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(Oseas 6:3)
La expresión “lluvia temprana” y “lluvia tardía” muchas veces escapa a la
comprensión. Estos términos son frecuentemente usados en la Biblia
para hacer alusión al derramamiento del Espíritu Santo como agente
regenerador sobre los creyentes.
Aprendiendo de la naturaleza
En cualquier punto del planeta tierra, las temporadas de lluvia son
determinantes para la agricultura. Además de las lluvias en su
correspondiente estación habitual del año, había dos precipitaciones muy
esperadas por los hombres encargados de la plantación.
terreno inculto, desarraiga las raíces de las malas hierbas, y una vez
para la cosecha.
No hubiera tenido sentido alguno orar a Dios para que mande la lluvia
tardía antes de haber recibido la lluvia temprana, o peor aún: antes de
haber preparado el terreno y antes de haber hecho la siembra. Pues, si
la lluvia temprana no había hecho crecer el fruto en su estación habitual,
la lluvia tardía no podía hacer madurar el fruto “por arte de magia”!
Tanto la naturaleza como el sentido común nos enseñan que únicamente
el terreno que había sido preparado, sembrado, que se había beneficiado
con la lluvia temprana, podía beneficiarse con la estación de la lluvia
tardía.
Entonces, ¿cómo es que hoy en día la gente quiere orar por la lluvia
tardía sin haber pedido y haber recibido la lluvia temprana? ¿Cómo es
que la gente quiere orar por la lluvia tardía cuando el terreno ni siquiera
ha sido preparado para la siembra?
A los hombres religiosos les gusta leer textos, pero no les gusta leer
los contextos. Si los hermanos, verdaderamente quisieran estudiar, al
leer este capítulo de Testimonios para los Ministros se encontrarían con
la siguiente declaración de la sierva del Señor:
HAp pg. 44.3 – “Es cierto que en el tiempo del fin, cuando la obra esté
por terminar, los fervientes esfuerzos realizados por los consagrados
creyentes bajo la dirección del Espíritu Santo irán acompañados por
manifestaciones especiales del favor divino.