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El lenguaje del azar una visión fenomenológica sobre los juicios


probabilísticos

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José M Cardeñoso Pilar Azcárate


Universidad de Cádiz Universidad de Cádiz
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EL LENGUAJE DEL AZAR. UNA VISIÓN FENOMENOLÓGICA
SOBRE LOS JUICIOS PROBABILÍSTICOS

P. Azcárate
Dpto. de Didáctica (D. de las Matemáticas)
Facultad de CC de la Educación. U. de Cádiz
J.Mª Cardeñoso
Dpto. de Didáctica de las Matemáticas
Facultad de CC de la Educación. U. de Granada

RESUMEN

Estas líneas recogen un breve análisis de naturaleza fenomenológica sobre el mundo del
azar. Como inicio de su estudio y dada su influencia en los procesos de aprendizaje nos
centramos, en la línea propuesta por Freudhental, en un estudio sobre el uso y significado
de los términos en el lenguaje cotidiano y en el enunciado de juicios y valoraciones de las
situaciones cotidianas relacionados con dicho mundo.
INTRODUCCIÓN
Hasta hace relativamente pocos años el reconocimiento y tratamiento de la
incertidumbre estaba fuera de la matemática escolar reflejada en nuestras escuelas, sin
embargo la incertidumbre estaba y está presente en muchos hechos y conversaciones de
nuestra vidacotidiana. Ello origina que gran parte de las personas, niños y adultos, poseamos
un conocimiento intuitivo del mundo de la incertidumbre que, en muchos casos, dista
bastante de lo que desde un análisis matemático puede ser considerado como adecuado. Su
inclusión definitiva en los curriculas escolares desde los primeros niveles educativos plantea
la necesidad de considerar la condiciones y características de la elaboración del conocimiento
probabilísticoy su relación con ese conocimiento intuitivo extraido de la experiencia personal.
Pensamos que uno de los elementos que hemos de considerar como imprescindible a la hora
del diseño de procesos de enseñanza/aprendizaje es el significado que los sujetos otorgan a
los términos que habitualmente emplean en contextos cotidianos.
Una premisa fundamental de la epistemología actual es que toda construcción de
conocimiento se apoya en las ideas iniciales de los individuos; en particular la comprensión
de todo concepto matemático tiene como punto de partida nuestras concepciones o
intuiciones primarias. Esta primeras ideas son producto de la interacción con el entorno y se
reflejan en el lenguaje ordinario utilizado en la vida cotidiana. El lenguaje traduce y transfiere
en enunciados lo que se ha ido construyendo en la mente. Hay un fuerte consenso en aceptar
que para traducir gran parte de nuestro pensamiento necesitamos la mediación del lenguaje
(Chomsky, 1968; Piaget, 1966; Vygotski, 1981).
En el lenguaje encontraremos palabras y expresiones que sirven para describir
situaciones en las que están implicadas ciertos hechos e ideas. El análisis del significado que
atribuimos normalmente a esas palabras y expresiones, en los distintos contextos en los que
las utilizamos, nos permitirá ser conscientes de las concepciones que subyacen sobre dichas
ideas (Sierpinska, 1991).

EL USO INFORMAL DE LOS TÉRMINOS. EL LENGUAJE COTIDIANO.


Pensamos que es oportuno comenzar desde el análisis del uso de los términos en la
conversación cotidiana, términos que, en muchos casos, posteriormente representarán un

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concepto matemático. Nos limitamos a un breve acercamiento al tema, dada la inexistencia
de estudios sistemáticos, desde el punto de visto filosófico, matemático o lingüístico, sobre
este campo semántico concreto, que podamos utilizar como referente.
Nuestra vida cotidiana está rodeada de infinidad de fenómenos aleatorios, los
individuos se enfrentan a numerosas situaciones en las que está implicada la incertidumbre y
en las que tienen que tomar decisiones contando con una cantidad limitada de información.
Son situaciones relacionadas con diferentes ámbitos de la realidad: el mundo social (pólizas
de seguros, la bolsa, el ocio y los juegos: loterías, quinielas, etc.); el mundo político (índice
de precios al consumo, tasas de población, votaciones, índice de popularidad, etc.); el mundo
físico (previsón del tiempo atmosférico, estimación de errores, fiabilidad y control de
aparatos y dispositivos, etc.); el mundo biológico (herencia genética, transmisión de
enfermedades, crecimiento de la población, etc.).
La interacción continua con este tipo de fenómenos en situación de intercambio social,
conduce a elaborar una idea intuitiva y espontánea del azar, y a introducir en expresiones
cotidianas términos como probable, azar, suerte, imposible, etc. Es decir, los individuos
"tienen una comprensión que les permite usar estas palabras en enunciados que son
comprensibles a otras personas en situaciones cotidianas" (Konold, 1991: 144). La
referencia al mundo de lo probable genera un gran número de términos y vocablos del
lenguaje usual, a los que vamos otorgando diferentes significados. Como nos dice Black
(1984: 96) "El habla del lego sobre la probabilidad se halla dominada por la imaginación
pictórica y la cruda mitología, agazapadas justo a flor de piel. No está claro cuánta sea la
influencia que ejerce tal imaginación," en la concepción de estas nociones.
Los niños desde muy pequeños utilizan estas palabras u otras sinónimas en sus
conversaciones, "la rapidez e inventiva con que el niño desarrolla el lenguaje son
indicaciones interesantes de que los niños pueden hacer frente a sistemas estocásticos muy
pronto en su vida" (Hawkins y Kapadia, 1984: 354).
El sentido que las personas otorga a las palabras "emerge de todo un proceso
psíquico/cerebral, el cual se efectúa a partir del fondo cultural y a partir de nuestra
experiencia" (Morin, 1992: 173). A lo largo de nuestra vida ese sentido va evolucionando
en función de las experiencias vividas y de las nuevas construcciones conceptuales. El habla,
aspecto individual, y en su lugar el lenguaje, aspecto social, esta dotado de vida propia, "las
palabras nacen, se desplazan, se ennoblecen, se pervierten, se deterioran, mueren" (Morin,
1992: 172). Es el proceso histórico de los "signos" que constituyen toda lengua: nacen en un

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momento de la historia con un significante y un significado específico, ambos evolucionan
modificándose progresivamente y en algunos casos llegan a desaparecer, es decir, mueren.
Igual sucede en el proceso de construcción del habla, los individuos vamos otorgando
significados cada vez más complejos y precisos a los términos empleados en nuestro sistema
de comunicación oral y escrito. Pero para facilitar dicha evolución, esos significados han de
ser considerados como punto de partida de todo proceso de aprendizaje significativo y en
especial en el caso del conocimiento probabilístico. Como nos dice Sanz (1990), no sólo es
imposible eludir el lenguaje ordinario sino que siempre es necesario volver a él como
referente. A partir del lenguaje primitivo y a través de un proceso de aprendizaje que permita
analizar la estructura de la realidad y su posible modelización matemática, el niño irá
modificando progresivamente sus formas de expresión.

EL USO FORMAL, NO MATEMÁTICO, DE LOS TÉRMINOS


En palabras de Sanz (1990: 182), el signo "no tiene una existencia fija, pues puede
variar su contenido y su forma expresiva" . Hecho que podemos detectar en gran parte de los
términos relacionados con la representación de la incertidumbre. Por ejemplo, la palabra
"Suerte" que proviene etimológicamente del término latino "Sorti", en su origen tenía un
significado neutro relacionado con la acción de ciertos dioses como Tyche o Fortuna, es decir
no se le asociaba ni un sentido positivo ni negativo, sin embargo su significado actual esta
más orientado al valor positivo de un hecho. Podemos tomar como ejemplo la propia
evolución de los términos "azar" o "probabilidad" cuyo significado ha ido variando a lo largo
de la historia. En general, el significado atribuido a un signo evoluciona, complicándose
progresivamente a medida que crecen las capacidades de la humanidad y su desarrollo social.
Con respecto al término azar, el Diccionario de la Lengua Española de la Real
Academia, define su significado como "casualidad, caso fortuito, desgracia imprevista"; más
cercano al sentido común de la palabra es la definición que encontramos en el Diccionario
del uso del Español de Mª Moliner, "supuesta causa de los sucesos no debidos a una
necesidad natural ni a una intervención intencionada, humana ni divina".
En el Diccionario Crítico Etimológico Castellano e Hispánico de J. Corominas,
podemos ver sus progresivas acepciones Azar:"cara desfavorable del dado; mala suerte,
desgracia, riesgo; casualidad, caso fortuito"; su origen se remonta a la palabra árabe "zahr:
dado", imagen que nos evoca un fenómeno aleatorio por excelencia, el lanzamiento de dados.

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La acepción última, casualidad o caso fortuito, según nos indica este autor, es la más
corriente a partir del siglo XVIII.
En el habla ordinaria encontramos fácilmente multitud de términos con un significado
similar al de azar, su utilización suele depender del contexto. Nos referimos a términos como
casualidad, accidente, "chamba", suerte, eventualidad, etc. y todos sus equivalentes
semánticos que aparecen en el lenguaje cotidiano en forma de adjetivos (casual, imprevisto,
contingente, esporádico, fortuito, aleatorio, eventual), de adverbios (eventualmente,
incidentalmente, aventuradamente) o de expresiones coloquiales (por fortuna, a ciegas, sin
querer), todos ellos recogidos como familia de vocablos sinónimos en el Diccionario
Ideológico de la Lengua Española de J. Casares. El uso cotidiano de estos términos desde
edades muy tempranas, muestra una clara percepción del carácter imprevisible de ciertos
fenómenos de la realidad, sobre los que no se conoce una causa o efecto determinado.
De todos los términos señalados como representativos del azar, el más relacionado
con el lenguaje matemático es el de "aleatorio", característica que, desde la Matemática, se da
a los fenómenos que desde el mundo filosófico o real se atribuyen al azar, aunque con ciertas
restricciones. Su uso no es tan común y cotidiano en nuestra conversaciones y depende más
del nivel de comprensión del concepto que representa. Mª Moliner en su Diccionario define
como aleatorio aquello que es "Incierto. Se dice de lo que depende de la suerte o el azar", de
forma parecida es recogida en el Diccionario de la Real Academia "Perteneciente o relativo
al juego de azar, dependiente de algún suceso fortuito". Esta palabra proviene del vocablo
latino aleatorius: "propio del juego de los dados" que es derivado a su vez de alea-ae:
"sorte de jeu de dés" (suerte del juego de dados), como recoge el Diccionario Etymologique
de la Langue Latine de Ernout y Meillet.
Como observamos, el origen de todos estos términos esta relacionado con el juego,
como la propia teoría matemática de la probabilidad, y en algunos casos con el sentido
negativo de los juegos. Ha sido con el paso del tiempo cuando su sentido se ha generalizado
hasta representar lo que hoy reconocemos como fenómenos fortuitos e imprevisibles, en
contraposición a los sucesos determinados y previsibles. El sentido que tienen y con el que
son utilizados, los distintos términos que representan lo fortuito, determinan la imagen que
elaboramos de los fenómenos imprevisibles. Así, si se consideran a dichos fenómenos como
dependientes de la suerte exclusivamente, tanto en su sentido positivo como negativo, se
suelen relacionar con la imposibilidad de prever su funcionamiento; su manejo imposible.

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LA ALEATORIEDAD Y SUS LÍMITES
Los sucesos aleatorios se presentan como imprevisibles en un mayor o menor grado.
Pero también aparecen ciertas regularidades que nos permiten indagar en las posibilidades
futuras. Cuando nos encontramos en presencia de un acontecimiento aleatorio; es decir, aquel
cuya ocurrencia está en un punto entre lo seguro y lo imposible, estimamos de forma
aproximada el grado de confianza en la ocurrencia de tal suceso. Lo cual nos permite tomar
determinadas decisiones que, en general, como reconoce Lindley (1977), suelen ser
incoherentes, y además nos permite enunciar proposiciones que reflejen dicho grado de
confianza.
Para elaborar dichas proposiciones, utilizamos diversos términos relacionados con el
mundo de lo posible y lo probable, que nos permiten graduar la fuerza el valor de nuestra
afirmación sobre la ocurrencia del fenómeno, a veces hasta expresada numéricamente.
Subyacentes a estos términos existe una cierta imagen de la incertidumbre. Entre "nunca" y
"siempre" hay un gran número de términos que reflejan diferentes niveles de gradación
(imposible, posible, raro, escaso, frecuente, común, etc.), que en verdad sólo sirven para
poner limites a la propia realidad a la que nos enfrentamos (Saussure, 1987). Estos términos,
como se detecta en algunos estudios realizados, suelen ser interpretados de diferentes formas
por diferentes sujetos, e incluso por el mismo sujeto en diferentes contextos (Budescu y
Wallsten, 1985). En general, en el lenguaje ordinario no hay una unicidad de interpretación
en el campo semántico del mundo de lo probable. Sus términos actúan simplemente como
unos operadores modales que permiten construir afirmaciones no categóricas.

LO PROBABLE, LO POSIBLE. UN APUNTE ETIMOLÓGICO


Un primer acercamiento al lenguaje cotidiano nos permite observar como las palabras
utilizadas principalmente en las manifestaciones mas usuales son el sustantivo "probabilidad",
el adjetivo "probable" o el adverbio "probablemente" y todos sus posibles sinónimos (Black,
1984). En el diccionario de J. Casares encontramos como tales: posibilidad, contingencia,
verosimilitud, eventualidad, etc.; posible, factible, viable, admisible, etc.; posiblemente,
eventualmente, quizás, etc. Revisando el significado del término "probable" en el diccionario
de la Real Academia, encontramos como definición "dícese de aquello que hay buenas
razones para creer que se verificará o sucederá. Que se puede probar. Verosímil o que se

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funda en razón prudente". Al término, aparentemente equivalente, "posible" se le define
como aquello "que puede ser o suceder, que se puede ejecutar". Si observamos bien las dos
definiciones, existe una pequeña diferencia. Sólo ante lo probable se alude a razones previas;
es decir, a una cierta evidencia que indica que puede suceder el acontecimiento, condición
no recogida en la definición de posible, más relacionado con la voluntad del sujeto o con una
propiedad intrínseca del hecho, aparentemente es más de carácter ontológico (Pérez
Echeverría, 1988).
Esta diferencia proviene de su sentido etimológico. Ambas palabras tienen origen
latino, pero encontramos dos orígenes etimológicos diferentes en el diccionario etimológico
de Corominas. La palabra "posible" es un cultismo derivado de la palabra latina "Potere:
poder"; por tanto con un sentido más relacionado con "poder ser". Sin embargo la palabra
"probable" es un derivado de "Probare: probar, ensayar", como algo factible de ser probado,
"cosa que se prueba". Si analizamos el sentido etimológico latino de la raíz "Probus-a-um",
en el diccionario de Ernout y Meillet, encontramos como significado original el de
aprobación o probación que, en el sentido moral, hace referencia al "hombre noble",
significado muy corriente en la Edad Media y relacionado con la propia evolución del
significado del término probabilidad.

EL SIGNIFICADO DEL TÉRMINO “PROBABILIDAD”


El significado del término probabilidad no siempre tuvo las características con las
que hoy lo conocemos. La prehistoria de la probabilidad puede empezar con un estudio de los
primeros significados de las palabras y conceptos que ocupaban su lugar.
En la epistemología medieval la "probabilidad" era un atributo de "opinión" en
contraste con el conocimiento que era obtenido por demostración (Byrne, 1968). Una
"opinión" probable para el mundo de la Edad Media no es la apoyada en la evidencia de las
cosas, sino aquélla que es confirmada por alguna autoridad, son creencias resultado de alguna
reflexión o argumentación. En su estudio sobre el tema, Byrne (1968: 188) explica los
posibles significados y relaciones entre lo que hoy conocemos como "probabilidad" y lo que
entonces denominaban una "opinión probable":
"La atribución de "probabilidad" a la "opinión" tiene varias connotaciones. En
primer lugar, está referida a la autoridad de aquéllos que aceptan la opinión dada, y
desde este punto de vista "probabilidad" sugiere APROBACIÓN con respecto a la

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proposición aceptada y PROBIDAD (rectitud, honestidad) con respecto a la
autoridad que la aceptó. En segundo lugar, "probabilidad" está referida a los
argumentos que se presentan en favor de la opinión en cuestión, y desde ese punto de
vista, ello sugiere EVIDENCIA, que es la capacidad para ser evidenciado
(pensamiento no necesariamente demostrable). En tercer lugar, "probabilidad"
tomada con una cierta connotación peyorativa justamente hasta donde la proposición
en cuestión es meramente probable, desde este punto de vista la proposición está
solamente PROBADA y no estrictamente demostrada".

En el medievo se manejaba otra idea de carácter más empírico, pareja al de "opinión",


era el concepto de "signo", conjunto de síntomas que pueden prever un hecho, propio de
ciencias como la Alquimia o la Medicina, las llamadas ciencias bajas, en las que sus hechos y
conocimientos no eran demostrables como lo eran en la Astronomía o la Mecánica, sino más
bien relacionados con la opinión de los expertos. Ateniéndose a los "signos" podían
establecerse en algunos casos "opiniones probables" en función de la frecuencia con que
estos aparecían asociados a ciertos sucesos, pues no todos los signos eran igual de fiables y
algunos era necesario testificarlos, combinando implícitamente la noción de probabilidad,
como opinión, con la de frecuencia de las observaciones.
Con la llegada del Renacimiento se acepta una nueva clase de testimonio, el de la
naturaleza, capaz de testificar a través de signos; el signo probable es aquél a través del cual
el mundo da habitualmente testimonio. Lo probable siempre estaba relacionado con la
autoridad, pero, cuando la "opinión" de la autoridad estaba fundamentada en signos naturales,
era de una especie diferente, provenía en cierta forma de las cosas y de los hechos, no
exclusivamente de las personas. La consideración de éstos como “evidencia” válida, y base
para la inferencia de resultados más generales, originó el salto definitivo. El espacio donde
podía surgir la probabilidad estaba completo (Hacking, 1975). La idea de probabilidad como
hoy la conocemos comienza su andadura, unida al tratamiento de los juegos de azar en el
Renacimiento.
Muchos de los significados señalados están subyacentes en las expresiones del
lenguaje cotidiano y en las creencias de las personas. Un análisis detallado de lo expuesto en
las líneas anteriores se pueden extraer dos ideas de vital importancia para la
enseñanza/aprendizaje de la probabilidad: en primer lugar la trama de conceptos y relaciones
implicados en el discurso de la probabilidad y, en segundo lugar, la no separación, en su

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origen del carácter empírico/objetivo del carácter epistemológico/subjetivo.
A lo largo de la evolución histórica del Calculo de Probabilidades estas dos formas de
interpretar el significado de los términos probabilísticos siempre ha estado presente,
consolidandose como dos grandes corrientes filosóficas: la interpretación objetiva
(representada por autores como von Mises y Reichenbach) y la interpretación subjetiva
(representada por autores como De Finetti, Savage o Ramsey con criterios más
“personalistas”y por Keynes o Carnap en la corriente de pensamiento reconocida como
“lógica”).
En cualquier caso, el termino probabilidad no es unívoco en su interpretación; puede
presentarse con diferentes significados en los distintos contextos de la realidad donde es
utilizado y hay muchas circunstancias bajo las cuales cualquiera de las posibles
interpretaciones puede tener sentido y no está clara la elección entre ellas (Kyburg, 1974).

LA PROBABILIDAD COMO GRADO DE VEROSIMILITUD


Retomando el análisis del lenguaje cotidiano, se puede observar como el uso del
adverbio "probablemente" es el más común a la hora de intentar representar nuestras
creencias. Se utiliza para hacer referencia a sucesos de cuya ocurrencia no se tiene certeza en
el momento de la afirmación, pero se tiene, una cierta evidencia para creer, con un alto nivel
de confianza, en lo propicio de su ocurrencia. Se usa en proposiciones con carácter más bien
asertivo, afirmación del suceso, pero que a la vez recogen un cierto reconocimiento de una
falibilidad o fallo. Las gradaciones a las que nos hemos referido unas líneas atrás, también se
reflejan en forma de adverbios comparativos como "poco probable", "algo probable", "muy
probable", "casi seguro", etc., cuya máxima intensidad podría estar representada por la
expresión "seguramente", o también por la palabra "verosímil", para significar aquello que
tiene apariencia de verdadero pero no tenemos la certeza absoluta sobre ello. Ambos términos
- seguramente y verosímil - son utilizados en muchos casos como sinónimos de
"probablemente", pues, como ya apuntamos, generalmente estas expresiones tienen un fuerte
carácter asertivo. Carácter que desaparece con frecuencia cuando se utiliza el adjetivo
"probable" y casi totalmente en los usos del término "probabilidad" (Black, 1984).
Los enunciados en término de "probabilidad", definido por la Real Academia como
"calidad de probable", tienen en general menos fuerza asertiva. En ellos se representa una
estimación del grado en que las condiciones iniciales, la evidencia con que se cuenta o la

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experiencia previa del sujeto, favorecen la realización del suceso. Estas condiciones provocan
que en el uso ordinario, para realizar estimaciones probabilísticas, se empleen en general
medidas rudimentarias y muy limitadas. Delimitar cuanto de objetiva y válida es esta
estimación es uno de los problemas claves de la formación del pensamiento probabilístico del
individuo.
En la conversación cotidiana cuando enunciamos proposiciones con el término
"probabilidad", habitualmente lo utilizamos en el sentido postulado por De Morgan:
representando el grado de creencia en una proposición que recoge una afirmación de la cual
no existe completa certeza ya que, como analiza Nagel (1979), cuando una persona enuncia
una proposición de este tipo no hace más que referenciar sus creencias sobre el suceso. Estas
creencias la mayoría de las veces se basan en impresiones generales, presentimientos o
experiencias previas, influidas en numerosas ocasiones por las negociaciones y discusiones
en los juegos de azar.
No obstante, Black (1984: 106) sostiene que no hay aserciones sobre probabilidad que
expresen meramente el grado de creencia o confianza del sujeto en la ocurrencia de un suceso
en un sentido puro, pues éstas siempre están filtradas por la propia experiencia del individuo.
"La probabilidad en el sentido común no se identifica con la frecuencia relativa ni con
ninguna relación lógica definible entre proposiciones ni con ningún pretendido estado
mental de un juez idealmente razonable". Son muchos los autores que piensan que cuando
manifestamos una opinión sobre un suceso aleatorio es siempre reflejo de una apreciación
empírica. En muchos casos hay una transferencia del sentido determinista de la realidad a los
fenómenos aleatorios: a condiciones iniciales similares, distribuciones de probabilidad
semejantes.

SOBRE LOS JUICIOS PROBABILÍSTICOS


En definitiva, a la hora de analizar los juicios sobre la probabilidad de un hecho
encontramos dos grandes tendencias: la objetiva, basada en la necesidad de una verificación
empírica del juicio emitido y la subjetiva considerada más como un "a priori" basada
generalmente en el conjunto de conocimientos o creencias del sujeto. Estas dos tendencias
que, como ya hemos indicado, han dado lugar a grandes controversias a lo largo de la
historia, aparecen en el lenguaje ordinario no como incompatibles sino como
complementarias.

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Si analizamos un proposición de probabilidad emitida en una conversación habitual
(Figura 1), encontramos que, en general, podemos distinguir:
* Unos fundamentos de la aserción, basados frecuentemente en la experiencia previa
y en una consideración de las frecuencias presentadas en casos similares, o en
informaciones de otras fuentes, como pueden ser opiniones de personas o
instituciones con reconocido dominio del tema en cuestión.
* Un cierto grado de confianza del sujeto en la proposición enunciada que le lleva a
tomar ciertas actitudes y decisiones y en su caso a emitir un juico de naturaleza
probablística.
* La influencia de la observación, de nuevos eventos y situaciones, que provoca la
progresiva modificación de los juicios.

Nisbett col. (1982) reflexionan sobre el carácter automático e inconsciente de la


mayoría de las inferencias que los sujetos realizan en su vida cotidiana y que pasan al campo
de las creencias de forma irreflexiva. Por ello, en los juicios cotidianos de los sujetos se
detectan muchas veces, concepciones probabilísticas no formales y el uso de esquemas
heurísticos de funcionamiento condicionados por la experiencia anterior del sujetos.

(Archivo: figura 1.wpg)

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Concepciones y funcionamientos que, aunque dan origen a numerosos sesgos en sus
razonamiento, dado su origen experiencial presentan una gran resistencia a ser modificadas

Concepciones y funcionamientos que, aunque dan origen a numerosos sesgos en sus


razonamiento, dado su origen experiencial presentan una gran resistencia a ser modificadas
(Shaugnessy, 1981, 1983, 1992; Kahneman, Slovic y Tversky, 1982, Konold, 1989, 1991;
Konold y otros, 1993). Por otro lado, gran número de investigaciones concluyen que los
juicios de los sujetos están condicionados por variables externas (Garfield y DelMas 1989;
Well, Pollatesk y Boyce, 1990; Peard, 1990). En general, ante situaciones diferentes los
sujetos ponen en funcionamiento distintas creencias y esquemas operativos en relación a sus
procedimientos disponibles y a las condiciones contextuales. Hecho que nosotros mismos
hemos podido comprobar en una investigación desarrollado con futuros profesores de
Primaria (Cardeñoso y Azcarate, 1995; Azcárate, 1996).
La variabilidad de las manifestaciones expresadas y, por tanto, de las estimaciones
realizadas, está condicionada por las concepciones previas de los individuos y por los datos
de las propias experiencias y van siendo modificadas en contraste con nuevas experiencias.
Por ello, pensamos que es necesario establecer un equilibrio adecuado entre los aspectos
subjetivos y objetivos en los procesos de enseñanza y aprendizaje y una interacción adecuada
entre lo empírico y lo teórico si queremos facilitar una evolución de las concepciones, juicios
y funcionamiento de los sujetos ante la incertidumbre.
Estas ideas conectan con la validez del Teorema de Bayes como esquema explicativo
del proceso de aprendizaje y por tanto orientativo del proceso de enseñanza (Azcárate, 1995).
En el esquema bayesiano se refleja claramente la construcción del conocimiento
probabilístico desde la interacción entre la creencia personal con los datos de la experiencia
posibilitando su progresiva formalización. Desde el estudio realizado sobre el aprendizaje y
la enseñanza del conocimiento probabilístico creemos que los presupuestos bayesianos se
acercan bastante al proceso de elaboración del conocimiento desarrollado por el sujeto en
contacto con el medio cotidiano y escolar.

A MODO DE SÍNTESIS
Todo lo señalado en las páginas anteriores tiene consecuencias en el campo de la

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educación pues plantea una clara problemática a la hora de diseñar situaciones de
enseñanza-aprendizaje que faciliten el desarrollo del pensamiento probabilístico. Estas
situaciones no sólo deben partir de las concepciones iniciales de los sujetos sino que, dada la
naturaleza y significado ambiguo de la probabilidad, deben recoger y combinar ideas desde
diferentes interpretaciones, y en muy diferentes contextos. De tal manera que dispongan de
una rica experiencia y, a través de estrategias didácticas adecuadas, reelaboren los
significados y otorgen sentidos más precisos a los distintos términos y conceptos (Steinbring,
1984; Hawkins y Kapadia, 1984).
Hay dos elementos que son de particular importancia por su posible implicación en
la enseñanza/aprendizaje de la probabilidad: en primer lugar, la trama de conceptos y
relaciones implicados en el discurso del azar y de la probabilidad, no obvias ni de inmediata
comprensión y, en segundo lugar, la no separación, en su origen, del carácter
empírico/objetivo de la probabilidad del carácter epistemológico/subjetivo. Ambos elementos
determinan las condiciones del aprendizaje probabilístico y por tanto, de su enseñanza.
La evolución del tratamiento matemático de la probabilidad, el uso formal de la
noción de probabilidad en el campo del conocimiento científico ha llevado a definirla de un
modo preciso y cuantitativo mediante su formulación axiomática. Sin embargo, el significado
del término es un aspecto controvertido y no existe una única visión sobre la naturaleza de la
probabilidad y sus conceptos asociados. En el lenguaje cotidiano nos encontramos con un
problema similar en los usos que se hace del término y de sus equivalentes semánticos.
La variedad y riqueza de términos que pueden encontrarse en los distintos
diccionarios para expresar lo imprevisible, es exponente de la amplitud de contextos,
situaciones y matices con los que estas nociones se presentan. Un breve ejemplo es la
relación señalada en las primeras líneas sobre la gran variedad de fenómenos aleatorios que
nos rodean en nuestra vida cotidiana. Para el diseño de unidades didácticas relacionadas con
el tema y para su tratamiento general en el aula, sería necesario un análisis fenomenológico
mas detallado, en la línea antes señalada.
Este somero acercamiento al uso de los términos que nos sirven para representar el
aspecto fortuito de la realidad, nos permite detectar por un lado, una gran controversia en el
sentido o significado que se les otorga en el lenguaje cotidiano y, su contraste con el lenguaje
formal. Y por otro, comprobar la gran cantidad de ideas que están relacionadas con el término
"probable". Hecho que nos plantea la necesidad de considerar, en todo procesos de
enseñanza/aprendizaje, el significado que para los sujetos implicados, tienen estos términos,

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entender sus interpretaciones y reconducirlas sí que es necesario. Esta problemática ha de
verse reflejada en toda situación didáctica cuyo objetivo sea la comprensión probabilística de
la realidad. La negociación de los significados es un elemento clave, no sólo para construir un
discurso común y, en nuestro caso, más cercano al formal, sino también para provocar la
evolución del razonamiento probabilístico del individuo.

REFERENCIAS
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