguno lleva armadura en su torso, y pocos fueron los
listos que antes de salir agarraron un arma para combatirla. Robert estaba de entre los listos con
su florete, incluso aún conservaba su protección en su ingle.

Galak observa a todos bajo la lluvia, les ve confiados, sabe que no puede enfrentarlos de frente,
aun el más desarmado podría noquearla de un simple derechazo, así que decide aguardar a que se
separen.

«—Los certkarianos son una raza detestable, ¿no lo crees así, Galak?» le comenta su alter ego
mientras observa todo, las palabras que oye en su cabeza hacen que le hierva la sangre «—
siempre creyéndose superiores, usando a todos y a todo para su beneficio, merecen la muerte.»

Mientras avanzan en el bosque una nueva nube de humo aparece, esta es menos intensa debido a
que se encuentran al aire libre y peor aún por la lluvia, pero es suficiente para que todos se
desconcierten en la espesura.

—¡Cuidado, esta perra planea atacarnos de nuevo, no se dejen sorprender! — se escucha entre los
arboles repetirse entre ellos para no perder la calma.

La lluvia se escucha caer como si fueran pequeñas pisadas, como si pequeñas hadas del bosque
bailaran alrededor de esos seres desprovistos de pudor, y son estos pasos etéreos los que, junto
con el humo, ocultan el macho cabrío en el que se convirtió la polimorfa y embiste a uno de los
certkarianos armado con una daga.

«Uno…»
—¿Qué fue eso? —pregunta otro de los cerktarianos armados al oír el choque de su compañero
con los afilados cuernos de la cabra salvaje, pero poco pudo estimar al sentir como unos largos
cuernos lo atravesaban desde su espalda hasta sobresalir por su pecho.

«Dos…»

—¡¿Alexis?! ¡¿Erwin?! —Pregunta otro de los certkarianos al aire, como ya la nube de humo se
despeja logra notar al macho cabrío correr hacia el e intenta perforarle la cabeza con la daga que
esgrime, pero no hace más que solo rasguñarle debido a que Galak agranda la longitud de los
cuernos antes de atravesarle el pecho rompiendo su corazón.

«Tres…»

Ya sólo quedaba Robert con su florete, el resto estaba a mano limpia, pero eso ya no les
preocupaba, podían verle perfectamente, la nube ya no la cubría más las acciones de la pequeña
traviesa, todos la veían remover el cadáver de Julius de su ornamenta desproporcionada.

«—Qué divertido es todo esto» dice el alter ego dentro de Galak.

—No dejen que se les escape, ¡agárrenla! —les ordena Robert, apuntándoles con el florete.

Galak, que ya se había convertido en humana mientras estos la observaban aterrorizados, se paró
de donde estaba, agachada quitándole la daga al cadáver, y se fue huyendo de estos bajo la lluvia.

«—¿Vas a huír?»

—¡Ven aquí, maldita ramera! —le gritan los certkarianos que corren mucho más rápido que esta.

Es tanto así que en cuestión de unos pocos segundos ya estaban sobre ella, pero es en este
momento que la pequeña humana arroja su tercera y última granada de humo, desapareciendo de
la vista de los seis certkarianos.

—¡Esperen! ¿Dónde se metió esta vez? —pregunta uno de ellos, ya se sentía el temor en sus
palabras.

—No se dejen intimidar, mantengámonos juntos y así no nos atrapará —dice otro de ellos, su voz
es curiosamente más aguda que el resto.

—No haré esa cosa de cobar… —en un segundo dejó de hablar, se escuchó como si le hubiesen
apretado la garganta.

Todos estaban aterrorizados, «¿esa chica se había transformado en un gigante?» pensaban varios
de ellos, otros creían que se metieron con algún espíritu del bosque.

La realidad estaba lejos de la mente de esos pobre certkarianos, la chiquilla se había transformado
en una pitón, enroscándose al cuello del certkariano y traqueando su cuello para reventarles las
vértebras de este y matarlo en el acto.
«Cuatro...»

Tres de los certkarianos se encontraban juntos, aterrados, haciendo un circulo para evitar la
siguiente embestida o ataque de la que ya consideraban un monstruo. El Humo ya empieza a
desvanecerse, pero aún es lo bastante intenso como para no ver más allá de un metro de
distancia.

—No pierdan la posición, soldados —comenta el más fornido de estos, su voz es tan profunda y
sus orejas tan afiladas, que parece un luchador profesional —este humo no dura mucho, mientras
nos mantengamos vigilantes ella no tiene poder aquí.

«Cinco...»

Estas palabras inspiraron un halo de esperanza en los hombres, todos perdieron su ansiedad.
«Todo fue por culpa de la ineptitud de nuestros compañeros» pensaban.

«Seis…»

—Por el Dios Supremo, es sólo una niña humana, es imposible que nos mate —se jacta en decir
uno de ellos.

Este soldado único se echó a reír sin darse cuenta que los compañeros que tenía a espaldas
estaban ya muertos, ambos estrangulados de igual manera que el anterior, pero con el detalle que
fueron atacados desde arriba, lugar desde el que bajó su cuerpo enroscándose rápidamente en
ambos para que no les diera tiempo de nada, y aun así manteniéndolos suspendidos en el aire.

El humo se dispersó y Robert pudo presenciar como todo su equipo estaba desperdigado por el
bosque, muertos en el acto o agonizante por las embestidas. A la distancia pudo ver a una Galak
en forma humana agarrando del cuello al soldado que estaba riéndose de su mísera existencia
homínida.

—Siete —dice mientras lo suelta para avanzar lentamente hasta donde está Robert, en sus ojos
aún no se muestra ninguna emoción, o al menos es lo que Robert siente al verle el surco de sangre
que le cae desde la frente por el corte del soldado.

Robert se siente algo sorprendido ante este resultado, pero no le extraña, los soldados que ahí
murieron no eran más que novatos que se emocionaron de más por algunas mujeres y el
desbordante gusto de saquear pueblos inocentes.

«Pero yo no soy como ellos» se repite a sí mismo en su mente.

—Niña, deberías aprender a contar antes de decir tanta barbaridad numérica —le refuta con
mucha soberbia a Galak, cosa que la hace desconcentrarse.
Galak no se había percatado que uno de los que embistió siendo cabra se había puesto de pie tras
ella, aprovechando el descuido de la chica, este le agarra por el cuello y la eleva frente a él
mientras sonríe.

—¡Agh! —tose Galak al sentir la fuerza sobre su cuello.

—Matar a un certkariano no es tan fácil como crees, perra insolente —le dice el certkariano
mientras la estrangula.

Robert se acerca a la escena caminando con soberbia, incluso el certkariano se confía; las
perforaciones que le hizo Galak como cabra no fueron mortales, pero le hacen toser sangre
fuertemente, cosa que la chica aprovecha para clavarle una daga en todo el medio del cuello, la
misma que le había arrebatado al otro certkariano cuando se disipó la segunda bomba de humo.

—Ese idiota —refunfuña Robert mientras ve como el certkariano muere al instante y Galak cae
sobre él intentando recuperar el aliento —Admito que te hemos subestimado, pequeña Gal, pero
ahora te enfrentas a mí.

Gal sabe que está en desventaja, ya ha gastado todas las granadas de humo que le dio Max y sus
transformaciones no han sido del todo baratas en lo que se refiere a gastos de energía. La pitón,
pese a haber sido una en una edad temprana, aun pesaba unos setenta kilogramos y el macho
cabrío es una transformación que está sobre el límite de peso que puede empelar, adicional a su
subidón de energía para el que tuvo que atenerse por aumentar unos diez centímetros en los
cuernos; la polimorfa se encuentra al borde del colapso cuando se pone de pie para enfrentar al
octavo certkariano.

«Sólo faltan dos» piensa la chica, el subidón de adrenalina se ha agotado y ahora sólo siente dolor.

—Bueno ¿a qué esperas?, ven y embísteme —se ufana el certkariano por verla tan débil, sabe que
la gran diferencia entre ambos es que la chica no ha descansado desde que salió, en cambio él
ordenaba y administraba tropas de tal manera que ella terminara cansada o muerta —Si no eres
tú quien inicia, entonces, corresponde a un caballero de mi porte comenzar este vals.

Galak no pierde tiempo y saca la daga del cuerpo inmóvil, junto con la que aún no usaba posee un
par de dagas que podrán ayudarle en este difícil combate.

—¡Empecemos!

Robert se lanza sobre Galak luego de proferir tales palabras, empieza con una estocada larga y
luego varias más intentando aguijonearla. Galak demuestra que sus ejercicios con Max,
esquivando estocadas día tras día, rindieron frutos, usando sus dagas de manera cruzada para
desviar el florete.

—Impresionante, pequeña flor —le aclama el certkarianos mientras sigue sus embestidas con la
mano derecha, a pesar de Galak mostrar síntomas de cansancio, este sigue fresco entre estocada y
estocada, incluso parece que ambos bailan una danza mortal —Eres una sobreviviente de la
guerra, eso yo lo respeto, pero tienes que aprender que el respeto no te dará la supervivencia,
sino tu astucia ¿No es así, Bill?

Galak ve como este le pregunta a su amigo tras ella y gira su cabeza para ver donde se encuentra,
es entonces que nota que ha sido engañada. Robert no pierde el chance y la desarma de una
barrida veloz para finiquitarla clavando el florete justo bajo la clavícula izquierda, casualmente
donde tuvo su anterior herida, atravesándola por completo y clavándola contra el suelo.

—¡Ugh!... —se queja postrada sobre el suelo donde la atravesaron.

—La vida no es justa, pequeña flor —se le acerca bastante al rostro de Galak quedando arrodillado
sobre ella, el agua de la lluvia que cae sobre él se condensa por su cuerpo y cae también sobre ella
—es una lástima que hicieras todo este espectáculo, hubieras sido una bella esposa, al menos
hasta que me hubiese cansado.

Galak se encontraba en el suelo buscando de qué manera escapar, el dolor era fuerte, pero la poca
adrenalina que le quedaba le ayudaba a amortiguar un poco, además que aun, bajo la franelilla
que usaba, esta llevaba puesto las vendas con el ungüento.

«Lo hice todo y fallé» piensa dentro de sí con impotencia, pero un pensamiento de su alter ego le
hace reaccionar «—¿En serio fue ‘‘todo’’?»

—Oye, Ro… —una parte de ella le dice que no, pero la que desea vivir acalla a la primera, se
muerde un poco el labio antes de volver a hablar.

—¿Dime? —pregunta el certkariano con curiosidad, las miradas de ambos se cruzan, en la de


Galak ya no hay aplomo, casi parece que va a implorar piedad.

—¿Crees poder conceder una última voluntad a esta moribunda? —Los gestos de Galak llaman
poderosamente la atención del certkariano que la mira fijamente —No me gustaría morir sin antes
haber probado el placer de la vida…

El certkariano la observa morderse los labios y se aproxima lentamente.

» ¿Crees poder darme placer antes de morir?

—Conque esos son los deseos de una humana moribunda, ¿no es así? —se cuestiona el
certkariano que se acerca a los labios de la humana para probarlos, pero es justo en ese momento
que le escupe en la cara a Galak —¿Crees que no vi cómo le arrancaste la lengua a Bill, perra
inmunda?

—No, no lo hiciste.

Galak deja que el florete la atraviese más para acercar su rostro a él y darle un beso, que termina
por engatusarlo, el probar esos carnosos labios lo hace acercarse más a ella.
—No me viste hacer nada —se aleja Galak para susurrarle tiernamente mientras, con su mano
derecha le incrusta una piedra en la cabeza con todas sus fuerzas, matándolo en el acto —nueve.

Después de unos minutos para tomar aliento, la chica se retira el florete y toma asiento, se da
cuenta que la herida, pese a su profundidad no le quitó movilidad, sólo le genera un intenso dolor,
pero lo ignora mientras recoge sus dagas y se guarda el florete para el próximo encuentro.

—Gracias, Dorothy —susurra mientras pasa su mano por las vendas, las mismas que evitan que el
dolor sea insoportable, gracias al anestésico del ungüento.

Unos minutos después de esto Galak se encuentra nuevamente frente a la aldea, no se había dado
cuenta de cuanto se había alejado de esta cuando corría como ratoncita, la lluvia no ha parado,
por lo cual no logra oír mucho de lo que puede pasar a su alrededor.

—Entraste a ese bosque siendo una niña y saliste de él hecha toda una mujer —le oye gritar a
Dorothy en medio de la calle donde se encuentra mojándose por completo, luego de decir eso se
le oye aplaudir sarcásticamente —¿sabes? Yo te ofrecí una nueva vida, la muerte de mis padres y
de Ringo fueron lamentables, es verdad, pero Bill, Robert y la Capitana me ofrecieron una nueva
vida junto a ellos, en el glorioso equipo de exploración...

Galak avanza con pasos lentos, no se ha dado cuenta por lo analgésico, pero ha perdido mucha
sangre, está a nada de desmayarse. Le preocupa no ver a Bill, sabe que es un certkariano experto
que puede matarla cuando quiera, por eso tiene que estar alerta, aun así, decide avanzar hasta su
amiga de infancia.

» Mi trabajo era tan simple como conseguir a todos los que huyeron de la gloria de Certkara, y así
fue como los atrapé a todos —Comenta Dorothy bastante risueña, como si fuera lo más natural
del mundo —Al anciano Silvio, al Viejo Treford, a Tina; a ellos los conseguí escondidos en una
cueva, vinieron conmigo al pueblo y fue tan fácil apresarlos.

Galak sigue avanzando, logra notar sangre en el vestido de Dory, se pregunta si Bill le habrá
pegado, no le sería raro.

» A Joshua lo encontré mal herido frente al altar, estaba bastante contento de que le encontrara,
¿sabes?, intenté llevarlo con el resto, pero ya estaba bastante agangrenado como para poder
aguantar la caminata, así que me tocó matarlo ahí donde estaba —comenta poniendo una falsa
cara de tristeza —pobre, no merecía que lo dejaras sin amor.

Galak sigue caminando hasta que se da cuenta: frente a la entrada de la quinta de Dorothy está el
cadáver de Bill, parece que fue atravesado por una espada. Galak ve a Dorothy y nota que esta
lleva algo oculto tras de sí. «Ha de ser esa espada» piensa detenidamente y se entristece para
luego arrodillarse, la fatiga le está ganando.

» También encontré a mi madre, estaba escondida cerca de la famosa pila de rocas donde íbamos
a acampar cada verano, me dijo que se escondió ahí porque sabía que la encontraría, así que la
traje conmigo y la puse con el resto —comenta bastante risueña, pero luego mostro una cara de
tristeza que no termina de convencer a nadie —la capitana me hizo caso y aceptó que ella se nos
uniera en la gran familia, pero lamentablemente no aguantó su primera noche en la fiesta de
todos… Que lastima, la amaba.

En ese momento Galak se queda inmóvil de rodillas, sólo respira viendo al suelo, por el contrario,
Dorothy empieza a avanzar con paso lento pasando entre charco y charco mientras arrastra una
espada corta, no le hace peso, pero la transporta como sí en verdad lo hiciera.

» Y luego estás tú, la última presa que encontré, eras especial, tenías a un monstruo por
acompañante y, luego de entregarlo, estaba segura que podías ingresar a la gran familia, la
capitana te dejaría —la expresión de Dorothy empieza a mostrar mucha ira acumulada mientras
avanza, sus lágrimas se le confunden con la lluvia, incluso viéndola más de cerca se le nota la cara
llena de sangre —Pero tuviste que arruinarlo todo, incluso te conseguí un marido y tuviste que
arruinarlo. ¡Te le metiste por los ojos a mi Billy y lo apartaste de mí!, todavía es que me preocupo
por traerte y los matas a todos, incluso a mi Bill ¡¡¡MATASTE A MI BILL, MALDITA ESTÚPIDA,
ESPERO QUE EN EL INFIERNO DE HORN’ LIVLIAN TE TORTUREN HASTA EL OLVIDO!!!

Dorothy corre blandiendo la espada corta contra Galak, levantándola y luego dejándola caer sobre
su amiga para partirla en dos, pero Galak la desvía la espada con una daga en la mano izquierda y,
esgrimiendo el florete con la derecha, se acerca a rasgarle la cara dejándole una ‘‘X’’ a la peli
castaña.

—Diez —recita Galak, desde el momento en que alzó la vista para contrarrestar a Dorothy el iris
de sus ojos empezó a brillar en un fucsia intenso, como si fuesen luces de neón.

—¡¡¡MALDITA SEAS!!! —grita la enloquecida amiga mientras se retuerce en el suelo cubriéndose la


cara.

—Eres peor que los certkarianos, no mereces vivir, basura —le condena Galak mientras le talla una
‘‘G’’ mayúscula en el vientre a Dorothy y luego clava el florete en el centro —Eso será un
cincuenta-cincuenta, ya veremos si tu bebé sobrevive.

Dorothy se desmaya del dolor y, poco después, la Galak de ojos brillantes también muerde el suelo
justo al lado que su amiga de la infancia, mientras sus manos quedan juntas, como si durmieran.

Conexiones

«—¿Por qué justo ahora? ...»

Es un día soleado en una enorme metrópoli de corte medieval turco, con sus grandes mercados,
excelentes atracciones arquitectónicas, que en su mayoría no dejaban de ser una enorme red de
coliseos. Lo que de lejos, desde la altura en la que unos halcones del desierto surcan el cielo,
parece una población humana, pero al acercarse a ver el bullicio se nota que son todos
certkarianos, y los hay de todo tipo: Grandes y gordinflones, Delgados y moribundos, con cabellos
en su mayoría castaños o negros y orejas de muchas formas, alargadas, delgadas, rechonchas,
peludas o hasta lampiñas. Todos ellos entre el regateo del mercado o el disfrute de los
espectáculos tienen una obligación para con su señor, el Dios Supremo, en el enorme templo que
se alza en lo alto de una colina en el centro de la ciudad, su estilo de arquitectura recuerda
bastante al usado en la Santa Sofía, con una cúpula central rodeada de varias torres que le
adornan, pero complementada con secciones transversales que gozan del mejor estilo gótico que
Certkara puede ofrecer: Gargolas con forma de Lobo, soportes para las paredes con pequeñas
torres que terminan en punta y unos vitrales que tienen grabados en sus laminas la gloriosa
historia del imperio desde su primitiva etapa como un pequeño cantón, esta colosal construcción
es conocida como El Altar de Zeke del sur.

«—Bueno, de vez en cuando es bonito revolcarse en la mierda para recordar tu norte…»

Es dentro de esta colosal estructura donde se encuentra el corazón de la ciudad, dentro de esos
muros el gobierno teocrático hace sus maniobras con los pueblos fronterizos cercanos,
encargándose tanto del comercio como del espionaje necesario para próximas escaramuzas. Los
pasillos internos son de lo más extensos y amplios, acomodados con ventanales en forma de arco
y con un techo que se eleva a varios pisos de altura hacen de la estructura interna un sitio donde
toda la población de la ciudad puede refugiarse de haber algún altercado o toque de queda.

Entre estos pasillos avanza un certkariano joven, de complexión delgada, una extensa cabellera
negra azabache y unas orejas que gusta mantener entre su cabellera, unos grandes ojos verdes
esmeralda y una seriedad que sólo pierde sentido ante la presencia de otro certkariano que le
cierra el paso frente a él.

—¿Así que al fin viniste a la ciudad, Max? — comenta el certkariano adyacente a la alfombra por la
que camina Max, su rostro muestra una seriedad aun mayor a la del joven —¿pensabas irte sin
presentarme respetos?

—Por supuesto que no, capitán Larz —le contesta Max haciendo una reverencia, es tan joven que
su rostro es terso.

—Ya te he dicho que fuera de los cuarteles puedes dejar el protocolo, Max —comenta el hombre
con una corta sonrisa de alivio.

—La verdad es que siempre se me pasa, tío.

Lancel Larz posee una figura más esbelta, su cuerpo es más musculado que el de Max, pero ya
empieza a mostrar que los años no pasan en vano, su cabello es la principal evidencia o, mejor
dicho, la falta de este; lo único que conserva de su aspecto joven, más allá de su conservada
musculatura es un mostacho delgado y uniforme que termina incluso más allá de su rostro y que
sus ojos son los mismos que los de Max. Cómo capitán de la EDEXYR, posee el acostumbrado
yelmo acero con una pluma a un costado, a pesar de estar en su ropa de noble a este siempre le
ha encantado mostrar su bien cuidado estatus en el ejército regular.
Max por su parte posee su ropa de civil sin más, unos pantalones de cuero, una camisa que tiene
un cordón que le ata en el medio de su pecho y un sombrero de ala similar al de su tío, pero de
cuero y sin pluma.

—Me alegra que digas eso porque aquí hay alguien que se muere por verte —comenta el capitán
volteando hacia detrás de una de las columnas.

Max observa como un pequeño y delicado rostro se asoma desde detrás de la columna para darse
a la carrera de alcanzarlo.

—¡Papá! —grita la pequeña de ojitos negros y piel canela mientras se abalanza sobre Max para
que le cargue —¡Te extrañé, papi!

Max claudica ante la ternura de su pequeña primogénita, la toma en brazos y gira sobre su pie
derecho para hacerla feliz. La pequeña posee unos ojos ámbar profundo, su cabello es de un largo
y lacio negro, como el de su padre y su piel es canela, sus ropas parecen más las de un chico que
las de una chica, pero curiosamente no le quitan femineidad y ternura.

—¡¿Cómo está mi terremotico?! —le pregunta mientras intenta soplarle la panza para que le dé
un ataque de risa.

—Papá, ya tengo ocho años, eso no me da risa —le dice la chiquilla haciendo un puchero.

—Es cierto, Max, deberías de tratar a Iris con más respeto ya que es una señorita —recalca una
figura que Max no había notado acercarse.

—¿Tú madre tiene razón, terroncito? —pregunta Max con una falsa y sobre actuada tristeza —¿Ya
conseguiste a un certkariano y dejarás a tu viejo padre?

La niña le mira todo afligido, pero decide seguirle el juego a su madre.

—¡Sí, ya tengo! —responde haciendo que Max abra sus ojos en sorpresa.

Iris se logra soltar de los brazos de su padre para ir a agarrarse de las ropas de su tío-abuelo
mientras sonríe en victoria, como si fuese un premio que obtuvo en algún sorteo en el bazar.

—¡Él me va a cuidar! —le dice la niña en inocencia a su padre que se queda atónito ante lo que
ocurre.

Lancel no hace más que reírse ante las acciones de la pequeña precóz mientras la madre ve todo
con más solemnidad, aunque por dentro muere de risa. Iris ve como este se pone a llorar de
manera dramática y decide ir a consolarle mientras él se apoya de una columna.

—Ya, ya, papi, tú siempre serás mi número uno —le dice mientras le da palmadas en la cintura.

Max, al oír esto, levanta a su hija y la carga con emoción restregando su cara con la de ella.
—¡Y por eso tu eres mi número uno y tú mami es mi numero dos! —le confirma el padre
orgulloso, y luego voltea a su mujer con cara de soberbia falsa —Lo siento, Crystal, pero un
hombre ha tomado una decisión.

Crystal observa todo con un rostro sereno y apacible, su piel es canela y sus cabellos castaño
oscuro, sus orejas son delgadas y caídas, incluso puede parecer a un perro triste, pero combinadas
con su terso rostro y ojos color ámbar, irradian belleza, la misma que vio Max en ella hace ya
tanto. Vestía con un largo vestido que combinaba un fondo verde turquesa con unos bordados en
hilo dorado qué, a pesar de ser un vestido que asemejaba un estilo ítalo-renacentista, también
tenía unos toques de belleza turca como cortes cerca del vientre para enmarcar la sensualidad.

«—Iris… Crystal… mi luz se fue con ustedes»

Max despierta de su pequeña tanda de recuerdos, causados por la meditación, para afrontar la
realidad que le acontece en ese momento. A una corta distancia de donde él se encuentra los
soldados de Hilary han mordido el anzuelo, atacando deliberadamente a su muñeco de ramas y
trapos sucios que dejó sobre el sauce que anunció frente a Galak y Dorothy.

«Bien… es momento de empezar el show» piensa para sí mismo mientras saca de su funda su
única daga y empieza a avanzar a los puntos donde se generaron los saltos.

A pocos metros de donde Max avanza de manera furtiva, se encuentra Hilary, mordiéndose la uña
de su pulgar mientras ve a sus soldados subir el sauce para destajar a ‘‘Max’’.

—Ese maldito no nos la pondría tan fácil —maldice al ver los pedazos de ramas y tela caer cerca,
observa en varias direcciones para saber si detecta algo, pero un relámpago que cae cerca le
enceguece —Maldito seas, Max.

Max salta de árbol en árbol hasta que queda justo sobre ellos, y es justo ahí donde lanza su
primera granada de humo.

—¡Capitana!

—¡¿Qué significa esto?!

Mientras Hilary se estruja los ojos desde la seguridad de su escondite, Max desciende sobre los
confundidos soldados y empieza a rebanar sus yugulares sin mucho esfuerzo.

«Veamos sí la suerte te acompañará siempre» piensa Hilary mientras recupera la visión, es en ese
momento que ella desenvaina su katana desproporcionadamente larga —me pregunto si esto aún
sirve en ti.

Saltando entre las ramas se da el encentro entre Max y sus compatriotas, todos ellos tienen un
equipamiento de excelente categoría para ataques en lugares de escaso movimiento, una espada
corta de doble filo y un cuchillo con una región de sierra, adicional a todo esto también tenían una
cota de malla que cubría incluso su cabeza, por lo cual hacía casi imposible perforarle puntos de
presión del cuello con objetos convencionales.

Max sabe todo esto, por eso aprovecha la granada de humo para acercarse al primero y clavarle
inmisericorde la daga en el centro del rostro, matándole en el acto, pero antes de que este caiga al
suelo del bosque, le logra robar la espada con la que intentó defenderse vagamente.

—Extrañaba este modelo de espada —comenta Max mientras siente el mango, es bastante ligera
y le permite tanta maniobrabilidad como se lo permitiría la daga que acaba de dejar en el cuerpo
que cayó.

—¡Ahí estás, traidor! —dice uno de los certkarianos que habían destruido el señuelo, está en una
rama superior a la de Max y se abalanza sobre este para apuñalarle, incluso logra lastimarle en el
hombro haciéndole un roce.

A Max le cuesta maniobrar en las alturas, aun no se acostumbra a la falta de visión del todo, pero
logra hacerle perder el equilibrio a su atacante y al momento de caer termina clavándose su
propia espada en el rostro, todo esto fue gracias a un juego de manos que hizo Max en el
momento que lo tuvo a Melé. Pero esto le trajo consecuencias debido a que no notó cuando un
tercer certkariano se le acercó por la espalda y de un corte lo envió al suelo junto con el cadáver.

—Silver, Anthony, aprovechemos que está débil en el suelo —sugiere el certkcariano que realizó el
ataque antes de deslizarse hasta el suelo para buscar al ciego entre el suelo.

Los otros certkarianos bajaron igualmente tras su compañero al suelo, la humareda se extendía
incluso hasta esa altura, lo más probable es que Max hubiese arrojado una granada antes de tocar
el suelo; lo que más les preocupa a los tres es que no logran ver donde cayó el traidor, el cuerpo
no está donde debió haber caído.

—No te puedes esconder eternamente, basura —contesta el más alto del grupo.

—No busco hacerlo, incluso estoy justo sobre ustedes —comenta la voz del ciego, y a pesar de
sonar como un susurro, suena en todo el lugar.

El grupo voltea a ver hacia arriba y son sorprendidos: Max aprovecha que se dejan llevar por sus
palabras para aproximarse a estos por una finta baja que usa para meterles una patada en barrida
y hacerles caer, una vez en el suelo y con mucha rapidez se dispone a atravesarles el rostro con su
espada uno a uno.

—Creo que son todos de momento —murmura para sí, sabe que le queda poco tiempo antes de
que la segunda granada de humo se le acabe, así que se dispone a tomar lo que necesita del
equipamiento del EDEXYR que, como bien sabe por experiencia, le va a servir bastante para lo que
necesita hacer.
La lluvia no se hace esperar, luego de un par de gotas esporádicas, el diluvio de Noé es llamado al
frente entre los fenómenos climatológicos desapareciendo por completo la nube de humo,
mostrando a Max en medio de no más que cinco cadáveres de certkarianos.

«Maldita lluvia, arruina por completo la estrategia con bombas de humo» piensa Max en su
desdicha.

Para él, los certkarianos que mató no eran más que peones de poca habilidad, pero ahora que está
al descubierto en la lluvia sabe de quién es la presencia que se aproxima a él con una velocidad
vertiginosa.

«¡Demonios!... Ella ya está aquí»

A una velocidad similar a la que Round alcanzó a Butch de un solo salto, Hilary embiste a Max con
su espada, este apenas logra esquivarla porque calcula hacia donde estaría la hoja; logra salir ileso
de algún corte, pero el empujón que le da la capitana es suficiente para mandarlo a volar más de
cinco metros hasta estrellarse de espaldas contra un árbol.

—¿A caso buscabas algo en ellos que no puedes obtener de mí, cariño? —se jacta la certkariana
mientras camina lento observando al ciego que apenas mantiene el aliento contra el tronco.

—Hilary…—

—Un placer verte después de tanto, ‘‘papi’’ —le menciona de manera provocativa mientras
avanza —lástima que no sea igual para ti en un modo literal.

El resto de soldados que acompañan a Hilary se quedan asombrados de la fuerza con la que la
capitana ha usado en el traidor, todos sienten terror al ver como un solo ciego pudo contra cinco
él solo, pero el estar bajo el ala protectora de la capitana los motiva.

—¡La Capitana a derrotado al traidor de certkara ella sola! —grita uno de los soldados y es seguido
de las ovaciones del resto de ellos.

A Hilary esto le cae de la patada y su primera reacción es alzar la enorme espada y rebanarle la
cabeza al soldado más cercano.

—¡¿Y ustedes se hacen llamar hombres?! —espera mientras el chorro de sangre proveniente del
cuerpo lucha en contra de la lluvia y termina manchándole el brazo a Hilary —¡Ese certkariano que
esta allá es capaz de vencerlos a todos y el que me demuestre lo contrario recibirá un ascenso de
mi parte!

Todos cambiaron su expresión de victoria en derrota de manera magistral. Su capitana les inspira
más miedo que cualquier otro ser, y ¿cómo no hacerlo?, es una magistral usuaria de tres espadas
añadiendo el hecho de que puede utilizar un don. Es por eso que deciden acercarse
cuidadosamente para atacar a Max que aún no se ha puesto de pie por estar recostado al tronco.
Max, por otra parte, se encuentra incrustado en un tronco que se astilló al él impactar sobre su
madera, sabe que está jodido, un par de costillas rotas no son fáciles de atender. Incluso el golpe
contra la madera es tal que lo deja en un estado de seminconsciencia, por lo que el ciego vuelve a
caer en la somnolencia del hace rato, permitiéndose recaer de a pocos en los recuerdos de hace
diez años, cuando apenas era un capitán de exploración con veintiocho primaveras, regresando al
colosal altar/ sede de gobierno regional.

Justo después de que Max se dedicara a jugar con su amada hija, son abordados por una
certkariana que avanza vivazmente hasta donde están reunidos, pasando por al lado de un par de
clérigos que ignoran por completo.

«—Entonces sí esa es tu decisión pues yo me pido a mi hermana de vuelta —objeta una chica que
avanza desde la entrada y por la alfombra, todos voltean a ver a la nueva integrante de la
conversación.»

«—¡Tía Helly! —grita emocionada la pequeña Iris, que se suelta de los cariños de su padre para
correr a abrazar a su tía.»

«—Oh, pero miren quien llegó —dice el anciano Lancel con un entusiasmo renovado —tu
remplazo en el EDEXYR, Max. La Capitana Hilary Heinz.»

Max se queda viendo a la chica, no desea mostrarle la felicidad que le da verle después de tanto
tiempo, así que decide mostrarse apático ante una Hilary que le mira impaciente ante su respuesta
por la noticia.

«—¿Así que el EDEXYR está tan falto de personal que están buscando gente como Hilary? —le dice
en manera burlesca.»

Hilary avanza hasta donde está Max y le da toques con el dedo de manera despectiva, se nota que
lo que dijo le ofendió. Su cabello se encontraba más largo en esta época, no tenía los músculos tan
definidos, incluso se podría decir que es un poco enclenque en ello, viste con un pantalón de tela
ajustado, unas botas de cuero hasta la rodilla y una casaca roja que le hace parecer una forajida.

«—¿Así tratarás a tu cuñada después de tanto tiempo, imbécil? —le contesta la certkariana sin
asco, su rostro se sigue asemejando al de un lince —No puedo creer que sea con él con quien te
casaras, hermanita. Yo en tú posición hubiese escogido a alguien que no me haga vivir una vida
hogareña.»

«—Esas son las diferencias entre una dama y tú, Helly —le dice Max a la chica haciendo que esta
se exaspere aún más, así que decide tomarla de la cabeza y despeinarla cariñosamente —Vamos,
que es pura joda, linda.»

«—A propósito, tío, ¿qué haces en esta región?, tenía entendido que estabas en un consejo de
guerra en la Capital de Oeste por la guerra contra Gladius —comenta Max sin soltar a Hilary, esta
empieza a asfixiarse contra su pectoral.
«—Recuerda que somos Larz, sobrino, se me informó que a uno de mis parientes se le dio la
posibilidad de formar parte de los cuatro grandes arqueros reales, únicos entre miles de soldados
—responde el tío mientras avanza hacia él con los brazos cruzados tras él —era obvio que vendría
a ver tu primer examen, y es por eso que traje a tu familia para que puedas despedirles
gratamente. Aunque si te soy sincero también vengo por los ataques que, según me han
notificado, fueron perpetrados por la guerrilla de Resistance, cerca de Thu’Yérias.

«—¿Despedirse? ¿papi no vendrá más? —pregunta Iris que alcanza a oír eso mientras correteaba
entre los pasillos.»

Lancel nota que la niña está por entristecer así que se le acerca a consolarla.

«—¡No! Bebé, tu papi sólo irá a entrenar un tiempo antes de volver contigo y con tu mamita —le
consuela a la niña mientras se arrodilla para ofrecerle un dulce que llevaba en un bolsillo.

Hilary que ya no aguanta la respiración se despega de su cuñado metiéndole un golpe en la ingle


haciéndole retroceder del dolor.

«—¡Casi me matas, tarado! —le recrimina Hilary al certkariano que se retuerce de rodillas,
mientras Crystal se acerca para sobarle la cabeza —Hermana, recuerdo cuando era niña y tú eras
conocida como una de las mejores novatas del cuerpo de reconocimiento, Crystal Heinz, ahora
sólo eres la ama de casa Crystal Larz… Deberías divorciarte.»

«—Pero si lo hago ¿Quién cuidará del pobre de Max? —le pregunta a su hermana, haciendo que
Hilary haga un puchero y tuerza los ojos.»

Al cabo de unos minutos este se vuelve a poner de pie, ignorando del todo a Hilary se acerca a su
tío para preguntarle más personalmente.

«—Si vienes a animarme con mi familia ¿para qué traes mi castrante cuñada? —pregunta el
certkariano a su tío en el oído, mientras son observados por las tres chicas con bastante
curiosidad.»

«—A Hilary le hace falta ir a la capital del este para completar su entrenamiento final, Max —
comenta el viejo Lancel bastante apaciguado —me contaron que fue el lugar que también
escogiste para empezar con tu entrenamiento en la reunión del Hal-Assam, ¿es verdad?»

Max voltea a ver a su tío seriamente, Hilary se le queda viendo algo tensa, e Iris, que estaba por
ahí correteando, se abalanza nuevamente sobre su padre para ser cargada por este, aunque no
estuviese pendiente de ella en ese momento.

«—Sí, tío, el motivo de mi viaje a la capital del este es para explorar artes secretos que puedan
enseñarme las tribus en esas junglas —contesta diligentemente el padre de familia mientras su
hija trepa por él como un insecto raro y diciéndole ‘‘Préstame atención a mí.’’»
El tío le mira de manera seria, las tribus del este no eran conocidas por ser hospitalarias en lo
absoluto, realmente habían sido una piedra en los zapatos del sueño expansionista del imperio.
Pero luego de un rato vuelve a su estado apacible, como buen viejo bonachón.

«—Bueno, sólo quería saberlo, ya que Hilary va en la misma dirección sería bueno que vayas con
ella hasta su destino — le comenta el tío mientras retira a Iris de encima de Max y se dedica a
hablarle —Tú pronto serás el orgullo de la familia Larz, sigue los pasos de tu tía y verás cómo lo
conseguirás.»

En ese momento Max y Hilary se vieron a los ojos, esos ojos esmeraldas escudriñaban secretos en
los perlados ojos café de su cuñada.

«Recuerdo que en esos momentos veía en tus ojos la misma inocencia que conocí en mi amada
Crystal» piensa Max para sí mismo mientras las gotas de lluvia los transportan de ese agridulce
recuerdo a la actualidad, luchando contra Hilary y sus lacayos por mera supervivencia.

Se percata que, en el corto tiempo que ha estado semiconsciente, los soldados que le quedaban a
su ex cuñada lo acabaron de rodear y se preparan para atacar todos a la vez. La lluvia cae sobre los
presentes inmisericordemente.

«¡Maldición! Tendré que usar al menos las tres granadas que me quedan si quiero conseguir el
mismo efecto bajo la lluvia, luego de eso sólo me queda ella» piensa para sí mientras busca las
granadas en el bolsillo, le quedan exactamente tres, suficientes para lo que necesita.

—El gran Maximillian Larz me dará un espectáculo digno de mención —le comenta la chica
mientras ve cómo se desarrolla el combate.

Los certkarianos, rodeando a Max ya han preparado el terreno para el combate, desenvainan sus
espadas cortas para enfrentarle, considerando que él está en el centro y que muy probablemente
esté muy mal herido del impacto saben que no será un problema el erradicarlo si limitan sus
movimientos con un ataque en conjunto, tomando en cuenta que aún puede tener más granadas
de humo es mejor cercarlo. Como todos llegan a la misma conclusión es a la señal del mayor en
rango que todos se abalanzan sobre Max.

—Paz a sus almas —susurra Max mientras tira con fuerza las tres bombas al suelo, causando una
enorme cortina de humo que no impide a los certkarianos seguir corriendo.

Es debido a sus costillas rotas que decide optar por una estrategia más furtiva, esquivando todos
los posibles cortes agachándose y echándose a correr fuera del rango de estos.

—¿Dónde está? —preguntan varios de ellos.

Todos se encuentran tan cerca de los demás que logran verse a través del humo, así que pueden
ver cuando uno de ellos se muestra satisfecho con una larga sonrisa.
—Tengo a la rata, está justo frente a nosotros —comenta con malicia mientras se observa uno de
los dedos que se encuentra siendo jalado por un pequeño hilo.

Frente a ellos, a pocos metros, Max se encuentra moviendo un cadáver que está conectado a una
red de hilos, dicha red hace un perímetro en la zona donde las bombas estallaron.

«No me voy sin que se enteren, ¿eh?» piensa para sí mismo mientras acomoda los cuerpos y los
saquea de objetos.

Los soldados certkarianos logran ver dónde está el cadáver que estaba moviendo Max, pero no
hay ni rastro de él y eso los desconcierta bastante, hasta que es demasiado tarde.

Mientras la batalla entre los diez soldados restantes y su ex cuñado se gesta, Hilary observa todo
desde afuera, oye los gritos, los cortes, los chillidos, los aullidos suplicantes de piedad, algo muy
remoto dentro de ella quiere abalanzarse igual, pero sólo se siente embelesada por el humo y las
formas que toma cuando es travesado por tantas gotas de lluvia a la vez, como si fuese un tiroteo
sobre una masa de arcilla en el agua.

«—¿Me intentas dar una lección…?» Escucha la capitana resonar ese recuerdo en su mente como
un zumbido aleatorio mientras observa el espectáculo en su mente, la escena trae evoca
momentos de hace catorce años, cuando aún era una novicia que asistía a la academia.

Hilary nota que lo que está presenciando le recuerda bastante a su lejana juventud, acababa de
ingresar en la academia superior para la guerra, escogiendo exploración y reconocimiento como su
carrera, igual que su hermana Crystal. Hilary idolatraba a su hermana, pero odiaba en lo que se
había convertido gracias a su esposo. Para desgracia de la hermana menor, su hermana le insistió
y terminó aceptando darle lecciones privadas para mejorar su técnica de combate no
convencional; y es por eso que ambos se encontraban entrenando en los extensos terrenos de la
propiedad de campo de la familia Larz en el sur del país.

«—En guardia, señorita Heinz —le ordena Max levantando una vara de madera contra la pequeña
certkariana de tez trigueña frente a él —no permitiré que tomes un descanso tan pronto.»

El entrenamiento que realizaban era uno básico de esquivar estocadas mortales, ya para este
momento llevaban varias horas de entrenamiento y la pequeña morena estaba agotada.

«—Te voy a matar —murmuraba la chica entre jadeos por el cansancio del entrenamiento diario.

«En ese entonces yo te odiaba, odiaba que fueses el cretino que convirtió a la prometedora Crystal
Heinz en no más que una mera ama de casa… y todo por tu cara bonita y tu prestigiosa familia»
piensa Hilary mientras divaga en sus recuerdos.

«—Vamos, Hilary, no es momento para que te rindas —le animaba mientras la chica se
encontraba en un duelo de dagas de entrenamiento con Max, este esquivaba absolutamente
todos los posibles cortes de la chica.
«Odiaba que fueras tan prepotente para creerte superior a mí en todo» recuerda con una sonrisa
nostálgica.

«—No te rindas, ¡Helly! —Max intenta animarla mientras tienen un duelo con lanzas en el que ella
apenas le aguanta el ritmo al certkariano, incluso le logra rozar el pómulo.»

«Odiaba que siempre te mostraras amable conmigo sin importar cuanto me equivocase» recuerda
con una mirada entrañable.

Al mes de su exhaustivo entrenamiento, Hilary, Max y una docena de guardias se encontraban


preparándose para un combate en grupo. La joven veía a todos tan relajados exceptuando a Max
que estaba ayudando a un sirviente a traer las diferentes armas que usarían cada uno. A pesar de
ser falsas no dejaban de ser muy pesadas en conjunto.

«—¿Qué aprenderemos hoy? —pregunta la adolescente extrañada por ver tanta gente.»

«—A escapar de situaciones de riesgo — dice Max agarrando su acostumbrado arco —Te explico
en lo que ellos estén listos.»

Hilary le observa confundida, nota que hay muchas más armas que personas mientras cada uno de
los ayudantes toma un arma, cree que tal vez quieran conseguir su Don.

«—Okay, empecemos —al Max decir esto todos los ayudantes se abalanzan sobre este con lanzas,
alabardas, mandobles, guadañas, hachas y demás armas, pero él las esquiva dando un gran salto
—lo que tienes que notar es que en las batallas hay un importante número de momentos en los
que estarás rodeada de muchos enemigos, y más cuando eres del EDEXYR, así que es primordial
que sepas usar un gran número de armas, aunque no tengan coincidencia con tu don, incluso
tendrás que emplear el terreno.»

Mientras explica todo esto el certkariano ha esquivado un número importante de enemigos, ha


cambiado de armas en el proceso, e incluso ha usado el cuerpo de ayudantes desmayados como
defensa ante ataques del resto, y no falta tiempo para que todos estén en el suelo mientras ella
observa todo esto asombrada.

«Fue en ese momento en el que te odie aún más…» Recuerda la capitana mostrando una mirada
melancólica a los presentes. Su mente ya ha regresado al presente, observa como la nube ya se ha
dispersado y Max aún se encuentra esquivando enemigos y atacándolos con todos sus medios a
pesar de sufrir el dolor de un par de costillas rotas.

«Odiaba que me gustaras tanto y que no fueses mío.»

Pero Hilary no desea intervenir en lo absoluto, sólo observa como derrota a sus hombres, espera
diligentemente a que sea su turno.

«Pero darme por vencida no era algo que iba a hacer…» los recuerdos la llevan a horas después
del entrenamiento que tuvieron en los terrenos de la familia Larz. Recuerda que esa misma tarde
Max sugiriera que acamparan una noche lejos de la finca para poder sentir mejor cómo sería una
misión en plena naturaleza, cosa que los acercó bastante cuando la lluvia nocturna les obligó a
dormir juntos para no pasar frío.

«Esa noche estabas muy caliente, lo recuerdo, tu mano simulaba abrazarme, pero en realidad
estabas manoseando mis pequeños pechos, los apretabas mientras sentía tu pene empujar mis
nalgas… Eso fue demasiado para mi… en el momento en que mi mano decidió escabullirse debajo
de tu ropa para agarrar tu polla que palpitaba en mi contra fue mi sentencia, fue en esa noche, en
ese momento en que te otorgué mi virginidad.»

Los recuerdos de Hilary avanzan cuatro años en el tiempo hasta un punto en que coinciden con los
que tuvo Max minutos antes. La certkariana se dedica a recordar la tarde después de la verbena
que tuvieron por el ascenso de ambos, cuando los despidieron y marcharon camino al noreste.

A los certkarianos como raza les encanta que los jóvenes, aun si no hayan prestado servicio militar
o estén en tiempos de paz, estén en una eterna búsqueda de poder y auto superación personal. Y
fue en el camino a unos pocos kilómetros de la capital del sur que Max y Hilary se habían decidido
a pasar la noche. Ambos parecían perros en celo, Hilary le encantaba que le dieran en la postura
de perro y Max parecía un semental, agarrándola por la cintura para poder controlar el ritmo.
Había momentos en los que este se ponía justo sobre ella, apoyando sus manos sobre las de ella y
le mordía el cuello o alguna de las orejas.

«—¡Oh! ¡Sí, Papi! ¡Hazme tuya! ¡soy tu gatita y no puedo huir de tu verga tan grande! —le
suplicaba entre gemidos la Hilary de esa época, jadeante ante las embestidas de su cuñado, el sólo
pensar en él la mojaba por completo, el que se la cogiese de tal manera, agarrando sus caderas
mientras le susurraba al oído «—Eres mía, maldita perra, mientras yo te tenga la mano encima me
vas a tener que dar lo que quiero» le excitaba por completo.»

Luego de varios minutos de intensa acción sexual ambos se desploman sobre la cama de pasto que
hicieron, los dos habían acordado dormir juntos y es lo a lo que se dedicaban mientras veían el
cielo, la fogata estaba apagada y las estrellas eran impresionantes. Es entonces que Max toma
asiento y se gira para ver a la adormilada Hilary, viéndola bien, siempre le ha parecido una versión
más joven de Crystal.

«—Oye, Helly, cumpliste años en estos días, ¿no? —le pregunta Max ya en su serenidad habitual,
al ella asentir aun con su cara adormilada este se dispone a preguntar nuevamente —¿Cuántos
años ya?»

Hilary se despeja, más no se sienta, prefiere observar la cúpula celestial.

«—Dieciocho —le contesta la chica que, recostada desde donde está, observa los ojos de su
amante mientras tantea su cuerpo desnudo en búsqueda de su masculina mano para entrelazarlas
—Ya tengo edad casadera.»
Max, que ya tenía la mano entrelazada con ella la suelta para buscar en su bolsillo, cosa que llama
la atención de Hilary y le hace incorporarse por curiosidad.

«—Ten, linda —Max extiende la mano para ofrecerle un amuleto en forma de ala emplumada
blanca —lamento haberme tardado tanto en felicitarte, mi trabajo no me lo permite.»

«—Esta muy bonito, ¿qué significa? —comenta la chica mientras siente las típicas mariposas en el
estómago por lo ocurrido.»

«—Representan la unión de una pareja, un ave necesita de dos alas que trabajen en sintonía para
ser libres —le recita de manera magistral, tanto que la chica queda engatusada y hasta le roba un
beso apasionado.»

Luego de eso ambos se recuestan, pero no tardan en reanudar su espectáculo lascivo en varias
posiciones más.

«Fue una buena época, recuerdo que cogimos decenas de veces antes de llegar a la capital de
noroeste, siempre fui sensible a sus encantos, desde que empezó a entrenarme a los catorce y
poco a poco se me fue acercando hasta tomar mi virginidad, desde entonces fueron diez años en
los que creí que realmente yo podría ser la principal y no mi hermana» recuerda para sí, mientras
regresa al presente y observa a Max, luego de vencer al último de los subordinados de Hilary, se
mantiene de pie, jadeante, preocupado. Eso era lo que le hacía a Hilary tan feliz.

—¿Qué te pasa, ‘‘papi’’?, ¿buscabas algo entre mis hombres? —pregunta de manera muy burlona
mientras se prepara para su siguiente embestida —¿de casualidad sería un arma para atacar a
distancia?, quizá para activar tu Don.

Max, que no puede evitar preocuparse por no conseguir un arco entre los muertos intenta buscar
el arma que mejor se le adecue.

«No me jodan que voy a tener que usar ‘‘eso’’…» refunfuña el certkariano en su mente mientras
toma un par de espadas cortas y las blande ante una Hilary a punto de dar otra embestida.

La certkariana se adelanta a la guardia de Max con su vertiginosa velocidad metiéndole dos


patadas en todo el pecho de un salto y haciéndole elevarse para recibir una barrida con su espada
más grande que logra bloquear, pero no le evita caer con mucha velocidad al suelo, haciendo que
las piernas le tambaleen y termine cayendo de culo mientras espera a que reaccionen.

—Esperaba algo más del hombre que formó alguna vez parte de los cuatro arqueros —le reprocha
Hilary mientras avanza moviendo sus curvas con soltura —¿en serio creías que eras el único con
cuatro dedos de frente por aquí?, me imaginaba que harías una contra ya que tú conoces bastante
bien mi Don, pero fue gracias a él que supe que no has tenido un arco encima en mucho tiempo,
así que me encargué de que ninguno de mis soldados trajera uno a este encuentro, y el resultado
fue más espectacular de lo que esperé.
Mientras Hilary avanza desenvaina su espada mediana, el brillo dorado del oricalco reluce aún
bajo la lluvia.

—¿Desenvainando una segunda espada? —pregunta Max desde donde se encuentra sentado
sobándose las piernas para intentar ponerse de pie — o sea que ¿no me vas a leer la mente?

Max intenta ponerse rápidamente de pie, pero las piernas no le reaccionan del todo y es en este
momento que Hilary le hace un corte en el brazo con su espada dorada.

—Uhmmm… ¡Nah!, ya tuve mucho tiempo junto a ti escuchándote ser magnánimo y tener delirios
de grandeza, creo que es suficiente por una vida, de momento te quiero hacer sentir un poco del
dolor que yo sentí —le contesta la capitana mientras ve como la herida brilla en un ostentoso
violeta —ni si quiera lo haré gradual, siente el máximo dolor que puedo hacer sentir a una persona
de golpe cada vez que despiertes de desmayarte.

El pobre ciego percibe algo que en vida pocas personas han probado y salen ilesos, era como si
miles de agujas se clavaran constantemente en todas las terminaciones nerviosas capaces de
hacer entender al cerebro dolor. Max ni si quiera puede gritar ya que requiere de mucho esfuerzo
mental, así que sólo se retuerce en el suelo colocándose varias veces en posición fetal para luego
volver a estar extendido sobre el lodo.

—Te diría cosas que siempre quise decirte, pero sé que ahora mismo no debes de poder oír nada
—comenta de manera jocosa la chica mientras se pasa la mano por su corta, pero estilizada
cabellera —por ejemplo, hacerte recordar que tu nuevo recipiente humano de semen también
está recibiendo amor en este momento.

Es imposible que él oiga, incluso, el mero hecho de pensar le cuesta, y es por eso que decide
retirarse a su subconsciente, donde tiene un fugaz recuerdo en el que aparece un enorme animal
de muchas patas en la selva, un animal que le hace recordar algo importante.

«Para poder ser el protector de algo o alguien primero tienes que saber qué es el perderlo, de lo
contrario nunca comprenderás su entero valor» recita el certkariano en su mente mientras evoca
el recuerdo de su esposa e hija, seis años después de los anteriores recuerdos, ambas en llamas.

«—¿Qué harás, joven Ushuti? —le pregunta la voz en la cabeza, Max sólo sabe que Ushuti es
cabeza hueca en dialectos aborígenes.

«Pagar el precio de la libertad...»

En ese momento Max deja de retorcerse y se pone de pie, cosa que sorprende a Hilary porque en
estos momentos el debería haber perdido cualquier habilidad motora, el mero hecho de que
dejara de convulsionar le parece inconcebible.

—¿Cómo demonios estás haciendo eso, Max? —le pregunta sorprendida.


Pero el Max que se pone de pie tiene la particularidad de que ya no posee boca, ni si quiera es
como si la hubiesen cocido, sino como si nunca existió, su piel es tersa y, junto a sus vendas en los
ojos, emite un aura inhumana.

—¡¿Qué te…?! —Hilary se encuentra horrorizada, más no lo demuestra bajando la guardia, sino
abriendo los ojos en terror.

Max se acomoda nuevamente blandiendo sus dos espadas cortas y la espera bajo la lluvia como
incitándola a pelear

«Arte marcial del mono, primera postura: No digo.»

—Bueno, siempre me quejé de que eras muy hablador, pero no me esperaba esto —es en ese
momento que Hilary se abalanza sobre Max con su súper velocidad gracias a su Don.

En esta ocasión, Max la repele sin problemas, su velocidad de reacción y fuerza han aumentado
considerablemente. Hilary, que es arrimada a un lado no se rinde e intenta darle una nueva
estocada al fanfarrón de su ex cuñado.

—¿Quieres saber por qué hago esto? Más allá de mis problemas en el ejército certkariano,
necesito que pagues por lo que me hiciste —le confiesa Hilary mientras chocan sus espadas, esta
vez es Max quien sale disparado hacia atrás por un buen movimiento de baja altura que hizo la
chica, aunque Max no sufrió daño como en anteriores ocasiones.

«Hilary…»

La chica avanza con una fuerza renovada haciendo que la pelea se iguale en velocidad y fuerza, el
baile de ambos es incluso capaz de derribar arboles a su alrededor. Max sufre el hecho de que sus
espadas se rompen, así que cada vez que pasa esquiva las habilidades de la chica para acercarse al
primer árbol donde se estrelló, es en este dónde apartó todas las armas de los cadáveres
circundantes.

—A mí ya no me interesa lo que tuvimos, ¿sabes?, eso lo superé hace años, me cansé de esperar a
que entraras por la puerta del cuartel y me dijeras ‘‘cariño, eres el amor de mi vida’’, incluso perdí
mi amuleto en una misión, o incluso en alguna casa a la que entré a cogerme a los habitantes,
entendí que yo jamás podría arrebatarte de los brazos de mi hermana, lo superé y seguí mi vida —
se sigue sincerando la certkariana, aprovecha que agarra terreno y manda a Max contra un gran
roble, pero esta maniobra y termina cayéndole encima en otro choque de espadas —Incluso
podría superar tu atentado en ciudad capital del este, pero…

Hilary corta en varias ocasiones a Max con la espada que inflige dolor, pero por más que active
esta habilidad al máximo, este no sufre en lo absoluto.

«Esto es malo… las piernas se me empiezan a fatigar y ya tengo cuatro costillas rotas, no creo
poder aguantar mucho más…» Piensa Max intentando ser lo más optimista en su situación.
Luego de que ella rechazara a Max con ambas espadas, la chica se frustra y arroja la espada más
larga lejos para desenvainar la espada mortal de Mitrilo. Siente que ya no hay otra salida a esta
situación.

—Nunca te perdonaré no sólo que decepcionaste y dejaste morir al tío Lancel, sino que también
permitieras que murieran mi hermana y mi sobrina —le confiesa casi que, en susurros, llevaba
mucho tiempo sin pronunciar esas palabras, esos nombres aún le pesan, luego de cuatro largos
años.

«…»

Max sólo se queda ahí, de pie, sin poder decir nada, ni si quiera puede llorar, sólo puede oírle
mientras su voz se quiebra. Luego de eso oye como ella avanza con mucha velocidad hacia él,
chocando nuevamente sus espadas.

«Lo siento, Hilary...»

—¡No te lo perdonaré nunca, bastardo de mil caras! —le acusa mientras empuja más y más hasta
quedar por encima de él.

«Pero no puedo permitirme perder aquí.»

Max aprovecha la posición baja para hacerle un corte doble en los tendones tras las piernas a
cambio de recibir el corte de ambas espadas en todo el pecho formando una ‘‘X’’, haciendo que
Hilary se desplome al suelo. La pobre chica no puede creer lo que ha pasado, desde el suelo ve los
cortes sobre Max y piensa en activarlos de inmediato, sobre todo el corte con la daga asesina.

—¿Por qué…? —le pregunta la chica a su ex cuñado, la intriga la vence y vuelve su voz quebradiza
—¿por qué dejaste que te cortara? Aun sin poder caminar te puedo matar.

Max sólo avanza a unos metros de donde esta ella, ahí había caído la espada más larga de ella usa,
esta se encontraba a unos pocos metros de la chica y esta no se dio cuenta. La toma por el filo y se
permite cortar superficialmente sus manos.

—¿Qué haces…? —pregunta ella desde el suelo, pero entiende lo que él quiere, no necesita oírlo
decir, así que sólo se dispone a activar su tele-informador.

«Es justo como aquella vez» piensa ella, hace diez años, justo después de que ambos llegaran a La
Capital del Este, recuerda como Max y ella estaban que viendo los atributos de su Don eran causar
diferentes efectos en terceros dependiendo de con qué material les cortase, desde madera hasta
el mismo oro, pero el que más quedó en ella fue cuando consiguieron la función del hierro pulido,
luego de entender su utilidad, Max le dijo un halago que ella jamás olvidó ‘‘Tu Don es hermoso, es
capaz de conectar corazones de una manera tan intensa, es amor hecho virtud’’.

Luego de que hizo la conexión, Hilary fue capaz de ver todo lo que él podía recordar, su inicio
como cadete, sus rigurosos entrenamientos, cuando conoció a Crystal, cuando se casaron a los
años, el nacimiento de Iris, los múltiples encuentros amorosos de Max con Crystal, lo mucho que
él le amaba, el recuerdo de la muerte de Crystal y Iris estaba nítido, ellas dentro de la casa de
hospedaje en llamas, la impotencia de un Max que llegó tarde.

«Así que eso fue lo que pasó…» piensa Hilary mientras ve en sus memorias.

En ese momento pasan por su mente los recuerdos más recientes de su ex cuñado, la última
semana y media que le ha tocado vivir con una pequeña humana con una curiosa habilidad,
también logra sentir lo que él siente por ella.

«Así que ya me tienes remplazo y todo…» piensa ella en un tono entre nostálgico y cómico.

—Oye, Max, eres un maldito pedófilo —le espeta en la cara sin que este muestre señal de
vergüenza alguna.

Todo eso y más entra como un torrente de información para ella y justo cuando lo desactiva es
que nota que Max está de rodillas frente a ella, ofreciéndole su amuleto en forma de ala, era la
misma ala negra que él se propuso a guardar en símbolo de su cariño mutuo.

«—Yo nunca lo perdí» le dice Max mediante la conexión.

Hilary sólo lo ve y no puede evitar soltar una lagrima, ella no es estúpida, sabe que él nunca era
para ella, pero ver como él, quién menos lo esperaba, conservó el vínculo que ambos habían
creado le revolvió las tripas. Por eso voltea a verle con una sonrisa de soberbia.

—Nunca te voy a perdonar haber jugado conmigo, pero ninguno de los dos está exento de culpas
—le comenta con total franqueza, aunque ya su vigila empezaba a flaquear, usar tanto su don le
daba bastante cansancio, además que el estar tirada en el piso sólo empeoraba la situación —
Max…

«—¿Dime?»

—¿Sí volvemos a vernos en otra vida... tú…? —le cuesta decirlo, el sueño le vence.

«¿Me escogerías a mi…?» piensa antes de caer rendida en sueños.

Max se acerca a ella, para chequear que no haya muerto, le toma el pulso y luego la recuesta de
un tronco mientras la lluvia para para dejar intensa neblina.

«No…»

El Ultimátum

—¿Entrenar a Hilary? —pregunta Max a su esposa con mucho escepticismo y fastidio en su voz.
—Sí, ¿por qué no? —le refuta Crystal en un vestido sin mangas que le llegaba hasta las rodillas,
sólo lo usaba en la finca de los Larz en el sur, sus palabras parecen decir algo que es estúpido
refutar —es una chica talentosa y también quiere ingresar en el EDEXYR.

Su esposa de Max se ve hermosa mientras contempla el paisaje del campo agreste, seguido de los
sembradíos de algodón donde trabajan pequeños Golems de barro acompañados de seres de
apariencia aligátor, con rostros similares a cocodrilos, pero cuerpos antropomórficos y cubiertos
de escamas trabajando de esclavos el campo.

—Bueno, creo que puedo aprovechar el tiempo de descanso que nos dieron en reconocimiento —
admite Max volteando a ver en la otra dirección, en esa época del año el caudal del río era mínimo
así qué la mayoría de la vegetación estaba secándose.

—Excelente, enviaré una misiva para que venga de inmediato —afirma Crystal mientras avanza
lento a donde se encontraba su esposo y le da un beso lento en los labios, luego de eso ambos se
miran, ella baja la mirada y le dice —Gracias, amor —antes de entrar a la casa por el umbral tras
de este.

La finca de los Larz al sur de Certkara forma parte de un gremio local que es de los principales
productores de tejido en el imperio, que junto con otros gremios agricultores complementaban el
bien conocido ‘‘granero del imperio’’ como se le conocía a esta región por ser la principal
proveedora de recursos alimenticios al resto de la nación. Y la vista que tenía Max cubre en gran
parte de la cosecha de algodón de este año que comenzó a principios de mayo. Todo este silencio
y tranquilidad de la vida de campo daba en él una mezcla de emociones que, en esta ocasión, le
genera Paz.

Entre las hectáreas más cercanas de algodoneros, Max logra divisar como un caballo galopante
viene por la vereda desde donde vigilaba a los siervos, golems y esclavos. El advenimiento de este
jinete no hacía más que completar el revoltijo de emociones que siempre siente en estas
periódicas visitas al campo. Al aproximarse el jinete logra divisarse como un certkariano, vestido
con un ataviado estilo de terrateniente acaudalado y acalorado, avanza con sus holgadas prendas
hasta donde se encuentra Max en el umbral de la puerta. Su rostro era bastante áspero, con una
barba entre castaña y gris prominente, además de muchas arrugas, sus orejas sobresalían
terminando en punta, sus ojos eran de un azul profundo; eran estos los que miran a Max con el
desdén de alguien que sabe que le es superior en todo sentido, pero es un rostro que elimina para
mostrar una falsa simpatía.

—¡Descanse, soldado! Sé que esto ha de parecer similar a tus paseos por el campo enemigo, pero
no son más que siervos a nuestro cuidado —le advierte el certkariano dejando su montura para
atravesar el umbral pasando por un costado de Max viéndolo de manera muy altiva.

Max ni si quiera desea dirigirle una mirada, prefiere mantener su vista perfilada al horizonte
mientras se apoya de la pequeña baranda en el pequeño pórtico en el que se encuentran ambos.
—Incluso algunos poseen tu sangre, por si lo has olvidado —comenta antes de entrar por
completo —buena suerte con tus días de campo, campeón.

Max detesta eso, ese certkariano siempre le crispa los nervios cada vez que está cerca de él, en
ese momento sólo siente un brote de ira que necesita expeler en un discurso que le haga ganar
estatus ante él.

—Padre yo…

Max se gira para espetarle a su padre todo lo que pasa por su mente, pero es abordado por una
pequeña entidad que no esperaba.

—¡Papi! —exclama la pequeña Iris se abalanzándose sobre su padre y rodeando su cuello con un
dulce abrazo. La pequeña no tiene más que cuatro años de edad apenas.

—¿Iris? —dice Max extrañado, no había sentido su presencia, pero le consuela ver a su frágil
vástago tan feliz ante su presencia, tanto así que le abraza en respuesta a su euforia juvenil —¿ya
puedes saltar hasta darle estos abrazos a papi?

La niña no tarda en asentir mientras su padre acomoda sus brazos bajo las piernas de la niña para
simular una silla en la cual sentarse mientras siga sobre él.

—Ya soy ‘‘gande’’, papi — le dice la certkariana con su rostro sucio de tanto jugar en el campo,
pero en ese momento su sonrisa se detiene un momento —¿me ‘‘dadas’’ un ‘‘degalo’’ po’ ser
‘‘gande’’?

El certkariano no puede sino conmoverse ante los caprichos de su primogénita, así que, con una
enorme sonrisa animadora, se dispone a responderle a su pequeña.

—¡Por supuesto, mi pequeño terremotico! —le responde dándole un ferviente beso en la frente
—Le daré todo lo que desee mi niña grande.

En ese momento que la pequeña, recuperando su sonrisa de antaño, se dispone a meter su


delicada mano piel morena en la cuenca ocular derecha de Max, arrancándole de un tajo su ojo
para mantenerlo entre sus diminutos dedos ensangrentados mientras los nervios oculares aún
están conectados al cuerpo a la distancia.

—¡¿Qué demo…?! —Max intenta dejar caer a la sádica certkariana que aún se encuentra sentada
en sus brazos, pero le es imposible de toda manera.

—¡Qué ‘‘hedmoso’’! me encanta ‘‘tocadlo’’… —comenta la niña riéndose fuertemente luego de


hacerlo, luego de pasar sus ensangrentadas manos por su rostro su expresión se deforma en un
ser macabro —Papa, ¿por qué nos dejaste?
El pobre tuerto no puede hacer más que ver como su hija se regocija en el éxtasis que le genera
sentir su ojo en sus pequeñas manos, el terror que puede sentir es abrumador, pero la mirada de
desolación y eterna tristeza que su hija le arroja es suficiente para que decida contestar.

«¿Qué ocurre?»

—Nunca las dejaría, luché por ti y por mami —contesta intentando consolarle con una seguridad
que se oye muy empañada en el miedo.

Es entonces que unos brazos delicados cruzan sus hombros para abrazarle por la espalda hasta
asomar su larga y oscura cabellera por un costado.

—Entonces ¿por qué dejaste que murieran, papi? —pregunta la voz femenina a sus espaldas, sabe
que se trata de Hilary por la entonación, pero empieza a dudarlo cuando empieza a sentir algo
pegajoso tras de sí.

—Nunca dejé que murieran, luché por salvarles —le refuta a su cuñada, el temor vuelve a él sin
empacho. Su espalda ha empezado a ganar mucha temperatura, incluso en la región donde los
brazos de Hilary aun cuelgan —Pero me retrasé por culpa de esa estúpida campaña.

El estrés en Max le empieza a pasar factura cuando se mezcla con su terror, le resulta imposible
mover hasta el más mínimo músculo que no esté relacionado con el habla. Pero su sentir empeora
al notar como desde el oscuro umbral de la finca se aproxima una versión en llamas de su amada
esposa.

«¿Por qué veo esto?»

—Vaya problema con las entrometidas campañas de guerra, cariño —pronuncia calmadamente
Crystal mientras extiende sus brazos para acurrucarlos alrededor del cuello de su marido, esto lo
hace sin si quiera importarle el hecho de que su cuerpo está siendo rápidamente consumido por
las llamas —No te engañes, lo hiciste de manera consiente, estabas harto de nosotras.

Max se siente atacado por tales palabras, poco o nada le importan las llamar que empiezan a
cubrir su cuello gracias a su mujer.

—¡Nunca!

—Así como te hartaste de todas las chicas que estuvieron antes de mamá o de mi tía, ¿verdad,
papi? —le cuestiona Iris, está ya no estaba sentada en sus brazos sino a una distancia frente a él
en una forma adolescente, la última en que recuerda Max haberla visto, su cuerpo era muy similar
al de su madre al de su edad, sólo que es más oscura de piel. A esa distancia, Iris aún posee entre
sus manos el ojo de Max, que se estira dejando tras de sí una conexión nerviosa permitiéndole a
este poder ver todavía por este ojo —Creo que merecemos algo a cambio.
Acto seguido a estas palabras, Iris empieza a arder en llamas justo como su madre y su tía,
perdiendo ambas todo vestigio de carne calcinada mientras sus esqueletos posan sus huesudos
dedos sobre el rostro de Max para arrancarle su ultimo ojo.

—Deténganse… No… ¡No!... ¡¡¡NO!!!

En la distorsionada visión de Max el espiral de fuego que lo rodea es tal que le hace ver un
remolino de llamas que se extienden hasta el infinito, acompañadas por el coro de mil voces
lamentándose, gritando, suplicando por piedad, voces que sólo oirías en una sola parte del
mundo.

«¿Así que este es el infierno?»

El fuego trae a él visiones, visiones que lo llevan a un oscuro lugar que posee una limitada luz
cenital, que se diluye, como receptor, sobre una mugrienta cama de hospital, tan oxidada y
descuidada que nadie puede pensar que forme algo más allá que basura por ser desechada.

«—¿Hermano?»

Es justo esto lo último que logra soñar Max antes de despertarse de golpe. Este examina a su
alrededor con desespero al sentir el frío del ambiente soplarle las heridas y la sangre fresca sobre
su cuerpo. Nota que aún no sale del bosque donde se enfrentó el equipo de exploración y que se
encuentra arrodillado frente a una Hilary inconsciente.

«¿Apenas despierto de esto?... ¿Cuánto tiempo habrá pasado desde que les vencí?» se pregunta a
sí mismo mientras intenta ponerse de pie. Este tantea su rostro para darse cuenta que ya no posee
boca, su rostro incluso parece como si jamás la hubiese poseído.

—Arte marcial del mono, conocido por ser un arte marcial bastante peligroso, tanto para el que le
practica como para el que le enfrenta, que permite al usuario reconfigura el funcionamiento
interno de la energía mágica y el cerebro para que el cuerpo se haga más apto para el combate a
cambio de funciones menos útiles, como las sensoriales. Usado de manera indebida puede dejar al
usuario sin el uso permanente de alguna facultad mental o mágica —Oye Max recitar tras de sí con
una voz áspera y aguda, la reconoce al momento, incluso le genera una mezcla de alivio y molestia
el oírle —Usó muy bien la primera postura de este arte, redirigiendo toda la red mágica y neuronal
encargada del habla para usarle como potenciador en esta batalla, amo Larz. Lamentablemente
parece que eso le generará factura, sin mencionar que ha perdido una cantidad de sangre
considerable por esos cortes, el daño en sus costillas y en sus piernas.

Max se da la vuelta para estar frente al que pronunció tales palabras. No era otra cosa más que un
Golem, su cuerpo de arcilla simulaba a un pequeño renacuajo antropomórfico, pero con cierto
grado de deformidad que le hace sentir menos vivo.

«—Tanto tiempo sin saber de ti, Félix —le contesta Max con molestia al pequeño golem que se
encuentra frente a él, este sabe que los golems son capaces de leer los patrones mentales así que
pueden oír los pensamientos del certkariano como si de verdad les hablara —¿Cómo te tratan en
la guarida?, ¿Dónde está tu hermano?»

—Estado corporal: estable, signos vitales: estables, pulso: más bajo, muy probablemente por el
desangrado… incluso sus tendones de las piernas han sido cortados —comenta otra voz igual de
áspera, pero más gruesa tras de Max —Análisis: finalizado, única opción posible: matar a la mujer.

«—¡No! ¡Espera! ...»

Max se gira rápido para detener al otro golem que ya estaba alzando una daga contra la indefensa
Hilary. El certkariano le arrebata la daga y la arroja lejos.

«—No puedes ir matando a todo el mundo cuando te dé la gana, Rélix —le intenta aleccionar Max
al pequeño golem.»

Rélix, justo como su hermano Felix, resulta ser similar un tipo de anfibio, en este caso a una
pequeña salamandra, incluso posee cola. Justo como su hermano, Rélix posee una forma algo
deforme a pesar de ser antropomórficos los dos, pareciera como si ambos los hubiesen dejado
bajo el Sol y este les hubiese derretido un poco.

—Pero ella es su enemigo —refuta Félix.

«—Pero ya no, ahora deseo que la cuiden y curen, ¿ok? —comenta Max juntando a ambos para
hacerles sentir regañados, pero es totalmente inútil.»

—Entendido, entonces me dedicaré a unir nuevamente sus ligamentos —comenta Rélix con su voz
tan robótica e inexpresiva como siempre.

«—Está bien, sólo intenta no pasarte de la raya, que recupere la movilidad, no que le arranques las
piernas… de nuevo.»

—Señor, me he dado a la tarea de preparar una loción dentro de mí para ayudarle con su
problema de habla momentáneo —es justo cuando desde dentro del pequeño Félix sale un
embace con un líquido marrón —por favor, únteselo en donde antes aún tenía boca mientras me
permite mejorarle sus heridas.

«—No me opondré a eso en lo absoluto, Félix —contesta Max tomando asiento en el suelo frente
a Félix, dejando que este se dedique a examinarlo. La poción creada por el pequeño ser de arcilla
empieza a causarle comezón una vez la aplica en la zona afectada, sabe que esta sensación es
desagradable, pero no se niega e incluso se dedica a meditar un poco, cosa que le hacen pensar
muy detenidamente en las consecuencias de su presencia ahí y ahora —Y dime, Félix, tu amo me
imagino está cerca ¿o me equivoco?»

—El amo nos pidió que le ayudáramos en lo que necesitase, señor —contesta sin emitir la menos
muestra de emoción mientras examina los cortes en el pecho del certkariano —luego de que
estuviese fuera de un peligro mayor, nos pidió que le informásemos a usted que él le está
esperando en la Aldea más próxima.

«—Ya veo —accede Max mientras piensa un poco en los motivos para que él esté aquí
esperándole y es en ese momento que recuerda algo —chicos, por favor, necesito que no le hagan
nada malo a ella, déjenle irse luego de que le atiendan.

Los golems no contestan ante la petición, Max recuerda que esto puede significar que le han
entendido, pero también que poseen una orden contraria así que no puede tener certeza de qué
harán. El certkariano decide no preocuparse mucho de momento y se deja atender por los
asistentes mientras intenta olvidar ese espantoso sueño.

«Otra vez tengo esas visiones…»

Pero es en ese momento en que un pensamiento fugaz cruza su consiente y acapara su atención
«si ese degenerado está en la aldea… ¿qué habrá pasado con Galak?» este pensamiento le
mantiene inquieto durante su recuperación, pero decide no hacer nada hasta que todo acabe. Lo
peor es que estaré incapacitado para hablar por un día a menos que la loción sirva.

Es en hora y media después de todos los tratamientos de los pequeños golems que Max termina
de llegar a la aldea. La lluvia paró hace mucho, y a diferencia de los lodazales que se han formado
alrededor del camino hacia la aldea, sobre este casi no queda nada de agua, todo gracias al
sistema de infraestructura aplicado en él, dándole una mínima curvatura que se pronuncia en los
bordes de este, consiguiendo que el agua siempre vaya hacia los bordes del mismo evitando así
que se hagan charcos de algún tipo.

El poblado de lo que si rebosaba era de una espesa neblina, esta impedía una vista más allá de
unos cinco metros de distancia, cosa que no perturba a Max, este se encuentra oyendo los pasos
de una persona que se detiene en medio del camino de la aldea, como esperándolo. Para él no
sería normal enfrentar a un desconocido así, pero no era un desconocido, sabe de quién se trata.

—Soy capaz de convertir el oro en plomo, incluso de aniquilar la vida en kilómetros a la redonda
con sólo un par de gotas vertidas en el suelo y aquí me tienes, curando a niñas y a minusválidos
porque mi sagrada misión es venir en tu auxilio —replica el certkariano frente a Max con su
profunda y aterciopelada voz, pareciera que intenta emular a los golems en tono, pero en este si
se nota la apatía de una vida de molestias, sus ojos azules se enfocan en Max a quien ven con
genuino fastidio hasta que nota que en su rostro no posee boca —así que la usaste…

Max, que aún no posee boca en su rostro intenta pronunciar unas palabras y en su rostro se dibuja
una línea de luz purpura que se divide en dos con una curva opuesta generando un circulo que
simula ser una boca abierta.

—El mejor mago y alquimista de toda Resistance, es un placer tener al grandioso Gustaf Kalciform
frente a mí en estos momentos—le presenta Max haciendo vibrar las líneas en su rostro, la voz
que sale de este se oye con eco, así que le da un aire espectral —necesito que me des la ubicación
de los humanos en este pueblo.

—Y quién diría que al final si funcionaría esa loción… —murmura Gustaf sosteniendo su propio
mentón en curiosidad mientras observa el despliegue de luz en el rostro de Max —creo que será
mejor que pasemos para hablar mejor sobre los ‘‘humanos’’.

El Mago frente a Max posee una cabellera blanca bien peinada hacia atrás, sus orejas, por en
cambio, son largas y de un pelo negro y abundante que desentona con su cabello, sus ojos son
azules eléctricos, su rostro es casi inexpresivo, posee una larga capa que le cubre casi como una
túnica, esta se encuentra unida por una amarre de plata a la altura del cuello, sus ropajes son
bastante holgados bajo su capa, en su vestimenta predominan los colores purpuras y morados, su
sombrero de ala es una excepción a esto ya que posee un clásico color cuero.

Ambos entran en una de las casas más hermosas de la ciudad, parecía ser la casa de Jeff y su hijo
Ringo por lo acomodada que se veía en su interior, claro, nada tan pomposo como las grandes
habitaciones de la finca de su lord, pero se notaba que jamás iban a pasar hambre. Ambos se
incorporan en un pequeño comedor redondo donde reposan tres sillas de madera, la chimenea
atrás posee varios utensilios de madera y otros de hierro que complementarían una cocina
europea de principios del primer milenio después de Cristo.

—En este pueblo no conseguí más que una humana pelirroja viva, si es a eso que te refieres —le
menciona Gustaf tomando asiento en una de las sillas, en lo que se sienta se dedica a cruzar las
piernas y a apoyar su cabeza sobre su mano en un gesto de hastío.

—¿Una humana?, ¿dónde está?, ¿y el resto de los pobladores? —pregunta Max tomando asiento,
pero sin acomodarse tanto como su homologo por si tuviera que levantarse enseguida —Tengo
entendido que deberían haber no menos de quince certkarianos aquí.

—Descuida, ella está en la habitación del al lado, se encuentra fuera de peligro —le informa a Max
haciendo que este pierda su tensión —ha perdido mucha sangre, también tenía un par de heridas,
junto con unos moretones alrededor del cuello que por suerte no llegan a tanto, le tomarán al
menos dos días en recuperar la consciencia.

Gustaf ve como al ciego se le relajan las facciones, cosa que llama poderosamente su atención.
Max también se acomoda mejor en la silla cruzando las piernas.

—¿La conoces?

—Sí, pero te lo explico luego, mejor cuéntame lo que conseguiste aquí —comentan las líneas
brillantes en la parte baja del rostro de Max.

Gustaf le mira intentando escudriñar los secretos de su rostro, mientras la habitación brilla en el
purpura del rostro de Max.
—Bueno… además de la humana había cadáveres de certkarianos en toda la zona —comenta
Gustaf prosiguiendo la narración.

—¿Cadaveres de certkarianos? —Max se siente incrédulo ante lo que dice el mago, se pregunta si
fue Galak la responsable de tales actos.

—Diez miembros del EDEXYR para ser exactos, uno en el pueblo y nueve en el bosque.

El silencio se hace presente en la sala, Max busca de qué manera avanzar en este informe mientras
intenta no mostrarse aludido ante los eventos ocurridos.

—¿Crees que ella los mató a todos?

—Probablemente sí haya matado al soldado más próximo a ella, este poseía un agujero que
entraba por la espalda baja y ascendía alcanzando pulmones y corazón, así que pudo haberle
matado a traición, pero para el resto, veo imposible la participación de esa mocosa —comenta
Gustaf entrelazando sus dedos y llevándoselos a la altura de la boca.

—¿Por qué crees eso? ¿los examinaste a todos?

—Sí, lo hice antes de llegar al pueblo, cada cuerpo que vi lo he enviado con mis Golems a mi
laboratorio, al ver tantos cadáveres pensé que era tu obra, pero al analizarlos más de cerca —el
mago se aproxima más al ciego para provocar una pausa dramática, apoyando los codos de ambos
brazos sobre la mesa mientras aún mantiene entrelazado los dedos frente a su boca —las heridas
fatales en los cuerpos no eran comunes: unos fueron apuñalados con contundencia recibiendo
igual daño por el corte que por la embestida, otros fueron estrangulados por algo que dejó restos
de escamas en el cuello de las víctimas. Combinando eso con un puñal en el cuello de un
apuñalado y un último con una roca incrustada en su masa encefálica…

Max se vuelve a tensar, el ambiente no le permite pensar en nada más que en huir en ese
instante.

» Oye, Max…

—¿Dime?

—¿De casualidad me estás ocultando algo? ¿quién es esa niña?

Max y Gustaf se mantienen en silencio luego de varios segundos muy tensos, la presión es tal que
apenas notan como se cuela el frío de la tarde neblineada dentro de la casa. La línea purpura que
se dibuja simulando una boca en Max empieza a vibrar nuevamente ante una pequeña risa del
ciego que no puede evitar sentir lo gracioso que es todo esto.

«En serio que eres increíble, Gal.»


—Antes que te responda necesito que me digas algo, Gus —rompe el silencio el ciego con un
cuestionamiento mientras hace un cruce de puños en su regazo mientras bambonea suavemente
una de sus piernas cruzadas —¿a qué viniste?

Gustaf observa fijamente el rostro del ciego, la pregunta le es hasta ofensiva, pero sabe el por qué
la hizo.

—Vengo porque Morfeo desea saber el motivo de que su general estrella lleva más de semana y
media sin reportarse, incluso creo que querrá saber aún más cosas cuando vea tu reciente
mutilación —contesta el alquimista con franqueza, detestaba decir que seguía ordenes como
recadero.

Max, al oír la respuesta de Gustaf toma su decisión sobre qué responder.

—Pues si ese es el motivo te confesaré, estoy preparando una nueva ofensiva contra La Asamblea
—confiesa sin empacho, incluso deja que se le escapen un par de risas por la confianza que
emana.

—¿Contra La Asamblea?, ¿desde el culo del mundo? ¿Cómo planeas hacer eso? —pregunta un
incrédulo Gustaf, este sólo apoya su cabeza sobre su brazo derecho.

—Pues verás, no puedo dar muchos detalles al respecto, sólo te puedo decir que la chica que está
reposando justo después de esa pared es mi nueva posibilidad para acabar con esos malditos —
comenta Max con mucha confianza, no necesita verle para saber que el mago le mira fijamente —
es una humana capaz de usar magia sin catalizadores ni medios externos.

Gustaf Observa a Max para ver si se ríe luego de proferir tal disparate, pero al este quedarse en un
seguro silencio realiza una fugaz mirada a la pared tras la cual Galak se encuentra descansando. El
Mago no puede evitar reír también ante la posibilidad de que lo que Max diga sea cierto.

«Así que no has perdido tu sed de venganza, Max.»

—Lo que acabas de decir es muy interesante, querido amigo, sería mucho mejor que me la
entregues ahora mismo y le haga unas pruebas en mi laboratorio —comenta de manera bastante
viperina el alquimista a su confiado compañero, dentro del mismo empieza a nacer el deseo
curioso por examinar ese raro espécimen.

—No creo que sea posible, mi querido Gus Gus, ella es mía, es necesaria para mi plan, es lo único
que te puedo decir —le contesta Max a la petición del mago, sabía que pediría algo así, por eso fue
que le dijo lo que le dijo.

Y es debido a esta respuesta que Gustaf se levanta de la silla de manera abrupta y exhalando un
tedioso suspiro ante esa respuesta.

—¿Te vas tan pronto?, aun ni he montado a hacer algo de té —comenta Max con sarcasmo.
—Ya no tengo nada más que hacer aquí, todo lo que puedo llevarme está camino al laboratorio y
tu querida capitana está por llegar por esa puerta en lo que Félix y Rélix la puedan cargar por el
camino —Comenta Gustaf con desdén, odia bastante sentirse el recadero comunal —aprovecha
esa loción que te dio mi golem cada vez que la necesites, te servirá en muchas ocasiones que ni te
imaginas.

Max le oye caminar hacia la puerta y, luego de que una idea relámpago brillara en su mente, este
le llama nuevamente para pedirle un favor, haciendo que Gustaf voltee a verlo con total apatía.

—Me encantaría que me ayudes con una información y sé que eres el mejor para ello —comienza
a explicar Max, no sin antes alagarle un poco para evitar su molestia creciente —Sabes, parte de
mi camino a seguir es encontrar a un hombre, no sé cuál sea su nombre actualmente, pero su
apellido es Phoenix, también necesito que me digas todo lo que puedas hallar sobre La Vía Láctea.

Gustaf voltea a verle y no puede creer lo que acaba de oír, incluso piensa en reírse, pero no le
salen las ganas, sólo se sorprende.

—¿No estás algo viejo para buscar cosas como esas, Max? —pregunta de manera burlona el mago,
cosa que no pasa desapercibido por los oídos del ciego.

—Sólo busca todo lo que puedas sobre ambas cosas, por favor —le vuelve a exigir a su amigo,
parece que este tema si hace enojar a Max ya que hasta él siente lo estúpido que es —lo más
probable es que vayamos a Nueva Hera o alguna otra ciudad del norte, así que mantén a tus
informantes en este sector.

Gustaf se le queda viendo ahí donde está, sentado en esa silla de madera, con una venda que tapa
sus cuencas vacías, con una línea morada brillar en la parte baja de su rostro. Esto hace que se dé
la vuelta. Pero no sin antes decir unas palabras.

—Soy el ultimátum, Max, soy el primero y último que vendrá en son de paz por ti. Eres muy
especial, un general carismático en toda Resistance y el protegido del jefe; no creas que Morfeo te
soltará así como así, alguien que fue capaz de salvarte a morir en una hoguera, curándote de la
fiebre de las barras de colores no es una persona que te permitiría deslindarte de su organización
así sin más… Los próximos que vengan serán en son de matar, ¿estás preparado?

Max no se mueve del lugar donde está sentado, él sabe las consecuencias de sus actos y esto es
algo que ha pensado millones de veces.

—¿A caso importa el que lo esté o no?

Gustaf sólo pasa su mano por la cabeza, peinando sus cabellos hacia atrás ante esa respuesta.

—No, no importa.

Es lo último que le logra oír Max decir a Gustaf antes de que se marcharse a través de la niebla,
caminando hacia la nada.
Max aprovecha la ocasión para entrar en la habitación de al lado, deseaba saber si lo que dijo su
amigo era cierto. La habitación era la del dueño de la casa y eso se nota por la decoración tan
detallada y por tener tantas referencias religiosas hacia la diosa cabria, normalmente un joven no
es tan devoto. Al entrar nota las inhalaciones y exhalaciones de Gal, se halla dormida en el lecho,
abrigada con una gruesa sabana peluda, esto le tranquiliza, no tenía mucha energía para irla a
buscar si es raptada.

El certkariano no aguanta y se recuesta en un costado de la habitación para reposar, desea


recuperar energías, ya tendrá tiempo de otras cosas. Más cuando en ese momento su mente trae
el recuerdo fragmentos de su conversación con Gustaf, comentarios como ‘‘…ella es mía’’ o ‘‘…es
necesaria para el plan…’’ son los que más rondan en su psique.

—Me pregunto ¿Cuánto de eso será verdad? —murmura para sí mientras va cayendo en un
letargo de sueño —¿Quién es dueño de quién?…

Al pasar exactamente los dos la chica despierta de su sueño por la mañana, la luz matutina entra
por la ventana dándole directo en los ojos interrumpiendo sus sueños, aunque ella pueda
constatar que fueron muchos sueños, se cansó de pasar de una pesadilla a otra, muchas se
repetían y cada una de las nuevas eran peor que la anterior.

Voltea para los lados toda despeinada, poco a poco recuerda lo ocurrido y es entonces cuando
recapacita en lo que ella vio, lo que le hicieron e, incluso peor, lo que ella tuvo que hacer.

«La maté…»

Siente un escalofrío pasar por su espina dorsal, recuerda a cada uno, recuerda como los mató,
como rebanó certkarianos sintiéndose poderosa, también recuerda como su ‘‘hermana’’ le
traicionó, le usó como moneda de cambio para su propio beneficio.

«Ella me usó y yo la maté…»

Sentía una mezcla de alivio y adrenalina al recordar como los mataba, pero lo más curioso es que
la muerte que menos le hizo sentir algo fue la de Dorothy, como si no hubiese pasado, como si no
fuese ella quien la mató.

«¿Realmente maté a mi hermana?»

Es entonces cuando Galak decide ponerse de pie, se sentía débil aún, pero podía mantenerse en
pie así que decide explorar más allá de la habitación, que no le trae recuerdos por más que tiene
un aire familiar. Estaba en cama desnuda sólo con las vendas correspondientes en el hombro y en
la frente además de una rodeando su cuello, decide ponerse una franela de hombre que ve muy
larga, no quiere parecer una payasa con esas ropas así que usará la franela como bata.

Se siente rara mientras camina, siente que desea llorar y desplomarse por la muerte de Dorothy,
pero hay algo dentro de ella que le impide esto, se siente seca, sin deseos, recordar a su antigua
hermana no le genera emoción alguna.
«—Los muertos, muertos están» oye en su mente, más no le presta atención. Incluso parece
funcionar porque no vuelve a oír nada en su cabeza.

«Al final… me quedé sola de nuevo.»

Al salir de la habitación entiende el porqué de tanta nostalgia sin sentido, estaba en la casa de
Joshua, estaba durmiendo en la habitación de sus padres. Recuerda las pocas veces que visitó a
Joshua de niña correteando alrededor de la mesa redonda que yace frente a ella, siempre le
pareció muy tonto, hasta para su edad, pero un brabucón en toda regla. Pero es al salir que logra
notar el olor a comida, al voltear a ver hacia el rincón donde un caldero de hierro colado está
calentado un estofado que Max se haya cocinado como si fuese lo más normal del mundo.

—Max…—intenta nombrarlo, pero las palabras no le salen.

—Buenos días, dormilona —le saluda el certkariano con una sonrisa.

Galak no puede creerlo, ella hacía a Max muerto, asesinado en una emboscada, es incluso cuando
ve en sus hombros sobresalir por el cuello de su franela unas vendas que demuestran que fue
lastimado.

—Max… tú…

—No creas que te he desvestido yo o algo por el estilo, fue un amigo que pasaba por aquí de
casualidad —Max no sabe cómo dejar de sonar sospechoso así que decide seguir con su puchero.

Sin previo aviso y sin moderación, Galak corre a abrazarlo, lo abraza con las fuerzas con las que se
abraza a una madre que se va, a un hijo que te deja, a un esposo que tiene que partir, lo abraza
porque no puede expresar todo lo que siente, apenas logra pensar en uno de estos tantos
sentimientos como gratitud.

—¿Gal? —pregunta Max extrañado ante esto.

—Gracias… gracias por no dejarme… —alcanza a decir entre gimoteos, con una voz quebradiza y el
rostro hundido en su pecho, las lágrimas brotan de ella sin que lo pueda controlar, eran estas las
que no pudo sacar por Dorothy o por los certkarianos —Gracias…

Max sólo deja que le abrace e incluso se lo corresponde.

—Tonta.

El Ciego y el Carnero

El Bosque es denso y muy frío, a pesar de que el Sol esté en todo su esplendor. En la lejanía, por el
mismo sendero del camino, el Pico Tristán se levanta entre sus otros hermanos como el punto
geográfico más alto del hemisferio este. Max y Galak avanzan cerca del camino sin pisarlo mucho,
ya hace tres semanas que se conocen y tomaron rumbo a Nueva Hera, la principal ciudad
portuaria de la costa noreste.
—¿Estás seguro que la caravana se encuentra cerca? — le pregunta a Max, Galak tuvo que dejar
atrás sus ropajes pueblerinos por unos más abrigados que tomaron de una aldea anterior que
también fue saqueada y despojada de sus gentes junto con una gran bolsa que lleva a cuestas. Su
larga cabellera castaña ahora cuelga de un moño en forma de cebolla y el frío le resalta las pecas.

—Claro que sí, hace rato que hice un examen del suelo y las huellas que van hacia el norte son
frescas— le responde Max bajo su armadura. Camino atrás lograron emboscar a un par de
rezagados que delataron el secuestro de los aldeanos. La armadura le queda a la medida, las
orejas le resaltan en lo alto y con un yelmo que remataba en una máscara de acero con un bajo
relieve de un rostro amenazante, perfecto para ocultar su ceguera— Ahora te pregunto, ¿estás
segura de que el plan funcionará?

—Confía en mí, conejito miedoso— Galak le recuerda, casi parece un regaño más que un repaso—
No se salvarán.

El bosque de densos robles ha quedado atrás y ahora sólo se ven pinos que demuestran la
cercanía a la cordillera, justo en este paraje de estepa y aglomeraciones de pinos se encuentra un
camino pedregoso que conecta la frontera sur con las ciudades relevantes. Pronto se notaría pasar
una caravana militar, era un pequeño convoy que marchaba lentamente el inclinado camino.

—¡Capitán Round! — grita un soldado de a pie mientras avanza hacia su superior montando a
caballo al frente, sus pasos hacen resonar su armadura.

—¿Qué ocurre, Soldado? — Pregunta girando sólo su cabeza— no podemos detenernos de


camino a la aldea de Buey.

—Lo lamento, Capitán, señor —Se detiene a hacer una reverencia y tomar algo de aire— es que...
acaban de llegar los informantes de la retaguardia sur.

La caravana avanza sin detenerse, lo que obliga al soldado a seguir el paso mientras conversa.

—¿Traen algún dato del ejército enemigo?

—¡No, señor!, pero parece que sólo logró llegar uno por el ataque de pueblerinos salvajes. Señor,
parece que lograron matar a uno y el otro los exterminó, sólo trae de rehén a una chica
embarazada.

Los caballos relinchan un poco, y el Sol es cubierto por una nube bastante grande indicando que
empezaría a llover pronto.

—Entonces no hay nada importante que informar. Meted a esa cualquiera con el resto de los
aldeanos y dígale al soldado que siga de cerca la carretilla de rehenes— da la orden y acto seguido
se gira para seguir la marcha.

—¡Sí, señor! — luego de recibir sus órdenes el soldado se dirige a la parte posterior del convoy,
pasa de largo no más de cinco caballeros montados a caballo y como veinte soldados en armadura
a pie, armaduras que poseían abertura en la parte superior donde llevaban bastante erguidas sus
orejas.

La caravana se encuentra detenida y quedándose atrás.

—¿Qué dijo el capitán? — Pregunta el cochero de la caravana.

—Dice que la metamos con los otros, que no hay nada más que hacer— Contesta, apenas se le
entiende por el yelmo.

—Cuando no estés con el capitán súbete el yelmo para que podamos entenderte, Butch— le
comenta el cochero— sube a la chica.

Butch se quita el casco mostrando su jovial rostro, Su antigua armadura del EDEXYR fue cambiada
por una que no desentonara con el escuadrón actual del capitán Round.

—Vamos, chica, sube— le tiende la mano en el escalón a la chica para que pueda subir con
tranquilidad mientras esta se aferra a su prominente barriga. Butch no deja de ver a la chica, le
parece una belleza muy peculiar para el lugar donde se encuentran, hasta desearía ser quien la
embarazó.

—¡Oye, Butch, termina con eso y ven que necesito que me ayudes con las riendas! — le ordena el
cochero.

—Tranquilo, yo vigilaré— le dice Max a Butch.

—Muchas gracias.

Max le da un par de toques a la carreta para que renueve su paso mientras este se queda de
último custodiando la puerta.

Este carromato de caravana poseía una enorme lona que ocultaba el contenido de cualquiera que
husmeara, pero era bien sabido que esos carros eran de prisioneros.

Ya dentro de la zona de prisionero de la caravana, Galak logra fijarse en cuantos eran y como eran,
para su sorpresa no eran más que tres ancianos, una pareja con la chica embarazada, un par de
niños y un puberto, todos dispersos en el espacio, viendo cada quien hacia su horrendo destino;
Galak no sabe cómo ocultar su cara de decepción. Ver a la chica embarazada le hace pensar en
Dorothy y hace que se le crispen los nervios.

—Señorita venga, le buscaré un puesto— se apresura uno de los ancianos a brindarle algo de
apoyo, su barba con inicios de canas demostraba que era el más joven del trío.

—No, gracias, no tengo tiempo suficiente— ataja a contestar Galak mientras abandonaba su figura
de embarazada sufrida para dejar en el suelo su ''embarazo'' y luego avanzar al centro dejando
perplejo al señor mayor— tenemos que salir de aquí rápido, necesito que colaboren conmigo:
¿quiénes de ustedes poseen una afinidad mágica?
Sólo tres levantaron las manos: el hombre de la mujer embarazada, el puberto y el anciano más
joven.

—¡Sí!, la levanto por él— señala a otro anciano que posee una barba más prominente y que,
parece se encuentra en un sueño ligero— de entre nosotros es el que mejor sabe controlar la
magia.

—¿Y por qué no me contesto por su cuenta?, ¿A caso no entiende mi idioma?

—Realmente es porque su edad le ha destruido la audición y parte de la vista.

—Creo que lo mejor será presentarnos— propone el anciano más joven pasándose la mano por la
barba, esta mano estaba muy lastimada y esposada a otra aun peor — Mi hermano casi sordo se
llama Spunik, mi otro hermano es Vosjod y yo soy Yuri, un placer.

—No necesito que se presenten, tampoco lo deseo, sólo confórmense con saber que nos iremos
de aquí pronto— les contesta fríamente a todos, se le nota la prisa a pesar que los demás
deseaban presentarse.

Todos vestían ropajes roídos que apenas les daban para aguantar algo el clima tan templado.

—¿Nos vas a sacar de aquí? — pregunta uno de los pequeños con cierta esperanza reflejada en su
rostro, su cabellera negra estaba sucia y le tapaba parte de su rostro.

—Realmente no— le responde Galak caminando de vuelta hasta su ya deforme ''barriga'' que se
encontraba en el suelo— lo harán ustedes mismos.

Galak logra sacar de entre los restos en tela que se hacían pasar por su barriga minutos antes lo
que parecen unos anillos con un diminuto chispear blancuzco en donde estaría la gema.

—Anillos amplificadores— Identifica Yuri— ¿dónde los hallaste?

Galak les arroja un anillo a cada uno de los que se confirmaron como canalizadores mágicos.

—Los saqué de la aldea pasada— contesta mientras se sienta— parece que esa aldea fue casi
arrasada luego de un enfrentamiento, estos anillos se los removí al cuerpo de varios hombres
antes de darles santa sepultura.

—Esa era nuestra aldea...— le contesta el novio de la chica apretando el puño con frustración.

—Esos hombres eran parte de la guardia local de la aldea de la Serpiente— completa la


información la embarazada mostrándose más reacia a llorar que nadie— mi padre los lideraba.

—Lo siento— le comenta Galak secamente, no desea involucrarse demasiado con ellos, sin darse
cuenta, el asunto con Dorothy le afectó.
—De todos modos, no podemos hacer nada — comenta el preadolescente mostrando los grilletes
que poseían con desdén— están diseñados para anular la magia de su portador, por ello todos lo
llevamos.

—Entiendo, creo que lo puedo solucionar— logra decir Galak, esta saca de entre toda la tela
donde antes estaba su barriga falsa una mochila con un contenido considerable y se la empieza a
acomodar en la espalda— me podrán contar todo sobre lo que pasó luego de que salgamos de
esto, ahora mismo este es el plan...

La carreta sigue avanzando mientras que Butch se encuentra dirigiéndola, frente a él todo el
convoy avanza lentamente por el camino empinado, gotas de lluvia empiezan a hacer acto de
presencia, el cochero ruge entre ronquidos a su lado. Debido a que este no tiene su armadura
puesta se le ve su inmensa barriga subir y bajar con cada vaivén de su respiración.

—¿Les molesta si subo? — Pregunta Max desde un costado de la carreta, el cochero despertó de
golpe de su letargo al oírlo— es que no deseo mojarme con esta armadura, es algo vieja y se me va
a oxidar.

—Claro, amigo— le responde con voz gruesa el cochero mientras Max se dispone a subir haciendo
sonar todo ese acero que lleva encima.

—Muchas gracias, camarada— Saca la mano para sentir las gotas de lluvia caer.

—¿Les dieron muchos problemas esos salvajes, eh? — Le pregunta el cochero de manera burlona
a Max— No esperaba que aun quedaran de esos allá atrás luego de que pasáramos.

—¡Sí!, fue por mucho bastante peligroso. Estábamos solos mi compañero y yo cuando empezaron
a salir de a varios, pensamos que era el ejército enemigo, pero no eran más que campesinos de
baja monta.

Butch oye todo detalladamente, siempre le parecieron interesantes los cuentos de batallas.

—¡Ja!, eso es imposible— contesta jocosamente el cochero— el ejército enemigo se encuentra


muy al oeste en este momento, ésta avanzada que realizamos nos dará la ventaja de atacar por la
retaguardia.

—Cielos, eso lo explica— contesta con sorpresa Max— ¿entonces nos vamos a enfrentar con el
ejército enemigo sólo nosotros por la retaguardia?

—No... — el cochero empieza a sentirse algo dudoso así que coloca su mano sobre el mango de su
daga— pero antes, ¿te podrías quitar el casco y decirme tu nombre y rango fuertemente?

Butch sintió como el ambiente se puso tenso en un momento, quiso voltear a verles, pero sentía
que, de hacerlo, sería fileteado en mil pedazos.
—¡Oh!, por su puesto, mis modales donde han quedado— Max logra quitarse el casco con mucha
velocidad en dirección al cochero dándole un certero golpe entre la nariz y parte de su ojo
derecho, este responde sacando el puñal, pero es demasiado tarde ya tiene una daga clavada en el
corazón. Max se acerca para susurrarle al oído, pero a una frecuencia que Butch logra oír— soy
Maximillian Larz, a tus servicios.

Butch observa toda la escena con horror, logra ver la punta de la daga salir por la espalda del
cochero, sus ojos rápidamente se apartan de este agujero ensangrentado para mirar a los ojos
vendados del asesino, lo reconoce, sabe quién es: es el famoso arquero Max Larz, sus manos le
tiemblan llegando a soltar las riendas mientras el cuerpo cae de espaldas hasta su regazo.

—Ahora Butch, creo que deberíamos hablar mejor – le sonríe Max al novicio, su sonrisa tan
genuina le genera un terror absoluto, quiere gritar y correr, pero su cuerpo no le da— Necesito
que tomes las riendas de nuevo y hagas que la carreta se aleje lentamente del resto del convoy,
¿de acuerdo?

Butch no pudo contestar, pero en seguida empezó a realizar el favor pedido y sin verlo Max sabía
que estaba en ello. La carreta empieza a tomar más y más distancia de los soldados y la caballería.

—¡Oye!, ¿ya está listo todo allá atrás? — pregunta haciendo varios toques con la daga
ensangrentada a esqueleto metálico que separa la cabina del cochero del cargamento.

—¡Ya casi, esto es más complicado de lo que pensé! — Le responde desde dentro la metamorfa—
dame un poco de tiempo.

Las orejas de Max logran oír un galopar a la distancia, aunque con mucha dificultad gracias a la
lluvia que se hace regia.

—Creo que eso es lo que no tenemos— Max toma el cadáver del cochero y, luego de un giro, lo
abalanza sobre uno de los hombres a caballo que se dirigían hacia la carreta llevándoselo por en
medio junto con parte del parapeto que fungía como cabina de cochero, el peso de este hace que
también rompa las riendas que sostienen a los caballos haciendo que estos huyan libres.

—¡¿Pasa algo allá afuera?!— pregunta Galak, se la oye agitada.

—Date prisa es lo que tienes que hacer— le responde secamente mientras le hace un gesto con las
manos a Butch para que le entregue su arco y su carcaj— necesitaré esto, así que mejor dámelo y
cúbrete.

—¡Qué mal genio, ¿acaso quieres que te recuerde quien manda aquí?!— le pregunta desde la
jaula.

Vienen tres hombres a caballo cabalgando a toda velocidad hacia la carreta, el resto se empieza a
colocar en posición de ataque a distancia con sus arcos largos.
Max toma aliento y se concentra mientras tensa aún más la cuerda con tres flechas dispuestas en
el arco, sus orejas están atentas a cualquier sonido –No es necesario que lo repita, mi señora.

Justo en ese momento Max suelta la cuerda y las tres flechas viajan en el viento, atravesando y
esquivando gotas de lluvia hasta que consiguen a sus objetivos. Una de ellas consiguió detenerse
luego de perforar la aorta de uno de los jinetes, uno de los puntos más descubiertos de la
armadura tradicional ya que genera una movilidad que se ve compensada; la segunda entró por la
ranura del ojo de la máscara metálica para conseguir residencia en el cráneo del caballero. Y la
última entró en el ojo del corcel del tercer hombre a caballo, causando que éste cayera y rodara
junto a su fiel montura matándolos a ambos en el acto.

Butch, que estaba tirado en el suelo mojado de la cabina logra asomarse por un costado y ve el
espectáculo, tres jinetes cayendo en el acto en el lodazal que se empieza a formar en el camino.

—Diablos— murmura Max— ese corcel no debió morir, estoy perdiendo el toque... maldita lluvia.

Max detecta un sonido con las orejas y dirige su rostro serio hacia el lado donde se encuentra
tirado Butch.

—Por favor, señor Max Larz, no me mate, por favor— le suplica con la espalda al suelo.

—¡Listo, Max! — grita Galak desde atrás.

—¡Vale! — le contesta mientras se acomoda el carcaj en la espalda, entonces se acerca y le


comenta en voz baja al pobre de Butch— lo siento, pequeño novato, pero tendré que patearte.

—¿Patear... ugh?!

Butch salió disparado al costado del camino de una patada propinada por el arquero para luego
bajarse de la cabina.

Justo en frente de todo esto se encuentran los soldados del ejército en posición de ofensiva, con
sus arcos listos para un ataque premeditado y, detrás de estos, se encuentra el capitán a caballo
observando la escena con un periscopio, impaciente para iniciar el ataque.

—¡¿Quién es ese cretino que está ahí de pie?!— pregunta exasperado, señalando al arquero sobre
la cabina justo luego de vencer a cuatro de sus hombres.

—Parece uno de los nuestros, señor— le contesta su subalterno parado justo a su lado— por ese
nivel de control de oleadas parece un arquero de élite.

—¿De élite? ¡¿Cómo puede ser de élite un papanatas que mató a tres de mis hombres y noqueó a
uno estando totalmente ciego?!— pregunta el capitán Round.

—¿Un arquero ciego? — murmura el subalterno.


—¡Disparadle ahora mismo! — ordenó el capitán a sus arqueros que, acto seguido, dejaron caer
una lluvia de flechas sobre la carreta de prisioneros y sus alrededores.

—¡Un arquero ciego, Señor! — le responde el subalterno.

—¿Qué dices?

—Señor ¡Es Max Larz! — le responde mientras su rostro pierde color.

—¿Ese bastardo es el perro de Larz? — Round se sorprende para luego soltar una sonrisa—
Interesante.

La lluvia de flechas cae, cada una de las flechas acompaña a sus hermanas junto a las gotas de
lluvia y, mientras que unas buscan dar vida al mundo las otras tienen por objetivo quitársela de un
tajo. Max logra esquivarlas usando uno de los trozos de la carreta que se cayó al lanzar el cadáver,
aprovecha para retroceder tras la carreta mientras que esta sucumbe ante las flechas. Justo detrás
de esta se encuentran los prisioneros asustados empujando la carreta.

—¿Qué hacen?, ¡dispárenla ya! — les ordenan Max algo preocupado.

—Casi no podemos, señor, este camino está inclinado, la carreta se nos vendrá en lo que la
empujemos por completo— le hace la observación el novio de la chica.

—Diablos, ¿y que no hay otra manera, Gal...? — se aventura a preguntarle Max a Galak, pero se da
cuenta que ésta está más atrás tomando forma de un ser cuadrúpedo, oye su respiración agitada
— ¿Qué le pasa?

Un poco más atrás de la carreta se encuentra Galak en forma de un carnero de dos metros de
altura, la imponente bestia está rodeada de dos de los usuarios de magia: el puberto y el chico de
la joven, se encuentran canalizando algún aura mágica hacia la chica.

—Estamos dándole energías a la joven, parece que no domina esa forma así que le donamos
energía para que pueda estabilizarla, aunque la dejará muy agotada— le responde el novio.

Galak recuerda lo que discutieron en la carreta mientras los liberaba.

—No entiendo, ¿qué motivos tienes para salvarnos?, si sólo son tú y ese sujeto ciego entonces
estamos condenados— sentencia el segundo anciano, este poseía una espesa barba gris, lo que le
hacía parecer el más viejo de todos.

—¿Mi motivo?, me prometí a mí misma que no permitiría que nadie sufriera lo que yo sufrí y que
les devolvería la felicidad a todos— Galak le contesta al anciano con toda la confianza que pudo
sentir en ese momento, pero sólo lograba mostrar un gran ego.

El anciano sólo la observó — niña ilusa que no conoce la guerra— murmuró.


Galak deja de recordar y se enfoca en el ahora, siente el pesado desgaste de esa forma, pero debe
mantenerse, debe demostrar que sus palabras no son vacías.

—¡Y-ya estoy lista! — confirma Galak, tambaleándose un poco.

—¡Ok!, ¡muévanse de ahí!— les grita el puberto a los ancianos y a los chicos que sostienen a duras
penas la carretilla, estos se hacen a un lado.
—¡Aquí voy!— Galak cabalga a toda velocidad hacia la carreta y la empuja hacia adelante con una
potencia brutal, haciendo que la carreta vaya como un relámpago hasta las filas de arqueros —
¡Ahora, anciano!

Los soldados intentan esquivarla lo mejor que pueden, pero les es imposible, sus armaduras
empapadas les hacen moverse muy lentamente recibiendo el impacto de la carreta.

En ese momento, el anciano más viejo levanta su mano con una bola de energía blanca que había
estado acumulando todo este tiempo y la arroja con fuerza hacia la carreta, causando una gran
explosión.

El frente de los soldados fue destrozado, sólo quedan en pie un puñado de diez mientras se oyen
gritos y lamentos de los que aún están en el fuego.

—Fue una buena idea la de traer esos explosivos en esa barriga improvisada, amigo arquero – le
dice el anciano más joven a Max— por cierto, me llamo Yuri.

Un placer, amigo — le responde amigablemente al viejo— Galak, ven, tenemos que irnos ya.

—Cla-claro, conejito asustado, ya tene.... — Galak no puede continuar y se desmaya ahí mismo.

—¡Niña! — le llama Max a lo que corre a socorrerla.

Galak cae al suelo, donde antes era un camino ahora no es más que un lodazal. Justo ahí, Galak
empieza a regresar a su forma natural, pero tiene tan poca energía dentro de sí que no puede
transmutar su ropa a la normalidad y cae desnuda. Max levanta a Galak en sus brazos, la lluvia se
precipita sobre su rostro sucio de lodo, y camina hasta donde se encuentran los prisioneros.

—¡¡¡LARZ!!!— grita a la distancia el capitán del ejército a todo pulmón, avanzando con sus
pesados pasos metálicos entre cada charco hasta ponerse al frente para luego sacar su espada—
¡regresa aquí, maldito traidor, y enfrenta tu juicio!

Max se detiene un momento, luego de esta pausa sigue avanzando, pero capta un sonido, algo
que proviene del bosque cercano.

—Tenemos que irnos de aquí ahora— les ordena a los prisioneros, pero para su desgracia, gran
parte de estos están agotados por todo lo que realizaron.

De repente, desde el bosque aparece una gran horda de centauros salvajes, criaturas mitad
caballo mitad humanos, cabalgan desaforados, sus cabezas parecen más de ave que de humanos.
—¡Atrápenlos! — grita el más adelantado de ellos —no dejen que se escape ninguno.

Los soldados restantes del convoy se repliegan, el subalterno se acerca a su capitán.

—Señor, lo mejor será que escape lo más rápido posible a la aldea de Buey, nosotros los
contendremos.

Round aprieta los dientes de la irá, pero se relaja, asiente ante el consejo de su subalterno, sube a
su caballo y corre a toda prisa por el camino que serpentea luego de la inclinación.

En ese momento, el galope de los centauros retumbaba con el impacto de las gotas de lluvia al
tocar el suelo.

El príncipe

El cielo se encontraba ennegrecido, una nube colosal estaba justo en él y se extendía hasta donde
alcanza la vista en todo el horizonte, como si de una nave espacial se tratara, liberando pequeñas
capsulas capaces de conquistarnos, pero sólo eran gotas de lluvia, cayendo sobre todo el paraje
templado a causa de la cercanía con la cadena montañosa. Abajo, en el camino que surcaba el
bosque de pinos, cabalgaba un corcel café, de crin negra, con adornos vistosos y con una vitalidad
que demuestra en su fuerte pisar. Sobre él se encontraba un caballero acorazado, una amalgama
de armadura que combina la dureza de las armaduras occidentales con un estilo vistoso de las
armaduras feudales del Japón.

«Maldito Larz, de no ser por esa interrupción...» Piensa Round. Su yelmo ornamentado según su
rango se encuentra empapado, sus orejas están replegadas para no hacer resistencia al viento.

Frente al corcel yacen las pobres murallas de la aldea El Buey, bastante maltrecha y desgastada, se
nota que tuvo una batalla reciente. El jinete cabalgó a través del portal dejando atrás varios
soldados que interrumpían su vaivén para darle su saludo respectivo al rango.

—Bienvenido señor— resonaba entre los soldados formados. Round pasó entre varios sin su
armadura, otros a medio vestir y otros con su armadura completa dirigiéndose a su sitio de
guardia. Avanzaba hasta llegar a uno que llevaba un gorro frigio.

—Teniente Rooster, ¿dónde se encuentra el Mayor Skinner? — Le pregunta Round deteniendo su


caballo, la lluvia parece bajar un poco de intensidad.

—Se encuentra justo en la casa del señor feudal, señor— le contesta en el acto mientras Round se
baja de la montura y le entrega el caballo para que lo guarde en los establos improvisados—
¡Señor, espere! — Corre hacia él que va desaforado.

—¿Qué quiere, teniente?, llevo prisa— voltea a preguntarle con rabia en el tono.
—Disculpé mi intromisión, pero quería saber si mi hermano se quedó cumpliendo una misión o si
sólo usted se adelantó, porque no lo vi llegar— pregunta Rooster acercando las riendas a sí
mismo.

Round se queda viendo al vacío sobre Rooster, se fija en su gorro empapado, se da la vuelta y
sigue.

—Murió en acción— alcanza a responder mientras caminan— lo mató el ''heroico'' Max Larz.

Rooster no se mueve, ve a su superior caminar, más que con ira, con un aletargamiento, como si
tuviera un gran peso sobre los hombros. Se aguanta el llanto, hace años dejó atrás la niñez, se
voltea y lleva el caballo a su lugar.

Round camina, pasa a un costado de donde están los aldeanos prisioneros, estos reciben el agua
de lluvia directo, sin abrigo; sube la pequeña colina sobre la que se encuentra la finca del señor
feudal, empuja la puerta con fuerza, es muy pesada, piensa en la fortuna terrenal de su antiguo
dueño, recorre los salones, con soldados colocándose firmes al verle hasta llegar a la habitación de
Skinner.

—¡Mayor Skinner, señor! — se presenta Round luego de entrar a la habitación haciendo el saludo
característico de los militares —he vuelto de la misión.

Voltea un hombre de baja estatura y cabellos rubios en un corte cercano al militar, su nariz era
algo grande y gibosa, sus orejas eran doradas y estaban dispuestas hacia atrás como si de un
mohicano se tratasen, vestía su uniforme de manera muy pulcra, como si nunca hubiese tocado un
campo de batalla.

—¡Louis!, amigo, ya estás aquí — camina a Round de manera relajada, mostrando que el capitán
lo supera con su metro noventa de altura— deja las formalidades y termina de quitarte ese casco.

—Claro, Lyon— se retira el yelmo ya algo más seco, su rostro estaba cubierto de cicatrices, su nariz
era pequeña en comparación con lo robusto de su rostro, su cabello es negro con un corte muy al
ras y sus orejas siguen peludas y el pelo bastante esponjado – ¿tienes algo para beber?, necesito
un buen trago.

—¡Por supuesto! — el mayor se acerca a la puerta seguido del capitán e inmediatamente se las
abren las puertas soldados apostados a ambos lados de las mismas— sígueme, si supieras que al
tercer día fue que me enteré que este sujeto tenía bodega de vino, ¡ja!, me recuerda como a esa
misión que tuvimos en Sobek.

Pasan por un pasillo y bajan unas escaleras en caracol, las paredes son rocosas, como si de un
torreón se tratase.

—Destruyeron mi convoy, Lyon— termina confesando Round, pero Skinner sigue caminando como
si nada.
Llegan a una habitación apenas iluminada con velas donde las sombras se elevan hasta el techo,
Round logra apreciar tres hileras de barriles dispuestos entre sí en forma de celdas para llegar
hasta el tope de la habitación.

—Algo así me imaginé que pasaría, debí dejarte a Galio antes de partir— Busca una copa de
madera que estaba en una estantería— no necesité de sus servicios, hasta dejé que se divirtiera.
Fueron los centauros, ¿verdad?

—Fue Max Larz— sentenció Louis viendo como vertía vino en la copa.

—¿Ese arquero? — pregunta entregándole la copa al capitán— pero si antes de nuestra partida se
nos había informado de su muerte.

Louis toma un largo trago antes de contestar, preferiría que fuese algo más fuerte.

—Pero está vivo y no ha perdido el toque— toma otro trago para vaciar la copa— y está
acompañado de una mocosa, una mocosa metamorfa.

Lyon deja de ver la copa que se está sirviendo para voltear la mirada hacia Louis.

—¿Metamorfa, dices? — toma un sorbo y voltea a ver aquel líquido, que a esa luz se aprecia
oscuro como la sangre— eso lo cambia todo— le entrega la copa al capitán y empieza a subir las
escaleras.

—Irás a buscarla, supongo.

—Por supuesto, esa animaga nos dará un atajo, capitán.

En alguna parte lejana de la aldea el Buey, Galak despierta entre gritos, ha pasado una semana
desde aquél incidente con la caravana, se encuentra bañada en sudor y desorientada, se fija en su
entorno, parece una especie de cabaña con un techo que sube en espiral y termina en punta,
cómo si del interior de una cúpula se tratase, se encuentra en una cama hecha de un material
similar a la paja, es bastante claro, se da cuenta de esto porque no hay puertas, sólo hay troncos
dispuestos en forma de cortina, colgando, piensa que el lugar debe ser iluminado por algún tipo de
magia. En ese momento ve como alguien entra y la encuentra sentada en la cama de paja,
arropada con una cobija bastante gruesa.

«No quiero pararme de aquí» piensa agarrando las sabanas.

Recuerda su sueño, otro recuerdo convertido en pesadilla, otro motivo para odiar.

Entró Max, se había cortado la barba que ya le hacía bastante bulto, ahora mostraba una cicatriz
cercana al mentón, llevaba unas ropas bastante abrigadas, el cabello en cola de caballo y las orejas
replegadas. Las vendas que tapan sus cuencas oculares empiezan a verse algo desgastadas.

«Debo cambiárselas» piensa.


—Gal, al fin despiertas— su cara seria se muestra un poco relajada.

—¿Quién te dio derecho a decirme así? — le dice mientras se quita las sabanas para ponerse de
pie, justo en ese momento cae en cuenta: no tiene su ropa, está usando una especie de camisón.

—Vale, vale— le contesta de mala bronca siguiéndole el juego— ¿Cómo se siente, señorita?

Galak coge las sabanas de vuelta para taparse, pero luego recuerda lo estúpido que es ese gesto
frente a Max.

—Estoy bien, estoy bien. ¡Max!, ¿podrías decirme dónde está mi ropa? — se siente apenada, se
pregunta por qué se siente así frente a él sí sabe que no la puede ver— es que... no la veo.

Max levanta ambas orejas.

—¡Claro!, tus ropas desaparecieron luego de la pelea en la carretera, ¿Recuerdas?

—¿La pelea?, ¿hace cuánto pasó eso?

—Hace una semana— le contesta y empieza a caminar por la habitación, tanteando, es la primera
vez que Galak ve la realidad de Max de cerca, siempre parecía poder ver a pesar de su
discapacidad, incluso cuando tropezaba era en lugares que cualquiera lo haría, en realidad era la
primera vez que el tanteaba algo frente a ella como un verdadero ciego.

—Aquí están — Le entrega un vestido ornamentado que se encontraba en un pequeño armario,


cerca del espaldar de la cama, el vestido estaba adornado de maneras muy finas— me dijeron que
te la regalara.

—Lamento haberte pedido eso.

—¿El pedirme qué?

Galak acerca sus manos a la cabeza de Max, se da cuenta de lo alto que es al tener que ponerse
casi de puntillas. Este se queda quieto ante la situación, no quiere hacerla sentir incomoda de
ninguna manera.

—¿Qué haces? —le pregunta muy bajo, cree que le quiere besar y logra asomar algo de rubor.

—¿Pues qué crees que estoy haciendo?, te quito esas vendas que están asquerosas —Galak
intenta alcanzar el nudo detrás de su cabeza, su pecho roza un poco con el abdomen del
hombre— Agáchate para hacerlo más rápido.

—Pero ¿por qué lo haces?, puedo hacerlo por mi cuenta— se agacha y ella logra desatárselas con
facilidad.

—Pero soy quien te ha cuidado desde aquella vez en el río, y así debe ser para que tú me debas ser
fiel y me acompañes a todos lados como tu nueva señora.
—Ya acepté ser tu guardaespaldas como pago por mi vida, no necesitas más— Max se da la vuelta
mientras ella busca vendas nuevas, la luz atraviesa un poco y le llega al rostro.

—¿Sabes?, desde que te conocí nunca te he agradecido por haber aparecido así. Desde aquél día,
cuando toda mi aldea fue masacrada, todo mi mundo se derrumbó y de no haber sido por tu
presencia creo que hasta hubiese optado por...— en ese momento Galak sintió que podía
verdaderamente abrirse ante él, que era totalmente seguro mostrarle así sea una pequeña parte
de su maltrecho ser —incluso después de lo que pasó en La Cabra, fuiste a rescatarme y me
cuidaste.

Max asiente, siente un dolor fuerte en el pecho y sólo queda en silencio ante sus palabras.

—Gracias.

Luego de vendarlo, Galak se termina de vestir, se arregla el cabello y se prepara para salir
pareciendo toda una princesa, se pregunta de dónde sacaría Max ese vestido, pero todo se le
olvida al ver lo que le espera.

Al Salir Galak, haciendo los troncos a un lado, se fija que está en una estancia bastante elevada y
frente de ella hay una especie de barandal hecho por plantas, o, mejor dicho, pareciera que las
plantas se acomodaron en forma de barandal. Al acercarse al barandal y contemplar el paisaje se
da cuenta de la realidad: aprecia lo que parece una ciudad enorme construida alrededor de pinos
colosales en el bosque, con construcciones que llegarían fácilmente a los diez pisos dentro de los
pinos. Bajando la mirada se da cuenta que es un poblado repleto de centauros andando de allá
para acá, algunos eran mitad humanos nada más y otros parecían mutar a una forma de ave más
pronunciada. Max se acerca por la espalda y se pone al su lado para sentir el aire fresco, a esa
altura que corre con buena brisa.

—¿Dónde estamos? — le pregunta al arquero a su lado.

—Parece que nos han escoltado hasta la capital de los centauros— responde francamente— la
llaman Angostura.

—¿Centauros? — se siente algo desconcertada.

—Es verdad, tú te desmayaste antes de lo ocurrido— reflexiona Max— a propósito, no recordaba


que en tus transformaciones tú te desnudaras, bueno, no es que te viera mucho...

Galak intenta recordar, pero sólo se le viene a la mente la vergonzosa imagen de ella en traje de
Eva frente a todos y se pone algo roja.

—Es algo que me pasa sólo cuando uso demasiado tiempo una forma a la cual no estoy
acostumbrada o si estoy exhausta— le contesta de mala gana, más por pena que por otra cosa—
el agotamiento no me permite regresar mi ropa a su estado original, necesito estar consciente
para poder hacerlo.
—Entiendo, bastante lógico.

—Ahora sígueme contando lo ocurrido— Sigue maravillada ante la vista.

—Pues luego de que el plan no saliera del todo bien, sabiendo que parte de este era matar a todos
los soldados – puntualiza Max con una tos— Apareció un grupo de centauros, eran como treinta,
corriendo desde el bosque más cercano hasta nuestra ubicación.

«Estos rodearon toda la escena cabalgando en círculos, remataron a los soldados que aún estaban
convalecientes de la explosión y nos tomaron prisioneros a todos. Aunque de no ser por Yuri no
hubiésemos podido estar aquí donde estamos.»

—¿Yuri? — pregunta Galak.

—Sí, él les recordó a los centauros quien era, dijo que en un pasado él comerciaba con los
centauros, que era de sus más confiables proveedores de melaza. Estos aceptaron que eran
refugiados de guerra y los dejaron elegir si seguirles o quedarse.

—Vaya, o sea que por eso nos dejaron quedarnos en estas habitaciones tan bonitas, ya entiendo.

—Bueno... — Max se encoje de hombros— no es ''tan así'' con nosotros.

—¿A qué te refieres?

—A que, por culpa de mi apariencia, ellos creen que soy un infiltrado, a lo que Cnosos alcanzó a
decir ''¿Cómo osan querer arrestarles, no ven que son la princesa de Rivial con su escolta?'', luego
de esto ellos nos dieron estas habitaciones y dijeron que en lo que despertaras te...

—Alteza— Oyen la exclamación de una voz gruesa tras de estos.

En ese momento, se incorpora un centauro acorazado, de los agujeros en su armadura resaltaban


plumas doradas, el pelaje de su parte trasera es de un café cobrizo. El soldado hace una reverencia
ante ambos para luego levantarse.

—El príncipe los espera en su trono— alcanza a decir calmadamente.

Escoltada por el caballero centauro y acompañada por Max, Galak admira la arquitectura y las
construcciones que combinan una magia arbórea con un diseño bastante acorde al clima que
viven tan templado, aunque lo curioso y que no tarda en darse cuenta Galak es que en ese lugar
no hace casi frío. Baja unas escaleras que le dan la vuelta al tronco, pero como su tamaño es
descomunal, tardan en dar los giros.

—¿Por qué se le ocurrió lo de princesa de Rivial?, ni si quiera sé quién es ni donde queda eso— le
susurra Galak a Max— además, ¿quién es Cnosos?

—¿Es en serio?, no puedo creer que no conozcas regiones de tu mismo país— le susurra de vuelta.
—¡No es mi culpa que no haya nacido en una ciudad o siendo rica! —le responde algo arisca, pero
intentando que el centauro no se fije.

—Está bien, déjame ponerte al día con la clase de geografía: En este reino hay bastantes naciones
internas que no están bajo la jurisdicción de tu rey, estos han quedado en paz con vuestro reino
por tratados de postguerra o por comercio, pero en todos los casos son lugares que tienen su
propio gobierno, Angostura es uno de estos, y Rivial es otro. A Rivial la conozco porque está tan al
sur que también hace frontera con el reino de Certkara.

—¡Oh!, entiendo, entiendo.

A Larz le sorprende el grado de interés que le está poniendo la chica, empieza a preguntarse si
esta hubiese sido una excelente estudiante de estar en una ciudad más grande.

—Ahora, el Reino de Rivial es conocido por tener una princesa muy caprichosa, altanera,
manipuladora y rencorosa, debido a esto es complicado abrir relaciones con ellos.

—Un momento— Galak se empieza a sentir ofendida por la información que procesa – ¿me estás
dando a entender que me presentó como la reina de Rivial nada más porque cree que soy todo lo
que acabas de decir?

—Primero: eres la princesa, no la reina y segundo: no creo que sea por eso porque él no te
conoce, debe haber sacado esa idea al ver que eres una metamorfa.

—¿Y eso por qué, a que viene la correlación?

En ese momento aparece el chico que estaba con la embarazada en el carromato corriendo desde
un pasillo que proviene desde dentro del árbol.

—¡Un médico, necesito un médico! — grita antes de casi desplomarse frente a Galak y Max.
Recobra el aliento luego de el jaleo —¡Necesito de alguien que me ayude urgente!

—¿Qué te ocurre, amigo? —le pregunta Larz.

—Es mi esposa, está a punto de dar a luz, necesito a un médico o alguien que sepa— responde ya
recobrando el aliento, Galak se fija que ya no usa harapos, está usando ropajes bastante abrigados
como los de Max. El chico voltea y ve a Galak con cierto aire de alivio— me alegra ver que te
encuentres a salvo.

—¿Eh?

El chico se inclina ante Galak, mostrando mucha gratitud.

—Muchas gracias por salvarnos a mí, a mi esposa Creta y mi sobrino Patroclo, te lo agradezco de
todo corazón — se apresura a decir en lo que recupera su compostura —no me había logrado
presentar a ti, me llamo Cn...
—Me vale — Galak voltea la mirada hacia Max, este al ver la situación tan tensa que se generó
regresa al tema inicial.

—Yo podría, pues tengo los conocimientos del procedimiento, pero por culpa de mi condición
tendrá que hacerlo Galak.

—Yo... ¡¿Por qué carajos me ofreces?!— Galak se encuentra bastante indignada— ¡¿por qué no le
dices a él?!

—Porque él se va a dedicar a traer los utensilios necesarios, además, ella se sentirá más segura si
es una chica la que le atiende.

—Pero ¿no tenemos que ir con el príncipe? — pregunta Galak volteándose a ver al soldado de
escolta.

—No es necesario, el príncipe puede entender cuando hay una emergencia— se logra zafar el
soldado del embrollo— además casi nadie en el reino tiene conocimiento sobre los partos
humanos.

—No son muy diferentes a los partos de mi especie, así que ya está todo dicho, vamos a la
habitación de la futura madre— concluye Max, casi arrastrando de la mano a Galak.

Avanzando por el pasillo se dan cuenta de la arquitectura interna del árbol, además de las puertas
grandes, preparadas para entrada de seres más altos y gruesos como lo son los centauros. Ya
dentro de la habitación se da cuenta que en verdad está creada para ser usada por centauros
(haciendo un recuerdo rápido cae en cuenta que su habitación era similar en ese sentido).

En la habitación se encontraba la mujer justo sobre la cama intentado aliviar sus dolores, bajo esta
se encontraba un gran manchón de sangre, demostrando que hace ya rato había roto fuente, a su
lado se encontraba sosteniéndola de la mano para darle fuerzas el chico puberto.

El chico voltea a ver a Galak en lo que entra, sus miradas se cruzan y Patroclo voltea la mirada, se
le nota molesto.

—¡Vale!, requerimos rapidez— se apresura a decir Max apenas oye a Creta gemir de dolor—
Cnosos, ve por agua caliente y toallas, Patroclo, no le sueltes la mano, Galak, ponte esa manta
encima del vestido y ponte en posición, iré acomodando a la madre y dándole las instrucciones.

Mientras Max camina de un lado al otro dándoles instrucciones a todos, Galak se pone en cuclillas
frente a las piernas de la chica y observa cómo Max controla la situación, siente admiración por
ello.

—¿Gal?, Gal, ¿me estás oyendo? — le pregunta Max justo a su lado de pie.

—¿Eh?, ¡sí!, ¡sí! — responde Galak saliendo del letargo.


—Bueno, recuerda lo que te dije, muy alerta en lo que veas algo en la entrepierna pujar para salir
— le recuerda Max cómo si fuese un profesor.

—Claro, claro.

Luego de unos minutos agobiantes para todos (traumantes para otros, ya que Galak jamás había
visto un parto y menos tan de cerca), nace la pequeña hija de Cnosos y Creta, Galak la tiene en
brazos y se sorprende al notar cómo algo tan chiquito y tierno puede salir de tanta sangre, jaleo y
dolor.
«Es... preciosa» se aventura a pensar.

—Qué hermosa es, señorita— le dice Galak al entregarle la niña a Creta.

—Gracias, gracias a todos— dice entre sollozos la pobre mujer ante tanta emoción, al recibir a la
niña se dedica acomodársela y acariciarla— Los amo, la amo, mi pequeña, mi chiquita— empieza a
susurrarle a la niña.

Galak ve la escena, ve como Cnosos se acerca a abrazarla, verlos contentos y felices genera algo
dentro de Galak, en ese momento las lágrimas brotan y sólo puede esgrimir una sonrisa, una
sonrisa que, junto con las lágrimas, le salen desde el corazón.

El centauro se acerca a Max, que está parado frente a toda esta escena.

—Es una lástima que no puedas ver este precioso momento siendo uno de los que más ayudó a
que se diera— le confiesa desde dentro de su Yelmo.

—No es necesario verla para saber que lo es— se aventura a responder y, por un momento
pareciera que pudiera ver a Galak.

—Podías haber hecho todo, ¿Qué necesidad tenías de dejarle a su alteza la responsabilidad de la
bebé? — pregunta algo más inquietado el medio hombre.

—Sólo diré que ella lo necesitaba, necesitaba algo así urgentemente— responde Max

El centauro sólo mira la escena y luego a Galak.

—Qué hermoso— el centauro se empieza a quitar el yelmo mostrando su rostro, una cara
bastante fina para ser un soldado, y lo que en un principio parecían cabello en realidad son plumas
doradas— a propósito, soy Quirón, un gusto conocerlo, Caballero real de Rivial.

—El placer es todo mío, caballero de Angostura— le contesta cortésmente mientras se saludan.

—Por cierto, he de felicitar a la princesa de Rivial, no he visto a un animago que logre mantenerse
durante tanto tiempo en una forma que no es la suya— le felicita a Max, que empieza a sentirse
incómodo.

—Sí, claro, es que es muy buena— alcanza a contestar.


Luego de todo el evento del parto Max, Galak y Quirón prosiguen en su marcha para bajar por las
escaleras. Galak se sigue estrujando los ojos para limpiárselos, pero aun así les quedan algo
hinchados.

—Oye, una duda ¿a qué te referías con que yo soy la indicada para el puesto de princesa de Rivial
por ser metamorfa? — pregunta Galak.

—Pues por algo muy sencillo: la princesa de Rivial y todos sus habitantes son de la raza de los
Jamblet— al ver la cara de confusión de Galak piensa en especificar – son una raza de cerdos
bípedos.

Galak se queda asimilando lo que acaba de oír.

—¡¿Qué?!— le grita a Max, Quirón oye un poco, pero sigue caminando escalera abajo. Max le tapa
la boca a Galak dándole a entender que hablen con bajo volumen, Galak lo muerde y Max ahoga el
grito.

—¿Me estás diciendo que tengo que convertirme en una cerda de dos patas para que no nos
degüellen? — le pregunta de manera ofendida a Max que aún se soba la mordida.

—Más o menos, aunque no entiendo tu ofensa si debe de ser algo sencillo para ti la
transformación.

—¡Eres un idiota!, ¿no te había explicado mis limitantes ya? — Galak hace un esfuerzo por
mostrarle su indignación a Max sin que Quirón los oiga— no puedo convertirme en nada que no
haya visto antes y, aun de conocer a la criatura, me cuestan asimilarlas, y lo peor es que no puedo
tomar forma de un ser mágico.

—Entonces... estamos en un aprieto— concluye Max con una sonrisa.

Luego de un par de minutos llegan al final de la escalinata y se encuentran en una plaza donde se
alza un obelisco con un Sol en la punta. Desde lo alto del pino, Patroclo mira con ojos de
incomodidad.

Galak avanza con un sentimiento de maravilla por todo lo que le rodea, pero a su vez con miedo
por el ''¿qué hará?'' en frente del príncipe, intenta imaginarse todas las situaciones posibles y
todas las soluciones a su alcance. Ante ellos se muestra un Pino de tamaños colosales caído donde
dentro se creó el palacio del príncipe de Angostura, al entrar ven un gran salón adornado por luz
proveniente de hojas luminiscentes, en ese salón estaba, justo al final los tres tronos reales, el del
rey la reina y el príncipe, con dos de estos vacíos y lo que parecía un chico de no más de dieciocho
años sobre la mitad de un caballo y con cabellos negros en melena, usando un camisón blanco,
algo holgado, como si fuese hecho de seda.

—Señor, le dije que era mejor recibirla con su traje de ceremonia —le suplica el centauro a su lado
a lo que el príncipe hace un gesto con la mano para indicar que se calle. El centauro a su lado
usaba una armadura de un color plata brillante que le cubría casi por completo, su complexión era
bastante robusta, cómo el de un Goliat.

—No será necesario, General, conozco a mi amiga de la infancia —le contesta el príncipe.

Galak es presentada ante el príncipe por Quirón, quien se pone al frente para hacer la ceremonia.
La habitación estaba sola en casi toda su extensión.

—Su alteza, general, ante ustedes se encuentra la princesa y futura reina de Rivial: la princesa
Charlotte, o Galak como le dicen sus amigos y el Caballero real Max Burns —comienza
presentando Quirón a Galak, que no deja de sentirse nerviosa, pero si siente ganas de reírse por el
apellido que se puso Max para aparentar —Princesa, caballero, ante ustedes se encuentra el
septimo heredero al trono de Angostura, el príncipe y futuro rey Romulus Piar y el caballero real y
eterno protector de la corona, el caballero Augusto Páez.

La Princesa

—No era necesaria tanta etiqueta, Quirón, la princesa y yo somos amigos desde hace mucho —le
dice Romulus a Quirón mientras baja las escaleras del altar para recibir a su amiga —Pero he de
notar lo mucho que has cambiado, querida Charlie, ¿en serio eres tú?

Por un momento, Galak sintió un leve escalofrío ante la posibilidad de que los encarcelaran ahí
mismo, recuerda cuentos de su madre sobre no fiarse de los centauros. Los pasos equinos del
príncipe retumbaban en eco mientras avanzaba hacia Galak, ella logra notar que bajo el ojo
derecho del príncipe se resguarda un lunar, el camisón del príncipe se notaba bastante pulcro,
aunque algo simple para su talla. Al llegar a Galak se arrodilla por las patas delanteras y toma la
mano de la princesa para demostrarle respeto.

—¡Era broma, querida Charlotte!, increíble cómo has logrado perfeccionar tu magia de
metamorfosis —le comenta luego de besarle el dorso de la palma, después acerca su mano al
rostro de Galak y lo toca muy delicadamente, como examinándola —es, por mucho, el mejor
disfraz que pudiste hacer para desviar miradas en tu viaje.

—¿En serio lo crees, Rommie? —le pregunta, intentando parecer familiar con el mote, pero se le
nota lo forzado.

—Por supuesto, solo mira ese cuerpo: esta algo musculoso y falto de atributos femeninos, esas
cejas inmensas y ese cabello tan descuidado, se nota que pasarías por una pueblerina cualquiera
de los humanos —le termina comentando el príncipe con una carcajada —aunque he de admitir
que tus ojos son llamativos.

Galak, aunque ofendida también ríe para mantener las apariencias, Romulus se acomoda el
cabello y al fin se dispone a abrazar a Galak, en el abrazo la logra levantar muy fácilmente.

—Me alegra que estés bien, Charlie, querida —le susurra —quiero que me cuentes cómo está
todo en la ciudad con la enfermedad de tu padre.
Esto hace sentirse atrapada a Galak, siente que la mentira caerá dentro de poco, así que se
mantiene pensativa, ante todo.

Luego de soltarla, el General Augusto se acerca a informar al príncipe.

—Señor, debemos ir ya con el espía, necesitamos saber la información del campamento de


tocados —le susurra al oído al príncipe, pero Max logra oírlo perfectamente.

—En un momento, general —le responde haciendo un gesto con la mano, aprovecha y se acerca a
la princesa que estaba algo distraída en pensamientos —Char ¿deseas acompañarnos?, serán
charlas netamente oficiales así que no es algo que nos preocupe hasta llegar al sitio.

—Pues... —Galak lo piensa muy detenidamente, pero termina cediendo —vale, así me sacas de
unas dudas que tengo.

—¡Excelente! Lo seguimos, general —sentencia el príncipe y empiezan a caminar hacia un portón


que se encuentra a un costado del altar.

En lo que se empiezan a retirar de la estancia, Quirón detiene a Max colocándole una mano en el
hombro.

—Un momento, amigo —le detiene de manera amigable —¿Me podrías acompañar a mí en esta
ocasión?, es para que me ayudes con unos trabajos que tengo, si no es mucha molestia.

Max siente la desconfianza.

—Por supuesto, no hay problema.

—¡Genial! por aquí, por favor.

Quirón suena bastante agradable así que él y Max avanzan por donde habían ingresado,
alejándose de la estancia donde habían saludado al príncipe.

—Veo que ella es bastante reservada con las personas —rompe el hielo Quirón.

—¿Te refieres a la princesa? — le pregunta.

—Es interesante ver como es tan fría con todos en lo poco que la he visto interactuar, incluyendo
a su alteza, el príncipe... —sigue comentando mientras pasan frente a dos centauros caminando,
uno de ellos tiene muchas plumas cubriéndole desde la cabeza hasta el busto, Incluso su rostro es
el de un cuervo —...con todos, menos con usted.

Max no contesta, sigue el sonido de los pasos cuadrúpedos de Quirón.

—Debe ser muy reconfortante que la confianza de la futura dignataria esté por completo en tus
manos.

—Creo que confundes las cosas, ella no está nada bien.


—lo imagino, pero aun así me alegra saber que cuenta con alguien como tú a su lado —Quirón
hace un pequeño hincapié al referirse a Max, algo que él nota.

Quirón lo lleva por un camino alejado de la plaza, entran a un edificio construido con bloques de
piedra en combinación con un tronco torcido de árbol. Entrando a este ven a varios centauros
uniformados con un traje que recuerda un poco a uniformes francos cercanos al milenio.

—¡Buenos días, señor! —braman todos al unísono, mostrando su devoción y, más importante aún
la importancia de Quirón para estas tropas. Al Max pasar por frente de estas, nota que las piernas
les tiemblan a varios de estos por el sonido que generan, se logra imaginar cómo estos no quitan
la mirada del horizonte, pero sin lograr ocultar del todo su temor.

—Veo que te tienen en muy alta estima —insinúa sutilmente Max a Quirón mientras pasan a una
estancia dentro del edificio y bajan por unas escaleras iluminadas por algún tipo de magia —Por
no decir que se tatuarían su escudo real de ser posible.

—Es cierto —responde Quirón entre risas —aunque lamento desilusionarte ya que no es por mí,
todo ha sido trabajo de los rigurosos entrenamientos del general Páez.

—No logro imaginar que es hará —concluye con una risa Max para preguntar otra cosa —Puede
que suene algo grosero y me disculpo por ello, pero ¿hacia dónde nos dirigimos?

—Sí, lamento no habértelo comentado, pero creí que querrías ayudarme con esto —le contesta
con modestia mientras bajan por las escaleras en caracol —nos dirigimos a los calabozos reales,
allí interrogaremos a varios de los soldados capturados en el enfrentamiento que tuvieron ustedes
contra ellos. Supuse que querrías participar ya que... bueno, son tocados, seres de tu calaña.

Max no se inmuta, nota el eco que genera la armadura.

—¿Disculpa?

—Nada, nada, olvídalo —contesta volviendo a usar su falsa modestia —bien, ya llegamos.

Luego de bajar las escaleras y seguir por una serie de pasillos laberinticos, llegaron a una especie
de hoyo gigantesco y sin fondo, donde las celdas están construidas dentro de la pared que bajan
junto a un camino en espiral hasta el final. Pareciera ser un gran hoyo que va desde el cielo hasta
el infierno, aunque hacia arriba no posee una abertura.

—Bienvenido al calabozo de la Antillana, lindo, ¿no?

—Es un poco... húmedo.

—Es un calabozo, no es para darle masajes a los reos, querido amigo —le contesta mientras que se
coloca el yelmo que llevaba a un costado.

—Tienes razón.
Luego de mostrarle diferentes aspectos de la seguridad se disponen a iniciar con los
interrogatorios.

—¿Qué vamos a averiguar exactamente?

—Tenemos que saber sobre las posiciones del ejército enemigo en la aldea del Buey, cuánto
armamento pesado poseen y qué magos han traído al combate.

—Entiendo.

En ese momento llegan a una especie de guardia carcelera entre las celdas, donde se logran
apreciar diferentes especies y seres, entre ellos humanos y tocados.

—¿Alguna novedad, soldado? —Pregunta Quirón a un recluta que revisaba unos papeles.

—Por el momento no hemos sacado mucho, todos son muy reacios a los métodos —comenta el
soldado con una lista en la mano —y hay uno que desea verlo a usted, señor.

—¿A mí? —pregunta Quirón.

—No, me refiero al señor Burns, señor —comenta el soldado revisando la lista —es muy tenas
aguantando en los interrogantes, dice que sólo desea hablar con el señor Maximillian.

—Entiendo —contesta Quirón volteando a ver a Max —vamos a ver ese caso ¿quiere, caballero
Burns?

—De acuerdo, me genera bastante curiosidad —se acerca a preguntarle al soldado —¿Me podrías
decir el nombre del reo?

—Por supuesto, señor, su nombre es Butch Rooster.

Max logra recordar al chico, era el que él pateo de la carreta, pero se preguntaba qué podía
necesitar de él.

—¿Dónde está en este momento? —pregunta Quirón al guardia que disponía a sentarse.

—En la celda 1450-ZAX —busca en una carpeta que contiene un pequeño mapa —justo la que se
encuentra debajo de esta hilera.

—¿Viene, caballero? —le pregunta Quirón indicándole el camino a seguir a Max.

—Por supuesto.

Cerca de donde estaban ellos, a en aquel pozo sin fondo en espiral, se hallaba alguien que,
encerrado en su celda, sólo sentía decepción y rabia en su corazón. Gotas de aguas servidas caen
sobre un Butch que recuerda claramente cómo mataban al cochero frente a él, también recuerda
el rostro del asesino sonriendo como si nada pasara. Su mirada anda perdida en la oscuridad de su
celda, su cara, inmutable, refleja a alguien que medita sobre sus acciones realizadas.
—Hey, chico —le dice un guardia desde el detrás de los barrotes golpeándoles un poco para
despertarlo, sólo que él no estaba dormido, estaba muy atento —tienes visitas, y creo que te
gustarán —termina el carcelero en una risilla.

Aquella risilla y ese comentario sacan del letargo a Butch, que sin armadura y en harapos, muestra
sus severas heridas causadas por los interrogatorios, al levantarse; pero eso no le importa, lo único
que siente es furia e indignación, sentimientos que lo inundan al ver que, justo frente a él, se
encuentra su némesis, su terror y sus pesadillas: Maximillian Larz.

—Larz... —Logra murmurar Butch, los labios los tiene resecos.

Maximillian Larz estaba frente a él, se encontraba vestido con ropas algo extrañas para su cultura
natal, pero era él. En ese momento Butch corre hacia los barrotes con furia.

—¡Maximillian Larz! —le grita desde el otro lado de la celda, Max y Quirón lo oyen tranquilamente
—¡Al fin apareciste, traidor!

Aquel grito accidentado despertó el alboroto de los demás reos de la raza de tocados, gritos de
todas direcciones pidiendo que matasen al traidor de Certkara. Max se mantiene inmutable ante
tales gritos, como si no le importase nada.

—Vine porque me dijeron que me estabas buscando —contesta secamente Max sin vacilar —¿Qué
deseas de mí?

—¿De ti? —pregunta modulando mejor la voz para no gritar, se nota que no había hablado en días
—Lo que deseo, lo que anhelo es un duelo a muerte bajo las leyes de mi nación, Certkara.

Minutos antes, tras el portón por el que salieron anteriormente Galak y el príncipe, se encuentra
un hermoso jardín donde pasa gran parte de los ciudadanos locales, se logran diferenciar
gardenias por todos lados (en ventanales de negocios, en balcones, incluso en las coronas de
flores de algunas niñas).

Los transeúntes de la urbe centaura, aunque concurrida, demuestran una realidad: los habitantes
que pueden pasar por estos lugares son generalmente acomodados, sus prendas y manierismos lo
demuestran, esto hace pensar a Galak que están llegando a la zona noble de la ciudad; era la
oportunidad perfecta para ver cómo se debería de comportar las personas de clase alta, ella
estaba caminando junto al príncipe y esperaba actuar lo más convincente posible, su terror no le
permitía darse cuenta que el príncipe le estaba hablando.

—¿Charlie? ¿Charl? —el príncipe intenta hacer contacto con el planeta Charlotte, hasta le pone la
mano frente a los ojos, cosa que al fin la hace reaccionar —¿Estás bien?

—¡Sí!, por supuesto —contesta lo más rápido que puede, luego intenta aplicar lo visto en el
caminar de los nobles.
—Te preguntaba que si fue idea tuya lo de la piel trigueña —le pregunta el príncipe de manera
coqueta —te añade un toque bastante lindo ¿lo sabias?

—Realmente fue pura casualidad —Galak le sonríe para luego voltear la mirada al dorso de sus
manos, recuerda que antes ella era mucho más clara de piel, pero el estar ayudando en el campo a
su madre todo el día bajo el Sol le tostó la piel.

«Mamá» piensa para sí, pero aguanta soltarlo, ya eso pasó, ya no puede hacerlo de nuevo.

—Llevo tiempo sin estar por aquí y no recuerdo haber visto a los centauros emplumados, ¿qué les
está pasando? —pregunta Galak intentando desviar el tema sobre ella y su reino, aunque no sabe
si lo que acaba de decir es un tema interesante o estúpido.

—Bueno, pues... es un proceso de evolución natural, nos apareció desde hace un año —le
responde el príncipe de manera muy despreocupada, justo en ese momento pasan cerca de lo que
parece una tienda de artículos de cacería —nos hace mutar en seres superiores.

—Bien, aquí está —dice desde el frente el General Páez —aquí nos esperan.

Luego de decir esto se detienen frente a un local algo alejado del jardín y el bulevar que cruzaron
hace no mucho, los transeúntes siguen pasando, pero si se sentía algo menos congestionados.

—¿Por qué no lo hacemos en palacio, general? —pregunta Romulus.

—Recuerde las remodelaciones, su alteza — le contesta Páez.

—Me parece algo exagerado, pero no importa, entremos, querida.

Luego de tocar a la puerta y que les abrieran se logra notar la apariencia exterior de lugar
abandonado era pura fachada, dentro es un lugar de belleza exuberante, enormes ramas que se
elevan hasta el techo portan pequeños botones que, con su brillo, dan una luz algo magenta al
lugar, era obvio que el lugar era recreado por magia ya que por fuera era pequeño y por dentro
parecía un palacio.

—En la mesa de allá, sus altezas —termina diciendo Páez mirando a Galak de mala gana a pesar de
sus ''gracias'' como respuesta.

—Eso que te dije allá afuera es la información oficial, querida Charl —continua el príncipe ante la
incertidumbre de Galak.

—y ¿cuál es la realidad? — pregunta de manera asertiva al futuro rey.

—La realidad es que, como raza, estamos malditos.

—¿Malditos? ¿Por qué o desde cuándo?


—Desde hace un año, luego de una confrontación territorial contra las Arpías de norte.
Necesitábamos más tierras de cultivo e intentamos dialogarlo con ellas, pero esas bestias se
negaron y entramos en guerra, no a gran escala por supuesto, fueron pequeñas escaramuzas.

Galak se recoge el vestido hasta los tobillos, le incomoda en sobremanera llevar arrastrándolo.
Frente a ellos hay más centauros con armadura, parece una junta militar.

—Ganamos la guerra, pero terminamos siendo víctimas de una maldición, una maldición que poco
a poco nos terminará convirtiendo en grifus —sentencia Romulus, su rostro se muestra
consternado, Galak no puede evitar verle el lunar que parece una lágrima.

—¿Grifos?, ¿cómo las criaturas aladas del escudo de armas del reino de Ásgaran? —pregunta
Galak.

—No, querida, me encanta tu falsa estupidez —Ríe el príncipe por Galak que también se
encontraba sonriendo de falsa manera —Un grifo es una criatura alada que combina la cabeza de
un águila con el cuerpo de un león, un grifus es un ser emplumado que transita las noches cazando
el alma de los moribundos, su forma puede variar, lo único que importa es que su torso toma
forma de un ave de rapiña: cuervos, zamuros y hasta cóndores entran en la lista.

—Que horrible situación, ¿no hay manera de revertir el efecto?

—Generalmente para las maldiciones no las hay, pero nuestro curandero local había hallado un
método para curarnos por completo entre sus investigaciones dentro de unos manuscritos
antiguos — le responde en lo que se acercan a la mesa.

—Lo estábamos esperando, su alteza —se aventura a decir un centauro de finos bigotes y de
prominente barbilla.

—Un momento, coronel, no me interrumpa —le ignora secamente sin si quiera voltear a verle, el
coronel se reduce a si mismo e intenta pasar desapercibido —bueno, como te decía estábamos
esperando que llegara con la pócima, pero desapareció, por un momento creímos que había sido
atacado por arpías ya que era la única manera de que un curandero resguardado con tres guardias
reales desaparezca, pero no hallamos ningún indicio de que fueran las arpías.

Galak se empezó a sentir incomodísima con la mirada de los militares allí sentados, el príncipe lo
notó, pero siguió con la historia, en ese momento se escucha el galopar de un soldado que acaba
de entrar tras de ellos.

—Luego de esto nos dispusimos a buscar más al este, fuera de nuestra jurisdicción, preguntarles a
los aldeanos de El Buey si tenían algún indicio y fue cuando vieron a varios de los nuestros
aprisionados en un corral, la aldea había sido tomada por soldados de Certkara.

—¿Eso significa que entrarán en guerra con ellos? —pregunta Galak.

El soldado desea interrumpir, pero teme alguna represalia del príncipe.


—¿Su alteza? —el príncipe ignora este llamado.

—He estado pensándolo mucho, pero no podemos quedarnos de brazos cruzados, a pesar de
nuestro problema hemos de mantener nuestro orgullo nacional intacto —le responde con
solemnidad a Galak, aunque a ella le parece totalmente descabellada esta idea en su estado.

—¡Señor! —insiste el soldado.

El príncipe hace acoplo de su paciencia y, aunque con ceño fruncido le pregunta.

—¿Qué necesita, soldado? —responde con una sonrisa que, queriendo tranquilizar consigue el
resultado opuesto.

—Ne-necesitan a Su Alteza, Charlotte el señor Cnosos y la señora Creta.

Galak voltea a ver al príncipe, y este sin ella decirle nada le responde a esa mirada.

—No soy quien, para retenerte aquí, ve a lo que necesites, Charlie.

Galak voltea a ver al soldado, es su oportunidad para salir de ahí y respirar.

—Volveré pronto, Rommie.

—¡Si sigues diciéndome así terminaré por creer que no eres quien dices ser!

En ese momento todos lo que rodeaba a Galak parecía un tempano de hielo, el miedo le estaba
carcomiendo.

—¡Sólo bromeaba, vete! —finaliza el príncipe dándose la vuelta para ir a su junta.

Al salir del local frente a Galak estaba un hermoso carruaje de un solo pasajero, el cual levitaba a
la deriva hasta que el soldado lo acopló a si mismo por lo que parecían hilos invisibles.

—Lamento la demora en conseguirlo, es que no teníamos nada similar así que lo mandamos a
tallar —Se disculpa el caballero a tiempo que se arrodilla con las patas delanteras frente a Galak,
en esa muestra una cara bastante más jovial que la de Quirón y un cabello cortado como recién
salido de la recluta —Mi nombre es Ágata y seré su cochera por el resto de su estadía.

Mientras avanzan por el bulevar rumbo a la zona residencial de los grandes pinos Galak no puede
dejar de pensar si el príncipe realmente sabe su identidad y en la importancia de la información
que acaba de recibir del dignatario.

«¿Por qué me habrá confiado tanta información?, aun siendo su amiga de infancia es demasiado»
piensa mientras ve a los transeúntes, ve a una pareja a lo lejos compartirse la comida y los ve muy
amorosos.

«Max... ¿dónde estás?...» se pregunta y casi lo susurra.


—Lamento haber retrasado tanto la llegada del carruaje, espero no haya tenido que caminar
demasiado, su alteza —intenta romper el hielo la centaura de corto cabello y tan masculino porte
al ver que la princesa estaba bastante retraída en sus pensamientos que su mirada tan imponente
asustaba a los transeúntes curiosos.

—No pasa nada, descuida —le responde serenamente, sacando su mirada del vacío.

—Me alegra, he oído que usted ha sido la salvadora de un grupo de humanos desahuciados
atrapados en la guerra —comenta avivadamente mientras pasan cerca del obelisco que muestra
una adoración al Sol —son pocas las veces que he escuchado de un altruismo tan grande como el
que usted ha demostrado.

—Realmente no fue nada —responde algo seca a pesar del entusiasmo de su cochera, piensa un
poco en lo que le dijo aquel anciano del cual ni recuerda su nombre.

«Niña ilusa que no conoce la guerra» eso dijo.

—Pues las caras que tenían cuando me mandaron a buscarla demuestran más que ''no fue nada''
—le replica a lo que acaba de decir —Disculpe mi intromisión, pero me parece maravilloso que
hallan monarcas como usted o como mi príncipe que sean capaces de pensar en el bien común, en
generar una sonrisa en las personas más que en sí mismos, créame lo que le digo, usted puede
contar con mi apoyo, heroína.

Galak al oír esto y ver la sonrisa que esgrimía Ágata sintió una calidez muy curiosa, que la hizo girar
la cara a otro lado un poco sonrojada.

Al llegar y entrar en la habitación donde se realizó el parto, Galak se da cuenta de que están parte
de los rescatados en la caravana, Cnosos, Yuri, Spunik y los dos chicos se pusieron en fila frente a
la cama (excepto Creta que se encontraba en cama con la bebé) mientras que Patroclo siguió
sentado al lado de la cama viendo a la bebé.

—¡Gracias por salvarnos! —Le dicen los cinco en pie al unísono a lo que Galak se queda algo
sorprendida, pero se empieza a sentir incomoda.

Yuri avanza hacia Galak como representante de todos y le tiende la mano.

—Queríamos traerte aquí para poder darte un agradecimiento por habernos rescatado e incluso
más —Se mueve hacia un lado para señalar —Mi sobrino, Cnosos, ha conseguido trabajar en una
tabernera cercana y mis hermanos también han sido requeridos en la corte real.

—No hay nada que agradecer, en serio —contesta sobándose el brazo derecho con la mano
izquierda.

—También mi hermano Vosjod me comentó algo referente al predicamento en el que te metió mi


sobrino cuando te hizo pasar por la princesa. Mi hermano es un importante mago que está ahora
mismo en la corte real ayudándolos con algo que no me ha dicho, deberías ir ante cualquier duda
—sigue comentando el anciano mientras se saca las manos de la espalda con un bulto agarrado —
sé que es poco, pero me encantaría que aceptases este regalo por parte de toda la familia Zmeya.

Yuri se agacha y le ofrece un bulto de tela con algo adentro, al Galak agarrarlo se da cuenta que
dentro posee un collar negro con un pequeño zafiro dentro.

—¡¿Cómo es que le decía a esta cosa Vosjod, Spunik?! —le pregunta entre gritos a su hermano
que se había acomodado en el sillón.

—Creo que era un pozo, tío —le responde Cnosos al ver que su otro tío estaba con la mirada al
vacío.

—¡Ah, sí!, es cierto —le comenta con una sonrisa, mostraba como le faltaba un diente inferior —
me dijo que era importante, que vio cómo te transformaste en carnero y que esto te ayudará
bastante, dijo que fueras con él.

Galak se queda viendo el zafiro brillar rodeado de cadenas negras.

—Gracias, en serio — contesta pensando en esa batalla.

—Pero eso no es todo ¿verdad, cariño? —le recuerda Creta a Cnosos con una sonrisa de
complicidad.

—Es cierto —corrobora Cnosos, camina hacia dónde está Galak y la trae cerca de la cama donde
puede ver a Creta y a la niña —tenemos algo que decirte, pero primero nos encantaría que nos
digas tu nombre completo, pequeña.

Patroclo ve todo con el rabillo del ojo e intenta ignorarlo. Galak se siente algo incomoda con toda
la atención que recibe, pero ver la bebé dormida en brazos de la mamá le devuelve parte de su
confianza.

—Mi nombre Galak Phoenix, de la aldea del Gallo —responde Galak casi entre susurros.

—Qué lindo nombre, pequeña —le responde Creta con una linda sonrisa, Galak apenas se fija de
lo suave que es su voz —¿Sabes?, estuvimos pensando y creo que hemos decidido, mi esposo y yo,
nombrar a nuestra hija como tú, se llamará Galak.

—¡Esperamos que nuestra hija sea tan valiente como tú, Galak! —le dice el papá sacudiendo un
poco a Galak por la emoción que siente mientras Patroclo, sentado en la silla de la cual no se
mueve y ni intenta mirar a Galak, se aprieta la tela del pantalón con los puños de la furia creciendo
en él.

Galak se encuentra bastante sorprendida y empieza a sentir de nuevo ese calor dentro de sí.

—No sé qué decir, es un bonito detalle —llega a contestar, pero antes de que esta logre esgrimir
una sonrisa Patroclo grita indignado.
—¡No es justo! —acto seguido sale corriendo de la habitación.

—Patroclo, ¡espera! —le suplica Creta, pero este le ignora y sale.

—¿Qué le pasa? —pregunta Galak a los presentes.

—Es complicado, pequeña Galak —se acerca Yuri a contestarle —él está en una época difícil,
además de que tuvo que ver cosas horribles que muy seguro lo marcarán de por vida.

—¿Cosas horribles? —pregunta ella.

—Estuvo presente en la muerte de sus padres, vio como masacraban a sus amigos y familiares —
acota Creta a lo que Yuri comenta, se nota el dolor en el aire —todos nosotros somos lo único que
le queda.

Galak recuerda su cara, y siente algo que le revuelve el estómago, porque cuando este corrió lo
bastante cerca ella logró notar como las lágrimas salían de él.

—Discúlpenme, debo irme —se disculpa ante todos los presentes, se arremanga el vestido de
princesa y sale corriendo de la habitación tras de Patroclo.

Al salir Galak de la habitación, Todos los presentes se miran.

—Pobre pequeña flor —comenta Yuri.

—Se le nota el dolor que debió pasar —continua Cnosos —es verla tan destrozada y frágil y que te
provoque abrazarla.

—Y pensar que el pobre de Patroclo tuvo que vivir lo mismo que ella —comenta Creta.

—Es muy callada esa niña —Comenta uno de los pequeños, el que tenía el cabello largo y
desarreglado ahora lo tiene bien peinado y se le notan unas lindas ondas.

—Es porque se siente sola, Niki —le contesta Cnosos.

En lo que Galak sale de la habitación pasa al lado de Ágata y la deja atrás haciendo que esta (que
se encontraba esperando fuera de esta) estuviese algo confundida.

—Su alteza... ¡espere! —aventura a preguntarle mientras esta se aleja —¿No sería mejor que vaya
a carruaje?

—Descuida, estaré bien —le contesta entre gritos, su cabello ondula al viento y levantando el
vestido con sus manos para que no tropezar.

Galak corre por el pasillo hasta llegar a las escaleras, preguntándose dónde podría estar Patroclo
en estos momentos en tan inmensa ciudad, pero antes se le ocurre pasar por un lugar que vio en
el pasado.
Mi ídolo

«Certkara, una pequeña nación sin litoral ubicada en el este del continente de Olizar, limitando al
norte con el Reino Mancomunado de Ásgaran. Certkara es un reino guerrero, originado en tribus
que peleaban unas a otras ocasionalmente, pero que luego de un proceso de conquista aplastante
por el cantón de Fafneer, empezó un proceso de unificación nacional y de expansión que perdura
hasta hoy en día, naciones vecinas han entrado en guerra con nosotros por defender puntos en
clave, pero poco a poco Certkara fue demostrando superioridad, incluso hoy, siglos después, las
campañas militares no tardan entre cinco o diez años, y para mantener un estado de perpetua
guerra la sociedad de nuestro pueblo es muy visceral, los niños, ya desde los ocho años son
reclutados como parte del ejército y forman parte de la vanguardia, aprendiendo los oficios de la
guerra, demostrando su valía frente a los mayores para saber quiénes permanecerán en el ejército
y quienes quedarán relegado a tareas mundanas.»

«Recuerdo que en mi primera misión tuve que ir al frente de la campaña a Gladius, reino al
suroeste de Certkara, mi padre me acompañaba en todo momento, lo amaba, era mi ídolo y
recuerdo estar emocionado a la vez que expectante por lo que pasaría.»

«—Padre ¿cuándo veremos acción?, no hemos parado de levantar tiendas y te atar riendas,
incluso he recolectado materiales con los demás novatos, ¿cuándo empezará la batalla? —
recuerdo haberle preguntado aburrido, apenas era un crío, claro que lo estaría.»

«—¿La acción? Acaba de comenzar sin nosotros —me respondió mientras tomaba su hermoso
corcel color crema, se llamaba Shiva —me pidieron que les vigilara mientras montaban el
campamento temprano, el choque se daría más tardar a eso de las seis de la mañana y ya son las
seis y media —concluyó mientras me pedía con un gesto que le pasara su yelmo, la forma de este
semejaba un gran basilisco con cuernos.»

«—Pero padre, terminé mis tareas, déjame acompañarte, por favor —le supliqué casi que, de
rodillas, para ese momento mi larga cabellera rubia no era más que unos pocos cabellos, no era
más que un simple recluta con unas particulares orejas rubias —juro que veré desde una distancia
prudencial, ¡lo juro!»

«Mi padre terminó accediendo a mis súplicas, no lo culpo, de entre mi hermano menor y yo
siempre fui su favorito, así que monté su caballo dignándome apenas con un escudo y una daga
por si algo salía mal y fuimos dejando el pequeño oasis donde montamos el campamento y
avanzamos hacia las dunas de aquel infinito mar de arena que separaba el campamento de la zona
de batalla, a veinte kilómetros de la ciudad Gladiense más cercana. Cuando al fin llegamos a la
ribera del río Aegis contemple algo impresionante: el campo de batalla cambió drásticamente de
clima gracias a los sacerdotes enemigos, su poder mágico había generado pequeñas colinas desde
donde acribillaban a nuestras tropas con arqueros y, dándole la guinda sobre el pastel, una bestia
alada con cabeza de serpiente y cuerpo de león que fácilmente podía medir diez metros asolaba el
cielo con algo que salía de su boca, similar a lluvia acida.»
«—Padre, cuidado, no entres ahí, morirás —le pedí jalando de su brazo, sin pensarlo mucho el
miedo me invadió ante tan horrible resultado que esperaba en mi incontrolada imaginación
fatalista.»

«Mi padre no hiso más que reírse ante mi miedo y desesperación, luego de bajarme de la montura
contestó a mis súplicas.»

«—Butch, si no fueras mi hijo hace rato te hubiese expulsado del ejército, pero entiendo tu
reacción, nunca has visto a tu padre combatir, cuida recuperar tu hombría ya que eres el futuro de
la casa Rooster —le respondió secamente luego de la risa, noté en su risa y en su voz que se
estaba empezando a decepcionar de mi... y me dolía. Luego de esto mi papá generó en su mano
una alabarda roja con una ornamentación que hacía honor a la garra de un basilisco, luego de esto
se despidió de mi diciéndome —te estaré esperando para luchar codo a codo, hijo.»

«En ese momento no le dije nada, sólo dejé que se fuera, en mi calma logré notar que nuestro
ejército estaba repeliendo con facilidad tanto la lluvia de flechas como la de babas gracias a los
escudos sagrados que usaban nuestros sacerdotes, en ese momento, en ese fragor de la batalla
que se abría frente a mí a la distancia, donde las personas se veían como diminutas hormigas y
que mi papá empezó a formar parte. Fue en ese preciso momento en que lo vi, una flecha
resplandeciente, disparada desde uno de los riscos atravesó cual centella fulminadora la pata de la
quimera alada, esta pequeña figura dio un salto de más de seis metros para alcanzar a la criatura y
con un poder mágico desorbitante atravesarle el cráneo a quema ropa haciendo que la bestia
volara erróneamente antes de caer en picada hacia donde me encontraba yo, o al menos a unos
diez metros de donde yo, asombrado presenciaba tal espectáculo.»

«Mi mente volaba, mi imaginación también, aquél hombre que logró tal hazaña tenía que ser
grande, tenía que ser espectacular, y cuando lo vi me di cuenta... me di cuenta de que eras tú.»

—¡Empiecen la pelea de una buena vez! —grita un guardia desde el camino en espiral de la
Antillana, al lado de este se encuentra Quirón observando a la distancia una plataforma
suspendida en medio del vacío por unas enormes cadenas de hierro forjado que se sostienen del
mismo hoyo colosal en el que se encuentran, se nota que han descendido bastante ya que ni
presos hay en esas celdas —no entiendo de que va todo esto, ¿en serio tienen que pelear con la
mente uno frente al otro?

—Es más que eso, soldado —le contesta Quirón con tranquilidad —este ritual es un desafío a
muerte entre dos guerreros para poder demostrar fuerza, astucia o ganar el liderazgo de una
facción. Los certkarianos lo practican desde pequeños para resolver todo tipo de problemas ya que
no siempre es necesaria la muerte del contrincante a cambio de cumplir con las peticiones del
vencedor, uno de los requisitos imprescindibles para realizar es tener algún tipo de lazo emocional
con el contrincante.

—¿Lazo emocional? ¿Se refiere a que tienen que quererse?


—No necesariamente, el abanico de emociones es muy grande y sólo necesitas que una de estas
florezca para que ocurra estos enfrentamientos, pero bien se sabe que mientras más fuerte sea
este sentimiento peor serán las consecuencias —concluye.

El grito del soldado hizo salir de su baúl de recuerdos a Butch, que se encuentra de pie frente a
Max y mientras este lleva dos pequeñas dagas Butch se las apaña con una lanza punta de cobre.

Max se notaba tranquilo, mientras que Butch cada vez se notaba más exaltado.

—No mereces que te haga pasar por este ritual, tú ya no eres de los nuestros —le dice con
condescendencia a Max mientras este sólo se queda parado oyéndole —Lo que mereces es que te
mate aquí mismo.

Butch carga contra Max con buena velocidad y le intenta ensartar la lanza con repetidas ráfagas de
esta, mostrando una resistencia bastante buena a pesar de haberse tirado al abandono durante
una semana en prisión, pero Max logra esquivarlos con suma facilidad desviándola en ocasiones
con la hoja de sus dagas.

—Excelente, veamos si puedes con esto —en ese momento Butch levanta la lanza con ambas
manos por encima de su cabeza y se prepara para golpear a Max con esta como si se tratara de
una espada, a lo que este lo detiene en el aire cruzando las dagas frente al filo de la lanza. El
choque hace un potente ruido metálico y levanta algo de polvo alrededor, demostrando la
contundencia del impacto.

—No es mentira entonces lo del entrenamiento al que se someten los arqueros de élite —
comenta Butch con una voz forzada.

—¿Por qué lo haces, acaso es necesario este enfrentamiento? —Pregunta Max antes de empujarlo
con las dagas y hacer que ambos retrocedan un par de metros.

Luego de la reciente demostración de agilidad y fuerza el guardia no puede ocultar su asombro a


Quirón.

—¿Cómo ese sujeto puede pelear de esa manera sin poseer un atisbo de visión? no noto algo
mágico en eso —pregunta otra vez a Quirón.

—No es un misterio tan grande, existe un entrenamiento riguroso que se realiza por el ejército
certkariano cuando se llega a cierto rango, sólo son rumores, pero se comenta que les hacen vivir
a los soldados al menos un mes sin poder usar la visión para desarrollar su sentido de la audición
—le contesta nuevamente con serenidad, pero por dentro aún siente intriga.

«Es cierto, es un entrenamiento maravilloso, pero en ti se nota algo más... pareciera como si
pudieras aun ver sin ojos» piensa para sí el General observando la pelea «¿Qué truco estarás
usando, pequeño cajón de sorpresas?...»
El combate continúa intensificándose, y mientras que Butch intenta cazar a Max este corretea por
toda la plataforma como si de una gacela se tratara.

—¡¿Puedes dejar de huirme?! —le grita el joven lancero —¿Preguntabas que por qué tenemos
que enfrentarnos?, no te hagas el idiota, sabes el por qué.

Max esquiva otra estocada de la lanza mientras intenta marear a Butch.

—¿Es por mi traición?, porque no es rencor lo que siento en ti —le contesta Max.

—¿Ahora eres vidente? —le contesta satíricamente a Max mientras le roza a este una parte de
abrigo de este —Dime ¿qué es lo que ''ves''?, sabandija traidora.

—Veo desesperación, veo odio — le responde mientras choca las dagas contra la armadura
oxidada del hombro de Butch, el soplar de las hojas afiladas da un poco de miedo a este.

En ese momento Butch suelta la lanza y logra agarrar a Max de un brazo e intenta fulminar su
espalda contra el suelo, pero este reacciona rápido apoyando sus pies en el suelo (y lastimándose
algo en el proceso revierte la situación y el impactado termina siendo Butch.

—¡Cuanta fuerza!, eso es imposible de creer, un humano normal no podría haber hecho ese
movimiento sin perder las piernas, es absurdo —comenta muy exaltado el guardia junto a Quirón.

—Muy absurdo... —murmura Quirón para sí mismo.

—Señor, no entiendo cómo puede dejar que se peleen ambos, uno es un prisionero y el otro un ya
confesado vástago de Certkara, siento que lo mejor sería mandar a llamar refuerzos —sugiere el
soldado razonando un poco.

—No es necesario, soldado, este combate se realiza porque hay honor por medio y es algo que
nuestra raza siempre ha respetado, por encima de todo —le contesta Quirón evitando que este se
marche a por los refuerzos —Además, la confesión del caballero de la princesa no hace sino
justificar mi vigilancia hacia este, sólo hay que mantenerlo cerca mientras el príncipe así lo desee.

Butch aún no se mueve del suelo a pesar de haber pasado más de diez segundos desde que lo
abalanzaron.

«Odio, ¿eh?» piensa yaciendo en el suelo.

Max sólo se queda de pie frente al Butch y este no deja de mirarle a la cara con furia y dolor.

—¿Cómo no odiarte...? —dice un poco apaciguado, siente como algo se rompió en él, quizá una
costilla, se sienta con cuidado —¿Cómo no odiarte si eras mi héroe?, mi ídolo, eras la persona que
más admiraba, incluso que mi propio padre.

Max sólo se queda callado mientras escucha ensombrecido por la luz tenue del lugar.
—Siempre quise ser un guerrero como mi padre, desde pequeño lo quise, pero desde hace doce
años que te vi combatir aquella Boa quimérica alada no pude sino maravillarme ante el joven
prodigio que se alzaba entre la élite de los arqueros del rey —Detiene su historia para toser algo
de sangre mientras intenta sentarse —Incluso cambié mis hábitos para que mi ''don divino'' fuese
manejar el arco y la flecha, cómo tú, pero por más que me esforzara no ocurrió, soy muy patoso y
aun me cuesta canalizar energía para mis ataques.

Butch agarra su lanza del suelo y, apoyado en esta, logra levantarse.

—Conozco todas tus hazañas, mi favorita siempre fue la de la guerra contra Gladius, en la ciudad
de Bururú, mataste a más de mil soldados en sólo una semana, mantuviste tu posición
sobreviviendo en el campanario de la ciudad —Le comenta con algo de alegría en sus ojos, pero de
pronto se empezó a entristecer —por eso es que no entiendo... fuiste un soldado condecorado,
eras de la élite de arqueros del rey, el más famoso de los cuatro, ¿por qué tú...? ¿Por qué tuviste
que traicionarnos sólo así? ¿Te pagaron? ¿Es acaso un movimiento revolucionario o es...? —se
calla por un momento mientras blande su lanza, en sus ojos se nota enojo.

—¡¿Acaso es por ella?! —Butch embiste a Max con fuerzas renovadas mientras que este luego de
esquivar se lanza con una tacleada que le revienta el poco de armadura que cubre su torso,
haciendo que se acerque al borde.

—Detente ahora mismo, chico, no sabes nada sobre mí, nada —lo dice mientras tira sus dagas al
suelo —olvida esas tonterías de la gloria en batalla, o de ''hacer hazañas'', la guerra es horrible.
Vete de aquí, ve con tu familia, consigue una linda chica, cásate con ella y ten unos lindos hijos.

Butch logra recomponerse.

—No me digas lo que tengo que hacer... —lo murmura para sí, pero luego va subiendo de tono
para que logre oírlo Max que estaba dándole la espalda —de todas las personas que me podrían
dar lecciones de vida... ¡el peor eres tú!

Luego de esto Butch embiste con mucha fuerza hacia Max dando una gran estocada y este la
esquiva, pero en ese momento el lancero da una barrida lateral hacia la cabeza de Max haciendo
que retroceda hasta la otra esquina de la plataforma. Butch se da la vuelta y observa a Max
mientras un recuerdo surge en su brumosa cólera.

«—Papá ¿quién es ese hombre que combatió contigo?, ¿el que derrotó a aquél monstruo alado?
—Le pregunté a mi padre, este iba a pie y me llevaba en el corcel mientras el agarraba las riendas
a pie.»

«—Ese lunático no es más que Max Larz, uno de los jóvenes arqueros más prometedores, creo que
pronto lo harán formar parte de la guardia real, algunos lo catalogan como el soldado número uno
—me contesta con algo de gracia en sus palabras, mi padre tenía gran parte de la armadura
ensangrentada y en la punta de su alabarda llevaba la cabeza de un pequeño Aligattor.»
«—Pues quiero llegar a ser como él, papá, quiero llegar a ser el soldado número uno—recuerdo
haberle dicho eso a mi padre, recuerdo que en parte le causo gracia y en parte le entristeció ya
que él quería ser mi ídolo, sin saber que siempre lo fue para mí.»

Butch mira a Max y luego mira a su lanza.

—¿Por qué lo hiciste?

—Lo siento, pero no te lo puedo decir —le contesta Max ante esa interrogante que hizo eco en las
paredes silenciosas de la prisión —Sólo te puedo decir que busco enmendar mis errores.

«''Enmendar errores'', ¿eh? Es cierto, yo también debo enmendar los míos.» Butch observa su
lanza y esta empieza a ganar temperatura.

«Ignoré mi ''don'' esperando obtener uno completamente nuevo, uno similar al tuyo, pero veo
que fue algo que nunca debí hacer» la lanza ya se encontraba al rojo vivo.

—Creo que yo también tengo que enmendar los míos, por eso... —en ese momento Butch levanta
la vista y luego de una carrera hacia donde esta Max dispara de su mano aquella lanza como
jabalina, esta parecía ir como una delgada barra roja a una gran velocidad —¡Por eso te derrotaré
y, así sea a golpes, te sacaré la verdad!

Max con un rápido movimiento logra esquivar muy estrechamente la lanza, que roza su mejilla
causando un corte que, al mismo instante, termina cauterizado, pero lo que no se esperaba era
que aquel lanzamiento era una distracción porque mientras la lanza se enterraba casi un metro en
la pared detrás de esta venía Butch acertándole un puñetazo en la cara.

—Te he vencido —presume Butch viendo la cara retorcida de Max por el puñetazo.

—Lo siento, pero esto acabó —le contesta Max que, con un tiempo de reacción mayor, soltó las
dagas y logró darle un puñetazo en la boca del estómago dejándole inconsciente, sorprendiéndose
de que este aún se mantuviera en pie.

«''Quiero llegar a ser como él, papá, quiero llegar a ser el soldado número uno''» es lo último que
recuerda Butch antes de sumirse en las penumbras de la inconsciencia.

En ese momento se empieza a oír el eco de unos aplausos, Max nota que son sólo de una persona.

—¡Bravo, magnifico!, excelente demostración de fuerza y convicción —exclama Quirón mientras


se aproxima, este deja de aplaudir al subir a la plataforma acompañado del soldado carcelero—
aunque el chico también tiene cosas interesantes, espero no te haya molestado tener que realizar
este rito tan barbárico.

—En lo absoluto — contesta en medida que apoya a Butch en el suelo para que no se lastime,
luego se pasa la mano por la mejilla recién cauterizada.
«Este ''Don'' es muy similar al de él... espero estés orgulloso de tu hijo» analiza un poco Max,
recordando como sintió el calor abrasador de esa lanza pasando cerca de su cara.

—Excelente ¡guardia!, ponga en su celda nuevamente a este individuo —ordena Quirón a su


acompañante, que al acercarse a Butch es detenido con un gesto por Max.

—Espera, ¿acaso no recuerdas lo que acabamos de hacer? —le pregunta Max a Quirón
poniéndose de pie.

—Es cierto, fue un duelo de la cultura certkariana —le contesta Quirón como recordando algo
olvidado.

—Por ende, este chico ha de cumplir lo que le he ordenado —concluye Max —Así que pido que se
lo deje en libertad.

—¿Acaso crees que estamos locos, traidor? —le contestó de mala gana el carcelero, pero es
detenido por Quirón.

—Cumple su petición, trae una camilla y llévalo con las enfermeras, luego que despierte
explíquenle la situación — ordena serenamente Quirón al carcelero que se retira velozmente a
pesar de sus dudas.

Luego de esto Max se dispone a retirarse, pero es detenido por Quirón colocándole la mano
suavemente en el hombro.

—Lamentablemente, amigo, no tienes la misma suerte que ese pobre diablo —continua con una
leve sonrisa viendo las vendas donde antes estarían los ojos de Max —así que necesito que me
acompañes para responder algunas preguntas.

—¿Qué pasaría si me rehúso? —pregunta desafiante agarrando la mano que le había puesto en el
hombro.

—Vamos, Maximillian, analiza la situación y el dónde te encuentras, no creo que quieras averiguar
el ''¿qué pasaría?'' —le contesta el general sin vacilar ensanchando cada vez más su sonrisa y
regresando su mano a su derecha.

Luego de estar frente a frente, Max termina aceptando la petición y acompaña a Quirón por aquél
camino en forma de caracol.

Esa misma tarde, lejos de ese agujero sin fondo, en el parque de la zona sur de Angostura, se
lograban distinguir caminos que pasaban cerca de estanques, en estos nadaban pequeños peces
con tentáculos muy finos con los que atraen las migajas que le tiran a su boca. Por todos lados se
logran ver familias enteras de centauros pasando la tarde conviviendo en parque, le logra entre
ver que antes de ser un lugar de distracción era una pequeña ciénega fangosa, los árboles son
frondosos y parecen ignorar la lógica del clima templado al que deberían someterse. A la sombra
de uno de estos árboles se encuentra Patroclo sentado justo a su costado viendo como los
delicados brazos de los peces causan ondas en la superficie, pensando en los cambios que ha dado
su vida en esta última semana.

—¿De dónde eres, niño? — Patroclo se sobrecoge por estar concentrado en las ondas, al volearse
y buscar la fuente de esa interrogante se encuentra con una pequeña niña centaura de piel
curtida, sus rubios cabellos se mostraban bastante rizado, sus ojos azules eléctrico curioseaban el
aspecto de aquél niño humano.

—De muy lejos —le contesta para salir del paso, se fija en su linda ropa, le recuerda los relatos de
su abuelo con respecto a los nobles del reino.

—eres humano, ¿no? —le pregunta con ingenuidad haciendo un ligero gesto en su rostro.

—Sí, lo soy.

En ese momento la pequeña niña es rodeada de una luz pálida y, combinada con unos sonidos
similares a huesos romperse, pierde gran parte de su estatura y muestra cómo la niña deja atrás
su parte ecuestre y adquiera una forma bípeda entre sonrisas.

—Yo también lo soy —le dice con una sonrisa, dejando a Patroclo totalmente sorprendido.

—¡Emily, deja de molestar a ese niño! —le grita su madre a la distancia por lo que la niña
abandona su sonrisa y coloca una cara de fastidio.

—¡Ya voy, madre! —le grita, para luego girarse de nuevo al chico recostado del árbol —Nos
vemos, pequeño chico raro, recuerda ser bueno.

Luego de esto la chica corre tras sus padres para recuperar su forma original, Patroclo la ve por un
tiempo marcharse mientras piensa en lo que dijo.

«Ser bueno...»

En ese momento cae sobre su regazo un arco recurvo junto con un pequeño carcaj con flechas, al
ver quien las puso en ahí se da cuenta que es Galak, esta se había recogido el cabello en un moño
y había cortado su vestido a una altura un poco mayor a la rodilla.

—Al fin te encontré —le dice entre jadeos, se le nota el cansancio de su búsqueda, a Patroclo le
causa gracia que bajo aquel vestido Galak tuviera unas botas de cuero —Ponte de pie de una vez y
pongámonos en marcha.

—¿Qué quieres tú?, ¿A dónde vamos? —le pregunta como con fastidio, no se siente a gusto a su
lado y lo demuestra en su tono.

—Pues ¿qué acaso no es obvio?, iremos a cazar Duz —le contesta al chico de la manera más
natural del mundo, lo cual extraña a Patroclo ya que anteriormente no la había visto tan animada.
Esa misma tarde, luego de un poco de convencimiento de Galak, terminan entrando al bosque que
rodea la ciudad de Angostura, los pinos tienden a ser muy altos y gracias a los accidentes en el
terreno ayudan a que la vista no sea mayor a los diez o hasta los veinte metros. Ya fuera de la
ciudad, la magia que le rodea es muy tenue, el frío se hace presente y tanto Galak (gracias a su
''inteligente'' decisión con el vestido) como Patroclo lo perciben con bastante notoriedad, la fauna
en este lugar es bastante diversa, pero el silencio se empieza a percibir mientras más lejos de la
ciudad se encuentran.

—¿Dónde están los Duz? —Pregunta para sí Galak mientras que se soba los brazos desnudos.

Patroclo no deja de ver hacia el cielo, se nota que dentro de poco entrarán en esa hora mágica que
indica el crepúsculo.

—¿Para qué me traes hasta acá? —Finalmente pregunta después de un buen rato de silencio
luego de salir de la ciudad.

—Pues ya te lo he dicho: Para cazar —Le contesta haciendo esfuerzo por seguir animada.

—No seas estúpida, te pregunto ¿qué motivos tienes para traerme aquí?, ¿qué deseas? —le
espeta con toda seriedad a Galak quitándole gran parte del ánimo impostado que mostraba.

Luego de un rato de silencio entre ambos, Galak se cuelga el arco de manera transversal y voltea a
verle.

—Cuando era niña, siempre que regresaba de ayudar a mi mamá con sus tareas en el huerto de la
aldea me encontraba con los otros niños del lugar, estos acostumbraban a burlarse de mi por ser
una polimorfa, me decían que terminaría comiéndome a mi madre y matando a mi padre... eso me
enfurecía, me enfurecía tanto que mi reacción natural era atacarlos a puños —le cuenta de
manera calmada, aunque justo en ese momento hace una pausa —pero nunca me salía bien,
siempre acababan por moretearme y dejarme en muy mal estado.

—¿Por qué no simplemente te convertías en un oso y les dabas su merecido?

—No podía, primero porque mi condición física y mis reservas de estamina no eran los suficientes
para tomar forma de una animal grande y segundo, es porque mi padre me había explicado que mi
don era importante y que no debía usarlo a la ligera. Siempre que llegaba de un encontronazo mi
madre me curaba con sus manos ásperas de tanto trabajar, pero con todo el amor que poseía
mientras mi padre sacaba su par de arcos y me decía que era momento de traer carne de Duz a la
mesa, salíamos y nos internábamos en el bosque hasta conseguir esos enormes cerdos.

En ese momento Galak hizo una pequeña pausa para fijarse en que, el pino que tiene al frente,
posee las típicas marcas que hacía un Duz con sus pezuñas para marcar territorio.

—Es por aquí, sígueme —Le pide al chico mientras avanzan raudos por el bosque.

—Sigue con tu cuento —le pide intentando ocultar su curiosidad.


—Cierto... Mi padre siempre me mostraba la diferencia entre las bestias del bosque y lo civilizado
de nuestra vida, de cómo una persona con mis poderes tiene el deber de mantener el equilibrio
natural, tanto del mundo de los humanos como el natural.

—¿Y por eso estamos de cacería? —pregunta Patroclo mientras le sigue el paso a la chica.

—Siempre quise a mi padre, era mi modelo, luego de que consiguiéramos al Duz me enseñó a
defenderme de esos chicos con técnicas de autodefensa y, entre esos chicos terminé por
encariñarme con el que más se ensañaba conmigo —Galak hace una pequeña pausa, el recuerdo
aún le carcome, más recordando sus pesadillas —fue mi mejor amigo... todo eso lo perdí en una
sola noche.

El silencio se hizo patente en la conversación, Patroclo miraba a Galak con mucho interés en que
siguiera, aunque algo en él le dolía demasiado.

—En ese momento, bajo tierra, sentí que no había diferencia entre el mundo humano y el animal,
todos éramos bestias deseosas de sangre.

En ese momento Galak hace una pausa, las manos le tiemblan y siente que se mareará si sigue.

«Cuando salí de ese agujero vislumbré los restos de lo que fue en infierno sobre la tierra.» piensa
detenida mente mientras intenta calmarse.

El chico nota su estado, pero no pregunta, sabe cuál es esa sensación y la recuerda poco a poco.

—Luego de salir de ahí sólo tenía en mente vengarme, pero algo cambió —Comenta en un
susurro.

—¿Qué cambió? —Pregunta intrigado el chico.

Galak sólo puede recordar aquel tonto arquero ciego que rescató, recuerda todo lo que pasó
desde que abandonaron El Gallo y avanzaron hasta La Cabra, recuerda cómo, a pesar de ser un
certkariano, Max le apoyó sin condiciones antes durante y después del incidente con Dorothy y sin
darse cuenta se empieza a sonrojar, cosa que también nota el chico.

«Sí, he visto cosas horribles, pero no todos son malos»

—¿Gal? —Insiste el puberto a lo que Galak despierta de sus memorias para intentar continuar con
la conversación, algo avergonzada.

—El punto es que, a pesar que he presenciado cosas horribles no dejo de pensar que aún hay algo
que se pueda hacer —Concluye Galak a momento que se detiene por un instante y también lo
hace para que Patroclo se detenga.

—¿Qué pasa? —le pregunta el chico, pero Galak le cierra la boca con un gesto, luego de esto le
señala hacia el frente y logra fijarse que hay un enorme Duz marcando otro pino con sus pezuñas.
Galak se descuelga el arco y lo tensa con una flecha, apunta al Duz que se encontraba a no más de
quince metros de su posición. Dispara una flecha que corta el viento en un silbido, pero no logra
acertarla y el sonido del metal en la punta impactando contra la madera pone en alerta al inmenso
ejemplar que se huye de manera desaforada luego de mirar a su alrededor.

«¿Está huyendo?, esto es muy extraño.» piensa para sí mientras ve su partida.

Patroclo intenta perseguirlo, pero ve que Galak se mantiene quieta, viendo a su alrededor.

—¿Por qué no lo perseguimos?

—Porque es tontería, un Duz puede correr más rápido que el humano promedio —le contesta
secamente mientras sigue analizando la zona con su mirada.

«Además que él comportamiento normal del Duz es de agresividad absoluta, es extraño que este
haya huido, lo que hace pensar que hay algún depredador cerca que no haya percibido.» Piensa
mientras su preocupación aumenta.

Patroclo no puede quitarse de la mente las ideas que le rondan desde que concluyeron la
conversación y siente que puede contárselo todo a Galak. Luego de pensarlo se le acerca con algo
de pena y tristeza.

—Mi padre era el hombre más fuerte que conocí, se fue de la aldea cuando lo llamaron para
formar parte del ejército, dejándome a mí el cuidado de mi casa y de mi madre —le comenta a
Galak que estaba escaneando la zona, ésta voltea a verle luego de esto —Siempre fui un chico
fuerte, por ende, siempre creí que podría defender a mi mamá de todo, siempre....

Luego de una pequeña pausa, Patroclo prosiguió.

—Quiero hacerme más fuerte para defender a mi familia, quiero defender a mi primita por sobre
todas las cosas, lamento mi actitud hacia ti esta mañana, lo siento.

—¿Por qué lo sientes?, entiendo por qué te sentías así —le contesta intentando sonar
consoladora, pero termina sonando algo prepotente.

—No es eso, es que... detestaba que no fuera yo quien salvara a mi familia y.… pues también
quería ser yo quien bautizara a mi primita con un nombre.

—¿Quieres ponerle tú el nombre a tu primita? —le pregunta sorprendida.

El viento empieza a soplar con fuerza.

—Hasta le tengo un nombre y todo —Se acerca a su oído para decírselo.

—Es muy bonito —contesta Galak con franqueza.


—¿En serio?, ¿podrías decirme cuál es ese nombre tan hermoso? —pregunta una voz áspera
desde detrás de ambos, haciendo que a ambos se les erice la piel y se volteen al oírle.

Galak y Patroclo no logran ver a quien dijo esas palabras, el bosque está muy espeso y la noche se
hace patente.

—¿Quién anda ahí? —pregunta Galak a la oscuridad, agarra el arco con bastante fuerza y se
prepara para lo que venga.

—¿Quién anda ahí, dices?, disculpa mis modales —En ese momento aparece un certkariano con
un intenso cabello rubio, de baja estatura y de una edad bastante madura —Soy el Mayor Skinner,
y vengo por ti, pequeña doncella escurridiza.

Sangre de una Noche sin Luna

—Un certkariano —comenta Patroclo tomando una postura defensiva mientras busca en su carcaj
una flecha —Hay que aprovechar que está desarmado, que tenemos distancia y que somos dos,
Charlotte —le susurra a Galak.

—Mejor dime Galak… y creo que lo mejor sería que fueras por ayuda —le contesta entre susurros
a Butch mientras analiza el lugar y a este sujeto —es lo mejor, este sujeto es un jefe militar, así
que lo más probable es que nos rodearán pronto más soldados, ve y llama a los demás.

—¿Cómo le puedes creer a este sujeto?, ni si quiera tiene ropa del ejército certkariano, esas ropas
son de un noble —le revira Patro consiguiendo una flecha y tomándola entre sus dedos.

—Sólo hazme caso —le ordena, casi diciéndolo —es mejor que lanzarnos a por él, yo lo distraeré.

—¿Ya acabaron su conversación?, es que me urge llevarte conmigo y la verdad, desearía hacerlo
rápido —Comenta Skinner mientras observa a ambos en la distancia con una pequeña sonrisa,
como bien decía el chico, un gran sobretodo cubre uniforme militar, impidiendo ver sus insignias
—incluso el niño puede venir, será cuestión de unas pocas horas.

— ¿Y si nos rehusamos? —pregunta Galak con altanería mientras hace un gesto con la mano
indicándole a Butch que se vaya.

Patroclo piensa en vengarse, pero considerando lo que le comentó Galak toma la iniciativa y se va
corriendo, aun con la flecha en mano.

—No creo que sea posible, pero antes que todo oye lo que te tengo que decir y piénsalo, no es
necesario llegar a la violencia —‘’pide’’ Skinner a Galak mostrando su confianza encogiendo sus
hombros.

—Entiendo, pero ya que tocaste el tema de la violencia necesito preguntarte algo —comenta
Galak antes cambiar su desafiante mirada por una mucho más seria —como Mayor: ¿fuiste tú
quien atacó la aldea de El Gallo? —la mano de Galak estaba tan apretada que temblaba,
esperando la respuesta a semejante pregunta.

—¿Qué pasaría si así fuese? —replantea Skinner saboreando la angustia que genera en la chica.

—Te torturaría de por vida —le espeta Galak de la manera más fría y seca, maravillando a Skinner
en el proceso con una intensa carcajada.

—Eres magnifica, querida, pero creo que tendré que declinar a tu proposición ya que,
lamentablemente para ti, no fui yo quien arrasó con tu aldeíta patética —concluye Skinner alzando
los hombros.

—Ya veo… —ante tal respuesta, Galak se puede relajar de nuevo y sentirse confiada.

—Bueno, ya que ambos nos cooperamos, ¿qué te parece si vienes con nosotros? —le pregunta
haciendo un gesto con el abrigo para cerrarlo más, se nota que sintió un poco de frío colarse.

—Creo que tendré que optar por decir no — en ese momento Galak opta por tomar una forma
canina de un lobo gris, mientras va tomando forma de ese ser sigue hablando —lo siento, pero no
confío en los de tu clase.

—Creo que estas confundiendo las cosas, no te lo estoy pidiendo —mientras dice esto empieza a
avanzar hacia donde se encuentra Galak a paso lento, como si paseara, su vestimenta, ahora más
de cerca, se nota que es bastante abrigada y que está hecha con pieles de pelos bastante largos y
bien peinados, parecía que se encontrara en el jardín de una mansión y no en medio del bosque
cercana la noche —te lo estoy ordenando.

En ese momento da una pequeña brisa que anunciaba el inicio de una noche estrellada.

—Son palabras muy grandes para provenir de un sujeto tan pequeñ… —Galak, no deja de ver a
este sujeto y sentir un enorme escalofrío bajarle desde la nuca hasta la punta de los dedos en los
pies, en ese momento no puede sentir algo más que miedo por ese extraño.

«Siento una gran sed de sangre provenir de este sujeto, ahora entiendo por qué huyó el duz»
piensa para sí misma mientras intenta dar un par de pasos atrás en su forma ya totalmente canina,
pero se da cuenta que estas no le responden y qué, más que eso, está empezando a temblar
«¡mierda!, no puedo moverme en lo absoluto»

—Es curioso, tienes una cara de perros desde que tomaste esa forma —comenta casi poniéndose
a reír —sabes, el que tomes esa forma remata toda posibilidad de que no seas quien busco, lo cual
era muy baja.

—¿Qué tengo de especial yo?, ¿qué deseas de mí? —pregunta de manera muy entrecortada a
Skinner, lucha contra su pánico mientras se erizan todos sus pelos y mete su cola entre las patas.
—Es por tu don, querida, no hay muchos como tú desde hace un buen tiempo ¿sabías? —le
contesta Skinner muy cariñosamente mientras se arrodilla frente a ella y le acaricia el hocico,
como a un perro —Hay tan pocos metamorfos últimamente que te hace un objeto invaluable,
además que acabas de llegar a la capital del reino centauro, como rehén o invitada (y se por buena
mano que una princesa llegó el mismo día que tú a la ciudad) … En fin, sólo te necesito tal y como
estás.

En ese momento el certkariano se levanta y busca de entre el espeso y elegante abrigo una cadena
metálica bastante brillante que ata al cuello de una Galak que no ha perdido del todo el miedo a
este hombre.

«Si Patroclo logra llegar a tiempo para avisar a los guardias podremos atrapar a este tipo y sacarle
información, intentaré distraerlo y aminorar su marcha» Galak se muerde un poco la lengua de la
impotencia.

—Me facilita las cosas tu comprensión al dejarte capturar ya que no quiero hacerte daño, menos
en esa forma —termina se pone de pie luego de hacerle algo de cariño en la cabeza a Galak como
si fuese un perro y empieza a caminar hacia el bosque llevando a esta con un caminar suave, ella
aun no podía mover bien sus patas —es que amo a los animales.

—Se nota — le suelta la loba de una manera sarcástica y con una leve risa que terminó sonando
como un gemido por frío, el miedo aún no se desvanece del todo —ese abrigo es la prueba de ello.

—¿Este?, ¡para nada, querida! —responde entre carcajadas —este abrigo no tiene ni centímetro
de piel de animal.

—No tiene sentido —le dice mientras avanza a lo que le permiten sus patas —pero si se nota a
leguas que tienen piel.

En ese momento Skinner se detuvo y se giró un poco, parecía como si el can hubiera dado en el
clavo.

—Exacto, no lo tiene, no tiene el más mínimo sentido —concluye aquel hombre.

En ese momento Galak logra ver con asombro como una flecha corta el aire cerca de esta y se
incrusta en el hombro de Skinner empujándolo hacia atrás y haciéndole caer sentado. Al voltearse
se da cuenta que es el pequeño Patroclo desde detrás de una arboleda que está a mayor altura
que donde se encuentran ellos, Galak no puede evitar verle y enfurecerse entre su perplejidad.

—¡¿Qué haces ahí viéndome?, vámonos que aquí! —le grita Patroclo desde su lugar entre los
árboles.

—¡Te dije que te fueras! —le grita enfurecida con un sonido muy gutural —¡¿A caso eres idiota?!

—Un idiota que viene a rescatarte — le contesta tomando otra flecha luego señala a los
alrededores de donde se encuentran —desde aquí distingo grupos de soldados acercándose, volví
porqué oí de uno de esos grupos que iban a reunirse con su Mayor, no podía dejarte sola, no huiré
más, así que o lo enfrentamos juntos o nos retiramos juntos.

—Esplendidas palabras, chico —se levanta Skinner sacudiendo un poco sus hombros —lástima que
tu puntería no fue tan buena ¿en serio creías que no tendría una cota de mallas bajo esto?

En ese momento Galak se da cuenta que la correa está floja y que ya ha perdido gran parte de su
rigidez e intenta regresar a su forma humana para que esta no le afecte más.

—Eres alguien interesantes al tener los huevos de venir acá, dañar uno de mis mejores abrigos y
pretender que llevarás a mi perra —luego de una pequeña risa despreocupada, saca la flecha que
aun cuelga de su abrigo y se la muestra —pero ‘’eh’’, que no se diga que no soy hombre de
principios: aquí está tu flecha, tómala.

Luego de pronunciar esta palabra Patroclo empieza a levitar sutilmente del suelo y, en contra de
su voluntad sale disparado en dirección a la flecha que sostiene Skinner en su mano.

En ese momento Galak, que contempla la situación mientras termina de recuperar su forma
bípeda y actuando de manera impulsiva, se abalanza sobre un Patroclo a punto de impactar con la
flecha, desviando su trayectoria y cayendo ambos al suelo y jalando la cadena que le puso Skinner
hasta que éste la suelta.

—¿Te encuentras bien, Patroclo? —le pregunta levantándose ya que se encontraba sobre él.

—Me siento horrible — dice tocándose la barriga y mostrando que tenía piel de gallina —siento
como si alguien me hubiese agarrado desde lo más profundo de mi ser

—Vaya, vaya, con que al fin saliste de tu trance, querida —dice mientras se guarda la cadena —
lástima que ya agotaron su tiempo.

—¡Señor! —gritan bastantes personas desde los alrededores. De entre los matorrales empiezan a
llegar soldados certkarianos usando uniforme algo abrigados, pero también roídos.

—Tenemos que matarlo rápido —le sugiere el chico a Galak al oído, mientras ambos intentan
ponerse de pie.

—Olvídate de eso, tengo una mejor idea — y luego de decir esto le señala hacia donde no hay más
que maleza —¿ves eso?, tenemos que correr en diferentes direcciones para lograr huir.

«Él vendrá por mí, así que al menos tu lograrás huir» piensa Galak para sí.

—Jamás, no te dejaré, lo mejor sería atacarlo antes de que lleguen todos los demás —le responde
sin miramientos —yo te protegeré.

Galak lo mira y no evita compararlo con un Orión más joven, disimuló una sonrisa y le dio un toque
con el hombro.
—Entonces lo mejor será atacarlo de frente —Galak busca una flecha en su carcaj mientras el
joven se prepara para ir con todo hacia Skinner, que los mira sin hacer más que observarles.

—Iré primero, tú dispárale directo a la cara —planea Patroclo viendo fijamente que Skinner no se
mueva.

Galak se le acerca a Patroclo por la espalda.

—Lo siento —le susurra al oído antes de desmayarlo de un pequeño golpe en el cuello, y para
evitar que caiga al suelo lo sostiene y lo coloca entre la hierba.

Luego de dejar al chico en el suelo, se levanta y camina lentamente hacia Skinner, que la mira con
una ligera sonrisa.

«Es lo mejor, eso con lo que hizo levitar a Patroclo puede ser el motivo por el que esté tan
confiado, así que lo mejor será negociar» concluye como el mejor plan dadas las circunstancias.

Mientras la chica avanza, los soldados empiezan a hacerse presente a su alrededor, apuntándole
sus lanzas y cerrando el camino tras ella hasta que al fin está ante ese hombre cuya altura era tan
baja que Galak era de su misma medida.

—Luego de tanto espectáculo ¿qué decidiste, ‘’princesa’’? —le pregunta mientras la mira de arriba
abajo.

—Me entregaré, haré lo que me pidas… —contesta directamente, sin vacilación y totalmente
sobria.

—¡Esplendido! —buscando de nuevo en su abrigo, Skinner saca la correa que usó anteriormente
—tendrás que usar esto mien…

—… ¡Pero!... —interrumpe Galak de manera tajante, no sin pensar que ese sujeto tiene un fetiche
con las cadenas —…necesito a cambio que mantengas al chico fuera de esto.

—Ni hablar —le rechaza el trato con una seriedad que no había mostrado anteriormente.

—¡Pero…! —intenta regatear Galak manteniéndose firme, pero es interrumpida.

—Nada, ese chico arruinó mi abrigo y tendrá que enmendarlo —contesta este acercándole las
cadenas al cuello de Galak para ponérselo, pero esta de un manotazo lo aparta de sí misma
haciendo que estas caigan al suelo, creando un silencio en el ambiente.

—Sin esa condición no hay trato —le espeta por la cara usando el valor que le genera salvar al
chico de un horrible destino, en el rostro de Galak aparecen sus facciones más duras y esto lo hace
adrede, pero sin olvidar lo que sintió hace nada como un animal.

—Mi paciencia tiene un límite que tú, mocosa insolente, acabas de rebasar —contesta de manera
amenazante a Galak mientras hace un gesto con la mano cerrada en un puño, en ese momento y
al unísono con los movimientos de la mano de Skinner, la chica empieza a levitar y sostenerse la
cabeza y consiguiendo hacerla sangrar por los oídos y la nariz—intenté por las buenas, en serio lo
intenté, pero me estresan las personas obstinadas como tú. Esto se acabó.

Y luego de decir esto, al mismo tiempo que Skinner baja la mano Galak hace lo mismo cayendo al
suelo inconsciente, dándose un duro golpe en la cabeza, su traje de princesa, todo sucio por la
cacería de los duz se encuentra lleno de manchas de sangre.

Skinner se da la vuelta y señala al soldado más fornido.

—Teniente Galio Granand, ve por ella, ponle la correa y llévala cargada —le ordena a este
corpulento hombre que, frente a Skinner, parece un coloso con unas orejas más redondeadas de
lo habitual y una calvicie creciente.

—Tú, sargento Liam Pocket, necesito que vayas por el niño y lo lleves —le dice al otro soldado
alto, pero este por el contrario era bastante delgado y con unas orejas color beige.

—Ehm… ¿Señor? —se le acerca un soldado por la espalda con una interrogante, su baja estatura
haría pensar a la mayoría que no está apto para el ejército, sus orejas y cabellos son castaños y su
cara parece la de una chica—no lo ha olvidado ¿o sí?

Skinner se le queda viendo al soldado, luego voltea a ver al resto, a la espera de sus próximas
palabras.

—Está bien, ¡escuchen todos! —después de un largo suspiro, Skinner voltea a decirle a todos —
¡hoy habrá barra libre a mi nombre, díganle a mis tenientes Cassidy y Reig que les repartan la
reserva del lord.

Una gran ovación se oye justo después de que el mayor haya haber pronunciado estas palabras,
cosa que no le hace mucha gracia a Skinner mientras avanza entre el grupo por una zanja vía a los
caballos, habitualmente el mayor estaría montando su caballo en todo momento, pero debido a la
cacería de la ‘‘princesa’’ prefirió ir a pie.

Uno de los soldados ahí presente se sentía mareado ante toda la emoción desbordante, este es
bajito y con unas orejas muy cortas y cara rechoncha. Este se acerca al soldado que causo tanta
conmoción. Mientras lo busca, este choca con la mole de músculos que antes llamaron como
Galio.

—Disculpe, señor —asoma a decir este soldado de grandes pómulos, pero Galio no dice nada,
llevando a metamorfa en brazos pareciera embobado. Incluso, al verlo de frente, el soldado se
lleva la sorpresa de que éste mira a Galak a la cara (bastante manchada en lodo y sangre) mientras
la lleva en brazos cual bebe y se babea sobre esta, parece como si estuviese excitado de sólo verla.

Al pobre soldado no le da más que nauseas pensar que le pasa por la cabeza a aquella masa de
músculos y decide volver a acercarse al soldado bajito de rasgos finos.
—¡Discúlpeme, señor! —se presenta aquél soldado de redondo cutis al otro de baja estatura, logra
ver por las solapas de su cuello que posee rango de teniente, por ende, merece reverencia y
respeto —Deseo hacerle una pregunta, señor.

—¿Y tú eres…? —le pregunta revisándose la nariz con un dedo.

—¡Ah!, soy Jhenerik, Goldsmith Jhenerik, soldado del batallón noventa y tres del ejercito de
Certkara —contesta entre titubeos y firmeza sin perder la pose —me añadieron a la misma
semana que empezamos con el avance.

—Un ‘‘manos blancas’’ —comenta Liam que se acerca al soldado de baja estatura, este ya carga a
Patroclo desmayado en su hombro —¿Qué haces hablando con un novato, Tom?

—El vino a saludarme, no es que yo fuera por él —le contesta rápidamente viéndole a la cara
mientras se saca el dedo repleto de mocos.

«¿‘‘Manos blancas’’?» Jhenerik se cuestiona el significado, pero no lo desea preguntar, se siente


intimidado por que son dos conocidos que, se les nota a leguas, son de los que más personalidad
poseen.

—Esperen… ¿Tom? ¿Tom Riggic? —les pregunta sorprendido luego de caer en cuenta —¿Eres el
famoso novato que estaba entre los primeros cien soldados de la academia con tan sólo un mes de
prácticas?

—Ten cuidado, chico, el famoso Tom Riggic podrá parecerte una cara bonita, pero ahí tienes al
mayor pedófilo de toda la guarnición —le advierte Liam.

—Oye, no traumes al chico, no soy nada de eso —le advierte Tom algo molesto.

—Dile eso al que te cogiste y luego degollaste en el campamento de las arpías del que venimos
esta tarde —le recuerda Liam entre risas —aunque no sé si considerarlo pedofilia o zoofilia, creo
que ambas, ¿no?

Jhenerik se les queda viendo y sintiéndose algo fuera de lugar, piensa en lo sincera que ha de sé la
amistad de ambos, incluso siente celos de ambos ya que él no tuvo esa suerte nunca.

—¡Oh, vamos! —Tom se voltea a ver a Liam de frente para poder discutir con él, pero gracias a la
diferencia de alturas parece un niño pequeño haciendo berrinches —al menos disfruto y no soy
como otros que se masturban viendo a los demás violar personas, ¿verdad, Liam?

—Por favor, señor Riggic —Jhenerik intenta calmar a Tom, el tema que hablaban le estaba dando
repelús —sólo deseaba preguntarle a qué se debe todo esto por lo que están contentos.

—¡Reagrúpense, regresamos! —Grita uno de los soldados montado sobre una colina para poder
verlos a todos. Tom, Liam y Jhenerik se ponen en marcha al oír esto.

—¡Ah!, te refieres a la apuesta —le contesta Liam caminando al otro lado de Jhenerik.
—¿Apuesta?

—Sí, no lo sabías porque sólo se habló de eso cuando el mayor tuvo una reunión con los tenientes.
Allí, el mayor Skinner nos estaba comentando los pormenores de la misión y cómo le resultaría de
fácil atrapar a la metamorfa —cuenta Tom de una manera teatral al soldado curioso.

—Pero ahí entraste tú, ¿no es así, pequeño bocón? —añade Liam escondiendo su boca risueña
bajo su mano.

—Cállate… en fin, el punto es que reté al jefe a atrapar a la metamorfa sin usar la magia, de ganar
él tendríamos que ir a pie a todo encuentro durante un mes —sigue la historia Tom.

«Qué bueno que ganamos, sería una estupidez táctica andar sólo a pie» piensa para sí Jhenerik
«tan estúpido que dudaría que lo cumplieran, pero en el corto tiempo que llevo aquí he visto
cómo esta guarnición es muy poco convencional»

—¿Y quien más lo sabe, además de nosotros? —pregunta Liam para que Tom le comente todo al
nuevo.

—Pues: técnicamente con el anuncio que acaba de hacer el mayor todos acaban de enterarse que
hay una juerga, pero no saben el origen de esta así que, además del mayor y de ti (porque
obviamente te lo conté), sólo lo sabíamos Galio Granand, Cassidy Newbaker, Rieg Wilson, Newt
Rooster y yo —Tom Explica todo lo ocurrido, pero en ese momento se detiene —a propósito,
Liam, ¿sabes dónde está Newt?

—¿No lo sabías?, parece que le mataron a su hermano, a Butch —le comenta Liam a Tom,
sorprendido de que no supiera el chisme del todo el grupo.

—¿Mataron al imbécil de Butch? —pregunta Tom, incrédulo de lo que oye, recuerda a Butch y a su
fuerte rivalidad en sus días de la academia militar —o tuvo que haber sido alguien increíble o se
tuvo que haber descuidado.

Jhenerik también conocía tanto a Butch como a Mewt Rooster, herederos de la dinastía Rooster,
sabe que ambos son dos de las mayores promesas para Certkara.

—Ese idiota no dejaba de decir que sería el mejor arquero del mundo —dice Tom de manera
burlona, pero se nota que en el fondo le duele la noticia —era bastante obvio que, a pesar de ser
bueno, su destino era la lanza. Siempre queriendo ser mejor…

Mientras todos hacen un silencio en la marcha, se oyen unos lobos aullar a lo lejos, cosa que pone
a los soldados inquietos.

—Yo no fui tan amigo de él, a Newt lo conocí junto contigo, Tom… da cosa, sólo imagínate perder
a tu hermano mayor —comenta Liam en voz baja —y aun me falta contarte lo más impresionante
de todo: ¿sabes quién es el que lo mató?, nada más ni nada menos que Maximillian Larz.
—¡¿Maximillian Larz?! —preguntan incrédulos tanto Tom como Jhenerik al mismo tiempo.

—Sí, todo esto se lo contó el capitán Round a Newt — acota Liam a su incrédulo público —Ya
había rumores de que la guerrilla de Larz estaba en el norte, pero no esperaban encontrárselo en
territorio enemigo.

—¿Qué esperabas de un traidor como ese? —Comenta Tom con mucha ira en su rostro, el cual
parecía un pequeño querubín —espero que el mayor lo vuelva nada con su magia.

«¿Magia?» repite Jhenerik en su cabeza.

—Sí, tienes razón, aunque cada vez que la usa me da algo de miedo —Comenta Liam sobándose
los antebrazos —mi familia es muy creyente, la magia me es algo… asquerosa, vil.

—¿Dijeron ‘‘magia’’? —pregunta Jhenerik a ambos — ¿a qué se refieren?

—¿En serio no lo sabías?... estos novatos —Tom se burla un poco y luego le pone un dedo en los
labios a Jhenerik —te lo diré sólo porque eres lindo, el mayor Lyon Skinner es un practicante de
magia, más específicamente la hemomancia.

—¿La hemomancia? —pregunta en susurros el novato, más para sí mismo que para Tom o Liam.

—Su magia es la de usar a voluntad la sangre de cualquier ser vivo, ni si quiera el mítico Max Larz
se salvaría del Mayor —concluye Tom con mucha confianza.

—No sé ustedes, pero a mí me da mala espina todo el royo de la magia con sangre —comenta
Liam algo tenso —esa cosa es un atractor natural de vampiros.

En ese momento, Jhenerik se hunde en sus pensamientos mientras deja que Tom y Liam se
adelanten.

—Vampiros —susurra el novato.

«Ahora que lo pienso, el mayor se parece bastante a uno» medita seriamente mientras recuerda la
manera de vestir y comportarse de Skinner.

Pesadilla

La noche sumerge a la iluminada ciudad de Angostura en un infinito mar de oscuridad, metrópoli


que navega sobre esta como un crucero brillante en medio del mar de los Sargazos. Los que
simulan ser edificios altos no son más que pinos gigantes habitados en su interior por los
ciudadanos de la urbe y las luces que, en primera estancia parecen farolas eléctricas o de gas, en
realidad son orbes que flotan en los respectivos lugares que se ubicarían las luces originalmente.

En la zona al sur de la ciudad, resaltando de entre todas las construcciones iluminadas por aquellos
orbes suspendidos en el aire, destaca una enorme estatua del Dios Peter, un ser fauno patrón de
los centauros, en el centro de una fuente cuadrada. El Dios se encuentra en una enarcada pose de
victoria y los chorros de agua salen de sus protuberantes cuernos superiores.

Bajo aquella iluminación de tan bella fuente, jóvenes centauros vestidos como aristócratas se
encontraban haciendo fuerza como si estuviesen pujando; todos guiados por Vosjod.

—¡Qué difícil es esto! —comenta el joven centauro de rizos dorados mientras se agarra de sus
patas delanteras como si estuviera pujando —No logro hacer nada.

—No es necesario que pujes, es sólo cuestión de concentrarse —dice una chica centaura con
negra y lacia cabellera adornando su cabeza mientras cierra los ojos para concentrarse y deja sus
manos caer libres, sin ninguna pose en específico —¿Verdad que sí, maestro?

—El transfigurar su cuerpo a una forma bípeda es una técnica que pueden usar todos los
centauros de manera natural —explica Vosjod de manera calmada pasando frente a todos los
chicos que seguían pujando fuertemente, su rostros ya había cambiado, el que se afeitara la barba
le había hecho rejuvenecer bastante, ahora sólo se veía como un hombre maduro, se detiene
frente a estos y les agarra en el hombro para que dejen de hacerlo mientras sigue hablando —La
clave para alcanzarlo es la visualización, tiene que tener en mente la forma que han de tomar y
adaptarlo a ustedes.

En ese momento los chicos dejan de pujar, viendo la cara severa del profesor, e intentan imaginar
su forma bípeda cerrando los ojos y entrando en calma.

—Su forma bípeda proviene del antepasado evolutivo que poseen especies como la vuestra —
continúa la lección el profesor, parándose frente a aquella chica de negra y lacia cabellera para
apreciar su concentración.

—¡Profesor, mire! —comenta un chico con cabello el cabello algo corto bastante impresionado,
señalando a un compañero —¡Lo está logrando, profesor!

Tanto Vosjod como el resto de su clase voltean a ver a su compañero, el centauro más pequeño de
tamaño y con un cabello castaño en honguito, perder su forma cuadrúpeda para empezar a usar
unas patas posteriores de origen cabrío, además de empezar a coronarse con un par de cuernos
que empiezan a sobresalir de su cabeza.

—¡Increíble! —empieza a oírse entre los chicos que se acercan a felicitarle junto con aplausos.

—¿Cómo te sientes? —le pregunta el chico grande de cabello rizado, por el tamaño de sus cejas se
nota que son hermanos.

—Me siento raro —responde el pequeño viéndose las patas y sintiéndose algo asustado al
respecto.

—Esa era la forma que poseían el ancestro en común de todas las especies equinas actuales: las de
un sátiro —comenta el profesor para seguir aclarando cualquier duda que tengan mientras los
mira de una manera bastante fría —es una forma con ciertas ventajas ante la original, además de
ser una forma protocolar en las reuniones con la realeza humana también ayuda a los guerreros
centauros que se enfrenten en terreno angosto.

La gran mayoría de las chicas del grupo empiezan a tocar al joven centauro en sus partes
metamorfizadas mientras este no hace más que sonrojarse ante la incomodidad.

Mientras de fondo se oye el agua caer a la fuente y a los chicos reír en plena clase, un guerrero
desesperado llega hasta la presencia del humano para recuperar el aliento. A Vosjod no le quedan
dudas de la importancia de esta visita mientras espera a que el joven tome aire.

—¿Qué ocurre, soldado? —pregunta el viejo, maestro de la magia, mientras se pasa el dorso de las
manos por encima de su abrigo. Se notaba que éste fue hecho con materiales muy superiores a los
de los demás humanos que llegaron junto con Galak.

—¡Profesor Zmeya…! —espeta el soldado antes de buscar una última bocanada de aire y
recomponerse —…Necesito que me acompañe urgentemente, profesor.

Vosjod sólo le observa esperando algo más de información mientras los chicos llenan el silencio
cuchicheando entre ellos.

—Es ‘‘la capitana’’, se encuentra en estado crítico —le responde finalmente ante el silencio
ofreciéndole la mano para que suba y cabalgue en su mitad equina —venga, no tenemos mucho
tiempo, profesor.

Vosjod abre los ojos como platos ante la noticia, y no hace otra reacción más natural para su
psique que tomarle la mano y subirse en el soldado.

—¿Profesor? —pregunta la chica de negra melena ante la situación.

—Tengo que atender un asunto importante, quedas a cargo tú mientras llego —y con esto ya
dicho, aquel centauro inicia su carrera cual semental saliendo de aquél parque al trote.

Dejando a los estudiantes atrás, Vosjod pasa por el frente de aquel estanque y aquel árbol donde
Patroclo se escondió pensando en sus problemas y continuó cabalgando por el puente que
conecta el parque a la ciudad. En la mente de aquel mago sólo rondaba la ansiedad, un ataque tan
repentino significaría el inicio precipitado de las beligeraciones entre Angostura y Certkara, en el
peor de los escenarios la guerra ya había tocado la puerta de aquella ciudad autónoma y eso era
algo que él aborrecía con vehemencia.

—Es por aquí, señor —señala aquel soldado que guía por la ciudad mientras cruza por un callejón
estrecho para acortar camino.

—¿Podrías decirme que le pasó exactamente a la capitana? —pregunta Vosjod rápidamente al


soldado, con esto, más que información, busca acallar a sus pensamientos intrusivos.
El mago se fija que su medio corcel no estaba dispuesto a contestarle, la espalda de este se notaba
bastante rígida ante la situación.

—¿Me dirás…? —pero Vosjod se detuvo ante esta pregunta justo mientras pasaban ante la
entrada del mercado de la ciudad, el rostro que lograba ver de aquél hombre se veía bastante
trastornado, tanto así que por un momento se planteó cual sería el patético trabajo de aquélla
academia militar que no entrena el estómago de sus soldados.

El mensajero se detuvo frente a una edificación que se veía pequeña en comparación a la gran
mayoría de las que, en la ciudad, un árbol de dimensiones colosales atravesaba de manera
diagonal aquél inmueble para luego enderezarse en dirección al cielo, una parte de su tronco
quedaba al costado del pequeño portal de entrada de aquél lugar donde se notaba que la magia
era benevolente: aquello era un hospital, en realidad el único del lugar.

Vosjod avanzó con paso algo atropellado hacia aquella edificación que estaba adornada con
colores que iban desde un blanco más puro que la nieve a un azul más profundo que el del mar
más abierto. Las puertas se abrieron a medida que avanzaban por los pasillos iluminados por
orbes.

—¡Por aquí, señor! —Gritó un centauro armado desde el final de uno de los pasillos al ver al mago
—Se encuentra en esta habitación— le señala al este estar más próximo sin dejar su pose de
respeto ante Vosjod.

Vosjod asiente y acto seguido entra en la habitación con paso más pausado, la ansiedad lo invade
mucho más que en momentos previos, por su mente pasan recuerdos lejanos de sí mismo siendo
un mago prestigioso de las ciudades más al norte, al colocar la mano en el picaporte le llega el
recuerdo de él entrando en miles de habitaciones para dar buenas noticias a centenares de
personas tras aquellos umbrales.

«…A cientos excepto a una…» piensa para sí.

En ese mismo momento la puerta es abierta desde dentro y, de la habitación, sale una pequeña
enfermera en su forma sátira con algo de prisa mientras se oyen gritos de un pujante dolor desde
dentro de la habitación. Aquella enfermera al darse cuenta de la presencia del mago se detiene a
mirarle atónita antes de saludarle.

—Señor Zmeya… —logra decir al fin la enfermera para luego hacer una leve reverencia, su cara
notaba que estaba liberando una tensión que mantuvo durante mucho tiempo —gracias a Peter
que se encuentra aquí, desde la desaparición del curandero el hospital está colapsado de heridos
que no logran…—

—Infórmeme del caso de la capitana, señorita— interrumpe con pedancia e impaciencia ante el
desahogo de aquella enfermera.
—Oh, ¡sí!, ¡sí! — alcanza a decir mientras busca ver, algo temblorosa, el cuadro clínico que tenía
anotado en las hojas que llevaba en la mano, sabía lo que tenía de memoria, pero aquellas
emociones que sentía en ese momento le estaban ocupando demasiada atención y no lograba
coordinarse.

—¿Y bien? —pregunta incisivamente a la chica, su parecer sobre el carácter de los soldados
centauros ahora se extiende hasta el cuerpo médico del reino.

—Insuficiencia cardíaca, fallo masivo del sistema neuronal y…—lee la lista de factores hasta un
brusco silencio.

—¿Y?

—Creo que sería mejor que lo viera usted mismo, Señor Zmeya— comenta mientras se aparta a un
lado y darle espacio para que pueda entrar a la habitación, haciendo para si la lista que llevaba en
brazos.

Dejando que la chica sólo presenciara detrás de él de su reacción, Vosjod se dispuso a entrar
empujando la puerta y aventurándose a aquella habitación de la que los gritos salían cual
concierto armónico del horror, uno que ensayaba para darle un concierto al mismísimo señor de
las tinieblas. Una vez dentro de esta el horror y el nerviosismo reprimido de la chica se justificaban
en lo absoluto, había que tener un estómago fuerte para poder presenciar aquel aquelarre de
sangre que adornaba las paredes de la otrora habitación de pacientes pulcra e inmaculada.

Ágata, la capitana encargada de la seguridad de la princesa Charlotte se encontraba allí postrada,


reviviendo aquella tortura sufrida una y otra vez mientras el dolor no la abandonaba. Recuerda
como corrió tras la princesa al ver la hora en que el cielo se oscurecía y ésta aún no regresaba de la
‘’charla motivadora’’ con aquel pequeño niñato, se ve a sí misma cruzando el portal de la ciudad y
se interna en el bosque buscándola, escudriñando cerca del río Orinoco que pasa muy cerca de la
ciudad, también el cómo se encuentra cara a cara con aquel grupo de soldados certkarianos
marchando por la maleza.

—¿Señor? — pregunta temerosamente aquella enfermera tras Vosjod al voltear a ver como este
no permanecía para nada inmutable ante el espectáculo que se disputaba enfrente a él— ¿Se
encuentra bien?

Vosjod despierta de su letargo sacudiendo un poco su cabeza —No hay tiempo para esto, señorita,
venga— le pide que le acompañe ante la mesa de operaciones junto al resto de enfermeras con
estómagos menos fuertes cada una de la otra.

Mientras que la Ágata que se encontraba allí postrada empezaba a caer en sueño, los recuerdos
no se desvanecían, se veía a si misma enfrentando a los soldados, enfrentándolos con todo el
poder de su lanza encantada, encontrando a la princesa en brazos de un gigantón, recordando que
cuando lo iba a embestir esta no pudo controlarse y se detuvo, se levantó en seco en el aire cual
globo de helio, en aquel momento un pequeño certkariano salía de entre la muchedumbre
balbuceando un par de cosas que ella no pudo oír por la presión tan abrumadora que sentía en la
cabeza, luego de ello recuerda sentir como un millar de agujas atravesaran la mitad de su tronco,
un dolor torrencial abrumando sus sentidos.

—¡Despiértala, no puedes dejar que se desmaye! — ordena Vosjod a su enfermera de cabecera


mientras se gira a la otra —trae un extracto de salamandra y el soplete arcano.

Al oír como una dulce y temblorosa voz le susurraba al oído, aquella centaura logra recordar que
lo último que vio frente a ella al despertar en el bosque fue que, a unos metros frente a ella se
encontraban sus patas posteriores, dejando un enorme charco de sangre tras de sí, aquel horror
personal se logró completar al ver e intentar tocar donde se debían encontrar sus patas, lugar
donde ahora sólo músculos y órganos a flor de pies se hallaban, en el momento en que la
adrenalina se agotó en su torrente sanguíneo fue cuando aquella pobre y mutilada capitana pudo
emitir sus primeros gritos desgarradores de dolor, aquellos que podían romper el alma de
cualquier persona a kilómetros a la redonda, aquel grito que reanuda al despertar en aquella sala
de hospital y notar que sólo su mitad anterior se encuentra en ella, el dolor de verse mutilada y
sentir como cada minúsculo nervio expuesto a la intemperie envía señales de dolor al cerebro
generando una sensación que sólo en pesadillas se pueden explicar de manera coherente, porque
eso es lo que era: una pesadilla.

Mientras todo esto ocurría en el hospital de la ciudad, muy cerca de allí, se encontraba Max
teniendo una charla con el general Quirón mientras bebían algo de cerveza de maple, ambos se
encontraban ya pasados de tragos, pero esto no impedía a Max sentir algo raro con esa
habitación, o al menos recordar con claridad cómo se sentía cuando entró al lugar antes de beber
tanto, él lo consideraba una habilidad que sólo se desarrolla luego de dedicarse años a la bebida
como él lo ha hecho. Se encontraban en una habitación preciosamente adornada con
ornamentaciones talladas en madera, con cortinas de color verde esmeralda con pequeños
bordados en hilo de oro, a Max le sorprendía que en aquél lugar el suelo se sentía igual que pisar
en la grama.

—Señor Larz, no puedo creer que la famosa estrella de la rebelión fuese tan abnegada a la buena
bebida —le comenta Quirón con un deje de ebriedad en sus palabras mientras se pasea en sus
cuadrúpedas patas por la habitación —Lo que no logro entender es ¿por qué un héroe de la lucha
contra el imperio se encuentra en esta ciudad con una falsa identidad escoltando a una jovencita
que, fácilmente puede ser su hija?, o mejor aún ¿Qué hace usted con esa niña que, evidentemente
no es quien dice ser, con alguien que obviamente no es de la realeza o tan siquiera es importante
o relevante para la sociedad?

—Yo también le tengo una pregunta también a usted— le contesta sin perder el buen humor del
momento, ignorando las preguntas anteriores, —¿Dónde quedó su cortesía inicial?, ¿es simple
hipocresía adquirida por la vida cerca de la nobleza o es que sus genes sátiros están saliendo a
relucir?
La tensión que lentamente emergía en el ambiente ya se sentía bastante aguda, ambos se tenían
un odio señorial. Quirón no pudo evitar sentirse ofendido ante las insinuaciones de aquél
asqueroso guerrillero que pretendía darle una lección desde la silla en el medio de aquél estudio
donde se encontraban.

—¿Cerca de la nobleza?, oh mi amigo, mi querido e inculto amigo, se nota que los años metidos en
esos inmundos bosques te han secado el cerebro —contesta cabeceando con aire de superioridad
y acercándose por atrás de la silla donde se hallaba Max —yo pertenezco a la nobleza, yo soy el
primo hermano de Romulus Piar, no cómo otros pueblerinos que nacen en la miseria y su ego esta
tan desarrollado que planean cambiar todo un país con ideas que sacaron de conversaciones con
el lodo de donde provienen.

—Eso explica bastante sobre mi pregunta —ataja a comentar Max.

—¿A qué te refieres con eso? —en el tiempo que llevan desde que se han visto es la primera vez
que se inquieta ante un comentario de aquél ciego certkariano.

—Es fácil —comenta mientras se acerca a entregarle la copa para pedirle un poco más de cerveza
de maple, el aliento le apesta a licor —tu hipocresía viene de las veces que te has sentido debajo
de la sombra de tu primo, por no decir tus florecientes actitudes cretinas.

Luego de pronunciar estas palabras Quirón le vacía en la cara a Max lo que quedaba de su cerveza.

—La información que posees es lo único que te mantiene con vida actualmente, ¿sabes? —le
advierte a Max amenazándolo muy cerca a aquél hombre que, a pesar de su ceguera, parecía
mirarle tras sus vendas empapadas en cerveza con aire de superioridad.

—¿Seguro que es por eso? —contestas con una sonrisa maliciosa al centauro pasado de copas.

Quirón sólo lo mira mientras se levanta de la silla y recorre la habitación como si conociera donde
se encuentra cada objeto que podría entorpecer cualquier paso que dé.

—¿Qué tratas de decir?, ¿a dónde quieres llegar con todo esto?

—Digo, si fuese por eso ¿por qué aun no me has llevado a verme con el príncipe?, ¿por qué no me
has preguntado nada respecto a la ‘’información’’ que podrías sacarme y que te sería útil?, a
menos que esta fuese el ‘’ ¿Cuánto aguantará este invalido bebiendo?’’ —monologuea mientras
camina erráticamente dando vueltas en la habitación, inquietando a Quirón.

—La información te la tengo que sacar yo, es sólo por eso, ¡Guardias! —Quirón se demostraba
harto de aquél interrogatorio que se había invertido, en ese momento entraron un par de
centauros que estaban bastante afectados por la maldición —llévense a este hombre a mi celda
personal —voltea a ver a Max y le regala una falsa sonrisa —seguiremos con esta platica cuando
esté de ánimos
—Descuida, era todo lo que necesitaba saber al respecto —contesta mientras ambos guardias se
ponen al lado de este para guiarlo por el camino, aun se ve la espuma de cerveza por su mejilla —
ahora es que me doy cuenta que la hipocresía la llevas en la sangre.

Quirón se da la vuelta para ver a través de la ventana mientras su reflejo mostraba a alguien que
no había sentido tanta rabia y vulnerabilidad en su vida.

—¡Adiós y suerte en tu próxima puñalada por la espalda! —se oye desde el pasillo, causando que
Quirón arroje su copa a la pared y de un golpe rompa su reflejo en la ventana.

Ante el desastre de vidrios rotos y una mano llena de sangre por el golpe, Quirón mira su reflejo
entre los diferentes fragmentos de ventana que cayeron en el suelo de la habitación en ellos ve
sus cabellos dorados algo revueltos entre las plumas doradas que empiezan a ocupar gran parte
de su sedosa cabellera, de pronto logra ver en cada uno de estos pequeños fragmentos un
recuerdo de su niñez, donde su cabello estaba bastante más abundante y donde estaba
acompañado de dos centauros más.

—No es una puñalada trampera si la persona que la recibe lo merece profundamente —susurra
Quirón con su gruesa voz mientras busca tras el peto que lleva aquél collar de plata que aprieta
con fuerza al ver una pequeña centaura de negros cabellos y ojos esmeraldas sonreírle desde los
reflejos —¿verdad, mi amor?

En ese momento se oye el galopar de un caballo por los pasillos fuera de la habitación, estos se
aproximan rápidamente hasta mostrarse como hechos por un soldado real que fatigado entra en
la habitación mostrando urgencia.

—General Quirón, es urgente —aclama aquel centauro con euforia mientras hace su reverencia
apropiada.

—Vete, estoy ocupado —contesta escuetamente sin voltear a verle.

—Pero señor, es el príncipe quien lo llama, hizo un consejo de guerra para esta noche —continúa
el soldado.

—¡¿Pero por qué…?! ¿Qué ha pasado para llegar a esto? —pregunta con asombro mientras se
guarda el collar en su lugar y se acomoda su enmarañado cabello.

—Han tomado a la princesa de rehén esta tarde, señor, el príncipe está furioso y desea atacar de
inmediato —remata el soldado sin perder la compostura.

Quirón se voltea y se dirige a la ventana para observar la ciudad desde esa altura, se notaba que
este se encontraba en lo alto de un pino desde donde la ciudad parecía un pequeño poblado
iluminado al fondo debajo de enormes torres donde la luz de los orbes es perpetua. Vio a dos
niños humanos jugar en el pino del frente, por sus facciones se notaban que eran los chicos que
Galak rescató.
—Esto no es bueno, las cosas tomarán un nuevo curso de seguir así —susurra para sí y sólo le oye
el viento que silba al pasar por la ventana —maldita pordiosera…

—¿Señor?

—Vamos al concejo, no hagamos esperar a su majestad —contesta en un tono suave y con una
sonrisa tan cálida y conciliadora, sonrisa que sólo él sabía hacer mientras la brisa nocturna corre a
la habitación helando todo.

Oscuridad Perpetua

«Ritmos» es la mejor palabra con la que describiría Maximillian Larz su nueva vida, la nueva
‘‘visión’’ del mundo que le rodeaba sólo se componía de ritmos, la armonía del mundo que le
rodeaba concentrada en sus dos enormes orejas.

«Paso, paso, goteo, paso, paso, goteo, tanteo con manos de una pared húmeda, probablemente
un calabozo» era todo lo que podía pensar mientras avanzaban, su mente se basaba en aquello,
«no era algo que no conociera ya, durante su entrenamiento tuvo que estar un año con los ojos
vendados» se decía, «el desespero, la falta de visión y lo limitado que te sientes, la ansiedad
resultante, los inventos que te da la mente para recrear tu visión, todo lucha por controlarte, por
invadir tu conciencia, por volverte loco, pero lo detienes, lo enfrentas, demuestras que eres
superior» no paraba de monologuear para sí mientras intentaba ignorar esa ansiedad latente, ese
miedo que le generaba una sola idea: ‘‘aquello fue sólo temporal, esto es permanente’’.

—Cuidado por ahí, Señor Larz, esas escaleras dan a un depósito de grilletes —dice la voz algo lela
de un guardia qué, a juzgar por la distancia y posición desde donde lo dice, es el que tiene a la
derecha, sus pasos suenan a los de un caballo pisando una pasta húmeda.

—Deja de decirle por donde va, Juan —le reclama el guardia al otro costado con una voz que va
desde lo nasal hasta lo insípida, se le notaba bastante más gruñón que su compañero —Es obvio
que sabe guiarse por donde caminar sin necesidad que le digamos algo, lo comprobó en ese
combate que nos dijo Vicente que hizo con el otro cautivo.

—En realidad necesito de ustedes más de lo que creen para guiarme, amigos —responde Max
intentando sonar más sobrio de lo que realmente estaba —sus ritmos son los que me dirigen hacia
dónde ir.

—¿Ritmos? —Pregunta el de la derecha con una voz muy lela pero sorprendida.

—¿A qué te refieres con eso? —pregunta el de la izquierda con un aire de escepticismo.

—Es fácil, todo lo que ustedes hacen, o al menos su una gran mayoría de sus acciones producen
ruido, desde respirar hasta moverse, todo eso se traduce en ruidos que me ayudan a posicionarme
en el espacio —les explica de manera calmada intentando ahogar unas terribles ganas de hipear—
por ejemplo: tú, el de la derecha, sé que te estás hurgando la nariz y que tú, el de la izquierda
desde hace un momento cruzaste los brazos.
Ambos guardias se miran a las caras sorprendidos y se disponen a aplaudir ante tan gran hazaña.
Max sólo sonríe ante tal atención generada y busca aprovecharla.

—Y eso no es todo, sus pasos me indican a donde ir por el ritmo de sus pisadas, cuando hay un
bache o algo en el camino oigo también la perturbación en su andar —monologuea ante ellos
sabiendo que los tiene embelesados, aprovecha su ya casi extinta ebriedad para darle un toque
más teatral extendiendo las manos lo más que puede entre sus esposas para señalar hacia ambos
lados —Incluso sé que, por el cómo suena la leve brisa que cruza hacia donde señalo, que estamos
rodeados por dos celdas en estos momentos, ¿me equivoco?, ¿estaremos en un calabozo tal vez?

—No se equivoca para nada, señor Larz: esta es la parte más alta de La Antillana llamada La Perla,
donde se guardan los reclusos acusados de crímenes muy peligrosos —comenta maravillada la voz
del guardia de la derecha, casi parece un niño grande, pero en ese momento suena una palma
azotando una cabeza, ha de haber sido el otro.

—¡Idiota!, deja de darle información al reo, no tiene por qué saber eso —luego de sermonear al
otro cual hermano mayor tira de la cadena que conecta las esposas a su mano —Vamos, camina ya
que tu nueva habitación está al frente.

—Con que esta es la famosa Perla, oí el rumor de que había sido cerrada debido que un antiguo
rey de Angostura le parecía inhumano el trato que aquí se daba a los reos —comenta
puntualmente Max mientras camina tras ellos.

—Y aún se mantiene así, cerrada —aclara el de la voz nasal mientras tira más de la cadena, Max
intuye que está a la defensiva.

—Sólo quedan dos presos aquí sobrevivientes a aquellas épocas, aunque ahora contigo serán tres,
y creo que por eso es que El general le agarró cariño a este lugar —añade el de la derecha
intentando demostrar la misma confianza que mostró Larz, pero ganándose otra palmada por
parte del gruñón.

—No le liberes más información al nuevo —se queja de nuevo antes de detenerse en seco, al
parecer habían llegado.

—Pero Cipriano, ¿de qué le va a servir saber todo esto si igual no saldrá de aquí? —se cuestiona el
centauro de la derecha ante los constantes regaños del de la izquierda.

«Ok, es fácil: Izquierda es Cipriano y derecha es Juan» hace Max una nota mental mientras observa
hasta donde lo lleva este juego.

—Es cierto, Cipri, de qué me va a servir si es obvio que el General va a impedirme cumplir mi
derecho de libre tránsito dado por el príncipe encerrándome aquí, además, ya saben el cómo logro
‘‘ver en la oscuridad’’, eso les debería dar una ventaja abrumadora sobre mí —Max camina de
manera lastimera mientras comenta todo esto para demostrar que no es más que un hombre sin
vista, fácil de reducir.
El silencio se hace presente entre ambos guardias, Max intuye que se miran a las caras, quizá
aceptando que no tiene sentido quejarse por las preguntas punzantes de un hombre invalido, pero
en ese momento lo nota, sus respiraciones eran más frenéticas que de costumbre, y siente en sus
pies unos pasos enormes, parecen los de un mastodonte Sobekiano. Justo en ese momento que la
tensión se respira a pesar que los pasos acabaron este es empujado hasta que se oye el casi
silencioso cerrar de sus rejas.

—¿Chicos?, ¿Juan?, ¿Cipriano? —Susurra a sus espaldas, pero no recibe más que un «¡Shhh!» y
oye las pisadas de pesuñas cuadrúpedas huir del lugar en puntillas rápidas —Pero ¿qué demonios
está pasando aquí?

Intentando pensar por qué huyeron sus captores luego de encerrarlo sólo logra pensar que uno de
los reos es una bestia o que quizá en ese lugar sea donde se esconda el mítico Can Cerbero. En
aquellos momentos ya no pensaba mucho en su ceguera, sólo se preguntaba cómo saldría de ahí y
si Galak estaría bien.

«Casi me dejo llevar» piensa recordando lo de las vendas mientras se las toca en la oscuridad de
su mente, para luego recordar las llamas de las últimas horas en las que tuvo visión, unas llamas
que lo atormentan, que le hacen buscar una pared donde recostarse poco a poco y deslizarse
sobre lo poco de alcohol que aun lleva en la sangre.

—No puedo abandonarla, aun no —susurra para sí, sin ocultar su incapacidad para pronunciar
bien ciertas palabras por la bebida.

—¿Y quién querría abandonar un buen trago de cerveza?, debes ser un elfo para no apreciarla —
escucha Max, pero sin poder determinar la ubicación de la garganta que lo pronuncia, quizá
porque tiene las orejas echadas para atrás y las pisa con su cabeza al recostarla de la pared —Hace
años que no sé ni lo que es eso.

—Pues para sufrir tal atrocidad has de ser uno de los dos prisioneros de la famosa Perla —
comenta Max al aire ya que no se quiere dignar a averiguar hacia donde se encuentra la voz que
oye —y dime ¿Los años sin alcohol te hicieron olvidar los buenos modales o tal vez hablo con un
espectro sin nombre?

—Jamás creí que vería el día en que un Certkariano pisara mi tierra sólo para demostrarme que su
papá no le dio las suficientes nalgadas para respetar a los adultos —responde aquella voz rasposa.

—Si te soy sincero, mi padre faltó en muchos más aspectos de mi vida que en sólo ese —luego de
comentar esto se oyeron risas de ambas voces.

Luego de aquel compartir de irreverencias el silencio se hizo tal que sólo se oía el chillar de las
ratas a la distancia y el caminar de las cucarachas por lo que parecía ser paja al costado derecho de
Max, no se acercó a distinguir con su tacto si así era.
—¿Tienes nombre? —se atrevió a preguntar al fin, sentía que aquel desconocido quien sea que
fuese se había ganado su respeto —El mío, como habrás oído a mis queridísimos guardaespaldas
es Maximillian Larz.

—Hace tiempo que no me hacían esa pregunta…— reflexiona aquella voz, se nota que hace
tiempo que no habla muy seguido, quizá lo hiciera consigo mismo, intuye el arquero —incluso
ahora me he acostumbrado al nombre de Paria.

—Si así lo deseas te puedo llamar Pari de cariño —intenta hacerle reír de nuevo a la voz que ya
logra posicionar su origen.

—Realmente no importa ya, hace tanto que no soy una persona, ya olvidé cómo es el brillo del Sol
iluminando todo a mí alrededor, no es algo fácil de olvidar— aclara aquella voz tan cansada y
áspera.

Max recuerda aquellas llamas finales, recuerda los brazos delicados de Galak rodeándolo para
colocarle sus vendas, recuerda momentos vagos y borrosos de su juventud.

—A veces es lo mejor —dice Max mientras se recuesta de la pared con la cabeza apoyada encima
de sus manos mientras sus orejas se yerguen para poder oír mejor, logra oír ronquidos próximos.

—No, nunca habrá una mejor sensación que la de poder verte rodeado de tus seres queridos bajo
un hermoso sol de verano listos para disfrutar de una tarde esplendida —replica aquella voz que
se oye bastante más despierta que antes, pero sin dejar de ser muy rasposa.

—Se nota que ya se te olvidó lo que es fornicar, querido Pari —termina Max soltándolo con un
bostezo, ahora sólo tiene en mente recobrar energías para salir a buscar a Galak.

—Te preguntaría el cómo terminaste aquí, pero con esa boca tan suelta no dudaría ni por un
segundo que fuese por eso —Comenta Pari antes de toser fuertemente.

—En realidad es una historia muy larga y carente de emoción —contesta Max con una marcada
apatía a la historia.

En ese momento se oyen de nuevo los pasos colosales provenientes de la celda a la izquierda de
donde está Max.

—Cuéntala, tenemos tiempo antes de que ‘‘Él’’ despierte y nos arruine la velada —comenta Pari
con emoción.

—Y viniendo a cuentas ¿quién es ‘‘Él’’? —pregunta Max sonando preocupado por su integridad
física.

—‘‘Él’’ es sólo un gigantón con algo de mal humor —responde Pari sin mucho rodeo y
mostrándolo de manera inofensiva —nada que una buena carne asada no pueda solucionar… si la
tuviéramos.
—Una bestia sin cerebro, ¿eh?, creo que a Galak le simpatizaría —le comenta de manera jocosa
antes de corregir —digo, a la princesa Charlotte.

— ¿A la misma que raptaron esta noche, dices? —pregunta siguiéndole la corriente a Pari.

—¿A qué te refieres con eso, Pari? —pregunta Max de manera más seria.

—No puedo creer que no lo sepas, si es lo que andan mencionando los guardias desde hace horas
—a pesar de sentirse que en otros labios sonaría con aires de superioridad, la voz del Paria no
lograba sentirse como la del cretino de turno mientras contaba la comidilla de la milicia.

—No pierdas más el tiempo y dime de una vez —exige Max poniéndose de pie.

—Tranquilo, Certkariano, lo que sé es que por el secuestro una princesa que vino por ‘‘asuntos
diplomáticos’’ ahora parece que realizarán un ataque nocturno esta misma noche —Informa Pari a
Max —es increíble como las mujeres son las causantes de las guerras más devastadoras de la
historia.

Max, ignorando la jocosidad de Pari, se acerca al borde de los barrotes para sentir una descarga
arcana que lo empuja hacia atrás con gran fuerza.

—Oye amigo, relájate, no podrás cruzar esos barrotes de esa manera —le advierte Pari con una
voz que retorna a su seriedad ronca.

—Tengo que hacerlo, ella peligra —Se levanta Max del suelo, la venda se le quemó por la descarga
dejando sus cuencas vacías al descubierto —si ella cae en manos de Round… muy probablemente
‘‘Él’’ esté acompañándole.

—Espera, no es necesario que te vuelvas a reventar la columna contra la pared —le pide de
manera amistosa al ver que Max se acercaba otra vez a los barrotes —¿en verdad esa chica te
importa tanto?

Max queda en silencio un par de segundos antes de voltear el rostro a Pari, por un momento
pensó en decir que realmente no era por ella, o también que sólo quería recuperar lo poco que le
quedaba de humanidad, pero nada de eso era cierto, al menos no por completo.

—Esa chica es el motivo por el que aún vivo —al fin dice ante una voz que lleva oyendo por más de
una hora atravesando aquella oscuridad que su falta de visión no permite llenar.

—Esta juventud…—Susurra para si Pari, aun sabiendo que un Certkariano fácilmente le oiría —
Antes de ayudarte necesito que me respondas algo: ¿es cierto todo lo que les mencionaste a los
guardias a lo que trajeron aquí?

—¿Lo de mi audición?, sí, lo es —confiesa algo extrañado por no saber que relevancia tendría ante
todo esto —Aunque hay un detalle que no les dije, si por algún motivo dejan de emitir sonido
puedo memorizar dónde quedaron antes de ‘‘silenciarse’’ a sí mismos o algo así.
—Es impresionante el cómo los Certkarianos son entrenados para ser máquinas de guerra muy
eficientes —elogia Pari aun sin desvelar el plan.

—Está bien, pero no entiendo en qué nos ayudará esa información — comenta Max algo
extrañado.

—Sólo para saber —comenta Pari entre risas de viejo y luego de parar suspira un poco —esta ruta
de escape la llevo planeando desde antes de que el ‘‘quien soy’’ hubiera dejado de tener
importancia.

—¿Y por qué no lo usaste? —le pregunta Max, pero no consigue más respuesta que unos suspiros.

—Eso no es importante ahora, acércate para contarte lo que va a pasar…—dice entre risas
mientras Max lo oye atentamente.

Unos minutos más tarde, en la central de vigilancia de La Antillana, tres centauros se encuentran
en su receso en la sala de archivos, una habitación bastante reducida en espacio habitable por la
cantidad de papiros y documentos referentes a penitenciarios allí encarcelados. El primer de los
centauros era bastante obeso y de cuello corto, se notaba de pocas luces.

—¿No te pareció increíble la habilidad auditiva del conejo ciego, Cipriano? —pregunta Juan con su
acostumbrada voz lela y sonrisa inocentona.

—Increíble es que estemos aquí en vez de formar parte de los batallones que atacarán esta noche
—responde un centauro bastante delgado, su cara era bastante filosa, tanto por su nariz gibosa
como por sus orejas pronunciadas, su corte de cabello en forma de tazón le terminaban de
conferir un aire de ñoño —podríamos estar ganando medallas con una mano y derrotando liebres
con la otra.

—Pero Cipriano, ya sabes que no pasamos los exámenes del ejército con buena nota, por eso
terminamos aquí —dice Juan con un deje de tristeza y resignación.

—No te hagas el idiota, sabes que para terminar aquí no sólo debes reprobar el examen, también
debes mostrar las actitudes de un sádico desquiciado cuando menos para poder ejecutar tareas
que pocos realizarían —sermonea a Juan con su voz nasal haciéndole recordar cómo demostraba
deleitarse cuando le mostraban la tortura de reos como pruebas internas, luego de esto toma un
sorbo de tilo caliente para luego escupirlo —esto es lo único que aborrezco de la vida militar: cero
bebidas alcohólicas en horas de trabajo.

—Pero Cipriano, son veinticuatro horas de servicio… —comenta Juan riéndose y mostrando las
encías de una manera que, hasta al más cuerdo le daría miedo.

—No puedo creer que me tocara la guardia hoy con ustedes —se resigna el tercer de los centauros
presentes, este sí usa su casco reglamentario mientras acomoda el informe del ‘‘nuevo’’ preso.
En ese momento se escuchaban el cabalgar de centauros subiendo por la cuesta circular,
oyéndose gritos a lo lejos.

—¿Qué pasa, Cipriano?

—No lo sé, Juan —le espeta muy malhumoradamente al gordinflón por este estar atravesado y no
dejarlo pasar a la puerta.

Luego de esto, Cipriano nota que todo proviene de las celdas de La Perla, esto lo hace preocuparse
en demasía porque ambos son los responsables de lo que pasa allí.

—¡Juan, Eleazar, acompáñenme rápido! —gritó mientras salió galopando a los pisos superiores.

Eleazar y Juan luego de salir de los archiveros alcanzaron a Cipriano justo a punto de llegar al
origen de los gritos, que se habían transformado en un centellar de gritos.

—¡¿Qué pasa, Cipriano?! —Pregunta Juan tapándose las orejas con las palmas.

—¡No lo sé!, ¡es como si un millar de aves gritaran a la vez de dolor! —contesta Cipriano mientras
sus oídos se encuentran a punto de sangrar.

De pronto un golpe estruendoso destroza la pared de La Perla, los chillidos se detienen, pero la
humareda de escombros hace casi imposible visualizar bien.

—¿Alguno de ustedes sabe que está pasando? —pregunta Eleazar a las decenas de guardias que
les rodean mientras se encuentras a la expectativa.

—Lo único que sé es que Tadeo y Gregorio subieron a atender una alerta y luego… —comenta un
carcelero con el casco preparado pero una repentina brisa corre la nube de polvo.

—¡Miren allí! —Señala otro soldado justo a un enorme agujero donde antes había la apertura de
La Perla —¡lograron traspasar la defensa arcana!

En aquél momento los carceleros, sin importar su morfología, edad, o estado civil palideció cual
aparición estuviese al frente de estos, y el causante de toda esa conmoción no eran más que un
centauro de diez metros de altura una musculatura demoníaca, un rostro de llevado por la cólera,
de una larga cabellera enmarañada combinada con una barba que le daban un aspecto salvaje. Al
lado de tan semejante monstruo se encontraba un sátiro de delgada complexión y de larga y fina
barba combinada con unos cabellos que más que cabellos parecían unas greñas color plomo, este
portaba una espada que, evidentemente fue tomada de algún guardia con poca suerte. Detrás de
estos se encontraba Max con no más que un sable y la cólera de tener el tiempo en contra.

—Pero si esos son — balbucea Cipriano.

—¡Están libres! —comenta un soldado a su costado.


—¿Por qué tienen tanto miedo? — Pregunta Juan de manera inocente ante el pánico que siente a
su alrededor.

—¡No seas estúpido!, no son meros presos de guerra— Eleazar hace lo que puede para decirlo sin
que la boca le tiemble —¡son los Reos legendarios: Boves!, ¡El demonio de los llanos del sur y El
consejero de la muerte, Miranda!

Un Rey para Angostura

—Papá, ¿Qué hacemos aquí? —pregunta entre bostezos y estrujadas de ojos un pequeño
centauro de cabellos dorados que se encuentra en la oscura cima del pino más alto de todos,
donde una amalgama de terraza y copa del árbol son posibles. Mientras la oscuridad de lugar se
hace presente tras él se aproxima un centauro de altura imponente y semblante severo.

—Venimos a presenciar un espectáculo que pocos conocen —responde con aquella voz tan
profunda pero tan suave que fácilmente podría recitarles poesía a los mismos dioses, ante su hijo
su semblante se fue suavizando, no podía verle como ha visto a tantos hombres anteriormente —
es el alba.

—¿En serio me vas a mostrar el amanecer? —dice de manera casi ininteligible por un gran bostezo
el chico con algo de hastío, estaba feliz de estar con su amado padre, aunque le daba igual lo que
hacían —Pero papá, todos los días amanece y nadie le ve lo espectacular; es sólo otro evento
normal.

—¿‘‘Evento normal’’ dices? —cuestiona el padre mientras suelta una leve risa, el cielo empieza a
iluminarse lenta pero inexorablemente —un rey no lo es sólo por admirar la grandeza en lo más
ostentoso, un rey es quien tiene la obligación de saber apreciar la belleza y lo sublime de los
pequeños detalles, eso es lo que te hará grande, hijo.

—¿Rey?, ¿Yo? —le pregunta el niño, extrañado ante las palabras de su padre, que tampoco era un
rey —pero papá, el Rey es el Tío Cesar… —pensaba seguir corrigiendo, pero notaba que su padre
le ignora, sus ojos están puestos en el horizonte, por lo que el niño se resigna a imitar a su padre
en aquél acto.

El niño no tenía tanto entusiasmo por lo que le prometía su padre, era muy temprano y prefería
irse a dormir, hoy le tocaban clases muy duras de aritmética y alquimia, pero pasar un momento
con su padre, para el joven ‘‘el ser más listo del mundo’’, era lo que le llenaba el alma.

De pronto el cielo se hizo tan brillante que era obvio que el Sol saldría en sólo unos segundos.

—Fíjate directamente en el horizonte, hijo. Contempla como algo tan rutinario y pasajero como el
amanecer se convierte en… —Y entonces pasó, al salir el Sol un haz de arcoíris rodeo por completo
el cielo en forma de cúpula sobre aquél bosque de pinos, sobre Angostura, es como si las auroras
boreales se hubiesen puesto de acuerdo y desearan danzar para ellos dos esa mañana. Justo el
espectáculo estaba en su momento más cumbre, el padre continúa su charla — …Magia, la
combinación de cosas simples puede dar resultados extraordinarios, Quirón.

—¿Cómo es posible todo esto? —pregunta el chico maravillado ante lo que le está rodeando y le
cual show de espectáculos, el evento pronto acabó y a pesar de haber durado sólo segundos, para
Quirón, fue eterno.

—Es un efecto visual cuando la luz del Sol apenas roza con el domo mágico de la ciudad, justo
como si fuera un prisma —explica el padre haciendo sentir al hijo como el aprender puede ser
divertido —y todo lo que rodea este domo está bajo nuestra protección y cuidado.

—Es maravilloso, papá —comenta el pequeño Quirón entre sonrisas mientras bailaba
rememorando el evento.

El Sol ya había salido por completo e iluminaba cada región que alcanzara la vista, desde las altas
montañas del norte y oeste, hasta los infinitos bosques hacia el sur.

—Y muy pronto, cuando sea el momento, todo este amado bosque protegido por nuestra
poderosa magia será tuyo, hijo —culmina el padre acercando su hijo hacia sí mismo —pronto
serás el heredero de estas tierras, tenlo por seguro.

Aquellas palabras retumbaban en la cabeza del centauro del presente con una cabellera dorada y
mixta entre plumas y cabello mientras caminaba por ostentosos pasillos del palacio hasta llegar a
la sala de reuniones, donde la duda le invade.

—¿Esta sala no estaba en construcción aún? —le pregunta de manera muy pausada al guardia de
la puerta.

—Justo así era, mi general —contesta el soldado manteniéndose firme, pero hablando con un
tono relajado, cómo el de una conversación normal —lo que ocurre es que, en la tarde, el señor
Zmeya vino con un grupo de la corte e hicieron magia temporal que aceleró la construcción.

Quirón se sorprendió ante aquella historia, era raro que un humano tan diestro en la magia se
encontrara tan al sur de las ciudades del reino, pero la duda no la expresó en su rostro que se
mantenía inmutable. Agradeció al chico por su respuesta y luego entró al salón, el salón de
reuniones de la cúpula militar era de los más conservadores del palacio, y no de manera aleatoria
porque las grandes personalidades que pasaron por él siempre han apreciado la simplicidad de
una buena sala de techo no tan elevado como en otras habitaciones, con un tapizado verde pino
en las paredes con pequeños adornos en dorado que combinaba con unas cortinas doradas, un
suelo hecho en madera y una mesa de mármol pulido de tamaño modesto para la pomposidad
que las últimas dos generaciones de regentes habían traído al palacio luego de sus viajes al este
próximo. Al entrar la discusión entre los generales estaba bastante ávida, tanto que no notaron la
llegada de Quirón, salvo el príncipe que cortésmente levanta la copa ante su llegada y al este hacer
una reverencia, el príncipe vuelve a su pose de fastidio, Quirón al ver esto se acerca al futuro
soberano y se sienta a su derecha en la mesa, justo frente a un Páez que se encontraba acalorado
por la discusión.

—Su majestad, ¿a qué se debe esa discusión? —Quirón le susurra muy cerca para que los demás
no le oigan, pero es obvio que ni gritándolo le oirán.

—Es que el general de brigada Ribas y el general de división Páez tienen diferencias técnicas en su
plan de ataque al pueblo del Buey, comenzaron discutiendo ellos, pero luego se les unieron los
demás y ahora todos están en ello —culmina con un hastío en sus palabras que parecen los de un
niño en una cena familiar navideña.

En ese momento Quirón le observa el bigote y barba de tan refinado color blanco de Páez junto
con su falta de cabello actual y en nada se parece a su esplendor de juventud, cuando Quirón no
era más que un chiquillo que recorría el palacio jugueteando y tenía un séquito de nanas tras de
él, recuerda que en aquella época el general Ribas era mucho menos menudo, se hallaba en forma
y era un fiel seguidor de Páez, recuerda que ambos se encargaron de la educación militar de él
cuando no tenía más de nueve años. La nostalgia de Quirón hace que los recuerdos se hagan más
vividos a tal punto que se recuerda a sí mismo en aquella gran biblioteca leyendo libro tras libro
por órdenes de su profesor Páez, libros que le aburrían de sobremanera, pero que sabía que el
regaño por no hacerlo sería peor.

—Conque aquí estaban —se oye una voz profunda y aterciopelada a unos metros al frente y,
desde detrás de una estantería aparece el Rey Cesar, con sus típicos atuendos tan suaves y
delicados como la seda, pero negros con acabado en dorado, dándole un aire místico y oscuro. Su
rostro se veía tan severo como siempre, el no dejaba de ser amable con Quirón, pero él sentía que
no era verdad, no comprendía la hipocresía, pero la sentía en él —Mi aclamado general y mi
preciado sobrino.

—Es un placer que nos deleite con su presencia, Su majestad —alaga Páez con una corta
reverencia que Quirón no realiza por seguir estudiando — ¿Qué se le ofrece?

—Acompáñeme, general, charlemos un poco —le pide expresamente con una sonrisa que no
generaba nada de confianza a Quirón, a pesar del gran parecido con su padre, su tío era mucho
más distante de él y su tono de voz, en vez de sonar reconfortante como el de su padre sonaba
manipulador y siniestro, como el de muchos adultos.

Al marchar Páez a conversar con el rey fuera de la biblioteca, a Quirón no se le ocurrió mejor idea
que seguirle, «los estudios de magia arbórea podían esperar» pensaba, además que pocas veces
podía ver a su tío, ya que siempre se encontraba recluido en sus aposentos o fuera de castillo. El
chico no tardó en escabullirse por aquellos pasillos hasta alcanzarles en el patio, donde se dedicó a
oír la conversación tras unas columnas.

—Pero pensé que era feliz en su matrimonio, señor —cuestiona cortésmente Páez al rey que se
encontraba sobándose las sienes con la yema de sus dedos, se le notaba cansado.
—Claro que la amo, general, amo a esa mujer más que a nadie en el mundo, pero mi linaje es
primero y soy primero un monarca a un marido, mi pueblo merece un sucesor —dice mientras
coloca sus manos tras de sí.

—Pero el chamán ya le ha hecho de todo a la reina, su esterilidad parece más un designio de los
dioses que un simple infortunio —replica Páez sobando su afilada y puntiaguda barba.

—¿A caso insinúa que Peter es quién desea que mi pueblo se zambulla en la anarquía y el caos de
un reino sin rey? —el rey se voltea y le lanza una mirada fulminante a Páez que le hace ver su
enorme boca.

—¡N-No me refería a eso, Su Majestad! —Intenta rectificar usando con más sutileza sus palabras,
el cabello bien peinado que posee en esta época casi se le encrespa del miedo —es que su linaje
está a salvo en la crianza que le proporcionamos a su sobrino, Quirón, es un muchacho maravilloso
y creo que sería un digno sucesor de su dinastía, su real Majestad —concluye Páez su punto con la
delicadez de hacer en esta ocasión una reverencia, que el rey ignora si Quirón mal no recuerda.

—Ese mocoso no está a la altura de mi esplendor, no fue mi hermana sino yo quien logró someter
las tribus del este, o que consiguió los mejores tratos comerciales con Certkara, el único gran logro
que hizo mi hermana fue casarse con un centauro que al menos en sus facciones no refleja su
arrabalero origen —fulmina el rey toda opción de Quirón para ser parte de la familia real como
sucesor —ese chico tiene la sangre más sucia que muchos herejes que he atravesado con mi lanza
o degollado con mi espada.

Quirón se sobresalta al oír esto, su curiosidad inicial termina en tristeza y temor, se recoge las
piernas detrás de la columna y se dedica a llorar.

—Entonces ¿Qué planea hacer, Su Majestad? —pregunta finalmente Páez mientras se preocupa
por aquél chico que dejó estudiando en la biblioteca.

—Estuve hablando con nuestro chamán y me dio una respuesta bastante satisfactoria —culmina el
rey mostrando una sonrisa de complicidad bastante macabra.

El recuerdo se desvanece en la mente de Quirón ante la subida de tono de la discusión en la sala,


hasta que el príncipe le pide que se relajen un poco y hacen el único silencio en horas.

—Es mejor ir de manera directa por el bosque, no nos verán llegar —Comenta Ribas, acompañado
del asentir de cabezas de varios ahí reunidos.

—Niño, por favor, es obvio que lo esperan, lo mejor sería dar un rodeo aprovechando el río y
atacar por la región rocosa del oeste, además que tendremos ventaja de altitud —opina Páez
haciendo que el resto que no asintiera antes lo haga ahora.

Luego de esto el ambiente volvió a la palabrería confusa de siempre, esto lo aprovecha Quirón
para preguntarle al príncipe algo al oído.
—Señor, ¿es necesario el ataque esta noche?, ¿no sería mejor en la mañana? —intenta negociar
con el príncipe.

—Ese era el plan original, pero las cosas cambian cuando tienen de rehén a la princesa Charlotte
—Romulus voltea a ver a Quirón para darle un aire más serio —no sólo es porque es mi amiga de
infancia, también es porque su secuestro desestabilizaría nuestras relaciones Rivial.

—Entiendo su punto, señor, pero siento que es muy arriesgado de noche, nuestra magia no está al
cien por cien en estas circunstancias —Quirón sigue el regateo, sabe que es un error decirle la
verdad sobre ‘‘Charlotte’’ al príncipe, pero usa la lógica para hacerle desistir.

—Por eso es que tengo que esperar a que esta reunión termine, el plan de ataque tiene esto
pensado al detalle —con esto último, el príncipe da a entender que la discusión sobre el tema ha
concluido, Quirón sabe que es así, que otra réplica al respecto sería sacar su mal genio, pero
también nota que hace un gesto con sus dedos, uno que hace cada vez que se siente ansioso, su
preocupación por ‘‘Charlotte’’ es genuina.

Su ansiedad era como la que tenía de niño, cuando un Romulus de ocho años se escondía en aquel
enorme pino hueco en los límites del jardín de palacio, donde muchas otras veces se había
escondido por pelear con su padre, con su hermana, con quien sea, pero Quirón sabía dónde
estaba aquel chiquillo, los nueve años de diferencia que se tenían no impidieron que entre ellos
creciera un cariño fraternal, luego de la repentina muerte de los padres de Quirón a causa de unas
incursiones de minotauros al oeste y al quedarse sólo y asilado familiarmente por el nacimiento de
sus primos gemelos, no le quedó de otra que enlistarse en el ejército real para ganarse el sustento
y que, gracias a la piedad del general Páez, terminó siendo escolta de los príncipes de Angostura.
Todo esto hubiese generado en Quirón un odio por sus primos aun mayor que por su tío.

—¿Romulus, estás ahí? —preguntó aquel joven Quirón frente a aquél pino del que la brisa soplaba
y generaba un sonido aterrador.

—¡Déjame, no volveré! —grita un niño desde dentro de aquel hoyo.

«Pero yo no podía odiarles…» piensa Quirón para sí.

—Romulus, ¿alguna vez te conté sobre la ocasión que vi ‘‘el verdadero alba’’ de Angostura? —
pregunta Quirón a aquél abismo de madera.

El silencio se hizo prolongado, pero de pronto de aquel hueco en el pino se asoma lentamente la
cabeza de un pequeñín de rizos azabaches, en su rostro se veían los surcos que las lágrimas habían
dejado, aquel rostro demostraba un cambio de pensamiento, su tristeza se quedó cubierta por un
manto de curiosidad inocente.

—¿El alba verdadero de Angostura? —pregunta aquella cabeza infantil asomada con los ojos fijos
en aquél Quirón vestido con una vestimenta de guarida real, algo holgado, como de costumbre se
viste en la época de verano en el reino.
—Sí, venga conmigo, Su Majestad —le pide Quirón extendiendo la mano hasta la altura del hoyo
con su mirada más gentil —esta noche le mostraré lo más bello que posee este pequeño país.

El príncipe, convencido ante las palabras de aquel protector de su vida, tomó aquella mano y le
siguió hasta llegar al principio del jardín real donde los esperaban un sequito de sirvientes,
liderados por la pequeña princesa de angostura, una joven de cabellos negros como la noche,
rizados como un tirabuzón y de ojos verdes como si un bosque residiera en su mirada: Claudia
Piar.

—Gracias al cielo, hermano —suplicaba Claudia mientras abrazaba a Romulus llorando —por favor
ve a hablar con padre, me prometió que perdonaría tus equivocaciones, me lo juró.

—¿De verdad, hermana? —preguntó el pequeño Romulus dejando de abrazar a su hermana para
agarrarla por los hombros.

—Por supuesto, vamos a verle —pidió Claudia tomándole de la mano para guiarle, al irse le dedico
una mirada de agradecimiento a Quirón, que también les siguió.

Pero la promesa del padre era sólo una mentira, el rey Cesar consideraba la huida del príncipe
como un acto de cuasi traición y terminó sentenciándolo a recibir cien latigazos justo frente a él,
en la sala del trono. Quirón lo recuerda como uno de los eventos más traumáticos en la vida de
Romulus. Luego de sus cien azotes es Quirón quien se ofrece a llevarlo a su cuarto, donde, aquél
chiquillo casi desmayado por una espalda ensangrentada y siendo atendido por todo un equipo de
enfermeras, empezó a hacer ese curioso gesto con los dedos. Gesto que Quirón nunca olvidará.

—Si me disculpa, Su Majestad, me retiro un momento a atender otros asuntos —dice haciendo su
acostumbrada reverencia y con su cálida sonrisa que cautiva a cualquiera —además, sé que no
tengo voz ni voto en esa ‘‘estrategia de guerra’’.

El príncipe se permite regalarle una sonrisa ante el comentario de alivio cómico de Quirón, pero la
ansiedad no lo deja pensar con claridad.

Subiendo por una torre espiral que giraba alrededor de uno de los pinos que crece en el palacio,
Quirón va preparando un cántico, tiene que concentrarse, las artes arbóreas son de las más
complicadas de aprender, pero él no tiene tiempo para pensar en otra cosa más que en darle
forma un pequeño tajo de madera que, justo cuando llega a la cima de esta torre aquél pequeño
cubito de madera se había transmutado en un mínimo colibrí, el cual liberó dejándolo ir al vacío
oscuro de la noche, donde las estrellas iluminaban en el cielo y los orbes de la ciudad iluminaban
la tierra.

«No podía odiarlos porque los amaba» se comenta a si mismo mientras ve cómo otro recuerdo lo
invadía, aquella torre donde se encontraba era muy parecida a la terraza en la que estaba con su
padre, o a la torre en la que estuvo con los príncipes gemelos aquella mañana.
—No creo que pueda subir más, Quirón —dice Claudia a Quirón rogando que no hiciera caminar
más a Romulus, el pobre se le notaba que no aguantaba otro paso más —por favor, regrésalo a su
cuarto, no le hagas sufrir más.

Pero Quirón no quería dejarle sufrir en su alcoba sin haber cumplido con su promesa, y al ver
como Romulus se aferraba de su mano al oír aquellas palabras de su hermana, decide subirlo a él y
a Claudia en su lomo y así subir más a prisa.

—¡Quirón, más lento! —le gritó la chica mientras se aferraba de sus caderas, pero su sufrimiento
no llegó bastante lejos porque llegaron pronto a la cima de aquélla torre, que era casi tan grande
como la terraza en la que hace años vio junto con su padre.

Romulus se bajó para apreciar la altura, ver que ni los orbes iluminaban tan alto, y por primera vez
en horas, no sintió dolor. Claudia por su lado estaba asustada por si los descubrían despiertos a
esas horas, aunque ya se empezaba a vislumbrar el amanecer.

—¿Qué hacemos aquí a estas horas, Quirón? —pregunta Claudia espantada ante la situación.

—Estamos esperando para ver el mejor acto de magia de nuestro reino —responde de manera
calmada y con su característica sonrisa, capaz de calmar el nerviosismo de Claudia.

—Desde aquí puedo ver la entrada a la ciudad —comenta Romulus asomando un poco la cabeza
más allá del borde, cosa que hace que Claudia vaya por él a jalarle para atrás.

—¿‘‘El mejor acto de magia de nuestro reino’’? —pregunta Claudia incrédula, pero no recibe
respuesta de aquel joven guardia que se encuentra en la nostalgia del momento.

—Esto que verán será un espectáculo digno de nuestro reino —dijo antes de que el amanecer
diera su gran espectáculo.

—¡General Quirón! —gritan desde la espalda del centauro, que se voltea luego de ver como el
colibrí de madera ha desaparecido de su vista.

—¿Sí, soldado? —pregunta Quirón despertando de sus recuerdos.

—El príncipe lo espera en la entrada de la ciudad, ya están listos para marchar a la lucha en el
Buey —Dicho esto, el soldado se retira escaleras abajo.

Cuando se logra quedar solo de nuevo, Quirón recuerda aquél espectáculo visual de nuevo, como
Claudia y Romulus maravillados no dejan de asombrarse por el danzar de aquéllas luces a causa de
la cúpula.

—La magia está en los pequeños detalles, mis niños —les dijo Quirón con aquella sonrisa que
siempre le caracteriza —y una vez crezcan, serán los futuros gobernantes de este país.

En aquél momento Quirón recordó la última frase que le dijo Max.


—‘‘Suerte con tu próxima puñalada por la espalda’’ — logra oír por encima del recuerdo de los
gemelos, recuerdo que se desvanece hasta sólo ver por última vez la sonrisa de los chicos.

Quirón no puede dejar de reírse ante la nada.

—No puedo creer cuan cierta era esa frase —se dice a sí mismo en voz alta, contemplando el
paisaje —la traición corre por mis venas —luego de decir esto, aquél decidido centauro se retira
de aquella torre tan alta en aquella oscuridad infinita.

Punto de Quiebre

La noche prometía ser inclemente con sus fríos vientos provenientes de las montañas, pareciera
como si titanes de hielo sobre estas cumbres soplaran con todas sus fuerzas y de manera
ininterrumpida sobre aquel valle donde se encuentra la aldea del Buey, buscando convertir
aquellas tierras templadas y fértiles en un páramo desolado. Para afrontar tal tiempo adverso, los
soldados apostados en aquella aldea tomada desde hace días reclaman las casas de los antiguos
habitantes como suyas y allí saquean cuanta comida o cosa de valor consiguen, al menos los que
están de descanso pueden darse ese lujo porque los que montan guardia afuera en las murallas
improvisadas de la aldea tienen que buscar mantenerse calientes con pequeñas fogatas que hacen
a pocos metros de las zonas de guardia, grandes atalayas que suplantan de mejor manera las
torres más fortificadas pero de menor altura que los habitantes construyeron junto con su
muralla.

Los pesados pasos de un soldado en armadura resuenan en un momento que el viento deja de
resoplar entre las calles rudimentarias, aquella armadura se notaba oxidada en algunos puntos,
además de tener melladuras, se notaba que era una reliquia familiar, hasta los detalles del casco
que daban la impresión de una máscara de teatro se hallaban casi borrados; pero aquellos detalles
no impedían al soldado certkariano sentirse igual de orgulloso de su legado que cualquier otro,
aquel soldado avanzaba hasta el puesto de guarda de la puerta sur, mientras lo hacía tocaba con
cariño el peto de la armadura, recordando el día en que su abuelo se la entregó, decía que esta
armadura se la había dado su padre antes que a él, se notaba lo antigua que era, en comparación
con la de Round, la armadura no tenía un altorrelieve en el casco sino que este estaba pintando
para representar exactamente lo mismo, aunque también podría ser por el estatus social del que
provenga; todo aquello tenían sin cuidado al joven bajo la armadura, de la que sólo sobresalían
unas orejas café que se levantaban varios centímetros por encima de él, confiriéndole un aura de
ternura que contrastaba con las manchas de sangre que aún marcaban las paredes de las casas,
pequeñas partes del suelo y en los puestos de guardia de la muralla, incluso en las armaduras de
los soldados más descuidados; marcas que ni la lluvia reciente han quitado aún.

El joven soldado llega por fin a una fogata que se encontraba cerca de una atalaya, desde la cual se
puede ver bastante camino pues este sigue de cerca el río en su camino hacia el sur; a un costado
del fuego se encontraba un soldado sin casco, su armadura era mucho más nueva y en los
hombros tenía un detalle en colores rojos y dorado, este soldado poseía un gorro frigio, típico de
los de las regiones del sur de Certkara, pero, en aquel campamento, sólo había un soldado que lo
usaba: Newt Rooster. Aquél chico en la fogata no hacía más que ver el fuego consumirse, oír el
fuego crispar la madera, su mirada perdida era algo habitual desde el fatídico anuncio del capitán
Round.

—Me parece impresionante que esta aldea tenga una muralla tan bien estructurada como esta —
le comenta el chico de la armadura oxidada al melancólico Newt para romper el silencio, era
notable que detestaba verle en ese estado, así que decide sentarse frente a él mientras cumple su
turno —digo, es normal que una aldea fronteriza las tenga, pero ese no es el caso, esta ciudad no
es fronteriza, además que sus pobladores me sorprendieron de sobre manera, eran muy reacios a
rendirse.

Newt voltea a verle, nota lo borrado de los detalles del casco del chico y piensa en las muchas
batallas que ha visto ese casco, para luego terminar pensando en las peleas tontas que tenía con
su hermano en su juventud.

—Eso lo explicaron en el adiestramiento que tuvimos antes de esta misión —le contesta por fin
Newt con desdén —aunque no me extraña que no prestaras atención como de costumbre, Paul.

Paul no hizo más que reírse ante el comentario, cosa que hizo que Newt recostara su cabeza de
sobre sus propias rodillas mientras el silencio era invadido por una poderosa ráfaga que casi apaga
la fogata.

«—Los pobladores de las regiones al sureste de Ásgaran tienden a llamar a sus aldeas por el
nombre de aquellos animales que consideran sagrados, llevándolo incluso hasta ocupar el
prestigio de ser el apellido de todos los pobladores de esos poblados o teniendo un origen
etimológico en esta peculiaridad como en la Serpiente —le continua explicando con paciencia al
soldado sentado ante él —cada una de estas aldeas tiene una historia particular del porqué de
estas deidades, pero la que más cabe destacar es la del Buey, esta región era antiguamente un
asentamiento minotauro, pero fue expulsado al oeste luego de que las tribus humanas los
atacaran, luego de eso decidieron darle un puesto divino a la poderosa criatura que dominó
durante tanto tiempo este lugar, incluso, construyeron un altar al animal un par de kilómetros al
norte.

—¿Y eso qué tiene que ver con la muralla?

—La muralla vino porque los minotauros no se quedaron de brazos cruzados y reunieron un
enorme contingente para vengarse, pero los nuevos ocupantes del valle no se dejaron vencer y
tras una larga batalla terminaron ganando la batalla y su lugar —explica nuevamente Mewt,
imagina que, bajo aquél yelmo oxidado, hay un rostro bañado en curiosidad cual niño —los
pobladores construyeron estas murallas por si volvían.

Mewt se levanta y se estira un poco, llevaba mucho tiempo sentado. Le ofrece ayuda a Paul para
levantarse, van a hacer sus rondas fuera de la muralla.
—Eso explica por qué ningún hombre en esta aldea se rindió a nuestra ocupación —añade Paul
recordando que, durante la toma de la aldea, tuvieron que matar a todos los hombres de esta,
luego de esto cruzan el umbral sur de la aldea.

—A propósito de todo esto, ¿qué haces aquí siguiéndome? —Le pregunta de manera cortante
Mewt.

—Pues no he podido evitar notar tu reciente aislamiento, ya no comes ni compartes con nadie,
sólo te quedas observando al vacío —le contesta con una voz baja a Mewt, Paul busca ser asertivo,
ante todo —ni si quiera dijiste algo cuando el Mayor estaba pidiendo voluntarios para la operación
en el este, ¿qué te ocurre, amigo?

El frío nocturno es tal que se logra ver la respiración de ambos, Newt estaba con sus mejillas y
nariz sonrojadas por el frío mientras de los respiraderos del casco de Paul se ve salir aquel vapor.
El silencio tras la pregunta fue sólo sofocado por la brisa nocturna, pero en el rostro de Newt se
notaba que hacía acoplo de fuerzas para hablar al respecto.

—Es mi hermano mayor… —logra decir finalmente al soldado enlatado que tenía a su costado —
Fue asesinado en un ataque al convoy del capitán Round cuando venía a reforzarnos.

—Lamento lo ocurrido, de verdad es una tragedia —Paul le da su sentido pésame a Newt, piensa
en lo difícil que debe ser para él y en si ya habrá ido a buscar el cadáver.

—No hay nada que lamentar, conozco a mi hermano y debió morir como un hombre —le
responde dándole un pequeño golpe en el peto, la mirada de Newt cambia de la melancolía más
honda a la rabia más purulenta —el que tiene que lamentar su sola existencia es sólo una persona:
Maximillian Larz.

En ese momento el sonido de muchas voces los alarma, eran el escuadrón de Skinner, acababan
de llegar de su misión al este, Newt corrió al portal noreste de la aldea desde afuera y los vio
entrar.

—Vuelvan a sus puestos, soldados —les ordenó el sargento Liam Pocket fungiendo como portavoz
de Skinner al ver que todos se aglomeraban al alrededor de los recién llegados —más tarde
tendrán tiempo para charlar.

A Newt no le quedó más remedio que regresar a su puesto de guardia, de igual forma no le
importaba mucho lo que podían traer.

Tras el anuncio dado por Liam los soldados se dispersaron, sus informes de la misión serían
entregados por los superiores mientras el resto tendría que ir a verse con los tenientes Cassidy y
Reig para que se les asigne sus puestos de la noche, en otra ocasión sería algo de rutina y aburrido,
pero luego del anuncio de Skinner de ‘’ronda gratuita’’ todos estaban alegres, esa noche beberían
hasta el hartazgo. Skinner por su parte no le agradaba la idea de perder una apuesta, más no
dominaba su pensar y luego de bajarse de un corcel con una armadura de guerra negro decide
entrar a la casa del antiguo lord de estas tierras.

En ese momento Tom y Liam se toman su tiempo para descansar del largo caminar, sus orejas ya
no estaban erguidas, las tenían recogidas hacia atrás, como cabello; luego de sentarse sobre una
cerca se dedican a ver como los soldados se dispersan por la aldea.

—Oye, ‘‘portavoz’’, ¿Cuándo te desharás de ese mocoso? —Le pregunta Tom Riggic a Liam Pocket
justo luego de que el gran parte del escuadrón se fuera a sus posiciones, en su rostro aniñado se
notaba el cansancio, pero a pesar de su constante jadeo sus mejillas empezaban a sonrojarse a
causa del frío.

—Es cierto, ahora que lo menciones debería preguntarle al Mayor —mientras lo menciona, Liam
mueve al inconsciente Patroclo de encima de su hombro a sus brazos, donde ambos ven lo sucio
de su rostro y las facciones humildes que le caracterizan —me pregunto para qué necesitará el
Mayor a este niño.

—Lo más probables es que le haga pagar por lo que le hizo en el abrigo —responde Tom estirando
sus brazos y poniéndose de pie —Sabes que no debemos meternos en eso —se quedan viendo
como las nubes pasan rápido por encima del campamento mientras su aliento escapa al vacío en
forma visible, le estira la mano a Liam para agarrarle del hombro —Vamos, te acompaño.

Subieron a la casa tras la colina, pasando por enfrente del lugar donde estaban cautivos los
antiguos pobladores de la aldea, no eran más que niños y ancianos desabrigados, las mujeres
fueron dadas a los soldados la segunda noche y todas se encontraban muertas ya para ese
momento, tras aquel lugar de podredumbre se encontraba aquella gran casa donde vivía el lord de
esas tierras, desde donde se puede apreciar la aldea rodeada con la muralla de troncos. Luego de
entrar notan al colosal teniente Galio de pie frente al mayor Skinner, la diferencia de tamaño entre
ambos era tal, que Galio parecía un titán antiguo.

—Mira, ahí está Galio —Comenta Tom.

—Sí, me sorprende que siga de pie luego de lo que pasó en el bosque —le susurra Liam mientras
se aproximan, a esa distancia se notaba que el Mayor lo que hacía era felicitarle por su actuar
frente a la centaura en el bosque —yo estaría aterrado, ¿recuerdas su rostro?

—¿Cuál, el de la centaura? —Pregunta Tom mientras se da la vuelta para hablar con Liam, las
orejas de ambos se movían con la brisa que entraba en la habitación por la puerta abierta —por
supuesto que lo recuerdo, era el rostro de alguien que está dispuesto a matar.

—Oh, hola, chicos —escuchan desde atrás una voz proveniente de aquella sombra imponente que
pasaba por encima de ambos y al ambos girar la cabeza se dieron cuenta que era Galio el creador
de aquella sombra, este estaba con su uniforme ligero, constaba de un traje de cuero pulido tejido
a malla, bastante resistente pero también más flexible que el uniforme tradicional — ¿Qué hacen
aquí? ¿‘‘Aun hablando de eso’’?
—Oh, Galio, realmente veníamos a hablar con el Mayor —le responde Liam de manera nerviosa, el
chico se le hace ya pesado —queríamos saber qué hacer con este niño.

—Si era sólo por eso el Mayor ya me dijo que los hagamos sentir cómodos —contesta Galio sin
verlos, sólo veía a la chica inconsciente que llevaba en brazos, el rostro de esta estaba entre lodo y
sangre aun húmedos, cosa que hacía pensar a Tom que lo que los mantenía húmedos era el
babear de Galio —así que los pondremos con los demás.

—Oye, Gal, ¿ya le pediste permiso al jefe para quedarte con esa chica luego de que todo esto
acabe? —le pregunta Tom tanteando lo que Galio con sus ojos abiertos como plato luego de oír
esto confirma —digo, es obvio que le tienes ganas, y no es algo que demuestres por muchas
chicas.

Galio tartamudea un poco antes de que entre el capitán Round y los vea ahí parados sin hacer
nada, ellos no notan sus venas brotarse en su robusto rostro.

—¡¿Qué hacen aquí que no han ido a prepararse para sus rondas?! —Les grita el Capitán mientras
estos se ponen firmes frente a él, para luego al notar que dos de ellos cargan los rehenes, Round
deja de hablar, voltea a ver hacia la puerta donde se encuentra Skinner y regresa la mirada a la
chica — Así que lo consiguió, atrapó a la metamorfa.

—¡Sí señor! —le contesta rápidamente Tom aun sabiendo que Round no lo preguntaba en serio.

Round se da cuenta de la broma de Tom y le lanza una mirada fulminante.

—Retírense a poner esos rehenes junto con los demás, luego vayan a colocarse la armadura
completa y a seguir instrucciones de los encargados de presentarlas en sus respectivas tiendas de
campaña —les ordena por último Round antes de retirarse, necesitaba saber que haría a
continuación Skinner.

—¡Sí señor! —le contestan los tres al unísono, luego de eso salen por la puerta en fila, cerrándola
tras de sí y dejando a Round solo para caminar hasta la habitación del Mayor.

Avanzando por aquellos pasillos donde la luz de vela era muy limitada en cuanto a detalles que se
puedan apreciar, Round avanza por él, preguntándose a sí mismo si Skinner logró matar al maldito
de Larz, el capitán termina llegando hasta la puerta se posa frente a él como la entrada al
despacho del lord. Toca y al escuchar la aprobación del Mayor este entra y lo ve, observando por
una ventana cerrada que se encuentra tras el escritorio de aquél antiguo señor de la aldea, sus
orejas se encontraban entrelazadas cayendo sobre su cabeza junto a su cabello, simulando una
trenza.

—Es increíble ver todo lo que desciende de un simple sátiro, ¿No crees, Louis? —Dice Skinner al
aire sin siquiera voltearse.
—Simple evolución, querido Lyon —le contesta rápidamente Round siguiéndole el juego mientras
cierra la puerta tras sí, al ver sobre el escritorio el abrigo que antes usaba en el bosque —No
puedo creer que aún me sorprenda porque atrapaste a la mocosa.

Skinner se limita a observar por la ventana cómo los soldados hacen fila para entrar, ya con su
armadura puesta, en la antigua vivienda donde se decidió repartir parte de la reserva de vino del
pueblo.

—Aunque no entiendo el porqué del chico que llevaba el sargento —Round se pregunta qué le
pasa a Skinner, aunque recuerda que desde la academia él ya era así —¿encontraste también a la
comadreja de Larz?

—Fue un insolente, un insolente que me pagará lo que hizo y la pequeña comadreja sigue oculta
de nosotros —contesta de nuevo sin voltear —Capitán Louis Round, considero que es mejor
preparar a sus tropas antes de seguir con esta espléndida conversación.

— ¿A qué se refiere, Mayor?, ¿bajo qué amenaza estamos ahora? —pregunta Round colocando su
diestra sobre su espada en la vaina, quizá irritándose un poco por el cómo Skinner lleva la
conversación, odiaba que él fuera así.

—Las tropas del ejército real de Angostura, liderados por el mismísimo príncipe y pronto rey de la
‘‘Perla de los bosques’’ Romulus Piar, está avanzando para un enfrentamiento directo con las
tropas certkarianas apostadas en “El Buey” —Termina de decir Skinner tal y como si leyera un
informe, cosa que inquietó bastante a Round —Lo mejor ante esto, capitán, es que prepare la
contra ofensiva de inmediato.

—¡Sí señor! —responde Round recordando el cómo a Skinner le gustan los protocolos cuando las
cosas se ponen tensas, sólo que en esta ocasión se tomará una licencia —con todo respeto, Lyon,
¿de dónde sacaste esa información?

—Oh, pues es muy fácil —en ese momento el Mayor se gira de manera dramática, mostrando que
en su dedo índice izquierdo se hallaba posado un pequeño colibrí de un completo color caoba
acicalando sus plumas —me lo dijo un pajarito, capitán.

Mientras tanto, afuera, en el encercado donde tenían a los rehenes, donde el hedor por la mierda
de los cautivos y los cadáveres de aquellos que no han recibido comida o que no han aguantado el
frío por traer puesto solamente prendas ligeras confieren al aire un color de espesor verde. En
aquél lugar es donde Patroclo intenta despertar a Galak, la chica se encontraba recostada justo
sobre uno de estos purulentos cadáveres.

—¡Gal, despierta! —es lo que repetía el chico una y otra vez, hasta que toma la iniciativa de
abofetearla con fuerza, no deseaba, pero no había de otra, un par de cachetadas fuertes fueron
necesarias para hacerla reaccionar.

—¿Qué pasa? —pregunta Galak, pero luego se sostiene la cabeza, el dolor es muy fuerte.
—Eso mismo quería preguntarte yo a ti —le reclama Patroclo mientras levanta las manos para que
vea las esposas metálicas que lleva puestas —¿Qué es esto?

—Parecen esposas —contesta Galak soltándose la cabeza, parece que el dolor baja de intensidad
hasta llegar a ser una aceptable jaqueca.

—¡Ya lo sé, idiota! Me refería a: ¿Qué carajos hacemos aquí, atrapados en un lugar donde
despiertas rodeado de muertos? —le replica Patroclo a Galak que aún se encuentra algo aturdida,
él intenta mantenerse calmado, pero no puede evitar recordar en algo lo que pasó aquél día que
atacaron su aldea.

Galak reacciona finalmente e inspeccionar el lugar, ve como la verja tiene una parte exterior de
una valla normal, pero posee otra interna que termina formando una cúpula a unos cuatro metros
por encima de ellos, nota también que en grandes partes de la ‘‘jaula’’ la iluminación es pobre,
gracias en parte al cielo sin luna de esa noche.

—Estamos en un corral de liebres de Gazeek, por lo que explica que lo alto de la jaula es para
evitar saltos con intenciones de escape —comenta ella mientras intenta acomodar sus manos, en
la cara de Patroclo se notaba que ya quería interrumpir para dar su opinión, pero al este ver que
tenía más que decir la dejó —Al ser un corral de liebres es perfecto para mantener a la población
civil que… —En ese momento Galak se da cuenta que el lugar donde tenía recostada la cabeza
hace un rato era un cadáver en un avanzado estado de descomposición, razón por la cual no logra
evitar vomitar al pensar que tuvo su cabeza puesta sobre la panza abierta de aquella abuelita.

—Eso ya lo sé, soy de campo como tú, Gal —le dice Patroclo intentando no desesperar ante el
lento análisis de la chica —quisiera volver con mi familia…

—Oye, cálmate ¿sí?, lo siento, te sacaré de aquí en cuanto… —Galak intenta convertirse en una
pequeña ratona para soltarse de sus ataduras y ayudar al niño a volver, pero no logra cambiar en
lo más mínimo, cosa que la frustra hasta el punto en que forcejea antes de sentarse vencida y
observar que en los bordes de las esposas hay un bajo relieve —¿Qué demonios son estas cosas?

Gal sigue forcejeando, cosa que llama la atención de un certkariano que toca la cerca en
advertencia.

—¡Oye!, deja de hacer eso o despertarás mañana con la única posibilidad de comer toda tu
comida en estofado —Le comenta el guardia certkariano, su armadura le daba un aire muy regio.

El guardia se retira seguido de un soldado más que le dice ‘‘Oye, eso fue muy gracioso’’, dejándole
relativamente solos nuevamente.

—Esos malditos sólo deben callarse en vez de mandar a callar —comenta el chico con bajo
volumen para que no le oigan.

—Relájate, Patroclo —le ordena Galak mientras piensa en cómo librarse de esas esposas.
—¿Y me dices a mí que me calme cuando tú eres la única que atrae atención de guardias? —
pregunta Patro de manera retórica.

Galak voltea a verle y le fulmina con la mirada, hace tiempo que no era tan expresiva, sólo lo era
con las personas de su aldea natal.

—Ok, primero averigüemos qué me pasa y lograremos salir —Comenta Galak, en ese momento le
invade el deseo, esa necesidad de voltear a ver a Patroclo y decirle ‘‘lo siento, lamento que te
hayan arrastrado a esto por mi culpa’’, pero decide no hacerlo, no soportaría la pena.

—Es inútil, jovencita, esas cadenas están preparadas especialmente para usuarios de magia —
Comenta una voz desde una esquina del cerco.

—¿Esposas mágicas? —pregunta Galak viéndolas, nota que el grabado simula una escena religiosa.

—Justamente, no hay forma de que uses magia mientras las uses.

—¿Quién eres? —pregunta Patroclo tanteándose los bolsillos buscando su navaja, pero
obviamente no estará.

—Yo era el respetado curandero de una gran nación —contesta la voz con melancolía, el silencio
se hace presente mientras un soldado pasa cerca, luego de esto continúa hablando —pueden
llamarme Greg.

—A mi puedes decirme Patroclo, y a la zarrapastrosa que anda haciendo escándalos la puedes


llamar Galak —le dice con una sonrisa al ver como ella lo miraba con odio.

Galak no puede evitar acercarse a Greg, desea verle mejor para conversar más a fondo sobre las
esposas y este se encontraba en la parte más oscura del corral, Patroclo le sigue de cerca mientras
avanza los cinco metros que les separan.

—Creo que es mejor que ambos se queden por allá —Advierte Greg, su tono se sentía
amenazante, por lo que los chicos decidieron desistir, aunque no sin curiosidad.

—Greg, ¿explícame bien cómo me deshago de estas cosas? —pregunta Galak sin titubeos.

—Pues las esposas anti magia sólo dejarán de funcionar si usas su respectiva llave, cosa que no
tienes, o aplicas magia desde el exterior —Explica Greg, luego toce secamente y se detiene a
pensar, cosa que pone de nervios a Patroclo.

—¿Magia externa?, ¿cualquier tipo de magia externa?, ¿Puede ser hasta una brisa mágica? —
pregunta Galak jugando con la paciencia de Greg, sin saber cómo reaccionaría.

—Es como si forzaras unas esposas comunes, sólo que, con magia, una cantidad moderada de
magia arcana la liberaría —culmina Greg intentando no dejarle cabos sueltos de nuevo.

Galak se mira las muñecas un poco y de inmediato se pone a pensar cómo romperlas.
—¿Cómo terminaste aquí, Greg? —Pregunta Patroclo sin perder tiempo, cosa que hace pensar a
Greg que son unos niños mal educados para no tratarle de ‘‘usted.’’

—Es una historia simple, pero triste: buscaba una cura para mi familia enferma y terminé
husmeando más de la cuenta —culmina Greg mientras Patroclo queda bastante inconforme con lo
resumido de la historia —Y ustedes, ¿qué les pasó para acabar en un corral donde encierran a las
personas que no pudieron luchar por su libertad?

Patroclo ríe ante lo teatral que sonó Greg.

—Pues es simple: esta tonta hizo que nos atraparan —Acusa Patroclo a Galak, la cual sale del
letargo de sus pensamientos.

—¿Qué? —pregunta la pobre sin entender de qué hablan.

—Descuida, sólo comento que eres una pésima en la cacería —le ‘‘consuela’’ Patroclo a Galak.

—Mira, ‘‘chico maravilla’’, no me hagas hablar porque no te va a gustar, déjame pensar tranquila
—amenaza Gal con un ultimátum que deja a Patroclo preocupado por su veracidad.

En ese momento, Galak se fija que hay un gran alboroto al ver pasar gritando a un certkariano
robusto y con varias cicatrices en su cara, mandando a todos a sus puestos de batalla, al ver el mar
de soldados pasar alrededor del corral nota como los ancianos y niños demacrados les rehúyen a
los bordes y se abrazan en el centro.

—Me toca llevarle la metamorfa a Skinner —oye decir de aquel soldado con cicatrices y orejas
peludas mientras se acerca a la puerta del corral para abrirla.

—Gal, quédate detrás de mí —le susurra Patroclo en el oído a la chica al tiempo que corre hacia la
puerta abierta para salir del corral.

—¡No, Patroclo! —Le susurra Galak inútilmente pues la ignora mientras ella gatea hasta donde
está él.

Patroclo corre a toda velocidad preparando una tacleada, la oscuridad jugará a su favor, eso
pensó, pero al acercarse demasiado a Round este le propina una patada como si fuese una pelota
de soccer, la fuerza de esta lo manda a volar por el corral hasta el otro extremo. Galak al ver esto
va a toda velocidad donde Patroclo se desplomó, arrodillarse a su costado ve como de la boca
brota sangre, parece que le rompió una muela con esa patada.

—¡Eres un hijo de perra! —le grita Galak girándose para darle una patada, pero también es
detenida fácilmente, no conforme con esto, Round le propina una bofetada que le deja marca en
la mejilla. Galak sintió unas fuertes ganas de llorar por la impotencia, pero se las aguantó, decidió
sólo mirar con rabia a Round, sujeto que le pasaba en altura un rato largo.
—Esas no son palabras que le acepte decir a la chica que, en ayuda de un traidor, derrotó a mis
hombres en sólo cuestión de minutos —le comenta Round desde la altura donde la observa
mientras con su velluda mano derecha le soba hipócritamente el cachete a Galak mientras se le
pone cada vez más rojo —ahora te la pondré fácil, ‘‘princesita’’, el chico pagará por cualquier
golpe o patada que me intentes propinar, ¿está claro? —le pregunta acercando su rostro al de ella
para intimidarle, pero ella le responde escupiéndole un ojo, cosa que él se toma tan mal que le
mete un golpe tan fuerte en la cara que Galak siente como le bailaron los dientes por un
momento, dejándola semi dormida. Mientras ella es llevada arrastrada por los cabellos lo último
que recuerda era una enorme sombra donde debía hallarse Greg. Recuerda ver gente pasar y ella
entrar a un lugar para luego ser arrojada al suelo.

Al Galak volver en sí, notó que estaba sentada en una habitación muy poco decorada, más bien
parecía un almacén, estaba desatada y sin las cadenas anti magia.

—Al fin sales del letargo, querida —Comenta Skinner a su lado derecho, parado frente a una mesa
de trabajo donde parecían trabajar la carne de liebre, sobre esta estaba aquel abrigo que usó hace
horas en el bosque, ahora llevaba un delantal de carnicero mientras arreglaba unos utensilios —
llevas dormida trece minutos, minutos que se pierden así que me tomé la libertad de colocarte
ropas más decentes.

Gal nota que su ropa es similar a la de una granjera acaudalada, frente a esta hay un espejo y ve
que hasta le colocaron un cintillo, sus greñas despeinadas se hallaban en su lugar, pero su rostro
estaba hinchado, se intenta tocar justo donde le pegó Round, pero le arde de sobremanera.

—¡Ups! Lo siento, querida, sabía que se me olvidaba algo — Skinner se acerca de manera amable a
ella haciendo que Galak retroceda, pero con un movimiento de sus manos todo el ardor en su
mejilla desaparece y al verse al espejo nota que no tiene nada, su rostro volvió a la normalidad —
Louis tiende a ser algo rudo a veces, debiste conocerlo en la academia era…

—¿Qué es lo que desea de mí? —interrumpe Gal tajantemente, haciendo que se propagara un
silencio incomodo en la habitación hasta que Gal vuelve a hablar —¿Sabes que puedo escapar en
cualquier momento?

—Antes de que hagas un movimiento extraño estarías muerta, querida —le contesta ya de
manera más seria, y luego también decide contestarle lo primero —¿Qué tanto sabes de historia,
querida?

—No mucho.

—Pues te la resumiré, Antes, en este valle vivía una única especie bípeda, llamada sátiros, de ellos
surgieron dos especies, los centauros y los minotauros, especies que siempre han luchado por el
dominio de estas tierras, todo cambió cuando ascendió al poder Res- Qüajad, era el más poderoso
campeón de los minotauros, ni si quiera la magia centaura lo afectaba, su reinado fue vasto y
amenazaba con crear un poderoso imperio…
—¡Al grano! —le reclama Galak ante el repaso.

—Estoy resumiendo, maldita ingrata, de contarte cada evento puntual duraríamos un día o más,
agradece —Skinner se notaba con menos paciencia que antes, empezaba a odiar a Galak —Cómo
iba diciendo: … Un imperio que abarcaría más allá del valle, incluso pudo ser el reino unificador de
Certkara, pero una alianza entre humanos y centauros acabó con toda pretensión de expansión,
derrocaron al tirano y expulsaron a los minotauros. El punto es que, desde esa época hasta la
actualidad, los minotauros se han vuelto muy escasos y uno de los mejores métodos para
devolverlos a la vida es usando un metamorfo ya que estos no sólo copian sino que se transforman
a un nivel imperceptible en esa criatura, el problema es que son algo escasos incluso pensábamos
que estaba extintos, pero nos enteramos de un metamorfo vivo en las aldeas del sureste de
Ásgaran así que vinimos por él (por ti, dado el caso), y es por eso que necesito que te conviertas en
uno para poder recuperar la especie.

—¿Para qué me cuentas todo esto? —pregunta Galak extrañada anta la verborrea de Skinner,
pero luego cae en cuenta de un detalle que le hace eco entre todo lo que acaba de oír —Un
segundo… ¿Me estás diciendo que toda esta guerra comenzó por mí?

—Porque necesito explicar las cosas para que la gente entienda la magnitud de lo que hago y no,
la guerra inició hace más de tres semanas en la frontera suroeste de tu país, sólo digamos que fue
tu existencia la que la trajo hasta acá, hasta un pueblo tan insignificante como este —le responde
mientras busca un frasco que parece un prototipo de tubo de ensayo —Ahora apresúrate y
transfórmate que necesito esa sangre.

Galak no puede dar crédito a lo que oye, «ella y sólo ella era el motivo por el que la guerra llego a
su tierra, fue la razón por la que mamá murió, fue la razón por la que Orión murió. Ella era tan
responsable como Skinner» ese debate aguijoneaba su pensar, mientras una parte lo negaba la
otra parte se lo repetía hasta el hartazgo.

—¿Y bien? —Pregunta Skinner mirándole fijamente.

—Pues lamento decirte que no te ayudaré en lo absoluto —Niega con la cabeza.

—Excelente, creo que disfrutaré ‘‘motivándote a hacerlo’’ —Comenta Skinner, más que extrañado,
contento.

Skinner truena sus dedos y entra un soldado certkariano que tira en el suelo a un Patroclo mal
herido, su rostro parece una masa de carne.

—¡Patroclo…! —Le grita Galak y se tira a su lado a ayudarle en sentarse, pero está muy atontado.

—Bueno querida, dependiendo de tu ‘‘colaboración’’ tu amiguito mejorará o perecerá —En ese


momento Skinner gira su mano y el rostro de Patroclo perdió su hinchazón y regresa a la
normalidad.

—¿Galak? —pregunta Patroclo aun desorientado —¿Qué pasa aquí?


—Tú amiga tiene que ayudarme con una actividad de conciencia animal, eso es todo —le comenta
relajadamente a Patroclo que recupera el sentido, y al ver a Skinner salta a darle un golpe, pero
este no logra dar más de dos pasos y luego se paraliza en el sitio —yo no haría lo que planeabas
hacer, cariño, controlo todo lo que pasa en esta habitación, así que quietos y todo saldrá bien.

—¡Déjalo en paz! —le exige Galak desde donde está de pie —él no tiene nada que ver, tú me
quieres es a mí.

—No me importa, transfórmate —dice suavemente.

—Gal, no lo hagas —le suplica el pequeño Patroclo, pero al decir esto su dedo índice de su mano
izquierda es quebrado inmediatamente tirándolo en el suelo para retorcerse de dolor.

—No interfieras —le sugiere fríamente el Mayor al adolescente, luego voltea a ver a Galak con la
misma mirada inexpresiva —Transfórmate.

—Por favor, no lo lastimes —Suplica Galak al ver al chico en el suelo sobándose el dedo.

—No me importa, por cada vez que diga transfórmate algo malo le pasará —luego de explicarlo de
manera tan seria todo el brazo izquierdo de Patroclo se quiebra en miles de pedazos causándole
un dolor indescriptible —Transfórmate.

—¡Ok, no lo hagas más, por favor!... ¡para! —En ese momento Galak se pone en cuatro intentando
internalizar la idea de la bestia que quiere, en ese momento, lo que más le aterra a Galak es que
esta situación viola toda sus reglas de transformación: no puede transformarse en algo más
grande que ella, no puede transformarse en algo que no conozca y no puede transformarse en un
ser mitológico; todo aquello pesaba en la mente de Galak en ese momento, pero su cuerpo
empezaba a reaccionar, los nervios y las lágrimas estaban latentes, más ella no iba dejarse
amedrentar más por ello.

De repente a Galak le empezaron a salir unos cuernos de toro y una cola de vaca, pero su
concentración la traicionó, sólo podía pensar en toros y vacas. Ella cae al suelo agotada de todo el
esfuerzo.

—Lo intentaré de nuevo, espera —Luego de decir eso oye algo que se rompe, como tela, y quiere
pensar que su mente le ha jugado una mala pasada, pero al voltear a ver a Patroclo lo que queda
de él es una masa de músculos en el suelo de un color tan pálido que raya en lo gris y al voltear la
mirada hacia arriba ve la piel de Patroclo flotando en el aire, con una bola de sangre
manteniéndolo suspendido en él.

—Transfórmate —dice Skinner suavemente.

En ese preciso instante todo en Galak explotó, su desquebrajada mente sólo buscaba responsables
ante el mar de piezas que dejaron, y en esa búsqueda Skinner estaba más que calificado. Luego de
lanzar un grito de locura al aire, ella corre hacia el Mayor con todas sus fuerzas e intenta asestarle
un golpe, en su mente no hay más que eso, ella intenta golpear a la basura humana que sólo
merece sufrimiento, pero en la vida real Galak hizo algo inconcebible: transformó tres cuartas
partes de su brazo en uno de un minotauro tamaño natural y casi logra asestar un golpe a Skinner,
un Skinner que no halla expresión que demuestre su orgullo. Galak no logró golpear a Skinner
porque sus poderes de hemomancia la detuvieron.

—¡¿Ves?!, eres especial, siempre has podido y siempre confié en ti, pequeña Galak —le dice con el
tono de voz más dulce existente, cual padre motivacional. La sangre sale del brazo de Galak en
forma de un hilillo rojo hacia el frasco que el Mayor sacó anteriormente —Con un poco de
motivación puedes lograr grandes cosas, linda. Por cierto, tu amiguito ya estaba condenado a
morir de todas formas, pero al menos fue muy útil.

Mientras Skinner va a por el abrigo que está en el mesón, la sangre que mantenía suspendida la
piel cuasi intacta de Patroclo pronto empieza a cercenarle la cabeza a la piel para acercársela a
Skinner. Él se acerca a Galak con su abrigo en mano.

—Lo bueno es que tu amigo tapará el hoyo que él mismo hizo —le dice con una sonrisa genuina en
su rostro, mostrándole de cerca ese abrigo, los largos pelos eran en realidad cabellos de diferentes
rostros cocidos unos con otros hasta formar un abrigo de cuero.

Galak no consigue hablar más allá que un par de gemidos que suelta, la culpa la invade y no deja
de pensar en todo lo que acaba de pasar justo ahí, en aquella habitación.

—Bueno, esto lo coceré después, primero lo primero —Skinner hace un gesto con la mano y de un
corte mínimo de circulación deja embobada a Galak, aprovecha esto para colocarle las esposas,
luego deja el abrigo en el mesó y busca el frasco de sangre —Debo llevarle una muestra a Cassidy
para que empiece, después de lo de hoy me alegra haber dejado a Reig explorando la ubicación
del altar del Buey.

En ese momento Skinner chasquea los dedos y al minuto entra el enorme soldado conocido como
Galio, que nada más entrar en la habitación observa a Galak con su nuevo vestido no le quita el ojo
de encima.

—Teniente Galio Granand, necesito que escolte a la señorita hasta la alcoba de la lady, al final de
aquél pasillo, y encárguese de vigilarla, después de todo es nuestra invitada —luego de dar esa
orden Skinner se retira por el pasillo no sin antes despedirse de manera amable de aquella Galak
aturdida —pronto te mostraré el abrigo cuando esté restaurado, querida — parece que en esta
ocasión se encuentran en otra casa de la aldea, una más modesta.

Galio camina apresuradamente por aquél pasillo angosto llevando a una atontada Galak de la
mano hasta llegar a la habitación asignada, una que no posee ventanas y la cama es matrimonial,
Galio se apresura a cerrar la puerta con llave mientras Galak, sentada en la cama como está, sólo
puede pensar en cómo había dejado morir a tantas personas frente a ella.
«Es el momento, Galio, no la cagues» se repetía a si mismo mientras se acercaba para sentarse en
la cama a su lado, verla con aquel vestido lo volvía loco, hasta las manchas de sangre salpicadas en
su rostro le daban un toque de sensualidad.

—Hola —le dice de la manera más tímida que podría sonar de un ser tan corpulento como él. Cosa
que Galak ignoró por completo.

En ese momento y sin previo aviso Galio besa a Galak intentando meter su lengua en su boca,
Galak, que reacciona evita esto arrimándose de su lado, pero el teniente que no aceptaba un ‘‘No’’
por respuesta le agarra desde la base del cabello y la obliga a continuar el beso, en los momentos
que Galak se resiste mordiéndole la lengua esta recibe un par de puñetazos que le hacen ver
doble, hinchándole nuevamente la cara.

—Por favor, no —suplica Galak con una voz débil.

—Te amo demasiado y creo que te haría bien en aceptarlo —responde con un tono nervioso en su
voz.

Luego de esto Galio se pone de pie y se baja los pantalones de la armadura mientras que una
Galak amoreteada se escapa a toda velocidad al otro borde de la cama. Galio la alcanza jalándola
por los cabellos, cuando esta se encuentra de nuevo frente a él se da cuenta que el pene de Galio
se encuentra justo en su cara y él aprovecha para restregárselo suavemente por esta.

—Si llegas a morderlo, sólo una vez, te sacaré los dientes —le susurra Galio al oído de la misma
manera tímida como se presentó, el aliento de aquél hombre jamás lo olvidará Galak, era el olor
de la basura.

Luego de este aviso el procede a introducir su miembro en la boca de Galak y decide llevar el ritmo
de la felación agarrando a Galak por la base de la cabellera como si le hiciera una cola de caballo.
Gal sólo logra gemir y de sus ojos brotan lágrimas tan dulces como azúcar, pero amargas en su
contexto, que hacen su camino por aquellas mejillas hinchadas hasta gotear.

«Por favor, sácame de aquí, por favor, ayúdame… ¡Mamá!, ¡Papá!, ¡Orión!, ¡¡¡MAX!!!» se repetía
eso una y otra vez mientras intentaba concentrarse en transformarse en loba, osa o cualquier
animal que la sacara de ahí.

En aquél momento en que el deseo de Galak fue tan intenso, su collar empezó a brillar, un brillo
azul opaco que electrificó de manera leve a Galio en el miembro, haciéndole retroceder.

«El pozo» piensa al verle flotar frente a sus ojos.

Galio no se lo pensó dos veces y desenvainó su espada, pero todo fue inútil cuando el collar
explotó arrojándoles a los dos en direcciones opuestas directo a las respectivas paredes. Galak se
levantó justo luego de esto y notó que las esposas mágicas se habían roto, la emoción que le llego
se entremezcló al ver que Galio no se desmayó del todo, sino que sólo fue disparado para atrás.
—¡MALDITO! —grita Galak mientras corre para meterle una patada en la cara del coloso,
aprovecha su abatida condición para quitarle la espada de la mano, luego de esto ve como Galio
algo abatido dice en voz alta «—¡Pero yo te amo!» cosa que ella ignora y se dedica a apuñalarle
repetidas veces, con toda la rabia e impotencia que sentía por fin siendo liberada —¡MALDITO!
¡MALDITO! ¡¡¡MALDITOOOOO!!!

Cuando en el rostro de aquél soldado no quedaba más que un amasijo de carne fue cuando Gal
por fin soltó la espada, agotada y, viéndose las mano, se deja caer en el llanto, uno que sería capaz
de mellar en el alma de cualquiera que se encontrara cerca, un llanto que no pudo controlar en
aquella oscura habitación, sentada sobre el cadáver de lo que fue un sombrío soldado en la noche
más oscura del mes.

De una Chispa a una Llamarada

Angostura, ciudad estado de los centauros, de noche no era más que el arrogante reino que se
negaba a ceder la noche a las estrellas, emperatrices de la oscuridad de la noche que brillaban
desde el firmamento, a veces guiando a marineros, otras veces siendo dioses de alguna civilización
novicia, ahora tienen que aceptar su destino nocturno sobre aquellos bosques, donde una
pequeña perla iluminada se rehúsa a ceder alguna concesión de brillo ante aquellas esferas de
plasma y gas a años luz de distancia. Abajo, en aquella ciudad se logra ver como un ejército de tres
mil centauros acorazados se despiden de ésta marchando hacia el espeso bosque rumbo al oeste,
más allá de donde el Orinoco le rinde tributo al río Zoroastro, un ejército que no vacilará en
detener ambiciones expansionistas de un imperio carcomido por el ansia de poder. Pero mientras
la guerra se aproxima a Angostura por el oeste, dentro de esta, en el hospital de la ciudad, en
aquél edificio donde naturaleza y centauros construyeron la utopía perfecta, se encontraba el
antiguo habitante de la ya reducida a cenizas aldea de la serpiente, Vosjod Zmeya, rodeado aun de
un sequito de enfermeras que le auxiliaban en cuanto podía para poder atender el caso de la
capitana Ágata, todas estas se encontraban en su forma bípeda, por normas del hospital y por
lógica comodidad.

—Que espléndido trabajo, profesor —le elogia una de las enfermeras a Vosjod en el momento que
este pasa a la capitana a una cama y le arropa suavemente, todas estas en su forma bípeda no
pasaban del metro sesenta de altura, dejando al profesor como la persona más alta del lugar.

Vosjod sólo veía a la chica que ahí estaba recostada, con una respiración entrecortada. Aquél
hombre apretó sus puños.

—No hay nada que celebrar —Murmura mientras busca dentro de su saco uno de sus cigarros
primitivos y lo enciende sacando fuego de su pulgar derecho, los murmullos no son muy bajos y
todas las enfermeras le oyen perfectamente —La mutilación de esta chica, se le ha quitado un
treinta por ciento de su capacidad pulmonar, se le ha removido todo su intestino grueso justo
como sus riñones, un sesenta por ciento de su hígado, perdida del casi cincuenta por ciento de su
medula espinal y eso sin hablar de sus inexistentes piernas traseras, aparatos urinarios y
reproductor, a duras penas conseguí parar la hemorragia y cerrar lo abierto cauterizando todo…
está condenada a morir.

—¡Pero está viva, profesor! —le replica la primera algo ofendida ante el pesimismo del humano.

—Aún tiene posibilidades, no es el primer caso en que un centauro ha perdido su parte posterior,
entrando en su forma bípeda hay posibilidades que recupere algunos órganos a cambio de
convertirse en sátiro —corrobora la enfermera al lado del profesor, la misma que le abrió la puerta
antes.

—La transformación ha bípeda no asegura que esta recupere órganos, es muy voluble y, para más
inri, si todo sale bien las posibilidades de que quede tullida son altas, sin contar que no podrá ser
cuadrúpeda nuevamente —contesta tajante Vosjod y luego jala una bocanada más de su cigarro
improvisado —eso no es vida, no le hemos salvado la vida a alguien, le hemos condenado a vivir
así.

Luego de esta deprimir a las enfermeras a Vosjod no le queda otra que irse de la habitación, no sin
antes dar una última mirada a aquella centaura mutilada que a pesar de su corto cabello sus
delicadas facciones le conferían su apariencia femenina, pero no evitaban que su rostro manchado
en barro mostrara dos grandes surcos por donde las lágrimas a causa de lo sucedido pasaron,
«pobre chica» pensó y cerró la puerta tras de sí. Al salir buscaba irse del establecimiento, estaba
claro que era una zona de no fumar así que buscó la salida del hospital para poder fumar
tranquilo, mientras caminaba pensaba en lo obvio que es que los centauros a su alrededor le
vieran feo por el sólo fumar, ninguno de su especie apreciaba eso, era algo en contra del sentido
común de estas criaturas, pero eso no le importaba, sabía que lo que realmente le acompañaría
por el resto de la noche hasta quitarle el sueño era el rostro de aquella chica mutilada.

«Lo lamento, Petrov, he vuelto a fallarte» dice para sí mientras da otra inhalada al cigarro por
aquél pasillo blanco.

—¡Profesor Zmeya! —grita una chica desde el final del pasillo que viene recorriendo Vosjod,
haciendo que este se detenga y se de vuelta para reconocer que es una de las enfermeras —
¡Espere, por favor!

—¿Qué desea, jovencita? —Le responde secamente mientras prueba otra vez de su cigarro antes
de tirarlo al suelo y pisarlo.

—Esto, espero me perdone por lo que voy a hacer, pero no puedo contener esto —le confiesa la
chica de manera tímida mientras ve como este la mira con aires de superioridad.

Vosjod ve a la chica agarrándose la falda mientras mantiene la mirada gacha sin decir nada que
balbuceos para sí misma.
—Oye, discúlpame, pero no tengo tiempo para confesiones de colegialas, si hay algo que plane…
—en ese momento y sin previo aviso la chica le ha dado una abofeteada con fuerza, haciendo que
la palmada resuene en todo el lugar.

La chica hizo acoplo de todo su valor para mostrar sus verdaderas emociones y, en su rostro, se
veía esa furia que le generaba.

—Por de parte de las chicas que le ayudaron en su operación le traigo todo lo que pensamos
respecto a sus últimas palabras: ‘‘Deje de despreciar la vida tal y como lo hace, no importa lo difícil
que esta sea o las circunstancia que esta genere, no hay nada más valioso que eso y nada más
valioso que cuidar y preservar cada vida sobre el mundo, lamentamos la bofetada y agradecemos
todo su trabajo con la paciente’’— luego de decir esto la chica se arrodilla y se prepara para recibir
un golpe, las piernas le tiemblan —Lo lamento mucho, profesor Zmeya, si desea desquitarse no
pondré resistencia.

Vosjod voltea a verle, mientras esta hablaba no hacía más que acariciarse la mejilla, al ver cómo
esta se arrodillaba sólo se quedó allí viéndola.

«—¿Mi motivo?...—» Dice una voz desde el fondo de sus recuerdos, haciendo que en ese
momento la memoria de Vosjod le trajera las palabras idealistas que le soltó Galak en la jaula de
aquella caravana, cuando la barba y los harapos le hacían ver a él como un vago cualquiera «—
me prometí a mí misma que no permitiría que nadie sufriera lo que yo sufrí y que le devolvería la
felicidad a todos—»aquellas palabras retumbaban en su cabeza junto con las de la enfermera, y
ambas, de repente, le parecían tan similares a aquel chico que invade sus pensamientos con
aquella sonrisa.

—No es necesario —Le contesta Vosjod mientras ve como esta le devuelve la mirada aliviada.

En ese momento se oye un escándalo en un par de habitaciones de distancia en el pasillo donde


estaban estos.

—¿Qué será eso? —pregunta la enfermera mientras avanza escuchando quejidos y golpes contra
paredes —Por favor, acompáñeme Profesor.

Vosjod no se resiste a la petición en base a que él también tenía curiosidad por el origen de este
alboroto. Al pararse justo en frente de la habitación este se dispone a abrir la puerta y ver que era
otra sala de cuidados de enfermos, pero esta se encontraba totalmente arrasada y, en el medio de
esta, estaba un Certkariano atado con correas de hierro a una camilla de ruedas mientras hacía
esfuerzos enormes por liberarse, intentaba gritar, pero una mordaza en la boca se lo impedía.

—¿Quién es este pobre diablo? —pregunta Vosjod mientras se acaricia la mejilla, hace días que se
afeitó la cara su rostro se notaba más joven.

—No lo sé, no fui la enfermera que lo está tratando —contesta la enfermera mientras observa
desde el borde de la puerta.
—Es un soldado certkariano que fue herido en un duelo, nos lo trajeron para atenderlo y
devolverlo a su celda —contesta una voz con miedo desde dentro de la habitación, cuando
asoman la cabeza Vosjod y la enfermera se dan cuenta que es otra de estas asustada en el rincón
de la habitación —¿podrían avisarles a los soldados que ya se lo pueden llevar, por favor? —Su
rostro expresa terror mientras pronuncia estas palabras.

Vosjod entra en la habitación y lo ve de frente, el certkariano detiene sus erráticos intentos de


liberarse y acepta el reto del duelo de miradas frunciendo el entrecejo al anciano.

—¿Sabes su nombre? —pregunta volteando a ver a la enfermera arrinconada.

—¿Ah? ¡S-si!, la información de su placa de reconocimiento lo reconoce como Butch Rooster —


contesta algo extrañada la enfermera.

En ese momento Vosjod lo mira con un aire de curiosidad y luego de un rato le remueve la
mordaza de la boca, no era más que trapos sucios.

—¡Cuidado! —Grita la enfermera desde la puerta mientras llama a su compañera para que salga
junto con esta de la habitación.

—Hola Butch, ¿cómo te sientes? —pregunta el profesor con amabilidad, para extrañeza de las
enfermeras.

—¿Y eso a usted que le importa, viejo? —pregunta de vuelta Butch escupiendo al suelo.

En ese momento Vosjod le da un puñetazo contundente en la cara a Butch, haciendo este empiece
a sangrar segundos luego del impacto.

—Así no se les contesta a tus mayores, Butch —le sermonea de manera irónica levantándole la
cara con la yema de su pulgar e índice —pero tienes puntos extra por tratarme de usted y no
tutearme.

Butch sólo se limita a escupirle la sangre en la cara al profesor, este sólo se la toca y le devuelve el
gesto junto con un golpe muy cargado a la altura del diafragma haciendo que el certkariano pierda
el aire.

—¿Señor Zmeya? —Pregunta una de las enfermeras desde atrás de él.

—Decidí llevarme esta basura a su lugar, así que les haré el favor —Dice mientras recuesta de
nuevo la cama a su posición para que las ruedas cumplan su función —¿No tienen problema
alguno con ello?

—N-no, para nada —Contesta la enfermera que acaba de salir de la sala.

—Entonces con esto estamos, nos vemos mañana —Se despide de ellas mientras se pierde en los
pasillos llevando al soldado.
Por el pasillo sólo se oía el rechinar de las ruedas de aquella camilla hecha en base a madera.
Butch observaba a ese hombre mayor llevándole recostado sobre la camilla vestido con ropas
ligeras que ni si quiera eran las suyas y sentía que en su rostro de humano de la tercera edad
recién afeitado había algo familiar.

—Hey, viejo, ¿Te conozco de algún lado? —le suelta escuetamente a ver si pillaba, pensó por un
momento en ser cortés, pero ese puñetazo que aún le dolía su memoria celular le impedía
considerarlo seriamente.

—Increíblemente no y, por fortuna para ti, es el motivo por el cual lo único que debes lamentar en
estos momentos son esas encías sangrantes que tienes. —le responde el viejo tranquilamente,
cosa que deja en silencio al certkariano pensando en el ‘‘¿a qué se referirá?’’ —Aquella tarde era
bastante fresca, había una neblina muy espesa por lo que mi sobrino nos preparó algo de café
caliente, llevaba más de una semana desde que había vuelto a mi aldea natal, años de malas
experiencias y perdidas irrecuperables me habían hecho reflexionar en volver a mis raíces
buscando la paz que necesito para mis últimos días… llegaron de entre la niebla como lobos
sedientos de sangre, sólo se oían los gritos y llantos alrededor, hice a los míos entrar a la casa e
hice una barrera para proteger la casa.

Butch sólo se dedica a oír lo que decía, tenía sus propios recuerdos sobre un día similar: el ataque
a la aldea de La Cabra, ese día sufrieron la emboscada temprana de los hombres de la aldea, por lo
que la operación se dificultó un poco, pero luego llegar al poblado fue facil. La puerta del hospital
se abre dejando salir al par mientras ruedan la camilla por todo el camino ya vacío de transeúntes
por las altas horas de la noche y el toque de queda declarado horas antes.

—Quise salir a luchar, salir y defender a aquellas personas que tuve la dicha de ver crecer
conmigo, sus hijos y los hijos de sus hijos; personas que oía gritar desde el umbral de la puerta,
pero mi sobrino se antepuso en mi camino implorándome, suplicándome que no saliera, que no
arriesgara mi vida allá afuera y muriera como un perro —sigue relatando Vosjod mientras avanza,
el certkariano nota como las manos le tiemblan mientras empuja la camilla donde yace —pero yo
los podía salvar, lo sabía, estaba seguro de eso, lo sabía en mi interior… y aun así decidí quedarme
con mi familia, pero a cambio, hasta el momento en que nos sacaron de la casa como rehenes
matando así a mi sobrina, me mantuve de pie ante la ventana para recordarlos, ver sus rostros,
mirar la muerte a la cara y memorizar a todos cuanto pude ver aquella tarde de los tuyos,
monstruos sedientos de sangre capaces de matar hasta a un infante con tal de cumplir sus
objetivos.

En ese momento sólo se oía el silbido que soltaban las ruedas de la camilla al avanzar por esas
calles tan espaciosas y solitarias de Angostura.

—Jamás olvidaré a ninguno de ellos como jamás olvidaré como caminar o cómo respirar y sé
perfectamente, cuales son las facciones de un homicida de tu especie, y tú no eres de esos que
asesinan porque su sangre los llama, quizá lo harías por órdenes o porque la vida de alguien
dependiera de ello, pero jamás por placer —le cuenta ya aligerando el tono mientras dan un cruce
—Tu rostro sólo refleja dolor y sufrimiento, son las mismas facciones que muestran mi familia allá
en aquella habitación por encima de sus sonrisas y falso júbilo.

—¿Y si te dijera que estuve allí ese día? —pregunta finalmente Butch, pero sin mirar a los ojos al
mago —¿Si te dijera que también maté a tu gente ese mismo día y que te equivocas, qué harías?

—Pues me tocaría aceptar el que estuve en frente de uno de los asesinos de mi pueblo creyendo
que no —contesta Vosjod sin miramientos.

—¿Qué te hace pensar que los demás no mentirán para que les perdones? —pregunta muy
inquieto sobre aquella camilla.

—Que sé diferenciar alguien que está arrepentido de alguien que mata por placer, eso es todo, de
equivocarme sólo me quedaría aceptar mi error —contesta finiquitando cualquier intención de
duda en Butch.

En ese momento la camilla se detiene justo frente a un edificio que, como otros, es una amalgama
entre construcción y naturaleza, su tamaño es modesto en comparación de otras construcciones
en la ciudad, cabe resaltar que la forma que tiene aquél edificio es la de una torre de no más de
seis metros de altura, con unas escaleras internas y por fuera un grupo de tres guardias
custodiando; dos de estos guardias se percatan de los recién llegados y se apresuran a impedirles
el paso.

—Alto, esta es una zona restringida —proclama rápidamente el guardia armado de la derecha, se
nota que su fastidio por el trabajo es el tratar con público, junto con sus otros compañeros llevan
en su equipamiento una alabarda y llevan envainada una espada corta —Identifíquense,
caballeros.

—¿Ese no es el certkariano que salió de aquí hace unas horas? —menciona el de la izquierda
acercándose tras el primero, este tenía una mirada mucho más recia ante Vosjod.

—Soy Vosjod Zmeya, encargado de conseguir la cura a su… dolencia colectiva —se presenta
observando los pequeños tajos emplumados que tienen cada guardia en diferentes partes de su
cuerpo.

—Entiendo —ataja a contestar el de la derecha ante esta presentación con algo de incertidumbre
— y ¿qué hace usted por aquí a tan altas horas con un certkariano rehén?

Vosjod los mira fijamente, nota algo de suspicacia en estos.

—Estaba yéndome a mis aposentos luego de atender un caso grave de una compatriota vuestra
cuando vi que una enfermera tuvo problemas con este disidente y accedí a traerle como cortesía
—les explica finalmente, esperando que no se convirtiera en un problema mayor.

Los guardias se miran a las caras y luego retiran las alabardas para ceder el paso a la camilla, pero
al pasar el mago lo detienen y separan de Butch.
—Lo siento, pero su paso estará restringido, esta zona es de ingreso exclusivo militar —contesta el
guardia de la izquierda con cierto aire de superioridad.

Butch vira la mirada hacia el guardia que recién habló y le mira con desprecio; pero en ese
momento, y para sorpresa de ambos, el viejo Vosjod le devolvió una pequeña carcajada.

—Como si me importara en qué lugar guardan sus porquerías. No te confundas, mi amigo, sólo
estoy aquí para ayudarles a solventar su ‘‘virus colectivo’’ y nada más —responde Vosjod con una
cretina sonrisa en su rostro mientras se gira y camina en dirección a su habitación, dejando a los
guardias con deseos de seguir la discusión por medios ‘‘no pacíficos’’.

En ese preciso instante un gran estruendo se oye desde el gran pino que se encontraba a no más
de treinta metros de la torre donde hacían guardia. El estruendo fue tal que luego de sonar desde
la misma puerta de la torre emergió una inmensa cantidad de polvo formando una espesa nube.

Vosjod voltea y presencia aquél espectáculo mientras oye como no menos de cuatro personas
tosen a la vez, muy probablemente por la nube de humo que incluso llega a cubrir la visión total
alrededor de ellos.

—¿Se encuentran bien? —pregunta el viejo, pero sin recibir una respuesta concreta, luego
empieza a oír cosas como ‘‘¿Qué demonios fue eso?’’, ‘‘Parece el inicio de alguna revuelta dentro
de los calabozos, creo que fue el certkariano ciego que atrapamos’’, ‘‘Pero bueno: ¿es que no
podemos parar en problemas?’’; suponía que fuesen los guardias porque acto seguido oyó su
galopar perderse entre los ecos de un pasillo.

«Como ya lo dije, no es que me importe mucho lo que pase aquí mientras estemos bien» piensa
firmemente mientras se cubre la boca y avanza ante aquella nube viendo en el suelo las marcas de
camino.

—¡Viejo mago, ¿Está allí?! —se oye entre la nube de polvo, se notaba que era Butch porque
seguido de estos gritos se escuchaba el bambonear de la camilla —¡Viejo!

—¡Deja el escándalo, chico! —grita mientras avanza hacia la fuente de estos sonidos que
consideraba molestos, al llegar a tocar la camilla se detiene agarrando de nuevo las manillas —No
es necesario hacerlo cuando las personas se encuentran cerca.

—Necesito su ayuda, libéreme de estas ataduras —Dice el joven certkariano para luego morderse
la lengua, fueron pocas las veces que le ha tocado que tragarse su orgullo como en esta ocasión;
mucho más al darse un silencio incómodo.

—¿Liberar a un verdugo del país en el que habito?, ¿A caso me crees lunático? —contesta en tono
desafiante ante esa descabellada petición.

Butch muerde muy duramente su lengua causándose un dolor bastante agudo, pero sin romperse,
luego de esto afloja su apretón para volver a hablar.
—Libérame y te daré los nombres de todos aquellos que estuvieron aquella tarde en tu pueblo,
anciano; te mencionaré cada uno de los nombres si así lo deseas —suplica de manera bastante
lastimera, se notaba que le dolía tener que recurrir a esto.

La espesa nube de polvo empieza a despejarse poco a poco, pero a una velocidad muy lenta.

—¿A caso me crees un emo vengador que irá por las cabezas de cada uno de tus compañeros? —
le pregunta Vosjod a Butch de una manera que le hace sentir estúpido —¿Crees que yo
abandonaré todo, así como así por ir en búsqueda de aquello que consumió vidas inocentes?

Butch le mira con rabia y confusión ante esa respuesta.

—¡¿Entonces qué planeas?, ¿huir eternamente de nosotros mientras te excusas en ‘‘pude


haberles ayudado, pero soy muy cobarde para pelear’’? —Ya para este momento era obvio que
Butch no controlaba lo que decía, su mente sólo expresaba aquello que sentía como algo falto de
sentido, algo que le hacía recordar a aquel bastardo de Larz.

—Se nota que eres un muchacho y que no entiende el mundo —contesta finalmente Vosjod ante
la furia de Butch.

En ese momento la nube de polvo se dispersó en todas direcciones, mostrando como ambos se
hallaban solos frente a la Torre que conlleva a La Antillana. Butch de repente nota como las
cadenas que le rodean se oxidan con tal rapidez que pareciera más que estén prendidas en llamas;
al ponerse de pie luego de remover esas cadenas desgastadas, ve como el anillo de Vosjod brilla
en un intenso azul mientras este enciende un cigarro con una pequeña llamarada que sale de la
yema de su pulgar cual cerillo.

—No voy a malgastar mi vida persiguiendo seres que realmente no valen ni mi tiempo, tengo a los
míos y son todo lo que necesito proteger por ahora —luego de decir y de dar una larga bocanada a
su cigarro, mira a Butch con ojos de ira pura —Pero si llego a conseguírmelos en el camino que
tome, juro que no dejaré más que polvo para fertilizar mi felicidad.

De La Perla a La Antillana

La noche no era rival para la encantada ciudad de Angostura, el brillante ejército de orbes que
iluminan la ciudad no permiten que la penumbra ocupe el lugar que le corresponde; y es en la
entrada de esta metrópoli donde los huestes de más de tres mil centauros armados, organizados
en tres bloques bien diferenciados, simétricos; escuchando atentos al discurso de su líder, el
soberano de estas tierras, acorazado con una armadura azul rey y ornamentada de manera
exquisita, estaba sobre un podio improvisado dando ánimos a sus tropas, diciendo quienes serían
sus líderes y el porqué de esta batalla tan repentina, todos miraban maravillados a su príncipe, el
hecho de que la armadura tuviese el detalle de colocarle un par de alas doradas en su lomo le
daba un aire cuasi divino.
—¡Mami ‘‘mida’’, es el ‘‘pincipe’’! —grita un pequeño centauro desde la ventana de su casa en un
elevado piso de un pino colosal. Su piel era bastante blanca y contrastaba con sus negros cabellos,
parecía una versión joven del príncipe, pero su andar era bastante endeble, se notaba que era muy
frágil.

—Ven cariño, pasa dentro, recuerda que estamos en toque de queda por la guerra —comenta la
mamá agarrándole en brazos y llevándole dentro.

—Pero no le asustes, cariño, todos sabemos que Su Majestad nos protegerá como siempre lo ha
hecho —el padre se acerca luego de decir esto y le hace unas cosquillas en su barriga.

—¡Viva el ‘‘pincipe’’!

Ellos lograban oír el discurso del príncipe de por una transmisión que se emitía por una extraña
protuberancia que parecía provenir del pino, una rama seca que terminaba en una piña que se
tambalea entre vibraciones por cada palabra que dice el regente, cada hogar de la ciudad podía oír
el discurso, incluso al otro extremo de la ciudad, en las profundidades de La Antillana, grandes
telarañas colgadas de estalactitas, aquel lugar era bastante oscuro, los orbes que aquí iluminaban
la penumbra no era más que pequeños restos de luciérnagas gigantes que murieron al removerles
la cabeza, más una constante cantidad de savia que pasa a través de ramas de árboles en la
superficie le provee al cuerpo comatoso de aquellas antiguas luciérnagas energía suficiente para
que iluminen constantemente; incluso en La Perla, donde la pintura original de las paredes es de
un blanco perlado, pero que se encuentra curtido de suciedad, barro y sangre seca, las celdas de
este lugar se encuentran en su mayoría vacías tras una puerta de acero de cuarenta y cinco
centímetros de grosor, pero en tres de ellas habitaban tres prisioneros especiales, uno de ellos en
un plácido sueño y otros dos conversando entre ellos.

Max tenía un aspecto verdaderamente lastimero, había recibido una descarga por el mero hecho
de tocar los barrotes de la celda, electrificados con un maleficio bastante potente, sin vendas
mostraba las cuencas vacías de sus ojos a un anciano sátiro de prolongada barba y de ropa
harapienta, restos de esta tras el muestran un desgarrado traje militar; ambos se hallaban
sentados en sus celdas, uno en el suelo donde cayó luego de la descarga y el otro en su cama de
piedra.

—¿Aun no logras relajarte del todo? —le pregunta el hombre a Max, más de cerca se le nota más
joven de lo que aparenta por la enorme barba, pero su voz áspera no le ayuda.

—Sé que este plan requiere que espere a que las circunstancias estén dadas… pero siento que
cada segundo que pasa ella puede estar en un enorme problema —se nota en su voz que intenta
sonar calmado, aun le duele todo el cuerpo.

—Pero ¿qué es lo que pueden hacerle a la jovencita?, ¿es por el título que posee de princesa?,
¿acaso creen que es la verdadera?
—Pues ellos no saben si ella es princesa o no, sólo el General Quirón lo intuyó, el problema es que
ellos no buscaban a una persona en específico, ellos iban tras el rumor de un poderoso mago
humano que había alcanzado el poder de la polimorfia —explica de manera exaltada mientras se
oye de lejos como culmina el discurso del príncipe en la ya dañada telaraña exclusiva de La Perla,
se notaba que no le habían hecho mantenimiento.

—Un humano polimórfico, hace décadas que no oigo de uno, creí que los humanos habían perdido
ya su conexión con la magia antigua —comenta el sátiro mientras se acaricia la barba, los ojos de
este se ven bastantes acostumbrados a la oscuridad.

—Por eso es sorprendente que maneje esa magia a tan temprana edad —comenta él sin ocultar su
sorpresa —con lo poco que me ha contado al respecto, ella jamás ha tocado un libro de magia y
fueron pocas las veces que salía de su aldea.

—Una chica así puede ser muy valiosa para estudios arcanos, pero lo que no logro entender es
para qué una nación tan extremista contra la magia como lo es Certkara —medita el compañero
de Max —además, sé que sonará impertinente de mi parte, pero ¿qué hace un certkariano como
tú con una chica como esa?

—Yo tampoco sé más de sus intenciones, pero una cosa es segura, ella está en peligro mortal —
comenta de manera seria mientras se toma su tiempo para contestar la siguiente, buscando con
qué palabras decirlo —Y con respecto a nosotros… ella me salvó de morir de hipotermia y a
cambio de ello me pidió que le acompañara a buscar… —inhala profundamente y exhala —la Vía
Láctea.

—¿Me estás diciendo que luego de ser salvado prometiste acompañar a una pequeña niña por
aquí y por allá en búsqueda de un cuento para niños? —le pregunta con obvio escepticismo, pero
sin mostrarlo en su tono de voz, aunque se nota que le cuesta comentarlo por su áspera voz —He
oído de historias fantásticas, pero esta es increíble.

—Yo también tuve una discusión con ella al respecto, pero llegamos a un acuerdo —contesta
sobándose la parte trasera de su cabeza.

—¿Cuál fue?

—Es un secreto entre ambos.

En ese momento suenan los engranajes de acero que conforman la puerta del La Perla, era obvio
que entraría un soldado a aquella prisión en la cumbre de aquella escalera en espiral de La
Antillana.

—Bueno, luego me contarás como te cogerás a una niña pequeña, ahora prepárate, ante todo —le
replica en vos baja a Max a lo que este se coloca en posición como si fuese a realizar una maratón.
Luego de que aquella pesada puerta se abriera por completo, entraron dos centauros carceleros,
llevaban sus armaduras algo oxidadas, estaban armados cada uno con una espada corta y un
látigo, traían la cena; un puré que parecía insípido a simple vista.

—¡Agh! — grita uno de ellos.

—¿Qué te ocurre? —voltea a ver el otro, le parecía raro porque estaba apartado de las celdas y
estaban solos en aquel lugar.

—Pisé algo baboso, creo que es mierda de ratón —inquiere el primero sintiéndose asqueado
mientras sacude su pata trasera con rapidez.

—¡Ja!, al menos no te ha mordido una rata verdadera, las de aquí son horriblemente grandes y lo
peor es que son ciegas —comenta jocosamente el segundo.

—¿O sea que serían estúpidas y chocarían conmigo de estar por ahí? —pregunta el primero
intentando limpiarse la pata con el puré de su bandeja.

—Lo dudo, detectan las cosas con eco-localización, así que te pueden ver sin verte —dice el
segundo terminando de reír.

A ambos guardias les desagradaba la idea de darles de comer a traidores como aquellos que
tenían en frente, por ello hace mucho habían ideado una buena manera de alimentarlos y
divertirse a la vez: cuando traían la comida empezaban a catapultarla con ayuda de las cucharillas
hacia dentro de las celdas, cayera donde cayese la comida el reo debía comérsela o, de lo
contrario, no comería nada hasta el siguiente día.

—Este día estoy animado, así que le daré primero —comenta el segundo.

—Está bien, yo quiero ver como disfruta de ultimo el postre que le traje al nuevo —comenta
señalando la parte del puré que contenía mierda de rata.

El segundo no esperó mucho y empezó su faena con un ‘‘¡Suelten bombas!’’ de manera muy
infantil y lanzó los primeros catapultazos que impactaron en las paredes detrás del viejo, molesto
ante la nueva tranquilidad de este el carcelero le apunta la siguiente a la cara, cosa que consigue
atinar, pero sin recibir alguna respuesta, el reo parecía estar en un trance.

—Creo que este está muerto —comenta el primero haciendo que la frustración del segundo se
agudice.

—¡Oye, viejo, deja de dormir, es hora de comer! —le grita el segundo bastante indignado ante su
pasividad.

Sin darse cuenta ninguno de los guardias y, como pasaba a menudo cuando aquél reo decidía no
comerse sus alimentos, pequeñas ratas sin ojos empezaron a emerger de la oscuridad para
comerse los restos de comida dispersos en el suelo, era un festín que disfrutaban bastante por la
escasez de alimentos en aquella pocilga.

—¿Ya los ubicaste bien, chico? —pregunta el viejo sin abrir los ojos si quiera, haciendo que los
centauros se extrañen.

—Desde que entraron, Pari —responde Max con algo de chulería.

—Entonces prepárate… —sentencia el viejo y acto seguido Max se tapa los oídos con las manos.

En ese momento, el viejo empieza a hacer unos gestos extraños con la mano, haciendo que las
ratas que se encontraban alrededor empiecen a retorcerse de dolor, las pobres se intentan
sostener la cabeza con sus pequeñas patitas, finalmente, comienzan a chillar de manera
desesperada, pero al ser un chillido ultrasónico no logra ser audible por los centauros ahí
presentes que ven de manera extrañada a un Paria mover las manos.

—Oye, anciano, ¿qué haces? —pregunta el segundo soltando la bandeja y llevando su mano
derecha hasta el látigo —Si no te detienes nos veremos obligados a entrar a doblegarte.

El segundo también se preparaba ante la eventualidad de lastimar al anciano para que se calmara,
pero no se esperaban es que el tercer reo, el que se encontraba a la izquierda de la celda de Max,
por fin despertara y empezara a emitir gritos de dolor como si estuviesen perforando si estuviesen
taladrando su cráneo.

—¡¡¡DETENER GRITOS, DOLOR GRANTE, INSOPORTAR!!! —grita la mole de músculos que se


encuentra en aquella celda.

Max a duras penas logra aguantar lanzarse al suelo a gimotear, aun con las orejas obstruidas el
sonido entraba en su cabeza dándole mareos y hasta ganas de vomitar.

Fue justo segundos después de que los guardias se prepararan para amedrentar al paria que la
mole de músculos se abalanza contra los barrotes a pesar de que se estuviese electrocutando,
parecía como si esto no le doliera en lo absoluto. Al ver que esto no funciona opta por retroceder
y dar un par de embestidas extras que hacen temblar el suelo de una manera muy aterradora, ya
que La perla se encuentra en parte suspendida sobre el vacío del abismo por encima de La
Antillana.

—¡¡¡DETENER AHORAAAAAA!!! —grita el centauro de diez metros de altura que embiste por
cuarta vez y empuja los barrotes de su jaula estrellándolos contra el otro extremo con fuerza
fulminante.

En ese momento es cuando los gritos de las ratas se detienen y Pari sale de su trance y nota que
los barrotes que mantenían a Max también han sido afectados haciendo una enorme separación
entre estos.

—¡Max, ahora! —Le grita el viejo a Max que aún se encontraba en el suelo.
Max se levanta y se abalanza hacia el frente, impactando con uno de los barrotes, en esta ocasión
se recuperaba de los chillidos que le habían afectado también el equilibrio.

—¡Rodrigo, haz algo! —le implora el segundo guardia al primero, pero era imposible pues ambos
se estaban meando encima al ver a tan descomunal mole libre y capaz de matarlos con un simple
movimiento de dedos. Max por su parte aprovecha esa última súplica para volverlos a ubicar y por
fin atacarlos con una tacleada haciéndole una llave al primero y rompiéndole el cuello. El segundo
despierta de su miedo y desenfunda su látigo, pero al acercarse tanto a los barrotes de Pari este le
agarra de las patas traseras y le hace caer al suelo, cosa que aprovecha Max para darle un
derechazo que lo fulmina en seco.

—¿Estas bien, chico? —pregunta finalmente Pari al ver como Max aún no se sostiene del todo en
pie.

—Sí, no es nada que una buena cerveza no arregle — acto seguido de esto vomita sobre el cadáver
del primero.

—Excelente, ¡oye, Boves! —grita Pari al camastrón que está descontrolado metiendo golpes a la
puerta cerrada, este se voltea aun con mirada encendida en fuego —¡Necesito que me ayudes
aquí, no me liberaste!

—Liberar… —Boves medita un poco el significado de esta palabra antes de embestir los barrotes
que mantienen a Pari, en esta ocasión no necesito tantas embestidas porque cuando rompió el
primero rompió el circuito mágico que lo fortalecía, ya ni electrocuta.

Luego de un par de temblores logró hacer una abertura lo suficientemente grande como para que
el anciano saliera de su encarcelamiento.

—¿Y Boves sabe hacer otra cosa que no sea lanzar puñetazos o lanzar verbos al aire? —pregunta
Max mientras se limpia la boca, sosteniéndose de un escombro de las embestidas.

—El pobre Boves era un asesino, un despiadado cacique que aterraba las llanuras al sur de
Angostura, luego de caer en un duelo contra el General Páez, cayó preso por nuestra gente y
décadas de encierro junto con experimentos realizados por el Rey Cesar, y después por Quirón, le
frieron la mente —cuenta como si fuera una tragedia conocida —con el tiempo se ha vuelto una
excelente compañía con la cual charlar, pero de su antigua personalidad sólo queda aquel odio por
los centauros.

—Bien, no tenemos tiempo que perder, dile a tu mascota que vuele esa bóveda y salgamos de
aquí pronto —dice Max, pero al dar dos pasos cae al suelo sin poder levantarse.

—Creo que será mejor que nos dejes a nosotros el resto —comenta Pari con cierta sonrisa en su
rostro, removiendo la espada corta del cadáver de uno de los guardias y colocándose en una
posición de esgrima —Por cierto, si realmente deseas saber mi nombre sólo dime Miranda.
En ese momento Boves hace volar la puerta de acero junto con parte de la pared, creando una
enorme humareda que cubre toda la prisión hasta el oscuro fondo. Dejando al descubierto una
veintena de guardas bien atrincherados en la escalera en espiral, la escalera era angosta, pero lo
suficientemente grande como para que diez guardas se apostaran uno al lado del otro con
enormes escudos anti motín.

—Ya me siento algo mejor —comenta Max aproximándose a Miranda por la espalda, sosteniendo
también la otra espada corta.

—Ok, lo único que te voy a decir es que te alejes de esos látigos, no dejes que te toquen —
advierte cual maestro —es en serio.

—¡Vuelvan a sus celdas, reos traidores, es la guardia real de la prisión La Antillana! —anuncia un
centauro gritando a través de la nube de escombros que empieza a dispersarse —Háganlo ahora o
nos veremos obligados a usar la fuerza.

En ese momento los centauros preparan las alabardas para avanzar y, detrás del grupo de diez
soldados frontales, se dispone una batería de diez centauros arqueros.

—¿Y no puedes usar el truco de las ratas de nuevo con ellos? —pregunta Max algo curioso.

—Es inútil, sólo oídos sensibles son capaces de oír esa frecuencia y los centauros no poseen tal
oído —contesta Miranda haciendo un gesto con las manos —¿Ya estás listo, Boves?

Los centauros empiezan a tensar los arcos con flechas encendidas en llamas a la vez que Boves se
prepara para lanzarse contra la barricada.

—Un momento, pero entonces ¿por qué Boves sí lo oía? —Pregunta extrañado Max, mientras
Boves empieza a agitarse y unas protuberancias se hacen visibles sobre su cabeza sacando lo que
parecen unos cuernos cada vez más grandes.

—Ah, es cierto, nunca te lo dije, la razón por la que Boves es tan macizo y puede oír frecuencias
altas es que es un hibrido, es un cincuenta por ciento minotauro o algo así —confiesa entre risas
para luego voltear a ver a Boves con un par de cuernos de diez centímetros de diámetro y metro
treinta de largo saliendo de su maciza cabeza —¡AHORA BOVES, TACLEALOS!

Con la velocidad de y la potencia de una locomotora Boves ha embestido a la muchedumbre de


centauros, reventando su defensa de escudos e incrustándose sin mucho problema las lanzas en
su maciza piel, pero mandando a volar a los centauros que cruzó con sus cuernos por los aires
partidos en dos luego de sacudir su cabeza bañando a los que aún quedan cerca de este, y a sí
mismo, de sangre.

Los carceleros Juan y Cipriano ven todo tras la línea de arqueros; el espectáculo de ver como
Boves revienta a golpes a un par de cráneos a los primeros centauros en la línea de escudos
despierta la sed de sangre de Juan, que busca sacar su maza y lanzarse hacia el frente, pero es
detenido por Cipriano que le dice —Aun no, espera la orden.
—¡FUEGO! —grita el Eleazar al ver como la barricada de centauros está por ceder ante Boves.

De manera coordinada y con bastante pericia los arqueros disparan sus flechas al rojo vivo y gran
parte de estas se incrustan en la espalda descubierta de Boves, haciéndole despertar en una cólera
muy poderosa.

—¡Bien, Boves, da otra tacleada! —le ordena Miranda, luego se voltea a ver a Max que se
intentaba recomponer por completo —es nuestro turno de actuar.

En ese momento Boves ágilmente retrocede dejando los cadáveres de centauros aplastados por su
embestida o puño e intenta preparar otra tacleada. En su piel se notan las heridas de las armas de
los guardias, pero su musculatura es tal que, a pesar de tener cortes perfectamente quirúrgicos y
notarse las capas de piel en algunos puntos o de estar bañado en sangre, no se le nota cansado o
abatido; sólo las flechas hirviendo se las tuvo que quitar en lo que pudo por el dolor que
generaban.

—¡Recarguen y reagrúpense! —ordena Eleazar mientras ve como la línea guaridas en la parte


posterior pasan al frente para formar los escudos que defiendan la batería de arqueros —¿Alguien
tiene noticias de la ayuda que mandamos a pedir a las fuerzas de la superficie?

—¡No, señor; nos informan que los soldados ya partieron para el enfrentamiento al oeste de la
ciudad! —comenta un soldado raso que viene desde la puerta.

«Esto se ve mal, los de la primera barricada fueron fulminados y ni si quiera pudieron sacar sus
látigos reductores, a este paso nos va a borrar en su segunda tacleada y no tenemos más refuerzos
que los miembros de la prisión» piensa para sí Eleazar viendo que apenas han pasado cuatro
guardias para reforzar el frente mientras y que la tacleada los agarraría sin ser aun diez. Piensa en
que sería mejor hacerles pasar en forma bípeda, pero se demorarían más entre transformar y
destransformar.

—Déjame ir al frente, Elly —pide Juan sin reparo en mostrar la sed de sangre que corroe su mirada
y acelera su respirar —yo lo contendré.

—No, Juan, te necesito atrás, junto con Cipriano controlando el resto de reos que aprovecharían la
confusión —le niega Eleazar viendo como este no se podía controlar.

En ese momento, del otro lado del campo, Max y Miranda avanzan hasta alcanzar la retaguardia
de Boves.

—Recuerda, ahora nos impulsaremos por encima de Boves —le dice a Max, este piensa en si podrá
por el reciente mareo que le aqueja, pero Miranda no repara en voltear a ver a Boves y decirle —
Bien, grandulón… ¡AHORA, EMBISTELOS!

Boves, embiste esta vez con más afinco a la barricada que no superaba los seis hombres, miranda
y Max corren tras él y se impulsan para cruzar por los aires a la barricada y llegar a la zona de
arqueros, así robar un arco y un carcaj para Max. Mientras este es el plan de los prófugos, desde el
otro lado Juan desconoce las ordenes de Eleazar, pasa a su lado aprovechando su descuido, se
acerca a la barricada que está a punto de ser embestidas por una mole y, esquivando el ataque del
hibrido, le incrusta una lanza en su omóplato, produciendo que este se desvíe en su embestida y
esquive a la batería de arqueros estrellándose contra la pared y haciendo que este pierda el
equilibrio caiga en el abismo del centro, no sin antes arrastrar a los pocos que no fueron
aplastados por la ‘‘apisonadora’’ de Boves y, entre ellos, el mismo Juan con él en caída libre hasta
estrellarse sobre la arena en la que Max y Butch combatieron horas antes.

A pesar de la caída de Boves Max y Miranda atacan a los arqueros que no se esperaban ver como
ambos quedaban justo detrás de estos. Haciendo estocadas precisas de esgrima, por parte de
Miranda y cortes simulando una katana samurái, por parte de Max; ambos acaban con la batería
de arqueros, pero sin poder herir a Eleazar que logra retroceder en una pieza hasta el grupo de
guardias que está liderado por Cipriano y, en vista de que sólo quedan Miranda y Max, envainan
sus espadas y sacan sus curiosos látigos qué, al desenrollarse, muestran sus espinas.

—¿No te duele matar compatriotas? —pregunta Max a Miranda mientras le cubre las espaldas
para que busque un arco y flechas tanteando entre los muertos.

—¿Doler?, jamás me dolerá la sangre derramada con tanto empeño —contesta Miranda viendo
los manchones en la espada corta que usa, algo oxidada, pero lo suficiente pulida para reflejar su
rostro y barba con manchas de sangre, cosa que le agitan seriamente —Había olvidado lo
satisfactorio que es esto, matar, matar, ¡MATAR!

Dicho esto, Miranda se lanza hacia el frente y se enfrenta a varios guardias, esquivando sus
latigazos en el proceso, sacándole las vísceras a varios en el proceso, haciendo cortes limpios en
los menos habilidosos y destripando a los que se defienden mejor. Max, asombrado ante su
respuesta, aprovecha los chasquidos de las armas para disparar las flechas, pero sabe que no se
siente lo suficientemente recuperado para atinar, además de que poco a poco Miranda va
alejándose haciendo más difícil a este oír a donde disparar.

—¿Cuál es la historia de este monstruo? —pregunta Cipriano viendo el espectáculo de sangre que
deja tras de sí miranda.

—Lo único que sé es que era consejero del Rey Cesar, pero este fue encarcelado luego de
descubrir un complot a punto de ser perpetrado por este en contra de Su Majestad —Dice Eleazar
mientras saca su látigo y prepara el escudo corto que le trajeron sus ayudantes —dicen que su
captura fue incluso más complicada que Boves, dejó un mar de cadáveres tras su cabeza, entre
ellos el curioso caso de los soldados que cuando empezaron a buscarle en los bosques.

—¿Qué tenían de especial? —Pregunta Cipriano extrañado.

—Que dentro de estos había ardillas haciendo nido y, lo que sacaron de la autopsia de los cuerpos,
es que estos murieron por una cantidad masiva de mordeduras de ardillas; este sujeto hizo que los
animales del bosque enloquecieran y atacaran todo lo que se les acercase —Comenta bajándose el
Yelmo y avanzando, al frente estaba una estela de cadáveres hechos por Miranda.
Mientras tanto, mucho más abajo, en la plataforma suspendida; Juan se levanta, tuvo la fortuna
de caer sobre Boves, fortuna que, el resto que estaba bajo él, no tuvieron. Este se baja del enorme
cadáver para darse cuenta que estaba muy mal herido, cinco costillas rotas, una pata posterior
fracturada y un hombro dislocado le mantenían bastante fuera de batalla.

Lo importante es que se sentía realizado, había matado a una bestia colosal, aunque le daba
tristeza no poder torturarle en su agonía. Pero eso era algo que olvidaría al notar que, tras de sí,
aquella mole de músculo vuelve a ponerse de pie poco a poco, sacándose la alabarda de la
clavícula y tirándola al abismo.

—Centauro vivo… aplastar sin piedad—balbucea Boves sacudiendo la cabeza un poco al ver a
Juan, al moverse de donde se encontraba se ven los restos aplastados de los centauros que
cayeron bajo él.

—Creo que la voy a tener complicada con esta bestia, que divertido —Sonríe para luego toser unas
gotas de sangre, luego se dispone a sacar su maza que aún le cuelga del cinturón.

En ese momento, Juan oye un escándalo provenir desde el pasillo de la entrada norte.

—Este es una curiosa vía de escape —se oye con eco desde el pasillo.

—Ya te dije que no escapo, estoy buscando al bastardo de Larz, necesito la revancha —responde
una voz gruñona —¿Y tú que carajos haces siguiéndome?

—Pues eres mi responsabilidad desde que te liberé, así que tengo que ver que no hagas mucho
desastre —responde la voz taciturna.

De pronto del pasillo emergen dos sombras, no son más que Butch y Vosjod.

—Aunque no te voy a engañar, tengo mucho sueño, así que lo que vayas a hacer hazlo ya para
poder irme —añade Vosjod dándole un último jalón al cigarro antes de tirarle al suelo y aplastarlo.

—Ya te dije que no tienes que venir a ser de niñero, no te necesito —responde Butch mientras
contempla lo que hay frente a él: un hibrido de diez metros de alto sobre la plataforma frente a un
centauro algo gordo y bastante herido, una amalgama de cuerpos aplastados tras la abominación;
una abominación dispuesta a atacar todo lo que se mueva.

Palabras

La pradera de Res-Qüajad, que en otro momento era un asentamiento de los poderosos


minotauros ahora no es más que un montón de praderas salvajes con una ‘‘aldea fortificada’’ a
orillas del río Zoroastro, poderosa corriente de agua que a esta altura y en estas horas del día
posee aguas no por encima de los cinco grados centígrados, la proximidad de la época de invierno
ha hecho de la estepa una extensión de tierra austera de vida, al menos hasta la próxima
primavera no volvería a ver verde, ni si quiera en las colinas cercanas o en la cadenas montañosas
del norte ni del noroestes, sólo al este se levanta aquel bosque que poco a poco daba paso a los
colosales pinos que forman parte de la arquitectura Angostureña. La noche cubría todo esto de un
negro infinito, la falta de luna dejaba indefensas a las estrellas en el cielo, que intentaban en vano
iluminar el firmamento y sin poder darnos un hermoso espectáculo de constelaciones y nebulosas
planetarias ya que una fuerte neblina se empezó a hacer presente bajando desde el norte, desde
el inmenso pico Tristán.

La aldea del Buey se encontraba en penumbra, sus enormes atalayas, otrora símbolos de defensa
y resguardo se encontraban ahora semi destruidas, la guerra hizo que cinco días de constante
asedio les redujera a más de la mitad de su altura (y aun con todo seguían asomándose tras las
murallas unos pocos metros). Calles desoladas y casas abandonadas era lo que dejaron Skinner y
sus hombres tras de sí; todos aquellos soldados se encontraban reunidos a las afueras del
poblado, todos ellos con frío, esperando a que el gong de la guerra vuelva a sonar, vuelva a
levantarles para la acción y así reclamar sangre fresca; todos ellos anhelaban las batallas por venir,
para esos les entrenaban. Los certkarianos se hallaban reunidos más no ordenados en las afueras,
conversaban entre ellos, todos con sus armaduras puestas y viseras abajo, algunos exhibiendo sus
vistosos detalles ornamentales y otros preguntándose si morirían en esta misma noche.

De entre todas las armaduras ahí reunidas, simples, gruesas o detalladas, la del capitán Round era
sin duda la que más resaltaba: tenía suficientes detalles de exquisita naturaleza cultura como para
demostrar su estatus, tanto social como militar, pero aun así posee algunos detalles de rudeza y
desgaste que demostraban un portador curtido en cientos de batallas; inspiraba temor y respeto
entre sus hombres por igual. Es bastante curioso ver a capitán caminar por aquel sitio, ya que a
cada paso que daba los soldados con los que se encontraban dejaban de hacer lo que sea que
estuvieran haciendo para hacerle una reverencia correspondiente, lo cual era algo gracioso ya que
El Capitán daba vueltas en círculos, se podría decir que parte de ese respeto también se debía a
que este con su armadura puesta parecía un samurái de colosal tamaño, la gran mayoría de los
soldados tan sólo le llegaban hasta sus pectorales de altura. Round se encontraba buscando
Skinner y entre aquella multitud no iba a poder conseguirlo, pensar en eso lo irritaba. En ese
momento, Round nota entre aquella multitud como un soldado anda jalando a otro del brazo, así
que se acerca a poner orden.

—Vamos, ven aquí, no seas tímido, pequeñín, Galio no será el único que se divertirá esta noche así
sea un rato —proclama el pequeño soldado en esa armadura con un acabado en alto relieve
bastante infantil, que, al prestar atención a su voz, no se trataba de otro que del teniente Tom
Riggic.

—Pero no podemos hacer cosas así, más cuando no nos queda tiempo antes de iniciar el avance —
contesta el soldado de talla ancha que está siendo jalado de un brazo, al reconocer su voz también
es fácil reconocerle como el cabo Jhenerik Goldsmith.

Los dos se encontraban tan concentrados en su discusión que no notaron como tras de ambos la
sombra de un enorme certkariano los asolaba. Round, al oír que mencionan el nombre de Galio le
recuerda como el que estaba con la metamorfa que tanto anheló Skinner.
—Oye tú, teniente —le llama con voz bastante firme al distraído Tom que al voltear lo primero
que hace reverenciar al Capitán mientras grita ‘‘¡Sí Señor!’’ —ese tal Galio del que hablas ¿no se
referirá acaso al teniente Galio Granand?

—Sí señor, de él mismo era de quien hablaba —contesta Tom sin dejar de estar firme ante Round.

—El teniente Granand era el que traía la metamorfa en manos, ¿no es así?, en estos momentos
debe estar con ella y con Skinner, así que necesito que me digan donde se encuentra su amigo —
monologuea un poco Round ante los jóvenes que sólo se mantienen en posición.

—La última vez que los vimos se dirigían a la parte norte del pueblo, señor —contesta Tom
tardando un poco en esa ocasión, no recordaba del todo si esto era cierto.

—Pero ¿no debería usted saber eso, Capitán?, digo, son cosas de altos mandos —incurre de
manera inocente Jhenerik.

Round le mira a través de su yelmo, pero no dice nada, sólo se limita a pensar en ello, decide
retirarse e ir hasta el norte del pueblo.

«Me pregunto qué estará tramando Lyon ahora, desde que llegué no me ha dicho nada y, por el
contrario, sólo he recibido orden tras orden…» se limita a pensar Round mientras avanza entre la
muchedumbre que le saluda sin el percatarse, y es así como este ingresa al pueblo, la cantidad de
soldados que hay en el pueblo es mínima en comparación a la que se encuentra fuera.

En ese momento Round se percata que, fuera del bullicio y los mares de soldados, se podía oír
como una corriente de agua bastante fuerte suena desde el pueblo, esto pone de alerta a Round;
se pregunta si son infiltrados o un ataque sorpresa.

Esa enorme armadura resonaba con cada paso que daba el Capitán, era como la furia de un
shogun andante, su trotar era formidable, se encontraba casi dando zancadas hacia el norte del
pueblo, coloca su mano derecha sobre el mango de su espada, no dejaría al infiltrado ni si quiera
tiempo de respuesta, estaba decidido a rebanarlo con una, al menos eso pensaba. Luego de cruzar
un par de calles obscuras y desoladas llega a la pequeña plaza del pueblo donde apenas da crédito
a lo que ve: hay una nube de sangre arremolinándose alrededor de lo que parece un ritual mágico,
marcado en el suelo con símbolos que Round no logra entender puesto que a él le desagrada la
magia como al certkariano promedio; en cada ángulo de aquél circulo en el suelo estaba presidido
por sacerdotes certkarianos que repetían al unísono palabras que este no lograba entender, los
sacerdotes también hacían gestos con las manos, similares a las que hace Skinner al usar su
hemomancia, se ve que la sangre que se ebulle en aquella nube proviene de un frasco, parece uno
de tamaño mediano y también de las jaulas cercanas al ritual. Pero todo lo anterior no es lo más
impresionante, lo impresionante es ver cómo, de estas mismas jaulas, proviene una cantidad
ingente de carne y huesos que fluyen cual líquido desde estas hasta el centro del círculo, donde un
esqueleto ya lleva rato siendo combinado con estos.
En ese momento aparece Skinner hablando con la teniente Cassidy Newbaker mientras se limpia
las manos con su delantal, voltea a ver a Round y se acerca a saludarle.

—Louis, viejo amigo, que yo recuerde no deberías estar aquí —interroga extrañado el Mayor, pero
sin que el tono de su voz suene petulante.

—Lyon, ¿qué es todo esto? —pregunta Round de manera respetuosa, nunca olvidaría su puesto y
su amistad antes que su duda.

—No es nada del otro mundo, sólo es la razón por la que estamos aquí —contesta sin evitar que se
le salga una risilla, Cassidy, una certkariana de cabello hasta los hombros y vestida de caballero no
puede evitar sonreír un poco ante la felicidad de su jefe. Este sólo se limita a señalar el círculo de
conjuración —Le devolvemos la vida a nuestra caballería: Res-Qüajad.

Round nota como poco a poco el cuerpo empieza a tomar forma y tamaño, mientras oye los gritos
provenir de las jaulas.

—Pero ¿no estábamos esperando a capturar al príncipe para usarlo como sacrificio? —cuestiona
no sin sentirse tonto ante algo que Skinner ya ha resuelto y por eso lo realiza.

—Lo necesitamos justo ahora, las tropas de Angostura nos superan tres a uno y es mejor eliminar
baches en nuestro ataque, además supe solventar el problema, sólo necesitábamos aumentar el
número de sacrificios humanos para compensar la corrupción genética —explica El Mayor sin afán
de presumir nada, aprovecha para acercarse a Round y le pone la mano sobre el pectoral, el
tamaño de Skinner es mucho menor al de Round y aún más con esa armadura —además para eso
tenemos a la metamorfa para que nos ayude con la sangre que nos haga falta —culmina guiñando
un ojo.

Round sólo se limita a observar el espectáculo de sonido y visual, preguntándose el por qué
apenas se entera de esto y si era de vital importancia para el ataque, este sólo aprieta los puños
con rabia e intenta no mostrar nada de ofensa.

—A propósito, Louis, ¿A qué has venido?, digo, yo no te mandé a llamar —pregunta girándose
para ver mejor como los músculos empiezan a tomar forma.

—He venido porque tienes que ir a darle el discurso a las tropas, están esperando a que les des
aliento para la batalla próxima — comenta Round dando un leve vistazo desde donde vino.

Skinner lo piensa un momento, el silencio que genera se llena por completo de los gritos ahogados
de personas en sus jaulas.

—No creo poder, ahora mismo estoy ocupado con esto y aún tengo que esperar a que llegue el
teniente Rieg Wilson del altar con las noticias —responde no sin mostrar algo de lastima, pareciera
que con todo lo que hace se le hubiera pasado, luego de pensar en que más decir voltea a ver a
Round al yelmo y le responde como si acabara de recibir un ‘‘eureka’’ —Mejor hazlo tú.
Round lo observa como si la petición que le acaba de pedir fuese lo más humillante del mundo, y
así lo era para él hasta que lo pensó más detenidamente, Skinner no le había encomendado esa
tarea a la ligera, sabía que Round se sentía inconforme, sabía que aún le dolía la degradación,
sabía que él extrañaba aquellos días de gloria en lo más alto del ejército.

«Sí, él lo sabía» sentenció.

—Señor, recuerde que el hechicero mayor pide su colaboración, dice que se le agotan las fuerzas
—le comenta Cassidy a Skinner cual secretaria, bastante cerca del oído, pero sin ser susurrado.

—¡Sí! ¡Sí!, se me olvida que los novatos son más propensos a entregar energía vital propia que de
costumbre —comenta Skinner con hastío, pero antes de retirarse le ofrece un apretón de manos a
Round, uno que siempre se dan tras cada conversación importante —Espero puedas dirigir ese
grupo de novatos.

Round sólo le mira a través de su yelmo y se limita a aceptarle el apretón.

—Verás cómo traeremos la cabeza del príncipe en un santiamén —contesta Round antes de darse
vuelta y retirarse con la frente bien en alto en dirección a las afueras del pueblo.

Este camina hasta donde ya Skinner no le logra ver, en ese momento la teniente se acerca a
hablarle al oído en tono de reproche.

—¿Aún no se cansa de enviar hombres a la muerte, señor?, ¿ahora hasta a un buen amigo? —
pregunta sin bochorno a aquél hemomante.

—Pero si así es como se hacen de valor, querida Cassidy —contesta con algo de humor en sus
palabras, más ella sabía que todo lo que decía era cierto —todos merecen una segunda
oportunidad o un chance de demostrar lo que valemos.

—No esperaba menos del mayor Skinner, mejor conocido como ‘‘La viuda negra del Certkara’’ —
comenta Cassidy sabiendo que Skinner le ha dado la suficiente confianza para que le diga lo que
piensa, además que no era sorpresa para él el apodo que se ganó después de tanto.

Y es minutos después de hablar con el sacerdote certkariano que llega un soldado a caballo
atravesando el pueblo como poseso, este se detiene cerca del ritual y hace llamar al Mayor.

—¡Mayor, es urgente, la búsqueda…! La búsqueda fue exitosa; ¡los encontramos justo donde el
mapa indicaba! —indica el soldado recuperando el aliento, su voz es bastante gruesa para su
delgada complexión y armadura.

—Así que al fin le encontraron, ¡rápido, no hay tiempo que perder, tengo que ir de inmediato! —
ordena Skinner a sus escoltas que se encontraban cerca mientras estos, esperando ya esta orden,
buscan el caballo apresuradamente.
—Pero señor, ¿no va a ayudar en el ritual? —pregunta Cassidy señalando el estado agotado de los
sacerdotes.

—Esto es más importante que una insignificante escaramuza en una ciudad abandonada de Dios.
Te dejaré a cargo de este ritual, teniente, pero cuando termine espero que me sigas los pasos,
¿entendido? —culmina Skinner subiendo al corcel y tomándole de las riendas. Necesitaba ir rápido
y no esperaría a que le terminaran de alistar la carroza.

—Como usted ordene, Mayor —contesta Cassidy haciendo una acertada reverencia, muy en el
fondo sabía que pasaría, por ello no le sorprende mucho su actitud ante esto.

Luego de ello Skinner hace un gesto con la mano y, minutos más tarde, un jarrón minúsculo flota
hasta llegar a sus manos, acto seguido este se pone en marcha junto con el teniente Rieg dejando
el ritual tras de él sin culminar.

Minutos atrás, varios kilómetros al este, en la ciudad de Angostura, más específicamente en su


entrada, las tropas ecuestres ya se encuentran organizadas y listas para el enfrentamiento de la
noche, todos portan un uniforme que combina la dureza de las placas en su parte humana y la
ligereza del cuero en gran parte de sus extremidades traseras, todos armados con diferentes
grupos de armas: escudos largos con espadas, lanzas, látigos en su gran mayoría, pero todos
poseen un arco y un carcaj lleno de flechas en su espalda; todos ellos organizados de manera que
se sienten como una legión de muchísimas más tropas; el grueso del ejército de Angostura está
ahí, las calles desoladas por el toque de queda hacen que los únicos en la entrada, un enorme
portón de madera con incrustaciones de esmeralda de no más de un metro abierto de par en par,
sean las tres mil almas listas para el combate.

Cerca de donde están las tres mil huestes están reunidos, detrás del estrado se logran apreciar a
los tres generales y al príncipe en sus impecables armaduras, armaduras de cuerpo completo,
ornamentadas de manera exquisitas y representando cada una de estas a un animal, mientras que
Ribas representa un lobo y Páez un león melenudo, Quirón representa un halcón y el príncipe
representa a un centauro alado.

Mientras el general Ribas y el general Quirón conversan en sus armaduras de guerra, Páez se
acerca al príncipe Piar para conversar unas últimas discrepancias.

—Joven príncipe, aun me preocupa que el chamán ya no esté con vida, él es quién tiene la cura
para este malestar, por favor, permita a un grupo reducido infiltrarse para buscar a los rehenes —
le implora de manera cordial y con una voz de barítono capaz de embelesar a cualquier jovencita.
Al ver la duda en su príncipe decide acotar detalles que quizá le hagan picar —incluso podrán traer
a la princesa sana y salva.

—Entiendo que es frustrante, pero si dejamos una línea descubierta, tan solo una, es suficiente
para que nos aniquilen —responde en príncipe con frustración, mientras éste duda se queda
mirando a la estatua de su padre, que se haya en uno de los costados de la entrada de su ciudad.
—Pero señor, es necesario descartar cualquier posible falla en este plan, y creo que para eso lo
mejor es que vaya yo con un grupo de soldados, juntos nos infiltraremos.

—¿Y qué pasará con los soldados al frente que necesito que dirijas?

—Pues creo que ya es tiempo para que el general Ribas empiece a demostrar que es mi digno
sucesor en estos eventos, Su Majestad —contesta Páez en tono solemne.

El príncipe duda un poco, sabe que esta nueva misión hace que las probabilidades para que Páez
muera son muchos mayores.

—Me parece que es una excelente idea, Su Majestad, pero creo que sería mejor que vaya yo —
comenta Quirón que, a pesar de la distancia a la que se encontraba, había logrado oír parte de la
conversación y se acercó a intervenir; a pesar de tener un yelmo bastante robusto algunas plumas
doradas logran asomarse por pequeñas hendiduras —digo, soy el que posee mayor facilidad en el
sigilo y, además, el general Páez tiene a sus tropas con una lealtad indiscutible, si él se los pidiera,
estas se asesinarían por él, así que creo que él debería de comandarlas.

Quirón termina su argumento y observa al príncipe, este estaba empezando a estresarse, eso le
pasaba muy a menudo ante mucha confusión.

—Temo que mi misión es también para usted, joven Quirón —añade Páez a la conversación
sorprendiendo a los demás ya, que es la primera vez en mucho tiempo en la que se refiere a
Quirón de joven y no de ‘‘general’’, esto hace que le dejan continuar sin interrupciones —usted
también debe combatir al frente de nuestras tropas, el honor de Angostura debe ser restaurado
tanto por el joven príncipe como por usted, el protector de Angostura.

Esto último dejó helado a Quirón, le hizo recordar aquella charla con Páez, una en la que recibía
ese título honorífico por parte del mayor general de la ciudad; aquél recuerdo se veía tan lejano
como su vida misma.

—Bueno, si ya lo has decidido, entonces no te detendré —comenta Quirón con una sonrisa en el
rostro —Sólo espero… tienes que regresar con vida, o de lo contrario iré a tu tumba a patearte el
trasero.

—Pero por favor, general, yo estoy pasando mi segunda juventud, esto no es nada para ‘‘El
Centauro de los Llanos’’ —contesta Páez haciendo un gesto presumiendo de sí mismo.

—Bueno, si no queda de otra… ¡General Ribas, serás el comandante de las tropas del León,
felicidades! —organiza el príncipe, se nota que también le cuesta aceptar el dejar ir a Páez a una
misión tan difícil como la que tiene al frente, más así este termina aceptando su destino y, luego
de ordenar las tropas se dirige al estrado a pronunciar unas palabras de aliento a sus tropas.

En el momento en que este está por subir al estrado se gira a ver a sus hombres de confianza,
todos ellos viéndole con un rostro de orgullo que siempre le da aliento, siempre siendo capaz de
conseguir todo lo que quiere y anhela.
—Suerte —Logra leer Piar de los labios de Quirón mientras le levanta el pulgar en gesto de
confianza.

Varios kilómetros más al este y varios grados más cercanos al cero centígrados, un certkariano de
gran grosor y con una armadura bastante ornamentada avanza entre una multitud de soldados
que se encuentran organizados, todos y cada uno de ellos en fila desde el más alto al más bajo,
todos ellos conformando un ejército de poco más de mil hombres en una amalgama ecléctica de
armas y diseños de armaduras, muchos de ellos con rostros que no pasan de los veinte años,
jóvenes en su mayoría, sólo aquél soldado de gruesa contextura era mayor, sólo él podía tener el
doble de esa edad y sin embargo mostrar más vitalidad que todos aquellos soldados juntos. Round
llega al pequeño estrado que estaba presumiblemente construido a base de maderas obtenidas de
las casas que no fueron arrasadas o usadas como refugio para las tropas, un estrado que se
levantaba solemne entre más de mil almas para colocar a un capitán al frente de ellos y darles
motivos por los cuales sería glorioso morir esta noche.

Round termina de ponerse de pie frente al estrado, ve a las filas de tropas perderse entre la
oscuridad de la noche y lo finito de la luz de antorchas y velas; piensa en la vida que ha pasado en
el ejército, recuerda cada momento de esclavizante entrenamiento en la academia, cada batalla,
cada pueblo saqueado, cada compañero muerto en sus manos, recuerda los muertos rebanados
por su espada, el rostro de quienes pudieron matarle más él fue mucho más rápido al blandir,
recuerda su gloria y su descenso, recuerda como tuvo que aceptar sus errores en aquella misión,
pero ahora frente a él se levanta una nueva oportunidad para ser relevante en su sociedad, una
nueva oportunidad para elevar el cáliz de la victoria y beber la sangre de sus enemigos.

«Este es el momento, es MI momento» piensa para sí mientras ve emocionado a la multitud.

—¡Cuánto hemos combatido ya! ¿no, soldados? ¡cuánto hemos arrasado y hemos derrumbado en
el nombre de nuestro Dios, el único Dios que existe en este mundo y en cualquiera que exista
gracias a su gracia y misericordia! Nosotros combatimos por él y nada más que por él, diría un
clérigo cualquiera de nuestro país, pero yo no soy un devoto ni nada por el estilo, yo he estado ahí,
junto a ustedes y desde mucho antes que alguna de las bolas de sus padres tan siquiera tuviera el
valor de generar un esperma lo suficientemente valioso como para guardarlo en su reserva con la
esperanza final de inseminar alguna incauta mujer; lo he visto todo, he visto batallas improbables,
he visto ejércitos interminables, he visto a nuestros hombres caer y morder el suelo, he visto
como, aun muertos, nuestros hombres tienen que sufrir la deshonra de ser devorados por
nuestros enemigos en sus prácticas depredadoras más despreciables; y en todas y cada una de
esas ocasiones pude haber creído que era nuestro fin, que nuestra lucha era insignificante y que
no merecíamos estar ahí, pero volteaba a ver a mi alrededor y, más allá de los cadáveres y la
putrefacción veía soldados de nuestro país, hermanos con los que compartimos la comida, el agua,
las mujeres y la vida ponerse de pie y seguir avanzando aun cuando ni si quiera contaran con pies
en excelente estado para realizar esta acción, en ese momento entendí que lo que hacemos aquí
es más grande que lo que creemos, estamos aquí no sólo para ampliar nuestras fronteras o para
adquirir recursos invaluables o para expandir nuestra fe al resto del mundo, peleamos aquí para
demostrar que valemos la pena estar aquí, que merecemos ser quienes somos y el cómo vivimos,
luchamos porque la vida es dura e injusta y nosotros debemos demostrar que estamos por encima
de eso, y venimos a demostrarlo —Round hace una pausa, necesita tomar algo de aire y beber
agua, pero no le importa, a pesar de que la armadura le duele no es capaz de buscar agua para
beber o quitársela un momento, no debe, si lo hace, perderá todo ese apoyo que recibe de aquél
publico enardecido que le oye alabándole justo al frente, así que decide continuar, sus orejas, más
pequeñas que las de un certkariano normal, están empapadas en sudor —Allá al frente, justo
detrás de los arboles nos espera un ejército tres veces más grande que el que nosotros poseemos
aquí, con un poder sobre la naturaleza superior al de muchos enemigos que hemos enfrentado en
cualquier contienda, esas tres personas por cada soldado son el único obstáculo que hay hoy entre
ustedes y su derecho de nacimiento de ser como deseen, esos maldito caballos de mierda vienen
aquí a impedir que seamos quienes queramos, a esos caballos de mierda les digo una cosa:
¡¡¡AQUÍ ESTA CERTKARA, AQUÍ ESTOY YO, CARAJO, Y NO VOY A PERMITIR QUE NADA NI NADIE SE
INTERPONGA EN NUESTRO DESTINO!!! No el destino que nos prometieron después de la vida
aquellos hombres de Dios sino aquél que nos hemos forjado con sangre y sudor en el campo de
batalla, con NUESTRA sangre y NUESTRO sudor enfrentando a la muerte cada día. Soldados, a
ustedes le pregunto: ¿VAMOS A CORRER COMO GALLINAS DE NUEVO TRAS NUESTRAS FRONTERAS
BUSCANDO PROTECCIÓN?

—¡¡¡NOOOOOOOOOOO!!! —Grita la multitud frente al capitán, todos enardecidos.

—¡¡¡ENTONCES VAMOS, VAMOS A RECLAMAR NUESTRO DESTINO CON SANGRE Y SUDOR!!!

En ese preciso instante, pero en Angostura, Piar se encuentra de píe ante sus tropas, aquellas que
le han acompañado en campañas pasadas, sus soldados no son más que su público, el público que
siempre busca, aquél que necesita para acrecentar su ego, aquél temor que sentía con la partida
de Páez en esa misión se disipa cuando sube al estrado a hablar ya que este es su escenario, el
nació para esto, para ser admirado por todos como El Héroe de Angostura y este era el momento
indicado para serlo una vez más.

«Qué comience el Show» piensa para sí justo al ver su enorme ejército frente a él.

—Soldados, hoy es un día especial o, mejor dicho, una noche especial, Angostura se encuentra
amenazada, por un ejército proveniente de Certkara que se ha apostado en una aldea humana
desde la cual preparan sus tropas para aniquilarnos. ¿Saben?, cuando veo esta situación y escucho
como amenazan a mí amada ciudad un ejército extranjero sólo se me ocurre, sólo me nace
decirles algo: ¿otra vez?... En serio, no les miento, es algo que vivimos desde la época de mi padre,
desde que ese maldito ocupaba el trono vengo oyendo que Angostura está en problemas, que
necesitamos comida o la ciudad morirá, que ahí vienen tropas de no sé dónde a no sé qué en
nuestra ciudad; siempre lo oigo, no es algo del otro mundo, nuestra ciudad ha sido amenazada
hasta por criaturas que le helarían la sangre a cualquier mortal y aquí estamos, aquí seguimos y
aquí seguiremos, porque cada uno de los hombres que defiende a Angostura bajo mi nombre sabe
que defiende algo más que una simple ciudad, está protegiendo su hogar, nuestro hogar. Sí algo
tengo que reconocerle a mi padre o a mi abuelo es que supieron proteger mi nación antes que yo
y ¡Cielos!, vaya que lo hicieron, pero ninguno de esos bastardos hubiera hecho algo de no ser con
ayuda de ustedes, mis hombres, el protagonista invisible de la historia de esta vida, cada uno de
ustedes, a quienes veo y les digo, sirvo por y para ustedes, mi gente… Hace tiempo que he
retrasado mi nombramiento como Rey de Angostura, algo que siento debería hacerlo en un
momento especial, uno en el que realmente valga la pena ocupar el puesto que ocupó una bazofia
humana como lo fue mi padre antes de mí y verán… ¡¡¡EL MEJOR Y MAYOR EJERCITO SOBRE LA
TIERRA VIENE A AMENAZAR ANGOSTURA DE MUERTE, VIENE A USURPAR MIS TIERRAS Y MATAR A
MIS HOMBRES EN NOMBRE DE SU MIERDA DE DIOS Y DE TODO LO QUE ELLOS CREEN, POR FAVOR
RESPONDANME ¿A CASO USTEDES CREEN QUE VALGA LA PENA, SI DESPUES DE PARTIRLE SU
MALDITA CARA ARROGANTE Y CREIDA A UN IMPERIO PETULANTE YO, EL PRINCIPE ROMULUS
PIAR,OCTAVO EN SUCESIÓN, ME PROCLAME ANTE USTEDES REY DE TODA ANGOSTURA?!!!

—¡¡¡SÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍ!!! —contestan los soldados enardecidos de Angostura, e incluso se oyen las voces de
las personas desde sus hogares o desde sus balcones apoyando este nuevo juramento real, se nota
la admiración que el pueblo siente por su ídolo.

—¡¡¡ENTONCES ACOMPAÑENME A DEMOSTRARLES A ESOS FANFARRONES, A ESOS PORDIOSEROS


QUE EL QUE SE META CON ANGOSTURA VA A TERMINAR EMPALADO EN LA COPA DE ALGÚN
MALDITO PINO EN ESTE BOSQUE MIENTRAS SUS RESTOS SON DEVORADOS POR CUERVOS O
GUSANOS!!! —sentencia el príncipe haciendo que toda la ciudad le ovacione, este no puede evitar
sentir la emoción del momento, el sudor le invade junto con los nervios, no puede creerlo del
todo.

Y es así como dos ejércitos de diferentes bandos, diferentes creencias, incluso diferentes especies;
avanzan hacia el campo de batalla. Mientras los Certkarianos cruzan el río Zoroastro por el antiguo
puente de piedra, los centauros de Angostura salen de su amada ciudad internándose en el
bosque de pinos colosales rumbo a la muerte. En esta noche sin luna, no habrá luz que ilumine
estas almas, todas han sido entregadas al olvido.

El Cuervo

Las sombras se proyectaban en la habitación, al ser una vivienda de alguien con dinero esta tenía
el lujo de poseer lámparas de gas en cada pared. El hecho de que no hubiera ventanas en aquél
lugar daba a pensar que la antigua señora de esa casa odiaba el frío o la luz del Sol. Las paredes
tenían un decorado bastante austero, como si de un cuarto de asilo se tratase, la peinadora se
encontraba justo frente a los pies de la cama y, reflejado en el ya roto espejo que aun poseía, se ve
como una chica reposa sobre la cama.

«Todo es mi culpa» piensa aquella chica mientras mantiene su mirada fija en el techo, en alguna
parte de su consciencia se pregunta «¿Esto es lo que sintió Dorothy cuando…?»

Ella se encontraba extendida en todo el centro de la cama, el cinto que usa sobre su cabeza se
encuentra algo desacomodado, su cabello se hallaba desparramado igualmente, en su rostro los
surcos de las lágrimas ya se hallaban secos, aunque cada cierto tiempo se le oía gimotear.
«Todos ellos murieron por mi causa» piensa ella mientras levanta la mano al cielo, como
alcanzando algo; en su mente ve a Orión y a Patroclo acurrucarse en aquella mano.

Su cara estaba bastante hinchada, más que por las lágrimas, por los golpes que recientemente
había recibido, en su mano derecha aun sostenía una ensangrentada espada.

—Este es mi castigo… —susurra para sí mientras cierra el puño en el aire, en su mente sólo
discurrían todas aquellas personas que sabía murieron en el pueblo, ve a su madre, aquella con
quien no pudo tener una última charla, ese «lo siento » que cuando mínimo toda madre merece
cada vez que una pelea estúpida se lleva a cabo; acercando su mano a su boca y pasando
delicadamente sus dedos sobre aquellos resecos labios, piensa en aquella idea que tenía de niña
de guardar su primer beso al pequeño Orión; así es como ella cierra su momento de reflexión —…
el castigo que merezco, el castigo de una cobarde.

«tengo que enmendarme…»

Galak se sienta luego de un momento, el coctel de emociones que se encuentran a flor de piel la
tienen anonadada. Levanta la mano donde aún sostiene la espada, la observa detenidamente,
nota su peculiar diseño similar a una cimitarra, ve la sangre ya seca que de su punta se escurría,
piensa en qué hacer con ella. Junto a la cama aun reposa el enorme cadáver de un soldado
certkariano, su cara desfigurada no ayuda a identificarle, pero cualquiera que haya estado en
aquel batallón reconocería esa enorme musculatura donde fuese, era el teniente Galio Granand,
bajo su cuerpo el charco de sangre se extendía como si se fuese a convertir en una nueva
alfombra.

La chica pasa frente a él y sólo le dedica una mirada, había pensado en muchas cosas, pensó en
sacarle las tripas y dibujar palabras obscenas en la pared con su sangre, pero eso sería mucho
esfuerzo y ella se sentía agotada, pensó también en arrancarle los genitales y enrollárselos al
cuello, pero sentía que no valía la pena, ella sólo sabía que esa noche no sería fácil de olvidar.

«Bien, concentrémonos en salir de aquí» piensa detenidamente, recuerda que luego de asesinar al
soldado ella se desmayó en dos ocasiones sobre la cama, hoy gastó muchas energías y la falta de
cena reducía las posibilidades de usar su polimorfia de manera prolongada, incluso en criaturas
menores en tamaño, por eso tenía que escapar aprovechándose de la oscuridad. Abre el armario
al lado de la cama y en él encuentra una caperuza azul marino.

—Esto servirá —murmura para sí mientras se la coloca, le combina con el vestido en color y estilo.

Al avanzar hasta la puerta, pensando en qué ruta de escape usar mientras mantiene su mirada fija
en el suelo, se da cuenta que algo brilla desde él y al agacharse logra ver un pequeño cristal atado
a un collar.

—El pozo —dice entre susurros, parece que la explosión no le había destruido, sólo le había
generado una pequeña grieta, luego de contemplarlo bien piensa que sería importante llevarlo
puesto para que siga generando explosiones como esas.
En ese momento ella logra oír como un caballo al galope se detiene de golpe muy cerca de aquella
casa, esto le hace entrar en pánico, sea quien sea venía a verla, ella no quería estar aquí cuando
vieran al señor degenerado con un nuevo corte de cabello y en el suelo, deduciendo que entraría
por la puerta principal decide que lo mejor sería salir por otro lugar, pero a falta de ventanas no le
queda de otra. Concentrándose de manera casi heroica, dadas las condiciones de presión en el
exterior, logra convertirse en un pequeño ratón casero y cruza la pared por un pequeño hoyo en
esta debajo de la peinadora.

Al cruzar por este hueco a ella se le dificulta un poco por la falta de visión, así que empieza a usar
su mejorado olfato para seguir el rastro de orina de otros ratones caseros, es hasta instintivo al
respirar ver como mentalmente se le generan estos ‘‘mapas de migajas’’, incluso llega a ver un que
otro ratoncito por el camino haciendo de las suyas o simplemente viéndola pasar. Mientras avanza
por los obstáculos de la mini caverna oye pasos apresurados en la casa, sentía curiosidad por ver al
que genera esos pasos, pero al salir al pasillo fuera de la habitación y sentir aquella sed de sangre
no tuvo necesidad de saber que, la persona que dio un par de pasos por encima de ella para llegar
a la puerta de la habitación no era nadie más que Skinner.

—¡It’s Johnny! —dice Skinner, en una lengua que Galak no logra entender, abriendo la puerta de
golpe y entrando en la habitación para luego hacer un silencio en el que ella no sabe que es lo que
pasa realmente ahí dentro.

En ese momento Galak, por más que lo haya pensado, por más que haya ideado miles de maneras
diferentes para matar al hemomante, cada una más despiadada que la anterior en esta ocasión no
pudo hacer nada, no pudo convertirse en humana y darle una puñalada por la espalda; en ese
momento Galak sintió un primitivo y profundo miedo, el miedo que te genera el que tu padre
descubra que te measte en su sabanas favoritas o que le arruinaste la cena que tu madre llevaba
preparando toda una tarde, pero más que eso, era el miedo de saber que ese hombre era capaz de
cosas indescriptibles. Sus pequeñas patitas ya se encontraban huyendo al hoyo más cercano
buscando una salida de esa casa del infierno.

—¡Sabes que te encontraré, pequeña! —lograba oír la ratoncita entre las paredes de la casa, no
había que ser un genio para saber que ella maldecía a su instinto, le echaba la culpa de huir, pero
ella lo sabía, sabía muy en su interior que no era el instinto quien la empujaba.

Al seguir el túnel, Galak llega a un hoyo que da con un matorral cerca de la puerta, donde al salir
recupera su forma humana y se oculta bajo aquellas hojas, debía ahorrar la poca energía que le
quedaba y más si iba a tener que huir en ese frío infernal que hacía esa noche, maldecía al de la
idea de ponerle un vestido que apenas le llegaba a las rodillas.

—Maldito loco, estuvo cerca —murmura para sí mientras se coloca la capucha encima.

En ese momento la puerta se abre de golpe, dejando Salir a Skinner que aún seguía con aquél
delantal, cosa que le traía recuerdos nada gratos a Galak. A pesar de no poder ocultar su
nerviosismo, hizo un excelente trabajo manteniéndose inmóvil.
—Maldita sea, eso me pasa por andar con puros novatos… —oye murmurar a Skinner mientras se
acerca a un caballo para montarlo rápidamente —bueno, no tengo tiempo para perderlo con esa
niña, de momento la sangre que le extraje será suficiente.

Luego de decir esto hace galopar al caballo a gran velocidad. Galak, que aún se recupera de su
miedo latente, siente que lo mejor sería seguir a Skinner a una distancia prudencial, quiere ver en
qué usará su sangre, pero sabe que, si la captura podría ser su fin, así que tiene un plan ya
pensado.

«Te matare, cuésteme lo que me cueste» piensa para sí misma mientras le sigue corriendo entre
las sombras «porque sé que tengo una oportunidad de enmendarlo todo, y en esa oportunidad
estas tú dentro.»

Mientras Galak se queda atrás por el trote tan rápido del caballo Skinner da un par de cruces por
ese oscuro poblado hasta llegar a un pequeño corral de liebres; desmonta el corcel y entra al
pequeño recinto de roedores. Avanzando por esa jaula circular, pisando cadáveres y gente sin
fuerzas en el suelo, camina sin mostrar el más ligero atisbo de empatía hasta llegar al único
centauro de la jaula, uno que se encuentra entre sombras, que al verle voltea la mirada hacia
arriba y suelta una espantosa tos.

—Buenas madrugadas, doctor Hernández, ¿Cómo se siente en nuestra alcoba?, ¿bien?, ¿le tratan
bien mis hombres? —le saluda de manera amable luego de darle un pequeño puntapié en un
costado.

—Tiene que ocurrir algo muy grande que usted venga hasta acá, ¿no es así, Mayor? —responde
con una tos seca desde las sombras —me parece una tontería toda su etiqueta después de todo lo
que me ha hecho pasar.

—La educación jamás será un estorbo en una buena conversación entre dos seres de respetable
edad, Doctor —le contesta mientras se sacude de la bota una mano que le sostiene débilmente,
probablemente de algún moribundo aferrándose aun a la vida.

El centauro no contestó al momento, primero se aclaró un poco la garganta, lo que resonaba entre
los lamentos, lloros y estornudos que de vez en cuando sonaban en aquél corral.

—Me arrebataste mi libertad, entre muchas otras cosas, no necesitas mi aprobación en este tipo
de cosas, ¿qué desea, Mayor?, ¿qué desea arrancarle a un hombre que ya lo perdió todo y ahora
se pudre en su inmundicia? —le pregunta una voz cansada, parecían conocerse desde hace
mucho.

—Pues sólo vengo a recalcar que pudiste sernos más útil de lo que fuiste al final, Doctor, desde el
principio el intercambio era lo mejor que podíamos ofrecer —contesta sin mucho asco.

—Te pedimos la cura a nuestro malestar a cambio del conocimiento que pudiéramos tener.

—Y te ofrecimos la cura tal y como la pediste...


—¡Tú no nos ofreciste una cura, nos ofreciste genocidio a cambio de una catástrofe! —le
interrumpe el centauro con las pocas fuerzas que le quedan, pero se nota que aquel arrebato le
costó energía propia, la tos le invadió de repente y Skinner tuvo que esperar a que terminara para
continuar la conversación.

—Lo que te ofrecí era una cura bastante razonable, la única que existe en realidad —contesta el
Mayor con una pequeña risa engreída —y todo a cambio de una ubicación, cosa que rechazaste
tajantemente y nos obligaste a sacrificar tiempo valioso en su búsqueda.

—Esa cura es una maldición, el príncipe jamás la llevaría a cabo, es muy noble para él; yo debía
hallar alternativas, se lo prometí... —comenta con nostalgia.

—Y ahora es tu culpa que no tenga esa ''cura milagrosa'' que prometiste. Muy mal, Doctor, muy
mal —chasquea la lengua en repetidas ocasiones, como gesto de desaprobación.

—Es cierto, he condenado a toda mi nación a una muerte horrible, pero soy capaz de morir en
esta prisión feliz con tal de que no consigas sus restos —en su voz se siente algo de satisfacción.

—Por eso mismo es que estoy aquí, Doctor. Verás, soy una persona de familia, de gustos simples,
cumplo con mi tarea de servir en el ejército por puro protocolo, pero yo sé disfrutar de esos
pequeños detalles que me da la vida como regalo.

El centauro le mira con intriga, pero un temor se acrescenta en su interior... y si...

—Entre ellos se encuentra ver en tu rostro la expresión que pondrás al enterarte que ya
conseguimos su ubicación, y no sólo eso, incluso estamos a más de la mitad del ritual para revivir
al grandioso Res-Qüajad...

—Eso es un desastre, pero estoy seguro que mi pueblo podrá contra eso —contesta el centauro
con algo de duda en su interior.

—¿En serio?, y si te digo que también dimos con ''sus'' restos...

—No puede ser... incluso conseguiste esos... pero no podrás obtenerlos... —interrumpe
entrecortadamente al Mayor, que intencionalmente hace pausas para ver que puede decir el viejo
centauro.

—Y si te digo que ya hicimos el ritual, que ya están siendo subidos a una carreta para su envío, que
eso reducirían los ingredientes necesarios para que la Vía Láctea esté por fin en mis manos...
entonces dime: ¿qué podrían decirme tú y tu amado sentido de superioridad moral ante esto? —
culmina el mayor haciendo un gesto con la mano, el rostro que hacia el centauro, a pesar de estar
en penumbras, no era eso rival para alguien como Skinner, sabía que bajo aquella penumbra su
rostro era el de alguien que perdió toda esperanza, alguien que deseaba no haber nacido.

En aquel silencio sepulcral es donde Skinner suelta una pequeña carcajada.


—Mi raza morirá por nada —finalmente farfulla el centauro vencido.

—Yo no lo creo —contesta Skinner dándose vuelta para retirarse del lugar, confiadamente se
retira el delantal y lo deja caer sobre algo o alguien que se mueve en el suelo arrastrándose —lo
más probable es que tu amado príncipe lleve a cabo ''esa cura''.

—El jamás...

—¡Adiós, Doctor y suerte con esa maldición! —culmina Skinner ignorando al centauro.

Éste se acerca al soldado que llevaba rato esperándole junto a su montura, el soldado le entrega
su abrigo ya reparado, algo que el Mayor agradece de sobremanera; sube a su montura y avanza
por la calle galopante hasta perderse fuera del pueblo, dejando tras de sí una humareda que se
levantaba como un velo de tierra y caía finamente.

El pobre centauro se sentía derrotado, de no haberse negado a beber agua los últimos días habría
dedicado unas lágrimas amargas al dolor que le quemaba saber que su sacrificio era en vano, que
su muerte no significaría nada, la desesperanza ocupaba cada rincón de su ser lo suficiente como
para no notar a un pequeño ratoncito que se aproxima velozmente a su lado.

—Greg, ¿Eres tú? —chilla una voz pequeñita.

El centauro le ignora, se encuentra sumido en sus pensamientos.

—¡Greg, no tengo mucho tiempo, baja tu mano con tus esposas para romperlas! —dice la
pequeña roedora desde la base de las patas de aquél monstruo mitológico.

Greg apenas nota la voz de la ratoncita, le sorprende ver criaturas capaces de hablar si idioma en
ese páramo.

—¿Quién eres, pequeña?, hace tiempo que no oía a uno de tu raza hablar tan fluidamente —
pregunta curiosamente el centauro, su voz suena muy cabizbaja.

—Soy yo, la chica que estuvo aquí más temprano, Galak —dicen sus pequeños labios mientras
escala por la criatura para llegar a las manos. A cada pequeño paso que da aumenta el follaje de
plumas y más temprano que tarde cae en cuenta que es el centauro con más plumas que haya
visto.

—La que estaba con un pequeño muy gritón, sí, te recuerdo… también recuerdo que el Capitán te
llamó metamorfa, no me lo creería hasta verte y mírate, eres toda una ratoncita salvaje —
confirma el centauro que mira extrañado el cómo esta camina sobre su piel —dime pequeña niña
¿qué haces exactamente?

Gal escucha la mención a Patroclo, pero no se inmuta, sigue su camino.


—Intento liberarte de esas esposas para poder sacarte de aquí — contesta mientras mete sus
diminutas patitas en la cerradura de las esposas — tengo preguntas que hacerte y no me
marcharé hasta que las respondas.

—¿Preguntas?, ¿sobre qué? —interroga el centauro no sin antes toser un poco, el dolor le era
familiar.

—Sobre todo: La Vía Láctea, el plan de Skinner, la cura de la maldición, todo; oí toda su
conversación —contesta Gal forcejeando en la cerradura.

El anciano se retrae de nuevo, parece que tocar el tema le deprime demasiado, Galak lo nota y
detiene un momento su forcejeo.

—Oye, entiendo que esto te duela, pero en serio necesito esa información, con ella salvaremos
una gran cantidad de personas —Greg voltea a ver a la cara mientras Gal menciona esas palabras,
la ratoncita solo logra ver algo de luz reflejada en sus ojos—Así que anímate y salgamos de aquí —
culmina sonriéndole, esta sonrisa fue la más fingida que pudo haber hecho en su vida ya que no
sentía nada dentro de sí que le permitiera sonreír de nuevo, nada excepto la posibilidad de una
pista sobre su búsqueda, aquella capaz de revivir a los muertos, es por ello que finge empatía para
poder sacar toda información útil.

El anciano termina accediendo y Gal reanuda su forcejeo, el pueblo se siente como un lugar
fantasma, hace rato que no pasa un soldado de guardia y sólo le oyen los lamentos de quienes aún
viven en ese corral.

—¿Qué es La Vía Láctea? —pregunta la ratoncita, una patita se le atoró dentro de los engranes de
la cerradura, así que intenta soltarla a golpes.

—No lo sé, sólo sé que es capaz de hacer cosas extraordinarias —responde Greg sin ganas, se
siente muy patético para hablar y la tos cada dos segundos le pone muy ansioso.

—¿Qué es lo que hace? —insiste Galak.

—Ya te lo dije, cosas increíbles —Greg ya no le mira directamente, se fija en varios de los que se
encuentran allí tirados.

—Oye, no estás ayudando mucho —Galak empieza a estresarse, cosa que en su forma de ratoncita
sólo hace aumentarle su lindura.

—Es que es todo lo que sé —Greg es invadido por un ataque de tos, es tan estruendoso que hace
preocupar a la ratoncita, pero este se recupera fácilmente y prosigue —es toda la información que
posee nuestra raza, bueno… esa y la relación que posee con los sátiros.

En ese momento Galak deja de presionar los diferentes mecanismos del cerrojo de las esposas y
voltea a ver a donde debería estar su cara, muy extrañada.
—¿Sátiros?, ¿Qué tienen que ver ellos en todo esto? —pregunta la ratoncita.

—No lo sé, realmente es sólo una leyenda de nuestro pueblo, los sátiros fueron nuestros
antecesores y por siglos custodiaron secretos mágicos inimaginables mientras vivieron —comenta
con melancolía para luego llenarse de ira —y pensar que ese bastardo consiguió los restos de un
sátiro.

Galak hace un pequeño silencio, luego de pensar un momento sigue forcejeando la cerradura.

—¿Algo más que necesite saber o que tengas reservado? —pregunta sin si quiera voltear.

—No, es todo lo que sé, lo siento.

—Descuida, no te preocupes, realmente has hecho algo muy positivo para mi… —responde Galak
muy suavemente, cosa que cambia al instante cuando la ratoncita empieza a patear las esposas
mágicas —¿Es que acaso esta mierda no puede abrir de una vez?

El centauro la mira extrañado, los gritos que acaba de hacer parecen más unos chillidos de ratón
que palabras y mientras lo piensa Galak recupera su forma natural, con su caperuza azul y su
vestido de pastorcita.

—Son esposas mágicas, sólo funcionan con su respectiva llave o con una fuerza mágica que le
reviente desde el exterior —le aclara el centauro.

Galak logra recordar lo que pasó en aquella habitación minutos antes, se tantea para saber si aún
posee el collar en su cuello y al confirmarlo se dispone en ayudar a Greg a ponerse de pie.

—Vamos, Greg, tengo una idea, pero será mejor que la hagamos en otro lugar —le dice Galak
jalándole se sus manos.

El centauro se niega a ponerse de pie de buenas a primeras, pero con algo de ayuda de Galak este
logra levantarse del suelo, sus débiles piernas tambalean bastante en el proceso. Ambos
avanzaron hasta la puerta del corral, lugar antes custodiado se encontraba sin nadie que vigilara y
Galak lo sabía, ella había peinado la zona en su forma de ratoncita cuando Skinner se encontraba
allí, también había notado que el pueblo estaba prácticamente desierto, excepto por una extraña
luz que provenía del centro del pueblo.

—Saldremos de aquí en un segundo —Dice Galak al ver la endeble cerradura, muy dura para ella
patearla decide desenvainar la espada que le había robado al soldado colosal, ahora si parecía una
buena decisión. Pero no ha dado ni la primera estocada cuando nota la presencia de alguien cerca,
alguien fuera del corral, rápidamente envaina su espada y se acerca a Greg para pedirle que se
agache, pero no logra decir nada ya que logra darse cuenta de la realidad, Greg está
completamente cubierto de un plumaje negro y su rostro, otrora rostro humano ahora poseía un
enorme pico que simulaba un cuervo, con aquella mirada despiadada que tienen muchas de esas
aves. El susto de Galak no es normal, pero si lo logra controlar.
—¿Qué?, ¿Qué pasa? —pregunta Greg al verla tan pálida, luego nota que los destellos rojizos
provenientes desde el centro del pueblo le han alumbrado el rostro y sabe que ella ya no necesita
explicarle, luego del silencio este no dice más nada que un: Lo siento.

—No hay nada que disculpar —susurra al centauro intentando recuperar sus colores de nuevo, su
preocupación es más por lo del exterior —ahora mismo lo mejor sería que volvieras a sentart…

—No te muevas, asgaraniana, quédate quieta donde estás —le ordena un soldado desde la
penumbra de la calle, Galak empieza a meditar cual es el mejor plan, cuantas veces más se puede
transformar sin desmayarse o en qué criaturas aún se puede transformar con sus reservas; todo
esto mientras el soldado se acerca en silencio —No creas que no sé lo que haces, te vi hacerte
grande en sus manos… eres la metamorfa. Intenta algo, lo más mínimo y estás muerta.

Galak intenta divisarle mientras piensa en el plan, es lo único que le falta, gira un poco la cabeza y
con un acercamiento prolongado y bastante doloroso al borde del ojo, logra ver una figura, está a
su lado derecho.

—¿Dónde está Galio, bruja? —pregunta el soldado mientras se acerca, se oye el resonar de su
armadura al andar.

El recuerdo de aquél soldado salta a intemperie de Galak provocándole un escalofrío bastante


fuerte, ya sabe que tiene que hacer, su plan está hecho.

—¡Responde! —pregunta el soldado, Galak ya se ha dado la vuelta y logra divisarle bien. A pesar
de la oscuridad logra ver la silueta de su armadura y logra verle el rostro gracias a su lanza
brillando en la oscuridad, porta un gorro frigio.

—Él… está muerto —contesta Galak sin asco y secamente, no sin antes dudar si merecía saberlo.

—No te lo creo, él es una mole, es imposible que esté muerto —dice el soldado incrédulo —
Además me han dicho que esta perdidamente enamorado de ti.

En ese momento un brazo agonizante en el suelo decide moverse cerca de Galak acompañado de
una súplica casi inaudible de ayuda; apenas es agitado desde la lanza sale disparado un rayo
carmesí que fulmina aquél brazo y todo lo que le rodeaba al instante. Galak logra medir el tiempo
de disparo, pero no logra impedir que su corazón lata a mil por hora.

—Te pasará lo mismo si sigues mintiendo, mocosa —espeta el soldado, a pesar de lo dicho, en su
rostro se nota una corta edad —estoy seguro que te estaba cogiendo bien a gusto cuando le
pidieron hacer otra tarea o algo así.

Galak se siente ofendida ante la afronta y decide llevar a cabo su plan, si agotamiento es evidente,
ya ha perdido mucha sangre y eso aunado a que no ha dormido bien o comido en la noche le ha
mermado mucho, esto tiene que salir bien a la primera; es todo o nada.
—Es cierto: Galio está muerto —corrobora mientras desenvaina la espada que le robó como
prueba, aún posee sangre manchada, Galak la muestra a lo largo, tenía una forma particular,
común en familias tan adineradas como la Granand —Yo le he matado.

El siguiente movimiento del plan era lanzarse al suelo y convertirse en un pequeño ratón de
nuevo, pero es en ese momento que Greg empieza a gemir de dolor y a retorcerse en el suelo,
distrayendo la atención de los jóvenes por un momento, Galak se gira para verle y nota como su
cuerpo se retuerce de maneras dolorosísimas. El soldado detiene su amenaza para acercarse a ver
desde más cerca, sin dejar de apuntarles.

—Greg, ¿te encuentras bien? —pregunta Galak acercándose a su rostro, su rostro mostraba lo
contrario, cosa que exasperó a Galak y voltea a ver al chico —Oye, idiota, tu rehén se muere, ¿no
deberías estar aquí para ayudarle?

—No es mi problema, además es sólo un centauro — contesta el soldado no sin mostrar un poco
de flaqueza en su tono, cosa que Galak también nota.

—Pues eso no es lo que oí del Mayor cuando le visitó… —Galak decide usar el reciente malestar de
Greg a su favor, cosa que sirve porque el soldado apenas escucha la mención de su superior se
tensa bastante.

—No sabes nada del Mayor —argumenta el soldado.

—Imagina que él regresa y se entera que, su único método para llegar a La Vía Láctea está muerto,
¿qué crees que haría? —terminada la manipulación esta se agacha junto al centauro, da por
exitosa el chantaje cuando le oye caminar vía a la puerta del corral.

—Niña… —dice débilmente el centauro.

—Dime, Greg, mantente calmado, ya vendrá la ayuda —le dice Galak tomándole de las manos.

—Niña… necesito que salgas de aquí, vayas a Angostura —tose débilmente, igual que el tono de su
voz —y le digas lo siguiente al príncipe: cuando el décimo día luego de la siguiente luna nueva
llegue a su fin la semilla de Adán debe ser entregada en ofrenda —luego de decir esto tose muy
fuertemente, en eso llega el soldado y se pone a un lado de Galak, cosa que alegra a Galak, ya que
le proporcionaría un método de escape seguro.

—Yo se lo entregaré al príncipe, gracias por lo dicho anteriormente —dice la chica apretando
fuertemente las manos al centauro, pero luego de esto y con una felina velocidad recoge la espada
de donde la había dejado en el suelo a su lado y la blande incrustándola por un costado de la
armadura del soldado a su costado y perforándole el hígado y un pulmón haciendo que este se
retuerza de dolor —es todo lo que necesito para cumplir mi misión, encontrar La Vía Láctea y
exterminar a toda esta asquerosa especie del planeta.
«Empezaré por asesinando a cada certkariano que exista por cada asgaraniano que muera en esta
absurda guerra y luego reviviendo a todas aquellas buenas personas que no merecían morir de
manera tan cruel por estas bestias» piensa para sí.

El soldado solo puede vomitar sangre a borbotones mientras forcejea en vano contra la caperuza,
Galak sabe que en un combate normal él le ganaría de manera tajante, por ello ha de
aprovecharse de cada ventaja que pueda.

—Ahora tienes que irte de aquí… ¡cuanto antes! — advierte el centauro que de pronto se pone de
pie con unas fuerzas renovadas, en ese momento y con lo poco que le quedaba de cordura voltea
a verla y le grita: ¡corre!

Luego de ponerse de pie y correr hasta la puerta del corral se fija que, entre otras cosas, el motivo
por el cual el soldado tardaba en acercarse era porque volvió a colocar el seguro del corral. Esto
enfurece un poco a Galak, pero entiende que no les dejaría huir tan fácilmente, ella podía irse en
cualquier momento en forma de ratoncita, pero sabe que le queda muy poca energía, la siguiente
transformación sería la última.

Frente a ella el centauro revienta las esposas mágicas haciendo un gran estallido mágico que
empuja al cadáver del soldado y a la pastorcita hasta la malla del corral, luego de liberar sus manos
estas empiezan a enflaquecer hasta perder la diferencia entre pellejo y hueso, el plumaje crece
exageradamente y luego se disuelve dejando tras de sí un plumaje espectral que le da aspecto
fantasmal, las manos se transforman en garras afiladas cual halcón, el pico también se fragmenta
dejando tras de sí una forma de boca muscular y estirada, simulando ser un pico, luego de esto
desde su lomo equino aparecen dos alas de envergadura monstruosa, cada una de más de siete
metros, que a pesar de su horrible aspecto extendidas, plegadas parecían una capa y una capucha
fuera de lo común, rematando porque Greg se termina sacando los ojos y tragándoselos,
obteniendo así una luz violácea provenir de sus cuencas; no había duda al respecto, no era algo
que Galak quisiera presenciar: Greg se ha convertido en un grifus.

La Fuga I

La noche avanzaba lenta ante los acontecimientos recientes en la ciudad de Angostura, mientras
en las calles no había ni un alma, los radios anunciaban una posible fuga en el calabozo real,
pedían a los civiles mantenerse en sus respectivos hogares. Igual en el hospital, donde el ejército
de enfermeras traslada los enfermos a lugares más seguros, ahí es donde se encontraba una
pequeña enfermera centaura, la misma que abofeteó a Vosjod, escondida en una habitación en el
ala más alejada del resto de las enfermeras, la sala lleva por nombre ‘‘ archivos’’ en la puerta,
dentro de la habitación se encuentra la centaura, esta flota en una cámara de suspensión donde
un líquido ámbar como la sábila le cubre completamente y la mantiene en un sueño suspendido.

—¡Soraya!, con que aquí estás —la enfermera que trataba a Butch llega a la puerta de la sala y se
asoma adentro por la luz dorada que emite la cámara —te estaba buscando por todos lados, ¿qué
haces ahí?
Soraya oye el ajetreo de la habitación y decide salir de la cámara, esta logra salir de la crisálida sin
residuos del líquido ámbar, el cual se empieza a apagar hasta recuperar el color de una columna
troncal del árbol.

—¿Qué pasa ahora, Selena? —pregunta la centaura al despertar por completo, ambas se
encuentran en su estado sátiro así que poseen una altura no mayor al metro cincuenta de altura.

—Te he estado buscando como loca, tenemos que desalojar, hay una fuga en la Antillana,
debemos llevar a los enfermos y heridos a la zona protegida —comenta la centaura, se le nota que
había olvidado lo grave de la situación por la curiosidad de saber que buscaba su amiga.

—Eso es malo. Vámonos, vamos a ayudar a las otra, Selena —dice la centaura saliendo de la
habitación a paso apresurado, Selena le persigue algo tarde, aunque la duda no le abandona.

—¡Espérame, So-Soraya! —le pide la sátira acercándosele por la espalda a su compañera mientras
caminan por los pasillos, la luz es intermitente desde la primera explosión —¿Qué estabas
buscando en los archivos médicos, Soraya?

—Buscaba registros de alguna operación que se haya realizado en iguales circunstancias —


comenta con algo de competencia en su tono.

—¿Operaciones?, ¿te refieres a el caso de la capitana? —pregunta Selena recuperando el aliento


por alcanzarla —¿es por lo que te dijo él?

—Me obstinó el hecho de que fuera tan engreído en ese punto, como si la vida fuese algo sin
valor… —contesta sin perder ese tono de molestia en su voz —buscaba registros de operaciones
en las que un centauro haya tenido que renunciar a su forma real para volverse sátiro, pero sólo
conseguí un caso exitoso registrado.

—¿Sólo uno en todo el historial médico de la ciudad?, deberíamos visitarle para saber más al
respecto —comenta Selena con una sonrisa esperanzada.

—Eso es imposible, esa persona murió hace mucho —contesta Soraya con un tono sombrío para
asombro de Selena —de hecho, fue ejecutado en la Antillana.

En ese momento ocurre otro temblor, desde las ventanas se ve la humareda levantarse en la calle
en dirección a la prisión.

—Tenemos que irnos, rápido —ordena Soraya agarrando de la mano a Selena para que le siga el
paso, le cuesta un poco caminar por el miedo, las piernas empiezan a temblarle.

—Pero antes dime, ¿Cómo se llamaba el paciente? —La curiosidad de Selena supera a su temor en
ese momento. Las luces vuelven a titilar levemente.

—Su nombre era Miranda, Cayo Celius Miranda…


Enseguida a esto varias explosiones más resonaron en la ciudad, la humareda se alzaba desde la
entrada al calabozo hasta más allá de la copa de los árboles. Dentro de la prisión la destrucción era
patente: las paredes se hallaban curtidas en sangre y viseras de carceleros, la puerta de La Perla,
un bloque de acero endurecido de cuarenta y cinco centímetros de grosor por quince de altura se
encontraba ahora estampada contra una de las paredes de la prisión cilíndrica. Sobre la calzada
circular, no muy debajo de donde la puerta se estampó los guardias sobrevivientes se encuentran
en una enorme tarea de recoger heridos y estar al pendiente de lo que ocurre justo al frente de
estos.

Dos guerreros combaten como gladiadores mientras el resto les deja estar, ambos se miran a
pocos metros de distancia, Miranda se mantiene de pie, erguido y en pose de esgrima mientras
sacude la sangre de su espada, Eleazar por su parte intenta retomar el aire, ya ha recibido el roce
de varias estocadas, hasta el escudo le ha salvado de muchas oportunidades de muerte. Eran los
únicos en una forma bípeda, el resto se encontraba atrincherado tras de Cipriano esperando
ordenes de abrir fuego con sus arcos y ballestas, podían hacerlo en cualquier momento, pero
Miranda había demostrado como lograba esquivar todas y cada una de las flechas disparadas en
su dirección.

Max se encontraba detrás, recolectando flechas del suelo mientras aún espera a que se le pase el
mareo que no le dejaba orientarse bien, tanteaba el suelo cual ciego.

—¿Se encuentra bien, joven Max? —pregunta Miranda sin voltear mucho la cabeza —puede que
yo sea un anciano, pero aún le puedo oír tantear ahí detrás ¿no se había recuperado ya?

—Sí, aun no me recupero del todo, pero ya he dejado de vomitar y eso es un avance —contesta
Max mientras llena su carcaj, este se esconde tras unos escombros que le sirven de cobertura —Lo
importante es salir de aquí, no tengo mucho tiempo.

—Ya lo haremos, joven Max, deje me encargo de la situación —contesta casi en un murmullo,
mientras voltea a mirar a Eleazar, este ya había recuperado del fatigante combate, logra ver como
este aprieta con fuerza el mango de su látigo —es increíble ver la tenacidad de estos jóvenes.

Del otro lado de la escalinata, Eleazar ni si quiera sube la visera de su yelmo, se encuentra
concentrado en el combate, sabe que un movimiento en falso podría resultar en su muerte
inmediata.

—Ya estoy listo para entrar y combatirle juntos —informa Cipriano mostrando sus armas para el
combate y que ya había tomado una forma bípeda.

—No es una buena idea, Cipriano, apégate al plan: yo pelearé contra él para que logres notar
algún punto débil en su combate y lo uses para neutralizarlo, eres el de mejor vista aquí para esos
detalles, una vez lo inmovilicemos hay que fulminarle a flechas si se resiste.

—Pero de nada servirá el plan si mueres, más si eres el líder —protesta Cipriano ante la idea.
—Por eso mismo es que tengo que hacerlo —finaliza Eleazar alejándose un poco de sus soldados
para continuar el combate.

El sonido de los pasos equinos de Eleazar hace eco mientras sube dos escalones de la escalinata,
Miranda le mira fijamente, este se encontraba ya en su postura de combate, Eleazar ve como
aquella espada corta de doble filo es usada como un florete, pasa su mano sobre la rodela atada a
su brazo izquierdo para sentir las abolladuras de las estocadas que estuvieron a nada de matarle,
el sudor en la frente se le acumula más ya hace rato que dejó de temblar de temor.

—Has luchado bien, chico, déjanos ir y te dejaré vivir —dice pausadamente el sátiro, se le nota
relajado, cosa que contrasta con las muchas manchas de sangre que le ensucian.

—¿Y perder mi preciado puesto de trabajo?, ni hablar —contesta Eleazar, su voz suena algo
apagada por el yelmo, su tono sarcástico intenta tapar su miedo.

—Vamos, chico, sé que a tu edad tienes muchas cosas por las cuales vivir, no seas como esos
idiotas que están allá aplastados —Miranda hace el gesto de señalar a los cadáveres acumulados
tras de sí —yo sé que eres más listo que eso.

—Esos hombres murieron intentando mantener su amada ciudad segura de monstruos como tú
amenazando sus familias —contesta Eleazar de manera más directa, pero con el miedo de ofender
muy fuertemente al prófugo y le termine asesinando al instante —su muerte sería en vano si yo
hiciera caso a tus palabras, mi honor y juramento también.

Miranda se abalanza sobre el guardia dando unas rápidas estocadas que apenas son desviadas por
el escudo de Eleazar, este se encuentra más concentrado en no ser rebanado que en asestar un
latigazo.

—Me alegra oír eso, cuando tengas colgadas tus tripas cual collar de marniense devoto me alegra
saber que serás el cadáver más honrado de por aquí —replica con una ligera risa, se le nota que
aún no se acostumbra a hablar desde hace mucho tiempo, luego de ver que no tiene respuesta del
joven sigue hablando —increíble ver como un muchacho cree que un simple puesto de capitán y
unos ex compañeros con más mierda en sus pantalones ahora que cerebro en sus cabezas valen
más que vivir su propia vida.

Eleazar da un salto hacia atrás para poder azotar todo lo que esté frente a él con su gran látigo,
Miranda lo esquiva con facilidad y se abalanza nuevamente hacia el frente buscando ensartar su
espada en el corazón de aquél joven que logra desviar la estocada, pero no el puñetazo que le da
el prófugo en la cara rompiéndole la nariz y haciéndole retroceder hasta el muro del que se apoya
con la espalda. Es en esta situación desesperada que al joven le viene el recuerdo fugaz de su
propio abuelo el día en que se unió a la guardia del calabozo.

«—No me hace gracia terminar aquí, abuelo, deshonrando a nuestra familia en un puesto donde
jamás veré un simple combate —comenta Eleazar luego de su ceremonia de ingreso.»
«—Ningún puesto de trabajo al servicio de la seguridad del Reino de Angostura es indigno, hijo
mío, ni si quiera este —comenta el abuelo con serenidad, se nota su importancia debido a su
armadura —ser miembro de La Guardia Carcelera Real te dará muchas oportunidades de que
crezcas como individuo…»

«—Como si usando un látigo fuese a imponer mucho más respeto que un hacha o una espada
mandoble —replica el chico con hastío mientras mueve su látigo de un lado al otro cual pedazo de
tela —eso enviará también todas las lecciones de esgrima que realizamos usted y yo a la basura,
abuelo.»

El abuelo no se inmuta a la respuesta del joven, acaricia suavemente el mango de su espada para
luego de un silencio acercarse para ofrecérsela a Eleazar.

«—Si eso crees no te molestará prestarme tu látigo un momento, ¿o sí? —reta a su nieto mientras
ve como este le entrega el látigo sin si quiera decir algo, pero con una sonrisa de burla en su
rostro, cosa que hace al abuelo sentirse más motivado —¿Te apetece un duelo, nieto mío?»

Eleazar se extrañado, en ese pequeño instante en el que la sangre fluye por su rostro desde su
nariz rota, el dolor es casi imperceptible por la adrenalina, la pared fría tras él, la nota, siente su
fría humedad.

«¿Por qué este recuerdo habrá venido a mi justo ahora…?, ¿Por qué lo habré olvidado…?» se
repite así mismo en la confusión de su mente, pero no deja que el miedo lo domine. Ve a Miranda
tan tranquilo preparar su siguiente estocada, luego voltea su mirada a su puño derecho donde
sostiene el mango del látigo, su mano magullada y lastimada por el combate «no puedo
desaprovechar esta oportunidad.»

En una respuesta rápida ante sus recuerdos, Eleazar toma el látigo entre ambas manos y los dobla
a la mitad como una correa, hace que la espada del prófugo pase por entre ambas partes para
luego darle un giro en el aire desarmando a Miranda en el acto. El viejo sátiro no puede creer lo
que pasa, aquel chico le ha desarmado de manera tajante haciendo que la espada caiga dando
tumbos por aquel pozo sin fondo. Miranda intenta darle una patada a Eleazar, pero este la repele
fácilmente con su escudo mientras que hace una maniobra con el látigo que le deja amarrado por
este.

—Se acabó, Miranda, sabes bien que este látigo roba la energía hasta dejar inconsciente a sus
víctimas, serás juzgado a la horca por esto —comenta de manera estoica el joven Eleazar luego de
ver que este no podía soltarse del amarre.

—¿Quién te enseñó a hacer eso?, ¿quién eres? —pregunta asombrado el viejo poniéndose de
rodillas, se nota lo fuerte que se encuentra amarrado por aquel látigo —sólo conozco a alguien
que hacía ese preciso movimiento.

—Me lo enseñó mi abuelo, Augusto Páez —contesta Eleazar acercándose a Miranda para decirlo
en voz baja —mi nombre es Eleazar Páez, Sub Capitán de la Guardia Carcelera Real.
En ese momento Miranda mira al joven y sonríe, pareciera que hubiese encontrado un tesoro
escondido en alguna mazmorra abandonada de mano de Dios.

—Ahora lo entiendo todo… —susurra para sí.

Los soldados que observan todo lo acontecido se contentan al ver a aquel demonio por fin
atrapado, Cipriano suspira aliviado y da la orden para que avancen.

—Ya podemos ir a tomar el control de la situación —comanda Cipriano a los soldados con lanzas
que avanzan para poner tras las rejas a Miranda.

El resonar cuadrúpedo de estos soldados son oídos por Max, que inmediatamente dispara una de
sus flechas hacia donde calcula, debe estar el centauro avanzando, está de más decir que la flecha
ha dado justo en el cuello cruzándole de lado a lado atravesándole la aorta y desplomándole en el
acto. Cipriano y los demás centauros ven al hombre caer y dan un paso atrás para luego colocar
sus escudos en dirección al montículo de escombros donde se encuentra el certkariano.

—¡El que cruce al cadáver de su amigo sufrirá el mismo destino! —grita Max desde detrás del
montículo donde se encuentra oculto. Este parece haberse recuperado bastante bien de su mareo
anterior.

—Parece que el certkariano está mejorando su puntería, señor —comenta el soldado al lado de
Cipriano, haciendo que este voltee a verle con una mirada de temor combinada con furia.

—Ese maldito aún seguía ahí observando todo —comenta agarrando con fuerza la lanza que lleva
consigo —al menos hemos logrado reducir al más problemático.

—lo que no entiendo señor es por qué no ha atacado al sub capitán cuando tuvo la oportunidad o
incluso en este momento —muestra el soldado sus inquietudes a Cipriano.

—No estoy aquí para deducir cada pensamiento que pase por la torcida mente de alguno de estos
criminales —contesta con bastante brusquedad al soldado, Cipriano usa un tono de voz bastante
alto, con el busca que todos los soldados que le rodeen le oigan —Ustedes están aquí para
preparar sus arcos ahora mismo y cocer a flechas a ese maldito conejo súper desarrollado y yo
estoy aquí para ver que así sea, entienden.

—Como ordene, señor —contestan sus soldados que aun poseían arco que estaban cerca.

—también necesito que tres de ustedes con escudos grandes avancen hasta la posición de su Sub-
capitán y lo saquen de ahí junto con el reo reducido, ¿entendido? —finiquita Cipriano mientras
selecciona a los encargados de avanzar —necesito que el resto prepare las flechas explosivas por si
lo anterior no funciona, los queremos vivos, pero si no funciona lo mejor es aplicar fuerza letal; me
adelantaré con el grupo que irán por el sub capitán.

En ese momento todos los arqueros que aún quedaban prepararon sus arcos para darle a Max una
lluvia de flechas, cosa que él se olía así que se aseguró de cambiar de posición rápidamente y
arrastrándose para que nadie le viera, luego de esquivarles respondía con flechas que acertaban a
medias. Mientras esta batalla a distancia ocurría Miranda seguía de rodillas ante Eleazar, sintiendo
como poco a poco sus energías flaqueaban.

—Eres digno nieto de tu abuelo, honorable e íntegro mientras pudo —comenta el anciano en tono
de burla, poco puede controlar como sus babas salen de su boca —lástima que cuando la cosa se
pone fea no sea lo primero que muestre la rata esa.

—Mi abuelo es el hombre más recto que existe, y mira que en este trabajo conozco muy bien a
quienes no lo son, sus servicios a la corona no tienen parangón —replica Eleazar con orgullo ante
las calumnias, su voz sonaba algo baja por este usar una mano para taparse la nariz desde la que
aun brotaba sangre.

—Al menos en algo tienes razón: ‘‘Sus servicios a la corona no tienen parangón’’ —remeda con
tono burlesco al sub capitán —¿sabes que es lo más triste de esto?

—¡¿Qué?! —pregunta Eleazar, la ofensa que sentía era tal que ya había avanzado dos pasos
esperando su respuesta para quitarse la mano de la cara y darle un certero golpe que le hiciera
temblar los dientes.

«Nadie se mete con mi familia, mucho menos con el honor de mi abuelo» pensaba para sí.

Pero poco notó que Miranda estaba en perfecta posición para levantarse, embestirlo contra la
pared y someterlo como evidentemente lo hizo, golpeando al Sub capitán contra la pared,
aprovechando para tomarle la espada que aún mantenía en su funda y clavársela en atravesando
todo su torso y chocando contra la pared al salir del otro lado, a la altura de los hombros.

—Que morirás sin saber quién era en realidad tu querido abuelo —le susurra Miranda al oído de
Eleazar mientras forcejea débilmente y termina vomitando sangre a cantaros —Adiós, Eleazar
Páez, sub capitán de esta mierda de agujero.

Luego de pronunciar esta despedida y aprovechando que el látigo ya no le mantenía cautivo,


Miranda saca la espada rápidamente del chico para luego pasarla rápidamente por el cuello de
este, decapitándolo al momento y haciendo que su cabeza saliera disparada por la escalinata
rodando escaleras abajo. Al Cipriano observar esto no puede ocultar la rabia de ver como mataron
a su amigo de aquella manera.

—¡Disparad a esos malditos, usen las flechas explosivas ahora! —ordena Cipriano con rabia ante la
muerte de su amigo.

Al oír estos gritos Miranda, luego de soltarse por completo del látigo, del miedo empieza a subir la
escalinata para llegar a hasta donde está Max. Este, al oír los pasos del sátiro no logra evitar
sentirse algo incómodo con lo que también oyó decir de Cipriano.

—¿Debería estar preocupado por lo que acaba de gritar? —le pregunta Max a Miranda cuando
está lo suficientemente cerca para decirle en vez de gritarlo.
—Dejaré que tu raciocinio logre captarlo por su propia cuenta —responde Miranda con una
respiración muy agitada al trote mientras sube de a dos escalones saltando escombros —¡párate
de ahí y corre!

Luego de estas palabras una lluvia de flechas empieza a caer justo por donde pasó Miranda en su
trote de retroceso, pero estas al impactar contra el suelo y cadáveres empiezan a explotar como si
fuesen granadas iluminando todo a su paso y esparciendo restos de escombro y centauros por
todos lados, las explosiones son tal que logran levantar una humareda de polvo que cubre todo.
Max y Miranda lograron escapar no sin antes estamparse contra la pared debido a la onda
expansiva.

—¿Estás bien? —pregunta Miranda poniéndose de pie a duras penas, aquel látigo le había robado
mucha energía, luego de ese trote no le quedaba mucha.

—Sin contar mi ceguera o mi prisa sí, si lo estoy —le contesta Max tosiendo un poco mientras se
intenta poner de pie, pero se percata que una de su pierna no la ha pasado nada bien haciéndole
cojear, se tantea para ver si aún tiene su arco consigo, pero al inhalar un poco logra oler una
combinación entre tierra, polvo y sangre —imagino que ese olor tan intenso a sangre en el aire
tiene explicación.

Miranda no responde, él sabe que Max realmente entiende la razón, debido a que las explosiones
se dieron en escaleras repletas de cadáveres su sangre fue mezclada con el polvo que levantó
dichos estallidos.

—me preocupa la idea que en vez de bajar volvimos a retroceder en mi estado y que ya no
tenemos a tu amigo gigantón para que nos ayude a avanzar —comenta Max mientras toca su
carcaj y nota que sólo le quedan diez flechas, ahora tampoco sabe dónde en el suelo habrá más
por culpa de las explosiones.

—Y a pesar de ello nos han dado sin querer lo que necesitábamos para acabarles —comenta
Miranda con una ligera sonrisa luego de ver que se encontraban justo frente a la entrada de la
Perla, luego al voltear a ver a Max nota que este está tanteando las flechas —no necesitarás
muchas de esas para lo que debemos hacer…

Escalones más abajo se encontraban los guardias de la prisión esperando a que se despejara la
humareda de polvo, a ellos también les parecía desagradable aquél olor a sangre con escombro
del aire; todos ellos ya no pasaban ni si quiera de quince guardias armados, algunos de ellos con
sus arcos ya listos para los siguientes disparos, otros con lanzas y escudos muy grandes, capaces
de cubrirles aun estando en su forma equina. Frente a este pequeño grupo se encontraba
Cipriano, volviendo a su forma equina mientras observa la cabeza de su amigo Eleazar en el suelo,
con los ojos puestos en el horizonte, aquellos ojos sin vida que le invitan a sentarse junto a él a
escuchar cual fue el último libro que leyó o a qué lejano país viajó en esta ocasión, todo eso daba
vueltas en la cabeza de Cipriano, cabeza que no dejaba de sentir como la cólera dentro de él crecía
más y más.
—Señor, hay alguien aproximándose entre el polvo —informa uno de los arqueros tras de él —ya
estamos listos ante cualquier contingencia.

—Esperen… —ordena Cipriano a sus soldados junto con un gesto de su mano —hay que estar
seguros, no hay que dejar nada a la casualidad, usen flechas comunes en esta ocasión.

Cipriano no se lo piensa dos veces, con su escudo al frente pone su mano en su espada, está listo
para matar a ese asesino sin miramientos.

Frente a ellos aparece una sombra sola, un ser bípedo en dos patas, al acercarse se le logra oír el
típico sonido de unas patas de caballo, era inconfundible para todos: era Miranda. Cipriano le ve,
al estar al frente de todo está más cerca de los hechos y eso le permite verle más claro que los
demás, estaba parado frente a él, con esa sonrisa que sólo portaría un loco sin salvación, un
asesino a sueldo; este retiene su ira lo más que puede, sabe que detrás de él debe estar Larz y ya
lo había visto en acción pues fue él quien lo vio en duelo y luego en el escape había demostrado
seguir como si nada.

—¿Te gustó cómo quedó? —le pregunta por fin el sátiro frente a él en tono burlón —digo, siempre
que arrebato la vida a alguien busco que este tenga la expresión más natural que pueda y me
alegra ver que tu amigo fue bastante lozano.

—No hables de él así, no le conoces —le contesta Cipriano a regañadientes, sabiendo que este ha
de ser un juego.

—‘‘No le conocí’’ querrás decir —corrige rápidamente Miranda no sin antes soltar una leve risilla
—y no necesito hacerlo, en realidad; todos los Páez son iguales: testarudos, honorables, algo
sensibles y perseverantes.

Cipriano oye sin decir nada, hace un pequeño gesto que los arqueros atajan, tenían que acercarse
a él para atinarle en la cabeza, los lanceros ya se hallaban a su costado.

—Pero lo que nunca dejaran de ser unos perros bien amaestrados, capaces de hacer cualquier
cosa ruin por su amo y todos merecen ser decapitados como tal —culmina Miranda su discurso
con un rostro de satisfacción.

Cipriano oye eso y sólo le observa, piensa en lo hermoso que sería decapitarle ahí mismo; coloca
su mano sobre el mango de su espada como acto reflejo.

—Me imagino que su padre tuvo que terminar igual, y ¿qué tal si me dices si tiene algún hijo
escondido que necesite un nuevo corte de cabello? —dice Miranda casi murmurado cual si fuera
un secreto entre amigos, cosa que no puede tolerar más Cipriano.

—¡No aguanto más! — sentencia Cipriano al sentir su sangre hervir y cabalga en dirección de
Miranda tomando la lanza de uno de los guardias que tenía a su costado y buscándole de toda
manera posible empalarlo cual impío —¡No le conocías ni tampoco lo harás una vez de mate como
un perro a ti también!
—¡Señor, aguarde! —grita el soldado al ver su ida al trote espantando al objetivo y dejándoles
atrás sin siquiera haberse puesto en posición para matarle. Estos no pierden tiempo y le siguen al
trote también.

—Quizá tengas razón y no le haya conocido a ese pobre infeliz, pero a ti si te conozco —le confiesa
Miranda corriendo delante de él, con poca distancia —Tienes la misma cagada de cara que tenía
ese desgraciado de Greg: eres un Herrera, ¿verdad?

Cipriano se sorprende un poco, pero no deja que esto le evite el acelerar, poco a poco le alcanza.

—Desearía haberme enfrentado primero a ti, con esa cara de imbécil que se cree dueño de todo
hubiera disfrutado más al decapitarte, pero creo que me conformaré con cogerme a la gorda y
estúpida madre de ese bastardo —comenta Miranda con cierto júbilo en su tono de voz —¿O
hubiese sido mejor hacérselo a la basura de tu madre?

En ese momento Cipriano no desaprovecha y arroja su lanza con fuerza incrustándose en la región
inferior del torso de Miranda y saliendo con partes de su hígado por el otro lado, dejándole
clavado al suelo hasta que el centauro le patea y hace que gire en el aire antes de caer boca arriba.

—No vuelvas a meter a mi madre en esto —ordena Cipriano luego de clavar su espada cerca de la
cabeza cercenándole la oreja izquierda, por la que se le acerca para susurrarle luego de que
remueve la espada —¿entendiste bien, basura inmunda?

Miranda se retuerce un poco de dolor, pero para sorpresa de Cipriano y del resto de los centauros
que acaban por alcanzarles este sólo puede reírse a carcajadas ante la situación, esto desagrada al
líder de los centauros que le mete de manera muy brusca la espada en la boca al sátiro.

—¿Seguirás riendo de esa manera o también tengo que cortarte esa lengua sucia tuya? —
pregunta ya Cipriano sin ninguna misericordia, incluso estaba a punto de hacerlo hasta que cae en
cuenta de algo, algo muy preocupante: Ya no saben el paradero de Max Larz.

—¿Así que ya te disté cuenta? — comenta Miranda entre tos y tos llena de sangre, pero sin
modular la voz, casi gritándola —Dime: ¿Qué sientes al no saber dónde están las personas, al no
ver que te rodea?

Cipriano y sus hombres empiezan a ver en todas direcciones, Max no daba indicios de aparecer.

«¿Ese maldito lo habremos dejado escapar?, ¿Lo habremos dejado de lado en algún punto?»
voltea a ver detrás de sus soldados escalera abajo, al hacer esto los que le veían también voltean
aterrados «¿Nos habrá rodeado?»

—No puedo creer como el cuerpo élite de los guardias reales permitieran que esto pasara: tres
reos pudiendo con más de cien hombres y ahora siendo acechados por dos de estos —comenta el
sátiro sin evitar mostrar su deleite por la escena —¿estará a mi lado?, ¿dentro de la Perla de
nuevo?, ¿habrá huido ya o…?
Los guardias empiezan a sufrir de un ataqué de histeria colectiva, Cipriano es el más afectado por
esto, el respeto que sentía por Max como guerrero se transformó en pánico.

—¡Haz que se calle! —grita el arquero más próximo a donde se encuentra tirado Miranda,
tapando sus propios oídos para no oírle de nuevo.

—Sólo miente, lo más probable es que ya se halla ido —comenta el mismo al que le quitó la lanza
Cipriano, sólo que no suena para nada convencido de sus propias palabras.

Cipriano voltea de nuevo a ver a Miranda, sabe que lo mejor sería cortarle la lengua para que deje
de confundirles, pero el morbo de oírle le puede más.

—Ya les has torturado suficiente, Larz, mátales de una vez —sentencia el moribundo con una
pequeña risa desde el suelo.

En ese momento oyen un pequeño chasquido a su izquierda, escaleras abajo en la escalera al otro
extremo del calabozo, los arqueros al apenas oír esto disparan con rapidez en respuesta, sólo
oyendo las flechas a golpes chocar con los escalones y pared.

«Ese sonido… es muy… similar a» piensa Cipriano haciendo acoplo de toda su concentración y
valor.

—¿En serio sólo usan flechas normales ante Max Larz? —se burla y fanfarronea Miranda al no oír
explosiones al otro lado —es uno de los mejores soldados del mundo y ustedes usan flechas
normales sin ustedes poder posicionarlo de manera eficaz, es mejor que usen las explosivas, a
menos que… quieran morir —culmina Miranda con una risilla y con más tos luego de ello.

—Señor… —duda uno de los arqueros ante la sugerencia.

—No hasta que yo lo diga —contesta secamente viendo hacia donde habían oído aquél chasquido.

Corroborando la paranoia colectiva vuelve a oír otro chasquido en ese mar de silencio, esta vez
más cerca de ellos, consiguiendo una respuesta más que obvia de una lluvia de flechas sobre ese
sector, pero haciendo que estos empiecen a aterrarse por sólo oír las flechas chocar contra el
suelo, «¿Ninguna dio?» era lo que pensaban todos y el pánico de pensar que él se les acercaba no
daba cabida a otra idea en su cabeza, por ello todos sin pensarlo en nada toman una siguiente
ronda de flechas explosivas.

—Se acerca, viene a por ustedes… —se burla nuevamente Miranda.

—¡Cállate! —contesta furicamente Cipriano sacando su espada para cortarle la cabeza de un tajo,
pero el sonido de la espada al salir de la vaina le da una idea que lo deja atónito «Flechas… ese es
el sonido…»

Pero es justo en ese momento que suena un nuevo chasquido tras ellos, este suena más metálico.

—Él ya está aquí —sentencia el moribundo con sus dientes cubiertos en sangre.
—¡No, esperen, no! —ordena Cipriano a sus hombres, pero ya es tarde, él ya sabe qué aquellos
chasquidos los generó flechas disparadas desde algún punto, que ‘‘ese’’ en realidad no es Larz.

En el rostro de esos hombres no se reflejaba nada más que miedo, el miedo hacia la muerte más
aterradora de todas, el miedo a aquello que no puedes ver, el miedo a lo desconocido; todos y
cada uno de ellos liberaron sus flechas al mismo tiempo y en la misma dirección, todas ellas
causando una explosión bastante grande en comparación con las anteriores, explosión que hizo
que muchos de ellos salieran disparados hacia atrás, hacia el vacío desde el cual provino un
enorme fuego en forma serpiente que se estrelló contra el techo y disipó la humareda de polvo,
otros tuvieron suerte de aguantar agarrados del suelo, suerte que se desvaneció al darse cuenta
que el punto donde habían disparado era el lugar donde se soportaba la puerta de La Perla contra
la pared, al quedar libre este imponente pedazo de metal cae sin misericordia sobre los guaridas
restantes aplastándoles y llevando sus cuerpos hasta el fondo del abismo al que la puerta termina
cayendo, causando un enorme estruendo.

Cipriano tuvo la buena suerte de no estar tan cerca de la puerta cuando esta cayó, sin embargo, la
explosión si le afectó, lanzando escombros en su dirección y destruyéndole sus dos patas
delanteras y dejándole tirado en el suelo desangrándose junto a Miranda, ambos se encontraban
drásticamente quemados por la expansión del fuego por el polvo, fue tanto así que la piel de
ambos tiene regiones con quemaduras del tercer grado.

Max todo este tiempo se encontraba en el inicio de la escalinata de La Perla, desde donde había
ideado junto con Miranda todo el plan que llevaron a cabo: Miranda era el encargado de traerlos
justo al lado de la puerta incrustada en la pared y para que esta les aplastara era necesario algo de
esas flechas explosivas en ciertos puntos, así que Miranda mismo se ofreció para hacerles el daño
psicológico necesario y funcionó, aun a expensas de la salud de Miranda, Max no tuvo problema
alguno con la llamarada emergente, este no salió envuelto en el fuego porque el polvo no llegó
con tanta fuerza dentro de La Perla.

—Maldi... ción… —dice muy entrecortadamente Cipriano al ver cómo todo se desarrolló, cosa que
irónicamente ya no podrá hacer porque el fuego le quitó los ojos y al oír una leve risilla venir del
cuerpo de Miranda, ambos estaban tan mal que no se podían mover.

Max avanza lentamente hasta donde se encuentra su compañero de cárcel y ex carcelero, su


cojera se ha acrecentado gracias a que pudo descansar y ya no está en un estado de adrenalina,
tampoco se detiene a vérsela, eso no le importa, la espada que arrastra y el objetivo que desea
cumplir es todo lo que necesita.

—Tú y tu amigo me preguntaron hace nada el cómo se siente la ceguera, ¿verdad, Cipri? —
comenta Max a la distancia mientras avanza lentamente a donde están ambos —el cómo ha de ser
estar día tras día sin poder notar un atisbo de luz que inunde tu retina y tan si quiera la señal
nerviosa en tu cerebro, una luz que no sea imaginaria.

Mientras avanza Cipriano no puede ni quiere decir nada, su indignación se lo prohíbe.


—El terror, la angustia, el sufrimiento, hay muchas maneras de escribirlo y todas están acertadas,
el reino de las sombras no es más que un laberinto donde el dolor físico será el menor de tus
problemas —recita Max mientras se posa de pie sobre el cuerpo de Cipriano —Ahora que te he
respondido creo que lo más cortés es que me respondas tú a mí en nuestro próximo encuentro
¿cómo es el reino donde los cinco sentidos han desaparecido?

Luego de decir esto procede a insertar la espada en su corazón no sin antes notar el sonido de un
pequeño gimoteo provenir de Cipriano, luego de sacar la espada del cuerpo pasa la mano por el
lacerado rostro del centauro, estaba empapado: Cipriano estaba llorando desde que oyó la voz de
Max, quizá pensando en su miedo a la muerte o despidiéndose de sus seres queridos.

—Como un verdadero certkariano, sin tomar prisioneros —murmura muy suavemente Miranda,
aunque debido al silencio sepulcral audible por cualquiera, sus heridas lograron cauterizar por el
fuego, pero a cambio tiene una gran cantidad de quemadas por todo el cuerpo —Muy típico de su
raza.

—Este niño no merecía morir… ninguno de ellos… —responde Max mientras se apoya con la
espada como si de un bastón se tratase, no le quedan fuerzas —lo único que les hizo merecer
morir fue haberse topado en mi camino.

—¿Te vas a acobardar ahora después de viejo? —le reprocha en murmuros el sátiro, es poco el
cabello que le queda —Tú los mataste y ya está, si en verdad quieres enmendarte ante ellos ve y
cumple tu misión, sé un verdadero guerrero.

El silencio se hizo patente, luego Max soltó una pequeña risa que inundó todo el recinto.

—Respóndeme a algo… ¿Odiabas a estos chicos? —pregunta el certkariano apoyando su espada


en el suelo nuevamente.

Luego de una larga inhalación el sátiro contesta.

—Realmente no lo sé… —se nota lo mucho que le está costando respirar —… podría decir que era
una actuación para que el plan fuese mejor, pero creo que en el fondo sí sentía rencor por toda
esa gentuza y lo que representaba…

Max suspira, retoma su espada y renueva su marcha entrecortada.

—Gracias, desconocido de la celda conjunta —se despide Max mientras da un par de pasos
accidentados hasta llegar estar sobre Miranda.

—A mí me llamas por mi nombre, Certkariano inmundo: soy Cayo Celius Miranda.

En el momento que Max iba a clavar la espada en el corazón de su compañero de fuga este oye
pasos seguidos de un inconfundible grito.

—¡¡¡LARZ!!!
La Fuga II

La ciudad de Angostura se encontraba en ese momento en toque de queda y eso se notaba, desde
la reciente partida del ejercito de la ciudad hacia el frente de batalla esta se hallaba prácticamente
desierta, sólo uno que otro guardia patrullando daban fe a que esta no era una ciudad fantasma
más. Esto también se repetía en las viviendas y habitaciones de los ciudadanos.

En la vivienda donde se hospedaba la familia Zmeya el ambiente era tan tenso como en la calle
misma, salvo por los niños que se encontraban plácidamente durmiendo en la misma cama todos
estaban estresados.

—¡Se acabó, voy a buscar a Patroclo yo misma! —proclama Creta mientras intenta levantarse de la
cama donde le está dando leche materna a la pequeña Galak Zmeya.

—Cariño, por favor, mantente en calma, no puedes moverte así, te harás daño —le dice Cnosos
abrazándola ya que esta empezó a sentir dolor al intentar levantarse y también pudo soltar a la
niña al suelo por accidente.

—Pero mira las altas horas que son y no regresan —dice mientras que mece al bebé en brazos
para que se duerma, se le nota esa voz quebradiza que ponemos antes de llorar a pesar de que
ella no lo hacía —No han regresado ni él, ni Vosjod, ni si quieras sabemos algo de Galak desde que
lo fue a buscar.

—De igual manera hay que mantener la calma, mi amor, estamos en toque de queda y hay
soldados en las calles —le recuerda Cnosos antes de darse un beso consolador mientras le abraza
—además no hay nada de lo que preocuparnos, el tío Vosjod es un hombre hecho a su manera, él
sabe cuidarse, y Galak ahora es princesa, ella estará con Patroclo, de eso estoy seguro.

En la habitación también se encontraban los viejos Yuri y Spunik oyendo todo esperando el
regreso de su hermano y nieto, Yuri se sentía igual de preocupado que Creta, pero este no lo
decía, sólo se asomaba por el ventanal contiguo desde donde veía a la ciudad dormir, también veía
y oía una tormenta eléctrica acercarse por el oeste, a pesar de lo alto de algunos pinos desde
donde estaban podían ver como rayos color carmesí iluminan el cielo como centellas y calaban
hasta los huesos con aquellos estruendosos truenos retumbar en las habitaciones a pesar de la
distancia de la tormenta. En ese momento uno de los pequeños sale de la habitación donde se
hallaba durmiendo.

—¿Qué te pasa, Niki? —pregunta Spunik poniéndose de pie de la silla donde se encontraba, este
lo hacía con mucho esfuerzo ya que sus brazos ya le empezaban a fallar.

—No puedo dormir —contesta el pequeño Nikita mientras se estruja el ojo con una mano y con la
otra sostiene su peluche de tela al que sostiene con firmeza, detalle que nota el viejo Spunik.

—Es por la tormenta, ¿no es así? —pregunta el viejo con una sonrisa mientras le ofrece coger al
niño de la mano.
El pequeño Niki no contesta, sólo aprieta más fuerte el peluche y toma de la mano al anciano,
luego de esto ambos caminan lentamente al cuarto de vuelta.

—Ven, te demostraré que no hay que tenerles miedo con una historia —es lo último que se le oye
a Spunik decir mientras entra al cuarto y cerrando la puerta tras de sí, dejando a los adultos atrás.

Al irse Spunik con Nikita Creta no hizo sino quedarse dormida junto con la bebé en la cama en el
centro de la habitación, Cnosos aprovechó esto para acercarse a la ventana junto con Yuri y
contemplar el paisaje.

—Sabes, cuando éramos niños siempre era Vosjod el que se metía en problemas y si no era por mi
papá o por Spunik el no saldría bien librado —comenta Yuri con nostalgia.

—Justo a como era yo con mi primo Rus —comenta Cnosos riéndose junto a Yuri.

—No, pero en serio —continua Yuri luego de parar de reír ambos —recuerdo en una ocasión
cuando él y tu madre deseaban comer de la cosecha de frutas personal del señor, en el pueblo
estaba el rumor para nada mal infundado de que sus frutos siempre eran de los mejores, todos los
niños del pueblo lo sabían, pero también era bien sabida la crueldad del señor para con los pillos
que osaran entrar en sus dominios a robarle.

En ese momento Cnosos hace un gesto con el dedo pasándolo alrededor del cuello, pero Yuri lo
niega entre risas.

—No, no, no tan drástico, pero sí te quitaban las ganas de robarle… o al menos eso es lo que le
hacía a todos menos a tu tío, él mandó a tu madre a decirle al señor que tenían que resolver
algunos problemas mercantiles, ya no recuerdo que fue esa excusa de mierda, lo que si recuerdo
es que tu tío aprovechó la distracción para ir por algunas frutas y llevando un saco se dedicó a
arrancarlas, pero lo que no sabía es que el señor había comprado recientemente unos perros de
montaña, muy populares en la capital del este en aquellos tiempos —sigue contando Yuri con una
emoción que se le contagió a Cnosos.

—Oh no, ya puedo imaginarme el resto —comenta este imaginando lo peor.

—Oh sí, fue un espectáculo ver a tu tío correr por medio pueblo siendo perseguido por esos
perros, así hasta que llegó a la zanja que estaba cerca a la casa del señor Petrov, ¿Si te ubicas? —
pregunta Yuri, que al ver como su sobrino asiente este sigue relatando —pues sí, en el momento
que tropieza los perros le logran alcanzar y estaban a punto de destrozarlo vivo, pero en ese
momento llegó Spunik a caballo haciendo que estos se asustaran y corrieran de allí. Spunik no
podía creer la imprudencia de Vosjod y le preguntó si valió la pena arriesgar la vida así a lo que
este le respondió luego de dar un gran mordisco a la fruta robada que valió cada maldito segundo.

Ambos no pudieron evitar reírse, aunque modulando su voz ya que muchos ya estaban dormidos
y, para empeorar todo, los truenos seguían haciendo de las suyas.
—Lo triste fue que, luego de eso y de la paliza que le dio papá por usar a tu madre de esa manera
envió a Vosjod a vivir con unos primos en la capital y no volvimos a saber de él por un tiempo —
concluye Yuri con una sonrisa nostálgica en su rostro mientras este es iluminado por un rayo a la
distancia.

—Me gustaría que él estuviese aquí justo ahora, creo que sabría qué hacer con Patroclo y nos diría
por qué hay tantos guardias en la entrada —comenta Cnosos con algo de hastío en su tono de voz
al voltear a ver a la puerta de la casa, justo detrás de esta había tres guardias apostados
resguardando.

—Quizá él los pidió —contesta el tío provocando nuevamente risas a ambos.

Mientras ellos hablaban sobre el pasado de Vosjod, en la habitación de al lado Spunik arropaba a
Nikita junto con Renz para que durmiera.

—¿La serpiente Vashargek? —pregunta Nikita sorprendido.

—Sí, desde siempre los rayos han simbolizado a la serpiente Vashargek, señora de los vientos, de
las buenas cosechas y de la justicia, su historia es tan curiosa como su importancia —comenta el
viejo con ternura en su hablar —¿Quieres que te la cuente?

—Sí, por favor —contesta el chico con un bostezo.

—Ella en un principio no era más que el cinturón del Dios Orión, cazador celestial, este una vez
tuvo tanta hambre por no haber podido cazar nada que decidió robarle un jabalí de Rivial, lugar
donde estas criaturas son veneradas. Cuando llegó ahí tomó un jabalí, y vaya qué jabalí, era tan
grande que luego de prepararlo, y empezar a comerlo, tuvo que quitarse el cinturón para seguir
comiendo, luego de esto Orión se recostó bajo un manzano a descansar. Porker, Dios y patrón de
Rivial no aceptó esto con buenos ojos, así que le pidió ayuda a Peter, Dios de los engaños y patrón
de Angostura para castigarle, éste aprovechó el sueño de Orión para hechizar el cinturón que se
encontraba en el suelo, este hechizo le dio vida a la prenda de ropa, convirtiéndola en una
serpiente.

—¿Una serpiente? —pregunta el pequeño Niki, escondiéndose tras sus sabanas por pensar en una
serpiente gigante.

—Sí, pero esta no era mala, en realidad sólo le quería dar una lección al Dios deshonesto, así que
le mordió en el pie, el veneno de esta hizo que Orión entrara en un sueño donde comería Jabalí,
aunque no tuviera hambre eternamente hasta que se arrepintiera de sus actos —finaliza Spunik su
relato, este movía mucho las manos y cambiaba el tono de voz para teatralizar mejor su historia —
desde entonces Vashargek castiga a los injustos y actos impuros, cada vez que usa su cola como
látigo es que el choque genera los truenos en el cielo de los días nublados.
—¡Vaya, esa historia no me la sabía! —comenta el chico mostrando muchas energías en su voz,
pero cada vez más hundido en su almohada —abuelito Yuri me dijo que los rayos ‘‘sinifican’’ otra
cosa.

Spunik mira con cierta duda la cara del chico que entre bostezo y bostezo se va durmiendo más y
más.

—Ah, ¿sí?, y entonces ¿qué más significado poseen las tormentas? —pregunta el anciano con una
voz también más apagada, parece que también se estaba quedando dormido en la silla.

—‘‘sinifican’’ minotauros —contesta el chico con los ojos ya cerrados y entrando al reino de
Morfeo, en ese momento un rayo como ningún otro de esa noche iluminó el cielo y aquella
habitación, haciendo de todos los presentes y dormidos seres lumínicos.

En ese momento, muy lejos y muy abajo de esa habitación se encontraba un sendero que conlleva
a La Antillana, por este pasadizo subterráneo había una cantidad interesantes de guardias abatidos
e inconscientes, ninguno de ellos con heridas mortales, todo a petición de Vosjod y a decepción de
Butch. Estos se encontraban ya al final de aquel túnel que llevaba a la zona más baja usada por la
prisión, justo donde se encontraba la plataforma de combate suspendida sobre el abismo, en ese
mismo lugar donde Butch horas antes se enfrentó a su némesis y donde ahora sólo hay cadáveres
aplastados, un enorme hibrido amenazándoles con una embestida directa capaz de dejarlos
estampados contra la pared y un centauro gravemente lastimado encarándole.

—¿Ustedes quiénes son? —pregunta Juan acercándose a la pequeña escalera de madera que
conecta la plataforma con la escalinata circular, su rostro muestra perplejidad más no hace gala
del dolor que ha de sentir por sus heridas —¿Más reos escapando que necesitan algo de justicia?

—¿Este gordinflón acaba de decir justicia?, es muy simpático —contesta Butch en tono de burla,
todo sin perder de vista al hibrido.

—Soy Vosjod Zmeya, supremo sacerdote de Angostura y médico vitalicio —se presenta Vosjod con
etiqueta, pero demostrando lo mucho que esta le da pereza —Él es Butch Rooster, ex prisionero
de Angostura y nos encontramos aquí porque estamos buscando a un amigo nuestro que creemos
está en esta prisión.

—Esa maldita basura no es mi amigo —replica Butch mirando a Vosjod como si este le hubiese
ofendido, pero luego de que el anciano le lanzara una mirada fulminante es que el joven
certkariano entendió que debía callar, aunque no le gustara el comentario.

—¿Amigo suyo?, ¿Qué amigo? —pregunta perspicazmente el centauro al humano que le veía con
ojos de apatía, Juan era el único que no miraba ni de reojo a Boves, este simplemente se
concentraba en una cosa a la vez.

—Su nombre es Maximillian Burns, asistente de la princesa Charlotte y caballero real del reino de
Rivial —contesta Vosjod serenamente, él tenía el deseo de no causar más alboroto del que ya veía.
Butch le mira los ojos a Vosjod buscando expresarle que eso no se lo iba a creer, incluso pensó en
decírselo, pero Vosjod le había asustado a tal punto con aquella mirada que creía que si abría la
boca el viejo le mataría ahí mismo.

—Pero nuestro general Quirón nos explicó que ese sujeto era un impostor, que no era más que él
bandido conocido como Max Larz —contradice el centauro ante los argumentos de Vosjod,
aunque su voz suena más boba que la primera que usó.

—Pero esto no es más que un mal entendido, ya su general y yo hablamos afuera y concordamos
en que fue un error, así que sólo hemos venido a sacarle para que pueda reunirse con su princesa
—dice tajantemente el viejo haciendo que hasta Butch se quede asombrado de la naturalidad con
la que lo dijo, se oía muy convincente y esto hizo que Juan estuviera un momento meditando
mientras hacía caras cada vez más estúpidas, en ese momento Butch agradeció que el ultimo
guardia que dejaron inconsciente fue varios metros atrás en el túnel para no confundir aún más al
centauro.

En ese momento, parecía que Boves iba a realizar una embestida directa al trío, Butch actuó en
consecuencia, tomó la lanza que había hurtado de guardias atrás y la blandió para retener el
avance de Boves y quedando a unos pocos centímetros de Juan que se mantenía de espaldas a
ambos viendo sólo a Vosjod que sí observaba todo.

—¿No te enseñaron a no interrumpir conversaciones ajenas? —pregunta Butch mientras detiene


de súbito el avance de Boves y usando toda su energía en ello, se da cuenta que aún no se
recupera de la pelea de hace horas.

—¡Está bien, creeré en ustedes! —contesta alegremente Juan mientras mira a Vosjod que está
más pendiente de la embestida de Boves, al Juan voltearse a ver el choque este se ríe un poco y le
señala una de las patas del hibrido —que bueno que cuando caímos le incrusté otra lanza en esa
pata o si no su embestida te hubiese matado, amigo Butch.

El certkariano se sorprende ante tal lectura de la situación sin siquiera verle, pero debido a que no
aguanta el empuje deja que Boves avance en su embestida, pero le desvía hacia un costado
haciéndole estrellarse contra la pared dejando su cara contra esta.

—Eso no lo detendrá por mucho —comenta Butch sacando la lanza del suelo donde la ensartó
para hacer apoyo y luego volteando a ver a Vosjod —¿tienes algún plan?

—¿A caso crees que soy tu hada madrina y vengo a ayudarte en todo?, no tengo idea de cómo
puedes vencer a esa cosa, además es tu idea entrar aquí —contesta el viejo mientras le hace un
gesto a Juan para que se acerque, luego de esto le dice que retoce en el suelo para hacerle mover
sus brazos como en un proceso de estiramiento —me dedicaré a curarle mientras puedas darnos
tiempo, necesitamos estar los tres juntos si deseamos salir de esto vivos.
Butch deseaba poder contestarle con algo ingenioso para que dejara de ser tan altivo, pero no se
le ocurría nada, además que la adrenalina de la batalla y el ver como Boves no se quedó
inconsciente le mantiene ocupado.

El contundente golpe que recibió Boves contra la pared le hizo recordar cosas que creía olvidadas,
recuerda a un hombre de pie frente a él, este hombre usaba una enorme lanza con la que
batallaba, en ese momento la rabia brotaba del hibrido mientras se ponía de pie dejando sólo dos
enormes agujeros en la pared con forma de cuernos, se volteaba a ver a Butch con una mirada
enceguecida por el odio.

—Páez, Boves atraparte —murmura para él, aunque es tan fuerte su voz que fue audible para los
tres.

—¿Páez? —pregunta Butch viendo a Vosjod a ver si este sabe algo, pero este se halla más
concentrado en hacerle mover mejor el tronco a Juan.

En ese momento Boves se acerca al borde de la plataforma para arrancar con sus enormes
músculos esa cadena que mantiene esa esquina de la arena y, despegándola por completo, pero
manteniendo en un extremo un gran pedazo de concreto de la pared logra hacerse una
monstruosa maza que hace girar en el aire y con la que intenta pegar a Butch.

—Necesito más ayuda por aquí —solicita Butch mientras nota como tiene que hacer cada vez más
acrobacias usando la lanza para esquivar los ataques del hibrido tanto como que cada vez que
intenta hacerle un corte este le cuesta más, es cómo si su piel se esté haciendo cada vez más dura.

—Ahora inhala e intenta mantener la respiración, ¿sí? —le ordena Vosjod al centauro ignorando
por completo la petición del certkariano, este pasa las manos por el torso desnudo del centauro
algo gordinflón y hunde sus dedos en ciertas partes del tronco del guardia mientras este mantiene
la respiración.

—¿Podrías no ignorarme? —Suplica Butch antes de ser empujado contra una pared por un
coletazo de la enorme cadena gracias a que se distrajo un segundo para hablar.

—No, no puedo, ya te expliqué el plan y yo estoy haciendo mi parte… Ahora sólo ponte de pie y
haz lo que te diga, ¿entiendes? —pregunta el anciano obteniendo un gesto positivo del centauro
que de inmediato se pone de pie y muestra su mejora de condición.

Boves avanza hasta donde se encuentra Butch, mientras lo hace su cuerpo sigue mutando,
recubriéndose con cada vez más escamas acorazadas, similar a un armadillo, su hocico se estira
mucho más y empiezan a emergerle colmillos más largos y afilados a su dentadura. Este hibrido
empieza a recordar mejor al hombre en lanza que enfrentó, mira más detalladamente a Páez
frente a él, le ve con su forma bípeda batiéndose en duelo con el hibrido y derrotándole. Esto hace
que Boves se enfurezca más con Butch.
—Páez… caerás en esta ocasión — decreta Boves a Butch que apenas se recupera de su golpe
contra esa pared, en esta ocasión Vosjod abre sus ojos como platos por la sorpresa que acaba de
oír.

—¿Ya puedo ir?, no me quiero perder la diversión —suplica el centauro viendo toda la acción.

—Claro que ya puedes, ahora necesito que le embistas con todas tus fuerzas, hazle estrellarse
contra la pared —le ordena Vosjod cuando termina de su peto de cuero y le da una lanza algo
magullada que estaba en el suelo del pasillo.

Juan no pierde el tiempo y tacleándole desde un ángulo muerto para la visión del hibrido lo manda
contra la pared con fuerza, pero todo esto a costa de dislocarse de nuevo el hombro con el que
realizó el empuje. Juan aprovecha esto para subir a la escalinata y ayudar a Butch a levantarse del
suelo donde calló con la frente llena de sangre.

—Butch, tienes que derrotarlo ya mismo, cuando era un bandido que asolaba a toda la región ese
bastardo demostró ser un psicópata sin compasión, mataba por gusto hasta que lo detuvieron, y el
motivo por el que ese sujeto parece retrasado es para poder tenerlo en cautiverio, es para que no
recuerde nada de sí mismo, si recupera su memoria… —Vosjod le informa con bastante rapidez y
preocupación en sus palabras, pero se detiene al oír explosiones provenir de los pisos superiores.

—Sí recupero mi memoria recuperaré mis poderes, ¿es eso lo que le ibas a decir? —culmina el
hibrido con una voz más viva que la anterior mientras se reincorpora desde donde se había
estrellado, al colocarse sobre la plataforma se le nota que aquella tacleada nada le hizo en
realidad, su piel ya es lo suficientemente dura para aguantar mucho más que eso.

La sorpresa de Vosjod ante aquella muestra de inteligencia hecha por el hibrido era tan evidente
que este se limitó a mirarle con preocupación y rabia, era el único ahí presente además de Boves
que sabía del poder destructivo de esa bestia.

—Vaya, ¿así que resulta que no eres el resultado de una relación incestuosa entre dos primos?,
excelente —comenta de manera sarcástica Butch mientras es apoyado por Juan para mantenerse
de pie.

Boves le mira con desprecio a ambos, pero luego cambia su rostro por uno más confiado.

—Sólo oigo hablar a maricas, de esos que me he cogido por decenas en mis mejores años… pero
que no se diga que no estoy abierto a nuevas experiencias, será un placer ver a una puta rostizada
—Mientras Boves dice esto una cantidad desmesurada de rayos se acumulan en la base de los
cuernos del hibrido haciendo que incluso llegue a zumbar en el oído de los presentes.

Luego de acumular la energía suficiente, el hibrido de diez metros de altura disparó un rayo
concentrado en dirección a Butch, Juan al olerse este destino empuja al certkariano hacia un lado
para recibir de lleno el rayo causando un estallido lumínico frente a todos encegueciendo a Butch
y a sí mismo, cosa que aprovecha Vosjod para acercarse a Butch y alejarlo de la zona donde
impactó mientras el cadáver de Juan se mantiene ahí en el suelo.

—¿Qué diablos es eso? —le pregunta el malherido certkariano al viejo mientras le ayuda a
caminar lejos.

—Es la afinidad minotaura en su cuerpo, mientras que los centauros son netos controladores de la
tierra, los minotauros poseen el poder de controlar la electricidad —comenta Vosjod, este no
quedó ciego porque cerró los ojos justo a tiempo, cosa que no pasó con Boves —tenemos la mala
suerte que este cabrón sabe usar ambas…

Vosjod le mira mientras se pega toscamente con los escombros, el anciano se detiene justo en el
umbral de la puerta, para tener una opción auxiliar de escape.

—Esto me pasa por perder la practica usando mi Castigo de Minos, no importa, igualmente podré
oler su ubicación… —vocifera el hibrido cegado mientras se concentra en olfatear para luego
poner una cara de asco monumental —¡¿Quién fue el asqueroso?!

«Ese maldito aprovecha su afinidad terrestre para recubrir su cuerpo con placas endurecidas,
incluso me sorprende que siendo apenas hibrido pueda manejar su afinidad eléctrica tan lejos del
cielo… me imagino que será cargando las partículas a su alrededor» detalla Vosjod en su mente
mientras le observa con impotencia, pero es en ese momento que nota un olor nauseabundo
colarse hasta su nariz «¿Qué olerá así?»

—¿Qué hace ese infeliz? —pregunta Butch a Vosjod, pero este le ignora por buscar el origen del
olor —¿y ese olor es como a huevos podridos?

Vosjod por fin cae en cuenta que el olor empezó a surgir de los agujeros por donde entraron los
cuernos de Boves cuando Butch le desvió la embestida, al verlo de cerca nota que en esta se
encuentra un pequeño yacimiento de azufre y esto le hizo pensar en un plan.

—Butch necesito que me oigas y me oigas bien —se acerca Vosjod al oído de Butch para
susurrarle, parece que a este ya se le estaba pasando el efecto —tengo un plan para detenerle,
pero necesito que uses todo lo que tengas para poder aplicarlo.

—¡Deja los rodeos y cuéntame! —le zarandea el certkariano.

Mientras ellos hablan, Boves se estruja los ojos con fuerza, asqueado de aquél olor sólo desea irse
de ahí lo más pronto posible, por eso no hace más que emocionarse cuando logra ver a Butch
empuñando su lanza contra él junto a Vosjod haciendo movimiento con las manos, el pensar en
cómo los freirá y luego se los comerá le llenan de éxtasis, sin meditarlo mucho empieza a acumular
energía eléctrica del ambiente.

—Digan adiós y no olviden escribirme— comenta con una sonrisa en su rostro.

—¡Ahora, viejo! —grita el certkariano al empezar a oír el zumbido.


En ese momento las manos de Vosjod empezaron a brillar en blanco al mismo tiempo que su anillo
en un intenso azul.

—¡Técnica avanzada de viento: tifón de Vashargek! — Grita Vosjod ante la culminación de su


hechizo.

De pronto, desde los agujeros donde proviene el azufre sale una cantidad desmesurada de viento
con un tono amarillento haciendo que rodeen a Boves, el cual no logra disparar rayos fuera del
túnel de viento.

«Es tan increíblemente pesado que ni si quiera esta técnica lo levantaría por los aires» piensa
Vosjod.

—¿Creen que me vencerán simplemente haciendo que no pueda lanzar rayos fuera de aquí?, son
unos ilusos, también sé que en las tormentas un rayo puede ‘‘caer’’ en el ojo del huracán —
mientras llega a la conclusión de esto se fija que, al final del túnel de viento de la tormenta
amarilla se logra ver a Vosjod —¡Muere!

—¡Ahora, bastardo! —grita Vosjod a Butch, que se encontraba fuera del túnel sosteniendo una
lanza que se encontraba al rojo vivo en ese momento.

Butch empuja a Vosjod del ojo del remolino y en lo que queda justo en el inicio este lanza la barra
de metal que llevaba cargando desde hace rato, en lo que la barra entra en contacto con el rayo
de Boves esta actúa cómo pararrayos, evitando que el impacto eléctrico toque a Butch y, aún más
importante, haciendo que la lanza aumentara más su temperatura, llegando a sobrepasar su
punto de fundición y logrando que esta al alcanzar a Boves sea más una baba que un metal sólido,
a pesar de esto está lo suficientemente caliente y es lo bastante veloz como para atravesar al
musculoso hibrido como si de mantequilla se tratase.

—¡Agh! —un ligero gemido ahogado es lo que logra salir de sus labios al sentir el frío recorrer su
pecho, al pasar con una temperatura tan caliente no siente ningún dolor, los nervios mueren antes
de poder enviar alguna señal, incluso la herida, el hoyo que le atraviesa el pecho esta cauterizado
por dentro.

Luego de que esta atravesara a Boves como una centella por en medio del pecho, al tocar el tifón
amarillo del otro lado hace que el azufre que se encuentra flotando haga combustión y se prende
en llamas haciendo que Boves, al entrar en contacto rápido con este, fuera consumido por unas
llamas del remolino ardiente que se elevaba en forma de serpiente hasta la infinita oscuridad de
La Perla.

—¿Estás bien, anciano? —pregunta Butch tendiéndole la mano a Vosjod para que se pueda
levantar de donde cayó luego del empujón.

—Sí, dentro de lo que cabe, lo estoy —le agarra de la mano con firmeza, aquel hechizo le dejó
exhausto.
—Esa cosa esta algo desatada, ¿eh? —le dice Butch señalando al remolino que poco a poco se
hacía más delgado, Butch voltea a verle y le reprocha de manera burlona —incluso creo que
podría herir a varios reos, esta vez te pasaste, pensé que querías mantener con vida a los
inocentes.

—Es lo mejor que pude hacer dadas las circunstancias —contesta con cierto grado de disgusto
ante el comentario, luego voltea a ver al remolino que se extingue dejando a al gran cuerpo del
hibrido quemado y de pie —ahora te pregunto yo ¿qué carajos fue eso?, he visto ‘‘dones’’ más
desarrollados que ese en niños más jóvenes que tú.

—Pues digamos que había tomado un camino más arriesgado y fallé —le contesta sin verle a la
cara, sólo voltea a ver hacia arriba apretando su puño —esas son las consecuencias de mis actos.

En ese momento oyen a alguien toser, la sorpresa es que ese alguien era Juan… o lo que quedaba
de él ya que, al acercarse ambos a verle se encontraba en un grave estado de quemaduras
cubriendo todo su cuerpo. Vosjod avanzó rápidamente a ayudarle a levantarse, y mientras lo hacía
se dio cuenta de lo mal que estaba que se encontraba en un estado de seminconsciencia.

—Increíble que sigas con vida luego de esa descarga —comenta Butch sin ocultar su asombro —
aunque más increíble es que me salvara siendo quien soy.

—Creo que fue porque no le dejé nada de metal puesto, hubiera sido fatal… tuvo suerte —
responde Vosjod con dificultad mientras intenta levantar a tan gordo centauro —Necesito que me
ayudes a levantarle, hay que atenderle lo más pronto posible.

—Pero si está más muerto que vivo —comenta Butch con escepticismo.

—Pues eso lo veremos de camino al hospital, además que se lo debes —finaliza el humano
ofreciéndole al certkariano nuevamente ayuda, ya no aguantaba levantarle.

Gracias a que ambos estaban distraídos levantando Juan los dos pasaron por alto el que Boves aún
estaba consciente, su cuerpo quemado recordaba a una bestia infernal, con sólo un ojo, fauces
enormes, cuernos colosales y un tamaño muscular atroz.

«No moriré aquí sin disfrutar de un último bocado» piensa él para sí, intentaría decirlo, pero sabe
que hasta las cuerdas bocales las tendría calcinadas.

En el momento que este se arrastra con las patas que aún le responden para de una mordida
llevarse tantos como pueda este da un salto hacia el frente que de inmediato es interrumpido por
un enorme bloque de metal que cae desde más arriba a la suficiente velocidad como para
aplastarle y terminar de romper los soportes restantes de la plataforma, haciendo a esta caer al
vacío y sin que se oiga el estruendo final. Es en este momento y por lo que acaba de pasar que
Butch tiene una revelación, ver a esa bestia caer al vacío por una puerta que vino desde arriba le
recordó su norte.
—Al menos ya no nos tendremos que preocupar del grandulón ese —comenta Vosjod sin expresar
mucho por el peso de Juan, pero este es sorprendido por el aumento masivo de peso del centauro.

—Lo siento, viejo, tengo que irme lo más rápido que pueda —comenta Butch mientras corre
escaleras arriba dejando atrás a Vosjod.

—Recuerda que tienes una deuda con este chico —le recrimina mientras deja caer al centauro de
manera delicada.

—Recuerda el motivo por el que estoy aquí, mis deudas pueden esperar —prioriza Butch y sigue
subiendo hasta que pierde de vista a los dos.

Vosjod se enfurece tanto que patea una piedra que estaba al borde del camino, luego de esto
medita un poco lo que acaba de pasar y voltea a ver el cuerpo de Juan respirando a duras penas,
todo esto le recuerda a aquellas palabras que le dijo esa pequeña enfermera.

«‘‘Deje de despreciar la vida tal y como lo hace…’’ o algo así era lo que dijo esa niña» piensa para sí
mientras piensa en cómo llevárselo él sólo, pero en ese momento escucha como por el túnel por el
que vinieron empiezan a despertar los guardias.

Escalones más arriba de donde se encontraban Vosjod, Butch corre a toda velocidad, la adrenalina
del momento le hace olvidar el dolor en sus piernas, le hace olvidar los golpes y contusiones, la
sangre seca que le cubre parcialmente el rostro o el hecho de que este estaba desarmado y casi
sin energías, eso a él no le importa, en lo único que piensa es en llegar hasta donde le lleve esas
escaleras que giran en un tornillo sin fin, era en conseguir de nuevo al hombre que por muchos
años representó sus sueños y aspiraciones. Y frente a él finalmente se encontraba, aquél guerrero
que antaño su sola mención generaba pánico en las tropas enemigas.

—¡¡¡LARZ!!! —Grita apenas lo ve, pero es lo suficientemente estruendoso para que Max levante la
cabeza y gire sus orejas para detectar más sonidos.

Aquél hombre que tenía al frente era difícilmente reconocible como Maximillian Larz, sus ropas
eran harapientas, sus heridas y suciedad le harían pasar fácilmente como un mendigo, y
remontándose en el tiempo estaba lejos de ser el orgulloso guerrero que sirvió tan valerosamente
en las guerras de Certkara; pero ahí estaba, ahí se encontraba él, indudablemente. Butch avanza
hacia este en silencio, caminando lentamente.

—¿Qué haces aquí? —pregunta Max, pero sin demostrar sorpresa ya que, de algún modo, sabía
que esto pasaría, ese grito era inconfundible —¿No te di la libertad de ir a dónde quisieras?

El joven certkariano sigue su paso sin prisa, pero sin pausa.

—Sí planeas matarme es un mal momento para ello, ya que no te lo permitiré —sentencia Max
mientras usa la espada para apoyarse como un bastón.

—¿No me lo permitirás? —pregunta Butch con sarcasmo mientras corre hacia este.
Max reaccionó lento y es embestido por Butch que le hace caer sobre el cuerpo de Cipriano, antes
de que este lograra ponerse de pie Butch se sienta sobre este y empieza a meterle golpes en la
cara.

—¿Por qué no impides ese golpe?, ¿o este?, ¿o este? —Repite Butch mientras le conecta varios
golpes a Max que se encuentra indefenso en el suelo —¿Qué harás?, ¿Irás por la chica?, oí que la
tienen cautiva, ¿es por ella… verdad?

Butch deja de pegarle y Max sólo se limita respirar y a mantenerse en silencio, su rostro estaba
muy ensangrentado y ni hablar de su boca.

—Tengo que rescatarla —contesta finalmente y de manera entrecortada, se notaba que quería
vomitar y que le costaba respirar —ella me necesita.

—¡¿Y eso a mí qué me importa?! —Butch le ha dado una cachetada luego de esto —¿crees que no
tengo vida?, ¿Qué viviré persiguiéndote todo el tiempo?, hoy he matado a un hibrido de
minotauro nada más para venir a patearte el culo, no me importaría hacerlo otra vez, más no lo
haré.

Luego de decir esto ambos se quedan en silencio, Max se siente sorprendido de saber que fue él
quien haya vencido a Boves, pero intenta manejar de mejor manera la situación.

—Déjame hacer lo que tengo que hacer y yo te dejaré hacer lo que tengas que hacer —finalmente
contesta Max luego de suspirar un poco —si deseas matarme no te lo negaré, si deseas torturarme
tampoco, sólo te pido eso.

Butch lo piensa bastante en otro silencio en el que se oyen pasos subir, mira el rostro de Max y
culmina dándole otra cachetada desde el otro lado.

—No eres más que un maldito —le contesta Butch escupiéndole la cara, luego de esto se levanta
algo tambaleante para ver quién sube —pero aceptaré tu trato, rescatarás a tu pordiosera y luego
te asesinaré.

—Sabia decisión, chico —contesta Max entrecortadamente mientras es ayudado por Butch a
ponerse de pie.

—No me digas chico, me llamo Butch Rooster, infeliz —le recalca el joven certkariano luego de
levantarle del suelo.

—Encantado, Butch Rooster Infeliz —responde Max mientras se sacude la ropa.

Butch se enfada un poco por el comentario, pero no dice nada porque la persona que estaba
subiendo no era otro que Vosjod, quien luego de alcanzarlos se detiene a tomar aire.

—Ya no me sorprende que sigas con vida, ciego —comenta Vosjod al rato de haber descansado —
me encantaría hablar, pero sería mejor que lo hagamos en el hospital o donde no haya guardias.
—¿Guardias? —pregunta Butch con desconcierto.

—Los únicos guardias que verás son los muertos por Miranda o por mí —contesta Max señalando
donde yace malherido el sátiro.

—¿Ese es Miranda? —pregunta Vosjod algo sorprendido, recordando que él también había leído
sobre el caso médico de este.

Miranda se encontraba inconsciente, su cuerpo entero poseía quemaduras graves del tercer
grado, sin contar los cortes hechos en la fuga.

Mientras Vosjod se acerca al sátiro suben cuatro guardias bastante emplumados que iban a gran
velocidad en su forma cuadrúpeda.

—Mi señor, ya lo hemos llevado al hospital y hemos vuelto como nos lo ordenó, señor —dice el
primero de ellos, todos ellos arrodillando sus patas anteriores —el resto de mis hombres ya se
están llevando al resto de sobrevivientes del incidente.

—¿Incidente? —murmura Max.

—¿Señor? —Murmura Butch, ambos lo hacen con incredulidad ante lo que presencian.

—Excelente, necesito que lleven este también con suma urgencia, su estado es crítico y es
necesario salvarle para futuras operaciones —comenta Vosjod como su fuese un comandante,
dejando boquiabierto a Butch —también necesito que nos lleven en su lomo al señor Rooster, al
Caballero Burns y a mí y directo al hospital, necesito atenderles incluyéndome de manera urgente.

—Como ordene señor —contesta el soldado.

—¿Así que pudimos avanzar sin dejar inconsciente a los soldados?, nos habría ahorrado tiempo —
pregunta Butch, indignado mientras sube a lomos de uno de los guardias que empiezan a esprintar
escalera abajo.

—No es mi culpa, tú empezaste a dejarles inconsciente y me dejaste atrás medio camino —se
excusa Vosjod cabalgando a su lado.

A pesar que el viaje es bastante tortuoso, Max empieza a dormirse debido a la gran pérdida de
sangre que tiene en la pierna, el guardia se da cuenta de esto y prefirió llevarlo de costado el resto
del camino.

Al salir del recinto de prisioneros se dan cuenta de que unos rayos descomunales inundan el cielo,
pero estos caen en un punto, lo que no saben es que este punto se encuentra a muchos
kilómetros de ellos, este punto es en el campamento certkariano al oeste, donde la oficial de
cabello color ceniza y orejas esponjadas, la teniente Cassidy Newbaker observa asombrada como
estos rayos son interceptados, caen sobre el cuerpo de quince metros de altura revivido del
legendario minotauro, caen sobre los enormes cuernos ornamentados de su monstruo
Frankenstein.

—Caballeros, hemos logra do lo impensado: hemos traído a un dios de vuelta a la tierra —dice
Cassidy dándole la espalda a la abominación que fácilmente les haría sombra a todos los
presentes, soldados y magos aterrados e impresionados —aquí está nuestra artillería pesada.

—Corrijo… —dije el coloso por primera vez y suena como una voz que literalmente calaría hasta el
tuétano de cada uno de los presentes, mucho más al notar el tono de teatralidad en el que dice lo
próximo —Han llamado al único Dios que ha visto este insignificante mundo, soy sangre y muerte,
soy Res-Qüajad.

Heridas

En Angostura, a pesar del toque de queda que en la ciudad imperaba en el hospital era totalmente
diferente, las pequeñas sátiras vestidas de enfermera corrían de lado a otro devolviendo a los
pacientes a sus cuartos, el desaforo del ambiente era hasta palpable, incluso a los guardias se les
pidió ayuda para movilizar con más rapidez a los enfermos. En una habitación cercana al pabellón
central se encontraba Vosjod, desnudo sentado sobre un banquillo mientras una enfermera le
realiza primeros auxilios, da la casualidad que aquella pequeña era Soraya. Ambos se encontraban
en silencio mientras este alzaba los brazos para que las vendas pasaran por su abdomen.

—¿Cómo se hizo esto, doctor? —pregunta la sátira sin subir mucho el tono, casi como un
murmullo y con los ojos fijos en el vendaje.

—Es una larga historia… — dice él mientras ella termina de hacerle un nudo en la espalda.

—Entiendo que no me lo quiera decir, lamento mi falta de escrúpulos —contesta Soraya mientras
va buscar más vendas en el botiquín de la esquina.

En eso Vosjod aprovecha de caminar hasta donde dejó su ropa y busca en un saco donde posee
una caja pequeña de madera y que dentro de esta hay unos doce cigarrillos, saca uno e intenta
encenderlo con su truco del dedo, pero recuerda que se quitó el anillo así que lo busca; Soraya
voltea luego de conseguir el vendaje adicional y le observa de pie y desnudo, el doctor a pesar de
sus más de sesenta aún se conserva en buena forma y la enfermera se sonroja ante esto volteando
la mirada mientras Vosjod consigue el anillo y enciende el cigarrillo para luego caminar hacia ella.

—¿No te parece hermoso? —pregunta el hombre exhalando su humareda mientras mira el cigarro
consumirse y le hace girar cual rueda entre sus dedos.

—N-no, para nada, me parece bastante viejo —responde instintivamente la enfermera con los
ojos mirando hacia un costado de la habitación, su rostro está rojo como una manzana.

Vosjod en esta ocasión se sienta de frente a la enfermera para que ella le vende una pierna, lo que
hace que esta tenga que ver la virilidad del doctor colgar de entre sus piernas mientras le toca
atenderle.
—Realmente no, es de los más exquisitos inventos hechos por extranjeros —comenta Vosjod
mientras le da otra inhalada al cigarrillo, luego de esto coloca la pierna sobre el regazo de la
enfermera para que empiece a atenderle —la gente de Marnie es la más lista del mundo al crear
tal belleza cilíndrica.

El comentario del doctor alivia un poco a la enfermera, aunque no sabe por qué le decepciona el
comentario, esta empieza a vendar la pierna, justo sobre donde minutos antes ella mismo le curó
la herida y donde ella sabe que tiene una pequeña contusión.

—No me gusta para nada algo que tenga que ver con intoxicarse —dice la chica mientras continua
en su faena y luego de un corto silencio ella se a sincera con el doctor —Doctor… le he juzgado
mal, ya me han contado que fue usted quien se encargó de traer a todos los heridos de la fuga,
incluso si usted mismo se encontraba tan mal herido…

Vosjod no dice nada, sólo le observa hacer su trabajo mientras le da otra inhalada al cigarro y
como cada vez que sube la mirada para verle la cara rápidamente la voltea y se sonroja más.

—Lamento haberle abofeteado, n-no fue mi intención ser irrespetuosa y-y usted ha demostrado
ser un gran ser humano… —continua la chica disculpándose mientras su respiración se hace más
entrecortada, esta odiaba ver como los nervios le pasaban una mala jugada y no era su culpa,
pocas veces podía ser sociable con la vida que llevaba, sentía que las lágrimas se le saldrían en
cualquier momento a la vez que sentía que la habitación se hacía cada vez más calurosa para ella.

En ese momento Vosjod tira la colilla de cigarro con los dedos, retira la pierna de encima de la
chica y le coloca la mano sobre la cabeza y la sacude con delicadeza mientras la chica no levanta la
mirada.

—No hay nada que disculpar, expresaste tu sentir, yo expresé el mío y hubo un choque, eso es
todo —contesta el viejo levantando la cabeza de la chica y notando que esta estaba llorando, el
entendía su sentir, y es debido a eso se levanta de la silla para abrazarle —Vamos, no es para
tanto, todo está bien.

Ella sentía el calor del cuerpo de Vosjod al contacto con el de ella, sentía el corazón latir debajo de
su pecho, justo donde ella tenía apoyada la cabeza, sonido que le daba paz; y al ella corresponder
el abrazo empezó a sentir como algo en la entrepierna del doctor también empezaba a palpitar
dándole pequeños empujoncitos a la altura de su vientre, pero antes de que ella pudiera decir algo
al respecto este se apartó en dirección a su ropa y ella aprovecho para secarse la cara que tenía
aún cubierta de lágrimas.

—Gracias, doctor —agradece la pequeña sátira con una voz un poco quebradiza mientras se limpia
el rostro.

—Es muy pronto para agradecer, tenemos vidas que salvar, cariño —comenta Vosjod saliendo de
la sala dejándola sola en la semi-oscuridad, pero cuando esta mira hacia abajo avergonzada entra
el doctor asoma de nuevo su rostro —Mejor ve tras un hombre más joven.
Al salir de la habitación, Soraya vio al doctor entrar en una habitación desde la que provenía un
escándalo, por curiosidad esta también se aproxima al umbral y ver qué es lo que pasa, justo
dentro se encontraba la enfermera en jefe, la señora Manuela y el certkariano revoltoso de la
ocasión anterior junto al señor Vosjod, el joven se encontraba atado sobre la camilla de igual
manera que hace horas.

—Podrías calmarte un poco —le pide Vosjod acercándose lentamente a donde se encuentra
Butch, pasando al lado de Manuela que se encontraba con un rostro rígido —entiendo que no te
guste estar amarrado, pero las enfermeras se negaban a atenderte si no era de esta manera
debido a tu anterior comportamiento.

—No tengo problemas con eso, anciano —comenta Butch intentando voltear a ver a Vosjod hacia
donde estaba —Lo que no entiendo es por qué tengo que estar desnudo y por qué me tiene que
atender esa vieja de ahí.

Señala con los ojos a Manuela y esta no hace más que torcer los ojos, pero la que si se ofende es
Soraya que entra a la habitación hecha una furia.

—¡¿Cómo te atreves a desprestigiar a la maestra de enfermeras, la señora Manuela Cuma, con


noventa y tres años de experiencia en el área?! —grita Soraya parada al lado de Vosjod —Por si no
lo sabías ella es la inventora de la medicina táctil con la que curamos la mayoría de las contusiones
y lesiones que de otro modo tendríamos que abrir y cortar cuerpos.

—¿Quién es esta enana, viejo? —pregunta Butch con algo de desidia e ignorando olímpicamente
el comentario de Soraya.

—Es mi enfermera —comenta Vosjod con su apatía habitual, aunque el comentario hizo sonrojar
nuevamente a la chica.

—¡¿Qué?! —Butch de la impresión y furia se levanta con todo y camilla aún atada a él y
mostrando su cuerpo desnudo mayormente atado —¡¿Me estás diciendo que mientras que a mí
me tocaba esa vieja por todos lados tú te estabas ‘‘jamoneando’’ con esta chica?!

—¡Deja de ignorarme, bastardo! —exige la enfermera sin evitar seguir algo sonrojada —Además
me desprestigias cuando dices eso, y-yo sólo hago mi trabajo de manera profesional.

Butch gira la cama para poder acercarse a Soraya y hablar directamente con ella de un par de
saltos.

—Dime, enana ¿qué se siente tener a un hombre dentro de ti que podría fácilmente ser tu pap…?
—pregunta de manera muy despreocupada el joven certkariano, pero es interrumpido por la
maestra enfermera que vuelve a poner la camilla en su posición natural y luego empieza a atarle
una cuerda a la boca para que se calle.

—Seguiré atendiéndole las heridas, Doctor, le avisaré cuando esté listo —habla finalmente la
enfermera maestra sin expresar muchas emociones en su voz.
—Gracias, señora Cuma —agradece Vosjod sin dejar su apatía característica y se dedica a caminar
nuevamente por el pasillo.

Soraya hace una reverencia a su maestra y sale también de la habitación para acompañar a
Vosjod. Ambos caminaban lentamente y en silencio mientras veían el ajetreo a su alrededor,
Soraya intentaba no pensar mucho en lo que pasó en la habitación, pero su mente hacía lo
contrario, pero lo que luego invadió sus pensamientos era eso último que dijo.

«‘‘Mejor ve tras un hombre más joven’’ dijo él» se repetía en la mente como un peso, quería
conversarlo, incluso y a pesar de su pena ya estaba por decirlo, pero este pregunto algo antes de
que ella pudiera mover los labios.

—¿Cuál es el reporte actual del estado de los heridos? —le pregunta Vosjod a la chica, que
rápidamente busca en las anotaciones que tenía.

—Pues aquí dice que hasta el momento sólo lograron sobrevivir la mitad de los que fueron traídos,
algunos están en estado crítico y otros se encuentra fuera de peligro, pero el pronóstico de la
enfermera maestra es que apenas el treinta por ciento sobreviva —termina de decir Soraya,
aunque sintiendo mucho pesar con las últimas palabras que expresa, a ella le pesa mucho la
muerte.

—Ya veo… —contesta Vosjod sin dejar de caminar —confío en que podremos aumentar el número
de sobrevivientes en esa estimación si trabajamos duro.

Al Soraya oír esto voltea a ver a Vosjod, ella sabe que él lo dijo por ella y se siente agradecida.

—¿Dónde está el certkariano ciego? —pregunta Vosjod secamente.

—En la habitación quinientos cinco, doctor.

Luego de caminar un poco más en aquellos largos pasillos ambos terminan de pie en frente de la
habitación donde Max se encuentra y al entrar ambos ven a Max de pie frente a la ventana siendo
atendido por una Selena que se encuentra incluso más roja de lo que se hallaba Soraya cuando
estaba vendado a Vosjod.

—¡Doctor Zmeya! —dice rápidamente Selena que se levanta del banquillo donde se encontraba
colocándole vendas a Max que van desde el muslo hasta poco más arriba del tobillo, esta se
levanta y hace una reverencia rápida al doctor.

Vosjod la ve y no le expresa más que su concurrida apatía, más Soraya si le ve con cara de
complicidad, cosa que no le hace gracia a Selena.

—¿Zmeya? —pregunta Max al darse vuelta y erguir sus orejas que estaban gachas —Al fin vino.
De no ser por las vendas que cubren algunas partes de su cuerpo, entre ellas los ojos, Max se
encontraría completamente desnudo, cosa que no le evita tener también su virilidad colgando al
aire libre.

«Posee muchas cicatrices» piensa para sí Soraya cuando le ve, pero al detallarle más cerca de la
entrepierna decide taparse los ojos y darse la vuelta.

Max al intentar girarse para quedar de frente a Vosjod tiene un desequilibrio que le hace volver al
suelo, siendo ayudado por Selena para volver a estar de pie.

—Señor Burns apoye su brazo sobre mí —suplica la enfermera que busca sentarle sobre la silla
frente al banquillo.

—Lamento molestarte tanto, querida, quizá más tarde te lo pueda recompensar —le contesta
Max, que al por fin estar sentado sobre la silla toma de la mano a la enfermera haciendo que ésta
casi estalle de la pena.

Vosjod ignora todo esto para voltear a hablar con Soraya que aún se encontraba situada tras él,
cerca de la puerta.

—Será mejor que te adelantes y vayas a la sala número cuatro, ve adelantando los preparativos
con el paciente correspondiente, les acompañaré dentro de poco y realmente necesito estar a
solas con este paciente así que lleva a tu amiga contigo —le da todas las instrucciones a la chica
que le escucha diligentemente hasta la última instrucción, cosa que concluye Vosjod mirándola
fijamente a los ojos antes de decir lo siguiente—cuento contigo para esto.

—Entendido, doctor, no se preocupe —dice Soraya intentando sonar lo más seria posible —Ven
conmigo, Selena.

Soraya se retira junto con Selena del lugar caminando rápidamente por los pasillos, esta no se
detiene a pesar de los quejidos de su amiga, sabe que el paciente de esa habitación era prioridad a
atender.

Al Vosjod quedarse en la habitación sólo con Max se decide a caminar hasta la cama donde se
encontraban la muda de ropa que el doctor mandó a pedir al certkariano junto con su ropa vieja y
ensangrentada.

—Veo que aún no te recuperas, chico —dice finalmente Vosjod mientras le tira la ropa doblada a
Max para que se vista —quizá necesites una noche con aquella enfermera.

—No, aun no me recupero por completo, aunque veo que mis contusiones han sido curadas por
completo con aquellos masajes raros pero relajantes de la chica de hace rato —contesta el ciego
con una sonrisa relajada ante el comentario de la chica, este se soba la pierna vendada —esta es la
única herida que no sana por completo.
—Ni lo hará aun, el método de regeneración Cumático se basa en presionar partes especificas del
cuerpo con los dedos cargados en magia dependiendo de la afección —comenta Vosjod mientras
busca una silla para sentarse frente a Max que ya se haya vistiendo —en muchos casos se necesita
energía del ambiente, por eso se le pide al paciente su completo despojamiento de la ropa.

—¿Por qué es la primera vez que oigo de tratamiento similar? —pregunta Max mientras se coloca
unos pantalones con mucho cuidado.

—Porque fue inventado aquí en Angostura por la enfermera maestra de la ciudad y por lo celosos
que son los centauros con sus conocimientos —comenta Vosjod haciendo un gesto con las manos
—nada más tienes que ver a sus pueblos vecinos aliados, los únicos que fueron beneficiados eran
los del Buey, y hasta para eso tuvieron que bajarse los pantalones económicamente hablando
luego de la batalla contra los minotauros.

—Increíble que Certkara no se haya fijado en ellos antes —comenta Max mientras se coloca la
franela que usará bajo el abrigo —y ¿Cuánto tardará en estar curada mi pierna por completo?

En ese momento el hecho de que Vosjod tardara en responder puso tenso a Max que empezaba a
amarrarse los botines que tenía junto a la silla.

—Para una herida tal será un día entero y tu hueso volverá a la entera normalidad —suelta Vosjod
sin miramientos.

Max se detiene justo cuando se iba a colocar el abrigo y lo tira a la silla.

—¡¿Qué demonios, Zmeya?! —Max estalla ante la noticia e intenta avanzar hasta donde se
encontraba Vosjod, pero vuelve a recaer —¡sabes que necesito salir lo más pronto posible a
buscar a Galak!

—¡Sí!, lo entiendo y yo también quiero a mi sobrino Patroclo sano y salvo, pero no es algo que yo
controle del todo —contesta Vosjod mientras le ayuda a levantarse y sentarse nuevamente en la
silla.

Max vuelve a sentarse, pero sin dejar ir a Vosjod, su rabia no le deja hacerlo.

—Escúchame, puedes ir a rescatarle, pero con algo que pondrá en riesgo a tu pierna —En ese
momento Max suelta a Vosjod y este le entrega en la mano tres pequeñas piedrecillas negras —
esto es una pastilla de obsidiana curada, únicas en su tipo, una sola de esta hará que recuperes
todas las funciones musculares, óseas y motrices de tu cuerpo por tiempo limitado, fueron hechas
por el sacerdote anterior a mí y aun investigo su receta.

—¿Cuánto tiempo? —pregunta Max agarrando nuevamente a Vosjod, pero no con la misma
fuerza.

—Por veinte minutos, no necesitas tenerlo presente, sentirás el cambio gradual —comenta el
humano soltándose de Max mientras se sacude sus ropas —pero necesito que recuerdes esto, una
vez se vaya el efecto tendrás que darte un respiro o puedes perder la pierna, no tomes otra
pastilla al menos pasados diez minutos, ese tiempo será suficiente para que tu cuerpo termine de
expulsar el exceso de carbono en su organismo.

—¿Cuántas posees? — pregunta Max.

—Las que tienes en la mano, casualmente —contesta Vosjod secamente.

Max se queda en silencio mientras asimila todo, piensa en comerse una en ese momento y salir
corriendo.

—¿A qué te refieres con tu sobrino? —pregunta finalmente Max, luego del silencio —¿qué tiene
que ver el con Galak?

—Hoy atendí a una centaura más temprano, ella pertenece a las fuerzas reales de la ciudad, fue
mutilada y tuve que intentar que no muriera por ello, luego de que les traje a todos ustedes al
hospital ella despertó de su sueño y a pesar de sentirse muy débil me explicó toda la situación —
explica Vosjod muy a su pesar, no mostraba más que apatía en su rostro, pero los que le conocen
notarían en su rostro su preocupación —me dijo de un ataque certkariano mucho más cerca de la
ciudad de lo que cualquier soldado esperaría, dijo que la princesa Charlotte había salido de la
ciudad junto con un chico humano… uno que entra en la descripción de Patroclo.

Vosjod detiene su narración, pero intenta que no sea abrupta, el pensar que su pequeño pariente
está raptado le hace hervir la sangre, Max nota esto con sólo oír su tono al hablar.

—Ella fue a buscarles y consiguió a los hombres de Certkara, cuando les enfrentó fue partida a la
mitad luego de ser elevada por los aires, ella sólo recuerda que al ver hacia abajo mientras aun
flotaba notó a un hombre mover las manos como si hiciera un hechizo, dice que fue como una
pesadilla —culmina el relato Vosjod con algo de suspicacia detectivesca.

«Lyon Skinner…» piensa el certkariano, Max luego de oír esas palabras empezó a sudar frío, el
saber que él era quien había perpetrado el secuestro le generaba un deseo por irse de inmediato a
buscar a Galak, pensar en ella sólo he hacía imaginarla sufriendo cosas inimaginables por culpa del
mayor.

—Así que la advertencia de Hilary era correcta… —comenta Max dejando algo confundido a
Vosjod ya que parecía más a que el certkariano estuviese pensando en voz alta —¿Qué más
información dijo la chica?

—Luego de un rato ella me comentó que le parecía muy extraño que ellos se encontraran tan
cerca de la ciudad, me dijo que se encontraban entre el domo interno y el externo —comenta
Vosjod intentando racionalizar todo lo que la malherida Ágata le comentó.

—¿Domo?, te refieres a lo que cubre la ciudad, ¿No es así? —pregunta Max.


—Justamente, bien sabrás que Angostura está protegido un poderoso domo mágico que hace de
la ciudad un lugar inexpugnable, pues una de las bases de ese exitoso sistema de defensa son el
que el domo posee capas —Vosjod se ve en la necesidad de explicar el punto más a fondo al ver la
cara de incomprensión del certkariano — cada capa es custodiada mágicamente por un alto
mando, generalmente de la realeza, y estas capaz aumentan o decrecen dependiendo de los
miembros, actualmente son cinco capas las que protegen la ciudad, la distancia media entre cada
capa son quinientos metros.

—Y lo que dijiste hace un momento fue que ellos han sido raptados en algún espacio dentro de
estas capas, ¿cierto? —pregunta Max demostrando entendimiento.

—Justamente, nadie puede cruzar una capa sin que el protector de esta se dé cuenta, incluso a mí
se me estaba por asignar una capa en el transcurso de esta semana así que se me informó de
esto… la chica comenta que, por la distancia a la que se encontraban cuando les consiguió
parecían haber cruzado cuando mínimo dos barreras —dice Vosjod culminando su reporte a Max.

—Así que en la ciudad hay al menos dos traidores, de los cuales yo estoy seguro de uno —
comenta Max poniéndose de pie para avanzar a la puerta, el hecho de sentir que ya el doctor no le
diría más nada decidió tragarse una de las pastillas.

—¿De quién tienes sospechas? —pregunta Vosjod mientras ve como Max comprueba sentirse
mucho mejor luego de unos instantes.

—El general Quirón, ese sujeto tiene que ser uno de esos que les permitieron entrar, de otro
modo no se explicaría el por qué me encerró en vez de darme la noticia al príncipe de que Galak y
yo no somos quienes decimos ser —comenta Max mientras avanza a la puerta, sus ropas de
invierno ya se encontraban listas y él también —No tengo idea de quien sea el otro, pero siento
que si voy por Galak lo averiguaré.

—Entonces no estamos ni si quiera viendo media perspectiva —comenta Vosjod tras de Max
haciendo que este se detenga.

—¿por qué lo dices?

—Porque el general Quirón fue el que convenció al príncipe para que me convirtiera en médico
provisional y, días más tarde, vitalicio —revela Vosjod haciendo que Max se gire por completo de
sorpresa.

Ambos se mantuvieron en silencio, Max sólo intentaba ver como todo lo anterior dicho lograba
encajar en su ya obsoleto rompecabezas. Luego de un instante silencioso este se vuelve a girar y
abre la puerta de la habitación.

—Espera, no planearás ir solo ¿o sí? —pregunta Vosjod caminando hacia él y colocándole la mano
en el hombro.
—No, yo iré a acompañarle —antes de que tan si quiera Max contestara, Butch se anunció desde
el pasillo fuera de la habitación, este ya tenía puesta su ropa.

—¿Planeas ir con Max?, entiendo que seas libre y todo eso, pero ¿lucharás contra tu propia gente?
—pregunta Vosjod con una mirada de reproche.

—En Certkara no existe algo como ‘‘dar de baja’’, tú eres un miembro activo hasta tu muerte o
eres un traidor —aclara Max ante la duda del humano.

—Puedo responder por mi cuenta, pero lo que dice es cierto, desde el momento en que dejé de
pelear contra ustedes ellos ya me dan por muerto así que la única manera en la que puedo volver
a mi hogar es o luchando o con los pies por delante —comenta Butch con hastío porque Max le
quitó las palabras de la boca —todos esos soldados que están allá en El Buey me matarán apenas
me vean con vida, además tengo que ver que el ciego siga con vida… al menos por ahora.

Vosjod se encoje de brazos ante la explicación de los certkarianos, aprovecha y cierra la puerta
tras de luego que ambos salieran de la habitación, al salir al pasillo el ajetreo es mucho,
enfermeras corriendo de un lado al otro llevando frascos medicinales o pacientes en camillas.

—Como verán no les puedo acompañar, aquí soy más útil —dice Vosjod mientras avanzan por el
pasillo en dirección a la puerta del hospital —también sólo puedo proporcionarles un par de
guardias para que les sirvan de corcel hasta que lleguen al campo de batalla o al pueblo sea donde
sea que se dirijan.

—Pero ¿no tienes autoridad suficiente para comandar un escuadrón entero para nosotros? —
pregunta Butch algo encabronado ya que recuerda el incidente de la prisión y piensa en lo muy
fácil que pudo haber sido si el humano hubiese hecho gala de su rango —además que me
sorprende el hecho de que no quieras venir con nosotros a vengarte.

—Por supuesto que podría darles un escuadrón de más de cien hombres, pero no lo haré ya que
los soldados que quedaron en la ciudad son los mínimos necesarios para su defensa en caso de
que el ejército principal pierda la contienda —comenta Vosjod como si estuviese regañando a un
niño pequeño, luego de esto ignora la propuesta de venganza y sigue respondiendo la pregunta
anterior —eso es táctica militar básica, creo que ambos deberían saberlo incluso mejor que yo.

Butch no responde al regaño de otra manera que con un refunfuño ininteligible hasta que llegan a
la entrada del hospital, donde les esperan dos centauros guardianes con diferentes armas
dispuestas en un soporte para que ambos dispongan, cada una de las armas mostradas tenían un
hermoso diseño que recordaban a un tipo diferente de flor.

—Estos serán vuestros jinetes y corceles hacia la batalla, siéntanse en la confianza de escoger las
armas que deseen —dice Vosjod mientras los soldados se hacen a un lado para que pasen a
seleccionar las armas que llevarán.
Butch se apresura a tomar una espada corta que asemeja un tulipán y una lanza que en la punta
recuerda bastante a una orquídea, Max sólo pasó la mano por encima de cada arma que allí
estaba y tomo dos dagas con forma de rosa.

—Creo que es lo único que me gusta de lo que tienes aquí —comenta Max acomodándose ambas
dagas a la altura del cinturón.

—Pero para ti ya hemos traído algo en específico… —responde Vosjod con cierto secretismo.

En ese momento uno de los soldados se acerca con un arco compuesto que hace juego con las
armas, recordando a una hoja otoñal, se lo entrega junto con un carcaj en forma de tallo. Max al
tocarlo y sentir la suavidad de sus formas y lo fácil del tensado del arco no hace más que sonreír
en agradecimiento.

—En serio esto es un agasajo, gracias —responde humildemente Max con una sonrisa mientras se
acomoda el carcaj a la altura de la espalda junto con el arco.

—Es lo menos que puedo hacer por ustedes —responde Vosjod mostrando un intento de sonrisa
bastante burdo.

Butch mira todo esto y le ignora para practicar movimientos con la lanza, Vosjod aprovecha que
este anda haciendo movimientos con su arma para acercarse.

—No creas que me he olvidado de ti — dice Vosjod haciendo que Butch se detenga —los chicos de
la prisión me contaron lo tuyo con Max, ahora entiendo tu cólera.

—No sé a qué te refieres, yo sólo tengo una misión antes de ser libre—dice señalando a su lanza
en la espalda como presumiéndola —además, ya tengo todo lo que necesito aquí.

—¿En serio…? —pregunta Vosjod de manera burlona mientras se acerca el otro guardia con un
arco similar al de Max, pero con un acabado que recordaba a una hoja verde de verano —
entonces creo que tendré que pedirle al guardia que regrese esta arma a la armería real.

Butch se queda algo anonadado con el obsequio que le entrega el viejo, le toma muy emocionado,
pero intentando no serlo mucho para que ni Vosjod o Max lo note. El tocar las cuerdas y
acomodarse el carcaj le trae muchos recuerdos.

—No creo usarlo muy bien que digamos — dice Butch en tono muy bajo —además que no es mi
don.

—Pues sólo es cuestión de practicarlo, ¿no crees? —comenta Vosjod mostrando la sonrisa más
sincera que ha esbozado en años —aprovecha y le muestras de qué estás hecho.

Luego de esto ambos parten en dirección de la batalla, dejando a Vosjod que minutos luego de
despedirlos el entra a de vuelta al hospital y se dirige a la habitación número cuatro, donde le
espera la operación más complicada hasta el momento, la de mantener a Miranda con vida.
El Monstruo y la Bestia

La noche en el pueblo del Buey había pasado de ser una noche fría y placida a una descontrolada
tormenta de truenos que poco a poco fue amainando, la lluvia poco a poco se empezó a convertir
en una llovizna, ambas malas para la salud de cualquier persona que estuviera fuera de abrigo en
esas horas. Los pocos soldados que quedaron en el pueblo estaban bien abrigados ante las
inclemencias del clima, sus ropajes de invierno proveían una fuerte capa de piel y cuero bajo sus
armaduras de metal, proporcionándoles temperatura y abrigo a cambio de un poco de movilidad.
No eran más de treinta aquellos que quedaron custodiando el pueblo, un pueblo que a cada
momento que pasaba perdía más vidas humanas, empezando el centro del mismo, donde luego
de un hechizo de transmutación y resurrección fuese llevado a cabo, cientos de vidas hechas
prisioneras fueron usadas como combustible carnal para darle forma a un ser que hacía milenios
no pisaba esta tierra, y ellos lo sabían, tanto sacerdotes como invocadores de luz sagrada ahí
presentes, cegados por el liderazgo de la mano derecha del mayor Skinner, una certkariana de
cabellos lisos color ceniza que caen hasta sus hombros, ojos azules, orejas esponjadas y de una
pesada armadura confeccionada únicamente para ella, la teniente Cassidy Newbaker.

Lo que estaba parado frente a ella y a todos los presentes no era más que un ser de tamaño
colosal, su cuerpo parecía segmento de diferentes criaturas, de la cintura hasta las pesuñas eran
las patas de un carnero, desde la cintura hasta la base del cuello parecía ser un humanoide muy
peludo con una musculatura apoteósica, pero lo más interesante es la forma de la cabeza que en
conjunto parecía ser la combinación de varias bestias, un hocico alargado y rectangular como un
toro, dientes caninos enormes cual lobo, cuernos de titánico tamaño como los de un búfalo y ojos
similares a los humanos, los puños de aquella criatura eran negros, como si el pelaje que recubre
toda su región abdominal de repente al llegar a sus manos empezó a oscurecer hasta dar la
sensación que usa guantes.

—Señor de los minotauros, le hemos traído de regreso a esta tierra para que nos ayude con la
nueva guerra que Certkara se ha propuesto en contra del reino de Ásgaran —implora Cassidy
llevándose las manos hasta el pecho y entrelazando sus dedos ahí.

Las palabras de la teniente suenan en toda la plaza, gracias a los grandes edificios el sonido de esta
retumbaba hasta llegar al oído del minotauro, pero este se mantiene de pie sin hacer nada más
que mover sus ojos de un lado al otro observándoles.

—Vuestro enemigo natural, los centauros, han expandido sus dominios y han hecho de su antiguo
reino un pequeño pueblo habitado por esos seres impíos —dice Cassidy señalando hacia las jaulas
vacías donde se encontraban los humanos usados en el sacrificio, la tiente empieza a sentirse
nerviosa por la falta de respuesta del monstruo —¡Oh!, poderoso Res-Qüajad…

El cuchicheo de los presentes empieza a hacerse audible, las dudas de la teniente también
empiezan a invadirles.
«El Mayor no me dijo que sería tan difícil comunicarnos con él, ¿hablará algún lenguaje muerto?»
se pregunta a sí misma.

—Oj, pintisaj shu, Res Qüajad, kemi no dahatos venej oz-muri —intenta hablar Cassidy en
Fafneerse, al ser una lengua antigua es probable que él la entienda.

—¿Podrías dejar de pronunciar mi nombre de esa forma tan asquerosa?, pareces una serpiente —
contesta finalmente el coloso con desdén, ni si quiera se logra ver el movimiento de su cara por lo
alto.

La respuesta del minotauro hace silenciar a todos los presentes, su voz retumba hasta varias calles
de distancia.

—¿Cómo una serpiente? —pregunta la teniente extrañada.

—Mi nombre no es ese, es Rez Uruk Becerj-Qüajad, pero no es necesario que lo recuerdes ya que
me llamarás Su Majestad —contesta el titán girando su rostro hacia abajo, donde se puede ver lo
enorme de su boca, su gesto de desprecio era evidente —ser revivido por esta raza de liebres con
delirios de grandeza...

En ese momento parecía que el monstruo iba a comerse a la teniente de un bocado, pero este sólo
se colocó de rodillas para verla más de cerca, todos dieron sus pasos hacia atrás menos ella, que
estaba bañada en una mezcla de temor y éxtasis.

—Por favor, Su Majestad, le imploramos todos los presentes que nos ayude a combatir a…—le
pide Cassidy colocando una pierna en el suelo, pero es interrumpida.

—Recítame poesía —interrumpe el coloso con una sonrisa maliciosa.

—¿Perdón?

El minotauro hace una rápida respiración profunda que la teniente sintió como una ventisca, a
esta le parecía impresionante que su aliento tuviera olor a pescado.

—Si recitas poesía puede que oiga tu petición, mortal —sentencia la bestia.

—Pe-pero Su Alteza, no sé de poesía, soy una guerrera —anuncia Cassidy sintiéndose cada vez
más amenazada.

—Entiendo, la poesía no es para todos —Dice el minotauro cerrando los ojos en decepción, pero
luego los abre como si hubiese tenido una revelación —Pero si deseas que haga lo que quiera tú
raza primitiva y enclenque desea tendrás que decirme todo en rimas y, por cada vez que abras tu
boca para hablarme y no salga algo que rime uno de ellos morirá, ¿entendido?

—¿Por qué me pone tal penitencia, Su Alteza? —pregunta Cassidy lo bastante asustada como para
no darse cuenta de su error.
—Primero: porque eres una guerrera, no una poetisa así que por ende has de saber cómo manejar
la muerte de seres vivos, así que no te molestarán una o dos muertes a tu alrededor por tu culpa
—contesta el minotauro estirando uno de sus enormes brazos para tomar a un sacerdote y, junto
con la otra mano, partirlo en dos cual presa de pollo y empezar a comérselo —Segundo: porque
tengo hambre y tercero: porque me place.

Los gritos de dolor del sacerdote antes de morir son desgarradores, más porque el minotauro le
quiebra hueso tras hueso con una delicadeza y una lentitud que no corresponden con su tamaño.
Todos los presentes sienten como se les hiela la sangre por cada grito, un par de ellos intentan
huir de la plaza, pero el minotauro coge a uno y fulmina al otro con un rayo de tormenta que le
cae de lleno.

—Deberías decirles a tus subordinados que no deberían huir a menos que yo lo diga o que termine
de comer —le dice el minotauro a Cassidy mientras termina de chuparse los dedos.

La certkariana se mantiene sin decir palabra alguna hasta que tenga una rima preparada, el miedo
de verle saltar de un lado al otro no la deja moverse tampoco, le sorprende que un ser tan grande
y musculoso sea tan rápido.

—Oh, Su Majestad, necesito que nos ayude a exterminar el ejército de centauros que esta pronto
a llegar —dice la teniente buscando que tenga cierta rima —ellos destruyeron su hogar hace
cientos de años, creo que lo justo es que usted pueda hacerles daño, su príncipe es descendiente
de aquél rey demente que se atrevió de manera clemente a destruir el imperio de sus gentes.

El ambiente quedo en silencio, todos los presentes esperan a la respuesta del monstruo mientras
Res Qüajad usa un fémur como mondadientes sentado sobre uno de los edificios con dos pisos de
altura.

—Haces trampas al rimar, y cuando intentas hacerlo de otra manera suenas asquerosa —dice por
fin la bestia mientras se levanta de donde se encontraba para ponerse de pie frente a la
certkariana —Pero creo que haré lo que me pides, no porque lo ganaras, sino porque también
quiero acabar con esos traicioneros hijos de Agamenón.

Luego de oír tales palabras, los presentes dieron un leve suspiro de alivio, aunque no les quitaba la
idea del peligro mortal que les mantenía aún ahí, incluso Cassidy pensaba que era mejor idea
mantener una distancia de minotauro hasta que le tocara irse con Skinner.

—Pero necesito que tú te mantengas conmigo, tienes que ponerme al día con todo lo ocurrido
desde que morí —le dice señalando a la certkariana, pero de pronto este voltea un momento en
dirección al noroeste del pueblo.

En ese momento se oye un gran estruendo hacia la dirección que observa el coloso.

—¿Qué fue eso?

—Creo que fue un ataque de Angostura, pero ¿Qué hacen tan cerca?
Se oyen a los presentes discutir fervientemente mientras la teniente sale de su sorpresa para
ponerse manos a la obra con el incidente.

—¡¿Qué pasó allá?!, necesito que alguien realice un informe al respecto —le grita la teniente a las
tropas que le rodeaban.

Justo a eso llega corriendo el soldado Paul hasta donde se encuentra Cassidy, este parecía como
alma llevada por el mismísimo demonio.

—Te-teniente Newbaker —dice entrecortado debido a que intenta tomar aire antes de ponerse
firme, la armadura le aprieta el pecho y por dentro no hace más que sudar el cuero —Ha ocurrido
una explosión cerca de los corrales de liebres, se sospecha que fueron de Angostura, aunque
añado personalmente que no he visto nada extraño en el sector durante mis rondas.

—No me interesa lo que sospeches, necesito hechos así que necesito que tú y el teniente Pocket
vayan al lugar ahora mismo e investiguen a fondo —descarta la certkariana con autoridad, luego
voltea a ver al minotauro pensando en cómo pedirle que le haga el favor.

—Como ordene —Contesta el distinguido Paul partiendo hasta donde se encontraba el teniente
Liam y decirle lo que acababa de pedir la teniente.

Res Qüajad sigue observando fijamente el lugar del que provino la explosión y luego de poner cara
de disgusto voltea para los certkarianos y ve a Cassidy de nuevo arrodillándose frente a él
preparándose para hablarle.

—Oh, Su Alteza, necesitamo…

—Ni hablar —contesta el minotauro tajantemente.

—Pe-pero…—replica Cassidy y casi se nota el desesperar en su voz mientras voltea la mirada hacia
arriba con los ojos como platos.

—No soy tu recadero, vamos a destruir el creído pueblo de Angostura ya —dictamina el coloso
que de un manotón toma a Cassidy y se la coloca sobre el hombro antes emprender camino.

Cassidy intentaba ver las cosas desde la altura en la que se encontraba, veía a Paul y Liam caminar
entre los callejones dirigiéndose a la zona afectada y siendo engullidos por la oscuridad de la
noche, veía también como el resto de certkariano intentaban volver a sus puestos, varios de ellos
se fueron tras la pista de Paul y Liam, otros sólo volvieron a sus rondas y los que pertenecían al
sequito de sacerdotes certkarianos buscaban sus caballos para seguirle el paso al titán. Cassidy
observa el lugar de la supuesta explosión y no logra ver ni humo ni mucho más, la oscuridad no le
ayuda en ello.

—Ese lugar, del que provino la explosión —dice finalmente el minotauro tomando por sorpresa a
Cassidy que, al verle, este tenía el ojo puesto en ella, aunque caminara.
—¿Sí?

—Ese lugar… apesta a muerte.

Mientras el coloso sale de las ruinas del pueblo haciendo que la tormenta se disipe sobre este, los
diferentes soldados vuelven a sus puestos, Liam se encontraba liderando la inspección de la región
noroeste del pueblo, este llevaba una pequeña lámpara de gas en mano mientras Paul iba junto a
él acompañándole.

Cuando la poca luz de las lámparas alumbraba al dúo las diferencias entre sus armaduras eran
palpables, mientras la de Paul sólo poseía un diseño pintado y arcaico, Liam poseía una armadura
con un altorrelieve y una apertura en la parte superior para las orejas que daba aires de un
carnero con cuernos.

—¿Qué crees que haya sido eso? —Pregunta Paul sobre la explosión de hace un rato.

—Lo más probable es que alguien haya tenido un accidente con el arsenal de las tropas —contesta
Liam con fastidio, el deseaba ir a la batalla y no quedarse en el campamento de protector.

Ambos cruzan una esquina donde antes había un bar que ahora se encuentra abandonado, es uno
de los pocos lugares del pueblo que se han mantenido intactos a la destrucción y como ya es
costumbre en el lugar, no se nota ni un alma.

—Pero es sospechoso que si ya estamos dentro del radio de una explosión así no veamos
escombros ni humo —analiza precariamente el certkariano sin notar la molestia que le genera a su
compañero —incluso, aunque sea algo de otra fuente se vería, lo único que no dejaría rastro sería
algo con magia.

En ese momento Liam empieza a prestarle atención a su compañero de menor rango.

—¿Magia?, pero si nosotros no usamos magia desde hace milenios, Cabo —dice en tono burlón el
teniente, pero esta vez empieza a ponerse serio por las conclusiones que está sacando Paul.

—Exacto —dice Paul colocando su dedo índice frente a él, como si el teniente hubiera dado en el
blanco.

En seguida a lo que estaban hablando y desde el corredor norte, justo la dirección que debería
seguir para llegar a los corrales, oyen algo moverse. Ambos apuntas sus lanzas hacia donde creen
se originó el sonido, no se esfuerzan en demostrar lo tensos que se encuentran, el sudor les
recorre por la frente, las amparas no logran alumbrar lo bastante lejos, así que no les queda de
otra que irse acercando poco a poco.

—Cabo, ve al frente —ordena titubeante Liam al pobre Paul.

—Señor, creo que lo mejor es esperar un momento —contesta cobardemente Paul, la sugestión
les ha invadido por completo a ambos.
—No me digas que te hicieron de naturaleza cobarde, cabo —se mofa Liam, parece que decirle lo
que le dijo le regeneró valor al teniente que inmediatamente aparta a Paul que estaba frente a él
avanzando lentamente —Dame un espacio, iré yo, y no esperes un lindo reporte luego de esto.

Debido a que Liam seguía mofándose de Paul mientras avanzaba y, debido a esto él estaba
avanzando de espaldas a la oscuridad, este no había caído en cuenta de que alguien se encontraba
a pocos centímetros de él en su espalda. Cuando Liam choca con el desconocido, este le exhala
fuertemente en la espalda con un olor nauseabundo, la combinación de olor y miedo hacen que el
teniente retroceda gritando muy agudamente, apuntando su lanza al desconocido.

—¿Quién eres? —pregunta casi entre tartamudeos Liam, su lámpara la había soltado al suelo en lo
que recibió el susto, por lo que quedaron muy a oscuras sólo con la lámpara de Paul que se
encontraba a cinco metros de ambos.

—¿Qué le pasó, teniente? —Paul corre rápidamente a atender a su teniente blandiendo


fuertemente su lanza.

En el momento que Paul está por alumbrarle el rostro al silencioso desconocido, este por fin se
decide a hablar.

—¿Liam?,¿eres tú? —pregunta el desconocido con una voz muy peculiar.

—¡No me jodas!, ¿eres el teniente Rooster? —dice Liam bajando la lanza con alivio, la voz de Newt
era inconfundible, demasiado femenina para su propio bien, luego de esto Liam se da la vuelta
para hablar con Paul —buena broma prepararon tú y tu amigo gay, esa también irá para el
informe.

Paul se sintió aliviado al oír la voz de su compañero que llevaba horas sin ver, pero en el momento
en que decidió iluminarle el rostro su terror comenzó: este poseía la cara completamente cubierta
en sangre, sus ojos se encontraban desorbitados, como si hubiese probado alucinógenos
recientemente, cuando la lámpara logró iluminarle el cuerpo este se encontraba con la armadura
destrozada en la parte inferior a las costillas, algunos órganos le colgaban, otros de plano ya ni los
tenía. Paul intentó advertirle a su teniente, pero el miedo de ver como este le atacaba de espaldas
y empezaba a morderle por el cuello lo inundaba, Liam no logró emitir más que un grito ahogado,
la mordida en la nuca le arrancó medio cuello de un tajo y lo mató al instante. Newt a pesar de
haber perdido órganos parecía tener una fuerza renovada, que le permitía arrancarle de un gran
jalón las extremidades al teniente sin necesidad de quitarle la armadura, Paul sólo pudo quedarse
de pie mientras veía como devoraban a su superior.

—Newt, ¿por qué? —dice de manera muy silenciosa mientras observa el espectáculo.

El teniente Rooster logra oírle, pues justo después de Paul decir estas palabras fue cuando él
volteó a verle y deja a Liam en el suelo para empezar a caminar hacia Paul.
—¡Aléjate, Newt, aléjate o te mataré! —le grita Paul agarrando su lanza y blandiéndola en su
dirección, al Newt verla empieza a colocarse de manera más furtiva, moviéndose hacia los lados,
buscando por donde lanzarse hacia Paul.

—Vamos, Paul, somos amigos, ¿lo recuerdas? —le dice el monstruo como si nada, su voz suena
tan natural que hasta parece juguetona —nosotros somos los protectores de Certkara,
prometimos siempre serlo, ¿recuerdas?

—Por favor, Newt, no me hagas esto —le suplica Paul que ya dejó de seguirle con la lanza, cosa
que nota el caníbal que aprovecha y se lanza con un potente salto que le destroza las piernas.

En el momento en que el caníbal se encuentra en el aire con la boca abierta yendo en el aire hacia
Paul es interceptado por una mota de pelos que lo hace desviarse estrellándose contra la pared
del mercado.

—¿Qué demonios fue eso? —pregunta Paul al aire intentando encontrarles con la escaza luz de la
lámpara, pero la nube de polvo no le permite ver mucho.

El sonido, por otra parte, sí logra oírlo, una combinación de mordiscos, gruñidos y viscosidades
chocando es lo que impera en el espectro de la zona, luego de un pequeño aullido los sonidos se
detienen, Paul intenta aproximarse a la zona del impacto y lo que por fin logra ver es el cuerpo sin
cabeza de su compañero tirado en el suelo, junto al cuerpo se encuentra un Zorro con pelaje
blanco manchado en sangre y con la cabeza en la boca moviéndola de un lado al otro.

—¿Un zorro? —balbucea para él, pero el zorro también logra oírle y en ese momento suela la
cabeza y voltea a verle.

En el cruce de miradas Paul se da cuenta que el Zorro entiende perfectamente cara de pavor,
incluso se logra ver en su rostro un gesto de desprecio por él.

«¿Es probable que este animal…?» piensa el certkariano para sí.

Luego del que ambos se quedaran viéndose se empezaron a escuchar pasos cercanos desde todas
direcciones, cosa aterradora para el cabo que recuerda ese sonido de ojalara al caminar como de
soldados, pero siguiendo el mismo sonido que hacía Newt luego de comerse a Liam.

—Sígueme —Dice el zorro con una voz bastante femenina luego de mucho meditarlo, este se pone
en marcha a toda velocidad dejando a Paul en medio del polvo que se estaba despejando —
¡Rápido que no tenemos tiempo!

En ese momento es cuando Paul logra oír una cantidad exagerada de mordiscos provenir del
cadáver de Liam, al fijarse ve como una sombra negra enorme se encuentra escarbando en el
abdomen del teniente buscando algo, pero luego de arrancar un pequeño órgano este voltea
lentamente hacia donde se encuentra Paul de pie y le lanza un enorme grito que recuerda a las
Banshees del oeste.
El Certkariano no puede creer lo que acaba de oír o ver, pero decide confiar en el animal y seguirlo
por una red intrincada de callejones. Al verle frente a él correr entre las calles logra notar que está
herido de una pata trasera, y haciendo recuento, cuando esta estaba mordiendo la cabeza la
cabeza se encontraba mordiendo la pata.

—Por aquí, rápido, antes de que te vean —Susurra el zorro mientras entra a una casa entablillada
por un hueco extremadamente pequeño.

El certkariano busca otra entrada y la consigue por una ventana, pero esta se encontraba algo alta
así que tuvo que apoyarse en unas cajas que, al el terminar de entrar, se cayeron provocando un
ruido muy estruendoso.

Ya adentro nota que la casa realmente se encontraba en muy mal estado, hasta pareciera que
estuviera así desde antes que la guerra estallara, la única luz que logra ver es la de su linterna la
cual intenta bajarle intensidad para evitar ser vistos.

—Te dije que entraras rápido, no que les dijeras nuestra posición con tus ruidos raros —dice la voz
del zorro desde algún lugar donde se encuentra.

Paul intenta buscarle con la linterna caminando lentamente para que los rechinidos del suelo no
suenen muy fuertes.

—Lo siento, no fue mi intención —se disculpa al aire, esperando respuesta mientras explora —a
propósito, gracias por salvarme.

—No lo hice por ti, lo hice por mí —contesta la voz cada vez más cerca —mientras más seamos
tendremos más posibilidades de sobrevivir… aunque seas otra escoria más de Certkara.

Paul no responde al momento, parece que su voz proviene del segundo piso, empieza a subir y se
da cuenta que hay un rastro de sangre en el suelo.

—No entiendo, si odias a Certkara y a sus escorias ¿por qué me salvaste a mí? —Pregunta el
certkariano mientras avanza por las escaleras, estas preguntas le oprimen un poco el pecho ya que
son cosas que él se preguntaba a si mismo de cierta manera, el ver a Newt en ese estado aun le
duele —Hay otros mejores que yo si es cuestión de supervivencia, aunque no sepa que pasa aquí.

En ese momento oye un pequeño gemido de dolor provenir de la habitación del fondo seguido de
un sonido de caída.

—Porque cuando soy un animal logro oler la esencia de las personas… —contesta la voz con algo
de fuerza, como si estuviera haciendo algo con esfuerzo, pero luego lo suelta con un gemido de
dolor —Y entre todos los que estaban por aquí tú eras, por lejos, el menos desagradable.

—Gracias… —contesta el certkariano acercándose a la puerta, aunque de cierta manera lo único


que acaba de decir es que él es el más aseado, o eso entendió —¿Te sientes bien?, ¿Puedo
ayudarte en algo?
Paul decide entrar y en la habitación logra verla, sólo quedaba el armazón de madera de una
cama, pero se veía que la única cortina que tenía se encuentra en el suelo de la esquina, esta está
arropando a una pequeña chica que en su rostro se la nota pálida, moribunda.

—Sí, podrías dejar de apuntarme con esa maldita luz directo a la cara, además que también me
ayudarías mucho ayudándome a escapar de este pueblo maldito —contesta Galak encogiéndose,
en su rostro aún alumbrado por la farola de aceite que retomó nuevas fuerzas de donde no las
tiene para poner el rostro más duro que puede.

—Entiendo, ya la quitaré de tu cara, a propósito, ¿cómo te llamas? —pregunta el certkariano


entrando en la habitación, aunque nota como esta empieza a mirarle con el ceño fruncido
mientras más se acerca a ella.

—Mi nombre es Galak Phoenix, niño miedoso —Contesta Galak intentando sonar chula para
imponer respeto —y ni se te ocurra acercarte más o te haré trizas.

El certkariano nota que, en el momento que aparata la lámpara la habitación se inunda de una
leve luz azulada, proveniente del pecho de la chica en el suelo retorciéndose. Cuando la luz ilumina
mejor que la lámpara Paul observa el rastro de sangre seguir hasta lo que queda de la cama y
finalizar en donde se encuentra la chica, justo al final de la cortina se ve un manchón de sangre y
esto preocupa al cabo.

—Estás herida, déjame verte mejor —pide el chico acercándose abruptamente a Galak.

Galak ni corta ni perezosa levanta su mano derecha esgrimiendo un trozo de madera haciendo
retroceder un paso al certkariano, pero el dolor y el cansancio hace que lo deje caer sobre las
sabanas.

—No te acerques más, no te atrevas a tocarme —refunfuña débilmente Galak agarrándose del
borde de la cortina donde se encuentra, se nota que no tiene fuerzas para dar tales amenazas.

—No seas necia, déjame ver tu estado antes de que empeore —insiste el joven acercándose
nuevamente.

Al estar lo suficientemente cerca este desarropa a Galak para poder ver la gravedad de la herida y
se topa con la sorpresa de que la joven está desnuda, en otras circunstancias el joven se sonrojaría
al ver a una chica tan joven en tal estado, pero decide concentrarse en buscar la herida.

—No me toques… no me toques… no me toques… —repite Galak casi en murmullos, su


agotamiento es evidente, lo último que logra ver consciente es al certkariano quitándose el yelmo
mientras ella ni fuerzas para taparse tiene.

«Qué bonito es… brilla, brilla con el azul de la noche» comienza pensando Galak sobre el
certkariano para luego caer inconsciente tarareando una canción de cuna por la luz de su collar.

Desde el Día Lluvioso Hasta el Campo de Batalla


El Bosque Angosto es una enorme franja de pinos gigantes que divide a Angostura del más
próximo asentamiento humano, el pueblo del Buey, cualquiera que diga que es una zona turística
está loco, las criaturas que aquí habitan, si bien no son del infierno pueden hacerte replantearte el
querer pasar una tarde familiar, es conocido por ser el punto más al norte donde aún se pueden
conseguir duz salvajes, también posee curiosas irregularidades en el terreno que hacen de este un
terreno intransitable por vehículos comunes, al menos no por fuera del camino real. Es un lugar de
salvajismo montañoso, y es justo por él por donde están pasando el grueso del ejercito de
Angostura, el camino real se encuentra pronto a terminarse para bifurcarse en dos vías, la vía a El
Buey y la Vía al paso del Valle del Zodiaco al norte que terminaría en el pueblo de La Rata. Ya hace
rato que las tropas dirigidas por el General Ribas se han retirado más al norte, a un paso que daba
con un antiguo puente por el que se cruzaba el río y que muy probablemente estaría sin usar.

Quirón y Romulus se encuentran andando al frente de sus tropas, Romulus sólo disfruta de oír a
Quirón cantar una antigua canción de su tierra natal, ambos poseen armaduras aladas, pero
mientras que la de Quirón parece un halcón descendiendo la de Romulus le hace ver como un
semidiós ascendiendo a los cielos, pero a pesar de que la de Quirón sea platinada y la del príncipe
sea dorada, por las hendiduras de esta misma se notan las plumas doradas del general sobresalir,
y eso le da bastante gracia al príncipe que se dispone a reírse.

—…Este bosque singular, oculta una belleza sin par, más cuidado han de tener los niños puesto a
que los torcidos se los pueden llevar con sólo un guiño… —canta Quirón mostrando una voz
bastante buena, muy ligera, diferente a como normalmente habla.

—Siempre hubo algo que odié de esa canción, obviando el hecho de que no existen los torcidos —
contesta el príncipe entre risas, los soldados tras ambos disfrutan de escuchar al general cantar.

—Yo sí creo que existan los torcidos, incluso he visto algunos —comenta jocosamente Quirón.

—¿En serio?, pues no cabe en mi cabeza que hayas visto un centauro que repta en seis
extremidades —rebate el príncipe, incrédulo ante lo que dice su amigo de infancia.

—¿Estás seguro?, y que me dices entonces del que habita en el ala este del palacio, ¿eh? —
argumenta el general haciendo pensar al príncipe.

—No seas absurdo, Quirón, ahí sólo viven los…. —el príncipe captó el mensaje que le dio el
general y muestra parte de su ofensa ocultando sin mucho esfuerzo lo gracioso que le pareció —
eres un maldito, Quirón, sabes que la maestra Arismendi sufre de un raro problema en la espalda.

—Oye, pero tampoco es que se esmerara en ocultarlo mucho, además que recuerdo fuiste tú
quien una vez le quitó el soporte cuando dormía y la obligó a andar en seis patas por todo el
palacio —comenta Quirón haciendo que ambos se murieran de la risa.

—Era solo un niño —contesta finalmente el príncipe luego de mucho reírse —no sabía que era ser
malo entonces.
—Esperemos y lo sepas ahora, ¿no lo crees, primo? —culmina Quirón haciendo que Romulus le
vea con ojos de reproche, pero es entonces cuando el general siente algo que le hace ver hacia
arriba —Bueno, Su Majestad, es hora de separarnos, ya hemos pasado la última barrera del domo,
lo acabo de sentir.

—Entiendo, yo seguiré con el plan también, espero no consigas muchos problemas para cruzar el
río —comenta Romulus algo preocupado, mientras poco a poco las tropas empiezan a alinearse
para separarse.

—Descuida, un río no me hará ni cosquillas —dice Quirón mostrándose chulo, de fondo se oyen a
los diferentes líderes dando la orden para que se dividan las tropas, Romulus acepta
despidiéndose de Quirón, pero este le llama antes —¡Romulus!

Romulus voltea a verle, haciendo que su mirada de preocupación se cruce con la de calma que
siempre tiene Quirón.

—¡No te atrevas a morir hasta que yo regrese, ¿entendido?! —grita Quirón desde la distancia.

—¡Deja de gritar que esta es una misión secreta, nos veremos al amanecer! —responde el príncipe
con una sonrisa y luego ambos se despiden con un gesto mientras los ejércitos se dividen en
diferentes direcciones.

«Una misión secreta, ¿eh?» piensa Quirón mientras avanza por la ruta pedregosa y se coloca
nuevamente su Yelmo con forma de halcón.

Tres días antes de que todos estos eventos en aquellos bosques la lluvia no paraba, pero no
evitaba que dos jinetes avanzaran raudos y veloces en la lluvia, con sus caballos al trote por
aquellos parajes y al llegar a la bifurcación terminan tomando el camino que lleva al Buey, un
camino escabroso y que ya ha perdido toda la gloria del pasado.

—¡Creo que llegaremos tarde! —grita uno de ellos, la lluvia está tan fuerte que el sonido de su voz
apenas es audible para su compañero.

—¡Pues entonces apúrate y deja de pensar en tonterías! —le contesta el otro desde detrás de su
capucha verde.

Luego de salir de aquél espeso bosque los jinetes avanzan por el camino que se adentra en una
pradera la cual empezaba a ponerse fangosa por las fuertes lluvias. Desde el claro donde estaban
se lograba apreciar la muralla del pueblo, y precisamente es desde la cima de esta que los
soldados logran percatarse de su presencia. La terraza de la muralla estaba coronada por un
extenso camino de piedra que conecta las dos torres del pueblo, toda esta vereda también poseía
unos toldos sobre el camino para evitar que la lluvia pasase hasta los soldados que custodiasen los
muros y unas pequeñas cornisas dispuestas a todo lo largo para que los arqueros se pusieran de
pie en estas, ahora se encontraban utilizadas por el ejército invasor de Certkara, uno de estos es
quién nota la presencia de los jinetes a través de su periscopio.
—Teniente, tenemos un par de humanos a la vista, a no más que quinientos metros —informa el
soldado dándose la vuelta para ver al teniente, este llevaba su armadura completa más se
encontraba sin yelmo, esta parecía estar pintada en negro —Creo que son comerciantes, ¿les
usamos de tiro al blanco?

En ese momento el teniente se quita su yelmo, este tenía un diseño bastante infantil en su
altorrelieve.

—A ver, déjame ver —dice el teniente tomando prestado el periscopio del soldado, su altura de
pie era bastante reducida, este logra notar que no eran más que dos humanos cabalgando en la
lluvia yendo en dirección al pueblo, luego de esto se quita el periscopio y sigue viéndoles mientras
hace un chasquido con los labios —han de ser comerciantes que no se han enterado de que el
pueblo ya es parte de Certkara… ¡Buah!, matadles apenas los tengan a tiro, serán una buena
práctica.

Luego de recibir la orden, la fila entera de certkarianos tensaron sus arcos con flechas dispuestas a
atacar a los jinetes, pero de no ser por la intervención inmediata del teniente Liam Pocket esto
hubiera terminado en masacre.

—¡Alto! —grita el teniente apenas sube a la cornisa donde se encuentran los arqueros, esta
muestra su rostro horrorizado por lo que estaban a punto de hacer —¿Qué hacen tensando los
arcos contra ellos?, ¿Quién dio esa orden?

—El teniente Riggic fue, señor —comenta el arquero más próximo al teniente, parecía un niño
regañado injustamente.

—Pues detengan esa orden ahora mismo —ordena Liam mientras avanza por toda la cornisa hasta
llegar al final de esta en la base de una de las enormes torres de las murallas, ahí se encontraba
Tom Riggic hurgándose las orejas mientras veía a la nada —¿Te das cuenta que estuviste a punto
de morir por insubordinación, Tom?

—No sé de qué hablas, Liam, pero estoy seguro que hacer lo que hago justamente ahora no me va
a matar —contesta rápidamente Tom con algo de hastío, odiaba su turno en la vigilancia y
pensaba que se refería al hecho de que se estuviese revisando el oído.

—Pues ven para que veas lo que estabas apunto de hacer —responde rápidamente Liam jalando a
Tom del brazo para que se acerque de nuevo a la cornisa para observar del periscopio a los
‘‘mercaderes tontos’’, justo cuando deja a Tom observar por el objeto Liam suelta un grito a los
guardias de la puerta este —¡Abrid las puertas, déjenles pasar!

—No veo nada importante en ellos —comenta el certkariano enano mientras les enfoca con el
periscopio, sólo ve a dos hombres encapuchados avanzar por la tormenta y que están a punto de
entrar al pueblo —¿estás seguro que no te equivocaste y me quieres fastidiar la tarde?
—Fíjate en esas patas, la de los caballos —pide el teniente Pocket a su compañero apático que le
hace caso a regañadientes —¿No notas algo raro?

—No, me parecen normale… espera un segundo… —Tom se afinca más al periscopio mientras más
se acercan —¿Por qué carajo se oyen a destiempo las pisadas de los caballos?

—Pues es obvio, ven a obtener tu respuesta —le contesta Liam bajándose de la cornisa e invitando
con la mano a Tom para que le acompañara al trote a la zona en la que habían parado los jinetes.

Tom y Liam corren escaleras abajo para ir a ver a los visitantes, ambos jinetes se detuvieron a
pocos metros de las puertas abiertas de la muralla, justo donde un grupo de soldados certkarianos
los esperaban para recibirles de manera muy hostil, los jinetes ni se inmutaban sólo observaban de
un lado al otro.

—¿Y el mayor Skinner? —pregunta uno de estos, tuvo que hacerlo en tono alto por el ruido de la
tormenta.

—¿A ti que te importa, humano?, ¿qué vinieron a hacer aquí si no es a servirnos de sacrificio? —
dice uno de los soldados certkarianos que les rodeaban, todos se hallaban con sus armaduras y
esgrimiendo sus lanzas en dirección a estos.

—Infeliz, ¿no sabes a quién le estás hablando? —se enfurece el segundo jinete amenazando al
soldado, pero siendo detenido por el primer jinete tomándole suavemente del hombro y haciendo
un gesto negativo con la cabeza.

—No es su culpa, no saben quiénes somos, quitémonos esto mejor —siguiere el primer jinete
mostrando una ligera sonrisa, era lo único que se lograba ver a través de su capucha.

En ese momento ambos se remueven sus capuchas y son envueltos por una luz prismática que
inunda el lugar, en ese momento es que terminan llegando Liam y Tom, maravillados y algo
asustados ante aquél espectáculo de luces. De los viajantes no queda vestigio humano más allá de
la que puedan ofrecer dos centauros, centauros en sus armaduras reales y con sus armas propias,
centauros que no eran otros más que el General Quirón y su compañero en este periplo, el
General Ribas.

—¿Centauros?, ¿Aquí? —es lo único que se logra oír de entre la muchedumbre de soldados
cuchichear sin bajar las lanzas.

Mientras que Tom y Liam avanzan lentamente al sitio se nota el disgusto de Tom ante todo
mientras sus pasos chapotean en el fango que ya se empezó a hacer.

—¿Centauros?, ¿acaso nos vamos a rendir o ya vienen con la cola entre las patas pidiendo
misericordia? —dice Tom de manera despectiva sin tomar reparo en que los centauros le oigan.

—¿Qué diablos haces?, ellos no son nuestros enemigos, idiota —le dice Liam en el oído a Tom
mientras intenta evitar que diga algo más poniéndole las manos en la boca.
—¿Cómo te atreves a decirle eso al futuro regente de Angostura, pequeña bazofia? —se acerca el
general Ribas de manera amenazante a Tom haciendo que las lanzas se pongan más tensas.

—¿¡Ah, sí!?, ven y demuéstrame de que está hecho ese tal regente de Angostura, pony
sobrealimentado —se zarandea Tom, si hay algo que le molesta a él es que le recuerden su
estatura o su apariencia infantil.

—¡Bajen las lanzas, son invitados nuestros! —les ordena Liam a los soldados que obedecen a
regañadientes, luego se coloca frente a Tom para hablar directamente con el General Ribas —
lamento mucho la actitud de mi compañero y la de todo mi escuadrón, aún no se acostumbran a
nuestra alianza.

—El certkariano tiene razón, General, no hay motivos para realizar un derramamiento de sangre
hoy —añade Quirón removiéndose el yelmo y dejando al descubierto su rubia cabellera mixta
entre plumas y cabellos, ambos dorados.

Es justo cuando todos bajan sus armas que llegan tres caballos al galope, no eran más que Skinner
y sus hombres de confianza, la teniente Newbaker y el teniente Wilson, todos en sus armaduras
correspondientes, mientras que la de Cassidy asemejaba un guerrero pesado la de Wilson era
bastante reveladora, faltando cubrir partes del abdomen y de las piernas, por último, Skinner
poseía una curiosa armadura negra que, combinado con su gabardina peluda, le hacía parecer un
Shogún antiguo.

—Pero querido amigo, siempre es una buena hora para derramar sangre, sólo hay que saber
distinguir cual es la que se debe derramar —contesta Skinner, cuando Quirón dijo lo que dijo ya el
grupo de jinetes estaban lo bastante cerca.

—No discuto esa verdad tan poderosa, Mayor —contesta Quirón con una sonrisa en su rostro, la
lluvia empezaba a bajar convirtiéndose en una pequeña llovizna.

En ese momento es cuando Liam suelta a Tom y corre a ponerse al frente de los centauros, iba a
presentarlos de manera formal al Mayor.

—Me disculpo, Mayor, han sido acogidos en el pueblo a los visitantes de Angostura, el General
Escipión Ribas y el General ‘‘Protector de Angostura’’ Quirón…. —fue ahí cuando Liam se puso
nervioso, no recordaba mención alguna al apellido del general Quirón en los informes oficiales.

—No te preocupes, soldado, no tengo apellido, no hay problema con ello —contesta serenamente
el General al ver que el certkariano se estaba poniendo muy nervioso ante la situación, más a
Ribas no le agradó en lo absoluto la necesidad de humillar al ‘‘futuro rey’’.

Lo que dijo Quirón le quitó un gran peso de encima a Liam, que al instante corrió al lado de su
superior, tenía que presentarle también.

—Caballeros, ante ustedes los reciben el teniente Rieg Wilson, la teniente Cassidy Newbaker y el
Mayor Lyon Skinner.
Luego de las presentaciones hubo un incómodo silencio mientras Liam recuperaba su posición
original junto a Tom que observaba todo con mucho interés, claro, su interés era que mataran a
los centauros.

—Eres el teniente Pocket, ¿no es así? —cuestiona Skinner desde su montura, parecía el señor de
un palacio, y luego de recibir el acostumbrado «¡Sí, señor!» se dispone a continuar —veo que
mantuviste el orden de la situación, más tarde hablaremos sobre tu ardua labor, por ahora todos
los demás sigan en sus labores habituales, incomodan a los invitados.

Después de decir esto todos se retiran rápidamente, dejando a los centauros y a los jinetes solos
en una pelea de miradas incomoda.

—Bastardo de Angostura —suelta finalmente Skinner, extrañamente se sentía mejor dejando la


caballerosidad de lado, le hacía sonreír más —¿Crees que soy como tú pueblo ignorante o como
estos soldados sin conocimientos sobre vos?

—En ningún momento pondría en duda el alcance de sus investigaciones —contesta serenamente
Quirón, al contrario de Skinner, a él le satisfacía bastante no perder la compostura — pero tengo
una duda ¿algunos de ellos saben que te llaman ‘‘La Viuda Negra de Certkara’’?, creo que de
saberlo no les gustaría seguir bajo tus órdenes.

—No necesitan saberlo, querido amigo —contesta Skinner con una sonrisa sorpresiva en sus labios
—acompáñennos a nuestro consejo de guerra, tenemos mucho que discutir.

Mientras que el grupo avanzaba por entre el terreno fangoso Tom los observa desde la muralla ir
en dirección a la casa del antiguo lord del pueblo.

—Así que ese es el famoso ‘‘protector de Angostura’’, ¿eh? —dice Tom mientras les observa con
menosprecio —recordaba escuchar que ese sujeto era más viejo.

—No seas estúpido, ese es un título que se le da al mejor general del país, del que hablas es del
antiguo protector, Augusto Páez —contesta Liam mientras observa su andar con el periscopio.

Tom se encontraba bastante asqueado de la actitud del general Ribas, estaba tan enfurecido que
cuando uno de los arqueros de la cornisa le pidió permiso para ir al baño le dijo ‘‘el deber de un
soldado es saber aguantar’’, pero es en ese instante que Tom recuerda el detalle de la cabellera de
Quirón.

—Quizá yo sea un idiota en clases de anatomías fantásticas, pero no recuerdo que los centauros
posean plumas —comenta Tom sin ánimos de ofender, en su tono se nota total curiosidad, cosa
que Liam supo entender.

—Bueno, no lo sé bastante bien, pero por lo que tengo entendido ellos llevan un tiempo
evolucionando hacia algo que denominan ‘‘glorioso’’ —dice Liam, creyendo que decepcionaba a
Tom en su explicación.
Tom sólo podía ver el rostro de Quirón ante él, parecía un ángel, su belleza era inigualable, las
plumas no hacían más que incrementársela, esto excitaba a Tom y no tenía reparo en mostrar sus
raras caras a Liam que lo veía extrañado.

—Deseo cortarla… —murmura Tom para sí.

—¿Qué dijiste? —pregunta Liam notando que su amigo estaba más en un trance.

—Deseo cortar su hermosa cara, ese maldito morirá a mis manos —comenta Tom y luego camina
apresuradamente al baño dejando a Liam con un pequeño escalofrío en el cuello.

En la enorme casa del antiguo señor de ese pueblo las habitaciones son abundantes, tanto así que
los certkarianos aprovecharon una de estas, de las más extensas, para colocar su consejo de
estrategia militar sobre el ataque hacia Angostura. La sala era de un color rojo apagado,
excelentemente iluminada con lámparas de gas y en el centro ya había colocado el tablero de
guerra, donde se podían ver las diferentes fichas que representaban tropas reales, todas estas
dispuestas en un mapa bastante rudimentario de la zona, pero que explicaba la privilegiada
situación defensiva del pueblo del Buey contra cualquier ataque.

En aquella habitación se encontraban únicamente el representante de los sacerdotes certkarianos


que eran imprescindibles para las batallas, el arzobispo Anthony Gulivert y el capitán y amigo del
Mayor, Louis Round.

—¿Cómo me puedes decir que ustedes no pueden hacer nada contra ese maldito domo? —
pregunta exaltado el capitán, aprovecha su corpulencia para intentar meterle miedo al arzobispo.

—Pues que nos resulta imposible —dice el hombre mayor bajo una túnica blanca y un sombrero
dorado que se acopla con sus orejas en una forma estilizada, este no se deja amedrentar de la
actitud de Round —nuestras suplicas no poseen la suficiente fuerza para despojar a una ciudad
entera de su magia protectora, necesitaríamos a todos los clérigos de Certkara para hacerlo con
esas defensas tan bestias que poseen en Angostura.

—Eso significa que tenemos que obligarles a pelear fuera de esas defensas… —culmina Round
dejando caer un puñetazo sobre la mesa haciendo que las fichas se desacomoden, cosa que
enfurece al arzobispo.

En ese momento las puertas de la habitación se abren, entrando Skinner junto a Wilson y a
Newbaker, detrás de estos también entran Quirón y Ribas, ambos en su forma sátira debido a la
altura de la habitación no permitiría que entren en su forma normal.

—¡Caballeros, caballeros!, relájense, hoy es un día importante y no debemos encarar a la bondad


del Señor Luminoso con quejas y refunfuños —proclama Skinner con los brazos extendidos
mientras avanza hasta donde se encontraba Round y Gulivert —Rieg, se amable y sírvele a todos
los presentes una copa de vino, debemos ser agradecidos con las bondades de la vida.
Rieg obedece de inmediato y le ofrece a cada uno de los presentes una copa de vino, el primero en
negarse es el general Ribas.

—Vamos, Escipión, acéptala —le pide Quirón al ver que este se negaba con las manos —tampoco
es que nos vayan a matar.

Luego de decir esto Quirón hace un fondo blanco tomándose la copa completa de golpe,
sorprendiendo a los presentes y haciendo que el general Ribas terminara cediendo ante la
propuesta de su compañero.

—¿Qué pasa, Louis? —pregunta Skinner al ver que Round es el otro que no acepta la copa de vino
—¿acaso crees que te mataré con un vino?, no, yo no soy tan rastrero.

—No es eso, Lyon —contesta el Capitán negándose rotundamente a beber cruzando los brazos —
sabes que pienso de los vinos humanos, me parece más placentero probar orina de un reptil, al
menos eso si se siente en el paladar.

—Eso explica tu error en La Serpiente hace casi un mes —contesta el Mayor riéndose de manera
muy ruidosa, haciendo que Round apartara la mirada de rabia —Oh, vamos, Louis, sabes que estoy
bromeando.

Las palabras de Round hacen reír a Skinner y este lo hace de manera muy estruendosa,
contagiándosela al arzobispo y un poco a Rieg, pero se nota que se reía más por quedar bien que
por otra cosa.

—Creo que deberíamos empezar con la sesión —dice finalmente Gulivert secándose algo de sudor
del rostro —me informaron que los centauros que tenemos en frente vienen a ayudarnos con el
plan de batalla si mal no me equivoco.

—Exacto, mi querido Anthony —comenta Skinner que ya se había acomodado en un pequeño


banquillo en la cabeza de la mesa donde se encontraba el mapa —así que creo que deberían
mostrarnos su oferta.

—Oh, por supuesto, Mayor —contesta Quirón y acto seguido chasquea los dedos.

Escipión reacciona ante el chasquido de dedos, este traga rápidamente lo que le quedaba en la
copa y se para en frente de su superior para recitar lo escrito en un pergamino que llevaba en la
espalda.

—Esta operación se realizará en nombre del General y próximo rey de toda Angostura, el General
Quirón, el cual tiene las siguientes exigencias al pueblo de Certkara si desea que una alianza
estable se consolide luego de que mi General ocupe el título que le corresponde —dicta Ribas
mientras continua con la lectura del pergamino —Se le exige a Certkara que no ponga en juicio la
independencia de Angostura ante el imperio certkariense, también se le pide tratos preferenciales
en los intercambios de seda, sal y especias, además, como exigencia personal del futuro regente,
pide clementemente al Mayor Skinner el cese de actividades de rastreo o búsqueda dentro de los
domos de Angostura o nos veremos obligados a tomar medidas drásticas.

—Oh, pero si sólo hago paseos con mis hombres, amigo Quirón —interrumpe jocosamente el
Mayor, obteniendo una pequeña risa de Quirón.

A pesar de la interrupción, el general Ribas se mantiene leyendo en voz alta la proclama.

—De aceptar todas estas proclamas, el Mayor y comandante de las tropas del batallón noventa y
tres, el señor Lyon T. Skinner, así como el pueblo de Certkara pueden tener plena seguridad de
que Angostura y su ejército serán sus eternos aliados, tanto en este conflicto como en futuras
beligerancias, atentamente el General y supremo líder de Angostura —culmina Ribas con su rostro
triunfal ante su tono de expresión, sintiendo que dejó impresionados a los presentes.

—Por favor, no hablemos de economía aquí —implora Skinner luego de un importante silencio,
después de esto se levanta de la silla para aproximarse a los invitados.

—Sólo quería que tuvieran presente que Angostura está dispuesta a una excelente apertura
económica con su potencial socio de Certkara —comenta Quirón con naturalidad, sin mostrar la
rigidez de Ribas y ofreciendo su mano para pactar —Entonces, ¿acepta los términos?

Mientras Quirón comentaba todo esto Skinner se había tomado el tiempo de acercarse para estar
frente a frente a Quirón, la diferencia de alturas era evidente, las orejas erguidas de Skinner
llegaban hasta la coronilla de Quirón, mientras su cara se perdía a la altura de sus pectorales.

—Me parece amigo tenemos un trato cocinado y listo para servir —contesta Skinner estrechando
la mano de su homologo sátiro, todos los presentes que se sentían tensos suspiraron aliviados
ante esta decisión.

—¡Excelente!, entonces deberíamos hablar ya sobre lo que vinimos a hablar —comenta el


teniente Rieg sin ocultar su hastío y falta de respeto por los invitados, cosa que le hace recordar
Cassidy pisándole fuertemente el pie.

—Lamento los malos modales de mis tenientes, son jóvenes —se disculpa Skinner, pero con un
tono que todos sabemos no representa disculpas en lo absoluto.

—No hay nada que disculpar, son jóvenes, usted lo ha dicho —finiquita Quirón.

Minutos después de tan tensas negociaciones, todos se encontraban sentados esperando a la


información que estaba por liberar el centauro dorado.

Sobre la mesa estaban dispuestos figuras que diferenciaba las tropas, las de Certkara poseían su
acostumbrado lobo de orejas largas, ya que los certkarianos sostenían descender de tan noble
criatura y no ser meros roedores como todos les conocen, mientras que las de Ásgaran estaban
representadas por sus grifos, estas figurillas se encontraban por montones en la región norte del
mapa, mostrando como se desarrollaba la batalla en el campo principal, separadas de esta
masacre se encontraban las tropas de Skinner, que contaban con no más de dos lobos,
representando quinientas tropas cada uno, todas se encontraban apostadas en la pequeña
fortificación del Buey mientras que, al este se encontraban las tropas de Angosturas representadas
por un puñado de centauros.

—Entonces sus cálculos sobre Angostura son de dos mil tropas a disposición de la corona frente a
las mil de ustedes, ¿no es así? —interroga Quirón para aclarar dudas.

La mayoría de los presentes asienten con la cabeza ante la pregunta, al general Ribas le molesta
que subestimen a su nación.

—Bueno, empecemos por colocar las cifras como son, somos más de tres mil tras aquel domo, y
todos están curtidos en batalla por las escaramuzas recientes realizadas por el príncipe —aclara
Quirón ante el desagrado de Round y asombro de Cassidy o Reig —ahora necesito que me digan
¿Cuáles son los planes de ataque que proponen?

Luego de esta pregunta las opiniones se volvieron variadas, Round y Cassidy no se ponían de
acuerdo.

—A mí me parece mejor esperarlos en las murallas —comenta Cassidy mientras Round cruza los
brazos esperando su turno para opinar, todo esto le da gracia a Skinner —este pueblo nos resistió
por una semana entera, y no eran más que campesinos, creo que podrán aguantar.

—Es una estupidez, no tenemos si quiera líneas de suministros, el motivo por el que nos
aguantaron, además de la muralla es el que tenían alimentos suficientes para aguantar —rebate
Round haciendo que Cassidy le desvíe la mirada con odio —Yo propongo un combate frontal,
esperar a que ellos avancen y luego asestarles un golpe tan contundente que no se lo esperen.

La idea de Round logró ganarse el aplauso de Skinner y de Gulivert.

—Es una excelente estrategia, Capitán, pero considero que se la puede mejorar aún más —
comenta Quirón dejando a Round a la expectativa de lo que iba a decir —el general Ribas y yo
somos comandantes en ese ejército, así que buscaremos la manera de dividirlo, las tropas de Páez,
acompañadas por Ribas, muy probablemente se quieran ir por el norte mientras que las mías irán
por el sur, dejando el corazón del ejército descubierto en el centro.

Todos quedan en silencio ante la idea, Lo que hace que Reig se acerque a opinar.

—¿Pero si atacamos con todo el corazón aun nos quedarían dos tropas que nos harán pinza? —
argumenta lógicamente el certkariano, el tema le había quitado el aburrimiento inicial.

—Ahí es donde entra el motivo por el que estamos aquí, ustedes no tienen por qué vencernos,
sólo necesito que derroten a las tropas del rey, cuando lo hagan y este muera no habrá más
motivos para la guerra entre nosotros —Comenta Quirón con una leve sonrisa en su rostro, por un
segundo la mirada de él y de Skinner se cruzaron.
Round oye todo eso y se apresura a comentar, pero es interrumpido por Gulivert.

—Y ¿en serio cree que las tropas acepten eso?, ¿no quedan más generales leales al gobierno? —
comenta el arzobispo con bastante suspicacia.

—Por eso es que deben de seguir el plan, no hay que atacar al corazón con todas las tropas —
responde rápidamente Quirón, pareciera que este tuviera las respuestas a todo en todo momento
—Lo mejor sería dividir sus tropas y mandar unas a combatir las fuerzas de Páez y asesinarlo
también, con las otras me atacan a mi e intenta matar también a los oficiales a mi cargo…

—¿Con qué atacaremos al ‘‘corazón del ejército real’’?, ¿con la gracia del Dios Luminoso? —
Interrumpe rápidamente Round ganándose una desdeñable mirada de Quirón, Ribas y del
mismísimo Skinner que estaban entretenidos con la explicación.

—A eso iba, Capitán… —continua Quirón con tono de sarcasmo —Quería preguntarles si poseen
algún tipo de refuerzo que puedan usar para realizar el atacar a las fuerzas del príncipe.

En ese momento todas las miradas se dirigen a Skinner que voltea a ver a Reig y a Cassidy y ambos
asienten sin mediar palabras.

—Sí, creo que podemos obtener ese ‘‘refuerzo’’ del que hablas —responde finalmente Skinner
luego de mantener el suspenso un largo rato.

—Excelente… —Corresponde Quirón a Skinner y ambos se miran desde lados opuestos de la mesa.

Minutos después de la discusión de guerra todo termina aclarado y cada grupo sabe lo que debe
hacer, los centauros se disponen a irse, el camuflaje humano sólo funciona de día así que deben
apurarse en volver, pero justo al acercarse a la puerta de la mansión Skinner llama al General.

—Amigo Quirón, tenemos una pequeña inquietud aquí —Comenta el Mayor y a sus costados se
encontraban todos los de su bando.

—Dígame, Mayor, le ayudaré en todo lo posible por aliviarla —dice Quirón más por cortesía y
modales que por verdadero interés.

—He recibido informes de que a su ciudad terminaron yendo un certkariano fugitivo acompañado
de una chica, ¿es eso cierto? —pregunta Skinner amablemente.

—No, se encuentra equivocado, si se refiere al incidente del convoy, este fue ordenado por el
general Páez y se le ordenaron matar a todos los supervivientes de lo sucedido —informa Quirón
con total tranquilidad —¿Por qué la duda?, ¿alguna inquietud?

La mirada de ambos era un campo de batalla, se podía sentir como podrían romper las paredes
con solo verlas si alguno desviaba la mirada en ese momento.

—No, ninguna, confío en su palabra, bastardo —contesta finalmente Skinner con una enorme
sonrisa tan falsa como la respuesta de Quirón.
—Sabe, Mayor, siempre me he preguntado el por qué Certkara siendo tan intolerante como lo es
con los elfos lo acepte a usted entre sus filas y le dé un rango tan alto —comenta Quirón sin
tapujos, notando como todos los subordinados del mayor dejan de verle para notar la reacción de
Skinner —Digo, un mero soldado que ‘‘mágicamente’’ adquiere conocimientos de sangre, magia
por la que son famosos los elfos y el principal motivo de sus rechazo social en las principales
sociedades del hemisferio este del mundo siento que el mejor lugar en el que podría estar en
estos momentos en alguna mazmorra de su país pudriéndose por ir en contra de su pueblo.

El silencio se hace patente, la mirada de Skinner es un poema al recibir tal comentario, este sólo
decide responder con un gesto señalando a Quirón desde su silla.

—Eres bueno, muy bueno —Responde finalmente el certkariano —te crees gran cosa por tu
consanguineidad con el príncipe, por tus pretensiones o porque actualmente eres la mejor opción
para Certkara, pero no olvides que yo también sé el motivo de esas plumas tan hermosas que
adornan tu cabellera, mi querido amigo… Ya te puedes ir.

Luego de esto ambos centauros se retiran de la habitación sin hacer mayor ruido. Los que quedan
intentan obviar lo que escucharon y se dedican a plantearse los planes ya estructurados.

Tres días luego de ocurrir esto y a varios kilómetros al norte, las tropas del General Ribas avanzan
por el bosque, a unos pocos cientos de metros llegarán al puente que desean usar y el general lo
sabe, pero mientras avanza este empieza a recordar lo que hablaron Quirón y él en el camino de
vuelta a Angostura hace tres días.

«—Mi señor, ¿puedo hacerle una pregunta? —abre la conversación Escipión, el clima ya había
mejorado, sólo había niebla, ambos usaban el camuflaje humano.»

«—Claro, general, adelante.»

«—¿Usted confía en esos certkarianos?»

Ribas nota como Quirón no le contesta al momento, quizá se piense la pregunta.

«—No, para nada.»

En ese momento, el general Ribas sale de su letargo para notar como se oye el galopar de una
manada de caballos en su dirección, pero la iluminación mágica que usaban no daba con el origen
del ruido.

—¿Señor, ordenes? —pregunta el caballero junto al general.

—Todos a la defensiva —comenta Ribas, pero inmediatamente notan que es lo que pasa.

El ejército de certkarianos galopa a toda potencia en la noche y se abalanza sobre el angostureño,


entre ellos Escipión ve a Round en su colosal armadura acercarse a él y de un solo sablazo cortarle
la cabeza al general.
Kilómetros más al sur, Quirón se encuentra avanzando también por el bosque, el río se encuentra
a unos pocos metros.

—Señor, ¿lo nota? —comenta el oficial a su costado, este aprieta su mano alrededor de su lanza
—el aire está algo viciado.

Quirón lo nota, pero ya es demasiado tarde, todas sus tropas son rodeadas por un aura sagrada
que es dispensada por un grupo de sacerdotes, evitando que estos puedan huir, y es desde los
bosques que se aproximan la infantería certkariana para aprisionarlos desde todos los lados, uno
de estos es Tom que cae desde las altas ramas de un pino.

—¡¿Qué denom…?! —grita Quirón, pero este pierde la cabeza siendo cortada a la mitad vertical
por la espada del teniente Riggic.

—¡El Mayor te manda saludos, bastardo! —le espeta en la cara al centauro mientras su espada se
desliza rápidamente por su carne como si fuera de mantequilla, Tom se sentía extasiado.

Unos pocos kilómetros al noroeste, las tropas lideradas por Romulus sí lograron alcanzar la
pradera antes de llegar a El Buey, las tropas avanzan en la oscuridad sin poder observar más allá
de lo que les permiten los orbes.

—Creo que lo mejor sería apagar los orbes, señor, o se darán cuenta los guardias de las murallas
—sugiere el oficial al costado del príncipe.

Este accede a la petición y los orbes son apagados, quedando todos en las eternas penumbras que
una noche sin luna y nublada ofrece.

—Que lastima que apagaran sus luces, verles marchar tan diligentemente era tan entretenido —
oyen los soldados una voz descomunal que les cala hasta los huesos, una voz que parecía provenir
de encima de ellos.

—¡¿Quién eres?, ¿Quién anda ahí?! —pregunta desesperadamente el príncipe, luego voltea en
dirección al donde debería estar el oficial —¡Diles que enciendan los orbes al máximo!

En ese momento los orbes son encendidos nuevamente y el príncipe logra notar que su oficial ya
no está, y que un charco de sangre empieza a fluir desde encima de ellos, de allí provienen
también sonidos de huesos y carne quebrarse hasta el momento en que dentro de lo que pueden
iluminar los orbes aparece un hocico peludo, ensangrentado y esgrimiendo la sonrisa más
macabra que verán.

—Soy su tumba, soy su destrucción, soy Res-Qüajad.

Voces en mi Cabeza

—¿Hola? —es lo único que se logra oír en una inmensa oscuridad, ni si quiera se sabe quién
produce tal sonido —¿dónde estoy?
En la oscuridad se ilumina un cuerpo, es un centauro joven, de él provinieron las preguntas que
retumbaron en el infinito negro, de cabellos largos y trenzados, tenía varios tatuajes por todo el
cuerpo y su mitad equina era de color negra azabache, en esta también poseía un tatuaje que
tenía un significado en el idioma natal de la criatura. Intentaba observar, pero era imposible en
esta oscuridad.

—¿Esto es la muerte?, ¿estoy muerto? —sigue preguntando a la nada, pero luego se da cuenta de
que nada sale de su boca, el eco lo oye en la mente —¿Este es el purgatorio?

En ese momento, frente a él, de entre la marea oscura aparecen unas imágenes, eran el mismo
centauro, pero con más edad; caminaba por un pasillo angosto de piedra bien decorado, lo hacía
junto a otro centauro, este poseía una armadura demás que envidiable, un bigote bien peinado
que recordaba a un rastrillo y una extensa cabellera.

—Esos son Augusto y yo —comenta el centauro flotando sobre la proyección espectral —ya veo,
son recuerdos.

El centauro no puede evitar sentirse mal mientras les ve caminar por el pasillo mientras charlan,
las imágenes que ve son mudas, pero no necesita que sean audibles, él recuerda exacto lo que
decían. Ve como entra un nuevo centauro de cortos cabellos color crema, como los de su parte
ecuestre, este llevaba una larga túnica, parecía alguien importante en la corte. El Centauro
flotante ve como este llega y empieza a saludarles de manera cándida, pero estos luego de
saludarle y tener una corta charla con él se empiezan a ver las caras con resquemor.

—Ese era Cayo, que bien que le quedaba esa túnica —dice el centauro mientras las imágenes
empiezan a hacerse borrosas, el dolor en su pecho se acrescenta —¿Por qué me duele tanto?

«Greg…» Oye en su mente un pensamiento que suena como un susurro inerte, insensible, no vivo;
a pesar de ser nada más eso, siente la dirección de la que viene y voltea a esa dirección.

—¿Me conoces?, ¿quién me llama? —pregunta el joven ante a la oscuridad, no nota que este está
empezando a cambiar, poco a poco empieza a hacerse más viejo y empieza a emplumarse

Greg piensa que debería sentirse frustrado por su situación actual, pero no lo logra, sólo puede
sentir dolor y culpa en su ser y estos se disparan cuando, desde donde creyó oír la voz, este logra
ver como se forman nuevas imágenes en la oscuridad.

«Gregorius»

En esta ocasión estaba Greg en la plaza de la ciudad, frente a él se encontraba Miranda más joven
asestándole un puñetazo que le hace temblar las patas delanteras, la gente a su alrededor se
acercó a separarlos, pero eso no le importaba a Miranda que gritaba de manera eufórica, mientras
más se alejaba del chamán empezaba a llorar y a terminar dejarse arrastrar luego por los guardias.
—¿Por qué me muestras esto? — pregunta Greg a la nada mientras se agarra fuertemente el
pecho, de él empezaron a brotar lagrimas que al tocarse la cara nota su presencia —¿Tanto me
duele ver esto?... no quiero que me muestres más, no quiero que me duela sin entender.

«¿Quién eres?»

—Por más que intento no logro recordar el por qué esto me duele tanto —se dice a si mismo
mientras en las imágenes muestran como Greg se levanta cabizbajo y sin mediar palabra con nadie
—¿En realidad soy ese de ahí?, todo se siente tan triste.

Las imágenes empiezan a borrarse y Greg vuelve a zambullirse en un océano de completa


oscuridad, pero el dolor se mantiene.

«¿Quieres sentir?»

—No quiero el olvido, no quiero morir —le responde a la voz en su cabeza, intenta que haya una
conversación con esa entidad —alguna vez lo quise y aun no se si no lo estoy ya, pero ya no lo
quiero.

«¿Estás seguro?»

—Sí

De la nueva dirección desde la que la voz habla Greg ve un nuevo umbral de imágenes cobrar vida
frente a él, estás hicieron a Greg abrir los ojos como platos, lo recordaba, de entre todas las cosas,
esto lo recordaba. Era en la sala real del trono, se encontraba el mismo Greg que recibió el
puñetazo, este se encontraba discutiendo con un centauro de complexión delgada y un poco más
joven que él, era Escipión, su juventud estaba a toda potencia en ese recuerdo.

—No más…

«Eres basura»

En el recuerdo, Greg se encontraba llorando, en su rostro sólo se podía entender el lenguaje de la


furia, impotencia y desolación; este zarandeaba a Ribas mientras parecía exigirle, el soldado le veía
intentando mantenerse inmutable, pero en sus leves muestras de expresión más allá de su
austeridad se notaba decepción.

—Por favor… detente —Greg no hacía más que llorar en el suelo, de igual manera que su
homólogo en la proyección, mientras lo hacía este empezaba a adquirir un extenso plumaje negro
que cubría todo su cuerpo, incluso estaba empezando a salirle un pico.

«Era lo que pediste»

El Greg joven se deja caer poco a poco mientras se aferra aún a la armadura del en ese entonces
Teniente Ribas, al llegar al suelo solo se le ve sollozar contra la losa, incluso si se detalla bien, al
fondo se logra ver al Rey Cesar sentado en su trono en forma sátira disimulando una risilla, todo lo
que ahí pasaba le daba risa.

—Quería vivir, no sufrir —Dice entre gimoteos el centauro e intenta recuperar la compostura,
intenta pensar en otras cosas, pero es sólo un sentimiento el que se mantiene ahí, fuerte, latiendo
—para ya.

«La vida es sufrimiento»

—La vida es más que eso —replica el centauro mientras la oscuridad vuelve a cubrirlo todo, ya ni si
quiera siente la conexión con lo que dice, replica de pura inercia, sólo desea que esto acabe, sólo
desea morir.

«Eres escoria»

Greg nota como frente a él se abre otra proyección, la última de todas, en las que la oscuridad
desaparece para dar paso a una marea de recuerdos y momentos que inundan la cabeza de Greg,
el pobre no logra entender más que está condenado a sufrir.

—¡Para!

Los recuerdos varían tanto entre muertes, acontecimientos catastróficos y escenas lúgubres de un
chamán, el pobre Greg sólo llora hasta que en vez de brotar lagrimas lo hace con sangre, siente
como su corazón y cerebro van a estallar, su cuerpo empieza a enflaquecer y le empiezan a brotar
un par de enormes alas del lomo de su parte equina.

«Eres basura»

—¡¡¡DETENTE!!!

Es justo cuando lo grita que el río de recuerdos se detiene en una única imagen, pero este no es un
recuerdo, es una imagen donde aparece Angostura destruida, en ruinas, acabada hasta sus
cenizas.

«Ya sabes que hacer»

En ese momento fue cuando Greg lo tuvo muy claro, el dolor era una señal, una señal de que él
sólo debía sufrir, este era su castigo, pero se negaba a seguir observando sus penas una y otra vez.
Con sus manos desnudas el centauro se arranca sin muchas dilataciones los ojos, el primero fue el
peor, al no sabérselo arrancar de golpe el nervio dio un tirón hacia atrás que le destrozó y le
desmayó por dos minutos, al despertar y ver que la marea de recuerdos seguía decide arrancarse
el otro con más fuerza y es así como lo consigue para terminar retorciéndose en el suelo mientras
solloza.

«Bienvenido»
Al arrancarse los ojos es que Greg logra ver algo en la infinita oscuridad que antes no podía,
lograba ver una red de rastros luminosos que se esparcían en lo que parecía ser un suelo de
oscuridad, es como si la luz se derramara de algo o alguien.

«Siento dolor, siento tristeza… siento… hambre» es lo único que logra pensar Greg en ese
momento, intenta hablar, pero ya no tiene pulmones funcionales, ya no inhala oxígeno, no puede
hablar.

Al mover sus extremidades logra darse cuenta que ha vuelto a su cuerpo, pero ya no es él, las
cosas ya no generan las mismas sensaciones al tacto como antes, siente una eterna brisa helada
cruzar su cuerpo, pero no le importa y en su mente no hay nada más que sufrimiento, sufrimiento
y hambre.

«Esto es…»

De pronto nace un instinto en él que nunca había sentido, este aproxima su rostro al suelo para
permitirle a su nuevo hocico oler aquel rastro de luz, y al emplear sus ya muertos pulmones en
una función que le duele más que el dolor eterno que le embriaga es que logra despertar otra
emoción en él.

«¡Comida!»

Greg no se detiene, sabe que tiene cuerpo a pesar de su ceguera por lo que logra sentir, avanza
por el rastro luminoso hasta lo que parece un cuerpo humanoide iluminando el suelo frente a él, el
cuerpo hace pequeños gestos con los dedos, de estar en optimas funciones cerebrales se daría
cuenta que es alguien agonizando y espantado ante la presencia del ex centauro, pero eso a Greg
no le importe, empieza a lamer el cuerpo, la sensación es exquisita.

«El sabor, la sensación… sabe a tristeza, a dolor…»

Cada lamida le da una visión nueva del moribundo, ve a su hermano, ve cómo se despide de este
en algo que parece una academia de guerra, ve a su padre regañando a ambos, ve una sarta de
imágenes más que le dan paz al grifus, le van llenando el estómago, nunca antes había sentido
algo igual, ni cuando comía un manjar delicioso en el palacio.

«Quiero más… quiero más»

Greg logra ver una parte que ilumina más que otras, ve como en el costado izquierdo del abdomen
tiene una pequeña cosa brillante, pero que se encuentra dentro del cuerpo, siente como todas sus
células le piden más luz, más dolor, más tristeza. Con sus nuevas garras, invisibles a su nueva vista,
perfora el costado de este cuerpo y le extrae la luz, brilla tanto que no tenía otra cosa en mente
que no fuera comérselo.

«Dolor infinito»
Luego de ingerirlo sin siquiera hacer el intento de masticarlo Greg logra sentir una sensación
mayor que cualquier orgasmo que haya tenido alguna vez, él logra sentirse en paz. Pero esto le
dura poco y de inmediato nota como del cuerpo que profanó parte otro rastro que lo conduce a
otro cuerpo, pero este cuerpo es diferente al anterior.

«¿Vivo?, ¿agonía viviente?»

El cuerpo se pone de pie frente a él, Greg no nota que el cuerpo ha adoptado una postura
defensiva a pesar de que se ve a leguas que está temblando de miedo, él sólo busca como
abalanzarse sobre ese cuerpo tan suculento, es tan brillante que podría superar a diez como el
anterior.

El humanoide se abalanza sobre Greg blandiendo un arma que, evidentemente, se le cae o él logra
esquivarlo, no lo sabe a ciencia cierta y, tampoco es que le importe, sólo sabe que le ha tomado de
una mano y que por fin podrá comer todo su dolor, todo ese brillo, pero es entonces que una
fuerza que él no comprende le dispara para atrás, provocándole un inmenso dolor, dolor que le
hace emitir su primer alarido espectral como la bestia que es ahora.

Lejos de ahí, en otro lugar donde la tarde cálida pasa a ser una nublada y con mucho viento se
logra ver, a través de una ventana, un pequeño huerto, de esos que sólo puede tener una familia y
que conectaba con una granja aún más grande siguiendo una pequeña vereda a la distancia.

En esta pequeña huerta familiar se notaba que estaba recientemente sembrado, probablemente
fuese primavera, y frente a esta había un pequeño pórtico en el que se encontraban sentadas dos
personas, logramos reconocer a una como Galak, aunque más joven, su cabello recogido con una
cola cae por un costado de su hombro, estaba tomando lo que parecía una bebida caliente de
infusión, ella detestaba tomar esas bebidas luego del trabajo, pensaba que lo mejor luego de un
día agotador era un buen vaso de jugo, pero adoraba esa bebida porque era un ritual con la otra
persona ahí presente, una señora de un vivos cabellos rojos que se rizaban hasta no llegar más de
la mitad del cuello, ojos verdes vivos, pecas en el rostro, resaltando un lunar justo encima del labio
superior y sonrisa austera; no era otra que la madre de Galak, Pléyade Phoenix.

—Esto no durará, querida —dice la madre con una voz suave, su piel está bastante bronceada para
lo pálida que era originalmente, ahora parece de origen mediterránea.

Galak ni si quiera voltea a verle, sólo toma un sorbo de su taza, sosteniéndola con ambas manos,
mientras aun observa el paisaje infinito del campo. A lo lejos en la vereda ella logra ver una
sombra encapuchada, pero está lo suficientemente lejos para que no pueda detallarla bien, al que
si logra ver es a Orión, también más joven a cómo debía ser justo ahora, este gritaba en dirección
a Galak, colocando sus manos a los costados de la boca, pero Galak no podía oírle más allá que en
pequeños susurros.

«Nos dejaste morir»


—Sabes que esto ya no existe —dice la madre tomando primero un sorbo, luego tosiendo un
poco.

Galak sigue viendo a la nada, pero empiezan a brotar, sólo siente las lágrimas caer sobre su rostro
y su pulso temblar mientras intenta retener la taza en sus manos. La sombra se encontraba en esta
ocasión lo suficientemente cerca como para poderla detallar, la capucha era extraña, algo
seccionada encima de la cabeza y justo al lado de Orión apareció también Patroclo, ambos
gritando de igual manera.

«Inútil»

—Yo ya no existo —dice la madre dejando la taza y suspirando.

Galak sólo se dedica a gimotear, dejando caer lagrimas sobre la taza y empezando a salivar
bastante.

—Te extraño, mamá… —dice entrecortadamente.

El clima se empieza a nublar más, el encapuchado ya se encontraba dentro de la propiedad, ahora


se logra distinguir que posee un tamaño considerable, como tres metros, al dúo de chicos se les
unen todos los habitantes del pueblo, incluidos los de La cabra, con Dorothy al frente, gritando
hasta más no poder, pero sin ser audible.

«Muere de una vez»

—Déjame ir —insiste la madre sin perder su tono comprensivo.

—Lamento lo que hice… —Dice con una voz muy quebrantada, Galak está hecha un mar de
lágrimas, babas y llanto.

Ya todo se encontraba en la casi absoluta oscuridad y el encapuchado frente al pórtico, justo a


pocos metros de ambas. En ese momento su madre se pone de pie y obliga a Galak a verla a los
ojos, pero cuando por fin alza la mirada nota que ya no es su madre, es una chica totalmente
parecida a ella, quitando una que otra cicatriz, que poseía la piel tan blanca como debía tenerla
Galak originalmente y con un resaltante cabello turquesa constelación.

—¡Galak, despierta! —le grita la chica mientras la zarandea y es en ese momento en que el
encapuchado se le abalanza cubriéndolas con su abrigo, siendo la única luz presente la que emana
del cabello y los ojos de la chica, en su cabello se aprecia algo similar a un cielo estrellado y en sus
ojos un vivo color fucsia, como si sus iris fuesen dos pequeñas bombillas de neón.

«Despierta»

Y justo cuando frente a ambas aparece el rostro al desnudo del grifus Greg es que Galak logra
despertar.
Se encontraba en una habitación en ruinas de un segundo piso, se notaba que era si no la casa del
señor del pueblo, era de alguien pudiente por lo que quedaba del tapizado, se fija que todo está
iluminado por una pequeña lámpara de gas que se encontraba en medio de la habitación.

Galak intenta recordar qué era lo último que pasó, pero antes de que lo lograra vio a alguien
entrar por el umbral de la puerta, la chica se puso en alerta hasta ver de quien se trataba, era el
chico que ella salvó, se encontraba sin armadura usando sus complementos de cuero que se usan
bajo la misma, es en ese momento que recuerda todo.

—¡Oh!, ya despertaste — dice el chico con alegría, parece que carga un par de tazones en brazos y
se dispone a entrar.

—¡Detente ahí, maldito pervertido! —grita Galak jalando la cortina que aun la cubre como si esta
la defendiera, su indignación se combinaba con su pena —No creas que puedes volver a
aprovecharte de mí, ahora que estoy despierta.

Galak intenta buscar algo con que defenderse tanteando tras de ella, mientras lo hace no le quita
los ojos de encima, odiaba que, a pesar de ser un certkariano, este chico poseía un increíble corte
de cabello, y lindo cutis y unos ojos de penetrante color que aún no descifra por la oscuridad.

—Oye, tranquila, no ha pasado nada de lo que piensas —intenta disuadir Paul mientras se agacha,
toma el tazón y lo hace deslizar hasta donde estaba ella —simplemente te he atendido las
heridas… por cierto, toma eso, mientras dormías no dejaban de sonarte las tripas.

Cuando Galak mira dentro del tazón ve lo que parecen unos trozos de pan y un poco de lo que en
la oscuridad parece miel. Ella no termina de creer todo lo que dice hasta que se intenta mover y
aun le duele la pierna, y al destapársela notó dos cosas raras: una, parecía que el chico dijo la
verdad ya que su pierna tenía un vendado que le llegaba casi hasta la base del muslo y lo segundo,
es que esta tenía calzado, su calzado, la zapatilla que ella estaba usando antes de que estuviera
desnuda, esta se tantea el pecho y nota que tiene más que sólo unas cortinas separando su piel
del exterior así que decide quitarse las cortinas de encima.

—¿Qué es esto?, ¿A caso me vestiste, pervertido? —pregunta Galak mirando el vestido que hasta
la caperuza azul marino tenía, sintió algo de frío por quitarse la cobija, pero lo aguantaría.

—No, para nada, no te toqué más de lo necesario —explica Paul mientras empieza a comer del
otro tazón que llevaba en brazos untándolo con el líquido viscoso que a Galak ya no le parece miel
y eso le da un poco de resquemor por probar bocado —ocurrió justo luego de que caíste dormida,
tu collar empezó a emitir luz mientras yo estaba aplicándote primeros auxilios.

Galak sigue mirando al chico con recelo, pero este detiene el cuento para masticar a gusto, una
pequeña brisa se cuela por las ventanas entabladas que les hizo correr un pequeño escalofrío por
la espalda a ambos. Ella termina decidiéndose por comer lo que el chico le dio. El pan estaba viejo,
pero untándolo con el gel extraño ayudaba a pasarlo mejor, tanto así que empezó a comer
rápidamente y casi se atraganta.
—Al menos no has perdido el apetito, es importante después de perder tanta sangre —comenta
Paul viendo como Galak se limpia un poco la boca con pena, pero luego sigue comiendo
rápidamente —como seguía diciendo, incluso dejé de atenderte y seguía brillando, y cuando se
detuvo tuve que encender la linterna y aproveche de acercarme para ver como seguías y ahí te vi,
vestida por completo, así que te arropé y fui a revisar la casa.

—Ya veo —Alcanza a decir Galak luego de pasar bocado, esta busca en tanteando su pecho y
consigue el collar el cual lo ve un momento mientras la lámpara tintinea un poco —¿y cuánto
tiempo dormí?

—No lo sé a ciencia cierta, pero yo diría que cerca de una hora —comenta Paul antes de meterse
otro bocado en la boca, pero a este se le había acabado aquél gel curioso —qué lástima que sólo
hubiera eso de melaza angostureña.

Galak termina de comer mucho más rápido que Paul a pesar de que este tenía mucho menos pan
en su cuenco.

—Oye, quería agradecerte por salvarme y quería disculparme por sonar tan lastimero —comenta
el chico viendo el fondo de su tazón —Deje que muriera mi superior por mi pánico y porque no
podía creer que fuese Newt quien nos atacara, éramos amigos desde la academia, ¿sabes?, era
mejor que yo en todo…

Galak se encuentra tanteándose la pierna vendada para ver dónde está el daño y si aún puede
caminar bien en lo que queda de madrugada, al oír lo que dice el certkariano voltea a verle y
vuelve a voltearle la mirada.

—No hay nada que agradecer, tu deuda conmigo me la pagarás siéndome útil para huir de aquí —
contesta Galak secamente mientras sigue sobándose la pierna, pero al ver que el chico sigue
cabizbajo expresa un poco más —Aunque ya empezaste a saldar tu deuda con esto que me hiciste
en la pierna… Gracias.

Paul levanta la mirada para verla, se sigue sintiendo inútil al recordar la muerte de sus
compañeros por culpa de su indecisión, pero el ver como su salvadora le rehúye al contacto visual
le hace sentirse bien y no sabe por qué.

—Bueno, ya viene siendo hora de que planeemos como huir de aquí —comenta Galak mientras
intenta ponerse de pie, pero suelta un pequeño gemido de dolor que intenta reprimir con la boca
cerrada.

—¡Espera, espera! —se apresura a detenerla para que no afinque tanto el pie ayudándole con la
maniobra de soporte con su hombro —tienes que aprender a caminar con una lesión así.

El certkariano la deja para que pueda sentarse libremente en un pequeño banquillo de madera a
un costado de la cama y empieza a recolectar palos de madera del suelo.
—Bueno, pues lo que te puedo decir de nuestra situación es bastante deplorable, hace rato que
no oigo más que pasos de esos sujetos alrededor de la casa —informa Paul mientras se dedica a
romper la cortina en tiras —con mis orejas puedo notar que hay un patrón en el pisar de esos
sujetos, ya nadie afuera pisa de otra manera y la falta de luz me impide verles, pero sé que están
allá afuera.

Galak le observa fijamente, no ha dicho nada desde que le ayudó a sentarse, sólo le ve trabajar
diligentemente, nota que tiene un diseño curioso en su corte de cabello, parece un rayo, también
que sus orejas son más delgadas y más largas que las de Max, pero cada vez que es sorprendida
por la mirada del certkariano ella la desvía.

—¿Qué estás haciendo? —pregunta ella, por un momento deja su defensiva para mostrarse algo
más curiosa en sus facciones, cosa que nota Paul —¿para qué agarras esos palos y rasgas esa tela?

—Espera y verás —contesta él haciéndose el interesante, pero ella no lo ve de buena manera y


vuelve a la defensiva, cosa que Paul intenta evitar continuando la conversación —mejor dime si
sabes algo de lo que está pasando allá afuera.

Galak se toma un momento y voltea a ver una de las ventanas entabladas.

—Yo me encontraba atrapada dentro del corral de liebres cuando esa criatura apareció, era
grotesca, no hay nada en este mundo que se le parezca: su forma de moverse, el cómo mueve su
cabeza de lado a lado como si de verdad viera, sólo puedo verlo como algo de mis pesadillas —
dice Galak sin ver nuevamente a Paul, desliza sus manos por sobre sus muslos para generar
fricción y como elemento distractor.

Paul que se encontraba emulando a un carpintero o a un artista observa fijamente a Galak, el


temor que mostraba su rostro era patente.

—¿Qué era eso? —pregunta suavemente.

—Creo que era eso que tanto el príncipe temía en sus informes, un grifus —responde ella
finalmente y viéndole a los ojos al certkariano buscando comprensión, este también le devuelve la
mirada, una mirada que dice que le cree.

—¿Príncipe? —pregunta capciosamente el certkariano haciendo que Galak abriera los ojos como
platos, al ver que esta se voltea e intenta hacerse la desentendida el finalmente le confiesa —
Vamos, tranquila, sé que eres la famosa metamorfa de la que tanto hablaron los superiores, así
que debes ser a quién trajeron de Angostura.

Galak no le responde, sólo se dedica a observarle mientras trabaja la madera usando su espada en
algunos casos.

—No te voy a delatar ni nada, ahora mismo nos necesitamos para salir, por eso fue por lo que me
salvaste, ¿no es así? —le contesta intentando sonreír, pero el pensar en lo que han visto afuera no
permite que sea genuina.
A pesar del temor Galak si llega a sentirse más aliviada al verle sonreír, aunque sea falsa la sonrisa,
de cierta manera este chico le recuerda a Orión por lo atento que es… o incluso a Max, aunque
este haya sido más tosco.

«¿Qué estará haciendo él justo ahora?... ¿Pensará en mí?» Piensa ella mientras mantiene la
mirada fija en el fuego.

—Así que estamos ahora ante un centauro convertido en grifus, eso ya es algo —intenta aliviar la
situación y lo tenso del momento.

—No sé si lo sea, sólo te diré que antes esa cosa era un chamán centauro llamado Greg —refuta
Galak, le duele pensar que el certkariano no le crea ni una palabra.

—Descuida, te creo —contesta Paul viéndola antes de centrar su mirada nuevamente en su


trabajo —por favor, continua tu relato.

—Esa cosa reptaba hasta donde se encontraba… un certkariano… —Galak estaba a punto de decir
que se trataba del amigo de Paul, pero prefirió ahorrárselo —lo empezó a lamer y luego le arrancó
algo que se tragó, luego de eso se fijó en mí y sin miramientos se abalanzó sobre mi… intenté
hacerle daño con mi arma, pero no funcionó.

Galak está consternada, jamás le había tenido autentico miedo a una criatura, sea común o
mágica, pero este ser, recuerda cuando le agarró, le hizo recordar todos y cada uno de los
habitantes de la aldea, le hizo recordar como tenía que verles cuando les enterraba, los peores
eran los que aun conservaban facciones de su rostro porque eran los que más recordaba en
pesadillas. La criatura le hizo recordar el cómo masacraban a su madre, los sonidos de las espadas
y los palos golpear la masa cada vez más húmeda de la piel de su madre, le hizo recordar la sonrisa
de Dorothy luego de entregarla a los certkarianos, le hizo recordar también a Patroclo y en el
amasijo de carne grisácea que se convirtió cuando Skinner le arrancó el pellejo junto con toda su
sangre.

—¿Estás bien, Galak? —pregunta Paul mientras ve cómo se encuentra absorta viendo la luz —No
tienes que decir nada si no quieres.

—Tengo que, si no, no sacaremos una buena estrategia —responde Galak saliendo del trance, no
desea seguir, pero es su deber, aunque también recuerda que el certkariano dijo su nombre, de
ser Max ya le hubiera recriminado.

«Pero no es él…» piensa.

—Continua entonces…

—Él me tomó de los brazos y me empezó a lamer de igual manera que el cuerpo, intenté
convertirme en un animal para liberarme, pero me fue imposible, no lo entendí, cuando vi que
abría sus fauces el pánico me invadió y deseé con todas mis fuerzas convertirme en un animal,
luego de eso… —Galak se detiene un momento para intentar recordar que fue lo que realmente
pasó, en ese momento ella toma el collar con una mano sin quitárselo.

—¿Qué ocurrió después? —pregunta Paul con bastante curiosidad, pero cuidando de no sonar
impertinente.

—Mi collar… mi pozo explotó —Galak empieza a creer en que él es la razón por la cual ella se
siente con tanta energía a pesar de estar cerca de un límite humano normal, luego de ver como
Paul la mira fijamente esperando una continuación así que se dispone a terminar —luego de eso
me encontré convertida en una raposa así que aproveché y hui.

—Lo que no termino de entender es por qué no aprovechaste y huiste del todo —pregunta Paul
lijando un pedazo de madera.

—Fue lo primero que intenté, pero las murallas de este pueblo son muy altas, demás que en estas
hay muchos soldados vigilando, así que me puse a buscar alguna manera de escape y fue que noté
como los que hasta hace no mucho estaban muertos empezaban a levantarse y a atacar a los otros
—finaliza Galak de manera mucho menos emotiva que en el resto del relato, ella intenta tomar un
sorbo de su taza, pero la bebida ya está fría y no se le antoja más —luego te encontré y ahí acaba
la historia.

Luego de que Galak terminara su relato Paul se pone de pie, ella apenas acaba de notar que el
lugar del suelo donde se había sentado él es un completo chiquero de madera.

—¡Ya está lista! —dice exhibiendo lo que acaba de hacer entre madera y atado con telas, luego se
lo ofrece a Galak —Toma, esto te debería ayudar a caminar mejor.

—¿Qué es esto? —pregunta Galak sin miedo a exponer su desconocimiento campesino, ella sólo
ve un pequeño armazón de palos conectados entre ellos y con un poco de tela en algunas partes.

—Es obvio, es una muleta, la tendrás que usar mientras se cura tu pierna —le dice mientras ayuda
a Galak pararse para que vea como la usa.

Galak sólo conocía la existencia de bastones para ayudar a los inválidos, pero esta cosa le parecía
algo extraña, aunque sus pensamientos se fueron a otro lado en el momento que él le puso la
mano en la cintura para ayudarla a apoyarse, ella no puede evitar ponerse como un tomate, desea
alejarse, se siente débil por avergonzarse de manera tan estúpida y más por ser con un enemigo,
pero sabía que podría tropezar y caerse así que se inhibe de hacerlo y se aguanta su vergüenza.

—Y esta parte tienes que ponerla aquí, ¿entendiste? —pregunta el certkariano dejándola usar por
su cuenta la muleta y viendo que ya se le hace más fácil el andar —no es de mis obras más
refinadas, pero servirá de momento.

Galak se dedica a caminar para probar la muleta, ver que movimientos puede realizar y si se puede
defender usándola, en ese momento nota algo raro, se sorprende al darse cuenta que sus reservas
de energía personal están casi llenas, siente que puede transformarse en al menos cinco animales
antes de agotarse nuevamente.

—¿Cómo sabes tanto de madera? —pregunta finalmente Galak mientras observa detalladamente
la muleta.

—Es que mi familia es carpintera, y se supone que yo iba a heredar la tienda de papá, pero la
guerra nos llamó —comenta Paul mientras lija un poco el lado que usó de la espada con su correa
tensándola, en su rostro se le ve nostálgico —nuestra familia no ha participado en la guerra por
cientos de años, pero el sorteo de reclutamiento es aleatorio, así que tuve que venir yo para que
mi hermano menor pudiera seguir el negocio familiar, pero antes de todo eso mi padre me había
enseñado muy bien todo lo que sabía sobre su trabajo.

Galak mira que, a pesar de ser un trabajo improvisado, tiene cierto grado de estilo que le hace ver
delicado.

De repente Paul, luego de guardarse la espada en la vaina, le da dos golpes al peto de su armadura
con suavidad para llamar la atención de ella.

—Esta armadura vieja es de mi tátara abuelo, es de hace tanto que no tiene ni si quiera un diseño
estilizado como las actuales, pero le tengo un gran cariño porque ha estado en la familia por
generaciones —le comenta el chico mientras se abrocha el cinturón con la espada ya colgada a él
—la verdad es que la vida militar tampoco ha sido mucho mal del cual arrepentirse, no he sido un
destacado soldado y muchos con los que empecé ya tienen mayor rango que yo, pero no dejé que
eso me detuviera e intenté aun ser útil, así es como soy de los que mejor entendieron el curso de
primeros auxilios y me preparo para ser un buen médico de campaña.

Galak no dejaba de oírle, le encantan este tipo de historias, las que demuestran como una persona
se antepone a las vicisitudes.

«Se parece a Orión» piensa ella abiertamente, pero luego recuerda el por qué no deja que la gente
le cuenten sus historias, no desea encariñarse, no permitirá que nazca algún afecto.

—Ok, me alegra oír eso, pero es momento de actuar o moriremos aquí —dice finalmente Galak
cortando en seco la melancolía de Paul que entiende que ahora es tiempo de planear.

—Es cierto, tenemos que salir de aquí —comenta el chico pensando en cómo hacerlo.

Mientras tanto, a fuera de la casa se logra ver como la lámpara, a pesar de las maderas clavadas
en las ventanas, logra emitir algo de luz a la calle, luz que ya varios de los no muertos logran ver.

El Descendiente

La noche se veía nublada, y mientras más cerca del pueblo del Buey se encontrara uno más podía
sentir que una tormenta estaba por desatarse, era impresionante el ver como todos los rayos rojos
caían en un punto específico dentro de las murallas, todo este espectáculo era observado a la
distancia por Round, desde más allá del campamento que habían montado fuera de los muros, los
soldados ya habían cruzado el río cercano al pueblo, incluso sus hombres andan la mayoría a
caballo mientras este no hace más que reposar montado sobre su corcel, negro como la noche, de
pie sobre una colina al costado desde donde se pueden ver la mayoría de las tropas, pero el
Capitán no dejaba de observar hacia dentro de las murallas y el que, incluso, era notable como las
nubes hacían un pequeño círculo en el epicentro de las descargas.

Round no dejaba de ver aquel espectáculo, no le importaba la lluvia tan fuerte que había
empezado a caer o que hubiera un vendaval que amenazaba con tirar a varios de sus hombres más
ligeros de sus monturas.

«¿Ese es el poder de Qüajad?» piensa Round mientras ve el espectáculo climatológico.

En ese momento, uno de los soldados de a pie se aproximan con prisa a Round, el sonido metálico
de sus pasos o el de su holgada armadura metálica son opacadas por el sonido de la tormenta.

—¡Capitán! —grita el soldado repetidas veces hasta que este voltea su cabeza, su rostro era
imposible de ver a través de aquel yelmo, sólo se lograban ver sus negras orejas siendo arrastradas
por el viento —¡Es importante, señor! ¡El Mayor abandona la campaña para ayudar en las
excavaciones al norte! ¡Os ha dejado a usted el mando completo de la operación!

Round no dice nada de momento, pero siente como una excitación le sube por la columna, piensa
en lo irresponsable que es su viejo amigo, pero entiende que lo que se busca al norte también
tiene importancia, pero a este no le interesa un bledo lo importante de tal o cual misión, no le
importa ni si quiera seguir el plan de los centauros, siente como la euforia se apodera de él, sabe
que esta será la mejor oportunidad que tendrá para recuperar su estatus perdido. Ni si quiera el
agua de lluvia que se cuela por las rendijas de su traje pueden evitar que este apriete fuertemente
su puño de completa emoción.

—Ya veo… —dice el Capitán, y ni si quiera se esmera en explicarle al soldado qué fue lo que dijo ya
que realmente fue un pensamiento hecho palabras —¡Necesito que vayas ahora mismo con el
Teniente Riggic y el Arzobispo Gulivert y les des estas órdenes!

Justo después de impartir las instrucciones al soldado, de entre las nubes un inmenso rayo rojo
cae sobre El Buey iluminando a todos y a todo, cosa que llama poderosamente la atención del
Capitán, este despide al soldado con un gesto de la mano y se queda mirando estupefacto como
desde dentro de las murallas se levanta un ser más alto que estas, sólo visible por la sombra que
dejan los rayos al caer justo sobre sus enormes cuernos.

«¿Esta es el arma secreta de Certkara?» se pregunta Round, pero más que por curiosidad lo hace
por un profundo miedo ante lo que presencia.

El enorme certkariano sólo se limita a sonreír, el miedo que sentía rápidamente se convertía en
emoción una emoción que no sentía desde hace mucho. Al girarse se dedica a dar un pequeño
empuje a su corcel para avanzar hasta donde se encontraba su batallón mientras marchan hacia el
bosque.

«Esta vez, yo seré quien gane» piensa mientras avanza.

Media hora después de esto y a varios kilómetros al sur el choque de fuerzas ya se está
efectuando. El batallón de Angostura, liderado por el príncipe en persona, hizo contacto con una
criatura que a pesar de haber mostrado ya su inmenso hocico al devorarse al subalterno del
príncipe, no es posible observarle a pesar de que los orbes de los oficiales se encuentran a máxima
potencia.

—Tengo que admitir que por más que pase el tiempo los centauros siempre tendrán algo que los
minotauros no —comenta la criatura desde la oscuridad, lugar desde donde se empieza a sentir el
salpicar de un líquido rojo por parte del príncipe y de sus soldados más cercanos en distancia.

—¿Y qué podría ser esa cosa, bestia? —pregunta el futuro monarca mientras retrocede
lentamente hasta colocarse en la seguridad de la multitud.

Se produce un pequeño silencio en el que se oye un tronar de viseras, metal y huesos, como si
esta mezcla de materiales estuviese siendo masticada cual filete jugoso, y luego de un pequeño
gemido de queja, típico de quien se pincha con algo, se oye un escupir de enorme tamaño y de
repente frente a ellos cae un pedazo del peto que usaba aquél centauro en su armadura.

—Su buen sabor —concluye la voz profunda y demoníaca.

La confirmación del minotauro hace diferentes efectos en los soldados de Angostura: algunos
sintieron temor en lo más hondo de su ser, otros una indignación que les pedía atacar
abiertamente a ese ser del infierno, pero en su mayoría todos estaban petrificados, incluyendo a
Romulus.

—Señor, ¡¿cuáles son sus órdenes?! —le pregunta el soldado que tenía a un lado, cuando Romulus
voltea a verle su rostro mostraba su lucha de no dejarse paralizar por el miedo que le generaba
aquél ser que se ocultaba en sombras.

Romulus nota eso en ese soldado, sabe que más de uno estarán así, piensa en la situación: se
encuentran a las afueras del bosque del bosque, la criatura esta posiblemente posicionada frente
a todos ellos y lo mejor será descartar posibilidades.

—¡¿Señor?! —pregunta nuevamente el soldado, esta vez suena más desesperado.

Romulus ya ha ideado un plan, no puede dejar que sus soldados le vean flaquear.

—¡Teniente! Informe al batallón de que preparen sus lanzas en modo Vid, también a los
sensoriales que agudicen sus sentidos, por ultimo pídales a todos que apaguen sus orbes —
termina de ordenar el príncipe con toda la profesionalidad que pudo expresar.
—¡Sí, señor! —dice el centauro girándose para dar la orden de manera rápida.

En ese momento se oye un enorme eructo, como si un ogro acabase de merendar y se sobara la
panza con felicidad.

—Ahora… ¿Quién será el siguiente en darme un gusto culinario? —pregunta la criatura avanzando
por la oscuridad, sus pasos le hacían ser de fácil detectar, por lo que todos estaban atentos al lugar
de origen de ellos —¡Ah! Creo que serás… ¡Tú!

Luego de oír como escogía a algún centauro se logra oír un estallido justo desde donde se oyeron
por última vez los pasos, una explosión que luego fue entendida como un salto monstruoso dado
por la bestia, salto que le hizo mostrarse brevemente por encima de las tropas, que ni siquiera
pudieron hacer algo más que verle pasar por sobre estos mientras este estiraba su garra para
tomar al soldado que llevaba las órdenes del príncipe para llevárselo por los aires mientras se
adentraba nuevamente en la oscuridad y cuando el monstruo tocó suelo luego del salto ha
generado un temblor que se sintió como si hubiese ocurrido un derrumbe, aun y con esto lo único
que se podía ver de él a la distancia eran sus patas sobre los mini cráteres que realizó al aterrizar
en la oscuridad. Oscuridad que aun usando los orbes a máxima potencia no parecen poder verle a
mayor detalle.

—¡Ha tomado al teniente con una sola mano! —logran oírse entre las tropas que empiezan a
desesperarse.

Toda esta situación pone a Romulus alerta, a pesar de encontrarse en un estado de terror absoluto
y de que le falta poco para que sus piernas empiecen a temblar, este hace acoplo de todo su valor
para intentar pensar en frío ante la situación.

—¡Regimientos del uno al cinco, los quiero arrojando sus lanzas en modo vid en dirección al donde
se oyeron caer los pasos del monstruo! —ordena en un gran grito el general.

—Pero señor, el teniente se encuentra con ‘‘eso’’ en estos momentos —replica el soldado que
estaba tras él, su atuendo usa una mayor cantidad de cuero y telas que de placas de armadura,
además que su complexión es más delgada quela de un caballero centauro, parecía más un
hechicero, incluso su arma era una especie de florete largo con adornos de ramas y su cabello
corto parecía brillar color cano.

—¡No discutas y haz lo que te dije! —culmina tajante Romulus haciendo que los soldados
preparen sus lanzas.

Al unísono todos arrojan sus largas lanzas como jabalinas en la misma dirección haciendo una
lluvia de estas que caen, pero sólo se las oye incrustarse en el suelo.

—¡¿Sensoriales?! —pregunta el príncipe al batallón.

—No detectamos nada en esa dirección. No le dimos, señor —comenta uno de ellos al príncipe.
—¡Recuperen sus lanzas ahora! —ordena apresuradamente.

Los centauros que arrojaron sus lanzas se disponen a usar magia arbórea para que desde la base
de las lanzas empiecen a germinar rápidamente vides que van desde estas hasta el brazo de sus
respectivos portadores, haciendo que las lanzas regresen a su legítimo dueño. El príncipe mira
todo esto mientras piensa seriamente.

«No me preocupa el teniente porque luego que lo tomara de rehén este instintivamente debió
emitir algún grito, así sea de dolor, pero no lo hizo, lo que muestra que debe estar muerto y
sospecho que fue por la velocidad con la que lo agarró y el cómo lo agarró, seguramente le agarró
de la cabeza por temas de facilidad y le rompió el cuello cuando frenó de golpe» piensa para sus
adentros mientras se aproxima de nuevo otro de los tenientes, era el que usaba una armadura
más ligera, cabello corto cano y un florete por arma, probablemente era un sensor.

—Señor ¿qué haremos ahora?, si nos sigue hostigando de manera tan abierta el pánico se hará
presente en las tropas —pregunta el teniente acercándose para que sólo le oiga el príncipe.

Romulus deja de pensar para sí mismo y voltea a verle, sin dejar de tener una mirada muy
taciturna.

—El teniente que tomó rehén debe estar muerto así que no se inhiban de atacarle, ahora necesito
que apaguen los orbes y ustedes se coordinen cerca de cada extremo de la formación —le ordena
detalladamente Romulus al teniente que aprovecha de escuchar detalladamente cada orden antes
de impartirla —necesito que los apaguen porque ahora somos presas fáciles si él es capaz de
vernos y nosotros no a él.

—A la orden, Su Majestad —contesta mientras se aleja de este para pasar la orden, este teniente
intenta no parecer tan desesperado como el anterior para no llamar tanto la atención.

«Las lanzas que arrojaron los soldados debieron dar en el blanco, si no lo hicieron eso quiere decir
que este ser es capaz de moverse sin generar sonido alguno, así que no podemos flaquear ahora»

—¡Atención, será como las prácticas de Cavernas del Guácharo, el príncipe será nuestras doce en
punto! —va dando la instrucción el teniente de los sensores mientras avanza entre la formación,
se nota el miedo de este por ser la próxima presa así que camina agachándose un poco para que
sea difícil tomarle —¡prepárense, atacamos en diez!

Luego de las órdenes impartidas por el teniente los centauros van cambiando su formación a
medida que la oscuridad se hace patente, sorprendentemente siguen en su movilización aun sin
tener algún ápice de luz, como si la formación se la supieran desde que nacieron, todos y cada uno
de ellos con un reglamento militar grabado en su ADN. Al terminar de organizarse todo el pelotón
del ejército real había adquirido la forma de una estrella de seis puntas.
—¡Ahora todos atentos a las órdenes impartidas de aquí en más, todos preparen sus lanzas en
modo de vid! —culmina las ordenes el príncipe, este sabe que no es para nada bueno como sensor
así que decide relegar el mando a el teniente a cargo del escuadrón.

Res-Qüajad no hace más que escucharles durante todo ese tiempo, entretenido con la charla y el
resonar de los pasos mientras sus enemigos se organizan como niños en un paseo guiado.

«Así que ¿ahora usarán la estrategia? Esto no deja de ponerse divertido» piensa para sus adentros
mientras se decepciona porque no logra ver más orbes brillar frente a él.

—Pensé que habíamos acordado no apagar vuestros luceros —dice la voz de la bestia a la
distancia intentando sonar dulce, pero consiguiendo un efecto totalmente contrario en los
soldados que sienten como aquella voz aireada y profana corroe sus órganos internos en un
retumbar —es que acaso ¿no saben la importancia de los orbes en la cultura divina?

—¡No se dejen llevar por sus palabras, concéntrense en su tarea, soldados! —profiere el príncipe
al sentir como el valor se le escapa, y supone rápidamente que si a él se le va así de rápido a los
demás se les tuvo que haber ido hace mucho «—¿Podemos fiarnos de la dirección desde la que
provienen esas palabras, teniente?»

El teniente de los sensores, que se encontraba en el centro de la formación de estrella logra oír la
pregunta del príncipe a pesar de la distancia por una débil conexión bilateral de telepatía que
consiguen al colocarse en aquella organización.

«—Todos los sensores concordamos, Su alteza, el enemigo se encuentra a treinta metros de


distancia en dirección a la una y media desde donde está usted —» informa el teniente, ambos
entienden que eso quiere decir que el minotauro se encuentra a treinta metros casi al frente de la
posición en donde se encuentra el príncipe, que es la punta más hacia el este de la estrella.

—Bien, preparados, soldados el enemigo está a sólo treinta metros de nuestra posición —susurra
el príncipe a los soldados que le rodean para que olviden lo que dijo el monstruo y se concentren.

—Bueno, ya que no desean contestar me toca a mí, en toda mi gracia divina, explicarles: los orbes
creados a partir de magia arbórea en esta zona son símbolo de vitalidad, de la vida manteniéndose
inquebrantable ante la oscuridad de la no vida, de lo inerte, de la muerte… —explica la voz de Res-
Qüajad haciéndose cada vez más pequeña, como si hablara para sí mismo, pero de manera curiosa
cada uno de los presentes podían oír hasta el más leve susurro en sus mentes como si fueran
pensamientos propios —Por eso me hicieron enojar…

«¡El objetivo se aproxima a mucha velocidad!» escuchan los soldados en su mente mientras se
aferran aterrados a sus lanzas «¡Puntas este, sureste y noreste preparen sus lanzas en dirección a
la una y media!»

Los pasos de la criatura retumban como si de una bestia mesozoica se tratase.


—¿Saben por qué me hicieron enojar? —pregunta entre susurros.

«¡Se encuentra a veinte metros, prepárense!»

—Porque sólo yo tengo el derecho y la potestad de apagar todos y cada uno de sus orbes —
contesta finalmente el minotauro a la charla mental con una voz tan aterradora que pareciese que
fuera a explotar entre carcajadas oscuras en cualquier momento —sus vidas, sus cuerpos y sus
almas…. ¡¡¡SON MIAS!!!

«¡Cinco metros!»

La conversación mental hace que varios sientan su mente quebrar y empiecen a gritar
enloquecidos mientras se agachan para suplicar entre alaridos «¡No quiero morir!», pero por
suerte son pocos.

«¡AHORA, ARROJEN SUS LANZAS!»

En ese momento y en completa oscuridad, los centauros de las puntas noreste, este y sureste
arrojaron sus lanzas en un ángulo de cuarenta y cinco grados de inclinación, cosa que sorprende al
minotauro el cual se dispone a saltar nuevamente por encima de la formación, quedando por
encima de estas unos pocos segundos en los que intenta coger una nueva víctima, pero para su
sorpresa todos los centauros se agachan permitiéndoles escapar de las garras del monstruo.

«En verdad que esto es bastante divertido» piensa la bestia para sí misma mientras aterriza al otro
lado de la formación.

—¡Ahora mismo, formaciones noroeste, oeste y suroeste, arrojen sus lanzas a las siete y media! —
grita el teniente central sin poder evitar su desesperación.

De manera casi mecánica, los centauros colocados en las puntas de la formación antes
mencionada se disponen a lanzar sus lanzas, para el momento en que estas se arrojan aún el
minotauro no había tocado tierra, así que poco pudo hacer para esquivar las lanzas que se le
abalanzaron encima en ese preciso momento. Al aterrizar la bestia de su salto genera un temblor
tan espeluznante como el primero, muchos de los presentes creían que de seguir así sería capaz
de reventar el suelo y provocar una erupción.

«—¿Dieron en el blanco? —» pregunta abiertamente el príncipe telepáticamente al sensor.

El sonido del metal atravesando la carne es mejor que cualquier respuesta, por eso los sensores
ignoran la pregunta del príncipe para centrarse en los pasos a seguir.

—¡Formación noroeste, este y suroeste, activen su modalidad vid trepadora! —ordena el teniente
sin contener sus ansias —¡El resto de formaciones rompan filas y enciendan rápidamente sus
orbes al máximo, es hay que aprovechar y acribillarle!
Este gesto disgusta por completo al príncipe, detestaba que el centro de atención se le arrebatara
de manera tan bastarda por un subordinado, más y cuando este hizo una pregunto y ni si quiera se
dignó a contestarle; a pesar de esto él logra entender que en la situación actual el tiempo apremia,
pero no deja de pensar en darle un ‘‘pequeño escarmiento’’ al regresar.

—¡Vamos, soldados! —grita por fin el príncipe levantando con heroísmo su lanza frente sus
soldados ya iluminados —¡A LA CARGA!

Estas son las palabras que despiertan un cambio, las tropas dejan de comportarse como hormigas
ordenadas en una formación de estrella para abalanzarse sobre el cada vez más iluminado cuerpo
del minotauro que se encuentra en el suelo.

La iluminación dejaba ver a la bestia, esta se encontraba derrumbada en el suelo boca abajo,
parece que las lanzas que le atinaron se incrustaron en sus patas traseras haciéndole caer de
bruces al suelo, por eso es que sintieron más potente esa caída; el cuerpo del minotauro era de
curioso pelaje tornasol cayendo sobre su espalda en forma de cresta, similar a la crin de los
caballos; este pelaje se asemeja en brillo al color que poseen ciertas especies de insectos, en
especial algunos coleópteros. Sin importar en que parte mirasen, sólo lograban ver su pelaje
manchado en sangre, probablemente de los centauros devorados, cosa que hace enfadar aún más
a la turba que se dedica a arrojarle sus lanzas con la esperanza de matarle, un mar de lanzas se
hacen presentes sobre el mítico minotauro, todas estas al incrustarse empiezan a germinar una
planta trepadora desde la base de las lanzas que se enrosca en todo el cuerpo de la bestia
mientras esta se mantiene inmóvil y amordazado haciendo que hasta el mismo príncipe se
envalentone un poco más y dicte la orden de desenvainar sus espadas para terminar de
descuartizarle.

—¡Señor, no es buena idea acercarse ahora mismo! —aconseja el teniente que ha comandado las
tropas recientemente al ver como el príncipe les permitió avanzar para vengar a sus compañeros
caídos.

Romulus voltea a ver al teniente rápidamente, la pose que posee junto con el brillo de su
armadura bajo la luz de los orbes le han cambiado de aspecto la armadura, por un momento el
teniente mira al príncipe que en vez de parecer un semidiós ascendiendo parece más bien un
demonio luchando para abrirse paso hasta el reino de los cielos. Es el mismo príncipe el que
termina de rematar esta imagen volteándose a ver al teniente con cara de lastima, como si fuese
otro simple mortal que prontamente sería castigado, como todo.

—Oye, gracias por el consejo, pero creo que de aquí en adelante me puedo encargar yo, nuestra
familia se ha encargado de los minotauros desde sus inicios hasta la época de mi tía, así que mi
deber como próximo monarca juramentado es acabar con su amenaza de una vez y por todas —le
agradece el príncipe con su típica sonrisa, esa que soltaba cuando hipócritamente no quería saber
nada más de aquella persona, su cara era de completa lástima por ese teniente —¿entendió,
teniente Bello?
Dicho esto, el príncipe avanza bajando por el pequeño cráter que generó el minotauro al caer, más
ávido de gloria y orgullo que de sensatez, pero era obvio pensar en que matar a un minotauro
legendario como lo es Res-Qüajad le ha de traer prestigio a su persona. Desde donde se encuentra
el príncipe se logra ver como Res-Qüajad se convierte poco a poco en un cuerpo envuelto por las
ramas de cada lanza incrustada en su piel tan gruesa y musculada.

«Que iluso, es improbable que se levante, todas esas lanzas se encuentran drenando poco a poco
sus energías, además de que le han atado del suelo con un conjuro mágico, no hay ser más
inofensivo sobre todo Olizar que este remedo de ser ancestral» piensa para sí el príncipe mientras
se aproxima y va retirando su espada de la funda.

El bullicio y el odio desenfrenado era lo que enmarcaba las tropas al acercarse al cuerpo caído,
apenas estaban a la suficiente distancia desenvainaban sus espadas e intentaban perforar su piel
para rebanarlo, no sin darse cuenta que la piel era realmente muy dura y que las lanzas habían
entrado de manera muy superficial en el monstruo. Pese a esto el teniente Bello no puede evitar
sentirse incomodo ante la situación.

«Los minotauros que ha enfrentado la corona a lo largo de los siglos han sido muy diferentes a
este que tenemos en frente» medita ansiosamente mientras ve a las tropas desbocarse sobre el
cuerpo «para empezar recuerdo que en las historias un minotauro hibrido era más fuerte y grande
que uno pura sangre, y el registro de la biblioteca de Angostura determinó a Boves como el más
grande de todos los híbridos con apenas diez metros altura»

Sobre el campo de batalla y de manera progresiva, empiezan a formarse cúmulos de nubes que
terminan de oscurecer más y más la noche, pero también anuncian que una tormenta como la
vivida media hora antes estaba por empezar; Bello también la nota, pero está más concentrado en
su análisis.

«Este minotauro se sale de toda gráfica, y si Boves era capaz de rostizar a una persona con su puño
entonces…» en este momento es que el teniente cae en cuenta del peligro al que se enfrentan y se
encamina rápidamente a advertirles a todos activando nuevamente su telepatía grupal.

Mientras esto ocurría el príncipe se encontraba caminando sobre el cuerpo atrapado de Res-
Qüajad, a cada paso que daba sobre su inestable pero maciza piel notó que en sus brazos y manos
a pesar de que le habían dado en el blanco eran las únicas que no tenían una trepadora saliéndole
de la base, a pesar de esto Rumulus ignoró ese detalle mientras avanzaba hasta la base de la nuca.
A cada paso que daba recordaba fragmentos de sus convivencias con su padre, conversaciones de
ambos en los que su padre afirmaba ser el asesino del ultimo minotauro que amenazó a Angostura
hace décadas, las mismas que separan a Romulus de su nacimiento, el rey se vanagloriaba en el
hecho de que ese minotauro medía unos increíbles seis metros de altura, que tenía tal poder
como para generar electricidad de los puños.

—Quien diría que yo sería capaz de superarte incluso en esto, padre —reflexiona pensando en voz
alta mientras observa detenidamente la nuca de la bestia, de fondo logra oír un par de truenos
bastante cercanos, pero en lo que logra extinguirse el eco de su retumbar el sonido de la
muchedumbre enardecida recupera su trono en el ambiente —He logrado vencer a un monstruo
de mucha más altura que el tuyo incluso creo que es el verdadero Res-Qüajad.

«¿Electricidad en los puños…?» reflexiona lentamente el príncipe ante ese pensamiento que
invadía su cabeza.

—Que decepción… —finalmente dice el minotauro; su voz, a pesar de que sigue siendo un suplicio
que te cala hasta el tuétano, no parece ser audible por nadie más que no sea el príncipe.

—¿Así que sigues consiente? —pregunta soberbiamente el príncipe, la cara del monstruo se
encuentra contra el suelo, así que sólo se limita a verle la nuca mientras habla —¿A qué te refieres
con eso?

—En ti detecté el olor de la asquerosa estirpe de Bolívar, incluso pensé que darías verdadera
batalla, pero me he dado cuenta que no será así y eso me desilusiona un poco —dice la bestia
alternando entre ser burlona y una voz melancólica.

El príncipe se siente ofendido ante lo dicho, así que desenvaina su espada y la punta a la base del
cuello.

—¿Bolívar? ¿acaso te refieres al primer rey de Angostura? ¡¿cómo osas decir que mi familia no
proviene de tan grandioso linaje?! —pregunta el príncipe consternado mientras acerca el filo de su
espada a la base del cuello, el príncipe sabe que el cuello de esa bestia debe ser más duro que uno
normal, pero esa espada es capaz de cortar casi cualquier cosa —Para tu información, Constantino
Bolívar fue mi ancestro así como lo ha sido de cada una de las personas que me han antecedido en
linaje familiar y no haces más que ganarte un viaje directo al infierno, primero intentando
ocultarte en la oscuridad para vencernos de la manera más sucia que puede haber, segundo, en el
momento que pensaste que podrías acabar con un verdadero hijo de Bolívar.

En ese momento la bestia suelta una carcajada que incluso hizo que la muchedumbre de soldados
volviese a su primigenio silencio sepulcral. El ese silencio fue que el batallón entero se dio cuenta
de que sobre ellos se estaba cerniendo una gran tormenta y que no faltaba nada para que
empezara a llover. Fue en ese momento que Romulus notó que entre la enorme cornamenta del
minotauro se veía pequeños destellos de rayos ir de un cuerno al otro.

«—¡¡¡GENERAL, SOLDADOS, LES HABLA EL TENIENTE BELLO, ESTA ES UNA ALERTA MÁXIMA ASÍ
QUE SE ALEJEN DE ESE CUERPO INMEDIATAMENTE, REPITO…!!!—» se oye en las cabezas de cada
uno de los presentes en el campo de batalla, fue tanto así la proeza realizada que el teniente Bello,
quien fue el emisor de ese mensaje, se fallan las piernas luego de que la tensión se le baje por el
esfuerzo sobrehumano de conectarse con tantas mentes.

—Es cierto, aunque sea leve, noto algo de verdad en tus palabras gracias a ese tenue olor a
repugnancia que posees, pero cuando te olfateé por primera vez apestabas a Bolívar —comenta el
monstruo levantando bastante la voz intentando sonar conciliador, pero es momentos después
que este se comienza a sacudir para intentar soltarse las amarras —Bien, creo que ya nuestra
conversación ha llegado a su fin, no puedo perder más tiempo con insectos si la destrucción de la
ciudad de los centauros aguarda tan próximamente.

«—¡¡¡ALEJENSE INMEDIATAMENTE DE ÉL!!!—» repite el teniente sensor mientras ve como la


bestia empieza a quitarse las ataduras con sus enormes manos «¿cómo pude olvidar que una de
las habilidades de un minotauro es anular la magia de cualquier cosa que toque con sus manos?
De haberlo recordado antes no hubiera dejado a ninguno acercarse al cuerpo»

En el primer momento en que la bestia logra quitarse las suficientes lanzar para levantarse este
hace caer al príncipe a varios metros de donde se encontraba y es desde ahí desde donde logra ver
el horrendo espectáculo: Desde el cielo un enorme rayo rojo cae sobre la criatura provocando que
sus cuernos brillen y acto seguido rayos subsecuentes caen desde esta cornamenta para fulminar a
los soldados cercanos. Pronto, uno a uno, caen los rayos sobre los centauros que aun rodean al rey
de los minotauros, los rayos caen de manera tan certera y tan velozmente sobre ellos que parece
un torrente de electricidad inundando el campo de batalla. El príncipe logra ver todo este
espectáculo horrorizado y maravillado a la vez, se pregunta ‘‘¿cómo un poder tan grande logra
emana de tan enorme criatura sin que esta haga gesto alguno para emitirlo?’’ porque era verdad,
desde el momento en que Qüajad se puso de pie no había movido ni una pestaña, más allá de
voltear en dirección al príncipe y verlo mientras exhibía una sonrisa triunfante haciendo que al
príncipe se le helara la sangre.

—El juego se acabó, ‘‘heredero de Bolívar’’, ya no necesito ‘‘ocultarme en las sombras’’ para poder
ganar este encuentro, o así más o menos era lo que insinuabas en tu limitada manera mortal de
pensar —proclama jactanciosamente el minotauro con todo el poder que emanaba de su voz y
desde sus rayos.

Romulus se encontraba devastado, sólo tenía que ver a su alrededor para notar que este
encuentro se había decidido desde mucho antes que se encontraran, en el preciso momento que
ellos decidieron pelear contra Certkara. Es el príncipe, quien al ver los cientos de cadáveres
acumulados en el suelo mientras aun emanan humo de sus restos, decide ponerse de rodillas
mientras las lágrimas fluyen desde sus ojos y su rostro expresa la inconfundible imagen del terror
absoluto, sin siquiera importarle la opinión de los soldados que se encontraban a su alrededor,
que ven como su pilar de fuerza es doblegado hasta no ser ni la sombra de lo que significó.

«Este ser no es real, nunca tuvimos oportunidad, desde un principio sólo estaba jugando con
nosotros» piensa Romulus mientras siente su agitado corazón latir como locomotora, cómo si
frente a él se encontrara el depredador definitivo.

—Por favor, grandioso y misericordioso rey de los minotauros, Mi Señor Res-Qúajad, perdónenos
por nuestras ofensas proferidas en su contra, perdone mi insolencia mortal, se lo suplico —
implora Romulus retozando en el suelo justo donde reposa su rostro pidiendo clemencia mientras
sostiene fuerte la tierra bajo él, aun si no estuviese en el suelo arrodillado sus patas equinas no
soportarían su peso debido a lo mucho que temblaban por el horror —le ofrezco cualquier tributo
para que me perdone, dinero, joyas, mi reino, mis súbditos, ¡TODO! Sólo no me malte, por favor…
¡No me mate! ¡No quiero morir!

Luego de que las palabras del príncipe fueran oídas por todos los presentes el silencio volvió a
reinar mientras los relámpagos retumbaban cada cierto tiempo, la lluvia empezó a caer justo luego
de que este terminara de hablar. Es Res-Qüajad quien rompe este silencio soltando una carcajada
audible incluso a kilómetros de ahí.

—No eres la primera basura que se inclina ante mi suplicando clemencia, pero sí la primera desde
mi resurrección, e incluso me resulta hasta poético que sea un gusano tan insignificante como tú
quien ruega por su pellejo a costa de todo lo que posee ante mí —vocifera el minotauro mientras
más rayos caen sobre su cabeza, es gracias a estos cuernos que fungen de pararrayos que hace
rato los presentes no necesitan más los orbes para poder presenciar todo, son tan luminosos que
todos pueden ver todo a su alrededor al menos hasta casi un kilómetro, incluso se logra ver cómo
detrás de Res-Qúajad, a no más de diez metro se encuentra una certkariana con una armadura
enorme observando todo en silencio —Amo que lo primero que vea al renacer es la verdadera
naturaleza de vuestra raza inferior, su traicionero ser arrastrarse por un poco más de tiempo con
vida, ver esto me llena de placer, tanto como de amargura…

«¿Cómo es posible que estos sean los descendientes del centauro que me derrotó?» piensa para sí
el minotauro, pero no se queda mucho tiempo en este rencor, porque de repente capta un olor
que llama poderosamente su atención.

—Así que no era mentira el olor que capté… —dice el minotauro de una manera teatral que
demuestra que se encuentra nuevamente animado, este extiende su mano en dirección al sur del
bosque tras las tropas —¿Eres acaso el verdadero descendiente de Bolívar?, permíteme
corroborar que tu olor te delata.

Romulus no puede evitar levantar su cabeza del suelo, la curiosidad ante estas palabras
pronunciadas por el monstruo termina ganándole, así que luego de mirar a la bestia en su gesto
gira su cabeza en la dirección que este apunta para ver quién es ese a quien el minotauro ha
nombrado adalid de los centauros.

«¿Un descendiente de Bolívar?» se pregunta para sí.

Al voltear nota como a no más de quince metros, desde donde comienza la región sur del bosque
se incorpora caminando un centauro con una poderosa armadura alada, simulando a un halcón
descendiendo, armadura que horas antes le acompañaba a su codo, armadura que ahora se
encuentra casi destruida, no poseía yelmo, las alas estaban rotas y parte de la coraza superior
estaba también quebrada: Este no era otro más que Quirón.

Un Plato que se Sirve Frío

La ciudad de Angostura, desconocida para sus pueblos satélites por el prolongado tiempo en que
se mantuvo al margen de los que consideran extranjeros, eran un faro para la vida nocturna, con
sus calles alumbradas por la luz artificial de los orbes mágicos esparcidos como farolas por cada
calle de esta. Su hospital no es la excepción a la regla, con la reciente evacuación y pronta
reincorporación de los pacientes ahí residentes, el cuerpo enfermero de sátiras se encontraban
agotadas. Muchas de estas habían tenido que salir de su descanso para atender la emergencia,
pero en lo que acabaron con su tarea muchas se retiraron a sus aposentos mientras otras
quedaron de guardia, muchas estaban patrullando los pasillos, otras, como era el caso de Soraya, a
ella le tocaba descansar, pero antes de ello decidió tomar un poco de infusión de savia, lo
disfrutaba en el área de la cocina acompañada de su fiel amiga Selena, ambas hablan ávidamente
sobre su eterna noche y lo muy preocupadas que están sobre la situación actual de la ciudad.

—¡¿Qué?! ¡¿en serio te dijo eso?! —pregunta con completa incredulidad Selena a una Soraya que
mostraba una cara de desilusión, pero también pensativa. Al esta asentir con la cabeza, su amiga
se dispone a responder —¡Eso quiere decir que él también siente la vibra, sólo que se está
conteniendo!

—¿En serio lo crees? Yo pienso que realmente no desea nada conmigo y por eso me dijo aquello
—piensa Soraya mientras toma un buen sorbo de su taza, su mirada estaba perdida en las ondas
que dejó en la taza —‘‘Mejor ve tras un hombre más joven’’ fue todo lo que me dijo al respecto,
mientras me sonreía como intentando despreocuparme, pero yo podía ver en sus ojos esa
mirada… —murmura pasa sí misma, recuerda la melancolía en los ojos de Vosjod.

—Lo hizo para ver qué tan dispuesta estás a demostrarle tu interés, o quizá sólo sea tímido y no
sepa cómo —se queda pensando su amiga Selena mientras ve a su alrededor como toda la
solitaria cocina se encontraba en un silencio sepulcral, sólo interrumpido por la conversación de
las chicas —lo que sé es que si de verdad te interesa algo con él debes hacer lo que hice yo.

La centaura convertida en sátira voltea a verle saliendo de su limbo de pensamientos para


enfocarse en su amiga.

—¿Qué hiciste tú? No vi que hicieras algo en especial con el certkariano más allá de ponerte roja
como una manzana —comenta Soraya viendo con una mirada despectiva a su amiga que tomaba
un sorbo largo de infusión.

—¡Claro que sí! Le hice un excelente masaje corporal, y le curé las heridas de manera muy
profunda —comenta Selena con orgullo y rubor en su rostro, sentía que era digno demostrar que
ella sí había demostrado de mejor manera su interés.

—¿Le masturbaste, Selena? —pregunta Soraya mientras abre sus ojos en sorpresa ante lo que está
diciendo su amiga, sin darse cuenta esta también empieza a ruborizarse.

Selena cae en cuenta que su amiga se tomó la referencia de manera más directa, pero a pesar de
no haber pasado esto ella decide mentir un poco por mantener su orgullo intacto.
—S-sí, lo hice sin vacilar —comenta Selena mientras aumenta su rubor, el simple hecho de
imaginar el si hubiese pasado le hace reventar su cabeza hiperactiva —y no tienes ni idea de lo
delicioso que fue.

Soraya desea hacerle muchas preguntas a su amiga «¿Cómo se siente?, ¿Los penes certkarianos
son como los de un centauro en cuestiones de tamaño y forma?», como enfermera estaba
acostumbrada a ver cuerpos desnudos de diferentes centauros, pero como mujer, no había tocado
nunca el miembro de alguno debido a un juramento de castidad que se tiene que cumplir
estrictamente para con su deber al ser santas curanderas del reino.

—…En serio creo que el de los certkarianos es más fino y pequeño que el de los centauros… —
comenta Selena al ver el asombro de su compañera, a la pobre le da un poco de pena hablar al
respecto, pero una vez pierde esa vergüenza inicial es una devoradora de información.

Soraya le presta atención a los datos curiosos que le está explicando su amiga, pero por dentro
sólo se halla pensando en su ajetreada noche con el nuevo chamán designado, por más que
intenta su mente siempre gira en torno a él, desde su llegada a la ciudad se presentó como un
mago más que competente en artes curativas.

«Recuerdo el día que ingresó al pabellón, tan engreído, tan petulante, respetaba sus
conocimientos, pero odiaba como veía todo y a todos…» piensa Soraya mientras su amiga hace un
gesto con ambas manos para indicar el tamaño de la virilidad de un centauro.

Piensa en como todo ha avanzado tan rápido en esta última semana desde que llegó, e incluso
más, desde esta noche en la que vio todas sus facetas. Empezando por la discusión luego de
atender a la capitana.

—Entonces cuando lo rocé fue que él me preguntó «¿Esto es necesario para mi cura?» y es cuando
le respondo «No cuestione nuestros métodos de curación» —le cuenta Selena colocando una cara
solemne —Y fue cuando me dejó empezar con el proceso, fue muy iluso.

Ya en este punto Soraya sabe que está mintiendo a más no poder, pero en estos casos le sigue el
juego con frases como «¡Ajá!» o «¿y qué más?» y dejarle hasta que regresaran a la realidad de sus
vidas. La pequeña centaura convertida en sátira empieza a evocar entonces los recuerdos de la
noche.

«Pensé que eras un idiota engreído» piensa para sí Soraya mientras observa a su amiga masturbar
a un pene imaginario frente a esta, pero su mente observa los recuerdos de ese humano que
ahora le hacen dudar.

«‘‘No le hemos salvado la vida a alguien, le hemos condenado a vivir’’ fue lo que dijiste justo
después de salvar a la valerosa capitana»

Soraya recuerda en ese momento lo mucho que odió tales comentarios provenir de quien se
supone es el nuevo baluarte medico en la ciudad.
—No puedo creer que él te dejara hacerle eso —Soraya finge asombro para con Selena, sabe que
esta ama que las personas se queden estupefactos con sus historias.

«Pero, a pesar de pensar así, me muestras una actitud totalmente diferente en la sala de
operaciones» piensa Soraya para sí mientras observa a Selena sonreír en medio de su explicación.

«—Traeme ese hilo ¡rapido!, ella no va a morir aquí, ¡no te duermas!» eran las exactas palabras
que dijo mientras operaba más temprano a la capitana Agatha. Soraya lo recuerda porque lo vio
de primera mano vio derrumbarse como a tres enfermeras en plena operación debido a lo crudo
de la situación, pero no era el caso de Vosjod.

Soraya aún no se da cuenta, pero Selena hace rato dejó de hablar y ahora sólo le observa con un
deje de tristeza que realza sus rechonchos pómulos.

—¿Sigues pensando en lo que pasó hace rato? — le pregunta la sátira a su amiga intentando
tantear el terreno.

Soraya no contesta al momento, sólo propicia un largo suspiro y se acomoda.

—Oye, Sel, ¿crees que un humano y una centaura pueden llegar a tener algo? —pregunta Soraya
abiertamente, desviando el tema nuevamente.

—¿Un humano y una centaura, dices?, pues creo que no deberían tener mucho problema —
comenta Selena, cayendo de nuevo en el motivo de la pregunta alarga su respuesta —Si es por el
problema de que es un humano muy maduro no hay problema, a ese tonto se le olvida que los
centauros vivimos el doble de un humano y que tanto tú como yo somos casi sus contemporáneas.

Esta es una interrogante genuina de Soraya, pero sólo quería cambiar el tema. Ella no quería, no
deseaba evocar tales instantes, prefería pensar en su querido doctor.

«Me equivoqué al juzgarte apresuradamente.»

—Tendrías que dejarte coger en forma de sátira —comenta Selena pensando seriamente en el
predicamento de su amiga.

«Pero…»

Soraya ya no lo puede evitar, los recuerdos son muy vividos, las imágenes mentales muy reales, le
costaba olvidarlo, no, ella nunca lo olvidaría.

«¿Cómo puedes estar tan sereno ante la muerte?»

No han pasado más que unas pocas horas desde que Soraya se retiró de la sala de operaciones, se
retiró de aquél infierno.

A ella no le costaba rememorarlo, la atmosfera tensa, el olor a piel chamuscada impregnaba el


ambiente, como el de un cochino que se está quemando en el asadero. Los gritos, el desenfreno
del caos, enfermeras corriendo de un lado al otra mientras otras se quedan en el suelo espantadas
de todo lo que han tenido que presenciar y, en el medio de todo este aquelarre, se encontraba un
Miranda con los músculos al rojo vivo, atado de pies y manos a su camilla, en un completo estado
catatónico debido a la ingesta de estupefacientes rudimentarios, proporcionados por las
enfermeras antes de que la operación se les salieras de control. Y frente a este, Vosjod Zmeya, en
una mano poseía un cuchillo de un curioso filo negro, era un bisturí de obsidiana pulida, capaz de
cortar tejidos con mucha precisión, y en la otra poseía un libro bastante raído, se encontraba
abierto de par en par, de ahí es de donde Vosjod estaba recitando un encantamiento.

—¡Vamos a morir! —gritaba una de las enfermeras agarrándose de los cabellos en un rincón, la
puerta estaba sellada una vez comenzaron los rezos así que no tuvo otra opción.

—¡Chicas, cálmense, el profesor lo conseguirá! —les intenta calmar Soraya, pero es complicado
cuando la habitación entera se haya inundada de luces y espectros.

Su fe para muchas parecía ciega, pero no lo era del todo, Miranda al entrar en la sala de
operaciones se encontraba retorciéndose de dolor sobre su camilla, esto fue cambiando a medida
que Vosjod iniciaba la operación.

En cambio, la habitación es la que gradualmente ha empezado a sufrir un cambio de atmosfera de


manera inversamente proporcional al enloquecimiento de Miranda, empezando por los susurros
leves que retumban aun en los oídos de las enfermeras, porque la luz que emanaba del orbe en
medio de la sala se ha atenuado tanto que apenas es visible quienes están ahí de pie, que han
empezado juegos de sombras, como si la habitación empezara a poseer poltergeist.

—Os imploro, señores de lo que no está, duques y marqueses de tierras donde la luz es un lujo,
señores de la sangre y las heces, necesito que me den el poder y la sabiduría para mantener el
alma de este cuerpo, para que no os moleste en su estupor eterno —recita Vosjod mientras va
haciendo corte tras corte sobre la piel de Miranda, a pesar de hacerlo con una sola mano y que
cada cierto tiempo repite las mismas palabras, este es capaz de realizar cortes de una precisión
inaudita.

Las enfermeras observan horrorizadas como la piel recién removida empieza a flotar como
colgando de hilos invisibles que les hacen navegar a través del aire, dejando tras de sí la
musculatura oculta tras esta, los vasos y los nervios al descubierto.

—¡Apaguen pronto las luces del orbe, de lo contrario…! —les ordena Vosjod a las enfermeras que
se encuentran anonadadas por el espectáculo tan visceral que observan —¡Apresúrense si desean
salvarle!

Soraya había captado la orden y, aun con las piernas temblándoles como estaban, corrió hasta la
soga que funcionaba como interruptor de luz para el orbe, guardando a este bajo unas cortinas
muy gruesas. Es en el momento que la luz blanca del orbe queda apagada que en la sala una
mortecina luz roja proveniente del cuerpo empieza a inundar tenuemente la habitación.
—¿Qué es eso? —pregunta una de las enfermeras aterradas.

—¿Cómo permitimos que este hombre venga a realizar esta brujería en nuestro recinto de vida?
—comenta otra enfermera, sus palabras son más agudas que el tono tan quebradizo y aterrado en
que las pronuncia.

—Esto es antinatural, ¡salgamos de aquí! —comenta otra con voz entre firme y aterrada.

Vosjod, que se encontraba cortando la piel de la espalda en el sátiro, voltea a verles con una
mirada de furia.

—A aquella que se le ocurra abrir esa puerta, morirá de tal manera que ni si quiera podrán
reconocer su cuerpo una vez todo haya acabado —les advierte calmada pero firmemente, deseaba
gritarles por la estupidez que notaba en estas, pero prefirió decirles de manera pausada la
situación —esto es magia de sombras, usada originalmente por sátiros, una vez inició este ritual
no se puede hacer una apertura a un mundo más allá del que ofrece este recinto de oscuridad.

Al oír tales advertencias, las enfermeras, renuentes a continuar se empezaron a aglomerar en el


otro extremo de la habitación, si algo pasaba, no querían ser salpicadas por magia oscura. Les
aterraba ver como el cuerpo de Miranda se mantenía suspendido frente a Vosjod a pocos
centímetros del suelo, mientras más piel le es removida más gotea sangre de este al suelo de
manera intermitente.

—Tanta sangre… —susurra Soraya, con una expresión de repudio y rechazo, viendo el cuerpo del
sátiro flotar frente a el mago humano, como si de hilos se tratasen.

Soraya intenta mantenerse a la disposición del profesor, pero la visión de Miranda cubierto de
sangre, y notar como esta no se acaba, sino que, por el contrario, empieza a emanar con más flujo,
le genera un nivel de ansiedad suficiente como para que las piernas le fallen.

Miranda, que quedó suspendido y sin piel se mantenía en un profundo estado de


seminconsciencia, su rostro cubierto completamente de sangre, irreconocible para cualquiera que
le haya conocido antaño, sólo expresaba una sensación de vacío, de una tristeza más allá de la
comprensión.

—Detente…—susurra la aglomeración de carne que antes era Miranda, parece estar funcionando
los encantamientos de Vosjod ya que la sangre, que manaba del cuerpo cual fuente publica,
empezaba a envolverle, creando una capa de esta sobre todo el cuerpo, dando un sátiro que
parece hecho completamente de sangre.

Vosjod en ese momento cierra el libro y toma el bisturí para cortarse superficialmente su otra
mano, ofreciendo su sangre al sátiro que se encontraba levitando frente a este.

—Con esto completo mi sacrificio a ustedes, seres tan antiguos y eternos, seres que van más allá
del tiempo y la realidad misma, a ustedes les ofrezco mi sangre para completar la renovación
carnal de este simple mortal —Dice Vosjod mientras incrusta su mano con sangre en el cuerpo de
Miranda, cruzando más allá de lo que se supone la capa de sangre debería cubrirle, este voltea a
ver al Sátiro y le responde a su anterior petición —No puedo hacer eso, hice un juramento de no
dejar morir a nadie a mi cargo, además que salvarte a ti me da la información que necesito para
salvar a otra víctima de la noche.

Miranda, con sus ojos inmaculados de sangre clavados en el humano sin si quiera tener parpados,
escudriña Vosjod con la mirada, parece entender lo que este le acaba de explicar, y es debido a
esto que levanta sus manos en dirección al mago para sostenerle la cabeza suavemente.

—Mi vida aquí ya terminó, dejé que me consumiera la venganza y terminé llevándome más
personas de las que merecían, por eso es que lamento informarte que rechazaré tu oferta para
mantenerme en este mundo —le contesta Miranda con una voz que suena doble, ya que no sólo
en los susurros del sátiro, sino que también dentro de su cabeza como pensamientos intrusivos —
Pero antes de irme, déjame darte todo lo que sé, así podrás cumplir tu juramento, de antemano
lamento si te entrego cosas de más… el dolor que me llama a morir y que me atormenta justo
ahora no me permite ser muy exacto, además, sé que te servirá todo lo que te voy a mostrar.

—¿Qué demon…? —Vosjod intenta quitarse las manos de encima, pero pierde poco a poco sus
fuerzas, pero antes de dejarse llevar lanza una última mirada al sátiro y ve, como tras de este,
aparecen unas manos sombrías que toman su cuerpo, como reclamándolo para sí.

Vosjod siente como cae en un vacío de infinita oscuridad, siente su estómago revolverse ante el
vértigo de la caída, el mero hecho de pensar en sí mismo siendo aplastado contra el suelo le hace
sentir un enorme temor o aun peor, el miedo a que nunca llegará al final de tan infinita caída.

«Así que aquí es donde muero, aquí llega por fin mi purgatorio»

El humano cierra los ojos muy fuertemente esperando que la muerte llegue pronto, que la caída le
mate en el acto, no desea sufrir de manera alguna.

—No tienes por qué temer, abre los ojos —dice una voz que retumba en todo el lugar.

Vosjod no desea hacerlo, el temor aun prosigue, aun cuando nota que algo ha cambiado, hay una
atmosfera diferente.

—Ya no hay nada que te pueda lastimar, nunca lo hubo —recalca la voz, suena bastante
tranquilizante.

Es cuando Vosjod al fin se da cuenta que ya no tiene vértigo que decide abrir los ojos, también es
cuando los abre que se siente maravillado ante el espectáculo visual donde se encuentra: Parece
la pradera más lejana en el jardín de algún palacio, a lo lejos se logran ver los colosales pinos de
Angostura. Vosjod llega a creer que es el parque al sur de la ciudad, pero este es más grande y se
nota que es más salvaje.

—¿Dónde estamos? —pregunta el humano dando vistazos en diferentes direcciones.


Sin darse cuenta, un pequeño centauro corre en dirección de Vosjod y le atraviesa desde la
espalda, no era más que un niño de buenas ropas, con sus cabellos negro correteando por la
pradera siendo seguido por un cervatillo y un pequeño puma.

—¿Quién es ese niño? —pregunta nuevamente Vosjod que observa detenidamente su jugar.

—Ese fui yo, es mi yo en mi más tierna infancia, cuando no era más que otro chico de la nobleza
Angostureña —contesta finalmente la voz, parece reconfortarse con lo que proyecta, se nota que
es un recuerdo muy atesorado —Desde muy pequeño yo tenía la habilidad de comunicarme con
los animales, de entenderles, eso siempre me hizo muy feliz porque sentía que tenía una conexión
especial con las cosas.

Una centaura con rostro bastante juvenil corre en dirección al prepuberto Miranda, sus iris ámbar
y su melena leonada le hacen galante de una belleza natural.

—¡Hermano!, ¡¿Qué haces aquí?! ¿No deberías estar con el Señor Santiago De León en tus clases
de caballería? —pregunta la chica con una voz tan angelical que parece de emitida por una musa,
en su rostro se ve la indignación y la preocupación por su pequeño hermano —¡Aléjate de esa cosa
que te puede atacar, Cayo!

—El papá de Augusto aburre demasiado, Zoe —responde el joven centauro mientras abraza al
felino manchado cual mascota, interponiéndolo entre la mirada de su hermana mayor y él —
Además, Xerón y Mucuchí querían pasear un poco conmigo y hace mucho no los veía.

Vosjod, que ve la escena de pie a unos pocos metros de los centauros, se siente extrañado, pero
antes de que pudiera comentar su incomprensión la voz de Miranda vuelve a hablar, como si
entendiera su incomprensión.

—Desde niño se me inculcó que debía ser un excelente caballero al servicio del Rey Pirrio Piar, que
debía practicar para servirle al frente, pero eso nunca me llamó la atención, salvo unas pocas
clases de esgrima, mi verdadera pasión estaba en los libros, refugios donde podía encontrar
mundos fantásticos, historias de amor y que espantaran. Y aunque toda la corte estaba en contra
de mi fascinación por los mundos literarios, siempre conté con el apoyo de mis padres…

Vosjod ve como se aleja de los pequeñines jugando en el campo para entrar en una habitación
oscura, con una atmosfera viciada, las ventanas cerradas demostraban que no se habían abierto
en mucho tiempo, los orbes flotaban en sus respectivos puestos con una luz tenue. En medio de la
habitación, adornada con atavíos barrocos, se encuentra una cama en la que reposa una mujer
bastante rubia, con el cabello largo tan despeinado que llega a cubrirle partes de la cara, se le nota
tan débil que apenas puede jadear en búsqueda del tan valioso aire, junto a su cama se encuentra
un Miranda más crecido, arrodillado a su lado, tomándole de la mano con suavidad y cariño, sólo
mira a su madre mientras esta le susurra cosas que sólo él puede oír. En el portal de esta
habitación se encuentra Zoe en su forma sátira, de pie viendo la escena con una mirada
ensombrecida.
—Mi madre fue la segunda en morir, después de mi padre, ahí donde me ves, ella me estaba
confesando que siempre admiró mi libertad para ser quien quiera que quise ser, que si seguía esa
ruta podía encontrar la auténtica felicidad, luego de eso se dedicó a cantarme una canción de cuna
con la que siempre me decía arrullarme cuando era tan sólo un bebé. No quise llorarla, sentí que
mancharía su recuerdo si lo hacía —comenta Miranda a Vosjod que observa como la sátira camina
hasta donde se encuentra el joven Miranda pasando sus dedos por la huesuda mano de su madre,
acariciándola con la mayor dulzura posible, recordando cuando dormía en su regazo rezando
porque su querida mami nunca muriese.

—Levántate de una vez, tenemos que ir a darle la noticia al Rey —le ordena de manera muy
brusca, jalándole del brazo y sacándolo del cuarto a rastras.

Vosjod los ve, ve como el chico no desea abandonar aquella habitación, caso totalmente contrario
en chica.

—Por un momento pensé que mi hermana era un monstruo por hacerme eso, ella siempre estaba
en contra de que mis padres fueran tan liberales conmigo, detestaba el que yo no cumpliera con
mis deberes o con lo que las personas deseaban que fuese, pero fue justo al verle el rostro
mientras me arrastraba por aquél pasillo, ver como manantiales de lágrimas se derramaban de sus
ojos, oírla como reprimía su llanto tanto como podía en pro de mantenerse activa; que noté que la
muerte de nuestros padres no sólo me afectaba a mí, le afectaba a ella, que fui egoísta al odiarla
como la odiaba —comenta la vos de Miranda al único espectador mientras van cambiando de
escenario en el viaje por las memorias del Sátiro —Ella sólo quería lo mejor para mí, pero no
entendía que yo tuviera aspiraciones diferentes, por suerte para mí, a pesar de la muerte de mis
padres, siempre conté con la ayuda y el apoyo de mis mejores amigos: El aspirante a caballero,
Augusto Páez, el ratón de biblioteca y pronto aspirante a chamán del reino Gregorius Herrera, la
princesa de Angostura, Iberia Piar y el primogénito y próximo heredero del reino, Cesar Piar.

—Los cuatro pilares de la historia más reciente de esta ciudad, por lo que tengo entendido —
comenta por fin Vosjod, algo había leído sobre la historia de Angostura apenas empezó a
residenciarse en la ciudad, no le costaba admitir su gusto por la historia.

El vacío por el que se encontraba estáticos empezó a moverse, llevándolos directamente a otro
recuerdo, se encontraban en el parque al sur de la ciudad, simulaba bastante al Central Park de
NYC, siendo un bosque dentro de una ciudad en el bosque, pero que poseía en el centro unos
caminos extensos que llegaban en el centro hasta la famosa estatua de Peter que aun hoy reposa
sobre una fuente cuadrada.

Retozando a un costado de esta se encontraba un joven Quirón, parecía que aún no superaba la
noticia de su madre. Recuerda frente a la fuente como muchas veces pasó por frente a este lugar
con sus padres, considerándose protagonista de alguna aventura, creyéndose inmortal y con el
mundo a sus pies y ahí, recostado sobre sus cuatro patas como estaba, sólo pudo pensar en lo
iluso que fue y en lo mucho que tardó en agradecerles por todo a ellos.
Cayo, a pesar de estar atrapado en su ensimismamiento, logra notar que algo pasa en el agua de la
fuente justo frente a él, era una pequeña planta acuática que, de la nada, empezó a crecer frente a
él, con una hoja flotante cada vez más grande y carnosa. Pero estaba tan concentrado en esta que
pasó por alto quién se le pudo aproximar de sorpresa y, sin previo aviso, una mano le hundió la
cara en la planta acuática mojándole por completo el rostro.

—¡¿Quién fue el desgraciado que se atrev…?! —reclama extasiado de ira el joven centauro al sacar
su rostro del agua, pero al notar de quien se trataba palidece un poco.

Frente a él se encontraba el primogénito del rey Pirrio y heredero al trono, Cesar Piar, un joven
centauro de cortos cabellos rizados y ojos morenos que sientes que escudriñan cada centímetro
de tu alma, se encontraba vestido con ropas tan casuales como las del hijo de noble más pobre de
todo el reino. Este se encontraba viendo a Miranda con altivez al sacar su rostro del agua.

—¿Cómo se te ocurre tutear a tu soberano? — pregunta el príncipe alzando lo suficiente el rostro


para que su mirada se sienta intimidante y por encima del pobre Cayo —¿Sabes lo que le ocurre a
quienes cometen tales actos?

—Lo siento, Su Majestad, pero no lo sé —comenta Miranda con la cabeza gacha, no sabe que
contestar ante esta interrogante.

En ese momento pasa una centaura desde detrás de Cesar y despeina enérgicamente al príncipe
para luego saltarle encima a Miranda para jugar con él.

—¡Se les castiga con una Guerra de cosquillas! —comenta la centaura con vivacidad en su voz.

—¡¿Princesa Iberia?! —pregunta Miranda al oír ese tono de voz mientras siente como esta se sube
a su lomo, al darse vuelta nota que estaba en lo correcto.

—¡Oye! No es justo, Iberia, yo era quien quería empezar a hacerle cosquillas —comenta el
príncipe viendo a la chica sobre Miranda haciendo fuerzas para que este no se levante y hacerle
cosquilla más fácil.

—¡Oh, vamos, hermanito! Estoy segura de que si ese era tu plan no hubieses empezado con
meterle ese psico-terror barato que te gastas— se burla la princesa sobre miranda mientras le
pasa sus manos por las axilas del desdichado.

—Como digas, aguafiestas… — se resigna el primogénito.

La princesa Iberia poseía una belleza digna de admirar, sus cabellos rubios y ojos verdes le
conferían un aire de estatus, pero su manera tan desbocada de actuar le hacían digna portadora
del título ‘‘La leona de Angostura’’ que se le puso tiempo después, en ese momento usaba unas
prendas másculinas que en nada enturbiaban su belleza.

—¿Qué pretenden con esto ustedes dos? —pregunta Cayo rato después de librarse de las
cosquillas de ambos, a pesar de este ataque furtivo su rostro seguía cabizbajo.
—Pues obvio, venía para que nos ayudaras con una expedición que tenía pensado hacer con los
chicos —comenta el príncipe mientras se soba la cabeza, parece que le costara decir lo que dice —
le pregunté a tu hermana por ti y nos dijo dónde estabas, así que vinimos por ti… ponte de pie que
Augusto y Greg nos esperan, ¡es una orden de tu soberano!

Cesar les abandona corriendo hacia los límites del parque, se le ve como un chico muy enérgico,
capaz de liderar toda una nación en sus momentos más duros, o al menos así es el pensar popular,
incluyendo el de Cayo que se le queda viendo mientras Iberia sigue a su lado con una cálida
sonrisa, junto a ella el dolor de su alma es un poco más llevadero.

—Él no ha dejado de preguntar por ti desde que te vio en la corte informando a mi padre sobre el
deceso de la tuya, incluso buscó a Greg y le pidió para que consiguiera un excelente lugar el cual
pudiéramos explorar —le confiesa la princesa tomando de las manos a su amigo, mientras
Miranda la ver perdido en la palidez de su rostro ella aun observa a su hermano a la distancia — él
siempre ha sido así… Todo lo hizo por ti.

—¿Por mí? ¿Por qué hizo algo semejante por mí? —pregunta Miranda mientras le mira, de
momento su rostro le recordó al de su hermana de más joven.

Iberia voltea a verle y le obsequia una de las sonrisas que jamás se le olvidarán mientras sostiene
sus manos entre las de ella.

—¡Apuraos, plebeyos! —Grita Cesar a la distancia agitando su mano a la distancia.

En eso Iberia corre llevando a Miranda de la mano, juntos tras el rastro de Cesar. Todo esto es
observado desde las alturas por Vosjod y un Miranda más anciano.

—Me tomó un tiempo entender que el cariño de quienes me rodeaban era genuino, sólo pensé en
lo fastidioso que era ir a otra aventura que me haría nuevos moretones y no en lo pronto que
olvidaría el dolor por mis padres gracias a ellos… y sobre todo a ella —cometa el anciano viendo a
los jóvenes correr por aquél parque que poco ha cambiado en el tiempo, luego voltea a ver a
Vosjod que también los observa sintiendo similitudes con su vida.

—Entonces esos jóvenes que veo tan activos son los cuatro grandes de Angostura, ¿me estás
diciendo que tú también eras amigo de los cuatro grandes de tu ciudad? —preguntó Vosjod
intentando contextualizar

—Exacto, los cinco éramos especiales, cada uno dedicándose a una tarea en específico terminó
generando una de las mejores épocas del reino: Páez, luego de practicar a muerte en la caballería
además de volverse el mejor ejemplar en el uso de la magia arbórea, logró acabar con el
vandalismo local e incluso termino con los remanentes de las excursiones minotauras, Herrera
logró extraer conocimientos perdidos de la civilización sátira y los empleó combinándolos con los
conocimientos en magia arbórea centaura para perfeccionar nuestra medicina, es gracias a eso
que nuestra raza ha alcanzado mucha más longevidad que muchas otras, también son parte de los
conocimientos que él rescató los que tú estás empleando esta noche en mí.
Vosjod Se da cuenta que empiezan a ver escenas de cada uno de los anteriores amigos
mencionados cumpliendo sus sueños y aspiraciones.

» El príncipe Cesar consiguió hacerse con la corona a la muerte de su padre, no tuvo muchos
problemas en deshacerse de los adversarios a su gobierno, su fuerza fue implacable con estos,
pero nunca fue enemistado con el pueblo, incluso una de las cosas que ellos más recuerdan es que
Cesar logró alcanzar a su padre en términos de conquistas, llevando a Angostura a su máxima
expresión. Yo, por mi parte, me hice con el conocimiento diplomático suficiente para ser el
consejero de Cesar durante su reinado, incluso, antes de su ascenso yo ya me encargaba de
ayudar al Rey Pirrio con las reuniones que se concertaban con los diferentes gremios y distritos del
reino. Si contamos a mi hermana dentro de esta lista, ella fue una fiel ayudante del Rey Pirrio
hasta que se retiró de la política justo después de la muerte del rey, fue durante el gobierno de
este que ella encontró el amor y se casó, dando a luz a mi amada sobrina Galia Miranda, quien
pronto cautivaría la atención de Cesar decidiendo convertirla en su reina.

Vosjod no hace más que observar el paso tan rápido entre recuerdos, le parece curioso que no han
parado más allá que en acotaciones puntuales, sobre todo en momentos de tristeza. Este logra ver
como el imponente Rey Pirrio gobernó con justicia y sabiduría, expandiendo su reino hacia
territorios de criaturas que consideraba inferiores, esclavizándolas y usándolas en minas o
plantaciones. De cierta manera, el humano siente similitudes de su vida con la del sátiro, ve como
este creció, se volvió un experto en lo que amaba, como venció adversidades, pero todo esto le
hace preguntarse aún más una cosa…

» Ya llegaremos a ese punto, humano. Primero oye lo que tengo que decir.

Vosjod comprobó nuevamente que él sátiro puede leerle los pensamientos ahí donde están, esto
no hace sino evitar que logre empatizar por completo con el moribundo ya que está siendo
obligado a prestarle atención.

» Con Iberia fue el caso más curioso, ella al ver que su hermano se convirtió en el rey prometido,
decidió dedicarse a subir la popularidad de la realeza entre los súbditos, encargándose del
desarrollo de la infraestructura del país personalmente, fue una de las princesas más bondadosas
que ha llegado a tener el reino jamás, y fue en estas campañas populistas que conoció el amor.

Luego de esta narración la oscuridad se transformó en una vorágine de recuerdos que les engulló a
ambos y les hizo caer en lo que parecía un corredor más del palacio, la luz de la luna llena se
colaba por este gracias a un enorme traga luz que poseía el techo de este. Por el lejano cruce de
este entra con paso acelerado un Miranda hecho una furia, este ya era todo un mozo y la
oscuridad de media noche le mostraba como un delgado centauro de largos cabellos. Este
avanzaba por el corredor, que no llevaba a ningún lugar que no fuesen los aposentos de Cesar.

Vosjod que le observa tan molesto enseguida nota que una bella centaura de rubios rizos se
incorpora a la escena tras el consejero, esta no era otra más que la mismísima princesa Iberia,
mostrando una cara preocupada, intentaba alcanzar a Miranda y, al hacerlo, le jala del brazo.
—¡Ya déjalo ser, Cayo! —le pide la princesa tirando de su brazo, haciéndolo hacia ella, su larga
melena rubia resalta platinada ante la luz de la luna llena que también le confiere a su rostro un
aire espectral, místico.

—¿Cómo me pides que haga eso?, ¿A caso quieres que agache la cabeza ante esta decisión? —le
voltea a decir Miranda a la princesa, la luz de la luna le confiere a este un rostro severo, alargado y
áspero —tienes tanto derecho a permanecer aquí como él, ambos son hijos del difunto rey, no
tiene derecho a correrte del palacio nada más porque te has casado con alguien fuera de la
nobleza.

Miranda sigue avanzando, a pesar de que la princesa intenta detenerlo, esta, al ver la inutilidad de
sus esfuerzos decide decir su arma definitiva.

—¡Esto no es tu problema! —le grita con mucha impotencia soltando a Miranda que se detiene en
seco segundos después.

—¿Cómo no va a ser mi problema si eres mi amiga…?

—Así como mi vida no te compete, deberías saberlo ya de antemano, soy tu princesa, aunque ya
no more en este palacio puedo mandarte a degollar —comenta Iberia con un rostro que se
distorsiona en facciones que se muestran más crudos —no creas que no sé qué yo te gusto, pero
eso es historia antigua, Cayo, ahora estoy casada y espero un bebé, debes entenderlo y aceptarlo,
por más que intentes ganarte mis favores siendo atento conmigo ni cambiarás que estoy fuera de
tu alcance.

Miranda sólo voltea a verle, se queda callado ante las palabras de esta y sólo se dedica a verle a
los ojos a Iberia, esta también le observa, pero su mirada es de desprecio total.

—Nunca lo hice por esperar ganar puntos contigo —le responde finalmente sin dejar de verla
firmemente —lo hice porque eres alguien a quien valoro y adoro tanto que no deseo ver mal,
mucho menos por culpa de alguien que es como un hermano para mi.

—Pero así son las cosas, Cayo, así que vete de aquí y deja de inmiscuirte en la vida de los demás —
le contesta, ahora siendo ella quien avanza por el pasillo para interponerse entre la puerta del
cuarto de Cesar y él.

—Tienes razón, debería empezar a pensar por mí mismo —comenta finalmente Miranda antes de
irse por donde vino, con la misma sobriedad con la que entró, pero evidentemente destrozado.

Vosjod que observa todo esto escucha los comentarios del Miranda actual con detenimiento.

—En ese momento no lo entendía, pero ella hizo todo eso por evitarme un problema mayor a mi,
temprano había dialogado con el recientemente coronado rey Cesar y este, como primer decreto
de su coronamiento le pidió a su hermana que se dejara el palacio inmediatamente, aun en contra
de la voluntad del antiguo rey Pirrio de que ambos hermanos conservaran con equidad la fortuna
real, a cambio de que este no mandara a matar de manera violenta su cuñado, ella no tuvo de otra
más que aceptar, pero con una condición, la cual era que permitiese a su futuro hijo vivir y
educarse en el palacio hasta cumplir la mayoría de edad. El rey, consternado al enterarse de tal
manera que su hermana ya tenía la semilla de un siervo, acepta no sin antes demostrar su total
desacuerdo con su relación y prometiendo que de él jamás saldrían palabras de aliento o cariño
ante el pequeño engendro aborrecible… Ella me salvó porque de yo haber entrado a discutir su
decisión con él quizá me hubiesen degollado en el patíbulo sin problema.

—Igualmente fue bastante conocido el caso de la princesa que se casó con un mendigo al que
conoció en los sembradíos de la ciudad —comenta Vosjod para con el sátiro que se encontraba
algo melancolico.

—Ese arrabalero tuvo la fortuna de mil soles al robarle el corazón a la princesa, esas eran las
palabras que siempre mencionaba Su Majestad al respecto, pero nunca perdía el momento para
darnos a entender que quien hablara del tema sería asesinado en el acto—comenta Miranda
mientras empieza a materializarse frente a Vosjod, su apariencia era justo la que tendría de no
haber sufrido el accidente en la prisión, un sátiro de edad avanzada con el porte de un sabio —
Incluso cuando Quirón nació a él no hacía más que ignorarle y dejarle de lado con algún
comentario sarcástico que el infante no entendía debido a su corta edad.

—¿Me estás diciendo que el general Quirón es sobrino de Cesar y primo de Romulus? —pregunta
Vosjod sorprendido.

—Eso es algo de lo que siempre me enorgullecí, de haber podido ocultar el parentesco de ambos
por el bienestar del reino, digo, el apellido de marido de la princesa ya era bastante complicado,
así que hice que fuese borrado de la nómina a favor del de la princesa —comenta Miranda con un
aire de autosuficiencia en su tono ante la reacción del humano —¿Te imaginas que hubiese
pensado Cesar de que su nieto se apellidara Bolívar?

Vosjod queda sorprendido ante tal revelación y no le importa hacer entender la raíz de su duda a
su informante.

—El apellido Bolívar es el mismo que el del famoso fundador de Angostura, Constantino Bolívar,
¿Cómo es posible que un hombre sin conexión con la realeza poseyera ese nombre? —interroga
Vosjod al sátiro, ahora siente encajar las muchas teorías que había mencionado anteriormente con
Max.

—Yo hice la investigación en su debido momento, y entendí diferentes cosas borrosas en el origen
de nuestro pueblo, de entre ellas un compló realizado hace cientos de años contra la familia real
por parte de una casta menor de apellido Piar, un juego de tronos en el que la familia Bolívar fuese
exterminada para que la Piar tomase el trono —Miranda se esmera en explicarle cada evento para
que este no quede con alguna duda.

—Pero eso no explicaría el cómo ha pasado tanto tiempo un remanente de la familia real sin que
nadie se diese cuenta de su parentesco —pregunta vosjod con lógica, Miranda sonría ante su
agudeza mental.
—Es precisamente por eso que nadie sabe el apellido de Quirón, ni si quiera su propio padre lo
supo hasta que yo se lo confesé —comenta el sárito con bastante tranqulidad, casi como si ambos
se olvidaran que están flotando sobre una oscuridad absoluta, en medio de la nada, hace rato ya
dejaron de pasar por recuerdos debido a que Miranda ha olvidado seguir su propia secuencia —el
rey me mandó a investigar más sobre su nuevo cuñado y, al conseguir tan curioso origen, decidí
ocultarlo de todos: con el rey sólo le comenté sus orígenes sencillos, con el resto del reino, tuve la
fortuna de que el hombre ya se apellidaba Palacios… Pero nos hemos desviado un poco del orden
de la historia.

Vosjod deseaba preguntar más cosas, pero parece que el sátiro continuaría por otro rumbo así que
se conformó con la información que ya adquirió.

—Cómo relataba… El Rey Cesar realmente empezó a ganar una preocupación, la cual era la de no
tener hijos, y no importaba cuanto bastardo engendrara fuera de su relación, mi sobrina no le
daba un hijo, cosa que no hacía sino clavarse en su cabeza la idea de que esto era todo un plan del
trepador pordiosero de su cuñado para gobernar mediante a su sobrino, así que hizo lo
imperdonable… —Miranda se detiene, Vosjod nota que esta parte es a la que él quería llegar, este
era el punto de inflexión del sátiro, que se mantuvo tan sereno durante gran parte del relato.

—¿Qué fue lo que hizo?

En ese momento ambos aterrizan en un recuerdo que los sitúa en el salón del trono, con sus
imponentes columnas y frescos en las paredes que engrandecen las campañas de la ciudad-estado
empezadas hace más de trecientos años. En esa sala no había más que cortesanos disfrutando del
espectáculo, con sus miradas inescrupulosas viendo lo que cocía frente al trono: Miranda, en su
forma de sátiro, se encontraba arrodillado ante este, su rostro era sólo un mar de dolor, se notaba
que buscaba entender las cosas.

—¿Por qué lo hiciste, Cesar? —pregunta Miranda a los pies de la escalinata que da al trono, frente
a él se encuentran Páez y Ribas cortando su paso con un par de lanzas —¿cómo fuiste capaz de
cometer tales actos atroces sobre tus seres cercanos?

Ribas, que observaba esto con desagrado se dispone a patear con una pesuña a Miranda en la cara
haciéndole caer hacia atrás.

—¡Deja de tratar a Su Majestad como si fuera un ser a tu nivel, basura! ¡Comprende tu lugar! —le
espeta Ribas mientras le da más patadas a un Miranda tirado en el suelo, el caballero mostraba un
repudio por el irrespeto a las autoridades digno de cualquier corte europea.

—¡Ya es suficiente, Escipión! —le ordena Páez a Ribas aproximándose a este para ponerle la mano
en el hombro, por más irrespetuoso que fuese Miranda, a Páez no le agradaba la idea de humillar
a personas que en el pasado fueron tan cercanas e importantes en su vida.

—¡Déjelo, General! —ordena el Rey desde su trono, parece disfrutar de la vista, a pesar de ser
amigos de la infancia Cesar siempre tuvo sus reservas para con Miranda, sólo lo trataba porque su
hermana lo trataba. «…Pero ahora no está ella» piensa para sí el Rey antes de contestar con una
sonrisa en su rostro —Te voy a explicar los terribles acontecimientos para aclarar esa loca cabeza
tuya que se esmera en conseguir minotauros y dragones donde sólo hay molinos de viento.

Ribas, al oír estas palabras, deja de patear a Miranda y le ayuda de manera muy forzada a
reincorporarse para que pueda prestarle atención a Su Majestad.

» Mientras tú te hallabas dos años por fuera, en misiones diplomáticas con las aldeas
circundantes, mi amada hermana, princesa de Angostura y de todas sus posesiones, fue atacada
durante la noche por un grupo mercenario pagado por las aldeas tribales Kappas del sur, querían
enviarnos un mensaje, darnos a entender que somos vulnerables a sus escaramuzas, pero te
puedo decir con pronto alivio que gracias a mi liderazgo y el buen conocimiento de nuestro
ejército logramos llevarnos por los cuernos cualquier iniciativa sobre nuestras tierras, ahora que su
pantano forma parte de nuestros territorios más allá de Ásgaran, podemos empezar el proceso de
civilización que tanto admiraba mi buen padre, querido consejero real.

Miranda se incorpora con el rosto amoreteado y sin dejar de mantenerse de rodillas mientras oye
todo lo que puede decir su viejo amigo, tanto Páez como Ribas toman de sus brazos para
someterlo ahí con la cabeza gacha.

» Pero es con gran pesar que también tuvimos una perdida nueve meses después de nuestra
aplastante victoria, vuestra hermosa sobrina y, a su vez, mi gloriosa reina fue víctima de los
caprichos del destino, querido Cayo, su cuerpo tenía la bendición de traer a este mundo a los
hermosos herederos de Angostura, pero parece que esto fue una carga aún más grande de la que
su cuerpo podía soportar, así que cuando empezamos el parto ella sufrió un derrame al realizarle
los primeros cortes, el Chamán hizo todo lo que pudo para salvarle, pero lamento que no había
salvación para ella…

El silencio del rey hizo que la nobleza ahí presente empezara a cuchichear entre ellos, conmovidos
por las palabras de su monarca, cosa que no ocurre a Miranda, que no puede contener sus
lágrimas ante lo que acaba de oír, y no sólo eso, también el cómo lo dijo.

» Así como tú lamentas su muerte, yo también llevo mi duelo, no sin sentirme aliviado de que mis
hijos, los soberanos de la futura Angostura, lograron venir al mundo en completa paz y te
prometo, como sólo lo pueden hacer los regentes del mundo, que no habrá momento en que no
vele por ellos y por qué se conviertan en el futuro más brillante para nuestra gran nación.

Vosjod nota que, entre los presentes, también se encuentra el Chamán Gregorius y que, junto con
Páez, son los únicos que muestran una cara más afligida de la que llegó a mostrar la nobleza con el
discurso del rey.

—Esa serie de coincidencias parecen haberse puesto en tu contra y, a su vez, a favor del rey —
comenta Vosjod desde el medio del pasillo donde se encontraba, viendo a un Miranda que cede
ante su llanto siendo amordazado por los dos caballeros reales.
—Eso es porque no fue una coincidencia, humano, verás, te explicaré… El rey deseaba tener un
heredero engendrado por él, pero como mi sobrina sufría de una rara esterilidad, así que decidió
buscar en la magia una solución para su problema —relata el Miranda que se encontraba de pie
junto a Vosjod.

—¿Un conjuro que cure la esterilidad? Pero si bien se sabe que no hay magia que sea capaz de
curar tal estado —acota Vosjod al relato, cosa que hace a Miranda asentir por dar justo en el
clavo.

—Pero así no era como el rey lo veía, para él, tenía que haber una medicina milagrosa que fuese
capaz de realizarle el milagro —comenta Miranda mientras observa a su versión más joven
llorando en medio de la corte —buscó tanto en la magia arbórea de los centauros como en la
magia de sombras de los sátiros, pero no encontró hechizo alguno que podría aliviar su pesar.

—Eso no tiene sentido, ni con lo que me estás mostrando ni con la existencia del príncipe Romulus
—aclara Vosjod intentando atar los cabos que ya poseía.

—Eso, humano, fue posible sólo con una magia: la magia elfica de sangre. Entre estos
conocimientos hay un conjuro que permite generar vida donde no la hay, el coste de este hechizo
es elevado, porque para que funcione necesitas dar una vida en sacrificio, y no cualquier vida, una
vida que esté emparentada en línea de sangre directa a ti.

Vosjod se pone a razonar que posible desenlace llevó a cabo el rey para poder hacer el hechizo, y
es cuando su mente halla la respuesta que Miranda le responde.

—Exactamente, humano —comenta el sátiro con mucho pesar en su rostro —para poder realizar
el hechizo tuvo que dar en sacrificio a su propia hermana… Y, cuando supe el cómo lo hizo, entendí
que Cesar no era ese chico al cual irradiaba un carisma atrayente y que alcanzaba los objetivos que
les daban paz a sus coetáneos, que en realidad era un ser de una mentalidad retorcida, capaz de
cualquier cosa con tal de obtener lo que desea, aunque poniéndolo en retrospectiva, ¿Quién
podría decir que todos los que catalogamos como buenos lideres no sería capaces de hacer lo que
él hizo si las circunstancias le son dadas en bandeja de plata, como a él? En fin, no son más que
divagaciones de un viejo.

Vosjod oye el monologo y siente algo de empatía con el caso del sátiro, recuerda que este también
tuvo un problema similar hace años, él también estuvo llorando justo como llora ese Vosjod frente
al rey.

—Creo que la gota que derramó el vaso fue la muerte de tu sobrina, ¿no? —le pregunta el
humano intentando ser lo más empático posible —pero esos accidentes son comunes en los
partos naturales, sátiro.

—Eso es cierto, de haber sido un parto natural sería un accidente bastante común, pero se te
olvida el hecho de que no fue un parto normal, fue realizado por medio de magia de sangre y fue
la misma magia de sangre la que se llevó a mi sobrina —le aclara Miranda al humano, pero
causando el efecto contrario en este.

—No entiendo, ¿el pacto de sangre no había sido pagado? ¿no dio un alma por otra?

—Exacto, dio un alma por otra, y el trato se había saldado hasta ahí, pero ocurrió uno de esos
milagros de la vida, como lo fue que el bebé que esperaba en ese vientre, eran en realidad
gemelos.

Ante estas palabras, Vosjod abre sus ojos en señal de entendimiento, voltea a ver a ambos
Mirandas y ahora todo calza en su mente.

—Vida por vida —contesta finalmente Miranda ante su entendimiento.

—Pero ¿no necesitaba que fuese cercano a este para que la vida pudiese darse? —pregunta de
manera locuaz el humano.

Miranda camina un poco por la sala, atravesando a los presentes como si fuera un espectro, la
imagen se había detenido en el tiempo, todos estaban congelados en cómo los dejó Miranda tras
el discurso del rey.

—Exacto, y ahí fue donde Cesar sufrió de cierta manera su castigo, ya que se quedó sin nada;
veras, te explicaré: La familia piar fue una casta menor de los Bolívar y aunque no tuviera tanta
fuerza de sangre como la rama principal seguían siendo merecedores del trono como cualquier
descendiente de este, razón por la cual él deseaba que quien tocara el trono fuese su hijo y no su
sobrino, que portaba ‘‘sangre sucia’’ ligada con la de Piar, pero para su desgracia tuvo un par de
gemelos, un niño y una niña. La vida de su hermana fue dada para uno de ellos y la de su esposa
para el otro, con tan mala suerte que la sangre real, la de su hermana cayó en su hija y no en su
primogénito, el cual porta sangre puramente Miranda. Así que verás el reino de Angostura posee
desde hace décadas a un príncipe que no puede ocupar el trono por no descender de linaje real, ¡y
nadie lo sabe!

—Entonces ¿el Cayo que me muestras ahí ya sabía todo lo que me has explicado? —pregunta
Vosjod acercándose al sátiro amordazado.

—Sí, fue algo que me confesaron las ratas del palacio, mi poder sobre los animales me dio la
oportunidad de conocer los sucesos reales… y estas fueron las consecuencias —Miranda culmina
esta frase chasqueando sus dedos, esto hizo que el tiempo en el que se detuvo el recuerdo
recuperase su marcha.

El Miranda que se encontraba amordazado de repente empezó a apretar los puños con fuerza,
dejo de gimotear y su llanto cesó. Al Páez y Ribas notar esto decidieron soltarlo y empujarlo hacia
debajo de las escalinatas.

—Ve a casa, Cayo, mañana hablaremos sobre esto —le sugiere Páez que le mira con mucha
melancolía dibujada en su rostro —Ayúdalo a ir a su casa, Greg.
El centauro con atavíos de Chamán se aproxima a la escalinata para ayudar a levantarse al sátiro y
acompañarlo fuera del recinto.

—Vamos, viejo amigo, intentemos olvidar lo sucedido —le sugiere Gregorius

a su amigo Cayo mientras lo guía camino afuera.

Miranda no lo puede creer, al ver el rostro de sus amigos, sabe el por qué ambos le esquivan la
mirada cada vez que busca coincidir, sabe que ambos estuvieron implicados en esto, pero no hasta
cuánto.

En ese momento, para el sátiro, todo estaba claro, fue un complot realizado en su contra y su sed
de justicia lo consumió en un instante. Es por esto que Miranda a una velocidad casi demoniaca
desenvainó su florete y corrió hasta la escalinata del trono, donde Páez y Ribas lo esperaban para
interceder su locura.

—¡Cayo! —grita Greg desde atrás.

—¡¿Qué crees que haces, Cayo?! —pregunta rápidamente Páez mientras ve a su amigo correr
hacia ellos, Páez estaba seguro que Miranda no era rival para él, por eso este ataque le parecía
una locura.

—No vine aquí para escuchar sus falsedades, vine aquí buscando venganza —le contesta Miranda
estando ya a unos pocos centímetros del rostro de Páez.

El sátiro da un salto antes de que los cortaran de una barrida, elevándose en el cielo de la
habitación y siendo observados por todos con horror. Miranda fija su mirada en el rey, que se
encontraba a la expectativa y con bastante temor a lo siguiente que podría realizar.

—Nos veremos en el infierno, viejo amigo —sentencia Miranda antes de arrojar con mucha fuerza
el florete en dirección al rey, este ataque iba con toda la intención de matar al verdugo de las
personas que el sátiro más amaba.

El florete cortaba el aire mientras avanzaba, el nivel de reacción para con el rey tenía que ser muy
bestia para evitarlo, pero Miranda no contaba con que, en su rabia, no había apuntado bien y el
florete, en vez de incrustarse en su cabeza se incrustó en su pierna izquierda, atravesándole hasta
el hueso y dejándolo clavado al trono donde estaba sentado.

—¡¡¡BASTARDOOOO!!! —grita el rey de dolor, mientras se agarra la pierna, el dolor era demasiado
como para que mantuviera la compostura —¡¡¡MATEN A ESE MALDITO, AHORA!!!

Miranda, así como logró realizarle el daño corrió de la sala a mucha velocidad, este fue seguido
por Páez y por Greg, Ribas corrió a atender al rey en lo que pudo.

Vosjod, que tuvo el privilegio de ver todo en primera persona, empezó a recibir dudas sobre cómo
se efectuaban las cosas como «¿por qué Greg fue quien persiguió a Miranda y no se quedó a
atender al rey, dejando en su lugar a Ribas?» pero había otra duda que Miranda se encargó de
responder antes de que la dijese.

—Sí, ese lanzamiento debió atravesar su cabeza, incluso no había nada que me impidiera hacerlo,
pero no pude, al último segundo flaqueé, aun una parte de mi lo veía como un amigo, y eso es
algo que aún no se si fue un acierto o no, pero saber que ese maldito vivió el resto de sus días
amargado y recluido a su palacio por la incapacitación de sus piernas me llena de gozo.

Vosjod ve en el rostro de Miranda una mirada de satisfacción que comprobaban que lo que decía
era verdad.

«En verdad eres un ser curioso, sátiro.»

Luego de esto el recuerdo los lleva a las afueras de la ciudad, muy cerca de la frontera norte del
reino, donde Páez y Gregorius

lograron dar caza a Miranda, dejando sus restos en la intemperie para que muriese.

—Nunca pensé que sería capaz de hacerle esto a un ex camarada… —confiesa afligido el general,
luego de esto envaina su espada y se dispone a volver a la ciudad.

—No creí que esto terminaría de esta manera, yo también sufrí sus muertes, hace días estuve igual
que tú, desesperado y destruido, pero pensar que esos niños vendrán a darle alegría al reino poco
a poco me ha hecho recapacitar, lo siento, Cayo… —añade Gregorius llorando, antes de dedicarle
un canto y retirarse junto a Páez de vuelta a la ciudad.

Vosjod ve cómo se retiran de la escena, dejando a Miranda a su suerte. Este había sido picado a la
mitad de la misma manera que a Agatha, con sus tripas desparramadas por toda la tierra, pero
para mayor sorpresa del mago, seguía consciente, arrastrándose por el suelo, dejando un rastro de
sangre tras de sí.

—Es difícil saber que pasaba por mi mente en esos instantes, la ira me dominaba por completo y
no iba a dejar que muriese ahí, sentía de igual manera una profunda tristeza por saber que todos
los que un día consideré mis amigos hicieron algo tan extremo como eso, y ahí, al borde de la
muerte y con el alma hecha pedazos dije las que creía serían mis últimas palabras —comenta el
Miranda anciano de pie frente a su versión más joven.

En ese momento Vosjod ve como el Miranda mutilado golpea al suelo repetidas veces profiriendo
varios gritos inentendibles.

—¡Juro por todo lo sagrado que aun poseo que no descansaré, ni aun estando muerto lo haré,
hasta no poder poner fin a la dinastía Piar y a todos sus aduladores, traidores que una vez
comieron y bebieron de mí mismo vaso! ¡¡Lo juro ante Peter!! —grita el centauro ahí en el suelo,
con una voz carrasposa y tosiendo sangre cada vez en cuando.

—Esto parece tu fin, anciano —comenta Vosjod viendo el más estado en que se encuentra.
—Lo gracioso es que fue sólo el comienzo, humano.

De repente, y sin previo aviso, un par de granjeras pasan cerca de donde está el cuerpo y se
aproximan al verle convaleciente y moribundo.

—¿Quién lo diría?, te salvaron unas humanas —comenta Vosjod con tono de ironía.

—¿En serio eso crees?, observa más de cerca.

Cuando Vosjod nota mejor, se da cuenta que no son chicas normales, al ver el cuerpo
ensangrentado y hecho añicos, el hambre las sobrepasaba y empezaron a perder sus rasgos
humanos. Conservando aun su ropa, sus cabezas empezaban a parecer similiares a la de aves de
rapiña.

—¡Harpías! —grita Vosjod en sobresalto por el cambio tan brusco.

—Exacto.

Al acercarse un poco más, se lograba oír como ambas discutían sobre que parte le tocaba a cuál y
si llevarían a la aldea los restos para los demás.

—¡Comeré yo primera! —comenta una de ellas intentando encajar su pico en la cabeza del
moribundo para reventarle el cráneo.

Pero es poco o nada lo que puede esquivar esta pobre harpía en lo que Miranda le agarra del
cuello y le hace agacharse hasta que ambos se ven a los ojos.

—Al menos espera a que esté muerto, maldito pajarraco —le espeta Miranda con la mirada más
asesina que pudo proferir, haciendo que la harpía retroceda aterrada.

—Esta escoria centaura se cree mucho, creo que sería perfecto darle un buen escarmiento —
comenta la otra harpía, que se prepara a realizar un hechizo tomando su distancia.

—¡Deténganse ahí! —grita una voz decrepita que Vosjod aún no logra visualizar.

Vosjod voltea a ambos lados buscando el origen del sonido, hasta que cae en cuenta que se
trataba de una tercera mujer bajando del cielo, su cuerpo es bastante más anciano que el de las
jóvenes que rapiñaban al centauro moribundo. La anciana posee telas de bordados muy variados
además de estar coronada con un cinto que lleva de adorno garras de otras especies de aves a
modo de cuernos.

—Que hermosa casualidad es pasar por estos parajes y escuchar tan exquisita melodía como lo
puede ser el juramento de una persona que, añadido a eso, maldice a la segunda parte con seguir
el tedio en su contra después de muerto —comenta la vieja acercándose al cuerpo mutilado de
Miranda sin miedo alguno.
—¡Sacerdotisa suprema! No se acerque más, por favor —comenta la primera que fue arrojada por
Miranda.

—¿En serio se dejaron amedrentar por medio centauro?, definitivamente nuestra aldea está
repleta de cobardes y debiluchas —comenta la anciana haciendo que ambas bajen sus cabezas
debido a la vergüenza.

La anciana se aproxima a Miranda, al punto que le logra tomar de la cara mientras este apenas y
se mantiene despierto.

—Creí que estarías más despierto, un centauro que es capaz de decir tales palabras debería ser
capaz de aguantar más que sólo eso, chico —comenta la anciana con goce en sus palabras —dime
¿Qué tan dispuesto estás por cumplir esas palabras que arrojaste al cielo?

Miranda se hallaba casi inconsciente debido a la pérdida de sangre, pero aún puede susurrar unas
pocas palabras coherentes.

—¿Qué tan dispuesto estoy? Daría mi alma, mi cuerpo, mi familia y hasta mi pueblo con tal de
poder hacer que los malnacidos que me hicieron lo que me hicieron paguen por sus pecados, no
estaré muerto ni mi alma tendrá reposo hasta que no sepa que todo ellos se estén revolcando en
la parcela más profunda del infierno.

—¡Excelente! Ya está canalizado —comenta la vieja mientras mueve sus manos al son de las
palabras de Miranda, cuando este hubo terminado los dedos de la anciana brillaron de tal manera
que parecían dos orbes, los cuales usó la harpía sobre el cuerpo de Miranda mientras repetía un
mantra —El polvo en el suelo alguna vez fue vida y la vida pronto terminará hecha polvo, esta
servidora solo implora a los seres de la fortuna la posibilidad de adelantar este ciclo sobre seres
que no merecen un final limpio.

Los orbes que poseía la anciana en las manos empezaron a rodear a Miranda mientras le hacían
flotar, estos empezaron a juntas ambas partes casi separadas y las unieron, sólo para que después
este empezara a gritar de dolor mientras sus piernas se unieron en una orquesta de huesos
quebrándose, sus piernas terminaron por convertirse en las de un sátiro y este finalmente dejo de
flotar cayendo de pie frente a las harpías.

—¿Cómo te sientes, chico? —pregunta la anciana con una melodiosa voz.

—¿Qué has hecho, porqué soy un sátiro? —pregunta Miranda mientras mueve sus piernas para
caminar —Voy a volver a mi forma real.

La anciana se ríe en burla a las palabras del Miranda más joven.

—No podrás hacer eso, joven tonto —comenta la anciana tocando una de sus piernas, Miranda no
quería dejarla hacerlo, pero de manera curiosa sus piernas ahora seguían los deseos de la bruja —
Eres víctima de una maldición, ahora serás un sátiro por el resto de tu vida, y tu vida ahora sólo
tiene sentido para y por la venganza, tus piernas te van a ayudar en todo lo que puedan para
cumplir los objetivos que estipulaste en el contrato.

—Pero yo no he hecho ningún contrato contigo —refuta Miranda mientras intenta mantenerse en
pie, un mareo le empieza a pasar factura.

—Claro que sí, esas hermosas palabras llenas de odio y rencor son tu carta aval ante la magia de
los malditos, ella te ha oído y a aprobado darte toda la ayuda posible en contra de tus enemigos,
veras, las harpías somos acreedoras de una magia de maldición que es capaz de hacer hasta lo
imposible con tal de cumplir los anhelos más básicos de un alma. Claro, esto tiene sus limitantes,
pero tienen un inmenso abanico, y todos ellos son a cambio de tu alma, una vez cumplas tu misión
tendrás que otorgarles tu alma a ellos ¿qué opinas al respecto, joven?

Miranda oye todo lo que dice y a pesar de los mareos logró entender todo. Una parte de él quería
huír, quería alejarse de todo esto, ir a pedirle refugio a su ya bastante madura hermana y vivir
como un fugitivo escondido, pero otra, aún más fuerte, se quedó ahí y dio un paso al frente para
responderle.

—Me parece un precio muy pequeño a cambio de tanta justicia —dice el sátiro dando su paso al
frente, en su rostro se lograba ver la sonrisa de alguien que se haya decidido a realizar cualquier
tarea, pero justo después de proferir su respuesta este cae inconsciente al suelo.

—Recójanlo y llevémoslo a la aldea —dice la anciana llevándose las manos a la cara, se encontraba
obviamente ruborizada —este chico va a hacer las cosas más interesantes por aquí.

Vosjod, que observa todo cual espectro, ve como las harpías se llevan el cuerpo de Miranda
mientras está inconsciente y no puede evitar realizar las respectivas preguntas.

—¿Magia de maldición? ¿fue eso lo que te curó? ¿magia de madición? —pregunta Vosjod con
total sorpresa, nunca antes había oído hablar de esta magia, claro, en el mundo mágico existe las
maldiciones, pero jamás una magia que se basara únicamente en esto.

—Es lo que aún me mantiene de pie aquí, mi deseo de venganza y el pacto del maldito es lo que
aún me hacen respirar, pero eso no es todo —comenta el viejo Miranda mientras empieza a
realizar varias acrobacias a rápidas velocidades, al punto que a Vosjod se le hace difícil seguirle el
paso —la maldición mejoró todo en mí; yo, que antes no era más que un buen esgrimista
enclenque, encerrado en los libros terminé convertido en un demonio en términos de velocidad,
potencia y resistencia, la magia de maldición te hace más fáciles las cosas ya que le conviene que
completes tus objetivos, tu alma es lo más anhelado en estos casos y la bruja lo sabe.

En el momento que empieza Miranda a monologuear cambian de recuerdo mostrando el palacio


de Angostura en llamas, luego en otro, donde Miranda peleaba a muerte con Páez hasta que
ninguno de los dos podía continuar.
» Por eso es que, años después del pacto me alié con las tribus de harpías del norte para realizar
ataques sorpresas, me convertí en el asolador de Angostura, lideré equipos de harpías en cubierto
con el único propósito de matar a toda la corte del rey destruirla hasta sus cimientos y dejar el
terreno abonado para una próxima generación de líderes.

En eso el ultimo recuerdo queda en la prisión de la Perla, donde se ve que Miranda, ya envejecido
y encarcelado tiene un primer encuentro con el hijo de la mujer que tanto amó, un Quirón que
aún no es general del ejército.

—Esto es… —comenta Vosjod estupefacto.

—Así es…

Mientras todo esto pasaba en un espacio entre la consciencia de Miranda y la de Vosjod, en la sala
de operaciones número cuatro, las cosas se mantenían tétricas, mientras todo eso pasaba en la
mente de los dos interconectados, en el tiempo real no había pasado ni diez segundos desde que
Vosjod cayó en esa conexión.

La habitación se mantenía en una oscuridad sepulcral, salvo por atisbos de luz color carmesí
provenir del cuerpo de Miranda, en las paredes se reflejaba el flujo de sangro que recorría su
cuerpo, junto con seres de muchas formas, antropomórficas o aberraciones que sólo a un enfermo
se le ocurrirían imaginas, que danzaban en jugueteos como alrededor de una hoguera espectral,
todos los presentes tenían esta idea debido al constante cuchicheo de estos seres en sus oídos,
oían sus risas, su cantar, pero también oían frases en idiomas que jamás deben ser replicadas en
este mundo, palabras de odio, muerte y desolación.

Soraya y las enfermeras estaban aterradas, el sequito de enfermeras empezaron a tener un ataque
de pánico al darse cuenta que Vosjod había dejado de hablar hace diez segundos, e incluso una
decidió abrir la puerta de la sala, pero fue inmediatamente reprendida por Soraya. Esta le gritó
desde donde estaba, aun se estaba recuperando de su fobia, pero fue cuando oyó a Vosjod toser
que esta recuperó el control de su cuerpo y se aproximó a este con preocupación.

—¿Estás bien? ¿qué te pasó? —pregunta la enfermera intentando no volver a ver a Miranda hasta
que no recuperara una forma sin sangre.

Por su parte, Vosjod vuelve a toser algo de sangre. Las manos de Miranda no han dejado de
sostener la cabeza del mago sino hasta que este haya exhalado sangre de su organismo.

—La información ya ha sido dada, con gusto me la hubiese llevado a la tumba, pero es debido a
tus nobles esfuerzos que decidí al menos advertirte de con quién juegas y qué pasará —comenta
el sátiro entre susurros, este aún posee una masa de sangre liquida cubriendo la totalidad de su
cuerpo, salvo por ojos y labios, se sentía una paz misteriosa en sus palabras.

—Pero no tienes que negarte a vivir, tienes una oportunidad aquí y ahora para rehacer tu vida —
negocia Vosjod con el sátiro, se nota que no está de acuerdo con la muerte del anciano, y al ver
que este no hace más que reír de a pocos por lo que acaba de decir se afinca más en motivos que
sí pueden mantenerle vivo y cuerdo —¿qué pasó con tu venganza?, ¿tan rápido te has de rendir
para no consumar tus ambiciones?

Es debido a estas palabras que Miranda desciende un momento de donde se encontraba levitando
para poder acercar sus labios a los oídos del humano cabello cano.

—En el momento que completaste el contrato de las sombras, en el momento en que ofreciste tu
sangre y mi alma en ritual a esos seres ellos se comunicaron conmigo ¿sabes?, aun lo hacen, viven
en mis oídos, susurrándome, maldiciéndome, detestan que mi alma no será del todo suya, que ya
soy reclamado por un ser de este plano —Miranda ríe un poco ante el oído de Vosjod,
incomodando un poco a este último por el resoplido, pero aun así pudiendo oír el fluir de la sangre
en la superficie de su piel —aun así, al saber quién soy y que hecho les he caído en gracia y me han
contado secretos al oído, ellos viven en una realidad atemporal, para ellos, el pasado, el presente y
el futuro lo viven al mismo tiempo, ¿sabes?, por eso lo saben todo, lo ven todo y lo susurran todo,
al menos a mí; me han dicho la vida de todos y todo, y lo más importante, me han dicho como
terminará la vida de mis enemigos. El mero hecho de saber que sus últimos momentos estarán tan
llenos de sufrimiento y dolor, de desesperación y vacío es mejor que cualquier cosa que podría
realizarles yo….

—Espera, viejo…

—… El saber eso me llena de tanta paz, tanta tranquilidad, que mi alma puede descender al más
oscuro de los fosos y no habrá tortura ni problema alguno, ya que nada podrá perturbar mi
consciencia.

Después de dar estas últimas palabras, este se aleja de Vosjod tomando su posición original, de
repente, desde dentro de él, unas manos etéreas y visibles para todos los presentes como humo,
toman diferentes partes del cuerpo de Miranda y lo desmiembran arrastrando las partes dentro
de sí mismo hasta que ya no queda nada en este plano, todo rematado con la risa de Miranda,
este estaba riendo hasta el final, lo más perturbador de todo no es que este se riera en sí, sino que
su risa fuese la de un abuelo que sonríe de felicidad al recibir a sus nietos en épocas decembrinas
en su hogar, como quien tiene su vida resuelta después de tanto y sólo se dispondrá a esperar a
que la parca venga a por él.

Es justo cuando deja de existir parte alguna de Miranda en este mundo que una ligera brisa del
evento rompe la tela que cubre el orbe devolviéndole la luz a toda la sala de operaciones número
cuatro, dejando a todos en un estado de estupor al notar el estado del cuarto: todo estaba
desordenado y manchado en sangre, pero era sangre ya pútrida, abarcaba la totalidad del suelo e
incluso del techo, que más bien parecía una brea negra la que manaba de este.

Pero todo esto no era lo peor ni lo que hizo que las enfermeras salieran corriendo de la sala
aterradas, vociferando «¡Ni con el curandero Gregorius tuvimos que vivir esto!» mientras huían;
fue que, en las paredes de la habitación, escrito con sangre, se encontraban los nombres y
apellidos de todos y cada uno de los que se encontraban ahí, una lista larga que remataba en sólo
un nombre tachado, el de Cayo Celius Miranda.

Vosjod, que se encontraba a unos pocos centímetros de su paciente con un bisturí en una mano y
un libro en la otra, se quedó anonadado, todo lo que vio y sintió cupo en un minimo espacio de
tiempo, sintió que fueron meses, pero en realidad sólo fue una fracción de minuto.

—Así que ese es el rostro de alguien que ha logrado consumar su venganza… —susurra Vosjod
para sí dejando lentamente los utensilios de sus manos encima de la camilla ensangrentada donde
minutos antes, reposaba el herido consejero real.

Soraya, que no se había podido marchar debido a que sufrió un enorme shock al ver como el
paciente desapareció ante sus ojos, se le queda viendo al humano, pensativo y taciturno como
estaba, preguntándose si lo que acaba de ver le ha perturbado aún más a él.

«Pobre Doctor…»

—¿Do-doctor? —le llama tímidamente para sacarlo del letargo, esta apenas se mantienes de pie
debido a la enorme tensión que siente por estar tan rodeada de sangre —¿Se encuentra bien?

«Se ha de sentir hasta peor que yo por todo esto»

En ese momento Vosjod reacciona y voltea ante las palabras tozudas y nerviosas de la sátira, a
diferencia de lo que esta pensaba, este voltea a verle con un rostro bastante sereno, como si
tuviera un momento de paz interior, como si el festival de la blasfemia de la fue espectador le
abriera las puertas al nirvana.

—Claro, estoy bien —contesta secamente con una leve sonrisa en su rostro, tan pequeña que es
apenas perceptible, pero que, a rasgos generales, demuestran la paz que ella tanto ve en él —Ven,
te ayudo a que salgamos de aquí.

Vosjod le ofrece su mano como apoyo para salir de la sala, ella le acepta, pero no puede dejar de
mirarle a la cara, su rostro posee algo casi hipnótico y a su vez escalofriante, ella no desea
mantenerse ni un segundo más a su lado mientras que su cuerpo continúa su andar junto a él,
luego de limpiarse los zapatos (o pesuñas en el caso de la satira), incluso le sigue en el pasillo.

—Si lo que te preocupa es por la limpieza de la habitación, antes de salir dejé un conjuro de
limpieza de la sala, se activará a los quince minutos que la abandonemos y la dejará inmaculada
para las siguientes operaciones —aclara Vosjod sin que Soraya haya dicho algo primero.

—Entiendo señor, pero no me preocupa eso en realidad, digo, sí lo hace, pero no es mi


preocupación principal, ¿sí me entiende? —comenta la pequeña sátira pensando en el enredo que
ella misma se generó.
—Entonces, ¿qué es lo que genera esa expresión tan angustiante en tu rostro?, siento que
quisieras preguntarme mil cosas —pregunta Vosjod viéndola de reojo, su rostro se encuentra más
serio que de costumbre y eso inquieta un poco a Soraya.

—Es que yo….

La pequeña satira deja de caminar, necesita encararlo, siente que si no lo hace de esta manera no
podrá volver a mirarlo a los ojos.

—¿Qué ocurre? —pregunta Vosjod deteniéndose.

—Quería saber qué fue lo que ocurrió con el convicto Cayo Celius miranda, quiero saber qué fue lo
que usted vio ahí dentro, Dr. Zmeya —pregunta finalmente la centaura en su forma bípeda,
pareciera que le costaba afrontar sus problemas de frente, pero ahora siente entre el alivio de
hacerlo y la ansiedad de la respuesta.

El humano no hace más que verla, examinando su interrogadora de arriba para abajo cual escáner,
después de hacerlo sólo se limita a reír un poco en tono de superioridad y se dispone a
contestarle.

—Vi la cura para el caso de la capitana Agatha, niña —dice de manera muy despreocupada —
Miranda sacrificó su vida para poder darme esa información, no podía salvarle así que hizo lo que
pudo para que la salvara.

Soraya mostro alegría y alivio ante la noticia y siguió a Vosjod ya más tranquila con respecto a
algunas cosas, pero sin convencerse del todo, cosa que le pasó factura más adelante.

Mientras caminaba al lado de su enfermera/asistente, Vosjod no podía sentir un escalofrío al


recordar una de las infinitas charlas que tuvo con Miranda en esa conexión, donde ambos fueron
uno en mente por apenas unos segundos mortales.

«—Imposible que todo esto sea verdad —» comenta Vosjod incrédulamente al Miranda de pie
junto a él.

«—Queda de tu parte creerme o no, igualmente no gano nada con mentirte —» confiesa Miranda
encogiéndose de hombros muy confiadamente, incluso se da el tupé de sonreír levemente.

«—Pero es que no tiene sentido, ¿cómo es posible que nadie más sepa esto? —» pregunta Vosjod
desconcertado ante el acertijo que le plantean las confesiones de Miranda.

«—Es obvio que sólo lo conocen quienes lo vivieron, aunque muchos de ellos no ven el panorama
entero que veo yo, pues nunca se los he contado a ellos —confiesa el sátiro dando pasos cortos
con mucha confianza frente al humano —Sólo se lo he contado a quienes me interesa que lo
sepan, esos seres sólo han sido tres.»

«—¿Sólo tres?, ¿Quiénes son ellos?»


«—Obviamente uno de ellos eres tú, naturalmente —se explaya el sátiro con bastante deleite en
sus palabras —el segundo sería el antiguo esposo de la difunta princesa Iberia…»

Vosjod le observaba preguntándose si entonces él sí conspiró contra el rey Cesar, pero su


curiosidad era saber quién era el tercero.

«—Y el último fue un jovencito que me iba a visitar a la Perla donde me mantenían cautivo, me
llevaba comida y hasta me torturaba cada poco que podía —comenta el sátiro embelesado en sus
recuerdos mientras que uno de ellos toma escena frente ellos, mostrando exactamente lo que
Miranda comentaba —Ese jovencito una vez se confesó ante mi como Quirón, y fue curioso
cuando descubrió que realmente se llamaba Quirón Bolívar…»

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