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Homilía de Guadalupe

En este Domingo de lluvia, tenemos una razón para estar alegres, y es que es el día de Nuestra Madre. Además, es el día
en que las lecturas nos invitan a estar alegres, es el Domingo de Gaudete. La invitación a la alegría se repite en todos
textos bíblicos.

La alegría ¿Por qué estamos alegres?

Podemos tener muchos motivos para estar tristes, pero hoy un motivo más grande para estar alegres. Y eso debemos
mirar hoy, pero mirar con el corazón… Ciertamente que la cuestión de la alegría implica una dimensión humana porque
es un estado de ánimo, y en este sentido es fluctuante. Pero también implica una dimensión espiritual, porque en la
ceguera espiritual no podemos mirar a Aquel que es la razón de la verdadera alegría.

Dice la primera lectura “Alegrence, Regocijense”, pero ¿Por qué? Dios ha quitado el peso de la sentencia (es decir, no
puede reinar la culpa en nuestra vida antes Dios, él nos perdona) y “yo estoy en medio de ustedes”, “mi amor los
renueva”. Todo ello es un motivo para alegrarnos…

La historia de Guadalupe, más motivos para estar alegres

Todos conocemos la historia de la aparición de la Virgen de Guadalupe, Patrona de América. A san Juan Diego, se le
aparece María y le pide, según el relato más antiguo que tenemos de la época el “nicanopahua”, que le construya una
iglesia, las palabras precisas son “quiero que se me construya una casita, para mostrar a mi hijo”. Sabemos cómo sigue la
historia, el obispo Zumarraga no le cree, le pide un signo, la virgen le pide que recoja unas flores que no crecían en esa
época del año y en la tilma donde Juan Diego tiene las flores, queda estampada su imagen.

La historia nos habla en primer lugar de amor de María, en segundo lugar, de como ella es capaz de hacer florecer
aquellas que parece que no florecen, y en tercer lugar María quiso quedarse con una figura mestiza para expresar que
nos comprende que nos conoce. Esos son motivos para estar alegres, que recordamos hoy y que no debemos olvidar.

El recurso a la alegría, no puede ser solo una cuestión abstracta

María quería algo concreto “construir allí un templo” es decir, hacer una obra que hable de Jesús. El evangelio de hoy
también está atravesado por algo concreto ¿Qué debemos hacer? Las cosas no cambian solo porque pensamos que
deberían cambiar sino cuando hacemos algo.

En este tiempo de adviento, en este tiempo de fiesta, es fundamental la pregunta ¿Qué debemos hacer? ¿Qué debo
hacer? Pero es una pregunta para rezar, para responder en la oración no para que yo les dé una respuesta. En el
evangelio las respuestas son variadas según las personas pueblo (ser generoso), publicanos (no cobrar más de la cuenta)
soldados (no extorsionar). ¿Qué debemos hacer? No que deben hacer los demás, que debe hacer el Papa, el presidente,
etc. Cada uno dará cuenta a Dios de su vida, la pregunta es “yo que debo hacer” …

Pero insisto es una pregunta que no brota de un mandato moral exterior, sino de un deseo interior al saberse amado, al
saberse perdonado, al saber que Dios está en medio nuestro. ¿Qué debo hacer para vivir en su presencia? ¿Qué debo
hacer para vivir en su alegría? ¿Qué debo hacer para vivir en él la vida?

Que, en este Día, Nuestra Madre nos ayude a acercarnos a Jesús de verdad, en él Dios quita la culpa que nos pesa, en él
Dios está en medio nuestro. Que hoy podamos descubrir que María por el amor que nos tiene se hizo presente para
darnos lo más grande que puede darnos, que es la presencia de su hijo. Que desde esta certeza brote de nosotros esa
pregunta ¿Qué debo hacer Señor para vivir en tu alegría?

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