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SALA PENAL - TRIBUNAL SUPERIOR

Protocolo de Sentencias
Nº Resolución: 76
Año: 2021 Tomo: 3 Folio: 758-775

EXPEDIENTE: 2959476 - - HEREDIA, MARTHA ALICIA - CAUSA CON IMPUTADOS

SENTENCIA NÚMERO: SETENTA Y SEIS


En la ciudad de Córdoba, a los quince días del mes de marzo de dos mil veintiuno, se
constituyó la Sala Penal del Tribunal Superior de Justicia, presidida por la señora
Vocal doctora Aída Tarditti, con asistencia de los señores Vocales doctores Sebastián
Cruz López Peña y María Marta Cáceres de Bollati, a los fines de dictar sentencia en
los autos “HEREDIA, Martha Alicia p.s.a. homicidio calificado por el vínculo -
Recurso de Casación-” (SAC 2959476), con motivo del recurso de casación
deducido por el abogado José Luis Abrile en su carácter de defensor de la imputada
Martha Alicia Heredia, en contra de la Sentencia número ciento setenta y seis, del
veinticuatro de noviembre de dos mil diecisiete, dictada por la Cámara en lo Criminal
y Correccional de Segunda Nominación de la ciudad de Río Cuarto.
Seguidamente la señora Presidente informa que las cuestiones a resolver son las
siguientes:
1) ¿Se encuentra debidamente fundada la sentencia cuestionada?
2) ¿Es procedente el cese de prisión preventiva incoado?
3) ¿Qué resolución corresponde dictar?
Los señores Vocales emitirán sus votos en el siguiente orden: Doctores Aída Tarditti,
Sebastián Cruz López Peña y María Marta Cáceres de Bollati.
A LA PRIMERA CUESTIÓN

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La señora Vocal doctora Aída Tarditti dijo:
I. Por Sentencia nº 176, del 24 de noviembre de 2017, la Cámara en lo Criminal y
Correccional de Segunda Nominación de la ciudad de Río Cuarto integrada con
jurados populares, en lo que aquí interesa, resolvió: “Por unanimidad, declarar a
Martha Alicia Heredia, de condiciones personales ya relacionadas, autora material y
penalmenteresponsable del delito de homicidiocalificado por el vínculo (art. 80 inciso
1 y 45 del CP), eimponerle para su tratamiento penitenciario la pena deprisión
perpetua, accesorias de leyy costas(…). II) Hacer lugar al pedido de cesede prisión
preventiva peticionado por el señor Representante del Ministerio Público Fiscal y en
consecuencia no hacer lugar a lo peticionado por el abogadodefensor, Dr. Abrile,
ordenándose la inmediata detención de Martha Alicia Heredia, ya filiada, quien
deberá permanecer alojada en el EstablecimientoPenitenciario nro. 6 a laorden y
disposición de esteTribunal (…)” (f. 533 vta.).
II. En contra de la resolución en cuestión interpuso recurso de casación el abogado
José Luis Abrile, invocando el motivo formal de la vía procesal esgrimida (art. 468
inc. 2° del CPP).
1. En forma liminar, recordó que durante el debate se solicitó la absolución de su
asistida Heredia, por considerar que había sido víctima de una agresión ilegítima por
parte de su conviviente la cual no había provocado, y que empleó un medio racional
para impedir o repeler dicha situación. En definitiva, se manifestó que la imputada
actuó en legítima defensa propia y esto en coincidencia con la defensa material que
desarrolló la sindicada al momento de declarar cuestión que, de manera alguna, fue
desvirtuada.
Afirmó que la sentencia condenatoria dictada en autos es producto de una
inobservancia de las reglas de la sana crítica racional, con respecto a elementos
probatorios de valor decisivo, puesto que se omitió analizar prueba dirimente para el

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resultado de la causa, como los testimonios de Juan Pablo Fusero y José Luis Rivarola
puesto que ambos testigos que se entrevistaron con Tomas Benites (nieto del fallecido
y de la imputada) a escasos minutos del suceso, dieron cuenta de la agresión ilegítima
de que fue objeto la imputada.
Alegó que de las deposiciones de los testigos citados precedentemente surgió lo
siguiente, a saber: a) que los abuelos Juan Alberto Rivarola y Martha Alicia Heredia
tuvieron una discusión, b) que Rivarola se volvió loco y que tuvo la intención de
pegarle a la primera, c) que su asistida intentó “sacarse de encima” a su pareja, lo que
clara y lógicamente indicó que el fallecido se abalanzó para pegarle, d) que la
imputada ante esa situación tocó a Rivarola con un cuchillo que había tomado, lo que
le ocasionó a este un pequeño corte por el cual perdió mucha sangre.
Arguyó, por otra parte, que Tomás Benites fue testigo presencial de lo ocurrido puesto
que, por un lado, brindó información detallada y precisa de lo acontecido a los pocos
minutos del desenlace, lo cual se vio corroborado por los testimonios de su hermano
mellizo Kevin Benites, por el de su madre Mercedes Soledad Rivarola, por Alberto
Alejandro Mussi, Rubén Ocanto, Zulma Alejandra Zabala y Rosa María Aguilera, y
por otro lado, porque el horario del suceso coincide con la presencia del mentado
testigo en el lugar y las diferencias entre lo declarado por ambos mellizos.
Sostuvo que en la sentencia se omitió considerar las agresiones anteriores sufridas por
su asistida a manos del occiso en varias ocasiones y desde muchos años atrás, más aún
cuando Rivarola ingería alcohol lo cual conducía a episodios de violencia,
circunstancias en que la hija de ambos Mercedes Soledad Rivarola debía intervenir.
Recordó que los episodios de violencia en contra de Heredia por parte de su pareja
también fueron relatados por otros de los hijos de la pareja, es decir Marcos Mauricio
Rivarola. Este testimonio tampoco fue analizado, siendo que el deponente sostuvo que
su padre era una persona difícil, que de la “puerta para adentro levantaba la voz e

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incluso se alcoholizaba y era agresivo”, que “zamarreaba a su madre” por lo que él lo
esperaba despierto en su habitación para que ello no suceda.
Afirmó que lo aducido en los párrafos que anteceden permite demostrar,
fundadamente, que el día del suceso al verse frustradas las intenciones de ir al campo
del señor Boccetto a carnear chanchos por la lluvia caída el día anterior, es que
Rivarola se puso “loco”, irritado, por lo que agredió a Heredia quien solo intentó
disuadirlo para que no fueran al lugar mencionado, ya que no era posible traer los
animales a su casa por el barro.
En otras palabras, la imputada sufrió una agresión ilegítima de mayor entidad que las
anteriores, lo que condujo a defenderse ante la imposibilidad de solucionar
pacíficamente la misma como lo hacía habitualmente, esto sin olvidar que dichas
circunstancias (su actitud defensiva ante la agresión) fue corroborada por la médica
forense Ana Laura Peiovich (f. 544), lo cual demuestra lo carente de asidero de lo
expuesto en la sentencia.
Arguyó que, si bien, el difunto agredió ilegítimamente a su asistida no portando
elemento alguno y que sus contexturas físicas eran similares, no puede obviarse que el
primero era una persona cinco años menor que su representada y que, diariamente,
realizaba tareas laborales que exigían esfuerzos físicos, tales como cortar el césped o
leña en este caso utilizando una motosierra, carnear anímales, etc., es decir, se trataba
de una persona físicamente fuerte.
Esto demuestra, a su parecer, que la conducta de repeler la agresión ilegítima que
sufrió con un cuchillo no lució desproporcionada, sino lo contrario, máxime si el
cuchillo no fue dirigido a una zona que el común de las personas considere vital
(cuello, abdomen o tórax), sino que solo se produjo un corte lineal de tres centímetros
en la zona de la ingle. Citó doctrina que hace a su parecer a la que me remito por
razones de brevedad (f. 546). Recordó que en la sentencia objeto de embate se

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descartó la producción de una agresión ilegítima en perjuicio de Heredia, puesto que
ningún vecino escuchó que la amoladora se encontraba en funcionamiento al momento
del suceso o la existencia de una discusión, o que la misma no presentó ninguna lesión.
A su entender, lo postulado sobre los primeros dos aspectos careció de asidero toda
vez que por más que ello sea verdad (que nadie escuchó nada), no puede por ello
inferirse con certeza que la agresión no existió, máxime si el hecho ocurrió en el
interior de la vivienda a las siete de la mañana, no existiendo una pericia o
reconstrucción del suceso que permita sostener científicamente que el ruido en
cuestión podía ser escuchado desde el domicilio de los vecinos.
Sostuvo que la segunda premisa argüida en la resolución (su asistida no presentó
lesión alguna) para descartar la agresión ilegítima en su contra supuso, precisamente,
un error esencial de la sentencia, puesto que la legítima defensa tiende a evitar,
precisamente, que la agresión ilegítima produzca sus consecuencias.
Alegó, por otra parte, que en el fallo en cuestión se le reprochó a su representada que
no se retiró de su domicilio mientras podía. A su parecer, dicho cuestionamiento
implicó, por un lado, la admisión de que la imputada fue objeto de una agresión
ilegítima y, por otra parte, un contrasentido puesto que de aceptarse dicha hipótesis no
tendría razón de ser el instituto de la legítima defensa, no siendo necesaria la
legislación sobre violencia familiar, ya que bastaría con decirles a las personas que al
estimar o suponer una agresión deben huir del lugar.
Arguyó que la existencia de discusiones previas entre la imputada y su pareja no
constituyó el móvil o motivo para la comisión del suceso, puesto que dicha afirmación
desconoce la personalidad de la encartada y el afecto mutuo que la pareja se
dispensaba, en especial que Heredia se preocupaba o cuidaba la salud del difunto esto
corroborado por múltiples testigos (ver ff. 548/549).
Por todo ello entendió que el accionar de su asistida se enmarcó en el ámbito del

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instituto de la legítima defensa (art. 34 inc. 6° del CP), o en su caso en lo previsto por
el art. 35 del mismo cuerpo legal.
2. Continuando con su relato y bajo el epígrafe “2do. Agravio” recordó que durante el
debate solicitó la absolución de su asistida, al considerar que en autos no se había
acreditado el dolo homicida con que supuestamente actuó la misma por lo que, en
forma subsidiaria a lo solicitado en apartados anteriores, entendió que el accionar de
Heredia se enmarcó en el ámbito del homicidio preterintencional.
Luego de describir posturas doctrinales y jurisprudenciales que hacen a su parecer (f.
550 y vta.), manifestó que en la sentencia objeto de embate se omitió valorar las
características de la herida que sufrió Rivarola como la ausencia de medios idóneos
para tratarla.
Arguyó, en tal sentido, que la médica forense Ana Laura Peiovich afirmó durante el
debate que las heridas homicidas producidas por arma blanca, tienden a ser dispersas y
plurales y no sobre una zona específica, afectando en general el abdomen o el torso de
la víctima. En otras palabras, cuando una persona posee un real dolo homicida y porta
un arma blanca –salvo que sea un experto cirujano o profundo conocedor de la
anatomía humana- procede a aplicar a su víctima múltiples puñaladas en distintas
partes del cuerpo, y no un único corte de solo tres centímetros en la zona de la pierna.
Alegó que la experiencia común indica que constituye un resultado improbable o
extraordinario que una persona pierda la vida, producto de un corte de tres centímetros
de longitud en la pierna, todo lo cual demuestra que la muerte de Rivarola lo fue sin
ninguna intención y conocimiento por parte de su asistida, esto sin olvidar que en
autos se omitió valorar que en el pueblo pequeño donde ambos convivían no existían
medios para tratar la herida en cuestión.
Afirmó que únicamente médicos, paramédicos, enfermeros o personas con
conocimientos específicos sobre la anatomía humana pueden conocer que en el sector

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de la ingle transita una de las principales arterias del cuerpo (femoral), de tan solo un
centímetro de ancho, y que en caso de lesionarse la misma y de no poder controlarse la
hemorragia por carecer de medios para ello, la persona sucumbiría en pocos minutos
desangrada.
Recordó, en tal sentido, que su asistida no finalizó los estudios primarios por lo que
sus conocimientos especiales al respecto se evidencian palpables. Afirmar, como se
hizo en la sentencia, que por que ella carneaba porcinos poseía dicha sapiencia implicó
violar todo razonamiento lógico y el sentido común.
Arguyó que en la resolución se hizo referencia a la profundidad de la herida producida
como demostrativa del dolo homicida omitiendo considerar, por un lado, que el
médico Gastón Bravo intentó detener la hemorragia suturando la herida, por lo que
resultó imposible conocer cabalmente las características y profundidad de la misma y,
por otro lado, que el fallecido era una persona de baja estatura y un peso aproximado
de 70 kg., y que dichas características suponen conforme lo sostuvo la Dra. Peiovich
en su informe médico obrante a ff. 59/60, que la arteria femoral se encontraba
expuesta a escasos centímetros de la superficie de la piel, por lo que no era necesaria
una herida profunda para afectarla.
Alegó que en autos se omitió considerar que la médica citada en el párrafo que
antecede, adujo que Rivarola presentó una herida de tipo lineal y que la misma supone
“que solamente quiso darle un rasguño con un elemento cortante”, en lo cual también
fue coincidente el Dr. Bravo, todo ello en concordancia con lo afirmado por su asistida
en cuanto a que únicamente fue su intención efectuarle un “rasponcito” a su pareja (f.
554).
Aseveró que en la sentencia en cuestión se efectuó un análisis de la conducta posterior
de Heredia de manera equivocada (v.gr.: la forma en que buscó ayuda, etc.) puesto que
el a quo pretendió exigir a la misma un tipo de comportamiento lógico o razonable

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obviando que se trata de una persona de 67 años de edad, de escasa instrucción y que
acababa de enfrentar al que fue la peor tragedia de su vida.
Afirmó que rompe toda lógica y sentido común la aseveración en el fallo recurrido de
que su asistida tuvo la intencionalidad de matar, debido a que solicitó a sus familiares
más cercanos auxilio o ayuda para su conviviente herido. La contradicción argumental
es evidente puesto que con su accionar demostró todo lo contrario, omitiéndose
considerar, a su vez, que en otra oportunidad cuando Rivarola se lesionó gravemente la
cara con una motosierra, su representada actuó igual, es decir, llamó a su hija
Mercedes Soledad Rivarola y esta fue con el médico.
Recordó, en tal sentido, que se encuentra probado que el difunto al verse lesionado
llamó o intentó comunicarse con su hija, tal como lo hacían siempre que se producía
un accidente o sufría un ataque de nervios, todo lo cual confirma los dichos de Heredia
en cuanto a que como su pareja no pudo comunicarse con la hija de ambos, éste le
solicitó que la fuera a buscar por lo que la imputada salió corriendo a buscarla.
Continuando con su relato sostuvo que tampoco fue veraz lo afirmado en la sentencia
en cuanto que la imputada luego del suceso, se mostró apartada y desinteresada en la
atención de su conviviente. La ausencia de verosimilitud de lo narrado se encuentra,
entre otros aspectos, a que dicha actitud también fue evidenciada por sus hijos, tal vez
porque no tomaron dimensión de la herida de Rivarola al considerar que únicamente se
trataba de un “rasponcito” en la pierna. Brindó otros argumentos referidos a la
temática (v.gr.: que su asistida limpió la sangre del piso, que lo hizo para que las
enfermeras pudieran trabajar tranquilos, que colaboró entregando algodón, preparó los
papeles y un bolso, que lloró cuando tomó conocimiento de que su marido había
fallecido, etc.), todos ellos demostrativos –a su parecer- del actuar colaborativo de
Heredia luego del suceso y de su real padecimiento por la situación, a los que me
remito por razones de brevedad (ff. 557/558).

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Aseveró, por otra parte, que la actuación del Fiscal de Instrucción de encender la
amoladora en la sala de audiencias para que sea escuchada por el jurado popular, no
solo careció de valor alguno ya que no respetó las condiciones de lugar, tiempo y
modo del hecho investigado, sino que además fue un acto desesperado de éste al
advertir que se había omitido realizar una pericia o una reconstrucción del suceso
destinada a sostener uno de sus argumentos principales, que la amoladora no había
sido usada porque ningún vecino la escuchó funcionar de madrugada; lo cual, en
realidad, en la fijación del suceso no resulta para nada trascendente.
Recordó que a su asistida se le endilgó una finalidad de sacar rédito de lo depuesto en
su segunda declaración al no existir testigos del suceso, lo cual es absurdo.
Precisamente, de lo expresado por diversos testigos (Juan Pablo Fusero, José Luís
Rivarola, etc.) se desprende que lo expresado por Heredia en dicha oportunidad
procesal fue confirmado con el resto de los elementos de prueba. Reiteró diversos
argumentos vertidos con anterioridad a los que me remito por razones de brevedad (ff.
559 vta./561 vta.).
Por otra parte, solicitó se declare la inconstitucionalidad de la sanción prevista para el
supuesto normado por el art. 82 del CP, es decir de la pena de prisión prevista entre
diez a veinticinco años, por cuanto nunca puede aplicarse una pena superior a quien,
con el propósito de causar un daño en el cuerpo o en la salud, produce la muerte de
una persona cuando el medio empleado no debía razonablemente ocasionarla, que a
aquella persona que dolosamente busca la muerte de otra.
A su entender, en el supuesto aludido en el párrafo que antecede el legislador cometió
una clara equivocación, ya que no es racional que quien mató a otro, pero que solo
tenía intención de lesionarlo, reciba una pena mayor que aquella persona que si tuvo
dolo o intención de dar muerte a otra persona.
Concluyó solicitando se haga lugar al presente recurso, revocándose la sentencia

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objeto de embate disponiéndose, a su vez, la inmediata libertad de su asistida (ff.
539/564).
III. El recurrente ha cuestionado la sentencia en cuanto a la conclusión acerca del
modo de participación de la imputada Martha Alicia Heredia, en el homicidio de su
pareja Juan Alberto Rivarola.
Aludió específicamente, por un lado, a lo erróneo del rechazo de la actuación de su
asistida en un obrar justificado en el marco de la legítima defensa, producto de la
agresión efectuada por el occiso y, por otro lado, en forma subsidiaria, a la ausencia de
admisión de que el accionar de su representada se encuadró en el supuesto de un
homicidio preterintencional, pues nunca se pudo acreditar el dolo homicida.
Como es factible inferir, los planteos articulados por el defensor se excluyen entre sí,
pues la admisión de un actuar justificado por legítima defensa conforme el ilícito
atribuido, supone la realización de un hecho típico, aunque no antijurídico por la
imputada (reacción) y la comprobación de un actuar doloso (entre otros requisitos) en
el homicidio calificado endilgado. Ello conduciría, de comprobarse los restantes
requisitos a tales fines, a la ausencia de punición de la conducta atribuida.
Frente a ello, el restante agravio (carencia de dolo homicida y configuración de una
conducta preterintencional) implicaría la aplicación de un supuesto de homicidio
atenuado pero punible.
De esta manera, el orden de prelación de los agravios articulados conforme lo argüido
precedentemente, es el que se seguirá en los apartados que siguen, pues la admisión
del primer supuesto –en su caso- supondrá la exclusión de análisis del restante. Ello
así, aún en la hipótesis de exceso en la justificación argumentada subsidiariamente por
el recurrente, ya que si esto se admite carecerá de interés (CPP, 443). En efecto, la
pena prevista para el homicidio preterintencional cuando concurren los vínculos entre
autor/a y víctima previstos por el art. 80 inc. 1º, CP (10 a 25 años, art. 82), es mayor

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que el contemplado para el exceso en las justificaciones (art. 35 CP), que es la pena
del homicidio imprudente (1 a 5 años, art. 84 CP). En suma, solo el rechazo de estas
alternativas, habilitará el interés en analizar el agravio acerca de si se trata de un caso
de homicidio preterintencional.
IV. Los aspectos medulares esgrimidos por el a quo en la resolución cuestionada, que
se relacionan con el rechazo de la hipótesis defensiva de la legítima defensa fueron los
siguientes:
a. Del conjunto de los testimonios vertidos por Antonia Rosa Rivarola y Alberto
Alejandro Mussi, sumado a la confesión –extrajudicial- de Martha Alicia Heredia en
cuanto a que había “punteado con el cuchillo a su concubino” y lo declarado por José
Luis Rivarola, Juan Pablo Fusero y Tomás Benites (nieto de la imputada), fue factible
afirmar (con certeza) que la sindicada dio muerte a su concubino, y no como pretendió
instalar que su fallecimiento se produjo afilando un cuchillo (f. 521 vta.).
b. Que las agresiones del occiso en relación a la encartada “fueron solo verbales
–consistiendo en insultos- pero no físicas, razón por la cual mal podría entenderse que
la prevenida sintió efectivo temor derivado de la previa discusión mantenida
inmediatamente antes del suceso”, esto sin olvidar que Heredia no era una persona
temerosa y “que no le tenía miedo” a su pareja (ff. 523 vta./524).
c. Que si bien la víctima se alcoholizaba ello lo efectuaba cuando salía a los bares
(testimonio del hijo Marcos Mauricio Rivarola), razón por la cual mal podría
“entenderse que (la víctima) se pudo encontrar alcoholizado en el momento del suceso,
ya que este ocurrió a primera hora de la mañana y (el damnificado) recién se había
levantado” (f. 524).
d. El anoticiamiento del suceso efectuado a la autoridad policial en forma tardía,
sumado a que la imputada en un primer momento sostuvo que todo se trató de un
accidente doméstico y la “manipulación del lugar de acaecimiento” por esta, adquieren

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particular valor indiciario en orden a la hipótesis acusatoria (f. 525).
e. La posible motivación de la encartada se podría haber encontrado en la reiteración
de peleas o discusiones que habría mantenido con el ofendido desde hacía dos días
antes del suceso –indicio de móvil delictivo- (f. 525 vta.).
f. Las indicativas actitudes posteriores desarrolladas por la imputada, consistentes en la
concurrencia a la casa de su hija Mercedes Soledad Rivarola (distantes a unas seis
cuadras de la propia) en lugar de solicitar -tal como loindica el sentido común ante la
emergencia debido a la gravedadde la herida y alabundante sangrado- el inmediato
auxilio de sus vecinos más próximos o, fundamentalmente, al médico local (quien vive
a una cuadra y media de su domicilio). Todo ello puso de manifiesto la nítida
intención de mantener oculto el suceso efectivamente cometido, ello sin olvidar la
actitud desinteresada de la imputada frente a su pareja que se estaba desangrando en
ese momento -indicio de actitud sospecha- (ff. 525 vta./526).
g. Que la posición exculpatoria brindada por la sindicada se mostró inverosímil, por
ejemplo, cuando declaró que tuvo miedo respecto de la conducta de su concubino
producto de la discusión por el lapso de quince minutos que mantuvieron. Pues si ello
hubiese sido real aquella habría tenido “sobrado tiempo para retirarse del domicilio
que ocupaba con el occiso Rivarola por la otra puerta de su vivienda (…), con lo que
habría neutralizado el peligro que ella aseveró sentir en la ocasión” (ff. 528 vta./529).
h. La sindicada conocía perfectamente que asestando una puñalada con una cuchilla
con hoja de acero de 20 cm. de largo aproximadamente, le causaría una herida
profunda a su concubino, y más aún que con la fuerza utilizada le “introdujo la hoja
del puñal aproximadamente unos seis centímetros”. Conforme la experiencia común y
más aún en el caso de la imputada que carneaba chanchos con la víctima, ella sabía
perfectamente o al menos debía representarse, que el desangrado de una persona
indefectiblemente acarrearía su muerte y, pese a ello, lejos de asistirlo salió de la

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vivienda supuestamente a pedir auxilio, pero no lo hizo al vecino ni al médico cercano
(f. 530).
V. Para realizar el análisis de la postura defensiva planteada en la sentencia objeto de
embate, es dable explicitar determinadas premisas que suponen el andamiaje necesario
en que se asentará el estudio aquí pretendido y que permitirán brindar, a la postre, una
conclusión concienzuda respecto de las cuestiones traídas a consideración.
La imputada en la segunda declaración que efectuó y en otras oportunidades en el
proceso, y su defensa técnica, adujeron a una situación que, según su pretensión,
configuraría una actuación en legítima defensa ante una agresión ilegítima de su pareja
de quien era víctima de violencia.
En esta temática es dable traer a colación lo sustentado recientemente por esta Sala
Penal en la S. n° 507, de fecha 12/11/2020, en los autos: “López, Anita Quirina
p.ss.aa. homicidio calificado por el vínculo –Recurso de Casación-”, pues las temáticas
allí analizadas guardan estrecha vinculación con las cuestiones traídas a consideración
en la presente causa.
Precisamente, en los autos referenciados se adujo –entre otras consideraciones- lo
siguiente:
1. El Comité de Expertas del Mecanismo de Seguimiento de la Convención de Belém
do Pará (MESECVI), en la Recomendación General N° 1 sobre legítima defensa y
violencia contra las mujeres de acuerdo al artículo 2 de la Convención (
https://www.oas.org/es/mesecvi/docs/MESECVI-CEVI-XV-doc.249-ES.pdf), destacó
que: “muchas mujeres que han terminado con la vida o han provocado una lesión a sus
agresores al ser víctimas de agresiones ilegítimas en el ámbito de sus relaciones
interpersonales” han sido responsabilizadas.
Por la complejidad de estas situaciones, el organismo convencional ha recomendado
que “se aplique la perspectiva de género y un adecuado análisis contextual de la

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situación en la que ocurrió el caso en concreto, en miras a dar cumplimiento a las
obligaciones internacionales de los Estados en materia de derechos humanos de las
mujeres” y que se incorporen “estándares internacionales en la valoración de la prueba
en casos que involucren violencia contra las mujeres, incluyendo en cuanto a los
testimonios de las mujeres víctimas”.
En casos en que se alegue por parte de la mujer haber sido víctima de violencia de
género, deben cumplirse con ciertos estándares específicos y genéricos para que la
fundamentación de la sentencia resulte válida.
2. Deber de actuarcon debida diligencia: En un proceso en el que la mujer acusada
alegue haber sido víctima de violencia, como sucedió en el caso, existe una obligación
estatal conforme al art. 7, b), de la Convención de Belém do Pará de «actuar con la
debida diligencia para prevenir, investigar y sancionar la violencia contra la Mujer”.
Se trata de una obligación de “iniciar ex officio y sin dilación, una investigación seria,
imparcial y efectiva una vez que tomen conocimiento de los hechos que constituyan
violencia contra la mujer” (Caso Veliz Franco y otros Vs. Guatemala. Excepciones
Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 19 de mayo de 2014,
Cuadernillos de jurisprudencia Corte Interamericana de Derechos Humanos n° 4:
Género, p. 65, http://www.corteidh.or.cr/sitios/libros/todos/docs/genero1.pdf).
La Recomendación General n° 1 de MESECVI ya citada, incluye el deber de debida
diligencia del mismo modo como lo ha considerado la jurisprudencia de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos, entre las advertencias formuladas para una
perspectiva de género en la investigación y juzgamiento de delitos en los casos de
mujeres acusadas de dar muerte a su pareja. La Corte Suprema de Justicia de la
Nación, al remitirse al Dictamen de la Procuración General, ha hecho suya esta
exigencia también en estos casos del deber de debida diligencia (“R,C E s/ recurso
extraordinario de inaplicabilidad de ley en causa n° 63.006”, CSJ 733/2018/CS1).

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3. Criterio de amplitudprobatoria conforme a la perspectivade género: La Ley
nacional 26.485 de adecuación de la legislación interna a la Convención de Belém do
Pará, incluyó el principio de la amplitud probatoria en materia de violencia de género
en consideración a las características propias de la violencia de género. Este principio,
se fundamenta en que en la generalidad de los casos la violencia no transita a la luz de
testigos, ni es sencilla la recolección de cierta clase de evidencias, y muchas víctimas
tampoco han realizado denuncias previas.
El principio de amplitud probatoria incorpora la perspectiva de género, dado que sin
él, muchos casos de violencia en contra de mujeres culminarían en la impunidad de los
agresores o, en condenas injustas a las mujeres que aleguen esta eximente o atenuante,
si se mantuviese invisibilizado que, por las características del fenómeno, se presentan
dificultades para obtener determinada clase de evidencias –por ejemplo, testigos,
denuncia previa-.
Este criterio ha sido aplicado por la Sala Penal en precedentes en contra de imputados
varones por violencia contra la mujer (TSJ, Sala Penal, “Agüero”, S. n° 266,
15/10/2010; “Sosa”, S. nº 28, 11/3/2014; “Díaz” S. n° 158, 23/6/2016; “Flores”, S. n°
103, 7/4/2017; “Oviedo”, S. n° 182, 26/5/2017; “Díaz González”, S. n° 194; 1/6/2017;
“Luna”, S. n° 268, 23/6/2017; “Vilches”, S. n° 315, 2/9/2017; “Leiva”, 437,
2/10/2017; “Suárez”, S. n° 457, 18/10/2017; “Aragallo”, S. n°14, 16/2/2018;
“Quiñonez”, S. n° 86, 9/4/2018; “Carnero”, S. n° 135, 24/4/2018; “Barrionuevo”, S. n°
145, 8/5/2018; “Juncos”, S. nº 161, 14/5/2018; “Juncos”, S. nº 161, 14/5/2018;
“Alfonso”, S. n° 216, 22/6/2018; “Flores”, S. n° 307, 3/8/2018; “Montaño Martínez”,
S. n° 310, 3/8/2018; “Suárez”, S. n° 388, 18/9/2018; “Romero”, S. n° 412, 12/10/2018;
“Campos”, S. n° 344, 24/7/19; “Salas”, S. n° 358, 31/7/2019), y, desde luego, es
extensible a los casos de mujeres acusadas por delitos en contra de sus parejas que
aleguen ser víctimas de violencia de género, porque por lo menos hasta que una

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sentencia fundamentada en forma legítima lo rechace, reúnen la doble condición de
imputadas y de víctimas.
Es el entendimiento que ha adoptado la Corte Suprema de Justicia de la Nación al
remitirse al Dictamen del procurador (“R, C E s/ recurso extraordinario de
inaplicabilidad de ley en causa n° 63.006”, CSJ 733/2018/CS1).
Esa interpretación se encuentra recogida en la Recomendación General n° de
MESECVI, acerca de la valoración de las pruebas con perspectiva de género
atendiendo a “la necesidad de reconocer la existencia de una situación estructural de
discriminación hacia las mujeres, que les impide gozar de sus derechos en pie de
igualdad con los hombres” y que ella demanda de considerar la centralidad del relato.
En tal sentido, “la declaración de la víctima es crucial”, y “no se puede esperar la
existencia de medios probatorios gráficos o documentales de la agresión alegada”,
aunque “se debe hacer todo lo posible para colectarla, puesto que la misma puede tener
un papel importante en las investigaciones”.
En la valoración de las pruebas se deben considerar entonces estas particularidades y,
también, evitar estereotipos de género, que es un modo de discriminación que viciará
la legitimidad de la fundamentación.
Las investigaciones victimológicas muestran datos que develan la inexactitud del
pernicioso estereotipo que la “buena” víctima siempre es pasiva y nunca trata de
defenderse (WALKER, Lenore E.A., “Cuando la mujer golpeada se convierte en
acusada”, Violenciafamiliar/conyugal, Serie Victimología nº 8, Dirección Hilda
Marchiori, Encuentro Grupo Editor, Córdoba, 2010, ISBN 978-987-432-479, p. 11 a
31). Por el contrario, la “pasividad” de las mujeres generalmente proviene porque
“aprenden que las lastiman más cuando intentan defenderse, pero a veces se arriesgan
a reforzar su autoestima vacilante”, (aut. y pub. cit. 16, 17).
Como lo ha sostenido esta Sala Penal (TSJ, Sala Penal, “Romero”, S. n° 412,

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12/10/2018; “Ortíz”, S. n° 475, 15/11/18; “Campos”, S. n° 344, 24/7/2019), la
creación y uso de estereotipos se convierte en una de las causas de la violencia de
género en contra de la mujer, cuando afecta la objetividad de los funcionarios estatales
influyendo en su percepción para determinar si ocurrió o no un hecho de violencia, en
su evaluación de la credibilidad de los testigos y de la propia víctima. Los estereotipos
distorsionan las percepciones y dan lugar a decisiones basadas en creencias
preconcebidas y mitos, en lugar de hechos, lo que a su vez puede dar lugar a la
denegación de justicia. A su vez, cuando el Estado no desarrolla acciones concretas
para erradicarlos, los refuerza e institucionaliza, lo cual genera y reproduce violencia
contra la mujer.
Asimismo, deben evitarse conceptualizaciones erradas por inexpertas acerca que la
violencia para ser tal, no debe ser cruzada y que, si existe, no hay victimización. En tal
sentido, se sostiene que entre los comportamientos violentos en la pareja “siempre
existe una violencia cruzada, la violencia emocional de la mujer hacia su pareja y la
respuesta de él caracterizada como violencia física” (MARCHIORI, Hilda, Los
comportamientos paradojales en la violencia, pub. cit., p. 210).
4. Estándares probatorios y principio in dubio: Cuando la defensa alega que la
acusada de matar a su pareja ha sido víctima de violencia de género y que en este
contexto actuó ella u otro/a en su favor, la existencia de esta situación que podrá
excluir la responsabilidad por justificación o exculpación, o por lo menos podrá
atenuarla (v.gr.: emoción violenta, circunstancias extraordinarias de atenuación), entre
otras posibilidades, no estará sujeta a los mismos estándares probatorios exigibles para
fundamentar una condena.
Fundar una condena requiere que la acusación se encuentre probada con certeza, lo
que es equivalente a afirmar que esta convicción del juez debe ser la máxima posible
según una racional interpretación de las pruebas relevantes. En cambio, una absolución

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no requiere ese mismo estándar, por el principio in dubio (art. 18 CN, art. 8.2 de la
Convención Americana sobre Derechos Humanos y art. 14.2 del Pacto Internacional
de Derechos Civiles y Políticos).
Como ha sostenido con claridad en la doctrina, “la falta de certeza sobre la existencia
del hecho punible conduce a su negación en la sentencia: en cambio, la falta de certeza
sobre la inexistencia de los presupuestos de una causa de justificación, de
inculpabilidad o de impunidad de existencia probable, según el caso, conduce a su
afirmación” (MAIER, Julio B. J., Derecho procesal Penal, T. I, Fundamentos, 2º ed.,
Editores del Puerto, Buenos Aires, 1996, p. 500, en el mismo sentido, CUERDA
RIEZU, Antonio, “La prueba de las eximentes en el proceso penal: ¿obligación de la
defensa o de la acusación?”, InDret2/2014, BARCELONA, abril de 2014, p. 1-18,
http://www.indret.com/pdf/1045.pdf, p. 12).
Esta es la posición de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, al hacer suyo el
Dictamen del Procurador que, en el caso ya citado, sostuvo que “en virtud de las
normas específicas que rigen para los casos de violencia contra las mujeres, frente a
las versiones opuestas (…) el tribunal no podía descartar con certeza la causa de
justificación alegada”, y basándose en el criterio general del precedente en Fallos:
339:1493, concluyó que en tal situación “el in dubio pro reo y la prohibición de non
liquetle imponen al juez inclinarse por la alternativa fáctica que resulta más favorable
al imputado”.
5. Interpretación de losrequisitos de la legítima defensa con perspectiva de género: de
conformidad al Dictamen del Procurador General que la Corte Suprema ha hecho
suyo, se han adoptado las recomendaciones provenientes de MESECVI en la
Resolución General n° 1, ambos anteriormente mencionados, acerca de la necesidad de
incorporar la perspectiva de género en la interpretación de la legítima defensa en los
casos en que las mujeres acusadas la alegan.

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Entre ellas, interesa especialmente que en relación al requisito de la agresión ilegítima,
“la violencia basada en el género es una agresión ilegítima”, respecto de la cual debe
considerarse su característica como un continum para ponderar la inminencia o
actualidad (Resolución General n° 1, B, 2), y para la necesidad de defensa “pues existe
una relación entre la proporcionalidad y la continuidad de la violencia contra las
mujeres en dichas circunstancias” (doc. cit., B.3).
Se reiteró, por otra parte, que el concepto convencional de violencia incluye diferentes
modalidades en las relaciones interpersonales (art. 2 Convención Belém do Pará), sin
requerirse que sean alcanzadas por el derecho penal.
En la jurisprudencia de la Sala, se ha adoptado este criterio convencional para analizar
el contexto a los efectos de verificar el rasgo identitario central de la violencia de
género, consistente en establecer “si la relación autor/víctima puede considerarse como
una vinculación superior/inferior, por la desigualdad real en la que la víctima se
encontraba y en la exteriorización de la posición de poder del varón a través de
violencia de cualquier clase aunque no se subsuma penalmente”, en el que se inserta el
episodio típico (TSJ, Sala Penal, S. n° 140, 15/4/2016, “Trucco, Sergio Daniel p.s.a
amenazas -Recurso de Casación-”). Si bien esta interpretación fue elaborada en torno a
los agresores varones, es válida para los casos como el que se está ahora analizando,
ya que se trata de la interpretación acerca de aquello que es relevante para subsumir
como “violencia de género” un hecho determinado.
Se destacó que el requisito de la necesidad racional del medio empleado (art. 34, 6, b
CP), debe considerarse con el enfoque de género. Como lo ha señalado MESECVI y
ha hecho suyo el Dictamen del procurador y la Corte, debe ponderarse “que la
necesidad racional del medio empleado no requiere la proporcionalidad entre la índole
de la agresión y la respuesta defensiva…, pues existe una relación entre la
proporcionalidad y la continuidad de la violencia contra las mujeres en dichas

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circunstancias” (doc. cit., B.3).
Debido a las características de la violencia de género en la pareja, si la agresión se
limitara solo al episodio inmediatamente anterior a la defensa, podría considerarse
desproporcionada. Esta lectura neutral, desconocería el concepto de agresión que se ha
explicitado, y que no se acota a un episodio aislado, sino que remite a una situación de
constante cercenamiento del derecho humano de la mujer a una vida libre de violencia
en sus múltiples manifestaciones.
VI. Descripto el marco que guiará el presente análisis, el rechazo de la existencia de
una agresión ilegítima de parte de la víctima, se presenta como una conclusión
adoptada en la sentencia que ha desconsiderado precisamente los aspectos que deben
analizarse para resolver los casos en que una mujer alegue haber sido víctima de
violencia y actuado en defensa propia.
Para una mejor comprensión, se examinarán los defectos en la fundamentación que se
relacionan con el contexto y el concepto de violencia a considerar, con la existencia de
una agresión ilegítima por lo menos inminente y la necesidad de la defensa, según los
estándares probatorios referidos. Luego se examinará lo atinente a la proporcionalidad
de la defensa.
1. Contexto de violencia de género
Es factible afirmar que en la resolución objeto de embate nunca se trató en forma
pormenorizada la configuración del contextode violencia de género y la intensidad en
que sehallaba inserta la imputada en el mismo, esto conforme los lineamientos
sustentados por este Tribunal Superior en numerosos precedentes ya reseñados (ver ut
supra).
Esto pese a que no solamente la sindicada había expresado determinadas y precisas
circunstancias que vislumbraban ese supuesto, sino que otros elementos de pruebas
daban cuenta de esa situación.

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El contexto es muy importante porque por las características de la violencia de género,
esta puede desarrollarse por ciclos, no siempre es detectada fuera del círculo más
próximo, y la violencia no es solo la física.
Según el relato de la imputada durante la pericia psicológica, su pareja según ella por
el consumo crónico de alcohol, aunque no diario, fue volviéndose hostil hacia ella con
insultos, zamarreos e intentos de ahorcamiento, estados de alteración que “le duraban
varios días” posteriores al consumo de fines de semana. Esa hostilidad fue
aumentando, lo que la llevó a consultar al médico. Repárese en que la perito detectó
que la imputada, a pesar de lo que relataba, era ambivalente respecto de su pareja,
cuya imagen sostenía ante hijos, nietos y personas que lo conocían.
De allí, que como frecuentemente ocurre con la violencia, los vecinos y otras personas
del entorno no íntimo, desconocían esta situación de la pareja.
Sin embargo, no pasó desapercibida para el hijo de ambos MarcosMauricio Rivarola
quien dio cuentaque su padre se alcoholizabay eraagresivo. Aclarando que cuando el
occiso volvía a su casa venía con el carácter cambiado, no siempre pero habitualmente
lo hacía y que siempre tuvo miedo de lasreacciones de su padre hacia su madre. Que
por ello “siempre esperaba despierto en suhabitación” para que su padre no
zamarrearaa sumadre. Que su padre cuando llegaba a lamadrugaba levantaba la voz
einsultaba, aclarando, a su vez, que su madre constantemente lo trataba de calmar y
llevarlo a dormir, esto “cuando estaba alcoholizado o cuando no lo estaba”. Que su
padre tomaba alcohol dentro de la vivienda aunque “no a un punto extremo de estar
perdido”, y que “puertas afuera era buenhombre para adentro la realidadera otra”
(ff. 506 vta./507).
La declaración aludida fue minimizada por el a quo en su ponderación, obviando que
se trataba de un relato trascendente para el entendimiento de la relación de pareja
entre el occiso y la imputada y de las circunstancias que moldearon, precisamente, esa

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situación conflictiva en el mentado contexto de violencia de género.
La minimización fue tal, porque limitó a considerar que la violencia era “verbal”, lo
cual a más de fragmentar el testimonio, desconoce que la violencia comprende muchas
manifestaciones. Como ha sostenido esta Sala en “Malicho” (S. nº 69, del 10/3/2021)
la violencia de género es un concepto normativo y no solo es la violencia física (arg.
Art. 2, a), Convención Belém do Pará). Por ello la ley nacional incluye múltiples
modalidades (art. 5, Ley n° 26.485) y proporciona diversas manifestaciones incluidas
en cada categoría. Aunque no se trata de contenidos taxativos, ya que no son tipos
penales, las categorías se encuentran incluidas en la ley que reglamenta la Convención
y, por tanto, desde que son una interpretación auténtica del legislador, deben ser
consideradas también para la interpretación judicial.
Por ello, la violencia psicológica debe ser ponderada ya que es una manifestación
violenta. En el caso, también se adujo zamarreos, intentos de ahorcamiento.
Al testimonio mencionado, debe agregarse, por un lado, lo declarado por Agustina
Rivarola (hija del occiso y la imputada) quien sostuvo, entre otras consideraciones,
que la relación entre sus padres no era mala, salvo cuando el primero se alcoholizaba y
se enojaba por todo, llevando a cabo maltratos verbales (f. 507 vta.) y, por otro lado, lo
argüido por el médico de la localidad Gastón Daniel Bravo quien sostuvo que había
recibido consultas y había atendido a Rivarola por ataque de nervios (f. 519). Aunque
este médico desconocía la violencia.
Tampoco la sentencia tuvo en consideración, a pesar de su relevancia, la pericia
psicológica efectuada en la persona de la sindicada (ff. 447/449) que concluyó, entre
otras consideraciones, que en el vínculo de pareja entre ambos (occiso e imputada)
predominaba un acuerdo tácito en torno a los roles asignados y asumidos, “…con
ciertaasimetría de género en algunos aspectos sin configurar por ellouna relación de
sometimiento extremo, pero si una exigencia y amenaza constante (sobre todo el

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últimotiempo) para (el) equilibriopsíquico…” de Heredia.
En otras palabras, el elemento probatorio aludido dio cuenta de la existencia de un
contexto de violencia de género moderado del occiso en perjuicio de la imputada, el
cual se había acrecentado en el último tiempo, y ello en consonancia con lo declarado
por Heredia en su segunda declaración exculpatoria (v.gr.: tenía miedo de que él le
hiciera algo a ella, porque varias veces la había zamarreado y tomado del cuello, que al
momento del suceso Rivarola estaba violento, habían tenido una discusión, ver f. 492
vta.), en especial, en relación a la violencia de índole psicológica de la que era objeto
por parte de su concubino.
Dicha conclusión efectuada en una pruebatécnica fue obviada totalmente en su
correcta apreciación por el a quo, implicando esa omisión la consiguiente arbitrariedad
de la resolución.
Como se desprende, la posición exculpatoria que relató la imputada en su segunda
declaración no fue desvirtuada por el tribunal en su análisis, al menos en lo que
concierne a aspectos medulares del contexto de violenciade género en que se
encontraba inmersa.
Siquiera hubiera debido el tribunal admitir ese contexto por aplicación del principio in
dubio, conforme a los estándares probatorios requeridos para una sentencia en la que
se alega una situación eximente o atenuante de la punibilidad.
2. Acerca de los requisitos de la legítima defensa
2.1. Existencia de agresión ilegítima y necesidad de defensa
Es dable principiar con la explicitación de una evidente contradicción en la sentencia
respecto a la inexistenciade una agresión ilegítima. La misma se encuentra referida a
que en el primer voto al que adhirieron los restantes por unanimidad se sostuvo –entre
otras- la siguiente premisa, a saber: las agresiones de Rivarola en relación a la
imputada fueron “solo verbales” consistiendo en insultos, pero no físicas” (f. 523

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vta./524), y a partir de ello se fundamentó que “mal podría entenderse que la prevenida
(…) sintió efectivo temor derivado de la previa discusión mantenida inmediatamente
antes del suceso (f. 524).
Sin embargo, en forma ulterior y en discordancia con ello, se rechazó la existencia de
unsupuesto de legítima defensa, al aducir que del “conjunto de elementos probatorios
no surgió la existenciade agresión alguna o lainminencia o un acometimiento por
parte de la víctima en perjuicio de laacusada” (f. 531 vta.).
En otras palabras, si se admitió que Rivarola era agresivo con Heredia -aunque sea
verbal en los términos mínimos planteados en laresolución y esto desconociendo la
alusión a loszamarreos- y en especial que habían discutido en forma previa al suceso
(f. 524), entonces luego no puede argumentarse con el mismo tenor de acreditación -so
pena de incurriren contradicción- que ello no concurrió.
La alusión a que el damnificado supuestamente no se encontraba alcoholizado al
momento del suceso, porque era en esas circunstancias en que se “ponía violento”;
máxime si tal como se destacó en la propia resolución no se pudo corroborardicho
extremo debido a queel material extraído del cuerpoera insuficiente (ver f. 524).
Por otra parte, la mujer manifestó durante la pericia que su pareja tomó durante el fin
de semana, “pero el lunes y el martes estaba raro y el miércoles ya se levantó mal muy
temprano”, momento en que su suscitó la discusión porque a pesar de la lluvia quería
carnear a los animales y traerlos en la casa, como ella no quería, la insultaba.
En ese momento, de creciente temor según su relato, le quitó el cuchillo que utilizaría
para carnear a los animales y él se abalanzó, oportunidad en que se produjo la herida
letal.
La imposición de realizar la carneada pese a la lluvia, ya que si bien trabajaban a la par
la decisión no pasaba por ella sino por el varón, los insultos por el enojo al
contrariarlo, y ante el retiro del cuchillo por la acusada, la conducta de abalanzarse en

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su contra para tomarla del cuello, configura una agresión ilegítima que no puede
descartarse por los argumentos dados en la sentencia.
Ello así porque los argumentos utilizados por el a quo son ineficaces ya que vulneran
los principios de no contradicción e in dubio. Este último por considerar que la
segunda versión dada por la imputada “carece de todo sustento en prueba objetiva que
la apoye”. Precisamente es al revés: lo que debe probarse es la acusación y no la
defensa, y es carga del fiscal ese rol.
Si en ese momento, la víctima estaba o no afilando el cuchillo no tiene la
trascendencia que se le adjudicó, ya que la acusada no dijo que la amenazara con esa
arma, sino que manifestó su temor por la accesibilidad a esta y el clima de creciente
hostilidad. Temor ante un riesgo concreto dentro de un contexto de violencia que nada
tiene que ver con la falta de un carácter “temeroso”, como infirió el juzgador de las
manifestaciones de una de las hijas acerca de su personalidad.
Máxime que para catalogar la personalidad, contaba con la pericia que da cuenta que
la activación emocional (ira) que facilita la agresión en la imputada “solo se realizará
si existen en la situación señales estimulantes que posean un significado violento, o
sea, si existen claves asociadas con condiciones particulares”. La experta consideró
que esas “claves” podían ser el temor creciente de la mujer y la presencia de las armas,
su accesibilidad, que se “constituyeron en elementos amenazantes por una
combinatoria de factores”. Es decir que sin una señal de significación violenta, la
imputada no pasaba al acto.
Esta explicación, se inserta dentro de una prueba técnica dio cuenta de esa relación
asimétrica de Rivarola con respecto a Heredia y la situación de “amenaza constante”
para el equilibro psíquico de la imputada, en consonancia con las concretas
circunstancias de autos en que acaeció el suceso: día lluvioso, negativa de la mujera
quesu concubino trajera a lavivienda de ambos animales para carnearlos, violencia

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de Rivarola frente a dicha actitud, ello sumado a lasituación tensa entre ambos que
venía de díasanteriores.
En consecuencia, la negativa acerca de la existencia de la agresión ilegítima debe
considerarse infundada.
Otro tanto ocurre respecto de la necesidad de la defensa. No es correcto lo argüido en
la sentencia, en relación a que la imputada si “hubiera tenido temor respecto de su
concubino Rivarola, considerándose en una real situación de riesgo”, entonces habría
gozado de “sobrado tiempo para retirarse del domicilio que ocupaba con el occiso por
la otra puerta de la vivienda” (f. 528 vta.). En otras palabras, para el a quofrente a una
“situación real de riesgo” la imputada debería haber huido, descartándose, por
consiguiente, la posibilidad del ejercicio del derecho de legítima defensa que a ella le
correspondía.
Lo argüido en la resolución en cuestión supone la recepción de un criterio en donde la
legítima defensa sería siempre subsidiaria al menos en las circunstancias apuntadas, lo
cual es inadmisible puesto que en relación a dicho instituto no es exigible la huida
como principio general, salvo en supuestos particulares como las agresiones ínfimas
de personas inculpables o en casos de vínculos que impongan recíprocos deberes de
garantía salvo que se trate de una situación de violencia de género o de mal trato (DE
LA RUA, J., TARDITTI, A., Derecho penal. Parte general, vol. 2, Hammurabi,
Buenos Aires, 2014, p. 72, notas 134 y 135).
Como bien ha destacado MESECVI en el documento citado “las mujeres no están
obligadas a soportar malos tratos ni a abandonar el hogar en lugar de defenderse”. Las
alternativas de huir, denunciar, separarse, como señala el fallo que allí se cita,
desconocen la imposibilidad en muchos casos de escapar del círculo de la violencia.
2.2. Falta de proporcionalidad del medio empleado
Hasta aquí nos encontramos con la existencia de una agresión ilegítima en un contexto

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de violencia de género restando sopesar, por consiguiente el requisito de la necesidad
racional del medio empleado para impedir y repeler la agresión.
La ponderación de las concretas circunstancias desarrolladas que condujeron al
desenlace fatal permiten inferir que la imputada se excedió en su actuar, evidenciando
una desproporción objetiva entre lo realizadoy loque autorizaba la necesidad,
incurriendo en el supuesto de exceso previsto por el art. 35 del CP, el cual regula casos
de culpa por error excluyente del dolo en el ejercicio de una causa de justificación
(TSJ, Sala Penal, S. nº 244, 8/6/2016, “Defelippe”).
Precisamente, el análisis de las circunstancias acreditadas en autos permite inferir que
la imputada sobredimensionó el peligro que secernía sobre ella y, a partir de ello, y
desenvolvió una reacciónsuperior a la requerida.
En tal sentido, existía un contexto de violencia de género moderado que se evidenció
principalmente en las agresiones de índole verbales aunque también físicas
(zamarreos) de que Heredia había sido objeto. La propia imputada manifestó que
“nunca” le había pegado.
Lo que incrementaba el temor era la accesibilidad de su pareja con cuchillos que se
utilizaban para carnear animales. Pero la imputada ante la tensión se lo quitó, y según
consta en la sentencia (testimonio de la empleada policial Laura Alarcón), era “el
único cuchillo con filo, los otros eran serrucho tramontina”. Aunque éstos tienen
potencialidad lesiva, el temor lo suscitaba el cuchillo con filo, porque según menciona
la pericia psicológica, temía al que utilizaban en las tareas laborales.
Entonces si ella ya tenía consigo el arma, sabía de su potencial lo mismo que su pareja
y el contexto de violencia era moderado, podía contar con una alternativa de menor
lesividad, ya que la posesión del arma la colocaba en mejor posición frente a alguien
no extremadamente violento.
Aquí intervino un factor de su propia personalidad que la llevó a sopesar erradamente

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la reacción para hacer cesar la agresión. Según la pericia (f. 494 vta.), Heredia tiene
“una personalidad vulnerable al estrés, con pérdida de los controles inhibitorios en
situaciones particulares con posibilidad de emergencia de aspectos impulsivos” y
realizaba esfuerzo psíquico para mantener el equilibrio en situaciones habituales, pero
esto se profundizaba ante la reiteración de situaciones conflictivas.
Fue en esa situación, en ese clima tenso que se venía gestando entre ambos como
consecuencia de las discusiones en que se hallaban inmersos, que el día del suceso la
encartada ante el temor de una afectación violenta de su integridad física y psicológica
actuó desproporcionadamente ante lo que cabía esperar en ese momento, manipulando
aquello que sabía utilizar (un cuchillo) para repeler lo que ella creyó que iba a suceder,
específicamente en cuanto a un aumento de las condiciones objetivas de la violencia
de las que ya había sido objeto.
Lo afirmado anteriormente fue expuesto por Heredia en su declaración –al menos en
sus aspectos esenciales-, y fue descartado por el aquo en base criterios arbitrarios, al
desconocer el contexto de violencia de género en que se hallaba inmersa la imputada,
producto de ese continum que configura violencia en los términos de la Convención
Belémdo Pará.
En otras palabras, la imputada desarrolló un hecho típico que fue antijurídico por el
exceso en que recayó, al repeler la agresión aludida en el mentado contexto de
violencia de género, mediante la utilización de un cuchillo que sabía utilizar para
carnear animales, es decir, la manipulación de dicho objeto no le era ajena en esa
actividad que ella misma adujo en su declaración.
De esta manera, el conjunto de elementos probatorios existentes en autos y meritados
conforme los parámetros aludidos permite afirmar, claramente, que Heredia actuó en
el marco del denominado exceso intensivo, es decir en aquel supuesto en donde el
sujeto activo supera los límites de la legítima defensa, al reaccionar de un modo más

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intenso que el permitido.
En definitiva, se vislumbra palpable el error imputable en que recayó la sindicada que
conduce a la punibilidad de la conducta, pero atenuada atento el marco del delito
culposo que el homicidio, en lo que aquí interesa, admite atento lo estipulado por la
norma penal de fondo, esto conforme, en última instancia, al menor injusto que supone
esa conducta en el marco del exceso.
2.3. Por otra parte, creo necesario efectuar una aclaración referida a que la alusión de
que Heredia borró o intento borrar los rastros del delito(f. 519), ya que supone un
argumento absurdo en su confrontación con las concretas circunstancias de autos.
Es que aun constatándose –como se efectuó- que la imputada aseó los pisos para sacar
la sangre existente en el lugar, producto del puntazo que había ocasionado a su
concubino en la pierna izquierda con el cuchillo utilizado, esto no justifica la
conclusión pretendida, máxime si dicha conducta fue efectuada a la vista de varias
personas entre ellos el médicoque concurrió al lugar, la enfermera y variosvecinos de
la zona (ver ff. 519/520).
Deviene paradójico afirmar esa especial finalidad en la sindicada cuando su proceder
no fue oculto sino todo lo contrario, puesto que la simultaneidad de su accionar y la
presencia de varias personas fue constatada por el a quo. Borrar los “rastros del delito”
al “frente de todos” incluso sin ocultar el cuchillo utilizado para el acaecimiento del
suceso, implica la afirmación de un contrasentido que diluye esa postura en el sentido
pretendido.
VII. Por último, es factible señalar que el planteo de inconstitucionalidad efectuado en
el escrito impugnativo en relación a la escala penal prevista por el art. 82 del CP,
carece de interés atento lo argüido en párrafos anteriores.
Así voto.
El señor Vocal doctor Sebastián Cruz López Peña dijo:

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La señora Vocal preopinante, da a mi juicio, las razones necesarias que deciden
correctamente la presente cuestión. Por ello adhiero a su voto, expidiéndome en igual
sentido.
La señora Vocal doctora María Marta Cáceres de Bollati dijo:
Estimo correcta la solución que da la señora Vocal del primero voto, por lo que,
adhiero a la misma en un todo, votando, en consecuencia, de igual forma.
A LA SEGUNDA CUESTIÓN
La señora Vocal doctora Aída Tarditti dijo:
I. En contra de la resolución aludida interpuso recurso de casación el abogado José
Luis Abrile, invocando el motivo formal de la vía procesal esgrimida (art. 468 inc. 2°
del CPP).
Aseveró que el fallo sostuvo una fundamentación aparente y arbitraria en cuanto
determinó la existencia de peligro procesal y, como consecuencia de ello, dispuso la
prisión preventiva de su asistida.
Alegó que luego del dictado de la sentencia y sin que la misma se encontrara firme y
en condiciones de ser ejecutada, el a quoresolvió revocar el estado de libertad del que
gozaba Heredia, por entender que la gravedad de la pena impuesta importaba un
peligro de fuga, como así también que la sindicada había entorpecido la investigación.
Recordó que el a quo con fundamentos aparentes y arbitrarios dejó sin efecto la
libertad de su representada, que con correcto criterio legal y procesal había dispuesto
la Cámara de Acusación de la ciudad de Río Cuarto.
Sostuvo que en realidad el único argumento que utilizó el tribunal de juicio para
ordenar la prisión preventiva de su asistida fue la gravedad del delito, puesto que los
restantes fueron aparentes y arbitrarios.
Afirmó que su asistida siempre se sometió al proceso y ajustando su proceder al
mismo, puesto que cada vez que fue citada compareció, y esto sin perjuicio de la

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existencia de una investigación penal en su contra por un delito con pena de prisión
perpetua.
Arguyó que Heredia tiene 67 años de edad, es una persona económicamente humilde
(jubilada), que carece por completo de medios para fugarse y permanecer en esa
condición, que toda su vida vivió en la localidad de Olaeta en donde residen sus seres
queridos (hijos, nietos y amigos), todo lo cual demuestra su arraigo.
Entendió, por consiguiente, que el supuesto indicio de fuga argüido por el a quo no fue
real, sino aparente, arbitrario y ficticio, afirmado con la única finalidad de privar
incorrectamente del derecho a la libertad a su asistida durante la etapa recursiva y aun
cuando la sentencia no se encuentra firme, afectando con ello el principio de
inocencia. Brindó otros argumentos referidos a la temática a los que me remito por
razones de brevedad (ff. 563 vta./564).
Afirmó que si el peligro de fuga y el entorpecimiento de la investigación constituyeron
argumentos aparentes y arbitrarios, entonces el único justificativo que quedaría sería la
magnitud de la sanción impuesta, lo cual se erige en un elemento insuficiente a los
fines pretendidos, esto incluso reconocido por el propio tribunal de juicio.
Concluyó solicitando se revoque la resolución de mención en cuanto dispuso la prisión
preventiva de su asistida, ordenándose la libertad de la misma conforme los
argumentos vertidos ut supra (ff. 562/564).
II. En relación al planteo efectuado por el defensor, es necesario destacar que el aquo
al ponderar la sanción impuesta en la resolución objeto de embate no justipreció
agravantes ni atenuantes al respecto, atento la pena indivisible impuesta en su
oportunidad.
En relación a ello y conforme lo argüido en la primera cuestión de la presente
sentencia, la sanción impuesta en su oportunidad por aquel tribunal debe mutar.
En tal sentido, esta Sala reiteradamente ha expuesto que las medidas de coerción

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personal son siempre provisorias y por ello revisables. De ello deriva, en primer lugar,
que no hay preclusión para discutir su legalidad (TSJ, Sala Penal, “Santucho”, S. n°
54, 14/6/2004; “Cánovas Badra”, S. nº 258, 2/10/2009; “Bustamante o Rondeau”, S. nº
333, 2/12/2010, entre muchos otros).
Sin embargo, precisamente por esa naturaleza mutante, cuando se ha provocado por
alguna razón la modificación de las circunstancias que motivaron la decisión
originaria, son estas últimas las que deben considerarse al momento de revisar aquella.
En el caso, por obra del examen provocado por la parte se ha conformado un nuevo
objeto impugnable en lo que respecta a la concurrencia o no del mantenimiento del
encierro cautelar. En consecuencia, no resulta posible decidir aquí la situación de la
condenada, por lo que se deberá reenviar la causa al tribunal de origen a los fines de
que resuelva la situación procesal de Heredia, expidiéndose sobre su encierro
preventivo, conforme la postura sustentada en la presente sentencia.
Así voto.
El señor Vocal doctor Sebastián Cruz López Peña dijo:
La señora Vocal preopinante, da a mi juicio, las razones necesarias que deciden
correctamente la presente cuestión. Por ello adhiero a su voto, expidiéndome en igual
sentido.
La señora Vocal doctora María Marta Cáceres de Bollati dijo:
Estimo correcta la solución que da la señora Vocal del primer voto, por lo que, adhiero
a la misma en un todo, votando, en consecuencia, de igual forma.
A LA TERCERA CUESTIÓN
La señora Vocal doctora Aída Tarditti dijo:
Atento al resultado de la votación que antecede, corresponde:
I. Hacer lugar a la impugnación deducida por el abogado José Luis Abrile en su
carácter de defensor de la imputada Martha Alicia Heredia, y en consecuencia, anular

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–parcialmente- la Sentencia número ciento setenta y seis, del veinticuatro de
noviembre de dos mil diecisiete, dictada por la Cámara en lo Criminal y Correccional
de Segunda Nominación de la ciudad de Río Cuarto integrada con jurados populares,
en cuanto resolvió por unanimidad declarar a Martha Alicia Heredia autora material y
penalmente responsable del delito de homicidio calificado por el vínculo (art. 80 inciso
1° y 45 del CP), imponiéndole para su tratamiento penitenciario la pena de prisión
perpetua, accesorias de ley y costas (f. 533 vta.).
En su lugar, corresponde declarar a Martha Alicia Heredia autora responsable del
delito de homicidio calificado por el vínculo con exceso en la legítima defensa (arts.
34 inc. 6°, 35, 45 y 80 inc. 1° del CP), conforme los argumentos vertidos
precedentemente.
2. Reenviar los presentes autos al tribunal de origen a los fines de que, por un lado,
individualice la nueva sanción a imponer y, por otro lado, determine la procedencia o
no de la prisión preventiva dictada en contra de la imputada atento lo sustentado en la
segunda cuestión.
3. Sin costas en la alzada atento al éxito obtenido (arts. 550 y 551 del CPP).
El señor Vocal doctor Sebastián Cruz López Peña dijo:
La señora Vocal preopinante, da a mi juicio, las razones necesarias que deciden
correctamente la presente cuestión. Por ello adhiero a su voto, expidiéndome en igual
sentido.
La señora Vocal doctora María Marta Cáceres de Bollati dijo:
Estimo correcta la solución que da la señora Vocal del primer voto, por lo que, adhiero
a la misma en un todo, votando, en consecuencia, de igual forma.
En este estado, el Tribunal Superior de Justicia, por intermedio de la Sala Penal;
RESUELVE:
I. Hacer lugar a la impugnación deducida por el abogado José Luis Abrile en su

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carácter de defensor de la imputada Martha Alicia Heredia, y en consecuencia, anular
–parcialmente- la Sentencia número ciento setenta y seis del veinticuatro de noviembre
de dos mil diecisiete, dictada por la Cámara en lo Criminal y Correccional de Segunda
Nominación de la ciudad de Río Cuarto integrada con jurados populares, en cuanto
resolvió por unanimidad declarar a Martha Alicia Heredia autora material y
penalmente responsable del delito de homicidio calificado por el vínculo (art. 80 inciso
1° y 45 del CP), imponiéndole para su tratamiento penitenciario la pena de prisión
perpetua, accesorias de ley y costas (f. 533 vta.).
En su lugar, corresponde declarar a Martha Alicia Heredia autora responsable del
delito de homicidio calificado por el vínculo con exceso en la legítima defensa (arts.
34 inc. 6°, 35, 45 y 80 inc. 1° del CP), conforme los argumentos vertidos
precedentemente.
II. Reenviar los presentes autos al tribunal de origen a los fines de que, por un lado,
individualice la nueva sanción a imponer y, por otro lado, determine la procedencia o
no de la prisión preventiva dictada en contra de la imputada, atento lo sustentado en la
segunda cuestión.
III. Sin costas en la alzada atento al éxito obtenido (arts. 550 y 551 del CPP).
Protocolícese, hágase saber y oportunamente bajen.

Texto Firmado digitalmente por:


TARDITTI Aida Lucia Teresa
VOCAL TRIBUNAL SUPERIOR DE JUSTICIA

Fecha: 2021.03.15

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LOPEZ PEÑA Sebastian Cruz
VOCAL TRIBUNAL SUPERIOR DE JUSTICIA

Fecha: 2021.03.15

CACERES Maria Marta


VOCAL TRIBUNAL SUPERIOR DE JUSTICIA

Fecha: 2021.03.15

SOSA LANZA CASTELLI Luis Maria


SECRETARIO/A GENERAL DEL T.S.J

Fecha: 2021.03.15

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